el papel de la mineria y la metalurgia en la … · constituye la tesis doctoral del autor....

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José García Romero EL PAPEL DE LA MINERIA Y LA METALURGIA EN LA CORDOBA ROMANA Córdoba, 2002.

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  • Jos Garca Romero

    EL PAPEL DE LA MINERIA Y LA METALURGIA

    EN LA CORDOBA ROMANA

    Crdoba, 2002.

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    Este trabajo, realizado en el Area de Historia Antigua de la

    Universidad de Crdoba bajo la direccin del doctor Rodrguez Neila,

    constituye la Tesis Doctoral del autor. Defendida en junio de 2000, obtuvo la

    calificacin de Sobresaliente cum laude.

    Formaron el Tribunal:

    Presidenta: Dra. LEON ALONSO

    Secretario: Dr. MELCHOR GIL

    Vocales: Dr. CHIC GARCIA

    Dr. MANGAS MANJARRES

    Dr. SANTOS YANGUAS

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    P R L O G O

    En el apogeo de Roma bajo el emperador Augusto, y en su famosa

    obra Ars Amatoria, escribi el poeta Ovidio lo siguiente: "sta es realmente la

    Edad de Oro; con oro se compran casi todos los honores; con oro se consigue

    el amor" (II, 277). La apreciacin por los metales preciosos como smbolo de

    estatus y riqueza constituye, evidentemente, una de las "obsesiones" ms

    antiguas del hombre. Pero tambin la obtencin y transformacin de otros

    metales, no tan valiosos, pero s de enorme utilidad para facilitar diversas

    facetas de la existencia, han constitudo eslabones claves para valorar los

    progresos de la Humanidad desde remotos tiempos. El autntico "despegue

    tecnolgico" lo dio nuestra especie cuando aplic la metalurgia del cobre, y

    ms tarde del bronce, a la fabricacin de instrumentos de diverso uso.

    Hace muchos siglos las tierras de Europa y del Prximo Oriente con

    recursos mineros se convirtieron en referencia fundamental para los grandes

    imperios, y tambin para pueblos colonizadores, como fenicios o griegos, que

    hicieron de la bsqueda de metales en el entorno mediterrneo y atlntico uno

    de los objetivos prioritarios de sus aventuras martimas. Viejos mitos, como el

    robo por Hrcules de las manzanas de oro del jardn de las Hesprides,

    evocan desde milenios cmo uno de aquellos "eldorados" de la Antigedad

    fue la Pennsula Ibrica. Las numerosas laudes a su exuberancia en metales

    que encontramos en los escritores griegos y romanos (Polibio, Diodoro,

    Estrabn, Plinio, etc.), no hacen sino recoger una tradicin que hunde sus ms

    lejanas races en tiempos protohistricos.

    Iberia fue una "fijacin" para algunas civilizaciones antiguas gracias a

    los recursos mineros que su subsuelo brindaba con prodigalidad. Y algunos de

    los pueblos que habitaban el extremo Occidente estn cualificados en los

    libros de Historia de forma especial por su condicin de expertos trabajadores

    del metal. La obtencin de tales materias primas, bien por el intercambio

    comercial o por la forzada conquista militar, constituye tambin una constante

    histrica en el desarrollo de las culturas mediterrneas.

    Nadie duda de la enorme trascendencia que tuvo en su momento la

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    integracin de Iberia en el naciente imperio romano, forzada tras largas

    guerras contra algunos de los pueblos que la habitaban. La presencia militar

    de Roma en lo que con el tiempo sera una Hispania unificada bajo su

    dominio, se inici con la Segunda Guerra Pnica en el ltimo cuarto del siglo

    III a.C., que enfrent a la que pronto sera superpotencia con uno de los ms

    difciles rivales con quien tuvo que dirimir su supremaca en el tablero poltico

    de entonces. Aquel antagonista fue Cartago, un estado que se haba forjado

    desde antao un imperio mercantil en torno al Mediterrneo occidental, y al

    que ya haba derrotado algunos aos antes de que se reavivaran las

    hostilidades. Dirigida poltica y militarmente por la familia de los Brcidas,

    cuyo ms afamado lder fue Anbal, Cartago haba tratado de compensar sus

    prdidas tras la Primera Guerra Pnica con un expansionismo territorial por el

    sur y el este de Iberia. Gracias a ello pudo controlar reas mineras de gran

    importancia, como Sierra Morena (Castulo) o la zona de Cartagena.

    Arrebatarle la potencia que iba recuperando, en buena parte gracias a su

    control sobre dichos recursos, constituy una de las principales razones que

    decidieron a la Repblica romana a intervenir militarmente en la Pennsula

    Ibrica a partir del 218 a.C. Es significativo que algunos episodios decisivos

    en la evolucin de la guerra que enfrent a romanos y cartagineses en tierras

    hispanas tuvieran lugar en torno a las reas mineras reseadas.

    Terminado el conflicto lo lgico quizs hubiera sido que la coyuntural

    presencia de las tropas romanas en Iberia se hubiera liquidado con su retirada.

    Pero Cartago era un enemigo gravemente herido, aunque no aniquilado.

    Motivos de prudente estrategia militar aconsejaban mantener las legiones en

    suelo hispano. Haba tambin otra oportuna justificacin para ello, el control

    de las reas mineras que Roma haba arrebatado a los cartagineses. La riqueza

    "colonial" ya la haban percibido los romanos desde que se haban adueado

    de Sicilia y recaudaban sus tributos. Ahora los polticos de la Urbs, y los

    poderosos grupos econmicos que en ella funcionaban con gran influencia,

    podan utilizar tambin la riqueza hispana en su provecho. Ello a sabiendas de

    que tal decisin poda desencadenar, como as ocurri, un conflicto de

    imprevisibles consecuencias con los pueblos indgenas, algunos de los cuales

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    haban sido precisamente aliados de Roma en la lucha contra Cartago.

    Pero los intereses econmicos pesaban mucho. Y aunque tal decisin

    cost al estado romano una enorme sangra de recursos humanos y materiales

    durante los largos aos de campaas militares en Hispania, no parece que

    nadie pusiera en seria duda la conveniencia de seguir fiel a la trascendente

    resolucin que el Senado haba tomado en su momento. Los dirigentes de la

    Repblica trataron de justificar ante la opinin pblica, y ante la Historia, la

    decisin que adoptaban, que iba con el tiempo a afectar decisivamente a la

    propia esencia del estado romano. Algunas de tales explicaciones se basaban

    en culpabilidades que se hacan recaer sobre las actitudes de algunos pueblos

    hispanos, reacios a aceptar la misin histrica que los dioses haban dado a

    Roma como pacificadora y propagadora de la civilizacin. Entonces, como

    tambin ocurre hoy, algunos estadistas estimaban que lo polticamente

    correcto y lo estratgicamente conveniente era revestir con enfticas

    representaciones ideolgicas lo que en el fondo eran lisa y llanamente

    intereses econmicos, slo defendibles mediante empresas blicas y actitudes

    imperialistas.

    Las guerras contra los pueblos de la franja septentrional de Hispania

    que acaecieron gobernando ya Augusto, pusieron en manos de Roma

    importantes recursos aurferos, que aliviaron en gran medida la bancarrota de

    un estado quebrado social y econmicamente por duros aos de guerras

    civiles. Pero ya desde mucho antes Roma se estaba beneficiando de la riqueza

    de Hispania en metales, al controlar los importantes cotos mineros del sudeste

    y de Sierra Morena. Los duros conflictos con lusitanos y celtberos durante el

    siglo II a.C., o las expediciones galaicas de Bruto (138 a.C.) y ms tarde de

    Julio Csar (61 a.C.), guardan estrecha relacin con el acceso a importantes

    reas mineras. Y basta recordar las enormes cantidades de botn y tributos

    cifrados en entregas de metales preciosos que salieron de Hispania rumbo a

    Roma, para confirmar la preeminencia de los objetivos econmicos en el

    desarrollo de la conquista militar romana. Tambin durante el Alto Imperio la

    explotacin minera seguira siendo uno de los vrtices fundamentales de la

    economa hispana.

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    Buena parte de los esfuerzos organizativos desplegados por Roma

    estuvieron encaminados a dinamizar dicho sector para que respondiera a las

    expectativas suscitadas. El aparato militar y el diseo de la red de

    comunicaciones tuvieron muy en cuenta la ubicacin de los enclaves mineros,

    la necesidad de transportar los cargamentos de metal hasta los puertos de

    salida y la conveniencia de mantener tales zonas al margen de cualquier

    situacin de conflictividad. Un captulo esencial en el diseo administrativo

    que Roma dio a los territorios hispanos fue la configuracin de las reas

    mineras como dominios singulares, con su propia reglamentacin y bajo la

    autoridad de funcionarios especiales. As lo vemos claramente en las tablas

    broncneas de Aljustrel (Portugal), que nos han conservado el rgimen de

    funcionamiento de las minas de Vipasca. El estado romano, dueo en ltima

    instancia de las zonas mineras, fue alternando segn sus intereses y la propia

    dinmica histrica frmulas de explotacin directa con otras que permitan a

    particulares o empresas (societates) lucrarse con tales actividades pagando al

    fisco los correspondientes rditos.

    Uno de los aspectos de la Antigedad grecorromana que la alejan ms

    de la forma como hoy funciona nuestro mundo, es su gran desapego hacia el

    desarrollo tecnolgico. Aun prosperando notablemente en el conocimiento de

    muchos principios tericos de las ciencias, suele insistirse en que el mundo

    clsico, que marc decisivos progresos en muchos terrenos de la creatividad

    humana, no avanz en la aplicacin de sus logros cientficos al bienestar

    humano. Tal observacin es relativa, ya que en ciertos campos, para facilitar

    el trabajo o para resolver problemas tcnicos que ralentizaban un productivo

    desenvolvimiento de ciertas actividades econmicas, los romanos usaron de

    forma prctica los conocimientos fsicos. El famoso relieve de la tumba

    romana de los Haterii nos muestra, por ejemplo, cmo supieron emplear

    maquinaria en el sector de la construccin. Y por lo que respecta a la minera,

    el empleo de la bomba de Ctesibio, el tornillo de Arqumedes o las norias

    hidrulicas, facilitaba la extraccin del agua que inundaba las galeras, grave

    obstculo que impeda su normal explotacin. Pero estamos ante la

    excepcin, no la regla.

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    Quizs las mquinas no encontraron ms sitio en los planteamientos

    laborales de entonces no slo porque, como se ha repetido a menudo, la

    esclavitud proporcionaba una mano de obra abundante y barata. Tambin por

    los clculos que el poder poltico poda hacer sobre su negativa incidencia en

    la oferta laboral que daba sustento a artesanos y jornaleros urbanos, lejano

    presagio de lo que en tiempos actuales es la preocupacin por el paro.

    Podemos atisbar tales previsiones si damos credibilidad a las conocidas

    ancdotas del "vidrio flexible" (Plin., NH, 36, 195; Petron., Satyr., 51) y de la

    "mquina elevadora" (Suet., Vesp., 18). En la primera Tiberio ejecuta al

    ingenuo inventor por motivos de "poltica social": su descubrimiento pona en

    difcil situacin al gremio de vidrieros y metalrgicos. En la segunda un

    innovador arquitecto inventa una gra capaz de ahorrar gran cantidad de

    mano de obra en el amplio plan de obras pblicas de los Flavios en Roma.

    Respuesta imperial: el invento pona en peligro su poltica de pleno empleo de

    los menos favorecidos.

    Preocupado por no rebajar los ndices de empleo, al gobierno romano

    no parece, sin embargo, que le sensibilizaran tanto como hoy a nosotros los

    negativos efectos medioambientales de ciertas actividades que consideraba de

    orden prioritario, as las mineras. Desde luego una "tecnologa" como la del

    mundo antiguo, basada en la fuerza energtica humana y animal, podra

    parecer a primera vista ms apropiada que la moderna para no daar en

    exceso el entorno natural. Pero haba otras dependencias energticas que

    podan tener resultados acumulativos y perjudiciales sobre su siempre frgil

    equilibrio. Los antiguos consuman mucho ms que nosotros madera y carbn

    vegetal, materias primas con las que resolvan una amplia gama de

    necesidades. A largo plazo esa explotacin excesiva dejaba irrecuperables

    cicatrices en los bosques. Si los romanos hubieran respondido a los acuciantes

    retos tecnolgicos mejorando sus mquinas e inventando otras nuevas, y lo

    hubieran hecho sin progresar paralelamente en los valores ecolgicos y el

    conocimiento de la Naturaleza, es probable que sus impactos medioambienta-

    les hubieran sido an ms graves.

    Tales consideraciones se hacen muy patentes en las actividades

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    mineras y metalrgicas. La minera romana fue muy depredadora, y el avance

    de sus explotaciones signific el talado de muchos bosques a fin de obtener

    vigas para el entibado de galeras y combustible con el que alimentar los

    hornos metalrgicos que funcionaban a pie de mina. Paralelamente la

    remocin de la cubierta vegetal aument la erosin de los suelos y los

    procesos de aguda deforestacin en aquellas reas de intensa actividad

    minera. Otro efecto medioambiental fue el derrumbamiento provocado de

    montaas y la desviacin de corrientes de agua para arrastrar los depsitos de

    mineral y facilitar los procesos de sedimentacin y lavado de las tierras,

    sistema que economizaba tiempo y mano de obra, pero dejaba profundas

    cicatrices en el paisaje, como vemos en Las Mdulas (Len). Muchos cursos

    acuferos se secaron o quedaron contaminados por sustancias venenosas. La

    polucin del aire fue otro efecto percibido por los antiguos. Los trabajadores

    de las minas, que laboraban en penosas condiciones (recordemos la famosa

    descripcin de Diodoro sobre las minas hispanas), sufran sus perjudiciales

    efectos (Plin., NH, 33, 98). Vitruvio recomendaba examinar el aire de las

    minas con lmparas (De Arch., 8, 6, 13).

    Tras la extraccin los minerales eran procesados para obtener los

    metales tiles: oro, plata, cobre, hierro, mercurio, plomo, estao. Para ello se

    usaban hornos dotados de chimeneas. Muchas tcnicas metalrgicas exigan

    altas temperaturas y por consiguiente grandes cantidades de combustible. Y

    posteriormente las herreras y talleres de forja para manufacturar objetos de

    metal necesitaban ms combustible y, por tanto, generaban ms

    contaminacin. El gegrafo Estrabn (3, 2, 8) anot la polucin causada en el

    aire de Hispania por las actividades metalrgicas: "Los hornos del mercurio

    los construyen elevados para que la fulgine que se desprende de los trozos

    del mineral se eleve en el aire, pues es pesada y nociva" (trad. M.J.Meana-F.

    Piero). Conscientes de los perjuicios derivados de la contaminacin, ya

    entonces se idearon algunos procedimientos para contrarrestarla, as

    chimeneas ms altas para dispersar los humos emitidos por las fundiciones.

    Toda la casustica que hemos expuesto anteriormente afect de forma

    notable a una de las reas mineras ms importantes que funcionaron en la

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    Hispania romana, Sierra Morena, el Mons Marianus de los antiguos. El libro

    que presentamos se centra en una parte importante de dicho conjunto

    geogrfico, la que corresponde a nuestra provincia de Crdoba, pero abarca

    tambin otras zonas del entorno cordobs tambin productoras de recursos

    minerales en tiempos romanos, aunque menos resaltadas en la literatura

    especializada.

    El denso trabajo que ha efectuado Jos Garca Romero sobre las

    actividades mineras y metalrgicas romanas en tales espacios empieza

    concediendo toda la importancia que se merece a la estructura geolgica y

    metalognica que los territorios analizados presentan, como premisa

    ineludible para acometer una investigacin bien documentada, que nos

    permita reconstruir lo ms aproximadamente posible cmo funcionaron esas

    demarcaciones mineras hace veinte siglos, bajo unas directrices polticas bien

    definidas, que hicieron de su fructfera explotacin una de las preocupaciones

    ms constantes del gobierno de Roma.

    Creo que una de las aportaciones ms interesantes del estudio que

    prologamos, y desde luego muy expresiva por sus abundantes contenidos, es

    el catlogo de yacimientos minero-metalrgicos. La bsqueda, localizacin e

    identificacin de todos y cada uno de ellos han puesto muy a prueba la

    enorme capacidad de trabajo y sacrificio y la constante ilusin del autor para

    alcanzar los objetivos previstos. Han sido muchos aos de frecuentes y

    laboriosos itinerarios por amplias zonas de la provincia cordobesa, en sintona

    con el infatigable espritu que anim en su momento a estudiosos de la historia

    de estos lares, que llegaron a conocerlos con bastante minuciosidad

    recorrindolos palmo a palmo con nimo observador. As vienen al recuerdo

    personalidades ilustres como Antonio Carbonell o Juan Bernier, que han

    dejado decisiva y muy apreciada huella en el mejor conocimiento, entre otros

    temas, de lo que fue la minera antigua por estas tierras.

    Pero, como decamos lneas atrs, para que Roma pudiera

    aprovecharse de los recursos mineros hispanos explotndolos adecuadamente,

    no bastaron las decisiones polticas, la fcil disposicin de mano de obra

    esclava gracias a las numerosas guerras, o el mantenimiento de un dispositivo

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    militar que garantizara la explotacin contnua de las minas al margen de las

    amenazas blicas. Era preciso acometer los trabajos mineros con una

    planificacin adecuada y, sobre todo, con los convenientes recursos tcnicos

    para conseguir los mejores dividendos. La elemental y rentable racionalidad

    que los romanos proyectaron a otros horizontes de su dominio imperial, la

    pusieron igualmente en juego a la hora de extraer de la madre tierra sus ms

    codiciados frutos, as los metales. Las tcnicas de extraccin minera, la

    aplicacin a tales labores de toda una abigarrada panoplia de tcnicas e

    instrumentos al nivel factible entonces, los sistemas de organizacin de los

    trabajadores, los rendimientos energticos, la solucin de problemas que

    obstaculizaban las labores en las galeras, constituyen aspectos esenciales de la

    minera romana, cuya mejor comprensin nos permite aquilatar a qu nivel de

    importancia poltica y econmica funcionaron las explotaciones en aquellos

    siglos. La densa tarea investigadora realizada por Jos Garca Romero ilustra

    todos estos captulos con multitud de datos pacientemente obtenidos.

    Pero la extraccin de las materias primas era slo el primer paso de un

    proceso, cuyo objetivo final no era otro que la obtencin, aplicando las

    convenientes pericias artesanales, de objetos de muy variada ndole,

    destinados a hacer ms cmodas numerosas facetas de la vida. Los talleres

    metalrgicos eran el complemento indispensable a fin de moler y cribar los

    productos que la naturaleza ofreca, con vistas a las ulteriores labores de

    fundicin. La metalurgia de entonces incorporaba una serie de tareas muy

    especializadas, que requeran un personal buen conocedor de su oficio y la

    disposicin de instalaciones bien planificadas.

    Todos estos aspectos, pese al largo transcurrir de los tiempos, han

    dejado elocuentes testimonios arqueolgicos de su funcionamiento en tierras

    cordobesas. Una valiosa documentacin que adems se puede contrastar con

    la informacin tcnica que proporcionan algunos autores antiguos que en sus

    obras, as Estrabn o Plinio el Viejo, tuvieron muy en cuenta las actividades

    mineras, y de modo especial las que se desarrollaron en diversas partes de

    Hispania. Tambin el detenido rastreo que Jos Garca Romero ha efectuado

    a lo largo y ancho de la geografa cordobesa para identificar las fundiciones

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    romanas y la huella material dejada por las actividades que acogieron,

    constituye otra de las valiosas contribuciones con que nos obsequia en este

    libro. Por supuesto, no ha olvidado sealar cmo las operaciones indicadas a

    menudo produjeron sensibles impactos ecolgicos, cuya huella an es

    perceptible, de forma ms o menos elocuente, en diversos paisajes de la

    geografa ibrica.

    Si las actividades minero-metalrgicas impulsadas por los romanos en

    Hispania alcanzaron el notable nivel que las fuentes literarias de entonces

    destacan, y los datos arqueolgicos corroboran, la razn de ello hay que

    buscarla en los grandes intereses econmicos que estaban por medio y en las

    repercusiones sociales originadas por dicho sector productivo. Los siglos de

    conquista militar romana fueron acompaados por una creciente corriente

    migratoria desde la pennsula Itlica a Hispania, pues muchos explotadores y

    comerciantes acudieron al olor de la ganancia fcil, pensando encontrar en los

    territorios ocupados unas perspectivas de vida ms optimistas.

    No debemos olvidar que en algunas zonas mineras no slo se

    concentraban muchos trabajadores, sino que en ellas permaneca un personal

    administrativo y militar que deseaba ser abastecido de diversos productos. La

    atencin logstica ocupaba, pues, un lugar importante en la vida de tales

    establecimientos, y ello comprometa a determinados sectores mercantiles. A

    ello se sumaba el siempre complejo mundo del dinero y las inversiones

    financieras, dados los importantes intereses crematsticos que jugaron un

    significativo papel en las explotaciones mineras hispanas. Son cuestiones que

    este libro aborda con toda la documentacin disponible, a fin de desvelar en lo

    posible el intrngulis de ganancias personales o de determinados grupos que

    funcion en el sector minero, bien protegido por todo el aparato de gestin

    poltica y toda la fuerza militar desplegados por Roma en Hispania.

    Me complace mucho que la tesis doctoral de Jos Garca Romero,

    que en su momento obtuvo la mxima calificacin, vea ahora la luz pblica.

    Como director de la misma, compart con su autor un proceso de maduracin

    que fue largo, en razn de algunas alternativas de su trayectoria profesional,

    pero siempre ilusionante y fructfero, gracias a su provechosa capacidad de

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    anlisis, su infatigable espritu de trabajo, su incansable afn por ir alcanzando

    todos los objetivos fijados, su fortaleza para superar los obstculos,

    imprevistos e incluso contratiempos que todo proceso de investigacin

    conlleva. Es el momento de hacer llegar a la comunidad cientfica, y en

    general a todos los lectores interesados por la historia de esta tierra, los

    resultados obtenidos gracias a tantos esfuerzos. Por ello tambin es de justicia

    agradecer desde aqu el apoyo editorial prestado por el Servicio de

    Publicaciones de la Universidad de Crdoba, y especialmente por su director

    Antonio Barragn Moriana, que desde el principio acogi este proyecto con

    gran inters. De este reconocimiento nuestro participan igualmente los

    profesores Pilar Len Alonso, Julio Mangas Manjarrs, Narciso Santos

    Yanguas, Genaro Chic Garca y Enrique Melchor Gil, que aceptaron

    gentilmente formar parte de la comisin que en su momento juzg este

    trabajo, con seguridad enriquecido por sus competentes y oportunas

    observaciones y sugerencias. Creo que este libro puede significar una

    estimable contribucin al mejor conocimiento de la minera y metalurgia de

    Hispania, y en concreto de la historia cordobesa durante la Antigedad

    romana. Y, desde luego, conociendo a quien lo ha forjado, estoy seguro de

    que no va a ser estacin final, sino punto de partida para nuevas expediciones

    intelectuales, a travs de otros muchos desafos que quedan an por aclarar en

    nuestro ms lejano pasado.

    Juan Francisco Rodrguez Neila

    Catedrtico de Historia Antigua

    Universidad de Crdoba

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    A pesar de que la Ciencia se hace para los dems, siempre se

    hace a costa de los ms prximos........

    A Concha, Mario y Alvaro.

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    . AGRADECIMIENTOS

    Vaya por delante nuestro ms sincero agradecimiento a esas personas,

    gracias a cuyo asesoramiento y apoyo esta Tesis Doctoral ha podido llevarse

    a cabo: al Director de la Tesis, Dr. D. Juan Francisco Rodrguez Neila,

    Catedrtico de Historia Antigua de la Universidad de Crdoba; a los

    Profesores y compaeros del Area de Historia Antigua, Arqueologa,

    Geografa y todos los que me han ayudado en esta Facultad; a D. Antonio

    Daza y a D. Rafael Hernando Luna, profesores de la Escuela de Ingenieros

    Tcnicos de Minas de Belmez; al gelogo D. Esteban Mrquez Triguero; al

    Director y a la Conservadora del Museo Arqueolgico Provincial de

    Crdoba, y a los Directores de los Museos Histricos de Montilla y Priego; al

    Prof. de la Facultad de Ciencias de la Educacin D. Francisco Valverde,

    compaero entusiasta en los trabajos de campo y ayuda inestimable para el

    conocimiento histrico de la comarca de Los Pedroches; a trabajadores y

    propietarios de fincas, que me permitieron el acceso a las mismas para poder

    realizar mis investigaciones; a las dibujantes Ana Zamorano y Fuensanta Jan;

    a todos aqullos que, de un modo u otro, me han prestado su apoyo y,

    finalmente, a mi familia, que ha tenido que soportar a su costa una inversin

    excesiva de tiempo y dinero en la preparacin de este trabajo.

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    INTRODUCCION

    Umberto Eco1 indica que hay dos modelos posibles para realizar una

    Tesis, los de compilacin y los de investigacin. Permtasenos hacer una

    rectificacin al maestro Eco, pues consideramos bsica una fundamentacin

    de lo investigado, lo ms exhaustiva posible, desde la ms remota antigedad

    hasta nuestros das. Si es que queremos avanzar en el conocimiento riguroso,

    suponemos, en buena lgica, que toda Tesis debe ser, a la vez, recopilatoria e

    innovadora. Siguiendo este hilo conductor, al tratar el caso de El papel de la

    minera y la metalurgia en la Crdoba romana, nos vemos en la necesidad

    de realizar una investigacin y exposicin de esas actividades en todo el

    mundo romano y a lo largo de su historia para, desde esa visin, enfocar ms

    cercanamente y hacer resaltar lo que de ello se manifiesta en nuestro definido

    mbito de accin. No consideramos balad nuestra actitud sino, muy al

    contrario, enriquecedora, ya que cualquier estudioso que profundiza en la

    Historia, rpidamente se percata de la complejidad del acontecer, y de la

    interrelacin de cada uno de los eventos, incomprensibles si se analizan

    descontextualizados. Por otra parte, no debemos menospreciar un dato, del

    mayor valor acadmico, como es el de que los planes de estudio universitarios

    suelen ser obligadamente generalistas. Dicho llanamente, la formacin del

    1 ECO, (1985), p. 21.

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    licenciado adolece del conocimiento puntual en profundidad del tema de

    investigacin doctoral que se propone, por lo que el primer paso a seguir es

    adquirir esa fundamentacin previa que le permita avanzar en dicho tema.

    Como deca Tolstoy: "si quieres hablar del mundo, habla de tu aldea".

    Nosotros, al hacer un estudio de la minera y metalurgia romana en el espacio

    que ocupa la actual provincia de Crdoba, que englob en nuestro perodo de

    estudio buena parte del conventus Cordubensis y una porcin del Astigitanus,

    nos hemos visto obligados a recopilar previamente el acervo cientfico sobre

    el tema, en todos los espacios donde los romanos realizaron esa actividad

    econmica y en todas las pocas, con objeto de diferenciar las diferentes fases

    de actividad. Nuestra Tesis es, por ende, un trabajo de recopilacin y, por

    supuesto, una profundizacin en el mbito concreto espacio-temporal que nos

    hemos fijado: de los inicios de la conquista romana al Bajo Imperio,

    centrndonos especialmente en el espacio del conventus Cordubensis que se

    engloba en la mitad norte de la actual provincia de Crdoba, por ser ste en el

    que se ubican la mayor parte de los yacimientos de nuestro estudio y por las

    limitaciones que imponen las posibilidades econmicas de nuestra

    investigacin.

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    CAPTULO I

    PRESENTACIN DEL TEMA Y DINMICA DE INVESTIGACIN.

    1. TEMA DE INVESTIGACIN: INTERS DEL TRABAJO Y

    ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIN.-

    El delimitar el mbito de accin a la provincia de Crdoba obedece

    tanto a razones aleatorias de configuracin espacial, como a rellenar un hueco

    que la dinmica de investigacin actual ha dejado y a la restriccin lgica que

    impone un distrito minero tan amplio como el usufructuado por el mundo

    romano. No es necesario indicar, por otra parte, la obligada limitacin que

    impone un trabajo tan arduo como es la sistemtica prospeccin espacial, si es

    que se pretende profundizar en el tema. Ante este planteamiento previo, no

    resulta obligado admitir que, con la prctica, demostr ser incluso ambicioso

    el espacio propuesto a conocer y por ello expresamos no ser exhaustivos, ni

    queremos entrar en pugna con otros autores por ver quin olvid

    determinado yacimiento.... Valoramos la amplitud y riqueza del espacio a

    prospectar y ni queremos, ni podemos, agotar el tema en un trabajo como

    ste, cuya principal finalidad no es otra que introducir en la dinmica de

    investigacin.

    Por la naturaleza misma del proceso de indagacin, lo que hemos

    iniciado son nuevas interrogantes que darn pie no a completar la tesis, sino a

    la realizacin de todo un proceso de tesis sucesivas.

    Es evidente que, en todo trabajo de historia, los hechos estudiados se

  • 19

    19

    deben contemplar como coyunturas incardinadas en procesos estructurales

    ms amplios, por lo que si, en un principio, el espacio se presenta restringido,

    no es bice para que el tema tenga una proyeccin cada vez ms amplia y se

    explique y se comprenda, a la vez que contribuya al conocimiento de una fase

    de la historia de la antigedad cordobesa.

    El tema que ocupa nuestra investigacin tiene como ttulo El papel de

    la minera y la metalurgia en la Crdoba romana, dirigido por el Catedrtico

    de Historia Antigua de la Universidad de Crdoba Dr. D. Juan Francisco

    Rodrguez Neila. El abordar este trabajo supone continuar una lnea de

    investigacin ya iniciada por el Area de Conocimiento de Historia Antigua de

    la Universidad de Crdoba, como Grupo de Investigacin sobre "El medio

    rural en la Btica romana", catalogado en el Plan Andaluz de Investigacin

    con N 0342HUM.

    Nuestra investigacin pretende estudiar la minera y la metalurgia en

    la Crdoba romana, as como las relaciones econmicas que se producen en

    un marco contextual ms amplio, social, poltico e ideolgico. Partimos de las

    aportaciones de los autores fuente, la evidencia de los datos arqueolgicos y

    la crtica ms actual. Intentamos conocer la estructura de la produccin

    minera, los propietarios de los medios de produccin (Estado, emperador,

    ciudades), los arrendatarios (compaas, familias), los productores directos,

    bien libres, libertos, esclavos, damnati, ejrcito; las relaciones de produccin

    entre ellos y con la naturaleza, observando la incidencia en el modelado del

    paisaje, bien por deforestacin, acondicionamiento vial, urbanizacin o tareas

    de esquilmo por relacin colonial. Los sistemas de produccin, con las

    tcnicas de extraccin, el proceso metalrgico y las vas de distribucin. Las

    minas y fundiciones, su representacin, localizacin y secuenciacin. Los

    instrumentos de extraccin minera y elaboracin metalrgica. Las estructuras

    que inciden en la produccin, tanto la econmica, social, poltica e ideolgica.

    En definitiva, el inters del trabajo radica en la constatacin o

    invalidez que presente la realidad de la minera y la metalurgia cordobesas

    respecto de la romanidad en su conjunto, profundizando en el conocimiento

    general a partir de una circunstancia local diferenciada. Consideramos que el

  • 20

    20

    estado actual de la investigacin se encuentra en una fase inicial, rudimentaria,

    no obstante prometedora, dadas las perspectivas arqueolgicas y los elogios

    de todo tipo lanzados desde la pluma de los autores fuente.

    Los estudios sobre esta actividad econmica, de transcendentales

    consecuencias, no dejan de ser generales en nuestro pas, como los de los

    profesores Domergue y Blzquez, si bien existen corrientes de investigacin

    que profundizan en el estudio sectorial de zonas mineras como la de Huelva,

    por los profesores Luzn, Blanco y Rothenberg; el NO. peninsular, por los

    profesores Prez Garca y Snchez Palencia, o los estudios asturianos de N.

    Santos y Maya Gonzlez.

    Al observar un vaco considerable en Crdoba, es por ah por donde

    intentamos desarrollar nuestro trabajo. Dada la generosidad de las fuentes y la

    existencia de una amplia manifestacin arqueolgica, hemos constatado la

    presencia de un amplio campo de investigacin, que debe ser trabajado y que

    nos ha llevado a elegir este tema a la hora de realizar nuestra Tesis Doctoral.

    2. CRITERIOS DE DIFERENCIACION.-

    Una vez fijado el mbito espacial de actuacin y teniendo en cuenta el

    tema escogido de la minera y la metalurgia, observamos sobre el terreno la

    escassima evolucin a lo largo de siglos de las tcnicas de trabajo, dado el

    limitado desarrollo de los instrumentos de produccin, lo que nos oblig a

    crear una metodologa que sirviera para diferenciar actuaciones de muy

    diferentes perodos histricos, en definitiva es previo realizar, ya que an est

    por hacer, una sistematizacin de las tcnicas de produccin minera a lo largo

    de la historia, intentando caracterizar perodos concretos. Es muy fcil atribuir

    un yacimiento a tal o cual perodo cuando en l an permanecen restos

    materiales, pero dado que eso no es ni con mucho general, debimos guiarnos

    por huellas diferenciadoras grosso modo de diferentes perodos histricos

    obligadamente amplios:

    . Tamao de las explotaciones. Mayores cuanto ms modernas. No hay que

    olvidar el reducido tamao de explotaciones familiares en todas las pocas.

    Un tamao desmesurado indicara la actuacin de una sociedad o institucin

    oficial. Habra que considerar la hiptesis de un tamao elevado por una

  • 21

    21

    continuidad de las explotaciones......

    . Restos arquelogicos. Es el criterio definitivo. El problema es su escasez o el

    deterioro de los mismos. Los ajuares mineros siempre han sido pobres y sus

    cermicas son de la peor calidad, fabricadas con pastas que se asemejan en

    diferentes pocas. Los restos cermicos ms abundantes en poca romana son

    las nforas y tgulas.

    . Tecnologa: Hemos observado las magulladuras de los martillos de

    escotadura, las estras de la punterola metlica y las caas de barreno, sin

    olvidar, a nuestro pesar, que incluso esos instrumentos presentan una

    elasticidad tan confusa que obliga a completar el conocimiento mediante

    anlisis de laboratorio de escorias y restos. El martillo de escotadura tiene

    milenios de uso, se emple en todo el planeta por culturas en extremo

    distantes y perdura en poca histrica. La punterola metlica se extiende a la

    ms cercana actualidad y el barreno para cartucho de dinamita, a parte de que

    su empleo se inicia en el s. XX, la naturaleza del terreno puede impedir su

    uso.

    Martillo de escotadura como supuesto til prehistrico. Hemos observado

    que son ms antiguos aquellos de escotaduras laterales que los cantos

    rodados de escotadura completa. Creemos que en filones superficiales de

    xidos de cobre, y para una primera fase de trituracin del mineral, se

    continuaron utilizando en poca romana.

    Punterolas. La punterola se ha usado idntica hasta la actualidad.

    Las piedras de cazoletas cnicas las hemos descubierto como tiles antes

    desconocidos y junto con las de cazoletas mltiples en una cara y las de

    cazoletas enfiladas son especficamente romanas. Otras formas de piedras de

    cazoletas se han usado en pocas del ms amplio espectro.

    Los canjiloncillos cermicos son musulmanes.

    . Granulometra de la escombrera. Cuanto ms antigua, mayor grosor.

    . Cobertera vegetal de la escombrera. Es indicativo, pero en absoluto fiable.

    . Estructura de las escorias. Ms compactas cuanto ms modernas. Ms

    aturronadas cuanto ms antiguas. De aspecto ms vtreo cuanto ms

    modernas. No hay que olvidar que la morfologa de la escoria cambia en el

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    22

    mismo horno segn su ubicacin, y que la tecnologa romana alcanz un nivel

    muy superior al de pocas posteriores. La textura de la escoria marca el

    proceso previo de preparado del concentrado mineral y la fase posterior de

    fusin.

    . Presencia de taladros para cargas de dinamita. Los mismos taladros,

    evidentemente con otra finalidad, se observan en superficies de corte de

    sillares augsteos. El hecho de no observarlos no es en s mismo indicio de

    antigedad.

    3. OBJETIVOS.-

    Los principales objetivos que se pretenden cubrir con este trabajo son:

    . Recopilar y estudiar tanto las referencias escritas, como datos arqueolgicos

    de minera y metalurgia en la Crdoba romana.

    . Conocer en profundidad cada una de las manifestaciones extractivas y

    transformadoras de esta ndole.

    . Realizar una distribucin espacio-temporal de dichas manifestaciones,

    diferenciando reas productoras y consumidoras.

    . Estudiar las peculiaridades de la minera y metalurgia cordobesa romana.

    . Comparar las manifestaciones extractivas cordobesas con las de un contexto

    geogrfico ms amplio, para comprenderlas en su carcter histrico.

    . Analizar la minera y la metalurgia cordobesa en el contexto econmico,

    social, poltico e ideolgico de la romanidad en su conjunto.

    4. METODOLOGA.-

    Metodolgicamente, en nuestro trabajo hemos de distinguir varias

    fases:

    . Una primera, de bsqueda, recopilacin, lectura e interpretacin de las

    fuentes existentes: literarias, jurdicas y epigrficas.

    . Una segunda, de estudio de la bibliografa existente sobre minera y

    metalurgia en el mundo romano, que sera complementada con obras de

    administracin, sociedad y economa, referente al mismo perodo.

    . Una tercera, donde realizamos un compendio de la prctica minera y

  • 23

    23

    metalrgica de la Crdoba romana, en la que aprovechamos los datos

    disponibles de otras zonas del Imperio para completar aspectos de los que

    carecemos de informacin, as como para establecer paralelismos y

    diferencias.

    . Una cuarta, donde enmarcamos estas actividades en su contexto econmico,

    social, poltico e ideolgico.

    . Una ltima en la que, teniendo presentes los anteriores apartados,

    establecemos las conclusiones.

    Respecto a la tercera fase, la del trabajo de campo y estudio de los

    yacimientos mineros, en la actualidad se llevan dos mtodos principales de

    investigacin sobre los aspectos mineros antiguos2. Se hacen bsquedas de

    restos de minas posibles y se localizan geogrficamente donde quiera que sea

    posible. La otra lnea de investigacin es establecer localidades de donde se

    extrajeron las materias primas que se utilizaron para hacer objetos conocidos.

    Esta ltima va requiere un analtica metalogrfica que escapa a la formacin

    histrica que hemos recibido, por lo que nos centramos en la primera. Ahora

    se estudia el tema desde el punto de vista de la arqueologa espacial3. Lo

    primero que se requiere es la elaboracin de la carta arqueolgica de las zonas

    productivas. Se realiza una investigacin pluridisciplinar, arqueologa y

    arqueometra. En la carta arqueolgica de las regiones productivas hay que

    diferenciar los lugares de trabajo en campo y diferentes categoras urbanas.

    Diferentes fases de extraccin y transformacin. Los trabajos de eruditos

    modernos se cartografan, actualizan, racionalizan y se diferencian por fases

    cronolgicas y productivas4. En la recogida de datos de un yacimiento,

    seguimos la metodologa propuesta por el profesor Domergue5, situando en el

    mapa el yacimiento, observando los terrenos encajantes (mapa geolgico,

    mapa metalognico), la direccin de los filones, el nmero de filones 2 SHEPHERD, (1993), p. 2. 3 MANGIN, (1988), p. 76. 4 Cf. MANGIN, (1988), pp. 77-79. 5 Cf. DOMERGUE, (1990), p. XVI.

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    24

    existentes, las mineralizaciones de que se trata, y realizando croquis de la

    estructura de extraccin y vacies. Por otra parte, sealamos escoriales, zonas

    extractivas y zonas de transformacin secundarias. Hornos u hogares y sus

    tipologas, nivel de los objetos manufacturados, su tcnica de elaboracin,

    composicin y comercializacin. En las villas, hay que diferenciar las que

    tenan la actividad minera y/o metalrgica como principal o secundaria

    dedicacin. La reduccin en pequea cantidad, para necesidades especficas,

    en bajos hornos que podan servir tambin para necesidades ulteriores

    (refinado de lingotes en bruto y forjado). Estudio de escorias, lingotes y

    objetos fabricados, paredes y fondos de hornos6. En lo que respecta al estudio

    de los yacimientos metalrgicos, seguimos la dinmica que el profesor Cleere

    propone para el estudio de yacimientos siderrgicos, amplindola a la realidad

    metalrgica, ms diversa, que nos ocupa. Se podran clasificar los yacimientos

    conocidos en cinco grupos principales7:

    a) yacimientos metalrgicos mayores

    b) yacimientos metalrgicos menores

    c) yacimientos siderrgicos militares

    d) yacimientos siderrgicos urbanos

    e) yacimientos siderrgicos en villas.

    a) Los yacimientos metalrgicos mayores.- Los criterios para este tipo de

    yacimientos exigen que se haya dedicado preponderantemente al trabajo

    metalrgico, estando en operacin por un perodo sustancial (no inferior a

    cincuenta aos), y debe cubrir un mnimo de una hectrea. Habr que

    diferenciar las distintas zonas de trabajo y residencia que se ocupan en los

    yacimientos, calculando porcentualmente el espacio ocupado por cada una de

    las actividades. Habra que calibrar la extensin del yacimiento con las

    vicisitudes que haya sufrido a lo largo de su historia, ya que dependera

    igualmente de la dispersin posterior que hayan sufrido las escorias.

    b) Yacimientos metalrgicos menores.- Los yacimientos menores son

    6 Cf. MANGIN, (1988), pp. 83-86. 7 Cf. CLEERE, (1983), pp. 110-112.

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    25

    aquellos de duracin relativamente corta (menos de cincuenta aos) y

    reducida extensin (menos de una hectrea).

    c) Yacimientos siderrgicos militares.- Casi todas las fortalezas y fuertes han

    producido evidencia de siderurgia.

    d) Yacimientos siderrgicos urbanos.- Casi cada comunidad romana -colonia,

    municipium o vicus- ha producido evidencia de actividades de herrera.

    Algunos de ellos tambin han aportado algunos especmenes de escoria de

    sangrado, lo que sugiere una fundicin de corta vida, llevada a cabo ad hoc

    durante perodos de escasez. En la mayora de los casos, las forjas urbanas

    parecen haberse limitado a producir artefactos para el mercado local,

    importando productos semielaborados de hierro. Estas operaciones se

    llevaron a cabo generalmente en las afueras del rea del yacimiento

    amurallado.

    e) Yacimientos siderrgicos en villas.- Ahora se acepta generalmente que la

    economa de las villae se pudo basar en otras actividades, aparte de la

    agricultura.

    5. PLAN DE TRABAJO.-

    En primer lugar, presentamos un bosquejo del marco espacial que

    vamos a estudiar, desde un punto de vista geolgico, morfoestructural y

    metalogentico.

    A continuacin, estudiamos los antecedentes minero-metalrgicos de

    la zona, para comprender la circunstancia en la que se desarrollar esa

    actividad en poca romana.

    Analizamos los textos de autor fuente, estudiando los textos

    documento en la estructura que les corresponda. Seguidamente, se presentan

    las aportaciones de los investigadores contemporneos y eruditos locales.

    Los pasos siguientes escudrian las estructuras social, econmica,

    poltica e ideolgica como influenciadoras o mediatizadas por la produccin

    minero-metalrgica.

    As, en la estructura social veremos el papel desempeado por los

    propietarios de los medios de produccin: Estado, Emperador, ciudades,

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    26

    sociedades, familias; o la relevancia de los diferentes productores directos:

    libres, semilibres, libertos, esclavos y ejrcito. Igualmente, se estudiarn los

    movimientos migratorios, la tasa de mortalidad, esperanza de vida,

    condiciones de vida y hbitat.

    En la estructura econmica, veremos las tcnicas de extraccin

    mineral y de agua, el proceso metalrgico y todo el instrumental necesario. En

    las relaciones de produccin, veremos las relaciones de produccin entre sus

    diferentes agentes y con la naturaleza: el modo de produccin, las condiciones

    de trabajo, la organizacin del trabajo, el asociacionismo, la legislacin y el

    impacto ecolgico. Seguidamente, tratamos el comercio interno (suministros)

    y externo (exportaciones), las vas (terrestre y fluvial). Veremos las

    aplicaciones del producto elaborado (tiles, armas, monedas). En las finanzas,

    estudiamos las aportaciones a las arcas estatales, el papel de la banca, las

    inversiones de capitales, la inversin de beneficios, los precios, la moneda y la

    inflacin.

    En la estructura poltica, veremos el papel de la minera en la divisin

    del territorio, la configuracin del poder del Estado y de jerarquas socio-

    polticas, los conflictos blicos, con su incidencia en las labores minero-

    metalrgicas y los beneficios por botn de guerra.

    En la estructura ideolgica, veremos la consideracin del trabajo

    minero y la religin del colectivo.

    A continuacin, se constatan las evidencias arqueolgicas sobre el

    terreno o en colecciones y museos. Finalmente, contextualizaremos estas

    manifestaciones en su entidad poltica superior y su correspondiente marco

    histrico.

    El paso ltimo es la presentacin de resultados, las problemticas

    surgidas y las nuevas vas de investigacin que se nos han abierto.

  • 29

    29

    CAPITULO II

    INTRODUCCIN A LA GEOLOGA Y LA METALOGENIA DE LA

    PROVINCIA DE CRDOBA.

    1. UNIDADES MORFOESTRUCTURALES DE LA PROVINCIA DE

    CRDOBA.-

    Por su situacin, las tierras cordobesas (fig. 1) forman parte de tres de las grandes

    unidades geogrficas que constituyen el conjunto andaluz: la Meseta Ibrica, el Valle

    Btico y las Sierras Subbticas. Cada una de ellas se caracteriza por una constitucin

    litolgica, una estructura y una historia geolgica diferentes. En su mitad N. es un

    fragmento del viejo bloque de la Meseta que en nuestra provincia se conoce con el nombre

    de Sierra Morena. El segmento central corresponde al tramo medio del Valle del

    Guadalquivir que, hasta finales del Terciario, pas por los estadios de fondo marino,

    estrecho norbtico y, finalmente, golfo btico. Por ltimo, el extremo SE. forma parte del

    sistema orogrfico subbtico, la alineacin montaosa ms joven de la Pennsula1 (fig. 2).

    Tres grandes conjuntos podemos distinguir, pues, en la geologa cordobesa,

    pertenecientes a otras tantas regiones naturales: al N. se sitan los terrenos arcaicos y

    primarios acribillados por numerosos asomos eruptivos; en el centro y S., los terciarios y

    cuaternarios, y en el rincn SE. los secundarios. Entre los conjuntos primero y segundo la

    separacin se establece mediante una lnea que sigue la margen derecha del Guadalquivir2

    (fig. 3).

    1 CABANS, (1980), p. 15.

    2 CABANS, (1962), pp. 367-368.

  • 30

    30

    Fig. 1. Plano de situacin de la provincia de Crdoba.

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    Fig. 2. Mapa geolgico de la provincia de Crdoba (segn Cabans et alii,1971).

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    32

    Fig. 3. Morfoestereograma de la provincia de Crdoba (segn Cabans, 1962, p. 368, fig. 8).

    1. A. EL SECTOR NORTE: SIERRA MORENA.-

    Como es sabido, Sierra Morena constituye una de las digitaciones que prolongan

    hacia el Este el rea ms nuclear o embrionaria de la Iberia silcea, aparece como el

    reborde meridional del macizo hesprico. Bien definida por la topografa y por la edad

    paleozoica de sus materiales, Sierra Morena se individualiza entre la cobertera

    sedimentaria de la Meseta, de materiales blandos y ms modernos, y del Valle del

    Guadalquivir, de materiales tarditerciarios y cuaternarios3.

    La Sierra Morena cordobesa entra de lleno en su sector Ossa-Morena, que

    3 VALLE, (1985), p. 17.

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    33

    limitado al norte por el batolito de los Pedroches, se extiende por el sur hasta el Valle del

    Guadalquivir4.

    Al N. de la lnea del Guadalquivir, formando fajas irregulares orientadas de NO. a

    SE. (direccin armoricana), se disponen los terrenos ms antiguos, precmbricos y

    paleozoicos y, entre sus fajas, manchas con el mismo arrumbamiento, alargadas y de

    contorno irregular, correspondientes a afloramientos de rocas gneas5.

    Por su gran antigedad, los materiales que forman el sector Precmbrico-

    Paleozoico se han visto sometidos a esfuerzos orognicos muy intensos, que han actuado

    en pocas y direcciones diferentes, dando lugar a estructuras muy diversas. Las estructuras

    fundamentales del territorio, a las que ste debe sus rasgos tectnicos ms importantes,

    son las producidas durante la orogenia Hercnica. La actividad orognica dio lugar a dos

    tipos de estructuras de acuerdo con las condiciones mecnicas de los materiales, por una

    parte, en los plsticos, se formaron los pliegues cuyos ejes se arrumban de NO. a SE. con

    gran constancia. Los materiales ms antiguos, cratonizados por las acciones mecnicas y

    magmticas ya sufridas, se fracturan dando origen a fallas de varios tipos, paralelas o ms

    o menos normales a los pliegues. Hay pues una tectnica de fractura superpuesta a otra de

    plegamiento. La orogenia alpina ha influido muy escasamente en la arquitectura de esta

    zona, sus empujes llegaron muy amortiguados al borde de la Meseta, como lo prueba la

    casi horizontalidad de los depsitos terciarios del valle btico; su influencia quedara

    limitada a la reactivacin de viejas fracturas como las que determinaron en esta provincia

    la falla btica6.

    A toda la mitad norte de la provincia, sin embargo, se le llama "la Sierra" y forma

    parte del extenso conjunto del S. de la Meseta denominado Sierra Morena (fig. 4). En

    realidad, se trata de una penillanura accidentada por una serie de cordales y serratas de

    modesta altitud, que apenas destacan sobre el nivel de arrasamiento circundante, las cuales

    se disponen siguiendo el arrumbamiento general de los pliegues hercnicos, o sea de NO. a

    SE.

    4 LPEZ ONTIVEROS, (1985), p. 25.

    5 CABANS, (1980), p. 17.

    6 CABANS, (1980), pp. 33-34.

  • 34

    34

    Fig. 4. Panormica de Sierra Morena, cruzando el ro Guadiato diagonalmente en direccin NE.-SO.

    Toda esta zona constituye un caso tpico de relieves de erosin que, al actuar

    sobre materiales de diferente dureza, ha dado lugar a una morfologa diferencial, en la que

    las cuarcitas, calizas compactas cristalinas y otras rocas duras han quedado en relieve, en

    tanto que las pizarras, filitas, micacitas, etc., ms deleznables, han sido presa de la erosin

    que en ellas ha labrado los valles. El proceso erosivo se ha desarrollado sobre materiales

    plegados de antiguo segn los rumbos hercnicos y afectados posteriormente por

    fenmenos tectnicos intensos que provocaron la formacin de fracturas y movimientos

    de bloques; todo este conjunto de circunstancias ha tenido como resultado la formacin de

    un relieve de tipo apalachiense, con valles pizarrosos flanqueados por crestas de cuarcitas

    de notable isoaltitud. Es posible distinguir en todo este sector una serie de ciclos sucesivos

    de erosin, puestos de manifiesto por otras tantas unidades morfolgicas: niveles de

    cumbres, penillanura general, valles encajados, etc.

    Las bandas cmbricas, integradas por pizarras, calizas y cuarcitas, ocupan grandes

    extensiones, seguidas por el Silrico, con pizarras y potentes estratos de cuarcitas.

    El Devnico forma dos fajas de larga corrida, una en el valle del Guadalmez, y

    otra, ms ancha, en la divisoria Guadalbarbo-Guadiato; son areniscas y cuarcitas de tonos

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    35

    rojizos y pizarras.

    Los terrenos carbonferos tienen tambin una amplia representacin, especialmente

    en la cuenca del Guadiato, donde aparecen integrados por espesos bancos de

    conglomerados, pizarras negruzcas arcillosas o silceas, grauwackas y calizas generalmente

    muy fosilferas. Al O., por la cuenca del Bembzar, se extiende un conjunto pizarreo-

    cuarcitoso, no bien conocido estratigrficamente, que se incluye en el Arcaico y

    Precmbrico. Las manifestaciones hipognicas son abundantsimas, y entre ellas la ms

    extensa es la granodiortica de los Pedroches, cruzada por diques y filones cuarzosos,

    aplticos, porfdicos y felsticos, que cubre una extensin de casi 2000 Km2. Manchones

    granticos encontramos en los trminos de Villaviciosa, Obejo, etc.; las diabasas, los

    gabros, euftidas, dioritas, andesitas y variedades numerosas de prfidos, as como

    algunas lavas, aparecen en manchitas e isleos en toda la zona septentrional.

    La tectnica de todo este sector es complicadsima, pues a las intensas acciones

    orognicas del plegamiento herciniano hay que aadir los empujes del alpino que

    determinaron la reactivacin de la gran falla btica con su cortejo de accidentes satlites

    que, al afectar a los terrenos cratonizados de antiguo y, por consiguiente, incapaces de

    plegarse, reaccionaron ante las presiones como caba esperar de sus condiciones

    mecnicas, fracturndose y dando lugar a la formacin de dovelas independientes que

    jugaron segn la vertical provocando un rejuvenecimiento del relieve.

    Al S. de los Pedroches, entre stos y el borde bajo de la falla que jalona el

    Guadalquivir, se extiende la penillanura con caractersticas diferentes de la comarca

    anterior. Geolgicamente es un territorio pizarroso-cuarctico de topografa movida,

    modelado por las acciones erosivas, sobre un nivel de arrasamiento producto del

    desmoche de los pliegues de una cordillera de edad hercnica; su estudio morfolgico de

    detalle est an por hacer, pero, en lneas generales, cabe distinguir en l los siguientes

    elementos: a) Una serie de serratas de armazn cuarcitoso y de cerros de perfiles cnicos

    de acentuada isoaltitud que oscilan entre 700 y 800 metros, con diferentes niveles de

    cumbres, de origen erosivo. b) A altitudes inferiores, entre 500 y 50 metros, se desarrollan

    amplias superficies planas o algo onduladas, a las que localmente se denomina llanos; su

    gnesis es tambin erosiva y con frecuencia estn modeladas sobre pizarras y otros

    materiales blandos y homogneos, y cubiertas por una capa detrtica arcilloso-silcea

    procedente de la alteracin in situ del mismo sustrato o de acarreos fluviales. c) El tercer

    elemento est constituido por los valles fluviales, estrechos y encajados en su mayora, con

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    frecuentes zonas en garganta de paredes verticales que coinciden con las bandas de rocas

    duras. Los ros que por ellos discurren son aparatos de gran actividad destructora y en sus

    cabeceras la erosin remontante avanza implacable, invadiendo las de los afluentes del

    Guadiana. En ocasiones, como ocurre en el Guadiato, el tramo superior se desarrolla en

    amplia vallonada abierta en sinclinal.

    Se distinguen tres ciclos de erosin que modelaron el terreno, imprimindole un

    carcter serreo, que es lo que ha motivado que a todo este sector de la Meseta se le llame

    Sierra de Crdoba7.

    El tringulo metamrfico de la Sierra de los Santos.-

    Ocupa esta zona todo el oeste de la Sierra Morena cordobesa, entre el sinclinal del

    Guadiato y el lmite de la provincia de Crdoba con las de Badajoz y Sevilla, o sea

    aproximadamente entre Fuente Obejuna y el Valle del Guadalquivir.

    Parece estar claro hoy que, en buena parte, su litologa es cmbrica y precmbrica

    -si bien no es fcil deslindar entre ambos sistemas-, lo que es indicativo de una de las

    caractersticas que se atribuyen al conjunto de Ossa-Morena.

    En el Precmbrico hay gneis, micas y otras rocas cristalinas, adems de potentes

    alternancias de areniscas y pizarras comparables a las formaciones tipo flysch8.

    El Cmbrico ocupa una amplia zona triangular comprendida entre el valle del

    Guadiato por el NE., el Guadalquivir por el S. y el lmite de la provincia por el O. El

    batolito de Los Pedroches y la franja sedimentaria que lo limita por el NE. son

    carbonferos. Por el SE., forma vrtice con el carbonfero, tras pasar Alcolea, y se dirige al

    O.-NO., hasta contactar con el lmite meridional del batolito grantico de Los Arenales,

    donde se produce una aureola de metamorfismo. Por el S., el Cmbrico, en clara

    discordancia, se oculta bajo el Tras, el Mioceno o el Cuaternario fluvial, todos ellos en

    disposicin horizontal. Por el N., contacta con el Carbonfero.

    Se diferencian dos tipos de Cmbrico espaol por fauna y litologa: uno, de facies

    nertica, costera, caliza, con arqueocitidos; otro, de facies batial y abisal, de materiales

    finamente detrticos, pizarras sericticas, filitas y grauwackas, con trilobites y

    braquipodos. En la provincia de Crdoba predomina la facies caliza, si bien en la base los

    7 Cf. CABANS, (1962), pp. 354-380.

    8 LPEZ ONTIVEROS, (1985), p. 25.

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    tramos pizarrosos presentan potencias muy considerables9.

    El sinclinal del Guadiato.-

    El Carbonfero se presenta, al igual que los restantes sistemas, arrumbado de NO.

    a SE., en largos y estrechos sinclinales que de Norte a Sur son el que conecta por el norte

    con el Devnico del Guadalmez y por el sur encaja el batolito pedrocheo; otro que corre

    por el borde meridional del citado batolito extendindose hasta los depsitos devnicos de

    las crestas de Cuartanero, Calatraveo y la Chimorra; y un tercero alojado entre dos fallas

    en el sinclinal del Guadiato. A stos hay que aadir el manchn de Valdeinfiernos en el

    valle alto del Bembzar, que pasa a la provincia de Sevilla. Las dos bandas que flanquean

    los granitos de Los Pedroches son fundamentalmente pizarrosas, con algunos lechos de

    areniscas y estratos delgados de conglomerados de gravilla, de elementos silceos con gran

    cantidad de guijarrillos de lidita. Las pizarras son de una gran esterilidad fosilfera; se

    presentan plegadas en acorden, en rgimen isoclinal en grandes trechos, afectadas por

    fallas segn el arrumbamiento y cruzadas por numerosos filoncillos y vetas de cuarzo.

    El sinclinal del Guadiato es una faja de materiales plegados con arrumbamiento

    hercnico, sensblemente paralela a la de Los Pedroches y limitada por sta y por el borde

    NE. de la Sierra de los Santos. Morfolgicamente corresponde en su mitad septentrional al

    valle por cuyo fondo discurre el ro Guadiato y los depsitos carbonferos continan hacia

    el SE. por la pequea cuenca de la Ballesta, los llanos del Vacar y los valles inferiores del

    Guadalbarbo y Guadalmellato, yendo a terminar en la orilla derecha del Guadalquivir entre

    el Carpio y Alcolea. La constitucin litolgica es fundamentalmente pizarrosa, con

    areniscas y grauwackas interestratificadas, formando una montona secuencia de casi dos

    mil metros de espesor, con la tpica facies flysch del Carbonfero inferior. Las calizas

    forman en el centro del valle algunos relieves residuales tales como la sierrezuela de Nava

    Obejo, del Castillo, Sierra Palacios, Sierra Boyera y el cerro en que se asienta el castillo de

    Belmez. En el valle del Guadiato la principal fuente de riqueza es la minera de carbn,

    cuyas capas fueron incluidas por Mallada en el Westfaliense, pasando en algn caso al

    Estefaniense inferior. En el flanco SO., el Carbonfero del Guadiato queda en contacto con

    el metamrfico de la Sierra de los Santos mediante una lnea rgida, -falla en unos tramos y

    cabalgamiento en otros- que va desde Fuente Obejuna hasta la Angostura y que constituye

    el principal accidente tectnico del sector septentrional. En el sinclinal del Guadiato se

    9 Cf. CABANS, (1973b), pp. 169-170.

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    encuentran dos bandas paralelas, la ms meridional de las cuales est datada como Culm

    con materiales formados por pizarras pardooscuras, arcillosas y nodulosas, areniscas

    pardas, grauwackas y lentejones de caliza arrecifal con numerosos crinoides, corales

    indeterminables y prodctidos. La alternancia de pizarras y grauwackas de la tpica facies

    flysch del Culm. Al norte de esta banda queda el Westfaliense, caracterizado por

    Sigillarias, Cordaites, Lepidodendron, Neuropteris y otros helechos muy abundantes en

    las areniscas y pizarras que encajan las capas de carbn, y en estas mismas.

    La tectnica de este sinclinal es interesante; por su flanco SO. queda en contacto,

    mediante falla en unos puntos y cabalgamiento en otros, con el metamorfismo de la Sierra

    de los Santos. Una fractura pone en contacto el Carbonfero inferior con el medio,

    siguiendo el eje del sinclinal. El plegamiento de los depsitos del Culm ha sido tan intenso

    que provoc el cabalgamiento de las calizas de esa edad sobre los depsitos westfalienses.

    Buenos ejemplos de este fenmeno se tienen en la Sierra de Nava Obejo, Sierra Palacios y

    en el castillo de Belmez. Esta faja va a terminar, a orillas del Guadalquivir, en El Carpio.

    An cuando en la cartografa existente esta banda termina estrechndose en cua, la

    realidad es que sus materiales continan por la orilla derecha del Guadalquivir, desde El

    Carpio hasta el puente Mocho, en Alcolea, donde una falla los pone en contacto con el

    Cmbrico. En todo este recorrido, notable desde el punto de vista de la morfologa fluvial

    por la existencia de varios meandros encajados, slo hallamos la montona secuencia de

    pizarras y grauwackas, fuertemente plegadas y enderezadas hasta la vertical, que tan

    caracterstica es de la facies flysch del Culm. El intenso plegamiento que presentan los

    depsitos carbonferos es consecuencia de la mayor plasticidad de las pizarras y de su ms

    reciente deposicin cuando se produjeron los movimientos hercnicos, por lo que se

    deformaron ms intensamente. Aunque desaparecen bruscamente a orillas del

    Guadalquivir, cortados por la falla btica, continan por debajo de los depsitos terciarios

    del Valle a una profundidad de 400 metros, que es el valor medio del salto de la falla,

    como han demostrado los sondeos efectuados cerca de Bujalance que dieron testigos de

    pizarra con fsiles vegetales anlogos a los del Carpio10.

    Los Pedroches.-

    Conocida tambin con el poco afortunado nombre de Valle de Los Pedroches, es

    en realidad, segn los estudios morfomtricos efectuados por Cabans, "el residuo de una

    10 Cf. CABANS et alii, (1971), pp. 20-30.

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    cpula aplastada de materiales endgenos que, encajada entre materiales pizarrosos ms

    blandos, ha quedado en relieve constituyendo una divisoria panda e indecisa entre los

    valles del Guadiana y Guadalquivir"11. Se extiende por todo el norte y noroeste de la

    provincia, formando una banda de unos 100 kilmetros de longitud por 25 o 30 de

    anchura mxima. Sus lmites vienen dados por los cursos de los ros Guadalmez al norte,

    Yeguas al este, Zjar al oeste y los afluentes del Guadalmellato por el sur. Al N. se

    enmarca por las sierras ordovcicas, contrafuertes de las de Alcudia y Fuencaliente, y al S.,

    por los cordales devnicos de la Chimorra, Chivatiles, Calatraveo, Cuartanero y el

    Torozo; se forma as un fondo de saco abierto al O., hacia Extremadura, regin con la que

    Los Pedroches tiene grandes semejanzas12.

    La comarca de Los Pedroches pertenece al mbito de la Meseta; no obstante, por

    su posicin marginal dentro de ella, se enmarca en una unidad morfolgica muy precisa:

    Sierra Morena. Los Pedroches se individualizan claramente en el contexto de Sierra

    Morena, y ello porque constituyen un enclave granodiortico de grandes dimensiones y de

    contorno preciso en pleno reborde de la Meseta. A escala general, desde el punto de vista

    topogrfico, el relieve de Los Pedroches es simple, presentando, entre otros, los siguientes

    rasgos:

    1. Orientacin NO.-SE., la cual obedece a razones estructurales con el Plegamiento

    Herciniano.

    2. Moderada altitud media. Aproximadamente un 40% de la superficie comarcal est

    comprendida entre las isohipsas de 500 y 600 metros; un 30% entre las de 600 y 700; en

    torno a un 20% rebasa la de 700 y el 10% restante comprende los relieves que

    ocasionalmente rebasan los 800 metros y aquellos otros de mayor significacin porcentual

    que no alcanzan los 500 pero que tampoco descienden de 40013. La comarca se presenta

    como una extensa penillanura en la que apenas destacan aplastadas lomas que actan

    como interfluvios, separando los abiertos vallecillos, por donde discurren arroyos y

    riachuelos de curso levemente insinuado en el terreno. Las lomitas son de escasa altitud

    relativa sin que en ningn caso rebasen en 60 u 80 metros el nivel general de la penillanura;

    la existencia de estos accidentes se debe a diferencias de constitucin litolgica; en casi

    11 CABANS et alii, (1971), p. 20.

    12 CABANS, (1973c), p. 9.

    13 VALLE, (1985), pp. 17-18.

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    todos los casos las lomas presentan un armazn formado por diques o filones, de larga

    corrida a veces, de prfidos, granfidos o felsitas. Cuando estos diques son de gran

    potencia, forman crestones salientes en el terreno, debido a fenmenos de erosin

    diferencial. La penillanura presenta una altitud media entre 550 y 600 metros, siendo sus

    hitos ms destacados los vrtices de Cantos Blancos (622 m.) y Raya (558 m.)14.

    3. Basculamiento hacia el Oeste. Hacia el N., en direccin al valle del Guadalmez, ofrece

    un ligero basculamiento; hacia el S., su borde es ms abrupto y se presenta intensamente

    atacado por la erosin remontante de las cabeceras de los afluentes del Guadalquivir, que

    han fraguado un conjunto de barrancos y valles relativamente encajados15. La mayor

    elevacin corresponde a la mitad oriental, engarzndose as la comarca con los relieves

    movidos y algo ms prominentes de Sierra Morena. El basculamiento hacia el Atlntico,

    que en total supone la prdida de poco ms de 300 metros de cota en una distancia de 100

    Km. (pendiente media del 0'3 %), es otro de los rasgos que la comarca comparte con la

    Meseta.

    4. Divisoria de aguas. Constituye un domo convexo que acta como divisoria de aguas

    entre las cuencas del Guadiana y del Guadalquivir16. Es una panda divisoria entre los valles

    del Zjar y Guadalmez por el E. y N., y las cabeceras del Cuzna, Gato, Matapuercas y

    Arenoso, que forman el Guadalmellato, por el S. Por el E., su lmite viene dado por el

    curso del Yeguas. La extensin es de unos 3.000 km2 17. Los Pedroches, pues, se

    presentan como un interfluvio de charnela bastante indecisa que "grosso modo" viene

    marcada por una lnea que parte al SO. de Hinojosa del Duque y se contina por

    Alcaracejos, Pozoblanco, Villanueva de Crdoba, hasta Cardea, coincidente casi con el

    eje de simetra de la comarca y con su va de comunicacin ms relevante.

    El sector central, que es el de mayor extensin y personalidad topogeogrfica, se

    corresponde con los afloramientos endgenos y constituye el armazn comarcal. Su

    fisonoma cartogrfica es la de una amplia franja dispuesta longitudinalmente al eje

    comarcal y de orientacin NO.-SE., direccin en la que experimenta un progresivo

    ensanchamiento hasta el lmite provincial. En conjunto, conforma un relieve muy plano en

    14 CABANS, (1973c), pp. 9-10.

    15 CABANS, (1967), p. 24.

    16 VALLE, (1985), p. 18.

    17 CABANS, (1967), p. 23.

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    el que resalta su carcter de penillanura, hallndose accidentado por suaves lomas de gran

    radio de curvatura separadas por hendiduras de mnimo calado y mxima anchura. Las

    primeras corresponden a modestos interfluvios, mientras que las segundas representan

    amplias vaguadas.

    En contacto con el sector central, se disponen dos bandas paralelas al mismo,

    situadas una al flanco septentrional y otra al flanco meridional. Ambas presentan como

    notas de identidad la anchura, que raya en los 10 Km., la litologa, la disposicin

    estructural, la red hidrogrfica y la topografa. La litologa marca el contraste con la unidad

    central, pues en ambas bandas marginales los materiales son de naturaleza sedimentaria.

    Ello les ha permitido por efecto de la tectnica de plegamientos adquirir una estructura

    sinclinal que, si no est del todo bien ejemplificada, es fcilmente reconocible. En lo que se

    refiere al relieve de las dos franjas comentadas, merecen ser destacados los siguientes

    rasgos generales:

    1. Topogrficamente ambas franjas suponen un leve y gradual descenso con relacin a la

    unidad central. Este descenso que se opera en toda su longitud es concordante con el

    carcter de domo que tiene la comarca y la divisoria de aguas de su eje.

    2. Los resaltes orogrficos que se presentan son paralelos al bloque central. Se disponen

    arrosariadamente de NO. a SE. y tienen forma alargada en esta direccin, a diferencia de

    los existentes sobre la unidad antes comentada que gravitan en torno a formas circulares.

    La denominacin de "cuerdas" con que reiteradamente se alude a ellos en la toponimia

    comarcal es bien expresiva al respecto.

    En tercer lugar, hay que sealar otras dos unidades de relieve. Ambas presentan

    como rasgos comunes su carcter perifrico con relacin a las unidades anteriores, su

    altimetra y su estructura anticlinal. En contrapartida, divergen en la ubicacin y en la

    configuracin; as, mientras una se sita en el extremo noroccidental de la comarca y de la

    provincia y su forma es la de un tringulo de base paralela al interfluvio pedrocheo, la

    segunda es la unidad de relieve ms meridional de Los Pedroches. De configuracin muy

    alargada, se orienta de NO. a SE., es decir, en la misma direccin hercnica de las unidades

    anteriormente reseadas.

    La primera subunidad basa su personalidad geogrfica en la orografa que es, sin

    duda, la ms abrupta del conjunto comarcal. Contribuyen a esta caracterizacin el hecho

    de ser un anticlinal muy agudo, la dureza de sus materiales constitutivos y la circunstancia

    de que de ese tringulo que conforma dos de sus lados coincidan con los ros Guadalmez y

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    Zjar, en cuya confluencia, ya en la provincia de Badajoz, se sita el vrtice del conjunto

    orogrfico. La segunda subunidad cierra la comarca por su flanco meridional. En conjunto

    y, vista desde el interior de la comarca, supone un importante escollo topogrfico que

    viene dado por su condicin de anticlinal, la cual se presenta con nitidez en toda su

    longitud. Finalmente, es de indicar que la existencia de estos dos anticlinales (septentrional

    y meridional) cerrando la comarca es la responsable de la equvoca denominacin de Valle

    de los Pedroches, la cual responde a una paradoja visual, pues si bien es cierto que a

    primera vista da la sensacin de que la zona central de la comarca est deprimida con

    relacin a estos conjuntos, la altimetra y los perfiles topogrfcos demuestran lo

    contrario18.

    Los materiales que constituyen el armazn de la comarca son de naturaleza

    intrusiva. Por el contrario, los que se ubican al Norte y Sur de estos dando lugar a los

    anticlinorios y sinclinorios que conforman otras tantas unidades de relieve, son de

    naturaleza sedimentaria. El roquedo de naturaleza intrusiva est constituido

    fundamentalmente por granitos; con esta denominacin aparece en la cartografa

    geolgica19, si bien, sabido es que cuando se habla de granito, por lo general, se hace en

    una acepcin tan amplia como petrogrficamente impropia, aludiendo ms a una familia de

    rocas que a una roca en s20. El estudio pormenorizado que realiz Cabans de algunos

    centenares de lminas delgadas nos ha revelado que "...en realidad es de constitucin

    mucho ms complicada. En una extensin de 2.060 km2 hemos hallado granodioritas,

    adamellitas, granito de dos micas y granito normal, este ltimo en proporcin muy escasa.

    Todas estas variedades presentan la conocida estructura granulada en la que a simple vista

    se aprecia la existencia de cuarzo, feldespatos y mica; la colaracin es generalmente

    azulada, pero no son raras las zonas en que aparece el color rosado, incluso rojo. En las

    reas de granito de dos micas el color es blanco amarillento"21.

    Mucha significacin morfolgica tienen tambin los numerosos diques y filones

    que surcan el plutn, pues forman crestones salientes muy alargados que contrastan con

    18 Cf. VALLE, (1985), pp. 18-24.

    19 I.G.M.E.Mapa geolgico de Espaa 1/200.000. Hoja n 69. Pozoblanco. Madrid, 1971 y Mapa geolgico de Espaa 1/50.000. Hoja 832, 833, 856, 857, 858, 859, 881 y 882. Varias fechas.

    20 GODARD, (1977), p. 10.

    21 CABANS et alii, (1971), p. 22.

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    las formas suaves del terreno. Los de mayor tamao se siguen fcilmente en la fotografa

    area tanto por su trazado rectilneo como por la estrecha franja de vegetacin que los

    cubre. Su anchura es variable, oscilando por trmino medio entre uno y 10 o 15 metros.

    Se componen de prfidos diversos y su disposicin es muy ordenada, arrumbndose segn

    tres direcciones predominantes22: "dos muy norteadas con 10 a 20 al E. o al O., que

    resultan sensiblemente perpendiculares al eje del plutn, y otra mucho ms frecuente de

    NO. a SE., paralela al eje del mismo"23. El inters hidrogeolgico de los filones estriba en

    que cuando estn diaclasados suministran caudales de cierta consideracin, los cuales son

    muy estimables en un mbito tan impermeable como el grantico24.

    En cuanto a edad geolgica, a los materiales intrusivos hay que ponerlos en

    relacin con las ltimas fases del Plegamiento Herciniano (fase Astrica). Ello se colige de

    la orientacin NO.-SE. de todo el batolito, del arrumbamiento predominante de los diques

    y filones, de la concordancia que los materiales sedimentarios -bien datados- presentan con

    los granodiorticos25. Cabans afirma que el batolito es sinorognico26. Por el contrario,

    como es comprensible, "la serie de diques porfdicos que acompaan al batolito ocup su

    emplazamiento con posterioridad, a favor de las fracturas longitudinales de tensin"27. Los

    materiales sedimentarios se solapan a los flancos septentrional y meridonal de los gneos.

    Exteriores al plutn, tenemos sucesivamente bandas carbonferas, devnicas (al S.) y

    silricas (al N.)28.

    Carbonell establece los gneises del S. de Villanueva del Duque y Alcaracejos como

    fruto de las aureolas de metamorfismo del plutn. Febrel y Saenz de Santa Mara

    establecen la edad devnica de una larga banda de terrenos que al S. de Los Pedroches,

    cruza la provincia de NO. a SE. As pues, en esta zona, encontramos dos grandes

    conjuntos litolgicos dispuestos paralelos NO.-SE., el N. constituido por materiales

    22 Cf. VALLE, (1985), pp. 24-27.

    23 CABANS, (1973c), p. 21.

    24 HERNANDO DE LUNA, (1978), p. 85.

    25 VALLE, (1985), pp. 27-28.

    26 CABANS, (1968), p. 120.

    27 ARMENGOT DE PEDRO et alii, (1973), p. 18.

    28 CABANS, (1967), p. 27.

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    hipognicos, granodioritas, adamellitas y granito, cruzados por diques y filones de prfido;

    el S., pizarroso, pasa a areniscoso y cuarcitoso. Entre las dos formaciones, una banda de

    0'5-1'5 km. de anchura, de materiales metamrficos29. Se hace necesario distinguir entre

    los materiales que aparecen en las aureolas de contacto entre el bloque granodiortico y los

    sedimentos carbonferos por una parte, y los asomos intrusivos marginales al plutn

    pedrocheo, por otra. Los primeros se disponen en una aureola cuya anchura oscila entre

    1 y 1'5 Km. Est constituida por pegmatitas, prfidos, esquistos micceos, pizarras

    andalucticas, etc. y presenta un extraordinario inters desde el punto de vista petrogrfico,

    pues permite conocer las isogradas del metamorfismo de contacto. Al mismo tiempo,

    desde el punto de vista geolgico, permite observar la concordancia entre las rocas

    intrusivas y las de caja, lo que es importante a nivel crono-estratigrfico30. A nivel

    geogrfico su importancia estriba en la minera que llevan asociados31.

    Las isogradas de la aureola de metamorfismo se presentan, segn Cabans, como

    sigue: A) Una banda interna en contacto con el material hipognico, discontnua,

    constituida por turmalitas y gneis turmalinfero; por fuera de sta, se encuentran los

    esquistos micceos, pardo rojizos o pardo amarillentos, cuyo principal componente es la

    biotita, en disminucin, cuanto ms alejados del contacto. B) Las pizarras chiastolticas,

    color gris de acero, lustrosas, nodulosas o mosqueadas, cuyo componente ms importante

    es la andalucita y la cordierita, disminuyendo al alejarse del contacto. C) Rodeando esta

    banda se extienden los filadios, pizarras finas, lustrosas y satinadas, de superficies suaves y

    untuosas, arcillosas o sericticas, criptocristalinas. D) La cristalidad va disminuyendo hasta

    llegar a los sedimentos pizarrosos, arcillosos, pardo rojizos o pardo verdosos, cruzados

    por innumerables vetas y filones de cuarzo. Estas pizarras de la formacin Pedroches-

    Carolina son carbonferas, del Culm, como las de Huelva. En el ngulo SO., el Devnico

    se presenta como una larga banda paralela al borde del plutn, con un recorrido prximo a

    los 100 km., constituida por pizarras, areniscas, cuarcitas y muy raros estratos de caliza,

    dispuesta en lentejones. Los materiales carbonferos son pizarras negras y pardo verdosas,

    con restos carbonosos, grauwackas, areniscas grisceas de cemento arcilloso y

    29 CABANS, (1973c), pp. 18-19.

    30 VALLE, (1985), p. 34.

    31 Cf. VAQUERO, (1977).

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    conglomerados de elementos finos32.

    La banda sedimentaria que entra en contacto con el granito constitua

    originariamente un sinclinal de una anchura mxima de 40 kilmetros. La intrusin

    magmtica y los empujes hercinianos la convirtieron en un sinclinorio que, muy

    desmantelado por la erosin, ha quedado reducido a los tirabuzones que festonean la

    comarca. Fue Carbonell Trillo-Figueroa quien basndose en el hallazgo de fauna de

    crinoides en las calizas y en las analogas que presentan las pizarras con las del Culm de la

    provincia de Huelva, la dat como carbonfera, (perodos inferior y medio)33. Estudios

    tectnicos y estratigrficos a mayor escala han corroborado la tesis de Carbonell, al poner

    de manifiesto que el muro de estos materiales corresponde al Culm y el techo al Viseense-

    Namuriense34. Petrogrficamente la serie carbonfera es muy montona. La integran

    pizarras con tonalidades que van del gris verdoso al negro y grauwackas dispuestas

    alternativamente en fcies flysch, si bien con relativa frecuencia desaparecen los estratos de

    pizarras quedando solamente potentes bancos de grauwackas35; ms ocasionalmente

    aparecen areniscas y bancos de conglomerados (Norte de Torrecampo, Sureste de Santa

    Eufemia) constituidos por elementos de pequeo tamao y gran predominio de cantos de

    pizarras, caliza negra y cuarcitas de edad probablemente silrica36.

    La segunda franja de materiales sedimentarios es, respecto al macizo

    granodiortico, de una simetra mucho menos acusada, la disimetra se hace patente

    tambin a nivel estructural, pues mientras el batolito de Los Pedroches y tierras

    meridionales pertenecen al complejo Ossa-Morena, el vrtice septentrional de la comarca

    se incluye en la unidad centroibrica del macizo hesprico37; y ello porque si el lmite de la

    provincia de Crdoba con la de Ciudad Real se reduce a una estrecha tira adosada al ro

    Guadalmez, con notables discontinuidades, en el borde meridional aparece con una

    anchura prxima a los 10 km. y un notable desarrollo longitudinal; penetra desde

    32 Cf. CABANS, (1973c), p. 24-29.

    33 CARBONELL, (1925b), p. 376.

    34 ARMENGOT DE PEDRO et alii, (1973), p. 7.

    35 CABANS, (1968), p. 142.

    36 CABANS, (1968), pp. 142-143.

    37 I.G.M.E., (1980), Mapa tectnico de la Pennsula....., p. 17.

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    Extremadura y, surcando la Sierra Morena cordobesa en direccin NO.-SE., alcanza hasta

    el Valle del Guadalquivir en las inmediaciones de Montoro38. Datados del Devnico

    inferior y medio (Cobleciense-Eifeliense) por la abundancia de fauna fsil, estos

    sedimentos estn constituidos por una unidad inferior en la que predominan las cuarcitas y

    otra superior de materiales arcillosos integrada por pizarras y grauwackas en facies flysch.

    Entre ambas se encuentran afloramientos aislados de calizas detrticas39. Las cuarcitas por

    lo general coronan las lomas, dando lugar a cresteras ms o menos ariscas o, cuando

    tienen una disposicin subhorizontal, a superficies un tanto aplanadas, de las cuales el

    Cerro de Cabeza Mesada es un buen ejemplo, incluso por la toponimia. Con anterioridad,

    nos hemos referido a la unidad de relieve que conforma el tringulo septentrional de la

    comarca. Esta, en cuanto a sus materiales constitutivos, tambin adquiere plena

    individualidad, con la particularidad de que tanto la litologa como la estructura o la

    tectnica son de una complejidad extraordinaria40.

    En el lmite septentrional de la provincia el Silrico de Ciudad Real penetra en

    estrechas bandas a lo largo del curso del Guadalmez, ensanchndose en la zona de Santa

    Eufemia. Los relieves de la Sierra de Miramontes que dominan el pueblo de Santa Eufemia

    estn constituidos por las cuarcitas armoricanas con Cruzianas que forman un anticlinorio

    con algunas fracturas. En las pizarras de Santa Eufemia se han citado graptolites que las

    sitan en el Ordovcico; estas pizarras son las que siguen el curso del Guadalmez

    acompaadas por las cuarcitas armoricanas. Exterior a Los Pedroches y flanqueando su

    borde meridional de metamorfismo, tenemos una banda silrica que, procedente de

    Badajoz, cruza el Zjar y pasa por los Blzquez, Valsequillo, La Granjuela y norte de

    Pearroya, para desaparecer al Este de Obejo. Los materiales existentes son pizarras y

    cuarcitas, estas ltimas en paquetes potentes que, atacados por la erosin, forman

    crestones impresionantes con perfiles almenados. Sus mejores representaciones se

    encuentran entre Pearroya y Espiel, en los speros relieves de Ana Ruz, Cmaras Altas,

    Pea Ladrones, Pea Crispina, Pea la Osa y Pea Pelayo. Los depsitos devnicos tienen

    en nuestra provincia una representacin ms escasa pero revisten un inters extraordinario

    por su abundante fauna. Se disponen en bandas largas y estrechas orientadas de NO. a

    38 Cf. CABANS, (1973c), pp. 5-8.

    39 FEBREL, (1963), p. 43.

    40 VALLE, (1985), pp. 29-30.

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    SE., discontinuas a veces, siendo reconocidas hasta la fecha de Norte a Sur la que desde

    Santa Eufemia sigue el curso del Guadalmez; la que forma los cordales que limitan por el

    sur la comarca de Los Pedroches y un pequeo retazo de unas docenas de metros de

    anchura que sigue la cresta de Sierra Boyera. Los materiales de este sistema son pizarras,

    cuarcitas y areniscas41.

    De un modo muy sucinto, hemos de precisar que la estructura del tringulo

    septentrional de Los Pedroches parece responder a la de anticlinorio, aunque muy

    tectonizado. Los pliegues mayores estn formados a expensas de materiales ordovcicos

    (Caradocense) y silrico (Llandoveryense - Ludlowense), mientras que los intersticios

    sinclinales estn ocupados por materiales del Devnico. Tal es el caso del aprovechado

    por el ro Guadalmez para establecer su cauce42. La litologa en todos los casos responde a

    la alternancia de cuarcitas, areniscas y pizarras, con una gradacin de dureza que oscila

    entre un mximo para las cuarcitas armoricanas del Ordovcico y un mnimo para las

    areniscas y pizarras del Devnico43 (fig. 5).

    41 CABANS et alii, (1971), pp. 26-27.

    42 CABANS, (1968), pp. 138-139.