el mundo de nasrudín - cuentos sufíes

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Page 1: El mundo de Nasrudín - Cuentos sufíes
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El mundo de Nasrudín

El mundo de Nasrudín

Cuentos sufíes

Un día Nasrudín estaba en un banquete cuando observó a un hombre ricamente vestido llenando de comida sus bolsillos.

—Es para mi esposa —explicó el ladrón—. No podía venir así que le dije que le llevaría a casa algo de comida para ella.

Sin decir palabra, Nasrudín abrió el bolsillo del hombre y vertió en él un puchero de té.

—¿Qué estás haciendo? —gritó el avaro.

—Cuando tu mujer se haya comido todo eso —contestó el mulá—, tendrá que beber algo.

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El mundo de Nasrudín

Come y luego bebe

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El mundo de Nasrudín

Cuentos sufíes

Idries Shah

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Autor- Idries ShahDiseñador-Daniel elhordoyNro de estudiante-146830Entrega de diseño editorialUniversidad ORTImpreso en papel de 90gr y 100grTipografías usadas Arial y Arial blackImpreso en copyserHecho en Indesign CS2

—Nasrudín —le preguntó el vecino—, ¿quién es más inteligente, el camello o el hombre?

—El camello —contestó el mulá—, porque lleva cargas pesadas sin quejarse, pero nunca pide una carga adicional.

El hombre, por el contrario, atestado de responsabilidades, siem-pre quiere aumentar sus cargas.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Camellos y hombres

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Indice

Introducción..................................7

Biografía. ………………………….8

Un regalo de Dios .………………..9

Un pan para la cabeza .………….11

Una copia perfecta………………..12

La habilidad con las palabras……14

El tesoro de otro hombre…………16

Manzanas………………………….18

¿Eres yo?.....................................21

Preguntar al hombre equivocado..23

Camellos y hombres………………24

Come y luego bebe………………..27

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Dicen que Nasrudín es el loco más sabio que ha existido. Como todos los libros de Idries Shah, este volumen está lleno de sorpresas. Hace 40 años, este autor trajo los cuen-tos y chistes de Oriente Medio y Asia Central al mundo oc-cidental. En todos ellos el protagonista es el Mulá Nasrudín, el sorprendente personaje de las enseñanzas sufíes que a veces aparece como un sabio y otras como un loco. Las en-señanzas de Nasrudín son un reflejo de la sabiduría que su-byace en la naturaleza humana. Este compendio incluye 10 nuevos cuentos inéditos recogidos por Idries Shah. Muchos de ellos tienen siglos de antigüedad, pero su significado re-siste el paso del tiempo y hoy pueden ser considerados más actuales que nunca. Violentos tiranos, fanáticos religiosos, jueces incompetentes, hombres ricos y avariciosos son al-gunos de los personajes que aparecen en estas historias, que también pueden leerse para disfrutar de un momento de diversión o para meditar sobre el significado de la verdad.

Introducción

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Nasrudín trataba de asegurar el gallinero antes de que las aves tuvieran oportunidad de escapar, cuando fue interrum-pido por un vecino.

—¿Cuántos días tiene el año?

—¿Tengo yo aspecto de comerciante de años —dijo con brusquedad Nasrudín—, para que pienses que llevo la cuenta de los días?

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Preguntar al hombre equivocado

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Idries Shah

Nació en Afganistán. Era especialista en la tradición sufí, y fue el introductor de esta filosofía en el mundo occidental. Sus escri-tos tuvieron influencia en numerosos intelectuales contemporá-neos, como por ejemplo Doris Lessing. Su definición del suf-ismo era muy liberal, ya que él consideraba que esta tradición es independiente del Corán y que su espíritu es universal.

Es considerado como el intelectual más importante en la adap-tación del pensamiento espiritual clásico al mundo moderno. Sus libros han vendido más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo.

Es autor entre otras obras, de Las Hazañas del Incomparable Mulá Nasrudín, Cuentos de los derviches, Las ocurrencias del increíble Mulá Nasrudín o El monasterio mágico (Paidós).

Biografía

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Un regalo de Dios

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Andaba Nasrudín por la concurrida ciudad de Bagdad cuando chocó con otro hombre y ambos cayeron al suelo.

—Perdón —dijo educadamente mientras se levantaba—, ¿tú eres tú o eres yo? Porque si eres yo, entonces yo debo ser tú.

—Seas quien seas, eres un completo lunático —replicó el otro hombre al oír la pregunta del mulá.

—Es que tú y yo somos de una complexión similar y llevamos ropas parecidas. Pensé que podría haberme confundido en la caída.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

¿Eres yo?

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Nasrudín había salido a pasear cuando una abeja le picó en la nariz. La picadura empezó a hincharse de forma alarmante y se fue corriendo a ver al médico. Cuando cruzaba el bazar, un guasón le vio y dijo riendo:

—¿Dónde conseguiste esa nariz?, ¿de un burro?

—Sí —contestó el mulá—Cuando Dios dividió al asno, te dio a ti su inteligencia, y a mi, su nariz.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Un pan para la cabeza

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Mulá Nasrudín estaba una vez trabajando como recogedor de manzanas. Después de todo un día de trabajo agotador, su jefe —que era un avaro— se negó a pagarle el salario acordado. —No tengo dinero para darte, pero vuelve mañana a trabajar y puedes comer todas las manzanas que quieras.

El mulá volvió al otro día y siguió cogiendo diligentemente la fruta de los árboles. A la puesta del sol, trepó al árbol más alto y empezó a comer manzanas con tal deleite que el avaro se alarmó.

—¿Por qué no comes de las ramas inferiores? —le gritó desde el suelo.

—Empiezo desde arriba y voy bajando poco a poco —gritó Nasrudín—Con casi todo un huerto de manzanas para comer, debo ser sistemático.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Manzanas

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Una noche Nasrudín llegó a casa de su hermano ya muy tarde, e inmediatamente le hicieron pasar a la mejor habitación. Aunque se le había dado la cama más cómoda de la casa, con las sába-nas y las mantas más suaves, nadie pensó en preguntarle si había cenado.

Dando vueltas a un lado y al otro, Nasrudín luchaba en vano por suprimir los ruidos que el hambre le hacía en las tripas. Final-mente, saltó de la cama y llamó a su anfitrión.

—¿Qué pasa? —preguntó el hermano del mulá, asustado al ver que le des-pertaban en mitad de la noche.

—Las almohadas son demasiado suaves —replicó Nasrudín—.¿Podría coger un pan de la cocina y descansar la cabeza en él?

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

Una copia perfecta

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Caminaba Nasrudín por la ribera cuando vio una copa flotando en el agua. La sacó, miró en su interior y descubrió que estaba medio llena de agua. En la superficie brillaba la cara de un hombre.

—Lo siento —dijo al reflejo —,no me he dado cuenta de que la copa era suya. —Y sin dudarlo un instante la echó de nuevo al río.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

El tesoro de otro hombre

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Nasrudín estaba en Turquía visitando a un amigo. Una noche, los dos hombres se sentaron fuera, bajo el cielo estrellado.Enseguida el mulá dejó de hablar y empezó a dar sonoras muestras de aprobación.

—¿Por qué haces “¡ooh!” y “¡aah!”?

—Estaba admirando tu cielo y me asombraba de la maestría de vuestros pintores de cielos. Han hecho una copia perfecta de las estrellas que tenemos en mi tierra natal.

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El mundo de Nasrudín El mundo de Nasrudín

La habilidad con las palabras

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Una cuadrilla de ladrones, a la espera de juicio, estaban pre-ocupados por las duras condenas que estaban aplicando los tribunales.

—Necesitamos a un hombre que nos defienda de manera tan elocuente que ningún juez pueda condenarnos —dijo el jefe.

Recordando la habilidad de Nasrudín con las palabras, le contrató como abogado.El mulá apareció en la audiencia al día siguiente y pronunció una defensa tan convincente que todo el palacio de justicia quedó convencido de que los hombres eran inocentes.

Nasrudín había puesto tanta energía en su actuación que empezó a sudar. Segundos antes de que el juez ordenara la liberación de los acusados, su abogado no puedo resistir al calor por más tiempo. Se quitó el manto y pidió a los guardias que lo metieran en una celda.

—¿Por qué quieres encarcelar a tu manto? —preguntó el juez.

—Si estos hombres van a ser liberados —contestó el mulá—, quiero asegurarme de que mi manto esté en un lugar se-guro.

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