el mensaje central del reino de dios y sus principios

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El Mensaje Central del Reino de Dios y sus Principios Primera parte Hay tres situaciones con las que Jesucristo se encuentra cuando recibe el llamamiento del Padre a proyectar el Reino de Dios: 1. La situación de una humanidad perdida y condenada a muerte por el pecado. 2. La existencia de un ser denominado el Príncipe de este mundo, el Maligno, Satanás o el Diablo. 3. El territorio donde domina Satanás, al que ha proyectado su ideología y con la que los seres humanos han quedado atrapados formando el Reino de este mundo. Frente a esto tenemos al Mesías, a Jesucristo, que se identifica con el Reino de Dios, y el propio Reino de Dios. El mensaje central del Reino de Dios esta polarizado principalmente por la idea que subyace en el significado del Reino de Dios que incluye un “misterio”, y el espectáculo de inmensa miseria y necesidad que presenta la humanidad. Jesucristo presenta el Reino de Dios de diferentes maneras, cada una de ellas enseñando características del Reino. El sentido básico que la Biblia da al término Reino es el de Gobierno. Es decir el Reino de Dios es el Gobierno de Dios que ofrece a los hombres las bendiciones de ese Gobierno, y que se caracteriza por unos principios ideológicos determinados que son justos e idóneos para el ser humano. Hay cuatro aspectos en la predicación de Jesús que se relacionan persistentemente con el Reino de Dios: El Arrepentimiento. La liberación del Pecado y de Satanás, con los corolarios de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. El llamamiento persistente a buscar el Reino de Dios y pertenecer a él. Los contenidos morales, espirituales, doctrinales, que evidencian, en su aceptación, formar parte del Reino de Dios, y que nos ayudan a permanecer en él. Por otra parte, Satanás ha influido en el mundo, tanto a nivel individual como colectivo, hasta el punto de fijar una manera de pensar determinada con unas actitudes, creando también su Reino, en este caso el Reino de este mundo que entra en conflicto con el Reino de Dios. Las características fundamentales de ese Reino son la auto-independencia respecto a la Deidad; la indiferencia cuando o la negación de Dios; el alejamiento respecto de Dios; unas formas y conductas especificas contrarias al pensamiento divino; ausencia de doctrinas que ayuden a permanecer en la salvación; ausencia de la necesidad de la salvación. Jesús de Nazaret se encuentra frente a un mundo hostil a Dios que se ha rebelado contra El, instigado por el Diablo (Gn. 3:1-6), introduciéndose la tara del pecado (Mt. 1:21; Jn. 1:29; 8:21, 24, 34; cf. Ro. 5:12) que separa al hombre de Dios y lo conduce a la muerte y condenación eterna (Lc. 13:3, 5; cf. Ro. 3:10-12, 23). La devastación de la obra de Dios por parte de Satanás

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Page 1: El Mensaje Central Del Reino de Dios y Sus Principios

El Mensaje Central del Reino de Dios y sus Principios

Primera parte

Hay tres situaciones con las que Jesucristo se encuentra cuando recibe el llamamiento del Padre a proyectar el Reino de Dios:

1. La situación de una humanidad perdida y condenada a muerte por el pecado.

2. La existencia de un ser denominado el Príncipe de este mundo, el Maligno, Satanás o el Diablo.

3. El territorio donde domina Satanás, al que ha proyectado su ideología y con la que los seres humanos han quedado atrapados formando el Reino de este mundo.

Frente a esto tenemos al Mesías, a Jesucristo, que se identifica con el Reino de Dios, y el propio Reino de Dios.

El mensaje central del Reino de Dios esta polarizado principalmente por la idea que subyace en el significado del Reino de Dios que incluye un “misterio”, y el espectáculo de inmensa miseria y necesidad que presenta la humanidad.

Jesucristo presenta el Reino de Dios de diferentes maneras, cada una de ellas enseñando características del Reino.

El sentido básico que la Biblia da al término Reino es el de Gobierno. Es decir el Reino de Dios es el Gobierno de Dios que ofrece a los hombres las bendiciones de ese Gobierno, y que se caracteriza por unos principios ideológicos determinados que son justos e idóneos para el ser humano. Hay cuatro aspectos en la predicación de Jesús que se relacionan persistentemente con el Reino de Dios:

      El Arrepentimiento.

      La liberación del Pecado y de Satanás, con los corolarios de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.

      El llamamiento persistente a buscar el Reino de Dios y pertenecer a él.

      Los contenidos morales, espirituales, doctrinales, que

evidencian, en su aceptación, formar parte del Reino de Dios, y que nos ayudan a permanecer en él.

Por otra parte, Satanás ha influido en el mundo, tanto a nivel individual como colectivo, hasta el punto de fijar una manera de pensar determinada con unas actitudes, creando también su Reino, en este caso el Reino de este mundo que entra en conflicto con el Reino de Dios.

Las características fundamentales de ese Reino son la auto-independencia respecto a la Deidad; la indiferencia cuando o la negación de Dios; el alejamiento respecto de Dios; unas formas y conductas especificas contrarias al pensamiento divino; ausencia de doctrinas que ayuden a permanecer en la salvación; ausencia de la necesidad de la salvación.

Jesús de Nazaret se encuentra frente a un mundo hostil a Dios que se ha rebelado contra El, instigado por el Diablo (Gn. 3:1-6), introduciéndose la tara del pecado (Mt. 1:21; Jn. 1:29; 8:21, 24, 34; cf. Ro. 5:12) que separa al hombre de Dios y lo conduce a la muerte y condenación eterna (Lc. 13:3, 5; cf. Ro. 3:10-12, 23).

La devastación de la obra de Dios por parte de Satanás es de tal dimensión, que aun cuando Dios no ha e4stado ausente, ya que el abandono sería incompatible con una Providencia que ayuda a los pájaros y viste a las flores, se ha desfigurado de tal modo, que aun a pesar de los lazos que pueden unir a Dios con su creación es necesario que el Reino de Dios se haga notorio.

La misión de Jesús mediante el Reino de Dios ha de consistir en arrebatar a Satanás “su reino”, convencer a la humanidad del Reino de Dios devolviendo la imagen correcta respecto de Dios, y salvar a la humanidad del pecado que le ata al reino de este mundo.

¿Cómo?

1. Mediante la predicación contenida en el Reino de Dios.

Jesús ha reconocido en Satanás al originador del infortunio humano, se trata del padre de la mentira, del engañador

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por excelencia, y de un verdadero criminal (Jn. 8:44). Es el príncipe de este mundo, el que gobierna (Jn. 12:31; 14:30; 16:11).

Se enfrenta a él al comienzo de su ministerio venciéndole (Mr. 12:29).

Aun a pesar del despliegue sin precedentes de demonios, Jesucristo los expulsa con poder de aquellos humanos a donde han ido a anidar (Mt. 10:7, 8; cf. 15:22, 28), les reprende (Mr. 5:8). Ejerce completo poder sobre ellos (Mt. 12:29) e incluso otorga ese poder a sus discípulos (Mt. 10:1; Mr. 3:15).

Todavía era preciso curar y hacer milagros para “atestiguar la presencia de Dios y su providencia”, y un modo de hacerlo es la purificación fragmentaria del mundo, operada por los milagros de Jesús.

Los milagros forman parte de un plan de destrucción de Satanás y su mundo. De este modo Jesús ha penetrado en la casa de Satanás, lo ha atado y lo ha inmovilizado, y de este modo saque su casa (Mr. 3:23-27).

Todavía no lo ha destruido definitivamente, pero estas victorias son precursoras de ese final. De cualquier forma, aun cuando todavía Satanás pueda manifestarse en el futuro (Jn. 14:30, “todavía viene”, cf. Lc. 22:31, 32) ha sido “inmovilizado de tal modo que ya no puede dominar la situación de aquellos que pertenecen al Reino de Dios.

Jesucristo con su predicación y actuación viene a decir: los males que existen aquí en esta tierra no tienen como causa a Dios sino al Mal personificado en Satanás; pero este Mal no tiene poder para vencer; el Maligno no tiene nada que hacer con aquellos que forman parte del Reino de Dios. Y ese Reino ya está aquí, y lo atestiguo, no solo por mi predicación sino porque ha empezado a quebrantarse el poder de Satanás. ¿Cómo?

Estos milagros que yo hago, es la manifestación real de lo que Dios quiere pare el hombre en su contraposición al verdadero originador y causante del sufrimiento humano

que es Satanás. 

2. El golpe mortal que se asesta a Satanás con el mensaje del Reino de Dios y la entrega a los hombres de las bendiciones del Gobierno de Dios.

Jesucristo, que se identifica con el Rey Mesías y que hace presente y real con su persona y obra al Reino de Dios, había venido a salvar al pueblo de sus pecados, a dispensar el perdón (Lc. 1:77), y es señalado como el cordero que quita el pecado del mundo          (Jn. 1:29), y como el Hijo del Hombre celestial que tiene potestad para perdonar pecados.

Las parábolas del Reino presentan cómo es el carácter de Dios, de qué calibre son el amor y la misericordia divina. De cómo su iniciativa y su obra de la gracia hacen posible la liberación del pecado, y la salvación. De cómo hay un enemigo que ha alterado el curso natural de las cosas desfigurando el propósito divino, el Gobierno amoroso de Dios.

De cómo ha sido necesario el envío del Hijo, el heredero, para restaurar la imagen del Padre y permitir así que la salvación pueda efectuarse. El cómo habrá un juicio favorable a los creyentes, y condenatorio para aquellos que por una “ignorancia maliciosa” hayan persistido en el reino del mundo dirigido por el Enemigo rechazando el Reino de Dios dirigido por el Mesías Rey Jesucristo.

A partir de ahora, a pesar de la afliccion que Satanas pueda producir en el mundo (Jn. 16:33), a pesar de la naturaleza caída y corrupta (Ro. 7:7-24) que poseemos, aun cuando haya que guardarse del mal (Jn. 17:15), podemos confiar en el poder de Dios (Jn.16:33).

Dios nos va a guardar del mal, y nos va a santificar (Jn. 17:17). Mediante la Palabra de Reino de Dios (Jn. 8:31, 32) y el Espiritu Santo (Jn. 14:16-18, 26; 15:26; 16:7-11, 13, 15)

Tendremos la autentica libertad y santidad.

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Aquí, en la victoria sobre el pecado conseguida por Jesucristo, proyectada y aplicada a los que quieren ser súbditos de su Reino (Ro. 8:1-17), se evidencia no solo el triunfo actual sobre Satanas, sino además la seguridad de la victoria definitiva sobre los últimos enemigos al final de los tiempos (1 Co. 15:53-58; Ro. 16:20; He. 2:14).

3. La presencia del Reino de Dios resuelve el problema de la muerte y la existencia del hombre, a través de la obra y predicación del Reino en Jesucristo.

La muerte y lo que la produce el pecado, ha sido vencido, por Cristo Jesus, como garantía de la victoria concluyente que al final de los tiempos acontecerá a todos los hombres.

El mensaje del Reino nos transmite que aunque la muerte se muestra todavía orgullosa, y es llamada por Pablo el último enemigo que ha de ser vencido (1 Co. 15:26), Jesucrito la venció triunfando sobre el pecado y resucitando, siendo la garantía de la victoria definitiva que sobre ésta se obtendrá cuando El venga.

La eficacia de la muerte está limitada por nuestra propia fe en el valor de la obra de Cristo, y en el poder de sus palabras. La fe adquirida como fruto de su victoria sobre la muerte nos da seguridad respecto a su promesa de resurrección. Nuestra fe acorta la distancia entre la victoria de Cristo y el tiempo final establecido para la resurrección.

De tal modo se abrevia que podemos vivir ya ahora ese momento culminante y pleno de la derrota del enemigo.

4. La necesidad urgente del arrepentimiento con un cambio radical de mentalidad y de conversión con una orientación moral totalmente nueva.

El reino del mundo que dirige Satanas contiene una ideología opuesta y conflictiva con los principios del Reino de Dios. Estos valores ideologicos se han fijado de tal modo en la mente de los seres humanos que dificultan la actuación salvadora de Dios.

Jesucristo pide el arrepentimiento porque el Reino de Dios se había acercado (Mt. 1:15: cf. Mt 4:17). El arrepentimiento ¿de qué) De una direccionalidad y comportamiento, en la que se incluye una forma de pensar y de actuar, propuesta por el reino de este mundo. Cuando propone buscar el Reino de Dios (Mt. 6:33). ¿Qué está queriendo decir?: buscar el Gobierno de Dios, los principios que rigen en el Gobierno de Dios; la manera de actuar y de pensar según el Reino o Gobierno de Dios; la ideología que sustenta y promueve el Reino de Dios.

¿Cómo conseguir esto? Pidiéndole a Dios “nacer de arriba” (Jn. 3:3), pidiendo la personalidad espiritual que se obtiene por el poder de Dios mediante el nuevo nacimiento por el Espiritu  y del “agua testimonial” (Jn. 3:3-5).

El encuentro de esta búsqueda no sólo otorga el conocimiento sobre los valores y contenidos del Reino de Dios, sino que ademas se obtienen las “añadiduras” que el hombre necesita para vivir, sin tener que conseguirlas por el método del reino de este mundo, que se identifica, en contraste con el Reino de Dios, como perturbador y contrario a la voluntad de Dios, llevando a los hombres a la perdición eterna.

El mensaje es urgente: ¡arrepientete! ¡cambia de dirección! ¡te va tu vida en ello!

Toda la teología del Nuevo Testamento está orientada a hacer posible el que los seres humanos acepten la misericordia divina a la salvación, manifestada en el Reino de Dios.

Jesus es el centro. Se presenta como el predicador del Reino, el fundador, el instaurador de ese Reino de Dios que aunque existe desde siempre, es preciso hacerlo notorio en esta tierra que había sucumbido ante Satanas. El Reino de Dios se identifica con el secreto mesiánico de Jesus. “Porque El está ahí, el reino está ahí”. Jesucristo desarrollara todos los contenidos del Reino de Dios, incluso aquel que hace posible nuestra salvación: su victoria sobre Satanas, el pecado, y su sacrificio expiatorio en la cruz.

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5. Los Principios morales del Reino de Dios.

EL SERMON DEL MONTE (CBA, pags:314-340)

BOSQUEJO DEL SERMON DEL MONTE

Los privilegios y las responsabilidades de los ciudadanos del Reino de Dios

                   I.      Blanco de sus ciudadanos: la perfeccion del carácter, Mateo cap. 5

      Cómo llegar a ser ciudadanos de ese Reino, cap. 5:3-12

      Los ciudadanos del Reino como representantes de sus principios, cap. 5:13-16

      La norma de conducta del Reino de los Cielos, cap. 5:17-47.

      El blanco de sus ciudadanos: la transformación y perfeccion del carácter: 5:48

II.   Incentivos paraq vivir correctamente y como ciudadanos ejemplares, cap. 6.

      Los motivos correctos en el culto, en el servicio y en las relaciones humanas, cap. 6:1-18.

      El propósito de la vida; planear y vivir para el Reino de Dios, cap. 6:19-24.

      Dios provee lo necesario a los que dan el primer lugar a su Reino, cap. 6:25-34.

III.   Privilegios y responsabilidades de los ciudadanos, cap. 7.

      La regla de oro y el poder para aplicarla, cap. 7:1-12.

      La prueba de la ciudadanía: obediencia y

autodisciplina, cap. 7:13-33

      Un llamado para una acción decisiva, cap. 7:24-27.

Quizá el Sermón del Monte fue pronunciado por julio o agosto del año 29 d. C. , como a la mitad de los tres años y medio del ministerio de Jesús.  Lucas claramente relaciona el Sermón del Monte con el llamamiento y la ordenación de los doce (Luc. 6: 12-20) y conserva la debida secuencia de los acontecimientos de ese día notable: (1) la noche pasada en oración, (2) la ordenación de los doce, (3) el descenso a la llanura, (4) el sermón.  Tan sólo omite la mención de que Jesús "subió [otra vez] al monte" (Mat. 5: l), y esta omisión ha inducido a algunos a pensar que el sermón registrado en Lucas no fue pronunciado en el mismo lugar y al mismo tiempo que el de Mateo.

Por otra parte, Mateo no menciona aquí la designación y la ordenación de los doce, sino alude a esos hechos en relación con su relato de la tercera gira de predicación unos pocos meses más tarde (cap. 10: 1-5).  Sin embargo, Mateo relata el llamamiento junto al mar de Galilea antes de referirse a la multitud que seguía a Jesús (cap. 4: 18-25).  Los diversos relatos evangélicos indican que los doce fueron designados en respuesta a la evidente necesidad de que hubiera más obreros preparados para atender a las multitudes que acompañaban a Jesús dondequiera él iba.

La designación de los doce fue el primer paso en la organización de la iglesia cristiana.  Cristo era el Rey de ese nuevo reino de la gracia divina (ver com. vers. 23); los doce eran sus ciudadanos o súbditos (ver Mar. 3: 14).  El mismo día cuando los doce llegaron a ser súbditos fundadores del reino, el Rey dio su discurso inaugural, en el cual presentó las condiciones de la ciudadanía, proclamó la ley del reino, y delineó sus propósitos.

 El Sermón del Monte es, pues, a la vez el discurso inaugural de Cristo como Rey del reino de la gracia y la constitución del reino.  Poco después del establecimiento formal del reino y de la proclamación de su constitución, se realizó la segunda gira por Galilea, durante la cual Jesús dio una demostración clara y completa de las 314 formas en que el reino, sus principios y su poder pueden beneficiar a la humanidad (ver Luc. 7: 1, 11). 

Bienaventurados los pobres en espíritu:

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porque de ellos es el reino de los cielos:

En las primeras palabras del Sermón del Monte, Cristo se dirige al deseo supremo de todo corazón humano: el de la felicidad.  Ese deseo fue implantado en el hombre por el Creador mismo, y originalmente tenía el propósito de llevarlo a encontrar la verdadera felicidad mediante la cooperación con Dios que lo creó.  Se incurre en pecado cuando el hombre intenta encontrar la felicidad como un fin en sí misma, pasando por alto la obediencia a los requerimientos divinos.

Así, al comienzo de su discurso inaugural como Rey del reino de la gracia divina, Cristo proclama que el principal propósito del reino es el de restaurar en el corazón de los hombres la felicidad perdida en el Edén y que los que escojan entrar por la "puerta estrecha" y el camino "angosto" (Mat. 7: 13-14) encontrarán la verdadera felicidad.  Hallarán paz y gozo interiores, satisfacción verdadera y durable para el corazón y el alma, que sólo se logran cuando la "paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" está presente para guardar el corazón y el pensamiento (Fil. 4: 7).  Cuando Cristo volvió al Padre, dejó con sus seguidores esa paz que el mundo no puede dar (Juan 14: 27).  Sólo pueden ser felices los que tienen paz con Dios (cf.  Rom. 5: 1) * 316  y con sus semejantes (cf.  Miq. 6: 8), que caminan conforme a los dos grandes mandamientos de la ley de amor (Mat. 22: 37-40).  Sólo los que son verdaderos súbditos del reino de la gracia alcanzan esa disposición de la mente y del corazón.

Los Pobres: Gr. ptÇjós, palabra que se refiere a la pobreza extrema, a la miseria (ver Mar. 12: 42; Luc. 4:18; 6: 20).  Aquí ptÇjós señala a los que adolecen de una verdadera miseria espiritual y sienten agudamente su necesidad de las cosas que el reino del cielo tiene para ofrecerles (cf.  Hech. 3: 6; ver com.  Isa. 55: 1).  El que no siente su necesidad espiritual, el que se cree "rico", que se ha "enriquecido" y que "de ninguna cosa" tiene "necesidad", a la vista del cielo es "desventurado, miserable, pobre" (Apoc. 3: 17).  Sólo los "pobres en espíritu" entrarán en el reino de la gracia divina.  Los demás no anhelan las riquezas del cielo y se niegan a aceptar sus bendiciones.

La comprensión de la necesidad propia es la primera condición para entrar en el reino de la gracia de Dios.  Por estar consciente de su propia pobreza espiritual, el publicano de la parábola

"descendió a su casa justificado" antes que el fariseo que estaba lleno de justicia propia (Luc. 18: 9-14).  En el reino de los cielos no hay lugar para los orgullosos, los que están satisfechos de sí mismos, los que dependen de su justicia propia.  Cristo invita a los pobres en espíritu a que cambien su pobreza por las riquezas de su gracia.

Es importante notar que aquí Cristo no hablaba tanto de su futuro reino de gloria como del reino de la gracia divina, ya presente.  En sus enseñanzas, Cristo habló muchas veces del reino de la gracia en el corazón de los que aceptaban la soberanía celestial.  Esto lo ilustran las parábolas de la cizaña, la semilla de mostaza, la levadura, la red (Mat. 13: 24, 31, 33, 47), y muchas otras.

Los judíos concebían el reino de los cielos como un reino basado en la fuerza, que obligaría a las naciones de la tierra a someterse a Israel.  Pero el reino que Cristo vino a establecer es el que comienza en el corazón de los hombres, impregna sus vidas y rebosa hasta los corazones y la vida de otros con el dinámico y apremiante poder del amor.

Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación:

Gr. penthéÇ, palabra que suele indicar un dolor intenso en contraste con lupéomai, término más genérico que significa más bien "entristecerse" (Mat. 14: 9; 1 Ped. 1: 6).  Así, la profunda pobreza espiritual de los "pobres en espíritu" (ver com.  Mat. 5: 3) corresponde con el profundo dolor de las personas que se describen en el vers. 4. En verdad, es la profunda comprensión de la necesidad espiritual la que induce a los hombres a "llorar" por las imperfecciones que ven en su propia vida.  Aquí Cristo se refiere a los que, con pobreza de espíritu, anhelan alcanzar la norma de perfección (cf.  Isa. 6: 5; Rom. 7: 24).  Aquí hay también un mensaje de consuelo para quienes lloran debido a desengaños, luto, o algún otro dolor. Recibiran consolacion.

Así como Dios satisface la necesidad espiritual con las riquezas de la gracia del cielo, así también responde al llanto por el pecado con el consuelo de los pecados perdonados.  Si no se experimenta primero una sensación de necesidad, no se puede lamentar por lo que falta, en este caso la rectitud de carácter.  Lamentarse por el pecado es, pues, el segundo requisito para los que se presentan

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como candidatos para el reino de los cielos, y su secuencia, en forma natural, es después del primer paso.

Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad:

Gr. praús "manso", "suave", gentil".  Cristo dijo que él era "manso [praús] y humilde de corazón" (cap. 11: 29), y por eso todos los que están "trabajados y cargados" (vers. 28) pueden ir a él y hallar descanso para su alma.  El equivalente hebreo del griego praús es 'anaw o 'ani, "pobre", "afligido", "humilde", "manso".  Se emplea esta palabra hebrea para describir a Moisés que era muy "manso" (Núm. 12: 3).  También aparece en el pasaje mesiánico de Isa. 61: 1-3  y en Sal. 37: 11, donde también se traduce como "manso".

La mansedumbre es una actitud del corazón, de la mente y de la vida, que prepara el camino para la santificación.  A la vista de Dios, el espíritu "afable" [praús] es "de grande  317 de estima" (1 Ped. 3: 4).  La "mansedumbre" aparece repetidas veces en el NT como una virtud importantísima del cristiano (Gál. 5: 23; 1 Tim. 6: 11).  La "mansedumbre" en relación con Dios significa que habremos de aceptar su voluntad y la forma en que nos trata, que nos someteremos a él en todas las cosas sin vacilación.  Una persona "mansa" domina perfectamente su yo.  Debido al enaltecimiento del yo, nuestros primeros padres perdieron el reino que les había sido confiado.  Por medio de la mansedumbre éste puede ser recuperado.

Sal. 37: 11. Los "pobres en espíritu" han de recibir las riquezas del reino de los cielos (Mat. 5: 3); los mansos han de "recibir la tierra por heredad".  Es evidente que no son los "manos" quienes ahora poseen la tierra, sino los orgullosos.  Sin embargo, a su debido tiempo los reinos de este mundo serán entregados a los santos, a los que hayan aprendido la virtud de la humildad (cf.  Dan. 7: 27).  Finalmente, dijo Cristo, los que se humillen, los que aprendan la mansedumbre, serán ensalzados ( Mat. 23: 12).

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia:porque ellos serán hartos:

Esta figura era especialmente llamativa en un país donde el promedio anual de lluvia no pasa de 65 cm (26 pulgadas)  Lo que ocurre en Palestina suele pasar también en grandes regiones del

Cercano Oriente.  Por limitar con extensas zonas desérticas, una buena parte de las tierras habitadas son semiáridas.  Sin duda, muchos de los que escuchaban a Jesús sabían lo que era experimentar sed.  Tal como lo ilustra el caso de Agar y de Ismael, un viajero que se extraviaba o pasaba por alto una de las pocas fuentes que había a la vera de su ruta, fácilmente podía encontrarse en serias dificultades.

Pero aquí Jesús hablaba del hambre y de la sed del alma (Sal. 42: 1-2).  Sólo los que anhelan justicia con la apremiante ansiedad del que se muere por falta de alimento o de agua, la encontrarán.  Ningún recurso terrenal puede satisfacer el hambre y la sed del alma.  No son suficientes ni riquezas materiales, ni profundas filosofías, ni la satisfacción de los apetitos físicos, ni el honor, ni el poder.  Después de probar todas esas cosas, Salomón llegó a la conclusión de que "todo es vanidad" (Ecl. 1: 2, 14; 3: 19; 11: 8; 12: 8; cf. 2: 1, 15, 19; etc.).

Nada produce la satisfacción y la felicidad que el corazón humano anhela.  La conclusión del sabio fue que reconocer al Creador y cooperar con él proporcionan la única satisfacción duradera (Ecl. 12: 1, 13). Unos seis u ocho meses después del Sermón del Monte, Jesús pronunció otro gran discurso, esta vez acerca del Pan de Vida (Juan 6: 26-59), en el cual presentó más plenamente el principio que aquí se expone en forma sucinta. Jesús mismo es el "pan" del cual los hombres deben tener hambre, y participando de ese "pan" pueden mantener la vida espiritual y satisfacer el hambre de su alma (Juan 6: 35, 48, 58).  Se invita bondadosamente a los que tienen hambre y sed que vayan al Proveedor celestial y reciban alimento y bebida "sin dinero y sin precio" (Isa. 55: 1-2).  El hecho de que el corazón anhele justicia demuestra que Cristo ya ha comenzado allí su obra.

Justicia.

Gr. dikaiosún', de la raíz dík', "costumbre", "uso", y por lo tanto, lo "correcto" según la costumbre.  En el NT se emplea la palabra con el sentido de lo "correcto" según lo determinan los principios del reino del cielo. El vocablo dikaiosún' aparece en 87 versículos en el NT, y en la RVR se traduce todas las veces como "justicia" salvo en dos casos (1 Cor. 1: 30; 2 Cor. 3: 9).  Entre los griegos, la "justicia" consistía en la conformidad con las costumbres aceptadas.  Para los judíos en esencia era conformarse con los requerimientos de la

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ley tal como la interpretaba la tradición judía (Gál. 2: 16-21).  Pero para los seguidores de Cristo, la "justicia" tenía un sentido más amplio.  En vez de establecer su propia justicia, los cristianos debían someterse a "la justicia de Dios" (Rom. 10: 3).  Buscaban la justicia "que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Fil. 3: 9).

La justicia de Cristo es tanto imputada como impartida. La justicia imputada produce justificación; pero el alma justificada crece en la gracia.  Por medio del poder de Cristo que vive en el alma, el cristiano conforma su vida con los requisitos de la ley moral tal como fue expuesta por precepto y ejemplo por Jesús.  Esta es la justicia impartida.  Esto es lo que Cristo quería decir cuando animó a sus oyentes a que pensaran en ser "perfectos" así como su Padre celestial es perfecto.  Pablo dice que la vida perfecta de Jesús ha hecho que sea posible que "La justicia de la ley se cumpliese en nosotros, 318 que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Rom. 8: 4).

Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia:

En Heb. 2:17 se dice que Cristo es "misericordioso y fiel sumo sacerdote".  La misericordia de la cual habla Cristo aquí es una virtud activa que se proyecta hacia los seres humanos.  Tiene poco valor mientras no se convierta en obras de misericordia.  En Mat. 25: 31-46 se presentan las obras de misericordia como el elemento decisivo para la admisión en el reino de la gloria.  Santiago incluye los actos de misericordia en su definición de la "religión pura" (Sant. 1: 27).  Miqueas (cap. 6: 8) resume la obligación del hombre para con Dios y sus prójimos: "hacer, justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios".  Notar que Miqueas, al igual que Cristo, menciona tanto la humildad ante Dios como la misericordia para con los hombres.  Estos dos procederes pueden compararse con los dos mandamientos, de los cuales "depende toda la ley y los profetas" (Mat. 22: 40).

Los misericordiosos alcanzaran misericordia. Esto ocurrirá tanto ahora como en el día del juicio, tanto de parte de los hombres como de Dios.  El principio de la regla de oro (cap. 7: 12) se aplica tanto a nuestro trato con otros como al trato que los demás nos brindan en respuesta. La persona cruel, de corazón duro y espíritu desconsiderado, rara vez recibe un trato bondadoso y

misericordioso de parte de su prójimo.  Pero muchas veces los que son bondadosos y considerados con las necesidades y los sentimientos ajenos, encuentran que el mundo les paga con la misma moneda.

Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán á Dios:

La palabra que aquí se traduce como "corazón" se refiere al intelecto (cap. 13: 15), la conciencia (1 Juan 3: 20), el hombre interior (1 Ped. 3: 4).  La pureza de corazón, en el sentido que le dio Cristo, comprende mucho más que la pureza sexual; incluye todos los rasgos de carácter deseables y excluye todos los indeseables.  El ser de "limpio corazón" equivale a estar revestido con el manto de justicia de Cristo (ver com.  Mat. 22: 11-12), el "lino fino" del cual están ataviados los santos (Apoc. 19: 8; cf. cap. 3: 18-19), es decir, la perfección del carácter.

Jesús no estaba hablando de la limpieza ceremonial (Mat. 15: 18-20; 23: 25), sino de la limpieza interior del corazón.  Si los motivos son puros, la vida también lo será.

Los de corazón limpio han abandonado el pecado como principio gobernante de la vida, y su existencia está enteramente consagrada a Dios (Rom. 6: 14-16; 8: 14-17).  El tener "limpio corazón" no significa que la persona no tenga ningún pecado, pero sí significa que sus motivos son correctos, que por la gracia de Cristo se ha apartado de sus errores pasados y que prosigue hacia la meta de perfección en Cristo Jesús (Fil. 3: 13-15).

Cristo pone énfasis en el reino de la gracia divina en los corazones humanos en esta era presente, pero sin olvidar el reino eterno de gloria en el mundo futuro.  Por lo tanto, es claro que las palabras "verán a Dios" se refieren tanto a la visión espiritual como a la física.  Quienes sienten su necesidad espiritual, entran en el "reino de los cielos" (vers. 3) ahora; los que lloran por el pecado (vers. 4) son consolados ahora; quienes son mansos de corazón (vers. 5) reciben su derecho de poseer la tierra nueva ahora; los que tienen hambre y sed de la justicia de Jesucristo (vers. 6) son saciados ahora; los misericordiosos (vers. 7) logran misericordia ahora.  Del mismo modo, los de limpio corazón tienen el privilegio de ver a Dios ahora, con los ojos de la fe; y finalmente, en el glorioso reino, tendrán el privilegio de verlo cara a cara (1 Juan 3: 2; Apoc. 22: 4). 

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Además, sólo los que logren desarrollar la visión celestial en este mundo presente, tendrán el privilegio de ver a Dios en el mundo venidero.

Así como ocurre con los narcóticos y las bebidas embriagantes, el primer efecto del pecado es nublar las facultades superiores de la mente y del alma.  Sólo después que la serpiente hubo seducido a Eva haciendo que viera con los ojos del alma que "el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría", fue cuando ella "tomó de su fruto, y comió" (Gén. 3: 6).  Cuando la serpiente dijo "serán abiertos vuestros ojos", se refería a una visión simbólica, porque como resultado de que sus "ojos" fueron "abiertos", conocieron el bien y el mal (Gén. 3: 5).  El diablo ciega en primer lugar a los hombres persuadiéndolos a que crean que la experiencia con el pecado les dará una visión más clara.  Sin embargo, el pecado lleva a una ceguera mayor.  El pecador "tiene ojos y no ve" (Jer. 5: 21; cf.  Isa. 6: 10; Eze. 12: 2).

Sólo aquellos cuyo corazón es limpio y sincero "verán a Dios".  Si el "ojo es bueno", toda 319 la vida estará llena de "luz" (Mat. 6: 22-23).  Muchos cristianos sufren de estrabísmo espiritual por intentar tener un ojo fijo en la Canaán celestial y el otro en los "deleites temporales del pecado" (Heb. 11: 25) y las "ollas de carne" de Egipto (Exo. 16: 3).  Nuestra única seguridad está en vivir según los principios y colocar a Dios en primer lugar en nuestra vida.  Quienes hoy vean que las cosas de este mundo son "deseables" y cuya atención está fija en las relucientes baratijas de la tierra que Satanás les muestra, nunca considerarán como de mayor valor el obedecer a Dios.  Si queremos ver a Dios, debemos mantener limpia la ventana del alma.

Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios:

Cristo se refiere aquí especialmente a inducir a los hombres a que estén en armonía con Dios (DTG 269-271; DMJ 27).  "La mente carnal es enemistad contra Dios" (Rom. 8: 7).  Pero Cristo, el mayor de los pacificadores, vino para mostrar a los hombres que Dios no es su enemigo.  Cristo es el "Príncipe de paz" (Isa. 9: 6-7; cf.  Miq. 5: 5).  Fue el mensajero de paz de Dios ante el hombre,"justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios" por medio de Jesús (Rom. 5: 1).  Cuando Jesús hubo cumplido con

la tarea que le fue asignada y volvió al Padre, pudo decir: "La paz os dejo, mi paz os doy" (Juan 14: 27; cf. 2 Tes. 3: 16).

A fin de apreciar lo que Cristo quería decir al hablar de "pacificadores", es útil considerar el sentido de la palabra "paz" en el pensamiento semítico y en su forma de hablar.  El equivalente hebreo de la palabra griega eir'n' es shalom, que significa "salud", "bienestar", "entereza", "prosperidad", "paz".  En vista de que Cristo y la gente común empleaban el arameo, idioma muy parecido al hebreo, es muy posible que Cristo empleó esta palabra con sus acepciones semíticas.  Los cristianos han de estar en paz los unos con los otros (1 Tes. 5: 13) y deben seguir "la paz con todos" (Heb. 12: 14).  Han de orar por la paz, trabajar por la paz e interesarse en forma constructiva en las actividades que contribuyan a la paz de la sociedad.

Hijos de Dios.Los judíos se consideraban "hijos de Dios" (Deut. 14: 1; Ose. 1: 10; etc.), concepto que también comparten los cristianos (1 Juan 3: 1).  El ser hijo de Dios significa parecerse a él en carácter  (1 Juan 3: 2; cf Juan 8: 44).  Los "pacificadores" son "hijos de Dios" porque ellos mismos están en paz con Dios, y están dedicados a la tarea de inducir a sus prójimos a que estén en paz con él.

Padecen persecución.Aquí Cristo se refiere en primer lugar a la persecución sufrida en el proceso de abandonar el mundo y volverse a Dios.  Desde la entrada del pecado, ha existido "enemistad" entre Cristo y Satanás, entre el reino de los cielos y el reino de este mundo, y entre los que sirven a Dios y los que sirven a Satanás (Gén. 3: 15; Apoc. 12: 7-17).  Este conflicto ha de continuar hasta que "los reinos del mundo" vengan "a ser de nuestro Señor y de su Cristo" (Apoc. 11: 15; cf. Dan. 2: 44; 7: 27).  Pablo advirtió a los creyentes que "a través de muchas tribulaciones" habrían de entrar "en el reino de Dios" (Hech. 14: 22).  Los ciudadanos del reino celestial pueden esperar tribulaciones en este mundo (Juan 16: 33), porque su carácter, sus ideales, sus aspiraciones y su conducta dan un testimonio unánime y silencioso contra la impiedad de este mundo (cf. 1 Juan 3: 12).  Los enemigos del reino celestial persiguieron a Cristo, el Rey, y se ha de esperar que persigan a sus súbditos leales (Juan 15: 20).  "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Tim. 3: 12).

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De ellos es el reino de los cielos.En el vers. 3 se hace la misma promesa a quienes sienten su necesidad espiritual.  "Si sufrimos, también reinaremos con él" (2 Tim. 2: 12; cf.  Dan. 7: 18, 27).  Quienes más sufren por Cristo son los que mejor pueden apreciar cuánto sufrió él por ellos.  Es apropiado que en la primera bienaventuranza y en la última esté la seguridad de que esas personas serán súbditos del reino.  Los que cumplan con las ocho condiciones aquí enumeradas para ser ciudadanos, son dignos de un lugar en el reino.

Os vituperen por mi causa.Los cristianos sufren por el nombre que llevan, el de Cristo.  En todas las épocas, al igual que en tiempos de la iglesia primitiva, los que verdaderamente aman a su Señor se han regocijado por haber sido considerados "dignos de padecer afrenta por causa del Nombre" (Hech. 5: 41; cf. 1 Ped. 2:19-23; 3: 14; 4: 14). 320  Cristo advirtió que los que quisieran ser sus discípulos serían "aborrecidos de todos por causa de" su "nombre" (Mat. 10: 22); pero añadió en seguida que cualquiera que perdiere "su vida" por causa de él, la hallaría (cap. 10: 39).  Los cristianos deben estar listos para padecer por él (Fil. 1: 29).

Gozaos.El cristiano debe gozarse, sin importarle lo que la vida le ofrezca (Fil. 4: 4), pues sabe que Dios hace que todas las cosas le ayuden a bien (Rom. 8: 28).  Esto es especialmente cierto en relación con la tentación o la prueba (Sant. 1: 2-4), porque el sufrimiento desarrolla la paciencia y otras características imprescindibles para los ciudadanos del reino celestial.

Vuestro galardón es grande.Para el cristiano maduro, el concepto del galardón no es el más importante de todos.

No obedece las reglas sólo con el propósito de entrar en el cielo.  Obedece porque encuentra que la cooperación con su Creador es la meta suprema y el gozo de su existencia.  El sacrificio puede ser grande, pero la recompensa también es grande.  Cuando el Hijo del hombre venga en gloria "pagará a cada uno conforme a sus obras" (Mat. 16: 27; cf.  Apoc. 22: 12).

Jesus compara la persecución de los cristianos con los profetas.

Se refiere a profetas como Elías, perseguido por Acab y Jezabel (1 Rey 18: 7-10; 19: 2), y Jeremías, perseguido por sus compatriotas (Jer. 15: 20; 17: 18; 18: 18; 20: 2; etc.). La persecución sirve para purificar la vida y eliminar la escoria del carácter (cf. Job 23: 10).

En todo su ministerio, Jesus nunca se desvio de los principios establecidos en el Sermón del monte, por el contrario, los reafirmó.

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Juan 17: La Oración Intercesora y la manifestación del Reino de Dios

Por Andrés Escobar

 El capítulo 17 de Juan tiene conceptos escatológicos y

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soteriológicos es decir tiene principios fundamentales en el Nuevo Testamento teniendo que ver con la salvación y elementos proféticos de la segunda venida del Señor y el fin del mundo. Es una oración profética en su naturaleza que continua un motivo que va como una línea recta en  todos los evangelios y es El Reino de Dios. El Reino de Dios es un elemento que se repite varias veces en la Biblia. Jesús habla en términos del Reino de estar a la mano o de ya estar presente. Esto establece el Reino de Dios como futuro y presente reino.

El Reino se caracteriza por ser universal y soberano. Este capitulo tiene paralelo con El Sermón del Monte (Lucas 6:20-26, Mateo.5:1-12) y La Oración del Señor (Lucas11:2-4, Mateo 6:9-15). Es en estos pasajes que se encuentra la plena manifestación del Reino de Dios y de que se compone. Juan 17 compone una sección de este evangelio que comienza desde el capitulo 12 cuando Jesús entra triunfante a Jerusalén.

Le precede su último discurso al pueblo de Israel donde la voz de Dios testifica y glorifica a Jesús como Hijo de Dios y Mesías, o sea, el Ungido de Dios; luego en el capítulo 13 viene el lavado de los pies que Jesús instituye entre los discípulos; el anuncio de su traición y preparación de mansiones celestiales y promesa de la venida del Consolador en forma del Espíritu Santo.

En el capítulo 15 se encuentra la parábola del verdadero vino del Señor seguido con la promesa de persecución. Culmina con Jesús describiendo el trabajo del Espíritu Santo y su regreso al Padre. Estas dos estructuras y  la división en esta sección del evangelio de Juan y como conjunto paralelo del Sermón del Monte y Oración del Señor nos da el contexto de este capitulo 17. Primero entendamos el tiempo en que se desarrolla este capitulo que es durante  la entrada de Jesús a Jerusalén que comienza la última fase de su ministerio y ante de la aprehensión de Cristo por las autoridades y lo que comúnmente se denota como La Pasión de Cristo. Jesús se encuentra en anticipación de los eventos que han de pasar inmediatamente en los siguientes días para traer el hasta ahora anunciado Reino de Dios. Se establece aquí la naturaleza principalmente espiritual y no terrenal del Reino de Dios y la promesa de su establecimiento físico y futuro. Hay en esto una lógica secuencia de eventos y actos con mucho significado.

Al entrar Cristo por las puertas de Jerusalén se anuncia Cristo como Rey de Israel y Mesías, y como tal, el discurso real al pueblo donde el nuevo rey primero anuncia que, como primer acto como

Rey seria morir para plan del levantamiento del pueblo que ha sido muy bien ilustrado por el grano de trigo que trae mucho fruto.

Esto es semejante y paralelo a las parábolas del Sembrador (Mateo 13:1-9; Marcos 4:1-9; Lucas 8:4-8) y el trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30). En estos textos prevalece las parábolas del Reino de Dios, que “es como” o “semejante a” pero en el discurso esto es el Reino como primera regla de este reino el que ama su vida la pierde y el que odia su vida en este mundo   la salva. Establece que servir a Jesús implica que lo debemos de seguir. Aquí es donde primero vemos a Jesús pedirle al Padre que si se puede salvar de esta hora se haga pero para esa causa vino al mundo. Jesús pide primero aquí también que Dios se glorifique. Vamos a explorar pronto que significa esto pero vale la pena notar que es la tercera vez que Dios se manifiesta para mostrar su Gloria  y testificar que el Hijo del Hombre es Hijo de Dios y marcan diferentes fases de su ministerio; la primera cuando Jesús se bautiza y desciende el Espíritu Santo en forma de paloma (Mateo3:13-17; Marcos1:12,13; Lucas 4:1-13); y la Transfiguración (Mateo 17:1-13; Marcos 9:2-13; Lucas 9:28-36). En cada una de estas dos circunstancias el Señor declara que éste es mi Hijo amado en quien tomo placer.

En la tercera, Dios dice que ya ha glorificado su Nombre y lo hará otra vez; esto no es coincidencia como tampoco es que dos de estas manifestaciones pasan delante de un grupo de gente o el pueblo de Israel, y otro en privado, en presencia de sus discípulos más íntimos delante de dos testigos Elías y Moisés. Los dos testigos y las dos testificaciones públicas de la gloria de Dios manifestada en Cristo son el testimonio que prueba la autenticidad de la candidatura de Cristo y aprobación del Padre en Jesús como Mesías e Hijo de Dios, y sella el anuncio del Reino de Dios por el Hijo de Hombre. La crucifixión de Cristo pasó a sabiendas y creencias de mucho de los líderes de Israel que Jesús era el Mesías pero muchos le tenían miedo a los fariseos.

Jesús establece los ritos y principios del Reino de Dios por medio del Lavamiento de los pies y el servicio de humildad. El segundo mandato de los principios del Reino de Dios y la glorificación del Hijo, es el nuevo mandamiento  de amarse unos a los otros como él los amó a ellos. Es nuevo en que el punto de énfasis de amar o hacer al otro como harías a ti mismo, sino que nos llama amar como El ama.  Por esto es que instituye el rito de la humildad que es el lavado de los pies.  La lección presentada aquí de tomar ejemplo del servicio de Jesús de que el mayor será servidor de

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todos. Esto no solo instituye un rito que debemos observar,  pero es en efecto la estructura del gobierno que Jesús establece y el método de cómo el Reino debe operar en la tierra. Aquí en este capitulo se encuentra la traición de Cristo.

Aunque hay mucho aquí en que meditar, intento mostrar que todos lo elementos del capitulo 17 y la oración  intercesora se encuentra en los capitulo anteriores. Por ejemplo en este capítulo, en los versos 31-35 encontramos que Jesús los exhorta a amarse los unos a los otros en el contexto de que una vez mas “Dios es glorificado en el Hijo”.

Establece que se amen unos a los otros como nuevo mandamiento.

En los siguientes capítulos, como el capitulo 14, Jesús habla de ir a preparar moradas para los discípulos, y, que se si se va para preparar moradas, entonces volverá por ellos, porque en la casa de Dios hay mucha mansiones. Es aquí en este capitulo donde Felipe le pregunta que le muestre al Padre por cual Jesús le responde: “¿tanto tiempo he estado con ustedes y toda vida no me conoces?” Jesús declara que El está en el Padre y el Padre en El y que cualquier cosa que pidan en su nombre eso hará para que el Padre sea glorificado.

 Del verso 15 en adelante Jesús habla de la venida del Consolador, o sea El Espíritu de verdad mejor conocido como el Espíritu Santo. La venida del Espíritu Santo es parte central  más de una vez en esta sección. El Espíritu Santo es encargado de capacitar a los creyentes para guardar sus mandamientos de Jesús.

Es decir,  todas estas cosas son interdependientes. Nosotros no guardamos los mandamientos sin amar a Jesús, y cuando amamos a Jesús; entonces Dios vendrá a nosotros y habitara en nosotros en la forma de su Santo Espíritu.

Jesús sigue este concepto con la parábola de la Vid verdadera. Jesús nos dice que si habitamos en El, produciremos frutos porque Dios mismo es el cultivador.

Esta parábola es muy importante para cualquier discípulo de Cristo.

Estos versículos son ricos en lecciones, símbolos, y metáforas.

Podríamos hacer un extenso estudio de esta parábola, pero es importante notar que una vez más, Jesús exhorta sus discípulos a guardar los mandamientos y permanecer en su amor. Es desde este contexto que la Palabra dice que lo que pidamos se nos dará.

Esto forma el contexto de vida en abundancia y prosperidad que es tan popular en las iglesias hoy en día. Pero muchas iglesias ignoran guardar los mandamientos en completo al no guardar el sábado que es el cuarto mandamiento.

Por eso hay muchos creyentes de Dios que están experimentando una falsa prosperidad o por lo menos una prosperidad incompleta por no experimentar el gozo pleno del Señor que consiste en habitar en El y guardar todos sus mandamientos.

Es por eso que nos exhorta a amarnos y nos dice en el versículo 13 que “Nadie tiene mayor amor que este que alguien entregue su alma a favor de su amigos”. Jesús habla por lo que hizo por nosotros, ya no nos llama sirvientes si no amigos. Pero es este tipo de amor que Jesús habla, que nos amemos como El nos amo.

Otro importante aspecto, es que Jesús nos recuerda que es Él quien nos escoge y no nosotros a Él;  la salvación es de plena voluntad y plan de Dios, y es por mandato divino de Cristo que somos hechos amigos y santos. Esto no expresa predestinación en el el sentido pleno de que unos son predestinados a salvarse y otros a perderse, sino que nuestra elección es producto de la voluntad soberana de Jesús como Rey del Reino de Dios y no por ningún tipo de esfuerzo humano. 

En los versículos 18 al 27 habla de la persecución y que el mundo odiaría a los discípulos porque odiaba a Jesús primero y porque no somos de este mundo, sino que El nos escoge de este mundo, y por eso no pueden conocer a Dios el Padre que mandó a Cristo a este mundo. Es decir, hay un conflicto entre el Reino de Dios y su Simiente que es elegido por preelección de la soberana voluntad y poder de Cristo y esto aun dice Jesús es profético para cumplir lo que es escrito en Salmo 35:19: que lo odiaron sin causa. Por eso nos manda el Consolador para testificar de Cristo. Es por eso que en el capitulo 16 Jesús comienza a describir el trabajo del Espíritu Santo y en los versículos 7 y 8 dice: “Empero yo os digo la

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verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré. Cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio”.” El dice de juicio de pecado porque no creen en El dice el versículo 9. De justicia porque El va al Padre y no le verán mas: “de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y De juicio porque el príncipe de este mundo es juzgado; dice el versículo 11.

Jesús conecta su presente obra con la venida del Espíritu Santo porque esto es lo que trae el Reino de Dios. La dispensación de su Nuevo Pacto por medio de su muerte en la cruz que nos hace merito de ser llamados hijos de Dios y amigos de Cristo por medio de su gracia, y viene para “nuestra ventaja”, porque El va preparar moradas para nosotros. 

¿Quiere decir esto que Jesús se va meramente para hacernos casas? ¡No!

Entonces, ¿Qué significa hacer un sitio para nosotros en la Casa de Dios?

Quiere decir que va al Cielo a cumplir su obra como Mediador del mundo, como Sumo Sacerdote del Santuario que está en el cielo.

Es el trabajo del Espíritu convencer al mundo de pecado, El que escribe la ley en los corazones de los hombres como parte del Nuevo Pacto. La entrada triunfante de Cristo establece el Reino de Dios, y Cristo describe en detalles a sus discípulos las características, el orden y naturaleza de su reino. Las leyes y principios que gobiernan este Reino y la conducta que debemos de adoptar sin  importar que el Reino esté en el presente y futuro.  Establece el dominio del Reino (universal), su Representante (El Espíritu en pos de que Jesús va a preparar sitio y regresará como Rey triunfante), y el tiempo en el cual se establece (presente y en el futuro; reino eterno), su naturaleza (espiritual y no terrenal), al irse Cristo y regresar (Reino Terrenal y Teocrático), y su propósito (por medio del Espíritu Santo y los servidores de Cristo, que convencen al mundo de pecado, de justicia y de juicio).

¿Qué papel desempeña el Espíritu Santo en el Juicio Investigador y la obra de salvación? Por eso es que Jesús dice que el Espíritu Santo lo glorificara.

Ahora podemos entender el pleno contexto del capítulo 17 como un manifiesto de Cristo. Pero, ¿qué es un manifestó? Un manifestó es una Declaración pública de principios e intenciones muy frecuentemente de una naturaleza política.

El capitulo 17 Comienza con Jesús levantando su mirad al cielo y dice que su hora ha venido o se ha cumplido(o sea la hora profética de Cristo cumplir la obra de Salvación), donde el Padre glorifica a su Hijo. ¿Como el Padre glorifica a Jesús?

¿Qué es la gloria de Dios? ¿Por qué quiere Jesús ser glorificado y magnificado?

La Gloria de Dios es el Esplendor, Grandeza, y Poder exaltado que solo le pertenece a Dios. Es la Shekinah, que es Gloria presente que se manifestó a Moisés en el lugar Santísimo del Santuario terrenal. Es lo que Los Judíos místicos erróneamente denotan como el aspecto femenino de Dios; pero, es ese Esplendor inaccesible de luz donde habita Dios, y que compone la Majestad, Belleza y Carácter Santo, Puro y Amoroso de Dios.

La Gloria de Dios siempre es asociada y en conexión con la obra de redención y perfección y Juicio del Mundo. Por eso Jesús dice que lo glorifique, porque esa glorificación de Jesús, es el deseo y el medio por el cual Dios se acerca al hombre.

El versículo 2 del capítulo 17 nos dice: “Como le has dado la potestad de toda carne, para que dé vida eterna á todos los que le diste”. No habla aquí de un número determinado o especifico, sino, toda la totalidad de personas que conozcan a Dios, como lo expresa el versículo 3: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado”.

Y es la voluntad de Dios que todos lo conozcan y se arrepientan para vida y no muerte como Cristo en Juan 3:16.

“Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese que lo glorifique con la gloria que tenía antes” (vers.4).

O sea, la Gloria que tenía en el cielo porque El es Dios igual que el

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Padre y esa Gloria le pertenece.

El verso 6 nos expresa: “He manifestado tu nombre á los hombres que del mundo me diste: tuyos eran, y me los diste, y guardaron tu palabra” Jesús indica que ha manifestado el Nombre de Dios a los hombres que les fue dado y han guardado su palabra y que todas cosas dadas a El son de Dios, y el mismo Jesús es glorificado en ellas; vers. 10.

En el verso 11 dice que El ya no está en el mundo, pero ellos están en el mundo, y pide al Padre los mantenga de la misma forma que El lo hizo cuando estaba con ellos, para que ellos sean uno, como lo es Jesús con su Padre.

Ninguno se perdió excepto el hijo de destrucción o perdición.  Esta frase tiene conexión con 2 Tesalonicenses 2:3 el llamado hombre de pecado.

En sí éste término en el verso 12 tiene doble aplicación: Se cumple en la persona de Judas que traiciona a Cristo y en el Misterio de Iniquidad que se revela como la Bestia en el Apocalipsis  y el hombre o rey que cambia las leyes y tiempos en el libro de Daniel. Esto es una alusión al Anticristo que Pablo propone en ese capítulo.

Aquí se denota una oración profética, en la cual Jesús ora por sus creyentes, sus discípulos presentes y futuros. Los cuídanos del reino de Dios y remánate de Israel. Es profética en que embarca el tiempo escatológico, es decir, desde los tiempos de Jesús hasta el fin del mundo; abarca el conflicto entre la simiente de Dios y la simiente de Satanás.

Es interesante que Jesús no nos llame fuera del mundo sino salvo de maldad (15). Pide que seamos santificados por medio de la Verdad y la Verdad es su Palabra (17:17).  Aquí revela cómo somos hechos perfectos por la verdad, así como Jesús se santifica el mismo y ora no sólo por estos sino por esos que van a creer por medio de sus palabras (el testimonio de sus discípulos), verso 20. Es la oración de Jesús que seamos  “uno”, para que el mundo crea que Dios lo ha mandado, verso 21.

La gloria que fue dada a E, también es dada a nosotros, verso 22.

De esta manera, estando nosotros en El seamos hechos perfectos, para testimonio al mundo de que Dios ha mandado a Cristo y nos ama como el Padre ama a Cristo.

Esto es interesante, Cristo nos glorifica y perfecciona por medio del Padre. El glorifícanos es el proceso de volvernos perfectos. Es la obra de salvación trabajando en nuestras vidas por medio del trabajo del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Es este proceso de glorificación, o sea, el proceso de restaurar la imagen de Dios en nosotros y plantar una naturaleza santa por medio del perfeccionamiento de nuestro carácter y renovar nuestra mente como el Nombre de Dios es vindicado y glorificado. Nosotros somos testimonio de la Santidad y Justicia de Dios.

Es por eso que decíamos que esta oración tiene paralelo con la oración del Señor y el Sermón del Monte. Estos textos ratifican el Nuevo Pacto. Para entender el Sermón del Monte tenemos que ver que este Sermón está basado en las bendiciones y maldiciones sobre el pueblo de Israel por Moisés después de la lectura de la Ley en Deuteronomio 28.

Este capitulo establece un pacto con Israel y Dios. Es un pacto donde Dios promete proveer por Israel en todas sus necesidades si Israel es fiel a servir a Jehová como único Dios. Como tal, Dios hace contracto y lo anuncia a Israel a través de las bendiciones y maldiciones. Jesús hace de nuevo un contracto con su pueblo, pero esta vez por medio de los que acepten el Reino de Dios y creen en Él como el Mesías. Ahora dispensa por medio de los que creen en El las bendiciones, no por una nación o por medio un pueblo físico, sino por personas que someten a los Principios descritos en el Sermón. Estos Principios son diametralmente opuestos y en oposición  con los principios que valoraban el mundo antiguo y el pueblo de Israel que buscaba deshacerse del yugo de Roma. Israel esperaba un reino físico y Jesús promueve

El Reino de Dios como un concepto de un Reino Espiritual.

Asimismo, La Oración del Señor es semejante al credo Judío llamado el Shema. Queremos  decir que mas de ser una oración de modelo, es el foco de un culto renovado centrado en el Reino de Dios donde por fe el creyente hace su prioridad el establecimiento del Reino de Dios, y de esa manera el Soberano Gobierno de Dios sobre la Tierra como en el Cielo. La santificación del Nombre de

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Dios es el propósito por el cual Dios bendice a Israel con pan tanto físico como espiritual, con un nuevo énfasis en el mandamiento de amarse  los unos a los otros, basado en la gracia de Dios que extiende su justicia y hace partícipe a los creyentes en pedir perdón y perdonar a otros, y poder por medio del Espíritu Santo de resistir la tentación poniendo al creyente en oposición y conflicto con los reinos y poderes de este mundo.

La Revelación de Dios mediante su ReinoLos Principios del Reino de Dios

 La Biblia nos informa que el Dios Creador se revela también a través de su Reino y los Principios de éste. Pero, ¿Qué es el Reino de Dios?

Desde siempre el Gobierno de Dios, las reglas ideológicas que sustenta el Reino de Dios, no han dejado de observarse en ciertos colectivos humanos. Antes, pero sobre todo a partir de Cristo, las máximas del Reino de Dios han sido celosamente guardadas por la descendencia de la mujer de Ap. 12 que representa al Reino de Dios en la tierra. Esta experiencia, relación y actividades del

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llamado pueblo de Dios respecto del Reino de Dios forma parte de la historia.

El Reino de Dios.

La expresión “Reino de Dios” (baileía tou Theou), aparece fundamentalmente en los evangelios, con la variante de Mateo de “el Reino de los Cielos” (basileía ton ouranon)

Si bien ese enunciado es el preferido por Mateo, debemos entenderlo como algo totalmente idéntico a la otra mención “Reino de Dios” usada por Marcos y Lucas.

Ya que esta declaración considerada “Reino de Dios”, juzgada como la más antigua es intercambiable en ciertos pasajes paralelos (Mr. 1:15; Mt. 4:17; 5:3; Lc. 6:20). 

Con relación a Jesucristo vemos que el Nuevo Testamento lo considera como el Mesías Rey (basileú), al ser descendiente por vía humana de David, y cumplir las expectativas que del Mesías se habían anunciado. En privado, Jesucristo se ha manifestado como el Mesías, y por lo tanto como Rey (Mr. 8: 29, 30) “Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les apercibió que no hablasen de él á ninguno.” 

Los pasajes de los evangelios han preferido que el testimonio de que Jesucristo es Rey y Mesías lo ofrezcan, precisamente aquellos que actúan de modo indigno o indiferente con Jesús rechazándolo (Mr. 15: Mt. 27; Lc. 23; Jn. 18), como una evidencia de que su ministerio ha sido conocido, por sus enemigos, en algo tan fundamental como en la identificación del Mesías.

De cualquier forma Jesucristo ha dejado claro ante Pilatos que posee un Reino que no es de este mundo (Jn. 18:36): “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado á los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí”. Y al Sanedrín le responde enfáticamente que él es el “Cristo”

(Mr. 14: 53-62): “Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió á preguntar, y le dice: ¿Eres tú el Cristo,

el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado á la diestra de la potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.” 

A las multitudes que le vitoreaban identificándole con el Mesías Rey (Lc. 19: 38; Mr. 11:1-10), no solo no lo impide sino que se ratifica de modo radical ante la pretensión de alguien en hacerles callar. La expulsión del Templo de los mercaderes (Mr. 11:15-19) reafirma su mesianismo. 

La inscripción en la cruz (Mr. 15:26) ha sido motivada por la conducta de Jesús de manifestarse como el Mesías-Rey. Es evidente para Jesucristo, con sus curaciones y milagros y el anuncio del evangelio del Reino, el estar cumpliendo las profecías de Isaías comprendidas como acontecimientos mesiánicos (Is. 28:18; 36:6; 61:1; cf. Mt. 1:2; Lc. 4:16-26). 

El significado del Reino y el sentido del Reino de Dios anterior al Nuevo Testamento 

En el griego clásico dos ideas llegan a confluir en el sustantivo “basileú”: el ser soberano y rey: “el que manda” y “el que reina”. 

“Basileía” recoge el sentido de la “soberanía real” teniendo en cuenta que ésta solo es efectiva si se concreta en un mando o gobierno sobre un territorio determinado. 

En el Hebreo, es interesante notar, para el origen del concepto de la realiza de Jehová dos tipos de pasajes, entre otros, donde sobresale la idea de “gobierno” y soberanía (el que manda y gobierna con autoridad porque es dueño). El pueblo le pide a Jehová un rey para que nos “gobierne”. Jehová se siente rechazado porque no le quieren como rey (1S. 8: 5-7): “Y dijéronle: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no van por tus caminos: por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como todas las gentes. Y descontentó á Samuel esta palabra que dijeron: Danos rey que nos juzgue. Y Samuel oró á Jehová. Y dijo Jehová á Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te dijeren: porque no te han desechado á ti, sino á mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.” 

Rey y gobierno soberano se identifican. Jehová al ser el Creador del mundo, funda en su acción creadora su Gobierno o Soberanía

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universal. “DE Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. (Sal. 24:1). “Porque Jehová es Dios grande; Y Rey grande sobre todos los dioses.” (Sal. 95:3). 

Es muy importante la idea que se desprende de los pasajes donde se realza la realeza de Jehová con la mención de su trono, símbolo del rey que “gobierna”, y del que emanan principios y juicios justos y rectos: “En el año que murió el rey Usías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo.” (Is.6:1).

“JEHOVA dijo así: El cielo es mi solio, y la tierra estrado de mis pies: ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde este lugar de mi reposo?” (Is. 66:1).

“Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas, veíase la figura de un trono y que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.” (Ez. 1:26). 

El Reino de Dios está estrechamente unido a su realeza y también en paralelo con su trono:

“Jehová afirmó en los cielos su trono; Y su reino domina sobre todos.” (Sal. 103:19).

Con su gloria y su poder, con la adoración, etc.

“La gloria de tu reino digan, Y hablen de tu fortaleza; Para notificar á los hijos de los hombre sus valentías, Y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, Y tu señorío en toda generación y generación” (Sal. 145:11-13). 

El que se diga que de Jehová es su Reino, estaría vaciado de sentido si por Reino no se tradujera “su gobierno”. Porque lo importante de un Reino que reina, es que se proyecten principios de gobierno justos. 

La Teología del Reino de Dios en el Antiguo Testamento. 

El Dios del Antiguo Testamento es un Dios comprometido y preocupado. Es un Dios que viene y que está presente. El

comportamiento independiente de las naciones, y sobre todo la conducta de Israel, han limitado la autoridad Divina y ha comprometido su soberanía. La esperanza del Antiguo Testamento se va a ver abocada a demostrar en el futuro la realidad del Reino de Dios, y su autoridad. En la perspectiva escatológica del Antiguo Testamento se encuentra ya enraizada la idea de un reino presente y futuro. El Dios que visita a su Pueblo que está presente es también el Dios que vendrá: “Alégrense los cielos, y gócese la tierra: “Brame la mar y su plenitud. Regocíjese el campo, y todo lo que en él está: Entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento. Delante de Jehová que vino: Porque vino á juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, Y á los pueblos con su verdad.” (Sal. 96: 11-13). 

“Canta y alégrate, hija de Sión: porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová. Y uniránse muchas gentes á Jehová en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que Jehová de los ejércitos me ha enviado á ti.”(Zac. 2:10-11). 

Las promesas producen una espera y un futuro. El anuncio de las promesas muestran a un Dios con su Reino ya ahora presente, el destino a donde alcanzan esas promesas enseñan a la autoridad de Dios que las hará posible en el futuro:

“Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.”

“Y todos los que quedaren de las gentes que vinieron contra Jerusalén subirán de año en año á adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, y á celebrar la fiesta de las Cabañas.”(Zac. 14:9, 16).

“La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reinare en el monte de Sión, y en Jerusalén, y delante de sus ancianos fuere glorioso.” (Isa. 24:23). 

Esta teología del Dios que se encuentra presente y que se manifestará en el futuro, hace sobresalir un proceso histórico, que contiene como característica la duración. 

En la duración la historia está contenida, y en ella aparece el Reino

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de Dios que se establecerá en su totalidad.

El Reino de Dios es una idea extra temporal, es eterno: “Mas Jehová Dios es la verdad; él es Dios vivo y Rey eterno: á su ira tiembla la tierra, y las gentes no pueden sufrir su saña.” (Jer. 10:10); (Dn. 7:27; Sal. 45:6; cf. 2P. 1:11). 

Y se concibe como una línea continua desde la eternidad con una autoridad suprema que gobierna. El Reino se hace una realidad más palpable en ciertos momentos especiales que la Palabra de Dios nos marca en relación con la humanidad. El Reino de Dios se hace presente en la época de la teocracia israelita y continua en el Reino de Israel (Sof. 3:15; 1S. 8:5-22; Is. 6:5; 32:22; 43:15; Jer. 51:57; Mal. 1:14). El Reino de Dios deja constancia de su presencia con Israel, pero esa relevancia queda en un segundo término, cuando ese Reino “presente” señala hacia una realización posterior en la que lo definitivo será más realidad en el futuro. 

Se trata del anuncio en que ese Reino irrumpirá con fuerza en la historia humana, en un futuro escatológico (Abd. 21; Dn. 2:44, 45; 7:9-14, 17, 18, 22, 27). 

Este futuro escatológico está formado por una Persona escatológica que de forma anticipada es anunciada en el transcurso del Reino de Dios en la época del Antiguo Testamento.  

La figura del Mesías emerge llenando la promesa y la profecía siendo el punto de referencia de un trayecto escatológico que tiene su inicio en El. 

“Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel.” (Is. 7:14). “Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo.(Miq. 5:2). “Este halló primero á su hermano Simón, y díjole: Hemos hallado al Mesías (que declarado es, el Cristo).” (Jn. 1:41). 

El último aspecto de la escatología del A. T. es la obra de restitución y redención que es preciso llevar a cabo en un mundo, que aunque no es malo en sí mismo, está lleno de maldición. (Is. 65:17; 35:1, 5, 6; 11:6, 9).

Se precisa una transformación radical para que el mundo pueda ser la escena de la realización final del designio de Dios. Esta labor está unida a la persona escatológica del Mesías. 

Cinco ideas sobresalen en el A. T. respecto al Reino de Dios. 

1.      La Soberanía de Dios, su autoridad y Gobierno.

2.      El presente-futuro obligatoriamente como fruto de un Reino eterno, y una historia temporal que precisa ser visitada y llenada por el Reino de Dios.

3.      La duración que produce la espera de la esperanza del establecimiento del reino.

4.      La Persona escatológica del Mesías que debe cumplir la misión de la redención y restauración de todas las cosas.

5.      La obra de redención y restauración propiamente dicha que tiene un inicio y que tendrá un fin. 

Sentido y significado del Reino de Dios en el Nuevo Testamento. 

El Antiguo Testamento vive expectante en cuanto a la realización del Reino del Mesías, y orienta el sentido y significado del Reino que Jesús hace presente con una proyección definitivamente final. Si bien la expresión “el reino de los cielos o de Dios” no aparece como tal en el A. T., sus raíces están sólidamente enraizadas en él. La idea de que “Dios gobierna”, que es “rey”, es una de las afirmaciones básicas de Israel (Ex. 15:18; Dt. 33:5; Sal. 47:2; 93:1; 96:10; 103:19; 145:13)

Los evangelios descubren al “dios de este mundo” como el poseedor de un Reino, el de la tierra

(Mt. 4:8; 12:26: “Y si Satanás echa fuera á Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?” 

De ahí que los reinos de este mundo (Ap.13:1; 11:18, etc.) estén en oposición al de Dios.

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Esta situación por sí sola supone que el hombre desconoce el Gobierno de Dios, y se encuentra perdido en el reino del Maligno. Las implicaciones del pecado, las soteriológicas, y un nuevo ordenamiento moral y espiritual estarán implícitos en el significado y naturaleza del Reino que Jesucristo trae consigo. Jesucristo hace posible que le Reino de Dios se note, es decir, el Gobierno de Dios, los principios que rigen el Gobierno de Dios.

 Está claro que lo que ya el A. T. nos indicaba respecto al Reino de Dios está implícito en la motivación y destino de la obra de Jesús. Pues en Jesús se ha cumplido lo que el A. T. refería de la persona del Mesías. Jesús se encuentra con un mundo que no forma parte del Reino de Dios, y que es necesario recuperarlo: “Porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había PERDIDO.” (Mt. 18:11). 

Es imprescindible mostrar cómo es el Gobierno de Dios. El cómo de los principios de ese Reino redundarían en bendiciones para la humanidad.

Veamos cómo los evangelios definen el Reino de Dios. 

Cuando la realidad del Reino se presenta en el evangelio “la tensión del ya pero todavía no” es una constante. El Reino de Dios ha llegado y la evidencia nos la ofrece Jesús con las dimensiones tangibles de la proclamación del perdón, los milagros y las curaciones:

“Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado á vosotros el Reino de Dios. (Mt. 12:28), sin embargo, la realización definitiva de la voluntad de Dios en este mundo, y la sumisión de toda oposición a las exigencias de Dios, no se ha completado todavía, y para ello su Reino ha de seguir manifestándose y ha de venir con una misión puntual determinada en el futuro: “Venga tu REINO. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (Mt. 6:10). 

El Reino de Dios lo podían recibir en la época de Cristo de una forma total:

El Tesoro escondido (Mt. 13:44), la Perla preciosa (Mt. 13:45), como también hoy por nosotros.

Por otra parte el Reino es como una semilla de mostaza, o como la levadura.

Y eso tanto en su calidad actualizada para cada presente humano, ya que el Reino con sus principios puede “crecer” como valor en los seres humanos que lo han aceptado, como para el futuro histórico, en el que el Reino se extiende hasta llegar a llenar toda la tierra.

Podemos vivir el Reino como invitados al banquete de bodas (Mt. 22:1-14) como realidad presente, tanto en la época de Cristo como en cualquier otra, aun a pesar de sus connotaciones futuras “ultimas”, ya que una vez que el Reino de Dios es aceptado por los seres humanos, éstos pueden vivir anticipadamente, en su presente, el futuro más escatológico. 

Marcos 1:15: “Y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio”, nos expresa un llamamiento al arrepentimiento frente a la posibilidad de aceptar el Reino de Dios que según Jesucristo se ha acercado. 

La seguridad de esto es la respuesta a la pregunta de Juan el Bautista (Mt. 11:3, 5):

“Diciendo: ¿Eres tú aquél que había de venir, ó esperaremos á otro? Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y á los pobres es anunciado el evangelio”. Al compararlo con Mateo 12:28 y Lucas 11:20, observamos que se identifica la persona de Jesús y su obra con el Reino de Dios. La autoridad y la obra salvadora de Dios son inmediatamente demostradas. Hace llamamiento a los hombres, predica con autoridad, cura enfermedades, purifica a leprosos, restaura a los débiles mentales y expulsa demonios. ¿Qué ha llegado?: el Reino de Dios. 

Jesús es consciente de que está cumpliendo la misión escatológica del Hijo del Hombre, y del Mesías anunciado por la profecía: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán” (Is. 35:5). 

“El espíritu del Señor Jehová es sobre mí, porque me ungió Jehová; hame enviado á predicar buenas nuevas á los abatidos, á vendar á los quebrantados de corazón, á publicar libertad á los cautivos, y á los presos abertura de

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la cárcel”. (Is. 61:1), además Daniel 7.

La Escritura establece la venida de Cristo en el contexto del tiempo. Dios ha hecho irrupción en la historia bajo la forma de su Hijo. Ha invadido el tiempo presente pero sin abarcarlo completamente. Lo que se ha hecho ya es la calve del triunfo definitivo. 

La soberanía del Reino de Dios aunque no ha sido plena todavía por cuanto la levadura y la semilla todavía están creciendo y laudando, el cambio no sólo es radical sino que está integrado en él como un código detonador que hará irresistible la futuralidad del Reino de Dios.

En efecto el Reino de Dios está presente pero no se ha consumado totalmente.

Para Jesús es real el establecimiento del Reino de Dios (Mt. 12:28): “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado á vosotros el reino de Dios”, sobreentendiendo la connotación futura aun cuando se exprese en términos de presente. En el contexto de Mateo 12:27: “Y si yo por Belcebú echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces”, y el versículo 28 encontramos las dos ideas yuxtapuestas: el presente y futuro de un mismo reino. El Reino de Dios ha llegado por cuanto se manifiesta el poder de expulsar demonios. Pero la expulsión de los demonios no significa haberlos destruido definitivamente, que ya no tengan actividad histórica; puesto que el demonio una vez expulsado, puede volver a anidar de nuevo en la misma persona de la que salió (Lc. 11:24-26). 

Las expectativas del A. T. se han cumplido pero de acuerdo a un plan preestablecido:

Uno, la autoridad escatológica ha llegado en la persona de Jesús, no solo porque se considera ese Hijo del Hombre de Daniel, sino que la demuestra con su misión realizada. Dos, la perspectiva escatológica con el establecimiento del Reino, se manifiesta conforme a las exigencias de las profecías mesiánicas. Una nueva dimensión histórica se ha iniciado desde que Jesús hace su aparición. Esto es lo que está contemplado como prueba para que se pueda producir

el “final”. 

El inicio es la garantía en un proceso histórico que alcanzara su objetivo escatológico pleno.

La evidencia de esto se basa en que la esperanza mesiánica se cumple en Jesús de acuerdo a una existencia histórica que no se cortaba en su época.

Cristo ha cumplido, según él, Isaías 61 (cf. Lc. 4:21). La escritura da testimonio de que él es Mesías (Lc. 24:27, 44), y esto después de haberse verificado toda una serie de elementos proféticos que van desde su origen, nacimiento, comportamiento, misión y muerte sacrifical (Is. 52; cf. Daniel 9). El ha publicado el año de gracia para los humildes pero falta consumarse el día de la vergüenza de nuestro Dios (Is. 61:2). La dominación ha sido colocada bajo sus espaldas, pero la renovación de su paz no es todavía ilimitada (Is. 9:5-6). El Mesías ha llegado, pero todavía faltan por cumplirse otros aspectos de lo que se anuncia del Mesías. Existe una tensión entre el presente y el futuro en la perspectiva de la esperanza del A. T. concerniente a la redención y restitución. Es este cumplimiento sin consumación, motivado por el Plan de Dios en la historia, que ha sido descrito como el misterio del Reino de que habla Jesús a sus discípulos:

“Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas á los que están fuera, por parábolas todas las cosas” (Mr. 4:11). El misterio del Reino es visto como la venida del Reino en la historia, como un avance a su llegada permanente y final.

Las parábolas explican el misterio del Reino. En el capítulo 4 de Marcos y en el 13 de Mateo hay un grupo de parábolas que explican el “misterio del Reino de Dios”. ¿En qué consiste ese misterio?: “La verdad que ahora Dios revela por primera vez en su relato redentor”. En efecto, el Reino esta ya aquí, pero en lugar de destruir la soberanía humana, ha atacado la soberanía de Satanás. Se trata de hacer cambios radicales, no en el orden político, sino en el orden espiritual.

La soberanía de Satanás se manifiesta primordialmente en el poder del pecado.

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El “misterio” del Reino de Dios se revela con una obra inesperada mediante la supresión del pecado de la tierra. 

Después de cerca de 2000 años de historia, ésta junto a la existencia del un Dios misericordioso y justo, son los auténticos testigos de que los hechos implicados en la actuación del Reino de Dios no podían suceder de otra manera que la que nos presenta el texto bíblico.

La mayor garantía histórica que se puede ofrecer de que Jesús es el Mesías prometido, no es simplemente su cumplimiento de las profecías y misión, sino el silencio elocuente del Dios de la historia durante 2000 años en contra de aquellos, que con indiferencia o basados en elucubraciones hermenéuticas pretenden negar la identidad de Jesús como Mesías. El veredicto de ese silencio es que no hay otra forma de interpretar la figura del Jesús histórico, ya que ha habido bastante tiempo como para que ese Dios destapara, de ser  falso lo que el evangelio testimonia, haciendo llegar el hipotético “verdadero” Mesías. Mantener a la humanidad en un silencio de complicidad con el error no es propio del Dios de Abraham, de Moisés o de Jesús.

En el pasado se levantaron falsos Cristos y profetas, y en el futuro los habrá también; pero no se ha levantado otro como el Carpintero judío, como Jesús de Nazaret, que cumpla con todas las profecías bíblicas y escatológica del Mesías-Rey.

¡Arrepentíos y convertíos, porque el Reino de Dios se ha acercado!