el libro de los héroes

526

Click here to load reader

Upload: carlos-alberto-vera-abed

Post on 27-Nov-2015

267 views

Category:

Documents


44 download

DESCRIPTION

El Libro de los Héroes, de Juan E. O'Leary, obtenido desde la base de datos de la Universidad de Harvard

TRANSCRIPT

Page 1: El Libro de los Héroes
Page 2: El Libro de los Héroes
Page 3: El Libro de los Héroes
Page 4: El Libro de los Héroes
Page 5: El Libro de los Héroes

EL LIBRO DE LOS HEROES

Page 6: El Libro de los Héroes
Page 7: El Libro de los Héroes

CROQUISDE LA

REPUBL1CA DEL PARAGUAYIND1CAND0 LOS TEKRITORIOS AN EX A!) >S POR LOS ALIADOS

*\ REGION ORIENTAL y ^

Page 8: El Libro de los Héroes
Page 9: El Libro de los Héroes

JUAN E. O' LEAR

Y

EL LIBRO DELOS HEROES

Paginal hist<5ricas de la

Guerra del Paraguay

ASUNCION

LiBRERfA LA MUNDIALSSTrfKLLA ESQ. MONTEVIDEO

1922

Page 10: El Libro de los Héroes

pJtbVOkS.5

Page 11: El Libro de los Héroes

prOlogoEl antor de este libro Jigura, a justo tftulo,

entre los ma's nltos represetitantes de la menta-

lidad de su pais. Pero, en el caso presente, sdlo

destacari un aspecto de su va/er, que es polii-

drico

He de referir al historiador. al crusado de

una nobilisima campaha reparadora, triuufante

ya, antique no ha necesitado del e"xito positivo

pat a deslumbrar par su mirito y aiierto crltico.

O'Leary nacid predestinado para lavar de

ofensas el nombre de su pat>'i'a, tantas veces

gloriosa. Desde hace veinte alios viene enteran-

do al universo de la tragedia inicua y, gracilis

a sus formidables alegatos, se ha reabierto unproceso sin olvido y en evidencia ha quedado,

baj'o nuevos puutos de vista, el aborrecible aten-

tado, cuya niagmiitd crece, a tnedida que avausala lioniada investigacidn retrospectiva.

Es ejemplar, es admirable, suda estoicismo,

esta tenas apelacion al sentitniento de los pue-

blos, a su espiritu de justida; esta infutigable

devotion a un ideal inmaculado, este oustero

cullo de la patria y de su altisituo credo : e*ta

inmolacidn de una existencia y de una voluutad,

constitute, inextinguible, sin desniayo.

Fundiendo con duiino de attista, como uninspirado, la estatua de los otros, O'Leary ha

Page 12: El Libro de los Héroes

acrisolado, sin advertirlo, el metal de la propia.

De ella s6lo le separa la vida, que el bronce re-

ciin entra en ebullicidn cuando la materia muere.

E? el veugador de sn raza, santificada porel martirio.

En Curttpayty, mdxima victoria alcansadapor el derecho de las patrras en lares america-nos, desputs de la emaucipacidn, sns mayores,en enorme desproporcidu, htcharon como a 1 1etas

y totalmente vencieron. Pites e"l hizo de aqnellas

astillas sit trinchera; tambie'n se batid en des-

proporcion enorme. con afdn atletico, y, al ignal

de sns hermanos del tiempo de hierro, amplia-mente vencid.

O'Leary ha puesto baj'o sit verdadera Ins el

drama de 1865. Nunca podrd sn grey agra-

decirselo bastante ; y, de exprofeso, no digo

pagar tamafio servicio, porqne tos arranqnes su-

periores del alma no se conciertan cot. la idea

de recompettsa, por elevada que sea la acepcidn,

Recne'rdese que una propaganda tendenciosa,

incesante, Javorecida por el silencio de las cat-

dos, tan desangrados que ni fuerza tuvieran

para sobreponerse al dolor y silabear sn proles-

ta, ttegd a legitimar tin concepto artijicioso sobre

la nacionalidad intre'pida y sobre sn tortnra.

Corriente fue presentar a la Triple Aliansa comouna gran Jornada libertadora. Ajena al asnnto

y sin interesarse en cosas mnertas, la opinidn

extrana repitid, sin inventario, el fdcil y rwdosoaserto: primd la falsa orientacidn, errdndose el

rumbo en el cruce de los caminos Como voz

definitiva, como voz de historia, oydse el jnicio

sumario de los que aplastaran baja bota de doble

suela al pueblo infortunado, culpable de renova,

en la edad modema, la hasaha troyana.

Page 13: El Libro de los Héroes

La larga tristesa, tan larga que parecid sin

orillas, la romperia el desafio de un desconocido

/ que asi empiesan siempre las reacciones justi-

ciaras I

Cuanto ma's avansaba el temerario en el re-

ct'tado de las tremendas cuitas, subia en los awditorios la pasion por su test's sollozante. Lapalabra iluminada de un joven la recoge, pronto,

la conciencia de un pueblo. En la actualidad,

cuaudo el evangelista del patriotismo paragua-yo, levantado a las ma's alias cumbres por la

idolatria popular, ensefia a las nativas multi-

tudes la Epopeya. por 61 magnlficamente desa-

graviada, puede afirma> se que por su boca apos-tolica habla a los tiempos la posteridad.

El cousenso de la libre America le acompana,le alaba, le estimula, le rinde admiraciones. Ydesde el fondo de la muihedumbre, yo le rubricola mia, cdlida y fraterna !

Luis Alberto de Herrera

Montevideo, Setiembre 18 de 1921.

Page 14: El Libro de los Héroes
Page 15: El Libro de los Héroes

PRIMERA PARTE

DESFILE HEROICO

Page 16: El Libro de los Héroes
Page 17: El Libro de los Héroes

EL HEROE DE LOS LANCHONES

Permitidme evocar, ante todo, mi primera en-

trevista con el h£roe.

Fue en 1908.

El perfodo de nuestra sangrienta anarqufa se

iniciaba.

£61o, en la casi total proscripci6n de mis ami-

gos. pa sea b a una mafmna mis nostalgias a 1o largo

de las amplias avenidas del maravilloso parque del

gran soldaJo de Ytoror6 v Avay.La ausencia forzada del patricio ponfa una in-

mensa melancolfa en aquel refugio senorial de su

gloriosa ancianidad.

Y, asf, la tristeza del ambiente se confundfa

con mi fntima tristeza, aurecentando mi profundo

abatimiento.

Hacfa un buen rato que me paseaba, cuando

acert6 a llegar hasta nif un viejecito, de ojos azu-

les, tez sonro«ada y blanca cabellera.

Era el nuevo encargado de la propiedad aban-

don ad a.

El general Caballero, al tomar su bord6n de

peregrino, le habfa rogado cuidara de aquel riu-

con delicioso, vinculado a los mejores dias de su

vida.

Page 18: El Libro de los Héroes

12

Su edad me decia claramente que se trataba

de uu veterano de la guerra.

Pero no lo conocfa, ni recordaba haberlo visto

nunca.

Sonrieute me saludo, como si nqs vinculara

una antigua amistad.

Y yo. con el interns con que interrogo siempre

a nuestros ancianos, me permiti preguntarle su

nombre, para entrar despu6s, de lleno, en el dra-

ma de su vida militar.

—Soy el Teniente Jos6 Marfa Farifia. me con-

test6t y-ive venido a ocupar esta propicdnd hasta

que vuelva el general.

—^Farina? .. me dije, tratando de recordar. Ybien pronto acudi6 a mi memoria la hazana estu-

penda del heroe de los la"chones...

No es u<ted pariente, le interrogu£, de aquet

iamoso Farina que en Itapirfi se batfa. desde unacanoa, con toda la escuadra acorazada del Impe-rio del Brasi) ?

El viejeeito, sorprendido por aquella evocaci6n,

qued6 npentinamente perplejo, borrandose de sus

labiws la sonrisa, para ser sustituida por un gesto

extrafio, por un rictus de dolor

—Seftor, me dijo, al cabo de un momento, ese

Farina, el de los lanchones, el que peled s61o, conun can6n, contra m&s de cien canones de la pode-

rosa escuadra imperial... soy yo 1

No hace falta deciros la sorpresa con que oi

aquella imsperada revelacidn.

N6! No podia ser! Farifia, el Farifia de la

Epopeya, habia desaparecido. Despuds de llenar

el mundo con el estr£pito de su fama resonante,

despi-es de entrar triunfalmente en la historia, >e

hatofa apagado el resplandor de su gloria en las

sombras de la tumba. Muerto, y bien muerto es-

Page 19: El Libro de los Héroes

13

taba 1 De 1o contrario, cojrno serfa posible que unhombre seraejante pasase inadvertido tanto tiempo,

confundido eti la turba andnima. perdido en mediode la mediocridad general, el, que tenia talla de

gigante! Decididamente no podia s<r. Aquel era

uno de tantos impostores, que explotan sus anos

para pasar por heYoes, usurpando reputaciones yglorias que no les corre*ponden.

Repuesto. pues, de mi sorpresa, 1e dije con de-

cision : no puede ser, sefior; el teniente Farifla a

que me refiero ha muerto

!

IPobre viejo! Auu estoy viendo su amargura.

Aquella negaci6n rotunda era una nueva puflalada

en su lacerado corazon.

El me conocfa muy bien, no ignorando mis

esfuerzos por levantarles, resplandeeientes, por

encima de la impostura que resta quilates a su

grandeza. Y yo, el cantor infatigable del herofsnio

paraguayo. el vindicadot del pasado, el implaca-

ble justiciero, no querfa reconocer su ideutidad

histtirica 1

Aquello era, indudablemente, cruel.

Pero el soldado supo sobreponerse a tan amar-ga impresi6n, para decirme, serenamente, con unadignidad impresionante

:

—Pues, aunque no quiera creerlo, soy el Te-

niente Farina, el de los lanchones. Y se lo voy a

probar enseguida, ensen&ndole mi ultimo despacho,

firmado por el mariscal L6pez, en las Lomas Va-lentinas... Y ech6 a andar hacia sus habitaciones,

regresando en el acto con un apolillado pergami-no, ante cuya elocuencia hube d2 rendirme.

| Era indudable 1

Estaba frente al hombre extraordinario, tenfa

en mi presencia al extraflo Adamastor guaranf,

que eu la punta de ltapiru surgiera como una apa-

Page 20: El Libro de los Héroes

14

rici6n. para detener, con la sola sugesti6n de su

audacia sobrehumana, el avance iusolente de los

pesados Leviatanes brasileftos. .

.

Un abrazo estrecho y prolongado s<M16en aquel

dfa y en aquella hora mi ami-tad con el he>oe que,

de«de ent6nces, pas6 a ser uno de los mfos, uno

de los seres mas caros a mi coraz6n, incorporaii-

dose a mi hogar, entre los predilectos que com-

parten mi mesa, mi pan y mi sal.

Lo que hice despu^s por 61, demasiado lo

sab6is.

Y es para mf motivo de legftimo orgullo, yuna de las satisfacciones mas puras de mi vida,

haber puesto te>mino a la iniquidad, haciendo la

revel;ici6n de su existencia, imponi6ndolo al res-

peto popular y endulzando los ultimos dlas de su

ancianidad.

Pronto cl heYoe desconocido sabore6 los hala-

gos de la puhlica admiraci6ji, vie'idose festeja-

do por nuestra juventud y aclamado por nuestro

pueblo.

Reintegrado en su puesto de sargento mayorde infanteria, para los efectos de cobntr su pensi6n

de v^terauo, llevado por mf a una modesta funci6n

en el Colegio Nacional, favorecido a ratos por el

Mini^terio de Guerra, mtjor6 tambien su situaci6n

material, saliendo de las estrecheces de la miseria,

no para cuiiocer la opulencia, pero sf para llevar

en adelante con ma\s decoro los laureles de su co-

rona.

Y ahora, decidme vosotros, hijos como 61 de

CaacupS, desde cuando sabeis de su glwria.

Para vosotros. igual que para mf, el pobre viejo,

risufflo y picaresco, era uno de tantos sobrevivien*

tes de la guerra.

Page 21: El Libro de los Héroes

15

Verdad es que los que le conociAis personal-

mente, veiais en 61 algo no vilgar, presintiendo

seguramente en el desenfado de sus actos la rea-

lidad de su grandeza.

Porque el Teniente Farifia, a pesar de todo,

nunca dej6 de merecer vuestro respeto.

Pobre, a veces tocando la miseria, sin un solo

centavo, vivia feliz en medio de vosotros, y hasta vi-

vfa con cierta arrogancia. Cuando alguna vez se le-

vaiitaba sin pagar la vianda que os habfa pcdido

para satisfacer los reclamos de su hambre, y se

iba.diciendoque volverfa por «el vuelto*— frase suya

inolviJable—ea que os hablaba con todo el orgullo

del hombre que tenia coneiencia de su obra y no

ignoraba que nuestra deuda nunca podrfa ser sal-

dada con el. Comiese lo que comiese... siempre

tendria un « vuelto » que cobrar, siempre quedarfa

una enorme suma a su favor, ya que no hay di-

nero pnra pagar glorias como las que €\ conquistd

para su patria. .

.

Ya tardc, supisteis la verdad de su pasado.

Pero justo es reconocer que, tan pronto comoos liegaron los ecos de mi revelacidn, pensasteis

en honrar al que era honra de vuestro terruno,

surgiendo el patri6tico pensamiento de ericirle ese

monumento queJay I el Desiino no quiso que en

vida viera levantarse, y tributdndole homenajcs

que yos6 cu^nto contribuyeron aalegrarel triste

crepusculo de su solitaria vejez.

Podemos decir, pues, que m&s alld de su tumbanos encontramos, para coronar asf nuestra obra

y sellar juntos la apoteosis del h6roe de los l»n-

chones, dej^ndole, vosotros, fundido en el bronce

consagratorio, y yo. de pie sobre el pedestal de

sus proezas, ocupando el primer puesto entre los

primeros actores de nuestra Epopeyal

Page 22: El Libro de los Héroes

16

II

Y ahora, pasemos revista, r^pidamente, a su

prodigiosa vida Ue soldado.

P»ra eso he de aprovechar los apuntes in£ditos

del heroe, que guardo en mi archivo, y, sobre todo,

la documentaci6n de los que fueron nuestros ene-

migos amen de otros papeles desconocidos, hoyen mi poder.

N.ici6 el 1>niente Farifia en este pueblo deCaacupe\ en 1836, en el seno de la honorable fa-

milia que todos conoceis.

Aquf recib ifl su primera educarirtn, trasladdn-

dose despues a la capital, para completar sus estu-

dios, hasta adquirir una cultura general, bastante

compkta para su tiempo.

Tenia diez y ocho anos cuando, en 1854, sent6

plaza como soldado, en el Batall4n 2° dt: I.ifante-

rfa, iniciando asi su esplendorosa carrera mi-

litar.

Dos aftos despuSs, y organizada nuestra ma-rina mercante y de guerra, fue escogid o, con otros

compafteros, para tripular uno de nuestros buques,

el Tacuarl, comand>«do entonces por el capitAn

Pedro Ignacio Meza. De este buque pas6 despues

al Igurey y luego al Rio Blanco, cuyo comandan-te era el capit&n M6rice, orgauizador t6cnico de

nuestra escuaura. Bajo la direcci6n del avesado

ingle\s, bien pronto se convirti6 en un verdadero

lobo de mar, toc&ndole en suerte cruzar dos veces

el oceano, para visitar los puertos europeos.

Mds adelante, despues de tripular el Rio Apa,pas6 de nuevo a bordo del Tacuari, comandado a

la sazon por el capitan Remigio Cabral.

Page 23: El Libro de los Héroes

17

En este buque permaneci6 once meses en el

puerto de Montevideo, regresando a Asunci6n en

las vfsperas de la guerra.

En aquella epoca, despues de diez afios de

constantes sacrificios, hahfa alcanzado el grado de

sargento, gozando de la bien adquirida fama de

excelcnte artillero.

Y vino la co;flTgrnci6n.

El Paraguay, amenazado por una vasta cons-

piraci6n internacio ml, y fiel a los tratados, toino^

las armas para defenderse.

Las hostilidades al Imperio empezaron en Mat-

to Grosso, donde el BrasM, desde hacfa anos, acu-

mul-iha enormes materiales belicos.

Y fue ent6nces cuando se inici6 la carrera he-

r6ica del Teniente Farina.

Surge el heroe tripulando los lanchones, wd-quihas de guerra que tanto ruldo habfan de hacer

en el mtwido y que tan estrechamente habfun de

quedar vinculadas a su memoria.Estas embarcaciones, bautizadas despues por

los brasilenos con el pomposo nombre de Monito-

res Guaranls, no eraii si no fuertes canoas de ma-dera o pequt*nas chatas, si se quiere, armadas de un

grueso can6n. En realidad no eran sino fragiles

baterfas flotantes, cuya tiuica ventaja era ofrecer

poco bianco al enemigo, pero que, por lo dem&s,

resultaban perfectamente indef'ensas.

Fueroii construfdas, por indicaci6n del Mariscal

L6pez, sobre plano« del constructor naval Deside-

rio Trujillo, que obran originated en mi poder.

Las m^s grandes llegaron a medir veinte varas.

El canon estaha emplazado en el centro, pu-

diendo girar sobre una curena movible, por medio

de una serie de poleas. No ten fan espacio sino

para los pertrechos y una miiy^netlucida tripma-

Page 24: El Libro de los Héroes

18

ci6n. Una vez cargadas, apenas sobresalfan doscuartas sobre el nivel del agua. Tenfan dos timo-

ne«, uno a proa y otro a popa.

Ya ve££nios_ 1o que hicieron y 1o que pudieronhacer estas « ingetiiosas maquinas de guerra ».

Fanfla, como dijimos, mandaba dos lauchones

en la expediri6n a Matto Grosso. Uno de ellos se

llama ba^ tftimajtd y el otro Cerro Ledn. El pri-

mero, dirigido personalmente por 61, tenia un ca-

n6n de 80. la pieza de mds grueso calibre del Pa-

raguay. El segundo estaba armado con un can6nde 65.

El 26 de Diciembrc de 1864, una vez en las

proximidades de la tenida por inexpugnable forta-

leza de Coimbra, el general Barrios, jefe de nues-

tras fuerzas, ordeno a nuestro heroe que se ade-

lantara con sus naves, para iniciar el bombardeoa la poderosa posicibn enemiga. Y al dfa siguien-

te, como el jefe de la plaza se negara a rendirse,

rompi6 e l fuego, tocAndole asf en suerte disparar

el primer canonazo contra el Impeno esclavocrata

y usurpador.

Abrumados por los certeros tiros de Farifla,

los brasilenos pronto

j

agrdiejcfln la cabeza, dispo-

niendose a emprender una vergonzosa retirada,

sin ocurrfrseles, ni un solo momento, aprovechar

sus dos canonera*, Anhambahy y faurii, para hosti-

lizar, protegidos por su artilleria, & los lauchones

destacados de la escuidril'a paraguaya.

El 28 de Diciembre tuvo lugar un reconoci-

miento por tierra Y esa misma noihe el enemigoabandond sus posiciones. De modo que, al dfa

siguiente, cuando Farifla iba a reanudar el bom-bardeo, se vino a saber que dentro de los murosde la fortaleza de Coimbra no quedaba sino el

Page 25: El Libro de los Héroes

19

e=pectro del miedo, flotando en su ambiente si-

lencioso !

D<*spu£s de esto, avanzd nuestra escuadrilla,

para perseguir a los fugitivos.

Singrandes esfuerzos, y casi sin derramamien-to de sangre, M itto Gros^o cay6 en nuestro poderen poco tiempo.

D^bemos decir que despues de la hazafla queacabamos de reeordar, fue encargado Farina de

una diffcil comision. que, dada su graduaci6u, de-

muestra la confianza que tenia en £1 nuestro co-

mando.

Oigamos aquf 1o que dicen, textualmente, sus

apuntes autobiografiVo? :

t Despu£s de este triste acontecimiento—«e re-

ferfa a la cata>trof<* de Dorados en que perend el

teniente Herreros—el general en jrfe me despachcpara Villa Miranda, con dos chalanas, poniendo a

mi disposicicn la tripulaci6n necesaria y viveres

suficientes, con orden de cargar alii y condutir a

Corumba la-? munieiones de guerra tomadas porel general Resquin. En cumplimimiento de esta

orden emprendi la navegaciou por el Rio Mbo-tetey, hasta su desagtieeu el Aquidabai a. de dondeseguimos adelante, llevando uu brasilefto de ba-

queano El rio, ango^to y tortuoso, corre por unva*to desierto. El viaje era a«i, no solo penoso,sino tambign peligroso, a causa de los salv.tjes queacechan en esas selvas bien armados de flecha.s

y fusiles. Continuamos el viaje a fuerza de gan-chos, taras veces a remo, y solo en los campichue-los. Y el peligrose fue haciendo cada \?z mayor,hasta llegar un momento en que casi caimos enlas garras de los salvajes. Nos habfan puesto una

Page 26: El Libro de los Héroes

20

emboscada, bien preparada, en un lugar adecuadopor su estrechez y por la espcsura del monte, ha-

ciendo de repente una descarga de fusileria yflechas contra nosotros, contes-tiindole.s en seguida.

Inmediatamente hice desembarcar una parte de la

tripulacidn para bostilizarl^s desdc uno de los cos-

taf'os y empleando numerosos ardides para enga-flarlos. Mnrieron en la refriega tres de mis sol-

da los, sin que pudieYamos causarles ningun malpor lo tupido de la selva en que se guarecfan yde donde, al cabo de una hora de lucha, m&s o

menos, conseguimos hacerles retroceder. Segui-

mos despue\s nuestro penoso viaje. pudiendo des-

pues de veintinueve dfas de penurias y sinsaboresinde«criptibles llegar a la Villa de nuestra comi-si6n, donde demoramos ocho dfas, para componeruna de las chalanas averiadas por los proyectiles

de los inlios; y luego emprendimos nuestro viaje

de regreso, consiguiendo montar un cafioncito

abandonado por el enemigo y trayendo las muni-ciones objero de nuestra comisidn. Felizmente nonos aconteci6 ninguna novedad, y como ya nave-

gAbamos aguas abajo pudimos llegar en veinte

dfas a Corumb£. .. >

No deja de tener interns este relato, en el queel gran soldado nos refiere uno de los m&s pinto-

rescos episodios de su vida.

Indudablemente, el correcto desempefio de es-

ta comisi6n acrecent6 sus prcstigios, haciendoleocupar un lugar aparte entre los marinos de su

tienipo.

Pronto le veremos elevarse en su especialidad,

vale decir, como artillTO de los lanchones, a unacategoria especial, a una jefatura o almirantazgo

suigineris y unico en los anales de la guerra.

Page 27: El Libro de los Héroes

21

III

Terminada felizmente y sin trabajo la campa.

fia de Matto Grosso, hahia que continuar por el

Sur la guerra contra el Brasil.

Para esto, e invocando deberes ineludibles yantecedentes historicos cercanos, nuestro gobierno

pidi6 al gobierno argentino el permiso correspon-

dientepara cruzar una pirte desierta del territorio

correntino. El general Mitre, ya vinculado al Im-

perio por secretos compromisos, deneg6 el permi-

so que se le solicitaba, invocando su neutralidad

absotuta, mientras entregaba esa misma provincia

de Corrientes a los agentes brasilefios, cerrando

sus oidos a losreclamos de la solidaridad de nues-

tros pueblos y abriendo ancha vfa a las ambicio-

nes desmedidas del enemigo cornun, deteni 'o un

dfa en Ituz !«ing6, mas por la casualidad que por

el empuje de las armas argentinas.

Aquella respuesta era la guerra.

Y el rompimiento no se hizo esperar.

El congreso paraguayo, en su sesi6n del 29 de

Marzo de 1865. declaro la guerra a la R -publica

Argentina, comunicando en la misma fecha su ie-

sokui6u al enemigo.Las hostilidades reci6n empezaron *\ 13 de

Abril, pero como el portador de nuestra nota fu6

secuestrado por la poliofa argentina, Mitre pudohacer creer a su pais, que no le acompadaba, quehabfamos atropellado la soberanfa nacional, sin

previa declaraci6n de guerra.

No he de entrar aquf en los detalies de la in-

fame intriga, gracias a la cual consigui6 el caudi-

llo porteno hacer, por un momento, causa comunde lo que solo era uua vulgar emboscada diplo-

Page 28: El Libro de los Héroes

22

matica contra el Paraguay, digna de los salvajes

que hemos visto salir al encuentro de Farina en

las desiertas riberas del Mbotetey.

S6lo dir<£ que el re^ultado de todo fu£ el fa-

mo^ Trata loS^creto de la Triple Alianza, firmado

el 1° de Mayo de 18b5. pero ya concertado solem-

nemente desde 1858. rM.tre el Brasjl y la Argentina.

La guerra con est: pafs hermano comenzo conla ocupaci6n de Corrientes. operaci6i en la quetomo parte, reci£n llegado de Matto Grosso, par-

tiendo de Humaita a bordo de la canonera Igurey,

a la< 6rdenes del capitan Remigio Cabral.

De^pues de esto, iban a llegar las grandes ho«

ras del marineHasta entonces, a pesar de sus sobresalientes

aptitudes, no habfa eonseguido la notoriedad quese merecfa.

DesJe ya, la escuadra brasilefia no habfa apa-

reci.lo todavia en nuestros rfos.

Pero, pronto iba a asomarse al abismo quenos separa de la gloria, para dar el salto epico quehabia ile consagrar'e conio \x\\o de los heroes masestupendos de la historia humana.

Sigamosle, pues, de cerca, para verle surgir

resplandeciente, con las fantasticas proporcioues

de uii extrano Adamastor. .

.

D-.jspu6s de la ocupaci6n de Corrientes fue 11a-

mado por el Mariscal Lopez, que hacfa rato habia

fijado en el sus miradas perspicaces.

Recibido en el cuartel general de Humaita, se

le notified su nombramier.to de jefe de una escua-

drilla de seis lanehones, recibiendo instrucciones

reservadas de nuestro generalfsimo

Debfa estacionarse no ltjosde la ciudad recien

tomada, observando desde allf lo^ movunientos del

enemigo, pasando cada ocho dfas parte de todo lo

Page 29: El Libro de los Héroes

23

ocurrido y estando siempre listo para entrar enfuneion.

Y helo ya Comodoro... o A'mirante de unaescuadra liliputiense, en marcha hacia el future

teatro de sus hazafias.

El Destino habfa dicho su palabra.

El heroe, oyendo su mandato imperative salfa

al encuentro de !o ignorado.

Dos meses Jespues, en una tarde del mes de

junio, 11eg6 a sus manos un misterioso despachotelegr^fico de L6pez.

iQue decia ? Sus companeros no 1o supieron.

Pero todos advirtieron el jubilo inocultable del

heroe.

Aqael despacho era una orden que le lanzaba

a la muerte, tal vez a la gloria...

La batalla del Riachuelo se prcparaba.

Y lo que el Mariscal Lopez le ordenaba era

que a las dos de la madrugada del 11 de Juniosubiera sigilosamente con sus lanchones, hasta en-

contrar a nuestra escuadra, a la que debfa incor-

porarse, para caer juntos, antes e'e amat>ecer, ypor sorpresa, sobre la escuadra brasilena, fondeada

un poco m&s ab;»jo de Corrientes.

Dtmds estd decir que Farina se desempefio consu puntualidad habitual.

Limpios siempre sus canones, seca su p61vo-

ra, listos sus proyectiles, nada embarazaba sus

movimientos.

Pero cu&l no serfa su sorpresa, cuando des-

pu6s de remontar inutilmente el Parana. vi6 acla-

rar el nuevo dia, sin que apareciera nuestra es-

cuadra 1

i Qu6 habfa pasado ?

Vosotros no lo ignor&is.

Page 30: El Libro de los Héroes

24

El Capit&n Meza, inferior a su cometido, ha-

bfa decretaJo nuestra dcrrota, perdiendo su tiempo

en el arreglo de una de sus naves y privandonos

asf de la decisiva ventaja que debi6 darnos la sor-

presa.

Y 1o que ocurri6 despu6s, tambi£n 1o sab6is.

A las ocho de la manana pas6 nuestra escua-

dra por Corrientes, y, cometiendo un nuevo error

imperdonable, en vez de ir directamente al abor-

daje sobre el at6nito enemigo, decidiendo la victo-

ria en una lucha cuerpo a cuerpo, tue bajando

tranquilamente frente a ella, para despu6s doblar,

y remontar el rio, luchando con la corriente, bajo

el fuego concentrado de los imperiales ya repues-

tos del tremendo susto.

El primer proyectil enemigo cort6 la cadena

que aseguraba el lanch6n de Farifia a nuestro bu-

que insignia, el canonero Tacuavi.

Librado a su suerte, fondeo allf mismo, orde-

nando por senales a los otros lanchones que hicie-

ran igual cosa.

Pocos minutos despu^s se producfa el gran en-

trevero.

Los lanchones hicieron de las suyas. Sus dis-

paros ponfan en apuros a los brasiltnos, que no

atinaban a detenderse de aquellos enemigos casi

invisibles.

Habfa que oir a Farifia narrar los episodios de

aquel largo duelo. Se sentia transfigurado, vuelto

a su juventud, en medio del inn>rno de la batalla.

Vibmba de emoci6n, y su voz tomaba un tono tra>

gico cuando iba recordando los sublimes episodios

que, unos tras otros, acudfan en tropel a su memo-ria. Y parecfa versele en la cubierta de su peque-

fla nave, al pie de su enorme can6n, negro por

la pdlvora, lanzando sus terribles proyectiles, que

Page 31: El Libro de los Héroes

25

se abrfan caraino, hacienio destrosos en la escua-

dra brasilena... «Era yo, decfa, coino un leftndon

quo fuera abriendo una picada a canonazos. Laobra muerta de los buques se abatia al paso do mis

balas rasas. . . A yepeabd jhese cuera jha a mbohti

ybype a cada canonazo.

.

. {No es verdad que son

intraducibles las palahras df 1 heroe, y de una rea-

lidad gnlfica, imposible en castellano?

Peru todo fue inutil.

Al oscurecer tuvimos que emprender la retira-

da, no derrotados, pero tampoco vencedores.

Farina, despu6s de pelear hasta el ultimo mo-

memo, atropHiado y hundido su lanch6n por el

Amazonas, gan6 a nado la ribera, para intervenir

todavia en el final de la batalla, actuando entre

los tiradores del segundo regimiento de artillerfa

a caballo, acantonados sobre la barranca del Ria-

chuelo.

Despues de esto.se traslad6 a Humaita\ Uamadopor el Mariscal L6pez, quien le pidi6 un parte ver-

bal detallado de aquella desgraciada accidn, pren-

diendo sobre su peiho, despu£s de oirle, la cinta

bicolor de que habia de pender la condecoracitin

que acabaha de decretar en honor de los artilleros

que actuaron en tan gloriosa Jornada.

Y, acto seguido, volvi6 a darle el mando de

dos nuevos lam hones, ordenAndole que se estacio-

nara en Itapiru.

Preparemonos ahora a asistir al episodio m&9asombroso de nuestra guerra.

IV

Estamos en Febrero de 1866.

Hncia m£s de un ano que luchdbamos con el

Imperio del Brasil.

Page 32: El Libro de los Héroes

26

El ejeYcito aliado, compuesto de m&s de cin-

cuenta mil hombres, con poJeroso material deguerra, descansaba en Paso de Patria, prepar&u-

dose para invadir nuestro territorio.

Corrales acababa de darle la sensaci6n de la

realidad, haci£ndo1e entrever los futuros milagros

de la resistencia paraguaya.

Cuatrocientos cincuenta infantes, mandados pot

oscuros ofidales, habfan derrotado a cinco mil ar-

gentinos, ae las trcs armas, dirigidos por sus mejo-

res generales. ..

| Pero aquello era nada todavfa !

Recien iban a llegar los dfas de la supremaprueba.

Los bra^ilefios, que habfan sido testigos de la

cat^sirofe argentina, no se hacfan ilusiones al res-

pecto. Sobre todo la escuadra, que permanecfa

fondeada en Corrientes, bien lejos - del campo de

fuego, y cuyo intrepido Almirante, el impagable

Tamandare, segufa pasedndose por las calles de

Buenos Aires.

Pero aquel cstado de cosas no podfa continuar.

Y la grita airada de la prensa hubo de mover el

amor propio de los prudentes jefes aliados, y hasta

consigui6 sacar a Tamandare' de sus casillas, obli"

gando e a ponerse al frente de su escuadra.

Por fin, el 17 de Marzo, despu6s de muchas in-

decisiones, y de gastar mucha tinta y saliva para

demorar el temido momento, orden6 el bravo ma-

rino el avance de sus naves, marchando los fla-

mantes acorazados Brasil y Barroso a la cabeza

de la imponente expcdicidn.

He aqui la nomina de los buques brasilenos que

al clia siguiente fondearon frente a Itapiru, desde

Corrales a lasTres Bocas, sobre la costa correnttua;

Page 33: El Libro de los Héroes

27

ACORAZADOS:

Bahfa, Brasil, Tamandare y Barroso.

CANONEROS:

Paranahyba, Belmonte, Beberihe, Araguary, Ita-

jahy, Mage, Ivahy, Mearim, Araguay. Iguatemyi

Ipiranga. Greenbalgh y Enrique Martins.

Agreguese a esto cinco avisos y cinco trans-

poses, annados en guerra, y se tendra un total de

veintitres navfos, con eiento diez canones moder-nos, rayados, de retrocarga y de los m&s grandes

calibres conocidos entouces.

Ant*1 aquel impre-ionante desplieguede fuerzas,

el Mariscal L6p^z no perdi6 su serenidad.

Desde ya. nuncfl leinfundi6 respeto la escuadra

brasilena, por la que sentfa un inmenso desden.

Por el contrario, su aparatosa aparuitin le sugt-

ri6 la idea ae someterla a la pru^ba del mds san-

griento ridfculo, para darle la inedida de su des-

precio.

Parecia, en efecto, que para medirse con tan

terrible enemigo, acumularfa sobre la costa sus

mas poderosos canones, ya que no habia que pen-

sar en nuestra pobre escuadrilla.

Y nada de esto paso. Para batir a la escuadra

imperial, para tener en jaque a los orguliosos blin-

dados del Brasil.. ech6 mano a una canoa 1

i Locura, insensatez, delir>o?

Vais a ver que solo era profundo conocimiento

del enemigo, y le, tambien profunda, en el coraz6n

de sus soldados.

El 22 de marzo de 1866 tuvo lugar a bordo del

transporte Apa— que era el buque Insignia—una jun-

ta de guerra, para estudiar la mejormanera deinva-

dir nuestro territorio. Taruaudare mostrose muy

Page 34: El Libro de los Héroes

28

brioso, y, comoun dfa frente a Curupayty, prome-ti6, -olemuemente, descangalhar el fume de Itapiru

en pocas horas, para facilitar la operaci6n proyec-tada. Entusiasmadospor la vak.ntfa del Almirante,resolvieron efi-c uar algunosreconocimientos aguasarriba, dejando para el 25 la toial destrucciou deItapirti.

IAh, Tamandarel

El hombre feroz de Paisandu, no sabfa que su

escuadra s<-n'a detenida por una hilera de dnma-juanas, flotantes sobre el rfo. y que allf cerca. al

pie de ese fuerte que nunca descangalharia, sino

con con su leugua, le esp*raba Ftrina, acariciando,

como la cabeza de un lebrel amigo, la enorme bocade su can6n ..

En la mafnna del 23 tuvo lugar el primer re-

conocimiento, remontando el Parana los generales

aliados, e» ministro Octaviano y TamandarS.L6pez no los dej6 subir sin molestarlos, siendo

hostilizados, al pasar, por uno de los lanchones de

nutstro h6roe, comaudado por el sargeuto Fran-

cisco L6pez.

R molcado por el Glialegnay, sa1i6 el lanchdn

al oiro lado de la isla que habta frente a Iiapnu,

rompiendo el fuego contra el enemigo.

Los acorazados Brasil y B.thla, que eran los

m&s pr6ximos, recoginon el guante que les arro-

jaba aquel audaz adwrsario, iniciaudo asi el masoriginal duelo de que se tenga memoria.

«Fu6 entonces>—dice Ouro Preto, historiador

brasileno—cuando reaparecieron las chatas, ya pro-

badas en Rnchuelo, invento paraguayo admira-

blemente adaptado a las condiciones locales, ma-quinas de guerra sim|tles, ruJas, groseras, pero de

terribles efectos, capaces ellas solas de destkuir

Page 35: El Libro de los Héroes

29

a la mAs formidable escuadra. Monitores de ma-

dera las llarmron los que las vieron en a^ci6n».

Acabais de oir: apaces ellas solas de destrnir

a la mas formidable escuadra!

i No tenia raz6n el Mariscal L6pez ?

( No obraba con pleno conocimiento del alma

de sus enemigos?Uia miserable canoa de madera, armada con

un can6n, resultaba una podero^a mriquina de gue-

rra, un monitor de madera, capaz el solo de aca-

bar con una escuadra la mds formidable.

Y es un ex-mi nistro de marina el que habla.

Es uno de los hombres de mas ruidosa actuacitin

en el regimen monarquico, cronisra de las glorias

de la marina brasilena, el que asf juzga a los Ian-

chones paraguayoslMas todo tienf su 16gica, y hasta los juicios y

afirmacioues m£s extravagantes tientn su expli-

cacidti.

Habfa que escribir eso para justificar el duelo

entre una canoa y toda la escuadra acorazada del

Imp^rio del Brasil.

Pero nosotros sabemos demasiado 1o que eran

nuestros monitores y d6nde residfa la potencia

ofensiva de ellos... Ouro Preto dijo mal, induda-

blemente. Lo que era capaz de destruir la mils

formidable escuadra. r.o eran esas miserables ca-

noas era el alma guaranf, mas dura que el acero

de sus acorazados y mas poderosa que todos sus

canones!He aquf todo.

Por donde se ve que, a la postie, el hombtedel oro negro tenia razdn.

En este primer encuentro entre el lanchon yla escuadra, pereci6 el sargento Lopez, vfctima de

un casco de metralla.

Page 36: El Libro de los Héroes

30

En adelante ha de ser Farifia, y solo 61, quienha de medirse con los marinos del Imperii). EsamUma tarde puso en serios apnros a los expedi-

cionarios que regresaban, senaliindose, desde el

primer momeuto. por su refinada punterfa.

«Lo< m£s poderosos buques del Imp< rio—deciaun corresponsal del diario «La America*, de Bue-nos Aires—se vieron obligados a retroceder, tal

era el efecto que les producfan las balas di^pa'adas

con exactitud matemAtica sobre los acorazados» (\).

Al dla siguiente se reanud6 el duelo con la

escuadra.

Esta vez el acorazado Brasil, que fu6 el quem£s seaproximd, fu£ el que sali6 m&s mal parado-

El enemigo estaba estupefacto ante la audacia

de Farina.

Pero aquello era nada todavfa.

Estaba por ver aun de lo que era capaz.

El M«fiscal L6pez. entre tan to, le concedfa el

grado de alfSrez de marina, ddndole nutvas ins-

trucciones para los combates que iba a librar en

adelante.

De acuerdo con estas instrucciones, 11ev6 el

lanch6n, dur nte la noche, hacia la puma de la

Confluencia, donde abn6 una trinchera, para alber-

gar a su gente y destacar una compania de infau-

teria que, en casos dados, debfa protegerles.

El Ianch6n fu£ asegurado con largas cuerdas,

amarradas a la popa, de modo que, cuando se vie-

ra mal, pudiera buscar la costa, para escapar al

enemigo.

Y amaneci6 el 25 de Marzo, aniversario del

juramemo de la Constituci6n del Iaiperio del

Brasil.

(1) «La America., Abril 3 de 1S£6.

Page 37: El Libro de los Héroes

31

Las naves enemigas, todas empavesadas, sa-

ludaron con salvas y dianas triunfales al nuevodfa.

Toda la maflana pas6 sin novedad, como s ; los

paraguayos respetaran el jubilo de sus enemigos.

A medio dfa se sirvi6 an opfparo banquete a

bordo del Apa, con asistencia de todos los jefes

de la alianza.

Taniandare, que habfa jurado reducir a polvo

ese dfa a Itapiru, hacfa los honores de la mesa,

orgulloso en presencia del inmenso poder de su

escuadra, altivo en medio de la humil'ante situa-

ci6n del presidente argentino, que iba a la zaga

del Brasil, en condiciones tan deprimentes para

su pais.

A eso de las tres de la tarde, la comida iba

terminando y los licores espirituo^os desataban

las lenguas y daban escape a una t6rrida elocuen-

cia, cuando, de pronto, hizo su aparici6n en mediodel rfo el impertinente Monitor Guarani.

Esta vez salfa Farina atentarles, lejos de nues-

tras fortificaciones, cuadraridose a dos pasos de

los acorazados enemigos.«Un instante despu^s — dice el general Gar-

mendia—romp:6 el fuego sobre las naves brasile-

ftas, que en el primer momento no respondieron,

resguardadas por su omnipotencia y por la arro-

gancia que les prestaba la i.imortal fecha. Impd-vido hacfa vomitar al grueso can6n hierro y humosin cesar. Las balas cruzaban sobre el embande-rado Apa y pasaban sobre la tolda, cubierta de

tauto animado curioso. Se veia que por instantes

se mejoraba la punterfa de aquel punto negro, casi

imperceptible, que se anunciaba a cada momentocomo surgiendo del fondo del rfo, eutre borboto*

ues de humo y un trueno prolongado... >.

Page 38: El Libro de los Héroes

32

Pcro pronto el asombro de 1os comensales se

troc6 en espanto. Un enorme proyectil de 68 di6

en el bianco, penetramlo en el pafiol de viveres yhaciendo <Vstrozos considt rahles.

Aqucllo fue el sdlvese qitien pneda, para los

que. poco antes, hrindabun, alegres y confiados,

por el triunfo del Brasil.

Tamandare\ no menos azorado, qued6 en se-

guida solo, abandonado de iodos, en su nave. Ymiuiendo el peligro que le amenaz.'iba, ante la ca-

da vt-z mds certera punterfa de F.trina, ord- 1.6 al

acorazado de su nombre y a la canonera EnriqueMartins que cargasen sohro el terrible lanrh6n.

Durante dos horas conseeutivas lucho F irina

con la escuidra brasilena. desafiMiido con pasmosaimpavidez la lluvia de proyectiles que caia sobre

su cabeza.

Como si no estuviera frente a la mds poderosa

e^ciwdra de America, como si no pisara la cubier-

ta de una canoa, que parecfa zozobrar a cada ca-

ftonazo, rectificaba tranquilameite su punUrfa ydaba gritos de triunfo cada vez que sus balas se

estrellaban en los flancos acerados de los blinda-

dos imperiales.

Y la lucha continu6.

A las seis de la tarde, ardiente nusstro tinico

caft6n, el heroe apenas poJfa hacer fuego a largos

intervalos, circur.stancia que aprovecharon los

enemigos para aproximarsele nipidamente, hasta

ponerse a tiro de fu»il. Busc6 entonces la costa,

para abrigarse en la trinchera allf inprovisada,

escapando as( oportunamente al invasor. Pero,

antes de retirarse, di6 todavfa dos balazos a la

Emique Martins, que avanzaba por delante.

Al ver el lanchon abandonado, pretendieron

tomarlo los brasilefios, desprendiendo tres faluas,

Page 39: El Libro de los Héroes

33

con sesenta hombres de desembarco, para el efec-

to. Pero fracasaron, naturalmente, porque alii es-

taba nuestro heroe, al frente de sus tiradores, paraimpedirlo, teniendo que retirarse diezmados poruna nutrida fusilerfa.

A las nueve y media de la noche, la escuadraseguia bombardeando todavia nuestras posiciones,

furiosa en.su impotencia.

Entre tanto, Farina daba al Mariscal L6pez el

parte verbal de la Jornada de aquel dia, oyendode sus labioslaprimeraprofeeiade su inmortalidad.

Natalicio Talavera, testigo de todas las inci-

dencias del combate, trasunt6 asl la unanime opi-

ni6n de sus companeros de armas, en una de sus

correspondencias publicadas en < El Semanario »i

« Todo elogio es poco para ponderar la sere-

nidad y bravura de los seis tripulantes del lanchon

y del alferez Farina que los man daba »

El 26 de Marzo, a las dos de la tarde, volvi6

a reanudarse el curioso duelo.

A esa hora se alej6 Farina de la costa, avan-zando, impavido, hacia medio rio, en presencia dela escuadra brasilena.

Apenas fonde6, rompi6 el fuego sobre el Apa,al que alcanzaron tres de sus proyectiles, consecu-

tivamente, uno en la misma linea de flotacion, po-

niendolo en serio peligro.

Se vefa claro que su admirable punteria iba

mejorando por cada dfa que pasaba.

Ya casi todos sus tiros daban en el bianco, yen sitios especiales, bien escogidos.

Tamandare, que no las tenia todas consigo,

orden6 entonces a tres de sus acorazados que ata-

casen. resueltamente, al lanch6n.

La orden se cumplio en seguida.

Page 40: El Libro de los Héroes

34

Y he ahf que tres elefantes avanzan sobre el

pequeno cusco, segun la pintoresca comparaci<5nde Garmendia.

[Una canoa luchando con tres acorazados, ca-

si a tiro de pistola

!

Inutil buscar nada parecido en la historia.

El caso es unico, y esta por encima de toda

ponderaci6n.

Y, a todo esto, Farina seguia cad a vez massereno.

<[Que le venfan encima tres acorazados? 1 Bah

!

Eso, en todo caso, mejoraba su situaci6n, ya quesu viejo can6n crecia en potencia a medida queseacortaban las distancias. Y era fama entre los pa-

raguayos que los brasileflos eran pesimos tiradores

desde cerca

Asi fue que, a medida que avanzaban, les hizo

mayor dano, sobre todo al acorazado Bahia, querecibi6 tres balazos, uno en el casco, otro en el

castillo de proa y un tercero que le inutiliz6 el

mastil. Y lo curioso, lo inverosimil es que este

ultimo tiro fue disparado por Farina en condicio-

nes increibles, teniendo averiada la boca de su ca-

i16n y haciendo punterfa corao Dios le di6 a en-

tender.

j Milagro del patriotismo !

Como se ve, nada es imposible a un coraz6n

intr6pido, que lucha en defensa de su tierra ame.nazada.

Despu6s de esto, nuestro h£roe busc6 de nue-

vo refugio en la costa, retirandose en medio de uninfierno de proyectiles.

El "MONITOR MORAL, ESPECIE DE ANTEO GUARANf>

que dice un cronista argentino, acababa de ganaruna nueva victoria sobre la escuadra acorazada

del Imperio del Brasil.

Page 41: El Libro de los Héroes

35

Oscurecia. .

.

Esa noche recibi6 Farina nuevas y mas entu-

siastas felicitaciones del Mariscal Lopez, que ha-

bfa presenciado la batalla desde su Cuartel Gene-

ral. Esta vez recibi6 tambien una recompensa en

dinero, entregandosele una banda de musicos pa-

ra que festejara su triunfo, en medio de la alegria

del campamento, en una ruidosa serenata.

Y amaneci6 el 27 de Marzo, que iba a ser su

gran di'a, su dia epico, el dia de su capo laboro.

Poco despues de las once, ocupaba su sitio de

honor, frente al enemigo, iniciando el bombardeo,sin mas tr&mites y con el mayor desenfado.

A las cuatro de la tarde el combate habia lle-

gado a su punto algido.

El lanch6n paraguayo tenia completamente de-

sahuciados a los acorazados enemigos, que no sa-

bfan qu6 camino tomar bajo sus certeros disparos.

Y vi<3se entonces un curioso espect&culo: los pe-

sados Leviatanes tuvieron que retroceder a toda

maquina, dominados por su minusculo enemigo."Comensaron a andar para trds, por no poderemdar volta no canal en que se achabam*, dice en

sus notas Rio Branco, pero en realidad porque nose animaban a presentar un bianco mayor al lan-

ch6n que les enloquecia.

En esta critica circunstancia ocurrid una ca-

tastrofe espantosa abordo del acorazado Taman-dare".

Marchaba esta poderosa nave en retirada, consu comandante y toda su oficialidad bien oculta

en su torre blindada, cuando acertaron a entrar

en esta, por una de las troneras, dos proyectiles,

uno disparado por Farina y otro por la artilleria

de Itapirii, haciendo los estragos consiguientes.

Page 42: El Libro de los Héroes

36

Escuchad la descripci6n que de este sucesohace Garmendia

:

<La primera bala entr6 por la portanola del

puente de la casamata, rompiendo los cables meta-licos que la defendian, y transform&ndolos en te-

rribles proyectiles que en uni6n con el bloque dehierro enfurecido empezaron a rebotar de un ladoa otro de las paredes acorazadas, abatiendo cabe-

zas y quebrando huesos.

«Aquella escena indescriptible es para ser pin-

tada por un pincel maestro. Esa masa de cincuen-

ta cuerpos humanos, sofocados por una atmosferacandente moviendose tambaleante, de un lado a

otro en un vaiv6n confuso, rodando en torbellino

a impulsos del flujo y reflujo sangriento, desvasta-

dor, de aquella rafaga de muerte; esos cuerpos hu-

manos heridos, macerados, despedazados, aplasta-

dos, como si una avalancha de proyectiles se des-

plomase del cielo, era un supremo horror, que so-

lo el delirio de la venganza pudiera imaginar.

«Y todavfa no habia cesado esa danza maca-bra, cuando otra bala penetraba, rebotando nuevop£nico entre los que aun vivian..

«De las cincuenta person as que formabanaquella masa humana, en la cual se habia ensanadoel furor del destino, treinta y cuatro estaban muer-tas y heridas y ninguna quedaba en pie. Rode-ando al comandante, yacfan en un gran charco de

sangre, en esa carniceria historica, todos terrible-

mente desfigurados ; aquella era una escena que

hacfa partir el coraz6n del mas bravo, sobre todo

cuando se escuchaban los lamentos de los mori-

bundos que parecian voces subterraneas de espec-

tros, dolientes gemidos torturantes que se escapa-

ban del fondo de esa hecatombe humana, salpi-

cando la masa encef&lica de las victimas las pa-

Page 43: El Libro de los Héroes

37

redes de ese estrecho antro de la muerte, de vien-

tres que habfan estallado brutalmente al impacto de

las balas, arrojando los intestinos en todas direc-

ciones, de brazos y piernas descuartizados, comosi el suplicio antiguo, ejecutado por cuatro fogosos

potros, hubiera surgido de nuevo... [oh! todo esto

era de una realidad tan espantosa que parecia unaexageraci6n de la alterada fantasia que creaba

los romances de la edad media.

»

Sera todo lo pintoresco que se quiera el dis-

paratado estilo del cronista argentino, pero hay queconvenir en que hace entrever la horrible realidad.

Ese era el espectaculo que presentaba la torre

blindada del Tamandare, y ese el fin que tuvieron

los prudentes marinos imperiales, detras de la es-

pesa muralla de acero de la estrecha casamata enque creyeron burlar el rayo del heroismo para-

guayo.

[ Ah Farina

!

iRiachuelo estaba vengado, pero bien vengado !

Hay que decir aqui que, con la muerte del co-

mandante Maris e Barros, perdi6 el Brasil uno desus mds experimentados marinos. Y que esta ca-

tastrofe llen6 de consternaci6n al ejercito enemigoy a los paises aliados.

Esa noche fue recibido Farina, en medio degrandes ovaciones, en nuestro cuartel general. Yel Mariscal L6pez prendi6 sobre su pecho la es-

trella de Caballero de la Orden del Merito, hacien-

do el elogio de su bravura y de su intrepidez, enpresencia de los jefes y oficiales de su estadomayor.

Al dfa siguiente, muy temprano, ocupaba denuevo su puesto de combate, desafiando a la im-ponente escuadra imperial.

Page 44: El Libro de los Héroes

38

Para erapezar, meti6 dos balas en la Princesade Joinville, una en el transporte Riachuelo y otra

en la Paranahyba.La Jornada, como se ve, empezaba bien. Tanto,

que Tamandare" no perdi6 tiempo en ordenar a

dos de sus acorazados que cargasen sobre el

lanch6n.

Esta vez los brasilenos tuvieron la buena suerte

de inutilizar el canon de nuestro monitor moral,

pero despu£s de recibir innumerables proyectiles,

que casi todos se hicieron pedazos contra los es-

pesos blindajes, sin hacer mayor dano. Solo en el

acorazado Barroso se dio una escena parecida a

la del dia anterior, si bien sin los mismos tragicos

resultados. Una de las balas de Farina volvio a

penetrar por una de las troneras de la casamata,

hiriendo gravemente al segundo comandante de la

nave y a cinco companeros, Como siempre, toda

la oficialidad, con su jefe a la cabeza, se ocultaba

en la torre, envolviendose en una chapa de acero

de cincuenta centi'metros, para escapar al peligro,

mientras el heroe paraguayo, a cuerpo gentil,

desde la cubierta de su canoa, desafiaba la ira de

m&s de cien canones enemigos !

Otro proyectil de Farina destroz6 un enormecan6n de 120, a bordo del mismo acorazado

Barroso.Pero, destruida su pieza y lastimado su lan-

ch6n, levant6 ancla y gan6, sin precipitarse, tierra,

poniendo termino a aquel duelo sobrehumano.Dem£s estd decir que estos combates extraor-

dinarios y nunca vistos ni oidos, tuvieron inmensa

resonancia en el mundo.Los corresponsales de los diarios argentinos y

brasilenos, que los presenciaron desde la costa

correntina o desde las naves imperiales, enviaron,

Page 45: El Libro de los Héroes

39

asombrados, largas descripciones, que se trascri-

bieron despues en los diarios europeos. Pronto

las ilustraciones de las grandes capitales del viejo

mundo popularizaron estos encuentros inverosi-

miles entre una canoa y poderosos acorazados,

exaltando el heroismo paraguayo y hasta dando

un significado tecnico, que estaba lejos de tener,

al terrible monitor guarani.

La prensa portena, por su parte, atac6 dura-

mente a Tamandare y a su escuadra, poniendo

bien alta la bravura de nuestros marinos.

<Para que el publico se de una idea aproximadade la audacia paraguaya — decia «La America* —estudiese el caso siguiente : desde ayer un vapor-

cito ha empezado a salir con un lanchon que carga

un canon de grueso calibre ; viene hasta situarse

a medio tiro de canon de nuestra escuadra, la pro-

voca al combate, y luego la lid se traba.

«£ Habrase visto mayor impavidez que esta ?

jCon una sola pieza desafiar a ciento once bocas

de fuego. . .!

« Mais eso nao es valore—dicen los brasilefios—

sino temeridade. Os coitados paraguayos parece

que foran de ferro !». (1)

< Todo el poder naval de un Imperio, que se

envanece de su gloria y de su fuerza— decia el

mismo diario—ha sido humillado por una miserable

canoa paraguaya, tripulada por los hambrientos

y andrajosos soldados de Lopez.

«jUna chata con un cafi6n haciendo retroceder

a cuatro acorazados y veinte buques de guerra,

erizados de hombres y canones

!

«j Esto es increible !

«jEsto es vergonzoso!»

(1) «La America*—Buenos Aires Abril 4 de 1866.

Page 46: El Libro de los Héroes

40

Por lo demas, Farina fue perfectamente indi-

vidualizado por el enernigo.

Vease lo que decia un corresponsal de « El

Nacional » de Buenos Aires:

« Un joven alto, rubio, con gran sombrero depaja, mandaba el lanch6n. Era un valiente. Fi-

gura espectable, parecfa mas que un hombre, ha-

ciendo un fuego continuo y certero ».

Y agregaba

:

« Se dice que vol6 este joven rubio. Era ex-

tranjero ». (1)

El corresponsal de otro diario aseguraba que

el que mandaba el lanch6n era « un ingeniero nor-

teamericano, habiendo acobardado a los brasilenos

con la precisi6n de sus tiros ». (2)

« El extraordinario artillero que tenian los pa-

raguayos, ha muerto, decia un corresponsal de

«LaNaci6n», despues del ultimo combate. Este

artillero fue cl que introdujo en la casamata del

Tamandare la bala hueca que caus6 la muerte del

valiente Barros y dem&s companeros; y el mismo

que inutiliz6 el canon de 120 del Barroso ». (3)

Otro corresponsal anunciaba tambien la muerte

de Farina

:

«Se cree, decia, que el habil artillero que diri-

gia el combate de los lanchones ha muerto en el

ultimo dia, por las balas del acorazado Bahia,

porque se le vi6 distintamente abandonar su pieza,

siendo conducido en brazos por sus soldados*. (4)

Hubiera querido leeros todo cuanto escribieron

los diarios europeos sobre el combate de los lan-

0) «E1 Nacional»—Buenos Aires Abril 11 de 1866.

(2) «E1 Parana* Abril 2 de 1866.

(3) «La Naci6n» Buenos Aires Abril 11 de 1866.

(4) <La Nacion» Abril 3 de 1886.

Page 47: El Libro de los Héroes

41

chones, ya que tengo la rara fortuna de guardaren mi archivo todos los ecos de aquel encuentro

legendario. Pero he de privarme de este placer,

para dedicar algun tiempo todavia a lo que mefalta decir de las otras proezas del heroe.

Pero, al menos, old lo que decia el «MondeIlustree» de Paris, al publicar el croquis del cu-

rioso duelo :

« COMBATE ENTRE UNA CHATA PARAGUAYA Y LAFLOTA ACORAZADA DEL BRASIL

Una correspondencia de Rio Janeiro, publica-

da en el « Moniteur Universel », da detalles con-

movedores, y, ciertamente, muy curiosos sobre unencuentro que acaba de tener lugar, en las aguas

del Parana, entre las fuerzas brasilero - argentinas

y las paraguayas. A pesar de las graves preocu-

paciones del momento, todo el mundo en Francia

y en el extranjero no habla, en estos instantes,

sino de la nueva maquina de guerra que acaban

de inventar los ingenieros del Paraguay, de esa

maquina ingeniosa que, bajo la torma de un pon-

t6n flotante, posee bastante poder para hacer frente

a navios de alto bordo, para combatir con ventajas

a los buques encorazados.

Es una escena sin analogfa, hasta el presente,

en los anales militares de ningiin pueblo, que hareproducido el lapiz de nuestro disenador, confor

me a un croquis tornado sobre el teatro mismo dela guerra.

Sin embargo, y para completa inteligencia delos hechos, nos parece necesario establecer geo-

graficamente la posici6n del Paraguay.Este pequeno Estado, clavado en el interior, esta

limitado al Norte por la provincia brasilena de Matto

Page 48: El Libro de los Héroes

42

Grosso, al Oeste por el Rfo Paraguay y el desierto

del Gran Chaco que le separan del Alto Peru yde la Republica Argentina; en fin al Este y al

Sud por el Parana, que por su direccion de Nortea Sud y de Este a Oeste, donde se junta con el

Rio Paraguay, le separa del Imperio del Brasil yla Republica Argentina.

Se v£ que el Paraguay esta cercado de unatriple barrera de agua que forman los Rfos Para-

guay y Parana; ahora bien, no se puede invadir

su territorio sino forzando esta barrera. Anadire-mos, como ultimo detalle, que el Paraguay es invul-

nerable en su costado Norte. En efecto, MattoGrosso es un verdadero desierto, recorrido en todo

sentido por numerosas hordas salvajes y aun portribus de antrop6fagos, cortado por rfos rapidos,

abruptas sierras y florestas vfrgenes ; de tal suer-

te que, en ausencia de vias trazadas, los convoyes

y mulas ponen diez y seis a diez y ocho mesespara ir de Rio Janeiro a Cuyab&, capital de esa

provincia.

Por consiguiente, no se puede acometer al

Paraguay sino por la via fluvial ; es esta posicion

la que ha forzado a la flota alfada a entrar en el

Rfo de la Plata y remontar el ParanA hasta la

confluencia de este rfo con el rfo Paraguay.

Esa flota se compone de 33 buques de guerra,

entre los cuales cuatro acorazados : el Tamandare\el Barrozo, el Bahfa, el Brasil. Este ultimo ha sa-

lido de los astilleros franceses del Sena; lle-

va sobre su puente una casamata, especie de ba-

terfa blindada, de forma cuadrada. La corbeta

Tamandare ha sido construida en el Janeiro, sobre

el modelo del Brasil.

A adversarios con tan poderosos armamentos,

los paraguayos no podfan oponer sino una flotilla

Page 49: El Libro de los Héroes

43

de buques de rio. El exito parecfa, pues, seguro

a las fuerzas aliadas.

El 21 de marzo ultimo, despues de on recono-

cimiento hecho en el rio que mide, no olvidemos,

tres kiltimetros de ancho, la flota argentino-brnsi-

lena se co1oc6 en batalla, los acorazados a la cabeza,

delante del pequeno fuerte de Itapiru, que se eleva

sobre la costa paraguaya.

He aqui la fisonomia de los lugares:

Detras del fuerte, colinas cubiertas de bosques,

que descienden hasta la costa del rio ; a derecha e

izquierda se extiende y se prolonga una zona

pantanosa, impracticable.

El unico vado para atravesar el Parana y que

se llama Paso de la Patria, se encuentra en ese

punto, y este vado es protegido por las baterfas

del fuerte. Era, pues, preciso, y de toda necesidad,

destruir las fortificaciones de Itapiru para ser

dueno del pasaje y poder desembarcar en la costa

paraguaya.En las condiciones respectivas de los belige-

rantes, la empresa no podia dejar de tener buen

exito, al agrado de los aliados ; asi lo crefa el al-

mirante brasileno Tamandare cuando di6 !a serial

del ataque.

El fuego acababa de abrirse contra Itapiru,

cuando un espectaculo extrano sorprendi6 de re-

pente las miradas. Una larga hilera de hombres,

desembocando tras la punta de la isla Santa Ana,que se encuentra a la izquierda del fuerte, se ade-

lanta en el rio, entrando en el agua hasta la cin-

tura. Estos hombres arrastran una barquilla, chata

o lanchon, apenas perceptible. La metralla los

diezma; ellos avanzan siempre y traen la barquilla

hasta debajo de las baterfas de Itapiru. Los quesobreviven se retiran entonces, y al instante una

Page 50: El Libro de los Héroes

44

detonaci6n formidable resuena abordo del lanch6n.

Este acaba de trabar el combate con los buquesencorazados.

He aqui la descripci6n que da el « Moniteur

»

de 20 de Mayo de esta nueva milquina de guerra,

que los paraguayos han llamado chata:

<La chata paraguaya es una m&quina extrafia

que es preciso describir: es un pont6n razo, muyliso, como de 20 metros de largo, sin velas, remos,

ni vapor, construido de madera de una fuerza ex-

traordinaria. Bajo el puente se tiene el equipaje;

en medio pasa una pieza de a 68, girando sobre uneje y que apenas sale afuera; una escotilla que se

abre y se cierra en tiempo oportuno, permite car-

gar la pieza y proteje en caso de necesidad a los

artilleros. Es casi inutil apuntar ; basta estar en

la direccitin del buque que se quiere atacar; laba-

la rosa el agua y llega de lleno. En cuanto a la

chata, que se mueve a discreci6n del agua, casi

imperceptible, no puede ser sino dificilmente dafia-

da por las balas enemigas. Adem&s, estd siempre

bajo la protecci6n de las baterias paraguayas*.

Se ve que la chata esuna m^quina de destruc-

ci6n de un modelo nuevo, y de un gran poder,

Una sola chata entra en lfnea cada dia, y cada dfa

es reemplazada por otra, que remolca ya un vapor,

ya una partida de soldados paraguayos.

Durante esta lucha conmovedora, tres chatas

fueron destruidas; segun otra correspondencia, unasola chata ha cafdo en poder de los aliados. Loque hay de cierto, es que los buques enemigos han

sufrido averias y peYdidas considerables. Una ba-

la, lanzada por la pieza de a 68, entr6 por un por-

ta!6n, y puso fuera de combate a 34 hombres, inclu-

so el comandantc, a bordo del Tamandart. Otra

bala desmont6 el can6n de 120 del Barroso.

Page 51: El Libro de los Héroes

45

En una palabra, gracias a la intervenci6n ines-

perada de las chatas, el combate comenzado el 21

de marzo, duraba todavia al 30, sin que los brasi-

leno-argentinos hubiesen podido forzar el paso del

Paso de Patria ». (1)

Hasta aqui la revista francesa.

Como se ve, la singular hazana de Farina Uen6

el mundo, despertando unanime admiraci6n en

tod as partes.

Y para que acabeis de daros cuenta de esto, oid

lo que decia don Gregorio Benftez al Mariscal L6-

pez, en carta datada en Paris el 24 de Mayo de 1866 :

«jQue gloriosa ha sido la serie de luchas quela chata paraguaya ha sostenido con tan brillante

exito contra toda la escuadra aliada, incluso los

cuatro acorazados brasilenos

!

«Enorme efecto ha producido en Europa la noti-

cia de que ese nuevo y redoutable engien de gue-

rre, como llaman aqui a la chata, haya podido

luchar y causar grandes destrozos a casi todos los

buques blindados del Brasil, pues en Europa los

acorazados gozan del mayor respeto. Hoy esta a

la orden del dia el calificativo tecnico de chata, yen todos los cafes, paseos publicos y conciertos, nose oye hablar sino de los prodigios hechos por la

chata, lo que da, naturalmente, una importanciamuy grande al poder real del pais que la emplea.

Este suceso ha venido a destruir completamentelos vestigios de dudaque haya podido quedar sobre

la virilidad del pueblo paraguayo y sus inmensosrecursos. Antes no se queria creer nada de lo quees realmente el Paraguay. Pero ahora todo hacambiado, como V. E. vera por las publicacionesque le adjunto*. (2)

(1) Del «Monde Ilustr6e», N° 476. Traduccion de El Semanario.(2) Vease libro copiador de notas en mi poder.

Page 52: El Libro de los Héroes

46

Tal fueaquella gran pagina de nuestra historia.

Farina qued6 consagrado, desde ent6nces, comoel primer artillero de nuestro ejercito y como unheroe aparte entre los heroes de nuestra guerra.

Su hazafta no tiene paralelo.

Es inutil querer hacer comparaciones para me-dirla.

Otros habran tenido ma}ror fortuna y hasta

mas resonante celebridad mas tarde. Pero ningu-

no,j hay que decir la verdad !, ha sobrepasado el

heroismo y la capacidad del glorioso hijo de Ca-

acup6 que, en su hora, como el heYoe de Camoens,surgitf de las aguas del Parana, para detener, siquie-

ra sea por un momento, el avance triunfal del con-

quistador extranjero.

Nada importa el olvido en que vivi6, ni la in-

gratitud de sus contemporaneos.Mientras otras famas iran decreciendo, su nom-

bre esta llamado a tomar nuevo brillo en el porve-

nir, y su memoria dejara de pertenecernos un dfa,

reclamada por todos los pueblos de America, comoorgullo comun de nuestra estirpe.

Para un gigante de su talla resulta estrecha la

historia. Necesita la amplitud del canto y perte-

nece por entero a la Epopeya 1

V

Despue\s de las proezas que nemos recordado

rapidamente, nuestro heYoe se incorpor6 a la arti-

llerfa pesada de Itapiru.

El arma a que pertenecfa rest6 brillo a su ca-

rrera, ya que no tuvo ocasi6n de lucirse, comootros, en las innumerables batallas de la cruenta

campana. Y asf, muchas de sus hazafias pasaron

inadvertidas, si es que no fueron atribuidas a sus

Page 53: El Libro de los Héroes

47

jefes. Si dispusiera de tiempo, podrfa citar muchoscasos concretos. Pero no hace falta. Sus hechosnotorios bastan y sobran para dar extraordinario

relieve a su pujante personalidad.

Cuando nuestro ejercito se establecio en Rojas

sobre el Bellaco del Norte, fu6 encargado de la,

artillerfa pesada de Paso G6mez.Sus cariones 68 se hacfan oir diariamente, con

el consiguiente sobresalto del enemigo.Cuando empezaban a ladrar los gruiiones de

Farina, los aliados buscaban el fondo de sus trin-

cheras

!

Muchas veces el mismo Mariscal acudfa a sus

baterfas, para verle hacer sus blancos prodigiosos.

En cierta ocasi6n le ensefi6 una lejana carpa,

situada en un lugar denominado Naranjatyraido,ofreciendole un premio si la hacia volar. Refinosu punterfa... hizo fuego, y la carpa volo.

Alii sentaba sus reales el general Flores.

Desgraciadamente, en aquel momento estaba

ausente el gaucho oriental que desencaden6 la tor-

menta.

En otra oportunidad, y habiendo aparecido porprimera vez el globo de Caxias, le orden6 que le

hiciera fuego.

El caso era grave. ; Como hacer la punterfahacia arriba ?

Pero habia que ingeniarse, para cumplir la

orden recibida. No se conocia lo imposible ennuestro ejercito

!

Sin mayor vacilaci6n sujet6 su can6n al troncode un &rbol, improvis6 una curena especial, y listo !

El primer proyectil paso alto, el segundo bajo....

y el tercero... antes de dispararlo bajaba rapida-

mente el globo enemigo, que tan audazmente pre-

tendfa conocer los secretos de nuestro campamento.

Page 54: El Libro de los Héroes

48

En adelante hizo sus ascensiones, pero bien

lejos, al otro lado del Bellaco Sud, tuera del al-

cance de los canones de Farina.

En la batalla del 2 de Mayo acompan6 a Bru-

guez, como ayudante, dirigiendo con Angel Morenonuestra artillerfa destacada sobre el Paso Sidra-

El 24 de Mayo protegio la penosa retirada deDiaz, y evito la total destruccion de su columna.

El 18 de Julio contribuy6 poderosamente a la

masacre del enemigo, talando la selva del Saucecon las andanadas de sus grandes canones.

Durante la batalla de Curupayty mantuvo a

raya al ejercito de Polidoro que, gracias a el, nose atrevi6 a ir m&s alia" de su actitud amenazadora.

En fin, contribuy6, constante y ehcazmente, a

la defensa, manteniendo firme su fama de primerartillero, proclamada por el mismo Thompson, tan

egoista y tan parco en elogios.

Cuando la escuadra enemiga forz6 el paso de

Curupayty, recibi6 orden urgente de ir a emplazarnuevos canones en Humaitti, asf como de estirar

las cadenas que obstruian el paso del Rio.

Trabajos tecnicos fueron estos que pusieron de

manifiesto, una vez mas, sus aptitudes, acredit&n-

dole como hombre preparado y de maravillosa ac-

tividad.

Mas adelante, cuando abandonamos el histdrico

Cuadril&tero, quedo entre los ultimos defensores de

Humaita".

Y cuando esta plaza hubo de ser abandonadatambien, recibi6 orden de arrojar al rio los gran-

des canones que no habian podido ser transporta-

dos a nuestras nuevas posiciones.

Ocurri6sele un medio f&cil para hacerlo. Desa-

t6 todas las amarras, los carg6 con doble carga de

p61vora, y, apuntando a la plaza, hizo fuego... La

Page 55: El Libro de los Héroes

49

fuerza del estampido bast6 para que los canonesfueran a parar en mitad de la corriente.

i Despues ? Despues Isla Poi, Laguna Vera, la

agonia espantosa, los combates nocturnos, easi la

muerte I

Encerrado con Martinez en una estrecha lenguade tierra, en medio de los pantanales del Chaco, yrodeados completamente por el enemigo, trat6 de

abrirse camino hacia Timb6, para incorporarse al

general Caballero que le llamaba.

iPero c6mo hacerlo ?

La Laguna Ver£, que le separaba de tierra fir-

me, estaba llena de lanchas argentinas, y la costa

bien custodiada por tropas de infanterfa.

Cada noche se intentaba el pasaje, trab&ndosecombates terribles, en que sucumbfan casi todos,

llegando algunos pocos al otro lado.

Y al dla siguiente la laguna amanecia roja de

sangre y cubierta de cadaveres de hombres y demujeres. Algunas madres quedaban en el fondo

de las canoas, confundidas con sus hermanos y consus esposos, oprimiendo todavia a sus hijos ino-

centes sobre su coraz6n, en la actitud desesperadaen que las sorprendi<5 la muerte...

Pero Farina, consigui6, al fin, forzar aquella

dantesca encrucijada, llegando a Timb6, gravemen-te herido.

Conducido a San Fernando, fu6 atendido cari-

nosamente por el Mariscal L<5pez, quien—segiinnos cuenta el h£roe en sus apuntes, que tengo a

la vista—le hizo un obsequio de ciento cincuenta

carlos cnartos, enviandolo enseguida a la Asun-ci6n para que lo curaran. Un mes despues empe-zaron a cicatrizarse sus heridas, pidiendo ensegui-

da que se le diera otra vez de alta en el ejercito.

Page 56: El Libro de los Héroes

50

<Preferia, dice el heroe, veneer o morir, pelean-

do entre mis compatriotas, a vivir arrumbado enlas salas de un hospital >.

Pero se le oblig6 a esperar su completa cura-

ci6n, y recien despues se le dej6 marchar.El Mariscal L6pez, que estaba ya en Lomas

Valentinas, le orden6 ent6nces que fuera a dirigir

la artilleria pesada de Angostura.

Toc61e en suerte, en esta ocasi<3n, y por ultima

vez, haberselas con la escuadra brasilena. Prontoreconocieron los marinos imperiales al artilJero

rubio de Itapiru, aquel que desde un lanch6n se

batiera con ellos, con la mayor impavidez.

Y fueron tales y tan notorias sus proezas dia-

rias, que Thompson no pudo menos que comuni-carlas a la superioridad.

Y Farifla fu6 llamado a Ita Ybate, para recibir

de manos del mariscal L6pez sus despachos de

teniente de marina.

Ese notable documento, ultimo tftulo de gloria

del heroe de los lanchones, obra en mi poder.

Y queda todavia un gesto final, que corona su

vida de soldado.

Despues de la batalla de siete dfas, extermina-

do nuestro ejercito, el enemigo rode6 por completoel reducto de Angostura, intimando rendicitin a

sus defensores.

Thompson flaque6 desde el primer momento,debilitada su moral por las peYfidas insinuaciones

del doctor Guillermo Stewart, que se habfa pasado

al invasor.

Y los aliados, para acabar de decidirlo a entre-

gar la plaza confiada a su honor, le permitieron

que enviara una comisi6n de oficiales a comprobaren nuestro antiguo cuartel general la destruccion

Page 57: El Libro de los Héroes

51

total de nuestras fuerzas y consiguiente termina-

ci6n de la guerra.

Despu6s de esto, reuni6 un consejo de guerra,

para tomar una determinaci6n definitiva.

Tres oficiales se opusieron al jefe extranjero

que aconsejaba la entrega, «para evitar un inutil

derramamiento de sangre».

El uno se llamaba Bias Fleitas, el otro Jose

Urdapilleta y el tercero Jose Maria Farina.

Los tres protestaron indignados contra aquella

ignominia, salvando asi el honor nacional.

El teniente Bias Fleitas, ginete formidable, esa

misma noche se abri6 paso, atropellando a los

sitiadores y repitiendo la hazana de O'Higgins en

Rancagua.El teniente Urdapilleta, arri6 la bandera de la

plaza, y, para que no cayera en poder del enemigo,envolvio con ella una bala de can6n y la arroj6

al rio.

Farina consigna en sus apuntes sus textuales

palabras en aquel supremo instante de su vida

:

*Senor Comandante:A mi tnodo de ver la entrega jamas pnede ser

honrosa, como decis, sino bochomosa; porqne el

deponer las armas en una guerra international

es rendir homenaje al enemigo y, por consiguien-

te, constituye una cobardia. El honor estd enmorir o veneer peleandof*

Asi habl6 el heroe en el ultimo acto de su tra-

gedia, al descender el tel6n sobre el postrer esce-

nario de su vida militar.

Y la capitulaci6n fue, a pesar de todas las

protestas.

Thompson entreg6 sin pelear la bandera trico-

lor que el mariscal L6pez, su protector y amigo,

confi6 a su lealtad.

Page 58: El Libro de los Héroes

52

1 Y pensar que aquel Esfialtes ingles habfa de es-

cribir la primera cr6nica de nuestra guerra, para en-

salsarse a sf mismo y para calumniar al hombre quele habia enaltecido, elevandole, desde su humildecondici6n de jornalero, a las mas altas dignidades!

VI

Tal es, en pocas palabras, la historia del hijo

de Caacup6, que maflana vamos a dejar para siem-

pre fundido en el bronce, esa dura carne de los

heroes de verdad.

Tal vez podrfa agregarse que no manch6 sus

laureles, como tantos otros, en la desesperaci6n desu inmerecido vencimiento.

Mds grande en todo que el heroe de la Penin-sula, convertido a ultima hora en baqueano del

enemigo, supo soportar con dignidad su cautiverio,

prefiriendo ia miseria al deshonor.

Y asi, pudo todavfa merecer los homenajes del

vencedor, que alguna vez fuera a su rancho, a in-

vitarle a visitar las naves imperiales, para hacerle

ver los rastros de su audacia y de su heroismo.

Y gracias a esto podemos saludarle hoy comouno de los heroes mas puros de nuestra guerra,

sin que ningun mal recuerdo venga a arrojar sus

sombras sobre su nombre esclarecido, en esta hora

de su apoteosis definitiva.

Los dolores que sufri6 con tanta dignidad, se

truecan asi en purisima gloria, contribuyendo a

dar mayor relieve a su personalidad y poniendo untoque de conmovedora melancolfa en esta aurora

radiante de la gratitud nacional...

Permitidme ahora repetiros, para concluir, que

me siento intimamente orgulloso al ver terminada

mi obra, en lo que respecta al teniente Farina.

Page 59: El Libro de los Héroes

53

Triste, pobre, desconocido, lo encontre un dfa

en mi camino. Y despues de proclamar, durante

trece anos, su grandeza, en el libro, en la catedra,

en la prensa, lo entrego a la posteridad, en toda la

integridad de su gloria imperecedera, reconocido

y aclamado como uno de los actores mas sobresa-

lientes de la Epopeya Nacional.

Creo no equivocarme al pensar que una obra

asf, por su transcendencia moral y patri6tica, basta,

ella sola, para ser el honroso y total contenido de

una vida. (1)

(1) Esta conferencia fue dada en Caacupe" el 26 de Marzo del

corriente aflo, festejando la inauguration del monumento erigido

por su pueblo natal al h£roe de los lanchones.

Page 60: El Libro de los Héroes
Page 61: El Libro de los Héroes

DON QUIJOTE

... Y un dfa Don Quijote pas6 por nuestra tierra,

En ideal cruzada, cruzado caballero,

Erguido en los estribos, el continente fiero,

Por la razOn negada y la justicia en guerra.

Y en la vasta llanura y en la empinada sierra

Aiin queda de su paso, marcada en el sendero,

La sefial sanguinosa del luchar tesonero

Contra la fuerza brufa, cuyo poder aterra.

De su lanza en astillas los restos dispersados,

De su espada en pedazos los afticos violados,

A los flacos del mundo ya no defenderftn;

Que tras de cinco afios de lidiar temerario

Frente a triple enemigo, sucumbiG solitario,

Orgulloso y altivo. junto al Aquidaban !

J. E. 0.

Esta es, senores, una fiesta puramente juvenil.

Es algo asf como un homenaje anticipado del por-

venir. Es el Paraguay de manar.a el que se apre-

sura a afirmar su espanolismo, su solidaridad his-

ttfrica con la madre patria, en una gran comunibnespiritual en que el habla de Castilla remacha el

vinculo indestructible que nos une, por encima detodas las vicisitudes del pasado.

Debemos, pues, dejar a nuestros niftos que denlibre expansi6n a sus sentimientos, que nos diganlo que sienten y lo que piensan ante esta fiesta detoda la raza, ante esta glorificaci6n del soldado

escritor, del manco genial que con una sola mano

Page 62: El Libro de los Héroes

56

realiz6 la hazana literaria mas grandiosa que vie-

ron los tiempos, de aquel hombre que fue una an-

titesis viviente, mezcla de dolor y de alegrfa, degloria y de miseria, de cuya alma atormentadasurgi<5 esa eterna carcajada, que se llama el Qui-

jote, flor de idealidad abierta sobre las lobregue-ces de su siglo, sobre los infortunios de su vida ysobre las crueldades de su destine

Debemos dejar que nuestros ninos nos hablen

y nos digan lo que piensan del hombre cuya desa-

parici6n hoy festejamos, por una cruel ironia, del

triste y buen maestro de nuestra lengua que, enrealidad, naci<5 el dia de su muerte, ya que tal es

la condici6n de los grandes, al decir del mas alto

cervantista americano.

Pero, antes de que ese homenaje juvenil se

empiece, permitidme explicar a mis mas pequenosoyentes el simbolismo del Quijote y la personali-

dad de Cervantes.

Amiguitos mios:

Vosotros no acab&is de saber quien fue Cer-

vantes, ni que representa don Quijote.

Habeis oido hablar de un soidado, que escribio

un libro muy divertido, en el cual se cuentan las

aventuras de un loco, que perseguia gigantes...

Pero no van mas alia vuestras relaciones con el

hombre que hoy celebramos.

Pues bien : bueno es que sepais que ese sol-

dado, que escribi6 ese libro, era un desdichado,

un veterano de la guerra, un invalido, como unode esos ancianos que vemos pasar indiferentes,

implorando nuestra caridad, despues de haberse sa-

crificado por nosotros en una larga lucha, de la

que salieron mutilados, cubiertos de heridas, sin

fuerzas ya para ganarse el pan de cada dia.

Page 63: El Libro de los Héroes

57

Cervantes tambi€n habia puesto su vida al ser-

vicio de su pais. Y en una gran batalla perdi6

una mano, quedando invalido por el resto de su

vida. Perseguido por la mala suerte, cayd despues

en poder de unos bandidos africanos, que le hicie-

ron pasar largos afios en la m&s horrible cautivi-

dad. Y, cuando pudo verse libre, regreso a su

patria, donde se encontr6 con que muchos de sus

deudos habfan muerto durante su prolongada au-

sencia, y donde nadie se fij6 en el, pasando inad-

vertido, como uno de tantos invalidos que regre-

saban inutilizados de la guerra.

Los sufrimientos le habfan agobiado, enveje-

ciendo cuando aun no era tiempo. Y el pobrecito,

que para nada parecia servir, pas6 las maj^ores es-

trecheces. Apenas consigui6 alguna infima ocu-

pasi6n, que tuvo que abandonar para ir a la carcel . .

.

Si, amigos mios : asf como entre nosotros nues-

tros viejos veteranos han llegado a sentir sobre

sus carnes la mano sacrflega de sus hijos descas-

tados, Cervantes conoci6 los rigores de la carcel,

adonde fue arrastrado por unas cuentas mal ajus-

tadas, por negocio de centavos, por cualquier cosa.

Y allf, en su oscura y estrecha celda, escribi6 la

vida de Don Quijote, castigando a sus contempo-raneos con el azote de su risa, vengandose de los

honibres groseros e injustos que le escarnecfan,

pintdndose a si mismo y fundiendo su delirante

altruismo en un desdichado caballero, loco de ge-

nerosidad, que bajo todos los golpes y frente a

todos los reveses persiste en ser el protector delos debiles y de los desamparados de la tierra.

Y, mientras los que le habfan encerrado enaquella carcel segufan hart&ndose, olvidando al

pobre veterano, abandonandole en su infortunio,

el invalido, el manco, afirmaba la pluma en la

Page 64: El Libro de los Héroes

58

unica mano que le quedaba, y escribia, dia y no-

che. ese libro, que es su testamento, en el que nohemos acabado de leer todavia los profundos dic-

tados de su genio.

Y cuentan, amigos mfos, que Cervantes se reia

mientras engendraba a Don Quijote. Se reia a

carcajadas, estruendosamente, a gritos. Sus guar-

dianes acabaron por alarmarse, convenci^ndose

de que al preso le habia entrado el diablo en el

cuerpo, ultima desgracia que podia sobrevenirle.

Porque es bueno que sepais que en aquellos leja-

nos tiempos, hace de esto trescientos anos, las gentes

creian que el diablo podia entrar en nuestro cuerpo

para obrar sus maleficios. Y ante las sospechosas

carcajadas del recluso, que en un calabozo dabaasi rienda suelta a su alegria, no pudieron menosde creer en la intervenci6n del espiritu del mal.

Llamaron, pues, al cura de la localidad, para quealejara al demonio a fuerza de oraciones y aguabendita. El cura entr6, temeroso, en la celda de

Cervantes, y este, sin ningun trabajo, le explic6

la causa de su jovialidad, leyendole los pasajes massabrosos de su regocijado relate Minutos despues,

el asombro de los carceleros llegaba a su colmo,

al escuchar la risa de Cervantes y las carcajadas

del cura. Y mirando por el ojo de la Have, pu-

dieron ver como, inclinados sobre las garrapatea-

das cuartillas, daban sefiales y pruebas de la massana alegria, sin nada de sospechoso que hiciese

creer en maleficas intervenciones infernales.

Y asi naci6 Don Quijote. Hijo del dolor, ama-mantado por la angustia, mecido por la ingratitud,

se cri6 en medio del desden y del olvido. Pero,

asi y todo, fue el castigo del genio, cuya vida pa-

sajera se extinguia poco despu6s, poniendo termino

a sus tribulaciones, mientras el Caballero de la

Page 65: El Libro de los Héroes

59

triste figura sigue todavia, cabalgando sobre su

flaco rocin, resplandeciendo en la punta de su

lanza la luz del ideal, mas que en los polvorientos

caminos de Castilla, en el gran camino del por-

venir, en el que su larga prole avanza, siguiendo

las huellas de su paso.

Tal fu6, amigos mios, don Miguel de Cervantes

Saavedra : un soldado sin fortuna, un servidor de

su pais, un invalido desgraciado, un heroe que

conoci6 hasta las amarguras de la carcel, cuyogenio generoso se veng6 de la ingratitud de su

tiempo, legando a su patria un titulo de gloria

imperecedero Igual que esos viejecitos que ve-

mos mendigar por nuestras calles y que se vengande nuestra ingratitud legandonosel recuerdo de sus

her6icos sacrificios, que son nuestros unicos titulos

al respeto y a la admiraci6n del mundo

!

Hablemos ahora de Don Quijote. { Sabeis acaso

lo que representa ? Creeis, seguramente, muchosde vosotros, que no fue sino un loco, cuya maniaconsistia en ver gigantes por todas partes, hasta

en los molinos de viento. Pero, por lo menos, nodebeis ignorar que era un caballero, el ultimo delos caballeros andantes, cuya misi6n era amparara los desvalidos y castigar a los picaros; que salio

una manana de su casa y empez6 su intrepida

cruzada, arremetiendo aqui contra carneros, des-

trozando alia pellejos cargados de vino, redimiendopresidarios y hasta dando libertad a un le6n en-

jaulado, y recibiendo por todas partes, como unico

beneficio, palos y pedradas, que le dejaron sin

dientes y con el cuerpo molido;que en todas estas

grotescas aventuras, en las que el veia gigantes

en los carneros y en los pellejos, confundiendo la

sangre con el vino, y victimas inocentes de crueles

encantamientos en los mas viles criminales y hasta

Page 66: El Libro de los Héroes

60

en una fiera aherrojada. . . le sostenia un ideal ca-

balleresco y el amor de Dulcinea, de la mujer bien

amada, de cuya existencia ni siquiera estaba se-

guro; y, finalmente, que a su lado marchaba un

rustico llamado Sancho Panza, un hombre vulgar,

que era el que, a cada paso, le advertla el perpe-

tuo error en que vivfa.

ToJo esto debris saberlo, porque lo habreis

lefdo o lo habreis oido referir.

i Pero no os dije que Cervantes se pint6 a si

mismo en aquella extravagante figura ?

Os voy a explicar esto, amigos mfos.

Cervantes, que habfa sucumbido bajo el peso

de la vulgaridad que le rodeaba, que habfa sido

mirado con desprecio por los que no le compren-dfan, por la masa ignara de los que se figuran

que la vida debe reducirse a satisfacer los apetitos

de la carne, que la gloria, lo mismo que el genio,

es moneda qne no se cotiza en el mercado ; Cer-

vantes, digo, que antes de ser soldado habfa sido

poeta, y que siempre fue" un soflador, quiso dejar

de pie\ sobre el egoismo del mundo, en una alta

y escualida figura, la encarnaci6n viviente de su

espfritu.

Ese Don Quijote, persiguiendo el fantasma de

su ideal, la visi6n de sus sueftos, en perpetua ruga,

no es otro que 61, que va por su tierra en pos de

una imposible quimera, llevando a su lado al pue-

blo, descreido Sancho, que le advierte su locura, ysintiendo caer sobre su coraz6n oprobios, miserias

y sinsabores, con mas crueldad que los golpes que

molieron al infeliz engendro de su fantasia.

Cervantes era tambi^n un loco para los quepiensan con el est<5mago, y hasta un mal sujeto

para los que juzgan a los hombres por los exitos

materiales de la vida. Y 61 quiso mostrarnos la

Page 67: El Libro de los Héroes

61

grandeza de esa locura, haciendo que entre la risa

que provoca asome la simpatia, la compasi6n, hasta

la admiraci6n por quien tan gallardamente sabe

sobrellevarla. Porque Don Quijote empieza ha-

ciendonos reir, como reia el cura del cuento, en la

celda de Cervantes, pero termina haci6ndonos

llorar. Se apodera de nosotros una profunda me-lancolia ante esa injusta esterilidad de tanto sacri-

ficio, y aM, en lo mas intimo de nuestra alma,

nos sentimos tambien algo Quijotes, dandonos

cuenta de que, en mayor o menor grado, todos

tenemos nuestra chifladura, todos perseguimos

nuestro fantasma luminoso, y todos sentimos, al-

guna vez siquiera, los golpes, las estacadas de la

suerte contraria, mientras la realidad, o sea SanchoPanza, nos llama a la raz6n!

Y Cervantes, amigos mlos, al pintar asi el

drama de su vida, el terrible conflicto de su exis-

tencia, pint6 tambien a la humanidad. Por eso,

su obra repercuti6 en todos los pueblos de la tierra.

El mundo esta poblado de Quijotes y Sanchos, que

ven en ellos la mas estupenda adivinaci6n de su

ser espiritual, la interpretacion mas completa de

todos sus atributos morales, la sintesis mas per-

fecta de su vida animica. Y en castellano, lo

mismo que en chino, en Francia igual que en el

Jap<5n, ayer como hoy, Don Quijote goza de la

misma popularidad, renovando sus hazanas, sin

envejecer, regocijando a unos, haciendo pensar a

otros, simpatico a todos !

Tal es el simbolismo del Quijote.

La realidad del tipo es tal, que don Miguel de

Unamuno cree que el que en realidad existi6 fue

Don Quijote, no Cervantes. Y yo me atrevo a

afirmar que no solamente existiG, sino que el Pa-

raguay lo vi6 pasar un dfa por sus campinas, pro-

Page 68: El Libro de los Héroes

62

siguiendo su cruzada al borde de sus esteros ysobre sus empinadas Cordilleras. Mirando con sus

ojos, viendo las cosas a la distancia, tal como el

las vei'a, yo distingo su tragica silueta, en aquella

sin igual aventura en que cafmos por la libertad

de una doncella desamparada— el Uruguay—bajolos golpes triplicados de los malsines y follo-

nes de la Triple Alianza. Fuimos el Quijote deAmerica, tocandonos en suerte sucumbir, tras la

postrera Jornada, para quedar de pie en la Historia

—ese inmenso y eterno libro de caballerfa— igual

que Don Quijote ! (1)

(1) Conferencia dada en el Colegio Nacional, el 23 de Abril dc

1916. tercer centenario de la muerte de Cervantes.

Page 69: El Libro de los Héroes

DIAZ

Henos aqaf otra vez, ante la piramide del h6-

roe, en este di'a evocador.

Natalicio Talavera, el oscuro Tirteo de nuestra

Epopeya, adivinando los desfallecimientos y las

desesperanzas que el porvenir reservaba a nuestra

raza, escribi6, ante la tumba recien abierta del

vencedor de Curupayty, esta frase que ha reco-

gido la historia : « cuando nuestra virtud flaquee,

nuestra confianza desfallezca y nuestra esperanza

desespere, lleguemos a inspirarnos a la tumba deeste heroe ».

Cumpliendo estamos, seftores, en este momen-ta, aquel patri6tico consejo.

No venimos animados de odios insanos a ce-

lebrar la derrota del cruel invasor, que hizo ta-

bla raza de todas nuestras grandezas : no venimosa saborear su doloroso, pero her6ico vencimiento.

No venimos tampoco a rendir homenaje a unode esos seres que Alberdi llam6 < los barbaros he-

roes del sable >, aunode esos « grandes matadoresde hombres, erigidos en semidioses por la enor-

midad de sus crfmenes ».

Venimos, simplemente, a cumplir un deber degratitud y a pedir inspiraci6n a la sombra queridade un hombre sencillo, de un soldado humilde, quesi bien, en horas de terrible prueba, tin6 su espadaen sangre humana al escalar sereno la mas alta

Page 70: El Libro de los Héroes

64

cumbre del heroismo, no fu6 en nombre de pasio-

nes pequefias y miserables, sino abrasado por el

fuego de la m&s divina de las pasiones, abrasado

por el patriotismo.

La guerra, homicidio o asesinato colectivo,

s61o es gloriosa para los pueblos que la aceptan

o la consuman en nombre de la propia seguridad,

como ultimo recurso, como la suprema defenses

que dijo un pensador.

Y es asi como aquella gran carniceria, aquel

descuartizamiento bdrbaro, aquella horrenda ma-

tanza s61o result6 gloriosa para nosotros, para el

vencido, correspondiendonos, exclusivamente, al

decir de Nabuco, la parte epica de ella.

Y es asi, tambien, como nuestros heroes, agi-

gantados en la suprema dejensa, transfigurados

en aquel sublime esfuerzo desesperado, a raiz de

la derrota, sobre los escombros de la deshecha

nacionalidad surgen a la historia, n6 como los

bdrbaros he'roes del sable, sino como los ma\rti-

res gloriosos de un ideal humano, puro y santo,

en cuyo ejemplo encontraran en todo tiempo las

generaciones paraguayas una fuente inagotable

de inspiraci6n patri<5tica.

He aqui por que podemos llegar hasta la tum-

ba del general Diaz, a ofrecer nuestra grati-

tud y a pedir alientos, no a uno de esos grandes

matadores de hombres que erige en semidioses la

demencia de los pueblos, sino a uno de los pocos

soldados cuya espada no f'u£ segur sino rutilan-

te lengua acerada de un arado ideal, que abri6 en

el alma de nuestro pueblo los hondos surcos del

desinteres, la abnegacion, la bravura, la nobleza,

el estoicismo en que ha de germinar un clia

tantas semillas ahogadas por la tempestad, en que

Page 71: El Libro de los Héroes

65

han de abrirse tantas flores marchitadas por aquel

diluvio de sangre y fuego

!

Y al llegar hasta este sagrado lugar, m£s quea un hombre, venimos a rendir culto a todo un

simbolo. Porque Diaz no es solo el vencedor de

Curupayty, el tit&n iracundo que en aquella nochecerrada arranca a la victoria algunos de los pocos

destellos que alumbran la dolorosa via cruets na-

tional : es la cifra luminosa de nuestra epica pu-

janza.

No es un rayo, es un haz de rayos, en el quese confunden todas nuestras glorias.

No es nuestro tinico heroe, pero es el compendioo suma de todos nuestros herofsmos. Pertenece a

la raza de los hombres representatives de Carlyle.

Y asi, podemos creer que, dentro de su estre-

cha pir&mide, flotan los manes de todos y de cadauno de los que, desde la extranjera llanura de Ya-

taf, hasta las soledades de Cerro Cor'i, rimaron la

Rpopeya de nuestro inmenso infortunio.. -

Extrana suerte, seflores, la de este var6n grande.

La fortuna, como una estrella bonancible, le alum-

bra desde la cuna, durante su breve pero agitada

existencia y hasta mas all& de su tumba. En vidaesel m&s renombrado de nuestros capitanes y despuSs

de muerto asume la representacidn de todos sus

companeros, encarnando todas nuestras proezas.

reconcentr&ndose en su memoria toda nuestra gra-

titud. No conocio, sin embargo, nuestras crueles

penurias de la hora postrera, no conocid los sinsa-

bores del hambre, ni presenci6 el derrumbamientonacional. Muri6 en los comienzos de la guerra,

arrullado por las dianas del triunfo, admirado yquerido, en los brazos del Mariscal Lopez, siendo

el tinico cuya muerte tuvo el m^gico poder de

Page 72: El Libro de los Héroes

66

arrancar a aquel hombre de hierro quiza lasunicaslagrimas que verti6 en su vida.

Afortunado hasta despues de su muerte, es el

primero y unico que durante la contienda recibe

honras fiinebres extraordinarias, el primero para

el cual la gratitud nacional ha tenido un eco y el

unico sobre cuya tumba ha resonado la voz de la

posteridad reconocida.

En este pedazo de nuestra tierra, en este mo-tlesto cementerio, duermen, tambien, junto al heroe'

ntortunado, otros de nuestros grandes, cubiertos

de cicatrices y de laureles. Desde el comandanteUrdapilleta, aureolado por los fulgores de Tacuan,hasta el coronel Santos, modelo de fidelidad y de

bravura, cuya tumba aun no est£ bien cerrada,

no pocos de nuestros leones han desfilado por

bajo el ferreo arco de esta puerta, en demanda de

descanso a sus her6icas fatigas.

i Pero quien recuerda que aquf duerme Duarte.

el vencido de Yatai ?

i Cu£ndo venimos a saludar a Delgado, el viejo

centauro, que de uno al otro extremo de nuestro

territorio se abri6 paso al golpe de su sable, res-

petado por las balas, constante y abnegado, lle-

ijando hasta Cerro Cor5, entre los ultimos sobre-

nvientes de la hecatombe ?

i Hay acaso alguno de vosotros que sabe dondedescansa Genes, aquel herculeo Genes, tuerto comoAnfbal, bravo y atrevido, cuya figura cic!6pea se

destaca en el pasado en uno de los cuadros m&ssombrfos de nuestra guerra, de pie sobre la cu-

bierta de uno de los acorazados brasilefios, rodea-

do por las tinieblas, iluminado a ratos por la rae-

tralla, desnudo y sudoroso, con los cabellos en de-

sorden y la espada rota, cansado de tronchar

cabezas ?

Page 73: El Libro de los Héroes

67

iAlguna vez, hemos venido hasta aqui, para

depositar una corona sobre la loza que cubre los

despojos del heYoe olvidado de Paso Poi, del ma-yor Eduardo Vera, grande en el pasado y en el

presente, h£roe de nuestra guerra y martir de

nuestras luchas civicas ?

iNo duermen tambien aqui el coronel Meza, el

mayor Portillo y tantos otros, tan grandes comoDiaz y mas meritorios que Diaz por el mayor sa-

crilicio ?

jPoderoso prestigio del exito, cimentador de

lodas las glorias, Have de oro que abre las puer-

tas de la inmortalidad

!

Ah 1 sefiores ; no atribuyamos esta aparente in-

justicia a un resultado fatal del extravio popular.

Recordemos que a Dfaz le cupo la envidiable

suerte de ser el vencedor de Curupayty. Recor-

demos que sus hazanas, cuasi fabulosas, desde Ro-mero Guazu hasta Curupayty, hallan en esta colo-

sal victoria el coronamiento de su brillante carrera.

No olvidemos que el exito mas estupendo san-

cion6 todos sus errores y di6 un tinte extraordi-

nario a sus mas sencillas operaciones de guerra.

Pensemos en que tuvo la fortuna de veneer eficaz-

mente, en la primera hora realmente crftica, dete-

niendo un instante el desplome y llevando a la

desesperaci6n nacional el fulgor de una ultimaesperanza. Y pensemos, ademas, en que tuvo la

seftalada suerte de morir en los instantes en quese apagaban los ultimos destellos de aquella victo-

ria e iban a comenzar de nuevo los desastres.

Para alcanzar a comprender su popularidad yel inmenso entusiasmo que despertara y dospierta.

es necesario medir las proporciones de aquella suvictoria, de aquel triunfo todo suyo.

Page 74: El Libro de los Héroes

68

Curupayty no es precisamente la mas alta mani-testaci6n de nuestro tradicional denuedo. En Curu-payty triunfamos sin pelear, por obra de la ciencia,

adivinada por unhumilde soldado. Y, sin embargo,como dije alguna vez, nos congregamos todos los

aflos al pie del monumento del general Diaz, en el

aniversario de Curupayty, y no le dedicamos unrecuerdo en los aniversarios de otros combates, enque, si la suerte no le acompan6, su valor se pusopor encima de la suerte, arrancando a la gloria

ese laurel calcinado de las grandes derrotas, mu-chas veces mas digno de la frente del heroe quela palma de la victoria.

Es que los acontecimientos que la precedieron

y los que ya se disenaban en el porvenir, hicieron

de Curupayty el procenio en que debfa destacarse,

necesariamente, la figura m&s alta de la guerra.

Los momentos eran angustiosos. Todos nues-

tros planes habfan sido deshechos por la fatalidad.

Despu6s de la desastrosa campana de Corrientes ydel Uruguay, comenzaron los reveses en nuestro

propio territorio.

Reconcentrados en las lineasdeRojas, despues

de un retroceder sin tregua, nuestro ejercito habfa

sido casi totalmente aniquilado en la memorablebatalla de Tuyutf. Despu6s de este desastre, se

habian sucedido los pequenos encuentros, hasta

el 18 de Julio, en que alcanzamos una de las m4sbrillantes, pero tambi6n mas ineficaces victorias.

Entre tanto, nuestra situaci6n se hacia cada

vez m&s crftica, al par que aumentaba el poder del

invasor.

Nuestros dos liancos, completamente desguar-

necidos, estaban indicando el camino de nuestro

exterminio.

Page 75: El Libro de los Héroes

69

El avance del ejercito aliado, siguiendo unrumbo cualquiera, importaba nuestra total destruc-

ci<3n. Detenerlo en Tuyuti, era salvar la situacidn,

dandonos tiempo para defender nuestros flancos,

asegurando asi la prolongaci6n de la desesperada re-

sistencia.

En situaci6n tan cruel, el enemigo iniciO las

operaciones por nuestra derecha, tomando a Curu-

zu y seiialando la direcciOn que estaba dispuesto a

seguir.

El general Diaz fue el designado para conju-

rar el peligro, deteniendo al invasor.

Iba a resolverse, pues, la suerte de la patria.

Si el enemigo forzaba el paso de Curupayty, esta-

bamos perdidos

!

Fue en este momento decisivo, que el general

Diaz, iluminado por su buena estrella, traz6 la trin-

ehera y organiz6 la resistencia, en forma incom-

parable, asegurando la victoria y con ella la salva-

ei6n de la patria, siquiera fuese por un momento,en diez y nueve dias de fatigas e incertidumbres.

i Despues ?. . . ya lo sabeis ! Veinte mil soldados

se abalanzan sobre la trinchera defendida por unpunado de paragnayos, y aquellos veinte mil sol-

dados, enloquecidos por el fuego horrendo de nues-

tros cafiones, se estrellan heroicos contra los aba-

tices que preceden al foso y al muro artillado,

bregando por abrirse paso, durante cuatro horasde implacable esterminio, al cabo de las cualesso

produce la derrota, el desbande espantoso de los

batallones asaltantes, que dejan diez mil caidos

en el sangriento campo de la matanza.

iLa patria estaba salvada ! El general Diaz aca-

baba de alcanzar el mas completo de los tritinfos,

en el mas crftico de los momencos.

Page 76: El Libro de los Héroes

70

£1 Mariscal L6pez, comprendiendo que aquel

dfa el vencedor de Curupayty habfa nacido a la

inmortalidad, vaticin61e en estas palabras el pode-

roso influjo que estaba llamado a ejercer sobre las

futuras generaciones paraguayas: «vuestro norabre,

general, no morird; vivir& eternamente en el cora

z<5n de nuestros ciudadanos*.

Aquel exito, oportuno y ruidoso, consagr6, en

etecto, su fama imperecedera, que lejos de araen-

guarr.e con el correr de los aftos, fu6 creciendo a

mediJa que se multiplicaban las derrotas, a medi-

da que perdiamos las ultimas esperanzas y el de-

sastro final se acercaba, espantoso en su inevitable

realidad.

Pespu6s de Curupayty no volvi6 a alumbrarnosuna victoria parecida. Ytoror6, Avay, Lomas Va-lentitias, Piribebui, Rubio-nu, batallas colosales, en

que desplegamos todas nuestras energfas, en que

derrochamos todas nuestras bravuras, no fueron

sino sacrificios gloriosfsimos, pero inutiles, que

solo sirvieron para ir marcando, a manera de ex-

trafios jalones, el curso de aquella dantesca retira-

da de todo un pueblo agonizante, cuyos ultimos

restos, al llegar a Cerro Cora", no entrevieron, desde

ran alto pedestal, otra luz que la que resplandecfa

a lo lejos sobre los rauros de Curupayty.

Y hoy, despues de 40 anos { acaso percibimos

otro resplandor, a traves de aquella larga noche ''.

Es que en Curapayty convergieron todos los

rayos de la colosal hoguera, como en Jose Diaz

se sintetizaron las romancescas gallardfas de Ri-

varola, las audacias de Bado, 1os impetus de Ca-

la^, la serenidad de Roa, el valor sin freno de

Martinez, las fierezas del «le6n de la vanguardia>,

las virtudes todas de nuestros mas ilustresadalides!

Page 77: El Libro de los Héroes

71

He aqui porque el general Diaz, mas que unh6roe, viene a ser un sfmbolo.

He aqui porque las conmemoraciones de ia

gran victoria de Curupayty vienen a ser la apo-

teosis de todos los que, en las horas de la grun

prueba, se agruparon a la sombra de la bandera

nacional y sin titubear corrieron a hacer el no-

ble sacrificio de su vida en los altares de la patria.

Y llenemonos de orgullo ante estas manifcs-

taciones de la gratitud nacional que proclam&n,

bien alto, que la fuente de nuestra grandeza moral

aun no esta cegada, que a pesar de ciertas preVli-

cas envenenadas aun palpitan en nuestros corazo-

nes, siempre abiertosal ideal, los mas elevados stn-

timientos.

<?Acaso en estos momentos no nos sentinios

mas hermanos, mas cerca los unos de los otios,

vinculados por el recuerdo del comiin intortunid?

Este es, senores, el secreto poder del pasado,

que cuando, como el nuestro,representa un gian

dolor, constituye una fuerza poderosa de cohesion,

que aproxima a los hombres de una misma raza.

Nunca los hijos desdichados de Polonia se sien-

ten mas hermanos que cuando recuerdan las amar-

guras del pasado. Los judios, dispersos poi el

mundo, forman una sola familia, cuyo unico vin-

culo es el lejano y comun dolor. Nosotros misnios,

divididos por la pasi6n polftica, parapetados delras

de nuestros odios, si no nos disolvemos en tsta

anarquia desenfrenada es porque, apesar de todo,

por sobre todos los prejuicios, formamos el pueblo

mas compacto del mundo, constituimos tambiSu

una sola familia, tenemos todos un punto de con-

tacto en aquel gran dolor comun, fuerza misterio-

sa, que, como la que emana de nuestra dulce len-

gua nativa, nos acerca cuando mas queremos ale-

Page 78: El Libro de los Héroes

72

jarnos, neutralizando la acci6n disolvente de los

odios que, a manera de virus mortffero, deposit6

en nuestras venas el vencedor, al transmitirnos su

sangre emponzofiada.

En este solemne raomento estamos palpandoel poder de esa fuerza bienhechora. En los ins-

tantes en que mas se ahonda el abismo que sepa-

ra al pueblo del ejeroito y a gobernantes de go-

bernados, ya veis c6mo nos confundimos en unabrazo de hermanos, para venir hasta aqui a cnm-plir un piadoso deber de gratitud.

Llenemonos de orgullo, repito, senores, ante

tfste cuadro conmovedor. Y en adelante no vol-

vamos a renegar de nuestro pasado, no lo calum-

niemos, no permitamos jamas que vuelvan a escar-

necerlo, que si 61 fu6 gloria, hoy es vinculo, quesi fu£ dolor, hoy es fraternidad, que si fu6 hogue-

ra destructora, hoy es savia de vida que fortifica

las languideces presentes de nuestra nacionalidad.

Y al ofrecer, una vez mas, nuestra gratitud al

heroe simb61ico, al vencedor de Curupayty, pida-

mosle p.Htriotismo para nuestros gobernantes, y fe

para nosotros, jurando poner al servicio del viejo

ideal de nuestros mayores todas las energfas de

nuestra alma y todo el fuego de nuestro coraz6n. (1)

(1) Este discurso tut pronimciado en ia Recoleta el 2:i de Sf-

tiembre de 1907.

Page 79: El Libro de los Héroes

CABALLERO

Ante la tumba reci6n abierta de dona Basilia

Caballero de Bareiro, he vuelto a recordar un con-

movedor episodic de nuestro pasado, que le of

relatar un dfa.

Y como un homenaje a la ilustre dama desapare-

eida, voy a tratar de reproducir sus palabras, en-

tregando a la historia una pagina que sera de Hla,

mas que mfa.

Era en el mes de Enero de 1912

El general Caballero declinaba, tristemente, en

una dolorosa y prolongada agonia.

Su hoy extinta hermana habfa venido a visi-

tarle, y a pasar con 61 lospostreros dfas de su vida

Y una noche toc6me en suerte velar con elln

al glorioso enferrno, departiendo en voz baja, du-

rante largas horas, junto al aposento en que el

paciente descansaba.

Y fue entonces cuando le escuche referir el

episodio que hoy evoco enternecido, como en aquella

noche inolvidable.

—El general, me decia, ha sido siempre afor-

tunado. Y hoy, ante la fidelidad de la amistad

que le rodea carifiosa en el ocaso de su existen-

cia, veo que aim no se ha puesto su buena estrc-

Ua... Ustedes, que son sus ultimos amigos, son,

tambuSn, los que mas desinteresadamente le aman.Hay que reconocer en esto su buena suerte. Saber

Page 80: El Libro de los Héroes

74

conquistar atectos tan protundos, cuando se hadejado de ser poderoso, es algo reservado a pocoshombres en la tierra. Ah! mi hermano ha nacidobajo la bendici6n de Dios!...

Y la buena anciana recorria en su memoriatoda la vida del amado enfermo, viendo en todo

ana feliz predestinaci6n. Pero, al cabo de unalarga divagaci6n, volvia a la realidad y me vefa

a su lado, y vefa a los que un poco mas alia ve-

'aban tambien, todos amigos de la ultima hora,

compafieros de la llanura, llenos de filial afecto al

viejo pr6cer, que ya no podia repartir honores ni

prebendas, pero que aun sabia cautivar los cora-

zones.

Y la hermosa anciana, hermosa en su gallarda

ancianidad, se abismaba en su dolor, se hundia en

sus recuerdos, para tornar al presente y repetir

sus refiexiones.

En uno de estos viajes retrospectivos, llegamos

a Cerro Cora.

Me habia referido los tragicos pormenores dela ultima peregrinaci6n a traves de la Cordillera,

siempre para convencerme de la buena suerte dcsu hermano que, entonces, como en los dfas de

San Fernando, habfa salido limpio, sin una man-cha de lodo, sin una gota de sangre.

—Y fue en Cerro Cora—me dijo— donde llego

a su colmo su fortuna. Alii, donde todo se perdi6,

menos el honor, el, no solo salv6 su vida. . salv6

tambiSn su dinero. Vd. va a verlo. Es cosa de

reirse, sino fuera todo tan triste. Parece un cuen-

to. Pero escuche

:

—Apenas llegamos a aquel ultimo eampamentodel ejSrcito nacional, mi hermano fu6 despachado,

al frente de un grupo de oficiales, hacia el norte,

hacia Dorados, sobre el Apa, donde se crefa en-

Page 81: El Libro de los Héroes

75

contrar animaies para nuestro abasto. El hambreera grande, por lo que se cifraron en 61 todas las

esperanzas. . .Nosotras, con mama, quedamos reco-

mendadas a Lopez, que se nos ofreci6 personal-

mente.

Era a fines de Febrero de 1870.

Pocos dfas despues de la partida del general,

vino un soldado a invitarla a mama a pasar a la

carpa del Presidente de la Republica. Claro esta

que no tardo en presentarse. Fu6 recibida afec-

tuosamente e invitada a sentarse, con el mayormisterio. Retirados los ayudantes y ya completa-

mente solos, Lopez le hab16 deesta manera: seilo-

ra, la he incomodado para decirle algunas cosas

en secrete La guerra va a terminar. Se que el

enemigo no tardar& en atacarnos. Y quien sabe

qu6 sera de nosotros. Yo no las he olvidado en

este trance, no podia olvidar a la familia del m<is

leal de mis companeros. Quiero que ustedes si-

quiera se salven, salvando, al mismo tiempo, lo

poco que tengan. Aqui tiene algunos retazos de

bayeta: ate en ellos lo que mas estime y ocultelo

bajo tierra, en el interior de la selva, donde se

refugiaran inmediatamente, asi que el enemigoaparezca. Y no diga nada a nadie, ni a sus hijas.

Sea usted prudente y permanezca constantemente

alerta. .

.

Momentos despues nuestra madre regresaba)

preocupada, meditabunda, obligandonos a mudar-nos en seguida a un lugar mds abrigado, al bordedel bosquecillo que puebla la margen del Aqaida-bdn. Y, una vez alii, nos reparti6 los retazos de

paflo Colorado, orden^ndonos que guard£ramos enellos todos nuestros pobres haberes. Cada una de

nosotras teniamos nuestro dinerito, y mam& era

la depositaria de la fortuna del general, consis-

Page 82: El Libro de los Héroes

7b

tente en algunas monedas de oro y plata, mas sus

valiosas condecoraciones. Todo fu6 religiosamen-

te ocultado en los flamantes atados, hechos conel mayor esmero. Pero, cuando se nos indic6 quedebfamos enterrar aquellos pobres guiflapos, junto

con los reales que constitufan nuestra unica es-

peranza, no pudimos menos que oponernos, tenaz-

mente. Sentadas sobre nuestros atados, creiamosque Sstos no podian estar mas seguros en ningu-

na otra parte. Y nuestra buena madre hubo de

ceder a nuestros ruegos, contentandose con ponet

a salvo, bajo tierra, naturalmente, el atado quecontenfa las prendas del general. .

.

Al dfa siguiente, muy temprano, notamos mo-vimiento en el campamento. A la madrugada ha-

bfan sonado algunos tiros, hacia el Paso Tacuara.

Y mas tarde corri6 la noticia de que llegaban los

brasilenos. A eso de las ocho de la mafiana, tras

tin corto caftoneo, aparecieron losprimeros enemigos. El Mariscal reuni6 un grupo de hombres ymarch6 al encuentro del invasor. Minatos despu£s,

todo habla concluido. Aplastados los paraguayos,

muerto L6pez, la caballerfa brasilena invadio nues-

tro campo, avida de botln. No tardaron en llegar

hasta nosotras algunos negros ginetes. Como le

dije, ocultabamos nuestros atados sent&ndonos so-

bre ellos. Y, claro est^, que era nuestra intenci6n

no levantarnos. Pero los negros, que estaban

apurados, no perdieron tiempo, intimandonos quenos pusieramos de pie y hasta avivdndonos con

sus largas lanzas. Apenas nos levantarnos, descu-

brieron nuestros atados. Y, en un abrir y cerrar

cie ojos, saltaron a tierra, dispersaron nuestros

trapos y se llevaron nuestras monedas... Cuandose nos pa«56 el susto, todo estaba consumado ! Bien

caro habiamos pagado nuestra desobediencia, i Que

Page 83: El Libro de los Héroes

77

hacer en semejante trance, y sin un solo centavo ?

Nuestro llanto parecfa inconsolable. Pero no, algo

se habfa salvado. All! estaba intacto el atado del

general, bien bajo tierra y bien en el interior del

monte En aquella tarde memorable desenterra-

mos el precioso tesoro y emprendimos la vuelta

a la Asuncidn. Estabamos salvadas, gracias a la

fortuna de nuestro hermano. Solo para 61 habia

tenido el Destino una sonrisa en el dfa final del

martirologio paraguayo!Aquel dinero fu£ la yida para nosotras. Con

€\ nos vestimos y costeamos nuestro viaje a la

capital. Y con 61 atendimos nuestras primerasnecesidades, en medio de aquel inmenso desam-paro. ..

Y la buena anciana movia la cabeza, comoqueriendo alejar sus recuerdos, mientras me re-

petfa, en voz baja, que el general Caballero habtasido siempre el hombre m&s afortunado de la

tierra

Page 84: El Libro de los Héroes
Page 85: El Libro de los Héroes

ESCOBAR •'»

Ayer no mas veniais a despedir en esta uiis-

terioriosa entrada de la eterna vida a uno delos mas gallardos soldados de nuestra patria.

Lejos de aquf, en plena tierra extranjera, no pudeacompanaros sino con el pensamiento

;pero, en

mi mundo interior, el querido muerto tuvo tam-bi6n sus funebres exequias. A cada cafionazo conque proclamabais vuestro duelo, respondfa un lati-

do de mi coraz6n, y cada nota de las funebresmarchas que acompanaban vuestro paso en e! tris-

tfsimo desfile tenfa un eco lastimero en las intimi-

dades de mi espfritu.

Yo tuve la visi6n de vuestro duelo y sent! la

realidad de mi propio dolor, como si estuviera en-

tre vosotros, frente a los despojos de aquel hom-bre que ame tanto y en cuya dulce y mansa per-

sona cref ver siempre la sintesis humana de todas

nuestras glorias y la encarnacitin viviente de las

m&s bellas virtudes de nuestra raza. Y cuando,en medio de la noche, a la luz de los c£rdenosfogonazos de la ronca artilleria, entreg&bais a la

madre tierra, a esta nuestra tierra paraguaya, el

cuerpo inaminado de aqut^l que con tanto herois-

mo y con tan inquebrantable abnegaci6n la de-

(1) Discurso pronunciado el 20 de Abril de 1912, al ser depositado en el Pante6n Nacional los restos mortales del general Parricio Escobar

Page 86: El Libro de los Héroes

80

lendiera... yo tambien, alia en tierra extranjera,

en el silencio de mi retiro, abria mi corazdn para

sepultar su memoria, y, entre lagrimas y sollozos,

murmuraba mi doliente despedida. .

.

Y bien, senores, ahora volveis a este mismorecinto, acompaflando a otro gran soldado de la

patria vieja, que hasta aqui llega a descansar, por

tin, de sus penosas fatigas. Esta vez la suerte

quiere que pueda acompaftaros, y que sobre esta

tumba resuene mi palabra, como un debil eco del

inmenso duclo que aoongoja, una vez mas, al Paraguay.

i Necesitare, acaso, deciros quien tue este hom-bre que hoy nos deja para siempre ?

Volved la vista atras, hundid la mirada en las

entraftas del pasado, saltad sobre medio siglo dt

nuestra vida independiente, y, alia en los flore-

cientes dias que precedieron a la catastroie, verbis

surgir adolescente, en medio de los relampagos de

una prcorima tempestad, &1 que hoy anciano, triste

y desengaiiado se pierde en las sombras de la

muerte, Uevando en su alma el luto de su genen.-

ci6n infortunada. Debris penetrar en aquel infierno

de nuestro espantoso lustro, debris recorrer todo

aquel ciclo dantesco de nuestra historia, si quer^is

oalcular lo que fue y comprender toda la grandezn

de su vida.

No era por cierto un vencedor lamoso, comoel general Diaz, ni le cupo en suerte dirigir las

batallas colosales en que el general Caballero re-

eogi6 sus cosechas de laureles;pero era un solda-

do leal, todo constancia, todo valor, que no conoci6

el descanso, ni se dej6 dominar por los rigores de

la miseria y del hambre en los dias mas tristes de

auestra desesperada resistencia.

Page 87: El Libro de los Héroes

81

V si no hubiera en su vida militar tantas pagi-

nas que le aseguran la inmortalidad, bastaria re-

oordar que en Cerro Cora mandaba una divisi6n

de nuestro fantastico ejeYcito el joven coronel Pa-

tricio Escobar, para que todos nos descubrieramosante el, con respeto y admiraci(5n.

La guerra es ingrata, y no a todos concede sus

lavores. Unos perecen oscuramente, en medio delas mas grandes acciones, haciendo derroches de

heroismo, sin haber podido dar un paso adelante

en la escala de los honores; otros, igualmente in-

trepidos, pero mas afortunados, avanzan con rapi-

dez, y victorias y derrotas aumentan su figura, col-

mandoles de gloria. En nuestra Epopeya, sin em-bargo, todos los actores son igualmente inmensos.

y es imitil querer medir su altura, ya que cadauno de ellos fue un gigante, cuyas proporcionesescapan a nuestra limitada pequefiez presente. Pero

aquella legi6n de titanes, forjadores de las mas es-

tupendas hazanas, march6 a la muerte, conducida,en primer termino, por aquel nuestro sublime Pro-meteo, cuyas entrafias roen todavfa, alia en la em-pinada Cordillera, los hambrientos buitres de la

calumnia y de la injuria, y luego despues por unun grupo escogido de seres superiores, que consi-

guieron sobresalir debido, mas que a otra cosa, a su

huena estrella, pues que el valor que les animabalue siempre el mismo, en el jefe encumbrado comoen el ultimo recluta. Mas, para Uegar a abrirse

camino y salir de la penumbra, hasta marchar decara al sol, j cuanto sacrificio ! Para poder colo-

carse a la cabeza de aquellos implacables suicidas

y tener el honor de capitanearles en su resuelta

marcha hacia la tumba, | cuanto esfuerzo, m£s aun,

cuanta suerte

!

Page 88: El Libro de los Héroes

82

No juzguemos, pues, a nuestros heroes por el

renombre que les 6\6 la fama solamente, o por los

honores que pudieron conquistar; juzguemosles porla intensidad del dolor sufrido, por la duraci6n desu infortunio. Si quereis conocerles a fondo, pre-

guntad en qu£ acciones estuvieron, donde cayeronprisioneros, hasta d6nde llegaron, d6nde sucum-bieron. Y asf, cuando se os diga que tal soldado

fue de los que vencieron penurias y faligas, nopregunteis mas, porque ese hombre representa la

ultima expresi6n, el arquetipo de la resistencia, de

la abnegaciGn y de la pujanza humana.Los que vencieron penurias y fatigas son los

que desde el Parana a la remota Uruguayan a, ydesde Itapiru a los confines de nuestro territorio

dejaron la seftal sangrienta de su paso ; son los quetriunfaron en el Sauce y Curupayty, los que asombraron al vencedor en Tuyutf; son los leones de

Tatayiba, los que vencieron en Acayuaza, los queen canoas abordaron acorazados, los que hicieron

prodigios en Ytoror6 y milagros en Avay... sonlos que en las Lomas Valentinas pelearon siete

dfas, los que triunfaron en Diarte, los que connifios de once afios libraron en Rubio Nti la ulti-

ma batalla campal de nuestra guerra... son los

que escaparon a la masacre de Piribebuy y al de-

giiello de Caagiiy-yuru. . .son los que hicieron aque-

11a ultima peregrinaci6n a traves de bosques v

montafias, sombrfo desfile de esqueletos, dolorosa

via crucis hacia Cerro Cora, siniestro G61gota en

que habia de consumarse la crucifixi6n de un pueblo

!

/Los que vencieron penurias y fatigas! Asi

rezaba aquel epico decreto, en el que L6pez otor-

g6 el ultimo tltulo de gloria a sus ultimos compa-ileros, a los que con el defendieron,palmo a palmo,el suelo de nuestra patria, a los que con £1 cruza-

Page 89: El Libro de los Héroes

83

ron dos veces la Sierra de Amambay, para ver-

lo caer, con la soberbia de un Dios. en la postre-

ra Jornada ! . .

.

Ya veis, senores, por que os decia, que para

glorificar a este soldado era suficiente recordar

que comandaba una divisi6n de nuestro ej£rcito

en la hora final de la tragedia. No hace falta re-

terir sus proesas cuando no habfallegado a oficial,

cuando era ayudante del supremo niandatario pa-

raguayo, cuando ya jefe, en Ita-Ybate, acompafiaal bravo Montiel en la memorable tarde del 21 de

Diciembre de 1868, cuando mutilado por la metra-

lla, modelo de lealtad, cruza con once heridas el

ancho y profundo eslero del Ype-cua, y. al otro la-

do organiza el salvataje de los que le siguen, y se

presenta en Cerro Le6n, al frente de un pelotdn

de cadaveres ambulantes ! . .

.

iNo ! Lleg6 a Cerro Cora, y basta

!

Pero no fue solamente un pr6cer de nuestra

independencia amenazada. Fue tambi£n, como el

general Caballero, un reconstructor de la desechanacionalidad. Y es dificil saber cual fue mdsgrande, el soldado o el estadista

;el guerrero o el

civilizador.

Pensad, senores, en lo que era el Paraguay enaquellos 16bregos dias que siguieron al horrorosodescuartizamiento nacional, a aquella orgfa desangre, en que los vencedores redujeron a escom-bros todas nuestras grandezas pasadas, y en la

que, como dijo el poeta, « no habia en nuestro ho-

gar sin lumbre sino halito de muerte, miseria ysoledad y servidumbre ». Y recordad que este

hombre fue de los que obraron el milagro de nues-

tra resurrecci<5n, desenterrando nuestras riquezas,

nunca agotadas, fecundando nuestros campus, sem-

Page 90: El Libro de los Héroes

84

brados de sal, y haciendo florecer, sobre la deso-

laci6n y el exterminio, la paz y la esperanza.

Su labor es fecunda, su obra es basta.

Presidente de la Republic* en 1886, sucede enel mando al heroe de Ytoror6, quien le entrega

el pais, que recibiera en ruin as, repuesto de su

tragica cafda y en vias de una franca prosperidad.

De su activa gesti6n presidencial solo hemos demencionar su tenaz y plausible afan por levantar

nuestro nivel intelectual. La instrucciGn publica

absorvio toda su atenci6n, y es justo reconocer

que fue el mandatario que mas hizo por difundir-

la. Baste recordar que es el fudador dela Univer-

sidad Nacional, de la Biblioteca publica, de cinco

colegios de segunda ensefianza y de numerosasescuelas de campafias; el creador de los dos conse-

jos de educaci6n y de la primera escuela graduadade seiioritas en la capital ; el que comenzG a orga-

nizar sobre bases cientfficas la ensefianza, facili-

tando el estudio en toda forma, hasta el cxtremo

de introducir grandes cantidadesde libros, paraser

gratuitamente distribufdos entre los pobres. Eneste sentido, fue un civilizador, y varias genera-

ciones le deben el pan intelectual que nutri6 su

cerebro. H6 aquf c6mo, este modesto soldado, de

instrucci6n limitada, si bien de chispeante inteli-

gencia, fue, a su modo, y dentro del estrecho mar-co de su pafs y de su tiempo, el general Sarmiento del Paraguay. Este solo titulo bastarfa para que

fuese respetada su memoria y para que la niftex

y la juventud viniesen, todos los anos, a saludarle

en su ultima morada, como a uno de sus primeros

benefactores;pero' su obra es fecunda, repetimos,

y en este acto es imposible sintetizar siquiera todo

lo que hizo. #Su presidencia representa, induda-

blemente, una €poca de verdadero progreso, en

Page 91: El Libro de los Héroes

85

todos los drdenes de la vida nacional, dejando la

Republica, al terminar su periodo, en plena paz

y en pleno avance hacia un porvenir cada vez

mas venturoso.

i DespuSs ? . . . Ya lo sabeis ! La anarqufa aso-

rna su repugnante cabeza, se encienden los enco-

nos partidistas, comienza el retroceso. Desde en-

tonces no nemos hecho otra cosa que descen-

der, hasta llegar a los ultimos Ifmites de la mise-

ria y del escandalo. Hemos amargado los dias fi-

nales de su existencia, y, al dejarnos parasiempre,

lo despedimos con el vergonzoso espectaculo pre-

sente, casi disuelta la nacionalidad, devorandonosoomo fieras, mientras los mismos nubarrones de

antes vuelven a oscurecer nuestros horizontes yrumores siniestros amenazan acabar con nuestra

criminal insensatez y quizas tambien con nues-

tra patria

!

Ante esta tumba, en la que van a sepultarse

tantos recuerdos, tanta gloria alcanzada en defen-

za. del terruno, tanto heroismo y tanto dolor, pen-

semos cuan triste seria que, como fruto de nuestra

demencia, nuestros hijos no nacieran ya paragua-

yos, y que la tierra que va a caer sobre estos des-

pojos mortales acabase un dia por ser tierra ex-

tranjera.

Que el gran eafdo ilumine nuestro espiritu ynos trasmita una parte siquiera de su ardorosopa-

triotismo

!

Que el viejo pr6cer que se va ponga en nues-

tro coraz6n envenenado por el odio un poco de

esa divina tolerancia que dulcifica 1a vida y acer-

cn a los hermanos

!

Que 61 vele por esta pobre patria* que estamosdestrozando

!

Page 92: El Libro de los Héroes
Page 93: El Libro de los Héroes

TALAVERA

Natalicio Talavera, el bardo de nuestra edad

heroica, y uno de los mas brillantes talentos de su

epoca, atin espera la hora de una justiciera con-

sagraci6n.

Los hermosos trutos de su inteligencia corren

dispersos en las publicaciones de su tiempo, reve-

lando todos ellos las energfas de su cultivado es-

pfritu.

Muri6 poco despues del general Diaz, y con

raz6n decfa un cronista que con ellos habia bajado

a la tumba el brazo mas. afortunado y la plumam£s luminosa puestos al servicio de nuestra causa,

en aquella contienda en que se jugaba la suerte

del Paraguay.No voy a hacer una biogralia del esclarecido

eompatriota, voy a apuntar, apenas, algunos datos

de su vida.

Natalicio Maria Talavera, era vecino de Villa-

rrica, el afortunado pueblo que di6 a la historia

uu coronel Bogado, el heroico granadero que, sal-

vando el honor de las armas revolucionarias en el

Callao, hizo que la independencia americana algo

debiera tambien a la ya legendaria bravura para-

i^uaya.

Naci6 el 8 de Setiembre de 1839, siendo sus pa-

dres don Jose Carmelo Talavera y dona AntoniaAlarcGn.

Page 94: El Libro de los Héroes

Era muy niflo cuando estos, sorprendiendo ensus infantiles manifestaciones intelectuales la chis-

pa que ardia bajo su frente, lo trajeron a la Asun-ci6n, para dejarlo en la escuela dirigida por e1

maestro don Juan Pedro Escalada.

Despues ingres6 en la escuela de matematicas.instalada en Zeballos-cne, bajo la direccitin de M.Dupuis, y mas tarde en la Escuela Normal, dirigi-

da por don Ildefonso Bermejo. En esta ultima

acab6 de revelarse completamente el superior ta-

Iento de Talavera que, como estudiante de filosofia,

lenguas y literatura, llam6 la atenci6n de sus maes-tros. Fue el primero de los discipulos de Berme-jo, a quien le unieron los lazos de la mas afectuo-

sa amistad.

Terminados sus estudios en las aulas, los con-

tinu6 por su cuenta, con pasmosa laboriosidad.

En sus papeles intimos, que aiin conserva su

tamilia, y que yo tuve la suerte de tener en mismanos, se puede columbrar, siquiera sea vagamen-te, todo cuanto hizo, sinti6 y pens6 aquel corazGn

generoso, muerto en la flor de su vida, entre el

tronar interminable de los caftones.

Como Franklin, tenia escrita su norma de con-

ducta. En ella registraba lo que tenfa que hacerdiariamente. Ese documento fue publicado por mien uno de los numeros de El Estudiante. \ Cuanvirtuoso debia ser el hombre que sabfa cumplir

frelmente aquellas reglas inflexibles, escritas en

estilo sentencioso y hasta lleno de biblica un-

ci6n

!

Esa hoja de papel, que el cariilo de los suyossalv6 en medio del huracan, es suficiente testimo

nio de que el hombre que supo seguirla hasta mo-rir, no era un oscuro miembro del mont6n an6ni-

mo. Ley^ndola, las venideras generaciones para-

Page 95: El Libro de los Héroes

guayas se inclinaran ante la memoria de aquel

guaireno ilustre.

Entre sus aludidospapeles intimosse conservan

estrofas sueltas, capitulos de traducciones francesas

para las publicaciones de su tiempo, cartas llenas

de ternura y^ un pequeno libro diario, en que ano-

taba, minuciosamente, todos los sucesos de su vida:

los libros que leia, los articulos que escribia, yhasta las personas con quienes habfa paseado du-

rante el dia.iCon cuanta amargura se queja en

alguna de sus p&ginas contra lo que llamaba su

indolencia! Como Tito, consideraba perdido el dia

en que no habia puesto en pr&ctica algun princi-

pio de virtud. Con la diferencia de que, virtuoso

como era, para €1 estaba perdido el dia cuando

a m£s de la praxtica del bien, no habia agregadoalgun conocimiento a su inteligencia, constante-

mente nutrida. El dia que no aprendia algo nuevo.

era dia est£ril para el. Hermoso ejemplo para

los que, marchando en pos de las concupiscencias :

olvidan y desconocen el mas inefable de los pla-

ceres

!

En una de sus ultimas cartas a su padre, escrita

pocos dias antes de la declaraci6n de la guerra, Tala-

vera manifiesta sus vivos deseos de salir del pais.

Desde la partida de Bermejo, su unico confidente y su

unico compafiero de charla intelectual, habia que"

dado melanc61ico y pesaroso. Le oprimia la pesa-

da atm6siera que le envolvia. Sus alas necesitaban

horizontes m£s amplios para ensayar sus vuelos

soberanos.

Con profunda tristeza decia a su padre que si

rracasaba su viaje a Buenos Aires, daria por muer-tas sus tiltimas esperanzas y el anhelo de toda su

vida. Desgraciadamente, la suerte se oponia a la

realizaci6n de sus m&s caros ensueftos. Estaba

Page 96: El Libro de los Héroes

90

condenado a morir en los pantauos del sud deuuestro pals, despuSs de contemplar el colosal de-

rrumbe de nuestro pasado poderfo

!

Qu6 hermosa, qu6 grande fignra seria la suyasi en el extranjero hubiera ampliado sus conoci

mientos en un estudio reposado y sereno ! Nata-

licio Nalavera estaba llamado a ser un estadista

americano y uno de los grandes poetas de nuestra

lengua.

Apenas habia abaudonado la escuela, cuandolos peri6dicos ya registraban en sus columnas sus

hermosos trabajos literarios. La Aurora y El Sc-

manario publicaban a menudo las produeciones

del joven poeta, no faltando entre ellas traduccio-

ues del frances, en las que se adunaba la fidelidad

de la versi6n a la diafana correccion de la forma.

Entre esas traducciones, hemos de recordar la de

la Graciella de Alfonso de Lamartine, novela de

corte sentimental, que apareci6 en las columnasde La Aurora.

Se conservan todavia algunas hojas sueltas

del original de dicha traduccidn, cuya publicaci6n

no pudo terminarse.

Sus composiciones en verso vibrabau en todo

los labios. Pero su extremada modestia pocas ve-

ces permiti6 que su firma apareciera al pi€ de

sus poesfas. Por eso se ha perdido la mayor par-

te de sus producciones. Felizmente, algunas nos

nan llegado con su nombre. Y ellas bastan para

hacerle digno del tftulo que le diera el poderoso

Andrade, que una vez le llamd el Tirteo del Pa-

raguay.Entre sus composiciones po£ticas, la mas nota-

ble es, indudablemente, El Centinela, publicada

por primera vez, despu^s de la guerra, por el doc-

tor don Ignacio A. Pane, en el diario La Demo-

Page 97: El Libro de los Héroes

tracia, en 1899, acompafiada de un hermoso co-

mentario.

El Centinela es una poesia acabada, a la queno le falta un solo pincelazo. Con raz<5n decfa el

Dr. Pane, que quien escribi6 estrofas tan magistra-

tes, podia decir, parodiando a Chenier, al morir enlos albores de la vida, y golpe&ndose la frente

:

; aquf habfa algo !

A esta su primera poesia se pueden agregarotras inconclusas, como el fragmento del himnonacional, en cuyas pocas estrofas brilla el patrio-

tismo exaltado y la soberana energfa que tanta

falta hacen al canto de Figueroa, y otras, m&s o

menos correctas, como una poesia a su madre, decorte cl&sico, La mujer y la botella, modelo ensu genero, y su mis hermosa producci6n po£tica

Jespues de El Centinela.

Pero sus poesias del genero popular, las quehicieron las delicias del ejercito y del pueblo, las

que reflejan toda una epoca, o se han perdido, oj

completamente desfiguradas, aim son recitadas, al

son del arpa o del rasgueo de las guitarras, pornuestros campestres trovadores, como un lejano

eco de un periodo de sangre y de heroismo, sin

que nadie sepa ni recuerde el nombre del que las

compuso.Cuando lleg6 el triste dia de ia prueba para

nuestra raza, Natalicio Talavera rue" de los pri-

meros que ofrecieron su vida a la defensa na-

cional.

No lleg6 a contribuir con el contingente de su

brazo, pero contribuy6 con el contingente de suhermoso talento, siendo, en los tres primeros anosde la guerra, el galano cronista de esos mil epi

sodios de bravura con que el Paraguay asombroal mundo

Page 98: El Libro de los Héroes

92

Desde el 17 de junio de 1865 hasta el 28 de Se-

tiembre de 1867, fue el corresponsal infatigable deEl Semanario.

Y es verdaderamente asombrosa la rapidez conque escribfa sus largas y detalladas correspondedcias.

A veces, apenas recibia los datos sobre la ba-

talla que acababa de librarse, cuando ya, con pron-

titud inconcebible, el telegrafo empezaba a trasmi-

tir a la capital ladescripci6n completa de la accidn,

escrita en estilo sencillo, pero lleno de vida y de<^alor.

En esas correspondencias, en cuya redacci6nla pluma corrfa tan velozmente como el pensamien-to, esta consignada la historia de la guerra en su

primera epoca.

Muchas veces se vi6 obligado a ocultar nues-

tros desastres, por no debilitar el entusiasmo de

nuestro pueblo. Despues de Tuyuti, envi6 al Se-

manario los detalles de la accidn, concluyendo por

afirmar que los paraguayos habfan dado la batalla

mas grande de la America, alcanzando un com.pleto triunfo. Lo primero era cierto, pero lo segun-

do, desgraciadamente, no lo era.

Pero esto no quita su importancia histdrica a

tan notable correspondencia, pu£s por m&s quedecla, por las causas apuntadas, que habiamos ven.

cido, su misma exposici6n se encargaba de descu.

hrir la falsedad de esta afirmacidn.

La labor literaria de Talavera no se redujo.

durante la guerra, a escribir correspondencias. ElSemanario registra en sus columnas otros trabajos

de aliento, en que revela las altas dotes de estadis-

ta que le adornaban.El 16 de Febrero de 1867, pocos meses antes de

su muerte, di6 a luz la biograffa del general Dfaz

Page 99: El Libro de los Héroes

93

Ese trabajo, escrito en Paso Pucii, bajo las metra-

llas que llovian sobre el cuartel general, es un in-

teresante y valioso documento : no por la galanuradel estilo, sino por la sinceridad insospechable de

quien lo escribid.

Los paraguayos que quieran medir las magni-tudes del heroe, deben leer esas lineas, escritas

por un alma generosa y buena, sana y bien equi-

librada, sobre una tumba reci6n abierta, quizes enla misma alcoba en que se extinguiera aquel espf-

ritu caballeresco.

En esas pocas lineas de Natalicio Talavera nohay pedanteria de erudici6n hist6rica, solo brilla la

verdad, d&ndonos la visi6n de lo que rue el m&safortunado de nuestros guerreros.

Despues de este trabajo, hemos de recordartambiSn sus comentarios al Tratado Secreto de la

Triple Alianza, publicados en El Semanario, el 11

de Agosto de 1866. Esos comentarios son dignosde la pluma del patriota esclarecido. Con un es-

tilo que chispea, en el que se revela su indigna-

ci6n, estudia aquel aborto de la infamia humana,haciendo notar sus infinitas contradicciones, descu-briendo su verdadero espiritu, protestando contrala iniquidad que persigue y se manifiesta en todas

sus partes.

Jamds paraguayo alguno ha analizado ese do-

cumento con ma3ror lucidez.

Bien pueden acudir a ese trabajo de Talaveralos que aiin no tienen formado su criterio hist6rico

sobre el crimen de la guerra, si quieren ver, entoda su desnudez, los prop6sitos que guiaron a

los que vinieron al Paraguay en campaita Itbertxi-

dora.

Es obra de patriotismo publi carlo en un libro

y difundirlo profusamente, hoy que falsos aposto-

Page 100: El Libro de los Héroes

94

les tratan de extraviar el sentimiento publico conpr6dicas envenenadas.

« No ha aparecido en los tiempos que atravesa-

mos un documento mas perverso, osado y bdrbaro.

decia Talavera al terminar sus comentarios.

« Y la anomalia es chocante, cuando vemos eu

el pir£tico empefio las banderas de dos repiiblicas,

esos estandartes que antes flameaban en combatesinmortales por el sostenimiento de los mismos prin-

cipios a los que declaran ahora la guerra mds san-

grienta, m£s chocante, cuando en tiempos m£s dig-

nos para esos estados, en que se consultaba la

voluntad de sus pueblos, el augusto aliado que hoyelijen y enarbola la misma bandera que traen con-

tra el Paraguay, era el enemigo que se encontrabaen frente de sus legiones.

«cPero que mucho que se hayan olvidado de

lejanas tradiciones, que formaban el orgullo de su

historia, cuando vienen ahora a verter su mismasangre para esclavizar a una reptiblica hermana,que profesa la misma religi6n, que es de la mismacuna, y que tiene los mismos intereses?

<£Pero es cierto que no han degenerado esos

pueblos ? — i Saben por qu6 pelean, y qu6 es lo que

combaten? Permftasenos que dudemos todavfa, yque los contemplemos como vfctimas expiatorias

de sus malos gobernantes, porque tenemos la con-

vicci6n de que esos pueblos tienen su conciencia,

y simpatizan mas con nosotros que con esos go-

biernos que les han impuesto la guerra, infiriSn-

donos gratuitos agravios.

< Los aliados, al hacer su acuerdo nelando, haneomenzado por pisotear sus propias instituciones,

uegando a la acci6n legislativa, por el artfculo 19

de ese tratado, la autoridad que le compete, en el

pleno conocimiento de ese pacto, y ocultando a los

Page 101: El Libro de los Héroes

95

pueblos un documento en que se comercia con su

sangre >.

A esos parrafos siguen otros, de conmovedoraelocuencia. Hemos de citar tres ultimos, por 1o

sentidos y patrioticos que son :

« Si ha de seguirse a la causa su consecuencialegftima, si somos vencedores, el Paraguay sera

tan grande como grande es su empeflo, y justos

sus titulos de defensa.

« Si esta escrito que ha de hundirse nuestro

pais al barbaro empuje de sus feroces enemigos,ENVOLVAMONOS TODOS EN SU BANDERA, Y ARROJEMONOSa la tumba

;que el mundo vea en los tiempos mo-

demos a un pueblo que sabe morir por su honor

y por su derecho, como los tiempos antiguos hanvisto desaparecer a Numancia y a Sagunto.

« El mundo tendr& sus poetas y sus oradoresque verteran sobre nuestros sepulcros las lagrimasde la admiraci6n y de la justicia ».

iEstallido sublime de patriotica indignaci6n

!

Por estas frases del poeta martir se v€, clara-

mente, cuan firme era la resoluci6n de todos los

paraguayos de veneer o morir en la demanda.Hay que agregar que Talavera era el hijo mi-

mado de nuestro ejercito. Su generosidad sin

h'mites y la bondad de su caracter, le granjea-

ban la simpatfa de todo el mundo.« Observando a Natalicio Talavera a travels de

la modestia habitual de su apacible car&cter,—decfaDomingo Parodi—se notaba en su inteligente perolanguida mirada, un sentimiento vago de melanco-lfa, cuasi presagio del fin prematuro de su carrera

sobre la tierra. Poseyendo las principales dotes

de un orador, por su dicci6n pura y bien acentua-

da, por el colorido portico y a la vez persuasivode su discurso, y, sobre todo, por la convicci6n de

Page 102: El Libro de los Héroes

%verdad que se manifestaba en todas sus t'acciones,

era, no obstante, moderado y aiin parco en sus con-

versaciones familiares, como si se complaciera en

ooncentrar sus pensamientos en sf mismo, some-tiendo sus inspiraciones al examen de su rara inte-

ligencia ».

Y todas sus sobresalientes cualidades le valie-

ron m&s que el carifio. el respeto de los que U-

trataban.

El Mariscal L6pez le daba el lugar que le co-

rrespondfa.

En ratos robados a la gran lucha, conversa ba

alegremente con aquel joven superior, uno de los

pocos que podfan seguirle en sus divagaciones

eientfficas o literarias.

En su mesa, frecuenteraente, ocupaba un lugar

honroso el simpatico poeta.

Yaunque ajeno al arte de la guerra,recibi6 du-

rante la campafia los galones de teniente y la estre-

11a de Caballero de la Orden del Merito.

Como dije al empezar, escribi6 su ultima

correspondencia el 28 de Setiembre de 1867. Yaestaba enfermo.

Los miasmas de aquella ingrata region habian

trabajado poco a poco su sano y robusto organis-

mo, hasta conseguir abatirlo.

Con frfa serenidad sufri6 las molestias de la

cruel enfermedad, y, rodeado del carifio de sus

compafieros, pas6 a mejor vida. el viernes 11 de

Octubre de 1867, a las tres de la tarde.

En el cementerio de Paso Pucti fueron depo-

sitados sus restos mortales.

Hoy ni una cruz de tosco lefto indica al viajero

el sitio en que reposan las cenizas de aquel para-

guayo esclarecido

Page 103: El Libro de los Héroes

AVE1R0

Triste misi<3n la mia de encargado de despe-

dir a nuestros pobres heroes que se van, abruma-dos por la ingratitud de un pueblo aun incapaz de

comprenderles.

Cumpliendo este deber, me he conquistado el

titulo de « orador de cementerio*, que yo invoco

en este momento, lleno de legftimo orgullo, al pro-

nunciar, quiza.las primeras palabras justicieras queva a decir la posteridad sobre este hombre, y ante

el barro de este hombre, animado un di'a por unaftirrea voluntad y por una decisi6n implacable.

Orador de cementerio soy, en efecto, oradorde los muertos, orador de los que han dejado de

ser en la vida, justiciero p6stumo de los que hanescuchado de mis labios los primeros acentos de

vindicaci6n, y oyen, al caer en la tumba, mis ul-

timos gritos de combatiente, de defensor tenaz de

nuestras glorias y del honor mancillado de nues-

tros heroes; mis gritos de convencido, de profun-

do creyente de esa divina religi<3n del patriotismo,

en cuyo nombre celebro, como sacerdote, este ofi-

cio de los difuntos, serenando con un postrer re-

quies.cat in pace las amarguras de estas vidas bo-

rrascosas, que conocieron el rayo de la guerra,

las tempestades de fuego de las batallas y el ho-

rror de una interminable derrota.

Y es en el desempeno de esa misi6n que hevenido, acudiendo a vuestro llamado, para ayuda-ros a entregar dignamente a la madre tierra lo

Page 104: El Libro de los Héroes

98

que es suyo, el polvo que ella model6 y al cual

Dios comunic6 esa llama interna que acaba deapagarse.

No necesito deciros quien fu£ el coronel Sil-

vestre Aveiro. Su actuaci6n hist6rica fu6 dema-siado sobresaliente para que no la conoscais. Porlo menos, no habreis ignorado lo que el odio escri-

bi6 de 61, lo que divulg6 el rencor. No habreis

dejado de oir, alguna vez, que ei anciano dolorido

que pasaba en medio de vosotros fue un dia po-

deroso seflor, juez inclemente, Fiscal de Sangre...

iHe ahf el mote terrible !

Fiscal de Sangre, es decir, verdugo sin piedad,

de unaepoca 16brega, puesto al servicio de un bar-

baro tirano.

Tal es su gran tftulo, por el que lo hemos co-

nocido en la niftez, por el que aun le conocen los

que no han podido salir todavfa de la infancia in-

telectual.

Fiscal de Sangre fu6, en efecto, en San Fer-

nando, en Lomas Valentinas, en la retirada de Ce-

rro-Cora.

INo tuvo clemencia, no conoci6 la piedad!

Pero no olvidemos que no ejerci6 su siniestra

magistratura desde la o6moda butaca de un juez

de nuestra 6poca, ni le fue dado aplicar la ley de

nuestros tiempos.

Fiscal de Sangre, sf, fiscal de la guerra, quees la impiedad, que es la inclemencia, que es la

exaltaci6n suprema de la violencia, que es la vuelta

a las pasiones desencadenadas y al dominio cruel

y avasallador del instinto.

Y fiscal que debia ajustar su conducta a las

prescripciones de la Siptima Partida del horri-

ble Codigo vigente, para esclarecer la verdad, y

Page 105: El Libro de los Héroes

99

castigar de acuerdo con ordenanzas militares quedestilaban sangre en cada uno de sus articulos.

La crueldad no estaba, pues, en el juez que

cumplfa la ley en medio de las batallas, frente al

invasor triunfante. La crueldad, la barbara, la san-

grienta crueldad estaba en todas partes, en la ley

y en las almas, en victimas y victimarios, en los

que conspiraban y en los que ejerclan el derecho

de legftima defensa en nombre de la patria ame-nazada. Y asi como no era un asesino el soldado

que moria matando, por un mandato includible de

su tierra en peligro, no lo era el juez que senten-

ciaba a muerte por un mandato legal, imperativo,

y apelaba a la violencia, digamoslo de una vez, al

tormento, para esclarecerla verdad, en cumplimien-

to de su deber.

He ahi como fue magistrado inflexible el Co-

ronal Aveiro.

A medida que el tiempo pase y las pasiones se se-

renen, se ha de ir desvaneciendo su terrorifica leyen-

da, rectificandose juicios dictados por el odio yperpetuados por la ignorancia o por el rencor.

Y dia llegara en que se le hara cumplida jus-

ticia, desmintiendose las exageraciones e impostu-

ras que hoy oscurecen su memoria. Entonces se

vera cuan sincero fue su patriotismo y c6mo nole fue dado hacer otra cosa en los dfas y en las

circunstancias en que el Destino le impuso desem-penar el tr&gico papel que desempen6.

Y oportuno es decir en este momento, que el

Coronel Aveiro no desesper6 nunca de esta su fa-

tal rehabilitaci6n hist6rica. Jamas dud6 de si' mis-

mo, es decir, de su propia obra. Muri6 en la masabsoluta convicci6n de que habia cumplido su de-

ber. De ahi esa valentfa unica con que sostuvo

siempre la rectitud de su conducta, sin negar su

Page 106: El Libro de los Héroes

100

pasado, abundando en detalles, contando todo 1o

que hizo, con esc&ndalo de los que llevaban la de-

rrota en el alma y se empequefiecian para corn-

placer al vencedor. De ahf ese aparente cinismo,

que no era sino valentfa, entereza, fortaleza moral,

con que siempre dijo la verdad, sin hacer oculta-

ciones inutiles e imposibles, como tantos de sus

companeros, que no han tenido su poderosa volun-

tad o sus arraigadas convicciones.

Y era, por esto mismo, su unica amargura la de-

claraci6n inverosimil que le hizo firmar el vencedor,

entre las angustias de la agonfa, y contra la cual

protestaba con todas las energlas de su alma.

En sus dfas postreros, vencido ya por el malque acab6 con su vida, yo le vi llegar a mi hogar,

arrastr£ndose penosamente, para pedirme que le

ayudara a invalidar ese infame documento, conmotivo de un reciente comentario de un escritor

argentine Casi mudo, tembloroso, pero con todas

sus energlas preteritas, chispeantes en sus pupilas

encendidas, me dijo, con torturante dificultad, sus

ultimas confidencias, refiri£ndome c6mo le hicie-

ron firmar lo que no hubiera escrito nunca, abu-

sando de su situaci6n de inerme prisionero; c6moal llegar a Rio Janeiro se apresur6 a pretender

rectificar lo que se le atribufa; y c6mo era impo-

sible que afirmara falsedades notorias, en que no

podia haber incurrido, conociendo, como conocla,

casi todos los secretos de la guerra.

En esa conferencia escribimos las paginas ine-

ditas que debe guardar su familia y que debfan

servir de pr61ogo a sus apuntes autobiograficos,

hoy en mi poder, para ser publicados por su ex-

presa voluntad.

La muerte ha venido a sorprenderle, antes de

que se realizara tan legitima aspiracion, siendo el

Page 107: El Libro de los Héroes

101

aludido comentario causa del ultimo dolor de su

vida declinante.

No es este el momento de hacer su biograffa.

Ella se hara, y pronto, con la serena imparcialidadque reclama la historia.

Entretanto, recordemos que sirvi6 a su pafs

desde los lejanos tiempos de Carlos Antonio L6pez,figurando en la secretaria de 6ste, como en la desu hijo, el Mariscal Solano L6pez. Escribano deGobierno y Hacienda y Archivero General de la

Naci6n, salio de Asuncion el 8 de Junio de 1865,

para seguir en el Cuartel General todo el curso dela larga campana. En tal situaci6n, prest6 cons-tantes y senalados servicios a la causa nacional,

jugando la vida tantas veces como fue necesario.

En Ita-Ybate permaneci6 al lado del Heroe dela resistencia, escribiendo su testamento cuandopareci6 llegada la hora de cumplir su juramentode morir sobre su ultimo campo de batalla.

Finalmente, como ayudante de campo y coro-

nel de estado mayor, llego hasta el Aquidab£n, ac-

tuando en el episodio que cierra el cuadro gran-dioso de la Epopeya, y tocandole en suerte reco-ger en sus brazos al gigante moribundo, para in-

tentar salvarlo del ludibrio de la negra soldades-ca imperial.

Tal fue el hombre que se vaSobre su tumba dejo este gajo de laurel, que

no ha de secarse, que ha de echar raices y ramas,

y a cuya fresca sombra dormira tranquilo y arru-llado por voces amigas—el que solo conoci6 el

dicterio—el buen sueno de la muerte 1 (1)

(1) El Coronel Aveiro falleci<5 en Luque el 7 de Junio de 1919.

Invitado especialmente para asistir a su entierro, dije ante sus

despojos la oraci6n que acaba de leerse.

Page 108: El Libro de los Héroes
Page 109: El Libro de los Héroes

BADO

Despues del desastre de Tuyutf, la situaci6n

del ejercito paraguayo era desesperante. Habfasido despedazado, y el enemigo aumentaba cadadfa su poder.

Solano L6pez no podia adivinar que habfa ob-

tenido una esplendida victoria moral. No sabfa

que el enemigo estaba acobardado, atacado de pa-

ralisis, tembloroso en sus posiciones. Esperaba la

prosecuci6n de la ofensiva, el avance del invasor.

I C6mo detenerlo ?

Fue menester una voluntad muy grande parano darse por vencido. Y la voluntad del genera-

li'simo paraguayo era todopoderosa. Agreguese a

esto una actividad inlatigable, y se tendrd la ex-

plicaci6n de todos los milagros realizados en el

curso de una guerra de m£s de cinco aflos.

Ante el peligro, pues, no desmay6. Lejos deesto, se multiplic6 para terminar el gran cuadri-

Idtero y para reorganizar rapidamente nuestros

ejercitos.

Pero habfa que estar alerta. El enemigo tenia

que ser vigilado, dia y noche, en sus mds mfnimosmovimientos. Debfa sorprenderse, si era posible,

hasta sus ma\s secretas intenciones. El era el almade la patria... pero esta necesitaba tener, a masde alma y brazos, ojos escudrinadores y oidos

perspicaces. Y el Mariscal, que tenia la virtud de

Page 110: El Libro de los Héroes

104

adivinar a sus hombres, adivin6 al que le hacia

falta en aquellos momentos.En medio de la febril actividad en que vivfa

tuvo tiempo para visitar los cuerpos raleados, in-

terrogar a la tropa y buscar a su heroe. Y en unode los regimientos de caballeria di6 con el. Eraun mocet6n pilarense, alto, delgado, de tez blanca

y grandes ojos pardos. Habfa nacido en los cam-pos del Neembucu, era consumado jinete, poseia

una audacia inmensa y una fuerza eolosal. Sim-ple eabo, se habfa hecho notar como incomparabletronchador de cabezas. Ya se hablaba de sus haza-

nas en las avanzadas, de sus misteriosas excursiones,

sus salidas nocturnas y sus vueltas triunfales. Era,

en una palabra, el hombre que al Mariscal L6pezfaltaba. Se llamaba Jose Matfas Bado.

Llamado al cuartel general, recibi6 las instruc-

ciones del caso. Y se puso enseguida en movi-

miento, luciendo su flamante gineta de sargento-

Era en Junio de 1866. Hacia un frio insufrible.

Cafan unas heladas crueles. Pero esto favorecfa

los planes de Bado, quien escogi6 siete compafle-

ros, instruyendolos con sumo cuidado.

Todas las noches debia visitar el campamentoenemigo, trayendo pruebas materiales de sus proe-

zas. No bastaria que dijese, por ejemplo, que ha-

bfa llegado a la carpa de Mitre, tenfa que probarlo-

Este era su compromiso

Y empezaron sus operaciones.

Al frente desus siete compafieros, avanz6 hacia

las lfneas brasilenas. Entr6 en la selva del Sauce,

sali6 en el Potrero de Piris y se dirigi6 a la reta-

guardia de Tuyutf.

Era mas de media noche. El viento del Surcortaba.

Page 111: El Libro de los Héroes

105

Los expedicionarios se agazaparon en una pica-

da, tratando de orientarse. Y, luego despues, se

arrastraron hacia donde habfan oi'do un leve mur-mullo.

Eran dos centinelas brasilefios que distrafan el

sueno hablando en la oscuridad.

Bado dijo a los suyos algunas palabras en vozbaja. Rein6 despues un corto silencio. Al cabode algunos minutos se pudo oir entre los vagosrumores de la noche algo como un jadeo, rufdo

de dos cuerpos que cafan, despues nada.

Algunas horas mas tarde llegaba Bado al pri-

mer puesto avanzado de nuestras lfneas, condu-ciendo dos robustos soldados imperiales, atados

desde los pies hasta la cabeza, como dos extrafios

rollos de tabaco negro—Al dfa siguiente fiie

-

repartido el botin entre

los ocho heroes de la Jornada.

Y los dos prisioneros cantaron claro todo lo

que sabian.

La contfnua desaparici6n de los centinelas

alarm6 al enemigo, que tom6 sus precauciones.

Pero Bado tom6 tambi6n las suyas. En las si-

guientes excursiones, no solo se cubri6 los pies

con una espesa capa de cerda, sino que se visti6

con hojas de palma, como para que le confundie-

ran con los innumerables yatais que pueblanaquellas regiones. Y los centinelas siguieron ca-

yendo. Antes del alborear estaba, indefectible-

mente, devuelta, con la presa habitual.

Algunas veces los centinelas enemigos ten fan

tiempo de defenderse, daban gritos y hasta llega-

ban a ir en su socorro. Pero esto entraba desde

ya en el programa. En ese caso dos o tres com-paneros se encargaban de reducirle, atarle y lie-

varle, inientras los otros hacfan fuego sobre los

Page 112: El Libro de los Héroes

106

que Uegaban. Despues se arrojaban al estero ydesaparecfan.

Solia, tambien, operar a caballo, en pleno dia.

Para esto tomaba un animal educado a prop6sito.

Y, sin freno ni silla, se dirigfa hacia uno de

esos soldados destacados de las lineas enemigas,

sobre los pasos del Bellaco. Echado a un costado

de su caballo, colgado de una pierna, se aproxi-

maba lentamente, en medio del alto y espeso pa-

jonal, sin llamar la atenci6n de nadie. Y, de pronto,

se lanzaba en una vertiginosa carrera, cogiendoal enemigo por el cuello o por el brazo, y arras-

trandolo hacia nuestras posiciones. Parece esto

inverosfmil, y he aqui uno de los hechos mas rea-

les de nuestra fantastica guerra. Esta hazafia fue

repetida por el Coronel Meza y otros jinetes de

nuestro ejercito.

Pero aqui no termina la audacia de Bado.

A veces se internaba, completamente solo, en

el campamento de los aliados. Y vestido con el

uniforme de una de sus victimas, se paseaba tran-

quilamente por todo Tuyuti, tomando buena nota

de las obras de defensa y de todas las novedadesdel campamento. Y para convencer al superior

de la veracidad de sus noticias, se insinuaba en el

cuartel general, con su cara tiznada de negro, con

el cuello del capote levantado y el kepf metido

hasta las cejas, no despertando sospechas, oyendolo que se hablaba y ocultando en sus bolsillos lo

que encontraba a mano. Asf solfa llegar hasta Ita-

piru, donde frecuentaba el comercio, departiendo

con las gentes m£s noveleras e imprudentes, que

comentaban a voz en cuello el ultimo episodio, las

noticias recien llegadas, los proyectos militares

que se maduraban, las intimidades e intrigas de los

invasores.

Page 113: El Libro de los Héroes

107

De estas excursiones regresaba lleno de infor-

maciones, trayendo diarios y tal cual papel pescado

en esta o en aquella carpa, mientras sus duenosdormfan o estaban ausentes.

En esta forma nada ignorabamos.

La llegada del famoso globo de Caxias se supomucho antes en nuestras lineas. Igualmente se

supo la llegada de la divisi6n de Porto Alegre yla prdxima ofensiva sobre Curuzu y Curupayt3r

.

Los diarios del Plata solfan comentar lo bien

informado que estaba Solano L6pez

<E1 Semanario» de Asunci6n, en efecto, tenfa

en Bado un corresponsal sin precedentes, que se

adelant6 a Marconi en eso de las comunicacionesinalambricas. Gracias a el, publicaba lo que pa-

saba en el mundo, pudiendo decirse que estabamostan informados de todo como los mismos aliados.

Pero este hombre astuto, inteligente y audaz,

era tambien un heroe extraordinario. Para pro-

barlo nos bastaria pintar su muerte, episodio el

m£s epico de nuestra 6pica historia. Pero, antes

de hacerlo, queremos insistir en uno de sus rasgos

caracteristicos, en su fuerza colosal.

No era robusto, era m&s bien delgado. Peroera todo musculos, vale decir, todo energfa.

Ya capitan y jefe de los renombrados acd-vw-

roti, solia adiestrar a su gente en el arte de tron-

char cabezas. Para 61 ser un buen sableador que-

rfa decir ser capaz de saltai de un mandoblazouna cabeza. Los enormes corbos debfan segar al

enemigo con limpieza. Sus soldados debian ponercierta elegancia en la terrible operaci6n. Y era de

ver—dicen sus contemporaneos—como se lanzaba

a la cabeza de su escuadron, agitando en alto su

hlosa espada y c6mo arremetia el primero, sin

Page 114: El Libro de los Héroes

108

medir el peligro, decapitando a cuantos encontra-

ba a su paso, con un refinado arte!

Claro estd que la fama de Bado llen6 el pais.

Se contaban de el las historias mas maravillosas.

El enemigo temblaba al solo eco de su nombre.Se decfa que era invulnerable, que los proyectiles

se embotaban en sus carnes sin herirle. Era el

Aquiles de la nueva Iliada, la renovacion del viejo

mito de la Epopeya homerica.

jY, sin embargo, muri6 Capitdnl

iC6mo explicar este hecho?

No era que el Mariscal L6pez desconociera sus

meYitos, era que los reconocfa demasiado.

Su puesto estaba al frente de su escuadr6n fa-

moso. Era el primer guerrillero de nuestro ej£r-

cito y su mision estaba indicada en la vanguardia.

Nadie podia reemplazarle. Por eso el Presidente

paraguayo dijo una vez que Bado serfa general,

pero al terminar la guerra, y que ent6nces no seria

otro el que entraria a su lado en Asunci6n.

Desgraciadamente, no verian sus ojos el dia de

la apoteosis.

Estaban eontadas las horas de su vida.

Cuando nuestro ej£rcito se retir6 hacia Piky-

syry, Bado qued6 al frente de 200 hombres, sobre

el paso del arroyo Yacare, como avanzada del re-

ducto que defendia el paso del Tebicuary.

El 28 de Agosto de 1868 fue atacado por la van-

guardia del ej6rcito aliado en marcha. Ante la

noticia de que iban a haberselas con Bado, los

imperiales 'perdieron los estribos, disponiendo el

ataque como si se tratase de un poderoso enemigo.

El Bar6n del Triunfo (el «Murat brasileno»)

avanzo por el frente con la 3a , 8a y ll a brigadas

de caballeria. El mayor Fernandez de Oliveira

vade6 el arroyo con un escuadr6n de tiradores y

Page 115: El Libro de los Héroes

109

lanceros, para caer sobre su retaguardia. Y a todas

esas fuerzas se agreg6 despues el coronel Niedeau-

ter, acaudillando un regimiento de caballerfa. .

.

jTodo contra los 200 aca-moroti del valeroso

capitan Bado!

Pero aquel despliegue de fuerzas no amedran-

t6 al sereno guerrillero. La primera y segunda

carga de los regimientos del Bar6n del Triunlo

fueron rechazadas. Y cuando se sinti6 amenazadopor uno de sus fiancos y por atrds, hizo un habil

movimiento, repleg&ndose tranquilamente al re-

ducto del Tebicuary.

Los brasileftos quedaron con la boca abierta,

viendo c6mo se les escapaba, cuando ya lo creian

irremediablemente perdido.

Se aproximaba el instante supremo del heroe.

En el pequeno reducto no habfa, en total, sino

doscientos hombres. El jete de la posici6n era el

mayor Miguel Rojas, siendo Bado su segundo.

Pronto llegaron los imperiales, cxtendiendo su

lfnea de asedio. El 30 de Agosto comenz6 el asal-

to, despues de un furioso bombardeo. Miles deenemigos, en compacta columna se precipitaron

sobre los paraguayos. No vamos a dar detalles de

esta accion. Y corremos al desenlace de la trage-

dia. Cuando Bado lo vi6 todo perdido, orden6 la re-

tirada, lanz&ndose los soldados al rfo y ganando a

nado la opuesta orilla. Entre tanto 61, con un pu-

nado de companeros, defendia la posicidn, recha-

zando los asaltos y sosteniendose bajo un diluvio

de fuego.

Rojas habfa cafdo y casi todos estaban heridos.

El mismo Bado hacia un enorme esfuerzo paramantenerse en pie, casi exangue y ahogado por la

fatiga. . . Por fin callaron nuestros canones y el

enemigo entro triunfante en el reducto. Y alii es-

Page 116: El Libro de los Héroes

110

taba Bado, sobre un tendal de muertos, apoyadoen un cafi6n desmontado, negro de humo, con la

ropa empapada en sangre.

Aun vivfa. Sus ojos resplandecfan, iluminados

por un fulgor extrafio.

Los brasilenos se aproximaron a £1 con religioso

respeto. Y lo miraban, llenos de asombro, sin aca-

bar de creer la realidad que contemplaban. Badohabfallegado a tomar contornos mito16gicos. Habiaalgo de brujerfa en sus proezas. Se le tenia por

un ser sobrenatural.

Pronto cundi6 la noticia. Y era de ver c6mollegaban los negros, llenos de superstici6n, a exa-

minarle. Todos querfan mojar sus panuelos en su

sangre, para llevarla sobre el pecho como un amu-leto que les infundirfa coraje y les defenderfa del

peligro. Pero, sobre todo, querfan verle, querian

conocerle, medir sus proporciones, examinar su

brazo. .

.

Felizmente para Bado, un largo desmayo le

libr6 de presenciar esta estupida novelerfa.

Cuando volvi6 en si, estaba bajo una carpa,

bien curado, lleno de vendajes.

Y un oficial se acerc6 a decirle que sus com-patriotas de la Legidn venian a visitarle.

«No quiero verles», fue las respuesta de Bado.

Pero estos le trafan un regalo y se empenabanen entregarle. Habfan hecho una contribuci6n,

reuniendo una buena cantidad de libras esterlinas.

Apesar de todo, participaban de la admiracidn ge-

neral y se sentian orgullosos de su gloria. Y noveian mejor manera de tributarle un homenaje queyendo a visitarle para ofrecerle aquella dadivagenerosa.

Bado tuvo que verlos llegar, por ultimo. Yuna inmensa ira le agit6 cuando empezaron a ha-

Page 117: El Libro de los Héroes

Ill

blarle, a el, que era lalealtad en persona, aquellos

cinicos traidores.

Fue aquel el momento m&s angustioso de su

vida. Fu£ aquella la ultima copa de amarguraapurada en su agonia.

iNo, no queria verles !

iNo, no queria oirles !

Y cuando le alargaron la bolsa resonante, re-

chaz6 aquellas monedas impregnadas de infamia.

No las queria «porque le quemarian las manos*.

Y no hab!6 m&s. Aquella misma noche se

arranco las vendas y se desgarro las heridas, rau-

riendo en silencio, sin proferir una queja.

Preferfa la muerte a continuar prisionero.

Page 118: El Libro de los Héroes
Page 119: El Libro de los Héroes

RIVAROLA

Despu6s de la batalla de Itoror6 (6 de Diciem-

bre de 1868) el general Caballero movi6 su gente

hacia el arroyo Avay, acampando al otro lado del

paso principal.

Esta posici6n no ofrecfa ventajas de ningunaclase, pero era la mas abrigada que podia encon-

trarse en las vastas cuchillas villetanas.

La ocuparon los paraguayos por falta de otra

mejor, y, sobre todo, cumpliendo 6rdenes terminan-

tes del Mariscal L6pez.

No se trataba de veneer al enemigo. Solo se

trataba de embarazar su avance arrollador, mien-

tras defendfamos precipitadamente nuestro nuevofrente de las Lomas Valentinas. Tal fu£ el unico

objeto de la batalla que acababa de librarse en el

desfiladero de Itoror6—las Term6pilas del Para-

guay—y tal iba a ser el fin de la que iba a librarse

de un momento a otro.

Caballero ocupaba asf un puesto de sacrificio,

dependiendo de el la suerte de nuestro ej6rcito.

Pero no sintio ni un solo instante de desaliento.

Alegre y decidido, mir6 tranquilo el porvenir,

disponi6ndose al sacrificio, sin dudas ni temores.

Lo seguro era morir. Pero la muerte no era,

por cierto, la peor de las probabilidades en aque-

Uas horas terribles, de cruento sacrificio.

Page 120: El Libro de los Héroes

114

Hacfa rato que los paraguayos miraban a la

muerte como una liberaci6n—En la tarde del 8 de Diciembre nuestras tropas

estaban ya atrincheradas junto al puente del Avay.Despu6s de recibir como refuerzo un batall6n

de infanterfa y un regimiento de caballeria, Ca-

ballero Ueg6 a reunir 4.500 hombres, con los quedebia hacer frente a mas de treinta mil brasilenos.

Toda su artilleria se componia de seis piezas

volantes, a las ordenes del intrepido mayor AngelMoreno.

iEl enemigo tenia mas de cuarenta cafiones !

Pero Caballero contaba con un elemento queno tenia el invasor, y que 61 solo valfa por unejercito.

Caballero tenia a su lado al coronel Valois

Rivarola, centauro de milagroso valor, «jinete alado

y fiero», que dijera Juan de Dios Pesa.

Con un companero asf se podia dudar de la

victoria, pero no era posible temer el peligro, ni

desesperar ante la fuerza abrumadora del contrario.

Rivarola era un prodigio. No conocia el miedo

y ejercfa sobre el enemigo una extrafia sugesti6n.

No acaudillaba a sus soldados, peleaba entre

ellos, o, mejor dicho, solo, en medio de ellos.

Cada combate en que tomaba parte era unduelo singular para 61.

Buscaba siempre medirse personalmente con

sus contrarios, blandiendo su lanza o esgrimiendo

su filosa y enorme espada.

Cuando era alferez y mandaba un destaca-

mento avanzado en Chichi -rugud, se precipit6

con diez soldados sobre sesenta jinetes del Regi-

miento San Martin, llegando el primero como unhuracan, y destrozando a los argentinos antes de

que entraran en accidn sus companeros. Aquel

Page 121: El Libro de los Héroes

115

dfa recibid dos ascensos seguidos, tal fu6 su pas-

moso heroismo.

En Tuyuti hizo locuras increibles al frente de

sus regimientos, atropellando trincheras, saltando

sobre los canones y dispersando a los artilleros a

sablazos,

Siempre, en cuantas acciones tom6 parte, peleo

asi, como un suicida, pero con una extrana fortuna.

Y su fama fue creciendo por momentos, siendo

uno de los heroes predilectos de nuestro pueblo

Alto, rubio, tostado por el sol, de herculea-

musculatura, era de una arrogante figura.

Los soldados le querfan, con filial carino, por-

que aquel fiero guerrero era, ante todo, un hombreingenuo y bueno, que en las horas tranquilas no

prometfa las virtudes marciales que le caracteri-

zaban. En medio de sus tropas, no era un jefe,

era un camarada siempre dispuesto a la tolerancia

y al perd6n, si bien celoso cumplidor de su deber.

En este sentido, tenia que ser el companero yamigo predilecto del general Caballero, con el que

tenia tantas afinidades morales.

Y, en efecto, los dos heroes se amaron, de tal

modo, que lleg6 un momento en que el uno fue

como la prolongaci6n del otro, formando juntos

una perfecta unidad, de inapreciable valor.

Caballero, que no conoci6 la euvidia. se sentia

orgulloso de compartir con el su gloria, su presti-

gio y el amor de sus soldados, llevandolo a su

lado, desde el momento que luci6 las presillas de

general, en todas las empresas que se le encomen-daron.

Asi Rivarola fue su lugarteniente en la batalla

de Itoror6.

Y asi lo vemos ahora en el mismo puestp, al

pie del puente del Ayav,

Page 122: El Libro de los Héroes

116

Digamos ahora lo que ocurri6 en aquel hist6-

rico lugar, para pasar a referir el fin de nuestro

heroe.

Caballero, que sabia lo que le esperaba, trat6

de distribuir sus tropas en la mejor forma posible,

extendiendo su linea, de este a oeste, sobre el pe-

quefto arroyo, y defendiendo los tres pasos prin-

cipales.

En el centro coloc6 su artilleria y en los nan-

cos su infanteria y caballeria. El batalldn 40 y el

regimiento 8 formaban su vanguardia. Y el regi-

miento 1° y el batall6n 43 cubrfan su retaguardia.

Los brasileflos, entre tanto, salian de su estupor

y proseguian de nuevo la marcba, pasando el 9 de

Diciembre frente a los paraguayos, para ir a la

costa del rio, donde se les incorporarla la nurae-

rosa caballeria de Mena Barreto y del Bar6n del

Triunfo, que acababan de llegar.

Y el 11 avanz6 resueltamente el marques deCaxias sobre nuestras posiciones.

El dfa habfa amanecido nublado y borrascoso.

El calor era insufrible desde temprano, y todo ase-

guraba la proximidad de una tempestad.

A las diez de la maflana los dos ejercitos esta-

ban frente a frente, midiendose amenazadores.

Caballero dirigi6 en aquel momento una brevearenga a sus tropas. Y Rivarola, irguiendose

sobre sus estribos y agitando en alto su espada,

di6 dos vivas, uno a la patria y otro al Mariscal

L6pez.

Los gritos de entusiasmo de los paraguayoslueron interrumpidos por la artilleria imperial.

Empezaba la batalla.

Cuarenta canones vomitaron metralla sobre

nuestra lfnea y un gruesa columna se adelant6

despues sobre nuestro frente, mientras dos colum-

Page 123: El Libro de los Héroes

117

nas de caballeria iniciaban un movimiento envol-

vente por nuestros flancos.

El general Osorio en persona dirigfa el ata-

que, marchando a la cabeza de sus tropas con su

proverbial serenidad.

Y a todo esto, los nuestros no daban senales

de vida. El silencio era completo en nuestras filas.

Se dirfa que los paraguayos habfan sucumbido,

todos, bajo el fuego horrendo de los brasileilos.

Pero no era asi. Las bajas de Caballero eran

insignificantes. Su silencio respondfa a otra causa.

Lo que buscabamos era que los imperiales se

acercaran, asi como venfan, en columna cerrada,

para batirlos con eficacia. Y asi fue que solo

cuando ya llegaban al puente rompid el fuego

nuestra artilleria y se inicid el crepitar de nuestra

fusileria.

Bien pronto empezd la desmoralizacidn del

enemigo y el consiguiente retroceso. Pero Osorio,

reforzando sus columnas, las lanzd de nuevo al

ataque, sobre nuestros dos flancos. En nuestra

derecha cruzaron facilmente el Avay, tratando de

cortarnos la retirada. Pero fracasaron en su in-

tento, siendo arrollados por el regimiento 1° y por

el batalldn 43 que, como dijimos, cubrfan nuestra

retaguardia.

En nuestra izquierda no fueron mas felices.

Alii estaba Rivarola.

Osorio, al ver retroceder por segunda vez a

sus soldados, se llend de ira, ordenando nuevosasaltos, despu£s de reforzar nuevamente a los quese retiraban.

Esta vez los brasilenos consiguieron cruzar el

arroyo frente a nuestra izquierda, adelantandoseel batalldn 9 y el regimiento 15.

Page 124: El Libro de los Héroes

118

Rivarola los vi6 llegar impasible, ordenando al

mayor Victoriano Bernal que les saliera al en-

cuentro. Y este valeroso jefe, al frente del regi-

miento 8, cayo sobre ellos, acuchillandolos sin

piedad, hasta obligarlos a desbandarse en una loca

carrera.

Otros cuerpos, que intentaron el asalto a nues-

tra artilleria, corrieron la misma suerte.

Fue entonces cuando Osorio, despu£s de apelar

a la suplica y al insulto, para hacer reaccionar a

sus tropas acobardadas, se puso a la cabeza deellas, encaminandose por delante hacia el puente ycayendo a poco andar, con la mandibula destroza-

da por una bala.

Nueva confusi6n entre los brasileftos.

Caxias empezaba a dudar de la victoria.

Pero en ese momento estall6 la tempestad quese preparaba desde temprano, y una lluvia torren-

cial apag6 el fuego de nuestros canones y denuestros fusiles de chispa.

La caballeria brasilefia habia cerrado el cfrculo

que nos envolvfa, y los paraguayos eramos fusi-

lados sin defensa en el fondo del valle por la ar-

tilleria enemiga.Caballero orden6 entonces la retirada, forman-

do con los soldados que le quedaban un gran cua-

dro, que fue retrocediendo, lentamente, atacado

por todos lados.

Valois Rivarola acaudillaba en persona en este

momento los ultimos jinetes de nuestra caballeria.

Oculto dentro del cuadro en retirada, salia a veces

a la carga, estrell&ndose contra los nutridos re-

gimientos imperiales. Y los brasileftos retrocedfan

desmoralizados, batidos con empuje irresistible

Pero a corta distancia se reorganizaban, para vol-

ver de nuevo, repitiendose diez veces la misma

Page 125: El Libro de los Héroes

119

escena en el espacio de una legua. En estos en-

treveros a lanza y sable, Valois Rivarola fue heri-

do por una bala, que le atravestf la garganta.

Ahogado por la sangre, continuG, sin embargo,peleando, sin descansar un momento.

Aquella atroz herida hubiera tumbado al masfuerte, o, por lo menos, lo hubiese inatilizado para

la lucha. A Rivarola, lejos de abatirlo, le di6 ma-yor entusiasmo, haci£ndole delirar de heroismo.

Inutilmente trat<5 Caballero de retenerlo a su

lado. Cubierto de sangre, iba y venfa a la carga,

solo o acompanado, repartiendo sablazos, abriendo

camino al mermado cuadro, en cuyo centro fia-

meaba todavfa nuestra bandera.

[ Nada mas conmovedor que aquella retirada!

Pocos episodios de nuestra guerra son tan pate-

ticos como este.

i C6mo se mantenia organizado aquel pelot6n

her6ioo, atacado por sus cuatro costados y ame-trallado por la artillerfa ?

IMilagros del patriotismo !

Y Caballero— <en quien revivfa Cambrone», al

decir del historiador Arturo Montenegro—hubierasalvado el ultimo resto de su divisidn si no hubiese

encontrado en su camino un obstaculo insalvable,

«un charc6n bastante hondo—segiin el cronista de

la <Estrella»—que no pudo pasar la artillerfa.

Inutilizados nuestros canones antes de ser

abandonados, el cuadro fue atacado con fuerza

irresistible, reduciendose hasta no quedar en pie

sino Caballero y su estado mayor.

iRecien entonces termin6 la batalla !

Nuestra bandera, hecha pedazos, cayd, comogloriosa mortaja, sobre los ultimos sacrificados.

Y Caballero, seguido de Rivarola y algunospocos mas, se abrio camino en medio de los apina-

Page 126: El Libro de los Héroes

120

dos regimientos imperiales, imponiendose todavia

a sus perseguidores.

Esa misma tarde se presentaron en el cuartel

general, para dar cuenta de la batalla al Mariscal

L6pez.

Sera mejor que oigamos aquf al cronista de la

epoca, quien pinta asi aquella entrevista

:

«E1 joven general Caballero, que nunca hasufrido un contraste en tantas jornadas que le hacabido dirigir, venia hondamente impresionado, yal presentarse a S. E. el mariscal L6pez, le dijo :

«Sefior, el enemigo nos ha concluido, pero tengo

la satislaccitfn de asegurar a V. E. que todos

nuestros valientes han caido honrosamente y se

han conducido como verdaderos heroes. Yo, y los

pocos que me acompanan, lamentamos no habercorrido la misma suerte.* A lo que S. E. contest6

:

«Habeis cumplido vuestro deber y el Dios de los

ej£rcitos premiara el heroismo de tan virtuosos

soldados. La patria, entre tanto, tiene aun suficien-

tes brazos para defenderse y ser libre*.

Tal fue la batalla de Avay, en la que comenz6la epica agonia de Valois Rivarola.

II

El 21 de Diciembre de 1868 se movi6 el mar-ques de Caxias, despues de diez dias de indecisi6n

en Villeta.

En una semana habia perdido siete mil hom-bres y un centenar de oficiales, a m&s de sus me-jores jefes, entre ellos Argollo Ferrao, su mentor

y el mas preparado de los generales brasilenos.

Y aun le quedaba el rabo por desollar, aun tenia

en frente al Mariscal L6pez, cuyo solo nombre

Page 127: El Libro de los Héroes

121

infundia pavor y de cuya omnfmoda voluntad todo

podia esperarse, aun lo inverosimil.

Y el viejo caudillo imperial no ignoraba que el

tiempo era el mejor aliado de los paraguayos enaquellos momentos. Si demoraba en atacarles, se

fortificarfan en su nuevo frente, malogrando el

admirable movimiento de flanqueo por el Chaco.Avanzaron, pues, los brasilenos, yendo a ocu-

par la cuchilla de Cumbarity, frente a la de Ita

Ibate, donde L6pez tenia su cuartel general.

Por fin, iba a darse la batalla definitiva, quedecidiria la suerte de la guerra.

Para oponerse al enemigo, el Mariscal para-

guayo no tenia sino cuatro mil hombres a lo largo

de su extensa lfnea.

iCuatro mil contra treinta mil

!

Pero ya veremos c6mo hay hombres y hom-bres y c6mo la aritmetica de la guerra tiene sus

caprichos, restando o sumando segun sea el almade los que van a entrar en acci6n.

A las tres de la tarde, despues de un lar-

go bombardeo, y realizado por la caballeria el

movimiento envolvente sobre nuestros flancos, co-

menz6 el asalto sobre nuestro frente.

Tres caminos daban acceso a nuestro cuartel

general, y por ellos cargaron los brasilenos.

Durante horas resistieron nuestras lineas avan-

zadas, deteniendo la negra ola que llegaba.

Genes, que mandaba la vanguardia, hizo prodi-

gios, rechazando asaltos y mas asaltos, con unpunado de soldados.

Pero, por fin, los brasilenos se desbordaronpor todas partes, entrando victoriosos, sin encon-

trar enemigos.Momento critico para el Mariscal L6pez, que

mandaba en persona la batalla.

Page 128: El Libro de los Héroes

122

i Que hacer ?

Su unica reserva eran los rifleros y los jinetes

de su escolta. Habia que apelar a ellos para hacerel ultimo esfuerzo desesperado.

El general Caballero recibi6 entonces la ordende organizar rapidamente las tropas que quedaban,lanz&ndolas contra el enemigo que ya asomaba a

cien metros de distancia.

Fue en este supremo instante cuando pudoverse algo inesperado, que infundi6 nuevos brfos

a los paraguayos.

Llegaban los brasilenos al cuarcel general, junto

al cual estaba a caballo el Mariscal L6pez, cuan-

do apareci6 tambaleando, apoydndose en su espada,

Valois Rivarola.

Gravemente herido, devorado por la liebre,

agonizaba en el Hospital de Sangre, sin que nadie

ya le recordase, cuando vi6 llegar triuntante al

enemigo.

iNo podia ser ! Era imposible que permane-

ciera inactivo ante la audaz insolencia del invasor.

Un hombre corao 61 no podia morir inerme, de-

gollado en su lecho, con femenina resignaci6n

Ensay6 levantarse, pero un vertigo lo tumb6 de

nuevo. Llam6 entonces a su asistente, pidiendole

que lo ayudara a vestirse. Y enseguida sali6, re-

sueltamente. dirigiendose al lugar en que estaba

el Mariscal L6pez.

A poco andar, una ola de vida corri6 por sus

venas, y su palido rostro empez6 a tenirse de

carmfn.

Sus ojos arrojaban chispas.

Dej6 el brazo de su ayudante, desenvaino su

espada y pidi6 que en el acto le trajeran su ca-

ballo.

I Qu6 iba a hacer ?

Page 129: El Libro de los Héroes

123

i No estaba, acaso, moribundo, exangiie, febril,

adolorido, con la garganta abierta por una enormeherida ?

iNo se le habia ordenado absoluto reposo co-

mo condici6n para que se salvara?...

Pero alii estaba el enemigo. Pisaba los urn-

brales del cuartel general.

No habia tiempo que perder.

Rivarola monto a caballo como pudo y grito

que le siguieran los pocos jinetes que aun que-

daban en pie.

Segundos despu£s cargaba sobre los brasilenos,

Uevandolos por delante, como en sus mejores di'as

de heroismo.

Rivarola se habia transfigurado. El moribundoera otra vez el centauro, casi mitol6gico, de la

gran Epopeya paraguaya. Su brazo habia reco-

brado su vieja energia y bajo los golpes de su es-

pada saltaban las cabezas.

Pronto los brasilenos sintieron la presencia

del terrible enemigo, huyendo por todas partes a

su encuentro.

Y el Mariscal L6pez pudo ver c6mo era con-

jurado el peligro y c6mo el enemigo era recha-

zado por aquel fantasma.

Oscurecia cuando regres6 Rivarola, casi solo.

Apenas se sostenia sobre el caballo.

Trafa la cabeza entre las manos, abierta la

frente por una nueva herida.

Bafiado en sangre, jadeante, se present6 todavfa

al Mariscal, para anunciarle que el enemigo habiasido rechazado mis alia de nuestras Ifneas.

Despues... cayo desvanecido en brazos de su

fiel asistente. (1)

kl) Sargento Joaquin Gonzalez.

Page 130: El Libro de los Héroes

124

La energfa humana tiene su llmite.

Rivarola habia agotado la fortaleza de su es-

pfritu, sobreponi6ndose triunfante a las miseriasde la carne.

Pero ya no podia mas. Apenas le quedaba unresto de vida. Acababa de hacer lo que no hizo

ningun heYoe de la historia.

iLos brasilefios habfan sido vencidos por una

sombra

!

Ill

Esa misma noche orden6 el Mariscal L6pezque Rivarola fuera llevado a Cerro Le6n, para ser

atendido allf, tan pronto como fuera posible mo-verlo. Y el 23 de Diciembre el practicante JuanAnselmo Patino se encargaba de conducir al he-

rido, cuya gravedad aumentaba por momentos.A duras penas llegaron a nuestro primitivo

campamento.No habia salvaci6n para el heroe.

Desde Avay empezaba su agonfa, cuyo desen-

lace no podia tardar.

Vivfa porque era inagotable su energfa.

iPero ya era hora de que su alma se rindiese I

En la noche del 25 de Diciembre sucumbi6, por

fin, en toda la plenitud de sus facultades, despi-

diendose de los que le rodeaban y enviando me-morias a todos sus companeros de armas.

Asi muri6 el heroe de Paso Cardoso, el m&sgallardo jefe de nuestra caballerfa.

Solo hemos de recordar, para terminar, que

cuando Rivarola abandon6 su lecho, para correr

a la pelea, el jefe de la caballerfa enemiga, el

Bardn del Triimjo, se retiraba del campo de ba-

talla, herido... en un pie!

Page 131: El Libro de los Héroes

125

IQu£ diferencia entre aquel « Murat brasileno >,

como lellamaban sus compatriotas, y el soldado sen-

cillo que se llam6 Valois Rivarola : el uno que se

aleja acobardado por una lesi6n sin gravedad, Jel otro que con la garganta atravesada vuelve a

la pelea, y no se retira de ella sino despues de

verla terminada, a pesar de que los sesos se le es-

capan por otra nueva herida, que ha recibido en

la lucha 1

He ahf, en esos dos hombres, la sintesis moralde dos razas y la mejor expresitin de la psicologia

de dos pueblos

!

Page 132: El Libro de los Héroes
Page 133: El Libro de los Héroes

OVIEDO

En una noche de crudo invierno, en 1911, mesorprendi<5 la inesperada visita de un viejo ve-

terano.

Trabajaba en ese momento en ordenar mis

apuntes hist6ricos sobre la batalla de Acosla-nu,

cuando acert6 a golpear mi puerta, presentando-

seme con el desenfado de un antiguo conocido.

—Vengo de lejos me dijo, y no quiero regre-

sar sin estrechar sus manos. Se todo lo que Vd.ha hecho por nosotros, y aprovecho esta oportu-

nidad para expresarle mi gratitud...

Entretanto, yo no sospechaba siquiera en pre-

sencia de quien estaba.

Indudablemente era uno de nuestros antiguossoldados. Su energica voz, su actitud resuelta, su

porte marcial lo delataban.

Bajo de estatura, pobre de carnes, recio el

craneo, fuerte la mirada, habia en 61 ese algo mis-

terioso que denuncia a los hombres superiores.

Y, asi, a pesar de la extrema modestia del

traje que vestfa, hube de mirarle, desde ya, conprofundo respeto, como si adivinara su condici6n.

Demas esta decir que lo recibf cordialmente,lleno de inocultable curiosidad.

Asi que se sent<5, me revel6 su nombre, con la

mayor naturalidad.

Page 134: El Libro de los Héroes

128

IAquel anciano desconocido era el coronel

Oviedo !

1Qu6 sorpresa la mfa !

iY qu6 satisfacci<5n poder estrecharle entre mis

brazos

!

Pocas veces he experimentado en mi vida unaemociGn tan profunda como en aquella noche inol-

vidable.

Aquel gallardo jefe de nuestra gloriosa infan-

terfa habfa cruzado mil veces ante mis ojos, al

evocar los grandes dias de la patria.

Figura descollante de nuestra guerra, su nom-bre y sus hazanas me eran familiares.

Mas aun, su efigie adornaba mi despacho, ocu-

pando un sitio de honor en mi galeria de retratos.

iPero el que tenia frente a mf era otro muy

distinto !

No era el de la tragedia, era el de la derrota.

No lucia el lujoso uniforme de antano, ni lleva-

ba sobre su pecho los relucientes tftulos de su he-

roismo.

iCdmo reconocer en aquel anciano, curtido porel sol y lastimado por la miseria, al airoso oficial

que se destacaba, lleno de juventud, en el cuadro

que adornaba mi sala de estudio ?

Aquel fantasma, aquella sombra, era y tenia

que ser para mi como una aparici6n, surgida de

las profundidades de nuestro tempestuoso ayer.

Senti, pues, que mi coraz6n apresuraba sus la-

tidos en su presencia y que una solemnidad ex-

trafia llenaba el ambiente y daba tono a aquel

encuentro, primero y ultimo de nuestra vida.

Y el coronel Oviedo habl6 lleno de entusias-

mo, habl6 el s61o, durante horas, como si quisiera

desahogarse conmigo, pasando revista a los hechosportentosos de su carrera militar.

Page 135: El Libro de los Héroes

129

Yo apenas 1e interrumpfa, para hacerle pre-

guntas aisladas, para pedirle la aclaracion de he-

chos oscuros o dudosos y para provocar sus inte-

resantes revelaciones.

Cuando le df a conocer mis datos sobre la «ba-

talla de los ninos», el anciano pareci6 delirar.

iQue elocuencia la suya

!

Aquella batalla, la ultima en que relampague<5

su espada, parecia ser la que mas honda huella

dej6 en su memoria.Recordaba sus m&s mfnimos detalles, y su exal-

taci6n crecfa a medida que avanzaba en la reme-moraci6n de sus asombrosos detalles.

Nunca olvidare el gesto de orgullo y el calor

con que me pinto el ultimo episodio, aquel en quecay6 prisionero.

Al frente de una columna de infanterfa, cubrfa

en dicho dfa (16 de Agosto de 1869) la retaguardia

de las fuerzas que comandaba el general Bernar-dino Caballero.

Sus soldados eran ninos de once a catorce aftos,

ancianos achacosos y heridos apenas convalecientes.

Y con tales elementos le toc6 en suerte sopor-

tar lo m<is recio de la batalla, retrocediendo a pie

firme en presencia del poderoso enemigo.A medio dfa, acosado por todas partes, form6

un cuadro, para resistir mejor a las terribles em-bestidas del invasor.

Y dentro de ese cuadro, montado a caballo,

desafi6 la ira de los brasilenos, rechazando los

asaltos de la caballerfa riograndesa, soportando el

fuego de la infanterfa y teniendo a raya a los in-

fantes del Imperio.

Despues de cruzar el Yukyry, el cuadro se

fue reduciendo rdpidamente, bajo el fuego cadavez mas eficaz del enemigo.

Page 136: El Libro de los Héroes

130

Y a medida que aquel reducto de corazonesse desmoronaba, aumentaba la audacia del invasor.

Proximo ya al Piribebay, Oviedo vi6 caer a sus

ultimos compafieros, fulminados por la artilleria

brasilefia.

Y he aqui el instante supremo de su vida.

Casi solo, sobrevive por un milagro de su for-

tuna.

Su caballo,enloquecido por el colosal estruendo

de la batalla, se encabrita, y, dando tremendos sal-

tos sobre aquel suelo cubierto de cad&veres, se

dirige al arroyo a la carrera. Pero, apenas ha an-

dado cincuenta metros, cuando una bala de can6n

le Ueva la cabeza

Oviedo, en aquel fugaz segundo, oye a su es-

palda la griterfa salvaje de los lanceros imperiales.

Y la visi6n de la muerte cruza ante sus ojos. . . Masel noble bruto decapitado prosigue su fantastica

marcha y va a precipitarse en el profundo cauce

del arroyo, en cuyas aguas sangrientas se hundecon su jinete, mientras el enemigo busca el puen-

te para proseguir la persecuci6n

—Y asf salv£ aquel dia, conclufa el guerrero,

cuando la batalla terminaba con el total extermi-

nio de nuestra gente. No me habia llegado la ul-

tima hora. Tenia que sobrevivir a mis companeros de infortunio, para arrastrar hasta hoy el dolor

de mi orfandad y el peso de mis recuerdos...

Diez afios han pasado desde aquella noche de

crudo invierno.

El noble veterano vive todavfa.

Y es para mi una de las ma\s puras e intensas

satisfacciones trazar estas lfneas en su honor, hi-

lando con sus propias palabras este rapido bos-

quejo de su vida, que leera antes de morir, escu-

Page 137: El Libro de los Héroes

131

chando de mis labios el juicio justiciero de la

posteridad reconocida, que le aclama como a uno

de los mas intrepidos soldados de la Epopeya.

II

Naci6 el coronel Florentin Oviedo en la ciudad

de Villarrica, en 1840, siendo sus padres don Juan

Jose Barrios y dona Maria Antonia Oviedo.

Hizo sus estudios con notable aprovechamien-

to, en su ciudad natal, bajo la direcci6n de los

maestros Valdez, Davalos y LopezTal fue su aplicaci6n y su talento, que don

Carlos Antonio L6pez, informado de todo, decidi6

mandarlo a Europa, para que completara su edu-

caci6n.

Desgraciadamente sus padres, que en su egofsmo

no querfan dejarlo partir, consiguieron que no se

realizaran los buenos deseos del gran presidente)

yendo en vez de el uno dr; sus compafieros, el

joven Juan B. Careaga, que falleci6 poco despues

de regresar del viejo mundo.Entre tanto se complicaba la polftica internacio-

nal en el Rio de la Plata.

El Brasil, enemigo a muerte de la Argentina

hasta la caida de Rosas, olvid6 el agravio de Itu-

zaing6 en presencia de nuestro poderio, buscando

uu acercamiento a sus antiguos adversarios.

Y la triunfante oligarqufa portena, encabezada

por Mitre, heredera legftima de las viejas preven-

ciones coloniales contra nuestro pais, olvid6, a su

vez, sus juramentos de «eterna gratitud» al pueblo

hermano que tan senaladas pruebas acababa de

darle de su amor fraternal, inclindndose hacia el

Imperio usurpador y conspirando con 61 contra la

existencia del Paraguay.

Page 138: El Libro de los Héroes

132

Los tratados de 1856, que postergaban por seis

anos la soluci6n de la cuesti6n de lfmites, no fue-

ron, en el fondo, sino una tregua forzosa, quepostergaba a plazo fijo el rompimiento.

Ante esto, el gobierno paraguayo trat6 decompletar la defensa nacional, encargando en Eu-ropa el m£s nioderno material de guerra, aumen-tando los efectivos de nuestro ej£rcito y dandoleuna esmerada organizaci6n.

En tales circunstancias, hubo de alistarse Ovie-do como recluta en el Batall6n 22, destacado enCerro Le6n, el 3 de Febrero de 1864.

Pronto se hizo notar por su inteligencia, me-reciendo de sus superiores la distincitfn especial

de ser instruido aparte, con algunos soldados dis-

tinguidos, para pasar a ser poco despues instructor

de sus propios companeros.Cuando sobreyino la guerra, el cabo Oviedo

march6 con su batall6n a Humaita y de all! a Co-rrientes, tomando parte en casi todas las acciones

de esta campana, malograda por la torpeza e infi-

delidad del general Robles.

Vuelto a nuestro territorio, luciendo las gine-

tas de sargento, actu6 en la batalla del 24 de Mayode 1866, en Tuyutl.

A las ordenes del capitan Santiago Florentin,

avanz6 sobre el centro enemigo, en pos de nuestra

briosa caballerfa.

No es del caso apuntar los detalles de este cho-

que colosal, el m;is celebre de la historia americana,

Basta decir que Oviedo fue de los que, en unacarga irresistible, llegaron hasta los cafiones bra-

sileflos, saltando sobre ellos en el delirio de un loco

heroismo. Pero fue tambien de los que tuvieron

que sufrir el fuego concentrado de la artilleria ene-

miga, cuando el intrepido Osorio consigui6 hacer

Page 139: El Libro de los Héroes

133

reaccionar a sus tropas espantadas, salvando la

situacion, compromelida por la inutilidad del ge-

neralfsimo de los aliados, que no atin6 a dar unasola orden oportuna.

Para dar una idea de lo que fue aquella ho-

rrenda carniceria, hemos de consignar que de la

primera companfa del batal16n 22, a que pertenecia

nuestro heroe, solo salieron veinte hombres con

vida, y todos ellos gravemente heridos

!

Despues de esto, paso Oviedo al Batalldn 12° yluego al 3°, con el grado de Alferez.

En este puesto tom6 parte principalisima en

la batalla del Boquer6n (16, 17 y 18 de Julio de

1866) dando pruebas de un inmenso arrojo.

£1 ultimo dia de la encarnizada lucha, al ir a

decidirse por nosotros la victoria, recibi6 dos gran-

des y profundas heridas en el pecho, que casi le

costaron la vida.

Recogido moribundo por el general Diaz—quesentfa el mas profundo afecto por el—fue llevado

al Hospital de Sangre de Humaita, donde fue tra-

tado con toda solicitud, durante meses, consiguien-

do al fin reponerse.

Y en seguida fue a ocupar su puesto en el Ba.

tall6n 3°., destacado en Paso Rojas.

Era a mediados de 1867.

El marques de Caxias acababa de ponerse al

(rente de los ejercitos imperiales.

Su presencia provoc6 una reacci<3n en el aco-

bardado enemigo que, despues del desastre de Cu-rupayty, cay6 en un desaliento tal que pareci6

deanitivamente resuelto a no dar un paso adelante.

Hombre activo y emprendedor, el caudillo bra-

sileno organizo rapidamente sus tropas y se dis-

puso a reanudar las operaciones.

Page 140: El Libro de los Héroes

134

Y el 22 de Junio, aprovechando la oportunaausencia del abiilico jefe de la Triple Alianza, sa-

U6 de Tuyutf, realizando el por todos deseado mo-vimiento de flanco sobre nuestra izquierda, yendoa ocupar TuyucuS, San Solano y Parecue.

En este tren de actividad, el invasor lleg6

hasta Tayf, punto situado sobre el Rio Paraguay,al Norte de Humaita, cortando por tierra nuestrascomunicaciones con el resto del pafs, y colocandoa nuestro ejeYcito, encerrado en el Cuadrildtero,

en una situacitin harto diffcil y peligrosa.

Fue entonces cuando el Mariscal L6pez resol-

vi6 atacar la base de operaciones del enemigo,para tratar de trocar, con un golpe audaz, los pa-

peles.

Y vino el asalto a Tuyutf, del 3 de Noviembre.El mando de la expedici6n fue encomendado al

General Vicente Barrios, que debfa llevar nuevemil hombres de infanterfa y caballerfa, a las inme-diatas 6rdenes del coronel Antonio Luis Gonzalez

y del comandante Bernardino Caballero.

Al alferez Oviedo le toc6 esta vez ser uno delos heroes sobresalientes de la Jornada.

Al frente de una compafifa del batall6n 3°, for-

m6 en la primera brigada, comandada por el siem-

pre valeroso Calad, siendo de los primeros que enla madrugada de aquel dfa cayeron sobre el ene-

migo estupefacto.

Sabido es que la sorpresa fue completa, apo-

der&ndonos, sin trabajo, del campo atrincherado

del invasor.

Las fuerzas argentinas, que guarnecfan la de-

recha de Tuyutf, fueron dispersadas, despu^s deacuchilladas, y las baierfas brasilefias del trente

cayeron totalmente en nuestro poder.

El botfn fue magnffico.

Page 141: El Libro de los Héroes

135

Fueron tomadas catorce piezas de artillerfa, queen el acto fueron remitidas a nuestras lfneas.

Oviedo se apodero personalmente del famoso<fiu rayado>, magnifico can6n Witworth, que hubode quedar empantanado en el estero, pero que fue

sacado despues por el general Bruguez y presen-

tado al Mariscal corao el mas valioso trofeo de la

batalla.

Por desdicha aquella acci6n, tan bien comen-zada, termin6 de una manera desastrosa.

La extrafia conducta del General Barrios, queperdi6 el contacto de su gente, quedando al otro

lado del Bellaco, produjo una desorganizacion in-

mensa, que impidi6 que la victoria se consumara.Debido a esto, Porto Alegre consigui6 hacerse

fuerte en el reducto central, y el grueso del ejer-

cito pudo desprender a tiempo poderosos con-

tingentes de caballen'a, que cayeron sobre los pa-

raguayos, obligandolos a retirarse.

Oviedo fue de los liltimos que se retiraron deTuyuti, abri^ndose camino con su espada y reci-

biendo en el espantoso entrevero un balazo en la

cabeza—en la misma coronilla—que le derrib6 enmedio del estero.

Recogido moribundo, fue llevado a Espinillo,

donde peimaneci6 sin sentido, durante dias, sal-

vandole el vigor de su juventud y los cuidadosespeciales de sus companeros de armas.

El mismo coronel Gonzalez, jefe de su divisi6n,

que habia sido testigo de su prodigioso heroismo,hizo a L6pez la apologia de su conducta, en tales

terminos, que este manifest6 sus deseos de verlo

en el cuartel general para otorgarle el premio quemerecia.

Y cuenta el viejo veterano que, apenas resta-

blecido, se le present6, encontrandolo en companfa

Page 142: El Libro de los Héroes

136

del Obispo Palacios y siendo recibido carinosa-

mente por ambos y felicitado en los terminos mashalagadores para su vanidad.

—Alferez, le dijo Ldpez, indicandole la huella

de su ultima herida, los negros, por lo visto, lo hantonsurado, sin permiso del senor obispo y sin con-

sultar su voluntad. Interponga Ud. los reclamosdel caso...

Siguiendo la broma, se dirigid Oviedo al Obis-

po, f.rmulandole su reclamaci6n y pidi^ndole que

intercediera para que lo dejaran ir, en la primera

ocasidn que se presentara, a tomar venganza por

sus propias manos

Tal era la sana alegria, el espfritu burl6n ypicaresco, propio de nuestra raza, que no nos abati-

don6 nunca, ni en los peores trances, ni en los

dfas linales de nuestra inmolacidn.

Hay que decir aqui que, apatte de estas de-

inostraciones de afectuosidad, Oviedo l'ue obje-

to en esta ocasi6n de un homenaje especial, que

no recfbid nunca ningun otro heroe de nuestra

guerra.

El Mariscal L6pez, despues de senalar sus me-

ritos, ante numerosos jefes y oficiales, prendi6

sobre su pecho la cinta de que debia pender la

medalla, aun no fundida, de Tuyuti, y le entreg6

su despacho de teniente 2°.

Prestado el juramento de ley, le otorg6 la Es-

trella de Caballero de la Orden del Merito, entre-

gandole su despacho de teniente 1°.

En medio del asombro de los presentes, repitid

el juramento establecido para ser reconocido en

su nuevo cargo, recibiendo acto seguido su nora-

bramiento de comandante del batalldn 27.

iNo podia darse una distincidn mayor!

Page 143: El Libro de los Héroes

137

Oviedo, desde aquel momento, qued6 consagra-

do como un heroe privilegiado, mereciendo el res-

peto y la admiraci6n de todos sus camaradas.El an6nimo de su vida habia terminado.

En adelante su nombre suena, con tfpica so-

noridad, y sus epicas hazanas no pasan ya inad-

vertidas.

1 Su inmortalidad estaba asegurada !

Ill

Jefe de Batall6n, pas6 Oviedo a Humaitd, en

Enero de 1868, poniendose a las drdenes del jefe

de dicha plaza, coronel Paulino Alem.Durante varios meses qued6 acanlonado en

Ambor6-rugua, esperando el momento de entrar

nuevamente en acci6n.

El 19 de Febrero de ese ano forz6, por fin, la es-

cuadra brasilena, el temido paso de Humaitd, com-pletando, por agua, el sitio de nuestras posiciones.

Esto determin6 el abandono del Cuadril&tero.

El 2 de Marzo se alej6 el Mariscal L6pez dePaso Pucu, dirigiendose por el chaco a San Fer-

nando, resuelto a defender la linea del Tebicuary.Y en pos de el march6, siguiendo la misma

ruta, todo nuestro ejercito.

La escuadra enemiga, que debi6 impedir nues-

tra retirada, ya tarde advirti6 el movimiento de los

paraguayos.Fue ent6nces cuando Caxias orden6 la ocupa-

ci6n de la gran lengua de tierra que avanza hacia

el fondo de la bahia de Humaita, a fin de hacerimposible toda comunicaci6n con el reducto deTimb6, defendido por el Coronel Caballero.

Para eso, dos columnas, una brasilena y otra

argentiua, debian operar, simultaneamente, por el

Page 144: El Libro de los Héroes

133

este y por el oeste de clicha penfnsula, buscandosu reuni6n en un punto determinado.

Y, en efecto, en la manana del 2 de Mayo, el

coronel Rego Barros Falcao, al frente de cuatro

batallones y cuatro bocas de tuego, desembarc6,auxiliado por la escuadra, en Yuacyy, donde esta-

ba destacada una guardia de observaci6n.

Despu6s de una corta refriega, se retiraron los

paraguayos, avanzando, como estaba convenido, los

brasilenos, para ir a encontrar la columna argen-

tina que, comandada por el general Riyas, avanza-

ba tambien en ese momento por el lado opuesto.

Pronto los imperiales fueron detenidos. Bast6

una briosa carga del mayor Zoilo Almada, al

frente de 200 jinetes del Regimiento 7°. para que,

desmoralizados, retrocedieran hacia la costa, sin

preocuparse de la suerte de sus aliados.

El coronel Alem, al tener noticia de estas ope-

ciones del enemigo, despach6 como refuerzo al co-

mandante Vicente I. Orzusar, con el Bata116n 27,

comandado por Oviedo, y seis piezas de artillerfa.

Estas fuerzas llegaron a tiempo para luchar

con la poderosa columna del general Rivas quese aproximaba.

Al oscurecer, el Teniente Oviedo, a la cabeza

de su bata!16n, y el Capitan Zoilo Gonzalez, acau-

dillando un regimiento de caballerfa desmontada,cayeron sobre los argentinos, haciendo estragos

espantosos en sus filas.

La vanguardia enemiga fue totalmente des-

truida, dispersandose la Legi6n la

. de Voluntarios,

que fue disuelta despues, acusada de cobardfa,

siendo dados de baja todos sus oficiales.

La oscuridad de la noche salv<3 de su total

destruccidn a las fuerzas del general Rivas, que,

en medio de lastinieblas, pudieron llegar a Yuacyy.

Page 145: El Libro de los Héroes

139

Oviedo, que esta vez, como siempre, demostr6

su pericia y su valor, recibi6 las felicitaciones de sus

superiores, por el brillante comportamiento de su

batallon, junto con su despacho de Capitan.

Y todas nuestras tropas se reconcentraron en

Timb6, mientras los invasores hacfan lo mismo en

Andai, lugar situado sobre la costa, un poco masabajo de Yuacyy.

El 4 de Mayo volvi6 a entrar nuestro heroe en

acci6n, tomando parte en el reconocimiento de las

posieiones enemigas.

Despues de esto, las escaramusas continuaron

hasta que tuvo lugar la batalla de Acayuaza.

Entre Timb6 y Andaf, Caballero habia manda-

do construir el Reducto-Cora, desde donde hostili-

zaba sin descanso al invasor. Este, por su parte,

salia a menudo de sus trincheras, avanzando hacia

nosotros, en son de desaffo, para arrastrarnos a un

combate desventajoso.

Caballero aprovecho esto para hacer caer al

enemigo en una celada.

Con este objeto orden6 al Capitan Melit6n Ta-

boada que, con el escuadr6n de los Acamoroti ydos companfas de infanteria, fuese a ocupar unlugar oculto, sobre el camino por donde acostum-

braban aparecer los aliados. Nuestras avanzadas,

como siempre, debian salirles al encuentro, tiro-

teandose con ellos y tratando de llevarlos en pos

de si, en direcci6n al reducto, hasta un sitio con-

venido, en que debian tomar rapidamente un sen-

dero lateral, dejando el campo abierto a nuestra

artilleria. En ese momento el Capitan Taboadadebia envolverlos por la retaguardia, acuchillan-

dolos y cortandoles la retirada.

Como es sabido, el mas brillante 6xito coron6

este plan dt Caballero.

Page 146: El Libro de los Héroes

140

En la manana del 18 de Julio, estando tododispuesto para la sorpresa, avanz6 el Coronel ar-

gentine Miguel Martinez de Hoz, al frente del

Batall6n Riojano y de dos batallones brasilenos,

llevando como segundo al comandante CasparCampos.

Nuestras guerrillas avanzadas se adelantaron

a desafiar al enemigo, extremando su audacia,

para enardecerlo mejor.

Los argentinos marchaban por delante, si-

gui6ndoles a alguna distancia los imperiales.

Al llegar al lugar llamado Acayuaz£, dondese cruzaban dos caminos, los invasores, entusias-

mados por la persecuci6n, vieron, de pronto, de-

saparecer a los paraguayos, y, en ese mismo mo-mento, recibieron una andanada de nuestra ar-

tillena.

iHabfan caido en la trampa

!

Melit6n Taboada estaba ya sobre su retaguar-

dia, mientras llegaba a la carga nuestra infanterfa.

Los brasilenos no extremaron la resistencia,

desband&ndose, apenas iniciada la acci6n. Perolos argentinos pelearon hasta sucumbir.

El Coronel Martinez de Hoz pereci6 en la re-

friega, y a Oviedo le cupo en suerte tomar prisio-

nero al comandante Gaspar Campos, entreg£n-

dolo al cabo Jose Maria Godoy, que lo llev6 en-

segaida a Timb6.

En esta batalla recibi6 el denodado guaireno

una herida grave en la pierna derecha, que le

oblige a internarse por algun tiempo en un Hos-

pital de San Fernando.El siguiente decreto habla de la gloria impe-

recedera de los vencedores de tan memorableJornada

:

Page 147: El Libro de los Héroes

141

El ciudadano Francisco Solano Ldpes, Ma-riscal, Presidente de la Republica y General en

Jefe de sus Ejercitos :

Queriendo dar un testimonio publico de ho-

norable recuerdo a los valientes que combatieron

heroica y bisarramente con fuersas muy supe-

riores en Acaiuasd el 18 del corriente, a las

drdenes del coronet, ciudadano Bernardino Ca-

ballero, hasta quedar duefios del campo ;

DECRETA :

Art. 1°. Acue"rdase una crus conmemorativaa los j'efes, oficiales y tropa que tomaron parte

en aquella victoriosa Jornada.

Art. 2°. La crus sera de ocho puntas, con unglobulo en cada una de ellas, de 35 milimetros

de didmetro y con la inscripcidn : A la deci-

si6n y bravura, en el centro del anverso, circun-

dando una estrella; y en el reverso : AcaiuazA,

18 de Julio de 1868, en rededor de otra estrella.

Art. 3°. La crus serd llevada sobre el lado

isquierdo del pecho, pendiente de una cinta de

18 milimetros de ancho, de seis .listones asules

y colorados.

Art. 4°. La crus para la tropa serd de plata,

y se llamard de tercera clase ; para los oficiales

de plata, con estrellas, filetes y globulos de oro,

siendo de segunda clase ; la de primera clase

serd para los j'efes, debiendo ser de oro, con fi-

letes e inscripciones en esmalte asul.

Art. 5°. El Ministro Secretario de Estado en

el Departamento de Guerra y Marina, quedaencargado de la ejecucion del presente Decreto-

Page 148: El Libro de los Héroes

142

Dado en el Cuartel General de San Fernan-do, a 24 de Julio de 1868.

Francisco Solano L6pez

El Ministro de Guerra y MarinaVicente Barrios

Estando en San Fernando, y abierta todavia

su ultima herida, tuvo que ponerse al frente del

Batall6n 22, para emprender la retirada hacia el

Pikycyry, donde fbamos a organizar de nuevo la

resistencia.

Los dfas realmente luctuosos para la patria co-

mnnzaban.En adelante no era posible pensar en la victo-

ria final.

No habiendo podido veneer, ya no se trataba

sino de morir dignamente.

Nuestro ejercito estaba reducido a la ultima

miseria, mientras crecia por cada dia que pasaba

el poder del invasor.

Pero, asi y todo, no declin6 nuestro entusiasmo

en la defensa de la patria.

Entonces, como nunca, fue rigurosa nuestra re-

sistencia, alcanzando triunfos inverosfmiles consoldados hambrientos y desnudos, sucumbiendotodos en una sublime inmolaci6n, prefiriendo, al

decir del Mariscal L6pez, <abrirnos una ancha tum-

ba en la Patria, antes que verla humillada>.

Y Oviedo no fue, por cierto, de los menos es-

forzados en aquellos supremos momentos.Despues de la batalla de Itororo, en que 3.500

paraguayos detuvieron victoriosos a 22.000 brasile-

fios, fue enviado con su batall6n a reforzar la co-

lumna del general Caballero.

Page 149: El Libro de los Héroes

143

Y asi fue como actu6 en Avay (11 de Diciem-

bre de 1868) siendo el suyo el unico cuerpo que se

abri6 paso en medio de los apiflados regimientos

enemigos, escapando a la sana cruel del vencedor.

Diez dfas despues, volvi6 a luchar como unle6n en Ita Ybate, donde recibio una bala que le

destroz6 el maxilar inferior, le atraves6 el cuello

y fue a salir en la nuca.

Peleando a la cabeza de su batall6n, cay6 al

fin, junto con casi todos sus soldados, despues de

detener, durante horas, la negra avalancha bra-

silefta.

Encontrado moribundo en el campo de batalla,

fue enviado a Cerro-Le6n, donde cinco afios antes,

iniciara su carrera militar.

Apenas lleg6 el Mariscal L6pez a su antiguo

campamento, despues del desastre de Lomas Va-lentinas, entreg6 a Oviedo sus despachos de sar-

gento mayor, encargandole que, asf que se repu-

siera, reorganizara el Batall6n 22, desaparecido en

las ultimas acciones.

Nombrado despues Jefe de la 3a . Divisi6n de

nuestro nuevo ejeYcito, tom6 parte en la batalla

de Diarte, acompanando en su feliz expedici6n al

afortunado General Caballero.

A su vuelta fue ascendido a teniente coronel.

Acampado en Curuzu-Cerro, con su pequefla

Divisi6n, vino el asalto de Piribebuy y la retirada

general de nuestras fuerzas hacia el Norte.

Queda dicho que le toc6 en tan tristes circuns-

tancias cubrir la retaguardia de Caballero, sopor-

tando, con la mayor impavidez, desde el amane-cer hasta la cafda de la tarde, el irresistible em-puje del invasor.

Y ya hemos visto como salv6 la vida, cuandotodo parecia perdido para 61.

Page 150: El Libro de los Héroes

144 .

Solo falta agregar que fue conducido prisio-

nero a Rio Janeiro, donde permaneci6 diez y ocho

meses, regresando despues a su pais.

Y cuenta el hertiico soldado que, al disponerse

a partir, fue llamado por Pedro II, que le ofreciG

todo genero de honores y ventajas materiales, si

renunciaba a su nacionalidad y entraba a servirle

en el ej£rcito brasileno.

Claro esta que el heroe rechaz6 indignado lo

que se le ofrecfa, prefiriendo ser leal a su tierra ya su gloria, aun en la miseria, a recibir los favo-

res del asesino de su patria.

Despues de la guerra, y durante el gobierno

de don Juan Bautista Gill, fue ascendido a Coronel

de la Naci6n.

Retirado mas tarde al lejano pueblo deAjos, vi-

vi6 y vive honradamente, en medio de los suyos,

olvidado, casi desconocido, pero sin desesperar

del fallo de la historia, orgulloso y feli2 recordan-

do su pasado.

Page 151: El Libro de los Héroes

BULLO

Hijo de Italia, comparti6 la suerte

De los mas bravos heroes de esta ticrra,

Y en los terribles dias de la guerra

Detras de nuestra ensefla fue a la muerte.

Con el rudo morrion de tosco cuero,

Vistiendo la encarnada camiseta,

En fuego ardiendo de pasion secreta,

En el « Cuarenta » destac6se fiero.

El Bellaco cien veces 9U osadfa

Contemplo, con asombro. en la porfia

Por detener al invasor triunfante;

Y al sucumbir en Tnyutf, pujante,

Sobre el Reducto Estrelhi, envuelto en gloria,

Para sieropre de pie quedo en la historia !

/. E. 0.

I

La « protesta del 30 de Agosto » fue una decla-

raci6n de guerra condicional, pero bien clara yterminante, al Imperio del Brasil.

El Paraguay se habia comprometido solemne-

mente a defender la soberania del Uruguay en el

tratado de 1850, en el que se estableei6 que se con-

siderarfa en peligro la independencia del pafs her-

mano si tropas extranjeras amenazaban invadir

su territorio.

Y el caso prevjsto se habia presentado.

Page 152: El Libro de los Héroes

146

El Brasil, olvidando sagrados deberes y com-promises de honor, dirigi6 al gobierno oriental el

famoso ultimatum que lleva en la historia el

nombre de Saraiva, notificandole que sus fuerzasde mar y tierra empezarian a ejercer represaltassi en el perentorio plazo de seis dfas no satislacfa

todas sus pretensiones.

Ante este hecho ins61ito, el Mariscal Lopez,cuya amistosa mediaci6n habia sido rehusada contoda descortesla, invit6 al Emperador a no hacerefectiva su amenaza, notificandole, desde ya, queno mirarfa indiferente un atropello semejante,atentatorio al equilibrio del Rfo de la Plata, queinteresaba al Paraguay como garantia de su segu-ridad.

Por toda respuesta a esta categ6rica declara-ci6n, el ej6rcito imperial invadi6 el territorio uru-

guayo el 16 de Octubre de 1864.

La guerra quedaba asi declarada de hecho porel Brasil.

Pero reci6n el 14 de Noviembre comunic6nuestro Ministro de Relaciones Exteriores al re-

presentante brasileno en Asunci6n que quedabanrotas las relaciones con su pais, entregjlndole sus

pasaportes.

Despu6s de cincuenta aftos de ansiedad, du-rante los cuales vimos constantemente amenazadanuestra independencia, sonaba, por fin, la hora dela prueba suprema.

Estaba escrito que debfamos rubricar con san-

gre nuestra independencia, lanzandonos a defen-der en otro nuestra propia soberanfa, erigi6ndo-

nos en paladines armados de la inviolabilidad delas patrias.

La tremenda verdad no sorprendi6 a nadie.

Page 153: El Libro de los Héroes

147

Si habfa algo de que no dudabamos, era de

que dia llegarfa en que defenderfamos, con las

armas en la mano, nuestro patrimonio territorial.

Desde ya, la expedici6n del Almirante Ferrei-

ra de Oliveira, en 1855, lue la guerra, en su formam&s brutal y salvaje.

Fracas6 por la cobardfa del agente imperial ypor la actitud resuelta de nuestro anciano presi-

dente.

Y el tratado de 1856 no fue sino el aplazamien-

to por seis anos del rompimiento inevitable.

De modo que la noticia de que la lucha iba a

empezar, lejos de apesadumbrar a nuestro pueblo,

le llen6 de entusiasmo, al hacerle entrever el fin

de una larga y penosa espectativa.

Y el pais entero se puso de pie al llamado del

gobierno.

La victoriosa campana de Matto Grosso, ini-

ciada en Diciembre de 1864, termin6 rdpidamente,

cayendo en nuestro poder, sin mayor esfuerzo, el

inmenso estado brasileflo.

Entre tanto, acudian los voluntaries a engrosar

las lilas de nuestro ejercito, reuni6ndose en los

campos de concentraciGn de Cerro Le6n, Encar-

naci6n, Humaita y Asunci6n.

En Marzo de 1865 se organiz6 en nuestra capi-

tal el Batall6n 40, que tan brillante papel habfa de

hacer en el curso de la guerra, tomando parte enlas mas renidas batallas, hasta desaparecer en la

tr&gica Jornada de Avay.

Fue su primer jefe el entonces mayor JoseDiaz, y entraron a componerlo los j6venes mdsdistinguidos de Asuncion.

Pronto la fama del airoso Batall6n corrio portoda la Republica.

Page 154: El Libro de los Héroes

148

Su desfile por las calles de la ciudad era unafiesta para el pueblo, que iba embelesado en posde el, como si le deslumbrara de antemano el ful-

gor de su futura gloria.

Ser del 40 era un tftulo, al que todos aspiraban.

Era aquel, algo asf como nuestro «bata116n sa-

grado », la fior y nata de nuestro ejercito, el nucleomas selecto de nuestra pnjante raza...

Y he aqui que, una maflana, se le presenta a

a Diaz, en su cuartel de San Francisco, un jovenrecien Uegado de Villarrica, pidi£ndole un puestoentre sus soldados.

Alto, delgado, bianco, con el cabello renegrido,la nariz aguilena y el naciente bigote, era todoun hermoso tipo de hombre.

Habia dejado sus faenas de comerciante, su

fortuna y sus comodidades, para correr a ofrecersu vida al Paraguay.

Y en la ciudad guirena quedaba sangrandoun corazdn, un coraz6n digno del suyo, predesti-

nado a un sublime sacrificio en aras del amor...Dfaz, siempre severo y parco en palabras, le

respondi6 secamente que no era posible recibirle,

que su batalldn tenia ya mas de mil plazas, au-

mentando cada dia el numero de los que solicita-

ban ingresar en el.

Ante esta respuesta, el desconocido qued6 des-

concertado, sin atinar a agregar una palabra mas.Pero, al cabo de un momento de silencio, acer-

td a decirle que era necesario que supiera que se

encontraba en situaci6n excepcional, que era ex-

tranjero y que, como tal, debfa merecer algunaconsideraci6n, al ir a otrecerse, como se ofrecia,

expontanea y desinteresadamente.—

i Extranjero ? le interrogo Diaz.

Page 155: El Libro de los Héroes

149

—Si, extranjero. Soy italiano y quiero morir

por el Paraguay.— ; Como es su gracia ?

—Sebastian Bullo.

—Queda usted dado de alta en el Batall6n 40.

Es usted el primer extranjero que se ofrece a mipafs. Para usted hay un puesto de honor entre

mis soldados. .

.

Y me referfa el General Caballero, que oy6de los labios del mismo Bullo — su camarada yamigo— los detalles de esta escena, que al intrepido

soldado se le humedecian los ojos al recordar las

palabras con que el futuro vencedor de Curupaytylo presents a sus tropas, recomendando su conducta.

Desde aquel dia el noble italiano corri6 la

suerte de nuestras armas, participando en todas las

gloriosas hazanas de su batall6n, hasta caer, comonadie cay6, en uno de los mas estupendos episo-

dios de la Epopeya.

II

El 8 de Junio de 1865 se despidi6 el Mariscal

L6pez, para siempre, de Asunci6n, anunciando al

pueblo, en una elocuente proclama, que iba a ale-

jarse < del seno de la patria » para compartir la

suerte de sus soldados (1).

Entre las tropas escogidas que llev6 consigo,

iba el Batall6n 40, en el que Bullo lucfa orgulloso

su flamante gineta de cabo.

( 1 ) Desgraciadamente esta patri6tica rcsolucion fue malogra-

da por infames cortesanos — entre los que estaba en primer ter-

mino el obispo Palacios — que le disuadieron habilmente de la idea

de ir a ponerse al frente de las tropas en el territorio invadido de

la Republica Argentina. Las consecuencias de 6ato fueron fatales

para el Paraguay.

Page 156: El Libro de los Héroes

150

Poco tiempo despue\s de llegar a Humaita,parti6 Dfaz con su brillante falange hacia Corrien-tes, acampando en la barranca del Riachuelo, don-de se puso a las 6rdenes del mayor Avelino Ca-bral.

Despu6s de una fastidiosa inacci6n de largosdias, le toco a Bullo recibir su bautismo de fuego,

batiendose en Garzaque, el 6 de Julio de 1865, conuna fuerte columna correutina, que fue completa-mente derrotada.

En esta ocasi6n se conoci6 a si mismo y se

di6 a conocer a sus companeros de armas.Audaz, hasta la temeridad, rivaliz6 con los mas

valientes, desafiando a la muerte con los brios deun viejo veterano.

Y asf, actuando en un batal!6n de heroes, el

voluntario italiano ocup6 desde luego uno de los

primeros puestos entre sus camaradas, siendo ascen-dido a sargento por su admirable comportamiento.

En adelante habla de ser uno de los predilec-

tos de su bravo comandante.Dfaz, que ya le amaba por su actitud en pre-

sencia de su patria en peligro, admir6 su herois-

mo y vi6 en 61 a uno de los mas pujantes adalides

del cuerpo que acaudillaba.

La suerte de Bullo estaba trazada.

Le esperaba una resonante carrera.

Contando con la buena voluntad de su jefe y,

sobre todo, contando con su fuerte coraz6n, que

habia de empujarlo a realizar hazanas de leyenda,

tenia, necesariamente, que destacarse, con rasgos

propios, su silueta inconfundible, en medio del

an6nimo entrevero de las batallas.

El combate de Romero Guazu, sobre el arroyo

Ambrosio (25 de Julio de 1865) fue la segunda

prueba para Bullo.

Page 157: El Libro de los Héroes

151

Su reputaci6n qued6 definitivamente consoli-

dada.

Y en toda la campana de Corrientes se hizo

notar siempre por su bravura infatigable y por su

puntualidad en el cumplimiento de sus deberes.

Cuando regres6 el Batalltin 40 a nuestro terri-

tories fue ascendido a subteniente 2°.

Con tal grado tom6 parte en las expediciones

a Corrales e Itatf, en las que luci6 sus cualidades

superiores de soldado, con aplauso de su jefe, quele promovi6 a subteniente 1°., dandole el mandode una compania.

Y vino la invasi6n del ejercito aliado.

Como se sabe, el Mariscal L6pez abandon6 su

campamento de Paso de Patria, para ir £ estable-

cerse sobre el Estero Bellaco del Norte, en unaposici6n que ofrecia mayores ventajas a la resis-

tencia.

El 2 de Mayo de 1866 la vanguardia del ene-

migo fue atacada por una columna de 3800 hom-bres, comandada por el coronel Diaz.

El ataque se efectu6 simultaneamente por los

tres pasos del Estero—Piris, Carreta y Sidra—sien-do vergonzosamente derrotado el invasor.

A Bullo le toc6 actuar a las 6rdenes de Calad,

cargando sobre la infanteria uruguayo-brasilena,

que no pudo resistir al impetu de nuestras tropas.

El 40 tuvo esta vez un digno contendor en el

Batall6n Florida, compuesto de j6venes montevi-

deanos y comandado por el valeroso coronel Le6nde Palleja.

El choque fue realmente epico, terminando conel casi total exterminio del cuerpo enemigo, queperdi6 su bandera, bordada en oro por las masdistinguidas nifias uruguayas, y en la que se lefa

este voto que fue defraudado por la suerte

:

Page 158: El Libro de los Héroes

152

« BATALL6N FLORIDA DIOS OS GUIE A LA VICTO-

RIA ».

El Mariscal L6pez premi6 la conducta de Bu-llo en esta batalla, otorgandole la Estrella de Ca-ballero de la Orden del Merito.

Y poco despu£s decretG su ascenso a teniente.

El 24 de Mayo volvic a entrar en acoi6n, for-

mando parte de la columna de Diaz, que atac6 el

flanco izquierdo de los aliados.

A las inmediatas drdenes del Capitan Ram6nAvalos, cruzd el estero bajo el fuego de los brasi-

lefios, cargando resueltamente sobre los batallones

enemigos que le cerraban el paso, y haci6ndolosretroceder sin mayores esfuerzos.

Nunca ray6 mas alto que entonces el herois-

mo del hijo de Pirayu.

Con cinco batallones y dos regimientos de ca-

balleria tenia que habeYselas con todo el ejercito

imperial.

Y a fe que no titube6 un solo momento, avan-

zando triunfante. hasta ir a chocar contra la ter-

cera divisi6n, comandada por el General Sampafo,detras de la cual se escalonaban fuerzas innume-rables.

Llevando por delante al Batall6n 40 — en el

que Bullo desplegaba tambien todo el vigor de su

heroismo — no tard<5 Diaz en quebrantar la resis-

tencia del enemigo, que retrocedi6 aturdido por

sus furiosas cargas a la bayoneta.

Ese era el momento en que las columnas de

Barrios y Resquln debian hacer irrupci6n en la

retaguardia, completando la derrota del invasor.

Pero ambos no llegaron a tiempo, malograndoel esfuerzo triunfante de nuestras armas.

Y Dfaz, sin apoyo en medio del campamentoaliado, se vi6 acosado por todos lados, teniendo

Page 159: El Libro de los Héroes

153

que renunciar a lo ganado, para retroceder bajo

un fuego exterminador.

Es diffcil decir si fue mas admirable el ataque

o la retirada, inclinandonos a creer, sin embargo,que hubo mayor serenidad y energia en ese retro-

ceso, en perfecta formaci6n, en que soportamosestoicamente el bombardeo de la artilleria, los

asaltos de la caballeria y las descargas de la in-

fanten'a brasilena, volviendo a cruzar el estero yganando el monte, sin que pudieran dominarnos.

Como es de suponer, sufrimos perdidas consi-

derables.

Los que, como Bullo, salieron ilesos, podfan

vanagloriarse de su fortuna.

A raiz de esta acci6n memorable, el heroeitaliano fue ascendido a Capitan.

Como se ve, cada bacalla en que intervenfa

represeutaba una promoci6n para el, elevandoseresplandeciente de gloria, a medida que se desa-

rrollaba el drama sombrio de la gutrra.

Pronto iba a presentarsele una nueva ocasi6n

de lucirse.

Despues del encuentro colosal de Tuyuti, el

enemigo qued6 anonadado, sin atinar a dar unpaso adelante.

Por eso pudo decir el doctor Estanislao Zeba-llos que la victoria de los aliados fue una « victo-

ria paralitica », ya que los sumi6 en la inmovilidad

y en la impotencia mas absolutas.

Y, en este sentido, el Mariscal L6pez obtuvouna parte de su objetivo, deteniendo, al menos, el

avance del invasor, mientras completaba sus obrasde defensa, trazando las infranqueables lineas del

Cuadrilatero.

Page 160: El Libro de los Héroes

154

Reci6n a principios de Julio empezd a reac-

cionar el enemigo, saliendo tfmidamente del de-

gradante estupor en que habia cai'do.

Y esto no escap6 a la penetraci6n del genera-Hsimo paraguayo, que no perdi6 tiempo en prepa-

rarle un nuevo golpe.

En efecto, compiendiendo que, de un momentoa otro, podfan los aliados realizar un gran movi-miento envolvente por nuestra izquierda — abierta

en toda su extensi6n — traz6 un admirable plan

de operaciones, cuyo resultado fue el mas com-pleto triunfo.

Desde ya, dispuso que se hostilizara al ejercito

argentino, a fin de llamar la atenci6n por ese lado,

mientras se preparaba una verdadera trampa enel flanco opuesto.

Los reflidos combates del 10 y It de Julio de1866 respondieron a este pensamiento.

El enemigo, sorprendido por nuestra audacia,

volvi6 a sentir la sensacion del peligro, preocu-

pandose de vigilar el frente que creia amenazadoy descuidando los demas.

De este modo, pudimos cerrar con trincheras,

improvisadas durante la noche, las entradas de las

dos picadas—Pnnta Navd al norte, Isla Carapdal sud—que daban acceso al Potrero Sauce, cuyolondo habia sido bien fortificado.

El enemigo, hostilizado por nuestra artilleria

desde estas nuevas posiciones, tenia que ir a to-

marlas, y para sostenerse en ellas tenia que apo-

derarse de las trincheras del Sauce, que las domi-naba con sus caflones. Pero era el caso que paraesto ultimo tenfa que cruzar un boquer6n decuarenta varas de ancho, abriendose paso atraves

de una cortina de fuego, para efectuar en esta scondiciones el asalto.

Page 161: El Libro de los Héroes

155

Y las cosas pasaron como las habia previsto

el Mariscal L6pez.

En la maftana del 14 de Julio se encontraron

los aliados con la novedosa aparici6n de los para-

guayos en su flanco izquierdo, al borde de la es-

pesa selva, a pocas cuadras de su campamento.La sorpresa creci6 cuando empezaron a ser

canoneados con toda eficacia, poniendo en situa-

ci6n dificil al ej6rcito brasileno.

Desde el primer momento comprendieron que,

para sostenerse en Tuyuti, ten fan que desalojarnos

inmediatamente.Respondiendo a esta necesidad, orden6 Mitre

al mariscal Osorio que fuera a echar a los para-

guayos de sus flamantes trincheras.

Pero Osorio—que estaba disgustado por la torpe

direcciOn de la campana — se escus6, diciendo que

habia llegado su reemplazante, el mariscal Poly-

doro, y que a este correspondia el honor de ser

el h£roe de la pr6xima Jornada.

En la tarde del 15 todo estaba dispuesto para

el asalto.

Al amanecer el dfa siguiente una poderosa co-

lumna de las tres armas ca)r6 sobre Isla Carapa\

detendida por el coronel Elizardo Aquino.

De acuerdo con las 6rdenes del Mariscal Lopez,

Aquino resisti6 un momento, retir&ndose despu6s,

procurando arrastrar al enemigo hacia el Potrero

Sauce. Pero los brasilenos se contentaron con

ocupar nuestra trinchera, siendo inutiles todos los

esfuerzos para hacerlos avanzar, a pesar de los

medios de accicm de que disponian.

El coronel Aquino, despues de pelear con unloco heroismo, cay6 gravemente herido, sin conse-

guir su objeto. Le reemplaz6 Calad, continuando

la lucha hasta las diez de la noche, hora en que

Page 162: El Libro de los Héroes

156

tres generates se habian sucedido en el mando delas tropas imperiales, constantemente aumentadas,hasta sumar diez y siete batallones.

Continuaron las escaramusas durante todo el

dia siguiente, reanudandose la batalla en la mafia-

na del 18.

Faltaba tomar la trinchera de Punta Nar6, de-

tendida por el Batall6n 9°, a las ordenes del mayorMarcelino Coronel. Y contra dicha posicion cargoel general Carneiro Manteiro, despu£s de un lu-

rioso bombardeo, siendo detenido largo rato pornuestra ten£z resistencia. Pero al fin cedio Coro-nel a la avalancha, retirandose seguido del ene-

migo entusiasmado . .

.

El Mariscal L6pez podfa estar satisfecho.

El invasor empezaba a desempenar el papelque le habia asignado en su plan estrategico.

La matanza iba a empezar.Los brasileftos, sin saber lo que hacian, entra-

ron en el infierno del boquertin, siendo barridos

por una ola de fuego.

Masacrados horriblemente por nuestra artille-

rfa, hubieron de retroceder deshechos, dejando uninmenso tendal de muertos.

Tras este desastroso asalto, el Coronel Palleja

recibio el mando de una divisi6n argentina y la

orden de cargar de nuevo por Isla Carapa\Palleja, siempre temerario, lleg6 hasta nuestra

trinchera, pero para caer al pie de ella, despuesde ver sucumbir una parte de su briosa colamna.

Los zapadores argentinos consiguieron, entre

tanto, abrir una brecha, por donde pudieron en-

trar en nuestro campo.La lucha cuerpo a cuerpo tom6 entonces un

caracter m&s cruento todavia

Page 163: El Libro de los Héroes

157

Los artilleros paraguayos se defendlan comotigres, apelando al sable, arrojando arena a la

cara de los asaltantes, rechaz^ndoles a golpes de

escobill6n.

La situaci6n se tornaba favorable al enemigo,

cuando llego el mayor Jose de Jesus P£ez, al

frente de un escuadrdn del Regimiento 21, y poco

despu6s el General Diaz con algunas companias

de los batallones 12, 13, 36 y 40, cargando juntos

sobre los argentinos, que en pocos minutos fueron

arrojados de nuestra trinchera, teniendo que huir

desbandados, batidos por la espalda por nuestra

artillerfa.

El Capitan Bullo intervino asf en un momen-to critico, en la batalla del Boquer6n.

El humilde voluntario italiano, el desconocido

que llegara un dfa a la Asuncidn para pedir unpuesto entre los soldados del 40, era ya el presti-

gioso caudillo, encargado de conducirlo a la vic-

toria.

Ocupando el puesto de Diaz, a la cabeza de

sus m£s esforzados companeros, luch6 con su de-

nuedo insuperable, contribuyendo poderosamentea la derrota del enemigo.

Y cuando los argentinos abandonaron el cam-

po de batalla en fuga vertiginosa, disput6 a nues-

tros canones el derecho de ultimarlos, lanzdndose

en pos de ellos en una implacable persecusi6n.

Su vuelta al baluarte fue saludada por la una-

nime aclamaci6n de los que habian sido testigos

de su heroismo.

Despues de esto, el General Flores, que diri-

gia la acci6n como jefe de la vanguardia, no con-

tento con la sangre est<§rilmente derramado, lanzo

una nueva columna al matadero.

Page 164: El Libro de los Héroes

158

El Coronel Luis Maria Agiiero, al frente de

una divisi6u argentina, entr6 en el antro del Bo-

quer6n, persiguiendo un objetivo imposible.

Ocupado ya el bosque por nuestra infanteria,

fue fusilado por todos lados, recibiendo de frente

las nutridas andanadas de nuestra artilleria, que

abrian anchos claros en sus filas.

AgQero, como Palleja, Ueg6 hasta nuestra trin-

chera, para sucumbir en medio de la desespera-

ci6n de sus soldados impotentes, que tuvieron que

retirarse acobardados, pisando en su fuga los

cadaveres de cinco mil de sus companeros, estu-

pidamente sacrificados por un hombre obtuso, in-

capaz de hacer 61 mismo el sacrificio de su vida,

poni6ndose al frente de los desgraciados que lan-

zaba al sacrificio en forma tan descabellada.

Natalicio Talavera, al hacer la crdnica de la

batalla, cita a Bullo entre los que fueron procla-

mados heroes de la magnifica victoria.

Y el Mariscal L6pez le promovi6 al grado

inmediato superior, honor que s61o merecieron,

junto con 61, Elizardo Aquino, que falleci6, y el

Capitan Bernardo Olmedo.

La derrota del Boquer6n fue un golpe terrible

para los aliados, acabando con el prestigio militar,

ya bastante descalabrado, de Mitre.

Los brasilenos, convencidos de su inutilidad,

empezaron a conspirar contra 61, preparando un

movimiento por cuerda separada, en el que no

tuviera ninguna intervenci6n.

Resultado de esto fue el asalto a Curuzu, que

cay6 en poder del Bar6n de Porto Alegre el 3 de

Setiembre de 1866.

Ese mismo dfa pudo ser ocupado Curupayty,

donde no habian obras de defensa, bastando la

Page 165: El Libro de los Héroes

159

presencia de un Regimiento de nuestra caballerfa

para que los imperiales, triunfantes, retrocedieran.

Esta victoria ilusion6 a Mitre, que crey6 quepor ese camino podria encontrar el rastro perdidodel exito.

Y vino su desgraciada intervenci6n en las

operaciones tan acertadamente iniciadas por los

brasilenos, trocandose en un horroroso desastre

lo que pudo ser un triunfo decisive

A pesar de las protestas de Porto Alegre, el

hombre de Sierra Chica se puso al frente de vein-

tidos mil hombres en Curuzu, disponi6ndose a

atacar las improvisadas trincheras paraguayas.

Despues de perder lastimosamente el tiempoen vergonzosas disputas, el 22 de Setiembre se

di6 el famoso asalto, en que rindieron su vida diez

mil aliados.

El General Dfaz no necesit6 sino cinco mil

hombres para triunfar.

Al Batallon 40 le cupo defender el extremooriental de nuestras lfneas, punto el mas vulnera-ble de nuestras fortificaciones.

Alii t'ue, quiza, lo mas encarnizado de la lucha.

Los argentinos redoblaron sus ataques sobreaquel sector, intentando realizar, sin conseguirlo,un movimiento envolvente, como el que dio a los

brasilefios la victoria en Curuzu.

No hace falta decir que Bullo luch6 como bue-no, haciendo los mayores esfuerzos para hacerfracasar el tenaz empeno del invasor.

Queda dicho que los aliados mordieron el polvode la derrota, sufriendo grandes penlidas.

iLos paraguayos apenas tuvieron noventa y

tres bajas

!

Page 166: El Libro de los Héroes

160

III

A Curupayty sigui6 un largo perfodo de in-

acci6n.

Los invasores, bien escarmentados, volvieron

a Tuyuti, donde permanecieron silenciosos, hasta

que 11eg6 el marques de Caxfas.

Reci6n con la presencia del prestigioso caudillo

imperial volvio a dar sefiales de vida la alianza,

organizando su ejercito y haciendo los preparati-

vos para proseguir las operaciones.

Bullo, que habfa perdido a su querido jefe,

vi6 transcurrir tristemente aquellos meses de for-

zosa tregua.

Orgulloso de su brillante carrera, sufrfa, sin

embargo, las amarguras de un rectindito dolor.

DespuSs de mas de dos anos de ausencia, el

amor recuperaba su imperio, poniendo una hondamelancolfa en su coraz6n.

Alia, bajo los perfumados naranjales del Guai-

ra, habfa quedado una parte de su vida, de lo me-

jor de su vida, vibrante en las notas de un poemade infinita ternura, interrumpido por el grito ronco

de la guerra.

Antes de correr a ofrecerse a su segunda pa-

tria, habfa tenido que suspender un intimo coloquio

de largos anos, poniendo en un beso ultimo todo

el fuego de su alma apasionada, como prenda de

su inque brantable fidelidad.

En medio del fragor de las batallas, arrebata-

do por el torbellino de la muerte, apenas tuvo

tiempo de pensar en otra cosa que no fuera la

lucha cruel en que se hallaba empenado.Pero ahora descansaba su brazo y se serenaba

su espiritu, desvaneciendose en su mente las tragi-

cas visiones que le torturaban, para dar lugar a

Page 167: El Libro de los Héroes

• 161

las ideas luminosas que surgian del fondo de su

ser, desfilando ante sus ojos los cuadros risuefios

de su pasado feliz.

Y suspiraba recordando a la hermosa criolla,

de negras trenzas y de miradas Uenas de promesas,

que estrech6 contra su pecho, al darle el ultimo

adi6s en la puerta de su hogar . . .

El heroe bajaba asi del resplandeciente esce-

nario de la Epopeya, para vivir el romance inte-

rrumpido de su amor, transportandose con la

imaginaci6n al teatro de su dicha, al rinc6n apa-

sible en que se deslizaran las horas mas felices

de su vida.

Pero aquel ensueno no podia durar.

La voz del cafi6n vino a despertarle, recor-

dandole que la unica realidad era la muerte.

El 22 de Junio de 1867 reanud6 la ofensiva el

marques de Caxfas, efectuando el esperado movi-

miento sobre nuestro flanco izquierdo, que di6 por

resultado la inmediata ocapaci6n de Tuyucue\ San

Solano y Parecue.

Con esto entr6 la guerra en un nuevo perfodo

de actividad, d&ndose frecuentes combates — a ve-

ces verdaderas batallas — y librandose un constan-

te duelo de artilleria.

Y Bullo volvid a caer en el vertigo de su he-

roismo desenfrenado, interviniendo en la luchacon el ardimiento que le era habitual.

Completando el desenvolvimiento de su plan

de operaciones, Heg6 Caxias a Tayi el 1° de No-viembre, ocupando de este modo un punto sobrela costa, al Norte de Humaita, con lo que cortaba

nuestras comunicaciones con el resto del pals.

En adelante no nos quedaba sino las fragosi-

dades del Chaco, y ese unico camino, por fuerza,

no tardarfa en ser ocupado por el enemigo.

Page 168: El Libro de los Héroes

162 •

En tan crftica situaci6n, concibid el MariscalL6pez el audaz plan de atacar la base de las ope-

raciones del invasor, para obligarlo a volver sobresus pasos, o, por lo menos, para detenerlo en su

avance, arrebat&ndole todo el material belico quefuese posible.

Con este objeto, en la noche del 2 de Noviem-bre, reuni6 en su Cuartel General a los jefes quetomarian parte en el movimiento, explicandoles

su pensamiento y dandoles las instrucciones masminuciosas.

Dos columnas, una de infanteria y otra decaballeria, con un total de 9000 hombres, debfanaproximarse sigilosamente, esa misma noche, a las

trincheras de la extrema derecha de Tuyuti, para

caer sobre ellas al amanecer.

El General Vicente Barrios fue nombrado jefe

de la expedici6n, encargandose el mando inme-

diato de la infanteria al coronel Antonio Luis

Gonzalez, y el de la caballeria al Teniente Coro-

nel Bernardino Caballero.

A.1 Mayor Bullo se le nombro 2° jefe de la pri-

mera brigada de infanteria.

De acuerdo con las Grdenes recibidas, avanz6Barrios, sin ser sentido, hasta dos pasos de las

lfneas enemigas, esperando las primeras claridades

del alba para ordenar el asalto.

A las 4,30 a. m. se lanzaron a la carga los pa-

raguayos, cayendo la caballeria sobre los reductos

brasilenos y haciendo irrupci6n la infanteria en

las posiciones argentinas.

Con la rapidez del rayo, ttegd Caballero al in-

vasor, sorprendiendolo en pleno sueno, sin darle

tiempo de defenderse. y apoderandose de catorce

piezas de artillerfa, que fueron inmediatamente

Page 169: El Libro de los Héroes

163

enviadas a nuestro campo con numerosos prisio-

neros.

Gonzalez, por su parte, avanz6 briosamente,

desalojando al enemigo de sus trincheras y acu-

chill&ndolo sin piedad, hasta obligarlo a huir deses-

peradamente.El desconcierto fue total en Tuyutf, llegando

los fugitivos a Itapiru, donde muchos perecieron

ahogados, al intentar eruzar el Parana.

Un solo hombre no perdi6 del todo la sereni-

dad en medio del espanto general, encerrandoseen el reducto del centro, para organizar allf la

rasistencia. Era el Bar6n de Porto Alegre, mili-

tar valiente y experimentado, cuya decisi6n iba

a salvar al enemigo.

Los paraguayos — cuyo general en jefe noaparecfa por ningun lado — faltos de una direcci6n

superior, dierqn por terminada su obra con la fugade los vencidos, entregandose al merodeo en el

rico comercio de Tuyutf, donde recogieron unfabuloso botin.

Pero a Bullo no se le escap6 el peligro querepresentaba la ciudadela en que el caudillo bra-

sileno reunia a sus soldados dispersos, alentando-los con su palabra persuasiva y con el ejemplode su bravura.

Procur6, pues, organizar algunos batallones

de su brigada, llevandolos en pos de el, para tra-

tar de batir a Porte Alegre.

Recibido por un nutrido fuego de artilleria,

hubo de comprender, bien pronto, que se habiaperdido la oportunidad de consumar la victoria

sin mayores sacrificios.

El reducto central, llamado tambien reductoestrella, por su forma, estaba ya bien guarnecido,

Page 170: El Libro de los Héroes

164

ofreciendo las mayores dificultades a un ataquefranco y a pecho descubierto.

Pero nada era capaz de desalentar al valiente

italiano que, agitando en alto su espada y dandovivas al Paraguay, se lanz6 a la carga, sin medirel peligro.

Varias veces lleg6 hasta el pie de la espesa

muralla y otras tantas tuvo que retroceder, sin

conseguir pasar los tormidables obst&culos acu-

mulades, teniendo que soportar el fuego cruzadode los canones y las descargas de la infanteria.

jFue aquel el momento mas bello de su vida

!

S61o, en medio de la desorganizaci6n de nues-

tras tropas, impotente en presencia de intranquea-

ble9 obras de defensa, no quiso renunciar a cum-plir su deber, aun a costa de su vida.

El 6xito definitivo dependfa, precisamente, de

su atrevido empefto, ya que, desalojados los bra-

silenos de su ultimo baluarte, quedabamos duenosde toda la extensiGn del vasto campo atrincherado.

Luch6, pues, con sublime pertinacia. pero | ay 1

estSrilmente, hasta caer en un arrebato final de

su heroismo.

Tras el ultimo asalto, consigui6 dominar unade las secciones del reducto, y, tomando en sus

manos una bandera, salt6 sobre el muro, gritando

a sus soldados que le siguieran.

A los primeros destellos de una roja aurora,

entre los c£rdenos fogonazos de los canones, pudoverse la magnffica silueta del gerrero, de pie sobre

la trinchera, mientras nuestra gloriosa ensena.

agitada por el viento, batfa su vuelo tricolor...

Pero aquella epica vision se desvaneci6 en

seguida.

Una descarga cerrada le derrib6 al instante,

desplomandose, como una torre herida por el

Page 171: El Libro de los Héroes

165

rayo, envuelto en el pano sagrado — mortaja digna

de el — cerrando asi, con un gesto unico, el lumi-

noso ciclo de su vida militar...

Pocos momentos despues llegaban los prime-

ros resfuerzos enviados de Tuyucue\Y vino entonces nuestra retirada, posible gra-

cias a la correcta conducta de la caballerfa, quenos salv6 de un inmenso desastre.

Tal fue el tin del modesto voluntario del 40.

IV

Y ahora, para terminar, he aqui lo que publi-

c6 el conocido historiador brasileno J. ArturoMontenegro :

« Hallabame una noche de luna en la famosaloma de Tuyuti, contemplando aquellos fatidicos

y solitarios sitios, vasto sepulcro de tantos heroes.

El silencio que reinaba en torno mfo parecfarealmente el silencio de las tumbas.

Cuando mas abstrafdo estaba en mis tristes

reflexiones, apareci6 a lo lejos una blanca tigura,

avanzando lentamente. Pronto me convencf deque no era una visi6n, como al principio crei. Ocul-

t6se detras de una pequefia eminencia, resto talvez

de alguna trinchera. Viendo que no volvia a apa-

recer, decidf aproximarmele todo lo posible, sin

ser advertido. Consegui asi llegar hasta unosmonticulos de tierra, desde donde presenci6 unaescena dolorosa y conmovedora.

Una joven, de palido semblante, bella como las

mujeres de Rafael, suelta sobre la espalda la abun-dante cabellera, estaba arrodillada delante de unatosca cruz.

De cuando en cuando sollozaba, con indecible

allixi6n, e inclinaba su frente al suelo hasta tocar

Page 172: El Libro de los Héroes

166

la tierra : asf permanecfa largo rato, como sumidaen letal desmayo, volviendo despues a incorporar-

se, para continuar sus fervientes plegarias. Enuno de esos momentos, of que pronunciaba, convoz balbuciente y dolorosa, el nombre de Sebas-

tian. Y volvi6 a tocar el sueio con su rostro.

Viendo que continuaba lnm6vil en esa actitud, nodude que estuviese dominada por un vertigo pro-

fundo, decidiendome a aproximarme a ella.

Vuelta en sf de su letargo, mir6me con espan-

to, pero habiendole explicado la causa porque meencontraba alii, se desyaneci6 su temor y empez6a llorar amargamente.

— iNo podre saber la causa de su aflixi6n, her-

mosa joven ? le pregunte\— Mis penas, senor, en nada pueden despertar

su curiosidad. Sin embargo, habiendose usted

compadecido de mi dolor, no tendre inconvenien-

te en explicarle la causa de mi pesar.

— No s61o tengo interes en ello, sino que desea-

rfa contribuir al alivio de sus penas. La soledad

en que usted vive debe acrecentar su amargura yme serfa muy grato proporcionarle los medios de

alejarse de este funebre lugar...

— i Oh, eso jamas! Nunca podre separarme del

sitio en que reposa mi querido Sebastian.—

i Era militar. . . ?

— Voy a referirle mi historia, senor. El hom-bre a quien entregu6 mi coraz6n desde muy joven

era Sebastian Bullo. Le conocf en Villarrica, don-

de he nacido. Todo mi anhelo se reducfa a que-

rerlo, concentrando en el todas mis esperanzas.

Con motivo de la guerra, tuvo que separarse de

mf: pero no pude resistir su ausencia y un dfa

vine a buscarle. El 2 de Noviembre de 1867 llegue

a Paso Pucu, punto donde se hallaba Sebastian,

Page 173: El Libro de los Héroes

167

al frente del Batall6n 22. Encontr£lo muy ocupa-

do : apenas tuvo tiempo para sonreirme y dirigir-

me algunas palabras carinosas. j Ay ! Era la vfs-

pera del aciago dia en que fue victima de su

heroismo, preparandose para atacar al dia siguien-

te a las fuerzas aliadas, atrincheradas en este mismositio. Un presentimiento fatal oprimi6 entonces micoraz6n, y en sueno vf el cadaver de mi adorado.

[ Oh, noche horrible !

Despert6me el estampido del can6n, apenasamanecio, corriendo azorada en busca de Sebas-tian. Pero ya no estaba ! ...

Una nube de humo cubria este campo, y a

manera de siniestros fantasmas se moyfan en ella

los furiosos combatientes.

Concluido el combate, pregunte por mi amadoy me dijeron que habfa sucumbido al realizar unacto de sublime heroismo.

Al trepar la trinchera que circundaba el cuar-

tel general enemigo, cuando iba a clavar la ban-dera de su batallon sobre ella, cay6 acribillado deheridas. .

.

Retireme entonces a Villarrica, donde una pro-

funda tristeza me consumia.Eran mis unices deseos volver a estos sitios,

despues de concluida la guerra, para morir dondemuri6 mi amante, pagando asi el ultimo tributo a

su amor.Felizmente, habiendo sido vencido Lopez en

Pikysyry, la Providencia quiso que encontrase unprimo mio que, habiendo presenciado la muertede Sebastian, sabia a punto fijo el lugar en quehabfa sido enterrado.

Le rogue me mostrase su tumba, conducien-dome aqui, donde he puesto esta cruz y dondevengo a rezar y llorar todas las noches.

Page 174: El Libro de los Héroes

16S

jOjala me una pronto con el bajo la tierra!...

He aqui lo que me refiri6 aquella hermosa jo-

ven, cuya fldelidad, llevada al ultimo extremo,sacrificaba su vida en holocausto de su amor.

Vanos fueron mis esfuerzos para sacarla de la

soledad y abandono en que yacfa.

Dfas despues, me contaron en Itapiru que la

habfan encontrado muerta junto a la cruz, y quehallaron en su seno un papel escrito que decia

:

« Si algnna persona caritativa quiere darmesepullura, hdgalo al pie de esta cruz, dondeestd enterrado mi querido Sebastian. »

Page 175: El Libro de los Héroes

EL SARGENTO CUATi

Una maftana de invierno presentoseme en la

Direcci6n del Colegio Nacional un viejo veterano.

Como tantos otros que constantemente me vi-

sitan, llegaba hasta mf para pedirme protecci6n

en su ancianidad.

Cuadrado en medio de la sala, me mir6 fija-

mente, antes de avanzar hasta mi mesa. Su as-

pecto era triste. Su silueta escu£lida, tenfa algo

de ultratumba. M&s que un hombre, parecia unasombra.

En vano trate de reconocerle.|Jam£s habfa

visto aquella figura peregrina

!

Llegd, por fin, hasta mf, y me tendi6 la mano.Perdone, senor, me dijo, si me atrevo a molestar-

le. Soy un pobre veterano que se muere de ham-bre. . . Y no pudo m&s. El llanto le ahogaba.Trai6 de calmarle, asegunlndole que remediarfa

su situaci6n. Cuando el hombre recobr6 su sere-

nidad, empece a interrogarle.

—£De modo que est£ usted muy pobre?—Si, senor, no tengo que comer, ni un techo

que me ampare.

i Qu6 graduaci6n tuvo usted en la guerra ?

—Sargento, sefior.

Y a todo esto ; c6mo es su gracia?

—Jose Maria Ortigoza.

—Yo creo haber oido ese nombre...

Page 176: El Libro de los Héroes

170

—Seguramente, sefior, si bien en el ejercito

era mas conocido por mi marcante.

—{ Su marcante ?

—Sargento Cuati me llamaban.

iSargento Cuatf 1 exclame. £ Es usted el sar-

gento Cuati? Y mis palabras se precipitaban,

aturdiendo a mi interlocutor eon mis preguntas,

mis dudas y mis comentarios. No queria creer

que tuviese junto a mf al tipo legendario, tan fnti-

mamente ligado a la memoria del General Diaz.

Para mi Cuati habfa muerto en la misma guerra.

Nadie sabfa nada de el. Todo; suponfan que ha-

bfa desaparecido en medio de la tormenta de cin-

co afios.

i Seria verdad lo que veian mis ojos? I Seria

aquel el heroe redivivo o estaba frente a una vul-

gar supercherfa ?

Y el viejo veterano me observaba, asombrado,

sin acabar de comprender el efecto que me habfa

causado su nombre, sin penetrar la causa de aque-

11a agitacion.

—Puedo probarle, sefior, me dijo al fin, que

soy el Sargento Cuati... muchos que me cono-

cieron viven aun.

—iQui^nes?—Don Octaviano Rivarola es uno de ellos. Era

mi compafiero en la faena de conducir los torpe-

dos en el rfo, para arrojarlos de cerca sobre los

acorazados. .

.

Sin p£rdida de momento hice llamar al citado

veterano. Pocos minutos despu6s el amable ami-

go entraba en mi despacho.—

i Conoce, le dije, a este camarada ?

Rivarola le mir6 un momento, abriendo des-

pu6s los brazos para abrazarle. Cuati, mi queri-

do Cuati, repetfa, estrech&ndole contra su pecho.

Page 177: El Libro de los Héroes

171

Su asombro era grande como el mio, al encon-

trarle vivo, despu£s de mas de cuarenta aflos.

No habla ya duda. Aquel era el hombre de

Curupayty, el que salv6 al vencedor afortunado.

Los dos viejos veteranos empezaron a hablar.

Era una pat6tica evocaci6n del pasado. Recorda-

ban, sobre todo, aquellas fantasticas expediciones

en canoa, llevando a remolque los terribles brulo-

tes, que eran el espanto de los marinos brasilenos.

Y Cuati se refa, con risita picaresca. Su cara,

afilada y seca, explicaba muy bien su apodo. Con-servaba aiin su fisonomia los rasgos caracterfsti-

cos que le dieron celebridad. Habia en el todavfaalgo de Cuati ! .

.

.

—Con este hombre. dijo de pronto, me pas6el hecho mas curioso de mi vida. Habiamos re-

cibido orden de conducir, como lo haciamos siem-

pre, un pesado torpedo. La consigna era que nosaproximaramos todo lo posible al enemigo paraasegurar el golpe.

Al oscurecer salimos de Curupayty, en unabuena canoa, llevando robustos remadores. El tor-

pedo era muy grande. La operaci6n, por lo tanto,

mas dificil y peligrosa.

Sigilosamente, tuimos avanzando. S61o el po-pero trabajaba para darle direcci6n a la embarca-ci6n, que marchaba a impulsos de la corriente.

Los demas sosteniamos el brulote a prudente dis-

tancia o interrogabamos el horizonte... Todomarchaba bien. Ya se empezaba a distinguir cla-

ramente las luces de los acorazados. Debfan estar

a muy pocas cuadras. Nos entusiasmamos. Nosdescuidamos quiza. Quien sabe!... El hecho es

que, de pronto, estall6 la espantosa mina. Vola-mos todos. Al otro dia me desperte en la orilla

Page 178: El Libro de los Héroes

172

derecha del rfo, sano y bueno, con algunas pocasquemaduras.

—Y yo, agreg6 Rivarola, en la orilla opuesta.

Los otros companeros desaparecieron. La canoase hizo anicos.

Y el viejo Cuatl seguia sonriente, y sus pupi-

las se iluminaban, como si volviera a su alma unaracha de juventud y de optimismo.

Cuando le hablamos de Curupayty, parecid de-

lirar. Habla estado en una de las baterfas del

trente. Servfa uno de los gruesos canones. Car-

gada su pieza, debia aguardar la orden general

para hacer fuego. Y el enemigo avanzo. Casi lle-

gd a la trinchera, que permanecia muda. El no

pudo resistir. Sabiendo que jugaba la vida, des-

carg6 su cafidn. Detras de 61 estalld toda la arti-

Ueria, iniciandose asf la matanza. Habia disparado,

pues, el primer canonazo en Curupayty, sin aguar-

dar la orden de su jefe. Pero todo se le perdond,

en medio de la alegria de la victoria...

Cuando le recordamos la muerte del heroe,

una visible tristeza nubld su frente.

Lo que todavia le impresionaba era su presen-

cia de animo. No haberse inmutado ni en aquel

trance terrible.

—Cuando la bala enemiga did en nuestra canoa,

todos fuimosarrojados al agua, unos muertos, otros

heridos. Yo, felizmente ileso, busqu6 en seguida a

mi general. Y lo encontre, alii cerca, con la pierna

destrozada, luchando con la corriente. En el acto

acudf en su socorro. Sumergiendome bajo 61, trate

de sacarlo sobre mi. Pero no lo consintid. Asi

gravemente herido, no dejd de ser el hombre de

siempre, contentandose con apoyarse en mi espal-

da, suavemente, con una mano, mientras con la

otra y la pierna que le quedaba procuraba nadar,

Page 179: El Libro de los Héroes

173

para ayudarme. Asi llegamos a la costa. El ge-

neral estaba muy mal, palido, mortal, casi sin

sangre. Pero aun le quedaba animo para orde-

narnos lo que debfamos hacer en tan crftico mo-menta. Yo le acompane hasta su ultima hora, yole vi morir... Desde entonces quede huerfano en

el mundo (che tyrey mundope apytabo).

Cai prisionero en Angostura, fuf llevado a RioJaneiro. Despu6s de la guerra vivf muchos anos

en esta capital. Cuando mis dos hijos varonesfueron grandes, me traslad6 con ellos a Concep-ci6n. Alii pasaba tranquilo, descansado, feliz,

rodeado de mis nietos, cuando me sorprendi6 la

ultima revoluci6n. .

.

—I A usted ?

Sf, a mi, sumiendome en la desolaci6n y en la

miseria. Mis hijos fueron reclutados por los re-

volucionarios, y los dos vinieron a morir en el

combate de Luque. Yo y mi compafiera queda-mos desamparados, sin tener qu6 dar de comer a

los chicos hambrientos. . . Y aqui me tiene usted. .

.

El viejo se habia puesto sombrio. Ya no son-

reia, con aquel gesto picaresco. Estaba, otra vez,

ante la realidad cruel de un presente de abanbonoy de orfandad.

—£Y su pensi6n de veterano ? me atrevi a pre-

guntarle.

Nunca la reclame. No me hacia falta, cuan-do yo trabajaba o mis hijos vivian. Crei que mo-riria sin tener necesidad de ella. Pero ya ve,

senor, lo que me pasa...

Quedamos en que yo le gestionaria todo, con-tando con la buena voluntad de su antiguo com-panero y de otros quo le conocian y firmarian

como testigos. Debia volver dos dias despues,

Page 180: El Libro de los Héroes

174

para suscribir la solicitud y hacer enseguida la

presentaci6*i.

Antes de despedirme de el, tuve la satisfacci6n

de presentarlo a varios catedraticos del Colegio,

que le festejaron, alleg&ndole algunos recursos.

Pasaron los dos dias. Los papeles estaban

prontos para ser presentados. Don Octaviano Ri-

varola y el Coronel Dionisio Gonz.llez autentitica-

ban la identidad de su persona y su grado militar.

Solo faltaba la firma de Cuati. Este no debia tar-

dar en llegar.

El frfo arreciaba. Era en lo mas crudo del

invierno. Habia caido una copiosa helada. El

viento del sud eortaba.

De pronto, el portero me anunci6 que unaindia payagui deseaba hablarme. La hice pasar.

Era una mujer anciana. Llevaba el vestido de su

raza. Pero iba enlutada. Lloraba, no podia hablar.

La interrogu6 con interns, y ella me dijo en

guaranf, con acento conmovedor:

/ Omanoco Sargento Cuati

!

IHa muerto el Sargento Cuati

!

Y, entre sollozos, me refiri6 su tragedia.

Los dos pobres desamparados, sin hogar, sin

recursos, habfan pedido hospitalidad en un ranchode los arrabales de la ciudad. Les dejaron dormiren los corredores. Alii, casi a la intemperie, ba-

tidos por el viento, pasaron la noche tiritando...

El Sargento Cuati habia regresado muy contento

de la entrevista conmigo. Tenia muchas esperan-

zas de mejorar su situaci6n. Con la limosna re-

cogida habian cenado bien. Aunque la noche era

horrible, durmieron satisfechos. Al dia siguiente

todos despertaron. . . menos el viejo veterano 1

Page 181: El Libro de los Héroes

175

Cuando 1o tocaron, estaba rigido. Habia pe-

recido de frio.

Tal fu6 el triste fin del inolvidable SargentoCuati, del heroe payagua que en este dia—hacecuarenta y nueve afios—salvaba en sus brazos al

General Diaz moribundo, para que sus cenizas

siquiera reposasen en medio de los suyos, en el

blando regazo de su suelo natal

!

Page 182: El Libro de los Héroes
Page 183: El Libro de los Héroes

LOPEZ YACARE

(fQui6n no ha oido hablar de este personaje

de nuestra agitada vida polftica ?

iL6pez Yacare !

Una leyenda terrorifica le envuelve, y todavfa

hay madres en nuestra campana que adormecenn sus hijos en la cuna, relatandoles sus hazafias

espantables.

Es una especie de mito popular. Un ser en

cuya existencia no se acaba de creer. Mas que unbandido vulgar, era un individuo sobrenatural, cuyasola presencia ponfa espanto en los corazones.

Para tomar un pueblo le bastaba anunciar quemarchaba sobre 61. Algunos gritos estridentes, el

galopar de su caballo y algunos tiros disparados

al aire... y todo estaba consumado. Los vecinos

cerraban sus puertas, aterrados, y los soldados

abandonaban sus armas para esconderse. Y L6-pes Yacari entraba victorioso, dando libertad a

los presos, apostrofando a las autoridades y ame-nazando a sus enemigos.

Mas de una vez se le persigui6 por estas aven-

turas. Pero era inutil. Nadie podia alcanzarle.

Y, sobre todo, estaba defendido de las balas porun milagroso San Marco, que llevaba bajo la piel

del brazo derecho.

Page 184: El Libro de los Héroes

178

Jinete consumado, cuando se veia mal, se

echaba sobre un costado de su caballo, desapare-

ciendo a los ojos de sus perseguidores.

Fue el caudillo mas temido de un perfodo em-brionario, en que la cultura iba extendiendose

penosamente en nuestro pais.

Se le pint6, con los colores del odio, como unasesino vulgar. Y justo es decir que no 1o fue.

No mat6 a nadie, que yo sepa. No fue sino el

hombre primitivo, de pasiones fuertes, exaltado

por el partidismo y dvido siempre del peligro.

Digdmoslo de una vez : en £1 palpitaba el almadel soldado, del luchador, que en las encrucijadas

de una guerra de cinco anos se habitu6 a pelear

sin descanso, acabando por no saber hacer otra

cosa. He aqui la explicaci6n de su vida...

Yo habia oido referir muchas historias de este

hombre. Pero nunca le habia visto. Y en miimaginaci6n lo representaba alto, forzudo, more-

no, de larga y renegrida cabellera. Ignoraba su

pasado de heroismo. No sabfa lo que habia de rea-

lidad en el fondo de su leyenda.

Y vais a ver, lector, cdmo le conoci y c6mosupe parte de su vida.

En Julio de 1915 un cruento dolor me arroj6

de mi hogar. Buscando un lenitivo a mi inmensapesadumbre, cruce las Cordilleras, perdiendomeen el seno de nuestra virgen naturaleza. Y algo

repuesto del terrible golpe, resolvi visitar el teatro

de la que se ha dado en llamar la batalla de Ru-bio Nil.

De Atyr& pas6 a Tobati y de aqui a A costa

Nil, lugar donde en realidad tuvo lugar el horren-

do y desigual encuentro del 16 de Agosto de 1869.

Una vez alii me hacia falta un veterano queconociera el terreno, un testigo que me hiciera

Page 185: El Libro de los Héroes

179

hablar aquellos lugares, descubrieudome la huella

sangrienta de nuestro heroismo desgraciado.

I C6mo encontrarlo ?

Interrogados los vecinos, me dijeron que el

unico que podia darme algunas noticias era el

capitan don Juan Pablo L6pez, ex ayudante del

Mariscal L6pez, que vivia en la entrada de la pi-

cada de Diaz Cue. .

.

ijuan Pablo L6pez?... me pregunte. Y mepuse a recordar. No me sonaba su nombre. Y era

raro, dada mi familiaridad con las cosas de nues-

tra guerra.

i Quien seria ?

Para salir de dudas, me dirigf a su casa.

Se adelant6 a recibirme un viejecito, afable ylocuaz.

—{El Capit&n Juan Pablo L6pez?...

—Servidor.

Y me quede un instante contemplandole, es-

trechando sus manos entre las mfas. De medianaestatura, bianco los cabellos, sonrosada la piel,

azules los ojos, la nariz aguilena, era lo que podiallamarse un hermoso tipo de hombre.

Le explique el motivo de mi visita, pidiendole

que me acompanara.En el acto en9ill6 su caballo y se puso a mis

ordenes. Momentos despues nos alejdbamos desu vieja casa de piedra y teja, dirigiendonos a las

dilatadas llanuras de Barrero Grande.—Esa es, me dijo, la boca de la picada de Diaz

cue". Por alii pas6 el Mariscal L6pez, con parte

de su ejercito, y por alii vino el General Caballe-

ro, con la segunda divisi6n. En este mismo lugarse inici<3 la batalla. .

.

Y fue d£ndome los mas minuciosos detalles

del comienzo de la acci6n.

Page 186: El Libro de los Héroes

180

A poco andar, encontramos una cruz. Era el

sitio en que habia sucumbido el intrepido Coman-dante Bernardo Franco. Mas alia nos detuvimosante una fuente, en la vera de un monticulo : alii

habia descansado el Mariscal, con su estado ma-yor, aplacando su sed en esas mismas aguas cris-

talinas.

Enseguida salimos en campo abierto. Alii

fue donde el encuentro tuvo su maximo desarro-

llo. El lugar se llamaba Acosta flu, Rivarola cuemas adelante.

—i Y Rubio flu ?— le pregunte.

Y el viejo veterano extendic su brazo haciael oriente, ensefidndome una borrosa lejania. Es-

taba a muchas legaas del hist6rico lugar!

Palmo a palmo fuimos estudiando el terreno,

hasta llegar al Yuquyry. Todo lo sabia. Su memo-ria era feliz. Habia ido y venido con 6rdenes del

Mariscal, hasta el ultimo momento. Conocia todas

las intimidades de la batalla.

Y a medida que nos internabamos en la llanu-

ra, crecia su exaltaci6n, aumentaba su ardimiento,

como si la visi6n del pasado pusiese en su almalos apagados fuegos de su juventud. Se agitaba

sobre su caballo, que se encabritaba y daba saltos

bajo los golpes de sus espuelas. Hablaba, mas que

con la boca, con los gestos, con los movimientos,

lanzandose en cargas vertiginosas, para volver

dando gritos, golpedndose la boca, como atacado

de un terrible delirio.

—Por alii vinieron los negros. Por alii nos ata-

caron. Aqui Caballero form6 cuadro. En aquella

isla estan amontonados los huesos de los caidos.

Ese puente no es el que defendimos. El viejo

puente es ese que esta a la derecha. Alii era el

paso. Alii resistimos victoriosos. . . [Y con que

Page 187: El Libro de los Héroes

181

soldados ! Todos ninos, criaturas, muertos de ham-bre. j Pero c6mo peleaban ! Negros cobardes. .

.

jamas hubieran vencido si no les llega a tiempo

el refuerzo del General Camara!...Y me ensenaba el camino por donde vinieron

los regimientos de la caballerfa brasilena. Y la

ruta que seguimos, buscando el Piribebuy, hasta

Uegar al sitio en que se consum6 aquel sacrificio

espartano. A cada paso nos detenfamos para exa-

minar una estaci6n de tan terrible via cruris,

Leia en todo, al pasar, un poema de dolor y degloria, vibrando en sus labios los grandes ecos

que surgfan del pasado Fue aquello, para mi,

una verdadera resurrecci<5n. Vf lo que no habia

crefdo ver, escuche lo que no habia pensado oir!

Cuando regresamos a la casa del viejo vetera-

no, quise que me conociera mejor. Mi apellido

no le decia nada. Pero era imposible que no tu-

viese uoticias de Pompeyo Gonzales (1) Y asi eraen efecto. A este si que lo conocia. Para pro-

barmelo sac6 un paquete de diarios que escondiabajo un colch6n, ensenandomelo. \ Era la colec-

ci6n de mis articulos sobre el « cretinismo » del

doctor Cecilio Baez

!

—Pues bien, le dije, yo soy Pompeyo Gonza-lez. .

.

—iY sabe usted qui£n soy yo ? me contest6.

Iba a responderle que era el Capitan Juan Pa-blo L6pez, cuando se apresur6 a decirme

:

—Veo que no nos habiamos conocido. Ustedes Pompeyo Gonzalez. . yo soy l6pez yacare !

Asi se me revel6 aquel hombre de leyenda, a

quien viera como a un monstruo, a traves de unanube de sangre, en los dfas de mi infancia.

(1) Pseudcjnimo con el cual inicie" en 1902 mi campafia na-cionalista.

Page 188: El Libro de los Héroes

182

—Yo soy Ldpes Yacare", me repetfa, golpeari-

dose el pecho, lleno de altivez. Y asf quiero queme llamen, porque ese nombre me di6 el Mariscal

Ldpez, constituyendo mi mayor orgullo. No es

un apodo ganado en los entreveros de nuestra

politica. No es nada deprimente para mf. Es untimbre de honor que nadie me puede arrebatar.

Escuche mi historia. Yo fui uno de los oficiales

que abordaron acorazados en canoas. Fui com-panero de Genes, i C6mo escape con vida ? Nopodrfa decirlo. S61o s€ que, cribado de heridas,

fui de los ultimos que se arrojaron al rio, bajo

una lluvia de balas, para ganar a nado la ribera.

En seguida me presente al Mariscal L6pez, para

darle el parte de aquella terrible empresa. Empa-pado en sangre, semidesnudo, 11egu6 al Cuartel

General, siendo en el acto recibido. Lac6nicamen-te le refer! todo. Los acorazados habfan cafdo en

nuestro poder... pero los habiamos perdido, por

una fatalidad. Estaba escrito que no serfan nues-

tros. ( Nda nande mbaerainte carai... !)

L6pez me escuch6 meditabundo. Y cuandoacabe de hablar, me dijo : ^pero cdmo diablo haspodido salvarte con tantas heridas ? Nadando,seiior, le contested

Y fu6 en aquel momento cuando me bautiz6,

sin pensarlo, con el nombre que habia de quedar-

me definitivamente. Emocionado ante mi relato,

se puso de pie y, cogiendo una de mis manos ca-

riftosamente, me di6 unos golpecitos en el hom-bro, diciendome: resulta que ma's que un horn-

bre habias sido un verdadero yacare"... (Peronde nipo nda jhaei cristiano, yacare voi nipo

rae . . )

Cuando me retire, los ayudantes de servicio,

que habfan presenciado la escena, ya me despi-

Page 189: El Libro de los Héroes

183

dieron con el carifioso mote de viejo yacare" (ya-

care tuya). Al dfa siguiente, en todo el ejercito

se repetfan las palabras del Mariscal. Y en adelan.

te quedaba yo consagrado con el nombre de L6-pez Yacare. i Debfa avergonzarme de ello ? Claro

que no 1 Cuantos companeros valerosos hubieranquerido merecer un bautismo semejante! Si he dedecirle toda la verdad, he de declararle que mesenti envidiado y que mi marcante fue para miun tftulo de superioridad. .

.

Y el viejo soldado parecia rejuvenecer ante

estas evocaciones. Sus ojos azules brillaban, conbrillo extrano, y sus palabras brotaban subrayadaspor una intensa emoci6n.

El heroe surgfa asi ante mis ojos, disipando

su leyenda terrorifica, para exhibfrseme en la ple-

nitud de su 6pica belleza...

iQue lejos estaba aquel hombre ingenuo, lleno

de ternura, del que me hicieran ver en mi infan-

cia, en medio del polvo de nuestras luchas intes-

tinas

!

Aquel era un Lopes Yacare cuya existencia

no sospechaba.

Era el de la historia.

Page 190: El Libro de los Héroes
Page 191: El Libro de los Héroes

REAL PERO

1

El celebre Real Per6 habia amanecido aquel

dia de buen humor.La cosecha de la madrugada habia sido fe-

cunda.

El centinela brasileno pescado en las avanza-

das enemigas llevaba todo un bazar encima. Demodo que, a mas de las felicitaciones del Maris-

cal, habfa ganado un gran capote de invierno, unpanuelo de seda, un rico peine, un cortaplumas,

abundante tabaco, un hermoso yesquero, un jarro,

varias monedas de oro, etc.

iEra como para estar contento !

Y a la verdad, la operaci6n no tue diffcil. Lounico penoso fue soportar la terrible helada, mien-

tras iba cruzando el estero, con el agua a la cin-

tura, a veces, casi siempre al cuello. Una vez al

otio lado, no era cosa del otro mundo llegar hasta

los adormilados centinelas, ahogarlos entre sus

brazos, amordazarlos, atarlos fuertemente y luego

despu£s desnudarlos. Un poco m£s diffcil era rea-

lizar la hazana de Bado y oitros : llevar los prisio-

neros a nuestro campamento. Para esto habia queobrar entre varios o a caballo.

Y el pfcaro de Real Per6 se veia solo, pensan-

do en la diablura que habia imaginado para darles

Page 192: El Libro de los Héroes

186

un susto a los aliados. Sabfa lo nerviosos queestabaii; la perpetua alarma en que vivfan, y haci'a

tiempo que maduraba un plan magnifico, para dar

lo que 61 llamaba su golpe.

Nada le faltaba. Por fin habia conseguido las

yeguas chucaras que necesitaba. Una casualidad

hizo que cayeran en sus manos, por descuido del

enemigo. Podia, pues, operar.

Y Real - Per6 se reia como un condenado, tra-

bajando todo el dia en preparar unos curiosos

artefactos.

Al oscurecer, todos sus elementos estaban pre-

parados. Podfa entrar en acci6n.

A media noche empez6 a disponer sus mate-riales, de guerra, para dar un original asalto al

enemigo. Para el efecto, at6 a la cola de sus ye-

guas sendas pelotas de cuero seco, llenas de bom-bas y cohetes, avanzando hacia el paso mas pr6-

ximo del Estero Bellaco.

Al otro lado los negros dormfan, profunda-

mente, sin sonar en lo que les esperaba.

De pronto Real - Per6 hizo alto.

Habfa llegado el momento esperado.

Encendi6 las mechas, solt6 las yeguas y, re-

partiendoles sendos latigazos, las lanz6 sobre las

lineas enemigas.

Pronto se uni6 al tropel de las bestias el es-

truendo de los petardos. Y agregado todo esto al

ruido sordo de las pelotas de cuero, result6 algo

alarmante, primero, y luego aterrador para los

invasores.

Aquello parecia un loco asalto, el mas audaz

de todos los asaltos 1

Y no tuvieron tiempo de reflexionar.

Cuando se dieron cuenta del peligro, el extra-

no enemigo forzaba sus lineas y entraba en el

Page 193: El Libro de los Héroes

187

campamento, a sangre y fuego, no deteniendole

las descargas cerradas de la vanguardia.

La contusion fue general y terrible.

Los cuerpos argentinos y brasilefios hacian

fuego contra un enemigo que no veian. Y el ca-

fi6n no tard6 en demostrar tambien su mal humor,arrojando andanadas de metralla sobre los asal-

tantes.

Aquello si que fue la conflagraci6n universal

para los aliados

!

Fuego por aca, fuego por alia, fuego por todas

partes !

Era la renovaci6n del 24 de Mayo, en mediode las espesas tinieblas de una noche helada.

I Pero donde estaba el enemigo?Muchos lo habfan visto cruzar, como una ex-

halacion, entre un estruendo colosal, sin proferir

un grito, sembrando el espanto. Casi todos habian

despertado cuando los misteriosos visitantes eran

ya saludados por la fusileria, dentro del propio

campamento. Y despues ya no podian distinguir

nada en medio de la infernal gritcria y del horri-

ble fuego de fusiles y canones.

En esta lucha los aliados tuvieron muchas ba-

jas, y la mortandad hubiera sido enorme si no se

hubieran dado cuenta, a tiempo, de la sangrienta

burla de que eran victimas.

Algunos de los audaces asaltantes, vale decir,

algunas de las enloquecidas yeguas de Real - Per6,

habian sid6 aprisiomdas, con todos sus eleme)itos

de gnerra, aclarandose el misterio.

Y vino la orden de cesar el fuego.

Clareaba un rojo amanecer.Al ruido colosal, a la griterfa y al estrepito

de la m&s original batalla de la historia, sigui6 unprofundo silencio, un silencio sepulcral.

Page 194: El Libro de los Héroes

188

El enemigo parecia aplastado bajo el peso del

ridfculo.

S61o Real - Per6, al otro lado del estero, conti-

nu6 cada vez mas alegre y bullicioso, afrentandoa los aliados con sus sonoras carcajadas o dandogritos prolongados, mientras se golpeaba la bocaentusiasmado, en un delirante yurupetd. .

.

II

Pero ho es esta la unica hazana del Capitan

Jos6 Gonzalez ( que asi se llamaba el famoso RealPer6). Son muchas y todas ellas divertidas. Aqufva una mas, para terminar

:

Era a fines de 1867.

Real-Pero defendia con trescientos hombres la

entrada del Potrero Obella, al Norte de Humait&.El marquez de Caxfas estaba empenado en

completar el sitio del Cuadrildtero. Para esto

tenia que marchar hacia Tayf, desalojandonos de

todas nuestras posiciones avanzadas, entre las quese encontraba la que sostenfa nuestro heroe.

El 28 de Octubre del citado afio se orden6 el

asalto a la trinchera del Potrero Obella.

Los brasilenos eran prudentes. Y esta vez lo

tueron m£s que nunca. Contra los 300 paragua-

yos de Real-Per6 se apercibieron dos divisiones

de caballeria, siete batallones de infanteria, cua-

tro bocas de tuego, 50 zapadores, 10 cirujanos, dos

farmaceuticos y un capellan. Total: 5000 hombres!Real-Per6, que no tenia si no unos pocos ca-

flones y algunos centenares de soldados hambrien-

tos, se dispuso a pelear, sin perder su buen humor.Porque Real-Per6 era, ante todo, un valiente,

si bien un valiente alegre, que jugaba con la muer-te, y hallaba pretextos para dar rienda suelta a su

Page 195: El Libro de los Héroes

189

hilaridad aun en los momentos mas trajicos de la

vida.

De modo que no le alarm<5 el aparato con que

avanzaba el enemigo.Y cuando, en la raanana del 29, se inicio el

asalto, arengd brevemente a sus soldados, asegu-

r&ndoles que aquella iba a ser la mas divertida de

todas las J'unciones ..

.

Apenas empezaba la desigual batalla, cuandoya habfa madurado la broma con que se burlarfa

de los brasilenos. Y eso que la cosa no era comopara pensar en reirse...

La artilleria tronaba, batiendo con rabia el

pequeno parapeto que defendia a los paraguayos.

Y la fusilena era tan nutrida que nuestros solda-

dos no podfan asomar ni la nariz para respon-

derles.

Pero, asf y todo, cada vez que la mentada ca-

ballerfa riograndeza y la numerosa infanterfa se

lanzaban al asalto, eran irremediablemente recha-

zadas.

Los 300 de Real-Per6 eran dignos Smulos de

aquellos otros 300 espartanos de Le6nldas

!

Los brasilenos acabaron por convencerse de

que era inutil querer romper nuestra resistencia

por el frente. Y entraron en funci6n los zapado-

res, para abrir una brecha en el monte y caer so-

bre nuestra retaguardia.

Real - Per6 todo lo vi6 claramente, ordenandouna sigilosa retirada. Pero, antes, mand6 inutili-

zar los canones, clavando despues los escobillones

a lo largo de la trinchera y dejando en el extre-

mo de cada uno de ellos un morri6n de cuero de

nuestros soldados. De este modo los enemigos nose dieron cuenta de nada, siguiendo sin descanso

el bombardeo sobre nuestra trinchera. Nada que-

Page 196: El Libro de los Héroes

190

rfa decir nuestro silencio, paes s61o dabamos se-

nates de vida cuando empezaba el asalto. Era in-

dudable que est&bamos allf, agazapados, esperandola oportunidad de masacrarlos. Vefan perfecta-

mente nuestros morriones y hasta alguna blusa

colorada. .

.

Cuando, ya tarde, los zapadores abrieron el

camino lateral, el General Mena Barreto orden6 el

ataque. Y los cinco mil brasilefios se precipitaron

sobre la posici6n paraguaya. Aquel torrente hu-

mano entr6, irresistible, en nuestra trinchera, lle-

vdndose por delante... los insolentes escobillones

y haciendo rodar los morriones, ya acribillados de

balazos, pero sin encontrar un solo soldado ene-

migo.

iQue enorme plancha !

iQue burla sangrienta !

Habfan estado peleando, horas enteras, con unfantastico adversario, que no era sino la pavorosa

sombra del miedo.

M&s gallardo Don Quijote, acometi6 de frente

a los molinos de viento. Ellos, escurriendose por

una senda oculta, atacaron, apenas, a nuestros

morriones de cuero !

Real - Per6, entretanto, se moria de risa en

Humaita, pensando en el susto de los brasilefios yen el c6mico desenlace de aquella tragedia de

opereta, en la que, sin embargo, mucho tuvieron

que hacer los diez cirujanos de la expedici6n yhasta el capellan encargado de ayudarles a bien

morir.

Page 197: El Libro de los Héroes

EL TENIENTE ROMAN

El Teniente Ezequiel Roman fue uno de nues-

tros mas gloriosos marinos. No es del caso contar

su historia. Lo har£ en otra ocasi6n. Hoy solo

voy a glosar una interesante p&gina de su auto-

biograffa inedita. Y a prop6sito de dicho docu-

mento, voy a referir, de paso, como fue a parar

en mi archivo particular.

El her6ico veterano era un trabajador infati-

gable. Apesar de sus afios y de sus achaques, no

abandon6 su puesto de sacrificio hasta poco antes

de morir. Hombre de agua, el rio le atraia. Enla playa de nuestra bahfa era una figura familiar.

Medidor de madera, no falt6 un solo dfa a tan

dura tarea, gandndose asf la vida.

De vez en cuando solfa visitarme, refiri€ndo-

me, en un castellano irreprochable, los mas varia-

dos episodios de nuestro pasado. Y yo no mecansaba de pedirle que .me escribiera todo aquello,

prestando asf un senalado servicio a la historia

nacional. Su respuesta era siempre la misma : 61

no era sino un soldado rudo. . . no sabfa escribir. .

.

no tenia tiempo... Como todos nuestros heroes,

no queria pasar por jactancioso. Era la modestiapersonificada. No querfa salir del an6nimo. Si

hablaba, si contaba algo, era en la intimidad, en

el seno de la amistad.

Page 198: El Libro de los Héroes

192

Pero, un buen dfa, se me presentd apesadum-brado, | Ya no podfa trabajar! El abuso de per-

manecer en el agua durante horas, le habia pro-

ducido una grave enfermedad. Tenia que, forzo-

samente, recogerse en su hogar. Y esto le deses-

peraba a aquel hombre, casi octogenario, para el

cual el trabajo era, no un deber, una necesidad.

Yo le console como pude, dicidndole que era el

momento de complacerme, fijando sus recuerdos

por escrito. No le pedfa apuntes ordenados. S61o

queria notas sueltas, que yo aprovecharia en mis

trabajos hist6ricos. Y, finalmente, consegui mi ob-

jeto. Prometi6 hacer lo que pudiera.

Aquella fue la ultima vez que lo vf.

Poco tiempo despu6s recibfa la infausta nuevade su fallecimiento.

Cuando fui a saludar a su anciana viuda, co-

munic6me esta que habia consagrado sus dias

postreros a complacerme, escribiendo, penosamen-te, algunas lfneas, que habian quedado para mi.

As( cay6 en mis manos tan valioso documento,desgraciadamente trunco. Contiene datos intere-

santes sobre nuestra marina, sobre las costumbresde su tiempo y sobre la guerra contra la Triple

Alianza. No es una pieza literaria, pero su meri-

to hist6rico es grande...

Y ahora al grano.

Vamos a ver lo que era el gobierno de aquel

tiempo, eomo se hacfa administraci6n y c6mo se

entendia la misi6n militar.

El 7 de Febrero de 1864 recibi6 Rom&n el man-do del vapor Rio Apa, reci6n construido en nues-

tro arsenal de marina. Debia inaugurar sus viajes

al Norte el veinte de dicho mes, teniendo que

estar para entonces completamente listo.

Page 199: El Libro de los Héroes

193

La partida del Rio Apa fue estruendosamente

testejada por el pueblo de Asunci6n.« Salimos — dice el Teniente Roradn - a las

cuatro de la tarde, en medio de fuegos de cohete,

todo empavezado el buque y con un sinnumerode pasajeros. Tocando todos los puertos del lito-

ral, llegamos a Concepci6n el dfa siguiente, a las

seis de la tarde, presentandome al general Resqufn,

a quien le hice presente lo que habia dispuesto el

Mariscal. En el acto me cedi6 el sal6n y desde

las siete empez6 el baile, que termin6 a las cuatro

de la manana, poniendonos en marcha. A las cua-

tro de la tarde fondeamos en San Salvador, dondetambi£n se bail6. Seguimos viaje y el 23 fondea-

mos en la Confluencia. . .»

Como se ve, este primer viaje del Rio Apafue por demas divertido. Pero aquellos eran otros

tiempos. Los funcionarios no descansaban, ni aunen medio de sus placeres. Eran realmente servi-

dores del pueblo. Y no olvidaban nunca su deber

frente al pais que les sostenfa con su dinero. Asf,

el Teniente Roman pudo remontar el rlo, en me-dio de fuegos de artificio, celebrando su arribo a

cada puerto con fiestas sucesivas, sin descuidar

sus obligaciones. Aquel vapor era un exponentem&s de nuestra riqueza y un nuevo mensajero de

la civilizaci6n. Valia la pena saludar su paso conestruendosa alegrla. Pero todo esto no impedfaque se aprovechara aquel viaje para hacer algo

util. Cumpliendo, pues, instrucciones recibidas,

Roman, al llegar a San Salvador, baj6 a tierra

para inspeccionar la Escuela de aquel lugar. El

Estado no disponfa de empleados especiales para

el efecto Todos estaban obligados a interesarse

por la instrucci6n publica. Y era lo mas comunque el comandante de un buque se encargase de

Page 200: El Libro de los Héroes

194

visitar tos establecimientos del litoral, como queun jefe militar vigilase las escuelas de su jurisdic-

ci<5n. Estos eran trabajos extraordinarios, que noimpedfan que fueran atendidos debidamente los

servicios que les estaban encomendados. Habiabuena voluntad. Todos tenian la conciencia de

que se debfan a la Patria, por cuya prosperidad

tenfan que sacrificarse.

No nos asombreraos, por lo tanto, de ver al

Capital del Rfo Apa suspender las fiestas, parainspeccionar la escuela de tan apartado lugar de

la Republica. Estaba en las costumbres de la epo-

ca. M&s todavfa, esa conducta respondfa, comodijimos, a indicaciones y 6rdenes terminantes del

gobierno. De modo que, cuando regres6, fue in-

terpelado, con el mayor interes, sobre esta parte

de su comisidn. Dejemos hablar al heroe en su

tosco lenguaje :

« Asi que me presents — al Presidente de la

Republica — y sin concluir de darle cuenta de micomisi6n, me pregunt6 : <[ Y c6mo estd la escuela,

que" numero de nifios ticne ? Tiene, le dije, 282

ninos, la mayor parte desnudos, cubriendose s61o

con tiradorcitos de cuero, sin sombrero... las car-

tillas, el caton, el catecismo, son manuscritos he-

chos por el preceptor, que si n6 no tendria escue-

leros... Cuando se aproxim6 la salida para el

segundo viaje, me presents a pedir 6rdenes a

L6pez, quien mand6 llamar al Tesorero, Capit&n

Benitez, y le orden6 me entregara dos fardos de

bayeta, una colorada y otra azul, dos fardos de

lienzo, tres cajones de sombreros para ninos, uncaj6n de hilo bianco, una arroba de alcaparrosa,

350 pesos en billetes, todo para la escuela de ninos

de San Salvador. Y me di6 instruccidn para que

distribuyera las dichas prendas. Acompafiado del

Page 201: El Libro de los Héroes

195

Preceptor, Comandante Militar y Juez de Paz,

debia entregar cuatro preadas a cada nino : des-

pues llamaria a cualquiera de los ninos, le tomaria

la lecci6n y si sabia le daria un peso, y asf dis-

tribuirfa a todos • el resto entregan'a al Precep-

tor. . . >

I Esto necesita acaso comentarios ?

Sabemos ya que el patriarca Carlos AntonioL(3pez dijo una vez que las escuelas eran los me-jores monwnentos que se podian levantar a la

libertad. Y estamos viendo la solicitud con que

era mirada la nifiez desvalida, c6mo el gobierno

se preocupaba de la cultura de los futuros ciuda-

danos.

El cuadro que nos pinta el intrepido marinoes admirable. Nos da una visi6n de nuestro ca-

lumniado pasado. Y en el fondo de ese cuadro

hay una silueta impresionante, que magnilica el

conjunto. Es la del maestro de escuela de SanSalvador, que para cumplir su sagrado ministerio

tenia que copiar doscientas ochenta y dos carti-

llas, catones y catecismos, « para no quedarse sin

escueleros >.

Ese maestro es un sfmbolo. Es el Paraguayque luchaba por iluminar su alma, en medio de la

soledad en que le encerraban la geografia hostil

y la vecindad amenazadora 1

Page 202: El Libro de los Héroes
Page 203: El Libro de los Héroes

ROMERO

Este glorioso luchador, una de las figuras masdescollantes de nuestra guerra, nacio en el pueblo

de San Lorenzo, el 16 de Octubre de 1839. Fueron

sus padres don Pascual Romero y dona Joaquina

Romero, ambos naturales del Paraguay.

El 5 de Junio de 1859 sento plaza de soldado

en Humaita, ingresando en el batall6n 12, coman-dado por el capitan Vicente Duarte (Filiu). Desdeentonces empieza su brillante carrera militar, en

la que tantos lauros habfa de cosechar, distinguien-

dose en acciones memorables y haciendose notar

por su abnegacitin y por su heroismo, hasta en

los ultimos dias de nuestra resistencia sin fortuna*

Comenzada la guerra contra la Triple Alianza,

permaneci6 en su puesto, guarneciendo la mastarde famosa sebastopol Americana. Su batall6n

no se movi6 hasta las visperas de la invasi6n a

nuestro pais. Fue, reci6n despues que nuestro ejer-

cito evacu6 el territorio de Corrientes, cuando el

12 se traslad6 al Paso de Patria y se apresto a en-

trar en acci6n. Y su iniciaci6n fue por cierto ad-

mirable, cupiendole en suerte recibir su bautismode sangre en la memorable batalla de Corrales

Era en los primeros dfas de Enero de 1866.

Los aliados, despues del desastre de Urugua-yana, habfan marchado adelante, encontrando expe-

Page 204: El Libro de los Héroes

198

dito el camino con la retirada del ejercito de

Resquin.

Los papeles se habfan cambiado: ahora noso-

tros nos aprest&bamos a la defensa y ellos empren-dian resueltamente la ofensiva. Asl las cosas, lle-

garon hasta el Rfo Parang, frente a nuestras posi-

ciones deltapirii, preparandose a efectuar el pasaje.

Entre tanto, la escuadra brasilena permaneciainaetiva y su almirante, el prudente Vizconde de

Tamandare, se paseaba por Buenos Aires. Gracias

a esto pudimos retirarnos tranquilamente, con ar-

mas y municiones, sin ser molestados, a la vista

de los buques enemigos.

Salvado fntegramente nuestro ejercito, L6pezhizo pasar tambien toda la hacienda que pudo.

Con este objeto y para observar al adversario,

todos los dias eran despachadas pequenas expedi-

ciones, que arreaban los animales que encontraban,

cruzando con ellos el ancho y caudaloso Parana.

Algunas veces estas partidas paraguayas se encon-

traban con exploradores enemigos, trabandose en-

carnizados combates, en que siempre saliamos ven-

cedores.

Pero aquello no podia continuar. El general

Mitre estaba acampado, no lejos de la costa, con

unos 40.000 combatientes. Y empezaba a exaspe-

rarse ante la audacia sin limites de nuestros solda-

dos, resolviendo, por fin, darles una sangrienta

lecci6n, que pusiera termino a sus diarias incur-

siones. Para esto orden6 al coronel Conesa que,

con la segunda divisi6n de Buenos Aires y una

secci6n de artillerfa, se uniera a la caballerfa del

general Homos, y marchase a prepararnos una

celada en lugar conveniente, en forma tal que el

escarmiento fuera seguro.

Page 205: El Libro de los Héroes

199

El 30 de Enero envi6 L6pez al teniente Celes-

tino Prieto con 245 hombres, para que fuese a hacer

las exploraciones acostumbradas.

En la mafiana del 31, los paraguayos abando-

naban la costa y se internaban resueltamente en

el territorio correntino,

Mas de cinco mil hombres les esperaban, bien

escondidos, detras de un bosque, al otro lado del

arroyo San Juan.

Prieto, que ignoraba la trampa que se le habfa

preparado, sigui6 avanzando, confiadamente, hasta

muy cerca de los argentinos. Estos, al verlo yaal alcance de sus manos, no pudieron contener su

alegria, prorrumpiendo en ruidosa griteria.

Al verse perdidas, nuestras fuerzas empezarona retroceder, repasando el arroyo bajo el luego del

enemigo.

Atacadas por todas partes, resistieron a pie

firme, llegando hasta el puerto de Corrales. des-

pues de recorrer, de ida y vuelta, mas de tres

leguas, sin descansar, caleinadas por un sol abra-

zador.

Apoyados en un bosquecillo, los nuestros se

prepararon a recibir los asaltos de sus persegui-

dores.

El ataque no se hizo esperar, pero una y otra

vez fueron rechazados los enemigos.

Entre tanto, los 245 hombres de Prieto se con-

cluian en aquella lucha desesperada con un adver-

sario tan superior en numero.

En este momento critico \]eg6 el teniente Sa-

turnino Viveros con 200 soldados del batalldn 12,

entre los que venfa el entonces cabo Jos6 Romero.Este resfuerzo salv6 la situaci<5ti. Despues de

cinco horas de lucha, los argentinos fueron com-

Page 206: El Libro de los Héroes

200

pletamente derrotados, quedando los paraguayos

duenos del campo de batalla.

Tal fue, en pocas palabras, aquella proeza fabu-

losa de nuestro heroismo.

Romero sac6 de esta acci6n, a mas de dos

heridas, una cruz, condecoraci6n la mas valiosa

de cuantas otorg6 el Mariscal L6pez a sus sol-

dados, y tambien la mas escasa, pues de los 450

hombres que vencieron a 5.000 enemigos, apenas

sobrcvivieron un poco mas de la mitad. Quien la

llevaba sobre el pecho, recibfa donde quiera home-

najes especiales, aunque fuese simple soldado. (I)

(1) Los siguientes decretos dan una idea de la extraordinariaimportancia de la victoria de Corrales y de los honores y recom-pensas otorgados a los heroes de aquella Jornada:

El Mariscal Presidenle de la Kepublica y General en Gefe desus Ejircitos—

Queriendo dar un testimonio publico de consideraci6n y estima

a los bravos oficiales y soldados que en diminuto numero han combatido en el campo de Corrales, el 31 de Enero ultimo, con notable

denuedo y decision al enemigo, desproporcionadamente superior en

numero y recursos, hasta obligarlo a declararse en derrota, que-

dando duenos del campo :

ACUERDA Y DECRETA

Articulo 1°. Acugrdase una Cruz conmemorativa del combatede Corrales a todos los militares que en e"l tomaron parte el dia

31 de Enero.Art. 2° La Cruz conmemorativa de Corrales sera de 55 mili-

metros, y los oficiales la llevaran de plata con filete de oro, y la

tropa de bronce con filete de plata, con una guirnalda en el centro

y la inscripci6n : Vencio en Corrai.es — 31 de Enero de 1866.

Art. 3°. La Cruz de Corrales sera llevada al lado izquierdo

del pecho, pendiente de una cinta azul con centro bianco de unmismo color.

Art, 4°. El Ministro Secretario de Estado en el Departamentode Guerra y Marina queda encargado de la Ejecuci6n del presente

Decreto. , „FRANCISCO S. L6PEZEl Ministro de Guerra y Marina

Vicente Barrios '

El Mariscal Presidenle de la Repubhca y General en Gefe desus Eje'rcitos—

Habiendo acordado una Cruz conmemorativa a los militares

que triunfaron en Corrales, y siendo de justicia honrar la memoria

Page 207: El Libro de los Héroes

201

Ya curado nuestro heYoe, y ascendido a sar-

gento, volvi6 a tomar parte en la colosal batalla

de Tuyuti (24 de Mayo de 1866).

A las ordenes del general Jose Diaz, fu6 delos que se precipitaron sobre el frente de los alia-

dos, despues de haber cruzado el ancho y profun-

do Bellaco del Norte.

Destrozada la vanguardia del general Flores,

dispersos los primeros batallones brasilenos, esta

column a Ueg6 triunfante hasta el otro brazo del

estero. Pero en aquel mismo momento debieronllegar Barrios y Resquin, para completar la victo-

de los valientes oficiales y soldados qwe cayeron en aquella glorio-sa Jornada el 81 de Enero tiltimo

:

ACUERDA Y DECRETA

Art. 1°. Erijase un monumento que llevando inscrito el nom-bre de todos los oficiales y encerrando sus restos mortales y losde la tropa, recuerde a la posteridad la abnegacion y valor deaquellos benemeritos ciudadanos

Art. 2°. Una lista de los mismos oficiales y soldados seradepositada en el Ministerio de Guerra y Maiina.

Art. 3°. Autoiizase al Ministro Secretario de Estado delmismo departamento a hacer las erogaciones necesarias a la aten-ciOn y socorro de las madres, viudas e hijos de aquellos que sa-crificaron su vida por la Patria y el lustre de sus armas.

Art. 4°. Un Decreto especial fijara la gpoca y ceremoniade la traslaci6n de los restos mortales al monumento acordado.

Art. 5°. El Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina queda encargado de la ejecucidn delpresente Decreto.

Cuartel General en el Paso de la Patria, Febrero 13 de 1866.

FRANCISCO S. LOPEZEl Ministro de Guerra y Marina

Vicente Barrios

El Mariscal Presidente de la Rcpublica y General en Gefe desus Ejircitos—

Queriendo legar un recuerdo de beneficiencia a las familiasque han perdido sus deudos en la heroica accion de Corrales:

DECRETA

Art. 1°. Acue"rdase en propiedad una suerle de tierra delabor de tres cuerdas cuadradas a los herederos de los militaresque cayeron en la acci6n de Corrales.

Page 208: El Libro de los Héroes

202

ria y poner fin a la guerra. Por una u otra causa,

no llegaron. El plan de L6pez no se cumplid yDiaz, solo, tuvo que resistir al empuje del enemigoreanimado por el her6ico Mariscal Osorio.

Romero, herido nuevamente en el brazo, pele6

como bueno en aquella desastrosa retirada, en la

que fue casi exterminada la columna de Diaz, vol-

viendo a cruzar el estero bajo una lluvia de balas

y salvandose milagrosamente.Siempre en el batallon 12, no bien se repuso,

entr6 en acci6n en la batalla del Sauce o Boque-r6n (16, 17 y 18 dc Julio de 1866).

Sabido es que esta batalla fue de las mas ha-

bilmente combinadas por L6pez.

Se trataba de arrastrar al enemigo al fondofortificado del Potrero Sauce, para alii masacrarlo.

Para esto, en una noche fueron fortificadas las en-

Art. 2*. Los vecinos de las Villas y eiudades tendran op-ci<5n a un solar de tierra en lugar de la suerte sefialada para iacampafla, debiendo ser de un lance en la Capital, y de dos en lasdemas poblaciones.

Art. 3°. Los herederos de los oficiales tendran opcion aldoble del donativo acordado para la tropa.

Art. 4°. Son herederos, para los efectos de este Decreto,los hijos, viudas y padres.

Art. 5°. Una lista nominal de los fallecidos en Corrales sepasara a las autoridades de los Distritos correspondientes, paraque inforraen al Ministerio de Hacienda las circunstancias de lasfamilias que hubiesen dejado, y propongan la ubicaciOn de los donativos en tierras publicas, prefiriendose suspropios arrendamien-tos en cuanto no se siga perjuicio.

Art. 6°. Los agraciados seran puestos en posesi<5n de susdonaciones sin erogacion alguna, debiendo ser de cuenta del Te-soro los gastos de documentaci6n, deslinde y mensura.

Art. 7°. El presente Decreto es estensivo a los heridos quehan muerto en el Hospital de Sangre.

Art. 8°. Los titulos de propiedad seran expedidos por el

Poder Ejecutivo sobre la proposici6n del Ministro Secretario deEstado en el Departamento de Hacienda.

El Ministro Secretario de Estado del mismo Departamento que-da encargado de la ejecuciOn del presente Decreto.

Cuartel General en el Paso de la Patria, Marzo 3 de 1866.

FRANCISCO S. L6PEZEl Ministro de Hacienda

Mariano Gonsdlea

Page 209: El Libro de los Héroes

203

tradas de los dos boquerones, sobre el flanco iz-

quierdo de los aliados. Estos, molestados por el

continue) fuego de nuestros canones, tenfan nece-

sariamente que tomar nuestras trinehera? improvi-sadas

;pero para sostenerse en estas que, a su vez,

eran dominadas por las del Sauce, tenian que ir

sobre dicha posici6n, pasando por el estrecho des-

filadero en que serfan destrozados. Y asi sucedio,

alcanzando los paraguayos una de sus m&s explen-

didas victorias, despues de tres dfas de batalla.

Pues bien : Romero realiz6 proezas tales enesta acci<5n que, siendo humilde sargento, mereci6ser citado como uno de los heroes principales en« El Semanario », honor discernido a muy pocos ymuy pocas veces.

Herido en las dos piernas, fue llevado al hos-

pital de sangre de HumaitA, donde recibi6 el gradode subteniente.

Apenas curado, fue enviado a Paso G6mez,incorporandose al batall6n 7, comandado por An-tonio Luis Gonzalez. De alii pas6 a Curupaytya hacer la trinchera, tomando parte principalfsima

en la batalla que se librara el 22 de Setiembrede 1866.

Muerto el general Diaz (7 de Febrero de 1867),

tom6 el mando de aquella posici6n el coronel Pau-lino Alem, quien le nombr<3 ayudante de division,

siendo con tal motivo promovido a teniente.

M&s adelante, cuando la escuadra forz6 el pasode Curupayty (15 de Agosto de 1867) fue encar-gado de comandar un puesto de observaci6n enAmbord-rngiid, a corta distancia del fondeaderode las naves imperiales.

Despues se le nombr6 jefe de batall6n 50, des-

tacado en Humaita\

Page 210: El Libro de los Héroes

204

En esto tuvo lugar el asalto a la trinchera del

boqaer6n de Obella (29 de Octubre de 1867). El

capitan Jos6 Gonzalez (Real Pero) que guarnecfaaquella posicidm con solo 300 plazas, atacado por

dos divisiones de caballerfa, 7 batallones de infan-

terfa y cuatro bocas de fuego (mas de 5.000 hom-bres), a las 6rdenes del general Juan Manuel MenaBarreto, resisti6 her6icamente, durante varias

horas, rechazando todas las embestidas que por el

trente le trajo el enemigo. Pero al sentir que iba

a ser cortada su retirada, pues por una picada

abierta exprofeso por los brasilenos iban a caer

sobre su espalda, resolviG abandonar aquel punto,

para ir a refugiarse en Laurel, que era la entrada

norte del Potrero Obella.

No est£ demas recordar de paso una de las maspicantes burlas del celebre Real Pero.

Al retirarse, sin ser sentido, clav6 sus maloscanones, ordenando a sus soldados que colocasen

en lugares visibles, sobre las trlncheras o en los

extremos de los escobillones, sus grandes y pesa-

dos morriones de cuero.

Los brasilefios, que los vefa a la distancia, se

figuraban que estaban alii todavfa los paraguayos

y que su prolongado silencio respondia a alguna

estratagema. Siguieron, pues, bombardeando largo

rato nuestras desiertas posiciones antes de iniciar

el asalto general.

Y cuando, por fin, entraron a sangre y fuego,

se encontraron con que habfan estado canoneandofantasmas y con que se habfan estrellado, no con-

tra molinos de viento, pero si contra morriones

de cuero!

En aquellos dfas el teniente Romero recibiti

orden de ir con cien hombres escogidos del bata-

llon 7 a reforzar la guarnici6n de Laurel.

Page 211: El Libro de los Héroes

205

El hertiico mayor Bernardo Franco fue nom-brado jefe de esta posici6n, quedando Romero co-

mo su segundo.

Estando allf fue ascendido a capitan.

Cuando L6pez resolvi<3 fortificar a Tayi, el

Laurel fue casi desguarnecido, quedando en £1

Romero con solo 50 infantes y diez jinetes, sin

una sola pieza de artillerfa.

Para disimular la falta de canones, mandd im-

provisar algunos de madera, cubriendolos con cue-

ros y colocandolos en lugares visibles.

Asi las cosas, tuvo lugar el asalto a Tayi. Losparaguayos atacados por fuerzas muy superiores,

antes de terminar sus obras de defensa, fueron

aniquilados. Los pocos sobrevivientes se refugia-

ron en Laurel, donde Romero continuo la resisten-

cia, retirandose despues un poco mas al Sud, sin

que la caballerfa brasilena osase alcanzarle.

En este punto aguard6 6rdenes superiores.

Entre tanto, el Mariscal L6pez habia resuelto

evacuar el Cuadrildtero, al verse completamenterodeado por el enemigo.

El 2 de Marzo de 1868 abandonti su cuartel ge-

neral de Paso Pucu, dirigi^ndose a Humaita, y deallf, esa misma noche, pas6 a Timbo, donde se ha-

bfa establecido poco antes el entonces coronel Ber-nardino Caballero. En Timb6 demor6 un dia, tras-

ladandose despues a San Fernando.Desde allf orden6 al capitan Romero que se le

incorporara, nombrandole comandante de un nuevobatallon, organizado con tropas traidas de MattoGrosso, y al cual se di6 el numero 23.

En un tiempo relativamente corto el nuevo ba-tall6n estuvo pronto para entrar en acci6n. Laactividad y la severa disciplina implantadas porel capitan Romero habfan devuelto su espfritu

Page 212: El Libro de los Héroes

206

marcial a aquellos soldados, cuya moral se habfadebilitado en m&s de dos anos de regalada inac-

ci6n en el Norte.

Antes de abandonar a San Fernando, el bata-

116n 23 fue enviado a defender el paso del Yacare,donde tuvo ocasi6n de batirse con la caballeria

brasilefla, derrot&ndola completamente y toman-dole numerosos troteos. Despues de esta hazana,

fu6 enviado el capit&n Romero, junto con el sar-

gento mayor Santiago Florentin, que mandaba el

batall6n 7, a preparar la resistencia al otro lado

del Pikysyry, donde enseguida di<3 comienzo a las

obras de fortificaci6n.

Poco despues se puso en movimiento todo

nuestro ejercito, yendo a establecerse el Mariscal

L6pez en las Lomas Valentinas.

Romero, con su batall6n, se incorporti a la di-

visidn del centro, comandada por el coronel An-tonio Luis Gonzalez.

Mientras los paraguayos nos prepar&bamos asf

a continar la ya larga y cruenta guerra, los alia-

dos avanzaban lentamente, siguiendo las huellas

de nuestra retirada.

Luchando en los pasos del Yacare, del Tebi-

cuary y del Surubiy, se aproximaron a nuestras

nuevas lineas, acampando, por fin, en Palmas,

sobre el Rio Paraguay. Y, despues de minuciosos

reconocimientos, se convencieron de que nuestras

posiciones eran inexpunables por el frente, resol-

viendo fianquearlas por el Chaco, linico terreno

accesible, pues hacia el Este se extendian esteros

irrompibles.

Pero, para realizar el pensamiento de Caxias,

se necesitaba hacer un inmenso esfuerzo. Habfaque preparar un largo camino, a traves de un te-

rreno lleno de dificultades. El general Argollo

Page 213: El Libro de los Héroes

207

fue el encargado de llevar a cabo esta obra de

romanos. Y en veinte y tres dias todo estaba ter-

minado. Se habfa abierto una ancha carretera de

m&s de 12 kil6metros, destruyendo grandes bos-

ques, echando ocho puentes, rellenando profundos

esteros y utilizando como treinta mil troncos de

palmas

!

Despues de esto, el enemigo ya podia avanzar.

El 4 de Diciembre de 1868 se puso en marchael Marquez de Caxias, al frente de veinte y un mil

hombres, eliminando a sus aliados de esta opera-

ci6n que crefa decisiva.

El dfa siguiente estaba en San Antonio, es de-

cir, a espaldas de losparaguayos, cuyas fortificacio-

nes miraban al Sud, por donde esperaban el ataque

Desde aquel momento nuestra situaci6n se volvi6

desesperada. El nuevo frente de nuestra posicidn

estaba completamente indefenso. Y en una Jor-

nada los brasilenos podlan caer sobre nuestro

cuartel general, con fuerzas muy superiores.

Fue en aquel momento supremo cuando el Maris-

cal L6pez llam6 al general Caballero, a quien con-

sideraba su primer adalid, confi&ndole la dificil

misi6n de ir al encuentro del enemigo, al mandode una pequena columna, para defender el paso del

Itoror6 y entretenerle el mayor tiempo posible,

d&ndonos lugar para improvisar algunas ligeras

fortificaciones.

Entre las tropas escogidas que recibi<3 Caballe-

ro, estaba el bata116n 23, comandado por el intr<§-

pido capit^n Romero. No podia faltar en aquella

cita de nuestro herofsmo quien habfa podido des-

tacarse en un ejercito de leones por proezas ex-

traordinarias y ya casi legendarias. El mismoMariscal L6pez indic6 su nombre entre los quedebian de marehar enseguida. Y vamos a ver

Page 214: El Libro de los Héroes

208

c6mo supo responder a la confianza de sus supe-

riores, excediendose a si mismo...En la madrugada del 6 de Diciembre, el gene-

ral Caballero estaba al pie del puente, dispuesto

a disputarlo al invasor, al frente de 3.500 hombresde las tres armas.

El capitan Romero, con su famoso 23, fue colo-

cadosobre el flanco izquierdodel desfiladero, detras

de la caballerfa.

Apenas habfa amanecido cuando ya el Mar-

quez de Caxias con 18.000 combatientes tomabaposiciones sobre el ItororO e iniciaba el bombar-

deo, mientras el general Osorio con otra columnaseguia el camino de Ipane, para caer sobre la reta-

guardia de los paraguayos.

Momentos despues empezaban los asaltos. Unay otra vez llegaron hasta el puente, siendo cons-

tantemente rechazados por los contraataques de

nuestra caballerfa y las cargas a la bayoneta de

nuestra infanterfa.

El capitan Romero hizo prodigios en aquel dfa.

El batall6n 23 era de los primeros que se abalan-

zaban sobre los imperiales, empujado por las pala-

bras de fuego de su ardoroso jefe que, herido en

los comienzos de la lucha, no se detenfa ante nada,

desafiando al peligro con gallarda impavidez.

Recien a la caida de la tarde se puso fin a la

batalla.

Despu6s de rechazar todos los asaltos y sin-

tiendo que Osorio se aproximaba, se retir6 lenta-

mente Caballero, ante el enemigo estupefacto, que

no pretendi6 siquiera perseguirle.

El ilustre general Argollo, el general Gurgao,

el coronei Machado, 134 oficiales y mas de tres mil

soldados brasilenos quedaron tendidos sobre el

campo de batalla.

Page 215: El Libro de los Héroes

209

Nuestras bajas Uegaron a 1.200 hombres, entre

muertos y heridos, es decir, casi la mitad de nues-

tros combatientes.

El batall<3n de Romero, que fue el que m&sluch6, fue tambien el que mas sufri6.

DE TRESCIENTOS SOLDADOS DE QUE SE COMPONlAAL EMPEZAR LA ACCl6N, SOLO SOBREVIVIERON NUEVEHOMBRES SANOS

!

El capit&n Romero, con el brazo destrozado

por una bala, fue llevado al hospital de sangre deIta\ Ybate\ donde el doctor Skinner le hizo la pri-

mera cura.

Quince dfas despues de esta nuestra ^batalla delas Terrndpilas^ , como la llaman los historiadores

brasilenos, tuvo lugar la batalla siete veces san-

grienta de las Lomas Valentinas.

El capit&n Romero, enfermo todavla, con el

brazo en cabestrillo, no pudo resignarse a ser meroespectador ante aquella lucha colosal. Como el

valeroso Valois Rivarola, dej6 $>u lecho del hospi-

tal para correr al encuentro del enemigo. Y pele6

durante tres dlas consecutivos bajo la lluvia ymuerto de hambre, hasta caer desfalleeido de fa-

tiga!

Reagravada su herida, fue enviado con otros

enfermos a Cerro Le6n, de donde pas6 a Caacup6.Alii se encontrd con el coronel Juan Bautista

Delvalle, tambien herido en un brazo, en la ulti-

ma batalla.

Antes de estar curados, fueron encargados deorganizar la llamada 5a divisi6n del nuevo ej£rci-

to que, por un prodigio de su estupenda energia,

improvisaba el Mariscal Lopez en su campamentode Ascurra.

Desplegando como siempre la mayor actividad,

en poco tiempo la divisi6n estuvo pronta. Com-

Page 216: El Libro de los Héroes

210

pom'ase de los batallones 23, 18 y 36, a los que se

agreg6 despues el 12, en Panadero.

El coronel Delvalle lue nombrado jefe de ella,

y segundo el capitan Romero, ascendido a sargen-

to mayor para el efecto.

Viene ahora el perfodo realmente tragico denuestra guerra. Hasta entonces se habia peleado

con alguna esperanza y disponiendo de algunos

recursos. Pero en las Lomas Valentinas todo se

acab6, desapareciendo alii los ultimos restos de

nuestro grande ej^rcito con nuestras postreras ilu-

siones. En adelante ya no nos esperaba sino la

miseria, la derrota y la muerte. Iba a empezar la

agonia a traves de las cerranfas, aspera calle denuestra amargura, para llegar por ultimo al cal-

vario de Cerro Cora.

El Mariscal L6pez, sereno ante el infortunio

y rebelde a su implacable destino, se disponia a

morir como debia, como un semidi6s de la guerra,

como un Prometeo del patriotismo, sobre la cum-bre gloriosa de la empinada cordillera, devoradassus entranas por los buitres de la Triple Alianza.

Como en sus mejores dias de fortuna y pode-

rio, espero tranquilo al invasor, que no atinaba a

perseguirle, detenido por la sola sugesti6n de su

persona.

Y en aquella hora cruel, el infatigable general

Caballero endulz6 todavia su amargura, arrebatan-

do a la suerte una ultima victoria en la picada de

Diarte, el 8 de Junio de 1869.

DespuSs Piribebuy, donde cargamos nuestros

canones hasta con frutas de coco, y donde las

mujeres peleaban sobre las trincheras, arrojando

tierra al invasor o armadas de botellas vacias. Yluego Acosta nu, en que niftos de once afios lucha

ron todo un dia, hasta sucumbir...

Page 217: El Libro de los Héroes

211

El 13 de Agosto se puso en marcha el Maris-

cal L6pez, rumbo al Norte, dispuesto a continuar

la resistencia hasta el mas remoto confin de nues-

tra patria.

El mayor Romero estaba entre los que salieron

con €\. Pasando por Caraguatay, fueron a acam-par en Santani, donde nuestro heroe mereci6 ser,

una vez mas, recompensado, recibiendo sus des-

pachos de teniente coronel.

Y la peregrinaci6n continu6. curuguaty, yga-timi, itanara, panadero son nombres inolvidables,

lugubres etapas de aquella fantastica retirada, en

la que casi todos cayeron, vencidos por el hambre,ya que no por la metralla brasilefia.

Cuando el Mariscal L6pez acamp6 en CerroCora, con algunos pocos centenares de famelicos

soldados, el comandante Romero se arrastraba pe-

nosamente sobre la sierra, al frente de los restos

de su batall6n.

Ya dijimos que formaba parte de la 5il. Divi-

sidn. Su puesto de segundo jefe habia sido enco-

mendado al coronel don Gabriel Sosa que, comoDelvalle, era uno de aquellos j6venes enviados aestudiar a Europa y que, ya comenzada la guerra,

volvieron por via Bolivia, incorporandose a nues-

tro ejeYcito.

A medida que pasaban los dias, aumentaba la

miseria de aquella diminuta columna, encargadade custodiar algunas carretas de armas y muni-ciones. No habia nada que comer. Y los solda-

dos desfallecfan de inanici6n. Hasta las frutas

silvestres habian sido consumidas por los que pa-

saron por delante.

Los caminos estaban llenos de muertos y mo-ribundos que iban quedando resagados.

Page 218: El Libro de los Héroes

212

Al llegar al caudaloso rio de Amambay ya no

le fue posible al coronel Delvalle seguir avanzan-

do. El puente estaba destruido y sus tropas ape-

nas podian ponerse de pie... Acamp6, pues, allf

en espera de los acontecimientos.

Entre tanto, el Mariscal L6pez vei'a aproxl-

marse la hora final de la tragedia.

Bien informado por sus espfas, conocia todos

los movimientos del invasor y podia calcular ma-

temdticamente el dia en que serfa atacado.

El general C&mara marchaba sobre Cerro Co-

ra. Y ya no tardaria en llegar.

Se dispuso, pues, a morir, con olimpica sere-

nidad, distribuyendo a sus fieles companeros, a

los que con 61 vencieron penurias y fatigas, unaultima condecoraci6n.

Y en aquellos momentos supremos no olvid6

a la divisi6n del coronel Delvalle, ordenando a

este procurara incorpor&rsele cuanto antes.

Delvalle comunic6 el urgente llamado a Sosa,

a Romero y a los dem£s jefes de batall6n. La si-

tuaci6n de aquellos bravos era terrible, ante su

impotencia absoluta para correr en socorro de sus

companeros. Con soldados que apenas caminaban

era inutil pensar en una resistencia. M&s que

hombres, parecfan momias. No podian con el peso

de su fusil

!

En vista de esto, Delvalle propuso que dirigie-

ran una nota al mariscal L6pez, comunic&ndole

que, por el miserrimo estado en que se encontra-

ban, no podian acudir a su llamado, habiendo re-

suelto mds bien internarse en lugares m£s desier-

tos, para escapar al enemigo. Todos comprendie-

ron que no habfa otra cosa que hacer. Pero

Romero exigi6 que se hiciera constar que en nin-

gim tiempo servirian de instrumento al invasor.

Page 219: El Libro de los Héroes

213

Y asi se hizo. La nota, redactada por Delva-lle, fue llevada por el teniente Jose Maria Pesoa.

Y cuenta el padre Maiz que L6pez, al leerla, solo

dijo estas conmovedoras palabras: el coronel Del-

valle tambten nos abandona!

Despues de esto se dirigieron, lentamente, ha-

cia Siete Cerros, lugar bien abrigado, donde po-

dfan eseonderse facilmente.

No bien habian llegado, cuando ya tenia lugar

la masacre final de Cerro Cord (1° Marzo de 1870).

Los brasilenos despues de asesinar a Lopezmoribundo, para poder arrancarle la espada, se

entregaron, como siempre, a una matanza general.

Pero cuando creyeron haber terminado con todo,

supieron que aun quedaba con vida un pufiado deparagnayos, corriendo a exterminarlo.

El mayor Vasco Maria de Acevedo Freitas, el

mismo cobarde inmolador del legendario generalFrancisco Roa, fue el encargado de ultimar a Del-

valle y companeros.

Al frente de fuerzas de caballeria march6 so-

bre Siete Cerros, cayendo el 3 de Marzo sobrelos paraguayos, que, sin pelear, se refugiaron en el

espeso bosque,

El jefe brasileno manifesto a los pocos prisio-

neros que habia tornado, que la guerra estaba ter-

minada, que L6pez habia muerto y que hacfanmal en huir sus companeros, pues que el les ga-

rantizaba la vida. Enviados estos mismos desgra-

ciados a llamar a los fugitivos, consiguieron quevolvieran casi todos. S61o se negaron Sosa, Ro-mero y algunos pocos mas.

Pues, bien, todos los que se entregaron fueronpasados a cuchillo. El coronel Delvalle, los cape-

llanes Roman, Hermosilla y Yahari y muchos otros

Page 220: El Libro de los Héroes

214

distinguidos oficiales, juntamente con la tropa, fue-

ron b&rbaramente degollados!

S61o escap6 con vida el entonces capitan, des-pues coronel, Miguel AUaro, quien con un rico reloj

de oro soborn6 al sargento que 1o custodiaba, hu-yendo en la grupa de su caballo.

iTal fue la ultima hazana del Imperio del Brasil

!

El coronel Sosa y el comandante Romero se

internaron en la cordillera, tratando de cruzarlapara salvarse.

Sosa, que era joven delicado, poco acostum-brado a las fatigas del soldado, no piuio resistir a

tan horrible desventura. Cansado y hambriento,con los pies hinchados, apenas caminaba a travels

de las malezas de la selva virgen. Lleg6 un mo-mento en que ya no pudo seguir adelante, sucum-biendo al peso del infortunio. Su abnegado com-paflero lo llev6 como pudo hasta Ygatimf, dondefalleci6, en medio de atroces sufrimientos.

Y el comandante Romero sigui6 su camino,llegando a pie hasta la Asunci6n.

Terminada la guerra, volvi6 a ingresar en

nuestro ejeYcito, siendo ascendido a coronel. Pocodespu£s se retiraba a la vida privada, para des-

cansar en medio de los suyos.

Hoy declina trstemente, en el cercano pueblode San Lorenzo, olvidado y desconocido, entrega-

do a las labores del campo, anorando los dfas es-

plendorosos de su gloriosa vida de soldado.

Nuestra generosa juventud que con tanto en-

tusiasmo suele evocar el recuerdo de nuestros

heroes muertos, rindi£ndoles merecidos homenajesen los aniversarios de sus mtis prodigiosas haza-

fias, no debe ignorar—y por eso escribimos estas

h'neas—que junto con el coronel Florentin Oviedo,

otro var6n esforzado, vive en medio de ella, a

Page 221: El Libro de los Héroes

215

dos pasos de la Capital, uno de nuestros mas ilus-

tres guerreros, en quien puede ver la encarnacionde nuestro preterito heroismol ( 1

)

(1) El Coronel Rome jo falleci6 el 15 de Agosto de 1921. Sobre

su tumba dije las siguientes palabras:

iHe aqui uno de los ultimos jefes de nuestro grande eje"rcito

que se va !

Su vida legendaria reclama la musica del canto, la entonacion

Cpica de la Epopeya, la elocuencia marcial de la poesfa heroica.

Hombres asi no pertenecen a la historia, y solo puede se-

guirles la fantasia en su carrera deslumbradora, resultando pobre

la palabra humana para expresar las maravillas de su existencia.

No rue", por cierto, uno de esos guerreros aparatosos, ni actu6

en un vasto escenario, ni cruz<S la vida en medio de un coro de

alabanzas y de una tempestad de aplausos.

Su grandeza esta, precisamente, en el empefto que puso en

disimularla.

Labriego humilde, escalfi las cumbres mas altas y mas inac-

cesibles, pero sin rufdo, sin ostentaciones, sin falsa vanagloria.

Y cuando termin6 la tragedia, de que salio cribado de heridas

y coronado de laureles, puso a un lado su espada refulgente, para

empufiar de nuevo el arado y ser otra vez el labriego de antes,

orgulloso de su honradez, envanecido de vivir de su trabajo y de

no deber a nadie el sustento de los suyos.

i Como reconoeer en 61 al guerrero intrCpido, bajo sus vulga-

res apariencias de modesto ciudadano ?

Es que el meYito no necesita adoptar posturas insolentes para

brillar. Y el Coronel Romero, aiin no queriCndolo, aiin procuran

do no serlo, era una gran figura, no ya de nuestra historia, de la

historia del mundo.Imposible condensar en pocas lineas siquiera sean los rasgos

salientes de su b'ografia.

Desde Corrales hasta Siete Cerros, corre su sangre y brilla

cl fulgor de su gloria.

Soldado de Diaz en Tuyuti, se bate con tal <lenuedo en Boque-r<5n, que merece una menciGn especial del cronista Talavera, ape-

sar de no haber conquistado hasta entonces sino las ginetas de

sargento.

En Curupayty es uno de los vencedores, y es uno de los ven

cidos en la tragica Jornada de Laurel.

Sobre el arroyo Yacare", es el primero que se opone al avancetriunfante del invasor. Y es el primero, tambie"n, que defiende la li

nea del Pikysyry, donde ha de tener lugar la batalla de siete dias.

Page 222: El Libro de los Héroes

216

Cuando el enemigo aparece en San Antonio, el Capitan Rome-ro es escojido por el Mariscal Lopez entre los que han de ir a

Ytororo.

Se bate allf, como un le6n, saliendo con el brazo destrozado ycon s6lo nueve compafteros, de los tre^cientos que a sus ordenes

entraron en acci6n. Y asf, gravemente herido, vuelve a batirse

en las Lomas Valentinas, haciendo derroches de heroismo.

Al emprender la retirada hacia Cerro-Cora luce las presillas

de Teniente Coronel y es nombrado tercer jefe de la 5a division,

ostentando sobre su pecho la Cruz de Corrales y la Estrella de

CABAT LERO DE LA ORDEN DEL MERITO.

Y viene la hecatombe de Siete Cerros.

Haciendo honor a la palabra del enemigo, terminada ya la

guerra, sus compafieros se entregan el 3 de Marzo de 1870.

Pobres fameiicos, eran, mas que soldados, esqueletos ambulan-

tes. sombras humauas.

Pues bien. todos aquellos desgraciados fueron pasados a cu

chillo !

Solo escap6 Romero, que desde el bosque contempl6 la cruel

inmolaci6n de sus desventurados camaradas !

Y desde aquellas salvajes soledades Heg6 a pie hasta Asuncion,

poniendo una vez mas a prueba su vigor fisico y las estupendas

energias de su alma.

£Despu£s? Ya lo sabeMs.

El guerrero, cumplido su deber patri6tico, volvi6 a ser el ciu-

dadano paclfico, el padre carifioso, el amigo leal, el hombre inta-

chable, para el cual el trabajo era la primera ley de la vida !

Orgullo grande ha de ser para mi, mientras viva, haberle

conocido, haberme honrado con su amistad, y haber trazado, el

primero, los perfiles de su magnifica figura.

Puedo envanecerme, en efecto, de haber sido su confidente yde haber roto, contra su voluntad, la clausura en que vivia, pro-

clamando a gritos su gloria singular, hasta conseguir que la nueva

generaci6n de mi pais viniera, como vino, a rendirle homenaje,

haciCndole oir, antes de morir. la voz de la gratitud nacional.

Mir^monos, seftores, en este limpio espejo.

He aqut el ejemplo.

Asf, como lo practico este hombre, debe ser nuestro patrio-

tismo.

Es un deber morir por la patria, pero, tambiCn, es deber vivir

para ella, y vivir es trabajar, segun la moral de este soldado, tra-

sunto de la moral antigua, que hizo la grandeza del viejo Paraguay.

Y 3hora dejemosle que descanse en el blando regazo de la

tierra amada, que fecundo con su sangre y con el sudor de su

frente.

Page 223: El Libro de los Héroes

Rl OS

Hace diez y siete afios conoci a este hombre.Era ya entonces iin fantasma, una sombra do-

liente en medio de vosotros. La gran noche habfa

caido en su espfritu, y, agobiado por su infausto

destino, se sobrevivia, para ser un inmenso dolor

encarnado en un hombre o algo asi como el en-

gendro real de una extrana pesadilla.

Lo vi una vez pasar. Ignoraba quien era. Perosu gran eabeza pensadora y su pofte, majestuosoen su inconciencia, llamaron poderosamente miatencion, no dudando que en aquel harapo huma-no habrfa algo mas que su desgracia.

i Quien era? No me cost6 saberlo.

Si, era Saturio Rios, el artista que paseo su

juventud en las calles de Paris, y supo un dia delas angustias supremas del patriotismo desespe-

rado.

Y, a pesar de todas las prevenciones, Uegu€hasta el, penetrando en aquel su ruinoso tugurio,

que todos recordareis, donde vivia j si aquello era

vivir! en la miseria mas desoladora, acompanadode las avispas fraternales que decoraban techos 3

r

paredes, alegrando con su vuelo cordial la inmen-sa soledad de su existencia.

Le habl£, le record^ su pasado, evocando las

horas gloriosas del holocausto nacional y pasando

Page 224: El Libro de los Héroes

218

revista a los grandes hechos que ilustran nuestra

historia.

IAh, bien lo recuerdo ! El heroe me escucha-

ba atentamente, y como si mis palabras tardaran

en Uegar a su alma, al cabo de un largo rato mo-

via su cabeza, repitiendo, con una especie de fn-

timo asombro, algunas de las] cosas que le decia.

Cuando pronuncie' el nombre del Mariscal L6-

pez, sus ojos se abrieron, sus pupilas se ensancha-

ron y clav6 en mi sus miraclas.

Desde las profundidades del tiempo, la suges-

ti6n obraba su milagro, poniendo un rayo de luz

en el fondo de su oscura conciencia. Y su lengua

se desat6, como si cayera sobre el una inesperada

claridad o como si despertase de un largo suefio.

Quiza dudareis si os digo que de sus labios

escuche verdaderas revelaciones y que a el le debo

la clave de muchas dudas que me torturaban.

Le habeas conocido inconsciente, hurano, hosco)

parco en el hablar, reacio al contacto de los de-

mas, y os ha de ser dificil creer que conmigo fue

comunicativo, teniendo visible placer en respon-

derme, refiriendome cuanto sabia.

Nunca olvidard la impresi6n que me caus6 la

relaci6n que me hizo de la batalla del Sauce, en-

trevista por el desde Paso Pucu, a traves de los

despachos que recibia del teatro de operaciones.

Su memoria era tan feliz que recordaba el texto

de las 6rdenes trasmitidas desde el cuartel gene-

ral, y hasta la arenga con que el Mariscal L6pez

salud6 alborozado la victoria de nuestras armas.

Alargando las palabras y dandoles un tono

solemne, repetfa cuanto qued6 clavado en su me-

moria, desde hacia cincuenta afios, mientras sus

miradas parecian perderse en remotas lejanias, en

Page 225: El Libro de los Héroes

219

pos de aquellos recuerdos que retonaban de nuevoen medio de la noche en que vivfa

En fin, sefiores, perdonadme si apenas atino a

daros mis impresiones personales.

Por lo demas { qu£ os diria de su figura hist6-

rica que no os fuera familiar?

Saturio Rios cs un heroe naciona) sobresalien-

te, cuya actuacion no ocupa por cierto un lugar

oscuro en nuestra Epopeya.

Artista y soldado, fu£ tambien trasunto vivien-

te del poderoso ingenio de nuestra raza. Despuesde haberse consagrado a la pintura, en los dfas de

paz, hubo de empunar las armas en las horas tra-

gicas en que el Destino puso a prueba nuestras

energfas y el temple de nuestro patriotismo. Ylas necesidades de la guerra lo improvisaron tele-

grafista y hasta inventor, debiendosele, como sa-

beis, un admirable aparato, que sustituy6 con ven-

taja al aparato Morse, escaso en nuestro ejeYcito.

Con Jeciros que fue agraciado con los galones

de teniente honorario y que sobre su pecho luci6

alguna vez la estrella de oro de los Caballeros de

la Orden del Merito, os dareis cuenta de sus tftulos

excepcionales.

Y para completar su gallarda personalidad, hayque agregar todavia que el guerrero fue tambienun hombre gentil, culto y distinguido, que hablaba

varias lenguas y posefa una s61ida instruccion.

Diputado nacional despues de la catastrofe, es

taba llamado a una brillante figuraci6n, cuando 1e

sorprendieron las sombras en mitad de su camino.

Herido en el coraz6n por uno de esos dolores

que agotan las fuentes de la energla vital, no cay6en 1os brazos de la muerte, pero si en los abismosinsondables en que se apagan toclas las luces in-

teriores, para dar paso al gran silencio que llega,

Page 226: El Libro de los Héroes

220

paralizando el cerebro y enmudeciendo la vo-

luntad.

Lo demas ya no fue sino la tragedia de unfantasma, la vfa crucis de una vida que ha dejado

de serlo, la inmensa tristeza de un intortunio en-

carnado en un hombre, paseandose en medio de

la cruel ingratitud de un pueblo.

Y aquf termina la odisea de su vida, como ha

de terminar la nuestra, a pesar de todas las vani-

dades que nos roen y de la aparente felicidad que

nos enorgullece.

La tierra va a recibir sus despojos mortales,

la miseria de su ser, el estrecho teatro en que se

desarrollo el drama espantoso de su martirologio.

Pero, entre tanto, sobre nuestras cabezas flota

su espiritu, y mientras muchos de nosotros pasa-

remos, sin dejar rastro, en verdad os digo que este

hombre no morira en la memoria del pueblo pa-

raguayo ! (1).

(1) Estas palabras fueron dichas en el cementerio de San Lo-

renzo, ante los restos de Saturio Rios, el 29 de Julio de 1921.

Page 227: El Libro de los Héroes

SEGUNDA PARTE

LA VIA CRUCIS

Page 228: El Libro de los Héroes
Page 229: El Libro de los Héroes

PIRIBEBUY

I

Cincuenta aflos despues de la tragedia, henosaqui reunidos sobre el ya apagado crater del vol-

can pavoroso.

Sobrecojidos de asombro todavia, llegamos a

Piribebuy, para buscar con vosotros, entre la lava

endurecida por el tiempo, los rastros de la lejana

catastrofe, para aproximar nuestro ofdo a esa granboca que dijo un dia las palabras de fuego de la

batalla, para acercar nuestro corazon al coraz6nde la patria, que aquf sangr6 y aquf sufrio comonunca, en las horas terribles de nuestro inmensomartirologio.

No nos mueve ninguna baja pasi6n al venira este pueblo de leyenda, en tan lugubre aniver-

sario. No es el odio el que nos trae, no es el

rencor. Venimos en nombre del amor, que es so-

lidaridad con el pasado y es fraternidad en el

presente.

Y aquf me toca repetiros 1o que tantas veceshe dicho, a traves de mi largo apostolado.

Cultivar la tradici6n, recordar lo que fuimos,

evocar aquellos dfas esplendorosos de nuestro aver,

no es renunciar a las ansias de una grandeza fu-

tura, ni es caer en la misantropla de rencores de-

primentes, de recelos enfermizos, de malquerencias

Page 230: El Libro de los Héroes

224

avasalladoras para los que fueron nuestros vence-dores.

Es precisamente todo lo contrario.

Para acabar de comprender nue«tros deberespatri<5ticos, para retemplar nuestro espfritu cfvico,

para levantarnos sobre nuestras miserias de hoy,

y encaminarnos con seguro paso hacia el porve-nir, debemos empezar por tener fe en nosotrosmismos, sacudir las ultimas preocupaciones quedej6 en nosotros la derrota, levantando nuestramoral decafda por el conocimiento de lo quefuimos.

Serfa demasiado pueril eso de recordar paraodiar, eso de evocar lo que sufrimos para confor-

marnos con execrar al vencedor

!

No I Un pueblo que aspira a subsistir, un pue-blo que quiere ser, que pretende reafirmar su per-

sonalidad y veneer las dificultades de su presente,tiene que hacer algo mas, tiene que revelarsecontra su destino y buscar energia hasta en lo

que parece ser la antftesis de ella, quiero decir enla muerte

!

La conformidad, la resignaci6n, es la nega-ci6n de la vida.

Conformarse con odiar o maldecir, es renun-ciar en todo caso a la mas terrible de las ven-ganzas, a la venganza de levantarnos frente al

cruel victimario, con un puftado de laureles en la

mano y un fulgor sobre la frente !

Es en este sentido que los estudios hist6ricos

han adquirido en estos ultimos tiempos un inmen-so prestigio en toda la America.

La historia se ha convertido en una ciencia

trascendental, en algo asf como un evangelio demoral patri6tica.

Page 231: El Libro de los Héroes

225

Pafses como la Argentina, trabajados por el

cosmopolitismo, han tenido que recurrir a ella,

buscando una reacciGn salvadora.

Pueblos aplastados por la derrota, como el pe-

ruano, se han repuesto moralmente de la tremendacaida, reconfortandose en el estudio de su gran-

dioso pasado.

Naciones vigorosas, pero pobres, como Chile,

han completado su cohesion y han triplicado su

fe en sus propios destinos, haciendo un culto de

la veneraci6n de sus heroes y rememorando con

creciente entusiasmo todos los episodios de su

historia.

Bolivar, olvidado un dfa por los venezolanos,

resurge por obra de ilustres escritores, que le

estan dando una ruidosa actualidad. Y parapeta-

dos detras de su figura cicl6pea, en la que se fun-

de un pasado de epopeya, vuelven a creer en su

grandeza futura los mismos que enloquecidos porpasiones secundarias habian caido en la anarquia>

casi en la disoluci6n, sufriendo, impotentes enmedio de su riqueza, los ultrajes y las depredacio-

nes del extranjero.

Artigas, hasta ayer escarnecido, el b&rbaroheroe del caudillaje rioplatino, el hombre sombriode Purificaci6n, se alza por encima de San Mar-tin, impuesto por el amor de un pueblo, que veen 61, mas que la encarnaci6n de su vanidad,

una fuerza colosal que surge de las entranas desu pasado, un centro de atracci6n, al rededor del

cual la nacionalidad se va concretando y tomandocaracteres de perpetuidad.

Todos y cada uno de los pueblos de Americabuscan en su propia historia la luz misteriosa queha de iluminar su sendero, en las incertidumbres

Page 232: El Libro de los Héroes

226

de su presente, y ha de aclarar su dudoso por-

venir.

Y hoy, mas que nunca, se impone en todas las

secciones del continente esa reacci6n nacionalista

de que os hablo, reacci6n de la colectividad nativacontra el individualismo nihilista y tambi£n contralos avances audaces del socialismo maximalista,surgido, como una amenaza, de las miserias y delos dolores a que ha dado lugar la guerra espan-tosa que acaba de terminar.

Y aqui volvemos a encontrarnos con un con-cepto que suele ser interpretado de diferentes mo-dos y que ha dado lugar a serias discusiones.

Me refiero al nationalism o.

Desde ya me apresuro a declarar que el mioes el que nos conviene y el unico realmente jus-

tificado.

Mi nacionalismo, y creo que puedo decir nues-tro nacionalismo, es puramente defensive

Porque hay dos clases de nacionalismo enAmerica, como bien lo observo Francisco Gar-cia Calder6n : el que proclama Ricardo Rojas enla Argentina y Jose de la Riva Agiiero en el

Peru, nacionalismo previsor, dire patri6tico, quebusca la propia conservaci6n, sin ir contra nadie,

apelando al poder etico de la ensenanza, basadaen el conocimiento de las tradiciones y en el culto

paeffico de las grandes figuras del pasado; y el

otro, que se confnnde con el chanvinismo y quees como una bandera de guerra, ya que todo lo

quiere resolver por la violencia, partiendo de la

tesis falsa de una superioridad que no existe.

Nacionalistas asi son los que en la tierra de Al-

berdi proclaman hoy la necesidad de la guerraal Brasil, como proclamaban ayer la necesidadde la guerra al Paraguay, para consolidar la uni-

Page 233: El Libro de los Héroes

227

dad perfecta que, segun ellos, reclama su grandeza.

Y nacionalista asi es el mismo Jose Ingenieros,

que sostiene que a la Argentina le corresponde el

« ejercicio de la funci6n tutelar de la futura raza

neolatina en el continente americano », y esto

< por su extensi6n territorial, por su fecundidad ypor su clima templado ».

Nosotros no practicamos el chauvinismo.

Nuestro nacionalismo no es patrioterismo.

No varaos contra nadie, ni tratamos de distraer

nuestra desesperante pasividad, emborrachandonos

con el grato ruido de las palabras halagadoras.

Somos nacionalistas como debemos serlo.

Nuestro nacionalismo se encamina, en todo

caso, contra nosotros mismos, pues va contra nues-

trospropios defectos, contra nuestros propios vicios.

Reconociendo que los peligros que nos anie-

nazan est&n m£s en nosotros que fuera de nuestras

fronteras terrkoriales, buscanios por este caminonuestra regeneration, como unico medio de salvar

a nuestro pais.

i Que nos falta, en efecto, para levantarnos de

nuestra postraci6n presente ?

Ricos somos, como pocos. Nuestra tierra es,

toda ella, una mina de oro. Y, sin embargo, nos

morimos de hambre. Es que el mal finea en otra

parte, el mal estd en nuestra alma, debilitada porel infortunio, aplastada por el desastre,

No nos levantarnos, no somos lo que debiamosser, porque hasta ahora no han vuelto a recuperar

su vigor primitivo esas nuestras virtudes peculia-

res, que hicieron posible nuestra prosperidad en

otro tiempo.

La derrota desencaden6 esa anarquia que tan-

to temieron nuestros dictadores, siendo esta cala-

midad la mayor de las muchas que nos trajeron

Page 234: El Libro de los Héroes

228

los invasores. Anarquia sangrienta y tragica a

ratos, pero siempre disolvente, ella ha dispersado

nuestras fuerzas y ha enconado el odio entre her-

inanos, haciendo imposible una acci6n conjunta yanteponiendo las pasiones estrechas de un crudosectarismo a la que debia ser nuestra unica pa-

si6n: el amor a nuestra patria desventurada

!

Tal es el origen de todos nuestros males.

Y precisamente nuestro nacionalismo no busca

otra cosa que traer esa unidad de sentimientos,

que los que piensan como Manuel Galvez en la

Argentina s61o creen posible arrastrando al pais

a la loca aventura de una guerra internacional.

Si en el presente todo nos aleja, si la polftica

es tan avasalladora que nos hace hasta olvidar

deberes indeclinables, poni6ndonos en el caso de

ser actores obligados en el drama de nuestra mi-

aeria actual, debemos buscar algo que este por

encima de todos, una potencia superior, capaz de

veneer nuestras mezquinas pasiones, acercandonos

a despecho de nosotros mismos.

i C6mo negar que s61o nuestra historia es ca-

paz de operar este milagro ?

Y a ella acudimos los que animados de un

sano patriotismo deseamos que alguna yez se ini-

cie la reacci6n salvadora, que ha de redimirnos

de todos nuestros males.

Llenos de fe en la fuerza sugestiva del ejem-

plo, y seguros de que en nosotros se prolonga lo

que fue, como nosotros nos prolongaremos en lo

que sera, al evocar constantemente el pasado cree-

mos golpear con una varilla magica la roca viva

de que ha de surgir, al fin, el raudal de vida que

ha de fecundar las arideces de nuestro espfritu,

que ha de fortificar nuestra voluntad y ha de en-

dulzar nuestro amargado corazon.

Page 235: El Libro de los Héroes

229

En una palabra, hacemos de la historia unaescuela de patriotismo, convencidos de que solo

ella ha de crear un ideal unico, por encima de

nuestras injustificadas malquerencias, capaz de es-

tablecer un punto de contacto entre todos los pa.

raguayos, trayendo asi la traternidad promisora,

bajo cuyo influjo Salvador podremos reanudar undia la marcha ascendente, interrumpida por unab&rbara e injustificada agresi<5n de nuestros gra-

tuitos enemigos.Tal es nuestro nacionalismo,

Nacionalismo defensivo y reconstructor, quebusca ejemplos edificantes en el pasado y quiere

trasuntarse en fraternidad en el presente; nacio-

nalismo pacffico, que anhela resucitar las virtudes

preteritas de nuestro pueblo, su laboriosidad tran-

quila, su abnegaci6n, su desinteres, su esplritu desacrificio, su inmenso patriotismo; nacionalismo a

la antigua, que sin renunciar a las justas reparacio"

nes que se nos deben, s61o busca el desenvolvi-

miento de la riqueza nacional y el acrecentamien-to de nuestra cultura, por el camino de la ley ydel derecho, vale decir, por la obra del respeto

mutuo y de una intima solidaridad.

Y es asi c6mo he podido deciros, al empezar,que hemos venido hasta aqui impulsados por los

mds generosos sentimientos, para acompanaros enel tragico aniversario de vuestro sublime sacrificio,

llenos de conmiseraci6n para los que no triunfa-

ron en Piribebuy, para los que se suicidaron enPiribebuy, ahog&ndose en la sangre de los ven-cidos.

II

El asalto de Piribebuy sefiala el comienzo dela ultima campana de la guerra de cinco afios. Y

Page 236: El Libro de los Héroes

230

sefiala tambi6n el comienzo de los m£s grandeshorrores cometidos por el invasor. Con el se ini-

cia la agonia terrible de un pueblo que, convenci-

do de que est£ decretada su desaparici6n, hace dela muerte su ultimo recurso, para prolongar porm&s tierapo su sobrehumana resistencia.

Piribebuy es asi el punto de partida de la larga

via cruris, cuyo termino fue Cerro Coni, Montede las Calaveras, tr£gico Calvario, donde cay6 el

Martir y donde hoy se levantan tres cruces de

ignominia en que la historia ha clavado para

siempre a los tres inmoladores del Paraguay.Antes de llegar hasta aquf, el enemigo tuvo

que acuehillar a un pueblo entero.

Para subir hasta este refugio glorioso de nues-

tro patriotismo, tuvo que pasar por pruebas terri-

bles, sufriendo a veces las congojas de la derrota,

dudando a ratos del exito definitivo de su criminal

empresa.

Antes de Piribebuy, que inicia el ultimo atar-

decer de nuestro sacrificio, estan los dfas esplen-

dorosos de Corrales, Tuyuti, Sauce y Curupayty,

durante los cuales conocimos la sensaci6n de la

victoria y hasta crefmos en la posibilidad de nues-

tra salvaci6n.

Antes de Piribebuy nos anim6 la esperanza...

despu6s nos empuj6 la desesperaci6n !

La guerra, al decir del Mariscal Lopez, recien

empes6 aqui, ya que despues de Lomas Valenti-

nas entr6 en el perfodo cruel de su mayor fero-

cidad.

Y todo cuanto hicimos antes, se empequeneceante lo que hicimos en esta ultima campafia.

Fue, indudablemente, prodigioso, haber resis-

tido mas de cuatro ano^, sin recursos, sin annas,

en un aislamiento absoluto, tenienuo a raya a un

Page 237: El Libro de los Héroes

231

enemigo tan poderoso, cuyos elementos eran ina-

gotables.

Pero lo que se hizo despu£s de la batalla desiete dfas, es ya incalificable.

Que nuestros soldados se hubiesen batido desdeuna canoa con los acorazados del Brasil o que los

hubiesen abordado, sable en mano, saltando sobre

sus cubiertas aceradas, en el delirio de un loco

heroismo, es realmente prodigioso.

Que 450 infantes hubiesen vencido a 5000 argen-tinos, es asombroso.

El drama de Laguna Vera espanta.

Pasma la victoria de Ita Ybate.

Pero, hay que reconocerlo, en todas esas ac-

ciones disponiamos todavia de soldados, existia

aun el ejercito paraguayo.

i Despues ?. . . Ya lo sabeis I

Despues fue el milagro, el milagro estupendo,

que pone al mariscal Lopez en los dominios de la

teratologfa.

Cuando volvi6 a ocupar su antiguo campamen-to de Cerro Leon, despues de la ultima derrota,

no disponfa de mas fuerzas que las de su voluntadomnipotente.

Todo nuestro poder defensivo se reconcentra-

ba en su persona, fortaleza moral mas temible

que los muros artillados de Humaita\Inutilmente el Marques de Caxias di6 por ter-

minada la guerra.

Los veinte mil soldados victoriosos, atrinche-

rados en Asunci6n, sabfan demaslado que mientrasse mantuviese en pie el presidente paraguayo, la

lucha no estaba terminada.

[Un hombre frente a un ejercito 1

Era la renovaci6n del mito del gigante heca*

tonquerico, que 61 solo era capaz de detener a

Page 238: El Libro de los Héroes

232

enemigos infinitos, con el prodigioso poder de sus

cien raanos.

Leyendo esta pagina de maravilla de nuestra

maravillosa historia, sentimos la sensaci6n extrana

que nos produjeron en la ninez los libros de caba-

llen'a o los cuentos fabulosos, viendo alzarse ante

nuestros ojos las flguras deslumbradoras de aque-

llos heroes estupendos, vencedores de enemigosmonstruosos.

Al llegar aqui parece cerrarse el ciclo de la

real'dad, para empezar el de la leyenda.

Nuestro H£roe Ep6nimo pierde sus contornoshumanos, entrando de lleno en los dominios de lo

sobrenatural.

Su voz es un trueno que domina la voz de

cien canones.

Sus miradas son rayos que fulminan a la dis-

tancia.

Cuando camina, la cordillera parece vacilar

sobre sus firmes cimientos, y el ruido de sus pasos

repercute largo tiempo en las gargantas de la Sie-

rra, corao el eco de un hurac&n que se aleja.

Su frente toca la b6veda del cielo y sus manosalcanzan los limites del horizonte...

Asf le vefan los enemigos, que no atinaban a

consumar la victoria., deteniendose, temblorosos,

ante una sombra.

Y asf le ve la posteridad, que no acaba depenetrar el secreto de aquella su energfa inagota-

ble, que se traduce en m&s de un ano de imposible

resistencia, que hace nuestra todavia la victoria

en Diarte, que hace de Acosta Nu una de las masgrandes batallas de la historia americana, que se

abre paso, a traves de centenares de leguas, en la

selva virgen, cruzando rfos caudalosos, transpor-

Page 239: El Libro de los Héroes

233

tando canones, atravezando Cordilleras, sin un solo

di'a de fatiga o desfallecimiento.

La verdad es que no es posible verlo en otra

forma, porque tal fue su realidad hist6rica, que no

hay que confundir con su realidad humana.Y asi se explica que el intrepido caudillo del

Imperio no pudiera coronar su obra, despues de

haber destruido toialmente a nuestro ejercito.

Cuando lleg6 el Conde D'Eu, que vino a reemplazarle, se encontr6 con una inmensa desmorali-

zaci6n en las filas de los aliados.

Elsolemne te deum mandado cantar por Caxias,

festejando la terminaci6n de la guerra, habfa caido

en un completo ridiculo.

El desaliento era general.

Ningun jefe brasileno habia querido toniar so-

bre si la responsabilidad de una sola iniciativa.

Y, entre tanto, L6pez crecfa a la distancia,

crecia por momentos, hasta tomar las proporcio-

nes que hemos sefialado.

De un momento a otro se esperaba una sor-

presa, creyendosele capaz de sacar recursos de la

nada.

Como al empezar la campafia, solo se ocupa-

ban de extender sus trincheras, velando, noche ydi'a, detras de sus espesas fortificaciones.

Y Alberdi tuvo tiempo de decir en Europa,que en aquellos momentos el Paraguay tenia «su

segundo y mas poderoso ejercito en lo que se Ha-

inan sus montanas*. «Son los Andes, agregaba,del nuevo Chacabuco y del nuevo San Martin,

contra los nuevos Borbones de American

j Nuestras montafias ! Nuestra montana quiso

decir, rectificandose poco despues, al proclamar la

grandeza insuperada del que fue mas alto que los

Page 240: El Libro de los Héroes

234

Andes, y que los mas altos entre los mas encum-brados del Nuevo Mundo.

«L6pez decia, no tiene su igual, ni en Bolivar,

ni en San Martin, ni en los mejores tipos de cons-

tancia indomable y grande que presenta la histo-

ria moderna de America*.Y juzgando a los pigmeos que le combatian

desde sus poltronas, no pudo menos que reconocerque el Heroe paraguayo, en la desolaci6n de su

impotencia, seguia siendo «un Aquiles delante deaquellos carneros ! »

i Pero que habfa en realidad, detras de aque-llas sujestivas apariencias, que hacian a Lopezmas poderoso sin ejereito, st-gun el genial pensa-

dor argentino ?

Ya lo hemos dicho. Aquiles no contaba sino

con su voluntad y con la muerte 1

Y con estos dos aliados se dispuso a reanudarla resistencia.

Lo que aterrorizaba al invasor no eran los ca-

nones que se improvisaban en Caacup6, o los

batallones que tambien se improvisaban en el paso

de Ascurra.

Aquellos canones y aquellos soldados podian

ser barridos sin tiabajo.

Pero algo teniamos a nuestro lado, mas pode-

roso que la metralla : la muerte

!

Y disponiamos de algo mucho mas energico

y temible que la metralla y que la muerte : la vo-

luntad del hombre de la resistencia

!

Esa voluntad, si, era como una montana, comoun Himalaya de energia, que habfa que aplastar

para veneer al Paraguay.

Y ese era nuestro ejercito, nuestro mas pode-

roso eje"rcito, de que hablaba Alberdi con su vi-

dencia acostumbrada.

Page 241: El Libro de los Héroes

235

El conde D'Eu sinti6 ante el toda su pequenez.

Hombre inteligente, comprendio que no era

facil batir con esclavos manumitidos aquella Cordi-

llera de piedra, detras de la cual se levantaba esa

otra cordillera de heroismo.

Y lejos de atacarnos de frente, acaudillando

sus numerosas legiones, busc6 ventajas en la sor-

presa, se alej6 de nuestras lineas, para caer sobre

nuestra retaguardia, procurando herirnos de muer-te por nuestro lado vulnerable.

Pero aun as( fracas6 el Principe imperial.

Piribebuy, unico escudo que defendia nuestra

espalda, sucumbi6; pero la resistencia continu6...

Alii no estaba el tal6n de Aquiles.

Pronto iba a convencerse de ello el invasor.

El Aquidaban estaba lejos, y aun faltaba mu-cho para que se dijera la palabra final de la Epo-peya

!

Ill

Pero veamoslo que fue la batalla de Piribebuycuyo cincuentenario conmemoramos.

Acabamos de decir que el mariscal Gast6n deOrleans, conde D'Eu y heredero del trono del Bra-sil, reemplaz6 al Duque de Caxias, que di6 porterm in ad a la guerra y se alej6.

El nuevo generalisimo de la Alianza 11eg6 a

la Asunci6n el 14 de abril de 1869, tres meses ymedio despues de la batalla de las Lomas Valen-tinas, en que vimos desaparecer nuestros ultimossoldados.

El Conde pas6 inmediatamente revista a su

ej^rcito, repartiendo elocuentes proclamas y mos-trandose dispuesto a obrar con toda actividad.

Page 242: El Libro de los Héroes

236

Pero, bien pronto, fu6 dominado tambien porla prudencia.

En vez de ir directamente a dispersar las fuer-

zas que penosamente se organizaban en Ascurra,despach6 expediciones al interior, encomendandoel pillaje a foragidos como Hip61ito Coronel, el

incendiario y asesino de Ybycul.Recien el 20 de mayo se atrevi6 a mover el

grueso de su ejercito hacia Pirayu, aproximaudoselentamente a nuestras posiciones.

Y, una vez en Pirayu, demor6 dos meses maspara desidirse a atacarnos, de acuerdo con un plan

que es la negaci6n de la audacia y da la medidadel respeto que inspirabamos al invasor.

Seguro de ser rechazado en un ataque franco

a nuestro frente, resolvi6 hacer un movimientoenvolvente por nuestros dos fiancos, para obligar-

nos a salir de nuestras posiciones, cortandonos al

mismo tiempo la retirada.

El mismo Principe marcharfa al frente de la

poderosa columna que operarfa sobre nuestra iz-

quierda, cruzando la cordillera por Ybytimi, si-

guiendo el camino de Valenzuela e Itacurubf, yatacando la plaza de Piribebuy.

Los generales Emilio Mitre y Jos6 Antonio

da Silva Guimaraes debian marchar con otra co-

lumna por el camino de Altos, para luego diri-

girse a Atyra y Tobatf, ocupando nuestra reta-

guardia.

En el cuartel general de Pirayu quedarian las

fuerzas necesarias para amenazar nuestro frente

y disimular los movimientos proyectados.

En la noche del 28 de Julio de 1869 se movi6,

por fin, la vanguardia de los aliados, comandadapor el general Juan Manuel Mena Barreto, mar-

Page 243: El Libro de los Héroes

237

chando sigilosamente, para no ser sentida, porel camino de Paraguarf y Sapucai.

El 31 de Julio avanz6 el general Osorio conel primer cuerpo del ejercito imperial; el 1° de

Agosto el mariscal Polidoro, con el 2° cuerpo, yel 3 del mismo el Conde D'Eu con el resto de sus

tropas.

Tenemos, pues, en movimiento al poderosoejercito que va a operar sobre Piribebuy.

Despues de mas de doscientos dias de inacci6n,

los aliados volvian a proseguir activamente la

campafia, que debi6 terminar en Ita Ybate con la

conclusi6n de nuestras fuerzas.

El Mariscal L6pez tiene asf trente a el, en ac-

titud amenazadora, a un Borb6n, de la rama menorde los Orleans.

El destino ha querido que sea su rival en el

epilogo del drama de nuestra independencia unrepresentante de la odiada familia de Fernan-do VII.

Y este no va a desmentir, por cierto, la tradi-

ci6n de sus mayores.El joven Prfncipe, de femenina hermosura, de

cabellos de oro y suaves ojos azules, no tiene dehombre sino la figura.

Como a Fernando VII, se le podia llamar tigre,

hiena, pantera. Es tambien una bestia carnicera,

sedienta de sangre, avida de botin.

Bajo su dorado uniforme se esconde un sal-

teador de caminos, un bandido vulgar.de crueldadinaudita, insensible al dolor ajeno, extrano a la

compasi6n.En una palabra, era una fiera con apariencia

humana, o un asesino disfrazado de Principe.

Se inici6 en el comando del ejercito, ordenan-do la masacre de Ybycui, Despues profanG la

Page 244: El Libro de los Héroes

238

bandera paraguaya, enarbolandola entre las ban-deras aliadas, a pesar de las energicas protestasdel Mariscal L6pez...

Pero esto, con ser monstruoso, era nada to-

davfa.

Lo que hizo m&s tarde es superior a toda pon-deraci6n, como vamos a verlo.

El 7 de Agosto estaban los aliados en Valen-zuela, ocupando dos dias despu£s la aldea deItacurubf.

La hora del sacrificio se aproximaba para Pi-

ribebuy, dentro de cuyo recinto no se notaba, sin

embargo, ningun signo de inquietud o de zozobra]

El 10 de Agosto llegaron, por fin, los enemi-gos, ocupando las alturas pr6ximas y emplazandoen ellas sus cincuenta y tres canones.

Durante el dia 11 organizaron las tropas quedebian intervenir en el asalto del dia siguiente.

Y aprovechando la oscuridad de una fria y16brega noche, hace cincuenta anos, avanzaron ensilencio, en medio de la espesa oscuridad, aproxi-

mando su poderosa artilleria y distribuyendola

alrededor del pueblo en seis posiciones bien abri-

gadas, que dominaban nuestras trincheras.

Y empezo a alborear el 12 de Agosto de 1869.

A las cuatro de la mafiana, las bandas de Pi-

ribebuy saludaron el amanecer con los briosos

sones de una alegre diana, y poco despu6s esta

llaron, a lo largo de nuestras lfneas, los vivas

acostumbrados a la Patria y al xVLariscal L6pez.

Los aliados se mantuvieron silenciosos hasta

que vino el dia. Pero apenas acab6 de aclarar,

empezaron el terrible bombardeo, eficaz y mortf-

fero, que debia preceder el asalto.

La batalla habia comenzado.

Page 245: El Libro de los Héroes

239

Y ha llegado el.momento de deciros lo queera entonces el pueblo de Piribebuy.

Era, como lo sabeis, la tercera capital del Pa-

raguay.

Despues del desastre de Lomas Valentinas se

establecieron aqui las autoridades civiles de la

Republica, encabezadas por el vicepresidente San-

chez, que trajo consigo el archivo y parte del

tesoro de la naci6n.

El general Mac Mah6n, ultimo ministro ex-

tranjero acreditado ante el gobierno del Mariscal

L6pez, hizo flamear la bandera estrellada de los

Estados Unidos sobre una de vuestras humildesviviendas.

Y aqui se publico tambi£n la «Estrella», ultimo

peri6dico de la patria vieja, ultimo destello de

nuestra antigua cultura y hoy fuente inapreciabl ede nuestra historia.

Piribebuy Ueg6 a ser asi una pequena Asunci6n.

Tuvo todas las apariencias de un pueblo flore-

ciente, de numerosa poblaci6n, bullicioso y alegre.

Cuando todo era desolaci6n en el pafs, aquf

se reconcentraba la vida y hasta no parecia no-

tarse la proximidad del incendio que iba devorandoa la patria.

Solo cuando los aliados ocuparon a Pirayu,

cambiaron las cosas en Piribebuy.

Ante un posible peligro, el Mariscal L6pez re-

solvi6 defender esta plaza, llamada a cubrir unode sus flancos amenazados.

Y se levantaron entonces esas trincheras, quetodavia rodean al pueblo, convirti£ndolo en ungran reducto cerrado.

El intrepido comandante Pedro Pablo Caballe-

ro, fue el encargado de organizar la defensa, no

Page 246: El Libro de los Héroes

240

contando sino con 1.600 hombres, 12 pequenos ca-

nones y un obus.

Con tan mezquinos recursos, hizo lo que pudo,

es decir, hizo maravillas, distribuyendo sus tropas

y su artillerfa en forma inteligente, a lo largo de

su extenso frente circular.

Asi las cosas, lleg6 el dfa de la prueba.

Cuando el conde D'Eu cruz<3 la cordillera ymarch6 resueltamente sobre Piribebuy, orden<5 Ca"

ballero que los no combatientes se retiraran, apres-

tandose, sereno, al epico suicidio.

En pocas horas la poblaci6n de este pueblo

qued6 reducida a su guarnici6n y a algunos cen-

tenares de heroicas mujeres, resueltas a acompa-nar a los suyos en el terrible trance.

Iniciado el bombardeo por el enemigo, mont<5

a caballo el heYoe paraguayo, recorriendo sus

lfneas bajo una lluvia de proyectiles, dando las ul-

timas 6rdenes, sin apresuramientos, como si igno-

rase el peligro que le amenazabaEl jovial y valeroso mayor Hilario Amarilla,

jefe de nuestra artillerfa, respondi6 en seguida al

fuego de los aliados, haciendo funcionar sus cano-

nes con su acostumbrada maestrfa.

A las nueve de la manana la neblina se habfa

disipado y un sol de fuego doraba el bianco case-

no de Piribebuy.

Habfa llegado el momento del asalto.

El clarfn enemigo orden6 entonces el ataque,

y el invasor hizo irrupci6n por todas partes, por

el Este, por el Sud, y por el Oeste, amenazandola division oriental nuestra retaguardia y ocupan-

do el camino de Ascurra, para impedir nuestra

retirada.

Como sabers demasiado, el arroyo y la alta

barranca defienden admirablemente vuestro pue-

Page 247: El Libro de los Héroes

241

bio, que s61o es facilmente accesible por el Oeste,

donde el declive del terreno se pronuncia suave-

mente.

Los asaltantes, como es natural, reconcentra-

ron su ofensiva en los lugares mas vulnerables,

tratando de abrirse camino por alii.

Pero en un principio fueron inutiles todos sus

empenos. La artillerla de Amarilla, a pesar de

estar descalabrada, despu6s de sufrir tres horas

de furioso bombardeo, hizo estragos en los enemi-

gos, secundada por el fuego certero de nuestros

infantes.

El primer ataque fu6 asf rechazado, en toda la

Ifnea.

Y vino un segundo asalto.

Esta vez, conociendo su impotencia, mandaronpor delante los carros de la proveeduria, eargados

de alfalfa, avanzando detras de ellos la infanterfa.

Corao siempre, el general Osorio era el actor

principal de la batalla.

Herido gravemente en Avay, no habia espera-

do reponerse del todo para incorporarse al ejerci-

to y ocupar el puesto de mayor peligro.

Y al frente del primer cuerpo de las tropas

imperiales fue el primero en entrar en acci6n.

Como en Tuyutf, como en Humaita, apareci6

a la cabeza de sus soldados, desafiando a la muer-

te, a cuerpo gentil, montado a caballo, vistiendo

su poncho bianco y agitando en alto su espada.

Rechazado una vez, vuelve de nuevo a la car-

ga, seguido de cerca por el general Mena Barreto,

otro bravo brasileiio, que viene tambi6n a la carga.

Buscan abrir una brecha en el segmento occi-

dental de nuestras posiciones, cargando con fmpe-

tu irresistible, aprovechando las ventajas del te-

rreno.

Page 248: El Libro de los Héroes

242

El mayor Fermin L6pez, con dos batallones

de nifios, y el capital Manuel Solalinde, con otros

dos batallones de infanterfa, defienden alii el re-

ducto de Piribebuy.

Los soldados de L6pez son criaturas de oncea catorce afios. Los soldados de Solalinde reclu-

tas octogenarios o heridos convalecientes.

Y contra ellos van los dos primeros caudillos

del Imperio, ante cuya bravura cobran brfos sus

soldados.

De un lado el hambre y la desesperaci6n. Deotro lado la hartura y la conhanza. Aqui el he-

roismo, alii la fuerza. De un lado la muerte, del

otro la victoria. .

.

Pero L6pez y Solalinde no perdieron por esto

su serenidad.

El viejo maestro de Villarrica estaba acostum-brado a acaudillar nifios y sabia demasiado queestos, llegada lahora, se convertirfan en gigantes.

Y el joven capitan, formado en los azares de

la cruenta campafia, estaba seguro de que aquella

prueba no seria m&s terrible que las muchas por-

que habfa pasado.

Vieron, pues, llegar por segunda vez a los

brasilefios, con el mismo desprecio con que los

habian visto llegar al iniciarse la acci6n.

Y una vez frente a nuestras lineas, en campoabierto y sin obstaculos, empezaron el fuego ho-

rrendo que nunca pudieron soportar los invasores.

A pesar de los esfuerzos de Osorio, que esta

vez no podfa arengar a los suyos, destrozada comotenia la mandibula, los imperiales retrocedfan a

cada andanada de nuestros canones y a cada des-

carga de nuestra intanteria.

Pero, mientras cargabamos nuestros fusiles de

chispa y nuestras piezas averiadas, volvfan a reac-

Page 249: El Libro de los Héroes

243

cionar y avanzaban de nuevo, ganando asf terre-

no lentamente, sufriendo perdidas considerables.

En uno de estos avances forzados, el general

Mena Barreto se adelant6 a los demas, procuran-

do personalmente hacer llegar su gente a la trin-

chera.

Y el capitan Solalinde lo distingui6 en mediodel inmenso tumulto de la batalla, ordenando, en

el acto, al mejor de sus tiradores que abatiera a

tan peligroso adversario.

El cabo Gervasio Le6n se inclin6 entonces

sobre su largo y enmohecido fusil, y, refinando su

punteria, dispar6 el terrible proyectil que fue a

herir de muerte al audaz caudillo riogrades.

La muerte de Mena Barreto provpcd un des-

bande general, vi6ndose arrollado el her6ico Oso-rio por sus piopios compafieros.

Entretanto, la batalla era general e igualmentesangrienta en todos nuestros frentes.

El conde D'Eu habia cargado por el Sud, lan-

zando al segundo cuerpo del ej6rcito imperial

contra las barrancas que bordean vuestro arroyo.

Pronto el Piribebuy, enrojecido, qued6 repleto

de cadaveres.

Y el mariscal Carneiro Monteiro, que perso-

nalmente dirigfa los asaltos, hubo de convencersede la inutilidad de sus esfuerzos.

Aquello le resultaba peor que la famosa cargadel Boquer6n, donde por primera vez conoci6 lo

que era atacar trincheras paraguayas.Y si despues del primer rechazo, llev6 de nue-

vo a sus soldados a la muerte, fue por obedecerlas 6rdenes de su torpe y obcecado superior que,

en lugar seguro, no se fijaba en el ajeno sacrificio.

Los argentinos, por su parte, se dejaban matartambi£n inutilmente, ycndo y volviendo a ir, por

Page 250: El Libro de los Héroes

244

orden del Principe brasileflo contra el frente orien-

tal de nuestra posici6n.

Eran ya las once de la manana, y Piribebuyseguia de pie, resistiendo victoriosamente a las

multiples embestidas de veinte mil enemigos.

Pero nuestros recursos se iban agotando.

Bajo el fuego constante de los cincuenta y tres

canones aliados, no habia un sitio de la plaza queno fuera batido por la metralla.

Y los mil seiscientos soldados de Caballero

disminufan por momentos, al par que se agotabannuestros proyectiles

i Q\i€ hacer en tan angustiosa situaci6n ?

No habia ya reservas y era inutil esperar pro-

tecci6n.

i Qu6 hacer para rechazar el nuevo asalto quepreparaba el enemigo ?

La respuesta ya habia sido dada por las muje-

res de Piribebuy

!

A medida que caian nuestros soldados, ellas

cogian sus fusiles, y cuando los fusil^s no tuvieron

carga, tomaron las espadas, y cuando no hubieron

espadas, se armaron de botellas vacias, de cascos

de metralla, de huesos, de tierra. . . y esperaron

al invasor.

Y el mayor Hilario Amarilla, el heroe risueno

de nuestra Epopeya, viendose sin proyectiles, carg6

sus canones con frutas de coco y, mas alegre que

nunca, se dispuso a sucumb'ir.

Se aproxima el momento terrible.

Reina un repentino silencio en el campo de

batalla.

Los aliados parecen titubear despu£s de tan

infructuosos esfuerzos.

Pero no. Se estan disponiendo a traer la su-

prema embestida. Saben demasiado que los de-

Page 251: El Libro de los Héroes

245

fensores de Piribebuy deben haber sucumbido en

su mayor parte. Y hace rato que han notado que

decrece sensiblemente el fuego de nuestros trece

canones.

Pero no por esto se hacen ilusiones sobre

nuestra resistencia. Tienen ya una larga expe-

riencia y saben de lo que es capaz el soldado pa-

raguayo en la agonia.

Se prepararon, pues, minuciosamente, volvien-

do a apelar a los carros cargados de altalfa.

Y despues de un bombardeo previo, se lanza-

ron simultaneamente al asalto.

Esta vez eran }Ta mujeres escualidas las que

iban a recibir al invasor. En realidad nuestro

pequeflo ejercito habfa desaparecido. Los que nohabfan muerto, estaban heridos...

Caballero, al pie del asta de la bandera, y yacompletamente s61o, seguia ansiosamente los ulti-

mos episodios de la batalla.

Sobre su cabeza caia una lluvia de proyectiles,

sin que una sola gota de sangre manchara su uni-

forme.

Su destino era otro.

No debia morir en la acci<5n. Para el estaban

reservadas las palmas del martirio.

Iniciado el tercero y ultimo asalto, nuestras

lineas permanecieron completamente mudas. Solo

cuando los aliados salvaron el arroyo, pasando so-

bre los muertos, y empezaron a trepar la barranca,

dieron sefiales de vida los paraguayos.

En aquel momento linico se oy6 la voz de

Amarilla, ordenando fuego, y nuestros ultimos

canones, con inmenso estrepito, vomitaron sus cu-

riosos proyectiles sobre los asaltantes.

Y tal fue la ultima descarga de nuestra arti-

llerfa en Piribebuy !

Page 252: El Libro de los Héroes

246

Asi, con frutas de coco, recibimos la mas vi-

gorosa carga de aquel dfa inolvidable. Era la

eterna nota c6mica que matiza la tragedia de nues-

tra vida. Era la carcajada del vencido estallando

vencedora sobre la inmensa angustia del desmo-ralizado vencedor. Era la risa de Amarilla, la ina-

gotable risa de aquel prototipo de nuestra raza,

burlandose de los que llegaban con las ansias de

la muerte en el alma y el terror mas desconcer-

tante en la mirada

!

Como tenia que ^uceder, entraron los brasile-

flos por el segmento que tan briosamente habfan

defendido L6pez y Solalinde.

Pero hay que advertir que el primero hacia

horas que habia sido herido, sucumbiendo despues

sus batallones infantiles; y que al segundo no le

quedaban sino algunos pocos soldados y algunas

mujeres enloquecidas por el dolor.

En los otros frentes la lucha fue mas refiida.

Es el mismo conde D'Eu el que nos ha referi-

do esta ultima parte de la batalla. Es €\, quien

nos ha contado, lleno de asombro, en su diario de

campana, la lorma en que las mujeres de Piribe-

buy defendieron nuestras trincheras, peleando, al

decir del mariscal Borman, « con una bizarrla no

comun en su sexo, cayendo centenares de aliados

bajo los golpes de sus manos armadas de sable o

de fusil », de pedazos de piedra, de botellas vacias,

de huesos y hasta de tierra 1

< Son escenas de Zaragoza ! » dice admirado

un historiador brasileno, pasmado ante aquel sin

igual heroismo.

Y esta lucha entre pobres mujeres y los orgu-

llosos soldados de la Triple Alianza—de la « Triple

infamia>, acaba de decir Carlos Pereyra — se pro-

Page 253: El Libro de los Héroes

247

long6 hasta que no qued6 con vida una sola de

nuestras sublimes heroinas.

IV

La batalla ha terminado.

El pequeno ejercito paraguayo ha desaparecido.

S61o han cafdo prisioneros algunos pocos, res-

petados por un capricho de la muerte.

Entre ellos estd el comandante Pedro PabloCaballero, que ha salido ileso, sin una sola herida,

a pesar de haber estado en los sitios de mayorpeligro.

Los brasilefios est&n furiosos, por las pSrdidas

sufridas y, sobre todo, por la muerte de Mena Ba-rreto.

El Principe tiene un aspecto sombrfo.Pasa revista a sus tropas, sin desplegar los

labios, y se entera de que han caido algunos mi-

llares de sus soldados.

Y ahi llega el cad&ver de Mena Barreto. Oso-rio va detras de 61, con el kepi en la mano, conla cabeza inclinada sobre el pecho, al lento pasode su fatigada cabalgadura.

El cadaver es depositado en vuestro templo,

desfilando ante el la llorosa soldadesca. .

.

iPero que es lo que se ve alii cerca?'

Sobre las casas del pueblo se alzan las llama-

radas de un gran incendio, que ilumina con car-

denos resplandores el firmamento.No os sorprendais. Eso... es la venganza !

El Principe imperial, Gast6n de Orleans, 11a-

mado tambien conde D'Eu, ha ordenado que se

ponga fuego al hospital de sangre, para que mue-ran carbonizados los enfermos, que son mas deciento, pagando asi la muerte de Mena Barreto.

Page 254: El Libro de los Héroes

248

iNada mas

!

Y las llamas crecen por momentos, y los que-

jidos de las victimas regalan el oido del vencedor.

Si os acerc&is a mirar, vereis que en las puer-

tas y ventanas hay centinelas que, a bayonetazos,

rechazau a los que quieren escapar. Y vereis,

tambi6n, c6mo los heridos se arrojan desesperados

contra las paredes hirvientes, donde quedan pega-

dos los pedazos de piel de sus mauos...

Pero dejad a un lado ese espect&culo, que

aqui, en la plaza, se os ofrece otro mejor.

El Serenfsimo Principe no estd satisfecho to-

davfa.

Quiere degollar a todo el mundo.No debe quedar un prisionero con cabeza.

El mayor L6pez, gravemente herido, acaba de

ser decapitado. . . y muchos otros mas.

Pero el general Mallet, jefe de la artillen'a

brasilena, que ha garantido la vida a sus prisio-

neros, se opone a que £stos sean sacrificados, de-

fendi£ndoles energicamente del furor sanguinario

del venc2dor.

Asi ha podido salvarse el capitan Manuel So-

lalinde, el que orden6 la muerte de Mena Barreto.

El Principe, cada vez m&s sombrfo, no oculta

su exasperaci6n.

Ved c6rao habla con uno de sus ayudantes-

Da una orden, una larga orden, gesticulando ymoviendo los brazos con rabia.

La orden va a cumplirse.

Ahf viene el comandante Caballero. Viene

sereno y altivo, en medio de sus verdugos.

Le han intimado que diga que se rinde, si noquiere morir.

Pero esa palabra no pronuncia un jefe pa-

raguayo.

Page 255: El Libro de los Héroes

249

Ante su negativa, empieza el martirio, de acuer-

do con las instrucciones terminantes del Principe.

Frente a la cruz de la iglesia hay un mont6nde mochilas. Ved c6mo lo acuestan a Caballero,

c6mo lo atan de pies y manos a las ruedas de dos

canones y c6mo lo tiran hasta quedar suspendido

en el aire.

iEs el suplicio de Tupac Amaru !

Esa que llega es la esposa del heroe. Ha sido

llamada para que presencie el martirio de su in-

fortunado companero.

iVed c6mo lo azotan sin piedad !

Le han vuelto a intimar que se declare rendi-

do.ISu respuesta es la misma I

Y sigue el tormento.

Pero ya es tiempo de que concluya.

Un soldado se aproxima, esgrimiendo un filoso

punal, y, con la habilidad de un profesional, cer-

cena la cabeza del comandante de Piribebuy, querueda a los pies de su mujer !

Y ahora si que la tragedia ha terminado.

Empieza a caer la noche.

El Prfncipe Imperial descansa de sus hertficas

fatigas, mientras se le prepara una cena abundante.

Piribebuy, como plaza fuerte, ya no existe.

Est& definitivamente roto el unico escudo quedefendia nuestro flanco izquierdo !

V

Comentar los cuadros que acabo de bosquejar,

seria empequefiecerlos.

El comentario fluye naturalmente de los hechos.

Ante horrores semejantes, la palabra humanano tiene nada que agregar.

Page 256: El Libro de los Héroes

250

La historia no ha tenido mucho que decir parajuzgar el crimen de Piribebuy.

Para condenar hechos asi, que deshonran nues-

tra especie, basta con enunciarlos

S61o os he de decir, que queda comprobadoque no exageraba la realidad, cuando afirmaba

que aquel principesco pariente de Fernando VII,

« el mas grande bandido coronado de la historia >,

segun Nackens, merecia tambien, como este, ser

llamado « tigre «, « hiena >, «pantera>... porqueun hombre semejante s61o puede ser comparadocon las mas fieras alimaflas carniceras.

Consolemonos, pues, en medio de nuestro in-

fortunio, recordando que en nuestra historia no

ha qr.edado el rastro de un bandido semejante.

Y tengamos compasion para el que enlod6 su

victoria en forma tan repugnante, al ahogar su

honor y el de su patria en la sangre del vencido !

Page 257: El Libro de los Héroes

EL FANTASMA DE BOQUERON

Atardecfa.

Un crepusculo doliente ponfa su infinita tris-

teza en aquel fant&stico panorama.La selva del Sauce, en su solemne quietud, te-

nia la majestad de la meditaci6n. Ni un rumorturbaba el inmenso silencio de la naturaleza.

Y nosotros regresabamos de visitar aquella

encrucijada de nuestra historia, donde el adverso

destino pareci6 sonreirnos en el iris de una gran-

diosa victoria.

Todos venfamos con el coraz6n oprimido por

los recuerdos.

Aquella manana de febrero habiamos salido de

Humaita, camino de Itapiru, y la noche iba a sor-

prendernos en mitad de la Jornada.

Habfamos pasado por el Espinillo, donde nos

detuvimos a contemplar los restos de las tririche-

ras que defend fan aquel punto, situado frente a

Tuyucud. Nos detuvimos despues en Paso Pucu,

coraz6n un dfa del Cuadril&tero, donde palpitara

la voluntad gigantesca del Heroe de la resistencia.

Y a la sombra del hist6rico naranjal, sobre los

escombros del cuartel general, pensamos un mo-mento en la tragedia de cinco afios.

Antes de continuar nuestra marcha visitamos

el cementerio de aquel lugar santificado por tanto

sacriflcio, buscando, inutilmente, en medio de la

Page 258: El Libro de los Héroes

252

maleza en que se ahogan anGnimas crucesitas, la

tumba del poeta ir.fortunado.

Habfamos estado tambien en el Angulo, con-

templando desde allf el estero verdeante, el legen-

dario Estero Bellaco, que se pierde a lo lejos, comoun mar.

Habfamos hecho alto, en fin, en Paso Gomez,nervio principal de nuestra defensa en las lfneas

del frente, donde se reconcentraba nuestra gruesaartillerfa.

Por todas partes los recaerdos saltan a nuestro

paso y nos detenfan con sus multiples evocaciones.

Imposible era avanzar sin ser, constantemente,

como llamado por voces misteriosas que parecfan

surgir del fondo de la tierra, repitiendo la leyendadel pasado.

Ya tarde pudimos dirigirnos al Potrero Sauce.

Siguiendo los antiguos caminos, practicados

en la selva en los dfas de la guerra, fuimos a salir

en el Boquer6n fatfdico, donde rindieran la vida

mas de cinco mil aliados en la memorable tarde

del 18 de julio de 1866.

Aquella estrecha calle de la amargura para los

invasores, se nos present6 iluminada todavfa por

los rayos de un sol de fuego. Verdadero antro

de la muerte, donde la metralla paraguaya trabaj6

sin descanso, durante largas horas, era en aquel

momento como una sangrienta ironfa bajo la pom-pa luminosa del dfa, exhuberante de vida sobre el

polvo de tantos muertos.

Y llegamos a la trinchera que defendfa aquel

extremo de nuestras lfneas.

El potrero se cierra allf, formando un enormearco, cuya cuerda fue la fortificaci6n contra la

que se estrellaron los ejercitos de tres naciones.

Page 259: El Libro de los Héroes

253

Nada vimos en un principio. La trinchera pa-

recfa haber desaparecido por complete Pero el

viejo veterano que nos acompanaba nos advirti6

que alii estaba, oculta en el bosque, que la habia

cubierto.

Y allf estaba en realidad. Trinchera colosal,

era todavia formidable obra de defensa. Profundoel foso, alto el parapeto, podia ser ocupada inme-

diatamente y sostenida con ventaja. Forma comoun tunel en medio de la selva, prolongandose, a

uno y otro lado, en linea recta, a larga distancia.

lQ\i6 decir de la intensa emoci6n que allf ex-

perimentamos ?

<iD6nde, como allf, la sugestion obrarfa su mi-

lagro ?

Bastaba cerrar los ojos y meditar un momento,para que el cuadro se transformase, para que se

borrase la cortina de arboles que cubre aquel es-

cenario, para que la tragedia desfilase en toda su

siniestra belleza, en medio del trueno de los ca-

fiones.

Y nosotros descansamos, apoyandonos en el

parapeto de arena, empapado un dfa en sangre de

hermanos, teniendo por delante, m&s que el hori-

zonte real, otro horizonte, el de la batalla, cuyosecos clamorosos resonaban en nuestro craneo,

agitando todo nuestro ser.

IEstdbamos en el Boquer6n I Quizas allf mismo

donde nos encontrabamos habfa cafdo Le6n de

Palleja. Ese pedazo de cielo que nos sonrefa entre

los arboles era, sin duda, el ultimo que vi6 Luis

Marfa Agiiero, al caer al pie de nuestro baluarte.

Por ese mismo lugar debi6 haber pasado Roa, el

intrepido artillero, el hombre glorioso de aquella

Jornada. Quizes en ese lugar asomarfa la boca de

uno de nuestros canones. Era esa la tierra que

Page 260: El Libro de los Héroes

254

nuestros soldados arrojaron a la cara de los asal-

tantes en el momento mas critico del cruento

duelo. Por el camino que teniamos a nuestra es-

palda debi6 haber llegado Diaz con el refuerzo

Salvador. Estabamos en el centro de la linea yalii debi6 ser lo mas encarnizado de la lucha...

Cuando dimos el ultimo adi6s a la selva, ale-

jandonos al fatigado paso de nuestros caballos, la

tarde iba cayendo.

El sol se habia puesto detras del monte, y por

el otro lado se levantaba una espesa niebla del

Estero Bellaco.

Cambiamos impresiones, entreteniendonos to-

davia en examinar enormes monticulos de arena

que sirvieron de reducto a la defensa, y fosos

inverosimiles, desde cuyo fondo no podia divisarse

el campo, tan profundos eran.

Llegabamos al otro extremo del Potrero Sauce

e ibamos a penetrar en una picada que sale en

Piris, cuando nos detuvimos un instante a contem-

plar, una vez mas, aquellos lugares de expiaci6n

El Boquer6n estaba cada vez mas oscuro. Laselva habia tornado un tinte negro.

De pronto advertimos, a lo lejos, un brazo que

se agitaba, llamandonos. Todos vimos la senal

que se nos hacia con insistencia.

iQue sera, nos dijimos?

I De donde saldn'a aquel ser viviente a tales

horas ?

Nosotros no habiamos notado la presencia de

nadie, ni al ir ni al regresar. Y, precisamente,

alii donde surgfa, como por ensalmo, el misterioso

personaje, el bosque era mas espeso e impenetra-

ble, lo que hacia mas extrana su aparioi6n.

Despues de un momento de indecisi6n, resolvi-

mos acudir a tan curioso llamado.

Page 261: El Libro de los Héroes

255

Pusimos al galope nuestras cabalgaduras y nos

dirijimos de nuevo hacia el fondo del potrero.

Era el instante en que la noche llega precipi-

tadamente, disolviendo en sus sombras los ultimos

lampos crepusculares. De modo que, si ganaba-

mos rapidamente terreno, el fantasma que nos 11a-

maba, lejos de aparecer m&s claro, se iba perdiendo

en una penumbra inquietante. Pero segufamosviendo el bulto indeciso y el brazo bianco que nos

llamaba nerviosamente.

Cuando llegamos, sin duda azorados, al linde

de la selva, era ya noche cerrada. En plena oscu-

ridad nos acercamos, pues, al que segufa llaman-

donos con silenciosa insistencia. .

.

Era una alta y negra cruz, cuya limpia estola,

agitada por la brisa, se movia como un brazo, en

constante llamamiento I

Y el sitio senalado por aquella cruz era el

unico que no habfamos visitado. ;Quien dormi-

ria alii el buen sueno de lo desconocido ? £ Noseria un soplo de ultratumba el que agitaba

aquel pafio ? £ No seria el alma del muerto lo quevibraba en la tela y nos llamaba al ir a perdernosen la selva lejana ? jQuien sabe I Yo solo se queen aquel momento la cruz se anim6 a mis ojos,

tomando contornos humanos. Y hasta cref escu-

char un reproche entre los rumores apagados dela sombra. .

.

Montamos a caballo. Y a toda carrera atro-

pellamos las tinieblas, hasta salir en Tuyutf.

Despu6s pense que lo que tomamos por unimperioso llamamiento solo fue un adi6s de des-

pedida del fantasma de Boqueron, alma de los alii

caidos, que todavfa pasea sobre el polvo de los

vencidos el eterno dolor de la derrota.

Page 262: El Libro de los Héroes
Page 263: El Libro de los Héroes

CURUPAVTV

Despues de cuarenta y seis afios, henos aqui,

congregados al pie de este baluarte de la detensanacional, testigo un dia de la victoria mas com-pleta de nuestras armas. Estamos en Curupayty,cumbre gloriosa de nuestro esplendor guerrero, yante el espectaculo emocionante de este cuadroevocador, el pasado despierta, y parece como queescuchamos los ecos fragorosos de aquella maximabatalla en que cuatro pueblos hermanos, separadospor la fatalidad del destino, escribieron la paginam£s sangrienta de la epopeya americana. Y es

la juventud paraguaya, es la nueva generaci6n,

vale decir, el porvenir, la que viene hoy hasta

aqui, a despertar a los muertos en sus tumbas olvi-

dadas, para decirles que no fue esteril tanto sacri-

ficio, que ella recoge, con orgullo, el legado desus mayores, y que aquella sangre vertida endefensa del terruno es la misma que alimenta su

coraz6n y renueva en su alma las cicl6peas ener-

gias de la raza; que ella alienta todavia ese amora la bandera que pareci6 extinguirse con el Heroeen las desiertas riberas del Aquidaban, y que an-

tes que profane sus cenizas la planta impura dealgun conquistador extranjero, estas trincheras

volveran a extremecerse, agitadas por el soplo del

antiguo heroismo, y en ese cielo azul, en mediode los relampagos de una nueva batalla, volvera

Page 264: El Libro de los Héroes

258

a brillar el viejo sol que en este dfa derram6 sobre

ellos sus fulgores encendidos y puso sobre su

frente un nimbo luminoso, que perdura en la his-

toria y que < ningun viento apagara jamas >!...

Es esa juventud que, como el lirio del poeta, naci6

de entre las grietas de una tumba; es esa juventudparida por el dolor de nuestra estirpe, sobre los

escombros de la nacionalidad deshecha, al bordede un rfo de sangre y entre los crespones de unhorizonte ennegrecido por la p61vora, la que hoyllega hasta aquf, y al pie de este altar del patrio-

tism© entona por mis labios su oraci6n :

« Padres nuestros que estais en los cielos y quedesde vuestra altura presidfs los destinos de nues-

tra tierra, despues de haberla salirado al precio de

vuestra vida entre los horrores de una b&rbara

matanza ; santificado sea vuestro nombre, Cristos

sublimes de un martirio m&s cruento que el quesufriera el hijo de Belen, a travel de un Calvario

mas largo, en una cruz mas espantosa, y en aftos,

no en horas, de una agonia terrible; venga a nos

el tu reino, descienda hasta nosotros una parte

siquiera de vuestras energicas virtudes, imperenotra vez entre nosotros aquellos sentimientos tan

implacables como puros, por los que hicisteis

aquel sin igual sacrificio, cuyo solo recuerdo ex-

tremece al mundo y llena de asombro a las eda-

des; h£gase vuestra voluntad, asi en el cielo comoen la tierra, gozando de eterna ventura en vuestra

vida inmortal y dando a vuestros hijos dias de

paz y de grandeza ; el pan vuestro, pan de amor,

de fraternidad y de justicia, danosle hoy; y perd6-

nanos nuestras deudas, perdona nuestros errores,

ahora que veis c6mo venimos arrepentidos a llorar

nuestras faltas y a borrar con nuestras lagrimas

nuestros locos extravfos; perd6nanos, vosotros que

Page 265: El Libro de los Héroes

259

sois inmensos, como perdonamos nosotros, quesomos pigmeos, todo el mal que nos hicieron yabrimos generosos nuestros brazos a los mismosque ayer nos hirieron

; y no nos dejes caer en la

tentaci6n, guiando nucstros pasos hacia el bien,

hacia los encumbrados ideales del verdadero pa-

triotismo, que solo vosotros conocfsteis, librando-

nos de todo mal. Am£n. >

La oracion esta dieha. Ella, en este momento,atravesando el 6ter, nos une a esas constelaciones

de almas que pueblan nuestro cielo. En comuni6nespiritual con aquellos soldados de hierro, a cuyaarmadura de gloria no hay orfn que la corroa, ycuyo poderoso recuerdo flota sobre este campopor un instante evoquemos el pasado :

Estamos en el extremo occidental del renom-brado Cuadrilatero, dentro de cuyos muros fuimosinvencibles, y cuyos baluartes nunca se abatieron,

mientras alentara en ellos un soldado paraguayo.Pisamos lugares de leyenda, sitios de expiaci6n,

sugestivos escenarios de tragedias espantables.

Aquf estd la famosa trinchera que, en menosde tres semanas de una labor estupenda, surgi6

como un milagro de entre las divinas manos del

general Dfaz, para servir de valla a la mas recia

acometida del poderoso invasor.

A1U, a lo lejos, esta Humaitd, alia Paso Pucu,

y mas alia el Bellaco interminable, entre cuyosbrazos duerme Tuyuti.

Curuzii se esconde detras de ese sauzal; y alii,

frente a vosotros, esta el campo de batalla...

ICuantos recuerdos !

i No escuch£is el rumor de aquel encuentro detitanes ?

i No ois la voz de Diaz, resonando imperativaen medio del fragor de los cafiones ?

Page 266: El Libro de los Héroes

260

i No llegan hasta vuestro oido los aires mar-ciales de una diana vibrante y arrebatadora ?

La batalla va a empezar.Mirad con vuestro pensamiento el soberbio

panorama de aquella tarde inolvidable.

Aquf, detras de estas trincheras, esperan nnes-tros leones, avidos de pelear, devorados por la

fiebre de una ansiedad incontenible. Alia, los alia-

dos, vestidos de parada, seguros del triunfo, se

mueven orgullosos, en rigurosa formaci6n, res-

plandecientes bajo los rayos del sol...

Alii, sobre el rio, estan Domingo Antonio Or-

tiz y A.lbertano Zayas, esperando el momentosupremo, detras de sus baterfas. Pedro Gill en ese

extremo, aquf Adolfo Saguier, y en aquel otro

extremo Pedro Hermosa, acarician las negras bocasde sus enormes cafiones. En todo este frente se

extiende la infanteria, acaudillada por el valeroso

Antonio Luis Gonzalez. Los largos y- pesadosfusiles de chispa estan cargados y cebados. S61o

se espera la voz de mando para empezar la masa-cre. La caballeria, en fin, comandada por el ado-

lescente capitan Bernardino Caballero, descansa

alia impasible : los jinetes estan al lado de sus

caballos, que piafan agitados, como adivinando la

gravedad de tan critico momento.Y, entre tanto, la escuadra imperial, que desde

el amanecer ha estado vomitando andanadas de

metralla, por mas de cien bocas de fuego, sigue

su tenaz como inutil bombardeo.Dfaz, alia, junto a la barranca, mira impasible

los alardes impotentes del poder del invasor. Se-

reno, tranquilo, imperturbable, espera el instante

en que ha de aplastar al enemigo. Sus lfneas estan

mudas. Este silencio aumenta la audacia de los

aliados que, convencidos de que nuestra artilleria

Page 267: El Libro de los Héroes

261

ha callado para siempre, se lanzan, en un ataque

franco y a pecho descubierto, sobre nuestra for-

midable posici6n. Y cuando han entrado en la

zona de acci6n de nuestros cuarenta y nuevecafiones, emplazados en los veinte angulos entran-

tes y salientes de la trinchera, el clarfn de Candido

Silva anuncia que ha sonado la hora de matar...

Mirad c6mo llegan los asaltantes, y c<5mo re-

troceden. Ved c6mo se enredan entre los abati-

ces y ruedan despedazados hasta los fosos. Miradlos estragos que hacemos en las filas enemigas

!

El campo esta rojo de sangre, y los que llegan

apenas pueden avanzar en medio de los cadaveres.

Pero el invasor, hen3ico y desesperado, carga una

y otra vez, hasta que al fin se convence de la inu-

tilidad de su esfuerzo, retirandose precipitadamente

y en espantosa confusi6n de aquel sangriento ma-tadero humane.

.

Son las cuatro de la tarde. La batalla ha ter-

minado. Diez mil caidos quedan al pie de nuestra

trinchera, mientras el general Dfaz, montado ensu alazan de guerra, recorre sus lineas en triunfo,

en medio de los gritos de entusiasmo de sus sol-

dados delirantes, que le aclaman como a un Dios,

pasmados de su genio y su fortuna

!

Dos horas despues, el sol se pierde en el ocaso,

y se extiende, sobre vencidos y vencedores, la me-lancolfa de un funebre crepusculo.

Volved la vista ahora hacia la loma de PasoPucu. El Mariscal L6pez se pasea bajo el amplionaranjal que da sombra a su cuartel general. Esta

nervioso y pensativo. Aquella victoria reci£n con-

sumada, conjura el peligro, el inminente peligro

que a muchos hiciera desesperar de la suerte dela Patria. . .Pero el enemigo sigue alii, siemprepoderoso, mientras se van agotando nuestras pos-

Page 268: El Libro de los Héroes

262

treras energfas. El porvenir sombrio, iluminadopor aquel rayo de luz, vuelve a espesar sus som-bras, a rafz del triunfo, nublando la frente deaquel hombre colosal. Mas, allf esta Diaz, cubierto

todavfa del polvo de la batalla. Apenas ha ven-cido, cuando ya corre a comunicarle personalmenteaquella grata noticia, adornandola con los colores

de su c&lida verba de soldado. Y ya lo sabeis:

un banquete suntuoso festej6, en aquella hist6rica

noche, la gloria alcanzada por el Kijo humilde dePirayu, banquete de heroes, como los que celebra-

ban los adalides de Homero, y en el que se dijo

realmente el hortfscopo del general Dfaz, en aque-

llas palabras del Mariscal L6pez que le prometfanuna vida perdurable en el coraz6n de sus compa-triotas !

ICu&ntos recuerdos, senores !

ISi pudieran hablar ese manso rio, esta selva y

ese campo

!

iSi la tierra revelase sus secretos, si las tumbas

dijesen lo que saben, si los que aqui duermen vol-

viesen a la vida para referirnos su an6nimo he-

roismo !

Yo quisiera contaros todo lo que me dicen en

su mutismo estos sagrados lugares y todo lo que

s£ del drama de nuestra guerra, siguiendo a Diaz

en el curso de su vida, desde Romero Guazu, en

que recibi6 su bautismo de sangre, hasta la hora

nefasta en que una bala brasilena puso fin a su

brillante carrera. Yo os referiria los rasgos cuasi

fabulosos de su audacia sin limites, haeiendo des-

filar ante vuestros ojos los episodios legendarios

de su acci6n guerrera Yo os mostrarfa cuanta

fue su fortuna, su intrepidez, su actividad y su

genio, para que midierais la desgracia que su tra-

gico fin represenL6. Pero s61o para estudiar la

Page 269: El Libro de los Héroes

263

catastrofe final de su existencia necesitaria platicar

durante di'as enteros, si quisiera explicaros sus

secretos pensamientos, aclarando aquella ultima

aparente pueril expedici6n, aquel inconcevible via-

je por el rio hasta dos pasos de la escuadra ene-

miga, y luego despues la serenidad de.su agonfa,

su entereza ante la muerte...

Felizmente, no hace falta que yo os hable de

este hombre, ni que os diga lo que fue, ya que la

profecfa se ha cumplido y el vencedor de Curu-payty vive en nuestro coraz6n, en toda la integri-

dad de su grandezalY ahora dejadme terminar.

Hemos venido en peregrinacion a estos lugares

santihcados por nuestro heroismo, a dejar cons-

tancia de nuestra admiraci6n imperecedera y de

nuestra gratitud sin limites hacia los martires de

aquella gran cruzada en defensa de nuestro suelo

natal amenazado por mas de medio continente. Yes para mi un senalado honor traducir los senti-

mientos de la juventud colegial, que ha querido

que yo la represente. Dios permita que mananavolvamos otra vez, pero para inaugurar la estatua

ecuestre de nuestro gran soldado, que fundida enbronce resonante senale eternamente, desde su

alto pedestal, el campo de batalla en que recogiera

su ultima corona de laurel

!

Page 270: El Libro de los Héroes
Page 271: El Libro de los Héroes

YTORORO

I

Creemos no estar equivocados al pensar quehoy, mas que nunca, debemos buscar fortaleza para

nuestro espfritu y entusiasmo gvande y ardorosopara nuestro patriotismo, volviendo la mirada a

los dfas her6icos de nuestro esplendor guerrero yrecordando incesantemente aquellos supremos es-

fuerzos de naestros padres por conservarnos esta

patria en que nacimos. Debilitados todos nuestros

resortes morales, esc6pticos y desesperanzados enmedio de nuestras locas turbulencias, hemos pos-

puesto aquel viejo amor al terruno, receloso, des-

confiado, hurano, pero inmenso, que nos empuj6al sacrificio total, como a un solo hombre, que nosencamin6 unidos a la gloria y a la muerte, a la

victoria y al desastre, para dar lugar en nuestro

coraz6n a los odios miserables que nos dividen, a

los rencores feroces que nos han llevado a matar-

nos, hermanos contra hermanos, sin pensar queni nuestra independencia ni nuestra integridad

territorial estan todavia aseguradas. .

.

Necesitamos, pues, desviar nuestro pensamientode un presente prenado de dudas e incertidumbres,

en el que s61o prosperan las bajas pasiones, los

sentimientos innobles, la codicia, el lucro, la ven-ganza... para levantarlo a las serenas regiones

Page 272: El Libro de los Héroes

266

del pasado, donde estan los ejemplos y las leccio-

nes que nos hacen falta para salir de esta encru-cijada en que nos estamos devorando y encontrarlas anchas vfas de un porvenir venturoso 1

He aquf porque vamos a evocar, llenos de le-

gftimo entusiasmo, el inolvidable aniversario dehoy, pagina esplendente de nuestra historia, alto

blas6n de honor de nuestra estirpe.

La batalla de Ytoror6, que conmemoramos,es, en efecto, una de las jornadas de la gue-

rra que podemos recordar con orgullo, porquepara encontrarle antecedentes tendriamos que re-

montarnos a las epopeyas fabulosas de la antigue-

dad, o quiza a las prodigiosas hazanas de aquel

poeta de la guerra que sobre el puente de Areolavolvi6 a rimar los olvidados cantos de la Iliada!

Curupayty es la cumbre de nuestra fortuna,

pero Ytoror6 lo es de nuesiro heroismo. Es ver-

dad que Diaz, detras de su trinchera, detuvo con

s61o cinco mil compafieros el empuje de veinte

mil asaltantes, que venian protegidos por mas de

cien cafiones. Es verdad que aquella victoria, de

resonancia mundial, fue sin sacrificio para noso-

tros y desastrosa para el vencido, conjurando el

peligro presente, si bien infecunda en sus poste-

riores resultados. Es indudable que los diez mil

caidos al pie de nuestro baluarte, confirmaron con

su sangre la inmensa abnegaci6n del soldado

paraguayo que, en menos de tres semanas de unalabor sobrehumana, hizo el milagro de improvisar

aquella valla colosal, cuyas proporciones asorabran

todavia. Pero Boqueron esta alii cerca para re-

cordarnos una victoria semejante, y mas alld Hu-maita para darnos un testimonio parecido de nues-

tra serena pujanza. Porque si Mitre y Porto Ale-

gre, despedazados en Curupayty, pudieron dar

Page 273: El Libro de los Héroes

267

noticia de nuestra resistencia y del genio del hijo

de Pirayu, Palleja y Agttero, sacrificados en el

Sauce, y los miles de cai'dos en aquel Calvario de

la alianza, podfan tambien referir hechos parecidos

y dar una idea de to que era aquel gallardo Roa, que,

segun Garmendia, Ueg6 a defenderse con pufiados

de arena y golpes de escobill<3n para rechazar al

invasor. Y si en Curupayty matamoe y vencimos,

sin sacrificios, lo mismo vencimos y matamos en

Humaita, y el intrepido mariscal Osorio, derrotado

por Hermosa, pudo tambien decir si aquellas trin-

cheras fueron o no invulnerables y cuantos milla-

res de sus bravos quedaron sobre el campo, ates-

tiguando nuestra pujanza en las horas desgraciadas

de nuestra ya infructuosa resistencia.

IPero pelear en campo abierto no es pelear

detras de una trinchera I Y en Ytoror<3 3500 pa-

raguayos solamente, se batieron, desde el amane-cer hasta la caida de la tarde, con 18.000 solda-

dos del Imperio del Brasil ! Por eso, si Curupayty,

lo mismo que Sauce y Humaita, recuerdan estre-

pitosos triunfos, Ytoror6 nos habla con un lengua-

je mas elocuente de lo que fuera nuestro herois-

mo. Y por eso, tambien, la posteridad, recta yjusticiera, cuando suene la hora de la apoteosis,

colocara por encima de todos sus companeros al

gallardo soldado que venci6 en Isla Tayi, quepele6 como un le6n en Tatayiba, que volvi6 a

triunfar en Acayuaza y sobre el puente del arro-

yo memorable hizo resucitar a Le6nidas y con-

virti6 en nuestras Termdpilas aquel oscuro desfi-

ladero de Ytoror6 .

.

El General Caballero esta Uamado a ser la

figura dominadora, al lado del Mariscal L6pez ypor encima del General Diaz. No simbolizara la

victoria fugitiva, encarnara la resistencia deses-

Page 274: El Libro de los Héroes

268

perada, triunfante a ratos, casi siempre sin fortu-

na, desde un confin al otro de la patria, en todoun lustro de matar y morir sin esperanza

!

Se aplacar&n algiin dia los odios partidistas,

concluir&n los rencores sectarios, volveremos a

ser paraguayos solamente, y entonces se le dara

su lugar a aquel hombre heroico, pero, ante todo,

bueno, que di6 a su pais sus mas bellos dfas degloria y a traves de una larga existencia supoprobar hasta d6nde llegaban las generosidades de

su noble coraz6n !

En su vida tempestuosa de guerrero, que se

inicia con la guerra y termina mas all& de

Cerro Cora, los episodios son inhnitos, habi6n-

dole cabido en suerte pelear desde 1864, para

caer prisionero, despues de dos meses de con-

cluida la campana, luciendo los entorchados de

General de Divisi6n. Su carrera fue realmente

excepcional, conquistando honores, grados y con-

decoraciones como ningun otro heroe de la guerra.

Sargento en Matto Grosso, es ya alferez y ayudan-te de L6pez en Humaita; meses despues teniente,

es upo de los protagonistas principales del choquedel 2 de Mayo de 1866, del que sac6 un grado m<is

y la estrella de la Orden del Merito. Capitdn en el

Sauce, manda toda la caballeria en Curupaytyganando otra medalla y un nuevo grado. Sargen-

to Mayor a principios de 1867, se le conffa el

mando en jefe de la caballeria de extramuros,

midiendo su espada con Caxias el 3 y 21 de Octu-

bre, en las dos mas grandes acciones de pura ca-

balleria que se hayan librado en toda la guerra.

Otra vez condecorado y ya Teniente Coronel,

manda una divisi6n de nuestro ejercito en el asal-

to de Tuyutf, toma la artillerfa enemiga, conducenumerosos canones y prisioneros a nuestro campo

Page 275: El Libro de los Héroes

269

y luego vuelve a batirse con la caballerfa de ar-

gentine^ y brasilenos que le atacan, salvando asf

a sus companeros que se retiran. Ascend ido ycondecorado por L6pez, pasa al hist6rico Timb6,que £1 inmortaliz6 con sus proezas. Yencedor el

18 de Julio de 1868, fue ascendido a General, pe-

leando despues en Ytoror6, con 3500 hombres yseis canones contra 18.000 brasilenos y mas de

cuarenta piezas de artilleria, rechazando en estas

condiciones todos los asaltos del enemigo y reti-

randose en su presencia, sin ser perseguido, cuandosintio que iba a ser flanqueado y despues de destro-

zar la ultima columna de ataque. Despues de esta

acci6n, en la que cayeron el Mariscal Argollo, el

General Gurgao, el Coronel Machado y otros mu-chos jefes y oficiales enemigos, amen de mas de

tres mil soldados, Caballero volvi6 a batirse con4500 hombres contra 21.000 invasores en Avay,resistiendo hasta sucumbir toda su divisi6n, conuna intrepidez asombrosa. En Ita - Ybat6 fue el

alma de la resistencia, infligiendo a los aliados

una derrota < de inayores proporciones que la

de Curupayty » (segun un cronista argentino)el 21 de Diciembre de 1868. Despues del ulti-

mo dia de la siete veces terrible batalla, qued6sobre las Lomas Valentinas, para proteger la

retirada de L6pez, con s61o treinta jinetes, ulti-

mo resto de nuestro ejercito desaparecido en aque11a ultima Jornada de la campana del Pikysyry.Y es una de sus mas ceMebres hazafias las famo-

sas cargas que llevara de sorpresa, al frente deaquel su regimiento, sobre los batallones victo-

riosos del enemigo, dispersando algunos, y to-

mando una bandera argentina, que fue presentadaa L6pez enseguida. .

.

Page 276: El Libro de los Héroes

270

I Despues ? Diarte y Acosta Nu, son sus ul-

timas proezas : vencedor en la primera, vencidoen la ultima, es ascendido a General de Divisi6n,

llegando liasta Cerro Cord cargado de laureles...

i Cu&l es el General paraguayo que pueda ex-

hibir semejante foja de servicios ?. .

.

Pero no seremos nosotros, los hombres de

nuestra generaci6n, los que reconoceremos tanta

grandeza y tanta gloria, en quien f'ue tambi6n sol-

dado de la democracia, vencedor y vencido enlas luchas tumultuosas de nuestra polftica. Vendrdla justicia despues... pero vendral

Entretanto, alii permanece olvidado el monu-mento levantado en Ytoror6 a la memoria de los

qui, a sus 6rdenes, escalaron cumbre tan alta de

la bravura humana.Los nifios de las escuelas, aun no envenena-

dos por el ambiente que respiramos, suelen cu-

brirlo de flores en este dfa. Pero el gobierno que

lo mand6 construir, por orden de los representan-

tes del pueblo, no ha querido inaugurarlo todavia,

no ha querido consagrar oficialmente la gloria

de aquel patriota ilustre, que si fu£ el heroe de

Ytoror6, fue tambien nuestro jefe y compafttro en

el ideal republicano !

jMir£monos en el claro espejo del pasado !

1. cordemos aquellos episodios de nuestra ab-

negaci6n, de nuestro desinteres, de nuestra mag-nanimidad, y venceremos el egoismo que nos

domina !

] Kvoquemos aquel dolor sufrido en comun, ydespertardn en nuestro pecho afectos, hoy apaga-

dos, que volveran a hacernos hermanos, borran-

do los colores que nos dividen y agrupdndonos,

como antes, a la sombra de una sola bandera, la

que el General Caballero sostuvo en sus manos

Page 277: El Libro de los Héroes

271

sobre el hist6rfco puente y nunca se abati6 mien-

tras quedara en pie un soldado paraguayo !

II

Ytoror6 fue, indudablemente, una de las bata-

llas mas reflidas de nuestra guerra, representando

uno de los mas gigantescos arranques de nuestro

valor desesperado.

Con ella se inicia la llamada Campana del Pi-

kysyry, la mas corta de la cruenta lucha, pero

tambien la mas mortifera y la mas fecunda en

hechos sorprendentes. Dur6 apenas un mes, peroen ese mes se pele6 sin descanso, hasta desapa-

recer, tras el ultimo combate, el ultimo soldado de

nuestro grande ej6rcito.

El 5 de Diciembre de 1868 desembarcaron22.000 invasores, eomandados por el intrepido mar-ques de Caxias, en el puerto de San Antonio.

Debido a esto, L6pez, que ocupaba las Lomas Va-lentinas, qued6 en situaci6n desesperante. Habiaaguardado al enemigo por el Sud, levantando trin-

cheras infranqueables en esa direcci6n, y 6ste

aparecia de pronto, inesperadamente, en su des-

guarnecida retaguardia. En tan criticos momentosllam6 al joven general Caballero, encargandoleque marchase a entretener al enemigo, mientrasel improvisaba algunas obras de defensa. Aquellavez, como siempre, el Mariscal L6pez ponia su

suerte en las manos del heroe de Tatayivd, con-

fiandole una misi6n de sacrificio.

A las ocho de la noche parti6 Caballero, al

frente de 3.500 hombres y seis bocas de fuego,

yendo a ocupar el puente de Ytoror6, donde en-

contr6 una pequefla partida de nuestra caballeria

y dos piezas volantes.

Page 278: El Libro de los Héroes

272

La diminuta columna paraguaya enviada con-

tra el poderoso ejercito de Caxfas se componfa de

cinco regimientos de caballerfa y sejs batallones

de infanterfa, que fueron distribuidos en la formasiguiente : a cien varas mas al sud del paente ysobre la derecha se colocaron dos caftones y unpelot6n, para que sirvieran de avanzada. Masatr&s se emplazaron otros tres caftones y tres bata-

llones, y a una corta distancia las otras tres pie-

zas y otros tres batallones.

La caballerfa se escalon6 sobre la izquierda.

Todas nuestras fuerzas ocuparon buenas posi-

ciones, aprovechando los accidentes del terreno.

Era segundo de Caballero el valeroso Valois

Rivarola.

En la madrugada del 6 de Diciembre se puso

en marcha el enemigo, dirigi6ndose al puente de

Ytoror6, para seguir por el camino real hacia las

Lomas Valentinas. Pronto advirti6 Caxfas la pre-

sencia de nuestras tropas, disponiendose a batirlas.

Y a fin de que no escapase un solo paraguayo,

desprendi6 de su ejercito una columna para que,

a las 6rdenes del heroico mariscal Osorio, mar-

chase por el camino de Ipane" y saliese en nuestra

retaguardia, tom&ndonos entre dos fuegos.

Acababa de amanecer cuando m£s de cuarenta

caftones brasileftos, emplazados en una altura, fren-

te al arroyo, anunciaban con su estruendo que la

batalla estaba empeftada. No hemos de entrar en

detalles, para pintar el terrible duelo. Solo dire-

mos que tantas veces como cargaron los apifiados

cuerpos enemigos, fueron completamente derrota-

dos, teniendo que retroceder aturdidos, dejando

tendales de muertos y heridos. El coronel Fer-

nando Machado que avanz6 el primero, al frente

de los brasileftos, sucumbi6 sobre el puente, reem-

Page 279: El Libro de los Héroes

273

plazandole el mayor Rego, que acab6 por ser

rechazado por las briosas cargas de los jinetes de

Caballero. El general Gurgao, que diriji6 un nuevoasalto, cay6 tambi£n, junto al arroyo memorable,reemplazandole el ilustre mariscal Argollo Ferrao,

que corri6 la misma suerte, siendo derrotada su

columna.

Las horas pasaban y segufa la batalla. Un pu-

nado de paraguayos rechazaba asf las sucesivas

acometidas de un poderoso ejercito, mostrandoseinfatigable en la defensa.

Caxias estaba ya que rugia de impotencia,

ante aquella tenacidad sin ejemplo. En su presen-

cia sus batallones y regimientos eran una y otra

vez derrotados, sin que nada pudiese contra la

ind6mita bravura paraguaya.

En aquellos momentos solo la reserva del ene-

migo, compuesta de 12 batallones, aun no habfa

entrado en juego. Y Caxias orden6 al general Bit-

tencourt que se pusiese al frente de ella y mar-chase a tomar el puente, costase lo que costase. .

.

Protegido por la artillerfa, avanz6 Bittencourt,

mas al llegar al Ytoror6 fue detenido por el cer-

tero fuego de los paraguayos. Su gente empezabaa vacilar, ya retrocedia, cuando el fogoso Marques,cansado de ver la vuelta desordenada de sus ven-

cidos batallones, desenvain6 su espada y, espo-

leando a su caballo, corri6 resueltamente a po-

nerse a la cabeza de sus tropas, gritando que le

sigut'esen los que fuesen brasilenos.

La presencia de Caxias di6 entusiasmo a sus

soldados, los cuales, prorrumpiendo en ruidosas

aclamaciones, se lanzaron tras de €\.

iPero era ya tarde !

La batalla estaba terminada...

Page 280: El Libro de los Héroes

274

En e1 mismo momento en que Caxias llegaba

al puente, Caballero ordenaba la retirada, sintiendo

la proximidad de la columna del Mariscal Osorio.

La caballerfa enemiga quiso hacer todavfa unultimo esfuerzo, pero fue tan desgraciada en esta

carga final corao en todas las anteriores. A dospasos del general en jefe se desbandaron los jine-

tes del coronel Niedeaurer, rechazados por nues-

tros regimientos, al pretender copar nuestra arti-

llerfa.

Despu6s de esto, Caballero se alej6, sin ser

perseguido por el enemigo, que qued6 at6nito enel campo de batalla.

Concluida la acci(3n, lleg6 el comandante Ger-man Serrano, con un refuerzo de 1.500 hombres,que ya no pudo ser utilizado.

Osorio apareci6 tambi6n, ya tarde, cuando la

tragedia habia terminado. Gracias a esto, si n6vencimos, tampoco fuimos vencidos.

Perdimos 1.200 hombres, entre muertos y he-

ridos.

Las bajas del invasor pasaron de 3.000 hombres,

entre los cuales estaban el Mariscal Argollo, el

general Gurgao, el coronel Machado, varios co-

mandantes de batall6n y 134 oficiales.

Tal fue, en sfntesis, la famosa batalla librada

el 6 de Diciembre de 1868.

El historiador brasileno, Mariscal Bernardino

Borman, llama a Ytoror6 las Termdpilas del Pa-raguay. Fue, en efecto, aquel estrecho desfiladero,

teatro de una escena que pareciera arrancada a

la epopeya antigua. En los dfas presentes, de frio

positivismo, ocurrensenos inverosimiles proezas

tan portentosas. No nos imaginamos siquiera lo

que puede el patriotismo herido y de lo que es

capaz un pueblo Virtuoso y bravo en defensa de

Page 281: El Libro de los Héroes

275

sus derechos, figurandonos que solo en las lejanfas

de la historia y dentro de la ingenuidad primi-

tiva de los pueblos, pudieron realizarse prodigios

asf, de abnegaci6n y de heroismo.

Repitamos, pues. con el distinguido historia-

dor citado, que Ytoror6 representa en los anales

americanos la reproduccitin del sublime sacrificio

de los 300 espartanos en el paso de las Termc-pilas. Y enorgullezcamonos pensando que no nece-

sitamos acudir al pasado de Grecia para admi-

rar la grandeza de Leonidas, ya que dentro de

nuestra historia podemos contemplar orgullosos

la colosal figura del que en Ytorord reprodujo

aquella hazana de leyenda.

Page 282: El Libro de los Héroes
Page 283: El Libro de los Héroes

LA BANDERA DE ANGOSTURA

Angostura reemplaz6 a Humaita.Fue fortificada cuando resolvimos defender la

linea del Pikysyry.

El rio es alii estrecho y forma una curva,

avanzando hacia el centro de ella el Chaco, enforma de peninsula.

El paso es en ese punto infranqueable bajo el

fuego de una buena artilleria.

Desgraciadamente, nuestros canones eran im-

potentes contra los espesos blindajes de las navesbrasilenas.

Desde los comienzos de la guerra se vi6 claro

que nada podiamos contra los acorazados.

Pero el enemigo fu6 el ultimo en convencersede esto. Hasta muy tarde tembl6 ante nuestras

baterias. Y si se decidio a intentar el paso de Hu-maita, fue bajo la rechifia universal y aprovechan-

do una extraordinaria creciente, gracias a la cual

pudo evitar la canal y navegar a prudente dis-

tancia.

Nuestro ejercito quedo aislado en el Cuadri-Idtero. Parecia perdido. Pero se salv6, gracias

al azoramiento del invasor, que no supo aprove-

char la ventajosa situaci6n en que se encontraba.

Todas nuestras fuerzas, con armas y bagajes,

pasaron al Chaco, y de alii a San Fernando, sin

que los acorazados nada hicieran para impedir es-

ta lenta y dificil retirada.

Page 284: El Libro de los Héroes

278

De San Fernando pasamos a las Lomas Va-lentinas, levantando a lo largo del Pikysyry unaextensa trinchera que se apoyaba en Angostura.

Los aliados trataron de atacarnos en esta po-

sici6n, pero bien pronto se convencieron de quenuestro frente era, como siempre, intomable.

Y fue ent6nces cuando Caxias llev6 a su ejercito

por el Chaco, cruzando el rio frente a San Antonio,

para atacarnos en nuestra indefensa retaguardia.

El 6 de Diciembre de 1868 peleamos como leo-

nes en Ytoror6 y el 11 del mismo mes en Avay.El 21 se inicio la batalla de Lomas Valentinas. Laacci6n empezo en la mafiana del mismo dia, ca-

yendo el general Mena Barreto sobre el paso del

Pikysyry, mientras por el frente hacia un simula-

cro de ataque el ejercito argentino acampado unpoco al Sur, en Palmas.

No es del caso detallar los incidentes de este

encuentro. Los paraguayos— casi todos ninos, an-

cianos e invalidos—pelearon fieramente, hasta la

ultima extremidad, replegandose despues hacia An-gostura, que habfa sido convertida en un gran re-

ducto cerrado.

Desde ese momento qued6 aislada dicha posici6n.

Y la terrible batalla sigui6 su curso, durante

siete dias consecutivos, sin descanso.

Cuando se extingui6 nuestro ejercito, tras el

ultimo supremo esfuerzo, los aliados volvieron los

ojos a la plaza sitiada, que segula resistiendo, aco-

sada por tierra y agua, por la gruesa artilleria

enemiga.Caxias notific6 a los sitiados que la guerra ha-

bfa terminado con la total destrucci6n de las fuer-

zas paragua)*as, permitiendo que algunos de nues-

tros oficiales fueran a It&- Ybate\ a verificar la ve-

racidad de esta noticia.

Page 285: El Libro de los Héroes

279

iQue hacer ante aquella dolorosa realidad?

En nuestro cuartel general flameaba la bande-

ra imperial y de nuestro ejercito no quedaban si-

no millares de cadaveres y heridos, dispersos sobre

las Lomas Valentinas.

Y lo m&s grave de todo era que no tenian quecomer, pues que ya no eran posibles las salidas

aadaces, gracias a las cuales habfan ido sosteni6n-

dose con los pocos animales que arrebataban al

sitiador.

Sobre todo, habia quinientas mujeres que man-tener, quinientas heroinas que les habfan acompa-nado en todas sus tribulaciones y que no debfan

dejar perecer.

El jete de la plaza era el ingles Thompson,coronel de nuestro ejercito.

En su dnimo influyeron poderosamente las in-

sinuaciones desmoralizadoras de un compatriota

suyo, pasado al enemigo.Y sin darse cuenta de su responsabilidad ante

la historia, acab6 por traicionar al hombre quehabia puesto en sus manos el honor de su bande-ra, sintiendose pequeflo y miserable en presencia

del peligro.

Reuni6, pues, una junta de guerra, para some-ter a su consideraci6n la intimaci6n del vencedor,

empefi&ndose, desde ya, en conseguir de sus su-

balternos que se resignaran a capitular « con todos

los honores de la guerra », como se les proponia.

Mucho se discuti6.

Para Thompson la guerra estaba terminada.Y la inutilidad de la resistencia opuesta, amen dela falta absoluta de viveres, eran razones queaconsejaban poner termino a un esteril sacrificio.

Seguir la resistencia, decfa, era decretar la

muerte de todos, el suicidio colectivo, al que no

Page 286: El Libro de los Héroes

280

podian escapar las quinientas madres y esposas

que les acompafiaban.

Y aquel hombre vil consigui6 lo que deseaba.

Ese mismo dia, 30 de diciembre de 1868, con-

test6 el generalisimo brasilefio, aceptando todas

las pretensiones de los sitiados.

Y Angostura cayo.

Solo tres oficiales no se resignaron a su suerte :

los tenientes Bias Fleitas, Jose Urdapilleta y JoseMaria Farifta.

El primero, la noche antes, al frente de unpuftado de ginetes, se lanz6 a traves de las lfneas

enemigas, abri^ndose camino hasta Cerro Le6n.

El segundo, momentos antes de que cayera la

plaza, arri6 la bandera, envolvi6 en ella una bala

de can6n, y la arroj6 al rio.

Y asf se salv6 la bandera de Angostura.

Seis aftos despues, ese mismo teniente Urdapi-

lleta era poderoso ministro del presidente Gill.

Heroe famoso de nuestra guerra, habfa puesto

todo su empefio en librarnos de la asfixiante ocu-

paci6n extranjera.

El 22 de junio de 1876 le toc6 en suerte ver

salir de nuestra capital al ultimo soldado brasilefio.

Habfa llegado el momento de completar aquel

episodio de Angostura. La ensefia paraguaya,

arrojada por 61 a las profundidades del rio, para

que escapara a las injurias del vencedor, debia

desplegarse a los vientos, bajo la gloria del cielo,

en aquel dia inolvidable.

Y el teniente Urdapilleta, abrazado en santo

entusiasmo, iz6, por su propias manos, en la Plaza

de Armas, el glorioso pafip tricolor.

Asf recogia la bandera de Angostura, para

hacerla flamear de nuevo victoriosa, como en los

grandes di'as de riqueza y poderxo.

Page 287: El Libro de los Héroes

CAAGUYYURU

La guerra que la Triple Alianza hizo al Para-

guay fue, indiscutiblemente, salvaje desde un prin-

cipio. Basta recordar la suerte que corrieron los

desgraciados prisioneros de Yatai, los cuales, si nofueron degollados, fueron vendidos como esclavos

en el Brasil u obligados a pelear contra su patria.

Pero fue en el ultimo perfodo de la feroz campa-fia cuando la barbarie del enemigo lleg<5 a extre-

mos increibles. Fue despues de las Lomas Valen-

tinas cuando, un tanto curado, seguramente, del

miedo a L6pez, cay6 en los mayores extravfos,

cometiendo crfmenes de lesa humanidad, realmen-

te horrorosos, amen de actos de vandalismo in-

calificables.

Como se sabe, la Asuncion lue saqueada. Losjefes y oficiales enemigos mandaron robar, met6dica-

mente, todo cuanto tuviese algun valor en la abando-nada capital. Nada se respet6, ni los cementerios.

Hasta las tumbas fueron profanadas, husmeandoseel botin hasta entre los huesos de los muertos.

El famoso Baron del Pasage llen6 sus barcos

con pianos y muebles finos, mientras otros masmodestos se contentaban con cualquier cosa, lle-

vandose los marmoles, las puertas, y hasta los

marcos de los mejores edificios.

Durante meses una escuadrilla de modernospiratas no descans6 en la tarea de Uevar al Plata

e) fruto de la rapina.

Page 288: El Libro de los Héroes

282

Sufrimos, segiin el general Garmendia, « la

suerte del vencido de lejanos tiempos, entvandoa sace el vencedor ».

Se cumplfa asi fielmente el articulo 3° del pro-

tocolo adicional del Tratado Secreto.

Pero no se contentaron con robar. Fueron masalia. Destruyeron, por puro gusto de destruir,

cuanta obra de progreso encontraron a su paso.

Asf, el gran establecimiento de Ybycuf fue cien-

tificamente arrasado por el ingeniero Ger6nimode Moraes Jardin, quien incendi6 los edificios,

despedaz6 las maquinarias, demoli6 alcantarillas,

ruedas hidr&ulicas y demas elementos de la gran

fundicion de hierro.

jEn esta forma libertaban al Paraguay!Lo libertaban, como decia Alberdi, de todo lo

que constitufa su riqueza, de todos los atributos

de su civilizacion, para que volviera a los dias fe-

lices de la edad de piedra.

Y cuando el conde D'Eu se puso al frente del

ej6rcito aliado, las cosas se agravaron mas to-

davfa.

Hombre cruel por naturaleza, estimul6 la fe-

rocidad de los suyos, dando al ultimo acto de la

tragedia un caracter verdaderamente sombrio.

Desde Piribebuy hasta Cerro Cora las atroci-

dades fueron en aumento.El degtiello de los prisioneros pas6 a ser un

incideute sin importancia, buscandose espectacu-

los m&s emocionantes.

Fue entonces cuando se adopt6 el sistema de

incendiar los hospitales repletos de enfermos yde prender fuego a los campos de batalla, para

que muriesen carbonizados los heridos enemigos.

Y, entretanto, se segufa hablando de la cruel-

dad de L6pez, de sus crfmenes atroces. i Que

Page 289: El Libro de los Héroes

283

digo ? Se sigue hablando todavia, despues de cin-

cuenta afios, con creciente cinismo!

Es que la voz de la victoria es la unica que

se escucha en medio del ruido del mundo—Y mientras vlve el vencido

Venciendo esta el vencedor. .

.

Pero la verdad es tambten poderosa. Se ha

dicho que s61o ella es grande como Dios. Y la

verdad acaba por hacerse oir, tarde o temprano.

Tal es lo que ocurre en nuestro caso.

Reci6n se va conociendo todo el horror que

hay en el fondo de esa cruzada hip6crita por la

redencidn de un pueblo que, en pleno siglo XIX,

fue pasado a cuchillo y saqueado como en los

tiempos de Tamerlan.Y, a medida que la mistificaci6n se desvanece,

aumenta el resplandor de nuestra gloria y crece

la figura del H6roe de nuestra resistencia.

II

El episodio que voy a reterir es uno de tantos

que ilustran la barbarie del invasor.

Tuvo por teatro la entrada del campo de Ca-

raguatay, lugar denominado Caagily - Yun't ( boca

del monte) en la geograffa indfgena.

Cuando el Mariscal L6pez abandon6 el paso

de Azcurra, dirigiendose al norte, dejo allf algu-

nos centenares de hombres, a las ordenes del Coro-

nel Hermosa, con variaspiezas de artilleria ligera.

Este destacamento debia atrincherarse, cerran-

do el camino con todos los obst£culos posibles, a

fin de retardar el avance del enemigo.Acompafiaban a Hermosa los intrepidos co-

mandantes Bernal y Escobar, los mayores Coronel

y Cardenas y varios distinguidos oficiales.

Page 290: El Libro de los Héroes

284

Todos se pusieron a la obra, con el mayorentusiasmo, procurando hacer inaccesible aquella

posici6n, emplazando convenientemente sus peque-nos cafiones y distribuyendo su gente en la mejorforma.

Cuando tron6 la artillerfa en el gran campode Barrero Grande, en la mafiana del 16 de Agos-to de 1869, terminaban ellos sus obras de defensa,

prepar&ndose al inevitable sacrificio.

Durante todo el dia siguieron, ansiosamente,

el curso de la terrible batalla que desde Diaz-cuese fue extendiendo, a traves de Nu guazu y Acosta-

iiu, para ir a terminar m&s allA del arroyo Piribe-

buy, cuando ya empezaba a oscurecer.

Los sobrevivient. s que milagrosamente esca-

paron a la masacre, les refirieron, al pasar, los

detalles de aquel choque colosal, en el que unejeYcito de ninos tuvo a raya al poderoso enemi-go, rechaz&ndo multiples y combinados ataques,

sin darse por vencido, hasta acab&r de sucumbir.

Y contaronles tambien el tren de ferocidad en

que veni'a el invasor, que acababa de poner fuego

al campo, despu6s de retirar sus heridos, para

que murieran los nuestros horriblemente que-

mados.Pero nada abati6 el animo de Hermosa.Tenia que cumplir alii una consigna esparta-

na. Y a fe que la cumpliria hasta la ultima ex-

tremidad !

El 17 de Agosto descansaron los aliados, po-

nidndose en marcha al dia siguiente hacia Cara-

guatay, por tres caminos distintos.

El mariscal Victorino Jose Carneiro Monteiro,

jefe del segundo cuerpo del ejercito imperial, fue

el encargado de forzar la trinchera de Caagtiy-

Yuru.

Page 291: El Libro de los Héroes

285

Y, en efecto, el 18, a las 6 de la manana, se

dispuso para el ataque, organizando tres columnasde asalto.

El coronel Manuel da Cunha Wanderley Lyns>

al frente de ocho batallones y una baten'a de ar-

tilleria, atacaria el centre

El coronel Hermes Ernesto da Fonseca caeria

sobre nuestro flanco izquierdo, al frente de la la

brigada, y el general Camara sobre nuestra dere-

cha, al frente de la 2a divisitfn de caballerfa.

El resto de las tropas quedaria como reserva,

a las inmediatas 6rdenes del general en jefe.

Asf las cosas, se di6 la orden de ataque, avan-

zando el enemigo, protegido por el nutrido fuego

de sus caflones.

Despues de un ano, tocabale al heroe de Hu-maita habeYselas de nuevo con los brasilenos. Peroesta vez el vencedor de Osorio no tenfa la masremota esperanza de veneer. Ocupaba un puesto

de sacrificio y su misidn se reducfa a oponer unaresistencia tenaz.

De modo que cuando vi6 llegar al enemigo,no prometi6 el triunfo a sus soldados : les prome-ti6 la muerte, como la gloria suprema a que podfanaspirar en tan crftico momento.

Pronto el mutuo canoneo atron6 la selva ysubi6 a los cielos el inmenso rumor de la batalla.

Y durante tres horas los brasilenos repitieron

inutilmente sus asaltos. Hermosa, dirigiendo enpersona su artilleria, hacfa estragos en las filas

enemigas. Y nuestra infanteria completaba su

obra, haciendo fuego sin cesar.

Pero, entretanto, los brasilenos trataban deabrirse paso por nuestros dos flancos, para caer

sobre nuestia retaguardia.

Page 292: El Libro de los Héroes

286

Y contra este movimiento envolvente nadapodfamos, pues apenas tenfamos elementos paradefender nuestro frente.

Cuando, al fin, consiguieron hacer irrupcion

dentro de nuestra posici6n, podfa decirse que la

batalla estaba terminada.

Lo demas no fue sino la agonia del Ie6n heri-

do que se obstinaba en defender su cubil.

Hermosa acab6 por ordenar la retirada de los

pocos sobrevivientes.

Los que lograron escapar, peleando contra

enjambres de enemigos, realizaron en realidad unahazafta prodigiosa.

Entre ellos estaba Hermosa.Casi todos los prisioneros fueron pasados a

cuchillo.

Y como si esta crueldad les pareciera poco

,

se ensanaron especialmente en los coroneles Ber-

nal y Escobar, mayores Coronel y Cardenas ynumerosos oficiales sacrificados con frfa ferocidad.

Ahorcados, despues de haberseles garantizado

la vida, destrozaron sus cadaveres, mutilandolos

en forma horror^sa. Y antes de marchar adelante,

alinearon los cuerpos en la picada, colocando las

cabezas, tambien en hilera, a un metro de distan-

cia. .

.

Tal fue el epilogo del drama de Caagiiy-Yuru.

Ill

Despues de medio siglo acabo de pasar por

aquel lugar santificado por el infortunio y el mar-tirio.

La vieja trinchera cruza aun el camino y unacruz de madera sefiala el sitio del cruento sacri-

ficio.

Page 293: El Libro de los Héroes

287

Caagiiy - Yuru, sin embargo, ya no es la en-

trada de la < selva salvaje » de otro tiempo.

El bosque ha sido abatido por la raano del

hombre, y la gloria del sol ilumina la senda oscu-

ra que fue nuestra senda dolorosa.

Hoy esa boca no existe ya sino en la historia

brasilefia, como la entrada del sendero afrentoso

que va hacia Cerro-Cora\

Caagiiy -Yuru sigue siendo, sf, una boca, pero

no del monte, sino de la verdad, que grita desde

allf la eterna ignominia de los que en forma tan

cobarde mancharon sus manos en la sangre de

los vencidos

!

Page 294: El Libro de los Héroes
Page 295: El Libro de los Héroes

EL CAMPO DL LA VICTORIA

I

En una tibia manana del mes de Febrero lle-

gu£ a la trinchera famosa. Una tosca cruz de

madera, sobre un pedestal de ladrillos, indica alii

al viajero el epico teatro de la mas ruidosa victo-

ria paraguaya. Por lo demas, la soledad ha reem-plazado al estruendo de los canones y nada pareceadvertir que aquel pedazo encantador de nuestra

patria hubiera sido testigo de tan espantable he-

catombe.

Partiendo de Humaitd.se llega hasta Curupayty,cruzando una llanura cortada de interminables

trincheras. En la misma orilla del pueblo esta la

primera, la que constitufa la ultima defensade la

«Sebastopol Americana>. Todavfa se conserva el

amplio foso de cuatro metros de ancho, en cuyofondo se desliza mansamente un cristalino arro-

yuelo. Sobre el alto parapeto de arena se levanta

un angosto bosquecillo que, a la distsncia, indica,

como una lfnea negra, el curso sinuoso de aque-llas intranqueables obras de defensa. Y, a partir

de esta primera fortificacidn, las trincheras se

suceden, en todas direcciones, a trav£s de los

campos, en los bordes de la selva, hasta llegar a

nuestra ultima lfnea, por espacio de ma\s de unalegua. Y todas estas terribles vallas, acumuladas

Page 296: El Libro de los Héroes

290

sobre nuestro flanco derecho, son casi nada en

comparaci6n con las trincheras escalonadas sobre

nuestro flanco izquierdo, desde Humaita hasta el

Angulo y desde allf hasta Paso Gomez y Potrero

Sauce,iAh I las trincheras de Potrero Sauce ! To-

davia perdura el asombro que me caus6 aquel

testimonio colosal del esfuerzo desesperado de

nuestros compatriotas. Saliendo de las trincheras

del Sauce, cuya posesi<5n di6 lugar a la batalla

del 18 de Julio de 1866, se cruza un potrero cir-

cundado de inmensas selvas y que se comunicapor dos caminos o boquerones con el campo de

Tuyutf. Pues bien, la entrada de este potrero esta

defendida por una trinchera, en cuyo foso, de

ocho metros de ancho, pueden caminar c6moda-mente cinco jinetes juntos, sin ver el campo, ni

irguiendose sobre sus estribos. . .Sin contemplar

aquellas obras, con las que por cierto ni sonaron

los romanos, ni ningiin pueblo de la tierra, es im-

posible imaginarse lo que son. Vi6ndolas se com-prende c6mo nunca pudieron los aliados rompera viva fuerzael famoso Cuadrilatero. Francamente,L6pez era invencible en aquellas posiciones y ja-

mas hubiera sido derrotado si los acorazados bra-

silefios no hubiesen forzado el paso de Humaita,

cortandole sus comunicaciones.

Pero volvamos a Curupayty.

Puede decirse que la trinchera esta intacta.

Cubierta por la selva, ha conservado su fisonomia.

Como a cien pasos del rfo, la cruza un caminocarretero que va a Curuzu. Las antiguas baterfas

de la barranca han desaparecido con parte de la

barranca misma. Y este es quiza el unico cambionotable que se ha operado en aquellos lugares.

Recorriendo el monte, pude ver que la trin-

chera era mucho mas formidable de lo que crefa.

Page 297: El Libro de los Héroes

291

A traves de las descripciones de los cronistas

de la guerra no se da uno sino una idea muyvaga e incompleta de lo que fue, Cuando era-

pece a estudiar nuestra epopeya cref encontrar

bastante exageraci6n en lo que decfan Thompsony Centuri6n de aquella obra maestra del general

Diaz. Una trinchera de dos mil metros, con un

foso de cuatro metros de ancho por dos de pro-

fundidad, mds un muro de dos metros de alto,

improvisada en diez y nueve dias, en un terreno

lleno de obstaculos y dificultades. . . me parecia

inverosimil. Cuando pise aquel suelo sagrado y re-

corri abismado aquel prodigio del patriotismo,

comprendi que nuestros cronistas, pequenos ante

el asunto, no nos habian trasmitido sino un p&lido

reflejo de aquella obra portentosa.

El foso de la trinchera tiene actualmente las

dimensiones que le dan los historiadores. Estd

claro que en medio siglo debe haber disminuido

notablemente sus proporciones, por la obra de las

lluvias, por la acumulacidn de tierra y hojas secas,

por la espesa vegetaci6n, en fin, que ha crecido

sobre el. Puede calcularse lo que habra sido !

Y hay que apuntar un dato, del cual no habian

los cronistas. El borde exterior del foso no estaba

al nivel del campo de batalla, estaba mucho masalto, de tal manera que, a lo largo del frente de

la trinchera, el terreno formaba un piano pronun-ciadamente inclinado, de unos sesenta metros de

ancho. Y este era otro elemento de defensa, bien

calculado. Los asaltantes, despu€s de haber avan-

zado a la carga, bajo el fuego de nuestros canones,

tenian que subir penosamente aquella cuesta, parallegar a los abatices, ahogados por la fatiga.

Debo tambien agregar a todo lo dicho hasta

ahora sobre Curupayty, que la trinchera era doble

Page 298: El Libro de los Héroes

292

y triple en muchas partes. En los lugares masdebiles, seguramente, multiplicaron la defensa,

acumulando los obstaculos.

Las esplanadas de los canones, detras del muro.forman unos monticulos, que mas parecen colinas.

Quiere decir que la artilleria, por lo menos la de

grueso calibre, ocupaba una alta posici6n, porencima de todo, pudiendo dominar el frente, a

pesar de las sinuosidades del terreno y de los

obstaculos naturales que pudiesen proteger a los

asaltantes. De esto tampoco hablan Jos historia-

dores de la guerra.

Los polvorines estan alii todavfa. Los famosos

tatacuds han resistido a la acci6n demoledora del

tiempo. En fin, la trinchera Integra, repito, esta

casi intacta, como en los viejos dfas. S61o quepara recorrerla hay que luchar con las inclemen-

cias de nuestra lujuriante naturaleza.

Demas esta decir que aquellos lugares estan

acribillados de balas y huesos humanos. Dondequiera que se remueva la tierra, se encuentran los

rastros de la espantosa matanza.

Las crecientes del rio han transformado el

campo de batalla. Hoy la extensa llanura esta

cubierta de un verde sauzal, a cuya sombra com-

pasiva descansan los caidos en tan triste Jornada

del ejeYcito aliado.

Recorriendo aquellos lugares de leyenda, cua-

renta y cinco afios despues del tremendo choque,

acabe de comprender toda nuestra pasada gran-

deza y toda nuestra miseria presente...

Page 299: El Libro de los Héroes

DIARTE

Uno de los encuentros mas memorables denuestra guerra fue el que tuvo lugar en el desfl-

ladero de Diarte, el 8 de Junio de 1869. Y, sin

embargo, pocas veces lo recordamos, no siendo

muchos los que conocen los detalles de tan glo-

rioso episodic Es que aun permanece en la pe-

numbra la sombiia campana de las Cordilleras,

ultimo canto de la Epopeya, final de la inmola-

cion de un pueblo.

Hasta ahora el que escribe estas lineas es unode los pocos cronistas paraguayos que han tratado

de iluminar la selva salvaggia, poblada de som-bras dolientes y de recuerdos pavorosos, atrave-

sando ese p6rtico de la muerte, en que leimos undia la leyenda que espantara al florentino, al ir

hacia el Aquidaban, es decir, hacia el infierno del

sacrificio definitivo, sufriendo tormentos superiores

a la flaqueza humana y desafiando todas las in-

clemencias de la naturaleza y todas las injusticias

del Destino. De ahi que est6n tan poco difundidos

los hechos de ese perfodo de la lucha terrible ypasen inadvertidos aniversarios como el que co-

mentamos, dignos de ser celebrados como expo-nentes los mas maravillosos de nuestra ind6mitapujanza.

Page 300: El Libro de los Héroes

294

Manana, cuando se haya acabado de divulgar

la verdad, cuando la historia haya sustituido a la

leyenda y una vasta documentaci6n haya sido

totalmente publicada, se ver& hasta d6nde lleg'6 el

esfuerzo paraguayo en esa epoca, y se conocerdel valor incomparable de una victoria como la deDiarte, ganada con ninos y con invalidos conva-lecientes, a raiz de una cat&strofe como la de

Lomas Valentinas, en que desapareci6 nuestro

ejercito, despues de una agonia de siete dias

!

Entonces ya no sera el 22 de Septiembre la

gran fecha consagrada, ni el afortunado vencedorde Curupayty el unico h6roe aclamado de nuestro

pueblo.

Diarte, Piribebuy, Acosta Nu, Caagiiy - yuru,

Mbutuy, Loma Rugud y cien combates m&s reem-plazar&u a Boquer6n, Tuyuti, Ytoror6 y tantos

otros choques famosos, constantemente recordados,

pero que, con ser tan admirables, no pueden com-pararse con las extranas batallas libradas por unejercito de esqueletos y un tropel de fieras carni-

ceras, sedientas de sangre y avidas de botin, en

medio de las asperas serranias, bajo los rigores

de la desnudez y del hambre.En los anales de la humanidad no se registra

nada parecido.

Jamas un pueblo pas6 por un trance semejan-

te sin desfallecer.

Y jamas heroe alguno tuvo la fortaleza del

Mariscal L6pez, ese hombre « forrado en acero »,

que por la magia de una voluntad que se nos an-

toja milagrosa, supo sacar fuego de las cenizas,

infundiendo nuevas y mis estupendas energfas a

los fantasmas que capitaneaba en aquella cruzada

postrera, realizando prodigios que no se leen en

la Iliada, para ir a morir como no supo morir

Page 301: El Libro de los Héroes

295

ningun guerrero antiguo ni moderno, con la espa-

da en la mano y la patria vibrando en sus labios,

en un ultimo estallido del inmenso amor que rugfa,

como la lava enccndida en las entrafias del volcan,

en las profundidades de su coraz6n.

Y digamos tambi£n que jamas, en una guerra

entre pueblos civilizados, mtinstruo alguno manch6la historia con sus crimenes y sus depredaciones

como Gast6n de Orleans, ese Principe Sangriento,

ese aventurero trances que negoci6 su sexo paraconquistar una corona, que como general en jefe

de los ejercitos aliados degollaba a los vencidos— sin perdonar a los heridos, a los sacerdotes, a

los ancianos, ni a las criaturas — incendiaba los

hospitales repletos de heridos, que morfan carbo-

nizados, entregandose al saqueo de las poblacio-

nes conquistadas, sin respetar ni los templos, enor-

gulleciendose de consignar en su diario de cam-pana hasta las coronas de las imagenes sagradasque habian caido en sus enguantadas manos de

bandolero aristocratico.

Quiere decir que esta campafia tiene un carac-

ter extraordinario y unico, que da un relieve tam-bi6n unico a sus mas minimos episodios.

Estudiarla es revelar el grado que alcanz6 el

her6ico empeiio de un pueblo en defensa de sulibertad, y es dar a conocer toda la ferocidad queaun se agazapa en el fondo de la caverna humanay c6mo ciertos m6nsros, en un momento dado,

sobrepasan en su crueldad a las bestias mas temi-

bles, a los animales de presa mas teroces, al tigre

a la pantera, al lobo, que no tienen sino instinto

y obran aguijoneados por el hambre, nunca porel simple placer de hacer el mal...

Entretanto acometamos esa obra, veamos ra-

pidamente lo que fue la bat ^ 11a de Diarte, ultimo

Page 302: El Libro de los Héroes

296

triunfo de nuestra desesperada resistencia y gloria

la mas pura del general Bernardino Caballero.

11

El 1° de Enero de 1869 entraron triunfantes

los brasilefios en Asunci6n, convirtiendose asi en

tres largos afios los tres meses que pidi6 el gene-

ral Mitre para llegar a nuestra Capital, por cuyas

calles habia de pasear mas tarde su humillaci6n

y su fracaso, pero como representante pacffico de

su pais, vencido como el Paraguay por la astuta

diplomacia imperial.

El marques de Caxfas, que contempl6 impasi-

ble el escandaloso saqueo de la ciudad, di6 por

terminada la guerra, y, despues de hacer cantar

un.te deum, en acci6n de gracks por el triunfo de

las armas aliadas, se retir6 a su pais, sin preocu-

parse para nada del vencido.

El viejo soldado no sabia que, lejos de estar

terminada la lucha, iba a entrar en su periodo

mas diffcil, y que nuevos y mas grandes sacrifi-

ces esperaban a su patria, para completar su

obra,

Pero pronto hubo de convencerse el Empera-dor del error de su afortunado caudillo.

El Mariscal L6pez, no s61o no huia por los

bosques, buscando en la fuga su salvaci6n, comose habia afirmado, sino que, cada vez mas amena-zador, defendia los pasos de la Cordillera, apres-

tandose a reanudar con nuevos brios la resistencia.

Y el invasor, lejos de arrojar sobre el sus nu-

merosos regimientos de caballen'a, cortandole la

retirada, como podfa hacerlo, sin trabajo, con su

poderosa infanteria, auxiliada por su escuadra,

Page 303: El Libro de los Héroes

297

permanecia inactivo, sin decidirse a tomar unaresolucion.

Y vino el conde D'Eu, nombrado generalfsimo,

en reemplazo de Caxias.

Asi que llego (14 de Abril de 1869) trat6 deorganizar las fuerzas aliadas, poniendo algun or-

den en medio de la desmoralizacitin reinante.

Pero, hombre de escasas luces militares y de pro-

bada timidez, no atin6 a combinar un plan deoperaciones que le asegurara r&pidamente la vic-

toria, entreteniendose en enviar expediciones di-

vergentes y en hacer sentir su lerocidad a las

poblaciones inermes del interior del pais.

Recien el 20 de Mayo movio su gente hacia

Pirayu, para aproximarse al paso de Ascurra, queera el centro principal de nuestra nueva lfnea dedefensa.

Una vez frente al Marfscal L6pez, permaneci6dos meses mas indeciso, sintiendose confundidoen presencia del var6n extraordinario, cuya gran-

deza le anonadaba.Como siempre, el triunfo dependi'a esta vez de

un movimiento envolvente, por los flancos abier-

tos de nuestras posiciones.

Pero, como siempre, tambien, no se resolvian

a hacer lo unico aconsejado por el mas simple

calculo estrategico.

Es que, como en los dias de la ocupaci6n deTuyuti, a raiz de la invasi6n de nuestro territorio,

todos propiciaban dicho movimiento, pero nadie

se atrevfa a realizarlo !

Esta es la unica verdad que resulta clara del

estuuio imparcial de las gestiones del alto coman-do encmigo, durante la cam'pana del Paraguay.

As: las cosas, resolvi6 el conde D'Eu enviar

una fueite columna hacia Villa Rica, para apoyar

Page 304: El Libro de los Héroes

298

al Brigadier Jose G6mez Portinho, que debia en-

trar por Villa Encarnaci6n, alejandose de este

modo, una vez mas, de lo que debia ser el unico

objetivo de sus operaciones y dandonos mas tiem-

po todavia para que completaramos nuestras obras

de defensa.

De acuerdo con esta resoluci6n, parti6 de Pi*

rayu el general Juan Manuel Mena Barreto, el 1°

de Junio de 1869, al frente de una divisi6n de

caballerfa (1) y un regimiento de artilleria, con

cuatro caflones.

Tomando el camino de Paraguari y Sapucai,

sigui6 directamente hacia el Rio Tebicuary, a

cuya margen derecha lleg6 su vanguardia en la

tarde del dfa siguiente.

La presencia de un destacamento paraguayo,

atrincherado en la orilla opuesta, sobre el mismopaso, hizo vacilar al jefe enemigo que,.al fin, creyo

mas prudente retroceder a Ybytymi, comunicandoa la superioridad que era irnposible seguir ade-

lante, porque el rio estaba muy crecido.

« Una vez en Ybytymi, dice el cronista de

nuestro ejercito, y prevalidos de la circunstancia

de hallarse en medio de una poblaci6n indefensa,

dieron expansi6n a los m&s brutales instintos, de

que ni los salvajes son capaces y causan horror

hasta para consignar en el papel. Atropellaron el

templo y las casas, profanando a aquel, robando

los vasos sagrados, todas lasalhajas y ornamentos,

haciendo pedazos todas las imagenes, quebrandolos horcones y hasta haciendo excavaciones en el

presbiterio y en la sacristfa. Despu6s de estos sa-

crilegios en la casa de Dios, que no harfan en las

(1) Componian dicha division los regimientos 1*, 3°, 16°, 17°

y 24°.

Page 305: El Libro de los Héroes

299

casas particulares ! Saque&ronlas tambi£n a todas,

y al dia siguiente se ocuparon en buscar y sacar

del monte a las familias que, llenas de terror, se

habian ocultado al aproxtmarse aquellos salteado-

res, siendo victimas de las violencias del barbaro

enemigo. . . > (1)

El Mariscal L6pez, asi que sus guardias avan-

zadas de Sapucai le comunicaron el paso de esta

expedici6n, resolvi6 enviar al general Caballero

en su persecuci6n.

Y el heroe de Ytoror6 organ iz6 enseguida unacolumna de tres mil hombres, de caballeria e in-

fanteria, partiendo de Ascurra al oscurecer del

3 de Junio.

Pasando por Piribebuy, Itaeurubf y Valenzuela,

lleg(5 en la tarde del 5 al actual pueblo de Caba-llero, donde pernoct6, dando descanso a sus tropas.

Al dia siguiente, disponiendose a atacar de

sorpresa al enemigo, mandd hacer sigilosos reco-

nocimientos, para saber la posici6n que ocupaba,

enterandose de que esa misma manana habia aban-

donado el pueblo de Ybytymf, penetrando en la

picada de Diarte, con rumbo a Ybycuf.Este hecho venia a transtornar sus proyectos,

planteando una inesperada dificultad.

Felizmente, no habfa que desesperar de alcan-

zar al invasor, ya que su andar era, y tenia queser, lento, porque llevaba consigo una muchedum-bre de once mil mujeres y nifios, arrancados vio-

lentamente a sus hogares, y arrastraba, ademas,una pesada impedimenta.

Y el general Caballero no perdi6 su tiempo,

movi£ndose enseguida en la direcci6n que lleva-

ban los brasileftos.

(1) V6ase la cr6nica de esta batalla, escrita por el padre Fidel

Maiz, en el periodico Estrella de Piribebuy, del 10 de Junio de 1869.

Page 306: El Libro de los Héroes

300

Mena Barreto, entretanto, apresuraba su mar-cha, adelantandose con la mayor parte de su gente

y dejando atras al coronel Bentos Martins deMeneses, al frente del regimiento 17° de caballe-

rfa, para custodiar los bagajes y la turba inmensade prisioneros.

Caballero, que no podia conocer este hecho,

se propuso cortar la retirada del ejercito imperial,

para obligarle a librar batalla.

Con este objeto traz6 un nuevo plan ofensivo

tan acertado, que el mas completo exito, como va!

mos a ver, fue su inmediato resultado.

Y de acuerdo con sus instrucciones, parti6 su

segundo, el comandante Bernal, con una brigadade caballeria y un batall6n de infanteria, avanzan-do por un < camino privado », para adelantarse al

enemigo y ocupar la boca de la picada, sobre unpequeno potrero, cerrandole el paso de esta ma-nera.

Caballero, con el resto de sus fuerzas, caeria

sobre su retaguardia.

En la noche del 7 se atrincher6 Bernal en el

punto indicado, creyendo estar a vanguardia de

toda la columna de Mena Barreto. Pero no era

asf. El general brasileno habia marchado masrapidamente de lo que podia suponerse, alejandose

considerablemente del resto de sus tropas y esca-

pando a la habil emboscada que le preparaban los

paraguayos.

Y amaneci6 el 8 de Junio de 1869.

Cabalkio, que habia visto satisfecho c6mo sus

6rdenes se habfan cumplido exactamente y sin

dificultad alguna, avanz<5 bien temprano en la pi-

cada, lanzando a la carga sobre los imperiales al

mayor Rufino Ocampos, al frente del batall6n 6° ydel regimiento 19°.

Page 307: El Libro de los Héroes

301

El panico fue espantoso entre los enemigosque, empujados hacia Bernal y tornados poco des-

pues entre dos fuegos, se dispersaron, despues de

una carniceria atroz, casi sin atinar a defenderse.

Bentos Martins encontrd su salvaci6n en la

espesura del bosque, escap&ndose con sus compa-fieros sobrevivientes, para vagar famelicos, durantedias, en los brenales impenetrables que pueblanlas margenes del Tebicuary, donde algunos pere-

cieron de hambre, en medio de la mayor desespe-

raci6n, llegando unos pocos a Ybycui, despues desufrir infinitos padecimientos.

El prudente Mena Barreto, al escuchar el es-

truendo del combate, tuvo que detener su marchaprecipitada, no pudiendo menos que retroceder,

para ir en socorro de sus desgraciados companeros.Pero era tarde.

Bento Martins de Meneses habia sido comple-tamente destrozado cuando desemboc6 en el potre-

ro, frente a la improvisada trinchera de Bernal.

La primera parte de la tragedia habia termi-

nado.

Ahora iba a empezar lo mas serio del terrible

duelo.

A las dos de la tarde aparecio un escuadr6nde la caballeria enemiga que, despues de un corto

tiroteo, se retir6, llegando poco despues un regi-

miento de la misma arma, que tambi^n fue re-

chazado.

No tard6 en presentarse Mena Barreto contodas sus fuerzas, emplazando convenientementesu artilleria y haciendo un nutrido fuego sobrenuestra posici6n, antes de iniciar el asalto.

Todas nuestras tropas se habian reunido yaen aquel momento, esperando a pie firme al ene-

Page 308: El Libro de los Héroes

302

migo y rechazando triunfantes todas sus acome-tidas.

Hubo momentos en que se reprodujeron las

escenas del Boquer6n.Los brasilenos, despu6s de ser barridos por el

fuego certero de nuestros tiradores, llegaban, encolumna compacta, hasta el pequeno parapeto de

nuestra trinchera, y allf se trababa una lucha

cuerpo a cuerpo, a bayoneta, a lanza, a espada,

siendo cegados los asaltantes con punados de are-

na y acabando por matarse entre ellos mismos,en medio de la mas horrible confusi6n.

Las cargas se sucedieron, y durante dos horas

se peled asf, hasta que, por fin, Caballero, viendodesmoralizado al enemigo, tras un ultimo rechazo,

tom6 la ofensiva, cargando sobre el y obligandolo

a retirarse acobardado.

El Mayor Eduardo Vera, uno de los heroes de

la Jornada, prolong6 la persecuci6n por mas de

una legua, viendose obligado a suspenderla porquellegaba la noche.

La batalla estaba terminada.

Caballero acababa de alcanzar su ultima vic-

toria.

Y era aquel el ultimo lampo con que la esqui-

va fortuna iluminaba nuestro tragico sendero, al

ir a subir la cuesta de Cerro Cord, G61gota si-

niestro o Monte de las Calaveras, donde habia de

consumarse el drama de nuestra crucifixi6n.

Ill

Son curiosos los partes de los jefes brasileftos

que intervinieron en esta batalla. Est&n llenos

de groseras falsedades, de omisiones chocantes yde contradicciones notorias. Se ve, claramente,

Page 309: El Libro de los Héroes

303

que procuraban paliar la derrota, convirtiendola

en victoria, o, al menos, en una retirada triun-

fante.

El caso, sin embargo, no es nuevo en la his-

toria de la guerra del Paraguay. Tan es asf que,

si nos atuvieramos a los partes del invasor, resul-

tarfa que este nunca fue derrotado, ni aiin frente

a las murallas de Curupayty.Y como lo observ6, al empezar la campana, un

escritor del Plata, las perdidas paraguayas eran

tales en cada combate, segun los aliados, que si

se sumaran los muertos durante un ano, darfan untotal de centenares de miles. En cambio las per-

didas del enemigo eran siempre insignificantes,

aun en masacres como las de Boquer5n y Hu-maita.

Por eso los documentos del ejercito aliado

tienen escaso valor probatorio, debiendo ser apro-

vechados con muchfsimo cuidado.

Asf, en lo que se refiere a la batalla de Diarte,

el conde D'Eu afirma, en nota al ministro de la

guerra, que fue una completa victoria para los

imperiales, los cuales apenas tuvieron diez muer-tos y un extraviado, habiendo perdido los para-

guayos doscientos hombres y dos estandartes.

Pero el mismo se encarga de desmentirse en otra

nota al ministro de la guerra, haciendonos saber

que habia despachado una divisi6n de infanteria

en socorro de Mena Barreto que, a raiz de la ba-

talla, le pidiera urgentemente auxilios, « porqueuma forca grande de infanteria o amena^ava pela retaguardia ».

Quiere decir que los brasilenos habfan venci-

do a los paraguayos, retirandose « con regularida-

de e orden, sem que o inimigo ousasse perseguir-

le », como dice enfaticamente Mena Barreto en su

Page 310: El Libro de los Héroes

304

pintoresco parte, pero, entretanto, el susto les hacfa

perder la cabeza, hasta el punto de pedir refuer-

zos, porque tropas considerables amenasabau suretaguardia.

Claro esta que aquella alarmante iivticia, quellev6 el sobresalto a Pirayu, « era erronea, notendo apparecido inimigo algun >, por ningun lado.

Mena Barreto, lejos ya de los paraguayos, se-

gufa viendo fantasmas a su espalda.

Cotno queda dicho, nuestra caballeria lo persi-

gui6 por espacio de mas de una legua, retroce-

diendo despuSs. Y nuestra infanteria, fatigada

por una larga marcha y despu6s de luchar desdeel amanecer hasta la caida de la tarde, no pens6siquiera en ir en pos del vencido.

En cuanto a lo de los estandartes conquista-

dos, nemos de decir que es, tambi6n, un cuento

inventado por el enemigo para hacer creer en su

victoria.

El general Caballero, de cuyos labios escucha-

mos la relaci6n de este encuentro, nos asegur6

que sus Regimientos no llevaban siquiera estan-

dartes !

Mas aun, no habiendo podido forzar la trin-

chera que defendfamos, mal pudo tomar las ense-

nas de nuestra oaballeria, colocada a retaguardia.

Seguramente present6 Mena Barreto como tro-

feos algunas viejas banderolas, encontradas en los

pueblos que saque6 a su paso...

Ahora, en lo que respecta a las perdidas rea-

les del enemigo, hemos de decir que no creemosexagerado lo que afirma el cronista oficial de

nuestro ejercito, segun el cual los brasilenos deja-

ron en el campo de batalla de 500 a 600 muertos.

Desde ya, el Regimiento 17° fue casi totalmen-

te exterminado. Su propio jefe, el teniente coro-

Page 311: El Libro de los Héroes

305

nel Juan Clemente Godinho, declara que < vendoa perda de miha gente, procurei retirar-me, o que

fiz, tomando para o flanco esquerdo do inimigo,

que se achava desguarnecido, e ahi refugieme nos

montes, acompanado do 4 oficiales e 64 prazas >.

Godinho se guarda muy bien de calcular las

p6rdidas que sufrio, pero, por 1o que declara que

salv6 con el, no es dificil averiguar la verdad.

El coronel Martins de Meneses, que fue de los

primeros en huir, asegura que se escap6 < apenas

seguido de meu estado maior e oito pracas ».

Tampoco dice una palabra de las bajas de la

columna de su comando.Puede, pues, asegurarse que mas de la mitad

de dicho Regimiento fue acuchillado, al empezarla batalla. Y esto s61o, da ya mas de doscientos

muertos

!

A esto hay que agregar los que cayeron des-

pues, en los sucesivos asaltos, al avanzar en co-

lumna cerrada, bajo el fuego mortifero de nuestras

fuerzas.

Mena Barreto asegura que no pasaron sus per-

didas de 4 muertos y 35 heridos.

No puede darse una mistiiicacitin mas torpe.

i C6mo, despu^s de dos horas de lucha terrible,

contra una « posicao fortissima », en que, segiin el

enemigo, perecieron 200 paraguayos detras de sus

trincheras, no iban a perder sino cuatro hombreslos asaltantes, que venfan a cuerpo gentil ?

Basta enunciar el hecho, para hacer resaltar

lo irritante del absurdo.

Murieron, sf, trescientos brasileftos, no pudiendocalcularse los heridos, que retiraron a tiempo, en ca-

rros y a caballo, evitando que cayeran prisioneros.

Nuestras perdidas no alcanzaron por cierto a

los doscientos muertos de que habla el enemigo.

Page 312: El Libro de los Héroes

306

Dada nuestra posicidn, sufrimos mucho menos,

no llegando a la mitad el total de nuestras bajas.

Salieron heridos el Mayor Eduardo Vera, se-

gundo de Bernal, y los capitanes Quiroga, Zarate

y Patino.

Caballero libert6 mas de seis mil personas, re-

cogiendo un explendido botfn.

Los bagajes del enemigo iban en numerososcairos y carretas, que cayeron en nuestro poder.

Y aquf hemos de apuntar un episodio, que pone

una nota c6mica en el sombrfo drama de aquel dfa.

Revisando la rica presa conquistada, encontra-

ron los paraguayos, a mas de abundantes y varia-

das provisiones de boca, pertrechos, armas y hasta

dinero amonedado, varias carretas cargadas de

uniformes.

Apesar de que el hambre era grande, aquellos

magnificos trajes de lana fueron mas festejados

que nada.

Desnudos como estaban y con un frio espan-

toso, no podfa darse un hallazgo mas oportuno

!

Caballero visti6 en el acto a su gente con los

flamantes uniformes brasilenos, y, despues de un

merecido descanso, emprendi6 el regreso a nues-

tro campamento.

Dos dfas despues llegaba a Ascurra, en medio

del asombro de nuestras tropas, que no acababan

de explicarse aquella rara metamdrfosis.

Y el Mariscal L6pez, sonriente, pas6 revista a

los esforzados vencedores, elogiando su denuedo

en una de esas arengas marciales con que sabia

enardecer a sus soldados.

Y asf los heroes de Diarte, con su vistoso uni-

forme, fueron, en adelante, inconfundibles, en me-

dio de nuestro harapiento ejeYcito.

Page 313: El Libro de los Héroes

LA PLEGARIA FINAL

T

Habfa llegado la hora suprema del desenlace

definitive

El Mariscal L6pez se encontraba acampado en

Cerro Cora.

El mes de Febrero de 1870 terminaba.

El Paraguay ardia, de un confin a otro de su

territorio.

Itapiru en ruinas, Humaita en ruinas, Angostu-ra en ruinas.

Sobre los muros de arena de Curupayty, cu-

biertos de verde grama, pastaba el caballo del

vencedor.

Sangre, cenizas y desolaci6n por todas partes.

La Asunci6n saqueada, hasta los cementerios

profanados. Y en lo alto del Palacio Nacional fla-

meando la bandera brasilena.

Era la hora postrera.

El Mariscal L6pez se disponia al sacrificio.

Iluminado del patriotismo, vidente del destino, es~

peraba la muerte, sereno ante su implacable sen-

tencia. Los restos de su grande ejercito, en rui-

nas como la patria, acampados alrededor de su

tienda, devoraban en silencio las amarguras deaquella final impotencia.

El enemigo, entre tanto, llegaba.

Page 314: El Libro de los Héroes

308

Pero el HeYoe no ocult6 a los suyos la reali-

dad del terrible trance, exaltando, con su palabra

caldeada, la gloria de aquel sacrificio sin segundo.

Y en las visperas del ultimo dia, repartia todavfa

una ultima condecoracidn entre aquellos famelicos

sobrevivientes de la mas singular tragedia hu-

mana.Se ofan yd los rumores de la formidable caba-

lleria enemiga que se aproximaba. Lejanas deto-

naciones anunciaban el desenlace cercano.

L6pez, montado en su caballo de batalla, en

su bayo famoso, revist6 a sus tropas, invitandolas

a acompanarle en el deliberado y ya inevitable

suicidio.

Y un clamoreo unanime le anunci6 que el tem-

ple de sus soldados no habfa sufrido menoscabo,despues de tantas miserias y desastres.

II

Sobre una suave lomada, el Mariscal, al frente

de su ejercito, espera al enemigo. Sus batallones

y regimientos se aprestan a la pelea.

iQue cuerpos eran esos con los que L6pez, en

persona, iba a hacer la mas desigual de todas las

resistencias de aquella lucha desigual?

Oid lo que dicen los partes encontrados en la

cartera del coronel Juan Francisco L<5pez:

Regimiento

Page 315: El Libro de los Héroes

Pasemos a la infanteria. Veamos el

plazas de algunos batallones:

309

total de

Batall6n 46

42

39

18

24

19

40

25

17 hombres15

12

16

24

18

33

5

Ocho batallones sumaban ciento cuarenta hom-bres. Entre estos batallones habia algunos cuyas

compaftfas arrojaban un total de cinco plazas. El

batallon mas numeroso tenia treinta y tres hom-bres!

Tal fue el ejercito con el cual el mariscal L6-

pez libr6 su ultima batalla. Esqueletos humanos,hacinados en esqueletos de batallones y regimien-

tos, formando brigadas y divisiones.

lY aquellas brigadas y divisiones no sumabancuatrocientos hombres!

Ill

El pequeno nucleo, sobre la jirida lomada,

constituia con su jefe un solo cuerpo, con unasola cabeza y un solo coraz<5n.

Aquel punado de hombres era todo lo quequedaba de la patria paraguaya.

Un momento mas e iba a desvanecerse al soplo

de la muerte.

La tempestad llegaba rugiendo.

El suelo se estremecfa a su contacto, pero sin

turbar la impasible serenidad de los que, sobre el

Page 316: El Libro de los Héroes

310

mismo G61gota de su infortunado heroismo, repi-

tieron el divino sacrificio, entregando su alma a

Dios, antes que entregar su tierra al extranj ero. .

.

La tempestad ha pasado.

Mirad

:

Sobre la barranca del rfo solitario fulgura la

frente del Martir.

El Aquidaban ensangrentado moja sus pies, al

pasar murmurando la solemne protesta de la na-

turaleza ante aquella iniquidad de los hombres.

La tarde declina.

La llanura circundada de montanas arde comouna inmensa pira.

Y en las lenguas de fuego del incendio, los he-

roes muertos elevan a Dios su plegaria, imploran-

do para la patria dfas de paz y de grandeza.

Page 317: El Libro de los Héroes

CERRO CORA

El Paraguay recuerda enorgullecido la trage-

dia de Cerro - Cora.

Repuesto ya de su cafda gigantesca, puededetenerse a mirar su pasado, para sentir la supre-

ma sensaci6n de su glorioso infortunio, la sublimebelleza de aquella su inmensa catastrole.

Y esta es la hora en que, libre de malsanasinfluencias, reintegrada su moral lastimada por la

derrota, vuelta a su cauce natural la corriente de

la tradicidn nacional, el pueblo entero, en unaconmovedora unanimidad, se alza sobre las mise-

rias de nuestro presente, para proclamar la firmeza

de sus sentimientos frente a los hombres y a los

hechos de nuestra historia.

Inutilmente la regresi6n antinacionalista pre

tende detener la marcha triunfal de esta hermosa"

y salvadora reacci6n del sentimiento colectivo.

El poder de la idea es invencible, sobre todo

cuando la empuja el patriotismo.

Y es asi como ya no es dado a nadie detener

el empuje de la verdad hist6rica, proclamada ysostenida por todos los paraguayos, porque ella

afirma la realidad de nuestras glorias, la grande-

za de nuestros heroes y la odiosa injusticia de

nuestro inmerecido vencimiento.

Ante la majestad de esa verdad, acatada por

todos, aclamada por todos y por todos sostenida

Page 318: El Libro de los Héroes

312

Jos individuos desaparecen, las pasiones se esfu-

man y los gritos impotentes del despecho se apa-

gan en el vacio, sin producir un eco siquiera en

la conciencia popular.

Esa verdad hist6rica triunfante nos ha puesto

en posesi6n del mas admirable legado que pueblo

alguno haya recibido de sus mayores. Por ella

somos duenos de toda nuestra tradici6n y podemosdecir que somos paraguayos, que somos la eonti-

nuaci6n en el tiempo y en et espacio de aquella

generaci6n superhumana que, capitaneada por el

hombre mas grande de la historia americana, es-

cribi6 ese canto unico de la Epopeya mundial,

canto de sacrificio sublime y de insuperable he-

roismo, aV son del cual una naci6n entera march6a la muerte con un romantico estoicismo.

Por ella nuestra guerra ha dejado de ser el

trasunto de nuestra infelicidad cfvica, para ser el

maravilloso paradigma de un patriotismo unico en

los anales de la humanidad.

Por ella Curupayty, Tuyutf, Boquer6n, Ytoror<5,

han dejado de ser las batallas sin gloria de la

Urania, que dijo un vesanico, para ser las batallas

de nuestra libertad, en las que, vencidos o vence-

dores, nuestra fue toda la gloria, porque solo no-

sotros luchabamos por la patria y por el derecho,

proclamando, al caer, el lema de los antiguos

polacos, ya que podiamos decir a los hermanosdel Uruguay : « for vuestra independence y por

LA NUESTRA » !

Por ella el general Diaz, dej6 de ser « el jefe

Diaz >, que dijo ese mismo vesanico, es decir, el

sicario de la tirania, el brazo brutal del despotis-

mo, el cruel policfa de la autocracia, para ser el

vencedor afortunado, el paladfn de la victoria, el

Page 319: El Libro de los Héroes

313

heroe del tremendo desquite, el hombre de Cu-

rupayty

!

Por ella todos nuestros guerreros dejaron de

ser la recua de esclavos, llevada a latigasos al

matadero, a la muerte oscura de esas grandes

hecatombes, en que remachaban sus propias cade-

nas los que se alzaban contra sus libertadores de

afuera.

Por ella tenemos heroes, tenemos historia, te-

nemos patria.

Por ella podemos decir que el Mariscal Solano

L6pez es nuestro Heroe Ep6nimo, la encarnacion

de nuestro derecho, la sfntesis de nuestro herois-

mo, el trasunto humano de nuestras glorias, la

cifra de nuestra energia, el coeficiente de nuestra

abnegaci6n, la expresi6n de nuestro patriotismo,

el resumen resplandeciente, la suma total de nues-

tras grandezas morales !

Por ella, en fin, el mundo se inclina ante el

Paraguay, y hombres de todas las razas nos envfan

el homenaje expontaneo de su admiracitfn, desva-

neciendo las sombras de una infame leyenda,

forjada por los vencedores y divulgada por los

que se avergtienzan del crimen de nuestra cruci-

fixi6n o quieren atenuar la imborrable ignominiade los suyos, manchados por la traici6n, mancha-dos para siempre por la mas abominable de todas

las traiciones ! . .

.

Y es asi c<5mo, despues de medio siglo, se rea-

liza la profecia de aquel profeta de su gloria que,

en Cerro - Cora, prometia a sus companeros desacrificio una apoteosis en el porvenir.

< Seremos vilipendiados, decia el Mariscal L6-pez, el dia antes de morir, seremos vilipendiados

por una generaciGn surgida del desastre, que lle-

vara la derrota en el alma, y en la sangre, como

Page 320: El Libro de los Héroes

314

un veneno, el ocHo del vencedor. Pero otras ge

neraciones, que vendran despues, nos haran justi-

cia, aclamando la grandeza de nuestra inmolaci6n.

Yo sere mas escarnecido que vdsotros, agregaba,

sere puesto fuera de la ley de Dios y de los hom-bres, ser£ hundido bajo el peso de montanas de

ignominia. Pero me llegara tambien mi dia, yvolvere a surgir de los abismos de la calumnia,

para ir creciendo, todos los dfas, a los ojos de

nuestros compatriotas, para ser lo que fatal mentetendre que ser en nuestra historia... >

Vive aun el ilustre padre Maiz, que nos hatrasmitido aquella profecia.

Y 61 podra constatar — j feliz longevidad ! — si

se ha cumplido lo que les prometiera, hace mediosiglo, al borde de la tumba, aquel hombre extraor-

dinario.

El podra decir si ha escuchado antes de mo-rir los ecos de la anunciada apoteosis y si ha visto

surgir la figura formidable del vencido, limpia de

lodo y sangre, engrandeciendose por momentos,en medio de un coro de universal admiraci6n.

Verdad es que el odio del vencedor aun muevela lengua de sus ultimos agentes, de los que toda-

via repiten la lecci6n aprendida, los sarcasmos

que oimos en la agonia, mientras, crucificados, se

repartfan los girones de nuestra tunica ensan-

grentada.

Verdad es tambien que aun cae sobre el Mar-tir la baba del despecho de los que no puedenconformarse con su irremediable grandeza. Peroya lo dijo, con sin par belleza, el elocuente Ricar-

do Le6n : « la inmortalidad es a la vez gloria ycastigo de los heroes. Ni aun en el sepulcro pue-

den morir, ni aun en el seno de la tierra logran

Page 321: El Libro de los Héroes

315

descansar. Entregados para siempre al turbio pa-

recer de las edades, a las vanas disputas de los

hombres, han de sufrir, cuando ni rastros quedende sus cuerpos, los tizonazos de la envidia, los

ultrajes del rencor ». Esa es la condici6n de la

gloria. A ese precio se alcanza la in mortal id ad.

Y hasta es una necesidad, para mantener vivo

el fuego de nuestro entusiasmo, que la calumnia

no sea del todo aplastada, que pueda mordernosenfurecida, que ladre desesperada en el fondo de

su negra caverna, que nos escupa la saliva de su

atavica rabia...

Solo asf no olvidaremos, en el delirio de nues-

tras generosas glorificaciones, a los que en la

sombra siguen conspirando contra el sentimiento

nacional, a los que a hurtadillas corrompen a

nuestra juventud, confundiendo en su conciencia

los intereses bastardos o transitorios de la polftica

con los intereses permanentes de nuestra naciona-

lidad, a los que atacando las tiranias que fueron

son los agentes pr&cticos del despotismo.

El odio pondra asi sus negras pinceladas en

el cuadro de nuestras fraternales expansiones pa-

tri6ticas, para que formen el clarooscuro que hade hacer resaltar el luminoso colorido, la resplan-

deciente perpectiva de ese pasado que hoy todos

aclamamos.

Esto sera como aprovechar su concurso para

el triunfo definitivo de la gran causa, que no pide

silencio, que pide oposici6n, para seguir abrien-

dose camino, para seguir avanzando triunfante al

encuentro del porvenir!

IGloria a los caidos en Cerro - Cora I

iGloria al que rubric6 con su sangrela ultima

pagina de la tragedia de cinco afios

!

Page 322: El Libro de los Héroes
Page 323: El Libro de los Héroes

TERCERA PARTE

LAMPOS DE GLORIA

Page 324: El Libro de los Héroes
Page 325: El Libro de los Héroes

EL ABANDERADO DE TUYUTi

El 24 de Mayo de 1866, desde medio di'a, Tuyu-tf era como un inmenso volc&n, de cuyas entranas

encendidas surgian sangrientas llamaradas, nubes

de humo y torrentes de hierro y plomo caldea-

dos, en medio de horrorosos estampidos, gritos de

muerte, imprecaciones y sollozos.

El Mariscal L6pez habia tratado de jugar unaultima partida, lanzando todo su ejercito sobre el

poderoso ejercito enemigo.El invasor se proponfa atacarnos en nuestras

indefensas posiciones, y habia que darle un golpe

mortal para detenerle.

El plan de la batalla era admirable.

Marc6 y Diaz debian caer sobre el frente,

Resqufn sobre la retaguardia y Barrios sobre el

flanco izquierdo, encerrando a los aliados en uncirculo de fuego.

El asalto debfa iniciarse al amanecer, aprove-

chando las ventajas de la sorpresa.

Desgraciadamente, las 6rdenes no se cumplie-

ron, y la batalla empez<5 tarde, en condiciones yadesfavorables.

Pero, aun asi, la victoria era segura, a no ha-

berse estrellado Resquin, con su brillante caballe-

ria, contra los canones del ejercito argentino,

apartandose de las terminantes instrucciones reci-

bidas.

Page 326: El Libro de los Héroes

320

A las 4 de la tarde la tragedia terminaba.Cinco mil cadaveres paraguayos llenaban el

Bellaco y las lomadas de Tuyutf.

Derrotada la vanguardia de los aliados, venci-

dos los brasilenos, duefios los nuestros de unaparte de la artillerfa argentina, desmoralizado el

enemigo, tuvo tiempo de reaccionar, por la falta

de oportuno acuerdo en nuestros movimientos, to-

mando la ofensiva parcialmente sobre las diversas

columnas paraguayas.

Y tuvimos que retirarnos.

El capitan Jose Maria Delgado habia mandadolos jinetes que atacaron el flanco izquierdo del in-

vasor. A ultima hora sus regimientos estaban des-

trozados, despu6s de una serie de furiosos asaltos.

De uno de ellos no quedaba sino un soldado

en el campo de batalla. Y ese soldado sostenia ensus manos la bandera de su cuerpo.

Los brasilenos lo vieron al ir a lanzarse al

estero, para salvarse con ella.

Era un mocettfn, apenas salido de la infancia.

A pie, semidesnudo, sin el morri6n de cuero,

cubierto de hcridas, Uevando en una mano la ban-

dera y blandiendo en la otra el largo y filoso

sable, brillaba en sus ojos la mas iracunda fiereza.

Era tl unico que sobrevivia a los cuatrocien-

tos companeros que se habfan precipitado sobre el

invasor, al iniciarse la batalla.

Rodeado de enemigos, ya no pens6 en la vlda.

Una sola cosa le preocupaba : la bandera. £C6mosalvarla ?

Empezo por arrojar su espada, armandose con

el asta de la ensefia confiada por la suerte a su

honor y a su patriotismo. Arranc6 despues la ban-

dera, tratando de ocultarla bajo su brazo izquier-

do. Todo esto pas6 en un minuto, mientras los

Page 327: El Libro de los Héroes

321

brasilefios, saltando sobre los muertos, llegaban

hasta el, intimandole a gritos, llenos de soberbia^

que se rindiera.

El muchacho paraguayo, el soldadito abande-

rado, el ultimo sobreviviente de un regimiento yaextinguido, hizo un esfuerzo supremo, abalanzan-

dose, lanza en ristre, sobre los que le rodeaban, ytratando de abrirse camino.

El estero, el profundo estero, no era una espe-

ranza de salvaci6n. Pero querfa Uegar a el. Todosu empeno estaba en poder arrojarse en medio de

sus sangrientas aguas. Alii moriria, fatalmente,

bajo una lluvia de balas... pero crefa poder sal-

var la bandera que oprimia sobre su coraz6n 1 Yesto era todo. .

.

El cafi6n tronaba todavfa. Y la fusilerfa cre-

pitaba a lo largo del matadero humano.La tarde, tarde frfa, de crudo invierno, decli-

naba.

El abanderado paraguayo habfa sucumbido,

aplastado por el numero de sus tenaces adver-

saries.

Estaba cai'do. A su lado el asta de la bande-

ra, rota la moharra, para nada le servia.

Aun vivia, con el cuerpo cribado, ciego por

la sangre que manaba de su frente, abierta por

ancha y profunda herida.

Los brasilefios se detuvieron, llenos de espan-

to, ante aquel loco heroismo.

Y el soldadito aprovecho su estupor para des-

trozar la bandera con los dientes. La vida nole preocupaba. No se trataba ya de vivir. Se tra-

taba de que no cayera en manos del enemigo la

bandera de su regimiento !

Cuando, por fin, llegaron hasta el, estaba muerto.

Page 328: El Libro de los Héroes

322

Y cuando fueron a levantarle, llenos de pia-

dosa admiracitin, encontraron todavfa un gir<5n

de la bandera entre sus dientes, y el resto de ella,

confundidos sus colores en un solo tinte de pur-

pura, bien sobre su coraz6n, oprimido entre sus

crispadas manos !

La lucha habfa conclufdo.

La noche mas triste de nuestra historia cay6sobre aquel heroe desconocido, mlentras el gene-

ral Osorio recibia un andrajo de bandera, que en-

tregaba, poco despues, al almirante Tamandare,junto con la relaci6n de este conmovedor episodio,

para que fuera guardada, como una reliquia de la

abnegaci6n de un pueblo, en un museo de su pais.

Tal fu6 el ultimo acto de la tragedia de Tu-yutl. (1)

(1) En una correspondencia, publicada en La Nacidn Argen-

tina de Buenos Aires, el 12 de Junio de 1866, se lee lo siguienle:

c El general Osorio mand<5 entregar al Visconde de Tamandare'

parte de una bandera paraguaya. Esta bandera fue tomada (el 24

de Mayo) por el asistente del capitan ayudante de Osorio, y el pa-

raguayo que la trajo al combate sueumbiO peleando valientemente,

empleando, despue's de haber caido en tierra, los ultimos momentosde vida en hacer trizas con los dientes la bandera para que

no cayera en poder del enemigo. El general Osorio coloc6 en ella

un papel, explicando el hecho, y tanto a 61 como al Vicealmirante

les he oido lamentar la muerte del valiente paraguayo, de tal modoque creo que el soldado que le di6 muerte hubiese sido castigado

a no haber probado que habia combatido con el enemigo, a armablanca, y que en ese combate recfbiO dos heridas gloriosas, vie"n-

dose en la necesidad de herir de muerte a su enemigo para arran-

carle la bandera.

• Cuando el paraguayo cay6 atravesado de una estocada, el bra-

silero le intim<5 que se rindiera, pero aque'l, en vez de contestar,

emple6, como he dicho, sus Ultimos momentos de vida en rompercon los dientes la bandera que le habfa sido confiada*.

En el Diario Oficial de Rio Janeiro, del 21 de Junio de 1866, se

publican los mismos datos sobre este conmovedor episodio.

V6ase tambifin Episothos Militares, por Joaquin S. d'A. Pi

mentel, pag. 39.

Page 329: El Libro de los Héroes

LO COMICO EN LO TRAGICO

I

No todo es tragico en la guerra.

En medio del horror de las batallas y en la

horas mas criticas de la lucha cruenta asoma, a

veces, la comedia y pone su nota alegre en las

lobregueces del sombrio cuadro.

Tambien rien los guerreros.

1 Y hasta hacen reir !

Cuantas veces les ha sorprendido la historia,

sin su tragico coturno, en un mal cuarto de hora,

en pleno dominio del ridfculo

!

Es que la risa esta en el fondo del alma hu-

mana, y es una condicitin de la vida.

Se ha dicho que el hombre es el unico animal

que rie.

Y sabemos que lo ridfculo realiza en el mundoesa ley estetica del contraste, indispensable paraque resplandezca la belleza.

Por eso, en la vida de los grandes soldados,

vale decir de los « grandes inatadores de hombres »,

segun la feliz expresi6n de Alberdi, hay que estu-

diar tambien, porque no carecen de interes ycompletan la visi6n de su personalidad, esos rasgos,

generalmente fntimos, subrayados por la risa. Yen todas las guerras se pueden encontrar innume-

Page 330: El Libro de los Héroes

324

rabies episodios en que el ridfculo juega an papelprincipal.

Nosotros, en nuestra tragedia, tenemos innu-

merables pruebas de lo que decimos.

jSfandud, Real Pero, y tantos otros, son heroesaut6nticos de la risa, bufones her6icos, que ponfanun rayo de sana alegrfa en la 16brega noche de

la interminable matanza.

La risa! Pero si fue una de las mas agudas ar-

mas que esgrimi6 nuestro ejercito contra el in-

vasor

!

Tenemos la seguridad de que a los brasilefios

les molestaba, mas que nuestros viejos canones,

el toque de turil con que les respondfamos, cuan-

do empezaba el bombardeo, a lo largo de nuestras

lineas. Es fama que el viejo Caxias sufria ataques

de nervio cuando los paraguayos le hacfan llegar

sus estridentes serenatas.

Y el famoso yurnpete", con que anunciabamosel asalto o celebrabamos la victoria, no era si noel estallido de una intr£pida alegrfa, de una ale-

grfa desdefiosa, en la que el desprecio y la burla

se confundfan, para poner en ridfculo al enemigo.

Hasta tenfamos un peri6dico satfrico, < El Ca-

bichui >, que era el 6rgano oficial de la alegrfa de

nuestro ejercito.

Se editaba en el mismo cuartel general y era

redactado, en guaranf y castellano, por Talavera,

Centuri6n y el padre Maiz. Este ultimo, Saturio

Rios y algunos mas grababan en madera las pi-

cantes caricaturas que publicaba.

Aquella pequena avispa (Cabichuf) volaba a

trav€s del ejercito, desatando la hilaridad de nues-

tras tropas, y, cruzando nuestras trincheras, iba a

clavar su envenado aguij6n en el coraz6n del ene-

migo.

Page 331: El Libro de los Héroes

325

Sus caricaturas «?ran tan expresivas como pi-

cantes. As 1', en una de ellas se pintaba la partida

de un cuerpo de « voluntarios da patria >, para dar

una idea de lo que era el voluntariado en el

Brasil. Atracado a un muelle, aparecia un acora-

zado, al que se dirigfa una larga hilera de monosencadenados, los cuales se movfan acariciados porel latigo de un mono mucho m&s grande, que lle-

vaba una corona imperial en la cabeza...En otra

se pintaba la vergonzosa cobardfa del Amirantebrasileno, quien respondia a Caxias, que le orde-

naba forzar el paso de Humaita, que subiera el

primero con su ej6rcito terrestre, hasta ocupar unpunto al norte de uuestro baluarte. Aparecen am-bos jetes sentados en los platillos de una balanza.

Y Caxias dice a Ignacio, con exquisita amabilidad:

—Sube men Almirante.Y este le contesta desde el otro platillo :

—Snbe men Marque's.

Y en forma tan elocuente se exhibe la pruden-cia brasilena, equilibrandose, en tierra y en agua,

con una cortesanfa deliciosal

Caxias era Cachimbo, e iba moutado en unatortuga. Mitre aparecia siempre con una lira bajo

el brazo y gastando una larga inelena romantica.

Porto Alegre era Porto Triste, y los brasilenos

eran los rabilargos. .

.

« El Centinela » era otro peri6dico satfrico yde caricaturas, pero escrito generalmente en cas-

tellano. Aparecia en Asunci6n y circulaba tam-bien profusamente en el ejercito. El tono y la

indole de su propaganda puede verse en los si-

guientes versos, publicados en el numero del 18

de Julio de 1867

:

Los rabudos brasileros,

Inclusive el que es rab6n,

Page 332: El Libro de los Héroes

326

Ya rezan en los esteros

El acto de contrici6n.

De rodillas los macacosEst&n pidiendo perd6n,

Esperando en sus buracosQue les den su absoluci6n.

Los serviles aliadosDebieran esta ocasi6nPortarse como soldados,

Y amolar al Macac6n.

jRepublicas infelices

!

iEsclavas de los esclavos!

Sorber&n por las narices

Solo espinacas y nabos!...

Esto dijo « El Centinela »

Mirando hacia Tuyuti,

Cuando vi6 con gran cautela

Llegar el « Cabichuf ».

Bien venido seas, amigo,

Le dijo el fiel Centinela,

i Vienes de campo enemigo?...Suspendo mi cantinelal

En el mismo numero se publica un epitafio

dedicado al Vizconde de Porto Alegre, cuya muerte

anunciaron en aquellos dfas algunos prisioneros

enemigos. Dice asi

:

Silencio! que aquf reposa

El Vizconde Porto Triste,

Que velaba, lanza en ristre,

El fuerte de Curuzu.

Page 333: El Libro de los Héroes

327

Terror del mundo fue en vidaY el non plus ultra dos mares. .

.

Pasajero, no disparesSi en su fosa te hace. . . \ bu!

Son igualmente picantes e intencionados los

siguientes versos publicados en « El Centinela »

el jueves 23 de Enero de 1868

:

LETRILLA

Esta de muerte Don Pedro,

Con un mal en la bragueta;

Ya le ha metido lanceta

El Cirujano Mandinga.

i Qu6 sera bueno, Marques ?

Jeringa!

i C6mo curarle la tisis

Al etico Don Bartolo?

i Que le haremos, Don Manolo,C6mo sanar a este minga ?

iQue sera bueno, Marques?Jeringa

!

El gran zoquete de Flores

Tiene un c61ico ventoso;

Es un lumbar doloroso

Que no lo cura Dominga.

I Que ser£ bueno, Marques ?

Jeringa 1

Y todavia nos falta recordar « El Cacique Lam-bare », peri6dico satfrico, escrito totalmente enguaranf.

Como se ve, nuestros actores gastaban las doscaretas y sabian hacer frente a los acontecimien-

tos con risuena filosolia.

Page 334: El Libro de los Héroes

328

Es que eramos una raza joven, fuerte y sana,

en cuyas entraflas retozaba la vida, apesar de

todas las contrariedades del destine

Y nuestra alegria era el trasunto de un inmenso

optimismo, que no decay6 nunca, ni en las horas

finales de la cruel crucifixi6n.

Gracias a esto pudimos realizar el milagro de

nuestra resistencia, que hubiera sido imposible sin

esa reserva de energfa, inagotable en el fondo de

nuestra alma.

« De los que fuimos contra el enemigo, con-

taba un veterano—escribe el doctor Manuel Do-

mfnguez—volvi yo solo, volvf comiendo galleta ycon las tripas colgando. Y se refa el condenado !

»

Un soldado asi tenia derecho, indudablemente,

a asegurar que en defensa de la patria irfa, comopromete nuestro himno :

/ Contra el mundo si el mando se opone! ...

II

Pero volramos al tenia de este episodio.

Al hablar de lo c6mico en lo tragico de la

guerra, es para ir a parar en un delicioso pasaje

de la vida militar del marques de Caxias, que

corona con los colores del m&s acentuado ridfeulo

una de las acciones mas sangrientas de nuestra

guerra.

Era en 1868. Hacia cuatro aflos que habfa empe-

zado la lucha a muerte con el Imperio usurpador.

El Mariscal L6pez desplegaba toda su estn-

penda energfa para sostenerse dentro de su amplio

y ya casi desguarneeido Cuadrilatero.

Los aJiados segufan mirando con ojos de co-

dicia a Humaita, sin atreverse a ir a tomarla en

un ataque franco y a pecho descubierto.

Page 335: El Libro de los Héroes

329

La escuadra, fondeada una legua mas abajo,

se contentaba con lanzar sobre ella una granizada

cotidiana de grandes proyectiles, que apenas ser-

vfan para ir arruinando las esbeltas torres de su

iglesia.

Asf las cosas, \\eg6 un refuerzo m£s de flaman-

tes monitores, y el Almirante, haciendo de tripas

corasdn, tuvo que intentar el pasaje.

El 19 de Febrero de aquel ano, tres acorazados

y tres monitores remontaron el rfo y, naturalmen-

te, forzaron sin gran trabajo el paso de Humaita,cuyos cafiones eran impotentes contra los espesos

blindajes de tan poderosas naves de guerra. Hacfarato que los brasilenos conocian el poder ofensivo

de nuestra artillerfa ! Pero el buen Almirante atri-

buy<3 aquella singular victoria « a la m<is decidida

protecci6n de Dios », segun sus propias palabras,

tal era el terror que sentfa en presencia de aquel

vano fantasma, forjado por el raiedo !

El mismo dia que la escuadra realiz6 esta ope-

raci6n, Caxi'as en persona llev6 un ataque al pe-

quefio reducto de Cierva, que cubrfa el norte de

Humaita.Dicho reducto estaba defendido por 500 hom-

bres y 9 piezas de artillerfa, a las 6rdenes del

mayor Antonio Olabarrieta.

Al amanecer avanzo el caudillo imperial, al

frente de siete mil hombres, cinco mil de infante-

rfa y dos mil de caballerfa, mas dos secciones de

artillerfa, ingenieros, zapadores, etc.

Olabarrieta los vi6 llegar, en silencio, esperan-

do que se pusieran a tiro para masacrarlos. Iba

a pelear en las condiciones m£s desventajosas,

pero tenia la seguridad de que harfa estragos enlas filas enemigas, y que, en el peor de los casos,

tendrfa tiempo de salvar a su gente, refugtandose

Page 336: El Libro de los Héroes

330

en dos vapores de nuestra escuadra, fondeados a

corta distancia, en el Arroyo Hondo.Le bastaban 500 hombres para hab£rselas con

mas de siete mil brasilefios!

No era otra la proporci6n en que veniamossosteniendo la guerra, sin que nunca nos amedren-tara el numero abrumador de los contrarios.

Pr6ximo ya a nuestra posici6n, organiz6 Caxias

sus numerosas tropas para lanzarlas al asalto.

Sera mejor ir reproduciendo sus palabras.

« La orden y disposicidn de las fuerzas parael ataque fueron las siguientes : la l

a brigada deinfanteria, auxiliada por un medio escuadrdn del

4° cuerpo de cazadores a caballo y por otro del

cuerpo 20 de caballerfa, teniendo por gui'as al te-

niente coronel Jose Fernandez de Souza Doca, al

capitan Natalio Pereira y al teniente coronel Ma-nuel Rodriguez deMacedo, recibi6 orden de avan-

zar por la derecha, contorneando el flanco izquierdo

de la fortificaci6n enemiga, procurando maniobrarde modo a poder penetrar en ella por la retaguar-

dia : entre tanto la 8a brigada de caballerfa, com-puesta del 4° cuerpo de cazadores a caballo, co-

mandado por el teniente coronel Luis Joaquin de

Sa Brito, y del cuerpo 20 de caballerfa, bajo el

mando del mayor Jose Joaquin Texeira Mello, se

dirigia por la izquierda, amenazando el flanco de-

recho del reducto, debiendo destacar el 4° de

cazadores a caballo una fuerte lfnea de tiradores.

« Esta columna de ataque dirigida por mi—sigue diciendo— y compuesta de una muchachadaentusiasta, demostraba en mil formas significativas

el impetuoso ardor de combatir que le domi-

naba. . . »

Los brasilefios, como se ve, ardfan de coraje,

en presencia de las escasas fuerzas paraguayas.

Page 337: El Libro de los Héroes

331

De modo que, cuando se di6 la orden de ata-

que, « el intrepido coronel Juan de Rego Falcao, al

frente de su brigada y con inexcedible denuedo,

avanz6 a paso de carga y a la bayoneta sobre el

reducto », mientras las otras dos columnas nos aco-

metian por nuestros dos flancos.

Este fue el momento ansiosaraente esperado

por Olabarrieta. Serenamente, sin aspavientos ni

precipitaci6n, distribuy6 su gente y su artillerfa,

disponiendose a rechazar al enemigo.Y el fuego con que recibi6 a los asaltantes

fue tan certero, que estos no tardaron en retro-

ceder desorganizados.

La « muchachada » de Caxfas no resultaba tan

entusiasta como antes de iniciarse la batalla, al

recibir de cerca las andanadas de nuestra arti-

llerfa.

Pronto hubieron de entrar en juego las reser-

vas, sucediendose los asaltos y los rechazos.

« La porfiada y tenaz resistencia de los para-

guayos > — segun Caxfas — hizo inutiles todos los

esfuerzos del enemigo durante cuatro largas ho-

ras. La mortandad fue horrible. Atacando en

graudes masas, los brasilefios eran barridos pornuestra metralla y fulminados por nuestra intan-

teria, cubriendo el campo de cadaveres.

Pero el Marques, enfurecido, ordenaba nuevosasaltos, y los nuestros no tenfan descanso en su

tarea siniestra de matar.

Empujados por los que veni'an atras, los ene-

migos llegaban a veces hasta el muro de nuestra

trinchera, degenerando entonces la lucha en unencuentro a arma blanca, en el que tan temibles

eran los paraguayos. Este duelo duraba minutos,

acabando siempre por la derrota de los asaltantes,

Page 338: El Libro de los Héroes

332

que daban la espalda y se alejaban corriendo, 11e-

v&ndose por delante a sus propios coinpaneros.

Pero todo era inutil.

En aquellos momentos el ejeYcito aliado ame-nazaba todas nuestras lfneas y la escuadra forza-

ba el paso de Humaitd.No habia que esperar refuerzos.

Y con tan pobres elementos no era posible

veneer a un adversario infinitamente superior en

numero.Asf pens6 Olabarrieta, al ver que se acababan

sus proyectiles y que, llenos los fosos de cadave-

res, podfa ser facilmente invadida su posici6n.

Aprovechando, pues, uno de los rechazos del

enemigo, orden6 la retirada, que se efectu6 sin

que este se diera cuenta.Cuando los imperiales, ya escarmentados, se

lanzaron de nuevo al asalto, despues de cuatro

horas de infructuosos esfuerzos, les 11en6 de zozo-

bra el profundo silencio de nuestro reducto.

i A que plan infernal respondent aquella ac-

titud ?

Y cual no serfa su asombro cuando, despu6sde penetrar en la disputada posici6n, no encontra-

ron sino algunos muertos y algunos heridos que,

por su gravedad, no habian podido ser llevados!

Olabarrieta, con perdida de 150 hombres, se

habia embarcado en nuestros vapores y a esa

hora navegaba tranquilamente hacia Humait&!Las perdidas de los brasileiios fueron terribles

en esta acci6n. Alcanzaron a mil doscientos hom-bres, segun Thompson y Centuri6n.

Ill

Fatigado y mal humorado entr6 Caxias en el

reducto de Cierva, instaldndose en una casa paji-

Page 339: El Libro de los Héroes

333

za, que habia seryido de vivienda al jefe para

guayo.Hacia un calor infernal.

Un sol de fuego evaporaba el agua que llena-

ba el campo, saturando el ambiente de humedad.Y continuos aguaceros contribuian a hacer

mas intolerable el tiempo y mas pesada la atm6s-

fera.

A medio dia, el obeso Marques bufaba de ca-

lor. . . y de rabia.

De modo que, apenas prob6 un ligero refrigerio,

mand<3 tender una hamaca, acostandose rendido.

Seria mas o meuos las dos de la tarde, cuan-

do algo extraordinario acontecio en la habitaci6ndel generalfsimo brasileno. Hacia rato que los

centinelas escuchaban los vigorosos ronquidos del

acongojado Marques, cuando, de pronto, oyeronun rufdo extrano; y, luego, despues, un grito de

espanto, quejidos profundos y voces de socorro.

i Que habia pasado ?

iLa cosa mas ctimici de este mundo !

Lo refieien, con lujo de detalles, los corres-

ponsales de la prensa del Plata, y hasta el mismoCaxias en su diario de camp.ina.

Cuando nuestras tropas se retiraron, qued6 re-

zagado un soldado enfermo, un morombl, que nopudiendo p^lear, ni siquier t caminar, se habia

refugiado en la casa de Olabarrieta. Al ver entrar

al enemigo y no sabiendo que hacer para escapar

a su crueldad tradicional, se le ocurrid esconder-

se, acurrucandcse, en un sobrado que habia en la

pieza principal. Trabajo le cost6 realizar este pen-

samiento Salvador. Pero, por fin, por aquello deque la necesidad agurza el ingenio

1consigui6 subir,

aprovechando algunos bancos y sillas, que encim6rapidamente.

Page 340: El Libro de los Héroes

334

Desde su escondite presenci6 todo cuanto hi-

cieron los invasores en los primeros momentos,temblando en presencia de su b&rbara crueldad.

Y pasaron las horas.

A medio dia, como dijimos, Caxias mand6tender su hamaca, viniendo 61 a quedar, precisa-

mente, sobre ella.

Hemos de apresurarnos a decir que nuestro

movombl no conocfa al caudillo brasilefto. Demodo que cuando vi6 entrar a un viejo petis6n,

de abultado abdomen y pacifica presencia, no sin-

ti6 mayor sobresalto, ignorando que tenia al al-

cance de su mano al primer general de la alianza.

Y Caxfas se durmi6 como un bienaventurado.

Pero el sobrado de Olabarrieta no estaba he-

cho para servir de escondite a nadie. Y algunos

quesos frescos pesan mucho menos que un solda-

do morombi.

\ Sucedi6 lo que tenia que suceder!

El sobrado, de pronto, se vino abajo, y nuestro

morombi se desplom6 sobre la mismisima barriga

del poderoso Marquee de Caxias

!

I Se figura el lector el susto del gran soldado

del Imperio ?

Caxias debi6 sentir la sensaci6n de que el te-

cho se le venla encima. Y di6 un grito de horror,

que se escuch6 a larga distancia.

Durante algunos segundos qued6 desvanecido,

lanzando quejidos ag6nicos, a los que sucedieron

gritos de auxilio, que oyeron los suyos, espantados.

Tenemos que agregar que con el golpe se

soltaron las cuerdas de la hamaca, cayendo juntos,

en revuelta confusi6n, Caxias, el sobrado, el mo-rombi y los ultimos quesos de Olabarrieta.

Page 341: El Libro de los Héroes

335

Tal fue el cuadro que vieron los primeros queentraron, forzando la puerta del cuarto en quedescansaba el MarquSs.

i Que hicieron con el pobre morombi ?

Seguraraente lo hicieron pedazos. Caxias, sin

embargo, asegura que le salv6 la vida, arrebatan-

lo a los que iban a ultimarlo.

Nos permitimos dudar de que tan r&pidamen-te hubiese recobrado su perdida serenidad.

Tal fue el mas grande susto que haya recibido

en su vida el famoso marques de Caxias.

Pagina es esta de nuestra guerra, digna de fi-

gurar entre las m&s sabrosas aventuras de DonQuijote.

En aquel tragico momento pudo haber visto

el azorado brasileno la silaeta gigantesca de unode esos fantasticos enemigos que amenudo asalta-

ban al tambien valeroso Caballero de la Mancha,El escualido morombi, era, en efecto, el Para-

guay que se desplomaba en medio del espanto de

sus mismos vencedores !

Page 342: El Libro de los Héroes
Page 343: El Libro de los Héroes

LOS HEROES DE LA PENINSULA

I

Despues de la evacuaci6n de Humaita por el

grueso de nuestro ejercito, quedaron todavfa tres

mil hombres guarneciendo la c61ebre fortaleza.

Aquel punado de valientes tenfa la mision dedetener un momento mas la marcha del invasor,

a fin de que el Mariscal Lopez pudiera prepararse

para proseguir la resistencia en un terreno apro-

piado.

Mientras Humaita no cayese, el viejo Caxiasno avanzaria resuelto. No era prudente dejar al

enemigo en la retaguardia. Esto no escap6 a la

perspicacia del presidente paraguayo. Y las cosas

pasaron como el las habfa previsto. Los alia-

dos, en efecto, se entretuvieron en asaltos infruc-

tuosos a Humaita y en combates y escaramusascon las fuerzas de Timbo, sin dar un paso ade-

lante.

Pero lleg6, por fin, el momento de abandonardefinitivamente el ultimo baluarte del formidableCuadrilatero. El entonces capitan Patricio Esco-bar, despues de atravesar las lfneas enemigas, ha-

ciendo un viaje fantastico a traves de esteros, la-

gunas y bosques, despues de cruzar el rio sobre

Page 344: El Libro de los Héroes

338

una balsa de camalotes, en ocho horas de lenta

travesia, entreg6 la orden suprema de evacuar la

plaza a los tres mil leones de la « Sebastopol

Americana »,

Y el 23 de Julio de 1868, vispera del natalicio

del Mariscal L6pez, en medio de las dianas, de las

« galopas » y de los gritos de regocijo publico,

comenz6 la operaciGn, sin que el enemigo lo ad-

virtiese. Al siguiente dia, a la caida de la tarde,

ya no quedaba un paraguayo en Humaita. Reci6n

entonces entraron los aliados en aquel santuario

del patriotismo !

II

Frente a Humaita, en el Chaco, esta la penin-

sula que llamamos Isla Pol. Al norte de dicha

peninsula se extiende la Laguna Vera, y, a unacorta distancia mas alia, se levantaba el reducto

de Timb6. Para llegar de Isla Pol a Timb6 habia

que cruzar la laguna, cuyas costas estaban vigi-

ladas por los aliados. Pero, a pesar de todo, el

pasaje, efectuado en canoas, durante la noche, en

un principio fue facil, relativamente. Mas, cuandoadvirtio el invasor que la presa se le escapa-

ba, comenz6 la lucha terrible, la matanza cruenta.

Nuestras embarcaciones fueron detenidas por em-barcaciones enemigas, mientras desde la playa

sus tripulantes eran fusilados y desde el rlo ame-trallados. En una semana llovieron diez mil

bombas sobre los paraguayos, amen de una gra-

nizada de balas, cuyo numero es incalculable.

No es del caso pintar aquel duelo nocturno

sobre las aguas sangrientas de la laguna. Lleg6

Page 345: El Libro de los Héroes

339

un momento en que el pasaje se hizo imposible,

cuando aun quedaba en la peninsula la mitad de

la ultima guarnici6n de Huinaita. Y los vfveres,

entretanto, se habian conclufdo, vi£ndose obliga-

dos a comer hasta las correas de los cafiones.

Hubo artillero que se aliment6 con el aceite de

las piezas ! Muchos murieron de hambre. Y en

esta situaci6n rechazaron asaltos y no quisieron

escuchar propuestas de rendici6n.

El 5 de Agosto, trece dfas despues de comen-zada aquella lucha espantosa, el Coronel Martinez,

jefe de los agonizantes de Isla Pof, conferencecon el general Rivas, jefe de los sitiadores. Mar-tinez, altanero en su infortunio, consinti6 entregar

su gente, pero imponiendo condiciones. Aquellos

fam£licos esqueletos cesarian la resistencia, pero

si el enemigo se comprometia a no obligarles a

tomar las armas contra su patria, como acostum-

braba hacerlo con sus prisioneros. Rivas accedi6.

Mas aun, prometi6 que los jefes y oficiales conservarian sus espadas y serian recibidos con to-

dos los honores de la guerra.

Rivas se coloe6 en aquel momento a la altura

de la caballerosidad legendaria de su raza. Este

s61o rasgo bastaria para adivinar que era oriental

el magnanimo adversario de Martinez.

Ill

Mil doscientos espectros, cuatro jefes y noven-ta y cinco oficiales cayeron prisioneros, siendo

trasladados, poco despues, en grupos al Brasil,

al Uruguay y a la Argentina.

El mismo dia que capitulaba Martinez, Ueg6 a

Humaita el vapor « Oriental >. Habia salido de

Page 346: El Libro de los Héroes

340

Montevideo remolcando cuatro grandes barcoscargados de forrajes para el ejercito. En Curu"payty dej6 su cargamento, subiendo hasta la pla-

za abandonada cuando termin6 el drama de la

peninsula. A bordo del « Oriental » venia, comocomisario, el paraguayo don Carlos Rojas, radi-

cado entonces en el Uruguay, donde se habiavinculado a la ilustre familia de Magarinos Cer-

vantes.

Hecha la repartici6n de los prisioneros, fueron

destinados a la patria de Artigas 26 oficiales. El« Oriental » fiie" encargado de transportarlos. Comolo habia prometido Rivas, se les permiti6 embar-carse con sus espadas. Eran 26 esqueletos. Ape-

nas podfan caminar.

Hay que recordar que en la peninsula acom-paflaron a los heroes sus mujeres y sus hijos.

Murieron juntos, salvaron juntos.

Los prisioneros del « Oriental » habfan perdido

tambi6n a muchos de los suyos. Y en medio de

su desesperaci6n buscaban con ansiosas miradasa sus deudos queridos, entre la soldadesca quellenaba la plaza y la barranca de Humaita. Esta-

ban tristes, mas aun, sombrfos. i Qu6 serfa de sus

hijos, qu6 de sus abnegadas compafteras de infor-

tunio...? Y hablaban en voz baja, en el idiomapatrio, transmittendose mutuamente sus dudas e

incertidumbres.

Desesperados estaban de encontrar lo que bus-

caban, cuando de pronto vino a sorprenderles ungrito desgarrador, una voz infantil, que voceabaun nombre desde la barraca en que estaba atra-

cado el < Oriental ». No habfan salido de su estu-

por, cuando un nino escualido corria sobre la plan-

chada del barco e iba a parar entre los brazos de

Page 347: El Libro de los Héroes

341

uno de los oficiales. Escena conmovedora. Abra-

zos, besos, l&grimas. El hijo habia encontrado al

padre. Y este prometia conservarle a su lado,

aiin a costa de su vida.

Se entregaban a las efusiones de los m&s tier-

nos sentimientos, rodeando al nino que, entre risas

y lloros, les referfa la suerte que habfan corrido

mujeres y criaturas desde el dia de la separacicn,

cuando se presents un oficial argentino, reclaman-do, como cosa suya, al pequeno prisionero.

Sus palabras descomedidas, agrias y altaneras,

hirieron cruelmente a aquellos heroes sin lortuna,

sacudiendo todas las tibras de su coraz6n. Y los

veintiseis cadaveres recobraron, instant&neamen-

te, su vigor preterite El alma indomable infun-

di6 vida, di6 fuerzas al cuerpo abatido por la des-

nudez y el hambre, transmitiendole inesperadas

energias. No habia, pues, acabado de hablar el

orgulloso vencedor, cuando ya los prisioneros,

sable en mano, juraban que para llevar al nino

habria que pasar por sobre ellos. Los paragua}'Os

inermes, que parecfan aplastados bajo el peso de

su infortunio, eran otra vez los leones de la vfs-

pera, indomables, iracundos, terribles.

El oficial argentino qued6 turbado ante aque-

11a actitud amenazadora y resuelta. Pero al ins-

tante reaccion6, sintiendose, a pesar de todo, amoy senor en medio de aquellos vencidos. Y estall6

su ira en un raudal de improperios, que los pri-

sioneros contestaban en guaranf, desafi&ndole aque viniera con todo el ejeYcito aliado a llevar al

nino que delendfan.

En vista de esto, resolvi6 pedir tropas < paradar una lecci6n a aquellos insolentes irrespetuosos

que todavia querian pelear », retir&ndose ensegui-

Page 348: El Libro de los Héroes

342

da, profiriendo las mas tremendas amenazas. Y,

entretanto volvia, el padre abrazaba al hijo, y los

demds prisioneros, formando una d6bil trinchera

en torno a ellos, se disponfan a la resistencia, al

sacrificio, a la muerte.

El general Gelly y Obes, al tener noticia deeste incidente, mand(5 averiguar la verdad de los

hechos. Pocos momentos despu6s llegaba su en-

viado, en una falua, al costado del « Oriental >.

Pregunt6 por el capitdn del buque y pidid permi-

so para subir. El comisario le dijo que el capitan

estaba en tierra y que podia pasar, « pero solo 61 ».

Una vez abordo, ordend que la falua se retirara

a una prudente distancia. Todo esto para calmara los paraguayos, dandoles a entender que veni'a

en son de paz. Al ir al c&marote del comisario

pudo ver, con sorpresa, el cuadro que hemos pin-

tado : al padre abrazado al hijo, en medio de uncfrculo de hombres haraposos y de mirada torva,

en la que ardia el odio y la desesperacidn.

Y cuenta el comisario del » Oriental », quetodavia vive, que el enviado de Gelly se sintid

enternecido ante aquel cuadro desgarrador. Pocaspalabras le bastaron para que se diera exacta

cuenta de todo lo ocurrido. Los paraguayos te-

nfan razdn ! Acto continuo soluciond la cuestidn,

de la manera m£s sencilla : mandd levantar unacta, en la que los mismos prisioneros declararon

que el nino era hijo del oficial que se negaba a

entregarlo. Y todo quedd arreglado, continuando

el nino al lado de su padre.

En medio de indescriptible alegrfa, las espadas

volvieron a sus vainas, y el comisario del « Orien-

tal » vid cdmo la risa podfa brotar del fondo del

dolor y cdmo las almas herdicas se imponfan

Page 349: El Libro de los Héroes

343

triunfantes al poder del vencedor, en medio de su

impotente vencimiento.

Pocos dias despues, la nave uruguaya partia

con rumbo a Montevideo, llevando aquel carga-

mento de heroismo.

Solo nos falta agregar los nombres de los pri-

sioneros que figuran en este patetico episodio: Te-

nientes Santa Cruz Delgado y Juan Villagra; al-

fereces Valentin Baez, Juan Franco, Manuel Ra-

mirez, Jos6 Fernandez, Casimiro Acosta, Francisco

Soto, Pio Nunez, Jose Maria Godoy, Juan Chapa-rro, Miguel Gaona, Jose Albera, Basilio Segovia,

Marcos Aranda, Sinforiano Caballero, Jose MariaFranco, Fausto Portillo, Epifanio Ozuna, Felipe

Garcia, Felix G6mez, Roque Rivero, Francisco

Franco, Trinidad Vera, Gualberto Gonzalez y Agus-tin Cafiete.

Page 350: El Libro de los Héroes
Page 351: El Libro de los Héroes

LA HEROINA DE ITA YBATE

La batalla habfa durado siete dias.

El 21 de Diciembre de 1868 se habfa iniciado,

cayendo mas de veinte mil brasilenos sobre las

desguarnecidas posiciones paraguayas de Ita Ybate

y Pikysyry. Y despues de una semana de lucha

desesperada, se decidia la victoria por el enemigocuando el ejercito paraguayo habfa desaparecido.

La resistencia habfa sido tenaz, mejor dicho,

milagrosa. Porque si es verdad que el primer dfa

de la batalla obtuvimos un inverosfmil triunfo so-

bre el ejercito imperial, fue un triunfo digno de

Pirro, despu6s del cual apenas pudimos reunir

noventa hombres sanos frente a nuestro cuartel

general. Y con aquellos noventa hombres tuvi-

mos a raya al poderoso enemigo, rechazando sus

asaltos y sosteniendonos en nuestras lfneas. Mastarde nos llegaron algunos pocos refuerzos : ancia-

nos achacosos, inv&lidos convalecientes y ninos,

que hubimos de disfrazar de hombres, con largas

barbas postizas. .

.

£1 27 de Diciembre se libro la ultima parte de

la batalla. A las 6 de la manana nos embistieron,

por todos lados, veinte y ocho mil invasores.

I Que hacer bajo aquel diluvio de enemigos ?

Nuestra consigna era veneer o morir.

Y no era posible veneer.

jTenfamos que morir 1

Page 352: El Libro de los Héroes

346

Y morimos todos...o casi todos. Porque, cuan-do L6pez se retir6 a Cerro Le6n, solo quedaron enLomas Valentinas treinta ginetes, a las 6rdenesdel general Caballero, para proteger su retirada.

No es del caso apuntar las ultimas hazanas delos centauros del vencedor de Acayuaza. Solodiremos que dispersaron, ellos solos, batallones yregimientos; y hasta se apoderaron de una bande-ra argentina, ultimo trofeo de aquella 6pica Jor-

nada.

En aquellos momentos supremos ocurrio el

episodio que vamos a relatar.

En la confusi6n de la derrota, habi'a quedadoabandonada una mujer de la servidumbre del pre-

sidente paraguayo. Solo ella, abstraida en quiensabe que dolorosos pensamientos, no habi'a acaba-

do de comprender la magnitud de nuestro desastre.

Y mientras velaba junto a la tienda de sus

senores, esperando el fin de aquella tragedia, L6-pez se alejaba, con unos pocos companeros, ylos enemigos se aproximaban amenazadores, ha-

ciendo irrupci6n por todas partes.

Nuestra heroina despert6 de pronto. La des-

pert6 la voz del extranjero que ya llegaba. Sepuso de pie, midi6 distaneias, indago el horizonte,

grit6 a sus camaradas y sali6 como una fiera hos-

tigada, enfurecida ante el peligro.

iD6nde estaban los suyos?Ella no vefa sino caras negras detras de los

chircales, caras lascivas y brutales, que no acaba-

ban de decidirse a llegar.

Y allf estaba el camino, el unico camino por

donde debieron buscar salvaci6n sus companeros.

Lo prudente era avanzar por alii. Y ella avanz6.

A poco andar, encontr6 algunos heridos, que le

enseflaron a lo lejos la comitiva de L6pez. Y en

Page 353: El Libro de los Héroes

347

ese mismo motnento pudo ver c6mo un destaca-

mento tomaba la misma direcci6n de los fugitivos,

para tratar de cortarles la retirada.

La ruta de L6pez era su ruta. Por alii, pordonde ella estaba, debian pasar sus persegui-

dores. Al verlos llegar, se sinti<3 transfigurada.

Su sangre ardi6 en sus irenas, e inflamada en unloco heroismo reuni6 en torno suyo a todos los

heridos, apercibi£ndolos a la pelea.

Le faltaba una espada. Pero al mayor Fran-cisco Ozuna, jefe de los Acaberd, le cedi6 la suya,.

sintiendose morir.

Y aquella leona de quince anos, de tez more-na y ojos renegridos, sali6 al encuentro del in-

vasor.

Suelta al viento su cabellera, levantando enalto su espada, tenia algo de fant&stico su diab6-

lica belleza.

El enemigo, estupefacto, recibio su terrible aco-

metida. A su lado, los pobres heridos, fatigados,

casi exhaustos, se sintieron electrizados, agigan-

tandose, peleando con una irresistible fiereza.

Pero, entre tanto, llegaban nuevos adversarios,

mientras los paraguayos se iban concluyendo.La lucha se hubiera, sin embargo, prolongado

indehnidamente, a no haber caido, herida, la vale-

rosa mujer.

De su frente manaba sangre. Y su pecho en-

sefiaba la roja boca de una herida.

Los brasilenos se detuvieron un momento al

verla rodar, llenos de creciente asombro ante la

extrana fortaleza de aquella debil muchacha, queera la ultima en sucumbir...

Y cuando quisieron llegar hasta ella, ya estaba

de pie, y, con una pasmosa agilidad, se abria ca-

Page 354: El Libro de los Héroes

348

mino entre ellos, parando golpes y repartiendo

mandobles

Cuando se acordaron, habla desaparecido enun montfculo proximo, esfum&ndose, como unasombra, dej£ndoles libre el camino por el que yano alcanzarfan al glorioso derrotado de Ita Ybate.

.

Pero aqui no terminan sus hazaflas.

Para Uegar hasta L6pez no le quedaba sino

una sola ruta : el Ypecu£, estero espantoso, que se

extiende hasta Carapegua.

Ante un obstaculo semejante, era como para

desesperar. Pero ella no titube6. Esa misma tarde

prosigui6 la marcha a travels de aquella horrible

via cruets, llegando tres dias despues al otro lado,

y encaminandose a Cerro Le6n.

Desde aquf continu6 su peregrinaci6n hasta

Cerro Cora.

El 1° de Marzo de 1870 l'orm6 entre los quehicieron la ultima resistencia. Y fue el unico tes-

tigo que presenci6 el asesinato del Mariscal L6pez,

ultimado al pie de la barranca del Aquidaban-nigQf.

La herofna de esta historia era Ramona Mar-tinez.

jAnciana, pobre y casi ciega, vive todavfa!

Page 355: El Libro de los Héroes

LAS MUJERES DE PIRIBEBUY

Era el 12 de Agosto de 1869.

Desde el amanecer tronaba el candn.

Piribebuy ardia por los cuatro costados bajo el

terrible bombardeo de los aliados.

El conde D'Eu estaba furioso ante laresistencia

de la plaza sitiada y ante las p£rdidas que habia

sufrido.

iQu€ hacer para forzar las trincheras paragua-yas y llevarles una carga a fondo ?

En realidad aquella resistencia era ya inexpli-

cable.

En el extenso perimetro de nuestras posicio-

nes no contabamos sino con mil seiscientos hom-bres, doce caiiones de bronce y un obus.

Y el enemigo nos atacaba por todos lados.

Pero las horas pasaban sin que los asaltantes

notasen que declinara la resistencia de Piribebuy.

El Principe imperial estaba furioso, repetimos.

Se trataba, nada menos, de su debut guerreroen el Paraguay. Estaba jugando la corona del

Brasil. Un fracaso podfa serle de funestas con-

secuencias. .

.

Pero tenfa que triunfar. No podfa dudar del

exito. Le acompanaban los dos generales mas va-

lientes del Imperio: Osorio y Mena Barreto. Y

Page 356: El Libro de los Héroes

350

sus tropas, diez veces superiores en numero a las

del enemigo, eran tropas escogidas, tropas vetera-

nas, acostumbradas a hacer frente al heroismoparaguayo.

Lo curioso era que la realidad desmentfa to-

dos sus calculos optimistas. Piribebuy resistfa, yresistia con un vigor terrible, diezmando a los

asaltantes.

i Que hacer ?

Osorio propuso un ataque definitivo, a cuerpogentil, que decidiera la batalla. Su fdrmula era

la nuestra: veneer o niorir. Y, corao en Humaita,hacfa apenas un afio, querfa estrellarse contra

nuestrastrincheras, para terminar de una vezaquelduelo formidable.

Osorio era el m&s exasperado de todos. Esta

ba enfermo, aiin no cicatrizada la herida recibida

en Abay. Su mal humor tenia, pues, que agravar-

se en tan azarosas circunstancias.

Pero el conde de D'Eu, aunque nervioso, noperdii5 nunca su poderoso instinto de conserva-

ci6n.

No le convenia el audaz plan propuesto. Sobretodo, no olvidaba el mal rato que pas6 Caxias por

el desastre de Osorio en Humaitd. No fueran a

decir tambien de el que, envidioso de la gloria del

intr6pido gaucho riogrand^s, lo habia mandado al

sacrificio

!

No habfa que jugar con los paraguayos. Te-

nfan ya cinco anos de experiencia a este respecto.

En tales circunstancias, el conde D'Eu concibi6

un plan m&s practico y menos arriesgado.

De acuerdo con 61, mandd avanzar todos los

carros cargados de forrajes de la proveedurla y

Page 357: El Libro de los Héroes

351

orden6 que, a la carrera, se adelantasen hacia los

sectores batidos de la plaza de Piribebuy. Detr£s

de los carros debfan ir los diversos cuerpos de

asaltantes, bien protegidos, para procurar despues

abrirse camino por las brechas que intentarian

practicar los zapadores.

Y vino el gran ataque general.

Los aliados se aproximaron, burlando el fuego

de nuestra artilleria. Pero cuando salieron a cam-po abierto para cargar, fueron recibidos por unfuego infernal, que les oblig6 a retroceder.

Tres veces fueron rechazados y tres veces re-

gresaron a la carga, empujados por sus jefes.

En uno de estos asaltos sucumbi6 Mena Ba-

rreto. Lo mat6 de un certero tiro un cabo morombi,llamado Gervasio Le6n.

Osorio pas6 sobre su cadaver y lleg6 hasta

nuestras trincheras.

En este momento nuestra situaci6n era deses-

perante dentro de Piribebuy.

Ya no tenfamos mas proyectiles, y nuestras

tropas estaban fuera de combate.

El mayor Hilario Amarilla, nuestro famosocohetero, hacia rato que cargaba sus canones confrutas de coco, despues de haber consumido todas

las piedras, restos de fusiles y hasta pedazos debayonetas.

El jefe de la plaza, comandante Pedro Pablo

Caballero, habia agotado todos los recursos para

prolongar las resistencia.

Pero ya no le quedaban soldados, ni municio-nes.

Y el enemigo estaba al pie de sus trincheras.

Arreciaba el bombardeo.

Page 358: El Libro de los Héroes

352

En el pueblo no habfa un sitio que no fuera

batido por la metralla enemiga.

El drama parecfa terminar.

M&s, aun quedaba algo que hacer.

Todos habian sucumbido o estaban aplastados

por la fatiga, desarmados, inermes. Todos, no

!

Aun quedaban en pie algunos centenares de ma-

dres, que habian presenciado la agonla gloriosa

de sus hijos. Quedaban ellas para consumar el

sacrificio, para rubricar con su sangre aquella pa-

gina de romAntico heroismo.

Y las mujeres de Piribebuy corrieron a las

trincheras, a pelear y a morir.

{ Armas ? Para que\ si ya eran inutiles ! Setrataba de morir, y, para esto, sobraba con las ar-

mas enemigas.

Los canones habian callado, ya no crepitaba

la fusileria.

Los brasilenos trepaban victoriosos sobre nues-

tras trincheras. Brillaban al sol sus agudas bayo-

netas. Creian todo terminado !. .

.

Un grito, un largo grito, de rabia y desespera-

cidn, un grito clamoroso saludd a los primeros

imperiales que asomaron dentro de nuestras posi-

ciones. Y a este grito, que parecid surgir del fondo

de la tierra, siguid una descarga de botellas va-

cfas y una nube de arena, que cegd a los asaltantes.

IEran las mujeres de Piribebuy !

Acurrucadas en el foso de las trincheras, con-

fundidas entre los muertos, no habian sido adver-

tidas por el enemigo. Y ahora se alzaban, para

tratar de caer al lado de los que habian amadoen la vida, para acompanarles tambien en la pos-

trera Jornada de lo desconocido.

Page 359: El Libro de los Héroes

353

Armadas de botellas vacfas, de pedazos de

vidrio, de sus unas y de sus dientes, se abalanza-

ron sobre los enemigos.

Y las botellas se rompfan en los negros cr&-

neos, y los vidrios rasgaban las mejillas, y los

dientes arrancaban pedazos de carne, y las unas

hacfan saltar los ojos.

Los soldados de tres naciones, los soldados

hartos de la Triple Alianza, no sabfan c6mo li-

brarse de la furia de aquellas escudlidas mujeres.

Sus bayonetas y sus espadas eran impotentes

en medio de semejantes enemigos.

Aturdidos por la arena que les arrojaban a la

cara, daban golpes de ciego, mientras las heroinas

de Piribebuy empurpuraban sus manos, tratando

de vengar a los que all! mismo habfan caido, a

los que parecfan seguir los episodios de aquella

lucha, tendidos en el suelo, en la actitud airada

en que les sorprendi6 la muerte, abiertos los ojos,

todavia iracundos, y crispadas las manos por la

desesperaci6n !

« Escena de Zaragoza ! » exclama un historia-

dor brasileno, que no puede menos que sentir la

epica belleza de este cuadro.

Si, escena fue aquella digna de hgurar al

lado de las m&s estupendas de la historia

!

Escena que quizes no se vi6 ni en Zaragoza, ni

en ninguna otra parte, en ningiin tiempo, jam&s 1

El conde D'Eu la anota en su diario de cam-pana, eso si, friamente, como era de esperar deaquel monstruo de crueldad.

i Como termin6 aquel duelo entre hombres queparecfan mujeres y mujeres que parecfan hom-bres ?

Page 360: El Libro de los Héroes

354

Las heroinas de Piribebuy fueron casi todas

exterminadas. Las que sobrevivieron fueron lle-

vadas ante el serenfsimo Principe, para preseneiar

despu£s el sacrificio de sus compafleros, el degiie-

llo de los heridos, el incendio del hospital repleto

de enfermos. .

.

La mujer del comandante Caballero fue obli-

gada a contemplar el martirio de su esposo, quien,

no queriendo rendiise, fue atado de pies y manosa las ruedas de dos caftones, suspendido asi en el

aire y luego degollado !

Y esta si que fue una escena que no se vi6 ni

en Zaragoza, digna de los tiempos de barbarie enque los rudos conquistadores hacian algo parecido

con el intortunado Tupac Amaru.

Claro esta que nada de esto anota el Principe

de Orleans en su minucioso diario de campafia...

Page 361: El Libro de los Héroes

LOS HEROES 1GNORADOS

I

La guerra habfa sido declarada al lmperio del

Brasil.

La noticia llego a Villarrica en la tarde del

14 de Dicierabre de 1864. Gran espectativa reina-

ba en la poblaci6n. Al otro dia tendria lugar la

junta general, en la que el jefe politico de la lo-

calidad dan'a cuenta de la situaci6n del pais yllamaria a los vecinos a tomar las armas en defen-

sa de la patria.

Todo el mundo habia abandonado sus tareas

habituales para comentar la terrible nueva.

Y, cosa rara, no se veian caras tristes por

ningiin lado. Por el contrario, parecia que lo queiba a suceder viniera a poner termino a un largo

malestar. Y asi era, en efecto. La guerra era

cosa terrible, pero la guerra iba a ser el fin de

una paz armada, que duraba ya medio siglo, du-

rante el cual se habfa velado, noche y dia, espe-

rando el zarpazo mortal de nuestros vecinos. Ymas valfa ir de una vez al sacrificio, veneer o

morir, que vivir asf, en perpetua zozobra.

Los guairenos estaban tranquilos. Les anima-ba un ardoroso optimismo. No dudaban de la

victoria, conociendo, como conocian, por una lar-

ga experiencia, el temple moral del pueblo mame-

Page 362: El Libro de los Héroes

356

luco. No iba a ser la primera vez que castigaran

a los perpetuos asoladores de su amada tierruca.

Aquella noche, las familias en corro, sigaieron

los comentarios. Y los niflos, azorados, oyeronhablar de muerte, de batallas, de exterminio. Paraellos todo aquello era un enigma. Habian nacidoen medio de una paz patriarcal, e ignoraban quelos hombres pudieran matarse como fieras. Suspadres, sus hermanos mayores, todos sus parien-

tes, hablaban un lenguaje extrano, denostando,

en tono airado, al enem?'go,a. un enemigo queestaba muy lejos, que ellos nunca habfan visto.

Hasta el abuelito, tan manso, tan bondadoso, se

agitaba en su gran silla de cuero, recordando sus

hazaflas de tiempos lejanos, en una guerra de in-

vasi6n que trajeron los vecinos del Sur. Todos,hasta las madres, no hablaban sino de sacrificio,

de martirio, de heridas y de sangre, con una vehe-

mencia creeiente. S61o ellos estaban mudos ante

el porvenir que ignoraban. Y cuando se recogie-

ron a dormir y cerraron los ojos, arrullados poraquellos dialogos marciales, empezaron a sonar

con cosas macabras, cayendo en terrible pesadilla.

Al dfa siguiente no fueron a la escuela. Y fue

esto motivo de una intensa alegrfa, que vino a

calmar por un momento sus inquietudes.

Las campanas, en un furioso repique, llamaron

bien temprano al pueblo, mientras una vieja caja

de guerra, redoblando en medio de la plaza, indi-

caba el punto de reuni6n.

Antes de las nueve de la mafiana no quedd

un alma en su casa. Al pie del asta de la ban-

dera estaban todos los moradores de Villa-rrica.

Y el jefe politico ley6 la nota en que se le

comunicaba que la guerra habia empezado contra

el Brasil y que debfa notificar a todos los ciuda-

Page 363: El Libro de los Héroes

357

danos que la patria necesitaba el concurso de sus

hijos. Sus palabras fueron escuchadas en mediode un profundo silencio. Cuando termin6, el pue-

blo le respondi6 con un solo grito, con un grito

clamoroso, con un viva prolongado, que subid a

los cielos como el mas sublime juramento. Mo-mentos despues ocupaba la tribuna el Director dela Escuela. Y recitando todas y cada una de las

estrofas del antiguo Himno Nacional, empezd a

comentarlas, ensenando el alcance de aquella can-

cidn de guerra, repetida tautas veces en los dfas

de paz, como una promesa sagrada que habfa decumplirse en los dfas de prueba :

Nuestros brasos, nuestras vidas,

A la patria son debidos :

No serdn impunementeSus det echos ofendidos.

La hora habfa llegado de poner la vida al ser-

vicio de la madre comun, no permitiendo que sus

derechos de pueblo soberano fuesen ofendidos

por un monarca esclavdcrata y rapaz que, despuesde aplastar a) Uruguay hermano, marchaba contra

nosotros. No habfa que dudar un momento. El

le6n de nuestro escudo, simbolo del pueblo para-

guayo, debfa rugir imponente, como lo habfamosprometido siempre :

El le6n del ParaguayRugird fiero y sangriento,

Contra cualquier enemigo,Sea perfido o cruento.

Habfamos prometido tambi6n dejar a nuestroshijos una grande y hermosa patria, jurando que

Page 364: El Libro de los Héroes

358

nunca serfamos sometidos por la ambici6n del

extranjero Y era aquel el momento de recordar

aquella estrofa imperativa, que era una obligaci6n

y una promesa;

A nuestros hijos daremosUna patria alta y preciosa :

Esclavos nunca seremosDe prepotencia orgullosa.

Y asi iban desfilando las palabras del Hitnno,

en medio de la emoci6n de los oyentes, que co-

reaban al maestro. Y 6ste, sereno, tranquilo, se-

gufa declamando :

/ Morir, morir, morir ! . .

.

Ya retumba grandiosoEl eco del pueblo JnerteMagndnimo y brioso.

Si, < morir, morir, morir », era la unica con-

signa. Morir para vivir, morir para existir, morir

para ser, contra todas las injusticias de los hom-bres y del Destino!...

Cuando el maestro termin6 su oraci6n, todos

lloraban, de emoci6n, de jubilo, de coraje. Y mi-

les de bocas repetfan el coro de aquella cancidn

que parecia brotar de las profundidades de nues-

tra historia

:

/ Viva nuestra independencia,

Y nuestra patria gloriosa

Siempre sea soberana,

Siempre sea maj'estuosa !

Ese mismo dfa circulo la noticia de que el

maestro dejaria la escuela, para correr a alistarse

Page 365: El Libro de los Héroes

359

en las fllas del ejeYcito nacional. Los ninos esta-

ban confundidos ante su extrafta belicosidad, noacabando de comprender aquella radical transfor-

maci6n operada en quien habian visto siempre tan

manso, tan inofensivo. Y era para ellos una pena

muy grande pensar que pudieran perder a aquel

hombre, tan bueno, que les trataba con el carino

de un padre.

Cuando volvieron a la escuela, encontraron al

maestro en su actitud habitual. Parecfa que nadahabia pasado, que todo habia sido un sueno y queen aquel pequeno mundo las cosas seguirian su

curso normal. Y, sin embargo, no era asi!...

Formados en el patio de la escuela, el maestro les

dirigi6 la palabra, como solfa hacerlo en los dias

patrios. Y oyeron, entonces, de sus labios, la te-

rrible verdad. Tenia que dejarles, tenia que irse,

para contribuir a la defensa nacional. Habia lle-

gado, por fin, la hora suprema, y nadie debia fal-

tar a la gran cita. Si la patria triunfaba, comotenia que triunfar, y el salia con vida, volverian a

encontrarse alii mismo, para celebrar la victoria

y seguir la tarea interrumpida. Si le tocaba mo-rir, sabia que, al menos, no moriria en la merao-ria de sus discfpulos. . . Y empez6 a abrazar a

cada uno de ellos, humedecidos los ojos, palpitan-

te de emoci6n.Despu6s de esta patetica escena, la escuela

qued6 clausurada por algun tiempo. Y del maes-tro nada se supo. Desapareci6 en medio del estre-

pito de las batallas.

II

La guerra cruel habia seguido su curso, y hoyvencidos, manana vencedores, habfamos ido su-

Page 366: El Libro de los Héroes

360

cumbiendo ante el poder siempre creciente y siem-

pre renovado de la Triple Alianza. En los co-

mienzos de 1869 el Mariscal L6pez habia vuelto a

ocupar sn antiguo campamento de Cerro Le6n,

despues del desastre .de Lomas Valentinas. Ymientras los invasores se entregaban a la tarea

de saquear la Asunci6n y de organizar una cari

catura de gobierno provisorio, compuesto de trai-

dores, el se empenaba en organizar un nuevoej£rcito para continuar la resistencia. Por un mi-

lagro de su voluntad todopoderosa, en Mayo tenia

otra vez trece mil hombres sobre las armas, ensu mayor parte ancianos, ninos y heridos conva-

lecientes. Con ellos habia de hacer la ultima

campana, la mas her6ica y la mas cruenta, a tra-

vel de las Cordilleras.

Caxias di6 por terminada la guerra, y regres6

a su pais, tocandole al sanguinario conde D'Eudirigir el ejercito aliado en el acto final de la tra-

gedia.

En Julio de aquel ano, L6pez defendia el paso

de Azcurra y los enemigos le amenazaban desde

Pirayu. El pueblo de Piribebuy era entonces ca-

pital provisoria de la Republica, al mismo tiempo

que plaza fuerte que defendia la retaguardia de

nuestro ej6rcito.

El conde D'Eu, despues de mucho titubear,

reso1vi6 hacer un movimiento envolvente, evitan-

do nuestro frente, para cortar nuestra retirada.

En los primeros dias de Agosto se movi6 el

Principe, con rumbo a Sapucai, de donde pas6 a

Valenzuela, y luego despues a Itacurubi.

El 10 de Agosto estaban los aliados frente a

Piribebuy. Mas de veinte mil hombres y mas de

cincuenta canones modernos rodeaban la plaza

Page 367: El Libro de los Héroes

361

Paraguay a, defend id a por 1600 hombres y 14 pe-

quefias piezas de artilleria.

En la madrugada del dia 12 un recio bombar-deo anunci6 que el asalto iba a empezar. Desdelas alturas que rodean al pueblo caia una ardien-

te granizadade obuses y metrallas sobre los defen-

sores del pequeflo baluarte que, entre tanto, feste-

jaban con alegres dianas y vivas estruendosos la

pr6xima batalla.

A las nueve de la manana, bajo un claro sol,

avanzaron los aliados, en cuatro gruesas colum-

nas, por los cuatro puntos cardinales.

Demas esta decir que los primeros asaltos fue-

ron rechazados, apesar de la escasa iropa con quedefendiamos el pen'metro de nuestras trincheras.

Pronto vi6 el conde D'Eu que no era cosa facil

tomar las posiciones fortihcadas de los paragua-

yos. Ya lo habia dicho el general Mitre, aleccio-

nado por dolorosa experiencia .- los soldados alia-

dos eran impotentes ante nuestras obras tie defensa.

Habia que apelar a algun recurso Salvador. Y fue

entonces cuando ordeno que avanzasen todos los

carros de la proveeduria, bien cargados de fardos

de alfalfa, y a la sombra de ellos la infanteria.

Asi llegaron los brasilenos al S. E. de nuestras

lfneas, que era el punto mas accesible de Piribe-

buy, consiguiendo abrir una brecha, pero despu£s

de pasar sobre el cadaver del mariscal Mena Ba-rreto que, por venir a caballo, pudo ser alcanzado

por nuestras balas.

Eran ya las once de la manana. Casi todos

nuestros soldados habfan sucumbido. Hacia rato

que cargabamos nuestros canones con frutas decoco. El comandante Pedro Pablo Caballero, jefe

de la plaza, buscaba la muerte desesperado, reco-

rriendo sus lineas en medio de un diluvio de pro-

Page 368: El Libro de los Héroes

362

yectiles. Y hasta las mujeres ocupaban los puestos

de los caidos, rechazando al enemigo a botellazos,

con punados de arena, con los dientes y con

las uflas.

Y cuando ya entraba victorioso el invasor,

pudo verse un cuadro conmovedor.En medio del humo espeso de la batalla, se

vio salir del angulo mas batido de nuestra trin-

chera un grupo de pequenos soldados que, hacien-

doesfuerzos inauditos, llevaban, sobre una parihuela

improvisada, el cuerpo exanime y empapado en

sangre de un viejo jefe. Cruzaron asi la plaza<

llegaron a la iglrsia, y en el corredor acostaron

al herido. Este dijo algunas palabras a los ninos,

los cuales despu6s de estrecharle las manos vol-

vieron a ocupar sus puestos.

(iQuien era aquel hombre, por el que sus sol-

dados sentian un amor tan profundo ?

Su cabellera blanca y su cnerpo enfiaquecido,

denunciaban privaciones sin cuento.

Habia sido el jefe del sector mas peligroso de

nuestra plaza. Mandaba dos batallones de mucha-chos de 12 a 16 anos. Era Sargento Mayor, pero

todos solfan llamarle familiarmente el maestroFermiti. Y a fe que tenia los habitos de un ver-

dadero maestro, a tal punto, que tambi6n solia

llamarse reductoescuela al extremo que ocupaban

sus batallones infantiles. Habia horas en que

aquello parecia, en realidad, una escuela al aire

libre. Cumplidas las faenas del servicio, los ex-

trafios guerreros depositaban sus fusilcs al pie del

baluarte y se sentaban en hileras, en el suelo,

para escuchar las lecciones de su jefe. Y el maes-

tro Fermfn les hablaba pausadamente, recordando-

les, por lo general, los episodios mas culminantes

de la historia nacional, los origenes brillantes del

Page 369: El Libro de los Héroes

363

Paraguay, sus luchas seculares por la libertad, sus

sacriiicios permanentes por su soberanfa, dedu-

ciendo siempra las lecciones mas fortificantes

para el patriotismo. Y, al terminar estas amablesdisertaciones, se ponian de pie y cantaban en coro

las rudas pero vibrantes estrolas del viejo Himno,cuya musica, desgraciadamente, se perdi6 entre

los escombros de la patria vieja.

La tarde ultima, que precedi6 al ataque del

enemigo, este cuadro volvi6 a repetirse. Pero esta

vez el maestro Fermfn hab!6 a sus alumnos-solda-

dos del deber sagrado de morir en defensa de la

patria, antes que sufrir envileeidos la dominaci6ndel extranjero. Y terminG recordandoles las pala-

bras de la cancidn nacional, aprendidas en el

hogar, repetidas despues en las aulas y ahora en

los cainpos de batalla como un compromiso de

amor, de honor y de sacrificio, como un jura-

mento includible de fidelidad a la bandera, cuyafranja purpurea debi'a ensancharse hasta aca-

bar de tenirse del rojo de la sangre de todos los

paraguayos, antes de caer abatida por la derrota. .

.

Cada estrofa era comentada con una serena elo-

cuencia, que llenaba de emocidn a sus oyentes,

poniendo brfos gigantescos en su corazon Empe-zaba el frio crepusculo vespertino, cuando el maes-tro Fermfn levant6 la voz para dirigir a los suyosestas preguntas, que parecieron brotar de la tie-

rra, bajar de los cielos, desprenderse de la bocade los cafiones, venir del infinito:

/ Paraguayos valerosos !

£ Quereis insultos sufrir,

Perder el nombre y la gloria

O antes mil veces morir ?

Page 370: El Libro de los Héroes

364

Al acabar de pronunciar la ultima palabra, los

niflos se pusieron simultaneamente de pie, y, con

voz estent6rea, rugieron la siguiente estrofa del

Himno Nacional

:

/ Morir, morir, morir I

Ya retwnba grandiosoEl eco del pueblo fuerteMagn&nimo y brioso !

Era la ratificaci6n final de la herdica promesa,

que pronto seria confirmada por la muerte.

Aquella clase fue interrumpida por la noehe.

Y el maestro Fermin se prepar6 para la prue-

ba del dfa siguiente. Al alborear el 12 de Agosto

de 1869, partieron del reducto escuela los prime-

ros vivas a la patria y al Mariscal L6pez, que

hallaron largo eco en nuestras lineas, en medio

de las mas alegres dianas. Y alii fue tambi6n lo

mas encarnizado de la batalla. El maestro Fer-

mfn tuvo que resistir a las mas recias embestidas

del enemigo que, favorecido por los accidentes

del terreno, se empenaba en quebrantar nuestra

resistencia.

Herido, desde los comienzos de la lucha, vi6

caer, uno tras otro, a casi todos sus minusculos

soldados. Aquellos niflos sublimes habian apren-

dido las lecciones del maestro y sabfan cumplir el

juramento aquel de nuestro himno:

/ Morir, morir, morir ! .

.

.

Cuando, tras el ultimo rechazo, los asaltantes

se preparaban para el ataque decisivo, el maestro

Fermfn se desp1om6, como una torre herida por

el rayo. Casi no lequedaba sangre. Pero se habia

Page 371: El Libro de los Héroes

365

mautenido de pie hasta aquel instante, haciendo

un esfuerzo sobrehumano, sostenido por el poder

de su voluntad. Y asf habfa sido el alma de la

desesperada resistencia. Despu6s... cayeron las

sombras precursoras de la muerte sobre su alma,

desvaneciendose en un suefio reparador. Fue en-

tonces cuando sus discfpulos cargaron con el hasta

el templo, queriendo salvarle la vida. Y el viejo

guerrero alcanz6 a saborear en su agonfa el de-

leite infinito de conocer aquel rasgo de amor yde abnegacidn. Volvi6 en si cuando iban a dejar-

le, para correr a morir. Pudo al menos decirles

adios y estrechar sus manos generosas, por la ul-

tima vez.

Ill

En el reducto escuela, o sea en el anguloS. E. de las trincheras de Piribebuy, nadie so-

brevivi6.

El maestro Fermin fue degollado, por ordendel conde D'Eu, alii donde lo dejaron moribundo.

Solo falta agregar que aquel jefe, tan her6ico

y tan amado de sus tropas, no era otro que el

maestro de Villarrica, que vimos partir a la gue"

rra en medio de las lagrimas de sus discipulos.

Se llamaba FERMfN l6pez.

El martirio coron6 asf su gloriosa pero igno-

rada vida de soldado.

Page 372: El Libro de los Héroes
Page 373: El Libro de los Héroes

MAR1QUINHA

El amor es tambien una de las grandes fuerzas

que mueven la Epopeya.

Bajo el rudo pecho del guerrero palpita uncoraz6n no siempre abroquelado por el odio, abier-

to a ratos a la ternura, accesible a los intimos re-

clamos de la carne.

Elena es el eje de la Epopeya griega.

iSin ella no se concibe la Iliada !

Y cuantas Elenas ignoradas no cruzan en la

penumbra de nuestro pasado, detras o al lado denuestros heroes.

El amor fue tambien potencia que movi6 el

alma de nuestro pueblo en los dlas epopeicos denuestra guerra.

S61c que ese amor no tuvo su encarnacidnpersonal, fue una fuerza colectiva, que empuj6por igual a madres, esposas e hijas, llevandolas al

sacrificic, al dolor y a la muerte.

No tenemos una heroina que cantar. Tenemosmiles de herofnas, tantas como soldados tuvimosen las horas del martirologio nacional.

En niestra Epopeya la protagonista no es unamujer, esla mujer paraguaya

:

Page 374: El Libro de los Héroes

368

< Ella fue la vestal que el patriotismo

Siempre encendid con su palabra ardiente,

Faro de intensa luz que al heroismoCondujo al paraguayo combatiente.

Ella impuls6 a su hermano a la pelea,

Ella siguid a sus hijos al combate...Dijo a su amante : la Victoria seaArra de amor del que mi atnor acate.

E igual que con su esposo compartieraEl talamo nupcial en la morada,Con su esposo cay6, fiel companera,En el lecho mortal de la Jornada*.. (1)

Mas que Elena, ella fue, al decir de Francisco

Garcia Calderdn, « como la Antfgona de la trage-

dia esquiliana, que llevaba en los pltegues de su

manto la tierra materna para cubrir a sus muertos ».

Y fue mas todavia, fue la patria misma, a/zan-

dose como su expresidn material en medio de los

que le ofrendaban su amor y su vida, con sublime

romanticismo !

Pero hay que convenir que tambien el enemi-

go conoci6 el secreto impulso de esa fuerza mis-

teriosa, que alguna vez agigant<5 el coraiidn de

sus mujeres.

Y, precisamente, vamos a ocuparnos de unade esas raras herofnas, relatando un episidio de

nuestra historia en que el amor, un amor impru-

dente y desgraciado, provoca la catastrofe.

Episodio triste y aleccionador, antigi/o en los

anales del mundo, pero siempre olvidad<J y siem-

pre fatal, desde los tiempos de Judit, haSta los de

Mariquinha, que asi se llamaba la tamosa herofna

de nuestra verfdica historia.

(I) La Mojer Paraouaya, por Ignacio A. Pane.

Page 375: El Libro de los Héroes

369

II

Como se sabe, empezamos la guerra al Brasil

invadiendo a Matto Grosso.

Sin ningun trabajo nos apoderamos de tan rico

y extenso Estado, apesar de que hacia anos que

acuraulaban alii grandes cantidades de materiales

belicos, habiendo reforzado sus fortificaciones yorganizado sus tropas.

Los brasilefios no intentaron siquiera defen-

derse. Apenas se aproximaban los paraguayos,

se entregaban a la fuga. De modo que, sin dar

una sola batalla, fuimos tomando fortalezas, quepasaban por inexpunables, como Coimbra, ciuda-

des y villas, enseftoreAndonos de miles de leguas

de territorio.

Terminada esta corta y feliz campafia, regre-

saron nuestros ej6rcitos, quedando dos destaca-

mentos militares, uno en Nioac, en el interior, yotro en Corumba, sobre el Rio Paraguay.

Al frente de la gnarnici6n de esta ultima ciu-

dad — 400 hombres, con seis piezas de artilleria

qued6 el teniente coronel Herm6genes Cabral.

La vigilancia del rio fue encomendada en

aquella remota region a una escuadrilla, coman-dada por el capit&n de fragata Romualdo Nfinez,

y compuesta de los siguientes buques : Salto, RioApa y Amambay.

Durante m&s de ano y medio vivieron Cabral

y sus companeros en la mds mondtona holganza,

sin ser molestados por nadie, mientras en nuestro

territorio se decidia la suerte de la guerra en unaserie de encarnizadas batallas.

La inacci6n y el aburrimiento fueron relajan-

do poco a poco la disciplina, fraternizando de tal

Page 376: El Libro de los Héroes

370

modo vencidos y vencedores, que aquello y& noparecfa un pafs ocupado por el enemigo.

La verdad es que Los paraguayos no pesaban

absolutamente sobre los brasileflos. Estos goza-

ban de todas las libertades y de todos los dere-

chos, habiendose normalizado por completo la

vida.

Nuestros soldados trabajaban pacfficamente,

cultivando la tierra y explotando los bosques, se-

guros de que ningun peligro les amenazaba.Y, Cabral, entretanto, vfctima de una pasiGn

avasalladora, cafa rendido en los brazos de unahermosa brasilcna, llamada la Mariquinha, que

acab6 por apoderarse por completo de su voluntad.

Lleg6 un momento en que la amante afortu-

nada dict6 su ley en Corumbd.Instalada en el mismo cuartel paraguayo, era

la unica autoridad acatada, disponiendo de todos

y de todo, con el mayor desenfado.

iCabral estaba locamente enamoradolNo daba un paso sin llevarla consigo, ni tenia

misterios para ella.

La Mariquinha todo lo sabfa y en todo inter-

venfa, bastando que ella se opusiese a cualquier

cosa para que se acatase su voluntad.

Asf las cosas, Ueg6 el mes de Junio de 1867.

El famoso autrop61ogo doctor Couto de Maga-Ihaes fue" nombrado en aquellos dias presidente

del Estado de Matto Grosso. Y al sabio se le ocu-

rri6 organizar en Cuyabd una expedici6n, para ir

contra los paraguayos.

Pero hay que decir que este proyecto hacfa

tiempo que era insinuado desde Corumba a las

tfmidas autoridades brasilenas.

Habfa, en efecto, una persona que conservaba

vivo en su pecho el fuego del patriotismo, en me-

Page 377: El Libro de los Héroes

371

dio dc la general resignacitfn. Alguien velaba en

la misma tienda del vencedor, esperando que lle-

gara la ocasi6n de libertar a su tierra.

j Era la Mariquinha !

Solo ella sufri'a las angustias de la derrota ycrefa todavfa en una prdxfma liberacion.

Despreciada pur sus mismos compatriotas. que

la veian prostituida al extranjero, no descansaba

un momento en la tarea de esclavizar a su senor,

haciendolo, cada vez mas, suyo, hasta tenerlo iner-

me en sus manos.

Cuando creyo que el momento de obrar habia

llegado, se comunic6 secretamente con algunos

personajes de la capital del Estado, invitandoles a

venir a ocupar, sin sacrificio, a Corumba, acaban-

do asi con una afrentosa dominaci<5n.

Pero nadie la escuch6. No se creia en sus

palabras, que resultaban demasiado optimistas a la

distancia.

Fue necesai io que tomara posesi6n del gobier-

no el ilustre sabio aludido, para que, por fin, la

herGica mujer fuera atendida.

Couto de Magalhaes crey<5 en ella.

Y la expedici6n parti6 un dfa, sigilosamente,

con rumbo a Corumba.

Ill

El 13 de Junio de 1867 la Mariquinha intensi-

fied su carino a su amartelado amante, superan-

dose en los refinamientos de su arte maravilloso.

iCabral estaba encantado 1

A medio dfa comieron las mas exquisitas vian-

das, preparadas por sus divinas manos, rociando-

las con vinos generosos.

Page 378: El Libro de los Héroes

372 •

Y enseguida la clasica siesta guarani...

Entretanto, los brasilenos se aproximaban.

Eran tres rail hombres, a las ordenes del te-

niente coronel Antonio Marfa Cohelo.

A la una de la tarde la poblacion dormfa el

mas profundo sueno.

El silencio era absoluto.

La guarnici6n paraguaya, casi Integramente,

estaba fuera de las trincheras que rodeaban la

ciudad, en el monte, haciendo lena, o en las cha-

caras cercanas.

S61o una pequena guardia dormitaba en el

cuartel, sin saber lo que le esperaba.

Y el enemigo iba llegando.

Soflaba Cabral, en brazos del amor, los mashermosos suefios, cuando reson6 a lo lejos un ex-

trafio rumor.

I Que serfa ?

El teniente Roa, que fue el primero que advir-

ti6 el peligro, di6 la voz de alarma y, con los

pocos soldados disponibles, se dirigi6 rapidamente

hacia la puerta de entrada de la ciudad, con el

intento de ocuparla.

[ Pero era ya tarde !

Los imperiales estaban dentro del recinto for-

tificado y avanzaban en una gran columna com-

pacta.

Los nuestros — menos de cincuenta hombres —se estrellaron contra aquella muralla de bayone-

tas, dando comienzo a la mas desigual y heroica

de las luchas.

Roa, que era un coloso, peleo con terrible fie-

reza, abriendo brechas en las filas enemigas y de-

fendi6ndose con pasmosa agilidad.

Mientras esto ocurrla, iban llegando nuestros

soldados, corriendo a protejer a sus compaiieros

Page 379: El Libro de los Héroes

373

Y justo es decir que Cabral, en pafios meno-res, fue de los primeros en sucumbir, con admira-

ble bravura.

La lucha dur6 seis horas.

Los paraguayos peleaban, con punales, conespadas, con hachas... hasta con los dientes.

Varias veces retrocedi6 el enemigo, acobar-

dado por la furia de aquellos hombres terribles,

que se ensartaban en las bayonetas, y morfan,

pero matando sin fatigarse. Varias veces cedi6

terreno, empujado por cargas irresistibles;pero

otras tantas veces reaccion6 en presencia del nu-

mero cada vez m&s escaso de sus adversarios.

Al oscurecer la batalla declinaba.

Los paraguayos sobrevivientes peleaban indi-

vidualmente con grandes grupos de brasileflos,

vendiendo cara la vida.

Empezaba a caer la noche cuando un ultimo

episodio puso lin a aquel duelo singular.

Ultimaban los imperiales, con su ferocidad

acostumbrada, a los infelices cafdos, cuando fueron

sorprendidos por una especie de gigante, queavanzaba dando saltos y repartiendo sablazos.

Todos cayeron sobre el, tratando de rodearlo.

Pero era inutil pretender detenerlo. Imposible

r^sistir al vigor de su brazo y, sobre todo, a la

fuerza de sus pies, con los que tambien se defen-

dia.

I Quien era aquel h6roe de ultima hora ?

Era un soldado de caballeria que, sorprendido

en falta, habla sido engrillado el dia antes y ence-

rrado en una celda.

Durante horas trabaj6 para hacer saltar la

puerta de su prisitin. Y ya terminaba la matanza

Page 380: El Libro de los Héroes

374

cuando QonsiguiG salir, encontrandose con el ene-

migo vencedor.

Fue entonces cuando cogi6 la primera espadaque encontr6 a mano, dirigiendose hacia la barran-

ca, para refugiarse en los buques de nuestra es-

cuadrilla.

Y asi como estaba, con un enorme grillo, quele impedfa caminar, fue saltando en medio de los

brasilefios, parando golpes y descargando hacha-

zos mortales, hasta llegar a la costa, cubierto de

heridas, arrojandose a la corriente, bajo una lluvia

de balas, y salvandose milagrosamente. .

.

La obra de la Mariquinha estaba consumada.La guarnici6n paraguaya habia sucumbido.

Al lado de Cabral habfan cafdo el teniente

Roa, el mayor Fleitas, el alferez Franco y otros

intr6pidos oficiales, todos ellos vfctimas de un

amor fatal.

Pero aquella victoria result6 effmera para el

vencedor.

Pocos dias despu£s de entrar en Corumba,volvfa a retirarse precipitadamente. perseguido de

cerca por el capitan Romualdo Nunez, que hizo

flamear de nuevo nuestra bandera en la plaza re-

conquistada.

Y asi vengamos la traici6n de la seductora

brasilefla

!

Page 381: El Libro de los Héroes

UN GESTO

I

Fue a raiz de la revoluci6n de 1904.

El viejo general Caballero, en compafiia dealgunos fieles araigos, se dirigia a Buenos Aires-

En el mismo vapor iba la celebre comisi6npacificadora argentina (1). Formaban parte deaquella comisi6n dos comunicativos — demasiadocomunicativos—y un silencioso. Uno de los co-

municativos era Gabriel Carrasco. El silencioso

era Rafael Obligado.

Frecuentemente el general Caballero era abor-

dado por Carrasco. El viejo veterano respondfacon frases lac<5nicas, salpimentadas con una risita

ir6nica, a las continuas impertinencias de su in-

terlocutor.

Caballero no estaba para bromas. Salfa de su

pais con el corazon oprimido. Acababa de ser

vencido— sin saber c6mo—por una revoluci6n fra-

casada. En su alma batallaban dudas, incertidum-

bres y desesperanzas, Necesitaba estar solo, re-

concentrarse, meditar.

(t) Comisi6n de mojiganga que, corao siempre, nos enviarondo Buenos Aires, al '.erminar la revoluci6n fraguada all! y arma-da y fomentada publi^amente por poderosos polfticos argentinos. ..

iComo en los tiempos de Mitre y Rufino de Elizalde !

Page 382: El Libro de los Héroes

376

Los amigos, que comprendfan su situaci6n, lo

dejaban, muchas veces, entregarse a sus medita-

ciones. Y estos eran los momentos en que Ca-

rrasco se le acercaba.

Y lo curioso era que el dulce Obligado era

siempre arrastrado por su bullicioso companero.Cuando los amigos del general tornaban a

reunirsele, le encontraban siempre con uno y otro.

Asi pas6 el primer dfa de viaje.

La costa paraguaya, poblada de recuerdos, di6

tema a animadas conversaciones. Argentinos yparaguayos recordaron a menudo el drama de la

guerra.

El heroe referia uno que otro hecho hist6rico,

en medio de la respetuosa atenci6n de sus oyentes.

Indicaba sitios, mezclando las andcdotas picantes

de su vida de soldado al recuerdo de las grandes

acciones guerreras en que le eupo actuar.

II

Carrasco no habia interrumpido una sola vez

estas narraciones. De la guerra parecfa no querer

hablar. A lo mas. mudaba de tema, para poder

monopolizar la palabra.

En uno de los primeros puertos argentinos

bajaron a tierra los companeros del general. Y al

verle solo, se le acercaron los que se habi'an con-

vertido en su sombra.Volvi6 a hablarse de nuestra gran tragedia.

Esta vez fue Carrasco quien inici6 la conversa-

ci6n. Carrasco era el que hablaba de la guerra,

Caballero el que escuchaba. Y, cosa rara, el

poeta silencioso, dulce y suave, habl6 tambien,

con calor, hasta con violencia.

Page 383: El Libro de los Héroes

377

El general les ofa, sonriente, pareciendo maspreocupado de impedir que se desplomase la blan-

ca ceniza del puro que fumaba. . .que de lo queCarrasco y Obligado le decfan.

iQue le decian ? Nadie lo sabe. Sus amigosno lo supieron. La guerra era el tema. Pero el

general no prestaba atenci6n, al menos al parecer.

Mas, de pronto, cuando menos lo esperaban,

se oy6 unin6 ! endrgico, acompanado de un fuerte

punetazo dado sobre la mesa.

i Que habia pasado ?

En el calor de la improvisacidn, habian lle-

gado a decir que la guerra fue contra Ldpes

y que lo que el Paraguay defendio fue su ti-

rauo.

Ante estas palabras, el leon desperto. Una ra-

faga de gloria pas6 por su mente. Tuyutf, Tatayi-

ba, Acayuasa, Ytoror6, Abay, Lomas Valentinas,

Acosta-nu ..todo su pasado grit6 en el fondo de

su alma.

Su corazdn ardi6 como un volcan. Y una ne-

gaci6n, un ;n61 poderoso fue la lava de su enojo,

fue la condensaci6n de sus sentimientos. Aquellapalabra, dicha por quien la dijo, era mas elocuente

que un libro. Deefa todo. Contestaba todo.

Tras un breve silencio, y en medio del consi-

guiente estupor de sus oyentes, agreg6 el general

:

La guerra fue contra mi patria. . .nosotros

defendimos nuestra independencia. . .la Uraniade Ldpes fue uu pretexto para justificar unainiquidad. . .y, sobre todo, yo no permitir€, ja-ma's, que en mi presencia se diga lo contrario. .

.

Y se levant6, abandonando el sal6n, antes deque Carrasco y Obligado reaccionasen.

Cuando los companeros del heroe volvieronabordo, le encontraron afectado todayla.

Page 384: El Libro de los Héroes

378

En pocas palabras les explic6 el incidente, re-

comendandoles prudencia absoluta.

Para saber toda la verdad tuvieron que recu-

rrir a los otros viajeros, que no habian bajado a

tierra. S61o asi averiguaron algunos detalles, 11a-

mados, de lo contrario, a ser desconocidos.

Ill

Este episodio retrata al hombre. Y retrata, al

mismo tiempo, a dos pueblos.

Quien quiera estudiar la idiosincracia del pa-

raguayo y la del argentino, medite sobre el.

El gesto del viejo soldado, es el gesto de unaraza humilde, pero energica, capaz de los masinesperados rasgos de virilidad.

El paraguayo es uu le6n indolente, sonoliento

en veces, en veces despreocupado. . .| pero al fin

le6n!

No importa que lleve una lanza rota en las

entranas.

Todavia puede rugir. Y muchas veces uu ru-

gido basta para aterrar a los eobardes

!

Page 385: El Libro de los Héroes

LA MUERTE DE DIAZ

Poco tiempo sobrevivi6 el general Dfaz a su

ruidosa victoria. Su espiritu activo e infatigable

y su afan por salvar a la patria en tan tremendotrance, lo arrastraron a la muerte.

No pudo contentarse con haber detenido al in-

solente invasor. Sonaba con aniquilarle, arrojan-

do sus ultimos restos al otro lado del Parana.

Cavilaba, noche y dfa, mirando con ojos de codi-

cia los pesados monitores brasilenos, contra cuyas

corazas se haclan afiicos los proyectiles de sus

viejos canones. Comprendfa que alii estaba todo

el poder del enemigo y que si no se suprimian

aquellas maquinas de guerra, todos nuestros es-

fuerzos eran inutiles y todos nuestros triunfos

eran esteriles.

Y lo que mas le preocupaba era que de un

momento a otro podia salir de su apatia el timido

Almirante, resolviendose a forzar el paso de Hu-maita, en cuyo caso estabamos perdidos. Cortadanuestra linea de comunicacidn, aislados en el Cua-drilatero, teniamos, fatal mente, que sucumbir.

Estudiaba, pues, el modo de hostilizar a la

escuadra, procurando encontrar obstaculos insal-

vables que oponerle. Empenado en esta faena ysabiendo que las naves imperiales habian cam-biado de tondeadero, el viernes 25 de Enero de

1867 tom6 una canoa, y en compania de dos ayu-

Page 386: El Libro de los Héroes

380

dantes y de su asistente payagua, el sargento Jose"

Marfa Ortigosa (cuati) sali6 a hacer algunos reco-

nocimientos aguas abajo. No contento con los

resultados de esta primera exploraci6nf

volvi6 a

salir con los mismos companeros en la mafianadel dfa siguiente. Pero dejemos aqui la palabra a

Natalicio Talavera quien, a raiz de la catastrofe,

referfa asf los hechos

:

< Lo vieron, y el buque de vanguardia descar-

g6 un caflonazo sobre aquella canoa; 61 mismoadvirti6 el tiro a sus companeros y, por una de

esas grandes casualidades, el proyectil que venia

de rebote estall6 sobre la misma canoa, matandoa dos de los que le acompafiaban e hiriendole a

61, en la pierna, uno de sus cascos, cl mismo quepas6 a herir a su ayudante el teniente Alvarez.

La canoa se hundi6 con ellos, y el sargento Cuatisalv6 a su general herido.

»

« Despues que se encontraba en su campo, €\

mismo dict6 un telegrama, pidiendo a S. E. el se-

nor Presidente que le hiciera cortar la pierna.

Tal era su serenidad y resoluci6n en sus instantes

de mayor dolor. La amputacion fue hecha, y,

conducido al Cuartel General, se le prodigaron

todos los cuidados, interesados todos en conservar

la vida de aquel hombre extraordinario que aunpodia ser de inmensa utilidad a la patria. En sus

dias de penosa enfermedad, no tenia otra preocu-

paci6n que sus soldados de Curupaty y el enemi-

go, y asf es que diariamente daba 6rdenes desde

su lecho de dolor a sus ayudantes para sus com-paneros de Curupayty, a quienes no podfa olvidar

un momento. Cuando S. E. el seiior Presidente

le decia que dejase de preocuparse, pues que todo

seguia perfectamente bien, contestaba que apesar

Page 387: El Libro de los Héroes

381

de sus esfuerzos no podia desprenderse de unaocupaci6n que tan grata le habfa sido. Sentfa

encontrarse enfermo sin haber acabado su obra.

Apesar de las pruhibiciones de su medico, quepor el estado de su debilidad no queria que ha-

blase mucho, no perdla ocasion de hablar de la

patria, de la obediencia, del buen servicio, de los

deberes, a aquellos que se aproximaban a sulecho >.

« El estado de su herida hacia esperar su cu-

racion, pero habia derramado mucha sangre el dfa

de su desgracia y se encontraba en un estado de

gran debilidad, sin que su est6mago pudiese reci-

bir la alimentacitin necesaria. Dabale fuertes ac-

cidentes que hacian temer que en uno de ellos

perdiese la vida, como efectivamente sucedio el

dfa en que parecfa encontrarse mas satisfecho yaliviado. El, sin embargo, comprendiG que se le

escapaba la vida, y asl lo dijo, resignandose sere-

no y tranquilo a que se cumpliera en €1 aquella

ley includible de la naturaleza. « No temo morir,

dijo, paes no he temido en las mds fuertes re-

friegas, solo deploro no ser ya iitil a mi patria

y ver terminada mi existencia antes de la con-

clusidn de la guerra >.

« Era el 7 de Febrero, 4 y 3/4 de la tarde, docedias despu£s de su desgracia, cuando el malogradoGeneral Diaz dej6 de existir ».

Y termina Talavera con estas palabras, quehan de escribirse un dfa en la entrada del granmausoleo en que la posteridad recojera las sagra-

das cenizas del invicto guerrero :

« CUANDO NUESTRA VIRTUD FLAQUEE, NUESTRACONFIANZA DESFALLESCA Y NUESTRA ESPERANZA DE-SESPERE, LLEGUEMOS A INSMRARNOS A LA TUMBA DEESTE HEROE >.

Page 388: El Libro de los Héroes

382

' II

De Paso Pucu fue llevado el cadaver a Hu-maita\ en cuya iglesia fue velado. Al dfa siguiente

se traslad6 el ataud a bordo del vapor « Olimpo >,

que lo condujo a la capital. El 10 de Febrero, a

las seis de la tarde, entraba en nuestro puerto la

funebre nave, sobre cuya cubierta 25 hombres del

Batall6n 40, a las 6rdenes del subteniente Braulio

Gomez, velaban los despojos inanimados del ven-

cedor de Curupayty.El pueblo de Asunci6n, que habfa visto partir

al heroe en los comienzos de la guerra, rebosante

de entusiasmo y juventud, y que le habia seguido

en su rapida carrera, deslumbrado por los fulgo-

res de su gloria y su heroismo, le vefa tornar

dentro de su caja mortuoria, entre cuyas cuatro

tablas moria con 61, para siempre, la fortuna de la

patria.

El duelo fu6 inmenso. En medio de un llanto

general se baj6 el ataud, a las tres de la tarde,

rindi6ndole los honores de ordenanza el Batall6n

47. Encabezaban el cortejo funebre el subteniente

1° del Batalldn 10, Eduardo Vera, y el alferez gra-

duado del Batall6n 12, Ciriaco Larroza, ex-ayudan-

tes de campo del general Dfaz, marchando en pos

de ellos una inmensa muchedumbre, en la que se

conlundfan todas las clases sociales, magistrados,

damas, extranjeros.

< Fue conducido el cadaver a la mayorfa de

plaza—dice « El Semanario »—desde donde princi-

piaron las exequias, formandose posas hasta la

iglesia Catedral, donde fue recibido por todo el

clero, a cuya cabeza estaba el vicario general.

Mientras se cant6 un responso, permaneci6 el cuer-

po en el templo, que estaba preparado y cubierto

Page 389: El Libro de los Héroes

383

de crespones. Concluidas las ceremonias religio-

sas, se levanto el ataud para depositarlo en el ca-

rro funebre que esperaba en una de las puertas

laterales de la iglesia. Al salir, una lluvia de flores

cay6 sobre el guerrero. Coronas de simprevivas,

de laureles, de rosas, de blancos jazmines y fra-

gantes diamelas se depositaron sobre el carro

mortuorio, que vestido de flores perdi6 todo su

aspecto lunerario y se convirti6 en un carro

triunfal. . . »

En esta forma cruz<5 la ciudad consternada,

aquel vencedor de la muerte y del olvido, caminode su ultima morada. Al pasar frente a la Esta-

ci6n del Ferro Carril, convertido en Hospital de

Sangre, el cortejo fue detenido por una turba

llorosa de hombres mutilados que, arrastrdndose

penosamente, llegaron hasta el feretro, prorrum-piendo en desgarradoras lamentaciones. Eran los

heroes de las grandes batallas que acababan de

librarse, eran los camaradas de Dfaz, que salfan

a darle el ultimo adios en aquel su postrer viaje a

la inmortalidad.

En la Recoleta se renovaron los honores mili-

tares y las ceremonias religiosas, siendo depositado

despu€s en el pante6n que se le habfa preparado.

En ese momento hicieron uso de la palabra nume-rososoradores. Habl6 primero el Vicepresidente dela Republica, siguiendole el Ministro de Relaciones

Exteriores, don Jose Berges, de cuyo discurso noha llegado hasta nosotros sino estas palabras

finales

:

<... Adios General Diaz. Vuestro cuerpo vaa cubrir la tierra, pero vuestro nombre, que per

-

tenece a la historia, sera trasmitido con vuestrasgloriosas hazanas a la mas remota posteridad.

Loor etemo al valiente general Diaz que ha

Page 390: El Libro de los Héroes

384

muerto defendiendo los sacrosantos derechos dela patria ».

Hablaron despu6s el presbftero Policarpo Val-

dovinos, el coronel Venancio L6pez, el mayor JuanG6mez, el capitan Sanabria, el coronel Dionisic

Lirio, don Jos£ Falc6n, don Jose Vicente Urdapi-

lleta, don Benigno L6pez, don Saturnino Bedoya,el capitan Francisco Bareiro, don Miguel Haedo,don Manuel Espinola y don Tristan Roca, cuyosdiscursos integros puede leerse en « El Sema-nario >.

El martes 18 de Febrero se celebraron solem-

nes funerales en la Catedral, ocupando la catedra

sagrada el can6nigo Roman.El general Diaz habfa nacido en el pueblo de

Pirayu el 17 de Octubre de 1833, siendo sus padres

don Juan Andrews Diaz Barboza y dona DoloresVera. Huerfano de padre, cuando era aun muynifio, y falto de recursos, apenas pudo recibir unaeducacion muy deficiente. A los 19 anos, llevado

de una irresistible vocaci6n, sent6 plaza de solda-

do en el Cuartel de la Palma, que comandaba el

coronel Venancio Lopez. Ascendi6 a subteniente

el 26 de Abril de 1860, a teniente el 23 de Diciem-bre de 1863, a capitan en 1864, a mayor el 19 de

Mayo de 1865, a teniente coronel el 25 de Octubrede 1865, a coronel el 1° de Mayo de 186b y a bri-

gadier el 25 del mismo mes.

Cuando muri6 tenia, apenas, 34 anos.

Ill

El tragico e inesperado fin del heYoe enlul6

por mucho tiempo el coraz6n de nuestro pueblo.

Su muerte coincidi6 con un nuevo acto de la

tragedia, y todos cuantos fiaban en su deslumbra-

Page 391: El Libro de los Héroes

385

dora fortuna vieron, con tristeza, como un fatfdico

augurio, su desaparici6n.

{Que serfa de la patria en la cruenta Jornadaque iba a iniciarse?

I Quien le reemplazaria en los dias sombrfosdel porvenir ?. .

.

Y mientras el estruendo de nuevas batallas

iba disipando el dolor de aquella peYdida irrepa-

rable, el nombre del heroe seguia resonando en

todos los hogares, en todos los campamentos, en

el tondo de todos los corazones.

La musa popular recogio su leyenda de gloria,

y el relato de sus hazanas fue el tema obligado

de todas las canciones.

Las estrofas siguientes fueron el primer inge-

nuo homenaje de la poesia nacional al hijo dePirayu

:

UNA LAGRIMA SENTIMENTAL

A LA MUERTE DEL VALIENTE GENERAL DfAZ

El guerrero que a su patria

La defiende con valor,

Inmortaliza su nombreY es digno de todo honor.

No existe el General Diaz,

Ha muerto el bravo campeon,Un militar valeroso,

Ha perdido la naci6n,

El enemigo temblabaTan solo con su presencia,

Y al fin un casco de bombaAcab6 con su existencia.

iSucumba entre vivas MamasEse vapor brasilero

Page 392: El Libro de los Héroes

386

Que hizo la herida mortal

A un valeroso guerrero

!

La muerte del brigadier

Tiene que pagar la alianza,

Porque el ej6rcito en masaPide una justa venganza.

Querido el General Dfaz,

Siempre fue muy estimado,

Desde jefes y oflciales,

Hasta el ultimo soldado.

A recibir su cadaverTodo el pueblo fue por cierto,

Cubri6ndose de un gentfo

El mueJle, arsenal y puerto.

El desembarco del h6roeFue pomposo y sin ejemplo,

Y en brazos de los empleadosLo condujeron al templo.

El carro se vio adornadoCon mil coionas de flores,

Que el bello sexo dispuso

Para tributarle honores.

Las tropas y comitiva,

Entre llanto y desconsuelo,

En coche, a pie y a caballo,

Formaban lucido duelo.

El templo de Recoleta

Se envanece con raz6n,

Por tener depositado

Los restos de ese campe6n.

Page 393: El Libro de los Héroes

387

Descansara entre los justos,

Diaz, el gran General

:

Fue estimado y distinguido

Del invicto Mariscal.

He alii, en esos toscos versos, el mejor trasun-

to de lo que pensamos y sentimos, en aquella tris-

te hora, sobre la tumba recieri abierta del general

Diaz.

Hay en ellos ira y dolor, admiraci6n y rabia,

orgullo inmenso y pena infinita. Y hay, tambien,

una promesa de venganza, promesa sagrada, queel Paraguay habia de cumplir con una decision

sublime.

Pronto corri6, de boca en boca, resonando conel Campamento Cerro Ledn — otra doliente elegia

— alii donde hubiese un harpa o una guitarra.

Y hoy mismo, despu6s de medio siglo, no haycantor de nuestra campana que no solloce su mu-sica quejumbrosa.

En nuestras fiestas « patronales >, cuando nues-

tros campesinos rodean a sus errantes bardos,

para escuchar embelesados sus « compuestos » in-

terminables, no falta nunca uno que reclame el

canto imprescindible, en el que parece llegar hasta

nosotros un eco del pasado.

Y en medio del silencio de la noche se dila-

tan, en una lenta y melanc61ica melodia, las estro-

fas que el anonimo poeta empap6 en sus « lagri-

mas sentimentales » y que, por lo sinceras, viven

y viviran, sin declinar nunca su prestigio.

Querido el General Diaz,

Siempre fue muy estimado,

Desde jefes y oficiales,

Hasta el ultimo soldado...

Page 394: El Libro de los Héroes

388

i Que paraguayo no ha oldo cantar estos versos

alguna vez en su vida ?

Y tal es una de las mas elocuentes maniies-

taciones de la inmortalidad del hombre de Tuyuti,

del vencedor de Curupayty, de aquel Aquiles in-

vulnerable de los mas cruentos combates, quedespues de desafiar a la muerte en medio de la

horrenda tempestad, « al fin un casco de bombaacab6 con su existencia ».

La poesla es mas duradera que el bronce ymas elocuente que la historia.

Por eso Diaz, para vivir eternamente en el

corason de sus compatriotas, como le profetiz6

el Mariscal Lopez, tiene demasiado con ese canto

evocador, que tantas cosas dice y dira siempre a

nuestro coraz6n.

Page 395: El Libro de los Héroes

CUARTA PARTE

LUCES Y SOMBRAS

Page 396: El Libro de los Héroes
Page 397: El Libro de los Héroes

LA RESURRECCION DEL 40

I

El Batalldn 40 — nuestro « Batall6n Sagrado > —flor y nata de nuestro ej6rcito, desapareci6 en la

batalla de Avay, en que 3500 paraguayos lUcharon

hasta sucumbir con 21.000 soldados del Imperio.

Nervio principal de nuestra resistencia en

aquel duelo desigual, fue tambi6n como un reduc-

to viviente en el curso de nuestra dolorosa reti-

rada, soportando, inconmovible, el fuego de cua-

renta canones y las cargas formidables de cinco

mil jinetes riograndeses.

El historiador brasileno J. Arturo Montenegropinta asf su epica agonia:

« En aquella planicie cubierta de cadaveres,

de fugitivos, de largas hileras de carros de bagajes,

de carretas despedazadas, de canones desmonta-dos, de destrozos de todo genero, se mantuvo va-

lientemente en cuadro el 40 de lfnea, retirdndose

asf, lentamente, en direcci6n a Villeta, cercadopor todos lados.

« De cuando en cuando el her6ico batall6n se

detenia, para resistir a las cargas violentas que le'

llevaban regimientos aislados, que operaban en la

persecuci6n del enemigo.« Cambronne revivfa asi en el general Caballero,

que conducfa en persona aquel cuadro, dentro del

Page 398: El Libro de los Héroes

392

cual las bayonetas del 40 sulvaban el honor mill

tar del ej6rcito paraguayo.« El Bar6n del Triunfo, llegando al lugar de la

luoha, distribuy6 en escuadrones a los lanceros

de la brigada Niedeaurer, lanzandolos simultanea-

mente sobre los cuatro frentes del 40.

« Un nutrido fuego repeli6 las primeras cargas,

retirandose a derecha e izquierda los escuadrones,

para volver en seguida a la carrera. Pero el 40

resistfa tenazmente, en medio de una nube de ene-

migos, que le acosaban por todos lados.

« Impaciente el general, acab6 por colocarse a

la cabeza de sus tropas, cargando con furia sobre

uno de los frentes del cuadro y abriendo una bre-

cha en aquel muro de ba3ronetas, que ondeaba en

la planicie, resistiendo heroicamente.« El batall6n perdid entonces su formacibn, dis-

persaronse los escuadrones y un duelo a muertese trab6 entre los lanceros de la 3a brigada y los

infantes del 40.

< En aquel horrible entrevero, en que s61o se

oia el retintin de las armas, dominando el rumorque se levantaba de aquella masa confusa de ca-

ballos y de hombres que se atropellaban, acuchi-

llandose en furibunda lucha, cay6 hasta el ultimo

soldado del batall6n del Mariscal L6pez, sin queuno solo aceptase la vida que le ofrecfa el enemi-

go victorioso. » ( 1

)

Tal fue el fin de aquel gallardo cuerpo, al cual

el general Diaz infundi6 los alientos de su estu-

penda energia.

Y asf fue c6mo no tom6 parte en la batalla de

It^. Ybate, en la que se dieron cita los ultimos

restos de nuestro ej^rcito, para detener, siquiera

( 1 ) Guerra do Paraguay, pag. 10.

Page 399: El Libro de los Héroes

393

fuese por un momento, el avance triunfante del

invasor.

Vencedores como Pirro en este encuentro,

presenciamos la fuga del enemigo cuando nues-

tras fuerzas acababan de desaparecer.

A duras penas pudimos reunir cien hombressanos en la noche del 21 de Diciembre de 1868,

con los que nos aprestamos a continuar la resis-

tencia, frente a m£s de veinte mil itnperiales quenos amenazaban.

Felizmente nuestro extraflo triunfo fue unasevera lecci6n para el marques de Caxias, quehubo de recurrir a los argentinos — de quienes ha-

bia prescindido por completo — para proseguir la

ofensiva, deprimido por aquella increible derrota.

Y mientras los brasilefios cerraban los claros

abiertos en sus filas, refundiendo batallones y re-

gimientos, nos llegaban algunos rei'uerzos, con los

que organizamos pequenas unidades, a las quedimos los numeros de los cuerpos desaparecidos.

El 27 de Diciembre tenia otra vez dos mil

hombres sobre las armas el Mariscal L6pez.

Pero hay que decir que esos soldados de la

ultima hora eran, casi todos, heridos convalecien-

tes, ancianos y niftos. Sobre todo ninos.

La guerra, iniciada a fines de 1864, duraba yacuatro aftos, y en el curso de ellos habia desapa-

recido casi toda la poblaci6n viril del Paraguay.Los aliados estaban en condiciones muy dife-

rentes, contando con recursos inagotables, en hom-bres y en dinero.

El Brasil tenia una verdadera mina de sol-

dados en la esclavitud en que gemi'a una granparte de sus habitantes.

Un rio negro de esclavos, incesantemente ali-

mentado, se derramaba sobre nuestro pais. De

Page 400: El Libro de los Héroes

394

modo que, en vez de disminuir los efectivos de

sus tropas, aumentaba a raiz de cada matanza.

Y la oligarqufa portefia, disponiendo del oro

brasilefio, reclutaba en Europa todos los aventu-

reros que necesitaba, burlando asi la protesta aira-

da de los argentinos, que se negaban a contribuir

con su sangre al exterminio de un pueblo her-

mano.Pero tan cruel realidad no nos desalentti.

Resueltos a morir con la patria, nada podia

amilanarnos.

Hacia rato que la guerra no era sino un in-

menso suicidio colectivo.

Precisaraente, no se trataba sino de perecen

entre los escombros de las poblaciones incendia-

das, para que el invasor no pudiese recoger sino

cenizas empapadas en sangre, como unico botin

de la victoria.

Asi se explica la arrogancia con que, en tal

situaci6n, contest6 el Mariscal L6pez a los que le

intimaban rendicidn, notific&ndoles que estabamos

dispuestos a abrirnos una ancha tumba en nuestra

tierra, antes que verla humillada.

Y asi se explica la serenidad con que dict6 su

testamento, entre el estruendo de los canones, yla resoluci6n con que esper6 al implacable inva-

sor, sin detenerse a calcular sus recursos, sin

preocuparse de su desesperante impotencia.

iAquel hombre era el Paraguay

!

Sintesis humana de las virtudes de su pueblo,

fue el digno caudillo de una raza de heroes.

El, y no otro, tenia que ser, como fue, el pro-

tagonists de la Epopeya, pues que solo el atesora-

ba en su coraz6n de gigante las energias necesa-

rias para mantenerse erguido, hasta en la ultima

hora, desafiando al adverso Destino, que hacia

Page 401: El Libro de los Héroes

395

inutiles todos los esfuerzos de nuestro inmenso pa-

triotismo.

Rufino Blanco-Fombona tuvo raz6n al afirmar

que este pafs era digno de aquel hombre de hie-

rro, y que aquel capitan, vestido de honor y de

fiereza, era digno del pueblo homerico que prefiri6

constantemente morir a sorneterse. .

.

II

Dijimos que mientras el enemigo se reponfa

del tremendo descalabro sufrido en Ita Ybate\ el

Mariscal L6pez conseguia reunir dos mil soldados,

apelando a los heridos menos graves de las ulti-

mas batallas y a los ninos de los pueblos vecinos.

El comandante Julian Godoy fue el encargado

de resucitar el batal!6n 40, autoriz&ndosele queseleccionara la mejor gente para el efecto.

Inmediatamente despu£s de reeibir una orden

tan honrosa, pas6 revista a los reclutas, escogien-

do cuatrocientos muchachos, de once a catorce

aflos, entre los mas fuertes que acababan de Ue-

gar. Con ellos organiz6, r&pidamente, el nuevocuerpo, escogiendo entre los heridos, los oficiales

menos estropeados que pudo encontrar en el Hos-pital de Sangre.

El 26 de Diciembre el flamante batall6n 40

evolucionaba con bastante soltura trente al nuevoCuartel General.

Godoy, sinembargo, alia en sus adentros, noestaba del todo satisfecho de su obra.

Le enorgullecfa, sin duda, ser el reemplazantedel vencedor de Curupayty, en las horas mas tra-

gicas de nuestra guerra. Pero no acababa de tener

f£ en sus soldados...

Page 402: El Libro de los Héroes

396

Aquellos pobres nifios, castigados por la mise-

ria, escudlidos y harapientos, uo daban la sensa-

ci6n de un nucleo capaz de resistir a las cargasdel enemigo.

Su batall6n, al ponerse en marcha, mas queun batall6n de soldados, parecfa una columna depequeftuelos, desfilando en una fiesta escolar.

Godoy dudaba.

i C6mo confiar la bandera del 40 a criaturas,

que podfan dispersarse al primer amago del in-

vasor

?

i C6mo poner la gloriosa tradici6n del Batall6n

tamoso en manos intantiles, que apenas podfan conel peso de sus armas ?

Pero Godoy. el siempre alegre y chistoso co-

mandante Godoy, era, como vamos a rer, hombrede inagotables recursos.

Desde ya, comprendi6 que, en cualquier forma,

tenia que dar un aspecto mas varonil a sus solda-

dos, para que el enemigo los tomase en serio cuan-

do llegase el momento de morir.

Porque lo mas grave del caso era que podia

ocurrir que, en prcsencia de aquellos infantes en

miniatura, desapareciese el respeto que infundfa-

mos, respeto que era nuestra unica fuerza real en

tan angustiosos momentos.Ocurri6sele, pues, disfrazar de hombres a sus

soldados.

Para esto mand6 recoger toda la cerda que se

pudiese sacar de los caballos muertos, y con ella

mand6 hacer largas barbas postizas, que distribuy<3

entre sus tropas, regocijadas por tan inesperada

medida.

Y he aquf que el 40 sufri6, de pronto, unacompleta transformaci6n.

Page 403: El Libro de los Héroes

397

Los ninos imberbes desaparecieron, como por

ensalmo, para dar lugar a imponentes individuos,

de aspecto bravio, cuyos ojos brillaban siniestra-

mente, iluminando sus peludos rostros.

Era como si resucitasen los viejos veteranos,

y se alistasen en las filas de su extinguido bata-

lldn, para presentar de nuevo su pecho a la metralla, como en los mejores dfas de su esplendor

guerrero.

Despues de tan ingeniosa metamdrfosis, el co-

mandante Godoy se sintid contento.

Su festiva imaginacidn habia triunfado sobre

la adversidad y la impotencia.

Podfa ponerse al frente de su batalldn, en la

seguridad de que el enemigo, enganado, temblaria

en su presencia.

Y aquellos nifios convertidos en hombres iban

a mostrar, bien pronto, que eran dignos[ y muy

dignos! de ser los sucesores de los que el 2 y 24

de Mayo excedieron la estatura humana y agota-

ron las expresiones del heroismo.

| En realidad el batalldn 40 habia resucitadol

III

En la madrugada del 27 de Diciembre el Ma-riscal Ldpez montd a caballo, y seguido de suestado mayor recorrid las nuevas lineas de defen-

sa, que rodeaban la loma de Caraguatd Cord, (1)

donde habfa trasladado su campamento.Ligeras trincheras cerraban los caminos por

donde podian llegar los enemigos, y sobre el frente

y los dos flancos se habian emplazado algunaspiezas de artillerfa.

( 1 ) Caraguata : bromelia balansae. Cora : cfrculo.

Page 404: El Libro de los Héroes

398

Un pequeflo destacamento de caballerfa velabaen nuestra retaguardia, mientras la infanterfa se

extendia en semi-circulo, de este a oeste, ocupan-do el centro el Batall6n 40.

Empezaba a aclarar cuando el Mariscal, enmedio de las aclamaciones de sus tropas, lleg6

hasta la isleta en que estaba acantonado el co-

mandante Godoy.

i C6mo pintar su asombro en presencia de los

hirsutos soldados del 40 ?

Nada sabfa de aquella asombrosa transforma-ci6n, operada a ultima hora.

Y una dolorosa sonrisa asom6 a sus labios

cuando, al oir los gritos infantiles con que le sa-

ludaban aquellos guerreros de leyenda, descubri6

la tragic6mica verdad que se ocultaba bajo las

copiosas barbas que le sorprendieron un instante.

Detenido por aquel espect&culo conmovedor,que debio agitar las fibras mas fntimas de su ser,

hubo de proseguir la marcha, despu£s de lanzar,

a pleno pulm6n, un estent6reo viva al batall6n 40,

que reson6 como un reto en el profundo silencio

del melanc61ico amanecer.Tal vez fue aquel uno de los momentos mas

tristes de su vida.

Aquello era la realidad, la unica realidad, des-

pu6s de tantos sacrificios.

De su grande ej6rcito no le quedaba sino eso. .

.

Solo sombras dolientes, fantasmas armados,

espectros auimados por la ira, salfan a su paso,

para reiterarle la sublime promesa de morir con

la patria.

Y, como una amarga ironfa, aquellos nifios que

burlaban a la naturaleza, adelantandose al tiempo,

ponian su nota c6mica en el cuadro sombrfo quele rodeaba.

Page 405: El Libro de los Héroes

399

Como se ve, ya nada faltaba a la tragedia para

que acabase de tener su cl£sico sabor.

Si no el coturno antlguo, los actores gastaban,

at menos, las caretas espantables de las fiestas dio-

nisiacas, que debian contribuir a poner en las

almas un terror sagrado.

Y el protagonista, como Edipo empujado por

las fuerzas ciegas del Destino, o como Prometeoatado a su dolor, estaba alii tambien, soberbio en

las exterioridades de su aparente serenidad, mien-

tras la tempestad rugia en el fondo de su corazon,

y los mas siniestros pensamientos golpeaban con

furia su cerebro.

A las cinco de la mafiana, un coro ronco decuarenta y seis caftones anunci6 que la orgfa de

sangre iba a empezar.

Y veintiocho mil aliados, en tres columnas,

avanzaron sobre nuestro frente y nnestros dos

flancos, amenazando al mismo tiempo nuestra re-

taguardia.

Esta vez los argentinos marchaban por delan-

te, sigui£ndo1es a corta distancia los brasileflos.

La verdad es que no habfa batalla posible.

iDos mil contra veintiocho mil

!

iFusiles de chispa contra carabinas modernas,

de repetici6n !

iCafiones rayados, de grueso calibre, contra

piezas de campana, cargadas con pedruscos, trozos

de madera y puftados de arena

!

iEl hartazgo contra el hambre... !

iPero, no

!

Habrfa lucha, y lucha tenaz, mientras hubiese

un brazo capaz de sostener nuestra bandera.

En esas mismas condiciones venfamos defen-

diendo nuestro territorio desde Abril de 1866.

Page 406: El Libro de los Héroes

400

Y el enemigo sabia demasiado que, llegado el

caso, bastaria un punado de paraguayos para tener

en jaque a un ejercito, como ocurri6 en Corrales,

y que el vigor de nuestra resistencia no debia

calcularse por el numero de nuestros soldados.

Avanz<5, pues, receloso, buscando abrigo enlos accidentes del terreno, llevando consigo su

artilleria, para batir nuestras trincheras antes deiniciar el asalto general.

Poco despues de las seis, ces6, por fin, el bom-bardeo, y se precipit6 a la carga la infanterfa,

remontando la suave cuesta de la lomada.

Y vino el choque terrible.

Los paraguayos, despu6s de sostenerse largo

rato en sus posiciones avanzadas, se replegaron

sobre las altaras, ocupando lugares bien escogidos

de antemauo, a fin de estrechar filas y cooperartodos a la defensa comun.

Al batall<5n 40 le toc<3 en suerte medir sus

armas, para empezar, con la Divisi6n Buenos Ai-

res, aquella orgullosa Divisi6n humillada un dia

por el esfuerzo triunfante de los 450 leones dePrieto y Viveros, en la inolvidable Jornada del 31

de Enero de 1866.

Godoy, que era un jefe experimentado, curti-

do por el fuego de cien combates, esper6 a pie

firme a los argentinos, recibiendolos con una in-

contenible carga a la bayonetaEn presencia de aquellos soldados, cuya corta

estatura contrastaba con sus largas barbas, y cuyaintrepidez no tenia limites, los portenos retroce-

dieron aturdidos, despues de sufrir perdidas con-

siderables.

Pero nuevos refuerzos vinieron a alentarles,

empujandoles hacia la cumbre, mientras el 40 re-

Page 407: El Libro de los Héroes

401

chazaba otras embestidas, saliendo al encuentrode todos los que llegaban.

A su lado combatfa, con igual ardimiento, el

Batall6n 51, compuesto tambien de nifios, pero de

ninos barbilampinos, es decir, sin el fiero conti-

nente de los soldados de Godoy.Vive aiin el valiente veterano Jose Guillermo

Gonzalez, cabo entonces, de diez y seis afios, que,

despues de ver morir a su jefe, el comandante Be-

negas, y a todos los oficiales de su cuerpo, tom6 el

mando de sus companeros sobrevivientes, hasta caer

acribillado de heridas.

Y la batalla se extendia, con igual encarniza-

miento, a lo largo de nuestras li'neas.

Un traidor Valdovinos, (1) pasado el 25, se

encargaba de ensefiar al enemigo los senderosocultos y los puntos m£s d^biles, por donde deb/a

atacarnos con ventaja, para dominar nuestra terca

resistencia.

Batallones y m&s batallones subfan sin cesar

por todos lados, mientras los regiraientos de caba-llerfa cargaban aqui y alia a los pelotones aisla-

dos de nuestra infanterfa, que parecia multiplicar-

se milagrosamente, apareciendo alii donde aparecia

el invasor.

A las once de la maflana subfa a los cielos

todavia el inmenso crepitar de la batalla.

DespuSs de cinco horas de duelo, los paragua-yos seguian resistiendo « como bdrbaros », sin pe-

dir cuartel, sin aceptar clemeneia.

El enemigo enfurecido por aquella tenacidad

sin ejemplo, cay6 entonces en una verdadera lo-

cura homicida, dominando el estruendo de la lucha

(1) Garmendia, campaSa de pikysyry, pagina 145; Borman,HISTORIA DA GUERRA DO PARAGUAY, tomo II, pAgin. 267.

Page 408: El Libro de los Héroes

402

el grito deimaten ! | maten I con que el coronel

Morales enardecfa a sus tropas.

Pero si mataban, tambten morfan, teniendo queluchar fuera de todas las reglas de la guerra, enun entrevero espantoso, a sable y bayoneta, hi-

ridndose a veces los mismos companeros, en la

horrible confusion.

Solo el 40 conservaba su formaci6n, eomo si

le animara la vieja disciplina que supo imprimirle

el general Dfaz.

Pero diezmado por el enemigo, cuyo poderaumentaba por momentos, fue reduei6ndose, hasta

desaparecer.

Era de verse, dicen los que presenciaron aquel

drama singular, c6mo se batfan aquellos pequenosinfantes, acosados sin cesar por infinitos adver-

saries.

Ya eran cargas a fondo sobre columnas espe-

sas, a traves de las cuales se abrfan paso, sem-brando el desconcierto; ya retiradas en cuadro,

resistiendo a los asaltos sucesivos de la caballeria.

Asl pelearon horas enteras, sin que nadie pu-

diera veneer su bravura, concluyendo su acometi-

vidad con la vida del ultimo de ellos.

Godoy, ya solo, abandon6 ei campo de batalla,

siguiendo las huellas del Mariscal L6pez, que aca-

baba de retirarse para no caer en las manos del

enemigo que rodeaba su cuartel general.

El batall6n 40, resucitado -un momento, habia

desaparecido de nuevo entre los horrores de aquel

encuentro sin igual.

Pero sus bisoiios soldados, demostraron an-

tes de perecer, que eran dignos de su brillante

tradici6n y que tenfan derecho a gastar las bar-

bas que ostentaban, ya que su pujanza correspon-

Page 409: El Libro de los Héroes

403

dfa a un corazon maduro, templado en los azares

de una larga vida.

El teatro de la lucha qued6 cubierto de ca-

daveres.

«Partfa el alma—dice Garmendia—ver en aquel

campo de sangre una multitud de nifios muertos

y heridos, en un estado lamentable. Algunos, que

ya habian dejado de vivir, parecfan dormidos con

esa inoeencia de la edad temprana ; otros, con las

facciones contraidas, tenfan el sobresalto reflejado

del ultimo estertor de la agonfa; y algunos, con

sus barbas postizas de cerda, mas parecfan vfcti-

mas de un carnaval que de una batalla ». (1)

IQue inmenso remordimiento para los pueblos

aliados !

Debi6 temblar la mano del cronista argentino

al pintar ese cuadro, que es toda una ignominia

para su patria.

(1) Santiago Estrada, que estaba en Palmas cuando se daba

esta batalla, apunta lo siguiente en el tomo II, pagina 79 de su

libro de viajes :

« Regresamos a las cinco al pont6n Riachuelo. Poco despuds

lleg6 el capitan del vapor Paso de Patria, que acababa de conducir

cuarenta y dos heridos, de los cuales solo uno es viejo. El resto

lo forman nifios de once a catorce anos. Uno de los presentes

exclara6 al oir la noticia

:

« —Es una escuela conducida a la pelea, con el maestro a la

cabeza. »

Y mas adelante, en la pagina 81, escribe :

« L6pez mand6 sus fuerzas hasta el ultimo momento. Los pa-

raguayos ban peleado heroica o mejor dicho, brutalmente, pues

no se ha rendido uno solo. Se cuenta de un teniente y tres sol

dados que fueron tornados por dos batallones, con i.os cuales

COMBATIERON HASTA CAER ATRAVESADOS POR LAS BALAS. »

Podria agregarse que el general Caballero, con solo treinta jine'

tes, dispers6 a un regimiento brasileflo, derrot6 al 4° de linea ar-

gentino y se apoder6 de la bandera de un batall6n correntino, que

tambten huyo en su presencia. Garmendia dice a medias la ver-

dad sobre todo esto en la paj. 160 de su campana del pikysyry.

Page 410: El Libro de los Héroes

404

Sin pensarlo y sin preverlo, di6 asf la cifra

de nuestro total exterminio.

Bien pudo escribir Sarmiento, despues de aque-

11a monstruosa hecatombe, estas palabras revela-

doras, dignas de su barbara sinceridad :

« La guerra del Paraguay concluye, por la

simple raz6n que hemos muerto a todos los para-

guayos de diez afios arriba. > ( 1 ).

( 1 ) Obras, tomo 50, pagina 261.

Page 411: El Libro de los Héroes

LA EPOPEYA DEL CENTAURO

Alguna vez se ha de escribir la historia de la

caballerfa paraguaya. Y entonces se vera que sus

hazanas no admiten paralelo y que sus glorias

eclipsan las de los mas afamados jinetes de Ame-rica.

Ni los Uaneros de Paez, ni los gauchos deGtiemes, ni los lanceros de Artigas superaronjamas el heroismo de aquellos Centauros guara-

nfes, cuyo formidable empuje nadie pudo detener

y cuya audacia sin limites se nos antoja fabulosa.

« Hombres de inmensa talla — dice el general

Garmendfa — con la tez cobriza y la mirada alti-

va, el pesado morri6n echado atras y sujeto en el

barbijo; el brazo musculoso, levantado, blandiendoel filoso sable, aquel sable que nos recuerda los

hachazos de Waterloo; las piernas nervudas, opri-

miendo el flanco de los potros recien domados,que desbocados se arrojaban sobre nuestros sol-

dados, no oy£ndose sino la voz animosa de sus

oficiales y el repiqueteo de aquellas inmensas es-

puelas nazarenas que sangraban los hijares de

sus torpes redomones . . Avanzaban rapidos, le-

vantando una nube de agua de los esteros, quecruzaban en espantoso desorden. La metralla abrfa

claros inmensos en sus escuadrones, pero una

Page 412: El Libro de los Héroes

406

disciplina de hierro cerraba aquellos claros con

una rapidez digna de encomio. Veloces como el

rayo, se lanzaban sobre nuestros cuadros, hacien-

do flamear sus banderas sobre las cabezas de

nuestros soldados. >

Como veis, el siempre injusto cronista argen-

tino, no puede ocultar su admiraci6n por aquellos

jinetes estupendos.

Escribe bajo la impresi6n terrible que debi6

dejar en su espfritu sus cargas legendarias.

Los ve todavfa « de inmensa talla >, resonando

en su ofdo el lugubre « repiqueteo » de sus tam-

bi£n < inmensas espuelas nazarenas >.

Actor principal en la guerra del Paraguay,

nos da en su original estilo la visidn de aquellos

avances audaces, a traves de los esteros, en que

la artilleria abrfa « claros inmensos > en nuestras

filas, claros que en el acto cerraba « una discipli-

na de hierro », prosiguiendo la carga vertiginosa

en medio del estupor del enemigo, que vefa flamear

sobre su cabeza el estandarte tricolor, mientras

los filosos corvos realizaban su siniestra tarea de

exterminio. .

.

Pero esa caballerfa era la de los dias felices

de nuestros esplendor guerrero.

Esos jinetes gigantescos eran los del 2 de Ma-

yo, eran los de las cargas asombrosas de Tu-

yutf.

Mucho mas dignos de loa, mucho mas admi-

rables son los que vinieron despues ; los que en-

flaquecidos por el hambre y castigados por la

miseria supieron acrecentar el prestigio de nues-

tra caballerfa, luchando sobre fam£licos rocines,

a los que parecian infundir los alientos de su

energfa, transfigurandose y transfigurandolos en

las horas de prueba.

Page 413: El Libro de los Héroes

407

Los vencedores de Isla Tayi, los heroes de

Ytoror6 y Avay, los que realizaron el milagro de

Ita Ybate, los que sucumbieron en Acosta ftu, no

eran de inmensa talla, ni montaban torpes redo-

mones.

Invalidos convalecientes, ancianos octogena-

rios o nifios que se disfrazaban de hombres, con

enormes barbas postizas-, sabfan realizar el prodi-

gio de lanzar a la carrera a sus miserables caba-

llos, infundiendo el mismo terror y desplegando

el mismo heroismo.

Hubo caso en que bast6 que amagaran unacarga, para que el enemigo emprendiera una pre-

cipitada fuga, como ocurri6 el 24 de Setiembre

de 1867.

Y apenas surgfa en el horizonte la silueta de

nuestros regimientos de espectros, el invasor bus-

caba el abrigo de sus fortificaciones.

El general Caballero, al terminar la batalla

de las Lomas Valentinas, derrotd con s61o treinta

jinetes a un Regimiento de la mentada caballerfa

riograndesa y a dos batallones argentinos.

Y el general Genes, al frente de los restos de

un regimiento, detuvo sobre el arroyo Mbutuy,despu£s de dos horas de combate, a una divisi6n

de las tres armas del ejeYcito aliado, comandadapor el general Emilio Mitre, obligandola a con-

tramarchar desmoralizada!

Esa es la caballerfa cuyas proezas aun no hansido referidas.

Esa es la que no tiene igual en los anales del

heroismo humano.Caballero, Genes, Rivarola, Delgado, Vera,

Fleitas. . . soldados de leyenda, escribieron paginasde bronce, realizando hazaflas inauditas, que mas

Page 414: El Libro de los Héroes

408

parecen creaciones de la fantasia que realidades

forjadas por el patriotismo desesperado.

i C6mo encontrar modelo a aquel coronel de

dragones, de ochenta aftos, que en Ita Ybate eae

con el cr&neo destrozado, al frente de la escolta

presidencial ?

i Cual es el heroe americano que puede paran-

gonarse a aquel « jinete alado y fiero » — que dijo

Juan de Dios Peza — que el 21 de Diciembre de

1868, viendo llegar triunfante al enemigo, sale del

Hospital de Sangre, con la garganta atravesada

por una bala, desangrado y delirante por la fiebre,

monta a c&ballo, reune algunos soldados sueltos,

y al frente de ellos se lanza, como una tempestad,

sobre los brasilefio?, arrollandolos con furia irre-

sistible, hasta arrojarlos al otro lado de nuestras

trincheras, y presentandose moribundo al Mariscal

L6pez, sosteniendo la cabeza entre las manos para

evitar que se le derramen los sesos por la ancha

boca de una nueva herida!

iAsi eran los hombres de la caballerfa para-

guaya

!

Y asf era aquel centauro que se llamd Jose

Dejesus Martinez, cuya vida voy a evocar y cuya

agonla parece un episodio arrancado a la Iliada.

II

La tormenta se aproxima.

Nubes negras, que ocultan el rayo en sus en-

trafias, se acumulan en nuestros horizontes.

De las riberas del Rfo de la Plata nos llegan

los ecos lejanos de la borrasca, que ya ha empe-

zado a asolar a un pueblo hermano.El momento es sombrfo.

Page 415: El Libro de los Héroes

409

F'oco falta para que se desaten sohre nuestra

cabeza las iras del cielo.

En el ambiente fiota un triste presentimiento.

Nadie duda de que va a hacer crisis una an-

siedad de medio siglo.

Y todos se preparan, en silencio, a afrontar

la prueba suprema.Ni gritos de protesta, ni alaridos de rabia.

Un patriotismo fervoroso, pero estoico, no se

trasunta en palabras sino en hechos.

No se trata de hablar, se trata de morir.

Y de los cuatro puntos cardinales, mientras

ronca a lo lejos la tormenta, van llegando a nues-

tros campamentos, a engrosar las filas de nuestro

ejercito, los que no tardaran en hacer oblaci6n

de su vida en los altares de la patria.

Vedlos andar por los largos caminos polvo-

rientos, bajo la gloria del sol o a la tremula luz

de las estrellas.

Son la flor de nuestra raza.

La juventud retoza en sus negras pupilas, yla vida, como ola de fuego, palpita en el torrente

de su limpia sangre.

Hasta ayer no conocian sino las delicias de

una paz patriarcal, las puras efusiones del hogar,

las fatigas lecundas del trabajo.

Han dejado el arado en el surco que empeza-ban a abrir, para acudir al misterioso reclamo dela madre comun.

A sus espaldas queda la deliciosa heredad de

los suyos, como caliente nido, en el que la vida

canta eternamente un poema de amor infinito yde interminable felicidad.

Favorecidos por todos los dones de una tierra

uberrima, no han sabido de zozobras, ni han co-

nocido las angustias de la miseria.

Page 416: El Libro de los Héroes

410

Y van, alegremente, cantando sus ingenuas

canciones, a ofrecerse a la muerte en un sublime

holocausto. .

.

Entre esos efebos, que dejan para siempre las

sombras de sus naranjales nativos, fijaos en ese

nino que cruza anchos esteros y profundos arro-

yos, seguido de sus padres, camino de Humaita.

Se llama Jos6 Dejesus Martfnez.

Ha nacido en Pedro Gonzalez, en 1847.

Hijo unico de dos buenos campesinos—Loren-

za Valdez y Esteban Martfnez—acaba de cumplir

diez y siete anos.

Su aspecto es absolutamente infantil, pero hay

algo en 61 que revela las energfas que duermenen potencia, dentro de su corazon.

Desde ya, domina a la hurana bestia que mon-

ta, manejandola con la seguridad de un viejo do-

mador y con el garbo de un consumado jinete.

Se ve claro que no es un labrador.

Y habla poco, mejor dicho, apenas habla.

Es un espfritu reconcentrado, sin ser triste,

parco en expansiones, como si se hubiera adelan-

tado a la vida o como si fuera un vidente de su

tragico destine

Ved ahora llegar a los ancianos y al nino, al

glorioso baluarte de la defensa.

Inmensa actividad reina en la gran plaza for-

tificada.

Por todas partes se ven grupos de gentes, airo-

sos oficiales y tropas que maniobran.

Y los dos buenos paisanos se presentan en la

comandancia, para hacer entrega del nino que

traen, es decir, para ofrendarlo a la patria, comoun tributo cruel, pero expontaneo, en presencia

del peligro que amenaza al hogar comiin.

Page 417: El Libro de los Héroes

411

Y al dar aquel pedazo de su vida, no piden,

en cambio, sino que se les permita seguirle en los

azares de su carrera, para participar de sus penu-

rias y para cerrarle los ojos en su regazo, si le

toca sucumbir en la demanda...

Jos6 Dejesus Martfnez ha entrado asi en los

dominios de la historia.

Va a empezar la epopeya del Centauro del

Neembucu.

Ill

Alistado el 22 de Junio de 1864 en an regi-

miento de caballerfa, pronto se hizo notar « por

sus aptitudes militares y por su extrema exactitud

en el servicio », dice su primer bi6grafo, el poeta

y cronista de nuestra guerra, Natalicio Tala-

vera. (1)

No tard6, pues, en ascender a cabo, a pesar

de su juventud, haciendo de instructor de sus bi-

sonos compafteros.

Cuando se desencaden6 la tempestad y hubi-

mos de invadir el territorio argentino, para correr

en socorro del Uruguay, Jos£ Dejesus Martfnez

fue de los primeros que partieron hacia Corrien-

tes, tocandole marchar en la vanguardia del ejer-

cito del general Robles.

Actuando en todas las escaramuzas y peque-

flos combates de esta desgraciada campafia, no

tard6 en ganar las ginetas de sargento, corriendo

de boca en boca la fama de su audacia.

Y cuando repasamos el Parana, renunciando a

la ofensiva, el Mariscal Lopez mostr6 el mayorinteres en conocer al joven soldado, cuyas haza-

(1) Hoja sueltu impresa en Paso Pucu.

Page 418: El Libro de los Héroes

412

nas le habian sido referidas con entusiasmo, orde-

nandole que se le presentara en su Cuartel Ge-neral.

La entrevista tuvo lugar el 21 de Diciembrede 1865, recibiendo Martinez de las manos del su-

premo dignatario de su pais sus despachos desubteniente 2° del 2° escuadr6n del Regimiento de

Dragones de la Escolta Presidencial.

Pronto habfa de recibir el bautismo de fuegosu flamante uniforme de oficial.

En efecto, tres semanas despu£s de su ultimo

ascenso, corri6 en nuestro campamento la noticia

de que se preparaba una expedici6n al territorio

enemigo y que en ella no participarian sino vo-

luntaries escogidos.

Saberlo y presentarse a la superioridad, fue

todo uno.

Lo que queria era encontrar ocasi6n de pelear,

atray6ndole, con extrana seducci6n, el peligro.

Hasta entonces no habfa tenido oportunidad

de dar la medida de su heroismo, ya que el ene-

migo no habfa sabido hacer otra cosa qne huir

< como los avestruces de sus campos », al decir

del Mariscal L6pez.

Fracasamos, es cierto, en nuestros empenosestrat6gicos, pero no por la resistencia de nuestros

contendores, sino por la torpeza o por la desleal-

tad de nuestros capitanes.

La guerra a muerte aun no habia empezado,Pero ya no podia tardar en iniciarse.

El poderoso ej6rcito de la Triple Alianza,

acampado frente a nuestro territorio, acumulabamateriales belicos para dar comienzo a la invasi6n.

Entretanto, saltan diariamente pequenas expe-

diciones de Itapiru, que cruzaban el rio e iban a

retar al enemigo, con la mayor impavidez, arrean-

Page 419: El Libro de los Héroes

413

do a su vuelta todos los animales vacunos y ca-

ballares que encontraban en su camino.

La aproximaci6n de estas fuerzas al campa-mento aliado di6 lugar a una deserci6n en grandeescala de los prisioneros paraguayos, obligados a

tomar las armas contra su pafs.

Apenas aparecfan los nuestros en la costa co-

rrentina, cuando surgfan, como por ensalmo, de

las isletas, de los esteros, de los bosques, los ven-

cidos de la campana del Uruguay que, exponi£n-

dose a morir fusilados por desertores—como mu-rieron muchos—no trepidaban en ir al encuentro

de sus compatriotas, para incorporarseles y regre-

sar juntos al terrufio.

Este hecho llen6 de indignaci6n al enemigo»

pero debi6 alentar al Mariscal L6pez, al darle la

medida de la lealtad de sus soldados que, sordos a

las predicas envenenadas de sus vencedores, desa-

fiaban todos los peligros, para buscar la sombrade la bandera nacional.

Y con el objeto de hacer mds facil esas in-

corporaciones, orden6 que se organizara la expedi-

cion que hemos mencionado, con la orden expresa

de que se extremara la audacia, internandose has-

ta donde fuera posible en el campo de acci6n delos aliados.

El entonces comandante Jos6 Diaz ( 1 ) fue el

encargado de escoger la gente y de hacer los pre-

( 1 ) Es hora ya de decir que el general vencedor de Curupaytyfirm<5 siempre Josfi DIaz. Ese, y no otro, es su nombre historico,

el que aparece en todos los documentos oficiales. El femenino

< Eduvigts » debi6 ser repugnante a quien se sentia dotadoj y bien

dotado ! de todos los atributos de var6n. Y asl se explica quehaya prescindldo de 61, como puede verse en todos los papeles

que llevan su firma, algunos de los cuales guardo en mi archivo

particular.

Page 420: El Libro de los Héroes

414

parativos del caso. Y como era demasiado grandeel numero de voluntaries que se le presentaban,

re.solvi6 organizar una primera columna con oficia-

les y clases, casi en su totalidad.

Entre los que merecieron el honor de ser pre-

feridos, entre tantos heroes, estaba Jose" DcjesusMartinez.

Diaz sabla demasiado lo que valia aquel im-

berbe oficial de Dragones, a quien vi6, m£s de unavez, abrirse paso con su sable en los entreveros

con la caballerfa correntina, alguna vez alcanzada

y obligada a pelear.

Mas aun, era su amigo personal, amandole in-

timamente y teniendo una fe ciega en su probadaintrepidez.

No podia, pues, ver con malos ojos su partici-

paci6n en aquella empresa, ya que deseaba ardien-

temente que hiciera, como hizo, una rapida y bri-

llante carrera.

En la tarde del 30 de Enero de 1866 parti6 la

expedici6n, a las 6rdenes del teniente Celestino

Prieto.

La componfan doscientos cincuenta hombres

y dos coheteras.

El Mariscal L6pez despidi6 personalmente a

los bravos expedicionarios, dirigi6ndoles la pala*

bra con su habitual elocuencia.

Aquella noche pernoctaron en Corrales—fren-tealtapiru — y al dia siguiente, bien temprano,

avanzaron resueltamente en direcci6n al campa-mento enemigo.

INo sabfa Prieto lo que le esperaba

!

Mientras los paraguayos vadeaban arroyos ycruzaban esteros, el general Mitre les armaba unatram pa, en que parecfan condenados a sucumbir.

Page 421: El Libro de los Héroes

415

En efecto, un conocido miembro de una de

nuestras familias malditas, vale decir, un traidor

de raza, de abolengo o de linaje, se habfa pasado

el dfa anterior al enemigo, anunciando la proximaexpedici6n.

Y el generalfsimo, que habfa prometido escar-

mentarnos, tom6 en el acto las disposiciones del

caso, a fin de que se nos preparara una embosca-

da en regla.

El general Hornos, con toda su caballeria, y el

coronel Conesa, con la engrefda Divisi6n BuenosAires, fueron los encargados de hacernos caer en

la trampa.

Y asf fue como cinco mil hombres de las tres

armas nos esperaban, bien escondidos, detras de

un bosque, cuando en aquella hist6rica mafiana

nos adelantamos resueltamente hacia San Cosme,en una absoluta ignorancia del peligro que nos

amenazaba.Estabamos ya a dos pasos del enemigo, cuan-

do una imprudencia de este nos revel6 su pre-

sencia.

Los portenos no habfan podido contener su

alegrfa al vernos llegar, prorrumpiendo en unainmensa griteria.

Ante este hecho inesperado, pulso Prieto su

comprometida situaci6n, ordenando en el acto la

retirada.

Pero ya el enemigo se le venfa encima.

ILa batalla de Corrales habia empezado I

No he de entrar en los detalles de esta acci6n

memorable y unica.

Sdlo he de decir que los paraguayos retroce-

dieron a pie firme, imponiendo respeto a los ar-

gentinos, que inutilmente ensayaron movimientosenvolventes con su numerosa caballeria.

Page 422: El Libro de los Héroes

416

A las tres de la tarde arreciaba la lucha.

El tnismo Mitre habfa acudido a esa hora al

campo de batalla, presenciando la impotencia de

los suyos frente al indomable heroismo de los

paraguayos.

IPero eran 250 hombres los que se batfan con

cinco mil enemigoslY si los argentinos en tales condiciones se

sentian « debilitados de una manera asombrosapor el cansancio », segun el coronel Conesa, es de

suponer c6mo estarfan los pobres soldados de

Prieto, que no habfan descansado un segundodesde el amanecer

!

En aquel cri'tico momento se oy6, en direo

ci6n a la playa, una confusa griterfa. Y minutos

despu6s resonaban en el bosque los mas entusias-

tas vivas al Paraguay y al Mariscal L6pez.

Era el teniente Saturnino Viveros que llegaba,

con un refuerzo de 200 hombres y nuevas provi-

siones de proyectiles.

No era mucho, pero era lo suficiente para sal-

var la situaci6n.

Hornos y Conesa no sabian que hacer para

quebrar nuestra resistencia.

Y ordenaron una furiosa carga a nuestras

posiciones.

Una y otra vez fueron rechazados, insistiendo

ciegamente en su iniitil empeflo,

A veces se internaban en las picadas, trab&n-

dose entonces una lucha personal, cuerpo a cuerpo

y a arma blanca, de la que no salfan mejor pa-

rados.

Y era de verse, dicen los actores sobrevivien-

tes de aquella Jornada, la bravura con que Marti-

nez combatfa, multiplicandose en el peligro, mo-

vi£ndose con pasmosa agilidad, actuando en todas

Page 423: El Libro de los Héroes

417

partes, en la derecha, en el centro, en la izquierda,

alii donde se presentase el adversario.

Y eso que el Centauro no estaba en su ele-

mento.

No era 61 para luchar a pie, en medio de la

selva.

Soldado de caballerla, amaba el campo sin fin,

la llanura dilatada, en que se puede volar al en-

cuentro del enemigo, saboreando el peligro a la

distancia y desafiando a la muerte en el frenesf

de una carrera desenfrenada.

Pero heroe al fin, demostr6 que en cualquier

terreno y en cualquier forma era capaz de reali-

zar las mismas hazaflas, con la misma bizarrfa.

A las seis de la tarde el duelo continuaba en

la playa de Corrales.

Los argentinos, que habian visto caer a sus

mejores jefes y habian sufrido perdidas conside-

rables, estaban completamente desmoralizados.

Podia decirse que la batalla estaba ganada.

Y para consumarla, provocando la fuga del

enemigo, se aproxim6 el comandante Diaz, con

un refuerzo de setecientos hombres.No habia desembarcado aun, cuando los ar-

gentinos se alejaban precipitadamente, apesar derecibir en aquel oportuno moment© el poderosorefuerzo que les traia la division del general Ri-

vas que Uegaba. .

.

Al dfa.siguiente regresaron los paraguayos a

Itapiru, llevando sus muertos y sus heridos, sin

ser molestados por el escarmentado enemigo.Martinez, felicitado personalmente por el Ma-

riscal L6pez, recibi6 su ascenso a subteniente pri-

mero y la cruz de plata decretada a los vencedo-res, pasando a ocupar su puesto en el Regimientode Dragones.

Page 424: El Libro de los Héroes

418

IV

La gran vergiienza de Corrales produjo in-

mensa indignaci6n en la Republica Argentina.

Los portefios, no pudiendo explicar la inexpli-

cable derrota, descargaron sus iras sobre los bra-

sileflos, atribuyendo el desastre a la cobardia dela escuadra imperial, que dejaba a los paraguayoscruzar impunemente el Rfo Parana.

Y el almirante Tamandare, que se holgaba en

las calles de Buenos Aires, tuvo que salir, echadopor la opinion publica, para ir a ponerse al frente

de sus buques, surtos en Corrientes.

Y vino un periodo de actividad en las opera-

ciones de la alianza.

El ejeYcito se aproxim6 a la costa y la escua-

dra se despleg6 en batalla entre las Tres Bocas

y el Paso de la Patria.

Eran los preparativos de la invasi6n.

Durante todo el mes de Marzo de 1866, el te-

niente Farifia tuvo en jaque a los acorazados)

batiendose con ellos desde un lanch6n.En la noche del 6 de Abril fue ocupado por

los brasilenos el gran banco de arena, que se ex-

tendfa de este a oeste, frente a Itapiru, fortific&n-

dose alii bajo la protecci6n de la escuadra.

Desde esta nueva posici6n el enemigo bom-barde6 con mas eficacia nuestras lfneas, mo-lestandonos senamente, a tal punto que hubimosde procurar desalojarlo.

Para esto, Diaz volvi6 a recibir el encargo de

organizar una columna de asalto, a base de vo-

luntaries.

La empresa era arriesgada y dificil.

El Banco estaba defendido por numerosas ys61idas trincheras, profundos fosos y una excelente

artillerfa.

Page 425: El Libro de los Héroes

419

Y no lejos velaban las naves imperiales, con

los fuegos encendidos, listas siempre para acudir

en su socorro.

Pero nada habfa imposible a la audacia pa-

raguaya.Mas todavfa, el peligro, lejos de acobardarnos,

era un estimulante, que aumentaba nuestra desi-

ci6n y nuestro entusiasmo.

Cuanto mas arriesgada era la empresa, mayorera el mimero de los que querfan tomar parte

en ella.

Era ya una voluptuosidad eso de ir a la

muerte. .

.

Demds estd decir que Martinez fue de los pri-

meros en ofrecerse.

Dfaz, como siempre, acept6 su concurso, en-

comend&ndole el mando de un escuadr6n de ca-

ballerfa desmontada, que debia ir en la vanguardiade la expedici6n.

Y en la madrugada del 10 de Abril partieron

800 hombres, en 20 canoas, luchando largo rato

con la impetuosa corriente del Parana antes dellegar al Banco, que quedaba a 150 metros de nuestra costa.

Desgraciadamente, como la noche era, masque oscura, tenebrosa, los brasilenos, que conocfannuestra temeridad, habian extremado la vigilan-

cia, siendo imposible la sorpresa.

Los gritos de alarma de los centinelas no se

hicieron esperar, y pronto los imperiales hicieron

funcionar su artillerfa, recibiendo a los asaltantes

a metrallazos.

Sorprendidos en su intento los paraguayos, norenunciaron por esto a sus prop6sitos.

Y Martinez, al frente de su escuadr6n, saltd a

tierra, antes que nadie, dirigiendose rdpidamente

Page 426: El Libro de los Héroes

420

a la trinchera enemiga, llevando en pos de si a

nuestra briosa infanterfa.

Las fuerzas imperiales destacadas en diferen-

tes lugares, fueron arrolladas por los terribles

sableadores que acaudillaba nuestro h6roe, reple-

gandose a sus fortificaciones, sobre cuyo parapetosaltaron los nuestros para completar la carniceria.

Pero no fue posible dominar ciertos sectores

de las obras de defensa, donde el eneraigo se hizo

fuerte hasta que le llegara la protecci6n salvadorade la escuadra.

Empezaba a amanecer cuando los paraguayosvieron que se aproximaban los buques brasileftos.

La partida estaba perdida.

Habia que retirarse.

Para proteger esta diffcil operaci6n, mand6Diaz un refuerzo, que \\eg6 al Banco bajo el fue-

go de la escuadra y de la artilleria de tierra.

Y los expediciouarios regresaron a nuestro

campo, protegidos por nuestra artillerfa, despu6s

de haber hecho enorme mortandad, pero con per-

didas considerables.

Tal fue el asalto al llamado, desde entonces,

Banco Purutue\

El Boletin de nuestro ejercito, al dar cuenta

de esta acci6n, hace una menci6n honrosa de

Martfnez.

« No es posible, dice, apuntar los hechos espe-

ciales y los episodios heroicos que han realzado

el meYito incuestionable de nuestros apuestos sol-

dados, porque es diffcil poner en una balanza tanta

resoluci6n y tanto heroismo, cuando ellos mismosno saben sino ponderar a todos. Sinembargo, ybien asentado que todos los oficiales y soldados

han rivalizado en valor, nombraremos a algunos

de la primera clase, como el alferez Bord6n, de

Page 427: El Libro de los Héroes

421

infanterfa, y el alferez Jose Dejesus Martinez, de

caballeria, que conduciendo la vanguardia, fueron

los primeros en difundir la muerte y el espanto

entre los enemigos. >

Y Talavera en su citada biograffa escribe

:

« Uno de los hechos mas memorables, que le

vali6 el aplauso de todos sus compafleros, fue su

heroico comportamiento en el Banco de Itapiru.

A la cabeza de un escuadr6n de caballerfa, al queelectriz6 con su palabra y con su ejemplo, desem-barc6 bajo un vivo fuego en dicho banco, y to-

mando la vanguardia con sus sableadores fue el

primero que atac6 las posiciones enemigas y el

el primero en saltar sobre los atrincheramientos,

saliendo con una leve herida. »

El Mariscal L6pez, por su parte, premi6 su

heroismo, otorg£ndole la Estrella de Caballero dela Orden del Merito, por decreto del 12 de Abril

de 1866.

Y poco despues era ascendido a teniente.

Llegaban para el intrepido soldado las horas

mas solemnes de su vida.

Condenado a muerte por los designios crueles

de una guerra a muerte, iba a hacer crisis su

epica agonia.

Si aun no habia sucumbido, no era porqueesquivara el peligro, ni porque pusiese freno a los

arrebatos de su audacia infinita.

Siempre en la vanguardia, su espada era la

primera que se tenia en la sangre enemiga, ba-

tieudose en todas las ocasiones como si estuviese

solo, cuerpo a cuerpo, sin respetar el numero desus contrarios, ni detenerse ante obstaculos mate-

Page 428: El Libro de los Héroes

422

riales, si£ndole igual atropellar una trinchera eri-

zada de bayonetas, corao estrellarse contra las bo-

cas encendidas de los canones.

Pero ya no tardarfa en poner un punto final

luminoso al resonante poema de su existencia.

Pronto le brindaria el destino un escenariodigno de su muerte.

Porque aquel joven Centauro, de belleza es-

cultoYica, que parecia escapado a un friso griego,

necesitaba caer con la epop^yica grandeza de unheroe antiguo, en medio de una inmensa batalla,

superando su estatura humana y asombrando al

invasor.

Y esa ocasi6n estaba proxima.

El ej<§rcito aliado habia invadido nuestro te-

rritorio.

Cuarenta mil hombres se estendian desde el

Paso de la Patria hasta el Estero Bellaco del Sud.

El choque terrible no podia, pues, hacerse es-

perar.

De un momento a otro tendria lugar el duelocolosal, que tal vez decidirfa la suerte de la con-

tienda.

El Mariscal L6pez, en tan criticos momentos,defendia la linea de Rojas, antes de encerrarse

en el recinto atrincherado de Humait&.Alma volc&nica, pero dominada por una pode-

rosa inteligencia, no se dej6 llevar de sus arrebatos

patri6ticos, ni quedd deslumbrado en presencia del

imponente aparato belico del enemigo.

Y asi, sin perder su serenidad, estudio su si-

tuaci6n, disponiendose a buscar her6icos sustitu-

tivos a los elementos que le faltaban, aprovechan-do para esto el temple superior de sus soldados.

Page 429: El Libro de los Héroes

423

La lucha iba a ser desigual, porque los inva-

sores tenfan todas las ventajas materiales a su

favor.

Felizmente esto no es suficiente para veneerenseguida.

Nosotros no teniamos sino canones antiguos

y fusiles de chispa... pero teniamos de nuestra

parte la justicia de nuestra causa.

Ellos eran la fuerza bruta, nosotros el derecho.

Ellos acababan de aplastar la soberania del

Uruguay y venian a anular la nuestra.

Nosotros sostenfamos el principio sagrado de

la inviolabilidad de las patrias y negabamos la

legitimidad de la violencia para dirimir los con-

flictos internacionales.

Ellos eran el crimen, la « monarqufa ladrona >

que dijo Lugones, la usurpacion.

Nosotros la libertad, la democracia, el patrio-

tism©.

Ellos atropellaban a mansalva el hogar de unpueblo paeffico.

Nosotros ejercitabamos el derecho de la legi-

tima defensa.

Tenfamos, pues, una superioridad espiritual

incontrastable, que multiplicand nuestras fuerzas

y nos harfa obrar los prodigios de nuestra resis-

tencia de cinco anos.

Asf lo comprendi6 nuestro soberbio caudillo,

al aprestarse a detener al invasor que llegaba, se-

reno en su impotencia, magnffico en la soledad

de su infortunio.

Su lema era veneer o morir.

Y los dos extremos eran igualmente glorio-

sos. .

.

En la maftana del 2 de Mayo hizo el enemigoun ligero reconocimiento, penetrando en Tuyuti,

Page 430: El Libro de los Héroes

424

donde mo encontr6 sinO pequefias guardias de ob-

servaci6n, que se retiraron en su presencia.

Y qued6 tranquilo, seguro de que no le ame-nazaba ningun peligro.

Pero no era asi.

El Mariscal L6pez habfa dispuesto que, preci-

samente ese dfa, se llevase un asalto a la vanguar-

dia de los aliados, comandada por el general

Flores.

Para el efecto, encarg6 al coronel Dfaz que

organizara la columna expedicionaria.

El plan era sencillo : caer sobre el caudillo

oriental, batirlo rapidamente, y regresar a nues-

tro campo antes de que llegara en su socorro el

grueso de las fuerzas invasoras, acampado unalegua mas al Sud.

La vanguardia enemiga se componfa de las

siguientes unidades, segun Garmendia:Batall6n Florida

24 de Abril

» Independencia» Libertad

Batall6n 5°

» 3° de voluntarios

16° »

Artillerfa

Regimiento 1° 4 piezas

Caballerfa

Escolta de Fortunato Flores

Para atacar estas fuerzas, prepar6 Dfaz tres

columnas, que debian avanzar por los tres pasos

del estero.

La primera columna (derecha) a las 6rdenes

del comandante Basilio Benftez, se compondria de

dos Regimientos de caballerfa; la segunda ( cen-

Divisi6n Palleja

Brigada brasilena

Page 431: El Libro de los Héroes

425

tro) mandada por el mayor Manuel Antonio Gi-

m£nez (Calaa) de cuatro Batallones de infanterfa

;

la tercera (izquierda) a las ordenes del coman-dante Francisco Fidel Valiente, de dos Regimien-tos de caballeria.

El mayor Avelino Cabral mandaria una co-

lumna de reserva, compuesta de cuatro batallones

y un regimiento de caballeria.

El teniente Jose Dejesus Martinez fue escoji-

do para comandar dos escuadrones del Regimien-to 21, que debia operar por nuestra izquierda, es

decir, por el paso mas pr6ximo al invasor.

Y vino el ataque.

Poco despues de medio dia se precipitaron los

paraguayos sobre el enemigo, llegando a 61 con

la rapidez del relampago.

La contusi6n de la vanguardia de los aliados

fue indescriptible.

El general Flores apenas tuvo tiempo de saltar

sobre su caballo en pelo, huyendo a carrera ten-

dida, perseguido de cerca por nuestra caballeria.

En cuesti6n de segundos el teniente Martinez

se apoderaba de la artilleria enemiga, desbandan-dose el batal!6n brasileno que la defendia.

[El Centauro estaba en su pa pel !

Mientras nuestras unidades avanzaban incon-

tenibles, luchando con su denuedo acostumbrado,el rompia cuadros y se abria camino a la cabezade sus escuadrones, multiplicando sus cargas pro-

digiosas alii donde encontrase resistencia.

No es posible seftalar todos los rasgos de su

heroismo, ni siquiera circunscribir su radio deaccion.

Estuvo en todas partes y marchatido siemprepor delante, a la vanguardia de nuestra vanguardia.

Page 432: El Libro de los Héroes

426

Herido en el muslo, al ir a la carga sobre los

canones brasilefios, no se detuvo hasta hacer sal-

tar sobre ellos su caballo, dispersando a sablazos

a los artilleros y enviando las piezas tomadas a

nuestro campo.Pronto qued6 eonsumada la victoria.

Todas las fuerzas atacadas habfan sido venci-

das, hnyendo en nuestra presencia, en el m&s las-

timoso estado.

Habia llegado, por lo tan to, el momento de

regresar a nuestro campo.Pero Dfaz fue mas alia de sus instrucciones. .

.

Prosigui6, temerario, el avance, yendo a chocar

con 3500 hombres contra todo el ejercito aliado.

Aquel gesto de corage era magnffico, pero

fatal para nuestras armas; daba la medida de

nuestra bravura, pero comprometia la victoria.

Y helo alii al Centauro paraguayo, corriendo

hacia la inmensa masa que se mueve pesadamentehacia nosotros, estrell&ndose contra aquel espeso

muro de hombres

!

Sus dos escuadrones se habfan reducido a la

mitad, y pronto no serfan sino un pelot6n de ji-

netes.

Pero 61 peleard sin descanso, hasta el fin de

la batalla, sin mirar los que le siguen ni contar

los que le atacan.

Bajo el empuje del poderoso enemigo, hubi-

mos de retroceder al fin, troc&ndose los papeles

por una imprudencia de nuestro comando. Pero

retrocedimos como en Corrales, a pie firme, ata-

cando constantemente, sin dar la espalda al in-

vasor.

Y asi, por obra de nuestra energia irreducti-

ble, no fuimos envueltos, cruzando el estero en

Page 433: El Libro de los Héroes

427

presencia del enemigo estupefacto, despues de seis

horas de horrible batallar.

El Boletin de nuestro ejeYcito, al relatar este

encuentro, dice textualmente :

« Las figuras culminantes del drama, sus prin

eipales protagonistas, son el comandante de la

expedicitin, el denodado coronel Diaz, el esclare-

cido comandante Benftez, el comandante Valiente,

el ma)ror Jimenez, el capitan Delgado, el capitan

Paez y el teniente ]os€ Dejesus Martinez ».

Y escribe Talavera :

« El 2 de Mayo sus vivas instancias a S. E. lo

condujeron al campo de la lid, y su heroicidad en

ese combate ha sido una gloria para la patria...

Con dos escuadrones de caballerfa paso el Bellaco

por el paso Piris, tom6 la vanguardia, acuchill6

resueltamente a los que encontr6 a su paso yasalt6 una parte de la bateria, en que se hallaban

emplazados dos canones, destrozando despues con

los suyos el campamento enemigo. Alii recibi6

una herida en el muslo, y S. E., premiando su

valor y sus meritos, le nombr6 ese mismo dia ca-

pitan de su escolta. »

Como se ve, la conducta de Martinez fue so-

bresaliente el 2 de Mayo.Internado en un Hospital y atendido carinosa-

mente por sus padres, que no le abandonaban unsolo instante, vi6 con profunda pena que su heri-

da se enconaba, dando pocas esperanzas de unapronta curacidn.

Y el enemigo estaba alii. . .insolente y amena-zador, desafiando su audacia, como un reto cons-

tante a su ardiente patriotismo.

Su impotencia le desesperaba.

Hubiera querido estar sobre su fogoso brid6n

y tener algunos miles de ginetes, para arrojarse

Page 434: El Libro de los Héroes

428

como una tormenta sobre el invasor, para empu-jarlo con furia irresistible, hasta ahogarlo en las

aguas del Parana\

Por fin habfa tenido ocasion de luchar eon el,

libremente, en campo abierto, poniendo a pruebael vigor de su brazo y el temple de su coraz6n.

Y habia visto que batallones enteros se des-

bandaban en su presencia, sin atinar a defenderse.

Habia visto c6mo la artilleria era impotente

para detenerle, llegando hasta ella bajo una anda-

nada de metralla y apagando a machetazos el

fuego de los canones.

Sabia ya lo que eran los que pretendian es-

clavizar a su pais, los esclavos recien manumitidosde las fazendas, los enganchados, recien llegados

de Buropa, del ej6rcito argentino, los que seguian

el trapo imperial y los que arrastraban por el

fango las ensenas republicanas que volaran triun-

fantes, arrtbatadas por la gloria, en el campo de

Ituzaing6.

No dudaba, ni podia dudar de la victoria.

Solo una catdstrofe inesperada o fatalidades

imprevistas harfan posible el fracaso de nuestra

resistencia.

Y en el delirio de la fiebre, menos calida que

su entusiasmo, soflaba con batallas estupendas,

con choques colosales, en que el valor personal

decidiese, a botes de lanza y a mandoblazos, la

suerte de la patria, viendose a si mismo, erguido

sobre los estribos, cruzando el inmenso incendio,

esgrimiendo su fulminea espada, como un adoles-

cente arc&ngel del exterminio.

Muchas veces le sorprendi6 la aurora agit&n-

dose en su lecho, con las pupilas dilatadas, persi-

guiendo en el espacio la visi6n epica de sus sueflos

imposibles, mientras su madre rezaba, sobresalta-

Page 435: El Libro de los Héroes

429

da, junto a 61, y su padre, no lejos, meditaba

ensimismado.Y los dfas pasaban, sin que su herida cicatri-

zara, viendose condenado a una inacci6n cada vez

mas insoportable.

En tal situaci6n, atado por el dolor, llegaron

hasta 61 los rumores del combate de Paso Sidra.

Era que la alianza salfa de su estupor, prosi-

guiendo su avance hacia nuestras lineas.

El 20 de Mayo sent6 sus reales en Tuyuti,

extendi6ndose en un frente de una legua, sobre el

Bellaco del Norte.

Los argentinos ocuparon la derecha, Flores el

centro, los brasilenos la izquierda.

i Cual era la intenci6n del enemigo ?

L6gicamente, no se podia dudar al respecto-

Tenia que entrar en sus proyectos continuar

en seguida la ofensiva, cruzando el estero porcualquiera de sus pasos, para efectuar un granmovimiento enyolvente por nuestra izquierda, obli-

gdndonos a aceptar una batalla desventajosa o a

encerrarnos en Humaita\

Y los prisioneros tornados advirtieron que la

operacion indicada se efectuaria el 25 de Mayo,para celebrar con una victoria el aniversario de

los argentinos.

Fue entonces cuando el Mariscal L6pez dispuso

el asalto del campamcnto enemigo por cuatro co-

lutnnas que, simultaneamente, caerfan sobre el

frente, los flancos y la retaguardia, llevando la

confusi6n al seno de los invasores.

Para esto encarg6 a los generales Diaz, Ba-

rrios y Resqufn y al coronel Marc6 la organiza-

cidn inmediata de las columnas de asalto que, enmedio dc la espesa neblina que se levantaba delos esteros, debian liegar de sorpresa a los alia-

Page 436: El Libro de los Héroes

430

dos, inutilizando su artillerfa, sin darle tiempo a

entrar en accidn, y acuchillando a su infanterla.

El plan era magnifico, el 6xito seguro.

En la tarde del 23 supo Martinez la operaci6nque se proyectaba.

{ C6mo pintar su desesperaci6n ?

Su herida aun no se habia cicatrizado. Y los

medicos le imponfan un cuidad<3 absoluto y unainmovilidad completa, a fin de que pudiera curar-

se el boquete abierto en sus carnes por un casco

de metralla.

i Qu€ hacer ?

[ El Centauro no podia titubear

!

Al oscurecer salt<3 del lecho, visti6 su unifor-

me de Drag6n, se ciflo su espada, mont6 a ca-

ballo y, despidiendose de sus padres, parti6 re-

sueltamente hacia Paso Pucii.

Inutiles fueron todos los empenos para que notomase parte en la batalla.

El Mariscal L6pez hubo de ceder a sus ruegos,

nombrandole segundo jefe de la caballerfa del

centro, comandada por Aguiar.« Estaba delgado y palido — dice Talavera —

despu£s de veinte dfas de sufrimientos, y camina-

ba con dificultad. »

iPero que era el dolor iisico para aquel est6i-

co, de cuyos labios no brot6 jamas una queja ?

Y no necesitaba caminar para pelear y morir.

Una vez a caballo, recobrarfa todos sus brfos,

y la salud de su alma seria fuego en sus pupilas

y fuerza en sus brazos y energla en todo su ser.

Desde ya, la certeza de la pr6xima batalla

pareci6 curarle todas sus molestias.

Por lo menos, olvid6 sus dolores, se despren-

di6 de las miserias de su carne enferma, abstra-

Page 437: El Libro de los Héroes

431

y6ndose dentro de su alma, que se agigantaba

ante el peligro.

Y nadie mas activo que el en la organizaci6n

del vasto movimiento.Durante aquella fria noche de Mayo no tuvo

un momento de descanso, preparando a su gente,

sin omitir un detalle.

A la madrugada estaba ya lista nuestra caba-

llerfa para entrar en acci6n.

Y nuestra infanteria, con el agua al cuello,

agazapada en el estero, esperaba la senal que de-

bfa dar Barrios para hacer irrupci6n en el cam-pamento enemigo.

Todo parecia conjurarse para facilitar la sor-

presa.

El intenso frio amodorraba al invasor, mien-

tras la neblina impedfa ver nada a un metro de

distancia.

Pero las horas pasaban y la orden del ataque

general no se daba.

Martinez, al frente de sus ginetes, teniendo el

caballo de la brida, aguzaba el ofdo para escu-

char la ansiada senal. Metido tambi^n en el este-

ro, bajo la copiosa helada, vefa tiritar a sus pobressoldados, sin comprender aquel extrano silencio,

que iba a robarles la victoria.

Y salio el sol, sin que el enemigo advirtiera

la inminencia del peligro que le amenazaba.Reci6n a las once y media de la mafiana esta-

116 en el espacio el cohete lanzado por Barrios,

produci6ndose en el acto el ataque convenido.

IPero ya era demasiado tarde !

Los aliados habfan acabado por notar algo ex-

trano en el estero, donde las aves, alarmadas, le-

vantaban el vuelo, denunciando la presencia denuestras tropas.

Page 438: El Libro de los Héroes

432

Y las partidas exploradoras, sorprendieron, en

uno y otro flanco, un gran despliegue de fuerzas.

Todo esto, natural mente, hizo que se prepara-

ran para lo que pudiera suceder.

De modo que, cuando se di6 la senal de ata-

que, estaban con las armas en la mano a lo largo

de sus lfneas.

Habiamos, pues, perdido la principal ventaja,

la que estaba llamada a equilibrar la inmensa des-

proporci6n de las fuerzas combatientes.

Asi y todo, el ataque fue incontenible, rom-piendo todos los obstaculos y entrando triunfantes

en Tuyuti.

Desgraciadamente, a la primera falta se agre-

garon otras mas sensibles, que malograron el

magnifico plan del Mariscal L6pez.

Ni Resqufn, ni Barrios cumplieron sus iustruc-

ciones, lo que hizo imposible la cooperaci6n de

las diversas columnas de asalto.

Y el enemigo, profundamente desmoralizado

al principio, pudo reaccionar, convirtiendose nues-

tra victoria inicial en un terrible rechazo, en el

que sufrimos perdidas considerables.

Pero Martinez fue de los que supieron cum-plir su deber.

Al (rente de la caballeria del centro, cay6 el

primero sobre la vanguardia de los aliados, po-

niendo, por segunda vez, en vergonzosa derrota

al general Flores.

Los batallones uruguayos casi fueron exter-

minados, cayendo herido el comandante Elias, del

Libertad, y muerto el comandante Castro, del In-

dependencia.Algunos soldados dispersos de estos batallones

llegaron, en su desesperada huf da, a Itapiru

!

Page 439: El Libro de los Héroes

433

Y mientras el bravo Aguiar, con una parte de

su caballeria, llegaba hasta la 6a divisidn brasile-

na — bajo el fuego de la artillerfa — haci6ndola

retroceder confundida y en desorden, el Centaurodel Neembucii, al Irente de tres escuadrones esco-

gidos, volaba hacia la extrema izquierda de los

argentinos, y, pasando por detras del 4° y 6° de

linea, caia sobre el primer escuadr6n de artilleria.

En medio del desconcierto del enemigo, queno atinaba a defenderse, el gallardo capitan Para-

guay o, llevado del impetu de aquella carrera in-

contenible, salt6 sobre los caiiones del comandan-te Mitre, agitando su pesado corvo, la cabeza des-

cubierta y los cabellos en desorden, magnffico ensu entusiasmo delirante.

Detras de el llegaron tambi6n los jinetes queacaudillaba, ensefioreandose de las baterfas argen-

tinas.

« Algunos — segun un escritor brasilefio — ho-

rriblemente mutilados, llegaban a abrazarse a las

bocas de fuego, exclamando : es mia ! »

Y todos, al decir del historiador Borman, pa-

recian tener el alma fundida en el mismo metal

de los caftones enemigos.

IInutil heroismo !

Mientras Martinez alcanzaba asf las cumbresmas altas de la gloria humana, invadiendo los do-

minios de la leyenda, tan fabulosa lue su bravura,

Resquin inutilizaba su briosa caballeria en asaltos

descabellados, y Barrios no llegaba a recoger los

resultados de su esfuerzo.

Solo, en medio de batallones y regimientos,

acometido al fin por todos lados, hubo de aban-donar sus conquistas y retirarse, bajo un fuegoespantoso.

Page 440: El Libro de los Héroes

434

Herido por una bala de can6n, que le destroz6

el brazo derecho y una parte del costado, tuvo

energlas suficientes para mantenerse a caballo,

imponiendo respeto al enemigo y llegando mori-

bundo a nuestro campo. (1)

« Yo lo vi venir de la batalla, dice el coronel

Centuri6n. Me caus6 honda impresi6n aquella fi-

sonomia palida, pero noble y bizarra, que denun-ciaba, no solo la fortaleza y altivez de su espiritu,

sino la intrepidez y generosidad que distingufan

su caracter. No pude dejar de manifestarle misimpatia y admiraci6n con un apret6n de manos,acampanado de algunas palabras de aliento. Medi6 las gracias con un ligero movimiento de ca-

beza. Era digna del pincel de un Van Dick aquella

figura simpatica, con los ojos medio dormidos,

que apesar del dolor de una herida tan grave, no

(1) El general Garmendia, eomentando esta batalla—Campafta

de Humaita, pag. 240—escribe lo que sigue :

«Cuanto valor y resignaciGn presenciamos entonces en esos

mocetones paraguayos, que se dejaban cortar las piernas sin pro-

rrurapir en un quejido, al contrario pidiendo una galleta que comer

o un cigarro para distraerse ; recordamos que un joven paragua-

yo, de diez y seis afios, que estaba sentado en el suelo, apretandose

las dos piernas destrozadas por un metrallazo, le decfa al Dr. Be-

doya: fche medico, cdrtame de una ves las piernas, que me due-

len tnucho! Y esto lo decia con tal firmeza que parecia que no

sufriera, dando ejemplo a tanto extranjero, que vela llorar por

heridas insignificantes.

«Despu6s de la batalla, el eje"rcito aliado manifesto el mayorrespeto por los paraguayos, y todos a una voz proclamaron comoa buenos soldados a los bravos jinetes guaranles que solo habfan

sido detenidos por el fierro y por el plomo. ; Oh vai.ientes paraGUAYOS ! LA HISTORIA OS DEBE UK MONUMENTO. VUESTRA GLORIASKRA IMPERECEDERA.. . .»

Page 441: El Libro de los Héroes

435

expresaba por ninguna contracci6n muscular sus

sufrimientos. . . » (1)

Y asf lleg6 al Cuartel General, donde descen-

di6 de su montado en los brazos del mismo Ma-riscal L6pez que, con solicitud paternal, le brind6

los primeros auxilios, envi£ndolo despu6s, con todo

cuidado, a un Hospital de Humaitd.Con su peculiar estoicismo sufri6, serenamen-

te, la amputaci<5n de su brazo, sin admitir que le

dieran cloroformo.

Y hecha la dolorosa operaci6n y curadss sus

otras heridas, pareci6 mas tranquilo, y hasta des-

perto la esperanza de que pudiera salvarse.

Al otro dfa de la batalla, y como premio a su

heroismo, recibi6 su nombramiento de Oficial de

la Orden del M6rito.

Este nuevo homenaje de consideraci6n, de

parte del Mariscal L6pez, fue para el motivo de

la mas viva satisfacci6n.

Por desdicha, su salud declinaba por momentos.La copiosa hemorragia lo habfa dejado com-

pletamente postrado, y la fiebre aumentaba, apesar

de todos los esfuerzos para contenerla.

(1) En una correspondencia publicada en « El Semanario » yfechada en Britez ( Paso Pucii ) el 26 de Mayo de 1866, decfa Na-lalicio Talavera :

« Entre los oficiales que se han distinguido, corren de boca en

boca las hazafias de los capitanes Jose' Dejesus Martinez y GenaroEscato. El prfmero ha tornado gloriosa parte en los combates del

Banco y Paso de Patria, y no estaba aun restablecido de la heri

da que recibi6 en esta ultima acoi6n, cuando hizo vivas instancias

para volver a la pelea : le fue confiado el cargo de segundo jefe

de la caballeria del centro, y llevo tan recia y valerosamente el

ataque, que hizo llegar sus ginetes hasta las mismas trincheras

enemigas...Desgraciadamente recibio una grave herida: una bala

de cafton le Ilev6 un brazo y una parte de la carne del costado;

pero los facultativos esperan que podran salvarle. »

Page 442: El Libro de los Héroes

436

Pero el Centauro, que no ignoraba su estado

desesperante, no dejd traslucir su abatimiento.

« No molestG a sus padres ni a sus numerososamigos con sus dolencias, dice Talavera. Cuandole preguntaban c6mo se sentia, decfa siempre queestaba bien y que esperaba poder volver pronto a

los combates, pues que la falta de un brazo no le

impediria mandar. Hablaba a todos los que se le

aproximaban de la guerra, del enemigo, de la dis-

ciplina y valor de nuestras tropas, con el mismoardor y entusiasmo con que se manifestaba cuan-

do estaba sano. »

A ratos cafa en largos delirios, y entonces su

espfritu volaba a las batallas, pronunciando pala-

bras incQherentes, voces de mando, imprecaciones

de ira.

Cuando volvfa en si, acariciaba la frente de

su buena y abnegada madre, y hablaba con su

dulzura acostumbrada, interes&ndose por la suerte

de sus compafieros y dando &nimo a los que ve-

laban consternados junto a 61.

El 28 de Mayo el Centauro ya no pudo levan-

tarse. Su cuerpo exangiie no respondia a las ener-

gfas de su espfritu. Podfa decirse que no vivia

sino por un milagro de su voluntad. Y toda su

vida se reconcentraba en su cerebro, chispeando

en sus grandes ojos y vibrando en su potente pa-

labra.

Pero vino a reanimarle una nueva recompensadel Presidente de la Republica, que le hizo llegar

a su lecho de dolor su despacho de sargento ma-yor, junto con un honroso mensaje.

Ultimo lampo de gloria, aquel ascenso fue,

tambi6n, la ultima sonrisa del destino, al ir a caer

en las eteruas sombras de la muerte.

Page 443: El Libro de los Héroes

437

Preparado a bien morir, reconciliado con el

Dios de sus mayores, se prolong'6 todavfa su ago-

nfa durante todo el dia siguiente, cesando de latir

su coraz6n cuando un sol sangriento se ponfa enun ocaso tragicamente purpurado.

Sus ultimas palabras fueron estas : <j no es

VERDAD, PADRES MIOS, QUE NO OS HE AVERGONZADONUNCA ?

Comentando su temprana desaparici6n decfa

Talavera

:

« La patria ha perdido uno de sus heroes, enel ejeYcito queda un vacio y un profundo dolor

en todos los que le han conocido.« Nadie puede dejar de envidiar la carrera de

este joven, corta pero esclarecida, llena de recuer-

dos imperecederos, modelo de virtudes para sus

conciudadanos.

« En menos de dos anos de vida militar haprestado servicios eminentes y, a excepcicm de

S. E. el senor Mariscal, no conocemos otro queen la Republica haya llegado a ser jefe en tan

temprana edad.

« Parece hasta incompatible la magnitud de

sus hechos con lo tierno de su edad, y la manse-dumbre de su corazon con su firmeza y arrogan-cia frente al enemigo.

« iQue maguifico ejemplo presenta el mayor

Martinez a la juventud militar, que es la flor denuestro ejercito !

« i OjaU nuevos Martinez surjan para orgullo denuestras armas y gloria, de la naci6n que se ufanade la virtud de sus hijos !

»

Y terminaba con estas palabras elocuentes

:

« i Adi6s joven esclarecido 1 Sentimos vuestra

perdida, pero envidiamos vuestra suerte. j Cu^n-

Page 444: El Libro de los Héroes

438

tos suspiramos por esa corona inmortal que os

habeas tejido con vuestro valor 1

« Habeis cumplido vuestro deber, dejando en

vuestras obras un pomposo epitafio a vuestra me-

moria.« Recibid la gratitud de vuestros paisanos, que

os admiran, y vivid en la memoria de la patria,

como vivireis con Dios, en la mansi6n de la in-

mortalidad. Adi6sl>

Y aqui concluye la epopeya de aquel Centauro

de diez y nueve afios.

Terminadas sus exequias en el cementerio de

Humaita, pudo verse a dos ancianos, que salfan

del recinto de la plaza, tomar el camino de la Vi-

lla del Pilar.

Eran sus padres que regresaban al hogar

abandonado, a llorar su orfandad, maldiciendo la

estupida barbarie de los hombres, que buscan en

la muerte la soluci6n de los problemas de la

vida... (1)

(1) Por decre.o del 23 de Junio de lri66, concediO el Uariscul

Lopez una pension raensual vitalicia a los padres de Martinez.

Page 445: El Libro de los Héroes

GUIDO Y SPANO

Fue siempre una aspiraci6n mia conocerle.

Vinculado al gran drama de nuestra historia, que-

ria oir de sus labios muchas de las cosas que bro-

taron de su pluma, hace mas de medio siglo. Perocoincidencias fatales me impidieron hasta ahoraestrechar su mano generosa. Entre tanto, los afios

han ido pasando, siendo casi tarde para realizar mideseo. El poeta declina en una ancianidad de no-

venta y dos afios. No podia, pues, demorar masy fui a verle en su casita lejana de la calle Canning.

Era domingo. La ciudad estaba silenciosa, sobre

todo en el apartado barrio en que el patriai ca es-

pera su hora.

Dos amigos me acompafiaban. Los tres ibamosanimados de id£nticos sentimientos, de curiosidad

y admiraci6n.

Eran las seis y media de la tarde cuando lle-

gamos a su puerta. Iba a oscurecer. Una criada

nos recibi<3 y complacida nos llevo hasta la habi-

taci6n del poeta.

IAlii estaba el mas impecable de los artifices

de la poesia argentina!

Tendido en su lecho de dolor, donde hace

treinta anos lo tiene clavado la paralisis, florece

su cabeza coronada de blanca cabellera, y se de-

rrama sobre su pecho su gran barba fluvial,

Page 446: El Libro de los Héroes

440

mientras brillan sus ojos negros, llenos de fuego,

y resplandece su frente pensadora.

El poeta nos mira llegar sonriente. Y nos es-

trecha las manos con carino.

Nos habiamos hecho anunciar como paragua-

yos, y esto le llenaba de jubilo.

—^Paraguayos? nos dice.

— Si, paraguayos, que cumplen un deber y sa-

tisfacen un anhelo visitandole.

Y enseguida le recordamos su defensa de la

causa paraguaya, asegurandole que nuestra grati-

tud es grande y que es para nosotros una pena nohaber podido nunca recibirle en nuestro hogar, para

brindarle la apoteosis que le debemos y que solo

pudimos ofrecer a uno de sus esforzados compafle-

ros de <La AmeYica>, a don Agustin de Vedia.

Ante esta evocaci6n de los lejanos dias de su

juventud, pareci6 reanimarse, incorpor&ndose peno-

samente para hablar. Su rostro cobr6 un aire de

vigorosa energfa y su voz son6 pausada, pero llena

de vehemencia.

—El Paraguay!, exclam6. Fu6 un gran pais,

infcuamente sacrificado. El Paraguay hizo lo quenohizo ningun otro pafs de la tierra, realiz6 el ideal

de bastarse a sf mismo, de vivir aparte, sin estor-

bar a nadie, pero tambien sin necesitar de nadie.

Los paraguayos eran felices, eran ricos y vivfan

como en una gran familia. Su exterminio ha sido

un crimen injustificable.

Sus mismos dictadores, los dos L6pez, han sido

muy cultos y muy sinceros patriotas. Se les hapintado como barbaros, pero es pura calumnia. Yoguardo entre los papeles que fueron de mi padre,

el general Guido, que estuvo en el Paraguay, nu-

merosas cartas de ambos presidentes, y es notable

Page 447: El Libro de los Héroes

441

la i1ustraci6n que ellas revelan. Son documentosineditos, muy importantes.

En cuanto al Mariscal L6pez en particular, fue

un personaje extraordinario. Un hombre que dacien batallas, pelea cinco afios y muere como unheroe, con la espada en la mano!....Se le puedeodiar, pero es imposible despreciarle. . .Yo le cono-

cf en 1859, cuando vino como ministro mediador.

Buenos Aires le hizo un gran recibimiento y yofuf a visitarle. Mas tarde, cuando estall6 la guerra,

le defend!. Joven, ardoroso, escribl con una agre-

sividad terrible, atacando fieramente al general

Mitre. Este nunca quizo polemizar conmigo. Yhasta medi6 la raz6n, muchas veces, en cartas queguardo en mi architro. La propaganda paragua-

yista de «La America>, nos vali6 la carcel a sus

redactores. Viviamos bajo el estado de sitio y los

animos estaban muy irritados. De modo que nues-

tros artfculos levantaron roncha, provocando la

clausura de nuestro diario. Estando preso, naci6

mi primer hijo. Y cuando obtuve mi libertad, lejos

de ir a ver a mi sefiora, tan indignado estaba,

corrf a un diario, para atacar con mas furia al go-

bierno. [Qu£! <;Pretendian asustarme? Yo no soyhombre que se humilla. Siempre he sido modesto,no considerandome superior a nadie. Pero que nose pretenda ultrajarme. Entonces me levanto, ycrezco, y voy contra cualquiera, por poderoso quesea. As! fu6 que, despues de mi prisi6n, segui mipropaganda, con mayor fuerza, atacando al gobier-

no de Mitre con creciente iracundfa. Pero la ver-

dad es que el pueblo estaba con nosotros. La gue-

rra era impopular. Y ustedes los paraguayos eranmuy queridos en Buenos Aires. .

En este momento me permit! interrumpirle,

para preguntarle si no opinaba, como yo, que la

Page 448: El Libro de los Héroes

442

guerra al Paraguay fue' obra exclusiva del Imperiobrasileno, en cuyas redes cay6 la oligarqufa bonae-

rense, acaudillada por el general Mitre y el infame

Rufino de Elizalde.

—Indudablemente, me contest6. La guerra fu6

preparada por el Brasil. Sus habiles diplomaticos

comprometieron a nuestro gobierno, y todo result6

como deseaba el Emperador. Y para justificar

aquel crfmen tuvieron que apelar a la difamaci6n

del Paraguay y de su gobierno. El pretexto era

la libertad del Paraguay. iPero quien les habfa

pedido esa liberaci6n? Los paraguayos estaban

muy contentos con su regimen politico, al menosno se habfan manifestado en contra

Y el buen anciano hablaba y hablaba, subra-

yando sus palabras, como si quisiera hacernos notar

su sinceridad. Habia momentos en que levantaba

la voz y agitaba las manos, sacudida su alma por

los recuerdos. No parecia un hombre casi cente-

nario. Un soplo de juventud pasaba por su ser, ysus pupilas se encendfan, y su cuerpo paralitico se

agitaba bajo la blanca sabana que lo cubrfa. Eraque toda su vida se agolpaba en ese instante en su

memoria, pugnando por vibrar en sus labios. Bajo

las cenizas aun quedaban brasas. Y estas podfan

todavia apresurar las palpitaciones de su cansado

coraz6n. Espiritualmente, los hombres escogidos

no envejecen. Y este es (-1 rasgo distintivo de su

superioridad. Tal era el caso de nuestro poeta. Sucarne, decrepita, se levantaba a impulsos de su

alma, y todo su ser parecia rejuvenecido.

Yo le contemplaba admirado. Aquella extrafia

vida, reconcentrada en las vibraciones de un po-

tente cerebro y de un firme coraz6n, ejercfa sobre

mf una avasalladora sugesti6n. Sus palabras tenian

largas resonancias en mi oido, y mil ecos respon-

Page 449: El Libro de los Héroes

443

dfan, desde las profundidades de la historia, a todo

cuanto iba brotando de sus labios. No era ya el

poeta el que hablaba. Antojabaseme escuchar con-

fidencias de ultratumba, juicios y revelaciones debocas misteriosas, que hablaban desde las regiones

astrales de lo desconocido. .

.

Cuando le vimos hacer una pausa. fatigado,

tratamos de darle un descanso, hablando nosotros,

comentando sus afirmaciones, recordandole sus me-ritos de luchador y de poeta, todavia no reempla-

zado en su pals.

Pero el, despues de divagar un momento, re-

cordando, con filial carino, a su padre, leyendonos

la ultima carta que le escribiera San Martin, al

abandonar para siempre la causa de la independen-

cia, volvi-6 otra vez al Paraguay, renovando sus

evocaciones.

Porla sefiora Lynch tenia unainmensa admira-ci6n. Fue una gran rnujer, nos decia, hermosa y muyinteligente. Cuando se dirigfa al Paraguay, antes

de la guerra, fue aqui muy agasajada por nuestra

mejor sociedad. Despues. . .terminada la tragedia,

pas6 otra vez por Buenos Aires, en medio de la

indiferencia de todos. Habia hecho la heroica cam-pana, enterrando con sus manos al amado compa-nero, y regresaba con sus pobres hijos huerfanos.

Yo fui el unico que la visite. Cuando llegue a su

hotel, el criado me anunci6que no estaba visible,

entregandole mi tarjeta. Me retiraba, cuando fui

alcanzado por un enviado de ella, que me suplica-

ba regresase a verla. Me recibi6 con estas pala-

bras, que nunca olvidar^, y que me halagaron mu-cho : Senor Guido, lo esperaba, pero solo a Vd.

Era yo el unico caballero de cuya gentileza nohabia dudado. Y cuando lleg6 el momento de

Page 450: El Libro de los Héroes

444

partir a Europa, yo la acompan£ hasta el vapor,

en medio de la muchedumbre, dvida de conocerla.

Fue este un notable episodio. La senora Lynchestaba algo intranquila ante la actitud de los espec-

tadores. La guerra acababa de terminar y ella era

muy calumniada. Podia esperarse una manifesta-

ci6n hostil. Yo la tranquilice. Y, brindandole mi

brazo, avanzamos por un largo muelle, entre dos

filas de curiosos. En medio del mayor silencio

llegamos al extremo de dicho muelle, donde toma-

mos un bote. En ese momento la muchedumbreestall6 en un viva estruendoso, sigui£ndole un

largo aplauso. Era el homenaje debido al infor-

tunio y a la gloria. La senora Lynch se puso de

pie, y levantando el espeso velo negro que cubrfa

su rostro, salud6 con gracia infinlta al pueblo que

la aclamaba, mientras nos alejabamos r&pidamente.

La senora Lynch fue tambien una heroina. Sigui6

a su companero hasta la tumba. Hizo cuanto le

fue dado hacer, con una energfa asombrosa. Yo he

sentido por ella siempre la mayor admiraciGn. .

.

Imposible recordar todo cuanto nos dijo en

los breves momentos que le escuchamos. Cadapregunta nuestra, cada observaci6n, cada palabra

tenia la virtud de sugerirle mil recuerdos, que

se empenaba en aprisionar en f6rmulas concisas,

tratando de decirnos todo lo que sentfa y todo lo

que pensaba.

Pero habia algo que yo deseaba aclarar, sin

encontrar la oportunidad de hacerlo. Querfa sa-

ber, como quieren saberlo todos los paraguayos,

la intencidn de aquella popular elegfa en que can-

t6 la desaparici6n del Paraguay. <<C6mo explicarse,

en efecto, aquel canto de muerte en quieii luch6,

con tanto tes6n, por la vida del Paraguay? LafNenia,

como lo dije alguna vez, interpretaba las aspira-

Page 451: El Libro de los Héroes

445

cioues del vencedor. Eso, la desaparici6n del pais

vencido, era, indiscutiblemente, el fin de la guerra.

Y si no se realizo tan siniestro prop6sito fue, sen-

cillamente, porque la alianza estaba rota antes determinar la campafia, surgiendo entre los aliados

las querellas inevitables en todo reparto de botin

mal habido. El Brasil y sus complices casi se fue-

ron a las manos, y nosotros, no solo salimos convida, salvamos una parte del territorio que en el

Tratado Secreto se habfa adjudicado la RepublicaArgentina. Entre tanto, Guido Spano, el autor deEl Gobierno y la Alianza, panfleto implacable endefensa del Paraguay, apenas consumada la trage-

dia de Cerro Cora escribfa las estrofas lastimeras

de la mas conocida poesfa americana, haciendollorar nuestro exterminio al Urutau de nuestras

selvas.

iLlora, llora urutau

En las ramas del yatai

:

Ya no existe el ParaguayDonde nacf como tu—Llora, llora urutau... !

£Es que el poeta habfa claudicado de todas sus

ideas anteriores, deslumbrado, como Olegario An-drade, por los fulgores de una victoria inmerecida?No! Acabais de leer sus ultimas palabras. Incli-

nado ya sobre la tumba, cargado de afios y de lau-

reles, se afirma, orgulloso todavfa, en sus viejos

sentimientos de admiraci6n por el Paraguay y derespeto profundo por el sacrificio de sus hijos.

iC6mo explicarse, entdnces, aquel graznido de avede mal agiiero, extrano por completo a la obradel armonioso poeta? Vais a saberlo. La Nenlafu6 un grito de sinceridad, que nack>, sin segundas

Page 452: El Libro de los Héroes

446

intenciones, del fondo de su corazdn. Lo que alii

dice, era, simplemente, producto de una honradaconviccidn. L1or6 nuestra muerte, como glorified

nuestra vida, ignorando hasta ddnde llegaba nues-

tra resolucidn de persistir en el mundo. Yen esta

forma, recogid, sin pensarlo, y, mucho menos, sin

quererlo, el anhelo cruel del vencedor, grabandoen estrofas que no morir&n la realidad de aquel

barbaro propdsito, felizmente no realizado. El Pa-

raguay no murid, pero alii quedan los versos del

poeta para probar que por muerto se le dejd, ten-

dido entre escombros, ahogado en su propia sangre.

--Maestro l cdmo escribid usted su Nenia? le

pregunt£

:

Apenas formulada la pregunta, comprendfque no podfa haberla expresado en forma m&sdesgraciada. Pero es que, francamente, me sen-

tia cohibido al interrogarle. Para mi era este

un punto demasiado eseabroso.

El viejo bardo me escuchd lleno de bondad.

Sus ojos vivaces se clavaron en los mfos. Y su

respuesta fue de una deliciosa ingenuidad.

—La escribi un buen dia, sin meditarla, ex-

pont&neamente. Para hacerlo, pedf una hoja de

papel a mi sefiora. Y como no la habfa en casa

en ese momento .. .escribi en unos pedazos de

cartdn. .

.

Asi nacieron esas estrofas, que tan afortuna-

das han sido. .

.

Y no dijo m&s. Porque nada mas podia deeir.

Asi nace la poesia, la verdadera poesia. El raudal

cristalino brota de la divina fuente, apenas tocada

por el genio, sin que haga falta que le abra uncauce el pensamiento. En aquel instante GuidoSpano fue, por otra parte, el vate, que decian los

antiguos, int6rprete del alma colectiva : habia en

Page 453: El Libro de los Héroes

447

el algo de impersonal. Sin meditar lo que escri-

bfa, expreso la verdad de lo que todos sentian, ysolloz6 el mas horrendo vaticinio.

He ahf el origen de la Nenia, su alcance yexplicaci6n.

Cuando, al ir a despedirnos, formulamos votos

por su salud y m&s larga vida, el poeta nos inte-

rrumpi6 para decirnos que no deseaba la vida,

que, en su situaci6n, la muerte era la suprema con-

soladora.

—El hombre es un luchador que tiene derecho

a la vida mientras pueda mantenerse en pie, ergui-

do y vigoroso. Cuando se ha caido, como yo, se

esta demds en el mundo. Yo no soy ya sino unasombra, y voy, con la capucha calada, camino dela tumba. | La muerte! Cr6anme que no la temo.

La espero, tranquilo, como una liberaci6n.

No me olviden—fueron sus tiltimas palabras—que visitar a un enfermo es obra de misericordia.

Cuando salimos era ya noche cerrada. Lanoctambula Buenos Aires empezaba a despertar.

Y nosotros, al alejarnos, nos sentiamos todavfa

dominados por una extrana emoci6n. (1)

( 1 ) Guido y Spano leyo esta ligera impresi6n de nuestra entre-

vista, escribi^ndome agradecido una amable carta y adjuntandomeun artfculo puhlicado en 1879, en el que explica el origen de su

Nenia. Cuatro meses desput5s fallecia el altisimo poeta.

Page 454: El Libro de los Héroes
Page 455: El Libro de los Héroes

MENSAJE FRATERNAL d)

La juventud paraguaya ha qnerido que fuera

yo quien en su nombre os diera la bienvenida en

esta casa que es corao el alma mater del Paraguaymoderno. Ella me ha pedido, tambien, que os ex-

presara el inmenso jubilo que llena su alma al

veros en nuestra tierra, materializando con vuestra

presencia viejos afectos, eultivados al traves del

tiempo y de la distancia. Ella desea, en fin, que

yo interprete sus sentimientos hacia la gran patria

oriental y hacia sus hijos her6icos y caballerescos.

Pues bien, senores: escuchad el mensaje, y en

la torpeza de mis palabras no busqueis sino la ex-

presi6n de mi sinceridad. Vosotros sabeis, orien-

tales hermanos, que por sobre todas las virtudes

de nuestra raza ha estado siempre nuestra inflexible

lealtad, ya que, por acabar de ser leales, lo fnimos

hasta con el infortunio, con la derrota y con la

muerte. Podeis, pues, creer que cuanto vais a oir

es apenas un debil acento de lo que todos los pa-

raguayos llevamos para vosotros en nuestro cora-

zon sin dobleces, sentimientos tan profundamentearraigados, que nada ha podido debilitar, ni aun la

locura de los tiempos, ni aun los horrores de la

(1 ) Dlscurso pronunciado en el sali'in de actos de la Univeisi-

dad Nacional, en la solemne recepci6n de los peregrinos uru^uayos,

Page 456: El Libro de los Héroes

450

guerra, en dias que nosotros ya no quisi6ramos

record ar. .

.

Y la verdad es que nuestra simpatfa viene de

lejos y que su explicaci6n no es diffeil si pedimosa la historia que ilumine las tinieblas del pasado.

Nuestras patrias vinieron a la vida en la mismahora, bajo identico destino. Una misma fatalidad

pes6 sobre las dos, un mismo anhelo las empuj6adelante y los mismos contrastes se interpusieron

en su camino. La geografia perfil6 los caracteres

singulares de la raza, y, dentro de la gran familia

rioplatense, tuvimos nuestras fronteras morales,

contra las cuales se estrellaron, al norte y al sud,

las mismas ambiciones vecinales.

No necesito recordaros en todos sus detalles

este estrecho paralelismo de nuestro ayer, ni nece-

sito insistir sobre las infinitas afinidades de nuestros

pueblos. Pero he de evocar el recuerdo de unepisodio de nuestra comun historia, que es comola consagraci6n de esa alianza espiritual que siem-

pre ha existido entre nosotros:

Era la hora crespuscular, anunciadora del cla-

ro amanecer de un nuevo di'a. Extranos rumoresllotaban en el ambiente de la dormida colonia.

El descontento empezaba a agitar a los criollos,

hasta entonces sumisos al yugo espanol. Nadahabia, pero los horizontes se oscurecian, y oidos

bien expertos podfan percibir el apagado rumorde la lejana tempestad. El Virreinato, tranquilo

en apanencia, era como un volcan, en cuyas en-

trants el fuego preparaba la erupci6n. Y ya lo

sabeis, la vieja Albi6n precipitG los acontecimien-

tos, llegando a nuestras puertas, en son de guerra

y de conquista, fiada en nuestra secular docilidad,

en nuestra aparente mansedumbre. Buenos Aires

se irgui6 con arrogancia, Montevideo se aprest6

Page 457: El Libro de los Héroes

451

tambien a la pelea y el Paraguay acudi6 re-

suelto al primer llamado de sus hermanos en

peligro.

La lucha fue terrible, revelandose un nuevo

factor en el drama de la historia, factor active

energico, avasallador, llamado a producir trans-

formaciones radicales y a operar milagros ni si-

quiera sospechados. Ese factor, era el hombreamericano, con cuya acci6n el mundo no contaba,

y bajo cuyo influjo redentor iba a iiorecer la li-

bertad a la faz de la Europa esclavizada!

Salvada la vencida Capital, gracias a nnestro

eficaz apoyo, los ingleses volvieron la vista a Mon-tevideo, dirigiendose contra ella. En tan apurado

trance, el desgraciado Marques de Sobremonte co-

rri6 en vuestra defensa, al frente de un poderoso

nucleo de milicianos, reclutados en las diversas

provincias del Virreinato. Entre ellos iban muchoscentenares de paraguayos, a las ordenes del co-

mandante Jose Antonio Yegros, padre del futuro

pr6cer de nuestra independencia. Atacado por el

invasor en los alrededores de. la ciudad, Sobre-

monte no supo sacar partido de los elementos de

que disponia, sacrificando torpemente a sus solda-

dos y dandose a la fuga, apenas empezada la ba-

talla. Los jinetes paraguayos, entre los que estaba

el despues brigadier Fulgencio Yegros, y los ji-

netes orientales, entre los que estaba el despuesgeneral Jose Gervasio Artigas, pelearon juntos,

resistieron juntos, murieron juntos, bajo el tremen-do fuego de los cafiones enemigos. .

.

IGervasio Artigas y Fulgencio Yegros!

; Pensadlo bien, hermanos orientales!

iNo son, acaso, esos dos hombres providencia-les la encarnacion viviente de su raza y la sintesis

humana de nuestra historia patria ?

Page 458: El Libro de los Héroes

452

Artigas era el Uruguay que iba a nacer, Yegrosel Paraguay que se acercaba. Los dos confundi-

dos en el heroismo, abrazados en el peligro, juntos

ante la muerte, eran como una revelaci6n de nues-

tro destino, anudaban lazos que nunca se habiande romper, seflalaban rumbos al porvenir.

Yegros y Artigas sellaban asf, al pie de los

muros de Montevideo, un pacto que todas las vi-

cisitudes de nuestra tormentosa existencia no ha-

bian de destruir.

Y la sangre de nuestro h£roe, herido de muer-te en la batalla, rubricd aquel epico encuentro dedos pueblos, aquella fusi6n de dos razas, aquella

comuni6n de dos patrias en un solo ideal de

libertad !

He ahf el punto de partida de esa corriente

de hondo atecto y de inquebrantable simpatia quenos une, suprimiendo distancias, haciendo rimarlos latidos de nuestro coraz6n en una indestruc-

tible fraternidad.

De allf arranca esa a^inidad de sentimientos

entre paraguayos y orientales, que si alguna vez

parece turbada por la demencia de los hombres,es solo para resurgir mas vigorosa, para asegurar

detinitivamente su imperio, para echar mas hon-

das raices en las entranas de nuestro pueblo.

Quiz&s Artigas no presinti6 que a su lado caia

Yegros, vale decir el Paraguay, para levantarse

vencedor del polvo de la derrota. Quizas Yegrosno sospech6 siquiera que junto a el era vencido

aquel oscuro blandengue, en cuya alma de fuego

ardia el patriotismo charrua, inmenso predestinado

de vuestra historia, condensacion luminosa de esos

vagos instintos de la raza, a los que el di6 forma,

a los que el di6 vida, pronunciando la primerapalabra de vuestro genesis. Pero, desde aquella

Page 459: El Libro de los Héroes

453

sangrienta encrucijada en que se puso a prueba

el temple de nuestro espfritu, partieron los dos

profetas, el uno hacfa vuestras cuchillas, el otro

hacia nuestras selvas, sombrios y meditabundos,

deslumbrados por la misma revelacitfn. Y cuandoson6 la hora del peligro, lanzados en pos del mis-

mo ideal, detenidos por identicos obstaculos, ame-

nazados en su obra y desconocidos en su empresapor la misma implacable madrastra, Artigas yYegros se buscaron a la distancia, como viejos

camaradas, y sus miradas se encontraron, si bien

sus anhelos salvadores no pudieron fundirse en la

realidad de los hechos. Estaba escrito que ellos

arrojarfan la semilla y la fecundarfan con sus 1a-

grimas y con su sangre, pero que no verfan bri-

llar el dia del triunfo, el dia bendito de la sacra

cosecha, desde los umbrales del hogar feliz, en

medio de sus pueblos redimidos.

Y cuando llego para el Patriarca el instante

inicial de su larga agonia, en aquel melancolico

declinar de su fortuna, destcha honores, rechaza

prebendas, agradece gentiles ofrecimientos, y, do-

blando sobre el pecho la cabeza, pone al trote su

fatigado caballo de batalla, que en diez anos noha tenido una hora de descanso...y marcha al

Paraguay

!

Vencido, traicionado, seguido solo de algunospocos companeros y de muchos indios guaranies—

iindios de nuestra raza !—cruza las Misiones, enque Andresito escribiera no pocos cantos de su

epopeya, y va a pedir asilo a nuestro temible

Dictador, cuyas miradas fosforecen all& en el

fondo de ese oscuro antro en que se agazapaceloso y desconfiado.

i Por que ha escogido ese refugio a su des-

gracia ?

Page 460: El Libro de los Héroes

454

<• Por que ha preferido el Paraguay de Francia

a la Uberrima tierra de Washington que lo llama ?

i Que buscaba vuestro pr6cer en nuestra tierra ?

i Habeis pensado en esto, hermanos orientales ?

; Oh, las misteriosas corrientes de la historia,

con cu&nta 16gica discurren, empujando a los ac-

tores en el gran drama del pasado

!

[Artigas no podia ir sino al Paraguay! S61o

allf encontrarfa el calor de un afecto fraternal, la

solicitud del hogar perdido, el ambiente propieio

de una sociedad que le acogeria con carino y conrespeto, haciendole olvidar su dolorosa eondicion

de desterrado. Eramos de su familia, paisanos nos

llamaba, y, a pesar de todos sus defectos, respe-

taba en nuestro Dictador la ferocidad de su pa-

triotismo, y tenia fe en su generosidad ante la

majestad de su infortunio

Y vuestro Artigas paso treinta anos de su vida

en medio de nosotros, sin sentir los rigores de la

ausencia, descansando su gran alma atormentada,

sin molestias, sin quebrantos, en una infinita pla-

cidez, poniendose en los horizontes de nuestra

tierra, como un sereno sol tras un tranquilo atar-

decer.

Y vosotros no ignorais, hermanos nuestros,

que el solitario de Curuguaty, que vuestro padre

Artigas no quiso tornar nunca a su terrufio, noquiso abandonar este postrer refugio de su gloria,

encontrando bueno el lecho que su segunda patria

le ofrecia para dormir su ultimo sueiio. Tampocodebeis haber olvidado que aquel gigante en escom-

bros, que aquella sombra octogenaria, que s61o

alentaba por el poder de su espiritu vigoroso, aunse irgui6 sobre sus anos, cuando de nuevo peligrc

nuestra independencin, ofreciendonos su vieja es-

Page 461: El Libro de los Héroes

455

pada de Las Piedras con los ultimos alientos de

su vida .

.

Y si en los albores de nuestra historia Yegros,

cayendo al pie de Montevideo, sell6 con su sangre

nn pacto irrevocable entre dos pueblos, Artigas,

entregandonos todo su ser, dandonos lo que le

quedaba, los ultimos latidos de su coraz6n, y, junto

con su espfritu, su envoltura material, ratificaba

para siempre la estrecha solidaridad de nuestras

patrias, legandonos el sagrado e includible deber

de ser hermanos, como hijos suyos, hijos predilec-

tos de su gloria y de su infortunio!

Y bien, hermanos orientales : tal es el origen

de nuestro afecto, de esta ingenita simpatia que

desde lejos nos atrae, de esta fraternidad que nos

vincula, a traves de todas las vicisitudes, por sobre

todos los errores.

Agregad a esto que de una sola lira brotaron

los conmovedores acentos de nuestros himnos, en

cuyas vibrantes melodias se diluye el alma de

nuestros pueblos... Agregad que an bardo vuestro

fue el primero que llor6 sobre nuestras ruinas,

sobre nuestra « Jernsalen rota y saqueada* yque fuisteis vosotros los primeros tambien en dar-

nos la mano, tras el horrendo duelo, devolviendo-

nos esos sangrientos despojos de nuestro heroismosin fortuna, renunciando a una herencia de odios,

que vucstra nobleza repudiaba, para imponernossolamente una deuda de gratitud Y tendreis la

explicaci6n de ese creciente carino hacia vosotros.

que las nuevas generaciones paraguayas han re-

cibido de sus mayores, y de ese intense jubilo conque os vemos llegar a nuestras playas, como a

ausentes queridos, por cuya vuelta suspirabamos.Y como si aun no fuesen suficientes tantos

vinculos, vuestra generosidad ha querido sellar,

Page 462: El Libro de los Héroes

456

una vez mas, esta estrecha fraternidad, fundiendo

en bronce vuestro afecto, para dejar sobre la tumbadel guerrero que simboliza nuestra esperanza en

el desastre, el homenaje del Uruguay de hoy en

los laureles de una corona.

IGracias, hermanos!

El presente y el pasado se refunden asi en la

gran meinoria de Artigas. Yegros y Dfaz no son

sino la Patria misma en marcha hacia el porvenir.

Con la sangre del uno se firm6 el primer pacto en

vuestra tierra; sobre el sepulcro del otro va a con-

lirmarse la eternidad de ese abrazo que impusiera

el Sembrador. Pero, por sobre todo, esta El. Suespiritu flota sobre nuestra vida, como sobre el

caos el espfritu de Dios. Somos hermanos en El,

y lo seremos, a pesar de todos nuestros errores yextravios, porque mas poderosa que nuestras pa-

siones y mas grande que nuestras debilidades es

la sugesti6n de su recuerdo !

Page 463: El Libro de los Héroes

EL SAQUEO DE ASUNCION

i

ICincuenta anos acaban de cumplirse

!

Y los vencedores han festejado, orgullosos,

aquella singular hazafia del ejercito aliado.

La verdad es que los brasilenos solo han recor-

dado la entrada victoriosa en Asunci6n, efectuada

el 1°. de enero de 1869, sin ocuparse de incidentes

sin importancia, como el saqueo de la ciudad, la

profanaci6n de los cementeiios, el pillaje « sin

cuartel », que dijo un testigo horrorizado.

Y los argentinos, deplorando, de paso, aquella

falta del aliado de ayer, se han contentado con

exaltar la honradez inmaculada de su ejercito, que

no se manch6 nunca con actos de barbarie, hacien-

donos guerra civilizada. . .olvidando, naturalmente,

detalles insignificantes, como la esclavitud de los

prisioneros, obligados a pelear contra su patria, ya quienes, aun despues de terminada la guerra,

pretendieron conservar en su poder, amen de otras

atrocidades, como el degiiello de los vencidos

de Yatai, que no valen la pena de ser mentados...

Unos y otros, brasilenos y argentinos, se hansolazado evocando aquellos dias de gloria comun,

en que entraban triunfantes en « la cavilosa Asun-ci6n >, que dijo Ricardo Rojas, dejando sobre el

ultimo campo de batalla un tendal de diez mil

Page 464: El Libro de los Héroes

458

cadaveres de paraguayos, redimidos definitivamente

de la barbarie y de la tiranfa.

Los unos cantan himnos al genio de Caxias,

intrepido < cabo de guerra », h6roe incomparablede la campana del Pikysyry, ganada al frente decuarenta mil hombres a ocho mil ancianos, inva-

lidos y ninos, capitaneados por el mariscal L6pez.Los otros se extasian ante el angelical general

Emilio Mitre, que reemplazd a Gelly y Obes, y al

cual le cupo en suerte salvar al ejercito argentinode participar en la productiva hazafia del ejercito

imperial.

Ambos se sienten henchidos de orgullo, ante

el recuerdo de aquel desastrc paraguayo, que vino

a curarles de horrible pesadilla, dejando inermeal temido adversario, cuyo poder adquiria fantas-

ticas proporciones ante sus ojos espantados.

Lo que les intcresa es el aplastamiento del

Paraguay, aquella derrota, que coron6 una batalla

de siete dfas, abriendoles las puertas de nuestra

abandonada capital.

Sienten todavia, despue\s de medio siglo, la ale-

gria de ayer, aquel desahogo vivificante. aquel in-

menso alivio espiritual que repar6 las energias

morales debilitadas por una larga campana, ha-

ciendo surgir el optimismo del fondo de la deses-

peraci6n y del cansancio.

Se sienten felices y no tienen por que amar-garse con recuerdos importunos. .

.

£ Pero es que, en realidad, Asuncion fue sa-

queada ?

Oigarnos al cronista argentino, Garmendia:« Aquella ciudad solitaria, sentada a la margen

del tranquilo rio, sufri6 indiferente la suerte del

vencido de lejanos tiempos. El vencedor entr6 a

saco. . .»

Page 465: El Libro de los Héroes

4"9

Y Garmendia fue actor en aquel acto final de

la tragedia paraguaya. Es un testigo el que habla.

y. un lestigo que no puede ser tachado de hostil al

Imperio.

El cronista oriental Antonio Diaz tampocooculta un hecho tan bochornoso para los invasores.

« El espectaculo que presencio la Asunci6ndespu£s del saqueo—escribe en el tomo XII, pag138—era verdaderamente sensible : todas las casas

tenfan las puertas y ventanas hechas pedazos, las

mesas y espejos partidos, asi como los roperos ylavatorios mas ricos sembraban los pisos de los

patios y las piezas interiores. . .Las casas de nego-

cio saqueadas, presentaban igual espectaculo de

destrozos: las cajas de dinero desfondadas, asi

como las pipas de vino y toda clase de envases se

encontraban en confuso promontorio. . . .Los mis-

mos oficiales mandaban a las casas a robar nine-

bles. . .»

Entretanto, los brasilenos pretenden lavar de

toda infamia a su ejercito, afirmando que los quesaquearon a Asunci6n fueron los comerciantes

que seguian a los aliados.

Y cuando el cronista paraguayo Juan Silvano

Godoy public6 sus Monograffas Hist6ricas, en las

que alude a este escandaloso episodio, lo llenaron

de injurias, presentdndolo como un miserable im-

postor, « pagado por el extranjero, conciencia

venal, calumniador grosero ». « Paguesele, dice el

historiador brasileno Bormann, y har& una rectifi-

cacidn, declarando que lueron las tripulaciones

de los buques mercantes extranjeros. surtos en el

puerto de Asuncidn, y que la palabra imperia-

listas refierese. . .a los franceses; y si estos, indig-

nados, pretenden castigar la calumnia, dani a luz

otra rectificaciCn, y no serfa de extranar que, de

Page 466: El Libro de los Héroes

460

rectificacidn en rectificacidn, resultasen culpadoslos subditos del Mikado. La agresi6n ofensiva, el

iusulto de este liberto, cuya carta de manumisi6narrancamos a bala, bayoneta y lanza al mariscal

L6pez, en una lucha titilnica de cinco anos, trae a

nuestra memoria las palabras de un ilustre poeta

y pensador, ex6ptico de la gratitud de los hom-bres: cuanto mas conocemos a tos hombres, tanto

mas admiramos a los perros... »

Pero, apesar de la furia del hoy mariscal

Bormann, A.sunci6n fiie" saqueada. Solo que los

dos aliados se atribuyen mutuamente la tremendaresponsabilidad.

i Que" dice a esto la Historia ?

i Para quien es el baldon de aquel hecho van-

dalico, del que unos y otros se avergiienzan ?

La repuesta es facil.

Los ladrones, los piratas, los bandoleros que

entraron a saco en nuestra capital fueron los

aliados, los cuales ya habfan previsto el caso,

estipulando en el Tratado Secreto la forma en que

se repartirian el botin.

No puede haber duda alguna para la poste-

ridad.

La responsabilidad es comun a todos los que

suscribieron el lamoso tratado y se lanzaron juntos

a realizar sus barbaras estipulaciones.

No existen, ni pueden existir, en este caso res-

ponsabilidades parciales.

Comunes fueron lasventajas alcanzadas, comu-

nes son el crimen, la vergiienza, la ignominia !

II

Pero veamos c6mo los dos aliados tuvieron,

cada cual por su lado, su parte original y propia,

Page 467: El Libro de los Héroes

461

en esta gloria, comun, hoy record ada con tanto

orgullo.

Sentado, como un hecho innegable, el saqueode la Asunci6n, habrfa que averiguar quien lo

inicio, para atribuir a quien corresponda tan sefia-

lado honor.

Y aquf es de estricta justicia dejar constancia

de que fueron los marinos brasilenos los que die-

ron comienzo a la obra civilizadora y humanitaria

de higienizar nuestra capital, limpiandola de todas

sus riquezas y de todas sus comodidades.

Tres dias dur6 el furor del saqueo, durante los

cnales no se oia en Asuncion otro luido que el

que hacfan las puertas, al ser abatidas a golpes dehacha, y las bulliciosas partidas de soldados al

cruzar las calles, cargadas del fruto de la rapi-

na. Pronto los canones de la escuadra imperial

desaparecieron bajo montones de pianos y mueblesfinos, y los barcos de la proveeduria se cargaron,

hasta peligrar abismarse, de cueros secos y fardos

de tabaco, extraidos de las casas particulares y delos grandes depositos.

Despues...el robo continud por mucho tiempo,

siendo no pocos los que siguieron el ejemplo de

los brasileflos. Los pueblos vecinos sufrieron la

misma suerte, organizandose convoyes de carros

para transportar lo robado a la capital. Estas

razzias eran ya cosmopolitas, tomando partt enellas gentes de toda laya. (1)

( 1 ) En la pagina 245 de la Vida de los generales Enrique yGregokio de Castro, del conocido eacritor uruguayo Jose" Lucia-

no Martinez, se lee el siguiente documento :

« En el pueblo de Piribebuy, a los seis dfas del mcs de Octubre186, :

Reunida la comision internacional, compuesta de los seflores

sargentos mayores don Federico da Fontusa Lima, por parte del

Page 468: El Libro de los Héroes

462

Pero los verdadcros saqueadores de Asunci6nfueron, indiscutiblemente, los brasileftos, ya queellos fueron los primeros en entrar y los unicos

que en an principio pudieron repartirse los des-

pojos del vencido.Lo que vino despues no fue sino la continua-

ci6n de su obra.Veamos ahora lo que dijo en aquella ocasi6n

la prensa del Rio de la Plata, donde debi6 tener

repercusi6n, a ser cierta, la inaudita conducta de

los brasileftos.

El 17 de Enero de 1869 public6 The Standard,diario ingle\s de Buenos Aires, las primeras noti-

cias del saqueo de Asunci6n.

Imperio del Brasil ; don Abraham Walker, por parte de la Conic

i Argentina , y don Ernesto Courtin, por parte dc la Repu-

blics Oriental del Uruguay, nomlnalns para proceder a la repar-

tition dc los objetos tornados ( le"ase robados ) al enemigo sobre las

Cordilleras, efeetuaron la meneionada division con toda igualdad,

en la forma que a eontinuacion se details :

« Mil /iiin/ii y an tcrcios de verba. Cuairocientos cueros vacunos. Oclieitta // MM petacas de tabaco en hoju. Una pipa dc

vino en mal estado. Cn quinto. Trcs siIlas de tnontar. Tretpetacas con tabaco. Ocho cajoncs de velas estcayinas. Un caj6n

de velas de sebo. Doce frascos de conservas arruinadas. Doscajmies de aceite. Un cajon de jabda. Una pieaa loiui. Tree-

cientas medalias de ccbrc. Cuatro pares de sapalos viejos

l-edcrico Augusto F. LimaErnesto Conrlin

A. Walker »

En la pagina 247 dice el mismo autor :

« Los diarios argentine* publicaron en Enero -de 186) graves de

nuncias sobre el comportamiento de los orientates que Servian en

el ejercito aliado, en la toma dc la capital paraguaya, Los cargoa

mils directos se hacian a los ayndaates del general Castro, quic-

nes, segiin los corresponsales argentinos, llevdbanse en carretas,

de los depositos p:\rliculares, tabaco, cueros y cuantos objetos

cneoiitraban, embarcdndolos en un buque que deb/a condin ir el

fruto de la rapiha a Montevideo. »

Coniirmando este hecho oprobioso, he aqui lo que escribia el ge-

neral Lorenzo Battle, presidente de la Kepubliea Oriental, al gene-

Page 469: El Libro de los Héroes

463

* La mayor parte de las casas, decfa, han sido

saqueadas y arrebatados de ellas los efectus de

todo genero que contenfan... Los soldados brasi-

lenos recorriau la ciudad en todas direcciones,

cargados de sillas, sofas y cuantos objetos podfan

cargar... En el club nada escap6 a la rapacidad

de los saqueadores, habiendose Uevado hasta el

piano, que se halla actualmente abordo del acora-

zado Bahfa... Ropas, sillas, mesas y toda clase

de objetos han sido robados de las casas... Du-rante dos o tres (Has rein6 en la ciudad el masespantoso pillaje.

»

ral Castro, en carta del 2 de Febrero de 186'i, publicada en la pa-

tina 250 del libro en cuesti6n :

« La prensa, tanto de aqui, como de Buenos Aires, sc ha ocupadode la remisi6n que hacen oficiales dc la Divisi6n Oriental tie dos car-

gamentos de cueros, tildando este acto de abusivo. Pense dejarlo pa-

sar sin hac£r me'rito en £1 ; pero se nos ha dicho que un ministro

extranjero piensa potter embargo en esos cueros, par scr propie

dad de un. siibdito de su nacion. Para anteponernos a esc acto yencontrarnos en actitud de poder responder a las reclamaciones,

he dispuesto que sean embargados aqui por la capitanfa, en cunnto

lleguen.

< Es un hecho bien desgraeiado que la primera vez que las tro-

pas de nuestra division han tornado a/go como botin tic f/ucrra,

haya tenido tal publicidad y producido el reproche que la prensanos hace. Se" que en sucesos anleriores los jefes de los eje'reitos

aliados han cometido actos tanto o mas abusivos, que han pasado

sin que la prensa se ocupara de ellos.»

El protocolo que repi oducimos en seguida, da cuenta de la re-

partiei6n oficial del liquido producto de la venta « dos fruetos pa-

raguayos » robados en Asuncion y vendidos por cuenta de los go-

biernos aliados en Buenos Aires :

« Na secretaria do ministerio das relacoes exteriores da Repu-

blica Argentina reuniranse S. Ex. o senor Vizconde do Rio Branco,

enviado extraordinario e ministro plenipoteneiario de S. M. o Im-perador do Brasil, S. E. Sr. Dr. D. Adolfo Rodriguez, ministro

plenipoteneiario da Republica Oriental do Uruguay, e S. E. o Sr.

Dr. D. Carlos Tejedor, ministro das relacOes exteriores da Repvi

blica Argentina, a fin de determinar, segun o Acordo de Junho de

Page 470: El Libro de los Héroes

464

« La America >, del 19 de Enero, decfa :

< El vapor Taragiiy, llegado el domingo, trae

noticias de interes del Paraguay. Los pasajeros,

con quienes hablamos, dan cuenta del saqueo de

la Asunci6n, hecho por las luerzas brasilenas, dos

dfas despues de haber ocupado esta ciudad.

« Las puertas fueron derribadas y las casas de

comercio entregadas al saqueo ; todo lo destruye-

ron; muebles y articulos de comercio se hallaban

por las calles en mil pedazos. Era un cuadro de

desolaci6n, de esos que tienen lugar de vez en

cuando en nuestras poblaciones fronterizas, sor-

prendidas en medio de la noche por los b&rbaros

del desierto. .

.

1869, a parte que a cada um dos gobernos aliados cafte do saldo

do liquido producto dos fructos paraguayos, vendidos nesta ci-

d de; e tendo presente a relacfio feita pelo Ministro da Fazenda,

da coal resulta que no Banco da Provincia de Buenos Aires, esta

depositada a cuantia de 5458 pesos fuertes e 21 centavos, cuantia

que adicionada aos 16.630 pesos fuertes e 96 centavos recebidos

pelo goberno Oriental en 19 de Janeiro de 1869, perfaz a soma de

22.089 pesos fuertes e 17 centavos, pertenecentes aos tres gobernos

aliados : convieron no siguiente :

J" Que os gobernos Brasilero e Argentino receberan a cuantia

depositada no Banco da Provincia.

2° Que o goberno Oriental entregara a cada um dos outros a

cuantia de 46">4 pesos, que falta para completar a soma de 7362

pesos que cabe a cada um dos aliados.

En fig do que firmaron o presente protocolo em tres exemplares

en Buenos Aires aos 11 dias do mes da Fevreiro de 1871.

Vtzconde de Rio BraucoCarlos Tcjcdor

Adolfo Rodriguez »

El presidente Sarmiento, sinembargo, en carta del 21 de Enero de

1S69 — Obras, tomo 50, pag. 126 — decia al general Emilio Mitre;

c Aplando la determinacion prudentisima de uated de no entrar

en Asuncion. dRjando a la soldadesca brasileSa robar a sus

an' has. Esta guerra tomara proporciones co/osales en la historia

y es bueno que nuestro nombre figure limpio de reproche. »

iLimpio de reproche !...

Page 471: El Libro de los Héroes

465

« La tripulaci6n de los encorazados ha sido la

que mas rob<3... Todas las existencias de merca-derfas que se encontraron en algunas casas de

comercio fueron robadas por el honrado ejercito

brasileno. Los civilizadores brasilefios del Para-

guay nan arrojado, pues, la careta y han demos-trado lo que son : una banda de salteadores y la

drones, peores que los indios de la Pampa y que

los bandidos de Calabria. »

« El Liberal* de Corrientes informaba:

« Ha corrido la noticia de que Asunci6n hasido saqueada por los brasilefios. . . Los pasajeros

llegados ultimamente confirman por desgracia csta

tristisima y repugnante noticia, »

« La Tribuna » de Montevideo, del 20 de Enero,

daba tambien la noticia del saqueo de Asuncion.« Los saqueadores, decia, y mas aun los que los

mandaban, deben ser castigados con arreglo a las

ordenanzas, para moralisar al ejercito ».

Y « La Capital » de Rosario de Santa Fe, pu-

blicaba muchos detalles de aquel mal6n de los

aliados, « horda de ladrones, a la que dieron enllamar ejercito civilizador los escritores corrom-pidos del Rio de la Plata ».

« Horroriza, decia, los detalles que nos sumi-

nistran las cartas que se han recibido de personas

caracterizadas de Asunci6n. La brava gente se

ha portado como siempre... El espectaculo queofrecia la bonita ciudad de Asunci6n era verda-

deramente consternador. Las tropas entraron comouna jauria de perros que van sobre una presa. Nohan dejado muebles que no hayan robado, y lo

que no podi'an llevar, como los armarios, lo rom-pfan a balazos y culatazos. El robo, el saqueo, hasido sin cuartel... Estos hechos vienen a probar

Page 472: El Libro de los Héroes

466

que la guerra que se hace no es a L6pez, es a la

nacion paraguaya, cuya destrucci6n y muerte se

consuma en presencia de los aliados y en nombrede una mentida reparaci6n. >

« El Mercantil del Plata », diario montevideano,

del 21 de Enero, traia una serie de noticias sensa-

cionales sobre el saqueo de la capital paraguaya:« La guerra que dijeron que se llevaba contra

la barbarie por la civilizaci6n, simbolizada por

las huestes del Imperio esclav6crata, esta puesta

en transparencia. Sus lines ya no pueden ocul-

tarse. . .se trata de la conquista y exterminio de

una republica !

iHurra cosacos del Imperio!

ihurra!

£1 Paraguay os brinda explendido botin :

Charcas de sangre sus campinas sean,

De los cuervos su ejercito f'estfn !»

//iLa_Republic a », diario ftortefio. referia por su

parte~c6mo habfa sido saqueada la Asunci6n du-

rante tres dias. « Los paraguayos, decia, entraron

en Uruguayana, y no saquearon. Entraron en Co-n. i

" nrr ", „ ,H nT i it -

.i————

rnentes, y no sacj

uearon. Los brasilenos en tran_en

Asunci6n y~lo primero que hacen es saquear la

ciudad...La guerra que hace el Brasil es de ex-

terminio. Ese saqueo escandaloso no puede en-

contrar defensa en alma alguna honrada, ni puede

ocultarse, por mas esfuerzos que hagan ».

« La Tribuna • de Buenos Aires, publicaba

tambien correspondencias, en que se detallaba el

salvaje saqueo.' < El Progreso », otro diario argentino, se hacfa

eco del nefando crimen, llegando a la conclusion

de que « los brasilenos han ido al Paraguay a ro-

bar, no a civilizar >. < El saqueo de la Asunci6n,

Page 473: El Libro de los Héroes

467

agregaba, prueba al mundo que la guerra por parte

del Brasil no ha sido contra Lopez sino contra el

territorio paraguayo, contra los sacos de yerba,

contra los petacones de tabaco, contra las cajas

de dinero y hasta contra los utiles de cocina. Heahf los redentores de un pueblo esclavisado. Losindios salvajes de nuestra panipa, sin nocion algu-

na que modere sus instintos barbaros, roban por

hambre; pero los bisarros soldados de un Imperio

culto, que han dado a la guerra que hacen el ca-

racter de guerra contra la tirania de un despota,

han robado a la Asunci6n porque la rapina entra,

indudablemente, en las condiciones de las lcyes

civilizadoras de la epoca. Ahf tienen al Imperio

robando hasta los platos de las cocinas. Ahf tienen

al ilustrfsimo y muy noble marques de Caxias ha-

ciendo la maleta como cualquiera otro de sus ne-

gros o mulatos. £ Y son estas gavillas de ladrones

las que han ido al Paraguay a darle libertad?... »

Podrfamos llenar muchas p&ginas mas conlos innumerables articulos y correspondencias pu-

blicados, dando los detalles de aquel crimen yprotestando, ya tarde, contra la alianza brasilena.

que les vinculaba a hechos afrentosos, de cuyaresponsabilidad, mal que les pesara, tenfan que

participar.

Los testimonios son inftnitos. Pero no hacenfalta, porque se trata de uno de esos hechos inne-

gables, cuya veracidad ha pasado a autoridad de

cosa juzgada.

Solo nemos de agregar que entre los que, si-

guiendo el mal ejemplo, comerciaron hasta conlos marmoles, puertas y ventanas de nuestros edi-

ficios publicos, estaba un personaje argentino, delarga actuaci6n bfi'cfaT en"nueslro

J

pafs ." !7"*

Page 474: El Libro de los Héroes

468

III

£ Y el ejercito mitrista ?

Se ponia, en aquellos mismos momentos, a la

altura de los vencedores « de lejanos tiempos >,

rivalizando con los normandos, que celebraban en

los templos cristianos lo que ellos llamaban la

misa de las lantras, o con los hunos, que conver-

tian las iglesias en caballerizas. .

.

En efecto, algunos cuerpos argentinos acampa-ron en Trinidad, en cuya plaza principal se alza

la iglesia del pueblo, tumba grandiosa del granpatriarca paraguayo.

Hasta entonces era cuidado con toda veneraci6n

el sepulcro del procer, cuya memoria segufa siendo

sagrada para nuestro pueblo, Cubierto con unpano de terciopelo negro, cuatro cirios lo ilumi-

naban constantemente, no faltandole nunca flores

y plegarias, en medio de los horrores del cataclis-

mo nacional.

Es que don Carlos Antonio Ldpez era unverdadero simbolo, en el que vefamos la expresion

del mas puro patriotismo y de la mas perfecta

sabiduria politica. Arquetipo de las virtudes de

la raza, autentico padre de la nacionalidad, repre-

sentaba en aquellas horas de prueba un refugio

consolador para los espiritus atribulados y era,

desde alii, una incitacidn constante a mantener en

alto el honor de nuestra causa y la gloria de nues-

tra bandera. Sobre su tumba debia palpitar nuestro

coraz6n y arder la llama de nuestra gratitud comoel fuego inextinguible de nuestra fe civica.

Cuando los invasores llegaron a los umbrales

del templo, no sabfan todavfa que alii dormia el

rival de Rosas, el protector de Artigas, el amigode Paz, el aliado de Urquiza, el que garanti6 la

Page 475: El Libro de los Héroes

469

uni6n de los argentinos, el Salvador de BuenosAires... el creador del Paraguay!

Pero la soldadesca, irreverente, -no tard6 en

invadir el recinto, descubriendo la losa sepulcral

y poniendo su planta impura sobre los despojos

mortales del coloso.

Y enseguida cundi6 la noticia de que alii estaba

la tumba del primero de los L6pez.

No habfan podido ensanarse en el L6pez vivo,

que volvia, arrogante, a desafiarles, despues de la

derrota. . . Pero allf tenfan a un Lopez muerto,

para vengarse. El hijo habia escapado hasta enton-

ces, pero tenfan, por fin, al padre, al alcance de

las manos, para castigarlo.

i Que hubieran hecho Atila o Alarico si hu-

biesen dado, por casualidad, con la tumba de los

padres de Aetius oStilicOn, en el fondo de algunaiglesia romana ?

Solo sabemos lo que hicieron los soldados de

Mitre con la tumba de Lopez.

El hermoso templo fue convertido en caballe.

riza, armandose un pesebre sobre la tumba del

primer presidente paraguayo.

Pronto la lapida desapareci6 bajo la bosta de

los briosos corceles de la oficialidad argentina,

sustituyendo el ruido de los relinchos a las vocesdel 6rgano y a las oraciones de los creyentes.

Tal como « en los lejanos tiempos » de las

grandes invasiones, en que el Asia extendi6, comouna sangrienta mortaja, su barbarie sobre la Eu-

ropa consternada.

Entrar a saco y convertir las iglesias en ester-

coleros, era el gran placer de los antiguos hombresdel norte. Y no otro era el deleite de aquellos

terribles guerreros, a cuyo paso se estremecia la

tierra, acaudillados por el Azote dc Dios.

Page 476: El Libro de los Héroes

La hUitoria se repite. El hombre esta dentro

de los hombres. La humanidad avanza, pero aimno ha acabado de salir de la eaverna. La feroci-

dad bulle en las profundidades del instinto, y haymomentos en que salta a la superficie la fiera quehace siglos se agazapa, dominada pero no ven-

cida ..

Es asf como pueblos que se decian cristianos

y hombres que invocaban sentimientos altruistas,

de humanidad, cayeron en el crimen, repro:lu-

ciendo, por un movimiento ancestral de la inge-

nita barbaric, actos que repugnan a nuestra con-

ciencia y que pareefaii ya relegados al pasado.

Es asf como los brasileflos saquearon a Asun-cion y quemaron nuestros hospi tales, sin retirar a

los heridos.

Y es asf como el ejercito argentino se manchotambien, profanando una tumba sagrada y escar-

neciendo las cenizas de un muerto ilustre.

Uno y otro acto no fueron sino manifestacio-

nes del atavismo.

Era la bestia que salfa de la eaverna, el tro-

glodita que se entregaba al desenfreno de sus ape-

titos y a la furia salvaje de sus pasiones

!

Nada, pues, tienen que enrostrarse hoy los

aliados de ayer.

Y, sobre todo, mds les valiera olvidar la Jor-

nada de Enero de 1869, tan llena de ignominia

para ellos.

Sobre esa triste pagina de su historia, por de-

coro nacional, tienen que extender el negro velo

de un piadoso olvido ! (1)

( l ) La siguiente carta merece ser consignada aqni. como una

confirmacion de mis asertos :

Page 477: El Libro de los Héroes

471

Recolcta, Enero 3 de 1919.

Ciudadano diputado don Juan E. O'LearyDe mi respetuoso afecto :

He leido en Patria, del 1° en curso, El Saquco de Asuncion,

justamente cincuenta afios despuds de aquellos dias apocalipticos.

Yo contaba entonces nueve afios de edad. Centenares de criaturas

hainbrientas y desarrapadas Uegabamos de la campafia a la capi-

tal, tras los peregrinos que regresaban de los desiertos, extravia-

di.s por causas multiples de i uestra familia o tutores, rastreando-

los inutilmente; y, amedrentados por los que robaban nifios en la

ciudad, los que podiamos escapar a estas persecuciones, huia-

mos de nuevo al interior, vagando hasta eneontrar alguna perso

na piadosa en las poblaciones cercanas que habian sido abandona-

das y que cmpezaban de nuevo a ser repobladas.

Esta eaza de menores habia durado de! 69 a 1870, o hasta mils

tarde. Yo retrocedi hasta el pueblo de Capiata, amparandomc unascfiora de la familia Mongel6s, hasta que una unica hermana miaregress de Cerro Cora y hubo de recojerme consigo en la capital.

Mis herinanos varones sucumbieron todos...

El hecho que dejo relatado no puede eonsiderarse como caso ais-

lado, porque lo realizaban sistematieamente, pues los mismos solda

dos argenttnos saltan a recorrer las callcs en busca de los peque-

flos errantcs o de los hijos de los mismos vecinos que habian vuel-

to a ocupar sus casas, para llevarlos a distribuir despuds, en son

de dadiva, a sus famHias, cono trofeos vivientes o como « cautivos ».

He tenido ocasion de conocer a muchos de aquellos desgraciados,

tanto en la capital federal argentina como en los pueblos de las pro-

vincias, antes y despu(5s que permancei en el cjercito de dicho pais-

Vemos, pues, entonces, que no han sido robados tan solamente

los muebles y objetos de valor, sino hasta los nixos... !!

Lejos de pretender pintar aquellos dias del Juicio, he ido, sinem-

bargo, tnuy lejos del objeto que motiva estos recuerdos.

Volvamos al objetivo. Por si a usted no le ha Uamado la atcn-

ci6n alguna vez, tenga a bien detener la vista sobre la puerta

norte de la sacristia de ia Igleiia de San Roque, y vera sobre la

primitiva cerradura, como acusacion irrefutable, ir6nica, el hachazo sacrilego que perdura, a traves de medio siglo, tal comorecibiera en los dias vandalicos, de violdncia y Into, en que tilntos

crimenes perpctraran los invasores que brindaban la buena nuevaal Paraguay.

Al suscribirme S. S. S., hago votos al Dios de las conciencias

para que conserve inc61umo su patri(5tica y erudita pluma, que

servira como jalon luminoso al historiador imparcial y severo del

porventr.

r.AKTOLOMfe YEGKOS

Page 478: El Libro de los Héroes
Page 479: El Libro de los Héroes

EL PRINCIPE ROJO

I

Despues de cincuenta afios, los inmoladores del

Paraguay empiezan a comparecer ante el Tri-

bunal de la Historia.

La victoria, que da prestigio hasta al crimen,

tuvo la virtud de envolverles en magnilica aureola.

iEran los vencedores de la barbarie

!

Habian dado en tierra con el ultimo tirano de

America y habian roto el ultimo eslabdn de la

cadena despedazada en A)racucho.

Y sobre la desolaci6n inmensa de una patria

sacrificada, no reson6 sino el quejumbroso lamento

del ave agorera, cuyos acentos recogio el bardoargentino, para entonarnos el requiescat in pacede los difuntos en las melancolicas estrofas de su

Nenia.

El Paraguay fue, desde entonces, una tumba.

IY las tumbas no habian !

Hablaron, si, los que habian quedado de pie

sobre nuestro osario, para decir a la posteridad lo

que tue aquella cruenta campana.Hablaron con la arrogancia que da el exito,

refiriendo los hechos a su manera, sin temor de ser

desmentidos por los muertos.

Asi se forj6 lo que se ha dado en llamar la

historia de nuestra guerra, alegato caprichoso del

Page 480: El Libro de los Héroes

474

crimen, en que no tuvieron parte sino los actores

de la Triple Alianza.

Y para dar cierto matiz de imparcialidad a la

infame le}*enda, se apel6 al testimonio de los mis-

mos sobrevivientes, haciendo suscribir por enganoo por fuerza largas declaraciones a los prisioneros

de guerra que, sin saberlo, se condenaban a si

mismos y condenaban a su patria y al que aca-

baba de ser la encarnacion de nuestro derecho.

jY esta fue, hasta ayer, la unica verdad !

Pedro de Braganza tuvo la suerte de morirantes de que se empezase a revisar el proceso de

nuestra crucifixi6n.

Mitre asisti6 ya al comienzo de la gran obra

reparadora. Muri6 amargado, viendo alzarse en

Buenos Aires la estatua de Alberdi, y despues de

escuchar las primeras imprecaciones del pueblo

5acrificado.

Pero a Gasttfn de Orleans le toca presenciar el

idvenimiento del nuevo dia, la gran aurora de

nuestra glorificaci6n !

Anciano, octogenario, ve, desde su principesco

retiro, en el aislamiento de una vida atormentada,

el resurgir de los vencidos y el tardio triunfo de

la justicia hist6rica.

iCu&ntas veces, en medio del horror de la con-

flagraci6n europea y en presencia de su patria

invadida, no habr& pensado en el Paraguay!Alistado, a pesar de sus anos, entre los defen-

sores del derecho, con que crueles remordimientos

no habr£ evocado aquellos dfas aciagos, en que la

civilizaci6n fue hollada por sus soldados y en que

sus manos se empaparon en sangre de inocentes.

El incendio, el degiiello, la devastaci6n, el pi-

llaje, no fueron extranos a su vida de guerrero.

Page 481: El Libro de los Héroes

475

I Que los enemtgos de su patria entraban a

saco en las poblaciones, y pasaban a cuchillo a los

vencidos ?

1 El hizo ma\s !

Incendi6 hospitales repletos de enfermos, yprendi6 fuego a los campos de batalla, para que

sucumbieran carbon izados nuestros heridos.

[ No ! Los alemanes no Uegaron, jamas, a

seniej antes excesos

!

Y el estaba alii, como humilde guard ia terri-

torial, vivo despues de medio siglo, viendo c6moel mundo entero se levantaba contra los que no

alcanzaban, ni con mucho, su barbaric, conlundido

ante sus propios recuerdos, abismado ante la inmen-

sidad de su falta . .

.

^Puede darse uii castigo mds espantoso ?

He aqul un tormento que escap6 a la siniestra

imaginacion del Dante.

En la Divina Comedia falta esta pena, que ni

son6 Drac6n, digna solamente de ser concebida

por ese gran justiciero que se oculta en la sombras,

y que algunos llaman el Destino.

II

En Agosto de 1902, despues de escuchar, de

los labios del capitdn Manuel Solalinde, una pate-

tica relaci6n del asalto de Piribebuy, escribi miprimera p'tgina hist6rica sobre aquel episodio. (1)

( 1 ; He aqui la carta que me escribi6 sobre la hecatombe de

Piribebuy el lier6ico capitan Solalinde :

Asuncion, Marzo 12 de 1902

Sefior don Juan E. O'Leary

Mi joven amig'o :

Me pide listed le diga por escrito si tengo noticias, como actor

qoe ful en la batalla cie Piribebuy, de los horrorea ordenados por

cl Conde D'Eu: degliello de prisioneros, incendio del Hospit.-.l, etc.

//

Page 482: El Libro de los Héroes

476

Entonces ya, referf los crimenes del CondeD'Eu: el martirio de Caballero, el degtiello del maes-tro Fermfn, el asesinato de prisioneros, el incendio

del Hospital de Sangre.Mas adelante, en mi Hjstoria de la Guerra

de la Triple Alianza, publicada en 1912, volvt a

insistir, con nuevos detalles, en los horrores detan luctuosa Jornada.

En contestaeion debo repetirle lo que y;i le dije verbal niente t'n

nueatraa frecuentea converaacionea sobre los sucesos de la guerra.

Los crimenes eometidos por orden del Conde D'Eu fueron horri-

bles, salvajes, barbaros. El degtiello fue general, no escaparon

ni las mujeres, ni los ancianos, ni los nifios de teta encontrados

con sua madrea ea las trineheras. Solo aalvaraos los que calmoa

en poder del general Mallet, hombre humanitario, que nos garantio

formalmente la vida, ten!endo una agarrada con el Conde para

librarnos del sacrilicio. Yo he visto cuadroa espantosos y he oldo

la relacion de otros, corao la muerte cruel de nuestro jefe, el co-

mandante Caballero, martirizado en presencia de su esposa y dea

piles degollado por no querer decir c[iie se rendia. Pero el incendio

del Hospital d9 Sangre es lo mas salvaje que pueda durse. Loi

pobres enfermos murieron aclncliarrados, sin poder salvarse. ;Y

todo porque habia cahlo en el asalto el general Mena Barreto !

Yin I'm, mi joven amigo, listed ha tornado nota de los detalles

en nuestras conversaciones. Hagi uso de esos datos como quiera,

que nadie podra desmentirle jamas.

Saludale con el afecto de siempre su viejo amigo y muy S. S.

Manuel Soi.alindk

El ilustre padre Fidel Maiz, por su parte, me cscribio al res

pecto la siguiente carta :

Arroyos y Esteros, Octubre 15/907

Sefior don Juan E. O'LearvAsunci6n

Muy querido amigo :

Con la estima e interes de siempre, recibi su carta de 9 del

corriente. En ella me hace referencia del incendio del Hospi

tal de Sangre de Piribebuy, y me dice: « ; tiene listed noticia de

aquel nefando aeto de rcflnada barbaric ? Yo qnisiera una carta

suya al res|.ecto, para agregar a las piezas justificativas que

Page 483: El Libro de los Héroes

477

Finalmente, en el cincuentenario de la fa-

mosa batalla, me toc<3 en suerte hablar, en

nombre del pueblo, rememorando, en el teatro

mismo de la tragedia, los detalles de la sublime

inmolaci<5n.

Antes de entrar en materia, pase revista a los

antecedentes de la acci6n, haciendo asi la presen-

tacion del protagonista imperial

:

« El mariscal L6pez tiene frente a el, en actitud

amenazadora, a uu Borb6n, de la rama menor de

los Orleans.

aeompafiaran al libro que publieare" un dia sobre nucstra cpopc-

ya...Hasta ahora solo tengo la declaration de don Manuel Solalin-

de, testigo de aquellos horrores. Espero sus noticias ».

Voy a darselas, tal como me fueron dadas, pues nsted sabe que

a mi, si bien me encontraba en el ejercito nacional, no me toco

estar en Piribebuy. En la toma de aquella plaza por los enemi

gos, perecieron dos hermanos mios, el uno sacerdote, el otro sol-

dado raso. Con tal motivo, vuelto del Brasil, a donde fuera con-

ducido, como prisionero, a la terminacion de la guerra en Cerro

Cora, pase" a dicho pueblo para celebrar sufragios por el eterno

descanso de aquellos hermanos mios, y demas compafteros que alii

sucumbieron traspasados con bala y lanza, }• a degiiello.

En aquel entonces era mayordoma de la iglesia de aquella loca

lidad, la piadosa y muy respetable matrona dona Maria Mcque,

hoy finada; me hospede en su casa, y ella me relirio los tragicos

succsos y crueldades de horripilante venganza que cometieron los

cnemigos victoriosos.

Me cont6, en primer lugar, el degiiello del comandantc Pedro

Pablo Caballero, jefe de aquella guarnicion y uno de los grandes

heroes de la defensa patria, que pag6 con su muerte la del gene-

ral Mena Barreto, que alii cay6 bajo las balas paraguayas, pero

durante el asalto, y no fria y vengativamente como se victimo al

valiente e invicto Caballero. Tamilian me decia haber sido degolla

das hasta criaturas de pecho, cuyas madres, heroinas espartanas,

pelearon al lado de los soldados, sus hermanos o esposcs, y bibli-

cas Raqueles, con sus hijos en brazos perecieron intrepidamente,

antes que entregarsc rendidas y a discrecion a los instintos lubri-

cos de la ebria y brutal tropa vencedora.

El incendio por ultimo del Hospital de Sangre: y que para este

acto verdaderamente nefando y de rrelinada barbarie, como usted

Page 484: El Libro de los Héroes

47S

El destine ha querido que sea su rival en el

epilogo del drama de nuestra independencia unrepresentante de la odiada familia de Fernan-do VII

.

Y este no va a desmentir, por cierto, la tradi-

ci6n de sus mayores.

dice, su cerraron las puertaa y ventanas del edificio, con tod

enfermoa dentro, y le prendieron fuego...

;i Horror !!...Xi Ncron, con cl incendio do Roma, pudierahaber

presenciado un espectaculo dc martirio, mas cruel y salvajc. que

aquel que ofrecIO Piribebuy, con la carbon izaci6n dc los desgracia-

dos parajjuayos en cl horno de su Hospital de Sangre, que sin

duda ardia mas intensamente que cl de Babilonia, del cual salic

KM los jiivenes hebreos que no quisieron adorar la eslalua

dc Nabucodonosor.

He aqui, seflor O'Lcary, lo que pucdo decirle sobre aquella

espantosa hecatombe, estar por la referencia de la nombrad i

dofia Maria Meque, a quien yo eseucliaba embargado, opreso bajo

las impresioncs m;'is desgarradoras, que jamas sintiera en mi alma.

Entonces me di cuenta lie que no eabe una gota de humanidad en

eorazones desnaturalizados por cl crimen...

Debo a la seftora Meque un recuerdo de gratitad; clla habla

recogldo ol cadaver de mi hcrmano, el prcsbitero brancisco Igna-

cio Miiz, para daiie sepultura, y de su cuello quit6 una pequefta

cfigie, esculpida en marlil, de la Inmaculada Vlrgen, < que por

ser ustcd, me decia, hermano del extinto, se la doy>. La conserve)

eonmigo, con tierna y especial vrneraeion, en memoria de aqucl

digno paraguayo, que di6 su vida por la patria. Cicerdn habla

dicho ya : « los Dioscs tienen dc antememo un lugar rcservado en

la gloria, para los que dcfienden engrandecen a su patria ».

Yo creo piadosamente que aquellos dos hcrmanos mios, y otros

dos mas que murieron en defensa de la patria, asi coino todos los

martires del patriotismo, que perccieron tnn atrozmente en Piri-

bebuy, estaran gozando dc eterna gloria...

Espero quiera listed decirme si la prescnte relacion diliere en

su fondo de la testaci6n del seflor Solalinde, que, como testlgo

ocular de aquellos horrores, debe mereccr preferente fe, si bien la

seftora Meque estuvo tambien presente en Piribobuy, cuando ardi6

su Hospital de Sangre.

Ya le visit ire pronto. Entre tanto; como siempre, quedo suyo

affmo.F. Maiz

Page 485: El Libro de los Héroes

479

El joven Principe, de femenina hermosura, de

cabellos de oro y suaves ojos azules, no tiene de

hombre sino la iigura.

Como a Fernando VII, se le podria llamar

tigre, hiena, pantera. Es tambien una bestia car-

nicera, sedienta de sangre, avida de botin.

Bajo su dorado uni forme se esconde un sal-

teador de caminos, un bandido vulgar, de erueldad

inaudita, insensible al dolor ajeno, extrano a la

compasi6n.

En una palabra, es una fiera con apariencia

humana, o un asesino disfrazado de Principe.

Se inici6 en el comando del ejercito ordenandola masacre de Ybycui. Despues profan6 la bandera

paraguaya, enarbol&ndola entre las banderas alia-

das, a pesar de las energicas prolestas del mariscal

L6pez.

Pero esto, con ser monstruoso, era nada toda-

via.

Lo que hizo mas tarde es superior a toda pon-

deraci6n, como vamos a ver >.

Y enseguida pinte el cuadro, tratando de repro-

ducir la realidad con golpes recios de pincel.

No s6 si acerte a conseguir mi objeto. Solo

s£ que vi muchas humedas pupilas y que escucheclamorosas ovaciones.

Pero de lo que no dudo es de la emoci6n in-

tensa que caus6 esta parte final de mi conferencia:

« La batalla ha terminado.

El pequeno ejercito paraguayo ha desaparecido.

Solo han caido prisioneros algunos pocos, res-

petados por un capricho de la muerte.

Entre ellos estd el comandante Pedro PabloCaballero, que ha salido ileso, sin una sola herida,

a pesar de haber estado en los sitios de ma3'orpeligro.

Page 486: El Libro de los Héroes

480

Los brasilenos est£n furiosos por las perdidas

sufridas y, sobre todo, por la muerte de Mena Ba-

rreto.

El Principe tiene un aspecto sombrfo.

Pasa revista a sus tropas, sin desplegar los

labios, y se entera de que han cafdo algunos mi-

Hares de sus soldados.

Y ahf llega el cadaver de Mena Barreto. El

intrepido Osorio va detras de £1, con el kepi en la

mano, con la cabeza inclinada sobre el pecho, al

lento paso de su fatigada cabalgadura.

El cadaver es depcsitado en vuestro templo,

desfilando ante £1 la llorosa soldadesca . .

.

iPero que es lo qu6 se ve alii cerca ?

Sobre las casas del pueblo se alzan las llama-

radas de an gran incendio, que iluminan, con car-

denos resplandores, el firmamento.

No os sorprend&is. Eso... es la venganza!

El Principe imperial, Gast6n de Orleans, llama-

do tambi6n conde de Eu, ha ordenado que se

prenda fuego al Hospital de Sangre, para que mue-

ran carbonizados los enfermos, que son mas de

ciento, vengando asi la muerte de Mena Barreto.

iNad a m&s !

Y las llamas crecen por momentos, y los que-

jidos de las victimas regalan el oido del vencedor.

Si os acercais a mirar, vereis que en las puer-

tas y ventanas hay centinelas que, a bayonetazos,

rechazan a los que quieren escapar. Y verbis,

tambien, como los heridos se arrojan desesperados

contra las paredes hirvientes, donde quedan pega-

dos pedazos de la piel de sus manos...

Pero dejad a un lado ese espectdculo, que

aqui, en la plaza, se os ofrece otro mejor.

El Serenlsimo Principe no est& satisfecho to-

davia.

Page 487: El Libro de los Héroes

481

Quiere degollar a todo el mundo.No debe quedar un prisionero con cabeza.

El mayor L6pez, gravemente herido, acaba de

ser decapitado. . . y muchos otros mas. >

Pero el general Mallet, jefe de la artileria bra-

silena, que ha garantido la vida a sus prisioneros,

se opone a que estos sean sacrificados, defendien-

doles energicamente del furor sanguinario del

vencedor.

Asi ha podido salvarse el eapitan Manuel So-

lalinde, el que orden6 la muerte de Mena Barreto.

El Principe, cada vez m<is sombrfo, no oculta

su exasperaci6n.

Ved como habla a uno de sus ayudantes. Dauna orden, una larga orden, gesticulando y mo-viendo los brazos con rabia.

La orden va a cumplirse.

Ahi viene el comandante Caballero. Viene se-

reno y altivo, en medio de sus verdugos.

Le han ordenado que diga que se rinde, si noquiere morir.

Pero esa palabra no pronuncia an jefe para-

guayo.

Ante su negativa, empieza el martirio,de acuer-

do con las instrucciones terminantes del Principe.

Frente a la cruz de la Iglesia hay un mont6nde mochilas. Ved c6mo lo acuestan sobre el a

Caballero, c6mo lo atan de pies y manos a las

ruedas de dos carlo nes y c6mo lo tiran, hasta que-

dar suspendido en el aire.

iEs el suplicio de Tupac Amaru!

Esa que llega es la esposa del heroe. Ha sido

llamada para que presencie el martirio de su in-

fortunado companero.

[Ved c6mo le azotan sin piedad !

Page 488: El Libro de los Héroes

482

Le han vuelto a intimar que se declare rendi-

do. Su respuesta es la misma

!

Y sigue el tormento.

Pero ya es tiempo de que concluya.

Un soldado se aproxima, esgrimiendo un filo-

so punal, y, con la habilidad de un profesional,

cercena la cabeza del comandante de Piribebuy,

que rueda a los pies de su mujer!Y ahora si que la tragedia ha terminado.

Empieza a caer la noche.

El Principe imperial descansa de sus heroicas

fatigas, mientras se le prepara una cena abun-dante.

Piribebuy, como plaza fuerte, ya no existe.

Esta definitivamente roto el unico escudo quedefendia nuestro flanco izquierdo

Comentar los cuadros que os acabo de bos-

quejar, seria empequenecerlos.El comentario fluye natural mente deloshechos.

Ante horrores semejantes, la palabra humanano tiene nada que agregar.

La historia no ha tenido por eso nada quedecir para juzgar el crimen de Piribebuy.

Para condenar hechos asi, que deshonran nues-

tra especie, basta con enunciarlos.

S61o os he de decir, que queda comprobadoque no exageraba la realidad cuando afirmaba que

aquel principesco pariente de Fernando VII, < el

mas grande bandido coronado de la historia »,

segiin Nackens, merecia tambien, como este, ser

llamado < tigre », « hiena », « pantera >, porque unhombre semejante solo puede ser comparado con

las mas fieras alimanas carniceras.

Consolemonos, pues, en medio de nuestro in-

fortunio, recordando que en nnestra historia no

ha quedado el rastro de un bandido semejante.

Page 489: El Libro de los Héroes

483

Y tengamos compasion para el que enlodo su

victoria en forma tan repugnante, suicidandose

miserablemente, al ahogar su honor y el de su

patria en la sangre del vencido !>

Pues bien, esta tercera evocacidn de los ho-

rrores de Piribebuy ha tenido la virtud de moles-

tar a los imperialistas brasilenos (que aim los

hay, aunque pocos), saliendo en defensa del anti-

guo Seiior, negando los hechos, en la creencia de

que, con negarlos, quedaban desautorizadas mis

palabras.

Pero, mils adelante, comprendieron que no era

asi. Y acudieron al mismo acusado, en demandade datos y argumentos.

Y Gast6n de Orleans les contest6 como pudo,

haciendo otras tantas afirmaciones, sin fundamen-to y hasta en contradicci6n con documentos quellevan su firma.

Y con esto cantaron victoria los que todavfa

llevan en el alma las cadenas que rompi6 la Re-

publica, hablando de altezas con una sumisi<5n

que solo se explica recordando que, por obra de

la retr6grada monarqufa, el Brasil fue el ultimo

pais de America que aboli6 la esclavitud.

Pero, no, no ha)^ tal < resposta esmagadora »,

ni hay tales « calumnias de O'Leary >.

Vamos a verlo en seguida.

Ill

I Que es lo que, en sintesis, dice en su defensa

Gast6n de Orleans ?

Que mis aseveraciones son «odiosas». i Y qu6mas ? Que ni de vista, ni de oidas no llego a

su conocimiento cosa alguna respecto al coman-dante Pablo Caballero, cuyo nombre igxoraba

Page 490: El Libro de los Héroes

484

hasta //ace pocos afios. Y que menos todaviaconocla al maestro Fermin Lopez, cuyo nombrePOR PR1MERA YEZ VE C1TAD0...

Pues bien, no dice la verdad.

Gast6n de Orleans conocfa a Caballero y noignoraba su nombre.

iC6mo no iba a saber qui£n era el jefe de la

plaza vencida!Solo en un momento de ofuscaci6n, en medio

del apuro en que le ponian mis revelaciones, pndohacer semejante afirmaci6n.

Conocfa muy bien a Caballero, lo mismo queal mayor L6pez.

i Pruebas ? Aqui van :

En su Diario de Campafia, escrito sobre el

campo de operaciones, pagina 171, se lee lo si-

guiente, al hablar de la batalla de Piribebuy:« El enemigo qued6 todo muerto o prisionero.

Cerca de 700 caddveres fueron contados, entre los

cuales estaban el del teniente coronel Caballero,

comandante de la plaza, y el del mayor L6pez. .. »

i Tuvo o no noticias del jefe de Piribebuy?

I Conocfa o no al mayor L6pez ?

iNo hay coartada posible!

La mentira podfa prosperar en otro tiempo,

cuando aim no se habfa operado el milagro denuestra resurrecci6n.

1 Ahora. . .no !

Queda asf puesto en evidencia el criminal,

desmentido por sus propias palabras, por lo queel mismo escribi6, hace medio siglo, dcspu6s de

haber presenciado la horrible carnicerfa, ordenadacon crueldad inaudita !

iPero fue en realidad degollado Pedro PabloCaballero ?

Page 491: El Libro de los Héroes

485

Oigamos lo que dice el Principe Rojo :

« Pienso que el comandante de la plaza dePiribebuy, fuese quieu fuese, probablemente fuemuerto despues de conchildo el asalt0, corao, porlo demas, ocurri6 con gran parte de sus subordi-

nados. »

El parrafo es interesante.

« Probablemente fue muerto despues de con-CLUfDO EL ASALTO... »

iPrecisamente eso es lo que pas6

!

Terminada la batalla, prisionero en medio delas fuerzas imperiales, no queriendo decir que se

rendia, fue degollado, despues de martirizado, pororden y en presencia del sanguinario vencedor.

Yo no afirmo otra cosa. Apenas doy algunosdetalles de la inmolaci6n.

Y asi murieron casi todos los jefes, oficiales ysoldados heridos, < depues de conclufdo el asalto ».

i Por que, pues, se habla de las < calumnias deO'Leary »

?

Y por si hace falta todavia un testimonio im-

parcial, ahi va lo que dice el historiador uruguayoAntonio Dfaz en su conocida-HisTORiA PoLfTiCAY MlLITAR DE LAS REPUBLICAS DEL PLATA, tOmO 12,

pagina 235:

« En este triunfo—se refiere al de Piribebuy—las tropas brasilcnas procedieron del modo mAsRufN y barbaro con sus enemigos, haciendo unaCARNICERIA ESPANTOSA CON LOS HERIDOS Y CON LOSprisioneros que en la persecucion deponfan las

armas; no respetando ni aim a los sacerdotes,que en nada les ofendian, ni aim a los mitchachosni a los ancianos. El comandante Caballero, quemandaba la plaza, se rindi6 con alguna t'uerza,

Page 492: El Libro de los Héroes

486

PERO FUE DEGOLLADO DESPUES DE EN-TREGADA LA ESPADA». (1)

iNo puede darse nada mas elocuente

!

£ Ha leido el embustero Gast6n de Orleans,« Alteza > de algunos monarquistas de hoy ?

Quisiera repetirle, a gritos, una y mil veces,lo que dice el historiador charrua, para ver si

acaba de entender lo que esas palabras encierran,en la seguridad de que han de llegar hasta su

embotada conciencia, haciendo crnjir todo su ser!

iD6nde estan las « calumnias » de O'Leary ?

En cuanto al incendio de los Hospitales deSangre de Piribebuy y Caacupe, es un hecho pu-blico y notorio, testificado por todos los sobrevi-

vientesde la guerra. (2) Para desvirtuarlo no tiene

(1) No deja de ser elocuente el siguiente suelto publicado en

El Mercantil del Plata, de Montevideo, el 25 de Agosto de 1869.

Recomendamos su lectura al Principe Rojo :

<Deguello de prisioneros. - Seti'in la ultima correspondcncia quese ha recibido del teatro de la guerra, despues de la toma de Pi

ribebny, los brasilefios has pasado tor las armas a los prjsionu-

ROS, DEGOI.I ANDO AL VALIKNTE ]EFE DK LA GUARN ICION, eomandatlte

Caballero, y pasanoo por las armas i.ndistintambnte a ancianos

Y KlAOS, HOMI1RES Y -MUJERES.

«; A hi estan los hombrcs de principles que iban al Paraguay

a derrocar a un de'spota, para implantar la eivilizacifin !

« No tenemos tiempo ahora para extendernos sobre eataa ma-

tanzas horribles que piueban que el Bras.'l fue a exterminar al

Paraguay. Lo haremos en nuestro pr6ximo nunvro ».

(2) El venerable vecino de Caacupe\ don Manuel G6mez, re-

fresca la memoria del Conde D'Eu en el siguiente documentor

« En el pueblo de Caacupe', a los dos dias del mes de Enerodel afto mil novecientos diez y oeho, estando su S. S. el sefiot

Juez de Paz en su sala de publico despacho, por ante ml el auto

rizante, compareci6 don Juan E. O'Leary, vecino de la Asuncion,

y accidentalmente en este pueblo, y dljo : Que teniendo necesidad

de la dedaracicn del vecino de este pueblo don Mann el G6mcz,sobre ciertos hechos hisloricos de la pasada Guerra del Paraguay

Page 493: El Libro de los Héroes

487

un testimonio mejor que el que emple6 para desmen-tir el sacrificio de Caballero y demas companeros de

infortunio. Lo niega... y se acab<5. El procedi-

miento es c6modo, si bien poco convincenle. Sobretodo hoy, que sus palabras no hacen historia, ni

tienen la fuerza imperativa de otro tiempo.

iNo, « Alteza » ! Por mas alto que este su or-

gullo, no ha de sobreponerse a la verdad, que le

condena irremisiblemente.

Y eso de que, en todo caso, el incendio ha de

haber sido obra « de la malevolencia personal de

con la Triple Alianza, venia a solicitar del Juzgado, que con las

formalidades de la ley, se slrva tomar declaraci<5u jurada al se-

flor Gomez; Que por ultimo solicita del Juzgado se sirva entre-

garle este expediente para hacer uso de el en caso necesario. Conlo que termin6 el acto y previa lectura y ratificaeion firm6 con

S. S. por ante ml de que certifn-o: —Juan E O'Leary — Del/in

Ortega—Ante mi : A. Dionisi.

Caacupe, Enero 2 de 1918.

Vista la e\posici<5n del sefior Juan E. O'Leary, se resuelve :

llamar a dcclaracion al vecino sefior Manuel Gomez, fijandose a

sus efectos la audiencia del dia sabado cinco de los corrientes. Li-

brcse citaci<5n.—Ante mi : —A Dionisi.

En el pueblo de Caacupe^ a los cinco dias del mes de Enerode mil novecientos diez y ocho, estando su S. S. el sefior Juez de

Paz en su sala de publico despacho por ante mi el autorizantc,

compareciG el sefior Manuuel G6mez, por citaciGn que se libr6 en

forma, a objeto de prestar declaraci6n. Previo el juramento de ley,

que prest6 en forma y por el cual prometio decir verdad en todo

lo que supiere y le fuere interrogado, fue instruido de las penasaplioables a los tcstigos falsos. Seguidamente fue interrogado

como sigue :

Preguntado : por su nombre, edad, estado, profesi6n y domicilio, dijo : ilamarse como queda expresado, de setenta y siete

afios, casado, comerciante y domiciliado en este pueblo. Pregunta-

do : si tenia conocimiento de que en Agosto del afio mil ochocien-

tos sesenta y nueve, los brasilefios, comandados por el conde D'Eu,

despues de la toma de Piribebuy y de paso por este pueblo de

Caacupe, incendiaron el Hospital de Sangre, sin retirar a los he

Page 494: El Libro de los Héroes

488

algun paraguayo », es una aseveraci6n franeamen-te disparatada.

iC6mo los paraguayos Iban a hacer semejante

cosa, en dano de si mismos!Es como decir que Caballero, por « malevolen-

cia >, se cerceno la cabeza . .

Pero debo hacer notar que esta salida de Gas-t6n de Orleans no es original.

El cronista y mariscal Borman, en una memo-ria presentada al Institute) Ristorico de Rio Janei-

ridos que en el te cur.tban, los cualea en su mayor parte perecic-

ron c.irbonizados, di.jo : que es o'erto y que tiene couocimiento del

hceho por liaher preseneiado el incendio del Hospital de Sangrc.

Preguntado : por la razdn de sus dichos, diio : que estando en

este pueblo y sabiendo todo lo que habia pasado en dicho Hospital,

fue cou tin hermano suyo de nombre Lorenzo G6mez y un sobrinoya difunto de nombre Saturnino Gomez, a constatar aquella atro-

eidad cometida por el enemi^o, enconlrAndose eon un cuadro es

pantoso: dentro de las habitaeiones del meneionado Hospital yacian

earbonizados numerosos heridos )• enfermos paraguayos, soldaditos

de esos que llamaban < morombf >, es decir, aquellos soldados com-pletamcntc asotados por la miseiia, imposibilitados ya de caminar,los cualcs habian sucumbido en sus lechos por no poder levantarsc

para eseapar a la muerte. Entre los tres, dieron cristianas sepul

turas a euarenta y seis de estos desgraciados, enterrandolos alii

cerea, en el patio del Hospital. Por lo demas, este crimen del

eonde D'Eu, es un hecho publico y notorio conocido por todos los

vecinos de este pueblo que sobrevivieron a la guerra.

Con lo que termino el acto. Previa le.tura y ratificaci6n Ilrm6

con S. S. por ante mi de que certifico.

Manuel Gomes—Delfin OrtegaAnte mi : Alej. Dionisi

Caacupe, Enero 5 de 1918

Por coriclusa csta diligencia entreguese al interesado sen or

O'Leary. previa reposicion de las fojns comunes.

Ortega—Ante mi : Alej. Dionisi

En el dia entregue" al sefior O'Leary, firmando conmigo, conste.

O'Leary—Dionisi >

Page 495: El Libro de los Héroes

489

ro, afirma que la Asunci6n no fue saqueada porel ejercito imperial, como dice la historia, sino

por el ejercito paraguayo y por orden del maris-

cal L6pez

!

Ni mas, ni menos.

Y con cii gumentos asi, « aplastan las calum-nias de O'Leary », que hace hablar a los docu-

ments y no afirma lo que no puede justificar...

Y nada mas.

La carta < esmagadora » termina aqui, despues

de las dos negativas, sin agregar un dato o un

documento o algo que se parezca a una prueba.

jPobre « Alteza Imperial » !

iV

Pero si el Principe Rojo termina demasiadopronto, antes de defenderse, yo quiero continuar

atacandole a fondo, para acabar de aplastarlo.

Ha llegado el momento del desquite.

Ahora nos toca hablar a nosotros.

Dice el acongojado yerno de Pedro de Alcan-tara, que « ningun paraguayo nuuca fuc asesina-do, ni siquiera maltr?tado, sino en combale ». Bajosu comando en jefe, se entiende.

Y hay que convenir que no dice la verdad.

i Recuerda, « Alteza >, la matanza de Caagiiy-

yurii ?

Alii, como en Piribebuy, fueron sacrificados

muchos paraguayos, despues del combate.Usted mismo lo refiere en la pagina 189 de su

Diario de Campana.El coronel Cardenas, el comandante Escobar,

el mayor Coronel, « e muitos otros oficiaes » fue-

ron degollados, y sus cadaveres fueron puestos en

Page 496: El Libro de los Héroes

490

hilera en la picada, con sus cabezas, tambien en

hilera, a un metro de distancia.

i Recuerda, « Alteza » ?

Y alii estaba listed, dirigiendo aquella carni-

ceria atroz, inaudita, extraiia a hombres civili-

zados

I

Vea lo que public6 el gran diario argentino

« La America », en su numero del 26 de Agosto

de 1869, al tener noticia de esta su gloriosa ha-

zafta :

« En la sombria tragedia que viene represen-

tandose en el Paraguay, ha mas de cuatro anos,

los episodios sangrientos se suceden con frecuen-

cia aterradom.

«Las pasiones excitadas en esa guerra tremen-

da, no han tenido ni un momento de calma, y la

civilizaci6n parece haberse alejado espantada de

las filas de los enfurecidos combatientes.

« Millares de cadaveres atestiguan la horrenda

hecatombc, y si en medio de ese lugubre euadro

se destaca la figura del mariscal L6pez, la histo-

ria desgraciadamente tendra que senalar los de-

sastres que, pudiendose, no se evitaron, y los he-

chos luctuosos capaces de entristecer y deshonrar

la victoria misma.« Uno de esos hechos es al que se refiere el

condi-^ de Eu, general en jefe del ejercito aliado,

en su ultimo despacho telegrafico al ministro Pa-

ranhos, publicado en todos los diarios de la ca-

pital.

« Dice textualmente ese despacho, datado en

Caraguatay a 19 del corriente

:

« Ayer dispuse las fuerzas del ejercito aliado

en tres columnas: una al mando del general Mi-

tre, tom6 la picada de la derecha, la del general

Victorino, la del centro, y la del general Jose Luis

Page 497: El Libro de los Héroes

491

Mena Barreto, con las fuerzas del general Castro,

la de la izquierda. Yo seguf al frente de esas

fuerzas.

« Las tres divisiones debfan reunirse en este

punto. A las 7 y 10 minutos la co'lumna del cen-

tro encontr6 una bateria con 12 piezas de campa-

na y guarnecida con 1.600 hombres, de lo que }Ta

tenia noticia por un reconocimiento que bice la

vfspera. Se trabo el combate y a las 7 y 15 mi-

nutos la baterfa era tomad a por asalto, quedandoen nuestro poder las doce piezas, muchas muni-

ciones y armamentos, mas de 1000 rnuertos, 123

prisioneros y 200 heridos.

« Murieron en la accidn el coronel Hermosa,comandante de la fuerza, el teniente coronel Ber-

nal (el que se bati6 con el general Portinho), el

teniente coronel Escobar, el ma}'or Coronel y otros

oficiales parnguayos menos importantes.

« Nuestra perdida fue insignificante en rela-

ci6n a la del enemigo : no excede de 200 hombresfuera de combate. >

« De esta extraordinaria comunicaci6n se de-

duce, que en cinco minutos, de 1600 hombres a

que ascend fa la guarnici6n paraguaya, no esca-

paron con vida sino 600, de los cuales se encuen-tran 123 prisioneros y 200 heridos, habiendo que-

dado tendidos en el campo todos los oficiales

paraguayos de alta graduaci6n, sin que los subal-

ternos escapasen.

« Tan inaudita carniceri'a, que solo cost6 a

los aliados 200 hombres fuera de combate, es tanto

mas inexplicable cuanto que la superioridad delos asaltantes parecfa propia para impedir tan

cruento sacrificio.

« No conocemos en las guerras modernasNADA QUE PUEDA COMPARARSE AL ENCARN1ZAMIENTO

Page 498: El Libro de los Héroes

492

atroz que esas cifras revelan, sin que sirva de

disculpa el ardor de la lucha, pues entonces la

diseiplina militar de los pueblos cultos vendria a

ser iuutil ante los instintos desenfrenados de la

soldadesca enfurecida.

« Como atenuacion a estas catastrofes, se nos

habla con frecuencia del heroismo de los paragua-

yos, sin advertirse que la misma excusa agravaEL IIECIIO MONSTRUOSO DE TAN REPETIDAS MATANZAS.

« Mientras esto sucede, curioso y lamentable

es ver la relaci6n que se hace, ha tiempo, del es-

tado de las poblaciones y de las tropas paragua-

yas. La vejez y la infancia, ambas exanimes,

componen, segun aquellas relaciones, el grueso de

las falanges contra las que tan fieramente se corn-

bate.

« En su ultimo telegrama, dice el ministro

Paranhos

:

« Gran numero de esas familias y prisioneros

han Uegado a esta capital.

* Los prisioneros son en su mayor parte niflos

de 12 a 15 anos, cuyo sacrificio solo excita com-

pasi6n. >

« Y todo esto es nada en comparacitin de lo

que narran otros autorizados personajes y repiten

todas las correspondencias. Si pues el enemigo

es tan debil, si los restos de su ejercito se com-

ponen de hombres extenuados por la fatiga y el

hambre, no hay explicacidn posible de actos comolos que vamos censurando, ni tampoco escusa para

proclamar, como estupendas hazafias, las refriegas

empenadas con un poder tan decadente.

« Ni se diga que somos insensibles ante los

rudos sacrificios a que se han expuesto nuestros

soldados, quienes los arrostran con su valor tra-

dicional; pero un deber severo nos impele a pro-

Page 499: El Libro de los Héroes

493

testar en nombre de la humanidad, en nombre de

la justicia, en nombre de los mismos principios

que con mas o menos sinceridad se han invoeado -

en esta guerra, contra sucesos que tengan el ca-

RACTER ABOMINABLE DE AQUEL A QUE NOS HEMOSREFER1DO, POR MAS QUE SEA TODO UN PRINCIPEEL QUE CON TODA SEREN1DAD NOS LO REFIERA, O queesto pueda excitar las susceptibilidades de la pa-

si6n y del orgullo, ensoberbecidos con el triunfo.

« ESTE NO SERIA JAMAS FECUNDO Y GLORIOSO SI

NO PUD1ESE PRESENTAR SUS TROFEOS LIMPIOS DE LASANGRE INUTILMENTE DERRAMADA. »

I Ha leido « Alteza » ?

IEstas no son « calumnias » de O'Leary !

Estas palabras, de conmovedora elocuencia,

vienen del pasado, y son un eco lejano del grito

de horror que broto de todos los corazones, en

presencia de aquella barbara masacre.

I Se asesinaba o no a los paraguayos, fuera de

los combates ?

i Y lo que pas6 en Cerro Cora ? I Se acuerda ?

El vice-presidente Sanchez, viejo octogenario,

fue muerto a lanzadas y luego degollado, despu^sdel combate.

El general Roa, ya prisionero, fue asesinado.

El coronel Aguiar, invalido indefenso, fue de-

gollado despues del combate.

Jos£ Feliz L6pez, nino de once anos, fue de-

gollado despues del combate.

El mismo mariscal L6pez, estando gravementeherido, fue muerto despues del combate.

Y casi todos los heridos fueron pasados a cu-

chillo.

iMienten, pues, los Principes ?

Y queda todavfa la matanza de Siete Cerros.

Page 500: El Libro de los Héroes

494

jSeguro que no se acuerda el desmemoriadoOrleans

!

Pero vamos a ayudarle a hacer memoria.Fue el 3 de Marzo de 1870.

La guerra ya habfa terminado con la degollinade Cerro Cora.

Pero aim quedaban en pie algunos centenaresde paraguayos, a las 6rdenes de los coroneles DelValle y Sosa y del comandante Romero, al otrolado de Amambay.

Eran pobres rezagados, muertos de hambre,que ya no podfan andar.

Custodiaban una parte de los bagajes del ejer-

cito y se habfan detenido alii (en Siete Cerros)en el m&s espantoso estado de postracidn.

Cumpliendo las 6rdenes termin antes de exter-

minio de la superioridad, corri6 hacia ellos un re-

gimiento de caballerfa imperial, asf que termin6la faena del Aquidaban.

Al ver llegar al enemigo, ganaron el montelos paraguayos, sabiendo lo que les esperaba. Perotantos fueron los llamados y tantas las segurida-

des que les dieron, anunciandoles la muerte deLopez y la conclusi6n de la guerra, que empeza-ron a salir, entregandose voluntariamente a los

vencedores.

/ Pues bien, todos, absolutamente todos, fue-ron DEGOLLADOS

!

S61o escaparon Sosa y Romero, que no se en-

tregaron, presenciando desde el bosque el extermi-nio de sus pobres companeros.

i Recuerda « Alteza » ?

Y con este episodio termin6 la guerra del Pa-raguay.

i Dira todavia el Principe Sangriento que se

le calumnia ?

Page 501: El Libro de los Héroes

495

iY cuantas cosas dejo en el tintero

!

Por lo demas, no se si esta sera para sus admi-

radores monarquistas una « resposta esmagadora >.

Para saberlo habrfa que ver la cara que ponen

al leerla. (1)

(1) Conviene dejar constancia de que la soldadesca, apenas en-

tr6 en Piribebuy, se entregd al saqueo, como lo habla hecho en

Valenzuela e Itacurubi. Pero el Conde D'Eu intervino para que

su «bahianada> no le dejara en la estacada, sin su parte en el botin.

Vease lo que asienta en la pagina 171 de su Diario de Campafia:

•Habla grandes dep6sitos de miel, almid6n, maiz, yeiba mate,

que eran conservados cuidadosamente. Los archivos todos de la

Repiiblica, una cantidad de plata acufiada y de iglesia, libros, pa-

peles, muebles de la Lynch y muchos objetos interesantes, fueron

entregados a la RbPARTiciON fiscal, asf como todo lo que pudo

ser susbtraido al saqueo ».

He aqul la relacion oficial de la plata amonedada y labrada

que I lie" a parar en las poco limpias manos del Principe Rojo :

Cajon N° 1: 5.946 pesos plata

Cajon N° 2: 6.227

Cajon N° 3: 4.914 »

Caj6n N* 4: 8 arrobas de plata en bruto

Caj6n N° 5: 6 > >

Cajon N° 6: 226.824 pesos brasilefios

Ornamentos y objetos de iglesia, calices, custodias, palios,

cruces, coronas, candelabros, etc., pesando 347.1^0 octavas de plata.

Mas los siguientes objetos, que no fueron pesados <por serem mui-

to grandes*: una anda, con docel riqufsimo, todo de plata, de diez

palmos de ancho por cuatro de largo, un estuche conteniendo doce

cuchillos, veinte tenedores y diez cucharas de sopa, de plata, unaanda con cuatro columnas, todo de plata, otra anda de plata, labra-

da y dorada, un frontal de altar, todo de plata, de quince palmos

de ancho por cinco de largo, y dos frontales mas de plata labrada,

de catorce palmos de ancho por cinco de largo.

Y en la pagina 221 de su Diario habla asf de la repartici6n

de lo robado:

«A1 sefior general Castro, comandante de la divisi6n oriental se

dirige Su Altesa sobre la necesidad de que vaya un coraisionado

oriental a entenderse con las autoridades brasilefias y argentinas

encargadas del inventario de los objetos tornados al enentigo en

Piribebuy y otros putttos, a I'm de «fazerse a divisao daquellaspresas kntre as tres nacoes ai iadas».

Page 502: El Libro de los Héroes
Page 503: El Libro de los Héroes

LA VERDAD HIST0R1CA

La verdad hist6rica va abriendose paso en el

Rfo de la Plata. Hasta hace pocos afios vivfamos en

una verdadera servidumbre intelectual, encargan-

dose nuestros veeinos de escribir nuestros anales,

imponiendonos sus juicios apasionados o antojadi-

zos. En Buenos Aires, y respondiendo a egoismoslocalistas, se forj6 ese proceso difamatorio, que du-

rante tantos anos fulmin6 la memoria de nuestros

mas grandes proceres, desnaturaliz&ndo los acon-

tecimientos o acomodandolos a sus absurdas pre-

tensiones. Asi v\6 el Uruguay convertido a su

Artigas en un bandolero, porque este hombre cla-

rovidente fue en su hora la encarnacion de la

resistencia contra las pretensiones absorbentes de

la vieja metropoli del Virreinato. Y asf, tambien,

vi6 el Paraguay escarnecido el celoso patriotismo

del doctor Francia, porque fue el mas firme guar-

dian de su independencia y el mas irreductible

enemigo de los portenos. Mitre y sus corifeos

no se cansaron de amontonar sombras sobre aque-

llas dos cumbres humanas, en cuyas frentes res-

plandecfa el luminoso destino de dos pueblos. Lanoche se hizo. Y fue larga. Pero tenia que llegar

el amanecer. Y hace rato que estamos en plena

alborada. Artigas, el bandido, el asesino de Puri-

ficaci6n, el contrabandista vulgar, el bdrbaro sa-

crificador de prisioneros, es el gran Artigas de la

Page 504: El Libro de los Héroes

498

Epopeya, a quien van a erigir un monumento que,

aunque grande, no sera tan enorme como el quele levant6 Zorrilla de San Martin en las paginasde un libro, que mas parece un canto, a traves

del cual pasa su figura luminosa, mucho mas lu-

minosa y alta que la de los heroes por fuerza quenos impusieran los creadores de la leyenda de la

revolucidn argentine* americanisada.Y Francia, nuestro Francia, no es ya el mons-

truo, cuya ferocidad se complacfan en pintar, el

caso de degeneraci6n contra el que se despacha-

ron liricos, como Estrada, y sabios como RamosMejia... es simplemente lo que decia Alberdi, unacreatura de Buenos Aires, producto de su polftica

mezquina y agresiva, contra la que aisl6 al Para-

guay para salvarlo.

Y asf, en todo. La historia se rehace. En el

Uruguay, aqui, en toda America, se realiza una labor

de revisaci6n, surgiendo vengadores formidables,

como Blanco Fombona y Carlos Pereyra, investi-

gadores pacientes como Villanueva y Quesada, es-

critores como Moreno, Dominguez, Herrera y otros,

que van poniendo las cosasen su lugar, revolvien-

do archivos y sacando a luz los tftulos autenticos

de estos pueblos.

Y hay que dejar constancia de que a este mo-vimiento de justiciera reparaci6n responden las

nuevas generaciones argentinas, haciendo osten-

taci6n de un espiritu mas amplio y mucho masfraternal que el que anim6 a sus estrechos ante-

cesores.

Nadieha contestado a La Epopeya de Art/gas.

Y el silencio, en este caso, ha sido asentiniiento.

Nadie ha contestado a los libros elocuentes, de

documentacidii abrumadora, de Luis Alberto de

Herrera.

Page 505: El Libro de los Héroes

499

Nadie ha respondido al ultimo historiador de

nuestra indepcndencia, que tan mal parada dejo

la reputacidn del bi6grafo de Belgrano.

For el contrario, a estas ernbestidas, dolorosas

aunque justificadas y explicables, han contestado

cambiaiulo por complete- el tono de su propagandahistorica.

En estos ultimos tiempos, se ha senalado hasta

el 6rgano porteilo « La Nacion » por su ecuanimi-

dad y moderaci6n, al juzgar los sucesos de la de-

batida guerra del Paraguay. A pesar de tratarse

de un diario que representa una tradici6n de odio

contra nosotros, y fiie" el vocero oficial de la cam-pana de pillaje y devastaci6n de 1865, ha entrado

en un nuevo periodo, estudiando los hechos de

aquella epoca con un tono mas sereno y haciendo

justicia a la gloria del vencido.

El Mariscal L6pez ha dejado de ser la piedra

del escandalo, la bestia negra, el m6nstruo abomi-

nable de que solfa hablarnos. En los ultimos es

tudios publicados en sus columnas ni una solavez se le llama tirano, ni se le aplica ningunmote deprimente. L6pez es ya, para los descen-

dientes de Mitre, el Presideute paragnayo, el Ma-riscal, el gcneralisimo de nuestro ejercito. Masaun, hay momentos en que no pueden disimular

la sugestion de su poderosa individualidad, hasta el

punto de recordar « la tragedia de Aquidabdn, e>i

que el generallsimo paragnayo cay6 combatiendohasta morir, como lo liicieraii siempre sus abne-

gados subalternos ». No hablan ya de su cobardfa.

El despota es el general isimo que cae combatiendocomo un heroe, no el miserable que muere en la

huida hada Bolivia.

Se cree encontrar, es cierto, deficiencias en la

direcci6n de la guerra, pero sin caer en la diatriba

Page 506: El Libro de los Héroes

500

y hasta reconociendo que L6pez llev6 a la tumbael secreto de muchos hechos que podrian ser la

clave de no pocos actos de su vida.

Y al jazgar la guerra, no hablan con el enfa-

sis de antes, reconociendo su impopularidad.

Son los Mitre de. ogano los que escriben lo

que sigue en « La Naci6n > :

« Pasados los primeros momentos de exalta-

ci6n, a que did lugar el inesperado ataque para-

gua}ro a Corrientes, que parecfa haber sido la

seflal de santa uni6n para todos los argentinos

ante el peligro exterior, empez6 a revivir en varias

provincias una oposicidn, sorda al principio, pero

activa desde el primer dfa, que enervaba cada vez

mas la acci6n belica nacional contra el enemigoextranjero; el reclutamiento presentaba grandesdificultades, pues habfan provincias que no dieron

contingentes, otras que contribuyeron de maneraabsolutamente desproporcionada a los medios de

que podfan disponer y otras por fin que recluta"

ban elementos con prop6sitos ajenos a las necesi-

dades de la lucha exterior.

« Estas fueron las verdaderas y mas fundamen-tales razones que influyeron para que nuestro pais

no lograra movilizar sino 13.900 hombres y cas*

sin elementos contra el Paraguay, y de ellos fue

necesario todavfa retirar varios regimientos de

los que se hallaban en el teatro de la guerra, para

concurrir a sofocar una revolucidn que estallara

en el interior de la republica algun tiempo des-

pu6s ». (1)

Que lejos estd esto de aquellas cartas de Mitre

a Urquiza, en las que afirmaba, con su habitual

(1) Mas aun, se podria agregar que el cincuen.a por ciento de

esc menguado eje"rcito se eomponia de aventureros, enganchados

en Europa.

Page 507: El Libro de los Héroes

501

petulancia, que con una sola provincia tendrfa de

sobra para veneer al Paraguay ! Resulta que toda

la Republica Argentina no pudo poner en pie de

guerra sino 13.900 hombres, que poco despues que-

daron reducidos a la mitad !!

Y los soldados paraguayos ya no son los bar-

baros, « de pies desnudo y sucio », de que habla-

ba Garmendia. Reconocen su heroismo 3^ hasta

se entusiasman ante stis hazaiias.

Ved como pintan los nuevos Mitre la famosa car-

ga de Jose Dejesus Martinez, del 24 de Mayo de 186b :

« El capitan Martinez, con un pequeno grupode oticiales, corria delante de la tropa, inclinado

sobre el cuello de su caballo, senalando con el

sable puesto en alto la direccion del ataque ; aquel

verdadero torbellino de centauros, que lanzando

juramentos en guaranf marchaban a gran veloci-

dad derecho a los cafiones, sin preocuparse del

fuego que se les dirigfa desde ambos fiancos, caye-

ron en un abrir y cerrar de ojos sobre nuestros

artilleros y batallones cercanos ; a rechazar esa

embestida real men te imponente concurrieron fuer-

zas de todas partes, restos del 3 y 5 de. linea, la

tercera divisidn, los batallones Rosario, Corrientes,

y Tucuman, los cazadores de La Rioja, el 1° de

voluntarios, etc ; de aquella falange de intrepidos

paraguayos que realizaron tan atrevida excursion

contra nuestro {'rente, muy pocos lograron esca-

par al incesante diluvio de plomo con que se les

abrumaba desde todas partes; entre los pequenosgrupos de jinetes que se internaron en el estero

a galope tendido hacia el campo enemigo, unoconducfa moribundo al capitan Martinez, que habia

recibido ocho heridas; fue trasladado al cuartel

general, donde acto contfnuo se le promovi6 a

mayor por su acci6n her6ica sobre el campo de

Page 508: El Libro de los Héroes

502

batalln, y alii, entre los sollozos de los bravosdragones a quienes tantas veces condujera a la

carga, exhal6, sonriente y feliz, su ultimo suspiroaquel valeroso oficial > . .

.

Finalmente, al recordar la conferencia de Ya-taity-Cora, an distinguido militar, en el diario alu-

dido, vuelve a tratar con toda cultura al primerdignatario del Paraguay, fncurre en numerosasinexactitudes, estropea lamentablcmente la geo-grafia, pero, a! menos, sabe mantenerse a la altu-

ra del asunto, sin salpicar su exposici6n con los

insultos acostumbrados. Es un cuento que tin per-

sonaje paraguayo insinuara a L6pez la necesi-

dad de pedir la paz, no hay tal lainadn de Rojas,ni el Bermejo estd al sj/r de Humaitd, comocree el cronista argentino, pero hay que recono-cer que este no nos trata mal (1). De todos modos,el desconocimiento de la geograffa debe scr unachaque general en los militares portenos, ya queel historiador Garmendia, que estuvo en la guerradel Paraguay, pone dos vecks a curupayty so-

bre el rIo Parana! ...Lo que importa es el tonoen que se expresan, el lengtiaje que gastan al ha-

blar del vencido. (2)No hemos de terminar sin dejar constancia de

que la verdad anda tambien en el Brasil. Despuesdel libro aplastador del gran Teixeira Mendez, la

reacci6n ha caminado mucho. Ahora se condena,francamente, aquella guerra de destrucci6n, perose va rnds alld, se hace el penegfrico de L<5pez y

( 1 El cronista en cuesti6n cs el coronel Juuregui, uno de los

mus preparados militares argen linos.

(2) Vease Recuerdos de la Guerra del Paraguay, piginas 11-

y 117. En la se^unda edici6n de esta obra, « corregida y aumea-tada >, insiste Garmendia en colocar a Curupayty sobre el Parana,

arathi de otros adefesios geograiicos.

Page 509: El Libro de los Héroes

503

se justihca su politica internacional. Alberto Sousa

es el cantor de la epica muerte de nuestro Maris-

cal. Su « Morro con a patria * es una pagina gra-

bada en acero

!

El general doctor Bagueira Leal acaba de pu-

blicar las mas sensacionales declaraciones sobre

la guerra. Su estudio titulado « Francisco Solano

L6pez » es la consagracitfn de la verdad hist6rica

y el may pleno reconocimiento de que la raz6n

estuvo de nuestra parte.

Y vease lo que ha escrito tin distinguido mari-

no y publicista brasileno, Americo Brazilio Silvado,

en su reciente libro A Nova Marinha, defendien-

do al mariscal L6pez y al Paraguay, y condeuan-

do la politica criminal de Pedro II:

*I Que culpa tenia el patri6tico gobierno para-

guayo en ser previsor y en prepararse, para no

ser victimado ni oprimido por las armas de unImperio colosal que por sus arrogancias en el

Plata parecfa mas poderoso de lo que era en rea-

lidad ?

« De cierto ninguna. . . El gobierno paraguayo,

viendo las agitacioncs constantes de las republicas

vecinas y las intervenciones armadas del Impe-

rio, que amenazaban la independencia y atacaban la

soberania de esas naciones, realiz6 un acto de

legftima defensa arindndose. Yo que perdi todo

en tal lucha, pues que perdi a mi Uorado padre,

prematuramente muerto en un combate, no titubeo

en formular el siguiente juicio que, a mi ver, defi-

ne la guerra del Paraguay: hija del capricho im-

perial, tal guerra fue injusta, por haber sido pro

vocada por el fuerte contra el debil ; fue desleal,

porque el gobierno brasilefio traicion6 al enemigo,

armandose con sus armas, despu^s de comenzadala lucha, y traicion6 al pueblo brasilefio porque

Page 510: El Libro de los Héroes

504

engan61e con promesas falaces que nunca se rea-

lizaron; fue inutil y cruel, porque s61o hizo malal Paraguay, sin reportarle ninguna ventaja; y fue

sin gloria porque la gloria rine con la injusticia. .

.

Las generaciones republicanas, lejos de sancionaresos desmanes imperiales, deben censurarlos acre-

mente. . . »

Ultimamente, Roxlo, el escritor alado, el poeta,

el pugil de la palabra, el gran uruguayo, ha lan-

zado a la circulaci6n una obra sensacional, en la

que L6pez cruza luminoso y alto, corao Artigas a

traves de las pdginas de Zorilla de San Martfn.

Estd, pues, sonando la hora esperada de la rei-

vindicacion. Los lapidados del pasado surgen de

sus tumbas, sacudiendo sus vestiduras de oprobio.

Se empieza a escribir de nuevo la historia, re-

petimos. Y cuando la verdad haya caido sobre

todos, por igual, como una bendici6n, habriln des-

aparecido los ultimos motivos de odio entre los

pueblos de America. Entonces podremos vivir al

arrullo de la fraternidad, cultivando un patriotismo,

ttasuntado en amor y en tolerancia, que no puedencomprender los que todo lo ven a traves del pris-

ma del rencor.

Saludemos la alborada y esperemos el nuevodfa, alargando, desde ya, la mano, a los que, por

fin, nos contemplan a la distancia con amablesimpatfa, tratandonos como a hermanos sin fortuna,

pero dignos de respeto.

Page 511: El Libro de los Héroes

C1NCUENTA ANOS DESPUES

Despu6s de la tremenda caida, Uegamos hoya la media centuria de nuestra milagrosa resu-

rrecci6n.

El Paraguay sangra todavia por las mil heri-

das abiertas en la tr&gica contienda. Y jirones

preciosos de su territorio siguen detentados por

los voraces vencedores. Pero su existeucia esta

ya asegurada. La nacionalidad deshecha, ha torna-

do de nuevo su antigua consistencia, operandose,

definitivamente, el proceso de la unificacion de la

conciencia popular.

x\ raiz del desastre todo partci6 perdido.

La derrota moral fue mas absoluta que el ven-

ci mi en to material.

Los aliados quedaron duenos del territorio

humcante de la Republica, y tambien de los espf-

ritus anonadados de los veneidos. Como cant6 el

bardo oriental, no habia en nuestro hogar sin

1timbre—Sino lidlito de tmterte,

miseria y soledad y servidumbre.La voluntad popular no se manifestaba. Lo?

que podian interpretarla, gemfan en el cautiverio,

y los que se decian sus voceros acababan de ser

los baqueanos del invasor y los exterminadores de

sus propios hermanos.El Paraguay no era, en realidad, sino la sombra

o el fantasma de un pais desaparccido.

Page 512: El Libro de los Héroes

506

Guido Spano 1o di6 por muerto y enterrado, y11or6 su desaparici6n en las estrofas sollozantes de

su Nenia.

Andrade omiti6 su nombre al pasar revisla a

los pueblos de America.

Y, entretanto, los aliados, en una orgia de

seis anos de ocupaci6a militar, se repartian de

nuestro territorio y concretaban en leyes inicuas

su omnfmoda voluntad.

Fu6 asf como miserable? traidores, como Cirilo

Antonio Rivarola y otros, se prestaron, sumisos,

en aquellas horas nefastas de nuestra historia, a

convertirse en instrumentos serviles del extra njero,

entregandole una gran parte de nuestro suelo,

aceptando compromisos que anulaban nuestra sobe-

ranfa y arrojando lodo sobre la epica pagina que

acababamos de escribir, al declarar traidor y al

poner fuera de la ley al Heroe de la resistencia,

al que habfa sido la encarnaci<5n de nuestro dere-

cho y el ultimo en caer, envuelto en los ultimos

jirones de nuestra bandera.

Pero aquel momento paso, felizmente. La mo-

ral recupero su nive), barriendo a la escoria social

que poi una fatalidad habfa regfdo los destinos del

Paraguay.Los Rivarola, los Jovellanos, los Diaz de Be-

doya. . .desaparecieron pronto del escenario. Y los

hombres que habfan sido fieles a la causa nacional

surgieron entonces, restableciendose asi la conti-

nuidad de nuestra existencia soberana.

No hace talta decir quien fue el hombre que reu-

ni6 todos los votos de sus compatriotas y en aquellos

diasamargos fu61aunica esperanza de nuestro pais.

No podia ser si no el gran soldado sobrevi-

viente, el bravo de nuestros bravos, el hombre de

Tuyuti, Curupayty, Isla Tayi, Tatayiba, Acayuaza,

Page 513: El Libro de los Héroes

507

Ytoror6, Avay, Loraas Valentin as, Diarte, AcostaNu...El general Caballero, y no otro, fae, y tuvo

que ser, el encargado de levantar nuestra bandera,

para dcsplegar ante el mundo estupefacto su vuelo

tricolor.

i Su obra ? No es del caso preguntar lo quehizo. Habria que preguntar lo que no hizo < para

hacer surgir de la tumba reanimado un esqueleto ».

Al conjuro de su patriotismo el Paraguay fue,

y ha de ser en la sucesi6n infinitude los tiempos

!

Y el cincuentenario nos sorprende en plena luz.

La derrota fue el caos. La oscuridad volvi6 a

recuperar su imperio sobre los disueltos elementos.

Nadie vi6 claro en medio de aquella noche cerra-

da. Todos los valores se invirtieron. Los heroes

resultaron bandidos, los martires asesinos y los

traidores patriotas inmaculados.

La profecia del Mariscal Lopez se cumplio.

Cay6 sobre €\ y sobre sus corapaneros un cre-

pusculo sangriento, de oprobio y de ignominia.

Durante un cuarto de siglo el Paraguay sell6

sus labios, sin atreverse a decir una palabra en su

defensa. Y, entre tanto, los vencedores, despues dehacer la historia, la escribieron a su manera.

i dial fue esa historia? La repiten aim entre

nosotros los que llevan en el alma el veueno deuna herencia maldita. Historia corta y sencilla.

Dice asi

:

<Hubo una vez un pais barbaro en America.Ese pais era muy poderoso y su ambici6n era muygrande. Pretendia llegar al Rio de la Plata y al

Atlantico, apoderandose de extensos territories de

sus vecinos. Para eso, se armo hasta los dientes,

y acaudillado por un sanguinario tirano puso en

peligro a los denuis. Fue entonces cuando el Im-perio del Brasil, la Republica Argentina y la Re-

Page 514: El Libro de los Héroes

503

publica del Uruguay, comprendiendo que no podrfan

subsistir si aquel estado de cosas continuaba, fir-

maron uu pacto de alianza.para libertar al Para-

guay, comprometi£ndose a respetar su soberania

e integridad territorial. La guerra dur6 mas de

cinco aftos. Los paraguayos—salvajes fanatizados

por L6pez—pelearon como barbaros, no porque

fueran valientes, sino porque se les daba cafta con

ptilvora y se les hacia creer que, muertos en Humai.ta, resucitarfan en Asunci6n. La tragedia termin6

en Cerro Cora, donde el Mariscal L6pez fue muer-

to en una zanja, segun unos, o huyendo, segun

otros, pero, eso sf, cobardemente, dominado por

el micdo y pidiendo piedad al vencedor. Termi-

nada la guerra, los aliados nos auxiliaron durante

seis aftos, aceptando generosamente los territorios

que expontaneamentereconocfmos como suyos. . .»

Y aqul paz y despu£s gloria.

j A esto qued6 reducida la epopeya paraguaya 1

Pero durante el lastimoso gobierno del inepto

Emilio Aceval, empez6 a revelarse el sentimiento

uacional, en presencia del cinismo del descastado

presidente de la Republica, que denostaba a los

pr6ceres de nuestro pasado desde lo alto

del palacio de gobierno, y mandaba hacer campa-

flas legionaristas en su prensa asalariada. Y cuando

alguien dej6 oir su voz juvenil, intrepida y ardo-

rosa, contra tanta ignominia, graude, inmenso fue

el estupor que sobrecogi6 al alma popular.

iY fue aquel el primer sacudimiento de nuestro

despertar

!

De ent<3nces aca, han transcurrido mas de vein-

te aftos. Los ecos de la ardiente polemica se han

apngado. Y un coro unanime y grandioso respon-

de a aquel primer grito de protesta, grito soberbio.

de desesperado patriotismo.

Page 515: El Libro de los Héroes

509

La leyenda de los aliados ha caido en pedazos.

Y mientras estos enmudecen, avergonzados, surgen

en todas partes panegiristas del Paraguay, que re-

visando los valores hist6ricos restablecen la verdad,

dandole el lote de gloria que le corresponde.

i D6nde esta el escritor argentino o brasileno

que se oponga a este movimiento reparador ?

Aun viven el famoso general Garmendia y mu-chos de los difamadores de nuestro pais. ^Porqueno hablan ? iPorque no salen a la palestra a dis-

cutir con los que nos defienden y ponen alMariscal

Lopez al lado de Bolivar, entre los grandes prole-

sores de patriotismo ? { Por que no responden, con

aquella su voz imperativa de amos y senores, a los

que desde aquf les gritamos lo que fueron, refre-

g&ndoles en los ojos y en la boca el lodo que nos

arrojaron cuando eramos inermes, cuando no po-

dfamos defendernos ?

iQu6 han de hablar ! Se contentan con rete-

ner lo usurpado, sin pensar que a esto tambientendran que renunciar algun di'a!

Como se ve, hace rato que el destino ha dicho

ya para el Paraguay la primera palabra del ge-

nesis.

iLa luz es !

No importa que algunos perros—los ultimos—ladren todavia enturecidos, al huir en su presen-

cia, quemados por sus rayos de fuego.

i Sus voces se pierden en el coro de la apo-

teosis universal

!

Y no nemos de ocultar nuestro optimismo.

Frente a nuestro pasado, sentimos la sensacion

de nuestra grandeza futura.

Acuchillados durante un lustro, quedamos redu-

cidos a escombros y a un poco mas de doscientos

mil esqueletos.

Page 516: El Libro de los Héroes

510

Y sin recibir proteccion de nadie, hostilizadoscruelmente por nuestros implacables vecinos, sinin-migracitin, hemosllegado a donde estamos. El paisha sido reconstruido totalmente y m&s de un mil16nde habitantes pueblan nuestras ciudades y nuestrascampiiias, mani festandose la vida en todas partes.

Este solo hecho basta para no desesperar del

porvenir.

Las angustias financieras de hoy <?que son enpresencia de las angustias de ayer ?

Pasamos, es cierto, por momentos diffciles.

Pero esas dificultades son mas aparentes que rea-

les, y de un caracter notoriamente transitorio.

Giramos en un remanso. Pero la vida bulle

en las entranas del pais y hay un despertar enel pueblo, en la juventud, en todos, aun en las

apacibles masas campesinas, que sienten tambienen su alma oscura el secreto impulso de unairresistible corriente de renovaci6n.

Imposible negar que progresamos, a pesar detodas nuestras calaveradas. Imposible negar que el

Paraguay, eon su mala moneda y sus gobiernosdesastrosos, va adelante, y no es hoy lo que fue

diez o veinte anos atras.

Vamos andando, deteniendonos a ratos, paraproseguir en seguida nuestro camino.

Bastard, que surja un gran estadista, un creador

y un ordenador, para que a grandes saltos avan-cemos a ocupar nuestras perdidas posiciones.

Todo esta listo. Falta solo el hombre que mo-dele la masa informe y le imprima la direcci6n

adecuada.

Con cincuenta anos m&s, quiza\ con muchomenos, de sensatez y patriotismo, el Paraguayllegari a ser un gran pais, cuya voluntad volveril

a pesar en los destinos de America.

Page 517: El Libro de los Héroes

511

Y nada de esto es imposible.

Ese hombre existe. Y sus colaboradores tam-

bien son ana realidad.

Surgiran en su hora, respondiendo a los man-dator imperativos de la vida, que no se rige por el

azar sino por leyes eternas, a veces ignoradas, pero

siempre invariables.

Tengamos, pues, fe, y procuremos apresurar

el advenimiento de ese dia, aproximando nuestros

corazones ante los grandes dolores del pasado yfrente a los reclamos del porvenir.

La historia ha forjado el eslab6n roto de la

cadena, al abrazarnos en un gran abrazo de fra-

ternidad, por encima de las divisas que nos alejan

y en la comunidad de un solo culto patri6tico.

No olvidemos que somos, ante todo, para-

guayos, porque tenemos una suprema mision quecumplir.

Pongamos atento el oido a las voces que nosllegan del pasado, del fondo de los tiempos y de

los fosos de nuestras viejas trincheras.

Recordemos siempre el drama de Cerro Cora(

3' no nos faltaran fuerzas para veneer a la suerte

adversa y a nuestras propias flaquezas, abriendo-

nos camino a traves de todas las dificultades quehemos de ir encontrando todavia a nuestro paso.

Sobre todo, tengamos fe, un poco siquiera deesa fe sublime, que no abandon6 nunca a nues-

tros padres, manteniendoles erguidos y fuertes

en cinco anos de derrotas y de interminables

retiradas, sin que dudaran un solo momento al

ir a cumplir su terrible deber. Tengamos fe, es

decir, vigoricemos nuestra voluntad, mantengamosfirme nuestro eje interior, seguros de que nosesperan dfas mejores, a pesar de todas las con-

trariedades del presente.

Page 518: El Libro de los Héroes
Page 519: El Libro de los Héroes

INDICE

PAGS.

Prologo 5

PRTMERA PARTE

DESFILE HEROICO

El h£roe de los lanchones 12

Don Quijote ' 55

Diaz , 63

Caballero : 73

Escobar 79

Talavera 87

Aveiro 97

Bado 103

Rivarola. 114

Oviedo 127

Bullo 145

El Sargento Cuatf 169

L6pez Yacar6 177

Real Per6 185

El Teniente Roman 191

Romero 197

Rfos 217

Page 520: El Libro de los Héroes

514

SEGUNDA PARTE

LA VIA CRUCIS

pAgs.

Piribebuy 223

El fantasma de Boquer6n 251

Curupayty 257

Ytoror6 265

La bandera de Angostura 277

Caagtiy - yuru 281

El Campo de la Victoria 289

Diarte 293

La Plegaria final 307

Cerro-Cord 311

TERCERA FARTE

LAMPOS DE GLORIA

pAgs,

El abanderado de Tuyuti 319

Lo c6mico en lo trdgico 323

Los heroes de la Peninsula 337

La heroina de M Ybat6 345

Las mujeres de Piribebuy 349

Los heroes ignorados.. 355

Mariquinha 367

Un gesto 375

La muerte de Dfaz 379

Page 521: El Libro de los Héroes

515

CUARTA PARTE

LUCES Y SOMBRAS

La resurreccidn del 40 391

La Epopeya del Centauro 405

Guido Spano 439

Mensaje fraternal 449

El saqueo de Asunci6n 457

El Principe Rojo 473

La verdad hisl<5rica 497

Ciucuenta anos despu6s 505

Page 522: El Libro de los Héroes

OBRAS PRINCIPALES DEL AUTOR

Historia de la Guerra de la Triple Alianza 1 tomo

Nuestra Epopeya 648 pags.

El Mariscal Solano L6pez 371 »

El Libro de los Heroes 516 »

Monograf las : Corrales, Tuyutf, Sauce,

Curupayty, Lomas Valentinas, Alber-

di, El general Diaz, El general Aquino.

Pol6mica Hist6rica: « El Cretinismo » del

Doctor Cecilio Baez (1902)

Poesfas: El Alma de la Raza, Salvaje,

A mi hija (elegfas) 157 »

Obras en preparacicm: Nuestras Victorias,

Alberdi y el Paragua}^ Historia del

Mariscal L6pez y de la Guerra del

Paraguay 2 tomos

12

Page 523: El Libro de los Héroes
Page 524: El Libro de los Héroes
Page 525: El Libro de los Héroes

m

1

Page 526: El Libro de los Héroes