el mercado de cambio de pátzcuaro, nodo articulador de un
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UNIVERSIDAD MICHOACANA de SAN NICOLÁS de HIDALGO
Facultad de Economía “Vasco de Quiroga” División de Estudios de Posgrado
ElMercadodeCambiodePátzcuaro,NodoArticuladordeunSubsistemaTerritorialdeEconomíaPopular
TESIS
Paraobtenerelgradode
DoctorenCienciasenDesarrolloSustentable
Presenta: Juan Carlos Hidalgo Sanjurjo
Directora de Tesis: Doctora Josefina María Cendejas Guízar
Morelia, Michoacán, diciembre de 2020
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UNIVERSIDAD MICHOACANA de SAN NICOLÁS de HIDALGO
Facultad de Economía “Vasco de Quiroga”
División de Estudios de Posgrado ElMercadodeCambiodePátzcuaro,NodoArticuladorde
unSubsistemaTerritorialdeEconomíaPopular
TESIS realizada por Juan Carlos Hidalgo Sanjurjo, bajo la asesoría del Comité
Tutoral indicado, aprobada por el Jurado Sinodal y aceptada como requisito parcial
para la obtención del grado de:
Doctor en Ciencias en Desarrollo Sustentable
COMITÉ
TUTORAL JURADO SINODAL
NOMBRE FIRMA
Tutor 1 (Directora de
tesis)
Presidente
Dra. Josefina Cendejas Guizar
________________________
Tutor 2 Vocal 1 Dr. Eduardo Nava Hernández
________________________
Tutor 3
Vocal 2
Dra. Yaayé Arellanes
Cancino
________________________
Tutor 4
Vocal 3
Dr. Boris Wolfang Marañón Pimentel
________________________
Tutor 5
Vocal 4
Dra. Rosalía López Paniagua
________________________
Morelia, Michoacán, diciembre de 2020
iii
Dedicatoria:
A María Teresa Carmona, mi amada compañera de vida,
A Miguel y Yuritzi mis bellos hijos,
A Magali, Novaly, Amelie y Ariadna, mis pequeñas y brillantes lucecitas,
A mi madre, María Luisa Sanjurjo,
A mis hermanas Guadalupe y Blanca,
A mi hermano Ramón, dondequiera que estés.
Agradecimientos:
A la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, al Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, a la Facultad de Economía Vasco de Quiroga, a la División
de Estudios de Posgrado y al Doctorado en Desarrollo y Sustentabilidad.
A la Doctora Josefina Cendejas Guizar, directora de tesis y a los integrantes del
Comité Tutorial, Dr. Eduardo Nava Hernández, Dra. Yaayé Arellanes Cancino, Dr.
Boris Wolfang Marañón Pimentel y Dra. Rosalía López Paniagua.
A todos los profesores de la Facultad de Economía y del Doctorado en Desarrollo y
Sustentabilidad.
A mis compañeros de doctorado, Gaby Arias, Anitzel Ramos, Gaby Andrade,
Maricruz Barajas, Laura Godínez, Viri Martínez, Viri Ocaña, Mari Zavala, Moisés
Becerra, César Chávez, Humberto Hernández, Lenin Villanueva y Arturo Zepeda.
iv
Resumen
Esta investigación tiene como objetivo principal describir y analizar la conformación
y articulación de un subsistema territorial de economía popular a partir de las
características operativas y normativas del Mercado de Cambio de Pátzcuaro como
nodo articulador, así como el origen de sus participantes y la configuración
socioterritorial rural-campesina-indígena de su entorno.
Se destacan una serie de características constitutivas, operativas y normativas. En
primer lugar, el perfil social de sus participantes, predominantemente mujeres de
ascendencia indígena, quienes bajo una racionalidad reproductiva de la vida,
operan como prosumidoras, en el sentido de que ellas mismas conjuntamente con
sus familias producen lo que ofrecen y consumen directamente lo que reciben a
través de un mecanismo de intercambio directo sin intermediación ni uso de dinero,
es decir, mediante la modalidad de trueque.
Aun cuando no existe un referente de organización formal, las participantes del
Mercado de Cambio de Pátzcuaro revelan en sus prácticas la adopción de una serie
de valores y normas colectivamente apropiadas, transmitidas de manera
generacional, y que denotan relaciones de cooperación y de solidaridad.
Con la descripción y análisis de este subsistema de economía popular, se pretende
aportar evidencias empíricas y argumentos que contribuyan a dar sustento al
postulado de que otra economía más allá de la racionalidad explotadora y
acumulativa del capital es posible, una economía popular y solidaria acorde con la
reproducción y sustentabilidad de la vida en todas sus dimensiones.
Palabras clave: Mercado, trueque, economía feminista, economía popular
solidaria.
v
Abstract
The main objective of this research is to describe and analyze the formation and
articulation of a territorial subsystem of popular economy based on the operational
and normative characteristics of the Pátzcuaro Exchange Market as an articulating
node, as well as the origin of its participants and the rural socio-territorial
configuration -peasant-indigenous of her environment.
A series of constitutive, operational and normative characteristics are highlighted. In
the first place, the social profile of its participants, predominantly women of
indigenous descent who, under a reproductive rationality of life, operate as
prosumers, in the sense that they themselves together with their families produce
what they offer and directly consume what they offer. They receive through a direct
exchange mechanism without intermediation or use of money, that is, through the
barter modality.
Even when there is no formal organization reference, the participants of the
Pátzcuaro Exchange Market reveal in their practices the adoption of a series of
values and norms that are collectively carried out, transmitted in a generational
manner, and that denote relations of cooperation and solidarity.
With the description and analysis of this subsystem of popular economy, it is
intended to provide empirical evidence and arguments that contribute to support the
postulate that another economy beyond the exploitative and cumulative rationality of
capital is possible, a popular and solidarity economy in accordance with the
reproduction and sustainability of life in all its dimensions.
Key words: Market, barter, feminist economy, popular solidarity economy.
vi
Í n d i c e
Introducción 1 Capítulo 1. Mercados populares y trueque. Origen y estado de la cuestión 16
1.1 Mercados populares en México y Michoacán. Antecedentes históricos 19 1.2 Algunos estudios sobre mercados populares/campesinos/indígenas 27 1.3 Mercados populares y/o alternativos en la actualidad 42 1.3.1 El trueque 46 1.4 El MCP en el contexto de los estudios de mercados 56
Capítulo 2. Marco teórico. Otra economía y alternativas al desarrollo 59
2.1 El pensamiento crítico latinoamericano 60 2.2 El proyecto decolonial 63 2.3 Buen vivir y comunalidad 65 2.4 El Buen vivir y la cultura purépecha 71 2.5 Ecología y sustentabilidad 74 2.6 Una revisión crítica de los conceptos de economía, trabajo, mercado y dinero 85 2.7 Economía Popular Solidaria 116 2.8 Economía Feminista 121 2.9 Enfoque y perspectiva de análisis del Mercado de Cambio de Pátzcuaro 127
Capítulo 3. Aspectos epistémicos y metodológicos 130
3.1 Perspectiva epistémica 131 3.2 Los métodos cualitativos 139 3.3 Estrategia metodológica 145
Capítulo 4. Contexto histórico y socio-ecosistémico. Michoacán y Pátzcuaro 150
4.1 Antecedentes históricos del señorío tarasco a la época actual 150 4.2 Contexto territorial y problemática socio-ambiental 158 4.3 Organizaciones y proyectos alternativos 162
Capítulo 5. El Mercado de Cambio de Pátzcuaro 166
5.1. El Mercado de Cambio 168 5.2 Mujeres prosumidoras, circulación simple y circuitos cortos 174 5.3 La dimensión institucional 178 5.3.1 El trueque y los términos y criterios de intercambio como normas 188 5.4 El mercado como nodo articulador de un subsistema territorial de economía popular
192
5.4.1 La economía popular 193 5.4.2 Dimensión territorial del subsistema 195 5.4.3 Unidad doméstica, economía popular y economía feminista 200 5.4.4 La Unidad Doméstica en el ámbito rural-indígena y el Mercado de Cambio 202 5.5 Perspectivas de autonomía 207 5.6 Elementos para una caracterización preliminar del MCP 212
vii
Í n d i c e
Capítulo 6. Discusión y análisis 217 6.1. Los mercados en la economía popular 217
6.2. El Mercado de Cambio de Pátzcuaro 219 6.2.1 Características relevantes 222 6.2.2 El carácter indígena comunitario 224 6.2.3 El trueque 225
6.3. Limitaciones y amenazas 226 6.4. Otra economía es posible 228 6.5. Potencial alternativo 231 6.6. Perspectivas 234
6.6.1 Institucionalizar la economía y los mercados 234 6.6.2 Articulación de redes de intercambio y cooperación solidaria 237 6.6.3 Una perspectiva feminista 238
Conclusiones 241
Bibliografía 247
Anexo 273 Índice de tablas y figuras Tabla Figura Descripción Cap. Pg.
1 Clasificación de mercados campesinos y tradicionales 1 38 2 Tianguis Populares Alternativos por Entidad Federativa 1 43 1 Evoluación del salario mínimo en México 2 90 3 Contrastes entre mercado capitalista y mercado
precapitalista 2 102 a 104
2 Momentos metodológicos 3 132 3 Michoacán y Pátzcuaro, localización 5 168 4 Mapa de localización Mercado de Cambio de Pátzcuaro 5 169 5 Croquis de distribución del Mercado de Cambio de
Pátzcuaro 5 170
4 Productos de mayor circulación en el Mercado de Cambio 5 173 5 Producción de algunas de las participantes en el MCP 5 176 6 Tipos de bienes 5 179 7 Componente objetivo de cada tipo de regla 5 180 8 Ejemplos de tipos de intercambio 5 190 9 Análisis institucional MCP 5 192 10 Municipios y localidades participantes en el MCP 5 196 6 Dimensión territorial del subsistema 5 197
1
Introducción
En esta tesis se pretende destacar la dimensión social de la economía, y aportar
evidencia empírica y argumentos de que otras formas de economía diferentes y al
margen del capital no sólo son posibles, sino más acordes con una perspectiva de
sustentabilidad. Se reivindica la racionalidad reproductiva de la vida como norma
rectora de la economía popular, a partir de un estudio de caso y se muestra la
viabilidad del trueque como mecanismo articulador de todo un circuito de economía
local, y componente armónicamente integrado a un sistema de vida tradicional.
Para un mejor análisis del caso se recurre a una serie de instrumentos teóricos y
conceptuales, a partir de los cuales se procede a seleccionar, agrupar, ordenar y
dar sentido a un determinado segmento de la realidad. Se asume que es mediante
ese proceso que se dota de contenido al objeto de estudio y se le da cuerpo como
referente empírico. Bajo esa premisa, la presente investigación se enfoca en el
Mercado de Cambio de Pátzcuaro (MCP).
En este sentido el MCP se constituye como referente empírico en la medida que es
concebido como constructo y producto del pensamiento en el proceso de
conocimiento. Se trata de darle sentido y unidad lógica a un conjunto de objetos y
prácticas de un grupo específico de personas en un contexto espacial y temporal
determinado.
La reivindicación de formas y prácticas reproductivas de la vida, cooperativas y
solidarias crece y se generaliza como respuesta a la contundencia de la catástrofe
socio-ambiental hacia la cual nos lleva el actual modelo socio-económico capitalista,
en cuyas pautas básicas, (la competencia productivista, destructiva y excluyente, la
exacerbada concentración de riqueza y poder y sus contrapartes, la exclusión, el
desempleo, la pobreza, la violencia social), radica su sentido caótico y destructivo.
Pero también se reconoce que, en las mismas entrañas del caos capitalista, de
manera marginal y subalterna subyacen, emergen y proliferan infinidad de
reservorios de prácticas y valores solidarios, que dan aliento a la expectativa de que
otra economía es posible. El MCP y el trueque son ejemplo de ello.
2
Para sustentar este estudio se requiere de un análisis complejo, del uso y aclaración
de conceptos. Implica, entre muchas otras cosas, aclarar qué es un mercado y qué
es el trueque.
En su sentido más básico y preliminar el mercado es visto como un espacio instituido
de relaciones de intercambio y el trueque como una relación social de intercambio
directo de productos del trabajo, sin intermediación monetaria. Pero en la medida
en que se amplía y profundiza la observación y análisis de estos fenómenos,
mercado y trueque, se percibe su creciente complejidad, cuyo estudio y
comprensión requiere de orden, sistematicidad y método.
A través de la historia los mercados han evolucionado, llegando a convertirse en la
actualidad en una especie de Leviatán, aparentemente omnipresente y omnipotente
ante la indefensión de los individuos, a los cuales devora y expulsa según su estado
anímico.
Como parte del entramado capitalista el mercado se transforma en el ámbito
predilecto de la competencia. En su apariencia, el mercado es el espacio en el que
concurren los productos del trabajo en forma de cosas, y es a través de éstas que
los agentes económicos contraen las relaciones de competencia. Pero detrás de
esas cosas se ocultan relaciones económicas y formas productivas, que no se ven
a simple vista.
La competencia productivista y eficientista, que subyace en el mercado, marca la
pauta de las relaciones económicas. Esta eficiencia productivista se expresa en la
calidad y precio comparativos entre unos productos y otros, que en esa medida
obtienen la preferencia del consumidor y, simultáneamente, permiten al productor
más eficiente tomar ventaja en la competencia por la apropiación privada del
excedente económico producido socialmente.
De esa manera, dirían Adam Smith (1958) y David Ricardo (1959) , el mercado se
constituye como el asignador más racional de los recursos, pues premia al más
eficiente y castiga al menos, redundando en beneficio general para el conjunto de
la sociedad. En contraste, Marx y Polanyi dirían que el mercado excluye y concentra,
3
en una dinámica competitiva contradictoria que por un lado fortalece las
capacidades de producción de riqueza material, pero por otro, concentra las
condiciones de acceso a esa riqueza, excluyendo constantemente de ella a un
creciente número de personas y generando una paradójica pero destructiva
convivencia entre una riqueza mayor, pero cada vez más concentrada, y una
profunda pobreza cada vez más generalizada.
La competencia productivista del mercado y sus efectos no pueden percibirse a
simple vista, existe un importante bagaje teórico explicativo para ello, el cual se
retoma en el cuerpo del presente trabajo, como componente del análisis. Por ahora
baste señalar que la propia dinámica operativa del mercado conlleva características
deshumanizantes, puestas en evidencia en lo que Marx denominó como el
fetichismo de la mercancía, concepto por medio del cual se visibiliza la creciente
cosificación de las relaciones sociales.
Esta cosificación es sustentada y recreada en los términos de operación del
mercado capitalista y en sus instituciones, entre las cuales un papel preponderante
lo tiene el dinero, cuya evolución histórica se constituye como correlato del mercado
y la economía capitalistas. De esta manera, el dinero transita de ser un simple medio
práctico para facilitar los procesos de intercambio, hasta llegar a conformarse como
el más preclaro símbolo e instrumento de riqueza y poder.
La deshumanización bajo las formas de cosificación, fetichización, mercantilización
y monetarización de las relaciones sociales, es un componente intrínseco a la
dinámica operativa del mercado capitalista. Todo ello como consecuencia de la
deshumanización capitalista: la explotación del trabajo humano, concomitante al
sistema de trabajo asalariado.
Por ello, la reivindicación de una economía para la vida no debe limitarse a
garantizar las condiciones materiales de subsistencia de las personas. En su
dimensión humana, la reivindicación de la vida trasciende ampliamente lo
económico y lo material. Implica, diría Max Neef (et al., 2010), la protección, el
cuidado, el entendimiento, la participación, el ocio, la creación, la identidad y la
4
libertad todo lo cual sólo se obtiene en un contexto de sociabilidad, de colectividad,
de complementariedad, de cooperación y de solidaridad, justo los valores contrarios
al capital.
Otra economía, otro mercado, son posibles, es lo que parecen decirnos una gran
cantidad de pequeños grupos que conservan y recrean prácticas sustentadas en
valores solidarios. Pero para captar el mensaje se requiere leer detenidamente
estas experiencias.
Es el caso del Mercado de Cambio de Pátzcuaro (MCP), en el que confluyen una
cantidad variable y rotativa de aproximadamente 250 mujeres, provenientes de más
de 40 comunidades indígenas ribereñas de la cuenca del Lago de Pátzcuaro.
La gran mayoría de las participantes son mujeres, lo que de entrada nos habla de
una múltiple y acumulativa condición de explotación, dominio, opresión y
marginalidad. Pero también de capacidades, valores y roles específicos; actoras
preponderantes comprometidas con las dinámicas reproductivas de la vida.
Son indígenas, ligadas al ámbito rural, campesino, fuertemente afectado por las
estrategias desarrollistas y por la dinámica globalizadora del capital. Indígena y
campesina, figuras socio-económicas que se resisten a desaparecer, a pesar de la
tremenda adversidad histórica. Pero también, portadoras de saberes productivos,
prácticas y valores culturales comunitarios y colectivistas.
Son prosumidoras, integrantes de unidades domésticas populares cuyo principal
recurso es su propio trabajo y algunos medios básicos de producción que, ante
condiciones de limitado acceso a recursos monetarios, producen bienes de
consumo, principalmente agroalimentarios, y los ofrecen directamente a cambio de
otros bienes que complementan la dotación de insumos para la reproducción
cotidiana de sus familias. Es decir, producen lo que ofrecen y consumen lo que
reciben a cambio.
En esa dinámica se conforma el mercado de cambio como un espacio económico
que, como ya se ha dicho, tiene su punto de partida en la necesidad de apoyar las
condiciones materiales de existencia de sus participantes, pero que con mucho
5
trasciende el ámbito de lo económico. El mercado es visto también como un sistema
de recurso en el que se gesta y recrea un entramado institucional de valores y
normas que sirven de marco regulatorio y guía para sus relaciones de intercambio.
Las relaciones de intercambio se dan de manera directa, personal, cara a cara, entre
semejantes. Semejanzas de género, de etnia y cultura, de condición socio-
económica. En ese contexto se propicia el reconocimiento y el autoconocimiento, la
empatía y la cooperación. Es ahí donde se gestan, se recrean y se fortalecen la
identidad, la autoestima, la confianza, las capacidades y el tejido social.
En el MCP los términos del intercambio operan con una autonomía relativa respecto
a los patrones convencionales de precios, que suelen ser impuestos a los pequeños
productores y comerciantes, desde fuera. El sistema de precios participa sólo como
un referente entre muchos otros, tanto de tipo cuantitativo como cualitativo. Bajo la
dinámica de trueque se reformula la relación entre valor de cambio y valor de uso,
cada intercambio se rige por una variada gama de criterios que juegan no de una
manera mecánica y generalizada, sino mediante una fina y sutil ponderación de
cada situación particular.
Si bien el mercado se asume como la unidad primaria de análisis, el propósito de
esta investigación rebasa dichos límites, indagando en las dinámicas reproductivas
y relacionales de las unidades domésticas que en él participan, para descubrir y
describir la función del mercado como parte integrante y nodo articulador de un
subsistema territorial de economía popular.
Ello implica una identificación preliminar del origen socio-territorial de las personas
y unidades participantes en el mercado, pero también destacar su condición
socioeconómica como parte de los sectores populares y la racionalidad reproductiva
de la vida que rige su dinámica, que la configura como subsistema de economía
popular.
6
Complementariamente se muestra cómo el mercado, en tanto subsistema territorial,
propicia la circulación de productos provenientes de diversos socio-ecosistemas,
así como una dinámica de intercambio de información y saberes, que propicia un
ambiente relacional que trasciende lo económico.
En este mismo proceso, también se observa la forma en que el MCP fortalece una
relativa autonomía alimentaria en la medida en que, de manera autogestiva, cada
una de participantes en el intercambio contribuye a la diversificación de la oferta de
bienes, los cuales, además, son obtenidos mediante sistemas productivos
tradicionales de baja escala y rotativa, más armónicos con el medio ambiente y los
ecosistemas, ya que generalmente no utilizan insumos químicos y fósiles.
El uso del término de subsistema se sustenta en una doble intención: por un lado,
se trata de adoptar la perspectiva sistémica, que nos permite identificar al mercado
como un conjunto articulado y estructurado con un sentido definido, compuesto por
las fases de producción, circulación y consumo; por otro lado, reconocer que en
tanto subsistema de economía popular, se desenvuelve en el contexto dinámico de
un sistema superior, que es la economía capitalista, que le impone al mercado de
cambio, una condición de marginalidad y subalternidad.
Este estudio, entonces, implica un doble enfoque: por un lado, se observan con
cierta profundidad los detalles de la dinámica operativa interna del mercado; y por
otro lado, se pone atención en los términos de su articulación como parte del
conjunto, denominado subsistema territorial de economía popular.
En tanto nodo articulador de este subsistema, el mercado contribuye a dar viabilidad
a un conjunto de recursos y formas económicas y productivas que, si bien se
muestran completamente capaces de aportar satisfactores y sustentar la vida de
sus gestores, son excluidos e inviabilizados por la economía y el mercado
convencionales, capitalistas, por no cumplir con los estándares de competitividad
productivista que rigen a estas entidades.
7
El MCP muestra algunos atributos particulares, entre los cuales se destacan:
• Una serie de condiciones objetivas, como un limitado acceso a recursos monetarios, servicios y equipamiento urbanos, insumos utensilios, domésticos y alimenticios relacionadas con los procesos reproductivos de las unidades domésticas populares.
• Un entramado de valores que se traducen en normas y prácticas que rigen su dinámica.
• Un particular perfil socioeconómico y cultural de sus actores. • Formas y métodos productivos más armónicos con el medio ambiente. • Cierto grado de articulación con las formas de vida tradicional-comunitarias,
entre las que destacan la dinámica de transmisión generacional de la práctica de participación en este mercado.
• Un espacio de despliegue y fortalecimiento de capacidades y atributos socio-culturales para las mujeres participantes.
En estos atributos se podría encontrar la explicación de la prolongada permanencia
de este espacio económico-institucional durante más de medio siglo, y augurar una
larga duración a futuro. Más aún, podrían constituir, al menos potencialmente, el
germen para construir o al menos imaginar y visualizar un proyecto de economía
alternativa a la del capital. No obstante, también se reconocen algunas limitaciones
y se observan ciertos fenómenos que ponen en riesgo su continuidad.
En síntesis, este estudio se plantea descubrir y describir cómo se conforma un
subsistema territorial de economía popular, identificando como su principal nodo
articulador al Mercado de Cambio de Pátzcuaro.
En la ruta a analítica, se profundiza en las características operativas y normativas
subyacentes en el MCP, así como en la racionalidad económica con la que operan
el conjunto unidades domésticas como entidades orgánicas que forman parte
orgánica del subsistema.
Con base en el análisis de la evidencia empírica, se realizan algunas inferencias
sobre el perfil sustentable del subsistema, su potencial como proyección de una
economía alternativa, así como sus limitaciones y las amenazas a las que se
enfrenta.
8
Diseño de la investigación
La compleja mezcla de dimensiones del objeto de estudio requiere el análisis de
aspectos de tipo cualitativo y cuantitativo, económico, social, político y cultural, lo
que requiere del diseño de una estrategia particular de investigación. Enfoques y
herramientas como los sistemas complejos, la multidisciplina, la etnografía, la
investigación acción y la observación participante, adquieren pertinencia en este
caso.
En este esfuerzo se incorporan diversos enfoques teóricos, entre los que destacan
la crítica de la economía política, la economía popular y sustantivista, el marco de
análisis institucional y la economía feminista, desde los cuales se derivan una serie
de categorías de análisis.
Tipo de investigación
Se trata de una investigación de tipo exploratorio-descriptiva, desde una perspectiva
emic-ideográfica, que toma en cuenta la dinámica interna del objeto de estudio y no
pretende sino analizarlo y explicarlo, sin hacer generalizaciones necesariamente
aplicables a otros procesos.
El estudio se realiza desde un enfoque cualitativo bajo la modalidad de estudio de
caso, implementado mediante métodos etnográficos, como la observación
participante, la entrevista semiestructurada a profundidad y la implementación de
grupos focales. Se pretende establecer una relación de tipo intersubjetiva entre el
sujeto/objeto de estudio, para captar e incorporar el punto de vista de los propios
actores.
Desde manera transversal se toma como caso de estudio a un subsistema territorial
de economía popular, a partir del análisis del Mercado de Cambio de Pátzcuaro
concebido como referente empírico y nodo articulador del subsistema. Se asume
una postura epistemológica intersubjetiva y crítica, contrastando la unidad de
estudio con la racionalidad imperante en el sistema socio-económico capitalista
predominante, que se constituye como contexto sistémico dentro del cual se
encuentra inserto el subsistema de economía popular que se estudia.
9
Preguntas y objetivos de investigación
Esta investigación se guio por las siguientes preguntas y sus correspondientes
objetivos:
Pregunta general Objetivo general ¿Cómo se conforma y articula un subsistema territorial de economía popular en torno al Mercado de Cambio de Pátzcuaro?
Describir y analizar la conformación, articulación y racionalidad de un subsistema territorial de economía popular a partir del análisis de las características operativas y normativas del Mercado de Cambio de Pátzcuaro como nodo articulador, así como el origen de sus participantes y la configuración socioterritorial rural-campesina-indígena de su entorno.
Preguntas particulares Objetivos particulares ¿Cuáles son las características operativas del MCP como nodo articulador de un subsistema territorial de economía popular?
Describir y analizar las características institucionales, operativas y socio-económicas del MCP a partir del perfil de las participantes, el tipo de productos que circulan, las modalidades de intercambio (trueque), las formas productivas subyacentes y la estructura orgánico-territorial que conforman al MCP.
¿Cuál es el rol, la importancia y los efectos de la predominante participación de mujeres en el Mercado de Cambio de Pátzcuaro?
2. Describir y analizar desde las perspectivas teóricas de la economía popular y la economía feminista las condiciones y modalidades de participación predominante de mujeres en el MCP, su articulación con los procesos reproductivos domésticos principalmente alimentarios y los efectos de ello en la identidad colectiva, autovaloración y posicionamiento de las mujeres al interior de sus unidades domésticas familiares y en sus ámbitos comunitarios de origen.
¿Cuáles son los potenciales y las limitaciones del subsistema socio-económico articulado en torno al MCP para contribuir al desarrollo de un proyecto de economía popular solidaria compatible con una visión de sustentabilidad socioecosistémica?
3. Analizar las formas productivas, las normas de intercambio, la racionalidad socio-económica y los valores culturales del subsistema articulado en torno al Mercado de Cambio, para detectar su nivel de contraste crítico respecto a la economía del capital y la forma de vida moderna y sus potenciales y limitaciones como elementos prototípicos de una economía socio-ambientalmente más sustentable.
Supuestos de investigación y observaciones preliminares
El trueque como modalidad de intercambio facilita la viabilidad económica de formas
y medios de producción tradicionales para sustentar la vida, aun cuando estos han
sido excluidos por la dinámica competitiva productivista del capital. Ello ofrece una
alternativa de integración económica y apoyo a las dinámicas reproductivas de una
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serie de familias localizadas en las comunidades ribereñas al lago de Pátzcuaro,
cuyo acceso a la economía del capital es marginal.
La diseminación geográfica de las participantes en el Mercado de Cambio y de los
productos que se intercambian, propicia la formación de una estructura económica
territorial, inserta en el contexto del sistema capitalista, en cierta condición de
marginalidad, pero también con un perfil socio-cultural que denota la persistencia
de formas de vida tradicionales con cierto grado de contraste y autonomía.
Las condiciones socioeconómicas, la implementación predominante de trabajo
propio, la nula o mínima disposición de capital y la racionalidad operativa de las
unidades domésticas involucradas en el Mercado de Cambio, sugieren la
configuración de un subsistema de economía popular.
La gran mayoría de las participantes en el Mercado de Cambio son mujeres
integrantes de unidades domésticas populares localizadas en varias comunidades
indígenas ribereñas del lago de Pátzcuaro. Ello habla de la necesidad de las
mujeres de trascender los límites de su ámbito doméstico para participar en la
generación de recursos económicos para sus familias, al tiempo que revela las
potencialidades y capacidades socioeconómicas de las mujeres, permitiéndoles
desarrollar, a partir de la convivencia y la cooperación recíproca cotidiana, lazos de
identidad colectiva entre ellas, fortaleciendo su autovaloración.
Estas unidades son productoras directas de bienes primarios, predominantemente
agroalimentarios, que al interactuar generan una dinámica de complementariedad
entre ellas. Las mujeres además de participar en su producción, se encargan de
promover su circulación a través del sistema de truque en el Mercado de Cambio.
Las participantes ofrecen el producto de su propio trabajo y los bienes que reciben
a cambio los incorporan de manera directa al consumo familiar, por lo que se
constituyen como prosumidoras, evitando el intermediarismo.
Tomando la perspectiva de análisis de Ostrom (2009, 2012 y 2015) el mercado se
percibe como un recurso institucional, económico y físico que constituye un bien
común ya que presenta bajo nivel de sustracción y alto nivel de rivalidad, sujeto a
11
derechos de uso y acceso que se regulan mediante un sistema complejo de normas
subyacentes, recreadas en su dinámica cotidiana.
Existe una compleja gama de criterios y términos tanto cuantitativos como
cualitativos de intercambio que constituyen un conjunto de pautas generales que se
aplican de manera diferenciada en cada acto de intercambio. El conjunto de normas
actuantes en la dinámica del mercado, reflejan y favorecen un ambiente de armonía,
cooperación y solidaridad, que fortalece el tejido social, el sentido comunitario y la
identidad de género.
Si bien el MCP tiene como función principal contribuir a satisfacer necesidades
básicas de un importante número de familias de la región, no se trata de un
fenómeno coyuntural, pues además de sus antecedentes históricos, en su etapa
más reciente acusa una continuidad de más de medio siglo.
Aunque aparentemente no representa claramente un proyecto de transformación
social, se rige por una dinámica reproductiva de la vida, distinta a la dinámica
explotadora-acumulativa del capital. Reproduce prácticas de complementariedad,
de cooperación, de reciprocidad, así como relaciones cara a cara que propician la
empatía, la corresponsabilidad y la solidaridad, fortaleciendo el tejido social, la
identidad étnico-cultural y de género, como elementos potencialmente prototípicos
de una economía socialmente más sustentable, al menos en forma germinal y
embrionaria.
Predominan entre las participantes las técnicas y métodos productivos de cultivos
diversos y rotativos de baja escala, sin uso de maquinaria, fertilizantes o
insecticidas. Los términos de relación con el ecosistema ambiental son más
armónicos y menos invasivos y destructivos que la dinámica de competencia
productivista del capital.
A través de la observación directa de las formas y escalas de producción e
intercambio de las participantes en el MCP, y mediante una serie de entrevistas a
ellas mismas se observaron los siguientes aspectos, propios del mercado.
12
• El impacto económico y territorial del MCP es limitado.
• Se desenvuelve en un contexto económico-político-institucional adverso, en
condiciones de marginalidad y subalternidad.
• Mantiene cierto aislamiento respecto a otros procesos reivindicativos,
alternativos y organizaciones populares e indígenas.
• Enfrenta una creciente invasión espacial, operativa e institucional por parte
del comercio convencional.
En foques teóricos y categorías de análisis: Enfoque Categorías Economía popular y economía feminista
• Racionalidad reproductiva • División sexual del trabajo
• Unidad doméstica • Prosumidoras • Trueque
Economía política • Mercado • Mercancía • Valor de uso
• Valor de cambio • Dinero y precio
Marco de análisis institucional
• Sistema de recursos • Bienes comunes • Formas de propiedad y
derechos de uso
• Atributos de la comunidad • Reglas y normas
Otras categorías: • Economía solidaria • Sustentabilidad socio-
ecosistémica • Identidad socio-cultural
• Autonomía • Marginalidad y subalternidad
Desarrollo de la investigación En el transcurso de esta investigación se realizaron múltiples visitas al Mercado,
participando en las actividades de cambio, durante los días de emplazamiento, que
son los martes y viernes, durante alrededor de un año a partir de julio de 2017 y
mediados de 2018 y se promovieron actividades complementarias como la
realización de tres eventos de trueque en la Facultad de Economía Vasco de
Quiroga de la Universidad Michoacana.
Se realizaron una serie de sondeos para identificar el lugar de origen de las
participantes y su identificación como prosumidoras y/o intermediarias, y algunas
características de las participantes como edad y escolaridad.
13
Posteriormente se realizaron una serie de entrevistas cuyo diseño se basó en la
información preliminar obtenida en las numerosas observaciones en campo
previamente realizadas.
Se realizaron cuatro ejercicios de grupos focales en 2018, en las comunidades de
Cuanajo, Opopeo, Ihuatzio y Ajuno; en cada uno de los casos participaron entre 10
y 20 mujeres, la mayoría de las cuales se conocían entre ellas, pues además de
coincidir en el mercado, son vecinas de la misma comunidad, lo que generaba un
ambiente de menor inhibición y mayor confianza para participar. Las sesiones se
programaron para durar dos horas, pero en todos los casos se prolongaron un poco
más, 30 a 40 minutos, dado el interés y la disposición de las propias participantes.
Estructura y contenidos de la tesis
La tesis se compone de seis capítulos. En el primero se emprende una sucinta
revisión histórica del origen de los mercados en México y Michoacán, sobre todo los
de tipo popular y campesino, así como un breve análisis y una preliminar
clasificación de los principales mercados de trueque que operan en la actualidad en
distintas entidades de la república.
Este capítulo comprende también la revisión de una determinada selección de
trabajos relacionados con el tema de los mercados populares y el trueque, con la
intención de identificar los principales enfoques y perspectivas de análisis desde los
cuales el tema ha sido abordado, una especie de estado de la cuestión.
En el capítulo 2 se desarrolla la exposición del marco teórico del cual se desprenden
las categorías de análisis desde las cuales se pretende penetrar, entender y
describir el mercado de cambio, sus componentes socioeconómicos, operativos y
normativos y su papel como nodo articulador de un subsistema económico territorial.
Se incluye el desarrollo del enfoque de la economía popular desde el cual se analiza
la configuración de las unidades domésticas populares y su racionalidad económica
orientada a la reproducción de la vida de sus integrantes, con la implementación del
trabajo propio como principal recurso y con mínima o nula disposición de capital y
trabajo asalariado.
14
Este capítulo comprende el análisis teórico de los mercados, de los sistemas de
intercambio, trueque, dinero y precio, la economía popular, la economía feminista y
el marco de análisis institucional.
El capítulo 3 contiene algunas reflexiones de carácter epistemológico y el sustento
metodológico desde el cual se diseña y desarrolla la investigación.
Comprende una reflexión básica sobre el enfoque de sistemas y la perspectiva
crítica, y se abunda un poco en los llamados métodos cualitativos, particularmente
aquellos que se consideran apropiados para el tipo de investigación que aquí se
desarrolla. Se adopta la perspectiva de las epistemologías del sur planteada por
Boaventura de Sousa, según la cual se trata de dar la palabra a los excluidos de la
modernidad, a los “otros”.
En el capítulo 4 se presenta una exposición del contexto histórico, físico y
socioambiental de la región de la cuenca del lago de Pátzcuaro. Incluye una breve
exposición de los antecedentes históricos la región purépecha y particularmente de
algunos de los 22 municipios que actualmente la comprenden.
Se destacan las problemáticas socio-ambientales, así como algunos proyectos
organizaciones e iniciativas de solución y desarrollo emprendidas algunas desde
instancias gubernamentales, y otras desde iniciativas académicas, sociales y
comunitarias en la región, y particularmente las relacionadas con la problemática
socio-ecosistémica latente en torno al lago de Pátzcuaro.
En el capítulo 5 se aborda la descripción y análisis del mercado y el subsistema
económico a partir de los resultados y datos obtenidos de la investigación,
contrastándolos con el contexto socio-ecosistémico, con el apoyo de los enfoques
teóricos y las categorías de análisis previamente establecidos.
En el capítulo 6 se retoma el conjunto de manera sintética en torno a lo cual se
realiza un análisis y discusión final, previa y preparativa a las conclusiones.
Además de los referentes básicos de localización y la descripción física y práctica
del mercado, se analizan los perfiles socio-económicos de sus participantes, los
15
tipos de productos que circulan, los criterios, términos y modalidades de los
intercambios sus condiciones operativas y normativas y su racionalidad económica.
Adicionalmente se describe y analiza en este capítulo el origen y operatividad de las
unidades domésticas que participan y las funciones del mercado como nodo
articulador del subsistema.
En el apartado final se desarrollan una serie de conclusiones en las que se destacan
los principales elementos, aportes y hallazgos de la investigación, así como la
identificación de las limitaciones y los aspectos que quedarían como área de
oportunidad para subsecuentes investigaciones.
16
Capítulo 1
Mercados populares y trueque. Origen y estado de la cuestión
En la primera parte de este capítulo se presenta una sucinta semblanza histórica de
los mercados en México y en Michoacán. En la segunda parte se refieren algunos
de los estudios más representativos sobre mercados
populares/indígenas/campesinos realizados en México. En el anexo se presenta
una muestra no exhaustiva de algunos mercados alternativos que operan
actualmente en México y en Michoacán, destacando sus particularidades y
contrastes y una breve sistematización analítica del trueque como práctica
económica. Al final se realiza una recapitulación de los aspectos más relevantes en
los estudios de mercados, para identificar las formas específicas en las que se
inserta la contribución de esta investigación en dicho contexto.
En el capítulo 2 de esta tesis se abordará de manera sucinta el análisis del mercado
como concepto abstracto, como entidad regulatoria de la vida social y
particularmente de la economía, mientras que en este capítulo se da un tratamiento
a los mercados en tanto entidades concretas, empíricas. Se hace referencia
particularmente a los mercados populares, considerados como locus operativos de
la circulación de mercancías, que si bien están más o menos vinculados al circuito
de la economía global y regidos por leyes generales como el uso del dinero, los
precios, la oferta y la demanda, la competencia, etcétera, también revelan
peculiaridades que los colocan en contraste con respecto al patrón convencional del
mercado capitalista y, en algunos casos, incluso dan indicios para imaginar
economías alternativas.
Se asume que los mercados, vistos en su concreción empírica, constituyen
entidades cuya dinámica trasciende con mucho la dimensión económica, ya que en
ellos se reproducen y recrean relaciones de tipo social y cultural, como el
intercambio de saberes, el fortalecimiento de lazos sociales y nexos de identidad y
se establecen tácitamente vínculos de reciprocidad, corresponsabilidad y
solidaridad (Villela, 2013; Long y Atollini, 2009; Escalona, 2009; Barreto, 2014;
17
Malinowski y de la Fuente, 1957; Licona, 2014; Bellucci, 2002, Contreras, 2007;
Mintz, 1982; Diskin, 1979; Durston, 1976; Marroquín, 1957; Arizpe y Alonso, 2001;
Arellanes y Casas, 2011; Sánchez, 2012).
Para establecer de manera más específica a los mercados populares como objeto
de estudio se destacan a continuación algunos aspectos que se consideran
característicos de este tipo de entidades:
a) Su carácter popular, que significa que son operados por unidades familiares
cuyo principal recurso es la propia fuerza de trabajo de sus integrantes, no
cuentan con acervos de capital como para vivir de la explotación de trabajo
ajeno o de sus rentas, por lo que tienen que trabajar cotidianamente para
sustentarse. Su racionalidad operativa está orientada fundamentalmente a la
reproducción de la vida de las familias, más que a la acumulación de capital.
Aunque pueden estar ligados a los circuitos económicos del capital, su
vínculo principal es con pequeños productores y consumidores, formando
parte de un circuito local de economía popular (Villela, 2013; Long y Atollini,
2009; Escalona, 2009; Barreto, 2014; Malinowski y de la Fuente, 1957;
Licona, 2014; Bellucci, 2002, Contreras, 2007; Mintz, 1982; Diskin, 1979;
Durston, 1976; Marroquín, 1957; Arizpe y Alonso, 2001; Arellanes y Casas,
2011; Sánchez, 2012).
b) Su carácter tradicional, que se sustenta en su existencia previa a la
imposición de la economía capitalista en nuestro país y/o a su continuidad a
través de largos periodos, pero sobre todo a la preservación de ciertas
características morfológicas, operativas y culturales. Se asume que, si bien
algunas de sus características han variado ligeramente a través del tiempo,
mantienen y preservan en buena medida sus formas, funcionamiento y
racionalidad económica. Revelan también la continuidad de algunos rasgos
culturales generales, como la propensión a acción colectiva, el sentido de
comunidad, y algunas expresiones propias de las formas de vida de las
18
localidades en las que se encuentran insertos. (Mayer, 1982; Beals, 2013;
Arellanes y Casas 2011).
c) Su carácter alternativo, que se expresa no necesariamente como un
propósito de transformación social integral y profunda explícitamente
asumida por sus participantes, sino como una forma de respuesta a
condiciones de exclusión o de resistencia a integrarse totalmente a la
economía “formal”. Si bien estas entidades operan en condiciones
subalternas, develan cierto margen de autonomía (Fernández, 2009;
Schwentesius, 2010 y 2015; Santana, 2011; Vázquez et al., 2012; Rueda, et
al,2016; Andrade, 2008; Roldán et al., 2016; Pérez, 2016 y 2018; Vera, 2018).
d) Aunque no se excluye la dimensión urbana, se destaca el carácter
rural/campesino y/o indígena presente de manera más o menos visible y
predominante en los mercados populares, aún en aquellos establecidos en
las ciudades (Malinowski y De La Fuente, 1957; Durston y López 2006;
Villela, 2013; Licona, 2014; Santiago, 2017;).
Algunas formas de expresión del carácter alternativo de este tipo de mercados
pueden ser la exclusión del dinero en sus transacciones mediante la práctica del
trueque y/o del don, la organización autónoma y la auto-regulación (mediante un
entramado institucional propio más o menos formal), la restricción a la entrada de
productos no orgánicos o no locales, o incluso la emisión y uso de dinero propio,
entre otras. Es importante aclarar que no todos los mercados populares cumplen
necesariamente y en la misma medida con todas estas características, ya sea
porque algunos han surgido recientemente o porque no implementan claramente
prácticas y racionalidades alternativas.
19
1.1 Mercados populares en México y Michoacán. Antecedentes históricos
Las primeras referencias históricas sobre mercados populares en México aparecen
bajo la forma de reseñas descriptivas de los mercados indígenas realizadas por los
colonizadores y evangelizadores españoles a principios del siglo XVI. Aunque el
concepto de lo indígena ha cambiado considerablemente desde esa época a la
actualidad, lo cierto es que este tipo de mercados (indígenas y/o campesinos) han
seguido operando y renovándose a través del tiempo. De esa época datan los
relatos de Bernal Díaz del Castillo, quien comentaba asombrado “y desque llegamos
a la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa,
quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del
gran concierto y regimiento que en todo tenían” (Díaz, 1968: 190).
En sus relatos Díaz del Castillo denota una serie de atributos propios de los
mercados de aquella época, entre los que se identifican los siguientes:
a) La existencia de comerciantes ocasionales y también de una clase social especializada en la actividad comercial (pochtecas1).
b) Una enorme variedad de artículos y productos disponibles para la adquisición y el consumo humano.
c) La organización y disposición física de los diversos productos por género. d) Una amplísima división social del trabajo. e) Un alto grado de especialización en un gran número de actividades
productivas. f) La existencia de una compleja estratificación social. g) Un alto nivel de organización social. h) Un complejo entramado institucional de reglas, normas y funcionarios, que
regulan y marcan las pautas de conducta y los términos de las transacciones de los participantes en esos mercados (Díaz, 1968).
1Autores como Johansson (1999), León Portilla (2005) y Ross Hassig (1990 y 2013) aclaran que no todos los Pochtecas eran comerciantes, ya que el vocablo en realidad designa a los originarios del barrio de Pochtlán, en donde muchos de sus pobladores, pero no todos, se dedicaban al comercio. Pero tampoco todos los comerciantes eran pochtecas, ya que éstos se dedicaban a cierto tipo de comercio especializado, y existían gran cantidad de pequeños productores que comercializaban directamente sus productos y también pequeños intermediarios que no pertenecían a la élite comercial de los pochteca (Hassig, 2013: 37).
20
Fray Bernardino de Sahagún también enfocó su atención en los mercados, que ya
desde entonces eran identificados como tianguis2. El monje franciscano destacó la
dimensión institucional del mercado: “También los señores que regían los
mercaderes tenían cuidado de regir el tiánquez, y todos los que en él compraban y
vendían para que ninguno agraviase a otro ni injuriase a otro, y a los que delinquían
en el tiánquez ellos los castigaban; y ponían los precios a todas las cosas”
(Sahagún, 1985: 500).
Como informa Hirth (2013: 31), ya en la Mesoamérica prehispánica existía una
numerosa, variada y territorialmente extensa gama de mercados. Pero
independientemente de su tipo, ubicación o rango, estos mercados cumplían con
ciertas funciones económicas:
• Eran el medio principal para que las familias se abastecieran de los recursos necesarios que ellas no producían.
• Estimulaban una gran cantidad de actividades económicas y propiciaban la formación de excedentes que podían ser intercambiados.
• Se retroalimentaban a sí mismos, diversificando sus funciones de intercambio con las de acopio y almacenamiento.
• Funcionaban como un punto de canje de recursos entre los segmentos político y social de la economía.
• Constituían un nodo articulador de las economías y los territorios. De acuerdo con Hirt, el surgimiento y dinamismo de todos estos mercados estaba
asociado a la formación de asentamientos urbanos en todo el territorio
mesoamericano. No es claro cuándo aparecieron los primeros mercados en
Mesoamérica, pero el mercado de Xochicalco, por ejemplo, operaba ya desde 600
años antes que sus contrapartes aztecas (Hirt, 2013).
La presencia de mercados se observa particularmente en las grandes
aglomeraciones urbanas de los periodos epiclásico y sobre todo posclásico3, como
2 Vocablo derivado del náhuatl tianquiztli, ocasionalmente utilizado por los cronistas españoles del siglo XVI, que refiere a los plazas o mercados en el altiplano central de Mesoamérica prehispánica. (http://www.gdn.unam.mx/diccionario/consultar/palabra/tianquiztli). 3 El periodo epiclásico suele establecerse entre los años 650 a 1000 de nuestra era. (Vera, 1998; Nalda, 2007). Respecto al periodo clásico, algunos estudiosos suelen subdividirlo en tres fases; clásico temprano, medio y tardió (Berdam y Smith, 2004; Rovira, 2010), pero en conjunto se considera que abarca desde los años 900 a 1520 d.C. Se observa una intersección de un siglo entre
21
México-Tenochtitlan, Texcoco, Tlaxcala y Cholula, que se entrelazan a partir de los
mercados, que funcionaban como espacios donde se concentraban las redes
económicas de circulación comercial, erigiéndose como instituciones cruciales en
los mecanismos de integración de la sociedad mesoamericana prehispánica. Si bien
existían redes de intercambio, incluso de larga distancia, particularmente para
artículos suntuarios como pieles, plumas, piedras y metales preciosos, las
limitaciones del transporte de carga humana imponían restricciones al despliegue
de un comercio de mayor escala a larga distancia. (Rovira, 2009 y 2010).
Aunque ya en la última fase del periodo posclásico, se observa un incremento
considerable en el volumen y en la distancia de la actividad comercial, gracias a la
presencia de grandes piraguas, lo que se denota con el incremento en la
diversificación de bienes de intercambio, el dinero, los mercados y los comerciantes,
lo que muestra que las economías mesoamericanas, y sobre todo el altiplano
central, se encontraban en un acelerado proceso de mercantilización. (Berdan y
Smith, 2004).
Como efecto de la conquista española se experimenta un acelerado proceso de
desarticulación de los sistemas urbanos y económicos prehispánicos, así como una
radical alteración en los mercados. “El resultado inevitable fue el regreso a la vida
agraria más primitiva. Mecanismos económicos y prohibiciones directas compelían
al indígena a permanecer en la agricultura, mientras que la artesanía, el comercio y
la manufactura pasaban a manos de los españoles” (Semo, 1991: 26-27).
Dentro de la avalancha de cambios propiciados por el dominio español destaca la
inserción generalizada y predominante del dinero. Si bien, de acuerdo con Berdan
y Smith (2004), antes de la conquista, en el posclásico tardío, ya operaba un sistema
desarrollado de precios, aún no existía el dinero como tal; en cambio algunas
mercancías como cacao, mantas de algodón, hachas de cobre, cascabeles de
cobre, cuentas de piedras preciosas, conchas rojas, sal y plumas, entre otras, eran
ambos periodos que en algunos casos se explica por diferencias de criterio en la delimitación temporal, y en otros se asume como margen de transición.
22
utilizadas como equivalentes y medios de circulación, pero también seguían
utilizándose para otros fines prácticos, por lo que no adquirían todavía un alto grado
de especialización monetaria y no alcanzaban aún el nivel de estandarización y
especialización del dinero moderno, el cual fue introducido al comercio a partir de la
conquista. Pero la sustitución monetaria no fue inmediata ni automática, la moneda
moderna española convivió por largo tiempo con las monedas y formas de
intercambio prehispánico, en una especie de sistema monetario dual (Berdan, 2013:
63).
Paulatinamente la economía de la Nueva España se fue transformando y
diversificando, surgieron nuevos sectores, como la minería, que se impuso como la
actividad más dinámica y hegemónica. Surgieron nuevas ciudades y con ellas una
paulatina recuperación y crecimiento poblacional. Lo anterior junto con una
acelerada incorporación de la economía novohispana al mercado mundial y a la
dinámica económica capitalista, propició una radical transformación en la economía
y el comercio en las colonias españolas (Quiroz, 2013).
A pesar de la transformación y crecimiento de la economía durante la época
colonial, se observó un enorme contraste entre el comercio y el mercado internos,
completamente limitados y deprimidos, con el dinámico comercio exterior, dominado
por la minería. A pesar de ello en los ámbitos locales seguían circulando con cierto
dinamismo productos como el cacao, azúcar, vainilla y algodón. “La economía de la
Nueva España estaba constituida no por un mercado nacional, sino por una serie
de economías locales y regionales deficientemente conectadas entre sí” (Semo,
1991: 170).
Desde entonces se empezaron a establecer los términos de integración de la
economía novohispana; crecientemente dominada por la lógica y dinámica del
capital internacional y nacional, pero con perennes reminiscencias de formas
prehispánicas y pre-capitalistas de producción, circulación e intercambio. Es el caso
de “los tianguis, que siguieron desarrollándose en el contexto colonial como parte
del engranaje social que permitió la inserción de los núcleos étnicos a una economía
23
mercantil en continua expansión” (Villela, 2013: 76). Es bajo el sistema colonial que
los tianguis indígenas adquirieron una condición de marginalidad y subalternidad,
quedando más ligados a la dinámica y racionalidad de la economía popular,
reproductiva de la vida, que a la de acumulación del capital.
Otra transformación importante generada por el sistema colonial fue la creciente
proliferación de mercados populares urbanos mestizos. Según Luis González
Obregón, ya para principios de 1524 en la Ciudad de México existía un lugar
destinado para el abasto público, en el sitio donde actualmente se encuentra el
Palacio de Bellas Artes, y era conocido como Tianguis Juan Velásquez. De acuerdo
con el testimonio de este autor, para 1790 eran tantos los puestos comerciales que
ya ocupaban toda la plaza mayor, la plaza menor, el atrio de la Catedral y muchas
de las calles colindantes (González Obregón, 1947: 178).
La saturación de espacios en el centro de la ciudad por parte de los comerciantes
constituyó un problema creciente, al grado que orilló al Virrey Revillagigedo (1789-
1794), a que, en el contexto de las reformas borbónicas, iniciara la construcción de
un espacio específico y exclusivo para la actividad comercial en el predio conocido
como El Volador, cuyo nombre se debe a que, según este mismo autor, existían
indicios de que incluso todavía hasta el siglo XVII en este lugar se seguía
practicando el deporte o juego ritual de origen prehispánico de los voladores. El 11
de noviembre de 1791 se inauguró en este lugar el Mercado del Volador,
denominado como mercado municipal con carácter de centro de abasto,
emitiéndose simultáneamente un reglamento para los mercados de México
(González Obregón, 1947).
Para el caso de Michoacán, durante la época prehispánica “Las fuentes históricas
no mencionan redes de comercio propiamente pero sí hacen referencia a grandes
mercados en Pareo y en Zaueto por lo que debemos pensar que a ellos iba a parar
parte de la producción y que estos sitios, al igual que otros que debieron existir,
servían como centros de distribución y de intercambio formando parte de un sistema
de comercio organizado” (Castro Leal, et al., 1989: 223).
24
Más específicamente, en lo que respecta a la cuenca del Lago de Pátzcuaro,
Claudia Rodríguez (2007: 42) menciona que en el periodo prehispánico se
identifican tres grandes centros de intercambio comercial: el mercado de Asajo, que
atendía a una población aproximada de 13 mil 655 habitantes; el de Tzintzuntzan,
al servicio de 55 mil 320 habitantes, y el de Pareo, para el uso de 32 mil 820
habitantes.
Esta autora identifica una dicotomía respecto al tipo de productos que circulaban en
esos circuitos comerciales, distinguiendo entre los productos destinados al consumo
de la gente común y los destinados a las élites gubernamentales; los primeros
provenían de la agricultura y se intercambiaban por medio de trueque, y los
segundos eran recaudados por los agentes de los caciques bajo la modalidad de
tributo (Rodríguez, 2007).
Por indicios encontrados y de acuerdo a diversas fuentes, se deduce que a esta
región llegaban productos del exterior, particularmente alimentos. Se calcula que el
44% del maíz y el 9% del frijol eran importados, tomando en cuenta que en el
momento de máxima expansión del reino tarasco su población rondaba entre 60 mil
y 105 mil habitantes, de lo que puede deducirse que la cantidad de productos
alimenticios para su consumo no eran producidos en su totalidad en las tierras
dedicadas a la agricultura (Rodríguez, 2007: 43).
Para la fundación y trazo urbano de Morelia, según comenta Carlos Herrejón, se
siguió la pauta establecida por las ordenanzas que al respecto emitió Carlos V en
1526, estableciendo la plaza mayor central como eje en torno al cual habrían de
perfilarse las calles y predios que alojarían viviendas y huertas.
“Simultáneamente se definen las funciones de la plaza mayor: En su perímetro establecerían paulatinamente las casas reales, sede del gobierno citadino; la iglesia catedral y cabildo eclesiástico; el seminario tridentino (hoy palacio de gobierno) casas particulares y los portales (…) donde se verificaban transacciones mercantiles con productos del mercado regional y ultramarino. Mientras que en el área de la plaza se desarrollaba el tianguis, mismo que era llevado a cabo desde 1543 por disposición virreinal por los indígenas cercanos a la población y que provenían de Tarímbaro, Capula, Charo y Chiquimitío entre otros lugares” (Herrejón, 1991: 46).
25
Desde la época colonial existía en la periferia de Morelia una serie de plazuelas
como las de San Juan y de San José en las que se instalaban fuentes para el abasto
público de agua y en algunos casos se realizaban actividades comerciales
periódicas para la gente de bajos recursos; o el caso de la plazuela de La Soterraña,
en donde los jueves por la mañana llegaban carretas cargadas de vigas, viguetas,
morillos, cintas, tejamanil, tablas y tablones para su venta (Pérez, 1995: 31).
Ya en el siglo XIX, bajo el influjo de las Leyes de Reforma y especialmente tras la
desamortización de los bienes eclesiásticos, se construyeron en Morelia nuevas
plazuelas como las de San Francisco, San Diego y San Agustín, las que se
habilitaron como mercados. Tejabanes de tejamanil y sombras de petate
albergaban puestos en los que se vendían artículos de primera necesidad, loza
corriente, alimentos preparados, también había tortillerías y vendimia de chicharrón
y carnitas. La mayor concurrencia a la plaza se verificaba los días de tianguis que
se instalaba los miércoles y jueves. El 5 de mayo de 1873 se trasladó a la plaza de
San Francisco el mercado que se hacía en la plaza de San Juan de Dios (hoy plaza
Melchor Ocampo). Durante la prolongada administración de Porfirio Díaz, que
enarbolaba el orden como una de sus consignas principales, se implementó un
nuevo reordenamiento urbano en Morelia dentro del cual se incluyó la construcción
de nuevos mercados (Pérez, 1995).
En la región de Pátzcuaro, Garibay y Bocco consideran que la mortandad indígena
provocada por la Conquista no fue tan grave como en otras regiones del altiplano
central, lo que junto con la acción de personajes como Vasco de Quiroga, contribuyó
a una rápida recuperación demográfica y social, de modo que “las comunidades
congregadas de la región pudieron construir organizaciones comunitarias estables
basadas en el nuevo sistema agrícola, en la propiedad de amplias extensiones
territoriales en mancomunidad de tierras y en un cierto sistema de autosuficiencia
regional, mediante el desarrollo de un mercado campesino regional que se mantuvo
fuerte hasta la décadas de los años 40 y 50 del siglo XX (Garibay y Bocco, 2011:
27).
26
Estos mismos autores señalan que desde antes de los años 40 se encuentra
establecido (en la región del Lago de Pátzcuaro) un intenso mercado campesino de
alcance regional que vincula a las economías domésticas de las familias y de los
pueblos entre sí. Es éste, sin embargo, un proceso ambivalente, ya que la
dinamización de los mercados de la región de Pátzcuaro se encuentra relacionada
con la construcción de la Carretera Panamericana México-Morelia-Guadalajara en
la década de los años 40, que propició también una aceleración en el flujo de
mercancías manufacturadas hacia la región, que desplazaron aceleradamente a
una serie de productos artesanales y agrícolas. “En las décadas subsiguientes, con
la pavimentación de las carreteras, inicia un lento desplazamiento mercantil de los
productos artesanales por los productos industriales y la implantación de nuevos
patrones de consumo que requerían ingresos monetarios” (Garibay y Bocco, 2011:
30 y 31).
Existe una amplia documentación que ilustra sobre la existencia y transformación
de los mercados populares/campesinos/indígenas y particularmente de aquellos
que operan bajo la modalidad de tianguis en México y Michoacán, desde la cual se
pueden identificar una serie de rasgos morfológicos y operativos que tienen
continuidad a través del tiempo y que, en última instancia, muestran también la
persistencia y solidez de formas de vida tradicionales constitutivas de una serie de
circuitos y subsistemas de economía popular, que se transforma, se adapta y
prevalece.
La continuidad y expansión de los mercados populares/campesinos/indígenas en
México, ha despertado el interés de estudiosos de diversas disciplinas científicas
como la antropología, la economía, la sociología, la biología y la historia, que han
contribuido a un mayor conocimiento y mejor comprensión de las diferentes
dimensiones asociadas a la operación de este tipo de unidades socio-económicas.
Se destacan a continuación algunos de los aportes más relevantes de estos
estudios.
27
1.2 Algunos estudios sobre mercados populares/campesinos/indígenas
Algunos de los primeros estudios sobre mercados populares e indígenas en México
datan del periodo posrevolucionario. Al respecto Licona señala que “Los estudios
antropológicos sobre tianguis en México inician en los años cincuenta del siglo XX
(…) entre los que se encuentran los de Malinowski, Julio de la Fuente, Alejandro
Marroquín y John Durston, entre otros, publicados originalmente en 1957, los cuales
abordan el análisis de los sistemas de intercambio campesino e indígena en México”
(Licona, 2014: 140-141).
El trabajo de Malinowski y De La Fuente (1957) sobre un sistema de mercados del
Valle de Oaxaca es uno de los primeros y más representativos estudios que toman
este tipo de unidades económicas como objeto central de estudio. Desde un
enfoque funcionalista, este autor toma al mercado no como una entidad aislada,
sino a partir de sus vínculos con un sistema económico y cultural territorial,
destacando sus articulaciones como partes de un todo integrado para analizar
ciertas formas de vida, de conducta y de pensamiento.
Este autor muestra un sistema heterogéneo de siete mercados, de los cuales
destaca la complejidad y diversidad de sus transacciones, que reflejan la
heterogeneidad socio-económica y cultural de los participantes, desde caciques
locales hasta intermediarios o comerciantes profesionales y pequeños productores
rurales e indígenas empobrecidos.
A cada estrato corresponde un origen geográfico y una modalidad de intercambio,
en un extremo socioeconómico están los caciques, que comúnmente radican en la
misma localidad donde se ubican los mercados y realizan sus transacciones a
mayor escala y con intermediación monetaria bajo la modalidad convencional de
compra-venta. En el otro extremo están los indígenas empobrecidos que provienen
de localidades lejanas al mercado, realizan transacciones de baja escala y recurren
frecuentemente al trueque. En medio de estos dos extremos existe una gama de
variantes.
28
En varios de los mercados estudiados por este autor se comercian incluso productos
provenientes de grandes ciudades como Guadalajara, Puebla y México. Se puede
advertir que estos mercados están más abiertos y vinculados a la economía
convencional, por el tipo de participantes, de productos y por el uso predominante
de dinero en las transacciones.
En contraste, en el Mercado de Cambio de Pátzcuaro la heterogeneidad
socioeconómica y cultural es menor; la gran mayoría de las participantes son
mujeres indígenas y de estratos socioeconómicos bajos. El tipo y origen de los
productos que circulan revelan que son producidos por las mismas mujeres, en
pequeña escala y con métodos rudimentarios y artesanales. Los volúmenes y valor
de las mercancías, así como las formas de emplazamiento, dimensiones del área
ocupada, tipos de materiales utilizados, y términos de intercambio son más o menos
homogéneos y predomina el trueque como forma de intercambio.
Como conjunto el MCP mantiene pocos vínculos con otros mercados, debido en
parte a la pequeña magnitud de las transacciones y la limitada capacidad
económica, particularmente monetaria de sus participantes, cuyos vínculos con
otras unidades económicas están regidas predominantemente por los criterios de
las dinámicas reproductivas de sus unidades domésticas.
Observando las transacciones de los mercados que estudia “bajo microscopio”,
Malinowski descubre que prácticamente todas las transacciones son precedidas por
largas sesiones de regateo, que además de entenderse como un hábito, responde
a las frecuentes variaciones de los precios, principalmente de algunos productos
como el maíz (Malinowski et al., 1957: 114).
Los participantes suelen estar al tanto de los precios de los productos, habilidad que
adquieren con la experiencia y aunque las unidades de medida pueden ser poco
convencionales, generalmente se logran los acuerdos entre compradores y
vendedores. Las transacciones inequitativas son más bien impuestas y obedecen
generalmente a las asimetrías de poder entre ciertos participantes (Malinowski et
al., 1957).
29
Se asume que la posibilidad de acuerdos en un contexto de equivalencias tan
fluctuantes se debe en buena medida a que los negociantes son productores y/o
consumidores directos que pueden tomar decisiones instantáneas sobre la
conveniencia de cada trato, mientras que en transacciones de gran escala
realizadas por intermediarios se hace más necesaria la existencia de sistemas
equivalenciales estandarizados, es decir precios más o menos fijos y generalizados.
El autor observa algunas variantes de trueque, como el mendigante, en el que se
ofrecen servicios personales a cambio de cualquier cantidad y variedad de producto,
o el trueque intermediario, cuando confluyen dos participantes uno de los cuales
desea el producto del otro, pero no es correspondido de igual manera y ello propicia
la participación de un tercero (Malinowski et al., 1957).
Mediante la aplicación de entrevistas Malinowski pudo constatar que los
practicantes del trueque perciben obtener mayor utilidad mediante esta modalidad
que con la compra-venta monetaria (Malinowski et al, 1957), lo cual es coincidente
con las declaraciones de las entrevistadas en el caso del MCP.
Sobre las ventajas del trueque en contraste con las transacciones monetarias de
compra-venta, se presentan aquí algunas tesis explicativas, sustentadas en la
observación, en la deducción teórica y en la percepción expresada por las
participantes en el MCP:
• En el contexto de mercados pequeños y relativamente autónomos como el MCP, la correlación entre oferta y demanda es más estable, porque el número de participantes es pequeño y porque comparten un horizonte cultural común, lo que hace más factible el conocimiento de aspectos como hábitos de consumo, y poder adquisitivo de las participantes.
• No hay de intermediarismo, lo que contribuye a reducir costos de producción y de circulación, particularmente el costo del dinero.
• Se trata con producción predominantemente local a baja escala, lo que también permite ahorrar costos de transporte, almacenamiento, refrigeración, etc.
• No hay acaparamiento ni especulación, los bienes que se adquieren entran directamente al consumo de las familias de las participantes.
• La ausencia de dinero reduce la afectación por fenómenos como la especulación, la inflación o la devaluación.
30
En esta perspectiva, Malinowski menciona algunas de las razones por las cuales
los participantes prefieren el mercado sobre otras opciones comerciales, entre las
que destaca la diversidad de variantes para realizar las transacciones y no sólo la
compra-venta monetaria; los artículos están más expuestos para su observación,
por lo que se pueden examinar tocar, oler y hasta probar. Generalmente los
productos están más baratos en el mercado y se obtiene un trato directo que permite
regatear, todo lo cual no es posible en las tiendas convencionales.
Además del análisis detallado y a profundidad de las modalidades y términos de los
intercambios y otros aspectos, este autor aborda la dimensión institucional de los
mercados, de la cual destaca dos conceptos, que son carácter y función,
estipulando que “Por carácter debemos entender el sistema de valores que se
derivan de la ley, de la costumbre, de la tradición o de las asociaciones
sentimentales que rodean a una institución, en la mente de sus miembros. (…) Por
otro lado, función es el papel integral que desempeña el mercado en nuestra cultura”
(Malinowski et al., 1957).
Bajo el concepto de carácter, Malinowski analiza los derechos de uso, de propiedad,
costumbres y prácticas, así como los términos de las transacciones, los usos
monetarios y su clasificación respecto a los tipos de actores que las realizan.
Mientras que, en lo referente a las funciones del sistema de mercados, reconoce
que éstas son múltiples y asociadas a los diversos sectores socio-económicos y
culturales que en él participan. Pero en general los mercados constituyen un
elemento articulador de la economía regional, que vincula producción y consumo.
En sentido similar, Smith afirma que los mercados constituyen mecanismos para la
articulación de las sociedades campesinas (Smith, 1982: 29).
Para el caso del MCP, también se aborda de manera importante la dimensión
institucional, tomando como base metodológico-conceptual el Marco de Análisis
Institucional desarrollado por Elinor Ostrom (2009, 2012, 2015), ya que
consideramos que permite un abordaje más amplio, detallado y estructurado de esta
dimensión.
31
Respecto al concepto de función, al que refiere el autor, coincide ampliamente con
el enfoque utilizado en esta tesis, aunque si bien Malinowski aborda el estudio de
un grupo de mercados como parte de un sistema económico regional que conforma
un circuito de producción-circulación-consumo, su abordaje no incluye el enfoque
teórico de la economía popular. Mientras que el MCP es aquí considerado no sólo
como un eslabón vinculante de las fases de producción y consumo, sino como un
nodo articulador de un subsistema territorial de economía popular.
En los años 70 John Durston (1976) realizó un estudio sobre los mercados
campesinos en el centro de Michoacán, en el que analizó las estrategias de
comercialización implementadas tanto por productores como por comerciantes
intermediarios, como parte de la dinámica económica local. En este trabajo, el autor
muestra el origen prehispánico del tianguis de Pátzcuaro y su continuidad hasta la
época contemporánea, destacando la división social del trabajo imperante en la
región desde aquella época, lo que propició la existencia de variados oficios y de
poblados especializados en algunos de ellos, condición que favorecía una intensa
dinámica de intercambios comerciales (Durston, 1976).
Este autor sostiene que durante el periodo de expansión y predominio del Imperio
Tarasco se gestó una especialización productiva en cada una de las regiones, la
cual se fortaleció con el sistema regional de mercados. Posteriormente, durante el
periodo colonial, esta especialización regional se modificó y expandió en función de
las necesidades económicas y productivas de la metrópoli española. Finalmente,
desde inicios del siglo XIX muchas de las actividades artesanales como el hilado, el
telar de cintura, la forja de metales, la elaboración de sillas de montar, los metates
de piedra (sustituidos por los molinos mecánicos) entre otras en las que las regiones
se especializaron, fueron paulatinamente sustituidas por la producción industrial que
empezó a proliferar en el subcontinente a partir de dos fenómenos históricos:
a) La revolución industrial que propició una acelerada y extensa sustitución de métodos de trabajo y productos artesanales en todo el mundo.
b) Una mayor apertura del subcontinente al comercio mundial como resultado de la Independencia.
32
Durston comenta que, para conservar la estructura colonial, era necesario impedir
que los indígenas se dedicaran solamente a la producción de subsistencia, por lo
que se implementaron medidas impositivas sobre la producción de alimentos,
propiciando con ello una mayor dinámica de circulación de bienes de consumo. En
esa forma “el mercado periódico urbano era un instrumento eficaz para controlar el
movimiento de bienes de consumo vitales dentro de una región, obligando a
canalizar esos bienes hacia el centro, donde habían de concentrarse en un lugar y
en un momento prescrito.” (Kaplan, 1965: 83). Junto con ello, se observa un
incremento en las políticas de control debido a las cuales no podían abrirse nuevas
plazas sin licencia del Virrey y el gobierno colonial procuró suprimir el comercio fuera
de los mercados legalmente establecidos (Durston, 1976: 34).
Michoacán pasó a formar parte integrante esencial de una economía nacional e
internacional compleja y dinámica. Desde los primeros años de la Colonia,
Michoacán enviaba grandes cantidades de artículos de primera necesidad a las
minas de plata recién descubiertas en Zacatecas (1549), muy lejos hacia el norte, y
en Guanajuato (1554). “Después de 1549… se abrieron caminos comunicando
Zacatecas con las ricas tierras agrícolas de Michoacán, Guanajuato y Querétaro, y
con las ganaderías de esa región” (Powell, 1952: 17).
Los tarascos tuvieron que cultivar trigo para pagar el tributo de la corona y cubrir las
exigencias de los encomenderos, pero ellos mismos sólo lo comían cuando no había
maíz. Todavía en 1789 en algunos pueblos de la sierra no se cultivaba el trigo. El
maíz sigue siendo el principal producto de la región en conjunto, y el elemento
principal de la dieta campesina, tanto tarasca como mestiza. Pero el trigo, igual que
a principios de la Colonia, es la principal cosecha comercial, cultivada para su venta
y no para el consumo del campesino (Durston, 1976: 29). Se presume que la
imposición del trigo como cultivo principal para el tributo y para el comercio,
subordinando la producción de maíz, debió constituir un fuerte golpe a la autonomía
alimentaria de los pueblos indígenas y mestizos campesinos.
33
En su ensayo escrito en 1803 el Barón de Humboldt relataba que los trigales y los
maizales de Michoacán eran famosos por su alto rendimiento (Humboldt, 1966:
257). La importante ciudad minera de Guanajuato dependía en parte de Michoacán
para la alimentación de millares de hombres y de unas 14 000 mulas que laboraban
en las minas (Wolf 1955: 86; Humboldt 1966: 25). Otros productos como el azúcar,
algodón y lana se producían en Michoacán para abastecer a las manufacturas de
Querétaro y otros mercados (Durston, 1976).
Los indígenas y campesinos tenían una posición y roles sumamente marginales y
subordinados en la dinámica económica y comercial colonial, su participación se
concentraba principalmente en actividades como trabajos forzados y aportación de
tributos, entre ellos no podían hacer contratos y transacciones por sumas mayores
de tres pesos (Humboldt 1966: 69).
La mayor parte del tributo recibido en especie era vendida para convertirlo en forma
monetaria, por lo que los mercados adquirían mayor importancia. Los reglamentos
para garantizar el abasto urbano a través de los mercados buscaban integrar a la
población indígena al sistema de mercado. En el tianguis, como el de los viernes en
Pátzcuaro, los campesinos de la región vecina estaban obligados por ley a vender
sus productos únicamente por dinero en las mañanas, pudiendo hacer truque entre
ellos mismos sólo por las tardes, si les sobraban mercancías (Romero, 1946: 242).
Aunque el desarrollo general promovido por el porfiriato no benefició gran cosa a
los campesinos, la creciente prosperidad de centros comerciales como Pátzcuaro,
contribuyó también a que el sistema de mercados campesinos creciera como una
economía casi independiente. El comercio campesino en pequeño se extendió en
toda la región. A la fiesta de Parangaricutiro asistían unas 14 000 personas, sobre
todo indígenas de la región. Los hortelanos de las riberas del Lago de Pátzcuaro
llevaban grandes cargamentos de legumbres a la feria de Cherán (Durston, 1976:
45 y 46).
Durante la revolución mexicana de 1910-1917, una buena parte del territorio
nacional fue cometido a una fuerte devastación, a ello se sumaron, en el caso de
34
Michoacán, el bandidaje de personajes como Inés Chávez y los enfrentamientos
entre agraristas, hacendados y cristeros, por lo que la economía y los mercados
campesinos se vieron considerablemente menguados en ese periodo (Durston,
1976: 47).
Ya para la segunda mitad del siglo XX Durston encuentra una configuración regional
de mercados en Michoacán que le permite identificar una estructura compuesta por
tres categorías:
a) Centro Regional de Mercado, en cuyo caso se encuentra solamente Morelia.
b) Centro Intermedio de Mercado, dentro del cual se encuentran cinco casos,
en orden de mayor a menor rango; Zacapu, Apatzingán, Uruapan, Zamora y
Pátzcuaro.
c) Centro Local de Mercado, en donde ubica 12 casos: Ario, Tacámbaro,
Paracho, Quiroga, La Huacana, Santa Clara, Nuevo Urecho, Taretan,
Erongarícuaro, Acuitzeo, Ziracuaretiro y Tingambato.
En la región de Pátzcuaro predominan los frutos de la tierra: agricultura, ganadería,
aserraderos, pesca y algo de minería y en varias comunidades de las riberas y de
las islas del lago se dedican a la pesca de pescado blanco, carpa, charales y thiru
que venden en los pueblos de toda la región y que las mujeres llevan a vender al
mercado semanal de Pátzcuaro. En el mercado dominical de Erongarícuaro hay
trueque de leña de la sierra, por pescado de lago (Durston, 1976: 66).
Durston da constancia de la existencia del Mercado de Cambio de Pátzcuaro (MCP),
objeto de esta tesis, y presenta un estimado de vendedores en la plaza de los
viernes, basado en un recuento de 15 viernes distribuidos entre 1968 y 1969,
calculando números que fluctúan entre los 730 y 1,130 participantes, considerando
que los periodos de más afluencia de compradores son en noviembre-diciembre
(época de cosechas de los principales cultivos, maíz y frijol) y en julio-septiembre
(temporada de lluvias, en las que maduran los frutos). El 8 de diciembre de 1968,
día de la fiesta principal de Pátzcuaro en honor a la Virgen de la Salud, el número
de vendedores llegó a 1,300 (Durston, 1976: 87-88).
35
Este autor da cuenta también de una sistemática dinámica de desplazamiento del
comercio campesino e indígena desde la plaza central hacia calles y sitios
periféricos. En 1957 se ordenó retirar los puestos adosados al edificio del mercado
porque daban “feo aspecto”. En 1960 se removió a los vendedores de fruta y
alfarería. En 1960, los vendedores de ropa y de prendas de lana, así como los
alfareros, se situaban en un portal donde hay tiendas, hoteles, etc., a todos ellos
fueron trasladados a otro sitio porque impedían que esos comercios se vieran desde
la calle. Eventualmente, la preocupación de la élite de Pátzcuaro era el aspecto de
la plaza principal (Durston, 1976: 93-94).
En febrero de 1966 se propuso cambiar a los comerciantes de la plaza en que se
celebraba el mercado desde tiempo inmemorial, y colocarlos en una calle lateral. El
gobernador del estado propuso que no se hiciera cambio alguno sino hasta que se
terminara el gran mercado nuevo, entonces en construcción, pero en 1967 se
desalojó la plaza principal y todos los vendedores fueron enviados a otra placita
cercana donde estuvo el mercado antiguo. Los pequeños comerciantes creyeron
que era una medida temporal y que en días de plaza podrían regresar a sus antiguos
lugares cuando se terminaran las reparaciones del pavimento y la plaza principal.
Unos dos años después quedó terminada la plaza, recobrando su añejo color
colonial, con sus viejos árboles, prados cuidados y fuentes de paz monástica, para
deleite de los turistas. El mercado campesino quedó definitivamente desterrado
para conservar la atracción turística. “Parece que a nadie se le ocurrió que el
tianguis de los viernes, que algunas guías turísticas identifican como ‘uno de los
más grandes mercados indígenas del mundo’ (el otro es el de Oaxaca) podría
también ser un atractivo para el turista” (Durston, 1976: 94).
Durston señala el contraste entre el pujante comercio y los mercados emergentes
en Pátzcuaro y el tianguis campesino de los viernes, ya que hay una gran diferencia
entre los que exhiben su mercancía en montones en el suelo (generalmente
comestibles o artesanías), y los que se encuentran ubicados en los interiores de los
mercados, que tienen puestos elevados de madera o de concreto y por lo general
exhiben mucha más mercancía. También hay otras diferencias: los petates en el
36
suelo son generalmente de mujeres y los puestos fijos son de hombres o de parejas.
En las ropas y la manera de ser de las primeras predomina la cultura tarasca,
mientras que los comerciantes con puestos permanentes se acercan más al modelo
general de la cultura mestiza urbana (Durston, 1976: 100).
El uso del dinero como único medio de intercambio en los puestos y mercados
establecidos, y solamente excepcional en las transacciones del MCP, junto con la
predominancia de presencia masculina en los primeros y femenina en los segundos,
aportan elementos que muestran la correlación entre la división sexual del trabajo y
la valoración social aplicada a los diferentes tipos de actividad económica.
Es decir que las unidades económicas en las que se maneja dinero son más
valoradas socialmente y en ellas predomina la participación masculina, mientras que
las unidades en las que no hay presencia de dinero son menos valoradas y son
asignadas predominantemente a mujeres.
Durston destaca la ausencia de básculas y otros instrumentos mecánicos de pesaje
o medición y la presencia del petate como base para la exhibición de pequeños
volúmenes de mercancías. También destaca su carácter indígena y tradicional. En
esto, el mercado de Pátzcuaro es más tradicionalista y más indígena que cualquier
otro mercado de los centros intermedios de la región. La proporción de puestos en
el suelo es mayor que en muchos mercados estándar más pequeños. El mercado
de Pátzcuaro, más tradicional que los otros, sigue el tipo de plazas periódicas que
predominó en la región en el siglo pasado, con un gran número de vendedores
eventuales de pequeñas cantidades de mercancías (Durston, 1976: 101).
Otra de las dimensiones que Durston destaca como parte de la dinámica del MCP
es su carácter comunitario, que de acuerdo con las observaciones realizadas como
parte de esta tesis se siguen reproduciendo. Esto se refleja por un lado en la
recreación de patrones culturales y normativos propios de la cultura purépecha, así
como en el desarrollo de lazos propiciados tanto por la frecuente convivencia, como
por la empatía sustentada en las simetrías y similitudes socioeconómicas y
culturales de las participantes.
37
La descripción realizada por Durston de la estructura y patrones productivos locales
de la región lacustre de Pátzcuaro, sigue siendo válida actualmente ya que no se
han verificado cambios sustanciales en la región. Este autor identificó que la
actividad predominante era la agricultura y el principal cultivo el maíz, algunas
localidades, sobre todo las más cercanas al lago y las islas no son autosuficientes
en la producción del grano y lo obtienen mediante el comercio, ofreciendo a cambio
pescado, y enseres domésticos artesanales (Durston, 1976: 152).
Otros productos que se cultivan a pequeña escala son la calabaza, que se siembra
entre la milpa, en parcelas a orillas del lago o en los solares, chayote, chile, tuna,
col y habas, así como alfalfa y otros forrajes. La fruta es un importante complemento
alimenticio, así como fuente de ingreso adicional. En los solares y a orillas del
pueblo hay durazno, zapote blanco, chirimoyas, higos, aguacates, limones,
chabacanos y capulines. Entre los frutos silvestres comestibles se cuentan los
nopales y las tunas (Durston, 1976: 152-153).
Como se puede observar en los distintos estudios, los mercados constituyen un
conjunto diverso y heterogéneo, aún en el segmento de los mercados populares
encontramos una amplia variedad de modalidades morfológicas y operativas.
Concomitante con esta diversidad también existe una gama de denominaciones que
intentan dar cuenta de las distintas formas en las que se presentan, establecen y
operan los mercados. En un trabajo sobre los mercados de Oaxaca, Diskin y Cook
distinguen entre mercado, plaza y área de mercado. El primero se refiere a las
transacciones, la segunda, al lugar donde se realizan éstas, y el área de mercado,
a las rutas de distribución de productos que ingresan a través de la plaza con destino
a la casa del consumidor (Diskin y Cook, 1975: 293-294).
En su trabajo sobre mercados campesinos en la región central de Colombia,
Rabayo, et al. (2014), proponen una clasificación de cuatro tipos de mercados con
base en dos criterios, el primero es el del canal de comercialización, con base en el
cual establecen dos tipos de mercados: los mercados campesinos y los mercados
tradicionales. Dentro de estas dos clases, distinguen cuatro tipos de mercados de
38
acuerdo a la vía de comercialización, de modo que entre los mercados campesinos
se encuentran dos variantes: mercados presenciales y mercados mayoristas,
mientras que entre los mercados tradicionales se encuentran también dos variantes;
mercados intermediarios y mercados de autogestión. A esta clasificación agregan
una descripción de cada variante, la cual se reproduce en la siguiente tabla.
Tabla 1.
Clasificación de mercados campesinos y tradicionales Canal de comercialización
Vía de comercialización
Descripción
Mercados campesinos (MC)
Mercados Presenciales (MP)
Hace referencia a los parques establecidos en la ciudad de Bogotá por el programa de Mercados Campesinos, estableciendo la comercialización directa entre productor y consumidor. La frecuencia a este mercado es cada 15 días.
Mercados Mayoristas (MM)
El productor en compañía del comité de comercialización del programa mercados campesinos, realiza ventas a Fruver, plazas de mercado, tiendas de barrio, mercados institucionales. Es importante mencionar que en la mayoría de los casos es el mismo productor quien hace la negociación.
Mercados Tradicionales (MT)
Mercados Intermediario (MI)
Esta vía se conoce cuando el productor realiza la venta de sus productos en la puerta de su predio al intermediario de la municipalidad.
Mercados Autogestión (MA)
Esta vía es por la cual el productor por acción propia, realiza las ventas en pueblos aledaños sin el apoyo del programa Mercados Campesinos.
Fuente: Robayo et al., 2014.
Esta referencia indica que uno de los criterios de clasificación de los mercados
populares puede ser el número de eslabones que integra el circuito de
comercialización, lo más común es la participación de tres componentes: el
productor que produce el bien objeto de comercialización, el intermediario que le
compra al productor para luego vender el producto, y el consumidor que le compra
al intermediario. A esta variante la podemos denominar como comercialización larga
o indirecta. Otra variante es en la que el productor le vende directamente al
consumidor, de modo que el circuito contiene solamente dos eslabones, claramente
diferenciados. Esta se puede denominar como comercialización corta o directa.
39
El MCP corresponde a esta segunda variante, directa o corta, pero aporta un
elemento adicional en términos del comportamiento del circuito, ya que en este caso
las productoras son a la vez consumidoras no de su propio producto, sino del que
obtienen a cambio de él. De esta forma se establece un circuito prácticamente
cerrado en el que los productos que se intercambian se producen y se consumen al
interior del mismo, es decir por las propias unidades participantes en el proceso.
Desde estos parámetros el MCP se identifica como un mercado-tianguis popular-
campesino-alimentario presencial de circuito directo o corto (no hay intermediarios,
las participantes son prosumidoras) y de trueque (intercambios sin intermediación
monetaria).
Correspondiendo a su diversidad socio-cultural, morfológica y operativa de los
mercados existen varios términos que suelen utilizarse de manera indistinta para
referirse a los mercados, entre ellos podemos distinguir el propio vocablo de
mercado, plaza y tianguis sólo por mencionar algunos, pero en términos estrictos
cada uno de estos términos hace referencia a aspectos diferentes.
Mercado, plaza y tianguis
A partir de sus estudios sobre los mercados de Oaxaca Beals (1975) plantea una
distinción interesante entre las modalidades de mercado y plaza. Según este autor,
los mercados son aquellos que cuentan con edificios y locales permanentes que
operan de manera diaria y en la que los locatarios generalmente son habitantes de
la propia localidad en la que se encuentra el mercado. Mientras que la plaza o
tianguis se instalan solamente ciertos días a la semana, no cuenta con
establecimientos fijos, y los participantes regularmente provienen de poblaciones
circunvecinas.
Desde esta perspectiva, se puede afirmar que el MCP en tanto espacio institucional
de los procesos de intercambio (circulación de bienes), puede ser considerado como
un mercado, mientras que, en su modalidad operativa, no fija ni diaria, encaja en la
modalidad de tianguis.
40
Para Luisa Paré el tianguis es un puente que vincula a las comunidades no
capitalistas con el mercado nacional y que desempeña una doble función: extraer
los excedentes regionales para su redistribución en el mercado nacional e
incorporar al mercado interno al campesinado mediante la distribución de productos
de origen industrial (Paré, 1975: 85-86).
En el caso del MCP, se observa un circuito más cerrado y autónomo en el que
predomina el intercambio de productos locales propios de tipo agroalimentario y
doméstico, que generalmente entran de manera directa al consumo de las
participantes y sus familias, pero no se descarta que de manera marginal y fuera
del contexto institucional y físico de este mercado se realicen transacciones que
vinculan a las prosumidoras indígenas con otros mercados más ligados a la
economía capitalista.
Con respecto al carácter tradicional de los mercados, Arellanes y Casas (2011)
establecen seis elementos característicos de los mercados tradicionales:
a) Su origen prehispánico; b) La combinación de las modalidades de compra-venta monetaria y de trueque
como mecanismos de intercambio; c) Operan una o dos veces por semana; d) El origen local-rural de sus participantes, e) En su mayoría mujeres que recolectan o producen lo que ofrecen bajo
sistemas de baja escala; y f) Su entrelazamiento con mercados más grandes y globalizados.
Dado que el MCP cumple con la mayoría o todas estas características puede ser
considerarlo un mercado tradicional, según se describe a continuación:
• Aunque se identifican algunas irrupciones y discontinuidades espaciales y temporales, existen referencias que muestran los antecedentes prehispánicos del MCP;
• Predomina el trueque, pero también se pueden observar esporádicas transacciones monetarias;
• Se instala dos veces por semana (martes y viernes); • Cerca del 90% de sus participantes son mujeres provenientes de
comunidades indígenas locales que ofrecen productos recolectados y cultivados por ellas mismas con métodos rudimentarios y a baja escala;
• En el contexto del propio mercado los contactos con actores y mercancías
41
industriales es mínimo, pero existe, ya que algunas mujeres llevan a cambiar utensilios domésticos de plástico y participa también un vendedor de bolsas de plástico, que son de uso común como unidad de medida y contención. Muchas de ellas también contratan o consumen servicios de transporte, particular o colectivo, que funciona por fuera del propio MCP.
Una característica adicional, relacionada con el origen prehispánico, pero no
estrictamente ligada a él; se trata de la presencia de alguna lengua indígena. En el
caso del MCP muchas de las participantes hablan y entienden el purépecha, aunque
en la dinámica de las transacciones del mercado predomina el uso del español.
De las diversas características que varios autores identifican en los mercados
estudiados, destaca el carácter triplemente complementario de las relaciones de
intercambio:
a) Ofrece una alternativa ante el limitado acceso a recursos monetarios; b) Contribuye a complementar y diversificar la dotación cotidiana de bienes de
consumo para el hogar; c) La complementariedad entre los diversos productos que circulan contribuye
a mantener la viabilidad productiva de los recursos que no encuentran cabida en la dinámica de competencia productivista del mercado convencional.
Se destaca también la dimensión cultural de los mercados. El mercado no es
únicamente un sitio de compra y venta de mercancías, sino un microcosmos de las
sociedades de la región (Arizpe 2009). Estos estudios enfatizan al tianguis como
algo más que un espacio estrictamente económico; es también punto de reunión y
de establecimiento de relaciones sociales.
Se coincide con Licona quien, sobre la base de una revisión de estudios sobre
mercados y tianguis, menciona que los estudios antropológicos han privilegiado la
dimensión económica sobre la sociocultural. Estos enfoques destacan el rol y la
importancia de los mercados como un microcosmos que permiten estudiar la
economía local y regional (Licona, 2014: 144).
Este autor pone particular atención en las prácticas de intercambio y se pregunta
¿qué es un sistema de intercambio? Para responder esta pregunta recurre a la
visión sustantivista clásica de la antropología económica que dice que
42
“toda sociedad posee economía y que ésta es un complejo sistema de producción, distribución y consumo de bienes y servicios (…) la producción, la distribución y el consumo adquieren los rasgos culturales de los sujetos que participan en todo acto económico. De esta manera, la lengua, el parentesco, el origen étnico, el entorno natural, el orden administrativo, la preferencia política y diversos factores intervienen en toda transacción económica, en el intercambio de bienes y servicios” (Licona, 2014: 144).
En el contexto de las relaciones de intercambio, en el MCP se observa una intensa
convivencia prolongada en el tiempo, mediante la cual las participantes se conocen,
se reconocen, se identifican, construyen lazos, intercambian información de diversa
índole, recrean y enriquecen sus patrones culturales en diversos ámbitos como el
alimentario, el espiritual, familiar, de género, comunitario, comparten necesidades,
intereses y problemáticas y discurren sobre posibles soluciones.
Dentro de la gama de mercados populares, existe un segmento específico que,
aunque denota un carácter emergente, reproduce prácticas tradicionales, pero
además propicia de manera más explícita la construcción de alternativas,
entendidas en términos de contraste con las prácticas y valores de los mercados
convencionales.
1.3 Mercados populares y/o alternativos en la actualidad
Actualmente en México existen una gran cantidad de mercados y organizaciones
que practican el trueque, en el Anexo 1 de esta tesis se proporciona un listado de
más de 30 casos ubicados en 18 entidades de la república, los cuales se pueden
clasificar bajo diferentes criterios. Estos casos constituyen una pequeña muestra,
ya que la operación y emergencia de mercados en México es bastante prolífica y
dinámica; así como surgen constantemente nuevas iniciativas, otras decaen. El
listado aporta una descripción clasificatoria de estos mercados de acuerdo a
criterios como: Tipo de promotor, organizador y/o participantes; antigüedad y
periodicidad, moderno o tradicional, uso de dinero y otras particularidades. De los
casos enlistados, poco más de 20 pueden ser clasificados como modernos con base
en los siguientes criterios: su reciente creación; su operación en ámbitos urbanos;
43
y por el tipo de productos que circulan (objetos de manufactura industrial). Otros dos
son considerados como mixtos y nueve más como tradicionales. Estos últimos se
distinguen porque sus participantes son principalmente indígenas y/o campesinos,
operan desde hace al menos varias décadas y predomina la circulación de
productos rurales y agroalimentarios, que ellos mismos producen.
Tabla 2 Tianguis Populares Alternativos por Entidad Federativa
Entidad Tianguis/localidad CDMX Itinerante Azcapotzalco Sta. María la Ribera Puebla Cholula Tepeaca Plaza del Carmen Edomex Metepec Santiago Tianguistenco Tlaxcala Itinerante Chiautempan Veracruz Chocamán Coscomatepec, Orizaba Morelos Zacualpan de Amilpas Querétaro Casa del obrero El buen trueque, en 14 estados
Aguascalientes, Baja california, Chihuahua, Guadalajara, Monterrey, CDMX, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Cancún Tlaxcala Mazatlán, Veracruz, Yucatán
Guadalajara Parque El Refugio Guerrero Taxco Chilpancingo Michoacán La Gotita,
Morelia Mercado de Cambio de Pátzcuaro
Tianguis Purépecha
Feria Alternativa de Urandén
Oaxaca 2 Zaachila Xoxocotlán Tlacolula Tlaxiaco Oaxaca Sinaloa Mazatlán Fuente:elaboraciónpropia.A partir del tipo de entidad promotora y organizadora, encontramos que cuatro de
esos mercados son promovidos por instancias gubernamentales, sobre todo
municipales, dos de ellos en Oaxaca y otros dos en la ciudad de México, ya sea
desde las áreas de promoción económica o las de medio ambiente. Los restantes
son promovidos por grupos sociales o funcionan sin que exista un grupo promotor
o coordinador claramente definido, como es el caso del MCP.
La mayoría de los proyectos que denominamos modernos son de reciente creación
y se distinguen por una reivindicación expresa de ciertos valores económicos,
ambientales y culturales, como la economía solidaria, el reciclaje, la convivencia
personal, el rechazo al consumismo y a la sobrevaloración del dinero como símbolo
de estatus y medio de poder.
44
En la Ciudad de México se registraron tres casos de este tipo, uno promovido por
un grupo de ciudadanos, y dos organizados por instancias de gobierno, la alcaldía
de Azcapotzalco y el gobierno central de la ciudad. En este último, aunque se
reivindican explícitamente los valores de la economía solidaria, destaca más su
carácter orientado en un sentido medio-ambientalista, ya que además al ser
promovido desde la Secretaría de Medio Ambiente, su objetivo principal es generar
una cultura de separación y reciclaje de residuos sólidos.
En el tianguis de trueque promovido por el gobierno de la Ciudad de México, se
habilita un módulo de recepción de desechos reciclables como cartón, metal,
plástico, etc., y se les asigna un valor que luego se representa en una especie de
billetes o vales (puntos verdes), que funcionan como moneda de cambio, con la cual
el usuario compra productos agroalimentarios a los productores presentes que
provienen de las zonas rurales de la ciudad como Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco.
Posteriormente estos productores acuden al módulo de gobierno a cambiar los vales
recibidos por dinero común. Los materiales reciclables recolectados son recogidos
por empresas que los reciclan y ahí culmina el proceso.
En este caso es interesante la forma en la que se resuelve la determinación de los
precios de los materiales reciclables, ya que, además de considerar sus precios en
el mercado convencional, se agrega un valor por servicios ambientales y se toman
en cuenta los tiempos de degradación de cada tipo de material, de manera que los
materiales que tardan más en degradarse tienen un sobreprecio mayor.
Otra entidad con varios mercados de este tipo es Oaxaca, en la que se detectaron
cinco casos en diferentes localidades: Oaxaca capital, Zaachila, Xoxocotlán,
Tlacolula y Tlaxiaco.
También se detectaron tianguis de trueque en Tlaxcala, Puebla, Morelos,
Guadalajara, Querétaro, Guerrero, Mazatlán y el Estado de México. En esta última
entidad particularmente destaca el Tianguis de Santiago Tianguistenco, que es uno
de los más grandes y tradicionales pues cuenta con antecedentes prehispánicos.
En su actual etapa opera desde hace más de un siglo y convoca la participación de
45
una gran cantidad de productores y recolectores indígenas y comunitarios de
localidades cercanas a Santiago. Se realiza cada martes y congrega varios miles
de participantes, muchos de ellos pertenecientes a las etnias nahua y tlahuica,
quienes mediante trueque intercambian sus productos, predominantemente
agroalimentarios y de uso doméstico. En este caso la leña constituye uno de los
bienes de más circulación y en algunas transacciones puede llegar a usarse como
moneda de cambio.
Este caso ha llamado la atención nacional por ser objeto de un fuerte acoso por
parte de los gobiernos estatal y municipal, que utilizan a organizaciones de
comerciantes progobiernistas para acosar y agredir a los participantes del trueque,
ante lo cual éstos decidieron formar el Consejo Indígena del Tianguis de Santiago
Tianguistenco. Esto les ha permitido realizar actividades colaterales como la
siembra anual de más de 170 mil árboles y faenas periódicas para el cuidado de los
bosques. No obstante, el acoso y agresiones han continuado, al grado que el
pasado 25 de marzo de 2019 fue asesinada Eulodia Lilia Díaz Ortiz, una de las
dirigentes del Consejo (Muñoz, La jornada, 2019).
En Michoacán se conocen al menos cuatro casos de tianguis de trueque, tres de
origen reciente: el tianguis La Gotita, en Morelia; la Feria Alternativa de Urandén; el
Tianguis Purépecha, y uno de origen ancestral, el Mercado de Cambio de
Pátzcuaro, que es el objeto de estudio de esta tesis.
Uno de los rasgos operativos que se considera más significativo en el caso de los
tianguis alternativos y particularmente en el MCP es el trueque, que constituye una
modalidad extremadamente poco utilizada y que además de implicar cierta
complejidad, enfrenta una enorme y abrumadora inercia contraria ante la
predominancia casi absoluta del dinero. Para entender mejor su fenomenología y
sus circunstancias se procede a continuación a desarrollar un detenido análisis de
esta modalidad económica.
46
1.3.1 El trueque
El trueque como forma de intercambio de bienes y servicios constituye un fenómeno
altamente diverso y complejo, cuyo análisis debe ser abordado partiendo de la
identificación del contexto socio-histórico en el que se desenvuelve. Karl Polanyi
aporta un marco de análisis teórico e histórico a partir de tres formas de integración
de la economía, el comercio y los mercados: la reciprocidad, la redistribución y el
intercambio. En respuesta a la pregunta sobre cómo se asegura el orden de una
sociedad en los campos de la producción y la distribución, responde;
“Esencialmente la respuesta la proporcionan dos principios de comportamiento que
a primera vista no suelen ser asociados con la economía: la reciprocidad y la
redistribución” (Polanyi, 2007: 90), para este autor la primera se encuentra orientada
por la simetría social, mientras que la segunda es gestionada desde la centralidad
de una autoridad colectivamente reconocida que concentra, almacena y redistribuye
y la tercera hace referencia a los intercambios con intermediación monetaria.
Para que resultaran efectivas como mecanismos integrativos, la reciprocidad
requiere de los movimientos entre agrupaciones, simétricamente designados como
relaciones fraternales; la redistribución de bienes dentro y fuera de un centro
requiere centralidad, la cual, generalmente, está acompañada de un régimen de
jerarquía; y el intercambio demanda un sistema de construcción de precios de
mercado (Polanyi-Levitt, 2014).
Estos patrones integrativos no representan etapas del desarrollo, ni implican una
secuencia temporal, pero los “sistemas económicos” pueden ser clasificados de
acuerdo con la forma predominante de integración y pueden estar presentes en
todas las sociedades. En las sociedades comunales las relaciones fraternales de
reciprocidad predominan. Un signo claramente indicativo del desarrollo del mercado
como fuerza dominante de la economía es la transformación del trabajo en
mercancía libre para ser vendida y comprada en el mercado (Polanyi, 1957).
Se asume entonces la existencia de comercio, dinero y mercados en las economías
preindustriales, pero estos no constituían antecedentes de la sociedad de mercado
47
propiamente dicha, sino que tenían significados radicalmente distintos (Colombo,
2009)
En este marco y de acuerdo con autores como Rabey, et al., (1986), Humprey y
Hugh-Jones (1998), Tocancipa (2002), Ferraro (2002), más que buscar una
definición universal, se debe observar al trueque a la luz de los contextos socio-
históricos en los que se desenvuelve, tomando en cuenta que este fenómeno
implica una constelación de particularidades, por lo que en lugar de intentar definirlo
optamos por considerarlo una categoría politética.
La noción de trueque de la que partimos se deslinda de la tesis de la economía
convencional, según la cual el trueque representa una suerte de línea evolutiva del
intercambio monetario, o el antecedente directo y embrionario del dinero y menos
aún un prototipo arcaico del capitalismo, según los cuales el dinero viene a corregir
las imperfecciones del trueque, o, dicho de otra manera, el dinero se origina como
una solución a los problemas del trueque (González y Berguesio, 2016; Humprey y
Hugh-Jones, 1998; Anderlini y Sabourian, 1998).
El trueque no se reduce a una reminiscencia de una institución histórica propia de
las economías arcaicas o primitivas, sino que es un fenómeno contemporáneo que
se presenta en una gran diversidad de escalas y contextos económicos y culturales.
Se trata de una forma, entre otras posibles, en que las personas pueden
intercambiar sin la intermediación de la moneda, una forma de intercambio no-
monetario por propio derecho (Anderlini y Sabourian, 1998; González y Berguesio,
2016).
Pero no se pretende simplemente establecer una diferencia tajante entre el
intercambio comercial y la reciprocidad indígena como sistemas ideales, pues se
puede observar cierta correspondencia o "acomodamiento" entre las instituciones
capitalistas y las prácticas indígenas de intercambio, por lo menos a nivel local
(Sthepen Huhg-Jones, 1988)
48
En nuestro caso de estudio podemos ver que representa una práctica con origen
ancestral y que mantiene continuidad, pero también muestra una renovada
funcionalidad ante la falta o la reducción de alternativas de inclusión de ciertos
sectores y actores a los circuitos de la economía formal, característica propia del
capitalismo, que deriva de su intrínseca racionalidad competitiva y que se ve
acentuada en su actual etapa depresiva-monopólica. “El trueque no es un prototipo
arcaico del capitalismo, sino un modo de intercambio por su propio derecho” (Hugh-
Jones 1998: 15).
Una vez que se ha precisado que el trueque es caracterizado aquí como un modo
de intercambio, cabe aclarar que, de manera coloquial-convencional, las
participantes del trueque en Pátzcuaro, refieren al mercado como “el cambio”, de
ahí la denominación de este espacio-objeto de estudio como Mercado de Cambio
de Pátzcuaro. No obstante, de manera formal en esta investigación se asume que
el trueque representa una de las formas de intercambio, caracterizado por la no
utilización o intermediación de dinero. Se reconoce que el trueque y el dinero
conctituyen dos formas de intercambio distintos pero que no son necesariamente
excluyentes; por el contrario, es frecuente que coexistan4 “pacíficamente”. (Rabey,
et al., 1986; Anderlini y Sabourian, 1998; Hugh-Jones, 1998; Primavera, 2002;
Tocancipa, 2002; Ferraro, 2002; Abramovich y Vázquez, 2003; Sigales, 2003;
Krause, 2006; Colombo, 2009; Gatti, 2010; González y Berguesio, 2016)
El trueque y el intercambio monetario contienen una serie de diferencias, entre ellas
se destaca que mientras que el primero está regido por criterios de valoración
particulares de sujetos individuales acordes con un campo cultural específico, lo que
les permite un cierto margen de autonomía relativa, mientras que el intercambio
monetario implica la intervención del dinero como figura socialmente
4En el caso del MCP esto se observa tanto de manera nominal como práctica, ya que algunas transacciones pueden apoyarse en la referencia de los precios generales de los productos como uno de los parámetros para determinar los términos cuantitativos del intercambio, pero también en algunos casos se observa la intermediación dineraria.
49
institucionalizada que se impone de manera externa a los contratantes5. “En otras
palabras, (en el trueque) los objetos no son medidos uno con otro por algún criterio
externo6, sino sustituidos uno por otro mediante un balance interno”7 (Hugh-Jones
1998: 15), en el trueque la valoración de los objetos que se intercambian constituye
una estricta potestad de quienes participan en la transacción y puede implicar
algunas discrepancias que suelen resolverse mediante la negociación y las normas
y parámetros compartidos en el ámbito en el que se realiza (Simmel, 1976).
De acuerdo con la noción de “regímenes de valor” que propone Appadurai (1991),
no todo acto de intercambio presupone una completa comunión cultural, sino que el
grado de coherencia del valor puede variar considerablemente de situación en
situación y de mercadería en mercadería (este caso se da, por ejemplo, cuando el
intercambio se concreta entre personas de distintas clases sociales y grupos
étnicos).
“En las relaciones de trueque, las equivalencias entre productos de origen
campesino las establecen ellos mismos, por ejemplo en algunos mercados andinos
una libra de coca es equivalente a una arroba de maíz. Las tasas son variables de
región en región y de época, aunque cambian en forma más lenta que los precios
del sector nacional” (Alberti y Mayer 1974: 27).
En otras palabras, los objetos no son medidos uno con otro, por algún criterio
externo, sino sustituidos uno por otro mediante un balance interno realizado -
únicamente- por los sujetos que intervienen en el intercambio específico. Esto no
significa que el trueque implique una ausencia de relaciones sociales. En este
sentido es válida la argumentación de Simmel (1976) cuando sostiene que no es
5 Se trata de la ley del valor, que establece la cantidad de trabajo socialmente necesario como parámetro estandarizado en torno al cual fluctúan los precios como referencia de última instancia para fijar los términos y las magnitudes de los intercambios. 6Criterios externos a los actores de un intercambio particular, como la ley del valor, el dinero y el sistema de precios. 7 Sin embargo este balance si bien se resuelve de manera particular con un mayor margen de autonomía, no es totalmente fortuito, sino que lod criterios de las participantes se ven orientados por el horizonte socio-cultural en el que se desenvuelven.
50
que la sociedad, como una “entidad absoluta”, existe y crea intercambio, sino que
el intercambio en sí mismo crea los vínculos de la sociedad.
De este modo el trueque expresa un nivel de autonomía que el intercambio
monetario no tiene. Constituye una relación que ofrece a las participantes un mayor
margen de acción orientada tanto al beneficio propio como para el despliegue de la
reciprocidad.
Otra diferencia de sentido entre el trueque y el intercambio monetario, reivindica un
supuesto equilibrio que se expresa como intercambio de equivalentes, el trueque
trasciende esta pretensión formal, sobre todo cuando se despliega en relaciones
cara a cara en ambientes de comunidades pequeñas que comparten un horizonte
cultural, con fuertes lazos de identidad, en los más que el equilibrio formal se busca
y promueve la reciprocidad, entendida como beneficio mutuo, medido en términos
de satisfacción no sólo material y puramente utilitaria, sino social y cultural, en la
medida en que cada acto de trueque contribuye al beneficio colectivo y con ello a la
continuidad y consolidación del entorno físico e institucional que lo sustenta, es decir
del propio mercado.
De este modo, aunque a primera vista el trueque parece adolecer de un vacío o
déficit institucional o regulatorio, ya que no refleja un suficiente apego a la búsqueda
del equilibrio formal y cuantitativo propio del intercambio equivalencial, en realidad
contiene una mayor fortaleza institucional sustentada en el valor de la reciprocidad
y en la convicción más o menos tácita de que el beneficio individual se encuentra
intrínsecamente articulado al beneficio colectivo.
El hecho de compartir un territorio, un horizonte cultural, sistemas de valores,
patrones de consumo, formas y tradiciones productivas compartidas a la vez que
complementarias constituyen la base que da sustento objetivo y subjetivo a la
existencia y funcionamiento del Mercado de Cambio de Pátzcuaro.
El trueque y más concretamente el MCP se sustenta en la existencia de una división
del trabajo existente en la región de la ribera de Lago de Pátzcuaro, en la que
algunas comunidades se especializan en la agricultura, en la que predomina el
51
cultivo de maíz, pero que también incluye otros productos como granos, hortalizas,
tubérculos, así como cultivo de frutos en huertos familiares, recolección de semillas,
plantas y frutos silvestres, la pesca, la producción de artesanías de madera, de
fibras vegetales, de textiles y barro, que también incluye productos elaborados como
tortillas, gorditas, tamales, y que en conjunto expresan un patrón complementario
de producción y consumo tradicional que aporta viabilidad a este sistema comercial.
En el horizonte cultural indígena comunitario, de las participantes en el MCP no
parece encontrarse arraigada la noción esencialmente capitalista de que las
necesidades humanas son ilimitadas, por lo que tampoco se observa una obsesiva
propensión por el incremento de la productividad, la cual, dicho sea de paso,
constituye el soporte principal de la competencia capitalista por la apropiación de la
ganancia. Por el contrario, en el contexto del MCP, las relaciones que se establecen
en torno al trueque están más bien orientadas en primer lugar a obtener un
complemento económico para la reproducción básica de sus vidas, pero también en
la perspectiva de una reproducción ampliada, que no refiere a la noción simplista de
obtener más cantidad de bienes materiales, que corresponde a una cultura
consumista y acumulativa, sino a construir comunidad, a construir sociedad.
Desde esta perspectiva, el trueque no debe ser visto como un producto creado por
un ámbito social determinado, sino que el trueque como práctica colectiva e
instituida crea por sí mismo relaciones sociales que complementan y enriquecen el
ámbito socio-cultural en el que se desenvuelven.
Visto el trueque desde una óptica no exclusivamente económica, se distingue que,
si bien constituye una forma de intercambio, su lógica no se reduce al
establecimiento de precios y la búsqueda de equilibrio meramente económico-
cuantitativo, sino que implica un alto contenido de reciprocidad que se desenvuelve
con un relativo margen de autonomía. Al menos en el caso del MCP esto es válido
para cada acto específico y particular de intercambio, pero sobre todo en la
comprensión de la importancia del beneficio mutuo y colectivo como condición para
la continuidad de este especio, como acto que se trasciende a sí mismo como
52
condición para prevalecer, de donde emana uno de los pilares que soportan su
condición sustentable.
En términos históricos, el trueque constituye una práctica con amplios
antecedentes, para el caso de Europa han sido documentados por autores como
Fernando Braudel (1979), quien menciona que en el siglo XV esta práctica era
habitual en Alemania, Holanda, Inglaterra y Francia. Para el caso de Mesoamérica,
Castillo (1984) menciona que el trueque era frecuente, sobre todo, pero no
únicamente, entre los estratos más bajos de la sociedad.
Es importante aclarar que no toda relación económica de intercambio no monetario
de bienes entra en este análisis sobre el trueque. Coincidiendo con Heloísa
Primavera (2007), identificamos una serie de casos de índole completamente
distinta, entre ellos se pueden mencionar los intercambios que realizan
internamente filiales de empresas transnacionales en diferentes países o también
intercambios entre estados nacionales, incluso algunas iniciativas sociales en
países desarrollados de América del norte y Europa. A partir de esa premisa, esta
autora plantea sustituir la expresión de “redes de trueque” por la de “sistemas de
monedas complementarias”; no obstante, si bien esta última expresión tal vez podría
definir de manera abarcativa el fenómeno generalizado en la Argentina de la
segunda mitad de la década de los años 90, podría resultar insuficiente para explicar
otros muchos casos en América Latina.
Existen una serie de puntos básicos de descripción de las prácticas de trueque en
América Latina y México en los que prácticamente todos los autores revisados
coinciden. Uno de estos puntos refiere a la función de los tianguis de trueque como
estrategia de sobrevivencia, mediante la cual los participantes logran complementar
su dotación de bienes de consumo básico cotidiano (Mayer, 1982; Coraggio, 1998;
Razeto 2000; Hintze, Cassano, Coraggio, Cortesi, González Bombal, Ilari, Krause,
Laporte, La Serna, Mance, Marino, Pérez, Reese, Sampayo y Silva, 2003; Gatti,
2009; Fernández, 2009; Fabré y Yeste, 2012; Arellanes, Hidalgo y Ayala, 2014;
Argueta, 2016; Pérez, 2016; Primavera, 2001, 2003, 2003b, 2007; Santiago, 2017;
Pérez, 2018; Vera 2018).
53
Algunos puntos en los que la mayoría de estos autores coinciden respecto al
trueque y que serían aplicables a muchos de los casos observados son:
• Es una alternativa ante el limitado e insuficiente acceso a recursos monetarios.
• Las formas y medios asociados a la economía en la que se encuentra articulado el trueque, muestran su eficacia y viabilidad para resolver, o al menos complementar los procesos de reproducción de la vida de los integrantes de las unidades económicas domésticas que participan en el trueque y en el subsistema económico subyacente.
• Implica relaciones interpersonales cara a cara y la progresiva formación de un sentido de corresponsabilidad y de comunidad. El sistema intermediado por el comerciante es sustituido por el trato directo entre productor y consumidor.
• Favorece la acción colectiva, la formación de actores locales y la organización, no necesariamente formal o formalizada.
• Se sustenta en la diversidad de recursos y capacidades productivas y culturales, a la vez que las fortalece.
• Es una expresión predominantemente propia de los sectores de la economía popular.
• Se sustenta en y favorece la complementariedad económico-productiva. • Se circunscribe predominantemente en contextos micro y locales. • Propicia cierto grado de autonomía productiva y económica, particularmente
respecto a la dinámica competitiva del mercado y del sistema de precios capitalistas.
• El valor de cambio ya no se encuentra exclusivamente delimitado por el sistema convencional de precios, ni por equivalencias cuantitativas que, si bien pueden proporcionar una referencia, no es la única ni necesariamente la determinante.
• Fortalece la convivencia, la identidad y el tejido social. • Favorece la emergencia y proliferación de valores económicos y sociales
alternativos. • Reviabiliza y fortalece recursos, medios, formas y capacidades económicas
descartados y excluidos por el mercado convencional y la competencia productivista.
• Predomina la racionalidad reproductiva de la vida sobre la acumulación de valor-riqueza.
• Implica una serie de intercambios y flujos que trascienden lo puramente económico.
• En diferentes formas y medidas las economías de trueque conviven con la dinámica económica y comercial capitalista.
• En el caso de mercados tradicionales de trueque, se favorece la preservación de formas de vida no modernas.
54
• Favorece la formación y consolidación de dinámicas de prosumisión, que implican poder producir para tener algo para intercambiar por otro bien necesario y reducir la dependencia respecto a la cultura asistencialista y la exclusión por la competencia mercantilista.
• Los objetos de intercambio no son sólo vistos como cosas o bienes cuyo origen es irrelevante, sino que son presentados y percibidos directamente como el producto del trabajo concreto, específico de una persona o una familia determinada y frecuentemente también asociados a rituales y representaciones culturales más amplias, con toda la subjetividad que esto conlleva.
• La relación directa y personal entre productor y consumidor inhibe la cosificación de las relaciones sociales y la fetichización de las mercancías.
• Implica un replanteamiento en los términos de la relación entre valor de uso y valor de cambio como componentes del intercambio.
• Predomina el carácter artesanal y de pequeña escala de los procesos productivos de donde emanan los productos que se intercambian.
• Los mercados de trueque sustentan relaciones con mayor grado de simetría socioeconómica y cultural, pues los participantes generalmente tienen adscripción local y comunitaria y son pequeños o micro productores que operan bajo sistemas domésticos.
• Frecuentemente predomina la participación de las mujeres, ello en virtud de circunstancias como el fundamental compromiso y mayor vínculo de ellas respecto a las dinámicas reproductivas domésticas, así como con habilidades culturales particularmente características en las mujeres como la solidaridad y la comunicación.
• La economía en torno a la cual se articula el trueque es una economía sustentada principalmente en el trabajo propio de sus participantes y no en la explotación de trabajo ajeno.
Algunas otras reflexiones comunes asociadas con el trueque ponen atención en la
importancia de generar un sistema de reglas y normas que marquen pautas de
conducta y regulen la participación para evitar la gestación y generalización de
prácticas nocivas como la especulación y la acumulación de riqueza o de poder.
Particularmente se debe aprender de la experiencia argentina cuyo crecimiento
acelerado de nodos y participantes junto con la introducción y el manejo inadecuado
del dinero alternativo, propició la generalización de prácticas acumulativas y
especulativas que minaron los valores solidarios y reprodujeron las condiciones de
asimetría propias de las relaciones de la economía convencional (Hintze, et al.
2003). Por lo que se debe poner atención en la introducción de cualquier forma de
55
dinero y evitar una dinámica de crecimiento acelerado de los mercados que rebase
las capacidades de regulación, organización, coordinación y control autogestivo de
la colectividad, que induzcan un desvío respecto a su sentido original.
Existen muchos aspectos que pueden ser regidos por reglas o por normas: los
términos cuantitativos de intercambio; el uso de los espacios; el uso de dinero, quién
entra y quién no, ámbito en el que la metodología desarrollada por Elinor Ostrom
podría resultar de gran utilidad.
También se deben regular los procesos externos pero relacionados con el mercado,
particularmente las formas y normas productivas orgánicas y sustentables. En este
sentido habría mucho que retomar de los mercados orgánicos, que constituyen otro
fenómeno alternativo distinto, pero no opuesto a los mercados de trueque. En
sentido similar debe cuidarse que los procesos productivos de las prosumidoras
participantes en el trueque, no estén sustentados en la explotación de trabajo ajeno.
Es importante no reducir al trueque como alternativa y sus perspectivas de
crecimiento en un sentido simplemente funcional y paliativo de los efectos
excluyentes y destructivos de la economía del capital.
En este sentido, una de las estrategias de crecimiento del trueque como subsistema
económico tiene que ver con la posibilidad de vincularse y articularse con otros
procesos y proyectos como las empresas cooperativas, comunitarias y sociales en
general, con otros tipos de mercados alternativos, orgánicos, de intercambio justo,
e incluso con movimientos y organizaciones políticas que busque democratizar el
gobierno e influir en la implementación de políticas públicas compatibles y
favorables a la economía popular.
En el caso del MCP la existencia, apropiación y práctica colectiva de valores y
normas tiene mucho que ver con el origen étnico cultural y de género compartido
por las participantes, pero cierto es que existen en este mercado cada vez más
participantes ajenos a este núcleo. Algunos pueden convivir armónicamente con el
sistema de mercado tradicional de trueque, pero otros constituyen claramente una
amenaza, por lo que la imposición de reglas y el establecimiento de algunas
56
alianzas y procesos de organización interna parece necesaria para garantizar su
continuidad y fortalecimiento.
1.4. El MCP en el contexto de los estudios de mercados
Esta revisión muestra la gran cantidad de aspectos y enfoques asociados a los
estudios sobre mercados, congruente con la complejidad y diversidad propia de
estas entidades económico-culturales. Esta panorámica pone en evidencia la gran
cantidad de elementos desde los cuales se puede ensayar una caracterización del
objeto de esta tesis, y permite identificar los principales aspectos en los que puede
centrarse el análisis. A partir de estas pautas se presentan a continuación algunos
rasgos que caracterizan al Mercado de Cambio de Pátzcuaro:
• Es un mercado que opera bajo la modalidad de plaza o tianguis, ya que no
cuenta con instalaciones fijas y no funciona de manera permanente, sino
itinerante, en este caso dos días a la semana.
• Se trata además de un mercado popular, por el sector social que lo sustenta,
así como por la racionalidad económica que lo rige (reproductiva de la vida y
no acumulativa de capital), y porque se articula con la dinámica reproductiva
de múltiples unidades domésticas familiares, conformando un circuito
económico territorial de economía popular.
• Es un mercado campesino, ya que predominan los productos
agroalimentarios y de fibras vegetales, que son generalmente producidos por
las propias mujeres y sus familias bajo el sistema campesino.
• Es un mercado indígena, pues la mayoría de sus participantes provienen de
las comunidades indígenas ribereñas del Lago de Pátzcuaro.
• Es un mercado tradicional dada su antigüedad, y que preserva formas como
el trueque, la vestimenta y las formas productivas tradicionales y artesanales.
• Es un mercado local de circuito corto, ya que la mayoría de productos que
circulan y personas que participan son de origen local y la mayoría de las
participantes son productoras de los bienes que ofrecen y consumidoras de
los que reciben a cambio, no hay intermediarios por lo que la cadena se
57
reduce a dos eslabones, ambos con el doble propósito de productoras-
ofertantes y demandantes-consumidoras.
• Es un mercado alternativo tanto en el sentido de que ofrece opciones extras
a quienes tienen un acceso limitado a la economía convencional, como por
la reivindicación y reproducción de prácticas y valores de
complementariedad, cooperación, solidaridad y equidad. También mantiene
cierta autonomía institucional, pues la mayoría de las participantes siguen
pautas comunes de comportamiento que no provienen del exterior y que no
requieren ser impuestas mediante métodos coercitivos.
• Es un mercado en el que predomina la presencia y participación de mujeres,
lo que se asocia con su carácter marginal y subalterno, como parte de la
esfera reproductiva de la economía, pero que también induce al desarrollo
de potencialidades y posicionamiento socio-cultural y económico de sus
participantes. Se asume que existe una relación no fortuita entre la
predominante participación femenina y la precariedad logística y la ausencia
de dinero. Éstas expresan la baja valoración social y económica que se
asigna a este tipo de actividades y entidades económicas y la falta de interés
por parte de los hombres, las autoridades gubernamentales y otras entidades
económicas de carácter capitalista por hacerse de su control.
Los principales ejes conceptuales desde los que se aborda el análisis del Mercado
de Cambio de Pátzcuaro son:
La economía popular solidaria.
• La conformación de un circuito económico territorial de economía popular
(prosumidoras de comunidades indígenas ribereñas al lago de Pátzcuaro que
se rigen por una racionalidad reproductiva de la vida).
• El trueque como modalidad de circulación de mercancías que implica la
exclusión del dinero y la implementación de una serie de criterios de
intercambio.
58
• La implementación de relaciones simétricas y de equidad, así como de
prácticas de cooperación, corresponsabilidad y solidaridad.
La economía feminista.
• La predominancia de las mujeres como protagonistas en un ámbito
económico asociado a las dinámicas reproductivas de la vida de los sectores
populares y que, como tal, es situado en condiciones de marginalidad y
subalternidad, objeto de menosprecio económico y normativo por el conjunto
de la sociedad. Pero que propician el despliegue y fortalecimiento de
capacidades y posicionamiento socio-cultural y económico.
El enfoque neoinstitucional de Elinor Ostrom.
• Que permite identificar al MCP como un bien común gestionado
colectivamente mediante el reconocimiento tácito y común de un entramado
básico de normas autónomas que rigen su operación y le dotan de un cierto
carácter y grado de autogestión.
• Particularmente el mecanismo de trueque que lleva intrínseco todo un
sistema complejo de criterios y términos objetivos y subjetivos de
intercambio, que aun siendo de aplicación general hace de cada transacción
un caso único.
Desde esta óptica se pretende aportar elementos empíricos y de análisis que den
cuenta de la complejidad y trascendencia del Mercado de Cambio de Pátzcuaro
como entidad económica peculiar, no convencional, con carácter tradicional y con
potencial alternativo.
59
Capítulo 2 Marco Teórico. Otra economía y alternativas al desarrollo
Esta tesis se inscribe en la perspectiva intelectual del pensamiento crítico, ello en
buena medida responde a las circunstancias socio-culturales del caso de estudio.
En un primer acercamiento se percibe al Mercado de Cambio de Pátzcuaro (MCP)
como un ámbito en el que se desarrollan actividades económicas, no obstante, en
un análisis más detenido se puede apreciar como un espacio en el cual se recrean
elementos de toda una forma de vida y un horizonte sociocultural complejo.
Por ello, y dadas las particularidades de sus prácticas (trueque), como de los actores
que en él participan (predominantemente mujeres prosumidoras de adscripción
popular, rural e indígena) y del contexto sociocultural en el que se desarrolla (una
zona con importante presencia de la ancestral cultura purépecha), no resultaría del
todo idóneo circunscribir su análisis exclusivamente a su dimensión económica y
menos aún abordarlo desde la perspectiva de las teorías económicas
convencionales. Alternativamente se consideran pertinentes los aportes de la
economía crítica y de lo que podría llamarse el pensamiento crítico latinoamericano
que, si bien es diverso y heterogéneo, contiene elementos básicos comunes
conformando una línea con secuencia histórica constructiva e incremental.
En primer lugar, se retoman algunos aportes orientados a generar y fortalecer la
reconstrucción y recreación de un proceso epistémico decolonial y anticapitalista
ante la descalificación y destrucción de formas de pensar, de ser y de vivir propias,
y la imposición de nociones como la modernidad y el desarrollo, que conllevan
valores, normas e instituciones como el individualismo, la propiedad privada, la
acumulación de riqueza y la competencia, que han mostrado ser incompatibles con
la sostenibilidad de la vida misma. A partir de nociones y valores alternativos como
la decolonialidad epistémica, el buen vivir y la comunalidad, se busca develar los
términos en los que se establecen las relaciones entre las participantes en el MCP
y con su entorno socioecosistémico, que permiten entrever la recreación de valores
60
colectivos, comunitarios, una racionalidad reproductiva de la vida y no acumulativa
de riqueza, en un ambiente cooperativo y solidario.
Respecto a la dimensión económica del MCP, se adopta una perspectiva crítica,
tomando algunos conceptos y enfoques de autores como Marx, Polanyi,
Hinkelammert y Max Neef, con la intención de hacer una sucinta revisión crítica de
las nociones de economía, trabajo, mercado y dinero, así como el análisis de los
términos en los que se establecen las relaciones económicas entre las participantes
en este espacio. La economía política nos permite analizar la dimensión
propiamente económica del caso de estudio, los términos de la relación entre la
economía del capital y la de la economía popular, y aspectos más específicos como
los procesos de trabajo y la racionalidad y fenomenología de los intercambios. Se
incorporan también los enfoques de la economía popular solidaria y de la economía
feminista que permiten identificar aspectos más específicos del caso, tomando en
cuenta la adscripción socioeconómica de las participantes, así como su condición
de género. Finalmente, se toman elementos de la economía neoinstitucional, y
particularmente el enfoque de Elinor Ostrom, pues resulta de utilidad para analizar
el entramado institucional con base en el cual se desarrollan las relaciones y el
manejo colectivo del MCP, considerado desde esta perspectiva teórica como un
bien común.
2.1 El pensamiento crítico latinoamericano
Se adopta en esta tesis de manera amplia la noción de pensamiento crítico
latinoamericano, para referirnos con ella al pensamiento concebido y desarrollado
en estas latitudes durante el periodo que va de los años 50 a la actualidad,
concebido como conjunto diverso y heterogéneo, que busca proporcionar una
caracterización propia y crítica de la condición socio-económica latinoamericana a
partir de su integración al sistema-mundo capitalista, y una búsqueda de alternativas
tendientes a superar las condiciones desventajosas propiciadas por esta forma de
integración.
61
Si bien la gestación de un pensamiento crítico propiamente latinoamericano tiene
ya larga data, en su proceso se observan algunos momentos culminantes. Destaca
la oleada desarrollada en las décadas de 1950 a 1980, en la que participaron
autores como Raúl Prebisch, Osvaldo Sunkel, Celso Furtado, Anibal Pinto, Aldo
Ferrer y otros de tendencia marxista (dependentistas) como Ruy Mauro Marini,
André Gunder Frank, Vania Bambirra y Theotonio dos Santos. Estos autores
reconocen, analizan y revelan el carácter y origen histórico de la condición colonial
y dependiente en la que se encuentra América Latina desde su integración al circuito
económico del sistema mundo capitalista en el siglo XVI.
Autores como Paul Singer (1976) y Samir Amin 8 (1979), realizan una crítica
temprana a las teorías convencionales del desarrollo y polemizan sobre las causas
y el concepto de subdesarrollo. Complementando esta perspectiva, otros autores
identifican el subdesarrollo como “la estructura de un tipo de sistema económico,
con predominio del sector primario, fuerte concentración de la renta, poca
diversificación del sistema productivo y, sobre todo, predominio del mercado externo
sobre el interno” (Cardoso y Faletto, 1969: 23).
Para Guillén Romo (2006) uno de los aportes más importantes de Prebisch “fue
haber efectuado su análisis del subdesarrollo latinoamericano a partir del concepto
centro-periferia”. La identificación de la desigualdad en los términos del intercambio
le permitió a Prebisch sustentar su crítica hacia las teorías tradicionales de las
ventajas comparativas y de la división internacional del trabajo entre los países
industrializados y los primario-exportadores o “subdesarrollados”. En contra de las
orientaciones del FMI, Prebisch (1948) se opuso a la apertura y liberalización de la
economía y el comercio en los países de América Latina, planteando en cambio una
estrategia de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), que protegiera
8Sibienesteautornoesdeorigen latinoamericano,confluyócon lospensadoresdeestas latitudes en algunos temas como el desarrollo-subdesarrollo y también en superspectivacrítica.
62
a la industria nacional de manera temporal para permitir su consolidación, después
de lo cual podría abrirse y competir en mejores condiciones.
No obstante, ya de manera temprana Celso Furtado (1971) da cuenta del carácter
dependiente, subordinado y limitado del modelo ISI, al encontrarse sujeto a la
estrategia de reorganización productiva de la economía norteamericana, que ante
la contundente pérdida de competitividad respecto a la reconstruida industria
europea y asiática de posguerra, especialmente alemana y japonesa, relocaliza y/o
vende sus empresas y activos más obsoletos hacia América Latina, reconcentrando
las unidades de alta tecnología, de modo que la industrialización latinoamericana
estaba condenada al fracaso desde su inicio al sustentarse en buena medida en la
entrada de la obsoleta tecnología desechada por Estados Unidos.
Como parte de la vertiente dependentista, André Gunder Frank (1967) identifica la
desigualdad como efecto concomitante e intrínseco del vínculo económico de los
países de América Latina con los desarrollados, especialmente con los Estados
Unidos. En su teoría de centro-periferia, describe una red de relaciones entre
centros y satélites que a su vez funcionan como centros de otras economías
periféricas, conformando una correa de transmisión, de saqueo y de transferencia
de riqueza del sur hacia el norte, desde las más pequeñas localidades hacia las de
mayor tamaño hasta llegar a su destino final, las grandes metrópolis industriales del
mundo.
Ante ello, autores como Ruy Mauro Marini (1991), Vania Bambirra (1978) y
Theotonio dos Santos (1980), plantean como única alternativa viable la
transformación de las relaciones de producción capitalistas, mediante una
revolución que conlleve a una transformación profunda en sus estructuras. En
síntesis, se trata de mostrar la doble condición histórica de incorporación al circuito
y la dinámica de la economía-mundo capitalista y de imposición del sistema colonial
dependiente y subsidiario que constituyen dos ejes explicativos comunes en esta
corriente de pensamiento crítico latinoamericano desarrollado durante las décadas
de los 50 a los 80. Una crítica más profunda e integral al concepto de desarrollo, sin
63
embargo, vendría posteriormente, con la emergencia de una nueva oleada de
pensamiento crítico de origen latinoamericano.
2.2 El proyecto decolonial
Consecutivamente otras vertientes de pensamiento se han venido desarrollando,
con explícitas pretensiones descolonizadoras, destacando en este sentido el
Programa de Investigación Modernidad/Colonialidad (M/C), bajo la coordinación de
Héctor Alimonda (2011) y con la participación de Enrique Dussel, Arturo Escobar,
Enrique Leff, Gustavo Esteva, entre otros autores. Se trata de un colectivo de trabajo
intelectual no institucionalizado, que presenta una perspectiva reciente del
pensamiento latinoamericano y sobre América Latina, a partir de una crítica de base
histórico-cultural y epistemológica de la modernidad, cuestionando las grandes
narrativas interpretativas de la misma, a lo largo de cinco siglos (Alimonda, 2011).
Estos autores identifican el hecho colonial como fenómeno fundacional de toda la
experiencia histórica de la modernidad, constituida como un paradigma lineal de
evolución histórica, instituyendo nociones de “procesos civilizatorios”, “progreso” o
“desarrollo” que, como experiencia única y patrimonio de algunos pueblos europeos,
pretendía imponerse sobre el conjunto global de naciones. Se rechaza el carácter
simplificador del concepto de desarrollo y su contraparte, el subdesarrollo, que
pretende clasificar bajo un mismo molde a una gran diversidad de países a partir de
lo que no son o de lo que no tienen, y que implica una renovación del esquema
colonizador, ahora desde el centro hegemónico norteamericano, buscando dar un
sentido positivo a los renovados protectorados de las grandes potencias (Esteva,
1996).
En este sentido la experiencia histórica latinoamericana de los últimos 500 años
conlleva una condición endémica y crónica de doble violencia, que se expresa en la
combinación de la dinámica mundial de acumulación de capital con la imposición de
un régimen colonial. Si en el balance de este proceso histórico se consideran
además los fenómenos de erosión, pérdida de fertilidad de la tierra y de la
biodiversidad, así como la desestructuración de economías y formas de vida locales
64
tradicionales, el resultado es catastrófico. En esta línea de ideas, para Enrique Leff
“Una de las transformaciones de mayor trascendencia consistió en eliminar las
prácticas agrícolas tradicionales, fundadas en una diversidad de cultivos y
adaptadas a las estructuras ecológicas del trópico, para inducir prácticas de
monocultivo destinadas a satisfacer la demanda del mercado externo” (Leff, 1986:
155).
Ante ello los participantes en el programa M/C se plantean la construcción de una
perspectiva epistémica y cultural alternativa, que recupere los “discursos silenciados
de la resistencia”, los conocimientos indígenas, basados en siglos de convivencia,
observación y experimentación empírica en el marco de ecosistemas locales”
(Alimonda, 2011: 43). Estos autores reivindican la idoneidad de la ecología política
concebida no como una teoría, sino como un espacio común de reflexión y análisis
que tiene como su objeto de estudio los conflictos ecológicos distributivos, que se
complementa y entrelaza con la economía política cuyo objeto de estudio son los
conflictos de distribución económica.
Lo significativo de la perspectiva de la ecología política (EP) es la comprensión de
las dimensiones social y ambiental en torno a una problemática y un objeto de
estudio. De acuerdo con Arturo Escobar la EP aborda el estudio de las múltiples
articulaciones de la historia y de la biología y propone una noción de la ecología
política que incorpore sistemáticamente lo económico, lo ecológico y lo cultural
(Escobar, 2005). En una perspectiva similar Enrique Leff postula a la EP como una
epistemología política (Leff, 1986).
El llamado de estos autores podría sintetizarse en que “en este momento en que la
crisis de los modelos dominantes aparece incuestionablemente, resulta cada vez
más necesario avanzar en la construcción de alternativas, para lo cual es necesario
movilizar todas nuestras identidades y poner en acción todas nuestras herencias y
capacidades, en cualquier lugar de América Latina” (Alimonda, 2011: 54). En esta
perspectiva, emergen nuevos conceptos como el Buen Vivir y la Comunalidad, con
65
pretensiones no sustitutivas pero sí críticas frente a las nociones convencionales
del desarrollo.
2.3 Buen vivir y Comunalidad
De origen indígena andino, un pensamiento emerge después de largo tiempo de
tratar de desaparecerlo o al menos marginarlo mediante las prácticas y mensajes
de la modernidad occidental y como efecto de la colonialidad del poder; se trata del
Buen Vivir, sumak kawsay, en aymara, o suma qamaña, en guaraní. El Buen Vivir
forma parte de una larga búsqueda de alternativas de vida fraguadas al calor de las
luchas populares, particularmente indígenas, que rompe con la concepción clásica
de los derechos, que priorizaba a unos derechos sobre otros. Muy por el contrario,
enfatiza el carácter integral de los mismos, al reconocerlos como interdependientes
y de igual jerarquía (Acosta, 2010, Torosa 2009 y Gudynas, 2011).
Uno de los aspectos que ha acompañado el surgimiento y expansión del Buen Vivir
es la dificultad para definir a qué se refiere con precisión (Bretón, 2013), incluso hay
quien sostiene que “no se puede elaborar una definición que sea aplicable a todos
los casos” (Gudynas, 2011). Sin embargo, el mayor potencial de los conceptos de
Sumak Kawsay y Suma Qamaña no proviene principalmente de su originalidad, sino
de su origen, emanado del vocabulario de los pueblos originarios históricamente
marginados. “La idea del sumak kawsay o suma qamaña nace en la periferia social
de la periferia mundial y no contiene los elementos engañosos del desarrollo
convencional. (…) la idea proviene del vocabulario de pueblos otrora totalmente
marginados, excluidos de la respetabilidad y cuya lengua era considerada inferior,
inculta, incapaz del pensamiento abstracto, primitiva. Ahora su vocabulario entra en
dos constituciones”9 (Tortosa, 2009).
9SehacereferenciaalasconstitucionesdelEcuador(2008)ydeBolivia(2009),queincorporanydesarrollanelconceptodeBuenVivir,apartirdelcualbuscan,entreotrascosas,propiciarelestablecimientodenuevostérminosenlasrelacionesdelospueblosoriginariosconlasociedadyelestadonacionales.
66
Se percibe, entonces, un proceso histórico, social-político, intelectual de
identificación, reconocimiento, reivindicación y recuperación de formas de vida y de
pensamiento existentes desde antes de la conquista europeo-capitalista. Formas de
vida y pensamiento que con su permanencia durante periodos prolongados
mostraron su viabilidad y pertinencia para la convivencia socioecosistémica en los
territorios americanos.
Más aún “estas prácticas las están haciendo aquellos a quienes la izquierda nunca
prestó atención. Las están haciendo los indígenas, que han sido invisibles para
toda la teoría, inclusive para la marxista; pese a que uno de los grandes renovadores
del pensamiento marxista, como fue Mariátegui, introdujo la cuestión indígena, pero
fue inmediatamente acusado por el Comintern de América Latina cómo populista y
romántico” (De Souza, 2014).
De alguna manera se empieza a reconocer a los pueblos indígenas como los
principales depositarios y preservadores de estas formas de vida y de pensamiento,
que hoy saltan nuevamente a la palestra histórica ante la crisis civilizatoria y
socioecosistémica en la que se encuentra el sistema-mundo capitalista.
El concepto del Buen Vivir se construye al menos en tres planos: las ideas, los
discursos y las prácticas (Gudynas, 2011). Tal vez los desarrollos más cristalizados
en la conceptualización y operacionalización del buen vivir se encuentran en las
constituciones de 2008 del Ecuador y 2009 de Bolivia, en las que se parte del
principio de reconocimiento de un Estado plurinacional y multicultural. Más allá de
consideraciones meramente burocráticas, exige asumir y procesar los códigos
culturales de los pueblos y las nacionalidades indígenas, lo que implica ciudadanizar
el Estado, especialmente desde espacios comunitarios como formas activas de
organización social (Acosta, 2010).
En contraste con las nociones predominantes de desarrollo, el Buen Vivir no se
asume como un proceso lineal que establezca un estado anterior o posterior.
Menos aún como una meta a la que hay que llegar aun forzando la destrucción de
relaciones sociales y la armonía con la naturaleza. Se trata más bien de una
67
categoría en constante construcción y reproducción, en la que el progreso material
no es la única vía a la que debería darse prioridad, asumiendo al crecimiento
económico apenas como un medio y no como un fin en sí mismo (Acosta, 2010;
Larrea, 2010; Gudynas, 2011).
El Buen Vivir se aparta claramente de la noción convencional, moderna, occidental,
de vivir mejor, que supone una ética de progreso ilimitado y nos incita a una
competencia con los otros para crear más condiciones para «vivir mejor». Sin
embargo, para que algunos puedan «vivir mejor» millones y millones tienen y han
tenido que «vivir mal». Es la contradicción capitalista. En contraste “El «Buen Vivir»
apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad, y no solamente para el
individuo. El «buen vivir» supone una visión holística e integradora del ser humano,
inmerso en la gran comunidad terrenal, que incluye además de al ser humano, al
aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales; es estar en
profunda comunión con la Pachamama (Tierra), con las energías del Universo, y
con Dios” (Boff, 2009).
Este enfoque aborda otro aspecto fundamental relacionado con la concepción de la
naturaleza como sujeto de derechos y no como simple reservorio de recursos
totalmente creado y disponible para el uso humano. Esta concepción requiere
transitar de un antropocentrismo a un biocentrismo o, mejor todavía, a un socio-
biocentrismo, no olvidando que los seres humanos también somos parte de la
naturaleza (Acosta, 2010 y Gudynas, 2011). “Para los pueblos indígenas la
naturaleza es la Pachamama, la madre tierra” (De Souza, 2014).
Además del contraste respecto a las ideas de crecimiento económico, el
productivismo y la acumulación de bienes materiales como referentes de desarrollo,
el buen vivir adopta una postura crítica respecto a la clasificación convencional de
la alteridad cultural como una barrera para la modernidad y para el progreso. Por el
contrario, para el Buen Vivir la alteridad y la diversidad cultural constituyen una
riqueza y una fortaleza para la construcción de un ambiente intercultural. En este
enfoque lo tradicional no representa un indicador de atraso, sino una fuente de
68
conocimientos y saberes colectivos acumulados (Bretón, 2013). El Buen Vivir se
aleja también del multiculturalismo neoliberal que reconoce algunos derechos
culturales de los pueblos indígenas, pero socaba su profundo carácter anticapitalista
y se enfoca en políticas asistencialistas clientelares (Bretón, 2013).
Comunalidad
Otro concepto que se viene desarrollando en el contexto de las organizaciones, las
luchas y la vida cotidiana de los pueblos indígenas, así como en el ámbito de la
academia, particularmente por antropólogos indígenas de Oaxaca, es el de
comunalidad. Esta noción se puede inscribir en lo que Boaventura denomina como
las Epistemologías del Sur, ya que ofrece instrumentos analíticos y conceptuales
para comprender la situación de opresión de los pueblos y para cuestionar los
discursos hegemónicos (Aquino, 2013). Autores como Floriberto Díaz (2004),
Gunter Dietz (2010), Jaime Martínez Luna (2013, 2017 y 2018), Cortés (2014),
Aquino, Maldonado, Briseño, Guerrero, Nava, Aguilar, Zacarías y Vásquez (2013),
Gutiérrez y Gutiérrez (2016), Esteva (2015 y 2017) Stahler-Sholk y Baronnet (2015),
han aportado a la construcción y sistematización de estos conceptos.
Al hablar de comunalidad se considera como referente básico el concepto de
comunidad, el cual en principio es pertinente y necesario aclarar. De acuerdo con
Floriberto Díaz, este término, que no es de origen lingüístico indígena, tiene diversos
y diferentes significados; pero desde una perspectiva indígena hablar de comunidad
implica los siguientes elementos:
• Un espacio territorial, demarcado y definido por la posesión. • Una historia común, que circula de boca en boca y de una generación a
otra. • Una variante de la lengua del pueblo, a partir de la cual identificamos
nuestro idioma común. • Una organización que define lo político, cultural, social, civil, económico y
religioso. • Un sistema comunitario de procuración y administración de justicia.
Desde este marco, se afirma que “cuando hablamos de organización, de reglas, de
principios comunitarios, no nos referimos sólo al espacio físico y a la existencia
69
material de los seres humanos, sino a su existencia espiritual, a su código ético e
ideológico y por consiguiente a su conducta política, social, jurídica, cultural,
económica y civil” (Díaz, 2004: 367).
Una vez establecido lo anterior se plantea que los elementos que definen la
comunalidad son:
• La Tierra como madre y como territorio. • El consenso en asamblea para la toma de decisiones. • El servicio gratuito como ejercicio de autoridad. • El trabajo colectivo como un acto de recreación. • Los ritos y ceremonias como expresión del don comunal.
Elementos que de alguna manera quedan comprendidos en lo que Jaime Martínez
Luna identifica como los cuatro momentos y campos de conocimiento que integran
la comunalidad como forma de existencia:
• La naturaleza (que corresponde al dónde), • La organización social (que corresponde al quién), • La producción y reproducción (que corresponde al cómo) y • El goce y el intercambio (que corresponde al para qué) (Martínez, 2017:12)
La percepción y la relación con el ambiente se sintetizan en la forma en que se
visualiza a la tierra, como la madre tierra, “que nos pare, nos alimenta y nos recoge
en sus entrañas. Nosotros pertenecemos a ella, por eso no somos los propietarios
de tierra alguna. Entre una madre e hijos la relación no es un término de propiedad,
sino de pertenencia mutua. Nuestra madre es sagrada, por ella somos sagrados
nosotros” (Díaz, 2004: 368).
Esta forma de ver al entorno natural como la madre tierra y de verse como ser
humano dentro y como parte de ella, va más allá de la noción convencional de
desarrollo sustentable planteada por la UNESCO10, y ampliamente polemizada
10Lanociónmás generalmente reconocida y adoptadapor laUNESCO, tiene suorigen el el llamadoInformeBrundlant, emitido en 1987, en el cual el concepto de desarrollo sostenible se define en lossiguientestérminos:“Estáenmanosdelahumanidadasegurarqueeldesarrolloseasostenible,esdecir,asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futurasgeneracionesparasatisfacerlaspropias”.http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Havana/pdf/Cap3.pdf
70
(Gorz, 1993; Leff, 1994; Constanza, 1997; Altieri, 1999; O’Connors, 2001; Foladori
y Pierri, 2005; Toledo, 2015). Ya que se trata de un planteamiento que, si bien
recomienda un uso moderado de los recursos en pos de su mejor aprovechamiento
transgeneracional, reproduce una visión reduccionista, utilitaria y antropocéntrica de
la naturaleza como medio al servicio del hombre.
La noción de comunalidad pretende contribuir a encontrar el “ser nosotros” a partir
de la decolonización de nuestra razón y nuestro lenguaje y la recuperación de la
historia propia y, sobre todo, la construcción de otras perspectivas epistémicas
(Martínez (2017), reconociendo con Boaventura de Souza (2009) que la forma de
injusticia cognitiva funda y contamina a todas las demás formas de injusticia.
La emancipación debe empezar por aceptar que el mundo no es producto de
nuestra existencia, sino que nuestra existencia es resultado de la vida del mundo,
pues el hombre que se cree creador del mundo se considera con derecho a
apropiárselo como un ejercicio pleno de poder, desde el cual se crean valores,
normas e instituciones y se retroalimenta con un tipo de conocimiento, conductas y
acciones orientadas hacia la competencia por la apropiación y usufructo de los
“recursos” como acciones legítimas (Martínez, 2018).
Vernos y sentirnos dentro, como parte y no como centro y propietarios del mundo
con el que convivimos y al que debemos la existencia, sustituye la noción de
propiedad y la aprehensión competitiva por otros valores y normas, como el respeto,
el trabajo y la reciprocidad, que son compatibles con esta otra visión del mundo
(Martínez, 2018).
Mediante la observación profunda de la dinámica de vida de una de las participantes
en el MCP, se captó el amplio sentido de esta forma de relacionarse con el entorno
natural. Se trata de Doña Petra, una mujer con más de 80 años de edad, indígena
y agricultora a micro escala quien, durante décadas, cada día se sienta debajo de
su árbol preferido y pasa varias horas reposando, observando y reflexionando,
71
actividad que intercala con breves jornadas de trabajo en las que limpia, endereza
y cubre de tierra su milpa. No revela aprehensión productivista, ni prisa por terminar
la labor y marcharse, no sólo trabaja, sino que convive y pareciera que dialoga con
su entorno (diario de campo).
2.4 El buen vivir y la cultura purépecha
En México se puede reconocer al levantamiento del EZLN en 1994 como punto de
inflexión a partir del cual toma impulso un replanteamiento de los términos de la
relación entre el Estado nacional y las comunidades indígenas, mismo que va
acompañado de un proceso que Dietz (2010) caracteriza como “etnogénesis y
ciudadanización indígena”. Esto a su vez ha conllevado diversos procesos de
recuperación y resignificación de lo indígena, no tanto a partir de caracteres
individuales como en términos de adscripción comunitaria denotando un énfasis en
la recuperación de lo propio (incluido el uso, resignificación y refuncionalización de
las lenguas originarias), la resistencia a la imposición de universos de pensamiento
y estilos de gestión social ajenos, pero también en la autodefinición de un horizonte
cultural alternativo.
Si bien el Buen Vivir como concepto es de origen andino, en el horizonte territorial
mesoamericano se conformó también un enorme acervo cultural en el que se
podrían encontrar expresiones y conceptos alternativos al desarrollo, que tienen raíz
legendaria pero que se mantienen vigentes y enriquecidos, como el postulado de
mandar obedeciendo reivindicado por el movimiento zapatista en el sureste
mexicano. Otros ejemplos se encuentran entre los tojolabales con la expresión
Jlekilaltik, en la cultura tzeltal con Lekil kuxlejal ent, en la mixteca con Banjá; y en la
cultura p’urhepecha con Kuxumpekua, que denotan nociones similares a las del
Buen Vivir (Miranda y Santana, 2014).
Estas expresiones, al igual que la ya examinada de comunalidad, expresan
procesos de reconstrucción de las cosmovisiones y conceptos, planteando
perspectivas alternativas al modelo occidental de desarrollo. Varios de estos
conceptos se acercan a la noción del Buen Vivir. Entre otras cosas, estas nociones
72
denotan formas de vida, que reivindican lo colectivo, lo común-comunitario, la
cooperación, la solidaridad, la reciprocidad, la equidad, la resolución más
restaurativa que punitiva de los conflictos, el respeto a las personas y a la naturaleza
como sujeto (Miranda y Santana, 2014).
En el ámbito de la cultura purépecha se empieza a identificar el concepto de
“Kaxumpekwa”, como saber vivir en comunidad (Peña, 2017), que pone de relieve
dos aspectos fundamentales: la colectividad y la comunidad, que en la ideología de
la modernidad capitalista son valoradas de manera negativa o marginal, de frente a
los criterios individualistas, consumistas y de competencia.
De acuerdo con Ivonne Peña (2014: 70), existen pocas investigaciones en torno a
los “winhapekwa”, o bien los valores comunitarios purépecha, y menos aún en torno
al concepto de “Kaxumpekwa”, el cual autores como Pedro Márquez, Arturo
Argueta, Néstor Dimas, entre otros, conceptualizan como lo más cercano a valores
comunitarios. A partir de un análisis empírico de sus usos en diversos escenarios
de la vivencia comunitaria y de la reflexión compartida con algunos Kaxumpeti
wantari (narradores clave) de diversas comunidades de las regiones purépecha,
esta autora percibe el concepto de “kaxumpekwa” como forma de vida comunitaria
que se conforma de un conjunto de fenómenos de la vida social que permiten saber
vivir en comunidad (Peña, 2014: 88).
De esta noción se derivan las expresiones de “kaxumpeni” (respetar) y “kaxumpeti”
(ideal del hombre p’urhepecha), aquel que se comporta de acuerdo con las normas
de convivencia emanadas de la cultura p’urhepecha. Witehead (1957), citado por
Peña (2017: 71), afirma que “Kaxumpekwa” refiere al modelo o prototipo de la
perfección que se significa en el ideal de ser p’urhepecha; cuya finalidad educativa
es infundir sabiduría, la cual consiste en “usar bien nuestros conocimientos y
habilidades. Tener sabiduría es tener cultura y la cultura es la actividad del
pensamiento que nos permite estar abiertos a la belleza y a los sentimientos
humanitarios”.
73
Esta autora analiza el concepto de “Kaxumpekwa” desde lo que considera como sus
cuatro dimensiones básicas: “eratseni” (pensar), “jinteni” (ser purépecha), “jarani”
(estar aquí), y “uni” (saber hacer) (Peña, 2014: 77).
Cada una de estas dimensiones es establecida desde una noción específica:
a) “eratseni” (pensar) como un acto de manejar una amplia variedad de representaciones simbólicas manifiestas en la forma de vida comunitaria. Ésta radica en que mediante el acto pedagógico se transmita conocimiento de una generación a otra y fortalecer así la cultura purépecha.
b) “jinteni” (ser purépecha) como acto de apropiarse de una historia de vida individual y profundamente marcada por una historia de vida en colectivo.
c) “jarani” (estar aquí) acto de instalarse en una forma de vida, en la cultura purépecha, en una relación auténtica con el mundo, con el hombre y consigo mismo.
d) “uni” (saber hacer) como un acto reflexivo de adquirir habilidades y
capacidades, prácticas o teóricas, que contribuyan al estar bien (Peña, 2014).
De esta manera, Peña destaca que los conceptos de Juchari erasteni (nuestro
pensar), Juchari jinteni (nuestro ser purépecha), Juchari jarani (nuestro estar aquí)
y Juchari uni (nuestro saber hacer) constituyen un programa alternativo
sistematizado por sus Patamuti (intelectuales) y planteado por sus T’erunchetiecha
(consejos de sabios ancianos), para una práctica comunal.
Se puede identificar la presencia de estas nociones, valores, conocimientos y
habilidades propias de la cultura purépecha, en las actividades y prácticas de las
participantes en el MCP, en el que predominan las prácticas comunitarias que se
transmiten generacionalmente de manera vivencial, como veremos en los capítulos
correspondientes.
En esta perspectiva el MCP no debe ser visto solamente como una forma de
economía marginal, sino como una semilla o germen desde el cual se puede gestar
o extraer enseñanzas para la construcción de otra economía y otra forma de vida,
retomando una serie de prácticas productivas, económicas, sociales y culturales
comunitarias, regidas por el respeto, la empatía, la cooperación y la solidaridad,
74
fincada en condiciones objetivas de vida, pero también en valores tradicionales,
heredados y compartidos, que han podido preservarse en el contexto de la vida
comunitaria.
2.5 Ecología y sustentabilidad
… todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte
de esquilmar al obrero sino también en el arte de esquilmar la tierra
(Marx, El capital, Libro I, Tomo II, p. 251.)
Uno de los propósitos epistemológicos que consideramos pertinente en el contexto
de la investigación contemporánea y particularmente en la perspectiva de la
sustentabilidad consiste en incorporar de manera articulada tanto el sistema social
como el natural en la construcción de todo objeto de estudio (García, 2006).
Ciertamente las posibilidades de lograr este propósito desde una investigación
individual son limitadas, aun así, adoptar esta perspectiva constituye una guía
importante.
Así como existe un amplio bagaje teórico y empírico que pone en evidencia el
enorme perjuicio que la racionalidad capitalista ejerce sobre la sociedad humana, el
medio ambiente, los ecosistemas y la biodiversidad.
En este sentido, si bien es cierto que lo social no puede verse disociado del contexto
ambiental natural, sino comprendido en él, igual de cierto es que cada una de estas
dos dimensiones (la natural y la social) tienen lógicas distintas que se articulan pero
sin perder su particularidad.
Para Enrique Leff la articulación entre lo natural y lo histórico no puede fundarse en
una categoría ontológica de naturaleza que englobara ambos niveles de
materialidad. “La materialidad de lo social no puede reducirse a las leyes
fisicobiológicas de lo real, ni siquiera como un nivel epigenético superior de la
evolución orgánica” (Leff, 1986:127).
75
Se reconoce que si bien la acción humana se da y sólo es posible en el contexto del
sistema natural y bajo la sujeción de sus leyes, éstas por sí mismas no agotan la
explicación de lo social, en virtud de ello Leff aborda la relación entre el ser histórico-
social y la naturaleza desde la perspectiva del materialismo histórico incorporando
a su análisis la categoría de praxis, la cual a su vez se ve enriquecida como
resultado de este ejercicio analítico.
De esta manera, apoyándose en Marx, Leff destaca la diferencia entre las
condiciones naturales y las relaciones sociales; se asume que el acto de ver
constituye una relación física entre cosas físicas, que dependen de condiciones
naturales preestablecidas y se explican por ellas.
La relación humana con la naturaleza no se reduce a la observación de una por el
otro, sino a una relación de transformación, pero esta relación constituye el
resultado de prácticas sociales concretas, es decir, históricamente determinadas, la
producción de mercancías, por ejemplo, no puede ser completamente explicada a
partir de las leyes naturales, su comprensión depende del análisis de un proceso
histórico de construcción de relaciones sociales (Leff, 1986: 128).
Se trata de una dinámica de intercambios (input-output), que propician un doble
proceso integrativo; “por un lado se socializan fracciones o partes de la naturaleza,
y por otro lado naturalizan a la sociedad al producir y reproducir sus vínculos con el
mundo natural” (Toledo, 2013).
Si bien esta relación de intercambio, interacción y determinación recíproca entre
sociedad humana y naturaleza, se origina con el propio surgimiento de la especie
humana, los términos y condiciones de esta relación se transforman con el devenir
de la historia.
James O’Connor aborda el análisis de la relación entre la sociedad y la naturaleza
con un acotamiento histórico al referirse específicamente a la sociedad capitalista y
la explotación a la que somete a la naturaleza asignándole una doble condición de
grifo y sumidero,
76
“La naturaleza es un grifo en el sentido de que los medios y los objetos de
producción y reproducción (es decir todos los productos materiales humanos)
son apropiados de diversa forma de la tierra. Y es un sumidero porque, en última
instancia, tofos los productos humanos, incluidos los subproductos no deseados
del proceso inmediato de producción, se devuelven a la tierra en diferentes
formas, entre ellas la energía, sujetas a la ley de entropía.” (O’Connor, 2001: 9)
Lo característico de la relación social con la naturaleza en el contexto histórico
capitalista es que la producción de conocimiento y su aplicación técnica orienta el
sometimiento de la materia y de la naturaleza no a los fines humanos sino a la lógica
del capital “el modo de producción capitalista se articula con el ambiente en el que
se producen sus relaciones sociales de producción, mediante el proceso mismo de
apropiación de la naturaleza, en el consumo productivo de los recursos naturales
para valorizar el capital.” (Leff. 1986: 136)
De esta manera, los ritmos de extracción de materias primas, las formas de
utilización de los recursos y los procesos de transformación del medio natural,
adquieren una dinámica particularmente intensiva a partir de la constitución del
modo de producción capitalista y sus condiciones de reproducción ampliada a
escala mundial, lo que ha causado acelerados procesos de erosión de los suelos,
pérdida de fertilidad de las tierras, destrucción de la capacidad de producción de los
ecosistemas, agotamiento de los recursos naturales, pérdida de biodiversidad,
transformaciones en los ciclos climáticos, alteraciones en la temperatura del
planeta, contaminación del aire, del agua y del subsuelo, desforestación, pérdida de
mantos acuíferos, entre otros efectos, destruyendo con ello las condiciones de
soporte del sistema productivo pero también y sobre todo, de la vida.
La expansión de la producción capitalista y el avance tecnológico traducido en
incremento de la productividad redunda en una aceleración del metabolismo
económico que se ve estimulado por la racionalidad competitiva-productivista-
acumulativa, sin embargo las dinámicas del metabolismo natural no siempre pueden
ser aceleradas al ritmo de la economía, por lo que la depredación y la degradación
77
se aceleran; el mantenimiento de este proceso expansivo requiere de una dotación
creciente de recursos así como de la capacidad de regeneración de los ecosistemas
naturales acorde con los ritmos y formas de explotación propios de la racionalidad
capitalista de producción.
Autores como Hinkelammert y Mora (2013), Enrique Leff (1986) y O’Connors (2001),
estudian la inminente predominancia de una creciente contradicción entre el capital
vs la naturaleza, o el capital vs la vida, llegando a denominarla como la segunda
contradicción del capitalismo, con referencia a la primera contradicción entre capital
y trabajo.
De manera más específica, O’Connor (2001) destaca tres grandes cambios
ocurridos en la historia reciente de la sociedad capitalista mundial;
a) La declinación de los tres modelos clásicos de regulación: a1) declinación del
Estado benefactor de inspiración keynesiana; a2) Autodestrucción asistida
del llamado “socialismo real”, y a3) declive de los modelos semiautárquicos
de desarrollo nacional-nacionalista.
b) La globalización del capital y la expansión de su gemelo político-ideológico,
el neoliberalismo.
c) Desarrollo de nuevos movimientos sociales con mayor corte ambientalista.
Ello concuerda con la afirmación de que “La expansión del capital a escala
planetaria, al incorporar el modo de producción capitalista a las formaciones
sociales de los países tropicales, ha extendido e intensificado los procesos de
degradación ambiental, transfiriendo sus mayores costos ecológicos y sociales
hacia los países del sur”. (Leff, 1986: 154)
El sistema colonial como otra la cara de la moneda del proceso histórico de
configuración de la acumulación capitalista (expansión mercantil) implicó un enorme
saqueo y transferencia de riqueza hacia los centros capitalistas en Europa y una
profunda y amplia degradación social y devastación ambiental. Como resultado de
ello América Latina se convirtió en “un espacio subalterno, que puede ser
explotado, arrasado, reconfigurado, según las necesidades de los regímenes de
78
acumulación vigentes. A lo largo de cinco siglos, ecosistemas enteros fueron
arrasados por la implantación de monocultivos de exportación.” (Alimonda. 2011:
22)
“Los conquistadores europeos obtuvieron ganancias considerables (…) gracias
a la abundancia de los recursos naturales y a la sobreexplotación del trabajo.
(…) Una de las transformaciones de mayor trascendencia consistió en eliminar
las prácticas agrícolas tradicionales, fundadas en una diversidad de cultivos y
adaptadas a las estructuras ecológicas del trópico, para inducir prácticas de
monocultivo destinadas a satisfacer la demanda del mercado externo”. (Leff,
1986: 159)
Ya en el siglo XX la llamada revolución verde introdujo nuevo impulso a los
monocultivos así como al uso desplegado de maquinaria y productos agroquímicos,
que implicaban una utilización intensiva de insumos, energía y combustibles fósiles,
más recientemente se observa la expansión de una especie de neocolonialismo con
el impulso grandes plantaciones de monocultivos orientados a producir materias
base para la obtención de biocombustibles (maíz, soya y palma de coco) y un
enorme despliegue de la minería a cielo abierto, generando lo que autores como
Armando Bartra (2006) y Altieri y Nicholls (2012) han denominado como
neoextractivismo.
La destrucción del patrimonio cultural y ambiental de los pueblos y comunidades
latinoamericanos no sólo ha degradado su potencial productivo y sus ecosistemas
naturales, sino ha generado severos procesos de deformación en la visión sobre su
propio desarrollo y, lo que tal vez sea lo más dañino, la atrofia de sus paradigmas,
cosmovisiones y estilos de vida tradicionales, dando a la dependencia económica y
política también un importante contenido cultural y mental.
No obstante, en este contexto cobra particular vigencia reconocer que
“Si Occidente gestó formas de comprensión y de articulación de y con la
naturaleza, cuyo origen se remonta apenas al inicio de la revolución industrial,
en la mayor parte del mundo existen, de manera paralela, otras modalidades de
relación con la naturaleza que, originadas hace varios miles de años, se
79
encuentran aún presentes en el mundo contemporáneo. Estas modalidades de
articulación con la naturaleza de estirpe pre-moderna, o si se prefiere pre-
industrial, se encuentran embebidas en las más de 6,000 culturas no-
occidentales (los pueblos indígenas), que todavía existen al inicio del nuevo
milenio” (Toledo y Barrera-Bassols, 2008: 65)
De manera despectiva y simplista se ha generalizado la identificación de estas
formas precapitalistas como no modernas o premodernas, asociando este término
con lo atrasado, la superstición, la irracionalidad y la ineficiencia, cuando en realidad
han representado formas de organización social, económica y productiva
perfectamente funcional para la reproducción de la vida armónica y saludable de
individuos, familias y comunidades por miles de años, sustentadas en una
cosmovisión no antropocéntrica en la que la naturaleza y sus elementos son
valorados como entidades vivientes y acredoras de una relacxión horizontal de
respeto y agradecimiento.
De ahí el interés y la trascendencia de emprender procesos de descolonización o
decolonialidad, mediante la recuperación y reconstrucción prácticas y de una
epistemología propia, latinoamericana, una epistemología del sur diría Boaventura
de Sousa.
En este sentido cobra nueva relevancia y vigencia la filosofía de la praxis que apunta
a la superación de las visiones pragmático-utilitarias y antropocéntricas de la
realidad objetiva, particularmente de la materia y energía subyacentes en la
naturaleza vistas como meros recirsos y/o satisfactores, para construir una visión
crítica como componente de una praxis transformadora.
En contra del uso de insumos y combustibles fósiles, de los sistemas de
monocultivos en grandes plantaciones y del argumento de que es el incremento
poblacional lo que genera la presión sobre los ecosistemas, se configra y erige
vigorosamente el nuevo enfoque interdisciplinar de la economía ecológica, que bien
podría esgrimirse como soporte teórico conceptual de una praxis transformadora.
80
Podemos identificar una de las vetas antecedentes de la economía ecológica desde
la segunda mitad del siglo XIX, con los primeros aportes de Serguei Podolinsky
(1850 – 1891), quien en su artículo El trabajo humano y su relación con la
distribución de la energía (1883) y otros estudios, observó la economía como un
sistema de conversión de energía, enfoque desde el cual comparó la productividad
energética de distintos ecosistemas rurales, evaluando su eficiencia en términos de
la relación de insumo producto energético.
Desde entonces ya se empieza a cuestionar la pretendida eficiencia productiva del
sistema capitalista, hoy más que nunca sustentada en fuentes de energía fósil y uso
de agroquímicos, ambos altamente contaminantes y cuyos costos y efectos son total
o parcialmente externalizados.
Mientras que la economía convecional centra su atención en la producción de valor
y la finalidad de obtención de ganancia, operando bajo “patrones tecnológicos que
tienden a uniformar los cultivos y a reducir la biodiversidad” (Leff, 1986: 103),
alternativamente la economía ecológica trasciende esta visión y pone de relieve el
flujo de energías, y de frente a la noción de eficiencia productiva guiada por la
ganancia capitalista, plantea la noción de productividad ecotecnológica.
Se trata en parte de replantear los términos de la relación entre la sociedad y la
naturaleza, la cual en el contexto histórico actual ha sido sometida no a los fines
humanos en abstracto, sino a los fines del capital, es decir, no se trata solamente
del sometimiento del potencial natural a la producción de valores de uso, sino sobre
todo a la producción de valor y plusvalor, en última instancia a la valorización y
reproducción del capital, la cual implica no solamente la continua disposición de
factores y relaciones económicas, sino la generación continua y renovada de todo
un sistema de vida social, político, y cultural.
Trascender esta condición implica entones una transformación en los términos de
la relación entre sociedad y naturaleza, pero esa transformación necesariamente
pasa entonces por una transformación social, no como premisa o como requisito
previo, sino como proceso concomitante.
81
De acuerdo con Leff (1986) una estrategia productiva basada en el criterio de
productividad ecotecnológica implica una racionalidad ambiental, un manejo
integrado de recursos, así como la revalorización, rescate y mejora de un conjunto
de técnicas tradicionales, saberes prácticos y conocimientos científicos,
incorporando el potencial ecológico y cultural de diferentes formaciones sociales.
La visión de la economía ecológica contenida en el concepto de productividad
ecotecnológica, representa potencialmente la posibilidad de trascender hacia una
praxis social transformadora, partiendo de “la posibilidad de organizar un proceso
económico a partir del desarrollo de las fuerzas ecológicas, tecnológicas y sociales
de producción, que no esté sujeto a la lógica de economías concentradoras, de
poderes centralizado y de la maximización de ganancias de corto plazo, abriendo la
vía para un desarrollo igualitario, sustentable y sostenido”. (Leff, 1986:106)
Se trata entonces de una proyecto transformador cuyas estrategias implican la
articulación de tres niveles de productividad social; cultural, ecológico y tecnológico,
como “fuente generadora de recursos potenciales para un desarrollo sustentable y
sostenible” (Leff, 1986: 107)
Esta praxis transformadora comprendería no solamente nuevas técnicas y
procedimientos productivos, sino también la construcción de nuevos conceptos o la
transformación de alguos ya existentes.
El concepto de productividad ecotecnológica, por ejemplo, al imbricar las
dimensiones de ecología, economia y tecnología, implica un proceso de
reformulación conceptual, conprendiendo la producción de valores de uso, pero
también la formación de biomasa, transformación de cadenas tróficas, procesos
biotecnológicos y ecosistémicos, considerando no sólo la eficiencia económica
(producción de valores de uso y sobre todo la valorización del capital), sino también
la termodinámica.
Adicionalmente este concepto pretende contribuir a la construcción de una noción
de productividad cultural, no en términos de la mercantilización de los bienes y
procesos culturales, sino en la perspectiva de potenciar las prácticas tradicionales
82
en las que se desarrollan capacidades productivas asociadas con visiones, valores
y principios que rigen la relación de una comunidad con su entorno ecosistémico y
estrechamente vinculado con las necesidades y prácticas alimentarias de la
población.
Agroecología una alternativa alimentaria ecológica.
Aún en su etapa de rendimientos crecientes la llamada revolución verde arrojó un
saldo de más de mil millones de personas viviendo en condiciones de hambre e
insuficiencia alimentaria en todo el mundo. Actualmente, este modelo
agroproductivo muestra una inminente tendencia hacia tasas de rendimientos
decrecientes y de incremento de sus costos económicos y ambientales, por lo que
“no hay duda de que la humanidad necesita un paradigma alternativo de desarrollo
agrícola, uno que fomente una agricultura biodiversa, resiliente, sostenible y
socialmente justa” orientada a garantizar la seguridad y la soberanía alimentarias.
En esta perspectiva la agroecología viene ganando terreno de manera paulatina a
escala global. (Altieri y Nicholls, 2012: 69)
La agroecología se sustenta en gran variedad de estilos agrícolas ecológicos
desarrollados por al menos el 75% de los 1,5 millones de pequeños propietarios,
agricultores familiares e indígenas en 350 millones de pequeñas explotaciones que
representan no menos del 50% de la producción agrícola para el consumo interno
global y que cuenta con un largo antecedente histórico. Es producto del milenario
conocimiento campesino acumulado y transferido de manera transgeneracional. Se
caracteriza por la predominancia del trabajo vivo, mejoramiento progresivo y auto
abasto de semillas, uso de fertilizantes orgánicos, articulación con circuitos
económicos locales y diversificación de cultivos a pequeña escala que propician la
retroalimentación complementaria de nutrientes entre sí y de éstos con la tierra
agrícola (González de Molina, 1992; Gliessman et el., 2007; Guzmán y Mielgo,
2007; Sevilla, et al., 2010; Machín et al., 2010; Sánchez y Castro, 2011; Altieri y
Nicholls, 2012; Calle et al,. 2013; Sarandón y Flores, 2014)
83
La considerable contribución de esta agricultura campesina ha estimulado el interés
de un sector importante de la comunidad científica internacional, interesada en
impulsar formas agro-productivas orientadas a fortlecer la seguridad y soberanía
alimentaria de la población mundial reduciendo o eliminando las consecuencias
ambientales y el deterioro de ecosistemas, biodiversidad y el potencial productivo
de la tierra agrícola. En esta perspectiva la agroecología como ciencia aplicada
plantea los siguientes principios:
• Aumentar el reciclaje de biomasa, con miras a optimizar la descomposición
de materia orgánica y el ciclo de nutrientes a través del tiempo.
• Proveer las condiciones de suelo más favorables para el crecimiento vegetal,
en particular mediante el manejo de la materia orgánica y el mejoramiento de
la actividad biológica del suelo.
• Fortalecer el "sistema inmunológico" de los sistemas agrícolas, mejorando la
biodiversidad funcional (los enemigos naturales, antagonistas, etc.)
• Minimizar las pérdidas de energía, agua, nutrientes y recursos genéticos
mejorando la conservación y regeneración de suelos, recursos hídricos y la
diversidad biológica agrícola .
• Diversificar las especies y los recursos genéticos en el agroecosistema en el
tiempo y el espacio a nivel de campo y del paisaje.
• Aumentar las interacciones biológicas y las sinergias entre los componentes
de la biodiversidad agrícola, promoviendo procesos y servicios ecológicos
claves. (González de Molina, 1992; Gliessman et el., 2007; Guzmán y Mielgo,
2007; Sevilla, et al., 2010; Machín et al., 2010; Sánchez y Castro, 2011; Altieri
y Nicholls, 2012; Calle et al,. 2013; Sarandón y Flores, 2014)
La perspectiva sustentable de la agroecología es compatible y complementaria con
la cosmovisión de los pueblos americanos y particularmente con la perspectiva
femenina de la naturaleza como madre tierra.
84
La naturaleza como madre tierra, una perspectiva feminista.
Los primeros postulados del ecofeminismo surgen a partir de los trabajos de las
feministas francesa Françoise d’Eaubonne (1974) y Chiah Heller (1988) quienes
planteaban que el control masculino de la producción y de la sexualidad femenina
conlleva la doble crisis de la sobreproducción y la sobrepoblación, llamando a
eliminar el poder masculino-patriarcal para sustituirlo no por un poder femenino-
matriarcal, sino por una administración igualitaria tendienta a la construcción de un
planeta en género femenino. (Mellor, 2000)
En el ámbito comunitario las mujeres indígenas mexicanas han quedado
históricamente excluidas de los órganos de gobierno tanto formal-municipal como
consuetudinario-comunitarios, relegándolas a la participación en órganos e
instancias comunitarias relacionados con la educación, y la religiosidad,
consideradas convencionalmente como secundarios. Esta situación empieza a
revertirse en el contexto de algunas luchas como las de los zapatistas en Chiapas
y en Cherán, por sólo mencionar algunas d elas más difundidas (Araiza, 2004;
Millán, 2006; Padilla, 2918; V. Patiño, 2012; Calveiro, 2014; Gasparello, 2018;
Romero, et al., 2019)
Desde los lo movimientos indígenas latinoamericanos se ha venido revalorando los
fundamentos de una perspectiva feminista comunitaria que vincula la ecología con
el feminismo que comprende la reivindicación y la defensa del cuerpo-territorio y la
tierra territorio. Desde esta perspectiva las mujeres indígeas conciben y se conectan
con su territorio desde profundas relaciones culturales, sociales y espirituale,
asumiendo los valores y responsabilidades que las conectan con sus territorios
ancestrales (Busconi, 2018).
El ecofeminismo comunitario se plantea la recuperación y defensa histórica del
territorio-cuerpo-tierra que ha sido enagenado mediante la imposición de la
dominación y sometimiento de la vida a la lógica de la acumulación de capital-
riqueza-poder (Busconi, 2018; Tapia, 2013).
85
En este sentido la noción andina de Pachamama podría interpretarse como un
cosmos espacio-temporal complejamente interrelacionado que m muestra cómo en
estas cosmogonías indígenas la “naturaleza interconectada” es el todo de la
realidad, que en términos más o menos simplificados y universalmente codificables
podría expresarse como la Madre Tierra “que evoca dicha metáfora no es la de un
objeto aprovechable, sino la de un organismo vivo, una madre nutriente que pare,
cría y ampara a todos sus hijos, quienes indisolublemente se encuentran
hermanados en el lecho de su seno (…) a la cual se le respeta dado el hecho de
que provenimos de su cuerpo” (Giraldo, 2012).
Desde esta perspectiva la universal expresión de recursos naturales debería
cambiarse por la de sujetos naturales, a los que no se les puede aprehender desde
una simple cuantificación y a los que, por el contrario dse debe aproximar en tanto
sujetos de derechos (Giraldo, 2012; Boff, 2012)
Los discursos y las prácticas guiadas por la noción del progreso han llevado a las
modernas sociedades industriales mercantilizadas a atentar contra la vida misma,
ante lo que vienen recobrando vigencia y urgencia las cosmovisiones alternativas
como el ecofeminismo comunitario, que en la defensa del territorio-cuerpo y el
territorio tierra conllevan la defensa de la vida (Velázquez et al., 2019).
En este mismo contexto resulta pertinente y necesario un replanteamiento del
sentido mismo de la vida, o de lo que algnos autores denominan como la
reproducción ampliada de la vida (Coraggio, 2011; Hinkelammmert y Mora, 2013)
2.6 Una revisión crítica de los conceptos de economía, trabajo, mercado y dinero
El valor básico de la economía, en un régimen de Buen Vivir, es la solidaridad. Por
lo tanto, se busca una economía distinta a la actual, que se caracteriza por la
competencia individual, que anima a un canibalismo económico entre seres
humanos y que alimenta la especulación financiera (Acosta, 2010).
86
La posibilidad de pensar en otra sociedad pasa también por pensar otra economía,
en un proceso constructivo que implica simultáneamente la deconstrucción crítica
de la teoría convencional, clásica, liberal, neoclásica o neoliberal, como quiera que
se le identifique. Este proceso deconstructivo tiene sus primeros referentes
importantes desde finales del siglo XIX y ha cobrado fuerza con el transcurrir del
tiempo; autores como Marx con su obra El Capital (1867), Polanyi con La Gran
Transformación (1944), Godelier con sus aportaciones a la antropología económica
y más recientemente Hinkelammert y Mora, Max Neef, Coraggio, Razeto y muchos
más, dan cuenta de ello.
Igual que sus antecesores, estudiosos de la economía política, Marx se pregunta
sobre la naturaleza y origen de la riqueza social, particularmente del excedente y
las condiciones de su producción y distribución. En respuesta a ello desarrolla la
teoría del valor y la categoría de plusvalía, según las cuales la riqueza se presenta
en primer lugar como un cúmulo de mercancías, portadoras de valor de uso y valor,
cuya sustancia y origen es el trabajo humano, único capaz de producir excedente
de valor susceptible de ser enajenado (plusvalía) (Marx, 2007: TI, VI. Cap. I. y Cap.
V).
En el contexto capitalista y como resultado de la apropiación privada de los medios
de producción social y la mercantilización de la economía, el trabajo se coloca en
condición de ser enajenado y explotado, por lo que el sujeto del trabajo pierde el
control sobre su actividad, su tiempo de vida, su cuerpo y sobre el producto de su
trabajo (Marx, 2007, Cap. VI). Con ello, además de la pérdida de un grado
considerable de libertad en el trabajo, se pierde el nexo directo entre éste y la
satisfacción de las necesidades del sujeto trabajador, ahora este nexo es
intermediado y pasa primero por la condición de generar plusvalor (que habrá de
convertirse en ganancia del capitalista) y por la obtención de un salario
tentativamente equivalente al valor de su fuerza de trabajo, como único medio para
adquirir por vías mercantiles los bienes de subsistencia (Marx, 2007, TI. Sección
sexta, Cap. XVII).
87
Bajo el sistema asalariado el trabajo como actividad orientada a crear valores de
uso queda subsumido a la producción de valor-riqueza, susceptible de ser
enajenado y acumulado. Con ello el trabajo pasa de ser una expresión de la
creatividad, la libertad y la obtención de satisfacción integral del sujeto trabajador, a
convertirse en mecanismo de enajenación y explotación.
Por otro lado, la categoría de plusvalor hace referencia a las relaciones de
explotación a las que es sometido el trabajador asalariado por parte del capitalista.
Esta categoría corresponde al ámbito de la producción, mientras que la ganancia
hace referencia a relaciones de competencia entre capitalistas. La conversión de la
plusvalía en ganancia pasa necesariamente por la esfera de la circulación, en la
cual rigen las leyes del mercado, principalmente el principio de competencia (Marx,
2007: L. III, Secc. I. La transformación del plusvalor en ganancia). En el mercado
los productores capitalistas se enfrentan en una dinámica de competencia por la
apropiación del excedente producido socialmente (plusvalor), el principal sustento
de esta competitividad es la productividad, que significa producir más y/o mejor
producto con menos insumos y costos, o con la externalización de estos.
Bajo esta lógica la economía y la producción social en su conjunto quedan también
sujetas ya no a la satisfacción de las necesidades de todas las personas, las cuales
tienen límites claramente establecidos, sino a la condición de obtención de ganancia
privada y la acumulación de riqueza sin límites por parte del capital. La frenética
aprehensión por la acumulación/producción/explotación/competencia-
productividad/reducción y externalización de costos sin límites, impone a la
economía y a la sociedad en su conjunto una racionalidad completamente irracional,
que se expresa en el saqueo, degradación y destrucción de sistemas y formas de
vida sociales y naturales.
La ley del valor, desarrollada por Marx, muestra cómo la producción de riqueza
(valor como producto del trabajo social expropiado y acumulado) se convierte en el
elemento rector de la dinámica económica, marginando el sentido original de la
satisfacción de las necesidades de todos. Desde esta perspectiva la eficiencia
88
económica se orienta hacia la productividad que favorezca la extracción y
acumulación privada de valor (riqueza), y no a garantizar las condiciones de la vida
(Hinkelammert y Mora, 2013: 25).
La dinámica de la competencia, como principal ley del mercado capitalista, además
de resolver la apropiación de la ganancia, provoca la expulsión de los productores
“menos eficientes” del circuito económico capitalista, generando una tendencia
hacia la concentración de la economía y la producción social en pocas manos. Esta
concentración no se circunscribe solamente a la distribución de la riqueza, sino que
se hace extensiva al poder y control sobre la toma de decisiones económicas, pero
también políticas y hasta culturales. Este eficientismo racionalista ha desatado un
estado de guerra que conduce no solamente a la destructividad cada vez mayor de
lo ámbitos de la vida social y de la naturaleza, sino a una autodestructividad también
creciente que socava las propias condiciones de posibilidad de la vida humana,
natural y social (Hinkelammert y Mora, 2013: 12).
Alternativamente se trata de reformular radicalmente la economía, como una ciencia
de la reproducción o sustentabilidad de las condiciones materiales (biofísicas y
socio-institucionales) que hacen posible la vida personal, social y espiritual; esto es,
como una economía orientada hacia la reproducción de la vida o, resumidamente,
como una Economía para la vida (Hinkelammert y Mora, 2013: 13). Se trata, de
acuerdo con Hinkelammert y Mora, de trascender la racionalidad medio/fin
sujetándola a una racionalidad de integración en el circuito natural de la vida
humana a la que llaman, racionalidad reproductiva, que va más allá de la
racionalidad medio fin supeditándola a la relación posibilidad/necesidad.
La concepción de una nueva economía implica también replantear los conceptos y
funcionalidad del trabajo, del mercado y del dinero, poniéndolos en concordancia y
correspondencia con una racionalidad reproductiva de la vida. El trabajo debe
retomar su sentido natural como forma de desenvolvimiento creativo del ser
humano, orientado y delimitado por el propósito de satisfacer sus necesidades. En
este sentido el trabajo humano choca con el sentido del trabajo productivo
89
(mercantil) elaborado por la economía política clásica (trabajo asalariado, trabajo
productivo, trabajo productor de valor y plusvalor) (Hinkelammert y Mora, 2013: 45).
A la racionalidad acumulativa, depredadora de la economía capitalista la economía
para la vida antepone la reproducción (sustentabilidad) y el desarrollo
(emancipador) de la vida humana en sociedad a partir de la reproducción de las
condiciones materiales de la vida (ser humano y naturaleza) (Hinkelammert y Mora,
2013: 49), “nunca antes en la historia de la humanidad el principio de la ganancia
ha sido elevado a principio de organización de la vida económica" (Polanyi, 2007:
84).
La posibilidad de generación de excedentes en un sistema económico depende en
buena medida del desarrollo histórico de sus fuerzas productivas que redunda en
un incremento tendencial de la productividad, este es un proceso más o menos
concomitante a la evolución histórica de la sociedad humana. No obstante, bajo la
racionalidad y contexto histórico del sistema mundo capitalista se observa una
intensificación del diferencial desarrollo productivo entre naciones y dentro de ellas
entre clases y estratos sociales, junto con ello la propiedad privada de los medios
de producción social, propician que las ventajas derivadas de la productividad
(excedente) se distribuyan de manera desigual, tendiendo a la concentración de
riqueza y poder, transformándolas en un instrumento predominante de explotación,
especulación y saqueo.
Nos enfrentamos a la paradoja en la que la mayor productividad económica,
combinada con la premisa normativa de la propiedad privada de los medios de
producción social, características del capitalismo, lejos de representar un beneficio
para la humanidad se torna en su contra, como instrumento de apropiación-
concentración del excedente derivado de la creciente productividad, pero que
además redunda en la progresiva expulsión de actores del circuito económico,
contribuyendo al incremento de la pobreza.
Los esfuerzos de fortalecer las capacidades del Estado para implementar una mayor
regulación de la economía y una más equitativa distribución de la riqueza, el llamado
90
Estado benefactor, que cobraron fuerza particularmente durante la segunda
posguerra, si bien lograron atenuar ligeramente las tendencias de concentración de
la riqueza y extensión de la pobreza provocadas por la racionalidad capitalista,
fueron finalmente anulados con el advenimiento de una nueva envestida neoliberal
a inicios de los años 1980.
En términos generales, como lo muestra Thomas Piketty (2014) en su magnifica
obra, aunque las formas e intensidad de concentración de la riqueza varían en
diferentes etapas históricas del capitalismo, la tendencia a largo plazo se mantiene.
En el caso particular de México esta tendencia se observa claramente en la
regresiva evolución histórica del salario durante el periodo de 1970 a 2016, como
puede verse en la figura 1.
Figura 1 Evolución del salario mínimo en México (1970 – 2016)
Fuente: Banco de México con datos de CONASAMI, INEGI y CONEVAL.
Esta situación revela el alto y creciente índice de desempleo y la también creciente
91
precarización del trabajo, que en mucho obedecen a la estrategia de desarrollo y
las correspondientes políticas económicas que se implementan en México desde
los años 1980, en sintonía con la corriente neoliberal que desde entonces se impone
a escala global bajo el comando de las grandes y poderosas empresas y consorcios
transnacionales y sus centros de poder.
Redistribución de la riqueza y reproducción ampliada de la vida.
Una estrategia alternativa y sustentable de distribución y redistribución de la riqueza,
implica cambios profundos y cualitativos en los convencionales paradigmas del
desarrollo, ya que se ha demostrado la falsedad de que éste puede emanar como
resultado automático de la operación y las leyes del mercado y menos bajo la noción
de “goteo” (trickle down) que sostiene que se debe priorizar a los empresarios para
que inviertan y dinamicen la economía propiciando un beneficio generalizado
(Guillén, 2010).
Desde el Estado se debe incrementar significativamente la asignación de recursos
para la dotación de servicios básicos, subsidios y transferencias, mediante el
fortalecimiento de las finanzas públicas, implementando políticas fiscales
progresivas y buscando reducir los honerosos pagos por servicio de deuda externa
y otros gastos regresivos.
Pero no se trata sólo de redistribuir mediante asignación de fondos públicos para
los pobres, sino, sobre todo de fortalecer las capacidades productivas y económicas
de la economía popular, reorientándola en un sentido social-solidario centrado en la
reproducción ampliada de la vida. Se trata de reincorporar y rehabilitar de una gran
cantidad de actores y recursos socio-productivos que han sido excluidos por no
ostentar el nivel de competitividad exigido por el mercado convencional.
Un proceso interesante se gesta en América Latina ante los efectos
socioambientales debastadores de las últimas más de tres décadas de estrategias
neoliberales que han incrementado y profundizado la pobreza y propiciado una
debstación y degradación ambiental extrema (Guillén, 2010 y Barkin 1998)
92
Se trata de invertir los supuestos implícitos en el concepto de capital humano, según
los cuales se debe invertir en el bienestar y las capacidades de las personas para
apuntalar la productividad en la economía, por el contrario la finalidad de ésta última
debe estar orientada al bienestar humano.
Tampoco se trata de esperar a la fortuita restauración del llamado Estado
benefactor, se trata que desde el interior de las naciones los sectores populares se
fortalezcan mediante la participación y la organización para cambiar la correlación
de fuerzas políticas y reorientar las políticas y estrategias sociales y económicas,
mientras que en la escala internacional propiciar un alianza de las economías
periféricas bajo criterios progresistas y solidarios de cooperación estratégica para
enfrentar el dominio y saqueo por parte de las grandes potencias y empresas
transnacionales.
Esto podía lograrse impulsando una serie de medidas entre las que se destacan las
siguientes a modo de ejemplo:
• El fortalecimiento de las micro y pequeñas unidades económicas.
• La conformación de circuitos económicos cooperativos y solidarios a escala
local.
• La protección y regulación del aprovechamiento sustentable de los recursos
naturales y estratégicos nacionales.
• Una reforma fiscal orientada a la redistribución progresiva de la riqueza.
• La dotación de mayores márgenes de autogestión a las comunidades y
gobiernos locales oara una mayor protección y mejor aprovechamiento de
sus recursos.
• Impulso de sistemas de diseño institucional comunitario para el manejo
colectivo y sustentable de sus recursos comunes.
• La implementación de un sistema efectivo de contraloría social para el
manejo transparente y eficaz de los recursos públicos.
• La reestructuración de la administración pública para hacerla menos onerosa
y más eficiente.
93
• El incremento en la dotación de recursos para mejorar en cantidad y calidad
los servicios públicos como salud y educación.
Estas constituyen algunas de las muchas medidas que puedrían orientar la
distribución de la riqueza y los excedentes sociales de manera más racional y
equitativa.
Hacia una reproducción ampliada de la vida.
A final de cuentas se trataría de fortalecer las condiciones para apoyar la realización
de una reproducción apliada de la vida, noción que ha surgido a partir del estudio y
análisis de los emergentes movimientos de economía solidaria, particularmente en
América Latina en los que la participación de las mujeres ha sido relevante, a pesar
de lo cual no se han incorporado de manera clara y suficiente los aportes y enfoques
de la economía feminista (Cendejas, 2017).
Se trataría de revertir la tradicional y nociva separación entre el trabajo productivo y
el trabajo reproductivo al momento de abordar el análisis económico, que suele dar
por hecho o, peor aún, legitimar que el trabajo productivo corresponde a la
economía remunerada y al ámbito masculino, mientras que el trabajo reproductivo
es visto como algo colateral, propio de las mujeres, perteneciente al ámbito de lo
privado y, por tanto, no acreditado para ser directamente remunerado.
Una perspectiva alternativa no tendría que limitarse a asignar una remuneración al
trabajo reproductivo, no basta tampoco con reconocerlo e integrarlo cabalmente al
circuito de la economía formal, sino que en el fondo un cambio de paradigma debe
partir empezar por el reconocimiento de la trascendencia del trabajo reproductivo
no como simple trabajo doméstico ni sólo como reproducción de la fuerza de trabajo,
sino aceptar que el trabajo reprodctivo es la base de la existencia tanto individual
como social, ya que implica la reproducción no sólo biológica y vital, sino cultural y
social y constituye la base de todo el entramado social.
La reproducción ampliada de la vida implica en primer instancia la posibilidad de
llevar a cabo un proyecto de vida a largo plazo, pasando por la formación de una
familia que incluye la crianza y formación de los hijos para que estos a su vez
94
puedan realizar su propio proyecto de vida. En segunda instancia la reproducción
ampliada de la vida implica la formación de comunidad, de vida en común de
identidad de sentido de pertenencia, de cooperación y solidaridad. En tercera
instancia, implica la construcción de sociedad como proyecto histórico sustentado
en una visión civilizatoria alternativa, libre de explotación y dominio político,
económico, cultural, de género y de cualquier tipo.
Se trata de propiciar una sociedad en la que el trabajo recupere su condición de
aporte y libre expresión de la creatividad de las personas y no un medio de
explotación y enajenación. En términos socioeco-sistémicos estaríamos hablando
también del replanteamiento de la visión de la naturaleza y la relación de la sociedad
con ella , rompiendo con las nociones antropocentristas y utilitarias según las cuales
la especie humana es superior y todo lo que existe en su entorno es para su
usufructo y satisfacción, retomando cosmovisiones como la andina y las
mesoamericanas en las que se reconoce una dimensión espiritual a toda forma de
vida con derechos y las que se les debe respeto y gratitud (Leff, 1986 7 1994;
Martínez Alier, 1992 y 2004; Corasggio, 1995 y 1997; Barkin, 1998; Sarria y Tiriba,
2003; Federici, 2004; Hinkelammert y Mora, 2013; Martínez Luna, 2013, 2015 y
2017; Gutiérrez, 2015; Cendejas, 2017; Gago, Cielo y Gachet, 2018, Suárez, 2019).
El mercado en el marco capitalista.
Asumiendo el trabajo y la economía como actividades humanas intrínsecamente
sociales, su estudio ineludiblemente debe incorporar aspectos como la coordinación
de los trabajos de los diferentes integrantes de la sociedad, la división social del
trabajo, la distribución del producto y el intercambio, lo que nos lleva directamente
al mercado.
En la búsqueda que el pensamiento económico emprende desde el siglo XVIII por
encontrar el mecanismo que permite mantener un orden y coordinación adecuada
del trabajo de todos los miembros de la sociedad, Adam Smith (1958) considera que
este orden es la “mano invisible”, que opera a través del mercado. El Mercado es
95
concebido por este pensador como síntesis y producto supremo de la evolución
social, cuya acción supuestamente eximiría al ser humano de toda responsabilidad
ya que puede garantizar que todos sus actos basados en cálculos egoístas al final
de cuentas terminarán desembocando en el bienestar común (Hinkelammert y
Mora, 2013: 236).
Adam Smith asocia el surgimiento y evolución del mercado con el crecimiento en
tamaño y complejidad de la producción y la economía que propicia el surgimiento y
crecimiento de la división social del trabajo y de las dinámicas de intercambio. En
los primeros seis capítulos de su Investigación sobre la naturaleza y causa de la
riqueza de las naciones, publicado en 1776, Adam Smith expresa la relevancia que
desde su punto de vista tiene el mercado dentro de la dinámica de la economía. En
síntesis, este autor asocia al mercado con las siguientes propiedades y funciones:
• Los mercados son vistos como factor a la vez que como producto de la división del trabajo, la especialización, la productividad, el progreso económico y la riqueza.
• El mercado funciona como regulador de la dinámica económica (mano invisible), manteniendo las fluctuaciones productivas dentro de un cierto margen, propendiendo constantemente al equilibrio.
• Como eficiente asignador de recursos que premia la productividad y castiga la improductividad.
• Como promotor del desarrollo y bienestar general, permitiendo a la población acceder a bienes más baratos y de mejor calidad.
En contraste con la visión apologética de Adam Smith sobre el mercado capitalista,
Marx (2007) y Polanyi (2007) aportan una visión crítica, en la medida en que además
de evidenciar una asimetría estructural en las relaciones de intercambio, la
racionalidad del mercado propicia una dinámica de competencia productivista que
genera una creciente concentración de la riqueza, del control sobre las fuerzas
productivas y con ello de poder económico, político y cultural, que desemboca en
una creciente desigualdad social.
Estos autores identifican las siguientes funciones y propiedades del mercado
capitalista:
96
• El mercado se impone como medio predominante para acceder a los bienes de subsistencia.
• El mercado se erige como principal medio de suministro de mercancías para la producción capitalista, incluidos el dinero, la tierra y la fuerza de trabajo.
• El mercado es el medio a través del cual se realiza la conversión del producto de valor y plusvalor de su forma mercantil (mercancías), generado en la unidad productiva capitalista, a su forma pura o autónoma de valor (dinero), que permite llevar a su culminación el proceso de valorización y apropiación del excedente social.
• El mercado se constituye como arena de la competencia productivista inter-capitalista por la apropiación del excedente social, mediante el cual las unidades capitalistas menos productivas son eliminadas del circuito económico, y con ellas quedan obsoletos grandes acervos de medios productivos y trabajadores, propiciando una creciente concentración de la riqueza y del control sobre los medios de producción social y sobre la economía en su conjunto.
El mercado en el contexto capitalista se constituye como el monopolio de la
distribución de los recursos económicos, lo que significa que el conjunto de actores
económicos debe recurrir necesariamente a esta instancia para acceder a los
bienes que necesiten. Esta exclusividad de la vía mercantil para acceder a bienes
de subsistencia, propicia que aquellos que no tienen dinero como compradores, o
cierto nivel de competitividad como productores, queden excluidos y marginados del
circuito económico “formal”.
Aunque Marx recurre aleatoriamente al análisis del mercado, a lo largo se su obra,
particularmente el abordaje que realiza en el tercer tomo como ámbito clave en el
que se verifica la competencia capitalista por la apropiación de la ganancia es
revelador de la escencia de este sistema económico, pero sobre todo del importante
papel que juega el mercado en el funcionamiento y comprensión de la lógica
destructiva y excluyente intrínseca a la economía capitalista. (Polanyi, 2007)
Además, la competencia productivista que rige al mercado propicia la obsolescencia
tecnológica de gran cantidad de medios productivos que bajo una lógica de
reproducción de la vida siguen siendo perfectamente viables. Esta misma dinámica
tecnológica productivista alentada por el principio de competencia mercantil explica
también los crecientes fenómenos de desempleo.
97
Este creciente posicionamiento del mercado propicia que las relaciones sociales
quienes se vean encasilladas en el interior del sistema económico. La importancia
vital del factor económico para la existencia de la sociedad excluye cualquier otro
tipo de relación, pues, una vez que el sistema económico se organiza en
instituciones separadas, fundadas sobre móviles determinados y dotadas de un
estatuto especial, la sociedad se ve obligada a adoptar una determinada forma que
permita funcionar a ese sistema siguiendo sus propias leyes. (Polanyi, 2007)
Más allá de lo puramente económico, el mercado en la actualidad amenaza con
gobernar el conjunto de la dinámica social, no vivimos sólo en una economía de
mercado o en una economía mercantilizada, sino en una sociedad de mercado o
sociedad mercantilizada “Una economía de mercado supone todos los elementos
de la industria —trabajo, tierra y dinero— aglutinados. Considerando que incluir al
trabajo y a la tierra entre los mecanismos del mercado supone subordinar a las leyes
del mercado la sustancia misma de la sociedad” (Polanyi, 2007: 126).
De esta manera actividades como la educación y la salud públicas, los cuidados
personales, entre otras, muestran crecientes procesos de mercantilización (con la
consecuente dinámica de exclusión) que propiciaría que el acceso a estos bienes y
servicios sea posible para todos, siempre y cuando tengan suficiente dinero para
pagarlos.
Los mercados en las sociedades precapitalistas
La creciente mercantilización de la economía contituye una de las bases históricas
que propicia y permite el surgimiento del capitalismo, que al establecerse como
sistema predominante, eleva al mercado a una condición de entidad autorregulada
y, más aún, en el regulador preponderante de la vida económica y social. Pero esto
no siempre fue así, en las sociedades anteriores al siglo XIX la economía se hallaba
subordinada a relaciones sociales más amplias, lo que revela que el sistema
económico no tiene una existencia autónoma, sino que se encuentra determinado
por estructuras, comportamientos y motivaciones no económicos. “Las formas de
integración social que dominan en estas circunstancias (dominantes en tanto son
98
las que rigen la asignación de los factores de producción, en especial la tierra y el
trabajo) no son el mercado autorregulado, sino la reciprocidad o la redistribución”.
(Colombo 2009)
El comercio y los mercados tienen un origen histórico de larga data, en la que
destacan las grandes expediciones marítimas realizadas por fenicios y griegos, y su
desarrollo al amparo de las crecientes incursiones militares y la consecuente
expansión territorial. Durante los primeros 1500 años de nuestra era la actividad
comercial y la expansión de los mercados muestran una dinámica aleatoria de
altibajos, esto último en particular en la llamada edad media europea en la que las
formas de vida muestran un relativo enclaustramiento territorial y económico.
Suele aceptarse que desde el año 500 hasta el 1150 de nuestra era buena parte del
mundo estaba inmerso en economías de consumo agrícola directo o autosificiencia,
en la que la mayor parte de la gente producía su propia comida, pero también se
ofrecía suministro por medio del trueque a la población no agrícola, pero
aproximadamente desde principios del siglo XII buena parte de la economía mundial
transita a una etapa de consumo agrícola indirecto, como una expresión de múltiples
cambios que alentaron en paulatino incremento de las economías mercantiles
(Wallerstein, 1979)
No obstante los mercados y el comercio nunca desaparecieron del todo, pero sí se
transforman y se diversifican, de modo que ya para el siglo XII se pueden diferenciar
claramente al menos dos grandes tendencias; por un lado el comercio a larga
distancia que se establecía sobre todo entre ciudades en el que predominaba el
intercambio de productos de alto valor accesibles a las clases pribilegiadas y cuyo
transporte era predominantemente marino; por otro lado estaba el comercio local de
productos principalmente agroalimentarios y en general de consumo básico,
transportados a corta distancia por tierra y en el que la participación de campesinos
es predominante pero no exclusiva (Wallerstein, 1979).
Contrario a lo que pudiera creerse, las economías campesinas no estaban
orientadas exclusivamente hacia su propia subsistencia sino también de manera
99
importante hacia el mercado, lo que no significa que deban considerarse como
formas económicas capitalistas. (Wallerstein, 1979)
A partir del siglo XVI, los mercados fueron a la vez numerosos e importantes. Se
convirtieron en una de las principales preocupaciones del Estado en el ámbito
mercantil, por lo que no existía el menor signo que anunciase entonces la ingerencia
creciente y dominante de los mercados sobre la sociedad humana. Más bien, al
contrario, la reglamentación y el ordenancismo eran más estrictos que nunca, por lo
que no existía ni tan siquiera la idea de un mercado autorregulador. (Polanyi, 2007:
101).
Esta distinción entre el comercio y los mercados de larga distancia de artículos de
alto costo accesibles sólo a las clases medias altas y altas urbanas y los mercados
locales de corta distancia, resulta importante para entender el importante vínculo
recíproco que existe entre la producción, el comercio, los mercados y el transporte.
Ya que solamente en la medida en la tecnología permitío abaratar el transporte
terrestre a gran escala (mediante el ferrocarril, por ejemplo) se pudo verificar el
crecimiento explosivo del comercio y los mercados de productos de consumo
masivo a larga distancia y con ello una paulatina integración y sincronización de los
mercados a mayor escala territorial. Un mayor acceso a productos básicos propició
un enorme incremento en su consumo, alentando con ello al desarrollo de los
sistemas de producción masiva.
Pero los mercados locales campesinos que operan desde muchos siglos antes de
la emergencia del capitalismo, muestran una clara diferencia en la racionalidad
operativa respecto a lo que es propiamente el mercado capitalista.
Los mercados aldeanos tardomedievales considerablemente desarrollados
presentan ya una fuerte incidencia de elementos políticos e institucionales que
determinan su dinámica global. El alto grado de monetización que muestran los
intercambios corrobora su relativo nivel de desarrollo. La importancia que tienen los
impuestos a la circulación complementa esta imagen de un mercado relativamente
desarrollado (Colombo, 2005 y 2010).
100
En este contexto los mecanismos mercantiles tienen una gran importancia en la
reproducción de la economía campesina sujeta al dominio feudal, ya que, no sólo la
gran mayde los tributos feudales, sino también la casi totalidad de los derechos y
multas concejiles se cobraban en dinero.
Actualmente existen dos perspectivas de análisis más o menos diferenciadas sobre
los mercados precapitalistas, por un lado se ubica un enfoque que puede calificarse
como antropológico, desde el cual los intercambios son interpretados en términos
de los conceptos de reciprocidad y redistribución. Esta concepción retoma los
planteos de Polanyi y Malinowski, para quienes “la única finalidad del intercambio
es estrechar la red de relaciones al reforzarse los lazos de reciprocidad (Colombo,
2005 y 2010).
La reciprocidad propia de las comunidades campesinas de base, moldeó
profundamente la lógica de los intercambios. En este marco, las transacciones,
aunque se realicen con dinero, "no comportan ni una centralización ni una
mercantilización creciente de las relaciones sociales", es decir, no expresan el
avance de los mecanismos de mercado sino que encubren una racionalidad
comunitaria no mercantil, lo que no significa que el intercambio y los mercados
fueran un fenómeno ajeno a la vida comunitaria,11 El acceso a valores de uso por
medio del intercambio parece parte constitutiva de la economía doméstica de la
comunidad.
Por otro lado se encuentran los enfoques que dan prioridad al contenido
específicamente económico de los intercambios y los mercados, destacando que ya
desde entonces contribuían de manera importante en la conformación de un sistema
de precios a escalas regionales.
11Sesugiereentenderlaexpresióndeunarealidadcomunitarianomercantilnocomoel hecho de que no existieran intercambios regulares y unmercado comunitario ointercomunitario, sino que éste no funcionaba como entidad reguladora de la vidacomunitaria en su conjunto, sino por el contrario, se encontraba regulado por lacomunidad.
101
Esta dicotomía a veces contrapuesta entre la perspectiva antropológica
(reciprocidad y redistribución) y la dimensión económica (sistema de precios,oferta,
demanda, dinero) muestra la complejidad del análisis del fenómeno de los
intercambios y los mercados precapitalistas.
Si bien se puede abordar el análisis del mercado en la economía feudal desde los
conceptos que brinda la antropología, otras perspectivas parecen mostrar que los
mercados medievales presentan ya algunas características estructurales y
dinámicas de funcionamiento similares a las del mercado moderno.
Sin desconocer que la reciprocidad y la redistribución existan como mecanismos de
circulación de bienes, el problema radica en analizar las características específicas
de las relaciones mercantiles en su contexto, antes que negarles tal carácter por el
hecho innegable de que no responden al modelo de mercado “puro”.
Uno de los criterios que suele tomarse para identificar y diferenciar a los mercados
antiguos respecto a los mercados modernos es la incidencia y apego de estos a un
contexto en donde el equilibrio de la oferta y la demanda sirven como primera y
última explicación de la lógica de las transacciones.
En esta investigación el tema se aborda desde una perspectiva relativamente
distinta, acorde con los enfoques de Marx y Polanyi, que hacen referencia más
específica al mercado propiamente capitalista como punto de inflexión o línea de
diferenciación entre los mercados antiguos y los actuales. Desde esta perspectiva
si bien no se desestima la importancia de la formación de un sistema de precios
como rasgo distintivo del mercado capitalista, el enfoque central se pone en otros
aspectos que serían considerados como los más característicos y esenciales del
mercado y del modo de producción capitalista, estos rasgos son:
• El mercado y los intercambios mercantiles se impone como mecanismo
predominante para la distribución y adquisición de bienes, incluidos el dinero,
la fuerza de trabajo y la tierra.
102
• El mercado funciona se coloca como ámbito de la competencia capitalista
por la apropiación privada de la ganancia, como forma específica del
excedente producido socialmente.
• El mercado se “autonomiza” de la institucionalidad social, es decir se
autorregula, y más aún, tiende a imponerse como regulador de la dinámica
económica e incluso social en su conjunto.
De forma ilustrativa se presenta a continuación un cuadro comparativo de las
principales diferencias entre los mercados capitalistas y los precapitalistas:
Tabla 3
Contrastes entre mercado capitalista y mercado precapitalista12
Mercado capitalista Mercado precapitalista Es un producto exclusivamente capitalista, subordinado y coadyuvante de la racionalidad económica de este sistema.
Son producto de una gradual y prolongada evolución histórica.
El mercado se erige como entidad omnipresente y omnipotente, autorregulada y reguladora de la dinámica económica y progresivamente de más expresiones de la vida social.
El mercado se incerta como un ámbito más de la dinámica y la estructura socio-cultural y se encuentra regulado por ésta.
Mecanismo generalizado predominante para acceder a bienes y servicios.
Mecanismo complementario para obtener bienes y servicios.
Predominan los productos industrializados.
Predominan los productos agroalimentarios y artesanales para consumo doméstico.
La mercantilización de la tierra, el dinero y la fuerza de trabajo constituyen una base indispensable para el funcionamiento del sistema.
La mercantilización de la tierra, el dinero y el trabajo son marginales.
La norma suprema del mercado es la competencia entre productores orientada a la mayor apropiación privada posible de la riqueza y el excedente socialmente producido.
El propósito básico del mercado es la complementariedad entre productores.
12Es importante aclarar que se presentan aquí extremos de contraste, no siempre excluyentes y que en la realidad la mayoría de los mercados no se presentan de manera pura en uno de los dos extremos, sino que revelan una combinación de ambos, tendiendo más hacia uno o a otro.
103
La escala del mercado tiende hacia la globalidad.
Predominan los mercados locales y regionales.
Los actores son diversos pero opera bajo una asimetría extrema, en la que predominan los consorcios monopólicos globales.
Existe un margen de asimetría relativamente bajo.
Su racionalidad competitiva provoca una intrínseca dinámica de contínua y creciente exclusión de actores económicos y de concentración de poder económico, político y cultural.
Su racionalidad complementaria favorece las dinámicas de reproducción de la vida y la corresponsabilidad entre productores y consumidores.
Se observa un mayor control y manipulación especulativa por parte de los grandes consorcios. Que suelen distorcionar la “libre” formación y funcionamiento de los sistemas de precios.
Existe un peso relativamente simétrico de los actores en el mercado.
Predomina la tendencia a la concentración de los roles de producción en un sector cada vez más reducido y la creciente socialización del rol de consumidores.
Se observa una mayor presencia de catores con el doble rol de productores y consumidores (prosumidores).
Predominan las unidades productivas y económicas industriales capitalistas, con alta composición orgánica de capital.
Predominan las unidades productivas domésticas-artesanales, populares y campesinas, cuyo principal recurso es el trabajo propio.
Se asumen como criterios reguladores estandarizados, la ley del valor y la existencia de un sistema de precios que garantice la equivalencia en los intercambios
Los términos del intercambio pueden tomar como referencia la cantidad de trabajo y un sistema de precios existente, pero no como criterio único ni predominante. Más que el apego una “equivalencia estandarizada”, los intercambios se rigen por la mutua satisfacción de los participantes y la adopción de valores culturales comunitarios compartidos.
Se observa una regulación más estricta y estandarizada respecto a los términos, mecanismos y unidades de medición de cantidades y volúmenes de los productos de intercambio.
Se observa una relativa flexibilidad y variación respecto a las medidas de cantidades y volúmenes de los productos de intercambio.
Ante el establecimiento de parámetros fijos se reduce el margen de negociación y regateo.
Se observa una mayor incidencia y peso de las prácticas de regateo en los actos y términos del intercambio.
104
Predomina el carácter netamente económico del mercado.
El mercado com ámbito relacional trasciende lo puramente económico, incluyendo procesos de intercambio cultural y formación de lazos sociales y de identidades..
Predominanlas transacciones de tipo monetario.
Se observa una mayor diversidad de transacciones no monetarias.
Predomina la presencia y cultura masculina.
Se observa una mayor participación y peso relativos de mujeres.
Una perspectiva crítica adicional a los enfoques convencionales del mercado y
algunos elementos para pensar en una economía y mercados alternativos los aporta
Franz Hinkelammert, quien identifica que en discursos convencionales más
contemporáneos se asume que el mercado surge como resultado del crecimiento y
la mayor complejidad de la economía y de la división social del trabajo, que hacen
imposible un conocimiento preciso del conjunto de las acciones que le dan vida.
Asimismo, no permiten una coordinación directa, única y centralizada, por lo que
alternativa y paulatinamente, el mercado va asumiendo de manera indirecta las
funciones de coordinación (Hinkelammert y Mora, 2013: 417).
Pero no por ser una alternativa a las limitaciones de conocimiento, el mercado
constituye un proveedor o generador de información o conocimiento, ciertamente el
mercado indica cuando se cierran ciertas “oportunidades de negocios” y, por
consiguiente, el mercado es un sistema de relaciones ex post. Para que fuese un
sistema de información, como lo afirma Hayek, tendría que dar indicaciones ex ante,
lo que ningún mercado es capaz de hacer y ningún “estudio de mercado” puede
asegurar, de ahí la imposibilidad del equilibrio (Hinkelammert y Mora, 2013: 418).
Mientras que la regulación a posteriori de la acción económica individual se
reconoce como una limitación de origen del capitalismo, tanto el socialismo
mediante la planificación central como el actual capitalismo mediante el mercado
total, pretenden proporcionar una regulación y una coordinación a priori, pero el
mercado total tanto como el plan único central, constituyen una ilusión
(Hinkelammert y Mora, 2013: 256).
105
Por ello, la alternativa no consiste en buscar una libertad a priori, que permita abolir
las leyes impuestas por el mercado, sino en disolver, en el contexto de una tensión
constante, sus fuerzas compulsivas mediante la acción asociativa y solidaria. Se
trata no de abolir, sino de ordenar las relaciones mercantiles y al mercado, de una
forma tal que el ser humano y la naturaleza puedan vivir con ellas (Hinkelammert y
Mora, 2013: 257).
El abordaje del tema de la coordinación social de la economía debe tomar en cuenta
que la relación fundamental en este análisis no es la que se da entre
Estado/mercado, o Planificación/autonomía empresarial, sino, básicamente, una
relación entre el Sujeto y las institucionalidades del mercado y del Estado
(Hinkelammert y Mora, 2013: 427).
En esta perspectiva adquiere relevancia la existencia de una serie de mercados
tanto tradicionales como alternativos o emergentes que funcionan bajo reglas y
normas operativas distintas a las del mercado capitalista, en muchos casos
retomando o manteniendo una línea de continuidad con los mercados
precapitalstas. El MCP representa un ejemplo de ello. De la forma en que funcionan
estos mercados se pueden extraer una serie de claves sobre lo que es factible y
conveniente y lo que no lo es, esto desde la perspectiva de una economía basada
en principios solidarios y orientada por una racionalidad reproductiva de la vida.
El dinero
El análisis del mercado como entidad económica ineludiblemente nos remite a otro
componente de la economía mercantil capitalista, el dinero. En principio se asume
que el dinero es importante en una economía altamente mercantilizada, pues
proporciona funciones como medida de valor y medio de circulación, facilitando y
agilizando el enorme flujo de intercambios propios de una economía compleja.
Pero el dinero no constituye una entidad autómata, superpuesta sobre la sociedad,
ni tiene vida propia, solo funciona en tanto forma parte de una institucionalidad
socio-histórica específica, por lo que el análisis de sus ventajas y desventajas no se
106
resuelve a partir de sí mismo, sino como expresión del contexto socio-institucional
del que emana y en el que opera.
Por principio de cuentas cabe aclarar que la existencia y uso del dinero es
históricamente muy anterior a la aparición del capitalismo y más aún a su devenir
como sistema mundialmente predominante. Desde la época antigua los fenicios, los
griegos y los romanos contaban con sistemas monetarios altamente desarrollados,
en contraste con numerosas regiones de Europa y el mundo en las que no existían
o eran incipientes (Vilar, 1974). De elllo se desprende lógicamente que el dinero no
es por sí mismo capital, no lo fue por un largo periodo histórico, pero incluso en la
actualidad no todo el dinero que circula funciona como capital.
Con respecto al origen del dinero, Marx aporta un análisis profundo de las formas
de valor (2007, Tomo I, Vol. I, Libro primero, sección primera, capítulo I. 3-D) del
cual deriva la forma dinero, pero la secuencia presentada en este contexto no hace
referencia a un proceso histórico concreto, sino a una secuencia lógica en un plano
teórico, posteriormente lo retoma como parte del análisis de la circulación de
mercancías en el que destaca sus funciones principales en cuanto dinero, en el
contexto de una economía mercantil.
En este primer análisis el autor muestra las funciones el dinero como equivalente
general, como medio de circulación y de pago, como medida y expresión de valor,
de ahí su potencial como instrumento de atesoramiento y acumulación (Marx, 2007,
T.I. Vol. I Libro primero capítulo III).
Para esclarecer cómo es que el dinero se transforma en capital, en el capítulo IV,
segunda sección del Libro primero de El Capital, Marx expone un primer indicio de
los factores que intervienen en la transformación del dinero en capital, identificando
que la clave consiste en la forma en que se da su circulación, dentro de la cual el
elemento desicivo radica en la compra-venta-explotación de la fuerza de trabajo,
orientada a la obtención de plusvalía, dinámica que se erige como eje rector de la
producción, de la economía y de la sociedad capitalista.
107
Para mostrar de manera más detallada el proceso de transformación del dinero en
capital, Marx analiza la circulación del capital en el segundo tomo de su obra,
estableceiendo con mayor claridad y precisión lo que esencialmente convierte al
dinero en capital, esto es su participación directa o indirecta en los procesos de
valorización-acumulación, los cuales están sustentados en la propiedad privada de
los medios de producción social y en el sistema de trabajo asalariado.
De acuerdo con este autor, el dinero al participar de manera directa en los procesos
de valorización adopta la forma social de capital industrial representado en la cásica
fórmula marxista D - M… p … M’ – D’, en la que el dinero aparece primero como
capital que habrá de valorizarse (D), en la medida en que continúa en la secuencia
indicada por la fórmula, para reaparecer posteriormente como capital que ya ha sido
valorizado (D’) (Marx, 2007, Tomo II, Libro segundo, sección primera, capítulo I, El
ciclo del capital dinerario). Pero también el dinero se transforma en capital al
participar de manera indirecta en el proceso de valorización bajo la forma de capital
de crédito (Marx, 2007, Tomo III, Libro tercero, sección quinta, El capital que
devenga interés).
De esta manera, el dinero circulante que se no encuentra incerto en un proceso de
valorización en sentido estricto no debe considerarse como capital, no obstante, el
dinero en tanto fenómeno no únicamente económico, sino socio-cultural contiene
un carácter simbólico dando la apariencia de tener vida propia y colocarse por
encima de la voluntad humana y de la institucionalidad social, erigiéndose como
símbolo de poder no sólo económico, sino político y cultural.
El dinero aparece entonces como un fetiche que, en tanto símbolo e instrumento de
poder, todos quieren o deben poseer, y su apropiación se convierte en un objeto de
competencia, tensión y disputa. Esto es así porque se suele atribuir al dinero una
doble propiedad; por un lado como elemento de riqueza en la medida en que
posibilita la adquisición de cualquier bien mercantil y, por otro lado, como poseedor
de una mágica fertilidad que le permite “hacer más dinero”.
108
En la economía capitalista, altamente mercantilizada, los agentes económicos que
no son capaces de convertir sus medios, capacidades y productos de trabajo en
dinero, pierden la posibilidad de acceder a otros bienes de consumo, que son
necesarios para la reproducción de sus vidas, por lo que el dinero es impuesto como
recurso indispensable y omnipotente para la economía y para la vida.
Sin embargo, así como los efectos negativos del mercado capitalista no llevan
automáticamente a considerar su eliminación como alternativa única e ineludible,
de la misma forma la nociva evolución histórica del dinero como símbolo y
mecanismo de poder destructivo, no debe llevar tampoco a la conclusión de su
necesaria eliminación como instrumento económico. Se trataría entonces de
recuperar sus funciones básicas y regular su uso para evitar su conversión en
instrumento de poder, de especulación y de explotación.
Existen una importante acervo de experiencia del uso del dinero en contextos
históticos precapitalistas, así como una gran cantidad de experiencias de
subsistemas económicos alternativos, en los que se ha intentado utilizarlo bajo
esquemas regulados con base en principios de equidad, complementariedad,
reciprocidad y solidaridad.
El dinero en contextos precapitalistas
Tanto Marx (2007, Tomo I, Vol. I, Libro primero, sección primera, capítulo I. 3-D)
como Adam Simith (1958, capítulo IV) aportan un análisis similar al realizado por
Marx (aunque con resultados claramente distintos) acerca de la secuencia lógica de
la evolución del dinero, pero ninguno de los dos pretende aportar un relato sobre el
origen y secuencia histórica concreta del dinero. De manera similar, autores como
Ferguson (2009), Caligaris (2017) Weatherford (1997) Vilar (1974) Weber (1942)
identifican el origen del dinero a partir de la selección convencional de ciertas
mercancías dotadas de equivalencia general, como bajo la forma de promesas de
pago, que no necesariamente se expresan en mercancías reales y comunes.
Según Weber (1942) el dinero tiene dos funciones básicas, como medio general
decambio y como medio legal de pago, siendo esta última la forma original y más
109
antigua, “incluso en una ciudad como Cártago y en el imperio persa, la acuñación
de moneda se hacía exclusivamente como medio de pago de carácter militar y no
como emdio de intercambio. Otra función que actualmente es menos característica
del dinero, pero que perduró durante largos períodos de la historia, es la de medio
de atesoramiento, por razones de prestigio y basado en su capacidad de
conservación.
Pero más que pretender un rastreo empírico sobre la aparición y primeras etapas
de evolución del dinero, lo que resulta preponderante analizar son los contextos
socio-históricos en el que surge, bajo el supuesto de que el dinero y su forma
monetaria constituyen un fenómeno social-cultural y no sólo económico y que en las
etapas precapitalistas cuando la economía aún no llegaba a un nivel de articulación
como el sistema mundial integrado que es actualmente, en las distintos entidades
socio-territoriales podían existir diferentes concepciones del dinero, la moneda, el
valor y la riqueza, de modo que la evolución hacia las formas monetarias clásicas
es lenta y desigual y la masa, el uso y la circulación de moneda dependen a la vez
del estado de cada economía y de cada estructura social. (Vilar 1974).
Este mismo autor reconoce incluso la existencia de expresiones de resistencia a la
circulación monetaria en diferentes épocas de la historia, por parte de grupos que
concientemente la rechazan considerando que puede ser destructiva de ciertos
fundamentos de su sietma social (Vilar 1974: 33).
El oro suele estar estrechamente asociado a la historia del dinero, y aunque fue
conocido y trabajado desde la prehistoria, no fue la única base material de las
primeras formas monetarias, en mesopotamia se utilizaba la cebada, en algunos
sistemas estatales anteriores a nuestra era como Egipto, Asiria y China, la moneda
circulante casi no existía, los metales preciosos, antes de convertirse en moneda,
jugaban un papel de prestigio y de atesoramiento, lo que revela una cierta
separación entre los usos prácticos de estos materiales, o incluso su utilidad como
medio de intercambio y las nociones de riqueza. Un momento decisivo en el proceso
histórico en la conformación de los sistemas monetarios viene con la aparición de
110
la garantía del soberano plasmada en las monedas acuñadas, que eximía a los
actores económicos de la necesidad de comprobar la calidad y cantidad de las
monedas en cada transacción, reduciendo drásticamente la alta conflictividad
provocada por frecuentes desacuerdos entre los actores al momento de verificar la
calidad y cantidad de las unidades monetarias (Vilar, 1974).
En sus primerasd etapas la acuñación fue limitada ya que se realizaba de manera
artesanal a altos costos, en la medida en que las técnicas de acuñación se
perfeccionaron y sus costos bajaron, fue cobrando importancia su certificación legal.
La primera moneda relativamente exacta, que se acuñó con vina constancia relativa,
fue el famoso florín de oro de Florencia (desde 1252). Pero una acuñación que
ofreciera verdaderas garantías técnicas no la hubo hasta fines del siglo xvii, a pesar
de ser ya anterior el empleo de máquinas de batir moneda (Weber, 1942.
En la sociedad romana del siglo IV de nuestra era, bajo el gobierno de Constantino
ya existía un sistema monetario casi moderno con unidades monetarias de oro, el
cual entró en acelerado deterioro como efecto de las invasiones bárbaras. Durante
el periodo subsecuente de dominio bárbaro en Europa el uso del dinero se restringió
casi exclusivamente a transacciones de alto monto, con uso perdominate de
unidades de plata, esto se explica en parte por el constante flujo de oro desde
Europa hacia oriente por la compra de seda, especies y otros productos.
Un nuevo influjo de moneda de oro sucede como parte de la expansión musulmana,
en el año 694 el califa Abd-el-Malik, emite una serie monetaria de oro denominada
dinar o mancus, siguiendo el modelo precedente del solidus griego y compitiendo
con el besante o sueldo bizantino y el maravedí de los almorávides. La introducción
del oro monetizado musulmán pasó a formar parte de un circuito mundial en el que
los musulmanes pagan a los reyes bárbaros por la compra de estaño, armas y
pieles, y estos a su vez pagan con esta moneda las compras de artículos de lujo
provenientes de oriente, en donde quedaba atesorado ante la inexistiente demanda
de productos occidentales, de ahí la crónica escacés de oro en Europa que
perjudicaba su actividad económica, fue relativamente atenuada por el auge
111
económico y comercial de las ciudades-estado del norte de Italia en donde surgieron
el florin de Florencia y el ducado de Venecia, entre los años 1250 y 1300, lo que no
fue sifuciente para desalentar la posterior frenética búsqueda de estos metales en
los territorios de América y África, queda claro que ya para el siglo XV quienes
disponían de oro eran quienes podían comprar más mercancías, “es natural que se
busque oro. Esta situación no era exclusiva de la península ibérica. Los trabajos
realizados en Alemania, Paises Bajos, Inglaterra e Italia, demuestran que era
general” (Vilar, 1974)
En el siglo XVI, tras el “descubrimiento” y conquista de América y el hallazgo y
explotación de sus riquesas minerales, la economía mundo capitalista obtiene un
gran impulso comercial y monetario, propiciando colateralmente una acelerada y
catastrófica transformación de las sociedades mesoamericanas, las cuales aún
mostraban sistemas monetarios incipientes y no basados en monedas metálicas,
por lo que sus pobladores se mostraron sorprendidos por la obsesión de los
europeos por los metales preciosos y por los usos a los que se les incorporaba.
De acuerdo con los relatos de los primeros colonizadores como Bernal Díaz del
Castillo (1968) y Bernardino de Sahagún (1985), en los mercados prehispánicos se
utilizaban aún mercancías como cacao, pescados, maíz y conchas como
equivalentes generales y medios de circulación, mientras que los metales preciosos
y otros artículos poseían más bien un carácter simbólico como ostentación estatus
y poder que revelaban la existencia de una estructura social jerárquica despótica.
Estas diferencias se van diluyendo parcialmente en la medida que el capitalismo se
expande e incorpora a las diversas entidades económico-territoriales al circuito y a
la lógica del sistema mundial, particularmente durante el siglo XIX en la fase
industrial del capitalismo gana terreno el sistema monetario fundado en el patrón
oro, que se vería afectado por el periodo entreguerras, para volver a imponerse con
más fuerza desde la segunda mitad de los años 40 hasta 1971, en que Estados
Unidos anuncia el fin del sistema oro-dólar.
112
Asociado al surgimiento y generalización de los sistemas monetarios y
particularmente vinculado a la conformación del capitalismo como economía
mundial, se va configurando un sistema de precios mediante un proceso histórico
estrechamente vinculado con la intensificación del comercio exterior que planteo la
necesidad de establecer sistemas de equivalencias entre diferentes patrones
monetarios, como el patrón paralelo implementado en Roma para establecer
márgenes de paridad entre la plata y el cobre, o la Unión Monetaria Latina creada
en 1865 para establecer una paridad entre el oro y la plata (García, 1992).
Pero el proceso de conformación de sistemas monetarios y de precios a escala
mundial nunca llega a ser total, siempre quedan reminicencias de sistemas
económicos y transacciones no monetarias y de visiones y usos tradicionales del
dinero, a lo que se debe agregar la emergencia de nuevas alternativas económicas,
que además de aprender, retomar y reivindicar formas tradicionales, crean otras
nuevas.
Particularmente en el MCP y en muchas otras experiencias de trueque los
participantes y sus transacciones descartan el uso del dinero, rompiendo es
condición de dependencia respecto a las pautas de la economía del capital, según
la cual sin dinero no hay posibilidades de incorporarse y participar en los circuitos
económicos. En estas experiencias de trueque el trabajo que se ofrece plasmado
en bienes no tiene que pasar por el tamiz monetario o de precios, sino que es
valorado directamente por el potencial consumidor, con base en su valor de uso,
mientras que su cuantificación depende no sólo de la referencia formal y externa del
sistema oficial de precios, sino que se resuelve y negocia de manera más autónoma,
con base en criterios más diversos y frecuentemente compartidos como parte de un
sistema cultural local, comunitario, étnico socio-territorial.
Pero existen otras experiencias que sin romper completamente con el uso del
dinero, buscan implementar sistemas monetarios bajo criterios alternativos,
solidarios y cooperativos.
113
Tal vez el caso de los mercados solidarios en Argentina sea uno de los más
ilustrativos por dos razones; en primer lugar, por la magnitud que alcanzó dada la
participación de varias decenas de miles de personas en varias regiones de ese
país y, en segundo lugar, por el importante esfuerzo de análisis que tanto
participantes como académicos han realizado al respecto.
En Argentina El movimiento de economía alternativa experimentó un explosivo
crecimiento, a partir de la conformación del primer club de trueque en mayo de 1995,
pasando a la incorporación de más de un millón de participantes en poco más de
seis años (Primavera, 2003: 124).
No obstante la incorporación de dinero a los mercados alternativos, no debe implicar
necesariamente la adopción del patrón monetario de la economía capitalista, se
puede implementar la generación de un sistema monetario propio y alternativo. Pero
ello implica observar una serie de condiciones:
• Las fluctuaciones inflacionarias o disparidades de precios son prácticamente
nulas, ello debido principalmente a dos factores: a) en los métodos de trabajo artesanal los cambios son menores y paulatinos en el largo plazo (décadas), por lo que la productividad es estable y su avance es más o menos homogéneo en todos los productos, de la misma manera las fluctuaciones en el acceso a los bienes (en la pezca, por ejemplo) se expresa de manera poco significativa en esta escala; y b) las escalas de producción y el número de ofertantes crecen lentamente y de manera homogénea en todos los productos, por otro lado, los hábitos de consumo, como parte de un horizonte cultural compartido, se mantienen estables, por lo que no se observan fluctuaciones significativas y/o desproporcionadas en la oferta y demanda de algunos bienes en particular.
• Las concurrentes no perciben la necesidad de dinero para operacionalizar estas transacciones en el mercado de cambio (trueque), posiblemente se debe a alto grado de correspondencia, tanto cuantitativa como cualitativa entre oferta y demanda, lo cual a su vez se podría explicar por la general adscripción de los participantes a un territorio y una cultura común, lo que se refleja tanto en las características productivas y de disposición de recursos (oferta) como a los hábitos de consumo (demanda).
• Al no existir transacciones monetarizadas, la separación entre valor y valor de uso es menos tajante, por lo que ambos aspectos se mantienen actuantes como factores de ponderación en el intercambio, pero además, la ausencia
114
de dinero anula cualquier pretensión de acumulación, ya que todas las transacciones implican la adquisición de bienes para el consumo directo.
Adicionalmente, la expansión y consolidación de un sistema más grande de
economía popular, implicaría un incremento en su complejidad, ante lo cual se
requeriría fortalecer la conciencia de sus participantes en torno a los criterios y
valores del sistema, como la democracia, así como la generación de un marco
institucional y reforzar la organización del sistema para una adecuada operación y
para garantizar la vigilancia del cumplimiento de las reglas y normas, tanto entre sus
integrantes como ante agentes externos, de lo contrario se corre riesgos que
pueden poner en crisis el proyecto.
Tal como sucedió en el caso de Argentina, en donde la introducción de dinero,
combinada con el crecimiento masivo del sistema, junto con debilidades
institucionales y organizacionales permitieron el desarrollo de acciones de
especulación crediticia, fraude, pérdida de confianza, valor y validéz de la moneda
social, que propiciaron el enriquecimiento de unos cuantos por un breve tiempo y
finalmente el colapso del sistema
Tras la experiencia Argentina se impone la importancia de sacar aprendizajes, en
esta perspectiva Heloísa Primavera, identifica que actualmente existen en diversas
partes del mundo diferentes formas de sistemas monetarios alternativos, que
funcionan en paralelo con las monedas nacionales, la mayoría de estos sistemas
funcionan de manera local y ya suman más de tres mil. Entre ellos se encuentran
no solamente iniciativas de organizaciones sociales o de economía popular solidaria
(como el arbolito, en Argentina o el Tumin, en México y muchos otros), sino también
sistemas privados, como los vales o bonos de horas de viajero que ofrecen la
aerolíneas privadas, o sistemas monetarios locales implementados por gobiernos
como el de la ciudad de Curitiba, capital de Paraná, en el sur de Brasil. (Primavera,
2003:135)
115
El elemento común más consistente en tdos estos sistemas monetarios es la
ausencia de intereses, ello bajo la consideración de que la introducción de la figura
de interés transforma el sistema mometario de un instrumento de para facilitar la
circulación de bienes y servicios con beneficio universal y simétrico, en una
herramienta de usura y enriquecimiento, de unos cuantos que monopolizan el
control de sistema monetario, en perjuicio de la mayoría de los usuarios.
Otro elemento a tener en cuenta es que, para el caso de la economía popular
solidaria, un sistema monetario alternativo no debe tener carácter privado, sino
social, así lo muestra la propia reflexión de los participantes de las redes de trueque
de Argentina, quienes no detectaron a tiempo el carácter privado que adquirió el
arbolito”, lo que se convirtió en una de las principales causas de su deterioro.
(Primavera, 2003: 136)
Algunos de los participantes en las experiencias de las redes de trueque en
Argentina, destacan dos condiciones básicas para evitar que la moneda social pase
de ser un simple medio de circulación a un medio de acumulación de riqueza, éstas
condiciones son: a) que los sistemas monetarios solo tengan alcance local, de modo
que si existen varios nodos en diversas localidades, cada uno debería implementar
su propio sistema monetario; b) la moneda social debesometerse a procesos
controlados de periódica “oxidación” (pérdida parcial de valor).
En el caso del nodo Venado Tuerto, por ejemplo, a los participantes se les otorgaba
un dotación monetaria acorde a valor de su producción, con vigencia de máxima de
cuatro meses y con una tasa de depreciación de 5%, ello a demás de evitar la
acumulación, favorece la aceleración de la circulación. (Daniel Ilari, 2003: 151)
Coincidiendo con esta autora, probablemente la moneda social y las redes de
trueque como construcciones políticas no sean suficientes, pero pueden constituir
el punto de partida o “palanca potenciadora” para impulsar otras medidas tendientes
a democratizar la economía, como la implementación de políticas de elaboración de
presupuestos participativos y el impulso de programas de micricrédito social. (op
cit.: 140)
116
2.7 Economía Popular Solidaria
Dentro de las perspectivas de construcción de un pensamiento propio, crítico y
alternativo se encuentra el enfoque de la Economía Popular Solidaria, la cual tiene
como sustrato un sector invisibilizado pero fundamental para la subsistencia de toda
forma económica, incluida la capitalista, se trata de la economía popular.
En primer lugar, se concibe a la economía popular como la economía de los
sectores populares, que opera bajo una racionalidad reproductiva de la vida y que
tiene a la Unidad Doméstica Popular como principal locus operativo (Coraggio,
2011; Razeto, 1990; Sarria y Tiriba, 2003, etc.).
La economía popular es intrínseca al capitalismo, aunque constituye un
componente funcional que opera de manera alterna y marginal. Se trata de un
elemento constitutivo de la propia esencia del capital, que desde su interior opone
resistencia al operar bajo una racionalidad reproductiva de la vida, opuesta y a la
vez que complementaria a la racionalidad productivista y acumulativa del capital que
se integra al sistema de una manera funcional pero contradictoria.
En términos teórico-conceptuales, por economía popular se entiende “la economía
de los trabajadores, es decir de aquellos miembros de la sociedad cuyas unidades
domésticas dependen de la realización de sus capacidades de trabajo para obtener
su sustento, fundamentalmente combinando trabajo para la producción de
satisfactores de consumo doméstico con trabajo para producir bienes o servicios
para la venta en el mercado y con trabajo organizado por patrones que contratan a
los trabajadores como fuerza de trabajo por un salario” (Coraggio, 2011: 296-297).
Estos sectores generalmente tienen como locus operativo un conjunto de unidades
domésticas, constituidas por colectivos de personas que comparten vivienda,
condiciones de vida y recursos, y mantienen una convivencia cotidiana.
Generalmente se vinculan mediante relaciones de parentesco, comparten valores y
costumbres, y se encuentran cohesionados por lazos afectivos y un proyecto de
vida en común de largo plazo.
117
De acuerdo con Coraggio la unidad operativa básica de la economía popular no es
el emprendimiento mercantil o unidad de trabajo mercantil, sino la Unidad
Doméstica, entendida como “un grupo de individuos, vinculados de manera
sostenida, que son --de hecho o de derecho-- solidaria y cotidianamente
responsables de la obtención (mediante su trabajo presente o mediante
transferencias o donaciones de bienes, servicios o dinero) y distribución de las
condiciones materiales necesarias para la reproducción inmediata de todos sus
miembros” (Coraggio, 1999: 6).
La unidad doméstica opera bajo una racionalidad reproductiva de la vida de cada
uno de sus integrantes y del colectivo, quienes además de compartir recursos y
condiciones de vida, comparten un proyecto de vida de largo plazo. En este sentido,
la producción y el trabajo orientado a obtener medios de subsistencia se constituyen
como un medio y complemento para realizar el objetivo superior de reproducir la
subsistencia y de lograr la realización de un estilo de vivir y un proyecto de vida en
común de largo plazo.
Desde la perspectiva capitalista la economía popular no sólo es funcional sino
indispensable, ya que constituye el único ámbito de reproducción y abasto de la
fuerza de trabajo, que es el insumo principal para la producción de plusvalía y, por
tanto, para la reproducción del capital (Marx, 2007). En la racionalidad capitalista la
relación entre medios y fines es inversa a la de la economía popular; en este caso
la subsistencia vital de los trabajadores se constituye solamente como un medio, si
bien indispensable e insustituible, pero a fin de cuentas sólo un medio para lograr el
objetivo supremo de producir bienes-mercancías-plusvalor.
El criterio predominante en las relaciones entre los integrantes de la unidad
doméstica es por principio solidario, ya que se trata de un vínculo colectivo motivado
por la intención de compartir un proyecto de vida en común, en el que la satisfacción,
el bienestar y la felicidad de unos depende mutuamente de la de los otros, por lo
que destaca la cooperación, el don y la reciprocidad y no los intercambios
mercantiles y la competencia destructiva.
118
En la perspectiva de la economía popular se destacan las condiciones objetivas y
subjetivas que dan sustento a una relación solidaria entre los integrantes de las
unidades domésticas populares, lo cual sin embargo debe ser matizado. Este es
uno de los principales puntos en los que la economía feminista complementa la
visión de la economía popular.
Ciertamente se debe reconocer que al interior de ambos tipos de unidades, las
productivas y las reproductivas-domésticas, existen relaciones de poder. En el caso
del hogar, el hecho de que sólo la venta de la fuerza de trabajo (considerada como
actividad predominantemente masculina) recibe una remuneración, mientras que el
trabajo doméstico (predominantemente femenino), al no recibir una remuneración
directa, no es reconocido, genera una situación de asimetría en las relaciones,
negociaciones, toma de decisiones y reparto de recursos al interior del hogar. Esta
condición de asimetría se relaciona estrechamente con la estructura institucional de
la economía mercantil capitalista y el sistema de trabajo asalariado, ya que garantiza
al capital el suministro de fuerza de trabajo sin asumir el compromiso de remunerar
todo el trabajo requerido para su reproducción, contribuyendo con ello a reafirmar y
reproducir la desigual división de trabajo a partir de una condición de género.
Empírica o fenomenológicamente la economía popular se origina y se presenta de
diversas formas, entre las cuales se destacan las siguientes.
• Como conjunto de estrategias y prácticas de unidades domésticas populares, para dotarse de las condiciones materiales de existencia. Estas UD funcionan a la vez como fuente de reproducción y provisión de fuerza de trabajo para el capital, a la vez que como consumidoras de las mercancías producidas en las unidades productivas capitalistas.
• Como conjunto de micro-emprendimientos mercantiles que surgen de forma
emergente, alternativa y/o complementaria ante la precarización y/o exclusión propiciada por la dinámica de concentración económica producto de la competencia capitalista.
• Como formas socio-productivas pre-capitalistas reminiscentes ante la
incompleta expansión del sistema capitalista.
119
Se presenta a continuación, en términos más amplios, la caracterización antes
esbozada de las formas en las que se expresa la economía popular:
a) En primera instancia se concibe a la economía popular como aquella que
opera en el seno de un numeroso conjunto de unidades domésticas populares,
es decir aquellas unidades asociativo-reproductivas que no cuentan con capital
o patrimonio económico que les permita sobrevivir por largas temporadas sin
trabajar.
Los integrantes de estas unidades domésticas populares, tienen como único o
principal recurso su propia fuerza de trabajo, por lo que para subsistir se ven en
la condición de venderla al capitalista bajo el sistema de trabajo asalariado.
Todo sistema económico depende del metabolismo de la naturaleza que genera
las materias y energías necesarias para cualquier proceso productivo. A partir
de esta base, el sistema capitalista suele ser concebido como un circuito
cerrado, ya que, mediante mecanismos de extracción y/o transformación, sus
propias unidades producen todas las mercancías requeridas como medios de
producción e insumos para el resto de la estructura productiva. Sin embargo,
existe un insumo, que además de ser el más importante en la dinámica
valorización del capital, es el único que las unidades productivas capitalistas no
pueden producir (extraer o transformar), se trata justamente de la fuerza de
trabajo.
No obstante, si bien la fuerza de trabajo se produce y reproduce socialmente en
el ámbito de las unidades domésticas populares, esto no significa que este
proceso se realice completamente al margen o separado de la dinámica
económica del capital, ya que la reproducción de la fuerza de trabajo requiere
de una serie de insumos, la mayoría de los cuales sólo se encuentran
disponibles bajo la forma de mercancías producidas por las unidades
productivas capitalistas.
De esta forma se establece un vínculo funcional entre la economía popular y la
economía del capital, en la que una garantiza el abasto de fuerza de trabajo y
120
la otra ofrece a cambio un salario que servirá al trabajador para comprar las
mercancías que las unidades capitalistas producen y necesitan vender para
culminar sus procesos de valorización.
b) Otra forma de expresión de la economía popular es la que emerge como
alternativa ante la dinámica excluyente y destructiva del capitalismo, que
mediante la competencia productivista expulsa constantemente unidades
productivas generando un creciente desempleo. Ante ello los sectores
populares que no tienen acceso a un trabajo asalariado, implementan
estrategias y prácticas como el impulso de establecimientos o micro-
emprendimientos mercantiles por cuenta propia, talleres artesanales, tiendas de
abarrotes, entre otras muchas otras variantes que se constituyen como
alternativa de sobrevivencia (reproducción) de los sectores marginados y
excluidos.
Esta otra forma de economía popular también se integra de manera funcional a
la dinámica del capital, por ejemplo, las pequeñas tiendas misceláneas,
distribuyen en pequeños nichos de mercado muchas de las mercancías de
consumo básico que produce la industria, y cuya distribución a tan pequeña
escala y alto grado de dispersión no le resulta suficientemente rentable al
capital.
De manera similar los pequeños talleres artesanales de producción o
reparación, pueden llegar incluso a encadenarse como fuente de suministro de
algunos insumos para las unidades de producción capitalista. Adicionalmente,
este conjunto de emprendimientos mercantiles de la economía popular, al
ofrecer alternativas de sobrevivencia al creciente sector de excluidos por la
economía del capital, contribuye a prevenir tensiones y conflictos sociales que
pondrían en evidencia las contradicciones y carácter destructivo del sistema
capitalista y dificultar su normal funcionamiento.
c) Finalmente, también podemos identificar a la economía popular como
conjunto de formas productivas reminiscentes de sistemas anteriores al
121
capitalismo, como la economía campesina, o la economía comunitaria, que
persisten en virtud de la heterogénea e incompleta expansión-colonización del
capitalismo global. Esto es notorio particularmente en los países del llamado
Tercer Mundo, propiciando la existencia de formaciones económicas
heterogéneas en las que, si bien predomina la dinámica capitalista, sobreviven
y se articulan a ella otras formas socio-productivas que se vinculan de manera
subordinada y subalterna.
Es importante aclarar que estas diversas formas operativas o fenomenológicas de
la economía popular no se presentan claramente separadas en la realidad. De
hecho, la mayoría de las formas, prácticas y estrategias de la economía popular se
expresan y recrean de manera unitaria y complementaria. En una misma familia,
por ejemplo, puede haber algunos integrantes insertos en una relación de trabajo
asalariado en una unidad productiva capitalista, a la vez que como familia
emprenden el establecimiento de una unidad mercantil de tipo productiva o
comercial, e incluso, en el ámbito rural, pueden tener una pequeña parcela de
producción agrícola de autoconsumo.
Categorías como unidad doméstica, racionalidad reproductiva de la vida, micro-
emprendimiento por cuenta propia, que se desprenden del enfoque teórico de la
economía popular, resultan apropiadas y relevantes para el análisis de la
racionalidad y dinámicas operativas del MCP.
2.8 Economía Feminista
La economía feminista (EF) pone énfasis crítico en la separación entre las
actividades de producción y reproducción que hace la economía convencional
(Atienza, 2017), así como en los supuestos de homogeneidad e igualdad imperante
al interior de las unidades económicas tanto productivas-empresariales como
reproductivas domésticas. "Se asume, por tanto, que las empresas y los hogares
son unidades económicas homogéneas en su racionalidad y armónicas en su
interior, es decir, se asume que en ellas no operan las relaciones de poder y que,
122
por tanto, las decisiones que se toman buscan en todo momento la optimización o
maximización del bienestar de todas las personas que se ubican en su interior”
(Agenjo y Santillán, 2012: 34).
Por el contrario, al interior de ambos tipos de unidades existen relaciones de poder
y desigualdad. En el caso del trabajo mercantil esto se expresa en la relegación de
las mujeres para acceder a puestos de mayor jerarquía y remuneración, así como
en la asignación de menores pagos aún cuan desempeñen puestos similares y
realicen las mismas funciones y tareas que los hombres. “En las empresas
capitalistas existen asimetrías de poder y diferencias de intereses entre la clase
empresarial y la clase trabajadora, pero también existen al interior de cada una de
estas clases, entre trabajadoras y trabajadores, y entre empresarias y empresarios
(además de otros ejes de jerarquización social que nos atraviesan como la edad, la
etnia, la diversidad funcional y sexual, la clase, el estatus migratorio, etc.)” (Agenjo
y Santillán, 2012: 36).
Al interior del hogar la desigualdad se finca en la propia estructura funcional de la
familia nuclear convencional, según la cual al hombre le corresponde el rol de
proveedor de recursos que obtiene mediante la asignación de una remuneración o
salario que recibe a cambio de la venta y uso de su fuerza de trabajo, mientras que
a la mujer se le asigna convencionalmente el rol de ama de casa, que implica una
variedad de tareas a las cuales no se les asigna una remuneración directa y
proporcional.
“Dentro de la unidad doméstica no hay reglas rígidas que distribuyan las
ocupaciones por género. Aunque la división laboral es altamente flexible y adaptable
a condiciones cambiantes, existe una tendencia general a distribuir tareas según el
espacio en el que se llevan a cabo” (Dietz, 1990: 130, citado por Peña, 2017: 21).
Así, por ejemplo, el campo es un recinto masculino y el mercado es un recinto
femenino; al respecto cabe señalar que cuando es temporada de cosecha es el
hombre quien cocina para la familia y en el mercado es la mujer la que trabaja (Peña,
2017: 21).
123
El Cuidado del maíz (tsiri), es una responsabilidad tradicionalmente asignada a los
hombres y el tapanco, que es la sección específica del troje (K’umanchekua) en la
que este producto se almacena y resguarda, es considerado un recinto masculino
García, 2014, citado por Peña, 2017: 21).
En contraste, la “Tírekwa úntskwa” (cocina) es un recinto femenino, asimismo, el
mantenimiento y manejo del “kurhikwa” (fuego) se considera como una
responsabilidad de las “tirekwa uri” (cocineras) (García, 2014, citado por Peña,
2017: 27).
Esta separación propicia, por un lado, que el trabajo reproductivo-doméstico no sea
reconocido como trabajo productivo susceptible de recibir una remuneración directa
y proporcional y, por otro lado, que al ser el hombre el receptor de los recursos
monetarios, aparentemente obtenidos a cambio de su trabajo, esto lo coloca en una
posición de ventaja respecto a la mujer en relación a la toma de decisiones sobre el
manejo de estos recursos.
Se destaca la participación de las mujeres en la economía en general y en la
economía reproductiva en particular. Señalando dos aspectos específicos: a) por un
lado en el peso y la importancia que tiene el trabajo de las mujeres en la economía
(datos) y; b) en las condiciones de marginalidad y desigualdad en la que es colocado
el trabajo de las mujeres en la economía, ya que generalmente se les asignan los
campos más marginales de la economía y frecuentemente reciben remuneraciones
menores a las de los hombres, o de plano no reciben remuneración alguna.
Esta situación coloca a las mujeres en condiciones de desventaja en varios
ámbitos:
a) En lo económico, ya que no disponen de los mismos recursos que otros sectores para satisfacer sus necesidades vitales, y mucho menos para sostener un proceso de prosperidad personal; b) En lo político afectando sus posibilidades de participación en la toma de decisiones tanto a escala macro social como al interior de sus propios hogares, ya que frecuentemente son los hombres los que manejan el dinero familiar y tienen mayor peso en las decisiones sobre su uso y;
124
c) En lo cultural, ya que, entre otras cosas, en un mundo ampliamente mercantilizado y monetarizado, el dinero se transforma en un fetiche y símbolo de poder y estatus. Adicionalmente predomina la idea de que los hombres deben jugar el papel de proveedores, por lo que se privilegia su acceso a trabajos monetariamente remunerados, considerados productivamente más importantes, y las mujeres deben desempeñar el papel de reproductoras, cuidadoras y educadoras, generalmente sin acceso a una remuneración económica, lo que representa causa y afecto de un menosprecio a este tipo de trabajos.
Si bien la desigualdad y marginación de género trasciende el origen del capitalismo,
su configuración actual se articula funcionalmente a la lógica operativa de este
sistema socio-productivo, por lo que una de las vertientes del feminismo identificada
como estrategia de ruptura plantea que la equidad de género pasa por la lucha
contra el capitalismo y viceversa (Agenjo y Santillán, 2012: 37), es decir que la lucha
anticapitalista debe contemplar la eliminación de la inequidad de género.
Se plantea una perspectiva de doble frente que hace énfasis en: a) transitar hacia
un nuevo paradigma que sitúe a la vida, en sentido amplio, en el centro de su
desarrollo y b) transformar la actual división sexual del trabajo que responsabiliza a
las mujeres de los trabajos de cuidados y no las exime de ellos aun cuando
participen en otras actividades (Ruis, 2017).
Desde esta perspectiva la EF plantea “dar el mismo valor al subsistema de la
organización social de la reproducción humana que al de la producción asalariada,
y situar como elemento central del análisis la interconexión y conciliación entre
ambos espacios” revisando y replanteando el concepto de trabajo dotándolo de un
sentido más amplio que incluya tanto las actividades mercantiles remuneradas
como las no remuneradas, acompañado de profundas modificaciones en la división
sexual del trabajo, los roles de género y las condiciones de acceso y disfrute
económico, actualmente imperante (Agenjo y Santillán, 2012: 38).
Además de las críticas a la división sexual del trabajo imperante y la desvalorización
del trabajo femenino, la EF pone énfasis en la importancia del trabajo reproductivo,
predominantemente realizado por las mujeres, en términos de un replanteamiento
125
y valorización del concepto de sostenibilidad de la vida, el cual “representa un
proceso histórico de reproducción social, un proceso complejo, dinámico y
multidimensional de satisfacción de necesidades en continua adaptación de las
identidades individuales y las relaciones sociales, un proceso que debe ser
continuamente reconstruido, que requiere de recursos materiales pero también de
contextos y relaciones de cuidado y afecto, proporcionados éstos en gran medida
por el trabajo no remunerado realizado en los hogares […] Un concepto que permite
dar cuenta de la profunda relación entre lo económico y lo social, que sitúa a la
economía desde una perspectiva diferente, que considera la estrecha interrelación
entre las diversas dimensiones de la dependencia y, en definitiva, que plantea como
prioridad las condiciones de vida de las personas, mujeres y hombres” (Carrasco
2009:183).
Esta conceptualización de la sostenibilidad de la vida implicaría, entre otras cosas:
Ø Desplazar a los mercados del núcleo del análisis y situar en él a las personas (no como individuos aislados sino en términos de aprovisionamiento social).
Ø Desplazar el interés por las necesidades que implican la producción de mercancías y de beneficios, y pasar a interesarnos por la satisfacción social de las necesidades humanas. Ello conlleva a su vez una comprensión amplia de las necesidades, entendiendo que no son un elemento biológicamente determinado, sino que se construyen y expresan socialmente y que se ven afectadas por relaciones de poder.
Ø Considerar como trabajo toda aquella actividad destinada precisamente a la
satisfacción de tales necesidades, es decir, destinada a la gestión cotidiana de nuestra vida en las facetas material, afectiva y relacional.
La centralidad de la sustentabilidad de la vida conlleva, al fin y al cabo, develar el
conflicto social existente entre la lógica de la acumulación del capital y la lógica de
la reproducción de la vida de las personas. Frente a ello, la apuesta se sitúa en
reclamar una lógica ecológica del cuidado que permita gestionar nuestra
interdependencia en condiciones de equidad (Agenjo y Santillán, 2012).
126
En la perspectiva de transitar en este sentido la EF reconoce y resalta que “existen
saberes creados y recreados desde muchos grupos pequeños, en muchos lugares
pequeños, con ancestralidades diversas y desde economías que van más allá de
las racionalidades del mercado hegemónico capitalista; muchas de ellas iniciadas,
nutridas y sostenidas por mujeres. Registros pocos, memorias más orales que
escritas, muchas no reconocidas e invisibilizadas” (Pérez, 2017: 29).
Desde estas perspectivas se aborda el análisis del Mercado de Cambio de
Pátzcuaro, como entidad económica sostenida predominantemente por mujeres de
extractos populares, es decir que no tienen acervos de capital o recursos que les
permitan mantenerse de otra forma que no sea mediante la implementación
cotidiana de su propio trabajo.
Mujeres provenientes de comunidades indígenas, herederas, portadoras y
recreadoras de sistemas culturales ancestrales en los que se reivindican valores y
criterios como la colectividad, la convivencia y el estrechamiento de lazos sociales,
una cosmovisión y espiritualidad que rige las formas de entablar las relaciones entre
personas y con la naturaleza, y que desde su condición ofrecen un aporte
fundamental en las dinámicas de la vida comunitaria.
Mujeres de ascendencia rural fuertemente vinculadas y responsables de las
dinámicas reproductivas de la vida de los integrantes de sus unidades domésticas,
que al participar en el MCP, suman a sus cargas de trabajo reproductivo el trabajo
extra-doméstico, tanto como productoras artesanales y/o agrícolas, como en el
ámbito de la circulación-comercio de sus propios productos.
Mujeres que se relacionan mercantilmente con otras mujeres que al igual que ellas
no cuentan con más recursos que su propio trabajo y algunos pocos medios de
trabajo rudimentarios y que, sobre todo, comparten una condición de limitado
acceso a recursos monetarios y que ante su situación compartida de
interdependencia y como portadoras de cultura comunitaria, despliegan prácticas y
valores de cooperación y solidaridad.
127
Mujeres que de manera natural y emergente han dotado al MCP de un carácter y
ambiente comunitario, que se rige por normas no escritas de respeto, equidad,
cooperación y solidaridad, desarrollando mecanismos de transmisión de valores,
conocimientos y habilidades de manera transgeneracional, con lo que contribuyen
no sólo a la continuidad del MCP como entidad mercantil, sino a mantener vivo todo
un horizonte socio- cultural del que son parte fundamental.
2.9 Enfoque y perspectiva de análisis del Mercado de Cambio de Pátzcuaro
Esta tesis pretende inscribirse en una perspectiva crítica al sistema capitalista, a su
estructura, a sus instituciones y efectos, así como contribuir a la búsqueda de
elementos alternativos que propicien la visualización de otras formas de vida. Para
ello se retoman algunos de los paradigmas nodales del pensamiento crítico en
general, y del latinoamericano en particular.
La búsqueda de alternativas se despliega en diferentes direcciones y dimensiones,
de entre las cuales se destacan las que se enfocan en volver la mirada a las formas
de vida y pensamiento desarrolladas por las culturas mesoamericanas,
prehispánicas y que denotan no sólo su permanencia y resistencia, sino su
evolución y adaptación, desarrollando aún más su potencial alternativo. Es el caso
de los conceptos de sumak kawsay, suma qamaña y kaxumpekua.
Estos conceptos contienen una riqueza y complejidad semántica, que refieren y
reivindican formas de vida, de pensamiento y valores como el sentido de comunidad
y colectividad, la cooperación, la solidaridad, una relación más profunda, integral,
armónica, espiritual y respetuosa, con el entorno ecosistémico, que se denota en la
noción de la tierra (naturaleza) como madre, creadora de vida y sustento. Nociones
que resultan claramente divergentes con respecto a las emanadas del proceso
histórico identificado como modernidad, caracterizado por instituciones como la
explotación, la competencia, el desprecio a toda “otra” forma de vida y
particularmente una relación utilitaria e irracional respecto a la naturaleza, reducida
a la condición de recurso.
128
Junto con estas nociones propias de las culturas originarias, emergen nuevos
enfoques, conceptos y fenómenos como la economía popular solidaria y la
economía feminista que se complementan reivindicando la importancia de valores
sustantivos como la reproducción de la vida, haciendo énfasis en la equidad social
y de género que debe expresarse y reproducirse en la división del trabajo, en el
reconocimiento y valoración de los aportes, y en la distribución de sus productos.
La economía popular solidaria apuesta a la cooperación y a la solidaridad,
articulando armónicamente el beneficio colectivo con el individual.
Particularmente en el ámbito de la circulación de los productos del trabajo social, es
decir en el mercado, la economía popular solidaria busca reivindicar la dinámica
mercantil como mecanismo complementario y de cooperación solidaria,
estableciendo formas y parámetros equitativos y alternativos de intercambio.
Asimismo, se replantea el uso del dinero, ya no como signo de poder e instrumento
de control, dominación, especulación y concentración de la riqueza, sino como
simple medio práctico que contribuya a facilitar el flujo de los intercambios.
El Mercado de Cambio de Pátzcuaro es visualizado en principio como una entidad
económica particularmente centrada en la circulación de productos, pero que en su
dinámica encierra y articula procesos y formas de trabajo en los que destaca
claramente la participación de las mujeres. La destacada y relativamente autónoma
acción femenina y un conjunto de prácticas de cooperación y solidaridad denotan
potencial y latente aporte del MCP que favorecen la visualización y construcción de
otra economía y a otras formas de vida, en las que se distribuya, se valore y se
retribuya por igual el trabajo y el aporte de hombres y mujeres.
La operación de este mercado revela la existencia, adopción y observancia de un
entramado institucional no formal generado y controlado por las propias
participantes, otorgándoles un cierto margen de autonomía y autogestión que
contribuye al flujo de la actividad sin necesidad de complejas estructuras
organizacionales ni prolongadas negociaciones o medidas coercitivas.
129
El mercado constituye un eslabón nodal de un circuito local de economía popular
que se articula con procesos y formas de trabajo que contrastan con la dinámica
convencional de trabajo asociada a la economía capitalista, en la que el trabajo
constituye un campo de enajenación y explotación. En la economía ligada al MCP
la mayoría de las mujeres abordan el trabajo como una dimensión de la vida que va
más allá de la producción de valores de uso. La producción de alimentos o de
utensilios domésticos denota un notorio carácter artesanal, no sólo por los métodos
rudimentarios con los que se elaboran, sino sobre todo porque contienen un alto
componente creativo.
En los propios productos van plasmadas las personalidades, dimensiones creativas
y subjetividades de sus productoras, elementos que son percibidos y valorados en
el momento del intercambio y que se combinan con su valor de uso y su valor para
determinar los términos de las transacciones.
El MCP además representa un espacio en el que se observan una serie de valores
y tradiciones que reflejan, enriquecen y fortalecen las formas de vida comunitarias.
Las prácticas de producción, de consumo y de relación social entre sus participantes
muestran y propician relaciones de mayor armonía entre personas y con la
naturaleza. Desde estos referentes y parámetros epistémicos y conceptuales se
aborda el análisis del MCP, que se aborda de manera más específica en el capítulo
5.
130
Capítulo 3 Aspectos epistémicos y metodológicos
El tema central de la presente investigación son los mercados de la economía
popular, es decir aquellos que se articulan como parte de un subsistema económico
que opera bajo una racionalidad reproductiva de la vida de las participantes y sus
familias y cuyo recurso predominante es el trabajo propio.
El referente empírico principal en torno al cual gira la investigación y el análisis es
el Mercado de Cambio o Tianguis del Santuario (MCP), localizado en el municipio
de Pátzcuaro, Michoacán y que opera bajo una dinámica predominante de trueque,
es decir de cambio directo de valores de uso sin intermediación monetaria.
Se trata entonces de un estudio de caso que se aborda desde varias perspectivas
teóricas y conceptuales como la economía política, la economía popular, la
economía feminista y el enfoque neo-institucional, particularmente el propuesto por
Elinor Ostrom.
En este capítulo se expone la forma en que se aborda la investigación, empezando
por algunas referencias epistemológicas orientadas a describir y argumentar la
forma en que se concibe la realidad que se estudia y de cómo se plantea el
acercamiento a esta realidad, lo que implica un posicionamiento del investigador
ante esta realidad.
Posteriormente, buscando la concordancia con la postura epistemológica
establecida, se expone la estrategia metodológica que se ha utilizado para llevar a
cabo la investigación, lo que incluye la identificación-selección-delimitación-
problematización de esta realidad, así como las formas y medios a través de los
cuales se obtuvo y se procesó la información que permitió dar una descripción y una
preliminar caracterización de la realidad estudiada.
131
3.1 Perspectiva epistémica
En un primer momento se pone atención en los aspectos de tipo epistemológico,
por considerarse éstos como principio y parte nodal de todo proceso de
conocimiento y construcción metodológica. Lo epistemológico se asume en dos
sentidos, en primer lugar, como una forma de concebir y acercarse a la realidad,
vista no como algo ajeno o separado al sujeto cognoscente ni a la praxis social, sino
como significante justo en la medida en que se constituye como componente de la
dinámica social de la que el investigador también forma parte. En segundo lugar, lo
epistemológico es considerado como una pauta a partir de la cual se establece una
toma de posición, de tipo político, ético y cognitivo, frente a dicha realidad.
Se parte del reconocimiento de que la realidad está en constante movimiento y que
en su movimiento múltiples fenómenos y entidades se articulan, interaccionan y se
influyen recíprocamente, es decir se percibe y se reconoce “el movimiento articulado
de la realidad” (Zemelman, 1992: 214). Este dinamismo articulador inherente a la
realidad constituye una de las bases del enfoque sistémico.
Se toma una realidad como punto de partida, en torno a cuya dinámica y
configuración se establezcan los requerimientos e instrumentos teórico
conceptuales, que permitan problematizar un segmento de esa realidad y sus
articulaciones (Zemelman, 1987). Se trata de una postura un tanto heurística a la
manera en que Ostrom (2013) construye su Marco de Análisis Institucional, tomando
como base una serie de casos estudiados.
Se adopta un abordaje basado en el método abstracto-concreto, que inicia con una
segmentación-aprehensión de la realidad, como ejercicio analítico, mental
(Zemelman, 1987). Procedimiento que no implica para nada un acto de
simplificación de la realidad, ni despojarla de su complejidad, sino que es parte de
un proceso ya establecido por Marx (1975, 1979, 1987) en el que el pensamiento
se mueve pendularmente de lo abstracto a lo concreto, segmentando y re-
articulando partes y conjunto, para encontrar progresivamente nuevas
articulaciones (De la Garza, 1983).
132
Se trata también de un proceso sucesivo de segmentación-rearticulación-
organización-ordenamiento de la realidad, durante y mediante el cual se construyen
conceptos ordenadores, que son distintos a las variables que son conceptos
preestablecidos en un sistema de hipótesis. De esta forma se trata de poner
distancia respecto a una epistemología positivista (Zemelman 1992).
Dussel presenta estos momentos metodológicos del pensamiento-cognoscente, de
manera esquemática, como se puede observar en la figura 2.
Figura 2 Momentos metodológicos
Fuente: Enrique Dussel, 1991
Se reconoce que la realidad social como referente empírico del conocimiento
constituye completamente un constructo previamente subjetivado por sus propios
actores, es decir que la realidad social se asume por entero como un producto
humano y en este sentido la investigación se torna de alguna manera como una
dualidad de la especie humana que se estudia a sí misma. (De la Garza y Leyva,
2012).
133
De la Garza relaciona este análisis con la teoría de la estructuración de Anthony
Giddens según la cual el ámbito de los objetos de estudio de las ciencias del espíritu
(o ciencias sociales) se hallan pre-estructurados simbólica y discursivamente, por lo
que el acceso al mismo tiene que estar mediado por una comprensión de sentido,
pues “a diferencia de las ciencias naturales, las ciencias sociales investigan un
mundo que ha sido producido por los seres humanos y al cual se accede siempre
desde el horizonte de una pre-comprensión. Con ello se delinea lo que en la
hermenéutica se define como el círculo hermenéutico” (De la Garza y Leyva, 2012:
28).
En este aspecto se marca también una distancia respecto al enfoque positivista,
puesto que se asume que “el concepto de sociedad no puede captarse
inmediatamente ni, a diferencia de las leyes científico-naturales, verificarse
directamente. Ésta es la razón por la que las corrientes positivistas de la sociología
querrían desterrarlo de la ciencia en tanto que reliquia filosófica” (Adorno, 2001: 10).
Pero en contraste con la filosofía que propende a alejarse de la dimensión
fenomenológica de la sociedad, la investigación social tiene en ésta su punto de
partida. En ese sentido las ciencias sociales no son ciencias del espíritu. (De la
Garza y Leyva, 2012) Se reitera la postura de tomar a la realidad como punto de
partida y referente básico del proceso de construcción de conocimiento.
La perspectiva de una doble subjetividad propia de la investigación en el campo
social, precisa de un ejercicio hermenéutico, y muestra la necesidad y pertinencia
de la investigación cualitativa, particularmente en el campo de los estudios sociales,
en los que la palabra, la percepción y la interpretación de los propios actores se
constituye como componente a la vez que como estructurante del referente
empírico, de ahí la pertinencia de instrumentos como el diálogo, la entrevista, los
grupos de enfoque, etc.
No obstante, lo social también tiene una dimensión objetiva en tanto constructo
histórico-sistémico. A esto refiere Adorno cuando afirma que, a esta otra realidad,
la social, se aplica también la noción de movimiento, “la sociedad es esencialmente
134
un proceso” (Adorno, 2001: 9). El énfasis de Adorno tiene que ver con la
temporalidad y el carácter histórico de las sociedades humanas. Las sociedades
humanas deben ser estudiadas en su contexto histórico; si a ello le sumamos una
perspectiva sistémica, estaríamos hablando de un contexto histórico-sistémico.
El contexto macro y meta histórico-sistémico específico que enmarca o
contextualiza el caso particular que se estudia (el MCP), acusa dos rasgos
preponderantes, el capitalismo y el colonialismo (De Sousa, 2009), como
componentes de una dualidad constitutiva de nuestra realidad social
contemporánea. Son rasgos que concatenan lo global con lo local que colocan al
pensamiento científico y a las formas de conocer en general, ineludiblemente
sujetas a tensiones socio-históricas y geoeconómicas.
De ahí la pertinencia y relevancia de la contundente afirmación de que “no habrá
justicia social global, sin justicia cognitiva global” (De Sousa, 2009: 12), expresión
que invita a recuperar el estudio de formas y prácticas sociales que se encuentran
en condiciones de subalternidad y sometimiento socioeconómico, pero también
ideológico y cultural, como los mercados populares y en particular los de trueque
operados por mujeres indígenas, como el MCP. Esta triada como mercado popular,
de trueque y principalmente femenino, lo coloca en una múltiple condición de
marginalidad y subalternidad, derivada de lo que De Sousa refiere como profundo
entrelazamiento capitalismo-colonialismo.
La selección de referentes sociales que se encuentran en condición de marginalidad
en este contexto colonial-capitalista, que destaca De Sousa, implica además el
reconocimiento no sólo del potencial alternativo de sus prácticas, sino también, y tal
vez más importante, la reivindicación de otros saberes diferentes a los emanados
del sistema dominante. Se trata de cuestionar la corriente predominante que coloca
a la ciencia como la única y total forma de conocimiento verdadero y relevante, y
proyecta un desprecio hacia otras formas de conocimiento y saberes, justo aquellos
emanados y actuantes en el ámbito de los sectores y prácticas subalternos.
135
Toda vez que el modelo totalitario predominante de la racionalidad científica gestada
desde el siglo XVI, que transita hacia las ciencias sociales desde el siglo XIX, niega
el carácter racional de todas las otras formas de conocimiento que no se rigen por
sus principios epistemológicos y por sus reglas metodológicas (De Sousa, 2009:
21), apremia la impronta de reivindicar las prácticas y saberes tradicionales
subyacentes en fenómenos como el trueque. Ello implica un nuevo abordaje crítico
y deconstructivo de conceptos como mercancía, dinero, precio, ganancia,
acumulación, que no se corresponden con las prácticas, lógicas y valores de
entidades como el Mercado de Cambio de Pátzcuaro, que en su contexto ha
mostrado ser altamente funcional, tal vez no desde la lógica del capital y la
acumulación, pero sí en términos de la preservación de prácticas y formas de vida
tradicionales, fortaleciendo las capacidades de acción de sus actores y brindando
una alternativa de acceso a bienes de consumo, que el mercado convencional y la
economía monetaria les coarta.
Una reivindicación similar representa el trabajo del equipo liderado por Elinor
Ostrom, quienes enfrentan la tesis predominante, expuesta por Garret Hardin, sobre
la inevitable destrucción de cualquier sistema de recurso que no se encuentra
regulado, ya sea por el Estado o por el mercado (propiedad privada). Ante ello,
Ostrom (2012) recopila una vasta evidencia sustentada en miles de casos en todo
el mundo, que muestran la capacidad de la acción colectiva y comunitaria para
manejar y aprovechar diversos sistemas de recursos de manera sustentable,
sostenida en algunos casos incluso por varios siglos.
Esta reivindicación incluye saberes, prácticas y valores que ponen en cuestión las
nociones rígidas que sobre la condición humana ha construido la ciencia moderna,
partiendo de una visión individualista de la especie humana según la cual la
motivación primaria de toda acción individual es el egoísmo, la búsqueda de la
maximización de la utilidad individual e inmediata, de la que deriva una
supuestamente ineludible propensión a competir. Frente a ello Ostrom destaca la
acción colectiva, la cooperación y la solidaridad, expresada en conductas regidas
por reglas y normas compartidas, como elementos propios de las culturas
136
tradicionales las cuales con el devenir de la modernidad por lo general han quedado
en condición de marginalidad y subalternidad.
Uno de los énfasis de Ostrom (2015) se refiere a la necesidad de no ver y analizar
el comportamiento humano a partir de individuos aislados, sino de contextos
estructurados, argumento similar al que Marx construyó en su crítica a la economía
política. Si bien este último concentró su análisis en las principales clases sociales
que integran el sistema capitalista visto en un nivel de abstracción, el análisis de
Ostrom lo remite a entidades más concretas como las comunidades rurales
tradicionales, cuya estructura de vida social propicia la acción colectiva y
cooperativa.
Enfoque sistémico
Desde el enfoque sistémico (Bertalanffy, 1976; Capra, 1998; García, 2006;
Luhmann, 2006; Urtega; 2010; Hernández, 2011; Ramos, 2012;), los fenómenos no
se ven de manera aislada, sino siempre concatenados a otros fenómenos. Esta
concatenación no es fortuita ni desordenada, sino que obedece a una lógica
estructurante. Desde esta perspectiva, se identifica entonces al MCP como parte de
un sistema, el cual aquí denominamos como subsistema de economía popular, en
el cual el mercado se encuentra inserto por la racionalidad reproductiva con la que
opera, pero también por los eslabones producción-circulación-consumo que vincula.
En términos marxistas se trataría de una totalidad concreta, en este caso el
subsistema de economía popular, dentro del cual se encuentra el MCP como un
componente articulado y articulador. La construcción de esta totalidad concreta
emerge ya como un primer constructo del pensamiento, en la medida en que
obedece a la articulación premeditada de prácticas y procesos que solo se
encuentran de manera subyacente y no directamente visible al observar la
operación del MCP.
Otro elemento importante de la teoría de sistemas (Bertalanffy, 1976; Capra, 1998;
García, 2006; Luhmann, 2006; Urteaga; 2010; Hernández, 2011; Ramos, 2012) es
que, así como cada fenómeno forma parte de un sistema, cada sistema a su vez
137
forma parte de otro sistema, por lo que el sistema de economía popular, articulado
en torno al MCP, también se encuentra articulado a un sistema mayor que es la
Formación Económico Social (FES)13 mexicana, dentro de la cual el modo de
producción capitalista, tiene un papel predominante. De ahí la denominación de
Subsistema de Economía Popular.
Pero aún el sistema social puede verse como un subsistema inserto en un sistema
más amplio, “Las sociedades humanas, cualesquiera sean sus condiciones o
niveles de complejidad, no existen en un vacío ecológico, sino que afectan y son
afectadas por las dinámicas, ciclos y pulsos de la naturaleza. (…) Ello supone el
reconocimiento de que los seres humanos organizados en sociedad responden no
solo a fenómenos o procesos de carácter exclusivamente sociales, sino que son
también afectados por los fenómenos de la naturaleza” (Toledo, 2008: 3).
Bajo el reconocimiento de que una FES como la mexicana contiene diversas formas
socio-productivas, se acepta también que existen variadas formas de interacción
humana con el entorno eco-sistémico. En el caso de la dinámica netamente
capitalista que se basa en la competencia productivista, en el consumo masivo y en
la constante búsqueda de reducción y externalización de costos, todo ello para
maximizar la ganancia, la evidencia histórica muestra un nivel nunca antes visto de
afectación, devastación, contaminación ambiental y exterminio de la biodiversidad.
El ritmo del metabolismo socio-productivo capitalista entra en colisión directa con
los biorritmos eco-sistémicos, con la dinámica de flujos, reposición y reproducción
de los sistemas naturales. Pero en el propio seno de nuestra FES, coexisten
también otras formas socio-económicas y productivas que durante siglos han
13AunqueelconceptomarxistadeFormaciónEconómicaSocial(FES)estásujetoadebate,inclusoentrelospropiosmarxistas,aquíseadoptaenelsentidodeunasociedadconcretaespecífica,geoespacialytemporal o históricamente determinada. En contraste con el concepto más abstracto deModo deProducción, como el capitalista, por ejemplo, queMarx estudió y cuya caracterización constituye unmodeloteóricoquenohacereferenciaalarealidaddeningúnpaísosociedadespecífica.Adicionalmenteseadmiteque,enunaFEScomolamexicana,puedenconvivirdiversasformassocio-productivas,aunquepredominaunacomohegemónica(lacapitalistaenestecaso)entornoalacualsearticulandemaneramásomenosfuncionalysubordinadalasdemás.
138
mostrado una convivencia mucho más armónica con las dinámicas metabólicas de
la naturaleza.
Por ejemplo, la producción agroalimentaria diversa y a pequeña escala, articulada
a circuitos económicos locales, propia de la agricultura campesina, no solamente
toma los nutrientes y energías de la tierra a un ritmo mejor sincronizado con los de
sus flujos y reposición, sino que, mediante la combinación simultánea de diversos
cultivos, contribuye a dicha reposición.
Este es el caso de los procesos productivos subyacentes en el MCP, ya que la gran
mayoría de sus concurrentes no son intermediarios, es decir que no compran lo que
ofrecen, sino que lo producen ellas mismas bajo este tipo de regímenes
diversificados de baja escala, con bajo o nulo uso de energías fósiles, y articulados
a un circuito local.
Las articulaciones entre las partes internas de un sistema, así como entre sistemas
y subsistemas, sin embargo, no son uniformes, lineales ni simples. Pueden ser más
o menos funcionales y más o menos contradictorias, por lo que en el análisis del
MCP y de la economía popular en la que se inscribe, se habrá de destacar este
doble carácter funcional y contradictorio en el que conviven, ello mediante el
contraste de las dinámicas de los mercados convencionales y las de los mercados
populares, particularmente el MCP.
Perspectiva crítica
La adopción del supuesto consistente en identificar al MCP como parte de un
subsistema de economía popular, sugiere la pertinencia de realizar una
conceptualización de lo que aquí se entiende por Economía Popular, y se considera
que una de las mejores maneras de hacerlo es poniéndola en contraste con la
economía del capital.
No se elude, y por el contrario se asume una postura de carácter crítico hacia el
sistema capitalista, su racionalidad acumulativa y su dinámica competitiva-
destructiva y excluyente, sustentada teóricamente en la obra de Carlos Marx, pero
empíricamente también en la multiplicidad de efectos degradantes y destructivos
139
que, en lo económico, lo social, lo político, lo cultural y lo ambiental este sistema ha
generado en el mundo contemporáneo.
De igual forma se adopta una postura crítica hacia la teoría económica
convencional, que centra su análisis en el comportamiento individual, concibiendo
al individuo de manera aislada y a lo social como simple suma de individuos que
conviven y establecen relaciones de intercambio en igualdad de condiciones.
Por el contrario, se asume la visión de lo social como un sistema con estructuras
que inducen pautas de comportamiento basadas en intereses que, en algunos
casos, son contradictorios, como es el caso de la relación entre el trabajo asalariado
y el capital, que se desarrolla en condiciones asimétricas de poder, que al estar
basadas en la explotación implica intereses en contradicción. También se observa
en las tensiones entre la predominante dinámica y racionalidad del capital y otras
formas socioeconómicas como las campesinas, indígenas y comunitarias que, si
bien no están del todo desligadas, mantienen formas socio-productivas y culturales
propias.
En contrapartida se asume una postura reivindicativa de la economía popular, y en
particular del MCP, cuya racionalidad reproductiva, guiada por la motivación
fundamental de dotar de condiciones de vida adecuadas para sus participantes, a
partir de prácticas de tipo complementarias, cooperativas y solidarias, puede aportar
elementos para imaginar otra economía y otro mundo posibles.
3.2 Los métodos cualitativos
El reconocimiento de la creciente diversidad social y cultural mundial y la mayor
complejidad de los fenómenos sociales, han contribuido a generar mayor apertura
en el campo de las ciencias sociales hacia los métodos cualitativos de investigación,
proceso que no debiera verse necesariamente como un desplazamiento y
antagonismo con respecto a los métodos cuantitativos, sino como un complemento
de ellos.
140
En cierta medida el origen y gestación del enfoque cualitativo se explica a partir del
cuestionamiento de los paradigmas cuantitativos, en cuya base se encuentran tres
postulados centrales: el realismo que sostiene que la realidad existe completamente
separada e independiente de los seres humanos, y que así debe mantenerse
durante el proceso de investigación; el empirismo que absolutiza el papel de la
experiencia y el conocimiento sensorial; y el positivismo, según el cual solamente el
conocimiento científico es válido y verdadero (Álvarez-Gayou, 2003: 16).
El enfoque cuantitativo ha encontrado límites y objeciones cada vez más estrechos
en las ciencias físicas y naturales, pero en el campo de las ciencias humanas estas
objeciones son aún más contundentes, ya que en ellas las leyes, los experimentos,
las medidas y las variables no encuentran la misma aplicación que en las ciencias
naturales, y más bien propician la exclusión de lo que podría ser lo más esencial de
la humanidad: su subjetividad (Álvarez-Gayou, 2003:17).
Aun así, se considera que “la oposición entre análisis cuantitativo y análisis
cualitativo no es absoluta (…) Para poder formular enunciados cuantitativos, antes
es necesario hacer abstracción de las diferencias cualitativas de los elementos; y
todo fenómeno social singular lleva consigo las determinaciones generales a las
que se refieren las generalizaciones cuantitativas. Las mismas categorías de estas
generalizaciones son siempre cualitativas” (Adorno, 2001: 27).
El enfoque cualitativo implica un doble propósito: por un lado, establece distancia
respecto a la tendencia a la objetivación de los actores, propia del enfoque
positivista-cuantitativo; por otro lado, incorpora la subjetividad de los propios
actores, reconociendo la condición de subalternidad de sus saberes.
Nuestro caso de estudio se ubica en un contexto macro-socioeconómico en el que
el capitalismo ha tenido una expansión y penetración heterogénea, generando un
complejo relativamente diverso, en el que conviven varias formas económicas y
productivas no capitalistas, las cuales se mantienen de manera más o menos
funcional y subordinada a la lógica de valorización, pero que aun así conservan sus
dinámicas operativas internas y condiciones y formas de trabajo propias.
141
En la estructura social, observamos la existencia no sólo de las dos clases sociales
típicas del modo de producción capitalista, sino una gran cantidad de sectores
ubicados en las posiciones más diversas de la dinámica económica, política y
cultural.
En este caso, como ya se ha mencionado, la existencia de sectores y formas socio-
económicas subalternas y subyugadas, la marginación y opresión también se
expresa en el campo del conocimiento y de los saberes tradicionales y populares,
que son despreciados por la epistemología científica positivista dominante.
Se considera entonces, que los métodos cualitativos constituyen una herramienta
propicia para enfrentar críticamente a esa epistemología colonialista y opresora, ya
que permiten dar voz a los actores y actoras de los sectores y las formas
socioeconómicas populares, campesinas y subalternas en general.
La gestación de la tradición cualitativa es menos reciente de lo que podría pensarse
y de hecho nace en el seno del paradigma positivista, desde los primeros estudios
de etnografía colonial que van desde el siglo XVII al XIX, que surge con la
predominante pretensión de entender lo otro, al otro, referido a los pueblos
primitivos vistos en primer momento como diferentes, exótico, extraños y
posteriormente como atrasados e inferiores (Álvarez-Gayou, 2003).
Desde entonces esta tradición metodológica se ha transformado, diversificado y
enriquecido. En la actualidad cuenta con un sólido cuerpo de componentes entre
los cuales Taylor y Bogdan destacan diez características de la investigación
cualitativa:
• Es inductiva • Es humanista • Es un arte, no son estandarizados, son flexibles, siguen lineamientos, pero
no reglas • Ve al escenario y a las personas en una perspectiva holística, no son
variables, sino cada una es un todo • Es sensible a los efectos que el investigador causa sobre el objeto de estudio • Se trata de entender a las personas dentro de sus propios marcos de
referencia • El investigador se aparta de las ideas preconcebidas
142
• Todas las perspectivas se consideran • Se obtiene el conocimiento directo no filtrado por escalas clasificatorias,
validez • Todas las personas y escenarios son dignos de estudiarse (Taylor y Bogdan,
1994: 20-23) De entre las principales características del enfoque cualitativo identificadas por
Demman et al. (2000), y Sampieri et. al. (2010), para esta investigación tomamos
las siguientes:
Paradigma: Realidad construida socioculturalmente múltiple y holística Epistemología:
Observador determinante/determinado Interdependencia entre sujeto y objeto Perspectiva internalista
Objeto de estudio:
Realidad intersubjetiva Relaciones y procesos
Objetivos:
Describir e interpretar Particularizar y profundizar Comprensión No se busca generalizar probabilísticamente los resultados. Pretende explorar, describir, comprender e interpretar, más que encontrar relaciones de causalidad y generación de teorías.
Métodos:
Diseño flexible (“circular”) y no necesariamente secuencial Categorías por estudiar Muestreo teórico o estructural Hipótesis emergentes
Técnicas: Observación participante Entrevistas, etc. La recolección de datos no es estandarizada ni completamente predeterminada. Las percepciones, conductas y otras expresiones se toman como datos.
Análisis:
Permanente Análisis inductivo Criterios especiales de confiabilidad
Perspectiva ética: Consciente de compromiso, empático.
En esta investigación se han tomado estos elementos como guía para la
aproximación, observación e interacción con los actores, a partir de una posición de
empatía por parte del investigador que no implica necesariamente la pérdida de
perspectiva, ya que se mantiene como guía el programa y objetivos de investigación
diseñados y establecidos desde el inicio de la investigación, y se sustenta en un
enfoque epistemológico que de manera sucinta ya ha sido expuesto.
143
Dada la empatía manifiesta del investigador con el caso de estudio, vale la
referencia de lo que Edgar Morin (1999) denomina como intersubjetividad, que
identifica más que como problema como un elemento que puede ofrecer ventajas
para comprender al otro.
Desde esta perspectiva, el tipo de objetivos que aquí se persigue, tienen que ver
con describir y analizar, particularizar y profundizar en términos de las relaciones
entre los sujetos para aportar una determinada comprensión del fenómeno,
tomando en cuenta la percepción de los propios actores.
La estrategia de investigación se sustenta en el establecimiento de una serie de
categorías de análisis y supuestos que, a la vez que emanan de una primera
aproximación, habrán de contrastarse con evidencias recogidas a partir de datos
obtenidos mediante observaciones sucesivas, participación, entrevistas y grupos de
enfoque con una cobertura determinada a partir de un muestreo de tipo teórico.
Estudio de caso
Esta investigación se aborda como un estudio de caso, es decir se considera al
MCP como un caso particular, una unidad sincrónica, de lo que serían los mercados
populares como entidades económicas por medio de las cuales los sectores
populares organizan la circulación de bienes destinados a sustentar sus dinámicas
reproductivas cotidianas.
El interés que para el conocimiento tiene el estudio del MCP radica en sus
particularidades que como mercado popular se perciben a simple vista, como el
trueque que predomina como mecanismo de intercambio en el que subyace una
complejidad cuya identificación y comprensión más detallada y profunda requiere
de una investigación más sistemática, al igual que la condición étnica y de género
de las participantes. Otra particularidad del MCP consiste en que la gran mayoría
de participantes son a la vez que ofertantes de bienes básicos, productoras de los
mismos, para lo que se retoma el término de prosumidoras, comúnmente utilizado
en los estudios de economía popular y/o solidaria.
144
Entre las principales características del estudio de caso señaladas por autores como
Ostrom (2012), Díaz (et al., 2011), Arocena (2001), Morra y Friedlander (2001),
tomamos las siguientes:
• Se concibe como un constructo inherentemente teórico y empírico • Implica una investigación intensiva y profunda de un fenómeno delimitado, visto de
manera longitudinal. • Es consistente con una investigación intersubjetiva que tiene un funcionamiento
singular, sin dejar de ser parte de un sistema integrado. • Se sustenta en los principios epistemológicos de las categorías de
explicación/comprensión, más que en la búsqueda de relaciones causa-efecto. En nuestro caso se concibe al MCP como una unidad organizacional sincrónica
instituida, que puede verse tanto como una comunidad aglutinada en torno a una
dinámica estratégica económica colectiva de intercambio complementario de bienes
de consumo primario. Pero también como una unidad de recurso común gestionada
e instituida de manera colectiva, cuyo estudio es de tipo sincrónico longitudinal,
ideográfico, descriptivo, con carácter intersubjetivo, empírico y a profundidad, que
busca captar la propia visión de los actores vistos desde una dualidad objeto/sujeto,
al igual que el investigador que en el proceso adopta posturas de observación
participante.
Si bien la unidad básica de estudio es el propio mercado, este no puede ser visto ni
comprendido en toda su complejidad sino en la medida en que se le observa inserto
en un subsistema más amplio, identificado aquí como subsistema local de economía
popular, integrado por el conjunto de actores y procesos cuya acción trasciende la
circunscripción del mercado y se despliega en las comunidades y unidades
domésticas de origen de las participantes en el MCP.
Respecto a la dimensión más técnica de la metodología, se adoptó una perspectiva
etnográfica, acompañada de actividades de observación participante, entrevistas y
grupos focales, tomando este enfoque a partir de las definiciones aportadas por
autores como Murillo y Martínez (2010), Martínez (2005), Carozzi (2000), Rodríguez
et al., (1996), Kawulich (2005), Bertoldi et al, (2006).
145
3.3 Estrategia metodológica
Tipo de investigación
Se trata de una investigación de tipo exploratorio-descriptiva, desde una perspectiva
emic-ideográfica, es decir, que toma en cuenta la dinámica interna del objeto de
estudio y no pretende sino comprenderlo y explicarlo sin hacer generalizaciones
necesariamente aplicables a otros procesos partir de él, ya que el propósito es más
bien de tipo ilustrativo.
La investigación se realiza desde un enfoque cualitativo bajo la modalidad de
estudio de caso, implementado mediante métodos etnográficos, como la
observación participante, la entrevista semiestructurada a profundidad y la
implementación de grupos focales. Ello bajo la premisa de establecer una relación
de tipo intersubjetiva entre el sujeto/objeto de estudio, para captar e incorporar el
punto de vista de los propios actores.
Desde una perspectiva transversal se toma como unidad o caso de estudio a un
subsistema territorial de economía popular, a partir del análisis del Mercado de
Cambio de Pátzcuaro concebido como referente empírico y nodo articulador del
subsistema.
Se asume una postura epistemológica intersubjetiva y crítica, contrastando la
unidad de estudio con la racionalidad imperante en el sistema socio-económico
capitalista predominante, que se constituye como contexto sistémico dentro del cual
se encuentra inserto el subsistema de economía popular que se estudia.
Enfoques teóricos y categorías de análisis
Dadas las características socioeconómicas y culturales del caso de estudio se han
seleccionado los enfoques teóricos y las categorías de análisis asociadas a ellos.
En primer lugar y con la pretensión de fijar una postura epistemológica crítica desde
uno de los grandes paradigmas de la disciplina económica, se adopta el enfoque de
la crítica de la economía política, desde la cual se establecen los parámetros
básicos de la crítica al sistema capitalista como entorno dominante y omnipresente
146
en la actual realidad socioeconómica mundial. Desde esta perspectiva se revisan
las categorías de mercado, mercancía y dinero.
En concordancia con las características socioeconómicas y culturales de las
participantes en el mercado y la racionalidad económica con la que operan se
enfoca el análisis del caso desde las perspectivas de la economía popular y de la
economía feminista.
Se identifica al caso de estudio como un bien común y se destaca la dimensión
institucional que rige la dinámica del mercado, reivindicado el postulado de que los
sectores populares tienen la capacidad de realizar de manera colectiva y
sustentable el aprovechamiento y manejo de bienes comunes, de frente a la
tristemente célebre tesis de la tragedia de los comunes, de ahí la importancia de
analizar este caso desde la perspectiva del Marco de Análisis Institucional
desarrollado por Elinor Ostrom.
Explorando el potencial alternativo del Mercado de Cambio tomamos categorías
como reciprocidad, solidaridad, sustentabilidad, autonomía e identidad.
Crítica de la economía política Economía popular y economía feminista • Mercado • Mercancía • Valor de uso • Valor de cambio • Dinero y precio
• Racionalidad reproductiva • División sexual del trabajo • Unidad doméstica • Prosumidoras • Trueque
Marco de análisis institucional Otras categorías: • Sistema de recursos • Bienes comunes • Formas de propiedad y
derechos de uso • Atributos de la comunidad • Reglas y normas
• Economía solidaria • Sustentabilidad socio-ecosistémica • Identidad socio-cultural • Autonomía • Marginalidad y subalternidad
147
Desarrollo de la investigación
Observación participante
En el transcurso de esta investigación realizaron múltiples visitas al Mercado,
participando en las actividades de cambio, durante los días de emplazamiento, que
son los martes y viernes, durante alrededor de un año a partir de julio de 2017 y
mediados de 2018 y se promovieron actividades complementarias como la
realización de eventos de trueque en la Facultad de Economía Vasco de Quiroga
de la Universidad Michoacana.
Mediante dichas visitas se obtuvieron las observaciones preliminares que
permitieron establecer algunos supuestos de investigación sobre las
particularidades operativas del MCP, aspectos de las características físicas del lugar
y su entorno, así como sobre la cantidad de personas participantes y ciertos rasgos
de perfil, como la amplia predominancia femenina y su origen indígena comunitario.
También se establecieron los primeros contactos con las participantes, que
permitieron programar y realizar una serie de entrevistas a profundidad.
Sondeos preliminares
Se realizaron una serie de sondeos para identificar el lugar de origen de las
participantes y su identificación como prosumidoras y/o intermediarias, y algunas
características de las participantes como edad y escolaridad.
Entrevistas
Para el diseño de los contenidos de las entrevistas se tomó como base la
información preliminar obtenida en las numerosas observaciones en campo
previamente realizadas.
Para poder profundizar más en el diálogo y la obtención de información, las
entrevistas se llevaron a cabo en las comunidades de origen de las participantes.
Para el diseño muestral se utilizaron dos criterios: el criterio de saturación teórica,
según el cual se continúan las entrevistas hasta el punto en el que se identifica una
reiteración que ya no aporta nueva información relevante; el segundo criterio
148
consistió en un muestreo por conglomerados, realizando una selección aleatoria de
participantes provenientes de distintas comunidades.
Con base en esos criterios se realizaron 36 entrevistas distribuidas en las
comunidades de Pátzcuaro, Santa Ana Chapitiro, Cuanajo, Ajuno, Santa Clara del
Cobre, Opopeo, Ihuatzio, San Miguel Charahuen, San Miguel Nocutzepo, San
Andrés Tziróndaro, Jarácuaro y Erongaríacuaro.
Por medio de las entrevistas se logró el establecimiento de diálogo abierto con
algunas participantes en el mercado, lo que permitió acceder a información
importante como el perfil personal de las entrevistadas, edad, lugar de origen,
reivindicación de su ascendencia indígena y familiar, composición familiar y
ocupación, roles y división del trabajo en el hogar, formas de producción y tipos de
productos, aspectos relacionados con su participación en el MCP, como antigüedad,
razones por las que participa y quién le acompaña , tipos y cantidad de productos
que ofrece y que recibe, términos y criterios con los que se intercambia y reflexiones
sobre el mercado como sus normas y condiciones de operación y su participación,
los costos y beneficios, limitaciones perspectivas de continuidad y propuestas, entre
otras cosas.
Grupos focales
Se realizaron cuatro ejercicios de grupos focales en 2018, en las comunidades de
Cuanajo, Opopeo, Ihuatzio y Ajuno; en cada uno de los casos participaron entre 10
y 20 mujeres, la mayoría de las cuales se conocían entre ellas, pues además de
coincidir en el mercado, son vecinas de la misma comunidad, lo que generaba un
ambiente de menor inhibición y mayor confianza para participar. Las sesiones se
programaron para durar dos horas, pero en todos los casos se prolongaron un poco
más, 30 a 40 minutos, dado el interés y la disposición de las propias participantes.
Respecto a los criterios de selección de las participantes para los grupos de
enfoque, se convocó exclusivamente a mujeres que participan en el MCP. Las
sesiones se llevaron a cabo en el caso de la comunidad de Cuanajo y Ajuno, en la
149
casa de una de ellas, mientras que en los casos de Ihuatzio y Opopeo se realizaron
en lugares públicos.
Las temáticas fueron guiadas por las preguntas preestablecidas por el investigador,
relacionados con el mercado de cambio, sus condiciones de producción y
reproducción como unidades domésticas, la división del trabajo y los roles
tradicionales de género en el interior de sus hogares, así como su participación en
las dinámicas de intercambio. También se tocaron otros temas de interés de las
participantes, como la posibilidad de vincularse con la institución universitaria de
procedencia del investigador y algunos temas relacionados con la dinámica y
problemáticas de la comunidad, como la deforestación y la menguante participación
de los habitantes en acciones colectivas.
Entre los aspectos relevantes en estas dinámicas destacan la doble dimensión con
la que las personas asumen su participación en el MCP: una a partir de su
necesidad, ya que al no contar con suficientes recursos monetarios para comprar
todos los bienes que sus familias requieren para su producción, el MCP les permite
acceder a bienes a cambio de los productos de su propio trabajo; la otra dimensión,
que expresan de manera implícita con su estado anímico, es el carácter lúdico,
cultural y social que implica dicha participación. La parte lúdica emana de la
convivencia y el intercambio que conlleva su participación en las dinámicas de
intercambio propias de este mercado. La parte cultural se deriva de esa misma
dinámica y fortalece su identidad y cohesión, y la parte social porque las hace
fortalecer su autovaloración como personas que aportan y contribuyen a la
reproducción y bienestar de sus familias.
150
Capítulo 4
Contexto histórico y socio-ecosistémico. Michoacán y Pátzcuaro
4.1 Antecedentes históricos
Nuestro estudio se realiza en la cuenca del lago de Pátzcuaro que representa una
de las regiones en las que se encuentra asentada la etnia purépecha, en el estado
de Michoacán de Ocampo. Este grupo étnico comprende cerca de 120,000
hablantes de lengua indígena (INEGI, 2010), abarca alrededor de 6,000 Km2
(alrededor del 10% del territorio total de la entidad), está ubicado en el centro-oeste
del Estado de Michoacán y tradicionalmente se divide en cuatro regiones: Cañada
de los Once Pueblos, Ciénega de Zacapu, Meseta y Lacustre, que comprenden 22
de los 113 municipios del estado.
En la región lacustre se concentraba el principal centro político y económico del
señorío purépecha, uno de los más extensos e importantes al momento de la
conquista española, por lo que posee una alta densidad y trascendencia histórica.
El grupo que gobernaba el señorío purépecha al momento de la conquista española,
tiene sus antecedentes en una ola de grupos inmigrantes que llegaron a la región
lacustre de Pátzcuaro a finales del siglo XII y principios del XIII, eran los uacúsechas
(águilas). Al momento de su llegada el lugar ya estaba poblado por varios grupos
pequeños, independientes pero que mantenían relaciones de intercambio entre sí.
Al principio los uacúsechas ocuparon una posición de inferioridad respecto a los
otros grupos previamente establecidos, pero paulatinamente, mediante una
dinámica de alianzas y guerras, terminaron imponiéndose como el grupo dominante
(Castro-Leal et al., 1989: 193).
De la unión de Pauácume, señor de uno de los cinco grupos uacúsecha, con una
mujer de Xarácuaro, nació Tariácuri, considerado como uno de los principales
personajes del señorío purépecha, ya que impulsó su expansión y consolidación.
Durante el reinado de Tariácuri (cuyo nacimiento es estimado aproximadamente
151
entre los años 1376 a 1378), Pátzcuaro se convirtió en la primera capital de los
uacúsecha (Macías, 1978).
Al llegar a la vejez, Tariácuri dividió el señorío en tres partes, dejando a cargo de
cada uno a sus dos sobrinos, Hirepan en Ihuatzio, y Tangoanxan en Tzintzuntzan,
y a su hijo Hiquíngare, en Pátzcuaro. Tzintzuntzan se fortaleció como principal
centro político y finalmente se consolidó como cabecera del señorío tarasco,
quedando Pátzcuaro como lugar ceremonial (Macías, 1978; Castro-Leal, et al.,
1989).
Durante esta época, una de las principales actividades productivas en la cuenca del
Lago de Pátzcuaro era la agricultura, con un sistema de cultivo de terrazas que
permitían retener el suelo fértil y conservar un adecuado nivel de humedad, técnicas
que además permitieron la ampliación de la superficie de cultivo (Espinosa, 2003).
El principal cultivo era el maíz, que se producía bajo el sistema de temporal
(Beaumont, 1985). Desde esa época se verificaban periódicas fluctuaciones en los
volúmenes de producción, causados por las variaciones del nivel de lago que a su
vez provocaba una ampliación o reducción de las superficies de cultivo, propiciando
periodos de escasez de alimentos, sobre todo de maíz, lo cual se veía compensado
con el comercio regional (Pollard, 1995).
Tras la conquista española, el dominio político y la explotación económica sobre la
población nativa fue ejercida de manera directa bajo el sistema de encomienda. En
el caso de Tzintzuntzan y varios poblados ribereños al Lago de Pátzcuaro, el primer
encomendero fue Hernán Cortés. Pero tras el nombramiento de la primera
Audiencia de gobierno de la Nueva España, en 1528, Cortés perdió todos sus
privilegios y encomiendas de la provincia de Michoacán, la mayoría de las cuales
fueron otorgadas a Juan Infante (Martínez, 1989).
Bajo el gobierno de Nuño de Guzmán, en complicidad con el encomendero Juan
Infante, la población nativa de Michoacán fue sometida a una extrema explotación
y represión, que llegó hasta el grado de asesinar al Cazonci. Ante ello, muchos
pobladores indígenas huyeron de sus comunidades y se refugiaron en la sierra o en
152
comunidades más lejanas. La explotación, la represión y algunas epidemias
provocaron una baja sensible en la población de la región (Martínez, 1989).
Con nombramiento de Juan de Zumárraga como obispo de la Nueva España, en
1528, la abusiva explotación de la población por parte de las autoridades de la
primera Audiencia y los encomenderos, enfrentó una importante oposición. En 1529
Zumárraga trajo a la Nueva España numerosos frailes misioneros que apoyaron su
afán protector (Martínez, 1989).
Gracias a la intervención de Zumárraga, en 1531 fue destituida la primera Audiencia
y nombrada la segunda, entre cuyos integrantes destaca Vasco de Quiroga, quien
en 1532 fundó su primer pueblo-hospital Santa Fe en la ciudad de México. Al año
siguiente viajó a Michoacán y pocos meses después emprendió la construcción del
segundo pueblo-hospital de Santa Fe de la Laguna, Michoacán, en tierras de
Guayameo, en la ribera del Lago de Pátzcuaro.
En 1536 el Papa Paulo III emitió las bulas de creación del obispado de Michoacán
y el nombramiento de Quiroga como Obispo, asignándole como sede la antigua y
rudimentaria iglesia de San Francisco, dedicada a Santa Ana, que había sido
construida en 1526 por Fray Martín de Jesús en Tzintzuntzan, y que los frailes
franciscanos ya habían abandonado.
Es hasta 1538 que el nombramiento llega a la Nueva España y Vasco de Quiroga
puede tomar posesión del obispado, buscando inmediatamente otro lugar para
trasladar su sede, la cual finalmente decide establecer en Pátzcuaro, que en ese
momento estaba prácticamente abandonado. Buscando hacer confluir la sede del
obispado con su pretensión de fundar una ciudad de españoles en Michoacán y de
congregar en ella a los indios de los pueblos ribereños (Martínez, 1989: 101).
Inmediatamente Vasco de Quiroga impulsó una acelerada urbanización de
Pátzcuaro, congregando ahí a comunidades enteras que estaban dispersas
alrededor del lago y construyendo la catedral, el hospital de Santa Marta, un
monasterio, un colegio, el hospital de los franciscanos. En 1540 fundó el Colegio de
San Nicolás (Martínez, 1989: 103).
153
Ante las muchas tensiones que ocasionó el traslado de la sede obispal y poblacional
de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, el primer Virrey Antonio de Mendoza finalmente
decidió fundar la ciudad de Valladolid el 18 de mayo de 1541, destinándola a ser el
principal centro político y poblacional de la provincia de Michoacán (Martínez, 1989:
112).
Entre 1575 y 1580 la sede episcopal y el cabildo eclesiástico se trasladaron de
Pátzcuaro a Valladolid, propiciando un acelerado declive de la región lacustre
(Macías, 1978; Pastor y Romero, 1989: 125).
Conforme avanzaba la colonización española se introdujeron en la Nueva España
y en la provincia de Michoacán nuevos cultivos como el trigo, cebada, habas,
lentejas, garbanzos, col, lechuga, rábanos, zanahoria, chícharos, ajos, cebolla,
manzana, pera, membrillo, aceituna, y ganado entre muchos otros. Los españoles
dieron mayor impulso a las estancias ganaderas, cuyos productos se destinaban a
los mercados remotos (Durston, 1976; Pastor y Romero, 1989).
Aunque el sistema productivo en Michoacán se diversificó durante la época colonial
con la introducción de nuevos cultivos y una ganadería extensiva, la minería se
colocó rápidamente como la actividad más importante. La necesidad de abastecer
a los centros mineros propició un incremento en la producción de trigo, maíz, azúcar,
carne, pescado, textiles, etc. En la región de la cuenca se observó un importante
crecimiento en el cultivo de trigo (Pastor y Romero, 1989).
Los efectos de la conquista, la explotación y el dominio religioso, político y
económico durante la primera fase de colonización, propiciaron la dispersión y casi
extinción de la población indígena. Sin embargo, la formación de los pueblos
hospitales, la promoción de congregaciones poblacionales, la institución de la
república de indios a partir de las cédulas reales de 1549 y 1573, la formación de
los sistemas de cofradías y mayordomías, entre otras acciones, ayudaron a
conservar y restituir parte del sistema de vida y cultura indígenas (Vázquez León,
1986; Pastor y Romero, 1989).
154
La nueva forma de vida de los grupos indígenas bajo la modalidad de república de
indios y comunidades agrarias coloniales les permitió cierta continuidad al
constituirse como una colectividad con recursos comunes, derechos jurídicos
reconocidos y relaciones comunitarias obligatorias para todos sus miembros
(Vázquez León, 1986; Pastor y Romero, 1989).
Aunque las creencias y ritos de la religión cristiana fueron impuestos, en algunos
casos incluso por medios violentos, las comunidades indígenas le imprimieron un
sello propio, haciendo de las fiestas patronales un complejo constructo cultural y
organizacional que propiciaba la acción colectiva, la cohesión social y el
fortalecimiento de la identidad comunitaria.
Para el siglo XVII en la Nueva España y en la provincia de Michoacán se empieza
a notar una recuperación poblacional. En esta entidad la población indígena llegaba
ya a los 80 mil individuos en 1785, y para inicios del siglo XIX alcanzaba casi los
135 mil, diseminados en cerca de 260 poblados, muchos de ellos ubicados en la
región de la cuenca del Lago de Pátzcuaro (Pastor y Romero, 1989: 204).
A finales del siglo XVIII, nuevamente las formas de vida comunitaria indígena
tuvieron que enfrentarse a los fuertes embates de la corona española. La
implementación de las llamadas reformas borbónicas, que cuestionaban la posesión
comunal de importantes extensiones de tierras cultivables, bosques y otros
recursos, e incrementaban drásticamente las cargas tributarias impuestas a las
comunidades, y el saqueo de los fondos comunitarios generados bajo el sistema de
cofradías, provocaron fuertes enfrentamientos y levantamientos indígenas, muchos
de ellos apoyados por las ordenes eclesiásticas (Pastor y Romero, 1989: 204).
Las duras condiciones impuestas por las reformas borbónicas a todos los sectores
de la población novohispana, la expulsión de los jesuitas en 1767, los crecientes
impuestos, el sistema de vales reales, los préstamos y decomisos a capellanías,
entre muchos otros, junto con la invasión napoleónica a España y la expulsión de
Fernando VII en 1808, propiciaron un generalizado ambiente insurgente e
independentista (Mendoza y Terán, 1989).
155
Después de lograr su independencia, la República Mexicana se convirtió en
escenario de fuertes y prolongados enfrentamientos entre liberales y
conservadores, postrando al país en un profundo estancamiento durante la mayor
parte del siglo XIX. Pátzcuaro cayó en un abandono que agudizó el declive que
había iniciado con el traslado de las sedes civiles y eclesiales a Valladolid. Esto
empeoró con las políticas porfiristas orientadas a despojar de sus tierras a las
comunidades indígenas, lo que constituyó otra de las múltiples causas que
provocaron la revolución de 1910-1917 (Macías, 1978).
La revolución y el agrarismo en Michoacán
Al inicio de la revolución, Michoacán parecía un territorio casi al margen de la guerra
(…) Sin embargo hay evidencias de que entre 1915 y 1918, la revolución se sintió
con gran fuerza (Guerra, 1999: 134).
En 1911, Pátzcuaro fue sede del cuartel general del revolucionario maderista
Salvador Escalante y escenario de las negociaciones de paz entre éste y el
gobernador interino de Michoacán, Dr. Miguel Silva González, quien era
simpatizante del maderismo. El optimismo que generó este acontecimiento duró
poco, pues tras el asesinato de Madero y Pino Suárez en febrero de 1913,
Michoacán, y más aún la zona lacustre, entraría en un ambiente de inestabilidad
que se prolongaría incluso después de 1917, periodo en el que proliferó el
bandolerismo, que tiene en Inés Chávez García su personaje más conocido, ello
sumado a las pugnas de poder entre los caudillos militares emanados de la
revolución, esta situación se prolongarían hasta finales de los años 1920 (Guerra,
1999: 134).
Al término de la revolución, inició en México un lento y complicado proceso de
ordenamiento político, económico y social. En Michoacán se realizó una elección en
la que Francisco J. Múgica obtuvo mayoría de votos, pero las fuerzas oficialistas y
la burguesía estatal consiguieron que el congreso local declarara vencedor a
Pascual Ortiz Rubio (Guzmán, 1986: 43).
156
La gestión de Ortiz Rubio no tuvo nada que ver con los postulados y expectativas
de la reciente revolución, por lo que nuevamente en 1920 Múgica decidió postularse
para la gubernatura, una vez más obtuvo votación mayoritaria sobre su contendiente
oficialista Porfirio García de León, y de nuevo los caciques locales trataron de
desconocer su triunfo; sin embargo, la movilización popular y campesina logró
evitarlo, consiguiendo que el gobierno federal ratificara el triunfo de Múgica
(Guzmán, 1986: 44).
Ante los fuertes obstáculos internos y enfrentamientos con los caciques locales y
las crecientes tensiones con el gobierno federal, Múgica decidió separarse de su
cargo y salir de Michoacán. Pero el agrarismo en Michoacán mantuvo su impulso
en la persona de Primo Tapia, quien fundó la Liga de Comunidades y Sindicatos
Agraristas del Estado de Michoacán, que luchaba por la propiedad colectiva de la
tierra. Una serie de movilizaciones agraristas entre 1923 y 1925, lograron que se
llevaran a cabo los primeros repartos de 47,364 hectáreas de tierra en posesión
definitiva que beneficiaron a 28 comunidades de Michoacán (Guzmán, 1986: 46).
A la caída de Múgica, los dos siguientes gobernadores, Sidronio Sánchez (1922-
1924) y Enrique Ramírez (1924-1928), se aliaron con los hacendados y combatieron
al agrarismo en el Estado y poco después, en 1926, mediante una contraofensiva
apoyada por el gobierno de Plutarco Elías Calles, Primo Tapia fue asesinado y la
Liga de Comunidades Agraristas fue disuelta (Guzmán, 1986: 49; Guerra, 1999:
137).
Al ser electo como gobernador de Michoacán durante el periodo 1928 – 1932,
Lázaro Cárdenas era un comprometido con el agrarismo, pero la experiencia
pasada por su amigo y anterior gobernador Francisco J. Múgica quien desplegó un
radical agrarismo y se confrontó con los caciques locales y con el gobierno central
de Plutarco Elías Calles, llevó a Cárdenas a actuar con mayor moderación,
cuidándose de mantener una buena relación con Calles, sin renunciar a su ideario
agrarista (Guerra, 1999: 132).
157
Aún con su estrategia moderada, durante su periodo como gobernador Cárdenas
logró dotar a 181 poblados con 141, 663 hectáreas de tierra en beneficio de
alrededor de 15, 753 ejidatarios, superando con 10,000 hectáreas al total repartido
desde 1917. En 1931 expidió un decreto que anulaba los contratos celebrados
durante el porfiriato, entre 20 comunidades indígenas de la Meseta Tarasca y varias
empresas extranjeras que explotaban los bosques de esa región. También
promovió la formación de empresas cooperativas para los trabajadores agrícolas y
forestales y se construyeron 112 presas, 135 canales de riego y se amplió la red de
carreteras y caminos (Guerra, 1999: 138).
Aún en el contexto de la Reforma Agraria, autores como Glendhill (1990) CEPAL
(19812) Linck (1996), Botey y Suárez (1996) Camín y Meyer (2000), Rubio (2001) y
Bartra (2006), describen y analizan el proceso histórico de deterioro que la
economía campesina ha experimentado en México, particularmente durante la
segunda mitad del siglo XX.
Se observa que la repatriación de una buena cantidad de mexicanos a principios de
los años 30, alentada por la crisis capitalista de 1929 y por los procesos de dotación
de tierras impulsado en el marco de la reforma agraria cardenista, parecía dar un
nuevo impulso a la economía campesina en México.
Sin embargo, la paulatina imposición de una estrategia agro-exportadora, alentada
por durante los años 40 con motivo de la guerra y la posguerra, propició el
progresivo despliegue de la agricultura capitalista de mayor escala provocando una
gradual marginación de la economía campesina, que se replegaba hacia el ámbito
local y el autoconsumo, con una considerable disminución en los apoyos
gubernamentales, y una nueva oleada migratoria durante las últimas décadas del
siglo XX.
En este contexto, entre 1999 y 2000 más de 370 mil michoacanos emigraron a EU,
por lo que Michoacán es la entidad mexicana que tiene la proporción más alta de
municipios clasificados como de alto y muy alto nivel de intensidad migratoria, pues
158
el 66% de los municipios en el Estado se encuentran dentro de estos rubros
(Pedraza, et al., 2007: 63).
La inserción de Pátzcuaro y Michoacán como parte del Estado nacional y las
estrategias de desarrollo implementadas desde este último, han redundado en un
creciente deterioro para la agricultura campesina en la región lacustre, lo que a su
vez ha tenido importantes efectos en materia de crecimiento de la pobreza,
migración y seguridad alimentaria.
La estrategia neoliberal y los tratados de libre comercio han empeorado esta
situación, presionando a los campesinos a abandonar los cultivos y métodos
tradicionales, sustituyéndolos por sistemas de monocultivos a gran escala y en
grandes extensiones de tierra que generalmente es rentada a empresas nacionales
o transnacionales que los contratan como peones, explotan sus tierras y al cabo de
algunos años las abandonan con un alto nivel de deterioro ecológico y productivo.
El resultado final; campesinos empobrecidos y tierras deterioradas y contaminadas.
4.2 Contexto territorial y problemática socio-ambiental
La cuenca del Lago de Pátzcuaro comparte condiciones biofísicas y problemáticas
ambientales, económicas y sociales propias del estado de Michoacán y de la región
purépecha. Con la construcción de la carretera Panamericana que conectó a las
ciudades de México, Morelia y Guadalajara, con sus ramales hacia Uruapan y
Pátzcuaro en los años 40, se aceleró un proceso de transformaciones económicas,
productivas y ambientales, entre las que se observa en las últimas décadas del siglo
XX un declive del mercado regional campesino y una mayor integración al mercado
industrial nacional y con ello la modificación de los usos del suelo y de los recursos
naturales que se expresaron en tres grandes procesos: 1) especialización regional
en la explotación forestal; 2) la expansión del monocultivo de aguacate, y 3) la
quiebra del sistema agrícola-ganadero (Bocco et al. 2001; Garibay, et. al. 2011).
159
Entre los efectos de estas transformaciones destaca que, en un lapso de 18 años,
de los 70 a los 90, Michoacán perdió 513 644 hectáreas de bosques templados y
308 292 de selvas, correspondientes a tasas de deforestación de 1.8 y 1% anual,
respectivamente. Estos cambios indican que el estado atraviesa por una etapa sin
precedentes en la degradación de su recurso forestal, que sin duda repercute en
una degradación ambiental intensa (Bocco et al., 2001: 33).
La tala inmoderada, clandestina, no regulada y sin más criterio que la selección de
los árboles más grandes y cercanos, ha causado en una debacle ecológica y
ambiental, de la cual no se han beneficiado las comunidades propietarias de estos
recursos, sino solamente algunos agentes privados y frecuentemente ajenos a las
comunidades. La especialización en el monocultivo de aguacate inició en los años
60; para 2005 ya abarca 85,709.32 hectáreas, para 2010 llega a 94,045.28, y para
2017 alcanza las 120 mil, distribuidas en 22 municipios entre los que destacan los
de Tancítaro, Uruapan y Peribán, sustituyendo a otros cultivos, principalmente al
maíz (Bocco et al. 2001; Salazar, et al., 2005; Gutiérrez-Contreras et al., 2010 y
SEDRU, 2017).
La expansión aguacatera ha generado un importante dinamismo económico,
creciente oferta de empleos, y la proliferación de pequeñas empresas
empacadoras; pero los grandes beneficiarios de estos efectos son unas cuantas
familias residentes de los grandes centros urbanos como Uruapan. La gran mayoría
de los habitantes de las comunidades indígenas sólo han tenido beneficios
marginales de corto plazo, pero con grandes amenazas por los inminentes efectos
socio-ambientales en el mediano plazo (Bocco et al., 2001; Amézcua y Sánchez,
2015).
En buena medida la expansión del cultivo de aguacate y otros productos como el
limón, el jitomate y la fresa, ha sido incentivada por la demanda del mercado
externo. La mayor parte de la exportación se ha concentrado en algunos pocos
municipios, unas pocas empresas de capital norteamericano acaparan el negocio
de la exportación y los destinos se han reducido paulatinamente, por lo que
160
actualmente el principal mercado se encuentra en EEUU. Esta múltiple
concentración, así como la disminución en la diversidad de cultivos y otros factores,
generan un importante margen de vulnerabilidad de la economía regional que le
apuesta cada vez más a un solo sector, a un solo cultivo y a un solo destino de
exportación (De la Tejera et al., 2013).
En algunas comunidades agrarias la expansión del cultivo de aguacate ha
provocado tensiones Mientras algunos se inclinan por conservar la unidad e
integridad de sus suelos, otros prefieren privatizar e introducir este cultivo a gran
escala. También se han agudizado e incrementado los conflictos por límites e
invasiones (Bocco et al., 2001; De la Tejera, et al., 2013; Amezcua y Sánchez,
2015).
La constante expansión de las superficies de cultivo de aguacate propicia un
creciente círculo vicioso, ya que por un lado implica una constante desforestación,
reduciendo los factores de captación y retención de agua, y por otro lado aumenta
la demanda de agua al incorporar y aumentar un cultivo altamente demandante de
este recurso. De manera similar sucede con la demanda creciente de empaques de
madera en condiciones de decreciente disposición de bosques maderables. A ello
se suma el uso de fertilizantes químicos que contaminan los mantos de agua de
consumo humano, y la pérdida de biodiversidad (De la Tejera et al., 2013).
La quiebra del sistema agrícola-ganadero en parte es resultado de la expansión del
aguacate; los cultivos de maíz y la ganadería se han reducido a niveles de
autoconsumo. Junto a ello se observa un incremento en la migración, que ya no es
de tipo estacional como antes, sino buscando un cambio permanente de residencia
(Bocco et al., 2001).
La zona lacustre
Aunque el cultivo de aguacate no se encuentra tan extendido en la zona lacustre,
los problemas de deforestación y pérdida de cultivos tradicionales también se
verifican en esta zona. A ello se agrega la degradación del lago, por la
contaminación de aguas negras a causa del crecimiento poblacional, la disminución
161
de fuentes de recarga, y el creciente azolve por la tala de los bosques, y la pérdida
de diversidad por la pesca excesiva (Durston, 2006).
La cuenca del lago de Pátzcuaro se encuentra entre la latitud norte 19°45’ y 19°25’
y longitud oeste 101°55’ y 101°25’, en una altitud de dos mil metros sobre nivel del
mar, aproximadamente. Es una cuenca relativamente pequeña donde se encuentra
uno de los embalses naturales más importantes del estado: el lago de Pátzcuaro.
Contiene una importante concentración de población, ubicada alrededor del cuerpo
lacustre en asentamientos ribereños principalmente. Presenta una alta diversidad
ecológica: existen ocho tipos de vegetación, cinco clases de climas, 14 paisajes
morfo-edafológicos y 18 diferentes tipos de suelo (Rodríguez, 2007: 43).
Se identifican seis tipos de zonas ambientales dentro de la región: el lago, que
abarca el 14.6 % de la cuenca; los pantanos (1.3%); la ribera (12.2%); la sierra baja
(31.9%); la sierra alta (36.1%); y la zona alpina (3.9%). La mayoría de los
asentamientos se ubicaban en las regiones de la ribera y de la sierra baja, que
determinan en gran medida la morfología del paisaje natural en el territorio de
estudio (Pollard, 1993: 65-67).
La cuenca abarca parte de los municipios de Pátzcuaro, Tzintzuntzan,
Erongarícuaro y Quiroga, y comprende 86 comunidades de las cuales 77 se
consideran rurales y 9 urbanas (Durston, 2006: 111) con una población aproximada
a los 141,499 habitantes (INEGI, 2010).
En otra clasificación la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas (CDI) denomina a la cuenca como bioárea lacustre, una de las cuatro que
comprende la región purépecha, y que abarca a los municipios de Erongarícuaro,
Pátzcuaro, Quiroga, Salvador Escalante y Tzintzuntzan. (Amezcua y Sánchez,
2015). En total la población de estos municipios es de 186,716 habitantes (INEGI,
2010).
La biorregión purépecha y las cuatro bioáreas que la integran sufren una
degradación preocupante en todos sus ecosistemas, lo que ha repercutido
invariablemente en la calidad de vida de las comunidades y pueblos que han
162
dependido de estos recursos de manera histórica y tradicional como parte misma
de su cultura (Amezcua y Sánchez, 2015).
Por sus características fisiográficas, la cuenca combina diversos ambientes en los
cuales se realizan diferentes actividades productivas, particularmente pesca,
silvicultura y actividades agropecuarias. Durante los últimos veinticinco años, la
deforestación, la urbanización, la expansión de la frontera agrícola, la pérdida de
fertilidad de las tierras de cultivo, la erosión, el azolve del lago, la maleza acuática,
la disminución de la pesquería y la contaminación del lago por descargas residuales,
han originado la alteración e inestabilidad de la cuenca y, por ende, una baja de la
calidad de vida de sus habitantes y un incremento del deterioro ambiental
(Rodríguez, 20017).
Muchas especies de fauna y flora asociadas o dependientes de la sanidad de las
biozonas lacustres se están perdiendo, un claro ejemplo es la potencial extinción
del emblemático pez blanco de Pátzcuaro y Zirahuén (Chirostoma estor o Menidia
stor) debido a que no se detienen los factores dañinos a su frágil ecosistema de
reproducción (Amezcua y Sánchez, 2015).
La gran mayoría de la población de la Cuenca se dedica al sector primario,
principalmente en actividades agropecuarias, forestales y pesqueras; en segundo
lugar, se encuentra el sector secundario, básicamente artesanal, con la alfarería,
carpintería, textil y cestería. Prácticamente no hay actividad industrial y en el sector
terciario destacan las actividades relacionadas con la educación y el turismo y el
comercio, éste último principalmente en la cabecera del municipio de Pátzcuaro
(Amezcua y Sánchez, 2015).
4.3 Organizaciones y proyectos alternativos
La región purépecha, y de manera particular la cuenca del lago de Pátzcuaro, ha
sido dotada de una fuerte presencia institucional de los tres niveles de gobierno.
Destaca la implementación de una estación limnológica en 1936 que, junto con
algunos estudios de la UNAM, del Proyecto Tarasco y del CREFAL, han generado
163
una considerable información sobre las condiciones ecológicas y sociales en la
cuenca. Con esta base se han implementado una serie de acciones orientadas en
tres sentidos básicos: fortalecimiento de la base productiva; recuperación y control
de las condiciones ecológicas, y atención a las principales problemáticas sociales.
Aunque se han logrado algunos resultados favorables, la mayoría de ellos son
aislados por la falta de una adecuada coordinación y no han pasado de sus fases
iniciales (Castilleja, 2003).
También han dejado huella organizaciones civiles y académicas como el Centro de
Estudios Sociales y Ecológicos A. C. (CESE), creado a principios de la década de
1980 y que durante el naciente siglo ha orientado sus trabajos a la educación
ambiental para la cuenca de Pátzcuaro.
En sentido similar, la Organización Ribereña contra la Contaminación del Lago de
Pátzcuaro (ORCA), creada a principios de los años 1980, el Grupo Interdisciplinario
de Tecnología Rural Apropiada (GIRA) y la Red Tsiri, surgen en 2009.
El proyecto-organización Red Tsiri amerita especial atención, ya que involucra una
serie de aspectos fundamentales para la cultura y la economía popular rural
mexicana y michoacana. Tiene su enfoque principal en la agricultura campesina y
en el maíz y la tortilla como elementos fundamentales de la cultura alimentaria
nacional. La operación de esta Red se sustenta principalmente en la participación
de mujeres indígenas, agricultoras y productoras de tortilla y protagonistas
fundamentales de las dinámicas de reproducción de la vida en las unidades
domésticas familiares del ámbito rural (Carmen Patricio, entrevista, 2018).
En 1992 se publicó el Plan Pátzcuaro 2000, un trabajo de investigación colectiva y
multidisciplinaria para el desarrollo sostenido, sin resultados importantes en
términos de políticas, programas y acciones.
Otras iniciativas sociales han sido el centro de Servicios Alternativos para la
Educación y el Desarrollo (SAED) y el Centro de Apoyo al Desarrollo de la Mujer
Purhépecha (UARHI), El Centro de Atención y Desarrollo Cultural Colibrí.
164
En el año 2000 se creó el Comité Intermunicipal para la Cuenca del Lago de
Pátzcuaro, con la participación de los presidentes municipales de Pátzcuaro,
Tzintzuntzan, Quiroga y Erongarícuaro.
En 2003, a través de un convenio de colaboración con el Gobierno del Estado, se
involucró la participación del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua. No
obstante, la proliferación de proyectos e iniciativas gubernamentales y sociales, la
degradación y depredación ambiental persiste ante la mirada de los pobladores
indígenas de la región, que en algunos casos ya empiezan a tomar la defensa de
sus recursos y de sus formas de vida en sus propias manos.
Emergencia indígena y autonomía
En diferentes momentos desde la época colonial, los pueblos indígenas han
mostrado diferentes tipos y grados de respuesta ante las estrategias, ya sea de
exclusión o de integración por parte del Estado nacional. Particularmente desde los
años 90 se vienen dando una serie de cambios importantes que ha contribuido a
generar una nueva configuración de los pueblos indígenas y de los términos de
relación de éstos con el Estado nacional. Entre estos fenómenos destacan:
• La firma del convenio 169 de la OIT en 1990, que establece los derechos al trabajo, a la tierra, al territorio, a la educación y a la salud;
• La reforma al artículo 4º constitucional en 1992, que reconoce el carácter pluricultural de la nación y a los pueblos indígenas que la habitan;
• El levantamiento del EZLN en 1994 que constituyó un parteaguas en la historia de los movimientos indígenas, dando forma a la reivindicación de los derechos y la autonomía indígenas;
• En 1996 se firman con el gobierno federal los acuerdos de San Andrés como resultado de la lucha indígena;
• En 1996 se crea el Congreso Nacional Indígena, que congrega a decenas de organizaciones y pueblos indígenas, a partir de la movilización generada por el levantamiento zapatista;
• En 2001 se celebra el Tercer Congreso Nacional Indígena en la comunidad de Nurío, Michoacán;
• En 2001 se reforma la constitución nacional incorporando parcialmente los acuerdos de San Andrés;
• En 2007 la ONU aprueba la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas;
• En 2011 se levanta la comunidad indígena de Cherán en defensa de sus bosques. Ante la acelerada tala clandestina y tras un proceso de reflexión y construcción de acuerdos colectivos expulsan a los partidos políticos y logran el reconocimiento de
165
su derecho a nombrar autoridades municipales mediante el método de usos y costumbres;
• Paulatinamente, a partir de 2005 y hasta 2018 una serie comunidades indígenas como Nurío, Pichátaro, Quinceo, Sevina, Nahuatzen y Comachuén logran la asignación directa de la parte proporcional del presupuesto municipal.
En síntesis, se observa un escenario contextual adverso tanto en el plano ambiental
como en lo social, económico y cultural, dentro del cual opera el Mercado de Cambio
de Pátzcuaro, y al menos dos iniciativas similares, orientadas a generar espacios y
formas alternativas de comercialización de productos para los sectores populares e
indígenas. Son los casos de la Feria Alternativa de Uranden y el Tianguis
Purépecha.
Estas condiciones adversas por un lado imponen serias limitaciones a las
perspectivas de desarrollo de la región; pero, por otro lado, muestran la importancia
de generar y fortalecer alternativas que reivindiquen prácticas y valores contarios a
los que han generado esta devastación.
Si bien la condición étnica indígena y de género de las mujeres participantes en
estas iniciativas representa por un lado una seria desventaja y adversidad en el
contexto de la sociedad y el estado nacionales, en contraste, y quizá por ello mismo,
implican un gran potencial, como las perspectivas de articulación con otros
movimientos políticos y culturales que se vienen gestando en la región y
particularmente en el ámbito de los pueblos indígenas.
166
Capítulo 5
El Mercado de Cambio de Pátzcuaro
El análisis del Mercado de cambio de Pátzcuaro se aborda desde una amplia gama
de referencias teóricas y empíricas. En su dimensión abstracta se identifica al
mercado como una entidad que regula los procesos de circulación de mercancías
en las economías mercantilizadas. Particularmente en el contexto capitalista
destaca la competencia tecnológica-productivista como regla suprema.
Se reconoce que los mercados desempeñan funciones nodales como parte del
circuito económico del capital, entre las que destacan las siguientes:
• La posibilidad por parte del capitalista de adquirir bajo la forma de mercancías todos los insumos necesarios para la producción, incluida la fuerza de trabajo.
• La posibilidad de culminar cada ciclo de valorización mediante la venta de los productos, convirtiéndolos a su forma dineraria como expresión pura, autónoma de valor
• La posibilidad de apropiarse del plusvalor generado en otras unidades productivas a través de la competencia tecnológico-productiva.
• Generar una cultura de consumo mediante la cual se introyecta en la población la idea de que la felicidad depende de la cantidad de bienes que se puedan adquirir y consumir.
A partir de esta referencia se establece un contraste crítico, partiendo de una
perspectiva teórica sustentada en la economía popular solidaria que, ante los
patrones de explotación, competencia, acumulación y enajenación, propios del
capital, reivindica valores como la racionalidad reproductiva de la vida como criterio
económico sustantivo, la planificación, la complementariedad, la cooperación y la
solidaridad.
Por otro lado, este análisis tiene como base una serie de referentes empíricos, que
de alguna manera constituyen un contraste con respecto al mercado capitalista. Se
trata de la gran variedad de mercados populares, tradicionales y alternativos que
operan en nuestro país y que se muestran como entidades que van más allá de lo
económico, reproduciendo, revitalizando y enriqueciendo formas de vida,
167
expresiones culturales y estableciendo de lazos de identidad, convivencia y
solidaridad.
En el contexto de los estudios de mercados como entidades empíricas se detectan
dos grandes vertientes. Por un lado, la antropológica, que pone el énfasis en la
relación entre las dimensiones económicas y culturales de los mercados; y por otra
parte la vertiente que se centra más en los mercados alternativos, destacando
aspectos como el trueque y los valores solidarios, formas alternativas de producción
orgánica y agroecológica así como criterios económico logísticos como la
producción a baja escala y los circuitos cortos y locales, que resultan más acordes
con una perspectiva de sustentabilidad.
En este abordaje del MCP se toma un poco de ambas vertientes, destacando el
carácter tradicional del mercado en el que se reproducen formas de vida y su
racionalidad económica reproductiva y solidaria. Adicionalmente se consideran
otros dos enfoques, la economía feminista y la perspectiva neo-institucional de
Elinor Ostrom.
De la economía feminista se retoma su crítica a la desigual e inequitativa división
del trabajo, según la cual a las mujeres se les asigna mayores cargas y tareas que
suelen ser social y económicamente poco valoradas y mal remuneradas.
Particularmente se hace énfasis en la situación de las mujeres que viven en los
ámbitos rurales e indígenas, cuyas actividades están en su mayoría directamente
ligadas con las dinámicas de reproducción de la vida, que se reivindica como el
aspecto más sustantivo de la economía social, en contraste con la economía del
capital, para la cual el trabajo reproductivo-doméstico es sumamente marginado a
pesar de ser la fuente de su principal insumo, la fuerza de trabajo.
En el análisis neo-institucional se destaca la caracterización del mercado como un
bien común gestionado y aprovechado colectivamente con base en un entramado
normativo no formalizado, pero claramente interiorizado y adoptado por sus
participantes y en parte visible a cualquier espectador.
168
Dentro de este entramado institucional destaca el trueque como norma económica
que se practica en el trato directo y a pequeña escala entre prosumidoras, en
contraste con las formas convencionales de intercambio y con omnipresencia del
dinero como medio casi único de acceso, adquisición y compra de mercancías o
como expresión pura y abstracta de valor.
Como parte de un amplio circuito socioeconómico territorial regido por una
racionalidad reproductiva de la vida, el análisis del MCP se aborda tomando en
cuenta las condiciones y perspectivas de las mujeres del medio rural-indígena en el
contexto de la sociedad capitalista patriarcal.
5.1 El Mercado de Cambio El mercado de cambio se ubica y opera en la ciudad de Pátzcuaro, perteneciente al
Estado de Michoacán de Ocampo, en el territorio de la República Mexicana.
Figura 3. Michoacán y Pátzcuaro, localización
Fuentes: https://mr.travelbymexico.com/701-estado-de-michoacan/ y https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Patzcuaron_en_Michoacan.svg
Se instala en la explanada adyacente a la Parroquia del Santuario de Guadalupe,
que colinda por el lado sur con la calle Benito Juárez y la cerrada Portal F. J. Mina,
en el Centro Histórico de Pátzcuaro, como puede observarse en la figura 5.
169
Figura 4. Mapa de localización Mercado de Cambio de Pátzcuaro
Funciona bajo una dinámica de tipo tianguis, en donde no hay puestos fijos y se
instala solamente los días martes y viernes. Desde las seis de la mañana empiezan
a llegar las primeras participantes, predominantemente mujeres, su presencia, que
se prolonga aproximadamente cuatro horas, imprime al área una imagen y
dinamismo particular, y alrededor de las diez de la mañana ya se han retirado. La
infraestructura utilizada por las participantes es mínima y variada, va desde una
manta que se extiende en el piso, a canastas de fibras vegetales, cubetas y botes
de plástico o metal de diversos tamaños (algunos de ellos suelen usarse también
como unidad de medida) y hasta bolsas de plástico. Algunas mujeres participan de
manera ambulante, cargando con sus productos, recorriendo los diversos puestos
para detectar los productos de su interés y proponer los cambios con sus pares. El
método predominante de intercambio es el trueque.
La distribución y disposición en los espacios es variada, como puede verse en la
figura 5, los cuadros de color verde muestran las áreas comúnmente ocupadas por
las mujeres del mercado de cambio, mientras que las áreas de color blanco son
ocupadas por el comercio convencional, predominantemente ropa y zapatos
usados.
Fuente: Google maps.
170
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
Figura 5. Croquis de distribución del Mercado de Cambio de Pátzcuaro
Fuente: elaboración propia.
171
En los puestos de comercio convencional (cuadros blancos, figura 4) es frecuente
observar una mayor disposición de infraestructura, más típica de los tianguis
urbanos; estructuras metálicas, tablones de triplay y mantas de tela o plástico
habilitadas como techo y en algunos casos dispuestas como paredes laterales. Este
tipo de comerciantes no utilizan el trueque, sus intercambios son monetarios, bajo
el sistema de compra-venta y generalmente utilizan áreas de mayor dimensión. Esta
modalidad de comercio se extiende paulatinamente generando una creciente
presión y desplazamiento sobre las participantes del tianguis de trueque.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
Las participantes en el mercado de cambio llevan a intercambiar una importante
diversidad de productos predominantemente agroalimentarios, como el maíz y
derivados, pescado, plantas, frutas y verduras, y también utensilios de labranza,
enseres domésticos, prendas de vestir, servilletas, y artesanías, que ellas mismas
producen bajo sistemas de producción artesanal, campesino y doméstico a baja
escala.
172
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
Mediante esta dinámica de intercambio se establece un circuito de flujo de bienes
de consumo primario, entre los que se destacan los mencionados en la Tabla 4:
173
Tabla 4: Productos de mayor circulación en el Mercado de Cambio Acelgas charales hongos nopales servilletas Aguacate chayotes huevo ocote sopa de pasta Ajos chile jabón ollas y otros enseres de
barro y de cobre sopladores
Anís chuspata (piezas) geranio pan tamales Avena durazno Jitomate papa tascales Begonias ejote lechuga papaya tomate Brócoli escobillas limón pera toqueras Calabaza espinacas loza de barro pepino tortillas Capulines fajas de lana gruesa maíz pescado tule (piezas. de) Cazuelas frijol malva petates trastes Cebolla frutas varias mango plátano trigo Cerezas gorditas de maíz manzanas platos de barro uchepos Cilantro guayaba melón quelites velas Ciruelas haba cruda mezcal rábano verduras Coliflor haba precocida y
pelada artículos de madera
repollo zanahoria
Corundas higos naranjas semillas de calabaza zarzas Fuente: Elaboración propia con base en observación de campo y entrevistas a participantes realizadas en 2017 – 2018.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
174
Aunque se puede reconocer cierta amplitud y variedad en los productos que se
intercambian en el MCP, las propias participantes entrevistadas expresaron la
necesidad de introducir otros productos, ya que al no poder conseguirlos mediante
el intercambio se ven precisadas a comprarlos con dinero, al cual tienen un acceso
limitado. Entre los productos más solicitados están el jabón, cloro, azúcar, arroz,
manteca, aceite y la mayoría mencionó productos de despensa.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
5.2 Mujeres prosumidoras, circulación simple y circuitos cortos
Las escalas de intercambio denotan las necesidades y dinámicas de consumo de
las participantes, ya que en general su volumen cubre los requerimientos que
durante una semana pueden tener de 3 a 5 personas, que generalmente integran
una unidad familiar. Casi la totalidad de las participantes mantienen un doble rol
como ofertantes y demandantes, como productoras y como consumidoras. Ello
significa que hay muy bajo índice de intermediarismo, la gran mayoría producen lo
175
que ofrecen y consumen lo que adquieren, por lo que encajan en el término
comúnmente utilizado para el caso como prosumidoras.
La participación en el MCP permite a estas prosumidoras vivir de su trabajo; el
producto de su trabajo resulta útil para otras personas y mediante él pueden obtener
otros bienes que le son de utilidad para los procesos reproductivos de sus propias
unidades domésticas. Se presentan en la tabla 5 algunos ejemplos de la producción
desarrollada por las participantes en el MCP.
Se puede observar que los intercambios están regidos por la lógica del valor de uso,
expresado en el esquema M-D-M14, aunque en este caso no se utiliza el dinero, por
lo que el esquema se simplifica aún más: M-M. El intercambio de valores de uso,
junto con el hecho de que las participantes en la transacción sean las propias
productoras permite visibilizar claramente que se trata de un intercambio de
productos del trabajo de personas concretas, palpables y visibles, lo que inhibe la
tendencia a la cosificación de las relaciones sociales, que predomina en la
economía capitalista.
14 Marx (libro primero, sección segunda capítulo IV) utiliza el esquema M-D-M (circulación mercantil simple) para denotar el intercambio de una mercancía (M) por otra, en una lógica en la que el dinero (D) funciona solamente como medio, y lo contrasta con el esquema D-M-D’ (fórmula general del capital), en la que el dinero funciona como capital, instrumento para el incremento del valor (acumulación), para la cual las mercancías (fuerza de trabajo y medios de producción) funcionan solamente como un medio.
176
Tabla 5: Producción de algunas de las participantes en el MCP Participante Produce Doña Petra, 88 años Santa Ana Chapitiro
Maíz, calabaza, cilantro, acelgas, tomate, ajos, habas, coliflor, brócoli.
Doña Naty, 76 años Cuanajo
Elabora tortillas, cultiva duraznos y elabora textil artesanal con telar de cintura
Doña Gloria, 73 años Ajuno
Cultiva maíz y frutas de huerto de traspatio
Doña Cristina, 55 años Ajuno
Cultiva maíz, trigo y jaramargo, elabora gorditas de maíz y trigo para llevar al cambio
Doña Adelaida, 72 años Ajuno
Cultiva Maíz, trigo y frijol, elabora gorditas de maíz y trigo para llevar al cambio
Doña Paulina, 86 años Nocutzepo
Produce maíz, frijol, semillas de calabaza, tortillas y elabora servilletas bordadas con punto de cruz
Doña Berta, 74 años Cuanajo
Produce Tamales, tortillas, plantas, y muebles pequeños de madera (trasteros y banquitos)
Doña Magdalena, 75 años Cuanajo
Produce maíz, calabaza, chile, cultiva plantas y flores como geranio y malva, y elabora tamales también lleva huevo de gallina al cambio.
Doña Lupe, 36 años Cuanajo
Produce maíz, trigo, plantas y flores, fruta de traspatio
Doña Rosa, 53 años Cuanajo
Elabora tortillas, cultiva plantas, flores y frutas y también produce velas.
Doña Lucía, 75 años Cuanajo
Elabora tortillas y cazuelas de barro y cultiva capulines y chayotes.
Doña Esperanza, 78 años Santa Clara
Cultiva aguacate, maíz, cerezas, zarzas y elabora tortillas, uchepos, toqueras y tamales agrios, recolecta ocote.
Doña Juana, 41 años Isla Tecuena
Pesca y elabora gorditas y tamales.
Doña Elena, 71 años Opopeo
Elabora tortillas y cultiva chayotes, nopales y hongos.
Marisol 28 años Opopeo
Elabora tortillas y servilletas bordadas
Doña Carmen, 44 años Opopeo
Empalma sillas, cultiva maíz, elabora tortillas y recolecta ocote.
Doña Luisa, 54 años Ihuatzio
Elabora sopladores de palma
Doña Martha, 45 años Ihuatzio
Maíz, frijol, habas peladas, piezas de chuspata
Doña Lucía, 90 años Charahuen
Elabora tortillas, pan, tamales y gorditas
Doña Erme, 85 años Santa Ana Chapitiro
Produce repollo, coliflor, acelgas, lechuga, chiles.
Fuente: elaboración propia con base en trabajo de campo 2018.
177
Esta dinámica de intercambio propicia una relación diferente entre los atributos de
valor de uso y valor de cambio de los productos, ya que la ponderación y
contrastación cuantitativa es ineludible para realizar el cambio, pero los atributos
físicos, y propiedades son considerados con base en los gustos y necesidades de
las participantes que adquieren el producto para incorporarlo directamente al
consumo propio y de sus familias y no para venderlo o cambiarlo por un volumen o
magnitud de valor mayor.
Al no usar dinero también se inhibe la propensión a la cosificación de las relaciones,
ya que este recurso es altamente impersonal. En el trueque, en cambio, tanto lo que
se ofrece como lo que se recibe son bienes completamente impregnados de las
condiciones y personalidad de las prosumidoras y de sus entornos socio-
territoriales.
El dinero, además, puede inducir la propensión a la acumulación, ya que no entra
directamente en el consumo de quienes lo adquieren, sino que funciona como
garantía para una compra y consumo futuro.
La dinámica de intercambios que se observa en el MCP denota la predominancia
de un circuito corto en un doble sentido, tanto en lo que se refiere a la lógica
económica de circulación simple como a la dimensión espacial, ya que los bienes
que se intercambian se producen en el mismo territorio en el que se intercambian y
se consumen. Ambos sentidos del circuito corto son compatibles con una dinámica
de sustentabilidad, ya que las relaciones económicas son más simétricas y se
reducen drásticamente el intermediarismo y las distancias de traslado de los
productos, lo que implica también una reducción de los costos económicos y
energéticos.
Si bien el uso del dinero puede ser de gran utilidad en ámbitos de intercambio a
mayor escala, suele implicar el riesgo de ser utilizado como medio de acumulación
y especulación, propiciando procesos de enriquecimiento de unos a costa de otros,
generando desigualdad y explotación, minando con ello la cohesión del sistema
(Primavera, 2003). En el caso del MCP el uso de dinero es marginal, casi nulo. Por
178
lo regular se utiliza solamente para pagar el transporte, camión o combi, que
traslada a las participantes y sus productos de sus comunidades de origen al centro
de Pátzcuaro y de regreso y para realizar algunas pequeñas compras ya sea en el
contexto del propio mercado o en otras unidades comerciales, aprovechando el viaje
a este centro poblacional.
5.3 La dimensión institucional
En el enfoque de análisis neo-institucional de Ostrom (2015) ocupa un lugar
destacado la identificación de los tipos de bienes en torno a los cuales se diseña y
aplica un entramado de estrategias, reglas y normas. Esta autora pone particular
interés en el caso de los bienes comunes y en la gestión colectiva. En este proceso
establece como punto de partida una clasificación básica de cuatro tipos de bienes
a partir de un par de indicadores, que se mencionan a continuación:
El grado de exclusión sobre un bien, que refiere a las condiciones que facilitan o
dificultan la posibilidad de restringir el acceso a dicho bien. Un ejemplo extremo para
comprender mejor este indicador sería la luz solar, cuyo acceso es casi imposible
de restringir. Mientras que el acceso a un objeto personal, un cepillo dental, por
ejemplo, puede ser totalmente restringido a otras personas excluyéndolas de su
uso.
El otro indicador es la sustracción o rivalidad, que se refiere a que el uso de un bien
por parte de una persona excluye a las demás de poder utilizarlo, como ejemplo de
baja o nula rivalidad también se puede tomar la luz solar, ya que el acceso de una
persona a este beneficio no limita a otras personas a acceder a ella
simultáneamente. En el extremo opuesto estaría un boleto para entrar al cine o un
espacio de estacionamiento para un auto, en ambos casos si una persona los utiliza,
la posibilidad de que otra persona la utilice simultáneamente es nula.
A partir de la combinación de estos dos indicadores Ostrom identifica y clasifica
cuatro tipos de bienes, como se muestra en la tabla 6.
179
Tabla 6: Tipos de bienes Gradodeexclusión Rivalidadosustracción
Baja Alta
DifícilobajaBienespúblicospuros Bienespúblicosimpuroso
bienescomunesPuestadesol
ConocimientosacumuladosBibliotecas
Sistemasderegadío
FáciloaltaBienesprivadosimpuros,de
clubodepeajeBienesprivadospuros
TVporcableGuarderíasinfantiles
OrdenadorespersonalesRopayalimentación
Fuente: Elaboración propia con base en Ostrom 2015.
Tomando como base estos parámetros, encontramos que el MCP tiene las
siguientes características:
• Un relativamente alto grado de rivalidad o sustracción en virtud de que se
trata de un espacio físico con dimensiones fijas y limitadas, como puede
verse en la tabla 6, sumando a ello la creciente presencia de otro tipo de
comerciantes que reducen aún más la disponibilidad de espacios generando
una tensión en aumento.
• Un bajo grado de exclusión, ya que si bien el mercado reproduce una serie
de normas entre las que destaca el trueque, no se identifican reglas
restrictivas y sujetas a sanciones que impidan que cualquier persona pueda
instalarse y participar, prueba de ello es la creciente presencia de
comerciantes convencionales que no corresponden al perfil y la racionalidad
del mercado de cambio.
De ello se desprende que el mercado de cambio en tanto espacio físico-económico
instituido constituye un bien común, con alto grado de rivalidad, pero bajo grado de
exclusión, gestionado colectivamente con una perspectiva de bien común, que
contribuye a su preservación y continuidad.
Aunque no existe en el MCP una estructura organizativa ni un conjunto de reglas
formalmente establecidas, se pueden detectar una serie de normas que revelan un
entramado institucional que rige la operación de este mercado, las cuales
180
analizamos a continuación. Para ello se adopta la noción de instituciones como “un
entendimiento, compartido por los participantes, acerca de las prescripciones
obligatorias que indican qué acciones (o resultados) se imponen, se prohíben o se
permiten” (Ostrom, 2015: 56).
En este caso se trata particularmente de normas, las cuales, de acuerdo con la
misma autora, se diferencian de las reglas en que no establecen sanciones, sino
que se asumen como pautas emanadas y acordes con valores que guían y
establecen la conducta apropiada y compartida reconocida por el colectivo.
Siguiendo con Ostrom (2015) encontramos una clasificación de sistema
institucionales con base en lo que ella denomina sintaxis ADICO (Atributos,
Deóntica, Objetivo, Condiciones y O de lo contrario), del que desprende un conjunto
de siete tipos de reglas de acuerdo al componente objetivo de cada regla:
Tabla 7. Componente objetivo de cada tipo de regla
Tipodereglas Verbobásicodelobjetivo
Componentedelasituacióndeacciónqueseveregulado
1.Deposición Ser Posiciones2.Defrontera EstaroSalir Participantes3.Deelección
Hacer
Acciones
ObligatoriasPermitidasProhibidas
4.Deagregación Afectarconjuntamente
Control:Definequienesparticipanycontrolanlaacción
5.Deinformación Enviarorecibir Información
CanalesFrecuenciayprecisiónObjeto------agendaLenguaje
6.Depago Pagarocobrar Costos/beneficios7.Dealcance Ocurrir Resultados
Fuente: Elaboración propia con base en Ostrom 2015, 2ª parte, capítulo VII, Clasificación de las reglas. En este caso se asume que el entramado institucional que rige la operación del MCP
está compuesto por un conjunto de normas, las cuales, de acuerdo con Ostrom
(2015) se distinguen de las reglas porque mientras éstas contienen los cinco
componentes de la sintaxis ADICO, las normas solamente contienen 4, a excepción
181
del componente “o de lo contrario”, lo que significa que no existe un sistema de
sanciones, ni una entidad específica encargada de aplicarlas.
Por otro lado, se observa una composición notoriamente homogénea en el grupo de
participantes ya que predomina la participación de mujeres rurales de ascendencia
indígena y popular, a lo que se agrega el hecho de una estructura altamente
horizontal en la que no existen jerarquías formales ni roles directivos o de autoridad.
Normas de posición (ser):
Se identifica en la óptica de las propias mujeres un perfil de las participantes en el
MCP, en el que predominan caracteres como:
• La condición de género (predominantemente mujeres) • Indígenas, la mayoría provienen de localidades reconocidas como
comunidades adscritas a la etnia purépecha y se asumen explícitamente como indígenas.
• Predominantemente prosumidoras, es decir ellas mismas producen lo que ofrecen al intercambio y consumen domésticamente lo que obtienen de él.
• Populares, no capitalistas, ya que no cuentan con acervos productivos capitalistas, no contratan ni se apropian de trabajo ajeno bajo el sistema asalariado.
Dado que no existe una estructura formal y que la participación es aleatoria, no
existe una escala de posiciones específica, básicamente todas desempeñan los
mismos roles como agentes de intercambio. Una de las pocas distinciones que
destacan es que mientras que algunas se establecen en un lugar fijo, otras
deambulan por el área que abarca el mercado, con sus productos, buscando el
intercambio.
Normas de frontera (entrar o salir):
Prácticamente no existen restricciones para participar en el intercambio, ni
obstáculos o sanciones para dejar de asistir, cualquier persona puede presentarse
con sus productos para intercambiar e incluso se puede participar con dinero. De
hecho, la participación suele ser aleatoria, y mientras que algunas de las
participantes asisten con mayor regularidad, algunas otras lo hacen de manera más
esporádica.
182
Algunas de las mujeres contactadas, entrevistadas o participantes en los grupos de
enfoque declararon que han dejado de asistir por periodos largos de meses o
incluso años; pero en contraste, otras nuevas participantes se suman
cotidianamente, mediante un predominante sistema de transferencia generacional.
Sin embargo, por largo tiempo y de manera consuetudinaria el MCP se ha
distinguido como una entidad y un espacio propio de las mujeres indígenas
prosumidoras de la región purépecha de Lago de Pátzcuaro.
Normas de elección (los márgenes de acción):
Probablemente no existen acciones que sean consideradas como obligatorias en la
dinámica del MCP, sobre todo considerando que no existe un reglamento
formalmente establecido ni, como ya se ha mencionado, un sistema de sanciones.
Aunque el trueque como modalidad de intercambio no es obligatorio, y el uso del
dinero no está formal ni explícitamente prohibido -de hecho es permitido- sin
embargo predominan una serie de acciones y conductas más bien impuestas por
las condiciones de las participantes y cuya normatividad proviene del uso regular
por largos periodos de tiempo, es decir que son de naturaleza consuetudinaria.
Entre estas acciones y conductas destaca la modalidad de trueque, cuya práctica
obedece en buena medida a las dificultades de acceso a este medio o recurso que
enfrentan la mayoría de las participantes y a su consideración de la superioridad del
sistema de cambio sobre las transacciones comerciales.
Aun cuando no haya sanciones, se consideran inadecuadas e inaceptables
acciones como el acaparamiento de los espacios, el beneficio unilateral a costa del
perjuicio de las contrapartes o el fraude ofreciendo mercancías de mala calidad y
apariencia engañosa, sólo por mencionar algunas. Si bien no existen sanciones
directas, las personas que incurren en estas prácticas suelen ser identificadas y
rechazadas de manera espontánea y no colectivamente convenida.
La gran mayoría coinciden en identificar las prácticas y acciones deseables y las no
adecuadas, como producto del aprendizaje empírico cotidiano y dado que su
183
incorporación generalmente es a través de alguna familiar con la que aprendió la
dinámica y normatividad del MCP.
Normas de agregación (control sobre la participación y la acción en el conjunto):
Entre las participantes en el MCP no existe un concilio formal general, las decisiones
prácticamente en su totalidad son de carácter individual y es el conjunto de las
decisiones de cada participante lo que marca la dinámica del mercado, ello no
implica que no existan normas y pautas asumidas e implementadas colectivamente,
las cuales han sido introducidas de manera tácita a través de largo tiempo y
transmitidas generacionalmente.
Dado que las posiciones de las participantes son altamente similares, no existen
posiciones de poder o privilegio por lo que todas tienen el mismo margen y variantes
de acción de acuerdo a las mismas opciones; estacionarse o itinerar, intercambiar
o no, el límite del regateo, selección de personas y productos preferentes para
intercambiar, condiciones del intercambio, etc.
Los acuerdos y desacuerdos giran predominantemente en torno a los actos de
intercambio entre dos participantes y las negociaciones tienen un alto grado de
simetría, que puede tener mínimos contrastes por la edad y las condiciones
socioeconómicas y culturales entre las participantes.
Normas de información:
No existe una agenda específica ni única en las dinámicas de comunicación entre
las participantes y el flujo comunicativo es bastante horizontal, no existe un espacio
específico o ex profeso para esta actividad, sino que constituye un componente
estrecha y frecuentemente vinculado a los procesos y espacios de intercambio.
Además de la información económico-productiva relacionada directamente con las
transacciones de productos, en el contexto del mercado fluye información de las
diversas comunidades, familias y temas domésticos.
184
No existe una entidad concentradora de información ni una directriz central y
jerárquica que imponga una agenda específica. Muchas de las participantes se
conocen y mantienen relaciones estrechas y comparten información sobre sus
familias y comunidades, además de la información sobre las condiciones de la
producción y los productos en intercambio. Generalmente la asistencia al mercado
va acompañada del mantenimiento y fortalecimiento de relaciones entre las
participantes, además que frecuentemente les permite establecer nuevas
relaciones.
Normas de pago (costos y beneficios):
La gran mayoría de las participantes se trasladan desde su lugar de origen hacia el
sitio del mercado en transporte público colectivo, principalmente en combis,
pagando cuotas que fluctúan en torno a los $30.00 por viaje redondo.
Además de ello, se debe contar como costo de participación el tiempo de trabajo
invertido en la elaboración de los productos que se llevan al intercambio, así como
el tiempo y trabajo requerido para transportarlos y disponerlos para su exhibición e
intercambio. Se considera también como costo el trabajo propio de intercambio que
implica implementación de conocimiento y diálogo de negociación con sus
contrapartes, y finalmente el traslado de los bienes obtenidos hacia su lugar de
origen.
Entre los beneficios perceptibles y declarados por las propias participantes se
encuentran los siguientes:
• Una relativa y parcial autonomía operativa e institucional respecto a entidades económicas y políticas superiores.
• La posibilidad de mantener la viabilidad económica del trabajo propio, lo que implica que se puede conseguir una diversidad de productos a cambio del trabajo propio y sin disponer de dinero.
• La obtención de bienes complementarios para los procesos de reproducción de la vida de las participantes e integrantes de sus unidades domésticas familiares.
• El acceso a un espacio empático y simétrico para realizar el intercambio y ampliar sus márgenes de sociabilidad y aprendizaje más allá de los espacios domésticos y comunitarios.
185
Normas de Alcance (resultados):
Este tipo de normas refiere a la identificación y fomento de acciones orientadas a
mejorar el alcance de los resultados obtenidos en el aprovechamiento y manejo del
bien común. Al respecto las participantes entrevistadas expresan balances que
muestran una clara percepción hacia el deterioro y disminución de los alcances del
MCP.
Se identifican sobre todo causas externas como el traslado del espacio de
intercambio hacia áreas cada vez más periféricas al centro de la ciudad, la falta de
interés por parte del gobierno local y la continua amenaza de otro tipo de
comerciantes que crecen en número y en acaparamiento del espacio físico-temporal
del mercado.
A esto se puede agregar la falta de vínculos con otras organizaciones de economía
solidaria, comercio justo, cooperativas, etc., y de tipo político que colaboren en la
defensa y fortalecimiento del MCP.
En términos generales se pueden destacar algunas normas que operan
principalmente en las dinámicas de intercambio en el MCP, las cuales se sustentan
en un tipo específico de solidaridad la cual denominamos solidaridad simétrica ya
que se practica entre personas que tienen una situación similar en términos socio-
económicos, culturales y de recursos en general. Por lo tanto, no se trata de caridad,
ni de altruismo sino de complementariedad e interdependencia, lo que significa que
las personas o grupos que establecen relaciones solidarias saben que el bienestar
propio está estrechamente vinculado al bienestar del otro.
En nuestro caso, las participantes reconocen explícitamente que el MCP les ofrece
la posibilidad de que su trabajo y sus productos encuentren demanda y que a través
de ello puedan obtener otros productos que complementan la dotación requerida
para la reproducción de su propia familia. Es decir, dependen de la confluencia de
otras personas en similar condición, y que a su vez demanden sus productos, y les
proporcionen otros a cambio. De esta manera, la continuidad de este espacio
186
depende de la sostenida participación de todas. Esto revela un reconocimiento de
que el beneficio individual pasa por el beneficio colectivo.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
También se observan normas de respeto en el trato en general entre todas las
participantes, pero también en casos especiales entre los que destaca el factor de
la edad, que propicia una mayor consideración que suele reflejarse en los términos
de los intercambios. En el ámbito económico destaca el trueque, como mecanismo
de intercambio de productos del trabajo y valores de uso, es decir bienes destinados
al consumo para la reproducción de personas y familias. Esta práctica deriva de una
norma apropiada y reivindicada por cada una de las mujeres participantes, en la
medida en que les permite acceder a otros bienes a cambio de los productos de su
propio trabajo, aún sin contar con recursos monetarios.
Otra norma económica fundamental que rige la dinámica del mercado, tiene que ver
con la condición de prosumidoras de todas o la gran mayoría de las participantes
187
en el MCP, que contribuye a mantener su racionalidad reproductiva y a inhibir el
intermediarismo y la acumulación.
En términos prácticos, las mujeres participantes en el MCP siguen normas como el
establecimiento de los días de operación (martes y viernes), los horarios (de 6:00 a
10:00), y la delimitación del espacio físico y del tiempo, la cual está relacionada con
una pauta establecida por la Dirección de Mercados del Gobierno Municipal, que ha
autorizado a comerciantes de otro tipo, ajenos al trueque, para instalarse en el lugar
partir de las diez de la mañana, obligando a las participantes del mercado de cambio
a retirarse.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
No existe una restricción formal sobre los lugares en los que cada participante
puede instalarse. Sin embargo, muchas de ellas se instalan regularmente en el
mismo lugar, generando una especie de derecho consuetudinario que es
generalmente reconocido y respetado. Como una norma de entendimiento y
comunicación se observa que se puede recurrir a la interlocución en lengua
purépecha, pero también en español.
Se identifica como una amenaza la creciente afluencia de puestos y comerciantes
en la áreas y horarios que tradicionalmente ha utilizado el MCP. Estos otros
comerciantes se instalan con mayor infraestructura y mercancías, presionando a las
mujeres del trueque para que se retiren, incluso antes de su horario normal.
188
En la perspectiva de análisis del entramado institucional que rige al MCP, un lugar
relevante corresponde al ejercicio del trueque, cuya complejidad práctica,
económica y normativa lo coloca como una de las instituciones más relevantes de
este mercado.
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019. 5.3.1 El trueque y los términos y criterios de intercambio como normas Existe una variada gama de criterios y normas consuetudinarias que permiten fijar
los términos del intercambio en el MCP. La diversa combinación de éstos puede
propiciar que no haya medidas fijas y definitivas aplicables de manera uniforme a
todos los casos, y que en un mismo momento un volumen determinado de producto
se cambie por más o por menos cantidad de otro. Entre los criterios y normas
observados y mencionados por las propias participantes encontramos los
siguientes:
189
• Se suele tomar el precio monetario del producto como referencia nominal,
pero no determinante ni única.
• Se captan y toman en cuenta las fluctuaciones y correlación entre oferta y
demanda de cada producto en el contexto general del MCP.
• Se consideran aspectos como la cantidad y frecuencia de las transacciones
a partir de las cuales se establece una selección de clientes preferenciales.
• La empatía, la amistad y otros lazos que se construyen en virtud del origen
étnico cultural y socio-económico común, la condición de género y la
confluencia e interacción frecuente y prolongada en el MCP. Estos
elementos sustentan relaciones de honestidad, cooperación y solidaridad, lo
que puede propiciar mayor flexibilidad y accesibilidad en los intercambios.
• Se consideran también condiciones visibles como la edad o precariedad de
las participantes en cada transacción, a partir de las cuales se contemplan
criterios más flexibles en los términos del intercambio.
• Es común también el regateo o negociación, que es percibido como una
práctica amistosa y hasta lúdica, que revela la reiterada construcción de
lazos que fortalecen la cohesión entre las participantes y favorecen la
continuidad del mercado.
• La totalidad de las entrevistadas declararon tener conciencia de la mutua
complementariedad y dependencia existente entre todas las participantes y
la importancia de la equidad en los intercambios para garantizar la
continuidad del MCP, por lo que tienen cuidado en obtener un beneficio y
satisfacción mutuos en cada transacción.
Ninguno de estos criterios interviene de manera aislada, sino que actúan en
conjunto de manera combinada, no siempre son considerados todos y en algunas
ocasiones pueden predominar unos sobre otros. Ello revela un alto nivel de
complejidad en los actos de intercambio, que generalmente no están
preestablecidos de manera general, sino que se resuelven en cada caso y de
manera emergente. Para tener una idea aproximada de los tipos de intercambio en
190
la Tabla 8 se mencionan algunos ejemplos proporcionados por las participantes
entrevistadas.
Tabla 8: Ejemplos de tipos de intercambio Cantidad de un
producto A cambio de
½ kg de maíz Un manojo de cilantro, o de acelgas o tres calabacitas, ¼ de kg de zanahoria o ¼ de kg de coliflor o ¼ de kg de pescado o ¼ kg. de jitomate
1 kg. de maíz Un kg. de papa, o 1 kg de frijol, o 5 a 6 cebollas, o cuatro mojarras Una docena de tortillas
Dos coliflores o cinco cebollitas o 4 pescados o una bolsita de kg de zanahorias o un manojo grande de ocote u ocho jitomates o una bolsita de kg de tomates o seis a siete plátanos o un montoncito (aprox. ½ kg) de charales o una olla pequeña de barro
Cuatro a cinco tamales
Una medida de litro de frijol
Un ramo de novia con romelia y alcatraz
Tres a cinco pescados medianos
Tres peras Una charolita de pescado Un banquito de madera
Seis a siete pescados o de medio a un cuarterón de maíz
Seis tortillas seis a siete chiles Un recipiente de a litro de maíz
Siete piezas de chile perón o tres a cuatro cebollas
Un manojo pequeño de ocote
Dos a tres cebollas o tres jitomates o tres a seis pescados
Un soplador Cuatro tamales de zarza o ½ lt. de maíz o 12 tortillas o tres a cuatro pescados o un puño de ocote
Una pieza de chuspata
Cuatro tortillas o 1 plato de barro o dos a tres cebollas
Una bolsa de papas peladas
Un plato o de ocho a diez tortillas
Fuente: Elaboración propia con base en observación de campo y entrevistas a participantes realizadas en 2017-2018.
A esta complejidad y variabilidad en los términos y criterios de intercambio en el
MCP habrá que agregar que en muchos casos las medidas no son tan exactas, ya
que en general no se utilizan instrumentos de medición mecánicos y menos
electrónicos, como básculas y otros, por lo que las porciones se calculan por
“puños”, o por cantidad de producto, cuyo tamaño puede ser variable, por lo que
cada intercambio puede ser diferente.
“Si la veo más amolada que yo, le doy más a cambio, si la veo más nueva, le doy menos” (Doña Petra, Santa Ana Chapitiro, 2017).
191
Todas las participantes entrevistadas declararon que prefieren el intercambio
(trueque) que la compra con medios monetarios, ya que consideran que les rinde
más su producto participando en el intercambio que mediante el comercio
monetario. Este diferencial percibido por las participantes en el MCP, respecto al
comercio monetario, se podría explicar en parte por la disparidad en la productividad
que puede existir entre unidades productivas con mayor o menor tecnología y capital
en el contexto de la economía convencional, lo cual propicia la transferencia de valor
desde unidades menos productivas hacia otras más productivas, diferencial en el
que se sustenta la competencia inter-capitalista por la apropiación del excedente
social, y que opera a través del uso de dinero y la fijación de los precios.
Con base en la información proporcionada por las entrevistadas y las observaciones
propias, se plantean a continuación algunas tesis explicativas de porqué las
participantes perciben obtener mayor beneficio con el trueque que con la compra-
venta monetaria:
1. En el contexto de mercados pequeños y relativamente autónomos como el MCP, la correlación entre oferta y demanda es más estable, porque el número de participantes es pequeño y porque comparten un horizonte cultural común, lo que hace al grupo más homogéneo y más factible el conocimiento de aspectos como hábitos de consumo, y poder adquisitivo de las participantes.
2. No hay intermediarismo, lo que contribuye a reducir costos. 3. Los bienes que se adquieren entran directamente al consumo de las familias
de las participantes, por lo que inhibe la propensión a la acumulación y especulación.
4. Se trata de producción local, lo que también permite ahorrar costos de transporte, almacenamiento, refrigeración, etc.
5. La ausencia de dinero excluye la afectación por fenómenos como la inflación o la devaluación.
Para finalizar esta perspectiva de análisis se presenta a continuación un balance
esquemático basado en los ocho principios de diseño de instituciones robustas
propuesto por Ostrom (2015).
192
Tabla 9: Análisis institucional MCP Principio Análisis 1. Fronteras claramente definidas.
Aunque existe claridad de quienes son y no son partícipes del intercambio mediante trueque de acuerdo al perfil del MCP, se observa una creciente invasión de actores comerciales convencionales que limitan progresivamente la operación de este mercado y amenazan con extinguirlo.
2.Equivalencia proporcional entre costos y beneficios.
Este balance es realizado de manera individual por cada participante, aunque se asume que quienes continúan de manera prolongada su participación mantienen un balance positivo entre costos y beneficios y así lo han expresado.
3. Acuerdos de elección colectiva.
No existen prácticas ni mecanismos formales de deliberación colectiva, aunque las normas que se identifican son asumidas de manera general y explícita por las participantes en el trueque, pero no así por los crecientes comerciantes convencionales.
4. Monitoreo No existen prácticas ni instancias formales de monitoreo. 5. Sanciones graduales. No existen sanciones ni entidades formales encargadas de aplicarlas. 6. Mecanismos para la resolución de conflictos.
No existen mecanismos ni instancias mediadoras para la resolución de conflictos.
7. Reconocimiento del derecho a organizarse.
Si bien el gobierno local ha permitido la continuidad del MCP sin intervenir demasiado en el establecimiento de reglas y normas de operación interna, esto parece obedecer más bien a una forma de indiferencia y desdén que a un respeto y reconocimiento de la importancia económica y cultural que este mercado tiene para los sectores populares.
8. Empresas anidadas. Más allá de las dimensiones físicas (explanada de una cancha de basquetbol y calles adyacentes) en la que opera el MCP, como entidad económica este recurso podría tener más proyección mediante una mayor vinculación con otras unidades domésticas, comunidades, así como organizaciones económicas, políticas y gubernamentales, que actualmente no tiene.
Fuente: Elaboración propia. Con base en este esquemático análisis se puede detectar cierto grado de debilidad
institucional que podría estar afectando no sólo las perspectivas de fortalecimiento
del MCP, sino que incluso podría contribuir a su lento pero constante debilitamiento.
5.4. El mercado como nodo articulador de un subsistema territorial de economía popular En este apartado se establece en primer lugar lo que se entiende por economía
popular, con base en sus condiciones operativas y su racionalidad económica, así
193
como la forma en que se integra la estructura y localización de las unidades
operativas básicas que dan sustento y conforman un subsistema económico
territorial al cual se encuentra articulado el MCP.
Posteriormente se realiza un análisis de las condiciones operativas de las unidades
domésticas populares-rurales-indígenas que constituyen el subsistema, desde una
perspectiva que busca articular los enfoques de la economía popular y de la
economía feminista.
5.4.1 La economía popular
Se entiende la economía popular como un conjunto de actividades económicas
implementadas por los sectores populares, que tienen como centro orgánico
operativo básico a unidades domésticas, que se organizan para obtener los bienes
necesarios para la satisfacción de sus necesidades materiales y no materiales y la
reproducción de la vida de sus integrantes, tanto de manera cotidiana como en el
largo plazo, para lo cual dependen fundamentalmente del ejercicio continuado de
su propia fuerza de trabajo (Sarria y Tiriba, 2003; Coraggio, 2004; Gutiérrez, 2005).
Los principales actores de la economía popular son los sectores populares,
asociados de manera prolongada en unidades domésticas a través de las cuales,
de manera colectiva y solidaria, se organizan para resolver conjuntamente su
dinámica de vida cotidiana, pero también construyen un proyecto de vida en común
y a largo plazo.
Se entiende por sectores populares aquel segmento de la población que no cuenta
con recursos económicos suficientes para sobrevivir de manera prolongada sin
trabajar, y tampoco dispone de medios de producción de tal magnitud como para
implementar unidades o emprendimientos productivos de gran escala, incluyendo
contratación de fuerza de trabajo suficiente como para vivir exclusivamente de su
explotación.
El MCP constituye un referente de contraste respecto al mercado capitalista ya que
opera con valores y criterios opuestos a la competencia destructiva, la especulación
y la acumulación de poder económico y político, pero también representa una
194
alternativa para el conjunto de mujeres que tienen un acceso limitado o nulo a un
empleo formal y estable, a ingresos monetarios suficientes y regulares, y que como
pequeños productores independientes no cuentan con los acervos de capital,
tecnológicos y productivos para competir con las unidades productivas capitalistas
modernas.
Los altos costos de los insumos agro-productivos junto con la mayor capacidad
tecnológica productiva de las unidades capitalistas modernas, junto con el control y
especulación del comercio ejercido por intermediarios, constituyen barreras de
entrada para estas productoras.
El MCP les permite encontrarse y confluir en tanto comparten circunstancias
socioeconómicas similares como marginadas de la economía formal y pequeñas
productoras de baja productividad relativa. Entre ellas encuentran demanda a sus
productos y pueden obtener otros a cambio, gracias a la sincronía y
complementariedad entre la oferta y la demanda no sólo en términos cuantitativos
y de escalas, sino también cualitativos, respecto a los hábitos de consumo y
necesidades de productos básicos, predominantemente alimenticios.
Con ello los métodos de trabajo y sus instrumentos que resultan no aptos para el
mercado convencional, recobran si viabilidad como medios para dar sustento a la
vida de un importante número de familias, lo que no sería posible sin la existencia
de este mercado.
Además del contraste en términos de las condiciones tecnológico productivas entre
este segmento de la economía popular y la economía del capital, también se
distingue un contraste significativo en términos de las unidades de producción, ya
que tanto en sentido orgánico como en términos de su racionalidad se observan
notables diferencias, ya que la economía popular tiene como núcleo básico a las
unidades domésticas cuya racionalidad rectora es la reproducción de la vida
mientras que las unidades productivas capitalistas están orientadas a la producción
de bienes y ganancias en un sentido acumulativo.
195
La racionalidad operativa de las unidades domésticas populares contrasta
significativamente con la lógica de la economía del capital, como se analiza en el
siguiente apartado.
5.4.2 Dimensión territorial del subsistema
En este análisis se adopta una noción de territorio no sólo en su acepción más
simple en tanto “recorte de la superficie terrestre” o como “soporte geográfico” que
sugiere cierto nivel de homogeneidad, sino en su mayor complejidad como espacio
organizado que denota la existencia de una comunidad que se reconoce y que tiene
como referencia primaria el propio territorio y no sólo como una escala geográfica
sino, sobre todo, como sustancia, como constructo social y como actor. Desde esta
perspectiva lo que se destaca es la necesidad de considerar al territorio en su
especificidad, en su complejidad y en su heterogeneidad, tanto para efectos de
estudio y análisis, como de intervención estratégica (Boisier, 2001, Alburquerque,
1999, Vázquez Barquero, 2000).
A partir de esta noción de territorio y para efectos metodológicos, se aborda aquí el
análisis territorial en dos escalas y dimensiones. Por un lado, se toma como
referencia la región lacustre de Pátzcuaro que se caracteriza por un paisaje rural,
con actividades económicas predominantemente comercial, agrícola, pesquera y
turística.
Esta región se caracteriza por una importante presencia de la cultura indígena
purépecha, que cuenta con una importante tradición histórica, sentido de
pertenencia y elementos de identidad.
En la región también se pueden observar rezagos socio-económicos, y
problemáticas como el desempleo, la emigración, la pobreza y el alcoholismo, a
pesar de los cuales se preservan sólidos lazos de identidad cultural y estilos de vida
comunitarios, que se fortalecen mediante la adopción de una historia común, y la
acción emergente de organizaciones y movimientos reivindicatorios en defensa de
la autonomía territorial y cultural, la preservación de sus recursos naturales y el
replanteamiento en los términos de integración al Estado nacional.
196
Por otro lado, se toma como territorio al Mercado de Cambio, que se conforma como
un recorte espacial claramente definido, en el cual se despliega un ambiente
altamente dinámico y lúdico alentado por las más de 200 mujeres indígenas que en
él participan y que construyen cotidianamente relaciones diversas y complejas que
fortalecen su identidad y propician la cooperación y la solidaridad.
La gran mayoría de las más de 200 participantes en el MCP provienen de alrededor
de 40 localidades indígenas aledañas al Lago de Pátzcuaro. En la Tabla 10 se
detallan algunas de las localidades registradas.
Tabla 10. Municipios y localidades participantes en el MCP Municipio Localidades
Pátzcuaro
Pátzcuaro, Cuanajo, Santa Ana Chapitiro, Ajuno, Ihuatzio, San Miguel Charahuen, San Pedro Pareo, Uranden, Janitzio, Santa María Huiramangaro (San Juan Tumbio), Tzetzéngaro, Tócuaro, Jarácuaro, Huecorio y Tócuaro.
Tzintzuntzan Cucuchucho, Ichupio, Tarerio y Ucazanaztacua. Tingambato Tingambato y San Francisco Pichátaro. Erongarícuaro San Miguel Nocutzepo, Puácuaro, Arocutin y San Francisco Uricho. Quiroga Santa Fe de la Laguna, San Jerónimo Purenchécuaro y San Andrés
Tziróndaro. Salvador Escalante Santa Clara del Cobre y Opopeo. Nahuatzen Nahuatzen y Sevina Uruapan Caltzontzin Ziracuaretiro Ziracuaretiro y San Ángel Zurumucapio
Fuente: Elaboración propia con base en información de campo 2018. Además de su común identidad indígena, por la que comparten lengua, cultura,
paisaje, recursos y tradiciones similares, las localidades de origen de las
participantes en el MCP comparten características como su condición rural, baja
presencia de actividad industrial y altos niveles de desempleo. La mayoría de la
población se dedica al comercio y actividades agropecuarias a baja escala, en
buena medida para el autoconsumo.
197
Fotos: Juan Carlos Hidalgo. Escenas de intercambio MCP. Marzo de 2019.
Figura 6. Dimensión territorial del subsistema
Fuente: Elaboración propia.
El limitado acceso a recursos monetarios, debido a los altos niveles de desempleo
y bajos salarios, conjuntamente con las condiciones de producción no industrial,
constituyen la base objetiva de su condición de acceso marginal a la economía y
mercados convencionales. Lo anterior favorece la identificación del mercado como
espacio de confluencia que da viabilidad a sus propias formas económicas y
productivas, como medios para sustentar los procesos reproductivos de la vida
cotidiana y de largo plazo de sus unidades domésticas.
198
El MCP es un mercado de tipo tianguis con orientación predominantemente
agroalimentaria y de escala y circuito local. Sus dinámicas de tiempo y formas de
producción, circulación y consumo están articuladas en torno a una racionalidad
reproductiva de la vida de más de cien familias de origen popular-campesino-
indígena.
La mayoritaria participación de mujeres es consistente con la inequitativa división
social del trabajo basada en criterios de género, que asigna a las mujeres los
trabajos social, cultural y económicamente menos valorados. En contraste con ello,
para la economía popular y la economía feminista, las actividades económicas
relacionadas con la reproducción de la vida, en las que las mujeres mantienen una
contribución fundamental, adquieren una importancia sustantiva como propósito
nodal de toda economía.
En el caso del MCP, se puede observar que la contribución económica de las
mujeres es más relevante ya que se trata de familias que tienen bajo acceso a la
economía formal y a ingresos monetarios, por lo que el trabajo de producción de
bienes agroalimentarios y el intercambio mediante trueque es mucho más que un
complemento secundario. Lo que favorece a una mayor valoración y autovaloración
del aporte económico de estas mujeres.
El MCP está estrechamente articulado con las actividades productivas de las
mujeres y familias que en él participan, lo que se puede observar en la directa
correspondencia entre los bienes que las mujeres y sus familias producen y los que
se intercambian en el mercado, y que además coinciden con tradiciones de
consumo alimentario de la región, lo que contribuye a dar integralidad y consistencia
al circuito económico territorial articulado en torno al MCP.
Este mercado ha contribuido a fortalecer la autovaloración de las mujeres y sus
capacidades, ya que funciona con un considerable grado de autonomía, respecto a
la autoridad formal (gobierno municipal) y masculina, pues son las mujeres las que
deciden qué producen, cómo se establecen en el mercado, los términos y criterios
de intercambio y qué productos reciben a cambio de los propios, entre otras cosas.
199
Este margen de autonomía también se expresa respecto a la posesión y manejo de
los productos que reciben, ya que al no tomar forma monetaria dejan de verse como
objeto de interés por parte de otros actores, por lo que su posesión, manejo y
aprovechamiento es gestionado por las propias mujeres.
Dado que la economía capitalista funciona con base en la competencia tecnológica-
productivista, muchas formas y medios de trabajo son inviabilizados, aun cuando
mantengan una completa capacidad para producir bienes apropiados para dar
sustento a la vida. Esta inviabilización se expresa mediante la expulsión de una gran
cantidad de medios y formas productivas, que se verifica en el mercado mediante
mecanismos como el establecimiento de precios.
La permanencia de formas y sistemas económicos relativamente autónomos de la
economía capitalista, permite mantener la viabilidad no sólo de formas económicas
y productivas, sino también de formas de vida. En este sentido, el MCP, además,
favorece el despliegue y desarrollo de capacidades entre las mujeres y con ello su
valoración y autovaloración, así como la recreación de valores económicos y
sociales como la reproducción de la vida como criterio rector de la economía, la
cooperación y la solidaridad social y de género.
La exclusión del dinero en la dinámica del MCP tiene múltiples implicaciones, entre
ellas destacan el hecho de que un sector de la población, marginado de la economía
formal, encuentre un espacio en el que las formas y los productos de su trabajo son
aceptados y pueden obtener a cambio otros que contribuyen a su manutención. La
exclusión de dinero también inhibe las tendencias a la acumulación y a la
especulación, que suelen traducirse en la adquisición de poder y el despliegue de
prácticas inequitativas.
En este ámbito también se observa la existencia de un gran número de casos de
economía y comercio alternativos, ya sea con cooperativas, producción orgánica,
agroecológica, con circuitos cortos, comercio justo, monedas locales, trueque en
diferentes partes del mundo, de América Latina, de México y de Michoacán.
200
5.4.3 Unidad doméstica, economía popular y economía feminista
De acuerdo con Coraggio, la unidad operativa básica de la economía popular no es
el emprendimiento mercantil o unidad de trabajo mercantil, sino la unidad doméstica,
la cual es entendida como
un conjunto de individuos, vinculados de manera sostenida, que son --de hecho, o de derecho-- solidaria y cotidianamente responsables de la obtención (mediante su trabajo presente o mediante transferencias o donaciones de bienes, servicios o dinero) y distribución de las condiciones materiales necesarias para la reproducción inmediata de todos sus miembros (Coraggio, 2004: 126).
Es común que la división del trabajo en el ámbito doméstico se sustente en los roles
tradicionales de género, que asumen como “natural” que las mujeres se dediquen
al hogar mientras que los hombres salen al mercado de trabajo y obtienen un
empleo remunerado, lo que redunda en una división sexual opresiva del trabajo que
pretende justificarse desde las teorías neoclásica y sobre el capital humano, según
las cuales las mujeres
han venido dedicando voluntariamente mucho tiempo y esfuerzo a la crianza de sus hijos, porque desean que las elevadas inversiones biológicas llevadas a cabo en capital de procreación de los hijos den su correspondiente fruto. Adicionalmente, una madre puede alimentar y cuidar más fácilmente a los hijos mayores mientras engendra otros hijos que mientras participa en otras actividades (Becker, 1987: 39).
El economista neoclásico Gary Becker es uno de los que más enfáticamente busca
mostrar y justificar el carácter “natural” de la división sexual del trabajo, sus
argumentos están enfocados en una supuesta condición natural de las mujeres para
realizar el trabajo de procreación y reproducción de la vida, así como para los
cuidados y el trabajo doméstico, mientras que los hombres según él, están más
habilitados para el mercado laboral. Lo cierto es que estos argumentos han sido
utilizados para intentar justificar y perpetuar una condición de inequidad basada en
la diferencia de género.
Incluso la propia dinámica económica del capital ha propiciado la incorporación de
las mujeres al mercado laboral, no con una intención liberadora y de equidad de
201
género, sino como efecto de una histórica, constante y progresiva sub-valoración
de la fuerza de trabajo, que provoca que un solo salario sea insuficiente para
garantizar el sustento de una familia. Con la consecuencia directa de que las
mujeres, sin deslindarse de las cargas de trabajo reproductivo y doméstico, ahora
adicionalmente asumen la carga de trabajo asalariado, la denominada doble
jornada. Esto significa que, a la condición estructural de subordinación de las
mujeres en los ámbitos social y doméstico, se suma un incremento en sus cargas
de trabajo. Al respecto Alma Espino plantea que
La rígida división sexual del trabajo en los hogares y el mercado, conjuntamente con mecanismos institucionales, contribuyen a explicar que las mujeres concentradas en el ámbito de la reproducción entren en las negociaciones, en todos los campos de la sociedad, en posiciones subordinadas (Espino, 2010: 16).
En un análisis más profundo se observa que para la economía del capital las
unidades domésticas populares constituyen la fuente productora de fuerza de
trabajo, la cual constituye el insumo fundamental del proceso de valorización
capitalista (Marx, 2007). La fuerza de trabajo que es comprada por el capitalista, es
producida en la unidad doméstica y su valor está sustentado en buena medida en
el trabajo de las mujeres, que juegan un papel preponderante en procesos como
limpieza de la casa, de la ropa y de los utensilios, preparación de alimentos,
cuidados, educación y un sin fin de tareas más.
Sin embargo en el sistema de contratación obrero-patronal, prevalece la falsa
apariencia de que el salario que el trabajador recibe constituye el pago por el trabajo
que éste realizó, y no por el valor de su fuerza de trabajo (Marx, 1978 y 2007:651),
en cuya producción las mujeres realizan un aporte fundamental, bajo la forma de
trabajo doméstico, razón por la cual este trabajo no se visibiliza como trabajo
productivo o acreedor de pago, “se confunde el hecho de que no perciben un
ingreso monetario con el hecho de que no lo devengan” (Espinoza, 1983: 139).
Esta situación propicia la falsa idea de que es el trabajador asalariado el que ha
“ganado” el dinero y por tanto le pertenece, de lo cual deriva el supuesto derecho y
facultad de poseerlo, administrarlo y distribuirlo, y pone en desventaja a las mujeres
202
para negociar y decidir sobre la división del trabajo (Gómez y Jiménez, 2015) y el
manejo y distribución de los recursos obtenidos bajo la forma de salario, generando
una doble condición de explotación, subordinación y opresión. Esto es, que no se
reconoce ni se remunera el aporte de las mujeres en la reproducción de la fuerza
de trabajo, y se les coloca en desventaja respecto al manejo y usufructo de los
recursos generados con su propio trabajo.
El creciente acceso de las mujeres de los sectores populares al mercado laboral,
pareciera contribuir a la superación de la marginación y explotación de la que son
objeto por estar circunscritas exclusivamente al ámbito doméstico. Sin embargo, en
este proceso de apertura se observan otros problemas; por un lado, que su
participación en el mercado de trabajo no las exime de las tareas domésticas, por
lo que se ven sometidas a dinámicas de doble jornada (Palomar, 1997; Alcañiz,
2015). A ello se suma la inequidad en la asignación de puestos y salarios,
generalmente menores por el simple hecho de ser mujer (Ariza, 2006; Pedrero,
2009).
5.4.4 La Unidad Doméstica en el ámbito rural-indígena y el Mercado de Cambio
Las condiciones de las mujeres rurales-indígenas al interior de sus propias unidades
domésticas familiares están marcadas por un contexto de inequidad estructural y
cultural de género En uno de los primeros trabajos realizados en este campo se
señala que entre las causas de la inequidad se encuentra el patrón cultural de
herencia patrilineal (Lombardo, 1944).
Aspectos como el maltrato físico y emocional, la imposición de un cónyuge, del
número de hijos que habrán de tener, la sumisión y servicio al marido, la sobrecarga
y ejecución de trabajos no remunerados, la subordinación de las necesidades,
deseos y proyectos propios a favor de los del marido y los hijos, la marginación en
el manejo y toma de decisiones sobre los recursos familiares y particularmente
sobre el dinero, el impedimento a heredar y poseer tierras así como a participar en
cargos públicos de elección y representación, entre otras muchas condiciones de
género están vigentes y actuantes entre las familias de las mujeres participantes en
203
el MCP, ya que prácticamente la totalidad de ellas pertenecen al medio rural
indígena.
De acuerdo con Huacuz y Rosas (2017) en un estudio realizado en 2008 en
Michoacán, se encuentra que mientras que el 53.5 de las mujeres indígenas de 2
años en adelante participan en los quehaceres domésticos, solamente el 0.9% de
hombres lo hace. En el caso de las mujeres participantes en el MCP que fueron
entrevistadas y las participantes en los grupos de enfoque declararon que han
trabajado desde niñas realizando tareas tradicionalmente asignadas a las mujeres
como el aseo de la casa, lavado de ropa, preparación de alimentos, etc.
Adicionalmente, alrededor del 40% también participaron en actividades
tradicionalmente asignadas a hombres, como la siembra, y solamente tres de ellas
poseen una pequeña parcela de tierra agrícola en propiedad, lo que resulta un caso
excepcional.
En una consulta realizada in situ a 48 mujeres participantes en el MCP, de las cuales
33% son menores de 50 años y 67% mayores de 50, se constató que ninguna de
ellas ha tenido acceso a la educación superior, solamente el 12% tienen estudios
de nivel medio, el 80% cuentan sólo con educación básica y 8% no saben leer ni
escribir. Esto representa un indicador más del grado de marginación que viven las
mujeres del ámbito rural-indígena y particularmente en las dinámicas y patrones
culturales de las propias familias, en las que aun predomina la idea de que las
mujeres no necesitan ir a la escuela pues solamente deben ser educadas para ser
esposas, madres y amas de casa.
“Mi mamá nos decía que para qué estudiábamos si de todos modos nos íbamos a casar y más bien teníamos que aprender a echar tortillas y atender al marido” (Doña Berta, 72 años, Grupo de enfoque, Cuanajo 2018).
Se puede observar que además de cumplir con los roles domésticos, estas mujeres
se involucran en actividades de trabajo extra-domésticas, ya que la generalidad de
los productos que circulan en el MCP son producidos, trasladados e intercambiados
por ellas mismas.
204
La economía del medio rural generalmente está vinculada al sector agroalimentario,
en este contexto se desenvuelven sistemas productivos de diferente índoles y
escala. Se pueden ubicar tanto grandes empresas capitalistas como unidades
productivas medianas, pequeñas y micro-productoras; es el caso de las mujeres del
MCP, quienes generalmente tienen como base operativa no unidades productivas
especializadas, sino sus propias unidades reproductivas domésticas.
Respecto a la composición de las unidades domésticas a las que pertenecen las 30
mujeres entrevistadas, se encontró que el promedio de edad de las participantes en
el MCP es de 59 años, todas ellas son o han sido casadas, se casaron en promedio
a los 18 años y la mayoría comparte su hogar con integrantes de su familia, cuyo
número promedio es de 4.6 personas. Con ellos comparten la vivienda, mobiliario y
enseres domésticos, así como los bienes de consumo cotidiano y las tareas del
hogar. Es decir que se constituyen operativa y funcionalmente como unidades
domésticas, entendidas como entidades asociativas-reproductivas, con las que
comparten no solamente la operación cotidiana, sino vínculos duraderos y un
proyecto de vida de largo plazo, lo que implica el establecimiento de compromisos
solidarios.
De las 30 familias entrevistadas solamente tres cuentan con pequeñas parcelas de
tierras propias, ya sea como pequeña propiedad, ejidal o comunal, siete trabajan en
tierras prestadas, rentadas o como medieros, y solamente en 12 de estas familias
al menos un integrante cuenta con un empleo asalariado. Todas las mujeres
entrevistadas realizan actividades adicionales a las tareas del hogar, entre estas
destacan la elaboración de tortillas, gorditas y tamales, así como el cultivo de frutas,
hortalizas, maíz, calabazas, acelgas, coliflor, brócoli, crianza de animales de granja
como cerdos y gallinas y productos artesanales como textiles, alfarería, productos
tejidos con fibras vegetales y utensilios de madera.
En ningún caso se encontró la existencia de unidades especializadas en actividades
productivas propias como talleres o fábricas, y tampoco casos en los que se contrate
trabajo asalariado. Las características de los instrumentos y métodos de trabajo que
205
utilizan revelan que los procesos productivos son de tipo artesanal. En todos los
casos el insumo principal es el trabajo y las escalas de producción son acordes al
trabajo del número de integrantes de la unidad familiar. En los procesos agrícolas
predomina la producción a baja escala, en parcelas pequeñas de cultivos
diversificados y huertos de traspatio, sin el uso de agroquímicos como fertilizantes
o pesticidas, lo que favorece una relación menos nociva y más armónica y duradera
entre las productoras y la tierra.
Los conocimientos que las mujeres poseen sobre las necesidades de los procesos
de reproducción de sus respectivas unidades familiares, les permiten determinar el
tipo, variedad y cantidad de productos que deben recibir a cambio de los propios.
La participación en el intercambio de bienes y en los procesos productivos de los
productos que se intercambian, denota el rol que juegan las mujeres no sólo en la
permanencia y dinámica del mercado de cambio de Pátzcuaro, sino en los procesos
productivos que le anteceden y en los procesos reproductivos que le dan sentido
como fin último de todo el ciclo. Esta participación se sustenta en una serie de
condiciones que enumeramos a continuación:
• Dado el vínculo que tradicionalmente mantienen las mujeres cotidianamente con la
dinámica interna de los hogares, tienden a participar en las actividades de educación
y formación de las hijas y los hijos, mediante las cuales se transmiten valores,
conductas, tradiciones, costumbres y hábitos.
• En el ámbito interno del hogar se suele asignar a las mujeres un rol importante en
la dinámica reproductiva cotidiana, particularmente en la alimentación de los hijos y
a la familia en su conjunto.
• La común insuficiencia de los recursos disponibles para cubrir la alimentación y
otras necesidades, frecuentemente lleva a las mujeres a involucrarse en actividades
extra-domésticas, buscando conseguir recursos complementarios, mediante
múltiples estrategias.
• En este caso se trata de la generación de actividades productivas mediante las
cuales se obtienen bienes susceptibles de ser intercambiados.
• La participación en dinámicas y entidades económicas más amplias, como es el
caso del MCP, les implica una inversión adicional de tiempo, energía y desgaste
206
físico, a la vez que les permite implementar y fortalecer una serie de habilidades
negociadoras y asociativas.
Con base en los datos obtenidos de las entrevistas, se observa que el aporte del
trabajo productivo y de cambio vinculado al MCP que realizan las mujeres constituye
entre 40% y 60% del gasto familiar. Este aporte está orientado en al menos 90% al
consumo alimenticio, por lo que se puede afirmar que el principal aporte del trabajo
de estas mujeres se encuentra en el ámbito económico reproductivo,
específicamente en la alimentación de sus familias.
Esto es importante considerando que según la OIT (2008) las mujeres de zonas
rurales producen más de la mitad de los alimentos del mundo a pesar de su menor
productividad. Esto es fundamental, y más aún en los medios rurales e indígenas
en los que se encuentran condiciones de pobreza superiores a los del medio urbano
y se trata de un asunto particularmente delicado considerando las dificultades que
esto implica para el acceso a una alimentación suficiente y adecuada, por lo que el
trabajo de las mujeres se traduce en un importante aporte al sostenimiento y la
reproducción de la vida de sus familias y comunidades (RedPAR, 2018).
Esto es consistente con el hecho de que las mujeres conforman el 43% de la fuerza
laboral agrícola en los países en desarrollo y con la afirmación de que “Las mujeres
rurales desempeñan una función fundamental en la agricultura ya que en diferentes
partes del mundo participan tanto en la producción de subsistencia (a través de
estrategias como los cultivos en huertas familiares, recolección y procesamiento de
alimentos), como en el comercio agrícola al formar parte de las diferentes etapas de
la producción de alimentos a gran escala” (Castilla, 2012: 225).
La información obtenida de las mujeres entrevistadas sobre sus cargas y horas de
trabajo y uso del tiempo corresponde en buena medida con los datos más generales
según los cuales “Las mujeres rurales emplean hasta 16 horas al día produciendo,
elaborando, vendiendo, preparando alimentos, recogiendo materiales para
combustible y acarreando agua para el hogar, además de otras faenas como el
cuidado de los hijos, familia ampliada y animales de traspatio (Costa, 1996: 2).
207
Las horas de trabajo y valor de producto de estos trabajos no suelen ser
considerados en los sistemas de cuentas nacionales de la mayoría de los países, y
muchas veces tampoco en sus comunidades ni en sus hogares. Adicionalmente hay
que tomar en cuenta que este aporte no sólo debe ser valorado en términos
cuantitativos como horas y cargas de trabajo, pues además lleva implícito un
importante acervo de conocimientos y habilidades en torno a las propiedades
nutricionales de los alimentos y sus múltiples variantes de preparación para su
consumo apropiado. Más aún, los trabajos de cuidados y atención afectiva propician
la formación de personas estables que contribuyen de manera fundamental a la
armonía social.
La participación de las mujeres en el MCP puede favorecer el fortalecimiento de
nexos de identidad ya que comparten un referente institucional y social que refuerza
las condiciones de reproducción de la vida de sus familias y su condición como
como prosumidoras.
La mayor parte de los recursos que reciben a cambio en el MCP no son de tipo
monetario, no son fácilmente transferibles para usos diversos, sino sólo aptos para
ser destinados directamente al consumo doméstico, lo que favorece que
permanezcan bajo la posesión y manejo de las mujeres, datándolas de cierto
margen de autonomía y poder de decisión sobre ellos.
Aunque, como ya se ha señalado antes, su participación en el MCP y las actividades
productivas que conlleva, también implican un aumento en su carga de trabajo, pues
no las exime de las tareas domésticas. Por otro lado, la posibilidad de desplegar
estas capacidades y mostrar su importancia en los procesos reproductivos
domésticos podría contribuir a revertir la desvalorización de su trabajo, la
marginación en la distribución de recursos y derechos de decidir sobre ellos, así
como las relaciones de dominio y opresión.
5.5. Perspectivas de autonomía
Existe un reconocimiento generalizado respecto a algunos avances y mejoras en la
situación de las mujeres en el mundo, en la gran mayoría de países ya pueden votar
208
y ser electas para cargos de representación popular y participan en altos puestos
de gobierno y consejos directivos de empresas, aunque no en la proporción que
corresponde considerando que constituyen un poco más del 50% de la población
total, pero aún esto era impensable hace menos de un siglo.
Sin embargo, en términos generales aún prevalece una notable desigualdad de
género, que se agudiza cuando se combina con factores socioeconómicos y étnico-
culturales, por lo que en el ámbito rural-indígena podemos observar que las
condiciones en las que viven las mujeres son aún más adversas y desiguales, a ello
aunada la violencia de género como fenómeno que si bien siempre ha existido en
el ámbito propio de los hogares, en las últimas décadas ha adquirido una escala
social de proporciones alarmantes.
En ámbito internacional las mujeres indígenas empiezan a hacerse presentes desde
la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Beijing y
en sus sucesivas emisiones y dado forma a corrientes como el feminismo
comunitario (Huacuz y Rosas, 2017).
Existen en el mundo una serie de expresiones y procesos que dan cuenta de la
emergencia de movimientos de reivindicación popular, indígena y feminista en los
ámbitos cultural, político y económico, pero de los cuales las mujeres del MCP no
participan ni tienen conocimiento.
Entre estos movimientos emergentes se encuentran lo que algunas autoras
identifican como “la constitución de las mujeres indígenas como actoras políticas
desde que proponen dar a la lucha india por la autonomía y el respeto a los derechos
humanos un rostro femenino” (Valladares, 2008: 48).
Se reconoce como un avance importante el emergente abordaje y las declaratorias
que sobre las mujeres indígenas se realizaron en la IV Conferencia de Beijing
(1995), también se identifican algunas limitaciones, ya que “a partir de una definición
limitada y esencialista del concepto de cultura, denominada como costumbres y
tradiciones, se ha pretendido culturizar conflictos y desigualdades en países del
llamado Tercer Mundo, sin dar cuenta en términos históricos del origen de dichas
209
prácticas ni contextualizarlas en el marco de las relaciones de desigualdad
económica y política que construyen y dan sentido a las exclusiones de género” (Ó
Valladares, 2008: 49).
A partir de estos eventos se han generado algunos procesos organizativos que
llevaron, entre otras cosas, a la creación del Enlace Continental de Mujeres
Indígenas de las Américas (EICMA), que en 1996 realizó su primer taller y encuentro
en Guatemala, y varios en México; en 1997 el segundo en Oaxaca, el VI en 2011
en Morelos y el octavo en febrero de 2020 en la ciudad de México (EICMA, 2020).
En años más recientes en México se han presentado dos grandes gestas indígenas
en las que la participación de las mujeres ha sido destacada, lo que ha generado un
doble efecto, por un lado, un mayor reconocimiento a sus capacidades y aportes, y
por otro lado un avance importante en el establecimiento de una agenda propia.
El primero de ellos tuvo un mayor impacto y trascendencia internacional, fue la
formación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que cobró relevancia en la
escena pública y política nacional a partir del levantamiento de enero de 1994.
A partir de ahí se viene estableciendo paulatinamente una agenda a partir del primer
decálogo promovido por las mujeres zapatistas en 1994 (SC Marcos, 2006) y la
determinación de pasar “de la sumisión a la autonomía” de acuerdo con las
expresiones de las comandantas Ramona, Dalia, Miriam, Rosalinda, compañeras
Elisa, Mireya, Gabriela, Elena, Yobana, Amanda, Mónica y la “abuelita Albina” en el
III Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, realizado en la
comunidad de La Garrucha, municipio de Ocosingo, Chiapas en diciembre de 2007
(Velasco, 2017).
De manera progresiva se viene construyendo una agenda en la que se establecen
los derechos de respeto, de igualdad, reproductivos, de participación en todos los
niveles de la vida pública y privada, de protección y justicia ante la violencia,
económicos, a divertirse, comprometerse y tener una vida plena con independencia
y libertad, entre otras muchas cosas.
210
El segundo evento se refiere al protagonismo verificado por las mujeres de la
comunidad indígena de Cherán en defensa de sus recursos, de su seguridad y de
su territorio en 2011, a partir de lo cual adquirieron prestigio regional y nacional que
repercutió en su posicionamiento.
Se pueden observar y reconocer avances importantes en el posicionamiento de una
agenda de género en el ámbito internacional, y de las luchas locales en las que las
mujeres indígenas han destacado. No obstante, aún predomina una adversa
situación que enfrentan las mujeres en el mundo y particularmente las mujeres del
medio rural-indígena.
En consonancia con este paulatino posicionamiento, proliferan diversas
expresiones más o menos aisladas en diversos horizontes, la participación de las
mujeres del ámbito rural-indígena en actividades y entidades como el MCP propicia
el desarrollo y fortalecimiento de una potencial autonomía, autovaloración y
valoración social-comunitaria. Esto se puede detectar en sus propias reflexiones
expresadas durante las entrevistas y grupos de enfoque en los que se obtuvieron
una serie de expresiones por parte de las participantes, como puede verse a
continuación.
Si bien su participación en el MCP implica un aumento en sus cargas de trabajo,
todas ellas manifestaron que, aunque participan por la necesidad de complementar
el ingreso familiar y contribuir a mejorar las condiciones alimentarias de sus familias,
también sienten la satisfacción de ser más productivas y, sobre todo, lo disfrutan
por que les permite salir de la monotonía de su rutina diaria y convivir con mujeres
de otras comunidades.
“A mí me llevaba mi mamá desde pequeña al cambio y después de casada yo seguí
yendo por mi propia cuenta y ahora llevo a mis hijas y nietas… no pienso dejar de
asistir ya que me distraigo, aprendo y conozco a muchas señoras de otros lugares
con las que platicamos de cómo vivimos en nuestras propias comunidades, y luego
hasta amigas salimos” (Doña Paulina, 86 años, Nocutzepo, 2018).
211
Explícitamente la mayoría de ellas identificaron esta actividad como una tradición
y expresaron su deseo de contribuir a su continuidad, pues el mercado de cambio
ya se llevaba a cabo desde que ellas eran niñas y algunas de ellas con más de
70 y 80 años de edad han participado desde entonces y han involucrado y
transmitido esta práctica a hijas y nietas.
Frecuentemente se trasladan y participan en el MCP en pequeños grupos
constituidos por vecinas de la misma comunidad y por integrantes de una misma
familia, que conforman un equipo de trabajo que se dividen las tareas de
empacar, cargar, disponer los productos para su venta y recorrer el mercado
para detectar productos de interés.
El trabajo adicional para producir o recolectar bienes que llevar al intercambio, si
bien implica mayor esfuerzo y gasto de energía generalmente es abordado por ellas
con satisfacción. Un caso ilustrativo es el de Doña Naty de Cuanajo, artesana textil
que ha participado en múltiples concursos artesanales organizados por el Gobierno
de Michoacán y ha ganado varios premios;
“Además de llevar mis productos al cambio, elaboro algunos para los concursos de
la Casa de las Artesanías, y he llegado a ganar premios, lo que demuestra que mi
trabajo vale” (Doña Naty, 76 años, Cuanajo, entrevista 2018).
Otro caso es el de Doña Petra, quien pasa gran parte del día trabajando en su
pequeña parcela agrícola, siembra una gran variedad de cultivos rotativos y a muy
pequeña escala. Como su esposo se encuentra limitado para trabajar y sus hijos ya
son casados y están aparte ella se levanta temprano, prepara la comida para el día,
le da de desayunar y le deja la comida a su esposo y se va hacia su parcela
cargando su itacate.
Dada su edad (88 años) y la pequeña escala de su producción, es claro que lo que
menos le preocupa es generar una gran productividad o eficiencia productiva. Al
observarla se percibe que se trata más bien de una especie de convivencia en la
que ella otorga una atención casi individual a cada planta, toma largos descansos a
la sombra de un árbol mientras observa el paisaje al lado de su parcela.
212
“Yo aquí vivo, aquí el tiempo se me va como agua, cuido mi siembra, platico con
ella y ella me acompaña, para mí esto no es trabajo, aquí yo soy feliz, a mi casa
solo voy a dormir y a atender a mi señor, él no puede trabajar por que ya es grande”
(Doña Petra, Santa Ana Chapitiro, entrevista 2018).
Se pueden detectar entonces una serie de rasgos de capacidades y autonomía en
las mujeres participantes en el MCP, pero también se debe reconocer que en ellas
no existe una visión o propósito explícito, ni en lo individual ni colectivamente
consensuado, de ser partícipes de un proyecto alternativo o de transformación
respecto a algún referente como el capitalismo o el sistema patriarcal.
Si bien algunos movimientos sociales y particularmente los movimientos indígenas
por la autonomía y derechos culturales han incorporado de manera consistente el
tema de los derechos de las mujeres, y ellas mismas se han posicionado de manera
activa en su defensa y reivindicación, aún predomina una situación de opresión y
desigualdad y este ánimo feminista de organización y lucha no ha permeado a la
gran mayoría de las mujeres de los sectores populares, especialmente en los
ámbitos rurales e indígenas.
Se pueden observar ciertos avances y mejoras en las condiciones de las mujeres
que participan en el MCP, sin embargo, sus perspectivas son limitadas mientras no
se articulen programática y orgánicamente con la agenda, los procesos
emancipatorios y las organizaciones que a distintas escalas se desarrollan en
Michoacán, en México y en América Latina.
5.6. Elementos para una caracterización preliminar del MCP
A partir de los elementos vertidos a lo largo de esta tesis se puede esbozar una
caracterización del Mercado de Cambio de Pátzcuaro, como un mercado rural,
indígena, agroalimentario, popular, tradicional y alternativo, componentes de
distintas dimensiones que se describen a continuación.
Aunque el asentamiento y operación de este mercado se realiza en una localidad
con rasgos predominantemente urbanos (primer cuadro de la cabecera municipal
de Pátzcuaro), la gran mayoría de las participantes provienen de localidades
213
pequeñas de tipo rural. La mayoría de estas localidades y de las mujeres que
participan en el cambio tienen la agricultura como una de las actividades económico-
productivas principales. Adicionalmente, los productos que circulan en este
mercado también son en su mayoría de tipo alimentario y enseres domésticos. Por
lo cual el MCP se distingue por ser un mercado de tipo rural agroalimentario.
Las localidades de donde provienen la mayoría de las participantes en el MCP se
encuentran en una de las áreas de alta densidad de población indígena,
específicamente purépecha, lo que le imprime una serie de rasgos propios del
mundo indígena que se reproducen, marcan pautas y se fortalecen en el contexto y
la dinámica de este mercado.
Dentro de estas pautas se encuentran los usos y costumbres relacionadas con la
vida comunitaria y las prácticas de comunalidad, tales como la asamblea, los
trabajos colectivos de beneficio común, las fiestas tradicionales y patronales, los
sistemas de cargos, los rituales civiles y religiosos, las redes sociales, familiares y
de compadrazgo, las creencias, así como los roles y posicionamiento que se les
asigna a las mujeres indígenas tanto en la escena comunitaria como en la dinámica
doméstica. La mayoría de las participantes en el MCP son mujeres adultas que
provienen de estos ámbitos por lo que son portadoras y reproductoras de muchas
de estas pautas y patrones culturales, que se observan en la vestimenta, el
lenguaje, los conocimientos y habilidades que favorecen el funcionamiento y
continuidad del mercado y su caracterización como un mercado indígena.
Otros aspectos como su racionalidad económica reproductiva de la vida, la no
disposición de capital, la utilización del trabajo propio y familiar como principal
insumo, la excepcional o nula contratación y explotación de trabajo ajeno, se puede
identificar que se trata de una entidad inserta en un sistema de economía popular.
Para dar mayor riqueza a este aspecto se puede analizar el mercado y el
subsistema en el que se encuentra inserto desde una perspectiva empírica y de
acuerdo con una clasificación propuesta por Luis Razeto (1990), expresada en
términos de tres hipótesis: mínima, intermedia y máxima.
214
En la hipótesis a) mínima se observan organizaciones y entidades con un carácter
reactivo y de subsistencia, emergentes y coyunturales); b) intermedia (es parte de
un proceso de organización popular más amplio que le da sentido, expresa acciones
de denuncia y reivindicación social, y se puede esperar de ellas algunos aportes
como experiencias de organización y economía solidaria) y; c) máxima como
portadora de un modo de organización, visión y proyecto de transformación, al
menos de forma germinal o embrionaria.
Desde estos parámetros podríamos ubicar al MCP en un estrato intersecto,
transitorio o combinado entre las tres expresiones mínima, intermedia y máxima, ya
que si bien tiene un carácter predominantemente de subsistencia, denota una
continuidad que va mucho más allá de lo reactivo-coyuntural, tampoco representa
o enarbola un proyecto de transformación pero sí mantiene y se rige por prácticas
que pueden retomarse en un proyecto y visión alternativos, tanto en lo económico
como en lo ambiental y lo socio-cultural.
Por sus caracteres rural-alimentario, indígena y por su origen y permanencia
histórica conservando una serie de prácticas entre las que destaca el trueque, el
MCP se puede caracterizar también como un mercado tradicional. El trueque
además de constituirse como alternativa ante una situación común de bajo acceso
a recursos monetarios, favorece la implementación de una serie de criterios y
parámetros no exclusivamente ligados a los patrones monetarios. El trueque
favorece un trato más directo y personalizado, un sistema más simétrico e integral
de intercambio no sólo de bienes de consumo, sino de información y establecimiento
de corresponsabilidades y compromisos de reciprocidad y de cambio justo.
Es evidente a simple vista la predominancia de mujeres en la dinámica del MCP, su
participación, como ya se ha señalado, fortalece el posicionamiento de las mujeres
al interior de sus hogares al constituirse como proveedoras complementarias a partir
de un reconocimiento, valoración y viabilización económica de su trabajo, cuya
retribución al ser en especie y en productos directamente ligados a las dinámicas
alimentarias domésticas pierde interés como objeto de disputa al interior del núcleo
215
doméstico permitiendo a las mujeres mantener el control y el manejo de estos
recursos.
Además del posicionamiento que las mujeres logran a partir del reconocimiento y
viabilización económica de su trabajo y sus productos, la participación en el
mercado les abre perspectivas de relacionamiento y conocimiento que les permite
crear identidad colectiva con el conjunto de mujeres de las otras comunidades
indígenas.
En el espacio del MCP se percibe un ambiente lúdico de disfrute del intercambio y
el relacionamiento mediante la charla prolongada entre las participantes y también
fortalece la posición de las mujeres como actoras económicas y culturales al
reproducir con su propia acción cotidiana las prácticas tradicionales, pero también
transmitirlas generacionalmente cada una en su entorno familiar, con sus hijas,
sobrinas, nietas, nueras y demás familiares.
Esta posibilidad de expresión y despliegue de capacidades para las mujeres
constituye también un rasgo contrastante con la economía capitalista patriarcal y en
esa medida se puede reconocer como un componente a retomar en una visión y
proyecto alternativos.
El subsistema económico articulado en torno al MCP puede ser visto como una
forma de complementar el ingreso doméstico y contribuir a articular una economía
territorial de circulación simple y circuitos cortos en la región indígena ribereña del
Lago de Pátzcuaro.
Este mercado contribuye a mejorar el acceso y la calidad alimenticia familiar,
favorece el despliegue y fortalecimiento de capacidades por parte de las mujeres,
en la medida en que encuentran un espacio en el que su trabajo y sus productos
son útiles, demandados y valorados.
En el contexto de este espacio relacional, las participantes logran una confluencia
de acción y crecimiento colectivo recíproco, que contribuye a preservar sus formas
de producción orgánica y agroecológica, la producción a baja escala y los circuitos
cortos y locales, la baja o nula utilización de insumos petroquímicos. Así como
216
mantener la viabilidad de los términos de intercambio justo y de corresponsabilidad
entre productoras y consumidoras. En este sentido, el MCP denota una racionalidad
mucho más acorde con una perspectiva de sustentabilidad tanto social como
ambiental.
217
Capítulo 6 Discusión y análisis
6.1. Los mercados en la economía popular
Como hemos visto a lo largo de esta tesis, mucho antes de que el capitalismo
existiera e impusiera su racionalidad como sistema mundial dominante ya existían
los mercados. En sus inicios éstos funcionaban bajo una lógica complementaria y
cooperativa, como constatan los testimonios de los colonizadores españoles y de
los propios pobladores nativos, que afirman que en Mesoamérica desde principios
del siglo XVI ya existían grandes mercados con alto grado de desarrollo económico
e institucional, de modo que si bien la economía mercantil funcionó como el
invernadero de donde emergió y se consolidó el sistema capitalista, ello no significa
que exista una unidad intrínseca entre los mercados y la racionalidad del capital.
Ello indica que se puede y se debe despojar a los mercados de la perversa dinámica
de competencia destructiva propia de la dinámica capitalista y recuperar su sentido
original, cuya factibilidad queda evidenciada en la multiplicidad de pequeños
mercados locales populares, campesinos e indígenas como el MCP, que operan
con una racionalidad diferente, cooperativa y solidaria.
La economía popular y en particular los mercados populares, si bien operan con
una racionalidad propia y distinta, también se reconoce que son funcionales a la
economía del capital. Constituyen la principal o única fuente reproductora de la
fuerza de trabajo que abastece al sistema asalariado capitalista, conforman una
economía alterna que contribuye a mantener un margen creciente de reserva de
fuerza de trabajo, y también funcionan como válvula de escape para atenuar los
efectos de las deficiencias que la economía dominante tiene para ofrecer
condiciones mínimas de vida para el conjunto de la población.
Incluso en algunos aspectos la economía popular llega a ser subsidiaria del capital,
complementando la insuficiencia de ingresos y precariedad salarial de una
importante porción de población, produciendo bienes subsidiados con trabajo
precario para abaratar los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, o
218
recurriendo al sistema crediticio usurero del capital que por diferentes modalidades
succiona sus recursos.
Si bien la economía popular es extensa, diversa, creativa y potente, como para
complementar funcionalmente y hasta subsidiar al capital, también es evidente que
actualmente opera en condiciones de marginalidad, subalternidad y precariedad, a
las que ha sido sometida por el dominio de la racionalidad económica capitalista.
Dentro del amplio espectro que comprende la economía popular se puede observar
que grandes capas de población se encuentran en un nivel de vida extremadamente
precario que en algunos casos se convierte en caldo de cultivo propicio para la
violencia social y la proliferación de diversas formas de delincuencia.
La economía campesina particularmente, como expresión particular de la economía
popular, contribuye al funcionamiento del sistema social en su conjunto mediante la
producción de productos agroalimentarios para autoconsumo, pero también para el
abasto de los sectores populares del ámbito urbano.
El MCP, como parte de un subsistema territorial de economía popular que opera en
un ámbito rural se mantiene como un circuito relativamente cerrado, ya que la mayor
parte de los productos que en él circulan son producidos por y para el consumo
propio de sus participantes, además que el sistema de trueque le permite operar sin
depender de los recursos monetarios, lo que contribuye a reforzar su carácter
endógeno y autónomo.
La economía y los mercados populares, se erigen como referente de contraste y
alternativos respecto al capital poniendo en evidencia la exclusión y marginación
que la economía convencional provoca y reivindicando a cambio valores de
cooperación, reciprocidad y solidaridad. Desde esta condición los mercados como
entidades alternativas pueden contribuir a la reconfiguración, dinamización y
fortalecimiento de las economías locales, considerando y propiciando una
diversidad institucional y operativa acorde con cada territorio.
219
El conocimiento de las racionalidades y formas operativas de los mercados
alternativos es importante para dimensionar su importancia y potencial,
particularmente de los múltiples mercados pequeños de carácter local.
En una perspectiva de consolidación y fortalecimiento de esta gran cantidad de
pequeños mercados más que pensar en expandir sus dimensiones físicas y
económicas a gran escala, se considerará más viable tratar de revertir su condición
marginal y subalterna dotándolos de mejores condiciones en los diferentes fases
del circuito económico popular, mejorando sus condiciones y calidad productiva, de
comercialización y consumo, retomando el vasto y rico acervo de experiencias que
muestran la multiplicidad y diversidad de posibilidades y modalidades en las que se
pueden conformar los mercados para constituirse como nodos dinamizadores y
articuladores de las economías populares locales.
6.2. El Mercado de Cambio de Pátzcuaro Uno de los aspectos que destacan en un primer análisis del MCP es su antigüedad
y permanencia a lo largo de varias décadas, que se constata con los testimonios de
las participantes entrevistadas, quienes comentan que sus madres y abuelas ya
asistían al MCP, algunas de ellas que ya rondan los 90 años de edad comentan que
desde los ocho o diez años ya asistían con sus madres, quienes a su vez les
contaban que también acudían a este mercado desde su infancia.
La permanencia del MCP muestra la pertinencia, la solidez y capacidad de
continuidad de esta práctica, la cual está sustentada en condiciones objetivas, al
constituir una alternativa económica funcional y complementaria para múltiples
familias provenientes de las comunidades circunvecinas, que no alcanzan a obtener
los bienes y servicios suficientes dentro de la economía convencional predominante.
La continuidad del MCP también indica la persistencia de las condiciones socio-
económicas que lo propician, es decir, la existencia de mujeres y familias de
comunidades indígenas con limitado acceso a recursos monetarios, pues la mayoría
de ellas no cuentan con empleo formal y por lo tanto no reciben un ingreso regular
220
por concepto de salario, pero alternativamente disponen de algunos recursos como
huertos de traspatio, pequeñas parcelas agrícolas y habilidades productivas y
artesanales.
También se observa la presencia de otro tipo de factores que contribuyen a la
continuidad del mercado, entre ellos destacan las pautas de transferencia
generacional, ya que las participantes pertenecen a familias del ámbito rural e
indígena que aún conservan en alto grado hábitos, formas de convivencia y
mecanismos de transmisión generacional de costumbres y tradiciones. En este caso
la mayoría de ellas mencionaron que acompañaban a sus madres al mercado y ellas
a su vez llevan consigo a sus hijas.
Aunque el promedio de edad de 59 años de las participantes podría sugerir un débil
relevo generacional, sin embargo, esto se matiza un poco tomando en cuenta que
muchas de ellas acuden con uno a tres acompañantes, 19% de los cuales son
hombres y 81% son mujeres, cuyo promedio de edad es de 33 años, lo que sugiere
la existencia de prácticas de relevo generacional pero también muestra la
continuidad de este mercado como actividad predominantemente femenina.
Este mercado representa una alternativa en tanto permite a un amplio sector de la
población de estas latitudes complementar su dotación de bienes de consumo para
los procesos reproductivos de sus familias, con relativa autonomía respecto de la
economía formal. Pero ésta no es la única forma en la que puede verse el carácter
y potencial alternativo del MCP, con su dinámica operativa y su entramado
normativo también contribuye a evidenciar el carácter social y sustantivo de la
economía como actividad que interactúa y se integra al conjunto de la dinámica
socio-cultural, lo que significa que además de influir y ser influido por aspectos
culturales y rituales, la economía debe ser vista como un fenómeno social
susceptible de ser regulado y orientado hacia el beneficio común.
El análisis de la dinámica operativa y el entramado normativo del Mercado de
Cambio de Pátzcuaro permite identificar la dimensión social de la economía. Lo que
implica dejar de ver éste ámbito de la actividad humana como una entidad separada,
221
aislada, autónoma y autorregulada que se coloca por encima y hasta en contra de
la voluntad y el bienestar humanos.
La economía como actividad social se imbrica y es permeada por muchos otros
elementos de tipo socio-cultural, expresa y reproduce relaciones de poder, dominio
y explotación, pero también de cooperación, reciprocidad y solidaridad, se mezcla y
participa de rituales domésticos y comunitarios.
La economía, vista en una perspectiva más concreta y empírica se muestra no como
un ámbito monolítico e uniforme, sino como un entramado de diversas formas,
medios, racionalidades y actores que pueden operar con lógicas contrapuestas y
aun así integrarse de manera funcional.
La economía popular como parte de ese entramado complejo y diverso que es el
sistema económico, si bien tiene una serie de elementos comunes que la
caracterizan como tal, tampoco es homogénea y monolítica, sino que es diversa y
se muestra en una variada gama de formas.
El MCP como parte de un subsistema territorial de economía popular constituye una
alternativa que sustenta y muestra la viabilidad de formas y medios económicos y
productivos tradicionales para sustentar la vida, particularmente en el aspecto
alimentario, para personas que han sido excluidas de la economía monetaria-
mercantil-capitalista.
Trascendiendo las fronteras de lo económico el MCP tiene relevancia como
componente y factor de un sistema de vida campesino-comunitario-indígena con
relativa autonomía institucional y operativa con respecto al capital y al sistema de
vida moderno. Permite y propicia el despliegue de capacidades socio-económicas
y culturales, particularmente entre las mujeres, un margen relativo de autonomía
normativa, operativa y alimentaria, contribuye a fortalecer la identidad colectiva y
femenina, así como la autovaloración entre las mujeres que en él participan.
Dentro de su entramado operativo destaca la práctica del trueque que no se reduce
a un simple mecanismo de intercambio directo, sino que representa un medio que
permite mantener la viabilidad de las formas y medios de producción tradicional para
222
sustentar la vida, y se muestra como una modalidad que propicia el trato personal,
humano, empático-corresponsable, equitativo, descosificado y desfetichizado.
Siendo el trueque uno de sus rasgos más sobresalientes, el MCP muestra una serie
de características que definen su perfil y particularidad.
6.2.1. Características relevantes
El Mercado de Cambio de Pátzcuaro revela una serie de rasgos que permiten
identificarlo como una expresión característica de la economía popular pero que, a
su vez, presenta algunas particularidades entre las que destacan las siguientes.
Constituye una expresión particular de la Economía Popular, por su racionalidad
reproductiva de la vida, porque forma parte de un circuito territorial compuesto por
un conjunto de unidades domésticas familiares diseminadas en comunidades
indígenas localizadas en la ribera del lago de Pátzcuaro, cuyo recurso principal es
el trabajo propio y de los integrantes de sus unidades domésticas y operan con
métodos tradicionales de trabajo y medios de bajo componente tecnológico y de
valor y no disponen de capital, su producción es de baja escala que se integra a una
circuito económico corto-local-comunitario.
Representa una forma de economía femenina dado que la gran mayoría de sus
participantes son mujeres, y por su estrecho vínculo con las dinámicas reproductivas
de las unidades domésticas articuladas en torno al MCP, ámbito en el que
tradicional y convencionalmente las mujeres cumplen un rol determinante.
Su estrecho vínculo con una racionalidad y dinámica reproductivas de la vida de un
conjunto de unidades domésticas populares explica algunos de sus rasgos
característicos como mercado básicamente agroalimentario en el que predominan
alimentos y bienes de uso doméstico, pero también contribuye a explicar la
predominante participación de mujeres, lo que a su vez le imprime una serie de
características operativas e institucionales.
Este vínculo con las dinámicas reproductivas domésticas explica en buena medida
el carácter predominantemente agroalimentario del MCP, en el que además de
223
alimentos se pueden encontrar otros artículos y utensilios artesanales
estrechamente relacionados con la operación de las dinámicas reproductivas
domésticas.
Se trata de un mercado tradicional, lo que se sustenta en su larga trayectoria
histórica y en sus antecedentes prehispánicos con los cuales muestra una clara
línea de continuidad que se refleja, entre otras cosas, en las formas e instrumentos
productivas de tipo campesino y no industrial, en la clase de productos que
intercambian y en los métodos de intercambio.
A ello se suma su carácter indígena que se pone en evidencia con la ascendencia
étnico-cultural de sus participantes, pero también con la presencia, preservación,
recreación y enriquecimiento de una serie de prácticas y formas propias de las
culturas indígenas, que se describen de manera más amplia más adelante, y entre
las que destacan los procesos de transmisión generacional y el trueque.
El MCP forma parte de un circuito económico-territorial, lo que significa no sólo que
tiene una delimitación geoespacial específica, sino que se integra como parte de
una configuración socio-ambiental con características particulares,
predominantemente rural y con formas de vida comunitarias de origen ancestral.
Como parte nodal de un sistema territorial local el MCP reproduce un esquema de
circuito corto en el que la mayoría de sus participantes se constituyen como
prosumidoras, es decir aquellas que producen los que ofrecen y consumen
directamente lo que reciben a cambio, evitando el intermediarismo y la formación
de un sector particular de comerciantes. Adicionalmente se destaca el hecho de que
las localidades de las que provienen las participantes en este mercado se
encuentran en un mismo contexto territorial, lo que evita los traslados a largas
distancias y se integra a un mismo ecosistema agroalimentario.
Este mercado puede ser considerado como un bien común con aprovechamiento y
manejo colectivo, que ha perdurado a través de los años y que no ha generado una
estratificación social ni sectores dominantes que propicien intercambios
inequitativos y condiciones de flujo y concentración de valor en unos cuantos.
224
Se aprecia un importante entramado institucional en la operación del MCP, que
revela incluso un considerable grado de autonomía, pero en última instancia ha
resultado limitado e insuficiente para fortalecer y dar mayor proyección a esta
entidad como alternativa para las dinámicas reproductivas de la economía local y
para potenciar sus perspectivas anti-sistémicas.
6.2.2 El carácter indígena comunitario
Identificar la ascendencia purépecha de las participantes en el MCP implica
reconocer una larga trayectoria histórica de construcción de un horizonte cultural
propio y profundamente arraigado en sus mentalidades y en sus prácticas
cotidianas, individuales, familiares y comunitarias. La persistencia de estas culturas
precolombinas ante los embates de la conquista y la expansión del avasallante y
destructivo mundo moderno mercantil capitalista, habla de su fortaleza y su
vitalidad.
La vida comunitaria y la ruralidad campesina constituyen dos componentes del
sistema de vida de estas culturas, que como efecto de la modernidad capitalista han
sido orilladas a una condición de marginalidad y subalternidad, a pesar de lo cual
mantienen vigentes muchas de sus formas de vida, entre las cuales destaca el MCP
que conserva muchos de estos elementos y entre ellos el más emblemático que es
el trueque.
Con la conquista española se introdujeron una serie de cambios de gran calado en
los sistemas de vida de las culturas mesoamericanas, las economías locales se
vieron subsumidas a la dinámica e intereses de la economía mundo europea,
nuevos diseños y conceptos de vida urbana junto con la imposición de nuevos
sistemas de gobierno fueron propiciando el declive de los grandes centros político-
territoriales y de población.
Con los vientos de independencia y revolución, con la reforma agraria y las políticas
e instituciones de apoyo a la economía campesina y a los pueblos indígenas parecía
abrirse una nueva época reivindicatoria que no llegó a consolidarse y que además
no alcanzó a todos por igual.
225
Al paso del tiempo las comunidades ven cómo sus recursos comunes se degradan
y depredan como efecto de la voracidad y la corrupción, mientras que los múltiples
proyectos e iniciativas de preservación, protección no logran tener un efecto
significativo.
Ante este contexto, desde los años 90 se observa una nueva emergencia de los
pueblos indígenas determinados a tomar su causa en sus propias manos. Estos
movimientos contemplan procesos de organización autónoma, reivindicación y
recuperación de formas de vida que les permitan establecer una posición más
equitativa con respecto al Estado y a la sociedad nacional.
Aunque no existe un vínculo orgánico formal del MCP con los emergentes
movimientos por los derechos y la autonomía indígena y por la defensa de su
territorio, algunas de las mujeres participantes en lo individual provienen de
comunidades con un historial de lucha y organización como Cuanajo y Santa Fe de
la Laguna, en la que de cierta forma han estado en contacto con sus acciones, su
discurso, sus demandas y propuestas.
La preservación de espacios y actividades como el MCP aun cuando no estén
abierta y directamente articulados con estos movimientos constituye un soporte y
complemento potencial para la construcción de un proyecto alternativo, con
elementos aplicables no solamente a las comunidades indígenas, sino que pueden
servir como base para la concepción de un paradigma de vida diferente al
representado por la modernidad capitalista.
6.2.3 El trueque
El trueque constituye una de los rasgos más característicos del MCP y puede verse
como una institución ya que marca una pauta de comportamiento a las personas
que participan en este mercado. Aunque se pueden dar algunos intercambios con
intermediación monetaria, la mayor parte de las transacciones se realizan mediante
el método de trueque, de modo que no se trata de una práctica aislada ni emergente,
ya que se viene realizando desde hace varias décadas y es transmitido de manera
generacional, lo que ha permitido su continuidad.
226
Como institución económica el trueque representa una alternativa a las personas
que tienen limitado acceso a recursos monetarios pero que cuentan con otros
recursos, principalmente su propio trabajo, en una perspectiva más amplia se puede
afirmar que el trueque contribuye a dar viabilidad a recursos y formas económicas
que han sido inviabilizadas y no tienen acceso a la economía capitalista.
En el caso del MCP el trueque se realiza entre prosumidoras, es decir mujeres que
ofrecen lo que ellas mismas producen y lo que reciben a cambio entra directamente
en el consumo propio y de sus familias, por lo que si bien las transacciones tienen
una parámetro cuantitativo en términos del valor de los productos, el elemento
determinante es el valor de uso, ligado a las características cualitativas y físico-
químicas de los productos como su forma, su madurez, su capacidad nutrimental,
su apego a las tradiciones alimenticias locales, entre otros.
El trueque propicia relaciones directas entre las participantes, inhibiendo la
cosificación de las relaciones sociales y, por el contrario, favorece el establecimiento
de relaciones interpersonales de confianza, corresponsabilidad y cooperación, el
intercambio de conocimiento e información y la formación y fortalecimiento de lazos
de identidad.
6.3. Limitaciones y amenazas
Si bien existe una relación funcional entre la economía popular y el capital, también
es evidente que hay un claro contraste entre las racionalidades de ambos modos
económicos, y particularmente entre los mercados populares y los del capital, esto
es más notorio aun cuando en la economía y los mercados populares se observan
rasgos propios de la economía solidaria, tales como la cooperación, la reciprocidad,
la corresponsabilidad y la solidaridad.
En el extenso campo de la economía popular se encuentran operando una gran
cantidad de pequeños mercados que adoptan y reproducen valores de la economía
solidaria y que, por sus características operativas y normativas se perfilan con un
carácter alternativo, sobre los cuales pesa una condición de marginalidad y
227
subalternidad respecto a la economía del capital que le impone limitaciones como
alternativa viable y complementaria en el contexto de la economía popular local.
En este caso se encuentra el MCP que ha sido relegado a un espacio marginal y
limitado como muchos otros mercados y en el cual además enfrenta una constante
amenaza proveniente de comerciantes de tipo convencional que de manera
progresiva se van infiltrando en el espacio del MCP.
La creciente invasión de comerciantes convencionales con el consecuente
desplazamiento de la prosumidoras del MCP, constituye una forma más en la que
se despliegan las disputas en torno al espacio urbano, en la cual el gobierno local
de Pátzcuaro ha intervenido sistemáticamente trasladando al MCP a espacios cada
vez más periféricos y reducidos.
Además de la disputa por el espacio físico que tiende a reducir las condiciones de
operación del MCP, también se detecta como amenaza una paulatinamente
distorsionar el carácter propio de este mercado, al introducir cantidades crecientes
de dinero, incrementar las prácticas de compra-venta monetaria y ofrecer a las
propias mujeres prosumidoras un mayor acceso a recursos monetarios, lo que
podrían propiciar un paulatino abandono de las prácticas de trueque.
También es importante reconocer que aún persiste un alto grado de dependencia y
sujeción a la economía capitalista por parte de las personas, unidades domésticas
familiares y demás entidades de la economía popular que operan en las
comunidades locales, pues el valor y el abasto alimentario generado en el ámbito
de estos subsistemas, como es el caso del MCP y todo el subsistema articulado en
torno a él, no cubre el total de las necesidades materiales y reproductivas de las
familias que en él participan, por lo que se requeriría ampliar los alcances de este
subsistema, articulándolo complementaria y recíprocamente con otras entidades
socioeconómicas de carácter alternativo y solidario.
El vínculo y articulación entre las múltiples entidades de la economía popular
solidaria y alternativa entre sí y con otras de tipo económico y político es sumamente
limitado, como se puede ver en el caso del MCP que incluso adolece de una
228
articulación insuficiente con la economía local y aún con la de las propias
comunidades de origen de sus participantes.
Una mayor articulación con otras entidades de economía alternativa, de producción
agroecológica, de cambio justo, de carácter indígena y feminista permitirían
potenciar sus alcances en términos de visión y acción orientadas a fortalecer un
sistema económico alternativo mediante la multiplicación de formas y valores, con
un sentido anti-sistémico no sólo en lo económico, sino también en lo cultural,
reivindicando el colectivismo, el comunitarismo, la cooperación, la solidaridad y la
equidad de género y el buen vivir.
En su alcance actual muchas de estas entidades, incluido el MCP y todo el
subsistema articulado en torno a él, se ubica en una condición predominantemente
de subsistencia, y aunque destaca por su capacidad de continuidad prolongada a
largo plazo, no representa un proyecto estratégico de transformación social integral.
Aun así, reproduce elementos que pueden ser componentes de una economía y
sociabilidad alternativa, a pesar de lo cual se mantiene como una potencial opción
de viabilidad económica e importante complemento para la reproducción de la vida
de un sector social, que permite la continuidad de formas y medios económico
productivos que han sido excluidos de la economía y el mercado convencionales.
Aunque la tendencia reciente pone de manifiesto la emergencia y multiplicación de
expresiones de economía popular, en el caso del MCP se puede ver una muy
paulatina pero consistente tendencia al debilitamiento en el largo plazo, como lo
muestran los sucesivos traslados hacia áreas más periféricas y reducidas.
6.4. Otra economía es posible
Uno de los supuestos que se encuentra implícito en esta tesis es que otra economía
y otro desarrollo son posibles. Este supuesto está en la línea de un pensamiento
crítico en general y latinoamericano en particular, que se viene construyendo,
complementando y acumulando históricamente, orientados a mostrar las lógicas y
efectos negativos de dos referentes nodales como son la modernidad y el
229
capitalismo, considerados de algún modo como dos dimensiones de un mismo
proceso histórico.
Frecuentemente la crítica es acompañada de alternativas y tanto la crítica como las
alternativas se expresan en el plano teórico y en el práctico. En el ámbito teórico se
han mencionado ya la crítica de la economía política y del mercado capitalista en
particular, el sustantivismo, las teorías latinoamericanas de los términos desiguales
del intercambio comercial internacional, la teoría de la dependencia, la de
subdesarrollo, la de centro-periferia, las críticas al desarrollo, los conceptos andinos
de buen vivir, vivir bien y el de comunalidad. En el terreno de la práctica de manera
más cercana tenemos los recientes movimientos por el reconocimiento de los
derechos y la autonomía así como la defensa de los territorios de los pueblos
indígenas, los movimientos feministas, ecologístas, sindicalistas y una gran
cantidad de organizaciones y movimientos económico-productivos agroecológicos,
orgánicos, de comercio justo, de trueque, de monedas alternativas, que operan con
una racionalidad reproductiva de la vida y reivindican valores colectivistas de
cooperación, corresponsabilidad, reciprocidad y sustentabilidad y solidaridad.
Existe una correspondencia no siempre explícita y casi siempre insuficiente entre
las dimensiones teórica y práctica de la practica social transformadora, lo que
representa una tarea que debe ser y ha sido asumida por agentes específicos que
procuran dar a los movimientos espontáneos y emergentes una visión alternativa,
estratégica y anti-sistémica y a partir de este proceso empírico enriquecer los
enfoques teóricos, en una dinámica de retroalimentación recíproca entre los campos
de la teoría y la práctica.
El MCP corresponde al campo empírico y tanto su sentido crítico como su potencial
alternativo se expresan de manera implícita, sus participantes no asumen
explícitamente una visión o intención anti-sistémica ni un proyecto alternativo. No
tienen ni mantienen una relación de coordinación intercambio y cooperación como
entidad orgánica con otras organizaciones económicas solidarias o con
230
movimientos sociales y/o civiles, que pudieran dimensionar su potencial económico
o ampliar su visión estratégica.
La participantes en el MCP provienen de una dinámica de vida y cultura comunitaria,
que en su condición de mujeres han vivido su vida en un ámbito rural indígena, lo
cual las dota de una perspectiva sociocultural específica, una posición de frente al
Estado nacional, a la predominante cultura patriarcal, a la economía mercantilista-
dineraria-consumista, pero también con hábitos de acción colectiva, trabajo rural y
doméstico, y con trayectoria de participación en actividades comunitarias
relevantes.
Las participantes en el MCP no están exentas o al margen de la influencia de la vida
moderna, del consumismo, el individualismo y la cultura de la explotación, la
especulación y el lucro propios del sistema capitalista moderno, pero, por otro lado,
su arraigo con la vida rural, comunitaria, indígena, constituye un contrapeso que les
provee de una visión y conductas diferentes que se reflejan, se recrean y enriquecen
en la dinámica cotidiana del MCP. Así como la tradición de la vida comunitaria, su
contacto estrecho con la lengua purépecha las dota de un horizonte de pensamiento
no originado por la modernidad capitalista. La noción del Juchari, por ejemplo, que
establece los principios y relaciones desde una perspectiva colectiva de pertenencia
y respeto hacia los otros y lo otro como la cultura y la naturaleza en tanto entidad
con vida propia.
Particularmente respecto a la relación con el entorno vivo, animal y vegetal, que en
la perspectiva utilitaria y antropocéntrica de la modernidad capitalista son vistos
como simples recursos dispuestos para el servicio humano, queda claro en los
casos observados de las mujeres que trabajan en el campo o en actividades
artesanales y en la elaboración de alimentos y utensilios, la existencia de una
relación más integral y simétrica con los materiales y el entorno ambiental,
particularmente con la tierra.
Específicamente destaca en el contexto cultural comunitario de las participantes en
el MCP la forma de concebir y vivir la economía, el trabajo el mercado y el dinero,
231
como dimensiones de la vida y no como imposiciones externas para obtener el
sustento, sino como parte de una forma de vida, no desarticulada de otras
dimensiones como el convivir, el compartir y el disfrutar.
La economía y el trabajo en la perspectiva de las mujeres indígenas, estrechamente
ligadas y comprometidas con las dinámicas reproductivas y principalmente
alimentarias, pero también de cuidados, educación y culturación de sus familias y
comunidades y al trabajo agroalimentario y doméstico, que en el caso de las
participantes en el MCP va más allá del ámbito doméstico y se extiende al trabajo
mercantil, en donde además de conformar un circuito económico integral, se
construye un ambiente y una dinámica de compenetración socio-cultural y de
género, entre mujeres de distintas localidades que comparten trabajo y saberes en
un entorno empático y solidario.
6.5. Potencial alternativo
A partir del análisis de sus dinámicas operativas y su entramado normativo se
pueden identificar en el MCP una serie de rasgos que ponen en evidencia su
vocación y potencial alternativo.
Lo primero que se pone de relieve es la racionalidad reproductiva que rige el
subsistema del cual el MCP forma parte, lo cual se pone de manifiesto en las escalas
y volúmenes de producción e intercambio, proporcionales a las necesidades
reproductivas de las unidades familiares a las que pertenecen las mujeres que
participan en el MCP.
La racionalidad reproductiva no se limita a las dinámicas cotidianas de consumo de
las unidades familiares, implica también la existencia de vínculos y compromisos
afectivos y el hecho de compartir una vivienda, los implementos y condiciones de
subsistencia, como parte de un proyecto de vida en común y de largo plazo, que
propicia relaciones de corresponsabilidad y compromiso sistémicos y simétricos.
232
La solidaridad simétrica puede extenderse de una familia a otra y a toda una
comunidad en la medida en la que ésta comparte condiciones de vida similares y
comunes. Tal es el caso de la comunidad integrada por el MCP, en el que confluyen
personas con necesidades y condiciones similares, como el género, la ascendencia
étnica cultural y, sobre todo la condición socio-económica. La solidaridad simétrica
se expresa en criterios, conductas y actos que rigen las relaciones y
particularmente, como ya lo hemos visto, se expresan en los términos del
intercambio.
El MCP contribuye a preservar ciertas formas económicas e instrumentos de trabajo
que, si bien ya no son viables en la dinámica competitiva del mercado convencional,
en este espacio muestran su vigencia funcional para sustentar la vida de decenas
de personas. Además, el MCP contribuye a la permanencia y continuidad de formas
de vida, relaciones, cultura y tradiciones.
La forma en la que se observa la dinámica cotidiana del MCP y del conjunto de
actividades que constituyen este circuito territorial de economía popular muestran
un claro deslinde con el enfoque formalista, ya que las relaciones no se rigen
solamente por un simple cálculo de medios y fines. Por el contrario, se percibe una
clara consistencia con respecto al enfoque sustantivista de la economía, pues si
bien en su dinámica predominan los aspectos relacionados con la reproducción
material de las participantes y sus unidades domésticas familiares, también se
pueden observar la construcción de una serie de vínculos y relaciones de
intercambio personal y cultural que acompaña y complementa al MCP.
En la dinámica de este mercado se puede percibir una relativa autonomía operativa
e institucional, sobre todo en lo que se refiere a su racionalidad y a los valores y
normas que lo rigen. Sin duda el elemento más característico tiene que ver con la
práctica del trueque como parte de su entramado institucional que favorece la
viabilidad de formas de trabajo relegadas del mercado convencional en el que
predomina la competencia productivista, la especulación y la continua expulsión de
formas y medios productivos.
233
Además de favorecer términos más simétricos de intercambio, evitando procesos
de acaparamiento y especulación, el trueque propicia el trato directo entre las
actoras económicas inhibiendo con ello la cosificación de las relaciones, dando al
intercambio una lógica más regida por el aprovechamiento de los valores de uso y
el trabajo específico que lo produce por encima del valor que solamente constituye
un referente cuantitativo para fijar los términos del intercambio y no como medio
primordial para la acumulación de valor-riqueza.
En tanto bien o recurso de uso común el MCP destaca como objeto de una gestión
colectiva que denota una consistente relación horizontal, ya que no existe una
organización formal ni una estructura jerárquica, sino que todas las participantes
actúan en igualdad de condiciones normativas y el establecimiento y mantenimiento
de las normas se sustenta en la práctica y la conducta cotidiana de todas ellas, esta
simetría se observa también en términos de los beneficios que cada una de ellas.
Hasta cierto punto el carácter femenino característico de la dinámica de este
mercado es impuesto por los roles y espacios que el sistema patriarcal les asigna
“normativamente” a las mujeres como actoras claves de los procesos reproductivos
domésticos. Pero un potencial feminista se puede identificar en el entramado
institucional y operativo que se desarrolla tanto en sus procesos productivos, pero
de manera más visible en el contexto de la actividad del MCP, como entidad
gestionada colectivamente en una perspectiva de bien común y que propicia la
participación de las mujeres en actividades económicas en un espacio que
trasciende el ámbito doméstico e incluso el comunitario.
En este sentido, destaca su potencial para ofrecer a las mujeres un espacio de
despliegue de capacidades de acción colectiva coordinada, así como de proyectar
su potencial aporte económico más allá de los ámbitos doméstico y comunitario,
además de afirmar su identidad de género mediante la convivencia y la cooperación
simétrica y solidaria con participantes de otras localidades.
Finalmente, cabe destacar el perfil sustentable de subsistema territorial de
economía popular articulado en torno al MCP, expresado en los métodos y cultura
234
productiva de carácter agro-artesanal, sin uso de insumos químicos ni mecánicos
que puedan resultar destructivos para la capa biológica de la tierra, el subsuelo y el
medio ambiente, considerando además las bajas escalas de producción, acordes a
la magnitud de las necesidades de consumo de sus propias participantes en
entornos locales que no requieren de transporte en grandes cantidades y largas
distancias.
Mientras que, en lo social, este subsistema económico se destaca por el carácter
simétrico de sus relaciones sustentadas en criterios de cooperación,
corresponsabilidad y solidaridad en torno a lo cual se propicia el beneficio común a
largo plazo, sin propiciar la gestación de significativas desigualdades sociales ni la
formación de élites de poder económico o político que pudieran ejercer relaciones
destructivas de control y poder en detrimento de las demás participantes.
6.6. Perspectivas
6.6.1 Institucionalizar la economía y los mercados
Para imaginar que otra economía es posible, es imprescindible dejar de ver al
mercado como una entidad abstracta, autómata y autorregulada que se coloca por
encima de la voluntad de las personas, que se impone a ellas y que las somete.
Como en su momento lo mostraron Marx y Polnayi, entre muchos otros, el libre
mercado, la competencia perfecta y la autorregulación son meros mitos del
capitalismo, cuyo funcionamiento en realidad está fincado en el poder y dominio de
un sector minoritario de la población, que ejerce el control sobre los medios de
producción y la economía en su conjunto, siempre en su propio beneficio.
No se trata de negar ni satanizar al mercado y su papel en la economía y la
sociedad, tampoco se trata de desaparecerlo o eliminarlo en pos de una
planificación exhaustiva y totalitaria, sino de restablecer su integración como parte
del conjunto social, cultural e institucional y de asumir que la regulación del mercado
en realidad es un asunto de tipo político, ya que entraña relaciones de poder entre
los diferentes sectores de la sociedad. Para que el mercado y la economía en su
235
conjunto estén regidas por una institucionalidad acorde a las necesidades de los
sectores populares y los trabajadores, es necesario que éstos se constituyan como
una fuerza política capaz de disputarle al capital (personificado en los grandes
consorcios transnacionales y sus aliados políticos nacionales) el control sobre los
medios de producción y la economía en su conjunto.
Se debe reconocer que el mercado es y debe ser una entidad generada por las
relaciones entre personas y susceptible de ser gobernada por éstas, de modo que
es posible poner bajo control la gestión de esta entidad económica. Se trata, en
términos de Polanyi (2007), de subvertir el actual sometimiento de la sociedad al
mercado. Con ello, siguiendo la línea argumentativa de este autor, se pretendería
restablecer el nexo entre los ámbitos económico y político que el capitalismo
quebrantó bajo los lemas del laissez-faire y el mercado autorregulado.
Una perspectiva de institucionalización implica pensar y reflexionar no solamente
en el sentido procedimental de una organización, sino, sobre todo, en establecer
sus fines, sus valores y principios a partir del entramado normativo y aspiracional
de una sociedad, justo lo contrario a lo que pone en evidencia la institucionalidad
neoliberal, que se centra en las reglas del juego sin reparar en las condiciones
objetivas y normativas de sus participantes y mucho menos en los resultados.
Exactamente en contra de las predominantes tesis clásicas y neoclásicas que
reivindican el dejar hacer y dejar pasar, como una forma simple de expresar su
convicción de que el mercado funciona a la perfección como asignador de recursos
y regulador económico siempre que se le permita actuar libremente sin la
intervención de entidades extraeconómicas.
Mientras que Marx, Polanyi y Queynes entre muchos otros, han mostrado a
diferentes niveles teóricos la inconsistencia de las tesis neoclásicas, la realidad
histórica ha hecho lo propio a nivel empírico, mostrando los catastróficos efectos de
la economía mercantil-capitalista: concentración de la riqueza y el poder económico-
productivo conviviendo con expansión e intensificación de la pobreza, crisis de
236
acumulación y sobre-producción conviviendo con escases y desempleo, entre otras
cosas.
Institucionalizar la economía y al mercado implica descentralizar y desconcentrar,
construir sistemas económicos y de gestión policéntricos localizados, desde los
ambientes y territorios regionales y comunitarios.
Regular e institucionalizar todas las fases de la economía, la producción, la
distribución, la circulación y el consumo. La sociedad, mediante un sistema
policéntrico debe recuperar la capacidad de control de sus propias creaciones.
Recogiendo los aportes de los trabajos antropológicos de Thurnweald, Malisnowski,
Godelier y Maus de principios del siglo XX Karl Polanyi en La Gran Transformación
(2007) postula una de sus tesis principales, que las relaciones económicas están
insertas en otros procesos sociales e institucionales no económicos, como parte de
las dinámicas de vida simbólicas, rituales organizacionales comunitarias y
reproductivas domésticas y resalta la importancia de reintegrar la economía como
parte de integral del entramado socio-institucional en su conjunto. Particularmente
en lo correspondiente a la circulación Polanyi destaca que junto con el intercambio
mercantil (que se desarrolla dentro del mercado) deben considerarse otras formas
como la redistribución que en la escala macro es gestionada por el estado y la
reciprocidad que se desenvuelve preferentemente en el ámbito de las relaciones
comunitarias, a lo que podría agregarse el don, cuyo dominio se encuentra en el
campo de las relaciones familiares-domésticas.
Mientras que la inserción a la economía global implica sujetarse a un complejo
sistema institucional sobre el cual es sumamente difícil incidir, en contraste en las
economías locales los distintos actores participantes (gobierno, productores,
comercializadores y consumidores) tienen mucha más posibilidad de establecer su
propia institucionalidad.
Así lo muestra el caso del MCP en el que, de manera emergente y consuetudinaria,
las participantes han establecido un entramado institucional, principalmente normas
que revelan contrastes y una relativa autonomía respecto a la economía del capital.
237
Este margen de autonomía podría ampliarse en la medida en que este circuito
económico se articulara con otros que operan de manera local, incrementando sus
opciones de complementación, orientada a la conformación de un sistema más
integral de economía local.
6.6.2 Articulación de redes de intercambio y cooperación solidaria
Sin embargo, este nivel de autonomía resulta limitado e insuficiente en la
perspectiva de una transformación integral y global de la economía capitalista. Para
ello es necesario fortalecer, multiplicar y articular en redes y luego en redes de redes
a este gran conjunto de microsistemas económicos que sostienen los sectores
populares. Esto en el sentido visualizado por Polanyi (2007) como un sistema
económico deliberativo y descentralizado basado en un conjunto de organizaciones
que permitan que cada miembro de la sociedad esté representado en su doble
faceta de consumidor y productor, aspecto que se observa claramente en la
condición de prosumidoras de mayoría de las participantes en el MCP.
Es importante fortalecer su carácter integrador de un subsistema económico tanto
en el ámbito interno como en el externo, ampliando y diversificando sus vínculos
con las personas, las actividades económicas y el conjunto de la vida socio-cultural
de las comunidades de donde proceden las mujeres del MCP, así como las
relaciones con organizaciones de economía solidaria, de producción agroecológica,
con mercados orgánicos y de intercambio justo y en general, con un conjunto
variado de organizaciones antisistémicas, feministas y alternativas.
En lo productivo brindarles conocimientos agro-tecnológicos y medios de
producción que permitan mejorar su productividad y orientar su producción en un
sentido orgánico, agroecológico y sustentable. También se pueden implementar
talleres para el desarrollo de huertos de traspatio con la intención de mejorar sus
condiciones de consumo alimenticio y complementariamente canalizar algunos
excedentes hacia el mercado.
En lo comercial podría generarse un banco de datos de participantes, necesidades
y patrones de consumo con la finalidad de coordinar con más precisión la
238
producción colectiva en cuanto cantidades y variedades, así como promover la
coordinación con otras organizaciones económicas solidarias, de comercio justo,
mercados orgánicos y alternativos y hasta organizaciones urbanas populares de
consumo.
Respecto a la fase de consumo podrían implementarse talleres de nutrición y
preparación de alimentos que contribuyeran a mejorar su calidad alimenticia y
nutricional.
Adicionalmente se podría contribuir al fortalecimiento de la vocación estratégica-
alternativa del MCP mediante su vinculación con diversas organizaciones de tipo
económico.
6.6.3 Una perspectiva feminista
La exclusión que la perspectiva formalista de la economía realiza de actividades y
relaciones como el trabajo reproductivo, los rituales comunitarios y los cuidados
domésticos-familiares pareciera tener un destinatario específico; las mujeres y su
aporte social y económico.
Si bien en el contexto del MCP y mediante el trueque las mujeres aprecian y le dan
valor entre sí a su trabajo y a sus productos, sin embargo, el contexto de
marginalidad en que este mercado y todo el subsistema de economía popular al que
se encuentra articulado, con respecto al conjunto de la economía formal capitalista
revela el desdén y sometimiento en que se coloca a la actividad económica ligada
a los procesos reproductivos-domésticos, convencionalmente asignado a las
mujeres.
No obstante, la predominante participación de mujeres en el MCP como unidad
económica extra-doméstica y en su carácter de prosumidoras, es decir como
personas que producen directamente lo que ofrecen a cambio, ellas trascienden los
límites de la separación que la economía convencional establece entre la economía
productiva y la reproductiva y, por el contrario, establecen un vínculo directo entre
ambas dimensiones económicas.
239
Su incursión en las actividades productivas y en el comercio como ámbitos extra-
domésticos no las exime de sus roles y cargas domésticas, sino que representa
trabajo adicional, el cual si bien les es inducido por necesidades y limitaciones
objetivas, principalmente económicas, ellas asumen no como una imposición sino
como una tradición que adoptan con beneplácito y que disfrutan y aprovechan más
allá de su dimensión económica, por las experiencias, aprendizajes, paisajes y
relaciones que rompen con sus rutinas domésticas cotidianas.
La dinámica operativa del MCP muestra y contribuye a reestablecer o a reivindicar
el vínculo directo y funcional que existe entre la economía productiva y reproductiva,
mientras que su condición de prosumidoras y el mecanismo del trueque inhiben la
cosificación de las relaciones sociales y propician el establecimiento y
fortalecimiento de lazos personales, todo lo cual es consistente con los siguientes
postulados de la economía feminista:
• Desplazar el interés por las necesidades que implican la producción de
mercancías y de beneficios, y pasar a interesarnos por la satisfacción social
de las necesidades humanas. Ello conlleva a su vez una comprensión amplia
de las necesidades, entendiendo que no son un elemento biológicamente
determinado, sino que se construyen y expresan socialmente y que se ven
afectadas por relaciones de poder.
• Considerar como trabajo toda aquella actividad destinada precisamente a la
satisfacción de tales necesidades, es decir, destinada a la gestión cotidiana
de nuestra vida en las facetas material, afectiva y relacional.
• Dar la centralidad de la sustentabilidad de la vida y develar el conflicto social
existente entre la lógica de la acumulación del capital y la lógica de la
reproducción de la vida de las personas.
Se trataría, finalmente, de retomar, replicar y adaptar a diferentes contextos las
prácticas culturales, colectivistas, comunitarias, feministas, de cooperación, de
corresponsabilidad, de reciprocidad y solidaridad, así como el carácter social y
sustantivo de la economía, para enfrentar a la economía patriarcal capitalista en un
240
proceso paulatino de fortalecimiento de la autonomía operativa e institucional de las
múltiples expresiones de la economía popular en la perspectiva de construcción de
un sistema económico sustentable orientado en los valores de la economía
solidaria.
En una perspectiva más amplia y de largo plazo, los procesos de articulación y
fortalecimiento a escala micro-local podrían estar marchando simultáneamente con
transformaciones a nivel macro-nacional y hasta meta-internacional, reforzando en
todos los niveles las perspectivas de un proyecto decolonial, a partir de la formación
de estados multinacionales que tomen en cuenta la diversidad socio-cultural de
cada nación, y la promoción de una alianza política y económica de los pueblos
latinoamericanos para enfrentar al bloque hegemónico capitalista.
241
Conclusiones
En esta investigación nos propusimos describir y analizar la conformación y la
racionalidad socio-económica del Mercado de Cambio de Pátzcuaro, percibido
inicialmente como una entidad económica de intercambio mediante trueque, en la
que predomina la participación de mujeres provenientes de comunidades indígenas
que reproducen prácticas, valores y normas tradicionales afines y congruentes con
la economía popular solidaria.
Para ello se tomaron una serie de enfoques teóricos articulados a partir del ejercicio
de construcción del MCP como objeto-problema de investigación. El enfoque central
ha sido el de la economía popular, que destaca la racionalidad reproductiva de la
vida de las personas, como objetivo supremo en el que las formas y medios
productivos son subordinados para lograr aquel objetivo. Ello en contraste con la
racionalidad de la economía del capital para la cual la vida de las personas y la
naturaleza son consideradas como simple medio para la producción, el consumo, la
obtención de ganancias y la acumulación de riqueza y poder.
En torno a este enfoque y de manera complementaria se han incorporado la
economía feminista y la economía solidaria, junto con cierta presencia de disciplinas
como la sociología, la historia y la antropología, ello con la intención de alejarnos de
una mirada economicista unidisciplinar, tratando de dar cuenta de mejor manera de
la complejidad del fenómeno estudiado.
Estos enfoques combinados con los métodos de observación e interacción con las
protagonistas del MCP permitieron identificar el entramado institucional y
particularmente las normas, que prevalecen de manera subyacente y afloran a cada
momento, en cada transacción, dotando de efectividad práctica a sus participantes.
Estas normas contribuyen a la continuidad y sustentabilidad del mercado, en la
medida en que reproducen y fortalecen la reciprocidad y solidaridad que constituyen
un subproducto indispensable e inexcluible para la cabal comprensión de esta
entidad socio-económica.
242
Como resultado de esta investigación, el Mercado de Cambio de Pátzcuaro se
distingue como un contendor de una diversa gama de fenómenos y elementos que
lo dotan de una especificidad concreta que sólo puede ser comprendida en su
complejidad en la medida en la que se implementen una serie de herramientas
conceptuales y metodológicas igualmente diversas y adecuadas a sus
características.
En el MCP confluyen un conjunto de mujeres provenientes de comunidades
indígenas de carácter rural-campesino, la mayoría de las localidades involucradas
y de las mujeres participantes en este mercado no cuentan con recursos
económicos y productivos suficientes para integrarse sino de manera marginal a la
economía capitalista glocalmente predominante.
Si bien el MCP ha sido configurado como objeto de estudio, la actividad que
probablemente sintetice de manera más integral toda esta complejidad es el
intercambio bajo la modalidad de trueque.
El trueque no debe ser considerado como una actividad simple o primitiva ya que,
como pudo verse en el transcurso de la descripción y el análisis realizada en esta
investigación, revela una enorme complejidad. En cada intercambio se ponen en
juego un diverso conjunto de diversas habilidades prácticas para medir cantidades
y calidades desde las necesidades propias. Ello sin dejar de considerar las
necesidades de la contraparte, lo que muestra la presencia de pautas de
cooperación, reciprocidad y solidaridad.
No debe sorprender la preponderancia de la presencia y participación de las
mujeres en el ámbito del MCP que, aunque aparentemente se ubica como externo
a la dinámica doméstica, en la que suele encasillarse la actividad femenina, en
realidad sus actividades en el mercado están estrechamente vinculadas a las
dinámicas reproductivas operadas desde el seno de sus unidades domésticas
familiares y sus comunidades, como corresponde a la racionalidad propia de la
economía popular orientada a la reproducción de la vida.
243
Esta preponderante participación de las mujeres en diversos ámbitos económicos y
sociales en general ha estado presente a lo largo de la historia humana, pero ha
sido poco visibilizada, reconocida y valorada, por lo que resulta pertinente contribuir
a mostrar todos los casos y ámbitos en los que el aporte femenino es fundamental.
No obstante, las unidades económicas en las que se maneja dinero son más
valoradas socialmente y en ellas predomina la participación masculina, mientras que
las unidades en las que no hay presencia de dinero son menos valoradas y son
asignadas predominantemente a mujeres.
A la condición de género de la mayoría de las participantes se suma su estrato
socio-económico popular, campesino e indígena, por lo que la marginalidad y
exclusión bajo la que operan es múltiple y acumulativa.
La operación con medios mínimos, como petates y canastas y la ausencia de
implementos vomo básculas y mostradores, conjuntamente con la ausencia casi
total de dinero, son percibidas como expresión de la precariedad y marginalidad en
la que se desenvuelve el MCP.
A pesar de ello, o tal vez gracias a ello, es que han desarrollado el perfil y potencial
alternativo que permite reviabilizar y revitalizar formas de producción tradicional y
recursos básicos, y también manteniéndose como opción complementaria para
apoyar las condiciones de reproducción de la vida de sus familias mediante sus
actividades productivas y de intercambio.
La combinación de sus condiciones de marginalidad con el hecho de ser portadoras
de un universo cultural tradicional, indígena comunitario, propicia el establecimiento
de relaciones de empatía, cooperación, corresponsabilidad y solidaridad.
De manera un tanto transversal e implícita se encuentra inmerso en esta
investigación el paradigma multidisciplinario de la sustentabilidad. Se asume que un
mayor potencial del paradigma de la sustentabilidad se puede obtener cuando se
despliega de manera conjunta y compatible con enfoques alternativos como la
economía solidaria y la economía feminista.
244
La sustentabilidad se expresa, reproduce y fortalece en las normas y prácticas de
complementariedad, cooperación, reciprocidad y solidaridad observables en cada
acto de intercambio, sino también en las prácticas productivas de baja escala y de
rotación y diversificación de cultivos que, conjuntamente con la utilización de
insumos orgánicos, permiten al suelo de cultivo la recuperación continua de sus
nutrientes esenciales.
Las bajas escalas de las transacciones y el tipo de productos que se producen y se
intercambian revelan el carácter doméstico-alimentario estrechamente ligado a las
dinámicas reproductivas de las unidades domésticas familiares de las participantes
en el MCP, lo cual es consistente con la racionalidad reproductiva de la vida propia
de la economía popular.
La producción, intercambio y consumo propio y directo de las participantes, así
como su origen local contribuyen a dotar al MCP de un carácter propio de los
circuitos cortos que implican características como el traslado de los productos a
corta distancia, la inexistencia de intermediarismo y el trato personalizado que inhibe
la cosificación de las relaciones y propicia el establecimiento de lazos de confianza,
corresponsabilidad, reciprocidad y solidaridad.
Además de los métodos productivos de baja escala, de cultivos diversificados y
rotativos y bajo o nulo uso de insumos petroquímicos, los hábitos de trabajo
nuestran una relación más integral y armónica con su entorno, particularmente con
la tierra y sus productos, que son valorados en su esencia misma como dadores de
vida y apreciados ellos mismos como formas particulares de vida. De esta manera
el trabajo agrícola se transforma en un intercambio respetuoso y recíproco, en una
especie de convivencia entre dos formas de vida.
Aunque no de manera teórica ni explícita, pero las mujeres que participan del
intercambio despliegan su crítica a la conceptualización convencional del trabajo,
de la economía, del dinero y de los recursos naturales. Lo hacen de manera
cotidiana a partir de sus propias prácticas, de sus métodos de trabajo y de los
245
términos en los que entablan sus relaciones económicas y de convivencia entre
ellas y con su entorno natural.
Entre los aportes que se pueden identificar como resultado de la presente
investigación se destacan los siguientes:
• La contribución a la visualización de los fenómenos y sectores
convencionalmente marginados e invisibilizados.
• La particular combinación de enfoques teóricos conceptuales que permitieron
destacar la unidad del conjunto, así como su dimensión crítica y alternativa
al ponerla en contexto y en contraste con la economía convencional
dominante.
• La inserción e integración del caso de estudio con la perspectiva de contexto
histórico y territorial.
• La construcción teórica del MCP como totalidad concreta, a partir de la
integración de sus múltiples partes y dimensiones en una unidad con un
sentido lógico, un subsistema territorial de economía popular solidaria.
• El apoyo a los esfuerzos de reflexión crítica colectiva por parte de algunas de
las participantes en el MCP.
• La visibilización e intercambio recíproco de esta modalidad económica y sus
protagonistas con algunos sectores de la moderna sociedad urbana,
particularmente entre la comunidad universitaria y escolar en general.
Se considera que la investigación realizada cumple con los objetivos planteados en
la medida en que muestra, describe y analiza las características constitutivas y
operativas de esta entidad económica, así como del perfil de sus participantes. Pero,
sobre todo, porque abre una mayor perspectiva de posibilidades de investigación
tanto en amplitud como en profundidad que puede ser abordada desde diferentes
enfoques y disciplinas.
En términos de amplitud, por ejemplo, el estudio del Mercado de Cambio de
Pátzcuaro y el subsistema económico articulado en torno a él podría ser estudiado
246
en la perspectiva del Desarrollo Local, buscando su articulación con otros sistemas
económico-productivos, que se desarrollan en el mismo contexto socio-territorial.
Así como en la perspectiva de la agroecología y del estudio de los mercados
populares de productos orgánicos y de intercambio justo.
Desde la antropología jurídica y política, resultaría interesante observar las
dinámicas socioeconómicas del mercado en su potencial vinculación con los
emergentes movimientos y luchas por la autonomía y derechos indígenas, que
pugnan por el control y protección de sus recursos naturales y de sus formas
consuetudinarias de gobierno.
En términos de profundidad, resultaría sumamente interesante un análisis más
detallado del perfil y cosmovisión socio-cultural de las participantes desde una
perspectiva de estudios de género, apoyado en métodos etnográficos para destacar
la condición de las mujeres de ascendencia indígena y su potencial aporte
antisistémico.
Se considera fundamental fortalecer las prácticas de investigación acción que
favorezcan la expresión más integral y contundente de los sujetos estudiados, sobre
todo cuando se encuentran en condición de marginalidad. Desde este tipo de
metodologías podría no sólo abrirse canales de comunicación y expresión más
directa de los actores sociales, sino también generar estrategias y proyectos que
permitan visualizar alternativas y capacidades autónomicas y autogestivas.
247
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273
Anexo único
Muestrario de Mercados Alternativos Algunoscriteriosdescriptivosparasuclasificación
Nombreyubicación
Promotor/participantes
Antigüedadyperiodicidad
Moderno/tradicional
Usodedinero
Particularidades
1.MercadodetruequedeAzcapotzalco,JardínHidalgo,CDMX
DirecciónGeneraldeDesarrolloEconómicoGobiernodeAzcapotzalcoJuanManuelRamírezCunes
Desde2012Cadatercersábadodemes
Moderno,productospropios,manufacturadosusadosyservicios
NoExisteunmódulodeventadeproductosbásicospordinero,paraquienquierarealizareltrueque.
Promoverlaautonomíaeconómicaylaeconomíasolidaria.Promocióndelalectura,cambioypréstamo.Pretendenpromovermercadosdetruequeencadacoloniadelaalcaldía.Incluyecambiodeproductosporservicios.Útilesescolares
2.MercadodeTruequedelaCDMXFuenteNezahualcóyotl,1ªseccióndelBosquedeChapultepec.ItineranteChapultepec,AragónyCoyoacán,Monumentoalarevolución,
SecretaríadelMedioAmbienteCDMX,RosaGómez,DirectoraGeneraldeBosquesUrbanosyEducaciónambiental.PoblaciónengeneralyproductoresagrícolasdeXochimilco,TlahuacyMilpalta
2012alafecha2ºdomingodecadames
Moderno,unmódulodegobiernoreciberesidusoreciclablesyacambioentregabilletesparacambiar,productos
Billetes(puntosverdes)dediversasdenominaciones,noatesorablesniacumulables,seusansolopordía
Promoverseparaciónyreciclajederesiduos.NohayintermediariosSerequiereformarseenunafilaporalrededorde2horasparaentregarlosresiduos.
274
BosquedeTlalpan3.TianguisdetruequePlazadelaConcordia,deSanPedroCholula
Social
Anual ModernoProductosagroalimentarios,alimentospreparadosyutenciliosdomésticos
4.TianguisdetruequedeSantiqagoTianguistenco,EstadodeMéxico.
Social,alrededorde400participantesSanNicolásCoatepecTlacomulcoOcotencoSanNicolásTlamincaLasManzanasLaPilaSanbartoloLaLagunillaTlacuitlapaSantaMarthaCoyoltepec
AntecedentesprehispánicosCadamartes
Tradicional,participantestlahucas,otomíesynahuas
NoLaleñaeselproductomáscomúnypuedeservirocasionalmentecomomoneda
HasidoreubicadoenvariasocasionesSufrenacosodepolicíadelestadoconelpretextodequeusanmaderailegal.Asícomolainvacióndecomerciantesdefayucayotrosproductosmanufacturados.15SehanorganizadocomoConsejoIndígenadelTianguisdeSantiagoTianguistenco.Elpasado25demarzode2019fueasesinadaEulodiaLiliaDíazOrtiz,integrantedelConsejo.Cadaañosiembranmásde170milárbolesy
15MargaritaWarnholtzLocht.Animalpolítico.https://www.animalpolitico.com/codices-geek/atacan-tianguis-de-trueque-en-santiago-tianguistenco/
275
hacenfaenasdecuidadosdelbosque16
5.TianguisdeTruequedeTlaxcalaItinerante
Social ModernoDesde2014Elúltimodomingodecada2meses
Moderno TalleresdedibujoyasesoríalegalReivindicaneltratopersonalylaequidad
6FestivaldeTrueque,Chocamán,Veracruz
Social Moderno
7.MercadodeTruequeenZacualpandeAmilpas,Morelos
IndígenasNahuatldeHueyapan
AncestralTodoslosdomingos
Tradicional,intercambiansobretodoproductosagroalimentariosPredominanmujeresprosumidoras
No Hageneradoatracciónturística.Adptaneltérminodecambioocambiada(notrueque)Dostiposdeparticipantes:Marchantesypochtécatl17
8.TianguisdetruequeenlaPlazadelCarmen,Puebla
Social 2014Anual
Moderno
9.TianguisdetruequedeEconomíaSolidaria,CasadelObreroQueretano,Querétaro
ProfesoresdelaUAQycomerciantesdelcentrohistórico
2013alafechaPrimerdomingodecadames
Moderno Mixto,truequeydinero
Productoresdirectosyservicios.Secobraunacuotaderecuperaciónde200pesos
10.Tianguisdetrueque
Social RecienteMensual
Modreno
16http://www.la-critica.org/eulodia-las-mujeres-y-el-tianguis-del-trueque/17EdithPérezFloreshttps://masdemorelos.masdemx.com/2017/12/morelos-mercado-trueque-zacualpan-amilpas-tradiciones/https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5633193
276
enSantaMaríalaRibera,CDMX11.TianguisdelbuentruequeSedesen14estados
SocialAguascalientes,Bajacalifornia,Chihuahua,Guadalajara,Monterrey,CDMX,Oaxaca,Puebla,Querétaro,Cancún,Mazatlán,Tlaxcala,Veracruz,Yucatán
Inicióen2012anual
Moderno Buscacontrastaral“buenfin”Críticaalcapitalismo.
12.Tianguisdetrueque,ParqueElRefugio,Guadalajara,Jalisco
RecienteÚltimodomingodemes
Moderno Sólotrueque
ReciclarobjetosusadosDoblemodalidad:porfacebookypresencial.
13.TianguisdetruequeenChiautempan,TlaxcalaItinerante,hanvisitado20comunidades
Social,colectivotianguisdeltruequeDesde15hasta60participantes
Desde2014Cadadosmeses
ModernoBienesyservicios,productosagroalimentariosyartículosusados
Sólotrueque
Tambiénseofrecentalleresdehuertosdetraspatioyreciclado.PromotoraJessicaVázquezReyna
14.FestivalTianguisdeTrueque,explanadadelaVeracruz,Taxco,Guerrero.
2011 Moderno Sólotrueque
15.Mercadodetrueque,
Cadalunes TradicionalPredominanproductos
277
CosomatepecdeBravo.Orizaba,Veracruz
agroalimentarios,animalesvivosYartículosusadso
16.MercadoRegionaldeTrueque.Xico,Veracruz
Es un pequeño mercado itinerante que se constituye de familias campesinas yproductorasdealimentosregionalesyotrosproductoresartesanales.Seofertanfrutas,verdurasfrescasyhortalizasdetemporada.Huevoderancho,quesosfrescos,trucha,conejo y gallinas. Plantas, semillas, pan, ropa, alfarería, jabón artesanal, chocolate,tortillas, frijoles, atoles y comida para degustar ahí mismo.Secombinaeltruequeconintercambiomonetario
17.TianguisLaGotita,JardinesdelaMintzita,Morelia
2016Mensual
ModernoProductosagroalimentarios,libros,artesanías
Comerciojusto
18.TianguisdetruequedelacomunidadindígenaEmperadorCuauhtémoc,Chilpancingo.Guerrero.
Antorchacampesina
2017
19.TianguisdetruequedeMetepec,Edomex
2017
20.TianguisdetruequedeTepeaca,Puebla
2014Semanal
ModernoPredominanelmaízyelfrijol,chile,calabaza,limones,tomates,chayotes,nopales,cilantro,cebolla,verdolagas,lechuga,quintoniles.guajolotes,gallinasalimentospreparados,ropausada
21.Mercaditodetrueque
Presidentamunicipal
2017últimodomingodemes
Moderno,artículosusados,ropa,libros,etc.
Trueque Promoverlaeconomíasolidarialocal
278
enZaachila,Oaxaca22.MercadodelaleñadeZaachila,Oaxaca.
Comunitario Tradicional,predominalaleñacomoobjetodeintercambio
Mixtoperopredominaeltrueque,participantambiénregatones(intermediarios)
Estrategiadesobrevivencia
23.MercadodetruequeenSantaCruzXoxocotlán,Oaxaca.
DireccióndeEcologíayServiciosMunicipalesdelAyuntamiento
RecienteSegundozábadodemes
Moderno,artículosusados,ropa,libros,etc.
Trueque
24.MercadodetruequeenTlacolula,Oaxaca
Mercadomunicipaledificio
Prehispánico,permanente
Mixto,productosagroalimentarioslocalesyproductosindustriales
Mixto,truequeycompra-venta
Esunmercadofijo
25.TianguisalternativodetruequeenTlaxiaco,Oaxaca
Sociedadcivil
2015 ModernoAgroalimentariosyarte
Trueque Incluyecursosypresentacionesartísticas
26.Tianguistruequero,PlazadelcarmenAlto,Oaxaca
RecientePrimersábadodemes
Mixto,agroalimentarios,plantas,ropayobjetosusados,artesaníaurbana,cosméticos
Incluyetalleresdemanualidades.Promuevenvaloreseconómicosalternativos
27.MercadodetruequeenMazatlán,Sinaloa
Sociedadcivil,estudiantesyprofesoresdelaUAS
2013mensual
Moderno,seintercambianbienesusados
Trueque InicióenmodalidadvirtualporfacebookSereivindicacomounaprácticadeeconomíasolidariaylaimportanciadelaconviverncia.
279
28.MCP Social Origenprehispánico,conlapsosdeinterrupciónotransición.Seinstaladosvecesporsemana.Tradicional.
PredominaelTrueque
Predominalaparticipacióndemujeresprovenientesdecomunidadesindígenaslocales.
29.FeriaAlternativadeUranden
PromotoresdeorigenSocial,Iniciaelaño2010,yseinstalademaneramensual.Sepracticaeltrueque,peropredominaelusodedinero
Seconsiderauntianguismoderno.Seobservaunaparticipaciónmixta,peropredominalapoblaciónnoindígenaylosproductosquesecomercializansonpredominantementedeelaboraciónartesanalconcaracterísticasnaturalesyorgánicas.Lamayoríadelosofertantessonproductoresylamayoríadelosvisitantessonsólocompradores
30.Tianguispurépecha
Promotoresdeorigenindígena
AunqueelTianguisPurépechainicióen1994,retomaunaseriedeprácticasyvaloresdelaculturatradicionaldelascomunidadesindígenasdelaregiónpurépechalacustre.Seinstalasemanalmentedemaneraitineranteencadaunadelasaproximadamente20comunidadesparticipantes.Predominaeltruequeylaparticipacióndemujeres.
31.MercadoDaVinci(Morelia)
Social,urbano
Derecientecreación,estemercadooperaenlamodalidaddeTianguismensual,ofertandoproductospredominantementealimenticiosdecarácterorgánicoypreparaciónartesanal.Elintercambioserealizaexclusivamentecondinero.
32.FeriadelAguayTianguisLaGotita
Social,urbano
Derecientecreación,estemercadooperaenlamodalidaddeTianguismensual,ofertandoproductospredominantementealimenticiosdecarácterorgánicoypreparaciónartesanal.Seimpartentalleresdeorientaciónecológica.
Fuente:Elaboraciónpropiaconbaseendiversasfuentes.