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Coincidimos con quienes, como Fantova, consideran que los Servicios Sociales no es- tán dando la respuesta adecuada a las necesi- dades de las personas; que atraviesan «un mo- mento de encrucijada estratégica»; y que, por lo tanto, es necesario que las medidas urgen- tes de innovación que se adopten para su re- forma respondan a un proyecto global de ca- rácter estratégico. En nuestras últimas participaciones en di- ferentes foros, en los que se ha reflexionado so- bre aspectos relacionados con los servicios so- ciales —ya sea acerca del hambre en Madrid como de la renta mínima de inserción, la renta básica o sobre la Estrategia de inclusión social para la Comunidad de Madrid 2016-2021— hemos salido con un raro sabor de boca 1 . En todos los eventos se está dando gran importancia a las cuestiones estéticas: un ex- quisito cuidado por la puesta en escena; se ce- lebran en lugares acogedores; se pronuncian unos discursos integradores; y, siempre inde- fectiblemente, se percibe una gran preocupa- ción por crear un clima de «buen rollo» entre todos los participante (técnicos de las diferen- tes administraciones, académicos, empresas proveedoras, ONG, fundaciones, sindicatos y partidos). En este clima palaciego y corte- sano en el que unos y otros intercambian amabilidades, resulta de mal gusto disentir, expresar posturas que pongan en cuestión el discurso del otro. No queda bien romper el he- chizo de la concordia. En el peor de los casos, las intervenciones se limitan a cuestionar tal o cual medida concreta, pero no se pone en- cima de la mesa, para poder criticarlo y some- terlo a disección, el modelo que está orientan- do la adopción de unas u otras medidas. La capitalidad de Madrid introduce difi- cultades específicas a la hora de configurar una iniciativa social y unos poderes locales y autonómicos comprometidos con las necesi- dades sociales de sus ciudadanos madrileños, con frecuencia se constituyen como represen- tantes institucionales que se mueven a nive- les de negociación para todo el Estado, sien- do su burocratización y conversión en élites políticas y sociales más frecuente que en otros territorios. Ante esta situación, nos surgen dos pre- guntas al menos: ¿por qué ocurre esto en los Servicios Sociales y no en otros sistemas 2 ? Y, lo que es aún más importante, ¿cuál es la composición de la pócima que nos hechiza? Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 237-241 237 EDITORIAL Cuadernos de Trabajo Social ISSN: 0214-0314 http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.56351 EDICIONES COMPLUTENSE El escorpión y la rana. La sutil gestación de un nuevo modelo hegemónico para los Servicios Sociales [en] The scorpion and the frog. The subtle gestation of a new hegemonic model for social service 1 La decisión de partir, para la elaboración de estas notas, de una realidad particular como es la del desarrollo de los servi- cios sociales en Madrid, viene motivada por considerar que en ella se ponen de manifiesto algunos de los procesos y las di- námicas más significativos del modelo neoliberal, y también porque del análisis del mismo pueden extraerse lecciones de interés general. 2 Por ejemplo, en el Sistema sanitario todo el mundo identifica la existencia de modelos; se visibilizan los diferentes intere- ses; y se constituyen fuerzas en conflicto que, de forma consciente, intentan incrementar su fuerza. Usuarios, profesiona- les, académicos, partidos políticos y sindicatos se movilizan en la defensa del modelo que consideran oportuno.

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Page 1: El escorpión y la rana. La sutil gestación de un nuevo ... · terlo a disección, el modelo que está orientan-do la adopción de unas u otras medidas. ... El escorpión y la rana

Coincidimos con quienes, como Fantova,consideran que los Servicios Sociales no es-tán dando la respuesta adecuada a las necesi-dades de las personas; que atraviesan «un mo-mento de encrucijada estratégica»; y que, porlo tanto, es necesario que las medidas urgen-tes de innovación que se adopten para su re-forma respondan a un proyecto global de ca-rácter estratégico.

En nuestras últimas participaciones en di-ferentes foros, en los que se ha reflexionado so-bre aspectos relacionados con los servicios so-ciales —ya sea acerca del hambre en Madridcomo de la renta mínima de inserción, la rentabásica o sobre la Estrategia de inclusión socialpara la Comunidad de Madrid 2016-2021—hemos salido con un raro sabor de boca1.

En todos los eventos se está dando granimportancia a las cuestiones estéticas: un ex-quisito cuidado por la puesta en escena; se ce-lebran en lugares acogedores; se pronuncianunos discursos integradores; y, siempre inde-fectiblemente, se percibe una gran preocupa-ción por crear un clima de «buen rollo» entretodos los participante (técnicos de las diferen-tes administraciones, académicos, empresasproveedoras, ONG, fundaciones, sindicatos y

partidos). En este clima palaciego y corte-sano en el que unos y otros intercambian amabilidades, resulta de mal gusto disentir,expresar posturas que pongan en cuestión eldiscurso del otro. No queda bien romper el he-chizo de la concordia. En el peor de los casos,las intervenciones se limitan a cuestionar talo cual medida concreta, pero no se pone en-cima de la mesa, para poder criticarlo y some-terlo a disección, el modelo que está orientan-do la adopción de unas u otras medidas.

La capitalidad de Madrid introduce difi-cultades específicas a la hora de configuraruna iniciativa social y unos poderes locales yautonómicos comprometidos con las necesi-dades sociales de sus ciudadanos madrileños,con frecuencia se constituyen como represen-tantes institucionales que se mueven a nive-les de negociación para todo el Estado, sien-do su burocratización y conversión en élitespolíticas y sociales más frecuente que en otrosterritorios.

Ante esta situación, nos surgen dos pre-guntas al menos: ¿por qué ocurre esto en losServicios Sociales y no en otros sistemas2? Y,lo que es aún más importante, ¿cuál es lacomposición de la pócima que nos hechiza?

Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 237-241 237

EDITORIAL

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.56351

EDICIONESCOMPLUTENSE

El escorpión y la rana. La sutil gestación de un nuevo modelo hegemónico para los Servicios Sociales

[en] The scorpion and the frog. The subtle gestation of a new hegemonic modelfor social service

1 La decisión de partir, para la elaboración de estas notas, de una realidad particular como es la del desarrollo de los servi-cios sociales en Madrid, viene motivada por considerar que en ella se ponen de manifiesto algunos de los procesos y las di-námicas más significativos del modelo neoliberal, y también porque del análisis del mismo pueden extraerse lecciones deinterés general.

2 Por ejemplo, en el Sistema sanitario todo el mundo identifica la existencia de modelos; se visibilizan los diferentes intere-ses; y se constituyen fuerzas en conflicto que, de forma consciente, intentan incrementar su fuerza. Usuarios, profesiona-les, académicos, partidos políticos y sindicatos se movilizan en la defensa del modelo que consideran oportuno.

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La respuesta a la primera pregunta, tal vezesté en la propia historia: el proyecto social-demócrata de Servicios Sociales, que decla-ró poner en pie el PSOE en los años 1980, pe-ro que nunca llegó a implantarse por su propiaopción liberal y, en gran medida, fue de he-cho un proyecto fallido. Es verdad que, tal ycomo fue diseñado, lo que sí hizo fue contri-buir a crear un nuevo sector de negocio paralas grandes empresas y las multinacionales,y favorecer que buena parte de las entidadesque históricamente habían jugado un rol prin-cipal en campo de la vieja Beneficencia, con-tinuase con su papel vertebrador de la asis-tencia social en la España de f inales delmilenio.

Desde entonces, el resto de la izquierdapolítica experimentó dinámicas múltiples yvariopintas: un sector optó por dar continui-dad a su compromiso social, montando ONGdedicadas a la acción social, muchas de lascuales, andando el tiempo, no lograron man-tener su carácter crítico y reivindicativo. Y eneste momento, por lo que se refiere a la lla-mada «nueva izquierda», hay quienes estánmás preocupados por no ser contaminadospor el asistencialismo que por acometer res-puestas innovadoras, valientes y concretasfrente al sufrimiento social. Por lo demás, hayotros que, conectando con tradiciones delmundo anarquista cristiano, mitifican las res-puestas de autogestión colectiva y les sumenen la irrelevancia social y política.

Para seguir la reflexión en torno a la pó-cima que nos hechiza, no resulta fácil desen-trañar sus componentes. Le pasa algo pareci-do a lo que sucede con el concentrado de laCoca Cola. Empezaremos por señalar el com-ponente que actúa como armonizador de sa-bores: nos referimos a una comprensión ar-monicista del funcionamiento de la sociedadque aspira, de forma boba y mansurrona, agenerar pensamiento «positivo»: psicología«positiva», sociología «positiva», trabajo so-cial «positivo», etc., y descarta cualquieraproximación crítica, tildándola de negativis-mo, radicalismo o populismo.

Al parecer todos compartimos una mismamúsica: el nuevo sistema de Servicios Socia-les debe estar centrado en la persona, tratan-do de activar las capacidades del propio indi-viduo y de la comunidad en la satisfacción desus necesidades. En relación a la letra: es úni-ca y no se somete discusión.

De esta manera se ha instalado entre nos-otros una configuración político-ideológicafavorable al modelo liberal neofilantrópico,pomposamente denominado el Estado mixtode bienestar3, objetivo indiscutido e indiscu-tible, horizonte prometido que se presenta co-mo el modelo de todos los modelos. Se ha lo-grado que una gran mayoría de los actoresimplicados considere que estamos ante unarealidad irreversible e irremediable frente ala que no queda otra alternativa que la de su-birse al carro.

Nos detendremos en algunos de los aspec-tos centrales que articulan el modelo del go-bierno conservador: nos referimos a la reasig-nación de las funciones de los diferentesactores. No se trata de una cuestión más entreotras tantas: es una cuestión capital, de ahí laimportancia de conocer las formas que adop-tan las hibridaciones y sus consecuencias enla conservación o pérdida de las diferentesidentidades. Descubrir aquellas regularidades(leyes) que gobiernan la participación de losdiferentes actores en la acción social permi-tiría contar con una capacidad explicativa ypredictiva.

Recordemos que son cuatro los actorescon presencia en los Servicios Sociales: unactor público, el Estado, y tres actores pri-vados que conforman la sociedad civil(mercado, iniciativa social y familiar). Ca-da uno de ellos tiene una naturaleza o una ló-gica que le confiere una identidad propia: elEstado se caracteriza por la garantía de los de-rechos, la producción de servicios —no demercancías— y es la expresión de la solidari-dad indirecta; el Mercado, cuya característi-ca fuerte es el intercambio con beneficio eco-nómico, produce mercancías, y es la expresióndel solidarismo; la Iniciativa Social, cuyas ca-

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3 Estrategia de inclusión social de la Comunidad de Madrid, 2016-2021. Consejería de Políticas Sociales y Familia. EditaDirección General de Servicios Sociales e Integración Social. Comunidad de Madrid. Octubre de 2016.

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racterísticas son el altruismo, la asociación li-bre, la denuncia y la reivindicación, es la ex-presión de la solidaridad directa y, por último,tenemos la esfera Familiar o particular, cuyacaracterística es realizar los cuidados infor-males y dar expresión particular, concreta yafectiva a las relaciones de reciprocidad.

Enrique Medina, en su artículo El debatede lo público y lo privado en servicios socia-les (1998) menciona el fenómeno de la difu-minación de las fronteras entre los actorespresentes en la acción social, como uno de losresultados de los cambios sociales:

La dinámica del cambio social ha ido mo-dificando y difuminando las fronteras entre loque se denomina sector público y privado. Lascontinuas interconexiones parecen obligar aabrir un debate de reflexión sobre aquello quedefine uno y otro sector y la naturaleza de lasrelaciones que se van introduciendo (p. 99).

El problema, sin embargo, no es la difumi-nación coyuntural como consecuencia de la hi-bridación entre actores en presencia, ya queesta hibridación forma parte de la compleja vi-da social en la democracia. La cuestión es quese está produciendo bajo la dirección de un go-bierno que favorece el despliegue y la pene-tración de las grandes empresas en el campode lo social, mientras, de manera simultánea,pervierte la identidad del resto de los actorespresentes. Pervierte la naturaleza del EstadoSocial; pervierte la naturaleza de la iniciativasocial; pervierte la naturaleza del mundo fa-miliar; y lo hace hasta tal punto que muchasde las decisiones de estos actores no están mar-cadas por su naturaleza esencial. La difumi-nación acaba eliminando los perfiles pro-pios de cada uno de los actores, a excepcióndel mercado, de manera que, a diferencia delo que ocurría en la vieja fábula, el escorpiónacaba renunciando a picar a la rana.

Un liberal, como Dahrendorf (2006),cuando se plantea estas relaciones, estableceunos claros límites a la hibridación que, enestos momentos, están siendo vulnerados:

La primera condición es que no se renun-cie del todo a la separación de los tres secto-res (el estado, el mercado y la sociedad civil).Las soluciones hibridas tienen su lugar, pero

los principios en los que se basa cada uno delos tres sectores también tienen su propia ra-zón (...) Mantener los tres sectores separados,o, mejor aún, mantenerlos como tres instan-cias separadas en una relación de interacciónes para mí una definición del orden liberal(p. 291).

Hoy en día, las multinacionales, las gran-des empresas y las grandes corporaciones delsector no lucrativo se están quedando con to-dos los servicios sociales públicos o privadosque les resultan rentables. Por un lado, los ser-vicios mercantilizados que van dirigidos aaquellos sectores de la población que puedeadquirirlos en el mercado libre y, por el otro,todos aquellos servicios que el Estado poneen manos de estructuras privadas, y que pro-ducen beneficios, dejando para la «benefi-cencia» pública y privada la atención de laspersonas con recursos insuficientes.

Sirva como ejemplo la última adjudicacióndel servicio de ayuda a domicilio (SAD) delAyuntamiento de Madrid a la multinacionalClece, que dará cobertura a 25.000 usuariosal año: el contrato, por un valor económico de192.000.000 euros tiene una duración de 3años. El Ayuntamiento con esta contrataciónpone de manifiesto su mimetización con losmodelos de gestión multinacional y, comoconsecuencia, contribuye a que sólo estasgrandes empresas se encuentren en condicio-nes de licitar este tipo de encargo. Exige unasdimensiones, una capacidad financiera y unaforma de gestión incompatibles con cualquierotro tipo de organización como podría ser la contratación de cooperativas de mujeres o—¿por qué no?— la gestión propia. El Ayun-tamiento pierde así de vista la importancia deponer en marcha prestaciones que tengan uncarácter sinérgico a favor de la cohesión so-cial, y contribuye a consolidar una forma demercado netamente capitalista y multinacio-nal. Sin embargo, la multinacional no olvidasu naturaleza. Así se expresa Clece (2017):«El contrato significa reforzar el posiciona-miento de Clece como uno de los principalesoperadores a nivel nacional en la atención do-miciliaria con 86.000 personas atendidas yun equipo de 21.400 profesionales» (Clerce25 años, p. 1).

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Si aquellos sectores progresistas que sonelegidos para garantizar una serie de serviciosa la ciudadanía lo hacen sin un modelo propio,diferente del que, de una forma coherente yconsciente, orienta a los gobiernos conserva-dores, «la mano invisible» del mercado segui-rá creando las condiciones para que sus pro-puestas resulten inevitables, e irá estableciendoel lugar que deben ocupar el resto de los acto-res sociales, sean de la iniciativa social comode la propia Administración pública.

Uno de los factores que engrasan el mo-delo neoliberal es la existencia de una tupidatrama de relaciones, en las que un número depersonas reducido, representativas en sus res-pectivas esferas, ocupan de manera simultá-nea espacios y desempeñan papeles muy sig-nificativos en el resto de esferas —grandesONG, fundaciones, partidos políticos, sindi-catos, universidades, empresas— y, poco apoco, van tejiendo entre ellas una serie de re-laciones amables en las que el conflicto dapaso a la conciliación, y la elección de un la-do a la equidistancia. No olvidemos que el ro-ce hace el cariño.

En esta dinámica que acabamos de seña-lar hay un aspecto que cumple una funciónsustancial: nos referimos al lenguaje y a supapel performativo en la construcción de unacomunidad que acaba compartiendo: unaspercepciones similares de la realidad social,unas herramientas conceptuales para su aná-lisis, unos diagnósticos sobre las causas de lamiseria social y, por último, el tipo de medi-das que se han de adoptar para responder alas necesidades sociales. Tomaremos presta-das algunas palabras de José Manuel Naredo(2006) para explicar su funcionamiento:

Un lenguaje unidimensional económica ypolíticamente correcto que hoy tiende a impo-nerse resulta de un sinnúmero de personas yentidades cuya función de emisores activos seve orientada y moldeada sobre todo por incen-tivos económicos y de poder. La antigua co-acción de censores y propagandistas se ve hoydesbancada por las señales orientadoras que

marcan los poderes políticos y empresarialesdominantes a través de presupuestos de apo-yo a determinadas líneas de investigación opublicación y no a otras, de contratos y nom-bramientos que son fuente y resultado de ne-gocios e influencias que conducen a premiaro divulgar determinados enfoques, ideas, len-guajes, mensajes y servicios, a la vez que des-atienden o silencian otros (p. 143).

Si nos detenemos para observar y escucharlo que ocurre a diario en ese mundo comple-jo y heterogéneo de las ONG, oímos murmu-llos que se difunden sobre las presiones inter-nas y externas a las que se ven sometidas.Especialmente difícil es la situación que vi-ven las pequeñas organizaciones, aquellas quevienen desarrollando intervenciones socialescomplejas —y que por diferentes razones noles interesan al resto de esferas— con un grancompromiso con su actividad, pero que por al-guna razón no forman parte de esa elite quecuenta con apoyos importantes y seguros enlos gobiernos, en el mundo de la empresa o enla iglesia. En este mundo de la iniciativa so-cial —se sabe— que «si te mueves no sales enla foto». El miedo a perder el trabajo, unascondiciones laborales precarias y la inseguri-dad financiera son permanentes. Tienen siem-pre encima de sus cabezas la espada de Da-mocles, situación a la que contribuye el tipode regulación de las subvenciones públicas, elsistema de contrataciones e, incluso, el tipode gestión de los sellos de calidad4.

El gobierno conservador de la Comunidadde Madrid lidera la política de servicios so-ciales, no encontrando enfrente ninguna pro-puesta alternativa; lo hace con la voluntad deseguir cumpliendo este papel. En este senti-do se expresaban recientemente sus más al-tos representantes políticos en la materia: so-mos la vanguardia de las políticas sociales enEspaña y lo queremos hacer contando con to-da la sociedad civil. Madrid está a la cabezade la política social y contará, además paraello, con un centro de innovación social co-mo buque insignia.

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4 El sello ONG Acreditada lo concede la Fundación Lealtad y es un requisito imprescindible para poder acceder a determi-nadas subvenciones y contrataciones públicas. En su patronato están algunos representantes de AB Asesores, Mutua Ma-drileña, Telefónica S.A, OHL, Bankinter, Inditex, Banco Popular, Banco Santander, Deutsche Bank, PwC, etc.

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En un contexto de pensamiento único, co-mo el que acabamos de describir, al parecertodos queremos unos Servicios Sociales jus-tos y benéficos, obviando los intereses con-trapuestos en presencia. Es necesario volversobre la cadena de relaciones que ligan ide-ología, lenguaje y percepción de la realidad,conscientes de que no hay progreso de lascausas más avanzadas sin que ganen terrenociertas ideas.

Por todo ello, creemos que es inexcusablepromover una cultura alternativa, impulsaruna acción ideológica que cuestione los dog-

mas conservadores favorables a la primacíade un mercado apoyado por la intervenciónestatal, manteniendo la defensa de las con-quistas sociales encarnadas por los Estadosde bienestar como organizadores de la soli-daridad colectiva y como factores activoscontra las desigualdades. Es primordial ha-cer valer el papel redistribuidor del Estado ysus sistemas de protección social.

Luis Nogués SáezPedro José Cabrera Cabrera

Directores

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Referencias bibliográficas

CLERCE: Clerce 25 años. (6/15/2017). Recuperado de: https://www.clece.es/es/comunicacion/noti-cias/clece-atendera -25-000-usuarios-la-ayuda-domicilio-madrid-2/

Dahrendorf, Ralph (2006). El recomienzo de la historia: de la caída del muro a la guerra de Irak : dis-cursos y artículos. Buenos Aires/Madrid: Ed. Katz.

Naredo, J. M. (2006). Raíces económicas del deterioro ecológico y social: más allá de los dogmas.Madrid: Siglo XXI de España.

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La crisis social que se abrió en España con elpinchazo de la burbuja inmobiliaria, en 2008,y su gestión pública en forma de austeridadhan vuelto a colocar en la agenda mediática,académica y política los conflictos relacio-nados con la exclusión y la desigualdad. Enel inicio de la crisis se generalizó una visibi-lización humanitarista y pacificadora de lapobreza. Los medios de comunicación «es-pectacularizaron» el malestar, centrando suatención en las acciones filantrópicas de losfamosos o exhibiendo en los platós de televi-sión a los pobres implorando ayuda. El climade politización que generó el 15-M agrietóesa comprensión consensual de las dinámi-cas de estratificación que, en cambio, empe-zaron a entenderse en términos de polariza-ción, conectando los datos y las imágenes delsufrimiento social con los beneficios de lasélites empresariales y políticas.

En este ambiente de antagonismo, muchostrabajadores sociales cuestionaron el papelque se les había atribuido como muro de con-tención del malestar social y experimentaronun proceso de implicación que les llevó aprestar atención a los discursos de las plazas,así como a incluir las prácticas de apoyo mu-tuo de los movimientos sociales de los barriosen sus «guías de recursos». En algunos casosla dinámica crítica llegó a cristalizar en ini-ciativas colectivas, como la Marea Naranja o

el Foro ServSocial. Se trata de un ciclo de mo-vilización modesto, pero prácticamente in-édito en el seno de la intervención social es-pañola de las últimas décadas. Como mínimo,ha servido para que una gran cantidad de tra-bajadores sociales consideren ineludibles losdebates en torno al carácter estructural de losproblemas sociales y se planteen la necesi-dad de elaborar alternativas a las recetas pro-fesionales heredadas.

Sin embargo, la reflexividad y la movili-zación de los trabajadores sociales, tanto enla calle como en las redes sociales, no pare-ce haber dado lugar a una reflexión parsimo-niosa sobre cuestiones cruciales relacionadascon el papel que desempeña la intervenciónen la reproducción social. Se ha populariza-do una retórica crítica con la crisis y la aus-teridad que considera los servicios sociales yel Trabajo Social como aliados leales de lasvíctimas de la exclusión y la desigualdad. Elcorolario de esta perspectiva conciliadora es que el objetivo debería ser recuperar losservicios sociales y las estrategias de inter-vención previas a la crisis, a lo sumo mejo-rándolos con importantes inyecciones presu-puestarias y algunas reformas en materia dederechos sociales y participación de los afec-tados. En cambio, apenas se han llegado adesarrollar enfoques que cuestionen las pro-pias relaciones de poder ligadas al rol exper-

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http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.56352

EDICIONESCOMPLUTENSE

PRESENTACIÓN

Hacia un nuevo Trabajo Social crítico: el gobierno de lo social en la eraneoliberal. Presentación del monogáfico

[en] Toward a new critical Social Work: social governance in the neoliberal era.Presentation of Monograph

Sergio García García; César Rendueles Menéndez de Llano

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to, las metodologías individualistas y las fun-ciones de control del Trabajo Social en el sos-tenimiento de la explotación laboral y la se-gregación socioespacial. En todo caso, esasperspectivas críticas han procedido de algu-nos movimientos sociales o de otras discipli-nas, como la sociología y la antropología. Porese motivo a menudo se han vivido como unaamenaza al frágil estatus profesional e insti-tucional logrado por los trabajadores socialesen las últimas décadas y han sido respondidascon un fuerte cierre de filas corporativista eidentitario, pero carente de profundidad teó-rica.

En este contexto, resulta urgente abrir unaveta de reflexiones en torno a la contribucióndel Trabajo Social a la reproducción del or-den social, una crítica libre de autocompla-cencias y centrada en la utilidad social másque en la identidad profesional. Volver a con-siderar el Trabajo Social como un medio y nocomo un fin es el primer paso para recuperarel compromiso de esta disciplina con la jus-ticia social. Para ello, se hace preciso, en pri-mer lugar, desencantar la profesión, asumirque no posee una esencia que la haga per setransformadora, y centrarse en el análisis delos contextos, los usos, los significados y losefectos de las intervenciones concretas. En segundo lugar, es necesario reflexionar sobre los «paraqués» y los posicionamientos—adaptativos, educativos o transformadores(Hernández, 2012)— que se asumen ante lassituaciones de intervención.

Este monográfico está dedicado al Traba-jo Social como modo de gobierno de lo so-cial en contextos de desigualdad. En primerlugar, hay que señalar que esta propuesta ana-lítica no conlleva una comprensión del Tra-bajo Social «exclusivamente» en términos decontrol social; es decir, un enfoque reactivofrente a la descripción del Trabajo Social co-mo modo de ayuda. La dicotomía ayuda ver-sus control oscurece la complejidad de lapráctica, las tensiones que la atraviesan y laambivalencia de sus productos. Las interven-ciones sociales producirán efectos diversos ya veces contradictorios en función de la tem-poralidad (el efecto inmediato de una inter-vención en un barrio puede ser el reconoci-

miento de la diversidad cultural, pero tam-bién un posterior reflujo xenófobo), de lacomposición social de los contextos concre-tos (dependiendo de la correlación de fuer-zas entre actores institucionales, profesiona-les y vecinales, la misma intervenciónampliará la democracia local o no), de los ejesde poder sobre los que se ponga el foco (laacción compensadora sobre una desigualdadde género puede estar ahondando en una des-igualdad étnica, como puede ser el empode-ramiento de mujeres de minorías sobre pos-tulados eurocéntricos) o de la escala a la queprestemos atención (lo que en un nivel comu-nitario puede suponer el desarrollo a travésde la capacitación, en un nivel estructuralpuede abrir la puerta a la colonización de lavida local por parte de las relaciones de mer-cado).

En segundo lugar, este monográfico se ba-sa en una concepción amplia del Trabajo So-cial que toma en consideración tanto las po-líticas sociales y los servicios sociales comolas prácticas profesionales de intervenciónsocial (con independencia de que las ponganen marcha o no titulados en Trabajo Social).La sinécdoque puede parecer injusta, pero es-ta estrategia facilita el reconocimiento de lamaternidad del Trabajo Social sobre el cam-po de la intervención social para conectar asílas críticas contemporáneas con las que ha re-cibido desde su surgimiento en el siglo XIX.

En tercer lugar, es importante precisar quecuando hablamos de «gobierno» nos referi-mos al modo de conducir las conductas de lossujetos (Foucault, 2007) y no a las institucio-nes de gobierno. Entender el gobierno comoactividad y no sólo como organización insti-tucional (Laval y Dardot, 2013), permite su-perar la perspectiva estadocéntrica para repa-rar en las prácticas que una multiplicidad deagentes implicados en lo social llevan a caboen la conformación de un orden social deter-minado (desde los responsables políticos alos propios usuarios de los dispositivos deatención social, pasando por los expertos, losmedios de comunicación y la sociedad civil).

En cuarto lugar, entendemos lo social co-mo un campo de preocupaciones y actuacio-nes reformistas sobre los sectores menos

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Presentación del monográfico. Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 243-260 245

favorecidos por el modo de producción capi-talista, una «invención» necesaria para vol-ver gobernable una sociedad que había opta-do contradictoriamente por un régimenpolítico democrático y por un sistema econó-mico desigualitario (Donzelot, 2007).

Y en quinto y último lugar, apuntamos alos contextos de desigualdad, tratando de si-tuarnos en el capitalismo en su fase neolibe-ral, aludiendo fundamentalmente a sus mani-festaciones de clase, pero sin olvidar suestrecha conexión con las discriminacionesde género, las segregaciones racialistas yotros ejes contemporáneos de estructuraciónjerárquica del cuerpo social.

Antes de presentar los contenidos del mo-nográfico, estimamos necesario responder aalgunas preguntas que nos situarán en laspuertas del problema que queremos abordar(los usos del Trabajo Social en el neolibera-lismo como un dispositivo de control o repro-ductivo del orden): ¿Qué supuso la extensiónhistórica de las relaciones de mercado y quécondiciones hicieron posible la emergenciade lo social? ¿Cuál ha sido históricamente elpapel específ ico del Trabajo Social en el gobierno de lo social según las críticas for-muladas desde dentro y desde fuera de la pro-fesión? ¿Qué implicaciones materiales e ide-ológicas tiene el neoliberalismo? ¿Qué modosde instrumentalización y cooptación de dis-cursos, otrora críticos, del Trabajo Social sir-ven hoy para gobernar la desigualdad?

1. La formación del capitalismo y la inven-ción de lo social

Al menos desde el siglo XVIII, el ideal delmercado libre autorregulado ocupa un lugarcentral entre los mecanismos de construcciónde hegemonía de la sociedad moderna. A tra-vés de una amplia constelación intelectual serefinó la idea de que, en una economía com-pleja, el sistema de precios es el medio idó-neo para alcanzar una asignación óptima delos recursos (Perelman, 2000). Desde estaperspectiva, los precios transmiten a un cos-te mínimo información fragmentaria sobrelas preferencias individuales que se agrega

automáticamente, de manera que se generaun nivel de coordinación social mayor que elque ninguna institución organizadora podríaalcanzar: la intervención centralizada no ha-ce más que distorsionar el flujo de informa-ción impidiendo la coordinación óptima. Des-de el primer momento, esta teoría económicatuvo un correlato político, relacionado no tan-to con la necesidad de mantener incontami-nados los mecanismos mercantiles como conlos subproductos políticos positivos de su ex-tensión social (Hirschman, 1977). Se trata deuna doctrina que se remonta al menos a Mon-tesquieu y Bentham y llega hasta Hayek yFriedmann, y plantea que la coordinación, através de mecanismos de mercado del mayornúmero posible de áreas sociales, es la únicagarantía de preservación de la libertad indivi-dual en sociedades de masas y culturalmenteplurales en las que las posibilidades alcanzarla unanimidad, a través de la deliberación, sonmuy reducidas y, por lo tanto, siempre está pre-sente la amenaza del conflicto abierto o la im-posición de las mayorías sobre las minorías.

Debemos a Karl Polanyi (2015) el habersacado a la luz con mucha claridad que am-bas tesis acerca de los efectos de la mercan-tilización adolecen de importantes sesgos ide-ológicos. En primer lugar, el mercado librenunca ha existido. Los procesos históricos demercantilización siempre han estado acom-pañados de intensas —y generalmente vio-lentas e impositivas— intervenciones del Es-tado dirigidas a proteger los intereses de lasclases dominantes de sus fallos sistémicos ysus externalidades negativas. Se trata de unaortopedia política ideológicamente oculta, nosometida a escrutinio público ni a delibera-ción democrática, en la medida en que se pre-senta como una corrección puntual que reme-dia algún problema concreto del sistema decoordinación autorregulada, y no como su es-tructura propiamente dicha. En segundo lu-gar, como ya —desde finales del siglo XIX—señalaron los teóricos del imperialismo, la in-tervención estatal ha sido crucial para impul-sar los procesos de mercantilización y que-brar la resistencia popular a aceptar laproletarización. La tesis de que el comerciosuaviza los conflictos colectivos opaca la re-

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presión y los procesos de resistencia que hagenerado la subordinación global de la socie-dad al ideal del mercado libre generalizado.

De ahí la paradoja de que la extensión dela mercantilización no produjera una reduc-ción del control y la coordinación estatal si-no que, muy al contrario, fue contemporáneadel desarrollo de mecanismos burocráticosde control social a una escala nunca conoci-da. Desde el siglo XVIII hasta hoy, la era delmercado es también la época del panóptico.A su vez, como han señalaron historiadorescomo Edward Palmer Thompson (1977) oEric Hobsbawm (1979), las clases popularesno se limitaron a proponer estrategias reac-cionarias arcaizantes, sino que trataron de in-troducir fricción social en los procesos deproletarización, desarrollando institucionesde apoyo mutuo novedosas que, en ocasiones,tenían un fuerte componente ilustrado yemancipador. Esta dialéctica entre las estra-tegias de intervención estatal crecientemen-te sofisticadas —y con muy distintas modu-laciones éticas y políticas— y las resistenciaspopulares basadas en la solidaridad entreiguales marcó decisivamente la aparición deinstrumentos públicos de embridamiento dellibre mercado o de contención de sus efectosmás perniciosos que, al mismo tiempo, podí-an tener dimensiones disciplinarias cruciales,una tensión muy presente en el desarrollo delEstado de bienestar tras la Segunda GuerraMundial. Ese es precisamente el objeto deuna importante familia de estudios de inspi-ración foucaultiana —de Robert Castel a LoïcWacquant pasando por Jacques Donzelot—centrados en el análisis de las institucionesestatales de contención de la conflictividadmás allá de la temática weberiana de la racio-nalización.

2. El Trabajo Social como modo específi-co de gobierno de lo social

El background del Trabajo Social está atra-vesado por un relato histórico que se relacio-na de una manera ambigua con los preceden-tes benéfico-caritativos de la profesión: porun lado, reconociendo su herencia y, por el

otro, afirmando una ruptura respecto a la re-presión de la pobreza que encarnaban. El pos-tulado del surgimiento de una profesión deayuda —antes que de control— y preventiva—antes que represiva— se levanta sobre elreconocimiento de figuras como la de JuanLuis Vives y su meritorio acoplamiento entrelas exigencias capitalistas y la asistencia re-ligiosa medieval (Castel, 1997), la diferen-ciación respecto de la policía del siglo XVIII(que se encargaba en las ciudades francesasde la salud de la población, la educación delos niños, el comercio y la reducción de va-gabundos mediante la obligación de trabajar)(Castel, 1997; Foucault, 2008), o el rechazoa la Ley de Pobres inglesa de 1834 que, antelos elevados costes de la beneficencia repri-mió la pobreza y alentó el empleo de técnicasrefinadas de valoración (que distinguieran en-tre «pobres merecedores» y «no merecedo-res») y de intervención (sobre la educaciónde los hijos, condicionalidad de las ayudas yregistro de los perceptores) (Donzelot, 1998).Las organizaciones caritativas que surgieronde esta deriva perseguían de forma obsesivagenerar incomodidad en la pobreza como víapara la introducción de la ética del trabajo, laidea de autosuficiencia y la mejora moral.

Esta filantropía caritativa con aspiracio-nes científicas —e inspirada en el modelomédico-liberal (Álvarez-Uría, 1995)— cons-tituye el precedente más inmediato del Tra-bajo Social, pero también es señalado habi-tualmente como el contraste negativo sobreel cual se construyó un modo alternativo derelacionarse con la pobreza que no pasaba porsu culpabilización. Pese a la supervivenciahistórica, que llega hasta nuestros días, demúltiples prácticas benéfico-caritativas quellevan a cabo instituciones eclesiásticas y or-ganizaciones filantrópicas, una nueva pers-pectiva reformista —en el seno del progre-sismo liberal— alertada por el riesgo defractura social ante las crecientes desigual-dades, cuestionó a partir de finales del sigloXIX el darwinismo social («dejar caer a losdébiles») que iba ganando hegemonía cultu-ral. El resultado fue, como sabemos, la emer-gencia de la asistencia social como profesióncon vocación de superar los modos de inter-

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vención propios de las organizaciones cari-tativas (centrados en la responsabilidad indi-vidual y los vicios morales). Un buen ejem-plo lo constituyen los centros sociales quepromovió Jane Addams, que eran definidoscomo «un esfuerzo experimental para ayudara la solución de los problemas sociales e in-dustriales que son generados por las condi-ciones de la vida moderna en una gran ciu-dad» (2013, p. 86). A través de programaseducativos experimentales, de la cesión de es-pacios para la auto-organización sindical, dela práctica del mestizaje social entre sujetosde distinta condición (inmigrantes pobres yuniversitarios acomodados), de una visión po-sitiva de las personas que usaban los settle-ments (en lugar de desconfianza a su parasi-tismo) y del impulso de reformas sociales queatenuasen la desigualdad, se estaba produ-ciendo una ruptura respecto a la visión cari-tativa, des-culpabilizando la pobreza y rela-cionando las prácticas de los pobres con uncontexto de falta de oportunidades (Alvárez-Uría y Parra, 2014).

No obstante, el alcance de esta ruptura eralimitado en relación a las prácticas institu-yentes que se venían practicando de formaautónoma en el movimiento obrero, y espe-cialmente a partir de la Comuna de París y lasideas de Pierre-Joseph Proudhon (Laval y Dar-dot, 2015). El cuestionamiento de las estruc-turas de propiedad privada sacralizadas por elliberalismo y la construcción de relaciones co-munales de apoyo mutuo (sindicatos, coope-rativas y mutuas), constituían formas de auto-organización obrera que neutralizaban laindividualización y la competencia entre lasclases populares sin producir instituciones,profesionales y saberes ajenos a las mismas.

Por otro lado, al tiempo que se legitimabanlos discursos y prácticas progresistas semina-les en el Trabajo Social, fueron perdiendo ca-pacidad transformadora: las condiciones deposibilidad de su desarrollo tuvieron que vercon la inserción de la asistencia social en losdispositivos judiciales (y la posterior confor-mación de los servicios sociales bajo una ló-gica judicial) y con la traslación de la lógicafilantrópico-asistencial a las instituciones es-tatales. Los principios comprensivos y edu-

cativos con los que nació el Trabajo Socialpodían seguir trabajando en un nuevo contex-to institucional, pero ahora con funciones decontrol específicas. Como destacó JacquesDonzelot para el caso francés, la especial vin-culación de la asistencia social a los proble-mas de la infancia a principios del siglo XXpuso de relieve los abordajes preventivos porcontraposición a los represivos. Detrás de unniño delincuente había una historia familiarque había que indagar para predecir su com-portamiento e introducir medidas educativas,especialmente vehiculadas por la madre.Asistimos a un «paradójico resultado de la li-beralización de la familia, del nacimiento deun derecho del niño, del reajuste de la rela-ción hombre-mujer: cuanto más son procla-mados estos derechos, más se estrecha al re-dedor de la familia pobre el cerco de un podertutelar» (Donzelot, 1998, p. 106). La búsque-da de la alianza con la madre como sujeto so-cializador en el interior de la familia por par-te de los técnicos al servicio de la institucióntutelar sustituía el patriarcado familiar por elpatriarcado institucional. Desde lo blando-fe-menino de las instituciones se desarrolla unaintervención capilar en la vida cotidiana delas clases populares (Grassi, 1989), y lo quenace como una reacción a la represión de lospobres y los delincuentes en la era liberal, elconcepto de prevención y su ligazón con unavisión educativa, acaba funcionando como lahabilitación de una serie de prácticas socio-céntricas de control.

La extensión de sistemas de protección so-cial, a partir de las propuestas keynesianas(seguros de desempleo, pensiones, sanidad,etc.), reubicó al Trabajo Social: por un lado,en la gestión de prestaciones asistenciales porfuera de la cobertura de los sistemas univer-sales y, por el otro, en la intervención relacio-nal sobre los problemas sociales encarnadospor las poblaciones populares. En EstadosUnidos, tras la decadencia de los settlements,se fortaleció un enfoque individual bajo la in-fluencia del psicoanálisis, al tiempo que ibanganando peso conceptos centrados en la ges-tión racional de recursos de arriba abajo, co-mo el de cambio planificado (organizaciónde la ayuda a partir del conocimiento de la

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comunidad destinataria para evitar duplici-dades y perseguir la eficacia). En Europa, elincremento de los salarios directos e indirec-tos, por medio de la implantación de políti-cas sociales redistributivas y universalistas,convirtió en objeto preferente de la interven-ción familiar tanto a los sujetos pobres y mar-ginales que quedaban fuera de las proteccio-nes al salariado, como a las comunidadesrurales y urbanas «subdesarrolladas» con res-pecto al modelo industrial (a las que se apli-caban las técnicas del desarrollo comunita-rio, el mismo que Naciones Unidas veníaintroduciendo en los países descolonizados).Sin embargo, los límites integradores del«welfarismo» acabarían constituyendo la ba-se para la estigmatización de las poblacionesobjeto del Trabajo Social, las cuales no esta-rían «aprovechando las oportunidades» quese les brindaban (Sales, 2014). Se abría así lapuerta a una nueva ronda de discursos cen-trados en la responsabilidad individual de lapobreza.

3. Críticas al Trabajo Social en tiempos«welfaristas»

El rol asistencial y funcionalista del TrabajoSocial fue objeto al menos de tres grupos decríticas radicales, a partir de las décadas de1960 y 1970. La primera de ellas planteabaen Estados Unidos la defensa de las comuni-dades excluidas de los derechos asociados alfordismo-welfarismo frente a los modelosadaptativos-consensuales de Trabajo Social.Desde la perspectiva de una práctica conflic-tiva de la organización comunitaria, se cues-tionaban de forma pragmática los poderes lo-cales establecidos (empresas, institucionespúblicas, etc.), tratando de arrancar mejorassociales y laborales en los barrios deprimidosde las ciudades norteamericanas, y de eludirla represión a través de tácticas imaginativasdesde el interior del marco de experiencia dedichas comunidades (Alinsky, 2013). A suvez, la organización de los Panteras Negrasdesarrolló sistemas comunitarios de apoyomutuo y autogestión en los guetos de las gran-des ciudades norteamericanas, y el Trabajo

Social de defensa y potenciación de las co-munidades negras oprimidas abriría la puer-ta a la extensión del concepto de empodera-miento (Solomon, 1976; Pastor, 2015). Dichoconcepto, entendido como desarrollo del sen-tido de pertenencia e identidad en los colec-tivos «inferiorizados» (no solo negros, sinotambién mujeres, indígenas, etc.) a partir delanálisis causal y estructural del propio sufri-miento social, fue también adoptado por losgrupos de autoconciencia feminista (Domi-nelli y MacLeod, 1999).

El segundo grupo de críticas al TrabajoSocial adaptativo propio de la era welfarista-asistencial destacó su funcionalidad comomodo de alienación. Entre las décadas de1960 y 1970, en un contexto de empuje de losmovimientos populares-nacionales en Lati-noamérica, proliferaron los discursos de ins-piración marxista de la reconceptualizaciónen el Trabajo Social, acompañados por laemergencia de las teorías de la dependencia,la teología de la liberación, las pedagogías«concientizadoras», la psicología comunita-ria y el teatro social. En dicho contexto, alTrabajo Social se le atribuiría una posiciónde alianza con las clases populares y una mi-sión «concienciatizadora» de base comunita-ria frente al trabajo funcionalista de corte individual (Alayón, 2005). Al margen de al-gunos desarrollos teóricos que tuvieron uninmenso calado en la conformación de laidentidad profesional, tanto en Latinoaméri-ca como en España, algunas traduccionesprácticas de estas críticas se asocian al des-arrollo de diversas metodologías participati-vas entre sectores rurales y urbanos periféri-cos como modo de producir sujetos activosde cambio en la remoción de las estructurassociales. Hay que destacar, además, la impor-tación del enfoque reconceptualizador porparte del movimiento de cristianos de base enla España de la Transición, el cual animó jun-to con el movimiento vecinal un trabajo co-munitario de alianza con las periferias urba-nas en la reivindicación de mejoras socialesy del llamado derecho a la ciudad.

El tercer y último conjunto de críticas hayque situarlo geográficamente sobre todo enEuropa y se centró en denunciar el carácter

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violentamente disciplinario de las institucio-nes. Los vientos contraculturales que sopla-ron en Mayo de 1968 encontraron en las in-vestigaciones sobre las instituciones totalesde Erving Goffman (1972), en la genealogíasobre el nacimiento de la disciplina por par-te de Michel Foucault (2002), en el movi-miento de la antipsiquiatría de Franco Basa-glia (2005) y en el análisis institucional deRené Lourau (2000), el aire fresco que ven-dría a hacer visibles las relaciones de poderen la intervención experta a través de la pro-ducción de la subjetividad (del enfermo, delpreso o del asistido). La principal contribu-ción de este grupo de análisis críticos fue elimpulso de la democratización en el interiorde la relación profesional e incluso la desins-titucionalización y desprofesionalización deciertas prácticas de apoyo mutuo a través deun reordenamiento menos jerarquizado de losroles (Vercauteren, Crabbe, y Müller, 2010;Rendueles, 2010; Barrilete Cósmico, 2011).

Como puede apreciarse, estos tres gruposde críticas al —y en el— Trabajo Social nopueden entenderse sin los movimientos polí-ticos y sociales que en cada contexto socio-histórico contribuyeron a deconstruir los re-latos hegemónicos. Como afirman MichaelLavalette e Iain Ferguson (Lavalette, 2014),los cambios experimentados por la discipli-na no pueden entenderse de forma autónomasino acudiendo precisamente a dichos movi-mientos. La estrategia de lectura que propo-nemos consiste en prestar atención precisa-mente a la incorporación exitosa de esascríticas en la intervención social con el fin decaptar las claves de gobierno de lo social queen el neoliberalismo se derivarán de ellas.

4. La contrarreforma neoliberal y la «fra-gilización» social

El ascenso del neoliberalismo fue el resulta-do de un proceso relativamente rápido deofensiva de las clases altas tras la oleada in-surreccional de 1968 y el inicio de la crisiseconómica de 1973. En cierto sentido, pue-de entenderse como un proceso de restaura-ción del capitalismo manchesteriano tras el

paréntesis keynesiano de la postguerrra, unentorno social en el que la libre empresa ca-rece de limitaciones y está respaldada por ins-tituciones dirigidas a proteger la propiedadprivada y la libertad comercial. Y, al igual queen el pasado, el proyecto de mercantilizaciónneoliberal muestra una clara ambivalencia en-tre, por un lado, el rechazo ideológico de laintervención del Estado y, por otro, el recur-so sistemático a herramientas represivas y bu-rocráticas de control, gestión y contenciónsocial (Birch y Mykhnenko, 2010; Manfredy Roy, 2011; Dumenil, 2014).

Lo cierto es que el núcleo vertebrador delas políticas neoliberales ha sido el desarro-llo de un modelo de acumulación capaz desuperar la crisis global que atravesaba el sis-tema capitalista sin cuestionar la posición deprivilegio de las élites económicas. Aunquela exaltación de la libertad y la creatividad in-dividual han sido elementos discursivos esen-ciales en la construcción de una ideología efi-caz, su materialización política ha estadosupeditada en todo momento a la preserva-ción de los beneficios capitalistas y en nin-gún momento ha sido incompatible, más bienal contrario, con las dictaduras militares, elincremento del gasto público armamentísti-co o penitenciario o la socialización de laspérdidas privadas a través de rescates banca-rios. De hecho, la «financiarización» contem-poránea de la economía es mucho más com-pleja que la tradicional precisamente porquelas crisis generadas por la propia economíaespeculativa han sido utilizadas como venta-nas de oportunidad para aplicar estrategias deshock privatizadoras (Harvey, 2007).

En cualquier caso, el éxito de esta estra-tegia en términos de dominio de clase es in-cuestionable. Desde principios de los añosnoventa, las políticas neoliberales redefinie-ron un sentido común global, estableciendonuevos límites de lo que se consideraba so-cialmente posible, imposible e inaceptable.Fueron el fundamento de una nueva hegemo-nía: las clases capitalistas lograron asumir unafunción dirigente e interpelar a amplios sec-tores de las clases populares, que sintieronque sus intereses materiales se solapaban, almenos en parte, con los de las élites. Muy es-

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pecialmente, se produjo una derrota globaldel sindicalismo cuyo efecto más visible fueun brusco descenso de la participación de lasclases trabajadoras en la riqueza nacional yun aumento de la desigualdad. Sin embargo,tan importante como la polarización econó-mica, ha sido la «fragilización» social indu-cida por la mercantilización (Sennet, 2012;Therborn, 2015).

El fundamento de la desactivación de lalucha de clases desde abajo, característica delcapitalismo contemporáneo, es la individua-lización generalizada que ha privado a losasalariados de una comunidad laboral solida-ria y ha obligado a buscar estrategias perso-nales de mejora del poder de negociación (enparticular a través de la formación y del en-deudamiento hipotecario como vía de movi-lidad social ascendente intergeneracional).Este proceso de desmembración ha generadoun amplio conjunto de malestares y conflic-tos sociales que los gobiernos han tenido queatajar a través de nuevos instrumentos de con-tención: workfare, políticas penales puniti-vas, estrategias de flexibilización laboral...(Standing, 2013)

En este escenario, las respuestas contra-hegemónicas contemporáneas no han sido ca-paces de ofrecer una alternativa mayoritaria.A menudo han oscilado entre el anhelo nos-tálgico de una restauración keynesiana y elpensamiento desiderativo, entendiendo la ex-tensión de la mercantilización como la semi-lla de un inminente florecimiento históricode posibilidades emancipatorias. En particu-lar, el utopismo tecnológico ha concentradogran parte de este optimismo inane, que haquerido ver en el entorno digital la matriz denuevas formas cooperativas capaces de des-afiar el orden neoliberal y en el nuevo panóp-tico digital la principal amenaza a esa diná-mica antagonista. De este modo, se ha tendidoa opacar en algunas de las reflexiones críti-cas de mayor impacto el papel crucial que siguen desempeñando los mecanismos de in-tervención social estatal tradicionales —re-gulación del mercado de trabajo, políticaseducativas, nuevo régimen fiscal, crisis de loscuidados, gestión de las ayudas sociales, legis-lación penal...— y el modo en que se han ido

transformando para adaptarse a las nuevas ne-cesidades de contención del riesgo social.

5. La intervención social en el neolibera-lismo

Apenas existen análisis empíricos y reflexio-nes teóricas en España sobre la influencia delneoliberalismo en el Trabajo Social. El voca-blo neoliberalismo suele asociarse a las polí-ticas de austeridad impuestas durante la últi-ma crisis económica, pero esta lectura ignoraque las intervenciones neoliberales se vienenproduciendo desde hace tres décadas y susefectos sociales trascienden el «austericidio».El neoliberalismo es también un modo de pro-ducir una sociedad asimilada cada vez másen su funcionamiento al mercado y un modode gobierno basado en el estímulo de la com-petencia por medio de la desigualdad (Lavaly Dardot, 2013). La extensión de la compe-tencia entre sujetos, instituciones y colecti-vos traslada la lógica de la empresa a toda lasociedad (tanto a lo público como a los indi-viduos, impelidos a convertirse en empresa-rios de sí) (Foucault, 2007), una forma deconsolidar el homo œconomicus y el interésprivado como única subjetividad posible y de-seable (régimen de verdad). Una sociedad for-mada por empresarios de sí mismos, eficien-tes calculadores de costes y beneficios queasumen riesgos en lugar de esperar que lesproteja la comunidad o el Estado, extiendelas tecnologías de control al interior de lospropios sujetos: es la prevención respecto delos propios riesgos y respecto de los que en-carnan los otros, lo que logra generar meca-nismos de confianza en uno mismo —capi-tal humano, empoderamiento individual,emprendimiento— y desconfianza respectode los demás —comparación, inseguridad, ri-validad—. Desde esta perspectiva, a las po-líticas sociales no les compete reducir la des-igualdad sino promover la responsabilidadindividual y, cuando esto fracasa, orquestarlos dispositivos necesarios para la detección,prevención y contención de riesgos sociales(la pobreza, la violencia y la protesta) (Ávi-la y García, 2013). En lo que sigue, mapea-

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remos algunas de las manifestaciones de lagubernamentalidad neoliberal de lo social di-vididas en dos apartados: uno referido a lascondiciones materiales y organizacionalesque impone y otro dedicado a las subjetivi-dades que construye. Ambos recorridos losharemos acompañados de algunas de las crí-ticas que ha recibido la intervención socialneoliberal.

5.1. Implicaciones materiales y organiza-cionales de la intervención social neoliberal

Englobamos aquí las características más so-bresalientes de los objetivos que organizanlas políticas sociales y el Trabajo Social en elcontexto contemporáneo.

5.1.1. Austeridad

La primera de las manifestaciones de la política social neoliberal es la austeridad.Aunque no es la única característica del ne-oliberalismo, sería clamoroso obviar su im-portancia. El cálculo de costes y beneficiosdesde parámetros mercantiles convierte cier-tas políticas sociales en lastres para el creci-miento económico («déficit»). Así es comolos recortes de presupuestos y plantilla en ma-teria de servicios sociales contribuyen a equi-librar la balanza fiscal (en lugar del cese dela reducción de la carga fiscal sobre las cla-ses altas). Desde el Trabajo Social radical bri-tánico se vienen denunciando estas políticasde austeridad y el ataque al potencial trans-formador que encarna el propio Trabajo So-cial, así como los efectos sobre los colectivosmás vulnerables (mujeres, minorías, etc.) (Lavalette, 2014). En el sur de Europa, espe-cialmente castigado por la disciplina de laausteridad, múltiples voces han venido de-nunciando el frenazo al incompleto desarro-llo de los servicios sociales (Alguacil, 2012),la desinversión pública en materia de pobre-za, dependencia, etc. (Martínez, Cruz y Ioa-kimidis, 2014; Asociación Estatal de Direc-tores y Gerentes de Servicios Sociales, 2016),así como el neofilantropismo en forma deshows de humanitarismo y de bancos de ali-mentos (Nogués y Cabrera, 2017).

5.1.2. Igualdad de oportunidades, focaliza-ción y activación

Una segunda manifestación del neoliberalis-mo en la organización de lo social lo consti-tuye la definición del objeto mismo de la po-lítica social. Los objetivos redistributivos dearriba abajo de las políticas sociales welfa-ristas resultan ahora perniciosos desde unaperspectiva que no ve en la desigualdad unproblema, sino un estímulo para la activaciónde quienes menos tienen, y por lo tanto parael progreso general de la sociedad. En el con-texto español, las políticas sociales de los pri-meros gobiernos socialistas en la década de1980 ya llevaban preñado el concepto de«igualdad de oportunidades», introduciendoel matiz de la necesaria competitividad en unasociedad de mercado sobre la vieja noción so-cialista de igualdad. El marco de verdad quese impuso en la Transición anticipó que ladesigualdad sería «inevitable», pero a cam-bio el país se modernizaría con su entrada enla Comunidad Económica Europea trayendodesarrollo para todos (efecto ascensor) (Co-lectivo IOE, 1990).

En otras latitudes, también hemos asisti-do al declive del objetivo político de la igual-dad. La focalización en la pobreza y la exclu-sión, y la especial atención a la formaciónpara el empleo, la productividad de los po-bres, su activación para el mercado, la inno-vación para el emprendimiento y el estímuloeconómico mediante microcréditos, han sidocentrales en las políticas sociales de segundageneración en Latinoamérica durante las últimas décadas (Aquín, 1999; Coraggio,2008). Raúl Zibechi ve en estas políticas elsello del Banco Mundial y los aprendizajesde su director, Robert McNamara, cuando fueSecretario de Defensa estadounidense: tras elfracaso de Estados Unidos en la Guerra deVietnam, se hizo evidente que el conflicto bé-lico era insuficiente si no iba acompañado dela lucha contrainsurgente por medio de polí-ticas sociales (Zibechi, 2012; Neocleous,2016). Esta filosofía fue trasladada a Latino-américa en las décadas de 1980 y 1990 pormedio del trabajo con ONGs locales, pero Zi-bechi va aún más lejos en su crítica a estas

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políticas sociales, detectando precisamentesu proyección, y no su cortocircuito, en elcontexto de los gobiernos progresistas de laregión en la década de 2000 (la Argentina delos Kirchner, el Brasil de Lula y Roussef,etc.). Esta segunda generación de políticassociales ya no trabaja sobre la privatizacióny la ruptura del vínculo social, sino que tratade instrumentalizar el propio vínculo forma-do en los ciclos de protestas (cooperativas detrabajadores pobres o redes de trueque comu-nitarias surgidas en la crisis argentina de2001) con el fin desactivarlo en su potenciapolítica. Convertir a los movimientos en or-ganizaciones, la autogestión en actividad pro-fesional y a los militantes en técnicos, resul-tó eficaz a la hora de reducir la conflictividadsocial, al tiempo que las políticas económi-cas no tocaban las estructuras de propiedad ylas actividades acumulativas y extractivistas(Zibechi, 2012).

Estas políticas sociales focalizadas en lapobreza —y no en la desigualdad— y en laactivación para el mercado —y no en el au-togobierno—, han caracterizado también lasacciones públicas y del tercer sector en Eu-ropa, y específicamente en España. Desdeque en la década de 1970 se introduce el con-cepto de exclusión y se acompaña de nuevaspolíticas sociales, fundamentalmente a travésde los programas de rentas mínimas de inser-ción, se han ido sedimentando una serie dediscursos y conceptos que van abandonandoabordajes estructurales no centrados solo enla pobreza sino también en la riqueza. Comoya señaló Michel Foucault, a finales de la dé-cada de 1970, en el cuerpo doctrinal neolibe-ral no se elimina la política social, sino quese piensa fundamentalmente como un modode aliviar a quienes han caído fuera del jue-go de la competencia para devolverlos a lamisma: la invención de las rentas mínimas deinserción en Francia tenía este sentido, pro-porcionar un mínimo que no acomodase alperceptor a cambio de acciones para su acti-vación y reinserción competitiva (Foucault,2008). El foco sobre la pobreza y la exclusióna través de su monitoreo mediante la produc-ción de datos, índices e indicadores, da cuen-ta de una gestión biopolítica inseparable del

mercado. La Unión Europea a través de la Es-trategia Europa 2020, la Administración delEstado mediante el Plan Nacional de Acciónpara la Inclusión Social del Reino de España2013-2016, o la Comunidad de Madrid a tra-vés de la Estrategia de Inclusión Social de laComunidad de Madrid 2016-2021, han idoasumiendo los principios de la «inclusión ac-tiva», basada en un «apoyo a la renta» de losmás excluidos, el «acceso al empleo» comofundamental indicador de inserción y unos«servicios públicos de calidad» que promue-van la «inclusión social y económica» (Co-munidad de Madrid, 2016). Los recursos des-tinados a la formación y el fomento delemprendimiento de los excluidos a través demicrocréditos (Rodríguez, 2016), son algu-nas de las nuevas vetas que se exploran en es-tas estrategias de inclusión, asumiendo comoúnico criterio de la misma la inserción en elmercado. Como no se cansan de repetir quie-nes abrazan los dogmas neoliberales, la me-jor política social es la creación de empleo,pero cabría añadir como objetivo fundamen-tal la producción de sujetos empleables (Fonty Langarita, 2015).

5.1.3. Gerencialismo

Un tercer indicador de la impronta neolibe-ral en lo social nos lo proporcionan los cam-bios producidos en las instituciones que logestionan. Los servicios sociales han sido uncampo especialmente afectado por las exter-nalizaciones, privatizándose la gestión de ser-vicios ya existentes o diseñando los nuevosbajo gestión privada. La creación de nuevosnichos de negocio para grandes empresas (enlos cuidados, en la intervención socioeduca-tiva, en la mediación, etc.), y el apremio pa-ra hacer funcionar bajo lógicas mercantiles aorganizaciones del tercer sector y a pequeñasasociaciones de carácter local, introduce lalógica de la competencia en un campo en elque a priori podrían predominar formas co-operativas y de solidaridad. Pero además,constituye un eficaz modo de gobernar el po-tencial crítico de muchas organizaciones deltercer sector que dependen de los contratos ysubvenciones. Por último, no hay que olvidar

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que como modo de gestión genuinamente ne-oliberal, mediante las externalizaciones el Es-tado no pierde capacidad de dirección políti-ca, sino que gobierna de manera indirecta ycon un margen de flexibilidad mayor que lasviejas estructuras estatales los riesgos socia-les variables (Ávila y Malo, 2009).

No obstante, una suerte de corriente neo-filantrópica va haciendo emerger como suje-tos de la acción social a fundaciones con unaamplia capacidad presupuestaria y tambiéncon un amplio margen de gobierno sobre loscriterios de la intervención. La Responsabili-dad Social Corporativa (RSC) constituye ca-da vez más una estrategia central en las em-presas. Entre los beneficios para las mismas,se encuentra la proyección de una imagen decompromiso social que tape la lógica de be-neficio privado, la generación de nuevos mer-cados, o la «obligación» de restituir a la so-ciedad lo que se ha extraído de ella, perootorgando a esas mismas empresas, y no ya alEstado o a las comunidades, el poder de dise-ñar las acciones sociales. Como parte de la li-teratura sobre Responsabilidad Social Corpo-rativa reconoce, si el entorno de la empresa sedeteriora, la empresa se devaluará (Secchi,2007). Los casos más llamativos son los de lasfundaciones bancarias, las cuales desarrollanacciones asistenciales (cheques para familiaspobres), comunitarias (proyectos de interven-ción comunitaria intercultural en barrios de-gradados) o de gestión de vivienda social (pre-cisamente, el parque de vivienda que haquedado vacío como consecuencia de los des-ahucios ejecutados por los mismos bancos).

Pero la lógica mercantil no consiste soloen la ampliación del campo de acción priva-da, sino también en la introducción de esa di-námica en el funcionamiento del Estado. Laretórica gerencial ha ido penetrando en losservicios sociales del mismo modo que lo hahecho en la policía, la educación o la sani-dad. El énfasis en las habilidades de gestión,en las mediciones de rendimiento cuantifi-cables y en la evaluación, se ha generaliza-do en las instituciones de Trabajo Social (Fer-guson, 2012). Se ha impuesto una lógicaeconómica (de análisis de costes y benefi-cios) y de auditoría continua que centra su

atención en los datos más que en los conte-nidos (lo cual supone una re-burocratizaciónen forma de informes, memorias, etc.) e in-troduce las estrategias del management em-presarial en los servicios sociales en detri-mento de las identidades profesionales y delsaber hacer que pudieron enarbolar los tra-bajadores sociales en la transmisión del pro-grama institucional en un contexto welfaris-ta-disciplinario (Dubet, 2006). Se trata deuna auténtica colonización por parte de laeficiencia economicista de la gestión de lapobreza (Grassi, 2003).

Si las instituciones se convierten cada vezmás en empresas y los usuarios en clientes alos que se les da la posibilidad de elegir (Ro-se, 1997), no cabe extrañarse de la irrupcióndel marketing en forma de campañas publi-citarias, cartas de servicios, sellos de calidady llamadas al buen trato relacional del ciuda-dano (como modo de compensar el maltratomaterial y la ausencia de democracia en di-chas instituciones). La «sonrisa de la institu-ción» (Velasco, Díaz de Rada, Cruces, Fer-nández, Jiménez y Sánchez, 2010) contrasta,sin embargo, con una enorme burocratizaciónque ya se manifestó en forma de malestar pro-fesional en los primeros años de los serviciossociales (Álvarez-Uría, 1995), pero que hayque entender además en su funcionalidad ac-tual en el marco de austeridad: la burodisua-sión, la buroexclusión y la burorrepresiónconstituyen mecanismos despersonalizadosy dispersos de regulación en el acceso a losderechos (Ávila, Domínguez, García, Maro-to, Martín, Oliver, 2015).

5.2. La subjetivación neoliberal a travésde la intervención social

Indisociable de las condiciones materiales yorganizacionales que hemos descrito en el an-terior apartado, hemos creído oportuno tra-bajar por separado los contenidos conceptua-les que se ponen en boga en la intervenciónsocial contemporánea, a saber, la (neo)disci-plina, el actuarialismo y la innovación social.Estos contenidos se realizan bien poniendoel acento en lo negativo —sujetando— o bienen lo positivo —produciendo.

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Entre las acciones en negativo destacamosla pervivencia de múltiples prácticas y ges-tos que consideran el Trabajo Social como unmodo de disciplinamiento y castigo: el usua-rio es reducido a un conjunto de faltas y erro-res que deben ser reconducidas mediante in-tervenciones conductistas (combinandoeducación y sanción). El workfare asistencialacompañado de las políticas punitivas quedescribe Loïc Wacquant (2010) en EE UU tie-ne versiones más edulcoradas en nuestro con-texto, si bien encuentra en el espíritu de algunos profesionales un campo para su des-arrollo. Así es como, incluso contraviniendolas normas más garantistas, algunos profesio-nales usan la gestión de la renta mínima co-mo un modo socio-céntrico de extender supropia cosmovisión moral (Ayala, 2009).

También en negativo, aunque no con unautopía moral de fondo sino buscando la efi-ciencia y la eficacia en el sostenimiento delorden urbano, buena parte de las energías delos servicios sociales y de proyectos del ter-cer sector están dedicadas a la gestión de ries-gos y emergencias. Una policialización delTrabajo Social y una «trabajosocialización»de la policía se combinan para abordar de unmodo actuarial la realidad de los barrios y lasfamilias, llevando a cabo un continuo moni-toreo, ejerciendo acciones preventivas bana-les y estableciendo protocolos de atención alas emergencias cuando no se han podido pre-venir los riesgos. Este trabajo de parcheo tie-ne en los programas de poblaciones «en/deriesgo» (proyectos de prevención de bandaslatinas, etc.) y en la atención a las emergen-cias sociales (Samur Social, etc.) sus desarro-llos más singulares (Ávila y García, 2013).

Sin embargo, lo más genuino de la inter-vención neoliberal sobre lo social lo consti-tuye la captura de conceptos que tuvieron unpotencial crítico transformador y su amolda-miento al banal discurso del pensamiento po-sitivo. Más arriba vimos cómo una serie decríticas en las décadas de 1960 y 1970 —Tra-bajo Social radical, reconceptualización, crí-tica anti-institucional— contribuyeron a ero-sionar por la izquierda el «welfarismo». Sinembargo, tras dejar su huella en la interven-ción social, estas tres críticas fueron perdien-

do tanto su capacidad para comprender elnuevo contexto como su potencial transfor-mador. Y es que, en buena medida, no fue tan-to su derrota mediante la reacción de los po-deres (aunque en Latinoamérica fueronmuchos los trabajadores sociales represalia-dos por las dictaduras) como el éxito cultu-ral de sus planteamientos, lo que constituyóla base para su desactivación política. Igualque el capitalismo aprende de las críticas recibidas (Boltanski y Chiapello, 2002) y hasido capaz de ir incorporándolas a su funcio-namiento —recontextualizadas y resignifica-das— el Trabajo Social posible en el contex-to neoliberal también ha ido bebiendo de lospostulados que lo erosionaban, pero refun-cionalizándolos de un modo tal que no hicie-sen tambalearse las estructuras de poder ca-pitalistas, coloniales y patriarcales. Se puedeafirmar que los tres grupos de críticas dieronlugar a la centralidad de tres conceptos: delTrabajo Social radical surgió la idea de em-poderamiento, la reconceptualización actua-lizó la participación y desde la crítica anti-institucional se llegó a la innovación social.La razón de gobierno neoliberal ha ido redi-rigiendo el uso de dichos conceptos (que enfunción de los contextos pueden seguir alber-gando prácticas transformadoras) hacia laadaptación al mercado y la gobernanza delorden social desigual.

El empoderamiento, como proceso de to-ma de conciencia y capacitación para organi-zarse y movilizarse, atrae usos muy ambiguosy contradictorios entre sí (Bacque y Biewe-ner, 2016). El concepto de empoderamientoha sido en buena medida descolectivizado ypsicologizado (de la dominación estructurala la «baja autoestima»), usado para adornarretóricamente intervenciones directivas yasistenciales («empoderar al otro») o para serresignificado en la activación para el merca-do sin cuestionar las estructuras dominantes(«empoderamiento de las mujeres a través delemprendimiento»).

La participación, como evocación de lademocracia directa ante los déficits de la de-mocracia representativa, ha sido tenida encuenta en las políticas públicas locales y enlas acciones de las ONG, si bien sus usos ne-

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oliberales y socioliberales no siempre hanampliado la democracia, sino que la han en-cajonado en los marcos de la llamada «gober-nanza». La participación ha sido instrumen-talizada para ocuparse no de los beneficiosque genera una sociedad sino de los costes(cuidados de personas dependientes a cargode las familias y los vecindarios). Es el casode la llamada «sociedad participativa» impul-sada por el gobierno holandés para reducir lacarga del Estado del bienestar (Subirats,2013). También se usa la participación paradelegar en las propias comunidades el con-trol sobre los perceptores de las prestaciones(Rose, 1997; Agudo Sanchiz, 2009). Se danotros usos retóricos de la participación o deltrabajo comunitario donde solo hay charlasinformativas y coordinación entre profesio-nales. La participación es más abierta en otrosprocesos barriales, pero quienes participanactúan como radares sociales que proporcio-nan información a las autoridades o como ve-cinos denunciantes, y no como sujetos refle-xivos de deliberación y decisión. Se puedenobservar procesos participativos en los quela población afectada decide, pero en el mar-co liberal de la elección racional, sin poderreplantear las preguntas y sin poder impug-nar las estructuras económicas y políticas. Porúltimo, se cuestiona que la participación, aúnen procesos muy abiertos, reflexivos y deli-berativos, constituye un modo de arrancar a las comunidades de sus tejidos orgánicos—donde se proporcionan apoyo para la su-pervivencia y también «buena vida»— paracolocarlas en contextos formales «más pen-sados para ciudadanos abstractos que para tra-mas colectivas reales» (Izquierdo, 2017).

Por último, los cuestionamientos de lasinstituciones jerárquicas y la burocratizaciónde la intervención social están dando lugar ala extensión de multitud de prácticas de in-novación social basadas en las nuevas tecno-logías y en las prácticas críticas de movimien-tos sociales para generar respuestas que ni larigidez estatal ni la obsesión por la rentabili-dad del mercado son capaces de abordar. Des-de huertos urbanos a formas de economía colaborativa, pasando por aplicaciones infor-máticas de apoyo social y por prototipos ar-

quitectónicos para mejorar un espacio comu-nitario, las acciones de innovación social es-tán siendo cada vez más impulsadas por lasinstituciones públicas y el tercer sector. Sinembargo, en muchas ocasiones se confía a lainnovación social la solución de problemassociales sin pasar por la redistribución de ren-ta y poder (Rendueles y Subirats, 2016; Cas-tro y Martínez, 2016), aplicando recetas pro-pias de las clases medias y las élites culturalesa unos pobres que nuevamente mostrarán queno están a la altura de los tiempos (Martínez,2014).

6. Presentación de los artículos

El hecho de que el neoliberalismo haya sidocapaz de metabolizar los cuestionamientos ala intervención social, ¿implica necesaria-mente que la crítica esté condenada eterna-mente al fracaso? Los coordinadores de estenúmero pensamos que el neoliberalismo plan-tea un nuevo campo de juego, más que el finde la historia. Los efectos de los conceptos ylas políticas sociales dependerán de su usoconcreto en cada contexto. Las propuestascríticas que surgieron en las décadas de 1960y 1970 poseen aún un amplio potencial críti-co y, del mismo modo, aún perviven discur-sos y prácticas que en el siglo XIX sirvieronpara denunciar la desigualdad capitalista ypromover el apoyo mutuo. Además, la apari-ción contemporánea de nuevos conceptos yprácticas colectivas —comunes, cuidados, sa-beres subalternos...— puede ser el punto departida de recorridos hoy insospechados pa-ra una comprensión emancipadora del Traba-jo Social. De momento, quienes coordinamoseste número solo pretendemos reabrir el cam-po de ideas y debates en torno a un TrabajoSocial crítico.

Los artículos recogidos en este monográ-fico dan cuenta de la riqueza de las perspec-tivas críticas que hoy tratan de hacer frente alos desafíos del Trabajo Social. Así, uno delos signos de los tiempos en este campo deestudio es la recuperación y la actualizaciónde los análisis biopolíticos de las estrategiasde intervención social como mecanismos de

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contención y gestión del conflicto. La entre-vista a Jacques Donzelot, uno de los pione-ros en la aplicación de las metodologías ge-nealógicas y arqueológicas al campo de laintervención social, presenta una evaluaciónretrospectiva de su propio trabajo en un mo-mento de crisis de los instrumentos de soli-daridad social característicos del Estado debienestar. Lorenzo García Martín analiza lasaproximaciones de Michel Foucault y el pro-pio Jacques Donzelot a la intervención socialcomo fuerza normalizadora que lleva los dis-cursos higienistas, familiaristas y psicológi-cos hacia las clases populares. Por su parte,Manuel Desviat propone una evaluación crí-tica de la evolución de la reforma psiquiátricay el Trabajo Social sanitario en un contexto demercantilización generalizada. Las interven-ciones psicosociales se han integrado en el sis-tema político-económico hegemónico y se hadesfigurado el espíritu original de la reforma—los principios salubristas, la desinstitucio-nalización real, el trabajo comunitario, la par-ticipación ciudadana...— en un proceso de pa-tologización del sufrimiento social. Porúltimo, María Inés Martínez Herrero mapealas mutaciones que ha sufrido en las últimasdécadas el Trabajo Social en Inglaterra a laluz de su instrumentalización gubernamentalpara la introducción de la ideología neolibe-ral en el cuerpo social, así como las resisten-cias que surgen en el seno de un incipientemovimiento de renovación radical en la pro-fesión. Se trata de un ejercicio de enorme tras-cendencia si tenemos en cuenta la influenciamundial que ha tenido y tiene dicho país en elnacimiento y desarrollo de la disciplina.

Un segundo conjunto de artículos se cen-tra en los efectos de distintas herramientasconcretas de intervención social en un con-texto de aumento del sufrimiento social y laconflictividad. En primer lugar, dos artículosmicrosociológicos muestran la participacióndel Trabajo Social en las nuevas estrategiashegemónicas de contención del malestar. Enconcreto, Alejandro Agudo Sanchiz analizael modo en que la dispersión de algunas fun-ciones de gobernanza hacia el tercer sectorno supone necesariamente un mayor protago-nismo de la sociedad civil sino que a menu-

do se trata de una transformación de las for-mas de intervención estatal que siguen sien-do tan intensas como en el pasado. A travésde un análisis etnográfico de un conjunto deintervenciones sociales en México saca a laluz la aparición de espacios ambiguos, don-de la frontera entre lo público y lo privado sedifumina, mientras la responsabilidad sobrelos servicios sociales se descarga sobre losciudadanos y las asociaciones civiles. Por suparte, Daniel Parajuá Navarrete hace una ex-ploración de los dispositivos contemporáne-os de codificación y monitorización de losusuarios de los servicios sociales por mediode las construcciones narrativas específicasde la intervención social. De este modo mues-tra la construcción institucional de los suje-tos que son objeto de esa intervención, así co-mo de algunas condiciones socio-históricasde producción de un tipo específico de asis-tencia social en el que existen tareas no ex-plícitas relacionadas con el control de las po-blaciones relegadas.

Otros dos textos de este bloque se centranen el análisis de las rentas mínimas como res-puesta estatal a la crisis del pacto keynesia-no-fordista y el fin del pleno empleo. En pri-mer lugar, Joan Cortinas Muñoz estudia lahistoria institucional del proceso de imple-mentación de la Renta Mínima de Insercióncatalana, que fue diseñada como un disposi-tivo orientado a la capacitación profesionalen proyectos de inserción locales a pesar deque el problema al que trata de dar respuestatiene que ver con grandes mutaciones econó-micas y políticas globales. En segundo lugar,Rubén Lasheras Ruiz, Edurne Jabat Torres,Madalena D’oliveira-Martins e Ignacio Sán-chez de la Yncera analizan el modo en que losperceptores de la Renta de Inclusión Socialen Navarra tienden a asimilar una serie de di-námicas simbólicas que entran en conflictocon los propósitos inclusivos con los que fuediseñado el recurso: tendencia a la responsa-bilización individual por las situaciones deexclusión, exigencia de mayor supervisiónpor parte de los servicios sociales, sentimien-tos de vergüenza y culpa, etc.

El monográfico también presenta algunasexperiencias de resistencia a la privatización

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y el tratamiento individualizador del malestarsocial. Enrique García Escamilla, David Mu-ñoz Rodríguez y Manuel Sáez Bayona descri-ben algunas de las claves teóricas y las estra-tegias de Baladre, un grupo español decoordinación de luchas contra el paro, el em-pobrecimiento y la exclusión social con másde treinta años de vida, que trata de actualizarconcepciones críticas, liberadoras y emanci-

padoras de Trabajo Social. Por su parte, Ivon-ne Herrera Pineda y Carlos Pereda Olarte ex-ponen la labor de Invisibles de Tetuán, un co-lectivo que interviene en el distrito madrileñode Tetuán tratando de afrontar el desempleo,la precariedad laboral y la debilidad de los sis-temas de protección social desde la auto-orga-nización vecinal, el apoyo mutuo, el respeto ala diversidad y la metodología horizontal

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Jacques Donzelot, professeur à l’UniversitéParis X Nanterre, s’est fait connaître en 1977après la publication de «La police des fami-lles», un essai à forte empreinte foucaultien-ne qui suivait la trace des origines des politi-ques sociales de l’Etat depuis la philanthropiedu XIXème siècle et d’autres projets histori-ques de contention du conflit social. Depuiscette perspective, les initiatives hygiénistesauraient joué un rôle essentiel dans la failli-te des modèles traditionnels de famille baséssur l’autorité patriarcal et sur l’établissementde nouvelles formes de lien social individua-lisatrices, susceptibles de gérer de façon ra-tionnelle à partir de différentes instances cli-niques, politiques, éducatives ou mercantiles.Son second travail, «L’invention du social»(1984), prolongeait ce trajet moyennant unegénéalogie de l’attribution à l’Etat d’un rôlesocial qui l’habilitait à construire un exosque-lette de solidarité collective que limite les af-frontements ayant trait au nouvel ordre sala-rial qui traversent la société moderne. Parcontre, à partir des années quatre-vingt, sonintérêt se focalise sur les politiques urbaineset les conflits émergents dans le contexte dela crise de l’Etat keynésien et l’essor de laglobalisation néolibérale, avec des essais telsque «L’État animateur: essai sur la politiquede la ville» (1994, en collaboration avec Phi-lippe Estèbe), «Faire société: la politique de

la ville aux États-Unis et en France» (2003,en collaboration avec Catherine Mével et An-ne Wyvekens); «Quand la ville se défait: que-lle politique face à la crise des banlieues?»(2006), «Vers une citoyenneté urbaine: la vi-lle et l’égalité des chances» (2009);» La vi-lle à trois vitesses (2009) o «La France descités. Le chantier de la citoyenneté urbaine»(2013).

—Nous souhaiterions, avant tout, vous in-viter à poser un regard rétrospectif sur votretrajectoire scientifique. Il semble qu’il y aitdeux étapes bien différentes dans votre réfle-xion. Un premier moment focalisé sur lesquestions historiques qui circulent dans l’or-bite de Foucault de la généalogie des méca-nismes disciplinaires, et une seconde étapequi commence dans les années quatre-vingt-dix, d’analyse des politiques urbaines. Que-lle est l’histoire de cette évolution? Et a-t’ilune cohérence conceptuelle ou biographiqueentre les deux étapes? En quoi a changé toutau long de ces années votre manière de com-prendre les sciences sociales ou la politique?

—Il y a bien deux mouvements dans monparcours que je résume généralement en di-sant que j’ai été d’abord historien du socialpuis sociologue de l’urbain. Le premier co-rrespond à une généalogie de ces deux facesdu social que sont l’intervention corrective

ENTREVISTA

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55353

EDICIONESCOMPLUTENSE

De l’invention du social à la ville assiégée. Entretien avecJacques Donzelot

[en] From the promotion of the social to the city under siege: an interview with Jacques Donzelot

César Rendueles Menéndez del Llano; Sergio García García

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de la vie familiale («la police des familles»,1977) et l’introduction de la protection socia-le dans les relations de travail («L’inventiondu social», 1984). Le second part d’uneanalyse de la politique d’intégration des mi-norités ethniques dans la société (qui a reçu,en France, l’appellation euphémistique de po-litique de la ville) dans mon ouvrage intitulé«l’Etat animateur» (1994 pour conduire à unecomparaison avec la politique américaine surce sujet («Faire société: la politique de la vi-lle aux Etats-Unis et en France», 2003) et àun moment où l’on voit une logique de sépa-ration urbaine déterminer de plus en plus lesrapports sociaux («Quand la ville se défait»,2006. «La ville à trois vitesses», 2009. «LaFrance des cités», 2012).

On peut distinguer ces deux moments surle plan théorique en disant que le premiertrouve son principal appui dans la démarchegénéalogique d’analyse des technologies degouvernement de Michel Foucault tandis quele second puise plus son inspiration dansl’œuvre d’Hanna Arendt et son analyse del’essence du politique comme «associationpour l’action». C’est à l’aune de cette exigen-ce que je compare l’art de «faire société» auxEtats-Unis et en France et que je conduis monanalyse du séparatisme à l’œuvre de maniè-re croissante dans la société urbaine.

Mais la continuité de fait et de fond entreces deux moments me parait aussi importan-te à souligner que leur différenciation. De fait:parce qu’il n’y a à aucun moment une ruptu-re, une décision de changer d’objet d’analy-se, de passer d’une préoccupation théoriqueà une autre. Le passage d’un moment à un au-tre s’effectue comme l’effet du prolongementde l’un par l’autre. A la fin de «l’Inventiondu social» (1984) je m’emploie à décrire lesdeux lignes qui transforment l’Etat socialclassique depuis la fin des années soixante:la revendication, par le bas, d’une plus gran-de autonomie des individus et l’injonction,par le haut, d’une exigence de responsabili-sation de leur comportement. Ces deux lig-nes convergent pour faire passer le rôle del’Etat de promoteur du social à des fins de pa-cification de la société, de stabilisation de ce-lle-ci... vers celui de mobilisateur de la socié-

té (au double sens de remise en mouvementdes individus et de valorisation du collectif,de sa fonction unificatrice face à la mondia-lisation). Il s’agit ainsi s’appeler à la forma-tion de ce que j’ai appelé un «Etat animateur»à la place de l’Etat social classique, de sortird’un social de pure compensation pour un so-cial que l’on dira plus tard d’activation et deproduction de la cohésion sociale.

C’est en lisant ce chapitre final de «l’in-vention du social» qu’un responsable des mis-sions qui allaient donner naissance à la poli-tique de la ville me dit: «Un Etat animateur!C’est exactement ce qu’on essaie de faire: ve-nez donc voir!» Il y avait alors, en ce débutdes années 80, trois missions réunies dans lemême immeuble: la mission dirigée par Hu-bert Dubedout sur le développement socialdes quartiers, la mission de Gilbert Bonne-maison sur la sécurité et la prévention dansces mêmes quartiers s d’habitat social et, en-fin, la mission de Bertrand Schwarz sur l’in-sertion socio-professionnelle des jeunes. Jerépondis d’autant plus volontiers à cette of-fre que je n’avais pas l’impression de m’é-loigner de ma thématique du social puisquecette politique dite de la ville se présentaitcomme une nouvelle politique sociale, char-gée de résoudre les problèmes d’exclusiondes populations des banlieues que, précisé-ment, les politiques sociales classiques (tra-vail social, logement social et protection so-ciale) ne réussissaient pas à traiter. L’analysede l’urbain s’est ainsi progressivement insta-llée dans le champ de mes préoccupationscomme une manière de prendre en compte lesdéficiences des politiques sociales classiques.

De fond aussi car la continuité entre lesdeux moments n’est pas seulement d’objetmais aussi de problématique. Tous deux relè-vent bien d’une même question posée dansdes contextes différents. Une question quel’on pourrait résumer ainsi: comment fairevivre la démocratie en contenant les tendan-ces qui, depuis son origine, portent à son an-nihilation au profit de formules dictatorialesou populistes? Durant le premier moment, ce-lui correspondant à l’émergence du social, ledanger qui menace le plus la vie démocrati-que tient à l’intensité des affrontements dans

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le domaine de la production. Dans le secondmoment, celui qui apparait, depuis une qua-rantaine d’années, avec la mondialisation, lesmenaces sur la vie démocratique découlentplus nettement des logiques de séparation dela société révélées par les dissociations affec-tant de plus en plus nettement la trame urbai-ne. Il y a ainsi les lieux où vit la populationissue de la mondialisation par le bas(les mi-grants dans les cités sociales en France). Cesmigrants du lointain vit à distance de la clas-se dite créative, celle de la mondialisation parle haut qui occupe les espaces centraux et pé-ricentraux des métropoles. Mais ces deux ca-tégories sont vécues comme également étran-gères aux habitants des villages et des villespetites ou moyennes qui s’estiment décon-nectés des opportunités de la ville, rejetés parla classe créative et devenant invisibles pourune action publique uniquement préoccupéepar la propension émeutière des jeunes mi-grants dans les banlieues. Soit ce que j’ai ap-pelé «La ville à trois vitesses». Autant la lut-te contre la tentation populiste passait, dansle premier temps, par l’institution d’une ci-toyenneté sociale, offrant des droits protec-teurs contre les aléas de la vie et de l’écono-mie, autant cette réponse, dans le secondtemps, se révèle insuffisante et inadaptée, né-cessitant qu’on lui adjoigne une formule decitoyenneté urbaine qui rende possible le pas-sage entre ces mondes urbains différents etpermette de les accorder.

—En 1977, vous avez écrit «La police desfamilles», un livre qui a beaucoup influencéla recherche durant les décennies suivantes etqui montrait la genèse progressive des dispo-sitifs de gestion de la vie familiale à traversdes discours, normes et institutions sur l’édu-cation des enfants, les relations conjugales,l’économie familiale... L’action sur la familleapparait précisément comme un mécanismede moralisation et de normalisation mettanten balance la formule du contrat (donc du res-pect des normes sociales de comportement etd’éducation en contrepartie de la liberté ac-cordée à ses membres)et celle de la tutelle(donc de la soumission contrainte des fami-lle, la privation de leurs droits conditionnant

l’octroi de moyens financiers et éducatifs).Vous montrez comment ce chantage semble re-culer avec la diffusion de la psychanalyse, àpartir des années trente, qui fournit une aideen principe non tutélaire, mais reconduisanttout de même cette injonction normative oul’assistant par l’encadrement des travailleurssociaux dans l’exercice de leurs tâches tuté-laires. Que diriez-vous alors du devenir ac-tuel du Travail Social dans le cadre du néoli-béralisme? Celui-ci maintient-il ce mode defonctionnement que vous aviez décrit dans lesannées 70 ou bien introduit-il de nouveauxéléments dans l’exercice de leur rôle norma-lisateur par ces professionnels?

—Dans «La police des familles», j’avaisvoulu montrer comment la famille passait dustatut de sujet de gouvernement à celui de mo-yen de gouvernement. Sujet de gouverne-ment: c’est ce qu’elle était sous l’ancien ré-gime, quand le père exerçait une autoritétutélaire sur chacun de ses membres. Ayantfait des enfants, il avait accompli l’essentielde son devoir: apporté de nouveaux sujets auroi. Et ce devoir accompli lui valait des droits:une autorité légitime, du moins, sur tous lesmembres de sa famille. Il pouvait ainsi de-mander au roi l’enfermement de tel ou tel deceux-ci qui menaçait son honneur. Avec ladémocratisation du pouvoir central au XIXsiècle, ce pouvoir du père parait de plus enplus suspect d’arbitraire. Il est soupçonné deservir de moyen pour celui-ci de se débarras-ser des bouches inutiles, soit en les laissantses enfants vagabonder au péril de leur vie,soit en les plaçant abusivement dans desstructures d’assistance ou de sanction. La fa-mille se trouve incriminé à travers ce droitabusif du père. Mais, en même temps, elle setrouve valorisée comme ressource à traversla mère perçue comme un relais positif pourles normes médicales et hygiénistes qui as-surent une bonne éducation des enfants.

Le couplage de ces deux stratégies —d’in-crimination et de valorisation— permet alorsde faire de la famille un moyen de gouverne-ment en invitant les familles à combiner lesconseils moraux venus de l’incrimination(ceux d’épargne pour échapper à la suspicionde négligence coupable et d’abandon) et les

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normes hygiénistes et éducatives associées àla valorisation de la famille comme ressour-ce et transitant par le médecin ou l’enseig-nant. Quand la famille incorpore bien cetteinjonction morale et ces conseils hygiènistes,c’est comme si la société passait avec celle-ci un contrat faisant d’elle une ressource po-sitive. Elle accroît son autonomie et celle deses membres pour le bien de chacun de ceux-ci en particulier et de la société en général. Sielle ne se soucie pas de préserver son auto-nomie financière par l’épargne ou bien si ellenéglige les normes sanitaires et éducatives,elle porte préjudice à ses enfants et justifie samise sous tutelle, la perte d’autorité du pèreet l’assistance éducative de la mère. C’estdonc cette menace de la tutelle qui rappelleaux parents les conditions de son autonomie: le respect du contrat qu’elles ont passé avecla société en formant une famille. C’est le res-pect du contrat ou la tutelle sous l’autorité dujuge et par le biais des travailleurs sociauxainsi que des psychiatres.

Est-ce que cette démarche, ce chantage àla tutelle est encore valable depuis que le né-olibéralisme domine la gestion des rapportssociaux? Quand on regarde la littérature con-sacrée à la famille et à la gestion de ses com-portements durant les dernières décennies, onretrouve bien les deux lignes porteuses, l’u-ne de l’incrimination, l’autre de valorisation,de la famille, quoique avec des nuances sen-sibles. L’incrimination se retrouve avec lamontée de la thématique de «la démission desparents». Soit une manière de retrouver la cri-tique de la propension des familles à laisserles enfants errer à l’aventure. Mais, cette fois,ce n’est pas pour ne pas avoir à les élever...par un abus flagrant de leur pouvoir. Ce se-rait plutôt par l’incapacité d’exercer ce pou-voir, le renoncement devant la difficulté quecela représente parce qu’ils ne sont pas suf-fisamment reconnus par leurs enfants qui seretrouvent entre bandes plutôt qu’en famille.De même, la valorisation de la famille appa-rait aussi, quoique d’une manière qui parais-se dissoudre quelque peu ses limites puisquel’on parle de «parentalité» pour désigner cet-te ressource irremplaçable que constitue lafamille. Soit une manière d’effacer la distinc-

tion entre le père et la mère, mais aussi de lesmettre sur le même plan que les beaux-pa-rents, les grands parents, les homoparents...et d’inscrire tout ce monde dans des réseauxd’écoute, d’aide et d’appui aux parents des-tinés à encourager les parents de toutes sor-tes, à leur redonner confiance, à les consei-ller plutôt que dicter leurs conduites enénonçant des normes précises.

Alors, y va-t-il, avec ces changementsdans l’attitude à l’égard des parents d’une in-flexion conjoncturelle ou structurelle des pra-tiques du travail social? Quand on regarde l’é-volution des pratiques des travailleurs sociauxdans ce domaine de la famille, on voit bienqu’il y va d’un souci déclaré de réduire la di-mension tutélaire de leurs pratiques. Avec laloi de 2007, toute décision concernant une fa-mille doit se faire à travers la recherche d’unaccord avec le détenteur de l’autorité paren-tale (homme ou femme, ou les deux). Et lesdocuments qui présentent ces décisions doi-vent le faire comme résultant d’un contratpassé avec la famille. La pratique judiciaire,seule capable de priver la famille de son au-torité n’a plus qu’un rôle estimé «subsidiai-re», pour les cas où aucun accord n’aurait puêtre trouvé. Alors, subsidiaire, cela signifie-t-il dire résiduel, secondaire? On voit bienque la justice n’est plus placée en surplombde l’activité préventive dans les familles. Ellelui est associée plus latéralement que verti-calement.

Mais est-ce que cette latéralité diminueson rôle et celui de la tutelle? On dira plutôtque cette discrétion du rapport que les travai-lleurs sociaux entretiennent avec la justiceleur permet de se comporter de manière plusintrusive, comme si leur action n’était que leproduit d’une sollicitude horizontale. La vo-lonté déclarée de faire jouer la dimensioncontractuelle, de respecter la part d’autono-mie des parents, fussent-ils déficients à leursyeux dans l’exercice de leur fonction, autori-se les travailleurs sociaux à exercer une «dou-ce» pression sur eux, en faisant valoir com-bien ils souhaitent préserver le rôle desparents, éviter de recourir aux duretés des dé-cisions judiciaires. Cela met de fait les pa-rents en situation d’accepter les propositions

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qui leur sont ainsi faites sur un mode contrac-tuel sauf à apparaitre comme des gens bru-taux, refusant délibérément une aide pourtantnécessaire... dans l’intérêt de leurs enfants etmême le leur! Tant de rigidité se retournealors contre eux et justifie le recours à l’in-tervention judiciaire. L’autorité judiciaire sortde l’ombre où on l’avait laissée comme un re-mède à leur mauvaise volonté jugée alorscomme la preuve de sa nécessité et non com-me une mesure brutale et abusivement néga-trice des droits des parents. Le contrat se ré-vèle comme la figure avancée du complexetutélaire et non pas son alternative.

—Dans le dernier chapitre de «L’inven-tion du social» (1984), vous souteniez l’idéed’un déclin inévitable du social dans sa ver-sion keynésienne pour une double raison.D’une part, la vie économique ne se dérouleplus dans le seul cadre national comme lepostulait Keynes dans sa justification de larelance économique par une politique de re-distribution sociale. Elle se trouve mondiali-sée et la redistribution seule risque de servirl’achat de produits venus d’autres nations etd’accroître la dette de l’Etat plutôt que sou-tenir l’économie nationale, D’autre part, lespolitiques sociales classiques se trouvent cri-tiquées aussi bien par la gauche que par ladroite. Par le courant gauchiste des années60/70, qui voit dans le social et dans le sta-tut qu’il procure aux salariés, une ombre pro-jetée de l’Etat sur les individus, une compen-sation au renoncement à leur autonomie. Atravers ce « social de compensation», ils nesont plus des sujets historiques mais des su-jets de l’Etat. Les nouveaux mouvements so-ciaux (écologie, féminisme, régionalisme), sedéveloppent contre les certitudes des élites,des corps constitués quant au cours de l’his-toire. Avec le courant réformiste, ce n’est pasla domination de l’Etat qui est dénoncée,mais le blocage de la société (dixit MichelCrozier), un blocage qui résulte des crispa-tions statutaires des individus uniquement oc-cupés à défendre les privilèges que l’Etat leura accordés au prix d’une inertie économiqueet d’une irresponsabilité des individus. C’estcette responsabilisation des individus, de leur

capacité d’entreprendre qu’il faut promou-voir selon ces réformistes (et non l’autono-mie revendiquée par les gauchistes).

Ne faudrait-il pas voir alors une relationentre, d’une part cette critique des institutionsde l’Etat social, les dénonciations dont il a étél’objet dans ces années 60/70 par le courantgauchiste et le courant dit réformiste et l’es-sor régulier du Front National en France de-puis les années 80? Quelle évaluation faites-vous aujourd’hui des critiques des institutionsde l’Etat Social par la part de la gauche desannées soixante et leur prolongement jusqu’àaujourd’hui? ne peut-on pas dire qu’elles ontrenforcé involontairement le néolibéralismeou les courants néo-autoritaires?

—L’idée d’un enchaînement causal entreles critiques (de gauche et de droite) de l’E-tat social classique et la montée du Front na-tional n’est pas très crédible. Il faut voir que,dans sa période d’émergence (les années80/90), le front national ne se pose pas du touten défenseur de l’Etat social mais plutôt endénonciateur de ses excès de bonté! Son fon-dateur, Jean-Marie Le Pen, affirmait des con-victions libérales classiques, dans la fouléedu poujadisme défendant les commerçantscontre les prélèvements imposés sur leséchanges. L’Etat social, il le dénonce, de sur-croît, pour sa propension à venir en aide auximmigrés. C’est seulement avec la «dédiabo-lisation» du FN, dans les années 2000, quandla fille, Marine le Pen, remplace son père, quece parti se pose en défenseur des droits so-ciaux des travailleurs pauvres (augmentationdu SMIC, diminution de l’âge de la retraite)pour se distinguer de la droite, tout en gar-dant son hostilité aux immigrés pour se dis-tinguer de la gauche. La fusion des extrêmes,selon le modèle du fer à cheval, est un clas-sique du populisme, une manière de nier lebesoin du débat démocratique entre droite etgauche au profit d’une identification entre lepeuple et ces élus qui prétendent l’incarneren se montrant le plus proche possible de sescraintes et de la tentation de se contenter detrouver un bouc émissaire à ses malheurs plu-tôt que le représenter pour délibérer avec ladistance nécessaire par rapport aux représen-tés que requiert la capacité de discussion, de

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transaction entre les partis... On trouvait dé-jà cette logique de fusion des extrêmes dansla naissance du fascisme et du nazisme. Ladéfense de l’Etat social par la fermeture na-tionale (donc l’idée du repli sur la formulekeynésienne de cet Etat social posée commesolution au maintien inchangé de celui-ci)s’entend à la fois contre la mondialisationéconomique... Et contre la mondialisation dé-mographique (l’arrivée croissante de mi-grants dans les pays développés).

On peut donc bien dire que le Front natio-nal devient ainsi le défenseur d’une figure del’Etat social: celle des années 50/60, quandles échanges marchands internationaux res-taient faibles et que les immigrés étaient clai-rement destinés à retourner dans leurs paysd’origine, une fois terminé le travail pour le-quel on avait été les chercher... Mais c’est pré-cisément parce que cette figure de l’Etat so-cial est devenue de plus en plus caduque quel’on a vu, depuis le début des années 80, sedévelopper des lignes de transformation decelui-ci qui prennent leur origine dans ces cri-tiques gauchiste et réformiste des années 70que j’ai évoquées à la fin de «l’invention dusocial» quand je parle de «mobilisation de lasociété» pour désigner l’effet conjoint de cesdeux types de critiques. La mobilisation dela société désigne deux préoccupations: rendre les individus plus mobiles, rendre lessalariés et les entrepreneurs capables de s’en-tendre par rapport à des objectifs de compé-titivité externe de ce qu’ils produisent. Ren-dre les individus plus mobiles revient àprendre appui leur aspiration à plus d’auto-nomie pour qu’ils acquièrent une formationleur permettant d’acquérir un autre emploique celui devenu caduque qu’ils occupent...Plutôt que vivre de la seule indemnisation duchômage. C’est le rôle de la formation ditepermanente. Mobiliser les acteurs sociaux,c’est les amener à passer des accords permet-tant aux entreprises de faire face à des situa-tions où leur compétitivité change rapidementplutôt que rester «bloqués» sur des droits ac-quis et voulus intangibles. C’est passer ainsid’un «social de compensation», automatiqueet passif dans son principe, à un «social decompétition», comme on peut appeler la nou-

velle conception qu’en requiert le contextede la mondialisation. Il n’y va pas du tout d’u-ne remise en cause du principe de l’Etat so-cial, ni du montant du budget nécessaire pourle faire tourner. Il n’a d’ailleurs pas cesséd’augmenter depuis les «belles années» quefurent les trente glorieuses 1945/1975) de l’E-tat social classique. Il y va plutôt d’un recy-clage de celui-ci, de son adaptation à un nou-veau contexte.

Reste effectivement ceci que la difficultéde ce recyclage de l’Etat social se paie dansnombre de pays européens par une croissan-ce rapide des partis populistes mêlant inéga-lement, selon les lieux, les formules d’extrê-me droite et d’extrême gauche. Là où le«social de compétition» se développe lemieux, c’est dans les pays d’Europe du nord.Parce que le dialogue entre la droite et la gau-che les porte à évoluer ou/et à s’allier pouropérer les mutations en question. Dans uncontexte de croissance réglée, L’alternancepermet de réguler le rythme de la redistribu-tion sociale par rapport à l’investissementéconomique. Dans un contexte difficile com-me celui de la mondialisation, il ne s’agit passeulement d’adapter les dépenses mais aussila conception des politiques sociales, de leurrôle. Et cette adaptation est d’autant plus dif-ficile qu’il s’agit de rendre le social efficaceà la fois pour la compétitivité économique etpour contenir les inégalités sociales qui onttendance à augmenter du fait du comporte-ment des banques qui renforce le poids du pa-trimoine sur le destin des individus. C’est ain-si qu’apparait la nécessité de développer despolitiques d’égalité des chances et pas seule-ment de redistribution. Cela surtout à raisonde l’impact des séparations sociales introdui-tes par l’évolution de l’urbain.

—Justement: puisque, depuis la fin des an-nées 80, vos recherches et votre théorisationse sont concentrées sur les politiques urbai-nes, pouvez-vous résumer votre réflexion dansce domaine? En quoi consiste le concept de«citoyenneté urbaine» que vous proposez?Quels déficits ou problèmes détectez-vousdans les politiques urbaines européennes? Et,puisque vous évoquez beaucoup le modèle

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américain, est-ce à dire qu’il y a quelque ap-prentissage à faire de l’expérience d’Améri-que du Nord dans ce sens?

—On peut dire que la nouvelle questionurbaine apparue dans les années 80 en Euro-pe, du nord du moins, prolonge et aggrave laquestion sociale classique, celle apparue avecla société industrielle au XIX siècle.

La question sociale était née de la concen-tration en ville de la population attirée par lesemplois industriels et des affrontements quecette coprésence dans un même espace ren-dait inévitables au point de menacer l’ordrepolitique, la démocratie naissante, en l’occu-rrence. Certes, les riches, les pauvres et lesclasses moyennes ne vivaient pas dans les mê-mes quartiers. Mais ils se retrouvaient sur leslieux de production, même s’ils y arrivaientà des horaires différents. Et la ville, ses pla-ces et ses rues, servait de lieu de manifesta-tion des mécontentements des plus mal lotisdans les espaces clefs de la vie en commun.Et la proximité relative des quartiers ouvrierset des quartiers de classe moyenne autorisaitpour les premiers le rêve de faire un jour par-tie de la seconde.

Une nouvelle question urbaine apparait, àpartir des années 80, avec la délocalisationdes lieux de production loin des grandes vi-lles. Soit du fait de leur départ à l’étranger, làoù la main d’œuvre est moins coûteuse. Soitpar leur installation à distance conséquentede la ville, là où les terrains sont moins cherset conviennent donc mieux pour des entrepri-ses de production nécessitant une forte em-prise foncière pour un faible rapport compa-ré à celui des structures de conception. Lesouvriers et les employés suivent cette délo-calisation dans le périurbain profond, les vi-llages, les villes petites et moyennes, d’au-tant plus volontiers que ce foncier moins cherleur permet d’acquérir une maison individue-lle et de quitter donc les logements sociauxde la ville. Les grandes villes deviennent doncles lieux où s’établissent les firmes, avec leurséquipes de conception et tous les servicesqualifiés, banques, design, publicitaires, etc...tandis que les anciennes banlieues ouvrièresse peuplent de migrants et de pauvres des vi-lles destinés à y fournir les services peu qua-

lifiés comme l’entretien et la sécurité. Le dé-partement de la Seine Saint-Denis fournit uneparfaite illustration de cette évolution. Con-çu, au départ, pour accueillir l’industrie et sessalariés, on voit ses anciens locaux de pro-duction devenir des lieux pour le dépôt desproduits avant leur diffusion commerciale viales aéroports et les gares, tandis que les loge-ments sociaux se peuplent de migrants quel’on invite à s’y installer pour éviter leur va-cance.

Le résultat de cette évolution est une dis-persion de la production dans le périurbainprofond, là où elle se confond avec la produc-tion agricole et les activités indépendantes defaible rapport, une concentration de la classecréative et mondialisée dans les quartiers pé-ricentraux des grandes villes, un remplissa-ge des cités d’habitat social des banlieues desgrandes villes par les migrants (la mondiali-sation par le bas). Du coup, une logique deséparation s’installe entre ces espaces inéga-lement urbains et qui ne sont plus unis par desmécanismes d’interdépendance directe com-me ceux qui allaient de pair avec les grandesmanufactures de l’ère industrielle classique.Chacun de ces mondes urbains vit séparémentdes autres, ses habitants ayant un horizon quien dépend et qui le rend indifférent aux au-tres mondes, sauf à travers des manifestationsde ressentiment. Mais on passe bien de la lo-gique de l’affrontement —et du rêve de pro-motion sociale à celle de la séparation et dela culture de l’entre soi. Pour le coup, on voitbien que le principe de la citoyenneté socia-le, en l’occurrence, la garantie de satisfaireles besoins élémentaires de chaque individu(se nourrir, se loger, s’instruire, travailler) nesuffisent plus pour les mettre tous sur un pland’égalité suffisante tant cette logique de sé-paration institue des mondes où l’éducation,le logement, l’emploi, quand il y en a, parti-cipent de cette séparation plus qu’ils ne par-viennent à l’enrayer. La nécessité d’inventerune «citoyenneté urbaine» apparait à raisonde cette insuffisance de l’Etat social strictosensu. Par cette expression, je désigne la né-cessité de former un monde social unifié àpartir de ces mondes distincts, de faire en sor-te que l’égalité des chances entre les indivi-

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dus ne disparaisse pas avec cette séparationplus ou moins forte des mondes urbains.

Face à cet enjeu, les américains ont uneexpérience plus ancienne. La ghettoïsationdes minorités ethniques, le déplacement desactivités de production dans les suburbs, lagentrification des centres anciens, sont destendances des villes américaines depuis lesannées cinquante. Ils ont mis en place des so-lutions qui ne sont évidemment pas parfaites,cela se saurait, mais qui ont l’avantage de ladurée. Pour lutter contre la ghettoïsation, ilsont développé des formules incitant les habi-tants des quartiers défavorisés à constituerdes corporations de développement commu-nautaire qui deviennent des interlocuteurs desélus métropolitains au même titre que les élusdes quartiers aisés. Ils établissent des liensméthodiques entre les opportunités de la vi-lle-centre et les ces quartiers. Plus qu’une for-mule institutionnelle précise, c’est, en fait,l’esprit de ces politiques qui peut servir d’ins-piration pour les politiques européennes. Unesprit qui tient à l’art de «remettre en mou-vement» les habitants des quartiers défavori-sés plus qu’à prétendre imposer de manièrevolontariste une mixité sociale, à «accorderles mouvements» qui décomposent la ville defaçon à ce que ceux-ci deviennent des partiesd’un même ensemble et non des mondes sé-parés.

Il y a une vraie différence d’approche en-tre la manière américaine et la manière fran-çaise d’aborder cette question de la sépara-tion sociale par l’urbain que l’on peut illustrerpar la façon dont la question du «lien social»se trouve traitée dans les deux pays. En Fran-ce, la défaillance du lien social signifie qu’unindividu ou un groupe perd le contact avec lesinstitutions, scolaires ou d’aide sociale, etc...Et refaire le lien social signifie rétablir le con-tact entre les individus et les institutions. Lapolitique de la ville a inventé pour cela la for-mule des «relais»: adultes-relais, parents-re-lais, etc... Aux Etats-Unis, depuis les travauxde Mark Granovetter (1973) et ceux, plus ré-cents de Robert Putnam (2001), on distinguedeux sortes de liens: les liens forts (ceux duproche, de la communauté, et les liens faibles(ceux qui s’établissent avec le lointain et por-

teurs d’opportunité). Soit une façon de pren-dre acte de la séparation des groupes sociauxmais en faisant de ces groupes une force plu-tôt qu’une prison (bonding capital) et de laséparation l’occasion de développer volon-tairement des liens (dits faibles) avec les au-tres groupes plus riches (bridging capital) ensachant que, in fine, la force des liens faibles,porteurs d’opportunités scolaires, universi-taires, professionnelles, etc, reposera sur l’u-tilisation des liens forts (le soutien que l’en-tourage apportera aux individus tentés par ceschances qu’on leur offre via les liens faibles.Il y a, dans ce mélange de réalisme et de prag-matisme une façon de positiver les groupesséparés pour qu’ils aident leurs membres dansles mouvements qui leur sont offerts par laville et les réseaux de contact qu’elle instituequi diffère profondément du volontarismeabstrait à la française qui proclame la mixitéet ne la réalise que fictivement par la rénova-tion urbaine.

—Comment appréciez-vous l’effet de l’en-semble des politiques publiques conduites surles quartiers pauvres des banlieues des villesdans le cadre de cette politique dite de la vi-lle? Quel rôle a joué, par exemple, l’accentmis sur la «participation citoyenne»? Et puis,Comment interpréter la radicalisation isla-mique d’une partie des jeunes de ces quar-tiers?

—Pour analyser l’effet d’ensemble de cet-te politique en direction des zones urbainesdéfavorisées, il faut distinguer plusieurs ni-veaux: celui des moyens mis en œuvre (en financement et en personnel), celui de la mé-thode (du type de relation que cette action éta-blit avec les habitants, celui du contexte (lesguerres avec et entre les pays du Moyen-Orient et la montée en radicalité de l’Islam,particulièrement avec l’apparition de l’Etatislamique-Daech). Vos trois questions (l’ef-fet d’ensemble, la participation citoyenne, laradicalisation islamique d’une partie des jeu-nes des quartiers) renvoient, de fait, à chacu-ne de ces entrées.

Les moyens mis en œuvre ont toujours undouble effet, l’un positif, l’autre négatif. S’a-gissant des moyens en personnel, dans le do-

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maine de l’éducation, par exemple, l’effet po-sitif tient, bien sûr, à une augmentation dunombre d’enseignants par élèves, permettantun meilleur encadrement de ceux-ci. Mais ceteffort en personnel dans les zones dites «d’é-ducation prioritaire» se paie d’un effet de stig-matisation sociale de ces écoles qui va pous-ser, en fait, les quelques familles des classesmoyennes qui devraient y placer leurs en-fants, à les inscrire plutôt dans des écoles pri-vées, supprimant du coup le peu de mixité so-ciale dont elles bénéficiaient et dont onconnait l’effet bénéfique qu’elle peut présen-ter pour les élèves. L’effet négatif de cette as-similation des zones d’éducation prioritaireà l’échec scolaire est même apparu tel que lesouci de sauver les meilleurs d’entre eux s’esttraduit par la création d’internat d’excellen-ce, en dehors des quartiers en question! S’a-gissant des moyens financiers, le programmede rénovation urbaine constitue certainementle plus gros effort. Il consiste en la destruc-tion d’une partie des tours et des barres quicomposent ces quartiers sociaux pour édifierà la place des formules variées de logementdont une partie faite de maisons individue-lles offertes en accession à la propriété. Soitun moyen d’attirer les classes moyennes dansces quartiers populaires et d’y rétablir une mi-xité sociale jugée salutaire pour l’image duquartier. Mais les rénovateurs s’aperçoiventvite que, s’ils veulent attirer lesdites classesmoyennes, il faut construire les maisons in-dividuelles à une distance convenable duquartier et disposer d’une offre de collège àdistance également... Sans doute cette réno-vation urbaine a-t-elle par ailleurs, un effetpositif pour les habitants grâce à l’installa-tion de lignes de tramway qui le reconnectentavec la ville. Reste que l’usage des opportu-nités de la ville ne nécessite pas seulement unlien physique avec elle, mais aussi un lien so-cial, ces fameux liens faibles dont on a déjàparlé... Tour est alors fonction du changementd’attitude que l’on produit ou pas quant à laconfiance que les habitants acquièrent en eux.

Augmenter la confiance en eux des habi-tants, c’est bien l’objectif implicite de la di-te «participation citoyenne» qui figure dansle programme de cette politique depuis ses

débuts. Que peut-on alors dire des effets decelle-ci? Dans un premier temps, durant lesannées 80, cette politique mit effectivementl’accent sur les moyens d’agir que consti-tuaient les habitants. Ils constituaient la res-source qui pouvait permettre aux politiquespubliques d’atteindre les mêmes résultats quedans les autres quartiers parce qu’ils connais-saient mieux que les agents de celles-ci lesparticularités de cette population de migrantsqu’ils étaient. Il suffisait donc de savoir as-socier les habitants à ces politiques pour sur-monter les difficultés qu’elles rencontraientdans ces quartiers. Ce fut le rôle, par exem-ple, des régies de quartier qui attribuaient auxhabitants la charge de veiller sur l’entretiendes lieux et les petites réparations qu’il fallaity faire. Il suffisait pour cela de former les jeu-nes en conséquence, formation qui pouvait,par la suite, leur permettre de trouver un em-ploi en dehors. J’avais théorisé positivementcette première phase de la politique de la vi-lle dans «L’Etat animateur» (1994), en expli-quant qu’ainsi, on faisait passer la participa-tion du registre classique jusqu’alors de laconsultation (qui n’engage que les consultés,selon la formule classique) à l’implication.Mais la persistance des émeutes amena lesresponsables à changer d’orientation pourmettre l’accent moins sur les moyens des ha-bitants que sur ceux de l’Etat et du marché.Ceux de l’Etat à travers l’augmentation despersonnels des services publics, ceux du mar-ché avec la création des zones franches urbai-nes ‘qui dispensaient les employeurs de char-ges fiscales et sociales dans les quartiers lesplus pauvres), à travers aussi la rénovation ur-baine qui, par la diversification de l’habitat yréintroduisait une offre marchande. Cette po-litique interventionniste relégua au secondplan la dimension participative. Et son retourrécent de celle-ci avec les «conseils citoyens»(2015) et l’évocation méthodique du déve-loppement du «pouvoir d’agir» des habitantsapparait plus rhétorique qu’effective;

Quand on essaie de comprendre pourquoila participation citoyenne arrive aussi peu àprendre place en France, il faut partir de l’i-dée que ladite participation est toujours stric-tement fonction de la capacité des prestatai-

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res de l’action publique à se placer sur un pland’égalité avec leurs destinataires. Cela ne sig-nifie pas que les élus doivent remettre en jeuleur légitimité et les dirigeants de l’adminis-tration leurs responsabilités. Mais qu’ils doi-vent prendre l’habitude de rendre des comp-te sur leur action et les diff icultés qu’ellerencontre, l’exposer aussi aux critiques desintéressés s’ils veulent obtenir leur implica-tion. C’est cette pratique de l’accountabilityqui parait littéralement impraticable en Fran-ce. Parce qu’elle est toujours vécue commeune remise en cause de la légitimité des res-ponsables et non comme un condition de l’ef-ficacité de l’action.

Sans doute cette difficulté de l’action pu-blique à faire une place effective place auxhabitants dans la gestion des quartiers les pluspauvres et les plus peuplés de migrants ex-plique-t-elle, en partie, la montée de cette ra-dicalité islamique. En partie seulement, biensûr, celle concernant la réapparition des ap-partenances religieuses. C’est à partir du mi-lieu des années 90 que l’on assiste à la mon-tée ostentatoire des coutumes et des costumesdes pays d’origine, quand la politique cher-che moins à aider les gens dans les quartiersoù ils vivent qu’à les fondre en invisibilitédans le reste de la ville. Mais la radicalisationva emprunter, bien sûr, l’essentiel de sa légi-timité aux structures terroristes qui s’insta-llent au Moyen-Orient et en Afrique, là où lafureur contre l’Occident se traduit par une en-vie de revanche au nom de l’Islam, cette fi-gure dernière du monothéisme qui s’est trou-vée comme reléguée dans un passé défunt. Laradicalité islamique se développe quand lesdéçus de l’immigration rencontrent les frus-trés de l’histoire. Les déçus en question setrouvent toujours parmi la seconde généra-tion des migrants: ceux qui n’ont pas déplo-yé leur énergie pour arriver et pu saisir toutemploi accessible pour eux comme une chan-ce. Ils se trouvent élevés dans une société oùils ne comprennent pas pourquoi leurs chan-ces ne sont pas égales à celle des autres jeu-nes. Ils vivent le marquage de leurs originescomme infâmant et l’e retournent contre cet-te société comme une identité pour laquelleils sont prêts à mourir.

—Il y a une dizaine d’années, vous vousétiez très critique envers l’incapacité de lagauche à inventer une gouvernementalité degauche capable de s’opposer à la gouverne-mentalité néolibérale. Comment imagineriez-vous celle-ci?

—L’idée d’une gouvernementalité de gau-che, et même d’un néolibéralisme de gauche,pensé en alternative à sa version droitière quis’impose, au début des années 80, avec Rea-gan et Thathcher, a été suggéré par MichelFoucault et l’a amené à discuter de cela avecMichel Rocard (incarant en France la néo-so-cial (démocratie) par opposition à FrançoisMitterand qui incarnait, lui, plutôt un paléo(socialisme.

Tout est parti de la lecture que Michel Fou-cault proposait, dans son cours au Collège deFrance, du néolibéralisme tel qu’il apparaitavec l’école de Friburg en Allemagne durantl’entre-deux guerres. Il montrait comment l’i-dée néolibérale est apparue en réaction parrapport aux déceptions apportées par la seulelogique de marché selon Adam Smith. Pourcelui-ci, la main invisible du marché devaitpermettre de satisfaire tous les besoins qu’ilsuscitait. Les objets de plus en plus désirés parleur offre sur le marché voyaient leur prixmonter d’une façon qui les rendait inaccessi-ble. Mais cette montée même motivait des pro-ducteurs à en fournir toujours plus jusqu’à ceque leur prix baissent assez pour satisfaire lesconsommateurs. Or, cette théorie smithiennese trouvait contredite par un détournementcroissant vers l’Etat de la demande de satis-faction des besoins suscités par le marché. Etcette attente montante du rôle de l’Etat géné-rait ses versions fascistes et communistes, né-gatrices des libertés. Si l’on voulait éviter ce-la, dirent les néolibéraux, il fallait penser lerôle de l’Etat comme celui d’un soutien à laconcurrence et non pas d’un organisateur dela production. Cela signifiait qu’il devait, surle plan matériel, faciliter les échanges en dé-veloppant les structures de transport, parexemple, et sur le plan social, limiter son rô-le à la lutte contre l’exclusion, dans la mesu-re où celle-ci constitue une mise hors concu-rrence d’un grand nombre d’individus et uneperte conséquente en capacité du marché.

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La version de gauche de ce néolibéralis-me est une néo-social-démocratie qui s’esttraduite en Allemagne par la politique deSchrôder, au Royaume-Uni par celle de TonyBlair et aux USA par celle de Bill Clinton. Ala différence des politiques social-démocra-tes classiques qui augmentaient les revenuset surtout la protection statutaire des salariés,ces nouvelles politiques fluidifient les statutspour éviter l’auto-blocage dans des situationssans issue et surtout font de la lutte contrel’exclusion non pas le résidu des politiquessociales mais le socle à partir duquel doit s’o-pérer leur recyclage, leur adaptation à la mon-dialisation. Reste que cette néo-social-démo-cratie, si elle a eu des résultats en termes dedynamique socio-économique globale despays concernés, n’a pas pour autant enrayéevraiment la remontée des inégalités qui acommencé au début des années 80. Elle a ac-compagné l’entrée des démocraties dans lamondialisation économique sans procurerune claire perspective d’unification politiquedes sociétés. Autant les affrontements dans lasphère de la production permettaient à l’Etatde dégager des arbitrages à l’échelle nationa-le, autant la logique de séparation qui affec-te les sociétés contemporaines entretient lesinégalités et peine à trouver un remède.

—Quelle évaluation faites-vous, alors,des tentatives de repenser la reconstitutiondu lien sociale et de l’égalité à travers l’idéedes biens communs (Ostrom) ou du commun(Laval y Dardot)? Croyez-vous que cela cons-titue une alternative au communautarisme ré-publicain envers lequel vous avez été critiqueà maintes reprises?

—La question du commun mérite préci-sément d’être posée par rapport à cette logi-que de séparation qui affecte les espaces so-ciaux des sociétés développées à partir desannées 80. Jusqu’alors, un seul mouvementaffectait les sociétés: celui qui conduit les ha-bitants du village à la ville, attirés comme ilsl’étaient par les opportunités d’emploi qu’of-frait l’industrialisation. Et l’enjeu principalpour les politiques était de contenir les mé-faits de cette attraction: une concentration ex-cessive dans l’espace urbain, une confronta-

tion entre riches et pauvres débouchant surdes émeutes mettant en péril le régime démo-cratique. C’est pour réduire les risques de cet-te confrontation que les cités sociales furentédifiées à la marge des villes, les déconnec-tant de celles-ci autant que possible. Ce mou-vement se continue bien, depuis les années80, mais il concerne surtout les minorités eth-niques venues de campagnes lointaines et ser-vant à peupler ces cités sociales désertées parles classes populaires autochtones devenuesdes classes se vivant comme moyennes, mê-me quand elles sont ouvrières de professionmais bénéficient d’une résidence individue-lle du fait de leur éloignement dans un espa-ce rural au foncier moins onéreux. Car, à cemouvement du village à la ville, s’en sontajoutés deux autres. Celui, d’abord, de la vi-lle au village avec ce départ des entreprisesde production vers les villes petites et moyen-nes ou les villages, mais aussi avec la recon-quête des villages par les classes aisées ou lesretraités, ou les vacanciers à raison des «amé-nités campagnardes» qu’ils y trouvent: le pay-sage, une sociabilité douce... timide dans lesannées 80, ce mouvement s’est accéléré de-puis et fait même du village un lieu où l’onfuit les duretés de la ville en termes de coût,de nuisances, quitte à y disposer d’un revenuplus faible. Celui aussi qui conduit de la vi-lle à la ville et qui concerne la fameuse clas-se créative, celle qui va donner le ton à la vieen ville, par sa jeunesse, sa culture, sa tolé-rance, sa manière de faire monde entre gensvenus de villes lointaines où prêtes à y partirpour exercer leurs talents. Ces mouvementsinduisent une logique de séparation dans lasociété à raison des mondes propres qu’ilsforment et qui induisent une sorte de repli vo-lontaire ou non de leurs membres. Un repliqui n’empêche pas une hostilité sourde ouviolente de se manifester entre eux. Le popu-lisme, avec le vote front national en France,est comme le produit de cette «France péri-phérique» (expression de Christophe Guilluyqui s’ est fait le héraut de cette population),celle des villages, des villes petites et moyen-nes, déconnectée de la métropole où viventles bénéficiaires de la mondialisation (la clas-se créative sans esprit national et celle des mi-

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grants pauvres qui viennent profiter des ri-chesses dont les autochtones se trouvent ducoup, privés. Mais les émeutes des banlieuessont aussi une manière pour ce monde de larelégation de s’affirmer à part, en refusant l’i-rruption de la police et l’ordre qu’elle veutimposer. Et l’hostilité peut aller plus loincomme on l’a vu avec ces jeunes terroristesissus pour la plupart du quartier de Mollen-beek attaquant les spectateurs du Bataclan,ce haut lieu de la jeune classe créative dansParis.

Comment poser la question du communentre des mondes qui se définissent par leursmanières différentes de vivre la mondialisa-tion (par le haut, par le bas, à côté)? Com-ment... sinon par le fait que, même s’ils oc-cupent une région entière, ils se définissentpar leur rapport à la métropole qui régit cet-te région. C’est celle-ci qui fait du communparce que c’est autour d’elle, par rapport àelle, que s’organisent ces différents mouve-ments qui composent la population de cetteentité aux frontières forcément floues. C’estelle qui constitue le point de référence de cha-cune de ces populations, le moyen de les as-socier par une action politique. Mais au nomde quoi conduire cette association? Au nomde la formule française de l’intérêt général?Celle-ci ne peut conduire, par son abstraction

qu’à proclamer l’égalité des territoires, la-quelle, prise à la lettre, revient à nier les rai-sons pour lesquelles ces mondes ont chacunleur originalité, leurs préoccupations propres.Les quartiers de migrants sont des espacestremplins pour leurs membres. Ils doivent ytrouver le moyen de se donner mutuellementla force d’arriver pour partir ensuite à la con-quête des opportunités de la ville. Les villa-ges urbanisés sont des lieux où l’on veut pou-voir fuir le bruit et la fureur de la ville, jouirdu paysage campagnard sans perdre le con-tact avec les opportunités du centre. La villevillage de la classe créative doit lui permet-tre de multiplier les rencontres par sa concen-tration tout en offrant les plus grandes facili-tés de mouvement avec les autres villes dumonde. Cette division existentielle de l’espa-ce repose in fine sur un partage des opportu-nités de la ville centre. Mais un partage quine peut se faire sur le mode d’une distribu-tion égalitaire compte tenu des spécificitésde chacun de ces mondes urbains. C’est pour-quoi il nécessite une association volontairedes représentants de chacun de ceux-ci pourdébattre des contenus et des formes à donnerà ce commun. La recherche du bien communsuppose un art d’accorder les mouvementspour qu’ils produisent une entité la plus har-monieuse possible...

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Jacques Donzelot, profesor en la Universitéde Paris X Nanterre, se dio a conocer en 1977con la publicación de La policía de las fami-lias, un ensayo con una fuerte impronta fou-caultiana que rastreaba los orígenes de las po-líticas sociales estatales en la f ilantropíadecimonónica y otros proyectos históricos decontención del conflicto social. Desde estaperspectiva, las iniciativas higienistas habrí-an desempeñado un papel crucial en la quie-bra de los modelos familiares tradicionalesbasados en la autoridad patriarcal y en el es-tablecimiento de nuevas formas de vínculosocial individualizadoras susceptibles de ges-tión racional desde distintas instancias clíni-cas, políticas, educativas o mercantiles. Susegundo trabajo, La invención de lo social(1984), prolongaba este trayecto medianteuna genealogía de la atribución al estado deun rol social que lo capacita para construir unexoesqueleto de solidaridad colectiva que li-mita los enfrentamientos relacionados con elnuevo orden salarial que atraviesan la socie-dad moderna. A partir de los años ochenta,en cambio, su interés se centra en las políti-cas urbanas y los conflictos emergentes en elcontexto de la crisis del estado keynesiano yel auge de la globalización neoliberal, con en-sayos como L’État animateur: essai sur la po-litique de la ville (1994, en colaboración conPhilippe Estèbe), Faire société: la politique

de la ville aux États-Unis et en France (2003,en colaboración con Catherine Mével y An-ne Wyvekens); Quand la ville se défait: que-lle politique face à la crise des banlieues?(2006), Vers une citoyenneté urbaine: la vi-lle et l’égalité des chances (2009); La ville àtrois vitesses (2009) o La France des cités. Lechantier de la citoyenneté urbaine (2013)

—Nos gustaría, en primer lugar, invitar-le a realizar una mirada retrospectiva sobretu propia trayectoria científica. Parece haberdos etapas bien diferenciadas en tu reflexión.Un primer momento centrado en cuestioneshistóricas que circulan en la órbita foucaul-tiana de la genealogía de los mecanismos dis-ciplinarios y una segunda etapa que se ini-cia en los años noventa de análisis de laspolíticas urbanas. ¿Cuál es la historia de esaevolución? ¿Hay alguna coherencia concep-tual o biográfica entre ambas etapas? ¿Enqué ha cambiado a lo largo de estos años sumanera de entender las ciencias sociales o lapolítica?

—Ciertamente en mi trayectoria hay dosmovimientos, que suelo resumir diciendo queprimero he sido historiador de lo social y lue-go sociólogo de lo urbano. El primero respon-de a la genealogía de las dos fases de lo so-cial que suponen la intervención correctivade la vida familiar (La police des familles,

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ENTREVISTA

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55353

EDICIONESCOMPLUTENSE

De la invención de lo social a la ciudad asediada Entrevista a Jacques Donzelot

[en] From the promotion of the social to the city under siege: an interview with Jacques Donzelot

César Rendueles Menéndez del Llano; Sergio García García

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1977) y la introducción de la protección so-cial en las relaciones de trabajo (L’inventiondu social, 1984). El segundo parte del análi-sis de la política de integración de las mino-rías étnicas en la sociedad —denominada enFrancia eufemísticamente «política de la ciu-dad»— en mi libro titulado L’Etat animateur(1994) que pretende ser una comparación conla política americana sobre este tema (Fairesociété: la politique de la ville aux Etats-Uniset en France, 2003) y en un momento en elque parece que la lógica de separación urba-na está determinando cada vez más las rela-ciones sociales (Quand la ville se défait,2006; La ville à trois vitesses, 2009; La Fran-ce des cités, 2012).

En el plano teórico se pueden distinguirdos momentos: el primero, cuyo principalapoyo se sitúa en el enfoque genealógico deanálisis de las tecnologías de gobierno de Mi-chel Foucault; mientras el segundo se inspi-ra en la obra de Hanna Arendt y su análisis dela esencia de lo político como «asociación pa-ra la acción». Con este criterio es con el quecomparo el arte de «hacer sociedad» en Es-tados Unidos y en Francia, y así voy analizan-do el segregacionismo, cada vez más activoy creciente, en la sociedad urbana.

Pero me parece también importante subra-yar tanto la continuidad —de hecho y de fon-do— de estos dos momentos como su dife-renciación. De hecho, no se produce enningún momento una ruptura, una decisiónde cambiar de objeto de análisis, de pasar deuna preocupación teórica a otra. El paso deun momento al otro tiene lugar como si fue-ra el efecto de la prolongación de uno en elotro. En L’invention du social me centro endescribir las dos líneas que han transforma-do el Estado social clásico desde finales delos años sesenta: la reivindicación desde aba-jo de una mayor autonomía de los individuosy el mandato exigente desde arriba de la res-ponsabilización de su comportamiento. Es-tas dos líneas han de converger para que elpapel del Estado —como promotor de lo so-cial, con objetivos de pacificación de la so-ciedad, de estabilización de la misma...— pa-se al de movilizador de la sociedad, en undoble sentido: el de volver a poner en movi-

miento a los individuos y el de valorizaciónde lo colectivo, de su función unificadorafrente a la globalización. Se trata de una lla-mada a la formación de lo que he denomina-do «Estado animador» —en vez del Estadosocial clásico— que se sale de la mera com-pensación de lo social para ir hacia otro, enel que esta definición de social se denomina-rá, posteriormente, de activación y de produc-ción de cohesión social.

Al leer el capítulo final de L’invention dusocial fue cuando un responsable de las comi-siones —que darían lugar a la política de laciudad— me dijo: «¡Un Estado animador!¡Eso es exactamente lo que tratamos de ha-cer! ¡Venga usted a verlo! A principios de losaños ochenta había tres comisiones que se reu-nían en el mismo edificio: la comisión dirigi-da por Hubert Dubedout para el desarrollo so-cial de los barrios; la comisión de GilbertBonnemaison para la seguridad y prevenciónen esos mismos barrios de vivienda social; y,por último, la comisión de Bertrand Schwarzpara la inserción socioprofesional de los jó-venes. Respondí a la oferta con entusiasmoporque no me daba la impresión de que mealejara de mi temática de lo social, puesto queesta política —llamada de «la ciudad»— sepresentaba como una nueva política de lo so-cial, que se iba a encargar de resolver los pro-blemas de exclusión de las poblaciones de lossuburbios que, precisamente, las políticas so-ciales clásicas no conseguían afrontar: traba-jo social, vivienda social y protección social.Así, el análisis de lo urbano se fue instalandoprogresivamente en el campo de mis preocu-paciones, como una manera de contemplar lasdeficiencias de las políticas sociales clásicas.

En el fondo también, porque la continui-dad de los dos momentos no es solo de obje-tivo sino también de problemática. Ambosafrontan la misma cuestión, pero la planteanen contextos diferentes. Una cuestión que sepodría resumir así: ¿cómo conseguir que per-sista la democracia y a la vez contener las ten-dencias que, desde su origen, conducen a suaniquilación con la ayuda de fórmulas dicta-toriales o populistas? En un primer momen-to —el que corresponde a la emergencia delo social— el peligro que más amenazaba la

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vida democrática era la intensidad de los en-frentamientos en el terreno de la producción.En el segundo —el que emergió hace unoscuarenta años con la mundialización— lasamenazas a la vida democrática procedíancon mayor claridad de las lógicas de segrega-ción de la sociedad que han surgido por lasdisociaciones que afectan cada vez con ma-yor claridad al tejido urbano. Así, hay luga-res en los que vive la población que son el re-sultado de la globalización por abajo (losmigrantes en las ciudades sociales de Fran-cia). Estos migrantes de lejanía viven distan-ciados de la llamada «clase creativa», la de laglobalización por arriba, que ocupa los espa-cios centrales y pericentrales de las metrópo-lis. Pero estas dos categorías siguen siendoajenas a los habitantes de los pueblos y de laspequeñas o medianas ciudades, que se consi-deran desconectadas de las oportunidades dela ciudad; rechazadas por la clase creativa; einvisibles para una acción pública que se pre-ocupa únicamente por la propensión de losjóvenes migrantes a los disturbios en sus ba-rriadas: es decir, lo que he llamado «la ciu-dad a tres velocidades». Así como, en un pri-mer momento, la lucha contra la tentaciónpopulista pasó por la institución de una ciu-dadanía social, que ofrecía derechos protec-tores contra las vicisitudes de la vida y de laeconomía, esta respuesta demostró, en un se-gundo momento, que era insuficiente e in-adaptada, y que precisaba añadir una fórmu-la de ciudadanía urbana que hiciera posiblela travesía entre los mundos urbanos diferen-tes y su adaptación.

—En 1977 publicó La policía de las fami-lias, una genealogía tremendamente influyen-te en las décadas siguientes acerca del sur-gimiento progresivo de dispositivos deordenación de la vida familiar a través de dis-cursos, normas e instituciones sobre la crian-za, la educación de los niños, las relacionesconyugales, la economía familiar... La asis-tencia social surge precisamente como me-canismo de moralización y normalización através de las ideas de contrato (exigencia decontraprestación en las ayudas económicasa los pobres) y de tutela. Pese a que esa tec-

nología encuentra su declive con la extensióndel psicoanálisis —liberador en lugar de dis-ciplinador—, lo cierto es que en el TrabajoSocial parecieran persistir las lógicas asis-tenciales hasta nuestros días. ¿Qué observaen el devenir del Trabajo Social y demás pro-fesiones de lo social? ¿El neoliberalismo haintroducido elementos nuevos en estas profe-siones o simplemente ha reactualizado lasviejas técnicas liberales?

—En La police des familles quería demos-trar cómo pasaba la familia del estatus de su-jeto de gobierno al de medio de gobierno. Su-jeto de gobierno: es lo que era bajo el AntiguoRégimen, cuando el padre ejercía una auto-ridad tutelar sobre cada uno de sus miembros.Al tener hijos cumplía con lo esencial de sudeber: aportar nuevos sujetos al rey. Cumplircon este deber le otorgaba ciertos derechos:una autoridad legítima, cuanto menos, sobretodos los miembros de su familia. Podía pe-dir al rey el encarcelamiento de este o deaquellos que amenazaran su honor. Con la de-mocratización del poder central en el sigloXIX, este poder del padre era cada vez mássospechoso de arbitrariedad y de servir paradeshacerse de bocas inútiles, ya sea dejandoa sus hijos vagabundear con riesgo de sus vi-das, ya sea colocándolos abusivamente en lasestructuras de asistencia o de punición. La fa-milia se puede ver incriminada por este dere-cho abusivo del padre; pero a la vez se en-cuentra valorada como un recurso a través dela madre, percibida como un relevo para lasnormas médicas y de higiene que asegurenuna buena educación de los hijos.

La articulación de estas dos estrategias —incriminación y valorización— permite,por lo tanto, que la familia se convierta en unmedio de gobierno, y le invita a combinar losconsejos morales procedentes de la incrimi-nación —aquellos que permitían escapar dela sospecha de negligencia culpable y deabandono— con las normas educativas y dehigiene —asociadas a la valoración de la fa-milia como un recurso— pasando por el mé-dico y el profesor. Cuando la familia asumebien este orden moral y los consejos de higie-ne, es como si la sociedad firmase con ella elcontrato que la convierte en un recurso posi-

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tivo. Aumenta su autonomía y la de sus miem-bros, por el bien de cada uno de ellos en par-ticular y de la sociedad en general. Si no sepreocupa por mantener su autonomía finan-ciera a través del ahorro o si se muestra ne-gligente con las normas sanitarias y educati-vas, perjudica a sus hijos y justifica que se lesponga bajo tutela, la pérdida de autoridad delpadre y la asistencia educativa de la madre.Por lo tanto, esta amenaza de tutela es la queles recuerda a los padres las condiciones desu autonomía: el respeto del contrato que hansuscrito con la sociedad cuando forman unafamilia. Es o el respeto del contrato o la tute-la bajo la autoridad del juez y por medio delos trabajadores sociales y los psiquiatras.

Desde que el neoliberalismo domina lagestión de las relaciones sociales, ¿sigue sien-do válido este procedimiento, este chantajepor la tutela? Cuando se echa un vistazo a laliteratura consagrada a la familia y a la ges-tión de sus comportamientos de las últimasdécadas, se ven claramente estas dos líneasbásicas: la de incriminación y la de valoriza-ción de la familia, aunque con sensibles ma-tices entre ellas. La incriminación reaparececon el auge de la temática acerca de «la di-misión de los padres». Es decir, una manerade retomar la crítica de la propensión de lasfamilias a dejar a sus hijos a la aventura. Pe-ro ahora ya no se trata de no haberles educa-do por un abuso flagrante de su poder, sinomás bien por la incapacidad de ejercer estepoder, por la renuncia ante la dificultad querepresenta, porque no están suficientementereconocidos por sus hijos, lo cuales prefieri-rían frecuentar las bandas antes que su fami-lia. La valorización de la familia tambiénaflora, pero como si se disiparan un poco suslímites, puesto que se habla de «parentalidad»para designar un recurso tan insustituible co-mo es el de la familia. Una manera de borrarla distinción entre padre y madre, pero tam-bién de ponerlos en el mismo plano que a lossuegros, los abuelos, los homopadres, etc., yde incluirlos a todos ellos en las redes de es-cucha y apoyo para animar a los padres, detodo tipo, a recobrar la confianza y aconse-jarles más que dictarles conductas basadas ennormas precisas.

Entonces, ¿qué pasa con estos cambios deactitud respecto a los padres, de inflexión co-yuntural o estructural de las prácticas del Tra-bajo Social? Cuando se observa la evoluciónde las prácticas de los trabajadores socialesen el campo de la familia se ve claramenteque se trata de una preocupación explícita porreducir la dimensión tutelar en sus prácticas.En Francia, con la Ley de 2007 [relativa a laprotección de la infancia], toda decisión re-lativa a la familia debe tomarse buscando elacuerdo con quien detenta la autoridad paren-tal (varón, mujer o ambos). Los documentosque muestran estas decisiones deben ser el re-sultado de un contrato suscrito con la fami-lia. La práctica judicial, que es la única capazde privar a la familia de su autoridad, solo tie-ne una función que podríamos considerar«subsidiaria» para los casos en los que no sellega a ningún acuerdo. Pero, subsidiario,¿significa residual o secundario? Está claroque la actuación de la justicia no se halla porencima de la acción preventiva de las fami-lias, y se la asocia con algo más tangencialque vertical.

Pero esta consideración tangencial, ¿mer-ma su función y la de tutela? Diríamos másbien que la discrecionalidad de la relación quemantienen los trabajadores sociales con lajusticia les permite comportarse de maneramás intrusiva, como si su intervención fuerasolo producto de una solicitud horizontal. Lavoluntad declarada de que la dimensión con-tractual desempeñe su papel, de respetar laparte de autonomía de los padres por defi-cientes que sean a sus ojos en el desempeñode sus funciones, autoriza a los trabajadoressociales a ejercer una «suave» presión sobreellos, haciendo ver cuánto desean valorar elpapel de los padres y evitar, así, tener que re-currir a la dureza de las decisiones judiciales.De hecho, coloca a los padres en situación deaceptar las propuestas contractuales que seles hacen para no parecer como una gentebrutal que rechaza deliberadamente una ayu-da que, por otro lado, necesitan..., en interésde sus hijos y en el suyo propio. Tal rigidezse vuelve entonces contra ellos y se justificael recurso a la intervención judicial. La auto-ridad judicial sale de la sombra en la que la

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habíamos situado, como un remedio ante sumala voluntad, juzgada entonces como prue-ba de su necesidad y no como medida brutaly abusivamente negadora de los derechos delos padres. El contrato aparece, pues, comoel modelo avanzado del complejo tutelar y nocomo una alternativa suya.

—En el último capítulo de La invención delo social sostenía la inevitabilidad del declivede lo social en su versión keynesiana debidoal doble ataque que ha sufrido el Estado delBienestar: tanto a nivel económico por unaglobalización que desdibuja el Estado nación(territorio propio de las políticas sociales re-distributivas), como a nivel político por la do-ble crítica recibida desde la izquierda (meca-nismo de control social) y desde la derecha(neoliberalismo que ve en el Estado social eldebilitamiento del espíritu emprendedor).¿Cree que guarda alguna relación este decli-ve de las instituciones del bienestar con el au-ge del Frente Nacional en Francia? ¿Cómo haoperado la mutación ideológica del keynesia-nismo en forma de Estado Nacional del Bien-estar? ¿Qué valoración hace hoy de las críti-cas antiinstitucionales del Estado Socialprocedentes de la izquierda de los años sesen-ta y su prolongación en la actualidad? ¿Creeque han reforzado involuntariamente el neo-liberalismo o las corrientes neoautoritarias?

—La idea de un encadenamiento causalde las críticas (de izquierda y de derecha) delEstado Social clásico y el auge del Frente Na-cional no es muy creíble. Hay que fijarse enque, en su periodo de emergencia (años 1980-1990), el Frente Nacional no se posicionó enabsoluto como defensor del Estado social, si-no más bien como denunciante de ¡sus exce-sos de bondad! Su fundador, Jean-Marie lePen, mostraba convicciones liberales clási-cas, al amparo del poujadismo que defendíaa los comerciantes contra los impuestos so-bre el comercio. Para más inri, denunciaba alEstado social por su propensión a acudir enayuda de los inmigrantes. Sólo con la «des-demonización» del Frente Nacional, en losaños 2000 cuando su hija, Marine Le Pen sus-tituyó a su padre, este partido se posicionócomo defensor de los derechos sociales de los

trabajadores pobres (aumento del salario mí-nimo interprofesional (SMIC), disminuciónde la edad de jubilación) para distinguirse dela derecha, pero también sin perder su hosti-lidad contra los inmigrantes, que le diferen-cia de la izquierda. La fusión de los extremos,según el modelo de herradura, es típico delpopulismo, una manera de negar la necesidaddel debate democrático entre la derecha y laizquierda en provecho de una identificaciónentre el pueblo y los elegidos, que pretendenencarnar, mostrándose lo más cercanos posi-ble a esos temores y a caer en la tentación decontentarse con encontrar el chivo expiatoriode sus desgracias, antes que de deliberar, conla suficiente distancia respecto de los repre-sentados, que es lo que requiere la capacidadde discusión, de transacción entre partidos...Ya conocíamos esta lógica de fusión de losextremos desde el nacimiento del fascismo ydel nazismo. La defensa del Estado social me-diante el cierre de filas nacional (por lo tan-to la idea de repliegue sobre la fórmula de eseEstado social planteado como solución paraque todo siga igual) se extiende contra la glo-balización económica... y contra la globali-zación demográfica (la creciente llegada demigrantes a los países desarrollados).

Por lo tanto, se puede decir que el FrenteNacional se convierte en defensor de una cier-ta forma del Estado social: la de los años1950-1960, cuando los intercambios comer-ciales internacionales eran débiles y los in-migrantes estaban destinados claramente avolver a sus países de origen una vez finali-zado el trabajo para el que habían sido llama-dos... Pero precisamente porque esta formadel Estado social es cada vez más obsoleta,es por lo que hemos visto desarrollarse, des-de principios de los años 1980, las líneas detransformación que tienen su origen en estascríticas izquierdistas y reformistas de los años1970, que evoqué al final de L’invention dusocial, cuando me refería a la «movilizaciónde la sociedad» para designar el efecto con-junto de estos dos tipos de críticas.

La movilización de la sociedad se refierea dos preocupaciones: hacer que los indivi-duos sean más móviles, que los asalariados yhacer que los empresarios sean capaces de

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entenderse sobre los objetivos de la compe-titividad externa de lo que producen. Hacerque los individuos sean más móviles equiva-le a apoyarse en su aspiración a una mayorautonomía para adquirir una formación queles permita acceder a un empleo no tan anti-cuado como el que desempeñan antes que vi-vir de la mera prestación por desempleo. Esla función de la denominada «formación con-tinua». Movilizar a los actores sociales es lle-varlos a firmar contratos que permitan a lasempresas hacer frente a situaciones en las quesu competitividad se transforma rápidamen-te, antes que quedarse «bloqueadas» por unosderechos adquiridos e intangibles. Es pasarde lo «social de compensación», automáticoy pasivo en principio, a lo «social de compe-tición» como podemos denominar a la nuevaconcepción que requiere el contexto de la glo-balización. No se trata en absoluto de cues-tionar el principio del Estado social ni lacuantía del presupuesto necesario para quesiga funcionando, que tampoco ha cesado deaumentar desde los «bellos años» (los Trein-ta Gloriosos, entre 1945 y1975) del Estadosocial clásico. Se trata más bien de su reci-claje, de su adaptación al nuevo contexto.

Lo cierto es que, efectivamente, la dificul-tad del reciclaje del Estado social se paga ennumerosos países europeos con un crecimien-to rápido de los partidos populistas, que mez-clan de manera desigual, según los lugares,fórmulas de extrema derecha y de extrema iz-quierda. Donde lo «social de competición»se desarrolla mejor es en los países del nortede Europa, porque el diálogo entre la derechay la izquierda les ha llevado a evolucionar oa aliarse para llevar a cabo dichas mutacio-nes. En un contexto de crecimiento regulado,la alternancia permite pautar el ritmo de la re-distribución social en relación a la inversióneconómica. En un contexto difícil como es elde la globalización, no se trata sólo de adap-tar los gastos sino también el concepto de laspolíticas sociales, de su función. Esta adap-tación es mucho más difícil cuando se tratade hacer eficaz lo social, ya sea para la com-petitividad económica, ya sea para contenerlas desigualdades sociales que tienden a au-mentar por el comportamiento de los bancos,

que refuerzan el peso del patrimonio sobre eldestino de los individuos. Así surge la nece-sidad de desarrollar políticas de igualdad deoportunidades y no sólo de redistribución yesto es así sobre todo por el impacto de lasdisgregaciones sociales, introducidas por laevolución de lo urbano.

—Precisamente desde finales de la déca-da de los ochenta, sus investigaciones han gi-rado en torno a las políticas urbanas. ¿Có-mo resumiría su intervención en este campo?¿En qué consiste el concepto de «ciudadaníaurbana» que ha propuesto? ¿Qué déficits oproblemas detecta en las políticas urbanaseuropeas? ¿Hay algún aprendizaje importan-te que realizar de la experiencia norteameri-cana en ese sentido?

—Se puede decir que la nueva cuestión ur-bana, que surge en los años 1980 en Europadel norte, prolonga y agrava la cuestión so-cial clásica, la que irrumpió con la sociedadindustrial en el siglo XIX. La cuestión socialnació con la concentración en la ciudad depoblación atraída por los empleos industria-les, y los enfrentamientos derivados de estaconfluencia en un mismo espacio eran inevi-tables hasta el punto de que amenazaban elorden político o, incluso, la democracia inci-piente. Ciertamente, los ricos, los pobres ylas clases medias no vivían en los mismos ba-rrios, pero se encontraban en los lugares deproducción, aunque llegaran a distintos ho-rarios. La ciudad, sus plazas y sus calles eranespacios donde podían manifestar sus males-tares numerosos desgraciados, espacios cla-ve de la vida en común. La proximidad rela-tiva de los barrios obreros y de clase mediales permitía soñar a aquéllos que un día for-marían parte de ésta.

Emerge una nueva cuestión urbana, a par-tir de los años 1980, con la deslocalizaciónde los lugares de producción lejos de las gran-des ciudades; bien por su traslado fuera delpaís, donde la mano de obra es más barata, obien porque se instalan bastante lejos de laciudad, allí donde los terrenos son más bara-tos y les convienen más a unas empresas deproducción que necesitan una fuerte inver-sión en solares a cambio de un débil desem-

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bolso. Los obreros y empleados se trasladancon esta deslocalización hacia el espacio pe-riurbano más profundo, los pueblos, las ciu-dades pequeñas y medianas, con el alicienteañadido al precio del terreno de que podránadquirir una vivienda individual y abandonarlas viviendas sociales de la ciudad. Las gran-des ciudades se convierten, entonces, en loslugares donde se establecen las firmas, consus equipos de proyectos y todos los servi-cios cualificados, bancos, diseño, publicidad,etc.; mientras que los antiguos suburbiosobreros se pueblan de migrantes y de pobresde las ciudades, destinados a proporcionarservicios poco cualificados, como el mante-nimiento o la seguridad. El departamento delSeine Saint-Denis ilustra perfectamente estaevolución. Concebido en un principio paraacoger la industria y a sus asalariados, sus an-tiguos locales de producción se han conver-tidos en naves de almacenamiento de produc-tos previos a su distribución comercial pormedio de los aeropuertos y las estaciones,mientras que las viviendas sociales se pue-blan de migrantes a los que se invita a insta-larse para evitar que queden vacías.

El resultado de esta evolución es una dis-persión de la producción en el espacio periur-bano profundo, allí donde se confunde con laproducción agrícola y las actividades inde-pendientes con lazos débiles, una concentra-ción de la clase creativa y globalizada en losbarrios centrales de las grandes ciudades y laocupación de las barriadas de vivienda socialde los suburbios de las grandes ciudades porlos migrantes (la globalización por abajo).Como consecuencia, se implanta la lógica deseparación entre unos espacios desigualmen-te urbanos, que dejan de estar unidos poraquellos mecanismos de interdependencia di-recta que caracterizaban a las grandes manu-facturas de la época industrial clásica. Cadamundo urbano vive de espaldas a los demás,sus habitantes sólo tienen un horizonte delque dependen y que les deja indiferentes res-pecto a los demás mundos, salvo en el casode las manifestaciones de resentimiento.Pronto se pasa de la lógica de enfrentamien-to —y de aspiración a la promoción social—a la de la separación y a la de la cultura en-

dogámica. Se ve claramente que el principiode la ciudadanía social, es decir, la garantíade la satisfacción de las necesidades elemen-tales de cada individuo (alimento, vivienda,instrucción, trabajo) ya no basta para situar-los a todos en un plano de igualdad suficien-te, puesto que la lógica de separación institu-ye mundos en los que la educación, lavivienda, el empleo —cuando lo hay— con-tribuyen más a esta separación de lo que con-siguen frenarla. La necesidad de inventar una«ciudadanía urbana» surge por esta carenciadel Estado social en sentido estricto. Con es-ta expresión, designo la necesidad de formarun mundo social unificado a partir de estosmundos distintos, de obrar de manera que laigualdad de oportunidades entre los indivi-duos no desaparezca con la separación más omenos profunda de los mundos urbanos.

Frente a este desafío, los americanos tie-nen una experiencia más antigua. La guetiza-ción de las minorías étnicas, el desplazamien-to de las actividades de producción hacia lossuburbios, la gentrificación de los centros his-tóricos, son tendencias de las ciudades ame-ricanas desde los años cincuenta. Han encon-trado soluciones que, evidentemente, no sonperfectas —se sabría— pero que tienen laventaja de que son duraderas. Para lucharcontra la guetización han desarrollado fór-mulas que impulsan a los habitantes de losbarrios desfavorecidos a construir corpo-raciones de desarrollo comunitario, que seconvierten en interlocutores de los represen-tantes metropolitanos con el mismo recono-cimiento que los miembros elegidos de losbarrios acomodados. Establecen vínculos me-tódicos entre las oportunidades del centro dela ciudad y las de esos barrios periféricos. Dehecho, el espíritu de esas políticas, más queuna fórmula institucional precisa, es lo quepuede servir para inspirar las políticas euro-peas. Un espíritu que tiene el arte de «volvera poner en movimiento» a los habitantes delos barrios desfavorecidos, en vez de preten-der imponer de manera voluntarista una di-versidad social; de «armonizar los movimien-tos» que descomponen la ciudad de maneraque éstos formen parte de un mismo conjun-to y no de mundos separados.

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Hay una diferencia de aproximación realentre la manera americana y la manera fran-cesa de abordar la cuestión de la fragmenta-ción social a través de las dinámicas urbanas,que se puede ilustrar por la manera como setrata la cuestión del «vínculo social» en am-bos países. En Francia, el fallo del vínculosocial significa que un individuo o un grupopierden el contacto con las instituciones es-colares, de ayuda social... Restablecer el vín-culo social significa retomar el contacto en-tre los individuos y las instituciones. Lapolítica de la ciudad para ello ha inventado lafórmula de los «relevos»: adultos-relevo, pa-dres-relevo, etc. En Estados Unidos, desdelos trabajos de Mark Granovetter (1973) y losmás recientes de Robert Putnam (2001), sedistinguen dos clases de vínculos: los fuertes(los de proximidad, de la comunidad) y losdébiles (los que se establecen a distancia yque aportan oportunidades). Es una manerade entender la separación de los grupos so-ciales, convirtiéndolos en una fuerza y no enuna cárcel (bonding capital o capital cohesi-vo) y haciendo de la separación una ocasiónpara desarrollar voluntariamente los víncu-los (los llamados débiles) con otros gruposmás ricos (bridging capital o capital inclusi-vo) sabiendo que, al final, la fuerza de los vín-culos débiles que conllevan oportunidades es-colares, universitarias, profesionales, etc.,descansa en la utilización de los vínculosfuertes (el apoyo que el entorno da a los in-dividuos tentados por las oportunidades quese le presentan por la vía de los vínculos débiles). En esta mezcla de realismo y prag-matismo hay una manera de positivar a losgrupos separados para que ayuden a susmiembros en los movimientos que les ofrecela ciudad y las redes de contactos que crea yque se diferencian profundamente del volun-tarismo abstracto francés, que proclama lamezcla pero que solo la lleva a cabo de mo-do ficticio con la renovación urbana.

—¿Qué opinión le merece el efecto delconjunto de políticas públicas llevadas a ca-bo en los barrios pobres de los suburbios delas ciudades en el marco de la denominada«política de la ciudad»? ¿Qué papel ha des-

empeñado, por ejemplo, el acento puesto enla «participación ciudadana»? Finalmente,¿cómo interpreta la radicalización islámicade una parte de los jóvenes de estos barrios?

—Para analizar el efecto de conjunto deesta política hacia las zonas urbanas desfavo-recidas hay que distinguir varios niveles: elde los medios aportados (en financiación ypersonal), el del método (el tipo de relaciónque esta acción establece con los habitantes)y el del contexto (las guerras con y entre lospaíses del Medio-Oriente y el auge de la ra-dicalidad en el Islam, particularmente con laaparición del Estado Islámico o Daesh). Sustres cuestiones (el efecto de conjunto, la par-ticipación ciudadana, la radicalización islá-mica de una parte de los jóvenes de las ba-rriadas) tienen relación, de hecho, con cadauno de estos asuntos.

Los medios aportados tienen siempre undoble efecto: uno positivo, otro negativo.Cuando se trata de los medios en personal, enel campo de la educación, por ejemplo, elefecto positivo depende naturalmente de unamejora de la ratio profesor/alumno que per-mita un mejor encuadramiento de estos últi-mos. Pero este esfuerzo en personal, en laszonas llamadas «de educación prioritaria»,va acompañado por un efecto de estigmatiza-ción social de estas escuelas que, en la prác-tica, empuja a algunas familias de clase me-dia, que deberían mandar a ellas a sus hijos,a matricularlos en escuelas privadas, acaban-do por consiguiente con la poca diversidadsocial de la que se beneficiarían los alumnosde las escuelas públicas. El efecto negativode esta asimilación de las zonas de educaciónprioritaria es el fracaso escolar, que ha lleva-do al extremo de querer salvar a los mejoresalumnos, creando internados de excelenciafuera de dichos barrios.

Cuando se trata de los medios financie-ros, el programa de renovación urbana cons-tituye, sin duda, el mayor esfuerzo. Consisteen la destrucción de una parte de las torres ylos bloques que configuran estos barrios so-ciales para edificar en su lugar diversas fór-mulas de vivienda, parte de ellas casas indi-viduales que se ofrecen con la posibilidad deacceder a su propiedad. Es decir, una mane-

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ra de atraer a las clases medias hacia estos ba-rrios populares y de restablecer una diversi-dad social que se considera saludable para laimagen del barrio. Pero los renovadores sedan cuenta rápidamente de que si quierenatraer a estas clases medias, hay que construircasas individuales, a una distancia apropiadadel barrio y disponer de una oferta de cole-gios a la misma y conveniente distancia... Sinduda, esta renovación urbana tiene tambiénun efecto positivo para los habitantes, que esla instalación de líneas de tranvía que los re-conectan con la ciudad. Pero el acceso a lasoportunidades de la ciudad no necesita sóloun vínculo físico con ella, sino también unvínculo social, los famosos vínculos débilesde los que hemos hablado anteriormente. Todo está entonces en función del cambio deactitud que se produzca o no, de la con-fianza que los habitantes depositan en esosvínculos.

Aumentar la confianza de los habitantesen ellos es, sin duda, el objetivo implícito dela llamada «participación ciudadana» que fi-gura en el programa de esta política desde suscomienzos. Entonces ¿qué se puede decir desus efectos? En un primer momento, duran-te los años 1980, esta política puso efectiva-mente el acento en los habitantes como me-dios para la acción. Constituían el recurso quepodía permitir que las políticas públicas al-canzaran los mismos resultados que en otrosbarrios porque conocían mejor que los agen-tes de esas políticas las particularidades de lapoblación de migrantes. Por lo tanto, basta-ba con saber asociar a los habitantes a estaspolíticas para superar las dificultades con lasque se tropezaba en estos barrios. Por ejem-plo, era función de las administraciones debarrio atribuir a los habitantes el encargo develar por el mantenimiento de los lugares ylas pequeñas obras de reparación que habíaque hacer. Para ello, bastaba con formar a losjóvenes, formación que podía permitirles pos-teriormente encontrar trabajo fuera. Teoricépositivamente sobre esta primera fase de lapolítica de la ciudad en L’Etat animateur,cuando explicaba que así se haría pasar la par-ticipación del registro clásico hasta entonces—de consulta que no compromete a los con-

sultados, según la fórmula clásica— a la im-plicación. Pero la persistencia de las revuel-tas condujo a los responsables a cambiar deorientación y a poner mayor énfasis en losmedios del Estado y del mercado que en losmedios de los habitantes: los del Estado a tra-vés del aumento de personal de los serviciospúblicos; los del mercado con la creación dezonas francas urbanas que exoneraban a losempleadores de cargas fiscales y sociales enlos barrios más pobres; y también a través dela renovación urbana que introducía una ofer-ta mercantil con la diversificación de la vi-vienda. Esta política intervencionista relegóa segundo plano la dimensión participativa.Y su vuelta reciente parece más retorica queefectiva, con los «consejos ciudadanos»(2015) y la evocación metódica del desarro-llo del «poder de actuar» de los habitantes.

Para entender por qué la participación ciu-dadana está tan poco arraigada en Francia,hay que partir de la idea de que la participa-ción tiene que ver con la capacidad de losprestatarios de la acción pública para situar-se en un plano de igualdad con sus destinata-rios. Esto no significa que los representantesdeban cuestionarse su legitimidad ni los diri-gentes de la Administración sus responsabi-lidades. Pero tienen que acostumbrarse a ren-dir cuentas de su acción y de las dificultadescon las que se tropiezan; exponerlas tambiéna la crítica de los interesados si quieren con-seguir que se impliquen. Esta práctica del ac-countability parece literalmente impractica-ble en Francia, porque se vive siempre comoun cuestionamiento de la legitimidad de losresponsables y no como una condición parala eficacia de la acción.

Sin duda, la dificultad de la acción públi-ca para resultar efectiva en la gestión de losbarrios más pobres y más poblados de mi-grantes explica, en parte, el aumento del ra-dicalismo islámico. Desde mediados de losaños 1990 asistimos al aumento espectacularde costumbres y vestimentas de los países deorigen, a la vez que la política se preocupamenos por ayudar a la gente de los barriosdonde viven, que por sumirlos en la invisibi-lidad en el resto de la ciudad. Pero la radica-lización claramente obtiene su legitimización

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en las estructuras terroristas que se instalanen el Medio-Oriente y en África, allí dondela rabia contra Occidente se traduce en de-seos de revancha en nombre del Islam, estaúltima figura del monoteísmo que se vio re-legada a un pasado extinto. La radicalidad is-lámica se desarrolla cuando los decepciona-dos de la inmigración se encuentran con losfrustrados de la historia. Estos frustrados seencuentran siempre entre la segunda genera-ción de migrantes: los que no han desplega-do su energía para llegar y poder conseguirun empleo como una oportunidad accesible.Se han criado en una sociedad en la que en-tienden que sus oportunidades no son las mis-mas que las de otros jóvenes. Viven su mar-ca de origen como una infamia y su virajecontra esta sociedad como una identidad porla que están dispuestos a morir.

—Hace algunos años se mostraba ustedmuy crítico con la incapacidad de la izquier-da para idear una gobernabilidad de izquier-das capaz de oponerse a las técnicas de go-bierno neoliberales. ¿Cómo imagina, a travésde qué manifestaciones concretas, esta pro-puesta? ¿Ha cambiado en algo la situaciónen los últimos años? ¿Cree que la crisis estáponiendo en marcha una reacción antimer-cantilizadora más propositiva?

—La idea de una gobernabilidad de iz-quierdas e incluso de un neoliberalismo deizquierdas, como alternativa a la versión de-rechista que se impuso a principios de losaños 1980 con Reagan y Thatcher, la sugirióMichel Foucault, y le llevó a discutir de ellocon Michel Rocard (que encarnaba en Fran-cia la neosocialdemocracia), en oposición aFrançois Mitterand, que encarnaba más bienun paleosocialismo.

Todo partió de la lectura que Michel Fou-cault propuso, en su curso en el Collège deFrance, sobre el neoliberalismo, tal y comoaparece con la Escuela de Friburg, en Alema-nia, durante el periodo entreguerras. Demos-traba que la idea neoliberal surgió como re-acción contra las decepciones que trajoconsigo la única lógica de mercado, segúnAdam Smith, para quien la mano invisible delmercado debía permitir satisfacer todas las

necesidades que engendraba. Los objetos cada vez más deseados en la oferta del mer-cado veían aumentar su precio hasta conver-tirlos en inaccesibles. Y este mismo auge motivaba a los productores a producir cadavez más, hasta que los precios bajaran lo su-ficiente como para satisfacer a los consumi-dores. Pero la teoría de Smith se vio contra-dicha por el desvío creciente de la demandahacia el Estado para satisfacer las necesida-des generadas por el mercado. Esta expecta-tiva creciente del papel del Estado originabasus versiones fascistas y comunistas, que ne-gaban las libertades. Si se quería evitar esto—dijeron los neoliberales— había que pen-sar en el papel del Estado como apoyo a lacompetencia y no como organizador de la pro-ducción. Esto significaba que, en el plano ma-terial, tenía que facilitar los intercambios, des-arrollando las estructuras de transporte, porejemplo, y en el plano social, limitar su papela la lucha contra la exclusión, en la medida enque ésta lleva a un gran número de individuosa situarse fuera de la competencia y a una pér-dida consiguiente de mercado.

La versión de izquierdas de este neolibe-ralismo es la neosocialdemocracia que, enAlemania, se ha plasmado con la política deSchröder; en el Reino Unido con la de TonyBlair; y en Estados Unidos en la de Bill Clin-ton. A diferencia de las políticas socialdemó-cratas clásicas, que aumentaban las rentas ysobre todo la protección estatutaria de los asa-lariados, estas nuevas políticas difuminan losestatutos para evitar el autobloqueo ante si-tuaciones sin salida, y sobre todo hacen de lalucha contra la exclusión no ya el residuo delas políticas sociales, sino el soporte sobre elcual debe operarse su reciclaje, su adaptacióna la globalización. Lo cierto es que esta neo-socialdemocracia, aunque obtuvo buenos re-sultados en términos de dinámica socioeco-nómica global en estos países, no ha puestofin al aumento de las desigualdades que co-menzó a principios de los años 1980. Acom-pañó la entrada de las democracias en la glo-balización económica sin aportar unaperspectiva clara de unificación política delas sociedades. Igual que los enfrentamien-tos en la esfera de la producción permitían

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que el Estado fuera el árbitro a escala nacio-nal, así también la lógica de separación, queafecta las sociedades contemporáneas, siguemanteniendo las desigualdades y no les poneremedio.

—Entonces ¿qué evaluación hace ustedde los intentos de repensar en la reconstitu-ción del vínculo social y de la igualdad a tra-vés de la idea de los bienes comunes (Ostrom)o de lo común (Laval y Dardot)? ¿Cree queconstituye una alternativa al comunitarismorepublicano con el que ha sido tan crítico ennumerosas ocasiones?

—La cuestión de lo común merece plan-tearse precisamente en relación con esta ló-gica de separación que afecta a los espaciossociales de las sociedades desarrolladas a par-tir de los años 1980. Hasta entonces, a las so-ciedades les afectaba un solo movimiento: elque conducía a los habitantes de los puebloshacia la ciudad atraídos por las oportunida-des de empleo que ofrecía la industrializa-ción. El reto principal de las políticas era con-tener los perjuicios de esta atracción: unaconcentración excesiva en el espacio urbano,una confrontación entre ricos y pobres quedesembocaba en revueltas que ponían en pe-ligro el régimen democrático. Las barriadassociales en los márgenes de las ciudades seconstruyeron para reducir los riesgos de estaconfrontación, para desconectarlas lo mejorposible.

Este movimiento sigue así desde los años1980, pero ahora tiene que ver sobre todo conminorías étnicas que llegaron de lugares le-janos para poblar unas barriadas sociales quelas clases populares autóctonas habían aban-donado para convertirse en una clase que con-sideraban media, incluso aunque por profe-sión fueran clase obrera, y disfrutaban de unavivienda individual en un espacio rural don-de la tierra costaba menos.

A este movimiento del pueblo a la ciudadse han añadido otros dos: el primero, de laciudad al pueblo con la marcha de las empre-sas de producción hacia ciudades pequeñas ymedianas o pueblos; pero también con la re-conquista de los pueblos por las clases aco-modadas, por los jubilados o por los verane-

antes, motivada por el «entretenimiento cam-pesino» que encuentran: el paisaje, una so-ciabilidad dulce... Este movimiento, lento enlos años 1980, se ha acelerado e incluso con-vierte al pueblo en un lugar al que escapar delos inconvenientes de la ciudad, en términode costes y molestias, aunque sea a cambiode un salario más bajo. También está el mo-vimiento que conduce de la ciudad a la ciu-dad y que tiene que ver con la famosa clasecreativa, que dará un cierto tono a la vida dela ciudad por su juventud, su cultura, su tole-rancia y su manera de conectar con otras gen-tes llegadas de otras ciudades lejanas o dis-puestas a llegar a éstas para poner en prácticasus talentos. Estos movimientos llevan a unalógica de separación de la sociedad en razónde los mundos propios que forman e inducenun tipo de repliegue, voluntario o no, de susmiembros. Un replegarse que no impide queexistan una hostilidad sorda o violenta de co-municación entre ellos. El populismo, con elvoto del Frente Nacional en Francia es el pro-ducto de esta «Francia periférica» (expresiónde Christophe Guilluy que se ha convertidoen el heraldo de esta población), la de los pue-blos, de las ciudades pequeñas y medianas,desconectadas de la metrópolis donde vivenlos beneficiarios de la globalización (la cla-se creativa sin espíritu nacional y la de los mi-grantes pobres que vienen a aprovecharse dealgunas riquezas de las que se ven privadosimprovisamente los autóctonos). Pero, por sulado, las revueltas de los suburbios son tam-bién una manera de afirmarse de este mundorelegado, que rechaza la irrupción de la poli-cía y el orden que quiere imponerles. La hos-tilidad puede ir más lejos, como se vio conesos jóvenes terroristas procedentes en su ma-yoría del barrio de Mollenbeek que atacarona los espectadores del Bataclan, esa meca pa-risina de la joven clase creativa.

¿Cómo plantear la cuestión de lo comúnentre mundos que se definen por maneras di-ferentes de vivir la globalización (por arriba,por abajo, de lado)? Cómo... si no por el he-cho de que, incluso cuando ocupan una re-gión entera, se definen por su relación con lametrópolis que gobierna esa región. Es ellaquien acomuna, porque alrededor de ella, en

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relación con ella es como se organizan los di-ferentes movimientos que componen la po-blación de esta entidad de fronteras forzosa-mente difuminadas. Ella es la que estableceel punto de referencia de cada una de estaspoblaciones, el medio que las asocia para laacción política. Pero, ¿en nombre de qué seestablece esta asociación? ¿En nombre de lafórmula francesa del interés general? Por suabstracción, esta no puede conducir más quea proclamar la igualdad de los territorios que,si se toma al pie de la letra, viene a negar lasrazones por las que estos mundos mantienencada uno su originalidad, sus propias preocu-paciones. Los barrios de migrantes son espa-cios-trampolín para sus miembros. Deben en-contrar allí el medio de infundirse fuerzasmutuamente para llegar y para después salira la conquista de las oportunidades de la ciu-dad. Los pueblos urbanizados son lugares a

los que se puede llegar para escapar del rui-do y del furor de la ciudad, gozar del paisajecampestre sin perder el contacto con las opor-tunidades del centro. La ciudad-pueblo de laclase creativa debe permitirles multiplicar losencuentros a la vez que les ofrecen las máxi-mas facilidades de movimiento con otras ciu-dades del mundo. Esta división existencialdel espacio reposa, en fin, en el reparto de lasoportunidades de la ciudad-centro. Pero es unreparto que no puede pensarse como una dis-tribución igualitaria, habida cuenta de las es-pecificidades de cada uno de estos mundosurbanos. Por ello se necesita una asociaciónvoluntaria de cada uno de los representantespara debatir sobre los contenidos y las for-mas que ha de poseer este común. La búsque-da del bien común supone el arte de acompa-sar los movimientos para que produzcan unapieza lo más armoniosa posible.

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Reorganización del gobierno mediante la sociedad civil. El papel de los actores privados en las políticas de prevención de la violencia

Alejandro Agudo Sanchiz1

Recibido: 3 de octubre de 2016 / Aceptado: 3 de junio de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. La dispersión de ciertas funciones de gobernanza hacia organizaciones no gubernamentales no impli-ca una «disminución» del Estado, sino una forma del mismo cualitativamente distinta. Para comprender su con-comitante orden social y político, necesitamos examinar algunas dimensiones de práctica y representación me-diante las que se desestabilizan y reconfiguran la coherencia y continuidad de las agencias estatales. Comoargumento con respecto al Programa Nacional de Prevención del Delito en México, se institucionaliza así una in-distinción entre lo público y lo privado, creando áreas de ambigüedad regulatoria donde los ciudadanos asumenresponsabilidades y los servicios se descargan sobre asociaciones civiles. Desde una postura auto-reflexiva co-mo consultor en una de esas asociaciones, el artículo concluye con algunos retos que este funcionamiento con-temporáneo de la gobernanza representa para las políticas de prevención de la violencia y la delincuencia.Palabras clave: etnografía del Estado; política pública; prevención del delito y la violencia; ONG; México.

[en] Reorganization of government via civil society. The role of privateactors in policies for the prevention of violence

Abstract. The dispersion of certain governance functions toward non-governmental organizations does not implya «reduction» of the State, but rather a qualitatively distinct form of it. To understand its concomitant social andpolitical order, it is necessary to examine some dimensions of practice and representation by way of which thecoherence and continuity of State agencies are reshaped and destabilized. For example, the National CrimePrevention Programme (Programa Nacional de Prevención del Delito) in Mexico institutionalizes an absence ofdistinction between public and private, creating areas of regulatory ambiguity in which civil associations provideservices and citizens take responsibility for their own lives. From a self-reflective position as consultant in oneof these organizations, the article concludes with some considerations on the challenges posed by this contemporaryfunctioning of power and governance for national policies for violence and crime prevention.Keywords: ethnography of the State; public policy; prevention of crime and violence; NGO; Mexico.

Sumario: Introducción. 1. Presentación del caso. 2. Excurso metodológico. 3. Disolución y reconsti-tución de las instituciones estatales en el marco del Pronapred. 4. Reproducción de desigualdades de clase ygénero mediante el «emprendimiento». 5. Conclusiones. 6. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Agudo Sanchiz, A. (2017) Reorganización del gobierno mediante la sociedad civil. El papel de losactores privados en las políticas de prevención de la violencia, en Cuad. trab. soc. 30(2), 285-299.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.53699

1 Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. MéxicoE-mail: [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

En contextos nacionales de intensa desigual-dad e inseguridad es especialmente relevan-te preguntarse por las implicaciones de la cre-ciente dispersión de funciones regulatorias yredistributivas hacia organizaciones no gu-bernamentales (ONG). Intensificada en di-versos países latinoamericanos por políticasliberalizadoras y programas de ajuste estruc-tural, esta desestatalización busca ahora ra-cionalizarse mediante prescripciones para la«gobernanza multinivel», proporcionadas porcientíficos políticos y especialistas en rela-ciones internacionales. En lugar de «construirEstado», estas recomendaciones se orientana «la elaboración de normas por actores noestatales o la auto-regulación de la sociedadcivil»; o bien a la intervención de «institucio-nes informales de gobernanza» y actores pri-vados que, coaligados de distintas formas conactores públicos, puedan proporcionar las re-glas vinculantes y los bienes colectivos nece-sarios en «áreas de estatalidad limitada» (Ris-se, 2011, p. 9)2. Lastrado por las miles devidas que ha costado la brutal «guerra contrael crimen organizado» de años recientes, laslimitaciones funcionales de México proven-drían de sus propias instituciones y autorida-des centrales, incapaces de hacer valer el Es-tado de derecho con respecto a la seguridadpública (Börzel y Risse, 2010, p. 119).

La búsqueda de equivalentes funcionalesde la gobernanza estatal, sin embargo, impli-ca una concepción del Estado como mero fe-nómeno de toma de decisiones y políticas pú-blicas, ignorando las dimensiones culturales(Sharma y Gupta, 2006, p. 10) y los «proce-sos mundanos», mediante los que se estable-ce o diluye la frontera entre el Estado y la so-ciedad civil (Mitchell, 1999).

Junto con las dimensiones estructurales yfuncionales, consideraré aquí algunas prácti-cas y representaciones que, en el marco delactual programa federal para la prevenciónde la violencia y la delincuencia en México,reconfiguran los límites entre lo privado y lo

público. Mi propósito es sugerir qué tipo deEstado emerge de estas políticas y prácticas;cómo podría la inestabilidad de sus contor-nos apuntar al sostenimiento de un orden so-cial y político determinado; y en qué sentidoresponde este último al reconfigurado apara-to global de gobierno que conocemos comoneoliberalismo. En tanto participante direc-to en una organización de la sociedad civil,este ejercicio requerirá una reflexión meto-dológica sobre mi propio papel en aquellasprácticas relacionadas con la ciudadanizaciónde la política pública. Mientras que puedeproporcionar una perspectiva ventajosa parael análisis etnográfico de la «gubernamenta-lidad neoliberal» (Ferguson y Gupta, 2002),esta posición condiciona mis sugerencias so-bre la instrumentación de una política nacio-nal de prevención, con las cuales concluyoeste artículo.

1. Presentación del caso

La proliferación de asociaciones civiles orien-tadas al fortalecimiento de la convivencia de-mocrática, la promoción de la transparenciaen asuntos públicos o la defensa de los dere-chos humanos en México, en especial duran-te las últimas dos décadas, podría interpre-tarse como síntoma de las deficiencias queaquejan al país en estas áreas. En 2015 me su-mé como antropólogo-consultor a un grupode investigadores en una de estas organiza-ciones, México Evalúa-Centro de Análisis dePolíticas Públicas. El objetivo de este grupofue llevar a cabo una evaluación cualitativadel Programa Nacional de Prevención del De-lito (Pronapred), implementado en Méxicodesde 2013 por la Administración del actualpresidente, Enrique Peña Nieto. El Pronapredse enmarca a su vez en el Programa Nacionalde Prevención Social de la Violencia y la De-lincuencia (PNPSVD), el cual se emitió en2014 para articular los distintos esquemas deprevención existentes que se financian totalo parcialmente con recursos federales3.

2 Todas las traducciones del inglés son del autor del artículo.3 Véanse los lineamientos del PNPSVD en el sitio electrónico del Diario Oficial de la Federación: http://bit.ly/1iNqjnz.

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Consistente en la recopilación y análisisde evidencia sobre la operación y los resulta-dos inmediatos del Pronapred en la Zona Me-tropolitana de Guadalajara (Jalisco), la eva-luación tuvo lugar entre agosto y diciembrede 2015 y formó parte de un proyecto másamplio de México Evalúa, financiado por elprograma «Actores No Estatales en el Des-arrollo» de la Delegación de la Unión Euro-pea en México. Este proyecto cuenta con laparticipación de otras asociaciones civilesmexicanas y, entre sus objetivos, incluye elfortalecimiento de la capacidad de las auto-ridades para la coordinación intraguberna-mental y con la sociedad civil destinada a laprevención de la violencia y la delincuencia4.

Como otras organizaciones civiles que fis-calizan al gobierno, México Evalúa no acep-ta dinero público. El financiamiento de susproyectos puede provenir de otros estados ode entidades supraestatales que, como laUnión Europea, tienen intereses de inversióny acuerdos comerciales con México. Existenaquí ciertas paradojas derivadas de la posibi-lidad de que «la sociedad civil esté compues-ta por organizaciones internacionales» (Gu-yer, 1994, p. 223, citado en Ferguson y Gupta,2002, p. 993). Cuando los funcionarios fede-rales se inconformaron con los resultados dela evaluación del diseño del Pronapred reali-zada en 2013-2014 por México Evalúa, los re-presentantes de la Unión Europea llegaron arecomendar que los informes de evaluacionesposteriores se discutieran con los responsa-bles de la Secretaría de Gobernación antes dehacerse públicos; es decir, que pasaran el fil-tro del Ministerio responsable del Programa.

A diferencia de otros esquemas de seguri-dad y prevención, auspiciados por institucionesinternacionales como el Banco Interamerica-no de Desarrollo o la Agencia Internacionalde Desarrollo de Estados Unidos (Agudo San-chiz, 2014), el financiamiento del Pronapred

es netamente nacional y su ejecución corre acargo, en principio, de los gobiernos locales.No obstante, la operación de las acciones delPrograma queda principalmente en manos dediversas empresas privadas y ONG. Éstas par-ticipan en licitaciones anuales para obtener fon-dos públicos con el fin de proporcionar talle-res, cursos de capacitación y asistencia a gruposvulnerables en nombre del Pronapred. Conse-cuente con la corriente económica que privile-gia el papel del mercado para garantizar unaasignación eficiente de recursos escasos, estaapertura del ámbito de la intervención estatalal sector de la sociedad civil revela un ciertorostro del Estado mexicano: el del crupier quedirige y distribuye el juego y paga a los gana-dores, actores privados que, de esta forma, ac-ceden al dinero público. Para participar en laconvocatoria anual del Pronapred, las asocia-ciones civiles han de inscribirse en un padrónde proveedores, al cual sólo se accede cum-pliendo con ciertos criterios profesionales, ad-ministrativos y de regularización fiscal.

La inestabilidad de la frontera entre Esta-do y sociedad civil en este ámbito puede ser-vir para disfrazar complicidades, contactostras las bambalinas e, incluso, la doble posi-cionalidad de algunos individuos: el campode los operadores directos de éste y otros pro-gramas estatales se restringe a unas pocas em-presas y organizaciones, mientras que se co-noce el caso de al menos un ex funcionariode la Secretaría de Gobernación que, pocodespués de dejar su cargo, se encontraba alfrente de una de las asociaciones que habíaganado la licitación para operar intervencio-nes del Pronapred5.

2. Excurso metodológico

Diversos autores han abordado la (de)cons-trucción del Estado mediante estudios etno-

4 Puede encontrarse información sobre las actividades y avances del proyecto en www.mexicoevalua.org/prevencion.5 Un consultor subcontratado por una de las asociaciones a cargo de varios proyectos del Pronapred opinó que, salvo excep-

ciones, «las licitaciones las ganan siempre las mismas empresas». El responsable operativo de una de ellas expresó unaqueja similar con respecto a las empresas rivales, aunque, de manera sorprendente, su propia organización había operadodiversas intervenciones del Programa de manera consecutiva desde 2013. En entrevista, el responsable de otra asociacióncivil me confió que su entrada al Pronapred había debido mucho a la recomendación de alguien con peso en la propia Se-cretaría de Gobernación.

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gráficos de relaciones y prácticas en institu-ciones, burocracias y políticas públicas (Gup-ta, 1995; Ferguson y Gupta, 2002; Nuijten,2003). Mi investigación tiene lugar dentro deesas organizaciones y políticas, condiciona-da por la posición del consultor que produceprescripciones para la acción pública, perono conocimiento sobre sus preconcepcionesy los modos de actuar en que éstas inciden(Agudo Sanchiz, 2015). La obligación de pro-poner salidas prácticas a los problemas en-contrados puede dejar poco tiempo para unacomprensión coherente de los mismos. Noobstante, los resultados de la evaluación deun programa pueden cuestionar, aunque seade forma implícita, sus modelos y racionali-dades subyacentes, lo cual nos recuerda la im-posibilidad de separar las distintas facetas dela investigación-acción: hacerlo supone elriesgo de perder de vista diversas implicacio-nes de nuestros hallazgos. De hecho, la etno-grafía es multiposicionada (Mosse, 2005,p. 11), en especial cuando analizamos las re-laciones de poder que influyen en nuestra pro-ducción de conocimiento, así como las nor-mas y categorías compartidas que posibilitannuestra inserción en esas relaciones; la posi-ción metodológica de la «objetivación parti-cipante» (Bourdieu, 2003) implica examinarlas bases sociales de nuestra creación de evi-dencia, así como ver nuestros propios juiciosy predilecciones como producto de particu-lares ubicaciones sociales y profesionales.

El análisis crítico del propio papel puedecontribuir a una etnografía del Estado que,además, sirva para reflexionar sobre el recon-figurado orden inherente a las políticas so-ciales. Preguntar, por ejemplo, si éstas no hacen sino administrar la pobreza y la inse-guridad para integrarlas de manera más fun-cional a diversos procesos sociopolíticos, envista de su importancia para configurar rela-ciones entre diversos actores «estatales» y«no estatales». Luego expondré cómo losoperadores de asociaciones civiles, consulto-res, receptores de programas y funcionarioslocales podemos experimentar la autodisci-plina que coproducimos como reflejo de unavoluntad externa, alimentando así ciertas re-presentaciones del Estado.

La inextricable relación entre acción ycomprensión opera también en sentido con-trario: el distanciamiento crítico puede noaceptarse tal cual en política pública, sobre to-do si el analista es al mismo tiempo un con-sultor. En publicaciones especializadas, éstehabrá de especificar qué implicaciones prác-ticas tiene su argumento para los programassociales. Por ello concluyo este artículo conalgunas recomendaciones, aunque tienen al-go de paradójico al revelar las limitaciones in-herentes a la propia evaluación de las accio-nes del Pronapred. Asimismo, dado que mimaterial empírico proviene de dicha evalua-ción, expongo a continuación sus enfoques,objetivos y técnicas, explicando cómo los re-sultados me llevaron a la articulación entre as-pectos culturales y funcionales del Estado.

Diversos conceptos cualitativos intervie-nen en las hipótesis vinculadas con la defi-nición de prevención, entendida como el conjunto de condiciones e intervenciones des-tinadas a revertir los factores que aumentanel riesgo de individuos y grupos de conver-tirse en víctimas o perpetradores de violen-cia y delincuencia (Sherman, 1997; MéxicoEvalúa, 2015, pp. 5-6). Entre esos factores seencuentran la falta de habilidades para el tra-bajo, las adicciones, el embarazo prematuroy la exclusión del sistema educativo o delmercado laboral. La evaluación de una polí-tica de prevención según estos diversos fac-tores incluye determinadas preguntas: ¿se se-lecciona realmente a los beneficiarios másvulnerables o expuestos a la violencia? ¿Seincluye a diversos grupos de edad? ¿Se enfo-can las acciones en redes o entornos familia-res y comunitarios, o sólo en individuos?

Junto con este carácter multifactorial, otrorasgo de la prevención es su dimensión dia-crónica, de medio y largo plazo. Ello hace re-comendable el empleo de diseños cuasi-ex-perimentales en la evaluación cualitativa delimpacto de las políticas. Por ejemplo, puedenseguirse las trayectorias de niños y jóvenes ysus grupos domésticos o de pares tras un de-terminado periodo de exposición a una inter-vención preventiva; y establecer una compa-ración con un número idéntico de individuoso grupos no expuestos a la intervención pero

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que, al inicio de la misma, presentaban carac-terísticas sociodemográficas y factores de ries-go similares a los del grupo «experimental».

Bajo estas premisas, se evaluaron nueveintervenciones preventivas, seleccionadas acondición de que hubieran sido implementa-das durante al menos dos años consecutivos:dos proyectos de emprendimiento laboral(uno para jóvenes y otro para mujeres); unproyecto de orientación para adolescentesembarazadas; una iniciativa para crear una ra-dio comunitaria; un taller sobre el uso de latecnología audiovisual para niños y jóvenes;un taller de prevención de adicciones a travésde procesos creativos; un proyecto de arte ur-bano consistente en la elaboración de mura-les; un proyecto para la atención a víctimasde la violencia; y un taller para el fomento dela convivencia a través de actividades de mú-sica y danza. La evaluación de estas accionesse centró en el Polígono Oblatos, conforma-do por siete colonias urbanas en el oriente delmunicipio de Guadalajara y definido en 2013como prioritario para las acciones del Prona-pred6. Se observaron talleres y otras activida-des in situ, donde además se llevaron a caboentrevistas y grupos de discusión con bene-ficiarios y operadores. Se condujeron asi-mismo entrevistas con los responsables de lasinstituciones municipales directamente rela-cionadas con la implementación y continuidadde las intervenciones, y con los ejecutores lo-cales del Pronapred en el Consejo Estatal deSeguridad Pública de Jalisco. Estos brinda-ron toda la documentación disponible sobrelas acciones, consistente en diagnósticos, propuestas metodológicas e informes deavances y resultados entregados por los ope-radores.

A tres años escasos de su inicio, era sinembargo demasiado pronto para evaluar elimpacto del Pronapred. El objetivo de la in-vestigación en Guadalajara se dirigió másbien a los procesos de implementación y re-sultados inmediatos, aunque también a cono-

cer qué se había hecho hasta entonces en tér-minos de herramientas y procedimientos pa-ra la generación de información necesaria pa-ra una futura evaluación de impacto. Más alládel subsidio por el que competían algunosoperadores de la sociedad civil, cabía pregun-tar qué implicaba la ausencia de una coordi-nación interinstitucional que homogeneizaralos diagnósticos elaborados por esos opera-dores, esencial para definir los problemas es-pecíficos que buscaban atender mediante susacciones; así como de un esquema estructu-rado para sistematizar observaciones de re-sultados con fines de seguimiento y evalua-ción. El conocimiento para la acción condujoasí al conocimiento para el entendimiento:estos hallazgos dirigieron mi enfoque a lasconsecuencias de la disolución de ciertas áre-as de centralidad estatal mediante la institu-cionalización de la sociedad civil. Reexami-né mi material para preguntar qué estrategiasimprevistas podían sustentarse sobre los pro-pios déficits funcionales en la provisión deseguimiento y servicios vinculados con lasintervenciones financiadas por el Pronapred(Foucault, 2006, pp. 142-143). Esta hipóte-sis puede ponerse a prueba examinando nosólo las funciones y representaciones explí-citas de instituciones y programas, sino lasprácticas significativas implícitas mediantelas que el Estado es reconfigurado en situa-ciones sociales específicas (Ferguson y Gup-ta, 2002, p. 984).

3. Disolución y reconstitución de las insti-tuciones estatales en el marco del Pronapred

El modo de operación basado en la subcon-tratación y dispersión de la agencia y los re-cursos puede contribuir a modificar no sólola noción de política pública, sino además lapropia idea del Estado —el cual empieza aparecerse cada vez más a la «sociedad civil».Por ejemplo, la denominación y metodología

6 La selección de los polígonos de intervención la hace el propio gobierno municipal con base en tres criterios estipuladospor el Programa: índice delictivo (calculado a partir de todos los delitos agregados, sin diferenciación); índice de margina-ción; y presencia de población joven. El sesgo que muestran estos criterios es evidente. Según nos informó un oficial delConsejo Estatal de Seguridad Pública de Jalisco, Oblatos fue seleccionado por encontrarse que la mayoría de jóvenes quecometen faltas administrativas en Guadalajara proceden de ahí.

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de una misma acción de Pronapred suelencambiar cada año. Con el objetivo de impri-mir su identidad en el proyecto, cada nuevaasociación civil que gana la licitación paraoperarlo introduce ajustes a su libre elección,sin que exista un órgano que controle y regu-le estos cambios. Por diversas razones, losoperadores son además reacios a presentarsus intervenciones como parte del programafederal de prevención. En algunos casos, ellofomenta la idea de que los proyectos se de-ben a la iniciativa y al financiamiento de laspropias asociaciones civiles. En otros, la cer-canía de las instituciones municipales refuer-za la percepción de que se trata de proyectoso subsidios puntuales de los ayuntamientos.De hecho, éstos han de asesorar en principioa los operadores en las áreas y poblacionesde atención prioritaria, cediendo asimismoespacios como los centros comunitarios lo-cales para la realización de actividades. Du-rante un grupo de discusión con jóvenes querecibían el apoyo del Proyecto de Orientacióna Adolescentes Embarazadas, operado por laFundación Mexicana para la Planeación Fa-miliar (Mexfam), todas se sorprendieron an-te mi anuncio de que el financiamiento delproyecto provenía del Pronapred. Una de ellasrespondió que «yo sabía que viene por partedel ayuntamiento de Guadalajara, pero no creíque fuera por parte del gobierno federal. Osea… no tan foráneo, pues». En una entrevis-ta previa, el médico contratado por Mexfampara brindar atención a las jóvenes había re-conocido omitir mención alguna del gobier-no federal en sus pláticas, «para no meter con-fusión». Según había añadido:

Yo les comento que es el gobierno de Gua-dalajara quien nos contrata a nosotros paranosotros poder brindarles la información, elapoyo, brindarles los recursos necesarios pa-ra que ellas puedan mejorar su calidad de vi-da. Todo va encaminado al gobierno de Gua-dalajara, siempre, siempre, el gobierno deGuadalajara7.

De esta forma, operadores y beneficiarioscontribuyen a la imaginación y reconfigura-ción del Estado nacional como algo externo ala comunidad o al cuerpo de los ciudadanos.

Sin embargo, estas prácticas y represen-taciones son resistidas y rechazadas por elgrupo de funcionarios que, desde el ConsejoEstatal de Seguridad Pública de Jalisco, su-plen en cierto grado la ausencia de coordina-ción centralizada de las acciones del Progra-ma. Este pequeño grupo de oficiales, jóvenesen su mayoría, expresó a menudo indignaciónante las omisiones que llevaban a los benefi-ciarios a desconocer la procedencia exacta delos recursos y el motivo de las intervencio-nes. En un sentido importante, ellos «son» elPronapred en la ciudad de Guadalajara: visi-tan de manera aleatoria los lugares donde sellevan a cabo las actividades de los diversosproyectos preventivos, vigilando que se cum-plan en tiempo y forma; se aseguran de quelos consultores y capacitadores subcontrata-dos por las asociaciones civiles lleven pues-tas las camisetas y exhiban los gafetes y car-teles con el logotipo del Programa federal; yexigen a estos operadores evidencia de resul-tados para hacerla llegar al departamento dela Secretaría de Gobernación a cargo del Pro-napred. La carencia de tiempo y otros recur-sos, sin embargo, impide a estos funcionariosevaluar indicadores cualitativos de las inter-venciones, limitándose a auditar cuestionesde forma más que de fondo. Aparte de darpreferencia a la parte formal y de visibilidaddel Programa, las constancias de resultadosque exigen a los operadores consisten sobretodo en listas de asistencia de beneficiariosy fotografías de los talleres y otras activida-des, «para mostrar que éstas se llevaron a ca-bo realmente».

Puede apreciarse aquí un cierto «procedi-mentalismo» mediante el que se reproduce laestructura de la autoridad burocrática, con-sistente en prácticas banales reiterativas queno serían el reflejo exterior de un centro es-

7 Un factor de peso en estas tergiversaciones es el temor de los operadores a la impopularidad del gobernante Partido Revo-lucionario Institucional (PRI), al que pertenece el presidente Peña Nieto. De hecho, en las elecciones municipales de juniode 2015, el PRI, que también gobernaba Guadalajara, perdió este y otros ayuntamientos de la Zona Metropolitana ante Mo-vimiento Ciudadano —un partido emergente que capitalizó el descontento general con las anteriores administraciones mu-nicipales priistas.

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tatal coherente sino, de hecho, constitutivasde ese mismo núcleo: «Es a través de estasreinstauraciones que la coherencia y conti-nuidad de las instituciones del Estado es cons-tituida y, en ocasiones, desestabilizada»(Sharma y Gupta, 2006, p. 13; énfasis en eloriginal). Estos autores añaden que, al impli-car un encuentro entre diversos actores y es-pectadores, las representaciones repetitivasde procedimientos moldean las ideas de to-dos ellos sobre la naturaleza translocal delEstado y su relación con el mismo. Frente alos beneficiarios de sus intervenciones, losoperadores enfatizan su autoridad al ocultarvínculos con el poder federal; junto a los fun-cionarios del Consejo Estatal de SeguridadPública de Jalisco —integrantes marginalesdel aparato estatal—, en cambio, los opera-dores experimentan el Programa como unaorganización superior concernida con la re-gulación, aunque sean todos ellos los que enrealidad sirven como agentes de la «vigilan-cia estatal» (Ferguson y Gupta, 2002, p. 985).La lógica del monitoreo recursivo implícitaen las fotos y listas de asistencia sería difícilde explicar en términos funcionales, pues lamayor parte de esas actividades es «irrelevan-te para las necesidades del Estado»; lo querealmente logran estos «rituales de la vigilan-cia [es] representar y encarnar la jerarquía yabarcabilidad estatales» (p. 985; énfasis enoriginal). Al presentarnos como agentes deuna «evaluación externa» del Programa pro-cedentes de la capital del país, solicitando in-formes y documentos como aquellos en losque aparecen las fotografías y listas de asis-tencia, y transgrediendo el espacio de las ca-pacitaciones y talleres en compañía de losfuncionarios del Consejo Estatal de Seguri-dad Pública de Jalisco, los consultores de Mé-xico Evalúa contribuimos al efecto jerárqui-co producido por este monitoreo rutinario. Lamovilidad espacial con fines de supervisión,relacionada con el alcance geográfico relati-vamente amplio de las «peregrinaciones bu-rocráticas», es una demostración de la jerar-quía y desigualdad espaciales mediante lasque también se representa al Estado (p. 987).

El procedimentalismo no sólo produce lascondiciones para la continuidad del Estado

como institución, sino además reproduce susuperioridad sobre otras instituciones y, depaso, desigualdades sociales y políticas con-comitantes como las relacionadas con el gé-nero y la clase (Sharma y Gupta, 2006, p. 13).Incluso aunque contribuyan en parte a diluirla superioridad y continuidad estatales, lasprácticas de los operadores civiles no quedantotalmente al margen de esa lógica asimétri-ca. Sus actividades, capacitaciones y tallerestienen lugar sobre todo en espacios como lasescuelas y los centros culturales o de desarro-llo comunitario, lo cual deja a la poblaciónescolarizada y con acceso a estas institucio-nes en mejor situación para aprovechar el Pro-napred que a los grupos más expuestos a laviolencia y la delincuencia.

En estos y otros sentidos, a la operacióndel Programa subyacen racionalidades polí-ticas que se pusieron de manifiesto en los re-sultados de intervenciones preventivas ope-radas por distintas asociaciones civiles. Porun lado, existen empresas privadas con unmarcado perfil de contratistas. No cuentannecesariamente con conocimiento especiali-zado en las áreas de intervención (ya sea pre-vención de adicciones o de violencia de gé-nero, por ejemplo), pero sí con vínculos yexperiencia en procesos de licitación, los cua-les les permiten concursar por proyectos pre-ventivos de muy diversa índole y acaparar va-rios de ellos al mismo tiempo. Para operarlos,suelen subcontratar a consultores y dinami-zadores de talleres que capacitan a los bene-ficiarios en actividades como las relaciona-das con el «emprendimiento», las cualespresuponen habilidades de lectoescritura y administración. Aunque estas iniciativascontemplan en ocasiones la formación de co-operativas, su énfasis está en el progreso in-dividual a través de proyectos productivos o«negocios» para los cuales han de buscarsecréditos y mercados idóneos. El alcance deestos proyectos difícilmente trasciende el sec-tor informal del comercio y los servicios enpequeña escala.

Por otro lado, hay asociaciones civiles es-pecializadas en el trabajo con particularesgrupos y en las áreas a las que se orientan losproyectos del Pronapred; por ejemplo, aqué-

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llas con años de experiencia en el desarrollode metodologías para la prevención de la vio-lencia mediante talleres en diversas discipli-nas artísticas para niños y jóvenes. Cuandoestas asociaciones subcontratan a otros ope-radores y profesionales, lo hacen con el ob-jetivo de establecer alianzas y dividirse el tra-bajo según el área de especialización y etapadel proyecto en cuestión. Para la creación deuna radio comunitaria en Oblatos, por ejem-plo, el Centro de Desarrollo y Atención Tera-péutica (CEDAT) contó con los serviciostécnicos de una radio independiente ya esta-blecida que transmite por Internet, así comocon otra ONG especializada en el desarrollode metodologías para la elaboración de la mi-sión y el reglamento de emisoras comunita-rias. Asimismo, como parte del Proyecto deOrientación a Adolescentes Embarazadas,Mexfam contrató a médicos, psicólogos y tra-bajadores sociales que brindaron a las jóve-nes asistencia e información en áreas comola salud reproductiva o los métodos anticon-ceptivos. Entre estos especialistas se encon-traban seis orientadores cuyas responsabili-dades —proporcionar cada uno seguimientoa 15-20 adolescentes mediante visitas domi-ciliarias y llamadas telefónicas— eran a suvez monitoreadas por un Coordinador de Pro-cesos Integrales (CPI). La estructura pirami-dal del equipo operativo de Mexfam en Gua-dalajara suplantaba en cierto modo a lasdependencias públicas locales, cuya partici-pación fue escasa incluso en la selección y elcontacto inicial con las jóvenes destinatariasdel proyecto.

Estas asociaciones civiles ofrecen de for-ma temporal y localizada servicios que las ins-tituciones estatales no proveen de forma sistemática. Además de atención médica es-pecializada, Mexfam brinda apoyo adminis-trativo y económico a las madres adolescen-tes de bajos recursos que deseen retomar oculminar sus estudios o su formación laboral.Como parte del proyecto financiado por elPronapred y a través del CPI, esta asociaciónprocuró además vincularse con institucioneslocales que pudieran comprometerse a am-pliar la oferta de servicios disponibles paraestas jóvenes. Como aclaró el Gerente de Eva-

luación e Investigación de Mexfam, «el mu-nicipio se va a encargar poco a poco de ir garantizando que haya un médico, que hayapsicólogas, etc. Nosotros los hemos estado ca-pacitando, pero la idea es que el municipio deGuadalajara tome responsabilidad de ello».La misión de Mexfam se concibe, así, comola de una organización que facilita y apoya lalabor del sector público en el ámbito de la sa-lud y la planificación familiar. Ello resulta im-portante a la luz de las experiencias más fruc-tíferas en prevención y seguridad en diversospaíses, caracterizadas por la participaciónmultisectorial y la coordinación entre distin-tas instituciones locales en la atención a la po-blación (Acero Velásquez, s/f).

No obstante, los resultados reportados porMexfam, a fines de 2015, no permiten alber-gar demasiadas esperanzas en este sentido.Según el informe correspondiente, no todaslas instituciones locales contactadas se com-prometieron a cooperar en la atención a lasjóvenes madres. En casos como los de loscentros comunitarios, el compromiso de co-laboración consistía en la cesión de instala-ciones para realizar actividades. En otros ca-sos, los acuerdos consistieron en brindar«apoyo general» o, de manera menos vaga,en «derivar adolescentes», «informar de nue-vos embarazos» o difundir información so-bre el proyecto de Pronapred —regresandoasí la mayor parte de la responsabilidad a lapropia Mexfam.

Resulta además significativo que, graciasa sus diversas fuentes de financiamiento (porejemplo, la Federación Internacional para laPlanificación Familiar), Mexfam lograra laimplementación casi ininterrumpida del pro-yecto de orientación a madres adolescentesdurante dos años consecutivos. Una vez cul-minada la primera fase de la intervención en2014, se dio seguimiento cualitativo a la ma-yoría de las jóvenes al margen del financia-miento del Pronapred —el cual sólo se pro-porciona durante los últimos tres o cuatromeses de cada año. Según el mencionado ge-rente de Mexfam:

Los tiempos del gobierno no son, desafor-tunadamente, los tiempos que se requieren pa-

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ra el alcance que se espera de los proyectos...Ellos [en el gobierno] ya saben que Mexfamva a continuar trabajando hasta que los recur-sos lo permitan, y que nos da oportunidad deenganchar con la otra convocatoria, la del si-guiente año. Por supuesto que Mexfam tieneque sacar dinero de su bolsa mientras lleganlos recursos. De otra forma, no sería posiblemantener la continuidad.

En la segunda emisión del proyecto, en2015, las jóvenes recibieron apoyo y orienta-ción a un nivel más especializado que inclu-yó el trabajo con integrantes de sus redes fa-miliares. El médico contratado por laasociación civil para la intervención en Gua-dalajara confirmó que:

Ahorita que viene la segunda fase, se va ahacer un contacto con los papás y la gente quevive en la casa de la persona, para saber en quémedio se desenvuelve la chica. De lo que setrata el proyecto es que estas chicas que estánembarazadas se conviertan en orientadoras pa-ra las demás, para que no caigan en ese mis-mo error... Se hace el trabajo con una para quelo replique a cinco o más, todas sus conocidas.

Durante el mencionado grupo de discu-sión con adolescentes receptoras de la asis-tencia de Mexfam, la madre de una de ellasreconoció:

Yo escuché las pláticas de los doctores ycosas que yo ni siquiera sabía, como el con-dón femenino. Yo nunca lo había visto; ni sa-bía cómo explicarle a mi hija de métodos o al-go, porque soy muy abierta con ella, pero yocarezco de la información para poder tradu-cirla. Ellas tienen la oportunidad de aprenderaquí y poder transmitirle a sus hijos para queen un futuro ellos sí estén preparados. Yo poreso casi siempre vengo con ella, porque yoaprendo junto con ella.

Las intervenciones que muestran mayorpotencial de impacto preventivo son aquéllasque trascienden las capacidades individualespara abarcar entornos familiares y sociales.La focalización en colectividades y poblacio-nes resulta más útil que la transferencia de re-cursos puntuales a unos pocos individuos olas capacitaciones en emprendimiento perso-nal, las cuales permiten seguir eludiendo res-

ponsabilidades regulatorias públicas ademásde transferir riesgos y costos a trabajadores«independientes» desprotegidos. De hecho,la pequeña producción «informal» puede lle-gar a fomentarse de manera activa por las ven-tajas que conlleva para el Estado y el sectorprivado (Harriss-White, 2007, pp. 6-7).

4. Reproducción de desigualdades de cla-se y género mediante el «emprendimiento»

Catalis me fue descrita por una de sus coor-dinadoras como «parte de un esfuerzo másamplio por licitar y desarrollar proyectos pro-ductivos para poblaciones en riesgo». Antesde 2014, sin embargo, los programas guber-namentales instrumentados por esta asocia-ción civil de Guadalajara habían estado másvinculados con las instituciones de seguridadpública que con la prevención social per se.Para operar el Programa Metropolitano paraJóvenes durante dos años consecutivos en elpolígono Oblatos, con financiamiento delPronapred, Catalis contrató a varios capaci-tadores que siguieron un programa docentetomado del esquema Jóvenes Emprendedo-res de la Organización Internacional del Tra-bajo (OIT).

En noviembre de 2015, en un centro co-munitario de la colonia Santa Cecilia, los in-vestigadores de México Evalúa asistimos a lasesión impartida por uno de esos especialis-tas, un consultor de la Organización Interna-cional del Trabajo, que comenzó resumiendolos objetivos básicos del curso de capacita-ción para la formulación de proyectos pro-ductivos: para prevenir el fracaso de las pe-queñas y medianas empresas, era necesariovincular a los jóvenes a una «cadena de va-lor». Los contenidos de las sesiones sobre em-prendimiento —«capacidad de planificar»,«capacidad de liderazgo» o previsión de for-talezas y debilidades en ideas de negocio—resultaban especialmente relevantes para tresjóvenes con estudios universitarios allí pre-sentes: una nutrióloga que planeaba gestio-nar una clínica donde se ofrecieran cursos desalud y «nutrición integral»; otra joven que,como parte de su empleo en el gobierno lo-

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cal —como funcionaria del Consejo Munici-pal de Deporte—, pensaba en un proyecto derescate de espacios urbanos abandonados; yun licenciado en gastronomía que ambicio-naba inaugurar un restaurante. Estos jóvenes«son la cadena de valor», según señaló el ca-pacitador de la Organización Internacionaldel Trabajo, a la cual deberían «anclarse» losjóvenes con menos recursos. Por ejemplo, és-tos podrían trabajar para el licenciado en gas-tronomía tras tomar los talleres prácticos de«parrillada» o «barista» (especialista en ca-fé) ofrecidos por el Instituto de Formaciónpara el Trabajo del Estado de Jalisco (IDEFT),institución dependiente de la Secretaría deEducación Pública.

Como ilustró el mensaje del capacitador,la intervención del Pronapred no resolvía porsí misma esta articulación destinada a la «ge-neración de valor», sino que eran los jóvenesemprendedores de negocios los encargados de«inspirar» e involucrar a los más desfavoreci-dos. E incluso aquí existían límites, como ex-presó el capacitador mediante la siguiente dis-tinción: «Bueno, trabajar con pandillas, o conchicos de la calle, mariguanos, o lo que túquieras... no está mal si realmente tienes unseguimiento, pero creo que la intencionalidadinicial es la prevención, no la corrección».

Ninguno de los tres jóvenes emprendedo-res era de Oblatos. Acudían allí para asistir alas sesiones de lo que, para ellos, se aseme-jaba a un diplomado del que podían benefi-ciarse sin costo alguno. Sus compañeros me-nos favorecidos, en cambio, habrían deobtener un beneficio distinto de la interven-ción y pensar en ocupar un nicho laboral acor-de a sus capacidades y recursos. De maneraimplícita, se dio a entender que no pasaríandel nivel de empleados y, por ello, les resul-taría difícil constituirse en emprendedores.

En una visita posterior al mismo centrocomunitario, donde coordiné dos grupos dediscusión con jóvenes beneficiarios del Pro-grama Metropolitano, esta diferenciación declase resultó aún más nítida. El primer grupoestaba formado por 12 personas, todas ellasresidentes en Oblatos. Ninguno de los inte-grantes de este grupo de 10 mujeres y doshombres tenía estudios universitarios, y sólo

tres de ellos —dos mujeres y un hombre—habían alcanzado el nivel de bachillerato. Mu-chos contemplaban el emprendimiento de unnegocio como algo improbable, buscandomás bien la «autosuperación» a través de lacapacitación y valorando el hecho de que és-ta ofreciera talleres gratuitos. Aunque la ma-yoría tenía claro que el financiamiento delPrograma provenía del erario público, ningu-no había oído hablar del Pronapred.

El segundo grupo de jóvenes, formado tansólo por dos hombres y dos mujeres de entre24 y 26 años, aguardaba al evaluador para elcorrespondiente grupo de discusión en unasala contigua. Egresados de la licenciatura encriminología en una universidad privada, es-tos jóvenes estaban perfectamente al tanto delPronapred y de México Evalúa, en parte co-mo resultado de sus prácticas profesionales.Sólo uno de estos jóvenes era de Oblatos,mientras que sus compañeros procedían deotras partes de Guadalajara. Amigos desdehacía tiempo, habían empezado a planear unproyecto para crear una empresa de consul-toría sobre temas de seguridad, si bien fuegracias a la capacitación del Programa quepudieron «aterrizarlo». Valoraron en este sen-tido las sesiones sobre gestión financiera ycomercialización de nuevos proyectos empre-sariales, aunque también las habilidades do-centes del mencionado consultor de la OIT ysu capacidad para motivarlos, expresando susexpectativas de beneficiarse de sus contactosprofesionales e institucionales. El propio ca-pacitador se refirió a estos jóvenes como ungrupo muy especial, aunque aclaró que «yotendría cuidado a la hora de considerarlos co-mo un caso de éxito, porque en realidad elPrograma no está dirigido a ellos».

Los propios jóvenes de este grupo reco-nocieron la paradoja de que fuesen ellos,egresados de una universidad privada, quie-nes se estuvieran beneficiando de un «pro-grama gratuito» de capacitación dirigido enprincipio a jóvenes en riesgo. Al respecto, unade las jóvenes expresó la siguiente recomen-dación para el Programa:

Yo cambiaría la forma de divulgar... veteal parque a hablar con los chicos que están ahí,

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a las escuelas o con los chicos que aquí vemosen el parque... Porque es muy fácil llegar a nos-otros, los universitarios, porque tenemos la es-pinita, pero [no] la gente de la calle; con quienrealmente quieres hacer un impacto es con losde aquí, de Santa Cecilia, ¿no? Vete a cotorre-ar con ellos primero que nada, gánate su con-fianza, dales la visión, dales una charla.

Una de las preguntas de la evaluación fuesi las intervenciones Pronapred incluyen re-almente a la población en riesgo. El procedi-miento y la especialización de Mexfam ga-rantizan una focalización eficaz, pero lamayoría de los operadores recurre a escuelasy centros comunitarios para la selección debeneficiarios y la impartición de capacitacio-nes y talleres. Las políticas de estos centrosexcluyen a jóvenes que pertenecen a pandi-llas y que se enfrentan a los prejuicios de al-gunos funcionarios públicos y otros integran-tes de la comunidad. Como reconoció elpropio director del Centro de Desarrollo yAtención Terapéutica (CEDAT), cuya radiocomunitaria estaba instalada en el Centro Cul-tural de Santa Cecilia, dependiente del go-bierno municipal:

Es muy difícil que los pandilleros puedanentrar a los centros comunitarios, porque, aun-que en términos de la política del Pronapred se-rían ellos una especie de beneficiario idóneo,existen reglas no escritas en los centros comu-nitarios que les impiden acceder a las activida-des que estos ofrecen. Los centros comunita-rios son lugares preciosos, con algunos cursospara mujeres y niños, pero vacíos en términosde diversidad de concurrencia e impacto8.

Otra cuestión central es el seguimientoque se proporciona a los beneficiarios de es-tas intervenciones. Una vez concluida la ca-pacitación, el compromiso de Catalis se limi-taría a «acompañar» el inicio del proceso devinculación de los jóvenes emprendedorescon los departamentos de responsabilidad so-cial empresarial de algunas industrias loca-les. El consultor de la OIT aseguró que el se-guimiento «no interesa» a esta asociacióncivil si «no hay presupuesto adicional paraello». Como ejemplo, se refirió a un grupo

de 30 jóvenes que en 2014 habían sido bene-ficiarios del Programa Metropolitano. Aun-que Catalis cuenta con un registro de estos jó-venes, dicha información no se emplea.

En una entrevista aparte, la responsablede vinculación del Instituto de Formación pa-ra el Trabajo del Estado de Jalisco (IDEFT)aseguró contar también con una base de da-tos de los exbeneficiarios del Programa, pe-ro insistió en que el seguimiento de sus tra-yectorias ocupacionales corresponde a laasociación civil que gana la licitación paraoperarlo. En realidad, según la normativa delPronapred, la planeación y el seguimiento delas acciones es responsabilidad de un Gabi-nete de Prevención Social que ha de confor-marse en cada municipio y vincularse con laSecretaría de Gobernación a través del Con-sejo Estatal de Seguridad Pública de Jalisco.En diciembre de 2015, seis meses después delas elecciones municipales de ese año, aún nose había nombrado uno en Guadalajara. Eldiscontinuo esquema anual del Pronapred, elfrecuente cambio interanual de operadores yla escasa duración de las administracionesmunicipales (tres años) contribuyen, así, a ladispersión y negación de responsabilidadesinstitucionales. En otros contextos de políti-cas y reformas neoliberales, se ha hablado deuna institucionalización de la ambigüedadque caracteriza a ciertos dominios creadospor el Estado, permitiendo una flexibilidadestratégica en las relaciones con poblaciones«marginales» (Poole, 2006, p. 10).

Otro caso significativo es el Programa Me-tropolitano para Mujeres, implementado des-de 2013 en Guadalajara por distintos opera-dores y bajo diferentes nombres. Su constanteha sido el propósito declarado de procurar laautosuficiencia económica de las mujeres me-diante su incorporación a actividades produc-tivas remuneradas. Lo que existe en términosde vinculación de estas actividades con la pre-vención de la violencia ha dependido princi-palmente del Instituto Municipal de las Mu-jeres de Guadalajara (IMMG), cuyo personalse esforzó además por introducir componen-tes de «empoderamiento» femenino e igual-

8 Entrevista realizada por Paulo Gutiérrez, el 18 de noviembre de 2015.

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dad de género en las sucesivas emisiones delPrograma. La ex jefa de difusión del Institu-to Municipal de las Mujeres de Guadalajara(IMMG) me habló de las dificultades encon-tradas durante este proceso:

¿Y tú sabes cuántos de estos operadoreshan trabajado ese tema de prevención de vio-lencia y delincuencia? ¡Ni uno solo! Porqueellos el tema de asunto económico lo conocenmuy bien, pero... El error de la operación mis-ma es que las dependencias [municipales] ge-neran la planeación pero no ejecutan directa-mente. Entonces te llega un proveedor que dice«yo licité y yo gané, y yo traigo esta propues-ta». Hay que aprender a negociar con ellos pa-ra conseguir beneficios con base en la plane-ación inicial. También sucede que nos dicenquién gana y qué nombre de empresa es, y lle-gan ellos con otro nombre, porque son subcon-tratados: el que ejecuta es un subcontratadodel contratado, etc. Entonces, todo esto va per-judicando la planeación misma... Otra cosabien interesante: conocen conceptos teóricosde perspectiva de género, pero en general cre-en que trabajar con mujeres ya es perspectivade género; eso no es suficiente. Conceptos bá-sicos teóricos que se tienen que volver empí-ricos con las mujeres... ¡por supuesto que nolos saben manejar!

Al procurar la continuidad interanual de las acciones, el método del personal delInstituto Municipal de las Mujeres de Gua-dalajara consistió en vincular el beneficio di-recto de las sesiones sobre capacitación pro-ductiva con la introducción de cuestiones degénero que, de otra forma, resultarían dema-siado abstractas. Según la ex responsable dedifusión del Instituto, «mientras metes la cla-se del oficio, digamos la horticultura, ahí derepente se mete la especialista en género y lesempieza a trabajar: “a ver qué sucede si ha-cen este proyecto y lo hacen en grupo”».

Sin embargo, los resultados fueron des-iguales. Al incorporar objetivos de género ensu programa de sesiones a sugerencia de di-cho Instituto, las dinámicas grupales propues-tas por el operador del Programa en 2013 ten-dieron a responsabilizar de forma exclusiva alas mujeres por sus «problemas y conflictoscotidianos», por lo que las soluciones pro-

puestas excluyeron la participación de loshombres u otros integrantes del entorno fami-liar. Por ejemplo, en el programa se plantea elobjetivo de lograr que las mujeres «puedanderribar las barreras impuestas por ellas mis-mas..., en un círculo vicioso, que no les hanpermitido tener concepto positivo propio». Semandata así una «alta autoestima» como re-medio a esa tendencia masoquista con la quea menudo se interpreta la permanencia de lasmujeres en relaciones u hogares violentos ydesiguales: «La solución es que las mujeres,y no el mundo, cambien» (Vela, 2016, p. 19).

En cambio, la ex jefa de difusión del cita-do Instituto y el responsable administrativode la empresa que operó el Programa en 2014coincidieron, en entrevistas separadas, en se-ñalar la experiencia de ese año como satis-factoria. Los talleres de oficios y el estable-cimiento de vínculos solidarios y redes decolaboración entre mujeres confluyeron, en-tonces, en la conformación de una coopera-tiva en una de las colonias urbanas expuestasal Programa. A pesar de su anuncio de dar se-guimiento a esta cooperativa, Catalis no lo hi-zo cuando pasó a operar el Programa en 2015.Durante el trabajo de campo en otoño de eseaño, nada se sabía de las mujeres que habíaniniciado dicha asociación. Los talleristas con-tratados por la asociación civil se limitaron areplicar los talleres de emprendimiento pro-ductivo con un grupo nuevo de mujeres.

La vinculación entre los talleres produc-tivos y la prevención de la violencia resultóambigua desde la misma propuesta técnicaelaborada por Catalis. En el apartado desti-nado al perfil de las beneficiarias del Progra-ma, se anuncia que éstas han de ser mujeresde entre 12 y 70 años «víctimas de violenciade género, con necesidades de formación pa-ra el trabajo». Aparte de la dificultad que en-traña la inclusión de niñas en edad escolar enesquemas de emprendimiento, condicionarlos beneficios de un programa de prevenciónal requisito de ser una «víctima de la violen-cia de género» plantea diversos problemaséticos y metodológicos.

Para paliar estos problemas y siguiendo elprocedimiento habitual, el Instituto Munici-pal de las Mujeres de Guadalajara proporcio-

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nó a los talleristas contratados por Catalis unacapacitación sobre aspectos de género, la cualincluyó herramientas para el empleo de len-guaje inclusivo y la detección de situacionesde riesgo vinculadas con discriminación yviolencia. No obstante, no todos los talleris-tas tomaron este curso introductorio, ya quealgunos se incorporaron posteriormente alproyecto. Una de las mujeres que asistía a lostalleres confió a la ex jefa de difusión del ci-tado Instituto que el encargado de las sesio-nes sobre horticultura había llegado a afirmarque «él no está de acuerdo con el empodera-miento de las mujeres, porque eso es lo queestá ocasionando tanto feminicidio».

En otros casos tendía a argumentarse que«el género no es tan importante» porque a lostalleres asisten también algunos hombres yno sólo mujeres, según afirmó una responsa-ble operativa de Catalis. Al preguntar sobrecuestiones de género durante un grupo de dis-cusión que los evaluadores tuvimos con losasistentes a un taller de huertos urbanos, unamujer de 26 años afirmó:

A mí me explicaron que es por la violen-cia que hay contra la mujer, para que la mujerempiece a sobresalir por ella misma, que nonecesite en sí de la persona masculina que lle-ve a un lado o que le ayude con la economíade su casa, para que sobresalga ella y... sea au-tosuficiente.

Emitidos en las sesiones introductorias dela capacitación por personal del Instituto, es-te tipo de mensajes no fue retomado por quienimpartía el taller de huertos urbanos; fueron,en un sentido importante, los propios bene-ficiarios del Programa quienes vincularon di-chos mensajes con las posibles ventajas labo-rales u ocupacionales de las sesiones prácticassobre horticultura. La ex jefa de difusión delInstituto Municipal de las Mujeres de Gua-dalajara citó a este respecto las palabras deuna de las mujeres que asistía a estos talleres:«Oye, es fabuloso, saben perfectamente loque es el emprendimiento..., pero no sabennada de género, definitivamente, aunque eltaller es muy bueno».

Más allá de la orientación que instanciaslocales como el IMMG puedan proporcionar,

la vinculación del Programa con la preven-ción de la desigualdad y violencia de géneroqueda reducida a una mera declaración de in-tenciones por parte de operadores con pocaexperiencia en estas áreas. Las capacitacio-nes presentan un sesgo hacia actividades aso-ciadas con formas de trabajo y producción«tradicionalmente» femeninas como la bisu-tería, el maquillaje o el cultivo doméstico dehortalizas. La suposición que subyace a estaforma de concretar el emprendimiento de lasmujeres es que éstas sólo pueden mejorar suscondiciones de vida dentro de los confines deciertos papeles de género que, lejos de cues-tionarse, se apuntalan. Como se expresa en eldocumento del diagnóstico participativo ela-borado por Catalis, «la propuesta va más alládel aprendizaje de un oficio, sino que las lle-vará a desarrollar capacidades y habilidadespara emprender su propio huerto, acorde a surealidad en los roles que les tocó desempeñar(mamás, amas de casa, esposas, etc.)».

5. Conclusiones

Para evitar la vaguedad del término «neolibe-ralismo», es necesario comprender la lógicasubyacente a los discursos del emprendimien-to, el empoderamiento o la sociedad civil, exa-minando cómo se representan públicamentelos cambiantes límites y responsabilidades delEstado (Sharma y Gupta, 2006, pp. 21-22).Por una parte, el esquema de operación delPronapred supone una mímica de cierto esti-lo de gerencia empresarial, basado menos enla jerarquía y el control directo que en la ideade la colaboración entre socios. Ésta permitela delegación de responsabilidades y el em-pleo de recursos para el desarrollo de la cre-atividad de los empleados. La idea es que laacumulación de efectos derive en el cumpli-miento de funciones —por ejemplo, adapta-ción a los cambios del mercado.

Por otra parte, en el mundo de la políticapública, esta lógica estaría más destinada aconfigurar un tipo distinto de Estado que aretraer su papel. Aquí no resulta menos im-portante la reproducción de relaciones de po-der y desigualdad, efectuada mediante la des-

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carga de servicios sobre organizaciones y co-munidades participativas y emprendedoras.Asimismo, la función «latente» de esquemascomo el Pronapred no es reducir la violenciay el delito, sino ofrecer la prevención comopantalla cosmética que permite a socios yaliados transnacionales minimizar escrúpu-los y presiones en sus transacciones con Mé-xico; todo ello al tiempo que se distribuyenrecursos públicos mediante el esquema legi-timador de la «apertura al sector de las orga-nizaciones de la sociedad civil», cuya parti-cipación se celebra entonces como un logro.De hecho, una contradicción personal consis-tió en exigir mayor regulación pública a par-tir de mi trabajo en México Evalúa, una asociación perteneciente a dicho sector, flo-reciente en el contexto de la desestatalizaciónpromovida por los propios funcionarios fede-rales y llamado a suplantar los métodos jerár-quicos de intervención.

Si se quiere defender la intervención de or-ganizaciones civiles en esquemas de «gober-nanza multinivel» (Risse, 2011, pp. 24-28), noobstante, aún es necesario preservar ciertasáreas de centralidad estatal. A pesar de la exis-tencia nominal de una Comisión Intersecreta-rial para la Prevención —conformada por lasdependencias de la Administración Pública Fe-deral responsables de áreas como educación odesarrollo social—, existe una deficiente co-ordinación interinstitucional en las interven-ciones del Pronapred, el cual carece ademásde mecanismos que permitan canalizar a susbeneficiarios hacia otros programas sociales.La continuidad del Pronapred no puede depen-der sólo de las prácticas y representaciones del

personal en instituciones locales como el Con-sejo Estatal de Seguridad Pública de Jalisco oel Instituto Municipal de las Mujeres de Gua-dalajara; o de las propias iniciativas de asocia-ciones civiles que, como Mexfam, «financianlos proyectos del gobierno», según lo expresóabiertamente su gerente de evaluación.

Algunas asociaciones son meros despa-chos que surgieron con los esquemas del Pro-grama Nacional para la Prevención Social dela Violencia y la Delincuencia, prestos a pros-perar en el nuevo nicho creado por el Estado.Otras buscan sumar este espacio a sus pro-yectos en curso, incorporando incluso de ma-nera informal mecanismos de seguimiento asus intervenciones preventivas. Sin embargo,el empleo de un sistema de monitoreo y eva-luación debería ser un requisito establecidoen los lineamientos para la otorgación de losrecursos del Pronapred a todos los operado-res. No existe una coordinación que aglutiney homogeneice las propuestas de estos últi-mos, asegurando su idoneidad y la de sus be-neficiarios. Tampoco hay un sistema unifica-do de información para el seguimiento de losdistintos proyectos que garantice la cohe-rencia interanual de objetivos y avances. Sintodo ello, no existen certezas acerca de los re-sultados de estas intervenciones —por ejem-plo, en términos de prevención de adicciones,victimización o adquisición de habilidades yatenciones periódicas por parte de sus bene-ficiarios— que puedan evaluarse en términosde una política nacional de prevención. Ésta,sin embargo, no soluciona por sí misma la im-punidad, la violación de derechos ciudadanosni la atrofia del sistema de justicia penal.

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El dominio narrativo. Notas para un análisis crítico de la codificacióninstitucional de los pobres

Daniel Parajuá Navarrete1

Recibido: 28 de noviembre de 2016 / Aceptado: 28 de abril de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. El análisis crítico de las tareas no explícitas en la agenda del Trabajo Social, sobre todo aquellas quetienen que ver con los operativos de control y contención de las poblaciones relegadas, requiere un acercamien-to a los procesos más inmediatos de trabajo. Los dispositivos de control social son polifacéticos y se despliegantambién en prácticas de monitorización y codificación de las poblaciones, entre las cuales juegan un importantepapel las narraciones acerca de las vidas de las poblaciones relegadas. En este texto nos detenemos, primero enel estudio de los dispositivos de codificación de los usuarios de los servicios sociales, por medio de las construc-ciones narrativas específicas de la intervención social; para después avanzar algunas sugerencias en relación alos espacios cotidianos de intercambio de información. Desde esta perspectiva, por último, es posible dar cuen-ta de la construcción institucional y profesional de los sujetos objeto de esa intervención, así como de algunascondiciones socio-históricas de producción de un tipo específico de asistencia social.Palabras clave: Servicios Sociales; Trabajo Social; narrativa; dispositivos técnicos.

[en] The narrative domain: notes for a critical analysis of the institutionalcodificacion of poor people

Abstract. Critical analysis of tasks that are not explicitly on the social work agenda, particularly those relatingto operations involving the control and containment of neglected populations, requires consideration of even themost mundane working processes. Social control devices are multifaceted and are also utilized in populationmonitoring and codification practices. Narratives concerning the lives of neglected populations play an importantrole in this respect. In this article, we focus first on the study of devices for codifying social services users by wayof specific social intervention narrative constructions. We subsequently offer some suggestions with relation tospaces for day-to-day information exchanges. Finally, from this perspective we can provide an account of theinstitutional and professional construction of the subjects of these interventions, as well as identify certain socio-historic conditions for the production of a specific kind of social welfare.Keywords: social services; Social Work; narrative; technical devices.

Sumario: Introducción (intenciones). 1. Microprocesos de codificación. 2. Ideas finales. 3. Referenciasbibliográficas.

Cómo citar: Parajuá Navarrete, D. (2017) El dominio narrativo. Notas para un análisis crítico de la codificacióninstitucional de los pobres, en Cuad. trab. soc. 30(2), 301-313.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54557

1 Universidad Complutense de Madrid, EspañaE-mail: [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción (intenciones)

Desde Servicios Sociales se ha venido rea-lizando un seguimiento periódico y frecuente yuna intervención social centrada en distintas áre-as: educativa, material, sanitaria, de inserciónsociofamiliar, dinámica familiar, etc. A tal finha dispuesto de ayudas económicas (Conviven-cia Normalizada de menores y RMI en la actua-lidad) y del Servicio de Educación Social. Engeneral el proceso de acogimiento es positivo.

(Informe social)

(...) encontramos mucha marginalidad. Setrata de una población muy demandante,... fa-milias multiproblemáticas que en realidad nosabes dónde meterlas (...).

(Trabajadora social)

El hijo se ha escapado con la novia.Z. acude a seguimiento. Esta realizando un

curso de nivelación cultural. El hijo ha vuelto.Acude la hija con su pareja. Le aviso de

que el CI [compromiso inicial] hay que cum-plirlo.

(Anotaciones de seguimiento de un caso)

Tomemos como punto de partida estas na-rraciones heterogéneas, obtenidas en diferen-tes momentos del proceso de intervención so-cial, a partir de diversos dispositivos yempleando para ello soportes técnicos de dis-tinto orden. Cualquier profesional de la inter-vención social convive —y podríamos decirque vive— con este tipo de codificaciones delas vidas de las personas que atiende. Cabepreguntarse si una mirada a este tipo de ope-rativos institucionales tiene algún sentido enel abordaje critico del Trabajo Social y en elmarco de un análisis de las funciones y efec-tos poco explicitados de la intervención so-cial, sea la contención de los problemas so-ciales, la monitorización de la pobreza o elapoyo a los dispositivos punitivos destinadosa los grupos dominados. ¿Qué tienen qué vercon todo ello estas narraciones?, ¿cómo se in-tegran en los dispositivos documentales de co-dificación de los usuarios? Y más aún ¿en qué

sentido tienen una utilidad práctica para losprofesionales de la intervención social? Endefinitiva, planteamos aquí el abordaje de unaparte sustancial de este análisis crítico desdelos dispositivos inmediatos y cotidianos.

Esta empresa necesariamente requiere ins-trumentos para una discusión e investigacióncrítica del Trabajo Social y, por extensión, lasprofesiones de la intervención social2. Aquípartimos de dos claros referentes comple-mentarios: una perspectiva que aborda las po-líticas y los dispositivos de atención a los pobres, agregados a su contención punitiva —castigar a los pobres (Wacquant, 2007,2010)— y otra que atiende a los términos co-tidianos y mundanos en que se apuestan po-siciones y configuraciones de sí y de los otros—escrutinio de los operativos cotidianos enjuego (Fassin, 2005).

Wacquant (2000) sugiere analizar de ma-nera conexa las estrategias estatales de con-trol y encierro, fundamentalmente a través dela prisión, y los dispositivos de tratamientode los territorios con poblaciones relegadasy empobrecidas. Esos dispositivos se desplie-gan por medio de diversos operativos que in-cluyen la presión policial y la vigilancia másexplícita; pero también incluyen estrategiasde deterioro del mercado de trabajo y esco-lar, además de un tipo específico de prácti-cas de asistencia social, preocupadas por los«riesgos» y la consecuente delimitación y de-finición de estas poblaciones problemáticas.Estos servicios, por otro lado, establecen unmarco concreto de relación con esas pobla-ciones. En este sentido es pertinente recupe-rar la perspectiva sociológica y etnográficaque propone Fassin, muy atento a esos térmi-nos de vinculación —incluidos los marcosmorales— entre asistidos y profesionales dela ayuda social que, necesariamente, debecontemplar qué dicen de ellos y cómo se pro-cesa esa información.

Todo ello nos permitirá, con una miradadoble, atender a los términos cotidianos de

2 Con notables aportaciones en otros países (Bacqué M.H., Bonelli L., Bourdieu P., Castel R., Ebersold S., Fassin D., KarszS., Laforgue D., Mauger G., Siblot Y., Waquant L.), aquí se han desarrollado análisis críticos en varias direcciones, sea enrelación a la construcción del sistema de servicios sociales, al papel del Trabajo Social y la intervención social en el con-trol social, reproducción de la desigualdad, o vigilancia y culpabilización de los relegados (Álvarez-Uría F., Ávila D. y Ma-lo M, Navarro V., García S., Oliver P., Rivas A. M., Varela J., entre otros).

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funcionamiento institucional: las narracionessobre los usuarios nos permiten abordar elanálisis de los dispositivos cotidianos de in-tervención social; y, a la vez, a los marcos másamplios en los que esto tiene lugar: esos dis-positivos son ubicados en el contexto de laspolíticas de gobierno de los vulnerables3.

Nos tomaremos en serio la mirada hacialos espacios cotidianos en los que se produ-cen las interacciones más básicas de la inter-vención social y donde, en definitiva, se di-rimen en los términos de la vida cotidianaesos operativos de localización, categoriza-ción y trabajo sobre las poblaciones. Desdeesta perspectiva, esas operaciones cotidianasson fundamentales en la construcción y arti-culación de un sistema de control (más alláde la retórica del control «de las institucio-nes» o «de los pobres»). Además, estos pro-cedimientos de vigilancia de las poblaciones,así como aquellos que objetivan a unas y otrascomo problemáticas o peligrosas, implican auna variedad de agentes —y no únicamentea aquellos explícitamente designados para elcontrol y el castigo.

Para ello, establecemos como espacio dereferencia al Centro de Servicios Sociales, apartir de los datos cualitativos, obtenidos enun proceso de investigación etnográfica4,quenos permite acercarnos a esos detalles de lavida común y corriente de la institución y, ala vez, lanzar propuestas de análisis, compa-ración y discusión en relación a otros espa-cios de la intervención social. En este con-texto, los principales materiales de análisisestán constituidos por narraciones codifica-das (anotaciones, informes sociales, diagnós-ticos y clasificaciones) así como las opinio-nes e intercambios lingüísticos en reunionesde «casos» de los profesionales de la inter-vención social (en su mayoría trabajadoressociales y educadores).

Adoptamos, pues, una mirada microsocialporque entendemos que el abordaje crítico re-quiere atender a los términos en los que lascontradicciones de la ayuda social se desplie-gan en la vida ordinaria. Los presupuestos delas lógicas de la intervención social organiza-da contienen una delimitación y definiciónpropia de lo que es la realidad sobre la que ac-tuar, directamente relacionada con una versiónpeculiar de los elementos que constituyen laevidencia social o conjunto de datos y prue-bas que sostienen y demuestran un tipo espe-cífico de definición de la realidad y que legi-timan la propia intervención social. Así,tomamos en cuenta dos operativos básicos,que se incluyen en el proceso de intervenciónsocial, desplegados para explicitar y dar cuen-ta de esa realidad sobre la que se interviene.De un lado, la delimitación del objeto de tra-bajo en base a la idea que naturaliza y exter-naliza la realidad de la realidad institucionalmisma. Así, las vidas de los pobres, problemá-tica, deficitaria, asistida, está «ahí fuera», «hayun montón de casos que nos llegan» o «es unazona de casos muy complicados»; la acción,entonces, de los profesionales del Trabajo So-cial es obviamente reactiva, debe responder ala realidad que se le impone. En este sentido,nos referimos a un régimen de verdad propio.De otra parte, el desarrollo de un conjunto deelementos de análisis y dispositivos propiosde conocimientos que responden a esa nece-sidad de objetivar la realidad social, así comola propia acción de la intervención social. Sedesarrollan entonces procedimientos legitima-dos de recopilación de información, intercam-bio de datos y toma de decisiones, o lo que eslo mismo, un sistema de documentación (fi-chas, informes, anotaciones), las formulas pro-tocolarias de atención a los usuarios y la or-ganización de las reuniones para elaborardiagnósticos y tomar decisiones.

3 Unas políticas que, en el contexto neoliberal, renuncian a abordar proyectos de reducción de los problemas sociales y des-pliegan por el contrario sofisticados dispositivos de detección de poblaciones problemáticas para desarrollar estrategiasdevigilancia y contención. Desde esta perspectiva el control y la monitorización de las poblaciones relegadas se torna al-go prioritario y, por otro lado, el riesgo y la alarma social adquieren una importancia central en el impulso de estas políti-cas. Para profundizar en los detalles de estas estrategias resulta de gran interés el trabajo de Ávila, D. (2012).

4 Investigación para la elaboración de la Tesis Doctoral: Parajuá, D. (2014) «Estar con la gente y estar en la institución. Laconstrucción de los usuarios de los Servicios Sociales en el marco de las políticas sociales neoliberales». Calificada So-bresaliente Cum Laude. Premio Extraordinario de Doctorado, Universidad Complutense de Madrid, 2015.

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La subsiguiente codificación institucionalde los individuos es un elemento medular detodo proceso de intervención social. Ahí, lasnarraciones que dan cuenta de la delimitaciónde los problemas sociales y de las vidas mis-mas de los usuarios constituyen su elementocentral. Desde nuestra perspectiva de análi-sis, consideramos que el modo en el que seproduce esa codificación —un modo puestoen contexto— es coherente con un tipo de in-tervención social escorada hacia el monito-reo, control y contención de los pobres, quede manera limitadamente heterogénea (Para-juá, 2015) se despliega desde los ámbitos másinmediatos de la cotidianidad institucional.

1. Microprocesos de codificación

Familia monoparental mujer (1/030), vi-viendo en un piso (2/010) alquilado (3), ma-dre de dos menores (5/050), separada legal-mente (6), con estudios primarios (7/030), quetrabaja como asistente en varias casas (8/910)de manera no reglada y temporalmente (9/030),de nacionalidad española (10/001) y que pre-senta ingresos insuficientes para necesidadesbásicas (12/020), subempleo (13/100) y pro-blemas psicológicos documentados (14/285),además de una escasa relación con el entorno(16/400).

(Valoración inicial de un caso)

Las narrativas sobre los usuarios de servi-cios sociales constituyen un tipo específicode microproceso de codificación institucio-nal de los individuos que se inscriben en unsistema documental propio. Hay que recordarque el mismo Trabajo Social ha necesitado eldesarrollo de unas técnicas consensuadas yrespaldadas por un cuerpo experto, que inclu-yen todas las estrategias de relación con losusuarios y los consejos acerca de cómo acer-carse a la gente, establecer relaciones amisto-sas con los pobres evitando los desvíos senti-mentales (Tice, 1998), además de las prácticasde indagación y de vigilancia, así como todasaquellas de clasificación, observación y re-

gistro (Donzelot 1990, 2007; Castel, 2004).Este proceso va acompañado por la perma-nente necesidad de designar las nuevas áreasde problemáticas que visibilicen las áreas deintervención y los elementos de la vida de losusuarios sobre los que hay que trabajar.

Desde esta lógica, se hace necesario esta-blecer un punto de referencia que estructurey legitime la acción profesional y que orbita-rá siempre en torno al concepto, ya referido,de evidencia social. Tal y como señala Cas-tel (1986), la modernidad de la intervenciónsocial pasa por un tipo de trabajo basado enlas pruebas, en las pistas o indicadores delriesgo y de los problemas; estos indicadoresson manejables por los profesionales en elmarco de un trabajo con casos y con el apo-yo documental de las narraciones, técnicas,expertas, sobre los usuarios.

La evidencia social, por otro lado, el ele-mento constitutivo más importante de este ré-gimen de verdad, se define de una maneraparticular, basada en los recorridos individua-les de los sujetos y en las circunstancias con-cretas de su tiempo. Y va a servir de base pa-ra la estructura de las narraciones que losprofesionales realizarán sobre esos sujetos.Todo ese proceso —obtención de evidenciasocial, sistematización de la información yprocesamiento institucional de la misma— seacompaña necesariamente de documentosque constituyen una objetivación profesionalde la realidad de los usuarios, de sus vidas yde la naturaleza de sus problemas. Estos do-cumentos están legitimados por los códigosexpertos de objetividad, expresados en un lé-xico tecnificado, y sirven de vehículo para laexposición de los elementos más relevantesde las vidas problemáticas, y la omisión otrosdetalles considerados irrelevantes5. Las vidasde los pobres quedan consignadas mediantepotentes elipsis sobre las que se desarrolla unintenso trabajo de condensación y descontex-tualización de la información.

De esta forma, las narraciones basadas enesas evidencias se constituyen como un ele-

5 Las omisiones son tan significativas como los datos presentes: hay numerosos datos «naturalmente» obviados sobre losusuarios, como sus gustos, aspiraciones, sueños, preferencias culinarias, estéticas, musicales, datos, sin embargo, relevan-tes para otros grupos sociales, en otros contextos sociales.

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mento clave en la configuración de los suje-tos, que deben ser abordados mediante un re-alismo narrativo acorde con las aspiracionesde cientificidad de las disciplinas de la ayudasocial, incorporando criterios organizativosde eficacia y de optimización de esfuerzos.

Detengámonos en el análisis de algunosde los componentes básicos de esas narracio-nes sobre los usuarios: ¿qué sujetos se dibu-jan, cuáles son las características de sus vi-das? y, sobre todo, ¿qué papel juegan esasnarraciones en una intervención social muyconcreta? En primer lugar, nuestra mirada de-be necesariamente abordar las característicasconstitutivas de esas prácticas de codifica-ción para emprender después el estudio de lapuesta en juego de esas mismas narraciones—el sentido práctico de esas codificaciones—en el trabajo cotidiano y ordinario de la insti-tución dedicada a la intervención social.

1.1. Prácticas de codificación

Al principio abordamos el análisis de los dis-positivos empleados para la codificación delos usuarios —y sus problemas— en los tér-minos de la institución. En este tipo de orga-nización de datos sobre los usuarios, el recur-so al realismo y a los términos técnicos eshabitual. Las historias que narran interven-ciones sociales mantienen la estructura de loscódigos de verosimilitud de los informes so-ciales y de las narraciones de evidencia so-cial y que parten de una descripción inicialde los indicios, que da pié a la descripción delas primeras indagaciones y obtención de nue-vos datos con los que se va descubriendo «laverdad» y que, más adelante, permiten el es-tablecimiento de un diagnóstico técnico yprofesional que va a dar lugar y justificar unproceso de intervención, con descripción demomentos, agencias que actúan, tareas y ac-ciones encaminadas a la obtención de resul-tados. Así, la elaboración de los textos profe-sionales sobre los usuarios aspiran a lograrverosimilitud y, para ello, los profesionales

recurren a los esquemas expositivos, a esti-los sumariales, a la profusión de datos y a lasdescripciones aparentemente asépticas, siem-pre atravesadas por un vocabulario técnico,variable según los códigos de legitimación decada momento: abordaje, derivación, empo-deramiento, desestructuración, multiproble-mático, sistema familiar, motivación, autoes-tima, entre otras. Hay que tener en cuenta queel Trabajo Social moderno ha desarrolladobuena parte de sus códigos de verosimilituden base a un movimiento de despersonaliza-ción, distancia y extrañamiento respecto a lossujetos intervenidos. Trataremos, a continua-ción, de ver con detalle algunos aspectos decontenido, en relación a este trabajo de ob-tención y organización de datos.

1.1.1. Problemas y carencias

Una de las principales características de estaselección de datos es su marcado carácter pro-blemático y deficitario. Son no sólo abundan-tes sino necesarias las referencias a las limita-ciones materiales, las carencias, el estadoinseguro de la vivienda, la ausencia de orga-nización doméstica o la ineficacia de ayudassociales precedentes. El déficit, así y en susdiversas declinaciones, es elemento nuclear dela evidencia social para la intervención social.

Estos conjuntos de datos, problemáticos,deficitarios, permiten la elaboración de his-torias sociales con un componente dramáti-co6 que, si se acentúa la irreductibilidad delos problemas —como puede pasar en esashistorias sociales donde se reproducen gene-alógicamente o donde los usuarios acumulanvicios, errores, fatalidades— puede tornarsetrágico; donde la tremenda proporción de losproblemas sociales hace ya impensable el al-cance de soluciones. En el primer caso, la des-cripción de los problemas de un usuario po-nen en marcha los dispositivos institucionalesde ayuda en varias direcciones. En el segun-do caso, se certifican los fracasos en las in-tervenciones sociales con los usuarios, de-

6 Adoptamos ese término como artificio retórico y uno de los géneros literarios que expone narrativas más próximas a la ve-rosimilitud, en contraposición al esquema narrativo de la tragedia. Dramático hace, pues, referencia a una historia con ca-pacidad de conmover, de generar interés y atención.

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sarrollando sofisticadas explicaciones acer-ca del carácter irresoluble de las problemáti-cas (cronicidad, recaídas reiteradas, repro-ducción problemática en los hijos, etc.).

1.1.2. Sin origen social

Mediante una exposición extensiva de difi-cultades y contrariedades, los informes so-ciales pueden llegar a describir panoramasdonde se diluye toda referencia al origen so-cial de los problemas sociales, situaciones an-te las que cabe hacer poco o casi nada, tan só-lo, quizás, tomar las decisiones de tipopaliativo e inmediato: «gestionar la teleasis-tencia», «iniciar procedimiento de tutela». Enprimera instancia, la evidencia social se ex-pone sin referencia a procesos más ampliosni a los marcos sociohistóricos que los pro-ducen. Lo que se exponen son dinámicas pro-blemáticas personales o familiares en las quese incluyen las visitas a las instituciones deayuda social con sus solicitudes y concesión/ denegación de ayudas. La ausencia del aná-lisis social de lo social se añade a los elemen-tos constitutivos de la ayuda institucionaliza-da, en el marco del Trabajo Social moderno,a pesar de los esfuerzos en sentido contrariode muchos profesionales. En segundo térmi-no, otros códigos explicativos vienen a sus-tituir esa ausencia: aquellos que inciden enlas características, capacidades —e incapa-cidades— de los sujetos, y su responsabili-dad respecto a sus condiciones de existencia.

1.1.3. Estáticos

Esos bloques de datos, así como su elabora-ción posterior en los informes sociales, po-nen en evidencia unos usuarios con una es-casa —o nula— transformación, «es una población muy demandante, con pocas ganasde cambio». En todo caso, los cambios pare-cen producirse en elementos marginales pa-ra la problemática global que presentan en losdiagnósticos: «aquí no hacemos interven-ción... por lo menos en mi zona no puedes...es imposible ¿qué haces? Pues tener una bue-na relación con la gente, gestionar el día adía». El procesamiento institucional de datos

se focaliza en la obtención de diagnósticosverosímiles donde los márgenes de transfor-mación de los usuarios son muy reducidos:los usuarios, que no cambian en realidad, nopueden dejar de ser lo que son, constataciónsustentada por el subrayado de problemasacumulados sincrónica y diacrónicamente, supermanencia y la magnitud de los mismos.Esto explica la distinción que se crea entrelos objetivos que se plantean los trabajadoressociales en sus diseños de intervención so-cial, donde se inicia el empleo del lenguajedifuso: «motivar a la joven a una maternidadresponsable», «motivar hacia la búsqueda deempleo»; y, finalmente, los términos en quese establecen las estrategias para la interven-ción, ya muy marginales y distantes del pa-norama presentado en ese diagnóstico inicial:«hacer visitas al domicilio», «coordinacióncon guardería», «entrevistas individuales».

1.1.4. A la deriva, en desventura

En este proceso de estereotipación de las vi-das y problemas de los usuarios de los servi-cios sociales, los datos tienen un uso prácti-co y están disponibles a modo de mosaico deinformaciones descriptivas de situaciones quecomponen el panorama de pobreza, margina-ción o problemática social, sirviendo de ba-se tanto para las narraciones al uso en las reu-niones de casos como para estructurar unescrito en forma de informe social. Constitu-yen un tipo específico de estructura con unpotente efecto sobre el trabajo de los profe-sionales que, antes de cualquier elaboracióntextual, cuentan con la base de un tipo de or-ganización de información que denomino na-rraciones de deriva:

7.9. XXAcude la madre a Servicios Sociales. Des-

cribe mala situación de la vivienda y deman-da ayuda económica para guardería.

29.9. XXLlamada por teléfono a guardería para pe-

dir información sobre menor.

13.10. XXSe realiza visita a domicilio; desorden y

suciedad.

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Primer aviso a la familia sobre la obliga-ción de los Servicios Sociales de informar so-bre situación de menores en riesgo. Entrevis-ta en Servicios Sociales.

Las anotaciones de los seguimientos apa-recen poco conectadas narrativamente y cons-tituyen un mosaico de idas y venidas, éxitosy fracasos, movimientos entre profesionalese instituciones, nuevos problemas, cambiosde domicilio, mejoras, tramitación de ayudas,recomposiciones familiares. De disponibili-dad inmediata, no constituyen una narracióncerrada, sino una aproximación deslavazadade los hechos, donde se producen saltos y la-gunas temporales sin datos, para aparecer denuevo un tiempo después, con nuevas rami-ficaciones problemáticas y sus giros dramá-ticos correspondientes.

La deriva, un ir y venir de sucesos que pa-recen no fijar un rumbo definitivo en las vi-das de pobreza y relegación, constituye un ti-po específico de ordenación, laxa, flexible,del material con el que los profesionales es-tablecen el panorama de infortunio de losusuarios, informaciones breves alineadas enlos tópicos de la necesidad y el mérito, y sucontrario: el demérito (Fassin, 2005), cohe-rentes con el proceso de (de)sentimentaliza-ción del Trabajo Social moderno.

Los tópicos del infortunio con los que tra-bajan los profesionales de la ayuda social, seinscriben en las representaciones de la carasombría y negativa del ser humano, que sitúaen la desgracia algún tipo de relación con laculpabilidad. Aquí, el enemigo principal es-tá en el interior mismo de las personas, queaparece en las narraciones técnicas adquirien-do la forma de una caracterización experta delos usuarios y su entorno familiar inmediato:ausencia de formación, dependencias, degra-dación psíquica y física, enfermedades, vio-lencia, falta de destrezas y habilidades. La co-dificación técnica del déficit se mueve ensentido contrario a las explicaciones nativasde los usuarios, que disponen de explicacio-nes indígenas para los avatares de sus vidas,pero sin ningún interés para los profesiona-les, más allá de ratificar y ampliar sus diag-nósticos expertos. Los usuarios se integraránen un nuevo régimen narrativo en el que ellos

mismos deberán mostrarse, exhibir sus mise-rias y persuadir de la necesidad.

La semántica de estas codificaciones se in-tegra en una perspectiva de trabajo y de una ló-gica profesional, que a su vez activa no sólo lasprácticas de definición de los sujetos sino lamismas tareas de búsqueda de evidencia social—un empeño constante entre los profesiona-les de la ayuda social—. De manera implícita,los usuarios tornan a individuos sospechososen la medida que su merecimiento debe ser per-manentemente evaluado. Como señala Moffat(2001), los usuarios de los servicios sociales,entre otras cosas, transgreden normas de inde-pendencia y autonomía en virtud de su depen-dencia, y deben pues, solicitar la asistencia, lainterrogación y la vigilancia. Estas poblacio-nes dependientes, responsables últimas de susformas de vivir y su situación, requieren serexaminadas y objetivadas de continuo.

Nos interesa destacar cómo finalmenteconforman estas operaciones todo un tipo demirada, una perspectiva cognitiva. Las acti-vidades de definición de los usuarios y de de-limitación y clasificación de los mismos y susproblemas que se llevan a cabo en la institu-ción forman parte de un trabajo de construc-ción de los sujetos de un sistema específicode ayuda social que, como instrumento y par-te de las estrategias de gobierno de los domi-nados, desarrolla un esquema de exposiciónde las personas, de su historia, de sus cuer-pos y de su psique. Estas modalidades narra-tivas son la base de la construcción de histo-rias estereotipadas, una construcción que seefectúa con amplia flexibilidad, disponiblespara integrarse en las prácticas cotidianas delos trabajadores sociales.

Estos esquemas narrativos implican unproceso quirúrgico de fragmentación de lossujetos; otro operativo básico para una polí-tica social de contención, con similitudes conlos procedimientos punitivos. Una parcela-ción necesaria para la gestión institucional desus vidas problemáticas: la recopilación dedatos y la reconstrucción narrativa incluyeuna delimitación y diferenciación de aspec-tos vitales —médicos, comportamentales,morales— para efectuar después una recom-posición realizada a partir del diagnóstico de

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vidas rotas, gentes e historias repartidas entrozos que serán partes de relatos significa-tivos en una lógica institucional.

La recomposición institucional de losusuarios es precedida por el trabajo de frag-mentación en virtud del cual los sujetos que-dan fijados y aislados de sus condiciones so-cio-históricas de existencia. Este trabajo(social) de redefinición de la existencia hu-mana tiene un uso práctico en los contextoscotidianos de la intervención social dado supapel preeminente en los procesos de elabo-ración de diagnóstico, así como en las prác-ticas profesionales de toma de decisiones yorganización del trabajo.

1.2. Codificaciones prácticas

Yo, en primera atención es donde más apren-do, con usuarios, con recursos, las formas de ha-cer las derivaciones... cómo es la entrada, puesahí tú ya seleccionas, que es difícil, yo piensoque es lo más cansado mentalmente de todo loque se hace, porque estás viendo toda la maña-na cosas diferentes y tú tienes que estar ahí conuna agilidad mental enorme para ver qué es lomás adecuado para cada caso ¿no?,

(Trabajadora social)

En segundo término, abordamos el análi-sis de algunos espacios y técnicas donde lascodificaciones de los usuarios, los esquemasnarrativos señalados, se ponen en juego paraunos fines prácticos definidos por la propia ló-gica de la intervención social. Si bien toda co-dificación documental y narrativa es útil parala institución desde el primer momento, el deatención inicial, nos interesa subrayar ahoraaquellas evidencias e informaciones que pa-san a ser de uso corriente en la delimitación dediagnósticos sociales y, sobre todo, en los es-pacios y momentos de toma de decisiones so-bre el proceso de intervención social. Comoveremos, las construcciones narrativas, y suscaracterísticas, conforman un material claveen los procesos de circulación de la informa-ción que despliega la institución de ServiciosSociales (hojas de derivación, coordinacionescon otros profesionales, contraste de datos en-tre trabajadores sociales), así como en los es-cenarios de discusión diagnóstica y toma de

decisiones sobre la intervención social, las reu-niones de casos. Nos detendremos a continua-ción en cada una de estas esferas de acción pa-ra finalizar este apartado con un acercamientodetallado a los operativos en juego cuando setrabaja con narraciones.

1.2.1. Narraciones en circulación

Ya sabéis que ha protagonizado unas cuan-tas fugas, es muy influenciable, sin mucha per-sonalidad y tiene tendencia irse con los malo-tes. La parte positiva es que engancha bastantebien, ... ha ido evolucionando en estos meses,ya no llega tarde por la noche, acude a los ta-lleres de W... En su familia siguen muchas di-ficultades

(Trabajadora social)

Una vez puestas en circulación institucio-nal, las narraciones sobre los usuarios compo-nen un material que, lejos de constituir una his-toria cerrada, dispone un mosaico de datosestructurados, con más sentido que un conjun-to caótico de informaciones y, a la vez, alta-mente flexible y maleable. Así, se activa comoun menú de información relevante, ajustada alos parámetros institucionales, y disponible pa-ra el uso práctico de los profesionales. Las des-cripciones tienen un uso práctico en el proce-so permanente de elaboración de diagnósticosy toma de decisiones. Este trabajo mediado noes inocuo e incluye algunas consecuencias pal-marias que se filtran en las tareas de intercam-bio de información entre profesionales. Cabedestacar algunas de las derivaciones más in-mediatas de esta actividad:

a) Facilita y canaliza la construcción dela proto-narración a partir de una clasifica-ción muy básica y flexible de los documen-tos. Estrictamente, no hay una historia o na-rración elaborada y esta característica permitela reelaboración continua de la narración delcaso, dentro de los márgenes establecidos porlos impresos, informes y otros documentosdisponibles.

b) Se produce un doble salto de caráctermetonímico; por una parte se toma a los pa-peles por la persona —y, en todo caso a su fa-milia. Así, los trabajadores sociales se refe-

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rían a «los IMI» (ingresos mínimos de inte-gración», o indican que tal caso «es un Re-mi»(renta mínima de inserción). Por otra par-te se toman a las «medidas» adoptadas, lasprestaciones gestionadas, por la persona —ysu familia— («tengo una tutela», o que estátrabajando sobre «un caso de maltrato»).

c) Se presenta como instrumento princi-pal de trabajo y en la relación con otros profe-sionales, incluso con aquellos pertenecientesa otras instituciones. Por medio del expedien-te, el usuario queda objetivado en un caso e in-gresa en el circuito de gestión institucional,más allá de los vínculos concretos y particu-lares que establece con uno u otro profesional.

d) Refuerza y reproduce un tipo de aten-ción individualizada, que reduce o evita elanálisis de las condiciones sociales de exis-tencia de los problemas sociales. Esta circuns-tancia dificulta o hasta impide establecer co-nexiones con contextos más amplios, salvopara desarrollar clasificaciones instituciona-les —por ejemplo unificando casos con ayu-das similares, perfiles parecidos o usuariosde un mismo servicio.

e) Por último, es coherente con una lógi-ca cronológica que se materializa en la ela-boración de los diagnósticos de las proble-máticas forzadamente individualizadas y enla organización posterior de las secuencias delo que los trabajadores sociales denominanintervención social

Estas características se ponen en prácticaen escenarios y situaciones concretas: entre-vistas, consultas telefónicas, elaboración dedocumentación o reuniones de trabajo, porponer algunos ejemplos. Nos centraremosahora, precisamente, en esas reuniones entreprofesionales, en tanto en cuanto dispositivode trabajo que condensa buena parte de losusos prácticos y negociaciones que se ponenen marcha con la narraciones en el marco dela intervención social.

1.2.2. Reuniones. Micro-relatos y negocia-ciones para la acción

Las reuniones de trabajo son, entre otras co-sas, situaciones concretas en las que las prác-

ticas documentales y las construcciones na-rrativas sobre los usuarios se erigen en mate-riales de intercambio y de negociación de lospasos que hay que dar en la intervención so-cial. Son los momentos de encuentro entre di-versos profesionales, pautados en mayor omenor grado (con una periodicidad que pue-de variar desde las reuniones anuales hastalas semanales) y mantienen una estrecha re-lación con el proceso documental, en el quese basan y al que nutren con datos, diagnós-ticos, diseños de intervenciones, intercambiode información o análisis de resultados. Poruna parte, en las reuniones se exponen y seactualizan las historias acerca de los usuarios,las narraciones de sus problemas así como lasde las intervenciones sociales, la evidenciasocial. Por otro lado, estos encuentros son, ala vez, espacios privilegiados de negociaciónde versiones sobre las vidas de los usuarios,con implicaciones en los juegos de legitimi-dad de los propios profesionales.

En la situación-reunión, los distintos pro-fesionales aportan los datos, los documentosy los procedimientos que obtienen y ela-boran en los puntos de acceso en los que contactan con los usuarios. Entra en fun-cionamiento el operativo institucional de organización textual y narrativa, de repar-to de tareas, parcelación de la intervenciónsocial por agencias, delimitación y traduc-ción temporal de los procesos de intervenciónsocial.

Estas reuniones tienen un fin instrumental:se hacen para tomar decisiones, para interve-nir en casos; implican un reparto de tareas en-tre los distintos profesionales de la ayuda, decada uno de ellos se espera un tipo de infor-mación dada su posición en el esquema y a ca-da uno le toca un ámbito de actuación, que de-ben justificar su presencia, su relevancia y suutilidad en estos asuntos; contienen una estruc-tura implícita de organización de la informa-ción, algo así como exposición-discusión-con-clusión, entre otras cosas.

Lo que se habla en ellas y cómo se hablaestablece una configuración específica de losdatos de los usuarios. Se imprime una estruc-tura lógica para los profesionales y para la in-tervención social que implementan. Así, una

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reunión convoca a la acción institucional apartir de la codificación práctica de los usua-rios, al menos en tres momentos:

a) En primer lugar, que certifica que la vi-da de la gente es problemática o deficitaria enmayor o menor grado, en un aspecto o en va-rios de su vida, y ahí se introducen los térmi-nos en que se presentan las vidas de los usua-rios en estas reuniones (hay que intervenir).

b) En segundo lugar, se da paso a un pro-ceso de certificación de lo anterior. Se pro-cede a organizar y ordenar las evidencias so-bre las vidas de los usuarios (evidencia parala intervención).

c) Finalmente, se plantea una interven-ción, se produce el diseño de técnicas y tác-ticas de reorganización, que admiten ciertomargen de nitidez y concreción, desde los tér-minos más vagos («seguir trabajando con lafamilia», «citar a la madre») hasta las deci-siones más fijadas: elaborar informe, iniciarlos trámites de una ayuda.

Las reuniones presentan la oportunidadpara actualizar y recrear las representacionessobre los usuarios. Implican un proceso denegociación entre profesionales acerca de loque está pasando y cómo hay que intervenirLos trabajadores sociales inscriben su activi-dad en los esquemas narrativos —exposicióndel orden/caos-discusión y sugerencia de ver-siones-imaginar un escenario desproblema-tizado —total o parcialmente— y conclusióncon toma de decisiones y a la vez producen yreproducen los contenidos de unos discursosde los que van a disponer, a modo de menú orepertorio, a lo largo de todo el proceso de in-tervención social. En todo caso, no se trata deun automatismo, ni tampoco es vivido por losprofesionales como una actividad puramen-te administrativa y protocolaria. La discusiónde casos está cargada de categorías técnicasinstitucionales pertinentes, pero también decategorías de uso de los profesionales que re-miten a las características específicas del con-texto en que trabajan. No obstante, aquí no seagota el espacio discursivo de intercambio deideas, acuerdos negociados y configuraciónde la intervención social.

1.2.3. Trabajar con narraciones

Como vemos, las historias que describen a losusuarios son oportunas en cualquiera de losdispositivos de trabajo cotidiano: reuniones,coordinaciones, trabajo documental. Su ex-tensividad es proporcional a la capacidad quetienen de fijar la evidencia social de un modoinstitucionalmente pertinente y coherente. Da-do que este proceso no puede ser fijado de unavez para siempre (las vidas de los usuariostienden a la casuística, la institución está li-mitada a sus dispositivos de atención y de ayu-da), se hace necesario un proceso de negocia-ción permanente de versiones y diagnósticos.Merece la pena, finalmente, detenernos en losdetalles constitutivos más inmediatos de esastransacciones para la acción que se desplie-gan en estos encuentros. Si tomamos como re-ferencia un modelo de sistematización de es-tas reuniones, podemos distinguir varios pasosen el proceso de puesta en juego de las narra-ciones sobre los usuarios y los consecuentesprocesos de negociación acerca de los diag-nósticos y, sobre todo, las derivas que debe to-mar la propia intervención social. Partiremosdel ejemplo de una reunión-tipo que implicaa los profesionales con casos de menores y susfamilias, un procedimiento que contiene, almenos, las siguientes fases:

a) En primer lugar, la persona que coordi-na la reunión hace una lectura de los datos quese tienen sobre el caso —edad, nombre, fami-lia, centro escolar— y los acuerdos de las reu-niones anteriores. Aquí también pueden parti-cipar otros trabajadores sociales que aportanlos datos que obtienen desde sus espacios detrabajo —el maestro en la escuela, el profesio-nal del centro de salud en el aspecto sanitario,un monitor en las actividades de ocio.

b) A continuación, los miembros presen-tes aportan los datos nuevos significativos so-bre el caso, obtenidos a partir de su experien-cia directa con la persona —el menor y sufamilia: se describen los sucesos familiares,experiencias de las actividades en las que par-ticipa, se cuentan anécdotas, se hacen des-cripciones psicológicas y se incluyen valora-ciones sobre el carácter y comportamiento.

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c) Después, en una transición no clara-mente definida, se comienza a delimitar elnúcleo problemático de mayor importancia -«ha empezado a fumar porros», «ya no vie-ne por el local». Este diagnóstico identificalas principales dificultades, mientras conti-núan las narraciones de anécdotas, descrip-ciones y se aportan incluso nuevos datos. Es-ta fase es la que lleva más tiempo en toda lareunión y se desarrolla en un contexto de diá-logos no necesariamente pautados. Una vezacordado el diagnóstico —siempre es nece-sario llegar a este punto de acuerdo— éste sir-ve de esquema sobre el que diseñar las actua-ciones y reparto de tareas.

d) Se sigue con el establecimiento de pau-tas acerca de los que se debe y se puede ha-cer: «continuar con el programa», «ofrecerapoyo escolar», «hablar con la madre y laabuela», pautas que se completan con el in-tercambio de información del diagnóstico; enesta fase, se explicita lo que ya hace cada ins-titución y las tareas de cada profesional y tam-bién lo que se podría hacer a partir de ahora;

e) Hacia el final de la reunión —que pue-de tener varios avances y retrocesos—, se per-fila la toma de decisiones, una especie deacuerdo final sobre el caso. Si se trata de uncaso «complicado», la fase intermedia pue-de durar mucho y dar lugar a acaloradas dis-cusiones. La reunión concluye con algúnacuerdo sobre lo que hay que hacer y se dis-tribuyen entre los profesionales las tareas quedeben realizar desde sus respectivos espaciosde trabajo. Finalmente, se explicitan pregun-tas y dudas, se establecen orientaciones prác-ticas para el trabajo, se reparten tareas y secierra la discusión recopilando los acuerdosy estableciendo un calendario de revisión.

Es en este marco donde los profesionalesnegocian las versiones de la realidad a partirde sus experiencias de los contactos directos,y a sus posiciones en el orden institucional,teniendo en cuenta los operativos y activida-des que tienen que desplegar a lo largo de larelación con los usuarios en el proceso de in-tervención social. La reestructuración de lasnarraciones se sigue desde los operativos defocalización de la evidencia social, la frag-

mentación de las vidas de los usuarios y elposterior trabajo de identificación y explica-ción de las áreas problemáticas de sus vidas.Esta reconstrucción se hace en base a la pro-pia lógica de la institución que tiene que exa-minar y decidir, en un marco limitado de po-sibilidades, qué hacer con esas personas. Lascaracterísticas narrativas analizadas —indi-vidualización, fragmentación, ambivalen-cia— conforman un sentido práctico; se ponen en juego en el trabajo cotidiano de ne-gociación de versiones para la necesidad per-manente de disponer de diagnósticos sobrelos usuarios, naturalizando así las distintasmaneras, institucionales, de ver y entender alos usuarios de los servicios sociales.

2. Ideas finales

En este examen de los dispositivos de codifi-cación de los usuarios en términos institucio-nales hemos puesto en relieve la importanciade los códigos de verosimilitud propios, asícomo sus principales componentes. Éstostienden a configurar sujetos asociados a pro-blemas y carencias, de-socializados e instala-dos, de manera crónica, en circuitos vitales dederiva. Por otra parte las técnicas de codifica-ción de los usuarios y los esquemas narrati-vos que generan, se ponen en juego en la ló-gica práctica inserta en la intervención social.Estas construcciones narrativas sirven comoobjeto de uso en los procesos institucionalesde circulación de información, discusión diag-nóstica y toma de decisiones en ese marco deintervención social. Aquí hemos podido mos-trar su utilidad, la lógica práctica en esos es-cenarios profesionales de negociación y detransacciones para la acción técnica.

En definitiva, hemos intentado poner enrelieve algunas características que definen lacodificación institucional de los individuosen las agencias de ayuda social. Lo hemos he-cho porque nos parece que tienen una rela-ción directa con la manera de categorizar, en-tender y abordar las problemáticas sociales.Una forma específica de tratamiento de laspoblaciones relegadas y dominadas, sobre lascuales no sólo se aplican dispositivos explí-

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citos de control, reconducción y castigo, si-no todo un trabajo denominativo y concep-tual que, desde su polivalencia, tiene unosusos y consecuencias prácticas en diversasesferas de la vida social, incluida la relativaa la ayuda social institucionalizada.

Nuestro interés, pues, por estos micropro-cesos no obedece a un capricho por los deta-lles ni a un «escoramiento» huidizo hacia loshechos cotidianos y aparentemente insigni-ficantes. Al contrario, mantenemos la alta re-levancia que tiene desarrollar una mirada quearticula las descripciones de los sujetos ais-lados del contexto social e histórico que pro-duce sus circunstancias vitales con un régi-men de verdad específ ico que legitima laintervención social. En realidad, nos aventu-ramos a sostener que todo análisis crítico delas políticas y prácticas de reproducción delas diferencias sociales requieren, en algúnmomento, de este tipo de análisis.

Derivado de ello, nos hemos encontradocon otro efecto que merece la pena tener encuenta y tiene que ver con el carácter cons-tructivo de estas categorías y formas de es-tructurar la mirada y la evidencia social. Laacotación de poblaciones problemáticas, sudefinición en torno al déficit, la desconexióncon los referentes socio-históricos y la elabo-ración permanente de dispositivos prácticos,narraciones, para la intervención social nocomportan necesariamente un trabajo reac-tivo o de carácter negativo. Junto a los dis-positivos más duros de contención y las fórmulas más obvias de abandono de las po-blaciones relegadas, se construyen cotidiana-mente dispositivos de reconducción de esaspoblaciones que proponen nuevos itinerarios,miradas que diagnostican y definen proble-mas, categorías que proponen metas. En rea-lidad este trabajo se inscribe en las dinámi-cas planteadas por las políticas sociales encurso, que contienen una teoría específica so-bre lo social. La peculiar codificación insti-tucional de los sujetos que hemos dibujadoaquí, así como los dispositivos cotidianos enlos que se pone en práctica se inscriben enuna idea de la exclusión social (Parajuá,2010) que anuncia también una idea sobre lasociedad en la que vivimos. Las teorías so-

ciales que justifican un trabajo de tratamien-to de las poblaciones en exclusión, definen aéstas últimas en base a su incapacidad por su-marse al avance de la «sociedad del conoci-miento» (Comisión de las Comunidades Eu-ropeas, 2000), carentes de las competenciasnecesarias para seguir el curso imparable delas variables condiciones productivas. Inca-paces e incompetentes, el foco de trabajo es-pecífico sobre estas gentes se individualiza,se torna en proyectos personales e ignora lasdinámicas de reproducción social de la po-breza.

Finalmente, merece la pena explicitar otracuestión derivada de esta propuesta y que co-necta con las serias dificultades que el Tra-bajo Social, y en general las profesiones delo social, tiene a la hora de abordar de mane-ra crítica sus propias prácticas y referentes te-óricos. Las conclusiones del párrafo anterioren parte explican esta dificultad, dado el ca-rácter constructivo y propositivo de los nue-vos conceptos y técnicas con las que estasprofesiones se han ido dotando. Pero sólo enparte. Podríamos apuntar también algunas ca-racterísticas particulares de la implantacióndel sistema de Servicios Sociales en España,sistema tempranamente mixto, incompleto,con periódicas derivas hacia escenarios ins-titucionales competitivos que dificultan eldesarrollo de crítica y de prácticas divergen-tes. A ello habría que añadir la tendencia aobviar el estudio de los microprocesos coti-dianos de la intervención social, los términosde la relación, sus ambigüedades, dificulta-des y malestares, forzados a ser irrelevantesy desconectados de los marcos contextualesmás amplios. Quizá aun nos mantenemos per-suadidos por las explicaciones y análisis quese producen al interior mismo del campo dela ayuda social, repletos de esquemas y de-nominaciones técnicas y humanistas, que re-lacionan una mejor intervención social conmejoras técnicas o el aumento de los recur-sos, la vocación o la formación de los profe-sionales, y que tienden a desplazar la críticahacia el terreno de los debates morales, rein-terpretándola como un cuestionamiento de lainclusión de los excluidos, o una renuncia a«poder cambiar las cosas». Unas retóricas que

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Parajuá Navarrete, D. Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 301-313 313

acaso también apuntalan las reticencias paraafrontar una comparación de los dispositivosde la asistencia social en curso con aquellosde los que aparentemente trata de distanciar-se, como son los desarrollados por las agen-

cias de encierro, disciplinamiento y castigode los pobres. Ahí queda planteada una agen-da bastante densa de tareas y posibilidades de investigación que provoquen alguna frac-tura.

3. Referencias bibliográficas

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lona: Gedisa.

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Efectos desintegradores de las políticas de integración: la Renta de Inclusión Social en Navarra1

Rubén Lasheras Ruiz2; Edurne Jabat Torres3; Madalena d’Oliveira-Martins4; Ignacio Sánchez de la Yncera5

Recibido: 29 de noviembre de 2016 / Aceptado: 25 de mayo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. Este trabajo averigua y explica cómo personas en riesgo de exclusión social, perceptoras de la Rentade Inclusión Social (RIS) en Navarra no solo reciben un ingreso económico sino también recursos simbólicos (in-teriorizados y reproducidos) que, frecuentemente, carecen de la dimensión integradora e inclusiva para la que es-tá constituido el recurso. Lo originó la solicitud de la Dirección General de Inclusión y Protección Social del De-partamento de Derechos Sociales del Gobierno de Navarra para llevar a cabo un diagnóstico y recabar propuestasincorporables al proceso de modificación de la RIS procedentes de un grupo tradicionalmente excluido de pro-cesos deliberativos.Entre los resultados se identifican discursos tendentes a la responsabilización individual por las situaciones devulnerabilidad, a exigir a los servicios sociales mayor control sobre el propio endogrupo —asumiendo el deberde auto-control—, o a reclamar el impulso del emprendimiento como vía de acceso al mercado laboral. Se ana-liza también la dimensión emocional presente en el acceso a estos recursos, con emociones especialmente recu-rrentes, como la vergüenza o la culpa, vinculadas con la interiorización de juicios responsabilizadores. Resultatambién patente una tensa disonancia entre los sentimientos de compasión, empatía y solidaridad hacia las otraspersonas usuarias, y los de hostilidad y suspicacia que emergen hacia ellas al tomarlas como competidoras riva-les por los recursos sociales.Palabras clave: vulnerabilidad; política social; ingresos mínimos; efectos desintegradores; emociones.

[en] Disintegrating effects of integration policies: Social Inclusion Income(Renta de Inclusión Social) in Navarra

Abstract. This work considers and explains how persons at risk of social exclusion who are receiving SocialInclusion Income (Renta de Inclusión Social or RIS) in Navarra do not only receive financial income, but alsosymbolic resources (internalized and reproduced), which frequently lack the integrative and inclusive dimensionfor which the resource has been created. It emerged from a request from the General Directorate for Social Inclusionand Protection of the Department of Social Rights for the Government of Navarra to conduct a diagnosis anddevelop proposals to be incorporated into the RIS modification process (from a group traditionally excluded fromdeliberative processes).Among the outcomes is an identification of discourses favouring individual responsibilization for situations ofvulnerability, demanding greater control from social services over the endogroup —assuming the duty of self-control— and seeking to push entrepreneurship as a means of access to the labour market. Also analysed are the

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54579

1 Trabajo enmarcado entre las actividades del proyecto nacional CSO 2014-51901-P «Políticas de inclusión en las CC AA. Ubicación enel contexto europeo y respuesta a las nuevas situaciones»

2 Universidad Pública de Navarra / Nafarroako Unibertsitate Publikoa, Españ[email protected]

3 Universidad Pública de Navarra / Nafarroako Unibertsitate Publikoa, Españ[email protected]

4 Universidad Pública de Navarra / Nafarroako Unibertsitate Publikoa, Españ[email protected]

5 Universidad Pública de Navarra / Nafarroako Unibertsitate Publikoa, Españ[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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1. Introducción con un ejercicio proposi-tivo

Este trabajo resulta del encargo de la Direc-ción General de Inclusión y Protección So-cial del Departamento de Derechos Socialesdel Gobierno de Navarra para incorporar pro-puestas y reflexiones de personas percepto-ras de ingresos mínimos al proceso de modi-ficación de la Renta de Inclusión Social (enadelante, RIS). En este ejercicio se identifi-có una paradójica y significada presencia dediscursos y lógicas no integradoras vincula-das a políticas con vocación integradora. Es-ta idea vertebra los apartados siguientes:

1.1. Estado de bienestar, mercado laboraly políticas sociales

Nuestro contexto no se entiende sin el «Es-tado del bienestar», un referente de la aspi-ración a una «seguridad» básica en lo social.La llamada «ciudadanía laboral», clave delEstado del bienestar, marcó una época sin-gular en una larga historia de contrastes res-pecto al valor/trabajo (Alonso, 2003; Alon-so y Fernández, 2013). Durante siglos eltrabajo fue un estigma o signo de una «per-tenencia a lo elemental, a lo productivo y alo reproductivo del mundo», que incluso pro-vocaba «la exclusión de aquellos que en éldebían encontrar su modo de vida» (Mosco-so, 2003, p. 16). Como «medida de todas lascosas» (idem) y salvoconducto de ciudada-nía (derechos y deberes), el trabajo se volvióluego el eje del orden social: articulaba iden-tidades, distribuía roles y asignaba estatus;

era la clave del reconocimiento y de la acep-tación (Honneth, 1997; Habermas, 1999).Todo el prestigio axiológico del «individua-lismo institucionalizado» (Parsons, 1962,1968) reposaba sobre la situación laboral yel derecho al trabajo. Conviene describir co-mo «laborismo» esa imperiosa centralidaddel trabajo que se revuelve —centrífuga,marginadora y excluyente— contra las per-sonas sin empleo:

El trabajo estructura básicamente nuestrasociedad, esto es, es el mecanismo fundamen-tal de integración de lo micro en lo macro y,por tanto, proporciona la argamasa de la soli-daridad social. Y quien no tiene trabajo —porsí o vicariamente, porque es dependiente o por-que tiene unos medios que significan trabajocapitalizado privadamente o por el Estado—no es realmente miembro pleno de nuestra so-ciedad (Pérez-Agote, Tejerina y Barañano,2010, pp. 18-19).

Pero su protagonismo empezó a cuestio-narse hablándose de una «crisis del trabajo»,no solo en su condición de recurso escaso si-no en la de eje articulador de identidades ydel reconocimiento (Alonso, 2003; Mosco-so, 2003). Motivos diversos, agravados conla crisis socioeconómica, acentúan una vul-nerabilidad masiva, característica de las so-ciedades postindustriales: la vulnerabilidady sus riesgos se ciernen —como realidadesprobables y cercanas— sobre un cuerpo so-cial creciente (Castel, 1997).

Estos riesgos son los que las políticas so-ciales enfrentan. Nos centraremos primero enlas políticas de activación. Aunque originaria-mente la activación no consideraba los gru-

emotional elements present in access to these resources, including the particularly recurrent emotions of shameand guilt, which are linked to the internalization of responsibility-oriented judgments. There is also a clear andtense dissonance between feelings of compassion, empathy and solidarity for other users and those of hostilityand suspicion that emerge toward such users due to perceiving them as rival competitors for social resources.Keywords: vulnerability; social policy; minimum incomes; disintegrating effects; emotions.

Sumario: 1. Introducción con un ejercicio propositivo. 2. Metodología: grupos focales con personas per-ceptoras de la Renta de Inclusión Social. 3. Resultados: de la buscada integración a las inesperadas lógicas des-integradoras. 4. Conclusiones. 5. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Lasheras Ruiz, R.; Jabat Torres, E.; d’Oliveira-Martins, M. & Sánchez de la Yncera, I. (2017) Efec-tos desintegradores de las políticas de integración: la Renta de Inclusión Social en Navarra, en Cuad. trab. soc.30(2), 315-327.

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pos más alejados del mercado laboral, la cri-sis de los ochenta hizo que los países europe-os apostaran por estas políticas. En los noven-ta, al disminuir el desempleo, se imponencontrapartidas laborales para cobrar presta-ciones (Pérez Eransus, 2005, p. 309). Es unsalto cualitativo, desde una concepción incon-dicional de los derechos a unos derechos con-dicionados y vinculados principalmente a laincorporación al empleo. Esta estrategia se haidentificado con dos objetivos. En países so-cialdemócratas, la activación respondería auna apuesta rehabilitadora o integradora porla vía del empleo, tomada como clave frentea la exclusión social. Otros países la desplie-gan con una lógica disuasoria contra el «ries-go de cronicidad» en la zona de asistencia: seaspiraría a reducir el gasto social y a promo-ver la aceptación de trabajos precarios (PérezEransus, 2005; Torre, 2014). Esta última es lalógica que se distingue en sistemas de garan-tías de ingresos mínimos, donde se encuadrala Renta de Inclusión Social.

1.2. Garantía de ingresos mínimos y crisis

Por garantía de mínimos entendemos el con-junto de prestaciones que suministran un ingreso mínimo condicionado a la compro-bación de insuficiencia de recursos o protec-ción. Estas prestaciones, fundamentales en lalucha contra la pobreza, evidencian su capa-cidad integradora y protectora como «últimared» (Ayala, 2000; Moreno, 2002; Arriba yPérez, 2007; Arriba y Guinea, 2008; Rodrí-guez Cabrero, 2009).

Sin embargo, el impacto de la crisis haprovocado un empeoramiento de las condi-ciones de vida y una fragilidad del sistema deprotección, acentuando su carácter incomple-to e insuficiente (Laparra y Ayala, 2009; La-parra y Pérez, 2012; Fernández, 2013; Lapa-rra, 2013). Esta realidad es constatabletambién en el territorio navarro (Lasheras yMartínez Virto, 2013; Martínez Virto y PérezEransus, 2015; Lasheras, 2015).

La Renta de Inclusión Social —actual-mente Renta Garantizada— tenía entre susobjetivos asegurar la cobertura de las necesi-dades básicas. Durante la crisis, el acceso y

la permanencia en el programa se vieron fuer-temente endurecidos (incremento del tiempode empadronamiento necesario, énfasis en labúsqueda activa de empleo, etc.) extendién-dose una gran presión y control que los y laspropias profesionales subrayaron. Salvo ex-cepciones (Sáez, 2014), son escasos los aná-lisis de los efectos en las personas percepto-ras y, en concreto, la emergencia de discursosy lógicas desintegradoras.

1.3. La responsabilización individual fren-te a los riesgos del mercado

«No existe la sociedad, solamente los indivi-duos y sus familias». Las palabras de Marga-ret Thatcher simbolizan crudas realidades quenuestro objeto de estudio entraña. La natura-lización del mercado como distribuidor, com-binada con cierta exaltación de la libertad (lade tomar decisiones racionales) arroja sobrelas personas la responsabilidad de solucionarlos problemas, minimizando la del Estado(Arnal et al., 2013). El influjo entre acciónciudadana y políticas públicas es evidente:los problemas sociales se tornan «asuntos per-sonales».

Tal lógica la refuerza el presente escena-rio: la universalización de la culpa endosa lagénesis y el desarrollo de la crisis al conjun-to de la ciudadanía (Zurdo y López de la Nie-ta, 2013); las ideas del compromiso indivi-dual y la de su ausencia protagonizan lasexplicaciones del endeudamiento, del aliviode la pobreza o de la [in]capacidad de conse-guir empleo (Arnal et al., 2013).

Habíamos aprendido a vivir en un régimende aseguramiento («seguridad social») paralas vidas personales de responsabilidad colec-tiva. Pero vivimos una coyuntura donde la(buena) organización de lo social va en direc-ción contraria: las personas son «responsa-bles» de asegurarse la vida con el sudor de suesfuerzo privativo. Lo personal —ámbito debienestar y conflicto— se resiste al tratamien-to colectivo que le corresponde por cuantosiempre viene atravesado por condiciona-mientos estructurales —es, de hecho, insepa-rable de ese «interior único» de los vínculosrelacionales de su socialidad (Winnicott,

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1972)—: sus tensiones y ambivalencias se tra-tan, en cambio, como solo subjetivas, redu-ciéndolas al coto individual: cosa de cada uno.

1.3. Criminalización y competencia porrecursos escasos

Junto a la responsabilización individual cre-cen discursos (y prácticas) enmarcados en laesfera de la criminalización y la competenciapor recursos que dibujan el efecto de la cri-sis en la polarización de lo social en dos di-recciones principales: las personas que hansufrido un descenso social y las que biográ-ficamente ocupan posiciones vulnerables.

La creciente vulnerabilidad (en un marcode recursos limitados) recategoriza el espa-cio de la pobreza e impulsa la competenciaen dos sentidos. Primeramente, porque al noproblematizarse la desigual distribución delos recursos se obstaculiza la objetivación es-tructural de las desigualdades. Y luego, por-que al confinarse la escasez en capas socia-les concretas, éstas adoptan lógicas decompetencia interna: la insuficiencia de re-cursos (laborales, asistenciales, etc.) engen-dra pugnas que convierten a grupos enterosen chivos expiatorios, amenazando la cohe-sión social (Lasheras, 2015). Como veremos,el resultado es que la propia definición de laintervención social se sitúa en riesgo.

El escenario estigmatiza, por un lado, apersonas pobres (catalogadas como «las desiempre») que ya antes de la crisis «vivían delos subsidios públicos» y/o de «actividadesmoralmente inaceptables». Por el otro, defi-ne personas (históricamente situadas «a sal-vo» de los efectos de la pobreza) ahora dam-nificadas pero susceptibles de reintegrarse.Este grupo representa la «nueva pobreza», yse distingue generalmente como el merece-dor de asistencia pública. De esta manera, aaquellas personas que ya ocupaban ese espa-cio, cargadas de atribuciones negativas (pro-motoras del fraude, escasas de voluntad, pre-dispuestas a la delincuencia, etc.) se lasdefine ahora como «casos perdidos» y vencuestionada la legitimidad de su acceso a la protección. Es decir: son doblemente ex-cluidas.

Se establece una dicotomía entre «buenospobres» y «malos pobres» (Sales, 2014) queilustra la nueva desigualdad: el tránsito de ladesigualdad intergrupal (correspondiente acategorías sociales diferenciadas en las gran-des morfologías colectivas) a la desigualdaden el seno de los grupos (Torres López yMontero, 2004).

La perduración de la crisis y la austeridadincrementa los discursos antagónicos y, co-mo advierte este texto, afecta al propio des-arrollo de las políticas públicas.

2. Metodología:grupos focales con personasperceptoras de Renta de Inclusión Social

La técnica cualitativa seleccionada fue el«grupo focal», un procedimiento idóneo pa-ra comprender las vivencias de personas concaracterísticas similares y propiciar la reco-gida de propuestas (Prieto y March, 2002).

La muestra estructura las característicasprincipales del colectivo de personas percep-toras a través de diferentes variables presen-tes en la suma de los grupos realizados (Cua-dro 1).

El muestreo sistemático e intencional bus-caba recoger suficiente heterogeneidad de si-tuaciones altamente significativas dentro deun marco común homogéneo. Para ello sedesarrollaron tres grupos. Uno en el espaciourbano: Iruña/Pamplona (GP). Y dos en el rural: Tudela/Tutera (GT) y Lizarra/Estella(GE) (Tabla 1).

3. Resultados: de la buscada integracióna las inesperadas lógicas desintegradoras

3.1. La búsqueda de integración

Aunque este análisis centra la atención en laemergencia de lógicas desintegradoras, es in-dudable que la capacidad integradora tam-bién protagoniza los discursos:

A- (...) Seguir haciendo la misma vida so-cial. Yo, pues el poder salir, yo qué sé, a tomarun café con las amistades, con las amigas, quesigas en el mismo círculo. A un nivel decente,

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Cuadro 1. Variables de la muestra estructural

Edad 18-2425-4445-55Mayor de 55

Sexo FemeninoMasculino

Origen Extranjero (atendiendo distintas nacionalidades)Etnia gitanaAutóctonos/as

Tiempo Corta duraciónMedia-larga duraciónMuy larga duración

Fase Reciente incorporaciónRiesgo de finalización

Interrupción TrabajoSalida al extranjeroOtros motivos

Retrasos CortoLargo

Situación administrativa Sin papelesNacionalizado o doble nacionalidadPermiso permanentePermisos temporales

Convivencia en el hogar NuclearExtensaMonoparental-monomarentalUnipersonalesVarias unidades familiares en el hogar (único perceptor)Varias unidades familiares en el hogar (varios perceptores)

Activismo social/político SíNo

Complementos Otras prestaciones (pensiones, etc.)Empleo intermitenteEmpleo relativamente estableEmpleo en economía sumergidaSubsidios desempleoOtras realidades

Fuente: Elaboración propia.

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¿no? Emocionalmente la ayuda, pues, te man-tiene de eso.

R- Sí, que no te quedes excluido.A- Que, si no fuera por la ayuda, bueno,

pues igual dices, pues te apartas, te vas apar-tando poco a poco...

(...)A- Mantenerte en contacto con..., con la

gente.R- Con la sociedad (GE).

Es preciso señalar que este hecho no siem-pre se corresponde con un abandono real delas situaciones objetivas de vulnerabilidad.Además, destaca la emergencia de la deno-minada «pobreza agraciada», entendida co-mo el peligro de infraestimar necesidades an-te la extensión de carencias extremas quegeneran empatía, incluso, en personas congrandes escaseces.

Estoy muy agradecida, porque, si no, no séqué sería de mi vida (GP).

Estas autoevaluaciones relativamente sa-tisfactorias en escenarios de gran escasez re-sultan generalmente de lógicas comparativasque toman la peor de las situaciones posiblescomo referente: «Hay gente peor, que nece-sitan más» (GP). Esta interiorización provo-ca que el propio recurso (la RIS) emerja co-mo objeto de priorización:

Lamentablemente ella tiene una situaciónmuy grave, que probablemente será continua,pero, los que podemos, tenemos que salir lomás rápido posible para que otros puedan be-neficiarse de esos programas (GP).

Yo me voy a quitar, porque esa ayuda es pa-ra la gente que necesita (GT).

Esa dialéctica de priorización ligada aldispositivo hace patente la necesaria «gestiónemocional» (Hochschild, 2011) en situacio-nes de escasez. Si, por un lado, estas perso-nas se sienten agradecidas por recibir el re-curso, identif ican otros casos —aún másextremos— donde la ayuda es prioritaria. Esdecir, se ponen en un segundo plano respec-to a sus «pares», pero con un constante es-fuerzo por demostrar el propio merecimien-to que deriva de la competencia por losrecursos: nunca se puede terminar de señalara alguien que esté peor, aunque tal identifi-cación no excluye la necesidad propia. Con-viene señalar que los grupos focales propi-cian un espacio «artif icial» con normaspropias, que en la dimensión emocional tam-bién se verifica a través de las reglas de lossentimientos6 que campan en estos escena-rios (Hochschild, 2011).

La situación de competitividad por los re-cursos escasos puede dar lugar a una natura-lización de la vulnerabilidad extendida —que

Tabla 1. Fechas de desarrollo y participantes

Tudela/Tutera Pamplona/Iruñea Estrella/Lizarra

Fecha 16/12/2015 17/12/2015 18/12/2015Participantes 10 8 8

Fuente: Elaboración propia.

6 Como explica Hochschild, «las reglas del sentimiento definen lo que imaginamos que deberíamos y no deberíamos sentir,y lo que nos gustaría sentir en una gama de circunstancias: muestran cómo juzgamos el sentimiento» (2011, p. 121). En elcaso de los escenarios de grupo es posible que los perceptores de la RIS anticipen o definan qué emociones se pueden/de-ben sentir en el contexto. Si, por ejemplo, tienen sentimientos contradictorios —rabia, porque creen que la ayuda no llegapara sobrevivir y, a la vez, gratitud, porque saben que hay personas en situaciones peores o que no reciben ninguna ayuda—es posible que, dadas las circunstancias, decidan que deben sentirse agradecidos, haciendo la gestión emocional de supri-mir cierta rabia, por ejemplo, a través de recursos discursivos como la comparación (p. ej., «Al- O sea, lo mismo otra per-sona que si tiene una minusvalía reconocida, no va a poder trabajar. Esa persona sí que tendría que tener»). Ahora bien, enestos escenarios de grupo también rigen las reglas de expresión y de encuadre. Conviene distinguirlas para percibir la com-plejidad inherente a estas situaciones: las reglas de los sentimientos «difieren de las reglas de expresión en el hecho de queuna regla de los sentimientos gobierna nuestra manera de sentir, mientras que una regla de la expresión gobierna la mane-ra en que expresamos el sentimiento. Podemos pensar las reglas del sentimiento como la parte inferior de las reglas de en-cuadre (las reglas que gobiernan nuestra forma de ver las situaciones)» (ídem).

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no es cuestionada— y, a su vez, se identificacon un supuesto escenario de integración. Esel paradójico combinado que encuadra estetrabajo: los posibles efectos desintegradoresde políticas sociales como la RIS.

3.2. Proliferación de efectos desintegra-dores

Existen dos dimensiones principales del po-sible impulso desintegrador de la RIS. En pri-mer término, atendiendo a la dimensión ma-terial, aquellas insuficiencias que impidenidentificarla como netamente integradora; esdecir, los efectos nocivos sobre las propiascondiciones de vida de los hogares que reci-ben la Renta de Inclusión Social que contri-buyen a la permanencia en los escenarios deescasez. En segundo lugar, como eje verte-brador del texto, las lógicas culpabilizadoras,criminalizadoras y de competencia por recur-sos escasos.

3.2.1. Insuficiencias ligadas a la Renta de In-clusión Social y los efectos concatenados

Este espacio inicial no cuestiona tanto la po-lítica como la insuficiente dotación de recur-sos que la lastra.

Las carencias económicas son medularesen las situaciones vulnerables, motivo directodel despliegue de políticas sociales (como laRenta de Inclusión Social) cuyo objetivo es laintegración mediante el acceso a unos ingre-sos mínimos. Una de las principales evidenciases, precisamente, la frecuente insuficiencia dela Renta de Inclusión Social, que contribuye aextender varios efectos desintegradores.

Primeramente, dado que los recursos eco-nómicos constituyen la base para el acceso aotros ámbitos (residencial, sanitario, etc.), sulimitación desencadena privaciones. Repa-rando en la condición acumulativa de los pro-cesos de exclusión, los discursos evidencianesta lógica de impactos concatenados (Las-heras y Martínez Virto, 2013) que agrava lassituaciones de escasez:

He perdido mis relaciones sociales (...)porque ya no puedo salir a tomarme un pote,¿entiendes? Y me cojo el viernes, me pillo una

botella de vino a un euro, ahí en el supermer-cado, y ahí, guapamente, me veo una peli. Ydigo yo, ¡mira un euro cómo cunde! O sea, lanoche que me estoy pegando aquí, y contenta,encima (GE).

Todo se retroalimenta. (...) Cuando estásdesanimado te cuesta más encontrar... Comoyo, claro, decía: ¿cómo voy a encontrar traba-jo con esta cara? Yo me miraba al espejo a lamañana y decía: no voy a encontrar trabajo conesta cara. Tengo que conseguir cambiar. Al fi-nal, me apunté a terapia individual, de grupo,lo otro, y decía: ¡tengo que cambiar esta cara!O sea, no puedo ir con esta cara (GE).

En casos graves, la insuficiencia de ingre-sos, además de multiplicar impactos, fractu-ra unidades familiares:

A- Yo tuve que mandar... Yo a mi hija lamandé.

B- La mandaste de vuelta a tu país.A- Sí. Porque, ¿qué hago aquí? Y porque

yo no la hago pasar hambre aquí. Paso ham-bre yo. Ella no (GE).

La descendencia aparece recurrentemen-te como motivo tensionador de las vivencias.Por un lado, estar necesitado de ayuda y pro-tección es un símbolo del fracaso individualo de una insuficiente interiorización de la cul-tura del esfuerzo y la superación personal:«los pobres no podemos tener orgullo» (GE).Sin embargo, ese desasosegante sentimientode estar en deuda por recibir esta prestaciónparece aliviarse, en cierto modo —al menosen el nivel discursivo—, para quien tiene hi-jos o hijas. Demandar ayuda resulta más le-gítimo, más aceptable, y dignificante inclu-so, si es por el bienestar de los y las menores.

La presencia de hijos e hijas también parece jugar un papel importante en la distri-bución de recursos: las personas que no lostienen legitiman con mayor facilidad la prio-ridad de la ayuda hacia aquellas personas quelos tienen, o que la cuantía sea mayor en esoscasos —muchas veces, con un discurso demera distribución desigual en función de lacuantía y no de las realidades de cada fami-lia—, pero siempre que esto no sea a costa deuna merma de los recursos propios.

Además de tener que lidiar con la respon-sabilización individual por sus situaciones, la

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responsabilidad sobre el sufrimiento o bien-estar de hijos e hijas se vuelve fuente de an-gustia y de culpa. Cabría considerar aquí elpapel de la interiorización de los ideales degénero y, especialmente, el de las represen-taciones normativas de la maternidad. Si engeneral predomina la necesidad de justificarsus decisiones pasadas y sus trayectorias —es decir, de legitimarlas y de mostrar lo ra-zonable de sus acciones, como si tuvieran queluchar contra la sospecha de ser problemáti-cos o negligentes—, la aparición de la des-cendencia hace que esta lógica se vuelva es-pecialmente sibilina.

Al elaborar el relato sobre la propia vida,frecuentemente la interpretación de las accio-nes pasadas se construye en torno a lo que seconsideró lo mejor, y suele hacerse de una for-ma mucho más coherente y causal de lo quefue. En los grupos, las madres a menudo se re-ferían a lo que habían considerado mejor paraellas y su descendencia: no aceptar un trabajoa cualquier precio que les obligara a limitar sucompañía, ni cambiar de lugar de residenciaen busca de trabajo y privarles así de un entor-no fijo; pero, a veces, de ahí se daba el salto aljuicio sobre las mejores maternidades (las dequien estuvo presente para sus hijos y trabajómenos o más en situación precaria) y las peo-res (las ausentes en la vida de sus hijos o con«niños maleta», que viajan allá donde vayansus padres sin poder arraigarse). Sin embargo,estos discursos obvian que unas personas eli-gen entre opciones más privilegiadas que lasde otras; o directamente niegan o repruebanotras orientaciones vitales posibles. De ahí latensión que surgió en un grupo cuando unamujer extranjera explicó que, ante las dificul-tades, se había visto obligada a mandar a su hi-ja a su país. La tensión nacía, así, entre dos re-latos opuestos sobre la «mejor» forma de vivirla responsabilidad maternal.

Al profundizar en la dimensión emocio-nal resulta nítido que la escasez impacta enel estado emocional7:

A mí, emocionalmente eso me... Me hun-de. Así de claro. Intento tirar, porque tengo unahija y porque... Es duro decir «no te puedocomprar, no tengo, ya voy a pedir a la abuela»(...) Al final, a Salud Mental con una depre-sión de la hostia; te despiertas a la mañana, y...otro día más no, por favor, me quiero morir. Yvenga, que está la niña ahí, venga, tira, venga,venga y venga. Levantarte, tomarte la pastilla,para no ponerte a llorar, y venga. Y a estudiar,y a trabajar, y lo que sea. Y una depresión tre-menda (GE).

Esto te hunde la moral (...). Llevo tres añoscon antidepresivos (GE).

Este impacto se manifiesta claramente enel sentimiento de vergüenza que, por su par-te, apunta a una valoración negativa del yo(Scheff, 1990). De hecho, el recurso continuoa la ayuda se representa como un ejercicio dedegradación que tiene un amplio número deexpresiones:

Cuando voy a renovar los papeles, ¡pareceque pides dinero! Pides ayuda. Es que es mu-cha vergüenza para mí (GP).

En ocasiones, el peso de la vergüenza li-mita las propias solicitudes de la Renta de In-clusión Social o el acceso a otros recursos:

Yo mismo no la pedía por vergüenza, perocuando estás pasando hambre se te meten ide-as en la cabeza y prefieres ser humilde y acu-dir a lo que te da el gobierno, que, después detodo, es un préstamo (GP).

M- La primera vez que vas a pedir al ban-co de alimentos, te da vergüenza.

B- De hecho, yo ahí no he ido nunca porvergüenza (GE).

La vergüenza, considerada por muchosuna emoción esencialmente social (Tomkins,

7 En esta situación de escasez se configuran reglas de los sentimientos muy concretas, estrechamente relacionadas con las«normas de la Renta de Inclusión Social». Dichas reglas de los sentimientos dibujan una «zona dentro de la cual tenemospermiso para sentirnos libres de preocupaciones, culpa o vergüenza en relación con los sentimientos situados; establece[n]un marco metafórico dentro de cuyas fronteras hay espacio para el movimiento y el juego... pueden obedecerse a medias oviolarse audazmente, esto último con diversos costes; pueden ser internas o externas... no son aplicables a la acción sino alo que suele tomarse como factor precursor de la acción» (Hochschild, 2011, p. 146). Esto último, tiene un correlato claroen los obstáculos que pueden surgir a la hora de solicitar-mantener la Renta de Inclusión Social o cualquier otro recurso.Es decir, al «violar» las normas y «habitar» en los espacios externos al que delimitan las reglas de los sentimientos, las per-sonas que carecen de recursos pueden verse «incapacitadas» para pedir cualquier tipo de ayuda.

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1963; Gross y Stone, 1964; Goffman, 1967,1994; Modigliani, 1968; Cooley, 1970; Le-wis, 1971; Kemper, 1978; Scheff, 1990) escompleja: se relaciona con el miedo al recha-zo, al juicio, a la no aceptación en un grupo.Según Scheff, «es la emoción social que sur-ge de la supervisión de las acciones de unomismo mirándose desde el punto de vista deotros» (1990b, p. 281). En el caso de las per-sonas perceptoras de la Renta de InclusiónSocial, la experiencia de vergüenza8 apunta ala transgresión de un sistema normativo re-conocido y seguido9. Es decir, pone en evi-dencia el paradójico contexto de las personasque, estando dentro de un sistema de protec-ción —como la Renta de Inclusión Social—sienten vergüenza por haber transgredido lasnormas de pertenencia al conjunto de «per-sonas integradas» y que tendrían que haberseguido para no estar en la situación en la quese encuentran.

En esa dirección, la relación persona usua-ria-profesional es descrita, en ocasiones, co-mo especialmente incómoda y vergonzante:

Tener que ir y tener que contarle, y tenerque dar explicaciones, me duele. Me duele.Salgo y... gracias a Dios que no me puedo que-jar, porque la asistenta social que a mí me lle-va es bellísima, pero... Ya te digo, me duele eltener que dar explicaciones de mi vida, el te-ner que esto, yo, ya te digo (GP).

C- Qué es duro, es lo que te digo, es muyduro. Yo he estado trabajando, he estado tra-bajando, y luego, el tener que ir a donde unapersona a contarle tu vida, tu vida, tu pena...¡tu pena!

I- Para mí es deprimente. Yo siempre sal-go con depresión.

C- Yo me deprimo.(...)C- Cada vez que tengo cita, y mira que mi

asistenta social es muy majica, y no me pue-do quejar, pero se me cae el alma a los pies, esque se me cae. Yo muchas veces digo...

L- Te da vergüenza, además...C- Sí, ¡la dignidad!J- Es mucho...C- Dignidad, dignidad de ir...J- Por ejemplo, yo cuando voy, me da mu-

cha vergüenza...(...)L- Desnudarte ahí..., bueno, a ver, desnu-

darte, o sea, hablar un poco de tus problemas,no sé, no es muy agradable, la verdad.

J- La verdad.C- Pero hay gente que no le importa, en

plan: con tal de que me den, digo lo que quie-ro, ¿sabes? Lo que quieren oír. No. Es la ver-dad, ¿no?(GP) .

La previamente señalada preocupacióncentral por hijos e hijas actúa como «incen-tivo» para «superar» las realidades de ver-güenza:

Yo, lo de orgullo no lo veo así, yo era muyorgullosa, y dije, bueno, yo siempre he ayuda-do lo que he podido, pues si tengo que pedir,oye, pues no me gusta, pero es que pido paramis hijos, tampoco he pedido para mí. (...) Es-toy orgullosa de pedir para mis hijos. Y pidoen la calle, ¿me entiendes? (...) Tienes el fri-gorífico vacío, vacío, vacío. Y lo que dices tú:no le puedo comprar un puto libro, no le pue-do comprar... ¡unos zapatos! No puedo com-prarle los zapatos a la niña, bueno, me entrauna rabia... Que salgo por ahí, y al primer co-nocido que le veo, es que ya, aunque no seaamigo, es que, oye mira, es que me da igual,me da igual lo que piense de mí, pero mi hijacon las botas (GE).

Pero el sentimiento vergonzante lo inte-riorizan también los hijos e hijas:

R- Si sale un viernes, por ejemplo, sonfiestas, tienen 14 ó 15 años (...) Salen por ahía comerse una pizza y tienen que poner entretodos 5 euros, o 3 euros, por ejemplo. —«Pa-pá, déjame...». —«Cariño, lo siento en el al-ma, pero no tengo. Ya voy a ver, ya voy a mi-rar a tu hermano, o voy a mirar a tu prima». O

8 Conviene atender a la carga personal que comporta someterse a estas dinámicas «humillantes», ya que, «cuando se estáavergonzado uno se ve a sí mismo como una mala persona y no solo como alguien que ha hecho una cosa mala» (Elster,2002, p. 188).

9 La vergüenza es la sanción interna más eficaz ante el no cumplimiento de estas normas tácitas —formarse, trabajar, inte-grarse, etcétera— (Elster, 1990, p. 120). Podemos considerar que si aparece vergüenza, hay una asimilación de la norma.Pero no quiere decir que todos sientan la norma igualmente. Lo preocupante es que se sienta vergüenza por recibir una ayu-da que debería corresponder a un derecho.

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si no: —«cariño, dile a tus amigos que te pon-gan un euro cada uno, y os la repartís». —«Ya,pero es que me da vergüenza». Normal. Lo entiendo perfectamente, que te dé vergüenzaporque no tienes. Eso los ha condicionado mu-cho, ¿sabes? A eso me refiero yo. Y no tenía-mos por qué, no sé, un crío con 14 años, quepasara esa... (...) Creo que eso no debería serasí (GE).

Uno de los aspectos que «mitigan» la vergüenza es el sentimiento compartido devulnerabilidad. Esta lógica es ciertamen-te perversa al destrozar los límites de acep-tación:

La situación está como está y creo que poreso no hay que avergonzarse, ¿no? Es una si-tuación difícil para todos nosotros, no sola-mente en España sino a nivel mundial (GT).

3.2.2. Responsabilización, criminalizacióny competencia

El apartado precedente revela lógicas con es-caso carácter integrador, y una de las eviden-cias del trabajo empírico fue la detección deuna serie de discursos y propuestas cargadosde responsabilización y criminalización en-tre grupos que compartían el espacio de vul-nerabilidad.

Si bien este escenario podría ser interpre-tado desde la extensión de la competencia porrecursos escasos, resultaba especialmente lla-mativo, por un lado, que ante una oportuni-dad propositiva para la transformación (re-formulación de la Renta de Inclusión Social),estos discursos fueran relativamente predo-minantes; y, por otro, que el propio disposi-tivo de intervención (la Renta de InclusiónSocial, con sus características, condiciones,etc.) fuese el trampolín desde el que impul-sar los discursos. Estas realidades derivabanen distintas direcciones.

Por un lado, se identifica un ejercicio deresponsabilización (hacia sí mismos o haciapersonas también en situación de vulnerabi-lidad) y la demanda de mayor control sobrelas personas que están percibiendo la Rentade Inclusión Social. Este hecho es especial-mente visible, por ejemplo, en las siguientespropuestas recogidas:

— Controlar el destino de las ayudas me-diante sistemas, como los bonos.

— Controlar/Supervisar, por parte delGobierno de Navarra, las posibles situacio-nes irregulares.

Un número significado de las propuestassubrayan la necesidad de más control. Estademanda podría relacionarse con el endure-cimiento en el acceso promovido por las ad-ministraciones. Es decir, una lógica que ter-mina siendo interiorizada por los grupos másvulnerables.

Por otro lado, y muy ligadas al señaladoinflujo de las políticas de activación relativasal desarrollo de los sistemas de garantía deingresos mínimos, destacan también las per-manentes alusiones al emprendimiento comoposible vía de acceso al empleo, y como unejercicio deseable para «escapar» de la pres-tación. Esta presencia bebe fundamentalmen-te de la responsabilización individual de lassituaciones de desempleo:

A mí ya me ha llegado a decir algún gili-pollas, hablando mal y pronto: «oye, pues note quejes, que te pagan 400 euros desde hacedos años». ¿Y? ¿Qué? Si no tengo dónde caer-me muerta (GE).

En esta misma dirección, y enlazando conla propia consideración de la prestación comofórmula transitoria, se denuncia el riesgo de la«cronicidad». Es decir, se refleja con nitidezcómo la carga normativa del recurso (en su di-mensión condicionada temporalmente) impul-sa discursos sobre un uso inadecuado que es-tán fundamentados en esta limitación temporal.En suma, las indicadas lógicas criminalizado-ras (alimentadas por la lógica de la escasez derecursos) impulsan críticas a la permanenciaen el sistema de garantía de ingresos mínimos:

¡Tú dime qué asistenta social puede con-sentir tener a una persona cobrando una rentabásica veintipico años! (GP).

En el terreno de la competencia, esta sedespliega en múltiples terrenos. Por un lado,desde la escasez de las cuantías:

Ya te digo. Y luego, pues eso, que los trescríos. Los 975 euros. Si otras personas, no es-

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tán pagando ni hipoteca. ¡Ni hipoteca! Y tie-nen una niña. ¡Y les están dando 800 y picoeuros! Yo digo, ¿esto es normal? (GP).

Esta competencia se reproduce tambiénen el espacio de la salud. Por ejemplo, en elreconocimiento de la minusvalía, presentadocomo un «recurso escaso»:

Te han cogido una minusvalía a ti, y digo¿y yo? Si es que no puedo. La gente que meconoce, que me ve, me dice, «si tienes que te-ner una absoluta, tal y como estás (GP).

La proliferación de estos discursos estig-matizadores desemboca en una interioriza-ción y reproducción de éstos por las personasa quienes son dirigidos:

Porque, al fin y al cabo, si encontramos tra-bajo dejamos de vaciar las arcas del Estado,de alguna manera (GE).

Entonces es un gasto que, entre todos...Bueno, yo la primera que gasto la ayuda, pe-ro es que son cursos que al final... (GE).

4. Conclusiones

Como se ha podido comprobar, la articula-ción de las políticas sociales (en este caso laRenta de Inclusión Social como dispositivodestinado a garantizar unos ingresos míni-mos) no está exenta de impulsar discursos conrasgos desintegradores.

Ante un crecimiento inexorable de la vul-nerabilidad, estas lógicas las hemos identifi-cado como consecuentes con el salto cualita-tivo producido desde la concepción dederechos incondicionales —y forjado paula-tinamente en el discurso del deber ser de las

conquistas socioculturales solidarias, que lle-gó a inspirar los preámbulos normativos delas políticas públicas e incluso de los para-guas constitucionales y estatutarios— hastaun escenario efectivo de derechos condicio-nados y principalmente vinculados a la incor-poración laboral. El proceso ha hecho caersobre las personas todo el peso de la respon-sabilidad de solucionar sus problemas de mo-do que los problemas sociales se experimen-tan como «asuntos personales».

En tal escenario, los dispositivos de pro-tección sostienen una integración o conten-ción precarias: evitan el abandono, pero habilitan la proliferación de lógicas desinte-gradoras. La situación es perversa para susprotagonistas: incluidas en la red de protec-ción social (con carga estigmatizadora), noparecen tener plena legitimidad para deman-dar una protección más digna. Se incide tan-to en la responsabilidad individual como sa-lida que las contrapartidas se asumen comonormalizadas: de ahí la condición desintegra-dora.

Por último, debe matizarse que la dimen-sión desintegradora apuntada no se concibecomo resultado exclusivo del contacto con eldispositivo de ingresos mínimos. Frecuente-mente, se produce una activación o agrava-miento de rasgos que ya formaban parte dela realidad de vulnerabilidad que caracterizaa las personas receptoras de los dispositivosde ingresos mínimos. Este artículo ha preten-dido contribuir al necesario ejercicio de eva-luación de la efectividad de políticas públi-cas que tienen como objeto velar por lamejora de las condiciones de vida de las per-sonas destinatarias.

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Génesis de la Renta Mínima de Inserción en Catalunya. Actores,trayectorias, posiciones y recursos

Joan Cortinas Muñoz1

Recibido: 21 de octubre de 2016 / Aceptado: 15 de marzo de 2016 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. A partir de los años 1970 se produce en la mayoría de países de la Europa occidental un fenómeno quese conocerá como «nueva pobreza». Este fenómeno es, según Robert Castel, un indicador del debilitamiento dela sociedad asalariada y del pacto keynesiano-fordista que la sustentaba. La nueva pobreza es el resultado del de-bilitamiento del pleno empleo, del debilitamiento de la estabilidad de los puestos de trabajo y de las proteccio-nes vinculadas al empleo asalariado. En respuesta a estas situaciones emergen las llamadas rentas mínimas. Enel caso catalán, la Renta mínima de inserción será concebida como un dispositivo orientado a la capacitación so-cial y profesional de los «pobres» en proyectos de inserción definidos localmente. En este artículo se indaga enlas razones, en el caso catalán, que llevaron a dar respuestas locales y de capacitación individual a fenómenosvinculados a mutaciones en las estructuras económicas y sociales de nuestra época. Este artículo inspirado por lasociología de las categorías de la acción pública y de la sociología de los problemas sociales, defiende que la for-ma que toma la renta mínima en Catalunya debe entenderse como el resultado del tipo de actores y del contextode producción de este dispositivo más que como una respuesta técnica y racional a un problema social.Palabras clave: Renta mínima; pobreza; política social; inserción; Catalunya.

[en] Genesis of the guaranteed minimum income (Renta Mínima de Inserción)in Cataluña: actors, trends, positions and resources

Abstract. Beginning in the 1970s, most countries in Western Europe have experienced the phenomenon of the «newpoverty». According to Robert Castel, this phenomenon is an indicator of the decline of salaried society and of theKeynesian-Fordist pact that underpinned it. The new poverty is the result of the decline of full employment andweakened stability in terms of jobs and the protections linked to salaried employment. «Minimum income» projectsemerge as a response to these situations. In the Catalan case, guaranteed minimum income is conceived as an instrumentaimed at the social and professional training of «the poor» in locally defined integration projects. This article investigatesthe reasons that led to the Catalan approach consisting of providing local responses, emphasizing individual training,to phenomena associated with mutations in the economic and social structures of our age. Taking its inspiration fromsociology of categories of public action and from sociology of social problems, the article argues that the way in whichminimum income has been implemented in Cataluña should be understood as the result of the kind of actors andcontext in which this tool has been produced, rather than as a technical and rational response to a social problem.Keywords: minimum income; poverty; social policy; inclusion; Cataluña.

Sumario: Introducción. 1. El proceso de producción del Decreto 144/1990. 2. Los actores centrales delproceso: dos hombres de confianza de los consejeros de Trabajo y de Bienestar. 3. Los expertos del Departa-mento de Trabajo y de Bienestar Social. 4. Los sindicatos. La Renta Mínima como una oportunidad política.5. Los asesores de los sindicatos: El actor periférico del decreto del Programa Interdepartamental de la RentaMínima de Inserción. 6. Conclusión. 7. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Cortinas Muñoz, J. (2017) Génesis de la Renta Mínima de Inserción en Catalunya. Actores, trayec-torias, posiciones y recursos, en Cuad. trab. soc. 30(2), 329-342.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.53962

1 UMI Iglobes, CNRS/University of Arizona, Estados [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

A partir de finales de los años 1970, en la ma-yoría de países de Europa occidental se pro-duce un fenómeno inédito desde finales de laSegunda Guerra Mundial. Se trata del aumen-to sin precedentes de personas que pierden suempleo a pesar de haber tenido vidas labora-les largas, continuas y estables. Además, es-tas personas permanecerán sin trabajo duran-te mucho tiempo y, en consecuencia, una vezagotadas las prestaciones por desempleo, seencontrarán con recursos muy escasos parasu subsistencia. Este fenómeno es el que se-rá caracterizado como «nueva pobreza».

Robert Castel aporta a este proceso una delas explicaciones que más aceptación ha tenido dentro de la comunidad científ ica(Castel, 1999). Según el sociólogo francés, lapobreza contemporánea debe entenderseesencialmente como el resultado de la ruptu-ra del pacto social keynesiano-fordista queha estructurado la mayor parte de las socie-dades europeas occidentales desde los años1940 del siglo XX hasta mediados de los años1970 (Castel, 2003, 2013). Este pacto socialestaba basado en una protección social liga-da al empleo en sociedades donde éste eraabundante, continuo y protegido (derechosdel trabajador). A partir de mediados de la dé-cada de los años 1970 y por elementos vin-culados a un cambio en el modelo de acumu-lación capitalista, se produce un proceso dedesmembramiento —effritement— de estepacto social. Este desmembramiento se ca-racteriza, entre otras cosas, por una disminu-ción del volumen de puestos de trabajo dis-ponibles, instalación del llamado paroestructural, el fin de una cierta continuidaddel empleo (carreras profesionales disconti-nuas en cuanto a la temporalidad y en cuan-to a las organizaciones donde se desarrolla lacarrera profesional) y por el debilitamientode los derechos vinculados al empleo. Estosfenómenos estructurales explican de formaimportante la aparición de la llamada «nue-va pobreza».

El 14 de mayo de 1990 el gobierno cata-lán, a través de decreto presidencial, estable-ce el Programa Interdepartamental de la Ren-

ta Mínima de Inserción. Este decreto quiereser la base de un dispositivo que tiene por ob-jetivo luchar contra las situaciones de (nue-va) pobreza. Este programa, matriz de la Ren-ta Mínima catalana de esta fecha en adelante,se caracteriza en lo que concierne a los obje-tivos, por ser un programa focalizado en laintervención sobre las competencias socialesy/o laborales de sus beneficiarios. Para elloel Departamento de Trabajo de la Generali-tat propone la financiación de cursos de mo-tivación, orientación y formación laboral pa-ra los beneficiarios. El Departamento deBienestar, por su lado, se encarga de ofrecercursos de formación de adultos. Estas dos sonlas acciones centrales del decreto que da na-cimiento al Programa Interdepartamental dela Renta Mínima de Inserción. El resto de ac-ciones —«acciones de soporte personal decarácter psicológico, educativo y social»—deben ser propuestas por las organizacionesde iniciativa social de cada territorio —aso-ciaciones, fundaciones etc.— y los equiposde Servicios Sociales de atención primariamunicipales y comarcales (Decreto 213/1991).Las denominadas «comisiones locales de in-serción» están encargadas de supervisar es-tas propuestas dando así al espacio local unrol importante en el dispositivo.

Sin poner en duda la importancia de la in-tervención en las competencias sociales yprofesionales de los beneficiarios de estosprogramas y de las iniciativas de carácter lo-cal como medidas de interés en la lucha con-tra la pobreza, nos parece pertinente pregun-tarnos sobre las razones que llevaron a que elnivel estructural al que se refiere Castel estéausente del dispositivo. Dicho de otra mane-ra, si la «nueva pobreza» está relacionada concambios en la estructura del empleo —paroestructural, precarización del empleo, debi-litamiento de los derechos del trabajador—derivados de cambios en la estructura de laeconomía mundial, ¿cómo explicar que seanlos niveles local —nivel municipal esencial-mente— e individual los puntos de apoyo so-bre los que construir una política de luchacontra la pobreza? En este artículo defende-mos que en el caso catalán, este desajuste re-lativo entre la escala del problema a tratar y

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el tipo de medidas adoptadas para darle solu-ción debe entenderse por el hecho que la Ren-ta Mínima de Inserción, en su concepción, nose debe tanto a un análisis detallado y en pro-fundidad de los mecanismos estructurales quehemos mencionado sino que está fuertemen-te vinculada a las posiciones institucionales,recursos y trayectorias de los actores que pro-tagonizan el proceso de producción este dis-positivo de lucha contra la pobreza.

Inspirándonos en los trabajos de la socio-logía de las categorías de la acción pública(Topalov, 1994, 1999; Dubois, 1999; Tissot,2007) y de la sociología de los problemas so-ciales (Blumer, 1971; Spector y Kitsuse,2009) partimos del postulado de que la Ren-ta Mínima y la forma que adopta es una elec-ción de política pública para luchar contra lapobreza, entre muchas otras opciones (repar-to del tiempo de trabajo, rentas ciudadanasetc.). Su forma y contenido están en funciónde los actores que se encargan de producirla,así como de la estructura de los espacios so-ciales en los que la política pública se produ-ce. En este sentido, el análisis de la reforma(el nacimiento del Programa Interdeparta-mental de la Renta Mínima de Inserción co-mo medida de lucha contra la pobreza), no sebasa en observaciones de momentos históri-cos sino, al contrario, en observaciones de es-pacios sociales. Desde este punto de vista, losmomentos de la reforma nos permiten iden-tificar actores, nuestros reformadores. Nues-tra tarea consistirá en poner en relación losmomentos de la reforma con los itinerariosde estos reformadores y los espacios socialesdonde estos se inscriben. No trataremos a losreformadores desde sus ideas —derecha/iz-quierda, etc.— sino desde sus itinerarios so-ciales (formaciones académicas, trayectoriasprofesionales etc.), sus posiciones durante lareforma (consejero, académico etc.) y los re-sortes de estas posiciones (elementos que sus-tentan la posición ocupada: títulos académi-cos, pericia política, etc.). El conjunto deestos elementos nos permitirá entender elcontenido dado a la Renta Mínima de Inser-ción en Cataluña.

Para defender esta tesis empezaremos ana-lizando los cargos de confianza del Departa-

mento de Trabajo y Bienestar Social encar-gados de diseñar una medida de lucha contrala pobreza en Cataluña en 1989. Estos bus-can ser eficaces en la realización de un en-cargo que proviene de sus superiores, utili-zando los recursos de los que disponen dentrode sus Departamentos. Parten de posibilida-des de acción limitadas a los Departamentosde Trabajo y Bienestar y no de una acción degobierno global. Estos cargos políticos cuen-tan con el soporte técnico de una serie de pro-fesionales de Servicios Sociales de AtenciónPrimaria que provienen del mundo de la edu-cación en centros de menores, de la atencióndirecta a mujeres maltratadas y del trabajo te-rapéutico con drogodependientes. Estos con-sejeros técnicos de Servicios Sociales ocupanpor primera vez cargos directivos —siemprefueron trabajadores sociales de intervencióndirecta— y su inquietud en tanto que aseso-res del gobierno es hacer prevaler los crite-rios del mundo del Trabajo Social que han vi-vido.

En segundo lugar, nos ocuparemos de losactores directamente implicados en la escri-tura del decreto por parte de los dos sindica-tos catalanes que participaron en el procesode concepción de dicha Renta Mínima. Porun lado, aparecen los responsables del sin-dicato Comisiones Obreras de Catalunya(CONC) cuya intención no es plantear nin-guna reforma estructural relativa a la pobre-za sino conseguir, desde una negociaciónabierta con los Departamentos de Trabajo yBienestar de la Generalitat, una medida deprotección social que les legitime como agen-tes sociales capaces de intervenir en estas áre-as de gobierno y poder, así, rentabilizar lahuelga general que convocaron en diciembrede 1988.

Por último, nos ocuparemos de los acto-res del mundo de la Acción Social y de losexpertos en política social. Entre ellos, en-contraremos los únicos intentos de vincularla concepción de la Renta Mínima a las trans-formaciones del pacto keynesiano-fordista.Estos actores, sin embargo, debido a necesi-dades estratégicas y/o a su posición de debi-lidad en el proceso de producción del dispo-sitivo, no podrán imponer su visión en la

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redacción del decreto y los textos reglamen-tarios posteriores.

1. El proceso de producción del Decreto144/1990

En la primavera de 1989, el Presidente de laGeneralitat Jordi Pujol encomienda a los con-sejeros de Trabajo y de Bienestar Social lacreación de una comisión de estudio para ana-lizar las posibilidades de implantación de unaRenta Mínima en Cataluña.

El Consejero de Trabajo nombra a JFM2

responsable de dicha comisión por parte delDepartamento de Trabajo, mientras que AC,Consejero de Bienestar Social, encarga a JPla representación del Departamento de Bien-estar Social. Ambos realizan el estudio pre-liminar y dan forma a una primera propues-ta que será, a partir de septiembre de 1989,negociada con los sindicatos CONC y UGT.

En este proceso JFM cuenta con los docu-mentos que le facilitará JP referentes a lasrentas mínimas francesa, belga y vasca y cu-yos detalles serán publicados en la revistaMón Laboral. Por su parte, JP recurre a la ase-soría de tres profesionales de los ServiciosSociales de Atención Primaria: PF, AC y FC.Los dos hombres del gobierno contarán, ade-más, con el asesoramiento de PM (trabajado-ra social y directora de Caritas Barcelona).Con estos medios, los dos actores realizanuna primera propuesta en septiembre de 1989que, a continuación, negocian buscando con-sensos mínimos con los representantes deCONC y Unión General de Trabajadores(UGT)3, un esfuerzo que se concreta en la fir-ma de un preacuerdo sobre la implantaciónde una renta mínima en Cataluña el 14 de fe-brero de 1990. Desde esta fecha y hasta el 28de mayo se desarrolla la escritura final deldecreto que dará nacimiento al Programa In-terdepartamental de la Renta Mínima de In-serción.

Por su parte, los sindicatos serán asesora-dos por una serie de personas vinculadas almundo de la Acción Social y que harán pu-blica su propuesta de renta mínima en unasjornadas celebradas el 9 y 10 de noviembrede 1989 bajo el título Renta Mínima o Sala-ri Ciutadà.

2. Los actores centrales del proceso: doshombres de confianza de los consejeros deTrabajo y de Bienestar

2.1. JFM y JP: dos hombres eficaces y fie-les en cargos de confianza

El primer elemento que queremos destacarrespecto a los dos hombres a los que se en-cargó la redacción de una primera propuestade renta mínima para Cataluña es que ambosocupan cargos de confianza dentro de sus res-pectivos departamentos. Es decir, su posiciónse sustenta en la confianza que reciben de losconsejeros que los emplean. Este primer ele-mento se debe completar con otra informa-ción y es que, en el caso de JFM, su posiciónde asesor del Consejero de Trabajo es resul-tado de su destitución como Director Gene-ral de Ocupación. En otras palabras, es unaposición vinculada a una pérdida de estatusinstitucional. Dicha posición, la de JFM, laocupa en una administración, el Departamen-to de Trabajo, altamente politizada y en la quetodos los cargos directivos los ocupan miem-bros del partido del Consejero, Unió Demo-cràtica de Catalunya (UDC). JFM no esmiembro de este partido y está en el gobier-no en calidad de independiente.

Esta posición, de un hombre que no es delpartido y reubicado dentro del Departamen-to, le sitúa en una posición en la que su efi-cacia es su mayor capital. Así nos lo recuer-da el Consejero de Trabajo cuando nos hablade sus dos asesores en 1989: JFM y JS. Al pri-mero lo califica de un hombre muy útil por

2 Los nombres de los principales actores del proceso de producción del decreto del Programa Interdepartamental de la Ren-ta Mínima de Inserción (PIRMI) han sido anonimizados, tal y como se acordó con ellos en el momento de la entrevista.

3 A pesar de la presencia de los dos sindicatos en las negociaciones parece según las informaciones facilitadas por todos losactores implicados en el proceso que son los responsables de la CONC los que lideraran esta negociación por parte de lossindicatos.

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su eficacia técnica mientras que al otro lo ala-ba por su nariz política. Nos comenta que aéste último lo debería haber nombrado Secre-tario General y no asesor. Es decir, el Conse-jero de Trabajo valora el cargo de asesor co-mo un cargo técnico y, por tanto, su valíadepende de su eficacia para resolver cuestio-nes específicas:

Consejero de Trabajo: Sí, ya tenía uno pa-ra esos temas, era el JS, era de Girona, aboga-do, funcionario y se lo dije hace poco: «JS esuna pena que no te hubiera conocido antespuesto que te habría nombrado Secretario Ge-neral desde el principio». Era abogado, escri-bía muy bien, tenía mucha sensatez y muchoolfato político. JFM era muy bueno técnica-mente. Nos ayudó mucho con el tema de larenta mínima, técnicamente lo trabajó mucho.Él había sido abogado laboralista y había es-tado en el despacho de C. y había tenido deaprendiz a JC4. JFM como asesor me fue muybien, muy trabajador, muy bien (Entrevista,septiembre 2007).

JP, cuando recibe el encargo por parte deAC, es un joven médico de 30 años que tieneuna cierta relevancia dentro de ConvergènciaDemocràtica de Catalunya (CDC) de Barce-lona pero que nunca ha ocupado cargos ins-titucionales en las instituciones de gobierno.Su puesto de asesor del Consejero de Bien-estar es una primera experiencia en la que de-mostrar su valía al servicio del partido desdeun cargo institucional.

En resumen, encontramos a dos hombresde generaciones distintas pero que tienen unpunto en común, y es que su rol de responsa-bles de la elaboración de la primera propues-ta de una renta mínima para Cataluña es unaoportunidad para validar sus posiciones den-tro de los su respectivos departamentos. Laeficacia en la ejecución del mandato pasa aser su mayor arma por encima de plantea-

mientos nuevos o propuestas alternativas alencargo claro que se les ha hecho: el estudiode una renta mínima para Cataluña que seaprovechosa para los responsables de los de-partamentos al mando de la operación.

Por lo que toca a sus trayectorias biográ-ficas, JFM pertenece a la generación de la dé-cada de los años treinta y llega a la política através de partidos clandestinos en los que in-gresa por contactos universitarios en la déca-da de los cincuenta. Su compromiso políticopasa esencialmente por su militancia en fa-vor del independentismo catalán y su distan-cia respecto al catolicismo. Después de unaetapa corta en UDC, decide pasarse al FrontNacional de Catalunya5, que abandona a fi-nales de los años sesenta cuando se produce,según el propio JFM nos explica, la entradadel marxismo leninismo en el seno del parti-do. JFM se declara contrario a las tesis delmarxismo leninismo y decide posicionarse enlo que él describe como las ideas de la social-democracia europea.

Por su parte, JP nace en 1959 y es hijo deun médico de Barcelona vinculado a movi-mientos catalanistas y que participa intensa-mente en las actividades de la Iglesia católi-ca de Barcelona, más concretamente en temasde asistencia social. JP se educa con los je-suitas de la calle Caspe, en Barcelona, y en-tra en la universidad en el momento de ins-tauración de la democracia parlamentaria afinales de los 70. Su entrada en CDC se ha-ce desde las bases locales de Barcelona ycompagina su actividad en el partido con elejercicio de la medicina. A JP no se le cono-ce otra práctica militante más allá del parti-do. JP conoce las políticas sociosanitarias de-bido a su práctica de médico. En 1988, esresponsable del Programa de Lucha contra laIndigencia realizado por el Departamento deBienestar Social. El hecho de haber trabaja-

4 JC es en 1989 responsable de relaciones institucionales de CONC y será posteriormente Secretario General de dicho sin-dicato.

5 Front Nacional de Catalunya: Organización política creada en septiembre de 1939 en el exilio parisino como frente cata-lán de resistencia armada al Franquismo. Aglutinaba a nacionalistas radicales d’Estat Català, Nosaltres Sols, el Partit Na-cioanlista Català y la Federació Nacional d’Estudiants de Catalunya, liderada por Joan Cornudella, Manuel Cruells, Fran-cesc Espriu... Desde 1940 actuó en el interior del Estado español y colaboró con las tropas aliadas durante la Segunda GuerraMundial. En 1946 abandonó la lucha armada y se convirtió en partido político partidario de una federación de los Paísescatalanes y de un socialismo un tanto difuso (Gran Enciclopedia catalana s/f).

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do con poblaciones «marginales» es un ele-mento, como iremos viendo, que será comúnen el conjunto de personas que tendrán la res-ponsabilidad del diseño de la renta mínimadentro del Departamento de Bienestar.

2.2. Actuar en beneficio del Departamento

Un aspecto relevante de la posición de JP yJFM es que trabajan para dos departamentoscuyos titulares son de partidos distintos. Lascaracterísticas de cada uno de los departa-mentos nos sirven también para entender cuá-les son los objetivos de los dos actores en elmomento de hacer una propuesta de renta mí-nima.

En primer lugar, el Departamento de Tra-bajo en 1988 cuenta con cuatro DireccionesGenerales: Ocupación, Relaciones Labora-les, Seguridad Social y Cooperativas. El Con-sejero de ese momento nos explica que lasdos primeras son las más importantes mien-tras que las dos últimas tienen muy poco pe-so económico y político por falta de compe-tencias y presupuesto. De las dos primeras,el Consejero destaca la Dirección General deOcupación como la más importante econó-micamente. Es la única que permitía al De-partamento disponer de políticas propias, yaque se podían hacer actuaciones no definidasdesde el Gobierno central, utilizando el dine-ro que venía directamente del Fondo SocialEuropeo.

Es decir, JFM actúa para un Departamen-to cuya acción más importante, debido a lafuente de financiación, es la formación de pa-rados ya que el resto de direcciones genera-les se encuentran sin competencias —Segu-ridad Social— o sin capacidad de acción porfalta de presupuesto —Cooperativas—. JFM,a su vez, es abogado laboralista y todo su co-nocimiento en temas de ocupación lo va a ad-quirir como Director General de Ocupacióndel Gobierno catalán entre 1984-1988. Du-rante este periodo su tarea se focaliza en lo-grar que el gobierno catalán se beneficie delos fondos provenientes de los programas delFondo Social Europeo, basados, esencialmen-te, en la formación de parados mediante cur-sos de capacitación laboral como remedio

para la lucha contra el paro. Desde esta rea-lidad, la producción de la propuesta de rentamínima va a estar condicionada por la volun-tad de vincular dicha renta a la formación ycapacitación laboral.

El Departamento de Bienestar Social secrea en mayo de 1988 en el momento políti-co en el que CDC priorizaba los temas socia-les debido a su estrategia electoral (Cortinas,2010, pp. 201-206). El objetivo de dicho De-partamento es crear servicios sociales cerca-nos al ciudadano (p. 276). Esta voluntad deacercar la Generalitat a la sociedad —quecoincide con la voluntad de promover un dis-curso social por parte de CDC en un cicloelectoral en el que en los barrios popularesparece disminuir la diferencia de votos entrePSC y CiU— pasa por elaborar acciones deintervención directa en barrios de clase tra-bajadora. La renta mínima debe cumplir esafunción y por tanto, tomar el barrio o lo localcomo objeto de acción es de sumo interés pa-ra JP.

En segundo lugar, los Servicios Socialesson competencia exclusiva de los ayunta-mientos. En este sentido, las intervencionesde la Generalitat deben ser, para tener iden-tidad propia, alternativas a las de los Servi-cios Sociales municipales. El hecho que laformación de adultos sea una de las compe-tencias propias en materia social del gobier-no catalán hace de ésta un elemento intere-sante para JP en su misión de integrar elDepartamento de Bienestar en la política so-cial local en Cataluña.

El último elemento a destacar, en lo quepodríamos llamar los elementos estructuran-tes del proceso de concepción de la renta mí-nima para los actores del gobierno catalán, esel hecho que desde la Presidencia de la Ge-neralitat la única preocupación explícita quese comunica a nuestros dos actores es la im-portancia de calcular y limitar el coste eco-nómico de dicha renta.

En resumen, tenemos a dos hombres cu-ya posición se sustenta en la eficacia técnicaen el desarrollo del encargo que se les enco-mienda, que desarrolla sus funciones en dosdepartamentos distintos, el de Trabajo quecentra su tarea en el desarrollo de acciones

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de formación para parados —lo que le per-mite gozar de cierta autonomía presupuesta-ria— y el de Bienestar Social, cuya acción sebasa en acercar la Generalitat al ciudadanogenerando servicios alternativos o comple-mentarios a los Servicios Sociales municipa-les —la formación de adultos.

3. Los expertos del Departamento de Tra-bajo y de Bienestar Social

3.1. JE y los expertos belgas y franceses

Una de las fuentes de las que bebe JFM paraelaborar una propuesta de renta mínima quecoincida con los intereses del Departamentode Trabajo es un número especial, coordina-do por JE, de la revista del Departamento deTrabajo: Món Laboral.

JE forma parte de los promotores del aná-lisis del problema del paro/parados y la po-breza/pobres en la década de los 80 en Cata-luña, esencialmente en Barcelona. JE es unsociólogo con un fuerte capital militanteconstruido desde la búsqueda de alternativasal estalinismo y muy cercano, en este senti-do, a posiciones autogestionarias provenien-tes de la Italia de los años 60 (Cortinas, 2010,p. 84). Este capital militante se añade a un ca-pital académico —doctorado en sociologíapor la Universidad de Vincennes— en unadisciplina con débil institucionalización enCataluña en ese periodo —década de los 70—y en la que el perfil crítico-autogestionariode JE parece ser poco apropiado para que pue-da hacer valer su doctorado como puerta deentrada a la universidad, dominada en el ca-so de la sociología por las corrientes positi-vistas conservadoras (Cortinas, 2010, p.8 2).Estos elementos sitúan a JE en los años 70 encalidad de experto al servicio de los sindica-tos y más adelante, desde 1982-83 y debidoa su alejamiento del mundo sindical, en ex-perto en políticas sociales al servicio de ins-tituciones trabajando en este campo: ayunta-mientos, asociaciones, diputaciones...

Derivada de esta trayectoria y posiciónprofesional, JE tiene una visión de la políti-ca social cercana a posiciones que hoy llama-

ríamos de «desarrollo local». JE es favorablea una acción social desestatalizada en loscontenidos pero no en los recursos que debenser, desde su punto de vista, recursos públi-cos. En este sentido, desde su reconversióncomo experto en política social, JE promue-ve el discurso de un Estado de Bienestar dis-funcional. Este discurso le permite, a poste-riori, justificar una posición que reclama unareforma del Estado del Bienestar basada enuna disminución del Estado en términos ins-titucionales en la política social y una mayorpresencia de las entidades sociales y el refor-zamiento de los actores locales en la elabo-ración de la política social.

Desde esta posición JE va a reunir en elnúmero de la revista Món Laboral a autoresque se han destacado por ser fervientes de-fensores de las rentas mínimas de inserciónbelga —Minimex— y francesa —RevenuMinimum d’Insertion— y que se caracteri-zan por compartir una visión de la insercióna partir de los espacios locales.

Dos artículos los firma Herman Deleeck,que comparte con el resto de autores que he-mos mencionado una posición de experto enel campo de las políticas sociales. En parale-lo a su actividad en el Center for Social Po-licy de Amberes, Deleeck es asesor del Mi-nimex belga, el dispositivo de renta mínimainstaurado en enero de 1975 y que vincula ala prestación económica acciones destinadasa la inserción de los beneficiarios desde pro-gramas locales.

Luego, encontramos dos artículos firma-dos por dos responsables directos de la im-plantación de Rentas Mínimas de Inserción.El primero es Serge Milano, Director Gene-ral en el Ministerio de Asuntos Sociales fran-cés, que será uno de los expertos que inter-vendrá en la propuesta y defensa de una rentamínima de inserción en Francia. En segundolugar, encontramos a Jesús Pérez Arróspidey José Antonio Ortiz Osequera. El primero,Director de Bienestar Social del Departamen-to de Trabajo y Seguridad Social del Gobier-no Vasco y responsable, junto al Consejerode Trabajo Arrieta Heras, de la implantacióndel Ingreso Mínimo Familiar en el País Vas-co. El Ingreso Familiar Vasco había tenido

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como principal asesor a JE y a los autores bel-gas y franceses que aparecen el este númerode la revista Món Laboral.

3.2. Los expertos del Departamento deBienestar social

JP se rodea de una serie de expertos emplea-dos en el Departamento de Bienestar Socialque le sirven como asesores del encargo quese le ha realizado. De este grupo de asesoresmás cercanos a JP trabajando en el Departa-mento de Bienestar Social destaca el hechoque los tres, PF, AC y FC, han sido técnicosde intervención directa de los Servicios So-ciales de Barcelona. Esta característica nosparece crucial para entender la concepciónque los tres tendrán de la futura renta míni-ma catalana. Así, PF y AC empiezan su ca-rrera profesional a finales de los años 70 yprincipios de los 80, es decir en el momentoen que en Barcelona se empiezan a organizarunos Servicios Sociales municipales. Un ele-mento importante a destacar de los ServiciosSociales del Ayuntamiento de Barcelona esque, en el momento de acceso de nuestros ac-tores a su tarea profesional, están dirigidospor Francesca Masgoret y Rosa Doménech,dos pioneras en Cataluña en la introducciónde un Trabajo Social profesionalizado, inspi-rado en modelos de Servicios Sociales de pa-íses europeos e Israel y que tienen como ob-jetivo, como nos dice Colomer, «ofrecer unaimagen alejada de la acción puramente bené-fica y paternalista que tenían algunas institu-ciones municipales, y/o el carácter represivode otras». (Colomer, 2006, p. 144)6.

En este sentido, nuestros actores entran atrabajar en entidades sociales que firmaráncolaboraciones con Servicios Sociales muni-cipales. PF entra a realizar tareas con jóvenesdelincuentes en el marco de la asociación«Institut per a la Reinserció Social» (IRES),que es una entidad nacida para dar respuestasalternativas a las instituciones carcelarias co-

mo único destino de los delincuentes juveni-les. Más tarde trabajará en un centro de me-nores municipal como educadora con un equi-po, del que forma parte FC, cuyo objetivo eshacer del centro un espacio de cambio de ac-titudes de los menores internados. Finalmen-te, en 1988 se encarga, dentro de los ServiciosSociales de Barcelona, de la búsqueda de re-cursos laborales para mujeres maltratadas.

Por su parte, AC entrará en el circuito delas comunidades terapéuticas en Barcelona.Estas comunidades tienen el objetivo de evi-tar la marginación de los drogodependientesaprovechando los procesos de desintoxicaciónpara capacitar social y profesionalmente a losusuarios de dichos centros y así permitir quepuedan retomar una vida normalizada una vezfuera de dicha comunidad.

En resumen, los dos primeros actores sehan socializado en una serie de institucionesque se asignan la función de generar proce-sos educativos y de orientación con lógicascategoriales: jóvenes delincuentes, mujeresmaltratadas... El objetivo de esos procesos escapacitar a los usuarios para que puedan sa-lir de los circuitos que les han llevado a la ins-titución. Nos encontramos en el nivel de laintervención directa sobre individuos o co-lectivos.

FC, por su parte, entra en el mundo de losServicios Sociales especializados en tantoque educador en un centro de menores en elmismo periodo que los dos anteriores. Dichaentrada coincide con la ruptura de FC con lamilitancia política, empezando un periodo deadaptación de su capital militante en el senode una institución municipal. FC destaca deese periodo la posibilidad de experimenta-ción en términos educativos y dice movilizarlas lecturas hechas durante su militancia, es-pecialmente de educadores latinoamericanoscomo Paulo Freire. Podríamos definirlo co-mo un educador autodidacta desde lecturasde teóricos de la educación emancipadoraejerciendo en una institución municipal.

6 Para más detalles de la historia del Trabajo Social en Cataluña consúltense: Revista de Trabajo Socia, 80, diciembre 1980;El Treball Social a Catalunya els anys 70. En lo relativo a la historia de los Servicios Sociales en Cataluña: Antoni Vilà,Els Serveis socials a Catalunya. Una visió histórica. Tesis doctoral presentada en el Departamento de Pedagogía de la Uni-versidad de Girona, 2003.

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En resumen, contamos con tres actores so-cializados profesionalmente en el ambientede instituciones construidas en oposición alas instituciones de encierro franquistas —al-bergues, asilos, orfanatos...— y basadas, eneste sentido, en la búsqueda de la incorpora-ción de los individuos, integrados en catego-rías propias del Trabajo Social y/o de la esfe-ra judicial —mujeres maltratadas, jóvenesdelincuentes— a la sociedad, y que se encuen-tran en 1988 en una trayectoria ascendente desu carrera, que pasa por la salida de la aten-ción directa en los Servicios Sociales y el pa-so a posiciones de gestión y dirección técni-ca dentro el Departamento de BienestarSocial.

Desde estas coordenadas, la inserción en-tendida como proceso educativo —ya sea endinámicas individuales o comunitarias— yde soporte personal, se convierte para nues-tros actores en la pieza esencial de la rentamínima. La entienden como la condición pa-ra que el Trabajo Social, en el que creen y sehan formado, sea algo distinto de la asisten-cia y la caridad, contra la que se han cons-truido profesionalmente.

Finalmente, JP cuenta con el asesoramien-to de PM. PM pertenece a una generación an-terior a la de los tres actores anteriores. Se haformado intelectualmente leyendo a autorescristianos, especialmente a Mounier, y desdedichas ideas adquiridas en su paso por las Ju-ventudes Obreras Católicas se enrola en unacarrera de trabajadora social. En este sentido,PM es una pionera, en la misma línea que Mas-goret y Domènech, de la construcción de unTrabajo Social en Cataluña profesionalizadoen oposición a prácticas caritativas y benéfi-cas. PM, al igual que los anteriores, concibe opercibe la renta mínima como un dispositivoque debe ir vinculado a procesos educativos yde apoyo personal de sus beneficiarios.

4. Los sindicatos. La renta mínima comouna oportunidad política

Una vez que JP y JFM se hacen una idea deltipo de renta mínima que puede ser interesan-te para sus departamentos, tienen que nego-

ciarla con los sindicatos mayoritarios en Ca-taluña: CONC y UGT. La estrategia de estosdos sindicatos en lo que concierne a la rentamínima no es de confrontación sino que estábasada en evitar asperezas. Según el secreta-rio general de la CONC, JLB, en ese momen-to lo importante tanto para su sindicato comopara UGT era conseguir sacar réditos de lahuelga general convocada por los dos sindi-catos el 14 de diciembre de 1988, en el sen-tido de convertir al sindicato en un agente so-cial reconocido por el gobierno (Fuhrer 1996;Rigby y Serrano del Rosal, 1997):

JLB: La Plataforma Sindical Prioritaria(PSP) surge a raíz de la huelga de 1988. Aque-llo fue una gran movilización y nosotros ne-cesitábamos rentabilizar aquel gran movi-miento, utilizar aquella enorme movilización.Entonces, se elaboró, CCOO y UGT, una PSP[Plataforma Sindical Prioritaria]. Una PSP endonde lo que más contaba eran las PSP regio-nales y nacionales. Se trataba de colocar unpetitorio a los poderes públicos con cosas fac-tibles, conseguibles y sensatas.( JLB, entrevis-ta, septiembre, 2006).

Los dos principales negociadores de laCONC con el gobierno catalán, JLB y JC, for-man parte de los dirigentes sindicales que,procedentes del mundo comunista, toman po-sición a favor de un discurso de adaptacióna los nuevos tiempos para dar respuesta a unacrisis fuerte de las instituciones que se mani-festó de manera muy significativa en la des-aparición casi total del PSUC en el panora-ma electoral a partir de 1982, año en el quepasa de ocho escaños en las Cortes españo-las a sólo uno. Dicha posición se traduce enuna práctica sindical en busca de nuevos pro-blemas concretos que serían los propios de lamodernidad y, que por un lado, explicarían lacrisis del mundo comunista y la crisis de afi-liación que sufre el sindicato:

Las experiencias de estos últimos meseshan demostrado que las gentes de nuestro país no se afilian sobre la base de planteamien-tos abstractos, sino en la medida que el sindi-cato defienda a los trabajadores, de alternati-vas creíbles a los problemas del mundo deltrabajo, consigue victorias susceptibles de me-jorar el tenor de vida de nuestro pueblo [...]

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(Informe general al Consell Nacional de laCONC, 15 y 16 de mayo de 1987, p. 31).

El año 1987 marca una nueva etapa den-tro de CONC caracterizada por una estrate-gia encabezada por JLB y sus hombres, queconsiste en arrumbar los debates ideológicospara pasar a ocuparse de problemas reales quepermitan al sindicato ganar credibilidad, ofre-ciendo soluciones concretas a la población yasí ganar afiliados a partir de una posición deagente social, es decir, intervenir no sólo enlos centros de trabajo sino fuera de ellos enlos procesos de negociación con el Gobiernoen temas como las pensiones, leyes fiscales,políticas sociales...

En esta nueva etapa del sindicato comoagente social negociador que se conecta a losproblemas concretos de la sociedad y propo-ne soluciones concretas en áreas de interven-ción que van más allá de la «fabrica», la ren-ta mínima puede ser la primera conquista. Setrata más de conseguir un acuerdo sobre unamateria nueva, la política social, que de ela-borar una propuesta global y compleja que notenga posibilidades de ser aprobada por el go-bierno. Así lo expone el negociador de la pro-puesta de renta mínima de la CONC:

JC: No, no hubo ninguna discusión inte-lectual sobre si íbamos a plantear a la nego-ciación la Renta universal [...]. El tema es quesi queríamos resolver una problemática hayque marcar horizontes de transformación so-cial pero hay que ofrecer pequeños pasos pa-ra la semana siguiente (JC, entrevista, septiem-bre, 2006).

5. Los asesores de los sindicatos: El actorperiférico del decreto del Programa Inter-departamental de la Renta Mínima de In-serción

5.1. Joan García Nieto y el Salario Ciuda-dano

Los sindicatos CONC y UGT de Cataluña vana delegar, dejando bien claro que es necesariohacer una propuesta «realista», la elaboracióndel contenido de su propuesta de renta míni-ma en una serie de actores reunidos el 9 y 10

de noviembre de 1989 en Barcelona —«Ren-ta Mínima i Salarí Ciutadà»— para elaboraruna propuesta que será la base desde la cualdichos sindicatos van a negociar con el gobier-no de la Generalitat. Este espacio de reflexióntiene características distintas a las vistas has-ta el momento y por primera vez se aborda larenta mínima desde la reflexión sobre la crisisdel modelo keynesiano-fordista. Así, la con-ferencia central de estas jornadas correrá car-go de Joan Garcia-Nieto, un académico repu-tado con una sólida formación internacionalen economía, sociología y teología culminadaen una de las instituciones académicas másprestigiosas de Europa: la London School ofEconomics. García-Nieto se define como ca-tólico y marxista, y concibe una acción políti-ca y sindical construida desde la base. Por úl-timo, el padre García-Nieto está vinculado alas llamadas Comunidades Cristianas de Ba-se. Éstas, una vez llegada la democracia, em-piezan a perder efectivos —trasvase de estasorganizaciones hacia los partidos políticos—y objetos de lucha —espacio político ocupa-do por partidos y sindicatos—. Frente a estosfenómenos, García-Nieto se sitúa como un in-telectual a la búsqueda de interpretaciones deuna realidad que, por un lado, es distinta a ladel franquismo, y, por el otro, parece estar le-jos de la consecución de un socialismo anhe-lado por el propio García-Nieto (que no sólono llega sino que parece ir perdiendo fuerza sinos fijamos en las posiciones oficiales deCONC y PSUC, basadas en aceptar las coor-denadas de la democracia parlamentaria y asu-mir la posición de agentes sociales negociado-res con los gobiernos). En esta coyunturaGarcía-Nieto se suma a los actores que buscannuevos objetos de acción, nuevos sujetos derevolución que les permita resituarse en unmundo en mutación en el que las antiguas cer-tezas parecen perder fuerza. El mundo del no-trabajo parece ofrecerles una nueva oportuni-dad de reconversión militante y profesionalpara construir una lucha hacia el socialismoanclada en las nuevas realidades sociales (Cor-tinas, 2010, pp. 80-84).

Desde esta posición, y a partir de sus con-tactos a nivel internacional, especialmente losestablecidos con André Gorz en la Organiza-

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ción Internacional del Trabajo, García-Nietova a llegar a la idea del Salario Ciudadano co-mo propuesta vinculada a nuevos caminos ha-cia el socialismo (García-Nieto, 1984, 1989).Lo que nos interesa más de los textos de Gorzque sirven de base a los escritos de García-Nie-to es el hecho de que opone su propuesta a lasversiones de rentas garantizadas, ya proven-gan de la izquierda o la derecha, que han exis-tido a lo largo de la historia —Speenhamland,impuesto negativo o renta mínima garantiza-da—. Esta oposición se basa en que, segúnGorz, ninguna de estas versiones de las rentasgarantizadas combate el problema de las so-ciedades occidentales contemporáneas, quepasaría por una estratificación dualista debi-do a la expulsión de mucha gente del merca-do de trabajo (Gorz, 1980, 1983). Todas estasversiones, según Gorz, se convierten en lo queel autor llama el salario de la marginalidad yla exclusión social. O sea, Gorz da valor deequivalencia en los resultados al impuesto ne-gativo y a las rentas garantizadas, puesto quedejan a la gente fuera de la esfera productiva.

La propuesta de Gorz implica introducircambios estructurales clave, entre los que des-taca el hecho de abolir la noción de salario, esdecir, una renta vinculada a la venta de la fuer-za de trabajo en el mercado laboral, y sustituir-la por el sueldo social, que implica una socia-lización de la riqueza. Este sueldo no estádesvinculado de la actividad, sino que va vin-culado a la realización de actividades produc-tivas y no productivas, todas ellas remuneradasa partir de la riqueza colectivamente produci-da. A pesar de que por primera vez en todo elproceso de elaboración de la renta mínima ca-talana se produce una problematización de lanueva pobreza en términos de fenómenos es-tructurales vinculados al desmembramiento delpacto keynesiano-fordista, la propuesta de Gar-cía-Nieto, inspirada por Gorz, no será la que setraslade a los sindicatos.

5.2. La renta mínima de inserción como laposibilidad de existir en el campo de la ac-ción social

En las Jornadas «Renta Mínima i SalariCiutadà» también participan distintas orga-

nizaciones del campo de la Acción Social decarácter privado —Caritas, Accio Solidariacontra l’Atur, APRISE, Justicia i Pau— quese encuentran en plena lucha para poder serreconocidas como agentes legítimos de la ac-ción social en un momento en el que ese cam-po está en plena construcción por parte de los poderes públicos (Cortinas, 2010, pp. 90-105). Esta necesidad organizacional de re-conocimiento es un elemento clave para en-tender la posición de consenso que sus repre-sentantes van a tomar en el momento deelaborar una propuesta de renta mínima des-tinada a influenciar a los sindicatos y al go-bierno. Dicho de otra manera, la necesidadde integrarse en la arquitectura institucionalde la nueva renta mínima pesa más que la ela-boración de una propuesta alternativa desdeuna posición de debilidad negociadora.

Por otra parte la propuesta de Garcia-Nie-to y compartida por DJ, organizador de lasjornadas de noviembre 1989, no es forzosa-mente la propuesta prioritaria para Caritas oJusticia i Pau, actores que dentro del campode lo social en Barcelona poseen mucho máspeso que DJ —no olvidemos que Caritas Bar-celona está dirigida por PM que fue directo-ra de Servicios Sociales del gobierno catalán,o Justicia i Pau cuyo director es un intelec-tual muy (re)conocido:

DJ: Nosotros invitamos a unos y a otros.Eso sí, lo importante era que existiera compli-cidad. Para nosotros era importante que estu-viera «Justícia i Pau», por ejemplo, pero noporque fuera «Justícia i Pau», sino por lo quesignifica como institución, lo que simboliza;nosotros siempre hemos sido muy conscien-tes de nuestras limitaciones y es que somosunos pringaos, en el sentido propio del térmi-no, no somos un think tank (DJ, entrevista, sep-tiembre, 2006).

Su falta de peso o influencia en los parti-dos de gobierno les lleva, a su vez, a buscaruna posición de consenso con los actores ne-gociadores por encima de sus posibles opcio-nes. DJ parece tener claro que en aquel mo-mento el consenso era la única arma a sudisposición para conseguir poder tener unainfluencia en la forma final de la renta míni-ma de inserción:

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DJ: Entonces, a pesar de las diferencias po-líticas conseguimos que hubiese un buen en-tendimiento personal, había un hilo conduc-tor que era el reconocimiento de la autoridadmoral de ciertas personas que convocaban lasjornadas y, al mismo tiempo, sabíamos quepactábamos y uníamos esfuerzos o nunca mástendríamos la oportunidad de hacer alguna co-sa de este tipo (DJ, entrevista, septiembre,2006).

Las posiciones de debilidad de estos ase-sores en el proceso de decisión político, elpragmatismo de los sindicatos y el alejamien-to de los protagonistas del proceso de cual-quier reflexión en términos de mutaciones es-tructurales y pobreza, llevan a los asesoresque hemos analizado en este punto a retirarde la propuesta de renta mínima enviada a lossindicatos y al gobierno el párrafo siguienteque sí habían incluido en las conclusiones delas «VI Jornades sobre el Quart Món a Ca-talunya»:

En cualquier caso estimamos que la Ren-ta Mínima de Inserción debe ser concebida co-mo una medida transitoria, de carácter tempo-ral, mientras otras políticas más justas dereparto del trabajo, educación y formación yde reparto de la renta no la hagan innecesaria.Deberá ser, pues, el inicio de una transiciónhacia un tipo de sociedad en qué el tiempo de-dicado al trabajo podrá reducirse sin disminu-ción de la renta percibida, haciendo posible,así, la dedicación de los ciudadanos a otras ac-tividades libremente elegidas (VI Jornades so-bre el Quart Món a Catalunya, 2006)7.

6. Conclusión

Empezábamos este articulo con la intenciónde dar una explicación al hecho de que la ren-ta mínima catalana aparcara la relación entrela crisis del modelo keynesiano-fordista —pa-ro estructural persistente y precarización delempleo— y las situaciones de pobreza, y secentrara en la construcción de una medida deprotección social focalizada en la interven-ción sobre los beneficiarios desde una pers-

pectiva de formación y capacitación en pro-cesos anclados y desarrollados en el ámbitolocal (intervención en y desde los barrios).

En esta conclusión queremos proponer unesquema analítico que sirva de punto de par-tida para el estudio de las rentas mínimas enotros territorios. Así, lo que hemos descritohasta el momento nos permite pensar la ren-ta mínima de inserción como el resultado deun espacio social complejo en el que hay queponer en relación el perfil socioprofesionalde los actores con la posición que ocupan entérminos de poder en ese espacio y con lasnecesidades estratégicas de estos actores den-tro la estructura del espacio social en el quesus posiciones toman sentido.

En nuestro caso la necesidad de ocupar unsitio dentro del mercado de lo social por par-te de todos los actores es lo que marca la cons-titución de este espacio. Para ello, cada actorquiere ocupar el espacio de la solución —elPrograma Interdepartamental de la Renta Mí-nima de Inserción— movilizando los recur-sos que le son propios. Para el Departamen-to de Trabajo se trata de movilizar su principalfuente de recursos —los Fondos europeos pa-ra formación profesional—, para el Departa-mento de Bienestar la Formación de Adultos.Ambos van a asegurarse la dirección del Programa Interdepartamental de la Renta Mí-nima de Inserción. Para los actores de las ins-tituciones de Acción Social se trata de con-seguir el reconocimiento institucional de latarea que ya realizan: formación laboral pa-ra parados, ayuda a la creación de empresas...Para los sindicatos se trata de poder accederal espacio de la política social de manera rá-pida. Para los asesores del gobierno se tratade continuar unas carreras profesionales enel campo del Trabajo Social poniendo a dis-posición de los Consejeros sus conocimien-tos en el campo de la intervención directa. Fi-nalmente, para los intelectuales asesorandoel Departamento de Trabajo se trata de afian-zar su papel de expertos en política social.

El espacio social en el que se produce larenta mínima está compuesto por varios gru-

7 Conclusiones de las VI Jornades sobre el Quart Món a Catalunya. Documento consultado en los archivos de «Justícia iPau, Barcelona mayo del 2006. Lo subrayado figura en el original.

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pos de actores que pueden ser agrupados enpolos. En primer lugar, encontramos un poloque está formado por una serie de agentes cu-yas posiciones socioprofesionales están vin-culadas a instituciones del espacio sociopo-lítico. Una parte de estos actores se sitúan enel mundo de la Acción Social privada en com-petición con las instituciones públicas. Otraserie de actores ocupa posiciones institucio-nales dentro del Departamento de Trabajo yde Bienestar del gobierno de la Generalitatde Catalunya en tanto que responsable o entanto que cargo de confianza técnico: JFM,JP, PF, AC, FC. En este polo encontramos losresponsables políticos del sindicato CONC.Este grupo de actores e instituciones formanel polo que llamaremos Polo institucional-ad-ministrativo.

El segundo polo, polo experto, lo formanlos actores que por su capital académico en-tran en la reforma —producción de un nue-vo dispositivo de acción pública— ya que sonllamados por los actores del polo institucio-nal para responder a sus demandas de elabo-ración de conocimiento sobre el problema ylas soluciones que se quieren promover des-de dicho polo institucional: la pobreza y larenta mínima. Este polo lo forman esencial-mente, JE, Hermann Deleeck o Serge Mila-no y García-Nieto.

Estos dos polos se caracterizan, a su vez,por una especialización de funciones dentrode cada uno de ellos, a la vez que están co-nectados por relaciones de subordinación in-tra e interpolos. Así, dentro del polo institu-cional-administrativo, los responsables delDepartamento de Trabajo y Bienestar domi-nan el espacio ya que son ellos los que pose-en los recursos financieros, políticos y lega-les. Las instituciones de Acción Social y losmiembros del polo experto, debido a su po-sición subordinada en el espacio político, só-lo pueden legitimarse desde la creación deuna propuesta que satisfaga a los actores do-minantes de este espacio político. La compo-nente administrativa de este polo —cargosasesores dentro de los departamentos del go-bierno— también está sometida a las necesi-dades de unos responsables de Departamen-to que responden a los intereses de sus

partidos de pertenencia. Los sindicatos ocu-pan también una posición secundaria, ya queson negociadores pero no iniciadores de larenta mínima, y además les conviene aceptarla propuesta gubernamental, ya que los bene-ficios de la puesta en marcha de una renta mí-nima para el sindicato no se cuentan en la for-ma que ésta va a tomar sino en el hecho dellegar a un acuerdo con el gobierno.

El espacio reformador estudiado puede serdividido en tres tipos de posiciones distintasen función de los resortes de estas posicionesy de los recursos que son útiles para mante-nerlas. Una primera posición en este espaciola forman aquellos cuyos resortes para estarpresentes en el espacio de producción del de-creto son sus competencias técnicas en tantoque expertos o profesionales de las causasque los actores de las posiciones dominantesnecesitan movilizar. Los actores que situamosdentro del polo expertos ocupan estas posi-ciones acompañados por los técnicos de losDepartamentos de Trabajo y Bienestar Social,a quien se recurre para pensar la solución: FC,PF, AC. Los actores situados en estas posicio-nes deben ceñirse a las tomas de posiciónmarcadas por los actores dominantes del es-pacio político-institucional y, por tanto, sustomas de posición más allá de aquellas porlas que han sido solicitados son inexistentescomo capital válido en el espacio reforma-dor. Todos estos actores encuentran en dichaposición los recursos para existir material-mente, su empleo es la reforma, y, por tanto,sus trayectorias en términos de militancia po-lítica pesan poco en la estructura del espaciosi no fuere por el hecho de que intentan adap-tar las visiones derivadas de estas trayecto-rias a las demandas hechas por los actores do-minantes del espacio político.

En segundo lugar, están aquellas posicio-nes que tienen como base la fidelidad perso-nal a las posiciones dominantes del espacio.Es el caso de JP y JF. La base de su acción pa-sa por ofrecer soluciones a las necesidades delas posiciones dominantes de la reforma (losConsejeros de los departamentos que los hannombrado en tanto que cargos de confianza).De nuevo, sus tomas de posición son un re-flejo de las de los hombres a los que deben

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fidelidad y las soluciones concretas que adop-tan —capacitación profesional y formaciónde adultos—, las mejores estrategias para sa-tisfacer las prioridades políticas de los Con-sejeros que los emplean.

El último tipo de posiciones es el de losresponsables de los sindicatos catalanes delmomento y la de los actores de la Acción So-cial. Estas posiciones se caracterizan por serposiciones basadas en el establecimiento devínculos con el resto de instituciones presen-tes en el espacio de producción de la renta mí-nima. Estas posiciones son sostenidas a par-tir de la capacidad de sus detentores paraconseguir acuerdos y consensos de forma, apoder ser considerados actores validos en unaárea de política pública concreta —política

social—. Estos actores son dependientes delos actores del gobierno para existir y deben,a través de posiciones de mediadores, agluti-nar esfuerzos a expensas de limar diferencias.

La explicitación de este conjunto de ele-mentos nos ha permitido desnaturalizar larenta mínima; es decir, explicar que la rentamínima fue más el resultado de una estructu-ra decisional que de un análisis y debate deideas sobre el desmembramiento del pactosocial keynesiano-fordista. Esta desnaturali-zación es un primer paso para poder reabrirun debate que parece seguir estando de actua-lidad en una sociedad en las que el paro es-tructural, la precarización y la pobreza lejosde haber desparecido, siguen estando muypresentes.

7. Referencias bibliográficas

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El Trabajo Social en Inglaterra: ¿el principio y fin de una profesiónpara la justicia social?

María Inés Martínez Herrero1

Recibido: 1 de diciembre de 2016 / Aceptado: 30 de mayo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. Este artículo ofrece una discusión sobre el trabajo social en Inglaterra, país que se encuentra a la van-guardia del neoliberalismo, tanto a nivel de la estructura económica nacional como de la incorporación de no-ciones y prácticas neoliberales en el Trabajo Social. Para ello, se analizan en primer lugar los conceptos de «ne-oliberalismo» e «ideología neoliberal» y se explica a continuación en qué consiste y cómo se ha desarrollado enInglaterra el «trabajo social neoliberal». Por último, el artículo ofrece una breve discusión sobre algunas de lasiniciativas y propuestas para la resistencia al neoliberalismo que se están desarrollando en el país y algunas con-clusiones sobre la temática, destacando la importancia de tratar de evitar en otros países algunas de las circuns-tancias han llevado al trabajo social en Inglaterra a convertirse, en gran medida, en una profesión de control social al servicio de los intereses de los gobiernos «neoliberales» que se han sucedido desde los años 1980 eneste país.Palabras clave: neoliberalismo; Trabajo Social; Inglaterra; historia; ideología.

[en] Social Work in England: the beginning and the end of a profession for social justice?

Abstract. This article offers a discussion on social work in England, a country at the vanguard of neoliberalismboth at the level of the national economic structure and in terms of the incorporation of neoliberal notions andpractices into social work. In order to do so, it first analyses the concepts of «neoliberalism» and «neoliberalideology», before explaining the content and development of «neoliberal social work» in England. Finally, thearticle offers a brief discussion of some of the initiatives and proposals for resisting neoliberalism that are beingdeveloped in England and some conclusions on the issue, emphasising the importance of attempting in othercountries to avoid the circumstances that have led to social work in England largely becoming a profession forsocial control at the service of the interests of the «neoliberal» governments that have been in power in this countrysince the 1980s.Keywords: Social Work; neoliberalism; England; ideology.

Sumario: Introducción. 1. Inglaterra: una sociedad y un trabajo social neoliberales. 2. Resistencia alneoliberalismo y «fuentes de esperanza» en el Trabajo Social inglés. 3. Conclusión. 4. Referenciasbibliográficas.

Cómo citar: Martínez Herrero, M. I. (2017) El Trabajo Social en Inglaterra: ¿el principio y fin de una profesiónpara la justicia social?, en Cuad. trab. soc. 30(2), 343-355.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54606

1 Northumbria University, Reino [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

El Reino Unido se encuentra entre los paísesdesarrollados con mayor desigualdad delmundo. Un reciente informe de Oxfam des-taca que: «el aumento continuo de la des-igualdad económica en los últimos años yprevio fracaso a la hora de abordar el gran au-mento de la desigualdad que se produjo enlos años 80 [auge del thatcherismo] han de-jado al Reino Unido con una economía injus-ta que no funciona para todos» (2016, p. 2).Este informe ofrece datos sobre la desigual-dad en el país, tales como que «a pesar de queel Reino Unido es uno de los países más ri-cos del mundo, una de cada cinco personasvive por debajo del umbral de la pobreza»; oque «el 10% más rico de la población britá-nica posee más de la mitad de la riqueza to-tal del país» (p. 2). El informe subraya quetres décadas de profunda desigualdad han te-nido un severo impacto social, llevando a mu-cha gente a sentirse excluida de la política ylas oportunidades económicas y a perder elinterés por la participación en la sociedad, einsta a la nueva primera ministra, TheresaMay, a atajar con urgencia el aumento des-controlado de la desigualdad en el país y losmecanismos empresariales y de mercado quela originan. Las revueltas, iniciadas en Lon-dres en 2011, o el reciente voto en favor delBrexit pueden ser consideradas claras expre-siones de la frustración y desafección socialde amplios sectores sociales.

En este contexto, continuando una tenden-cia originada a lo largo del siglo XX y exa-cerbada con el desarrollo de las políticas ne-oliberales desde finales de los años 1980, elactual gobierno conservador tiene muy pre-sente la profesión de Trabajo Social, a la querecurre buscando soluciones a los problemassociales que preocupan más a la opinión pú-blica, como la alta prevalencia del abuso demenores (Bentley, O’Hagan, Raff y Bhatti,2016), particularmente en las áreas más des-favorecidas.

Esta tendencia del gobierno a otorgar pro-tagonismo al Trabajo Social puede parecer apriori envidiable para los trabajadores socia-les de otros países, como España, donde la

profesión continúa teniendo que trabajar du-ramente por el reconocimiento de su papel enla política social pública. Sin embargo, unode los argumentos que voy a defender en es-te artículo es que tal cercanía entre la profe-sión y el gobierno, cuyo origen se remonta aldesarrollo y expansión del Estado de bienes-tar británico tras la Segunda Guerra Mundial,tiene un alto coste, ya que el gobierno buscaen la profesión soluciones superficiales ycomplacientes con el neoliberalismo ante losproblemas sociales, y culpa a la profesión delos fracasos que resultan de estas interven-ciones. Si bien el Reino Unido, y concreta-mente Inglaterra, fue el país pionero del Tra-bajo Social como profesión científica, unaprofesión actualmente globalizada, y que tie-ne como estandarte la defensa de los valoresde los derechos humanos y la justicia social(FITS y AIETS, 2014), justamente este paísvuelve a ser también esta vez el gran pione-ro de un modelo de Trabajo Social que se ex-tiende internacionalmente a gran velocidad yque puede denominarse el «Trabajo Socialneoliberal» (Jones, 2004).

En este artículo argumentaré que el casoinglés demuestra que «el Trabajo Social neoliberal» resulta ineficaz para solucionarproblemas sociales de origen estructural yamenaza los valores más esenciales de la pro-fesión, fundamentalmente la justicia social,y también el bienestar, los intereses y los de-rechos de los usuarios del Trabajo Social y delos propios trabajadores sociales. Es más, es-te modelo fragmenta la profesión, llegando aamenazar la propia supervivencia del Traba-jo Social, tal y como lo define la FederaciónInternacional de Trabajadores Sociales (FITSy AIETS, 2014) y como lo entiende la mayorparte de países europeos. El modelo de Tra-bajo Social neoliberal se ve reflejado tanto enlos ámbitos de la práctica y regulación profe-sional como en la formación en este campo.

Metodológicamente, este trabajo tiene co-mo base y amplía la revisión teórica de mi te-sis doctoral sobre los derechos humanos y lajusticia social en la formación en Trabajo So-cial en Inglaterra y España y se apoya en elconocimiento sobre el Trabajo Social en In-glaterra adquirido durante mis estudios de

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postgrado y mi experiencia como profesorauniversitaria de Trabajo Social en este país.

1. Inglaterra: una sociedad y un TrabajoSocial neoliberales

1.1. Introducción: «las dos almas» del Tra-bajo Social en Inglaterra

Higgins (2015) afirma que el avance de losmodelos neoliberales en el Trabajo Social enInglaterra ha llevado a la existencia, en la ac-tualidad, de una gran tensión en la profesión,que define como «una lucha por el alma delTrabajo Social» (p. 4), refiriéndose al acalo-rado enfrentamiento entre dos orientacionessobre el propósito y la naturaleza del Traba-jo Social. En un extremo del debate —sostie-ne— se encuentra una «concepción ampliadel Trabajo Social», basada en una prácticacentrada en las relaciones, los derechos hu-manos y los objetivos de la justicia social(idem). Esta concepción del Trabajo Social,para el autor, está alineada con la visión de laprofesión de la Federación Internacional deTrabajadores Sociales y de los otros estadoseuropeos. Desde esta perspectiva, la base deconocimiento de la profesión, su integridadética y sus vínculos con los derechos demo-cráticos resultan fundamentales. En el otroextremo del debate existe, siempre según es-te autor, una «concepción reduccionista delTrabajo Social» que ubica el énfasis en «losprocesos burocráticos y tareas fijas y limita-das, el manejo de riesgos, las intervencionesjurídicas y las actividades de gestión» (p. 8).Este segundo enfoque, de naturaleza neolibe-ral, es el paradigma dominante en el TrabajoSocial en Inglaterra, afirma Higgins.

Bajo este paradigma, el trabajo comunita-rio y grupal quedan fuera del terreno del Tra-bajo Social, y la práctica y formación en es-ta disciplina se ven alineadas con modelos deintervención y educativos «neoliberales»,«desconectados del contexto sociopolíticomás amplio de la sociedad actual», y para loscuales las causas de los problemas socialesse encuentran en los usuarios (p. 12). Este ar-tículo explora precisamente este segundo en-

foque o paradigma. Para ello analizaré en pri-mer lugar los conceptos de «neoliberalismo»e «ideología neoliberal», explicando despuéslos principales efectos de los mismos en elTrabajo Social en Inglaterra.

1.2. ¿Qué es el neoliberalismo?

El neoliberalismo es una teoría político-eco-nómica que defiende que el modo más efecti-vo de promover el bienestar humano consisteen liberar a los mercados de las barreras polí-ticas y sociales que limitan las posibilidadesde crecimiento económico e industrial (Har-vey, 2005). La teoría neoliberal ganó popula-ridad a finales de los años 1970 como alterna-tiva al capitalismo de bienestar, establecidotras la segunda guerra mundial en la mayoríalos países occidentales, en el que los gobier-nos nacionales buscaban regular y controlar laeconomía de mercado para asegurar su ade-cuado funcionamiento, y evitar su interferen-cia con el funcionamiento de las institucionespara la garantía de los derechos sociales y de-mocráticos de los ciudadanos (Garrett, 2010;Chandler, Bell, Berg y Barry, 2015; Spolan-der, Engelbrecht y Pullen Sansfaçon, 2016).

Los gobiernos de Margaret Thatcher (Rei-no Unido) o Ronald Reagan (Estados Uni-dos) fueron pioneros en introducir políticaseconómicas neoliberales en las democraciasoccidentales durante los años 1980; y entu-siastas defensores de las mismas, aunque ca-be señalar que los primeros experimentos ne-oliberales se venían llevando a cabo, bajo elasesoramiento de expertos americanos, des-de los inicios de la dictadura de Pinochet enChile (1973-1990). Desde entonces, el neo-liberalismo se ha extendido a nivel global ysu ideología se ha convertido «en el sentidocomún» para la mayoría de los gobiernos delmundo, tanto «de derechas» como «de iz-quierdas» (Ferguson, 2008, pp. 2-3).

En el neoliberalismo, los gobiernos nacio-nales adquieren un papel fundamental en elestablecimiento de unos marcos políticos einstitucionales que maximicen los derechosde propiedad y la libertad de los mercados, ydeben asegurar el funcionamiento de las es-tructuras legales, de defensa, policiales y mi-

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litares que garanticen su mantenimiento, se-gún Harvey.

Desde la lógica neoliberal, defender losintereses económicos de los más ricos, espe-cialmente los magnates del mercado, median-te medidas tales como reducir impuestos ysalarios mínimos, da lugar a mayores benefi-cios económicos y promueve la inversión, almismo tiempo que mejora la competitividaden la economía global (Dominelli y Khan,2000). Estos procesos conllevan una optimi-zación en la distribución de recursos, másoportunidades de empleo y una mejora, endefinitiva, de las condiciones de vida a nivelmundial (Dominelli y Khan, 2000; MéndezFernández, Leal Freire, Martínez Rodríguezy Salazar Bernard, 2006).

Los Estados nacionales neoliberales tie-nen además encomendada la misión de crearnuevos mercados en sectores donde eran in-existentes antes, apunta Harvey, como porejemplo, en el caso de Inglaterra, en las in-dustrias nacionales previamente públicas detransporte, agua o energía, y en sectores co-mo los servicios de salud y los servicios so-ciales. Sin embargo, una vez establecidos losnuevos mercados, los Estados deben evitarintervenir en los mismos para no distorsionarsu funcionamiento, según este autor.

Estos planteamientos teóricos son, sin em-bargo, inconsistentes con la evidencia aplas-tante del aumento de la pobreza y la desigual-dad que ha tenido lugar a nivel mundial(Dominelli, 2010; Lundy, 2011; Piketty, 2014);europeo (De Vogli, 2013) y, en concreto, enel Reino Unido (The Equality Trust, 2017)durante los periodos de implementación delas políticas neoliberales y medidas de aus-teridad.

Lundy (2011) y Dominelli (2000, 2010)destacan que el libre mercado y las políticasde austeridad aumentan la desigualdad entrepaíses y, dentro de los mismos, deterioran lascondiciones de empleo y de vida de los gru-pos de población más vulnerables, y conde-nan a la pobreza y exclusión social a secto-res cada vez más amplios de la poblaciónmundial; incluso en países con una historiade protección social, como Canadá o los Es-tados de bienestar europeos.

Al mismo tiempo, las lecciones aprendidasde la reciente crisis económica mundial, ini-ciada en Estados Unidos como una crisis fi-nanciera que se extendió mundialmente des-encadenando una gran crisis socioeconómicaen la eurozona, demuestran que el capitalismoneoliberal supone la privatización de los be-neficios y la socialización de los riesgos delsector financiero y el libre mercado (Jordan yDrakeford, 2012). Ante las crisis del mercado,son los ciudadanos, especialmente aquellosmás desfavorecidos, quienes sufren las peoresconsecuencias y son más duramente castiga-dos por las medidas de austeridad de los esta-dos nacionales (Jordan y Drakeford, 2012; De-lla Porta, 2013; Spolander et al., 2016).

Por todo esto, parece más adecuada la de-finición propuesta por Bourdieu (2005, 29-30), que entiende el neoliberalismo como«una revolución conservadora» que, apelan-do a la razón y la ciencia (incluyendo la eco-nomía), «aprueba y glorifica el reino de losmercados financieros, o sea el retorno de unasuerte de capitalismo radical sin más ley quela del beneficio máximo, capitalismo sin fre-nos ni disimulos pero racionalizado».

1.3. La ideología neoliberal

Para legitimar un sistema que, como he argu-mentado, incrementa el beneficio de los másricos y poderosos y perjudica a la mayor par-te de la población mundial, el neoliberalismoutiliza una poderosa ideología. Desde la pers-pectiva de la teoría social crítica, una ideolo-gía tiende a ser definida como un sistema or-ganizado de ideas (Hall, 1977), que puedeincluir valores y creencias colectivas (Careyy Foster, 2011), que juegan un papel crucialen el mantenimiento del poder y la domina-ción (Thompson, 1984). Así, pues, segúnFairclough (2010): «unas determinadas inter-pretaciones y explicaciones pueden ser con-sideradas ideológicas cuando puede demos-trarse que además de ser inadecuadas sonnecesarias; necesarias para establecer y man-tener en su lugar unas relaciones de poder par-ticulares» (p. 9).

La ideología neoliberal incluye los razo-namientos ya mencionados sobre la suprema-

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cía y ventajas del mercado libre y del enfo-que científico-racional en la resolución deproblemas. Pero además ensalza una serie devalores como el individualismo, el consumis-mo, o la autonomía y la autodeterminaciónfrente a la dependencia y la colectividad. Porejemplo, en una de sus frases más famosas,Margaret Thatcher declaraba: «la sociedad noexiste. Hay individuos, hombres y mujeres, yhay familias» (1987 citada en BBC mundo,2013). Aunque quizá la afirmación más re-currente (y argumentalmente falaz) en el dis-curso neoliberal es aquella de que «no hay al-ternativa al capitalismo».

Con la complicidad de los medios de co-municación de masas y el uso de técnicas ymecanismos de control social (tales como elmanagement, del que hablaremos luego), laideología neoliberal presenta una imagen delas sociedades como cada vez más fragmen-tadas, plurales, inseguras e incontrolables(Méndez Fernández et al., 2006). Una estra-tegia común de manipulación ideológica con-siste en la creación de pánico moral en tornoa grupos tales como los jóvenes desemplea-dos, los extranjeros y minorías étnicas o losrefugiados, a quienes se presenta como «pro-blemáticos» y causantes de «nuevas formasde malestar social» (Dominelli y Khan, 2000,p. 104). La ideología neoliberal también creapánico moral sobre la carga económica quesuponen aquellos que tienen alguna depen-dencia de los servicios de bienestar, como laspersonas mayores o dependientes. En un am-biente dominado por los sentimientos de in-seguridad de los ciudadanos, los gobiernosneoliberales refuerzan las ideas de la respon-sabilidad de los individuos sobre su propiobienestar, que se utilizan de forma «parásita»y oportunista para justificar recortes y rea-justes neoliberales (Jordan y Ashford, 1993,p. 8).

En este contexto, las medidas de austeri-dad y de control social tomadas por los gobiernos para asegurar el mantenimiento yexpansión del sistema se presentan como in-evitables y necesarias; como sacrificios ne-cesarios que se requieren a los ciudadanos (encalidad de trabajadores, pacientes, etcétera)y a instituciones tales como la profesión del

Trabajo Social, con la promesa de garantizar,en última instancia, su prosperidad y seguri-dad. Tanto la política como la ideología neo-liberal han tenido un profundo impacto en elTrabajo Social inglés, que analizaré en el si-guiente apartado.

1.4. Efectos del neoliberalismo en el Tra-bajo Social en Inglaterra

Los efectos directos del neoliberalismo en laprofesión del Trabajo Social en Inglaterra hansido estudiados por numerosos autores (Do-minelli y Khan, 2000; C. Jones, 2004; Dus-tin, 2007; Ferguson, 2008; Dominelli, 2010;Garrett, 2010; Ferguson y Lavalette, 2013).Uno de los autores que los ha analizado mássistemáticamente es Harris (2014), quien des-taca tres procesos fundamentales mediantelos que el neoliberalismo ha modificado elTrabajo Social en Inglaterra para adaptarlo asus intereses: la mercantilización, la culturadel consumismo y el gerencialismo o new(public)management. Este apartado se estruc-tura en torno a la discusión de estos tres pro-cesos, introduciendo brevemente los dos primeros: mercantilización y cultura del con-sumismo, y desarrollando en mayor profun-didad el tercero: gerencialismo o new mana-gement, dada su complejidad y su relevanciapara explicar la realidad de la práctica diariadel Trabajo Social en este país. El último pun-to de este apartado considera un proceso adi-cional que refleja y, a su vez, refuerza estostres procesos: la reforma y los intentos decontrol ideológico por parte de los gobiernosneoliberales de la formación en Trabajo So-cial en Inglaterra.

1.4.1. Mercantilización

La mercantilización de los servicios socialeses promovida por el principio neoliberal deque «los mercados son eficientes y efectivosy por tanto deben extenderse a tantas áreas yde manera tan amplia como sea posible» (Ha-rris, 2014, p. 9). Perseguir este principio re-quiere que los gobiernos desarrollen el mer-cado de los servicios sociales y su marcolegislativo e institucional, introduciendo unas

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medidas tales como su privatización o los sis-temas de competencia por contratos públicos(Chandler et al., 2015).

La privatización de los servicios socialesen Inglaterra (subcontratación de serviciossociales a empresas privadas y del tercer sec-tor), por considerar una de las áreas de la mer-cantilización de los mismos, comenzó en elsector de la atención residencial a personasmayores durante el thatcherismo, y se ha ex-tendido en las últimas décadas a todos los sec-tores de servicios sociales (Jones, 2015).

Sin embargo, contrariamente a los plante-amientos respecto a la eficiencia y efectividadque la privatización supuestamente ofreceríaal sector, algo que ha quedado demostrado ennumerosas ocasiones durante estos años esque, lejos de ofrecer una competencia sana,ha hecho posible que estos mercados hayansido conquistados por grandes monopoliosempresariales. Éstos, en su ansia de maximi-zar los beneficios obtenidos por el pago delgobierno y los usuarios, recurren a prácticastales como la explotación laboral de sus em-pleados y a ofrecer unos servicios de mala ca-lidad a las personas a quienes van dirigidos(Ferguson, 2008; Jordan y Drakeford, 2012;Bamford, 2015).

Por ejemplo, en 2011 y tras numerosos es-cándalos en el sector de la atención residen-cial a mayores, varias investigaciones saca-ron a la luz datos tan preocupantes como queprácticamente la mitad de las residencias demayores (con cuidados de enfermería) en In-glaterra no cumplían con los estándares re-queridos de calidad de atención y bienestarde sus residentes (CQC, 2011). También sedescubrieron numerosos casos de abuso apersonas mayores y de violación de sus dere-chos humanos (EHRC, 2011, citado en Jor-dan y Drakeford, 2012) y de prácticas escla-vistas por parte de estas grandes compañías,quienes contrataban a trabajadores extranje-ros a quienes requerían grandes aportacioneseconómicas previas y a quienes, una vez enReino Unido, controlaban y explotaban a suinterés (Craig, 2010).

No obstante, pese a la evidencia de losproblemas vinculados a la privatización eneste y otros sectores, pese a la oposición pro-

fesional del Trabajo Social e incluso a unagran oposición parlamentaria, el gobiernoconservador no ha cesado en sus intentos deexpandir la privatización de los servicios so-ciales a áreas cada vez más sensibles, comola protección de menores (Jones, 2015).

1.4.2. Cultura del consumo

El segundo proceso, desatacado por Harris(2014), mediante el cual el neoliberalismo hatransformado el Trabajo Social es la expan-sión de la cultura del consumo. Este procesose basa en la noción neoliberal de que «losindividuos deben ser responsables de sí mis-mos y dirigir sus propias vidas» (p. 9). En unsector privatizado y dominado por los proce-sos, los valores y el lenguaje del mercado, losusuarios pasan a ser consumidores o clientes,bajo la promesa de recibir unos servicios in-dividualizados, un mayor poder de decisióny un mejor trato del que tradicionalmente ob-tienen como receptores pasivos de serviciosdel Trabajo Social.

Las políticas sociales de «personaliza-ción» que consisten en la concesión de un pre-supuesto a los individuos para que contratensu propio paquete de cuidados en el merca-do, las pusieron en marcha y fomentaron tan-to los gobiernos conservadores como los la-boristas en el Reino Unido desde los años1990. Las promovieron y celebraron los ac-tivistas de movimientos sociales de personascon discapacidad, quienes reclamaban uncambio en los servicios sociales públicos re-cibidos hasta entonces y que consideraban al-tamente inflexibles y paternalistas. No obs-tante, como explican Ferguson (2012) yBeresford y Croft (2004), lo cierto es que es-tas políticas eran altamente compatibles conlos intereses del mercado, y su cara más per-niciosa para los usuarios iría manifestándo-se en los siguientes años.

El clima político, promovido desde la en-trada al poder del Nuevo Laborismo, se ca-racterizó por una retórica o un «nuevo mora-lismo» (Ferguson, 2008, p. 39), que ensalzabala elección, la independencia y la responsa-bilidad individual en lo que se refiere a recu-perar o desarrollar la capacidad de contribuir

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al mercado, y no suponía una carga económi-ca para los recursos y la economía del país.Ante su avance, los usuarios de servicios so-ciales (y los trabajadores sociales) fueronviendo como el lenguaje y las políticas de«personalización», que prometían ser empo-deradores, se convertían en fuente de benefi-cio para el mercado, pero de opresión y de ais-lamiento para los ciudadanos dependientes.

Ferguson (2012, p. 27) reportaba en 2012cómo recientes encuestas a trabajadores sociales indicaban que menos de la mitad opi-naba que las políticas de personalización be-neficiaban a los usuarios a medio o largo pla-zo, a pesar de estar en su gran mayoría deacuerdo con sus objetivos. Esta situación noha hecho más que empeorar en los últimosaños, en los cuales los discursos políticos delgobierno conservador han ahondado el páni-co moral respecto a la dependencia y la ne-cesidad de limitar el gasto público mediantemedidas de austeridad y recortes.

En el área de la salud mental, por ejem-plo, han surgido recientemente grupos deusuarios como ¡La recuperación a la Basura![Recovery in the Bin] que denuncian cómo elneoliberalismo ha colonizado conceptos cla-ve del movimiento antipsiquiátrico para susintereses, que contribuyen a enmascarar lascausas profundas de la crisis económica y cul-pabilizar a quienes son incapaces de «recu-perarse» y contribuir directamente a la pro-ductividad del país (RITB, 2017).

1.4.3. Gerencialismo o new (public)mana-gement

El tercer proceso, señalado por Harris (2010),mediante el cual el neoliberalismo ha transfor-mado profundamente a la profesión del Traba-jo Social en Inglaterra es la transferencia a laAdministración y a los servicios públicos demodelos de gestión inspirados en los valoresy las técnicas propios del sector privado, conlos objetivos de aumentar su eficiencia y tenerun mayor control de resultados.

Los modelos neoliberales de gestión pú-blica, también conocidos como «nueva ges-tión pública» o new (public)management (tér-mino que utilizaré de ahora en adelante)

fueron introducidos plenamente en la Admi-nistración Pública inglesa por el gobierno con-servador, desde principios de los años 1980(Clarke y Newman, 1997). No obstante, en elámbito del Trabajo Social, recibieron su ma-yor impulso con el gobierno laborista de TonyBlair (1997-2007) (Ferguson, 2008).

Presentado por sus defensores como unacorriente políticamente neutra y como una se-rie de técnicas, aprendidas del sector privadopara incrementar la «economía, eficiencia yeficacia» (Audit Commission, 1983, citadoen Ferguson, 2012, p. 22) el new managementaboga por la introducción en los servicios pú-blicos de los mecanismos siguientes (Hood,2011, p. 51):

1) Fuerte y visible control y toma deci-siones por parte de los cargos superiores enlas organizaciones (managers);

2) Estandarización de tareas y desarrollode sistemas de medición de resultados;

3) Mayor énfasis en los resultados que enlos procedimientos;

4) Reorganización y desmantelamientode las estructuras previas de gestión;

5) Incremento de la competitividad en elsector público;

6) Énfasis en la superioridad de las prác-ticas y valores de las administraciones delsector privado; y

7) Impulso de una mayor disciplina y ahorro en el uso de recursos («hacer más con menos»).

El new management ha tenido sin embar-go unos profundos —muchos argumentan,devastadores— efectos en la práctica del Tra-bajo Social, en su formación y cuerpo de co-nocimientos, y en la propia autonomía de laprofesión. Bamford (2015) es uno de los mu-chos autores que argumentan que «el controlgerencial sobre el Trabajo Social en el ReinoUnido, pero especialmente en Inglaterra, haaumentado hasta el punto en que los trabaja-dores sociales son incapaces de ejercer con-trol sobre su vida laboral» (p. 88); y toda ex-presión de individualidad y creatividad en eltrabajo es anulada por las demandas de las or-ganizaciones donde trabajan.

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Uno de los efectos más preocupantes delnew management en el Trabajo Social en In-glaterra es la erosión de la identificación delos trabajadores sociales con la profesión delTrabajo Social y sus valores, ya que bajo elnew management se les exige identificarse enprimer lugar con su organización y los inte-reses de la misma (Chandler et al., 2015). Es-ta pérdida de identidad profesional es poten-ciada por la creación de puestos de trabajoque requieren la titulación de Trabajo Social,pero reciben un nombre alternativo e impli-can unas tareas limitadas: como por ejemplo,«oficial de protección de menores» o «ges-tor de atención social». Además, la estanda-rización e imposición en las organizacionesde estrictos y minuciosos protocolos de ac-tuación (a menudo basados en protocolos na-cionales), restringe de manera asfixiante ladiscreción profesional, la posibilidad de in-tervención personalizada, y, como afirmabaBamford, la creatividad de los profesionales(Bamford, 2015; Ponnert y Svensson, 2016)así como toda posibilidad de pensamiento yacción críticos dentro de sus organizaciones.Ante el creciente énfasis en el cálculo, la pre-visión, el control y la vigilancia de las activi-dades de los trabajadores sociales en ReinoUnido, hay autores que han llegado a hablarde la «macdonalización» de la profesión eneste país (Dustin, 2007).

La priorización de resultados y el énfasisen los sistemas de recogida de datos, por otraparte, obligan a los trabajadores sociales a pa-sar la mayor parte del tiempo registrando susintervenciones (hasta el 60-80 por ciento desu tiempo) y a reducir drásticamente la aten-ción directa (Ferguson, 2012; López Jiménez,2014), lo que produce gran frustración tantoen ellos como en los usuarios.

Los informes de Munro (2010, 2011) so-bre el Trabajo Social de protección de meno-res en Inglaterra, subrayaron que las exigen-cias del new management habían dado lugara una práctica defensiva y mecanicista quedespojaba a los trabajadores sociales de sucapacidad de ejercer su juicio profesional pa-ra actuar en el interés superior de los meno-res. Una famosa frase de estos informes des-tacaba que el énfasis en cumplir objetivos y

superar inspecciones en la protección de me-nores había dado lugar a que el sistema secentrara en que los individuos hicieran «bienlas cosas» en lugar de hacer «las cosas queestán bien» (es decir, lo correcto) (Munro,2010, p. 14).

Si bien estos informes los encargó el go-bierno y tuvieron un gran impacto en el co-nocimiento y la conciencia de la profesión enInglaterra, no se puede decir que llevaran aun cambio en la dirección de las consecuti-vas estrategias gubernamentales respecto a laprofesión del Trabajo Social. Esta falta de res-puesta a la evidencia por parte del gobiernono hace sino confirmar que, a pesar de quebusca proyectar una imagen de neutralidadpolítica y cientificidad, el new managementactúa en realidad como el engranaje organi-zacional del neoliberalismo (Clarke, 2004),y está cargado de elementos ideológicos a losque los gobiernos neoliberales no están dis-puestos a renunciar.

1.5. Reforma e intentos de control de laformación en Trabajo Social

Analizando los efectos del neoliberalismo enel Trabajo Social en Inglaterra, resulta fun-damental hacer referencia a una estrategiaadicional mediante la que los modelos de tra-bajo y los valores neoliberales han sido pro-pagados y reforzados en el Trabajo Social eneste país: la continua reforma y los intentosde tomar el control ideológico por el gobier-no de la formación en Trabajo Social. Conti-nuando y reforzando una tendencia históricaal fuerte intervencionismo gubernamental enla formación del Trabajo Social y de otrasprofesiones potencialmente criticas, desde lasubida al poder del gobierno conservador(2010) aquellos departamentos universitarioscomprometidos con un Trabajo Social críti-co han sido estratégicamente atacados y hansufrido importantes controles y restriccionessobre su curriculum (Bamford, 2015).

El Secretario de Educación del PartidoConservador, Michael Gove por poner unejemplo, ha criticado publica y duramente ennumerosas ocasiones a aquellos cursos y aaquellos docentes del campo del Trabajo So-

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cial que prestan atención a las causas estruc-turales de los problemas sociales, alegandoque alientan a los estudiantes a ver «a las per-sonas con quienes trabajan» como «desem-poderadas por la sociedad» y «víctimas de lainjusticia social», lo que defiende es indese-able, ya que «rompe el vínculo entre las ac-ciones de un individuo y las consecuencias»(Gove, 2013, párrafos 95-96).

Pero además de ver devaluado su presti-gio, la formación universitaria en Trabajo Social ha ido perdiendo financiación guber-namental y, desde 2010, se ha visto negativa-mente afectada por la creación y energéticapromoción por el gobierno de una serie decursos rápidos alternativos para la obtenciónde la titulación en Trabajo Social. Estos cur-sos se centran en un único ámbito de inter-vención (Trabajo Social con menores o en salud mental), dedican unos periodos deaprendizaje teórico cada vez más limitados ydesvinculado del ámbito universitario, y sebasan en unas intensas prácticas profesiona-les bien remuneradas, suponiendo una obviacompetencia a la formación universitaria(Martínez-Herrero, 2017).

2. Resistencia al neoliberalismo y «fuentesde esperanza» en el Trabajo Social inglés

El panorama sobre el Trabajo Social en In-glaterra presentado hasta ahora en este artí-culo es —reconozco— desolador y desmoti-vador. Esta imagen no está lejos de la realidaden la profesión, pues, ante las presiones y des-ilusiones descritas, cada vez hay más traba-jadores sociales que afirman que «¡no se hi-cieron trabajadores sociales para esto!» y sonmuchos quienes abandonan la profesión alcomprobar que las demandas del puesto detrabajo no les permiten establecer relacionesprofesionales significativas con los usuarioso llevar a cabo una práctica ética y conformea la justicia social (Ferguson, 2010). Un da-to a destacar es que la carrera de un trabaja-dor social en Inglaterra tiene una duraciónmedia de sólo ocho años, ya que un alto nú-mero de profesionales decide abandonarla alsucumbir, tras algunos años de práctica a la

frustración y el burnout (Bowyer y Roe,2015).

No obstante, como Higgins (2015) afir-ma: «el Trabajo Social neoliberal» es una delas «dos almas» del Trabajo Social en Ingla-terra. Coexiste, en una tensión creciente, conuna visión alternativa de la profesión: amplia,estructural, centrada en las relaciones con losusuarios y en los principios de derechos hu-manos y justicia social del Trabajo Social in-ternacional.

Muchos trabajadores sociales en todos losámbitos de la profesión luchan a diario poraferrarse, en su práctica o docencia, a esta se-gunda visión, logrando identificar pequeñosespacios y prácticas de resistencia a las pre-siones e imposiciones del neoliberalismo. Pe-ro, además, a lo largo de la última década, haresurgido con fuerza el movimiento del Tra-bajo Social radical en Reino Unido y se hanextendido y fortalecido las alianzas entre or-ganizaciones profesionales, académicas y deusuarios relacionadas con el Trabajo Social,que han llevado a cabo acciones colectivaspara denunciar y combatir las políticas deausteridad y el «ataque neoliberal» a la pro-fesión del Trabajo Social y sus funciones cri-ticas y liberadoras (SWASUAA, 2017).

El Trabajo Social radical surgió en Ingla-terra en la década de los años 1970, cuandola prosperidad económica de la década de1960 daba paso a la recesión económica, ylos trabajadores sociales comenzaron a iden-tificar las causas sociales más profundas ypolíticas de las comunidades donde trabaja-ban. A partir de los años 1980, ante el decli-ve del sindicalismo obrero, el auge del that-cherismo y las tajantes estrategias de defensadel Estado ante la corriente, el Trabajo Socialradical acabó diluyéndose gradualmente (Jo-nes, 2011). Sin embargo, en la última déca-da y fundamentalmente a través de una nue-va organización de Trabajo Social crítico yradical —SWAN— constituida en 2006, es-tas corrientes han vuelto a tomar fuerza en uncontexto en el cual los trabajadores socialesy usuarios se enfrentan a unas dificultadesparecidas a las del periodo en que surgió elTrabajo Social radical. Éstas incluyen un ace-lerado aumento de la desigualdad, los recor-

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tes y la mercantilización en los servicios so-ciales, la culpabilización de los grupos vul-nerables ante los problemas sociales, los in-tentos del gobierno de tomar el control de laprofesión o unas condiciones de trabajo bu-rocráticas y altamente estresantes.

Aunque no hay espacio en este artículo pa-ra comentar en detalle las estrategias, líneasteóricas, acciones y «fuentes de esperanza»del Trabajo Social radical contemporáneo enInglaterra y Reino Unido (Jones, Ferguson,Lavalette y Penketh, 2004), se pueden desta-car algunos de los principios y valores clavesde esta heterogénea corriente:

1) La búsqueda y denuncia de las «cau-sas púbicas» (políticas y sociales) de los «pro-blemas y sufrimiento privados».

2) Frente al individualismo, defender ypromover lo colectivo, las alianzas profesio-nales, con los usuarios, estudiantes y con losmovimientos sociales, actuando en solida-ridad.

3) Ampliar la visión: construir alternati-vas al capitalismo requiere mirar más allá delaquí y ahora, aprendiendo de las leccioneshistóricas y de los trabajadores sociales enotros países (la «Marea Naranja» española esuna fuente de inspiración y referencias en elTrabajo Social critico-radical británico con-temporáneo).

4) Defender la profesión internacional delTrabajo Social y sus valores fundamentalesde derechos humanos, justicia social y demo-cracia.

3. Conclusión

En este artículo he pretendido comentar losefectos de varias décadas de políticas neoli-berales en el Trabajo Social en Inglaterra, altratarse de un país occidental que se encuen-tra a la vanguardia de estos desarrollos. Aun-que se trate de un ejemplo bastante extremodel avance del neoliberalismo en la profesión,esta una realidad global identificada por tra-bajadores sociales y académicos en diferen-tes partes del mundo, incluyendo España (De

la Red y Brezmes, 2009; Cruz Santos, Ioaki-midis y Martínez Herrero, 2014). Ante estasrealidades, son muchos quienes defiendenque la filosofía y valores del neoliberalismoson antitéticos e irreconciliables con los delTrabajo Social, una profesión arraigada ennociones de dignidad y derechos humanos,en la justicia social, el universalismo, la de-mocracia y la ciudadanía (Ife, 2001; Sewpaul,2005; Dominelli, 2010).

Silvana Martínez, presidenta de la FITSde América Latina, remarcaba en el últimoCongreso Internacional de Trabajo Social(Seúl, julio de 2016), que a menos que los tra-bajadores sociales abordemos cuestiones depoder y las estructuras políticas, «acabare-mos culpando a los sujetos sociales de su pro-pia situación» (Hardy, 2016). Recordaba quesi como profesión nos limitamos a la «meraasistencia y apoyo», por noble que sean estasprácticas «estaremos ocultando la realidad enlugar de revelarla. Terminaremos actuandoúnicamente en la superficie de un orden so-cial absolutamente cruel e injusto. Dando laespalda a la desigualdad social, estaremosdando la espalda a la esencia del Trabajo So-cial» (Hardy, 2016).

En el caso de España, en un período mar-cado por las consecuencias de casi una déca-da de crisis económica y austeridad, y más re-cientemente una crisis de gobernabilidad queha conducido a la continuación de un gobier-no conservador en el país, la profesión delTrabajo Social continuará desempeñando unpapel clave en el desafío del neoliberalismoy la promoción de la lucha por los derechoshumanos y la justicia social, basada en los va-lores de la profesión.

Esta resistencia al avance del neolibera-lismo resulta fundamental, ya que comomuestra el caso de Inglaterra, a pesar de queincluso en los contextos más adversos los pro-fesionales, docentes y usuarios del TrabajoSocial encuentran maneras de alzar su voz yresistir el avance de prácticas opresivas, mu-chas de las reformas y batallas perdidas anteel avance del neoliberalismo en la profesiónno parecen tener, a día de hoy, una fácil vuel-ta atrás.

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Vigilar y corregir: el Trabajo Social en las obras de Michel Foucault y Jacques Donzelot

Lorenzo García Martín1

Recibido: 30 de noviembre de 2016 / Aceptado: 11 de mayo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. En este artículo se presenta una aproximación teórica a las miradas postestructuralistas sobre el Tra-bajo Social. En concreto, se analiza el lugar que Michel Foucault y Jacques Donzelot conceden al Trabajo Socialen el conjunto de transformaciones de las estrategias de poder de los últimos tres siglos. En el centro de la argu-mentación tienen especial protagonismo el desarrollo de la biopolítica, la constitución de las familias nuclearesen las clases populares, la emergencia de lo social y su reciente devenir en lo social competitivo. Se extrae de laindagación teórica y bibliográfica que, para estos autores, el trabajo social constituye un conjunto de prácticasque cumplen la función social de vigilancia-corrección, en especial sobre los sujetos agrupados en categorías degrupos vulnerables. Se aporta una perspectiva crítica e histórica de la intervención social profesional, entendidacomo fuerza normalizadora, que lleva los discursos higienistas, familiaristas y psicológicos hacia las clases po-pulares. El trabajo social se inserta en la regulación de las familias modernas, la crianza de los hijos y la expan-sión de las políticas sociales, y en este sentido, desempeña un rol crucial en la gestión del conflicto social.Palabras clave: biopolítica; política social; familia moderna; control social; neoliberalismo.

[en] Surveillance and correction: Social Work in Michel Foucault and Jacques Donzelot’s works

Abstract. This article presents a theoretical approach to poststructuralist perspectives on social work. Specifically,it analyses the space granted to social work by Michael Foucault and Jacques Donzelot in the series oftransformations of power strategies of the last three centuries. The development of biopolitics, the creation ofnuclear families in the working class, the emergence of society and its recent transformation into competitivesociety play a particular role at the centre of the argument. Investigation of these authors’ theories and literaturereveals their view that social work constitutes a collection of practices that fulfil the social function of oversight-correction, particularly with regard to subjects in vulnerable group categories. A critical and historical perspectiveof professional social intervention is advanced. It is interpreted as a normalizing force, which provides the workingclasses with access to discourses regarding health, family and psychology. Social work forms part of the regulationof modern families, the upbringing of children and the expansion of social policies, and in this regard, it plays acrucial role in the management of social conflict.Keywords: biopolitics; social policy; modern family; social control; neoliberalism.

Sumario: Introducción. 1. La caja de herramientas foucaultiana: disciplinas, biopolítica y gubernamentali-dad. 2. El trabajo social en las obras de Foucault y Donzelot. 3. De lo social a lo social competitivo. 4. Con-clusiones. 5. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: García Martín, L. (2017) Vigilar y corregir: el Trabajo Social en las obras de Michel Foucault y Jac-ques Donzelot, en Cuad. trab. soc. 30(2), 357-367.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54585

1 Ayuntamiento de Galapagar, Madrid, Españ[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

Pensar en las recientes transformaciones delos sistemas de bienestar y el impacto sobreel trabajo social puede hacerse desde muy dis-tintas ópticas. El marco elegido puede deter-minar incluso qué se entienda por Trabajo So-cial, qué ha sido y qué tiene que ser eseobjeto. Este artículo explora la línea de inves-tigaciones genealógicas de dos autores quepueden agruparse bajo la etiqueta de «postes-tructuralistas»: Michel Foucault y JacquesDonzelot. El primero constituye un icono delpensamiento de nuestro tiempo y sus obrasse encuentran entre las más citadas en cien-cias sociales. Sin embargo, su óptica y su vo-cabulario no son comunes en el ámbito delTrabajo Social profesional. Foucault propor-ciona un valioso aporte histórico acerca delos cambios en el poder, el saber y las subje-tividades de nuestra época. El concepto debiopolítica resulta esencial para hablar delTrabajo Social desde este punto de vista.Donzelot, por su parte, desarrolla varias in-vestigaciones en una línea metodológica yconceptual en deuda con Foucault: en sus pri-meros trabajos, desde la genealogía y el es-tudio de la biopolítica, y más recientemente,retomando el análisis foucaultiano del neo-liberalismo. En Donzelot, la referencia al Trabajo Social es mucho más explícita y di-recta, y lo encontramos vinculado a las estra-tegias de poder sobre las familias y al des-arrollo de lo social y las políticas sociales.Este autor sigue desarrollando su obra en laactualidad. Con «lo social competitivo» ofre-ce una herramienta conceptual para pensar enlos cambios más recientes en la intervenciónsocial.

Este artículo pretende ofrecer un panora-ma histórico y crítico del Trabajo Social. Pri-mero se introducen brevemente algunos conceptos clave de la obra foucaultiana; acontinuación se presenta el papel del Traba-jo Social en la obra de estos dos autores, so-bre todo, a través del desarrollo histórico queretrata Donzelot; después, se traza una líneatemporal hasta la actualidad, con el concep-to de lo social competitivo y la gubernamen-talidad neoliberal; y finalmente, se presentan

las conclusiones, un panorama general de lasideas que se han expuesto.

1. La caja de herramientas foucaultiana:disciplinas,biopolítica y gubernamentalidad

No es común el vocabulario foucaultiano enel Trabajo Social. Foucault propone una pro-funda crítica de los cimientos de la moderni-dad, y con ello, de la masa de técnicos profe-sionales que intervienen en la vida de laspersonas. Su pensamiento resulta especial-mente complejo, a menudo difícil: una obraenorme, viva, discontinua, que todavía hoy seactualiza con las publicaciones póstumas delos Cursos en el Còllege de France. Merecela pena, en este sentido, ofrecer una breve in-troducción a algunos aspectos clave de la obrade este autor, y, en particular, de las referen-cias de su pensamiento, directas e indirectas,al Trabajo Social.

Judith Revel (2014) condensa la obra fou-caultiana en tres etapas: una arqueológica, quecontiene las investigaciones del autor hasta1970, en la que trata de «obtener las condicio-nes para la emergencia en general de los dis-cursos de saber de una época» (2014, p. 63);otra genealógica, en honor al método de inda-gación histórica centrado en la singularidadde los acontecimientos, el rastreo y crítica designificantes del presente en el pasado; y otraética, en la que el autor, sin abandonar las pro-blemáticas anteriores, se centra en la relacióndel sujeto consigo mismo. Saber, poder y sub-jetividad, son los temas recurrentes que aflo-ran tras objetos concretos como los manico-mios, las prisiones, la gestión política de laspoblaciones o la sexualidad.

Foucault (2001, pp. 217-237) describe latransición, en Europa, de un poder soberanoa las nuevas formas de poder: las disciplinasy la biopolítica. Mientras que desde finalesde la Edad Media hasta el siglo XVIII, el po-der se ejerce esencialmente a modo de casti-go y espectáculo, como forma de restituir elderecho del soberano a disponer de la vida delos súbditos; desde el siglo XVII hasta elXIX, se produce en Europa una profundatransformación del poder que da lugar a un

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despliegue de saberes, prácticas, institucio-nes de encierro, etc., completamente nuevas.Por un lado, nacen las técnicas disciplinarias,centradas en formar y corregir los cuerposhumanos, hacerlos útiles y a la vez dóciles,en instituciones de reclusión (cárceles, fábri-cas, hospitales, etc.) donde los individuos sevuelven productivos. De otro lado, se distin-gue la biopolítica, la otra manera en que sedesarrolla el poder a partir del siglo XVIIIque es consonante con las disciplinas, perono similar. Mientras que las disciplinas danforma a los individuos en cuanto tales, la bio-política tiene por objeto las poblaciones, losprocesos biológicos tomados en conjunto.Las disciplinas son «métodos que permitenel control minucioso de las operaciones delcuerpo, que garantizan la sujeción constantede sus fuerzas y les imponen una relación dedocilidad-utilidad» (Foucault, 2003, p. 142).La biopolítica, en cambio, es la regulación delas poblaciones mediante «la gestión de la sa-lud, de la higiene, de la alimentación, de lasexualidad, de la natalidad, etc., toda vez queéstas se han convertido en objetivos políti-cos» (Revel, 2008, p. 35). Si bien es obvia laparticipación directa del Estado en la biopo-lítica, ésta se despliega desde una multitud deinstancias, discursos y prácticas para termi-nar regulando «las actividades de las perso-nas hasta en el más tenue de sus detalles»(Foucault, 2007, p. 22). Tanto las disciplinascomo la biopolítica tienen por objeto la pro-ducción e inscripción de la norma social. Losindividuos y las poblaciones interiorizan lasnormas a través de esa multiplicidad de ins-tituciones, saberes y prácticas. Por último, es-ta transformación histórica del poder debe leerse no como un proceso autónomo y auto-determinado, sino en vinculación con otrastransformaciones económicas, políticas y so-ciales. El objetivo de constitución de sujetosútiles y aptos para el trabajo se produce pre-cisamente en un momento —el del desarro-llo del capitalismo industrial— en que «pro-cesos económicos, mecanismos diversos queen cierta manera permanecían fuera de con-trol, exigían el establecimiento de un podercontinuo, preciso, de algún modo atómico»(Foucault, 1999a, p. 242).

Dada esta transformación del poder en Oc-cidente, se hace necesaria una óptica diferen-te que se centre en el cómo se ejerce el poderen los múltiples espacios y relaciones de la so-ciedad. Foucault (pp. 235-254) se opone a unavisión «jurídica» o «soberana» del poder, co-mo algo que se ostenta y se dirige de manerasiempre consciente y estable, particularmen-te desde el Estado, la ley y la prohibición. Pa-ra Foucault el poder se ejerce desde diversospuntos en la sociedad, de manera viva y mul-tidireccional, y su resultado son acciones quetransforman otras acciones. El poder es pro-ductivo, produce verdades (saberes), produceplacer, las condiciones por las que nos consti-tuimos en sujetos, etc. Es más, es difícil hablarde «el poder» con rigor. El autor prefiere ha-blar de relaciones de poder, término que su-giere una naturaleza dinámica del poder y, porlo tanto, la permanente capacidad de resisten-cia. En la medida en que el poder no es algoque detenta una de las partes de una relación—ya sea entre individuos, en una relación pe-dagógica, en la política estatal, etc.— sino queconstantemente se es partícipe de ello, de sumovimiento, siempre hay posibilidades de ha-cer algo, de resistir, de poner límites o de in-tentar subvertir situaciones. Esta óptica per-mite superar las visiones de víctima impotentefrente a verdugo omnipotente, en las que el po-der se piensa como propiedad unívoca de unsolo actor. Sin embargo, la capacidad de ac-ción y responsabilidad, en este sentido, siem-pre presentes han de tomarse con suma caute-la, pues las relaciones de poder suelen tener unequilibrio muy desigual, y ello implica queexistan los estados de dominación, «en los quelas relaciones de poder, en lugar de ser móvi-les y permitir a los diferentes intervinientesuna estrategia que las modifique, se encuen-tran bloqueadas y fijadas... mediante instru-mentos que pueden ser tanto económicos co-mo políticos o militares» (1999b, p. 395).

Así pues, nuevas formas de poder se handesplegado desde hace pocos siglos en nues-tras sociedades, y con ellas se vienen consti-tuyendo tanto las subjetividades como deter-minados saberes científicos. La figura delenfermo mental, por ejemplo, que sucede ala difusa y heterogénea categoría de loco, sur-

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ge entre finales del siglo XVIII y principiosdel siglo XIX junto a la figura del psiquiatra,el saber psiquiátrico, y la institución discipli-naria del hospital psiquiátrico (Foucault,1997). El saber2 se produce ligado a esas for-mas de poder, nace de sus mecanismos. En elejemplo de la psiquiatría, ese saber se cons-truye a partir de la vigilancia permanente, elinterrogatorio, la investigación con drogas,etc. (2007, p. 265). En último término, en elseno de las relaciones de poder, se constitu-yen los sujetos3: su forma, sus hábitos, susgestos, sus palabras, su acción.

Bajo esta óptica del poder, se presentan al-gunos interrogantes que Foucault tardará enresponder: ¿cómo se articulan la «anatomo-política» (técnicas disciplinarias) y la biopo-lítica?, ¿por qué surge la población como su-perficie sobre la que se ejerce el poder?,cualquier institución moderna ¿merece elmismo nivel de sospecha respecto al controlsocial, incluso el Estado de bienestar?

Castro-Gómez (2010, pp. 53-63) explicael cambio que supuso en la obra de Foucaultla noción de gubernamentalidad y su utilidadpara responder a esas y otras preguntas. Se-gún este autor, Foucault cambia, desde 1978,de una visión más belicista y estratégica delpoder a otra mirada en términos de gobierno.Es el arte de gobernar, que se pone en prác-tica a comienzos del siglo XVIII, el que cons-tituye ese nuevo objeto que son las poblacio-nes. Habla de gobernar en el sentido deconducir el comportamiento de los individuosde determinada manera. El concepto de bio-política, que ponía el énfasis en la normali-zación y el control, es abandonado en estaépoca para utilizar el de gubernamentalidaden sus distintos modelos históricos, que su-

pone un conjunto más amplio de institucio-nes y técnicas que además tienen en cuentala dirección de las conductas individuales enel ejercicio de su libertad. Las prácticas dis-ciplinarias y biopolíticas tienen como marcogeneral el surgimiento de la gubernamenta-lidad liberal, donde el desarrollo de las liber-tades es correlativo al ejercicio del poder.

Los distintos modelos o regímenes de gu-bernamentalidad permiten, además, mayorprecisión histórica y actualidad. En un primermomento, el régimen de la razón de Estado,a principios del XVIII, instituye la poblacióncomo objeto y comienza a desplazar al sobe-rano mediante el límite del derecho; pero, amediados de ese mismo siglo, nace la men-cionada gubernamentalidad liberal, donde elmercado y la economía política se constitu-yen como límites fundamentales a la accióndel gobierno. El liberalismo produce un tipode sujeto fundamental, el homo economicus:se piensa en el individuo como sujeto de inte-rés que necesita del Estado tan sólo la protec-ción necesaria para que pueda desarrollar suiniciativa privada. La contradicción de estemodelo es que, por un lado, busca la expan-sión de las libertades y, por otro, necesita pa-ra ello generar técnicas disciplinarias que lasprotejan pero que a la vez las hacen peligrar.El último modelo es el neoliberal, que surgeespecialmente de las aportaciones teóricas delordoliberalismo alemán de los años 30 y 40del siglo XX, donde se ubica, por ejemplo,Hayek. El neoliberalismo, cuya circulacióncomo discurso y práctica política se expandi-rá sobre todo a partir de los años 1970, pro-duce una inversión en los límites: el ámbitoeconómico no es un límite externo a la accióndel Estado, sino que el Estado constituye el lí-

2 Es reseñable que la relación que Foucault dibuja entre saber y poder dista mucho de la noción de ideología como cortinaque encubre un saber verdadero, o de cualquier concepción que piense tal relación en términos de quienes pueden y sabenfrente a quienes ignoran o son engañados. Para Foucault el saber es directa y honestamente poder: «Por «verdad» hay queentender un conjunto de procedimientos reglados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación, y el fun-cionamiento de los enunciados. La «verdad» está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la man-tienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan, al «régimen» de verdad» (1999c, p. 55).

3 La producción de la subjetividad para Foucault tiene dos tipos de análisis: los modos de objetivación, esto es, todo el des-pliegue de poderes que nos constituyen en las subjetividades que somos tomándonos como sus objetos; y la subjetivacióndesde la relación de uno consigo mismo, esto es, cómo nos reescribimos actuando sobre nosotros mismos. Las investiga-ciones de las ciencias humanas; las prácticas divisivas entre loco y cuerdo, bueno o criminal; o el gobierno y control de po-blaciones, también mediante ellas mismas (gubernamentalidad), constituyen en esencia los modos de objetivación. Frentea ellos, las transformaciones que el sujeto produce en su relación consigo mismo se desarrollan mediante las técnicas al al-cance para el cuidado de sí (Revel, 2008, pp. 128-129).

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mite y, a la vez, se subordina al funcionamien-to del mercado. Si para el liberalismo clásicoera importante no entrometerse en el inter-cambio (natural), en el neoliberalismo no haytal naturaleza del mercado, sino que hay quegarantizar la competencia (producida), paralo cual el Estado debe intervenir permanente-mente en la sociedad civil. Si bien el neolibe-ralismo contiene una importante fobia al Es-tado, y le presupone un riesgo totalitario, seacual sea su forma histórica, funcione comofuncione, el propio neoliberalismo se contra-dice al requerir la intervención constante enel ámbito económico y social. Evidentemen-te, esta intervención se aplica en puntos dife-rentes a los planteamientos socialdemócratas.El sujeto neoliberal es el empresario de sí mis-mo, responsable de su propio bienestar, inver-sor estratégico de sus propios capitales, queasume los riesgos de manera privada. En po-lítica social no se trata pues, de mantener unaprotección social general desde el gobierno ypromover el consumo colectivo, sino de evi-tar que nadie quede excluido del todo del jue-go de la competencia. Se trata de reinsertar aquienes por distintas razones han quedado fue-ra de unas condiciones mínimas para compe-tir en el mercado, de manera que puedan vol-ver a hacerlo y así garantizarse de maneraprivada su bienestar (López Álvarez, 2010).Las consecuencias de la gubernamentalidadneoliberal en la política social es algo queDonzelot ha retomado muy recientemente yque se explica en los siguientes apartados4.

2. El Trabajo Social en las obras de Fou-cault y Donzelot

¿Qué lugar ocupa el Trabajo Social en la obrade Foucault? En un primer momento, a prin-cipios de los años 1970, se publica un textoclave suyo (1999d, pp. 117-143) que aborda

de manera directa el Trabajo Social: Mesa re-donda: normalización y control social (¿porqué el trabajo social?)5. Se trata de una ter-tulia, publicada en 1972 por la revista Esprit,sobre el papel del Trabajo Social en el con-trol social. En ella se dan cita varios intelec-tuales de la época, entre ellos el propio autory Jacques Donzelot. Pueden rescatarse de es-te texto varias opiniones, de mayor o menorresonancia, que constituyen duras críticas alas profesiones de la intervención social: lasupuesta reproducción de las categorías de laexclusión formuladas por los campos jurídi-co y clínico-psiquiátrico, la sospecha de cier-ta sinergia con el control policial en los ba-rrios de grandes ciudades en Francia y, engeneral, la consecución no consciente de fi-nes como la vigilancia y la prevención de re-vueltas.

En este encuentro, Foucault se centra enresaltar que el Trabajo Social está inscrito enuna función social más amplia, la de «vigi-lancia-corrección». Compartiría, por lo tan-to, con otras instancias, la labor de vigilar ycorregir. Esto último en dos sentidos: ende-rezar castigando y enderezar enseñando. ElTrabajo Social aparece caracterizado comouna labor educativa y policial. Más allá de es-ta postura, no encontramos en el texto una no-ción compartida sobre qué entienden los in-terlocutores por Trabajo Social, por lo quesólo queda conformarse con una gama de hi-pótesis formuladas al calor de un objeto di-fuso, relacionado en cualquier caso con la vi-gilancia de los barrios pobres y la figura delas trabajadoras sociales en Francia.

Después de este debate, no encontramosen Foucault otra referencia tan explícita alTrabajo Social, pero es interesante, en cam-bio, reconstruir la postura de su último pe-ríodo respecto a los sistemas de bienestar. Pri-mero, merece la pena mencionar las propues-tas concretas y consideraciones que hizo

4 Es evidente que el pensamiento de Foucault puede utilizarse y se ha utilizado para proponer estilos de práctica profesionalen trabajo social. No es objeto de este artículo abordar la producción bibliográfica sobre los intentos de llevar a cabo untrabajo social que se sirva del postestructuralismo. En cualquier caso, es notoria la aportación de autoras traducidas al cas-tellano como Karen Healy (2001) o Chambon, Irving y Epstein (1999), en sus distintos intentos de reformular la prácticade la intervención social, tanto la llamada tradicional como las prácticas críticas.

5 La versión original de este texto puede encontrarse en Foucault, Michel (1994). Table ronde. En: Dits et écrits, II, texto 107,316-339, París: Éditions Gallimard.

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respecto al sistema de cobertura social enFrancia. En 1983 criticaba que el sistema deprestaciones impusiera una manera de vivir asus beneficiarios, pues la recepción de ellasdependía de estar integrado en el medio fami-liar, en el medio laboral y en medio nacional(Foucault, 1985). La imposición de modos devida como contraparte a prestaciones y ayu-das sociales sucede de manera muy tempranay vinculada al trabajo social, como se verá acontinuación con la aportación de Donzelot(1998). En un intento de aunar las demandasde autonomía y de protección social, con elauge del neoliberalismo de fondo, propone:

Una tarea de descentralización para apro-ximar a los usuarios a los centros de decisiónde los que dependen y asociarlos a los proce-sos decisorios... hay pues que multiplicar lasexperiencias en todo lugar posible de ese ám-bito tan importante de lo social, teniendo encuenta que todo un conjunto institucional, ac-tualmente frágil, deberá probablemente sufriruna reestructuración total (1985, p. 216).

En segundo lugar, es notorio el posiciona-miento del autor frente a la fobia al Estado.Foucault denuncia un tipo de crítica simplistahacia el Estado, muy presente en su tiempo,que le presupone una esencia inflacionaria, unatendencia a crecer de manera descontrolada ydañina para el cuerpo social. Da igual cómofuncione el Estado, sea un Estado benefactoro totalitario, este tipo de crítica lo demoniza.Responde, primero, constatando que el Esta-do no tiene esencia, y que en cualquier casodepende de los regímenes de gubernamenta-lidad múltiples e históricos. Segundo, abrefuego contra el discurso neoliberal, muy inte-resado en denigrar cualquier crecimiento delgasto social, y propone, en cambio, que los to-talitarismos fueron, al contrario, momentosde radical disminución del Estado y protec-ción del derecho, en favor de otra estructura:el partido (2007a, pp. 219-221). En tercer lu-gar, es clave, para lo que sigue el efecto, de lagubernamentalidad neoliberal en la políticasocial. En el cuarto epígrafe se tratará estacuestión desde la óptica de Donzelot. En re-sumen, el neoliberalismo implica una políti-ca social de restitución de la competencia y

cobertura privada de los riesgos, lo que se opo-ne a la solidaridad colectiva a través del Esta-do (pp. 217-248).

Donzelot (1998), por su parte, se acercaal Trabajo Social de una forma mucho másexpresa en su estudio genealógico sobre laconstitución de la familia nuclear moderna.Permite visualizar el desarrollo de la biopo-lítica —usa esta palabra— a partir del sigloXVIII, en lo que concierne a la regulación delámbito familiar. Sucesivos cambios de las téc-nicas de poder habrían permitido transitar deun gobierno sobre las familias a gobernar através de las familias. Se trata de un procesohistórico que va del nacimiento de la policíahasta la normalización y regulación de la vi-da, bajo la batuta de multitud de profesiona-les expertos.

El primer acontecimiento en este procesoes la constatación, en numerosas publicacio-nes a mediados del siglo XVIII, de la crecien-te preocupación por la crianza de los hijos.Los motivos en juego son, por un lado, la pre-ocupación familiar por el honor y su vínculocon los continuos abandonos de hijos ilegíti-mos, y por otro, la obsesión del Estado res-pecto a estos potenciales trabajadores, queson desaprovechados en cuanto tales, y queconstituyen un gasto económico en los hos-picios públicos. Los hospicios, las nodrizasy la educación en internados religiosos seránblanco de críticas como sedes de derroche,portadoras del vicio y lugares insalubres, res-pectivamente.

Todo ello impulsa en Francia un intentode reorganización del comportamiento den-tro de las familias. El discurso médico y laeconomía de los fisiócratas guían las distin-tas actuaciones dirigidas a salvaguardar la vi-da y la moral de la descendencia. Para ello sedistinguirán dos líneas: una sobre las fami-lias pudientes, protagonizada por la influen-cia de la medicina, el médico de familia y surelación con las madres; y otra sobre las fa-milias populares, a través de lo que el autorllama una economía social, protagonizadapor las organizaciones filantrópicas y por laasistencia pública.

En las familias ricas a principios del XIXse construye una relación estratégica entre el

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médico y la madre del hogar, la cual refuer-za la posición social de esta última y difundelos preceptos higienistas del primero. La me-dicina y la higiene triunfan como reforma delas costumbres dentro de la familia burgue-sa. La victoria de esta alianza se produce con-tra los saberes de los trabajadores domésti-cos, a quienes se culpa de los problemasfísicos y morales de la infancia.

Del lado de las familias populares la si-tuación es diferente. En primer lugar, los sec-tores obreros y humildes carecen de una mo-tivación hereditaria y económica para elmatrimonio. En segundo lugar, preocupa lamasa creciente de niños abandonados, consi-derados como un incómodo gasto público yfuerza de trabajo desaprovechada. De hecho,la proliferación de organizaciones filantrópi-cas desde finales del siglo XVIII tiene comotelón de fondo la búsqueda de la autonomíafamiliar como forma de ahorro económicogeneral: «Se propusieron como objetivo ayu-dar a las clases pobres, moralizar sus com-portamientos, facilitar su educación, hacien-do converger sus esfuerzos hacia unarestauración de la vida familiar, principal fór-mula y la más económica de asistencia mu-tua» (1998, p. 34).

El gasto público que originaban la activi-dad policial y los hospicios se dispara cuan-do se empieza a alimentar a un número cre-ciente de infantes, tanto ilegítimos comolegítimos. El Estado francés replantea su es-trategia, y tras fracasar de nuevo con la asa-larización de las nodrizas, lanza un sistemade ayudas a domicilio para las madres pobres.Es a raíz de esta ayuda financiera, a media-dos del XIX, como se va a introducir progre-sivamente el discurso médico en las familiaspopulares. Hay otros agentes importantes eneste proceso de normalización: las socieda-des de patronato. Encaminadas a restituir losmatrimonios, ofrecen también ayudas econó-micas condicionadas a demostrar el estadocivil de casados. Ya en la segunda mitad delXIX se desarrollan la instrucción primaria,las guarderías, el reposo dominical y la vi-vienda social. Del mismo modo, se extende-rán los beneficiarios de las ayudas públicas,y con todo ello nuevos incentivos para las

uniones matrimoniales. En este desarrollo dela protección social se inscribe la difusión delos elementos de higiene, alimentación ycrianza de la medicina en las casas obreras.

La estrategia de familiarización y difusiónde la medicina doméstica de esta época tienesu eje central en las mujeres. A la mujer bur-guesa se le ofrecen nuevas carreras socialesy el sector de la asistencia social profesional.A la mujer obrera, en cambio, se la hace en-cargada de redirigir al marido y a los hijos ha-cia el hogar, aportando el grueso del trabajodoméstico. En palabras de Donzelot: «Prác-ticamente se saca a la mujer del convento pa-ra que saque al marido del bar, dándole un ar-ma, la vivienda, y su modo de empleo: excluira los extraños y tratar de que entren el mari-do y los hijos» (p. 42).

Este despliegue biopolítico sobre la fami-lia tiene efectos importantes en la gestión delconflicto social. Para Donzelot, tanto la laborpolicial de ordenación y encierro como laasistencia social y médica tienen un efectopreventivo, pacif icador. La f ilantropía es«una estrategia deliberadamente despoliti-zante» (p. 58), porque desvía a la esfera pri-vada las demandas laborales y asistenciales,y porque permite educar y vigilar a los poten-ciales protagonistas de la delincuencia y lainsurrección. La infancia sigue en el centrode la labor de vigilancia y corrección en lasegunda mitad del XIX. Las leyes de salud,educación, protectoras de la infancia, o lasescuelas públicas que se desarrollan en esteperíodo, han de leerse, según esta hipótesis,como una inversión en la paz social. El Esta-do se ocupa de primera mano de lo social pa-ra contener el conflicto.

Más adelante, desde principios del sigloXX, se va a constituir una nueva red de po-deres, el complejo tutelar, que integra instan-cias judiciales, médicas, psiquiátricas, psico-lógicas y sociales en la administración comúnde la infancia. La autoridad patriarcal pierdeinfluencia, y la autonomía de la familia, fo-mentada en otros tiempos, se transfiere pro-gresivamente a una nueva red de expertos quese agrupan en torno al juez, para determinarquién, en qué casos y bajo qué criterios, sehace cargo de la crianza y la vigilancia de los

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menores. Resulta llamativo el hecho de que,en la descripción de este complejo tutelar escuando Donzelot habla de manera más direc-ta del trabajo social:

Los asistentes sociales, los educadores es-pecializados, los animadores. Todos se agru-pan bajo una misma bandera: el trabajo so-cial... Bastante marginal a principios de siglo,el trabajador social relega progresivamente almaestro en el misionariado civilizador delcuerpo social... En el interior de estas clasessociales (clases «desfavorecidas») apuntan ha-cia un objetivo privilegiado, la patología de lainfancia bajo su doble aspecto: la infancia enpeligro, la que no se ha beneficiado de todoslos cuidados de la crianza y educación desea-bles, y la infancia peligrosa, la de la delincuen-cia (p. 99).

Una vez avanza el siglo XX asistimos aotra profunda mutación en el gobierno bio-político de las familias. Se trata del triunfodel «familismo» y el psicoanálisis. La sexua-lidad se convierte progresivamente en asun-to de Estado, un ámbito especial para la pre-vención de enfermedades. La familia, y conella la sexualidad, la pareja, la crianza y laadaptación social, van a ser dirigidas por nue-vas figuras expertas. El cura y el médico danpaso a los técnicos «psi»: psicólogos, peda-gogos, psiquiatras y, en especial, psicoanalis-tas. Después de la Segunda Guerra Mundial,el psicoanálisis se impone como la discipli-na perfecta para satisfacer a la vez las aspira-ciones normalizadoras de la medicina socialy la voluntad de distinción de las familias declase media. La ruptura de la norma en losmenores y su potencial delictivo ya no se atri-buye a la corrupción moral y la ignorancia(medicina social), ni a la enfermedad mentalo la perversidad (psiquiatría), sino a las re-laciones conyugales y familiares, y las re-presentaciones mentales inconscientes de losdistintos miembros de la familia (el psicoa-nálisis). En este caso, el fracaso escolar no esalgo que haya que atribuir a un defecto par-ticular o a la responsabilidad de una persona,sino que depende de la armonía familiar yconyugal. El psicoanálisis entra en los hoga-res a petición propia, pues mejora las relacio-nes conyugales y con ella las relaciones del

niño con la educación formal, y permite ladistinción social frente a la igualación queproduce la escuela —y que se combate des-de las escuelas de padres—. Se abre un nue-vo campo de «misionariado» social que quie-re eliminar trabas sexuales y afectivas, y conello reducir la inadaptación de los hijos. Enlas clases acomodadas, la interiorización dela norma que trae la salud sexual y con ellala armonía familiar, se vuelve una demandaen sí misma.

En definitiva, la segunda mitad del sigloXX constituye una reedición de la explica-ción familiar de los problemas sociales: laresponsabilización psicopedagógica de lospadres. ¿Qué papel juega el Trabajo Social eneste punto? Donzelot lo refleja al hablar delcomplejo tutelar. En este ámbito señala unarelación de supeditación del Trabajo Socialal psicoanálisis y a la psiquiatría. Mientrasque aquel profesional aborda en primera lí-nea la demanda material del cliente y super-visa la tutela, el psicoanalista establece «elumbral a partir del cual la familia puede fun-cionar como instancia contractual (...), a tra-vés de los trabajadores sociales, el psicoana-lista jalona el umbral a partir del cual su reinoserá posible» (1998, p. 166).

3. De lo social a lo social competitivo

Posteriormente, Donzelot ha desarrolladocuarenta años más de publicaciones que lle-gan a nuestros días. En lo que concierne es-pecíficamente al Trabajo Social y las políti-cas sociales, es crucial traer aquí el problemade lo social. En el epígrafe anterior se handescrito acontecimientos que forman parte dela constitución histórica de lo social, aunquese ha hecho desde el punto de vista concretode una biopolítica de la familia. A partir delo social y su paso a lo social competitivo seobtiene un punto de vista de gran interés pa-ra comprender la transformación actual de lossistemas de bienestar en el contexto globali-zado. Con todo ello se pretende llegar a unavisión panorámica del trabajo social, la pro-tección social y las políticas de bienestar, quepueda facilitar un pronóstico.

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Por «lo social», Donzelot (1994) entien-de el conjunto de actuaciones que, bajo la ga-rantía del Estado, y en oposición a lo estric-tamente económico, sirven de contrapartidaa las desigualdades sociales. Las políticas deprotección social surgen como respuesta altrauma posterior a las revoluciones de 1848,cuando se hace evidente la contradicción en-tre las promesas de igualdad de los idealespolíticos y la situación real de las clases po-pulares. A finales del XIX, la «cuestión so-cial» es el nombre que recibe la preocupaciónpor el conflicto social derivado de esta contra-dicción. Como estrategia pacificadora, el des-arrollo de lo social desemboca finalmente enel Estado providencia. Lo social constituye,por lo tanto, la regulación del conflicto entrecapital y trabajo a través de un espacio híbri-do entre lo civil y lo político.

Pero lo social se ha transformado, en lasúltimas décadas, en lo social competitivo(Donzelot, 2015). No existe un simple retro-ceso a la época de la cuestión social, no hayuna reedición del dominio liberal previo alEstado protector. En realidad, lo que aconte-ce es un reciclaje, una nueva utilización de losocial con otros fines. La posición que se im-pone en la Cumbre de la ONU de 1995, con-sagrada al desarrollo social, y en la cumbrede la Unión Europea de Lisboa en el año2000, es el de la lucha contra la exclusión me-diante la implicación de la sociedad civil. Si-guiendo a Foucault (2007a), Donzelot resal-ta el papel central de la exclusión social en eldiscurso neoliberal. Como se ha dicho en elanterior apartado, si el liberalismo clásico secentra en el intercambio, el neoliberalismo lohace en la competencia. Y la competencia go-za de buena salud sólo si nadie queda exclui-do, si hay cohesión social. En términos fou-caultianos, ¿qué es lo social competitivo? Noes otra cosa que la forma que adquiere lo so-cial en el régimen gubernamental neoliberal.

Parece imposible recuperar, en la épocade la globalización neoliberal, las condicio-

nes propias del Estado benefactor. Ya no sebusca, dice Donzelot, la estabilidad median-te la compensación social de quienes sufrenlas consecuencias más duras de los ciclos delmercado, sino que se persigue la restituciónde la competitividad mediante la moviliza-ción de la sociedad civil. Esto es lo socialcompetitivo. El desempleo, por ejemplo, nose considera tanto el fruto de causas ma-croeconómicas, sino que se vincula princi-palmente a causas sociales, o más bien, a lapertenencia a grupos de riesgo: jóvenes, dis-capacitados e inmigrantes. La protección deestos grupos requiere de una intervención em-plazada en lo local, con la participación dedistintos actores sociales, y no tanto la actua-ción compensatoria del Estado que estabi-lice la vida de las clases populares en los períodos de desempleo. Lo social clásico seconstituyó por el reconocimiento de causasestructurales del paro, la delincuencia y lascondiciones de la vivienda. Respondió a ellascompensando a la clase obrera con ingresosen períodos de desempleo, estableciendo laprevención social del delito y desarrollandola planificación urbana y la vivienda social.La hipótesis es que la tendencia actual es arestituir la competitividad de colectivos enriesgo en materia de empleo, desplazar el pe-so de la prevención del delito a la vigilanciay la disuasión6, y fomentar el acceso a la vi-vienda en términos de acceso a la propiedad.La búsqueda de la igualdad ha dado paso alfomento de las oportunidades.

4. Conclusiones

El paso a la modernidad significó un cambioen las formas y naturaleza del poder. Foucaultdescribe la transición al poder disciplinario yla biopolítica en el contexto del desarrollo delcapitalismo industrial, en coherencia con unaserie de necesidades productivas y políticasnuevas. Florecen las ciencias humanas, gran-

6 La obra de De Giorgi (2006) es una aportación clave en el debate sobre el control social y el delito. La transición a un mo-delo postfordista, de organización del trabajo y la producción, conlleva otra gestión de la penalidad y la prevención del de-lito. La necesidad de disciplinamiento y corrección de quienes escapaban, en un principio, a la norma del trabajo, ha dadopaso a procesos de segregación y vigilancia, encarcelamiento preventivo, control sin voluntad de disciplina y criminaliza-ción de grupos vulnerables, aquí: «clases peligrosas».

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des centros de encierro agrupan en categorí-as los cuerpos para disciplinarlos, nacen téc-nicas para administrar la vida de las pobla-ciones que llevan la norma a lo más cotidiano.Preocupa la productividad perdida de quie-nes rondan las calles, pero también su capa-cidad para alterar el orden público, ya sea conla delincuencia o la rebelión. Preocupa el ho-nor familiar y la propia distinción. Nace lafamilia nuclear moderna heterosexual y sevuelve un objeto privilegiado, la obsesiónconstante de diversas instancias, desde la me-dicina al psicoanálisis, desde la filantropía alEstado del bienestar. La protección social sevuelve eje fundamental en la gestión del con-flicto. Lo social se desarrolla hasta su apo-geo. Cada cambio se enmarca en diferentesgubernamentalidades, dándose en las últimasdécadas la transición práctica de la liberal ala neoliberal. Es aquí donde muta lo social yla competitividad se vuelve el centro de la po-lítica. La promesa de igualdad sucumbe antela lucha contra la exclusión, que debe sus mé-todos al prosaico fin de la competitividad.

¿«Quién es» el Trabajo Social en esta his-toria? ¿Cuál es su papel? El Trabajo Socialson siempre prácticas con las que se educa, semoraliza, se normaliza, se corrige y se vigila.A menudo debe su especial influencia a su au-toridad sobre las ayudas materiales que dis-tribuye. Emana de organizaciones privadas,públicas e híbridas. Tiene fuerza para fomen-tar la familia, unir matrimonios, aconsejar enla crianza y asistir al juez en su decisión so-

bre los hijos. Se dirige a personas pobres, de-lincuentes, y a grupos vulnerables. Teje susfundamentos, bebe de otros saberes, de lasnormas higienistas, de las ciencias «psi», ycrea sus propias carreras. El Trabajo Socialacompaña la constitución de las familias po-pulares y opera en la primera línea de lo so-cial. Participa de las políticas sociales, y conellas, en la pacificación del conflicto social.

Al Trabajo Social, Foucault le da un sen-tido educador y policial, vigilante y correc-tor, al menos en un principio. Donzelot lo vin-cula a la policía de las familias y alsurgimiento de lo social. La biopolítica y laregulación del conflicto social son sus mun-dos de pertenencia. La demanda social se re-orienta a lo privado, desde las organizacionesfilantrópicas. La cuestión social requiere deuna política de Estado, y el problema econó-mico y social se responde en clave nacional.Sin embargo, el Trabajo Social se contagia dela lectura psicológica y familiar de los pro-blemas sociales, se impone el psicoanálisisdel siglo XX. Hoy, lo social competitivo es-tablece una lógica local de actuación sobrelos problemas sociales. En ella, el Trabajo So-cial porta la bandera de la lucha contra la ex-clusión, tocando de cerca los diferentes co-lectivos vulnerables. La gubernamentalidadneoliberal se impone en un mundo que sesiente más en deuda con la competitividadque con la igualdad.

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«Precariado» y control social: asistencialismo y exclusión en el ámbitode la salud mental

Manuel Desviat1

Recibido: 19 de enero de 2016 / Aceptado: 24 de febrero de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. La actividad comunitaria, sanitaria y social precisa un Estado que garantice las prestaciones sociales.En el actual escenario político-económico internacional, donde prima la ganancia de unos pocos frente a la soli-daridad, el trabajo social y de salud mental se encuentran en la disyuntiva de ser integrados como técnicas asisten-ciales para paliar los fallos del sistema o la acción a contracorriente conquistando espacios en el horizonte de unasociedad del bienestar. El hecho es que desde el año 2008, inicio de la crisis financiera, se ha incrementado la ren-ta de los más ricos de los ricos y se han acrecentado también las desigualdades en el mundo, precarizando las cla-ses medias, especialmente en el sur de Europa. En España hoy resulta difícil hablar de derechos sociales para todala ciudadanía, pues amplias franjas de la población no tienen garantizado el derecho a la atención sanitaria, a la vi-vienda o a prestaciones sociales esenciales. Se impone un asistencialismo graciable, una vuelta a criterios propiosde la beneficencia, y a la instrumentalización de los recursos públicos como medios de control social.Palabras clave: asistencialismo; control social; salud mental; prestaciones sociales; desigualdad.

[en] Precariousness and social control: assistentialism and exclusion in mental health

Abstract. Community, healthcare and social activity require a State that guarantees social benefits. In the currentinternational political-economic context, where the earnings of a few prevail over solidarity, social work andmental health face the dilemma of being integrated as care techniques to ease the failings of the system or fightingto gain space within the framework of a welfare society. The fact is that since 2008 and the onset of the financialcrisis the incomes of the very richest have increased, as have inequalities throughout the world, creatingprecariousness for the middle classes. This is especially so in southern Europe. Today in Spain, it is difficult totalk of social rights for all citizens, since broad swathes of the population do not have guaranteed rights to healthcare,housing or essential social benefits. There has been an imposition of an ex gratia assistentialism, a return tocharitable criteria, and use of public resources as a means of social control.Keywords: assistentialism; social control; mental health; social benefits; inequality

Sumario: Introducción. 1. De la filantropía, el asistencialismo y los derechos sociales. 2. Los efectos so-bre la salud mental. 3. La gestión social en tiempos de incertidumbre. 4. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Desviat, M. (2017) «Precariado» y control social: asistencialismo y exclusión en el ámbito de la sa-lud mental, en Cuad. trab. soc. 30(2), 369-376.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55010

1 Psiquiatra. Director de la Revista Átopos, España, Salud Mental, Comunidad y [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

La Medicina moderna surgirá de leer enel libro de la muerte y en las lacras de lamiseria los signos visibles que permiten

instaurar un orden productivo yconservar indemne el orden social.

(Álvarez-Uría, 1983, p. 33).

Los factores económicos y sociales queentretejen el escenario de la crisis

inciden con frecuencia en unascondiciones que pueden considerarse de

emergencia social y que aumentan losprocesos de exclusión social de

personas y familias.(Red Vega, 2014, pp. 97-107).

El modelo de atención comunitaria en saludmental se constituyó en el horizonte del Es-tado del bienestar en torno a las reformas psi-quiátricas, sanitarias y de los servicios socia-les iniciados tras la II Guerra Mundial. Hoyse ha roto el equilibrio conquistado entoncesentre el capital, los mercados y los gobiernospara sostener un cierto consenso social a tra-vés de la distribución fiscal de la renta y elfortalecimiento de la gestión democrática. Elcapital ha perdido el miedo, fracasada la ex-periencia soviética y muy debilitada la res-puesta social. Las instituciones financieras ypolíticas que gobiernan el mundo se aplican,con el pretexto de la crisis financiera que susmanejos han provocado, a conseguir la susti-tución del Estado del bienestar por un Esta-do social inversor que responsabilice al indi-viduo de su destino: de su prosperidad,miseria, salud o enfermedad. Se trata de unplan cuidadosamente diseñado, que se remon-ta a las postrimerías de los años ochenta delpasado siglo, cuyos objetivos quedaron cla-ros en el denominado Consenso de Washing-ton: desregulación absoluta de la vía econó-mica sin ningún tipo de reglas, subordinandolos Estados a los mercados, y reducción drás-tica del gasto público, dejándolo en mínimos

en áreas como subsidios y servicios para po-bres, educación, salud pública y prestacionessociales. Como también estaban claras susconsecuencias por lo que toca a la degrada-ción de las democracias, la pérdida de dere-chos fundamentales y los riesgos ineludiblespara la salud de las poblaciones, que seránconsiderados daños colaterales del desarro-llo (Desviat, 2016)2.

En realidad, aún en los años de mayor pro-tección social, la sanidad pública estuvo siem-pre condicionada a una f inanciación que privilegiaba a las grandes empresas farma-céuticas, tecnológicas y constructoras. Losgobiernos conservadores, pero también lo so-cialdemócratas, mantuvieron la sanidad pú-blica en sus programas, lo que además les per-mitía disminuir costes y acercar los recursosa la población atendida con un claro beneficiopolítico electoral, pero al tiempo protegieronlas infraestructuras de poder de la medicinaconservadora y empresarial. La reforma sani-taria y la salud mental comunitaria, en sus lo-gros de mayor cobertura y universalidad, sedesarrolló a contracorriente. De ahí las ambi-güedades y contradicciones entre los derechosconstitucionales, leyes sanitarias garantistas ylas insuficiencias de su aplicación. De ahí laintegración de las reformas, una vez «actuali-zados» sus principales objetivos.

1. De la filantropía, el asistencialismo y losderechos sociales

Hoy se tiende a olvidar que las políticas so-ciales surgidas en un momento u otro del ca-pitalismo no fueron fruto de una sensibilidadsocial o humanista del capital, sino el produc-to de amplios movimientos reivindicativos,conquistas obreras en la lucha de clases, jun-to a estrategias defensivas del poder financie-ro (en tiempos de la guerra fría) frente a la dis-yuntiva comunista3. Robert S. McNamara,

2 Pueden consultarse las consecuencias de la crisis para la salud mental en ela revista Átopos, salud mental, comunidad y cul-tura, 15, mayo de 2014. Accesible en www.atopos.es.

3 El Estado del bienestar viene a intentar cubrir los riesgos e incertidumbres que provoca el sistema capitalista, principal-mente en los trabajadores, y sirve para desplazar la conflictividad social de la lucha de clases a la negociación salarial. Ensus formas más conseguidas, muda el principio dieciochesco que considera una obligación de la sociedad ayudar al pobre,por el derecho del ciudadano a ciertas seguridades sociales, renta mínima, pensiones, educación, sanidad, desempleo.

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presidente del Banco Mundial entre 1968 y1981, que había sido secretario de defensa enlos gobiernos de Kennedy y Johnson, en tiem-pos, por tanto, de la derrota en el Vietnam, po-día entender el riesgo que suponía para el sis-tema capitalista los movimientos alentadospor la dependencia y la pobreza. Hasta enton-ces el Banco Mundial estaba gobernado porbanqueros y hombres de negocios que no sen-tían especial inquietud o interés por la pobre-za, y mucho menos por los pobres. Fue McNa-mara quien introdujo en este banco programaspara atender la educación, la pobreza y la des-nutrición, como estrategia que permitiera co-nocer las reivindicaciones populares y contro-larlas. Para convencer a los países ricos de quedestinaran fondos a la financiación de proyec-tos contra la pobreza en los países periféricos,McNamara argumentaba que «una parte re-ducida del préstamo quedaría en los países endesarrollo; pues casi todo volvería rápidamen-te a los países más ricos en forma de pago porlas mercancías compradas» (McNamara,1974, p. 8, citado en Frison y De Sousa, 2013,p. 77). Así se generalizaron entre los paísespobres los prestamos, de bajo interés inicialpero imposibles de pagar sin endeudar la eco-nomía nacional, y los planes que vinculabanel desarrollo social a un crecimiento econó-mico basado en reformas estructurales priva-tizadoras que aumentaban la desigualdad.

Las ayudas económicas del Banco Mun-dial se acompañaron de la exigencia a los pa-íses de la reducción de la participación delsector público en la gestión de actividades co-merciales y la disminución de los serviciossociales, convirtiendo en objetivo prioritariola privatización de la sanidad y las pensiones,al estilo de EE.UU. María Lucía Frison y Gas-tão Wagner De Sousa (2013), en su libro so-bre el Banco Mundial y el sistema de saluden Brasil durante los años 90 del pasado si-glo, desvela su chantaje financiero, su planpara deshacer un modelo de atención basadoen el derecho a la salud, acceso universal yequitativo, liberando al Estado de servicioscomplejos y de la contratación de empleadospúblicos. Algo de ello que queda claro en elinforme de 1989 del Banco Mundial sobre fi-nanciación de los servicios sanitarios, donde

se plantea introducir las fuerzas del mercadoy trasladar a los usuarios los gastos en el usode las prestaciones (Akin, 1987). Y en lapronta asunción de esta política por los esta-dos, empezando por Reino Unido, que fue du-rante tiempo referencia de la eficiencia de susistema nacional de salud, como puede verseen documentos recientemente desclasifica-dos del Gabinete de Margaret Thatcher de1982 (Archivos Nacionales del Reino Unido,2014), donde se lee lo siguiente:

Se deberá poner fin a la provisión de aten-ción sanitaria por el Estado para la mayoría dela población. Los servicios sanitarios serán detitularidad y gestión privada, y las personasque necesiten atención sanitaria deberán pa-gar por ello. Aquellos que no tengan mediospara pagar podrán recibir una ayuda del Esta-do a través de algún sistema de reembolso (La-mata y Oñorbe, 2014).

Los lobbies económicos y sus represen-tantes políticos, los gobiernos de EE UU, laUE, Suiza, Canadá, Japón y Australia vanacelerando en las últimas décadas la progre-siva colonización de las instituciones y agen-cias internacionales, como puede verse en laevolución de la agencia especializada de Na-ciones Unidas para la salud, la OrganizaciónMundial de la Salud (OMS). La OMS se creóen 1948 para velar por la salud del mundo.Durante muchos años, como informa GermánVelásquez, ex director del Secretariado de lamisma para la Salud Pública, la Innovación yla Propiedad intelectual, se financió con losfondos públicos provenientes de las cuotas desus 193 países miembros. Pero en las últimasdécadas se ha producido una privatizaciónprogresiva de la agencia que le ha hecho per-der su control, quedando en manos de funda-ciones privadas, donaciones para fines espe-cíf icos y la gran industria alimentaria yfarmacéutica (el presupuesto regular públicoya es inferior al 20 por ciento) (Velásquez,2016). Huelga hablar del evidente conflictode intereses. Al final, de ser un organismonormativo encargado de establecer políticasy estrategias internacionales vinculantes, laOrganización Mundial de la Salud puede ter-minar siendo una agencia humanitaria que

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implementa proyectos financiados por la «ca-ridad» internacional, en palabras de GermánVelásquez (idem).

El hecho es que desde el año 2008, mo-mento de la quiebra de Lehman Brothers ydel consiguiente inicio de la crisis financie-ra, se han incrementado la renta y la riquezade los más ricos de los ricos y se han intensi-ficado las desigualdades en el mundo, espe-cialmente en el sur de Europa, tanto dentrode cada país como entre países, a expensas delas rentas más bajas y de las clases medias.España, según un informe del Fondo Mone-tario Internacional (FMI), es el país de laUnión Europea donde más se ha agrandadola brecha social como consecuencia de la cri-sis (Mars, 2014). En el momento actual, es-cribe Natividad de la Red Vega, catedráticade Trabajo Social y Servicios Sociales,

Resulta difícil hablar en España de derechossociales como una realidad para toda la ciuda-danía y, sobre todo, para la ciudadanía que pre-cisa mayor apoyo en su inclusión. Son muchoslos ciudadanos que no tienen garantizado el de-recho a vivir integrados como miembros y ciu-dadanos de un Estado social y de derecho. Underecho no graciable o asistencial, sino el in-herente y el que corresponde al ciudadano porsu propia y específica condición (2014, p. 100).

Los datos lo confirman. Según el informeFOESSA-Cáritas (2013), en España, el 20 porciento de la población más rica concentra sie-te veces y media más riqueza que el 20 porciento de la población más pobre. Hay másde tres millones de personas en situación depobreza extrema, al disponer de menos de 307euros al mes. El 58 por ciento de las perso-nas en paro, más de tres millones, lo está des-de hace más de un año, y el 35 por ciento,unos dos millones más de dos años. Sin em-bargo, las respuestas de los gobiernos —re-forma laboral, recortes en prestaciones socia-les, en sanidad...— ignoran el incremento denecesidades, haciendo que las políticas deausteridad repercutan con mayor intensidad

en las personas y grupos sociales más vulne-rables, desamparado a buena parte de la po-blación. Por otra parte, el aumento de la des-igualdad se hace no solo a costa de las rentasmás bajas, sino de la clase media, en un pro-ceso acelerado de precarización.

2. Los efectos sobre la salud mental

Hay estudios que muestran que las medidasimpuestas por la troika (formada por la Co-misión Europea, el Banco Mundial y el Fon-do Monetario Internacional) han ocasionan-do un incremento de depresiones, suicidios ytrastornos mentales comunes, así como elagravamiento de patología preexistentes, enlos países del sur de Europa. Tasas que, en elcaso de España por ejemplo, se traducen enun incremento del 20 por ciento de trastornosdepresivos y el 11 por ciento de la tasa de sui-cidios desde el inicio de la crisis4 (Legido-Quigley, Otero, La Parra, Alvarez-Dardet,Martin-Moreno y McKee, 2013; López Ber-nal, Gasparrini, Artundo y Martin McKee,2013). El gobierno español pretextando ga-rantizar la sostenibilidad del sistema econó-mico ha eliminado los tres pilares básicos delsistema sanitario público: el derecho a la sa-lud (la universalidad de la atención sanitaria),la igualdad de acceso a la misma y el caráctersolidario y redistributivo de la Sanidad Públi-ca (Real Decreto Ley 16/2012, Ley Orgánica2/2012). La quiebra de la universalidad dejafuera del sistema sanitario a colectivos vulne-rables (desempleados de larga duración, in-migrantes sin papeles...) al tiempo que los re-cortes provocan el aumento de las lista deespera, la dificultad de acceso a los medica-mentos y otras prestaciones por el copago. Es-ta situación se agrava por el recorte de lasprestaciones sociales, pues lo que se está im-poniendo a los gobiernos por parte de los po-deres financieros internacionales es un planperfectamente hilvanado de desmantelamien-

4 Según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística, los casos de suicidio crecieron en España el 11,3 por cientocon respecto a 2011, y desde 2007 son la principal causa de muerte no natural. Hay estudios que muestran la relación en-tre crisis económica, el desempleo y el aumento de los suicidios. Se puede consultar una información amplia en: «¿Habla-mos de suicidio?» http://www.atopos.es/index.php/anotaciones/anotacions-sub#.UygZq9ztDeE

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to de los sistemas sanitarios y sociales públi-cos, de especial radicalidad en Grecia, Portu-gal y España. Supone la venta de los serviciospúblicos al capital financiero internacional, ala ganancia empresarial, encareciendo los ser-vicios y dificultado la accesibilidad, cuandobuena parte de la población, empobrecida porla crisis, más lo necesita. Se trata de algo deespecial dramatismo en la salud y en particu-lar para salud mental y la atención primaria,pues la privatización supone un cambio demodelo, el fin de la atención comunitaria y laregresión a la medicina subordinada a losgrandes intereses de los grandes complejostécnohospitalarios y de la empresa farmacéu-tica. Estamos hablando de hechos que se con-cretan de forma radical en algunas comunida-des autónomas, como Madrid y Valencia, conel cierre o absorción por los hospitales de loscentros de salud mental, la desaparición de lasdemarcaciones territoriales (áreas sanitarias)y la consiguiente desarticulación de las redesde recursos; la vuelta a los conciertos con hos-pitales psiquiátricos privados, y el incremen-to en general de lo que ahora se llama largaestancia, en muchas ocasiones, los antiguosmanicomios apenas remozados (Cuadro 1).

Estas medidas están llevando a buena par-te de las personas aquejadas de un trastornomental al desamparo y a los profesionales delo público al desempleo, la emigración o a la

servidumbre en hospitales privados. Servi-dumbre, porque existe un problema adicionalen los procesos de privatización que muchasveces no se tiene en cuenta: la privatizaciónde los servicios no solo hace la sanidad máscara, no solo conlleva un mayor gasto públi-co, supone, y esto es importante, una pérdi-da de poder profesional, de poder técnico yciudadano. Se crea una fatal subordinación,el miedo al despido o a no poder prosperar enla empresa paraliza el pensamiento crítico,detiene las preguntas sobre el buen hacer,obliga al trapicheo, «creará un clima de me-diocridad y de humillación que hará de tododesacuerdo un conflicto de poder y, por tan-to, una necesidad de victoria» (Pereña, 2008).Ahora la evidencia será el credo que establez-ca la empresa. Parecen tener razón quienesdicen que del mismo modo que en el año 1989el capitalismo derrotó al comunismo, a par-tir de 2007, fecha en que quebraron los fon-dos de alto riesgo Bear Steams y la compa-ñía Blackstone, ha vencido a la democracia(Estefanía, 2013; Desviat, 2014).

3. La gestión social en tiempos de incerti-dumbre

Los estudios de salud pública sobre las crisisseñalan que hay que reforzar los programas

Cuadro 1. Consecuencias para la salud mental

— Cierre de centros de salud mental asumidos por consultas en hospitales generales.— Fragmentación de la red.— Eliminación de la territorialización que impide un trabajo basado en el terriorio (áreas

sanitarias).— Vuelta a conciertos con hospitales psiquiátricos privados.— Aumento de camas en hospitales psiquiátricos.— Aumento de la depresión (el 20% en España, Portugal y Grecia).— Aumento de los trastornos mentales comunes.— Agravamiento de patologías pre-existentes.— Aumento tasa de suicidio entre 11-14%.— El aumento de la tuberculosis, HIV.— Aumento da morbilidad y mortalidad.— Reducción de la expectativa de vida.— El 16,8% de los pensionistas y el 27,3% de las personas de menores ingresos, no reti-

ran todos los medicamentos que les prescriben los facultativos en los centros públicos.

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de protección social, así como establecer po-líticas activas de empleo para reducir los pe-ríodos de desempleo y facilitar redes de se-guridad para las poblaciones más frágiles(Soledad, Minué, Artundo y Márquez, 2014).Por el contrario, no son estas las políticas do-minantes en la Unión Europea ni en nuestropaís, que responde al incremento de necesi-dades con el recorte de prestaciones y servi-cios. Escribe Robert Castel que los dos gran-des dispositivos que históricamente se hanconstituido para paliar las disfunciones delconsenso social, son el modelo segregativo—la exclusión del excedente humano— y elmodelo asistencial (Castel, 2006). El asisten-cialismo, tanto psiquiátrico-psicológico co-mo de los Servicios Sociales, se convierte enun paliativo de situaciones de carencia y mar-ginación, cubriendo las fallas del sistema po-lítico-económico. Heredero de la filantropíaevangelizadora y de la beneficencia, proyec-ta al campo de la patología mental o del fra-caso social individual realidades generadaspor el propio desarrollo neocapitalista, comola alienación y la desigualdad, desarmandoasí la reivindicación social. La práctica delTrabajo Social ha discurrido, desde sus ini-cios, como auxiliar de la psiquiatría social5,entre el asistencialismo, caritativo o estatal,y las reivindicaciones emancipadoras. Entrela ayuda al pobre y el activismo frente a lascondiciones estructurales que posibilitan lamarginación y la pobreza. Desde esta últimaperspectiva, según nos dicen Enrique PastorSeller y María Asunción Martínez-Román,organizaciones internacionales representati-vas del Trabajo Social que luchan contra lasdesigualdades e injusticia social, han desarro-llado la Agenda Global de Trabajo Social yDesarrollo Social: Compromiso para la Ac-ción 2012-2016, que reivindica un nuevo or-den mundial (Pastor Seller y Martínez-Ro-mán, 2014), y en nuestro país, tenemos lasreivindicaciones que vienen realizándose des-de El Consejo General del Trabajo Social, la

Alianza para la Defensa del Sistema Públicode Servicios Sociales y las movilizaciones dela Marea Naranja o la campaña Hasta Aquí!

Es indudable que ciertas garantías socia-les son una exigencia para el desarrollo deprogramas de salud mental comunitarios, co-mo lo es que el contacto con la comunidadenfrenta a los trabajadores sanitarios y socia-les con las miserias del orden social ante lasque cabe una respuesta técnica meramenteasistencial, siguiendo las directrices del go-bierno de turno, o una respuesta técnica a laque se añade un filo político que dimensionala acción al tener en cuenta no solo los défi-cits personales sino el contexto y los deter-minantes sociales que están configurando elsufrimiento del sujeto.

La cuestión va más allá de la necesidadtécnica de contar con una mirada plural, biop-sicosocial y política en el Trabajo Social sa-nitario y, en general, comunitario: la depen-dencia del Estado hace que los trabajadoresdel sector público queden fácilmente atrapa-dos en la ideología del poder político. Era al-go muy evidente en la España franquista, loque llevo a las entonces «asistentes sociales»,en su I Congreso nacional celebrado en 1968,a tomar la decisión de cambiar la denomina-ción de su profesión y comenzar a designar-la como «trabajo social profesional». De esemodo, aspiraban a apartarse del concepto de«servicio social», ligado a la prestación obli-gatoria (una especie de mili femenina que lasmujeres debían cumplir durante seis mesesbajo la tutela de la Falange Española Tradi-cionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacio-nal Sindicalista).Y, por otro lado, el abando-no del término «asistente» acercaba elTrabajo Social a los estados democráticos eu-ropeos en tiempos del desarrollo del Estadode Bienestar en esos países (Hernández Aris-tu, 2011).

En la salud mental contemporánea, la de-pendencia del Estado explica la integración«actualizada» de la reforma psiquiátrica en

5 Se considera que el servicio social psiquiátrico emerge a comienzos del siglo XX, con Mary Potter Broks, esposa del psi-quiatra Adolf Meyer, director del Pathological Institute de Nueva York y uno de los impulsores de la Liga de Higiene Men-tal, junto con el paciente Clifford Beer, autor de un libro que movilizó a la opinión pública estadounidense en torno a lamejora de la atención psiquiátrica (Beers, 1908; Vasconcelos, 2000, pp. 134-140).

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el sistema político-económico hegemónico,en la sociedad de los mercados. Una reformaa la que nadie puede negar sus grandes logros,las mejoras asistenciales y en derechos hu-manos de las personas con sufrimiento psí-quico. Se han alcanzado, por mucho que aúnpersistan enormes carencias en todos los pa-íses y una brecha inmensa en el desarrollo delos servicios de salud mental, los grandes ob-jetivos fundacionales: la creación de recur-sos en el territorio y el cierre o perdida de he-gemonía de los hospitales psiquiátricos. Tantola comunidad profesional como las autorida-des sanitarias consideran que se trata de ob-jetivos a alcanzar, ya sea mediante políticasprivatizadoras (con todas las matizacionesque los mercados quieran imponer) o desdeservicios públicos universales.

Esa integración consensual ha tenido, noobstante, un alto precio, pues ha conllevadola pérdida de buena parte de la esencia de lareforma. Se han quedado por el camino losprincipios salubristas, la desinstitucionaliza-ción real, el trabajo comunitario, la partici-pación ciudadana y la inclusión de los usua-rios. La reforma en España quería ser algomás que una reordenación de servicios. Supropia andadura creó necesidades nuevas,procesos sociales complejos que exigen re-componer saberes y técnicas, originando nue-

vas situaciones y nuevos sujetos: nuevos su-jetos de derecho y nuevos derechos para lossujetos. Su propia andadura exige la necesi-dad de otro tipo de atención social, de una clí-nica otra, donde se incorpore la voz de laspersonas atendidas; donde la comunidad, lasociedad civil, sea parte del proceso, no solocomo usuaria. Su propia andadura sitúa, endefinitiva, al cambio que se pretende desdela salud mental colectiva, a contracorriente,cuando no en radical enfrentamiento, con elorden socioeconómico mundial. En un esce-nario donde se confirma el pronostico deMarx: la imparable acumulación de capitalen manos de unos pocos y la alienación, elextrañamiento del propio trabajo convertidoen mercancía; fantasmagoría de la mercan-cía, que falsifica las relaciones y necesidadeshumanas, y que permite el control total denuestras vidas y ya no sólo de la fuerza de tra-bajo (Marx, 1968, 1973; Foucault, 2007; Ba-yón, Desviat y Hernández, 1976; Han, 2014).La alienación social se troca alienación pato-lógica, se hace cuerpo o sentimiento dañado.Los síntomas del sufrimiento psíquico son enmuchas ocasiones un atajo; la consulta en sa-lud mental, un refugio; la enfermedad, un es-tatus en una sociedad que reifica y manipula(o excluye) a las víctimas de su fracaso so-cial (Desviat, 2008, p. 3).

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El Trabajo Social como opción de lucha contra la desigualdad, el empobrecimiento y la exclusión social: trayectorias y estrategias de la coordinación Baladre1

Enrique García Escamilla2; David Muñoz Rodríguez3; Manuel Sáez Bayona4

Recibido: 30 de noviembre de 2016 / Aceptado: 6 de marzo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. El presente artículo describe cuáles han sido algunas de las claves teóricas y las estrategias metodo-lógicas del Trabajo Social que los diferentes grupos de la Coordinación de luchas contra el paro, el empobreci-miento y la exclusión social, llamada Baladre, ha ido desarrollando a la largo de sus —ya más de— treinta añosde historia. Se trata de poner en valor un conjunto de prácticas de Trabajo Social a través de las cuales—en opo-sición al Trabajo Social como saber y poder del gobierno neoliberal sobre lo social— se han intentado actualizary recrear concepciones críticas, liberadoras y emancipadoras de Trabajo Social en contextos caracterizados porla precariedad, el empobrecimiento y la exclusión social. Este conjunto de prácticas se han ido configurando enel contexto social e histórico estrechamente marcado por la tendencia hacia la privatización progresiva de las con-diciones básicas de la sociabilidad y existencia humana, bajo la hegemonía política e ideológica del neoliberalis-mo. Para finalizar, se expone una breve sistematización del conjunto de reflexiones que han conducido, a los di-versos grupos, colectivos y personas que participan en Baladre, a reivindicar el derecho social incondicional a la«Renta Básica de las Iguales».Palabras clave: Trabajo Social; emancipación social; movimientos sociales; autonomía; renta básica.

[en] Social Work as a tool in the fight against inequality, impoverishment and social exclusion: approaches and strategies from «Coordinación Baladre»

Abstract. This article describes some of the key theories and methodological strategies of social work that differentgroups coordinating the fight against unemployment; impoverishment and social exclusion, known under thecollective name of Baladre, have developed over the course of more than thirty years of existence. The articleidentifies a range of social work practices by way of which, in opposition to social work as a form of knowledgeand power imposed by neoliberal government over society, it has been sought to update and recreate critical,liberating and emancipating conceptions of social work in contexts characterized by precariousness, impoverishmentand social exclusion. This range of practices has been shaped by a social and historical context clearly marked bythe trend entailing progressive privatization of the basic conditions of sociability and human existence under thepolitical and ideological hegemony of neoliberalism. The article ends with a brief summary of the range ofreflections that have led the various groups, organizations and individuals participating in Baladre to claim theexistence of an unconditional social right to a «Basic Income for Equal Citizens».Keywords: Social Work; social emancipation; social movements; independence; basic income.

Sumario: 1. La gestión de los restos: los dispositivos de servicios sociales y de Trabajo Social en el gobiernode lo social. 2. Baladre: coordinación de luchas contra el paro, la precariedad y la exclusión social. 3. Bala-

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54596

1 Baladre: www.coordinacionbaladre.org2 Baladre, España

[email protected] Baladre, España

[email protected] Baladre, España

[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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1. La gestión de los restos: los dispositivosde servicios sociales y de Trabajo Social enel gobierno de lo social

Algunos enfoques plantean que, en cierto mo-do, el Trabajo Social y los servicios socialesse fueron desarrollando a partir de la necesi-dad de disciplinar «todo lo que había queda-do fuera de los sistemas disciplinarios nor-males» (Ayala y García, 2009, p. 21). Tras laeliminación de los roles distributivos del Es-tado y la profunda mutación de las funcionesdel Estado benefactor, la política social y losdispositivos de los servicios sociales y, en ge-neral, del Trabajo Social, cumplen funcionesdecisivas en los procesos de estratificación ydiferenciación social, pues facilitan el disci-plinamiento y control biopolítico de la pobla-ción que ha quedado al margen de las vías deintegración social normalizadas. En términosdisciplinarios, emerge la planificación de unanueva política social neoliberal individuali-zadora, a través de la cual termina constru-yéndose una nueva estratificación social je-rarquizada y fragmentaria en este nuevoespacio social (Ávila y Malo, 2010).

Una política que a través de la inflaciónde requisitos y su concreción en ayudas yprestaciones sociales económicas diferencia-das (públicas y privadas) —RMI, ayudas deemergencia social, ayudas al alquiler, bancosde alimentos, etc.—, va introduciendo todauna estructuración diferenciada según las dis-tinciones de clase, edad, sexo, raza y etnia,pero también de modos y formas de vida: uni-dades de convivencia, familias, umbrales derenta, años cotizados a la seguridad social, asíhasta un larguísimo etcétera. Los dispositi-vos de Trabajo Social y de los servicios so-ciales (públicos y privados) incorporan unaserie de herramientas tecnificadas y profun-

damente ideologizadas, orientadas al diag-nóstico y la baremación de los individuos ygrupos sociales, transformados ahora en«usuarios». Al mismo tiempo que, a través deestos dispositivos, como bien ha descrito Laz-zarato (2013), se tiende a explorar moralmen-te a las personas, desnudándolas, recabandotoda la información posible para comprobarsi pueden ser consideradas merecedoras deuna ayuda que las transformará en deudoras.

Este modo disciplinario de proceder incor-pora además una nueva dimensión al TrabajoSocial. A través de la técnica de caso se dotade unas nuevas herramientas de intervenciónsocial: itinerarios de inserción en los que intervienen una constelación de entidades ygrupos coordinados de profesionales, profe-sional de referencia, seguimiento individua-lizado, etc. Este nuevo escenario del TrabajoSocial en la era del neoliberalismo incorporatambién discursos y prácticas procedentes delmanagement (Alonso y Fernández, 2011). Lacalidad y la excelencia devienen un nuevo re-ferente simbólico para los servicios sociales,entrando de este modo en formas de gestiónneoliberal que difuminan las desigualdadessociales y desplazan el centro de atención ha-cia la responsabilidad individual en la gestióndel propio capital humano.

Entre estas formas de intervención desta-ca la extensión de los planes individualiza-dos de inserción, los cuales incorporan con-traprestaciones que devienen mecanismos deactivación (en la línea que abrieron las polí-ticas activas de empleo) (Iglesias, Muñoz ySáez, 2010). Estas contraprestaciones contri-buyen a difundir las formas de subjetivacióndel empresario de sí mismo (Lazzarato,2013), a través del cual se induce a la perso-na la interiorización de responsabilidad y delsentimiento de culpa por no estar en una me-

dre: trayectoria y estrategias de Trabajo Social desde la lucha social. 4. A modo de síntesis y con ánimo de se-gur debatiendo. 5. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: García Escamilla, E.; Muñoz Rodríguez, D. & Sáez Bayona, M. (2017) El Trabajo Social como op-ción de lucha contra la desigualdad, el empobrecimiento y la exclusión social: trayectorias y estrategias de la co-ordinación Baladre, en Cuad. trab. soc. 30(2), 377-388.

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jor posición en el mercado laboral. Al mismotiempo se le incita a modificar su conductapara aumentar su empleabilidad y adaptarsea los valores morales y políticos del sistema.Se entiende así cómo Paugam (2007) avisadel hecho de que las personas prefieren aga-rrarse a cualquier empleo, por precario y hu-millante que pueda resultar, antes que acudira los servicios sociales. No se puede obviartampoco que parte de los potenciales «usua-rios» de los servicios sociales, empujados enmuchos casos a una integración exclusiva-mente mediante la economía informal o cri-minal (Castells, 1998) —trabajos en negro,trapicheo de drogas, hurtos, prostitución,etc.—, se encontrarán atrapados de forma cre-ciente en la confluencia entre las políticas pu-nitivas y asistenciales (Wacquant, 2012).

No obstante, este control individualizadode las personas empobrecidas no resulta sufi-ciente, sobre todo a partir de las insurreccio-nes llamadas del hambre de los años ochenta,los disturbios sociales y raciales de EE.UU.en los noventa, los levantamientos popularescontra las privatizaciones de bienes esencia-les en América Latina y, especialmente, traslos más recientes disturbios de Paris de 2005y Birmingham de 2011, protagonizados en sumayoría por jóvenes parados que habitan lossuburbios y en buena medida pertenecientesa «minorías étnicas» (grupos etiquetados asídesde las posiciones dominantes). Estos sec-tores sociales son identificados como poten-cialmente «peligrosos» (Dell´Umbría, 2009).En este sentido, se ha puesto en marcha en losúltimos tiempos toda una política orientada arediseñar ad hoc nuevos dispositivos de con-trol biopolíticos. Esta política implica tam-bién un rediseño de las prácticas de vigilan-cia y control policial, aproximándolas a lasfunciones, formas y maneras del Trabajo So-cial (García y Ávila, 2014). Disfrazadas enocasiones de discursos progresistas («este ba-rrio debería ser un barrio como otro cualquie-ra»), estas políticas están destinadas a pene-trar en los suburbios y barrios marginales através de la activación social y de la partici-pación, configurándose además en diques ide-ológicos de contención de procesos de tomade conciencia colectiva y de autoorganización

(Observatorio Metropolitano, 2007). De estaforma, el poder tiende a desactivar a través dela asimilación toda una gama de metodologí-as críticas y participativas.

En este sentido, cabe aclarar que lo que seescribe a continuación es ante todo una con-secuencia de los años que quienes escribeneste texto llevan participando en la Coordi-nación Baladre. En este sentido, este trabajodebe ser enmarcado metodológicamente den-tro de las tradiciones que combinan la inves-tigación militante con la autoetnografía (An-derson, 2016), donde el material empírico yel análisis provienen de la reflexión críticasobre la experiencia del propio investigadoro investigadora (Camas, 2014).

2. Baladre: coordinación de luchas contrael paro, la precariedad y la exclusión social

En su desarrollo histórico, Baladre es el re-sultado de una diversa cadena de aconteci-mientos y accidentes. Hundiendo sus raícesen las luchas vecinales y obreras autónomascontra la dictadura, el embrión de Baladre seubica en algunas asambleas y personas des-empleadas que participaron en el amplio mo-vimiento de luchas contra el paro que se pro-dujo en el Estado español en los primerosaños ochenta (Macho y Sáez, 1998).

En pleno auge de este ciclo de moviliza-ciones contra el paro, protagonizado sobre to-do por personas desempleadas, las personasy colectivos que fuimos poco a poco confor-mando Baladre nos planteamos la necesidadde dar un giro radical en las interpretacionesde los procesos estructurales de precariza-ción, empobrecimiento y exclusión social, haciendo una lectura a la luz de nuestras pro-pias vivencias y experiencias. Estas experien-cias se conformaron en las primeras andana-das de las reformas neoliberales practicadasen el Estado español, las cuales coincidieroncon los procesos de desmovilización socialde la segunda transición postfranquista (Or-tí, 1989).

Esto significó atreverse a abrir un proce-so de cuestionamiento de los discursos domi-nantes sobre la lucha contra la pobreza y la

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exclusión. Un cuestionamiento tanto de lasintervenciones vinculadas con la empleabili-dad y la inserción social individual a travésdel empleo, como de las concepciones polí-ticas que sitúan el crecimiento económico yla creación de empleo a toda costa como ele-mentos centrales de las medidas públicas pa-ra la erradicación de la pobreza (FernándezDurán, 1993). Visto en perspectiva, esta crí-tica nos facilitaría ir situando el debate en tor-no a la centralidad de la sostenibilidad de vi-da (Herrero, 2011), además de poner el acentoen el cuestionamiento de las formas de inte-gración/exclusión social capitalistas y de susestrategias de intervención social. Igualmen-te, este planteamiento permitió orientar nues-tras luchas hacia el reparto de la riqueza sincondiciones, abogando por los derechos uni-versales y sobre todo, por el derecho a unascondiciones materiales básicas para la cons-trucción aquí y ahora del mundo en el cualnos gustaría vivir.

Se abrió así un complejo cuestionamien-to que dio lugar a que desde la entonces Coordinadora de Asambleas de Parados, ini-ciásemos un proceso de autoorganizaciónprotagonizado por personas desempleadas.Muy pronto se transformaría este espacio enuna forma colectiva de producción y sociali-zación de conocimientos vitales y situados(Roca, 2008; Pereda y De Prada, 2014) sobrelas situaciones, las experiencias propias y lacomplejidad de las formas de opresión y do-minación que, en general, determinan sociale históricamente la existencia de los grupossociales oprimidos.

Este proceso de autoorganización se pro-longó y poco a poco fue dando lugar a la con-figuración de un modelo de activismo socialque se ha desarrollado simultáneamente envarios ámbitos y niveles. De este modelo loque nos resulta interesante destacar aquí es laarticulación de la participación en el desarro-llo de luchas globales y transversales junto aotros colectivos y organizaciones del ampliomundo de los movimientos sociales (feminis-tas, ecologismo social, antimilitarista, anti-rracista, internacionalista, etc.) y sindicalesemancipatorios (con los que se compartenplanteamientos anticapitalistas). Estas con-

fluencias han dado lugar al desarrollo de cam-pañas conjuntas con otros colectivos y orga-nizaciones para la denuncia y la visualizaciónde la situación de las personas y grupos so-ciales oprimidos. En estas campañas ante to-do se han reivindicado medidas concretas pa-ra la mejora de las condiciones de vida. Deeste modo, inspirándonos en lemas como:«¡Quien no tiene, no paga!», se ha reivindi-cado el derecho incondicional del acceso a lavivienda, a los suministros básicos del hogar,al transporte y a la movilidad, a los cuidados,a la educación, a la cultura, al ocio, ingresosincondicionales, etc.

Estas formas de activismo en redes hori-zontales han sido paralelas a lo que puede serconsiderado como el eje central de nuestroactivismo, el cual está basado en la construc-ción de pequeñas iniciativas locales y barria-les de luchas contra el paro, de trabajo ennuestras comunidades y de apoyo mutuo pa-ra cubrir necesidades propias y hacer frentea problemas sociales que sufren las personasen nuestro entorno más cercano y cotidiano(adicciones, cuestiones de cuidados, enfer-medad mental, falta de recursos básicos: ma-teriales, afectivos, relacionales, etc.).

Progresivamente, este proceso de autoor-ganización, en el cual vamos participando máspersonas y colectivos, facilita un cambio sus-tancial en nuestra interpretación del desem-pleo, que pasa a ser entendido desde una pers-pectiva anticapitalista como la posibilidad dedisponer de un tiempo liberado de la explota-ción (Sáez, 2002). Esto da lugar, a que desdeBaladre empecemos a reivindicar el necesa-rio reconocimiento y reparto de todos los tra-bajos socialmente útiles. Así, incorporamos anuestras reivindicaciones el derecho de todaslas personas para acceder de forma estable ysuficiente a los recursos necesarios para po-der desarrollar una vida digna de ser vivida,al margen de su participación en el mercadolaboral (Iglesias, 20013; Fidalgo et al., 2014).Todo esto va a ir, además, de la mano de laexigencia de la eliminación de todos los tra-bajos destructivos con la naturaleza, social-mente inútiles y orientados al sometimientode las personas. Rompiendo definitivamentea un mismo tiempo con la idea patriarcal y

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masculina del trabajo asalariado y con las ide-ologías del crecimiento económico.

2.1. Baladre: un espacio de coordinacióny relación para el apoyo mutuo en la luchasocial

En la actualidad, Baladre ha llegado a confi-gurarse como una coordinación horizontal enla cual participan personas a título individualque han encontrado en Baladre un lugar ade-cuado para desarrollar su actividad sociopo-lítica, así como una diversidad de colectivosy grupos de diversos territorios y países de laPenínsula Ibérica. También, desde hace algu-nos años, se han sumado algunos colectivosprocedentes de Sudamérica.

Se trata de una «coordinación» y no de unacoordinadora porque, ante todo, Baladre es unespacio de relación para el apoyo mutuo des-de la autonomía de las personas y los grupos.Se trata de un espacio que se ha servido comoherramienta para articular una enorme red derelaciones con varios niveles de participación.En este sentido, la coordinación no se susten-ta en las formas clásicas de organización, si-no que priorizando la libertad asociativa y lasrelaciones horizontales se han construido unasformas de organización y toma de decisionesa través de una serie de encuentros en los queparticipa toda la red. Esto ha dado lugar a unainfinita suma de encuentros parciales que fa-cilitan la posibilidad de articular acciones co-lectivas y apoyos mutuos.

De esta forma, en los procesos de toma dedecisiones lo que se intenta priorizar son lasrelaciones humanas horizontales y potenciarel dejar el hacer, ya que los acuerdos colecti-vos no obligan más que a las partes de la redque quieran asumirlos libremente. Este pro-ceso de toma decisiones flexible, que limitala capacidad de ejercer el poder y potencia laautonomía de las personas y los colectivos,se ha traducido con los años en el refuerzo dela confianza mutua y la articulación de diná-micas horizontales y descentralizadas de re-lación y acción colectiva. En esencia, estemodelo organizativo, en el cual lo que inten-tamos priorizar son las relaciones humanas,ha favorecido que hayamos podido poner en

común, actuar juntas y desarrollar el apoyomutuo entre gentes muy diversas, desde si-tuaciones carenciales y desde un amplio es-pectro de visiones, sensibilidades y tradicio-nes sociopolíticas anticapitalistas, feministasy del ecologismo social.

2.2. Una de las múltiples y posibles apro-ximaciones al Trabajo Social desde la lu-cha social

Desde la diversidad de contextos y situacio-nes, las personas y colectivos de Baladre he-mos desarrollado una concepción del Traba-jo Social que lo sitúa en torno a los términosde relación humana y acción sociopolítica,que como opción de vida y desde la autono-mía, desarrollamos en la cotidianidad. Losobjetivos de esta acción sentimos que se hande encontrar estrechamente vinculados conlos horizontes de la realización integral delser humano y la emancipación social (Mu-ñoz, García, Arrabalí y Sáez, 2014). Esto haimplicado el desarrollo de un enfoque del Tra-bajo Social íntimamente ligado al cuestiona-miento de las lógicas profesionalizantes(Sáez, 1996, 2010; López, Muñoz y Sáez,2010) y tecnificadas (Castoriadis, 2000).

Desde esta forma de Trabajo Social con-cebimos la emancipación como la lucha con-tra toda forma de dominación, ya esté arrai-gada en el campo político, en el económico oen el social. La lucha por la emancipación seencuentra, sin duda, próxima y en estrecharelación con las nuevas epistemologías queactualmente son formuladas como Epistemo-logías del Sur (Santos, 2003, 2006) o las So-ciologías de las Alternativas (Graeber, 2011),entre otras. Estas epistemologías resaltan elpotencial transformador de otras realidades,de las formas de resistencia y de cooperaciónsocial, desplegadas por los sujetos socialesoprimidos.

3. Baladre: trayectoria y estrategias deTrabajo Social desde la lucha social

A partir de lo expuesto en los apartados an-teriores, se puede comprender cómo en Ba-

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ladre nos hemos orientado a la búsqueda co-lectiva de formas concretas de Trabajo Socialque pudieran resultar útiles para la construc-ción de otros sistemas de relaciones humanasmás horizontales, bajo la primacía de unosprincipios y valores radicalmente distintos yalternativos a los que propone el capitalismo:autonomía, autogestión, acción directa, coo-peración, solidaridad, apoyo mutuo.

3.1. La reivindicación de nuevos marcosteóricos para la politización del TrabajoSocial

En este sentido, una de las cuestiones que enBaladre hemos reivindicado con fuerza es eldesarrollo dentro del Trabajo Social de nue-vos marcos teóricos que sitúen de nuevo enun plano sociopolítico las desigualdades, lasinjusticias sociales y las relaciones de domi-nación. Mediante este enfoque intentamos sa-carlas del plano de la gestión técnica y pro-fesional, que ignora las formas en las cualesel sistema crea y produce las desigualdadesy las injusticias sociales (Colectivo IOÉ,1995). En definitiva, en Baladre proponemosla necesidad del desarrollo de marcos teóri-cos que puedan resultar útiles para cuestio-nar el orden social, que permitan repolitizarel Trabajo Social, que resulten útiles para in-tervenir en los procesos sociales en curso ytransformar las relaciones de opresión en re-laciones de emancipación. Se configuraríaasí un marco que entendería el Trabajo Socialcomo un saber-poder para la transformaciónsocial desde contextos históricos y situacio-nes concretas, que pueda hacer transitar alTrabajo Social del control, la contención y lainserción, a la creación y la transformación.

Esto es algo para lo cual el Trabajo Socialnecesita desarrollar nuevos enfoques críticosque permitan el desarrollo de conocimientosy saberes teórico-prácticos referidos a con-textos socio-históricos concretos. Como haexplicado Nancy Fraser (2012), es necesariodesarrollar nuevos enfoques epistemológicosque permitan avanzar en los conocimientossobre la estructura social y la agencia. Estosignifica, por un lado, el desarrollo de nue-vos enfoques estructurales, multidimensio-

nales y sistémicos sobre las formas en que seencuentran interrelacionadas las diferentesdimensiones —política, social, económica yecológica— que conforman el todo social.Enfoques que faciliten la creación y apropia-ción de conocimientos que permitan superarel funcionalismo, incorporando el conoci-miento sobre la gramática de las luchas y ladiversidad de los proyectos sociales, de losque son portadores los diferentes actores so-ciales en lucha. Algo que además debería per-mitir desarrollar formas para repolitizar des-de el Trabajo Social el conjunto de relacionesque forman el todo social, entendido esto co-mo una condición necesaria para desarrollarnuevas alternativas sociales. A partir de ahí,quizá sería posible recuperar el protagonis-mo de la gente, mediante intervencionestransversales que actúen a un mismo tiemposobre el campo social, económico y político,que rompan con las tradicionales fórmulas dela intervención social a través de las cualesse individualiza e invisibiliza la conflictivi-dad social (Colectivo IOÉ, 1995; Sáez, 1996,2010).

3.2. En la práctica: algunas claves meto-dológicas desde la lucha social

En la práctica, desde Baladre hemos busca-do formas para desarrollar un Trabajo Socialcrítico, liberador y emancipador. A partir delas premisas generales antes expuestas, estasprácticas se han orientado a potenciar los pro-cesos de autoorganización colectiva de los co-lectivos sociales oprimidos (Young, 1996),planteando mediante la acción directa la exi-gencia de la mejora de las condiciones vida,la denuncia de las causas estructurales de ladesigualdad y la construcción de nuevos fu-turos posibles a través de la experimentaciónconstante de formas de democracia radical(Calle, 2011), así como de la construcción dealternativas concretas para hacer frente a lasatisfacción comunitaria y colectiva de las ne-cesidades. Estas experiencias se han enfoca-do tanto en a la producción alternativa de co-nocimientos; como de trabajo productivo yreproductivo; experiencias de reconocimien-to; de toma de decisiones; de comunicación

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y expresión; a partir de las cuales en conjun-to, puedan multiplicarse las vías de sociali-zación diferenciadas que den lugar a nuevasy múltiples formas de subjetividades trans-formadoras (Rodríguez, 2003).

Prácticas e iniciativas que en muchos ca-sos derivan de una conjugación de estrategiasmetodológicas procedentes de la adaptaciónal contexto social e histórico concreto de di-ferentes modelos de Trabajo Social, como elmodelo de Trabajo Social Radical, propues-to por Saul Alinsky (2012), del Trabajo Co-munitario, de Jack Rothman (1979) e inclu-so de la Hull House impulsada por JaneAddams.

3.3. Algunas iniciativas concretas del re-pertorio de acción de Baladre

Las experiencias de los diferentes grupos ycolectivos de Baladre están disponibles en di-versos textos publicados: Nuestros Barrios,Nuestras Luchas (2008) y Luchas y resisten-cias desde nuestros barrios y pueblos (2010).Aquí por tanto se exponen algunas iniciati-vas concretas, a través de las cuales se pue-den entender la formas de hacer, desde elcompromiso con otras formas de vida, de lasgentes de Baladre. Aunque por claridad ex-positiva se han separado por categorías, se hade tener en cuenta que se tratan de enfoquescomunitarios y que del mismo modo que to-das integran el desarrollo de acciones a todoslos niveles del Trabajo Social (individual,grupal y comunitario), también se encuentraninterrelacionadas todas ellas y es raro que enBaladre se den las unas y las otras de formaaislada.

Formas alternativas de producir cono-cimientos: En Baladre el aprendizaje y la for-mación han ocupado un lugar central. Esto seha traducido en la apuesta por el desarrollode jornadas y encuentros, donde siempre pri-ma precisamente el encuentro igualitario y aun mismo nivel de diferentes tipos de sabe-res y conocimientos, ya sean académicos, ex-pertos o aprendizajes vivenciales y situadosen la participación de las luchas sociales. Lacuestión prioritaria es que prime el intercam-

bio de experiencias, los debates y aprendiza-jes colectivos.

Trabajo productivo y reproductivo: Enesta línea se han desarrollado una multiplici-dad de experiencias que partían del lugar cen-tral que en Baladre ha ocupado la necesidadde hacer frente a situaciones carenciales. Des-de el apoyo mutuo, se han desarrollado unainfinidad de experiencias destinadas a dotar-se como personas y grupos de cierta estabi-lidad en el acceso a recursos para asegurar yestabilizar la vida. Se trata de experienciasque además aportan cierto grado de autono-mía para la acción. Aquí destacan accionescomo la socialización de alquileres, compar-tir recursos económicos (salarios, prestacio-nes, etc.) mediante economías compartidas,mediante préstamos entre iguales sin intere-ses o mediante formas de propiedad colecti-va de viviendas, vehículos y trabajos coope-rativos.

Todo esto nos ha permitido articular rela-ciones cotidianas más cercanas en el propioámbito en el que se habita, permitiendo lapuesta en marcha de formas comunitarias deapoyo mutuo, a través de las cuales hemosafrontado problemas sociales y necesidadescolectivas, partiendo siempre de la necesidadde la recuperación del protagonismo de lagente. Iniciativas en el ámbito del tratamien-to y la prevención de adicciones, visitas yreinserción de personas presas, apoyo a per-sonas con enfermedad mental, trabajos conmenores en situaciones difíciles, etc. Todoello facilita el acceso libre e igualitario a re-cursos materiales, afectivos y relacionales bá-sicos para una vida digna, bien desde proyec-tos de autogestión (acceso a la cultura, ropa,alimentos, ocio, socializar cuidados, el bus-carse la vida, etc.) o desde iniciativas parapromover el acceso a derechos de ciudadanía(papeles, prestaciones, subsidios u otros ser-vicios y recursos públicos).

En este ámbito desatacarían sobre todo los«Puntos de Información y Denuncia» en ma-teria de derechos sociales (García, Arrabalí,Saéz y Muñoz, 2015; García et al., 2016). Através de estos recursos se socializa la infor-mación sobre las vías de acceso a prestacio-

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nes, subsidios y recursos públicos, partiendode la premisa de que estos deberían ser dere-chos sociales incondicionales. A partir de es-tas iniciativas se generan, tejen y construyenunas redes de relación que permiten un me-jor conocimiento de la realidad concreta y delas situaciones de carencia que atraviesan laspersonas. Esta información permite a untiempo la puesta en marcha de procesos co-lectivos de toma de conciencia, activa la mo-vilización social, posibilita el desarrollo dela acción directa visibilizando y denuncian-do las causas estructurales que generan lasinjusticias sociales. Además, en muchos ca-sos llegan a plantearse soluciones desde lapropia comunidad que reclama para sí el de-recho a participar directamente, a gestionarcolectivamente sus propias respuestas antelos problemas sociales que padece y satisfa-cer colectivamente sus necesidades (Valero,2008).

En este sentido, cabría destacar varias co-sas de importancia para el Trabajo Social. Enprimer lugar, la necesidad de cambiar el ima-ginario sobre lo público, lo estatal y lo colec-tivo, ya que estos términos no son sinónimosy mucho menos resultan intercambiables (Va-lero, 2008). En segundo lugar hay que resal-tar el valor real que tiene para el Trabajo So-cial el reconocimiento de los grupos naturalesy de las redes de relaciones, así como de lasprácticas que mejoran la densidad de relacio-nes de reconocimiento, reciprocidad y redis-tribución a través del tejido social vivo y co-tidiano de los barrios y comunidades (Muñoz,2008). En tercer lugar, finalmente, la impor-tancia que en estas dinámicas tiene el hechode facilitar la implicación, directa y en los es-pacios más próximos, de las personas enaquello que verdaderamente les afecta y enaquello en lo que se reconocen; esta implica-ción directa y no mediada es una de las con-diciones necesarias para el desarrollo aquí yahora de otros modelos sociales de organiza-ción (Muñoz, 2009).

De toma de decisiones: En el ámbito dela organización, como hemos apuntado másarriba, en Baladre hemos desarrollado (porintuición o por oposición a las formas de or-

ganización tradicionales que conducen enmuchos casos a la verticalidad) fórmulas pa-ra la participación directa y flexible en la to-ma de decisiones. Se trata de fórmulas quehan permitido recuperar y actualizar estrate-gias de coordinación horizontal y asamblea-ria, basadas en la limitación del poder.

De reconocimiento: Estas formas de re-lación y coordinación horizontal han dado lu-gar al desarrollo desde la autonomía de losmúltiples pliegues, niveles y nodos de la redde Baladre, así como a la articulación de to-da una red de relaciones locales, regionales,estatales e internacionales, con otras perso-nas, colectivos sociales y organizaciones desociales. A través de las prácticas de recono-cimiento, relación de solidaridad y apoyo mu-tuo con otras personas y colectivos diversos,hemos ampliado los horizontes y aprendiza-jes de Baladre, al tiempo que hemos partici-pado activamente en campañas, luchas y ci-clos de movilización organizados por otrasredes y colectivos. En este sentido cabe des-tacar la coordinación con el sindicato CGT ycon Ecologistas en Acción, entidades con lasque realizamos publicaciones y campañasconjuntas, las cuales han dado lugar a untransvase de contenidos entre las tres organi-zaciones, hibridando así el discurso de lo so-cial, con el ecologismo político y el sindica-lismo radical.

De comunicación y expresión: En esteámbito, en Baladre compartimos con otras lu-chas y movimientos sociales la necesidad deimplementar y articular formas de expresióny comunicación sociales libres y autónomas.En este sentido, desde Baladre, sin apenas re-cursos, contando con el apoyo y colaboraciónprimero del colectivo editorial Virus, de lacoedición con otros colectivos, como CGT yEcologistas en Acción, y más recientementedesde la Editorial de Zambra, se ha hecho unesfuerzo por editar y distribuir textos divul-gativos, a través de los cuales se socializanconocimientos útiles para entender y trans-formar el mundo en que vivimos. Tambiéndurante varios años se apoyó y colaboró en laedición de la Lletra A, de la revista Cuader-

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nos de Renta Básica y otras publicaciones pe-riódicas.

En este sentido, desde Baladre pusimos enmarcha un programa de radio titulado «noso-tras las personas», que desde hace más dediez años se emite semanalmente desde Ra-dio Pimienta, una radio social y comunitariade la Orotava (Tenerife), a través del cual secontribuye dar a conocer, de la mano de suspropios protagonistas, experiencias de luchasociales concretas.

3.4. La lucha por la Renta Básica de lasiguales (RBis) y mucho más

Desde la conciencia de lo limitado y enorme-mente difícil que resulta apostar por formasautogestionarias y comunitarias de vida sintener cubiertas las más elementales necesi-dades básicas, en Baladre se ha apostado de-cididamente por participar activamente en lalucha por hacer realidad el derecho incondi-cional y universal a la Renta Básica (RB)5.

No obstante, desde Baladre el derechouniversal a recibir individualmente un ingre-so de forma incondicional y suficiente parasatisfacer las necesidades básicas (Iglesias,1998), lejos de ser interpretado como un me-canismo para hacer soportable la vida dentrodel capitalismo, es concebido como una he-rramienta que puede contribuir a crear nue-vas esferas y ámbitos de autonomía indivi-dual y colectiva (Iglesias, 2013; Fidalgo etal., 2014). Para ello, la RB debe reunir unascondiciones estructurales y de opción políti-ca. De ahí que en Baladre hablemos de rentabásica de las iguales (RBis) y no de RB. LaRBis (Iglesias et al., 2012; Iglesias, 2013) hade ser Individual (no familiar); Universal (pa-ra todas las personas); Incondicional (no con-tributiva, al margen de la participación o noen el mercado laboral, sin contraprestaciónde ningún tipo, independiente del nivel derentas) y suficiente (la cantidad debe ser co-mo mínimo igual al umbral de la pobreza detal forma que otorgue a las personas la posi-

bilidad de decidir si quieren o no participaren el mercado laboral y ser siempre la mismacantidad para todas las personas). La RBis sedefine como un modelo fuerte de RB (Igle-sias, 2003), pero para que sirva como herra-mienta para superar el capitalismo, la RBisincorpora también otras características de op-ción política, como es que el 20% de la RBisconfigure un Fondo Social Comunitario, elcual debería ser gestionado directamente porlas personas y pueda ser útil para reforzar lasdinámicas comunitarias de satisfacción de ne-cesidades (Iglesias, 2013).

Hay que advertir que para las gentes de Ba-ladre la RBis es ante todo una herramientamás, la cual vendría a complementar las tradi-cionales reivindicaciones de los movimientossociales y jamás debería sustituir a ninguna deellas. Desde las premisas del enorme recorteque la implementación de este derecho supon-dría en la capacidad para acumular riqueza ypoder de las élites capitalistas, para las gentesde Baladre la lucha por el derecho a laRBisguarda mucha relación con el Trabajo Social.No sólo en la medida en que contribuiría a ga-rantizar el acceso de todas las personas a losrecursos necesarios para poder vivir con dig-nidad. También porque introduce unas condi-ciones materiales que posibilitan el desarrollode una acción autónoma, tanto a nivel indivi-dual, como grupal y comunitario. En concre-to, la RBis permitiría introducir en marco delTrabajo Social la posibilidad de desvincular-se de las lógicas mercantiles, disciplinarias, decontrol social y sometimiento, rompiendo lasubordinación de la intervención social a laempleabilidad (Cairé, 1996) y situando dichaintervención en estrecha vinculación con losideales de equidad y justicia social.

4. A modo de síntesis y con ánimo de se-guir debatiendo

A lo largo de estas páginas se han intentadoexponer y sistematizar algunas de las princi-

5 Sobre el estado actual del debate social sobre la viabilidad social y económica de la RB y la RBis puede consultarse Mu-ñoz, D. y García, E. (2014). Una aproximación sociológica al debate sobre la Renta Básica. Arxuis de Ciències Socials, 30,143-152.

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pales reflexiones, aprendizajes, experienciasy reivindicaciones en el ámbito del TrabajoSocial de una red de personas, colectivos ygrupos hemos generado en torno a Baladre,un espacio de coordinación horizontal y en-cuentro para el apoyo mutuo en la lucha so-cial. Se trata de una red que ha servido de so-porte para el desarrollo y participación enotras muchas luchas y experiencias, en las quecotidianamente se implican las gentes de Ba-ladre (y que por cuestiones de espacio hanquedado en gran medida en el tintero).

En este sentido, Baladre constituye una ex-periencia que, junto con otras muchas en todoel mundo, pueden ser de alguna utilidad parabuscar fórmulas y estrategias para intervenirante el aumento de las desigualdades y las in-justicias. De forma sintética, durante estostreinta años, desde Baladre hemos intentadoponer en marcha iniciativas de apoyo mutuo yde lucha social que contribuyan a generar unespacio de reconocimiento y visibilidad de lossectores más vulnerables de la sociedad.

En este sentido, conviene no olvidar quelas relaciones de opresión y dominación sonmúltiples y se articulan entre sí de mil formasy maneras. Sería escasamente productivo se-guir manteniendo debates sobre qué relaciónes más importante enfrentar o cuál primero.Frente a esto pensamos que es preferente darpaso a formas de cooperación y coordinación,siempre a través de fórmulas inclusivas y ho-rizontales, para así construir una transversa-lidad que aproxime las distintas luchas socia-les. No se ha perder de vista que las grandestransformaciones sólo pueden venir de la ma-no de una profunda alianza entre las gentesmenos alienadas y las más oprimidas (Grae-ber, 2011). De ahí que hoy las gentes de Ba-ladre, estemos en las calles reivindicando yexigiendo una Amnistía Social para todas laspersonas que han sufrido los efectos judicia-les y disciplinarios de la crisis (activistas so-metidas a procesos penales, personas desahu-ciadas de sus casas, etc.). Pero esto daría paraotro texto.

5. Referencias bibliográficas

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Invisibles de Tetuán (Madrid). Hacia una práctica subversiva de apoyomutuo en contextos de exclusión1

Ivonne Herrera-Pineda2; Carlos Pereda Olarte3

Recibido: 8 de febrero de 2017 / Aceptado: 23 de marzo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. El proceso creciente de desigualdades sociales en España se manifiesta con crudeza en espacios ur-banos, como en el distrito madrileño de Tetuán. El desempleo, la precariedad laboral o la debilidad de los siste-mas de protección social han generado situaciones de gran vulnerabilidad entre la población. En este contexto losservicios sociales operan condicionados por la burocratización, la visión asistencialista y la falta de recursos. To-do ello impide respuestas multidimensionales a la exclusión, imposibilitando un trabajo transformador. Invisi-bles de Tetuán parte del trabajo colectivo y de la autoorganización vecinal para visibilizar realidades muy diver-sas de exclusión y buscar su transformación en diversas escalas. A partir del apoyo mutuo, el respeto a la diversidady la metodología horizontal propia del 15M, este pequeño grupo plantea alternativas al individualismo y ensayaherramientas para la construcción de una sociedad más justa y una política social más eficiente.Palabras clave: apoyo mutuo; 15M; exclusión social; servicios sociales; participación.

[en] Invisibles de Tetuán (Madrid): toward a subversive practice of mutualsupport in contexts of exclusion

Abstract. The process of increasing social inequality in Spain is laid bare in urban areas such as the Madrid districtof Tetuán. Unemployment, precariousness in the labour market and the weakness of social protection systemshave given rise to situations involving great vulnerability among the population. Increasing bureaucracy, thewelfare perspective and a lack of resources all place restrictions on social services in this context. This hindersmultidimensional responses to exclusion, making transformative work impossible. Invisibles de Tetuán usescollective work and neighbourhood self-organization in order to visibilize highly diverse realities of exclusionand seek to transform them on various scales. On the basis of mutual support, respect for diversity and the horizontalmethodology of the 15M movement, this small group offers alternatives to individualism and tests instrumentsfor the construction of a fairer society and a more efficient social policy.Keywords: mutual support; 15M; social exclusion; social services; participation.

Sumario: Introducción. 1. Desigualdad y gobierno de lo social. 2. Invisibles de Tetuán. 3. Conclusio-nes. 4. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Herrera-Pineda, I. & Pereda Olarte, C. (2017) Invisibles de Tetuán (Madrid). Hacia una práctica sub-versiva de apoyo mutuo en contextos de exclusión, en Cuad. trab. soc. 30(2), 389-402.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55205

1 Este artículo se ha elaborado en colaboración con el grupo de Invisibles de Tetuán del que somos parte autora y autor.2 Universidad Autónoma de Madrid, España

[email protected] Colectivo Ioé-Tangente, Madrid, España

[email protected].

EDICIONESCOMPLUTENSE

MONOGRAFÍA

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Introducción

Desde la llegada del 15M a los barrios y pue-blos de Madrid, la Asamblea 15M de Tetuánse volcó en las emergencias más graves delvecindario: los desahucios, la carencia ali-mentaria y la extrema pobreza, de donde sur-gieron tres grupos estrechamente relaciona-dos: Stop desahucios, Banco de alimentos eInvisibles.

Quienes llegan a nuestros grupos suelen ser personas que se han quedado en el paro, tienen empleos precarios o no pueden acce-der al mercado laboral por enfermedad, car-gas familiares, falta de papeles... Esta inesta-bilidad desemboca en situaciones de clara emergencia social, generalmente vinculadas con vivienda, especialmente desahucios y corte de suministros básicos, o con gastos co-munes e inasequibles, como una alimentación equilibrada, material escolar, medicamentos, transporte, etc. Por lo general, la familia y otras redes cercanas han sido su primer sos-tén, pero su margen de maniobra queda redu-cido ante situaciones de emergencia (Herre-ra-Pineda e Ibáñez-Gijón, 2016). Al llegar a nuestras asambleas es significativo el grado de des-orientación e incertidumbre que manifiestan estas personas, su desasosiego ante los pro-blemas que padecen y el sentimiento de pre-sión a nivel individual o familiar. Aunque las trayectorias particulares son muy diversas, múltiples violencias acaban recayendo sobre el cuerpo físico y psíquico, a través de un lar-go proceso de desgaste personal que implica etapas de sufrimiento, estrés, cansancio, tris-teza (PAH Madrid, Enclave y Qiteria, 2016; Contreras, 2013). Generalmente estas situa-ciones tienen un prolongado recorrido en so-ledad, lo que agudiza la desinformación y au-toinculpación, y cuando finalmente recurren a la ayuda pública, lo hacen sin tener concien-cia clara de sus derechos, en situación ya muy deteriorada y con carácter de urgencia.Los servicios sociales se encuentran des-bordados y burocratizados, y tienen escasoscauces para resolver eficazmente el compo-nente multidimensional de la exclusión (Prie-to et al., 2016). Desde entidades benéficasprivadas pueden conseguir apoyos puntuales

con más facilidad, pero habitualmente desdelógicas asistencialistas que apenas promue-ven la capacitación personal y, menos, colec-tiva para abordar los problemas. Por nuestraparte, intentamos poner en práctica estrate-gias de escucha, acompañamiento y apoyomutuo, procurando implicar a las personasafectadas. Reflexionamos juntas para com-prender los problemas que se plantean y verlos pasos a dar, tanto en el plano individual ofamiliar como mediante iniciativas de accióncolectiva y trabajo en red con otros grupos.

Al cabo de cinco años de actividad, la ela-boración en común del presente artículo hasido un momento de reflexión grupal en In-visibles, de acuerdo con el método definidoen el 15M como pensamiento colectivo.Nuestra intención no es limitarnos a descri-bir nuestra pequeña experiencia sino refle-xionar con libertad sobre los procesos socia-les que están en el origen de las emergenciasy sobre las políticas sociales que se ponen enmarcha. Tal como se recoge en el documen-to Balance y Perspectivas del 15M, «nuestromodo de ser nos lleva a que nadie dirija nipiense por los demás... Si queremos una trans-formación profunda de la sociedad, tenemosque conocerla, no desde los parámetros delpoder sino desde nuestros propios puntos devista» (Asamblea Popular de Madrid, 2013,pp. 3 y 9).

1. Desigualdad y gobierno de lo social

1.1. La exclusión como efecto de la estruc-tura social

La desigualdad en el reparto de los recursoseconómicos y en la distribución del poder esuna característica estructural de nuestro mo-delo social capitalista, que evoluciona cícli-camente para recomponer sus fracturas, talcomo lo ha hecho en el último período de cri-sis, iniciado en 2007, y lo sigue haciendo enla actual etapa de inicial recuperación. Estosciclos formarían parte de una onda más lar-ga que se fraguó en los países occidentales enlos años setenta del siglo pasado, cuando sepasó de los «estados de bienestar» de post-

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guerra a las políticas neoliberales, entre ellasla reducción del gasto público, la desregula-ción del mercado laboral y financiero, la pri-vatización de empresas y servicios públicos,etc. La aplicación de estas medidas en Espa-ña fue pausada, hasta que estalló la crisis ylos sucesivos gobiernos del PSOE y del PP,al dictado de los mercados financieros y dela troika (Comisión Europea, Banco CentralEuropeo y FMI), decidieron aplicar las «re-formas» con más intensidad. El momentomás expresivo de este proceso fue la refor-ma del artículo 135 de la Constitución (sep-tiembre 2011), que antepone a cualquier otraconsideración los intereses del capital trans-nacional a través del pago de la deuda (Co-lectivo Ioé, 2015).

Estas políticas han generado graves pro-blemas sociales, especialmente entre quienesse quedan en paro y no reciben ninguna pres-tación (en torno a 3.000.000 personas) ocuando todos los miembros de su grupo deconvivencia se encuentran sin empleo (unode cada diez hogares). A partir de 2010 lossalarios y la renta disponible caen de formasignificativa, con un ligero repunte a partirde 2015 (Barómetro social de España). La po-blación en riesgo de pobreza, tomando comoumbral el 60 por ciento de la mediana de in-gresos de los hogares en 2009, ha pasado del20,4 al 30,4 por ciento en 2015, es decir, haaumentado en 4.600.000 personas (EAPN2016, p. 26). Además, las subidas del IVA, laelectricidad, los fármacos y el transporte, jun-to a la práctica congelación de las pensionesen los últimos años, han contribuido a redu-cir el poder adquisitivo de la mayoría de lapoblación.

De especial interés para nuestro grupo deInvisibles es conocer la evolución de los ho-gares en pobreza severa (por debajo del 30por ciento de la mediana de ingresos). Toman-do de nuevo como base el umbral de 2009 yhaciendo la comparativa en euros constantes,estos hogares muy pobres habrían pasado enel conjunto de España del 4,5 al 9,5 por cien-to, lo que supone que la pobreza extrema enEspaña se ha doblado en tan sólo seis años(EAPN, 2016, p. 52). Se trata de 1.600.000hogares que perciben unos ingresos bajísimos

con los que es imposible comer, vestirse, pa-gar los suministros básicos del hogar (agua,electricidad, gas...) y el alquiler o la hipote-ca de la casa. Para estas familias se estable-ció en los años noventa del siglo pasado la ga-rantía de una Renta Mínima, gestionada porlas comunidades autónomas, pero su gradode cobertura sólo alcanza al 14 por ciento(Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales eIgualdad, p. 103).

1.2. El 15M como revelador del malestarsocial

Mantener una sociedad como la que acaba-mos de describir sería imposible de no ser porel trabajo desplegado en el campo ideológi-co que, no obstante, presenta también fisurasimportantes. Por una parte, el sistema nece-sita un discurso legitimador suficientementeaceptado por la mayoría de la población; porotra, la diferente posición de los grupos so-ciales y la atracción que ejercen planteamien-tos alternativos contribuyen a producir dis-cursos plurales y a veces enfrentados.

Las clases populares tienen tendencia apensar según la ideología dominante que se di-funde a través de la escuela y de los medios decomunicación; una ideología que tiene comorasgos más sobresalientes el individualismo yel consumismo. En general, la actitud que pre-domina frente a la adversidad social no es larevuelta sino la resignación... aunque esta do-minación ideológica no es absoluta y conlle-va algunas fragilidades que se manifiestan entiempos de crisis (Garnier, 2015, pp. 32-33).

La eclosión del 15M en 2011 fue uno deesos momentos de revuelta que podrían abriren nuestro país un debate constituyente queparecía cerrado (González et al., 2017). Eldesvelamiento de la complicidad existenteentre las élites políticas y económicas en con-tra de la mayoría social («no somos mercan-cías en manos de políticos y banqueros» decía textualmente la convocatoria de Demo-cracia Real Ya) provocó una reacción en ca-dena de redes sociales alternativas, nuevasplataformas políticas y movilizaciones socia-les de todo tipo (el movimiento de las plazas,las mareas, la PAH, etc.) que, si bien ha per-

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dido la vitalidad inicial, marca un antes y undespués en la historia social de nuestro país,al plantear un cambio de paradigma en la eco-nomía y una participación directa de la po-blación en los asuntos que le conciernen.

La confrontación de discursos y prácticasde nuestra época remite a la larga historia dela «cuestión social» que se introdujo en el de-bate político europeo y español en la segun-da mitad del siglo XIX. Las diversas instan-cias de dominación (el patriarcado, el capitaly en general los centros de poder) habrían lo-grado mantener su supremacía mediante pac-tos y concesiones parciales a las clases popu-lares, con el efecto perverso de volver a éstascómplices y rehenes del poder y la ideologíaque las oprime. Para Fernández Durán y Gon-zález (2014), esto es algo propio de las «so-ciedades de dominación» que habrían preva-lecido en menos del 5 por ciento de la historiahumana (últimos milenios), a diferencia delas «sociedades de cooperación» que preva-lecieron con anterioridad. Una prevalencia dedominación capitalista, en los últimos siglos,siempre conflictiva y cuestionada pues la ló-gica del «apoyo mutuo» como clave ética derelación humana (Kropotkin, 2008) se sigueenfrentando a la «lucha competitiva» de latradición liberal.

1.3. Ambivalencia de los servicios sociales

En una sociedad caracterizada por la des-igualdad y el conflicto, las instituciones queabordan el malestar social no juegan un pa-pel neutro. A pesar de su pretensión de uni-versalidad, lo habitual es que favorezcan aunos grupos y coaccionen a otros, lo que noimpide que contengan también un polo insti-tuyente que se convierte en «analizador» delo instituido (Lapassade y Lourau, 1979).

Toda la moderna política social suele en-contrar su legitimación convencional (poloinstituido) en la siguiente formulación: antela evidencia de que en nuestras sociedadesexisten grupos y capas sociales cuyas nece-sidades no son adecuadamente cubiertas porla propia dinámica social (de mercado), se re-quiere una aportación de recursos por partede instituciones específicas, estatales o pri-

vadas (Casado, 2015). Este planteamiento po-ne el acento en la acción y elude la reflexión,lo que da lugar a dos puntos ciegos: 1) pen-sar que el modelo «profesional» es no cues-tionable, cuando las complejas problemáti-cas que abordan los servicios socialesadmiten múltiples formas de intervención; y2) adoptar el esquema asistentes/asistidos,con el peligro de convertir a este último gru-po en permanente destinatario pasivo de losprogramas.

La historia de la burocracia de la asisten-cia social es una historia de la que está exclui-do precisamente el elemento de autonomía. Alos fundadores del Estado de bienestar les pa-reció que para proveer a los menesterosos serequería una institución que definiera qué ne-cesitaban los destinatarios del servicio. Leshabría parecido irracional proporcionar recur-sos sin enunciar claramente sus usos, pero elresultado fue que la burocracia no aprendió aadmitir la autonomía de aquellos a los que ser-vía (Sennett, 2003, p. 183; Castel, 2004).

Existe otro enfoque que pretende interve-nir en la génesis social de las necesidades, nosólo en sus efectos, y que recurre a metodo-logías que facilitan el protagonismo de loscolectivos excluidos (polo instituyente) al po-tenciar las capacidades grupales y reconocerla complejidad de las relaciones sociales (Ver-cauteren et al., 2010). En este caso, las per-sonas intervinientes renuncian al protagonis-mo y a una supuesta neutralidad técnica y seponen como meta, aunque sea difícil conse-guirlo, que la población con necesidades pa-se a constituirse en sujeto principal del pro-ceso. Para aplicar estos criterios no existen«recetas» metodológicas milagrosas. Sin em-bargo, se puede rastrear en España desde fi-nes del siglo XIX una tradición de acción so-cial colectiva, promovida por las corrientessocialista y anarquista, que fue abortada a me-dida que se imponía en la sociedad españolaun modelo estatal centralizado que se consu-mó en las décadas de la dictadura franquista.Más recientemente, coincidiendo con la etapa democrática, han surgido nuevas expe-riencias protagonizadas por movimientos sociales muy diversos que han dado lugar aprogramas de acción social y desarrollo co-

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munitario, con participación en algunos ca-sos de la propia administración (Lorenzana,2002; Malo, 2004; OEISM, 2012; Vecina yBallester, 2012; Colectivo Ioé, 2014; Calle,2015). Se trata de experiencias minoritariasa contracorriente de la praxis instituida do-minante, que se ve sometida a una fuerte am-bivalencia entre «la lucha por los derechos delos usuarios... y el sometimiento a las diná-micas sistémicas del poder y de la burocra-cia» (Viscarret, Ballestero Izquierdo, Idare-ta Goldacerena y Úriz Pemán, 2016).

El sistema español de servicios socialestiene como precedentes el Auxilio Social y elposterior Instituto Nacional de Asistencia So-cial (1973), con una orientación paternalistay de tutela de los grupos socialmente exclui-dos. Con la llegada de la monarquía parla-mentaria los servicios sociales comienzan aconsiderarse un derecho y se avanza en la pro-fesionalización del trabajo social, aunque searrastra la inercia de la cultura benéfico-asis-tencial, sobre todo en el ejercicio del derechoa la alimentación (Nogués, 2016), y comien-za a introducirse en toda Europa, como ya hemos visto, la agenda social neoliberal quepersigue «la empresarización de las adminis-traciones públicas y la privatización de lasempresas y servicios públicos» (Alguacil,2012, pp. 69-70). En 1988 se firma el PlanConcertado de Prestaciones Básicas de Ser-vicios Sociales, en las Corporaciones Loca-les, muy ligado en sus inicios a la atención degrupos marginales estigmatizados pero que,en la última década, se ha ampliado en direc-ción a las clases medias por dos procesoscoincidentes en el tiempo: el desarrollo de lasnuevas ayudas de la Ley de Dependencia(2006) y el creciente peso de la «nueva po-breza» generada por la crisis.

A lo anterior se unen los sucesivos recor-tes aplicados a los servicios sociales y losefectos derivados de la Ley de Racionaliza-ción y Sostenibilidad de la AdministraciónLocal. El resultado de todo ello ha sido la con-

versión en negocio privado de muchos servi-cios, la saturación del trabajo profesional yun deterioro creciente de la atención al públi-co (Idareta y Ballestero, 2013; Lima, 2016).Tal como se expresaba una trabajadora socialen el debate organizado por la revista Cua-dernos de Trabajo Social (CTS) el 7 de abrilde 2016, «si los políticos nos hubieran escu-chado de dónde venimos, les habríamos con-tado que en los dos miles la política neolibe-ral nos dijo a nosotras: “Señoras, ustedes sontrabajadoras sociales pero pónganse aquí só-lo para derivarme a quienes ustedes trabajana mis chiringuitos, a mis empresas, a mis con-tratos”. Eso es de dónde venimos... Nos hancosificado tanto como nosotras hemos cosi-ficado a los ciudadanos y a las ciudadanas, yesto lo tenemos que asumir para entendernosy no fustigarnos entre nosotros» (ColoquioCTS, 2016: 2 h. min. 28). En Madrid esto seagudiza al ser la comunidad que menos gas-ta en servicios sociales y una de las que me-nos profesionales tiene en relación a su po-blación4. De este modo,

Las políticas municipales, lejos de haberdesarrollado un tercer nivel de descentraliza-ción (con cierta vocación de promoción de laproximidad local), habrían sido subsumidaspor los procesos de burocratización. El Ayun-tamiento habría desplazado progresivamente,en gran medida, la dimensión social de sus po-líticas, siendo su rol en el modelo actual debienestar el de intermediario administrativo(Indaga, 2017, p. 58).

Todo ello hace necesario un replantea-miento a fondo del sistema de servicios so-ciales (Consejo General de Trabajo Social etal., 2011; Fantova, 2014; Portero, 2016).

2. Invisibles de Tetuán

Invisibles surgió en 2013, a raíz del precinta-do municipal del Banco de Alimentos 15M.Una vez levantado el precinto, tuvo lugar una

4 Según el Índice DEC de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales (2015), los gastos en servi-cios sociales de la Comunidad de Madrid (1.764 M€ en 2014) suponían el 0,90 por ciento del PIB, por una media de Es-paña del 1,38 por ciento; y había 8.921 habitantes por profesional, por una media de España de 3.223. Entre 2012 y 2015el gasto de España en Servicios se redujo un 13 por ciento.

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reunión con los responsables políticos de laJunta, regida entonces por el Partido Popular,quienes negaron el problema de emergenciaalimentaria en el distrito y plantearon que loscasos sueltos eran atendidos puntualmentepor los servicios sociales. Las experienciasque conocíamos en Stop Desahucios y Ban-co de Alimentos, según nuestra perspectiva,eran sólo la punta del iceberg de un proble-ma más amplio. Decidimos entonces hacer lacampaña «Invisibles de Tetuán».

2.1. Bases para un proyecto transformador

Las experiencias del 15M y de otros movi-mientos sociales emancipadores ponen énfa-sis en la autoorganización y la cooperación como herramientas para combatir unas rela-ciones socioculturales, políticas y económi-cas que profundizan las desigualdades y la in-justicia social. La filosofía de Invisibles deTetuán continúa este proyecto de democrati-zación y pone en su centro dos conceptos pri-mordiales, entendidos como formas genéri-cas de búsqueda de soluciones, que son elapoyo mutuo y el acompañamiento.

El acompañamiento es un concepto am-plio, que en el campo de la práctica social sur-ge como un giro que busca redescubrir a lapersona y potenciar sus capacidades, dándo-se un cambio terminológico de «asistencia»a «solidaridad». El sujeto clásico racional pasa a entenderse como sujeto relacional don-de las dimensiones afectivas, sociales, corpo-rales o espirituales tienen un papel tan impor-tante como las intelectuales (Planella, 2008,p. 3). Existen varios modelos de acompaña-miento social, sin embargo no todos partende las mismas posiciones ni conllevan lasmismas formas relacionales. En términos ge-nerales desde ámbitos institucionalizados seplantea un acompañamiento bastante dirigi-do, cuyos criterios parten de una visión «téc-nica» del trabajo social, dificultando proce-sos de participación real y de transformaciónrecíproca entre «acompañante» y «acompa-ñado/a». En Invisibles el acompañamientocuenta con mayor flexibilidad para la escu-cha y para el desarrollo de acciones y búsque-da de soluciones, que son abordadas partici-

pativamente. El acompañamiento incorporala afectividad y la reivindicación como aspec-tos que construyen mayor confianza y reco-nocimiento, y como dinámicas a ser promo-vidas por su potencial colectivizador.

«El verbo acompañar procede del térmi-no latino cumpaniare y significa “compartir el pan con” alguien. Se trata de compartir con otro o con unos otros el propósito de llegar a una meta o de conseguir alguna cosa conjun-tamente» (Planellas, 2008, p. 2). Es interesante señalar este aspecto del acompañamiento porque va de la mano de otro concepto igualmente importan-te para Invisibles, que es el apoyo mutuo. Si-guiendo la tradición de autores como Kropot-kin (2016) entendemos por apoyo mutuo una estrategia colectiva, basada en relaciones de sociabilidad, que permite el desarrollo de las sociedades humanas a través de la búsqueda del bien común. Nuestro trabajo, por tanto, no se vuelca meramente en una lucha direc-ta por recursos materiales sino que, a partir de problemáticas concretas, trazamos objeti-vos comunes para transformar las condicio-nes desfavorables a una mayoría social. Bus-camos presentar casos paradigmáticos desde lo concreto, es decir, ampliar posibilidades actualmente muy limitadas, reivindicar de-rechos y fomentar la protesta social ante in-justicias sociales generadas por un reparto desigual de la riqueza y una excesiva buro-cratización de los servicios públicos.2.2. Campañas para visibilizar la exclusión

El espíritu de visibilizar la exclusión surge dela necesidad de llevar a la esfera pública pro-blemáticas que el discurso hegemónico man-tiene en un espacio marginal. En Invisiblesde Tetuán conjugamos la investigación y laacción como un modo de visibilizar paratransformar, y procuramos implicar en el pro-ceso a las personas afectadas. De esta mane-ra hemos elaborado varios estudios empíri-cos, partiendo de la experiencia acumuladapor las personas participantes, tanto las quetienen conocimientos en diversas materias(sociología, medicina, antropología, econo-mía, derecho, etc.), como las que participanen movimientos especializados (Yo Sí Sani-

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dad Universal, Mareas, etc.) o quienes apor-tan sus vivencias y saberes desde una situa-ción de exclusión.

La campaña que dio origen al colectivo tu-vo como eje principal la elaboración de unestudio empírico sobre la exclusión social enel distrito. Radiografía social de Tetuán es,desde entonces, una aproximación a las con-diciones precarias de vida y de trabajo de unaparte creciente del vecindario. Este estudiova por su tercera edición y es consultado pornumerosas instituciones y colectivos del dis-trito. A éste le siguió un trabajo de difusiónen la calle que consistió en empapelar el ba-rrio con fotos y testimonios de vecinas y ve-cinos «invisibles» en situación de emergen-cia. Se perseguía con ello visibilizar historiasreales de pobreza, soledad y desamparo, loque tuvo eco en medios de comunicación muydiversos5. El segundo trabajo empírico fuePobres con trabajo, pobres sin trabajo, querecoge diversos indicadores sobre la crecien-te precariedad laboral. Ambos estudios tie-nen una versión amplia con links a las fuen-tes citadas y folletos de divulgación con fotosy testimonios personales obtenidos a travésde «Hojas de hechos»6 (Invisibles de Tetuán,2014 y 2015). A partir de los desarrollos deambos estudios, presentamos una síntesis delos principales perfiles de la exclusión en Te-tuán:

— Población: En 2016 residen 154.000personas que se distribuyen en seis barrios.La población aumentó hasta 2009, se redujohasta 2014 como efecto de la crisis y volvióa crecer en 2015. Hay bastantes más mujeres(84.000) que hombres (70.000) y unos 30.000superan los 65 años. El 27 por ciento ha na-cido en otro país (Ecuador, República Domi-nicana, Filipinas, Paraguay, Perú, Marrue-cos...), siendo el distrito de Madrid con mayorproporción de inmigrantes después de Cen-tro y Usera, lo que hace de Tetuán un barriomestizo, con muchas familias mixtas.

— Diferencias económicas, pobreza yexclusión: El nivel socioeconómico se sitúaen la media de Madrid, con notables diferen-cias entre sus barrios. La tasa de paro subiótrece puntos entre 2006 y 2013 y sólo ha ba-jado dos entre 2013 y 2016. El sector másafectado es la juventud, con un desempleo del41 por ciento y mucho trabajo precario. Lamitad de las personas paradas llevan más deun año buscando empleo lo que, unido a lainsuficiente cobertura de prestaciones socia-les, da lugar a frecuentes situaciones de emer-gencia social: la tercera parte de los hogaresde Tetuán padece estrecheces económicas, laquinta parte se encuentra en riesgo de exclu-sión y alrededor del 6 por ciento en pobrezaextrema o severa (unos 4.000 hogares).

— Emergencia habitacional: El 9 porciento de los hogares de Tetuán no puede pa-gar el alquiler o la hipoteca de su vivienda, loque da lugar a frecuentes desahucios (más de600 en los últimos tres años), además de cor-tes en el suministro de agua y electricidad(6.300 hogares no pueden mantener la tem-peratura adecuada de la vivienda en los me-ses de frío).

— Dependencia, discapacidades, po-breza farmacéutica: Las personas mayoresconstituyen la quinta parte del vecindario y8.440 viven solas (mayoría mujeres), perci-biendo con frecuencia pensiones muy bajas.Las enfermedades y discapacidades afectana más del 80 por ciento pero menos del 2 porciento se acoge a la Ley de dependencia. La«pobreza farmacéutica» (dificultad para com-prar los medicamentos prescritos por el mé-dico) llega a uno de cada cinco hogares.

— Los dos centros de servicios socialesdel distrito están colapsados ante la deman-da existente (7.600 personas atendidas en2015). Existe fuerte demanda de ayudas aemergencia, alquiler social, ayudas a la de-pendencia, becas de comedor o RMI (RentaMínima de Inserción). Esta última tiene se-rias limitaciones de alcance y difusión. En

5 La campaña se difundió en programas de televisión de gran audiencia, como: «Espejo Público», «Más Vale Tarde» o «LasMañanas» de Cuatro; y en medios escritos nacionales, como: El Mundo, InfoLibre, Madrid 15M, etc.; e internacionales co-mo: The Guardian o Noticieros Televisa.

6 Entrevistas autobiográficas diseñadas por el movimiento Cuarto Mundo y utilizadas en Invisibles gracias a su participa-ción en nuestro colectivo (Cuarto Mundo, 2012).

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2015 llegó a 812 hogares del distrito, menosde la cuarta parte de quienes se encuentranen pobreza severa. Dos de cada tres solicitu-des de RMI son denegadas o archivadas, loque empuja a buscar otras salidas para sobre-vivir, a veces extremas y peligrosas. Los ser-vicios sociales, mayoritariamente gestiona-dos por subcontratas privadas, actúan deforma parcelada e individual, con un enfoquepaliativo-asistencial y con fuertes carenciascompensadas por el apoyo familiar, las ONGy las instituciones benéficas.

Siguiendo nuestro objetivo de hacer visi-ble lo invisible, el presente artículo pretendedifundir nuestra experiencia también dentrodel ámbito académico y profesional, dondesin duda se encuentra una oportunidad parala transformación ciudadana y de los servi-cios públicos. El texto que ofrecemos ha tenido como punto de arranque una auto-evaluación a partir de las experiencias, mo-tivaciones y expectativas de las personas participantes, utilizando procedimientos es-tandarizados como el DAFO (Ganuza et al.,2011). Los resultados de este autodiagnósti-co se han complementado con nueve entre-vistas en profundidad, realizadas por una delas autoras del presente artículo: seis entre-vistas a integrantes de Invisibles, afectadas ono por la exclusión, y otras tres a trabajado-ras sociales para conocer su visión sobre losservicios sociales y sobre los grupos de Invi-sibles de Madrid.

2.3. La asamblea semanal como laborato-rio de apoyo mutuo

El 15M ya nos había enseñado el gran poten-cial del trabajo colectivo. En el ámbito de laexclusión social vimos especialmente nece-sario profundizar en este enfoque pues las re-ferencias básicas para quienes vivían estas si-tuaciones en el barrio eran unas institucionespúblicas o privadas que tendían al asistencia-lismo y a las relaciones verticales. Decidi-mos, por tanto, construir un pequeño espacioabierto a cualquier persona donde nos pudié-ramos expresar con libertad a fin de trabajarde forma colaborativa problemáticas de ex-

clusión. Desde entonces la asamblea ha sidonuestro espacio de encuentro vecinal y de au-toorganización, cuyo objetivo es fomentar elapoyo mutuo entre vecinas y vecinos del dis-trito. Cada jueves nos reunimos en el centrosocial okupado autogestionado «La Enreda-dera» y hasta el momento hemos celebradoalrededor de 130 asambleas por donde hanpasado más de 200 personas.

Todas las vecinas y vecinos que acuden ala asamblea son invitadas a colaborar tantoen Invisibles como en Banco de Alimentos oAntidesahucios. Bastantes optan por trabajaren estos últimos grupos, quizá porque su cam-po de acción está más delimitado. Otras op-tan por continuar en Invisibles, y otras dejande venir tras solucionar su situación de emer-gencia. En las asambleas analizamos colec-tivamente los «casos» de exclusión y busca-mos cómo hacerles frente, a nivel individualy colectivo. En ocasiones, ya sea por comple-jidad o novedad de los casos, contamos conayuda de expertas/os voluntarias/os, pero lohabitual es apelar al conocimiento acumula-do y a la agudeza que da el explorar alterna-tivas (Rodríguez-Villasante, 2014).

Nuestra experiencia nos revela que el tra-bajo de apoyo mutuo en torno a problemáti-cas de exclusión presenta grandes ventajas.La asamblea se entiende como un espacio quetrasciende la soledad, donde los problemas seponen en común y se piensan de manera co-lectiva. Esto ayuda a transformar situacionesde sobrecarga, desorientación y frustración enrespuestas creativas que optimizan recursosmuy diversos. Además, gracias al trabajo co-lectivo, el espacio que ofrece Invisibles no esentendido meramente como un lugar de ase-soramiento sino también como espacio de so-ciabilidad, participación y empoderamiento.Ahora bien, somos conscientes de los retosque enfrentamos como colectivo, en especialpara ampliar la implicación de las personasafectadas. Entre las dificultades más signifi-cativas como colectivo están nuestras propiaslimitaciones de tiempo y recursos, una tradi-ción de dependencia e individualismo que per-mea todos los ámbitos de la vida social y unassituaciones de urgencia que limitan el hori-zonte en el que viven muchas personas.

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2.4. Trazando un camino: de lo personal alo colectivo

Las líneas de acción de Invisibles las pode-mos resumir en tres puntos esenciales que tra-zan un movimiento que va desde lo personala lo colectivo. Así, el acompañamiento es unprimer movimiento que trasciende la indivi-dualización con la que se viven y gestionanlas problemáticas de exclusión. El trabajo enred es esfuerzo activo por buscar alianzas yconstruir objetivos comunes. Por último, laspropuestas políticas desde abajo son una ne-cesaria forma de presión ciudadana paraconstruir unas políticas públicas que respon-dan a las necesidades reales de la población.

2.4.1. Acompañamientos

El acompañamiento es una práctica colecti-va que busca fomentar el apoyo mutuo entrevecinas y vecinos para superar las trabas bu-rocráticas, la desinformación y el fuerte des-gaste psicológico que con frecuencia entrañala interacción con las instituciones. El acom-pañamiento físico es una de sus modalidades,y aunque se ha desarrollado en diversos es-pacios, el más habitual ha sido los serviciossociales. A través del acompañamiento pre-tendemos asegurar que cualquier personapueda ejercer «informadamente» sus dere-chos. También buscamos devolver la dimen-sión colectiva a un problema que se planteacomo personal y así romper una lógica quesólo admite la interlocución de dos actores,que individualiza los problemas y que no pa-rece funcionar para muchas personas.

Los acompañamientos, siempre volunta-rios, no pretenden intimidar a los profesiona-les, como se ha llegado a señalar. Tampoco sedan de manera aislada sino dentro de un pro-yecto global de apoyo mutuo ante situacionesdesatendidas por un sistema de protección so-cial burocratizado e infradotado. El hecho deque las/los trabajadoras/es sociales sean quie-nes han de materializar las políticas socialesen acciones concretas explica la sensación deconfrontación por parte de algunos miembros

del colectivo. Esta tensión desembocó en que-jas de acoso por parte de profesionales de ser-vicios sociales y en una criminalización delacompañamiento en Invisibles, mediante untexto de Comisiones Obreras (CCOO)7. A pe-sar del carácter fuertemente reactivo de estainterpretación del acompañamiento, este des-encuentro ha permitido captar la atención delámbito profesional y académico reactivandoun debate necesario sobre el modelo de ser-vicios sociales y su relación con la ciudada-nía. Así lo demuestran coloquios como el or-ganizado por la revista Cuadernos de TrabajoSocial en 2016 bajo el expresivo título «Re-pensar los servicios sociales. Cuando la par-ticipación interpela al trabajo social», dondenos reunimos diversos agentes sociales paraintercambiar nuestras perspectivas.

Desde nuestra experiencia, entendemos queel conflicto suscitado debe reformularse comoun encuentro positivo que permita visibilizarlos intereses compartidos en la defensa y me-jora de los servicios públicos. Sin presión po-pular y un papel proactivo de la ciudadanía encolaboración con múltiples agentes sociales,difícilmente se logrará fortalecer los sistemaspúblicos de protección social, democratizar sugestión y hacer efectivos los derechos sociales.Por ello pensamos que el malestar generaliza-do ante unos servicios sociales burocratizadosy sobresaturados refleja ante todo la necesidadde una mirada crítica y transformadora. Desdela antropología feminista podemos ver cómodesde prácticas cotidianas también se realizauna impugnación de los modelos dominantes(Juliano, 1992). El acompañamiento, en estesentido, sólo es una expresión más de las múl-tiples estrategias y prácticas —gran parte efec-tuada individualmente por las propias «usua-rias» y «usuarios»— que reclaman la mejorade los servicios públicos, su apertura a la ciu-dadanía y su fortalecimiento como sistema deprotección social, no su deterioro.

2.4.2. Trabajo en red

Invisibles nos ha enseñado la estrecha rela-ción entre la exclusión y otras dimensiones

7 Ambos escritos, incluida nuestra respuesta, están publicados en la revista Cuadernos de Trabajo Social (2016), 29(1).

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de la vida. Por ejemplo, la carencia de ingre-sos en un hogar se puede vincular con cua-dros de ansiedad, conflictos familiares, dis-criminaciones en la calle o en el colegio, etc.Observamos una fuerte transversalidad entreexclusión y problemáticas de vivienda y ali-mentación. Procurando trabajar la compleji-dad de estas situaciones trabajamos en redcon los otros grupos del 15M Tetuán, tambiénelaboramos actividades y demandas conjun-tas en cuanto Asamblea Popular de Tetuán,como la relación argumentada de las emer-gencias sociales más graves del distrito queluego llevamos a la Junta Municipal y acaba-ron siendo asumidas por la Mesa contra la Ex-clusión de Tetuán.

El trabajo en red nace desde la propiaasamblea, donde gran parte de los recursosque se activan, principalmente información,remiten a otros grupos o experiencias del en-torno con los que estamos en conexión. Asi-mismo fuera del distrito han ido surgiendootros Invisibles (en Hortaleza, Villaverde,Coslada, Latina-Carabanchel, Sierra Nortede Madrid) que han hecho posible que el tra-bajo en red sea una realidad a nivel de la Co-munidad de Madrid, profundizando en la di-mensión territorial de la exclusión y suconexión con procesos globales. En junio de2015 decidimos formar la Red de Invisiblesde Madrid. Mediante la web invisiblesdema-drid.org y encuentros presenciales cada dosmeses, compartimos experiencias y proyec-tos comunes. La principal iniciativa comúnestá siendo la campaña «RMI: tu derecho»(www.rmituderecho.org), en la que partici-pan en pie de igualdad más de veinte colec-tivos de la Comunidad de Madrid. La prime-ra fase de la campaña consiste en llegar almayor número de hogares potencialmente re-ceptores de la Renta Mínima, informarles desu derecho y ayudarles en los laberínticos pro-cesos de tramitación. Esto implica una am-plia tarea de difusión, la creación de espaciosde acogida y acompañamiento en días y ho-ras precisas, y la realización de talleres de in-formación y formación con el apoyo de tra-bajadoras sociales del Foro ServSocial. Enuna segunda fase, presentaremos un conjun-to de propuestas para revisar los desarrollos

legislativos y la gestión administrativa que,en nuestra opinión, pervierten en la prácticalos objetivos que perseguía la Asamblea deMadrid cuando estableció la Ley en 2001.

En el interior del distrito de Tetuán, nues-tro trabajo en red ha tenido como principalfruto la Mesa contra la Exclusión y por losDerechos Sociales de Tetuán, propuesta porla Asamblea 15M en marzo de 2016. Su es-tructura horizontal y con presencia de todaslas partes (responsables de la Junta, profesio-nales y personas afectadas por problemas deexclusión así como movimientos y organiza-ciones del distrito), fue negociada primerocon la Presidenta de la Junta y con los servi-cios sociales, y refrendada después en la pri-mera Mesa que tuvo lugar en la Plaza de laRemonta el 6 de mayo de 2016. Su objetivoes evaluar y programar de forma participati-va las políticas que se desarrollan en el dis-trito en relación a la exclusión. Las asamble-as se celebran cada dos meses y las decisionesse llevan a cabo a través de comisiones quetienen como nexo un blog donde se recogentodas las actividades (mesaexclusiontetuan.wordpress.com). La filosofía es muy senci-lla: si nos unimos, tenemos más fuerza (Pe-reda, 2016).

2.4.3. Propuestas políticas desde abajo

Desde Invisibles entendemos la movilizaciónsocial como una herramienta fundamental para defender los intereses de las mayoríassociales. Las políticas públicas son una cons-trucción sociohistórica sujeta a transforma-ciones constantes, de ahí que veamos nece-sario defender el bien común y la garantía delos derechos fundamentales como su objeti-vo principal. En tiempos en que priman losrecortes bajo el lema de la austeridad, es másnecesario que nunca presionar desde las ba-ses de la ciudadanía para orientar las políti-cas hacia la protección de los sectores másvulnerables y hacia la búsqueda de oportuni-dades.

Estas propuestas políticas normalmentese elaboran en colaboración con otros colec-tivos, para exigir cambios legislativos o degestión de los presupuestos y servicios públi-

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cos que afectan a las personas en situación deexclusión. Hemos realizado múltiples pro-puestas: al Ayuntamiento de Madrid, para queamplíe el gasto social, incluyendo un mayorpresupuesto en Servicios Sociales; a la Jun-ta de Tetuán, para ampliar la información ausuarios con problemas de acceso a los cen-tros de salud (especialmente inmigración sinpapeles); a la Comunidad de Madrid, paracambiar la legislación vigente en relación alos comedores escolares y evitar situacionesde exclusión que se están produciendo en cen-tros concertados; a la Comunidad y al Ayun-tamiento de Madrid, para revisar el reglamen-to y las formas de gestión de la Renta Mínimade Inserción.

3. Conclusiones

La participación ciudadana es esencial parademocratizar las políticas públicas y recons-truir las ciudades como espacios habitables,de convivencia y cooperación vecinal. A tra-vés de esta democratización se combate eldesinterés ante las cuestiones públicas, la in-experiencia en el trabajo horizontal y la des-confianza en las capacidades colectivas. Es-tas actitudes se encuentran arraigadas en lacultura tradicional y con frecuencia se ven re-forzadas por los medios de comunicación y elfuncionamiento de las instituciones económi-cas y políticas, que se ejercen en la práctica apartir de una asimetría fundamental entre unosemisores-líderes activos y poderosos, y unosreceptores-consumidores-súbditos pasivos ydespersonalizados. Experiencias como la deInvisibles tratan de romper ese paradigma deciudadanía subordinada porque tenemos laconvicción de que en las respuestas vecinales,a través del apoyo mutuo y la intervención co-lectiva, también se juega el derecho a la ciu-dad y la constitución de sujetos en proceso ca-paces de reconstruir sus vidas.

En un plano más amplio, la Constituciónde 1978 dio lugar a un modelo de política so-cial que aborda los problemas relacionadoscon la exclusión y las emergencias como fe-nómenos a gestionar profesionalmente, almargen de una reflexión sobre el funciona-

miento del sistema social que los genera. Unsistema de desarrollo capitalista que produ-ce profundas desigualdades y hace que sec-tores importantes de la población se vean privados de acceder a empleos dignos (en tér-minos de estabilidad, salario, defensa sindi-cal de sus derechos, etc.) y subsistan en unsubmundo caracterizado por el desempleoprolongado, la economía sumergida y el tra-bajo precario (eventualidad, bajos salarios,condiciones laborales penosas, etc.). En estecontexto, la marginación de las/los destina-tarias/os de la política social (su apartamien-to de los niveles de decisión y gestión), lejosde ser una cuestión casual, es un síntoma yefecto de ese modelo social de la Transiciónque ha sido cuestionado en sus bases a raízde la crisis de los últimos años. La aspiracióndel 15M y otros movimientos instituyentesapunta precisamente a desenmascarar los me-canismos que impiden la emergencia de una«democracia real ya» y a trabajar por cons-truirla desde nuevas bases.

Bajo esta filosofía democratizadora, seabre en los espacios locales una oportunidadpara articular esfuerzos ciudadanos. Así, In-visibles de Tetuán pasa a explorar nuevas ví-as de acción y a exigir otros modos de hacerpolítica pública. El clima sociopolítico gene-rado en Madrid en los últimos años ha per-mitido dibujar líneas comunes de acción po-lítica, como la Mesa contra la Exclusión deTetuán o la campaña «RMI: tu derecho», enlas que se persigue implicar a todas las partes(movimientos sociales, personas no organi-zadas, profesionales y responsables políticos)en la defensa de lo común. Nuestra relacióncotidiana con las instituciones nos ha revela-do la importancia de buscar alianzas conlas/los profesionales de política pública. Setrata de profundizar en las diversas confluen-cias que se expresan en la defensa de unosservicios públicos de calidad: enfoque mul-tidimensional, participación de las personasatendidas, orientación personal-colectiva,etc., y también de ampliar las condiciones pa-ra una participación colectiva de muchas/osprofesionales que se esfuerzan por atender dela mejor manera posible en un contexto deprecarización y debilitamiento de lo público.

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El hecho de que bastantes personas apo-yadas por nuestro colectivo hayan decididoapoyar a su vez a otras y que la experienciade Invisibles se haya recreado en otros distri-tos y pueblos de la Comunidad de Madrid nosrevela que existen unas necesidades socialesno cubiertas y una fuerte demanda de alter-nativas en las que la participación directa dela población debe ser una pieza central. Ennuestro colectivo hemos aprendido que laconfianza en las capacidades personales y co-lectivas viene de la interacción en el grupo y de unos objetivos compartidos. Pero el grupo no es algo preexistente, se llega a ser grupo, con un esfuerzo activo que logre visi-bilizar y materializar una cohesión que po-tencialmente está, pero que se encuentra ocul-tada, silenciada y, en no pocas ocasiones,criminalizada.

Somos conscientes del gran trabajo quequeda por delante. Miles de personas en nues-tro distrito siguen viviendo la exclusión des-de el estigma y la soledad. La participacióncolectiva aún sigue despertando recelos des-de múltiples esferas, incluidas las propias per-sonas que salen al paso de sus necesidadesparticulares y no vuelven a participar colec-tivamente. En nuestro recorrido hemos cono-cido historias de profundo sufrimiento, en las

que confluyen un cúmulo de injusticias queademás suelen venir de manera encadenada.Hemos sentido frustración ante las dificulta-des, pero también nos hemos entusiasmadocon pequeños y grandes logros como el he-cho de que en nuestro espacio esté represen-tada gran parte de la diversidad socioculturalde nuestro distrito, que la búsqueda de lo co-mún prime sobre las diferencias y que jerar-quías, roles y prejuicios se logren reformulara través del trabajo colectivo.

Al tiempo que conocíamos situaciones degran vulnerabilidad hemos visto la disposicióna colaborar de personas muy diversas, la va-lentía de muchas vecinas y vecinos, y la fuer-za por defender lo más preciado que es la vi-da y el bienestar de quienes se ama, ya se tratede parientes, amigas/os o simplemente perso-nas próximas que nos rodean. Nuestras capa-cidades de aprendizaje colectivo nos muestranla riqueza de trabajar por unos objetivos co-munes y el potencial que tiene repensar las des-igualdades y la igualdad misma como cuestio-nes de justicia social. El apoyo mutuo y latransformación social operan a muchas esca-las y mientras nuestra sociedad no garanticeunas condiciones dignas de convivencia nosseguiremos esforzando por hacernos valer yexigir el ejercicio de nuestros derechos.

4. Referencias bibliográficas

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La atención a la discapacidad en los recursos de acogimiento residencial

Rubén González-Rodríguez1; María Cristina Gallego Fernández2

Recibido: 13 de marzo de 2016 / Aceptado: 8 de junio de 2016 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. En este trabajo se presentan algunas de las conclusiones extraídas de un estudio realizado en 2014 yactualizado en 2015 sobre los recursos de acogimiento residencial existentes en Galicia.En nuestra investigación se han analizado el número de menores acogidos y el tipo de centros de atención resi-dencial en los que se encuentran. De igual modo, se ha identificado el perfil del menor, el tipo de profesional ylos programas que se implementan en estos centros.Si bien las intervenciones y atenciones prestadas en dispositivos de acogimiento residencial implican una impor-tante especialización, estas tareas han de ser necesariamente más específicas en el caso de menores que presen-tan una discapacidad o una situación de dependencia. En base a esta hipótesis, se recogen las atenciones especí-ficas que la normativa vigente en España contempla para los menores con discapacidad en medidas de acogimiento.Las conclusiones apuntan a un alto número de acogimientos residenciales en Galicia en contraste con los de Es-paña, así como la necesidad de una mayor coordinación y especialización en los programas de atención específi-cos para personas con diversidad funcional y/o necesidades educativas especiales en los centros de acogimientoresidencial de Galicia.Palabras clave: menores; niños con discapacidad; protección infantil; acogimiento residencial.

[en] Attention to disability in residential care facilities

Abstract. This work presents some of the conclusions taken from a study carried out in 2014 and updated in 2015on current residential care facility resources in Galicia.Our research analysed the number of minors in care and the type of residential care facilities in which they areplaced. We also identified the minor’s profile, types of professional and the programmes that are implemented inthese facilities.Though interventions and care provided in residential care facilities entail significant specialization, these tasksmust necessarily be more specific in the case of minors presenting a disability or in a situation of dependency. Onthe basis this hypothesis, we list the specific residential care measures that are contemplated for minors withdisabilities according to applicable Spanish law.The conclusions point to a high number of residential care facilities in Galicia compared with the rest of Spain,as well as to the need for better coordination and specialization in terms of specific care programmes for peoplewith functional diversity and/or special educational needs in Galician residential care facilities.Keywords: minors; disabled children; child protection; residential care.

Sumario: Introducción. 1. El ejercicio de la guarda. Los programas de acogimiento. 2. El acogimiento detipo residencial. 3. La atención de los menores con diversidad funcional. 4. Metodología. 5. Resultados.6. Conclusiones. 7. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: González-Rodríguez, R. & Gallego Fernández, M. C. (2017) La atención a la discapacidad en losrecursos de acogimiento residencial, en Cuad. trab. soc. 30(2), 403-415.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.52098

1

2

Universidade de Vigo, España [email protected] de Galicia, Españ[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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Introducción

El trabajo de investigación realizado se haplanteado como un estudio para conocer có-mo se organizan los dispositivos que desarro-llan los programas de acogimiento residen-cial para niños y adolescentes. Se hanidentificado y analizado las características deestos centros de protección, su titularidad, elnúmero de plazas que ofertan desagregadaspor provincias, los técnicos que trabajan enellos y los programas de atención que rea-lizan.

En relación a la titularidad de los centros,hemos identificado tanto los centros propiosde la Administración como los que dependende entidades privadas o de entidades de ini-ciativa social autorizados, todos ellos, por laXunta de Galicia y recogidos en el Registroúnico de entidades prestadoras de ServiciosSociales. Así mismo hemos determinadocuántas plazas corresponde a cada uno de es-tos centros contrastando los recursos públi-cos y los privados. Hemos seleccionado parael estudio la Comunidad Autónoma en la quedesarrollamos nuestra actividad profesional,esto es, Galicia.

En este artículo realizaremos una prime-ra aproximación al concepto y contenido delacogimiento. Como veremos, en los casos enque se acuerda una medida de guarda para unmenor será necesario implementar un progra-ma de acogimiento que puede ser familiar oresidencial. Como se ha señalado previamen-te, será en este último en el que focalizare-mos nuestro interés. Seguidamente vincula-remos el acogimiento residencial con lasatenciones específicas que necesitan los ni-ños y adolescentes que presentan alguna dis-capacidad. Finalmente presentaremos los re-sultados y las conclusiones desprendidas delos mismos, así como las perspectivas de fu-turo que aportan la nueva Ley Orgánica8/2015, de 22 de julio, de modificación delsistema de protección a la infancia y a la ado-lescencia y la Ley 26/2015, de 28 de julio, demodificación del sistema de protección a lainfancia y a la adolescencia (que vinieron amodificar en algunos aspectos la Ley Orgá-nica 1/1996, de 15 de enero, de protección ju-

rídica del menor (LOPJM) en relación a losmenores con discapacidad, de las que subra-yamos las principales aportaciones.

1. El ejercicio de la guarda. Los progra-mas de acogimiento

En ocasiones, los técnicos del ámbito socioe-ducativo nos enfrentamos a un reto especial:se nos encomienda el acogimiento tempo-ral de menores, niños y niñas y adolescen-tes que, por una u otra causa, están privados de la convivencia con sus progenitores y fa-milias.

La protección del menor está recogida endiferentes artículos de la Constitución espa-ñola, iniciándose después el oportuno de-sarrollo legislativo y reglamentario para hacerla efectiva. Dentro de la legislación es-pañola, cabe destacar la Ley Orgánica 1/1996,de protección jurídica del menor y, en espe-cial, la recién aprobada Ley Orgánica 8/2015,de 22 de julio, de modificación del sistemade protección a la infancia y a la adolescen-cia y la Ley 26/2015, de 28 de julio, de mo-dificación del sistema de protección a la in-fancia y a la adolescencia que vinieron amodificar en algunos aspectos la Ley Orgá-nica de protección jurídica del menor.

En toda esta legislación se recoge que laentidad pública competente podrá asumir laguarda de los menores tutelados por encon-trarse en una situación de desamparo, o biencuando los padres o tutores no puedan cuidarde un menor o cuando así lo acuerde el juez(art. 19, Ley Orgánica de protección jurídicadel menor). La entidad pública asume, por lotanto, el cuidado y provisión de las necesida-des materiales y morales del menor, facilitan-do su desarrollo social y personal.

La guarda puede constituirse por diferen-tes motivos, tales como:

1) Por decisión judicial, cuando se obser-ve incapacidad de los padres o tutores; o

2) A petición de los padres o tutores,cuando estos no puedan cuidar del menor de-bido a circunstancias graves (art. 172, Códi-go Civil).

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Del mismo modo, la guarda cesa a peti-ción de los padres, por decisión judicial o alconstituirse una tutela del menor por otra fa-milia.

La guarda, como medida de protección delmenor, supone para quien la ejerce la obliga-ción de velar por la persona menor de edad,tenerla en su compañía, alimentarla, educar-la y procurarle una atención y formación in-tegral (Xunta de Galicia, 2013)3. El conteni-do de esta medida está previamente reguladopara las medidas de acogimiento (art. 2, Ley21/1987, de 11 de noviembre).

El ejercicio de la guarda por la entidad pú-blica competente será realizado a través delacogimiento familiar o del acogimiento resi-dencial en función de lo dictaminado por losservicios públicos competentes; si bien espreciso incidir en que es la entidad públicacorrespondiente en cada comunidad la queostenta la tutela de los menores.

El acogimiento familiar se realizará por lapersona o personas que determine la entidadpública; y el acogimiento residencial seráejercido por el director del centro donde seaacogido el menor, que ostentará su guarda ycustodia (art. 172.3, Código Civil).

En España, según los últimos datos ofi-ciales de 2013, hay 35.045 menores en aco-gimiento, de los cuales 13.401, esto es el 38,2por ciento lo está en régimen residencial, y21.644 (el 61,8 por ciento) en acogimientofamiliar (Observatorio de la Infancia, 2014,p. 29). Aunque la tasa de acogimiento resi-dencial haya bajado desde el año 2008, locierto es que todavía hay 13.000 niños y ni-ñas que están a la espera de poder crecer enun contexto familiar no institucionalizado.

Aún así, es preciso señalar que las inter-venciones con menores, en medio residen-cial, han sufrido una evolución importante alo largo de los años. Sin ser exhaustivos enesta cuestión, es importante indicar que, apartir de la década de 1990, se introdujo enmuchos países el concepto de permanencyplanning (Maluccio, Fein y Olmstead, 1986,citado en Bravo y Del Valle, 2009), que abo-

ga por medidas preventivas de intervenciónen el entorno familiar antes que cualquier se-paración de las unidades familiares donde re-siden los niños, niñas o adolescentes.

Del contenido de la legislación específi-ca sobre protección del menor (Ley Orgáni-ca de protección jurídica del menor, Ley Or-gánica 8/2015, de 22 de julio, y Ley 26/2015,de 28 de julio) se desprende que el acogimien-to familiar tendrá carácter prioritario. Entrelos principios de la reforma de los centros deprotección a la infancia y a la adolescenciahan de priorizarse las medidas estables fren-te a las temporales, las medidas consensua-das frente a las impuestas, y las soluciones decarácter familiar frente a las residenciales, enespecial para menores de seis años (art. 11,Ley 26/2015, de 28 de julio). España vieneasí a implementar las Directrices sobre lasmodalidades alternativas de cuidado de losniños, aprobadas en la Asamblea General deNaciones Unidas (24 de febrero de 2010) que,a su vez, ya habían sido establecidas en di-versos documentos aprobados por el Servi-cio Social Internacional.

Así, cuando la entidad pública competen-te acuerde la acogida residencial de un me-nor, teniendo en cuenta que es necesario quetenga una experiencia familiar «(...), procu-rará que el menor permanezca internado du-rante el menor tiempo posible» (art. 21.1, LeyOrgánica de protección jurídica del menor)obligando a las entidades públicas a revisar,en plazos concretos, las medidas de protec-ción adoptadas, a través de un seguimientopersonal de cada niño, niña o adolescente yuna revisión de la medida de protección (art.12, Ley 26/2015, de 28 de julio).

La Administración autonómica de Gali-cia, como no puede ser de otro modo, tam-bién asume estos criterios. Así, determina queel programa de acogimiento residencial tie-ne por finalidad prestar atención en un cen-tro a aquellos menores que, por diferentes cir-cunstancias sociofamiliares, necesitan serseparados temporalmente de su núcleo fami-liar y para los que «no es viable el acogimien-

3 Las referencias bibliográficas citadas en este artículo y que aparecen escritas originariamente en gallego, están traducidasal español por los autores.

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to familiar». Añade, además, que los equiposde atención al menor valorarán el acceso a es-ta medida de forma subsidiaria, es decir, quela familia y el resto de medidas de proteccióndel menor tendrán prioridad (Xunta de Gali-cia, 2013).

2. El acogimiento de tipo residencial

La intervención en un centro residencial esuno de los recursos del sistema de proteccióninfantil que busca responder a las necesida-des de niños, niñas y, en especial, de los ado-lescentes en situación de desamparo. Sin em-bargo, a pesar de ser todavía un recurso muyutilizado, sigue siendo el que más críticas re-cibe (Cruz, 2009, 2011) puesto que se detec-tan muchas carencias en los menores benefi-ciarios de estos programas, principalmenteemocionales y afectivas (Del Valle y Fuertes,2000).

Bronfenbrenner (1987) señala que el he-cho de ser educado en una institución llevaconsigo un estigma, que puede convertirse enuna perspectiva inevitable de fracaso. Asímismo Ferrandis (1993) analizó los efectospara un menor de la separación de su mediofamiliar y las múltiples pérdidas por su ingre-so en un institución: la pérdida del vínculoafectivo, de la identidad y de referentes so-ciales. Así concluyó que la vida «artificial delcentro» genera desarraigo, marginación y unsentimiento de inseguridad (como consecuen-cia de la ruptura de su equilibrio personal) enun periodo de la vida del menor que le exigeun esfuerzo extraordinario de adaptación.

Algunos estudios recientes en Españaapuntan en la misma dirección. Analizandolos problemas de conducta de los adolescen-tes en acogimiento preadoptivo, residencial ycon familia extensa, los adolescentes en aco-gimiento residencial son los que han presen-tado mayor porcentaje de problemas en con-ducta delincuente, en conducta agresiva y enproblemas somáticos (Fernández-Molina, DelValle, Fuentes, Bernedo y Bravo, 2011).

Fernández, Hamido y Ortiz (2009) demos-traron que el tiempo de acogimiento covaríade forma positiva con las variables compor-

tamientos agresivos y problemas escolares y,negativamente, con la variable adaptación so-cial. También López (2010) analizó los efec-tos perniciosos de la dilación de la institucio-nalización, con estancias en acogimientoresidencial prolongadas hasta una media de43 meses para la muestra analizada en su in-vestigación.

Otras investigaciones recientes sobre elacogimiento familiar en Galicia reiteran quelos propios profesionales de los centros per-ciben que la medida de acogimiento residen-cial «debe ser el último recurso a adoptar»; yque, una vez establecida, «debe mantenersepor el estricto tiempo necesario» en un entor-no confortable, acogedor, cálido y, en una me-dida similar en todo lo posible a un hogar fa-miliar (Fernández, 2016).

En definitiva, tal y como deriva de la pro-pia definición de la guarda, los centros deprotección de menores ofrecen alojamiento,asistencia integral y una dotación de servi-cios y programas especialmente orientados aconseguir la normalización y la integraciónsociofamiliar de los menores acogidos. Loscentros deben reproducir las condiciones devida del menor de la forma más próxima a lade una familia normalizada, desde el forma-to de la vivienda hasta su atención integral ycompensadora de sus deficiencias. Asimis-mo, los centros deben proporcionar una aten-ción comprensiva de las siguientes prestacio-nes: alojamiento, mantenimiento, apoyopsicosocial y educativo, seguimiento escolar,promoción de la salud, animación planifica-da del tiempo libre, formación en las habili-dades sociales básicas y colaboración, apoyoy orientación a las familias de los menores.

3. La atención de los menores con diversi-dad funcional

El Sistema para la Autonomía y Atención alas personas en situación de Dependencia(SAAD) que se puso en marcha en España enel año 2007 (Ley 39/2006, de 14 de diciem-bre) desarrolla la creación, entre otros servi-cios, de centros especializados en función delos diferentes tipos de discapacidad. Para el

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acceso al sistema se requiere tener reconoci-da administrativamente una situación de de-pendencia, sin excluir a ninguna persona porel grupo de edad al que pertenece.

Los servicios del área de discapacidad(destinados a personas con una situación dedependencia o discapacidad) están programa-dos para menores desde los 16 años, edad enla que finaliza el período de escolarizaciónobligatoria. No es frecuente que menores, alos que se determinó como idónea la medidade acogimiento residencial, participen en losservicios propios del área de discapacidad ydependencia. Tampoco se han estipulado me-didas particulares (que no marginadoras) enlos programas de acogimiento residencial demenores con problemática en sus condicio-nes de salud, como en cambio se ha hecho enel caso, por ejemplo, de las adopciones espe-ciales (encaminadas a la adopción de adoles-centes, grupos de hermanos, o menores conenfermedades y/o discapacidades, etc.).

A todo lo expuesto hasta el momento, esnecesario añadir que los técnicos del área defamilia y menores y del área de discapacidady dependencia nos encontramos con dificul-tades especiales, cuando cesa la medida deacogimiento residencial por haber cumplidoel menor su mayoría de edad (aunque en mu-chos casos la persona siga estando tuteladopor la propia Administración); pero que, de-bido a sus condiciones de salud o discapaci-dad sigue siendo necesaria su permanenciaen un servicio de atención residencial ade-cuado a sus necesidades.

Teniendo en cuenta la revisión realizadade investigaciones y leyes sobre medidas deprotección a la infancia, se considera de in-terés estudiar los recursos y programas de loscentros que desarrollan el acogimiento de ti-po residencial para determinar si los servi-cios que se prestan son adecuados para laatención a personas menores con diversidadfuncional.

4. Metodología

En nuestro estudio se han analizado los cen-tros de atención residencial para menores au-torizados, hasta este momento, por la Xuntade Galicia. La metodología seguida para al-canzar los objetivos pretendidos ha consisti-do en la consulta y revisión de los datos re-cogidos en el Registro único de entidadesprestadoras de Servicios Sociales (RUEPSS).Este Registro es público, pertenece a la Ad-ministración autonómica y con una parte desus contenidos de libre acceso para la ciuda-danía4. Los datos con los que se ha trabajadoen este estudio han sido extraídos en su tota-lidad por la versión de acceso público.

El criterio de inclusión en este estudio, porlo tanto, es que las entidades tuviesen ese cen-tro autorizado por la Administración. Comola acreditación y autorización previa son unrequisito imprescindible para la prestación deservicios, entendemos que nuestra muestrade estudio es coincidente con la población decentros ubicados en el territorio de la Comu-nidad Autónoma de Galicia.

La revisión del Registro único de entida-des prestadoras de Servicios Sociales se hallevado a cabo entre los meses de febrero y ju-nio de 2014. Se han estudiado la totalidad decentros de protección de la Comunidad Autó-noma de Galicia, tanto los centros propios dela Administración como los que dependen deentidades privadas lucrativas o de entidadesde iniciativa social5. Asimismo se elaboró unaficha descriptiva para cada uno de los recur-sos localizados, indicando en la misma los da-tos generales del recurso, las característicasde los mismos y los programas que desarro-llan. Después de las codificaciones correspon-dientes se realizó el vaciado de los datos, em-pleando para tal cometido el programa PASWStatistic (SPSS 18). Del mismo modo, emple-amos las tablas y representaciones gráficasque consideramos de interés, con el fin de dar

4 Disponible en el enlace: https://benestar.xunta.es/XiacWeb/ [acceso 15 de julio de 2014]. Actualizado el 5 de diciembre de2015.

5 Según el Decreto 329/2005, de 28 de julio, por el que se regulan los centros de menores y los centros de atención a la in-fancia en Galicia, podemos encontrarnos con: casas de primera acogida, casas de familia, miniresidencias, residencias, cen-tros con hogares, centros de reeducación, centros de atención específica, viviendas tuteladas, viviendas de transición a lavida autónoma, centros con talleres formativos y centros de atención de día.

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respuesta a los objetivos establecidos en la in-vestigación facilitando, de este modo, una me-jor interpretación de los datos obtenidos.

Además de los datos extraídos del Regis-tro único de entidades prestadoras de Servi-cios Sociales, hemos trabajado con los datosde la Estadística de protección de menores2014 (Xunta de Galicia, 2015), correspon-diente al mismo año natural y la última dis-ponible de acceso público. Para facilitar laexplotación de los datos, de ella extraemos ladefinición de las tipologías de centros exis-tentes que coinciden con las categorías de unade nuestras variables a estudio:

— Centros con hogar: son equipamien-tos residenciales distribuidos en unidades deconvivencia de un máximo de 10 plazas encada una. Por las características del mismo,a esta tipología adscribimos un único centroque estaba tipificado, en el Registro único deentidades prestadoras de Servicios Sociales,como residencia.

— Miniresidencias: instaladas en vivien-das normalizadas, con una capacidad máxi-ma de 15 plazas.

— Casas de familia: situadas en vivien-das normalizadas (pisos o viviendas unifami-liares), integradas en la comunidad y con unacapacidad máxima de 8 plazas.

— Viviendas tuteladas: espacios norma-lizados, para menores próximos a cumplir lamayoría de edad. Tienen una capacidad má-xima de 8 plazas.

— Viviendas de transición a la vida au-tónoma, o viviendas asistidas, para jóvenesmayores de edad (ex-tutelados), que necesi-tan apoyo para alcanzar su autonomía defini-tiva. Funcionan en régimen de autogestión,bajo la supervisión técnica externa de un edu-cador.

Atendiendo a su gestión, los centros pue-den ser:

— Propios o gestionados directamentepor la Xunta de Galicia, a través de personalpropio.

— Colaboradores o gestionados por unaEntidad prestadora de servicios sociales.

5. Resultados

5.1. Sobre el programa de acogimiento fa-miliar y el número de menores acogidos

Como apuntábamos inicialmente y a pesar deque la normativa vigente establece que el pro-grama de acogimiento residencial debería te-ner un carácter excepcional y subsidiario deotras medidas, sigue siendo uno de los servi-cios a los que recurre la Administración pú-blica en Galicia.

En 2014, en la Comunidad Autónoma deGalicia había 1.739 menores en situación detutela y 765 menores en situación de guarda6

(Tabla 1). De ellos, se otorgó la guarda a un

Tabla 1. Menores según el tipo de guarda. Galicia, 2014

Menores, según el tipo de guarda

Niños Niñas Total

Guarda administrativa 381 355 736Guarda judicial 18 11 29Tutela 929 810 1.739

Fuente: Adaptación de Xunta de Galicia (2015). Estadística de pro-tección de menores, 2014. Santiago de Compostela: Consellería dePolítica Social. Dirección Xeral de Familia, Infancia e Dinamización.

6 Los datos de menores en situación de guarda solo reflejan la guarda rogada (administrativa) y la guarda judicial, que com-plementan el dato de menores en situación de tutela.

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núcleo familiar mediante el programa de aco-gimiento familiar a un total de 1.326 meno-res (48,1 por ciento). Por el contrario, se acor-dó una medida de acogimiento de tiporesidencial para un total de 1.430 menores(51,9 por ciento). De los datos recogidos deesta estadística (Xunta de Galicia, 2015) pa-rece desprenderse que, en el caso de 252 me-nores, tuvo lugar más de una medida de aco-gimiento; es decir, que se beneficiaron delprograma de acogimiento en sus modalida-des familiar y residencial.

Estos datos contrastan con los globales deEspaña, donde el acogimiento residencial seaplicó, tal y como se ha visto ya, para el 38,2por ciento de los menores, frente al 61,8 porciento del acogimiento familiar. Esta situa-ción se debe, entre otras razones, al poco des-arrollo de los programas de acogimiento fa-miliar y al todavía escaso número de familiasacogedoras en esta Comunidad. Como pode-mos observar en el Gráfico 1, en los últimosejercicios incluso puede observarse un lige-ro repunte de la medida de acogimiento resi-dencial frente a la familiar.

5.2. Sobre los centros, su tipología y nú-mero de plazas

Los datos recogidos en el Registro único deentidades prestadoras de Servicios Socialesinforman de un total de 67 centros en los que

se desarrolla el programa de acogimiento re-sidencial (Tabla 2). La tipología de Casa defamilia representa el mayor número de cen-tros (40,3 por ciento) seguida de los Centroscon hogares (25,4 por ciento) y las miniresi-dencias (20,9 por ciento).

Los equipamientos residenciales para me-nores en la Comunidad Autónoma de Galiciason, en su gran mayoría, centros que pertene-cen a entidades de iniciativa social y que tam-bién desarrollan su gestión (80,6 por cien-to). Es destacable además, la inexistencia decentros privados lucrativos. Los centros deiniciativa pública representan el 19,4 porciento del total, 12 de ellos de titularidad au-tonómica y uno dependiente de una Diputa-ción Provincial.

Ahora bien, si analizamos los datos por elnúmero de plazas la lectura de los mismoscambia notablemente la situación (Tabla 3).Más de la mitad de los menores acogidos endispositivos de tipo residencial están ubica-dos en Centros con hogares (53,8 por ciento).Las Casas de familia, que eran la tipología decentro más frecuente, por número de plazasrepresentan el 21,7 por ciento de los casos.

Es relevante también la escasez de plazasen Viviendas de transición a la vida autóno-ma. Sólo existen 8 plazas disponibles para to-da la Comunidad Autónoma, ubicadas en lasprovincias de Pontevedra y Ourense.

Los centros de iniciativa pública suponen,por número de plazas, el 42 por ciento del to-tal de plazas existentes que supone un incre-mento notable si se compara con el porcen-taje que representa por número de centros.Ahora bien, es importante añadir también quede las 476 plazas de iniciativa pública, un to-tal de 124 están gestionadas de forma indi-recta por entidades de iniciativa social.

Tanto el número total de centros como elnúmero total de plazas de nuestro estudio in-crementan notablemente los datos recogidosen la última Estadística de protección de me-nores correspondiente al año 2014 (Xunta deGalicia, 2015) Así, el número total de centrospara el estudio del 2014 recoge un total de 62equipamientos y 828 plazas. Esta diferenciacon nuestro trabajo no viene motivada a prio-ri por una variación de los conciertos de la

Gráfico 1. Evolución de las tipologías de acogi-miento en Galicia.Fuente: Estadísticas de protección de menoresde la Xunta de Galicia, 2009-2012 y 2014.

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Administración autonómica gallega o por lacreación de nuevas plazas. Los datos de la Es-tadística de la Xunta de Galicia recogen so-lamente plazas públicas y concertadas y to-das ellas dentro del ámbito de la protecciónde menores. Nuestro estudio recoge la totali-dad de plazas autorizadas (no sólo concerta-das) en los centros según el Registro único deentidades prestadoras de Servicios Socialesy enmarcadas dentro de los ámbitos de: 1) laprotección de menores; 2) menores en con-flicto; 3) y también plazas para menores connecesidades de atención específica.

5.3. Sobre el perfil del menor acogido

Atendiendo al perfil del menor usuario de laplaza, entre todos los centros de la Comuni-dad Autónoma sólo encontramos 3 en los queconsta que el centro está destinado a meno-res con necesidades de atención específica,lo que suponen un total de 42 plazas. Si se ob-serva el perfil del personal técnico del quedisponen y los programas que desarrollan,

podemos concluir que corresponden a dispo-sitivos encaminados a la atención de meno-res con problemáticas de salud mental. Nin-guno de ellos aparece vinculado a programaso servicios específicos para personas con dis-capacidad de tipo físico y/o sensorial.

5.4. Sobre los profesionales y los progra-mas de los centros

La mayor parte de los centros de menores nocuentan con personal sanitario específico porlo que, en ese caso, los niños y adolescentesacceden a los dispositivos de la red públicade salud insertados en el entorno donde se encuentran situados dichos centros. De losdatos recabados en el Registro único de enti-dades prestadoras de Servicios Sociales, ob-servamos que sólo 4 centros del total de losestudiados disponen de personal médico. Endos de ellos aparece reflejado como personalmédico general y en otros dos como especia-lista en psiquiatría. A esto cabe añadir que enlos cuatro supuestos su jornada laboral es par-

Tabla 2. Características de la plaza residencial según el tipo de centro

Provincia

A Coruña Lugo Ourense Pontevedra Total

N % N % N % N % N %

Tipología Casa de familia 5 27,8 4 33,3 4 30,8 14 58,3 27 40,3del Centro

Centros con hogares 7 38,9 2 16,7 4 30,8 4 16,7 17 25,4

Mini residencias 4 22,2 5 41,7 2 15,4 3 12,5 14 20,9

Viviendas de transición — 0,0 — 0,0 1 7,7 1 4,2 2 3,0

Viviendas tuteladas 2 11,1 1 8,3 2 15,4 2 8,3 7 10,4

Iniciativa Privada — 0,0 — 0,0 — 0,0 — 0,0 — 0,0de la

Pública 5 27,8 1 8,3 4 30,8 3 12,5 13 19,4Entidad

Social 13 72,2 11 91,7 9 69,2 21 87,5 54 80,6

Fuente: Registro único de entidades prestadoras de Servicios Sociales (2014).

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cial, entre 3 y 10 horas semanales, dependien-do del caso.

De los servicios que prestan los centros, yque constan registrados en el Registro únicode entidades prestadoras de Servicios Socia-les, destacan por su frecuencia el servicio deatención psicológica, el servicio de integra-ción sociolaboral, los servicios de tipo reli-gioso y el servicio de estimulación cognitiva.

6. Conclusiones

Vistos los resultados que acabamos de pre-sentar, podemos afirmar que el acogimientoresidencial de menores en la Comunidad Au-tónoma de Galicia no es en la actualidad unamedida de protección de carácter residual. Lamedida de acogimiento residencial sigueacordándose en el 51,9 por ciento de las guar-das de menores que asume la Administración,

por lo que no cumple su carácter de medidasubsidiaria de otras (principalmente del aco-gimiento familiar).

En relación a los centros donde se lleva acabo esta medida, de nuestra investigación sedesprenden las siguientes conclusiones:

— Si atendemos al número de centros,son mayoría los equipamientos denominadosCasa de familia (40,3 por ciento).

— Si atendemos al número de plazas, lamayoría de menores en situación de guardase encuentran alojados en estructuras del ti-po Centros con hogares (53,8 por ciento deltotal de plazas autorizadas).

— Los centros de la Comunidad Autóno-ma son, en su mayor parte, propiedad de en-tidades de iniciativa social (80,6 por ciento)que gestionan de forma directa el 58 por cien-to de las plazas totales disponibles. A este por-centaje hay que añadir el 25 por ciento apro-

Tabla 3. Características de la plaza residencial según el número de plazas existentes

Provincia

A Coruña Lugo Ourense Pontevedra Total

N % N % N % N % N %

Tipología Casa de familia 54 14,1 44 23,4 32 14,7 116 33,6 246 21,7del Centro

Centros con hogares 255 66,4 4 28,7 136 62,7 165 47,8 610 53,8

Mini residencias 59 15,4 82 43,6 29 13,4 46 13,3 216 19,0

Viviendas detransición — 0,0 — 0,0 4 1,8 4 1,2 8 0,7

Viviendastuteladas 16 4,2 8 4,3 16 7,4 14 4,1 54 4,8

Total 384 100,0 188 100,0 217 100,0 345 100,0 1.134 100,0

Iniciativa Privada — 0,0 — 0,0 — 0,0 — 0,0 — 0,0de la

Pública 192 50,0 32 17,0 134 61,8 118 34,2 476 42,0Entidad

Social 192 50,0 156 83,0 83 38,2 227 65,8 658 58,0

Total 384 100,0 188 100,0 217 100,0 345 100,0 1.134 100,0

Fuente: Registro único de entidades prestadoras de Servicios Sociales (2014).

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ximadamente de las plazas de centros de ini-ciativa pública que gestionan de forma indi-recta.

— El personal que presta servicios en loscentros es principalmente del ámbito socioe-ducativo. Se detecta una carencia de perso-nal sanitario en los equipamientos estudia-dos. En los centros que disponen de personalmédico (solo 4) estos profesionales desem-peñan su trabajo con una intensidad inferiorincluso a una media jornada laboral.

— Respecto de los programas desarrolla-dos en los centros para los menores con dis-capacidad solo aparecen registrados serviciospara personas con problemas de salud men-tal. No hay referencia a programas específi-cos para menores con discapacidad física y/osensorial.

— De todos los centros estudiados (67),sólo 3 de ellos están dirigidos a la atenciónde menores con necesidades específicas.

— Del mismo modo, detectamos un ba-jo número de plazas (8) en la tipología de Vi-viendas de transición a la vida autónoma, des-tinadas a menores que cumplida su mayoríade edad siguen necesitando de apoyos parapromocionar su autonomía personal.

El presente trabajo comporta un mayor co-nocimiento de las características y de los pro-gramas desarrollados en los centros de tiporesidencial para menores en Galicia. Los re-sultados obtenidos apoyan la necesidad de fa-vorecer una mayor coordinación entre los de-partamentos del área de familia y menores ydel área de discapacidad y dependencia paraconseguir implementar servicios específicos.

Sin embargo, queremos resaltar que seríanecesario realizar un análisis mucho más am-plio considerando principalmente las carac-terísticas «reales» de los menores atendidos,para determinar los cambios y mejoras a te-ner en cuenta para la consecución de una ver-dadera atención integral, tanto en las áreassocioeducativa como en la sanitaria, que po-sibilite una mayor autonomía para los meno-res con discapacidades.

Por último, no podemos dejar de expresarlas nuevas expectativas que se abren con lamodificación de la Ley Orgánica de protec-

ción jurídica del menor. Sus modificacionesa través de Ley Orgánica 8/2015, de 22 de ju-lio, de modificación del sistema de protec-ción a la infancia y a la adolescencia y la Ley26/2015, de 28 de julio, de modificación delsistema de protección a la infancia y a la ado-lescencia, han contemplado las especiales cir-cunstancias que viven los menores con dis-capacidad en acogimiento residencial.

Todavía no se puede valorar en qué medi-da y con qué ritmo serán implementadas, ha-bida cuenta de que su aprobación sólo datade julio de 2015. Sin embargo, la modifica-ción del sistema de protección a la infancia ya la adolescencia genera expectativas impor-tantes a los profesionales que trabajan en loscentros de acogimiento residencial y esperan-zas sobre una mejor atención a los menorescon discapacidad.

Si bien habrá que esperar para ver cómoprosperan las nuevas medidas, al menos, hansido recogidas en la legislación. Presentamosuna breve reseña de las mismas en relación ala Ley 26/2015, de 28 de julio. Se indica:

Se impulsarán políticas compensatorias di-rigidas a corregir las desigualdades sociales.En todo caso, el contenido esencial de los de-rechos del menor no podrá quedar afectado porfalta de recursos sociales básicos. Se garanti-zará a los menores con discapacidad y a susfamilias los servicios sociales especializadosque su discapacidad precise (art. 11).

Ello afectaría a todas las medidas de loscentros incluyendo «condiciones físico-am-bientales, higiénico-sanitarias, de accesibili-dad y diseño universal y de recursos huma-nos, así como a sus proyectos educativosinclusivos, a la participación de los menoresy a las demás condiciones que contribuyan aasegurar sus derechos» (art. 11, Ley 26/2015,de 28 de julio).

Se incide sobre la atención a los menorescon discapacidad indicando que:

Los poderes públicos garantizarán los derechos y obligaciones de los menores condiscapacidad en lo que respecta a su custodia,tutela, guarda, adopción o instituciones simi-lares, velando al máximo por el interés supe-rior del menor. Asimismo, garantizarán que

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los menores con discapacidad tengan los mis-mos derechos respecto a la vida en familia. Pa-ra hacer efectivos estos derechos y a fin de pre-venir su ocultación, abandono, negligencia osegregación velarán porque se proporcionecon anticipación información, servicios y apo-yo generales a los menores con discapacidady a sus familias (art. 11.7).

En lo que respecta a la reintegración fa-miliar, la Ley 26/2015, de 28 de julio inclu-ye en su artículo 19 bis relativo a las disposi-ciones comunes a la guarda y tutela, unpárrafo específico en relación a los menorescon discapacidad en los que se establece que« en el caso de tratarse de un menor con dis-capacidad, la Entidad Pública garantizará lacontinuidad de los apoyos que viniera reci-biendo o la adopción de otros más adecuadospara sus necesidades». Así mismo, cuando yase haya producido la reunificación familiar«la Entidad Pública realizará un seguimien-to posterior de apoyo a la familia del menor».

En lo que respecta a las obligaciones bá-sicas del acogimiento residencial, señala:

f) Potenciarán la educación integral e in-clusiva de los menores, con especial conside-ración a las necesidades de los menores condiscapacidad, y velarán por su preparación pa-ra la vida plena, de manera especial su esco-larización y formación.

En el caso de los menores de dieciséis a die-ciocho años uno de los objetivos prioritariosserá la preparación para la vida independien-te, la orientación e inserción laboral (art. 21).

En relación a la habilitación de los centrosde acogimiento residencial se vuelve a insis-tir en los menores con discapacidad exigien-do «estándares de calidad7 y accesibilidad porcada tipo de servicio» y

Prestando especial atención a la seguridad,sanidad, accesibilidad para personas con dis-capacidad, número, ratio y cualificación pro-

fesional de su personal, proyecto educativo,participación de los menores en su funciona-miento interno y demás condiciones que con-tribuyan a asegurar sus derechos.

En lo que respecta a los derechos de losmenores acogidos, se vuelven a identificarlas especiales condiciones que deben tomar-se con menores con discapacidad:

El menor acogido, con independencia dela modalidad de acogimiento en que se en-cuentre, tendrá derecho a: (...) f) Recibir conla suficiente anticipación la información, losservicios y los apoyos generales que sean ne-cesarios para hacer efectivos los derechos delos menores con discapacidad; (...) i) Recibirel apoyo educativo y psicoterapéutico que seanecesario (art. 21 bis).

Especialmente esperanzador parece la im-plementación, que alude a los Programas depreparación para la vida independiente, im-prescindibles, a nuestro juicio, para los me-nores con discapacidad en su tránsito a la des-institucionalización aunque no aparezcanexplícitamente nombrados:

Las Entidades Públicas ofrecerán progra-mas de preparación para la vida independien-te dirigidos a los jóvenes que estén bajo unamedida de protección, particularmente en aco-gimiento residencial o en situación de espe-cial vulnerabilidad, desde dos años antes de sumayoría de edad, una vez cumplida esta, siem-pre que lo necesiten, con el compromiso departicipación activa y aprovechamiento porparte de los mismos. Los programas deberánpropiciar seguimiento socioeducativo, aloja-miento, inserción socio-laboral, apoyo psico-lógico y ayudas económicas (art. 22 bis).

El tiempo, nos indicará, cómo se irán ar-ticulando todo este conjunto de nuevas me-didas destinadas a favorecer la calidad de vi-da de los menores con discapacidad en loscentros residenciales en España y Galicia.

7 Del Valle, Bravo, Martínez y Santos publicaron en 2012, Estándares de calidad en acogimiento residencial EQUAR, sobrelos que se han basado principalmente los estándares de calidad exigidos en las leyes de modificación del sistema de pro-tección a la infancia y a la adolescencia.

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González-Rodríguez, R.; Gallego Fernández, M. C. Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 403-415 415

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Actitudes frente a la diversidad sexual entre los estudiantes de TrabajoSocial mexicanos: el contexto regiomontano

Luis Manuel Rodríguez Otero1

Recibido: 18 de marzo de 2016 / Aceptado: 29 de septiembre de 2016 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. La homofobia y la lesbofobia hacen referencia a actitudes de hostilidad dirigidas contra las personasque difieren del modelo heteronormativo. Pueden manifestarse de diversas formas y producen diversos efectosen la calidad de vida de las víctimas, afectando a varias dimensiones: psicosocial, cultural y económica de las per-sonas homosexuales (Herek, 2004; Barrientos y Cárdenas, 2013). El objetivo de este artículo es analizar el nivelde homofobia y lesbofobia, así como sus variables determinantes, entre los estudiantes de Trabajo Social mexi-canos. Se aplicaron las escalas de Raja y Stokes (1998) para identificar homofobia hacia gays (MHS-G) y hacialesbianas (MHS-L) a 150 estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Seutilizó el programa estadístico SPSS (versión 19.0) para analizar los datos.Los hallazgos indican que el nivel de rechazo medio-bajo es mayor hacia las personas lesbianas que hacia lasgays; especialmente entre los estudiantes con ideologías conservadoras, en aquellos y aquellas que no profesanreligión alguna y entre las mujeres. Así mismo se constata que el nivel de instrucción no resulta determinante.Con base en estos resultados, se considera necesario incluir en los planes de estudio, contenidos referentes a ladiversidad sexual y a los posibles efectos negativos en las intervenciones profesionales cuando los trabajadoresy trabajadoras sociales adoptan actitudes homofóbicas o lesbofóbicas.Palabras clave: Trabajo Social; diversidad sexual; homofobia; lesbofobia; México.

[en] Attitudes to sexual diversity among Mexican Social Work students: the Monterrey context

Abstract. Lesbophobia and homophobia refer to hostility attitudes directed towards people who discern theheteronormative model. This can be manifest in various ways and produce different effects on quality life ofvictims, affecting psychosocial, cultural and economic dimensions of homosexual person (Herek, 2004; Barrientos& Cardenas, 2013). The aim of this paper is to analyze the level of homophobia and lesbophobia and its determinantsvariables in social work students. Raja & Stokes (1998) scales were applied to identify homophobia against gays(MHS-G) and against to lesbians (MHS-L) to 150 students of Social Work at the Universidad Autónoma de NuevoLeón (UANL). Statistical Package for the Social Sciences (SPSS, 19.0 version) was used to analyze the data.The findings indicate that the level of rejection medium-low is higher toward lesbians to gays; especially in studentswith conservative ideologies, in who do not profess any religion and in women. It also finds that the level ofeducation is not decisive. Based on these results, it is considered necessary to include in the curriculum contentrelating to sexual diversity and potential negative effects on professional interventions when social workers adoptlesbophobic or homophobic attitudes.Keywords: Social Work; sexual diversity; homophobia; lesbophobia; Mexico.

Sumario: Introducción. 1. Justificación. 2. Metodología. 3. Resultados. 4. Discusión. 5. Conclu-sión. 6. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Rodríguez Otero, L. M. (2017) Actitudes frente a la diversidad sexual entre los estudiantes de Tra-bajo Social mexicanos: el contexto regiomontano, en Cuad. trab. soc. 30(2). 417-433.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.52131

1 Universidad Autónoma de Nuevo León, Mé[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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Introducción

Las personas dotamos de significado a losobjetos que, lejos de una objetividad real,parten de significados prefijados y que, me-diante la interacción social y los medios desocialización primaria y secundaria, son interiorizados e interpretados individualmen-te y, a su vez, reproducidos (Blumer, 1969;Berger y Luckmann, 1974; Ritzer, 2002).Mediante este proceso, reconocido por la so-ciología como «interaccionismo simbólico»,se insertan en la población modelos produ-cidos y reproducidos socialmente que sonaceptados por la mayoría y ritualizados, y tie-nen como fin mantener el orden social (Rit-zer, 2002; Goffman, 2003). Así, la diferen-cia de la norma, el rasgo, la condición o elcomportamiento socialmente mayoritarioproduce lo que Goffman (2003) denominaestigma (atributos o características identifi-cadas con identidades sociales devaluadas).El estigma señala que puede clasificarse entres tipologías: abominaciones del cuerpo(deformidades físicas), defectos de carácter(falta de voluntad, pasiones tiránicas o anti-naturales, creencias rígidas y falsas, desho-nestidad, etc.) o tribales (pertenecía a una de-terminada raza, nación, grupo, religión, etc.).A través de los estigmas se discrimina y cla-sifica a la población, justificando la superio-ridad de unas personas respecto a las otras(Parker, 2012).

Por otro lado, Crocker, Major y Steele(1998) señalan que un aspecto clave en losprocesos de estigmatización sobre quien seejerce radica en el contexto social y no soloen las características individuales (atributos).Es por ello por lo que estos autores destacanla importancia de la devaluación; que la aso-cian con un proceso secuenciado en fases(identificación, valoración negativa, genera-lización causal y devaluación) construido so-cialmente como un sistema de desigualdad,en el que son clave tanto los prejuicios (ide-as erróneas y estereotipos) como la discrimi-nación (rechazo y menosprecio).

También cabe destacar que, partiendo delreconocimiento de la cultura de la diferenciay del concepto de conformidad, Aggleton y

Parker (2002) y Parker (2012) señalan que el estigma es un proceso social, contextual,histórico y colocado estratégicamente paraproducir y reproducir las relaciones socialesy la desigualdad. Como indica Parker (2012),deja entrever su función jerarquizante, a tra-vés de la cual se forma y refuerza la exclu-sión social, justificando así la desigualdad social.

Una de las formas a través de las cuales sepuede dividir a la población de forma dico-tómica, creando jerarquías, es respecto a laorientación sexual. Tal y como indica Otero(2016a), mediante este proceso se justifica lasuperioridad del modelo mayoritario y se es-tigmatiza al contrario (no heterosexual). Pro-ceso a través del cual tanto la homofobia co-mo la bifobia y transfobia son elementosclave. La homofobia y la lesbofobia hacen re-ferencia a un principio ideológico, una acti-tud negativa, una aversión, un rechazo, unaintolerancia o un temor. Así como un sistemade creencias y valores, sentimientos y pensa-mientos, fundamentados por el hecho de dis-cernir social y culturalmente del modelo he-terosexista hegemónico. La homofobia y lalesbofobia justifican el ejercicio de la violen-cia por temor al ataque de la virilidad y al mo-delo heterosexual, manifestándose así en elentorno, con el fin de buscar el bienestar per-sonal, familiar y social y recrear el modelomayoritario (Eribon, 1999; Weinberg, 1972;Cruz-Sierra, 2002; Herek, 2007; Tin, 2008;Moral y Valle de la O, 2012).

Autores, como Herek (2004) y Barrien-tos y Cárdenas (2013), señalan que actual-mente la homofobia ya no se define comouna fobia, sino como una hostilidad dirigi-da contra las personas que no son heterose-xuales. El motivo de esta diferenciación ter-minológica se debe a que las fobias implicanun componente emocional identificado conla ansiedad. Mientras que la homo y lesbo-fobia se relaciona también con el enojo y elira, los cuales están basados en actitudes ex-tremas de aprensión psicológica, donde seocultan otras formas de hostilidad y las con-diciones sociales que lo favorecen (Cham-berland y Lebreton, 2012). Es por ello porlo que Herek (2007) sugiere el uso del tér-

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mino «prejuicio sexual». Está basado en unestigma que, siguiendo la clasificación deGoffman (2003), sería de tipo tribal y, deacuerdo con Aggleton y Parker (2002), si-tuaría jerárquicamente a los homosexualesen una situación de inferioridad socialmen-te aceptada.

a) Tipos de homofobia y lesbofobia

Desde una perspectiva sociológica, se iden-tifican tres niveles analíticos de la violenciacontra el colectivo de gays, lesbianas, bise-xuales, transexuales e intersexuales (LGTBI),que se caracterizan por ser circulares y simul-táneas, y por estar interiorizadas. Estas for-mas de violencia son: (a) la individual o particular, ejercida por personas o grupos par-ticulares; (b) la gubernamental, ejercida porel aparato de gobierno mediante la ausenciade las realidades que lo caracterizan en elejercicio de la política, su legislación y repre-sentación; y (c) la sociocultural, que se llevaa cabo a través del sistema simbólico hege-mónico, heterocentrista y patriarcal, a travésde prácticas de eliminación material (Blu-menfeld, 1992; Cruz Sierra, 2002; Mercado,2009). Así encontramos: (a) violencia exter-na, (b) violencia sutil o táctica y (c) la violen-cia interna, (Maroto, 2006; Platero, 2007 y2008; Neman-Do Nascimento, 2010; Serra-no-Pastor, Gómez-García, Amat y López-Go-mis, 2012; Otero, 2014). Estas se pueden ma-nifestar mediante actos sutiles y casiinadvertidos e incluso con violaciones de lasgarantías legales y civiles de las personas(Moral y Valle de la O, 2001a; Herek, 2007;Moral y Valle de la O, 2011b; Moral y Vallede la O, 2012). Así, Bretón y González-Fi-gueroa (2009) identifican estudios que evi-dencian situaciones de violencia y ataquesmaterializados a través de: a) violencia físi-ca o abusos verbales, b) estigma, c) discrimi-nación o humillación pública. Estos puedenproceder de ámbitos e instituciones como: a)la familia, b) el gobierno, c) los cuerpos de-pendientes de instituciones públicas, en elámbito educativo, d) el ámbito laboral, e) den-tro del círculo social; y f) dentro de la comu-nidad (Otero, 2016a).

b) Consecuencias de la homofobia y la les-bofobia

Por otro lado, es importante señalar que, co-mo indican Barrientos y Cárdenas (2013) yBarrientos (2005), este tipo de actos y estasactitudes tienen diversos efectos en la cali-dad de vida de las víctimas, afectando a lasdimensiones: psicosocial, cultural y econó-mica de las personas homosexuales. Es porello por lo que la homofobia y la lesbofobiason un fenómeno multifactorial que generavulnerabilidad, exclusión y diferencias socia-les (Otero, 2016a).

Otro aspecto clave, en el estudio de la dis-criminación de personas que no siguen el pa-trón heterosexual, es el referente a la invisibi-lidad de la comunidad de gays, lesbianas,bisexuales, transexuales e intersexuales en lavida social. Esta característica favorece la ex-clusión y refuerza la reproducción del sistemade etiquetaje estigmatizador en un procesoque, al invisibilizar a este colectivo, se ocultay se perpetúan las jerarquías preestablecidas.La invisibilidad se produce en un proceso re-forzado por determinados medios de comuni-cación e instituciones religiosas, políticas y so-ciales (Kennedy, 1996; Meyer y Dean, 1998;Aggleton y Parker, 2002; Ortiz-Hernández yGranados, 2004). También es importante des-tacar la representación social que tiene el co-lectivo de gays, lesbianas, bisexuales, transe-xuales e intersexuales en los agentes decambio. Así Maroto señala que: «acercarnosa la homosexualidad suponen acercarnos a to-do un mundo de prejuicios, estereotipos, eti-quetas, representaciones sociales, injurias eimposiciones heteronormativas, conformandoun mundo en el que la homofobia parece algonormal, y el heterosexismo, una cosmovisiónuniversal» (2006, p. 59). Es por ello por lo queresulta indispensable que, tal y como señalanAggleton y Parker (2002) y Parker (2012), di-chos agentes lleven a cabo acciones basadasen los derechos humanos, a través de las cua-les se promuevan medidas de decodificacióndel estigma y la discriminación. Además, esnecesario el reconocimiento de las dimensio-nes del estigma (individuales y colectivas) ysu papel en la producción y reproducción de

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las desigualdades sociales. Por lo que, el cala-do de representaciones y actitudes estereoti-padas en dichos agentes de cambio (entre loscuales se encuentran los trabajadores y las tra-bajadoras sociales) resulta de especial impor-tancia, ya que contribuyen a la perpetuaciónde las desigualdades sociales y pueden gene-rar situaciones de revictimización.

1. Justificación

Se observa que en la mayor parte de los estu-dios existentes sobre homo y lesbofobia sonde tipo cuantitativo y están contextualizadosprincipalmente en Estados Unidos (Katz-Wi-se y Hyde, 2012). También se destaca que enlos últimos años ha aumentado considerable-mente el número de estudios referentes a estatemática, tanto en el contexto español (Espa-ña, Guerrero, Farré, Canella y Abós, 2001;COGAM, 2008; Serrano-Pastor, Gómez-Gar-cía, Amat, y López-Gomis, 2012; De la Cua-dra, Sánchez, Ries, y Macías, 2013; FELGTBy COGAM, 2013; ILGA, 2013; Rodríguez-Castro, Lameiras-Fernández, Carrera-Fernán-dez y Vallejo-Medina, 2013; Otero, 2015a;Oviedo, Herazo y Campo-Arias; 2015); comoen el mexicano (Hernández y Torres, 2005;Moral y Martínez, 2010; Verduzco y Loving,2010; Moral, 2011a; 2011b; 2012; 2013; Ver-duzco y Sánchez, 2011; Delgado y Young,2012; Pullido, Leyva, Ortiz, Mendoza, Rodrí-guez y Rosado, 2013). Aún así se observa que,a pesar de que la Federación Internacional delTrabajo Social (FITS) tal y como señala elConsejo General del Trabajo Social (CGTS,2014), aprobó la creación de un banco inter-nacional de buenas prácticas en materia deidentidad sexual y Trabajo Social, los estudiossobre diversidad desde esta perspectiva son es-casos (Otero, 2016b). Esto denota que las ac-titudes homofóbicas en los trabajadores y tra-bajadora sociales y de los estudiantes de estadisciplina es una problemática poco analizaday centrada en contextos limitados. No obstan-te, a través de los estudios existentes, se obser-va que reflejan en mayor o menor medida ac-titudes negativas en este colectivo. Así mismodestaca que se producen en mayor medida en

los actuales o los futuros trabajadores y traba-jadoras sociales: de mayor edad, hombres,practicantes de alguna religión, de ámbito rural y que no conocen a personas de gays, les-bianas, bisexuales, transexuales e intersexua-les (Lim y Jonhson, 2001; Newman, Danne-felser y Benish, 2002; Toro-Alfonso y Varas,2004; Swank y Raiz, 2007; Campo-Arias yHerazo, 2013; Otero, 2015a).

El calado de este tipo de actitudes y pre-juicios en los futuros trabajadores socialesson elementos favorecedores de la exclusión,la perpetuación de los estigmas y la victimi-zación secundaria (Otero, 2016a). No identi-ficando ningún estudio sobre el nivel de ho-mofobia y lesbofobia en los estudiantes deTrabajo Social en el contexto mexicano ysiendo las medidas preventivas elementos cla-ve en la ruptura de dichos procesos de repro-ducción, donde los trabajadores y trabajado-ras sociales tienen una importancia especial,se considera necesario realizar un análisis eneste contexto.

1.1. Objetivos

El objetivo de esta investigación consiste enidentificar la existencia o no de actitudes dehomofobia y lesbofobia entre los estudiantesde Trabajo Social de la Universidad Autóno-ma de Nuevo León (UANL). Así mismo, seproponen como objetivos específicos: (1) ob-servar qué tipos de homofobia y lesbofobiason los más reportados; (2) analizar si se pro-duce un mayor nivel de actitudes homófobashacia hombres o mujeres; e (3) identificar silas variables relativas a sexo, ideología polí-tica y prácticas religiosas, yel semestre quecursa el alumnado son determinantes en lahomofobia y la lesbofobia. Así mismo, se pro-pone analizar si en la Facultad de Trabajo So-cial de la Universidad analizada se impartenmaterias específicas sobre diversidad y orien-tación sexual, así como en qué materias po-drían tener cabida dichos contenidos.

1.2. Contextualización

La Universidad Autónoma de Nuevo León seencuentra situada en el Estado homónimo,

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que se encuentra enmarcado en los 64.156 ki-lómetros cuadrados colindantes con: Coahui-la, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas yTexas (Estados Unidos). Está formado por 51municipios, contaba con 4.653.458 habitan-tes en 2010 (2.333.273 mujeres y 2.320.185varones). Su capital es Monterrey, y se carac-teriza por un crecimiento vegetativo positivoy una fuerte industrialización (INEGI, 2015).En esta Universidad pública se imparte la li-cenciatura de Trabajo Social en el campus si-tuado en el municipio de San Nicolás, la cualse estructura en 9 semestres.

2. Metodología

La metodología utilizada en esta investiga-ción está basada en un diseño de tipo instru-mental empírico-descriptivo a través de en-cuesta por muestreo no probabilísticodiscrecional de voluntarios (Montero y Le-ón, 2007; Sampieri, Collado y Baptista,2014). La misma está orientada a la identifi-cación en una población concreta: estudian-tes de Trabajo Social mexicanos y mexicanasdel contexto de Nuevo León. Las variables deanálisis utilizadas fueron cuatro: (i) sexo, (ii)ideología política, (iii) creencias religiosas y(iv) semestre. En cada estratificación se hanexpresado los resultados como: totales, me-dia y desviación típica. Así mismo se realizóel análisis correlacional de Pearson con sig-nificación a nivel 0,01 entre ambas escalas.

2.1. Muestra

La muestra que forma parte de este estudioestá compuesta por un total de 150 estudian-tes (10 varones y 140 mujeres) actuales de lalicenciatura de Trabajo Social de la U Uni-versidad Autónoma de Nuevo León, de dis-tintos semestres, entre 19 y 48 años de edad.

2.2. Instrumentos

Los instrumentos utilizados han sido, por unlado, un cuestionario formado por pregun-tas cerradas y semiabiertas, para identificarel perfil sociodemográfico de la muestra.

Se utilizaron las escalas de Raja y Stokes(1998) traducidas al castellano por Rodrí-guez-Castro, Lameiras-Fernández, Carrera-Fernández y Vallejo-Medina (2013), de Ho-mofobia hacia Gays (MHS-G) y Homofobiahacia Lesbianas (MHS-L) de 22 y 24 ítemsrespectivamente. Dichas escalas tienen elformato Likert de 1 (muy de desacuerdo) a5 (muy de acuerdo). En cada una de estas es-calas se identifican tres subescalas referen-tes a: a) el malestar personal (MHSG1-9 yMHSL12-21); b) la desviación/cambiabili-dad (MHSG10-13 y MHSL22-24); y c) lahomofobia institucional (MHSG14-22 yMHSL1-11). Para la interpretación de las es-calas se han considerado las puntuacionesmás altas como actitudes menos positivashacia la homosexualidad.

2.3. Procedimiento

El contacto con los distintos estudiantes serealizó a través de un profesor de la Facultadde Trabajo Social y Desarrollo Humano de laUniversidad citada, quien presentó la inves-tigación al alumnado y solicitó su participa-ción voluntaria de forma anónima. Este pro-cedimiento se realizó entre los meses denoviembre y diciembre de 2015. Una vez re-alizadas todas las encuestas, se utilizó el pro-grama estadístico SPSS (versión 19.0) paraanalizar los datos. Se procedió a la obtenciónde la media y desviación típica de cada cues-tión y estrato para realizar una comparaciónentre los distintos grupos analizados. Tam-bién se clasificaron los ítems de las escalasMHS-G y MHS-L (Raja y Stokes, 1998) enfunción a tres subcategorías: a) malestar per-sonal, b) desviación/cambiabilidad y c) ho-mofobia institucional. Se compararon los re-sultados obtenidos en función a los estratosdescritos anteriormente.

Cabe señalar que, como la variable relati-va al semestre que cursa la muestra era muyamplia, se realizó una agrupación formandotres categorías: iniciales (1º, 2º y 3º semestre),medias (4º y 5º semestre) y finales (a partir del6º semestre). Así mismo, también es necesa-rio destacar que, al existir un mayor númerode alumnado compuesto por mujeres, proce-

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dente del Área Metropolitana de Monterrey ypracticante de alguna religión en los distintossemestres, no fue posible calcular una mues-tra representativa por cuotas respecto a dichasvariables. Así como respecto a la ideología po-lítica del estudiantado. La muestra no fue re-presentativa en función a dichos conglomera-dos, aunque sí suficiente como para realizaruna aproximación descriptiva, a excepción dela variable relativa al ámbito geográfico don-de la distribución fue muy dispersa.

3. Resultados

3.1. Características de la muestra

La muestra que forma parte de este estudioestá compuesta por un total de 150 estudian-

tes, de los cuales 10 son varones y 140 muje-res. Respecto a su procedencia, se observaque todas las personas son del Estado de Nue-vo León y tienen nacionalidad mexicana,siendo 146 del área metropolitana de Monte-rrey y 4 de municipios limítrofes (véase Ta-bla 1).

También se evidencia que, en función a laedad, la media es de 19.97 años, siendo el gru-po mayoritario el de 19 años (véase Tabla 2).

En referencia a la ideología política, se ob-serva que 14 participantes se identifican conla izquierda (7,3 por ciento), 21 con el centro(10,9 por ciento), 12 con la derecha (6,3 porciento), 24 no saben (12,5 por ciento), 42 conninguna (21,9 por ciento), 30 con otra (15,6por ciento) y 7 no contestaron (3,6 por cien-to). Respecto a si profesan alguna religión,135 indican que sí la practican (70,3 por cien-

Tabla 1. Municipio al que pertenece la muestra

Zona metropolitana Municipio Frecuencia Porcentaje (%)

Dentro Apodaca 31 20,66Juárez 8 5,33Escobedo 17 11,33Guadalupe 1 0,66Monterrey 34 38,39San Nicolás 25 16,66San Pedro 2 1,33Santa Catarina 4 2,66

Fuera Ciénega de Flores 1 0,66Hidalgo 1 0,66General Zauzua 2 1,66

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 2. Edad de la muestra

Años Frecuencia Porcentaje (%) Años Frecuencia Porcentaje (%)

18 39 26 25 3 219 42 28,04 26 2 1,3320 35 23,33 28 1 0,6621 11 7,33 29 1 0,6622 8 5,33 48 1 0,6623 3 2 NC 2 1,3324 2 1,33

Fuente: Elaboración propia.

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to), 7 que no (3,6 por ciento) y 8 no contes-taron (4,2 por ciento). Analizando el semes-tre en el que estudian los participantes se ob-serva que la media se relaciona con el cuartosemestre, siendo el grupo mayoritario el delsegundo semestre (véase Tabla 3).

3.2. Total de la muestra

a) Escala MHS en relación a las personas gays

Tras aplicar la escala MHS, referente a laspersonas gays, los resultados indican que lamedia de homofobia masculina es 1.96 pun-tos, y que se identifica con un nivel medio-bajo. Siendo de 1.70 en malestar personal, de1.96 en desviación/cambiabilidad y 2.09 enhomofobia institucional. Estos resultados re-velan que existe un mayor nivel de homofo-bia respecto al malestar institucional y unomenor en referencia a la homofobia personal.Por otro lado, se observa que la cuestión enla que se registra un mayor nivel de homofo-bia es relativa al ámbito institucional(MHS.G20), que hace referencia a si «estoyharto/a de oír hablar de los problemas de losgays» (2.44). Mientras que en la que menornivel de homofobia se percibe se refiere almalestar personal (MHS.G2), en la que seplantea «no me importa trabajar con un chi-co homosexual» (véase Anexo I).

b) Escala MHS en relación a las personas les-bianas

En referencia a la escala MHS referente a laspersonas lesbianas, los resultados indican que

la media de homofobia femenina es 2.14 pun-tos, lo cual se identifica con un nivel medio.Siendo de 2.01 en malestar personal, de 1.97en desviación/cambiabilidad y 2.30 en lesbo-fobia institucional. Por lo tanto, existe un ma-yor nivel de lesbofobia respecto al malestarinstitucional y menor en referencia a la cam-biabilidad. Por otro lado, se observa que lacuestión en la que se registra un mayor nivelde rechazo es la relativa al ámbito institucio-nal (MHS.L4), que hace referencia a si «se de-bería permitir que las lesbianas fuesen líderesen organizaciones religiosas» (3.17). Mien-tras que en la que menor nivel de lesbofobiase percibe se refiere al malestar personal(MHS.L14), en la que se plantea si «no me in-comoda pensar en dos chicas que mantenganuna relación afectiva» (véase Anexo II).

c) Comparación resultados respecto a laspersonas gays y lesbianas

Analizando los resultados obtenidos en rela-ción a las personas gays y lesbianas, como seobserva en el siguiente gráfico, se identificaun mayor nivel de rechazo hacia las lesbianasen todas las tipologías de homofobia analiza-das (total, personal, cambiabilidad e institu-cional). Se observa que la media resultanterespecto a las personas lesbianas es superiora la de las gays en 0.19 puntos. Así como de0.21 a nivel personal, 0.22 en cambiabilidady 0.01 en institucional. Ello indica que la ho-mosexualidad femenina está más estigmati-zada que la masculina, especialmente en re-lación a la desviación/cambiabillidad y elmalestar personal (véase Gráfico 1).

Tabla 3. Semestre en el que estudia la muestra

Semestre Frecuencia Porcentaje Semestre Frecuencia Porcentaje(%) (%)

1 3 1,6 6 22 11,52 87 45,14 7 0 03 5 2,6 8 4 2,14 1 0,66 NC 5 2,65 23 12

Fuente: Elaboración propia.

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3.3. Análisis según las variables de análisis

Tomando en consideración las variables re-lativas al sexo, la ideología política, la prác-tica de la religión y el semestre que cursa lamuestra, y comparando los resultados relati-vos a la homo y lesbofobia total, institucio-nal, personal y cambiabilidad, las diferenciasque se aprecian en cada una de las variablesindican que, respecto al sexo, se observa queel nivel de homofobia y lesbofobia es supe-rior en los varones que en las mujeres. Noobstante, se identifica una diferencia mayorrespecto a las lesbianas (0.37) que a los gays(0.03). Así mismo, se evidencia que tanto va-rones como mujeres registran mayores nive-les de rechazo en relación a homofobia y les-bofobia institucional que respecto al resto deáreas (véase Tabla 4).

En referencia a la ideología declarada porla muestra, se observa que quienes se identi-fican con la derecha registran mayores nive-

les de homofobia y lesbofobia. Mientras queen los que indican ser de centro, su puntua-ción es menor respecto a la homofobia y, enquienes son de izquierda, respecto a la lesbo-fobia. No obstante, cabe destacar que las di-ferencias entre estos tres grupos son bajas res-pecto a los gays y mayores en cuanto a laslesbianas (véase Tabla 4). Por otro lado, seobserva que la muestra identificada como dederechas y de centro registra mayores nive-les de homo y lesbofobia institucional que enreferencia al resto de las áreas, y la de izquier-das respecto a la variabilidad/cambiabilidaden gays y a la lesbofobia institucional.

Realizando un análisis respecto a quienesdeclaran profesar alguna religión y quienesindican que no, se observa que los primerosevidencian menores niveles tanto de homo-fobia como de lesbofobia, aunque ambos gru-pos declaran un mayor nivel de lesbofobia quede homofobia. Respecto a las personas gaysy lesbianas, la homo y lesbofobia institucio-

Gráfico 1. Medias totales escalas MHS.G y MHS.L.Fuente: Elaboración propia.

Tabla 4. Medias escalas MHS.G y MHS.L, según variables analizadas

MHS NSexo Ideología Religión Semestre

H M D C U Sí No 1/2/3 4/5 6/7/8

Gays Total 1,96 1,94 1,91 2,23 1,90 1,95 1,95 2,25 1,95 1,80 2,04Institucional 2,09 2,53 2,06 2,34 2,08 2,18 2,09 2,35 2,06 2,08 2,19Personal 1,79 1,80 1,76 2,24 1,73 1,61 1,83 1,95 1,84 1,54 1,90Cambiabilidad 1,96 1,98 1,96 1,96 1,95 2,25 1,94 2,75 1,94 1,81 2,06

Lesbianas Total 2,14 2,48 2,11 2,42 2,27 2,10 2,15 2,29 2,23 1,92 2,11Institucional 2,30 2,56 2,29 2,72 2,41 2,24 2,31 2,29 2,39 2,04 2,29Personal 2,01 2,56 1,97 2,14 2,11 1,99 2,04 2,18 2,10 1,85 1,90Cambiabilidad 1,97 1,93 1,98 2,28 2,28 2 1,94 2,61 2,03 1,68 2,16

Fuente: Elaboración propia.

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nal es la más reportada, con mayores nivelesde rechazo en quienes profesan alguna reli-gión, y en cuanto a quienes no, respecto a lacambiabilidad.

Finalmente, tomando en consideración elsemestre que cursa la muestra, se observa quelos y las estudiantes de los distintos cursosregistran mayores niveles de lesbofobia quede homofobia. Así mismo, los datos revelanque respecto a los gays, los y las estudiantesde los últimos semestres son quienes puntú-an en mayor medida en homofobia, seguidosde los y las estudiantes de los primeros se-mestres y, por último, los y las de los semes-tres intermedios. Sin embargo, respecto a laslesbianas, se identifica un mayor nivel de les-bofobia en los alumnos y las alumnas de losprimeros semestres, seguido de los y las es-tudiantes de los últimos y, f inalmente, elalumnado de los semestres intermedios. Porotro lado, cabe destacar que, respecto a losgays, la cambibilidad es la que puntúa mayorhomofobia entre el alumnado de los prime-ros semestres y la institucional en los restan-tes. Mientras que, respecto a lesbianas, todoslos grupos revelan mayores niveles de lesbo-fobia institucional.

3.4. Correlaciones

Como muestra la siguiente tabla, tras realizarun análisis correlacional de Pearson signifi-cativo al 99 por ciento entre la homofobia per-cibida en la muestra frente a las personas gaysy lesbianas, los resultados indican que, entretodas las subescalas referentes al MHS.G, seproducen correlaciones directamente propor-cionales con un grado de correlación fuertesuperior al 0.521 e incluso al 0.751 entre lasvariables relativas a la homofobia institucio-nal y el malestar personal. Por otra parte, encuanto a las sub-escalas del MHS.L, tambiénse evidencian correlaciones directamente pro-porcionales con un grado de correlación fuer-te superior al 0.541 e incluso del 0.770 (en-tre las variables relativas a la homofobiainstitucional y el malestar personal), lo cualdenota un ligero grado de correlación supe-rior respecto al MHS.G (véase Tabla 5).

Analizando los resultados de las distintassub-escalas, tanto de la MHS.G como de laMHS.L, se observa que también se producencorrelaciones directamente proporcionales ycon un grado fuerte de la misma, entre todaslas variables. Destacando que las relativas al

Tabla 5. Medias escalas MHS.G y MHS.L, según variables analizadas

Gay Lesbiana

A B C D E F

Gay Malestar Personal (A) 1 0,521 0,751 0,768 0,550 0,693(**) (**) (**) (**) (**)

Desviación/Cambiabilidad (B) 0,521 1 0,636 0,455 0,708 0,479(**) (**) (**) (**) (**)

Homofobia institucional (C) 0,751 0,636 1 0,675 0,636 0,735(**) (**) (**) (**) (**)

Lesbiana Malestar personal (D) 0,768 0,455 0,675 1 0,541 0,770(**) (**) (**) (**) (**)

Desviación /Cambiabilidad (E) 0,550 0,708 0,636 0,541 1 0,586(**) (**) (**) (**) (**)

Homofobia Institucional (F) 0,693 0,479 0,735 0,770 0,586 1(**) (**) (**) (**) (**)

Fuente: Elaboración propia.

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malestar personal son de 0.768, las de de des-viación/cambiabilidad de 0.708 y las de ho-mofobia institucional de 0.735 (véase Ta-bla 5).

En base a estos datos cabe destacar, por lotanto, que se pone de manifiesto la existen-cia de una relación directa entre la homofo-bia y la lesbofobia y entre sus distintos sub-tipos entre si. Tratándose, por lo tanto, no deun fenómeno aislado y circunstancial, sino deuna cuestión generalizable tanto a los varo-nes como a las mujeres no heterosexuales.

3.5. Análisis del plan docente

Finalmente, cabe destacar que, analizando elplan docente 2011 de la licenciatura en Tra-bajo Social de la Universidad estudiada(UANL, 2011), se observa que a lo largo delos 9 semestres se imparten 198 créditos (22por semestre), distribuidos en materias obli-gatorias (157 créditos), optativas (21 créditos)y de libre configuración (20 créditos). Desta-ca que, de las respectivas unidades de apren-dizaje impartidas por esta Facultad, no existeninguna materia específica de salud, sexuali-dad y/o diversidad sexual (UANL, 2011). Espor ello por lo que cobra sentido la afirma-ción que realiza Maroto, cuando señala que,dentro de la profesión en los planes de estu-dio y prácticas profesionales, se han visto si-lenciadas determinadas realidades sociales,entre otras, respecto a la diversidad sexual,por lo que propone «la intervención con la po-blación homosexual como un campo especia-lizado de intervención y el trabajo en pro dela normalización de la homosexualidad comoestrategia global de actuación» (p. 73).

No obstante, cabe destacar que dentro dela oferta formativa, existen materias en lasque podrían tener cabida los contenidos rela-tivos a la diversidad sexual, la exclusión so-cial por motivos de la orientación y/o identi-dad sexual y la intervención profesional conpersonas gays, lesbianas, bisexuales, transe-xuales e intersexuales (véase Tabla 6).

Dichos contenidos podrían ser impartidostanto en materias optativas como obligatoriasque actualmente se ofertan en esta Facultad ydesde distintas perspectivas (sociológica, an-

tontropológica, política, ético-filosófica, De-rechos humanos, práctica profesional, etc.).Pudiendo por tanto incluirse contenidos trans-versales en dichas materias o bien optar porla inclusión de una materia específica que ase-gure la formación de los futuros/as profesio-nales del trabajo social al respecto.

4. Discusión

Tomando en consideración las investigacio-nes realizadas en el ámbito internacional, losresultados del presente estudio indican queestán en la línea de los principales estudiosque han analizado esta temática tanto en losprofesionales del ámbito social, como en elestudiantado de estudios secundarios y/o uni-versitarios. Estos estudios indican que los ni-veles de homofobia y lesbofobia son medios-bajos (Altemeyer, 2001; Ben-Ari, 2001;España, Guerrero, Farré, Canella y Abós,2001; Crip, 2005; Campo-Arias y Herazo,2008a, 2008b, 2013; Serrano Pastor, GómezGarcía, Amat y López Gomis, 2012; De laCuadra, Sánchez, Ries, y Macías, 2013; Ro-dríguez-Castro, Lameriras-Fernández, Carre-ra-Fernández y Vallejo-Medina, 2013; Otero,2015a; Oviedo, Herazo y Campo-Arias;2015). Este mismo aspecto también se cons-tata en investigaciones contextualizadas enMéxico en las cuales se identifican nivelesmedio-bajos (Verduzco y Lovin, 2010; Mo-ral y Martínez, 2011; Moral y Valle de la O,2011a, 2011b y 2011c, 2012 y 2013; Verduz-co y Sánchez, 2011; Pullido, Leyva, Ortiz,Mendoza, Rodríguez y Rosado, 2013); las re-alizadas por Delgado y Yong (2012) y en lasque se identifica un menor nivel de rechazoen los estudiantes de Humanidades y de Cien-cias Sociales que respecto a las de cienciasde la salud o las técnicas.

Tomando como referencia investigacionesespecíficas de trabajadores y trabajadoras so-ciales o de estudiantes de esta disciplina, seobserva que también informan de resultadossimilares en cuanto a los niveles de homofo-bia y lesbofobia (Newman, Dannefelser y Be-nish, 2002; Swank y Raiz, 2007; Toro-Alfon-so y Varas, 2014; Otero, 2015a).

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Destaca que, en la presente investigación,se registra un mayor nivel de lesbofobia quede homofobia en la muestra. Este resultadocontradice los obtenidos en investigacionesprecedentes en las cuales la muestra puntua-ba en mayor nivel el de homofobia (Verduz-co y Loving, 2010; Moral y Valle de la O,2011a, 2011b y 2012; Rodríguez-Castro, La-meiras-Fernández, Carrera-Fernández y Va-llejo-Medina, 2013). Sin embargo, este resul-tado es comparable al evidenciado por Otero(2015a) en una muestra de trabajadores y tra-bajadoras sociales españoles en activo. Noobstante cabe señalar que esta divergencia deresultados, puede deberse a que la muestraestá conformada por un mayor número demujeres que de varones. Así se observa quelas mujeres muestran mayor rechazo hacia laspersonas lesbianas que a las gays. Este aspec-to también lo destacan otros autores y auto-ras en investigaciones precedentes (Moral y

Valle de la O, 2011b; Rodríguez-Castro, La-meiras-Fernández, Carrera-Fernández y Va-llejo-Medina, 2013; Otero, 2015a).

Comparando los niveles de homofobia ylesbofobia, como se ha señalado anteriormen-te, se observa que son los varones quienes evi-dencian un mayor nivel de rechazo. Esta ca-racterística confirma los resultados expuestosya por otros autores y autoras (Newman, Dan-nefelser y Benish, 2002; Toro-Alfonso y Va-ra, 2004; Moral y Martínez, 2011; Moral y Va-lle de la O 2011a, 2011b y 2013; Verduzco yRocha, 2011; Delgado y Yong, 2012; Pullido,Leyva, Ortiz, Mendoza, Rodríguez y Rosado,2013; Otero, 2015a). Sin embargo, se obser-va que los varones participantes manifiestanmayor nivel de lesbofobia que de homofobia,aspecto que resulta opuesto en investigacio-nes, como las de Moral y Valle de la O (2011b)o Rodríguez-Castro, Lameiras-Fernández, Ca-rrera-Fernández y Vallejo-Medina (2013).

Tabla 6. Materias de la Licenciatura Trabajo Social UANL relacionadas con la diversidad sexual

Semestre Materia Tipo

1º Estudio de la realidad nacional Optativa

Acción política y participación ciudadana

2º Teorías de análisis microsocial Obligatoria

Modelos de intervención grupal

3º Fundamentos del derecho para el Trabajo Social Obligatoria

Teoría de análisis macrosocial

Modelos de intervención comunitaria

4º Contexto social de la profesión Obligatoria

Derechos sociales Optativa

Garantías sociales y Derechos humanos

5º Trabajo Social y Políticas sociales Obligatoria

7º Ética, sociedad y profesión Obligatoria

Fundamentos para el diseño de programas sociales Optativa

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En referencia a la ideología política y lascreencias religiosas, investigaciones como lasde Lim y Johnson (2001), Newman, Danne-felser y Benish (2002) y Toro-Alfonso y Va-ras (2004), Delgado y Yong (2012), Pullido,Leyva, Ortiz, Mendoza, Rodríguez y Rosado(2013) y Rodríguez-Castro, Lameiras-Fer-nández, Carrera-Fernández y Vallejo-Medi-na (2013), identifican mayores niveles de re-chazo en quienes se autoidentifican con laderecha, aspecto que también se constata eneste estudio, y en quienes manifiestan profe-sar algún tipo de religión. Siendo esta últimacuestión no confirmada por la muestra, yaque quienes manifiestan practicar alguna re-ligión registran menores niveles tanto de ho-mofobia como de lesbofobia.

En referencia a la edad y el nivel de ins-trucciones, a pesar de que investigaciones co-mo las de Lim y Johson (2001), Newman,Dannefelser y Benish (2002) señalan que setrata de una variable determinante, otras co-mo las realizadas por Otero (2015a) o Moraly Valle de la O (2011b) indican que no es sig-nificativa. Como se ha señalado anteriormen-te, en este estudio se producen diferencias sig-nif icativas respecto a las personas gays ylesbianas, resultando el nivel de instrucciónmenos favorable respecto a las primeras ymás favorable en relación a las segundas. Espor ello por lo que resulta contradictorio elresultado, no pudiendo confirman la relaciónentre ambas variables.

Por lo tanto, cabe destacar que este con-junto de resultados pone de manifiesto que,las actitudes de las personas ante la diversi-dad sexual divergen en relación a sus carac-terísticas personales y sociales (edad, sexo,nivel de instrucción, religión, ideología polí-tica). Por lo que, tal y como señalan Crocker,Major y Steele (1998), las características in-dividuales (atributos) y el contexto social sondeterminantes en los procesos de estigmati-zación. También destaca que los distintos ti-pos de rechazo o las actitudes ante la homo-sexualidad, tanto masculina como femenina(malestar personal, desviación cambiabilidady homofobia institucional), están fuertemen-te correlacionados. Este dato destaca que nose trata de un factor puntual hacia una perso-

na concreta o un grupo determinado (solo va-rones o mujeres), sino que las actitudes de re-chazo y el estigma se orientan hacia la homo-sexualidad en general. Esto confirma la tesisexpuesta por Maroto (2006), quien señala queeste colectivo tiene adheridos múltiples este-reotipos, mitos y falsa creencias con gran ca-lado socialmente.

5. Conclusión

A través de la presente investigación se haconstatado la existencia de ciertas actitudesde homofobia y lesbofobia en los estudiantesde Trabajado Social mexicanos y mexicanas.Tal y como señalan los autores citados estetipo de actitudes en profesionales de esta dis-ciplina pueden generar procesos de victimi-zación y exclusión social. Es por ello, por loque las medidas formativas y preventivas sonnecesarias y resultan de especial importanciaya que, como se ha señalado anteriormente,el estigma es un fenómeno construido y re-producido socialmente.

Siendo la identidad sexual uno de los as-pecto que centra la intervención profesional,cabe reflexionar respecto a qué está realizan-do la disciplina al respecto en la formaciónde los futuros profesionales. Se destaca el ba-jo contenido en los planes docentes de la ma-yor parte de las universidades españolas res-pecto a la sexualidad y la diversidad sexual,como indica alguno de los autores citados. Através de la presente investigación, se ha po-dido comprobar que en la Universidad Autó-noma de Nuevo León, la formación de los fu-turos trabajadores y futuras trabajadorassociales también se destaca por la ausenciade dichos contenidos. No obstante, se identi-fican posibles materias en las que de formatransversal se podrían incluir e incluso se re-salta la posibilidad de crear una asignaturaespecífica. Es por ello por lo que en base alos resultados expuestos, consideramos ne-cesario reformular los planes docentes exis-tentes e incluir aspectos como la diversidadsexual, la LGTBI-fobia y los procesos de ex-clusión social de este colectivo en la forma-ción de los y las estudiantes. Además, se de-

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ben realizar medidas de concienciación y re-flexión respecto a este tipo de actitudes en lapraxis y sus consecuencias tanto para estu-diantes como para profesionales en activo.

Tal y como señalan algunos de los auto-res citados, los agentes de cambio, entre losque se encuentras los trabajadores y las tra-bajadoras sociales, mediante acciones basa-das en los derechos humanos, pueden promo-ver la decodificación de los estigmas yprevenir la discriminación. De esta forma secontribuye a la ruptura de los procesos de pro-ducción y reproducción de las desigualdadessociales. Es por ello por lo que sería tambiénidóneo realizar campañas preventivas y jor-

nadas formativas con el alumnado, ya que sonlos futuros y las futuras profesionales del Tra-bajo Social y, por lo tanto agentes de cambio.Así, tal y como señala Parker (2012), sería in-dispensable aunar esfuerzos destinados a:

(1) la creación de identidades de resis-tencia;

(2) acciones de apoyo individual y jurí-dico;

(3) acciones políticas;(4) la producción cultural;(5) la construcción de identidades trans-

formadoras y(6) la movilización de las comunidades.

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Anexo IResultados MHS.G

Escala Ítem M DT

Malestar personal MHS.G1 1,64 1,137MHS.G2 1,42 0,922MHS.G3 1,61 1,14MHS.G4 1,64 1,076MHS.G5 2,22 1,605MHS.G6 1,75 1,247MHS.G7 1,89 1,171MHS.G8 1,93 1,339MHS.G9 2,05 1,363

Desviación cambiabilidad MHS.G10 1,8 1,232MHS.G11 1,8 1,237MHS.G12 1,91 1,302MHS.G13 2,39 1,404

Homofobia Institucional MHS.G14 2,15 1,418MHS.G15 2,14 1,461MHS.G16 1,58 1,095MHS.G17 1,69 1,193MHS.G18 2 1,29MHS.G19 2,27 1,515MHS,G20 2,44 1,459MHS.G21 2,41 1,183

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Anexo IIResultados MHS.L

Escala Ítem M DT

Homofobia Institucional MHS.L1 2,39 1,3MHS.L2 2,11 1,272MHS.L3 2,05 1,31MHS.L4 3,17 1,583MHS.L5 2,73 1,523MHS.L6 1,81 1,276MHS.L7 2,57 1,383MHS.L8 2,31 1,375MHS.L9 2,04 1,225

MHS.L10 2,12 1,346MHS.L11 1,99 1,421

Malestar personal MHS.L12 2,49 1,284MHS.L13 1,81 1,292MHS.L14 1,71 1,211MHS.L15 1,87 1,239MHS.L16 1,85 1,223MHS.L17 1,87 1,281MHS.L18 2,47 1,557MHS.L19 1,99 1,298MHS.L20 2,11 1,334MHS.L21 1,87 1,334

Desviación cambiabilidad MHS.L22 1,87 1,317MHS.L23 2,05 1,353MHS.L24 2 1,306

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Gobernando las mentes: sobre las dimensiones subjetivas de la precarización laboral

Beatriz Casas González1

Recibido: 18 de marzo de 2016 / Aceptado: 23 de enero de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. A partir del conflicto generacional entre trabajadores/as de las empresas recuperadas en la Argentinatras la crisis económica de 2001, este trabajo investiga los límites y posibilidades de la movilización obrera en elcontexto de la precariedad laboral. Analiza la precarización laboral atendiendo a tres niveles —programático, ins-titucional y subjetivo— y a sus interrelaciones recíprocas. Concluye que de este entramado resultan tecnologíasde (auto)gobierno que naturalizan y legitiman la precarización progresiva de las relaciones laborales, actuandocomo herramientas de control social subjetivo y objetivo de los/as trabajadores/as que son vitales para la repro-ducción del actual modelo de acumulación capitalista. Tales instrumentos de poder limitan, por lo tanto, la capa-cidad de articular luchas opositoras de los/as trabajadores/as, pero sin anularla completamente; el análisis críti-co de estas estrategias de (auto)gobierno supone un primer paso fundamental para su oposición y la organizaciónde formas alternativas de relaciones laborales y sociales emancipadoras que respondan al complejo panorama la-boral de nuestros días.Palabras clave: empresas recuperadas; precarización laboral; movilización obrera; tecnologías de autogobierno;subjetivización.

[en] Governing minds: on the subjective dimensions of labour precarity

Abstract. Taking as its basis the generational conflict among workers at recuperated enterprises in Argentinafollowing the economic crisis of 2001, this work investigates the limits and possibilities of worker mobilizationwithin the context of labour precarity. It analyses labour precarity on three levels —programmatic, institutionaland subjective— and their reciprocal interrelations. The conclusion is that this framework gives rise to technologiesof (self) governance that naturalize and legitimize the progressive precariousness of labour relations, acting astools for the subjective and objective social control of workers that play a vital role in the reproduction of thecurrent model of capitalist accumulation. Such instruments of power therefore limit, but do not entirely nullify,the capacity of workers to engage in opposing action. The critical analysis of these (self) governance strategiesentails a fundamental first step toward opposition and the organization of alternative forms of emancipatory labourand social relations that respond to the complex contemporary labour landscape.Keywords: recuperated enterprises; labour precarity; worker mobilization; (self) governance technologies; sub-jectivization

Sumario: 1. Problemática y pregunta de investigación. 2. Conceptualización y método. 3. Los nivelesprogramático e institucional y su relación con el subjetivo. 4. El nivel subjetivo y su efecto sobre el programá-tico e institucional. 5. Conclusiones. 6. Referencias bibliogáficas. 7. Anexos.

Cómo citar: Casas González, B. (2017) Gobernando las mentes: sobre las dimensiones subjetivas de la precari-zación laboral, en Cuad. trab. soc. 30(2), 435-449.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.52125

1 Universidad Libre de Berlín, [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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1. Problemática y pregunta de investigación

Concluye Juan Pablo Hudson su libro Acá no,Acá no me manda nadie. Empresas Recupe-radas por obreros 2000-2010 (Hudson,2011a) con la siguiente reflexión:

Esta es la historia de una experiencia queprobablemente no vuelva a pasar. La ocupa-ción de fábricas requiere de un tipo de com-promiso, de saberes y de esfuerzo con el tra-bajo que, tal vez, quienes protagonizaron lasocupaciones a principio de este siglo hayan si-do la última generación que los posea (p. 220).

De esta forma pone de relieve el conflic-to generacional entre «laburantes» y «pibes»,entre los/as obreros/as que recuperaron lasempresas donde trabajaron durante décadas,cuando la crisis de 2001 a punto estuvo decostarles su empleo, y los/as nuevos/as traba-jadores/as, incorporados/as ante la necesidadde nueva mano de obra, a las cooperativas queresultaron de tales ocupaciones.

Se trata de un conflicto de subjetividades,de culturas y éticas del trabajo que divergenen aspectos tan cruciales como,

El alcance y el sentido del tiempo libre enla vida de los trabajadores, el trabajo y el con-sumo, la igualación entre trabajo e identidad,el sacrificio y la permanencia durante jorna-das extensísimas como sinónimo de dignidad,el lugar del cuerpo y sus padecimientos en elespacio de trabajo, los parámetros colectivospara determinar el bienestar o la felicidad enlas fábricas sin patrones, entre otros (Hudson,2012, p. 3).

Este conflicto generacional responde fun-damentalmente a las diferencias entre las tra-yectorias laborales de unos y otros. Para los«pibes», como para tantos otros trabajadoresde su generación, la precarización de las re-laciones laborales es la norma. Están acos-tumbrados a la reiteración de empleos en ne-gro, los contratos temporales, largos períodosde desocupación, la combinación entre el co-bro de subsidios estatales y los trabajos poco

remunerados a tiempo determinado. Por elcontrario, los socios, incluso los más jóvenes,llevan décadas trabajando en las mismas fá-bricas que recuperaron (Hudson, 2011b, p. 7).

Retomando la cita inicial, y en consonan-cia con Bourdieu (1998, p. 98) y Castel (2005,p. 65), quienes a finales de la década de 1990expresaron sus temores a que, en el contextode la precariedad, la resistencia colectiva pu-diera convertirse en imposible, formulo lapregunta que motiva esta investigación: a laluz de las nuevas subjetividades obreras, queconciben la precarización laboral como unhecho natural y, por lo tanto, no susceptiblede ser transformado, ¿qué cabe esperar, no yasólo del futuro de las empresas autogestiona-das, sino de cualquier lucha opositora de lasnuevas generaciones de trabajadores/as?

En este sentido, me planteo: 1) cuáles sonlas causas de ese cambio en la cultura del tra-bajo que integra la precarización como nor-malidad; y 2) de qué manera actúa la preca-rización laboral como estrategia subjetiva decontrol social.

2. Conceptualización y método

La precarización es un fenómeno cuya im-portancia ha sido subrayada en los últimostiempos, hasta el punto de que Lorey ha afir-mado que, «si no entendemos la precariza-ción, no entendemos ni la política ni la eco-nomía del presente» (Lorey, 2012, p. 1). Suconceptualización, no obstante, no parece cla-ra, quizás porque, como señala Druck:

During the transition from the 20th to the21st century, the sociohistorical contradictionsof work do not allow for definitive conclusionsregarding disruptions and new forms of laboror social relationships [because] new and oldforms of labor and employment coexist, arecombined, and, at the same time, redif inethemselves2 (2014, pp. 46-48).

De lo anterior deducimos que no se tratade una tendencia nueva ni exclusiva del mer-

2 Durante la transición del siglo XX al XXI, las contradicciones sociohistóricas del trabajo no permitieron alcanzar conclu-siones definitivas con respecto a nuevas formas de trabajo o de relaciones sociales, debido a la coexistencia de nuevas yviejas formas de trabajo y empleo, su combinación y redefinición (traducción de la autora).

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cado laboral, sino que afecta a todos los cam-pos del trabajo. Con Druck y Pérez Saínz po-demos concluir también que se encuentra ca-racterizada por dinámicas micro y macro ypor procesos a nivel local y global. Además,ambos autores coinciden en remarcar la im-portancia del Estado y el sistema político co-mo dimensiones insoslayables; así como larelevancia de las diferentes formas de resis-tencia de los/as trabajadores/as y el papel delos actores sindicales, como parte de dinámi-cas de poder que subyacen al fenómeno de laprecarización (Druck, 2014; Pérez Sainz,2014, pp. 202-203).

Más allá de su dimensión material, la pre-carización, en tanto que incertidumbre y ex-posición al peligro, también tiene una impor-tante dimensión subjetiva. En palabras deLorey, la precarización «abarca la totalidadde la existencia, los cuerpos y los modos desubjetivización» (2012, p. 1).

Mi objetivo es el de analizar las interre-laciones mutuamente constituyentes de ladimensión material y subjetiva de la preca-riedad, y las formas que adoptan en diferen-tes niveles de organización social. Para ellome serviré de algunos estudios de la socio-logía del trabajo alemana (Dörre, 2005,2013; Bröckling 2007; Lorey, 2012; Evers-berg, 2014) y latinoamericana (Hudson,2011, 2012; Pérez-Sainz, 2014; Druck,2014).

El carácter de este artículo es, pues, fun-damentalmente teórico y el método que em-pleamos consiste en la revisión y el análisisde fuentes secundarias. Las fuentes primarias—entrevistas realizadas por el sociólogo ar-gentino Juan Pablo Hudson (2011a)— que sehallan recogidas en el anexo sirven de sopor-te empírico a la reflexión teórica. Si bien di-chas entrevistas no pretenden ser representa-tivas de la totalidad de trabajadores/as fabrileshoy en día, sí que arrojan luz sobre los pro-cesos y dinámicas estudiados aquí.

La relevancia y aportación epistemológi-ca de esta investigación es doble: En primerlugar, por su enfoque analítico que no priori-za una dimensión (subjetiva o material) so-bre la otra, sino que se centra explícitamenteen las interconexiones entre ambas. De ahí el

recurso a Foucault y su noción del poder co-mo acción performante que permea las fron-teras entre lo subjetivo y lo material, de talforma que uno no pueda entenderse sin elotro, sino como parte de una misma lógica degobierno.

En segundo lugar, porque aúna perspecti-vas provenientes de contextos y tradicionessociológicas geográfica e históricamente dis-tantes, pero que se centran sobre un mismofenómeno social, a saber: el de la precariza-ción laboral. De esta forma pretendo ponerde relieve el valor de un diálogo intradiscipli-nar y transfronterizo, máxime cuando se tra-ta de procesos que han adoptado una dimen-sión global, a pesar de las especificidadeslocales, como el que aquí nos ocupa.

La razón por la que centro mi estudio enlas dimensiones subjetiva y material es por-que ambas se encuentran interrelacionadas,hasta el punto de que no es posible compren-der la una sin la otra. En este sentido, la di-ferenciación analítica propuesta por Evers-berg (2014) entre niveles programático,institucional y subjetivo resulta especialmen-te oportuna. Para poder comprender por quéla precarización se ha convertido en un ele-mento fundamental para la conformación deconductas —subjetivización—, es precisoanalizar los instrumentos políticos y las tec-nologías sociales que se hallan detrás de dicha precarización —lo que Eversberg de-nomina «el nivel de la prescripción progra-mática»— y su efecto sobre las relacio-nes sociales —laborales, familiares, accesoa bienes y servicios, etc.— o «nivel de la praxis institucional» (Eversberg, 2014, pp. 19-20). Tal distinción no excluye en nin-gún caso el reconocimiento de que, en la re-alidad, los tres niveles se encuentra interco-nectados.

Este planteamiento analítico nos permite,además, estudiar el impacto político y socialprovocado por la dimensión subjetiva de laprecarización; o sea, cómo el plano subjeti-vo repercute, a su vez, en el nivel programá-tico e institucional. Mi propuesta es, por lotanto, la de considerar la dimensión subjeti-va no sólo en tanto que efecto, sino tambiénen tanto que causa de la precarización.

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3. Los niveles programático e institucio-nal y su relación con el subjetivo: la subje-tivización en tanto que efecto de la preca-rización

Del punto anterior se deprenden tres pregun-tas clave: ¿Cuáles son algunos de los princi-pales instrumentos de poder y tecnologías so-ciales trás la precarización laboral? ¿Quéformas adoptan en el nivel institucional y có-mo impactan sobre el nivel subjetivo? Basomis reflexiones acerca de las dimensionessubjetivas de la precarización en testimoniosde «pibes» y «socios» de las cooperativas,que recojo al final de este trabajo, como ane-xo.

Con respecto a los instrumentos de podery las tecnologías sociales, Pérez Sainz, citan-do a Mora Salas (2010), propone conceptua-lizar la precarización en base a «tres dimen-siones que están intrínsecamente articuladasy que no siempre resulta factible analizar demanera separada: desregulación laboral, re-estructuración productiva y flexibilidad labo-ral y debilitamiento del actor sindical» (Pé-rez Sainz, 2014, pp. 202-203). En estesentido, diversos autores han coincidido enidentificar estas mismas dimensiones comoparte de un proceso global de reestructura-ción capitalista, caracterizado por la crisis delfordismo y del Estado del bienestar, la finan-cialización de la economía, las políticas ne-oliberales y la reestructuración productiva

(Druck, 2014; Boltanski y Chiapello, 2002;Dörre, 2013).

En el curso de la demolición y reorgani-zación del Estado del bienestar, así como delos derechos asociados al mismo, la precari-zación se ha tornado. más allá de su dimen-sión laboral, en un instrumento de gobiernoy en un fundamento de la acumulación capi-talista al servicio de la regulación y controlsociales (Lorey, 2012, p. 1 ). Apoyándosetambién en la proclamación de una supuestaausencia de alternativas, la precarización, seha constituido en un elemento clave del «nue-vo espíritu del capitalismo» (Boltanski yChiapello, 2002). Es decir, la precarización,en tanto que instrumento discursivo, ha pa-sado a formar parte del conjunto de creenciasasociadas al orden capitalista que contribu-yen a justif icar dicho orden y a mantener, legitimándolos, los modos de acción y las dis-posiciones que son coherentes con él (Bol-tanski y Chiapello, 2002, p. 46).

El cambio en el sistema de acumulacióncapitalista, al que he hecho referencia antes,y que algunos autores han denominado newregimen of flexible accumulation3 (Druck,2014, p.46) o finanzkapitalistische Akkumu-lation und Reproduktion4» (Dörre, 2013,p.125) se refleja en la esfera laboral en el pa-so al post-fordismo y post-taylorismo. Estatransformación está vinculada a una «críticaartística» (Boltanski y Chiapello, 2002) almodelo taylorista, que resultó en potentes ci-

Nivel subjetivo

(producción de conductas, modosde sentir y pensar, etc.)

Nivel institucional

(relaciones sociales: laborales, familiares,acceso a bienes y servicios, etc.

Nivel programático

(instrumentos políticosy tecnologías sociales)

3 «Nuevo régimen de acumulación flexible» (traducción de la autora).4 «Acumulación y reproducción del capitalismo financiero» (traducción de la autora).

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clos de luchas abiertos a fines de la décadade 1960 y mitad de los 70. Tales reivindica-ciones de autonomía, de liberación de la ima-ginación, de creatividad, de mayor flexibili-dad, de rupturas de las disciplinas fueronabsorbidas e instrumentalizadas unilateral-mente por las patronales para incrementar laflexibilidad laboral y redefinir el papel de lossindicatos (Boltanski, 2002, p.2 84; Dörre,2005, p. 251; Hudson, n/d, p. 1), cuyos efec-tos se extienden a la dimensión subjetiva, co-mo se verá más adelante.

Asociadas a la precarización y al cambiode modelo de acumulación capitalista, obser-vamos múltiples e interrelacionadas dinámi-cas sociales que se traducen en diversas for-mas de subjetivización. Entre estas dinámicascabe destacar la economización de lo social– Ökonomisierung des Sozialen», de Bröc-kling, 2007, p. 12), e inscrita en esta tenden-cia, la mercantilización de lo laboral (PérezSainz, 2014, p. 235), la imposición de unaciudadanía social de tipo neo-liberal, basadaen responsabilidades individuales —aleján-dose así de la noción de derechos colecti-vos— y, asociada a ella, la expansión de unindividualismo consumista (Pérez Sainz,2014, p. 235), el asentamiento de una cultu-ra laboral del riesgo, que naturaliza y legiti-ma la incertidumbre del proceso productivoen el nuevo contexto globalizador (Carrillo eIranzo, 2000) y la obligación de defenderseindividualmente contra tales riesgos, median-te la obtención de competencias y el incre-mento del propio capital humano y la propiaempleabilidad (Bröckling, 2007; Pérez Sainz,2009; Bührman, 2012; Pérez Sainz, 2014;Eversberg, 2014).

El resultado de estas dinámicas sociales,que podemos circunscribir en lo que hemosdenominado el nivel institucional, es la cre-ación de múltiples regímenes de subjetiviza-ción (Bröckling, 2007) que, no obstante, com-parten algunos elementos comunes.

Tal y como podemos extraer de algunos tes-timonios de los propios empleados de las co-operativas argentinas y de los socios coopera-tivistas, se trata de construcciones subjetivasbasadas en la individualización, el consumo yla naturalización y legitimación del riesgo.

Así lo explica Luciano, un «pibe» de la fá-brica «La Victoria», en Rosario, Argentina:

A mí, el futuro hasta ahora no me impor-ta, yo cuido la vida, el futuro viene solo. (...)Ahorrar no ahorro nada. Intenté pero no pue-do. Yo sé que para tener una familia, tu mujery tu hijo, primero tenés que tener una casa queesté a tu nombre, un buen trabajo, todo lo ne-cesario y después sí, ahí armás tu familia. Pe-ro no pienso en eso, yo quiero vivir mi vida afull. (...) Porque la guita no me importa, me lagasto al toque. (...) Prefiero disfrutar un fin desemana entero que quedarme con la plata enel bolsillo. A la plata hay que gastarla. Con elprimer sueldo me compré la Playstation y untelevisor de 29 pulgadas. El mes pasado mecompré un celular de $ 2.100. Tiene una pan-talla impresionante. ¿Y qué? ¿Qué pasa? ¿Cuáles el problema? Si lo disfruto (Hudson, 2011a,pp. 162-166, recogido como anexo).

Alejandro, ex-presidente y síndico de lacristalera «Vitrofin», confirma la visión deLuciano:

«En nuestro caso, los chicos que fuimosincorporando son muy jovencitos y nos encon-tramos con pibes que no ven como una opor-tunidad la posibilidad de adquirir una capaci-tación, la posibilidad de un crecimiento futuro,de tener una familia. Vienen simplemente porla necesidad de trabajo inmediato o porque losmandan los padres. Y después cuando com-prueban que pueden cobrar una semana, sevan. Acá en Vitrofin nos hemos encontradocon el problema de que si les pagás un vier-nes, el sábado ya no vienen porque les pagas-te el día anterior, si les pagaste el día sábado,a veces durante la semana no vienen, o comotienen plata para el fin de semana, el lunes novienen porque ya cobraron. Realmente se tra-tó de buscarle la vuelta por distintos lados pe-ro no la encontramos. Al no encontrarle lavuelta acá adentro, salimos a buscar respues-tas a otras industrias y encontramos lo mismoen fábricas de muebles de acá, de Cañada deGómez, o en industrias relacionadas con elplástico. (...) En un período la empresa estu-vo pagando poco dinero y muchos ya habíancomprado la motito, el celular, las zapatillas(...) Entonces la idea no era poder hacer unacarrera en Vitrofin o en otro lado, la idea erapoder pagar la moto, el celular, las zapatillas,o tener para el fin de semana. Yo creo, siendo

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sincero, que nosotros tampoco pudimos trans-mitirles un poco esa cultura del trabajo con la que contamos. Una cultura en donde la idea de planif icación esté presente (pp. 180-181).

El trabajo asalariado ha perdido para am-plios sectores su función como elementoaglutinador de la sociedad (Dörre, 2005, p.253) y el vínculo a una empresa o actividadlaboral concreta ha dejado de ser un referen-te objetivo de la construcción de identidades(Godoy et al., 2007, p. 97, citado en PérezSainz, 2014, p. 233).

Ha tenido lugar un cambio en los meca-nismos disciplinarios de las subjetividadesobreras. Los códigos y valores imperantes enel sistema de la fábrica fordista (disciplina,sacrificio, compromiso con la empresa, iden-tidad obrera) han sido sustituidos por nuevosregímenes de subjetivización entorno al consumo, el tiempo libre y la exaltación de lapropia individualidad (Hudson, 2011a, pp.168-169).

De nuevo, el testimonio de uno de los «pi-bes» de «La Victoria» es esclarecedor:

El tema era que yo faltaba mucho (en unanterior trabajo como quintero), un poco co-mo me pasa acá en La Victoria. Ése es el temaque yo tengo en los trabajos. Falto mucho.

Yo, por ejemplo, salgo de joda el viernes ytermino el lunes, por decirlo de alguna mane-ra. El trabajo no me importa nada. Bueno, porahí un toque sí, pero no mucho. Aparte cuál esel problema, si me echan de un trabajo, buscootro (...) Como les digo acá en La Victoriacuando a veces falto y me dicen que me van aechar a la mierda: échenme, si a mí no me vana pesar las piernas y las manos para buscar otrotrabajo, me voy a otro lado. (p. 163)

Por último, asociada a la precarización la-boral, se ha producido una desorganizacióngeneralizada de la noción espacio-temporal(Dörre, 2005, p. 253; Eversberg, 2014, p. 44),que impide o dificulta, en el mejor de los ca-sos, «la planificación racional de un proyec-to de vida» (Bourdieu, 2000, p. 10, citado enDörre, 2005, p. 253).

A este respecto, las palabras de un traba-jador de «La Victoria» que fue despedido y

posteriormente reincorporado sirven de ilus-tración:

(...) desde que me echaron de La Victorianada es seguro. Yo era intocable y llegué un lu-nes y me dijeron: Pacho, estás despedido, an-dá y esperá el telegrama en tu casa, y me echa-ron a la mierda. Ahí me di cuenta y se lo digoa todo el mundo: nadie es seguro en ningún la-do, hoy en día nadie es seguro. (...) Me ayudóentrar de nuevo a la fábrica. Igual, no quieropensar mucho porque me hace mierda, me pre-ocupo, por eso trato de pensar en positivo, por-que por ahí hay algunas noches que no me pue-do dormir y pienso en qué mierda voy a hacersi no me renueva el contrato. El tema es queando con muchas deudas, muchas cuentas quetengo que pagar. Mi mujer por ahí es más de-cidida. La otra vuelta me dice: «Pacho, vamosa comprar esto, vamos a comprar lo otro». Pe-ro pará un poquito, le digo, pará la mano, novaya a ser que me echen y nos tengamos quemorfar las cosas (Hudson, 2011a, pp. 169-170).

Todos estos elementos condicionan las po-sibilidades de movilización política de los/astrabajadores/as y su capacidad de elaboraruna respuesta opositora y crítica a la precari-zación laboral. Es por este motivo por lo queanalizo, en el siguiente punto, la subjetiviza-ción en tanto causa de la precarización.

4. El nivel subjetivo y su efecto sobre el pro-gramático e institucional: la subjetivizaciónen tanto que causa de la precarización

Si entendemos la subjetivización como lasmúltiples formas de producción de personas,sus características y las relaciones socialesque coexisten en una formación social,(Eversberg, 2014, p. 25) y que, al igual queel concepto marxista de producción estricta-mente económica, también estructuran y seencuentran estructurada en base a clases so-ciales, podemos entender la dimensión sub-jetiva de la precarización en toda su comple-jidad.

Bajo este prisma, la subjetivización depende, por lo tanto, de los medios de pro-ducción, en sentido amplio, de los que cadaindividuo dispone, de acuerdo con su posi-

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cionamiento dentro de las clases sociales, pa-ra su conformación como sujetos.

Son estas relaciones de poder las que de-terminan, por una parte, la capacidad de cier-tos discursos y tecnologías para establecersecomo elementos disciplinarios y, por la otra,las posibilidades de los actores, destinatariosde dichos discursos y tecnologías, de elabo-rar una respuesta a ellos. En palabras de Bröc-kling, «das Subjekt (...) ist weder Tabula rasa,in die sich die gesellschaftlichen Mächte eins-chreiben, noch autonomer Autor des eigenenLebens (...). Kein Produkt, sondern Produk-tionsverhältnis»5 (Bröckling, 2007, p. 22).

En este sentido conviene recurrir a las te-sis postoperaístas, concretamente, al concep-to del biocapitalismo (Codeluppi, 2009), entanto que sistema de acumulación que extraevalor no sólo de la inversión en capital cons-tante y variable, como sucedía en el fordis-mo, sino también de dispositivos y relacio-nes que tienen lugar fuera del proceso deproducción. Bajo esta perspectiva, el proce-so de producción de valor económico ya noestá circunscrito a una esfera determinada, si-no que se expande cada vez más a todos losámbitos de la vida humana. En este proceso,el papel del cuerpo humano también se veprofundamente afectado: el biocapitalismono produce valor únicamente a partir del cuer-po que trabaja, sino del cuerpo en su totali-dad (p. 217, citado en Eversberg, 2014, p. 41).

En consonancia con esta idea se encuen-tra el concepto de Landnahme (literalmente«ocupación de tierra») desarrollado por Dö-rre, según el cual la expansión del capitalis-mo necesita una progresiva «ocupación de te-rritorios» —en sentido figurado— que abarcadesde «diferentes formas de producción, gru-pos sociales y formas de vida hasta las estruc-turas de personalidad» (2013, p. 113). Coin-cide, además, este autor en identif icar lasubjetividad de los/as trabajadores/as comoun imprescindible recurso para el incremen-to de la productividad (2005, p. 250).

Como consecuencia de los procesos en elnivel programático e institucional, anterior-

mente descritos, la precarización ha supues-to un desposeimiento relativo de los mediosde la producción subjetiva a disposición delos/as trabajadores/as para la construcción yafirmación de su identidad social como agen-tes insertos en un grupo, y para la articula-ción y defensa de sus intereses de clase.

De esta forma, las relaciones entre capi-tal y trabajo y su conflictividad potencial sehan diluido (Pérez Sainz, 2014, p. 205) y sehan degradado las posibilidades de organiza-ción colectiva en las fábricas o con arreglo alas categorías laborales (Dörre, 2005, p. 253;Lorey, 2012, p. 3).

Entendemos así cómo la precarización, entanto que factor determinante en los proce-sos de subjetivización, se ha convertido en unimportante instrumento de control social delos/as trabajadores/as y en un medio de pro-ducción al servicio de un nuevo régimen deacumulación capitalista (Dörre, 2005, p. 250;Lorey, 2012, p. 1; Dörre, 2013, p. 113; Druck,2014, p. 46 ).

Junto a esta dimensión, la precarizaciónactúa también como una estrategia de gobier-no, según el concepto de gubernamentalidaddesarrollado por Foucault. El arte de gober-nar consiste, desde esta perspectiva, en la sub-jetivización (1994, p. 255); es decir, en con-ducir conductas para actuar sobre elcomportamiento de otros mediante su indivi-dualización (2005, p.2 86), conforme a lasexigencias impuestas por el modelo econó-mico establecido (1978, s/n).

Todo esto no significa que, en el contex-to de la precariedad, las posibilidades de opo-sición de los sujetos se hayan visto anuladas.Por el contrario, el objetivo de este análisises el de entender cómo, somos gobernadosmediante la precarización y seguimos siendogobernables, para poder encontrar fisuras ycapacidades de resistencia en esos mecanis-mos de gobierno (Lorey, 2012, p. 1). Dichode otra forma, identificar momentos de opo-sición a determinados regímenes de subjeti-vización y, lo que es más importante quizá,favorecerlos a través de la praxis política, pre-

5 «El sujeto no es ni tabla rasa en la que se inscriben los poderes sociales ni autor autónomo de la propia vida (...). No es pro-ducto, sino relación de producción» (traducción de la autora).

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supone la necesidad de reconocer contra quése erigen (Bröckling, 2007, p. 40).

5. Conclusiones

En este breve estudio me he centrado en lasinterrelaciones entre dimensiones subjetivasy materiales de la precarización laboral. Heargumentado que la precarización laboral esun fenómeno que abarca la totalidad de laexistencia y un elemento central para la con-formación de subjetividades.

En este sentido, he analizado la configura-ción de tales subjetividades en tanto que cau-sa y efecto de la precarización laboral. He aten-dido al entramado de relaciones sociales en lasque los procesos específicos de subjetiviza-ción se hayan inscritos. Para ello he distingui-do entre niveles programático, institucional ysubjetivo, adoptando el enfoque propuesto porEversberg (2014). Aunque he puesto el acen-to en el plano subjetivo, he identificado losprincipales procesos para cada uno de los ni-veles y señalado las relaciones entre ellos.

Para mi argumentación me he apoyadopredominantemente en fuentes secundariasde diferentes autores/as internacionales y entestimonios originales de trabajadores fabri-les en Argentina, recabados por Hudson(2011). La decisión de abordar la precariza-ción laboral desde las perspectivas de soció-logos/as de diferentes contextos geográficose intelectuales responde a la convicción de

que es preciso mirar conjuntamente los pro-cesos globales, como la precarización labo-ral, desde múltiples localizaciones.

El objetivo último de este breve artículoha sido el de desmentir el carácter natural quemuchos de los discursos y regímenes de sub-jetivización atribuyen a la precarización. És-ta constituye un recurso discursivo fundamen-tal del «nuevo espíritu del capitalismo», asícomo un instrumento de autogobierno y unfundamento de la actual acumulación capita-lista. La precarización laboral encuentra enlos modos de subjetivización que aquí hemosanalizado un importante elemento legitima-dor que favorece su reproducción.

Sin embargo, creo importante recalcar quela relación entre precarización y subjetiviza-ción no es de forma alguna determinante. Lasrelaciones y estructuras de poder que operanen este caso son contingentes y siempre sus-ceptibles de ser subvertidas.

Tenemos sin duda mucho que aprender delas luchas trabajadoras del pasado, de las quela recuperación de fábricas por sus obreros/ases un exponente fundamental, pero no pode-mos dejar de lado la nueva realidad social ala que nos enfrentamos. Es imposible deter-minar a priori la forma que han de adoptar lassubjetivizaciones capaces de cuestionar elmodelo laboral actual. Lo que es seguro esque distarán de aquéllas de los trabajadoresfordistas, pues el mundo laboral de hoy pocotiene que ver con aquél de hace apenas cin-cuenta años.

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7. Anexos

7.1. Testmonio de Luciano, «pibe» empleado en «La Victoria»(Hudson, 2011a, pp. 162-166)

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7.2. Testmonio de Pacho, empleado en «La Victoria»(Hudson, 2011a, p. 170)

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7.3. Testmonio de Alejandro, socio de «Vitrofin»(Hudson, 2011a, pp. 180-183)

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Análisis de la calidad de vida de las personas con discapacidadintelectual: un estudio comparativo entre gitanos y no gitanos

María Teresa del Álamo Martín1; María Ruiz Sanz2

Recibido: 30 de marzo de 2016 / Aceptado: 21 de septiembre de 2016 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumen. Nuestro estudio deriva de la necesidad de evaluar las áreas que influyen en la calidad de vida de laspersonas gitanas con discapacidad intelectual y de realizar una comparación con las personas no gitanas, con elfin de planificar los apoyos necesarios para mejorarla. Se trata de un estudio cuantitativo cuasi-experimental, conbase en los datos proporcionados por informantes cualificados, los trabajadores sociales de siete centros de dis-capacidad intelectual de Valladolid y Segovia (España). Mediante el uso de la escala Gencat evaluamos la cali-dad de vida de la muestra, dividida en dos grupos cada uno de 32 personas con discapacidad intelectual: uno deetnia gitana y el otro de etnia no gitana. Comparamos las dimensiones y el índice de la calidad de vida entre am-bos, así como las diferencias por género en los mismos. Llegamos a la conclusión de que la mejora de la calidadde vida de las personas con discapacidad intelectual de etnia gitana requiere acciones que muestren un impactosignificativo en las dimensiones de: bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material y la in-clusión social.Palabras clave: calidad de vida; discapacidad intelectual; gitano; inclusión social; condiciones de vida.

[en] Analysis of quality of life of people with intellectual disabilities: a comparative study of Roma and non-Roma peole

Abstract. Our study arises out of the need to evaluate the areas influencing the quality of life of Roma peoplewith intellectual disabilities by carrying out a comparison with non-Roma people, in order to plan the supportnecessary to improve quality of life. This was a quasi-experimental quantitative study based on the data providedby qualified informants: social workers from seven intellectual disability facilities in Valladolid and Segovia(Spain). We evaluated quality of life using the GENCAT scale, dividing our sample into two groups of 32 peoplewith intellectual disabilities, one group of Roma ethnicity and the other of non-Roma ethnicity. We compare thedimensions and quality-of-life index, as well as gender differences, for both groups. We conclude that to improvethe quality of life of people of Roma ethnicity with intellectual disability, action is required that will have asignificant impact on the dimensions of: emotional wellbeing, interpersonal relationships, material wellbeing andsocial inclusion.Keywords: quality of life; intellectual disability; Roma; social inclusion; standards of living.

Sumario: Introducción. 1. Metodología. 2. Resultados del estudio. 3. Discusión y conclusiones. 4. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Álamo Martín, MT.D.; Ruiz Sanz, M. (2017) Análisis de la calidad de vida de las personas con dis-capacidad intelectual: un estudio comparativo entre gitanos y no gitanos, en Cuad. trab. soc. 30(2), 451-461.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.52181

1 Universidad de Valladolid, Españ[email protected]

2 Universidad de Valladolid, Españ[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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Introducción

Diferentes autores han evidenciado las ma-yores dificultades que entraña la intervencióncon población de etnia gitana desde los diver-sos sistemas de bienestar social (Arenas,2012) si la comparamos con la población ge-neral. En particular, Domínguez (2007) al re-ferirse a la intervención del Trabajo Socialcon este colectivo lo denomina la «cuestióngitana», aludiendo a las vicisitudes que losprofesionales deben atravesar en su aborda-je, debido a las difíciles relaciones del colec-tivo con el resto de la sociedad. Estas dificul-tades son mayores para aquellos gruposgitanos que se encuentran en condiciones so-cioeconómicas más deficitarias, para los cua-les ser gitano conlleva un estigma, numerososprejuicios y estereotipos varios. Los rasgosculturales diferenciados en aquellos que ado-lecen de salud, educación, vivienda o empleose constituyen como auténticas trabas y, másaún, cuando en el seno de las familias gita-nas nacen personas con discapacidad.

Son muy escasos los estudios que relacio-nen la etnia gitana y la discapacidad intelec-tual en España. La presente investigación pre-tende evaluar la calidad de vida y establecerlas diferencias que pudieran existir entre laspersonas con discapacidad intelectual, gita-nas y no gitanas, para mejorar su atención yla de sus familias.

La calidad de vida la entendemos, al igualque Schalock y Verdugo, como «un concep-to identificado con el movimiento de avance,innovación y cambio en las prácticas profe-sionales y en los servicios, permitiendo pro-mover actuaciones a nivel de la persona, dela organización y del sistema social» (2007).

Utilizamos el modelo más extendido yaceptado de calidad de vida de Schalock y Ver-dugo (2002, 2003, 2007), por categorizarlo co-mo multidimensional, en el que se contemplanaspectos objetivos y subjetivos y vinculados afactores culturales, personales y ambientales.En este modelo se definen ocho dimensionesen las que se concretan indicadores:

1. Bienestar emocional, en el que se in-cluyen la satisfacción personal y vital, el

autoconcepto de sí mismo y la ausencia de estrés.

2. Relaciones interpersonales, que se con-creta en el establecimiento o no de relacionespositivas y de cercanía.

3. Bienestar material, en la que se con-templa aspectos sobre capacidad económica,en el que se incluyen condiciones de habita-bilidad de la vivienda que permitan a las per-sonas llevar una vida saludable y confortable.

4. Desarrollo personal, alude a la adqui-sición o mejora de competencias personalesy habilidades sociales, y el aprovechamientode oportunidades de aprendizaje que les per-mita su inclusión en el ámbito laboral y so-cial.

5. Bienestar físico, se incluye desde laatención sanitaria (preventiva, general, a do-micilio, hospitalaria, etc.); tiene en cuenta losaspectos de dolor, medicación y cómo inci-den en su estado de salud y les permiten lle-var una actividad normal.

6. Autodeterminación, se fundamenta enel proyecto de vida personal, en la posibili-dad de elegir, de tener opciones.

7. Inclusión social, se valora si existe re-chazo y discriminación por parte de los de-más.

8. Defensa los derechos, en el que se con-templa el derecho a la intimidad medible porel trato recibido por su entorno. Es importan-te indagar sobre el conocimiento y disfrutede los derechos de los ciudadanos.

La evaluación de las ocho dimensiones dela calidad de vida de las personas con disca-pacidad intelectual permitirá identificar losapoyos adecuados que requiere la persona condiscapacidad intelectual de etnia gitana. Noen vano, la Asociación Americana de Disca-pacidades Intelectuales y del Desarrollo(AAIDD) (Schalock, Borthwick-Duffy, Bra-dley, Buntinx, Coulter y Craig, 2010); la Or-ganización Mundial de la Salud (OMS, 2001)y otros organismos internacionales señalanque la discapacidad resulta de la interacciónentre la persona y el entorno en el que vive,por lo que el nivel de funcionamiento de laspersonas se verá favorecido por la disponibi-lidad de dichos apoyos.

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1. Metodología

Para realizar este estudio se contó con la ayu-da de profesionales, trabajadores sociales y cui-dadores, encargados de la evaluación de la ca-lidad de vida de personas gitanas y no gitanascon discapacidad intelectual reconocida por laGerencia Territorial de Servicios Sociales deCastilla y León, y con un grado comprendidoentre el 33 y el 75 por ciento. Todos ellos de 18o más años. A los profesionales se les pidió quehubieran trabajado como mínimo tres mesescon los usuarios, de manera que conocieranmuy bien su situación y/o que hubieran tenidoposibilidades de observarles en distintos con-textos y durante amplios períodos de tiempo.

1.1. Participantes

La muestra está compuesta por 64 personascon discapacidad intelectual procedentes deFundación Secretariado Gitano de Segovia(n = 4), Fundación Secretariado Gitano de Va-lladolid (n = 9), Cruz Roja (n = 8), C.E.A.S.-Segovia (n = 8), Comedor Social «Casa de latierra» (n = 6), Asociación de Personas conSíndrome de Down de Valladolid (n = 13) yC.E. Padre Zegrí (n = 15) y que dividimos endos grupos con el mismo número de personasde etnia gitana que de etnia no gitana (n = 32).Los grupos estaban formados por 17 hombresy 14 mujeres de etnia gitana y 13 hombres y19 mujeres de etnia no gitana. La distribuciónde la muestra por edades se hizo siguiente mo-do: 7 personas se encontraban en el rango de20 a 29 años (10,9 por ciento) de los cuales 4era de etnia gitana y 3 de no gitana, 26 perso-nas de 30 a 39 años (40,6 por ciento) de lascuales 12 personas eran gitanas y 14 no gita-nas, 17 personas de 40 a 49 años (26,6 porciento) de las cuales 12 eran personas gitanasy 14 no gitanas y 14 personas de 50 a 59 años(21,9 por ciento), 7 personas eran gitanas y 7no gitanas. La media de edad se situó en elrango entre 30 y 39 años.

1.2. Diseño

Utilizamos un diseño cuasi-experimental enel que se controlaron las variables, etnia y se-

xo, de modo que estuvieran equiparadas.Asignamos al grupo experimental (GE) a laspersonas con discapacidad intelectual de et-nia gitana y al control a las personas con dis-capacidad de etnia no gitana.

1.3. Variables e instrumentos

Las variables objeto de estudio fueron: la et-nia como variable independiente y la edad,sexo, lugar de captación, ciudad de origen,grado de discapacidad, índice de calidad devida y las dimensiones del modelo de calidadde vida de Schalock y Verdugo, como varia-bles dependientes.

El instrumento utilizado fue la escala Gen-cat de Verdugo, Arias, Gómez y Schalock(2009) que consta de 65 ítems distribuidos en8 subescalas que se corresponden con cada unade las dimensiones del modelo de calidad devida de Schalock y Verdugo (2002, 2003). Per-miten identificar los apoyos que la persona condiscapacidad precisa. Todos los ítems se enun-cian en tercera persona mediante una escalaLikert con cuatro opciones de respuesta 1. To-talmente en desacuerdo. 2. En desacuerdo. 3.De acuerdo y 4. Totalmente de acuerdo.

En cuanto a sus propiedades psicométricas,la escala tiene una buena consistencia interna0,916. Considerándose adecuada para las di-mensiones autodeterminación, bienestar emo-cional, desarrollo personal, derechos y rela-ciones interpersonales. Es más baja parainclusión social, bienestar material y físico.

1.4. Procedimiento

Se contactó en primer lugar con los profesio-nales del Comedor Social de Segovia para ex-plicarles el contenido del estudio y la propues-ta de participación. La respuesta fue afirmativay la propia entidad se puso en contacto conCruz Roja y Fundación Secretariado Gitanode Segovia a quienes pidió colaboración paraobtener la captación de parte de la muestra delcolectivo gitano con discapacidad.

Para la otra parte de la muestra de perso-nas con discapacidad no gitanas, se ofrecióla posibilidad de participar a profesionalesdel Centro Especial Padre Zegrí, de la Aso-

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ciación de Personas con Síndrome de Downde Valladolid y Cruz Roja.

Posteriormente, realizamos las entrevis-tas a los profesionales informadores, advir-tiéndoles desde el primer momento de su pa-pel de observadores externos, para completarel cuestionario. Se les solicitó que obrasencon responsabilidad, objetividad, veracidad yexactitud de los datos proporcionados de ma-nera que fueran conscientes de que la calidadde la información dependía de su habilidadpara completar la información de forma pre-cisa. A continuación, procedimos a cumpli-mentar cada uno de los cuestionarios con lainformación proporcionada por los informa-dores, todos ellos de etnia no gitana.

Tras la recogida de la muestra en su tota-lidad, se corrigieron los cuestionarios segúnlas normas de corrección e interpretación dela Escala Gencat (Verdugo, Arias, Gómez ySchalock, 2009) obteniendo las puntuacionesdirectas, estándar y percentiles por cada unade las dimensiones evaluadas y el índice decalidad de vida y el correspondiente percen-til. Y a continuación se analizaron los datoscon el programa informático SPSS:

En primer lugar, las variables sociodemo-gráficas:

— Para las variables cualitativas se cal-cularon frecuencias y porcentajes con un in-tervalo de confianza del 95 por ciento.

— Para las variables cuantitativas se cal-cularon los estadísticos descriptivos frecuen-cias, porcentajes, media, desviación típica yel intervalo de confianza del 95 por ciento pa-ra la media, la mediana y los valores máximoy mínimo. También se comprobó la hipótesisde normalidad utilizando el contraste de Sha-piro-Wilk (SW).

Posteriormente, con el fin de comprobarlas diferencias entre los grupos de etnia gita-na y no gitana, se compararon las medias delas puntuaciones obtenidas en la Escala Gen-cat mediante el contraste t-Student para mues-tras independientes en los casos en los que fueposible asumir la hipótesis de normalidad, yel contraste no paramétrico U de Mann-Whit-ney en caso de no confirmar distribución nor-

mal. En el caso de las cualitativas se utilizó elanálisis de tablas de contingencia. El estadís-tico de contraste fue el chi-cuadrado.

Para poder establecer comparaciones en-tre los grupos en razón de la etnia y el sexo,se utilizó el contraste no paramétrico U deMann-Whitney equivalente al U-test cuandolas muestras son muy pequeñas.

2. Resultados del estudio

2.1. Características de la muestra

En el Gráfico 1 se muestra la distribución delos grupos por etnia en función del lugar decaptación, siendo 5 entidades para el colec-tivo gitano y 3 para los no gitanos.

En el Gráfico 2 se presenta la distribuciónde los grupos por etnia y ciudad de proceden-cia.

En ambas variables encontramos diferen-cias significativas, pues no se controló la ciu-dad de procedencia ni la institución.

2.2. Comparación entre los grupos de et-nia gitana y no gitana

En las Tablas 1 y 2 se muestran los estadísti-cos descriptivos de las puntuaciones directas

Gráfico 1. Distribución de la muestra porinstitución de procedencia y etnia.

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obtenidas por cada uno de los grupos en ca-da una de las dimensiones evaluadas de cali-dad de vida.

Tal y como se puede apreciar en la Tabla 3,al comparar las medias de las puntuacionesobtenidas entre el grupo de personas de etniagitana y el de no gitana, destacan puntuacio-nes inferiores para aquel colectivo, con dife-rencias signif icativas en las dimensionesBienestar emocional (p = 0,000), Relacionesinterpersonales (0,004), Bienestar material(p = 0,000), Bienestar físico (p = 0,000), In-clusión social (p = 0,006).

2.3. Comparación entre los grupos de et-nia gitana y no gitana en función del sexo

Las Tablas 4 y 5 muestran los estadísticos des-criptivos de las puntuaciones estándar obte-nidas por cada uno de los grupos en funcióndel sexo en cada una de las dimensiones eva-luadas de la calidad de vida.

Además, se compararon las dimensionesde la calidad de vida entre varones y mujeresde etnia gitana y varones y mujeres de etniano gitana. En el grupo de etnia gitana com-

Gráfico 2. Distribución de la muestra porciudad de procedencia y etnia.

Tabla 1. Descriptivos estadísticos y prueba de normalidad de puntuaciones estándar por cada una de las dimensiones de la calidad de vida

Personas de etnia gitana

H0: normalidadDimensiones N Mínimo Máximo X̄ σσ

SW test p-valor

Bienestar 32 2,00 13,00 7,2188 2,94831 0,970 0,502emocional

Relaciones 32 1,00 19,00 9,1250 3,58986 0,978 0,753interpersonales

Bienestar material 32 1,00 26,00 4,5625 5,73578 0,639 0,000*

Desarrollo 32 3,00 13,00 8,7812 3,08727 0,915 0,015*personal

Bienestar físico 32 1,00 13,00 3,2500 2,72385 0,796 0,000*

Autodeterminación 32 4,00 16,00 9,4688 2,99445 0,937 0,060

Inclusión social 32 1,00 15,00 6,6875 3,39295 0,947 0,119

Derechos 32 1,00 13,00 6,8125 3,20722 0,969 0,475

N = Número de casos; X̄ = Media; σ= desviación típica; SW= Shapiro-Wilk. * p < 0,05.

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Tabla 2. Descriptivos estadísticos de puntuaciones estándar por cada una de las dimensiones de la calidad de vida

Personas de etnia no gitana

H0: normalidadDimensiones N Mínimo Máximo X̄ σσ

SW test p-valor

Bienestar 32 2,00 15,00 10,4063 3,32012 0,905 0,008*emocional

Relaciones 32 3,00 17,00 11,3438 3,02260 0,970 0,493interpersonales

Bienestar material 32 1,00 13,00 8,1250 2,92652 0,894 0,004*

Desarrollo 32 4,00 16,00 10,2500 3,45478 0,956 0,208personal

Bienestar físico 32 1,00 14,00 8,2500 3,50115 0,958 0,242

Autodeterminación 32 3,00 16,00 8,5312 3,33103 0,951 0,157

Inclusión social 32 2,00 16,00 9,7813 4,43399 0,909 0,011*

Derechos 32 1,00 13,00 6,7813 3,54450 0,953 0,177

N = Número de casos; X̄ = Media; σ= desviación típica; SW= Shapiro-Wilk. * p < 0,05.

Tabla 3. Comparación entre los grupos de etnia gitana y no gitana

H0: igualdad H0: igualdad de medidasde varianzas

Levene p-valor U de Mann-Whitney p-valorTest t-student

Bienestar emocional 227,000* 0,000*

Relaciones interpersonales 300,000* 0,004*

Bienestar material 183,500* 0,000*

Desarrollo personal 0,409 0,525 –1,793** 0,078

Bienestar físico 139,000** 0,000*

Autodeterminación 1,383 0,244 415,000* 0,190

Inclusión social 306,500* 0,006*

Derechos 505,000* 0,925

Indice de calidad de vida 216,500* 0,000*

* T-test. ** U de Mann-Whitney. * p < 0,05.

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probamos que las mujeres tienen peor cali-dad de vida que los varones en las dimensio-nes Relaciones interpersonales (p = 0,027),

Autodeterminación (p = 0,008) y Derechos(p = 0,02). Mientras que las mujeres de etniano gitana tienen peor calidad de vida que los

Tabla 4. Descriptivos estadísticos de puntuaciones estándar por cada una de las dimensiones de la calidad de vida por sexo de etnia gitana

Hombres Mujeres

N X̄ σσ Rango N X̄ σσ Rango

Bienestar emocional 17 7,9412 3,03048 2-13 15 6,4000 2,72029 2-11

Relaciones 17 10,5882 3,31773 7-19 15 7,4667 3,22638 1-12interpersonales

Bienestar material 17 3,411817 3,00123 1-10 15 2,8000 2,21037 1-26

Desarrollo personal 17 8,8235 2,85559 3-13 15 8,7333 3,43234 3-13

Bienestar físico 17 3,1176 2,26060 1-7 15 3,4000 3,24698 1-13

Autodeterminación 17 10,7059 3,03654 6-16 15 8,0667 2,31352 4-13

Inclusión social 17 7,7059 3,45985 2-15 15 5,5333 3,02056 1-11

Derechos 17 8,0000 3,42783 2-13 15 5,4667 2,38647 1-9

N = Número de casos; X̄ = Media; σ= desviación típica.

Tabla 5. Descriptivos estadísticos de puntuaciones estándar por cada una de las dimensiones de la calidad de vida por sexo de etnia no gitana

Hombres Mujeres

N X̄ σσ Rango N X̄ σσ Rango

Bienestar emocional 13 10,9231 3,27774 3-17 19 10,0526 3,39073 2-15

Relaciones 13 11,5385 3,61975 2-13 19 11,2105 2,63690 7-16interpersonales

Bienestar material 13 8,3077 2,71982 8-16 19 8,0000 3,12694 1-13

Desarrollo personal 13 12,9231 2,49872 1-14 19 8,4211 2,77520 4-14

Bienestar físico 13 6,9231 3,66200 5-16 19 9,1579 3,16690 1-13

Autodeterminación 13 10,6923 2,98286 6-16 19 7,0526 2,73808 3-13

Inclusión social 13 12,6154 3,09673 2-16 19 7,8421 4,20665 2-16

Derechos 13 6,7692 4,00320 1-13 19 6,7895 3,30956 1-12

N = Número de casos; X̄ = Media; σ= desviación típica.

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varones de su misma etnia en las dimensio-nes: Desarrollo personal (p = 0,000), Autode-terminación (p = 0,003) e Inclusión social(p = 0,004).

2.4. Índice de calidad de vida de las per-sonas con discapacidad intelectual de et-nia gitana y de etnia no gitana

Tras sumar las puntuaciones estándar de ca-da una de las dimensiones de la calidad de vi-da, se obtuvo el índice de calidad de vida decada una de las personas con discapacidad deetnia gitana y no gitana y, a continuación, secalcularon los estadísticos de cada uno de losgrupos. Para el grupo de etnia gitana, la me-dia fue de 76,6 con un índice de calidad devida de 96 y para el grupo de no gitanos lamedia fue de 93,8 con un índice de calidadde vida de 112. Comparando ambos gruposse encontraron diferencias signif icativas(p = 0,000).

La media del índice de calidad de vida delgrupo de etnia gitana se sitúa en el percentil40, lo que significa que el 60 por ciento de lamuestra estandarizada tiene un índice de ca-lidad de vida superior al mismo, mientras queen el grupo no gitano solo el 21 por ciento ob-tuvo una puntuación más alta.

Cuando comparamos los índices de cali-dad de vida en el colectivo de etnia gitana porrazón del sexo, comprobamos que las muje-res tienen un menor índice de calidad de vi-da que los varones de su misma etnia(p = 0,018). Estos diferencias se repiten en elgrupo de etnia no gitana en el que de nuevolas mujeres obtienen peor índice (p = 0,033).

3. Discusión y conclusiones

En primer lugar, debemos señalar la dificul-tad para captar la muestra. La necesidad deincluir siete entidades en nuestro estudio pue-de deberse a que el grupo de personas con dis-capacidad intelectual de etnia gitana es másreducido en comparación con el del resto dela población en general. Según la EncuestaFoessa 2009-2010, se estima que el 1,7 porciento de la población total española es de et-

nia gitana. No tenemos datos sobre cantidadde población con discapacidad intelectual deetnia gitana y no gitana, debido a que la va-riable pertenencia a la comunidad gitana nose tiene en cuenta en las encuestas de pobla-ción española, salvo en algunos estudios es-pecíficos. Otra de las razones puede debersea que la población gitana tiene más dificulta-des para acceder a los recursos normalizadosen comparación con el total de la población(Fundación ONCE, 2008; Casa-Nova, 2010).

Las dimensiones que han presentado va-riaciones más significativas entre ambos gru-pos son Bienestar emocional, Relaciones in-terpersonales, Bienestar material, Bienestarfísico e Inclusión social.

Con respecto al Bienestar emocional, lasdiferencias entre la población de etnia gitanay no gitana pueden explicarse porque la per-sona gitana con discapacidad parece sentirmayor intranquilidad, inseguridad, estrés ysentimientos negativos para lograr una satis-facción personal y vital; es decir, una falta demotivación para desempeñar tareas que lepueda permitir fomentar su autoestima y sen-tirse mejor.

Esto puede deberse a que estas personasdesarrollan sus vidas en entornos de mayorinestabilidad, no son bien vistas. Las familiasgitanas tratan de ocultar la discapacidad tan-to a las personas de la misma etnia como a lapoblación en su conjunto, fundamentalmen-te la discapacidad intelectual y, por lo tanto,quedan relegadas al aislamiento (FundaciónONCE, 2008).

En lo relativo a las Relaciones interperso-nales, la explicación de este resultado la en-contramos en que las minorías con discapa-cidad en muchas ocasiones reducen su círculode relaciones al grupo familiar y a las perso-nas de su etnia con su misma condición. Laausencia de relaciones de este grupo minori-tario con la población general, unas vecesobedece al deseo de los propios gitanos yotras a la estigmatización que la sociedadaplica al colectivo y que lo coloca en una si-tuación de exclusión social (Laparra, 2011).Si al hecho de «ser gitano» le añadimos el «te-ner discapacidad», les hace más vulnerablestodavía y les impide su pleno desenvolvi-

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miento en la sociedad (Fundación ONCE,2008). Cuando incluimos la perspectiva degénero en nuestro estudio, al igual que en elde Márquez Padua (2009), evidencia la posi-ción diferente de las mujeres gitanas comogrupo étnico-cultural respecto de las mujeresde la población mayoritaria. Las dificultadesde las mujeres gitanas con discapacidad pa-ra participar socialmente y establecer relacio-nes positivas son mayores que las de la po-blación femenina mayoritaria.

En la dimensión de Bienestar material,nuestros resultados evidencian que las perso-nas de etnia gitana tienen más dificultades quelos de etnia no gitana para satisfacer sus ne-cesidades. Máxime cuando las personas condiscapacidad requieren mayor inversión en re-cursos y/o apoyos que la población general(Casa-Nova, 2010). Si bien este resultado quea priori coincide con muchas investigacionessobre condiciones materiales de la poblacióngitana en general (Laparra, 2011), debe inter-pretarse con cautela puesto que no hemoscomprobado que ambos grupos tuvieran cir-cunstancias socioeconómicas similares.

En cuanto a la dimensión Bienestar físi-co, nuestros resultados son coincidentes conla Encuesta Nacional de Salud (2006), en laque se concluye que la población gitana condiscapacidad presentan un peor estado de sa-lud, una peor autopercepción del estado desalud y una menor atención a la salud, lo quelleva a una mayor dificultad para desempe-ñar las actividades básicas de la vida diaria.Esta situación de precariedad sanitaria pue-de derivarse de su propia concepción de sa-lud como «ausencia de enfermedad». No con-siderar la salud como una cuestión prioritariaderiva en que solo se acude a los servicios sa-nitarios cuando la enfermedad ha avanzado(Fundación ONCE, 2008). Esta percepciónde la salud contrasta con los estudios de Cron-dahl y Eklund (2012) y de Karlsson, Cron-dahl, Sunnemark y Andersson (2013) sobrepercepción del estado de salud de los gitanosde Suecia en la que, a diferencia de los espa-ñoles, la salud la entienden como un recurso,como la capacidad para adaptarse a las cir-cunstancias. De modo que, si las personas notoman medidas adecuadas para adaptarse a

las nuevas situaciones, podrían permaneceren una situación no deseada y como conse-cuencia percibir su estado de salud y calidadde vida como insatisfactorias. En el caso dela población gitana, la estrategia de adapta-ción y supervivencia está y ha estado presen-te desde tiempos inmemorables.

Las diferencias socioculturales entre lassociedades española y sueca son evidentesdesde un punto de vista objetivo. A la cues-tión cultural debemos añadir la desigualdaden el acceso a los recursos sanitarios en el ca-so español.

Coincidimos con La Parra, Gil Gonzálezy Jiménez (2013) que, para explicar las dife-rencias en la dimensión de bienestar físicoentre los grupos de etnia gitana y no gitana,es necesario incrementar el número de inves-tigaciones sobre las enfermedades más pre-valentes en el colectivo gitano y sobre las quetienen un mayor impacto en términos de mor-talidad y discapacidad.

En la dimensión Inclusión social, se puedeobservar la existencia de una diferencia sus-tancial entre ambos grupos, objeto de estudio.Esta diferencia puede deberse a la menor par-ticipación social de este colectivo debido a unsentimiento de rechazo y discriminación quecausa barreras e impide su integración plenaen la sociedad. Encontramos en la literaturacientífica evidencias empíricas sobre las difi-cultades en las relaciones entre la poblacióngeneral y la minoría gitana, calificadas decomplejas e incluso conflictivas, así como dediferentes propuestas de intervención para su-perar dichos conflictos (Ramos-Muslera,2010; Calvet y Cavero, 2016). Del mismo mo-do se han analizado las dificultades que el co-lectivo de personas con discapacidad intelec-tual tienen para acceder a la condición deciudadanía (Velázquez, 2010). Nuestros resul-tados ponen de manifiesto la mayor dificultadde las personas que reúnen las circunstanciasde etnia gitana y de discapacidad intelectual yde sexo femenino para participar socialmen-te. Consideramos necesario realizar más estu-dios comparativos que muestren las relacionesentre las tres variables y que permitan identi-ficar las variables predictoras de la inclusiónsocial.

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Como conclusión podemos señalar que,aunque el estudio que presentamos tiene li-mitaciones al no haber controlado algunasvariables, como la ciudad de procedencia,los tipos de discapacidad intelectual, las con-diciones socio-económicas y socio-educati-vas, o haber contado con sólo un informa-dor de etnia gitana sobre la calidad de vidade los sujetos, objeto de estudio, que hacenque tengamos que interpretar los resultadoscon cautela. Consideramos necesario que es

conveniente realizar más estudios de esta na-turaleza, que nos permitan conocer la reali-dad de las personas con discapacidad inte-lectual de etnia gitana y poder establecercomparaciones con las personas de la mis-ma etnia, pero sin discapacidad; y planifi-car nuestras intervenciones para mejorar ca-da una de las dimensiones y los índices dela calidad de vida de este colectivo, todavíamuy por debajo de la población española ge-neral.

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Bolsas para estudantes universitários: quadros conceituais, finalidadese processos decisórios para o Serviço Social

Jorge Manuel Leitão Ferreira1; Cláudia Priscila C. do Santos2

Recibido: 27 de julio de 2016 / Aceptado: 15 de marzo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

Resumo. Este estudo de caso comparativo entre duas universidades públicas do Brasil e de Portugal objetiva ana-lisar as políticas de bolsas de estudo para estudantes universitários, destacando o Serviço Social nos processosdecisórios. Através dos procedimentos metodológicos de pesquisa documental, as análises sugerem que a finali-dade das bolsas está condicionada pelos diferentes modelos de financiamento das políticas de educação e que oServiço Social brasileiro detém maior autonomia na definição dos indicadores sociais na análise dos processosde atribuição de bolsas, mas com sérias controvérsias.Palavras-chave: bolsas; assistência estudantil-ação social; ensino superior; serviço social.

[en] Grants for university students: conceptual maps, objectives and decision-making processes for Social Work

Abstract. This comparative case study between two public universities in Brazil and Portugal aims to analyse thepolicies for the award of grants to university students that guide decision-making in social work. By way of themethodological procedures of documentary research, the analysis suggests that the different financing modelsfor education policies condition the purpose of grants. One of the outcomes is that social work in Brazil has gre-ater autonomy in defining social indicators when analysing the process of awarding grants; but it is also the ob-ject of serious dispute.Keywords: grants; social services for students; higher education; social work.

Resumen. Este estudio de caso comparativo entre dos universidades públicas de Brasil y Portugal tiene como ob-jetivo analizar las políticas de becas para los estudiantes universitarios que orientan al Trabajo Social en la tomade decisiones. A través de los procedimientos metodológicos de la investigación documental, el análisis sugiereque la finalidad de las subvenciones está condicionada por los diferentes modelos de financiación de las políti-cas de educación. Uno de los resultados es que el Trabajo Social del Brasil tiene una mayor autonomía en la de-finición de los indicadores sociales en el análisis del proceso de asignación de subvenciones, pero es también ob-jeto de serias controversias.Palabras clave: becas; servicios sociales para estudiantes; enseñanza superior; Trabajo Social.

Sumario: Introdução. 1. Procedimentos metodológicos. 2. Particularidades dos órgãos executores. 3. Parâmetros legais das bolsas da ASES em Portugal e no Brasil. 4. A abrangência das respostas e de decisãodos assistentes sociais. 5. Considerações finais. 6. Agradecimentos. 7. Referências bibliográficas.

Cómo citar: Leitão Ferreira, J. M.; Dos Santos, C. P. C. (2017) Bolsas para estudantes universitários: quadrosconceituais, finalidades e processos decisórios para o Serviço Social, en Cuad. trab. soc. 30(2), 463-475.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.53269

1 ISCTE - Instituto Universitário de Lisboa, [email protected]

2 ISCTE - Instituto Universitário de Lisboa, [email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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Introdução

As características de surgimento e desenvol-vimento do Estado Providência em Portugal eno Brasil apresentam condições análogas dedesenvolvimento considerando os países daAmérica Latina e da Europa do Sul, onde pre-dominam características do regime corporati-vista e modelos híbridos nos sistemas de pro-teção social (Sposati, 2011; Silva, 2002).Portugal, parte da prerrogativa de estar situa-do no continente que foi o berço do Estado Pro-vidência, cujo desenvolvimento foi iniciado apartir de 1926 (Silva, 2002). No Brasil, o mes-mo veio a ocorrer anos mais tarde, partir de1930 (Draibe, 1993), mas com fases e ênfasesdiferenciadas e com impactos menos visíveis.

A Política de Educação, como política pú-blica e de proteção social do Estado Provi-dência, apresenta uma componente de parti-cular interesse para este estudo: a política daASES3 em Portugal e no Brasil, voltada aosestudantes das universidades públicas. Emambas as políticas foram criadas estratégiasde respostas sociais para o atendimento às ne-cessidades socioeconómicas dos estudantesde grupos sociais vulneráveis, tendo comoum dos mecanismos mais vulgarmente ado-tado as bolsas, em Portugal chamadas bolsasde estudo e no Brasil, bolsas permanência.

As bolsas de estudo portuguesas fazemparte de um sistema de apoios diretos e sãoconceituadas como uma «relação pecuniáriaanual para comparticipação nos encargos coma frequência de um curso, atribuída pelo Es-tado, a fundo perdido, sempre que o agrega-do familiar em que o estudante se integra nãodisponha de um nível mínimo adequado derecursos financeiros» (Portugal, 2012).

As bolsas atribuídas pela ASES brasilei-ra, segundo Menezes (2012), pretendem pro-ver recursos mínimos para a permanência noensino superior. Mesmo não se caracterizan-do como uma resposta social de tradição noâmbito da ASES brasileira, tem sido aponta-

da como importante instrumento de garantiada permanência dos estudantes de grupos so-ciais vulneráveis. As primeiras respostas so-ciais datam de 1928 e reportam ao estabele-cimento de residências estudantis (Costa,2010; Fernandes, 2012; Menezes, 2012).

Conforme Cerdeira: «o Ensino SuperiorPortuguês apresenta um pendor elitista, sub-sistindo problemas de equidade e de acessi-bilidade para os estudantes provenientes degrupos mais carenciados» (2009, p. 560). Oproblema da democratização do ensino supe-rior brasileiro é também uma realidade. Emambos os países, as primeiras ações assisten-ciais —relacionadas com as residências es-tudantis— tiveram como marca o privilégioque ocultava a escolha cuidadosa dos mem-bros das elites para perpetuar a hereditarie-dade das estruturas sociais (Menezes, 2012;Pedro, 2008). Nesse sentido, a estruturaçãoda ASES em ambos os países tem a marca his-tórica de reforçar o status quo. Ao mesmotempo em que era atribuída a noção de direi-to às respostas sociais, reforçava-se a des-igualdade ao acesso dada a falta de diversifi-cação do público que acedia ao ensinosuperior relativamente à condição socioeco-nômica, reproduzindo as desigualdades edu-cativas e o ciclo de exclusão.

A ASES tem-se constituído campo deatuação para o Serviço Social, tanto no âm-bito interventivo e operativo como no de con-ceção e planeamento. Assistentes sociais ocu-pam cargos de gestores que discutem edirigem a política privilegiando o compro-misso com a justiça social. Em Portugal, tra-ta-se de um campo restrito e não exclusivo aoServiço Social, uma vez que aos técnicos daárea não é exigida formação específica. NoBrasil, estão previstos cargos de assistentessociais no funcionalismo público, portantonas universidades federais, com atribuiçõese competências específicas.

O presente estudo analisa as políticas deação social de atribuição de bolsas para os es-

3 ASES refere-se ao acrônimo criado para designar a ação social no ensino superior público, de Portugal, e a assistência es-tudantil nas instituições federais de ensino superior, do Brasil, para fins de facilitar ao leitor compreender que nos referi-mos a uma área em concreto cujos conceitos são distintos nos referidos países, possuindo, no entanto, funções homólogas.Este acrônimo será usado ao longo do texto e referir-se-à tanto a uma como a outra.

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tudantes de universidades públicas de Portu-gal e do Brasil, à luz dos elementos históri-cos de origem e desenvolvimento destas po-líticas, destacando o Serviço Social nosprocessos decisórios. Consideramos pertinen-te analisar os constrangimentos, potenciali-dades e desafios de ambas as políticas, bus-cando acumular conhecimento sobre um temapouco explorado cientificamente, muito em-bora de relevância social por se tratar de umapolítica que materializa o direito social deacesso ao ensino superior, usufruído por umaparcela reduzida de cidadãos e constitucio-nalmente não garantida de forma universal.

1. Procedimentos metodológicos

Este é um estudo dedutivo, de natureza qua-litativa, conduzido por uma metodologia mis-ta que integrou pesquisas bibliográfica e do-cumental, visitas institucionais exploratóriase incorporação da experiência profissional na área.

Recorremos ao estudo de caso de dois ór-gãos executores da ASES em duas universi-dades públicas: do lado português, os Servi-ços da Ação Social da Universidade deTrás-os-Montes e Alto Douro (SASUTAD) e,do lado brasileiro, a Pró-Reitoria de Assun-tos Estudantis da Universidade Federal deSanta Catarina (PRAE/UFSC) uma vez quedefinimos como critério de inclusão que osórgãos executores da ASES nas universida-des públicas tivessem implementadas bolsascomo estratégias de resposta social.

A dimensão qualitativa do estudo exigiua compilação de dados contidos nos relató-rios de gestão dos referidos órgãos executo-res e a análise secundária dos dados, recursoútil por permitir a recolha de dados já siste-matizados, derivados de fontes existentes nas

estatísticas oficiais publicadas, com uma am-pla gama de variáveis e elevado rigor na re-colha e composição (Rubin & Babbie, 2011).Enfatizamos categorias como: critérios deelegibilidade, condução do processo de aná-lise, abrangência, número de estudantes ins-critos e com bolsas atribuídas e observámos,ainda, os valores orçamentais.

Orientamo-nos pelo método comparativoconsiderado mais vantajoso para estudos queusam fontes de dados secundários e que pre-tendem comparar problemas sociais de nature-za idêntica em países e realidades diferentes,de forma independente, considerando as inter-ações que estabelecem entre categorias e assuas propriedades (Rubin & Babbie, 2011).

2. Particularidades dos órgãos executores

A Universidade de Trás os Monte e Alto Dou-ro (UTAD) tem sede no norte de Portugal, foitransformada em universidade em 1986, ins-tituída no seguimento da política de interio-rização das universidades que procurou aten-der à necessidade de recrutamento regionaldos estudantes (Cerdeira, 2009; Martins,2015). Dadas as características regionais, operfil dos ingressantes (que abrangem tam-bém estudantes em mobilidade internacional,Erasmus4, e de convênios com países africa-nos e latino-americanos), existem especifici-dades quanto à necessidade de recursos. Noano de 2015, apresentou o quantitativo de6.894 estudantes (SASUTAD, 2016) e esti-pulou para o mesmo ano 1.019 € como valordas propinas5 para os estudantes de licencia-tura e mestrado.

O SASUTAD, no ano letivo de 2015-2016,recebeu 2.907 candidaturas às bolsas de es-tudo, destes, 2.277 tiveram a bolsa atribuída.O seu orçamento para o ano foi de 3.967.710

4 Os programas de mobilidade europeus estão regulados, em Portugal, pelo Decreto Lei nº 42/2005. Na UTAD, o programaErasmus encontra-se assente em orientações próprias, a consultar http://www.utad.pt/vPT/Area2/OutrasUnidades/Gabine-teRelacoesInternacionaisMobilidade/Programas/Erasmus/Paginas/erasmus.aspx. (Consultado em 14/02/2017).

5 De acordo com a Lei nº49/2005 de Bases do Financiamento do Ensino Superior, as propinas referem-se ao «pagamento pe-los estudantes às instituições onde estão matriculados de uma taxa de frequência» (Portugal, 2003), como forma de com-participação aos custos com a formação. O valor das propinas é fixado anualmente pelas IES, considerando a natureza doscursos e a sua qualidade, cujo valor mínimo corresponde a 1,3 salário mínimo nacional, equivalente, em 2015, a 656,50 €,e o valor máximo que não pode ultrapassar o que considera a aplicação do índice de preços aos consumidor do InstitutoNacional de Estatística ao valor fixado no Decreto-Lei nº 31658/1941, em tabela anexa ao referido Decreto.

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euros, cuja composição foi bipartite, na pro-porção de 56 por cento do Orçamento do Es-tado e, 44 por cento das receitas próprias (SA-SUTAD, 2016) auferidas pelos rendimentosdos serviços de alojamentos e da restauração,pagando todos os custos de funcionamento eos apoios sociais indiretos, já que as bolsassão inteiramente pagas pela Direção Geral doEnsino Superior do Ministério da Educaçãoe Ciência (DGES/MEC).

Os SASUTAD são uma unidade orgânicafuncional com autonomia administrativa e fi-nanceira dotada de estrutura e recursos pró-prios (SASUTAD, 2016). Estão no organo-grama da universidade como uma unidadeorgânica autônoma, por escolha da própriainstituição, mas com a superintendência doReitor. A equipa de profissionais técnicos res-ponsáveis pelas análises dos processos éconstituída por licenciados em Serviço So-cial, tal como a figura da administradora, oque não é regra comum nos SAS portugue-ses, já que não estão previstas atribuições es-pecíficas para o Serviço Social no preenchi-mento dos cargos. Ressaltamos que estestécnicos são responsáveis pela análise, masnão pela decisão final sobre a atribuição dasbolsas de estudos, não possuindo, portanto,autonomia técnica ou administrativa.

A Universidade Federal de Santa Catari-na (UFSC) está sediada no Sul do Brasil, foicriada em 1960 e, em 2009, foi expandida pa-ra quatro cidades do interior de Santa Cata-rina. Em 2015, contou 27.156 estudantes do1º ciclo (graduação), maioritariamente con-centrados no campus da capital.

A PRAE/UFSC abriga a Coordenadoriade Assistência Estudantil (CoAEs) que estána estrutura orgânica da UFSC desde de 1970e, em 2013, estabeleceu-se com a designaçãoatual. Os programas de bolsas sucessivamen-

te implementados pelas próprias instituiçõesforam e são de responsabilidade da CoAEs,situação não alterada nem mesmo pelo Pro-grama Nacional de Assistência Estudantil(PNAES). No ano de 2015, a CoAES recebeu4.200 inscrições para o programa bolsa estu-dantil, destes, 1.836 foram selecionados. Jáno Programa Bolsa Permanência do Ministé-rio da Educação (PBP/MEC), foram 226 se-lecionados, totalizando 2.062 estudantes combolsas. O orçamento total recebido pela ru-brica PNAES custeou todas as ações e incluiuos custos com o pagamento das bolsas de es-tudo. Os recursos para o PBP/MEC são pa-gas diretamente para o estudante (Tabela 1).

3. Parâmetros legais das bolsas da ASESem Portugal e no Brasil

Os contextos sócio-político-económico dedesenvolvimento do Estado Providência emPortugal e no Brasil apresentam similarida-des e particularidades. Contudo, é relativa-mente à origem do ensino superior —even-tualmente pela história de colonização— quese verifica a influência de Portugal sobre oBrasil. O intervalo entre os anos de fundaçãodas primeiras universidades e o início de açõ-es voltadas para os estudantes universitáriosé de 630 anos do segundo em relação ao pri-meiro. Um substancial atraso brasileiro emrelação aos países latino-americanos que játinham fundadas instituições universitárias(Menezes, 2012).

A diferença temporal entre o desenvolvi-mento da ASES nos dois países influencia-ram o período e a conjuntura sociopolítica deexpansão da ASES, conferido às bolsas de es-tudo portuguesas um arcabouço legal maisavançado que o do Brasil.

Tabela 1. Custos do pagamento das bolsas e orçamento para Assistência Estudantil

Indicador Valor

Custo total para pagamento das Bolsas Permanência (MEC) R$ 1.762.800,00Custo total para pagamento das Bolsas Estudantil R$ 11.625.465,00Orçamento total para a assistência estudantil para a UFSC R$ 17.502.190,00

Fonte: PRAE (2016). Construção da autora.

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A partir dos anos 2000, com o impacto daDeclaração de Bolonha (Conselho Europeu,1999), a ASES portuguesa passou a responsa-bilizar o estudante bolseiro6, ao enfatizar a dis-criminação positiva à condição socioeconômi-ca e ao mérito. Em 1997, a partir da Lei nº62/2007 (Portugal, 2007), o Decreto nº129/93sofreu alterações e anunciou que nenhum es-tudante seria excluído do ensino superior porincapacidade financeira ao criar mecanismosdas bolsas de estudo (Vaz, 2009).

Posteriormente, foram alteradas as regrasde repasse dos valores a serem pagos aos estudantes, até então realizado pelos Ser-viços da Ação Social (SAS) das instituiçõesde ensino superior, que foi assumido pelaDGES/MEC que centralizou os procedimen-tos administrativos e financeiros, ao criar eimplementar uma plataforma única de candi-daturas e de gestão dos processos, mas man-tendo os critérios decisórios com as institui-ções (Barrias, 2015; Vaz, 2009). Os critériosde análise e a palavra final foram expropria-dos dos SAS, via regulamentação única anun-ciada para o ano letivo de 2010/2011, conso-ante às regras europeias de cortes orçamentaisem virtude do período de crise económica quese vislumbrava, em concordância com o De-creto-Lei nº 70/2010. O Decreto-Lei de 2010redefiniu os parâmetros para as prestaçõesnão contributivas do sistema de proteção so-cial, que incidiram sobre a atribuição de bol-sas de estudo porque definiu regras específi-cas sobre a consideração do agregado familiare a qualificação da capitação dos rendimen-tos familiares (Barrias, 2015).

A plataforma única, um sistema informá-tico da DGES/MEC denominada SICABE,viabilizou a análise dos processos das bolsasde estudos realizada pelos técnicos superio-res de educação dos SAS. Fazem parte destegrupo assistentes sociais, pese embora asequipas responsáveis pelas análises às candi-daturas às bolsas de estudo possam ser com-postas por profissionais de qualquer área deformação. Até 2010/2011, cada universidadedispunha de um modelo de atribuição de bol-sa, com regras técnicas próprias que, por ve-

zes, resultava em respostas diferentes (Vaz,2009; Barrias, 2015).

No entanto, a regulamentação única deatribuição de bolsas de estudo a estudantesdo ensino superior, mais recentemente, temsido regulada pelo Despacho nº 8.442/2012que dispõe sobre as linhas de orientação pa-ra o processo. Como condição para a candi-datura são previstas exigências da situaçãoacadêmica do estudante e da natureza econô-mica da sua família. O cálculo dos rendimen-tos é realizado com base nos rendimentos re-lativos ao ano civil anterior ao início do anoletivo, no qual parte da fórmula do cálculocontempla o valor máximo das propinas e arenda anual bruta familiar per capita. Os va-lores das bolsas de estudos variam conformea condição de estudante deslocado da famí-lia e/ou da residência de origem, se portadorde necessidades educativas especiais, entreoutras definidas pelo referido Despacho.

No Brasil, o desenvolvimento e a expan-são da ASES ocorreram a partir de 2008, nocontexto de ingresso do partido trabalhista nogoverno, momento de crescimento económi-co e de altos investimentos na área social, noentanto em políticas focalizadas, após déca-das de desinvestimento, especialmente duran-te dos anos de 1990, com reformas educativassob a influência das organizações internacio-nais que impuseram cortes orçamentais, pre-carização e mercadorização do ensino supe-rior. Naquele período, as políticas destinadasaos estudantes universitários de grupos so-ciais vulneráveis estiveram pautadas na ideiade Estado Mínimo, dada a pouca ênfase noseu desenvolvimento (Fernandes, 2012). Po-rém, os anos 2000 marcaram uma nova fase,com formulações incipientes a partir de dis-cussões sobre as necessidades de acesso e depermanência por atores sociais chaves, no-meadamente do movimento estudantil e doFórum de Pró-Reitores de Assuntos Comu-nitários (FONAPRACE) (Costa, 2010). Osprogramas governamentais de Reestrutura-ção das Universidades Federais (REUNI), aspolíticas de ações afirmativas, a partir de2008, e o PNAES foram criados com o intui-

6 O termo refere-se ao mesmo que bolsista, ou seja, o estudante que tem a bolsa atribuída.

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to de instituírem medidas para minimizaçãodos efeitos sobre as desigualdades com a in-clusão social pela educação.

O PNAES, Lei nº 1.234/2010, documentolegal que atualmente regula a ASES brasilei-ra, objetiva promover condições de igualdadede oportunidades para colmatar condições de-correntes da insuficiência de condições finan-ceiras dos estudantes, anunciando dez ações(Brasil, 2010). Difere do diploma portuguêspelas lacunas conceituais uma vez que apon-ta ligeiramente diretrizes de ação e, ainda, éomisso em matéria das bolsas.

O documento nacional que vem preencheresta lacuna é a Portaria nº 389/2013 que re-gula o PBP/MEC, que corresponde a um «au-xílio financeiro com a finalidade de minimi-zar as desigualdades sociais, étnico-raciais e contribuir para a permanência e diploma-ção dos estudantes de graduação em situa-ção de vulnerabilidade socioeconômica»(Brasil, 2013, p. Art. 4o). Este programa é di-rigido a estudantes de graduação das Institui-ções Federais de Ensino Superior (IFES) ma-triculados em cursos com carga horária médiasuperior ou igual a cinco horas diárias, indí-genas e quilombolas. A concessão e o paga-mento das bolsas estão centralizados noMEC, mas a homologação e a decisão finalestão a cargo das IFES que selecionam e ca-dastram os estudantes que se enquadram noscritérios de renda familiar per capita não su-perior a 1,5 salário mínimo brasileiro7, commassiva participação de assistentes sociaispara o desempenho desta tarefa.

A Portaria nº 389/2013, de abrangêncianacional, apresenta sérios problemas quantoaos critérios de acesso, revela-se restrita e fo-calizada em grupos específicos. O critério dematrícula em curso de cinco horas diárias éirrealizável para a maioria dos estudantesuma vez que é restrita aos cursos de medici-na e algumas engenharias, na generalidadedas IFES. Os demais cursos não atendem aeste critério e cerceiam a candidatura damaioria dos estudantes. Sublinhamos que es-te documento é uma portaria, emitida peloMEC, que transmite decisões de efeito inter-

no e temporário. Para atender ao público quenão cumpre os critérios desta bolsa, cada ór-gão executor da ASES foi responsável porcriar, implementar e gerir os seus própriosprogramas, pagos com recursos financeirosdo PNAES.

Nesse sentido e diante da focalização daBPB/MEC, a PRAE/UFSC instituiu, em 2013,a Resolução Normativa nº 32, deliberada pe-lo Conselho Universitário que estabelece oPrograma de Bolsa Estudantil (PBE) que ob-jetiva «proporcionar auxílio financeiro aosestudantes de graduação em situação de vul-nerabilidade socioeconómica, devidamentecomprovado, para permanência na universi-dade» (UFSC, 2013), como parte de políticageral de permanência estudantil. Porém, talResolução ainda não é completa, sendo ne-cessárias definições mais apuradas dispostasem Editais semestrais.

Nesta bolsa, são critérios de elegibilidadea inscrição e matrícula no curso e no Cadas-tro Socioeconômico, instrumento técnicooperado pelos assistentes sociais que supor-ta o processo de análise. A responsabilidadeda operacionalização é da CoAEs, mas aPRAE deve publicar editais de inscrição se-mestrais dos processos de seleção que indi-cam que o modo de seleção dos estudantessegue a classificação conforme o Índice So-cioeconômico (ISE) até o limite de vagas es-tipulado em Edital. Significa isto, a existên-cia de numerus clausus e a restrição doatendimento condicionado ao orçamento, ex-cluindo mesmo aqueles que preenchem oscritérios de rendimento per capita.

Os parâmetros para a capitação da rendae a metodologia de análise são definidos pe-los órgãos executores da ASES brasileira. Nocaso da PRAE/UFSC, a metodologia de aná-lise foi definida pelos assistentes sociais daCoAEs e previa o uso de fórmula de cálculoque contempla a renda familiar mensal bru-ta, o valor de referência (salário mínimo na-cional) e o número de dependentes, sendopassível de incidência valores percentuais deabatimento, denominados agravantes da si-tuação familiar, cujo resultado gerava o ISE.

7 Em 2015, o valor do salário mínimo brasileiro era de R$788,00.

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As situações familiares consideradas comoagravantes são definidas pelos assistentes so-ciais e incluem: óbito dos provedores da ren-da (pais ou responsáveis), doenças crônicas,desemprego, dependência química, desagre-gação familiar e despesas constantes de ha-bitação. Estes indicadores não estão defini-dos em qualquer legislação hierarquicamentesuperior.

Quanto ao nível de especificações das di-retrizes e das linhas orientadoras, observa-mos maior responsabilidade do Estado no ní-vel de regulamentação para o caso português.A PRAE/UFSC detém relativa autonomia naregulamentação específica, provavelmentedevido à frágil indicação nacional de princí-pios e linhas orientadoras. Reconhecemos, noentanto, que o Brasil tem dimensões conti-nentais com características regionais distin-tas, índices de desenvolvimento humano eproduto interno bruto assimétricos. Porém,estes fatores não se configuram suficientespara justificar a desresponsabilização do Es-tado na definição de políticas consistentes pa-ra responder aos direitos sociais e do acessoà universidade.

Com o argumento de que a evasão escolarproduz custos de manutenção já que o inves-timento com recursos públicos é envidado eo estudante desiste a meio do caminho, a bol-sa tenta sanar essa equação financeira. Noembalo desse discurso apresenta-se o da de-mocratização do acesso e a sua diversifica-ção. As bolsas portuguesas têm como objeti-vo assegurar que os estudantes não sejamexcluídos do ensino superior por falta de re-cursos financeiros, porém, «a capacidade dosestudantes portugueses do ensino superior pa-ra pagar a sua formação (affordability/abilityto pay) no contexto internacional é desfavo-rável, ao mesmo tempo que é baixo o nívelde apoios sociais versus os custos dos estu-dantes» Cerdeira (2009, p. 564). Os enuncia-dos das bases legais informam que as bolsasbrasileiras têm o objetivo garantir a perma-nência.

A compreensão legalista sobre as bolsasvaria significativamente. Em primeiro lugar,destacamos a diferença entre as designações:bolsas de estudo, em Portugal, e bolsas per-

manência, no Brasil – mesmo que o progra-ma da UFSC denomine-se, bolsa estudantil.Em segundo lugar, quanto à sua definição,em Portugal, a bolsa é uma relação de respon-sabilidade do Estado para com o estudante edeste para com o Estado. No Brasil, trata-sede um auxílio unilateral do Estado para o es-tudante, com a finalidade da permanência,com foco nas desigualdades raciais e étnica,almejando, também, minimizar as desigual-dades socioeconômicas e evitar a desistência.São visões distintas sobre uma mesma açãonas quais estão subjacentes o modo de com-preender a realização dos direitos.

Em Portugal, os cidadãos que queiram di-plomar-se pagam valores adicionais aos pa-gos indiretamente via impostos, já no Brasil,o financiamento das IFES possui uma únicafonte de arrecadação: os impostos. O nível demercadorização do ensino superior é díspar,sendo que a gratuidade da universidade pú-blica brasileira contrasta com a exigência dospagamentos das propinas, em Portugal.

A exigência de pagamentos das propinas,em Portugal, teve origem a partir da entradado país na Comunidade Comum Europeia,em 1986, e na influência da Organização pa-ra a Cooperação e do Desenvolvimento Eco-nómico (OCDE), desde finais da década de1970. Tais fatores, somados, contribuíram pa-ra a promoção de alterações no valor e nas re-gras das propinas. Tal facto provocou protes-tos por parte do movimento estudantil, quepressionou o governo da época a instituir oDecreto-Lei nº129/93 para reforçar a ASES,cujo episódio ficou conhecido como «guerradas propinas» (Barrias, 2015). Tratou-se, por-tanto, de uma negociação entre o movimen-to estudantil e o governo português como for-ma de compensação ao pagamento anual daspropinas para o ensino superior, transforman-do-se num importante mecanismo de respos-ta social aos estudantes economicamente ca-renciados, segundo a designação legal dePortugal, uma vez que a sua obrigatoriedaderepresentou o início da efetiva cobrança mo-netária, anteriormente sujeita ao pagamentode valores simbólicos. Para os estudantes por-tugueses, esta realidade tem imposto dificul-dades em suportar tais custos, o que cerceia

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o acesso já à partida. Nesse sentido, conside-ramos importante a análise do grau de fami-liarização que o Estado inflige às famílias dosestudantes sem condições financeiras.

Acerca dos sistemas de suporte financei-ro para os estudantes universitários, Finnie,Usher e Vossensteyn (2004) identificaramquatro tendências em diferentes países, con-siderando a relação entre o estudante, a famí-lia, o governo e as universidades: centrado noestudante, do estudante independente, decompromisso e o centrado na família, este úl-timo aplicando-se a Portugal, como tambémao Brasil. Neles, os pais são moral e legal-mente responsáveis pelos custos de manuten-ção enquanto universitário, além disso, «stu-dents spend considerably more than what theyreceive through the combination of all formsof public support plus parental contribu-tions and exhibit a trend towards more part-time work» (Finnie, Usher, Vossensteyn 2004, p. 14).

Porém, a tendência de complementaçãoda renda a partir de atividades laborais é di-ficultada na realidade portuguesa cujas exi-gências de tempo de estudos para o cumpri-mento da carga horária como critério deatribuição tendem a implicar na inexistênciade tempo livre. Outra exigência no mesmosentido —identificada nas duas universida-des— é a de que o estudante apresente con-dições de concluir o curso em períodos de umaté no máximo dois anos adicionais ao tem-po normal, conferindo além da necessidadetemporal de diplomação, o corte umbilicalcom a universidade, evitando a dependênciados apoios.

A definição do perfil socioeconómico, aoque pese os valores correntes per capita dosrendimentos familiares, revela uma relaçãodesigual entre os casos em questão. Para aten-der ao critério dos rendimentos per capita in-formado pelas legislações, no lado português,a família não poderia auferir, em 2015, maisde 571 € mensais, no brasileiro, cerca deR$1182,00, 357 €8 mensais, uma diferençaimportante de rendimentos entre duas famí-lias. Este facto só vem reforçar a caracterís-

tica residual das políticas sociais desenvolvi-das no Brasil.

Em Portugal, a área sofreu com o aprofun-damento da austeridade no período de ajustesorçamentais ocorrido entre os anos de 2010 a2014 e com a intervenção internacional de or-ganismos financeiros, que marcou o períodode «rutura dos consensos» das reformas edu-cacionais cujas orientações incidiram na re-dução de despesa pública e na garantia da qua-lidade da formação (Rodrigues, 2014), bemcomo nas condições de vida das famílias por-tuguesas que, na generalidade, foi modifica-da no sentido da sua precariedade.

4. A abrangência das respostas e de deci-são dos assistentes sociais

O universo de estudantes matriculados nasduas universidades é maior na UFSC do quena UTAD, considerando os estudantes elegí-veis para candidatarem-se às bolsas, que nocaso português aceitam estudantes de licen-ciatura e mestrado excetuando os que já pos-suem o grau a que se candidatam, inversa-mente no caso brasileiro que permite apenasos da licenciatura/graduação.

Contudo, o número de estudantes que secandidatou às bolsas apresenta uma diferençapercentual significativamente mais baixa naUFSC do que na UTAD. Além disso, são 2.062estudantes com bolsas atribuídas pela CoAEscontra 2.277 pelos SASUTAD (Gráfico 1), oque significa que 33 por cento dos estudantesda universidade portuguesa possuem bolsas,em contraste com a brasileira que tem 6,75 porcento; 42,16 por cento do total dos estudantesda universidade portuguesa candidataram-seà bolsa, destes 78,32 por cento tiveram bolsasatribuídas, sendo a mesma relação de 14 porcento para 49 por cento, no lado brasileiro, res-pectivamente (ver Gráfico 2).

Nos processos de análise e decisão da atri-buição às bolsas brasileira, apesar da maiorautonomia dos profissionais constatada nocaso da CoAEs/PRAE, esta exclui a financei-ra, que está condicionada pelos montantes or-

8 Taxa cambial correspondente a R$3,30 por 1 €.

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çamentais enviados pelo MEC. Assim, a au-tonomia de decisão não é completamente ve-rídica, já que o uso de numeros clausus mas-cara uma realidade excludente. Esta é umarealidade de subordinação dos direitos sociaisà política econômica, «ao invés do direitoconstitucional impor e orientar a distribuiçãodas verbas orçamentárias, o dever legal pas-sa a ser submetido à disponibilidade de recur-sos» (Iamamoto, 2004, p. 30). A universali-

dade «põe em questão não só a dimensão dademanda atendida e da reprimida, mas tam-bém o alcance de resultados nas políticas so-ciais», um processo que reclama «alcançar adiversidade na entrada dos serviços e a equi-dade nas respostas» (Sposati, 2011, p. 110).Levanta, ainda, graves dilemas éticos e aemergência de pressões bilaterais, por um la-do da gestão que impõe os limites e não per-mite vê-los alargados e por outro dos estu-

Gráfico 1. Estudantes matriculados, inscritos e atendidos com bolsas em 2014.Fonte: SASUTAD (2016) e PRAE (2016). Construção da autora.

Gráfico 2. Percentual de candidatos às bolsas, candidatos com bolsas atribuidas e total debolseiros.Fonte: SASUTAD (2016) e PRAE (2016). Construção da autora.

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dantes que não são atendidos apesar de cum-prirem todos os critérios exigidos.

A legislação portuguesa, nos processos deanálise e de decisão, limitou o papel dos téc-nicos na definição dos indicadores sociais emdois aspectos: primeiro, porque a fórmula apli-cada não contempla indicadores sociais am-plos e segundo, porque os técnicos não têm vozativa no processo. No caso da CoAEs/PRAE,reuniões constantes promovem à equipa es-paços de discussão sobre a definição dos in-dicadores sociais que influenciam no cálcu-lo quando da aplicação da fórmula, queampliam o escopo da análise. Novas situaçõ-es são definidas conforme a emergência denovas realidades, identificadas na interven-ção direta dos profissionais com o estudan-te, durante as entrevistas.

O contacto direto facilita a recolha de da-dos empíricos que influenciam na readequa-ção dos conceitos e indicadores que, além deredirecionarem as práticas, redimensionamas políticas. Segundo Ferreira (2014), um doselementos que conformam a base epistemo-lógica do Serviço Social é a relação entre ateoria e a prática. Então, se esta relação é in-erente à profissão, tudo aquilo que se apre-ende dos processos interventivos conforma aprodução de novos saberes. O salto de quali-dade que as intervenções podem vir a ter es-tá relacionada com a capacidade de constru-ção de uma cultura investigativa que resultaem acúmulo de conhecimentos cientifica-mente auferidos (Amaro, 2008). Os outcomesalcançados pela exploração destas particula-ridades colocam o Serviço Social numa po-sição estratégica de potenciais policy makerscom conhecimento do terreno e dos proble-mas sociais, não limitados à explicação. Es-ta prática vai de encontro com o movimentoEvidence Based Practice (EBP) associadosaos enfoques das ciências naturais requisita-dos por gestores governamentais e investiga-dores (Humphries, 2005).

Acerca das bolsas, o valor mensal da bol-sa média no caso português é de 225USD, en-quanto que no brasileiro é de cerca de186USD. No primeiro caso, os auxílios com-plementares a que os estudantes possam terdireito já estão incorporados no valor final da

bolsa, que devem cobrir os custos com as ne-cessidades relacionadas à condição de estu-dante. Já no segundo caso, os auxílios com-plementares são atribuídos separadamente(auxílio moradia, creche e da isenção total daalimentação), desde que o estudante conco-rra a eles e os tenha todos atribuídos, fazen-do aumentar o valor final do conjunto dosapoios, ao fim equiparando-os.

Um estudo realizado com estudantes doextinto Programa Bolsa Permanência (PBP)da UFSC afirmou que «a permanência naUniversidade foi garantida pelo PBP, porémsomente quando os alunos estavam inseridosnos demais programas socioassistenciais»(Marafon 2015, p.144). As conclusões dos es-tudos de Fernandes (2012) e Menezes (2012),nas realidades das Universidades Federais deItajubá e do Rio de Janeiro, respectivamente,corroboram as afirmações de Marafon (2015)de que a política de bolsas é de extrema im-portância para a permanência dos estudantes,mas que esta ação, isoladamente, está muitoaquém de suprir um conjunto mínimo de ne-cessidades.

Verificamos que, em valores absolutos, oorçamento dos SASUTAD é menor que o daPRAE/UFSC, 4.300.000 e 5.300.000 de dó-lares americanos, respectivamente. Porém,66,5 por cento do orçamento da PRAE/UFSCpara a ASES é destinado para o pagamentodas bolsas, sobrando 33,5 por cento para asdemais ações; 100 por cento do orçamentodos SASUTAD são para as ações em restau-ração, residências, serviços médicos, etc.

A totalidade do orçamento da PRAE/ UFSC é proveniente dos recursos do PNAES,do Orçamento do Estado, o que não acontececom os SASUTAD, cuja composição é paritá-ria e 56 por cento é proveniente de recursospróprios do SASUTAD, o que demonstra a al-ta capacidade em buscar alternativas de arre-cadação para aplicação nas ações sociais. Par-te dos recursos próprios do SASUTAD édestinada para o Fundo de Ação Social (FAS)cujo papel é o de oferecer respostas alternati-vas às situações de emergência ou para estudantes que não se enquadraram nos crité-rios das bolsas de estudo nacionais e ficariamsem qualquer apoio. No entanto, a tendência

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em buscar recursos orçamentários de fontesdiversificadas, em Portugal, é apontada porCerdeira (2009) como reflexo da expansãomassiva e consequente pressão orçamental daausteridade imposta nas políticas do ensino su-perior, especialmente a partir dos anos 2000.

5. Considerações finais

A construção do quadro analítico permitiu-nos identificar diferenças e semelhanças naimplementação das bolsas. Ambas as políti-cas correspondem a uma componente da po-lítica educativa e as análises sugerem que a fi-nalidade das bolsas nos dois países estácondicionada pelas ideologias do quadro con-ceitual das respectivas legislações e pelos di-ferentes modelos de financiamento das polí-ticas do ensino superior.

No Brasil, as bolsas tentam amenizar a des-igualdade das condições de vida das pessoase a ineficiência das demais políticas públicase de proteção social (por ex. de emprego, desaúde, de habitação) e da própria política deeducação cuja ineficiência provoca abismosentre o capital cultural dos estudantes de es-colas públicas para com os demais. Se o con-junto destas políticas desempenhasse papelefetivo, o resultado seria uma sociedade me-nos desigual, conferindo, assim, um novo es-tatuto às bolsas. Em Portugal, as bolsas de es-tudo têm a função de suportar o pagamentodas propinas para alívio dos orçamentos fa-miliares. Assume uma função de reposiçãocom a isenção do pagamento das propinasuma vez que o valor da bolsa retorna aos co-fres do Estado porque, mesmo bolseiro, há aobrigação das propinas. Então, a gratuidade écolocada apenas para aqueles que comprovamnão possuírem meios para fazê-lo.

As diferenças entre a qualidade das legis-lações específicas, a abrangência, os valoresorçamentais e a garantia do direito às bolsassão substanciais entre os dois casos aqui apre-sentados. No caso do Brasil, a política de bol-sas está ainda muito aquém do desejável e re-vela uma realidade desoladora. No caso dePortugal, verificamos maior grau de disponi-bilidade dos agentes decisórios em investir

na educação das pessoas e de transformar ocontexto das instituições. Mesmo assim, su-blinhamos que entre os países da Europa, Por-tugal não é o país que possui os mais altos in-dicadores educativos.

Reconhecemos, porém, os esforços envi-dados pelos governos brasileiros quanto à re-estruturação das universidades federais e osavanços nas estratégias das bolsas. O estudocomparativo, mesmo numa realidade restri-ta, demonstrou que ainda há debilidades des-de o aparato legal até a operacionalização.Acreditamos que o modelo de PBP/MEC éuma tentativa embrionária de gerenciamentotal qual as bolsas de estudo em Portugal. Éum modelo semelhante, mas em escala dimi-nuta. A continuar nesse rumo, haverá a ten-dência de implantação de plataforma e regrasuniformes para todo o país.

O Serviço Social apresenta conhecimen-tos de natureza ética, teórica, metodológicae técnica que o habilitam a contribuir para aconcretização deste avanço, na realidade bra-sileira ou na portuguesa. O privilégio que temem participar ativamente na dimensão inter-ventiva junto ao público e de transformar osconhecimentos empíricos em objetos de investigação com resultados para o aprimo-ramento das políticas são os seus mais rele-vantes argumentos. Por isso, é importante aparticipação dos assistentes sociais nos pro-cessos decisórios das bolsas, nos diversos ní-veis, porque tem algo a dizer a respeito dasdesigualdades e injustiças sociais, da valori-zação das pessoas e do que elas podem fazerpara contribuírem positivamente com a so-ciedade.

Consideramos necessários estudos queaprofundem o tema em aspectos como (i) arelação entre a implementação destas políti-cas sob governos de diferentes perspectivascom a alteração dos dados estatísticos, (ii) opeso atribuído às políticas educativas nos âm-bitos de reserva de Orçamento de Estado e doimpulso conferido à investigação na esferadas ciências sociais para responder às inda-gações que suscitam, iii) a influência da ma-triz socieconómica e das agências internacio-nais na estruturação da ASES e das políticasde bolsas, entre outras questões.

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Destacamos ainda que as políticas de bol-sas para os estudantes universitários são umacomponente das políticas educativas que po-dem contribuir para o crescimento pessoaldos cidadãos, social, cultural e económicodos dois países. Contudo, reafirmamos a im-portância dos Estados em torná-las políticascom base no direito e na cidadania, estrutu-radas de forma racional e articuladas, de mo-

do a contribuírem com transformações so-cioeconómicas e com a amenização das des-igualdades.

6. Agradecimentos

Agradecimentos à Sandra Mendes pelaperseverança na ciência.

7. Referências bibliográficas

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Resiliencia en adolescentes expuestos a condiciones vitales de riesgo

Ana Isabel Corchado Castillo1; María José Díaz-Aguado Jalón2; Rosario Martínez Arias3

Recibido: 14 de noviembre de 2016 / Aceptado: 12 de mayo de 2017 / Disponible on line: 4 de julio de 2017

ResumenAntecedentes. La resiliencia se ha convertido en un tema central en el estudio y en la intervención con adoles-centes. Las investigaciones realizadas sobre dicho tema encuentran grandes diferencias en su capacidad de afron-tar el estrés y la adversidad. El objetivo de esta investigación es examinar si los adolescentes que han vivido cir-cunstancias acumuladas de riesgo y adversidad, pueden tener resultados resilientes cuando participan en programasde intervención psicosocioeducativa. Objetivo de gran relevancia para el Trabajo Social, al permitirle identificarfuentes de resiliencia que pueden y deben ser fomentadas en la intervención con adolescentes que han estado ex-puestos a condiciones vitales de riesgo.Método. Se utilizó un diseño no experimental con grupos seleccionados. Los participantes fueron 507 adoles-centes pertenecientes a cuatro grupos con diferentes niveles de riesgo: protección social (n = 189); cumplimentode medidas judiciales (n = 104); tratamiento por abuso de drogas (n = 25) y grupo de comparación (n = 189). Seaplicó, de forma colectiva, una versión reducida de la Escala de Resiliencia (Wagnild & Young, 1993), conside-rado el instrumento más adecuado para el estudio de la resiliencia en la población adolescente debido a sus pro-piedades psicométricas. Las variables medidas fueron: variables sociodemográficas y resiliencia.Resultados. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en resiliencia entre el grupo de adoles-centes en tratamiento por consumo de drogas con el resto de los grupos. Los adolescentes en protección y los in-fractores mostraban puntuaciones similares a las del grupo de comparación.Conclusiones. En la dirección de las hipótesis planteadas, los resultados reflejan que la resiliencia es un proce-so que puede ser favorecido a través de ciertas estrategias de aprendizaje derivadas de la experiencia o con la par-ticipación en programas psicosocioeducativos.Palabras clave: resiliencia; trabajo social; adolescencia; riesgo; intervención psicosocioeducativa.

[en] Resilienc in adolescents exposed to at-risk living condicions

AbstractBackground. Resilience has become a central issue in studies and interventions relating to adolescents. Rese-arch on this topic finds large differences in capacity to cope with stress and adversity. The aim of this research isto examine whether adolescents who have experienced cumulative circumstances of risk and adversity may haveresilient outcomes when they participate in psychosocial educational intervention programmes. This aim is ofgreat importance for social work, in permitting the identification of sources of resilience that can and should befostered in interventions with adolescents who have been exposed to at-risk living conditions.Method. A non-experimental design with selected groups was used. The participants were 507 adolescents be-longing to four groups with different risk levels: social protection (n = 189); subject to court orders (n = 104);treatment for drug abuse (n = 25); and a comparison group (n = 189). A reduced version of the Resilience Scale(Wagnild & Young, 1993), considered the most suitable instrument for the study of resilience in the adolescentpopulation due to its psychometric properties, was applied in group form. The variables measured were socio-de-mographic variables and resilience.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.54357

1 Universidad Complutense de Madrid, Españ[email protected]

2 Universidad Complutense de Madrid, Españ[email protected]

3 Universidad Complutense de Madrid, Españ[email protected]

EDICIONESCOMPLUTENSE

MISCELÁNEA

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Introducción

El enfoque de la resiliencia en Trabajo Socialse ha mostrado como un reto de interés aca-démico y profesional. Ambos, Trabajo Socialy resiliencia, se apoyan en las fortalezas queposeen los individuos (grupos y comunida-des) y que pueden desarrollarse partiendo desus propias potencialidades (Saleebey, 2006).El enfoque de la resiliencia en Trabajo Socialorienta por caminos que van más allá del pa-radigma de la carencia, traspasan los límitesde lo asistencial y se dirigen hacia lo promo-cional. El modelo basado en las fortalezas su-pone un salto cualitativo en la acción social(Barranco, 2009) y los profesionales del tra-bajo social, al igual que otras profesiones ba-sadas en relaciones interpersonales, debenidentificar las fuentes de resiliencia para po-tenciar su calidad de vida y mejorar el des-arrollo humano de los individuos con los quetrabajan (Guo & Tsui, 2010).

Para el Trabajo Social, la teoría de la resi-liencia proporciona un inspirador enfoque a lainvestigación de la adolescencia al intentar darrespuesta a la pregunta ¿por qué algunos con-siguen superar circunstancias de riesgo y ad-versidad a las que se enfrentan y otros no? Lateoría de la resiliencia abunda sobre la cuali-dad acumulativa de los factores de riesgo yprotección a través de los dominios ecológi-cos individual, familiar y comunitario, refle-jando con precisión la compleja naturaleza delas influencias de estos dominios en el desarro-llo del individuo (Zimmerman, 2013). Cono-cer los procesos de riesgo y resiliencia facili-ta la comprensión sobre la adaptación y el

desarrollo durante la adolescencia, la identifi-cación de aquellos con necesidades mayoresde intervención, aporta información para lasintervenciones con que fortalecer los gruposde mayor riesgo y contesta a la cuestión: unatrayectoria de riesgo ¿cuándo puede ser redi-rigida hacia un camino de mayor adaptación?

En general, se reconoce que la conductade riesgo en adolescentes puede verse comoel resultado de interacciones complejas entrefactores de riesgo y factores de protección(Prinzie & Dekovic, 2008; Prinzie, Hoeve &Stams, 2008); aunque no hay acuerdo sobresi los factores de riesgo y protección son dosgrupos diferentes (unipolar) o los mismosfactores con un efecto de riesgo en un extre-mo y un efecto protector en el otro (bipolar).Asimismo, asistimos a un debate abierto so-bre el efecto de los factores de protección enla conducta. Algunos investigadores definenlos factores de protección como aquellos queatenúan o moderan los efectos de los riesgossobre la conducta, teniendo sobre ella un efec-to indirecto (Fergusson & Lynskey, 1996; Po-llard, Hawkins, & Arthur, 1999; Rutter 1987,2006); de acuerdo a esta definición, se requie-re la presencia de los riesgos para que los fac-tores de protección actúen. Sin embargo otrosinvestigadores consideran que existen efec-tos directos sobre la conducta problema de-nominados factores promotores (Van der Put,Van der Laan, Stams, Dekoviç & Hoeve,2011), o factores de ajuste positivo (Corcha-do, 2012), que no necesitan la presencia deriesgos para actuar (Loeber et al., 2008). Engeneral, se conoce mucho más acerca de losfactores de riesgo que los de protección

Results. Statistically significant differences in terms of resilience were found between the group of adolescentsundergoing treatment for drug use and the other groups. The adolescents under social protection and the youngoffenders obtained similar scores to those of the comparison group. Conclusions: Along the lines of the hypo-theses set forth, the results indicate that resilience is a process that may be encouraged via certain experience-ba-sed learning strategies or through participation in psychosocial educational programmes.Keywords: resilience; social work; adolescence; risk; psychosocial educational intervention.

Sumario: Introducción. 1. Método. 2. Resultados. 3. Discusión. 4. Referencias bibliográficas.

Cómo citar: Corchado Castillo, A. I.; Díaz-Aguado Jalón, M. J.; Martínez Arias, R. (2017) Resiliencia en ado-lescentes expuestos a condiciones vitales de riesgo, en Cuad. trab. soc. 30(2), 475-486.

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(idem). Fergus & Zimmerman (2005) clasi-fican en dos las categorías de factores de pro-tección: activos (assets) y recursos. Los acti-vos son los factores de protección que estándentro del individuo, tales como la autoefi-cacia o la autoestima; y los recursos son aque-llos factores de protección situados fuera delindividuo como el apoyo de los padres o deun adulto significativo, el grupo de iguales,la escuela o la comunidad.

La resiliencia es un concepto que siemprerequiere cuidado en su definición conceptualy operativa. Algunos investigadores alertansobre los distintos significados que se dan adicho término (Olsson, Bond, Burns, Vella-Brodrick & Sawyer, 2003; Evans & Pinnock,2007). La mayor parte de los trabajos actua-les aceptan la definición de Masten, Best, &Garmezy (1990): «La adaptación frente a al-gún tipo de estrés, amenaza o la adversi-dad»(p. 426). Olsson et al. (2003) realizanuna importante aportación al diferenciar en-tre el concepto de resiliencia aplicado a re-sultados o consecuencias y a procesos. La re-siliencia se describe como un resultadocuando se identifica como resiliente a un ado-lescente que ha superado con éxito la expo-sición al riesgo. Este enfoque examina a losindividuos en un intento por identif icar ycomparar a los que muestran patrones de re-siliencia (como lo demuestran los resultadospositivos) con los que sucumben al riesgo (talcomo se refleja en los resultados negativos).También se pueden buscar resultados resilien-tes al evaluar una conducta o al considerar lasconsecuencias psicosociales en adolescentesexpuestos a situaciones adversas o de riesgocrónico (por ejemplo, la pobreza). Un buenfuncionamiento, como la estabilidad de lasrelaciones, la evitación de una conducta pro-blemática o el rendimiento académico, des-cribe un adolescente resiliente. Se debe sercuidadoso al referir la resiliencia como un re-sultado ya que puede inducir una visión ne-gativa de aquellos que no logran superar lasdificultades y a los que se ve como portado-res de déficits, Ryan (1971) denominó estefenómeno «culpar a la víctima».

En la última década se han intensificadolos esfuerzos de los investigadores para apli-

car la teoría científica a la intervención prác-tica (Wright & Masten, 2005) fomentando laaplicación del conocimiento como estrategiapara la prevención. Así se ha construido la te-oría aplicada de la resiliencia que se plasmaen modelos preventivos. Estos diseños de in-tervención preventiva tienen como objetivoevitar lo negativo de las trayectorias relacio-nadas con los riesgos y la adversidad, inten-tando desarrollar, en un proceso continuo, unajuste positivo que permita a los adolescen-tes satisfacer sus necesidades, desarrollarcompetencia social, aumentar sus recursos ypotencialidades y convertirse en adultos sa-nos (Zimmerman & Brenner, 2010; Zimmer-man, 2013).

El objetivo a alcanzar en esta investiga-ción es evaluar a los individuos de la mues-tra para identificar y comparar a aquellos quemuestran patrones de resiliencia con aquellosque no han conseguido superar la exposiciónal riesgo. En relación a este objetivo se plan-tean las siguientes hipótesis:

1. Los adolescentes del grupo de compa-ración obtienen puntuaciones más altas en re-siliencia que el grupo de estudio.

2. Los adolescentes del grupo de estudioque participan en programas de tratamientopiscosocioeducativo consiguen resultados re-silientes.

1. Método

1.1. Participantes

Se obtuvo una muestra de 507 sujetos, forma-da por dos grupos, 318 en el grupo de estudio(62,7 %) y 189 en el de comparación (37,3 %).El 62,9 por ciento son varones y el 37,1 porciento mujeres, con una edad media de 16(DT = 2.86; mínimo 12 y máximo 19). El ma-yor porcentaje de participantes masculinosresponde a su mayor presencia en la poblaciónperteneciente a los grupos escogidos, lo queimpide cualificar los resultados en función delsexo de los sujetos (INE (a y b), 2013).

El grupo de riesgo está formado por tressubgrupos 1) adolescentes internados en cen-

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tros de protección como consecuencia de unasituación de desamparo generalmente origi-nado por abuso o negligencia sufrido en suentorno familiar y que suelen generar proble-mas de conducta (González, Fernández & Se-cades, 2004), (n=189, 37,2 %); 2) adolescen-tes en cumplimento de medidas judiciales enrégimen cerrado (n=104, 20,5 %); 3) adoles-centes en tratamiento por abuso de drogas encentros públicos y privados (n = 25, 4,9 %).

Los integrantes del grupo de comparaciónse seleccionaron de modo que fueran simila-res a los otros grupos con los criterios de in-clusión de edad, sexo y convivencia con la fa-milia de origen (n=190, 37,4 %); para ello seacudió a centros de educación secundaria,formación y empleo, en los que fue fácil en-contrar dicho perfil.

1.2. Diseño

Se realizó un estudio transversal-comparati-vo, no experimental y se recurrió a la combi-nación del enfoque y cuantitativo (Hernández,Fernández & Baptista, 2010), con el fin de re-saltar las fuerzas de ambas aproximaciones.

1.3. Procedimiento

Se elaboró un cuestionario basado en un es-tudio previo de carácter cualitativo realizadocon entrevistas en profundidad (Corchado,2012). Para el análisis del contenido se utili-zó el programa Atlas ti (v. 6.1) para la siste-matización de las experiencias recogidas enlas entrevistas.

Se accedió a los individuos del grupo deestudio a través de convenios de colaboraciónde la Universidad Complutense de Madridcon cada una de las instituciones sobre las querecae la responsabilidad de la atención y cus-todia de los participantes. El número total desujetos seleccionados de cada grupo depen-dió de la decisión de los responsables de ca-da entidad.

El cuestionario se aplicó en todos los ca-sos de forma colectiva, con presencia del in-vestigador. El tamaño de los grupos oscilabaentre 5 y 25 según los centros, excepto en elgrupo de menores en tratamiento por consu-

mo de drogas que se realizó de forma indivi-dual. Las instrucciones fueron proporciona-das por el investigador que resolvió las cues-tiones surgidas en la aplicación.

Se elaboró una carta informativa descri-biendo los términos de la investigación que in-cluía un consentimiento informado para los tu-tores o progenitores de los menores. En el casode los menores tutelados, el consentimientofue otorgado por la entidad responsable

1.4. Variables e instrumentos de medida

— Variables sociodemográficas: Sexo,edad y pertenencia al grupo de interés.

— Versión reducida de la escala de resilien-cia (RS) de Wagnild & Young (1993). Ahern,Kiehl, Sole & Byers (2006) realizan un estudiocon el objetivo de evaluar las propiedades psi-cométricas y la adecuación de los instrumentospara el estudio del constructo resiliencia en po-blación adolescente. Con los criterios de bús-queda instrumentos o escalas de medida de re-siliencia, se seleccionaron y compararon seisescalas obtenidas de la base de datos EBSCO(CINAHL, PreCINAHL & Academic SearchPremier), de MEDLINE, PsychINFO, Psych-ARTICLES e Internet. Las escalas The BaruthProtective Factors Inventory [BPFI] (Baruth &Carroll, 2002) y Brief Resilient Coping Scale[BRCS] (Sinclair & Wallston, 2004) no se con-sideraron adecuadas para su administración ala población adolescente, debido a la falta deaplicaciones en investigación con esta po-blación. También se excluyeron las escalas Adolescent Resilience Scale [ARS] (Oshio, Ka-neko, Nagamine & Nakaya, 2003), Connor-Da-vidson Resilience Scale [CD RISC] (Connor yDavidson, 2003) y Resilience Scale for Adults,al observar la necesidad de más estudios en po-blación adolescente. Se determinó que la Resi-lience Scale [RS] (Wagnild y Young, 1993) erael instrumento más adecuado para el estudio dela resiliencia en la población adolescente debi-do a sus propiedades psicométricas y a sus apli-caciones en una variedad de grupos de edad, incluyendo la adolescencia. La literatura espe-cializada internacional ha confirmado esta afir-mación dado el elevado uso de la ResilienceScale en las investigaciones sobre resiliencia

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(Cosco, Kaushal, Richards, Kuh & Stafford,2016).

Este instrumento identifica el grado de re-siliencia a través de una escala tipo Likert con25 ítems y siete alternativas de respuesta; des-de «totalmente de acuerdo» a «totalmente endesacuerdo», y mide dos dimensiones: la com-petencia personal (17 ítems), y la aceptaciónde uno mismo y de su vida (8 ítems). Se tra-dujo la escala original en inglés y se compro-bó que la versión en castellano fuera equiva-lente a la original con una nueva traducción(back translation). La versión en castellano fuerevisada por dos psicólogos expertos en la te-mática, que orientaron en la selección de aque-llos ítems que consideraron mejores en suadaptación al castellano para medir el rasgoresiliente individual. El resultado final fue unaescala Likert de 12 ítems seleccionados de laescala original con siete categorías de respues-ta que incluye ambas dimensiones (9 ítems pa-ra la dimensión competencia personal y 3 pa-ra la aceptación de uno mismo y de su vida).

1.5. Análisis de datos

Se realizaron: análisis descriptivos de los da-tos para conocer las características de los par-ticipantes; análisis factorial confirmatorio pa-ra la búsqueda de dimensiones latentes de lavariable resiliencia; análisis de correlaciónpara buscar relaciones entre la variables re-siliencia y edad; diferencias entre grupos deinterés; contrastes sobre medias y análisis noparamétricos; y fiabilidad de las puntuacio-nes de las dimensiones.

Se utilizó el paquete estadístico IBM-SPSS (v.21) para el análisis estadístico de losdatos y el programa Lisrel (v. 9.2) para el aná-lisis factorial confirmatorio.

2. Resultados

Para demostrar la validez de la estructura in-terna, se realiza un AFC sometiendo a prue-ba un modelo unidimensional y otro de dosfactores correlacionados que corresponden alas dos dimensiones de la escala establecidas

por los autores. En el test de razón de verosi-militud el modelo de dos factores no es sig-nificativamente superior al de un factor, pe-ro en aras de la parsimonia y a la vista de laelevada correlación de los dos factores (.95)se optó por el de modelo de un factor.

El modelo unidimensional presenta unasolución bien definida y un aceptable gradode ajuste de los datos [χ2 (49) 293.50(p < 0,001); RMSEA = 0,08; CFI = 0,98; IFI =0,98; RMR = 0,03: GFI = 0,94]. Se conservael nombre de la escala original: Resiliencia(Figura 1). El coeficiente de fiabilidad parala escala es de 0,90 (IC 95%: 0,89-0,91).

Los valores de R2 (Tabla 1) oscilan en unrango de 0,58 para «Siempre acabo lo queempiezo» a 0,77 para «En situaciones difíci-les encuentro la salida y la confianza en mímismo me ayuda», que son los mejores indi-cadores de la variable latente. Todos los ítemstienen un elevado nivel de signif icaciónp < 0,001; el valor mínimo del estadístico t esde 16,33.

Se examina la correlación entre las varia-bles resiliencia y edad y se halla que ambasvariables no se encuentran linealmente rela-cionadas (r = –0,03, p = 0,43).

Figura 1. Modelo estructural de primer or-den para el constructo Resiliencia (RS).

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Para explorar la relación entre la pertenen-cia a los distintos grupos con la variable deestudio, se realizaron análisis de covarianzaentre grupos. En la Tabla 2 se presentan losestadísticos descriptivos de cada uno.

Dado que la edad no tuvo efecto signifi-cativo y que las variables no cumplían con elsupuesto de normalidad se realizó el contas-te no paramétrico de Kruskal-Wallis que mos-tró diferencias estadísticamente significati-vas entre los grupos (χ2 (2) KW = 20,11, p< 0,001). Para el contraste a posteriori se uti-lizó la prueba de U de Mann-Whitney con lacorrección de Bonferroni y el estadístico deRosenthal para el cálculo de los tamaños delefecto que describió tamaños pequeños paralas diferencias entre los grupos. Solo se en-contraron diferencias estadísticamente signi-ficativas entre el grupo de adolescentes entratamiento por consumo de drogas (grupo 3)con el resto de los grupos: protección (grupo1>grupo 3, Z = –3,46, p= 0,001), medidas ju-diciales (grupo 2 > grupo 3, Z = –4,68,

p = 0,000) y comparación (grupo 4>grupo 3,Z = 4,24, p = 0,000).

3. Discusión

La primera hipótesis planteada en este es-tudio, que afirma que los adolescentes del gru-po de comparación obtienen puntuacionesmás altas en resiliencia que los del grupo deestudio, se confirma parcialmente para el gru-po de consumidores, ya que solo se apreciandiferencias significativas entre este grupo conel resto de grupos de estudio y el grupo decomparación. Los adolescentes infractores su-peran la puntuación al grupo de comparacióny el grupo de menores en protección obtienenuna puntuación, aunque menor, muy cercanaa la del grupo de estudio y no se aprecian di-ferencias significativas entre ellos.

Si se identifica como resilientes a aquellosadolescentes que han superado con éxito laexposición al riesgo y que son capaces de

Tabla 1. Saturaciones factoriales y fiabilidad de los indicadores

Resiliencia Saturación (t) R2

Siempre acabo lo que empiezo R1 0,06 (16,33) 0,58Estoy orgulloso de lo que he conseguido R2 0,08 (18,21) 0,64Me siento bien conmigo mismo R3 0,12 (23,02) 0,75Puedo manejar muchas cosas a la vez R4 0,06 (22,60) 0,74Soy decidido R5 0,07 (20,27) 0,69Puedo mantener el interés por las cosas R6 0,11 (20,43) 0,69Siempre encuentro por lo que reír R7 0,08 (16,67) 0,59La confianza en mí mismo me ayuda R8 0,09 (23,79) 0,77Puedo ver una situación de distintas maneras R9 0,07 (17,22) 0,61Mi vida tiene sentido R10 0,10 (21,16) 0,71En situaciones difíciles encuentro la salida R11 0,13 (23,47) 0,77Tengo capacidad para llevar a cabo lo que tengo que hacer R12 0,08 (21,84) 0,73

Tabla 2. Estadísticos descriptivos distribuidos según los grupos de interés para Resiliencia

N Media DT

1. En protección 189 62,37 14,182. En cumplimiento de medidas judiciales 104 66,26 11,493. En tratamiento por consumo de drogas 25 53,72 10,154. Comparación 190 63,52 11,67

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mantener un desarrollo saludable a pesar dela presencia de amenazas, ¿por qué los jóve-nes infractores obtienen las puntuaciones másaltas de la escala?, son adolescentes que hansido expuestos a altos niveles de riego y quemuestran resultados positivos en resiliencia.Una respuesta posible está en reconocer la in-fluencia de los programas de intervención psi-cosocioeducativo, generales y específicos, alos que los jóvenes de estos grupos tienen ac-ceso cuando entran en contacto con las insti-tuciones (Graña & Rodríguez, 2010). Actual-mente, y como consecuencia de los efectos dela Ley Orgánica 5/2000 reguladora de la res-ponsabilidad penal de los menores, en Espa-ña existe una amplia oferta de intervencioneseducativas y tratamientos con infractores ju-veniles que ofrecen los recursos y las oportu-nidades que están en el foco del cambio. Así,una implicación importante de los resultadoses que proporcionan apoyo a la proposiciónde que los procesos resilientes son maleables,al menos a corto plazo. Como ya se ha apun-tado, la resiliencia no es simplemente una ca-racterística fija de la los individuos (Luthar,Cicchetti & Becker Luthar, 2000.), es un pro-ceso que puede ser modificado a través deciertas estrategias de aprendizaje derivadas dela experiencia o en procesos de enseñanza-aprendizaje. Se puede mejorar la eficacia deestos procesos ajustando los niveles de inter-vención a los niveles de riesgo (Andrews &Bonta, 2010) y proporcionado a los adoles-centes los elementos necesarios para un des-arrollo y adaptación adecuada, incluso en si-tuaciones de adversidad (Luthar & Zelazo,2003; Quintero, 2005; Cyrulnik, 2009). Estosjóvenes se están preparando para manejar yafrontar riesgos y desafíos futuros, pero que-dan pendientes de mostrar resultados positi-vos del proceso de aprendizaje a medio y lar-go plazo que, en el caso de los jóvenesinfractores, podrá evaluarse, en cierta medi-da, a través del fenómeno de la reincidencia(Martín, García & Torbay, 2013). Sin embar-go, la prueba crítica se obtendrá en la medidaque estudios longitudinales permitan compro-bar la utilización de estos esquemas de resi-liencia cuando los jóvenes se enfrenten denuevo a la realidad de sus vidas. Conviene no

olvidar que en su proceso de resiliencia debenimplicarse, además de los técnicos responsa-bles de la aplicación de los programas y de lospropios jóvenes, sus familias y otros grupose instituciones (King, Smith & Gracey, 2009)así como, otros recursos que pueden ayudar-les a enfrentarse a situaciones de riesgo (Quin-tero, 2005). Junto a los bienes personales (as-sets), los recursos externos conquistan losriesgos significativos y permiten que estosadolescentes se conviertan en adultos sanos.

Al igual que los menores infractores, losmenores en protección también han sido ex-puestos a altos niveles de riego y muestranresultados positivos en resiliencia aunque conuna puntuación menor que el grupo de com-paración. Los factores de riego a los que seenfrenta este grupo, precipitan la interven-ción de recursos que deben conquistar losriesgos significativos. Los Servicios de Pro-tección de Familia e Infancia intentan mejo-rar su estructura de oportunidades a través delejercicio de las medidas de protección y losprogramas de atención y apoyo a la infanciay a la familia. Armados de bienes personales(assets) y sin obviar las dificultades y los ries-gos añadidos que enfrentan estos menores,como la propia situación de acogimiento re-sidencial, son capaces de desarrollar una tra-yectoria resiliente porque consiguen afrontarde forma exitosa experiencias de adversidadsignificativa o traumática aprendiendo a evi-tar lo negativo de las trayectorias asociadasal riesgo y permite que estos adolescentes seconviertan en adultos sanos.

El resultado exitoso de estos procesos, hade inspirar en mayor medida la búsqueda defactores de protección y las características deresiliencia que pueden informar a las técni-cas de prevención.

Los adolescentes del grupo de compara-ción también describen una trayectoria resi-liente que se desarrolla como un procesoadaptativo normal que tiene su origen en la«magia de lo ordinario» (Masten, 2001), enlos bienes y recursos ordinarios.

Los datos confirman que los adolescentesdel grupo de estudio que participan en pro-gramas psicosocioeducativos consiguen re-sultados resilientes, confirmando la segunda

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hipótesis del estudio. El grupo de consumido-res no tienen acceso a estos programas ya querequieren tratamiento terapéutico muy espe-cializado para su problema de salud. Este ti-po de tratamientos, originado en enfoques debase científica (NIDA, 2016), tienen como fi-nalidad la reducción del consumo de drogas,sus costes sociales y de salud, está presente entodos los espacios de la vida del adicto y muyprolongados en el tiempo. Las intervencionessocioeducativas son apropiadas cuando la abs-tinencia está consolidada. Este grupo d ado-lescentes han sido expuestos a altos niveles deriesgo y sus resultados en resiliencia son ne-gativos. Las bajas puntuaciones obtenidas enla escala de resiliencia refieren una importan-te característica de este grupo respecto a lasdimensiones de competencia personal y acep-tación de uno mismo y de su vida, describien-do un malestar que debería ser identificadocomo requisito para conocer la forma de in-troducir estas dimensiones en los programasde tratamiento y prevención de la conductaadictiva.

Dada la naturaleza multidimensional de laresiliencia, las intervenciones que abarcandistintos comportamientos, pueden ser máseficaces para modificar todo el contexto delas influencias en la vida de un adolescenteya que se enfrentan a riesgos múltiples y acu-mulativos. Las intervenciones multimodales,donde varios problemas pueden ser tratados

al tiempo y en el mismo lugar, y donde hande intervenir diversas instituciones y/o recur-sos pueden ser la respuesta, porque disminu-yen el coste personal, familiar y social, quede lo contrario se produciría (Díaz Aguado,2008). Generar experiencias de aprendizajebasadas en modelos educativos de responsa-bilidad y relación positiva que ayuden a inte-grar a los menores en el contexto familiar, so-cial y escolar, es tarea de las redes y losequipos interdisciplinares y multiorganizati-vos donde el Trabajo Social tiene la misiónprimordial al potenciar la calidad de vida ypromover las estrategias resilientes en los in-dividuos y sus familias.

Para superar las limitaciones de este es-tudio sería conveniente mejorar el procedi-miento de obtención de la muestra, amplián-dola a otras comunidades autónomas, asícomo llevar a cabo un seguimiento longitu-dinal que permita comprobar la utilizaciónde estos esquemas de resiliencia cuando losjóvenes se enfrenten de nuevo a la realidadde sus vidas.

Esta investigación ha sido posible graciasa los convenios firmados por la UniversidadComplutense de Madrid con la Agencia de laComunidad de Madrid para la Reeducacióny Reinserción del Menor Infractor y el Insti-tuto Madrileño de la Familia y el Menor; ypor los acuerdos con Madrid Salud y el Pro-grama Joven de Proyecto Hombre.

4. Referencias bibliográficas

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Como dice Fourtou en la introducción, el li-bro de la profesora Cerdeira Gutiérrez «nosinvita a viajar» por continentes, capitales y,con una mirada psicoanalítica, por mundos in-teriores, a través de las historias de vida de al-gunos personajes de las novelas que ha selec-cionado con mucho esmero. Es una miradaintimista sí, pero con marcado carácter social;son fragmentos de trece novelas escritas pordiversos autores y autoras españolas y extran-jeras, y estos relatos de vida refieren subjeti-vidades complejas que se articulan con otrassubjetividades, las de los autores que las es-cribieron, la de la autora del libro y las de lospotenciales lectores del libro que se reseña.Es el discurso de la escucha lo que marca elpaso en esta lectura fragmentada y en la queabunda el relato de estas subjetividades inti-mistas, penetrando y viajando por las situa-ciones de los sujetos para conectar con la re-alidad que les toca vivir. La escucha tambiénse convierte en sujeto activo en este texto.

En el libro se refleja la transmisión de losubjetivo a lo social, y viceversa; es la utili-zación de la ficción lo que une al sujeto delrelato de vida con el mundo social y con larecreación del mismo en los imaginarios delos personajes que Cerdeira extrae de cadanovela; imaginarios reales y sociales; vincu-lando de ese modo también lo individual conlo colectivo.

Es una obra de gran originalidad y muy su-gerente; invita a la lectura de las novelas refe-renciadas —si no se ha hecho ya— y a su re-lectura —si se conoce— con la mirada quepropone Cerdeira, que no es sencilla, pues setrata de un texto complejo, con un dinamismodel relato y de acción que incita, nada más

abrirlo, a devorar estas historias de vida de untirón, para volver después a ellas, más despa-cio, pasando las hojas reposadamente de unaen una, con el fin de tratar de desentrañar lacomplejidad del lenguaje psicoanalítico de lassubjetividades que se enlazan en cada una deellas.

La motivación que genera la autora, al ele-gir el diálogo de la escucha a través de unasnovelas con un enorme contenido social, apli-car al relato la perspectiva interdisciplinar —psicoanálisis, literatura, sociología— esclave en el aprendizaje significativo; motivaa transferir lo aprendido en esta lectura y ensu reflexión a otra situación de la realidad quese pueda presentar, y pudiéndolo aplicar in-cluso a largo plazo.

El ilimitado espectro de la complejidadsocial, económica y psicosocial se muestraen las trece obras escogidas por Cerdeira. Laaproximación cualitativista permite desentra-ñar los múltiples aspectos a los que, y en losque, viven los y las protagonistas de estas his-torias y tratar así temas candentes de nuestrarealidad. La Ley del menor nos enfrenta a di-lemas éticos en los que están inmersos diver-sos ámbitos profesionales, intersecciones ydivergencias entre justicia y religión. Los be-sos del pan nos presenta la crisis económicadesde una perspectiva social y personal, laforma en que golpea a un gran sector de po-blación, sus vivencias, sus miedos, su rabiaante la injusticia; y también lo colectivo, losolidario, el apoyo. El último día en Terrano-va enfoca la crisis económica desde otra mi-rada, aquella que evidencia la lucha personalde la defensa de la cultura, de la libertad, losvalores representados por una librería y sus

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RESEÑAS

CERDEIRA GUTIÉRREZ, Isabel (2017). Novela e historias de vida. [Novel and life stories].Madrid: Editorial Sapere Aude-Atrévete a saber. Colección Sociología clínica en español.179 pp. ISBN: 978-84-946473-3-8 ISBN-e: 978-84-946473-4-5

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55569

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libros frente a los especuladores inmobilia-rios, artífices y protagonistas de la crisis eco-nómica. Y no estar locos afronta el tema dela violencia contra las mujeres y de la igual-dad, pero también el de la interculturalidad yla tolerancia. En Los caballos de Dios —co-mo indica la autora— se «traza con maestríalas líneas que cruzan la inocencia de la infan-cia, la inexperiencia de la juventud y los ho-rrores del terrorismo». Religión, pobreza, ra-dicalidad y terrorismo se conjugan en lamiseria sin futuro. La isla de la infancia tam-bién trata del tema de la infancia, pero en unámbito muy distinto —en una Noruega cultay próspera pero no exenta de una infancia conmiedos, inseguridades, experiencias y descu-brimientos, temores y alegrías— en la queplanean las figuras antagónicas de un padreautoritario y violento y una madre serena yconfortable. La mujer de pie nos adentra enla enfermedad en las distintas formas que sepresenta a lo largo de nuestra existencia: eldolor, los cambios en el cuerpo; y aporta unaprofunda reflexión sobre todo ello. Meursaultcontre-enquête —apunta Cerdeira— «retra-ta de forma impresionista una cultura, seconstruye de forma textual un fragmento et-nográfico, se percibe el impacto sobre el in-dividuo de los procesos de cambio cultural,se muestran dimensiones sociales no alcan-zables por otros medios, así como sobre losprocesos de interacción social».

La Comisión de las lágrimas nos aproxi-ma a la crueldad de una guerra civil en la quela venganza toma protagonismo y en este otroterreno más personal, la vivencia de la locu-ra en un mundo caótico con el que se cruza yentrelaza. No llorar aborda también los des-trozos de una guerra civil, esta vez la españo-la, y se adentra en su impacto a escala perso-nal; una historia familiar e intimista en la queafloran las contradicciones vividas, un tiem-po de ilusión, utopía y libertad frente a los des-garros producidos por la contienda bélica.Tres obras más evocan la guerra y sus desas-tres —esta vez la Segunda Guerra Mundial—y lo hacen con miradas diferentes sobre sus

grandes estragos. La guerra no tiene rostro demujer es un libro realizado a partir de entre-vistas a mujeres que combatieron en las filasdel Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mun-dial y cuya participación ha sido olvidada uocultada: «En esta guerra no hay héroes ni ha-zañas increíbles, tan solo seres humanos in-volucrados en una tarea inhumana». La zonade interés da voz a los verdugos del nazismoy el holocausto, como apunta un crítico lite-rario, el autor de la novela «sale inteligente-mente de su zona de confort y nos arranca anosotros de ella para entrar en esta otra zonade interés que le permita reflexionar sobre elamor, la moral y el horror en el peor de loscontextos posibles». Lo que nos cuenta Rienoù poser sa tête son los hechos que vivió enese período terrible de la historia una mujer,librera y escritora polaca; es un poderoso tes-timonio de una vida fugitiva de la persecuciónnazi: «Un fragmento de historia de vida, queatraviesa la historia y nos llega actual, comosi nos estuviera también destinada».

Este recorrido literario de la mano de laprofesora Cerdeira suscita, además, la inno-vación pedagógica que supone una forma deleer y de aproximarse a la novela; y cómo laaplicación de la literatura a otras disciplinasse puede convertir en un medio para poten-ciar el conocimiento y el aprendizaje, en par-ticular, en la disciplina de Trabajo Social.

Hay que congratularse por la edición tancuidada del libro, con una imagen en la por-tada—El ratón de biblioteca de Carl Spitz-weg (1808-1885)— que sugiere también lapasión por la lectura. Celebramos especial-mente la complementariedad producida en-tre la obra de la profesora Cerdeira y la nue-va colección que inaugura la editorial SapereAude con este novedoso texto y que le augu-ra un exitoso porvenir.

Teresa García Girá[email protected]

Elena Roldán Garcí[email protected]

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Desviat, en este libro, plasma su convicciónpolítica de la salud como un bien público. Esuna de las figuras más emblemáticas de la re-forma psiquiátrica y de la salud mental comu-nitaria de España, gran defensor de la univer-salidad del sistema de salud pública y de losderechos de las personas afectadas por tras-torno mental. En un Estado democrático le co-rresponde a éste procurar altos niveles de sa-lud o «al menos... parto de la convicción deque la ciudadanía tiene la obligación de re-querirla». Desviat, que peleó abiertamente poruna salud pública al servicio del ciudadano,se sigue preguntando —ya alejado del traba-jo institucional— por el destino de la reformay sus consecuencias para la ciudadanía. Co-mienza su libro denunciando «el progresivopredominio de la política neoconservadora(...) así como los cambios en la demanda, lamedicalización y psicologización de una so-ciedad que ha convertido en una mercancíamás la prestación sanitaria y en una respon-sabilidad individual el estar enfermo».

Defiende un modelo de comunitario queexige un sistema sanitario público, universaldescentralizado y participativo, concebidocon los criterios éticos y de salud pública,donde se engarza en plena armonía la saludmental. El modelo comunitario, que denomi-na «colectivo o alternativo», tiene en cuentalas desigualdades sociales y no solo el estilode vida; devuelve al sujeto afectado por su-frimiento psíquico su posición activa en elsistema y sitúa en primer plano su subjetivi-dad, con toda su complejidad.

Advierte, tan crítico como realista: «estelibro parte de la presunción del agotamientode la reforma psiquiátrica (...). Parte de la ne-

cesidad, por tanto, de una reforma de la re-forma psiquiátrica, que ya no podrá ser unproceso pactado en el marco de un Estado delbienestar». Describe un panorama nada ha-lagüeño tanto de la psiquiatría como de la sa-nidad en general y no le pasa desapercibidoni el desmantelamiento del sistema sanitarioni la negación del sufrimiento psíquico de laspersonas con un diagnóstico de trastornomental.

Particularmente interesante es su revisióny propuesta de una nueva clínica. Desviat noniega la enfermedad mental; y como Basa-glia, critica los efectos estigmatizadores pa-ra quien la sufre; y la necesidad de situarla enel contexto en que se reproduce y en el suje-to que la padece. Lo esencial no es la condi-ción de enfermo, sino la de sujeto de dere-chos —entre éstos al tratamiento digno— nocomo meros objetos, «paquetes» sin destino.Propone una clínica del sujeto en su contex-to, una clínica de la dignidad que construyalos derechos sustanciales en el enfermo psi-quiátrico. Y para construirlos, hay que rom-per con el pensamiento de una época prag-mática, mercantilista e insolidaria como laactual, y recuperar los saberes de los oríge-nes de la psiquiatría. Su propuesta exige unarevisión del poder, de los diferentes saberesque acompañan las prácticas, del género, delos sistemas económicos y financieros etc.En suma una psiquiatría crítica que trascien-da lo establecido y que cuestione la simplifi-cación de la psiquiatría biológica y el positi-vismo que la acompaña.

Esta clínica es la síntesis dialéctica entreel sujeto y su dolencia, alejado del diagnós-tico psiquiátrico que lo cosifica; permite una

DESVIAT, Manuel (2016). Cohabitar la diferencia: de la reforma psiquiátrica a la salud mentalcolectica. [The coexistence of difference: from psychiatric reform to collective mentalhealth]. Madrid: Grupo 5. 318 pp. ISBN: 978-84-945028-4-2.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.55560

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ampliación del saber gracias a la confluenciade distintos núcleos de conocimientos propi-ciados por el apoyo matricial; requiere un vín-culo entre las diferentes partes del sistema deintervención para elaborar un contrato de cui-dados, en que emerge la subjetividad de lapersona con sufrimiento psíquico. Pero estaclínica está amenazada por las nuevas formasde gestión que priman la concertación de ser-vicios, su número y su rentabilidad por enci-ma del sujeto; y por unos actos médicos y re-habilitadores que obedecen a la lógica de larentabilidad económica, con el riesgo eviden-te de prescindir en el discurso de la cronici-dad y sus efectos, pervirtiendo así la planifi-cación y gestión de servicios. Así, el dineroy las formas del capital determinan las for-mas de demanda. Ahora es más fácil que lassituaciones generadas por la crisis económi-ca y financiera acaben en salud mental; co-mo si psiquiatrizar el sufrimiento social fue-ra una respuesta del sistema capitalista.Desviat alude a la ética en la respuesta a es-te tipo de malestares: no se puede psiquiatri-zar la vida; alimenta a la industria farmacéu-tica y a los mercados financieros, pero noaporta salud para la ciudadanía. Esta nuevaclínica no puede ser ajena a los avatares de losocial y de lo psicosocial. Requiere una mi-rada más crítica sobre la psicopatología de lapsiquiatría clásica, repensar en ella y estu-diarla desde otro lugar.

Actualmente, la psiquiatría está inspirada—dice— en manuales estancos (DSM y CIE)que olvidan y refutan su rica historia. Se de-finen ateóricos, pero se nutren ampliamentede la corriente biológica, de la concepciónmédica de la enfermedad mental. Configu-ran un saber único al servicio de la industriafarmacéutica, que ansía despojar a la psiquia-tría de la ética y del posicionamiento socialcon la práctica clínica. Intenta, en suma, ci-frar las prácticas en el poder económico-po-lítico de las clases dominantes y, en particu-lar, en el capital como sistema social.

Es preciso, pues, revisar la psicopatologíaalejándola de la lógica del poder mercantilis-ta y descarnada del síntoma vacio de sentido.Recorre la historia de la psicopatología enpsiquiatría y cómo se va configurando un sa-

ber en constante evolución en torno al sínto-ma, su funcionamiento, las diferentes escue-las y los paradigmas, y lo centra en un deba-te fundamental. La pregunta crucial es ¿quéenferma, el cerebro o el alma?, ¿mente sin ce-rebro o cerebro sin mente?

Esta nueva psiquiatría crítica e histórica hade entenderse con una mirada plural sin sim-plificaciones —dice Desviat— no puede pres-cindir de los valores, de la palabra del sujeto,su autonomía y libertad. Una clínica del hom-bre como tal, en un contexto de reapropiaciónde su subjetividad, necesita nuevos mapas, unanueva psicopatología que retorne al sentidode los síntomas, explique y entienda la enfer-medad mental en los contextos significativospara los sujetos que padecen. Se trata de ne-gar el síntoma descarnado de experiencia sub-jetiva para darle sentido y solo es posible cuan-do se recupera el debate técnico y científicoque reflexiona también en el poder, en térmi-nos foucaultianos. El poder psiquiátrico ha dedejar paso a los saberes profanos, en términosde Desviat (saberes sometidos, según Foucaulten Hay que defender la sociedad, 2003). Jun-tos conseguirán generar espacios de encuen-tro, de manifestación de la diversidad, para laconvivencia en la diferencia de saberes y derealidades, alejados de la función psiquiátri-ca tradicional situada del lado del poder y lacoerción. Una relación basada en el encuen-tro vincular en el espacio terapéutico y de tra-tamiento, generada en el respeto por la dife-rencia, la dignidad, la autonomía y el derechode autodeterminación.

Entiende que la comunidad, donde se in-sertan las prácticas de la salud mental, debehacer prevalecer el derecho a la diferencia yel respeto al espacio de lo común. La identi-dad única, individualista, propia de los posi-cionamientos neoliberales, mata la subjetivi-dad porque implica uniformidad. Y la locuraes diferente, necesita el espacio común paratransitar por una vida alejada de espacios for-males, hospitalarios, cuya cura aleja al suje-to de sus contextos y del espacio natural don-de convive con su sufrimiento y malestar.

El significante «lo común» no es ajeno alTrabajo Social; la polisemia que le acompa-ña es fruto de múltiples debates, precisamen-

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te por la confusión que a menudo genera.Plantea que la nueva reforma psiquiátrica nopodrá «ser un proceso pactado en el marco deun Estado del bienestar». Afirma «frente alno hay un afuera de la gestión financiera in-ternacional se plantea la urgencia de construirnuevas formas de comunidad, de agrupacio-nes colectivas, una ciudadanía responsable,que pueden dar lugar a nuevas formas de go-bernanza, de gestión de lo común»; pero ¿nohay nuevamente una visión mitificada de lacomunidad, de sus posibilidades, de la nega-ción de la diferencia que entraña?, ¿no devol-vemos nuevamente a la ciudadanía una res-ponsabilidad que le excede?, ¿no sería precisoabogar por una ciudadanía diferenciada entérminos de Young (1996), que respete unaidentidad diferenciada con igualdad de trato,de derechos y de dignidad? que respete y en-tienda la pluralidad social; ¿dónde queda elEstado y sus responsabilidades?, ¿qué hacercon la concertación de servicios en la saludmental, con el inacabado debate de lo públi-co y lo privado?

La ciudadanía, entiendo con el autor, es elmarco ineludible de cualquier discurso sobrela diversidad. Cualquier propuesta de saludmental alternativa pasa por desarrollar proce-sos emancipadores que combinen nuevas for-mas de ciudadanía con exigencias de adapta-ción de la diferencia y de la valoración de la

subjetividad de la persona. Pero «lo común»quizá necesita de aclaración y desarrollo.

Desviat, coherente con su trayectoria éti-co-política llama a subvertir el orden, a ale-jar del mercadeo de la industria farmacéuti-ca, del capital, a la salud pública en generaly la mental en particular. La suya, opino, esuna voz reflexiva que con experiencia llamaa todos los actores a deliberar sobre una nue-va reforma psiquiátrica. Una reforma que exi-ge pensar en términos de ciudadanía y de su-jetos activos en su proceso.

Este texto no nos deja indiferentes; invitaa revisar las prácticas de la psiquiatría comu-nitaria, para situar en primer plano el debatetécnico, filosófico e ideológico que se ha per-dido en las últimas décadas, con el ejerciciode la psiquiatría biológica de los profesiona-les en los equipos multiprofesionales. Perono será posible sin la incorporación de los sa-beres de las personas afectadas, como suje-tos de pleno derecho. La escucha y la palabrase convierten en los elementos cruciales dela disidencia.

Quienes iniciamos nuestra trayectoria pro-fesional con las enseñanzas de Desviat, allápor los años 1980, tenemos la suerte de con-tar hoy con su apasionamiento para liderar unnuevo proceso reflexivo sobre unas prácticasque superen el ya viejo saber asistencial quedesplazó la reforma.

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La presente obra colectiva presenta de formasintética cuestiones esenciales de la investi-gación en las ciencias sociales y en particularen el Trabajo Social; es un manual que deno-minaría: Guía de viaje «Conocer y Cambiar»desde el Trabajo Social, donde se nos mues-tra las diferentes formas-metodologías de via-jar en un contexto histórico crítico, momentode encrucijada para la vida en todas sus for-mas de existencia, donde será necesario y vi-tal integrar visiones, superando miradas ex-clusivas y excluyentes en cualquiera de susformas, cooperando no compitiendo.

El hacer una reseña de esta guía de viaje,se debe a que la obra en su conjunto integrala capacidad de síntesis, la claridad expositi-va y el rigor metodológico-científico, com-binando la exposición teórica de las diferen-tes metodologías con ejemplos prácticos,utilizando bibliografía clásica a nivel inter-nacional, y la más reciente tanto a nivel in-ternacional como referentes nacionales paracada una de las formas de conocimiento.

Además en este manual se muestran dis-tintos caminos, distintos destinos... y lo queconsidero que atraviesa toda la obra, unacuestión esencial para qué conocer, no se tra-ta por tanto sólo de conocer por conocer, si-no que desde el primer capitulo hasta el últi-mo está presente una cuestión de fondo quemarca todo el viaje. Para saber qué caminoelegir en está encrucijada histórica es esen-cial no sólo cuestionarse qué conocer, sino elpara qué-quién.

El primer capítulo, aborda la cuestión deldenominado objeto de estudio en trabajo so-cial: su dimensión científica. Orienta la cues-tión hacia los principios y valores propios del

trabajo social, a cómo ha ido evolucionandosu definición y delimitación hasta la actua-lidad.

En este sentido complementar la visiónsobre el origen del trabajo social, afirmandoque el trabajo social ha tenido históricamen-te un papel relevante, formando parte del pro-yecto global de las Ciencias Sociales, dondelas barreras de visibilización del conocimien-to y de la investigación por cuestiones de gé-nero fueron evidentes aunque no imposiblesde romper por referentes del Trabajo Socialcomo Mary Ellen Richmond y Jane Addamsentre otras.

El segundo capítulo, trata el tema de lasfuentes de información para la investigaciónen trabajo social, describe tanto las fuentesprimarias como las secundarias y dónde sedebe buscar para obtenerlas. Nos ilustra so-bre la importancia de la selección de las fuen-tes de información, este tema es crucial yaque puede darse situaciones diversas desdeque exista multitud de recursos que nos apor-ten datos sobre la realidad que queramos co-nocer, como la inexistencia de los mismos.

De forma metafórica sería la parte de laguía donde te sugieren información sobreotras personas con destinos, objetivos y ex-periencias similares de viaje para que sirvande referencia en la selección del propio.

El capitulo tercero aborda la planificaciónde la investigación, señala los elementos queson necesarios tener en cuenta cuando sequiere planificar una investigación. Se des-criben las diferentes fases de la planificación,desde las iniciales hasta las finales.

Teniendo en cuenta que el diseño de unainvestigación puede ir desde una minima has-

CAPARROS CIVERA, Neus y RAYA DÍEZ, Esther (coords.) (2015). Métodos y técnicas de inves-tigación en Trabajo Social. [Research methods and techniques in social work]. Madrid:Grupo 5. 262 pp. ISBN: 978-84-943980-7-0.

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.52448

EDICIONESCOMPLUTENSE

Cuad. trab. soc. 30(2) 2017: 493-494 493

RESEÑAS

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ta una máxima planificación, puede variar en grados de abstracción y concreción, perodestaca la importancia del sentido del cono-cimiento y la coherencia interna de las dis-tintas cuestiones entrelazadas entre sí: quéquiero conocer, por qué, cómo y para qué.

Sea cual sea la tipología de diseño de in-vestigación (viaje) advierte que se trata de uncontinuum, de un proceso, y por tanto debecontemplar cierto margen de flexibilidad, esla clave del diseño y la planificación, siem-pre con sentido y lógica interna para queatienda a nuestros objetivos principales de in-vestigación, para que en la encrucijada de ca-minos no olvidemos hacia donde íbamos, nide dónde veníamos.

El capitulo cuarto y quinto muestran res-pectivamente la muestra en la investigacióncualitativa y cuantitativa, de forma sintética,con claridad expositiva y rigor metodológi-co. Al f inal de cada uno de los capítulosmuestran diferentes ejemplos prácticos de loexplicado teóricamente.

En la muestra en la investigación cualita-tiva, se describe cómo seleccionar la muestraobjeto de análisis y sus ejes fundamentales,sí como la representatividad o los casos ne-cesarios para obtenerla.

En la muestra de la investigación cuanti-tativa, La encuesta estadística aborda esta téc-nica, su tipología, ventajas e inconvenientes,organización de las variables y el diseño delcuestionario, así como los instrumentos quese utilizan para su medición.

El capítulo séptimo, la entrevista como téc-nica de investigación, describe las técnicascualitativas que emplean en investigación, cu-ya aplicación para el trabajo social es espe-cialmente útil dadas sus características y apli-cabilidad, y detalla sus características, usos yanálisis partiendo de ejemplos concretos.

El capítulo octavo, la observación partici-pante como técnica de investigación social, dacuenta de esta técnica como herramienta paraestudiar y explorar determinadas realidades apartir de la constatación de lo observado.

El capítulo noveno, técnicas grupales, elgrupo de discusión, nos adentra en el tema dela técnicas grupales a través del grupo de dis-cusión, entendido como la técnica grupal porexcelencia. Algunos de los temas que abordason las fases de implementación, el diseño delos grupos y el análisis del discurso que emer-ge de su realización.

El penúltimo capítulo, la investigaciónparticipativa: métodos y técnicas de partici-pación comunitaria y acción colectiva, mues-tra la investigación participativa como técni-ca cualitativa que involucra a los sujetosimplicados en la misma como agentes parti-cipativos en la creación de conocimientos einmersos en el propio análisis de la realidadque se aborda, y recoge cuestiones que englo-ba esta técnica, como el enfoque metodoló-gico, la estructura, la fases y la aplicaciónpráctica.

El capítulo último, la otra mirada: reflexi-vidad e investigación narrativa, cierra el ma-nual, mostrando otro elemento de investiga-ción de la realidad social, detallando cómo apartir del estudio de la relación del sujeto conel investigador, de lo general a lo concreto odel paso de las palabras a los datos podemosobtener un conocimiento sobre el elementoanalizado para conocerlo y después interve-nir para conseguir, si cabe, su transformacióno cambio.

Esther Pérez BozaUniversidad Pablo de Olavide, Sevilla,

Españ[email protected]

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La realidad del ejercicio profesional, cuandohablamos de profesiones tituladas, es com-pleja. Por una parte, encontramos el conjun-to de competencias, no reguladas en ningunanorma, que dan lugar a la obtención de un tí-tulo académico determinado. Esto viene aequivaler a los planes oficiales de estudios enel ámbito universitario. Por otra parte, encon-tramos el ejercicio de unas funciones concre-tas por una parte de los miembros de un co-lectivo que ostenta una determinada titulacióny que ejerce una profesión en la que desarro-llan estas funciones.

Es decir, no es lo mismo título académicoy las competencias que este permite atribuira su poseedor que ejercicio profesional y fun-ciones que ese ejercicio comprende. En unapalabra, no es lo mismo ser graduado en Me-dicina que médico; no es lo mismo ser gra-duado en Trabajo Social que trabajador social.

La Constitución española recoge en su ar-tículo 36, ubicado en su Título I referido a los«Derechos y deberes fundamentales», lo si-guiente: «La ley regulará las peculiaridadespropias del régimen jurídico de los ColegiosProfesionales y el ejercicio de las profesio-nes tituladas».

Semejante previsión implica que para elejercicio de ciertas profesiones, aunque se re-conoce el derecho a ejercerlas libremente (art.35 CE), se configura el correlativo deber decumplir un régimen peculiar de exigencias,debido, fundamentalmente a las implicacio-nes que el desarrollo de estas profesiones con-lleva para los derechos de los ciudadanos enmaterias altamente sensibles, vinculadas conlos derechos fundamentales y que, a su vez,afectan al interés público.

A pesar de su juventud como disciplinaacadémica, nos parece indiscutible que la ti-

tulación universitaria en Trabajo Social es elprimer paso para el acceso al ejercicio de unaprofesión. Esta profesión está orientada al tra-to directo con los usuarios y directamentecomprometida con la mejor aplicación de losderechos sociales recogidos en el capítuloTercero del Título I de la Constitución, en-tre otros: acceso a la vivienda (art. 47 CE),participación de la juventud (art. 48 CE), in-tegración de los disminuidos físicos, senso-riales y psíquicos (art. 49 CE) y promociónde servicios sociales y protección a la terce-ra edad (art. 50 CE).

Hasta recientemente, en el caso del Traba-jo Social no existía duda de que el correctoejercicio de la profesión requería, por una par-te, la adecuada titulación y, por la otra, la ha-bilitación profesional. En el caso de España,esta última se obtenía a través de la organiza-ción colegial. Por ello, aunque nunca ha exis-tido una ley que «regule» el ejercicio de estaprofesión, tampoco se ha puesto nunca en du-da su contenido propiamente profesional.

Esta situación ha venido a experimentaruna importante modificación, tras la aproba-ción del Real Decreto 967/2014, de 21 de no-viembre por el que se establecen los requisi-tos y el procedimiento para la homologación,declaración y equivalencia a titulaciones y anivel académico y convalidación de títulosextranjeros de Educación Superior a los títu-los o niveles españoles, y el procedimientopara determinar la correspondencia a los ni-veles 2 ó 3 del Marco Español de Cualifica-ciones para la Educación Superior de los tí-tulos oficiales de Arquitectura, Ingeniería,Licenciatura, Arquitectura Técnica, Ingenie-ría Técnica y Diplomatura.

Esta norma, de sintética y precisa deno-minación, ha supuesto una alteración del sta-

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CORRESPONDENCIA

Consecuencias de la desregulación en la profesión de Trabajo Social

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.53195

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tus quo anterior, cuyas consecuencias trata-remos de apuntar.

El Real Decreto tiene múltiples y mal de-finidos objetivos cuya plasmación prácticagenera muchas dudas, pero que, para lo queaquí nos interesa, nos centraremos en la pri-mera parte del mismo dedicada a regular lahomologación, la equivalencia a titulación yel nivel académico; así como en determina-dos aspectos de la convalidación de periodosde estudios extranjeros de educación superiorpor los correspondientes españoles de ense-ñanzas universitarias. Esto es:

1. Se regula la homologación de títulosextranjeros de educación superior a los co-rrespondientes títulos oficiales universitariosespañoles de Grado y Máster que den acce-so a profesión regulada en España, o cuyaposesión es condición necesaria para el acce-so a la misma. A estos efectos, el Real Decre-to incluye un listado de titulaciones a las quese homologarán los títulos extranjeros.

2. Se regula la equivalencia de títulosextranjeros de educación superior a las titu-laciones de las áreas y ámbitos recogidosen el propio Real Decreto.

3. Se regula la equivalencia de nivelacadémico de títulos extranjeros de educa-ción superior al nivel de Grado, Máster oDoctor.

4. Se regulan determinados aspectos delprocedimiento de convalidación de estu-dios de educación superior realizados en elextranjero por estudios universitarios reali-zados en España.

En el caso de la titulación en Trabajo So-cial, se pretende que quede al margen de losestudios que dan acceso a una profesión re-gulada; por lo tanto, la equivalencia que seprevé para los títulos extranjeros «parecidos»se remite a las ramas y áreas de conocimien-to. En particular, siguiendo la nomenclaturadel Anexo II del Real Decreto que analiza-mos, los estudios de Trabajo Social se ubica-rán en la rama de Ciencias Sociales y Jurídi-cas, área de Ciencias Sociales y delComportamiento, sin una específica menciónal Trabajo Social.

En definitiva, con la presente normativase ha desmontado parcialmente el anterior sis-tema en que una titulación universitaria enTrabajo Social, unida a la habilitación queproporciona la colegiación, conducía a unejercicio profesional con todas las garantías,singularmente facilitando el control deonto-lógico de la actividad profesional; pero, a lavez, no se crea un nuevo sistema que permi-ta habilitar a los futuros profesionales en Tra-bajo Social, como existe en gran número depaíses de nuestro entorno, siendo especial-mente relevante el ejemplo del Reino Unido.

De la conducta adoptada por los ministe-rios competentes sobre esta cuestión, debe-mos deducir (no dicho abiertamente) que, enEspaña, cualquier persona con titulación uni-versitaria puede ejercer como trabajador/a so-cial. Es fácil entender que esto es un desati-no respecto de una profesión consolidada quecuenta con cuerpos propios de funcionariosen las administraciones públicas, y cuya ac-tividad profesional se reconoce en las cate-gorías profesionales de muchos convenios co-lectivos de trabajo, con exigencia expresa detitulación en Trabajo Social.

Este estado de la cuestión resulta particu-larmente complicado respecto de los titula-dos europeos que pretenden ejercer en Espa-ña y, viceversa, los españoles en el resto depaíses de la Unión Europea. Según las actua-les indicaciones del gobierno, difícilmenteamparadas por la leyes, cualquier titulado enlo que sea podría ejercer como trabajador so-cial en España. En cambio, nuestros tituladosen Trabajo Social deberán pasar por el con-junto de requisitos que cada país europeo ten-ga a bien establecer para que puedan llegar aejercer en el extranjero. Es clamoroso el des-amparo en que nuestro gobierno deja a losciudadanos españoles trabajadores socialesque esperan poder ejercer en la Unión Euro-pea.

Sin embargo, el principal problema que senos plantea es el que queda apuntado al prin-cipio de estas notas: la trascendencia de laprofesión de trabajador social para el interésgeneral y en el ámbito de la tutela de dere-chos sociales fundamentales es indudable,y se manifiesta en los múltiples ámbitos de

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trabajo que vienen a configurar el mapa de laprofesión.

En general, puede decirse que no existeprácticamente un ámbito de la intervenciónprofesional que no afecte directamente al in-terés general y, particularmente, a los dere-chos fundamentales de las personas; pense-mos por ejemplo en los informes sociales enlos casos de adopción internacional o en la co-laboración con la administración de justicia através de las periciales sociales, cada vez másfrecuentes en los procesos de familia, o en losjuzgados de Violencia contra la mujer o en laelaboración de informes para la eventual re-solución de diversas situaciones: desahuciosde vivienda, acceso a ayudas económicas, etc.

Pues bien, en todos estos casos, la activi-dad del trabajador/a social, aunque preste susservicios por cuenta ajena, no recae sobre laempresa o la administración empleadora, si-no precisamente sobre el usuario/cliente, quees el destinatario directo de sus servicios.

Por otra parte, la atribución a empresas deservicios de la prestación de ciertas activida-des de contenido social: residencias de terce-ra edad, de menores, etc. En la medida en quetales empresas de servicios no son «aso-ciaciones de beneficencia reconocidas por el

Estado», en los términos de la Directiva2006/123/CEE, sino entidades mercantiles,nos parece imprescindible el control deonto-lógico de los/las profesionales a su servicio.

Todo lo que se viene señalando exige unaregulación de la profesión que, por el momen-to, parece alejada de la voluntad de las auto-ridades competentes el adoptarla.

El resultado, de seguir en esta línea, seráprevisiblemente:

— Un trato desigual de los ciudadanos enlos diversos territorios del Estado en mate-rias sensibles y que, como queda dicho, afec-tan a sus derechos sociales fundamentales.

— Una previsible degradación de la ac-tividad profesional de trabajo social respec-to de los servicios prestados por las empre-sas privadas al ser indiferente el perfil de losprofesionales contratados y el control deon-tológico de su actuación.

— La obstaculización de la libre movili-dad de profesionales en el espacio europeo,en detrimento, especialmente, de los titula-dos españoles.

Esther Goñi [email protected]

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LIBROS RECIBIDOS

Cuadernos de Trabajo SocialISSN: 0214-0314

http://dx.doi.org/10.5209/CUTS.53195

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