el paradigma evolucionista en el contexto del surgimiento de la ciencia moderna (armando h. toledo)

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¿Cuál es la verdad acerca de la evolución? ¿Son válidos sus argumentos? En la Universidad Libre para Cristo (La UCLi) estamos realizando investigaciones acerca de la relación entre evolución, teísmo, historia, filosofía y moralidad. Los resultados de nuestros estudios nos están mostrando el carácter decepcionante de este paradigma sobre los orígenes en el que, desgraciadamente, se ha sustentado la totalidad del sistema educativo nacional contemporáneo. Así mismo, cada vez crece más la cantidad de evidencias a favor del paradigma de la creación sobre los orígenes como también nuestra confianza en el registro bíblico del Génesis. Es nuestra meta en La UCLi compartir a profesores, investigadores y estudiantes todos los datos que les permitan hacer una elección inteligente con respecto a uno de los temas más trascendentes para la vida del individuo, la sociedad y la civilización.

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Page 1: El paradigma evolucionista en el contexto del surgimiento de la ciencia moderna (Armando H. Toledo)

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CIENCIAS DE LA CREACIÓN Crítica al Paradigma Evolucionista

El paradigma evolucionista en el contexto del renacimiento de las ciencias naturales Armando H. Toledo

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el mundo entró en un turbulento período debido al estallido de revoluciones que transformaron el panorama político, primero en América del Norte con la Guerra de Independencia de 1776 y después con la Revolución Francesa de 1789. Entre tanto, Inglaterra vivía el comienzo de otra revolución: la Revolución Industrial, muy relacionada a su vez con una cuyo cariz principal era de orden científico.

Hay quienes fechan el renacimiento científico a partir de la década que comenzó en 1540, cuando el astrónomo polaco Nicolás Copérnico y el anatomista belga Andreas Vesalio publicaron unas obras que influyeron profundamente en el pensamiento científico. Otros sitúan el cambio aún antes, en 1452, año del nacimiento de Leonardo da Vinci, aquel incansable investigador que hizo numerosas aportaciones científicas y formuló ideas que en algunos casos fueron el germen de inventos perfeccionados siglos más tarde, como el avión, el tanque y el paracaídas.

No obstante, en palabras de Ernest Nagel, catedrático emérito de la Universidad de

Columbia, la ciencia tal y como la conocemos hoy “no quedó firmemente constituida como institución permanente en la sociedad occidental sino hasta los siglos XVII y XVIII”. Logrado esto, se produjo un cambio decisivo en la historia del hombre. El libro The Scientist comenta: “Entre 1590 y 1690, poco más o menos, una pléyade de genios [...] dio lugar a un florecimiento en la investigación difícilmente igualable en cualquier otro siglo”. 1. IMPOSTORES E� EL CAMI�O

Sin embargo, también florecieron seudociencias, cuyas teorías actuaron como impostores que obstaculizaron el camino hacia verdaderos logros científicos. Uno de estos ‘impostores’ fue la teoría del flogisto, del término griego que significa “inflamable”. La teoría fue ideada en 1702 por George Ernst Stahl, quien sostuvo que cuando una materia inflamable ardía, se liberaba el flogisto. Aunque él pensaba que el flogisto era un principio más que una sustancia real, con el tiempo fue tomando más cuerpo la opinión de que se trataba de una sustancia que se desprendía en los procesos de

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combustión química. Hubo que esperar a los años de 1770 a 1790 para que el químico francés Antoine-Laurent Lavoisier pudiera desmentir dicha teoría.

La obra The Book of Popular Science reconoce que si bien la teoría del flogisto “era

completamente errónea, por algún tiempo proporcionó una hipótesis de trabajo que al parecer explicaba muchos fenómenos naturales. Fue simplemente una de las muchas hipótesis científicas que con el paso del tiempo se pesaron en la balanza y fueron halladas defectuosas”.

El segundo de los impostores en el camino de desarrollo de las ciencias naturales fue la

alquimia. La Enciclopedia Salvat de las Ciencias explica que la alquimia nació de “la conjunción [del] conocimiento técnico y de la doctrina filosófica del período helenístico”, y que los alquimistas buscaban ante todo un “hipotético reactivo capaz de transformar en oro o plata los metales más comunes, [...] o bien [...] crear el elixir de la larga vida, capaz de evitar [...] la muerte”. Como todos sabemos, antes de ser desestimada, la alquimia contribuyó decisivamente a sentar las bases de la química moderna, un proceso de transformación consumado hacia finales del siglo XVII.

De modo que aunque la teoría del flogisto y la alquimia fueron impostores, tuvieron algunos

aspectos aprovechables. No se puede decir lo mismo, sin embargo, de los impostores humanos que alentaron actitudes anticientíficas por defender sus creencias religiosas. Por ejemplo, en el siglo II d. C., el renombrado astrónomo Claudio Tolomeo (90-168) formuló la teoría geocéntrica, que explicaba que mientras los planetas giraban en círculos perfectos en torno al Sol, el centro del círculo, o epiciclo, describía a su vez la circunferencia de otro círculo.

En el mejor de los casos, la teoría era matemáticamente ingeniosa y ofrecía una explicación

del movimiento aparente en el cielo del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas que tuvo amplia aceptación hasta el siglo XVI. Según la Encyclopedia Británica: “Tolomeo se basó en los trabajos realizados anteriormente por algunos astrónomos griegos para elaborar la teoría errónea de que el universo giraba alrededor de la Tierra, una idea muy revolucionaria que dominó el mundo de la astronomía durante 1.300 años [...]

“En esencia, es una síntesis de los resultados obtenidos por la astronomía griega acerca del movimiento del Sol, la Luna y los planetas. Tolomeo fue más allá de las observaciones y las conclusiones de Hiparco y formuló la teoría geocéntrica, conocida popularmente como el sistema tolemaico”. (15a edición, 1975, Vol. 15, p. 179) 2. LA REVOLUCIÓ� CIE�TÍFICA

Por siglos, el concepto que el hombre tuvo acerca del universo correspondió al concepto griego del cosmos, no a la perspectiva bíblica. Con el transcurso del tiempo se demostró que estas ideas griegas, que fueron asimiladas e impuestas por la Iglesia romana, eran erróneas. Según las palabras del físico británico Alan Hayward: “Cuando los primeros padres de la iglesia afirmaban que el mundo era plano, creían que estaban defendiendo lo que decía la Biblia. Pero lo que estaba ocurriendo en realidad era que ellos estaban defendiendo sus interpretaciones erróneas acerca de la Biblia. A la larga, lo que lograron con esta conducta fue darle a la gente la impresión de que en la búsqueda del conocimiento, el cristianismo se oponía al método científico”. (Creation and Evolution [Creación y Evolución], 1985, p. 80)

Nicolás Copérnico (1473-1543) elaboró una teoría diferente, a la que ahora llamamos Teoría

Heliocéntrica. Creía que si bien los planetas, incluida la Tierra, giraban alrededor del Sol, este permanecía inmóvil. De ser cierta la idea de una Tierra en movimiento―a la que dejaba de

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considerarse el centro del universo―, tendría consecuencias culturalmente catastróficas. Sin embargo, él se cuidó mucho para evitar desafiar frontalmente a la Iglesia católica y ser condenado por sus descubrimientos. No obstante, su Revoluciones de las Esferas Celestes (publicado el mismo año de su muerte) fue puesta en la lista de los libros prohibidos y condenados. Menos de cien años después, el astrónomo italiano Galileo Galilei apuntó su telescopio al cielo y sus observaciones le convencieron de que la hipótesis copernicana sobre la rotación de la Tierra alrededor del Sol era acertada. No obstante, la Iglesia Católica calificó sus conclusiones de heréticas y lo obligó a retractarse. En palabras del filósofo cristiano Francis Schaeffer debemos aclarar que “cuando la iglesia romana atacó a Copérnico y a Galileo, no lo hizo porque las enseñanzas de éstos fueran contrarias a lo que la Biblia decía [...] sino porque lo que decía Galileo estaba en contra de los elementos aristotélicos que se habían convertido en parte de la ortodoxia de la iglesia. De hecho, Galileo sostenía que la Biblia y Copérnico eran compatibles, y esto fue uno de los motivos que desencadenó su persecución”. (How Should we Then Live? [¿Cómo debemos entonces vivir?], 1976, p.131)

Los errores religiosos de este tipo han hecho que los teólogos de la Iglesia hayan negado

verdades científicas. Hubo que esperar casi tres siglos y medio para que la Iglesia Católica reivindicara a Galileo. En su edición semanal del 4 de noviembre de 1992, L'Osservatore Romano reconoció que hubo un “error subjetivo de juicio” en el caso seguido contra Galileo.

Una cosa más que ha de ser aclarada es que no debemos confundir las interpretaciones

tendenciosas que los religiosos puedan llegar a hacer con respecto a las afirmaciones bíblicas para sus particulares intereses político-económicos, con las enseñanzas claramente expuestas y no adulteradas en las sagradas Escrituras judeocristianas. El cristianismo no es una cosmovisión antiinteligente sino todo lo contrario. El creyente es constantemente invitado a ejercer todas sus facultades intelectivas en el descubrimiento de la Verdad comunicada por el Dios que existe.

De hecho, para más de una persona inteligente, la invención de la imprenta y la subsecuente

distribución masiva de la Biblia en el siglo XVI desempeñaron un papel decisivo en el surgimiento de la ciencia moderna. El mismo doctor Francis Schaeffer reconoce que “el surgimiento de la ciencia moderna no se opuso a lo que la Biblia enseña; de hecho, el punto crucial de la revolución científica está basado en las enseñanzas de la Biblia. Tanto para Alfred North Whitehead como para J. Robert Oppenheimer, el punto de partida de la ciencia moderna fue la perspectiva cristiana del mundo [...] hasta donde yo sé, ninguno de los dos era cristiano [...] Debido a que los primeros científicos creían que el mundo había sido creado por un Dios sensato, no se sentían sorprendidos al descubrir que por medio del razonamiento, las personas podían averiguar algo acerca de la naturaleza y el universo” (Schaeffer, op. cit., pp. 132-133) 3. MÁS IMPOSTURAS: LA EVOLUCIÓ�

También en el pasado siglo XX la tradición religiosa cristiana―particularmente católica―volvió a manifestar una falta de respeto a la verdad y un apoyo incondicional al error similares a los de los períodos anteriores al dar prioridad a teorías científicas no demostradas, en detrimento de la verdad, tanto científica como religiosa. El mejor ejemplo de ello es el respaldo dado a la indemostrable teoría de la evolución, hija ilegítima del “conocimiento” científico defectuoso y―una vez más―de las interpretaciones bíblicas erróneas.

Detengámonos ahora a analizar más de cerca este error histórico en el desarrollo de las

ciencias naturales. Charles Darwin publicó El origen de las especies por selección natural el 24 de

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noviembre de 1859, pero la idea de la evolución procede en realidad de tiempos precristianos. En el siglo III a. C., el filósofo griego Aristóteles, por ejemplo, presentó al hombre como el resultado final de una cadena evolutiva que partía de formas de vida animal inferiores. Sobre esto, Alan Hayward ha dicho que “los primeros a quienes se les ocurrió la idea de la evolución fueron los antiguos filósofos griegos. En los siglos XV y XVI ésta volvió a surgir en Europa junto con varias otras teorías de la antigua Grecia [...] Pero persistía una gran dificultad. Nadie―ni siquiera Lamarck, a pesar de intentarlo con ahínco―había logrado explicar convincentemente cómo había podido ocurrir la evolución. Cada especie parecía muy definida; no parecía posible que una especie podría haber sido el origen de otra.

“Darwin le dio un vuelco a esta situación al afirmar que la evolución se había producido por

un proceso de ‘selección natural’. Según su explicación, a partir de pequeñísimas variaciones en cada generación (la clase de variaciones que le permite a los criadores obtener nuevas razas de perros y de ganado, y a los cultivadores nuevas especies de rosas y manzanas) en un período de miles de millones de años los cambios serían sustanciales y podrían dar origen a todas las especies de la tierra” (Hayward, op. cit., pp.4-5). Aunque al principio el clero rechazó la teoría darwiniana, la obra The Book of Popular Science comenta: “La evolución se convirtió [más tarde] en algo más que una teoría científica [...]. Llegó a ser un atractivo reclamo y hasta una filosofía”. El concepto de “la supervivencia del más apto” atrajo a aquellos cuyo objetivo era llegar a lo más alto de la escala social. De esta manera, hacia finales del siglo XIX los científicos y educadores que aceptaron la explicación de Darwin se desviaron en su búsqueda de la verdad acerca del origen y el significado de la vida. A medida que admitieron una explicación diferente de la del relato del Génesis acerca de la existencia del hombre y de la Creación, surgió un sentimiento general de desconfianza hacia la Biblia. Esta variación en la forma de pensar ha tenido repercusiones muy profundas en la humanidad. El mismo Dr. Hayward comenta: “El darvinismo cada vez se parece más a un laberinto sin salida, en donde la humanidad ha permanecido atrapada por espacio de siglo y medio” (Hayward, op. cit., p.58). Al mismo tiempo, la mayoría de las iglesias, debido a que muchos de sus conceptos estaban basados en la filosofía griega, tampoco podían explicar ni defender ciertos aspectos de sus doctrinas. A fin de cuentas, ellas también habían sido despistadas porque habían mezclado la Biblia con la filosofía pagana. 4. CEDE EL CLERO CATÓLICO El clero enseguida dejó de ofrecer resistencia. A este respecto, The Encyclopedia of Religion dice que “la teoría de la evolución no solo alcanzó reconocimiento, sino una resonante aclamación”, y que “hacia 1883, el año en que murió [Darwin], los clérigos más previsores y elocuentes habían llegado a la conclusión de que la evolución era perfectamente compatible con un entendimiento profundo del texto bíblico”. En 1938, un titular del #ew York Times mencionaba un informe elaborado por una comisión que encabezaba el obispo de York. El informe concluía así:

“No es posible objetar a la teoría evolucionista esgrimiendo los dos relatos de la creación en Génesis I y II, ya que hay consenso general entre los cristianos educados de que estas narraciones son de origen mitológico y poseen un valor simbólico antes que histórico para nosotros [...] usted puede creer lo que quiera y seguir siendo cristiano”. En épocas más actuales, hasta muchos líderes de pensamiento religioso tienen este punto de

vista. Por ejemplo, el Journal de Milwaukee del 5 de marzo de 1966 informó que “el pastor de la Iglesia Católica de Santiago [...] hizo una declaración firme aceptando la evolución. ‘No hay duda

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acerca de la realidad de la evolución,’ dijo él”. El relato decía que el sacerdote “subrayó la palabra ‘realidad.’ ”. (página 5)

Más recientemente, en la década del noventa, la posición oficial de la iglesia católica ha

seguido siendo la misma. Por ejemplo cierto rotativo del 25 de octubre de 1996 anunciaba que “El papa Juan Pablo II respalda la teoría de la evolución”. A cierto sector católico la noticia le cayó como una bomba. Según este comentario periodístico, en un discurso pronunciado ante la Academia Pontificia de Ciencias en Roma, el papa había dicho que le parecía válida la teoría de la evolución, con sus mecanismos de selección natural y adaptaciones hereditarias en el proceso evolutivo del hombre y otras especies.

Il Giornale, un periódico italiano conservador, afirmó: “El papa dijo que nosotros podríamos

descender de los simios”. El papa aclaró que el alma humana era una creación de Dios y que por lo tanto no estaba sujeta al proceso de la evolución. Cierto joven de 32 años de edad llamado Tulio Hernández a quien se le preguntó su reacción a esta noticia, dijo: “Me dejó confundido. Yo siempre había creído que Adán y Eva habían existido realmente y que Dios los había creado directamente del polvo de la tierra”. Al preguntársele qué pensaba ahora con respecto a las enseñanzas bíblicas acerca de la muerte y el más allá, él respondió: “No sé, pero estoy buscando seriamente las respuestas en otras religiones y estoy estudiando la teoría de la reencarnación”. 4. EL “EVOLUCIO�ISMO TEÍSTA”

Todo este movimiento culminó en el siglo XX, cuando un buen número de protestantes y católicos por igual aceptaron la evolución teísta. Según esta teoría, Dios ha intervenido en ciertos momentos críticos del larguísimo proceso evolutivo; por ejemplo, creando la primera célula que dio origen a todo, o esperando hasta que el hombre surgiera en medio de la cadena evolutiva para darle el alma humana.

“Para ellos―dice el doctor Hayward―la evolución darwiniana es simplemente el método

por el cual Dios discretamente oculto entre bambalinas, creó todo ser viviente [...] La mayoría de los evolucionistas teístas tiene una perspectiva un tanto liberal acerca de la Biblia, y con mucha frecuencia consideran que los primeros capítulos del Génesis son una recopilación de mitos hebreos” (Hayward, op. cit., P. 8). Las repercusiones que todo esto tiene en cuanto a la credibilidad de la Biblia son enormes. ¿Es la Biblia realmente la Palabra infalible de Dios, o tiene partes que son únicamente mitos bien intencionados? ¿Son inexactas y poco fiables algunas secciones de la Biblia? ¿Estaban equivocados Jesucristo y los apóstoles cuando mencionaron que Adán y Eva habían sido creados directamente por Dios? (Mateo 19:4; 1ª Corintios 15:45) ¿Estaba Jesucristo engañado y engañó a otros? ¿Es cierto lo que se dice en 2ª Timoteo 3:16: “Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar...”? Como podemos darnos cuenta, las implicaciones de todo esto en la fe y la enseñanza cristianas son inmensas. 5. LAS VÍCTIMAS DEL E�GAÑO

Muchos científicos actuales cuestionan seriamente la teoría de la evolución. Sir Fred Hoyle, fundador del Cambridge Institute of Theoretical Astronomy y miembro asociado de la American #ational Academy of Sciences, escribió hace unos diez años: “Personalmente no tengo ninguna duda de que a los futuros historiadores de la ciencia les resultará misterioso que una teoría que puede considerarse impresentable, haya llegado a ser tan ampliamente admitida”.

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Al atacar la base de nuestra existencia, la evolución roba al Creador el mérito que le corresponde, contradice su pretensión de ser científica y le hace un flaco favor a la incesante lucha del hombre por hallar la verdad científica. Karl Marx acogió con agrado dicha teoría y la premisa de ‘la supervivencia del más apto’ con el fin de alentar el auge del Comunismo. Él mismo llegó a decir: “El libro de Darwin me sirve de base científica para explicar la lucha de clases a lo largo de la historia” (Toward The Critique of Hegel´s Philosophy of Right). No obstante, de lo que él ya no se pudo enterar, es que de los impostores que hemos revisado en esta exposición, el evolucionismo es un impostor de la clase más vil.

Cualquier persona que se deje engañar por teorías seudocientíficas se convierte en víctima.

Aunque, de la misma manera, aceptar sin más las verdades científicas también puede entrañar ciertos riesgos. Los espectaculares avances de la ciencia, propiciados por la revolución científica, han hecho creer a muchos que ya no hay nada que la ciencia no pueda lograr. Esta idea se ha visto reforzada a medida que el progreso científico ha socavado la postura anticientífica que en un tiempo adoptó la religión oficial. El comercio y la política empezaron a ver la ciencia como una herramienta utilísima para alcanzar sus fines: compensación económica o consolidación del poder político. En pocas palabras, la ciencia se ha convertido paulatinamente en una diosa, dando paso así al cientificismo. El Diccionario de la lengua española define cientificismo como la “tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas”, y “teoría según la cual los métodos científicos deben extenderse a todos los dominios de la vida intelectual y moral sin excepción”. 6. Conclusión: El Legado Darwiniano Carlos Darwin no vivió para darse cuenta de las consecuencias de su teoría. Murió confiado en que la lucha por la existencia mejoraría la vida del hombre. En su obra vaticinó que “todos los dones intelectuales y corporales tenderán a progresar hacia la perfección”. Como vimos, El Origen de las Especies convenció a las multitudes del siglo pasado que el hombre había sobrevivido sin la intervención divina y de que seguiría adelante sin ella. Mucha gente, embelesada con los adelantos científicos creyó que podía prescindir de Dios y que la ciencia salvaría a la humanidad. Seguir las pisadas de Darwin puede ser peligroso. Como dice un refrán: “Si le enseñas a un niño que sólo es un animal, no te quejes cuando se comporte como tal”. ¿Acaso la inmoralidad desenfrenada de nuestra sociedad moderna no es un resultado directo de esta teoría y de la forma en que ha repercutido en los principios y creencias de la gente? Si rechazamos el concepto de un Dios que nos juzga según nuestras acciones, ¿no resulta más fácil hacer lo que nos venga en gana? En cierta ocasión el célebre biólogo inglés Sir Julian Huxley reconoció por qué muchos habían aceptado tan rápida y vehementemente la teoría de la evolución: “Yo supongo que una de las razones principales por las cuales admitimos tan radicalmente El Origen de las Especies, fue porque no queríamos que Dios interfiriera con nuestras costumbres sexuales”. (Henry Morris, The Troubled Waters of Evolution [Las turbulentas aguas de la evolución], 1974, p.58). Más adelante Huxley comentó: “Es enorme la sensación de alivio que uno experimenta al rechazar la idea de un Dios sobrenatural todopoderoso”. (Essays of a Humanist [Ensayos de un humanista], 1966, p.223) ¿No será que la inmoralidad que existe en tantas escuelas y universidades está íntimamente relacionada con el hecho de que Dios ha sido expulsado de las aulas y la teoría de la evolución se acepta como un hecho?

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¿Cuál es la verdad acerca de la evolución? ¿Son válidos sus argumentos? En la Universidad Libre para Cristo (La UCLi) estamos realizando investigaciones acerca de la relación entre evolución, teísmo, historia, filosofía y moralidad. Los resultados de nuestros estudios nos están mostrando el carácter decepcionante de este paradigma sobre los orígenes en el que, desgraciadamente, se ha sustentado la totalidad del sistema educativo nacional contemporáneo. Así mismo, cada vez crece más la cantidad de evidencias a favor del paradigma de la creación sobre los orígenes como también nuestra confianza en el registro bíblico del Génesis. Es nuestra meta en La UCLi compartir a profesores, investigadores y estudiantes todos los datos que les permitan hacer una elección inteligente con respecto a uno de los temas más trascendentes para la vida del individuo, la sociedad y la civilización. “Por una fe inteligente...” © 1999 by UCLi International Ministries [email protected]