el hombre mosca-musica e imagen

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El hombre mosca (Safety last, 1923) Harold Lloyd Es la película más famosa del gran cómico Harold Lloyd y toda una obra maestra del humor. El protagonista, Jim Taylor (el propio Lloyd), es un joven provinciano de escasos recursos que decide emigrar a la gran ciudad para labrarse un porvenir y así poder casarse con su novia (Mildred Davis), a la que escribe apasionadas cartas contándole sus éxitos ficticios en el trabajo. Lo cierto es que vive en una modesta habitación con un amigo (Bill Strothers), que no paga el alquiler y que trabaja como modesto dependiente en unos grandes almacenes. La música de encargo, en este caso, es compuesta por Carl Davis. En el cine mudo la música es de vital importancia pues junto con su relación con la imagen son los dos elementos fundamentales de expresión. Para ello también el cine mudo se sirve de elementos narrativos en forma de viñetas que nos narran algún aspecto del guión así como infinidad de efectos sonoros que imitan o describen determinadas situaciones que nos aclaran y apoyan algunos momentos del discurso cinematográfico. La situación se complica cuando su prometida se presenta de forma sorpresiva en la ciudad y en la tienda. Taylor simula ser el gerente de la compañía y acaba proponiendo al auténtico gerente una idea arriesgada para dar publicidad a la empresa: su compañero de habitación, un hombre-araña, escalará el edificio donde están instalados los almacenes. Llegado el momento, un obstinado policía perseguirá al escalador y Taylor deberá ocupar su lugar. Destaca la sincronización entre imagen y música, el uso de melodías de jazz de la época (ritmos a contratiempo, escalas de blues con alternancia de modo mayor y menor, escalas pentatónicas, uso de instrumentos solistas como el clarinete), el uso de la música como elemento ambiental y psicológico (melodías y ritmos que describen emociones, personajes, objetos, sensaciones de movimiento etc..), cadencias musicales a modo de transiciones entre secuencias o escenas, uso de células melódico-rítmicas que se repiten como nexo de unión entre las diferentes secuencias y escenas visuales, leitmotiv… Desde la primera secuencia Lloyd juega con el equívoco: un plano fijo se abre lentamente y muestra lo que parece ser el momento previo a un ahorcamiento (es el último amanecer de Taylor en Great Bend, se encuentra tras una reja, una joven llora junto a él, la cuerda de una horca se observa al fondo y aparecen en escena un guardia y un sacerdote), pero un salto en el eje del plano (observamos ahora lo mismo pero desde la perspectiva diametralmente opuesta) descubre que nos hallamos realmente en un andén, a la espera del tren. Tras la despedida, comienzan los gags humorísticos: confusión de maleta y de tren. Para esta secuencia Carl Davis compone un ritmo descriptivo de funeral ejecutado por la caja (instrumento de percusión) a modo de réquiem. La melodía es llevada por la trompeta, que es el instrumento típico en los funerales, dentro del estilo de jazz de New Orleáns. Los instrumentos de cuerda, en este caso destaca el

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El hombre mosca (Safety last, 1923)

Harold Lloyd

Es la película más famosa del gran cómico Harold Lloyd y toda una obra maestra del humor. El protagonista, Jim Taylor (el propio Lloyd), es un joven provinciano de escasos recursos que decide emigrar a la gran ciudad para labrarse un porvenir y así poder casarse con su novia (Mildred Davis), a la que escribe apasionadas cartas contándole sus éxitos ficticios en el trabajo. Lo cierto es que vive en una modesta habitación con un amigo (Bill Strothers), que no paga el alquiler y que trabaja como modesto dependiente en unos grandes almacenes.

La música de encargo, en este caso, es compuesta por Carl Davis. En el cine mudo la música es de vital importancia pues junto con su relación con la imagen son los dos elementos fundamentales de expresión. Para ello también el cine mudo se sirve de elementos narrativos en forma de viñetas que nos narran algún aspecto del guión así como infinidad de efectos sonoros que imitan o describen determinadas situaciones que nos aclaran y apoyan algunos momentos del discurso cinematográfico.

La situación se complica cuando su prometida se presenta de forma sorpresiva en la ciudad y en la tienda. Taylor simula ser el gerente de la compañía y acaba proponiendo al auténtico gerente una idea arriesgada para dar publicidad a la empresa: su compañero de habitación, un hombre-araña, escalará el edificio donde están instalados los almacenes. Llegado el momento, un obstinado policía perseguirá al escalador y Taylor deberá ocupar su lugar.

Destaca la sincronización entre imagen y música, el uso de melodías de jazz de la época (ritmos a contratiempo, escalas de blues con alternancia de modo mayor y menor, escalas pentatónicas, uso de instrumentos solistas como el clarinete), el uso de la música como elemento ambiental y psicológico (melodías y ritmos que describen emociones, personajes, objetos, sensaciones de movimiento etc..), cadencias musicales a modo de transiciones entre secuencias o escenas, uso de células melódico-rítmicas que se repiten como nexo de unión entre las diferentes secuencias y escenas visuales, leitmotiv…

Desde la primera secuencia Lloyd juega con el equívoco: un plano fijo se abre lentamente y muestra lo que parece ser el momento previo a un ahorcamiento (es el último amanecer de Taylor en Great Bend, se encuentra tras una reja, una joven llora junto a él, la cuerda de una horca se observa al fondo y aparecen en escena un guardia y un sacerdote), pero un salto en el eje del plano (observamos ahora lo mismo pero desde la perspectiva diametralmente opuesta) descubre que nos hallamos realmente en un andén, a la espera del tren. Tras la despedida, comienzan los gags humorísticos: confusión de maleta y de tren.

Para esta secuencia Carl Davis compone un ritmo descriptivo de funeral ejecutado por la caja (instrumento de percusión) a modo de réquiem. La melodía es llevada por la trompeta, que es el instrumento típico en los funerales, dentro del estilo de jazz de New Orleáns. Los instrumentos de cuerda, en este caso destaca el

contrabajo, que en registro grave arpegia el acorde de Do menor cuando deja de sonar el ritmo de semicorcheas de la caja. Para sincronizar la horca, usa el efecto sonoro de la cuerda frotada en trémolo sobre la nota do para crear el ambiente de peligro de muerte. Esta alternancia de modo menor a mayor nos apoya la siguiente escena, siendo el clarinete el instrumento que mediante notas picadas, trinos y movimientos ágiles de la melodía nos cambia y descubre que solo era una despedida no una ejecución. Para concluir la música nos describe mediante semicorcheas rápidas la llegada del tren seguido de la melodía principal de tema amoroso interpretada por la orquesta de cuerda. También es importante destacar la sincronización entre la imagen y la música en un diálogo entre los instrumentos de viento y cuerda.

La siguiente secuencia nos muestra la habitación en la que vive Taylor en la ciudad, y su empeño en hacer creer a su prometida que las cosas le van bien. Pero el

espectador sabe que no es así: debe empeñar lo poco que tiene y no paga el alquiler. Es magistral el gag en que él y su compañero se esconden en los abrigos cuando la casera viene a cobrar.

Esta secuencia tiene como protagonista al clarinete, instrumento asociado a Lloyd, que a ritmo marcado típico de blues nos introduce a las siguientes interesantes sincronizaciones de imagen y música: primero nos avisa mediante la cuerda frotada en trémolo de que se acerca un peligro, la casera, la cual golpea la puerta (efecto sonoro realizado por 3 golpes del viento metal) y los instrumentos de cuerda frotada en Pizzicato cuando baja del perchero para no ser descubierto. Es el saxofón quien nos revela que la casera por fin se ha ido.

De nuevo en el pueblo, conocemos el contenido de la carta que Taylor ha enviado a su prometida. En un plano fijo, podemos leer en contenido de la carta casi al mismo tiempo que su destinataria. Es un procedimiento propio del cine mudo, preocupado por poner a disposición del espectador todos los medios posibles, según la técnica del momento, para facilitar la comprensión del argumento.

Ahora la música se vuelve melódica y amorosa mediante la cuerda frotada en registro agudo y aparece el efecto sonoro del triángulo para el momento en que aparece el regalo en primer plano.

Taylor es muy madrugador a la hora de llegar a su trabajo, hasta que nuevas confusiones alteran sus planes y debe regresar a la desesperada. Los gags se suceden: el tranvía a rebosar, los coches, la ambulancia. Ya en la tienda debe sortear la vigilancia del atildado y estirado Stubbs, el jefe de planta; para ello, Taylor entra escondido en un maniquí; sigue el gag de la caja.

Para esta larga secuencia Carl Davis usa primero como nexo de unión el tema musical principal interpretado ahora por la cuerda en su tesitura más grave (viola y contrabajo) en ritmo más lento. Destaca el juego que hace del clarinete con usos de glisandos y efectos sonoros a veces en registro muy agudo para resaltar la conversación entre dos personajes uno de ellos con problemas auditivos. Se producen continuamente sincronizaciones y efectos sonoros como el viento metal imitando a la voz que grita, golpes de ritmo acentuando el compás que el protagonista realiza a modo de director de orquesta dentro de la furgoneta; aparición y asociación del Banjo con la pobreza. Importante mención tiene la música asociada al señor Stubbs cuando la orquesta interpreta una melodía clásica y solemne a modo de baile de alta sociedad. También la percusión (redoble de caja en crescendo y final de platillos) nos anuncia la farsa que va a ser descubierta y el uso de Pizzicato para evitar ser descubierto.

La siguiente escena muestra la vida de Taylor en la tienda un sábado a través de una sucesión de gags: el lazo de la cliente, la levita cortada de Stubbs, la señora que llega en el momento de cerrar y pide una montaña de telas para quedarse al final

con una muestra de la primera. Al salir, Taylor saluda a un conocido de su pueblo, un policía con el que bromea. Ante su compañero de habitación se jacta después de las bromas que puede gastar a la policía, pero no ha advertido que se trata ahora de otro guardia, que recibe la broma y se enfada. Conocemos entonces las habilidades de su compañero para escalar paredes.

En esta escena cabe mencionar los efectos musicales producidos por un rascador, timbres, cuerda frotada en trémolo, silbatos, caja de música, arpa, clarinete y violín.

A continuación Taylor se gasta su salario en una cadena para su prometida (antes le ha enviado un colgante). Para ello deberá renunciar a comer y ajustarse el cinturón: Lloyd lo muestra visualmente con la imagen de unos platos que desaparecen de una bandeja mientras el personaje paga. Este procedimiento visual, que hemos podido ver en el cine más reciente, lo utiliza Lloyd para mostrar los pensamientos de los personajes. Por si quedase alguna duda, al salir de la tienda, Taylor echa manos a su cinturón y se lo ajusta.

Para este discurso, la música usa el clarinete melancólico asociado a la pérdida poco a poco de los distintos platos de comida en contraposición del violín que nos recuerda que el amor es mucho más fuerte que el hambre y lo puede todo.

La escena que sigue prueba la genialidad de Lloyd: Taylor en la tienda acosado, devorado por clientes enfurecidas que reclaman su atención. Los gags se suceden: una señora que cae al suelo y Taylor, como en el boxeo, inicia la cuenta y levanta la mano de la vencedora; el corte de una tela para acabar con otra discusión, la confusión de una piel con un gato, o el ingenioso procedimiento para entregar un paquete a su dueña… hasta que Stubbs interviene para censurar el aspecto desaliñado de Taylor y quejarse al director general. Poco después asistimos a un gag genial: Taylor, recompuesto, se peina, pero usa como espejo la calva de un hombre inclinado sobre la mesa.

Esta escena comienza con ritmo de timbales y melodía del clarinete a modo de danza rusa, mientras las mujeres se disputan la ropa. Para estos gags usa el viento metal incisivo y violento, la cuerda frotada en glisando ascendentes y descendentes, el clarinete bufón, la flauta piccolo en su registro agudo, platillos y dos acordes finales típicos de la música popular.

La llegada de su prometida a la tienda sorprende a Taylor y le obliga a esforzarse por aparentar una autoridad que no tiene. Ello será motivo de abundantes y delirantes escenas cómicas (ya desde la llegada: ambos se abrazan y un camarero se queda mirándolos al tiempo que derrama el líquido que estaba vertiendo).

Para la llegada de su prometida de nuevo aparece el tema principal de amor interpretado como no, por la cuerda frotada. Y el timbre sonoro cuando ella le divisa.

El director general reprende severamente a un nervioso Taylor por su descuido en la vestimenta. Cuando su prometida lo ve salir del despacho imagina que Taylor es realmente director general y quiere conocer el lugar donde supone que trabaja su prometido, algo que se produce aprovechando un momento en que el verdadero director abandona el despacho. Los gags se suceden en cascada a partir de los botones que usa el director para llamar a los empleados: finalmente llegará el propio director y Taylor se las ingeniará para salir airoso del trance. Deberá regresar a buscar el bolso olvidado de su novia y entonces escuchará la oferta de 1000 $ para quien tenga una idea que llene de clientes la tienda. Taylor se acuerda de su amigo, del escalador, y se ofrece. Concluye la escena con Taylor prometiéndole a su novia que se casarán el día siguiente.

La música aquí se sincroniza a la perfección una vez más, es el clarinete el que usurpa musicalmente la melodía (se hace pasar por jefe). Los timbales con sus ritmos y redobles, el trémolo de la cuerda y los pizzicatos, la familia de viento metal con y sin sordina, redoble de la caja, platillos finales, clarinete con sus efectos y frulattos, el banjo a contratiempo, innumerables juegos de intensidades en crescendos y decrescendos, la aparición del piano, juegos tímbricos asociados a diferentes

personajes al teléfono, nos ambientan en la farsa. De todo lo dicho merece atención la flauta travesera que es la que decide ante la duda de entrar o no en el despacho mediante una subida y bajada sobre las mismas notas musicales en efecto de vaivén. Carl Davis utiliza la misma música de la primera escena del reo de muerte así como música de baile para finalizar, en concreto el típico ritmo de vals con el que anuncia la boda de mañana.

Llega el día de suerte y todo el mundo quiere ver el espectáculo. Ahora Lloyd utiliza un periódico donde aparece la silueta del escalador, pero no la imagen, para, en manos del policía, ponerle rostro. Supone que es el mismo que le gastó la broma, y tiene una cuenta pendiente con él. De nuevo, Lloyd utiliza un procedimiento visual para mostrar al espectador los pensamientos del personaje, en este caso del guardia.

Aquí de nuevo es el clarinete el instrumento principal que con sus juegos de tesitura, glisandos ascendentes y descendentes nos describen al personaje borracho y sus vaivenes junto con claves y trompeta con frulattos y sordina. Además surgen los instrumentos de viento metal con melodía solemne y la cuerda en trémolo para dar sensación de peligro.

Especialmente relevante, desde el punto de vista cinematográfico, es la presentación del edificio Bolton, el que va a escalar el compañero de Taylor. Con el foco a media apertura, Lloyd ofrece un gran plano general del edificio, con la esquina y las dos calles a las que se asoma. Sigue un plano de las puertas de entrada, llenas de gente, y un ligero travelling vertical que se completa con un plano en picado desde lo alto del edificio, donde se aprecia el tamaño de la gente desde esa perspectiva.

Para ello Carl Davis usa el mismo tema musical del principio del film pero ahora lleno de trémolos ejecutados por la cuerda frotada siendo uno de los momentos donde lo utiliza de forma reiterada y de mayor duración para dar más sensación de vértigo.

La secuencia que está a punto de comenzar es la más importante e impactante del film, la espectacular escalada al edificio por parte de un pletórico Lloyd. Tensión, suspense, humor y asombro se confunden en esta memorable ascensión, que es en realidad una metáfora del ascenso social y vital del personaje. Al llegar a la cima, a la azotea del edificio, Taylor ha conseguido todos sus deseos. La imagen de Harold Lloyd colgado de las agujas de un reloj es un momento mítico e irrepetible en la historia del cine, e incluso fue homenajeada muchos años después en Regreso al futuro.

Esta larga escena está construida sobre dos motivos simultáneos: la persecución implacable del policía al escalador y la escalada propiamente dicha que ha de realizar Taylor con la promesa de que al llegar al piso superior será sustituido por su amigo, promesa que no se cumple. Y todo ello salpicado de constantes e ingeniosos gags: las maniobras para distraer al policía antes de comenzar la escalada (el borracho, el rótulo en la pared, la trampilla que se abre para dejar paso a un elevador), los inconvenientes que encuentra

Taylor en su ascensión (las palomas, la red que cae del tercer piso, la anciana del cuarto piso, los pintores del quinto; su propio compañero que, al abrir una ventana, deja a su amigo colgado de las manecillas del enorme reloj –plano que ha pasado a la historia del cine–; la cuerda salvadora que no salva, un perro que se lanza sobre Taylor y su dueño, que riñe al escalador por poner en riesgo la vida del perro; un ratón que se desliza por el pantalón de Taylor quien, para quitárselo, baila en una cornisa ante el entusiasmo del público que contempla la escena en la calle –cuando, al fin, Taylor se deshace del ratón, el animal cae sobre la cabeza del dueño del perro y se lleva consigo la peluca–; una pistola

que está siendo usada en una sesión fotográfica y, ya en lo alto del edificio, un nuevo baile acompañado de una caída, sujeto por una cuerda, en la que se balancea en el vacío a ritmo de vals). Es una verdadera proeza cinematográfica tal acumulación de situaciones cómicas sin que pierdan intensidad la tensión y el suspense crecientes de la secuencia.

Es normal que en esta larga secuencia la música sea muy importante y por eso está llena de efectos, tanto tímbricos como melódicos y el uso de tópicos musicales para apoyar, anunciar y resaltar determinados gags. También sincroniza la música con la imagen como la imitación del viento metal con el ladrido del perro, o la flauta travesera con la rata, o la música de claqué cuando parece que baila en el filo de la cornisa para deshacerse del roedor, o la música de circo usada cuando se balancea a modo de trapecista con una cuerda atada al pie.

Destaca el vacío que queda entre el registro del clarinete que asciende hacia su tesitura mas aguda en contraposición al registro del contrabajo cada vez más grave. Esto es sin duda un ejemplo musical que se sincroniza visualmente con la escalada y el vacío que hay entre el personaje en las alturas y la calle. La caída puede ser mortal.

Además, toda la escena es un prodigio en el uso del lenguaje cinematográfico: por ejemplo, Lloyd usa perfectamente los planos picado (vemos a Taylor desde arriba cuando el escalador se encuentra en los primeros pisos: tras el episodio de las palomas, por ejemplo) y contrapicado (lo vemos desde abajo cuando va llegando a los últimos: tras el encuentro con la anciana), tanto para fijar al espectador la posición de Taylor (la altura en que se encuentra en relación con la calle) como para intensificar la tensión de una situación que bordea el drama. Esos planos picados se convierten a veces en planos cenitales, con la cámara situada en la vertical del suelo: Taylor subiendo al tercer piso, tras librarse de la red. Estos planos se suceden en el tramo final de la ascensión, cuando ha llegado su prometida. El último de ellos, desde la perspectiva del propio Taylor en lo alto del edificio, sirve para mostrar que el personaje ha caído en la cuenta del peligro en que se encuentra.

Por otro lado, son frecuentes también en el lenguaje del cine mudo los primeros planos, planos de detalle que no deben escapar a la mirada del espectador. Aquí también los encontramos: la cuerda que sujeta a Taylor queda sin atar, el ratón, el pie de Taylor enredado en el cable del reloj… Tampoco olvida el director mostrar, en plano general, la reacción del público a cada una de las adversidades que esquiva el escalador.

Para concluir, la música termina como empezó con el ritmo clásico de música de jazz, en concreto lo más parecido a un Charlestón.

Según cuentan las crónicas, Harold Lloyd no fue doblado casi nunca mientras trepaba por el edificio, salvo en los planos largos, en los que fue doblado por Bill Strothers, el actor que representa a su compañero de piso. Strothers en realidad sí se dedicaba a escalar edificios y en Los Ángeles era conocido como "el hombre araña". De hecho, la idea de la película le viene a Lloyd de la escalada que Strothers realizó en un edificio de Los Angeles. No hubo transparencias ni trucos en el rodaje de la escalada. El propio Lloyd lo explica así: "Tuvimos que construir plataformas debajo de las ventanas del rascacielos. Estaban situadas cuatro o cinco metros debajo, con numerosos colchones, pero no pudimos rodearlas con barandillas porque interferían los ángulos de la cámara. Rodamos algunas tomas sin plataformas, pero en estos casos nos sujetaban alambres fuertes e invisibles". Lloyd, por su parte, era un excelente acróbata, pero en 1919 sufrió un accidente que pudo costarle la vida y en el que perdió dos dedos de su mano derecha, que llevaba recubierta desde entonces con un guante ortopédico (en una sesión de fotos, le estalló en la mano una bomba que debía ser de broma, pero no lo era; fue un momento dramático en el que perdió los dedos índice y pulgar de la mano derecha y quedó temporalmente ciego).

Casado con la actriz Mildred Davis (su prometida en esta película), Lloyd tuvo que vivir a la sombra de Keaton y Chaplin, lo que le obligó a buscar la forma de

diferenciarse de ellos. Así, frente al Charlot chapliniano, creó un personaje propio, el hombre de las gafas, un tipo de aspecto común norteamericano, con gafas de carey (según la moda de la época), sombrero de paja y apariencia juvenil. Se trataba de un personaje de carácter optimista y dinámico, capaz de superar las dificultades, acostumbrado a la vida en la ciudad y a su ritmo frenético. Lejos del vagabundo creado por Chaplin, el hombre de las gafas lucha por ascender en la escala social, por adaptarse al mundo burgués y hacerse un hueco en él. Otras grandes películas suyas son El tenorio tímido, Casado y con suegra, ambas de 1924, y sobre todo El hermanito (1927). Harold Lloyd también saltó al cine sonoro con un buen montón de películas cómicas, y mantuvo su popularidad hasta bien entrada la década de los cuarenta.

José Manuel Écija Alcocer José Manuel González Espino