el monumento de jueves santo. el caso de la catedral de sevilla

25
EL MONUMENTO DE JUEVES SANTO. EL CASO DE LA CATEDRAL DE SEVILLA Ramón de la Campa Carmona (Grupo de Investigación y Estudio de la Religión en Andalucía, Departamento de Antropología Social, Universidad de Sevilla) El Jueves Santo, jornada eucarística El Jueves Santo, que abre el Triduo Pascual, es el día en que Jesús instituyó la Eucaristía en el marco de la Cena pascual, la Última Cena, actualización sacramental de la Pascua redentora, que cristaliza todo el amor de Dios manifestado en Cristo, hecho testamento, sacrificio y sacramento como expresión permanente de la Buena Nueva hasta la parusía 1 . Este acontecimiento salvífico celebrado en la Misa in cena Domini, por lo que los ornamentos utilizados son blancos y la misa tiene Gloria. Esta misa debe provenir en el Rito Romano de la liturgia jerosolimitana. Concatenadamente, se conmemora también la institución del sacerdocio, el otro sacramento pascual que construye la Iglesia, sobre todo en la Misa crismal, celebrada por el obispo en su catedral, por su carácter de preparar lo necesario para la administración de los sacramentos, y del mandamiento nuevo del amor fraterno, expresado en la ceremonia del mandato o lavatorio de los pies, dramatización solemne de la caridad. 1 J. ORDÓÑEZ MÁRQUEZ: Teología y espiritualidad del Año Litúrgico, BAC, Madrid 1978.

Upload: ramon-de-la-campa

Post on 08-Sep-2015

25 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Estudio del Monumento o Altar Eucarístico del Jueves Santo.

TRANSCRIPT

EL MONUMENTO DE JUEVES SANTO

EL MONUMENTO DE JUEVES SANTO.

EL CASO DE LA CATEDRAL DE SEVILLARamn de la Campa Carmona(Grupo de Investigacin y Estudio de la Religin en Andaluca,

Departamento de Antropologa Social, Universidad de Sevilla)El Jueves Santo, jornada eucarstica

El Jueves Santo, que abre el Triduo Pascual, es el da en que Jess instituy la Eucarista en el marco de la Cena pascual, la ltima Cena, actualizacin sacramental de la Pascua redentora, que cristaliza todo el amor de Dios manifestado en Cristo, hecho testamento, sacrificio y sacramento como expresin permanente de la Buena Nueva hasta la parusa. Este acontecimiento salvfico celebrado en la Misa in cena Domini, por lo que los ornamentos utilizados son blancos y la misa tiene Gloria. Esta misa debe provenir en el Rito Romano de la liturgia jerosolimitana.Concatenadamente, se conmemora tambin la institucin del sacerdocio, el otro sacramento pascual que construye la Iglesia, sobre todo en la Misa crismal, celebrada por el obispo en su catedral, por su carcter de preparar lo necesario para la administracin de los sacramentos, y del mandamiento nuevo del amor fraterno, expresado en la ceremonia del mandato o lavatorio de los pies, dramatizacin solemne de la caridad. Por todo esto se acostumbra, despus de la citada misa de la institucin, exponer la Eucarista de una manera solemne para la adoracin de los fieles en un bello altar adornado ad hoc llamado monumento, y as stos dediquen, al menos, un momento de oracin de agradecimiento a Jess, a la vez que lo acompaan espiritualmente en la oracin del Huerto y en su proceso.

La costumbre es visitar siete iglesias, haciendo una breve oracin en cada una de ellas, ejercicio piadoso lucrado con indulgencias. No olvidemos que el siete tiene el significado sagrado y mstico de perfeccin, de perdn de las penas debidas por las faltas cometidas. Estas estaciones han venido, tambin, a simbolizar el ir y venir de Jess en la noche de la traicin; es lo que dice el adagio popular: traerte de Herodes a Pilatos. En la visita no se prescribe ningn rito ni oracin en especial. Lo habitual es que se comience la visita con la invocacin Alabado sea Jess sacramentado y el rezo de la estacin mayor, haciendo las peticiones que se quiera.

Origen del MonumentoPara conocer el origen de esta prctica, debemos empezar haciendo un poco de arqueologa litrgica. Como el Viernes Santo, desde el paleocristianismo, no haba Misa por centrarse la celebracin litrgica en la Cruz del Seor, el Jueves, despus de la Misa in Cena Domini se reservaba la Eucarista para la comunin de ese da, primero bajo las dos especies, y a partir del siglo XI se excluye la del vino y se acaba reservando la comunin slo al celebrante. Este uso antiqusimo hizo que cuando se empieza a rendir culto positivo a la reserva del Santsimo, en el auge creciente de la piedad eucarstica del segundo milenio, se pensara darle una mayor solemnidad en esta jornada en que se conmemoraba la institucin del Sacramento del Altar y que se desarrollara la procesin de traslado as como que se conservara ya no en la sacrista, sino en un altar de la iglesia convenientemente preparado para ello. Juan de Arranches (+1079) es el primero, refirindose a la Iglesia de Run, en referir estas costumbres, que encontramos en Roma constatadas ya en el siglo XII. El Ceremoniale Episcoporum, publicado en 1600, detalla ya definitivamente todos los elementos para el Rito Romano.Acorde con la interpretacin medieval alegrica de la liturgia, el simbolismo fundamental que adopta esta reserva fue fundamentalmente sentimental y anacrnico: ya en el siglo IX Amalario de Metz y los dems liturgistas medievales simbolistas meditaron en ella sobre la deposicin del cuerpo de Jess en el sepulcro, para completar con el Jueves Santo, que formaba parte ya del Triduo Sacro que preceda a la Resurreccin, las aproximadamente cuarenta horas en tres das pasadas por l en la tumba. Es el mismo origen del Jubileo de las XL Horas. Este simbolismo se vio reforzado por la costumbre bajomedieval, nacida en los pases septentrionales, que no lleg a entrar nunca en Roma, de levantar un sepulcro votivo de Cristo, adornado con luces y flores, en el que, en un sagrario preparado al efecto se depositaba solemnemente la cruz del altar y, va veces tambin la Eucarista, que era velado hasta el alba de Pascua, en que el Santsimo, si haba sido depositado, era conducido al altar. Este rito, excluido del Rituale Romanum, cay en desuso en el siglo XVIII en casi todas las Iglesias, y slo se conserv en Alemania y en Austria, aunque modificado.Incluso se llegaron a colocar, en torno al Santsimo, emblemas fnebres, guardias y las Maras, a pesar de prohibiciones reiteradas. En Cascante (Navarra), tenemos los Alabarderos, recuperados en el 2002 tras veinticinco aos, grupo de jvenes del pueblo vestidos de romanos, compuesto por un Capitn, un paje, la tropa de a pie y la de a caballo, para custodiar el monumento del Jueves Santo y asistir a los oficios y procesiones religiosos. En Tarancn (Cuenca) se fund en 1719 la Hermandad de los Armados Guardas del Monumento de Cristo, al que custodian por parejas vestidos de soldados a la usanza del XVI y despus escoltan al Yacente en la procesin del Santo Entierro.Dentro de la devocin popular, se promueven las visitas o estaciones al tabernculo eucarstico, que empieza a denominarse Monumento, palabra de origen latino que etimolgicamente significa sepulcro, a ejemplo de las Maras, concedindose a esta costumbre copiosas indulgencias a lo largo de la historia, y que estn en el origen de las procesiones de Semana Santa.

Por ejemplo, el Papa Po VII Chiaramonti con un rescripto de siete de marzo de 1815 concedi perpetuamente a los que visitaran los Monumentos rogando segn la intencin del Romano Pontfice, indulgencia plenaria confesando y comulgando, y diez aos y diez cuarentenas (indulgencia parcial) haciendo firme propsito de confesarse.

El mismo Po VII, por dos rescriptos de catorce de febrero de 1815 y seis de abril de 1816 lucr con indulgencia plenaria, perpetua, a los que practicaran el Jueves Santo durante una hora algn ejercicio piadoso en memoria de la institucin del Santsimo Sacramento, confesando y comulgando.

El Monumento

El Monumento era y es costumbre colocarlo en un altar lateral de la iglesia o, de haberla, en la capilla sacramental, adornndolo lo ms artsticamente posible, con flores, cera y lmparas, que no deban bajar en nmero de las exigidas para la Exposicin solemne (doce, diez al menos en las iglesias pobres, hoy seis), que ardan de da y de noche, hoy slo hasta las doce de la noche, fin de la jornada, y ornamentos blancos, con un sagrario porttil en el centro para la adoracin solemne de los fieles, a veces exento, para poder lucrar en sus cuatro caras las indulgencias de sendas visitas.

Se ordenaba que no hubiera Cruz, reliquias de santos o imgenes, aunque representaran la Cena, la Pasin o el Sepulcro del Seor o la Virgen de los Dolores, a no ser de ngeles en actitud de adorar, ni se adornara con copones, clices y custodias, para no distraer las mentes de los fieles y apartarlos de la adoracin; ni paos negros, que no convienen al Sacramento que nos hace tangible la presencia del Seor Resucitado en medio de su pueblo, ni cubrir la urna con un velo blanco a modo de sudario, porque no se trata de representar a Cristo muerto, sino de erigirle un trono para que sea adorado y honrado.

Por su simbolismo popular de sepulcro, que se superpone y prevalece al de la institucin de la Eucarista, el tabernculo sola adoptar la forma de urna o relicario, siempre opaco, que se pueda cerrar con llave, representndose con frecuencia en su cara frontal la Piedad o la deposicin en el sepulcro, o el pelcano, y rematndose con ste o con las tres cruces del Calvario. La llave deba guardarla el celebrante colgndosela al cuello de cinta blanca, aunque a veces una puramente simblica era entregada a la autoridad civil, como se permiti al Ordinario de Sevilla.

Pronto se fueron desarrollando tambin arquitecturas efmeras en su exorno, que, contraviniendo la norma general, incluan imgenes de alegoras, prefiguras bblicas y personajes de la Pasin. En un principio era una especie de decorado teatral con escenas alusivas a la Eucarista y a la Pasin sobre un tablado en el que incluso se incluan actores representando stas. En el Renacimiento se le aaden arcos triunfales, que evolucionaron hacia una estructura arquitectnica, en la que cada lado repeta el esquema de un arco de triunfo de pisos superpuestos, formando unas torres resplandecientes de luz y de rica ornamentacin, entre las que destacaban las bandejas en las gradas sobre las que se elevaba, recordando los aparadores de los comedores.

Estos conjuntos en madera jaspeada en blanco y dorado, tienen tambin que relacionarse con los tmulos funerarios, que lo eran en negro y dorado, pues no olvidemos el carcter alegrico de sepulcro que conlleva este rito. Estas estructuras arquitectnicas, generalmente de planta centralizada, hacen referencia tambin al Templo de Salomn, donde se custodiaba el Arca de la Alianza, pues en la Eucarista llega a su plenitud la promesa hecha por Dios al real constructor: este lugar he escogido yo y he santificado, para que mi nombre sea invocado en l para siempre y estn fijos sobre l mis ojos y mi corazn para siempre.

En las iglesias menos ricas se utilizaba para el Monumento, si la haba, la custodia de asiento turriforme de madera o metal sobre gradas, trocando el ostensorio por el arca. Si no, al menos, se dispona de un baldaquino o manifestador para cobijar sta. Las ricas custodias de asiento, en todo caso, eran tambin insertadas en las imponentes mquinas que se levantaban en las iglesias importantes.

Hermandades Sacramentales y Triduo Pascual

En las Parroquias, que contaban por lo general con una Hermandad Sacramental, entre sus fines, sta tena por regla general un papel destacado en las celebraciones del Triduo Pascual, derivado del carcter eucarstico del Jueves Santo, conmemoracin de ltima Cena, en el que la reserva adquiere una relevancia singular, y por el posterior traslado del Santsimo para la Misa de presantificados el Viernes Santo.

En Sevilla, por ejemplo, entre las obligaciones de los Hermanos que se prescriben en las Ordenanzas de 1788 de las Cofradas del Santsimo Sacramento, Mara Santsima de las Nieves y nimas Benditas del Purgatorio de San Isidoro de Sevilla, enumeradas en el Captulo IX, se encontraban las de asistir a los Divinos Oficios el Jueves, con comunin general en la Misa Mayor, especialmente los Hermanos Parroquianos, y Viernes Santo, y a integrarse en un turno de media hora de vela ante el Monumento.

Tambin colaboraban materialmente en el montaje del Monumento con la Fbrica de la Parroquia, proporcionando la cera y el adorno floral o contribuyendo, al menos a l; costeando su montaje, o con otras aportaciones similares. As mismo, organizaban las procesiones de traslado de Jueves y Viernes Santo.

El Monumento Grande de la Catedral de Sevilla

En cuanto al diseo de Monumento, influa decisivamente el de la Catedral, corazn religioso de la dicesis. Es el caso de la hispalense, pues como resea Rodrigo Caro: imitan a su cabeza los dems miembros de esta ciudad, as en los monumentos de Semana Santa, como en la celebracin particular del Santsimo Sacramento haciendo cada parroquia y convento tantas demostraciones en la una y la otra celebridad, que sin duda ninguna excede Sevilla a todas las ciudades de la Iglesia Catlica, como lo confiesan los extranjeros, que de todas las naciones aqu concurren. En el mismo sentido se manifiesta el analista Ortiz de Ziga.

El P. Aranda, al que sigue Ortiz de Ziga, comenta que ya en 1542, en el pontificado de Garca de Loaysa, se hablaba de un Monumento grande, y seala como tracista de ste a Micer Antonio Florentn, y que el Maestro Bartolom Morel hizo para el Cabildo un modelo. En 1559 el Cabildo encargo un monumento a Hernn Ruiz de tipo de templete exento, con una imagen de la fe por remate. Las columnas, frisos, cornisas, bolas y obeliscos los hizo hecho Juan de Banares en 1560. Lo pint Maese Pedro de Campaa y su hijo, y las esculturas fueron ejecutadas por unos tales Chacn, Saucedo y Gregorio Vzquez. Se estren en 1562 y fue vendido por el Cabildo en 1584.

El definitivo, que se instalaba en el trascoro, era una imponente mquina manierista a cuatro caras de 9 pies de columna a columna, de 120 pies de altura (unos 25 metros) y 80 de dimetro, que desgraciadamente dej de montarse en los aos sesenta del siglo XX en el centro del trascoro, rodeada de verjas de hierro, fechado en 1594, atribuible a Asencio de Maeda, por entonces Maestro Mayor de la Catedral, aadindosele el cuarto cuerpo en 1624. Tena forma turriforme con planta de cruz griega y cuatro cuerpos decrecientes con la gradacin de rdenes vitruviana (el primero, drico; el segundo, jnico; el tercero, corintio; el cuarto era una media naranja con una linterna ochavada), jaspeado en blanco y dorado. Completaba el conjunto veintitrs esculturas y un Calvario de remate. Intervinieron destacados artistas: los pintores Juan de Saucedo, Juan de Campaa, Diego de Zamora, Amaro Vzquez, Diego de Esquivel, Francisco Cid, Juan Bautista de Argello, Juan de Ortega, Miguel Valls, Pedro de Ortega, Agustn Vzquez, Blas Grillo y Pedro Caldern, as como los escultores Marcos Cabrera, Blas Hernndez y Juan de Guerola.

De l dice Messa de la Cerda dice de esta obra que por ser tan sumptuosa obra digna de no menor alabanza, que las elebradas de los antiguos griegos y romanos. Su fbrica de pedestales, basas, columnas, capiteles, arquitrabes, frisos, cornisas, frontispicios, y remates es de tanta sumptuosidad, que merece ttulo de octava maravilla del mundo.Ciertamente era tanta su magnitud, que duraba su montaje desde la tercera semana de Cuaresma hasta la Semana Santa, aun trabajando en l todos los obreros de la fbrica. De aqu que Hernndez Daz, con su singular gracejo, llegara a calificarlo de gran fanfarronada eucarstica, pues se levantaba esta autntica catedral de madera y luz para apenas veinticuatro horas. El analista Ortiz de Ziga, ya en el siglo XVII, comentaba la admiracin que despertaba entre propios y extraos.

El ilustrado Ponz se hace eco de esta obra, aunque se remite a Espinosa en su valoracin y descripcin: Aunque brevemente, le quiero hablar a usted de otro mueble de esta santa iglesia, y es el monumento [...]. Dice Espinosa en su Teatro de esta santa iglesia que es de las obras ms insignes del mundo a dicho de los inteligentes. No lo he visto armado, y as, no salgo por fiador de semejante elogio. Pero tras hacer una descripcin de l hace una crtica que indica un cambio de sensibilidad religiosa ms intimista que externa, que caracterizar tambin a otras crticas contemporneas: De este gnero de mquinas hay muchas en Espaa, y parece que, respecto a su mole, se hicieron a competencia. Ya sabe usted lo que es la del monumento de El Escorial. Si se atiende al fin de sus destinos en los primeros siglos de la Iglesia, no parece haba para qu hacer tantas profusiones.

Entre los extranjeros romnticos, podemos resear en primer lugar al francs Thophile Gautier (1811-1872) gran admirador de la riqueza y de la monumentalidad de nuestra catedral hispalense, que ejemplifica con el cirio pascual, con el tenebrario, con los rganos y con la mquina que estamos comentando: El catafalco que se monta en Semana Santa, y que se conoce con el nombre de monumento, tiene cerca de cien pies de altura.

Tambin es interesante la opinin del Barn Charles Davillier (1823-1883), tambin viajero francs: El da de Jueves Santo, el Santsimo, como dicen los espaoles, es llevado tambin hasta el famoso Monumento. [...] Es una especie de templo de dimensiones colosales, enteramente construido en madera y que se desmonta pieza por pieza. Esta operacin exige mucho tiempo y gran nmero de brazos. Nos aseguraron que no hacan falta menos de tres semanas para montar el Monumento. [...] Cuando est iluminado produce un efecto totalmente mgico.

No pas tampoco inadvertido al francs de principios del XX Noel, teorizador de la Semana Santa de Sevilla, que hace una crtica poco benvola, reclamando una sencillez evanglica que ve incompatible con el boato barroquizante: El Monumento [...] es uno de los grandes orgullos de Sevilla [...]. Mejor fuera no verle, porque nada hay en l que valga la pena [...]. Es la caricatura de un gran retablo [...]. Es un disparate al que las luces hacen simptico. [...] Hasta en esto tiene un parecido extrao Sevilla con Jerusaln. [...] Y es que las dos ciudades estn enfermas del mismo mal. Su espritu se ha disipado en la exhibicin y en la ampulosidad.

El periodista Manuel Snchez del Arco, en su Exgesis profana de la Semana Santa de Sevilla de 1942, con una sensibilidad parecida al anterior, nos da la clave interpretativa de esta inmensa mole lgnea, que trata de adecuarse a la magnitud hiperblica, hecha para el asombro, mejor que para la devocin, de la Catedral: El enorme Monumento, de fra clsica traza, intenta, vanamente, llegar al techo de la Catedral, subiendo sobre graderas y columnas, en sus distintos cuerpos. El Monumento tiene que ser, por fuerza, desmesurado, tal como el espacio en que ha de alzarse.

Tambin tuvo cabida en algunos Pregones de Semana Santa hispalenses. En el Pregn de 1943 de Luis Ortiz Muoz, de marcado tono historicista, en su apartado: El Pregn potico de la Ciudad, el disertador inserta una loa de la Catedral hispalense, a la que denomina lugar geomtrico de la Semana Santa de Sevilla, y a su boato, esplendidez y magnificencia. Dentro de este marco, del Monumento hace una potica evocacin: ...me acercaba al trascoro a contemplar y adorar, una vez ms en el transcurso del da, el colosal monumento eucarstico, el gigantesco relicario del Cuerpo de Dios. Vedle tambin ahora vosotros en un esfuerzo de fantasa. La cruz del alto Calvario roza con las bvedas. En los paramentos nos miran las enormes estatuas de Abraham, de Melquisedec, de Aarn y de Moiss. Centellean las ciento veinte lmparas de plata y entre las diecisis corpulentas columnas dricas aparece la Custodia de Arfe, donde Dios se exhibe en el da grande y sagrado de Sevilla....

En el Pregn de 1952 de Jos Mara del Rey Caballero se le sita como el corazn de la Madrugada cofrade del Viernes Santo: En demanda del Monumento, y alrededor de l, comienza a desarrollarse una larga fila de penitentes negros que sigue en constante avance y que se prolongar varias horas, con diferencias en el color de la tnica, hasta salir por la puerta de los Palos. Esas filas continuadas que oran ante el Santsimo, al rodear el Sagrario estn formadas por centenares, por millares de soledades individuales impresionadas por el lugar y el momento. Dios ha querido descender a pocos metros del suelo, y concentrarse para ahondar en s, y los hombres, para aposentar su presencia misteriosa, pero real, en la Hostia consagrada levantaron un grandioso Monumento y elevaron al mximo las bvedas del templo; Dios baj por amor y los hombres tratan de ascender para aproximarse, en cuanto posible sea, a la celestial altura.

El Pregn de Antonio Rodrguez Buzn en 1956 abre su evocacin del Jueves Santo con una lrica descripcin del Monumento: Despus, el Jueves Santo, cuando las campanas enmudezcan y Dios se haga ausencia en la profundidad dorada del Monumento. De ese Monumento catedralicio, primer altar de Sevilla y primer paso de todos sus cofrades, parecer como si todo inesperadamente cobrase un nuevo ritmo; como si durmiese la materia para dejar slo paso a la alta vibracin del espritu y como si la voz de la Ciudad se apagase, para quedar convertida en oracin musitada, total e infinita, dando as comienzo el poema nico y maravilloso del Jueves Santo sevillano.

Junto a las descripciones y comentarios, podemos adjuntar las mltiples representaciones grficas en grabados, litografas y acuarelas, desde 1594, en el que se incluye en el libro de Messa de la Cerda citado, entre las que destaca el grabado de Pedro Baltasar Boutatts de 1737, realizado en Amberes, segn dibujo de Domingo Martnez, por encargo del Cannigo Luis de Federigui. A stas vinieron a aadirse las reproducciones fotogrficas, y maquetas: una en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, realizada en la segunda mitad del XIX por Fernando Rodrguez y Gmez (desprovista en la actualidad de esculturas), y otra en el Hospital del Pozo Santo de Sevilla (con todos sus adornos).

Enriqueca todo el conjunto ciento cuarenta lmparas de plata y cuatrocientos cuarenta y un cirios y velas blancos de varios tamaos. Espinosa y Crcel eleva el nmero total de luces, por tanto, a quinientas ochenta y una.

Por su magnitud, por su carcter efmero y por los materiales empleados, tuvo necesidad de ser reparado en mltiples ocasiones. En 1649 el pintor Pedro Honorio volvi a barnizar y dorar las diecisis columnas del primer cuerpo por catorce mil seiscientos reales. En 1688 se invirti la suma de trece mil ducados: el Maestro malagueo Miguel Parrilla lo jaspe y dor de nuevo, y el imaginero Francisco Antonio Gijn hizo algunas figuras nuevas y a otras las restaur.

Epigrafa e iconografa del Monumento catedralicio hispalenseEn el primer cuerpo, que se apoyaba en diecisis columnas sobre pedestales con su cornisamento, se alzaba un templete de cuatro columnas corintias sobre cinco gradas, que albergaba la custodia de plata de Arfe con la urna de oro. En cuanto a las inscripciones, en los ocho tableros grandes del primer cielo se dividi la cita paulina: Christus factus est pro nobis oboediens usque ad mortem, mortem autem crucis. En la cornisa del baldaquino estaba grabado: Advocatum habemus apud Patrem Jesum Christum, et ipse est propitiatio pro peccatis nostris. Se seala as a Cristo como vctima propiciatoria por la salvacin del mundo, cuyo sacrificio se actualiza en la Eucarista.El segundo, constituido por ocho columnas jnicas, cobijaba en un baldaquino de cuatro columnas, tras una balaustrada, que debi aadirse en 1624, una imagen del Salvador en hbito de sacerdote, revestido de alba, cngulo, estola y pluvial, potencias sobre la cabeza, con los brazos abiertos, cruz sobre asta dorada en la mano derecha y mundo con la tiara de tres coronas en la izquierda). Sobre las columnas del cuerpo anterior se elevaban ocho figuras, que son una exaltacin de la fe cristiana que se fue preparando en la historia de la Salvacin, y que llega a su cenit en la institucin de la Eucarista.En la delantera, Abrahn y Melquisedec. El Patriarca Abrahn era representado con un gran alfanje al cinto, vestido de capitn y Profeta, un aguamanil en la mano derecha y en la izquierda una gran lanza. Lleva dos inscripciones en su pedestal: Dabo tibi filium cui benedicturus sum (Gn. 17. 16) y Non ei, qui ex lege est solum, sed et ei qui ex fide est Abrahae (Ad Rom. 4. 16).

El Rey Melquisedec apareca vestido de Sumo Sacerdote con la mitra y el racional de las doce piedras y campanillas y granadas en la fimbria del alba, con tres panes en la mano derecha y un aguamanil en la izquierda que sustenta por el pie. Las leyendas que le corresponden son: Melchisedec proferens panem et vinum, benedixit ei (Gn. 14. 18) y Translato enim Sacerdotio, necesse est ut et legis translatio fiat (Ad Hebreor. 7. 12).

Al norte, la Naturaleza Humana y la Ley Antigua. La Naturaleza humana se representaba como una vieja muy arrebolada y abrigada la cabeza, unas tabletas en la mano derecha y la izquierda sobre una muleta dorada. Bajo ella se lee: Eramus natura filii irae (Ad Ephes. 2. 3) y Exue jam infirmam naturam (Esdr. 14. 14).

A la izquierda de la imagen anterior, la Ley Escrita era una mujer muy airosa sin joya sino una flor dorada en el pecho; en la mano derecha, una espada dorada flamgera, y en la izquierda, unas esposas y freno de caballo. A esta figura le corresponden las citas: Lex Scripta: finis legis, Christus, ad justitiam omni credenti (Ad Rom. 10. 4) y Sine lege justutia Dei manifestata est (Ad Rom. 3. 21).

Al oeste o espalda, Moiss y Aarn. El Caudillo Moiss llevaba doble resplandor en la frente, larga tnica, llave dorada con serpiente enroscada en la mano derecha y en la izquierda, las dos tablas de la Ley. En la primera se lee: Ego sum Dominus Deus tuus, Deus aemulator, y en la segunda: Honora Patrem, et non occides, non moechaberis. En su pedestal: Moyses spiritus vitae in Christo Jesu liberavit me a lege peccati et mortis (Ad Rom. 8. 2) y Lex per Moysen data est, gratia, et veritas per Jesum Christum facta est (Joan. 1. 17).

Su hermano y compaero, el Sumo Sacerdote Aarn estaba vestido con alba con granadas y campanillas, capa, racional de las doce piedras y llevaba escrito en la frente el nombre de Yahw, incensario dorado y naveta en la mano derecha y la vara rematada en un ramo de flores en la izquierda. Debajo de l, las inscripciones: Nec quisquam sumit sibi honorem, sed qui vocatur a Deo, tamquam Aaron (Ad Hebr. 5. 4) y Si Christus non semetipsum clarificavit ut Pontifex fieret (Ad Hebr. 5. 5).

Al sur, estn dos matronas que representan la Vida Eterna y la Ley de Gracia. La primera apareca como una doncella hermosa con el cabello dorado, un joyel en el pecho, una taza dorada en la mano derecha y una palma con tres coronas en la izquierda. En el pedestal se lee: Vita aeterna haec est, ut cognoscant te, et quem tu misisti Jesum Christum (Joan. 17. 3) y Annuntiamus vobis vitam aeternam, quae erat apud Patrem (Joan. Epist. 1).

La Ley de la Gracia se representaba como una mujer tocada con joyel pendiente del cuello y un yugo en ambas manos. Se le asignan las siguientes leyendas: Lex Gratiae. Non enim sub lege estis, sed sub gratia (Ad Rom. 6. 14) y Lex Domini inmuculata convertens animas (Psalm. 18. 8).

En el tercer cuerpo, que resalta el carcter sacrificial de la Eucarista, en la cual se renueva la pasin, en la que Cristo se muestra como el verdadero rey, tambin de ocho columnas, corintias en este caso, encontramos, al centro, cobijado por una falsa bveda de aristas, Nuestro Seor amarrado a la columna, que nos recuerda la sangre derramada por el Mesas, y sobre la cornisa se lee: O vos omnes, qui transitis per viam, attendite, et videte si est dolor similis sicut dolor meus.

En las ochavas hay tambin ocho figuras. Al este o delantera, el Soldado que jug la tnica del Seor y San Pedro en lgrimas. El soldado lleva los dados en la mano y, debajo de l, las siguientes inscripciones: sortiamur de illa cujus sit (Joan. 19. 24), Non scindamus eam (Joan. 19. 24) y Destinavit illis sortem veritatis (Eclesiastic. 17. 20).

San Pedro se representa muy lloroso con diadema urea y dos llaves doradas en la mano. En su pedestal se lee: Defecerunt prae lacrymis oculi mei (Thren. 2. 11), Conversus Dominus respexit Petrum (Luc. 22. 61) y Recedit a me, amare flebo (Isai. 22. 4).

Al norte, Salomn y la Reina de Saba. El Rey Salomn est ataviado con las insignias regias. A l le corresponden las citas: En lectulum Salomonis (Cant. 3. 7), Videte Regem Salomonem in diademate (Cant. 3. 11) y Ecce Rex tuus veniet tibi Salvator (Zachar. 9. 9).

La Reina de Saba est con ampuloso vestido y con una corona dorada en ambas manos. Debajo de ella est escrito: Ecce plus quam Salomonis hic (Matth. 12. 42), Beati servi tui, qui stant coram te semper (3 Reg. 3. 8) y Non erat prae stupore ultra in ea spiritus (2 Paralip. 9. 4).

Al oeste, estn el Judo de la Bofetada y el Sacerdote del Concilio. El sayn de la bofetada, Malco, est vestido, segn Ortiz de Ziga, con gran propiedad. A ste corresponden las citas: Percutient maxillam Judicis Israel (Mich. 5. 1) y dedit alapam Jesu (Joan. 18. 22) y Dabit percutienti se maxillam (Thren. 3. 30).

El Sacerdote del Concilio, que Arana de Varflora identifica con Caifs, est revestido de vestidura rica y cadena. Se le asignan las percopas: Sacerdos et Propheta ignoraverunt judicium (Isai. 28. 7), Lex peribit a Sacerdote (Jerem. 7. 26) y Obstupescent Sacerdotes (Jerem. 4. 9).

Al sur encontramos a Abrahn desenvainando el alfanje para consumar el sacrificio de Isaac, y a ste, como mancebo vestido de zagal, llevando obediente al hombro el haz de lea. Debajo del primero se lee: Extenditque manum suam, ut inmolaret filium suum (Gen. 22. 16), Non pepercisti unigenito filio tuo (Gen. 22. 16) y Obtulit holocaustum pro filio (Gen. 22. 16). Debajo del segundo est escrito: Ubi est victima holocausti? (Gen. 22. 7), Deus providebit sibi victimam (Gen. 22. 8) y Offeres eum in holocaustum (Gen. 22. 2).

Remataba el cuarto cuerpo, compuesto por una cpula de paos transparentes y una linterna ochavada de pilastras y arcos, un Calvario: Cristo crucificado en medio de los dos ladrones sobre la clave de la linterna, Mara Dolorosa y San Juan Evangelista sobre la bveda.

Las procesiones eucarsticas de Jueves y Viernes Santo

Igualmente, se acab por convertir los dos traslados del Santsimo (del Altar al Monumento en la maana del Jueves Santo y de ste al Altar en la del Viernes) en autnticas procesiones eucarsticas con cera, incienso y palio ambas, llegndose incluso a confeccionar en las iglesias ms ricas guin, estandarte y palio, blancos para la primera jornada y negros para la segunda.

Siguiendo a Pascher, la solemnizacin del traslado del Sacramento el Jueves Santo es una de las ms tempranas manifestaciones de procesiones eucarsticas. Se documenta en las Galias a fines del siglo X. De la procesin del Viernes tenemos constancia en el siglo XII.

La forma consagrada que se reservaba para la comunin del Viernes, que se reservaba al celebrante, se colocaba en un cliz, se cubra con la palia y la patena invertida y se velaba con un pao blanco de seda que era atado por debajo del nudo de dicho cliz, retirado al ser introducido ste en el arca. El alegorismo medieval identificaba el cliz con el sepulcro y en la palia y la patena la piedra que lo sellaba.

La procesin del Jueves Santo iba por el camino ms largo y durante ste se cantaba el himno Pange lingua gloriosi Corporis mysterium, llegndose incluso en algunas iglesias de Espaa a hacerse estaciones o paradas como en otras procesiones eucarsticas, consideradas poco apropiadas por los liturgistas. En algunos lugares, al llegar al Monumento, se entonaba el responsorio Sepulto Domino, costumbre prohibida por Roma. En la vuelta del Viernes al altar, la procesin era igual pero en sentido inverso, y se cantaba el Vexilla Regis prodeunt, himno a la Cruz.

La liturgia actual

En la actualidad, se recomienda no perder de vista la sobriedad y la austeridad que corresponden a la liturgia de estos das, evitando o erradicando cualquier forma de abuso. El Monumento no debe ser, por tanto, un mero expositor de los objetos de valor de la iglesia.

Se aconseja que se evite todo aquello que induzca a presentar la reserva como la sepultura del Seor por anacrnico. Los motivos de meditacin son las manifestaciones de amor de Cristo el Seor conmemoradas este da: la Eucarista como memorial de la muerte y resurreccin de Cristo y signo de su presencia perenne; el sacerdocio ministerial como presencia del Seor en el mundo, y el mandato del amor fraterno como respuesta nuestra.

En el actual Enchiridion indulgentiarum se seala que se concede indulgencia plenaria a los fieles que el Jueves Santo en la solemne reposicin del Santsimo Sacramento despus de la Misa in Cena Domini recitaren piadosamente las estrofas del Tantum ergo.

La especial solemnidad de la reserva eucarstica del Monumento cesa a la media noche, porque ya comienza el da de la Pasin del Seor, que tiene a la Cruz como centro de su meditacin.

Aunque se mantiene el aparato para la procesin eucarstica del Jueves, el Viernes Santo se ha reducido, desde la reforma ordenada por el Papa Po XII Pacelli de la Semana Santa en 1956, a un simple traslado sin solemnidad del Sacramento, cubierto por el velo humeral, acompaado por dos aclitos con velas por el camino ms corto y en silencio, por no estar en consonancia con el carcter de la liturgia de esta jornada centrada en la Pasin del Seor y en el misterio de la Cruz, que le hace ser un da aeucarstico. En la reforma citada de 1956, adems de devolver los Oficios de Jueves y Viernes a su hora lgica, vespertina y postmeridiana respectivamente, se restableci adems la prctica de la comunin de los fieles en esta segunda jornada.

Conclusin

Como resumen de todo lo expuesto, vamos a traer las interesantes orientaciones sobre el tema del Directorio de la piedad popular y liturgia de la Congregacin para el Culto Divino (n 141, Vaticano 2002):

La piedad popular es especialmente sensible a la adoracin del santsimo Sacramento, que sigue a la celebracin de la Misa en la cena del Seor. A causa de un proceso histrico, que todava no est del todo claro en algunas de sus fases, el lugar de la reserva se ha considerado como 'santo sepulcro'; los fieles acudan para venerar a Jess que despus del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneci unas Cuarenta horas.

Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservacin del Cuerpo del Seor, para la comunin de los fieles en la Celebracin litrgica del Viernes Santo y para el Vitico de los enfermos, es una invitacin a la adoracin, silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este da.

Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el trmino 'sepulcro' ('monumento'), y en su disposicin no se le debe dar la forma de una sepultura; el sagrario no puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposicin con la custodia.

Despus de la media noche del Jueves Santo, la adoracin se realiza sin solemnidad, pues ya ha comenzado el da de la Pasin del Seor. J. Ordez Mrquez: Teologa y espiritualidad del Ao Litrgico, BAC, Madrid 1978.

Oficio de la Semana Santa, segn el Misal y Breviario Romanos. Publicados por mandado del Sumo Pontfice S. Po V y reconocidos por comisin de los sumos Pontfices Clemente VIII y Urbano VIII, Madrid 1779, Por D. Joachn Ibarra, Impresor de Cmara de S. M. A expensas de la Real Compaa; D. Sol: Curso prctico de Liturgia en relacin con el canto gregoriano, Valladolid 1919, nn 848 ss, pp. 448 ss.; Anonimo: Prcticas Litrgicas. Manual dispuesto para los seminaristas por los Sacerdotes Operarios Diocesanos, Imprenta Moderna de Alguer y Baiges, Tortosa 1926, pp. 72-76, n 340-364; G. Prado: Curso Popular de Liturgia, FAX, Madrid 1935, p. 326; F. Maccono: Breve Tratado de Sagrada Liturgia, Luis Pili Editor, Barcelona 1941, pp. 212-213; I. Gom y Toms: El valor educativo de la Liturgia Catlica, Rafael Casulleras, Barcelona 1945, t. I, p. 512; G. Martnez de Antoana: Manual de Liturgia Sagrada, Coculsa, Madrid 1950, nn. 740 ss., pp. 999 ss.; M. Righetti: Historia de la Liturgia, BAC, Madrid 1955, t.I, pp. 798 ss.; P. Guranguer: El Ao Litrgico, Aldecoa, Burgos 1956, t. II, pp. 586-587. 594-595; M. Garrido Bonao: Curso de Liturgia Romana, BAC, Madrid 1961, pp. 473 ss.; J. Pascher: El Ao Litrgico, BAC, Madrid 1965, p. 150; Serginho Valle Veja: Transladao do Santssimo. Notcias histricas. Significado alegrico na Idade Mdia. Rito atual, en: http:// HYPERLINK "http://www.liturgia/"www.liturgia.pro.br.

S. Alfonso Mara de Ligorio: Visitas al Santsimo Sacramento y a Mara Santsima para todos los das del mes, Librera de Garnier Hermanos, Pars 1888, pp. 615 ss; J. Croisset: Ao Cristiano o ejercicios devotos para todos los domingos, das de Cuaresma y fiestas movibles, Madrid 1868, t. II, pp. 270-272.

Sacra Rituum Congregatio 21-I-1662, n. 1999. En: P. J. B. De Herdt: Sacrae Liturgiae praxis juxta Ritum Romanum, Ex Typographia haeredis Pauli Riera, Barcinone 1865, p. 141.

Sacra Rituum Congregatio: Decreto 3518.

V. Lle Caal: Nueva Roma. Mitologa y Humanismo en el Renacimiento sevillano, Biblioteca Hispalense n 28, ABC, Sevilla 2001, pp. 241-2.

AA. VV.: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-americana, Espasa-Calpe, Madrid 1990, t. LV, p. 88.

I (III) Reyes IX, 3. R. Beringer: Repertorio Universal del Predicador. X La Eucarista y la vida de la Iglesia. Culto Eucarstico, Editorial Litrgica Espaola, Barcelona 1932, p. 77-83. El historiador hispalense Morgado, al referirse al de Sevilla, recin construido, dice: Siendo as verdad que con razonable conjetura (segn los que mejor lo entienden) se le da nombre de templo de Salomn. Vid. A. Morgado: Historia de Sevilla (1587), Coleccin Biblioteca Hispalense n 22, ABC, Sevilla 2001, t. II, p. 35.

Ordenanzas de las dos Ilustres y Antiguas Cofradas unidas del Santsimo Sacramento, Mara Santsima de las Nieves y nimas Benditas del Purgatorio, sitas en la Iglesia Parroquial de Seor San Isidoro de esta Ciudad de Sevilla. Aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla. Ao de 1788, En Sevilla, por D. Antonio Carrera, en su Imprenta Calle Gnova.

R. Caro: Antigedades y Principado de la Ilustrsima Ciudad de Sevilla y Chorographa de su Convento Jurdico, o antigua Chancillera, Por Andrs Grande, Impressor de Libros, Sevilla 1634, l. III, cap. 10, fol. 68, col. 1.

Quanto en estos das los dems templos de Sevilla imitan a su Catedral en monumentos, luces, oficios, ceremonias, y bien empleado dispendio de sumas crecidsimas, es una de las cosas que a Sevilla hacen famosa (Ortiz de Ziga, op. cit. D. Ortiz de Ziga: Anales Eclesisticos y Seculares de la [...] Ciudad de Sevilla, Imprenta Real, Madrid 1796, t. III, p. 242).

D. Ortiz de Ziga: Anales Eclesisticos y Seculares de la [...] Ciudad de Sevilla, Imprenta Real, Madrid 1796, t. V, p. 409-410.

A. Morgado: op. cit., t. II, p. 35-36; R. Caro: op. cit., l. II, cap. IV, fols. 54, col. 3 a 55, col. 1; A. Ponz: Viaje de Espaa (1786), Aguilar, Madrid 1988, vol. 3, t. IX, pp. 71-72, n 27; F. Gonzlez de Len: Noticia artstica, histrica y curiosa de todos los edificios pblicos, sagrados y profanos de esta [...] Ciudad de Sevilla, Imprenta de D. Jos Hidalgo y Compaa, Sevilla 1844, pp. 287-289; J. Velzquez y Snchez: Glorias de Sevilla (1849), Biblioteca Hispalense n 10, ABC, Sevilla 2001, pp. 86-87.

Primero eran de madera, hasta que el sevillano Juan Prez Caro coste las de hierro en 1688, cuyo costo ascendi a 24.456 reales (Ortiz de Ziga, Anales cit., t. V, p. 405).

V. Lle Caal: La Catedral en la historia de Sevilla, en: La Catedral de Sevilla, Guadalquivir, Sevilla 1991, p. 80.

R. Messa de la Cerda: Discursos festivos en que se pone la descripcin del ornato e invenciones que en la fiesta del sacramento la Parrochia Collegial y vecinos de Sant Salvador hizieron, Sevilla 1594, pp. 15-20

A. Morgado: op. cit., t. II, p. 36.

J. Hernndez Daz: Retablos y esculturas, en: La Catedral de Sevilla, Guadalquivir, Sevilla 1991, p. 299.

Es el ms ventajoso y de mayor grandeza que se sabe haya en la christiandad, en cuya mquina, que imita la blancura del ms fino mrmol, el oro en labores, perfiles, follages, y adornos de sagrada erudicin, brilla magestuosamente con numerossimas luces, haciendo apariencia de tan imponderable gravedad, que no basta a comprehenderlo la imaginacin, porque al mirarlo el respeto, y al acordarlo la grandeza, ofuscan la ms levantada idea; su altura, que iguala todas las del templo, tocando la cabeza de cruz que lo remata la clave de la bveda, reparti el artfice en quatro cuerpos (Ortiz de Ziga, Anales cit., t. III, pp. 239-240).

Antonio Ponz: Viaje de Espaa (1786), Aguilar, Madrid 1988, vol. III, pp. 71-72, t. IX, carta II, n 27-29.

Thophile Gautier: Viaje a Espaa, Ctedra, Madrid 1988, p. 341.

Barn Charles Davillier: Viaje por Espaa, Grech, Madrid 1988, t. 1, p. 452.

Eugenio Noel: Semana Santa en Sevilla, Universidad, Coleccin de Bolsillo n 110, Sevilla 1991, (1916), pp. 296-299.

M. Snchez del Arco: Cruz de Gua, Editora Nacional, Madrid 1943, p. 367.

AA. VV.: El Pregn de la Semana Santa de Sevilla 1942-1991, Guadalquivir, Sevilla 1992, t. I 1942-1958, pp. 78-79.

AA. VV: El Pregn de la Semana Santa de Sevilla 1942-1991, Guadalquivir, Sevilla 1992, t. I 1942-1958, p. 232.

AA. VV: El Pregn de la Semana Santa de Sevilla 1942-1991, Guadalquivir, Sevilla 1992, t. I 1942-1958, p. 309.

J. M. Serrera Contreras: Sevilla: Imgenes de una Ciudad, en: Iconografa de Sevilla 1650-1790, Ediciones El Viso, Madrid 1989, pp. 95-96, 255-256.

M. J. Sanz Serrano: La Semana Santa en la Catedral: aspectos ornamentales (III), en: ABC de Sevilla, 26-3-1987, pp. 76-77.

Ortiz de Ziga, Anales cit., t. III, p. 240.

Ortiz de Ziga, Anales cit., t. V, p. 406.

Ortiz de Ziga, Anales cit., t. V, p. 405.

P. J. B. De Herdt: op. cit., p. 141.

J. A. Jungmann: El Sacrificio de la Misa, Herder, Madrid 1963, tratado II, n 5868, p. 603.

Congregacin para el Culto Divino: Carta Circular sobre las fiestas pascuales (16-I-1988), n 49, en: Documentacin litrgica posconciliar. Enchiridion, Regina, Barcelona 1992, p. 1195.

A. Pardo: Semana Santa. Texto litrgico oficial segn la edicin tpica definitiva a probada por la Conferencia Episcopal Espaola, Coeditores litrgicos, Madrid 1979, p. 119.

Carta circular cit., n 55, ibdem p. 1196.

Paenitentiaria Apostolica: Enchiridion indulgentiarum quarto editur, Romae, ex aedibus Paenitentiariae Apostolicae, die 16 julii 1999 (http://www.vatican.va.../rc_trib_appen_doc_20020826_enchiridion-indulgentiarum_lt.htm).

Pablo VI: Missale Romanum, Vaticano 1975, pp. 248-249; Juan Pablo II: Caeremoniale Episcoporum, Vaticano 1985, n 311, p. 90; Carta circular cit., n 56, ibdem p. 1196.

Missale Romanum, p. 263; Caeremoniale Episcoporum n 324, p. 94.