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El Neolítico en el Bajo Vinalopó (Alicante, España) Editado por Francisco Javier Jover Maestre Palmira Torregrosa Giménez Gabriel García Atiénzar BAR International Series 2646 2014

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El Neolítico en el Bajo Vinalopó (Alicante, España)

Editado por

Francisco Javier Jover Maestre Palmira Torregrosa Giménez

Gabriel García Atiénzar

BAR International Series 26462014

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Published by

ArchaeopressPublishers of British Archaeological ReportsGordon House276 Banbury RoadOxford OX2 [email protected]

BAR S2646

El Neolítico en el Bajo Vinalopó (Alicante, España)

© Archaeopress and the individual authors 2014

ISBN 978 1 4073 1285 9

Printed in England by Information Press, Oxford

All BAR titles are available from:

Hadrian Books Ltd122 Banbury RoadOxfordOX2 7BPEnglandwww.hadrianbooks.co.uk

The current BAR catalogue with details of all titles in print, prices and means of payment is available free from Hadrian Books or may be downloaded from www.archaeopress.com

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09. El Alterón y los inicios de la explotación agropecuaria del entorno del Fondo del Crevillent-ElxJulio Trelis Martí, Francisco Andrés Molina Mas, Inmaculada Reina Gómez, José Ramón Ortega Pérez, Marco Aurelio Esquembre Bebia y Yolanda Carrión Marco

10. Excavaciones arqueológicas en la Platja del Carabassí (Elche)Jorge A. Soler Díaz, Juan A. López Padilla, Gabriel García Atiénzar, Carlos Ferrer García y Alicia Luján Navas

11. Galanet (Elche): un nuevo yacimiento prehistórico en la margen izquierda del barranco de San AntónPalmira Torregrosa Giménez, Francisco Javier Jover Maestre y Eduardo López Seguí

12. El yacimiento de Galanet en el contexto geomorfológico del Bajo VinalopóJuan Antonio Marco Molina, Pablo Giménez Font, Ángel Sánchez Pardo y Ascensión Padilla Blanco

13. Aportaciones al estudio del IV-III milenio cal BC en el Bajo Vinalopó desde la palinologíaJosé Antonio López Sáez, Francisca Alba Sánchez y Sebastián Pérez Díaz

14. Breve nota sobre el estudio carpológico y antracológico del yacimiento de GalanetLeonor Peña-Chocarro, Mónica Ruiz Alonso y Diego Sabato

15. El repertorio cerámico de Galanet: análisis tipológico, tecnológico y petrológicoFrancisco Javier Jover Maestre, Palmira Torregrosa Giménez y Sarah B. McClure

16. El instrumental lítico de GalanetFrancisco Javier Jover Maestre

Introducción

01. Las unidades de observación en el estudio de las sociedades neolíticasFrancisco Javier Jover Maestre y Gabriel García Atiénzar

02. El medio físico y los recursos naturales en el Bajo Vinalopó Francisco Javier Jover Maestre, Palmira Torregrosa Giménez y Eduardo López Seguí 03. Un siglo y medio de investigaciones sobre las primeras comunidades agrícolas en el tramo final de la cuenca del río VinalopóFrancisco Javier Jover Maestre, Gabriel García Atiénzar y Palmira Torregrosa Giménez

04. Hipótesis sobre el proceso de implantación de los primeros grupos neolíticos en las comarcas centromeridionales valencianasGabriel García Atiénzar y Francisco Javier Jover Maestre

05. La Alcudia y el Neolítico antiguo en el Bajo VinalopóSergio Martínez Monleón

06. El yacimiento prehistórico de Los Limoneros II (Elche)Virginia Barciela González, Gabriel García Atiénzar y Eduardo López Seguí

07. La Cova de les Aranyes (o del Frare) del Carabassí (Santa Pola)Antonio P. Guilabert Mas y Mauro S. Hernández Pérez

08. Análisis químico de una muestra sedimentaria procedente del nivel 3 de la Cova de les Aranyes (Santa Pola)Frutos C. Marhuenda Egea y Ricardo Ibanco Cañete

Índice

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17. Galanet: los adornos personalesVirginia Barciela González

18. Galanet: el estudio de la malacofaunaVirginia Barciela González

19. La edificación con tierra: las evidencias constructivas en GalanetFrancisco Javier Jover Maestre y María Pastor Quiles

20. Galanet: análisis químico instrumental de los materiales de construcciónEduardo Vilaplana Ortego, Isidro Martínez Mira, Ion Such Basañez, Jerónimo Juan Juan y Mª A. García del Cura

21. El asentamiento de Galanet y el poblamiento neolítico en el Bajo VinalopóGabriel García Atiénzar

22. Del VI al III milenio cal BC: la configuración de nuevos espacios sociales en el valle del VinalopóFrancisco Javier Jover Maestre y Gabriel García Atiénzar

Abstract. The Neolithic in Lower Vinalopó valley (Alicante, Spain)

Bibliografía

Pies de figuras

Pies de tablas

Indice de autores

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queológico territorial y culturalmente bien definido bajo el horizonte de cerámicas cardiales y otros objetos singulares (García y Jover, 2011).

El valle del Vinalopó no formó parte de esta primera en-tidad social constituida entre el 5500 y 5200 cal BC, a pesar de ser un territorio contiguo al Serpis. A partir de las investigaciones presentadas en este volumen y en las tierras del Alto Vinalopó, se puede plantear que la con-solidación de comunidades agropecuarias en la cuenca del río Vinalopó fue el resultado de un largo proceso de segregación y expansión poblacional que se inició hacia finales del VI milenio cal BC con la llegada de pobladores neolíticos desde otros valles septentrionales –cuencas del Serpis y Montnegre o Seco–, transportando consigo parte de sus medios de producción (Jover et alii, 2008). Esta hipótesis es la que puede validarse a partir de los diferentes resultados obtenidos en las recientes excavaciones arqueo-lógicas efectuadas en algunos emplazamientos de la cuen-ca, para los que se dispone de dataciones absolutas, como el asentamiento mesolítico de Casa Corona (Fernández et alii, 2012), Arenal de la Virgen (Fernández et alii, 2008) y de las ocupaciones neolíticas ex novo de c/ Colón (Gar-cía Atiénzar et alii, 2006), Cova Sant Martí (Torregrosa y López, 2004), La Alcudia, Limoneros II o la cueva de Les Aranyes, junto a la ocupación del litoral alicantino en el Tossal de les Basses (Rosser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010; Soler Ortiz, 2012).

A pesar de haberse realizado en los últimos años diversas investigaciones sobre los últimos grupos cazadores-reco-lectores en el valle del Vinalopó (Soler, 1991; Fernández, 1999; Casabó, 2004; Fernández et alii, 2008; 2012), los datos siguen siendo escasos. Por el momento se han efec-tuado excavaciones sistemáticas en dos yacimientos, Are-nal de la Virgen y Casa Corona. En el primero de ellos, los sondeos arqueológicos efectuados por J. Fernández y otros (2008; 2011) han servido para evidenciar la probable presencia de ocupaciones mesolíticas correspondientes al horizonte de Muescas y Denticulados y el surgimiento de serias dudas de que el lugar hubiese sido ocupado duran-te el Mesolítico reciente. Del segundo se han publicado los datos de dos inhumaciones de adscripción mesolítica y algunas evidencias de su materialidad (Fernández et alii,

Entre finales del VI y principios del IV milenio cal BC: los inicios del proceso de colonización agrícola y la con-figuración de un espacio social de granjas en las tierras del Vinalopó

Como ya señalara A. Ibarra y Manzoni (1879), el tramo final del valle del Vinalopó ha constituido un espacio geo-gráfico de especial interés para el asentamiento humano por sus condiciones edáficas, hídricas y biológicas. La abundancia de agua, tanto en cursos de ríos y barrancos, como en espacios lagunares y albuferas, propició el desa-rrollo de una amplia biodiversidad vegetal y animal en sus entornos. Estos espacios han funcionado como despensas naturales para la subsistencia humana. A ello debemos unir el hecho de que se trate de tierras cuaternarias de buena ca-lidad para la implantación agrícola, complementadas por la proximidad de piedemontes con una destacada riqueza forestal y animal. Además, no podemos olvidar que la zona estudiada corresponde al extremo septentrional de la fosa Intrabética, a través de la que se accede rápidamente a las tierras del Sudeste. Por otro lado, la presencia de cordones litorales y promontorios costeros facilitaría la existencia de numerosos atracaderos naturales para pequeñas embar-caciones, medio de transporte de gran importancia en la antigüedad siguiendo un cabotaje más o menos estricto (Guerrero Ayuso, 2007).

Sin embargo, y a pesar de estas características, las investi-gaciones desarrolladas hasta la fecha parecen mostrar que este espacio geográfico no fue elegido por los primeros grupos agrícolas que arribaron a las costas peninsulares en su proceso expansivo hacia mediados del VI milenio cal BC. Tampoco parecen haberlo sido, inicialmente, otras cuencas de ríos como la del Ebro, Turia o Segura. Los pri-meros grupos agrícolas en tierras peninsulares los encon-tramos, por ahora, implantados en valles como el Serpis (Bernabeu et alii, 2006a; 2008, García y Jover, 2011), o el Llobregat, y también en otros más meridionales como las costas malagueñas (Bernabeu, 2006). Valles que, como el Serpis, fueron ocupados remontando desde su desem-bocadura hasta su cabecera. Este proceso, iniciado proba-blemente sobre el 5500 cal BC, permitió la consolidación de una entidad social en las tierras septentrionales de la actual provincia de Alicante, constituyendo un grupo ar-

22. Del VI al III mIlenIo cal Bc: la confIguracIón De nueVos espacIos socIales en

el Valle Del VInalopó

Francisco Javier Jover Maestre Gabriel García Atiénzar

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hacia áreas interiores desde momentos previos o coetáneos a la llegada e implantación de éstos. Durante el periodo 5900-5600 cal BC, en la zona ocupada posteriormente por los primeros grupos neolíticos no se constata poblamiento mesolítico (García Puchol, 2005; Jover, 2011b), pero sí en la cuenca del Vinalopó, en concreto, en los yacimientos de Casa Corona, cueva del Lagrimal (Fernández et alii, 2012) y Casa de Lara (Fernández, 1999). Los dos primeros ofrecen dataciones absolutas que claramente se solapan con las obtenidas en asentamientos neolíticos del valle del Serpis como Mas d’Is o Cova d’en Pardo (García Atiénzar, 2010b).

En este sentido, la cabecera del Vinalopó ha sido conside-rada como una posible frontera inicial entre ambas comu-nidades (García Puchol, 2005: 319), en la que se habrían podido efectuar procesos de aculturación directa. Esta au-tora planteó a este respecto una doble hipótesis: que Casa de Lara tuviese continuidad ocupacional durante la fase C de la secuencia mesolítica regional (Juan Cabanilles y Martí, 2007/2008), pudiendo explicar la presencia de ce-rámicas como consecuencia de contactos con los grupos neolíticos, estableciéndose una frontera de carácter inte-gradora durante cierto tiempo; o bien que no existiera con-tinuidad en la ocupación mesolítica, que ésta se truncara en momentos avanzados de la fase B y que el lugar fuese reocupado, posteriormente, por grupos neolíticos.

2012). También se cuenta con una datación absoluta aso-ciada al periodo de desarrollo de la fase B del Mesolítico reciente en la cueva del Lagrimal (Fernández et alii, 2012). De este modo, los únicas evidencias de presencia humana durante las fases A y B del Mesolítico reciente en el valle del Vinalopó se circunscriben a la cubeta de Villena, ya que a los asentamientos señalados cabe añadir la cueva pe-queña de la Huesa Tacaña (Fortea, 1973) y Casa de Lara (Fernández, 1999; García Puchol, 2005). Es precisamen-te en esta zona donde se documentan algunas de las más antiguas evidencias de ocupación neolítica en el valle del Vinalopó.

De este modo, hacia el 5500 cal BC en el norte de la pro-vincia de Alicante y sur de la de Valencia, pero preferen-temente en la cuenca del río Serpis, se empieza a consta-tar la presencia de comunidades humanas con un modo de vida agropecuario, desconocido hasta el momento en estas tierras, englobables en el denominado horizonte de las cerámicas impresas. Todo apunta a que inicialmente ocuparon territorios no frecuentados por los grupos indí-genas de base cazadora y recolectora (Juan-Cabanilles y Martí, 2002; García Puchol, 2005; Bernabeu, 2006a; Martí et alii, 2009) y que en su proceso de expansión y coloni-zación de nuevas tierras se desarrollaron diversos proce-sos de exclusión social de los grupos mesolíticos (Jover y García, e.p.). Como han advertido otros investigadores, en las zonas donde se desarrolla el núcleo cardial se puede in-ferir un posible desplazamiento de los grupos mesolíticos

Figura 22.1. Definición del área inicial de implantación neolítica y rutas de expansión.

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iniciaría primero en la cabecera del río Vinalopó, por su proximidad al núcleo cardial Or-Cendres; posteriormen-te, hacia la cubeta de Villena, donde se han documentado algunos fragmentos de cerámicas cardiales en diversos yacimientos; para seguir el proceso de implantación en el tramo medio y final del valle hasta su desembocadura, partiendo, o bien desde el tramos alto del río, o bien desde el Camp d’Alacant, teniendo en cuenta las dataciones del Tossal de les Basses (Rosser y Fuentes, 2007; Soler Ortiz, 2012).

Así, fueron los fondos de las diferentes cubetas que carac-terizan al valle los primeros espacios edáficos puestos en explotación y ocupados. Las tierras más fértiles ubicadas en las proximidades de recursos hídricos se convirtieron en objeto y medio de trabajo, minimizando, a su vez, los riesgos ante el escaso desarrollo de las fuerzas productivas de estos primeros grupos campesinos. De este modo, se empieza a constatar la presencia de asentamientos agríco-las ex novo en las tierras del Vinalopó, en un proceso de expansión poblacional –unido a crecimiento– de grupos agropecuarios a lo largo del valle. Es el caso de los yaci-mientos constatados desde la cabecera hasta la desembo-cadura en la cueva Santa de Caudete, Casa de Lara y Are-nal de la Virgen en Villena (Fernández et alii, 2008; 2012), Chorrillo-Chopo en Elda-Petrer (Segura y Jover, 1997), Ledua (Hernández y Alberola, 1988), calles Colón (Gar-cía Atiénzar et alii, 2006), Sentenero nº 5, 7 y 53 (Alegre,

Si bien el proceso de investigación en la fachada orien-tal de la península Ibérica ha optado tradicionalmente por explicar el proceso de neolitización de los grupos meso-líticos considerando que éstos irían incorporando progre-sivamente innovaciones, primero técnicas –cerámica– y, luego, económicas –domesticados–, en los últimos años se empieza a cuestionar y a refutar esta hipótesis al revisar el conjunto de yacimientos cuyas estratigrafías habían servi-do de base para explicar el proceso –Forcas II, Botiquería, Secans, Cocina–, observando que, más que continuidad y progresiva incorporación de elementos neolíticos, se cons-tata ruptura y discontinuidad (Martí et alii, 2009; Jover y García Atiénzar, e.p.). Las secuencias arqueológicas que hasta hace poco se explicaban como grupos mesolíticos en proceso de neolitización, ahora se trataría de yacimien-tos con ocupaciones mesolíticas previas o coetáneas a los primeros grupos agropecuarios, abandonos y posteriores reocupaciones por parte de grupos neolíticos (Bernabeu, 2006; Juan Cabanilles y Martí, 2007/2008; Martí et alii, 2009). En este sentido, la segunda de las hipótesis plantea-das por O. García Puchol para Casa de Lara podría ser la más cercana a la realidad, aunque considerando que, más que neolitización con integración, el contacto entre ambas comunidades pudo estar regido por situaciones de exclu-sión y de autoexclusión (Jover y García Atiénzar, e.p.).

En cualquier caso, una vez afianzados y consolidados los grupos neolíticos de la cerámica impresa en los territorios inicialmente ocupados, como fue el valle del Serpis (Ber-nabeu et alii, 2008), éstos comenzarían un proceso de ex-pansión y colonización de nuevas tierras entre las que se encuentraría el cercano valle del Vinalopó (Jover et alii, 2008). Todos los datos parecen indicar que el proceso se

Figura 22.2. Principales asentamientos mesolíticos y cardiales citados en el texto.

Figura 22.3. Localización de los yacimientos epicardiales mencionados en el texto.

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dos por J. Fernández y otros (2008) en Arenal de la Virgen, no han permitido aumentar la información disponible para ninguno de ellos.

Por todo ello, de especial relevancia fue el reconocimiento de diversas estructuras negativas de planta ovoide, aunque de escasa profundidad, asociadas a cantos calizos quema-dos, fragmentos cerámicos, productos líticos tallados y de molienda en la actuación arqueológica de urgencia reali-zada en el solar de la calle Colón nº 3 de Novelda (García Atiénzar et alii, 2006). La datación por C-14 obtenida a partir de una muestra singular de carbón procedente de la base de una de la cubetas, ofreció una fecha media de 5370 cal BC (Beta-227572: 6410±40 BP), a partir de un carbón, lo que refleja la antigüedad de la ocupación de las tierras del Vinalopó, que no obstante, habría que rebajar conside-rablemente, teniendo presente que se trata de una muestra de vida larga y el efecto de la madera vieja (Bernabeu, 1996). Este conjunto tiene su continuidad unos siglos des-pués en los recientes hallazgos en proceso de estudio jun-to a la ermita de San Antón, yacimiento situado en pleno casco histórico de Novelda (Navarro Poveda, c.p.), por el hallazgo de dos pequeñas cubetas de fondo plano en el sec-tor norte de la calle Sentenero, nº 5 y 7 (Alegre, 2008), de diversos materiales en el nº 53 de la misma calle (Reina, 2008), así como en la calle Manuel Alberola (Ortega y Bo-ronat, 2008). Entre los materiales hallados en el nº 53 de la calle Sentenero sobresale la presencia de fragmentos de cerámica peinada y algunos fragmentos esgrafiados junto a lo que parece ser un segmento en sílex en este último enclave.

En esta misma línea, debemos integrar los datos que apor-tan yacimientos como el Tossal de les Basses (Rosser y Fuentes 2007; Rosser, 2010), ubicado en plena Albufere-ta de Alicante, con una ocupación desde finales del VI o

2008; Reina, 2008) y Manuel Alberola (Ortega y Boronat, 2008) en Novelda; cova dels Calderons en La Romana, Cova Sant Martí en Agost (Torregrosa y López, 2004), Los Limoneros II (Barciela et alii, en este volumen) y La Alcudia (Ramos Molina, 1989) en Elche y la Cova de les Aranyes del Carabassí en Santa Pola (Ramos Fernández, 1983c; Guilabert y Hernández, en este volumen), teniendo su continuidad con el yacimiento de La Bernarda (Soler y López, 2001), ya en el tramo final del río Segura.

Por tanto, a modo de hipótesis, en torno al 5200-5100 cal BC se produciría la ocupación efectiva del valle del Vi-nalopó por parte de comunidades de base agrícola y ga-nadera, desde su cabecera hacia su desembocadura (Her-nández, 1997; Jover et alii, 2008), procedentes de cuencas más septentrionales. Se emplazarían en distintos lugares al aire libre, muy distantes entre sí, situados en las zonas de mayor potencialidad agrícola cercanas a zonas con recur-sos hídricos. Se constituía así a lo largo de las tierras más próximas al curso del río, un espacio social de unidades domésticas dispersas, antropológicamnete caracterizados como de tipo granja.

Quizás, el aspecto más significativo de este proceso de ex-pansión y ocupación de estas tierras sea la baja densidad demográfica constatada en los diferentes tramos en los que se divide la cuenca. Se puede apreciar la llamativa ubica-ción de cuatro de los yacimientos al aire libre en las tierras cuaternarias de los fondos de los valles, muy próximas al discurrir del cauce del río Vinalopó, reproduciendo el mis-mo patrón observado durante los primeros momentos de la secuencia en otras cuencas próximas (García Atiénzar, 2009).

Por otro lado, en el valle del Vinalopó, contamos con po-cas evidencias de estructuras de hábitat, ni tan siquiera de la inferencia de áreas de actividad, con la excepción de los conjuntos estructurales documentados en Ledua (Alberola y Hernández, 1989) y calle Colón ambos en Novelda (Gar-cía Atiénzar et alii, 2006) ya que los sondeos practicados bajo la dirección de A. M. Poveda en el Chopo-Chorrillo (Elda-Petrer) en el año 1997 y los recientemente efectua-

Figura 22.4. Estructuras de la calle Colón.Figura 22.5. Planta del área de habitación neolítica del

Tossal de les Basses (Rosser y Fuentes, 2008: 15).

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Por otro lado, cavidades como la Cova de la Serreta la Ve-lla (Segura y Jover, 1997) o Cova de Sant Martí (Torregro-sa y López, 2004), ubicadas tanto en el Medio Vinalopó como en el Camp d’Alacant, respectivamente, muestran su uso como continente funerario. Este tipo de función no ha sido determinado en ninguna de las cavidades documenta-das en el Bajo Vinalopó.

Así, a principios del V milenio cal BC se habría consoli-dado un espacio social integrado por unidades agrícolas de tipo granja en el valle del Vinalopó. Las mejores tierras ya se habrían convertido en el principal objeto y medio de trabajo. Estas unidades domésticas dispersas funcionarían como unidades productivas básicas, a través de una inten-

inicios del V hasta mediados del IV milenio cal BC. La existencia de diversas estructuras de muy pequeño tamaño en un espacio reducido debe ponerse en relación con la baja capacidad productiva de aquellos grupos, en directa relación con unas condiciones materiales rudimentarias, limitada fuerza de trabajo y escasa productividad en tér-minos de kilos de grano obtenido por unidad de superficie. Lo agrícolamente producido podría generar situaciones de carestía en determinados momentos, lo que conllevará la necesidad de otras prácticas para la obtención de alimen-tos: cría de ganado, caza, recolección, marisqueo y pesca.

De este modo, hacia finales del VI e inicios del V milenio cal BC se habría configurado un espacio social de unidades domésticas, con un modelo de poblamiento disperso, no sólo en el Bajo Vinalopó, sino en todo el valle del Vinalopó y corredores aledaños. Este espacio social se caracteriza-ría por una amplia dispersión de unidades de tipo granja, ocupando principalmente las terrazas próximas a los ríos, espacios endorreicos y barrancos con cursos de agua más o menos permanentes. El modelo de unidad doméstica sería similar, en todos los casos, al documentado en el asenta-miento del Tossal de les Basses (Rosser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010; Soler Díaz, 2012) donde, en torno a una o dos estructuras de tipo cabaña, se ubicaría un área de pro-ducción-consumo con estructuras de combustión, un área específica de almacenamiento; diversos fosos, además de una zona para la inhumación, campos de cultivo, pastos y rediles. En el caso del Tossal de les Basses, el área exca-vada en la que se han documentado estructuras se extiende por algo más de una hectárea. Otro casos similar, pero do-cumentado mínimamente, lo encontramos en Los Limone-ros II y en El Alterón, ambos datados en el V milenio cal BC. Para el yacimiento de Limoneros II (Barciela et alii, en este volumen) se han podido determinar dos zonas bien diferenciadas. La primera de ellas asociada a posibles es-tructuras de combustión que pueden vincularse a áreas de actividades y consumo de diversa naturaleza. El segundo sector debe vincularse con una zona de almacenamiento, caracterizada por la presencia de silos excavados en la base geológica, que estaría delimitada por un foso. De más difí-cil interpretación son los hallazgos de El Alterón (Trelis et alii, en este volumen), donde se documentaron varias fosas de distinto tamaño y contenido –con presencia de algunas cerámicas peinadas y esgrafiadas– que bien pudieran inter-pretarse como estructuras destinadas al almacenamiento y consumo de alimentos situadas en las inmediaciones de un hábitat que, como en Limoneros II, no pudo documentarse.

Este modelo de ocupación y explotación de las mejores tierras agrícolas se debió ver complementado con ocupa-ciones esporádicas y puntuales tal y como se desprende para el caso de la Cova de les Aranyes, en donde las ex-cavaciones practicadas en los últimos años parecen mos-trar su empleo desde finales del VI milenio cal BC como lugar de estabulación del ganado (Guilabert y Hernández, en este volumen), además de ser puntualmente empleado como refugio o asentamiento logístico para la explotación de recursos marinos.

Figura 22.6.Fosa rellena de cantos de El Alterón.

Figura 22.7. Foso del asentamiento de Limoneros II.

Figura 22.8. Boca de acceso a la Cova Sant Martí.

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enclaves que ya habían sido ocupados en momento finales del VI milenio cal BC, como de nuevos espacios ocupados por primera vez. El problema sigue siendo, al igual que ocurre en otros territorios, la imposibilidad de determinar si todos estos sitios estuvieron ocupados de forma coetá-nea o no en el periodo comprendido entre el IV y mediados del III milenio cal BC.

A este aumento de yacimientos al aire libre se suma la multiplicación del empleo de cavidades naturales como espacio de inhumación múltiple a lo largo del Vinalopó (Soler Díaz, 2002). No obstante, por el momento, en el Bajo Vinalopó no se ha documentado ninguna cueva de inhumación múltiple, a excepción hecha de la Cova de les Aranyes del Carabassí de la que proceden algunos ma-teriales que bien pudieron haber constituido parte de un ajuar funerario característico de este momento (Guilabert y Hernández, en este mismo volumen).

En cualquier caso, el registro arqueológico experimenta un aumento considerable del número de evidencias con res-pecto a la etapa previa. Esta característica debe ponerse en relación con la ampliación y consolidación demográfica en los fondos del valle, con una intensificación sobre los re-cursos agropecuarios y con un aprovechamiento sistemá-tico de los recursos bióticos silvestres. Las excavaciones efectuadas hasta la fecha muestran, por un lado, yacimien-tos integrados por numerosas estructuras negativas de tipo silo –interpretadas tradicionalmente como contenedores de la producción agrícola– y cubeta, siempre situadas en las proximidades de cursos de agua estables, como sería el caso de Figuera Redona, en la margen derecha del Vinalo-pó, o de Galanet, en la margen izquierda del barranco de San Antón; por otra parte, determinadas evidencias apun-tan hacia el aprovechamiento intensivo de los recursos de litoral, representado aquí por yacimientos como la Platja del Carabassí (Soler et alii, 2008; Soler Díaz et alii, en este volumen).

Las evidencias arqueológicas más numerosas parecen co-rresponderse con las áreas de almacenamiento de los asen-tamientos. Se trata, por lo general, de amplios espacios de

sa relación con el medio transformado y natural en el que vivirían y de donde obtendrían la mayor parte de los re-cursos necesarios para su mantenimiento y reproducción. Sin embargo, sería a través de la esfera social con la que se satisfarían necesidades como serían las materias primas y productos no existentes en el entorno inmediato –rocas para instrumentos y adornos o conchas marinas,– y, espe-cialmente, personas, sin las cuáles no se podría conseguir la reproducción biológica para la sostenibilidad y repro-ducción del grupo. La dificultad en este punto reside en de-terminar qué tipo de relaciones de reproducción biológica se establecerían en este espacio social de granjas dispersas.

Entre el IV y el III milenio cal BC: la consolidación social y la demarcación de espacios sociales

Después de algo más de un milenio de ocupación del valle del Vinalopó y, especialmente, del Bajo Vinalopó, en el registro arqueológico se constata un aumento en el núme-ro de enclaves adscritos al IV-III milenio cal BC. Para el conjunto de las tierras del Vinalopó, la cifra de enclaves al aire libre se cuadriplica, pasando de 9 a 35, estando ple-namente ocupadas todas las cubetas geográficas en estos momentos. Los núcleos de hábitat se ubican en el fondo de las mismas, próximos al discurrir del río Vinalopó, a barrancos o en los márgenes de zonas endorreicas, coinci-diendo con las tierras con condiciones edáficas propicias para el desarrollo de prácticas agrícolas sin la necesidad de grandes esfuerzos para su conversión en agro (Jover, 2010). Se infiere, de este modo, una mayor intensidad en la ocupación de las mejores tierras para uso agrícola de toda la cuenca del Vinalopó (Guilabert et alii, 1999), tanto en

Figura 22.9. Localización de los yacimientos del IV-III milenio cal BC en el valle del Vinalopó. Figura 22.10. Vista general del área de silos de Galanet.

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la deposición de algunos materiales de épocas posteriores, concretamente, y para el caso de Galanet, de materiales orientalizantes e Ibéricos antiguos (Torregrosa et alii, en este volumen). Toda esta serie de estructuras negativas for-marían parte de un asentamiento, probablemente situado entre el barranco de San Antón y las propias estructuras documentadas, cuya extensión superficial es difícil de cal-cular ya que en los sucesivos seguimientos arqueológicos que se vienen realizando como consecuencia de las obras de la ronda sur de Elche se continúan documentado estruc-turas negativas, similares a las aquí presentadas, superan-do en una decena las hectáreas de dispersión.

terreno en los que, de forma aleatoria, se distribuyen un amplio número de estructuras negativas practicadas en la base geológica de tipo cubetas, silo y, en algunos casos, fosos de escasa entidad que parecen jugar una función de-limitadora (Díaz del Río, 2001; Bernabeu et alii, 2012). Galanet es el mejor ejemplo de todo el valle del Vinalopó. Se trata de estructuras, en parte truncadas y desmontadas como consecuencia de diversos procesos postdeposiciona-les de tipo natural o antrópico, que fueron reaprovechadas como áreas de desecho, como basureros. Posteriormente, los procesos naturales ocasionaron procesos de vaciado y resedimentación de algunas de las estructuras, permitiendo

Figura 22.11. Gráfica con las dataciones radiocarbónicas de yacimientos mesolíticos y neolíticos del valle del Vinalopó y Camp d’Alacant.

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este volumen), lo que nos permite plantear la posibilidad de que pudiera tratarse de un asentamiento de este tipo. No obstante, no tenemos evidencias asimilables con fondos de cabaña ni con áreas de producción-consumo, únicamente estructuras negativas de una gran área de almacenamiento, alguna de las cuales pudieron contener un gran volumen de grano, aunque nunca más allá de 2.500-3.000 kg, que permitirían alimentar durante un año a un número cercano a 25-30 personas.

Estos datos nos llevan a señalar la necesidad de evidenciar las grandes limitaciones1 que muestra el registro arqueoló-gico, a pesar de haber sido excavados varios yacimientos. No se ha excavado más que mínimamente una parte de los mismos en los que solamente se han podido documentar estructuras aisladas –áreas parciales de fosos, áreas con cubetas y/o silos, etc.–. No conocemos la extensión de los asentamiento ni sus características, a pesar de diversos intentos plasmados en propuestas concretas (Bernabeu et alii, 2006a). Tampoco conocemos el número de unidades domésticas que podrían integrar estos asentamientos de mayor tamaño. Ni siquiera podemos establecer la coeta-neidad de numerosas estructuras negativas que integran este tipo de áreas dedicadas inicialmente al almacenamien-to. En algunos casos, como en Les Jovades, yacimiento del que se ha excavado la mayor superficie de un núcleo de este periodo y en el que se han registrado el mayor número de estructuras en tierras valencianas, no se han documen-tado ni fondos de cabaña ni fosos (Pascual, 2005). Otros casos, como Niuet, solamente se pudo excavar una parte mínima de un foso, varios silos y restos de una estructu-ra de combustión (Bernabeu et alii, 1994). De este modo, desconocemos las características de las áreas de produc-ción y consumo, a excepción de las reducidas evidencias señaladas para Niuet y Arenal de la Costa (García Puchol, 2005). Otra cuestión son los campos de silos y cubetas re-llenados con grandes cantidades de desechos, cuya exten-sión puede llegar a ocupar varias hectáreas.

En cualquier caso, estos asentamientos y otros de menor tamaño formarían parte de una o varios espacios sociales, difícilmente definibles en la actualidad a nivel territorial, a través de los cuales, cubrirían buena parte de las necesi-dades sociales que como unidades domésticas no pudieran satisfacer con los recursos disponibles en su entorno in-medoato. Una de estas necesidades fueron las de repro-ducción biológica, a las que vinculamos, a modo de hipó-tesis, los mecanismos de circulación de materias primas y algunos productos con valor de uso –cerámicas con des-grasantes de micaesquistos, brazaletes de esquistos, sílex melado– siempre minoritarias en el registro arqueológico de estos yacimientos y nada determinantes en el desarro-llo de los procesos productivos y de mantenimiento de los grupos domésticos. Esta serie de evidencias materiales las consideramos como suficientemente indicadoras de que los procesos de intercambio de las comunidades del Bajo Vinalopó parecen efectuarse de forma más habitual con las poblaciones existentes más al sur, principalmente, con las ubicadas en el eje de la fosa Intrabética, que va desde la

Estos grupos basarían su subsistencia en el cultivo de diversas especies vegetales como el trigo, cebada y le-gumbres y la cría de una pequeña cabaña de ovicaprinos, bovinos y suidos, jugando todavía un cierto protagonis-mo prácticas como la recolección y la caza, teniendo en cuenta la proximidad de espacios encharcados. De este modo, asentamientos como Galanet funcionarían con un alto grado de autosuficiencia. Sin embargo, los riesgos que estas unidades domésticas asumirían en relación con la ne-cesaria reproducción biológica del grupo tuvieron que ser subsanadas mediante el mantenimiento de unos lazos po-líticos de reciprocidad directa y diferida con otras unida-des de similares características del ámbito territorial más próximo. Una baja densidad demográfica facilitaría el tras-lado y puesta en explotación de nuevas tierras. El ejemplo más representativo de este tipo de asentamientos sería La Torreta-El Monastil (Jover, 2010), donde se pudieron do-cumentar, además de un foso y de estructuras negativas de tipo cubeta y silo, un posible fondo de cabaña. Además, en sus proximidades fue localizada una cavidad natural empleada como continente funerario: la cueva de la Casa Colorá (Hernández, 1982; Jover y de Miguel, 2010).

Sin embargo, en momentos avanzados del IV milenio cal BC, cabe la posibilidad de que en determinados valles co-menzaran a surgir asentamientos de mayor tamaño, gene-rados como consecuencia de la consolidación demográfica y de la puesta en marcha de un proyecto político hacia la nuclearización poblacional. Estos núcleos estarían integra-dos por varias unidades domésticas, pudiendo constituir, en algún caso, lo que se denomina antropológicamente como aldeas. Por el momento, todavía no se ha excavado ninguna en el valle del Vinalopó, aunque algunas eviden-cias, como las documentadas en Galanet, permiten infe-rir su posible existencia. Un ejemplo en este sentido, lo constatamos en el asentamiento de El Prado (Jover et alii, 2012), en el Altiplano de Jumilla, con diversas estructuras de habitación y áreas de actividad. A pesar del reducido espacio excavado, se pudo documentar la presencia de 4 estructuras de habitación, al menos dos de ellas superpues-tas: una infrapuesta de tipo fondo de cabaña, practicada en el subsuelo, a la que se le superponía otra de tipo cabaña circular con zócalo de mampostería. La cronología de la ocupación, que se ubica entre el 3200 y el 2600 cal BC a partir de casi una decena de dataciones (Lomba y Eiroa, 2005; Jover et alii, 2012), insiste en la intensidad de ocu-pación en torno nichos de alto valor ecológico como áreas endorreicas o vegas de cauces fluviales. Atendiendo a es-tos datos y al tamaño del asentamiento, este núcleo estaría integrado por diversas unidades domésticas, junto a áreas de actividad, espacios y estructuras de carácter comunal. Otros yacimientos que podrían responden a este tipo pare-ce ser Les Jovades (Pascual, 2005; Bernabeu et alii, 2006), fundamentalmente, por la extensión de superficie en la que han sido documentadas estructuras negativas, y por el ta-maño y capacidad de almacenamiento de algunas de és-tas, especialmente las de tipo silo (Pérez y Peña-Chocarro, 2013). Características similares a las constatadas en Les Jovades son las documentadas en Galanet (Jover et alii, en

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un mayor grado de dependencia para reproducir las condi-ciones materiales necesarias en el desarrollo de la vida so-cial. Esta complementariedad facilitaría, más allá del Su-deste, el crecimiento demográfico en determinados puntos del territorio, fundamentalmente, allí donde se daban dos importante condiciones: buenas y amplias extensiones de tierras que permitieran la obtención de suficientes recur-sos alimenticios y puntos de comunicación entre cuencas o entre territorios complementarios desde donde controlar y redistribuir las materias primas y productos procedentes de distintos puntos.

Conforme determinados bienes de uso adquirieron ma-yor importancia social y los vínculos parentales entre te-rritorios se asentaron, se acentuaron los mecanismos de control de la distribución de los mismos hacia núcleos o asentamientos muy concretos, abriéndose la posibilidad de aumentar, a su vez, el control económico y político hacia las unidades domésticas. Así se posibilitó la demarcación de espacios de producción entre comunidades con carác-ter excluyente y el inicio del proceso de transformación de los principios de reciprocidad –que hasta el momento eran dominantes– hacia la redistribución asimétrica por la apropiación del trabajo de unas comunidades sobre otras. No obstante, aunque los recursos existentes en cada terri-torio siguieron siendo propiedad comunal, los productos resultantes ya no lo eran, convirtiéndose el control de la fuerza de trabajo en el elemento clave para el desarrollo de la desigualdad entre linajes ya que determinados proce-sos productivos y las capacidades de decisión política sólo quedaban al alcance de los grupos de filiación con mayor fuerza de trabajo disponible.

En este espacio social, la redistribución de bienes y el con-trol de la fuerza de trabajo se materializaría en la creación de asentamientos de gran tamaño o aldeas, pudiéndose destacar núcleos como el situado en el actual casco urbano de Lorca (López Padilla, 2006). Por el contrario, los terri-torios situados entre las cuencas de los ríos Segura y Júcar no son espacios con recursos diferenciados, sino que en todos ellos se dan litologías y condiciones edáficas muy similares. En esto territorios se pudieron dar crecimientos demográficos puntuales, de escasa entidad, asociados a las mejores tierras o recursos agropecuarios, como refleja el patrón de asentamiento que se infiere a partir de las evi-dencias generadas hasta el momento pero, por el momento, todo parece indicar que no se pudieron conseguir de forma independiente mecanismos de control social –de unidades de producción y consumo básicos–, ya que todos los recur-sos necesarios para la reproducción y mantenimiento de cada unidad productiva se podían conseguir fácilmente en cada cuenca de forma independiente. Sin embargo, la si-tuación empezó a cambiar cuando determinados bienes de uso empezaron a adquirir mayor relevancia en la articula-ción social. Este sería el caso rocas silíceas, metamórficas y, especialmente entrado el III milenio cal BC, el metal, el marfil y otras materias perecederas como el lino.

Vega del Guadalentín hasta la Vega Baja del Segura. La presencia de cerámicas con desgrasantes de mica en la Platja del Carabassí y Galanet, ambos ubicados en medios sedimentarios con total ausencia de este tipo de materiales, es una prueba bastante significativa. Por el contrario, las relaciones con el resto de núcleos del Vinalopó no pare-cen ser tan intensas. Las evidencias materiales de algunos yacimientos del Alto Vinalopó como Casa de Lara o La Macolla, e incluso de La Torreta-El Monastil, muestran una mayor relación con las poblaciones del Altiplano de Yecla-Jumilla que con las tierras del Bajo Vinalopó (Jover, 2010).

La constatación de estas redes sociales y del patrón de asentamiento señalado, con asentamientos de tipo granja, probablemente monofásicos, junto a asentamientos inte-grados por varias unidades domésticas –tipo aldea en algu-nos casos–, con varias fases de ocupación en algunos casos superpuestas, como se ha constatado en El Prado (Jover et alii, 2012), estuvo vigente en diversas cuencas del Prebé-tico meridional valenciano durante varios siglos. Su desa-rrollo debe vincularse con las relaciones políticas que por vecindad se establecerían con las poblaciones del Sudeste peninsular, en especial, los situados al sur del valle del Se-gura, donde los procesos de intensificación productivas se empezaron a consolidar desde el IV milenio cal BC, como consecuencia de diversos factores sociales.

Una vez que las comunidades del Sudeste se fijaron de-finitivamente a los territorios y se desarrollaron los me-canismos sociales de determinación de la propiedad del objeto de trabajo, se posibilitó el desarrollo de procesos de intensificación productiva, gracias a la mayor variedad de recursos, diversidad en la capacidad productiva de los suelos y mayor necesidad social de complementariedad entre comunidades colindantes. El proyecto político del grupo rector tuvo que encaminarse a potenciar el creci-miento del intercambio de materias primas y productos entre territorios con diferentes recursos, desarrollando mecanismos de complementariedad social, pero también

Figura 22.12. Estructura de hábitat de mampostería de El Prado.

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trucción de tumbas artificiales de tipo megalítico (Lomba, 1998), siguiendo las características observadas en buena parte del mediodía peninsular, es una característica total-mente ausente al norte del Segura que puede interpretarse como una forma de mostrar la propiedad del espacio.

También las características del patrón de asentamiento constatado son diferentes. Junto al registro de yacimientos que probablemente mantienen el mismo patrón de asenta-miento que el señalado para las zonas más septentrionales, es decir, que ocupan los fondos de valle priorizando la ocu-pación de laderas o pequeñas elevaciones en la confluencia de ramblas o ríos, como sería el caso de los yacimientos de El Capitán, Chorrillo Bajo, Valdeinfierno o Agua Amar-ga, también se constatan otros que ocupan relieves mucho más elevados, controlando las zonas de paso o dominando amplios territorios como es el caso de yacimientos como La Parrilla, El Castellar o el Cerro de la Virgen de la Sa-lud (Martínez, 1999; Eiroa, 2005). En el primer caso, en la Parrilla, además de las estructuras de almacenamiento de tipo silo, se constatan unidades habitacionales de ten-dencia circular levantadas con zócalos de piedra (Lomba, 1996: 326). También se constatan estructuras similares en el Cerro de la Virgen de la Salud, llegando a plantearse la existencia de recintos fortificados delimitando toda el área de hábitat (Eiroa, 2005).

Con todo, la distribución de los asentamientos sobre el te-rritorio parece incardinarse en torno a la presencia de un asentamiento de gran tamaño ubicado en el casco urbano de Lorca. Resulta difícil determinar las dimensiones exac-tas de este núcleo, caracterizado por la presencia de fosos, silos, cubetas y demás estructuras negativas, aunque la constatación de numerosas evidencias en el subsuelo del área urbana parece indicar que estamos ante uno de los asentamientos más extensos de todo el Sudeste peninsu-lar (Lomba, 2001; Pujante, 2003; García Blánquez et alii, 2002). Así, en las excavaciones efectuadas en la calle Flo-ridablanca, se pudo constatar la presencia de un foso junto a silos y demás estructuras negativas, de las que se obtu-vieron dataciones radiocarbónicas que permitieron fijar su ocupación desde mediados del IV milenio hasta mediados del II milenio cal BC (Martínez et alii, 2004). Estas ca-racterísticas están ausentes, por el momento, en el ámbito del corredor de la Vega Baja del Segura, Bajo Vinalopó y resto de cuencas más septentrionales, como el Serpis, para el periodo comprendido entre el IV y mediados del III milenio cal BC.

Por otro lado, las comarcas entre las cuencas del Segu-ra al Júcar, se constata un menor grado de intensificación productiva, a pesar de que en los fondos de los valles de los ríos Serpis y Albaida se ha documentado una alta den-sidad de estructuras, lo que ha permitido inferir una mayor complejidad poblacional (Bernabeu et alii,, 2006a; 2008), plantear el inicio de una competencia por determinados espacios y la consecuente necesidad de profundizar en la apropiación de los mismos a través de elementos de carác-ter simbólico e ideológico como es el fenómeno de inhu-

Sobre la materialidad, el patrón de asentamiento y las prácticas sociales: los espacios de los valles Júcar-Segura frente al Guadalentín

Las investigaciones sobre el proceso de consolidación de las sociedades neolíticas en el ámbito de Sudeste y Levan-te de la península Ibérica (Chapman, 1991; Arteaga, 1992; Lomba, 1999; Camalich y Martín, 1999; Molina et alii, 2004; Cámara, 2001; Eiroa, 2005; Bernabeu et alii, 2006b; 2008; López Padilla, 2006; 2008; García Atiénzar, 2009; Jover y López, 2010) están evidenciando el desarrollo de diferentes prácticas sociales coetáneas en territorios colin-dantes. Por un lado, las desarrolladas en las cuencas más meridionales del área suroccidental de la actual provincia de Murcia y Almería, cuyos límites septentrionales se pue-den fijar hacia el valle del Guadalentín y Campo de Lorca, y, por otro, las constatadas en el área geográfica situada al norte de este espacio geográfico, fundamentalmente desde la cuenca del río Segura hasta el Vinalopó, así como las tierras más septentrionales hasta el valle del Júcar.

El primer territorio está caracterizado por prácticas funera-rias en necrópolis artificiales de carácter megalítico, mien-tras que, en el segundo, el ritual de inhumación, aún siendo igualmente colectivo, no se llevó a cabo en necrópolis arti-ficiales, sino en cavidades naturales (Soler Díaz, 2002). Y todo ello con independencia de que en el interior de fosas o silos en los mismos asentamientos se pudieron efectuar inhumaciones, ya que cuando estas estructuras alcanzaban el final de su vida útil, eran reutilizados como lugar para el vertido de desechos y también de inhumación.

Las diferencias observables en las prácticas funerarias, no son las únicas. El registro material también muestra diver-gencias significativas. Mientras en el grupo meridional al sur del campo de Lorca se constata el registro de vasos cerámicos con almagra, vasos de piedra, algunos tipos es-pecíficos de puntas de flecha de sílex, entre otros artefactos singulares, en las tierras situadas al norte de la cuenca Se-gura toda esta serie de productos están ausentes.

Pero, también en el patrón de asentamiento y en la formas de apropiarse del territorio en cada una de estas zonas se pueden observar diferencias, pudiendo reconocerse dos ámbitos territoriales con elementos culturales y grado de desarrollo socioeconómico diferenciado a partir de la se-gunda mitad del IV milenio cal BC (López Padilla, 2006; 2008; Jover y López, 2010).

Estas asimetrías bien podrían estar reflejando la existen-cia de diferencias en cuanto al proceso de intensificación productiva y, por consiguiente, de apropiación del territo-rio en las regiones mencionadas. Así, en regiones como el valle del Guadalentín se observa la presencia, al menos, desde finales del IV milenio cal BC, de diferentes tipos de asentamientos en llano y altura, unido a una mayor densi-dad de poblamiento y prácticas productivas más variadas. La mayor apropiación territorial también se podría inferir en esta zona, a través de las prácticas funerarias. La cons-

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cerámica simbólica y de objetos de marfil o metal, cuya distribución hasta momentos anteriores al 2800/2700 cal BC parece estar restringida a los territorios al sur del Se-gura, sin que tengamos evidencias de que su circulación sobrepase dichos límites. Las primeras evidencias de me-tal al norte del Segura se constatan en el yacimiento de La Vital en torno a esas fechas (Pérez et alii, 2011)

Con lo datos expuestos, cabe deducir la existencia, al me-nos, de dos ámbitos sociales con prácticas diferenciadas entre las cuencas de los ríos Guadalentín y Júcar a partir de inicios del III milenio cal BC, cuyos límites territoriales se pueden establecer en torno a la cuenca del Segura. El análisis de las distintas unidades de observación también permite sostener que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas era mayor en los territorios meridionales que en los septentrionales. Así, en los grupos del valle del Gua-dalentín, pasillo de Chirivel y la zona almeriense observa-mos una mayor concentración de la fuerza de trabajo en diversos poblados con construcciones estables; una signi-ficativa inversión de trabajo en construcciones, tanto para la delimitación y protección de la zona de hábitat como son grandes fosos y murallas, como en la edificación de continentes funerarios; el desarrollo de importantes prác-ticas extractivas de cantería y minería de rocas (Martínez, 1998; Ramos Millán, 1998) y afloramientos metalíferos; y el inicio de procesos de especialización laboral, centrados en la producción de diferentes tipos de productos como láminas de sílex de gran tamaño (Martínez y Morgado,

mación múltiple en cuevas naturales. Por otra parte, en zo-nas como el valle del Vinalopó, caracterizadas, al parecer, por una menor densidad de asentamientos y, por extensión, de un menor poblamiento, no se habrían generado proce-sos de competencia por los recursos disponibles.

De este modo, a partir de la primera mitad del III mile-nio cal BC parece estar plenamente implantado un patrón de asentamiento jerarquizado en la cuenca del Guadalen-tín –no así al norte de la del Segura–, con al menos tres tipos de asentamientos articulados en torno a un núcleo de gran tamaño como es el situado en el casco urbano de Lorca. Esta estructura se caracteriza por la abundancia de asentamientos de menor tamaño de carácter agrícola –de tipo granja–, junto a otros, fortificados en algunos casos, de tipo aldea, emplazados en cerros o estribaciones monta-ñosas desde los que se controlaban los corredores de acce-so, pero también los procesos productivos y la producción (Lomba, 1996: 322).

El análisis del registro material muestra la circulación por este ámbito social situado al sur de la cuenca del río Se-gura de una serie de manufacturas singulares que no están presentes más al norte. Las más evidentes son las produc-ciones cerámicas con decoración a la almagra, cuyos lí-mites orientales de distribución se han establecido en la cuenca del Guadalentín (Lomba, 1996), estando totalmen-te ausentes en el valle del Segura (Lomba, 1992) y en el Bajo Vinalopó. O, también, la presencia de la denominada

Figura 22.13. Distribución de los asentamientos al aire libre más significativos en 3000-2700 cal BC.

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cesarios en la producción y reproducción social. De hecho, la intensificación en la producción agropecuaria en los te-rritorios al sur del Segura y su progresiva conversión en la principal rama productiva supuso, a su vez, una mayor fijación de las comunidades a los territorios de explotación y al desarrollo de los mecanismos sociales de expresión de la apropiación objetiva del mismo. El aumento de la de-manda de los necesarios valores de uso con lo que producir desde determinados territorios deficitarios en diferentes ti-pos de rocas o minerales, como por ejemplo, las comuni-dades del valle del Guadalquivir (Nocete, 2001; Nocete et alii, 2003), constituyó un estímulo para el aumento de los intercambios y para la intensificación de las actividades artesanales con las regiones periféricas donde los recursos abióticos eran diversos y variados.

De este modo, desde finales del IV milenio cal BC se cons-tituiría en el Sudeste una estructura política reconocida como el grupo arqueológico millarense, cuya expansión estaría regida por la necesidad de asegurarse el control de diversos recursos zonales, en especial, las vetas metalífe-ras. Así, en una primera fase, constatamos la expansión del entramado social del grupo arqueológico millarense hasta las tierras de la cuenca del Guadalentín, pudiendo conside-rarse, teniendo en cuentas las escasas dataciones absolutas con las que se cuenta (Eiroa y Lomba, 1998; Eiroa, 2005), que a inicios del III milenio cal BC, coincidiendo con la máxima expansión del enclave de Los Millares (Molina et alii, 2004), ya estaría consolidado territorial y política-mente un nuevo entramado sociopolítico, claramente ar-ticulado en la explotación de las mejores tierras disponi-bles en el valle y de los recursos metalíferos existentes en las distintas sierras que jalonan la cuenca (López Padilla, 2006: 224). Los grupos humanos situados en la cuenca del Segura y más al norte de ella no serían ajenos a este pro-ceso, aunque determinados cambios, difícilmente determi-nables por el momento y que algunos autores relacionan con el surgimiento de tensiones sociales internas como consecuencia del desarrollo de proceso de jerarquización (Bernabeu et alii, 2006a), podrían haber sido los causan-tes del abandono de muchos poblados, posiblemente como Galanet, en el tránsito del IV al III milenio cal BC y la ocupación de otros nuevos como La Torreta-El Monastil (Jover, 2010).

En cualquier caso, las comunidades situadas entre los va-lles del Segura y Júcar comenzarían a participar en las re-des de intercambio de diversos tipos de materias primas y productos, especialmente, de cobre, controlados por los grupos rectores del sur del Segura. Así se evidencia en ya-cimientos como La Vital (Pérez et alii, 2011) y El Prado (Jover et alii, 2012).

Por tanto, teniendo en cuenta lo expuesto, el control de los procesos productivos asociados a la obtención, producción y distribución de metales, comenzó a representar una im-portancia destacada en el desarrollo de las contradicciones generadas en la reproducción de la sociedad en función de su papel creador de necesidades, tanto en relación con su

2005; Martínez et alii, 2006; Fernández et alii, 2006), elaboración de objetos de cobre (Montero, 1999; Molina y Cámara, 2005: 96-98), vasos cerámicos singulares o la circulación de una mayor cantidad de productos de proce-dencia alóctona como el alabastro o el marfil (Molina y Cámara, 2005: 93-96).

Por el contrario, en los grupos situados entre los ríos Segura y Júcar, los asentamientos parecen ser de menor tamaño y sin evidencias de fortificaciones. Las áreas de almacenamiento documentadas en Galanet o Figuera Re-dona evidencian una orientación centrada en el desarrollo de prácticas agropecuarias destinadas al mantenimiento del grupo. Tampoco se constata el desarrollo de prácticas extractivas –básicamente conseguirían los diversos tipos de materias primas con las que elaborar parte de sus ins-trumentos de trabajo mediante la práctica de laboreos su-perficiales y procesos de intercambio a pequeña escala– y sin ningún indicio del desarrollo de procesos de especia-lización laboral, al menos en relación con la materialidad conservada.

La presencia de algunos artefactos –cerámicas con desgra-sante micáceo, un vaso anforoide similar al documentado en el Cerro de la Virtud, brazaletes de pizarra, láminas de sílex de gran tamaño, etc.– y materias primas –placas de esquistos– en los asentamientos situados al norte del va-lle del Segura, como Galanet, cuya procedencia hay que situarla en las tierras del Sudeste, permiten inferir la exis-tencia de una serie de redes sociales que asegurarían su circulación y distribución. De este modo, encontramos grandes láminas de sílex o fragmentos de éstas, azuelas o cinceles sobre sillimanita (Orozco, 2000), un buen número de adornos sobre caparazones de moluscos marinos e, in-cluso, algunos vasos cerámicos con desgrasantes micáceos en un buen número de asentamientos y cuevas de enterra-miento situadas entre las cuencas de los ríos Segura y Jú-car sin que, con la calidad de información actual, podamos señalar un acceso o consumo diferencial de los mismos ni entre asentamientos, ni al interior de los mismos.

Por tanto, en el trascurso de finales del IV y la primera mitad del III milenio cal BC en las tierras del Sudeste, y gracias a la existencia de una mayor variedad de recursos zonales –especialmente vetas metalíferas– y de un mayor desarrollo de los procesos de intercambio, se estaban gene-rando diversos procesos de intensificación productiva que, a nivel de hipótesis, consideramos que culminarían con un cambio en las relaciones sociales de producción. Se esta-rían dando los primeros pasos hacia la constitución de una sociedad de tipo clasista a partir de mediados del III mi-lenio cal BC (López Padilla, 2006; Jover y Lópéz, 2010).

Evidentemente, los territorios colindantes no permanecie-ron ajenos a este proceso. Por un lado, fue necesaria la ins-titucionalización del dominio intragrupal, pero también la extracción de excedentes de las comunidades colindantes mediante la expansión y ampliación de las redes sociales y el control de la circulación y distribución de productos ne-

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Agradecimientos

Este trabajo se inserta dentro de los proyectos de investi-gación “Espacio y Tiempo: el horizonte campaniforme en las comarcas meridionales valencianas” (GV/2013/002) financiado por la Conselleria d’Educació, Cultura i Es-ports de la Generalitat Valenciana y “III-II milenio cal BC: poblamiento, ritualidad y cambio social entre las cuencas de los ríos Júcar y Segura” (HAR2012-37710) del Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Economía y Compe-titividad.

Notas al pie

1 Es evidente que estas limitaciones condicionan nuestras posi-bilidades interpretativas sobre la organización social de aquellas comunidades. Y es posible que no podamos afrontar en muchos años esta serie de cuestiones ya que buena parte de las terrazas de los ríos de la fachada mediterránea peninsular ya están ple-namente transformadas. Por otro lado, las actuaciones arqueo-lógicas dominantes son las de urgencia o salvamento, centradas únicamente en el área afectada y no en la totalidad del yacimiento como ocurrió con Galanet y, además, los proyectos de investi-gación ordinarios no cuentan con los medios económicos sufi-cientes como para hacer frente a una actividad de excavación de superficies tan amplias como las que suelen ocupar este tipo de asentamientos.

valor como medio de producción, ya que mejora el rendi-miento productivo, como elemento empleado por los gru-pos dominantes para diferenciarse socialmente en el marco del desarrollo de una sociedad como la millarense, en clara expansión territorial. En este sentido, y ante el desarrollo de una demanda creciente de objetos metálicos por parte de comunidades emplazadas en territorios donde no exis-tían vetas metalíferas, como eran las tierras del Subbético valenciano, Prebético meridional valenciano, Campo de Hellín, Altiplano de Yecla y Jumilla y otras comarcas más septentrionales, los sectores dominantes de determinados linajes del ámbito millarense potenciaron la necesidad, en-tre otros, de determinar cuál era la distribución espacial de los filones cúpricos y de controlar los procesos producti-vos implicados en la elaboración de los objetos metálicos, alentando la expansión espacial del proyecto político que encabezaban hacia otras tierras donde todavía quedaban vetas metalíferas con posibilidades de ser explotadas. De este modo, se asegurarían el monopolio de su beneficio.

Los corredores del Vinalopó y del Altiplano de Yecla/Ju-milla, a partir de momentos anteriores a mediados del III milenio cal BC, serían territorios por los que circularían hacia tierras más septentrionales entre otros productos y materias primas, el metal demandado por las sociedades periféricas al grupo millarense, de ahí que también se ma-terializaran cambios en el patrón de asentamiento en estas zonas, observables en la aparición de enclaves en altura como en Vilches IV, en algunos caso con grandes muros de protección como el Peñón de la Zorra (Soler, 1981; Jover y de Miguel, 2002). Numerosos asentamientos del Vina-lopó como La Torreta-El Monastil, La Macolla o Figuera Redona, ampliamente repartidos por los fondos del valle, serán abandonados en estos momentos, trasladándose sus habitantes a elevaciones montañosas desde donde contro-lar la producción y la circulación de distintos bienes a los que ahora ya se tenía acceso.

En definitiva, hacia el 2200 cal BC se comenzaron a de-marcar claros espacios sociales, territorialmente inferibles por prácticas sociales diferentes, resultado de un proceso histórico iniciado un milenio atrás, donde, después de un proceso de implantación, consolidación demográfica y de-marcación de la propiedad de la tierra, los grupos rectores de determinados linajes comenzaron a controlar parte de los procesos productivos, especialmente los relacionados con algunos recursos zonales singulares, demandados so-cialmente por su ventajas. El resultado fue el desarrollo de un proyecto sociopolítico que llevó a la constitución de una entidad social como El Argar, siendo las tierras del Bajo Vinalopó su extremo más septentrional.

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