el guerrero y el filosofo (primera edición, 2012) - antonio lópez moreno

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Antonio, un profesor de arqueología, conoce por casualidad a un pequeño y gracioso ángel llamado Filitoé, extraviado de los reinos superiores.Mediante la consecución de sucesos enigmáticos y diálogos llenos de carga filosófica, el ángel acabará revelando al humano todo lo que existe más allá de la vida y de la muerte.“El Guerrero y el Filósofo” es una obra que combina el diálogo, la novela y el ensayo, con un contenido que no te dejará indiferente.

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El Guerrero y el Filósofo

Antonio López Moreno

Pearl Way

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Título original: El Guerrero y el FilósofoPearl Way, 2012

Primera edición digital: Noviembre 2012Primera edición en papel: Abril 2013Ilustraciones: Antonio López Moreno

© Antonio López Moreno, 2012© Pearl Way, 2012Primera edición. Impreso en EspañaPrintcolor

antoniolopezmoreno.com

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Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro.

Friedrich Nietzsche

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Para los guerreros de Ápex.

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Hay tres personas en particular que son los directos responsables de que un flipado como yo pueda entregarse, sin temor a fracasar en el intento, a la creación de sus locuras. Ellos son el triángulo de mi existencia; con sus gestos, actos y palabras no cesan de demostrarme, día tras día, que me respetan, me aman y me protegen incondicionalmente. Ellos son quienes potencian mi verdadera esencia y me instan a cultivarla con total libertad. Si antes de nacer me hubiesen concedido la oportunidad de pedir a la carta el mejor de los padres, la mejor de las madres y la mejor de las hermanas, mis ambiciosas peticiones habrían sido menos espectaculares que la realidad misma que vivo como la persona que soy, porque nunca podría haber concebido a través de la imaginación una mejor madre, un mejor padre, una mejor hermana. Gracias por ser mi familia y concederme la oportunidad de ser la persona que soy.

Pese a los infinitos motivos que tengo para dedicar El Guerrero y el Filósofo al triángulo de mi existencia, este libro está dedicado especialmente a otra persona. Este libro es para Gloria Moreno, mi tita y segunda madre, inspiración constante para mí, símbolo de fortaleza y de amor incondicional. Desde que tengo uso de razón ella me crió como a un hijo, y estoy terriblemente orgulloso de compartir mi vida con una persona tan extraordinaria e inspiradora. Las palabras no son suficientemente poderosas y elocuentes, no pueden relatar con precisión la admiración que siento por ella. Gracias por formar parte de mi vida.

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El Guerrero y el Filósofo

Agradecimientos …........…............................ 11

Sobre El Guerrero y el Filósofo …........…............................ 19

Prólogo …........…............................ 23

Dimensión 1:

Versión del guerrero …........…............................ 55

Dimensión 2:

Versión del filósofo …........…............................ 87

Dimensión 3:

Versión del sacerdote …........…............................ 123

Postulados de Filitoé …........…............................ 127

Postulados de Antonio …........…............................ 128

Reflexiones de un guerrero-filósofo …........…............................ 131

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1. Un daimón es un ser consciente que carece de cuerpo físico. Su cuerpo es invisible a los ojos humanos.

2. Los daimones, aun siendo seres conscientes que carecen de cuerpo físico, pueden encarnarse en uno. Lo suelen hacer fundamentalmente por dos razones: bien porque

necesitan aprender cosas en este mundo para evolucionar, o bien para ayudar a aquellos que sí deben estar encarnados.

3. Los daimones que están encarnados para ayudar a otras personas son seres evolucionados y sabios, y el mundo de la carne, para ellos, está muy por debajo de su

verdadera naturaleza, como el Infierno para nosotros. Estos enviados, en un momento de su encarnación, despiertan conciencia y recuerdan no sólo ser daimones encarnados, sino

también el por qué de su encarnación. Los seres humanos los llaman 'ángeles', que literalmente significa, en griego, 'mensajeros'.

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Sobre El Guerrero y el Filósofo

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Tuve la idea de escribir El Guerrero y El Filósofo no como un libro común. Como Filitoé afirma que la naturaleza del ser humano es multidimensional, consideré oportuno que El Guerrero y el Filósofo fuese también multidimensional.

No encontré ningún estilo literario que permitiera esa libertad (quizás exista y el fracaso de la búsqueda se deba a mi torpeza), así que he creado el estilo literario multidimensional para El Guerrero y el Filósofo.

Las bases de este estilo son:

I. La acción no es unidimensional, la unidad del libro transcurre en varias dimensiones paralelas.

II. Cada dimensión tiene un carácter específico. Se debe a que cada dimensión tiene una teleología diferente1.

III. En ocasiones, las dimensiones pueden fusionarse y los personajes pueden experimentar experiencias sobrenaturales.

IV. Es preferible que una de las dimensiones no esté definida, para que los lectores, y no los autores, puedan participar en la obra y continuarla ellos mismos. En este caso, el estilo multidimensional se apellida abierto.

1 Las teleologías son explicadas en los postulados de Filitoé.

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Prólogo

Cuando se despertó, Antonio se encontró flotando sobre su cama, convertido en un espectro de color etéreo. Sin duda había muerto, pues su cuerpo, tumbado sobre el colchón, estaba tan pálido como la nieve. Atendiendo a sus deducciones habría ya pasado un buen rato desde que murió, lo cual le pareció algo desconcertante; es bastante decepcionante no estar en conciencia presente en el justo momento de tu muerte. Quizás la medicación que tomaba para el asma había producido un profundo efecto sedante, o también era posible que la inconsciencia fuese cosa normal en el propio proceso de la muerte. Realmente no lo podía saber. Era la primera vez que moría y parecía ser una experiencia muy extraña.

“Quizás no sea esto más que un sueño pesado... ahora que tengo conciencia voy a obligarme a despertar. En algunos sueños lúcidos lo he conseguido, y en esta ocasión también lo conseguiré. Así despertaré como si nada, me pondré algo de ropa y prepararé el desayuno de Rinpochita, y así la podré despertar para que se acicale y desayune. ¡Oh, ahora que me acuerdo! ¡Hoy tiene la entrevista de trabajo, y si no la despierto, quizás llegue tarde! Y, ahora que recuerdo, fui yo quien la animó a no poner su despertador. Si se despierta más tarde de las siete... llegará tarde, y habrá perdido su gran oportunidad de convertirse en auxiliar de inspección. ¡Con la ilusión tan grande que le hace! Desde que era pequeña gustaba de descifrar enigmas imposibles y escribir mensajes ocultos sobre superficies duras en los lugares más inhóspitos. ¡Debo despertar para despertarla! Ahora abriré los ojos y me pondré en pie... Vamos allá... Uno, dos y tres... ¡Ya!”

Antonio observaba su cuerpo, que seguía tendido e inmóvil. Ningún éxito en el intento. ¿Qué había hecho mal? Despertar siempre había sido una cosa sencilla para él. ¿Era posible que no despertase jamás? ¡Estar muerto! ¡Qué miedo! No, esa situación no era la suya, se decía para sí. Estaría haciéndolo mal... era posible que el simple orden no se tradujera en la acción misma, como en efecto solía ocurrir con las acciones del cuerpo: “Coge esto”, ordenas a la mano, y sin titubeos, el brazo se mueve y la mano se abre para agarrar aquella cosa que has ordenado tomar. Nada complicado. Solía ser algo fácil. Sin embargo, parecía no ser tan sencillo con un cuerpo flotante. Quizás su escasa experiencia en las cosas del más allá era su mayor problema: ¿Cómo podría hacer mover el cuerpo físico desde el cuerpo astral, flotando sobre él? ¡Qué dilema se le presentaba a Antonio!

“Es posible que el alma deba retornar al cuerpo para que éste vuelva a moverse... como si nada hubiese realmente pasado. En caso, claro está, de que esta cosa que flota sea el alma. Es posible que no haya todavía muerto, que sea cosa de la naturaleza este curioso desdoblamiento. Regresaré al cuerpo, me levantaré, prepararé el desayuno y despertaré a la pequeña Rinpochita. ¡Vamos de nuevo! ¡Regresamos al cuerpo! ¡A la de una, a la de dos y a la de.... ya!”

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De pronto, su perspectiva se modificó; su cuerpo de color éter pareció cambiar de posición, lo cual, sin duda, había sido, al menos, todo un logro. Sin embargo, el cuerpo físico no había sido alentado con la chispa de la vida. Ahora podía observar el lecho con el cuerpo a escasos centímetros, y el color de su piel, blancuzco como la pared, le preocupó de veras.¡Qué extraño se veía! Sin emoción alguna en su cara, lo cierto era que verse a uno mismo tendido, con los ojos cerrados, era cosa verdaderamente impresionante.

Pese a parecer profundamente dormido, si así hubiera sido, por seguro que ya se habría despertado. Nada alteraba la calma de su reposo. Tras todos los intentos llevados a cabo, Antonio comenzaba a sospechar que, quizás, no era tan descabellada la idea anteriormente desechada. ¿Qué otra cosa, si no? ¡Muerto! Esto sí que era algo inesperado. Él ya estaba viejo, tenía que reconocerlo, pero todavía se consideraba todo un muchacho, si atendemos a eso que suelen llamar edad interior. Y, sin embargo, cataplúm, ¡Había muerto! La vida acaba de una forma tan desconcertante como imprevisible. Una vez hubo sopesado con seriedad la posibilidad real de estar muerto, la verdad era que Antonio comenzaba a sentir una profunda tristeza. ¡Ya no tenía más vida! A partir de ese momento sería para siempre un muerto solitario, se había convertido en una patética alma en pena. Aunque... cabía la posibilidad de que todo fuese un sueño... ¿Porqué no? Hay sueños desgraciadamente reales. En concreto Antonio recordaba un viejo sueño que tuvo, muy real, en el que era una tortuga que disfrutaba de un relajante paseo por un inmenso océano. Se sumergió hasta el fondo de los mares, contemplando el pasear de los pececitos de colores que en bancos iban y venían, y los corales brillantes que ora parecían dorados, ora índigo y violeta. Inspirado por la hermosura del océano, Antonio-tortuga buceaba con suaves aleteos sintiendo el ligero roce de las aguas en las que se encontraba sumergido cuando, atraído por la luz del día que brillaba en la superficie del agua allá arriba, como mil espejos frente al sol, emprendió el regreso hacia la superficie, dejándose llevar por una leve corriente cuando de pronto divisó, desde su posición, dos panzas de cocodrilos que, justo encima suyo, flotaban a su paso. No le pareció tolerable la idea de nadar entre dos cocodrilos; más bien le parecía una horrorosa forma de morir. En aquella ocasión sintió temor de perder dolorosamente la vida en las fauces de dos bestias, pero más feliz parecía ahora esa circunstancia, pues para perder la vida, como menos, hay que tenerla, y de eso ya Antonio parecía no tener.

Desolado, el pobre espectro arrastró sus pies de éter, cabizbajo y con los hombros caídos, por el pasillo de la casa. Era la primera vez que lo recorría en calidad de no-vivo, y pese a ese extraño océano etérico, la verdad es que en el 'más allá', el pasillo de su casa parecía ser decepcionantemente idéntico al pasillo de su casa del 'más acá', con la única excepción de que, en la dimensión de los muertos, todo era al revés; el jardín que se disponía a la izquierda de la casa en el mundo de los mortales, quedaba a su derecha en el reino de los difuntos, y así con todas las cosas existentes.

“Elegimos esta casa por su espaciosidad y la apertura de su salón al patio, casi como en una villa romana. Los grandes ventanales transmiten sensación de unidad con el verde jardín del exterior, y empapan de luz el interior de la casa. En días de lluvia, se escuchan en el salón

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cálido las gotas estamparse contra el cristal, y deslizándose éstas hacia abajo crean un efecto visual digno de contemplar, y esa sinfonía natural provoca en el interior un efecto de profundo vacío. ¿Lloverá en esta dimensión? Estando protegidos en el calor del hogar, podemos contemplar la majestuosidad de este fenómeno y tocar el frío cristal para sentir en las yemas de los dedos la baja temperatura del exterior. ¡Está claro que ya no podré hacer más eso!”

Con lentos pasos, mientras ocupaba su cabeza de muerto con estos fútiles pensamientos, llegó hasta la habitación de su amada. Por un casual, Claudia había decidido esa misma noche dormir sola, por padecer fiebres. “Mejor así, la enfermedad le ha ahorrado tener que despertar junto a un cadáver. ¡Tiene que ser una experiencia poco agradable!”, reflexionó mientras se decidía si entrar en la habitación. A ella le gustaba dormir con la puerta entreabierta, para no sentirse aislada del resto de la familia, así que no hizo falta traspasar ninguna superficie de la casa, lo cual fue de agradecer, pues habría hecho sentir aún más desplazado al recién fantasma al que, pese a estar en proceso de asumir su nueva condición fantasmagórica, no le era grato tener alguna otra nueva experiencia de ultratumba. Así que, flotando como el humo, se desplazó por la estancia, observando a la siempre hermosa Claudia quien, pese a sus altas fiebres, dormía plácidamente bocarriba. A sus pies, el mimado Samoyedo roncaba, más que como un perro, como un lirón.

“He entrado en la habitación deliberadamente y nadie se ha percatado de mi presencia. ¡Será, sin duda, que soy un verdadero fantasma!” se dijo para sí. “¿Haría bien en llamarla? Necesito explicarle dónde estoy, y qué soy ahora.... que estoy muerto y que estoy bien, a fin de cuentas. Aunque no sé si estoy verdaderamente bien, ¿es de suponer que lo estoy? Lo único cierto es que estoy... flotando. También es posible que por sus fiebres me considere producto de un sueño pesado. ¡Qué pesado sería el sueño en el que tu amado aparece diciéndote estar muerto! ¿Haré lo correcto si le hago saber que estoy en el más allá y que, en definitiva, todavía permanezco? Quizás haría mejor si la dejara dormir... su barriga se levanta y se desinfla tan rítmica y plácidamente... mírala bien, qué hermosa es. Sí, quizás haría mejor yéndome, simplemente, sin perturbar su calma. Duerme con tanta paz... que será mejor no despertarla. ”

Mientras sentía el suave tacto de la funda de la almohada, Claudia emitió un leve gemido de comodidad, y contra todo pronóstico, en ese momento, como si ella hubiera acertado cuanto sucedía en la mente de Antonio, se revolvió con angustia entre sus sábanas. “¡Toño!” susurró entre sus pesados labios de dormida. Era tal y como solía llamarle. Con gran complacencia, el muerto celebró el gesto agitando con efusividad sus brazos azules y, con enérgica voz – algo meritorio para alguien sin vida -, exclamó: “¡Aquí estoy, cariño! ¿Puedes oírme? ¡Mírame, estoy delante de ti!” Tras estas palabras se removió aún más, en una extraña pelea con la almohada, como si la incomodara, la cual apartó de su cabeza para finalmente abrazar. Por fin, abrió lentamente los ojos.

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“¡Claudia! ¡Soy Toño! ¿Me ves? ¡Cariño!”

Pero ella, tumbada aún bocarriba, parecía no escuchar la llamada del muerto. Así pareció ser, pues durante largo rato el muerto llamó su atención y la viva, inmóvil, contemplaba la oscura habitación, sin atreverse siquiera a respirar. Conforme avanzaban los minutos, Antonio perdía gradualmente las esperanzas de poder comunicarse con ella. De todas maneras, él se quedó allí, contemplándola.

“Es inútil... los vivos no pueden ver ni oír a los muertos”. Se convenció el espectro de lo poco provechoso de los intentos. Cabizbajo, el recién muerto asumía su incapacidad para hablar con sus seres queridos aún con vida. Paseó con desesperanza inmerso en estos lúgubres pensamientos por su conocida estancia, y habría derramado, de haberlo podido, lágrimas de éter. Se disponía a abandonar el lugar para dejar a su señora dormir en paz cuando fue sorprendido por los gruñidos del samoyedo. El fantasma se sorprendió cuando vio que sus grandes ojos azabache estaban fijos sobre él. Sin duda era así, pues tras él sólo había desnuda pared. Ambos clavaron sus miradas.

“¿Qué miras, Samoyedo? ¿Me miras a mí?”

El perro ladró. Levantando su enorme cuerpo sobre sus dos patas delanteras, ladraba hacia lo que, para un vivo, debía de ser la nada. Nervioso, el animal agitaba su cuerpo con violencia y, divirtiéndose con la escena, Antonio se acercó a Samoyedo. Levantando un dedo hacia su trufa, le dijo con fuerza: “¡Ahá! ¡Así que puedes verne!” Dicho esto, Claudia se levantó de la cama, y Antonio dio un respingo de asombro.

“¡Estoy desesperado, Samoyedo! ¡De veras!”

El perro, confuso, apoyó su cabeza entre sus patas delanteras. Antonio levantó de nuevo su dedo, y Claudia se incorporó, comenzando a acariciar el lomo de Samoyedo con suavidad, en señal de protección. “¿Qué sucede? ¿Qué miras?” le preguntó ella a su perro. “¡Estás bizco! ¿Qué te pasa?” “¡Está mirando mi dedo! ¡Cariño, estoy muerto!”

Claudia permaneció durante unos segundos mirando a la pared, con los ojos abiertos de par en par. ¡Quizás no fuese tan ignota la orilla que separa el mundo de los vivos y el de los muertos... y ella estuviese contemplando a su marido! Así que, con estos avances conseguidos, Antonio se movía y gritaba cuanto podía para atraer la atención de su esposa con vida. Gracias a Dios, en el más allá parecía no haber vecinos. Pero la cosa parecía no avanzar: ella seguía inmóvil, mirando hacia la nada. Mientras tanto, el samoyedo no había cesado de ladrar y gruñir, lo cual hacía sentir a Claudia aún mayor incomodidad. Antonio pensó que, si era cierto que el perro tenía la extraña habilidad de ver a los muertos, el perro tendría entonces que girar su cabeza y seguir los pasos del espectro si éste se desplazaba por la habitación. En efecto, éste le seguía con sumo interés mientras Antonio caminaba con sus pies de muerto por toda la

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habitación.

“¡Qué lástima que tú, Samoyedo, carezcas de capacidad para hablar! ¡Me habrías ahora sido tan útil!” le dijo Antonio mientras paseaba. “Podrías haber explicado a Claudia sin problemas, con pelos y señales, dónde estoy y qué sucedió realmente... ¡Buen sentido del humor tiene aquel que fabrica animales, que a unos los dota de mediumnidad y a otros de habla, mas por separado y nunca ambos dones a la vez! ¡Es así como preserva su gran enigma del misterio de la creación!” El perro parecía divertirse pues, mientras escuchaba a su amo muerto, movía con gracia la cola.

Claudia se levantó de la cama, y del primer cajón de la cómoda extrajo un cono de incienso y sándalo que quemó en una base de madera. Solía siempre calmar a Samoyedo de ese modo, ya que el perro se entretenía mirando el humo ascendente del incienso quemado. Tumbándose a su lado, Claudia acariciaba su lomo con suavidad mientras tarareaba una canción de cuna entre susurros, acompañada de algunas palabras cariñosas y algún que otro beso. El perro gimió de gusto, y Antonio los contempló durante largo rato. “¡Cuánto quisiera ser yo ahora tú para recibir esos besos!” Le dijo el muerto al perro con aire amenazante. “Sin embargo, sólo puedo contemplaros. ¡Bien hizo quien creó todo esto del universo impidiendo que la calma de los vivos sea perturbada por la desesperación de los muertos! ¡Pues de veras que estoy desesperado!”

En ritual de aceptación y celebración por su nueva condición de fantasma, Antonio decidió pasear por toda su casa del más allá. Visitó primeramente el salón, haciendo allá un vano intento de tocar el viejo piano de cola. En muchas películas y libros de terror, los espíritus solían divertirse haciéndolo sonar fantasmagóricamente. Se entretuvo por un rato haciendo una tocata al aire y escuchando la vibración de las cuerdas en su cabeza. Pero, a pesar de la distracción, su profundo sentimiento de pesadumbre no se disolvía. “Cuando estaba con vida andaba siempre ocupado con las cosas que ahora me parecen inútiles, pues para nada sirven después de morir. Qué extraña es la conciencia del vivo, que trabaja como si no existiera la muerte, y sin embargo, sabemos que ésta es lo único que en la vida está garantizado. ¡Sabios me parecen ahora los antiguos egipcios! Porque muertos no hacemos más que anhelar cuanto en vida pudimos hacer y no hicimos. ¡Como cuando cumples los cuarenta y de repente te das cuenta de que has desaprovechado los años pasados!”

En estas divagaciones se encontraba cuando el reloj de cuco dio hora de las seis de la madrugada. En ese momento, la imagen de Rinpochita perdiendo su gran oportunidad volvió a aparecer en la conciencia de Antonio, como si el recuerdo estuviese unido al cantar del reloj. Debía desayunar, asearse y tomar el autobús de las ocho menos veinte. Antonio la imaginó dormida, como cuando era pequeña, en su cama doble de sábanas rosadas. ¡Qué bonita estaba! La pequeña Rinpochita era lo más preciado y valioso de su vida. Y con inmenso asombro, Antonio apareció, de repente, frente a ella. ¡Qué plácidamente dormía!

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Un ligero brote de ansiedad la invadió, al punto que su mano derecha buscó la almohada y a ella se asió. En la oscuridad de su habitación, un ronco tosido propagó una onda de luz etérica. Rinpochita se hallaba presa en un sueño, y éste se proyectaba en el océano astral con todo su volumen abarcante, como el sol que se proyecta sobre la mar. Las manos de Antonio, queriendo tocar el sueño de su hija, se confundían en el brillo de los pliegues. “Rinpochita está soñando... ¡Y puedo contemplar el sueño como si fuera una película!” se dijo maravillado.

Apareció un enorme desierto, y en él, la pequeña Claudia2 parecía haber caminado demasiado trecho, pues parecía exhausta. Estaba rodeada por numerosos ojos brillantes que apenas eran perceptibles por la densa niebla que los cubría. Pestañeaban con lentitud, atemorizantes.

- ¿A dónde caminas? - Preguntó a la niña con sibilancia el primer par de ojos.

Claudia hizo el intento de responder, pero su voz parecía estar ahogada por el azote inclemente del polvo y el calor. Parecía estar a punto de llorar. En sus brazos, malherido y sangrante, un pequeño cachorro de perro respiraba con serias dificultades. Su piel ardía como una pequeña rama seca en exposición al sol. En caso de no beber un poco de agua, el cachorrito perdería, con mucha probabilidad, pronto la vida. Una vez la niebla se hubo disipado, Rinpochita se vio rodeada de varias esfinges de piedra caliza. Éstas tenían cuerpo y enormes patas de león, rostro humano y enormes alas de pájaro. La niña, de algún modo, sabía esto, aun sin la contemplación directa; las esfinges ocultaban sus caras de tal forma que Claudia, pese a constantes intentos, no lograba mirarlas. Sólo sus penetrantes miradas eran visibles, y todas la contemplaban con severidad. Fue entonces cuando se percató de que un extraño niño le miraba con descaro desde lo más alto de una de las esfinges, entre dos haces de luz que parecían dos grandes alas desplegadas. Reía a panza suelta, y su sonora carcajada retumbaba en el vacío del sueño.

- ¡Ayúdame! - le suplicó Claudia. Riendo y carente de compasión, comenzó a descender con lentos y chulescos pasos de la cabeza de la figura hacia su lomo. - Sé dónde encontrar agua muy cerca de aquí, ya que conozco el paradero de un oasis, pero, ¿Qué hace la vida de un chucho algo tan interesante? ¡Deja que muera, niña!

Tras ver que ésta titubeaba, agregó:

- Déjalo sobre estas dunas, que se ahogue en estas arenas. El soplo del viento le enterrará con honor y rezará por su alma.

Conmocionada, Claudia apretaba el cuerpo del cachorro sobre su pecho, mientras se apartaba con espanto del extraño. Pese a sus esfuerzos, éste parecía perseguir su caminar, pues jamás se hacía distancia entre ambos.

2 'Rinpochita' se llama Claudia, como su madre. Su padre le llama cariñosamente con ese apodo.

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- ¿Intentas escapar de mí? No puedes escapar de mí. - dijo categóricamente, volviéndose a todos los pares de ojos en señal de inclusión. Se sintió respaldado por ellos.

Tras un incómodo silencio, Claudia se hallaba desalentada y pronunció con ira:- No puedes dejar que se muera. Es sólo un cachorro.- Déjalo que muera – repitió el niño con voz grave y arrastrada.

El perro estaba pálido y ojeroso. Su larga lengua se movía jadeante en sus fauces abiertas, y su mirada perdida despertó la compasión de la pequeña, que con sus temblorosas piernas quiso encaminarse a la búsqueda de algún oasis, pero la silueta del niño aparecía siempre frente a ella en la dirección que tomase. Las esfinges parecían ahora estar cubiertas de un centelleante bronceado estelar. El niño comenzó a enfadarse de manera visible. Fue entonces cuando las fuerzas de Claudia flaquearon y de sus débiles brazos se escurrió el perro moribundo, que apareció al improviso en los brazos del niño.La vista de Claudia se doblaba a causa del agotamiento, pero alcanzó a ver con asombro y pesar que el niño apretaba con sus brazos al perro y ambos, montados en un camello de penoso aspecto, andrajoso y cansado, se reían de ella sin contemplaciones. Escuchando las carcajadas desfalleció, cayendo sobre las arenas para ser cubierta poco a poco por el soplo de los aires.

- ¡Pobre pequeña mía! - gritó Antonio con preocupación e ira, que había contemplado toda la escena desde el borde del pomerio etérico3, y observaba ahora con horror cómo el cuerpo físico de Claudia se removía con amargura en sus sábanas de color rosa.

Las arenas ya le cubrían por completo cuando apareció Antonio en el desierto que la había enterrado, y arrodillándose sobre la ardiente duna, excavó con ahínco, sin más herramienta que sus manos desnudas, hasta que pudo tomar el cuerpo de su hija y rescatarla de aquella muerte segura.La niña abrió los ojos con aturdimiento y, sufriendo el martirio de la desubicación, con grato asombro sintió la calidez de los brazos de su padre. Éste la miraba con ojos vidriosos.

- ¿Papá? ¿Dónde estamos? - preguntó ésta, y tras una breve explicación, que siguió con sumo interés, tocó de nuevo superficie con sus pies y comenzó a divagar, ahora por aquí y ahora por allá, una vez se hubo por completo disuelto el escenario desértico, habiendo retornado al éter oceánico.- Entonces estás muerto – afirmó Claudia con incredulidad, y tras ver que éste asentaba con la cabeza, se enfureció, y alzando el volumen de su voz, dijo: - ¿Pero qué me cuentas? ¡No puedes estar muerto!

Antonio reflexionó unos segundos en silencio sobre las adecuadas palabras.

- Puedo estarlo, porque de hecho, lo estoy – respondió con calma. - ¡Qué desagradable y pesado sueño estoy teniendo! En primer lugar un perrito viene a mis

3 El límite de la proyección del sueño.

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brazos muriéndose de sed. Más tarde una multitud se ríe de mí, entonces muero y apareces tú para decirme, con tu usual tesón, que eres el único muerto. ¿Qué significado podría tener este sueño? Si, como dicen, debe de tener uno.- Por lo que siempre leí, es Júpiter el dios que habla a los hombres por medio de los sueños.- ¡Papá, estoy hablando en serio!- Todo lo que has dicho, menos lo último, ha sido producto de tu propia proyección; yo soy lo único real.

Claudia, dueña ya de su autonomía, hizo la señal de la cruz sobre su pecho al escuchar tal severa y confusa explicación.

- No tiene sentido alguno lo que dices. ¡De verdad que quiero despertar! - ¡No abras los ojos todavía, Rinpochita! Si despiertas no podremos conversar, ya que puedes hablar ahora conmigo, que estoy muerto, porque estás dormida; te rescaté del sueño pues, de otro modo, no se habría dado oportunidad alguna de vernos. Escucha lo que tengo que decirte. Tu madre duerme profundamente, de tal guisa que ni un muerto como yo la despierta, y Samoyedo sabe bien cómo espantar a un espectro de sus inmediaciones. ¡Qué gran suerte tuve al verte inmersa en tu sueño! Al parecer no es tan lejana la orilla que separa el mundo onírico y el mundo astral, como la mar y la tierra son divididas por una orilla de arena que a ambas reúne, permitiendo así no sólo a éstas conocerse, sino regalar a los hombres la posibilidad de estar presentes en ambas y sumergirse en las primeras aguas, que son menos profundas, así como dar a los seres que habitan la mar también acceso al mundo terráqueo. Estamos ahora, si todo es cierto, en una orilla entre dos mundos. En el que tú habitas serán éstas mis últimas palabras. Así que atiende, Claudia, con atención, pues tras éstas me iré al mundo de la muerte para siempre.

·

- Papá... - la niña empañó sus ojos, y quebrando su voz, continuó diciendo: - ...entonces es cierto que estás muerto.- Traspasé involuntariamente la orilla mientras dormía. Desperté flotando sobre mi cama. Pero nada de trágico hay en esto que relato. ¿Es una tragedia nacer? ¡Entonces cómo puede serlo morir!- Qué cosa más rara dices.- Estoy muerto y, sin embargo, es cosa digna de alegría, y nada en ésta hay que temer, por lo siguiente: Si es únicamente un sueño, querrá decir que no hay motivo alguno por el que sentirse apenado, ya que el despertar disipa todo el enredo. En cambio, si es verdad que estoy realmente muerto, significará entonces que la naturaleza de la muerte no es estática ni muy diferente de la del sueño; que los muertos tienen conciencia tras la vida y que la única diferencia entre un vivo y un muerto reside en que uno de ellos habita un cuerpo físico y el otro habita un cuerpo de éter. - Tienes razón.

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- Y, ¡por los perros!4 Si por fortuna resulta todo esto cierto, mejor sería que me encontrara ya sin cuerpo, para demostraros que por siempre seremos, y que la muerte no es ausencia de vida.- ¡No digas esas cosas!- Lo que digo es que es erróneo hablar en pasado en referencia a una persona que ha muerto. - Hay algo de incorrecto en todo lo que dices.- Conocer la muerte y superarla disuelve nuestros terrores y da nuevo sentido a nuestra vida sufrida. ¡Digamos bien alto estas cosas! - Pero es penoso que puedas estar muerto, que no tengas cuerpo y que seas feliz por ello. Me aterra pensarlo.- Es tan penoso como poder hablar contigo en este instante.- ¿Qué quieres decir?- Quiero decir que, si es penoso un hombre por tener vida sin cuerpo, también tú debes de ser penosa, pues tu cuerpo está sobre la cama, reposando con tranquilidad. Y dime, ¿No parece acaso el cuerpo de un muerto? Y sin embargo, eres fuera de él, porque no somos cuerpos en la materia, sino conciencia que emplea un cuerpo físico para interactuar en el mundo de la materia, y este conocimiento es tan elemental que ni has reparado en el hecho de que ahora, como yo, eres un fantasma.- ¡Es cierto! Soy un fantasma - dijo abrumada, y a continuación se preguntó a sí misma: - ¿Soy yo un fantasma?- Sí, y sin embargo, no estás muerta. Al menos no tal y como los que se consideran vivos denominan muertos. Sueñas y vives libre de la carga pesada que supone un cuerpo en la materia.- ¡No puedo saber si lo que dices es bonito o verdaderamente horrible! - ¿Qué puede haber de horrible en lo que digo? Yo mismo, cuando desperté en la muerte, me sentí indigno, y me negaba a estar en tal circunstancia. La negación es siempre la primera reacción en una experiencia traumática. Pero hago la siguiente reflexión, Claudia: es la cercanía con la muerte lo que nos hace personas más sabias y justas. Pues, de otro modo, ¿Qué, sino ignorancia, encontramos? Ignorarla acarrea miedo e incertidumbre, y quien padece estos males ve seriamente mermada su capacidad de realización en la vida. La ignorancia trae terror e incertidumbre al corazón de los hombres. Entonces, conocerla no es saberla sino cercana y digna de los mejores elogios; y estos elementos hacen, de una persona oscura y mediocre, sabia y bien dispuesta al amor, pues quien ignora malvive en terror, y quien conoce tiene paz en su alma y, lejos de temer la muerte, tiene la voluntad de estrechar las manos del moribundo para ayudarle, con amor y compasión, a enfrentarse al proceso traumático de la transición de uno a otro mundo. Es por esto que quienes conocen la muerte no son sino mejores personas. - Ahora sí parece la muerte algo más bonito – expresó la niña con cautela. - De todas formas, no me convencerás de que morir es algo deseable, y que todos tendríamos que quererlo.- Comprender qué es la muerte nada que ver tiene con desear voluntariamente morir. Yo

4 Expresión que popularizó Sócrates.

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soy como Vamadeva5, no como Fílago. - ¿Quién era Vamadeva?- Vamadeva fue un sabio que descubrió, aún estando vivo, qué hay realmente más allá de la muerte.- ¿Y quién era Fílago? - ¡Oh! ¿No recuerdas el cuento del niño que se enamora del mar? - dijo Antonio algo decepcionado.- ¡Ah, el cuento de Fílago y la mar! - exclamó la niña con alegría. - Pero... ¿Qué querías decir entonces con ese comentario?- Quizás lo comprendas si escuchas de nuevo el cuento de Fílago. Dice así:

FILAGO Y LA MAR

Hubo una vez un niño llamado Fílago que estaba enamorado del mar. Su cuna fue una ciudad partida en dos por un caudaloso río, colindante a cerro y costa, con un pequeñito puerto que el sol doraba por las mañanas. En ella, los habitantes se sustentaban de las materias primas del mar; aquellos que no se dedicaban a atrapar peces se dedicaban a venderlos en la plaza de abastos, y si con pescados no trabajaban, lo hacían con la sal o en la astillería.

Tan bonita era la ciudad, que un autor antiguo y famoso afirmó que los dioses se deshicieron de pasión al haberla creado de los cuatro elementos. El adoquinado de las calles era de un gris calcáreo que brillaba con el sol y la luna llena, y en ella se presumía de haber tres grandes plazas.El mercado, en la zona norte, era con mucho el más visitado de todos, y caminar por él en hora punta se hacía un sin vivir; de la plaza del ambulatorio poco se ha de decir, que los niños ansiaban asistir al doctor de cabecera, y no para curarse en salud, sino para obtener la recompensa justa, pues la plaza estaba llena de heladerías y cafés y los niños medianamente pudientes así solían celebrar su valiente gesta.La tercera plaza poco tenía de especial, a excepción de que allí nació el niño que más tarde hubo de enamorarse del mar. El porche de la casa daba frente al cedro que se alzaba en el centro del pequeño parque, y cuando Fílago

5 Vamadeva fue autor de casi todos los himnos del mándala 4 del Rig-Veda, un antiguo texto sagrado de la India.

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salió por primera vez al mundo fue colgada una guirnalda roja del balcón y celebrado el nacimiento con un asado en la plaza.

Poco difería la infancia de Fílago de la de los demás niños. Sólo una curiosa excepción se dio, e inquietó a su madre, que interpretó como una confusa y divina señal. La primera palabra dicha por el bebé no fue 'mamá', sino 'mar'.

Fieles amigos hizo con los hijos de los colegas de su padre, y a los cinco años ya se hicieron muchachos bien responsables, pues los padres debían por largas temporadas ausentarse para hacer la faena en alta mar. A esa edad ya solía servirse del hacha para partir leña. También se encargaba de encender la chimenea, recoger los pedidos de los clientes – ya que la familia trabajaba de proveedora de productos de mar - y otras tantas cosas dignas de un chaval responsable y espabilado. Así fue por completo hasta la edad de los siete años.

Una tarde que ya cerraba el día jugaba al escondite, desatendiendo toda obligación. Su juego le llevó a la costa, en la que fue entretenido por contemplar las huellas de tres dedos de las gaviotas, que le condujeron más hacia el interior de la playa, y a orillas de las aguas vio un cangrejito cojo y gracioso que caminaba con torpeza hacia atrás. Tumbado sobre las arenas mojadas y sólidas, Fílago miraba al cangrejo adentrarse en el mar turquesa. Tuvo el impulso de capturarlo, pero pronto desechó tal cosa pues por alguna razón la lógica le dictaba que debía respetar a esa criatura. Como el día estaba cerrándose, el sol se mostraba a medias por encima del horizonte, bañando el cielo de rojo dalia. Las pupilas negras de Fílago también se bañaron de aquel color; más tarde lo hicieron de la luz de las estrellas y de la luna llena, y del marfil pálido de la superficie del mar. Cuando al punto se saciaron de las luces de la noche, comenzaron a divisar los colores de la mañana, y sólo cuando las pavanas de la mañana le sacaron del éxtasis se deshizo el conjuro, y Fílago comenzó a lamentarse de haber faltado a su casa por una noche entera.

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Madre le esperaba deshecha de dolor: al verle, le dio una buena zurra, le abrazó y lloró en sus hombros. El pueblo ya estaba levantado, yendo y viniendo.

Casi cuatro años pasaron en los que Fílago no difería en imagen de ser el muchachito responsable de siempre, fiel y gracioso. Sin embargo, el niño comenzó a adelgazar con desmesura y dos grandes ojeras se le dibujaron en la cara. Rara vez, en cambio, se le dibujaba en ésta una sonrisa. Los padres, temerosos, le llevaron sin demora al ambulatorio, pero las pruebas de sangre y los reconocimientos oportunos no auguraban sino una salud de hierro. Tras más de un año de revisiones y observaciones precisas, el especialista dijo a los preocupados padres, en sentenciosa y lapidaria frase: 'Su enfermedad no puede estar en la carne, sino en el alma'.

Al undécimo día de cumplir once años, Fílago tuvo un sueño profético y agradable; una hermosa y enigmática ninfa del océano, con el cuerpo cubierto de algas y conchas, tomaba en las orillas de la playa su mano y le guiaba con paciencia hasta las profundidades de su reino.Una vez hubo despertado, veintidós minutos más tarde de las dos de la madrugada. Fílago todavía sentía la presencia de la figura y la caricia en sus manos con el tacto de su piel escamosa.

Tras haberse recuperado del éxtasis provocado por la experiencia, abandonó la casa y acudió, en pijamas y aún con el cuerpo calentito del sueño como estaba, a la playa para saciar su vehemencia.

Al pisar la arena, fue invadido por un intenso aroma de salitre, y el vello se le erizó; y nada más contemplar la belleza de la calma marina, juró con firmeza no darse más a la represión de sus emociones. Allí deleitó a las musas con el cantar de su amor, y a Venus también con su sincera confesión, pues se hizo valor y lo dijo todo. Hizo saber a la mar que la amaba, y que en sus casi cuatro años de ausencia, en las que fingió sentir nada por ella, había sido derrotado por la evidencia de su pasión.

Durante las horas de la noche, Fílago se deshizo en

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palabras de amor y devoción, y al caer la luz de la mañana, tras largo rato de riguroso silencio, Fílago pudo divisar, recortándose sobre la oscura línea del horizonte, un extraño objeto centelleante que bailaba en el agua al son de la corriente. Tras un buen trecho de deriva, el objeto se encontraba cercano de la orilla.“¿Qué será aquello?” se dijo Fílago para sí, invadido por los celos, pues esa extraña cosa tocaba con descaro a su amada. En ese punto, Fílago pudo reconocer una vieja botella de vidrio que resplandecía bajo el sol con algo en su interior, irreconocible a tal distancia.

Con particular impaciencia, tuvo que esperar a que llegara a sus cercanías; una vez el objeto se encontraba alcanzable por manos humanas, penetró en las aguas frías y, con éstas a la altura de su pecho, pudo hacerse con la botellita y rescatarla de un viaje a ninguna parte. El centelleante vidrio separaba de los dedos de Fílago un pequeño papel enrollado en el interior. Descorchó la botella con decisión y pudo hacerse con su trofeo. Las mareas amainaron, y Fílago pudo sentar la rugosa textura del papel en las yemas sin tener a ser arrastrado por la corriente. Tras unos segundos de excitante contemplación, decidió desenrollarlo. Escrito en tinta azul sobre blanco, leyó el siguiente contenido:

“Yo también te amo.”

Desde aquel día, Fílago celebró el victorioso anuncio del amor componiendo poemas en la intimidad para recitarlos a su amada en las orillas al menos una vez al día, descuidando sensiblemente los compromisos sociales que tanto solía en secreto detestar; cada atardecer, el niño narraba al piélago emocionantes y preciosas historias de amor, y los pececitos asomaban sus cabecitas por encima de la superficie del agua para escuchar las palabras de Fílago y admirar las virtudes del amor correspondido. Así transcurrieron seis meses, semana tras semana, en las que Fílago recibía del mar profundo un mensaje embotellado cada, más o menos, siete u ocho días, y en esta correspondencia depositaba el ánimo de ser feliz en la vida, pues a cada palabra respondía con el corazón, tirando, tras meter su respuesta en la botellita, ésta al mar para que su

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amada leyera sus pensamientos, escritos con su puño y letra.

Cuando la mar se demoraba en responder, Fílago sufría ansiedad, y cuando se demoraba menos de lo previsto, pensaba, apenado, que quizás la mar no había reflexionado la respuesta con la dedicación que el asunto merecía. Así valoraba el joven la acción de palabra de su amada, no encontrando nunca reposo para el alma, pues todo de su parte era tan placentero como el impacto de unos azotes.

Fílago guardaba con recelo todas las notas recibidas en un baúl de su dormitorio, a buen recaudo de miradas no consentidas. “Quizás deba hacerme con un baúl más grande” pensó al constatar que el espacio disponible comenzaba a ser alarmantemente escaso.

Se acercó a la tienda del viejo de la plaza de abastos; éste le recibió con calidez, y juntando sus pobladas cejas canosas, le preguntó:- ¿Para qué quiere un niño como tú un baúl tan grande?

Fílago se sintió atacado, pero salvó la situación hablando de tebeos y novelas marinas de terror, a lo que el viejo respondió con un ademán de rechazo. - ¡Acabaréis todos los chiquillos locos con esas tonterías! ¡Ya veréis! ¿No te gustan los clásicos?- ¿Qué tienen de especial los clásicos, aparte de ser libros viejos? - Se atrevió a preguntar el pequeño.

Entonces, el viejo narró una pequeña historia, y la concluyó así:- … cualquier conocimiento que necesites podrás encontrar en un clásico.

Fílago se admiró de tal cosa, y preguntó:- Quisiera hablar el idioma de la mar. ¿En qué libro puedo aprenderlo?

El viejo se maravilló por la pregunta, a la que respondió con el mito del zagal, el cual le parecía hermoso. Pero cayó la noche, y Fílago volvió a casa.

¡Qué había sucedido! Madre estaba en la habitación,

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sentada en el suelo. El baúl estaba abierto, las notas sobre la cama, y ella tan pálida como la luna creciente.- ¿Esto era lo que te pasaba? - preguntó con escaso tacto. - ¿Enamorado del mar? - hizo una pausa, y tragó saliva.

El niño, al ver la cara de confusión de la madre, comprendió que debía aclarar el asunto.

- Estamos enamorados la mar y yo. - Permaneció erguido delante de ella.- ¿No te das cuenta? . Le dijo con tono soez. - La mar no se puede enamorar de ti. Eres tú el que te respondes a ti mismo. - ¡Esa no es mi letra! - Exclamó Fílago, dolido por las palabras de su madre. - Cada semana, la mar me responde!- Eso es lo que tú crees. - Dijo en bajo volumen. - Aih, dios mío... cuando tu padre venga, tendré que contárselo.- ¿Que la mar y yo estamos enamorados? - preguntó Fílago. - ¡No se lo digas, mamá! ¡Es sólo cosa nuestra!

La madre guardó silencio, en una indescifrable cara de terror, compasión y confusión. - Sí – dijo con gravedad. - que estás enamorado del mar.

Por primera vez miró a su hijo como a un extraño.

Fílago quiso reaccionar, pero no pudo hacer otra cosa que permanecer en quietud. Tras un breve lapsus de tiempo, la madre se levantó con torpeza y, guardando todas las notas en el baúl, le preguntó con descarada intranquilidad: - ¿Sabe esto alguien del pueblo?

Decepcionado, Fílago respondió: - No. - Así debe seguir siendo. - dijo visiblemente ansiosa. - Siempre.

Dos madrugadas más tarde llegó el padre de hacer faena en la mar. Estaba cansado y necesitaba dormir; su esposa decidió no contarle nada hasta después de haber descansado.

- Tenemos que hablar. - le dijo nada más despertarse. Aún no había amanecido. Él quería hacer otras cosas, abrazándola en la cama con el cuerpo desnudo bajo las

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sábanas, y le respondió: - ¿Qué ocurre, mujer?

Vulnerada, la madre de Fílago retiró el cuerpo de su marido del suyo y se levantó de la cama. - Tenemos un problema con Fílago. Creo que es esquizofrénico.

Sacó el baúl y, situándolo al lado de la cama, lo abrió para extraer las notas y tirarlas sobre la cama. - ¿Qué son estos papeles? - preguntó confundido el padre. - No se pueden leer. Parecen garabatos de tinta azul. - Son las notas que se suponen responde el mar a tu hijo. Sólo él las entiende. - ¿Y qué es lo que pone aquí? . Preguntó, mirando las hojas. - No sé, pero encontré algunos borradores de tu hijo justo con las cartas del mar. - ¿Borradores? - el padre fruncía el ceño.

La madre extrajo un papel, añadiendo: - Está escrito por Fílago.

- Sí. Es la letra del niño. - afirmó nada más hojear la caligrafía. - ¡Aquí pone cosas bonitas! ¡Esto es una carta de amor! - Y tras una lectura completa, agregó impresionado: - ¿a la mar?- Por eso lleva la vida tan insana que lleva. - Concluyó la madre.

Acercándose una de las cartas escritas por la mar a la nariz, dijo: - Pues este papel sí que huele a salitre. Y la tinta parece de pulpo. ¡Es muy marino!

El padre, resuelto a descubrir qué era lo que realmente sucedía, calmó a su esposa y esperó con paciencia a que el niño se levantara de la cama y desayunase. En la cocina, una vez el niño hubo terminado de comer, le preguntó: - ¿Es cierto que estás enamorado de la mar?

Cabizbajo, el niño respondió:- Sí.- ¿Y cómo es eso? - le preguntó el padre con curiosidad.

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El niño contó todo lo que le había sucedido: el primer contacto a los siete años; aquella noche mágica a los once, y el intercambio activo de correspondencia. El padre, respetuoso y participativo, escuchaba y preguntaba en algunas ocasiones, para comprender bien lo que su hijo quería decir. Tras contar el amargo suceso con su madre, Fílago calló sonrojado. El padre rompió el silencio con una carcajada. Pasando su encallada mano de pescador por su cabeza, le dijo: - Bueno, no pasa nada, Fílago. A mí también me gusta la mar. ¡Aunque no como a ti! - tras darle un afectuoso abrazo, le preguntó: - ¿Tú estás bien? - A lo que el niño, sonriendo, asintió.

Por alguna razón que desconocía, el niño explotó y lloró largo rato de emoción más tarde en su habitación. Se sentía bien.

Trascurrieron unos días, y la madre parecía estar cada vez más preocupada. Aunque Fílago nunca lo supo, el padre vigilaba constantemente su ánimo, al acecho, por si su hijo sufría alguna crisis emocional.

Un nuevo sentimiento arraigó en el interior de Fílago por entonces; un sentir que jamás había experimentado. Sentía el deseo de dejarse ahogar en la mar para consumar con ésta su amor. El niño conocía las consecuencias de tal cosa. Sin embargo, su deseo pasional de ser ahogado en la mar crecía y crecía sin medida. Una tarde, a las orillas del mar, esperaba contemplar la botellita a la deriva cuando en su cabeza una voz le decía: “ Contempla su cuerpo. La frescura y calidez de su hermosura, la suavidad de su blanca espuma. No podrás sentirla en tu interior como deseas hasta que hayas consumado el Amor con tu amada Mar. ¡Tírate a la mar! ¡Deja que ella esté por siempre en ti! ¡Consuma la grandeza de vuestro Amor con el sacrificio de tu vida!”

Como en una ocasión en la que juró no reprimir jamás sus sentimientos, Fílago comenzaba a sentir una profunda ansiedad.

Cuando el padre se despertó y bajó las escaleras, encendió

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la luz de la cocina y encontró a su hijo sentado en la penumbra, esperándole. - ¡Fílago! - Exclamó con sorpresa. - ¿Qué haces aquí a oscuras?- Papá – le dijo, intentando serenarse – Siento el fuerte impulso de ahogarme en la mar.

El padre estaba estupefacto.- ¿Cómo dices?- Siento la necesidad de ahogarme en la mar. - Dijo el niño con ansiedad. - No se lo digas a mamá.

Permanecieron en silencio. El padre se sentó, preocupado.- ¿Por qué?- Porque la quiero. - Sollozaba. - ¡La quiero mucho!

Abrazando a su hijo, le decía: - Tranquilo, Fílago...

Poco después, la madre ya estaba de pie; regando las plantas de la casa, se encontró con su marido sentado, en el patio, pensativo.

- ¿Qué pasa ahora? - le dijo, preocupada. - Nos vamos a vivir al interior del país. - Dijo con firmeza.

A ella le pareció bien.

Cuando Fílago supo la noticia, tardó horas en calmarse. La decisión estaba tomada; nada podía hacer él por cambiarla. Y en el fondo de su ser lo comprendía, porque sabía que el deber de su padre era proteger la vida de toda la familia.

Esa noche, cuando hubo asumido la nueva circunstancia, se acercó a su amada y, en sus orillas, le contó la noticia. La mar estaba serena en esa noche de luna nueva, pero al escuchar las palabras de Fílago, embraveció y levantó grandes olas, rugiendo de ira, con un grito tan violento que muchos pescadores perdieron la vida haciendo la faena esa noche. Y de sus entrañas, la mar escupió una caracola; era violeta y anaranjada, y aterrizó en los pies de Fílago. El niño se la llevó a una de las orejas, y escuchó la voz de la mar, que le dijo:

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- Lleva mi voz contigo allá donde vayas, escúchame, y no te olvides nunca de mí. Aguardaré tu vuelta. Estaré esperándote por siempre.

Fílago vivió sesenta y seis años muy lejos de su amada; trabajó de zapatero y jamás se casó. Vio morir a su padre apenas siete años más tarde de la partida al interior del país, así que la madre enviudó pronto, y Fílago vivió siempre con ella, asistiéndola y velando por su bienestar hasta que él cumplió setenta y siete, y ella noventa y siete. Había tenido una dulce y larga vida, y su hijo lloró su muerte y la enterró con todos los honores merecidos.

Fílago, tras enterrar a su madre, quiso que su vida también llegara a su fin. Viajó a la costa, y una vez allí esperó al atardecer.

La mar, al sentir de nuevo a su amado, coronó la superficie de todo el océano visible con sus más bellas espumas, y las pavanas celebraron la alegría de las aguas danzando en las alturas.

“He vuelto” - dijo el viejo Fílago a orillas de la mar cuando el sol se estaba ya acostando. Allí dejó caer toda su ropa; ya no la necesitaría más. Y allí, por primera, última y única vez, Fílago y la mar consumaron el amor.

·

- Cuando era niña pensaba que Fílago estaba realmente enamorado de la muerte, pues era esto lo que deseaba, y no se me ocurría motivo alguno por el cual esa caracola estuviera presente en el cuento y, además, ¡tuviera tanta importancia! Pero ahora, que soy más adulta y comprendo mejor las cosas del amor, entiendo las emociones y las acciones de Fílago, y veo que el mar y la tierra son dos mundos presentes, tan ajenos como desconocidos entre sí, y que ambos se encuentran estrechamente en las orillas de la playa. ¡Justo como el amor entre dos personas que, pese a que son entre ellas desconocidas, desean unirse y amarse! Y esa caracola simboliza la comunicación entre ambas. - Claudia hizo una leve pausa. - Si tenemos esto en cuenta, ¿Estaba Fílago enamorado de la muerte? ¡No, no lo creo! ¡Estaba enamorado del mar! La muerte era el sacrificio que debía hacer para realizar su destino.

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- Como antes apunté, quienes comprenden y valoran la muerte no tienen porqué desearla de manera voluntaria, pues son cosas de muy diferente naturaleza. Fílago no andaba enamorado de la muerte; Fílago andaba enamorado del mar. - Yo también lo creo. Papá, antes dijiste “Soy como Vamadeva, no como Fílago”. ¡Deberías ahora retirar esas palabras!

Claudia parecía compungida. A su alrededor se proyectaban sobre el éter flotante líneas curvas de un feo color grisáceo. Antonio observó en respetuoso silencio.

- Creo que aún te espanta el concepto de la muerte. - Sí - admitió con franqueza, y haciendo un ademán, añadió mientras miraba con melancolía por la ventana: – es cierto.

El muerto calló por unos segundos.

- Te contaré mi experiencia, cómo ha sido descubrir que estaba en el otro lado. - Hizo una pausa, en la que se pudo apreciar el sonido de una fina lluvia. - ¡Cómo fue afrontar la idea de encontrarse muerto, tras intentos de regresar al cuerpo y ser un vivo de nuevo! Fracasaron, como podrás imaginar. - ¡Qué terrible, papá! - Le dijo con angustia y pena.- En cambio, el último de los intentos tuvo un desenlace de lo más inesperado.- ¿Cuál?- Te lo contaré si me prometes una cosa. - ¿Qué debo prometerte? ¡No puedes callarte ahora y dejarme en estas ascuas! Prometería volar con las orejas con tal de que me siguieras contando. - No quiero que vueles con las orejas. Quiero lo siguiente: que no dudes de mis palabras, y que reflexiones más tarde y aprendas de todo lo que digo.- Te creo, y aprenderé de lo que me cuentas, papá. Pero... ¿Qué puedo aprender más allá de tus palabras y de tu relato?- ¿Qué quieres decir, Rinpochita?- No sé cómo aprender de todo esto.- Tienes razón – dijo paseándose por la estancia. - Es cierto lo que dices; aprender a aprender es lo primero en el proceso de los aprendizajes.- ¿Y cómo aprendo a aprender?- Hablaremos de eso cuando sea el momento oportuno. Ahora atiéndeme, ya que te contaré todo lo que ocurrió.

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·

Claudia sufrió en la larga exposición de la experiencia, la cual concluyó con la llegada de Antonio-muerto al sueño de su hija.

- Pero... ¿Cómo fue lo de volver al cuerpo? ¿Cómo es que conseguiste retornar al cuerpo, sin volver a la vida? - preguntó confusa Rinpochita.- No fue un retorno al mundo de los vivos. Conseguí retornar, con el cuerpo astral que ahora habito, a la posición original del cuerpo inerte. Continuaba flotando en el éter, pero no dentro del cuerpo o sobre él, sino a través de él. No conseguí despertar porque, en efecto, sólo los vivos despiertan. Sin embargo, descubrí que el pensamiento concede lo que la voluntad estima. Así aprendí a ser autónomo en el mundo nuevo; de otro modo no podría haberme desplazado a tu habitación ni rescatarte de una muerte ahogada en las dunas de algún remoto desierto.- Entonces aprendiste a ser un fantasma. ¿Qué debería, en cambio, aprender yo?- De lo último dicho podrías aprender que, al igual que el cuerpo físico obedece órdenes de la mente de la forma más sencilla para nosotros, también el cuerpo de éter responde a la voluntad con una respuesta. De esto extraigo que ser un espectro no puede ser algo horrible; la voluntad permanece, al igual que la conciencia. - Si lo que dices es verdad, yo, que ahora estoy fuera de mi cuerpo físico, tengo conciencia y voluntad. -Y la voluntad realizará lo que se te antoje; si piensas en una persona que quieres, a ella te desplazarás sin más.- ¡Pero eso es absolutamente imposible!- ¿Porqué lo es?- Es imposible porque... - calló unos instantes, y palideció - ¡Es simplemente imposible, papá!- Así argumentan los necios, Claudia: repitiendo el efecto de una experiencia hasta que parezca ser su causa propia, y ambas puedan confundirse con éxito. Tú no eres ninguna necia, así que piensa. - Hay distancia y nadie puede burlarla como si no existiera. ¿Cómo se va a hacer trecho sin recorrer camino?

Claudia pensó, pero tras largo rato se dio por vencida.

- Te responderé con otra incógnita: ¿Cómo puede un cuerpo pesado en la materia, flotar y carecer de peso en el éter? - No lo sé. Pero es cierto que así es. - De la misma manera, todo elemento susceptible de ser medido en el plano material carece de medidas en el plano etérico. Si las leyes físicas no son obedecidas por una naturaleza que no es física, ¿cómo la distancia va a medirse en esta última?- No se podría.- En efecto no podría medirse, pues, al no ser de naturaleza material, no será susceptible de

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ser medida. Peso y distancia son conceptos ligados a la ciencia de la medición; si no hay medidas, de manera forzosa tampoco habrá cuanto deriva de éstas. Si esto último es cierto, haremos mejor, mientras estemos aquí fuera, olvidando las leyes de la materia.

Rinpochita calló por unos instantes.

- Yo las olvido, pero eso no garantiza el dominio sobre mi conciencia fantasmal. - dijo con decisión antes de suspirar éter. - ¿Recuerdas qué es un silogismo6? - preguntó el muerto a la niña, que quedó sorprendida.- ¡No podré olvidarlo nunca! Siempre jugábamos a construir silogismos absurdos. Mi silogismo favorito era: Los trenes echan humo. Mamá fuma. Mamá es un tren.- Bien, entonces, sabrás construir el silogismo correcto por el que se explica la fluidez de la conciencia.- ¡Eso es difícil, papá! El filósofo eres tú.- Antes dijiste que olvidar las leyes del mundo material no garantiza el dominio sobre la conciencia etérica. Elaboraste un silogismo incorrecto. ¿Sabrías decirme cuál?- No, ¿Me lo dirías tú?- ¡Te diré el que se ciñe a la realidad! Es el siguiente:

A) El hombre que está muerto se encuentra fuera del mundo material.B) Sólo en el mundo material las leyes de la materia tienen vigencia.

Por tanto: Los muertos no obedecen las leyes de la materia.

- ¿Qué podemos, entonces, hacer mejor sino olvidar? ¡Cuántas veces has olvidado a voluntad, y ahora incapaz pareces de hacerlo! Aún duerme tu cuerpo, plácidamente. ¡Mírate, qué bonita eres! Pero olvida ese cuerpo, porque no eres eso; estás en el éter y querer regirse aquí por las leyes de la materia es como viajar a algún país lejano y pretender que todos hablen tu idioma. - No deseo verme así. ¡Es tan raro! Hay algo de tenebroso en todo esto, sin duda. ¿Aquella persona que está dormida soy yo? Contemplarse en este estado es lo más incómodo que existe - el océano de éter vibró de terror en torno a Claudia. - ¿Tienes miedo? - le preguntó su padre con ternura. - Sí – la pequeña se sonrojó. - Yo estoy contigo. - Extendió su mano hacia ella. - Toma mi mano, Claudia, y viajemos por el éter, alegres de ser espectros.

Pasaron unos segundos, en los que Claudia se abstuvo de responder.

6 El silogismo es una forma de razonamiento deductivo que consta de dos proposiciones como premisas y otra como conclusión.

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- No dejaré que ningún miedo decida por mí, pero tengo miedo de alejarme de mi cuerpo y romper la cuerda plateada que nos une. - No sucederá. Yo te protejo. ¡Que un muerto consuele a un vivo! ¿No debería acaso ser al revés?

Antonio se desplazó con suavidad hasta la puerta de la habitación. Sintió el deber de instar a su hija a descubrir su desconocido potencial.

- Hemos dicho, en resumen, que los fantasmas tienen no sólo conciencia, sino también voluntad. ¡Descubramos este nuevo mundo, sin miedos! La valentía nos hará libres. No temas. Conoces cómo; ven a mí.

Sin dilaciones, la niña entregó su mano al padre, y el océano de éter generó una onda en torno a ellos y emitió olas como si ambos fueran un solo cuerpo sumergido en agua flotante, y caminaban rodeados de rítmicas ondulaciones que se extendían hacia el estado de reposo.

- ¡Cuánta razón tenías! - dijo la niña con energía. - ¡Es muy divertido ser fantasma!

Girándose hacia ella y mirándola a los ojos, soltó su mano con suavidad. Ésta, en un arrebato, emitió un grito.

- Si un verdugo hiciera el intento de atravesarte con una cimitarra, rodaría por los suelos e infundirías el respeto en su corazón, como el alma del pescador.7 ¡Ahora eres poderosa!

Con un nuevo temperamento, Claudia se desplazó con decisión a través del pasillo principal de la casa mientras contemplaba con fascinación el conjunto de ondas vibratorias de diversos colores que flotaban en el océano. El inmenso pacífico que adornaba la esquina de la entrada exhalaba una hermosa ondulación de un color azul intenso; Claudia flotó con delicadeza hasta éste para dejarse impregnar por la curativa vibración.

El salón de la casa, al cual llegaron tras el corredor, tenía una decoración de ligera inspiración victoriana, como gustaba a la madre. A su tesón se le debe la compra del pesado y viejo piano de cola con el único fin decorativo, pues no sabía ni presionar las teclas; el piano sólo era tocado por Antonio, que era el único de la familia con algunos conocimientos musicales. Éste se sentó de nuevo en él, apoyando uno de sus codos sobre la superficie y emitiendo un leve respiro que alteró con gracia su entorno astral.

- ¡Cuánto quisiera tocarlo ahora! - exclamó mientras emitía ondas etéricas a causa de la tocata que hacía al aire.- Quisiera aprender a tocarlo, papá. Tú sabes tocarlo muy bien. ¿Pueden los muertos enseñar a los vivos?

7 El Alma del Pescador, de Oscar Wilde.

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Antonio hizo el gesto de cerrar la tapa del piano.

- Me temo que lo que podemos enseñar pertenece a otra naturaleza... - reflexionó alzando los ojos, y tras un leve silencio, continuó: - ¡Podemos enseñar otras cosas, que son las de nuestra naturaleza! Estoy muerto y no vivo, y eso quiere decir que ya viví la vida y ahora vivo la muerte, en continuación a la primera. Digamos que en nuestra naturaleza están las dos existencias implícitas: la de la vida y la de la muerte. - ¿Y cómo puede ser eso? - preguntó la pequeña haciendo patente su inexperiencia - ¿Vivir dos veces? ¡Qué tendrá que ver eso con aprender a tocar el piano! - Recuerdo el tocar del piano que yo mismo ejecutaba, pero como ves, yo soy un muerto y no puedo tocar el piano. ¡Ahora lo atravieso! En la vida las cosas son diferentes que en la muerte, pero los muertos sólo son de tal condición si han previamente vivido. Es por eso que digo que un muerto no puede enseñar algo que pertenezca a la naturaleza de una sola existencia, pues su propia naturaleza es dual. - Naturaleza dual... – pronunció ella, asimilando el contenido del término - ...parece ser sinónima de doble. ¿Hablas entonces de doble vida?- No, no lo creo – aclaró, exhalando un suspiro. - El concepto de doble vida no se ciñe al de vivir dos veces. En una doble vida hay dos sistemas de vida incompatibles, en conflicto. La persona que se ve sumida en tal cosa acaba teniendo serios problemas de conducta. En una vida dual, un sistema de vida ha agotado su ciclo y se extingue para dar paso a un nuevo sistema que ocupa su lugar, pero no es construido sobre el primero, pues es completamente nuevo y atiende a otras leyes naturales. El ciclo de vida se agota y es siempre sustituido por otro nuevo. Los sabios de la antigüedad reflejaron este principio en el símbolo del uróboros8. En lo referente a mí, tengo cada pie sobre un mundo, el de los vivos y el de los muertos, pero sólo en uno de ellos puedo interactuar. Por tanto, no participo de ambos sistemas existenciales. Soy un buen ejemplo de una vida dual, como Fílago lo es de la vida doble. - ¿Cómo puedes decir eso? ¡Fílago no lleva una vida doble, simplemente ama la mar! - Exclamó ofendida. - Fílago, por el bien de su familia, pronunció la dolorosa promesa de no volver a ver el mar. Su padre decidió que la familia debía mudarse lejos de la costa, al interior del país, y hacer allí nueva vida. Fílago les juró no amar más a quien debía de ser su destino, y ellos se contentaron con el juramento. Con el paso de los años se convencieron de que así había sido, pero el pobre Fílago no olvidaba a su amada de por vida. Cuando escuchaba de boca de algún forastero en algún punto del pueblo palabras sobre su amada, el corazón se le hacía un vuelco y su alma le imploraba lanzarse al océano y ahogarse en él. - ¡Qué horrible! ¡Fílago tan lejos de su amada! Sufría y, sin embargo, fingía no hacerlo. Es entonces verdad que llevó lo que consideras doble vida.- Nadie le pudo comprender, y muchos ni hicieron el intento por conseguirlo. Pero su corazón se rompía al saber que no volvería a oler el aroma de la salitre.

Rinpochita suspiró, con una leve sonrisa en el rostro.

- Me apasiona su idílica historia de amor, pero no comprendo cómo un niño puede

8 Una serpiente que se muerde la cola.

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enamorarse del mar. Pues para el enamoramiento debe de darse, a mi entender, una serie de factores que entre mar y humano no son posibles, pues las condiciones de sus propias naturalezas son incompatibles. - Suena muy interesante lo que dices. ¿Qué condiciones son esas a las que te refieres?- Por lo que he podido saber en mi poca experiencia, el amor se da en una persona a dos niveles bien distintos, o “conciencias”, como tú dirías: el físico y el psicológico. A fe mía que la atracción física sin la psicológica no puede jamás ser verdadero amor, pues no es más que una atracción destinada a la reproducción de la especie humana. Y de igual modo, la atracción psicológica sin física no es suficiente para que dos personas puedan consumar un amor a todos los niveles, o al menos eso es lo que creo; y está bien claro que el mar no es un cuerpo que pueda causar atracción física a un ser humano. Por tanto es imposible que ambos se amen, y que el niño esté enamorado del mar.- ¡Por los perros! Me haces feliz. ¡Cuánto se nota que eres mi hija! - exclamó Antonio entusiasmado. - Aunque tu reflexión deja de tener una cosa importante en cuenta. - ¿Cuál?- ¡Pues que el amor sólo tiene una dirección! - No te comprendo. ¿Acaso dije lo contrario?- Fílago no amaba al mar como dos personas pueden amarse, pues no aspiraba a consumar su amor como éstos lo hacen. Los animales consuman su atracción con el acto sexual, y es en sí un acto de amor, pues es un acto de unión y ¿qué es el amor sino atracción y unión? El ser humano, pese a ser animal, es algo más complejo: a nivel físico ama con el sexo, pero como ser racional ama con el intelecto. Cuando dos conciencias se aman se atraen, y por tanto, sus destinos convergen en la unión mutua. ¡El acto de amar es divino, y solo tiene un camino: la elevación! Y ésta se realiza a través de la unión. Es por eso que dije que hay una sola dirección en el camino del amor. - ¿Y lo que dices guarda relación con lo que yo dije?- ¿Cómo puede el amor ser impersonal? Es un acto divino, pues nos hace ascender, y los fenómenos de ascensión son de esa índole. La carne no tiene suficiente pesadez para impedir la elevación del alma sobre todas las cosas a través del amor. No es la coexistencia de las atracciones física y psicológica lo que deriva en amor verdadero, es justamente al revés: el amor verdadero se manifiesta en ambos fenómenos. Ya que lo inferior obedece siempre a sus superiores y depende de lo más excelso, y el amor verdadero se sitúa por encima de las atracciones dichas. Éstas no hacen depender por tanto al amor verdadero. Si así fuera, éste tendría efecto de división, y no de unión.

Claudia guardó silencio.

- ¡Qué impredecible eres, papá! - exclamó con admiración. - ¡O bien has premeditado largamente el contenido de la obra, o bien eres un absoluto genio! - Premedité en su día el contenido de la obra, como dices, pues te confieso que su autor soy yo.- ¡Cómo dices! ¿Escribiste tú el cuento que marcó mi infancia?- En efecto. De hecho, cada noche, el relato sufría diversas variaciones; evolucionaba, y sin embargo parecías no percatarte . - ¿Y cómo es entonces que Fílago tiene una doble vida? - dijo compungida. - ¿Porqué le

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hiciste tan desdichado?

Calló, y le dedicó una mirada de complicidad. Sólo el reloj de péndulo impedía la presencia de un silencio absoluto.

- Lo hice a mi imagen y semejanza. - Antonio se tapó la cara con sus manos. - ¡Aih, ya lo he dicho!- ¡Cómo dices!- ¡Palabra de fantasma! - ¿Entonces tuviste una doble vida de aflicción por amor? - ¿Por qué razón, si no, me habría convertido en filósofo? Había una terrible causa en la historia de Fílago... ¡El dolor no necesita motivos para hacer acto de presencia! Basta con tener un solo momento de disfrute para que la certeza de su efimeridad ya nos deje doloridos. ¿Cómo puede el hombre librarse del sufrimiento? ¡Yo no lo sabía, ojalá lo hubiera sabido! ¡Qué sabios me parecieron entonces, y me siguen pareciendo ahora, los antiguos numerólogos, que aunaron conflicto y enamoramiento en el sexto número9!- ¿Cómo puede un solo número ser conflicto y enamoramiento? - Quien está enamorado siente equilibrio y armonía en el mundo, pero el propio enamoramiento es causa de indecisiones y conflictos emocionales, especialmente cuando una relación no está encauzada o le falta solidez. Como ves, los contrarios se encuentran.

Claudia, sin comprender por qué, sintió un incómodo pesar. - En todo caso, y que no te deje dolorido esto que te digo, es el que dices un asunto de los vivos. - le dijo a su padre. - Como era yo. Dirás que nunca hay una verdadera razón para necesitar una doble vida, y que Fílago fue desdichado porque quiso. Él tenía una que ni él mismo conocía. Pero en mi caso, ¡Aih! No sé si igual de terrible sería, pero noble y hermosa sí que fue, me temo que sí; tanto, que la doble vida acabó siendo una sola completa, haciéndome de mí un hombre feliz.

Claudia se paseó por la estancia con la cabeza gacha, reflexionando sobre el amor. Posó sus manos sobre una de las columnas del salón y, emitiendo un hondo suspiro, dejó caer sobre ella el resto del cuerpo. A su mente se le vino el único amor que había tenido en su vida.Volvió a suspirar.

- ¿Sería descarada si te preguntara las razones de tu doble vida? - preguntó tras recobrarse. - Me temo que sí, ya que una doble vida manifiesta deja de ser doble. En realidad, nada podrás contar si quieres preservar para tu vida tal condición...- No me importa – respondió su padre. - Como dije, hace tiempo dejó de ser doble para acabar siendo completa. No hay nada de vergonzoso en ello; ambos sistemas de vida son pasos esenciales en el camino hacia la sabiduría. Es el curso natural de las cosas. - No quiero ser descarada, pero hay una duda que, siento decir, debo aclarar para no morir

9 Según los pitagóricos.

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de curiosidad.- ¿De qué se trata?- Siempre que te hice alguna pregunta sobre lo siguiente la desviabas con alguna broma bien conducida, pero jamás la respondiste. ¿Qué significado tenía el segundo nombre de la placa que solías llevar colgada?

El fantasma se sobresaltó.

- ¡Tienes razón! ¡Me olvidé por completo de la placa! - El espectro se llevó una mano a la barbilla, pensativo. - Hazme un último favor, Claudia, y guárdala, guardándome a su vez el secreto que ella encierra. - ¿Qué secreto es ese?- Acompáñame, y cuando la tengas a buen recaudo, te lo contaré.

·

Nada más entrar en la habitación pudo contemplar, pálido y ojeroso, el cuerpo que seguía tendido bocarriba. La piel blanquecina relucía como nácar por incidencia de la luz lunar. Claudia se estremeció al contemplar el cadáver de su padre y, como si éste pudiera contemplarla, saltó a la pared para refugiarse entre las sombras, esquivando severamente la mirada. Llevándose las manos a la cara sollozó, siendo observada por el muerto, que la consolaba a su lado. Pasados unos minutos, Claudia consiguió recomponerse y pudo observar el cuerpo con entereza, sin apartar sus ojos. Entonces caminó con firmeza hacia él y, arrodillándose, le tomó la mano derecha. Al sentir su tacto helado no pudo reprimir un hondo quejido. Antonio, desde la puerta, seguía contemplando la escena en silencio. Entonces, vio la placa de plata que yacía sobre el pecho del cadáver, brillante como la piel a causa del reflejo de la luz de la luna.

- Ésa es la placa del guerrero y del filósofo. - dijo el muerto con solemnidad desde la entrada del cuarto. Claudia se acercó y, con suma delicadeza, la tomó en su mano izquierda. - Es el primer muerto que veo en mi vida – comentó ella con aprensión. - Es terrible que debas ser tú.- Eso no es ya tu padre. Es sólo un trozo de carne. - Observó su cadáver. - Y no por mucho tiempo.

Claudia se estremeció. Guardó silencio y cerró sus ojos. Parecía rezar.

- ¿Qué voy a hacer en mi vida sin ti? - dijo con voz quebrada. - Te diré lo que vas a hacer sin mí. - Antonio se acercó a su hija. - Mientras vivía tenía muchos miedos. Pensaba constantemente “¿qué podría hacer Rinpochita sin un buen sueldo en un futuro, sino depender de los demás para poder vivir?”. Me aterraba la idea de

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que no tuvieras una vida próspera. Me estresaba. Pero hay demasiada ansiedad y demasiado estrés en este mundo, alimentados por el miedo de las personas...

» Escúchame. Este mundo es una gran mentira. Este mundo está condenado a morir. Todo lo que muere, jamás pudo estar vivo. No caigas en la trampa de la muerte. Llena tu existencia con felicidad, aquí y ahora. - Antonio cambió su semblante serio, y tomó aire etérico. - Sé que no puedes comprenderlo ahora. La vida parece cruel y dolorosa. Pero es la vida de los sentidos; todo parece doloroso y cruel. Sé sabia y sé feliz. Sé consciente en todo momento de que este mundo está condenado a morir. Y todo lo que muere...- … jamás pudo estar vivo. - dijo Claudia, esbozando una leve sonrisa. - Ésta es la existencia del sufrimiento. Pero debes ser feliz. Con o sin mí.

Claudia deseó abrazar a su padre, pero sabía que jamás podría hacerlo de nuevo. Así que centró su mente en la placa, que aún estaba entre sus dedos.

- Filitoé. - Leyó con dificultad grabado sobre la placa a causa de la alta penumbra. - ¿Qué significa esa palabra?

Antonio se acercó, observando su propio cadáver. Situándose al lado de su hija, dijo:- Es el nombre de un ángel, Rinpochita.

Claudia reflexionó durante un instante mientras sentía el frío tacto de la plata. Parecía no creer las palabras de su padre.

- Conocí a un ángel en vida, y su nombre es Filitoé. - volvió a decir.- ¿Existen los ángeles?- Sí. - ¡Eso es increíble! - exclamó con encantador tono.- Eso es increíble... pero también es cierto. - agregó el muerto con parsimonia.- Entonces... - hizo una pequeña pausa y se giró a su padre - … ¿Los ángeles existen?

Antonio se incorporó a su lado.- Existen, Claudia.

La niña calló de nuevo. En una sola noche había descubierto la existencia de los fantasmas y de los ángeles...

- ¿Y cómo son? - preguntó al fin.- Alados y rodeados de estelas de colores vivos.

Antonio calló, ensimismado.

- Filitoé, el ángel al que me refiero, era pequeñito y su cuerpo es de luz cegadora. - ¿Y cómo lo conociste?- Fue quien me mostró la existencia del camino de la grandeza, y me enseñó a transitar por él.

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- ¿Transitar por el camino de la grandeza? - dijo confundida. - ¿Y lo hiciste?- Lo hice – asintió con energía -, pero antes de comprender de qué se trataba y caminar por él sin apenas obstáculos, tuve que vérmelas con un obstáculo muy gigante y molesto. - ¿Cuál?- Yo.- ¿Tú?- Sí. - Tras una larga pausa, continuó: - Debo confesar que fue la experiencia más terrorífica de toda mi vida. Y ya sabes que en vida, por mi condición de arqueólogo, vi el mundo entero. Así que hablo de un gran viaje: el gran viaje de todos los viajes. ¡El gran viaje de todos los viajes!- Hacia ti mismo... - reflexionaba Claudia frunciendo el ceño. - Tus palabras parecen decir que somos grandes desconocidos para nosotros mismos.- ¡Lo somos! Tenemos dentro de nosotros un mundo rico y vasto, y no pretendo ser figurativo, sino literal; el ser humano tiene varios niveles de conciencia y todos operan en paralelo, como observaron los grandes sabios de la antigüedad, y nosotros lo negamos y olvidamos, no siempre en este orden. En cada nivel de conciencia hallamos diferentes realidades. Yo caminé por todas ellas y... ¡Por los perros!10 Es el viaje más increíble que un humano pueda realizar. Deberían enseñarlo en todas las escuelas del mundo. - Creo que comienzo a no comprender nada de lo que estás diciendo. - Dijo Rinpochita algo asustada. - Estamos presos en la pesadez del cuerpo, que nos encadena en esta única realidad, y subordina todas las restantes. Así que éste es el secreto, ¿Quieres sabes cómo conocí a Filitoé?- ¡Sí!

10 Expresión popularizada por Sócrates.

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DIMENSIÓN DEL GUERRERO

·

“Marchaba por el Chacabuco11 a paso lento en virtud de no dejar atrás a Mica, que por sus cortas patitas caminaba tras de mí sin posibilidad de ir más aprisa, cuando a la altura del arco de la universidad12 un hombre en sombra hizo un ademán en señal de advertencia para frenar mi paso. Por el movimiento pingüinesco en su caminar deduje pronto que se trataba de Andrés, el jefe de vigilancia nocturna del campus, que por algún motivo allí se encontraba.

ANDRÉS - ¡Don Antonio!

Gritó a la distancia con exaltado ánimo, de tal guisa que asustó a Mica, y ésta comenzó a ladrar con ahínco. Se podía escuchar, conforme nos acercábamos el uno al otro, cómo se aceleraba su asmática respiración.

ANDRÉS – ¡Pero maestro! No hace la mejor de las noches para ver las estrellas. - comentó mientras se secaba el sudor de la frente con el puño de su camisa.ANTONIO – No necesito la mejor de las noches.ANDRÉS – En ese caso, ¡conchemimá13! con ésta bastará. ¿Va entonces a donde la cabaña? Deja que le acompañe.

Llevaba yo siempre encima un pequeño cuaderno en el que solía escribir palabras clave, garabatear ciertos símbolos que se me vinieran a la mente o bien trazar la estructura de alguna narración, pues desde hacía unos meses había tomado la iniciativa de potenciar mi carrera de escritor. En esto último divagaba mi cabeza mientras observaba a Mica caminar tras los pasos de Andrés con cierta habilidad de senderista, y muy de vez en cuando girarse hacia mí; meditabundo, caminaba un par de metros atrás, como solía gustar.

Al llegar a la colina el guarda se giró hacia mí y, respirando con dificultad, me dijo:

ANDRÉS – Sin alumnos aquí esta noche, está el sitio despejado. - Se centró en retomar el aliento, y acto seguido añadió: - ¿Vio usted eso, Don Antonio?

11 La Avenida Chacabuco es una de las avenidas de la ciudad de Concepción de Chile. Lleva su nombre en honor a la Batalla de Chacabuco.

12 El Arco Universidad de Concepción es la entrada principal a la Ciudad Universitaria de Concepción.13 Modismo chileno, expresión de sorpresa.

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Apuntó con la linterna a la cabaña de la colina, a unos metros de nosotros. Un enorme cartel precedía su entrada.

ANTONIO – ¿Qué dice?ANDRÉS – ¡Acérquese! Esta bien chistosa la weá14.

Ambos caminamos hacia el cartel. En él se apreciaba un gracioso pudú15 siendo abducido por una nave alienígena.

ANDRÉS – ¿Sabe? En este lugar criaban pudúes. ¡Pero ya no los hay! - agregó con voz burlona.ANTONIO – ¡Fueron abducidos! - dije con impresión. - ¡Lástima! Nunca vi uno en persona. ANDRÉS – Yo tampoco po. Aunque una vez un compañero vio un pudú que se desvaneció en el aire. ¡Un pudú fantasma!ANTONIO – ¿Un pudú fantasma?ANDRÉS – Uh, sí, maestro. Los hay humanos, ¿Por qué no animales? Algún pudú hubo de morir aquí en la época de crianza.

Su rostro denotaba fascinación. En apenas un segundo manifestó desilusión.

ANDRÉS – Yo por acá sólo veo de vez en cuando arañas pollito16.ANTONIO – ¡Qué miedo!ANDRÉS – Nah, las arañas pollito son inofensivas. ¡Si usted lo sabe! - Se rascó la cabeza. - Mi hermano tenía una araña pollito y le daba de comer tres grillos a la semana. ¡Oh! ¡Contemple, Don Antonio! - Exclamó mientras señalaba, entusiasmado, una estrella fugaz que cruzó el firmamento en segundos. Una vez hubo desaparecido, añadió: - ¿Ha pedido usted un deseo? ¡Espero que lo haya hecho!ANTONIO – Creo que me dio tiempo. ¿Le digo cual?ANDRÉS – ¡No! Cachai17 que no se cumple entonces.ANTONIO – ¡Ah! Si es así, me lo callaré.ANDRÉS – Bien. - Observó el entorno en calma. - Aquí le dejo pues, maestro. ¡Tengo trabajo! ANTONIO – Hasta más tarde.

Me quedé solo, y allí, bajo las estrellas, me sentía poderosamente pequeño. Habiendo estado absorto en mis pensamientos, como era habitual en mí, tras un rato fui distraído por una segunda estrella fugaz que surcó los cielos con luz cegadora. Ésta se hizo gradualmente más grande, y cuando ya era gigantesca, me tapé los oídos en acto reflejo; no percibí ruido alguno. ¡Pero lo que me desconcertó de veras fue que pareció tomar tierra a

14 Modismo chileno.15 Animal típico de América del Sur similar al ciervo.16 Tarántula chilena rosa. 17 Modismo chileno.

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escasos metros de distancia, tras unos árboles!

Percibí un anómalo silencio que pocas veces reinaba en las noches del campus. Mica comenzó a ladrarme.

ANTONIO – No me ladres. ¡Yo también tengo miedo! - dije a Mica antes de cogerla y darle algunos mimitos.

Me acerqué con calma tras vencer mis titubeos y, antes de lo esperado, encontré alguna cosa sorprendente. Tras sólo un par de pasos me topé con lo que parecía ser un niño alado erguido sobre una piedra plana. Quedé verdaderamente impresionado con tal contemplación. Su pequeño cuerpo emanaba haces inmensos de luz que se expandían de manera centrífuga, y de cuando en cuando pequeños rayos con los siete colores del arco iris irradiaban de su piel brillante. Se giró hacia mí con suavidad. Sus dilatadas pupilas negras me inspiraron temor, pese a la dulzura de su mirada. Mica escondía su cabeza debajo de mi brazo. Con terror en las venas me di la vuelta y comencé a correr.

ANTONIO – ¡Comienzo a creer lo del pudú fantasma! - dije a Mica con respiración entrecortada.

Pero mi curiosidad superaba el pánico. ¿Qué era aquello? Me detuve y tomé la determinación de dar respuesta a la pregunta. Me volví hacia el niño. Me miraba fijamente, con una tímida sonrisa dibujada en sus labios. Confieso que poco tranquilizadora.

ANTONIO – ¿Quién eres?

No apartaba sus grandes pupilas de mí.

NIÑO – Soy un guerrero celestial. - me dijo con voz grave. Cada palabra era acompañada de emanaciones de ascuas azules y violáceas. Le observé detenidamente.ANTONIO – ¿Un ángel?

No obtuve respuesta. Seguía mirándome. Deseaba salir corriendo. Mis brazos se estaban quedando dormidos por el peso de Mica, así que la dejé en tierra. Me dirigió una mirada de indignación, que acompañó con un leve ladrido.Callé, sin saber qué hacer ni qué decir, ni qué sería lo adecuado.

ANTONIO – ¿Y qué haces aquí, solo, en la noche?NIÑO – Combatía con un daimón de antiápex18. He perdido su rastro.ANTONIO – ¿Daimón? ¡Ah! ¿Eres un cazador de demonios? - pregunté con sumo interés.

18 Más tarde explicará qué es un daimón de antiápex.

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Clavó su mirada en mis ojos y sus pupilas parecieron dilatarse aún más. Quedé petrificado.

NIÑO – ¿Cazarlos? - preguntó extrañado, y pareció que por un instante me dirigió una mirada de desconfianza. - ¡Oh, no! ¡Deben ser libres!

Me confundieron estas últimas palabras.

ANTONIO – ¡Pero entonces serán libres para hacer maldades!NIÑO – ¿Hacer maldades? ¿Qué es eso? ANTONIO – Son actos de odio.NIÑO – ¡Ah, no! Sólo actúan si sus víctimas se someten voluntariamente a ellos. ¿Eres un animal?

Permanecí mudo unos instantes, contemplándole, ojiplático.

ANTONIO – Soy un ser humano. - Respondí al fin.NIÑO – ¿Qué es un ser humano?ANTONIO – Nosotros. - Hice caminar con gracia dos dedos sobre mi brazo. - En este planeta hay seres humanos.NIÑO – ¡Ah! Animales.

“Esta conversación va a ser muy complicada” pensé, algo molesto.

ANTONIO – Los seres humanos son animales que piensan.NIÑO – ¿Todos los animales de este planeta son “seres humanos”?ANTONIO – ¡Oh, no! Sólo los que hablan y caminan a dos piernas.NIÑO – Ah... entonces tú eres un ser humano. Animal tipo ser humano.ANTONIO – Oh, sí, soy un ser humano... - me sentí algo absurdo tras afirmar algo tan obvio para mí.NIÑO – ¿Y qué tiene de especial el “ser humano”? ¿En qué os diferenciáis de los otros animales?ANTONIO – ¡Oh! - Sin duda esa pregunta era un reto para mí, así que pensé sesudamente la respuesta por unos segundos. - Nosotros tenemos países y naciones.NIÑO – ¿Qué son esas cosas? - dijo el niño extrañado. - ¡Qué raros sois los animales-seres humanos!

El niño alado suspiró, emitiendo de sus labios un halo de luz que se disipó tras suspenderse en el aire por unos instantes. Tras esto, caminó tres pasos y movió ligera y enérgicamente sus orejas hacia atrás.

NIÑO – ¡A - TA - LA! - dijo gravemente en un leve susurro entredentado.

Impresionado, no pude reprimir un salto hacia atrás. Contemplaba fascinado la mirada severa y atenta del niño guerrero, y quedé a la espera de alguna nueva información. Mica se acercó a mí; en unos segundos, se encontraba bajo mis piernas, consternada.

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ANTONIO – Dices que eres un guerrero celestial... - tomé aire, seleccionando cuidadosamente cada siguiente palabra - ...no puedo hacer otra cosa que creerte, pero como sabrás, todos los guerreros tienen armas para combatir. ¿Cómo combates? ¿Cuál es tu estilo de lucha? - pregunté, haciendo un gesto de mandoblazo19. - ¿Dónde está tu espada... en caso de que uses una? - Pregunté al niño guerrero tras unos segundos de silencio.NIÑO – ¿Espada? - Me miró extrañado. - ¿Qué es eso?ANTONIO – ¿No sabes qué es? - Me causó estupefacción. - ¿Hablas mi idioma, y no conoces esa palabra?NIÑO – No conozco tu lengua. Estamos hablando a través del pensamiento.

Entonces caí en la cuenta de que estaba en lo cierto. Todavía no había abierto la boca y sin embargo ya habíamos mantenido una buena conversación.

ANTONIO – ¡Oh! Es verdad. - Me puse muy nervioso. Era algo nuevo y desconocido para mí... de repente, pasé a sentirme vulnerable y pequeño.

El niño advirtió mi estado de confusión y comenzó a reír con sonoridad. Junto con la risotada, todo se llenó de luz unos metros a la redonda, y pareció la noche hacerse día. Me miró con ojos brillantes y, pareciendo adivinar mis pensamientos, me dijo:

NIÑO – Todo cuanto es luz brilla por sí mismo. Por eso brillo; yo soy luz.

Fingiendo desaprensión, comenté:

ANTONIO – Pensaba justo que quizás era efecto de la luz lunar, que incidía sobre ti, y por eso parecías brillar... - mi dicción fue accidentada, pues me sentía cohibido y aún más observado, llegando a la conclusión de que mis pensamientos podían efectivamente ser leídos por él.

Al sentir en su propio cuerpo de luz el nerviosismo que yo visiblemente manifestaba, el niño sonrió y me miró con tierna compasión.

ANTONIO – Me recuerdas a una lechuza. Tus ojos son grandes, oscuros y penetrantes, y están rodeados de luz. NIÑO – ¿Qué es una lechuza?ANTONIO – Es un animal alado de este mundo. ¿Puedo llamarte Ojos de Lechuza? - le pregunté mientras observaba, con gran admiración, los dos intensos haces de luz que de sus espaldas emanaban. Caminé lentamente hacia él, con torpes pasos, lleno de asombro. Levanté mis manos hacia su cuerpo, con la pretensión de sentir la calidez de la luz circundante.

ANTONIO – Tienes dos grandes y blancas alas. ¡Eres de veras como una lechuza!

19 Estocada de efecto fulminante.

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NIÑO – No soy una lechuza. Mi nombre es Filitoé.

El niño con ojos de lechuza me contemplaba sonriente. De esta manera permanecimos en silencio unos segundos, los que tardé en recobrarme.

ANTONIO – Y no sólo eres como una lechuza, también eres un guerrero sin espada... Excelente.

El ángel frunció el ceño.

FILITOÉ – ¿Qué es excelente? - preguntó con inocencia.ANTONIO – Es excelente que puedas defender y atacar sin armas. Desafía toda ley de guerra.FILITOÉ – ¡Ah! No es de esperar que lo comprendas. Eres un animal.ANTONIO – Soy un ser humano - repuse ofendido, y quise ocultar mi arrebato, pero fracasé, pues por su reacción corporal se hizo latente su apreciación. FILITOÉ – ¿Pero no eres un animal-tipo humano?ANTONIO – Sí. FILITOÉ – ¡Entonces eres un animal! - movió la cabeza a los lados. - No es de esperar que lo comprendas. ANTONIO – ¡Yo puedo comprenderlo todo, niño lechuza! - Exclamé con energía y desaire. - ¿Qué necesitas para combatir?FILITOÉ – ¿Necesitar? No necesito ninguna cosa. Simplemente lo hago. ANTONIO – Entonces tienes que combatir cuerpo a cuerpo. – dije, observándole de arriba a abajo – Pero eres pequeñito y gracioso. No pareces un guerrero.FILITOÉ – No combato cuerpo a cuerpo, y no soy gracioso. Soy un guerrero. ANTONIO – Dijiste que combates contra daimones de antiápex. ¿Qué son?FILITOÉ – Eres un animal. ¡No tengo porqué responder a esa pregunta!

Nuestro primer contacto fue bastante accidentado. Quedé callado y... ¡Por los perros! Te digo que me sentí pequeñito como una hormiga, y me invadió una gran pena. Sus ojos pasaron de hieratismo a compasión; creo que pudo comprender cuanto en realidad yo sentía en mis carnes. No estaba siendo una experiencia agradable estar frente a semejante criatura celestial, pues si bien las cosas del cielo parecen en los cuentos ser bonitas y ligeras, en la realidad los seres de luz son fiel reflejo de la justicia divina, y su poder y la fortaleza que emanan son dignos de la mayor admiración. Filitoé se rodeó de mayor luz si cabe, y ésta se expandió en círculos, llegando a mi posición e impregnándome de ese dulce don.

FILITOÉ – Los daimones de antiápex son seres que acotan los niveles de conciencia de sus víctimas. ANTONIO – De acuerdo. - Dije asintiendo, como un estúpido, pues no había comprendido nada. Me tomé un buen rato para asimilar lo escuchado.

Conocía la palabra daimón. Es antiguo griego y significa demonio, o bien también un ser

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incorpóreo. El tipo de daimón referido por el ángel, ¿Era el demonio común que el ser humano representa en contraposición al ángel? ¿Qué era el antiápex, y porqué los daimones eran de esta extraña cosa? ¿Qué era realmente la acotación de conciencia? Muchas preguntas surgieron en mi cabeza tras la última frase del ángel. Finalmente formulé una pregunta, con la esperanza de revelar todas estas incógnitas:

ANTONIO – ¿Quiénes son sus víctimas y qué les sucede cuando el nivel de conciencia disminuye?

Agitaba mis manos con clara expectación cuando percibí que comenzaba a llover. Mirando hacia el cielo, extendí mis manos y fruncí el ceño.

ANTONIO – ¡Oh! Genial... ahora nos empaparemos. - Exclamé en esa posición, y mirando a Filitoé, añadí: - Al menos yo, que estoy hecho de carne y hueso.

El ángel alzó su mirada y observó el cielo de la noche. Tras constatar que caían gotas de agua de éste, abrió la boca y los ojos brillantes con asombro.

FILITOÉ – ¡Yo no puedo mojarme! - exclamó con encanto. Alzó sus brazos y, emitiendo sonoras risotadas cubrió, una vez más, todo a la redonda con la luz de su esencia divina. Cuando ésta se hubo disipado, contemplé que estábamos rodeados de un inmenso escudo celeste. La lluvia apretaba con estruendo y, sin embargo, no llegaba a mis hombros.

ANTONIO – ¡Estoy seco! - Pronuncié maravillado. Levanté la mirada, y lo que vi me dejó perplejo. Las gotitas se disolvían por encima de nuestras cabezas una vez atravesaban el escudo de energía. - ¡Lechuzo, has hecho un escudo antilluvia! - exclamé con admiración.

Observé durante largo rato la disolución de las gotas de lluvia. Tanto me llenó esto de júbilo que me descalcé, y el tacto de la tierra fría me supo reconfortante. Me sentía protegido bajo esa capa de celeste palpitante.

FILITOÉ – Sus víctimas son los seres proyectados. - Dijo, retomando la conversación. Al ver que mi confusión aumentaba, rectificó su respuesta, diciendo: - Sus víctimas son los animales. ANTONIO – Yo soy un animal. ¿Soy una de sus víctimas, entonces?

Asintió con la cabeza.

FILITOÉ – Lo eres.ANTONIO – ¿Y cómo sé yo que soy víctima de un daimón de antiápex? FILITOÉ – Todos los animales se encarnan con siete daimones de antiápex, y son acompañados por éstos hasta el día de la muerte en carne.ANTONIO – Entonces yo tengo siete daimones de antiápex.FILITOÉ – En tu estructura animal coexisten siete daimones de antiápex.ANTONIO – ¿Y dónde están? - pregunté abriendo los brazos. - Si hay siete daimones de

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antiápex, en algún lugar deben de estar. Yo no los veo. - Agregué girando mi cabeza hacia los lados. FILITOÉ – Son tus siete más bajas dimensiones de conciencia; tu más baja octava dimensional.ANTONIO – Mi más baja octava dimensional... suena inquietante.

Filitoé rió.

FILITOÉ – No es inquietante. Es algo natural. ANTONIO – ¿Y cómo me atacan?FILITOÉ – Arrastran tu conciencia hacia el sufrimiento.ANTONIO – Ya veo – dije impresionado. - Y luchas para impedirlo.FILITOÉ – No lucho para impedirlo. - El guerrero adoptó un semblante severo. - Ayudo al débil a descubrir su fortaleza. Ese es uno de mis objetivos.ANTONIO – ¿Y qué ocurre si un animal es tan débil que no puede acceder a fortaleza alguna?FILITOÉ – Las conciencias individuales deben ascender por sí mismas, cultivándose, pues todo está en gracia.

Emití una leve queja.

ANTONIO – ¿Todo está en gracia? ¿Qué significa eso?FILITOÉ – Significa que todo cuanto existe es divino.ANTONIO – ¿Y todo está en gracia?FILITOÉ – Sí. ¡Todo está en gracia!- clamó con entusiasmo.ANTONIO – ¿Entonces, todo te parece agraciado? - Exclamé con extrañeza, pensando en algunas de las muchas cosas desgraciadas que, a mi pesar, me parecen que hay en el mundo. FILITOÉ – ¿Parecer? ¡Oh, no! ¡Todas las cosas no me parecen agraciadas!

'Gracias a los perros que lo reconoce', pensé. 'Reconoce que hay cosas horribles y para nada hermosas en el mundo. Es un alivio para mí.'

FILITOÉ – Todas las cosas no me parecen agraciadas. Simplemente, todas las cosas son agraciadas.

Permanecí unos segundos en silencio, comprendiendo esto último, lo cual en mi primera reacción me pareció más bien una burla a la inteligencia.

ANTONIO – ¿Dijiste que todas las cosas existentes son agraciadas?FILITOÉ – ¡Claro!ANTONIO – A mí no me parecen todas las cosas agraciadas.

Filitoé me miró de nuevo con parsimonia. Volví la vista al escudo antilluvia.

FILITOÉ – Es irrelevante lo que pueda parecerte. Las cosas son en su esencia, no en su

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percepción.ANTONIO – Ahá... - asentí con desencanto, sintiéndome derrotado.

“Pobre ángel... está tan embelesado por la luz que no ha descubierto todavía el mundo de sombras que es el infierno del planeta Tierra”, reflexioné. Mica estornudó y, tras acomodarse de nuevo, siguió durmiendo. Concluí que sería realmente fácil refutar las palabras de Filitoé, así que me aventuré a improvisar, exponiendo lo siguiente:

ANTONIO – ¿Ves? Lamentas que no comprenda que todo está en gracia, y no comprender que todo es agraciado es algo desgraciado. Con esto mismo, queda demostrado que no tienes razón al decir que todo está en gracia, pues ya hemos descubierto, al menos, una cosa desgraciada. ¿Entiendes ahora cuanto quiero decir?FILITOÉ – ¡No comprender que todo está en gracia sí que es gracioso! - Dijo Filitoé, algo exaltado, y todo se hizo luz a la redonda. ANTONIO – ¿Cómo puede ser esto? Dices cosas contradictorias. ¡Parece que has perdido el juicio!

Filitoé frunció el ceño y se puso serio.

FILITOÉ – La naturaleza es circular. Todo en ella está destinado a alcanzar la gracia. El aprendizaje es doloroso, pero el camino hacia el conocimiento, el camino de la grandeza, es el tramo en espiral que conduce a la gracia. - dibujó con chispa una circunferencia en el aire.ANTONIO – No comprendo eso último, ángel.

Filitoé saltó entonces y se puso en pie de un ligero brinco, moviendo las orejas hacia atrás y emitiendo un pequeño gruñido. Mica dormía

FILITOÉ – ¡Grrr! ¡Un daimón de antiápex! - Susurró en un gruñido.FILITOÉ – ¡Un demonio! - Grité con terror.

Mica despertó de un sobresalto. Pese a ello, no se movió del sitio.Tras unos segundos en posición defensiva, Filitoé se relajó y volvió a la normalidad.

ANTONIO – Algunos seres humanos matan a otros seres humanos sin compasión. Torturan y provocan en sus prójimos terribles dolores. ¿Qué hay de gracioso en ello? - comenté con decisión tras ver que el ángel ya se encontraba de nuevo relajado.

Filitoé hizo caso omiso a mis palabras, ensimismado, mientras escuchaba el susurrante viento. Parecía ser una experiencia nueva para él. Consternado, insté a mi mente a cultivar la paciencia. “Es un inocente niño y deberás aprender a tratar con él”.

ANTONIO – Sufrimiento, ¿qué hay de gracioso en ello? - pregunté con franca ligereza.FILITOÉ – Ser animal implica sufrir en grado alguno. Pero el animal está en gracia. Los animales son graciosos.

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ANTONIO – ¿Ah, sí? FILITOÉ – Sí. - Tras una breve pausa, agregó: - ¿Por qué me haces afirmar por segunda vez algo que acabo de afirmar? ¡Qué extraños sois los animales-humanos!ANTONIO – Te contaré algo que no es para nada gracioso20.

Comencé a caminar con la mirada baja, absorto. Escuchaba el susurro del viento gélido.

ANTONIO – Hace años trabajaba en un país del oriente. Dirigía una excavación arqueológica que se volvió muy popular. El embajador español me felicitó personalmente por mi trabajo, y me invitó a la embajada. Acudí una mañana a la cita, y estando en el interior del edificio, un atentado terrorista me sepultó bajo unos escombros.FILITOÉ – ¡Por ápex!ANTONIO – Y allí, preso entre las caídas paredes, reflexioné dos días y dos noches, con las más horribles pesadillas y las más extrañas vigilias. Despertaba y caía en el sueño ligero a cada rato, escuchando el barullo y los gritos a una. En ese infierno caótico que me rodeaba se proyectaba el paraíso que se abría de mi interior. Dejé de sufrir por lo que sucedía ahí fuera. A mi cabeza comenzaron a llegar recuerdos felices de mi pasado. Las manos arrugadas de mi abuela haciendo un disfraz para mí. Su perfume, que era cálido y agradable. El día de su entierro, como todos lloraban sin comprender todavía, por mi parte, qué era la muerte...También recordé el día en el que mi padre quiso enseñarme a pescar. Yo aún era pequeño. Preparamos todo lo necesario y fuimos al puerto, el cual estaba cerca de casa pues de pequeño vivíamos en una pequeña ciudad costera21. No conseguimos ninguna pieza, pero no me importó realmente. Recordaba esas cosas. Lloré como un niño en ese momento. No derramé lágrimas, mi cuerpo... ya no lo sentía. El sentimiento que me invadía era de profundo amor. Lloraba con mi alma. No sé si puedes comprenderlo.

Tuve que hacer una breve pausa, pues confieso que me emocioné en ese punto y estaba a punto de romper a llorar. Filitoé me contemplaba pensativo.

ANTONIO – En esas muchas horas de agonía ya me había dispuesto a morir y abandonar este cuerpo para siempre. Así que dejé de luchar y, con mi cuerpo destrozado bajo los escombros, me rendí para siempre.FILITOÉ – ¿Y qué ocurrió entonces?ANTONIO – Vi una luz brillante y sentí cómo dos brazos me cogían. Escuché una voz, la cual dijo unas palabras que no recuerdo. Un ángel uniformado de amarillo y de negro me había rescatado de entre los escombros. Un ángel como tú, Filitoé.

Al escuchar esto último, Filitoé sonrió con amplitud.

ANTONIO – Ojalá terminara aquí esta historia. En el hospital supe que transcurrieron tres días desde la explosión, y que los medios de comunicación me dieron por muerto. Fui

20 Filitoé y Antonio emplean esta palabra de forma diferente.21 Algeciras, al sur de España.

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decidido a rehacer mi vida junto a Claudia. Tomé el primer vuelo hacia Buenos Aires, y una vez allí fui directo a su casa. ¡Pero cuál fue mi sorpresa! FILITOÉ – ¡Ápex! ¿Cuál?ANTONIO – Toda la familia de ella quedó conmocionada al verme con vida. Toda la familia, excepto ella... porque no había rastro alguno de Claudia. Me comentaron que desde hace días todos me dieron por muerto. Incluida la mujer a la que quería dedicar mi vida... quien atentó contra su propia vida. Me contaron que, tras conocer la noticia, se había quitado la vida abriéndose las venas. FILITOÉ – Oh.

El ángel, tendido sobre el follaje, jugueteaba con una margarita entre sus dedos de luz. Me escuchaba con manifiesta atención.

ANTONIO – Así que volví a España y celebré mi segundo nacimiento junto a mi familia. Tras unas semanas allí, volví acá, a Concepción. Es aquí donde trabajo. Así se llama la ciudad donde estamos.22 Pero aquí no acaba aún la historia. FILITOÉ – ¿Ah, no?ANTONIO – ¡Claro que no! Las buenas historias no terminan nunca.

Se hizo un instante de complicidad, en el que ambos sonreímos.

ANTONIO – Hace semana y media recibí una carta enigmática. Carecía de remitente. Su contenido era el siguiente:

“Señor Lucero, la mujer que ama sigue viva. Usted ha sido engañado por su familia. A su vez, ella ha sido también engañada por ellos.”

ANTONIO – Tras leer este escueto mensaje, tuve la certeza de que era cierto cuanto decía. Mi corazón percibe su latido. Sé que ella aún está viva.

Tras unos pasos cortos, paré mientras repetía las últimas palabras.

ANTONIO – Ella aún está viva.

En el silencio que provocó la ausencia de mis palabras escuché el cantar de los grillos, y éste me animó a levantar mi mirada hacia el cielo.

FILITOÉ – No sufra. Su vida no ha hecho más que comenzar. Usted ha venido a ser feliz.

Me giré sorprendido hacia Filitoé, quien pronunció estas palabras con gran solemnidad. Me sentí reconfortado. Respiré hondo. Ambos estábamos rodeados por un mismo halo helicoidal de fuego etéreo, en cuyas llamas ardíamos. Palpitaban con ritmo e intermitencia, emitiendo un pálido reflejo azulado que cubría todo el entorno. Entonces advertí que las

22 Concepción, capital de la provincia homónima, en la región del Biobío.

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llamas comenzaban a parpadear a mayor velocidad, y Filitoé retrocedió unos pasos mientras el azulado de las ascuas comenzaba a tornarse rojizo.

ANTONIO – ¿Qué ocurre? - cuestioné con asombro.FILITOÉ – ¡A - TA - LA!ANTONIO – ¡¡Un demonio!! - Grité despavorido.

Las llamas se agrandaron y, proyectando un áureo color sangre, cubrieron todo cuanto podía divisarse a la redonda. En ese instante divisé el éter que flotaba y se retorcía alrededor de mí, expandiendo ondas que se quebraban a medida que chocaban unas con otras.

ANTONIO – ¡Este color de sangre oscura! ¡Es terrorífico!FILITOÉ – Invocaste a Atala con tu relato.ANTONIO – ¡Cómo! ¿Yo? ¡No he invocado a ningún demonio!FILITOÉ – Alimentaste al daimón de antiápex con el sufrimiento de tu alma. Esa es la voluntad de su manifestación.ANTONIO – ¡He alimentado al demonio! - grité con horror.

En verdad te digo que estaba aterrorizado. Tal estado de excitación pasó a los pocos minutos; nada reseñable parecía suceder alrededor.

FILITOÉ – Atala duerme ahora - dijo con misterio.ANTONIO – Sí. No veo ningún demonio venir.FILITOÉ – ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó mirando hacia varias direcciones. ANTONIO – Quiero decir que no hay ningún demonio por aquí.

El ángel parecía extrañado.

FILITOÉ – ¿Quieres verlo con tus ojos? - echó las orejas hacia atrás y arrugó su nariz. - ¡Ah, ya comprendo! Aquello que tus ojos no ven, no puede existir.ANTONIO – Si no lo veo es porque no está. Es algo evidente. ¿No lo es?FILITOÉ – ¡Es algo evidente!

Y en ese momento, Filitoé desapareció ante mis ojos.

FILITOÉ – ¡Ya no existo! - dijo su voz en la nada.ANTONIO – ¿Cómo dices que no existes? ¡Pues claro que sí!FILITOÉ – ¡No soy visible, así que no puedo existir! ¡Tú mismo lo dijiste!ANTONIO – ¡Hacía referencia al demonio! ¡Aparece ahora!

Caminé desorientado... ¡Qué desconcierto! No recibí más respuesta que el silencio, y temí lo peor. Por unos segundos me sentí solo y en amenaza.

ANTONIO – ¡Filitoé!

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Y, entonces, dos enormes ojos dorados aparecieron ante mí.

FILITOÉ – ¿Existo ahora?

Pegué un brinco.

ANTONIO – ¡Pero qué dices! FILITOÉ – Puedes ver mis dos grandes ojos. Ahora existo. ¿O acaso sigo sin existir?

Los dos globos comenzaron a girar, cada uno en un sentido, con centro sobre mí, dejando en su órbita una estela dorada que desaparecía al par de segundos. ¡Qué sensación tan angustiosa! Sin embargo, el ángel se reía, y todo estaba cubierto de luz dorada y blanco azulado.

ANTONIO – ¡Filitoé! ¡Para!

Los ojos se suspendieron en el aire a unos dos metros de altura, girando sobre sí mismos, y tras ellos una blanca sombra humanoide apareció de manera súbita, de tal forma que desde mi posición parecían los ojos pertenecer a su cara.

FILITOÉ – ¡Contempla mi verdadero rostro! - dijo Filitoé mientras su luminosa piel palpitaba al son de las palabras.ANTONIO – ¡No lo creo! ¿Así eres tú?FILITOÉ – Alguna apariencia debo ser, pues según tú, lo que no es aparente no puede existir.ANTONIO – ¡Ya sé! ¡Dije una estupidez! ¡Vuelve a ser el niño de siempre!

Y tras esta petición, la sombra se transformó en el niño que había conocido. Antes de retomar la conversación, esperé a calmarme.Mica parecía desorientada y algo nerviosa, así que volví a cogerla en brazos.

ANTONIO – Te confieso que he pasado tanto miedo que por un instante dudé si no eras en realidad un demonio de antiápex. FILITOÉ – ¡Un daimón de antiápex!ANTONIO – Como 'A – TA – LA' – pronuncié cada sílaba con sumo cuidado - y por el ápex que tú dices te prometo que me pareciste cosa malvada. FILITOÉ – ¿Qué es malvado? ¡Ah!ANTONIO – Ya te lo dije.FILITOÉ – ¿Y porqué pensaste que quizás era yo un daimón de antiápex?ANTONIO – Tal y como te he dicho, me pareciste malvado por un momento, ya que me inspiraste terror. FILITOÉ – ¿Y porqué consideras malvados a los daimones de antiápex?

La pregunta me dejó perplejo.

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ANTONIO – Son malvados, ¿No lo son? - cuestioné, encogiéndome de hombros.FILITOÉ – ¿Cómo pueden ser malvados, si todas las cosas son agraciadas?ANTONIO – ¡Todas las cosas no pueden ser agraciadas! - dije mientras me cruzaba de brazos.FILITOÉ – Todo lo es. ANTONIO – ¡Los demonios de antiápex hacen sufrir a los animales, así que son malvados!

El ángel me observaba con dudas en su rostro.

FILITOÉ –Tal y como hablas de ellos, parecen enemigos de los animales. ANTONIO – ¿Y acaso no lo son?FILITOÉ – Los daimones de antiápex no son enemigos de los animales. Forman parte de su estructura vital. Un animal no podría ser tal sin sus siete niveles de conciencia de antiápex.ANTONIO –Con independencia del hecho de que sean o no parte del animal, el demonio de antiápex hacen sufrir al animal, siendo éste su deseo. Por tanto desean el mal para el animal, si entendemos como un mal el sufrimiento, que desde luego yo sí lo entiendo así.

Se acercó a mí con calma y, tomándome un dedo, me respondió así:

FILITOÉ – Uno de tus dedos no puede ser enemigo de uno de tus brazos, ni éste último de tu cuerpo. Los siete niveles de conciencia inferiores de los animales forman parte de toda la conciencia, de la conciencia animal; si éste sufre es cosa normal, pues un animal sufre por naturaleza.

Le miré con desconcierto.

ANTONIO – ¿Cómo dices? FILITOÉ – El sufrimiento es la sensación que el antiápex en una conciencia genera, y el antiápex es la energía que limita la conciencia.ANTONIO – Si es tal como comentas, ¿Cómo es que los animales fueron creados para sufrir? ¡Es una crueldad por parte de la naturaleza!

El ángel, pensativo, se llevó un dedo a los labios.

FILITOÉ – Entiendo que tengas ese parecer, pero debes comprender que para mí, que soy un guerrero celestial, la encarnación en animal tipo-humano sería objeto de sufrimiento y, en cambio, para una conciencia inferior a la vuestra, ser humano debería ser objeto de alegría, pues sería producto de una expansión en su conciencia, y por tanto fruto de ápex. ANTONIO –No sé si lo comprendo de veras; si te encarnas en un ser humano, en uno de nosotros, sufrirías, ya que bajarías a este mundo de los mortales, aun perteneciendo verdaderamente al mundo de los ángeles – o como se llame, o dicho en tu lenguaje, provendrías de una conciencia superior, y por tanto habrías descendido de nivel de conciencia. FILITOÉ – Y bajar al mundo de los mortales es por nuestra parte un noble sacrificio;

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incluso siendo un guerrero de ápex, para descender tendría que usar la energía de antiápex, ya que la descendencia de conciencia se obtiene a través de ésta.ANTONIO –Entonces el antiápex es la energía que acota el nivel de conciencia y la hace más pequeña.FILITOÉ – Por decirlo de algún modo, así es.ANTONIO –Y los daimones de antiápex son quienes acotan las conciencias; atacan a los seres con la pretensión de hacerlos inferiores.FILITOÉ – Podría darse por válida esa afirmación.ANTONIO –Y tú luchas contra ellos.FILITOÉ – Protejo a los débiles y los ayudo a encontrar su fortaleza.ANTONIO –¿Y cómo los ayudas? quiero decir, ¿qué método empleas?

Filitoé rió a carcajadas.

FILITOÉ – ¿Ves como todas las cosas son circulares? Incluso esta conversación ha regresado a su comienzo.ANTONIO –¿Hemos vuelto al punto de partida? - pregunté reflexivo. - ¿Y me responderás ahora?FILITOÉ – Sí. Ahora es el momento. La conversación ha subido de octava. ANTONIO –¡Oh! - Fue todo lo que pude responder en ese momento. - Y bien... ¿Qué método empleas?

Filitoé caminó hacia el exterior del escudo. Una vez lo hubo atravesado, levantó ambos brazos y acto seguido se agrandó, cubriendo el doble de campo.

FILITOÉ – Empleo la proyección astral.ANTONIO –¡Proyección astral! - exclamé con estupor. - ¿Qué es eso?

En ese momento me percaté de que Filitoé no tenía sus pies luminosos sobre la tierra; levitaba a escasos centímetros de la superficie. Parecía más divino que nunca.

FILITOÉ – Del mismo modo que los daimones de antiápex se proyectan en el nivel de conciencia astral con pensamientos o emociones, yo también hago lo mismo para cumplir mis objetivos.ANTONIO –¡Proyección astral! - exclamé de nuevo, comprendiendo el contenido del término.FILITOÉ – De dicha forma puedo hacer que un animal experimente la situación que yo desee... - Filitoé levantó una de sus manos a la altura de sus hombros y, extendiéndola, imitó al aire con sus dedos la pulsación de unos botones, y a cada golpe de dedo, un haz de luz aparecía con hermosura enfrente del niño - … para obtener de él una respuesta emocional o mental. - Bajó la mano y las luces se disiparon. Permanecí unos segundos con la boca abierta; el efectismo me fascinó.ANTONIO –Y entonces yo, al ser un animal tipo humano, opero también en el nivel de conciencia astral, y en dicho nivel de conciencia los demonios de antiápex pueden atacarme, y lo hacen siempre con pensamientos y emociones. ¿Es así?

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FILITOÉ – Es por eso que Atala fue invocado; fue tu voluntad penetrar en ese nivel de conciencia proyectando pensamientos y emociones que vibran en su misma frecuencia. ANTONIO –Oh, ya veo.

Di unos pasos, confuso, respirando hondamente. Me sentía ligeramente aturdido.

ANTONIO – Es demasiada información por ahora, pequeño guerrero. FILITOÉ – No te preocupes; no es de esperar que lo comprendas.

La lluvia había cesado, al igual que el escudo. Ambos nos encontrábamos de nuevo a la intemperie, bajo las estrellas.

ANTONIO – Muy al contrario, creo que lo explicas de un modo muy animalesco; rebajas el conocimiento y lo plasmas en una explicación entendible para los animales racionales, y así puedo yo entenderlo a la perfección. Al fin y al cabo, soy uno de ellos. FILITOÉ – Me es grato saber que lo comprendes. - dijo con una sonrisa. ANTONIO – Nosotros, los humanos, hemos sabido siempre de la existencia de los demonios de antiápex. Los hemos considerado algo así como monstruos. Quisiera saber cuánto de cierto hay en esto último.FILITOÉ – ¿Qué son monstruos?ANTONIO – Los monstruos son criaturas consideradas anormales por nosotros. Pero no todas las criaturas anormales son monstruosas; algunas son de nuestro agrado. Los monstruos son aquellas criaturas anormales que usan el mal como medio de vida. FILITOÉ – ¿Y, según vosotros, los demonios de antiápex son monstruos?ANTONIO – En efecto, provocan males entre nosotros; los demonios de antiápex nos arrastran al cultivo de la maldad. Nos instan a perder nuestras fortunas por un vicio, nuestra dignidad por un placer o nuestra integridad emocional por un arrebato. Los hay en la Tierra, tentándonos para que abandonemos nuestro mundo por un mundo de placer y miserias; y los hay en el inframundo, pues allí está el reino de los muertos y los niveles del infierno, que es la morada de los demonios.FILITOÉ – ¡El infierno! - exclamó Filitoé. - Deben de ser los niveles inferiores de conciencia.ANTONIO – En el infierno, según escrituras de sabios humanos, moran demonios pordioseros y miserables, y otros bien poderosos que incluso se congracian con los dioses. Los jefes del submundo son, a fe de nuestra cultura religiosa, que la apreciamos como un cuento hermoso y moralizante, poderosos demonios que aseguran terrible la estancia de los condenados. Todos ellos son considerados monstruos por la raza humana. FILITOÉ – ¿Dijiste que hay dioses en vuestros infiernos?ANTONIO – Son los que emiten las decisiones de índole divina.

Me pareció que a Filitoé le divertía lo último dicho; sonrió ampliamente.

ANTONIO – De hecho, según muchos sabios de la antigüedad, en esos lares hay dioses que pueden considerarse monstruos. FILITOÉ – ¡Dioses monstruos! - exclamó Filitoé impresionado.

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ANTONIO – Parece en primer orden una contradicción, y quizás lo sea – dije con pose de maestro – pero Lucifer, que es el emperador de las tinieblas y comanda esas tierras junto a Belcebú, que es el príncipe, y Astaroth, el duque del inframundo, son vulgarmente reconocidos monstruos, y nuestro arte y cultura suelen así reflejarlos. Y sin embargo, son los tres espíritus superiores de esos terrenos, y los más altos en su jerarquía.FILITOÉ – ¡Maravilloso! - dijo con entusiasmo. ANTONIO – Enseño nuestros demonios a ti, que eres un ángel encantador. ¡Cuando esta mañana me levanté de la cama no esperaba que el día acabase así!FILITOÉ – ¡Dioses monstruos! - exclamó de nuevo Filitoé, pensativo. ANTONIO – Te pido disculpas porque no sé si el conocimiento que contigo comparto es tal o si son puras tonterías; si eres un guerrero celestial sabrás todo cuanto deba saberse en esta materia, y todo eso será por fuerza mucho más de lo que yo pueda saber. El ser humano entiende su realidad de este modo, del que te estoy contando. FILITOÉ – Por lo que cuentas consideráis monstruos a criaturas de la creación.

Asentí, esperando algunas palabras más por parte de él, ya que ese último comentario me dejó confuso y no supe hacia dónde quería encaminarse el ángel con él.

ANTONIO – También tenemos en nuestra cultura monstruos que son inofensivos y no causan mal alguno, excepto el de asustarnos. - Callé, y reflexioné sobre lo dicho. FILITOÉ – ¿Y porqué son considerados monstruos si no causan mal alguno?ANTONIO – Deduzco que el susto es considerado por el ser humano como un mal en sí. De hecho, algunos de esos monstruos son protagonistas de relatos que, creo, son muy hermosos.

FILITOÉ – ¿Relatos hermosos? - Pareció animarse. - ¡Cuéntame uno de ellos!

Pensé unos segundos, en los que ambos guardamos silencio.

ANTONIO – ¡La historia del niño pez! - Exclamé mirando las estrellas. - Es particularmente especial, y creo que refleja a la perfección la naturaleza del ser humano, ya que combina lo cotidiano con lo enigmático, y plasma la necesidad que muchos de los humanos sienten por conquistar naturalezas más allá de las suyas. - Tomé aire y me giré hacia Filitoé para mirarle de frente. Éste se había acomodado sobre el terreno. - He aquí el relato del increíble niño pez.

·

FILITOÉ – Ahora comprendo por qué fracasáis en la comprensión de cuánto es real y cuánto no. ¡Sois ignorantes vosotros, los animales tipo-humano! a tal punto de no hacer

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esfuerzo alguno por entender la naturaleza para cooperar con ella, sino para dominarla. ANTONIO – ¿Esa es tu deducción de todo lo que hemos dicho?

El ángel me miró con pena.

FILITOÉ – No te das cuenta porque eres un ser humano y vives inmerso en el mundo de los mortales como un pez que no sabe que vive en el agua, pero son varias las demostraciones que has hecho de ello en toda esta conversación. Por último, sólo digo que no comprendéis de dónde venís ni qué sois pues habéis creado un mundo en el que la naturaleza únicamente está a vuestro servicio y, si no es útil, no cabe en éste, sin más dilaciones.

Callé con objeto de pensar una buena defensa para el ser humano.

ANTONIO – Quizás sea cierto, pero cabría matizarlo en mi opinión.FILITOÉ – De igual manera empleáis el concepto de monstruo. ¿Porqué consideráis que hay creaciones menos propias que otras?

El niño gesticulaba con sus manos expresivamente mientras hablaba. Esta última cuestión me tomó de sorpresa.

ANTONIO – Hemos constatado que hay cinco reinos en la naturaleza, cada uno habitado por un tipo de ser con un patrón diferente de forma de vida. Un hombre pez no es adaptable a ninguno de ellos.FILITOÉ – ¿Dices entonces que habéis descifrado el enigma de la existencia, y aquello que no se encuentre en los términos dichos no puede existir?ANTONIO – Ese marco de creación no ha sido invención del ser humano; lo hemos construido tras severas observaciones.FILITOÉ – Entonces, si ese marco natural de seres vivos es infalible, yo no debo existir, ya que tras Animalia debería de contemplarse un reino llamado Eteria, y es patente que no lo hacéis.ANTONIO – ¿Animalia? ¿Eteria? ¡Ah! Sí, es cierto que sí.FILITOÉ – Entonces yo no existo.ANTONIO – ¡Es obvio que existes!FILITOÉ – En ese caso no debo ser sino un monstruo, ya que no me ciño a ninguno de los patrones que has mencionado. ANTONIO – ¡No creo que seas un monstruo!FILITOÉ – Por un lado yo no existo, por el otro existo y soy un monstruo. ANTONIO – Ni una cosa ni la otra.FILITOÉ – ¡Entonces es obvio que habéis fracasado!

Quedé fascinado unos minutos, en silencio, en profunda reflexión. Filitoé me miraba y sonreía, y de vez en cuando bañaba de luz el claro de la colina.

ANTONIO – No eres inexistente y tampoco eres un monstruo. Eso ambos lo sabemos. Me

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dijiste que eres un guerrero celestial, y luego algo de ángel, pero dime, ¿Quién eres en realidad? ¿No estarás burlándote de mí y eres uno de esos daimones de antiápex de los que hablas?

Pareció sorprenderse.

FILITOÉ – Muy al contrario; soy un daimón de ápex.ANTONIO – ¡Un daimón de ápex! - Exclamé exaltado. - ¡Tendría que haberlo imaginado!FILITOÉ – Como ya dije, un daimón de antiápex ancla en el sufrimiento a la conciencia individual, acotándola a niveles inferiores. Yo, daimón de ápex, lucho por expandir la conciencia entre las formas de vida para que asciendan y se alejen de la ignorancia que padecen. ANTONIO – Entonces aquello que nosotros llamamos ángeles son en realidad demonios de ápex. FILITOÉ – Así puede considerarse.ANTONIO – ¿Y son todos los demonios de ápex como tú, guerreros celestiales?

Calló; pareció dudar de la conveniencia de hablar de ello.

FILITOÉ – Los hay quienes luchan contra el cultivo de la ignorancia, éstos son los llamados guerreros. Pero también hay sacerdotes de ápex, que preservan la sabiduría y la acotan para el consumo animal y de otros seres, guiando a los guerreros en sus métodos de lucha y enseñanza.ANTONIO –Entonces aquellos que aspiran a ascender de nivel de conciencia, aspiran en algún grado a ser como uno de vosotros. ¿Me equivoco? FILITOÉ – Hasta aquí hablaré de esta cosa.

Quise hacer preguntas al respecto, pero callé, pues así me lo dictó mi prudencia. FILITOÉ – Atala ha decidido despertar. - susurró con enigma. - Debes no sucumbir ante él. ANTONIO – ¿Y cómo puedo conseguirlo? Es cierto, ahora recuerdo que eres un guerrero sin espada, y aún no me dijiste con precisión cómo se aplica el método de lucha que empleas. Si me enseñas, intentaré no sucumbir ante él.

Filitoé caminó unos pasos.

FILITOÉ – Quienes intentan una acción no proyectan una posible victoria, sino una posible derrota. Invocar el intento es invocar la derrota. No lo intentes; hazlo. ANTONIO – ¿Y qué debo hacer? FILITOÉ – Debes proyectar aquello que se requiera. ANTONIO – ¿Y qué es la proyección?FILITOÉ – Es el empleo de los elementos para la generación de un producto. ANTONIO – No comprendo eso que dices - dije con aire derrotado. FILITOÉ – Crea – juntó sus manos – a partir de los elementos.

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ANTONIO – ¡¿Y puedes hacer eso?! FILITOÉ – Puedo incluso, si tengo voluntad, crear un firmamento.

De entre sus manos apareció una esfera de luz fulgurante, y entre sus dedos emergían haces luminosos. Filitoé comenzó a caminar en sentido circular alrededor de mí, y a cada paso, surcos de luces doradas aparecían por aquí y por allá, concentrándose algunos de ellos en el centro de la escena, siendo aquello un reseñable espectáculo visual digno de los mejores trucos. Abriendo sus manos con delicadeza, dejó escapar la esfera y ésta se posicionó entre nosotros. Así estuvo el ángel durante unos segundos, creando pequeñas estrellas y situándolas en el entorno, y, al cabo de unos pocos minutos, una luminosa galaxia azul y dorada se había concentrado alrededor de nosotros.Quedé boquiabierto.

FILITOÉ – El cosmos que dices nada de diferente tiene a tu Tierra; forma parte del producto que es esta proyección, el mundo que es para ti visible. Si os hace adorar al universo, ¡adorad antes a vuestra madre, la Tierra! ¡Honradla como merece!ANTONIO – El cosmos es infinito, o así nos lo parece. Por tanto, al venerar a éste, veneramos al infinito. - Dije sin mucho convencimiento.

El ángel se entretenía caminando por el universo que había proyectado.

FILITOÉ – ¿Cómo es que consideráis infinito el universo que moráis? - preguntó con las manos en la espalda. ANTONIO – Nosotros pensamos que una gran explosión generó la creación del universo a partir de una sola estrella.FILITOÉ – ¿Y de dónde nació esa estrella?ANTONIO – Eso no sabemos explicarlo.

El ángel comenzó a reír con burla.

FILITOÉ – Y te pregunto de nuevo. ¿Cómo es que consideráis infinito el universo que moráis?ANTONIO – ¡Por los perros que parece serlo!FILITOÉ – Decidme una sola cosa de vuestro mundo material que tenga el atributo de la infinitud. ANTONIO – El tiempo – me apresuré a decir –, los números... si te refieres a aquello que puede tocarse y ver, creo que sólo conozco el universo - comenté con aflicción.FILITOÉ – ¿No te parece extraño?ANTONIO – ¿Porqué iba a serlo? Antes dijiste que los patrones nos engañan. ¿Vamos a tener que medir el universo con patrones que se ciñen a nuestra experiencia directa con las cosas de la Tierra?

Callé algo confuso.

FILITOÉ – Hacías antes mención de las cosas conocidas por vosotros, y ahora lo hacemos

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de algo que es justamente lo contrario. El universo es desconocido para vosotros. ¡Y siendo que es desconocido, afirmáis que es infinito y que es la única cosa así!

Alargó su brazo hacia mí apuntando uno de sus dedos a mi nariz. Aun estando a metros de mí, noté el tacto cálido de su yema.

ANTONIO – El universo no es sólo materia... así que me confundes. - Cabizbajo, agregué: - Nosotros no afirmamos, sólo especulamos. Dudamos. Somos seres inteligentes y jugamos a descubrir los enigmas del mundo. No comprendes lo que el universo es para nosotros. FILITOÉ – El mundo físico basa su proyección en el producto material, y todos los productos están acotados, esto es, delimitados. Es por eso que si el universo es un producto, será igualmente finito y no infinito. ANTONIO – Pero las cosas que forman este mundo se reciclan por siempre; en este último sentido la materia no es finita, sino infinita, porque los elementos de la materia están en continuo movimiento.

El ángel emitió luces blancas de celebración.

FILITOÉ – ¡Son los cuatro elementos de la materia los que forman productos materiales, y éstos son indestructibles, puesto que ni se destruyen ni se crean! Todo cuanto parece existir en la materia no es sino una conjunción elemental. Y cada producto formado por estos elementos está acotado, es decir, delimitado. ANTONIO – ¡Sí que es cierto! - exclamé, pues de veras me lo pareció. Mientras articulaba estas palabras me giré hacia el universo proyectado de Filitoé, admirado. A mi lado brillaban con intermitencia las estrellas de Perseo, flotando a escasos centímetros de mi cabeza. - ¡Qué hermoso! - exclamé, lleno de júbilo, levantando las mano hacia las constelaciones de Perseo y Andrómeda.

Filitoé contemplaba mi alegría con una sonrisa en su rostro. Comencé a pasear por el universo proyectado, meditabundo.

FILITOÉ – Sí. Es hermoso. - Dijo, siguiéndome con la mirada.ANTONIO – De todas formas, el universo no es sólo materia, Filitoé. También es la energía y el conjunto de las leyes que gobiernan - declaré con determinación. - La energía no está acotada, y las leyes tampoco; sólo están acotados los productos.

Seguía paseando mientras hablaba y, al punto que dije esto, me paré frente a un conjunto de estrellas.

ANTONIO – Ésta es la constelación de Perseo - la observé maravillado, y tras un profundo suspiro, añadí: - por lo que parece, has proyectado el cielo nocturno de enero. FILITOÉ – Es el primer cielo que encontré en tu mente. ANTONIO – ¡Son bonitas las constelaciones que existen sobre nosotros! - comenté

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mientras pasaba mis dedos bajo Mirphak23.

El ángel se giró hacia mí, con descrédito.

FILITOÉ – Ya sabe que estas constelaciones no existen. ANTONIO – ¿A qué te refieres?FILITOÉ – Desde vuestro punto de visión así se observa el firmamento, pero vuestras constelaciones desaparecen al modificar el punto de visión.

Reí.

ANTONIO – Sí, es cierto.FILITOÉ – De todas formas, ¿es la visibilidad un atributo de las cosas existentes?ANTONIO – Por los perros que no. FILITOÉ – ¡Ápex! ¿Por qué dices eso?ANTONIO – Porque no siempre lo que existe es visible.FILITOÉ – ¡Eso es cierto! ANTONIO – ¡Sí!FILITOÉ – La realidad es invisible a los ojos... - dijo con misterio - …lo que es visible está condenado a morir. ANTONIO – Existan o no, quiero saber más de ellas - dije, acercándome al escorpión con tal proximidad que me iluminó el rostro.

Contemplé de nuevo el firmamento azul, índigo y dorado. Se veía espléndido y mágico, recortándose en la negrura del entorno. Paseando a través de la proyección, me regocijaba en la contemplación de su emisión de rayos estelares.

ANTONIO – Perseo. ¿Conoces, lechuzo, la historia de este héroe?FILITOÉ – Perseo – repitió con automatismo. ANTONIO – Así lo llamó un pueblo antiguo de animales tipo-humano24. ¡Él luchó contra seres terriblemente maléficos, como tú! FILITOÉ – ¡Oh! Sí que parece ser un daimón de ápex - dijo con alegría. - Entonces, ¿cuál es su historia?ANTONIO – Perseo fue un noble guerrero de sangre divina que, guiado por la diosa de la sabiduría25, cortó la cabeza de la despiadada monstruo Medusa, cuyo poder era tan grande que todo aventurado que la miraba quedaba petrificado. ¡Así que el héroe, sabiendo esto, tuvo que matarla a ciegas, guiado por la diosa!FILITOÉ – ¡Un héroe! - Exclamó el niño con encandilamiento. ANTONIO – Esa monstruosa figura, Medusa, simboliza el ego humano. Nuestro destructivo yo que nos insta a cometer actos movidos por la pasión. Al cercenar su cabeza, Perseo conquistó su yo divino y superó el mundo del sufrimiento. De ahí nació un caballo alado llamado Pegaso, que simboliza la ascensión a la luz.

23 Mirphak es el nombre de la estrella más brillante de Perseo.24 Perseo es un semidiós de la mitología griega.25 Atenea.

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Filitoé sonrió.

FILITOÉ – No olvides jamás esa historia. ANTONIO – De todos modos, hay más mensajes ocultos en esta historia. FILITOÉ – ¿Cómo lo sabes?ANTONIO – ¡Soy profesor de arqueología! Sé mucho del mundo antiguo. FILITOÉ – ¡Ah! - dijo el ángel, algo desconcertado - ¿no eras animal tipo humano?ANTONIO – ¡Soy ambas cosas! ¿Quieres que te cuente toda la historia de Perseo?FILITOÉ – Ya habrá tiempo para eso. Ahora será mejor que te ocupes de la serpiente que trepa por tu cadera.ANTONIO – ¿Qué serpiente? - le pregunté mientras bajaba la mirada. - ¡Ah! - grité horrorizado. - ¡Una serpiente en mi pierna! ¿De dónde ha salido?FILITOÉ – De tus entrañas. Dijo Filitoé con mirada centelleante.ANTONIO – ¿De mis entrañas?

Callé mi mente unos instantes, considerando que, si era cierto que todo lo que veía era fruto de una proyección, acabaría por disiparse. Sentí algo entre los dedos y cerré con ligereza mi mano. Cuando abrí los ojos, encontré en ella la cabeza de una serpiente que se enrollaba por todo mi brazo.

FILITOÉ – Sí. Tienes un nido de serpientes en tu cadera.ANTONIO – ¿Un nido, dices?

Filitoé se acercó a mí con pasos cortos, levantando las dos manos con cierta pose mística.

FILITOÉ – Controla tu ego, Perseo. ANTONIO – ¿Cómo dices?FILITOÉ – Si pierdes el control las serpientes caerán del nido.

No pude reprimir un escalofrío, y de mis caderas apareció una pequeña serpiente; parecía una cría. Se arrastraba por el aire, aparentemente desorientada, rodeándome. La contemplaba mientras sujetaba con mi mano la cabeza de la gran serpiente de mi brazo.

Me percaté de lo que el niño quería decir con sus misteriosas palabras, y comprendí las palabras del niño.

ANTONIO – Está bien. No tendré miedo. ¡Suprimiré ahora mi ego!FILITOÉ – ¡No, no lo suprimas! Debes aceptarlo.ANTONIO – ¡Cómo dices!

Un espasmo de terror recorrió mi cuerpo, y otra serpiente salió de mi cadera; comenzó a volar en torno a mí.

ANTONIO – ¡Filitoé, ayúdame! ¿Cómo controlo el ego?

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FILITOÉ – En ti hay ego y conciencia. El ego es la proyección; tú eres la conciencia.ANTONIO – ¡Y cómo puedo hacer eso!FILITOÉ – No te inmiscuyas en los dramas del ego; no te pertenecen. ¡Son suyos, no tuyos!

Otro temblor de miedo me azuzó, y dos serpientes más salieron de entre mis carnes para desplazarse al exterior.

ANTONIO – ¡No... no ego!FILITOÉ – ¡No lo suprimas! - gritó el niño- ¡acepta su existencia!ANTONIO – ¡Pero Filitoé... dijiste que no soy ego!FILITOÉ – Si niegas su existencia sólo le darás más poder, y la dualidad será mayor. Debes aceptarlo.ANTONIO – Lo acepto. ¡Acepto el ego y sus dramas!FILITOÉ – Ahora deja al ego con sus dramas. ¡No te identifiques con él!ANTONIO – ¡De acuerdo!

Filitoé se entretenía, de mientras, emitiendo pequeñas fuentes de luz a una de las crías. Contemplando con fascinación mis gesticulaciones faciales agregó:

FILITOÉ – El ego coexistirá contigo durante largo tiempo... hasta que la carne de tu proyección muera. Ahora es momento de que lo conviertas en tu amigo. ANTONIO – ¡No le tengo miedo!

En ese instante extraje el nido de mis caderas y lo expuse ante mí; un montón de pequeñas crías de serpiente se amontonaban en su interior, rodeadas de cáscaras de huevo.

ANTONIO – ¡Contempla las crías! Tienen los ojitos cerrados.

Todas las serpientes del nido comenzaron a desplazarse por el vacío, abriendo sus ojos y tomando forma adulta, mientras movían graciosamente sus cuerpos y devoraban todas las estrellas que encontraban al paso.

ANTONIO – ¡Están comiéndose las estrellas! FILITOÉ – ¡Sí!ANTONIO – ¡Y mira... cómo engordan!

Filitoé reía a panza suelta; parecía divertirle la escena.

ANTONIO – Una vez se hayan comido todas las estrellas... ¿Qué crees que harán? - dije preocupado. FILITOÉ – Estarán decididos a atacarte. - Me miró con misterio.ANTONIO – ¡Ah, no!

Las pequeñas serpientes seguían engullendo esferas estelares con bravura.

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ANTONIO – ¡Se están convirtiendo en algo monstruosamente grande! - observé con horror.

Gigantescas como estaban, pues habían comido mucho, comenzaron todas a rodearme. Filitoé se apoyó en un bastón de madera que sacó, repentinamente, de algún lado.

ANTONIO – ¡Filitoé! ¡Me rodean! ¡¿Qué hago?!

El ángel emitió un leve exhalo, aún apoyado.

FILITOÉ – ¡Siempre debo hacerlo todo!ANTONIO – ¡Ah!

Zarandeó su bastón con gracia.

FILITOÉ – Ellas te ayudarán. ANTONIO – ¿Quiénes?

De sus espaldas apareció un ejército de ratas oscuras; tenían los ojos rojos y resplandecientes, y avanzaban a paso de marcha de tambores. En serio, Rinpochita, ¡Escuchaba una marcha de tambores! Y las ratas se podían contar por cientos. ¡Qué angustioso era aquello! Filitoé, apoyado cabizbajo en su bastón y con los ojos cerrados, parecía no percatarse de lo que ocurría.En cuestión de segundos estaba rodeado de ratas que devoraban serpientes. Los roedores saltaban y las tomaban al vuelo. ¡Qué espectáculo! Y de repente, Filitoé comenzó a avanzar de lado a lado entre las ratas a velocidad de relámpago, moviendo con ritmo su bastón, que ahora parecía ser dorado.

ANTONIO – ¡Filitoé! ¡Socorro! ¿Qué hago?FILITOÉ – ¡Transmuta!

Me encontraba absorto, contemplando la escena, cuando el ángel saltó hacia mí y me sorprendió con un suntuoso ataque, que pude reprimir a duras penas. El ángel era tan rápido que pareció pasar un trueno por encima de nosotros. En ese momento me di cuenta de que tenía un bastón entre mis manos.

ANTONIO – ¿Qué haces? - pregunté, asombrado, observando el bastón.FILITOÉ – ¡Te obligo a transmutar!

Paré el segundo impacto, alzando mi bastón de pura suerte, y Filitoé siguió danzando alrededor de mí, dejando estelas doradas en el aire. Apenas podía contemplarle. Recibí otro golpe; esta vez no pude esquivarlo y caí a la tierra infestada de ratas.

FILITOÉ – ¡Transmuta, animal!

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Entonces, tumbado sobre el terreno, contemplé a Filitoé: parecía ser un temible y poderoso guerrero, más corpulento y alto que yo, y su cuerpo estaba ahora envuelto de un enorme aura arco iris. Volvió a desaparecer ante mis ojos. Por pura intuición me giré, y logré parar un cuarto choque situando mi bastón por encima de mis hombros.

Mientras forcejeábamos con nuestros bastones, le dije:

ANTONIO – ¿Transmutar qué?

El ángel reía, pero no respondía. Yo me hallaba desconcertado. Y seguía atacándome. No sólo saltaba y arremetía por atrás; también combinaba la carga por ambos flancos, de tal guisa que debía aplicarme por completo para no sucumbir. Los ataques se sucedieron, y comencé a tomar plena conciencia de cada movimiento de mi cuerpo. Alcanzado este punto, el combate comenzó a ser llevadero y sencillo de ejecutar.

Las ratas comenzaron a elevarse hacia el cielo y sus cuerpos empezaron a transparentarse.El ángel dio un enorme brinco hacia atrás, alejándose varios metros de mí.

ANTONIO – ¡Filitoé!

Alcé mi vista al cielo; elevándose, todas las ratas se habían fundido en una solución viscosa y etérica. El fluido resultante se transformó, mientras surcaba los cielos nocturnos con un enorme brillo espectral, en una gran y larga sierpe etérica. Cuando dirigí mi vista al ángel, éste había desaparecido de nuevo.

ANTONIO – ¿Filitoé?

La sierpe surcaba el cielo con la velocidad de una flecha, y tras unos vuelos, estando en las alturas muy por encima de mí, se posicionó sobre mi cabeza. Dejándose caer abrió sus enormes fauces; la gran sierpe de éter iba a tragarme. Corría desesperado para librarme de aquel monstruo, pero antes de poder gritar de terror ya me había tragado; sólo recuerdo que mis sentidos se ahogaron de éter, y perdí la noción de las cosas del mundo de los mortales.

·

Cuando abrí los ojos, todo había vuelto a la normalidad. Me encontraba completamente solo.

ANTONIO – ¿Filitoé?

Me levanté con torpeza, y entonces aprecié atentamente el paisaje.

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El follaje parecía pálido al claro de luna, estando ésta llena en un cielo de nubes rojas. Empezó a dolerme el pecho. Sentía un familiar desasosiego... el producido por la presencia de Atala.El cielo parecía contraerse violentamente con cada pálpito. La lengua me hormigueaba y apenas podía respirar, pues a cada contracción, el entorno se espesaba con increíble celeridad; al inhalar, podía sentir el aire casi sólido recorrer con pereza el interior de mi cuerpo.

Escuché un trueno, y una brillante y fina lluvia de color morado empezó a caer sobre mí. Era cálida al tacto, y sentirla caer sobre mi carne era tan reconfortante como un sensual masaje. Mis labios se mojaron y al punto los sequé con mi lengua, percatándome de que el líquido que caía del cielo no era otro que vino. El vino más dulce y rico que hube probado. En ese momento me olvidé por completo de las pulsaciones de las espesas nubes rojas, atendiendo al profundo placer que me producía estar bañado en un vino tan cálido y sabroso. Por alguna razón situada fuera de toda lógica, mi alma estaba tan embriagada como mi carne. Imagino que los truenos se sucedían mientras vivía esta experiencia. Dejé de escucharlos. Estaba profundamente excitado y necesitaba saciar mis ansias pasajeras con el espíritu de Baco26. Cuando volví a abrir los ojos, divisé un bosque de manzanos delante de mí. Sus primeras hojas caían de las ramas, azuzadas por las gotas de vino que caían aún desde las alturas. El intenso aroma a manzana se entremezclaba con el de la vid, alegrando mi espíritu con la experiencia de su contemplación olfativa. Una figura con forma de mujer a lo lejos me contemplaba en total quietud entre manzanos. Tal era su mutismo que sopesé la idea de que, quizás, fuera un árbol con insinuantes curvas, pero cuando la imagen se hizo más nítida a mis ojos, aprecié con claridad la bella mujer que había enloquecido mi alma desde hacía años. Era Claudia. Estaba tan excitado que sentía el impulso de lamer su hermoso y caliente cuerpo embadurnado en embriagador vino. Quería poseerla y bebérmela. Corrí hacia ella, y la abracé. Sentí su resbaladizo cuerpo sobre mi carne, y ardía en deseos de tomarla. Estaba por completo fuera de mí. Fue entonces cuando ella por vez primera abrió su boca para decir con melodiosa voz:

CLAUDIA – Toño, estoy viva.

Comencé a temblar. Claudia atravesaba mi alma con sus ojos. Sin soltar sus manos, aún sintiendo su caliente piel sobre la mía y con mis labios rozando su oreja, susurré:

ANTONIO – No eres real. Eres una proyección de Atala.

Y sin más, la solté y me levanté con energía. Ella dejó caerse sobre la tierra, fingiendo indignación. Su rostro palideció, y dijo:

CLAUDIA – ¡He caminado mucho para estar contigo! Cuando supe que estabas vivo...

26 Dios romano del vino.

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ANTONIO – Adiós.

Me giré y comencé a caminar, alejándome de ella.

CLAUDIA – ¡Ingrato! ¡Yo me corté las venas por ti! - me mostró sus muñecas, con largas cicatrices rojas.

Continué mi camino, agitado y confundido, y cuando ya me encontraba bien lejos de Claudia, de la tierra emergió un brazo lleno de moratones que agarró mi pierna derecha. Los dedos de otra mano tanteaban también mis pies, y al sentir el frío tacto de la carne podrida me invadió el terror. Cuando me di cuenta, estaba en el suelo, inmovilizado por numerosos brazos que ascendían de la tierra.Dos más surgieron con ímpetu para agarrar mi cabeza, y de nuevo apareció Claudia frente a mí. CLAUDIA – Te he dicho que he caminado mucho para estar contigo. No voy a irme sin ti.

Me mordió el brazo, y por increíble que parezca, su saliva avivó el descontrol en mí y perdí la noción de la realidad, rindiéndome al encanto de su juego.Hice un esfuerzo sobrehumano por no perder por completo la cabeza.

ANTONIO – ¡No!

En ese instante contemplé un rayo de luz en las alturas. Supe que era Filitoé. Lleno de admiración, tuve la voluntad de ir hacia él. Claudia se abalanzó sobre mi, lamiéndome la nuca. Me invadió una vez más el deseo irrefrenable de poseerla, y al instante olvidé la figura de Filitoé para entregarme al calor de la piel de la proyección de Claudia.

ANTONIO – ¡No!

Con decisión me levanté del lugar, arrancando numerosos brazos que, una vez fueron despojados de la tierra, se convirtieron súbitamente en marañas de raíces y ramas. El cielo estaba rojo y caía sobre el horizonte en goterones, como si se estuviera derritiendo.

ANTONIO – ¡Filitoé!

El cielo rugió y una lluvia de dardos comenzó a caer sobre nosotros. Caían alrededor de mí, y el palpitante corazón del cielo volvió a manifestarse; todo se inundó de rojo sangre y caí al suelo por la gran sacudida. El terror apenas me dejaba actuar, pero en esos momentos levanté mi cabeza y contemplé en las alturas a Filitoé, brillante y dorado, con un bastón de oro entre las manos. Voló hasta un árbol cercano e incrustó el bastón en una cavidad de su tronco.

ANTONIO – ¡Filitoé! ¡Ayúdame!

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Haciendo palanca con el bastón, el ángel tiró bien fuerte hacia abajo de tal forma que todo el paisaje comenzó a tambalearse con violento temblor y ensordecedor ruido. Mi proyectada amada por Atala, que con grotesca figura tendía un brazo hacia mí, parecía sufrir esa acción como si sucediera en sus entrañas; gritaba, su piel se agrietaba con sequedad y su interior emanaba haces rojos de luz. Parecía no menos que romperse en trozos cuando ya pude percibir con claridad que todo cuanto constituía el panorama giraba con eje Filitoé. ¿Cómo explicar la sensación que me provocó contemplar ese inaudito acontecimiento? ¡Ápex, Claudia, dijo él, al ver que grité con horror! Fue vergonzoso, pero no puedo callarme este tipo de detalles; es cierto que lo hice.

La superficie terrestre estaba ya en pendiente cuando terminé de articular estas palabras, y para mi descontento comencé a caer, pues ya era prácticamente imposible sostenerse en vertical, y cuando pude mirar alrededor estaba cayendo al vacío. No tuve más tiempo de sentirme aterrado, ya que pronto caí sobre una nube esponjosa y agradable al tacto. Tumbado bocabajo, levanté el torso apoyando mis manos en la nube, que con suavidad se escurrían. Delante de mí, Filitoé atraía, de pie, con gestos mi atención.

FILITOÉ – ¡Sígueme! - Pareció decirme a gritos. Su porte seguía siendo el de un enorme guerrero; me produjo una sensación inefable.ANTONIO – ¿Dónde nos encontramos? - Alcancé a balbucear, pero más pronto que terminé pude comprobar que sobre nosotros, a muchos kilómetros de distancia, se hallaba la Tierra. Anonadado como me encontraba, me levanté y, con pasos torpes, me asomé temeroso al vacío por el borde de la nube. Bajo nosotros se hallaba el cielo estrellado que momentos antes había estado sobre nosotros.

ANTONIO – ¡Está todo del revés!

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DIMENSIÓN DEL FILÓSOFO

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·

Marchaba por el Chacabuco27 a paso lento, en virtud de no dejar atrás a Mica, que por sus cortas patitas caminaba tras de mí sin posibilidad de ir más aprisa, cuando a la altura del arco de la universidad28 un hombre en sombra hizo un ademán en señal de advertencia para frenar mi paso. Por el movimiento pingüinesco en su caminar deduje pronto que se trataba de Andrés, el jefe de vigilancia nocturna del campus, que por algún motivo allí se encontraba.

ANDRÉS - ¡Don Antonio!

Gritó a la distancia con intensidad de tal manera que asustó a Mica, y ésta comenzó a ladrar con empeño. Se podía escuchar, conforme nos acercábamos el uno al otro, cómo se aceleraba su asmática respiración.

ANDRÉS – No hace la mejor de las noches para ver las estrellas, maestro. - comentó mientras se secaba el sudor de la frente con el puño de su camisa.ANTONIO – No necesito la mejor de las noches.ANDRÉS – En ese caso, ¡conchemimá29! con ésta bastará.

Solía siempre llevar encima un pequeño cuaderno para anotar palabras clave, garabatear ciertos símbolos que se me vinieran a la mente, o bien trazar la estructura de alguna historia que se me ocurriera, pues desde hacía unos meses había tomado la iniciativa de potenciar mi carrera de escritor. Mi cabeza divagaba en mis próximos apuntes mientras observaba a Mica caminar tras los pasos de Andrés con cierta habilidad de montaraz,; la perra, muy de vez en cuando, se giraba hacia mí. Meditabundo, caminaba un par de metros atrás, como solía hacer casi siempre.

Al llegar a lo más alto de la colina Andrés se giró y, respirando con dificultad, me dijo:

ANDRÉS – Sin alumnos esta noche, está el sitio despejado. - se centró en retomar el aliento, y acto seguido añadió: - ¿Vio usted eso, Don Antonio?

Apuntó con la linterna a la cabaña de la colina, a unos metros de nosotros. Un enorme cartel precedía su entrada.

27 La Avenida Chacabuco es una de las arterias de la ciudad de Concepción de Chile. Lleva su nombre en honor a la Batalla de Chacabuco.

28 El Arco Universidad de Concepción, antiguamente llamado Arco de Medicina, es la entrada principal a la Ciudad Universitaria de Concepción.

29 Modismo chileno.

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ANTONIO – ¿Qué dice?ANDRÉS – ¡Acérquese! Esta bien chistosa la weá30.

Ambos caminamos hacia el cartel. En él se apreciaba un gracioso pudú31 siendo abducido por una nave alienígena.

ANDRÉS – ¿Sabe? En este lugar criaban pudúes. ¡Pero ya no los hay! - agregó con voz burlona.ANTONIO – Nunca vi un pudú en persona. ANDRÉS – ¡Oh! ¡Contemple, Don Antonio! - Exclamó mientras señalaba, entusiasmado, una estrella fugaz que cruzó el firmamento en segundos. Una vez hubo desaparecido, añadió: - ¿Ha pedido usted un deseo? ¡Espero que lo haya hecho!ANTONIO – Creo que me dio tiempo. ¿Le digo cual?ANDRÉS – ¡No! Cachai32 que no se cumple entonces.ANTONIO – ¡Ah! Si es así, me lo callaré.ANDRÉS – Bien. - Observó el entorno en calma. - Aquí le dejo, maestro. Tengo que volver. ¡Hoy tengo caleta33 de trabajo!ANTONIO – Aquí estaré.

Me encontraba, desde hace rato, solo y absorto en mis pensamientos, como era habitual en mí, fui distraído por una segunda estrella fugaz que surcó los cielos con luz cegadora. Pareció tomar tierra, tras unos árboles, de forma silenciosa. ¡Qué desconcierto me produjo!Percibí un anómalo silencio que pocas veces reinaba en las noches del campus.

Mica me miraba desconcertada.

ANTONIO – ¿Qué quieres que te diga? ¡Sé lo mismo que tú! - le dije antes de cogerla en brazos. Tras vencer mis titubeos, me acerqué con calma y, antes de lo esperado, tras sólo unos cortos pasos, encontré una cosa sorprendente. ¡Me topé con lo que parecía ser un niño alado erguido sobre una piedra! Envuelto en haces de luz resplandeciente, permanecía de pie con los ojos cerrados. Mica comenzó a ladrar y, en ese momento, el ser abrió los ojos.

ANTONIO – ¡¡Calla!! - Insté con horror a mi perra.

Quedé verdaderamente impresionado. Sus dilatadas pupilas negras me inspiraron un gran temor, pese a la dulzura de su mirada.

ANTONIO – ¿H... hola? - dije con notoria torpeza. - Perdone a mi perro, es un

30 Modismo chileno.31 Animal típico de América del Sur, similar al ciervo.32 Modismo chileno. '¿Comprendes que..?'33 'Mucho'.

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maleducado...

De repente, deseé huir.

ANTONIO – ¿Quién eres?

El niño me miraba fijamente, con una tímida sonrisa dibujada en sus labios. Confieso que poco tranquilizadora.

NIÑO – Soy un guerrero celestial. - me dijo con voz grave.ANTONIO – ¿Y qué haces aquí, solo, en la noche?NIÑO – Combatía con un daimón de antiápex34, pero he perdido su rastro.ANTONIO – Entonces, ¿Eres un cazador de demonios?NIÑO – ¿Cazarlos? ¡Oh, no! ¡Deben ser libres!

Lo cierto es que me confundieron estas últimas palabras.

ANTONIO – ¡Pero entonces serán libres para hacer maldades! Si así es como dices, derrotarlos sería en vano. Recemos por el bien de sus actos.NIÑO – ¿Rezar? - dijo con asombro - ¿Qué es eso?

Estaba aterrado. Deseaba que Andrés apareciera de nuevo, de repente, para hablarme de pudúes abducidos. ANTONIO – Rezar es hablar con los dioses. Igual no creo que existan... pero a mí me gusta rezar a los Dioscuros35... NIÑO – Los daimones sólo actúan si sus víctimas se someten voluntariamente a ellos - dijo, ignorando mi último comentario - ¿quién eres tú, que tienes la lengua tan suelta? ¿Qué clase de animal eres?ANTONIO – No soy un animal – respondí ofendido.NIÑO – ¿Qué eres entonces?ANTONIO – Soy un ser humano. - recapacité, y añadí nervioso: - sí, somos animales. NIÑO – ¿Qué es un ser humano?ANTONIO – Nosotros. - Hice caminar graciosamente dos dedos sobre mi brazo. - En este planeta hay seres humanos.NIÑO – ¡Ah! Animales.

“Esta conversación va a ser muy complicada” pensé, algo molesto.

ANTONIO – Los seres humanos son animales que piensan.NIÑO – ¿Todos los animales de este planeta son “seres humanos”?ANTONIO – ¡Oh, no! Sólo los que hablan y caminan a dos piernas.

34 Más tarde explicará qué es un daimón de antiápex.35 Los héroes Cástor y Pólux. También conocidos como 'Géminis'.

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NIÑO – Ah... entonces tú eres un ser humano. Animal tipo ser humano.ANTONIO – Oh, sí, soy un ser humano... - me sentí algo absurdo tras afirmar algo tan obvio para mí.NIÑO – ¿Y qué tiene de especial el “ser humano”? ¿En qué os diferenciáis de los otros animales?ANTONIO – ¡Oh! - Sin duda esa pregunta era un reto para mí, así que pensé sesudamente la respuesta por unos segundos. - Nosotros tenemos países y naciones.NIÑO – ¿Qué son esas cosas? - dijo el niño extrañado. - ¡Qué raros sois los animales-seres humanos!

El niño alado suspiró, emitiendo de sus labios un halo de luz que se disipó tras suspenderse en el aire por unos instantes. Tras esto, caminó tres pasos y movió ligera y enérgicamente sus orejas hacia atrás.

NIÑO – ¡A - TA - LA! - dijo gravemente en un leve susurro entredentado.

Impresionado, no pude reprimir un salto hacia atrás. Contemplando fascinado la mirada severa y atenta del niño guerrero, quedé a la espera de alguna nueva información. Mica se acercó a mí; en unos segundos, se encontraba bajo mis piernas.

ANTONIO – Dices que eres un guerrero celestial... - comencé a decir con temor, cuestionándome si mis palabras iban a ser las adecuadas - ...no puedo hacer otra cosa que creerte, pero como sabrás, todos los guerreros tienen armas para combatir. ¿Cómo combates? ¿No tienes espada? - Pregunté al niño guerrero tras unos segundos de silencio.NIÑO – ¿Espada? - Me miró extrañado. - ¿Qué es eso?ANTONIO – ¿No sabes qué es? - Me causó estupefacción. - ¿Hablas mi idioma, y no sabes qué es una espada?NIÑO – No conozco tu idioma. Estamos hablando a través del pensamiento.

Entonces caí en la cuenta de que estaba en lo cierto. Todavía no había abierto la boca y sin embargo ya habíamos mantenido una buena conversación.

ANTONIO – ¡Oh! Es verdad. - Me puse muy nervioso. Era algo nuevo y desconocido para mí... de repente, pasé a sentirme pequeñito como un ciempiés.

El niño advirtió mi estado de confusión y comenzó a reír sonoramente. Junto con la risotada, todo se llenó de luz unos metros a la redonda, y pareció la noche hacerse día. Me miró con mirada brillante y, pareciendo adivinar mis pensamientos, me dijo:

NIÑO – Todo cuanto es luz brilla por sí mismo. Por eso brillo; yo soy luz.

Fingiendo desaprensión, comenté:

ANTONIO – Pensaba justo que quizás era efecto de la luz lunar, que incidía sobre ti, y por eso parecías brillar... - comenté con atropello mientras me sentía aún más vulnerable, pues

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llegaba a la conclusión de que mis pensamientos podían efectivamente ser leídos.

Al sentir en su propio cuerpo de luz el nerviosismo que yo visiblemente manifestaba, el niño sonrió y me miró con tierna compasión.

ANTONIO – Me recuerdas a una lechuza. Tus ojos son grandes, oscuros y penetrantes, y están rodeados de luz. NIÑO – ¿Qué es una lechuza?ANTONIO – Es un animal alado de este mundo. ¿Puedo llamarte Ojos de Lechuza? - le pregunté mientras observaba, con gran admiración, los dos intensos haces de luz que de sus espaldas emanaban. El niño debía de ser un ángel sin duda, pues éstas parecían dos enormes alas blancas. Sentí que me encontraba en presencia de la justicia divina.Caminé lentamente hacia él, con torpes pasos, lleno de asombro. Levanté mis manos hacia él, con la pretensión de sentir la calidez de la luz circundante.

ANTONIO – Tienes dos grandes y blancas alas. ¡Eres de veras como una lechuza!NIÑO – Llámame Ojos de Lechuza si quieres.

El niño con ojos de lechuza me contemplaba sonriente. De esta manera permanecimos en silencio unos segundos, los que tardé en recobrarme.

ANTONIO – Y no sólo eres como una lechuza, también lees los pensamientos...

El ángel frunció el ceño.

NIÑO – Sí que puedo; leo tus pensamientos. - concluyó categóricamente, y extendiendo uno de sus brazos hacia el vacío apareció un Antonio etérico a escasos metros de mí, retorciéndose de miedo y cubriéndose con la túnica. La visión heló la sangre caliente que corría por mis venas.

El niño reía, pero aguardé un buen rato hasta que, lentamente, me desplacé hasta la proyección que me representaba. La imagen holográfica de mi persona se difuminaba y hacía interferencia, entremezclándose con la imagen fija de un largo corredor que correspondía a un recuerdo de mi niñez.

ANTONIO – ¿Por qué aparece ese pasillo en la imagen? - Pregunté con interés. La observé de nuevo, y me percaté de que al final del pasillo, delante de una iluminada ventana con luz lunar, se recortaba una tenebrosa silueta, que permanecía quieta, como un tenebroso fantasma que acecha en pesadillas. NIÑO – Sólo proyecto lo que hay en tu mente.

Le miré con impresión y silencio. El niño, captando mi sensación de perplejidad, me miró con compasión.

NIÑO – ¿Te da miedo lo que ves?

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Respondí sin apartar mis ojos un solo instante del holograma.

ANTONIO – Es uno de los pasillos del internado en el que estuve de pequeño. Me aterraba esa zona del edificio. Siempre evitaba caminar por allí. - El niño contemplaba la escena de mi mente con interés y quietud.

Tras unos cortos pasos llegué hasta la proyección, que atravesé con mis manos al intentar tocarla. Mientras hacía esta acción, en mi mente se imprimía la imagen de un holograma intocable, que pude apreciar delante de mí. Finalmente, se proyectó la imagen de mi cara, con los ojos abiertos de susto. Tal contemplación me llenó de terror y no reprimí un gran salto hacia atrás. Miré con impresión al hermoso ángel.

ANTONIO – ¡Borra la imagen de mi mente! ¡No quiero ver tal cosa! - Dije tras revolcarme en la tierra de pavor.NIÑO – Es el interior de tu mente. ¿No quieres conocerlo?ANTONIO – ¡No!

Pareció apenarse, pero no consiguió ablandar mi corazón, pues estaba sumido todavía en pánico. Tras mirarme con ojos de lechuza degollada, giró hacia la proyección y al instante la imagen de mi figura se modificó en círculos hasta aparecer un planeta Tierra giratorio, que me llenó de fascinación.

ANTONIO – ¡Oh! - Exclamé sin contención. Levantándome del suelo, caminé torpemente hacia el holograma terráqueo. Tras severas observaciones, dije: - Esta proyección es la adecuada. Una vez me hube recuperado de mi estado de pánico transitorio, me giré hacia el niño y le contemplé con fascinación.

ANTONIO – ¿Y dices que eres un guerrero celestial?

El niño sonrió y me miró con tierna compasión.

NIÑO – Soy un guerrero celestial.ANTONIO – ¿Y luchas contra los demonios?NIÑO – Mi objetivo es impedir que los daimones de antiápex sean destructivos para el animal sin violar el libre albedrío de éste36.ANTONIO – ¿Y dijiste antes que sólo atacan si el animal se somete voluntariamente a éstos?

El guerrero celestial caminó hasta situarse sobre una gran piedra achatada.

NIÑO – Todos los animales se encarnan con siete daimones de antiápex, y son

36 Violar el libre albedrío de un animal está prohibido para un ángel.

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acompañados por éstos hasta el día de la muerte en carne.

El niño se sentó sobre la gran piedra en posición de flor de loto.

NIÑO – Me llamo Filitoé Antasura.

Permanecí en completo mutismo, observándole y dejando que el viento frío zarandease mi capucha. A decir verdad no era, precisamente, comodidad cuanto sentía en aquel momento. No obstante, tras algunas reflexiones, le sonreí con dulzura y abogué por ser agradable.

ANTONIO – Bien, Filitoé Antasura – expresé con suma amabilidad – si no es descortesía, me gustaría que me explicases mejor lo que has dicho de los animales y los demonios. FILITOÉ – Los demonios a los que haces referencia son en realidad los siete planos dimensionales menores de la conciencia del animal. ANTONIO – ¿Planos dimensionales de la conciencia?FILITOÉ – Todo lo que es vivo vibra en una frecuencia; estos planos dimensionales de conciencia del animal son los de menor vibración. ANTONIO – ¿Entonces, los animales vibran?FILITOÉ – Emiten un campo vibratorio de energía que determina su nivel de conciencia.ANTONIO – Dijiste que los demonios son los siete planos más bajos de vibración. FILITOÉ – El animal tiene fundamentalmente tres campos de energía; el inferior corresponde a los daimones de antiápex, aquellos quienes estamos llamando indistintamente demonios. ANTONIO – ¿Y qué campo de energía inferior es ese? - hice un alto en mi habla para elaborar una pregunta acertada, divisando el planeta Tierra giratorio y luminoso - ¿Cuál es la razón de su existencia y porqué los demonios están ahí?

El ángel fue entretenido por el graznido de un cuervo.

FILITOÉ – Es el campo vibratorio de los instintos animales, y los demonios operan en ese campo para instar al cuerpo físico a la realización de ciertas acciones que, en ausencia de los daimones de antiápex, no se realizarían. ANTONIO – Suena interesante – comenté con incredulidad y escepticismo de empirista - ¿Qué acciones son esas?FILITOÉ – Las que hacen obtener al cuerpo físico los elementos que necesita para su supervivencia. ANTONIO – ¿Los elementos para su supervivencia?FILITOÉ – Sí.

Reflexioné unos segundos en silencio, y comprendí que Filitoé hacía referencia a las acciones de origen fisiológico.

ANTONIO – ¿Cuáles son los elementos para la supervivencia del cuerpo material?FILITOÉ – Tierra, agua, fuego y aire.

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ANTONIO – ¡Filosofía presocrática37! – comenté con algo de desdén. - ¿Cómo obtenemos tierra y fuego con acciones? ¡No lo comprendo! - exclamé con algo de burla.FILITOÉ – El elemento de la tierra se obtiene a través del alimento. El fuego, con la exposición a vuestro astro rey. ANTONIO – Es cierto... - expresé llevándome un dedo a los labios - ...agua por la sed y el aire por la acción de respirar. Encaja cuanto dices.

Paseé en círculo, sumido en reflexiones.

ANTONIO – Entonces los demonios no son buenos ni malos; sólo cumplen su función. - comenté al punto que paré de caminar.FILITOÉ – Hacen cuanto deben hacer. - dijo mientras asentía con energía.

Pese a mi abierta incredulidad, me divertía la conversación, así que tomé la disposición de seguir haciendo preguntas.

ANTONIO – ¿Y cómo consiguen los demonios que actuemos a su voluntad?FILITOÉ – A través de las pasiones. ANTONIO –¡De las pasiones! - Dije, llevándome una mano a la boca, pensativo. FILITOÉ – La pasión es la causa directa de que haya una acción, como efecto, para saciarla.

Me pareció sumamente interesante cuanto decía. Quedé inmerso en pensamientos, ¡Y ya sabes cómo soy! Cuando estoy entre ideas, susurro sin darme cuenta de que hago tal cosa.

ANTONIO –Las pasiones de los animales... - emití en un imperceptible hilo de voz, y Filitoé me miró con cara de extrañeza. FILITOÉ – Son raros los animales tipo-humano - dijo en un leve balbuceo, y acto seguido comenzó a reír. Sin saber exactamente porqué, me sentí en franca evidencia.ANTONIO –Entonces los demonios crean las pasiones en las personas – reflexioné embelesado.FILITOÉ – Las acciones pasionales son efecto de procesos daimónicos. ANTONIO –Pero no comprendo cómo una pasión desemboca en una acción.FILITOÉ – Eso es porque las pasiones no son el producto que desemboca particularmente en la acción, pues hay un paso intermedio entre ambas. La pasión es la fuerza que asciende hasta la octava astral y arraiga en una emoción. ANTONIO –¿Octava astral? ¡Esto se complica!

Tragué saliva con intranquilidad.

ANTONIO –Veamos si lo comprendo de buena manera: dices que la pasión es una fuerza que se manifiesta en una emoción, y ésta es a su vez la fuerza que obliga al animal a realizar una acción de forma instintiva.

37 La filosofía que se dio en Grecia antes de Sócrates (siglo V a.C.) hablaba esencialmente de los elementos.

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FILITOÉ – Lo comprendiste bien.ANTONIO –¿Y cómo asciende esta fuerza de un plano inferior a un plano superior, esto es, del plano material, que es donde la pasión comienza a ser estimulada por los sentidos, al plano astral, que es donde justamente se transforma en una emoción?FILITOÉ – La fuerza es generada, naturalmente, por la energía de antiápex. ANTONIO –¿Cuál?FILITOÉ – ¡El antiápex!ANTONIO –¡Oh, naturalmente!

Caminé pensativo mientras contemplaba el mundo dando vueltas sobre sí mismo. La visión era particularmente inspiradora para sumirse en profundos pensamientos.

ANTONIO –¡Entonces el antiápex es la energía de los demonios! FILITOÉ – ¿La energía de los demonios? - dijo Filitoé desconcertado.ANTONIO –Sin embargo, he encontrado un vacío en tu exposición. FILITOÉ – ¿A qué te refieres? ANTONIO – Has dicho que los demonios de antiápex forman parte de la estructura vital humana, y que éstos tienen como objetivo incentivar la acción del mantenimiento del cuerpo material, a través de las pasiones. ¿Bien hasta ahí?FILITOÉ – Así, con imprecisión, es. ANTONIO – Entonces, el sufrimiento que provoca el no comer es provocado por un demonio de antiápex, que insta al animal con esta pasión a obtener alimento con urgencia. FILITOÉ – Sí. ANTONIO – Y lo mismo con los tres elementos restantes que consideraste: el agua a través de la sed, el aire a través de la asfixia y el fuego a través de... la depresión por ausencia de contacto solar, imagino. FILITOÉ – Algo así. ANTONIO – Sin embargo, hay pasiones que no se basan en la adquisición de estos elementos para la supervivencia material del cuerpo.FILITOÉ – Hay necesidades de otra naturaleza. ANTONIO – Bien. En los ejemplos expuestos las pasiones arraigan en emociones de efecto inmediato. Son pasiones, por decirlo de algún modo, activas, ya que tienen una aplicación directa y afecta al animal sin más. Sin embargo, hay otras acciones de origen pasional que no tienen esta aplicación inmediata. FILITOÉ – ¿A qué te refieres? ANTONIO – Hay sentimientos pasionales como el odio o el rencor que operan de una forma diferente; arraigan en la estructura mental del animal y la acción provocada por esta pasión se construye a largo plazo, esto es, con una premeditación; y, en cambio, el origen de la pasión no está enlazada con la supervivencia del animal, sino muy al contrario, lo lastra al sufrimiento, digamos, de un modo innecesario. FILITOÉ – Oh, sí que están destinadas también a la preservación de la supervivencia. ANTONIO – ¿Cómo dices?FILITOÉ – Preservan la proyección del ego. ANTONIO – ¿Y eso cómo es?FILITOÉ – El cuerpo material es indivisible con el cuerpo astral; ambos forman el cuerpo

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físico. ANTONIO – Entonces, según dices, hay necesidades de origen material y necesidades de origen astral.FILITOÉ – Sí.

Llegados a ese punto, reestructuré en mi cabeza todo lo dicho.

ANTONIO – Rectifico: las pasiones que emplean la premeditación para sus acciones no son innecesarias, sino que están destinadas a cubrir otras necesidades.FILITOÉ – Es claro.ANTONIO – La premeditación es un proceso mental, por tanto, esta pasión no es activa, esto es, la naturaleza de la acción que deriva de la pasión no es emocional, sino mental.FILITOÉ – ¡Así es! Emoción y mente forman el cuerpo astral.ANTONIO – Entonces podríamos llamar a esta fuerza pasional, que deriva en un producto mental, pasión pasiva. ¿Sí?FILITOÉ – ¡Por lo que comentas, podríamos hacerlo!

Le sonreí, levantando los brazos con efusividad. Filitoé también me sonrió, y añadió: FILITOÉ – ¿Escuchas el cantar de la flauta?

Tomé aire. Tras atender en mi mente a lo dicho unos segundos en silencio, levanté mi mirada a las estrellas. Por unos minutos ambos permanecimos callados, bajo el cielo azul oscuro del océano de leche. Ni Mica, sentada y mirando hacia arriba con sus morros blancos apuntando a la luna, quiso romper el sagrado silencio del cantar de la flauta.

ANTONIO – Tendrás que contarme cuál es ese cantar.

Dije lo último y al instante divisé un punto móvil en el cielo. Girándome y señalándolo con el dedo, dije a Ojos de Lechuza:

ANTONIO – ¡Mira, un satélite! Eso lo ha hecho el hombre.FILITOÉ – ¿El hombre crea estrellas voladoras? - Filitoé parecía un poco confundido.ANTONIO – Eso es.

Tras unos segundos, dijo:

FILITOÉ – No sois un animal común. ¡Pensaba que ningún tipo de animal podía fabricar estrellas voladoras!ANTONIO – El animal político38 existe desde hace seis mil años. - Paré de hablar para reflexionar unos segundos, y continué: - en seis mil años hemos llegado a aprender a crear estrellas y cómo echarlas a volar.FILITOÉ – ¿El animal político?

38 Más tarde se explicará esto.

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Filitoé quedó callado durante unos instantes, mirando el curso del satélite, embobado.

ANTONIO – ¿Te sorprende lo que hace el ser humano? - me incorporé a su lado y retiré mi capucha. El niño hizo un ademán de negación.

FILITOÉ – No soy fácil de sorprender. ¡Oh, un ciempiés!

El niño de ojos de lechuza se echó sobre la tierra mojada para contemplar el pequeño y largo bicho.

FILITOÉ – ¡Qué bonito es! - Exclamó mientras movía juguetonamente los pies.

Mica no paraba de ladrar al ciempiés a unos metros de distancia. Éste no parecía molesto. Más bien parecía mágico, ya que la luz del ángel incidía en las placas de éste, que parecían ser azuladas y amarillas, confiriéndole un aspecto ígneo.

ANTONIO – Ya veo que nada te sorprende – dije con burla. Contagiado por la felicidad del crío, no paraba de sonreír mientras miraba su reacción por el caminar del quilópodo. FILITOÉ – ¿Te gustan los ciempiés? - me preguntó sin apartar su mirada del bichito.ANTONIO – Oh, sí, son increíbles – respondí, dejándome llevar por el entusiasmo. Tras estas palabras, debo confesar que me sentí algo estúpido. No solía dar ese tipo de respuestas.

Tras unos minutos sobre la tierra, Filitoé se levantó y zarandeó su cuerpo de luz.

FILITOÉ – Bueno, definitivamente he perdido al daimón de antiápex. - Dijo, desperezándose. - He zascandileado por tiempo más que suficiente.ANTONIO – Oh – exclamé apenado tras comprender que el niño disponía a marcharse.

Era la primera vez que estaba en presencia de un ángel, y no era algo que quisiera que acabase.

ANTONIO – ¿Entonces no quieres conocer más del animal político? - pregunté con pretensión de captar su atención, para retenerlo algo más de tiempo.FILITOÉ – ¿Saber más del animal político? - preguntó con dudas Filitoé mientras caminaba alrededor de mí. - ¡Ah! ¡El animal político! ANTONIO – El animal que ha logrado crear estrellas voladoras. - Apunté con efusividad, señalando hacia el cielo. Al extender el brazo, el viento arrastraba consigo los pliegues de la túnica.FILITOÉ – ¡Oh! - Exclamó Filitoé, observando cómo los pliegues ondeaban, ensimismado.

Tras sentarse de nuevo en la gran piedra, el ángel suspiró.

FILITOÉ – ¿Cómo consiguió ese conocimiento vuestra raza? - preguntó, buscando con la mirada al ciempiés, que ya no se encontraba entre nosotros.

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Entunicado como estaba, me puse a caminar haciendo círculos, como si se tratase de una clase de universidad.

ANTONIO – Cuando el animal humano comenzó a existir, el caos y el desorden reinaban las cosas del mundo.FILITOÉ – ¡Oh! ANTONIO – Así que el animal humano inventó una cosa para que tanto caos como desorden desaparecieran o, al menos, disminuyeran en su extensión. FILITOÉ – ¿Qué inventaron?ANTONIO – La política.FILITOÉ – ¡La política! - Dijo Filitoé con fascinación.

Reflexioné unos instantes y tomé aire.

ANTONIO – Todo comenzó cuando aprendimos a plasmar nuestros pensamientos... – avancé la mano derecha hacia delante, como si quisiera extender un pensamiento más allá de mí - ...fuera de nuestras cabezas.FILITOÉ – Oh, ¿a través de proyecciones astrales? ANTONIO – De la mano. - Levanté mi desnuda mano izquierda, mostrándosela al ángel, y tras este gesto me acomodé a su lado, sobre la tierra. FILITOÉ – ¿Y cómo plasmáis los pensamientos que tenéis a través de la mano? - Preguntó Filitoé, contemplando las suyas y frunciendo el ceño. - ¡Qué cosa rara!

Mica se acomodó al lado de ambos, estirando sus patitas. Tras un hondo suspiro, comenzó a lamérselas.

ANTONIO – Haré un ejemplo gráfico... - acomodado de lado, dibujé sobre la tierra mojada una línea vertical. Un intenso olor a tierra de lluvia inundó mi nariz. - Imagina que este palito significa “Amor”. Así, cada vez que yo dibujase esta figura, te estaría comunicando un pensamiento mío, el mensaje: “Te Amo”.FILITOÉ – Ah, ¿Y eso es la política?

Sorprendido por la pregunta, paré de hablar y reflexioné unos segundos. Casi había olvidado que estaba hablando con un inocente e inexperto ángel.

ANTONIO – Eso se llama escritura – dije con paciencia, añadiendo después – y es lo primero que inventó el animal político.

Filitoé miró la tierra, y una perfecta línea vertical se dibujó sobre ésta.ANTONIO – Yo puedo hacer eso a través del pensamiento. - Dijo, juguetón.

Quedé estupefacto por las cualidades telequinéticas del niño. Tras unos segundos, me recobré y continué de la siguiente forma:ANTONIO – Imaginemos ahora que en lugar de un palito vertical, dibujamos uno en la dirección opuesta, esto es, horizontal. Podría significar lo contrario, claro, el concepto

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“Odio”.FILITOÉ – Oh, eso no es tan bonito – Exclamó Ojos de Lechuza, algo compungido.ANTONIO – En diagonal también podríamos dibujarlo, y podría significar “No sé si te amo o si te odio”, o “Muestro indiferencia hacia tí”.FILITOÉ – Y eso es la escritura. ¡Qué cosa tan extraña!

Reí. Me divertían las reacciones del niño.

ANTONIO – Sí. En estos seis mil años, hemos inventado muchos tipos de escritura, ¡más complejas que el sistema que hemos inventado ahora de palitos!FILITOÉ – ¿Sí? ¿Hay muchos?ANTONIO – De hecho, hemos ahora creado uno tú y yo. Este sistema de palitos podemos llamarlo filitoniano. Hay muchos sistemas de escritura: con puntos, con dibujos, con letras, símbolos... FILITOÉ – ¡Escribe “ángel”!

Escribí cinco letras sobre la tierra. El niño no comprendió nada de lo que sobre ella imprimía.

FILITOÉ – ¿Eso quiere decir “ángel”?ANTONIO – Sí.FILITOÉ – Si dibujas un ángel, ¿podría ese dibujo ser “ángel” en escritura?ANTONIO – Oh, no, puesto que sería un dibujo, y no escritura.

Tomé una ramita y tracé en la tierra tres símbolos: un ala de ángel, una línea vertical y un ciempiés.

ANTONIO – ¡A Filitoé le gustan los ciempiés! - Exclamé.FILITOÉ – ¡Sí! ¡Me gustan! - confirmó feliz el niño, observando los trazos sobre la tierra.

Ambos reímos. Tras una breve pausa, en la que se podía escuchar los graves ronquidos de Mica, me levanté con ímpetu y continué la exposición:

ANTONIO – De la escritura a las estrellas voladoras, los seres humanos hemos evolucionado durante seis mil años. ¿Te gustaría saber qué hicimos en esos miles de años?

Así dije cuando, desde la tierra húmeda y frente a mis ojos, divisé un océano tan ancho como el horizonte. Su terrible figura rugía con el tormento del lejano cielo, y sus aguas bravas se alzaban en gigantescas y espumosas aguas. Daba pena en el corazón contemplar aquella desnuda y virgen playa solitaria; parecía como si nadie la hubiera jamás contemplado. Me sentí con ánimo dichoso.

ANTONIO – ¡Apareció, así y de repente, un gran mar ante nuestros ojos! - expresé maravillado. - ¡Dime que la salitre que desde aquí puedo oler es tan irreal como el mundo que a mi lado giraba hasta hace poco!

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Se divertía Filitoé con las palabras que escuchaba de mí, riendo sonoramente, y volviéndose hacia mí, así se expresó:

FILITOÉ – ¡Admiras mucho la escritura!

Le miré con incertidumbre.

ANTONIO – Sí, es cierto que la admiro, pero... ¿Por qué dices eso?FILITOÉ – He proyectado lo que se ha manifestado en tu cuerpo emocional a raíz del pensamiento de los seis mil años.

Volví mi vista de nuevo hacia el horizonte marino, agarrando con ambas manos mi capucha, pues el soplo del viento gélido la azuzaba con violencia.

ANTONIO – ¿Y qué tienen que ver el mar y la escritura? ¡Es bien verdad que el mar contribuyó a la expansión de la escritura por el mundo, pero...!

Filitoé se encogió de hombros.

FILITOÉ – Vino a tu mente la figura de un navegante llamado Odiseo39, que disfrutaba del suspicio de los dioses de ojos de lechuza, y según tu proyección, tuvo que luchar contra las fuerzas naturales de Poseidón40.

ANTONIO – ¿Poseidón? ¿Odiseo? ¿Conoces los dioses y héroes humanos?FILITOÉ – Sólo contemplo tu mente.ANTONIO – ¡Por los perros que eso parece!

Abrí mis brazos e inhalé profundamente el aroma del mar.

ANTONIO – ¿Entonces lo que veo es la proyección astral de mi concepto emocional de escritura? - Me digné a preguntar como si fuese desconocedor de lo mío. A esto, tras un silencio, añadí: - Es evidente la conexión del océano y los inicios de la humanidad. Son los ojos del mar los que saben cuánto padecimos para consagrarnos ante los dioses de la sabiduría.

FILITOÉ – No son los ojos del mar los que están siempre mirando – dijo Ojos de Lechuza con misterio.

Me animé a replicarle, cuando tuve que callar pues divisé al improviso tres figuras humanas que, sobre la arena de la playa en penumbra, parecían estar en movimiento; tras extraños meneos fueron encendidas pequeñas bolas de fuego, las cuales debían de ser antorchas.

39 Protagonista de La Odisea, un clásico de la antigüedad.40 Dios griego de los mares, las tormentas y los terremotos.

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ANTONIO – ¡La playa está habitada! - Exclamé alzando el brazo con la manga de la túnica ondeante por el viento. Estas extrañas figuras comenzaron a moverse hacia nuestra dirección; aún se hallaban en paradero muy lejano, por lo que ni la incidencia de la luz de las antorchas pudimos revelar sus rostros. Levantaban gran polvareda al caminar sobre las dunas en tal noche de clima turbio.

ANTONIO – ¿Hacia dónde se dirigen? - Pregunté con curiosidad.

FILITOÉ – ¡Sabrás tú, que vienen de tu cabeza! - Dijo con espontánea gracia.

Los contemplaba a la distancia por momentos, ya que desaparecían y volvían a aparecer por efecto del terreno ondulado de las dunas.

ANTONIO – Tuviste razón al decir que los conceptos rigen la existencia de los hombres; incluso diría que no sólo a nivel individual, sino social.FILITOÉ – ¿Eso dices, también a escala social?ANTONIO – A grandes rasgos la historia del animal humano ha sido dominada por paradigmas41. Y cada uno de éstos se destruye... – reflexioné mientras contemplaba a los desconocidos distantes – con el surgimiento de otro paradigma. Son exclusivos; no puede haber dos paradigmas actuando simultáneamente.FILITOÉ – ¿Qué es un paradigma? - preguntó el niño inocentemente.ANTONIO – Un paradigma es un modelo. Hemos mencionado la escritura, la cual fue revolucionaria por las cosas que hemos dicho; la escritura creó un nuevo paradigma, un nuevo patrón universal de conducta, un nuevo modelo generalizado del entendimiento del mundo.FILITOÉ – Ya comprendo.ANTONIO – Pero pocos son los paradigmas que pueden definir la evolución histórica del hombre en el planeta Tierra. La explicación es sencilla: pocos son los eventos acaecidos durante estos seis mil años que pueden considerarse universales.

Me sentí elevado de nuevo; el diálogo me parecía interesantísimo.

FILITOÉ – Haz un esfuerzo por definirlos, te lo pido.

Caminando en círculos me dispuse a acceder a su petición. Largos fueron mis razonamientos para hallar la concisión en mis palabras.

ANTONIO – El primer paradigma creo que fue la escritura. Sí. Antes de ésta ninguna cosa podía ser codificada, es decir, escrita, y por tanto la sociedad no tenía acceso a un registro de información. - Movía mis manos con expresividad. FILITOÉ – Sin embargo, antes de la escritura mucha vida fue la que hubo, y toda digna de

41 El término de paradigma, en el ámbito científico y religioso, indica el concepto de esquema formal de organización.

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ser también contada42. ANTONIO – Es cierto – dije confundido –, no obstante, tomemos ésta como el primero de los paradigmas. FILITOÉ – ¿Y porqué deberíamos de considerarla como el primer paradigma universal?ANTONIO – Antes de ésta no hubo animal político. Éste nace con la escritura. O, dicho de otro modo, la aparición de la escritura fue el nacimiento del mundo actual.FILITOÉ – ¿Y cómo nació este mundo actual en el que vives?

Filitoé se sentó de nuevo en posición de flor de loto.

ANTONIO –Sin la escritura, la política jamás se podría haber desarrollado. Y la política es una disciplina que pretende la resolución de conflictos a través de vías no violentas.FILITOÉ – ¿Eso es la política? - preguntó con encanto.ANTONIO – Sí. Caos y desorden son problemáticos; la política pone orden y paz. FILITOÉ – ¿Y cómo hace eso la política?ANTONIO – Con los estados. FILITOÉ – ¿Los estados? - repitió desconcertado. - ¿Qué son?ANTONIO – El estado es la unidad política que surge tras la aparición de la escritura. Abarca un territorio delimitado, y es la unidad política encargada de administrar y regular la vida humana.FILITOÉ – ¿Y cómo regula el caos y el desorden?ANTONIO – A través de instituciones, como las administraciones. Éstas se encargan de implantar las decisiones de aquellas personas encargadas de hacer política.FILITOÉ – ¿Hay personas encargadas de hacer política, entonces?ANTONIO – Claro, son aquellos que tienen poder.

El niño quedó sorprendido.

FILITOÉ – ¿Quiénes?ANTONIO – Los que tienen poder. - repetí con paciencia.FILITOÉ – ¿Y qué es eso del poder?ANTONIO – ¡Vaya! - exclamé, con desilusión. - Es difícil de explicar, muchacho.FILITOÉ – Hazlo. Te entenderé.ANTONIO – El poder es la capacidad de obrar. Una persona puede hacer algo cuando tiene poder, y no puede hacer una acción cuando no tiene poder de hacerlo.FILITOÉ – ¿Cómo es eso?ANTONIO – En una unidad política como el estado, aquellos que están destinados a imponer el orden necesitan poder por encima de todos los hombres. Es por eso que tienen más poder que los otros.FILITOÉ – Entonces, ¿Hay seres que tienen más poder que otros?ANTONIO – Sí; es lo que llamamos jerarquía. El que tiene más poder está por encima jerárquicamente hablando de quienes tienen menos poder. En un estado hay quienes

42 En los apuntes, la vida del ser humano antes de la escritura se encuentra en el paradigma de la producción de alimentos.

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ejercen el poder y quienes están ejercidos por el poder. La existencia de éste implica la existencia de una jerarquía. FILITOÉ – Los hombres que tienen más poder que otros deben de ser más justos y sabios, pues tienen mayores responsabilidades y capacidad de construcción como de destrucción. - razonó con gran acierto. - Ya que los poderosos pueden decidir sobre las cosas que conciernen a los ejercidos por el poder, deberían ser éstos quienes eligieran a los poderosos; eso sería lo deseable y justo.

¡Qué sabio era Ojos de Lechuza! Quedé con la boca abierta.

ANTONIO – Ese es un debate que los animales humanos todavía tenemos. ¿Cómo saber exactamente quién es más sabio y justo, y quién decide qué personas deben tener más poder que otras?FILITOÉ – ¡Es algo interesante de debatir!ANTONIO – En este punto deberíamos distinguir dos tipos de poderosos: aquellos que son deseados por los gobernados y aquellos que no.FILITOÉ – ¡Es cierto!ANTONIO – Los humanos solemos decir que las personas deseadas son legítimos, y al contrario, los que no son deseados por sus subordinados son ilegítimos. Cuando la legitimidad acompaña al poder se da un gobernante deseado.FILITOÉ – ¿La legitimidad es el consentimiento de los ejercidos por el poder? ANTONIO – Así podría decirse43. FILITOÉ – ¿Y cuándo no hay legitimidad, qué consecuencias hay?ANTONIO – Cuando el poderoso carece de legitimidad sigue teniendo en efecto poder; su único recurso es el sometimiento de los menos poderosos con el empleo de la violencia, a través del ejercicio de la coacción o la coerción.FILITOÉ – ¿Qué son la coacción y la coerción?ANTONIO – La coacción es la imposición de ciertas condiciones para obligar a la persona sometida a hacer algo que en ausencia de las condiciones impuestas no haría, pues no desea hacerlas.FILITOÉ – ¡Ápex!ANTONIO – Y la coerción es el empleo de amenazas y el uso de la violencia para determinar un comportamiento en el sometido. Como ves, coacción y coerción se parecen mucho, pero no son realmente lo mismo.FILITOÉ – ¿Y no puede existir un mundo humano sin poder? - pareció abrumarse.ANTONIO – ¿Acaso está el poder ausente en los reinos divinos?

Filitoé se sorprendió.

FILITOÉ – Hay una jerarquía divina.ANTONIO – Es el poder, entonces, algo natural; está implícito en la existencia misma de la existencia.FILITOÉ – Sí. Es cierto.

43 Poder + legitimidad = Autoridad

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ANTONIO – Ves, Filitoé; nuestro mundo es complejo.FILITOÉ – ¿Y por qué el poder está ligado a la escritura?ANTONIO – Cuando ésta nació también lo hizo, como señalé antes, la jerarquía entre los hombres. FILITOÉ – ¿Y por qué? ¿Por qué?

Me alejé unos pasos, como si quisiera distanciarme de su carácter insistente.

ANTONIO – La escritura permitió acumular información, y la información es poder.

Pude ver como Filitoé puso cara de sorpresa, así que opté por ser más claro. ANTONIO – La información es esencial para el poderoso, ya sea para hacer buen uso de ella o para su mal uso, como el sometimiento de otras personas. Grandes imperios surgieron gracias a la acumulación de conocimientos, sólo posible gracias a la escritura: Alejandro, Roma, Carlomagno, hasta Napoleón e incluso el Tercer Reich, que se dio hace poco. La política está ligada a la escritura; sin ésta no habría estados, ni imperios, ni estructuras políticas grandes.FILITOÉ – Creo que comprendo. ANTONIO – Las grandes administraciones de los estados se sirven de la escritura para trabajar y hacer posible el funcionamiento de la maquinaria política. La instituciones educativas, como las escuelas, o el imperio de la ley, que es el sistema que tenemos para imponer orden y justicia, son posibles gracias a que el estado funciona.FILITOÉ – ¿Cuándo dejó el hombre de someter a sus súbditos? - preguntó con chispa Ojos de Lechuza.ANTONIO – El cambio de paradigma está realizándose ahora, en estos momentos de la historia.FILITOÉ – ¿Ahora? ¿Y cuando dijiste que apareció la escritura?ANTONIO – Hace miles de años.FILITOÉ – ¡Habéis vivido miles de años sometidos y humillados! - Expresó horror en su rostro. - ¿Son éstos los tiempos del cambio de paradigma?

Revolví la tierra húmeda con los pies.

ANTONIO – Hace menos de un siglo que se declaró universalmente los derechos irrefutables del ser humano, y éste es un fenómeno que no tiene marcha atrás.FILITOÉ – ¿Derechos del ser humano? - preguntó con asombro. - ¿Antes de aquella declaración que me cuentas hubo hombres sin derechos?ANTONIO – Así parece ser. Estar vivo no garantizaba el derecho a la vida.FILITOÉ – ¡Ápex! ¿Pero cómo un hombre puede determinar si a su vez otro de su especie tiene o no derecho a vivir? ¡Sólo los dioses pueden hacer tal cosa! - abrió aún más sus ojos, espantado.ANTONIO – Sometiendo al semejante; haciéndole creer que carece de derechos. Es la única forma efectiva de dominar a un humano, y puede realizarse a través de diferentes métodos.FILITOÉ – ¡Qué terrible! - Exclamó ojos de lechuza, y sus rayos centellearon de ofensa. -

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En suma, dices que hay dos grandes conceptos que han determinado la historia del hombre: la escritura y los derechos humanos universales.ANTONIO – Eso parece ser que dije – declaré con escaso convencimiento – sin embargo, la escritura, de por sí, podría no aportar nada. Es su uso el que garantiza sus frutos.FILITOÉ – ¿Cuáles son esos frutos?ANTONIO – La evolución de todos los aspectos del saber humano. La escritura hace posible la acumulación de información, y ésta sin más puede ser empleada de muchas formas horribles también.FILITOÉ – Como el sometimiento hacia un semejante. ANTONIO – Exactamente a eso me refería – expresé con elevación. - Las deficiencias de la escritura, que son derivadas del uso ignorante de la acumulación de conocimiento, son subsanadas por el segundo paradigma. El reconocimiento universal de que es impropio señalar como inferior a otro humano. FILITOÉ – ¡Ah! Me gustan los derechos humanos – aplaudió con emotividad, lo cual fue gracioso de admirar. FILITOÉ – Entonces, no hay animales humanos que sometan a otros; ya habéis superado ese período de conflicto y conquistasteis la paz.ANTONIO – Eso no es del todo cierto. La implantación del efecto del nuevo paradigma aún no es total, pero es muy amplio y se ensancha con el discurrir del tiempo, en un inexorable cambio gradual de conciencia.FILITOÉ – ¿Pero cómo los animales tipo-humano implantáis el respeto por los derechos humanos universales? ANTONIO – Con la existencia de supranaciones que abogan por la unidad y la cooperación para minimizar la presencia de conflictos en el territorio terrícola.FILITOÉ – ¿Supranaciones? - Preguntó con fruncido ceño - ¡Naciones grandes! - exclamó tras digerir el término, admirado.

En ese momento sentí una consideración muy especial por Filitoé; me pareció impresionante su capacidad de aprendizaje. A estas alturas del diálogo, ya hablaba como un humano más.

ANTONIO – Una supranación nace cuando un conjunto de naciones soberanas deciden voluntariamente lograr una paz perpetua entre ellas. FILITOÉ – ¿Y eso de veras existe?ANTONIO – Sí, y además, son cada vez más habituales. Sigue expandiéndose el fenómeno, como tengo yo previsto, y cuando todas las naciones del mundo se unan en una sola supranación no existirá sino la paz en la Tierra44.FILITOÉ – ¡Oh! Y es así como estáis buscando con esfuerzo la paz en este planeta.ANTONIO – Creo sin concesiones en las ventajas inherentes del supranacionalismo.FILITOÉ – ¿Y será entonces la Tierra una sola supranación, una nación de naciones?

Tan inmersos nos encontrábamos en nuestras charlas que fuimos sorprendidos por dos grandes haces de fuego a escasos metros de nosotros; no pude, en consecuencia, reprimir un

44 Estados Unidos de la Tierra.

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salto digno de vergüenza. Estábamos felices conversando. ¡No creo que haya cosa tan agradable como ver que la alegría reina en la conversación entre dos hombres!

Ya estando muy cerca de nuestra posición pude divisar las grandilocuentes fachas de los que llegaban; eran éstos dos hombres jóvenes de tez oscura y una chica bella y blanca como las margaritas, exquisitamente perfumados y con piel brillante por aceite ungido. Clavaron las antorchas en la tierra y en señal de sumisión se postraron ante nosotros. Me giré a Ojos de Lechuza, atónito.

FILITOÉ – Atiéndenos como merecemos, pues sé que os envía la diosa de Ojos de Lechuza, el dios con corazón de Ibis, para asistirnos a nuestro encuentro – así dijo el niño, y sus palabras me dejaron estupefacto .ANTONIO – ¿Eso también lo has leído en mi mente? - pregunté asombrado.FILITOÉ – ¿A qué te refieres?ANTONIO – No entiendo cómo puedes expresarte así. ¡Según tú son proyecciones que proceden de mi mente!FILITOÉ – ¿Y cómo es que no podría expresarme de tal suerte? Aunque tu mente sea la proyectora, esta proyección es autónoma como todas, y atiende a su propio libre albedrío.

Las cosas dichas me dejaron confuso. Me giré a los asistentes, y les pregunté:

ANTONIO – ¿Sois vosotros proyecciones?JOVEN – No, señor – dijo el más joven de los tres, con abierta extrañeza. - Somos personas.ANTONIO – Eso es lo que me parece, sí – declaré categóricamente – pero aquí mi amigo el niño guerrero dice que sois proyecciones. ¿Cómo es que estáis tan seguros de que sois personas y no proyecciones?JOVEN – Nacimos del agua, señor. Como todos los hombres – declaró con firmeza.ANTONIO – ¿Nacisteis de esas aguas saladas? - les pregunté abriendo mis brazos hacia el mar.

Asintió, como si fuera obvia la respuesta de mi pregunta.

ANTONIO – Las personas no nacen del mar, sino del útero maternoJOVEN – De agua por igual, señor.

Me giré de nuevo hacia Filitoé, atónito.

ANTONIO – ¿Qué tienes que decir?FILITOÉ – ¿Qué quieres que diga? Ellos carecen de esencia45.ANTONIO – ¿Y cómo podemos de veras saber si algo tiene esencia o no?FILITOÉ – Aquello que carece de esencia se guía por los contrarios.ANTONIO – ¿Qué contrarios?FILITOÉ – Una no-esencia se cree vivo o muerto; su propia existencia es dicotómica.

45 La esencia determina la existencia real de una cosa.

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Me volví de nuevo hacia el chico de tez oscura.

ANTONIO – ¿Estás vivo o estás muerto?JOVEN – Vivo, naturalmente.

FILITOÉ – Es una proyección.ANTONIO – Estás diciendo que no existen, entonces. ¿Y cómo es que están frente a mis ojos?FILITOÉ – Dije que no tienen esencia.ANTONIO – Eso puede ser una estupidez; tú declaraste ser un ángel, y tienes un contrario, que es el demonio. Tú tampoco debes de existir.

Filitoé sonrió, satisfecho.

FILITOÉ – En efecto, ahora estoy proyectado. Lo que ves no es cuanto soy; es una proyección para que podamos interactuar.ANTONIO – ¿Eso que quiere decir?FILITOÉ – Quiero decir que en el caso de no proyectarme, no podrías ni tan siguiera saber que estoy a tu lado, ya que procedo de una octava dimensional superior a la que ocupas; me proyecto en esta octava, en la que estás encarnado, con una proyección etérica como vehículo.ANTONIO – ¿Entonces no eres real?FILITOÉ – Cuanto soy jamás podrás ver con tus ojos. Yo soy real; la proyección que ves, no.

Guardé silencio. Me removí desasosegado.

JOVEN – No veo conveniente que gastéis las fuerzas de vuestras piernas platicando de pie. - dijo la niña, y con ayuda de los otros dos acompañantes extrajeron de alguna parte sillones con clavazones de plata. Tal truco de magia me dejó boquiabierto. Tras ambos asientos se desplegó un biombo de tela fina púrpura, que a la luz de las antorchas me pareció carísima.

FILITOÉ – Vamos, Antonio, sentémonos en estos cómodos asientos antes de que nos flaqueen las piernas. ¡Liben vino en cráteras doradas! Nuestras gargantas están secas como el esparto.ANTONIO – Detállame, Ojos de Lechuza, cómo es que estos hombres declaran con obviedad que nacen del mar salado.FILITOÉ – Nada que hayas detallado previamente en tu mente será fruto de tu creación, pues el concepto de esta proyección difiere del que consideras real; podrían tener branquias y aletas por igual. ANTONIO – ¡Oh! Ya veo – declaré con firmeza mientras la pequeña sirvienta me ofrecía una copa de plata brillante que con mi derecha agarré, a la par que uno de los dos varones llenaba de la crátera la copa de mi mano con rojo vino. - Entonces el concepto es tan determinante para la proyección como el instinto para el ego.

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Filitoé rió con burla mientras contemplaba el verter del líquido sobre su copa.

FILITOÉ – El ego es una proyección, maestro – dijo juguetón mientras se inclinaba hacia mí. Tras sumergir uno de sus pequeñitos dedos en su copa de vino, continuó diciendo: - Si las proyecciones que ahora nos están sirviendo fueran de materia sería tal y como dices, pero éstas carecen de tal naturaleza; son astrales, y por tanto no operan con el instinto, pues recuerda que el instinto es el producto del proceso físico. Sus naturalezas son tan sólo conceptuales.ANTONIO – Tendrás que aclararme la naturaleza del concepto, porque debo decirte que estoy tan desorientado como un pichón en la madriguera de una liebre – pronuncié al punto de darle un buen trago al contenido de mi copa argéntea. - ¡Qué vino tan delicioso! - pronuncié con admiración.

FILITOÉ – Bebe sin contemplaciones, maestro; tras ese biombo hay una gran provisión de ánforas.ANTONIO – ¿Cómo sabes esas cosas? Es una proyección de mi mente y no de la tuya.FILITOÉ – Las proyecciones carecen de misterio, maestro. Éste alcanza tan sólo hasta donde la ignorancia está ausente.

Mientras así hablaba Ojos de Lechuza no paré de observar a los sirvientes, que iban y venían extrayendo desde detrás del bonito biombo púrpura pequeñas mesas de madera y suculentos manjares que depositaban sobre éstas.

ANTONIO – ¡Definitivamente aún hay muchas cosas que no comprendo!FILITOÉ – ¿Cuáles son esas muchas cosas? - me interrogó con curiosidad.ANTONIO – Comentaste que el ego es una proyección, y más tarde tan sólo declaraste que la naturaleza de éstos es conceptual. ¿Cuál es la naturaleza conceptual?FILITOÉ – ¡Ah!

Tras emitir esa noble interjección permaneció con pícara mirada en silencio. ANTONIO – Veo que te maravilla mi ignorancia.FILITOÉ – Admiro tu ansia de conocer. Piense, maestro, y encontrará usted mismo la respuesta. ¿Qué dijimos que era el concepto?ANTONIO – ¿El concepto? - repetí con torpeza. - Si no recuerdo mal, era el producto de todo elemento supuestamente abstracto. El ser humano era de naturaleza conceptual, porque el uso de los conceptos es elemental para la interacción de éste con su realidad inmediata.FILITOÉ – ¡Ah!ANTONIO – Pero las palabras en ocasiones forman un laberinto dialéctico imposible de franquear, y en el que en ocasiones francamente me pierdo. ¿Me comprendes?FILITOÉ – ¿Qué es un laberinto dialéctico?

Me llevé las manos a los ojos.

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ANTONIO – ¡Ay, Ojos de Lechuza!

El ángel rompió con generosidad el misterio con las siguientes palabras.

FILITOÉ – La naturaleza conceptual es la realidad de los conceptos. Es sabido que la energía de la pasión asciende por fuerza del antiápex y halla cobijo en la octava humana con el consentimiento de la unidad operativa de conciencia. Allí, ¡Oh, altitonante! Se hace el concepto y solidifica su líquido cuerpo, haciéndose duro como una roca.ANTONIO – ¿Por qué la pasión asciende por energía del antiápex? ¿De dónde nace esa pasión?

Me sonrió con afabilidad.

FILITOÉ – Ya dijimos que la fuerza de la pasión es el mecanismo elemental por el que un animal se ve instado a actuar en beneficio de su propia supervivencia. Existen pasiones activas, que son producto del instinto, y las pasiones pasivas, que derivan de los conceptos.ANTONIO – ¿Y de dónde nace esa pasión?FILITOÉ – Cualquier estímulo del exterior es recibido a través de los sentidos; éstos recogen la información y la transmiten a todas las octavas de conciencia animal. En cada octava dimensional46 la información es interpretada de modo diferente. En la primera octava de conciencia la información es interpretada por el instinto, y de esta suma nace una respuesta instintiva, que induce al animal a una respuesta inmediata. Esta última tiene como fin la preservación de la supervivencia. ANTONIO – La gacela pace tranquila en el bosque, detecta la presencia de un cazador furtivo y huye despavorida. - razoné con tranquilidad.FILITOÉ – En la segunda octava de conciencia la información es interpretada por los conceptos. De esta unión deriva una respuesta conceptual, que induce al animal a una respuesta mediata. En igualdad a su octava inferior preserva la misma finalidad. El animal tipo-humano pace tranquilo en el bosque, detecta la presencia de un animal peligroso y razona, a través de su esquema conceptual, la circunstancia en la que se encuentra. Si deduce que es conveniente huir, lo hará; en caso contrario, si es inconveniente moverse, se quedará en su sitio.ANTONIO – Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre instinto y concepto? - dije mientras me aflojaba el cinturón.FILITOÉ – En cada octava dimensional hay un concreto nivel de conciencia. El nivel de conciencia de la octava infrahumana, que es la material, opera con el instinto, y el nivel de octava humana, que es la segunda octava dimensional del animal humano, la cual es invisible a los ojos y es considerada por éstos como abstracta, es determinado por el concepto.ANTONIO – No estoy plenamente conforme con mi comprensión del término nivel de conciencia.

46 Una octava es un conjunto de siete planos dimensionales, que conforman un nivel dimensional completo. Ejemplos: los siete colores del arco iris, las siete notas musicales.

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Filitoé hizo un ademán al sirviente, quien se alejó tras una ligera reverencia.

FILITOÉ – ¿Es cierto que cuando despiertas de un largo sueño, tu cabeza suele hallarse en estado de adormecimiento por largo rato, hasta que bien comienza el día?ANTONIO – Eso es cierto como que el vino es rojo.FILITOÉ – Pues el nivel de conciencia determina cómo percibes la realidad; en dependencia de en qué octava dimensional operas, tu comprensión de la realidad será más lata o menos. Las octavas dimensionales se suceden, y en esta sucesión se halla la gradualidad en el nivel de conciencia.ANTONIO – Entonces, y corrígeme si digo tonterías, el nivel de conciencia es tu posición en la escala de dimensiones, y determina en qué octava dimensional opera tu percepción de realidad.FILITOÉ – La unidad operativa de conciencia es multidimensional; opera simultáneamente en varios niveles de conciencia.ANTONIO – ¡Entonces el ser humano tiene diferentes niveles de conciencia!FILITOÉ – La acción del animal tipo-humano está determinada por la respuesta instintiva, correspondiente a la octava dimensional de la materia, y la respuesta conceptual, que es dada en la octava dimensional astral. ANTONIO – Si es tal como dices, la percepción de la realidad por parte del hombre es múltiple.FILITOÉ – En ocasiones la respuesta instintiva se opone a la conceptual, y viceversa, ocasionando conflictos en el propio animal tipo-humano y actuando con divergencia.ANTONIO – ¡No es tan útil a mis ojos ser multidimensional, si por ello nos hallamos en tales circunstancias!FILITOÉ – El concepto existe para definir la personalidad emocional y mental de la unidad proyectada de conciencia. Emite respuestas emocionales y mentales, estando ambas manifestaciones ligadas, pues de una emoción deriva un pensamiento e igual al revés. El animal tipo-humano tiene por ello libre albedrío.

Mica bebía leche con ansias de una crátera dorada, parando de cuando en cuando para exhalar con fuerza; sus morritos estaban blancos como las canas de sus cejas.

ANTONIO – ¿Cómo se acumulan los conceptos en el animal tipo-humano? - pregunté a Filitoé mientras me regocijaba en la contemplación del brillo de la copa de plata. ¿Dónde se depositan?FILITOÉ – Los conceptos están todos conectados, forman parte de una estructura conceptual que rige la segunda octava de la unidad proyectada de conciencia.ANTONIO – ¿La 'Unidad proyectada de conciencia' referida es en realidad lo que más vulgarmente llamamos ego? FILITOÉ – Sí; La respuesta instintiva y la respuesta conceptual son las respuestas del ego para la propia supervivencia. Como antes aclaramos, el ego es material y astral, y no es real, sino proyectado. ANTONIO – Difícil asumida es pensar que este cuerpo no es mío, y que es simplemente ego. - Dije antes de apurar la copa. ANTONIO – Entonces, una vez que el ego es disuelto – y confirmaste que es lo único que

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cabe de esperar, pues todo cuanto muere es proyección – también lo son nuestras realidades conceptuales e instintivas. FILITOÉ – Todo eso desaparece, la proyección se disuelve; la ilusión se extingue. Es lo que llamáis muerte.ANTONIO – ¿Y llegados a ese punto desaparezco? ¿Nada quedará de mí, y ni yo mismo podré recordar que alguna vez existí?

El niño pareció sorprenderse por mi pregunta. Me contempló con sus grandes ojos abiertos.

FILITOÉ – ¡Oh, no! ¿Cómo puede la vida no-existir? ANTONIO – ¿Entonces, qué es la muerte, sino ausencia de vida? FILITOÉ – La disolución del ego es el momento en el que la percepción de la realidad da paso a la realidad.ANTONIO – ¿La muerte es el fin de la percepción de la realidad y el retorno a la realidad?FILITOÉ – Sí.ANTONIO – Entonces, ¿Cuanto ahora vivo como animal tipo-humano no es real, sino una percepción?FILITOÉ – Eso es.

Se hizo un silencio, en el que se podía escuchar el discurrir de los sirvientes.

FILITOÉ – ¿Nunca se preguntó, maestro, quién es usted en realidad?ANTONIO – Soy quien soy. Este viejo torpe y feo. - Dije en acción evasiva.FILITOÉ – Usted no es un cuerpo de carne ni una mente. ¿No recuerda quién realmente es?

ANTONIO – No. - determiné girándome hacia las llamas de las antorchas, para ocultar al ángel el pesar que azotaba mi alma. En la contemplación del fuego mi comprensión se hizo más lúcida, y un rayo de dolor atravesó mi ser. - No sé quién soy. - Apoyé con desgana la copa en la mesita de madera. - Sí sé qué soy, por lo que me cuentas. Soy una proyección. Todos los animales y todos los hombres lo son.

Hicimos una breve pausa.

FILITOÉ – No sea tan severo consigo mismo. - Arguyó en tono compasivo, y señaló con un ademán a los sirvientes. - Contémplelos. Son hermosos. Estas proyecciones desconocen que son proyectadas por usted. Ninguna proyección recuerda por naturaleza su origen de ilusión.ANTONIO – ¿Entonces soy una proyección como ellos? FILITOÉ – El mundo de los mortales es una proyección. Usted forma parte de ella.ANTONIO – ¿Yo no soy real?FILITOÉ – Usted es la proyección de su verdadero yo.

Se hizo un sosegado silencio, en el que contemplé el crepitar de las ascuas. En pose reflexiva

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asumía todo cuanto había escuchado.

ANTONIO – ¿Y por qué no puedo recordar quién realmente soy?FILITOÉ – Porque usted actúa ahora como unidad proyectada de conciencia, y éstas operan con una estructura conceptual, la cual dicta su percepción de la realidad, y por tanto, le mantiene en el efecto ilusorio de que la proyección es real. Mientras la proyección parezca real no será cuestionada su autenticidad. Las estructuras conceptuales son llamadas teleologías47.ANTONIO – Entonces, si como dices, el ego o proyección es de naturaleza conceptual, la naturaleza del animal tipo-humano es de teleología.FILITOÉ – La teleología dota a la proyección de autonomía para que goce de libre albedrío, y ésta se realiza por las respuestas instintivas y conceptuales a las que hicimos previas referencias.FILITOÉ – La teleología es el conjunto de conceptos definidos en una proyección. Es la estructura conceptual completa. Dependiendo de la composición de ésta, las respuestas conceptuales serán de un modo u otro, y ahí radica el principio del libre albedrío en el hombre; es por eso que hay diversas teleologías. Sin embargo, la naturaleza del concepto es limitada y dicotómica, así que el espectro teleológico existente es también limitado.ANTONIO – Dicho así pronto, la proyección humana se compone de cuerpo material y de cuerpo teleológico.FILITOÉ – Podría decirse así.ANTONIO – Y ambos cuerpos se disuelven con la muerte, ya que forman parte de la proyección o ego.FILITOÉ – Así es la transición.ANTONIO – ¿Qué tipos de teleologías existen? ¿Las hay peores y mejores?FILITOÉ – Se distinguen siete tipos de teleologías48, de menor a mayor nivel de conciencia dentro de la octava dimensional.ANTONIO – ¿En qué se diferencian?FILITOÉ – Aquella teleología que opere sin reconocer su propia existencia ejerce un poder destructivo sobre sí misma, pues desconoce que es una proyección y por tanto es vulnerable a las pasiones del ego; éste crece al ser alimentado y nos aleja de los nivele de conciencia de las octavas dimensionales superiores. Éstas son las denominadas teleologías positivas. Los seis primeros tipos de teleologías son de esta índole. ANTONIO – ¿Y la séptima teleología?FILITOÉ – Es consciente de su propia no-realidad, como usted ahora está haciendo; generalmente las proyecciones arriban a tal grado de conciencia a través de la reflexión activa, la filosofía, la meditación, el estudio y el conocimiento. Aun siendo teleológicos, estas unidades proyectadas de conciencia negativas aspiran a despertar conciencia en la siguiente octava dimensional aun siendo proyecciones.ANTONIO – ¿Y eso qué significa?FILITOÉ – Que las proyecciones de teleología negativa sí responden con éxito la pregunta que formuló antes: ¿Quién realmente soy yo?

47 Las teleologías son explicadas con profundidad más adelante.48 Hay una teleología distinta por cada plano dimensional en el nivel de conciencia humano.

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Quedé impresionado.

ANTONIO – Teleologías positivas y negativas; las primeras te mantienen en la ilusión y las segundas te hacen saber que eres una proyección. ¿Sería correcta esta afirmación?

FILITOÉ – Sí. - Filitoé parecía tremendamente viejo y sabio a estas alturas de la charla. - La teleología negativa tiene sus limitaciones conceptuales al igual que la positiva; tenga usted en cuenta, maestro, que los conceptos no son reales, y tampoco es real la información que los sentidos conducen, pues la naturaleza de esa información es perceptiva, y la percepción de la realidad no es la realidad. Pese a tener las limitaciones de toda teleología, la teleología negativa es consciente de sus propias limitaciones y de su propia naturaleza. Ello es suficiente para que la proyección tome superior nivel de conciencia y supere progresivamente sus limitaciones.ANTONIO – La teleología convence a la proyección de su existencia. Pero la proyección no existe; es ilusión. El único tipo de teleología que no convence a la proyección de su existencia es la que llamáis “negativa”.FILITOÉ – ¡Eso es! ¡Celebremos con más vino! - dijo levantándose efusivo de un salto, y los sirvientes se pusieron en movimiento para cumplir los deseos de Filitoé. ANTONIO – ¡Oh, Filitoé, déjame tener proyecciones como ésta todas las noches! - ambos reímos.

El crepitar de las llamas resonaba entre el cantar de los grillos del plano físico y el suave oleaje de la costa etérica. Las estrellas brillaban generosas en un cielo de luna creciente.En ese instante, como un saco de agua fría que hace despertar con brusquedad de un dulce letargo, risotadas a la distancia se escucharon tras un abrir de puerta de la cabaña.

ANTONIO – ¡Son los estudiantes de la cabaña! - exclamé levantándome del asiento.

Filitoé no hizo amago alguno de moverse.

ANTONIO – ¡Alguien se acerca! ¡Atiende! Puedes presentarte a ellos. - dije con encanto y motivación.FILITOÉ – ¡Por ápex, no! - pronunció Filitoé haciendo un gesto de rechazo con su brazo izquierdo.ANTONIO – ¡Pero Filitoé! ¡Les encantará conocerte!

Ojos de Lechuza refulgió, acomodándose desasosegado.

FILITOÉ – Haz como si no estuviera; ellos no me verán. - expresó con voz terrible.ANTONIO – ¿Cómo es que no quieres ser visto? - susurré con grave seriedad.FILITOÉ – Ellos no deben verme.ANTONIO – ¿Por qué ellos no?

Ojos de Lechuza permaneció en completo mutismo, divisando el horizonte con mirada

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perdida, con los dedos juntos en una pose misteriosa e hierática.

ANTONIO – ¿Y por qué yo sí? - interpelé con dudas, sin el convencimiento de obtener respuesta.

El entorno pareció llenarse de sombras. Escuchaba enérgicos pasos firmes a la distancia con el crujir de las hojas secas. Aguardé la llegada del acontecimiento mirando la luna , pero por fortuna o desgracia no hubo aparición alguna. Quedé en esa posición durante unos minutos, sumido en reflexiones concernientes a un nuevo y vasto mundo metafísico49.

Cuando volví suavemente a la realidad, nada cuanto hubo de sirvientes y mares podía ya contemplar. Me hallaba tan solo como cualquiera de las otras muchas noches. Se gestó en mí un extraño sentimiento de incertidumbre; en absoluto la soledad me agradaba en aquel instante. Fue entonces cuando le divisé. El ángel alado se encontraba de pie, mirando el panorama desde las alturas, dándome las espaldas.

ANTONIO – ¿Filitoé?

Se giró hacia mí con lentitud, rodeado de un fulgurante halo de puro blanco y mirándome con sus grandes pupilas negras, pareciendo de veras una lechuza blanca. Me observó y sentí que contemplaba mi alma.

ANTONIO – Ya no sé qué es real y qué no lo es. - declaré con franqueza. Filitoé, ignorando mis últimas palabras, permaneció inmóvil. FILITOÉ – El universo está palpitando – dijo con los ojos cerrados.ANTONIO – ¿Palpita? No alcanzo a verlo. - alcé la mirada al cielo.

El ángel levantó su cabeza mientras fruncía su ceño.

FILITOÉ – ¿Por qué miras hacia las estrellas?

Extendí la mano hacia la inmensidad, y dije: - Miro hacia el universo.

FILITOÉ – ¡El universo no está ahí arriba! ANTONIO – ¿Y dónde está?FILITOÉ – El universo es la unidad que conforma toda la proyección física en la que vives.ANTONIO – El universo es la proyección física?

Asintió con fuerza.

ANTONIO – Físico no sólo representa lo material – Se miró el cuerpo - sino también lo

49 En una tercera dimensión paralela, 'La dimensión del Sacerdote', no escrita, los estudiantes de la cabaña aparecen y charlan animadamente con Antonio, y más tarde con Filitoé, que estima finalmente aparecer. En un debate directo e inflamado sometían a estudio la Ley de los Contrarios.

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astral. ¿Verdad?FILITOÉ – ¡Claro, así es!ANTONIO – Si es una proyección... debe haber un proyector.

Contemplé a Filitoé, que me miraba con complicidad y succionando los morros, como un pez. No comprendí lo que hacía.

ANTONIO – ¿Un creador?

El ángel rió, y se llenó todo de luz. Tras recobrar la serenidad prefirió estar callado.

ANTONIO – No puedo creer cuanto dices.FILITOÉ – ¿Por qué no?ANTONIO – Yo soy un hombre de ciencia.FILITOÉ – ¿No eras un animal tipo-humano?ANTONIO – Sí, en efecto; soy un animal humano de ciencia.FILITOÉ – Usted es una proyección inteligente, maestro. Piense. ¿Cuál es el origen del universo, que es una proyección de dos octavas dimensionales, sino una unidad de conciencia que lo proyecta?

Hube de quitarme la capucha, pues se agitaba con fuerza por el viento que se levantaba.

ANTONIO – Es cuanto afirmaban los egipcios – declaré con solemnidad. -La existencia de una conciencia que proyecta el mundo en el que vivimos. - Hice un ligero descanso, y continué: - lo llamaron Ptah.FILITOÉ – Ptah – repitió con dulzura Ojos de Lechuza.ANTONIO – Su hermosa esposa se llama Sejmet. ¿Qué te dice este dato?FILITOÉ – Las diosas son potencias femeninas de creación. - comentó con sosiego.ANTONIO – Imagino que toda madre es una diosa para alguien, de algún modo.

Filitoé frunció el ceño.

FILITOÉ – No comprendes – dijo con contundencia – los dioses no son productos. No son animales ni proyecciones. Son unidades de conciencia con potencia creativa.

Pestañeé, incrédulo.

ANTONIO – ¿Entonces existen los dioses?

Tomó aire solemne.

FILITOÉ – Dígame una cosa, maestro. Imagine que varias personas construyen el perfil de usted a partir de rumores y comentarios de terceros. ¿Podría decirse que quien conozca el perfil resultante le conocerá en profundidad? ¿Es en este caso el retrato fiel reflejo del retratado?

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ANTONIO – De ninguna de las maneras.FILITOÉ – ¿Y por qué no?ANTONIO – ¿Cómo podrías? Es como deducir la personalidad de un individuo contemplando su sombra.FILITOÉ – ¿Y qué dirías a aquellos que hacen esto?ANTONIO – Les diría: No os dejéis guiar por torpes y lejanas interpretaciones de cuanto soy, ya que en ese perfil no me hallaréis. Si queréis conocerme no me tengáis miedo, y venid a mí. FILITOÉ – Venid a mí – repitió Filitoé con la dulzura del cantar de una flauta. – Es imprescindible que tengáis la voluntad de cultivaros. De venir a mí.

Reflexioné sobre lo último dicho.

ANTONIO – Contemplé con horror en la franja de Gaza50 cómo quitaban a un niño la vida por la única causa de haber nacido en una nación y no otra. Tras la contemplación me arrodillé, lloré y ahí fue cuando perdí la fe en la dignidad del ser humano. - Tomé un largo buche de aire, abrumado por el recuerdo. - El animal tipo humano es terrible.

El ángel me rodeó de luz; me sentí aliviado.

FILITOÉ – Yo os amo incondicionalmente por igual, maestro. Sois todos hermanos, y provenís del mismo padre. La división es ilusoria, pero mientras sigáis creyéndola y cultivándola, permaneceréis divididos a contra natura.ANTONIO – Entonces estamos divididos a contra natura. FILITOÉ – Sólo hay unidad. ANTONIO – Pero tú y yo somos dos. ¡Dos son dos, y no uno!FILITOÉ – El canto rodado es el río que lo arrastra. El río es una arteria de la Tierra. La Tierra es el Universo. El Universo es una sola proyección. No hay división entre el canto rodante y el Universo; el canto rodado es el Universo. El Universo está en el canto rodado.ANTONIO – Entonces el canto rodado es, simplemente, Universo. Y yo... yo...¿Soy como el canto rodado?

Se levantó un gélido viento de Universo. FILITOÉ – Toma tu corcel y sígueme. - instó el niño con energía. ANTONIO – ¿Qué corcel? - Pronuncié a la par que, girándome, hallaba a mi lado un alto y esbelto caballo negro. Sus ojos negros denotaban inteligencia, y al punto de haber pensado yo esto, relinchó con carácter vigoroso. ANTONIO – ¡Tiene los morros blancos! ¡Es Mica! - exclamé entusiasmado. FILITOÉ – Toma tu corcel y sígueme – repitió con serenidad.

Caminamos desde lo alto de la colina a paradero desconocido dirección oriente. Había tomado ese camino en numerosas ocasiones, y sin embargo, en esta ocasión se presentaba

50 Actualmente está bajo autoridad palestina, pero es el escenario de la guerra entre israelíes y palestinos.

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completamente nuevo ante mis ojos. El camino pedregoso estaba franqueado por hermosos cerezos. La brisa arrastraba sus pequeñas hojas y alguna potencia de la naturaleza las hacía girar alrededor de nosotros. ANTONIO – ¡Oh! Contempla sus hojas. Vuelan alrededor de nosotros. - Exclamé antes de inhalar con ahínco la fragancia del cerezo.

Seguimos por la travesía de cerezos y me percaté de que el campo de arena que nos rodeaba estaba cubierto de grava, hierba y musgo.

ANTONIO – Esto no parece la colina de la U. - comenté con perplejidad.

Pero no obtuve respuesta de Ojos de Lechuza, que iluminaba el entorno con su luz divina.Percibí a la distancia un ligero chorro de agua que caía sobre madera hueca. ¡Qué sonido tan agradable!Nuestro caminar no disminuyó en momento alguno, ni dejaron los cerezos de estar presentes; el sendero serpenteó en varias ocasiones, y tras una de ellas, hallamos una estatua de piedra flanqueada por dos cerezos. Me causó severa impresión, pues reconocí al retratado de la escultura.

ANTONIO – Es... el niño que asesinaron en la franja de Gaza. - Pronuncié con emoción. - ¿Qué hace su estatua aquí?

Pero, tras lanzar la pregunta ,no esperé respuesta alguna y desasí de mi mano las riendas de Mica. Caminé a la figura, contemplándola con admiración. Plantas trepadoras y musgo habían crecido sobre ésta. Gasté varios minutos de mi vida en contemplar la escultura y reflexionar sobre lo inaudito del camino.

ANTONIO – Esto es una proyección. - Dije, admirado, a modo de conclusión.. - Estás proyectando esto para mí.

Me giré hacia Filitoé, quien sonreía. Cuando guardaba silencio era terriblemente imponente; lejos de parecer un inocente niño, era la viva imagen de la fuerza divina.

A nuestros pasos encontramos otra estatua; el bombero que me había rescatado tras el atentado. En la representación, me llevaba en sus brazos. Me exalté, lleno de agitación. También invertí varios minutos en la contemplación de esta figura.

ANTONIO – Qué bonito traje. Es una figura épica. - alcancé a decir, conmocionado, tras un buen rato de reserva. Me acerqué con lentitud para contemplarla desde más cerca, y extendí mis manos para tocarla.FILITOÉ – Admiras a ese bombero. - Dijo el ángel, rompiendo su mutismo.ANTONIO – Es cierto que es un héroe para mí, pero ya no existe. Estos dos héroes tuvieron su importancia, pero no la tienen a día de hoy. Digamos que ya murieron para mí.

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Filitoé asintió.

FILITOÉ – Todos los héroes deben morir. ANTONIO – ¿Porqué dices eso?FILITOÉ – Sólo así pueden convertirse en mártires. - Y tras un breve silencio, agregó: - Éstos no son tus héroes; son tus mártires.

Finalmente, nuestros pasos dieron a parar al final del camino. Una exigua figura de mí custodiaba el paso entre dos cerezos, marcando la entrada a un claro. La estatua parecía tener un aspecto argénteo, como las copas que las proyecciones nos sirvieron; parecía brillar por sí mismo con la peculiar intensidad de la luz lunar.

ANTONIO – ¡Has proyectado una estatua de mí! - Exclamé impresionado.

Tras contemplarla con devoción, nos adentramos en el enorme claro.

En aquel abierto espacio, lo primero que mis ojos vieron fue una imponente edificación de piedra, completamente derruida y rodeada de agua; había un pequeño canal adjunto a una charca, de la cual se podían escuchar múltiples croares. La superficie del agua resplandecía anaranjada como lo hace la mar cuando el sol se está escondiendo.

Me sentía protegido en las inmediaciones del edificio en ruinas.

ANTONIO – Filitoé... - balbuceé. El niño se había, de nuevo, sentado en flor de loto.FILITOÉ – Dime, maestro – dijo con voz en calma.ANTONIO – Este lugar es el más especial en el que he estado en mucho tiempo.

Contemplé una estatua justo a orillas de la charca; era una representación en mármol de Filitoé. No medía más de metro y medio.

ANTONIO – ¡Ojos de Lechuza! ¡Eres tú!

Corrí hacia el monumento. Su expresión, hierática y poderosa, parecía la de un dios. La superficie de la figura brillaba en dorado como el sol de la mañana.

ANTONIO – Mira, Filitoé. Mi estatua parece lunar, y la tuya solar. - El niño sonrió. -¿Por qué es así?FILITOÉ – Todavía no te has quitado los harapos lunares. - comentó con naturalidad.ANTONIO – ¿Los harapos lunares? - El niño hizo caso omiso.

Caminé hacia el edificio, y el ángel siguió mis pasos con fidelidad. Mica paseaba tranquilamente, oliendo la vegetación.

FILITOÉ – Es un templo sagrado. - dijo el niño, tras pararnos frente a él. ANTONIO – ¡Ah! ¡Está completamente destrozado! - dije con tristeza.

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Las ranas croaban cerca de nosotros.

ANTONIO – Y sin embargo, es muy bello.

Cerré los ojos. Mi corazón podía sentir sin complicaciones la magia presente en ese lugar.

FILITOÉ – Es el templo de Mátesis, maestro.

Mica comenzó a rasgar con sus patitas la fachada del edificio derruido, cubierta de trepadoras.

ANTONIO – ¡Mica! ¡No lastimes más este pobre templo!

Me acerqué, y sobre los bloques de piedra de la fachada divisé una inscripción; con sigilosos pasos me acerqué, y aparté la musgosidad que la recubría con la mano. Encontré un estilizado epígrafe.

ANTONIO – Mathesis. FILITOÉ – ¿Y qué significa, maestro?ANTONIO – Mátesis es sabiduría. - Miré la fachada, buscando alguna otra pista. - Indica que aquí dentro se encuentra la fuente del conocimiento objetivo.

Filitoé sonrió al escuchar estas palabras.

FILITOÉ – ¿Comprende ya la causa del estado en el que se encuentra?

En el interior del templo destruido, la piedra de las paredes refulgía; podría haber dicho, en caso de ignorar de qué material estaba hecho el templo, que las paredes eran de oro macizo. El ambiente mágico era tan espeso que podía ver con mis propios ojos motas doradas que flotaban en el espacio de la estancia. Inhalé profundamente para impregnarme de la energía divina. Sobre el altar había un bajo atril rodeado de una poderosa luz violácea. Filitoé se encaminó con decisión hacia él. Sin decir palabra, instó a acercarme. Aún con las riendas de Mica en mi puño, recorté distancia con sigilo. Sobre el atril se hallaba un pequeño rollo de papiro.

ANTONIO – ¿Qué es? Pregunté con abierta curiosidad. FILITOÉ – Tómalo; es para ti. ANTONIO – ¿Para mí?

Filitoé asintió con decisión. Soltando las riendas me posicioné frente al atril y, situándome bajo un halo de luz violeta, alcé las manos y tomé el viejo papiro con ambas. Lo contemplaba, aun cerrado, con máxima expectación. Tras tomar aire lo desplegué con extremo cuidado. La visión de su contenido me dejó perplejo.

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FILITOÉ – Es el mapa del Paraíso Giratorio. - susurró con misterio.ANTONIO – ¿El Paraíso Giratorio? ¿Qué lugar es ese?FILITOÉ – Son las siete dimensiones de tu octava astral.

Reflexioné durante unos instantes.

ANTONIO – ¡Mi teleología! - Exclamé con asombro, y con ciertas dudas añadí: - ¿Pero el Paraíso Giratorio es entonces la teleología?FILITOÉ – ¡Oh, no! - Exclamó con expresividad Filitoé, como si fuera obvio. - El Paraíso Giratorio es un lugar intermedio entre las siete dimensiones en el que puedes acceder a cualquiera de ellas y observar tu teleología completa con distancia y objetividad.

Me sumí en misteriosos pensamientos durante unos instantes. Mi mente retornó a la realidad cuando me percaté de que estaba mordiéndome el labio inferior.

ANTONIO – Tiene un nombre rocambolesco – añadí con burla. Filitoé se encogió de hombros.FILITOÉ – Es un paraíso, pues el ego no tiene actividad allí, y es giratorio, porque gira. Lo considero un nombre acertado.ANTONIO – En ese caso sí que lo es – razoné con una sonrisa. - Llévame a mi Paraíso Giratorio.

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DIMENSIÓN DEL SACERDOTE

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·

En estas páginas debería comenzar la dimensión del sacerdote, pero finalmente he decidido no escribirla. La razón es la siguiente: quiero que este libro sea infinito. Como dice Filitoé, lo que tiene principio y fin carece de esencia, porque está destinado a desaparecer. ¡Y aquello que desaparece para siempre no puede ser infinito!

¡Animo a cada lector a escribir su propia dimensión del sacerdote!

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POSTULADOS DE ANTONIO

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1. El ser humano es un animal, pero no es el único animal que existe en la Tierra.2. Se diferencia del resto de animales por ser un animal político. Eso significa que emplea la política.3. La política es el proceso por el cual se organiza un sistema social a través de instituciones con el fin de solventar los problemas que puedan aparecer entre los seres humanos. 4. Para que las instituciones políticas puedan realizar política, necesitan poder. 5. El poder es la capacidad de obrar. En política, las instituciones tienen poder sobre todas las cosas, es decir, tienen la capacidad de obrar por encima de otros. Sólo así la política puede implantarse y ser efectiva. Para la existencia del poder debe darse, como mínimo, un poderoso y un sometido.6. Hay dos tipos de poderes: los que son consentidos por los que son sometidos por el poder, y los que no. La legitimidad es el consentimiento de los gobernados. 7. El ser humano comenzó a ser político cuando se inventó la escritura, que es un sistema por el cual se plasman los pensamientos, y con él, información y conocimiento.8. El nacimiento de la escritura abrió una nueva etapa en la historia del animal humano. Antonio lo llama el “paradigma de la escritura”. Lo llama así porque un paradigma es un sistema de pensamiento. En este contexto temporal se creó el estado, que es la unidad territorial política. Actualmente nos encontramos en el final de este paradigma. Ha durado una media de cinco milenios, al igual que el anterior paradigma, el paradigma de la “producción de alimentos”. 9. El paradigma que está comenzando es el llamado “de los derechos humanos”. Oficialmente, los Derechos Humanos fueron reconocidos a nivel mundial en el siglo XX, aún dentro del contexto histórico del paradigma de la escritura. Éstos son defendidos y promovidos por estructuras políticas supranacionales. 10. En el paradigma de los Derechos Humanos se asistirá a la alianza de todos los estados de la Tierra en una sola nación, llamada Estados Unidos de la Tierra, y comprenderá norte, sur, este y oeste del planeta. 11. Este proceso durará en torno a cinco mil años, entre los años 2000 y 7000 después de Cristo, aproximadamente.

POSTULADOS DE FILITOÉ

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1. Un daimón es un ser consciente que carece de cuerpo físico. Su cuerpo es invisible a los ojos humanos.2. Los daimones, aun siendo seres conscientes que carecen de cuerpo, pueden encarnarse en un cuerpo físico, fundamentalmente por dos razones: o bien porque necesitan aprender cosas en este mundo para evolucionar, o también para ayudar a aquellos que sí deben estar encarnados. 3. Los daimones que están encarnados para ayudar a otras personas son seres evolucionados y sabios, y el mundo de la carne, para ellos, está muy por debajo de su verdadera naturaleza, como el Infierno para nosotros. Estos enviados, en un momento de su encarnación, despiertan conciencia y recuerdan no sólo ser daimones encarnados, sino también el por qué de su encarnación. Los seres humanos los llaman 'ángeles', que literalmente significa, en griego, 'mensajeros'. 4. Filitoé afirma que los 'ángeles' son daimones de ápex. En contraposición, los daimones de antiápex son aquellos seres conscientes que someten a los animales al sufrimiento y a la contracción de conciencia. Los seres humanos los llaman 'demonios'. 5. Los daimones de ápex luchan contra los demonios de antiápex. Estos demonios son las conciencias que actúan sobre los animales para hacerles sufrir. En ocasiones es necesario, ya que el hombre debe sufrir para superar problemas y superarse. Pero en otros casos, el animal, por inexperiencia o ignorancia, se somete voluntariamente a los daimones de antiápex y sufren sin deberlo: adicciones, apegos, bajos instintos hacen descender nuestro nivel de conciencia y potencian la posibilidad de que nos aferremos al sufrimiento.6. El hombre se desvía en ocasiones, de forma antinatural. Debe abrir su conciencia gradualmente para evolucionar. Si no, seguirá actuando con ignorancia, y seguirá “condenado” a encarnarse una y otra vez, Eso quiere decir que nos reencarnemos como animales en una próxima encarnación, y así hasta que se aprenda a liberarse de la rueda de la encarnación.7. La liberación se adquiere con sabiduría. Lamentablemente, la sabiduría está escrita en clave y es de difícil acceso. Para comprenderla hay que llegar a ser sabio, y para esto, hay que cultivarse.9. Un ser consciente tiene conciencia individual, pero un animal, que es un ser consciente encarnado, tiene varias conciencias que actúan en paralelo; de ahí su continua lucha interna. 9. El ser humano tiene tres conciencias. Cada conciencia opera en una octava dimensional diferente; la más baja es la octava dimensional infrahumana, la que opera con la conciencia de un daimón de antiápex o demonio; la octava dimensional humana es la intermedia, que opera con un ego construido con la

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experiencia de la encarnación, y la octava dimensional más alta es la suprahumana, que opera con la conciencia de un daimón, en ocasiones de ápex.10. La octava dimensional humana opera con el ego, y el ego es construido a través de la teleología. Ésta es la estructura completa emocional y mental del ego, que se construye con el uso de conceptos.11. La energía llamada ápex depura la estructura teleológica y, con ello, disuelve las impurezas del ego, es decir, expande la conciencia del daimón encarnado y disuelve heridas emocionales y mentales. Es uno de los objetivos de los daimones de ápex. Los que se encarnan, lo hacen para trabajar directamente con la condición humana. El antiápex es el poder contrario; en el esquema teleológico incrusta conceptos que son fuente de sufrimiento, y éste mancha el ego, fomentando que el animal contraiga su conciencia y sufra.

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ANEXO: Reflexiones de un guerrero-filósofo

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La magia me encontró rodeado de las montañas de Santiago. En cierto modo, me obligó a renunciar a la vida que llevaba; en Chile pude experimentar la gran renuncia. Allí escribía El Imperio Ambulante, cuyo protagonista sufre una grave crisis de fe y pierde por completo el rumbo de su vida. En la novela, el personaje se percata demasiado tarde de esto; a esas alturas de la vida, tan lejos de casa, se hizo claro que, habiéndome esforzado tanto en ser una persona normal en los años anteriores, me había olvidado por completo de quién era, y había cercenado mis propias aptitudes, las cuales me fueron entregadas al nacer, precisamente, para realizarme en este mundo. Entre los cerros de San Cristóbal y Santa Lucía, entre el Chacabuco y la colina de la la cabaña en Concepción, entre Quillota, Valparaíso y Viña, se gestó un nuevo comienzo para mí, lejos de la fuerza de la inercia del mundo animal humano, sumido en la meditación de la soledad y la experiencia directa de la contemplación pura, como en una dimensión paralela en la cual entran en suspenso las obligaciones cotidianas del animal que somos. Imagino que los guerreros de ápex debían sacarme de mi entorno natural para hacerme despertar, para darme el poder de discernir quién soy y por qué estoy en el mundo, y por eso el telar que teje mi destino así convino este viaje, obligándome a experimentar la experiencia de la magia, que supuso en mí un punto y aparte.

Antes de tomar el avión de vuelta, la madre de uno de mis grandes amigos me regaló un rosario y me instó a cultivar la fe. "Eres una buena persona. Ten fe, Dios te va a ayudar siempre". Al retornar a España, rosario en cartera, retomé una pequeña saga de novelitas llamada La Conquista de la Libertad, la cual había abandonado poco antes del viaje; las obligaciones me habían acuciado en un pasado, el gris del mundo había estado superando el colorido espectro de mi imaginación. En esta saga enfrentaba dialécticamente a un ángel y a un filósofo; el primero desconocía la existencia de los animales humanos, y el segundo desconocía la existencia de los seres de luz. El filósofo le exponía, para hacerle entender qué es el ser humano, los fundamentos de la ciencia política. El ángel explicaba al humano los puntos esenciales de la filosofía teosófica. La primera de esas novelitas se llamaba El Animal Político; finalmente se llamó El Guerrero y el Filósofo.

El Guerrero y el Filósofo es un libro de ciencia, filosofía y magia.

Ciencia y magia

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Al menos en apariencia, religión y ciencia son grandes antagonistas. El Guerrero y el Filósofo intenta reconciliarlas. En este contexto, Filitoé es la excusa del relato para exponer los postulados universales de las religiones. No es embajador de ninguna institución religiosa, ni es conducido por intereses personales: representa la pureza absoluta, la libre existencia de la verdad natural, sin dogmas estructurales ni cuestiones de fe ciega. No representa las instituciones religiosas; representa la religión. Él plantea la realidad de las ideas tal y como son, con independencia de la resistencia que éstas puedan encontrar en el mundo de los hombres, que son generalmente movidos por intereses personales, por elecciones racionales subconscientes o conscientes, y generan opiniones. En representación de estos últimos está el personaje de Antonio Lucero: si bien es un personaje generoso y disfruta de todas las nuevas cuestiones que se le plantea, como animal humano le es inevitable ridiculizar en alguna ocasión al pequeño ángel y negar sus enseñanzas en más de un punto. Así que en su trasfondo, esta obra plantea - con mayor o menor fortuna, es el lector quien decide - una cuestión que no es asunto de poco baladí: la actual irreconciliación de la ciencia y la religión.

La ciencia es la fuente de la cual emanan las leyes del mundo que han sido demostradas por el hombre. La religión es el campo de conocimiento que estudia, a través de la experiencia directa, la existencia de la vida más allá de la vida que conocemos.

Posicionando en un principio una disciplina frente a la otra, Filitoé y Antonio acabarán armonizando sus discursos con el único nexo de la filosofía, entendiendo ésta como la disciplina del amor verdadero y desinteresado por el conocimiento. Esta disciplina es una conexión útil y necesaria para ambas, pues de ésta se extraen los conceptos que fundamentan, por un lado, la creación de teorías científicas que luego habrán de ser falsabilizadas, y también útil para el campo religioso, pues ésta bebe de la teosofía (o filosofía teológica) para la construcción de sus postulados. Dicho así, los filósofos podrían considerarse precientíficos, y el personaje de Antonio, siendo científico y filósofo, es de algún modo preteólogo. Con estas condiciones personales, es de entender que finalmente llegue a comprender las enseñanzas de Filitoé.

Sea como fuere, ambas disciplinas están en un comienzo abiertamente enfrentadas. Y aquí nace la incógnita que durante años he percibido, y me he esforzado en resolver: ¿Por qué están enfrentadas? ¿Cuál es la verdadera razón de que Antonio, en un principio, se muestre reacio a conceder total credibilidad a las palabras de un ángel, cuya sola presencia es - o podría ser - ya un motivo suficiente para

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concederle crédito? ¿Por qué están sistemáticamente enfrentadas si es cierto que la ciencia y la religión proceden de una fuente común tan poderosa y bienhechora como la cuestión filosófica? Las instituciones religiosas del mundo que conocemos basan sus fundamentos en dogmas de fe, que, traducidos en un contexto filosófico, no son otra cosa que hacer creer a ciegas, lo cual es, a mi lógica, poco menos que absurdo. Al contrario que las instituciones religiosas, la ciencia basa sus fundamentos en teorías y leyes; las primeras son la antesala de las segundas. En ciencias políticas, la teoría política emerge de la filosofía política. Cuando una teoría puede falsabilizarse a través de un experimento que nos permita conocer su autenticidad - o no, se convierte en ley. La ciencia es concisa, clara y transparente: una ley existe si es demostrable, una teoría se refuta si, a través del campo experimental, se evidencia su invalidez, y siempre que la necesidad requiera se podrá repetir el experimento que, si es exitoso, traduce en existente una nueva cuestión, convirtiéndose en un nuevo fundamento de la disciplina. Sin embargo, los dogmas de fe que las instituciones religiosas establecen son indemostrables a través del campo de la falsabilidad científica: el espíritu santo no puede ser sometido a medidas, el quinto elemento no puede volcarse en probetas y el poder de la oración no puede ser contenido en pastillas. En este contexto, creer en la existencia de un espíritu santo, de un quinto elemento o del poder de la oración es ridículo, absurdo y cosa de ingenuos.La ciencia actúa a la inversa: cuanto no pueda ser humanamente concebido y trabajado, no puede existir en el contexto del conocimiento. Las leyes científicas rigen el ritmo. En este sentido, la gran virtud de la rigurosidad parece adolecer de cortedad de miras. Sin duda, pienso, es mejor ser riguroso y corto de miras, que acabar intoxicando el cuerpo del conocimiento con tonterías indemostradas e indemostrables. Sin embargo, lejos de ser tontos, mi intuición aboga por creer que no todos los eruditos de la religión son unos charlatanes: una mayoría de grandes lamas budistas, por poner un ejemplo, parecen ser personas verdaderamente sabias y cultivadas. En efecto, ellos consideran el budismo, disciplina de corte práctico con la meta de obtener el despertar de la conciencia o iluminación, como una ciencia, y escriben tratados densos y de difícil acceso para profanos que explican la existencia de planos dimensionales sutiles y la actuación subconsciente de los humanos en ellos, entre otras cosas. La ciencia, para ellos, no está contrapuesta a la religión: ambas están contenidas en su práctica diaria. La religión budista es ateísta, carece de dogmas, aboga por la experiencia directa y está en armonía con la ciencia moderna.

Por mi necesidad de hallar conclusiones propias acabé, de algún modo o de otro, entremezclándome entre convencidos religiosos y cientificistas. "Las religiones son una escala evolutiva inferior del conocimiento", argüían muchos de éstos últimos.

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Aseguraban que hoy día el hombre está intelectualmente más avanzado que en la antigüedad, y que esta evolución nos permite conocer las causas de los fenómenos que configuran nuestro mundo. Por esta razón no tenemos la necesidad, como en el pasado, de inventar dioses. Lo cual es, desde la lógica, plausible y lo más cierto.No obstante, en mis reflexiones encontraba una trampa que ponía en serio aprieto este planteamiento. ¿No es el latir del corazón efecto de una causa, y causa a su vez de otros fenómenos, como el correr de la sangre por el cuerpo? ¿No es la circulación sanguínea efecto del latido, y causa a su vez de otros fenómenos? Si los fenómenos están encadenados en un sutil proceso de causas y efectos, ¿cuál es la causa que anima el efecto? Y, siendo más ambiciosos, ¿Hay una primera causa de todas las causas-efectos? ¿Cuál es? Si la lluvia es efecto de una causa, y la causa de ésta es otra y así sucesivamente, llegamos a la causa primera: la potencia de creación de la cadena causal. Esta potencia primera de creación era llamada en la antigüedad del mundo Zeus, de este término derivaría Deus en latino. Y de ahí proviene el término Dios, una potencia abstracta de creación. En esta perspectiva, ¡ciencia y religión estudian las potencias de creación de la naturaleza!

Sugerir que la ciencia estudia a Zeus me haría ganar sin duda mucho descrédito. Sin embargo, ¿No es Zeus - en su concepción esencial - el conjunto de potencias creativas de la creación del mundo que es justo cuanto estudiamos los científicos? El sujeto abstracto que anima el mundo animado. En este contexto se evidencia lo que considero algunas grandes deficiencias del pensamiento positivista: el amor, en la comunidad científica actual, es detalladamente explicado por una serie de reacciones corporales, pero, he aquí la trampa, no es la reacción la causa de sí misma: la reacción es objeto de una acción. ¿Por qué nos enamoramos? Considero que una reacción corporal no produce el amor, es justamente al revés: es el amor el sujeto que produce una reacción corporal. Esa potencia creativa, ese algo que en la antigüedad llamaron Eros.

En la antigüedad fueron numerosos los eruditos – quienes no disociaban el proceso de la búsqueda de la verdad, pues los conceptos de 'ciencia' y 'religión' estaban implícitos en el de 'filosofía' – que dividieron a sus discípulos en grupos, en virtud del contenido de las enseñanzas: Pitágoras de Samos los dividió en oyentes, exotéricos51 y esotéricos52. Estos últimos recibían los estudios del conocimiento de las potencias de creación, mientras que los exotéricos tenían vedados esos conocimientos por falta de preparación. Los esenios de Judea dividieron también a sus discípulos en neófitos, hermanos y perfectos. El propio Jesús de Nazaret abogó por emplear parábolas para esconder el significado esotérico de los mensajes,

51 Enseñanzas del mundo superficial.52 Enseñanzas del mundo 'oculto'.

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alegando, según San Mateo: No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra ustedes para destrozarlos.

Retornando a las posiciones de los adeptos de la religión y de la ciencia, la conclusión que extraigo es que impera la visión exotérica o superficial de ambas disciplinas, lo cual dificulta su verdadera comprensión; la percepción unidimensional de la ciencia, por un lado, y de la religión, por otro, impide el entendimiento adecuado de sus naturalezas. La dimensión exotérica de las religiones se conforma con la estructuración social que sustenta la supervivencia de la comunidad. Cuando ésta prospera en términos sociales, comienza a desvirtuar sus preceptos originales, pues es absolutamente imposible vulgarizar el conocimiento que contiene la cuestión esotérica a través de la masificación. Esta institucionalización de la religión desarrolla necesidades de naturaleza política: si una comunidad no cuida esto último, puede dejar de existir en términos sociales. Estas necesidades de índole política estimulan la creación y formación de un cuerpo de dogmas y cultos de origen meramente exotérico. Cuando esto sucede, se evidencia ya una distancia notable con respecto al objetivo original. En este punto, el fenómeno religioso se paradigmatiza53 y supera un punto de no retorno, exoterizando por completo el contenido de la institución religiosa. Éstas deben, por esta naturaleza, ser perfectas y ordenadas, o lo que es lo mismo, paradigmáticas. No cabe la duda o el debate práctico como herramienta útil para la configuración de la comunidad, y la fuerza del poder político fluye de arriba a abajo, elaborando una pirámide de poder político y con ello una jerarquía. Creo firmemente que las religiones institucionalizadas actuales, como el judaísmo, catolicismo, hinduismo o tantas otras, se hallan en este punto, tras haber, hace siglos, superado irremediablemente el punto de no retorno al cual hago referencia.

Desde otra perspectiva, las religiones de la antigüedad, las cuales considero que aún no habían traspasado el punto de no retorno, al ser estudiadas por eruditos científicos modernos, están paradigmatizadas por la visión de la ciencia. Esta relación erudito-objeto de estudio tiene como resultado, inevitablemente, la exoterización total de la religión. La teoría del alcance medio54 explica en este sentido la relación existente entre el estudiante y el objeto estudiado. De esta forma, los prejuicios paradigmáticos del científico quedan impresos en la religión estudiada. El resultado es que la ciencia de la historia tiende a ofrecer una visión algo ridícula e

53 Él término 'paradigma' significa 'ejemplo', o 'modelo'. es un modelo ideal. Según Thomas Kuhn, es un modelo de esquema formal de organización. El autor lo usó para hacer referencia al conjunto total de teorías que configuran una disciplina científica.

54 Teoría de Lewis Binford. Los objetos estudiados no hablan por sí solos; son las presunciones que establecemos tras el análisis, sean acertadas o erróneas, de esos objetos las que determinan su dinamismo.

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ingenua de las religiones históricas: se afirma con o sin pretensión, categórica y sistemáticamente, la superioridad intelectual del hombre moderno frente al hombre antiguo. La historiografía actual considera implícitamente que los antiguos egipcios eran extremadamente ingenuos al considerar que unos ídolos de barro cocido podrían ejercer el oficio de sirvientes del faraón en el supuesto más allá. Sin embargo, los complejos estudios sobre las supraconciencias del ser humano - ka y ba -, los cuerpos sutiles de los hombres y la interrelación entre éstos, tan precisos como esotéricos, evidencian que no eran en efecto tan ingenuos. De hecho, evidencia que, al menos, es de sospechar en las religiones dos dimensiones: una esotérica o secreta, que contiene el núcleo de la supuesta sabiduría y es sólo accesible para los iniciados, y otra exotérica, que es visible y comprensible por el total de los mortales.

Los eruditos de la antigüedad eran iniciados en los misterios; en Egipto, éstos eran únicamente objeto de los sacerdotes; en el mundo helenístico algunas escuelas guardaban estos conocimientos, estos misterios con celo. Todos consideraban que estos secretos debían preservarse de la población por ser terriblemente tremendos y requerir, en consecuencia, una alta preparación previa. Durante años he estudiado los Textos de las Pirámides y otros documentos científicos, religiosos y filosóficos de los antiguos habitantes de Egipto, y lejos de constituir, en mi opinión, estúpidos cuentos por y para ingenuos, ofrecen un espectacular tratado técnico sobre las supraconciencias existentes más allá del mundo grosero, con detalles abrumadoramente precisos. Si bien exotéricamente las potencias de creación y otros enigmas eran representados popularmente por figuras zoomorfas y con símbolos hartamente popularizados - el ankh, el cetro o las dos coronas, esta capa de exoterismo recubre la esencia esotérica como la cáscara de la naranja protege la carne del fruto. En este contexto la figura de Eros, que eludimos como ejemplo de potencia de creación de la antigüedad, tiene una dimensión esotérica y exotérica. Ésta última es representada por un niño alado que lanza flechas de oro y de plomo, evocando en los mortales las pasiones más extremas. La presencia de su hermano Anteros, antítesis del dios, desemboca en la transformación de Eros en niño. Este exotérico mito detalla la naturaleza antitética del amor y el poder de éste de purificación en el hombre: la lectura esotérica del mito revela numerosos detalles cercanos a los misterios de las antiguas escuelas griegas.

Antonio Lucero, personaje con una alta preparación cultural previa - activo filósofo y científico, ya comenzaba a sospechar, en los días anteriores a su oportuna coincidencia con Filitoé, que tras la cáscara de la naranja del exoterismo se escondía una jugosa carne esotérica, pero como hombre de ciencia, el paradigma de la ciencia cubría en efecto sus necesidades del entendimiento de las religiones del

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mundo. A comienzos de la historia relatada, el filósofo tiene un pensamiento unidireccional de las religiones. ¡Hasta que descubre a un ángel que le hace ver y sentir más allá de lo exotérico!

Filitoé, lejos de comprender qué es la religión institucional, abarca en su exposición cuestiones limpias de mancha cultural, y Antonio, frente a éste, vuelve su mirada hacia la antigüedad, cuando el punto de no retorno citado aún no se había producido. Antes de esto, cuando aún no se había traspasado, se puede considerar - y creo que Filitoé así lo haría - que las religiones del mundo eran correlacionables, pues canalizaban a través de lo exotérico, que difiere irremediablemente entre culturas, los mismos fundamentos esotéricos. La siguiente cuestión se plantea sola: ¿Es cierto que las religiones del mundo, en su esencia, comparten los mismos fundamentos esotéricos? Si esto es cierto, ¿Cuáles son esos fundamentos esotéricos?

Han pasado apenas cuatro meses desde la primera edición de El Guerrero y el Filósofo, y ya me es imposible disfrutar de su lectura sin torcer demasiado el gesto, lo cual creo que es un síntoma esperanzador: es posible que signifique que voy mejorando como escritor. Su secuela no está teniendo, a diferencia de su predecesor, un parto doloroso. Imagino que la experiencia comenzó a soltar mis dedos y mi cabeza. Pese a todo, El Guerrero y el Filósofo sigue pareciéndome un libro peculiar. Un viaje extraño y rocambolesco al que os invito.

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