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EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y ANÁLISIS SITUACIONAL El enfoque teórico del antropólogo guía, pero no necesariamente determina, el campo de trabajo de la etnografía. Como regla, el lector de monografías etnográficas nunca puede estar seguro del tipo de material que el ¿antropólogo ha registrado en sus cuadernos de notas; no obstante, existe cierta evidencia que sugiere que los antropólogos que defienden marcos teóricos opuestos, recopilan diferentes tipos de materiales y utilizan distintos métodos para reunirlos. Esto es particularmente cierto en el caso de tres escuelas británicas de antropología sucesivas, de las que sólo me ocuparé aquí y a las que he nombrado escuela “preestructuralista”, “estructuralista” y “posestructuralista”. En este ensayo abordaré lo que Gluckman (1961a) llamó el “método del caso extendido”, pero al que yo prefiero llamar –por razones que expongo en otra parte (Van Velsen, 1964, p. XXV)– “análisis situacional”. Esto alude a los datos detallados de un tipo particular que el etnógrafo recaba. Pero también implica el uso específico que se les da a tales datos en el análisis, sobre todo en el intento de incorporar el conflicto como una parte “normal”, más que “anormal”, del progreso social. Tomado de A. L. Epstein, The Craft of Social Anthropology, Tavistock, Londres, 1967, pp. 129-149. La traducción es de Demetrio Garmendia Guerrero. 1

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EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y ANÁLISIS SITUACIONAL

El enfoque teórico del antropólogo guía, pero no necesariamente determina,  el campo de

trabajo de la etnografía. Como regla, el lector de monografías  etnográficas nunca puede

estar seguro del tipo de material que el  ¿antropólogo ha registrado en sus cuadernos de

notas; no obstante, existe cierta evidencia que sugiere que los antropólogos que

defienden marcos  teóricos opuestos, recopilan diferentes tipos de materiales y utilizan

distintos métodos para reunirlos. Esto es particularmente cierto en el caso de

tres escuelas británicas de antropología sucesivas, de las que sólo me ocuparé  aquí y a

las que he nombrado escuela “preestructuralista”, “estructuralista” y  “posestructuralista”.

En este ensayo abordaré lo que Gluckman (1961a)  llamó el “método del caso extendido”,

pero al que yo prefiero llamar –por  razones que expongo en otra parte (Van Velsen,

1964, p.  XXV)–  “análisis  situacional”. Esto alude a los datos detallados de un tipo

particular que el  etnógrafo recaba. Pero también implica el uso específico que se les da a

tales datos en el análisis, sobre todo en el intento de incorporar el conflicto como  una

parte “normal”, más que “anormal”, del progreso social.

∗ Tomado de A. L. Epstein, The Craft of Social Anthropology, Tavistock, Londres, 1967,

pp. 129-149.

La  traducción es de Demetrio Garmendia Guerrero. 

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LA ESCUELA ESTRUCTURALISTA 

Los antropólogos preestructuralistas estaban interesados en las costumbres per se. Se

yuxtaponían costumbres de diferentes periodos y diversas áreas, y  se comparaban

teniendo poca atención al contexto social total de cada  institución particular. En su

búsqueda de materiales, estos estudiosos vagaban a través de los tiempos y por todo el

planeta, sin preocuparse mucho por cuestiones de delimitación espacial o cronológica. En

tal pesquisa, a menudo solicitaban la ayuda de viajeros, misioneros,  administradores et

al.; la recolección de materiales no requería la  observación personal del antropólogo. Sir

James Frazer es un conspicuo ejemplo de esta escuela; mantuvo una copiosa

correspondencia con  administradores y otras personas de muchas partes del mundo, en

busca de  materiales para sus libros; pero hay una gran cantidad de ejemplos más

recientes de esa Wanderlust (pasión por viajar) antropológica.  Una radical desviación de

este método se dio cuando los antropólogos  profesionales comenzaron a realizar trabajo

de campo, antropólogos para los  que el acercamiento teórico a la recolección de material

etnográfico iba de la  mano de la observación del comportamiento humano en grupos. Sin 

minimizar el impacto que tuvieron en su época figuras como Rivers, Haddon  y Seligman,

uno podría datar el desarrollo de la antropología británica  moderna a partir de Malinowski

y Radcliffe-Brown, quienes publicaron sus  primeras obras importantes en 1922. Mientras

Malinowski fue el practicante  de nuevas técnicas de trabajo de campo y de análisis

funcional, RadcliffeBrown representó al teórico de lo que a menudo se ha conocido como

la  escuela “estructuralista”. En este tipo de análisis estructural se hacía énfasis  en la

morfología social: las variaciones individuales se paliaban en favor de las regularidades

estructurales. Se hacía abstracción del comportamiento  observado y de las relaciones

interpersonales, para agruparlos en relaciones  estructurales entre grupos; tales

relaciones estructurales también se abstraían  bajo la forma de sistemas separados

(económico, político, de linaje,  etcétera). Aunque se admitía que dichos sistemas estaban

vinculados, no se  pudo resolver de modo satisfactorio el problema de dar cuenta de la 

conexión dentro de un marco analítico. Por ejemplo, Fortes, en su obra The  Dynamics of

Clanship among the Tallensi, afirma que la pertenencia a las  congregaciones rituales

coincide parcialmente con la pertenencia a los  grupos de descendencia unilineal.

Concluye que esta coincidencia parcial  contribuye a la cohesión social. También

establece que la red de lazos de  parentesco, que está más allá del linaje y que se crea

mediante matrimonios,  tiene el mismo efecto. Sin embargo, no describe los procesos

sociales gracias a los cuales la mencionada cohesión se logra en realidad.

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De hecho,  al analizar algunos de los casos que Fortes utilizó para ilustrar los principios 

estructurales y al volver a ubicar esos casos en su Contexto

situacional, Sommerfelt (1958) demostró que la pertenencia coincidente no neceariame te

contribuye por sí misma de una manera positiva a la  cohesión ni constituye una base

para las alianzas: en un conflicto armado, lo  anterior quizá se traduciría a lo sumo en

neutralidad. 

Conforme el trabajo de campo se convirtió en el método aceptado  mediante el que se

recopilaba el material antropológico, el énfasis cambió de  manera gradual del estudio de

las sociedades como un todo, a las  comunidades particulares o a segmentos de las

sociedades. Así, los  antropólogos –en particular aquellos que trabajaban dentro de un

marco de  referencia estructuralista– se hicieron más conscientes de la necesidad de

la delimitación. Por lo general, las fronteras de sus investigaciones son las de  una tribu

en su totalidad, en algún momento específico. El momento suele  ser el presente, es

decir, el presente del etnógrafo; pero en los hechos las  investigaciones a menudo se

remontan al pasado con el objeto de descubrir  una tradición más pura (por ejemplo,

alguna que no esté contaminada por  contactos con los europeos); he ahí la razón del

término “presente  etnográfico”. Por desgracia, esta mezcla de material del pasado y del 

presente no siempre está tan bien controlada como debiera, de modo que con  frecuencia

se descompone en una combinación fortuita de datos extraídos de  diversos periodos y,

como las condiciones cambian, de diversas situaciones  sociales, políticas y económicas

(véase Van Velsen, 1965). El “marco de referencia estructural”, de acuerdo con Fortes 

(1953,p.39), 

nos proporciona los procedimientos para la investigación y el análisis, 

merced a los cuales un sistema social puede percibirse como una unidad 

constituida por partes y procesos vinculados entre sí a través de un número 

limitado de principios de amplia validez en sociedades homogéneas y 

relativamente estables. 

Esta cita resume las características prominentes del enfoque estructural. Los 

análisis estructurales se interesan sobre todo en las relaciones entre 

posiciones o estatus sociales, más que en la “relación real entre Fulano, 

Mengano y Zutano, o en el comportamiento de Juan y José” (RadcliffeBrown, 1952, p.

192). Se observa una clara preferencia por la abstracción, en 

detrimento de lo particular, sobre lo cual deben necesariamente basarse tales 

abstracciones. De hecho, Radcliffe-Brown rechaza de manera categórica el 

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comportamiento particular (que al parecer equipara con lo único) de Juan y 

José, por resultar inapropiado para una “descripción de la forma de la  estructura [...] aun

cuando quizá se registre en la bitácora de nuestro trabajo 

de campo y pueda brindar ejemplos para una descripción general (loc. cit.) 

Más adelante analizaré las otras dos características: homogeneidad y 

estabilidad (p. 15). Por el momento, el punto esencial es que las acciones de 

los individuos se subsumen en principios generales que pueden ser las 

abstracciones de los antropólogos, o las declaraciones de los informantes; 

estas últimas, por supuesto, también podrían ser abstracciones. Este tipo de 

análisis no tiene en cuenta que con frecuencia los individuos afrontan una 

elección entre normas alternativas. Así pues, Evans-Pritchard afirma:

“Solemos señalar que la contradicción a la que hemos aludido, se presenta en 

el plano abstracto de las relaciones estructurales [...] No se debe suponer que 

el comportamiento es contradictorio [...] A veces puede haber conflicto de 

valores en la conciencia de un individuo, pero es a la tensión estructural a la 

que nos referimos (1940, pp. 265-266). 

Por consiguiente, la concepción estructuralista establece que cada individuo  posee un

estatus bien definido dentro del sistema de parentesco, con  derechos y obligaciones

igualmente bien determinados hacia otros miembros  del grupo. Sin embargo, existe la

posibilidad –sobre todo en sociedades  tribales a pequeña escala– de que muchas, si no

es que la mayoría de las personas, puedan afirmar que estén genealógicamente

relacionadas en más  de una forma con alguna otra persona dentro de un área

relativamente  pequeña (por ejemplo, una aldea, un vecindario o un reino), donde el 

intercambio social es más intenso. Asimismo, quizá uno descubra que un  individuo toma

una decisión en cuanto a qué relación de parentesco particular desea utilizar, en función

de sus objetivos en una situación  específica. Por otra parte, en un sistema clasificatorio

de parentesco, el comportamiento no está determinado de manera exclusiva por aquél,

como suele afirmarse de manera implícita o explícita. A menudo los individuos se 

enfrentan a una elección –o incluso a un conflicto– no sólo al interior del sistema de

parentesco (verbigracia, un conjunto de relaciones de parentesco  frente a otro conjunto

similar), sino también entre relaciones de parentesco  y, digamos, relaciones basadas en

el agrupamiento en función de la  residencia. 

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Así, en cualquier sociedad, el individuo en muchas ocasiones tiene  que hacer una

elección entre una variedad de normas mutuamente  contradictorias. En consecuencia, es

probable que las normas relacionadas  con el estatus de un hombre –como hijo, padre,

primer ministro o jefe– no  sean compatibles en todos los aspectos. Aunque las

descripciones etnográficas cuentan con un marco de referencia estructural que tal vez

mencione o implique tales contradicciones inherentes, no las consideran  como un dato

que deba analizarse de la misma forma que, y con referencia a  los otros datos

observados. En vez de lo anterior, se subraya la consistencia,  posiblemente resaltada por

las excepciones. No obstante, la inconsistencia y  las contradicciones entre diversos

conjuntos de normas, observadas en  distintos campos de acción, son una característica

de todas las sociedades.  Vivir con tales inconsistencias, recurriendo a la manipulación de

las normas  de tal modo que las personas puedan permanecer juntas dentro de un

orden social, es un problema que los miembros de cualquier sociedad deben  resolver.

Por consiguiente, representa también un problema que vale la pena  que el antropólogo

estudie. Así, Turner (1957) nos dice la forma en que  entre los ndembu son

irreconciliables los dos principios dominantes que  influyen en la residencia en las aldeas

(a saber, la descendencia por vía  materna y los matrimonios con residencia en casa del

hombre). Por lo tanto,  los matrimonios son inestables, la escisión al interior de las aldeas

es frecuente y se observa un alto grado de movilidad entre los pueblos y los  individuos.

No obstante, tal inestabilidad de la estructura social secular se  compensa mediante

un ritual efectuado por asociaciones de culto presentes en todas las aldeas, los 

vecindarios e incluso en reinos adyacentes de origen lunda [...] [y el cual 

conserva así] los valores comunes de la sociedad ndembu de manera 

constante ante los individualistas itinerantes que conforman a dicha sociedad (p. XXI). 

Asimismo, descubrió que las personas que en el contexto de las relaciones 

internas de la aldea al parecer representan excepciones a la regla según la 

cual los hermanos de sangre también se separan [cuando una aldea se 

fracciona]”, desempeñan en el sistema más extenso de las relaciones entre 

las aldeas “una función esencial [...] [al] impedir el total alejamiento de los 

grupos que inicialmente se separaron encolerizados. “Por lo tanto”, concluye 

Turner, “las excepciones aparentes a las regularidades estadísticas obtenidas 

de los datos genealógicos concernientes a la escisión en las aldeas prueban 

ser a su vez regularidades dentro de un sistema más amplio de relaciones 

sociales” (p. 232).  Lo que distingue esta clase de análisis de los modelos estructurales 

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clásicos es el tipo de material recopilado en el trabajo de campo y, dado el 

diferente enfoque teórico, la utilización muy distinta que se hace de éste. Las 

obras de Evans-Pritchard, Fortes y Firth –para mencionar sólo a unos 

cuantos exponentes del método estructural– se basan, de manera evidente, en 

un gran número y variedad de acciones observadas y registradas, así como 

también, presumiblemente, en declaraciones de informantes sobre las normas ideales de

comportamiento. Sin embargo, al parecer los autores 

concibieron y registraron tanto las acciones como las relaciones 

interpersonales desde el punto de vista de los principios estructurales, para 

después hacer abstracciones con base en ellas. En cualquier caso, sus 

trabajos no contienen casos correlacionados que ilustren los procesos 

sociales; aquellos registros del verdadero comportamiento de la gente que se 

infiltran en sus análisis a menudo sirven meramente para ilustrar 

determinados aspectos de los modelos abstraídos a partir de casos no 

publicados. Ya he señalado que Radcliffe-Brown considera que las acciones 

de individuos particulares no debieran aparecer en las páginas de una 

monografía. No obstante, resulta claro –a partir de estos registros 

etnográficos– que hubo variaciones en las regularidades abstraídas que ellos 

presentaron y que los autores sabían de ellas. Para citar a Radcliffe-Brown 

una vez más: “la forma general o normal de esta relación [estructural entre el 

hermano de la madre y el hijo de la hermana] se abstrae a partir de las 

variaciones de casos particulares, aunque se tienen en cuenta las 

mencionadas variaciones” (loc. cit.). Pero no aclara la forma en que dichas 

variaciones se pueden integrar y se integran dentro de la norma general. De 

igual forma, Evans-Pritchard escribe: “las realidades políticas son confusas y 

contradictorias [...] no siempre [...] están en concordancia con los valores 

políticos” (1940, p. 138). Por desgracia, los autores no señalan lo que les 

hizo decidir que sus modelos representan las reglas generales y que las 

“variaciones” o “las realidades políticas confusas y contradictorias” sean 

meramente excepciones que no caben dentro del esquema de su análisis. El 

lector estará inclinado a plantear lo siguiente: ¿en qué sentido “no son 

generales” tales variaciones, etcétera? Para tomar el caso de Lakeside Tonga 

como ejemplo, un modelo estructural presentaría características de  residencia matrilocal

y descendencia por vía materna como el modelo que rige la residencia en el poblado y el

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modo de la descendencia; asimismo,consideraría como excepciones aquellos casos en

los que las personas no viven en la residencia de la madre o que no asumen los puestos

por línea materna. Y ciertamente, los propios tonganos subrayan que el principio de la 

descendencia y la residencia matrilocal representan los dos valores 

dominantes en su sociedad. No obstante, descubrí que no puedo seguir

hablando en forma sensata de “excepciones”, cuando 40% de mi muestra no 

vivía en la residencia de la madre. Tuve que demostrar por qué los que no 

tenían una residencia matrilocal habían decidido hacerlo así. Traté de 

encontrar alguna regularidad dentro de tales irregularidades (véase Van

Velsen, 1964). 

La obra de Richards se inscribe dentro de un marco de referencia 

predominantemente estructural, pero comenzamos a obtener algunos 

materiales de casos en los que basó su análisis. Me estoy refiriendo a su

detallada descripción de la aldea kasaka (Richards, 1939, pp. 154-183). Los 

miembros de este poblado surgen de la estructura social como 

personalidades. Debe subrayarse que tales individuos bemba llaman la 

atención no porque rompan las leyes o sean “desviados” en algún otro 

sentido. La siguiente cita brinda la recapitulación de la propia Richards del 

“esbozo de una comunidad real”, como ella lo llama: 

los caracteres individuales, con todas sus peculiaridades temperamentales y 

físicas, así como con sus incidentes dramáticos de la vida cotidiana, parecen 

destacarse en altorrelieve, al mismo tiempo que los patrones de parentesco 

formales recién descritos desaparecen de la vista. Observamos a varias 

personas a las que les gusta o les desagrada compartir su comida, o les 

agrada prepararla en común, y que no basan un sistema de relaciones en una 

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gráfica de parentesco. Pero ésta es, por supuesto, la forma en que se presenta 

el escenario dentro del contexto de la vida cotidiana (p. 160). 

También es más explícita respecto a su método de recopilar los datos en el 

trabajo de campo: 

Las abstracciones del antropólogo se basan en dos tipos de material, a saber: 

declaraciones de los nativos respecto a lo que ellos creen que hacen, deben 

hacer o les gustaría hacer, y sus propias observaciones concernientes a varios 

seres humanos con muy distintas personalidades que reaccionan de diversas 

maneras ante un conjunto de reglas tribales, ya sea adaptándose o 

rebelándose. Una narración concreta de la distribución de comida en tres 

grupos familiares no sólo logrará que el lector visualice la totalidad del 

proceso, sino que también le proporcionará una idea del tipo de 

observaciones sobre las que dichas generalizaciones se llevaron a cabo (p. 

160; las cursivas son mías). 

Aunque estoy de acuerdo con las distinciones que ella hizo, preferiría 

hacer una más. Las declaraciones de los informantes pudieran categorizarse 

con mayor precisión como: explicaciones o interpretaciones de acciones o 

acontecimientos particulares, por un lado; y, por el otro, opiniones de los 

informantes en cuanto a las normas ideales en respuesta a las preguntas del 

trabajador de campo respecto a situaciones hipotéticas (por ejemplo, si un 

hombre mata a un animal salvaje, ¿cómo lo repartiría?). Las declaraciones 

de cualquiera de estos tipos no son más que puntos de vista que sostienen 

miembros particulares del grupo que el antropólogo está investigando. Tales 

declaraciones deberían considerarse como un aspecto del comportamiento de 

esas personas y habrían de tratarse como tales, por lo que se tendrían que 

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vincular con la posición de los informantes dentro del grupo y con su 

involucramiento en las acciones en cuestión. También deberían relacionarse, 

de manera cuantitativa y/o cualitativa, con el comportamiento de otros 

miembros del grupo en circunstancias similares. Las declaraciones de los 

informantes, sean del tipo que fuere, deberían considerarse del mismo modo 

en que los historiadores tratan sus fuentes: son, por decirlo de alguna forma, 

juicios de valor, y por consiguiente deben considerarse como pertenecientes 

a la categoría de datos referidos antes como comportamiento observado. En 

otras palabras, tales declaraciones no habrían de utilizarse como si fuesen 

observaciones objetivas y analíticas hechas por gente externa. El trabajo del 

antropólogo consiste en la evaluación sociológica de las acciones y de otros 

comportamientos; además, la evaluación sociológica de las mismas 

acciones, etcétera, puede diferir mucho de la evaluación social realizada por 

los informantes locales. Después de todo, no se puede esperar que 

informantes no capacitados, ya sea que se trate de jefes bemba o de 

trabajadores administrativos londinenses, presenten al antropólogo análisis 

sociológicos del comportamiento observado en sus respectivas comunidades. 

Hacerlo sería suponer, como muchos legos hacen, que ser miembro de una 

comunidad significa entenderla desde el punto de vista sociológico. 

Los antropólogos suelen no distinguir entre estos diversos tipos de 

datos, o en otras palabras, no tratan las declaraciones de los informantes con 

la precaución que merecen, en tanto no son más que un tipo de 

comportamiento observado. En cualquier caso, a menudo el lector desconoce 

–ya que no lo señala el autor– si las generalizaciones o afirmaciones 

concernientes a normas y valores que hace el autor son el resultado de su 

examen de todos los tipos de comportamiento observado (incluyendo las 

declaraciones del informante que se refieren a normas y valores), o si son las 

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propias evaluaciones de las personas. En consecuencia, respecto a los 

matrimonios entre primos, suele pedirse al lector que acepte, sin mucha 

evidencia, que este tipo de relación (cuando está permitida) es la preferida, 

pues refuerza los vínculos al interior de un grupo particular. Así, Richards 

(1950, p. 228) afirma que entre los bemba el matrimonio entre primos en 

general –es decir, un hombre que se case con la hija de la hermana de su 

padre (HHaP) o con la hija del hermano de su madre (HHoM)– incrementa 

la estabilidad de la unidad de la familia extensa. La razón que da es que el 

yerno que se muda a la aldea de la esposa, no es un extranjero y se identifica 

“como cercano debido a la descendencia, con los hombres líderes del 

grupo”. Esto no es muy convincente, como ya lo señalé en otra parte (Van 

Velsen, 1965, pp. 183-184). Si se considera que el matrimonio bemba es 

uxorolocal (con residencia en casa de la esposa), se podría pensar que esto se 

aplica sólo al hombre que contrae un matrimonio del tipo HHoM; el hombre 

con un matrimonio HHaP no está relacionado por parte de la línea materna 

con su suegro. De hecho, Richards menciona que el matrimonio entre primos 

del tipo HHoM es más común. Lo anterior parecería indicar que todo el 

meollo reside en que la influencia estabilizadora del matrimonio entre 

primos es más complicada de lo que indicaría su enunciado. En cualquier 

caso, sería cierto que un esposo dentro de un matrimonio entre primos no es 

un “extraño”, y que ya está “estrechamente identificado” con la aldea de su 

esposa; empero, lo anterior no excluye la posibilidad de que esté incluso más 

estrechamente identificado con otra aldea, cuya influencia a la larga 

prevalecería. Uno se pregunta si la generalización de Richards se basa en el 

análisis del comportamiento observado o si es en gran medida una reflexión 

sobre los puntos de vista de los bemba. Mi propia experiencia entre los 

habitantes de Lakeside Tonga fue que siempre que planteaba preguntas

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generales sobre el matrimonio entre primos, invariablemente se me daban 

puntos de vista muy similares a los registrados por Richards. No obstante, 

estos puntos de vista no concuerdan con otros datos que recopilé. Así que 

me vi forzado a llegar a la conclusión de que, contrariamente al punto de 

vista de los tonganos, de hecho sólo el matrimonio entre primos del tipo 

HHoM podría quizá tener el tan ansiado efecto de evitar que los hijos de un 

hombre se mudaran a la aldea de la madre. Pero incluso en este tipo de 

matrimonio, era muy probable que el efecto anhelado se viera contrarrestado 

por un efecto potencialmente disruptivo, inherente a este tipo de matrimonio, 

en el ámbito político (véase Van Velsen, 1964, p. 128 y siguientes). 

El análisis estructural nos ha proporcionado lineamientos en donde 

antes no había nada; ha abierto nuevos campos de interés. Mencionaremos 

sólo un ejemplo: las obras de Fortes y Evans-Pritchard sobre los tallensi y 

los nuer, respectivamente, presentaron morfologías de sistemas políticos 

viables que operaban a pesar de la ausencia de instituciones especializadas 

de gobierno. Antes de la publicación de sus trabajos, se suponía de modo 

invariable que los sistemas políticos se basaban en alguna forma de jerarquía 

entre los poseedores de la autoridad estatal. Así pues Malinowski, en un 

escrito previo a estos análisis, superpuso a su material respecto a las islas 

Trobriand una jerarquía de jefes. Uberoi (1962) al revalorar los datos 

etnográficos de Malinowski a la luz de teorías más recientes, demostró que 

la estructura política jerárquica de Malinowski en el caso de las islas 

Trobriand no concuerda con los propios datos etnográficos de Malinowski 

(cf. Powell, 1960). Por otro lado, el desarrollo de la teoría antropológica, así 

como los sorprendentes cambios que han alcanzado a muchas sociedades del 

tipo que los antropólogos convencionalmente han estudiado, han conducido 

13 

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a un cuestionamiento creciente de varias de las suposiciones básicas de la 

posición estructuralista. 

Variación, cambio y conflicto entre normas 

Como hemos visto, el análisis estructural pretende presentar un bosquejo de 

la morfología social; en consecuencia, se da un marcado énfasis en la 

consistencia, de modo que las variaciones se ignoran en sus abstracciones. 

Dicho bosquejo se reduce –palabras de Fortes– a “un número limitado de 

principios de amplia validez”, a partir de los cuales se eliminan las aristas 

irregulares y los cabos sueltos. Por otro lado, como lo señaló Schapera 

(1938, p. 29): 

la cultura no sólo representa un sistema de prácticas y creencias formales. 

Está constituida esencialmente de variaciones respecto a modelos 

tradicionalmente estandarizados y de las reacciones ante éstos; además, de 

hecho ninguna cultura podrá comprenderse jamás a menos que se ponga 

especial atención a esta diversidad de manifestaciones individuales. 

En otras palabras, las normas, las reglas generales de conducta, se traducen a 

la práctica; en última instancia, los individuos las manipulan en situaciones 

particulares en función de fines particulares. Esto da lugar a variaciones que 

los escritores estructuralistas no tienen en cuenta en su modelo abstracto. Ni 

siquiera consideran especialmente relevantes esas variaciones y por lo tanto 

las ignorarán o no podrán explicar cómo encajan dentro de su marco de

principios generales de amplia validez. De manera alternativa, pueden 

mencionar que existen variaciones, pero las descartan como cuestiones

accidentales o excepcionales. De esta forma, las variaciones tampoco entran 

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en el marco estructuralista. Es más, la clasificación de esta categoría de 

datos observados como “excepcionales” o “accidentales” no resuelve el 

problema, ya que después de todo, ocurren dentro, y son parte, del mismo 

orden social que el etnógrafo se ha propuesto investigar y describir. 

Ahora puedo regresar al punto mencionado antes (pp. 4-5). Las 

afirmaciones de Fortes y de Evans-Pritchard citadas atrás indican que un 

análisis estructural supone la homogeneidad y la estabilidad relativa en la 

sociedad o comunidad estudiada. Además, ha habido una tendencia a buscar 

tales condiciones de homogeneidad y de estabilidad relativa en una época 

anterior a las observaciones personales del etnógrafo sobre las personas 

estudiadas; verbigracia, antes de que se supone se dejara sentir la influencia 

de los europeos o de alguna otra cultura extranjera. Esto no fue sólo 

resultado de un romanticismo rousseauniano, un anhelo nostálgico por las 

“culturas no contaminadas”. El marco de referencia estructural resulta 

inadecuado para el análisis de los conflictos entre normas y de la elección de 

acción resultante que tienen los individuos. Dichas normas mutuamente 

conflictivas son particularmente conspicuas en sociedades que están 

experimentando la influencia generalizada de otras culturas, por ejemplo: la 

introducción de una nueva religión, nuevos bienes mercantiles o de una 

burocracia gubernamental. Los antiguos análisis estructurales –e incluso 

algunos bastante más recientes– han tendido a ignorar los problemas del 

cambio y a considerar, más bien, las elecciones individuales de acción que 

surgen a partir de nuevas situaciones como excepciones o distorsiones 

respecto a las normas “correctas”, es decir tradicionales. Este enfoque 

conduce a la “historia” conjetural o a una “reconstrucción” del sistema 

tradicional de normas (véase, por ejemplo, Hammond-Tooke, 1962, y 

también Van Velsen, 1965). 

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Las anteriores consideraciones han provocado una reacción entre 

algunos antropólogos en contra del acentuado énfasis que los estructuralistas 

ponen en la consistencia y en la norma ideal y formal. Se ha manifestado un 

creciente interés en el problema de las normas conflictivas, que incluyen los 

conflictos debidos a las influencias culturales extranjeras. Es más, dichos 

antropólogos se han empezado a trasladar a comunidades urbanas para 

estudiar los sindicatos y otros aspectos de la vida industrial y urbana, tanto 

en países con una añeja economía industrial como en naciones cuyas 

economías estaban basadas, en gran medida, hasta hace relativamente poco 

tiempo, en una producción de subsistencia. En consecuencia, han adquirido 

mayor conciencia de las contradicciones entre las realidades observables del 

empleo asalariado, la migración laboral, la producción agrícola industrial, 

etcétera, y las antiguas suposiciones sobre la consistencia, homogeneidad y 

estabilidad relativa. Por otra parte, el aislamiento de las unidades de estudio, 

para propósitos analíticos, se está complicando cada vez más (véase 

Gluckman [comp.], 1964, sobre todo los capítulos 2 al 6). Y aun en el 

estudio de las pequeñas comunidades relativamente aisladas de las regiones 

montañosas de la Nueva Guinea australiana, para citar un ejemplo, Barnes 

(1962) descubrió que no se podían aplicar con utilidad los modelos 

estructurales de parentesco y de los sistemas políticos que se formularon 

primero en el contexto africano. 

Una forma en la que tal reacción se ha expresado es en el excesivo 

énfasis que se pone en el comportamiento real: los acontecimientos y las 

relaciones particulares son tratados como únicos, y hay una reticencia a

relacionarlos con un marco general de referencia. Por ejemplo, Bohannan 

(1957) describe el sistema legal de los tivs como si fuese único y, por 

consiguiente, incomparable con los sistemas legales de otros pueblos, 

16 

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incluyendo los sistemas estadounidense y británico. De hecho, pareciera que 

su descripción niega, por implicación, que los tivs posean un sistema legal, 

pues trata cada disputa como si fuese única, es decir, ésta no se resuelve con 

referencia a un cuerpo general de normas. Bohannan escribe: 

La decisión [de la corte] rara vez involucra de manera explícita un argumento 

legal, en el sentido que concebimos un reglamento o ley [...] El propósito de 

la mayoría de las jir [a saber, audiencias judiciales] es, por consiguiente, 

determinar un arreglo entre las partes; no aplicar leyes, sino decidir lo que es 

correcto en un caso particular. A menudo llevan a cabo esto sin una 

referencia explícita a reglas legales (p. 19). 

Obsérvese que Bohannan utiliza el término general “decisión” y no aclara si 

se refiere al veredicto de la corte o a las sanciones que impone como 

resultado de su veredicto. Uno se pregunta cómo una corte –cualquier corte– 

puede “determinar un arreglo entre las partes” (o un “convenio”, como 

Bohannan lo denomina en otra parte) que es considerado correcto por todas 

las partes, sin hacer referencia a un cuerpo de normas comúnmente 

aceptado; que tal referencia sea manifiesta o implícita no tiene importancia. 

De cualquier manera, los casos citados por Bohannan no apoyan su 

afirmación. Por ejemplo, el caso número 8 tiene que ver con la custodia legal 

de una niña que ha sido criada por su abuela materna. El padre de la niña 

quería que su hija regresara con él. Muy al principio del caso, uno de los 

miembros de la corte, “habiéndose enterado lo suficiente sobre el asunto, 

observó que al parecer no había ningún problema [...] [la abuela debía recibir 

una recompensa por la crianza de la niña, pero] la filiación [de la niña] no 

estaba en duda”. Desde mi punto de vista, este enunciado parecería señalar 

que las cortes en sus veredictos se guían por determinadas normas y que 

17 

Page 16: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

además las aplican. Es más, resulta claro a partir del resto de este caso (y de 

hecho a partir de otros casos citados por Bohannan) que las cortes de los tivs 

acatan determinadas normas y no están dispuestos a negociar con las partes, 

en aras de un acuerdo amigable entre éstas. Asimismo, al parecer los casos 

indican que la afirmación de Bohannan respecto a que las cortes tienen como 

propósito un acuerdo entre las partes o un convenio puede aplicarse a las 

sanciones de las cortes, más que a sus veredictos. 

Cuando Bohannan analiza la metodología subyacente en su libro, 

distingue entre el ‘“sistema popular” de interpretación de los tivs y el 

“sistema analítico” de los antropólogos (p. 4). Sin embargo, su descripción 

del sistema legal tiv parecería estar basada sobre todo en un único tipo de 

datos, a saber, las acciones observadas, lo cual excluye las normas ideales a 

las que los tivs se adhieren o manifiestan que se apegan. Pero esto pasa por 

alto el hecho de que el antropólogo social está interesado en la gente que 

vive y actúa dentro de cierto orden social y cuyas acciones, por lo tanto, 

deben tener alguna referencia a las normas de conducta establecidas y 

aceptadas. Las normas ideales de conducta y el comportamiento real están 

estrechamente interconectados por necesidad. Así, Devons (1956) ha 

argumentado que aunque una regla formal de conducta –ya sea en el terreno 

de los negocios, dentro de una organización de voluntarios o en el ámbito 

político– pueda ignorarse en la práctica y haberse convertido en un mito, 

teóricamente la regla sigue siendo válida y forma parte de la realidad. 

Devons escribió su artículo como respuesta a un trabajo de Finer de 1956, 

quien se ocupó del papel que en la política desempeñaban los grupos de 

interés. Devons se oponía al punto de vista según el cual el comportamiento 

político se puede “explicar y comprender exclusivamente en términos de la 

interacción entre [...] los grupos [de interés]” y niega que “la noción de 

18 

Page 17: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

gobierno en tanto persecución de un interés público más amplio, [sea] una 

farsa, un mito”. En vez de lo anterior, Devons postula que: 

El ideal del interés público y la práctica de los grupos de interés forman 

ambos parte de la vida política, de modo que cualquier concepción 

satisfactoria de la política debe abarcar a ambos, así sean contradictorios. 

Obtendremos una visión distorsionada si intentáramos explicar la realidad 

del comportamiento político de manera exclusiva en términos de uno o de 

otro. La realidad es una interacción compleja, ciertamente no fácil de 

desenredar o de explicar. 

Devons continúa diciendo: “La tendencia a construir explicaciones teóricas 

exclusivamente en términos de los principios o de la práctica” es común 

respecto a discusiones no sólo del comportamiento político, sino también de 

los negocios y de otras organizaciones. 

Por lo tanto, un aspecto de la reacción en contra del estructuralismo, 

tal y como lo formuló Radcliffe-Brown y lo desarrollaron algunos de sus 

discípulos, ha sido un creciente deseo entre los antropólogos de comprender 

la forma en que las personas viven en realidad, de acuerdo con sus normas, a 

menudo contradictorias; la manera en que la gente hace funcionar dichas 

normas y maneja las elecciones que se le presentan. Cité antes la nota a pie 

de página de Evans-Pritchard respecto a las “realidades políticas [que] son 

confusas y contradictorias”. Ahora bien, Gluckman ha sugerido (1954, pp. 126), utilizando

los propios datos extensivos de Evans-Pritchard, que en los 

análisis de este último de la sociedad nuer, se había omitido una parte vital, a 

saber: la forma en que los nuer reconcilian o utilizan las exigencias 

contrapuestas de la descendencia por línea paterna y los vínculos afectivos 

del parentesco por línea materna. Además, ha propuesto la hipótesis de que 

19 

Page 18: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

se podría tener un conocimiento más profundo de los odios hereditarios entre 

los nuer si se considerara la importancia política del parentesco por línea 

materna. De hecho, toda la obra de Gluckman está permeada por la noción 

de que las normas en conflicto, es decir, las lealtades conflictivas de los 

individuos con los diversos grupos, basadas en principios de organización 

distintos podrían contribuir, en última instancia, a la cohesión social y 

política. De igual forma, Colson (1953) describe, con cierto detalle, una 

situación en la que las lealtades en conflicto de los individuos, de residencia, 

marital y de linaje ayudan a final de cuentas a resolver las disputas que 

surgen por un caso de homicidio. 

Este enfoque exige no sólo el registro y la presentación de “los 

imponderables de la vida real” (Malinowski, 1922, p. 18), sino también de 

los relatos coordinados de las acciones de individuos específicos. Barnes 

(1958) ha observado “el paso de la recolección de afirmaciones referentes a 

las costumbres y los detalles del comportamiento ceremonial al estudio de 

las relaciones sociales complejas [...] [con el consecuente] énfasis en los 

actores, más que en los informantes”. Por tanto, los registros de las 

situaciones reales y el comportamiento particular se han abierto camino 

desde los cuadernos de notas del trabajador de campo hasta sus 

descripciones analíticas, no como “ilustraciones adecuadas” (Gluckman, 

1961, p. 7) de las formulaciones abstractas del autor, sino como una parte 

constituyente del análisis. 

He nombrado a esta forma de presentar y de manejar los datos 

etnográficos “análisis situacional”. Con este método, el etnógrafo no sólo 

presenta al lector abstracciones e inferencias hechas a partir del material del 

trabajo de campo, sino también proporciona parte del material. Esto coloca 

al lector en una mejor posición para evaluar el análisis del etnógrafo, no sólo 

20 

Page 19: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

con base en la consistencia interna del argumento, sino también mediante la 

comparación de los datos etnográficos con las inferencias extraídas de éstos. 

En particular, cuando varios o la mayoría de los actores del material de caso 

del autor aparecen una y otra vez en distintas situaciones, la inclusión de 

tales datos debe reducir la probabilidad de que los casos se conviertan 

meramente en ilustraciones adecuadas. No estoy implicando que los 

etnógrafos que trabajan con un marco de referencia estructuralista no tengan 

ninguna descripción de situaciones reales en sus cuadernos de notas o que no 

publiquen ninguna. Más bien, como ya lo he señalado, la diferencia 

parecería radicar en el hecho de que las descripciones estructuralistas no nos 

brindan una serie de acontecimientos vinculados que muestren la manera en 

que los individuos, dentro de una estructura particular, manejan las opciones 

con las que se enfrentan. De hecho, la aseveración antes citada de RadcliffeBrown señala

que no estaba interesado en este problema. 

Respecto a la relación entre el comportamiento real y la descripción 

generalizada, he argumentado que el análisis situacional ofrece mejores

oportunidades para integrar lo accidental y excepcional con lo general, que 

las que proporciona un análisis estructural. Si esto puede arrojar más luz y 

dar mayor profundidad a todo el proceso de la vida social en las sociedades 

que al parecer tienen estructuras formales inequívocas, afirmaría que tal 

enfoque es aplicable a fortiori si uno tiene los mismos fines a la vista, para 

el caso de sociedades como la tonga de Malawi o la de Zambia, o para el 

caso de algunas de las tribus de las regiones montañosas de Nueva Guinea, a 

las que les falta esta característica. Cuando los agentes del sistema no están 

estructurados con claridad, si no presentan grupos corporativos duraderos 

sino más bien individuos que se interrelacionan mediante formaciones 

21 

Page 20: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

continuamente cambiantes en grupos pequeños y a menudo efímeros, no se 

puede hablar propiamente de excepciones. 

He comparado los objetivos y los métodos de los antropólogos que 

escriben según la tradición estructuralista, con los tipos de problemas en los 

que 

muchos 

antropólogos 

de 

una 

“generación” 

más 

joven, 

postestructuralista, se han interesado. Al hacerlo, quise señalar que nuestras 

críticas a la tradición estructuralista constituyen un asunto de aclaración y 

diferencia en el énfasis, más que un alejamiento radical respecto a esta 

tradición, de la misma forma que difirieron de manera fundamental las 

nuevas técnicas de trabajo de campo y los métodos analíticos de los 

estructuralistas respecto a los utilizados por los preestructuralistas. El marco 

de referencia estructural sigue siendo un prerrequisito para el análisis 

antropológico. Pero ahora deseamos algo más: la estática de la estructura, “la 

estructura permanente en la que las relaciones y las actividades sociales son 

petrificadas”, según Fortes lo expresa (1945, p. 232), debe complementarse 

y vivificarse mediante una descripción de las acciones, tanto “normales” 

como “excepcionales”, de los individuos que manejan la estructura, es decir, 

de los procesos que tienen lugar dentro de la estructura. Buscamos relacionar 

las desviaciones respecto a las regularidades estructurales, con regularidades 

Page 21: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

de otra naturaleza, a saber, la interpretación de un sistema social en términos 

de normas en conflicto. Este énfasis nuevo no sólo exige una clase diferente 

de material de campo, sino que también plantea la cuestión de si dicho 

material debe presentarse al lector y en qué forma. Si bien un análisis 

estructural tiene como objetivo la integración de las generalizaciones y 

abstracciones en una descripción coherente, no se lleva a cabo ningún 

esfuerzo para integrar las diversas piezas del material del caso ni entre ellas 

ni con el análisis, y de hecho si acaso esto se realiza, el resultado puede ser 

22 

Page 22: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

que un caso cuyo propósito era ilustrar una generalización particular, de 

hecho puede invalidarla, como Sommerfelt ha demostrado (1958). Por el

contrario, un análisis situacional presta más atención a la integración del 

material de caso, con el fin de facilitar la descripción de los procesos 

sociales. 

Análisis situacional y trabajo de campo 

Al principio sugerí que los métodos para el trabajo de campo del etnógrafo 

están guiados por su enfoque teórico y que éste no necesariamente los 

determina. Por ejemplo, los puntos de vista teóricos de Firth, en ciertos 

sentidos, son muy similares a los que yo he analizado aquí respecto al 

análisis situacional. Sin embargo, es sorprendente que haya pocos indicios 

de que Firth hubiese aplicado tales teorías en el análisis de su propio 

material etnográfico, incluso en su obra más reciente. Firth escribió (1964, p. 

43): “Si las estructuras sociales son modelos, entonces podemos llamar 

‘realidad’ a la organización social. Pero incluso si no son exclusivamente 

modelos, entonces en tanto conjunto de las formas primarias de la sociedad, 

necesitan complementarse mediante estudios del proceso”. Y una vez más: 

“Se podría describir a la organización social, pues, como las disposiciones 

de funcionamiento de la sociedad. Es el proceso de ordenamiento de la 

acción y de las relaciones respecto a fines sociales dados, en términos de los 

ajustes resultantes del ejercicio de las elecciones de los miembros de la 

sociedad” (1964, p. 45). No obstante, ésta y otras interesantes y dinámicas 

teorías parecen haber sido ineficaces como guías –ya no digamos 

determinantes– en el trabajo etnográfico de Firth. En su segundo estudio 

sobre los tikopianos (1959), menciona la creciente influencia de los maestros 

23 

Page 23: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

de la misión cristiana, así como de la administración británica. El libro 

proporciona amplia evidencia de que estas condiciones han ampliado el

espectro de elección para los tikopianos entre normas alternativas de 

comportamiento. Sin embargo, Firth no describe “el ejercicio de elecciones 

que efectúan los miembros de la sociedad”. Más bien, la obra se centra 

principalmente en el ejercicio de elecciones que lleva a cabo la sociedad. De 

hecho, parece que estamos tratando con dos distintos significados del 

término “elección”. En sus enunciados teóricos, que ya he citado antes, 

parecería que Firth utiliza el término en el sentido de selección que hacen los 

individuos respecto a normas alternativas de comportamiento, al interior de 

una estructura social persistente. Ése también es el sentido en el que he

utilizado el término en este ensayo. Sin embargo, en ese segundo estudio, 

Firth emplea el concepto en el sentido de “decisión” colectiva, cultural. Este 

sentido del término elección posee una connotación histórica: sólo a 

posteriori, el investigador puede afirmar que “las cosas han cambiado”. Esto 

refiere al resultado final de un proceso de cambio en donde, a lo largo de un 

periodo, los miembros individuales de la sociedad efectúan elecciones 

individuales en situaciones particulares: alguien selecciona la norma 

tradicional y algún otro la norma novedosa, contrapuesta, o de nuevo, la 

misma gente ahora escoge primero una y luego la otra, con una tendencia 

general favorable a la nueva norma. Sólo cuando esta última se ha aceptado 

de manera universal, el investigador puede establecer que “una aldea se ha 

inclinado por el progreso”. Esta clase de tratamiento de “antes y después” 

domina el segundo estudio de Firth: en forma constante yuxtapone lo que 

descubrió en 1929 con lo que encontró en 1952. Los procesos de cambio que 

median (no hay que confundirlos con las etapas de cambio) apenas se 

revelan. Asimismo, este enfoque tiende a subrayar los cambios de 

24 

Page 24: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

costumbres. Por tanto, el lector a menudo se encuentra con afirmaciones de 

esta clase: 

Parece haber habido, sin embargo, una modificación progresiva en la 

ceremonia de matrimonio de los tikopianos, al reducirse el número de actos 

formales. Algunos intercambios tradicionales de alimentos se han abreviado 

[a saber, en 1952 en comparación con 1929] [...] Esas reducciones se 

hicieron no sólo en los matrimonios cristianos; los de tipo pagano habían 

seguido el mismo ejemplo [...] la práctica de la captura ritual de la novia 

[...] al parecer la han abandonado finalmente alrededor de 1952 [...] (1959, 

p. 204). 

Así pues, Firth en sus estudios etnográficos se interesa sobre todo en el 

cambio de (o en la “elección” entre) un “conjunto de formas originales” por 

otro; empero, pasa por alto el problema de los individuos que escogen entre 

un conjunto de normas estructurales y otro. 

Sin embargo, el énfasis que pone Firth en la elección en su concepto 

de organización social constituye una importante prueba de la tendencia en 

la antropología reciente a alejarse de una preocupación por la estructura 

social como tal. En relación con dicha tendencia, se observa el creciente 

interés por los procesos sociales, que incluyen el estudio de las regularidades 

en la variedad del comportamiento individual real dentro de la estructura 

social. Mi propio punto de vista es que ese análisis situacional puede resultar 

muy útil para abordar este proceso de elección; es decir, la selección que 

hace el individuo en una situación a partir de una variedad de posibles 

relaciones (mismas que pudieran estar gobernadas por diferentes normas), 

relaciones que él considera que sirven mejor a sus propósitos. Es muy 

probable que las relaciones y las normas particulares seleccionadas varíen de 

25 

Page 25: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

una situación a otra para los mismos individuos, y de un individuo a otro al 

enfrentar situaciones semejantes. 

Un problema relacionado de importancia sociológica, donde el 

análisis situacional parecería cobrar relevancia, tiene que ver con la 

discrepancia entre las creencias de las personas y la aceptación profesada de 

ciertas normas, por un lado, y su verdadero comportamiento, por el otro. He 

argumentado que tales discrepancias no pueden explicarse relegándolas a la 

categoría de datos llamados “excepciones”. Después de todo, forman parte 

del campo de estudio y, en un estudio más cuidadoso, podrían revelar sus 

propias regularidades. Es más, acciones que para cualquier otro miembro de 

la sociedad y para el etnógrafo pudieran parecer contradictorias, los 

protagonistas mismos quizá las explicarían en términos de esa norma o de 

otra distinta. También he hecho hincapié en la quizá necesaria suposición de 

la consistencia por parte de los estructuralistas y he observado que una

característica peculiar de las sociedades inestables y no homogéneas es la 

variación: las variaciones en función del tiempo en el caso de las sociedades 

inestables y, en el caso de las sociedades no homogéneas, las variaciones 

sincrónicas como partes constituyentes intermedias de la sociedad. Como 

método para integrar las variaciones, las excepciones y los accidentes dentro 

de las descripciones de las regularidades, el análisis situacional –con su 

énfasis en el proceso– podría ser, por lo tanto, particularmente apropiado 

para el estudio de sociedades inestables y no homogéneas. Mitchell (1960, p. 

19) ha argumentado en este tenor, respecto al estudio de las relaciones 

sociales en las sociedades plurales, en donde claramente “no nos topamos 

con un sistema cultural integrado, sino con uno en el que sistemas de 

creencias muy distintos pudieran coexistir y entrar en juego en diferentes 

situaciones sociales”. 

26 

Page 26: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

Este acento en el estudio de las normas y del comportamiento real en 

una variedad de situaciones sociales distintas, para el manejo de ciertos

problemas analíticos, también exige técnicas diferentes para el trabajo de 

campo y para la presentación de los datos. En primer lugar, requiere un 

mayor énfasis, por parte del trabajo de campo, en el registro de las acciones 

de los individuos, en tanto individuos, como personalidades, y no sólo como 

ocupantes de estatus particulares. Así pues, con objeto de percibir, y más 

adelante describir el proceso de elección, resulta necesario registrar con 

meticuloso detalle las acciones de ciertos individuos específicos a lo largo de 

un periodo. Cuando una de estas series de materiales de caso relacionados se 

presentan más tarde en el análisis, las variables consideradas simplemente 

como caso A, B y C de muchas “ilustraciones adecuadas”, aisladas 

situacionalmente, pueden perder su anonimato y en su lugar recobrar su 

identidad como Beto, Quique y Lalo, o como Juan y José; ahora son actores 

de una serie de circunstancias diversas que utilizan en mayor o menor 

medida (es decir, manipulan) un elemento de elección de normas con el 

objeto de satisfacer los requisitos de la situación particular. Con el fin de dar 

a su material de caso esta perspectiva histórica, el trabajador de campo 

puede afrontar ciertos problemas. Quizá decida reducir la profundidad 

cronológica a su periodo de observación, pero esta limitante tal vez resulte 

muy restrictiva y quizá se vea forzado a tener en cuenta acontecimientos que 

acaecieron antes de que él comenzara sus pesquisas. Por tanto, el etnógrafo 

que desee registrar historias de caso habrá de complementar sus propios 

datos observados con otras fuentes, como recuerdos de los informantes, 

registros de tribunales y otras fuentes documentales y no documentales. No 

obstante, el etnógrafo deberá estar consciente de que existe una diferencia de 

tipo entre estas dos categorías de datos. A diferencia de los datos 

27 

Page 27: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

observados, las otras fuentes de información pudieran contener un elemento 

de sesgo, que no siempre es fácil evaluar. (Esta observación no es tan obvia 

como pudiera parecer. Los antropólogos que trabajan en las sociedades

tribales a menudo han mostrado una actitud notablemente acrítica hacia las 

declaraciones de sus informantes concernientes a acontecimientos o 

condiciones del pasado. Por ejemplo, las comparaciones de los informantes 

de la actual laxitud moral respecto “a los tiempos idos” –en otra época los 

culpables de relaciones sexuales extramatrimoniales hubieran sido quemados 

vivos–, a menudo se registraron y al parecer se aceptaron a pie juntillas, sin 

que hubiese algún intento de hacer una evaluación crítica.) 

Un ejemplo del tratamiento diacrónico de las acciones realizadas por 

actores específicos en relaciones estructurales en curso es una serie de casos 

referidos por Middleton (1960, pp. 129-229). Tales casos se ubican en una 

comunidad local, entre los lugbara. Abarcan un periodo de casi un año y se 

basan en las propias observaciones de Middleton; sin embargo, se vio 

forzado a confiar en la memoria de los informantes para obtener la 

información necesaria sobre los antecedentes; no obstante, tuvo cuidado de 

indicar quién dijo qué cosa. Estos casos tienen que ver, de manera 

ostensible, con sacrificios ofrecidos a fantasmas ancestrales, debido a la

ocurrencia de desgracias personales. Pero hacen más que simplemente 

ilustrar las normas, los valores y las prácticas religiosas y de culto a los 

ancestros de los lugbara. Esta serie de casos muestra el creciente abismo 

existente entre dos ramas de linaje dentro de una comunidad local, el cual 

fomenta la secesión. Middleton interpreta esta serie de casos como una lucha 

por el poder llevada a cabo en términos rituales. 

A diferencia de este tratamiento integrador, ahora cito los siguientes 

elementos aislados de información provenientes de Firth (1959). En la 

28 

Page 28: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

página 246 registra una entrevista con dos jefes tikopianos, Fangarere y 

Taumako. Habló con ellos sobre “la estructura de linaje que tenían sus 

clanes en 1952. Cada uno de ellos estaba interesado en dar una identidad 

separada a unidades muy pequeñas que antes yo había simplemente 

considerado como partes componentes de unas más grandes”. En particular, 

el jefe Fangarere “insistió en caracterizar a la mayor parte de las unidades 

que vivían separadas como unidades individuales [...] [diciendo]: ‘Resulta

conveniente para ellos mantenerse separados”. Firth no trata de explicar esta 

actitud relacionándola con otros acontecimientos o con la posición particular 

del jefe (o jefes), ni ubicándola de alguna otra forma dentro de un contexto 

social más amplio. Luego, en la página 280, leemos que el anterior jefe 

Fangarere murió en 1940 y le sucedió no su hijo mayor, como hubiese sido 

“normal”, sino su hijo mayor en calidad de jefe Fangarere cristiano y un hijo 

más joven como jefe Fangarere pagano. El lector se pregunta naturalmente si 

pudiese haber alguna conexión entre estos dos segmentos de información, 

sobre todo porque existen una o dos referencias aisladas al jefe Fangarare 

que lo hace aparecer como algo “excepcional”. Para acicatear la 

especulación, Firth insiste en referirse al jefe Fangarere, sin especificar si es 

el jefe cristiano o pagano. 

Así pues, la utilización del material de caso extendido de esta 

naturaleza, del cual Middleton hace uso, tiene el propósito de esclarecer

determinadas regularidades del proceso social, no de destacar las 

idiosincrasias personales. Por tanto, al recopilar y presentar los datos sobre 

el comportamiento real de los individuos, siempre se debe hacer referencia a 

las normas que gobiernan, o que se dice que gobiernan, dicho 

comportamiento. En consecuencia, deberá ser factible valorar si cualquier 

desviación respecto a determinadas normas es general o excepcional, así 

29 

Page 29: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

como la razón por la que ocurre tal desviación y la forma en que se justifica. 

El etnógrafo debe buscar en cada caso las opiniones e interpretaciones de los 

protagonistas y también de otras personas, no para descubrir cuál es el punto 

de vista “correcto” de la situación, sino más bien para revelar alguna 

correlación entre las diversas actitudes y, digamos, el estatus y el papel de 

los que muestran dichas actitudes. 

Una investigación con ese grado de detalle requiere que el etnógrafo 

tenga un trato cercano con los individuos durante un periodo prolongado y 

que posea un conocimiento tanto de sus historias personales como de sus 

redes de relaciones. En vista del hecho de que el periodo de investigación 

del etnógrafo por lo general se restringe a dos o tres años o incluso menos, 

esto significa que tiene que limitar su área de investigación: tal vez no 

siempre sea posible “trabajar” con toda una tribu, una organización sindical 

o un área urbana. Lo anterior nos conduce al asunto de la representatividad 

del análisis del antropólogo. Este asunto tal vez adquiera una relevancia 

particular si la preocupación principal del antropólogo es presentar la cultura 

(las costumbres) o los principios estructurales de su unidad de investigación. 

Sin embargo, estoy argumentando en favor del análisis de los procesos 

sociales, lo que representa un tipo diferente de trabajo de campo, a saber: 

una investigación más intensiva dentro de unidades más pequeñas. 

La definición de las fronteras geográficas, culturales, económicas y 

políticas de nuestra unidad de estudio, así como su escisión de una entidad 

mayor (y quizá hasta ahora más convencional), plantea un problema 

espinoso. La cuestión es hasta qué punto las unidades más pequeñas todavía 

pueden seguirse considerando “unidades”. Como respuesta, subrayaría, en 

primer lugar, que no debería confundirse el aislamiento para propósitos

analíticos con el aislamiento de facto. En los estudios sobre tribus, éstas se 

30 

Page 30: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

analizan muy a menudo como si en los hechos estuviesen aisladas de 

influencias externas de tipo cultural, económico y político. Ciertamente, en 

África las sociedades tribales están mucho menos aisladas, sobre todo desde 

la colonización europea, que lo que con mucha frecuencia suponen los 

antropólogos, historiadores y otros académicos. En segundo lugar, y como 

consecuencia del punto anterior, el tema del aislamiento no surge de repente 

cuando uno estudia una aldea en lugar de una tribu completa, por ejemplo, o 

un sindicato (o sólo una rama de un sindicato) en vez de toda la organización 

sindical a nivel nacional, o un área urbana (o una parte de ésta) en lugar de 

toda la nación. Sería más acertado expresar que sólo comparativamente en 

fechas recientes se ha cobrado conciencia sobre el problema de la definición 

de la unidad de estudio respecto a una entidad mayor de la que forma parte. 

Así pues, el aislamiento analítico de, digamos, una aldea como unidad de 

estudio (en vez de la totalidad de la tribu) constituye un problema relativo. 

Verbigracia, muy pocos han siquiera cuestionado lo apropiado de un estudio 

de las Trobriand, las cuales en gran medida forman parte –tal y como el 

propio Malinowski pudo demostrar– de un archipiélago mayor. Ciertamente, 

Malinowski mismo no mostró ningún interés por el problema de la 

delimitación de las Trobriand en tanto unidad de estudio. Resulta evidente 

que no estoy afirmando que las Trobriand no sean, con toda propiedad, una 

unidad analítica. Por el contrario, simplemente argumento que la escisión, 

para propósitos analíticos, de una pequeña área de las islas Trobriand no 

crearía un nuevo problema metodológico, a diferencia de su escisión 

respecto al resto del “círculo kula”; ambas escisiones implican el problema 

del aislamiento analítico (véase Gluckman, comp., 1964). 

Una última observación respecto a este punto: debe notarse que ha 

habido una tendencia a reducir las unidades de estudio: desde la ausencia de 

31 

Page 31: EL MÉTODO DEL CASO EXTENDIDO Y  ANÁLISIS SITUACIONAL.docx

límites de la escuela Wanderlust hasta sólo unas cuantas aldeas (o incluso 

una sola) de una sociedad tribal, o a una rama de un sindicato, etcétera. Lo 

anterior no necesariamente significa la expresión de una pasión por la 

minuciosidad en el detalle; al contrario, esta tendencia bien podría redituar el 

tipo de material que nos permita establecer mejores fundamentos para una 

comparación intercultural a gran escala: es una cuestión de reculer pour 

mieux sauter (dar un paso atrás para saltar más). 

Ahora resumo con brevedad mis puntos principales del registro de 

casos dentro de un marco de referencia situacional. Una de las suposiciones 

en las que el análisis situacional descansa es que las normas de la sociedad 

no constituyen un todo coherente y consistente; por el contrario, a menudo 

se formulan con vaguedad y son discrepantes. Este hecho es el que permite 

que los miembros de una sociedad las manipulen a la hora de perseguir sus 

propios objetivos, sin que necesariamente dañen su estructura de relaciones 

sociales aparentemente sólida. Así pues, el análisis situacional hace hincapié 

en el estudio de las normas en conflicto. La fuente de datos más productiva 

sobre conflictos de normas son, como cabe esperar, las disputas, sin importar 

que se ventilen fuera o dentro de los tribunales. Las descripciones de la “ley 

primitiva” con frecuencia dan a entender que todos los conflictos son 

simples casos de “quebrantamiento de la ley” y que la disputa, por lo tanto, 

se centra en los “hechos” del caso, al tiempo que existe un acuerdo tácito o 

expreso entre todas las partes involucradas respecto a la norma o normas 

aplicables. Lo anterior ignora el hecho de que en cualquier sociedad es 

probable que uno encuentre una larga serie de conflictos donde la disputa se 

enfoca, sobre todo, en la cuestión de cuáles normas mutuamente opuestas 

deberán aplicarse a los “hechos” indiscutibles del caso. Dado este punto de 

vista, resulta importante obtener diversas descripciones e interpretaciones, 

32 

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de una variedad de personas, respecto a las disputas y a otros 

acontecimientos particulares, en vez de investigar la descripción o 

interpretación correcta de dichos sucesos. Este último enfoque va más allá 

de la corriente de opinión que “busca a los ancianos sabios de la aldea”, ya 

sean académicos o magistrados. Para el sociólogo interesado en los procesos 

sociales no hay puntos de vista erróneos o correctos; sólo existen puntos de 

vista diferentes que representan a diversos grupos de interés, estatus, 

personalidades, etcétera. De lo anterior se deduce, en segundo lugar, que se 

debe registrar el contexto total de los casos (éstos deben presentarse 

situacionalmente) tanto como sea posible, así como también deben 

especificarse los actores. Por ejemplo, las disputas en torno a la dote de la 

esposa bien pudieran involucrar solamente una demanda por la falta de pago 

de la dote, pero podrían convertirse en el vehículo de una disputa en otro 

contexto (por ejemplo, el político), la cual, por una o otra razón, no puede 

discutirse como diferendo político (véase, por ejemplo, Van Velsen, 1964, p. 

125 et passim). Por último, en el campo uno busca casos interconectados 

dentro de una pequeña área que involucren un número limitado de dramatis 

personae. Habrá que presentar después tales casos en el análisis dentro de su 

contexto social, como parte de un proceso social y no como casos aislados 

que ilustran, más o menos de un modo adecuado, una generalización 

particular. 

Los dos ejemplos siguientes muestran la aplicación práctica del 

enfoque situacional. Mitchell (1956), uno de los primeros antropólogos en 

utilizar los casos conectados de esta manera como base para su análisis (y 

que los ha integrado a éste) de la composición de la aldea yao, proporciona 

una serie de casos de acusación de brujería y de adivinación (pp. 165-175). 

Dichos casos abarcan un periodo de ocho años, que se remontan varios años 

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antes de la llegada del autor a la escena. De manera evidente tienen que ver 

con desgracias personales, como muertes y alumbramientos difíciles. 

Tratados como casos aislados, bien podrían haberse usado para ilustrar, de 

una forma más o menos apropiada, las nociones de los yao sobre la 

nigromancia. Sin embargo, Mitchell presenta sus casos en el contexto total 

de una aldea particular y, por consiguiente, describe el proceso de 

ampliación del distanciamiento entre dos ramas de linaje en la aldea y su 

escisión completa hasta que se convierten en dos aldeas separadas. El libro 

contiene datos similares de otras aldeas y el autor los presenta junto con una 

descripción de los principios estructurales de los grupos yao en función de 

su residencia y de parentesco. Ofrecidos de esta forma, los numerosos 

ejemplos de riñas, amargas acusaciones y otros síntomas de desunión, no 

llevan a la conclusión de que estamos siendo testigos de una “sociedad en 

desintegración” (verbigracia, como resultado de la ocupación inglesa). En 

vez de eso, el autor muestra que dichos periodos de enconadas y frecuentes 

riñas no son síntomas de una “patología social”, sino que han sido inherentes 

al ciclo de vida de las aldeas de los yao, desde su fundación hasta su 

dispersión, pasando por su desarrollo. 

Turner (1957) llevó a cabo este tipo de análisis. Su obra también se 

centra sobre todo en el ciclo de desarrollo de la aldea, en este caso del 

pueblo ndembu. A lo largo de su análisis estructural de la aldea ndembu (e 

integrada a éste), se brinda una serie de “dramas sociales”: una serie de 

casos que se ubican en una aldea y se centran en un hombre llamado 

Sandombu que luchó contra muchos obstáculos para lograr un cargo 

político, pero fracasó. Turner describe el ritual como un mecanismo de 

compensación que tiende a “intervenir en situaciones de crisis donde se han 

presentado conflictos en una aldea o entre dos, como resultado de 

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contradicciones estructurales, más que por trasgresiones a la ley por parte de 

individuos aviesos o ambiciosos” (p. 330). Asimismo, el propósito del autor 

ha sido 

mostrar la forma en que lo único, lo fortuito y la arbitrariedad se subordinan 

a lo consuetudinario dentro de un solo, aunque cambiante, sistema espaciotemporal de

relaciones sociales [...] [y] revelar cómo lo general y lo 

particular, lo cíclico y lo excepcional, lo regular y lo irregular, lo normal y lo 

desviado se interrelacionan en un solo proceso social. 

Por tanto, consideraba “necesario estudiar una sola aldea como mi universo” 

(p. 328). Turner, al igual que Mitchell, retrae el punto de inicio de sus casos 

hasta una fecha muy anterior al comienzo de sus investigaciones. No 

obstante, ambos autores indican, cuando resulta necesario, quiénes son los 

informantes de historias particulares o de otros segmentos de información. 

Lo anterior ayuda al lector a ubicar los casos dentro de su contexto social. 

Los estudios de Mitchell y de Turner son análisis estructurales, pero sugiero 

que ambos han sido capaces de aproximarse aún más a la realidad observada 

al añadir otra dimensión, a saber, un análisis del proceso social; es decir, la 

forma en que los individuos en realidad manejan sus relaciones estructurales 

y usan para su beneficio el factor de elección entre normas alternativas de 

acuerdo con los requerimientos de la situación particular. 

Conclusión 

En este ensayo he delineado métodos de análisis y de trabajo de campo que 

van desde la comparación de costumbres recopiladas de manera fortuita, 

pasando por un método estructural más modesto –pero a la vez más 

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fructífero desde el punto de vista sociológico, el cual hace hincapié en la 

morfología social–, hasta llegar a un método cuyo objetivo es el análisis de 

la interrelación de las regularidades estructurales, “universales”, por un lado, 

y el comportamiento real, “único”, de los individuos, por el otro lado. 

Aunque soy de la opinión de que el enfoque teórico del trabajador de 

campo reviste una importancia fundamental respecto al tipo de material que 

busca, y a pesar de que creo que los métodos del trabajo de campo pueden 

dictarse sólo en términos generales, hice algunas sugerencias respecto a la 

recopilación del tipo de material que resulta más probable que satisfaga las 

exigencias de algunas de las teorías presentes. Estas demandas son para un 

análisis sincrónico de los principios estructurales generales, el cual se 

vincula estrechamente con un análisis diacrónico del funcionamiento de

estos principios, a través de actores específicos ubicados en situaciones

especificadas. 

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