el papel transformador del imaginario en la …
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EL PAPEL TRANSFORMADOR DEL IMAGINARIO EN LA CONSTRUCCIÓN DE
IDENTIDAD CORPORATIVA EN LAS ORGANIZACIONES
GEISON DAVID ARBOLEDA GONZÁLEZ
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PEREIRA
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y DE LA EDUCACIÓN
PROGRAMA DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO
LÍNEA DE COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL II
2012
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EL PAPEL TRANSFORMADOR DEL IMAGINARIO EN LA CONSTRUCCIÓN DE
IDENTIDAD CORPORATIVA EN LAS ORGANIZACIONES
GEISON DAVID ARBOLEDA GONZÁLEZ
ARTÍCULO CIENTÍFICO
TUTOR
HEILLER ABADIA
MAGISTER EN COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PEREIRA
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y DE LA EDUCACIÓN
PROGRAMA DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO
LÍNEA DE COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL II
2012
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EL PAPEL TRANSFORMADOR DEL IMAGINARIO EN LA CONSTRUCCIÓN DE
IDENTIDAD CORPORATIVA EN LAS ORGANIZACIONES
Síntesis
Este artículo se desprende de la construcción del marco teórico de la investigación: La
comunicación estratégica como eje transformador de los imaginarios colectivos y
generador de identificación corporativa de los funcionarios de la Alcaldía Municipal de
Pereira, inscrito en la línea de Comunicación Organizacional, perteneciente al programa
de Comunicación Social - Periodismo de la Facultad de Ciencias Humanas, Sociales y de
la Educación de la Universidad Católica de Pereira. Como objetivo principal está el
desarrollo conceptual del imaginario, así como su relación con la comunicación
estratégica y su papel transformador en la organización.
Ligado directamente a las representaciones sociales, el imaginario es un factor constructor
de la identidad corporativa al producir efectos particulares en el entorno de la empresa,
pues se trata de una categoría que se caracteriza por percepciones, ideas y valores que
coinciden en grupos determinados de personas.
DESCRIPTORES: Comunicación organizacional, imaginario, empresa pública, identidad
corporativa, cultura organizacional, imagen, estrategias.
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Abstract
This article is the construction of the theoretical framework of the research: Strategic
communication as the imaginary axis transformer and generator collective corporate
identity of the officials of the Municipality of Pereira, registered in the line of
Organizational Communication, part of the program Social Communication - Journalism
at the Faculty of Humanities, Socials and Education at the Catholic University of Pereira.
The Main objective is the conceptual development of the imaginary and its relation to
strategic communication and its transformative role in the organization.
Directly linked to social representations, the imaginary is an important builder of corporate
identity by producing particular effects on the environment of the company because it is a
category that is characterized by perceptions, ideas and values that coincide in certain
groups of people .
Descriptors: Organizational communication, imaginary, public company, corporate
identity, organizational culture, image strategies.
Introducción
El imaginario, que en un concepto simple de Gilbert Durand (2000: 32) “es el conjunto de
todas las imágenes mentales y visuales posibles con su respectivo procesamiento”, nunca
ha estado desligado de las relaciones personales, mucho más cuando este puede ser
transformado o tiene un poder transformador.
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Aunque esta categoría es entendida de manera global dentro de lo cultural, puede ser objeto
también de una reflexión en el campo de la comunicación organizacional, ya que tiene un
impacto considerable en los individuos.
Desde las estrategias de la empresa en materia de comunicación se puede orientar a la
modificación de los imaginarios entorno a la organización, así se sustenta en autores como
Garrido y Costa (2004), para analizar el caso concreto de la Alcaldía Municipal respecto a
sus funcionarios y la misma identidad corporativa.
Sin embargo, es necesario profundizar en el imaginario y su origen abordado desde Gilbert
Durand (2000) y Michel Mafessoli (2004), quienes dan cuenta de esta categoría que tiene
sus bases en las percepciones, ideales y mensajes que circulan al interior de la organización
de manera continua y termina exteriorizándose en la imagen de la empresa.
Pocas veces se tiene presente que el imaginario implica un proceso entre los mensajes de
una empresa y la imagen final que se posicionará ante los ciudadanos externos, por lo que
se pone a prueba la efectividad de la comunicación estratégica para fortalecer la identidad
corporativa, en busca de satisfacer las necesidades de públicos objetivos.
Una entidad como la Alcaldía de Pereira no suprime la subjetividad de sus individuos y de
la cual también se desprende el imaginario, aportando con esto a la creación de la identidad
corporativa.
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Simple imaginario
Antes de entrar a detallar la relevancia del imaginario en la comunicación organizacional,
se hace necesario describirlo desde su base histórica, puesto que diversas interpretaciones
han sido consideradas, empezando desde el autor fundante de esta categoría como es
Durand (2000) hasta la conceptualización de Mafessoli (2004).
Al indagar, se encuentra entonces que la variedad de reflexiones y argumentos para
entender esta categoría tiene un fundamento sólido o relación directa con un conjunto de
representaciones sociales:
RP, entendidas como “conjunto de conceptos, enunciados y explicaciones
originados en la vida diaria, en el curso de las comunicaciones interindividuales. En
nuestra sociedad se corresponden con los mitos y los sistemas de creencias de las
sociedades tradicionales; incluso se podría decir que son la versión contemporánea
del sentido común, constructos cognitivos compartidos en la interacción social
cotidiana que proveen a los individuos de un entendimiento de sentido común,
ligadas con una forma especial de adquirir y comunicar el conocimiento, una forma
que crea realidades y sentido común. Un sistema de valores, de nociones y de
prácticas relativas a objetos, aspectos o dimensiones del medio social, que permite,
no solamente la estabilización del marco de vida de los individuos y de los grupos,
sino que constituye también un instrumento de orientación de la percepción de
situaciones y de la elaboración de respuestas”. (Moscovici,2000)
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Desde esta definición, se interpreta entonces que es de ese sentido común que surgen los
imaginarios.
Al argumento anterior y retomando otro autor, Martínez (2009: 21) agrega que “Durand
finaliza señalando cómo grandes sistemas filosóficos del siglo XIX (los de Schelling,
Schopenhauer y Hegel) le dan un lugar privilegiado a las obras de la imaginación y la
estética. Lo imaginario cobra, en estas perspectivas, un lugar privilegiado para entender las
dimensiones de lo humano y para expresarlas sin limitarse a las condiciones aparentemente
reales del mal llamado mundo objetivo”.
Es necesario resaltar que Durand tiene un enfoque socio-antropológico de la categoría en la
que incide el contexto sociológico del que hace parte este autor francés.Así se evidencia
que la tradición de la sociología francesa tiene un marcado interés en “abordar las
dimensiones de lo imaginario, categoría caracterizada como inmaterial pero constituyente
de toda realidad social” (Martínez, 2009: 23)
Por su parte, Silva (1997:80) manifiesta: “bien puede aceptarse que hay un proceso de
selección y reconocimiento que va construyendo el objeto simbólico y que en todo símbolo
o simbolismo subsiste un componente imaginario”.
De esta manera, haciendo una retroalimentación de lo expuesto hasta el momento, se puede
deducir que los imaginarios son consecuencia de una interpretación profunda de discursos,
percepciones y diferentes manifestaciones culturales y políticas.
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También aportan a los imaginarios las experiencias propias y el efecto que estas producen
en la comprensión de la realidad, tanto así que Silva en entrevista a Domínguez presenta “lo
imaginario”, dentro de un marco de funciones indiferenciadas que se dan antes del
lenguaje.
“El ser humano cumple funciones semióticas antes del lenguaje, son las funciones
fácticas como las denomina Jakobson. El niño empieza a manejar la caja toráxica
sin todavía tener palabras, es una función fáctica del lenguaje, por eso los que van a
las casas que tienen niños, se asombran de cómo la mamá comprende al hijo sin
que este hable, porque se dan a conocer metalingüísticamente, por operaciones
corporales, ruidos, gritos, operaciones fácticas, de hecho, de cuerpo. Pero entonces
lo imaginario, si lo fuésemos a situar en una topografía imaginaria, es antes del
lenguaje” (Silva, en Domínguez, 1997: 114)
Silva plantea que lo imaginario puede concebirse tratando de construir el mundo ideal
desde antes del lenguaje, haciendo una analogía con el paraíso, pues indica que es regresar
al momento donde el cuerpo no habla.
Se explica entonces que desde que nacemos hay un contacto con los demás individuos por
medio de la familia, religión, la educación, la cultura, la ciudad, entre otros grupos sociales
o comunidades a los que podemos pertenecer, y de allí que los imaginarios hacen parte de
la estructura del colectivo y, en su construcción, aparecen los significados compartidos.
Ahora bien, al respecto de esas representaciones compartidas, García Canclini (1990)
expone su punto de vista y le da una relevancia al papel de los medios de comunicación:
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“Las identidades colectivas encuentran cada vez menos en la ciudad y en su
historia, lejana o reciente, su escenario constitutivo. La información sobre las
peripecias sociales se recibe en la casa, se comenta en familia o con amigos
cercanos. Casi toda la sociabilidad, y la reflexión sobre ella, se concentran en
intercambios íntimos. Como la información de los aumentos de precios, lo que hizo
el gobernante y hasta los accidentes del día anterior en nuestra propia ciudad nos
llegan por los medios, estos se vuelven los constituyentes dominantes del sentido
“público” de la ciudad, los que simulan integrar un imaginario” (García Canclini,
1990: 286)
El autor también señala que cuando los grupos de personas viven en condiciones subjetivas
construyen sus mundos privados en relación con las estructuras públicas y allí entra a jugar
un papel importante la democratización en los imaginarios.
Según Canclini (1997), en las últimas décadas ha venido operando el factor
democratización, que se traduce en mayor participación ciudadana diferente a los
procedimientos tradicionales que se venían desarrollando.
“La democratización se produjo al principio como esa tendencia, lo previo desde la
revolución francesa, por la expansión educativa, la difusión del arte y la ciencias, la
participación en partidos políticos y sindicatos. Pero en la segunda mitad del siglo
XX la democratización y la modernización de la cultura política fueron impulsadas
sobre todo por los medios electrónicos de comunicación, y por dispersas
organizaciones juveniles, urbanas y feministas, de derechos humanos y algunas muy
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críticas de la modernización, como las indígenas y las ecologistas” (García Canclini,
1997: 27)
Expone además Canclini (1997), que no se pueden pasar por alto los enfoques de
imaginario colectivo desplegados de reorientaciones sociosemióticas de la antropología y
de la sociología. La construcción y renovación del imaginario son generadas por las
estructuras que rigen la categoría, dando a entender que estapuede ser reconceptualizada.
Ya una vez revisada la anterior teoría, se vislumbra que en la interacción de los empleados
de una empresa, en este caso la Alcaldía, influyen diferentes imaginarios con los que se
identifican entre sí, tal es el caso de un orden político o económico que estrecha lazos entre
los individuos.
“Los modelos políticos y estilos de desarrollo dominantes se han tropezado con
tremendos obstáculos para compatibilizar el desarrollo personal con el desarrollo
social. Tanto las dinámicas del ejercicio del poder, como los efectos de ideologías
excluyentes, tienden a disolver a las personas en arquetipos de masas, o a sacrificar
a las masas por arquetipos del individuo. Abundan los modelos que postergan el
desarrollo social en nombre de la soberanía del consumidor, en circunstancias que
reducir la persona a la categoría de consumidor también coarta el propio desarrollo
personal” (Max-Neef, 1998: 87).
En consecuencia, el autor explica que hay procesos colectivos que llevan a que existan
niveles de autonomía política y de autodependencia económica, pues no son producto de
una acción espontánea, dado el grado de razonamiento necesario.
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Teniendo en cuenta el objetivo del proyecto y luego de haber recopilado diferentes
conceptos alrededor del imaginario colectivo, durante la investigación Maffesoli aparece
con un mayor desarrollo conceptual que encaja de manera más precisa con las pretensiones
de este escrito.
Maffesoli (1998, citado en Martínez, 2009) da como ejemplo la idea de la perfección y la
asimila con la idea de Dios, y señala que por el contrario la imperfección propia del mundo
es asociada al concepto de imaginación, a la sin razón. De esta manera, lo imaginario es
excluido de los procedimientos lógicos. Así, el empirismo asume tal posición y prioriza la
existencia del hecho el cual es racional; imaginario sería lo fantasmal, lo irracional, el
delirio.
“El imaginario social es el fundamento de toda sociedad. A lo largo de la historia las
posturas concernientes a la imagen expresan, como un hilo rojo, ese miedo a lo
sensible que se opone a la razón pura. Por lo tanto, la imagen es la que delinea lo
real, que activa la vida social” (Maffesoli: 2004: p.97)
Con esta explicación Maffesoli refiere que las cosas materiales no son lo único que
construyen la sociedad, puesto que las ideas que las personas se llevan delas cosas tienen su
propio peso significativo con imágenes y pensamientos que pueden obedecer tanto al
razonamiento individual como colectivo.
Estos apuntes teóricos se hacen indispensables para entender desde un inicio la categoría y
los abordajes históricos que el autor realiza con base en antecedentes y su propia
concepción.
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El análisis de Maffesoli (Ibid, 2004: 201) ofrece importantes aportes para entender el
significado de lo cotidiano, reconociendo la importancia de las dimensiones simbólicas,
imaginarias, mitológicas, el papel de una razón sensible (énfasis en lo pulsional y lo
lúdico), “una razón erótica que exalta el papel de la metáfora y la analogía para interpretar
la riqueza social” (Maffesoli, 1997:149-256). Al respecto, señala cómo las sociedades
actuales adolecen de una idea de futuro moderno, imagen que sí existía en el proyecto
moderno a la luz de lo que August Comte denominaría una fe en el progreso. De esta
manera, los pilares sobre los cuales descansaba la modernidad (razón, progreso e individuo)
entran en crisis y se erige una abigarrada y amplia gama fragmentaria de micro
comunidades articuladas en torno a sentimientos y experiencias conjuntas “que
descansarían sobre una particular forma de sociabilidad”. Por último, Maffesoli nos señala
la doble faceta de lo imaginario, por un lado se instaura como legitimador del orden
establecido, de allí que se entienda como un recurso para la dominación social, por otro
lado como una faceta que posibilita la transformación del orden social. Esta doble
condición representa la fuerza de lo imaginario en las relaciones sociales de poder. (Ibid,
2004: 201) (Martínez, 2009: 24-25)
Al relacionar la teoría de Maffesoli con el proyecto de investigación se puede deducir que
hay un pulso político que nace de las relaciones sociales, partiendo de las asociaciones de
reflexión que hacen las colectividades, y lo subjetivo puede estar vinculado con la
trayectoria o tradición que viene de generaciones anteriores, las cuales tienen ya un vinculo
íntimo con el conocimiento que poseen de su entorno, y este ideal comunitario necesita
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símbolos exteriores, imágenes compartidas para su fuerza aglutinante, y adicional a esto
está en constante cambio.
“Las cosas eternas como el amor, la muerte, la sociedad, son las que se ven
trastocadas por las modificaciones más importantes. La política es una de ellas, que
a la vez perdura a través de los años, no deja de ser, sin embargo, algo que constante
nuevamente cambia” (Maffesoli, 2004: 49)
La organización
Las relaciones de poder, como se planteó en un inicio, entran a jugar entonces un papel
predominante a la hora de comprender los imaginarios de los individuos en una
organización pública.
Maffesoli (2004: 51) explica que hay una fuerza, en muchos aspectos inmateriales, que
puede entenderse como imaginativa, que funda lo político y que le sirve de incertidumbre y
confianza, así como de legitimación a lo largo de la historia humana.“Más aún, esta idea es
lo que funda también la culminación o acabamiento de lo político, es decir la violencia
inter-específica, violencia entre entidades distintas” (Maffesoli, 2004: 61)
En esta dimensión mental de lo político, Maffesoli (2004: 61) retoma dos ejemplos
históricos: “Se podría hacer un análisis para la conquista del Nuevo Mundo por los
españoles. Ellos lograron triunfar, entre otras cosas, en un imperio existente y una
civilización bien estructurada porque lograron suscitar un temor religioso y reemplazar las
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imágenes que eran adoradas localmente, por otras que se presumían más eficaces. Ahí una
vez más, la conquista fue aquella relativa a las almas. La edificación de la cruz o de la
Virgen María sobre el Templo Mayor de México fue a este respecto más eficaz que una
multiplicidad de batallones. Y al contrario, el estalinismo lo padeció a costa suya quien vio,
para bien o para mal, que el Vaticano, sin divisiones blindadas, pudo triunfar
subrepticiamente sobre todas las fuerzas armadas rojas reunidas.”
Se traduce entonces, analizando la teoría del autor, que los imaginarios sociales producen
ideales, apreciaciones, gustos, valores y conductas que pueden ser características de los
grupos, y tienen la capacidad de instalarse en distintas instituciones así como en diferentes
instancias.
Continuando con la comprensión teórica, vale destacar que la organización es producto de
la construcción social en la que están inmersos los imaginarios que a su vez pueden servir
para alcanzar objetivos comunes y terminan siendo notables en su identidad.
El imaginario no descarta la subjetividad y desde esta asume la unidad de la sociedad y sus
prácticas, de las cuales se sirve el poder para incorporarse. Con mayor exactitud, en
cualquier sociedad se distingue un sistema de normas, reglas y valores instituidos que
orientan la vida de los individuos en diversas direcciones y que constituyen su sistema de
interpretación, además desde allí se pueden instalar nuevas significaciones imaginarias
asociadas a juicios, deseos, entre otros aspectos.
Una visión más amplia moviliza todo este contenido cultural a la entidad pública, y en esta
se encuentra la comunicación estratégica, en función de un proyecto organizacional.
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En ese propósito de la empresa, sea pública o privada, para orientar sus estrategias hacia el
alcance de sus objetivos no puede escaparse el orden interno y sus procesos comunicativos,
entendiendo que la modificación de conductas, costumbres y apreciaciones entre los
empleados puede contribuir a exteriorizar la imagen deseada que dé cuenta de la identidad
con la que busca ser reconocida la organización.
Garrido (2004: 148) explica que “cada sujeto vive en relación con otros y en parte esa
interrelación hace que cada uno sea quien es en la sociedad; en tal sentido, el fenómeno
cultural es posible por y para la comunicación en diversas instancias de interacción
interpersonal, grupal, organizacional y social. Tal es el caso en el entorno empresarial en el
que la cultura asume un papel suprapersonal al imponer sus reglas y pautas sobre el
quehacer individual.”
Bajo la anterior premisa de la cultura organizacional es evidente que la socialización de las
personas que laboran al interior de una empresa puede ser manejable desde el ámbito
estratégico, dado que para alcanzar algunos objetivos específicos, desde la dirección, se
deben coordinar o controlar no solo las funciones de los trabajadores, también los canales
de comunicación internos, ya que cuando los miembros de una compañía no comparten
apropiadamente los elementos se obstaculiza la gestión de distintos procesos.
Así, “la transmisión de los valores rectores de la empresa y de las acciones que son
premiadas y castigadas en ella, ocurren en un proceso continuo y circular en el que la
compañía recibe la respuesta de sus trabajadores en la aceptación, rechazo, mantenimiento
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e implementación de los valores corporativos a través de sus acciones y mensajes (verbales
y no verbales)”. (Garrido. 2004: 149)
Con base en lo anterior, no es desconocido que la intervención de las directrices
institucionales en el direccionamiento de la cultura impacta en las costumbres y valores
compartidos.
Una cultura organizacional que tiene bien reconocida la caracterización de sus miembros y
su forma de comunicar, amplía el conocimiento de su estructura organizacional para
producir transformaciones al interior de la misma.
Por tal motivo, el clima organizacional, la planta física de la empresa, la misma
señalización, la interacción entre miembros y con los usuarios, refleja si hay o no una
comunicación estratégica pensada en producir cambios en las percepciones que se tienen en
el exterior. Por ello, es vital establecer intereses comunes, dar sentido a la identidad,
coordinar, unificar reglas de juego, tener dinámicas productivas, socializar y direccionar al
trabajador.
De lo interno a lo externo
Cuando se encaminan los esfuerzos hacia el logro de las metas empresariales se obtiene sin
duda una perspectiva del enfoque competitivo y productivo del que no se escapa el sector
público.
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Contrario a la anterior afirmación, cuando los valores corporativos no son practicados y no
se encuentra una identificación por parte de los empleados con esos valores, urge un
redireccionamiento para que haya una relación directa entre los comportamientos y los
objetivos institucionales.
Teniendo en cuenta estas premisas, no es extraño que una organización como una Alcaldía
Municipal haga uso de la comunicación estratégica tanto al interior como al exterior, con el
fin de modificar imaginarios que existan a su alrededor y así garantizar una percepción
adecuada, implementando los medios que tenga a su alcance.
Garrido (2004: 157) indica: “como sabemos, la empresa genera un continuo de actos que
reciben una lectura en el día a día, lo que de modo consciente o no, generará una
interpretación social de su hacer, de su dinámica propia e individualizante en la sociedad y
que finalmente le podrá valer su éxito o fracaso”
De igual manera expone:
“la personalidad de la empresa puede ser construida o reconstruida y controlada a
través del desarrollo orientado de lo modos de hacer y actuar, que deben ser
concebidos, estimulados y fijados a partir de las necesidades indicadas por los
aspectos estratégicos generales de comunicación en la empresa. Para fijar los
aspectos estratégicos de la construcción de la identidad corporativa en la empresa,
resulta imperativo definir en las etapas iniciales qué elementos sostenibles aparecen
como ejes discursivos positivos, para tender a resaltar y comunicarlos en función de
la realidad de la organización” (Garrido 2004: 157)
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Entre tanto modifica conductas iniciales de los miembros de la organización no es una tara
simple, puesto que al redireccionar la cultura comunicativa con diversas estrategias se debe
considerar el tipo de empresa, así como sus indicadores que permitan sustentar resultados
efectivos que se vean evidenciados en un proceso sólido y que destaque la importancia de
la comunicación como factor estructurante.
Para Joan Costa (2004: 48) la cultura es un componente de la identidad de la empresa y por
eso mismo es un factor de cambio en el interior de la organización, entre grupos, como en
el exterior, entre empresas, ante el mercado y la sociedad. Afirma que en el principio de la
cultura empresarial, hay un sistema de evidencias compartidas por el grupo de personas
que constituyen la misma empresa. Describe además la comunicación como un
instrumento privilegiado de acción cultural, ya que contribuye a dar forma a las
representaciones que hacen los responsables intermedios del entorno de la empresa, así
como a uniformar las soluciones locales en el terreno de la organización y de los
procedimientos.
Por un buen enfoque de comunicación estratégica engloba otras categorías y en esto es
concerniente reiterar que direcciona a la organización para que exista una cohesión entre los
objetivos institucionales y las actuaciones de sus empleados. En este proceso de
redireccionamiento para dar una real transformación del imaginario, la empresa se apoya en
la construcción de su imagen, porque los mensajes que emite son interpretados y toman
posición frente a otras instituciones, produciendo efectos ya sean negativos o positivos.
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Cabe recordar que la imagen que transmite la organización a la sociedad condicionará la
satisfacción de ciertas necesidades e incluso el buen nombre de sus empleados, siendo este
último aspecto, objeto de análisis ante la opinión pública para el caso puntual, ya que una
Administración Municipal trabaja con recursos públicos.
Dos conceptos claros de imagen que involucran el papel del imaginario se pueden leer en
los dos últimos autores citados y recogen la pertinencia del tema.
Garrido (2004: 190) señala que la empresa procura o intenta controlar su imagen puesto que
se sabe que el caudal comunicacional que debe administrar y gestionar se ha alterado
cuantitativamente y cualitativamente, de tal forma que el valor de actos y mensajes
intencionados y no intencionados se ha equilibrado profundamente en la interpretación,
modificando y haciendo cada día más complejo el proceso de construcción de la imagen de
la empresa.
Por su parte, Joan Costa (2004: 56) define la imagen corporativa como “la representación
mental, en el imaginario, de un conjunto de atributos y valores que funcionan como un
estereotipo y determinan la conducta y opiniones de esta colectividad”.
La imagen a la que se refiere Costa, se construye en la mente de los públicos y proviene de
los mensajes que emite la organización, sea que estén bien orientados con propósitos
puntuales, o enviados de manera desmedida, y de allí depende que el receptor tenga una
percepción más amplia o diferente a que le empresa pretende que tenga.
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Conclusiones
El direccionamiento estratégico de la comunicación debe estar fundamentado en una
política de empresa, una labor que requiere una metodología, un orden y metas claras, en
cuanto allí convergen una serie de categorías cuyo propósito puede intervenir en la
transformación de imaginarios que existen en torno a la organización.
Entendiendo el imaginario como factor constructor de la identidad corporativa que produce
efectos particulares en el medio externo, este se caracteriza por los valores, ideas y
percepciones en que coinciden la personas así como infiere en conductas que pueden tomar
las personas en sus actuaciones.
Como lo señala Costa (2004: 75), “El imaginario surge cuando una infraestructura
mediática transmite y repite una misma serie de mensajes, dando lugar a un espacio común
y a un consenso en torno a un mismo objeto”.
De tal forma que la construcción de la identidad debe tomar en cuenta al imaginario pues se
trata del filtro para los mensajes tanto planeados como los involuntarios. En el caso
concreto de la Alcaldía de Pereira, el público interpretaría no solo a través de su
experiencia, también puede moldear su idea con la información proporcionada por la
organización, por lo que esta debe ser cuidadosa con lo que emite.
Una guía de comunicación mediante estrategias diferenciadoras que produzcan valores en
el público en relación con la empresa podrá traer resultados satisfactorios en el proceso
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transformador de imaginarios, pero esto no se logra sin objetivos unificados para que el
miembro de la organización sea un reflejo de la imagen corporativa.
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