el libro mágico de 4to b

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1 ÍNDICE PRÓLOGO............................................................................ 2 CUENTOS RUIDOSOS................................................... 3 ILUSTRACIONES............................................................ 26 INSTRUCCIONES FANTÁSTICAS ............................ 44 El libro mágico de 4°B

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Page 1: El libro mágico de 4to B

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

ÍNDICE

PRÓLOGO............................................................................ 2

CUENTOS RUIDOSOS................................................... 3

ILUSTRACIONES............................................................ 26

INSTRUCCIONES FANTÁSTICAS ............................ 44

El libro mágico de 4°B

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

PRÓLOGO

La literatura ofrece puertas, ventanas, escaleras, pasa-dizos, barcos y caminos a miles de tierras posibles. Podemos

viajar, volar con nuestra imaginación, crear personajes mágicos; en fin, crear nuestros propios mundos,

con nuestras reglas y con nuestras palabras.Este libro es la puerta a nuestro mundo,

al mundo de 4to grado.Nació como una semilla, con ganas de crecer, al principio

como un simple homenaje a uno de los más grandes escritores argentinos, Julio Cortázar,

para después convertirse en nuestro propio homenaje, homenaje a querer escribir, a superarnos día a día,

a escuchar y leer los cuentos de los otros, a valorar nuestras ideas porque son únicas y hermosas.

En este proyecto participaron muchas personas, en primer lugar todos los alumnos y las alumnas de 4to

grado, a veces en conjunto las dos secciones; las seños del grado, Marta y Sabri; los profes de plástica,

Lucía y Marcos; la profe de tecnología, Ana; y la facilitadora de Informática, Analía.

El trabajo colectivo siempre tiene frutos, y este es nuestro fruto de este año.

Lo que ustedes van a leer y a mirar son las producciones con las que trabajamos casi todo el año, en las que pusimos

muchísimo esfuerzo y dedicación, equivocándonos mil veces y aprendiendo otra mil veces de los errores.

Los invitamos a adentrarse en este, nuestro mundo, lleno de ruidos misteriosos, con recetas e instrucciones locas y

fantásticas y con gotas, muchas gotas que se aplastan contra el piso. ¡Dale, entrá!

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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CUENTOS RUIDOSOS

Estos cuentos surgen a partir de la lectura del cuento ilustrado de “Discurso del oso” de Julio Cortázar.Durante una semana escuchamos ruidos que habitaban

nuestras casas.Con esa lista de ruidos nos imaginamos de dónde podrían

venir, quién haría esos ruidos tan extraños, ¿Sería un oso dentro de las cañerías, como en el cuento de Cortázar? ¿Sería una jirafa en el aire acondicionado? ¿Un duende tras la helad-

era? ¿Un leopardo en la terraza? ¿Una ballena que apareció así, sin más en medio del comedor? ¿Los ronquidos de un monstruo

en el pasillo?Cuando tomamos la valiente decisión de enfrentarnos con el

creador de nuestros ruidos nos detuvimos a imaginarnos cómo es, lo describimos, lo llenamos de adjetivos así lo podíamos ver

con más detalle.Y una vez que ya le pusimos cara, pecas, bigotes o sonrisas

nos largamos a inventar una historia usando el Libre Office y haciendo un montón de borradores, para luego, nuestra versión

final mandársela a la seño a través de Edmodo.

Leenos y contanos cuál es la historia que te sorprendió, cuál es la que más te gustó, la que te hizo sentir miedo, la que te dio

curiosidad… ¡Contanos e intercambiemos mundos!

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

La tigresa mágica (por Guadalupe Areco)

Hola soy la tigresa mágica, me llamo “Luz”. Yo vivo detrás del motor del lava ropas, les contaré por qué vivo allí:

Yo viajaba de casa en casa y un día vi una luciérnaga detrás del lava ropas. Cuando ella se escapó yo ya no pude salir. Y seguí intentando salir. Cuando quise escapar no pude, porque el agua me llevó otra vez atrás del lava ropas.

La hora del baño era mi hora favorita, porque el baño giraba y giraba. Mi comida favorita era la pelusa multicolor del arcoiris, a veces venía con un poco de brillo, era mi favorita, es muy rica.

El 10 de agosto, descubrí que podía girar rápido como un lava ropas, entonces giré y giré hasta que realicé un agujero y me escapé. Pude volver a mi hogar, ahora estoy con toda mi familia y soy muy feliz. Todos creen que es magia pero ahora ustedes saben la verdad.

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

¿Qué es? (por Micaela Amadio)

Tenía planeado un viaje a la selva. En la noche anterior a irme escuché un ruido, pensé que era un auto, pero era un perro ladrando.

Al día siguiente viajé a la selva y comí allí. Agarré un árbol, pero era muy grande así que agarré frutos. Estaban muy ricos.

Al volver a casa escuché los ruidos que ya había escuchado antes de marcharme y volví a pensar que eran autos, pero lo que vi fue a un dinosaurio. No podía creerlo, estaba comiendo las flores de mi jardín y traté de espantarlo pero no funcionó, así que me lo quedé.

Por suerte era chiquito, tierno y su cuello era algo largo, tenía las uñas todas sucias. La piel era marrón oscura, las patas marrón claras, su espalda era suave y tenía escamas puntiagu-das, que cambiaban su color de acuerdo al ambiente. Tenía muchas cejas y huesos.

Estaba tan sucio que tuve que bañarlo. Cuando quedó limpio, lo llevé al piso, allí corrió algo lento, se tropezó varias veces con los muebles porque era bebé y aún no sabía caminar.

El problema era que rugía y molestaba tanto a mis familiares que tuve que pensar una forma de deshacerme de él. Entonces me fui con él a su casa, en la selva. Encontré a su mamá y se lo devolví.

Los dos estaban de vuelta en su hábitat natural. Lo vi con-tento, feliz. Y yo volví a mi casa cansada.

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Un mundo atrás de la heladera (por Benjamín Moreno)

Había una vez un niño muy lindo, llamado Daniel, pero le decían “Peque” porque era chiquito y tenía granos en su cara, su nariz era como la de una muñeca, su pelo era marrón y sus ojos azules. Amaba a los perros. Siempre ayudaba a todos los chicos, les daba dinero a los pobres, ayudaba a su abuela y a su tía, y

jugaba con su primo. Un día Daniel escuchó un ruido que venía de atrás de la

heladera. Sin dudarlo corrió la heladera para ver qué había allí, pero no encontró nada. Le contó a su mamá pero ella no le creía que había ruidos allí detrás.

A la noche, tratando de dormir, al niño se le ocurrió una idea para que la madre le crea, pero podía ser peligrosa para él porque si lo descubrían lo iban a castigar un montón.

A la mañana siguiente el nene pensó que ya era hora de poner en marcha el plan. Quería que su mamá vaya a la cocina para que escuche el ruido.

El nene dijo: -Mamá, me duele la panza- . -Ay hijito mío. ¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? Ya sé- dijo la mamá -te voy a llevar al médico-. El nene no quería ir, porque el dolor de panza solo había sido una excusa para que la mamá se acercara a la cocina y escuchara los ruidos.

Cuando volvieron del médico la mamá le preguntó: -¿Qué querés comer hijo?- El niño aprovechó para llevar a su madre a la cocina y corrió la heladera. Se sorprendieron los dos, allí, atrás de la heladera encontró un perro. La madre no podía cre-erlo, finalmente el niño le explicó que lo había encontrado y no lo quería echar, le pidió a la mamá si podía adoptarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, la madre se puso a ordenar toda la cocina y cuando estaba por correr la heladera para barrer se dio cuenta

que había un mundo muy pequeño con aldeanos, tan pequeños que eran muy difíciles de ver. Como tenían gorritos y ropa verde y orejas puntiagudas supo enseguida que eran duendes y guardó el secreto con los aldeanos.

Sin embargo un día los aldeanos salieron a jugar por la cocina, tiraron harina, azúcar, huevos, ensuciaron todo, cuando el niño llegó de la escuela encontró todo hecho un desastre. La mamá le pidió que se despidiera de los aldeanos duendes y del perro, así no podían seguir. La mamá los despidió también y al acariciar al perro en la espalda sintió a los aldeanos que se habían subido sobre el perro. Se despidieron y ya no hubo ruidos detrás de la heladera.

El lobo despertador (por Lautaro Augugliaro)

Se dice que en una casa presidencial hay un lobo que camina por los pasillos y habitaciones rompiendo el piso. El animal es blanco, peludo, de tamaño mediano, es de la familia “Neber-land” de lobos, una raza extraña.

Le encanta jugar a molestar en los poblados para que las per-sonas quieran destituir al presidente. A veces hace un ruido tre-mendo. Despierta a la mayoría de la ciudad haciendo enfurecer a sus habitantes.

Cuando el animal se queda dormido abajo de la cama, el presidente se despierta y aunque tenga tapones en los oídos, no logra dormir. A causa del insomnio, sus ojos son rojos como la sangre y un poco amarillos como el sol.

El presidente va a tomar la leche, pero se queda dormido apenas toca la medialuna, mientras los habitantes protestan cinco minutos y se quedan dormidos en medio de la plaza. Todos tienen sueño ya que por las noches no logran conciliar el sueño por los ruidos del lobo.

Entonces el lobo despierta, va a la terraza y aúlla, muy divertido, despertando a los habitantes en medio de la siesta y después de dos días de intensos ruidos, se va a otra ciudad a molestar.

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Los ruidos extraños (por Sophía Montoya)

En una casa vivía un señor llamado Víctor. Él era muy bueno y amable, también era cariñoso, tenía pecas, era alto, rubio, tenía ojos celestes y era flaco.

Una noche oyó un ruido, como puertas que se cerraban y se abrían, pisadas extrañas. Víctor creía que era un intruso dentro de su casa, pero como él cerraba la puerta con llave sabía que eso no podía ser cierto y se quedó más tranquilo.

Además Víctor tenía un perro que se llamaba Lucio. El perro tenía una oreja blanca y otra roja, era como un animal feroz.

Lucio cuidaba que nadie lo ataque a Víctor, pero en realidad el que hacía esos ruidos era el mismo Víctor. Porque él era sonámbulo y hacía que las puertas se cerraran y se abrieran y por eso había también pisadas extrañas.

Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

El libro mágico de 4°B

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La llave (por Magalí Tieri)

Había una vez una llave brillosa, plateada, con lunares dora-dos, que todas las noches le gustaba tocar música. Además era linda, chiquita y buena y era tan antigua que abría las puertas de los castillos. La llave habitaba en la cocina de la casa de un señor.

Una de esas noches el hombre se levantó para tomar agua y despertó a la llave que había estado dormida durante muchos años.

Ella quería saber si el señor vivía solo o no. Sin que el señor la viera recorrió la casa y se dio cuenta que el señor no tenía compañía. La llave quería que un niño escuche su música, enton-ces se quiso cambiar de casa.

En el camino buscando una nueva casa se encontró con su mamá y su papá. Juntos encontraron un nuevo hogar, donde había muchos chicos y chicas y vivieron los tres juntos haciendo soni-dos de música.

Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

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El oso brilloso (por Adriana Mareco Díaz)

Había una vez un oso brilloso, él era muy bueno y muy edu-cado. Le convidaba cosas a la gente y no mordía. Era peludo, tenía ojos azules, su pelaje era rojizo, tenía la nariz ancha y sus orejas eran chiquitas.

En el día de su cumpleaños, cumplió 117 años y era muuuuuuuuuuuuuuuuy viejo, vino una señora que era muy mala con él y le trajo una torta de chocolate muy grande. La torta estaba envenenada y él se la comió.

Más tarde, se murió y mucha gente fue al velatorio. Su mejor amiga era otra osa y le trajo un millón de ramos de

flores.

Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

El libro mágico de 4°B

Page 12: El libro mágico de 4to B

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Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

El libro mágico de 4°B

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Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

La llave (por Belén Picard)

Había una vez una noche tranquila. De repente escuché un ruido muy raro, eran mis llaves. Un ratón estaba moviéndolas.

El ratón era gris y tenía una cola muy larga. No era como los demás ratones de su familia, éste era grande, tenía ojos gigantes, nariz cuadrada, cuerpo gordo y piernas flaquitas.

El ruido que se escuchaba era insoportable, no me podía dormir. El ratón había decidido venir a mi casa con sus amigos y jugar toda la noche con las llaves.

Cuando decidí levantarme, vi que estos animales estaban tocando todas las cosas que tenía en mi casa y como es muy grande imagínense que había muuuuchas cosas.

Mi casa es de color violeta, tiene muchos muebles y muchas habitaciones. Con el tiempo me acostumbré a escuchar estos ruidos, ya que el ratón se había instalado en mi hogar.

Vivió allí durante 89 años. En ese tiempo no he podido dormir, pero de todas formas me hice amiga del ratón.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

Entre Perros (por Lucía Ledesma)

Todos los días nos juntábamos con mi amigo Fernando, un perro como yo, en el botánico. Desde allí caminábamos una o dos cuadras hasta la parrilla en donde los dueños y los clientes nos daban mucha comida.

Un día, una señora y su hija nos salvaron de que un auto nos choque. Ese día lo que siempre soñamos se hizo realidad, ¡teníamos un hogar! La señora nos adoptó.

Desde ese momento todos los días A las 06:00 am nos despertábamos y nos escapábamos para vernos con nuestro primo Lobito, un pastor alemán (conocido por ser el perro policía) que come frutas como frutillas, mandarinas y pomelos, y ver-duras como lechuga y tomate. Nos juntábamos de lunes a miér-coles a la vuelta de mi casa.

Una noche, nuestros dueños nos llevaron a Yuri, un restau-rante en donde había una cena show y se presentaba un famoso pianista. Cuando afinaba su piano, antes de la presentación, tocaba la nota LA desafinada y junto a Fernando ladrábamos sin parar. Allí descubrimos nuestro talento, ladrábamos cada vez que escuchábamos esa nota musical ¡Nos hicimos famosos!

Al día siguiente, se lo contamos a Lobito e hicimos un fes-tejo en el obelisco. Todos nos aplaudían por nuestro talento, éramos la sensación del momento.

Distraído salí a la calle a pasear por la vereda y de pronto me di cuenta que a lo lejos venían mis enemigos, los de la perrera. Se acercaban cada vez más, hasta que un señor me agarró de atrás y no pude escapar.

Fernando por suerte apareció en el camino y siguió al camión que me temía encarcelado. Entró a la perrera, detrás del camión, y con sus patas habilidosas y su boca agarró la llave. De esa manera me pudo salvar, pudimos salir de la perrera por un

hueco que encontramos en la tierra.Hoy, feliz y sano, seguimos siendo familia entre Lobito, Fer-

nando y yo, Hueso.

El libro mágico de 4°B

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Las charlas de la puerta secreta(por Ambar Torres)

Había una vez un edificio que se llamaba “la casa rosada”. Vivían muchos habitantes: unas señoras locas, actrices y un payaso que se llamaba el sorprendente Bobinski.

Un día, una chica llamada Coraline se mudó a la casa rosada, al piso treinta y nueve. Coraline encontró una puerta secreta y la intentó abrir, pero no pudo porque estaba sellada. -¡Uy! siempre me pasa lo mismo, encuentro algo secreto y me quedo con la intriga….- pensó. Coraline se fue sin darse que la puerta se había abierto ni bien ella se dio vuelta.

La joven se fue a dormir pero dos horas después, entre sueños, escuchaba voces y Coraline se despertaba y se volvía a dormir hasta que se hizo de día. Cuando amaneció se despertó del todo y escuchó gritos de los vecinos. Toda despeinada, Cora-line dijo divertida: -a la carga mis valientes-. Y se animó a abrir la puerta.

Al abrir la puerta se encontró con un grupo de vecinos que la acusaban a ella de haber hecho ruidos molestos toda la noche. Ella dijo -¡No, yo no fui, yo no hice ese ruido extraño!-y el grit-erío fue cada vez más fuerte y Coraline les cerró la puerta en la cara.

En seguida fue hacia la puerta secreta, la rompió con un mar-tillo. Fue grande su sorpresa cuando vio a cientos de monos pele-ando por una banana. Dijo: ¡wow!- y se desmayó. Los vecinos escucharon un golpe dentro de la casa de la joven y preocupados rompieron la puerta.

Al ingresar al departamento al ver a tantos monos llamaron al zoológico y bajo el tumulto de monos vieron que Coraline seguía desmayada del asombro, así que llamaron a una ambulancia y Coraline fue atendida en el hospital y se repuso.

Cuando Coraline volvió a su casa la puerta secreta había

desaparecido. Nadie supo nunca de dónde habían aparecido tantos monos.

Entre Perros (por Lucía Ledesma)

Todos los días nos juntábamos con mi amigo Fernando, un perro como yo, en el botánico. Desde allí caminábamos una o dos cuadras hasta la parrilla en donde los dueños y los clientes nos daban mucha comida.

Un día, una señora y su hija nos salvaron de que un auto nos choque. Ese día lo que siempre soñamos se hizo realidad, ¡teníamos un hogar! La señora nos adoptó.

Desde ese momento todos los días A las 06:00 am nos despertábamos y nos escapábamos para vernos con nuestro primo Lobito, un pastor alemán (conocido por ser el perro policía) que come frutas como frutillas, mandarinas y pomelos, y ver-duras como lechuga y tomate. Nos juntábamos de lunes a miér-coles a la vuelta de mi casa.

Una noche, nuestros dueños nos llevaron a Yuri, un restau-rante en donde había una cena show y se presentaba un famoso pianista. Cuando afinaba su piano, antes de la presentación, tocaba la nota LA desafinada y junto a Fernando ladrábamos sin parar. Allí descubrimos nuestro talento, ladrábamos cada vez que escuchábamos esa nota musical ¡Nos hicimos famosos!

Al día siguiente, se lo contamos a Lobito e hicimos un fes-tejo en el obelisco. Todos nos aplaudían por nuestro talento, éramos la sensación del momento.

Distraído salí a la calle a pasear por la vereda y de pronto me di cuenta que a lo lejos venían mis enemigos, los de la perrera. Se acercaban cada vez más, hasta que un señor me agarró de atrás y no pude escapar.

Fernando por suerte apareció en el camino y siguió al camión que me temía encarcelado. Entró a la perrera, detrás del camión, y con sus patas habilidosas y su boca agarró la llave. De esa manera me pudo salvar, pudimos salir de la perrera por un

hueco que encontramos en la tierra.Hoy, feliz y sano, seguimos siendo familia entre Lobito, Fer-

nando y yo, Hueso.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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La transformación de la noche... (por Martina Mellado)

Había una vez una chica que se llamaba Sabrina, ella traba-jaba como chef y cocinaba con muchas especies raras y de países lejanos.

Un día la joven se quedó dormida y olvidó sobre la mesada unos líquidos raros. Uno de estos líquidos cayó al piso junto con una de las especies que había traído del viejo continente afri-cano. Ambos productos se mezclaron y de esa mezcla, como por arte de magia, se creó una ballena que hablaba en portugués.

Sabrina no sabía nada de lo que había ocurrido en su cocina, así que cuando a la mañana siguiente se despertó a causa de un ruido terrible que sonaba como una bomba tras otra, fue grande su sorpresa. En medio de su living se encontró con la ballena, los ruidos de bombas eran en realidad ronquidos del gran animal.

- ¡Hay una ballena en mi casa!- Gritó Sabrina aterrorizada. Inmediatamente llamó al zoológico para que trasladen al animal.

Vinieron del zoológico con un camión para trasladar a la pobre ballena que ya había despertado y no entendía qué hacía en medio de una casa. Adentro del vehículo había una pecera con ruedas, en donde la sumergieron.

Cuando llegaron al zoológico la llevaron a la pileta de las bal-lenas, que se encontraba cerca del lugar de los canguros. Un can-guro curioso, al pasar por la puerta de su jaula, observó que tenía una nueva vecina, la ballena. Sin embargo notó que la nueva habit-ante del zoológico estaba triste porque quería ir a vivir al mar.

El canguro y la ballena tenían un plan para liberar al gran animal. La ballena se movió tanto pero tanto dentro de la pecera de vidrio que la terminó rompiendo y aprovechó la bolsa del can-guro para meterse ahí dentro y ser llevada por este animal amigo hasta la laguna, que luego se convirtió en mar, y de esa forma hacer feliz a la ballena.

El guardia del zoológico al ver todo esto llamó a la joven dueña de la ballena. Ella, preocupada, fue corriendo pero al ver a su animal feliz y libre se quedó tranquila.

La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

El libro mágico de 4°B

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La transformación de la noche... (por Martina Mellado)

Había una vez una chica que se llamaba Sabrina, ella traba-jaba como chef y cocinaba con muchas especies raras y de países lejanos.

Un día la joven se quedó dormida y olvidó sobre la mesada unos líquidos raros. Uno de estos líquidos cayó al piso junto con una de las especies que había traído del viejo continente afri-cano. Ambos productos se mezclaron y de esa mezcla, como por arte de magia, se creó una ballena que hablaba en portugués.

Sabrina no sabía nada de lo que había ocurrido en su cocina, así que cuando a la mañana siguiente se despertó a causa de un ruido terrible que sonaba como una bomba tras otra, fue grande su sorpresa. En medio de su living se encontró con la ballena, los ruidos de bombas eran en realidad ronquidos del gran animal.

- ¡Hay una ballena en mi casa!- Gritó Sabrina aterrorizada. Inmediatamente llamó al zoológico para que trasladen al animal.

Vinieron del zoológico con un camión para trasladar a la pobre ballena que ya había despertado y no entendía qué hacía en medio de una casa. Adentro del vehículo había una pecera con ruedas, en donde la sumergieron.

Cuando llegaron al zoológico la llevaron a la pileta de las bal-lenas, que se encontraba cerca del lugar de los canguros. Un can-guro curioso, al pasar por la puerta de su jaula, observó que tenía una nueva vecina, la ballena. Sin embargo notó que la nueva habit-ante del zoológico estaba triste porque quería ir a vivir al mar.

El canguro y la ballena tenían un plan para liberar al gran animal. La ballena se movió tanto pero tanto dentro de la pecera de vidrio que la terminó rompiendo y aprovechó la bolsa del can-guro para meterse ahí dentro y ser llevada por este animal amigo hasta la laguna, que luego se convirtió en mar, y de esa forma hacer feliz a la ballena.

El guardia del zoológico al ver todo esto llamó a la joven dueña de la ballena. Ella, preocupada, fue corriendo pero al ver a su animal feliz y libre se quedó tranquila.

La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

El libro mágico de 4°B

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

El libro mágico de 4°B

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

Page 23: El libro mágico de 4to B

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

El libro mágico de 4°B

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La hora (por Micaela Capobianco)

Todas las mañanas el despertador suena para ir a la escuela. Pero mi despertador parece tener vida propia y me despierta a cualquier hora.

A veces suena a las tres de la mañana, otras suena a las cinco, antes de que amanezca. Pero debe sonar a las siete. Soy Sol, y siempre llego más temprano o más tarde a la escuela, por culpa de mi despertador. Es muy raro, algún día quisiera saber qué le pasa.

Hoy, cuando fui a la escuela, les dije a mis amigas Mili y Lucía que a la tarde vengan a mi casa a conocer a mi despertador y ayudarme a ver qué le pasa. Así que le pedimos a mi papá un destornillador para destornillar a mi despertador.

Mi despertador es tan lindo y rosa que no lo quiero abrir y desarmar, pero es la única forma de averiguar qué le pasa.

Cuando abrí la tapa vi una cosita en su interior muy peluda y tierna, parecía una bolita rosa. Se subió a mis hombros y saltaba sin parar.

Entonces pensé en conseguirle otro hogar a mi bicho bolita nuevo, como mi mamá tiene un reloj viejo, se lo voy a regalar para que viva allí. La llamé Luli y nos hicimos amigas.

Ahora ya voy a llegar puntual a la escuela, mi despertador suena a las siete en punto.

El rugido (por Valentino Barone)

Un día sentí un temblor en mi casa. La pared hizo un ruido terrible. Me asusté, pero sólo duró un instante y cuando paró me fui a dormir.

Al día siguiente quise investigar que había sido ese ruido tan intenso. Fui al tejado. Fue grande mi sorpresa cuando vi que había ¡un leopardo!.

Fui corriendo de una manera desaforada escaleras abajo para encerrarme en mi cuarto. El leopardo era gigante, con uñas enormes, era de varios colores, medía siete metros y pesaba 4.000.000 de kilogramos, era muy gordo.

La bestia entró a la casa y rompió la puerta de mi cuarto, saltó y me rasguñó. Yo corrí como pude al baño, me puse alcohol en la herida y me vendé el brazo. Tenía que pensar un plan para deshacerme del leopardo gigante que se había quedado dormido en mi cama.

Me acordé que había dejado comida en el techo, fui a poner más comida y el olor despertó al animal. Así se fue hasta el tejado nuevamente y cuando estuvo afuera, cerré rápidamente la puerta de hierro que daba entrada a mi casa.

Al poco tiempo se acercó un vecino y adoptó al pobre leop-ardo que ya estaba flaquito de no comer nada.

El ascensor fantasma (por Ludmila Arispe)

Había una vez una chica que se llamaba Silvia, tenía la piel morocha, sus ojos eran celestes, su boca era muy roja y en la cara tenía pecas. Su nariz era puntiaguda y su carácter era muy bueno y era feliz. Ella vivía en un edificio que tenía once pisos, esos pisos estaban embrujados y ella lo sabía.

Un día cuando salía de su casa, fue al ascensor que hacía muchos ruidos extraños, se apagó la luz y la chica se asustó. No podía salir del ascensor, estaba encerrada. El ascensor era color negro por fuera, y por dentro era amarillo claro, los botones eran de color marrón oscuro.

Después escuchó una voz extraña, como la de un fantasma que le dijo a la chica: -¿Qué hacés acá?- y la chica le contestó: -Estaba yendo a la terraza del edificio a tomar sol y a descan-sar-

El fantasma tenía ojos negros, en la cara tenía granitos y pequitas, era gordo, su pelo era color marrón, su nariz era pun-tiaguda y los labios los tenía paspados, el cuerpo era alto y blanco, y era enojón.

El fantasma le dijo a la joven que ese ascensor estaba embrujado y Silvia le respondió que ya lo sabía. El fantasma la amenazó con que no vuelva a aparecer por ahí.

Silvia, preocupada decidió mudarse, se quería mudar a un lugar más lindo donde no hubiera fantasmas. El fantasma le con-testó: -Bueno, mudate, no me importa.- La chica exclamó: -Me voy a mudar a Chile, nunca más voy a venir acá. Vos sos muy malo.-

Silvia logró escapar del ascensor, agarró todas sus cosas y finalmente se fue a vivir a Chile. Allí vivió feliz sin fantasmas.

El monstruo de la bañadera (por Caliope Di Melfi)

Había una nena que se estaba bañando. Era pequeña, tenía el pelo lacio y se peinaba con una trenza. Siempre usaba ropa de color.

La nena se asustó porque mientras estaba lavándose escuchó un ruido que venía de la bañadera. Salió asustada y le dijo a la abuela que había un monstruo allí adentro pero la abuela le dijo que fue solo una pesadilla, que no pasaba nada.

Sin embargo el monstruo era real.Esa noche la nena se durmió mientras la mamá le cantaba una

canción. Le apagó la luz, pero la hija se despertó en medio de la madrugada para tomar agua, cuando se acercó a la cocina vio una mano monstruosa. La niña gritó y llamó a la mamá.

Con tanto ruido, se despertó la abuela y preguntó qué estaba pasando. Cuando fue a la heladera vio también una mano mon-struosa. Las tres juntas siguieron aquella mano e investigaron de dónde venía. Era una mano elástica que le pertenecía a un mon-struo que estaba atrapado en la bañadera. La abuela no lo pudo ocultar más y ahí fue cuando les contó una historia.

Ella había encerrado al monstruo en la bañadera. Cuando estaban jugando hacía muchos años atrás la abuela había hecho galletitas y el monstruo se las había comido todas, así que la abuela se enojó y aprovechando que la bañadera estaba rota metió ahí al monstruo. Pero después arreglaron la bañadera y el monstruo quedó atrapado allí.

La mamá entonces tomó un martillo y rompió la bañadera y ayudó a salir al monstruo. Juntos comieron galletitas con leche y todos durmieron felices.

El deflín escondido

(por Ivan Cabrita)

Había una vez un niño que tenía siete años. Era chiquito, le gustaba jugar y era muy inteligente. Tenía además tres herma-nos más grandes.

Este joven tenía un problema, escuchaba un ruido que le molestaba. Era una mezcla de chirrido con chapuzón. El niño no sabía de dónde venía este ruido.

Una vez, cansado y molesto, dijo el niño -¡Voy a descubrir de dónde viene el ruido que me molesta!-. Y todos le dijeron: -Shhh-hhhh- Pero él no hizo caso. Y se fue con cuidado al patio y allí descubrió que el ruido estaba en su piscina.

Adentro había un delfín azul y triste que le contó: -Yo estaba en el mar y unas personas me pusieron un trampolín y salté. Con el salto volé y volé y volé y así llegué hasta tu piscina-.

El niño sintió pena del delfín y lo llevó hasta el mar. Después volvió a su cama y descansó sin ruidos.

El cocodrilo (por Gabriel Cepeda)

En un pantano, en el agua, vivía un cocodrilo muy malo. El animal era grande, sus patas eran largas y su piel verde oscuro. Estaba cubierto de escamas brillantes y sus ojos eran blancos y negros. Un día apareció un barco por el pantano, haciendo mucho ruido. El cocodrilo estaba muy asustado, nunca había escuchado ruidos como los que hacía esa máquina del infierno. Entonces destruyó el barco. De pronto, vinieron cazadores porque escucharon que un barco se había destruído. El cocodrilo se escondió en el agua y los cazadores lo empezaron a perseguir por todo el pantano, pero no lo pudieron encontrar. El gran animal decidió irse a una isla para nunca más escuchar ningún ruido. Los cazadores se fueron y nunca más volvieron al pantano.

Escuela N.17 D.E. 9 “Blas Parera”

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La rata enamorada (por Lucas Gregori)

Hace unos años atrás Tobías, un nene de seis años que vive en un viejo edificio del barrio de Colegiales abrió la canilla de la cocina y sintió un ruido extraño. Se sorprendió mucho al escuchar ese ruido y llamó gritando a la mamá y al papá. El papá le dijo a Tobías que seguro se había pinchado un caño y que tend-rían que llamar al plomero.

Cuando el papá dijo eso, a Tobías le pareció escuchar que alguien festejaba. Entonces decidió investigar.

A la tarde siguiente llegó el plomero. Cuando el plomero comenzó a romper la pared para ver si había una pérdida de agua, Tobías dcidió quedarse cerca para ver y escuchar todo lo que pasaba allí.

En un momento, vio a Luna y comenzó a gritar: - ¡Hay algo ahí dentro!

Luna era una rata gordita, de color negro, con bigotes largos y ojos de color verde. Era tímida y le encantaba tapar los caños.

Luna se escondió, le pidió que deje de gritar y le contó que ella estaba enamorada del plomero y que hacía que los caños fallen para verlo pero no se animaba a decirle lo que sentía por él.

Tobías le prometió que la iba a ayudar, Desde ese día él tam-bién se dedicó a romper caños para que el plomero los visitara más seguido.

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ILUSTRACIONES

Leímos “Aplastamiento de una gota” de Julio Cortázar, del libro: “Historias de cronopios y de famas”.

¿Cómo es la vida de una gota? ¿Cómo se imaginan a esta gota? ¿Gorda? ¿Flaca? ¿Brillosa? ¿Con ojos? ¿Con dientes?

Nosotras y nosotros nos aventuramos a imaginar a nuestra gota, seguimos trabajando con las descripciones, pero esta vez

en vez de escribir, la dibujamos.

Mirá nuestra galería de gotas y animate a dibujar la tuya.

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ILUSTRACIONES

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INSTRUCCIONES FANTÁSTICAS

Leímos varias instrucciones del manual de instrucciones de Julio Cortázar, ¿Cómo se le da cuerda a un reloj? ¿Cómo se

hace para llorar? ¿Y para cantar? ¿Cómo se sube una escalera?A partir de estas instrucciones trabajamos la manera cor-

recta de escribirlas, para eso analizamos las formas verbales que se utilizan.

En grupos hicimos sorteo y sacamos un verbo y un sustan-tivo. Con ese binomio de palabras escribimos instrucciones

fantásticas para inventar e imaginar cómo soñar cielos, cómo fabricar chocolate, cómo amasar música o cómo cocinar a una

abuela.¿Vos te animás a seguir nuestras instrucciones fantásticas?

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Cómo escribir caminos (por Iván Cabrita y Valentino Barone)

Verbo: EscribirSustantivo: Caminos1) Agarrá la cámara de fotos.2) Sacá una foto en un camino.3) Escribí palabras por una hora.4) Después escribí números por dos horas.5) Y listo, llegaste a destino.

Cómo construir un cielo (por Adriana Mareco Díaz y Benjamín Moreno)

Verbo: ConstruirSustantivo: Cielo1) Agarrar un balde con agua y dos baldes, uno de pintura celeste y otro de pintura blanca.2) Poner el balde de agua en la máquina de vapor y dejar que se caliente por dos horas.3) Una vez que el agua hirvió poner la pintura celeste prim-ero y luego colocar la blanca.4) Esperar a que salgan las nubes de colores y listo, cielo terminado.

Cómo agarrar tierra (por Ambar Torres y Theo Reveco)

Verbo: AmasarSustantivo: Tierra1) Agarrar tierra.2) Meter las manos en la tierra.3) Mover las manos en forma recta.4) Sacar las manos.5) Agarrar zapatillas.6) Pisar la tierra con las zapatillas.7) Cerrar los ojos y sentir que estás volando.8) Sacar las zapatillas.9) Ponerse una bata para no ensuciarse.10) Ponerle sal a la tierra. ¡Y listo, así se amasa la tierra!

Cómo escuchar amigos (por Martina Mellado y Guadalupe Areco )

Verbo: EscucharSustantivo: Amigos1) Buscar amigos que tengan problemas.2) Pedirles que te cuenten sus problemas.3) Abrir tus oídos y prestar atención.4) Para abrir tus oídos decirle a tus amigos que te tienen que soplar dentro del mismo hasta que se abra al máximo y los puedas escuchar correctamente.5) Ya aprendiste a escuchar, ahora tratar de ayudarlos.

Cómo comer abuelas (por Sophía Montoya y Magali Tieri)

Verbo: ComerSustantivo: Abuelas1) Consigan una abuela en el parque.2) Pongan a la abuela en el horno.3) Saquen a la abuela del horno.4) Pongan las abuelas en un pan.5) Completen con papas fritas, huevo frito, lechugas, may-onesa, tomate y sal.6) Dejen enfriar.7) Coman el sándwich.

Cómo llorar estrellas (por Micaela Amadio Marshall y María Belén Picard)

Verbo: LlorarSustantivo: Estrellas1) Agarrar una piedra.2) Tirar la piedra al cielo.3) Derribar una estrella.4) Mirar cómo cae la estrella.5) Agarrar la estrella.6) Burlar a la estrella.7) Mirar cómo llora la estrella.8) Comer la estrella de a pedacitos.9) Tropezar con la piedra y llorar estrellas.

Cómo hacer noches (por Ludmila Arispe y Micaela Capobianco)

Verbo: HacerSustantivo: Noches1) Comprar mucho algodón y pegamento.2) Pegar con el pegamento el algodón hasta formar una nube.3) Coser algodón con algodón hasta formar una gran nube de algodón.4) Dejar reposar por una hora.5) Subir a un avión muy alto y tirar la sábana de nube.6) Esperar a que la súper nube flote y listo…¡Hecho el cielo!

Cómo soñar chocolate (por Gabriel Cepeda y Lucía Ledesma)

Verbo: SoñarSustantivo: Chocolate1) Para soñar chocolate se necesita mucho chocolate.2) En el desayuno tomar chocolate caliente.3) Al mediodía comer un gran pedazo de chocolate.4) A la tarde comer un alfajor de chocolate.5) Y a la noche, antes de dormirse pensar en una chocotorta.6) Ahora… a soñar con chocolate.

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Cómo escribir caminos (por Iván Cabrita y Valentino Barone)

Verbo: EscribirSustantivo: Caminos1) Agarrá la cámara de fotos.2) Sacá una foto en un camino.3) Escribí palabras por una hora.4) Después escribí números por dos horas.5) Y listo, llegaste a destino.

Cómo construir un cielo (por Adriana Mareco Díaz y Benjamín Moreno)

Verbo: ConstruirSustantivo: Cielo1) Agarrar un balde con agua y dos baldes, uno de pintura celeste y otro de pintura blanca.2) Poner el balde de agua en la máquina de vapor y dejar que se caliente por dos horas.3) Una vez que el agua hirvió poner la pintura celeste prim-ero y luego colocar la blanca.4) Esperar a que salgan las nubes de colores y listo, cielo terminado.

Cómo agarrar tierra (por Ambar Torres y Theo Reveco)

Verbo: AmasarSustantivo: Tierra1) Agarrar tierra.2) Meter las manos en la tierra.3) Mover las manos en forma recta.4) Sacar las manos.5) Agarrar zapatillas.6) Pisar la tierra con las zapatillas.7) Cerrar los ojos y sentir que estás volando.8) Sacar las zapatillas.9) Ponerse una bata para no ensuciarse.10) Ponerle sal a la tierra. ¡Y listo, así se amasa la tierra!

Cómo escuchar amigos (por Martina Mellado y Guadalupe Areco )

Verbo: EscucharSustantivo: Amigos1) Buscar amigos que tengan problemas.2) Pedirles que te cuenten sus problemas.3) Abrir tus oídos y prestar atención.4) Para abrir tus oídos decirle a tus amigos que te tienen que soplar dentro del mismo hasta que se abra al máximo y los puedas escuchar correctamente.5) Ya aprendiste a escuchar, ahora tratar de ayudarlos.

Cómo comer abuelas (por Sophía Montoya y Magali Tieri)

Verbo: ComerSustantivo: Abuelas1) Consigan una abuela en el parque.2) Pongan a la abuela en el horno.3) Saquen a la abuela del horno.4) Pongan las abuelas en un pan.5) Completen con papas fritas, huevo frito, lechugas, may-onesa, tomate y sal.6) Dejen enfriar.7) Coman el sándwich.

Cómo llorar estrellas (por Micaela Amadio Marshall y María Belén Picard)

Verbo: LlorarSustantivo: Estrellas1) Agarrar una piedra.2) Tirar la piedra al cielo.3) Derribar una estrella.4) Mirar cómo cae la estrella.5) Agarrar la estrella.6) Burlar a la estrella.7) Mirar cómo llora la estrella.8) Comer la estrella de a pedacitos.9) Tropezar con la piedra y llorar estrellas.

Cómo hacer noches (por Ludmila Arispe y Micaela Capobianco)

Verbo: HacerSustantivo: Noches1) Comprar mucho algodón y pegamento.2) Pegar con el pegamento el algodón hasta formar una nube.3) Coser algodón con algodón hasta formar una gran nube de algodón.4) Dejar reposar por una hora.5) Subir a un avión muy alto y tirar la sábana de nube.6) Esperar a que la súper nube flote y listo…¡Hecho el cielo!

Cómo soñar chocolate (por Gabriel Cepeda y Lucía Ledesma)

Verbo: SoñarSustantivo: Chocolate1) Para soñar chocolate se necesita mucho chocolate.2) En el desayuno tomar chocolate caliente.3) Al mediodía comer un gran pedazo de chocolate.4) A la tarde comer un alfajor de chocolate.5) Y a la noche, antes de dormirse pensar en una chocotorta.6) Ahora… a soñar con chocolate.

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Cómo escribir caminos (por Iván Cabrita y Valentino Barone)

Verbo: EscribirSustantivo: Caminos1) Agarrá la cámara de fotos.2) Sacá una foto en un camino.3) Escribí palabras por una hora.4) Después escribí números por dos horas.5) Y listo, llegaste a destino.

Cómo construir un cielo (por Adriana Mareco Díaz y Benjamín Moreno)

Verbo: ConstruirSustantivo: Cielo1) Agarrar un balde con agua y dos baldes, uno de pintura celeste y otro de pintura blanca.2) Poner el balde de agua en la máquina de vapor y dejar que se caliente por dos horas.3) Una vez que el agua hirvió poner la pintura celeste prim-ero y luego colocar la blanca.4) Esperar a que salgan las nubes de colores y listo, cielo terminado.

Cómo agarrar tierra (por Ambar Torres y Theo Reveco)

Verbo: AmasarSustantivo: Tierra1) Agarrar tierra.2) Meter las manos en la tierra.3) Mover las manos en forma recta.4) Sacar las manos.5) Agarrar zapatillas.6) Pisar la tierra con las zapatillas.7) Cerrar los ojos y sentir que estás volando.8) Sacar las zapatillas.9) Ponerse una bata para no ensuciarse.10) Ponerle sal a la tierra. ¡Y listo, así se amasa la tierra!

Cómo escuchar amigos (por Martina Mellado y Guadalupe Areco )

Verbo: EscucharSustantivo: Amigos1) Buscar amigos que tengan problemas.2) Pedirles que te cuenten sus problemas.3) Abrir tus oídos y prestar atención.4) Para abrir tus oídos decirle a tus amigos que te tienen que soplar dentro del mismo hasta que se abra al máximo y los puedas escuchar correctamente.5) Ya aprendiste a escuchar, ahora tratar de ayudarlos.

Cómo comer abuelas (por Sophía Montoya y Magali Tieri)

Verbo: ComerSustantivo: Abuelas1) Consigan una abuela en el parque.2) Pongan a la abuela en el horno.3) Saquen a la abuela del horno.4) Pongan las abuelas en un pan.5) Completen con papas fritas, huevo frito, lechugas, may-onesa, tomate y sal.6) Dejen enfriar.7) Coman el sándwich.

Cómo llorar estrellas (por Micaela Amadio Marshall y María Belén Picard)

Verbo: LlorarSustantivo: Estrellas1) Agarrar una piedra.2) Tirar la piedra al cielo.3) Derribar una estrella.4) Mirar cómo cae la estrella.5) Agarrar la estrella.6) Burlar a la estrella.7) Mirar cómo llora la estrella.8) Comer la estrella de a pedacitos.9) Tropezar con la piedra y llorar estrellas.

Cómo hacer noches (por Ludmila Arispe y Micaela Capobianco)

Verbo: HacerSustantivo: Noches1) Comprar mucho algodón y pegamento.2) Pegar con el pegamento el algodón hasta formar una nube.3) Coser algodón con algodón hasta formar una gran nube de algodón.4) Dejar reposar por una hora.5) Subir a un avión muy alto y tirar la sábana de nube.6) Esperar a que la súper nube flote y listo…¡Hecho el cielo!

Cómo soñar chocolate (por Gabriel Cepeda y Lucía Ledesma)

Verbo: SoñarSustantivo: Chocolate1) Para soñar chocolate se necesita mucho chocolate.2) En el desayuno tomar chocolate caliente.3) Al mediodía comer un gran pedazo de chocolate.4) A la tarde comer un alfajor de chocolate.5) Y a la noche, antes de dormirse pensar en una chocotorta.6) Ahora… a soñar con chocolate.

El libro mágico de 4°B

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Cómo escribir caminos (por Iván Cabrita y Valentino Barone)

Verbo: EscribirSustantivo: Caminos1) Agarrá la cámara de fotos.2) Sacá una foto en un camino.3) Escribí palabras por una hora.4) Después escribí números por dos horas.5) Y listo, llegaste a destino.

Cómo construir un cielo (por Adriana Mareco Díaz y Benjamín Moreno)

Verbo: ConstruirSustantivo: Cielo1) Agarrar un balde con agua y dos baldes, uno de pintura celeste y otro de pintura blanca.2) Poner el balde de agua en la máquina de vapor y dejar que se caliente por dos horas.3) Una vez que el agua hirvió poner la pintura celeste prim-ero y luego colocar la blanca.4) Esperar a que salgan las nubes de colores y listo, cielo terminado.

Cómo agarrar tierra (por Ambar Torres y Theo Reveco)

Verbo: AmasarSustantivo: Tierra1) Agarrar tierra.2) Meter las manos en la tierra.3) Mover las manos en forma recta.4) Sacar las manos.5) Agarrar zapatillas.6) Pisar la tierra con las zapatillas.7) Cerrar los ojos y sentir que estás volando.8) Sacar las zapatillas.9) Ponerse una bata para no ensuciarse.10) Ponerle sal a la tierra. ¡Y listo, así se amasa la tierra!

Cómo escuchar amigos (por Martina Mellado y Guadalupe Areco )

Verbo: EscucharSustantivo: Amigos1) Buscar amigos que tengan problemas.2) Pedirles que te cuenten sus problemas.3) Abrir tus oídos y prestar atención.4) Para abrir tus oídos decirle a tus amigos que te tienen que soplar dentro del mismo hasta que se abra al máximo y los puedas escuchar correctamente.5) Ya aprendiste a escuchar, ahora tratar de ayudarlos.

Cómo comer abuelas (por Sophía Montoya y Magali Tieri)

Verbo: ComerSustantivo: Abuelas1) Consigan una abuela en el parque.2) Pongan a la abuela en el horno.3) Saquen a la abuela del horno.4) Pongan las abuelas en un pan.5) Completen con papas fritas, huevo frito, lechugas, may-onesa, tomate y sal.6) Dejen enfriar.7) Coman el sándwich.

Cómo llorar estrellas (por Micaela Amadio Marshall y María Belén Picard)

Verbo: LlorarSustantivo: Estrellas1) Agarrar una piedra.2) Tirar la piedra al cielo.3) Derribar una estrella.4) Mirar cómo cae la estrella.5) Agarrar la estrella.6) Burlar a la estrella.7) Mirar cómo llora la estrella.8) Comer la estrella de a pedacitos.9) Tropezar con la piedra y llorar estrellas.

Cómo hacer noches (por Ludmila Arispe y Micaela Capobianco)

Verbo: HacerSustantivo: Noches1) Comprar mucho algodón y pegamento.2) Pegar con el pegamento el algodón hasta formar una nube.3) Coser algodón con algodón hasta formar una gran nube de algodón.4) Dejar reposar por una hora.5) Subir a un avión muy alto y tirar la sábana de nube.6) Esperar a que la súper nube flote y listo…¡Hecho el cielo!

Cómo soñar chocolate (por Gabriel Cepeda y Lucía Ledesma)

Verbo: SoñarSustantivo: Chocolate1) Para soñar chocolate se necesita mucho chocolate.2) En el desayuno tomar chocolate caliente.3) Al mediodía comer un gran pedazo de chocolate.4) A la tarde comer un alfajor de chocolate.5) Y a la noche, antes de dormirse pensar en una chocotorta.6) Ahora… a soñar con chocolate.

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