el nadador en el mar secreto - autor: william kotzwinkle

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  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    contenido

    nopsisnadador en el mar secretobre el autorros ttulos de NAVONA

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    Sinopsis

    as diez aos de matrimonio, Laski y Diane estn a punto de tener un hijo. La noche en qumpe aguas marca el inicio de un perodo de extraeza, donde acciones tan comunes como camotor de la camioneta o recorrer la carretera entre su cabaa y la ciudad, cobran una resonpecial, fruto de la urgencia pero tambin por integrarse en una experiencia que cambiar sus en el hospital, descubren que el beb llega de nalgas...

    pequeo libro con el mas grande de los temas:el nacimiento y la muerte.Decir exactamente lsa seria como parafrasear un poema.

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    WILLIAM KOTZWINKLE

    EL NADADOR EN EL MAR SECRETO

    Traduccin de Enrique de Hriz

    Los ineludibles

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    tulo originalhe Swimmer in the Secret Sea (1975)

    William Kotzwinkle, 1975, 2014

    rimera edicin: octubre de 2014 Segunda edicin: noviembree 2014 Publicado por Navona Editorial

    de esta edicin: Terapias Verdes, S. L. Pau Claris, 167, 08037arcelona [email protected] de la traduccin: Enrique de Hriz

    tocomposicin: Vctor Igual, S. L. Aragn, 390, 08013 Barcelona Impreficas 94, S. L.lgono Can Casablancas, calle Garrotxa, nave 5 08192 Sant Quirze del Valls

    L: B 21465-2014

    BN: 978-84-16259-00-7

    http://www.navonaed.com/mailto:[email protected]
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    EL NADADOR EN EL MAR SECRETO

    Johnny! Acabo de romper aguas!

    Laski ascendi por el mar del sueo, esforzndose para alcanzar la superficiemar era oscuro y se le estaban acercando unas criaturas iridiscentes, una de uales emiti de pronto un estallido de luminosidad. Laski se despert yncorpor en la cama. Diane tena una mano apoyada en la lmpara de la mesitaoche y miraba fijamente una mancha de agua que se extenda por las sbanas.

    Ya est dijo l. Preprate.

    Senta ya una primera oleada de impresin que le aceleraba el pulso, le enfriab

    iel y lo estremeca.Ser mejor que ponga una compresa dijo ella. Lo voy a dejar tempapado.

    Laski la tom de un brazo y la acompa hasta la escalera. Tambin ellastremeca, de modo que cuando pasaron ante la ventana y vieron el bosubierto de nieve, iban temblando los dos. Calmado por la quietud del bosqueetuvo junto a ella en el descansillo para absorber el nctar blanco de la lu

    Remitieron en parte sus temblores, pero no los de ella mientras la acompaaba hl cuarto de bao. Diane iba doblada, con los brazos cruzados encima del viemontaoso, origen de aquel terremoto. La ayud a sentarse en la taza, fue al arm

    regres con una manta. Envolvi a la mujer con ella y luego le frot los brazorriba abajo con la intencin de generar algo de calor.

    Ella lo mir con un castaeteo de dientes. No era lo que l haba esperastaban los dos conmovidos y agitados como muecos de trapo. Haban estudion atencin los manuales de parto, haban practicado los ejercicios con regularid

    l haba credo que el momento de la verdad sera una mera extensin de aqueero todo se haba presentado sin transicin. De pronto, se sentan como arrastraobre un lecho rocoso. Ella tena los ojos como una cra, llenos de asombro y terrunque conservaba la voz en calma y Laski se dio cuenta de que, pese al miedo yastaeteo, estaba lista.

    Ahora puedo controlar las aguas dijo ella. Puedo evitar que se derramenVoy a calentar la camioneta.

    Laski sali a la nieve. Ms all de las copas ensombrecidas de los pinos refulg

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    vasto cuenco del cielo y, plantada a la luz de la luna, se vea la camionetamedia tonelada, recubierta por una capa de hielo que centelleaba. Abri la puy se instal en el asiento, al tiempo que tiraba del pulsador del estrter y accionla llave. El motor de arranque gimi, ahogado por la mano helada del norte.

    Vamos dijo Laski en voz baja, apelando a lo mejor de la naturalezaquella camioneta, el trasto fiable de media tonelada que nunca lo haba dejrado. Prest atencin a la tosecilla que anunciaba una presencia de vida entre

    emidos y al orla dio un pisotn al acelerador, provocando que la camionetalenara de vida. Eres un buen cacharro, viejo.

    Vivan tan al norte que poda congelarse fcilmente cualquier motor, o agotarsatera, y para llegar al vehculo ms cercano tenan que cruzar veinticiilmetros de bosque denso. Haba visto a gente que llegaba a encender un fuebajo del motor y haba odo las blasfemias ms increbles flotando en las nocorteas, cuando pasaban las horas y ninguna idea funcionaba y nadie poda ingn sitio. Dej el estrter accionado para que el motor tuviera un punto

    celeracin, encendi la calefaccin y volvi a salir a la nieve. Del tubo de esce la camioneta brotaba la nica nube iluminada por el brillo de la luna y Ltraves aquel vapor serpenteante para andar de vuelta hacia la cabaa, plantomo una linterna diminuta en medio de aquella gran maraa asilvestrada.

    Diane segua temblando en el bao, con el vientre prominente cubierto porata. La ayud a caminar hacia la escalera de nuevo y subir al dormitorio, donmpez a vestirse con todos los gestos propios de la rutina, pero sin dejarmblar. A Laski le pareca como si hubiera dos Dianes distintas: una tembl

    omo una hoja, la otra estaba tranquila y tomaba decisiones como si fuera una viomadrona. Tambin en su interior senta esa misma divisin mientras coga

    maleta de su mujer y la llevaba hasta la escalera. Le temblaba la mano, el coraznstallaba, pero haba otra parte de l que conservaba la calma, firme como un riejo. Aquel socio tranquilo y silencioso pareca habitar en alguna parte del cueue Laski no poda identificar. Se le revolvan las tripas, se le aceleraba el coraz tembablan las piernas, pero en algn lugar de su interior reinaba la paz.

    Pis la nieve. Como el sonido de la camioneta ya le pareca estable, fue soltan estrter hasta dejar el motor a fuego lento. Al volverse vio a Diane al otro lado

    a ventana del piso superior de la cabaa, con la inmensa barriga por delante. Smovimientos eran lentos y cuidadosos y Laski saba que iba a coger exactamenteopa que haba planeado y que encontrara cada prenda en el lugar qorresponda. Su vida, en cambio, era una sucesin de prendas lanzadas ualquier direccin, zapatos que bailoteaban en los lugares ms insopechables, nunca en un lugar previsible.

    Volvi a entrar y se reuni con ella en el cuarto de bao.

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    Cmo te encuentras?Han empezado las contracciones.Cmo son?No puedo describirlo.

    La ayud a bajar la escalera y llegar hasta la puerta, donde se detuvo a miraocina. Todo estaba en su sitio, all no quedaba nada por hacer.

    Laski cerr la puerta y la acompa hacia la camioneta. Cuando Diane estentada, la abrig con una manta.

    El motor estaba ya caliente y la camioneta avanz con facilidad por la pubierta de nieve, entre los altos pinos. Al terminar la pista, torci hacia la carrestrecha. Haban pasado el invierno entero paseando por ella, jugando a hacer ue el beb haba nacido ya y se columpiaba entre ellos dos, como un pequrapecista agarrado a sus manos para avanzar as de un lado a otro por la carretolumpindose en el aire.

    La carretera discurra junto a vastos campos nevados, en los que se vea una vurgoneta empeada en un viaje propio a ninguna parte, pudrindose en el tiemas ruedas radiales medio enterradas en la nieve.

    Me encontrar mejor si no corres tanto. Redujo la velocidad. Ahorrar minuto, diez minutos, qu ms daba. Ya se sabe que las primeras fases del paduran mucho. Haba hielo por debajo de la nieve y la traccin no era perfecta falta de agarre, pero l saba conducir por esa carretera, aflojar entre una curvla siguiente sin pisar demasiado el freno. En las dos cunetas haba zanprofundas para que discurriera el agua del deshielo, pero ahora estaban amcargadas de nieve y costaba bien poco derrapar hacia all y pasar en ellas la noentera. l mismo cada invierno ayudaba a alguien a salir de una zanja, entre tacresbalones, jadeos y tirones. Era muy divertido; pero esa noche, no.

    En un recodo de la carretera se alzaba la escuela, con su nica aula, olvidada ba luz de la luna. Redujo para tomar la curva en segunda, pensando en los chiquil

    on sus gorras, sus pantalones cortos, las nias con sus vestidos de cuadros, atrs, cuando suban por la colina hacia la escuela. Luego, al salir de la curva, dtrs los viejos fantasmas en su marcha interminable para cruzar un siglo enterrad

    La carretera emprenda una recta entre pinos que formaban un alto muro a amados.

    El viejo Ben est despierto dijo Laski, sealando con una inclinacinabeza una granja destartalada que se alzaba entre los rboles.

    Tena casi todas las ventanas rotas y se pareca a todas las granjas abandonada

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    quel asentamiento, slo que en su interior temblaba una luz en la nica habitacue el viejo leador haba sellado contra los elementos. Diane mir hacia la

    Como ella tambin era ermitaa, el viejo Ben le caa bien. Tena mala reputacinl pueblo por su manera de vivir, tan opuesta a los modos del mundo. Pero apaz de hacer cualquier cosa de madera violines, barcos, raquetas para camor la nieve y se haba pasado la vida entera en el bosque. Laski vio moverse ombra en la oscuridad: el viejo perro de Ben, olisqueando la nieve. La camioneg a la curva siguiente, junto al ro, que emerga de la oscuridad con el brillo d

    uz de la luna en su piel helada. Laski circul en paralelo al ro hasta que ste voperderse entre los rboles, donde dejaba trenzado un hilvn de plata entre amas oscuras.

    Lleg de nuevo un claro, con una casucha pequea de tablas de madera. Eraefugio para aventureros, como llamaban los canadienses de los bosques remolos estadounidenses que se acercaban a pescar y cazar y vivir en plena natura

    urante una semana. Laski record una vez, mucho tiempo atrs: estaban pescan Canad l y su padre, navegando con un bote motorizado por un ro ampli

    erpenteante a lo largo de una maana soleada. De pronto, a Laski le haba dadensacin de ser el ro y los rboles y el sol y el viento.

    Toc a Diane con suavidad en un hombro. Segua temblando bajo el grubrigo; saba bien que no deba preguntarle cmo estaba.

    El refugio para aventureros estadounidenses se desvaneci en la oscuridad. ente del pueblo haba credo al principio que Laski y su esposa eran aventurern medios de vida aparentes, hasta que se supo que eran artistas. Como nuaban visto esa clase de criaturas extraas por ah salvo por el viejo Colemohns, el inventor loco que se haba construido una mquina automtica prdear y haba prometido que llegara a la luna con un imn en los pantalonesos del pueblo dejaron a los Laski en paz. Hubo quien dijo que Laski, con su baensa y sus gafas metlicas, se pareca tanto al viejo Coleman que poda haber su hermano gemelo. Siempre que Laski pasaba por delante de los fundamentosuinas de lo que antao fuera la casa de Coleman, le entraba una extraa nostalgomo si hubiera compartido con el inventor loco un modo de ver aquellas vaserras que impulsaban a los hombres a construir objetos extraos bajo la luna.

    La escultura de Laski era ciertamente rara. Haba figuras de Diane por todosque, la extraa belleza de su rostro iba apareciendo de manera gradual enocones de los rboles, en las rocas. Los viejos rboles muertos, con sus gramas peladas, se haban convertido en representaciones danzantes de Diane, coi fuera una sacerdotisa del bosque. Con el tiempo, el tejido incesante de la hieaba creado vestidos verdes para aquellas estatuas, las bayas brillantes eran cuenbotones que se enredaban en brazos y piernas para sealarlos como parte

    ueo infinito del denso pinar.

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    Una contraccin cada diez minutos.

    Laski pis con ms firmeza el acelerador. El beb tena prisa.

    Una luz fantasmal brill ms adelante, como si abandonara de un saltoementerio rural donde estaba enterrado Coleman Johns, cuando los faros damioneta rebotaron en la parte superior de una lpida. Las ruedas resbalaron eurva y la parte trasera dio algo parecido a un latigazo antes de recupera

    ireccin. Luego la oscuridad devor el cementerio una vez ms y el bosque delanque de nuevo la carretera.

    La Maternidad? sonri la recepcionista. Trae los papeles?

    Diane los sac del bolso. Un camillero cruz la sala de espera con una sillauedas en la que se sent Diane, abrigada todava con el peludo abrigo de andar l bosque. Laski mir a la recepcionista.

    El camillero se la lleva arriba y usted podr subir dentro de unos minutos.ene que rellenar unos papeles.

    Laski toc la mano de Diane y ella lo mir, sonriente pero distante, mientraamillero maniobraba para girar la silla y llevrsela de all.

    La recepcionista meti un formulario en el rodillo de la mquina de escribormul a Laski algunas preguntas sobre su edad, direccin, nmero de seguriocial... Asuntos sin vida que lo mantenan retenido en la silla.

    Un joven borracho, con la cara inflamada y llena de cortes, entr tambalendn la sala de espera. Se acerc al mostrador con su mirada de cristal. ecepcionista alz la cabeza.

    Si quiere sentarse, por favor... dijo con frialdad.

    El joven se apoy en el mostrador, pero la recepcionista no le hizo ningn ca

    ese a que sangraba por una herida que tena encima del ojo.Laski mir al joven a los ojos, convencido de que reaccionara con agresivid

    o que encontr fue un cro asustado que se haca el valiente. Pens que nfermeras se lo haran pasar mal. Luego el mdico le dara unos puntos yoltaran de vuelta a la noche. Pero en una ocasin haba sido un hijo a puntoacer y todo el mundo haba estado pendiente de l. En una ocasin, el g

    momento le haba pertenecido.

    Un hombre mayor entr en la sala de espera y se qued mirando un instanasta que capt la figura del joven. Se acerc lentamente, con un andar y un es

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    arecidos a los del muchacho.

    Qu ha pasado?

    Poca cosa dijo el joven, al tiempo que ensayaba una posede seguridad en s mismo.Llevaba tiempo sin verte.He estado por ah.

    Te interesa trabajar?S, claro.Puedes venir a trabajar maana.Ah, no dijo el joven, al tiempo que negaba con la cabezay se tocaba las heridas. Maana no puedo hacer nada.

    Se haba terminado el papeleo. Volvi el camillero y Laski lo sigui por el pasasta un ascensor. Subieron juntos, en silencio, hasta el piso sealado coneyenda MATERNIDAD. En el pasillo haba un sof y dos sillones de piel. Ms a

    na puerta con un rtulo: SALA DE PARTOS - PROHIBIDO ENTRAR.

    El camillero se alej. Laski se sent. Aqu es donde esperan todos los padresevant y ech a andar lentamente arriba y abajo. Y ahora estoy caminando deado a otro como corresponde a todo padre mientras espera el nacimiento.

    Por el pasillo le lleg el sonido de una enceradora de suelos que no llegaba a n zumbido, el crujido de las ruedas al acercarse. Laski prest odos acercamiento hasta que la vio aparecer, impulsada por un encargado

    mantenimiento vestido de uniforme.

    Es su gran noche, eh?S.

    El encerador asinti y sigui con su trabajo. Ya lo ha visto todo, pens Laski,a visto llegar y pasar, los ve cada noche caminando arriba y abajo por el misuelo que l encera.

    Una enfermera mayor sali de la sala de partos. Laski la mir, pero ellaevolvi una mirada tan fra e inexpresiva que se le disolvieron todas las pregunn la garganta. Oy cmo se alejaban sus pies por el pasillo y luego se acercchar un vistazo por el ojo de buey de la puerta que daba a la sala de partos.arte del pasillo que quedaba al otro lado estaba vaca y poco iluminada. Echndar de nuevo, ms all de los sillones de piel. El olor a alcohol y medicamenel hospital dominaba el aire. El suelo era de baldosas cuadradas; Laski procurolocar los pies sin pisar las juntas. An tena las botas mojadas de la nieve.

    unteras oscuras le devolvan la mirada, gastadas y llenas de rasguos de taaminar por el bosque.

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    Se anim a seguir andando y dio la vuelta completa a la planta para regresarmismo punto. Se abri de nuevo la puerta. Apareci una enfermera jovenonriente.

    Estamos preparando a su mujer dijo. Enseguida podr reunirse con ella

    Diane estaba sentada en la cama. Se acerc deprisa a su lado y busc su miran la que encontr la misma mezcla de miedo y tranquilidad que haba visto ya t

    a noche.

    El beb viene de nalgas dijo ella.

    El ambiente pareca propio de un sueo, un sueo en el que l pudiera dar aosas la forma que quisiera. Pero estaba en una habitacin de hospital y su ena de nalgas.

    Todo ir bien dijo, al tiempo que tocaba las manos entrelazadas de la muj

    El doctor Barker dice que si el parto es de nalgas prefiere que t no ests. Licho que lo entiendo, pero espero que cambie de idea.

    Al llegar una contraccin, cambi de cara repentinamente y empez a respiraromo haban practicado, con inhalaciones rpidas y regulares. Cerr los ojos rente se le llen de arrugas en una mueca de dolor. l permaneci impote

    mientras vea cmo aquella mano se cerraba hacia dentro con tanta fuerza hasta l rostro adopt una expresin que nunca le haba visto, una mscara reconcentre desesperacin que luego se relaj de manera lenta y repentina mientrasesdibujaban las arrugas, se abran los ojos y la contraccin iba remitiendo.

    Ella alz la mirada y le sonri.

    Debi de darse la vuelta la semana pasada. Recuerdas ese bulto alpbamos arriba, en la zona del estmago? Era la cabeza.

    Pronto lo empujaremos camino abajo dijo Laski. La sonrisa desaparecibito, ante la llegada de la siguiente contraccin. Ella se puso a respirar deprisa ye esforz por transmitirle sus fuerzas, como si pudiera desprenderlas de su prouerpo para contagirselas. Lleg la enfermera cuando ya remita la contraccin.

    Qu tal vamos?Bien.

    Djame ver. La enfermera alz un momento la bata de

    Diane y la volvi a bajar. Ests dilatando muy bien.

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    El regreso de la contraccin estrope una vez ms la sonrisa de Diane.

    Lleg un joven interno y se plant al pie de la cama, esperando mientrasontraccin avanzaba hasta su punto culminante. Mir a Laski y le pregunt en toducado:

    Le importara salir un momento, mientras la examinamos?

    Laski sali al pasillo. Qu ser lo que le hacen para que yo no pueda eresente? A lo mejor se cree que nunca he visto el cuerpo de mi esposa. No manmalas vibraciones. Aqu dirigen ellos. Ech a andar por el pasillo, como pez fuel agua.

    Se abri la puerta; el interno sali al pasillo, salud con una inclinacin de cabLaski y ste volvi a entrar y se qued junto a la enfermera, al pie de la cama.

    Ests dilatada del todo dijo la enfermera a Diane. Puedes empeza

    mpujar cuando quieras.

    Diane movi la cabeza para asentir cuando lleg el ataque de la siguiontraccin. Laski se coloc detrs de ella y la incorpor por la espalda, tal coaban practicado. l la levantaba y ella apretaba hacia atrs con las mapoyadas en las rodillas, las piernas dobladas y bien abiertas, al tiempo mpujaba por dentro. l la sostuvo durante toda la contraccin y luego la recoentamente.

    Muy bien dijo la enfermera. Seguid trabajando as de bien.

    Sonri y sali de la habitacin.

    Puedes empapar un pao y ponrmelo en la frente?

    Laski sac un pao del bolso y lo empap en el lavabo. Ella se frot con ente, las mejillas, el cuello.

    Dnde est el doctor?

    Durmiendo en una habitacin, al fondo del pasillo. Lodespertarn cuando llegue el momento.Qu tal ests t?Contenta de empujar.

    Lleg la contraccin y l volvi a levantarla, con el rostro pegado al suyo.

    ente arrugada y los ojos apretados conformaban un rostro con el que jams haoado. Perdida toda su belleza, la mujer pareca una criatura asexuada que luch

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    on todas sus fuerzas, alumbrando con gran esfuerzo el principio del mundo. sas, sus pequeas alegras, sus planes, todo lo que alguna vez haban conociareca devorado por aquel esfuerzo, un trabajo que de pronto dese no hamprendido nunca, al verla tan reconcentrada, tan distinta de la mujer queonoca. Tena la cara roja, un latido en las sienes, y pareca un hombre de medidad empeado en defecar con un dolor mortal. Esto es humanidad, pens Laskiempo que se replanteaba el sentido de una raza que busca perpetuarse por meel dolor, pero la contraccin lleg a su fin sin darle tiempo a encontrar u

    espuesta, y se ocup de apoyar el cuerpo de su mujer de nuevo en la almohada.

    Cogi el pao, volvi a empaparlo y le enjug el rostro sudoroso.

    Ahora, reljate a fondo. Recupera la energa. Estira las piernas, relaja razos.

    Hablaba con suavidad y le iba acariciando las extremidades, que an no habejado de temblar, hasta que ella qued al fin quieta, con los ojos cerrados.

    Regres de nuevo la ola para llevrselos al mar del dolor, donde otra vezregunt por qu habra llegado la vida al mundo. El encanto de la noche earretera, donde le haba parecido que todas las estrellas los miraban, estaba ahhogado en sudor. El rostro ms hermoso que haba visto en su vida le parhora una masa bulbosa, roja y fecha.

    La corriente que los haba llevado hasta las aguas turbulentas remiti de nueverdi fuerza y les permiti regresar flotando lentamente para descansar en tornn minuto antes de arrastrarlos de nuevo. l la sostuvo mientras ella se contrampujaba por dentro en un esfuerzo de abrir los ptalos de su cuerpo florecienteaba credo que esa apertura tan milagrosa se iba a producir de un modo msplndido. Pero ah estaba ella, sudando como el caballo de un leador despucarrear troncos una maana de verano.

    La incorpor, como si pudiera liberarla de la carga que tantos esfuerzos le exiero la mujer se estaba dando contra un muro, no avanzaba en ninguna direcc

    ena en los ojos la mirada de un caballo de tiro: perpleja, frustrada, esclavizaLaski notaba la tensin que lata en sus sienes enrojecidas, igual que la haba notn los caballos de carga cuando le parecan a punto de morir de un infavanzando de aquella manera por el bosque, arrastrando a su paso unos tronigantescos que de pronto se atascaban en un tocn, con las riendas a puntoomperse de tan tirantes y su poderosa musculatura llena de nudos por el esfuee superar el obstculo. Quin escogera eso?, pens Laski. Ese trabajo, esgracia. La vida nos esclaviza, nos hace desear descendencia, nos genera lusiones sobre el amor y lo que haga falta, con tal de lograr reproducirse.

    Sinti la supremaca de la vida, supo que la fuerza de la vida era mayor que

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    ropia voluntad. Yo slo quera estar contigo, Diane, los dos viviendo juntos roblemas, y aqu nos tienes, t jugndote la vida.

    Ella bajaba la escalera para salir de un edificio de ladrillo visto. Llevaba una carga, morada, con cuello vuelto. La capa flame tras ella cuando sali a la acera ye qued clavado y estpido, incapaz de hablar. Ella debi de darse cuenta, porqe volvi para mirar en su direccin.

    Volvi a contraer la cara, apret con fuerza los prpados y curv la boca en umscara conformada por el dolor que de nuevo la invada. l la sostuvo, sintinsin de sus msculos y la fiebre de la piel. Los pequeos rizos de pelo en

    uello estaban empapados y brillaban. Una mancha hmeda se extenda por todspalda.

    El interno y la enfermera regresaron cuando ellos estaban todava sorteando las, luchando juntos, empujando juntos, sudando juntos para llevar aquello an, y cuando termin la contraccin el interno no pidi a Laski que se fu

    mientras l la examinaba.

    Ahora ests progresando.Puede ver al beb le ofreci la enfermera. Laski baj la mirada y en la grasurada y sudorosa vio algo rosado y extrao, un pequeo fragmento de cque no alcanz a asimilar. l slo reconoca las olas que volvan a llevrselos alugar en el que estaban solos en un amor y una tristeza que nadie ms pcompartir, solos y cada uno aferrado al otro en aquella realidad para la que tse haban preparado y para la que ninguna preparacin era suficiente.

    Yo te he visto alguna vez le dijo, detenindola en Broadway.Ah, s? dijo ella, con un levsimo toque de flirteo en la voz, apenas lo jpara que, despojado de su carcter profundamente tmido, siguiera acercndoella.

    Ya volvan flotando hacia la sala verde del hospital adormecido.

    Apenas haban empezado a descansar cuando las olas volvieron a arrastracomo una pesadilla repetida una vez tras otra a lo largo de la noche, una y otracon el paso de los aos. Iban y venan de un lado a otro y l lleg a temer queno tuviera fuerzas suficientes para resistirlo. Ya no confiaba; ni en s mismo, nella. Se senta como un chiquillo desesperado y le pareca que Diane tambiestaba, que su larga lucha no los haba llevado a ningn lado, que no haca repetirse: contraccin, alivio, contraccin de nuevo. Pero la enfermera y el int

    parecan despreocupados por completo, animosos y confiados. Y el doctor esfondo del pasillo, durmiendo. No est preocupado. Si algo fuera mal, ya est

    aqu.

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    Ella se visti junto a la ventana de la diminuta habitacin de Laski, enfundnentamente los estrechos pantalones de punto y el suter. El cabello cortoecesitaba peinados ni arreglos, aquella mujer era la ms natural que haba vistu vida, no como sus amores previos, que siempre lo echaban de la habita

    mientras se vestan, se acicalaban y se ponan rulos.

    La bata estaba empapada, el cabello emplastado como si le hubiera cado el mncima. Cerr los ojos y se formaron unas patas de gallo, unas arrugas que l nu

    haba visto, las arrugas de la edad, y por eso supo que haban pasado autntiras.

    Otra vez dijo ella.

    La voz sonaba casi como un sollozo aunque no llegaba a serlo, estaba demasiaansada para las lgrimas. Volvi a incorporarla al notar que la marea se los lleve nuevo hacia las aguas salvajes e inexploradas.

    Mientras la sostena, su amor se expanda a cada temblor del cuerpo de su mujareca que no la hubiera amado antes, que todo su pasado hubiera sido un mnsayo para ese momento en que senta resonar en su interior todos los das deida de ella, los das anteriores a cuando se conocieron, los das de cuando tuquella cara de nia asustada que ahora vea ante s, los das lejanos de la mu

    madura que le llamaba ahora para que le diera una fuerza desconocida. Todaustracin de los treinta aos de Diane estaba presente, pareca que ella invocnte el pozo del tiempo el deseo de que todo saliera bien, de que por fin algo hecor ella saliera como deba ser.

    No puedo tener hijos le dijo por la forma que tiene mi tero.

    Tonteras.

    Es un gineclogo de Park Avenue.

    Bueno, pens Laski, nos ha costado diez aos, pero al final lo hicimos. La reco

    n la cama y le limpi la frente con el pao. Ella sonri, pero era de nuevo mscara, formada ahora por el alivio momentneo de la angustia. No haba ninoqueteo, nada de paz, nada de cuanto sola ver l en sus sonrisas. Sin embaraba que aquella sonrisa estaba hecha para l, para aliviarlo de su preocupac

    Ella tambin ve dentro de m; quiz vea la inquietud de mis das, como veo yuya. Sinti que estaban juntos, entonces, en un nivel nuevo, ms viejo, ms saon el dolor como nexo de unin. Hemos recorrido ms de cincuenta millas oche; hemos cruzado el ocano.

    La sonrisa se extendi de pronto hasta ms all de los lmites queorrespondan para convertirse en una mueca de dolor, y Laski la incorpor. A

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    o hemos cruzado el ocano.

    Arre, Bob! El caballo grande tiraba, los cascos rasguaban el suelo osque, sala disparado el musgo y algunas ramitas. El rbol cruji, se balanceermin cayendo y Bob ech a correr con l, arrastrando las ramas y todo.

    Creo que ya podemos llamar al doctor Barker dijo el interno.

    La enfermera sali de la habitacin. Laski sec la frente a Diane y el internoued mirando desde el pie de la cama.

    Llevas casi tres horas empujando dijo.

    Es demasiado, no? pregunt ella.

    Es porque el peso del beb est arriba, en vez de abajo.

    Y de pronto volvan a salir a la tempestad. Laski la incorpor, se derram hala desde las yemas de los dedos mientras Diane levantaba las rodillas y empujantr la enfermera con un joven alto de uniforme blanco. Se qued al pie deama con el interno mientras Laski y Diane aguantaban en alta mar, mariventados por el amor hacia las profundidades insondables del tiempo y el destiniciando ya el lento regreso a una sala llena de extraos que tambin parecternos, como si participaran de una obra de teatro interminable.

    Si puede salir slo un momento... propuso el doctor Barker.

    Laski sali al pasillo y se concentr en una sola oracin sin palabras pfrecrsela al ocano.

    Se abri la puerta. Sali el joven doctor y le dijo:

    Esto est avanzando. La vamos a llevar a la sala de partos.

    Laski regres junto a Diane. Vio que estaba incorporada, pasando ontraccin, y se acerc a ella.

    El beb ya est de camino dijo la enfermera, con una sonrisa alegre dedicLaski.

    l record de pronto la criatura, el nadador del mar secreto. l tambin lucucha por estar con nosotros, lucha igual que nosotros.

    El corazn de Laski se convirti en un ocano de amor mientras lo invadueve meses de recuerdos y el beb se volvi real de nuevo, tan real como la no

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    n que Laski haba notado unos piececillos que daban patadas por dentro de DiaNuestro beb, nuestro amiguito, est naciendo.

    Y esta, pens Laski, es la razn de nuestro esfuerzo, que pueda venir el amomundo.

    Pas la contraccin y l y Diane se dejaron arrastrar de vuelta, lacios comolgas abandonadas en la orilla por las olas.

    Tiene buena pinta dijo el interno.

    Entr la enfermera con una camilla sobre ruedas.

    Lista?S respondi Diane.

    La pasaron de la cama a la camilla y salieron todos andando tras ella al pas

    acia la sala de partos. Al doctor Barker le estaban poniendo una bata blanca. Lae agach para besar a Diane.

    No vas a entrar? pregunt ella, con la voz llena de anhelo.

    La enfermera sigui empujando hacia la sala de partos y Laski se qued fueral pasillo. Haba perdido la voluntad, la palabra, el coraje. Barker se le acerc.

    La enfermera le dar un gorro y una bata y as podr mirar desde detrs dmesa.

    Las fuerzas de Laski regresaron como un torbellino y una gran sonrisa se asomu cara. Iremos juntos hasta el final! Se qued mirando cmo se lavaban las ma doctor y el interno en una pila cercana, frotando una y otra vez con un lento rit

    metdico. Se le acerc la enfermera con una bata. Meti los brazos en las mangala se la at a la espalda. Le dio un gorro blanco y l se lo puso, tapando las orejuego entr con el interno en la sala de partos, donde Diane yaca en la m

    entral, las piernas en los estribos, las muecas sujetas con cintas.Puede sentarse aqu le dijo la enfermera, al tiempo que colocaba un tabur

    etrs de la mesa.

    Otra enfermera recoloc el espejo que quedaba encima de la mesa para que Laudiera ver la zona de parto.

    Lo ves claro?

    Perfecto.

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    Luego una de las enfermeras llev una esponjita empapada en jabn quirrgicot con ella la zona vaginal de Diane.

    Ah, qu bien me sienta.

    Le han puesto algo de anestesia? pregunt la otra enfermera.No.Bueno, vaya, y mrala qu bien est.

    Entr el doctor Barker y se sent en un taburete al otro lado de la mesa.

    Te voy a vaciar la vejiga.

    Insert un tubo por la uretra y un instante despus toda la orina abandonuerpo para caer en un cubo, a los pies del doctor Barker.

    Tengo una contraccin dijo Diane.

    Adelante, empuja.

    Laski no alcanzaba a tocarla, as que se incorpor e hizo el trabajo sola. Cuaemiti la contraccin, Barker dijo:

    Voy a practicar un pequeo corte. Primero te dar algo para que no lo sienInsert una aguja en el borde de la vagina y le aplic tres inyecciones. Lu

    ellizc la piel con unas pinzas. Notas algo?

    No.

    Practic una incisin, un corte lateral hacia el muslo.

    Comprobad el pulso.

    La enfermera apoy el estetoscopio en el bajo vientre de Diane y escumientras calculaba el ritmo de los latidos del beb con su reloj.

    Normal.De acuerdo... Vuelve a empujar.

    Barker insert los dedos en la vagina de Diane, tanteando en busca del bCuando sali el dedo, Laski volvi a ver aquella piel rosa tan extraa y sustancia oscura y densa.

    No se preocupe por eso le dijo la enfermera.

    Al beb se le han movido las tripas.

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    Empuja dijo Barker.

    Diane empuj y Laski alcanz a ver el trasero del beb junto al umbral mundo. De nalgas, pens Laski, pero ah viene!

    De acuerdo, cario, vuelve a empujar instruy Barker.

    Ella empuj y l meti sus largos dedos en la vagina y los movi para exten

    os labios. De pronto apareci un pie, seguido de una larga pierna inmvil. Baraj enseguida la otra pierna y Laski la mir asombrado, con sus minsculas uiquellos pies perfectamente formados que se haban desarrollado dentro del cuee Diane y con los que tanto haba soado, proyectando su visin de incontab

    maneras, y ahora aquellos piececillos se asomaban por primera vez a la vida aus ojos.

    Es un nio! exclam la enfermera.

    La alegra invadi el corazn de Laski. Se qued mirando la salida y vio el pminsculo, que al cabo de un segundo proyect un chorro de orina.

    Noto que se est meando! exclam Diane, asombrada.

    Empuja le dijo Barker. Empuja con todas tus fuerzas.

    Mientras ella empujaba, l gui el cuerpo minsculo, todo menos la cabeza, egua dentro. Laski se qued mirando fascinado aquella criatura colgante coniel gris y remojada... Su hijito, que por fin llegaba.

    Barker insert el frceps.

    Otra vez.

    Diane empuj y Laski se tens al ver que Barker tiraba enrgicamente del frcara liberar la cabeza. Dios mo, pens, con qu dureza los tratan. De pronto

    abeza sali con un estallido y el beb qued liberado. Las manos de Barkermovieron con una agilidad y una elegancia increbles para dar media vuelta al bn el aire y sostenerlo en lo alto como si fuera una rosa roja. Laski vio un roleno de rabia y sin embargo triunfante, el dios del tiempo y de los hombres, cujos cerrados miraban directamente a Laski para decirle: Mira, mira, esto!

    Corta el cordn!

    El interno cort el cordn y Barker carg con el beb con la mxima delicad

    ntre las manos para desplazarse a toda prisa hacia una mesa que haba junto ared.

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    El aspirador dijo en tono brusco.

    La enfermera le pas un instrumento que pareca como una bocina de coantiguo, con una perilla de goma encajada en un extremo. Lo aplic en la cara

    beb y apret.

    El beb estaba absolutamente quieto. Barker accion la perilla y luego tocmueca inmvil, la levant un instante y la dej caer de nuevo. Una enferm

    masejeaba los pies y la otra pas a Barker un tubo fino que ste insert en la bel beb. El doctor sopl y Laski vio cmo suba y bajaba el pecho a medida quiento del mdico le circulaba por dentro.

    Barker se detuvo un momento, se sec el sudor de la frente y volvi a soplar tubo. Laski sigui mirando, viendo cmo se expandan y encogan los pulmonl resto del cuerpo segua absolutamente quieto. Qu piernas tan largas, penomo las de su madre.

    Barker retir el tubo y aplic su boca directamente a la del beb para soplar us labios bien apretados contra la boquita minscula.

    La enfermera segua masajeando los pies. Laski mir el reloj de la pared: cuaeinta y cinco.

    Barker dio un paso atrs, se sec de nuevo la frente y Laski se puso a recormomentos de su propia vida en los que, al enfrentarse a cosas que le resultabesconcertantes y rgidas, tambin se haba frotado as la frente. Barker aplicuevo el aspirador al cuerpecIllo inmvil y lo accion, y la perilla de caucho emn leve suspiro.

    Es el beb? pregunt Diane.

    Laski la mir y luego desvi la mirada para posarla de nuevo en su hijitoquel brazo minsculo que se alzaba y volva a caer, tan lacio, en la mano de Bar

    Dnde est el beb? pregunt Diane.Est ah, al fondo dijo Laski en tono suave.

    Barker retir el aspirador y aplic de nuevo su boca a la de la criatura, sopspir con suavidad, con un ritmo regular. Se apart, se sec la frente, se voacia Laski y mene la cabeza de un lado a otro para decir que no.

    Laski asinti.

    Se haba terminado.

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    Se dio media vuelta y se sent en el pequeo taburete que segua junto a la me operaciones. El interno estaba cosiendo la vagina abierta de Diane.

    Duele?No dijo ella con una risa nerviosa.

    Laski mir su estmago liso. Cmo puede ser que no se derrumbe con tsto? Cmo se lo vamos a decir?

    Se volvi hacia la mesa de la pared. Haban metido al beb en una urna de criestaba de lado, con los ojos cerrados. Laski vio resignacin en aquella carita

    xpresin de quien da por terminado un trabajo, como el hombre que al terminaornada se tumba de lado para dormir.

    Est bien? pregunt Barker.S respondi Laski.

    El mdico se acerc a la mesa de partos y baj la mirada hacia Diane.

    Ella alz sus ojos hacia l.

    Ya lo s le dijo.Lo siento.

    No es culpa suya dijo ella, con un sollozo en la garganta.El beb parece perfectamente normal dijo Barker. Nohay ninguna razn por la que no puedas tener otro.

    Laski lo escuchaba aturdido. Se ha credo que eso es lo que estaba en jueuestro deseo de tener un hijo, cualquier hijo, no este hijo en particular qacamos balancear entre nosotros dos por el camino. Es imposible que sepanspecial que es. Ellos sealan hacia el futuro. Pero nosotros estamos aqu, pempre, ahora.

    La enfermera pas a Diane a una camilla de ruedas.Te tengo que pinchar dijo.

    No contest Diane que segua negndose a que la anestesiaran.Es para que se te seque la leche dijo la enfermera, en tono amable.No hay habitaciones individuales dijo la otra enfermera. Te podemosponer en una doble.Puedo ir a una sala comn respondi Diane. Slo quera una individual

    para quedarme a solas con el beb.Estaras mejor en una con dos camas. Llevarn a todos los dems bebs a la

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    sala para que les den de mamar y te sentirs fatal.Los bebs no me importaran dijo Diane, con un llanto suave. Pero pueque las dems madres estuvieran incmodas.

    Se la llevaron por el pasillo en penumbra y Laski camin a su lado hasta llegna habitacin de dos camas, ambas vacas. La ayudaron a pasar a la cama ycharon las sbanas por encima.

    Me puedo quedar? pregunt Laski.

    S, claro respondi la enfermera. Quiere dormir en la otra cama?No, no estoy cansado.Si quiere insisti ella, simplemente se acuesta. La enfermera se inclinhacia Diane. Son cosas que pasan. Estoy segura de que la prxima vez tendrms suerte.

    Laski mir el bolsito que haba junto a la cama, en el que Diane haba prepar

    dos paos para el beb: uno rosa y uno azul. Se dio cuenta de que haba usadazul para secarle la frente.

    Ella lo mir en silencio y le acarici el cabello con una mano. l reclin la cabn la cama, a su lado, en el momento en que todo el peso de su debilidadpoderaba de l. Volvi a entrar la enfermera y le dijo:

    Est seguro de que no quiere acostarse?

    De acuerdo contest l, y se acerc a la otra cama.Djeme echarle esta sbana por encima. Soy perezosa. No quiero tener quehacerla luego otra vez.

    Laski trep sobre la sbana superior y se tumb mirando al techo. Le pareci qna un bloque de cemento bajo la cabeza. Se adentr en un dormir caleidoscpi

    an plagado de imgenes que no era capaz de clasificarlas en ningn sueeconocible, de manera que se le derramaron por encima como un caudal de agua

    Al despertarse vio que Diane estaba mirando el techo. Se levant y volvientarse a su lado. Estaba rompiendo el da. Por la ventana se vea la otra ala ospital y ms all la calle, en la que ya naca la luz gris. Se qued mirando cegaba el sol a la calle.

    Empezaron a resonar los platos por el pasillo.

    Van a traer el desayuno dijo ella.

    Se acerc el carrito del desayuno y entr una mujer mayor con una band

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    Sonri a Laski.

    Bueno, qu da tan bonito, no?

    Diane se tom los cereales y una tostada y la luz del sol encontr la habitacin

    Pronto querrn que me vaya dijo Laski.S, las madres han de dar de mamar a sus bebs. Vio romper en su rostr

    pena por un instante,

    omo rompen las olas en un risco, pero al retirarse la resaca el risco segua aholor no haba podido hundirlo.

    Volver esta tarde le dijo. La hora de visita es a las siete. Quieres algo?

    No, slo a ti.

    Laski se agach para darle un beso y not en la mejilla el lento discurrir degrimas de Diane.

    Laski circul por el puente y sali de la ciudad. Al cruzar las vas del tren travesaban el barrio pobre en los lmites de la ciudad, sus ojos repararon en elicada capa de luz, como si un velo translcido y reluciente cubriera la maanupo que se trataba del espritu de su hijo, que viajaba con l. Entonces se orriendo con su hijo por el campo, saltando viejas vallas rotas. Caminaban hastrroyo y se zambullan en l, luego se ponan a bailar, corran hasta los rbolrepaban para quedar por encima de la niebla.

    Laski condujo de vuelta a casa con la cara empapada de lgrimas mientrasspritu corra con su hijo una carrera por el tiempo para atravesar la maana

    mundo, de un lugar a otro, por ciudades, por el valle precioso. El momento ncuentro fue infinito: tomaron un barco, tomaron un tren, contemplaron las vicrecieron juntos. El viaje hasta el bosque pareci durar aos y, mientras suba

    olinas que llevaban al asentamiento abandonado, Laski sinti que el espritu de

    ijo se extenda en torno a l. Y al extenderse de aquel modo, integrado en todosrboles, en cualquier nube, not que iba perdiendo personalidad, sinti queisolva en algo remoto, expandido hasta ms all de su propia capacidaderseguirlo. Ya se va, pens Laski. Ha madurado y me abandona. Adis, adisespidi mirando hacia el hermoso cielo del este, donde el sol encandilaba rboles.

    El viento te hace libre. Los vientos y el sol te hacen grande.

    Entonces se termin y Laski volvi a estar solo, avanzando entre baches porieja carretera de curvas que cruzaba el bosque.

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    Al regresar al hospital por la tarde se perdi por los pasillos que partan estbulo, pues ya nada le resultaba familiar. Se qued mirando una escalera queecordaba haber subido nunca. A su lado son con fuerza una voz:

    Adnde se dirige?Maternidad.

    Sgame dijo un hombre de poderosa zancada, ataviado con suter de

    esquiador y botas.

    Caminaba como si avanzaran por una pista de montaa y Laski le sigui el ritm

    Qu ha sido? pregunt el hombre, sin volver la mirada atrs, con los oijos en la pista.

    Laski titube mientras se alzaban en su mente los fragmentos de distinxplicaciones el beb muri, no hemos tenido nada, pero luego sinti brota

    uevo repentinamente el espritu del hijo en su corazn y respondi:

    Nio.Felicidades dijo el montaero.

    Haban llegado a lo alto de la montaosa escalera, al vestbulo cuyo rtnunciaba la MATERNIDAD.

    Y usted? pregunt Laski.Nio dijo el montaero.

    Tena la voz llena de viento y piedra y una alegra salvaje. Torci a la izquierdaski sigui adelante, pasillo abajo hasta la habitacin de Diane.

    Estaba acostada con los ojos enrojecidos, el rostro plido, dominada an pormociones de la noche. Laski se sent junto a la cama y le tom la mano.

    Ha venido el doctor a verte?Ha dicho que al examinar las secundinas descubri que el cordn estabaconectado al borde de la placenta en vez de al centro. Era un punto dbil y en eltimo momento se desgarr el cordn. El beb se desangr.

    Laski mene lentamente la cabeza y mir hacia la ventana. Vio figuras quemovan a lo lejos, tras las ventanas de otras habitaciones iluminadas.

    Quiere hacer la autopsia dijo Diane.De verdad es necesario?

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    Depende de nosotros.Quieres darles permiso?Supongo que es lo que hacen siempre.

    Ms all de las ventanas del hospital se vean las aceras, la calle nevada. Eestbulo de la maternidad, junto al mostrador de recepcin, las enfermharlaban y rean juntas.

    Est en la morgue dijo Diane.

    Entr una enfermera con una sonrisa llena de nimo.

    Ha llegado la hora de la lmpara de calor. Luego se volvi hacia LaskNos disculpa un momento?

    Laski sali al pasillo. Las puertas de las dems habitaciones estaban abiertaudo ver a las mujeres en sus camas, acompaadas por sus visitantes. Baj

    mirada al suelo y sigui el sonido de la enceradora, el ascensor, las voces deisitantes, todo discurra como un flujo en el que l pareca flotar. El minuteroeloj de pared que quedaba sobre su cabeza zumbaba al dar vueltas sin paeguan las risas en el mostrador de las enfermeras y Laski se dio cuenta de que

    Nochevieja. En una habitacin de la calle 91 de Nueva York, en la oscuridad de ama pequea, mientras sonaban las alarmas y ululaban las sirenas, la abra

    Apareci la enceradora, con el ronroneo de sus largos bigotes al dar vueltaueltas sobre las baldosas.

    Se haba desatado una tormenta de nieve sobre la ciudad. Era una noche fra ansancio se apoderaba de los pensamientos de Laski. A cuarenta kilmetrosistancia, en medio del bosque, lo esperaba la casa, vaca y helada. Podra buscarotel, calentito y bien iluminado: una habitacin individual, una mesita conmpara, una cama. Podra dormir un poco y quedarme maana en la ciudad ha hora de visitas.

    El semforo se puso verde entre el velo de la nieve y Laski avanz por la aven

    rincipal de la ciudad hacia la calle del hotel, donde aparc la camioneta. La niaa ahora con ms fuerza. Camin hasta el hotel. No es el mejor, pero tampecesito ms, slo un lugar donde pasar la noche.

    Le dola todo el cuerpo y tena los ojos cansados. Todas las tiendas de la cstaban cerradas y mostraban sus mercancas bajo los tenues focos noctur

    mientras l caminaba a su lado con el agotamiento en las piernas. El hotel tena nica puerta que daba a un vestbulo pequeo y atiborrado. Entr y se qu

    mirando al recepcionista nocturno. ste, ocupado en la lectura del peridico,

    lz la vista. Haba un televisor encendido y dos hombres sentados delaonriendo ante una imagen titilante que Laski no alcanzaba a ver, aunque s perc

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    a soledad de aquellos hombres y el desespero con que se enfrentaban a ecurrucndose ante el televisor.

    Como activado por un imn, volvi a salir a la calle por la misma puerta. Bajoieve, camin hasta la camioneta, mont en ella y sali de la ciudad para tomaarretera blanca que llevaba al bosque.

    Entr en la cabaa con reticencia, como si fuera una cueva habitada

    antasmas. La cocina de carbn estaba casi apagada y tuvo que atizarla. Cuanomprob que la superficie ya estaba caliente, coloc una sartn y se preparena. Coma despacio, mirando por la ventana la nieve arremolinada. Al terminarenar lav los platos sin prisas, trabajando despacio, concentrado, negandospacio a los pensamientos macabros, a los fantasmas, a los miedos. No haba mue agua caliente, el plato, sus manos, el estropajo enjabonado.

    La escalera que llevaba al segundo piso le pareci oscura, de mal presagio, abr ah arriba, entre la ropa del nio y la cuna? No hay nada, se dijo, y subi

    scalera y se desnud en el dormitorio pequeo. Dej la luz encendida un ratuego, resignado a aceptar la oscuridad y el sueo, la apag.

    Solo en la casa oscura en medio del bosque, con una tormenta desatada afuea sombra de la muerte dentro, se encogi bajo las mantas. Los espectros se alzante sus ojos cerrados, extraos, amenazantes. Comprob que su mente se prestl juego de los miedos antiguos y, tembloroso, se entreg al sueo, donde se uera de la cabaa, caminando en un bosque onrico. Junto a un rbol vio igura cubierta con capa y capucha. La figura se volvi hacia l y bajo la capuio un crneo de piedra que le sonrea. La muerte le tendi un bastn y Laskom en la mano.

    La luz del atardecer se colaba en la habitacin del hospital cuando Laski volventarse junto a Diane. Ella pareca ms fuerte y la tormenta haba terminado.

    Hemos de enterrar al beb dijo la mujer. En la morgue ya no lo quieren

    Podramos enterrarlo en el bosque.Eso le he dicho a la enfermera. Dice que no es nada habitual, pero que tal

    ea correcto. Tena mucho papeleo. Necesitaremos un testigo.

    Y la autopsia? El beb no quedar...?

    Ha dicho que lo reconstruyen.

    Entr el doctor Barker en la habitacin. Lo miraron los dos en silencio. Se qulantado al pie de la cama, alto e incmodo.

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    En la autopsia hemos comprobado que el beb era absolutamente normalhay ninguna razn por la que esto deba repetirse.

    Cree que se puede ir a casa maana?Qu tal sientes los puntos?Me queman un poco, nada ms.

    Supongo que, si te vas a encontrar mejor en casa, te puedes ir. Se dio mevuelta para salir, pero antes se encar de nuevo a Diane: S que es duro per

    tu primer hijo cuando ya tienes treinta aos.

    La ltima luz del da se deslizaba por la fachada de ladrillo visto del hospitalSentado junto a la ventana, Laski vea caer la noche. Entr Diane en la habitacabrigada con un albornoz.

    Le he dicho a la enfermera que maana por la tarde nos llevaremos al beb.

    Esta noche le har una cajita.

    Podrs cavar un hoyo en el suelo helado? Una enfermera asom la cabeza a puerta:

    Hay unas bebidas en el pasillo, si alguno de los dos tiene sed.

    Laski sali y encontr una bandeja con zumos artificiales. Sirvi zumo de narn dos vasos y volvi a la habitacin.

    Lquidos dijo, mientras ofreca a Diane la bebida naranja y espesa. Sonmbre que anunciaba el fin del horario de visitas.

    Maana por la tarde llegar a primera hora dijo antes de darle un leve besos labios.

    Luego se fue por el pasillo verde para salir a la calle, a la carretera, a casa.

    El techo de acero de la cabaa brillaba a la luz de la luna mientras Laski aparca camioneta en el camino de acceso. Abri la puerta del cobertizo, donde tepilada la lea. Cmo lo voy a hacer?, se pregunt mientras miraba la alta pilaablones de pino y sus herramientas. Le sobrevino una sensacin de terror anteerspectiva de armar el atad; no tena ningn deseo de hacerlo, ni de volveonstruir objeto alguno nunca ms.

    Pas un dedo por la superficie de los tablones, alisada a cepillo; conservquella sensacin pesada, como si estuviera dentro de una nube oscura, pero ag

    n tabln y tir de l para sacarlo del montn. Carg con los caballetes hastastudio y los coloc bien separados. Cruz encima de ellos el largo tabln

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    madera de pino. Luego llev tambin su caja de herramientas y la dej al lado. Te la cinta mtrica metlica para irla sacando de la caja e imagin cul sera la tel cuerpo del beb.

    Apoy la escuadra en el punto escogido, traz una lnea recta y serr por aensando en los viejos tiempos, cuando se daba por hecho que los hombrmaban los atades de sus seres queridos, y se dio cuenta de que estaba bien as,ue se trataba de un privilegio que ya pocos hombres conservaban. Marc la l

    guiente con cuidado y serr una pieza igual para formar el fondo del atad.

    Uni las dos piezas y luego cort los laterales y los remates de la caja. El tiemasaba lento y pacfico. Se puso a trabajar, lijando los lados de las piezas de

    modo que quedaran bien juntas, para hacer una caja que deba quedar perfecunque nadie la fuera a ver. Taladr los agujeros y los encastr antes de atornios laterales y los remates.

    Acuclillado, con las rodillas llenas de serrn y el lpiz encajado detrs de la or

    ba girando lentamente los tornillos para que mordieran la madera hasta el fonij la parte superior de la caja, creando de nuevo una fina nube de polvo que s

    meta por la nariz, con aquel olor memorable. Constru nuestra casa, con uabitacin para l, y ahora le estoy haciendo su atad. En nada difiere el trabalo hemos de seguir adelante, con los ojos abiertos, contemplando con atencinue hacemos, sin pensar en nada ajeno a la tarea. Entonces, fluimos con la noche

    La cajita tom forma y Laski se resisti a sentirse orgulloso, porque el orgullon pensamiento ajeno a la tarea. Lo hago en silencio, esto no es para nadieiquiera para l, pues ya no est, queda mucho ms all de mi cajita. Pero ha dej

    su paso un fragmento suyo que requiere la existencia de una caja que hecarrear por el bosque. Y la caja requiere una tapa y yo he de encontrar un parisagras.

    Rebusc en el cobertizo y encontr un par de bisagras viejas y oxidaequeas, chirriantes, pero en condiciones de uso. Tras marcar su perfil, cinceligura con un formn para que encajaran en la madera sin sobresalir. Prob la t

    sigui instalando las bisagras hasta que estuvo seguro de que la caja se cerron firmeza. Abri y cerr la tapa varias veces, disfrutando de la suavidad con uncionaba, hasta que record para qu iba a servir y confirm de nuevo que

    mejor renunciar a cualquier pensamiento ajeno a la tarea.

    Apart los caballetes y sus herramientas y barri el serrn. Luego se sent en illa y se meci en ella en silencio, adelante y atrs, sin dejar de mirar el atad. Uaga insatisfaccin se le remova por dentro y, lentamente, se volva cada vez lara e inquietante.

    Si lo enterramos aqu, quedaremos atados a esta tierra para siempre. Puedo ha

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    ue lo incineren en una funeraria y nos darn las cenizas en una urna metequea y si nos vamos de viaje nos la podremos llevar. Y el da que ncontremos en medio del mar podemos tirar ah las cenizas.

    Es exactamente lo que deberamos hacer. Lo llevar maana a la funeraria yodrn incinear con su cajita. Una sensacin de liberacin se apoder de Laberacin de la tierra, las casas y las tumbas. Con ese pensamiento en mente, suacostarse.

    Al entrar en la habitacin del hospital se encontr con un ambiente nuevo: la oama estaba ocupada. Mientras se acercaba a Diane vio con el rabillo del ojo a uoven tumbada en la cama que haba usado l para dormir. A su lado haba un jov

    dos mujeres mayores. Cerraron la cortina que rodeaba su cama y Laski se seunto a Diane.

    Ha perdido a su beb susurr Diane.

    Laski ech un vistazo hacia la cortina cerrada, tras la que se movan unas tensombras.

    Creo que deberamos incinerar al beb en la ciudad esta tarde.

    Pero... por qu?

    Si lo enterramos all, ser otra atadura ms, ser el lugar donde est enterruestro beb.

    A ella se le llenaban de nuevo los ojos de lgrimas.

    Si te parece que es lo mejor...

    No s qu es lo mejor dijo l. Quiz nada sea mejor. Pero ha sido uensacin muy fuerte y estoy intentando fluir con ella.

    Qu vas a hacer?Ir a la funeraria ahora, a preguntar si lo pueden hacer hoy mismo.

    Se levant y pas junto a las otras visitas. Pasillo adelante una vez ms, escalebajo, los pensamientos se le agolpaban: poner punto final a la tarea, recuperabertad.

    Cruz el aparcamiento deprisa y puso en marcha la camioneta. Con un va

    ecuerdo del paradero de la funeraria, circul por la ciudad. Ellos se encargarnodo y as no tendremos que intervenir.

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    Los quitanieves trabajaban an y en algunos sitios se vea gente que retirabaladas la nieve de las aceras y de las entradas de las casas. Laski dobl una esquvio la casona colonial, con una placa en blanco y negro en uno de los grande

    iejos pilares. Era un lugar enorme, con muchas ventanas. Laski mir porentana principal y vio un largo recibidor flanqueado por ramos de floremparas con pantallas opacas. El aparcamiento estaba lleno de coches. Haba musinas grandes llenas hasta arriba de flores y una cuadrilla de hombrofesionalmente sombros, vestidos de negro, esperaban junto a la cuarta, que te

    ortinas grises de terciopelo en las ventanillas. Se abri una puerta lateral dificio y asom el extremo de un atad hecho de madera oscura, tan pulida rillaba con fuerza, y decorado con filigranas de plata y oro. Agarrados a oportes de latn brillante iban los profesionales, con rostros de cera, silencioscarreando el atad chilln y gigantesco hacia el coche fnebre, cuyo conducbri con gestos suaves la puerta trasera y les ayud a deslizarlo hacia el interujosamente protegido por las cortinas. Laski sigui conduciendo, horrorizaQu diablos estaba a punto de hacer?

    Le temblaban las manos en el volante. Con los ojos en lgrimas, baj la miracia su cajita de pino, en el asiento contiguo, y apoy una mano en su superfiuave y lisa.

    Circulando de nuevo por la ciudad, regres al hospital; avanz de nuevo porasillos, subi una vez ms la escalera, otra vez pas ante las enfermeras y junas visitas en la habitacin de Diane.

    Vmonos dijo, en tono suave, tomando a Diane de la mano. Nos vamuntos a casa y lo enterraremos junto al arroyo.

    Y lo de la funeraria?

    Slo era un sueo con el que pretenda protegerme de la verdad de la muert

    Diane se levant de la cama.

    Slo me falta vestirme dijo.Se llev la ropa al bao; l se qued sentado en el borde de la cama, escuchan

    as voces de los visitantes que hablaban con la chica, detrs de la cortina.

    No pienses ms en eso.Maana ser otro da.

    S contestaba la chica. Y luego otra vez suavemente: S.

    Eso es, cario. Hay que mirar siempre adelante.Qu camisn tan bonito.

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    Lo compr en el K-Mart.Pronto habr rebajas.Todo estar a mitad de precio. Despus de Ao Nuevo.

    Sali un poco de humo por encima de la cortina. Laski se acerc a la ventana.a repisa descansaba el peridico del da anterior y al posar la mirada en los titulaio guerra, escndalo, inflacin. Lo enterraremos junto al arroyo. Este mome

    muere y lo sigue otro momento que muere tambin. Voy de un momento

    guiente.

    Estoy lista dijo ella. Laski cogi el bolso y se encaminaron haciamostrador. Una enfermera mayor habl con ellos. Les he dicho que les ten

    reparado el beb en el mostrador de recepcin. Estar muy bien envuelto.

    Apareci otra enfermera con una silla de ruedas.

    Puedo caminar dijo Diane.

    Normas dijo la enfermera. Te toca ir sobre ruedas.

    Diane se sent y fueron hasta el ascensor. La enfermera empuj la silla pntrar y Laski se puso a su lado mientras bajaban hasta el vestbulo.

    All haba la gente de siempre, gente que lea revistas o miraba fijamente aredes, de color amarillo claro. La enfermera empuj hacia la recepcin.

    El beb Laski dijo.

    La recepcionista entr en una sala que le quedaba detrs y regres conamillero que llevaba un paquete pequeo envuelto en lino.

    Diane, todava en la silla de ruedas, tendi los brazos con un sollozo enarganta quebrada. El camillero se qued desconcertado, sin saber qu hacer.

    Laski alarg los brazos y cogi aquel paquetito fro, lo acun en un brazostuvo la maleta de Diane con el otro. Tomaron la rampa de salida hacia la pueBaj la mirada hacia Diane y vio que segua llorando.

    Voy a traer la camioneta hasta la puerta dijo.

    Sali por el aparcamiento, an con el beb en sus brazos. No notaba el perfiluerpo, slo su escaso peso dentro del envoltorio de lino. Recin salido de evera, pens antes de abrir la camioneta y entrar en ella.

    Dej el beb en el regazo para abrir la caja de pino y meter luego en ella a su h

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    nvuelto en su mortaja de lino. Cerr la tapa y le pas el pestillo. Cuando lleg ntrada del hospital, la enfermera lo esperaba en la acera. Ayudaron a Dianevantarse de la silla de ruedas para entrar en el asiento delantero de la camioneta

    La prxima vez tendrs ms suerte dijo la enfermera.

    Los despidi agitando la mano en el aire y se qued all un momento, bajomarquesina del hospital, y cuando arrancaron se dio media vuelta con la silla

    uedas vaca.

    Qu bonita la caja dijo Diane, ahora con voz tranquila.

    La caja estaba entre ellos, en el asiento delantero y por un instante Laski oliulce perfume de la muerte. O era el olor de la madera? Sigui percibiendo

    mismo olor delicado mientras circulaban por la carretera, junto a los campos yo. Era un da caluroso para la estacin, con algunas volutas de niebla gris ncima del agua, y la nieve empezaba a derretirse ya en los recodos.

    Volvemos a estar solos los dos dijo.

    S respondi ella.

    Sus manos se tocaron al coincidir en la tapa de la caja de pino.

    Condujo la camioneta hacia las colinas boscosas por la vieja carretera que llevsu casa. Un cuervo ech a volar por el cielo de enero desde una gra

    bandonada, batiendo sus alas negras lentamente contra el gris de las alturas.

    Laski tom el sendero que llevaba a su cabaa, y luego el camino de accesoaj y abri la puerta a Diane. Ella sali a la nieve y se apoy en l. El sonido dieve derretida al gotear desde los rboles llenaba el ambiente, al tiempo que la bmeda y clida se cargaba del olor de los rboles.

    Qu da tan bonito dijo Diane, llorando de pronto otra vez.

    Laski camin despacio a su lado por el sendero que llevaba hasta la puerta,ue haba retirado la nieve con una pala. Ella entr en la cabaa apoyada en

    Laski le despej el sof y la ayud a instalarse en l. Luego atiz el fuego y saliuevo al coche para recoger la bolsa y an otra vez para entrar la caja de pino.

    Deposit la caja encima de la mesa y ah se qued, iluminada por la ltima luza tarde mientras ellos permanecan sentados en silencio en el sof.

    Ser mejor que vaya a ver al viejo Ben y le pida que venga maana pormaana.

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    Laski volvi a salir y vio que ella lo miraba por la ventana.

    El collie de Ben lleg dando saltos hasta la camioneta y Laski lo agasaj al saumbndolo boca arriba para rascarle la tripa. Se arrodill un momento en la nieon una mano en el vientre del perro. El cuervo segua graznando en el cieazando crculos en el viento, y Laski se sinti como si l fuera el cuervo y el peel cielo, como si fuera transparente y el da lo estuviera atravesando.

    Entra en mi castillo, amigo mo.

    Laski alz la mirada y vio al viejo Ben plantado en el umbral de su graestartalada. Ben lo gui por el laberinto de tablones y vigas cadas hastaabitacin ms interior de la casa, donde reluca de puro calor una vieja estufaierro y todo estaba limpiamente ordenado: mesa, silla, cubo de agua y una camndividual detrs de la estufa. El ermitao se sent en el borde de la cama y tiredazo de leo al fuego.

    Bueno, y qu puedo hacer hoy por ti? pregunt mientras sacaba un paque tabaco.

    Laski dud y tendi las manos hacia la tapa caliente de la estufa.

    El beb ha muerto anunci.

    Ben se qued mirando fijamente la zona de combustin de la estufa, en la qailaban diminutas centellas.

    Me ayudars a enterrarlo? pregunt Laski.

    Tendrs que conseguir un nmero de concesin del cementerio dijo elermitao mientras trataba de liar un cigarrillo al que se le desprendan hebras dtabaco por ambos lados.Lo voy a enterrar en el bosque.

    Ben dud mientras miraba a Laski, al otro lado de la estufa.Te han concedido permiso?

    Todo est bien, Ben. Han rellenado el papeleo en el hospital. He dado tunombre como testigo. Volvi a fijar la mirada en la estufa. Qu asustadosestamos, pens, si hasta para enterrar a los nuestros necesitamos permiso delgobierno. Me gustara hacerlo a primera hora de la maana.Ah estar respondi Ben. Laski desanduvo el camino entre el tnel

    serpenteante de desechos para salir de nuevo a la nieve. El perro se le echencima de un salto y le lami la mano y Laski vio en los ojos oscuros de aquel

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    collie toda la triste sabidura de los perros. Se haba puesto ya el sol y seguansentados en silencio, mirando la caja. Al fin, ella dijo:

    Me gustara verlo.

    De acuerdo respondi Laski, con el estmago revuelto.

    Conservaba en la mente una imagen fugaz del beb que haba visto, un ro

    oderoso que lo miraba en el momento de la muerte. Qu aspecto tendr ahens Laski, temeroso de lo que veran al abrir la caja.

    Levant lentamente la tapa y toc el bulto de lino. An estaba fro. Se sintiuevo como si estuviera en un sueo.

    Ser mejor que me dejes mirar a m primero por si est en muy mal estado.

    Apart el lino, limpio y tieso. Debajo haba un trozo de sbana gastada y su

    on los bordes rados y deshilachados. Lo desenvolvi, esperando ver la caritaepente, pero bajo la sbana haba varias capas de trapos viejos y an debajostos se vea una bolsa de basura verde de plstico.

    Desenred el pedazo de alambre que mantena la bolsa cerrada. Tir lentamee un extremo de la bolsa y lleg a la cabecita altiva, ya gris y fra. Enroll el ree la bolsa de basura y mir la cavidad abierta del pecho y el vientre de su hijo.

    Lo han dejado abierto dijo, con las manos temblando en la bolsa.

    No pasa nada dijo ella. Ya lo vi.

    Laski desenvolvi por completo la bolsa de basura para dejar del todo a la visteb, cuyo torso era un puro pellejo hasta la columna, una bolsa de piel ontena un pequeo charquito de sangre, como una taza. En la sangre flotabaalito de plstico con un nmero.

    Una ira incendiaria recorri el cuerpo de Laski, le llen el pecho de sangre yrdi en la garganta:

    Esto es la muerte! exclam. Las lgrimas le estallaban en los ojos. ene nada de extrao!

    Recorri con sus ojos las piernas largas a cuyo extremo se vean los pies juntino encima del otro, y an la muerte encima de ambos, mantenindolos quieomo una piedra. Volvi a mirar el agujero abierto en el cuerpo del beb,

    rmazn de la columna. Le han quitado los pulmones y el estmago, le han quitaas tripas. Hasta le han quitado el corazoncito.

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    Laski se vio de nuevo envuelto por el amor que senta por el chiquillo que teelante, todo recortado. Tom la mano derecha del beb en la suya, separ editos rgidos y mir la palma, fra y diminuta. Los dedos se agarraron con firmlos suyos, con la rgidez de la muerte. Qu minsculas son las uas, y

    erfectas.

    Mir la cara de su hijo y vio que haba experimentado una extrransformacin. Los rasgos haban madurado por completo, ahora tena la cara

    n hombre de muchos aos, como si su nico momento de vida, mientras la mel mdico le daba una vuelta, hubiera sido una vida entera, de principio a finriunfo y la rabia, la prdida y el beneficio, todo haba desaparecido ya de su caos prpados cerrados irradiaban serenidad.

    Qu precioso dijo Diane, derramando sus lgrimas sobre la exquisita cabsculpida con la finura de una estatua griega. Luch tanto para nacer...

    Entonces la arrastr el ocano de la pena y se quebr en un llanto desatado, co

    l viento del mar que empuja a las olas a formar olas terribles. Y en esa tempeslotaba con calma la cajita de pino, con su extrao pasajero, el infante que tambra un viejo.

    Laski abri un prpado del beb y vio una joya ennegrecida, perdida enondura de la noche. Lo cerr y acerc la boca a su orejita para susurrar:

    No tengas miedo.

    Luego, mientras miraba la frente alta y los nobles prpados, mientras vea una ms con toda claridad la sabidura que atesoraban, supo que aquel ser no necesit

    ingn consejo. Y se sinti mucho ms joven que aquel infante que yaca antequel infante con la cabeza de un sabio anciano.

    No ha llegado a vivir! exclam Diane, un aullido contra el viento del mar

    Laski toc la mejilla, que se hundi al contacto, como si la carne sin vida fu

    na masilla ligera.Ah, no, no hagas eso dijo Diane con una voz repentinamente suave, mien

    pretaba levemente la carne de la mejilla para devolverle su forma. Agachabeza y deposit un beso en la frente. Es como un mrmol.

    Laski volvi a estirar la bolsa de basura en torno al cuerpo.

    Podra pasarme la vida mirndolo dijo Diane.

    Sin embargo, envolvi la bolsa con los trapos viejos y la sbana sucia y lue

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    err el lino blanco y limpio con un imperdible. Laski baj la tapa de la caja yuevo le pareci estar en un sueo que poda avanzar en la direccin queuisiera. Pero entonces not que la realidad se mova en una sola direccin. El baci y muri y yo estoy cerrando la tapa de su atad.

    Diane limpi la sangre del beb que haba quedado en el rostro de Laski y enropios labios y luego se acerc lentamente al sof y se tumb en l. l se sent ado, en el suelo. No haba nada que decir. Ninguno de los dos quera evadirse

    aso de las horas y se saban ambos impotentes para cambiar el sinuoso arroyo doche; lo nico que podan hacer era permanecer en silencio.

    Laski se adormeci y se adentr en la fantasa. Haba vuelto a la sala de partoea la piel del beb que empujaba desde dentro de la vagina. Ah mismo est; sperando. Sacadlo de ah, no perdis ms tiempo. Pero el doctor dorma al foel pasillo.

    Al fin se desvanecieron sus pensamientos y slo qued el sonido de la no

    nvernal en el bosque. Sinti que Diane estaba a su lado en el silencio profundxtrao y, aferradas a ste, habitando aquella quietud, vio fundirse la vida y

    muerte en un mar calmo y brillante que no tena fin.

    e despert antes del amanecer, prepar el desayuno y se llev la caja de pinobertizo. La primera luz gris del da entr por las ventanas que daban al

    mientras l soltaba la caja y buscaba el martillo y los clavos. Luego clav lenuidadosamente la tapa, y en el alba invernal cada martillazo son como un goado a un tambor solemne. Cuando hunda ya el ltimo clavo, oy que Ben llegla puerta del cobertizo.

    Laski abri la puerta al viejo, all plantado con sus raquetas de nieve, un cigarrplastado entre los labios.

    Enseguida estoy contigo dijo Laski mientras coga su pico, la pala y uaquetas para los pies.

    Habra que cavar primero el hoyo propuso Ben. Y luego vienes a buscaaja.

    Laski asinti y ech a andar por la corteza dura de la nieve matutina, que crbajo las raquetas. Avanz hasta el bosque, ms all del esqueleto de un vgranero, donde un puercoespn haba dejado su propio rastro en la nieve; Laskcruz y sigui adelante, hacia los rboles ms densos.

    Sigui una vieja pista de leadores entre los pinos, con Ben un poco ms atr

    umando y tosiendo en el aire quieto de la maana. La pista avanzaba enmatorrales de alisos y bajaba hasta los rboles ms altos, una zona en la que no

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    aba talado un tronco desde haca muchos aos. Laski sigui andando entre rboles viejos hasta que lleg a la ladera que se alzaba por encima del arroyo. Del, la ladera emprenda el descenso, flanqueada por los abetos que crecan a am

    ados. Abajo, el arroyo no dejaba de discurrir pese a estar helado, y el sonido deorriente lleg hasta sus odos. Se detuvo en un recuadro formado por cuatro picequeas.

    Retiraron la nieve a paladas para despejar un trozo de tierra dentro de aq

    ecuadro.

    Parece que la tierra no est helada dijo Laski.

    No, ser fcil de cavar contest Ben, alzando el pico.

    Tras ahuecar la tierra con el pico, Laski la retir a paladas que iba apartandona pila. El cielo segua gris y el hoyo tomaba forma ya, cada vez ms profundo

    medida que Ben clavaba el pico y Laski se llevaba la tierra con la pala.

    Parece que no hay muchas races dijo Ben.No, no est mal.Pero ha de ser ms amplio opin Ben.

    Pic la tierra que rodeaba el hueco y Laski sigui retirndola con su pala poder meterse dentro del hoyo y trabajar desde all las paredes.

    De qu profundidad la quieres? pregunt Ben.Lo suficiente para que no la abra ningn animal.Ninguno lo va a tocar dijo Ben.

    Sin embargo, siguieron cavando hasta que Laski se encontr con el suelo ltura de la cintura mientras iba sacando tierra.

    Ve y trae la caja propuso Ben. Yo le acabar de dar forma al hoyo.

    Laski se aup para salir, se puso las raquetas y sigui el sendero de vuelta eos rboles. Con la humedad de la maana flotaban en el aire los aromas de madmuerta y hojas, y de vez en cuando le llegaba un leve rastro de almizcle de alnimal que habra pasado por ah. Por todas partes se vea en la nieve el rastrolgn conejo que discurra sinuoso entre los rboles, as como las huellas de un g

    monts, que trazaban una curva elegante al adentrarse en el bosque hacia el cene los cedros, donde solan encontrarse los ciervos.

    Apareci el viejo granero y Laski pas junto a l de camino a la cabaa. Al lle

    l cobertizo se quit las raquetas y las dej clavadas en la nieve. Entr enobertizo, baj el trineo al suelo y le deposit encima el pequeo atad. Luego

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    t.

    Cuando lo tuvo bien amarrado, entr en la cabaa.

    Diane estaba sentada en el sof.

    Has encontrado un sitio bonito?

    En la ladera alta, por encima del arroyo explic Laski. Ahora mismo mellevo.

    Volvi al cobertizo y empuj el trineo cargado hacia la nieve. Se puso de nueas raquetas y agarr la cuerda. La carga era ligera y avanzaba con suavidad sobreorteza de nieve.

    Por la cuesta que se extenda ms all del viejo granero, el trineo se desplazolo y Laski iba corriendo a su lado, guindolo por medio de la cuerda y hacind

    asar entre unos pimpollos de piceas. Los brazos de aquellos arbolitos tocabanaja y dejaban caer algunas agujas y unas pocas pias diminutas.

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    William Kotzwinkle es un escritor estadounidense, autor de libros infantilnovelas de gnero fantstico y de intriga, y tambin guionista cinematogrfico. hizo cargo de dar forma novelada al guin de E. T. El extraterrestre. En 1977 gael World Fantasy Award for Best Novel por Doctor Rat y fue galardonaasimismo con el National Magazine Award of Fiction. Vive en Maine con esposa.

    El nadador en el mar secreto es la historia del arduo nacimiento de un nicontada por su padre.

    El lenguaje potico de su narracin y una contenida emocin se funden pproyectar un potente sentimiento de amor y a la vez de aceptacin de una realidno deseada.

    Escrita en 1975 tras la muerte de su primer hijo, El nadador en el mar secreto, escritor de gnero William Kotzwinkle, pas ms de treinta aos en el olvidAhora Navona la recupera para el pblico espaol.

    El primer hijo de William Kotzwinkle naci muerto. Su esposa rompi aguas umaana, l la llev al hospital, asisti al parto, vio nacer al beb, escuch a mdicos decir que estaba muerto, sali del paritorio, esper a la autopsia, recoga su hijo, se lo llev metido en una cajita, lo subi a un trineo y lo transpohasta el lugar en donde lo enterrara. Cuando termin esta penosa tarea, encerr en su estudio y casi de un tirn escribi Swimmer in the Secret S

    Corra el ao 1975. Envo el relato -una novela corta de apenas noventa pginasuna revista americana. Se lo publicaron. "Me dijeron que fue el relato que m

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    cartas de lectores gener nunca", explica Kotzwinkle a El Cultural. Tanto gustla crtica y a los lectores que gan el National Magazine Award Fiction y fnominado a los galardones del Crculo de Crticos Literarios de Estados Unidos

    Despus vino el silencio. La novela cay en el olvido. Se podra decir que tuuna intensa, pero muy corta vida; pronto se convirti en un libro condenadocoger polvo en libreras de viejo o en ciertas bibliotecas consagradas a los libde culto. En 2010, una pequea editorial de Boston y otra an ms modesta

    Nottingham, en Reino Unido, recuperaron la novela para ambos pases; pero apenas tuvo ningn impacto. "Salvo por una magnfica resea en el suplemenliterario del Times, el libro no despert inters alguno", dice el editor de FLeaves, la editorial britnica.

    Por eso fue tan extrao que, dos aos despus, en 2012, comenzaran a llegar a soficinas decenas de pedidos. Qu ocurri? Tuvo lugar una promocin solicitada: Ian McEwan cit el libro de Kotzwinkle en su ltima novela de espTom y Serena, pareja protagonista de Sweet Tooth, nunca coincidan en gus

    literarios, salvo con un libro, el de Kotzwinkle. "Doy las gracias a Ian McEwpor apreciar el mrito artstico de este libro", dice, ahora, el escritor americanTras toda esta peripecia, la novela llega a Espaa por primera vez en traduccin Enrique de Hriz. El ttulo se ha traducido literalmente -El nadador en el MSecreto- y la edita Navona en su nueva coleccin "Los ineludibles", en la qestn previstos cuatro libros al ao, uno por cada estacin, con la intencin que "sean percibidos como una coleccin sofisticada e ineludible".

    Kotzwinkle, escritor de gnero conocido, sobre todo, por haber escrito la versiliteraria de E. T. El extraterrestre y el guion de la cuarta parte dePesadilla en EStreet, habla de esta novela -una rareza en su bibliografa- como de algo mlejano. Ni la ha reledo ni quiere volver a escribir algo parecido. "Fue un acto desesperacin", dice. "Escrib ese libro con lgrimas en los ojos desde la prima la ltima pgina". Desde entonces, Kotzwinkle ha sido infinitamente ms feescribiendo novelas fantsticas e infantiles, decenas de cuentos, novelas y guioncinematogrficos.

    "Mi mundo qued aplastado, desgarrado por la mitad", dice, al recordar circunstancias en que escribi El nadador en el mar secreto. Y aade quehistoria de algn modo habita en l, que es un libro que, pese a estar escrito hatreinta aos, siempre ha tenido en la cabeza. Ms que un libro, apunta, "es recuerdo". "La historia contina viva en m. No he reledo el libro, pero lo qocurri se escribi en m, en mi alma. En ese sentido, siempre he estado leyendreleyendo este libro".

    El libro es sorprendentemente sobrio y contenido, casi asptico. Cmo lo logr

    Kotzwinkle cita un ensayo de Nabokov sobre lo que los rusos llamanposhlostliteratura falsamente importante, falsamente hermosa, falsamente inteligen

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    falsamente atractiva. "Yo era capaz de evitar todas estas trampas porque slo teque escribir lo que pas de la mejor manera que saba, y eso implicaba utilizuna prosa sencilla y clara". Dice que cualquier aderezo hubiera sido algo as comuna traicin: "No podra haber vivido conmigo mismo". Y utiliza la imagen de espejo en el que se refleja su tristeza, la de l y la de su mujer: un espejo que de reflejar la realidad sin distorsin. Todava no ha superado aquel trance. tiempo embota el dolor, eso es todo". Despus cuenta algo que le ocurre cada vque ve a un amigo suyo que perdi a su hija en un accidente. "Cuando n

    abrazamos, no necesitamos palabras, no nos decimos nada, nuestra transmisincompleta e inmediata. Las prdidas permanecen en nosotros para siempre. prdida es tan importante como la comida. De alguna manera toma cuerpo nuestro interior, se convierte en parte de lo que somos y de esa manera esiempre con nosotros. Borrar la tragedia sera borrar un pedazo de nosotrmismos, y nadie es capaz de eso".

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    OTROS TTULOS DE NAVONA

    iedrich Drrenmatt / La promesadgar Allan Poe / Los casos de Auguste Dupinv Tolsti / Hadj Murat

    duard von Keyserling / Novelas blticas Simone de Beauvoir / Malentendidosc Henry Miller / Una pesadilla con aire acondicionado Aldous Huxley

    nrisa de la Gioconda Henry James / Compaeros de viajeki / Cuentos mordacesskine Caldwell / En esta misma tierraerre Assouline / Sigmaringenancis Scott Fitzgerald / El ltimo magnate

  • 7/25/2019 El Nadador en El Mar Secreto - Autor: William Kotzwinkle.

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    OTROS TTULOS DE NAVONA

    iedrich Drrenmatt / La promesadgar Allan Poe / Los casos de Auguste Dupinv Tolsti / Hadj Murat

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