el lazarillo de tormes

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El Lazarillo de Tormes por Hugo Blumenthal La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es la narración ulterior de una vida que hace Lázaro de Tormes para justificar su presente. Y digo “una vida” y no “su vida” ya que todo relato está condenado a traicionarla, y porque la intención de Lázaro en todo caso hace más sospechoso su relato que el de un Proust, p. ej., cuya sola intención era intentar recuperar la vida o el tiempo “perdido”. La intención de Lázaro de justificar una situación presente aparece ya, aunque de manera un tanto oscura, en el Prólogo. Al principio parece más preocupado en justificar el hacer pública su historia por la enseñanza moral y el agrado que de ella podrían sacar sus lectores, pero hacia el final descubre que en verdad escribe por solicitud de un misterioso “Vuestra Merced” (que no parece ser una simple forma de referirse a un lector cualquiera). 1 Ahora, pensar el Prólogo como una suma de voces, 2 viendo en las alusiones clásicas una voz extraña a Lázaro, no es necesario, pues Lázaro hace alarde de erudición para ocultar su verdadera intención, tal como se sirve su amo el buldero del “latín” para impresionar a sus víctimas. 3 Así, pues, la intención principal del relato será justificar una situación que sólo se aclara al final. Forma de exposición que le asegura a Lázaro que su lector no pueda juzgarlo de antemano, sin haber escuchado su defensa, pues al final es que cuenta el motivo de que se le acusa. El caso en cuestión, parece ser el aparente amancebamiento de la mujer de Lázaro por parte del Arcipreste. Para entonces Lázaro goza de un oficio que, aunque vil, está del lado de la ley (pregona a veces los delitos de los condenados). Entonces [...] viendo mi habilidad y buen vivir, [y] teniendo noticia de mi persona el señor Arcipreste de San Salvador [!], mi señor, y servidor y amigo de Vuestra Merced, porque le pregonaba sus vinos procuró casarme con una criada suya. Y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer [...] Mas malas lenguas [...] no nos dejan vivir, diciendo [...] que ven a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer (Pp. 201–202). Lázaro apenas parece conocer un rumor, que no puede expresar mas que a costa de la furia de su mujer y los consejos del Arcipreste, 4 por lo que prefiere no prestarle atención a los rumores y mantener todo como hasta el momento, previniendo a la gente “[...] si sois mi amigo no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar” (P. 203). Y, como dirá, “[...] así quedamos todos tres bien conformes, hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso [...]” (P. 203). Entonces ¿es Lázaro un hipócrita al no querer escuchar los chismes que corren sobre su esposa? ¿O los hipócritas son los vecinos que se meten en su vida, sin ser ellos más santos que Lázaro? Y el lector ¿es un hipócrita si justifica a Lázaro, o si lo condena? Hugo Blumenthal © 2007 1 1 “Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino del principio porque se tenga entera noticia de mi persona.” Pp. 95–96. Caso al que ha hecho referencia desde el principio muy obscuramente: “[...] cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas [...]” P. 91. A no ser que se indique lo contrario, toda cita pertenece a La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Joseph V. Ricapito (Ed.). 2a ed. Santafé de Bogotá: REI–Cátedra, 1992. 2 Joseph V. Ricapito. “Introducción.” Ibíd. P. 65. 3 Además, si de realismo se trata, deberíamos poner igualmente en duda esa cualidad suya para contar un relato tan pensado, tan poco divagante, preciso en relación al fin buscado, que será su justificación. 4 Que le dice “[...] no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho,” y a lo que Lázaro le responde “[...] yo determiné de arrimarme a los buenos” P. 202.

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Page 1: El Lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormespor Hugo Blumenthal

La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es la narración ulterior de una vida que hace Lázaro de Tormes para justificar su presente. Y digo “una vida” y no “su vida” ya que todo relato está condenado a traicionarla, y porque la intención de Lázaro en todo caso hace más sospechoso su relato que el de un Proust, p. ej., cuya sola intención era intentar recuperar la vida o el tiempo “perdido”. La intención de Lázaro de justificar una situación presente aparece ya, aunque de manera un tanto oscura, en el Prólogo. Al principio parece más preocupado en justificar el hacer pública su historia por la enseñanza moral y el agrado que de ella podrían sacar sus lectores, pero hacia el final descubre que en verdad escribe por solicitud de un misterioso “Vuestra Merced” (que no parece ser una simple forma de referirse a un lector cualquiera).1 Ahora, pensar el Prólogo como una suma de voces,2 viendo en las alusiones clásicas una voz extraña a Lázaro, no es necesario, pues Lázaro hace alarde de erudición para ocultar su verdadera intención, tal como se sirve su amo el buldero del “latín” para impresionar a sus víctimas.3 Así, pues, la intención principal del relato será justificar una situación que sólo se aclara al final. Forma de exposición que le asegura a Lázaro que su lector no pueda juzgarlo de antemano, sin haber escuchado su defensa, pues al final es que cuenta el motivo de que se le acusa. El caso en cuestión, parece ser el aparente amancebamiento de la mujer de Lázaro por parte del Arcipreste. Para entonces Lázaro goza de un oficio que, aunque vil, está del lado de la ley (pregona a veces los delitos de los condenados). Entonces

[...] viendo mi habilidad y buen vivir, [y] teniendo noticia de mi persona el señor Arcipreste de San Salvador [!], mi señor, y servidor y amigo de Vuestra Merced, porque le pregonaba sus vinos procuró casarme con una criada suya. Y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer [...] Mas malas lenguas [...] no nos dejan vivir, diciendo [...] que ven a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer (Pp. 201–202).

Lázaro apenas parece conocer un rumor, que no puede expresar mas que a costa de la furia de su mujer y los consejos del Arcipreste,4 por lo que prefiere no prestarle atención a los rumores y mantener todo como hasta el momento, previniendo a la gente “[...] si sois mi amigo no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar” (P. 203). Y, como dirá, “[...] así quedamos todos tres bien conformes, hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso [...]” (P. 203). Entonces ¿es Lázaro un hipócrita al no querer escuchar los chismes que corren sobre su esposa? ¿O los hipócritas son los vecinos que se meten en su vida, sin ser ellos más santos que Lázaro? Y el lector ¿es un hipócrita si justifica a Lázaro, o si lo condena?

Hugo Blumenthal © 2007

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1 “Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino del principio porque se tenga entera noticia de mi persona.” Pp. 95–96. Caso al que ha hecho referencia desde el principio muy obscuramente: “[...] cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas [...]” P. 91. A no ser que se indique lo contrario, toda cita pertenece a La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Joseph V. Ricapito (Ed.). 2a ed. Santafé de Bogotá: REI–Cátedra, 1992.2 Joseph V. Ricapito. “Introducción.” Ibíd. P. 65.3 Además, si de realismo se trata, deberíamos poner igualmente en duda esa cualidad suya para contar un relato tan pensado, tan poco divagante, preciso en relación al fin buscado, que será su justificación.4 Que le dice “[...] no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho,” y a lo que Lázaro le responde “[...] yo determiné de arrimarme a los buenos” P. 202.

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Lázaro se engaña a sí mismo, pero no sabe hasta qué punto. Intuye el engaño, pero lo considera lo mejor que podía hacer. Pero nadie puede engañarse a sí mismo, más que ante otra cosa (para la sociedad, o para aquel otro que es el inconsciente). Es decir, Lázaro se engaña sin saber realmente que se engaña, cuál es su engaño (pues si conociera su engaño ¿estaría realmente engañado?). Pero si ni siquiera sospecha que se engaña, no sería un engaño más que a los ojos de los otros, lo que no es este el caso, porque la sospecha estuvo al menos un momento en Lázaro,5 pero ha preferido “desecharla” (y no sabemos hasta qué punto conscientemente) en favor de su buena vida, y sin importar la posibilidad de que se le engañe. Sin embargo, lo más grave es que basa aquella decisión en la certeza de no ser más santo que sus vecinos y relata su vida para demostrar que si se engaña no es su culpa, sino de aquella sociedad que lo llevó a aceptar como preferible ese posible engaño. Lázaro entonces pasará revista a sus padres y amos haciendo hincapié en que todos eran unos para él y otros de cara a la sociedad, de lo cual podía inferir que el engaño es necesario, sobretodo para quienes la fortuna fue parcial. Lo que Lázaro debe aprender duramente, intentando engañar de entrada –porque de ello dependía su vida, según él– a esos “artistas” del engaño (sobretodo al ciego y al clérigo, que, tal como los presenta, parece que todo pacto con ellos era imposible). Sin embargo a partir del escudero Lázaro aprende que la lucha no debe ser necesariamente a muerte, que puede pactar y salir ganando ambos (y hasta abandonarlos cuando ya no le sirven de más). Entonces puede verse en la figura del Arcipreste a otra especie de amo con el que Lázaro pacta para afianzar su “buen puerto” de descanso y tener algo para la vejez. Para Benito Brancaforte,

si no se recurriese al inconsciente, al deseo del hijo de reconciliarse con el rival para compartir el objeto de su anhelo, la madre, sería muy difícil poder explicar la pasividad, la falta total de libertad por parte de Lázaro frente a la decisión del Arcipreste. Esta falta de libertad de Lázaro contrasta con su independencia respecto a sus amos, a quienes busca y deja según le convenga, después del Tratado Tercero.6

Apreciación que es válida si consideramos a la madre no como aquella de carne y hueso sino como un estado primigenio, en la cual el pequeño Lázaro podía verse colmado en gran medida, sin estar obligado a luchar por su subsistencia. Lázaro pierde aquel estado primigenio con la muerte de su padre, el castigo de Zayde, y el destierro de la madre, todo lo cual lo conduce a su primer amo, el ciego, que entonces le revelará su nuevo estado.7 De allí en adelante, Lázaro derivará de uno a otro amo de “arriba a abajo” con los dos siguientes, y de “abajo a arriba” con los otros. Figuras paternas corruptas que representarán la ley para Lázaro, pero a través de las que Lázaro siempre anhela (representado en su hambre) aquel estado primigenio, “materno”, que busca desesperadamente por las vías del engaño.8 Vías de engaño y astucia que al fin y al cabo son las características básicas del pícaro como posibilidades de subsistencia. Lázaro alcanza con el Arcipreste lo que considera su “buen puerto” (el título “San Salvador” no puede ser más claro para Lázaro), no importa que su oficio de pregonero sea considerado bajo, y que tenga que compartir su esposa con él. Al fin y al cabo Lázaro nunca ha pedido

Hugo Blumenthal © 2007

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5 “Y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad.” P. 202. Cf. también la explícita interpolación en este punto de la edición de Alcalá.6 Benito Brancaforte, “La abyección en el “Lazarillo de Tormes””. Cuadernos hispanoamericanos. No. 387. 1982. [Pp. 551–566], p. 560.7 Tras el golpe con el toro de piedra, dirá Lázaro: “[...] en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: “Verdad dice éste [el ciego], que me cumple avivar el ojo y avisar pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer.”” Pp. 109–110.8 Sus padres, Zayde y sus amos tampoco le han enseñado otro modo, la posibilidad de un trabajo honrado, enmarcado dentro de las normas sociales.

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demasiado. Como buen pícaro es un conformista. Por tanto, si considera que vive bien, nunca se le ocurriría considerar nuevas preocupaciones (“trabajos”) para vivir mejor, menos aun si ello implica abandonar lo que tiene por algo todavía incierto. Lázaro aprendió del escudero que las apariencias son importantes, pero nunca llegará al punto de sufrir sólo por ellas. Por eso, abandonar la comodidad que le brinda el Arcipreste en favor del aparente honor que nunca ha tenido, por simples habladurías, sería perder todo lo que ha conseguido y reconocer el fracaso de su vida. Por eso sólo plantea, fanfarronamente, una advertencia a los chismosos, apariencias para mantenerlos a raya, pero por las que no irá más lejos. Además, allí está su vida para justificarlo, a ojos de aquel Vuestra Merced que le pide cuentas.9 Así, pues, el engaño de Lázaro se debe menos a su decisión de desconocer el amancebamiento de su mujer que a su creencia de que ningún vecino es más santo que él. Creencia infundada, juicio general inducido a partir del conocimiento de la serie de embusteros y ladrones que tuvo por maestros. Lázaro piensa que todo el mundo es, por necesidad, tan hipócrita como se le ha enseñado a serlo a él, de lo cual deduce que tal similitud ya debería justificar para todos su comportamiento frente al caso de su mujer. Creencia con la que se engaña, porque si todos fueran efectivamente tan hipócritas como sospecha lo serían hasta el punto de no reconocer su hipocresía. Pero las pruebas de la hipocresía de todos son más bien pobres, ya que de lo que Lázaro es testigo es de lo contrario, de la ingenuidad de la gente, aprovechada por unos pocos, de los que él llega a hacer parte. Por eso la justificación de Lázaro ante ellos apenas demuestra su engaño respecto a su concepción de la sociedad en general, de la que intenta en vano formar parte (sin abandonar su “ser–pícaro”). En cuanto a los lectores, hay que tener en cuenta de que Lázaro escribe a un particular “Vuestra Merced”, amigo del Arcipreste. Escribe para justificar su estado abyecto final, para que descalifique su estado como abyecto o le dé la razón a su comportamiento. Pero, aunque Lázaro intenta engañar primero que todo a “Vuestra Merced”, no se puede descartar la posibilidad de que por medio de él Lázaro busque engañar a la sociedad en general, a todo posible lector, pues todo lector deberá (y podrá perfectamente) situarse en el lugar de “Vuestra Merced”. El engaño de Lázaro al lector consistiría en hacerlo tomar partido entre el pícaro y una sociedad que haría necesario al pícaro. Lázaro busca que el lector se identifique con él para que al final tenga que perdonárselo todo; o que se identifique como parte de una sociedad culpable, de la cual Lázaro es sólo es una consecuencia, de manera que por lo menos no se lo podría condenar porque todos serían culpables, de su existencia y su comportamiento. Todo depende, pues, del lector: si no puede escapar de las precisas posiciones que Lázaro ha creado para él, lo más probable es que se engañe respecto a Lázaro; si logra escapar a ellas, manteniendo unos valores y una posición propia... todavía deberá comprender el comportamiento de Lázaro, el por qué acepta su estado abyecto final, así como su necesidad de que todos compartan su engaño respecto al mundo. Sólo entonces, en este último caso, se podrá juzgar el comportamiento de Lázaro con verdadera justicia, una justicia seguramente inconcebible para él.

Hugo BlumenthalCali, 1998

Hugo Blumenthal © 2007

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9 Y que como amigo del Arcipreste no debería pedírselas más que a riesgo de poder encontrarse a sí mismo como cómplice culpable del estado abyecto de Lázaro.