el mercado de tenochtitlan

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Los compradores en el mercado de Tenochtitlan José Luis DE ROJAS Y GUTIÉRREZ DF GANDARILLA (Universidad Complutense de Madrid) La visita que Hernán Cortés hizo al mercado de Tíatelolco en su primera estancia en Tenochtitlan le impresioné de tal forma que nos ha legado una minuciosa descripción de él. También Bernal Díaz del Castillo, que estuvo presente en la misma ocasión, quedó asombrado por la riqueza y volumen de lo que allí se trataba, que era tanto que «el rumor y zumbido de las voces y palabras que allí había sonaba más que de una legua» (Bernal Díaz, 1975: 193). El ordenamiento del mercado fue recogido por numerosos auto- res, que incluyen una minuciosa descripción de los productos que se vendían (Conquistador anónimo: 1971: 394; Sahagún, libro VIII, ca- pítulo XIX, 1975: 475-476; Cervantes de Salazar, 1971, 1: 329-330; Hernández, 1964: 80; Torquemada, 1969, II: SSS; Clavijero, 1976: 527). Algunos de ellos se atreven a aventurar una cifra de personas que acudían a este mercado. El espectro varía desde ]os 30.000 (Cervantes de Salazar, 1971, 1: 280) hasta los 80.000 (Zuazo, 1971: 360), pasando por los 60fl00 de Cortés (1970: 62). De cualquier forma, todos coinciden en que el volumen de per- sonas que acudía diariamente al mercado era muy elevado, y nosotros vamos a tratar de obtener una imagen de quiénes eran estas personas. En el presente trabajo nos ocuparemos especialmente de aquellos que hemos denominado compradores, quienes debían representar el número más elevado. De los vendedores y otras personas relacionadas con el mercado ya nos hemos ocupado en otro lugar (Rojas, 1981, ca- pítulo III). Pevist.a española dc antropología americana, vot XIII. Ed. IJniv. Comp!. Madrid, 1983

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Page 1: El mercado de tenochtitlan

Los compradoresen el mercadode Tenochtitlan

José Luis DE ROJAS Y GUTIÉRREZ DF GANDARILLA(Universidad Complutensede Madrid)

La visita que Hernán Cortés hizo al mercadode Tíatelolco en suprimera estanciaen Tenochtitlan le impresioné de tal forma que nosha legado una minuciosa descripción de él. También Bernal Díaz delCastillo, que estuvo presenteen la misma ocasión, quedó asombradopor la riqueza y volumen de lo que allí se trataba,que era tanto que

«el rumor y zumbido de las vocesy palabrasque allí habíasonabamás que de una legua» (Bernal Díaz, 1975: 193).

El ordenamientodel mercado fue recogido por numerososauto-res, que incluyen una minuciosa descripción de los productos que sevendían (Conquistadoranónimo: 1971: 394; Sahagún,libro VIII, ca-pítulo XIX, 1975: 475-476; Cervantes de Salazar, 1971, 1: 329-330;Hernández,1964: 80; Torquemada,1969, II: SSS; Clavijero, 1976: 527).

Algunos de ellos se atreven a aventuraruna cifra de personasqueacudíana estemercado.El espectrovaría desde]os 30.000(Cervantesde Salazar,1971, 1: 280) hastalos 80.000(Zuazo, 1971: 360), pasandopor los 60fl00 de Cortés (1970: 62).

De cualquier forma, todos coinciden en que el volumen de per-sonasque acudíadiariamenteal mercadoera muy elevado,y nosotrosvamos a tratar de obtenerunaimagende quiéneseran estaspersonas.

En el presente trabajo nos ocuparemosespecialmentede aquellosque hemos denominadocompradores,quienes debían representarel

númeromás elevado.De los vendedoresy otras personasrelacionadascon el mercadoya nos hemosocupadoen otro lugar (Rojas, 1981, ca-pítulo III).

Pevist.a españoladc antropología americana, vot XIII. Ed. IJniv. Comp!. Madrid, 1983

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Para poder llevar a cabo nuestro propósito tenemosque realizarun somero análisis de la situación de Ienochtitlan, y, sobre todo, dela composición y recursos de su población, dado que las noticias di-rectas sobre compras realizadasen el mercado son muy escasas.

LA SITUACTON DE TENOCHIJILAN

Los estudios sobre la organización económica aztecase centranen la agricultura como la rama más importante de la producción.Carrasco(1978: 24) señalaque los medios fundamentalesde produc-ción son la tierra y el trabajo, amboscontroladospor el mecanismopolítico, pero parecedejar de lado el carácterde trabajo del comer-cio y su sujeción al control político.

Palerm (1972: 16) afirmaba que la ciudad sólo puedesurgir conuna economía suficientemente productiva, capaz de mantener unapoblación concentrada,estable y especializadaen tareas no agríco-las. Más adelante(1972: 66-67) coloca entre los rasgosque posibilitanel urbanismo, el comercio y la manufactura,siendo ésta consecuen-cia de aquél.

1-Iicks (1976: 68) afirma que no había salarios monetarios y quelos servicios se pagabancon tierras o, cuandono era posible, conalojamiento y comida.Los nobles recibían tierras, y de ellas obteníanel sustento.

El panoramatradicional de la sociedadaztecanos muestracómolos nobles vivían del tributo que les pagabansus renteros,y de lasdonacionesdel tlatoani, y que los macehualescultivaban la tierra, lacual les proporcionabael sustento,más un plusproduetoque les per-mitía cumplir sus obligacionessociales.

Pensamosque esa situación debeser correctapara aquellosluga-res en que se disponíade tierra de cultivo, pero que Tenoehtitlancons-tituye un caso aparteen la organizaciónmexica.

Es evidenteque dependede la productividad dc la agricultura delas regiones que le suministran los alimentos, bien por tributo, bienpor comercio, pero lo que nos preocupaes la forma en que subsistela población urbana, de la que sólo entrecl 5 y cl 14 por 100 era no-ble (Hicks, 1974: 247), por lo que entre un 86 y un 95 por 100 debíatrabajar para obtener el sustentodiario.

La gran afluencia de tributos que llegabaa Tenochtitlanno parecehaber remediadola situación de la masadc población. Calnek (1978:100-101) opina que los tributos y la renta de la tierra se empleabanpara mantenera la nobleza hereditaria, a un ejército profesional ya un número extremadamentegrande de personal administrativo. Se.liala que la distribución de alimentos a la población en general se

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realizaba como un evento especial en la fiesta de Buey Tecuilhuitl.Los tributos podían canalizarsehacia el mercadosi, como señala

Brumfiel (1980: 466), los productos que no eran alimentos eran usa-dos por los nobles para adquirir éstosen el mercado.

Berdan (1978: 89-90) sostieneque el desarrollo del tributo se pro-dujo como un complementoa la actividad comercial, cuandola de-mandaurbanase hizo tan fuerte que descompensóla balanzacomer-cial, pues las provincias presentabanuna menor demanda;por ellofue necesariosometerlas:era el único medio de obligarlas a producirmas. Esta vision coincide en partecon el esquemade Brumfiel (1980:466):

«Thc population of the Triple Alliance capitals increased aslarger bureaucratic staffs were needed to administer a growingempire, as greater numbersof conqueredrulers were required toLake up residencein the capitals, and as more craftsmen aud do-mestic found eniployenientin the service of the elite population. Inother words, commercial intensification was a result of urbangrowth, and urban growth occurred becauseof thc expansionofthe Triple Alliance sphcre of conquest.>

(La población de las capitalesde la Triple Alianza creció cuandose necesitó una gran plantilla de burócratas para administrar unimperio en expansion, cuando gran cantidad de gobernantes con-quistados tuvieron que establecersu residenciaen las capitales,ycuandomas artesanosy empleadosdomésticosencontraron traba-jo en el servicio de la élite. En otra.s palabras, la intensiticacióndel comercio fue un resultado del crecimiento ¡irbano, y el creci-miento urbano ocurrió por la expansiónde la esferade conquistade la Triple Alianza.)

Ahora bien, en la ciudad no disponían de tierras para cultivar, ycuanto mayor era eí desarrollo menor era la disponibilidad de tierra.Un autor como Molins Fabregase anticipé al estudio de este proble-ma. Molins (1954-55: 328) reconocíala existencia de calpultin en Te-nocbtitlan, y que éstos poseíantierras, pero en cantidad inferior ala necesaria,Y añade(1954-55: 329):

«... debió existir en Tenochtitlanuna parteconsiderablede pobla-ción dedicadaa profesionesde tiempo completo,sin negarla posi-bilidad de que una grao partede ellos dispusierade lotes de tierramás o menos importantespara el cultivo de productosde consumoinmediato,pero en maneraalgunaautosuficientesen toda la exten-sión de la palabra,como pudieranserlo y debíanserlo la mayolíadc los campesinosde regionesno urbanizadasdel Valle. Todaestapoblación, que debió ser importante,necesitaríavivir de lo queaportabanlos tributos al señorprincipal:

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Paraellos la forma de adquirir lo necesariodebíaser el cobro

por su trabajo o por comercio.»Los principales estudios sobre la tierra de cultivo en la ciudad

han sido realizadospor Edward Calnek, quien señalados tipos resi-denciales: uno con chinampasy otro sin ellas (Calnek, 1974: 16-18).El tamañode las parcelasoscila entr 4 y 1.377 metroscuadrados,nollegando el promedio a los 500 metros cuadrados(Calnek, 1974: 47).Por su parte, las casas tenían un promedio de 3040 metros cuadra-dos, con un mínimo de 10 (Calnek, 1974: 30).

Sus análisis le llevan a la conclusión de que las chinampassóloproporcionabanel 5,15 por 100 de las necesidadesde una familia detamaño medio (Calnek, 1972: 114), y concluye diciendo que:

<‘Tanto las fuentesde archivoscomo las históricas indican cla-ramentequelos ciudadanosordinarios,siemprequeno disfrutarandel status de élites, no cultivaban la tierra ni la poseíanen unaescalasignificativa’> (1975: 47).

Un cronista como Durán señalaexplícitamenteel hecho de la ca-renciade tierra. Narra cómo muchosciudadanosemigraronde Tenoch-titían durante la sequía de 1451-1454, y cómo, cuandoésta finalizó,no quisieron regresar:

- - temiendo otro semejantesucesoy sabiendoque la provinciamexicanacarecíade tierí-a para sembrary que todoel bastimentoles había de venir de fuera..» (Durán, 1967, III, cap. XXX: 244).

Otro ejemplo de la misma realidad nos lo proporciona la con-quista de Tíatelolco, en la que se recompensóa los guerrerosrepar-tiendo el mercado, pues no había tierras con que premiarlos (Durán,1967, II: 264).

Al no existir autosuficiencia en la ciudad, las necesidadesdc lasfamilias podían ser satisfechas:

« - - - sólo si seempleabanmecanismosmercantilesrelativamenteim-personalescomo medio principal de combinar bienes y serviciosproducidos por numerosasocupacionesespecializadas’>(Calnek,1978: 104-105).

Apoya Calnek sus aseveracionesen diversos informesque testificanla poca rentabilidad de la tierra, los ingresosde un oficio como me-dio de vida y la compra de alimento en el mercado(1974: 48)- Brum-fiel señalacomo actividad fundamentaldel mercadoel suministro dealimentos a la población urbana (1980: 460).

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Así pues, los dos supuestosbásicosque nos van a permitir saberquiénes son los compradoresen el mercadoson los siguientes:

1. En Tenochtitlan no había tierra cultivable, y la población ob.tenía el sustentomedianteun trabajo.

2. El producto de su trabajo, objeto manufacturadoo salario eraintercambiado en el mercadopor alimentos y materiasprimas.

Tenochtitlan fue un centro de atracciónde emigrantes,ilusionadospor la facilidad para encontrar trabajo (Calnek, 1976: 290). El carác-ter de los emigrantesvaría: para Katz (1975: 32) eran fundamental-mente mercaderes,artesanosy esclavos,y para Brumfiel (1980: 474)eranespecialistasreligiosos,políticos y económicos,estosúltimos pro-ductoresde bienes dirigidos a] mercado.

A tenor de los supuestosque hemos enunciado, dividiremos elanálisis de los compradoresen dos partes: la primera se ocuparáde los testimonios que tenemos sobre compras en el mercado,y elsegundoversarásobre los oficios no directamenteproductivos exis-tentes en Tenoehtitlan.

1) TESTIMONIOS DF. COMPRAS

Aparecenpreferentementeen capítulos de las crónicas no dedica-dos a la descripción del mercado. En ellos quedan reflejados quéproductos se venden y quiénes los compran.

Consideramosde vital importanciaestos datos,tanto directacomoindirectamente,pues sonellos los que nos permiten inferir que habíagenteque se veía en la necesidadde adquirir sus suministrosbásicosen el mercado,y por lo tanto son la base del estudio realizado enel apartado 2.

Acudimos, en primer lugar, a un pasajeque ya ha sido analizadovarias veces: el texto de Sahagún,en el que se describecómo loscomerciantesque iban a partir de viaje iban a ver al tlatoani, Ahuit-zotí, el cual les daba 1.600 mantas,con las cuales iban al mercadode Tíatelolco.

«Y con aquellasmantas luego se compra: mantaspara prínci-pes,hechasde pluma,y mantasconpintura de águilas,y con cene-fas y orlas (le pluma y pañetespropios de príncipes, con puntaslargas y camisasy faldellines de mujer bordados.»(Sahagún,li-bro IX, cap. II, 1975: 492-493; Garibay,1961: 43).

Una vez que habíancompradolos bienescon los que comerciaríanpor cuenta del Tlatoani, comprabanellos, los comerciantes:

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«muchasotras alhajas y atavios para su propio trato y rescate,así atavios de hombrescomo de mujeres,así paraprincipalescomopara comunes»(Sahagún,1975: 493).

De estemodo, los Informantesde Sahagúnnos proporcionanunosclientes importantes de los mercados: los comerciantesde larga dis-tancia, que se abastecíanen sus lugares de origen. Esto concuerdacon Chapman (1976: 174), quien dice que los pochtecacomprabanesclavospara exportar en los mercados,aunquenunca los vendíanen la Cuencade México.

Otro sector profesional que realizaba compras en los mercadosera el de los amantecao trabajadoresde la pluma.

Carrasco(1978: 35) afirma que los amantecaque trabajabanporsu cuenta podían recibir las plumas de los clientes. A su vez, éstosdebían obtenerlas en alguna parte, y si procedieransiempre del tri-buto, no se podría explicar su presenciaentre los bienes puestos ala venta en el mercado.

Sahagúnnos proporciona una gran cantidad de información enel libro que dedicó a los comerciantes.En él se registra cómo éstoscomprabanen el mercadoproductos destinadosal comercio y pro-ductos de consumo inmediato. Testimonio de lo primero son las pa-labras que un comerciantepronunciabaen las celebracionesque efec-tuaba antes de su partida:

«ya tengo compradaslas cosascon que tengo que rescatarpor lospueblospor dondefuere; tengocompradasmuchasnavajasde pie-dra, y muchoscasacabeles,y muchasagujasy grana,y piedra lum-bre« (Sahagún,libro IX, cap. III, 1975: 494-495).

La prolijidad de Fray Bernardinonos ofreceun testimonio inapre-ciable cuandoenumeralos productos con que el comercianteque dabala fiesta iba a obsequiara sus invitados. Estos productoseran obte-nidos por compra (el texto nahuatíemplea los verbos couia, tíapatia,nextia. Garibay, 1961: 124, 140; ver Simeón, 1977, y Molina, 1944).

Entre los productos se encuentranalimentos,como los guajolotes,perros> tomates,frijoles, chiles e incluso tamalesya hechos;hay tam-bién agua, cacaode variasclasesy vainilla; tabaco; leñay cañascom-bustibles, y otros elementos como canastas,escudillas, cazoletas ylas paletaspara remover el cacao,que recibían el nombrede molinilli.(Sahagún,libro IX, cap. VII, 1975: 503; cap. X: 508; cap. XIII: 511;Garibay, 1961: 90-91, 124-125,140-141.)

Otros compradores,que no son comerciantes,acudentambién almercadocuandopreparansus fiestas. Sahagúnnos describecómo enla fiesta de Etzalcualiztli, en los preparativos que se realizaban du-rante los cuatro días en que se guardabaayuno, los «sacristanejos»

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disponían los ornamentosde los sacerdotesy de ellos mismos, entrelos cualesse encontrabaun zurrón para llevar incienso, que recibíael nombre de yiataztli:

«Este zurrón de papel comprábaseen el tianquez; tambiéncomprabanunossartalesde palo, los cualessevendíantambiénenel tianquez»(Sahagún,libro II, cap. XXV, 1975: 117).

Pero no es sólo Sahagúnquien nos ofrece datos sobre la compraen el mercado.Durán, quien no se ocupó directamentede él, nos re-fiere un caso de utilización de los productos de una tierra para rea-lizar compras:

«Tambiéndieron a sus barrios [tierrasí para el culto de susdioses,a cadabarrio su suerte,para que lo que de allí se cogiese,se empleaseen cosas y ornatos del culto de aquel dios que enaquel barrio o colación se celebraba.Y lo que mas se comprabaera papel, hule, copal, almagre,y coloresde azul y de amarillo, conque pintabanlas capasy mitras o tiaras queponíana susídolos, yen esto se expendíalo que de aquellassuertesde tierra se cogía»(Durán, 1967, II: 83).

Hemos reservadopara el final un dato que nos permite enlazarcon el apartado segundo.Correspondea la plática hechapor las vie-jas parientas del novio a la novia, despuésde la ceremonia:

«Veis aquí cincomantasqueos da vuestromaridoparaque conellas tratéis en. el mercadoy con ellas compréisel chilli y la sal,y las teasy la leña con quehabéisde guisar la comida» (Sahagún,libro VI, cap. XXIII, 1975: 366).

Calnck (1978: 110) añade a la lista víveres y otros requisitosdomésticos,para lo que se basaen el Códice Florentino (Andersony Dibble, 1950-1969, libro VI: 132).

El hecho de que el marido le dé a la esposaun bien empleadocomo medio de cambio (Zorita, 1909: 117; Sahagún,libro IX, cap. II,1975: 492-493; cap. X: 507) para realizar comprasde artículos de pri-mera necesidad,en una descripción de las ceremoniasde casamiento,nos lleva a suponerque era una pautaextendida.Por ello tendremosque referirnos a los oficios que existían en Tenochtitlan para encon-trar personasen las que se dieran las circunstanciasdescritas: nece-sidad de compra de bienesde primera necesidad.

2. OFicIos NO DIRECTAMENTE PRODUCTIVOS EN TENOcHTrVLAN

Las fuentesmencionanun gran númerode oficios no directamenteproductivos en Tenochtitlan. Pensamosque estos profesionaleseran,

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en su mayor parte, los compradoresde alimentosen el mercado.Pmello, Sahagún(libro VIII, cap. XIX, 1975: 475) pudo afirmar que elseñor cuidaba del tianguiz «por amor a la clasepopular».

Entre ellos encontramos un numeroso grupo de especialistasenel comercio. Unicamentelos pochtecade más alto rango, poseedoresde tierras, no tendrían necesidadde acudir al mercadoen buscadealimentos. Este grupo incluye a los regatonesy vendedoresdel mer-cadoy a los artesanosque trabajabanen él. Hay queincluir tambiéna los alguacilesque andabanpor el tianguiz, y a los juecesencargadosde supervisar el buen orden en el mercado.No debemosolvidar alos encargadosdel transportepor el agua(«canoeros»),ni a los agua-dores (para los oficios relacionadoscon el tianguiz,véaseRojas, 1981,capítulos II y III), ni, por supuesto,los cargadoresy ganapanes.

La identificación de los tíamemecon los ganapanesque se citanen las crónicas y documentos del siglo xvi viene dada por Zorita(1963: 87). Estos ganapanesofrecían su trabajo en el mercado,y sonmencionadospor Torquemada(1969, II: 558) y Zuazo (1971: 361).Para tratar de aclarar qué entendíanestos autores por «ganapán’>,hemos acudido a una fuente contemporáneasuya: el diccionario deAlonso de Molina, cuyo original es de 1571 (Molina, 1944. Los tér-minos son recogidos por Castillo, 1972: 112). Molina traducepor ga-napánlos siguientes vocablosnahuatí:

tetiatiacilia: ocuparsereiteradamenteen hacer algo manual paraalguien. Simeón (1977) da: «trabajapara los demás,es un car-gador».

momamamanamacanizel que vende (namaca)sus manos (maití)para cargar (mama). Mo- es un prefijo verbal, y -ni un sufijoagente. Cargador, jornalero, el que vive de sus manos.

momamaitoa:ofrecerse(itoa) a cargar(mama) o bien, alquilar lasmanos (maitoa, maitl). Alquilarse, empeñarsecon alguien.

motetiaquehualtia:alquilarse(tlaquehua)a alguien. Simeón (1977)registra el agente, y lo traduce por «jornalero ajustado, con-tratado, cargador, peón».

De la información de los diccionarios se desprendeque no cransólo cargadoreslos que ofrecían su fuerzade trabajo en el mercado.El primer término puede referirse a otros trabajadoresmanualescomo los artesanos.Sobre este tema tenemosun testimonio de Her-nán Cortés:

«Hay en todos los mercadosy lugares públicos de la dichaciudad, todos los días,muchaspersonas,trabajadoresy maestros

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de todos oficios> esperandoquien los alquile por sus jornales»(1970: 66. Citado textualmentepor Zorita, 1963: 91).

Este podía ser el procedimiento seguido por los inmigrantes enesperade un trabajo fijo, bien con un señor, en la administración,o integrándoseen un gremio.

La afluencia de inmigrantesdebió ser grande,ya queTenochtitlanno pudo haber alcanzadosu desarrollo sólo con el crecimiento na-tural de la población. Calnek ha puestoya de manifiesto la existenciade inmigrantes: artesanos,sobretodo lapidarios,de Xochimileo; poch-tecas, de la Costa del Golfo; pintores de manuscritos(tlacuiloque),probablementedescendientesde los tíailotíaca, grupo mixteco (Cal-nek, 1976: 289).

Muñoz Camargo (1892: 115) nos refiere cómo antecatástrofesna-turales o guerras,gentedel campoemigró a la ciudad. El casode loshuexotzinca es recogido por Barlow (1948).

Estos inmigrantes, una vez establecidos,e identificados o no conel resto de la población, pudo desempeñarcualquier oficio. Ixtlilxo-chití señalala existencia de más de treinta oficios diferentes (Casti-lío, 1972: 90), y Bernal Díaz (1975:189)menciona canteros,albañilesy carpinteros. Por su parte, Zorita (1963: 61) dice que:

«Teníany usabanmuchosoficialesmecánicos,y con gran ordeny concierto.”

Una vez más, Sahagúnnos ofrece la mayor cantidad de informa-cion. Dedicó el libro X dc la Historia Generala describir los aspectosbuenosy malos de los diferentesmiembros de la sociedadmexicana,y entre ellos aparecenlos siguientes oficios:

oficial mecánico oficial de pluma

platero herrerolapidario carpintero

cantero albañil

pintor cantor

sabio módico

brujos y hechiceros astrólogonigromántico procurador

solicitador (de negocios) sastre

hiladores tejedores

labradores hortelanos

olleros mercaderes

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Como se aprecia en la lista, Fray Bernardino equiparó los agri-cultores y mercaderescon otros oficios, considerándolosprofesionesdiferentes.

Los padres imponían el trabajo a los hijos, y éstos,en general,seguíanel oficio del padre, aunque,segúnsu habilidad o inclinación,podían seguir otro (Zorita, 1963: 65). Respectoa este punto, encon-tramos en el Códice Mendocino:

«Los oficios de carpinteroy lapidario y pintor y plateroy guar-necedorde plumas,segúnqueestánfiguradose intitulados,signifi-can que los tales maestrosenseñabanlos oficios a sushijos, luegodesdemuchachos,para que siendohombresse aplicasenpor susoficios y ocupasenel tiempo en cosasde virtud» (CódiceMendoci-no, 1979: 190-191, folios 69v, y 70r).

A cambio de su trabajo, estos oficiales debían recibir una remu-neraelón que, como ya hemos visto, difícilmente podía consistir entierras. Pensamosque se realizabapor medio de mercancías,y, sobretodo, de artículos reconocidoscomo medios de cambio, los cualespodían ser empleadospara satisfacer las necesidadesprimarias. Enel caso de que el contratantefuera una personapudiente o una ins-titución, la remuneraciónpodía consistir en el alojamiento y la ma-nutención,

Antes de pasara lo que hemosdenominado«oficios burocráticos»,tenemos dos ejemplos más.

El primero lo constituyen los cantores,cuyos servicioseran reque-ridos en ocasionesparticulares. Babia unos «cantores de los quemorían en la guerra>’, que se dedicabanexclusivamentea esemenes-ter (Durán, 1967, II: 287), y Sahagún(libro IX, cap. X, 1975: 507)cuenta cómo el tratante que comprabay vendía esclavosalquilabalos cantorespara que cantaseny tañesenel teponaztli,mientras losesclavosdanzabanen la plaza donde eran vendidos.

El segundolo constituyen las mujerespúblicas, mencionadasporSahagún(1975: 127, 562), que identificamos con las «mancebas’>deMotolinía (1967: 268).

La burocracia del estado aztecaera muy compleja. Sobre su or-ganización nos habla Zorita (1963: 55), y nos la describe Durán(1967, II: 313):

«. había centurionesy quincuagenariosy cuadragenariosy eraque uno tenía cargo de veinte casas;otro de cuarenta;otros decincuenta;otros de ciento. Y así teníanrepartidatoda la ciudad ytodos los barrios. Porqueel que tenía cien casasa cargo escogiay constituíaotros cinco o seis de los que tenía por súbditos,yrepartía entre ellos aquellascien casas,para que aquellos,a las

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Los compradoresen el mercadode Tenochtitlán 105

veinte casaso quince que les cabían,las guiase y mandasey acu-diesecon sus tributos y hombresde servicio a las cosaspúblicas,y así eranlos oficiales de lasrepúblicastantosy tan innumerables,queno teníancuenta.»

El aparato judicial nos es bien conocido, y sabemosque los jue-ces principales recibían tierras mientras estabanen e] cargo, pero,ademásde ellos, había otros muchos empleados:

«Puso (Motecuhzoma líhuicamina) diversos consistorios queeran como audienciasde oidores y alcaldesde corte; asimismo,otros subordinadoscomo corregidores,alcaldes mayores,tenien-tes, alguacilesmayorese inferiores (.) en sucasay corte,oficialesque le servían de mayordomos,maestresalas,porteros, coperos,pajesy lacayos,los cualeseran sin númeroy en todo su reino susfactores, tesoreros y oficiales de Hacienda» (Códice Ramírez,1979: 83).

Relacionadoscon los jueces,Zorita (1963: 55) cita los alguacilesmayores,así como emplazadoresy mensajeros,y destacala presenciade escribanoso pintores (idem: 54) que registrabanlas personasquepleiteaban,sobrequé lo hacían,los testigosy las sentencias.Sahagún(libro X, cap. VIII, 1975: 555) describe la actividad de los procura-dores, que actúan en favor de uno de los bandos,llevando salariopor elío.

El Códice Mendocino (1979: 190-191, folios 69 v-70 r) registra laexistencia de un mayordomo encargado de las obras públicas y deun tecuhtli encargadode reparar las calles y puentes, el cual con-taba con un mandónque actuabacomo alguacil (idem: 179, folio 64).

Muy interesantees el testimonio de Cervantesde Salazar,quienhabla de la ciudad en los siguientes términos:

-. no habíadía en que, por lo menos,en cadacalle no anduviesenmil.l hombres barriéndola y regándola,poniendode noche por sustrechos grandes braseros de fuego, y en el entretanto que unosdormían velaban otros> de manera que siempre había quien denoche y de día tuviese cuentacon la ciudad y con lo que en ellasubeedía»(Cervantesde Salazar,1971, 1: 349).

De hecho, tuvieron que existir servicios destinadosa mantener lainfraestructura de la ciudad, en los que debe incluirse tanto la lim-pieza como el mantenimiento de los canales,acequiasy calzadas,delos albarradones,los templos, los acueductos,en los que debemosdestacarlos individuos que suministrabanel agua a las canoas(Cor-tés, 1970: 65-66), y servicios sanitarios, como sería el encargadoderetirar las canoas de yenda de hombre (Bernal Díaz, 1975: 191).

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Dada la gran capacidadorganizativade que hicieron gala los az-tecas,en especialen la recaudacióndel tributo, no es posiblepensarque descuidaranel mantenimiento y aparienciade su ciudad, quetanto asombró a los españoles.

Debemosconsiderar que numerososdatos no han aparecidoaún>pero que tales servicios, u otros similares, existían.

Estas inferenciasse refuerzancuandoencontramosdatos aisladossobrepersonasespecializadasen tareastales como calentarlos temaz-cales y llevar a cabo los ritos necesariospara que los baños aprove-charan a quieneslos tomaran, a cambio de lo cual recibían:

«ciertacantidadde mazorcaso cacaoo de algunassemillas»(Durán,1967, 1: 176).

CONCLUSIONES

El papel del mercadocomo mecanismofundamentalen el abas-tecimiento de alimentosen Tenochtitlan ha sido expuestoya en variasocasiones(Brumfiel, 1980; Parsons,1976; Smith, 1979; Calnek, 1978).

El análisis de la función del mercado, del que hemos expuestouna pequeñaparte, no puededisociarsedel estudio del conjunto dela sociedadmexica. De esta forma, hemos visto cómo podemosex-plicar quiénes son los compradoresa través de un análisis de lasocupacionesde la población de la capital de la Triple Alianza, peroel estudio no acabaahí.

Es necesariodilucidar la extensióndel uso de los medios de cam-bio para facilitar las actividadescomercialesdiarias, y para ello, lasfuentes deben ser examinadasdesde nuevos puntos de vista. Entreéstos destacamosla búsquedade contratos y salarios en la ciudadazteca y la distribución profesional de la población urbana, comoclaves para entenderla posición de la capital política y administra-tiva del vasto «imperio’> azteca.

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