el cristianismo antiguo

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"":'P'IZI

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I

PREFACIO

No me preocupa saber si lo que has vis-to te ha gustado; me basta que sea laverdad. La ciencia no se cuida de. agra-dar o desagradar. Es inhumana. No esella sino la poesía quien encanta y con-suela. Por eso, la poesía es más necesa-ria que la ciencia.

A. FRANCE

II

I

~I,

Este libro quisiera ser el complemento de la Evolución4e los dogmas. Se inspira en las mismas ideas di.rectrices; pero en lugar de considerar in abstractolas afirmapiones dogmáticas de las' religiones en ge-neral, se dedica a comprender y a explicar la vidade una religión particular, estudiada en su realidadconcreta. Por lo' tanto, pretende ocuparse, ante todo,de htichos; de su sucesión, de su encadenamiento, desu determinación; trata de diseñar en sus grandeslíneas una his,toria, a fin de probar, si es posible, queno es solamente en sus dogmas, sino en la complejida'dorgánica de su cuerpo entero donde una religión sesomete a la ley de la evolución.

Del' medio social donde se constituye, ella toma loselementos primordiales que forman s':l ~ustancia yque,. organizándose, le dan vida; se adapta, sufriendotransformaciones más o menos profundas de sus ór-ganos, a las exigencias de los medios sucesivos y di-versos a los que se ve transportada. Como todo serviviente, elimina poco a poco sus elementos gastadosy muertos y asimila otros, que renuevan su carne y'su sangre, y que el aml:íiente le sumiuistr!1, hasta eldía en que, por una inevitable consecuencia de laduración, el juego de sus facultades. de adaptaciónse modera, luego se detiene; entonces, se. torna inca-paz ,de desembarazarse de los residuos inertes y no-civos que en clla se acumulan; incapaz también de nu-trirse de la vida, la muerte la invade lentamente, la

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10 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

hiela y llega la hora en que ya sólo sirve para engen-drar, de su propia descomposición, un organismo re-ligioso nuevo, al que le espera idéntico destino.

Y, sin duda" es una ley del espíritu humano que-transformándose en algunos aspectos, o inclusiveelevándose, de una época a otra, hacia un ideal incons-ciente que, sin embargo, algunos creen entrever- unmismo fenómeno se desarrolle, se acabe y recomienceincesantemente. Esta es la ley por la que nacen, viveny mueren las religiones.

La religi"ón cristiana será el objeto principal denuestro estudio y nos dedicaremos, especialmente, a ex-plicar su vida durante los primeros siglos de su exis-tencia; pero, al igual que en el pequeño libro cuyotítulo he recordado, no me privaré de hacer compa-raciones entre los hechos de la historia cristiana y losde la historia de otras religiones. Vive en nosotrosun poderoso atavismo, muy difícil de desarraigar, alque le ha dado forma la cultura romano-cristiana, quenos inclinaría a creer que el cristianismo ha podidos,alvarse de ser una religión como las otras, que hanacido y proseguido su larga carrera hasta nuestrosdías siguiendo modos excepcionales y que no perecerá.La sola comparación puede desvanecer esta ilusión yreemplazarla por una visión desalentadora, no digoque no, pero al menos exacta, de la realidad histórica.¿No es atreviéndose a mirar de frente lo que fue y loque es como el hombre se elevará hasta la clara inte-ligencia de su destino y de su deber, en vez de es'forzarse en ocultar la verdad de los hechos tras losvelos de sus ~ueños y el ornamento de sus deseos?

¿Ten~o que añadir que el presente ensayo 'no pre-tende ofrecerse como un cuadro completo de la his-toria del cristianismo en la antigüedad y que sóloaspira a presentar, en forma accesible a todos, y si-~uiendo un plan que juzga demostrativo, un conjuntode hechos y consideraciones que haga inteligible eldesarrollo de esta historia? Me ocurrirá más de unavez, sobre todo en los primeros capítulos, hacer afir-maciones importantes sin acompañarlas de todo el apa-

PREFACIO 11

rato de sus pruebas. Como se comprenderá, en un es-bozo de este género no hay lugar para las minuciosasdiscusiones exegéticas y espero que el lector, conside-rando que me ocupo desde hace una quincena deaños, en la Sorbona, del estudio crítico del NuevoTestamento, confiará en mí y supondrá que no aven-turo nada que no me haya merecido refl~xiones fre-cuentes y prolongadas. 1

I

1 Tengo además ]a intención' de publicar próximamente di-versos estudios con todo ]0 que no he podido inCluir .aquí.Renuncio a dar una bibliografía que tomaría, bastante inútiJ.menie, demasiado espacio; de vez en cuando indicaré las obrasesenciales. La mayor parte están escritas en a]emán; e] mejormanual de conjunto _que conozco, sobre ]a historia del cristia-nismo, es el de G, Krüger, Handbuch der Kirchengeschichtefür Studierende, Tubinga, 4 vo]s. y un índice, 1909-1913; losde A]zog y Kraus, traducidos a] francés, son muy ,inferiores.El mejor cuadro de ]a evolución de] cristianismo se halla enlos dos volúmenes de Pfleiderer, Die Entstehung des Christen-tums y Die Entwicklung des Christentums, Munich, 1907,2 vols., o el grueso libro titulado Geschichte der christlichenReligion, publicado en Berlín y Leipzig, en 1909, por Wellhau-sen, Jülicher, Harnack, Bonwetsch, etc. Es de esperar que elestudio de ]a historia cristiana recihirá su parte de la activi-dad que, sin duda, ha de manifestarse en Francia después deque desaparezca ,e]. trastorno causado por ]a guerra en toda'nuestra vida socia].

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INTRODUCCIóN

l.-Dificultad de definir la religión; necesidad de insistirsobre el análisis de las religiones positivas.-En qué senotido esto es, de por sí, una tarea harto complicada.-Cómo,en una sociedad evolucionada, las copas religiosas secorresponden con las capas.sociales.-Carácter sincretistade la religión popular; su actividad.-Ejemplos toma.dos de la vida del cristianismo.-La endósmosis entre reli.giones diferentes establecidas en el mismo terreno so.CÍal.-Cómo puede surgir una religión nueva.

n.-Por qué el estudio de la historia del cristianismo no haavanzado.-Razones externas y causas internas.-Infor-mación defectuosa y problemas mal planteados durantelargo tiempo.-Confusión causada por los confesionalesy los polemistas.-Puntos de vista actuales.

III.-Cóm~ se ofrece, en conjunto, el cristianismo a la miradadel historiador.

I

Es empresa difícil definir la religión, la religiÓn en sí,la que vive bajo las apariencias diversas de las re-ligiones particulares, que les es común a todas, lessl?brevive a todas y constituye el fundamento indes-tructible sobre el que se levaI)tan cada Una de ellas,antes de acomodarse a las necesidades y los gustos dequienes la reclaman. Nadie, hasta ahora, ha logradorealizar, de manera satisfactoria para todo el mundo,tan difícil empresa; parece que siempre, al menos porun lado; el' objeto de la definición ,la desborda. Serevelan tan diferentes al análisis los elementos cons.titutivos de una religión, por poco complicada quesea, y parecen tan variados los aspectos bajo los cua.les puede considcrársela, que se desespera de encontraruna fórmula bastante flexible para contcnerlos y su-ponerlps a todos. Además, cuando se ha tomado eltrabajo de estudiar de cerca dos o tres religiones, dedesmontarlas, por decirlo así, pieza por pieza, y tamobiél~de darse cuenta exacta de los modos y el alcance

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INTRODUCCIÓN 13

de su a~ión, se les descubren seguramente principiosy órganos análogos, aspiraoiones comunes, la mismaambición de regir la sociedad, de normar la vida delos individuos y otras relaciones aún; y, sin embargo,cada una, tomada en sí misma, presenta una fisonomíaparticular. Tiene sus características propias, su manerade ser y de obrar -que excluye a veces a las de lasdemás-, sus aplicaciones originales a la vida social,a la vida familiar, a la vida individual, a la accióny al pensamiento; tanto que, en suma, las diferenciasque la separan de las demás pueden parece~ más no-tables y realmente más esenciales que las semejanzasque las relacionan. La caverna en que vivió el troglo-dita, la cabaña del salvaje, la tienda del nómada, lacasa, modesta o suntuosa, del sedentario y el palacio desus jefes responden evidentemente a la misma necesi-dad esencial, que es la de abrigarse de la intemperie;prestan a los hombres, que tienen exigencias desiguales,servicios semejantes, y se parecen lo bastante entre sícomo, para que las podamos comparar; sin embargo,quien pretenda aplicar a todas una definición comúndeberá contentarse con una fórmula tan reducida que sereconocerá en ella, apenas, la forma más elemental dela morada humana. De igual modo, caracterizar coniguales términos.la religión de una población australia-na y, digamos, el cristianismo, sólo es posible haciendoa un lado todo lo que 'el segundo tiene en exceso res.pecto de la primera. Me indino a creer que la histo-ria no se beneficia esperando que' se realicen esfuerzosde síntesis ~por interesantes que parezcan a pri-mera vista- efectuados por ,sabios de nota, para abar-car la Religión absoluta y encerrar su esencia en unafrase. El análisis exacto de cada religión, s~ compara-ción con las creencias y las' prácticas precedentes oconcomitantes que han podido obrar sobre ella, es,por lo demás, lo propio del trabajo histórico.

Al tratar de hacerlo, se da uno cuenta en seguida deque es una tarea difícil; no si se trata de analizar unareligión de formas muy sencillas, pero sí cuando se

,busca comprender la estructura y la vida de unareli.

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gión establecida en un medio de cultura compleja.El examen más superficial revela, primero, que noes una, que las diversas partes de su cuerpo no sonmás homogéneas que coherentes las diversas manifes-taciones de su actividad, o solidarias las diversas ex.presiones de su pensamiento; diríase que está hechade capas estratificadas, cada una de las cuales corres-ponde a una clase de la sociedad, o, si se prefiere,a un nivel de la cultura social. Por poco que se re-flexione, deja uno de sorprenderse, porque, si parecenatural que cada sociedad se dé la religión que leconviene, no lo es menos que, en una misma sociedad,cada medio social, cada "mundo", como decimos, creeuna variedad de esa religión que responda a sus neocesidades particulares. Se ha observada justamenteque en los últimos tiempos de la República ramana lareligión de los esclavos estaba dos o tres siglos retra-sada respecto de la de sus amos; observación que pue.de generalizarse, y si la historia nos demuestra quelaRreligiones, consideradas en conjunto, se desarrollany perfeccionan paralela y sincrónicamente con el pro.greso de la cultura, de la que constituyen uno de lasprincipales aspectos, nos permite comprobar tambiénque la evolución de cada una de ellas, como la de lasociedad misma, es la resultante de: toda una seriedI.' movimientos, paralelos todaví~, pero ya no sin-cr.ónicos, que tienen lugar en las diversas capas so-ciales.

¿ Que estas son verdades muy sabidas? De seguro,pero verdades que es necesario repetir porque los hom-bres más avisados las olvidan frecuentemente, o, porlo menos, hablan de las religiones como si las hubieranolvidado. .

Por instinto, o, si se prefiere, por incapacidad inte-lectual para proceder de otra manera, el pueblo, queno ha aprendido y no sabe reflexionar, se adhiere siem-pre, hasta en sociedades muy refinadas, a una concep-ción y una práctica religiosas que 110 correspandenexactamente ni a las enseñanzas de la religión oficial,ni a la mentalidad de sus ministros ilustrados, ni a la

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representación de sus dogmas y preceptos que preva-lece entre los fieles cultos. Esa religión popular serevela al análisis como un sincretismo, una mezcla decreencias y de usos, de distinto origen, edad y sentido,que sólo subsisten.unas junto a otras parque quienes lasaceptan no las comparan jamás. En cuanto se lo estudia,se reconoce sin dificultad que ese sincretismo está for-mado por supervivencias incoherentes, por vestigios,que es preciso relacionar con muchas organizacionesreligiosas del pasado, y sobre los cuales el presentese ha instalado, bien o mal. El pueblo, y particular.mente el del campo, no hace nunca tabla rasa de suscreencias y de sus ritos; los adapta espontáneamentea la religión nueva que se le impone, o' bien, si éstalos rechaza, los esconde en el fondo de s~ concienciay en el secreto de su vida, en los que perduran en es-tado de supersticiones activas. Como se comprenderá,simplifico; el sincretismo de que hablo tiene sus gra-dos, que van desde el más burdo ignorante hasta elhombre bastante avanzado en la cultura, porque lasuperstición no es privilegio exclusivo de los simples.Nuestras grandes ciudades tienen sus hechiceros y adi.vinas, cuyos prospectos se distribuyen en la vía públicao nos llegan por correo, y cuyas atractivas promesaspublican periódicos importantes. Toda esta "propagan.da" se dirige únicamente al pueblo; pero es en elpueblo, sobre todo entre los campesinos, donde losrecuerdos religiosos del pasado, transmitidos de edaden edad -algunos se remontan a las concepciones ele.mentales del sentimiento religioso primitivo- se en-cuentran en capas profundas y se combinan, más omenos abiertamente, con las enseñanzas de la religióndueña del presente.

Ese fondo pop'ular existe en todas partes; es objetode desprecio y horror para toda religión que no pro.venga directamente de él, pero siempre influye sobreella, y, en verdad, ésta no puede vivir sin llegar a unarreglo con él. Ella no lo confiesa, y muy frecuentemen-te no lo sospecha, pero se deja penetrar más o menosprofundamente por su influencia, asimila una parte

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de su sustancia y contribuye así, aunque le repugne,a asegurar su supervivencia.

Una religión, cualquiera que sea, no cae completa,mente hecha del cielo; nace de una .iniciativa particu,

.lar o de una necesidad general, luego se constituye yse nutre, como ya lo hemos dicho, tomando lo que ne-cesita de los diversos mediQs religiosos en los queestá llamada a vivir. No quiero hablar aquí, precisa-mente, de este fenómeno, sino de la reacción más omenos' activa; más o menos rápida también, de la men-talidad religiosa de los ignorantes,' del fondo popular,sobre una religión completamente organizada, y, alparecer, acabada. Reacción constante, pero cuyos efec-tos, como es natural, se hacen sentir principalmenteen los períodos de la vida de una religión en que,por su masa, por la actividad de su celo o por eldescuido de los hombres instruídos, los simples y losignorantes ejercen la influencia preponderante.

¿ Un ejemplo? El cristianismo, considerado en untiempo dado, no solamente en la realidad de su prác-tica popular, sino, por decirlo así, en todo el conjuntode su vida religiosa y social, ha sufrido el empujóndesde abajo, se ha plegado a las exigencias de losinstintos religiosos y de las supersticiones, que al prin-cipio había tratado de arruinar, en tres momentO'sparticulares de su existencia: en los siglos IV y V, cuan-do se produjo el iI)greso en masa a la Iglesia de laplebe urbana y de la población rural,. y después la delas tribus germanas; en los siglos -x y XI, cuando laactividad propiamente intelectual de Occidente, redu-cida al pensamiento de algunos monjes, deja, sin resis-tencia posible, el campo libre a la religiosidad populary a la mística ignorante; y, finalmente, en nuestrosdías, en que todo pensamiento activo y fecundo, por-que se pliega necesariamente a- las exigencias de unaciencia constituída fuera de la fe, se les aparece a lasortodoxias como un peligro mortal; en que los' hombresinstruídos se apartan, uno tras otro, de las enseñanzasy de las prácticas de las Iglesias y en que, sin duda,pronto "pensarán bien" sólo los fieles, que no piensan

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en absoluto, o que piensan en el pasado. La fe razo-nada, expresión religiosa de la cultura intelectual, tien-de a la devoción y a las devociones, en que medranlas sugestiones surgidas del fondo popular. El estudiodesarrollado en los diversos capítulos de este librosuministrará a estas consideraciones preliminares lasjustificaciones de hecho necesarias.- En una misma sociedad coexisten varias religiones

distintas. Tienen, primero, el rasgo común de reposartodas sobre el fondo popular del que acabamos de ha-blar, salvo que se resignen a que el número de susadeptos no exceda de un pequeño grupo de iniciadosque sutilicen sobre el sentimiento religioso de su tiem-po, En segundo lugar, 'se producen entre ellas con-tactos de sentidos diferentes, pero de resultados sen-siblemente parecidos en todos los casos. Procediendode la hostilidad o de la simpatía, esos contactos deter-minan intercambios; combinaciones sincr~tistas, de lasque, por lo general, no tienen' conciencia los quelas realizan;' especie de fenómenos de endósmosis,que la experiencia prueba que son inevitables. Se pro-ducen entre los niveles que se corresponden, de 'una re-ligión a otra. Dicho de otra manera, se ve, por ejemplo,establecerse una especie de simpatía y como de solida-ridad -que ni los debates ni las disputas afectan-entre las religiones compartidas por los "intelectuales".

En marcos dogmáticos y litúrgicos diferentes, ter-minan por desarrollarse, más o menos, las mismas con',cepciones religiosas y las mismas aspiraciones místi-cas; diríase que en las diversas religiones se establece,en esta clase particular, un mismo nivel de sentimientoreligioso. Hoy día, es un espectáculo purioso, paraquien sabe mirarlo, la instintiva comunión que tiendea fundarse entre los católicos liberales y los protestan-tes instru~dos. La mayoría, tanto en un campo comoen el otro, se manifiesta muy sinceramente sorprendidacuando se le habla de ello: todos afirman su indepen-dencia y, en seguida, señalan desemejanzas; éstasexisten sin duda, pero concuerdan de tal manera losesfuerzos de esos hombres li¡rados aún a confesiones di-

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ferentes, que conducen igualmente a una religión so-metida al control de la ciencia y de la razón y a unpragmatismo de la misma naturaleza y del mismo al.cance tanto en unos como en otros. Y los ortodoxoscatólicos rezagados por temor al "modernismo" creenfácilmente que éste se debe a "infiltraciones protestan-tes", mientras que ciertos ortodoxos protestantes seinquietan por las "infiltraciones católicas". En ver-dad, los hombres que poseen un mismo nivel cultural,buscan, aquí y allá, el mismo equilibrio entre su co-nocimiento y su fe.

No ocurre de otra manera en los niveles inferiores.El fenómeno" es en ellos menos visible, porque losespíritus son menos abiertos, menos flexibles, refle-xionan menos, y, sobre todo, porque ordinariamentese habla menos de cuestiones religiosas; pero, noobstante, se produce. La simpatía que vemos esta-blecerse en nuestros días, de .país a país, entre lasclases sociales de la misma categoría y que tiende auna especie de internacionalismo de los proletarios,de los burgueses y de los capitalistas, por lo menosen cuanto a sus intereses económicos, puede darnosuna idea de lo que pasa cuando la misma mentalidadgeneral, la de una misma clase intelectual y social,se aplica, al mismo tiempo, a varias religiones en unmismo país; nos da cuenta también de la simpatíainconscientemente unificadora que nace y se extiendeentre los niveles soCialese intelectuales correspondien-tes de esas religionesparalelas..

Si los intercambios son bastante activos -y estodepende de la intensidad de la vida religiosa, cuyascausas son, de ordinario, complejas- pueden determi-nar un movimiento religioso, del que surge esa co-ordinación de préstamos tomados al pasado, esa re.posición en forma de elementos antiguos, a la quellamamos religión nueva, o, por lo menos, renacimien-to, un revival de la religión establecida. Para queesta operación comience y prosiga es ante todo ne-cesaria una excitación parti.;ular, proceda de la inicia-tiva de un hombre o sea la manifestación de un grupo: J

INTRODUCCIÓN 19

luego una o dos ideas se afirman, que sirven depuntos "de concentración a otras y en relación a lascuales las demás se organizan. No es preciso quesean muy originales las concepciones esenciales dela religión que nace o renace; al contrario, tienenmás probabilidad de triunfar, de implantarse pro.fundamente en la conciencia de los hombres cuantomás familiares les sean y expresen más cabalmentesus aspiraciones y sus deseos, o, mejor dicho, cuan.to más completamente nazcan de ellos. Se ha soste.nido, no sin cierta apadencia de razón, que el me-dio crea al héroe que necesita; es también el medioel que engendra al profeta que le hace falta; es élquien hace brotar las afirmaciones de"fe cuya necesi-dad siente más o menos claramente, y cada medioal que se transportan tiende a modificarlas, a moledearlas conforme a su propia conciencia religiosa,y todos las arrastran en su incesante transformación,en la vida y hasta la muerte.

II

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El estudio crítico de los orígenes cristianos y de laevolución de la Iglesia posee hoy derecho de ciuda.danía en la ciencia histórica; a pesar de ello, no estátan adelantaao como podría hacerlo creer el númerocreciente de libros que suscita, y muchas "de susconclusiones no han adquirido el grado de "certezaalcanzado por otras disciplinas de la erudiCión. Poresta razón, entre otras, en el espíritu de gran núme.ro de hombres ilustrados y en el del gran público,que lee o escucha, tropieza con muchas desconfianzasy prevenciones; y lo que es peor, a veces con unaindiferencia com:{>leta.Prácticamente omisibles, o pocomenos, en los países de formación protestante y decultura germánica, unas y otras constituyen, en lospaíses de tradición católica y de espíritu latino, unobstáculo espeso y sólido, muy difícil de salvar, anteel cual se gastan y pierden, en vano, mucho tiempoy muchos esfuerzos. Empero, la verdad es que la

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ciencia del pasado cristiano no tiene toda la culpade su retraso, que ha hecho un gran esfuerzo para,recuperar el tiempo perdido y que ha llegado a re-sultados importantes, en todos los aspectos, y deci-sivos ,sobre los puntos esenciales.

Hasta la primera parte del siglo XIX,un verdaderotabú' impedía el .acceso al cristianismo primitivo alos eruditos desinteresados, a los que, totalmente in-diferentes a la explotación confesional de la verdad,la buscan por sí misma. La opinión común juzgabaque la historia 'cristiana constituía el dominio pro-pio de los hombres de Iglesia y de los teólogos y laconsideraba, no sin razón, puesto que casi no eraotra cosa, un complemento, o mejor, una de las for-mas de la apologética, o como un campo reservadoa las búsquedas de la pura erudición.1 Desde el tiem-po de la Reforma, una larga práctica la había acos-tumbrado a ver a los polemista¡¡-papistas o hugono.tes- sacar a manos llenas de los textos antiguos, comode un arsenal bien provisto, los argumentos queconvenían a cada uno. En el curso del siglo XVIII,losenemigos políticos de la Iglesia católica y los "filó-sofos", que juzgaban caduca su dogmática, adqui-rieron el hábito, y el método a veces, de la polémicaprotestante, pero su crítica no parecía más desintere-sada 'fue la de los pastores reformados; sólo erandiferentes el espíritu y el fin.

En definitiva, a éomienzos del siglo XIX,los hom-bres imparciales podían pensar justamente que 'la his-toria del cristianismo se estu~iaba apenas para exal-tar o rebajar la Iglesia católica; de esta opiniónsacaban consecuencias diversas según las conviccionesprevias de cada uno, pero que concordaban todas endar pábulo, respecto de ~sa historia, a una descon-fianza difícil de vencer. Algunos, como los simples

· Los trabajos de sabios admirables de .los siglos XVIy XVII,los Baronius, los Thomassin, los TilIemont, los MabilIon, losRuinart, los Richard Simon, etc., han' preparado la historiaverídica de la IgleSiaf sentando principios de método, aclaran-do cuestiones particu ares, pero no la han, constituído.

INTRODUCCIÓN 21

Y los ignorantes, sometidos a la "hipnosis" atávicade una educación cristiana, con,sentida o soportada,.pero jamás criticada, o siquiera razonada, aceptabancándidamente el imperio del tabú y no prestaban aten.ción, como si, fuera una' empresa sacr~lega y repro-bable, a las búsquedas que las enseñanzas de la Igle-sia : a su entender- hacían inútiles y que, además,condenaba. Otros, ganados por. el escepticismo p'ordisposición natural, o por algunos razonamientos su~,perficiales, reputaban de indiscutible el principio cice-roniano renovado' de que el pueblo necesita una reli.gión porque constituye la garantía de su moral y elfreno de sus apetitos, y que perjudica a la. socied~ddebilitar ,a la Iglesia establecida. Otros más, de espírituperezoso o simplista, dispuestos a representarse todareligión como una vasta empresa de superchería y deexplotación tramada por los sacerdotes, se persuadíande que el cristianismo se merecía, cuando mucho, al-gunos gestos de indiferencia y algunas chanzas.

¿Por qué no confesado? El llamado "gran público"en los ,países latinos mantiene aún los mismos puntosde vista para justificar su indiferencia hacia la histo-.ria de los orígenes cristianos y de la Iglesia, y suig~orancia referente 8 los métodos,a las cuestionesque agita, 1'a los resultados qtle alcanza. Hasta ahora,la actitud de la enseñanza pública a su respecto noha hecho' más que mantener, eri ,demasía, las preven-ciones de que es objeto. En Francia, tres. universida-des solamente han sido .provistas .por el Estado de'profesores encargados especialmente de. estudiar lathistoria cristiana, y aunque atraen numerosos audito-rios, ganan todavía pocos estudiantes. No .podrá ser.de otro modo mientras nuestros jóvenes lleguen a laUniversidad sin que, los profesores de enseñanza se-,cundaria -atados por la obligación de la neutralidadescolar- hayan atraíd,o seriamente su atenc'ión a cues-tiones que figuran en los programas, ciertamente, peroque el deber oficial y el deseo casi general de losmaestros es de escamotear y no tratar. '

En verdad, la realidad que ellos ocultan tiene su

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parte de responsabilidad; quiero decir que nuestroestudio no llega a organizarse sino al precio de peno.sísimos esfuerzos, frente a dificultades múltiples ydesalentadoras, y que, visto desde fuera y por 'ojosprofanos, no ofrece quizá un aspecto muy seductor.Su austeridad, sus vacilaciones, sus incertidumbres yhasta su prudencia, se conciertan: para alejar de éla los superfkiales, y. a los que cautivan solamentelas conclusiones positivas de las ciencias exactas.

En primer lugar, las. fuentes de información de quedispone son, más que ningunas otras, mediocres, con-fusas, difíciles de utilizar. Las más 'antiguas, que sonlas más interesantes porque se refieren a Jesús y a los

. primeros tiempos de la fe, las que ha captado elNuevo Testamento, han exigido, por sí mismas, unainvestigación crítica previa, larga, minuciosa y queaún no ha terminado. Durante largo tiempo, casi noha sido po.sible buscar los elementos y los apoyos fuerade ellas mismas, de modo que los exégetas, para comoprender, se veían reducidos a interpretar, a comentar,y, si trataban de elevarse por e.ncima del detalle delos textos, a sistematizar, a lanzar hipótesis. IDeplo-rable necesidad, que todavía los apremia con sumafrecuencia, para desgracia suya, y que muchos acep-tan con ligereza! O s!1ele acontecer, en momentosen que parece que el trabajo crítico va definitiva-mente por buen camino, que salga a luz un docu-mento decisivo, surja .una hipótesis nueva, se esta-blezca un punto de vista original que hagan quetodo. tenga que empezar de nuevo. Así, desde hacedoce'\:> quince años el problema sinóptico, el queencierra las diversas cuestiones relativas a los tresprimeros Evangelios, ha cambiado de faz, por decirloasí. El problema paulino se ha renovado y el delcuarto Evangelio, que podía creerse resuelto, se hamodificado. Estas vacilaciones y rodeos de la crítica,de los que podríamos dar numerosos ejemplos, la peropetua transformación de sus puntos de vista y de sussistemas tienen una causa única: de los documentossolos no se desprende una historia continuada y cohe-

INTRODUCCIÓN 23

rente de los orígenes cristianos; no son más que frag-mentos, y la restauración de su conjunto es, con fre.cuencia, hipotética.

Aparte inclusive de los primeros ti~mpos de la fe,el p'eríodocomprendidopor los siglos11, III YIV,en elque se constituye la dogmática ortodoxa, se fija lajerarquía clerical y se organiza la liturgia, está lejosde haberse aclarado suficientemente en todas sus .par.tes; nuestros textos rara vez son neutrales al respecto,y rara vez lo bastante numerosos para que podamoscomprobar o revisar los unos con los otros. Los ad-versarios de la Iglesia victoriosa en el siglo IV, paga.nos y disidentes diversos, escribieron muoho contraella, ó sobre ella; esa literatura ha desaparecido casienteramente, y lo poco que queda,sólo nos per~ite en-

. trever los servicios que podría prestamos. Reducida,en su mayor parte, a escritos de polémica o apologé-tica, mal corregidos por relatos considerados históri-cos, pero redactados lejos de los' acontecimientos y enun tiempo en que apenas se los comprendía, y a trata-dos de teología en los que más que revelar la fe vivade los simples fieles se demuestra la opinión de los doc~tores, mal servida por una epigrafía hecha, como apropósito, para resultar vaga e indigente, la historiacristiana de esos tres siglos en que se constituyó 'laIglesia está mucho peor dividida que cualquier otrarama de la historia general de la misma ,época.Es justoy necesario no olvidarlo. Ninguna de las dificultadescon que se tropieza la historia de la antigüedad clá.sica le ha sido ahorrada a la historia de la antigüe-dad cristiana, y ésta conoce algunos .obstáculos quesólo son propios de ella.

Además, exégetas e historiadores del cristianismoprimitivo perdieron mucho tiempo discutiendo pro-blemas mal planteados. Era, por ejemplo, ct;der a unaenervante ilusión tratar de extraer de la colección delos textos cristianos solamente todo lo que parece ne-cesario para una representación exacta de las primerasépocas de la Iglesia. Conscientes de ello o no, laempresa se inspiraba en prejuicios Gonfesionales; no

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24 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

se resolvían a considerar la religión cristiana comouna de las religiones humanas; se procuraba con.servarle una originalidad; aspiración ligada por másde una raíz al postulado teológico de la revelación.Hoy se está de acue;do, generalmente, en que no bastacon agotar las fuentes cristianas y darse una cuentaexacta del estado del sentimiento religioso" de la moraly de la sociedad en el mundo grecorromano, en elque la .fe debía progresar y encontrar su alimento,para comprender su principio, -su"esenCia", y penetrarlas razones que la han suscitado. Se cree que unaparte importante del secreto de su nacimiento y desu naturaleza original se encuentra en Siria, en AsiaMenor, en Egipto, hasta en la- Mesopotamia, en todoese medio oriental. donde se manifestó al, principioy donde encontró los primeros elementos de su vida.El estudio minuCioso de las inscripciones, de los do-cumentos familiares, que nos suministran los papirosy los ostr.aka2 comienza a 'arrojar una luz insospecha-da sobre la lengua del Nuevo Testamento, sobre lamentalidad, los usos,. las aspiraciones y las costum-bres religiosas de los hombres por los cuales ypara 108 cu'ales ha sido escrito. Los progresos de laarqueología oriental. propiamente dicha concurren almismo resultado.

.Por, otra parte, 'ni los confesionales ni' los polemis-tas han abandonado la lucha. Los primeros, no con-tento's de, mantener, COl'ltodos sus esfuerzos, en elespíritu de' quienes los escuchan -y son RumerOsos-la convicción de que los' investigadores liberales sonenemigos de la fe, tanto más peligrosos c,u'imtomásdesinteresados parecen, organizan en sus escuelas yen,¡sus libros, una contrahistoria cristiana. A mi en-tender" simulando adoptar sin -reservas 'Ios métodosde la crítica cie¡Ítífica, 16s aplican a su manera y de

· Se. llama así 11'los restos de alfarería que se empleabaircomo material para e~cribir, especialme¡Íte en el mundo hele-rif,stico. Se encuentran reCibos, estados de cuentas, extractosde autores clásicos, sentencias diversas, y, entre los cristianos,ver~fculos de las Escrituras.

:1'\

INTRODUCCION 25

tal suerte que los llevan siempre -Ioh milagro!-a conclusiones que están conformes con las afirma-ciones de la Tradición. Y, a juicio de los hombresmenos 'instruídos, esa historia equivale a la otra. Porsu parte, los polemistas anticlericales sacan ventajade las comprobaciones de los sabios. Es imposibleimpedírselo; pero la ciencia cristiana no gana con ellomucha consideración, y hasta corre el riesgo de con-fusiones mnyenojosas en el espíritu público. Y siem-pre reaparece la anti~ua opini,ón de que "todo esoes asunto .de los curas' o de sus adversarias. El pru-dente no se sorprende demasiado, porque sabe quees menester mucho tiempo para disipar las apariencia~.

Cuanto acabo de decir se aplica particularmenteal . estudio de la antigüedad cristiana, pero la de laIglesia, considerada en su vida mediev¡il, moderna ycontemporánea, tropieza con dificultades, que, aun-que son algo. diferentes, no por ello .presentan .menpsinconvenientes. Los textos no, faltan, y parecen, ge~neralmente ,ser de fácil interpretapión, pero estánmuy' dispersos. y;, por poco interés que. presenten,por poco que en ellos la opinión ,que tratam,os ',deformamos de la Iglesia de hoy pueda. ~ncontrar algoq1,1e.perder o gan¡¡r, la Rasión y la opinión prec~m-cebida se enseño'rean y resulta. a veces ,arrie¡¡gaqísimodiscernir. y ,fijar la verd/l~ de S1,1sentido y de' su a.lcan-ceo Para precisar lo que quiero decir, basta c'on peri~sar un instan\e en los debates..sobre el pionaquismo,la Inql,lisiCión,.,Ia,scausas 'de ht 'Reforma, 'la personade, ,L:.1te1;o,el ~spíritu y las costumQres 'del Papadoen épocas,distinta;s,Jla cas~íst.ica,.la.~oII!pañía:de J~S?S;el SrJlabus d~, PlO IX, la l,n(ahblhdaa, o la )?Ohtlcade PlO X. Pocó a pócQ, el tiempo y la' paciencia delos eruditos ha~en su ob,ra;' la ,v:et;'daase desprendede las contr~vt;rsias y se' i~pone i1 los adversarios.

Es menestet;, p'Ol lo 'tanto, que la.historia cristianaentre, en esa estera feliz de la pléna serenidad, cien..tífic~, en la cijal el ínvestjgador, deseoso 'únicamentede descubrir hechos, los vea comQ són y no leS pidaningún otro servicio que el de \ enriquecer sus cono-

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26 EL CRISTIANISMOANTIGUO

cimiento.s. Prejuicio.s hereditario.s que co.nvierten entabú, to.davía, varias cuestio.nes impo.rtantes; interesesdiverso.s, religio.so.s, mo.rales y hastapo.lítico.s y so.-ciales que se levantan frente a la curio.sidad del eru-dito.; temo.r legítimo. de caer en la Po.lémica sin que-tedo., de la que puede temerse siempre que no. seani abso.lutamente recta ni abso.lutamente sincera; Po.ro.tra parte, lagunas, dudas, igno.rancias desalentado.rasco.nfesadas Po.r to.do.Slo.S verdadero.s sabio.s, audaciastemerarias, hipótesis prematuras o. un Po.Co.escanda-lo.sas -co.mo. las que tenderían a rechazar hasta laexistencia de Cristo-, cho.ques de sistemas y quere-llas de erudito.s; en fin, necesidad de un esfuerzo. asazpeno.so. para seguir investigacio.nes co.mplicadas y ra-zo.namiento.s to.rtuo.so.s, he aquí muchas causas 'quese 'conciertan para explicar este do.ble hecho evidente:primero., la lentitud co.n la que se edifica la histo.riacientífica del cristianismo.; y luego. la existencia, enrelación co.n la histo.ria, de un sentimiento generalde indiferencia: o. desco.nfianza, Po.r lo. meno.s en lo.Spaíses latino.s, en Io.Sque la mayo.r parte de los ho.m-bres más instruído.s la igno.ran, co.n una igno.ranciapro.funda y deplo.rable. . '

Entre tanto., quien se digne darse cuenta veráclaramente que Io.S eSfuerzo.s. de varias generacfo.nesde erudito.s no. han sido. inútiJes, ,pues Po.r lo. meno.shan llegado. a plantear to.dos Io.S pro.blemas en el te.rreno. de la ciencia Po.sitiva, y que el número. de Io.Sque ya han sido. resuelto.s es bastante co.nsiderablepara que sus so.lucio.nes o.frezcan una base sólida parasacar algunas co.nclusio.nes generales. No. lo. sabemo.sto.do.; de' innumerables pro.blemas no. sabemo.s siquierato.do. lo. esencial, pero. no.s hallamo.S en Po.sibilidad dedeterminar las grandes' direccio.nes de la evo.lucióndel cristianismo., de señalar sus principales etapas,de analizar sus facto.res esenciales, y, también, cuando.Io.S Co.no.cimiento.S Po.sitivo.S están fuera de nuestro.alcance, de hacer~. co.n seguridad, varias negacio.nescapitales y de den\l~ar,. co.n certeza, la falsedad de

( INTRODUCCIÓN 27

muchas tradicio.nes que, durante largo. tiempo., hanextraviado. a la histo.ria; to.do. esto. ya es algo..

111

Visto.S desde fuera, hecha a un lado. to.da preo.cup~-ción teo.lógica o. metafísica, pero. también to.do. deseo.de co.mprenderlo.s realmente, el nacimiento. y el pro.-greso. del, cristianismo. se presentan co.mo. un hech;o.histórico. de tipo. Co.I~cfivo.y que se resume, apro.xima-damente, así: bajo el reinado. del emperado.r Tiberio.aparece en Galilea cierto. Jesús Nazareno.; habla yo.bra co.mo. un pro.feta judío., anuncia la llegada d«lReino. de Dio.S y reco.mienda a lo.S ho.mbres que sehagan mejo.res para asegurarse un lugar en él; ,hareunido. alguno.s fieles cuando., un go.lpe de fuerzainterrumpe brutalmente su carrera; pero. ,su o.bra no.perece co.n él; la co.ntinúan sus discípulo.s; Pro.nto seencuentra él mismo. co.Io.cado.en el centro. de una ver-dadera religión nueva, que se extiende por el m1,lndo.greco.rro.mano, y; ~l mismo. tiempo., se separa del ju-daísmo.. Esta religión se afirma poco. a Po.Co.,hacenumero.so.s pro.sélito.s y terminapo.r inquietar al Es-tado. ro.mano., que la persigue, pero. no. llega a detenersu vuelo.; se o.rganiza en una Iglesia cada vez másfuerte, se hace to.lerar Po.r el emperado.r Co.nstantino.,después gana su vo.luntad y lo. arro.ja co.ntra el pa-ganismo.. A fines del siglo. IV, o.ficialmente al meno.s,reina so.bre la Ro.mania entera. Más tarde, la fe cris-tiana co.nquista Euro.pa y s,t: difunde Po.r' to.da la tie-rra. So.n ésto.s, de buenas a primeras, resultado.s tanso.rprendentes, si se Io.S co.mpara co.n las mo.destaspro.Po.rcio.nes que Jesús parecía haber querido. dar asu o.bra, que Io.S cristiano.s se Io.S explican so.lamenterepresentándo.selo.s co.mo. el cumplimiento. de un de-signio. eterno. de Dio.s, co.n miras a la salvación de lo.Sho.mbres.

Co.mo. según las teo.Io.gías o.rto.do.xas Jesús es Dio.s,debemo.s pensar que, no.. o.bstante las apariencias, élha querido. y o.rganizado. implícitamente, durante su

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28 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

existencia terrestre, la religión perfecta, y que toda la.vida cristiana no es más que el desenvolvimiento ne-cesario de los principios sentados por él. Así, el es-tablecimiento y la evolución del cristianismo en eltranscurso del tiempo son fruto enteramente de suvoluntad; en el dominio de las cosas visibles, y po-niendo aparte' el misterio de la Redención, él ha .en-carnado, sufrido y muerto para fundar la catplicidadde un credo. ' .

No nos detengamos en las objeciones que un ob~'servadordesinteresado de los hechos formularía deinmediato acerca de que las vacilaciones, las trans-fotmacionesy reformas más o menos profundas, lasquerellas, las divisiones y los cismas de los que estásembrada la historia de la Iglesia cristiana, son ape-nas cónciliables con.la hipótesis de un plan netamentedefinido' por el' Fundador, y seguido después puntopor punto..Pero el esquema que aoabamos de bosquejardel nacimiento, crecimiento y triunfo del cristianismoha tomádo en consideración los acontecimientos sólosegún' sus apariencias; no ha tratado de hacernos pe.netrar en su\ ser íntimo y de explicárnoslbs verda-deramente ; ha mostrado únicamente su orden y suencadenamiento, m,ás bien cronológicos que lógicos.A propósito de esos aconteCimientos se plantean nu-merosas 'cuestiones, realmente capitales, tocantes alprincipio' y '.'esenCia" del cri~tianismo, al sentido yla econ,omíade la evolució'ncristiana; ellas son las queconstituyen la verdadera matéria' de la historili antiguade la Igl~ia. '.:

f.

CAPÍTULo 1

LA INICIATIVA DE JESúS

I.-Orígenes judíos del cristianísmo.-Jesús Nazareno; ,insu-ficiencia de nuestra información sobre él.-Por qué ycómo su leyenda reemplaza pronto a su historia.-Laparadosis y .las fuentes de nuestros Evangelios.-Cómohan sido compuestos esos Evangelios.-Cómo la fe hallenado sus lagunas.-Cómo se plantea el problema dela apariCiónde Jesús.

II.-El medio de donde salió Jesús.-El país judío y sus ve.cinos inmediatos; enorme materia religiosa disponiblepara un sincretismonuevo.-Formación completamenteju-día de Jesús.-EI mundo palestino en tiempos de Herodesel Grande.-El sacerdocio y el culto¡ los escribas y ellegalismo; el pueblo y la religión vlviente.-La esperamesiánica.-Caracteres propios del judaísmo galileo.

III.-El principio de la aparición de Jesús: la esperanza me.siánica.-La relación de Jesús con el Bautista.-Los temasde su predicación: la llegada del Reino y el arrepenti-miento.-¿Se creyó el Mesías?-Alcance de las denomi.naciones evangélicas: Hijo de Dios, Hijo de David, Hijodel Hombre.-Dificultades diversas y verosimilitudes: Je-sús profeta judío.

, 1

El cristianismo tiene, pues, sus priineros orígenes enun movimiento judío; aparece, al principio y exclusi.vamente, como un fenómeno que interesa a la vidareligiosa de Israel, totalmente característico del mediopalestino y realmente inconcebible fuera del mundojudío. Dicho movimiento, al cual influencias múlti.pIes aclararían después y acrecentarían su fecundidad,surge de la iniciativa de un galileo. Jesús Naza::-€uo,es decir, con toda probabilidad, no el hombre de Na.zareth, sino el nazir, el santo de Dios. .

No me parece posible .poner en duda su existencia,como todavía se intenta en nuestros días,I pero, en ver.

1 Cf. Ch. Guignebert, Le probleme de !ésus, París, 1914.?O

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30 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

dad, una vez que la hemos afirmado, penetramos en laobscuridad y la incertidumbre, hasta el punto de queuno de los resultados principales de la profunda bús-queda realizada estos últimos años en los documentosprimitivos es el de haber mostrado la imposibilidadde representarnos la vida de Jesús con alguna aparien-cia de certidumbre. Deben considerarse como narra-ciones más o menos arbitrarias y subjetivas todos loslibros que pretenden contárnosla. Se comprenden fá-cilmente las razones de ese hecho. Los hombres queescucharon la palabra de Cristo y creyeron en ella,y que después de haberse desesperado por su suplicioproclamaban su resurrección, no sentían necesidadalguna de fijar por escrito sus recuerdos y sus impre-siones; no se cuidaban en absoluto de la instrucciónde una posteridad que --estaban persuadidos- nollegaría jamás; de un momento a otro, el mundo dela injusticia, del error, de la carr¡.e,iba a concluir; lageneración humana iba a detenerse, el Mesías vence-dor iba a resplandecer entre las nubes.

Por otra parte, no era posible que su fe, al pro-yectarse sobre sus recuerdos, no los deformara: laconvicción de que Jesús Nazareno era el i\1esías pro.metido a Israel, de que moraba en el cielo, al ladode Dios, esperando la hora de su gloria, los llevabafatalmente a prestar un sentido profundo a las apa-riencias de una exist~ncia mediocre, de un éxito muyrestringido y de mí suplicio infamante; a buscar,en los incidentes 'más insignificantes, enseñanzas osignos premonitorios; a aplicar a su Maestro' todoslos pasajes de la Biblia atribuídos al Hijo de /ehová,y, por consiguiente, a encontrar en su vida la realiza-ción de todas esas profecías. Y así su imaginaciónpiadosa envolvía los hechos con comentarios, conagregados que su convicción les imponía, de algunamanera, como necesarios y absolutamente verídicos,puesto que no hacían sino precisar la naturaleza y lafunción mesiánicas de Jesús. Simples de corazón, pron-to llegaban a no distinguirlos de los datos de su me.moria; los confundían unos con otros en las ensañan-

J

LA INICIATIVA DE JESÚS 31

zas que esparcían a su alrededor, y sus discípulos seveían ma~rialmente incapaces de separar los unos delos otros. La exaltación de su fe los dejaba indefen-sos contra las sugestiones de visiones y revelacionesparticulares, y lo que cualquiera de ellos hubiera po-dido captar por una comunicación directa con el Es-píritu Santo se le imponía a él y a los demás con unafuerza de certidumbre no sobrepasada --si llegaba aigualarla- por el más inmediato de los recuerdos"históricos". Lo que San Pablo, por ejemplo, habíaaprendido "en espíritu" del Señor Jesús, le parecíamás directo y aun más seguro que lo que le podíancontar los apóstoles Pedro y Santiago.

Desde la primera generación cristiana, la tradición{paradosis} que los fieles aceptaban como historiaauténtica del Maestro estaba formada por elementosheterogéneos y de valor muy desigual. Solamentecuando esa generación bajó a la tumba, la desapari-ción de los testigos directos de Jesús, uno después deotro, hizo nacer la duda acerca de la inminencia delesperado retorno del Señor, y los cristiaqos prudentesjuzgaron útil fijar por escrito los ,recuerdos que latradición oral pretendía haber conservado.

Entonces se compusieron, probablemente, pequeñoslibros en los que cada redactor encerraba lo que juz-gaba especialmente interesante: una serie de sentenciasatribuídas al Maestro; relatos de episodios de su vida,

a edificantes o característicos; descripciones de los sig-nos, es decir, de los milagros producidos para confu-sión de los incrédulos. Nadie se preocupaba de lo quellamamos exactitud histórica, que supone escrúpulos,desconocidos o indiferentes a hombres de fe ardientey desprovistos, todo lo posible, de espíritu crítico; porlo contrario, cada uno se esforzaba en probar la so-lidez de las esperanzas cristianas, de convencer a losvacilantes, de edificar a los fieles.

Esos libritos, que fueron las fuentes antigu¡is denuestros Evangelios, y de los cuales la recopilaciónde los logia o discursos atribuida a Matías y el re-lato narrativo atribuído a Marcos fueron, al parecer,

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32 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

los principales, no podían pues contener, cuando mu-cho, más que los elementos disper~os y ya muy mez-clados de una vida de Jesús, tal cómo Se la representa-ban a fines de la generación apostólica. Los sucesivosredactores de nuestros Evangelios, en el último terci~del siglo 1, trataron visiblemente de prestar coheren-cia al relato; pero, además de que les hubiera sidoimposible, sin duda, separar los hechos verdaderosde los comentarios que los modificaban, de distinguirentre lo ocurrido y lo que la fe suponía que había~asado " a fin de que se cumpliera la palabra de lasEscrituras", entre lo que recordaban y lo que el Es-píritu les había sugerido, y de que, asimismo, noexperimentaron ningún deseo de hacer esa selección,se encontraban en presencia de una materia difícil deutilizar. Las recopilaciones de sentencias no tenían encuenta las circunstancias en que el Señor las habíaproferido; su agrupamiento ~artificial en todo-no debía ser igual en los diversos libritos; ocurríaotro tanto con los relatos propiamente dichos, que sólonarraban episodios, con grandes variantes de un re.dactor a otro; era preciso escoger, seleccionar y lue-go unir en una narración bien hilada trozos bastan-te dispares.

Basta recorrer nuestros tres Evangelios si~ópticospara persuadirse de que sus autores. han realizadocombinaciones sensiblemente diferentes de los mis-mos hechos y de discursos análogos o parecidos, delo que es preciso concluir que no los ha guiado la ver-dad objetiva, que no han tenido en cuenta una cro-nología de los sucesos lo bastante segura como paraimponérseles, sino que, al contrario, cada uno haatendido a su pr~pósito particular al ordenar su obra.No es menos evidente que ninguno de ellos disponíade una serie completa de hechos lo.bastante ajustadospara permitirle trazar un cuadro satisfactorio dela vida entera de Cristo; ninguno, pues, ha hechootra cosa que coser, más o menos diestramente, giro.nes de tradiciones, que forman un conjunto artificial,pero no constituyen un todo. Bajo la trama del relato

LA INICIATIVA DE' JESÚS 33

evangélico se ven o se adivinan enormes lagunas, has-ta en el de Marcos, que, con gran prudencia, no dicenada del nacimiento ni de la infancia de Jesús.

Pero la fe no quiere ignorar y aprende siempre loque necesita saber; siempre está a su. servicio la ima-ginación piadosa. Por 'eso el 1, el 111y el IV Evange-lios nos cuentan, del período del que el JI no nos dicenada, relatos en verdad diferentes, hasta contradicto-rios, pero todos' maravillosos y muy. edificantes; cadauno, a su manera, llena las lagunas. .Sólo que es evi-dente que ninguno tiene gran cosa en común con lahistoria. I Asimismo, parece probable que' los recuer-dos relativos a la Pasión se habían alterado ya antesde la redacción de nuestros Evang~lios, que habíanexperimentado la influencia: de div.ersas leyendas di-fundidas en Oriente, y que habían recibido interpre-taciones que, en algunos puntos esenciales, les dieronuna fisonomía nueva. ¿Y cómo, por otra parte, norelacionar con la iniciativa del Maestro, no hacerentrar en la tradición de su enseñanza todo lo quela,fe viviente de sus discípulos, obligados en ciertomodo, por su .muerte y por su resurrección, a .nover el pasado, el presente y el porvenir sino enla perspectiva mesiánica, podía producir de fecun-do? ¿Cómo, por ejemplo, no atribuir al Señor laorden de bautizar y la institución de la eucaristía,cuando de hecho el bautismo constituye .desde la gene.ración apostólica el sello de la fe, y la eucaristía el lazovisible de, los hermanos entre sí y de Cristo con loshermanos, según la interpretación de San Pablo?

.Así, pues, ya no vemos nítidamente la IiguradelJesús histórico, no tenemos ya los medios de repre-sentamos exactamente su vida; de la primera, pode-mos decir que .aún se adivina algo bajo los diverso'srasgos de la .tradición evangélica; de la segunda, po-demos esperar tener algunos episodios; tanto sobreun punto como sobre el otro, y también respecto- atodo lo que atañe a lo .que se pretenrfe que Jésú.s en.señó, conviene no afirmar nada sino con' extrema pru.dencia., .'

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34 E,LCRISTIANISMOANTIGUO

Entretanto, sabemos que cierto día Jesús abandonóa su familia para recorrer Galilea y predicar. ¿Porqué? ¿Solamente porque sintió la nec~sidad de ha.cerlo, porque una vocación nacida espontáneamenteen él, y para nosotros inexplicable, lo iDJpulsóirresis.tiblemente? En parte sí, sin duda; pero a menos deaceptar el postulado de la inspiración divina, que lahistoria no puede tomar en consideración porque estáfuera de. su dominio y escapa a toda discusión, unavocación de ese género no puede entenderse más quecomo la resultante de la acción de un medio. La ori.ginalidad de ,un inspirado está toda en la forma queda a la reducción, a la combinación inconsciEilltemen.te operada en él, de las influencias sufridas.~.blema de la aparición .de Jesús se reduce entonces,hiStOmamente, al de la comprenSIón _del medio en

el que sur~11

f!1ún no conocemos perfectamente ese medio, peroempezamos a conocerlo; se nos presenta bajo dos as.

. ' pectos, o, mejor diCh

,

o, es doble: Cristo nació judío;creció en un ambiente judío del que, h&sta donde po.demos juzgar, tomó los elementos de su formación in.telectual y religio~rPero, en primer lugar, Israel nopudo aislarse. tan ~ompletamente de las, poblacionessido.caldeas entre las cuales vivía que haya logradosusttaer1!e por entero a su influencia. También ha.bía cons~ryado álgo de su contacto prolongado conlos conquistadores griegos llegados del reino Lágidade Egipto y'. del reino Seléucida de Siria, estandoestablecidqs e.n tierra griega sus propios hijos, quelas grandes, #esta~ atraían todos los años, en numeromá!;lo menos grí;mde,a Jerusalén;' de modo que, enlos 'dos o tres siglos anteriores a nuestra era, había he-cho suya más q~ una idea extranjera. .

En seguQcló.'lugar, alrededor del mundo judíopalestina existía un medio pagano, que si no in.fluyó directamente sobre Jesús, atrajo a sus discÍ'

LA INICIATIVA DE JESÚS 35

pulos inmediatamente después de su muerte; mediosirio y fenicio, que limitaba con Palestina al norte,al este y al sudoeste, y al que más que verlo cla.ramente lo adivinamos, pero en el que confluían lascreencias, los cultos, las supersticiones, los prejui.cios, o solamente los .recuerdos de varias religionesdel pasado y del presente; medio' mesopotámico ha-cia el este, en el que se mezclaban las influenciasreligiosas de India y Persia, sobre la tierra babiló-nica, madre de muchos antiguos mitos esparcidospor todo el mundo semítico y también de especu.laciones en las que se combinaban la metafísicay la astrología para la explicación del universo y deldestino humano; medio egipcio hacia el sur, en, elque los antiguor cultos nacionales se habían rejuve-necido, ampliado y como universalizado por el influ-jo fecundante del pensamiento griego; po.r fin, mediohelenístico hacia el norte, en lo que llamamos Asia Me.nor, más complicado aún, pero también más opulentoporque constituía una especie de encrucijada de reli.giones. A los cultos locales, varios de los cuales todavíaestaban vivos y vigorosos, a los mitos de la religiónolímpica, a las reflexiones y a los dogmas de los filóso-fosgriegos, más o menos vul~arizados, se añadían in-numerables "contaminaciones' llegadas de todos losdemás medios q1,leacabamos de enumerar, incluyendoel j~dío.

Había allí, por así decirlo, una materia religiosaenorme y en parte amorfa, que se organizaba ya encombinaciones sincretistas, más o menos singulares,y se prestaba a todas las formas de explotación. Cotts-tituía, pues, para 'el porvenir del cristianismo, unareserva casi inagotable. Pero, lo rel?ito, con toda pro-babilidad, Cristo se formó exclusivamente en el me-dio judío -se ha lanzado, a veces, la hipótesis deuna acción directa del budismo sobre él,. pero éstacarece totalmente de pruebas- y la fe cristiana s~propagó, en un principio, fuera de Palestina por in-termedio de judíos. Lancemos una mirada sobre elmundo judío, T"""1""ándonosel tratar de compren.,

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36 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

der la fisonomía ,reli'giosa,de los otros cuando veamosextenderse en ellos la predicación cristiana.

~El medio judío era algo singularmente complejo en

tiempos de Herodes el Grande (muerto el <1,a. c.). Ba-jo la apariencia de una uniformidad de raza, de cos-

v tumbres y de religión, los judíos constituían, esen-cialmente, dos pueblos, de espíritu bastante diferentey de tendencias religiosas disímiles.2 '

liay que buscar la primera causá muy 'lejos. Cuan-do el rey de Babilonia crey.ó oportuno trasladar a ori-llas del Éufrates, super jiu'mina Babylonis, a los ju-díos que había vencido, se preocupó solarp.ente delas, familias de cierta importan,cia; los hab,itantes delcampo, las personas humildes, quéduon e.n'sus casasy ,continuaron prac.ticando la, antigua xeligión de Is-rael, piadosa seguramente, que confiaba en' Ya;vé, pe-ro ,po,corigurosa, en suma, capaz pe comprometimien-to con los dioses .vecinos,o con sus fieles. Puesto que elculto antiguo de, Yavé era, sobre todo, una religiónde hombres, los buenos campesinos judíos,no evitabanlos matrimonios mixtos, que mezclaban la, sangre c;lelpueblo elegido con la de las jóvenes extra~jeras. En-tretanto los desterrados, por lo menos aquellos a quie-nesla desesperación no ,precipitó en la idolatría de105 vencedores, evolucionaron rápid~mente. ,Se ,veíanQblip;adosa reflexionar sobre la alianza concertada en-tre Yavé y su pueblo, a explicarse su infortunio ,pre-sente, a imaginarse un porvenir consolador" a .pensaren los medios de evitar el retorno de parecidas cala-midades, y se persuadieron ,de que ,los males de Israelprovenían de haber sido infiel a la Alianza y quesólo le restaba un modo' de apaciguar a Dios: some-terse rigurosamente a la observancia del culto ; prác:ticamente, establecer un ritual muy estricto que haríaimposible la idolatría. La constitución de ese ritual,

2La obra esenpiales la de Schürer,Geschichtedes jüdi-schen Vl!lkesim Zeitalter!esu Christi, Leipzig,1901-1909,3 vols.; se púedeconsultar con provecho la obra de ShailerNueva York y Londres, 1902.

LA INICIATIVADE JESÚS 37

la consolidación de ese; estrecho legalismo, fortifica-do por una nueva redacción de la Ley, q:>nformea lasmás recientes necesidades, fueron obra de los profe-tas del exilio, particularmente de EzegufeI. Cuando labuena voluntad de Ciro permitió á estos deportadosregresar a su patria (538), no s~ aprovecharon t,o-dos de la licencia, pero los que la aprovecharonllevaron a Judea la Ley y el espíritu nuevos y -deta-lle esencial- continuaron en estrecha relación consus he~manos de Babilonia, que los ayudaron con suinfluencia con el rey de Persia, con su dinero, con susocorro moral para imponerlos a la población seden-taria. Los reorganizadores del Templo y del culto,enemigos implacables de los matrimonios mixtos y delas concesiones al extranjero, fueron judíos enviadosde Babilonia: Esdras y Nehemías. Eran escribas, esdecir, hombres que habían, estudiado la Ley, que laexplicaban y empezaban a organizar, paralela a ella,toda una jurisprudencia para reglar los casos de con.ciencia, que no podían dejar de abundar desde el mo-mento en que se establecía como condición primordialde la piedad la absoluta pureza legal.

El período comprendido entre el retorno del exilioy el nacimiento de Jesús vio, entonces, primero, lareconstitución de un clero numeroso, de una casta sa-cerdotal que gravitaba en torno del Templo único yaseguraba la regularidad de su servicio, pero que noestudiaba especialmente ni enseñaba 'la Ley, y que,por una tendencia natural, propendía a no atribuir im-portancia más que a los ritos y a las fórmulas; en se-gundo lugar, el crecimiento de la élase de los escribas,o doctores de la Ley, entre los cuales se inicia unaverdadera competencia de ingenio para penetrar entodos los rin~ones del texto sagrado, que comen-tan y ergotizan, y terminan frecuentemente; y a pesarde su piedad personal, sincera y profunda, por aho-gar la religión del corazón, libre y espontánea, bajoel cúmulo de sus escrúpulos de forma. Algunos se in-quietan por saber, por ejemplo, si un huevo puesto eldía del sabat es puro, o si el agua pura que cae en

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38 EL CRISTIANISMO ANTIGUO. '

impuro no estará contaminada ya des.un recipientede su fuente.

Algunos, es cierto, experimentando sin saberlo la in.fluencia de las especulaciones griegas sobre Dios, elmundo y el hombre, amplían y sublimizan la antiguarepresentación de Yavé. que se convierte en el Diosen sí, indefinible e inclusive innombrable. Inclínansea adoptar una cosmología y una antropología dualis.tas, en las que se oponen los dos elementos contrarios,la- materia y el espíritu, el cuerpo y el alma. Y así,totalmente en contra de la acción del legalismo exage.rado, comien?:a a universalizarse y, propiamente, ahumanizarse la religión nacionalista de Israel. Este traebajo, naturalmente, se realiza más a fondo y se cum.pie más rápidamente en las colonias judías de tierrapagana, en las que volveremos a encontrarlo; pero alprincipio de nuestra era, hacía ya tiempo que se ha.bía i~iciado en Palestina y logrado resultados apre-ciables.

El pueblo obedece a los sacerdotes, porque son susguías nacionales: el Gran Sacerdote es el único auto-rizado para representar a Israel ante el amo persa,o. griego. Judea se convierte, así, en estado teocráti-co y, aún en el período de los Asmoneos,8 durante elcual se cree independiente, sigue siéndolo, puesto queel reyes al mismo tiempo Gran Sacerdote. Por otraparte, el pueblo admira a los escribas, sabios y escru.pulosos. Pero, en realidad, ni el ritualismo escépticode los sacerdotes, ni la pedantería altanera de los es-cribas lo conmueven profundamente y no satisfacen supiedad. Cede poco a poco al empuje del rigorismo;se cierra todo lo que puede a los extranjeros y hasta seindigna al ver, a veces, cómo sus jefes helenizancon exageración; pero sigue amando a Yavé de cora-zón, rezándole en sus días de angustia con un fervor

· Es decir, en tiempos de los Macabeos. Judas, Jonatán,"Simón, Juan Hircano, Aristóbulo y Alejandro .Tanneo, entreel 165 y 70 antes de Jesucristo, porque desde la muerte deJanneo hasta el advenimiento del idumeo Herodes, en el 40, rei-nan I,a anarquía y la decadencia.

LA INICIATIVA DE JESÚS 39

inspirado en la piedad de otro tiempo y no se encie-rra en las formas nuevas; en otros términos, su re-ligión vive y progresa. Adopta varias nociones queno eran fundamentalmente judías y que procedían delOriente: a la del papel desempeñado por ángeles ydemonios; a la de la vida futura y eJ juicio final.Simultáneamente, saca de las desgracias de los tiem-pos -porque los judíos sufrieron mucho de los egip-cios, de los sirios" de los romanos y de sí JIlismos,du-rante los cuatro siglos que precedieron a Cristo- laconsolidación de una antigua esperanza: espera, llamafervorosamente al Mesías, que vendrá para darle aIsrael un esplendor mayor que el de los tiempos deDavid. Los propios escribas terminan por aceptar, co-mentar y, en cierto modo, consagrar esas preocupa-ciones de la fe popular. Y cuanto más parecen los acon.tecimientos desmentirlos, cuanto más dura se hace ladominación extranjera, tanto más se arraigan en elespíritu de los simples, mayor, lugar ocupan en suconvicción. '

No debe olvidarse que en aquella época los judíos-y, por otra parte, muchos otros hombres en elmundo- no poseían la menor noción de lo que lla-mamos leyes naturales, del encadenamiento necesa-rio e invariable de causas y efectos. Convencidos deque Dios todo lo puede, no distinguen ningún límiteentre el fenómeno y el milagro y, en verdad, viven enel seno de lo maravilloso constantemente, porque todocuanto los sorprende se les aparece como la obra in-mediata de Dios o del Adversario. Por eso, se persua-den sin esfuerzo de que la extraordinaria revoluciónesperada se cumplirá, en cuanto Yavé lo' quiera, irre-sistiblemente, y su espera ansiosa acecha el anunciocon creciente nerviosidad. Esta esperanza mesiánica,de la que Israel esperaba la reparación deslumbran-te de sus infortunios y el olvido de sus huIIÍillaciones,estaba, por el contrario, destinada a arrojarlo en lasmas desastrosas aventuras; a las que se lanzará condenuedo, convencido de que está por aparecer la GranAurora bendita y de que el cielo lo ayudará con sólo

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que él se ayude.. Las espantosas rebeliones de los si.glos I y 11.de nuestra era, que diezmaron a los judíosy consumaron la ruina de su nación, se originaron to.das en la convicción de que se había vencido el tiem.po y de que la promesa antaño proclamada por losprofetasdeYavése cumplíapor fin. .

'Pero en Galilea, en esa parte septentrional de Pa.lestina donde nació Jesús, los simples constituían elgrueso de la población. El país no había sido llama-do a compartir la nueva vida judía más que en tiem-pos de los Macabeos; había visto únicamente de lejosa la aristocracia sacerdotal, y si los escribas nola evitaban del todo, no pululaban allí como en Jeru-salén o en la Judea propiamente dicha y no habíanadquirido la reputación y la influencia que honrabana los maestros de las escuelas judías. Se decía común-mente que los galileos no tenían muy buena cabeza,sin duda porque durante los primeros tiempos de ladominación romana se habían refugiado en sus mon-tañas las tenaces tribus nacionalistas. Se burlabantambién de su acento provinciano. En verdad, pareceque su piedad conservaba una espontaneidad, un arodor, una profundidad que testimoniaban una vidareligiosa muy intensa, que no dominaba la minuciaescrupulosa del fariseísmo judío./' Así, pues, Jesús nació y creció en un país en e]que las preocupacioRes religiosas se adueñaban del es-píritu de la mayor parte de los hombres; surgió de]pueblo en el que todos vivían en la esperanza in-

~genua, en la espera ansiosa de un suceso milagroso,que los judíos se merecerían por su sola piedad y quelos haría dueños de ]a tierra. Pero regían ese pueblosacerdotes que 'no compartían tal espt"anza y des-confiaban de los problemas que podría crearles conlos dominadores extranjeros; estaba, en cierto modo,encuadrado por doctores, uno de los cuales dijo queel ignorante no podía ser piadoso, y que no sentíanmucha simpatía por un movimiento popular.

LA INICIATIVA DE JESÚS 41

III

Es concebible que un hombre profundamente piado-so, un simple, cuyo espíritu no se ha secado del to.do por la disciplina de los escribas, pero que, im-pregnado desde la infancia de las preocupaciones desu medio, no vive intelectual, religiosa y mora]men-te'más que por ellas, si se halla dotado de la facu]-tad maravillosa de reunir en sí mismo y de recrear;por decirlo así, con su meditación, las ideas que flo-tan en el aire que respira (y esto es ]0 propio detodos los inspirados) llegue a traducir sus conviccionesen actos. Un inspirado galileo de aquella época nopodía menos que anunciar, en forma más o menospersonal y original, la inminente realización de sus es-peranzas. Y tal parece ser, efectivamente, ]a razón dI"la "aparición" de Jesús.'

Nos hacen falta documentos para llegar a conocerlos detalles materiales de su formación intelectual, ypara comprender las causas precisas que determina-ron su iniciativa; no es necesario suponer, en una nien otra, mucha complicación. Todos nuestros Evange-lios señalan una relación, mal precisada pero cierta,entre ]a iniciación de su vida pública y la predica-ción de otro inspirado, que predicaba ]a necesidadde] arrepentimiento porque se aproximaba el tiempoprometido. Acaso Jesús haya conocido a Juan el Bau-tista, acaso haya ido hacia é] y, a ejemplo suyo, ]avocación, lenta y obscuramente preparada en el fondode su conciencia, se haya impuesto irresistiblemente asu voluntad y haya comenzado a predicar a] conocer lanoticia del encarcelamiento de Juan por Herodes An-tipas, para que el Reino tuviera heraldo. En defini-

· La Vie' de Jésus de Renan no es científicamente estimable.Puede leerse Jésus et la tradition évangélique de Loisy, Paris,1910,y Krrios Christos de Bousset, Cotinga, 1913, caps. 1 y 11;y consultar Die Hauptprobleme des Lebens Jesu, de Barth,Gütersloh, 1911, y Die Hauptprobleme der Leben-Jesu-For-schrmg. Tubinga, 1906, de O. Schmiedel.

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tiva, reanudaba la tradición profética interrumpida enIsrael desde el regreso del destierro y que ya vario,snebim antes de él, el Bautista entre otros, habían trata.do de recomenzar. Su iniciativa, por original quepueda parecer a primera vista, no tenía en su formanada de excepcional ni de inesperado.

,Puede dudarse de que haya sabido desde el princi-pio qué es lo que quería exactamente o qué represen-taba. Con procedimientos distintos de los del Bautis-ta, porque había 'renunciado completamente a la vidaascética y a la violencia de lenguaje de su predecesor,desarrollaba los mismos temas principales: "El Reinoestá cerca, la gran transformación que desterrará delmundo la injusticia y el mal; arrepentíos, si queréisun lugar entre los elegidos". ¿Por qué lo decía? Por-que una fuerza secreta lo impulsaba a -decirlo, porquesentía al Señor en él, como lo habían sentido todoslos inspirados. jUdíos. ¿Cómo lo entendía? ¿Cómo serepresentaba el Reino y su llegada? No lo sabemos;nuestros textos datan de un tiempo en que la demoradel advenimiento del Reino ha modificado ya su re-presentación en el espíritu de los cristianos. Se lo ima-ginaba, sin duda, en conformidad con lo que se decíaa su alrededor: como el advenimiento material del go.zo para Israel, la deslumbrante manifestación de labendición de Yavé, bajo una forma que la imagina-ción pópular nunca había fijado bien y que, qui-zá, él mismo no fijaba rigurosamente. Nada nosasegura que no haya hecho, al principio, alusio-nes a la violencia mesiáriica, a la guerra que, segúnla opinión más difundida, debía llevar al mundoel Mesías; en nuestros Evangelios hay algunos rastrosde esto, pero es natural que hayan desaparecido deescritos destinados a probar que era en él, tan dulce

'y pacífico, en quien debía verse a "Aquel que debe."vemr .i.Se creyó el Mesías? Se ha dudado; y se duda,

todavía, por razones importantes: jamás se calificóabiertamente de Messiah (en griego Christos). Un es-tudio atento de los pasajes de nuestros Evangelios en

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los que aparece la palabra, no permite relacionar unosolo con alguna de sus dos fuentes fundamentales: larecopilación de las sentencias o Logia del Señor yel primer Evangelio, atribuído a Marcos.5 Y los másprobatorios, en apariencia, son los que menos resis-ten a la crítica: por ejemplo, la famosa confesión me-siánica ante el gran sacerdote Caifás (Me., 14, 61) dela cual nada hay que garantice la letra, y que pareceno responder a ninguna realidad histórica. Pero enlos tiempos en que los textos evangélicos de que dis-ponemos recibieron su forma última, era inevitableque la fe en el mesianismo de Jesús, convertida en elfundamento del cristianismo, se afirmara en ellos demanera notable y pareciera autentificada por el Maes-tro en persona. No obstante, "palabra de Evangelio"y "palabra de Jesús" siguen siendo dos para el exé-geta, y es una conclusión muy segura de la exégesisla de que Jesús no proclamó su mesianidad.

~l no se llamó Hijo de Dios, expresión que, porotra plfrte, a juicio de un judío, sólo podía represen-tar un escandaloso contrasentido y una grosera blas-femia; que, además, ni un ,solo texto evangélicopermite atribuirle con seguridad, y que pertenece allenguaje de los cristianos helenizados, a San Pablo yal autor del IV Evangelio, para quienes tenía un senotido profundo y suficientemente claro.6

· Se lee, en verdad, en Marcos, 9 41: Pues. el que os diereun vaso de agua en razón de discípulos de Cristo...(o'ft' XQU1"tOÜÉan), pero la autenticidad de las palabras ca-racterísticas ha sido abandonada hasta por los exégetas conser-vadores como el P. Lagrange o el pastor H. Monnier, porque elempleo de XQla"tó~ sin artículo, pertenece al lenguaje de SanPablo y no al de la Sinopsis, y porque Mateo, 10, 42, paralelo anuestro Marcos, dice: r el que diese de beber a uno de estospequeños sólo un vaso de agua fresca en razón de discípulo(Él¡;; ovolta Itainj"tou) . . _,lección que es probablemente la másantigua.

· UiI judío 'podía 'llamarse. Servidor de Yavé pero no suHijo, y creo con verosimilitud que Jesús se haya consideradoy presentado, en efecto, según el Salmista, como Servidor deDios. La palabra hebraica Ebed, que significa servidor, se tra-ducía frecuentemente al griego por -la palabra 1ta¡~ que a la

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decir a San Pedro en los Hechos de los Apóstoles (2,36), vino a explicar el milagro de la resurrección.

Hay, pues, en definitiva, razones sobradamente Só'lidas para pensar que Jesús se consideró y comportósencillamente como un profeta, que se sintió impul.sado por el espíritu de Yavé a proclamar la próximarealización de la gran esperanza y la necesidad deprepararse. Pero, aun en tal caso, cabe preguntarse sino estaría persuadido de que se le había reservadoun lugar escogido en el Reino futuro, lugar que eradifícil no confundir con el del Mesías mismo.

Varios exégetas notables, como M. Loisy, respondenpor la afirmativa, y si es difícil discutir sus razones,también lo es, a mi juicio, aprobar1as sin reservas. Eneste punto, como en tantos otros, se nos escapa lacertidumbre.

CAPÍTuLO 11

EL FRACASO DE JESúS

I.-Certidumbre de este fracaso.-Sus causas: Jesús no ha-bla ni al pueblo, ni a 105 doctores, ni a los sacerdotes unlenguaje convincente.-El viajé a Jerusalén y la muertede Jesús.-¿La había previsto?

II.-La dispersión de los Apóstoles.-Cómo la fe en la resu-rreccion de Jesús realza su valor.-De qué fenómenosprocede esta fe.-Sus consecuencias en relación con laconstitución de la cristología primitiva y el nacimientodel cristianismo.

III.-La reorganización de la fe de los discípulos.-La idea del. próximo retorno del Mesías Jesús.-Débiles probabilidades

de éxito de la dóctrina apostólica.-Lo que asegura susupervivencia: su trasplantación a tierra griega.

1

i'

Así, los textos nos dejan en la incertidumbre acerca delo que Jesús pensaba del principio de su misión, delcarácter de su persona y del alcance de su papel. Encambio, vemos bien que no tuvo éxito, que sus com-patriotas palestinos no creyeron en la misión que searrogaba y no se conformaron a las sugestiones mora.les que les ofrecía; lo miraron pasar, durante el bre-vísimo tiempo que vivió entre ellos,l con curiosidado indiferencia, pero sin seguirlo. Quizá -y cuandomucho- sedujo a algunos centenares de galileós in-genuos, porque cuando nuestros Evangelios nos mues-tran las multitudes apretándose a su paso y encan-tadas con su palabra, no nos hacen olvidar que enotros pasajes, con mayor veracidad, nos hablan dela dureza de corazón de los judíos; en verdad, el mis-

1 La vidá pública de Jesús no puede estimarse según losdatos del' IV Evangelio que permitirían atribuirle una dura-ción aproximada de tres años; se redujo ciertamente a algunosmeses, quizá a algunas semanas; no lo sabemos con exactitud.

47

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48 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

mo Jesús parece haber desesperado de ablandarlos. Lasrazones de su fracaso se ,ven claramente

No le hablaba al pueblo con ellengu.aje que ésteesperaba: predicaba el examen d_econciencia, el amoral prójimo, la humildad de corazón, la confianza fi-lial en Dios a geQte que esperaba un llamado a las.armas y el anuncio del último combate antes de lavictoria eterna. -No les decía: "¡ Levantáos !, ¡El Mesíasde Yavé está entre vosotros!", sino~ "Preparáos, por elarrepentimiento, para el Juicio que ,se acerca"..No lespedía obrar, sino solamente esperar en determinadaactitud moral y religiosa, que trocaba la espera endesazón. Hijo de Israel, probablemente 'demostrabasólo un exclusivismo relativo: la piedad de corazón,le fe~confianza-del centurión romano o de la cananeaigualaban a sus ojos los méritos del origen puro; me-jpr dicho, un pagano que creyera en sus palabras, secolocaba, en su estima, muy por encima de un judíoincrédulo. Hablaba mucho de justicia, de paz, de as-piración al Padre y también de resignación, de pa-ciencia; mas no de rebelión, ni del triunfo del puebloelegido sobre 'las naciones. Y todo esto, 'que consti-tuye para nosotros su originalidad y su encanto, nopodía agradar a los ardientes mesianistas de Pales-tina.' '. -

A los doctores se les aparecía como Un ignorantepresuntuoso, que, 'yándidamente, creía que el buen sen-.tido podía reemplazar a la ciencia y el corazón a larazón; que hablaba "con autoridad", sin haber fre-cuentado escuelas, porque sentía en sí el soplo del Pa-dre; su espíritu les disgustaba; la espontaneidad desu religión contrariaba el Iormalismo de la suya, yla antipatía no podía ser sino recíproca. No debemosolvidar que nuestros' Evangelios reflejan las preocu-paciones de un tiempo en' que'_ellegalismo judío ya noreprimía: casi a los c~istianos, en que, por consiguien-te, se inclinaban [ atribuir al Maestro el m.enospre-Cio que ellos.le demostraban; -sin embargo, es imposi-ble no sacár d~ los .numerosos textos. donde Cristoataca a los escribas, y a la inversa, de aquellos en que

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los escribas le tienden la trampa de preguntas insi-_diosas, la impresión neta de un conflicto latente entreellos y él. Evidentemente, respetaba la Ley, se ateníaa ella, pero no exclusivamente, y se mostraba dispues-to a poner las inspiraciones de la piedad por encimade las recomendaciones rabínicas.

A los sacerdotes de Jerusalén, a la aristocracia sa-ducea, les parecía el más peligroso y molesto de losagitadores; peligr.oso porque se aventuraba a pro-vocar en el pueblo uno de esos movimientos violen-tos y absurdos que las autoridades romanas repri-mían siempre con rigor y cuya agitación turbaba latranquilidad de la gente del Templo; molesto, por-que exponía desconsideradamente, ante los ojos delvulgo, comparaciones y reproches que, en definitiya,perjudicaban al sacerdocio.

En vez de pronunciarse contra el nabi, el pueblodudaba. Contábase que Jesús multiplicaba los signos,es decir, los milagros, curando a posesos y enfer-mos; es verosímil inclusive que le atribuyesen ya-¡trivialidad en aquel tiempo y en aquel país!- la re-,surrección de algunos muertos; sus enemigos atri-buían todas eS{lsmaravillas a la influencia de Belcebú,o sea, el diablo, pero los simples no creían ~us pala-bras y permanecían perplejos; finalmente, si Jesús noexcitaba su ..entusiasmo, tampoco desalentaba su sim-patía. En cambio, doctores y sacerdotes lo detestarondesde qUe lo conocieron y él cometió la imprudenciade ponerse en sus manos.

No vemos claramente qué lo decidió a ir a Jerusa-lén. Probablemente, no fue sólo el deseo de celebrarla Pascua en la Ciudad Santa. Nuestros Evangelistas.escribieron para gente de una época en que todo el"misterio" de la vida de Jesús se cifraba en su muer-te, muerte aceptada por él para redimir y regenerara la humanidad; y suponen que el Señor había expli-cado desde hacía tiempo la necesidad de su Pasión;por eso no titubean en decirnos que Jesús va a Je-rusalén para cumplir su obra divina en la cruz del

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Calvario. Al historiador le parecen más obscuros suestado de ánimo y sus verdaderas intenciones.

¿ Tenía la impresión clara de su fracaso? Puedecreerse, pues los hechos hablaban con bastante elocuen-cia. A decir verdad, no es fácil concebir cómo hubie-ra podido triunfar de acuerdo con sus deseos: su pre-dicación moral no tenía sentido y no podía dar frutosino a condición de que se vigo:r;-izaraCOnalgunos sig-nos precursores del gran acontecimiento cuya inmi-nencia afirmaba; sólo podía justificarse mediante elcumplimiento de su palabra. Ahora bien, los signosno aparecían y su palabra no se ha cump1ido todavía,'hasta tal punto que sus fieles se han visto obligados,desde hace mucho tiempo, a sostener que los primeros

~ discípulosno lo comprendíanbien, que no les decía.. lo que parecía decides. Firmementeseguro de que po-

seía y anunciaba la verdad, se persuadió tal vez de quese manifestaría en Jerusalén r de que Únicamenteallí resplandecería el Gran Día. Esto es lo. que debe-ríamos creer si pudiéramos confiar en el relato de suentrada mesiánica en la ciudad, entre aclamacionespopulares; pero yo, por mi parte, dudo de su ve-racidad.

Cualesquiera que fueran las intenciones o las es-peranzas de Jesús, fue una' mala inspiración la detrasladarse a aquel medio que no era el suyo y en elque sus enemigos naturales eran los amos. ¿ Cometióallí alguna imprudencia, como la de entregarse a actoscontra los mercaderes de palomas o los cambistas esta-blecidos en el atrio? Puede ser. En todo caso, el pro-curador romano había aprendido a desconfiar de losinspirados judíos y no les fue difícil a los sacerdo-tes y doctores persuadido de que, en interés del or-den, debía poner fin a las agitaciones de un galileocualquiera. Pilatos hizo detener a Jesús, lo juzgó y lopuso en la cruz. El pueblo le dejó hacer. Según todaslas apariencias, los esfuerzos de nuestros Evangelistaspara declarar inocente al romano y arrojar sobre losjudíos la entera responsabilidad del crimen, no se ins-piran en la verdad de los hechos, sino en un deseo de

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congraciarse con las autoridades romanas, en un tiem-po en que sólo en ellas encontraban apoyo los cristia-nos contra la animosidad de las sinagogas.

Jesús no había previsto lo que le sucedió; el espan-to y la fuga de sus discípulos son la prueba evidente de ~...ello; el golpe de fuerza de Pilatos lo hería en plenosueño y parecía arruinar su obra. Es verosímil que,en sus últimos días; la inquietud por el porvenir, la in-certidumbre .del presente y -¿quién sabe?- la du-da de sí mismo se hayan apoderado de .él y que elpensamiento de su muerte próxima haya pesado sobresu espíritu; pero nada nos autoriza 'a creer que hayajuzgado entonces que su suplicio era útil para larealización de su misión y todo nos obliga a pensarque no dijo nada parecido. En verdad, puesto queel milagro anunciado no se producía, que Yavé no semanifestaba ¿qué más podía hacer sino huir a Ga-lilea precipitadamente o inclinar 'la cabeza y sufrirsu destino? Tal vez pensó ,en regresar a su país; estasuposición se apoya en que, según el Evangelio deMateo, citó a sus discípulos en Galilea. De todos mo-dos, le faltó tiempo para cumplir su propósito, si lotuvo.

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El "escándalo de la cruz", como dirá San Pablo, de-bía, al parecer, poner término a la tentativa de Jesús.~l hahía apareci.do par~ anunci.ar un aco~te,cimientoque no se produJo; habla perecIdo; sus dlsclpulossehaDían dispersado presas de pánico; ¿no debían aban-donar hasta la esperanza que hahía puesto en su co-razón, y lamentar o maldecir su error y el de ellosmismos? No lo olvidemos, Jesús no había fundadonada. No había traído una religión nueva, ni siquie-ra un rito nuevo, sino Una cQJIcepciónpersonal -másque original- de la piedad en la religión judía, dela que no pretendía cambiar ni la fe, ni la Ley, qiel culto. En el centro de su enseñanza se situaba laidea mesiánica, que compartía con casi todos sus

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compatriotas; idea que, solamente, él concebía deuna manera distinta. Nos es imposible afirmar queesta manera fuera realmente particular de él. Atribuir-le la voluntad de establecer una Iglesia, su Iglesia, deproveerla de ritos, de sacramentos, signos sensiblesde su gracia, y de prepararle la conquista del pla~neta, son otros tantos anacronismós. Diré más: otrastantas deformaciones de su pensamiento que, de co-nocedas, lp hubieran escandalizado. Pero, entonces¿qué podía quedar de él, aparte de algunas máximasmorales, seguramente provechosas, pero menos origi-nales de lo que ordinariamente se afirma, aparte delrecuerdo conmovedor de sus virtudes, de su encantopersonal? La lógica responde: nada. Y sin emba.r-go, la serie de los acontecimientos pareció desmentira la lógica.

La fe-confianza de los Apóstoles triunfó de la pro-pia muerte.' Y aquí tocamos ,el más obscuro de losproblemas. Volvieron a encontrarse en Galilea, en elmarco familiar donde habían vivido con ~l; creyeronvedo de nuevo y se persuadieron de que no estabamuerto. ~ste .es el hecho, pero sus detalles se nos es-capan. Como era inevitable, la leyenda ha queridoaclarado y lo ha tornado ininteligible, mezclándolocon episodios maravillosos, inverosímiles, imposiblesde verificar dadas las contradicciones de los textos.Los relatos de la Resurrección de que disponemoshoy, se le ofrecerÍ' al, crítico como agregados com-puestos de recuerdos confusos, exactitudes inventadas,de viejas "historias", triviales ya en el mundo orien-tal; pero ¿qué tienen como fundamento, por cuanto,seguramente, tienen algo de exacto? D,etoda evidencia,una visión de Pedro, seguida de visiones colectivas,fenómeno de contagio mental, común en la historiade las religiones..,<.No olvidemos que si los Apóstoles vuelven de Je-rusalén horrorizados, perplejos, momentáneamente des-alentados porque lo que esperaban no se ha producidoy han recibido un golpe tan rudo como inesperado,pueden Sin embargo no estar desesperados. Han con-

EL FRACASODEJESÚS 53

fiado demasiado en la promesa de Jesús para despren-derse de ella, y, pasado el primer momento de con-fusión, en el medio donde poco antes los conmovie-ra tan profundamente, influye de nuevo sobre ellos,y especialmente sobre Pedro, con energía. Pero lapromesa de Jesús está, para ellos, ligada a la personade Jesús; admitir que esa persona ha desaparecidopara siempre es consentir en abandonar toda espe-ranza. Esta idea fija su fe; por decido así, la hip-notiza; no es posible que nos haya abandonado, quesu muerte sea definitiva. El resultado seguro de esatensión constante, en el cerebro de hombres a la vezrudos y místicos, exaltados por la espera y el deseo,es la visión. Por eso, Pedro ve a Jesús y luego otroslo ven como él lo ha visto. Que se trate., de Íl'arwasalucinaciones visuales, o de interpretaciones aluci-nadas de cualesquiera apariencias, poco importa; lospescadores del lago de Genesaret estaban igualmentedesarmados ante uno y otro fenómeno.

Las visiones convencen a .los Apóstoles de que Je-sús vive, que vive por lo menos en su espíritu glorifi-cado por Dios. Pero para que viva es necesaric;>queya no esté muerto, y si ya no está muerto -paralos judíos de aquel tiempo no había ,:acilación posi-ble-- es que ha resucitado. No digo resucitado en sucuerpo enterrado, sino resucitado con un cuerpo. Su-poniendo que los Apóstoles hayan pensado al principiosólo en apariciones de su espíritu, no han podido, in-dudablemente, mantenerse mucho tiempo en esa opi-nión, porque la creencia popular les representaba laresurrección como una repetición integral de la vidaterrestre; 2 Y también porque varios textos de lasE!!crituras, en los que buscaron el anuncio y la jus-tificación de la resurrección de Jesús, les impusieronla convicción de que había salido de su tumba al cabode tres días, o al tercer día.8 La leyenda eskÍ fundada

· Durante su vida Jesús había pasado por ser, para ciertasgentes, Juan Bautista resucitado. Cf. Me., 6, 14.

· Osecu.6, 2: El nos dará vida a los dos días, r al tercero

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54 EL CRI~TIANISMOANTIGUO ,

en el convencimiento de los Apóstoles, y fué en tierragriega donde se constituyó en su mayor parte;

Por el momento, no insisto en esta construcción se-cundaria. Señalemos solamente que l.aafirmación apos-tólica: No.sotroslo hemos visto; Dios lo ha resucitado,reclamaba una conclusión; ¿por qué habría Dios ,sa-cado a Jesús de la morada de los muertos, sino por-que le reservaba un papel primordial en una granobra cercana? La obra no podía ser otra que la ins-tauración del Reino anunciado por el Maestro, y el.papel, el de Mesías. Dos versículos de los Hechos delos Apóstoles (2, 32, 36), nos permiten, por decidoasí, captar en vivo el razonamiento apostólico: Aeste Jesús, dice uno, resucitó Dios, de lo cual todosnosotros somos testigos, y el otro concluye: Sepa puesciertísimamente toda la casa de Israel, que a esteJesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Se.ñor y Cristo. No garantizo, entiéndase bien, que laexpresión atribuídS: aquí a San Pedro le pertenezcaauténticamente, y hasta creo lo contrario, porque elempleo de la palabra Señor {Kyrios} denuncia a unredactor helenizante; quiero decir que pertenece ala cristología de las comunidades helenísticas, pero laafinidad de las dos afirmaciones responde ciertamente~ una realidad psicológica.

Si no hubieran tenido los Apóstoles esa fe en laresurrección de su Maestro, no habría habido cris-tianismo, y desde este punto de vjsta, ha podido de-cirse (Well~ausen) que sin su muerte Jesús no ten-

. dría ningún lugar en la historia, A la inversa ¿puedesostenerse que toda la doctrina esencial del cristianis-mo se funda sobre esta resurrección? Por lo que res-pecta a la dogmática, sería difícil exagerar su impor-tancia y parecería legítimo colocar, como epígrafe, bajoel título de toda exposición de la fe .ortodoxa, la frase

nos levantará r viviremos ante tl.-lonás, ,2, 1: Y lonás estu-vo en el vientre del pez por tres días r tres noches (CI. Mat.,12, 40). Recuerda también el Salmo 16, 10 (CI. Hechos., 2,27, 31).

EL FRACASODE JESÚS 55

de San Pablo en su primera Epístola a los Corintios(15, 17): ¡Si Cristo 'fO resucitó vuestra fe es vana!

Por lo demás, para quien se sitúe en el punto devista puramente histórico de la determinación y de laextensión del,cristianismo, la importancia de la creen.cia en la resurrección de Jesús no parece mucho me-nor; porque, gracias a ella, la fe en el Señor Jesússe convirtió en el fundamento de una religión llueva,que, separada pronto del judaísmo, se ofreció a todoslos hombres como el camino divino de la salvaCión.Gracias a ella, también, penetraron en la concienciade las comunidades cristianas, por lo 'menos dé lashelenizantes, las influencias del viejo mito orientaldel Dios que muere y resucita, para llevar a sus fielesa la vida inmortal, y transformaron prontamente alMesías judío, héroe nacional, ininteligible e indife-rente para los griegos, en Jesucristo, Señor y Salva.dor, Hijo de Dios y Vicario de Dios en el mundo;aquel cuyo nombre, como lo dijo también San Pablo,invocan todos los que creen y ante quien debe pos-trarse la creación entera.4

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y para empezar, desde el momento en que aceptabala resurrección, la fe de los discípulos no podía 'sinoreanimarse y reorganizarse. '

Digo reorganiz'arse: es claro, en efecto, que ya nopodía vivir de sólo las afirmaciones de Jesús. Su muer-te modificaba la posición de la cuestión, porque to-maba, de p;rado o por fuerza, un lugar en la perspec;tiva escatológica.5 Primero se la consideró destinadaa posibilitar la resurrección, prueba suprema de ladignidad mesiánica del Crucificado, esperando que sehiciera de ella el gran misterio, el desenlace necesario,el fin de la obra entera. Y se dijo: "Jesús"Nazareno

· 1 Cor.,1, 2; Filipenses,2, 9 y ss.· Es decir, en el cuadro del fin del mundo, de las co~as

últimas (del griego EOxatO; = último).

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56 EL CRISTIANISMOANTIGUO

vino como un hombre inspirado de Dios; multiplican.do los milagros y haciendo el bien, pereció a manosde los malos; pero él era el Mesías designado; Dioslo ha probado resucitándolo de entre los muertos, altercer día, y pronto volverá en su gloria celestial parainaugurar el Reino prometido." En la predicación,de Cristo, la idea de la inminencia del Reino parecela esencial; en la predicación apostólica, lo esencial-son la dignidad mesiánica de JesÚs y su próximo re.torno. Tales son, efectivamente, los dos temas que,según el libro de los Hechos, los Doce desarrollaránen seguida en Jerusalén.

Es preciso que creamos que poseían un poder deilusión poco común, porque, a priori, todo hacía supo-ner que obtendrían aún menos éxito que su Maestro,y que se les deparaba un final igual. ¿Si los judíosno creyeron en Jesús cuando vivía, cómo podríanconvertirse en sus adeptos cuando todo hacía creerque él mismo se había engañad~, que no había podidosiquiera socorrerse en la hora del suplicio, que habiámuerto miserablemente a vista del pueblo? ¿ Que haresucitado? ¿Pero quién lo ha visto? ¿Sus discípu-los? Débil prueba. En verdad, los Doce recibieron enJerusalén la acogida que cualquiera, menos ellos, po-día prever: ganaron algunas docenas de partidarios,como lo hacía la secta de menor importancia; con-servaron la benevolencia del pueblo por la fidelidad desu piedad judía Y' su asiduidad al Templo, lo que,de paso, demuestra que su Maestro 'había creído qoose ,separaba muy poco de la religión de Israel; e~cita.ron la animosidad despreciativa de escribas Y sacer-dotes, de quienes sufrieron diversos malos tratos. Sinembargo, su miserable condición, su carácter pací-fico Y quizá también la buena opinión que merecíanal pueblo, les evitó la muerte; por otra parte, paraal~unos de ellos, esto fue sólo una prórroga. Hicieronadeptos en las pequeñas ciudlldes vecinas a .Jerusa-lén, pero, de toda evidencia, alcanzaron rápidamenteel apogeo de su éxito entre los judíos de raza. Porser este éxito de tan limitado alcance, a los ojos de los

EL FRACASODE JESÚS 57

menos advertidos, parecía evidente que la herejía cris-tiana no sobreviviría a la generación que la vio nacer,y que pronto los fieles de Jesús Nazareno se perde-rían en el olvido, como los del Bautista o los de tantosotros nabi.

No aconteció así, porque intervino en el asunto unelemento nuevo, que cambió completamente su as-pecto: incapaz de arraigar en terreno judío, la es-peranza apostóli('4 se vio trasladada a terrenJ griego,ya veremos cómo; y allí prosperó; comprenderemospor qué. Hablando con propiedad, es allí donde debebuscarse el primer término de la evolución del cris-tianismo. '

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I

LA OBRADE LOSAPÓSTOLES 59

judíos habitaban, en aquel tiempo, fuera de Palestina jpertenecían al rebaño de Israe1.1

Durante los cuatro siglos inmediatamente anterio-res a la era cristiana, varias causas determinaron quelos antepasados de esos hombres abandonaran su pa-tria. Primero la necesidad: su país, situado entre elreino Lágida de Egipto y el reino Seléucida de Siria,había servido frecuentemente de campo de batall~ aegipcios y silios. En el curso de sus razzias, unos yotros hicieron muchos prisioneros que jamás regre-saro~j accidente parecido tuvo lugar repetidas vecesdurante la prolongada lucha por la independencia, sosotenida por los Macabeos, contra los reyes sirios; sehabía reproducido en beneficio de los romanos cuandoéstos guerrearon contra Antíoco el Grande y, más tar-de, cuando tomaron partido en las querellas intesti-nas de Judea. Por otra parte, cuando los tratabanbien, los judíos eran laboriosos, fieles, diligentes; poreso los Ptolomeos y los Seléucidas trataron de atraera su país grupos importantes y lo lograron. Algunosse instalaron en el delta del Nilo y-en Cirenaica; otros'en Antioquía, en Lidia, en Frigia. Palestina no ofrecíarecursos inagota~les y la raza judía era prolífica, demodo que, viviendo con estrechez en un suelo a menu-do ingrato, muchos judíos, cuando se vieron bajola dominación de amos extranjeros, fuerQn a buscarsu pAn en regiones sometidas al mismo poder y huboquienes hicieron allí su fortuna. Dos siglos antes deJesucristo, un judío de Alejandría se permitía si acasouna exageración poética al escribir, dirigiéndose a supueblo.: "La tierra entera está 1lena de ti y también

1 La obra esencial es la de 1. Juster, Les juifs dans I'Empireromain, París, 1914, 2 vols.;'ver también, en el Diccionario deAntigüedades de Daremberg y Saglio, el artículo /udaei, de'T.. Reinach.-Sobre los comienzos del cristianismo, su implan.tación en tierra grecorromana Y su determinación como religiónoriginal, se leerá con provecho a pneiderer en Die Entstehungde.~Christentums y The evolution of early christianity, de Case,Chicago; s. f. (1914); se consultará Kyrios Ch,istos, cap. 111-VII de Bousset y Das Urchristentum, Gotinga, 1914, t. l. ,

CAPÍTULO III

LA OBRA DE LOS APóSTOLES

l.-Los Apóstoles son palestinos; su punto de vista.~Hay ju-díos fuera ,de Palestina; la diáspora.-Cómo se constitu-yó.-úrganización de sus. comunidades.-Propaganda desus sinagogas.-Cómo llegan a concordar con el helenis-mo.-Espíritu de sus prosélitos; por qué está, d.e antema-no, predispuesta en favor de la predicación cristiana.

n.-El sincretismo de la diáspora.-El mandeísmo de Meso.potamia.-Los hipsistaros y los sabazianos de Frigia.-Losnasoreos de Epifanio, en Perea.-Terreno favorable queestas sectas preparan al cristianismo.

III.-Cómo se efectúa el paso de la fe apostólica sobre el terre.no de la diáspora; el relato de los Hechos.-Bernabé enAntioquía.-Obscuridad y pequeño alcance verosímil dela obra de los Apóstoles palestinos.

Los Apóstoles y los discípulos, tranquilizados por larobusta confianza de San Pedro, que volvieron a reu-nirse luego de disipado el terror del primer instante,para tratar de reconstruir su sueño roto y de reani-mar en sus corazones las esperanzas que les hizo con-cebir el Maestro, eran, no lo olvidemos, judíos dehumilde condición y sin cultura. Su horizonte no po-día ser más amplio que el de Cristo y su ambiciónse limitaba a encaminar a "las ovejas de la casa deIsrael" por la vía de salvación.Todo nos induce acreer que al principio, por lo menos~su exclusivismojudío mostrábase dispuesto a ser más estrecho que elde Jesús. Nada más lejano de su pensamiento que laintención de llevar la Buena Nueva a los paganos y,a decir verdad, les era imposible concebir la acepta-ción del Evangelio por hombres que, previamente,no compartieran la fe judía. Pero gran número de

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60 EL CRISTIANISMOANTIGUO

todo el mar." 2 El geógrafoEstrabón, contemporáneode Cristo, tenía asimismo la impresión de que habíajudíos por todas partes. En verdad, se habían dise.minado por todo el ámbito del Mediterráneo, pero ,sóloformaban grupos compactos en las grandes ciudadesdel mundo griego, en Mesopotamia y en Roma, en laque, durante el reinado de Augusto, podía contarseuna docena de miles.

Dondequiera que estuviesen, por lo común no 01.vidaban ni su origen ni su religión. Vivían estrecha.mente unidos, procuraban optener de las autoridadespúblicas derecho legal a la existencia y se organizaban.Formaban, en lo temporal, una comunidad que teníasus jefes, sus magistrados elegidos, su justicia y suscostumbres; en lo espiritual, una 'sinagoga,3 a la queacudían todos a oír la lectura de la Ley, a rezar, ahacerse virtuosos en común, y que tenía, también, supequeño gobierno. Una judería numerosa, como la deRoma, repartía a veces sus miembros en varias sinago-gas. Los príncipes griegos, sirios o egipcios, dejaron alos judíos procede! a su manera y hasta les acordaronvahos privilegios;. los romanos siguieron el ejemplo, yuna verdadera carta constitucional protegió' a los hijosde Israel en todo el territorio del Imperio; una cartaque no solamente aut'orizaba su religión y legalizabasus agrupaciones, sino que tomaba ampliamente encuenta sus prevenciones y sus prejuicios y que tratabacon miramientos, en lo posible, sus susceptibilidadesreligiosas.

Esta situación excepcional, que su natural orgulloacentuaba, el desprecio que ella casi les permitía pro-fesar a los cultos municipales, otros defectos y ridi.culeces que dejaban ver, sobre todo la singularidadde las ,ceremonias de la sinagoga, considerada por elvulgo como el templo sin ritos de un dios sin imageny sin nombre, la circuncisión, las restricciones alimen.

· OráculosSibilinos,llI, 271.· Esta palabra, como iglesia, designa a la vez el lugar donde'

se reúnen y la reunión que se efectúa en él.

LA OBRA DE LOS APÓSTOLES 61

ticias deJa Ley mosaicá y, para rematar, varias calum.nias irritantes y fácilmente aceptadas, por ejemplo lasde practicar la muerte ritual y adorar una cabeza deasno, todo esto había 'hecho nacer en el populachode las ciudades en que eran numerosos, sentimientosmuy hostiles en su contra. El mundo grecorromanoconoció un verdadero antisemitismo, que hubiese lle..gado a violencias extremas sin la contención de lasautoridades romanas, aunque a veces éstas no pudie-ron evitado; es útil señalarlo desde el principio, por.que pronto se transferirá de los judíos a los cris-tianos.4

Por el contrario, los israelitas, generalmente bienvistos por las potencias, a causa de su sumisión y suespíritu laborios<?y serio, atraían igualmente la aten-ción simpática de los hombres a quienes chocaba lapuerilidad mitológica, lo grosero del ritual, la fragi.lidad metafísica, la nulidad moral de la religión pa.gana corriente. En un tiempo en que empezaba aafirmarse la boga de las conmovedoras religiones deOriente, el yaveísmo parecía, a quienes por su temoperamento estaban pre~estinados a comprenderlo, lamás sencilla, la más elevada y la más pura de todas.Aunque eran muy exclusivistas, sombríos y poco aco.gedores en su país, los judíos adquirieron mejoresmaneras entre los gentiles; no cerraban estrictamentesus sinagogas; toleraban a los extraños delante de supuerta abierta; no se negaban a enseñarles la Ley atos que querían conocerla, y como, además, se habíatraducido al griego, todo hombre instruído podía es.tudiarla. De tal suerte, se había formado, poco a poco,una ~lientela de prosélitos alrededor de cada sinagoga.Algunos llegaban hasta el fin en la conversión; recio

'bian el bautismo purificador, aceptaban la circunci.sión, enviaban la ofrenda ritual al Templo de Jerusalény se asimilaban"así.-a- los verdaderos hijos de Israel.

· Todos los testimonios griegos y romanos relativos' a losjudíos han sido reunidos, traducidos y anotados por Th. Rei-nach: Fontes rerum judaicarum, l. Textes d'auteurs grees et

'Tomains, París, 1895.

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62 EL CRISTIANISMOANTIGUO

Otros, sin llegar a tanto, frecuentaban más o menosregularmente el atrio de la sinagoga, contribuían consus denarios a su sostenimiento y "vivían la vida ju-día" hasta donde se lo permitía su condición social;los llamaban "los temerosos de Dios". Eran realmentemuy numerosos en torno de las grandes juderías deOriente y de Egipto; en Roma se los encontraba has-ta en las clases superiores, sobre todo entre las mu-jeres. , '

Los judíos de la dispersión no conservaron integral-mente ni los hábitos, ni el espíritu de sus hermanospalestinos. Su exclusivismo, su odio al gentil, su temorenfermizo a los contactos impuros, habían cedido enun medio en que les habrían hecho la vida imposi-ble; conversaban a diario con los "pecadores" y, so-bre todo, sufrían la influencia y la atracción de lacultura helénica, de la/ cual se impregnaban. Hechasa un lado las convicciones religiosas y las prácticasesenciales que suponían, esos judíos, considerados doso tres generaciones después de su emigración" se ase-mejaban por el idioma, el aspecto y la formaciónintelectual a los griegos de la misma condición so-cial. Los más instruídos profesaban una admiraciónprofunda por las letras y la filosofía helénicas; esta.ban a tal punto compenetrados, que se sentían tanincapaces de sacrificarles la Ley como de sacrificarlasa la Ley. Por eso;, Filón, el prototipo de los judíoshelenizados, se dedicó a demostrar, de muy buena fe,en Alejandría, que las revelaciones de Moisés y susprescripciones se acordaban perfectamente con las es-peculaciones de Platón y de Zenón; sólo se tratabade entenderlas bien.5

Ideas capitales para los palestinos se debilitaban en-tre los helenizados: por ejemplo, su mesianismo, enlugar de manifestarse como Un nacionalismo estrechoy agresivo, tendía a cobrar la forma de una conquis-ta del mundo por la verd'ad. En cambio, otras ideas,

. E. Brébier,Lesidéesphüosophiqueset religieusesde Phi-Ion ti'Alexandrie, París, 1907.

LA OBRA DE LOS APÓSTOLES 63

extrañas' asu raza, se abrían camino en su espíritu;verbigracia, se compenetraba' cada vez más de laidea griega del dualismo de la naturaleza humana; noconcedían ya mucha importancia -8 la suerte futurade su cuerpo y prestaban todo su cuidado al destinodel alma, punto sobre el cual los palestinos no habíanprofesado nunca una doctrina firme y clara. .

Con mayor razón los prosélitosJ'udíos permaneQíanfieles a la cultura y al espíritu e su medio; nadahubiera podido decididos a despreciar lo que su edu-cación les representaba como la más hermosa civili.zación que hubo jamás y la más digna de un hombrerazonable. Adoptando más o menos c9mpletamenteel judaísmo, pretendían adaptárselo y no excluir desu espíritu, ni de su vida, sino aquello que les parecíaradicalmente incompatible con lo que tomaban deljudaísmo. Por ello los judíos de la dispersión y los"temerosos de Dios", se encontraban, especialmentelos segundos, mucho mejor dispuestos que lo~ pales-tinos a discutir las afirmaciones de los Apóstoles y,en caso necesario, a aceptarlas; asimismo, por esacausa la simplísima doctrina apostólica -que la expe-riencia reveló que era muy plástica- corría el riesgode sufrir graves alteraciones si se trasladaba a lassinagogas helénicas.

II

Este riesgo parecía tanto mayor cuanto que, en al-gunas regiones de la 'diáspora, los judíos no se habíancontentado con adaptarse a las necesidades socialesde su ambiente y organizar su fe religiosa, o, por lomenos, con explicársela en función de su cultura,manteniéndola sin embargo integralmente. Poco a poco,fueron mezclando algo de las ideas y las creenciasdel paganismo circundante, mientras que, por su par-te, ciertos paganos aceptaban varias representacionesimportantes d~ la religión judía para mezclarlas a supropia religión. No se han podido esclarecer bien las

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64 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

combinaciones sincretistas 6 que resultaron de esasendósmosis, pero lo que puede entreverse basta paramostramos su importancia.

Por ejemplo la colonia judía de Mesopotamia sehallaba bien situada para sufrir -creyendo defendersede ellas- las influencias del Irán y de Babilonia, ma- .dres de especulaciones sorprendentes, que se organiza-ban en sistemas más o menos coherentes, de explica-ción del mundo y la vida, en gnosis, como se dirá mástarde en la Iglesia cristiana.1 Debemos nombrar siquie-ra a una de las combinaciones nacidas de ese extrañomedio, en la que el judaísmo entra como elemento,es el mandeísmo, o secta de los mandeos, sincretismojudeo-babilónico, que parece haber servido de fun-damento a varias construcciones ulteriores, importantesen la historia del cristianismo.

Otra colonia judía nos interesa muchísimo desdeel mismo punto de vista, y es la de Frigia. En estepaís, que durante toda la antigüedad se distinguiópor la intensidad de su vida religiosa, los judíos for-maron primero uno o varios grupos aislados en mediode las poblaciones paganas; pero terminaron por su-frir la acción de su contacto y obraron a su vez sobreellas, hasta tal punto que vemos, bastante nítidamente,a varias de sus concepciones religiosas, adoptadas porlos paganos, amalgamarse con creencias autóctonas.El culto propiamente frigio era entonces el de laGran Madre (Cibeles) y Atis, su amante; éste último

· Es el nombreque se ha convenidoen dar a todas lasrealizaciones religiosas en que se organizan elementos proveonientes de religiones distintas.-La obra esencial sobre las ..§.i-nagogas de la diáspora, consideradas desde el punto de vistaque ahora nos interesa, es la de M. Friedliinder, 8rnagoge undKirche in ihren Anliingen, Berlín, 1908; debe leerse con pre-caución, pues sus afirmaciones sobrepasan a veces el alcancede los textos.

· La palabra gnosis quiere decir conocimiento, pero suponeque ese conocimiento escapa al común de los hombres y quese alcanza solamente por revelación o iniciación. Cl. Legge, Fo-rerunners and rivals 01 Christianitr, Cambridge, 1915, 2 vols.,t. 1, cap. III.VI.

LA OBRA DE LOS APÓSTOLES 65

recibía el título de hipsistos, el Altísimo, que es deorigen judío y responde a una creencia caldea, segúnla cual la morada de los dioses se encuentra encimade las siete esferas planetarias y del cielo estrellado.Por otra parte, un juego de palabras .fácil y tentadoridentifica a Sabazius o Sabacis, el Júpiter o Dionisosfrigio, con Sabaoth, y ad~vinamos, desgraciadamenteen la penumbra de los documentos, sectas semi-judíasde hipsistaros, de sabbatistas o sabazianos que com-parten una misma esperanza: la de la salvación eter.na, de la vida bienaventurada sin fin, alcanzada des-pués de la muerte, por intercesión de un Sóter, de unSalvador divino. La comunión entre los miembrosde estas sectas se establecía por la participación enuna cena litúrgica y mística que quizá tenía ya valorde sacramento, es decir, que confería a los. comensa-les Una gracia divina, o una aptitud particular pararecibir esa gracia.s

Combinaciones análogas se producen en otras par-tes, en Egipto, en Siria sobre todo, en la que prontoseñalaremos su influencia sobre la formación reJigiosade San Pablo.

Las sectas sincretistas' y gnósticas de fondo judíose extienden, pues, poco a poco alrededor de Palestina;y no es imposible que, desde antes del nacimiento deJesús, se hayan más o menos multiplicado a favorde los peregrinajes frecuentes efectuados a Jerusalénpor los judíos de la dispersión, durante las grandesfiestas del año litúrgico. Un escritor cristiano del si-glo IV,'San Epifanio, que no siempre merece confian-za, pero que dispuso de información abundante acercade esas "herejías" orientales, nos habla con' algunos~etalles de una de ellas, la de los nasoreos,9 difundidaen la región transjordánica, en Perea, antes del co.mienzo de nuestra era. Sus adeptos rechazan el cultodel Templo, pero se pliegan a lás demás costumbres

I CI. Cumont, Les religions orientales dans le paganismeromain, París, 1909, pp. 94 y ss.

I SanEpifanio,Haeres,19,1y ss; 29,9.

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66 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

judías; no obstante, la influencia extranjera que ex-perimentaron se manifiesta en que no admiten elcarácter divino de la Ley. Se consideran santos conrespecto al resto de los hombres, como lo harán losprimeros cristianos y, además, su nombre debe expli-carse, sin duda, como el sobrenombre de Jes~s, por'la palabra hebrea nazir, que los griegos traducíanpor hagios, es decir, santo. Los nasoreos eran muy pro.bablemente atdientes 'mesianistas, y quizá rendían, poradelantado, un culto al Mesías, como lo hacen, a suDios salvador, las sectas de sincretismo más profun.damente pagano.

Nuestra información, desgraciadamente muy incom-pleta todavía, no nos permite hacer muchas afirma-ciones acerca de todos los puntos que atañen a estassectas sincretistas judías, pero su sola existencia bastapara probamos, en principio, que hay puentes entreel judaísmo propiamente dicho y las diversas religio-nes de Asia occidental que presentan con él el rasgocomún de esperar, bajo cualquier forma, o de adorarya a un Salvador divino. De ahí se desprende que. noes, a priori, inverosímil que se haya extendido unrevival mesiánico de origen palestino fuera de loslímites de Palestina, y que se lo haya tomado en con-sideración en muchas sinagogas de la diáspora; entorno de ellas, inmediatamente, y aun en agrupacionesmás alejadas de ellas que las de los simples prosélitosde la puerta. La existencia de esas sectas nos demues-tra que en la ortodoxia de la sinagoga de la dispersiónse producían escisiones más fácilmente que en la de lacomunidad palestina; que, lejos del Templo y delos sacerdotes, su rigor legalista cedía 11veces a for-mas de expresión de su sentimiento religioso másespontáneas, o más armónicas con las preocupacionesreligiosas generales del medio en que vivía, que ter-minaban por penetrarla. En otros términos, los ju-díos y especialmente los semi-judíos de la dispersiónparecían mostrarse mucho más accesibles a las afir-maciones apostólicas, referentes a Jesús, qUe los deJerusalén y Palestina; pero, asimismo, debía temerse

LA OBRA DE LOS APÓSTOLES 67

que la fe en Cristo Jesú's agregara un elemento nuevo,un componente relativamente poderoso al sincretismoya bastante complicado de muchos de ellos..__.

111

El paso de la esperanza apostólica al dominio de ladiáspora se efectuó en la forma más natural y demodo que podríamos llamar inevitable. El librode los HecMs nos cuenta que los Apóstoles conquis-taron a cierto número de judíos helenistas llegadosa Jerusalén para las fiestas de Pentecostés. Algunosregresaron a su país inmediatamente; otros permane-cieron en esa ciudad, pero no tardaron en ser expul-sados, cuando el diácono Esteban, que se había es-pecializado en llevar el Evangelio a las sinagogas quelos helenistas sostenían en la ciudad santa, perecióvíctima del Sanedrín (/IecMs 6, 9 y ss.; 7,57 y ss.).Se fueron de allí a Fenicia, a Chipre y a Antioquía,en las que se pusieron, a su vez, a predicar en lassinagogas (Hechos, 11, 19 Y ss.); "hablaron a losgriegos" es decir, a los "temerosos de Dios", y "cre-yendo, gran número se convirtió al Señor". Los Doceno habían provocado, ni siquiera previsto, esa inicia-tiva; cuando conocieron sus efectos enviaron a An-tioquía un hombre de confianza, llamado Bernabé,para informarse de la situación que, ciertamente, lesinquietaba. El entusiasmo de los nuevos convertidosse~ganó la voluntad de Bernabé, reconoció en él lagracia del Señor y se dedicó a proseguir con el mayorcelo la tarea tan bien comenzada. Se dirigió a Tarso,donde vivía entonces Pablo, y se lo llevó a Antioquía~ara asociarlo a su obra. Había encontrado allí al granobrero del porvenir.

Los Doce y los discípulos directos de Jesús no po-dían" ya lo sabemos, hacer ningún progreso, como leaconteció a su Maestro, corriendo, por lo demás, losmismos peligros. En lugar de proclamar como él: "elReino' va a manifestarse", decían: "el Señor va avolver"; pero afirmaciones como ésas no pueden me-'

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68 EL CRISTIANISMOANTIGUO

nos que debilitarse si la espera es pl'Olongada. Nossería difícil precisar qué hicieron exactamente loscompañeros. directos de Jesús. Agrupados alrededorde Pedro y Juan -a los cuales parecen haberse uni-do desde el primer momento los hermanos del Señor,puesto que el mismo Pablo coloca a uno de ellos;Santiago el Menor, alIado de Pedro en la comunidadde Jerusalén- vegetan y apenas se alejan de la ciu-dad santa. Leyendas posteriores llevan a Andrés alpaís de los escitas, a Santiago el Mayor a España, asu hermano Juan a Asia Menor, a Tomás a la Indiay aun a China, a Pedro a Corinto y a Roma. Todosestos relatos' no son igualmente inverosímiles, peroes de temer que alguno sea falso; y, en suma, apartede los primeros capítulos de los Hechos de los Após-toles, que posee~os solamente en forma de una in-quietante recomposición de la redacción primera, nonos queda ninguna información digna de fe sobrela vida y la obra de los Apóstoles directos de Jesús.

Dicho silencio no nos dispone a creer que hayanrealizado cosas muy extraordinarias, lo que, en efecto,es muy poco probable. Creemos saber que Pedro, losdos Santiagos y, quizá, Juan, hijo de Zebedeo, pere-cieron de muerte violenta, y rastreamos a través delos escritos de los heresiólogos 10 las huellas de laspequeñas comunidades judaizantes fundadas por ellos,

,las. que, después de la gran rebelión judía del 66,se refugiaron- allende el Jordán. Comunidades que sequedan pronto rezagadas respecto de la doctrina delas comunidades de tierra griega y a las que ya desdeel siglo 11se acusa de sostener una doctrina errónea;su acción inmediata y directa en lá historia del cris-tianismo es prácticamente desdeñable. El fermentovivificante viene, pues, de otra parte.

,. Es decir, cristianos que escribieron sobre las herejías,como San Ireneo en el siido 11,el autor de Philosophumenaen el m, San Epifanio en el IV,etc.

CAPÍTULO IV

EL MEDIO PAULINO

I.-Tarso.-Sus escuelas1 su.resplandor.-La educacióninte-Lectualde Pablo.-Como se hace Apóstol de Jesucristo.-Su temperamento.-En qué medida es original.-Elemen.tos de su doctrina: importancia de la cuestión.

II.-Los dioses salvadores del Oriente helenístico.-En quése parecen y cómo se mezclan.-El mito de su muerte yde su resurrección anuales.-Su origen y su sentido pri.mitivo.-Aplicación a Mitra, Osiris, Tamuz, Adonis.-Eldramadela viday de la muertedeldios. .

IIL-Interpretación metafísica de. esas historias divinas: figuranel misterio del destino humano.-Necesidai:l en que elhombre se ve de asociarSe al destino del dios salvadorpara alcanzar la vida etema.-Cómo se efectúa esta aso.ciación.-El bautismo de sangre y la cena de comunión:tauróbolo y banquete en la mesa del dios.-Manducacióndel dios.-Semejanza de estos ritos con el Bautismo y laEucaristía del cristianismo.':'-Soteriología de los Misteriosy soteriología de Pablo.

IV.-¿pablo conocía los Mistenos?-La religión de Tarso: BaalTarz y Sandan.-Otros Misterios.-,Hipótesis y verosimili.tudes.-Influencias religiosas sufridas por Pablo en Tar.so.-Influencias filosóficas.-Carácfer del judaísmo deTarso.-Pablo está bien preparado para su papel de Após-tol del. cristianismo entre los gentiles, por su triple cali.dad de griego, judío y romano.

I

Ya he nombrado a San Pablo. Vio la luz en una fami.lia . judía establecida en Tarso, en Cilicia. Era unaciudad con mucha vida, situada a la salida de lasPuertas cilicianas, por las que se descendía de lameseta del Asia Menor a Siria, y en el cruce de im-portantes rutas comerciales, que le llevaba:. a la vezlas ideas y las influencias de Grecia e Italia, de Frigiay de Capadocia; de Siria y de Chipre, de Fenicia y

69

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70" EL CRISTIANISMO ANTIGUO

de Egipto.1 Pese a una tentativa bastante reciente delos reyes de Siria, y especialmente de Antíoco Epifa.nio (en 171 a. c.) para helenizarla, continuaba siendoesencialmente una ciudad oriental, al menos por sus

. creencias dominantes; pero poseía florecientes escuelasgriegas y, como diríamos nosotros, una Universidad;que, según testimonio de Estrabón, era famosa en elmundo grecorromano, sobre todo por lo que hacea los estudios filosóficos.

Los maestros que la dirigían tenían preferenciapor la doctrina estoica y no se conformaban, al pa.recer, con inculcar sus enseñanzas a los estudiantesque seguían sus lecciones; difundían sus principiosesenciales, las afirmaciones directrices, las fórmulasmás notables y algo así como el espíritu, en unaverdadera prédica adaptada al pueblo. Así se explicael hecho, tan importante para nosotros, de que Pablo,sin haber frecuentaJo -con' toda probabilidad- laUniversidad de su ciudad natal, ni estudiado la filo.sofía estoica, sino porque vivió durante los años desu juventud en ese medio intelectualmente helenizadopor filósofos que eran también retóricos, no ignoreni los lugares comunes del estoicismo, ni los procedi.mientos corrientes de la retórica griega.

Los Hechos de los Apóstoles (22, 3) querrían ha.

1 Sobre Tarso, C'oñsiderada desde el punto de vista que nosinteresa, se consultará especialmente un capítulo del librode Ramsay, The Cities 01 Sto Paul, Londres, 1907, pp. 85-244y el estudio de Bohlig, Die Geisteskultur tlon Tarsos im au-gustinischen Zeitalter, Gotinga, 1913; en lo concerniente a lareligión: Adonis, Attis, Osiris, de Frazer, Londres, 1914, cap.VI, 22, 1 y 3, pp. 117 y ss. Desgraciadamente, dichos autoreshan debido contentarse a menudo con índices defectuosos, pre.sunciones, verosimilitudes, porque los documentos que hantenido a su"disposición son poco numerosos y poco explícitos. 'La vieja ciudad yace bajo 6 ó 7 metros de sedimentos acumu.lados por su río, el Cydno, y la ciudad moderna está construídaencima; por eso las excavaciones serias no se han hecho aún.Apenas disponemos de algunas monedas, de interpretación aveces hipotética, de algunas inscripciones y de algunos textosdel geógrafo Estrabón (t 20 ?) y del retórico Dion Crisóstomd(T 117). .

EL MEDIOPAULINO , 71

cemos creer que se educó en Jerusalén " a los piesde Gamaliel", es decir, en una de las más célebres es.cuelas rabínicas de-aquel tiempo. Nos es naturalmen.te imposible afirmar que esto no sea verdad, peroes muy inverosímil, porque apenas puede comprender.se que un alumno de los rabinos de Palestina hayapodido desconocer a sus maestros y renegar de ellos,como lo hizo Pablo posteriormente, y en cambio ex.prese tan perfectamente el espíritu judío que nosparece ser el de las sinagogas helenísticas.2 Probable.mente recibió una sólida instrucción "en la Ley", yun.a enseñanza religiosa profunda, mas no en Jeru.salén. No sólo en Palestina había doctores judíos;existian también en Alejandría y en Ahtioquía, lapoderosa metrópoli de Siria, y hay motivos para creerque fue allí donde Pablo completó sus estudios.

Nacido en tierra helénica, hablando y escribiendoel griego, perteneciente a una familia considerada,puesto que era ciudadano romano, calidad heredada'de su padre, se encontraba admirablemente preparadopara abarcar y comRrender las ~spiraciones religiosasde los judíos de la dispersión que creyeran en Jesús,como creía él, y de sus prosélitos. Primero violenta.mente hostil a los cristianos, se puso de su parte araíz de una crisis, de la que diré solamente, por elmomento, que era el resultado de un largo y obscurotrabajo interior. ,Esta crisis se resolvió en una visióndecisiva: estaba seguro de haber visto u oído, ciertodía en que iba camino de Damasco, al Cristo glorifi.cado y de haber recibido de él la dignidad de Apóstol.No conoció a Jesús en vida, y las reflexiones que po.

.dia hacer sobre su persona y sus enseñanzas no sehallaban limitadas, como en el caso de los Doce, porlos recuerdos de la realidad. Añadamos que poseíaun alma ardiente y mística, un espíritu diestro en ladiscusión y al mismo tiempo un sentido práctico muy

#

. Sobre esta iml?o~tante cuestión véase ludaism and Sto Paulde C. G. Montefiore, Londres. 1914.

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~- .. u:l

72 . EL CRISTIANISMO ANTIGUO

despierto y una energía indomable para hacer aceptarsu'misióne imponersus ideas. .

La originalidad de estas ideas parece grande, comoparándola con las qUe satisfacían a la fe de los Doce,aun después de sus primeras revaloraciones, y bastapara convencerse de ello reléerdel principio al finlos capítulos iniciales. de los !lechos y la Epístola alos romanos; no obstante, es ,necesario .cuidarse deqo ceder a una ilusión. El genio :religioso de Pabloes indiscutible, ciertamente i pero así como en la obrade Filón de AIejandría se reúnen los esfuerzos deuna especulación judía anterior a él, en el pensamientode San Pablo se organizan ideas y sentimientos queno brotan únicamente de su inicia~va; a este respec.to, el único mérito de Pablo es el de haberlos expre.sado pa~~ nosotros.. El estudio at~nto de las grandesEpístolas paulinas 3 revela una combinación, a pri.mera vista audaz y singular, d~ las afirmaciones fun.damentales de la fe de los Doce, de ideas judías-unas tomadas directamente de las antiguas Escri.turas, las otras' surgidas de consideraciones religiosasmucho más recientes- de concepciones familiares alm~dio pagano helenístico, de recuerdos evangélicosy de mitos orientales. .

Sobre este punto debemos insistir uri poco, por.que tocamos el fondo misino del más grave problemaplanteado por la historia de las creencias cristianas:el de la transformación de la misión de Jesús, tal comola hemos definido, en religión de salvación universal.

11

A la primera mirada que se arroje sobre la vida re.ligiosa del Oriente asiático, desde el 'mar Egeo a Me.sopotamia, se ve que en los albores de nuestra eraocupan el primer lugar cierto número de divinidadesmuy parecidas, tanto que a veces se confunden: son

· Entiendo Gal., I y II Cor.,'Rom.. que los críticos consi.deran hoy, casi por unanimidad, sustancialmente auténticas.

EL MEDIOPAULINO 73

Atis en Frigia, Adonis en' Siria, Melcarte en Fenicia,Tamuz y Marduc en Mesopotamia, Osiris en Egipto,Dionisos el} tierra griega, para limitarme a las prin.cipales; y también debería nombrar al dios persaMitra, que comienza por aquel entonces a hacer sufortuna en el Imperio romano.4 Los hombres, al circu.lar de un país a otro, llevan consigo' sus creenciasy las implantan fácilmente fuera de su patria, porqueencuentran en todas partes, en aquel mundo del AsiaAnterior, preocupaciones religiosas análogas a las su.yas, expresadas en mitos del mismo género, y buscansu satisfacción en ritos estrechamente emparentados.Probablemente, los mitos y los ritos no proceden, ensu origen, unos de otros, pero se asemejan porquetodos provienen del .mismo fondo de ideas y' deseos.Su parentesco ha favorecido inclusive numerosos inter..cambios entre sus realizaciones originales,. activadospor su compenetración recíproca, que acaban pordarles un aire de familia notabilísimo. Sin embargo,subsisten diferencias marcadísimas entre las historiasdivinas en que parecen fundarse. Esta mezcla de re.ligiones, llamada sincretismo oriental; tiende a des.prender de los confusos casos concretos ae creenciasy prácticas religiosas a que da lugar cierto númerode representaciones esenciales y de ritos primordialesque son los que se observan de inmediato en cual-quiera de los cultos que acabo de enumerar ...y,, dehecho, parecen c@nstituir claramente la razón de serde todos: la de ofrecer a los hombres una fe y unmétodo para asegurarse una inmortalidad bienaven-turada.

. · Cf. F. Cumont, Les religions orientalesdans l'Empire ro-.main; M. Brückner, Der sterbende und aulerstehende Gotthei.lal1d in den orientalischen Religiollen und ihr Verhiiltnis zumChristentum, Tubinga, 1908; A. Loisy, "Religions riationalesetcultes de mysteres", en la Revue ú:histoire et. ck littératurereligieuses, enero de 1913; del mismo autor: Les Mysterespaiens .et le Mystere chrétien, París, 1919; de S. J. Case, Theevolution 01 early Christicnity, Chicago, 1914, cap. IX; deP. Wendland, Die hell(mistisch-rihnischeKultw, Tubinga, 1912,P¡¡.163Y ss. .

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El rasgo sobresaliente de la historia mitológica deSUs dioses es el de que están destinados, en ciertaépoca del año, a morir para resucitar en seguida, po-niendo así, sucesivamente, un dolor profundo y unaalegría delirante en el corazón de sus fieles. Se ad.vierte, por otra parte, que no son, en sí, muy grandesdioses y que, por lo menos en su origen, algunos estánmuy cerca de la humanidad, puesto que perecen. Al.gunos, como Atis, un pastor, y Adonis, un hijo del in.cesto, son inclusive hombres divinizados por volunta,dde los dioses. Solament~ la importancia de la fun-ción de la que parecen encargados en el mundo enrelación con los hombres los eleva poco a poco muypor encima de su condición primera y hace de ellosdivinidades verdaderamente soberanas: dentro de unmomento comprenderemos cómo.'

Se ha discutido largamente sobre el origen de esosdioses diversos y, por decirlo así, sobre el principiode los mitos que personifican: hoy apenas se puededudar entre dos explicaciones que no se excluyen entresí por lo demás. No puede ser sino la sucesión ,regu-lar de las estaciones, consideradas ya con relaciónal movimiento aparente del sol, ya relacionadas conla vegetación,lo que ha dado nacimientoal mito deldios que muere a la entrada del invierno para rena-cer al comienzo de la primavera. Algunos de los diosesmencionados fueron- primitivamente divinidades as-trales; otros, divini<lades de la vegetación; por consi-guiente, se han producido confusiones muy naturales,que no siempre permiten poner en claro el verdaderoorigen ni el carácter primero de cada uno de ellos.

Evidentemente, Mitra es un dios solar, porque sunacimiento se sitúa el 25 de diciembre, es decir, enel solsticio de invierno; Osiris se nos aparece comoun dios lunar, que acaso al principio no lo era; )'amuz,por el contrario, es un dios de la vegetación: losardores del estío lo hacen perecer y los primeros so-plos primaverales lo reaniman. Sucede otro tanto conAdonis y, al parecer, con la mayor parte de los diosesque mueren y rcsucitan; la relación evidente entre la

I EL MEDIO PAULINO 75

vida del :;01y la de la tierra explica que finalmentehayan podido figurar como divinidades solares. Ade-más, a la mayoría de ellos los vemos .en relación es-trecha con una diosa, madre de los dioses, personifi-cación de la Tierra o de la Naturaleza fecunda, quelos da a luz o los ama; así lo hacen la Gran MadreCibeles con Atis, Belti.Afrodita con Adonis, Istar conTamuz, Isis con Osiris. Por eso, también, a estos dio-ses se les adora junto con las diosas y, prácticamente,viven con ellas, en sus templos. Si el problema de lanaturaleza primitiva de cualquiera de estas divinida-des conserva toda su importancia para el historiadorde las religiones, a nosotros nos interesa mucho másla .representación y especialmente .la interpretación delmito de su muerte y su resurrección. Generalmente,es en el estudio de su fiesta donde encontramos la in-formación más clara. Esta fiesta es un drama querepresenta, estilizándolas, la muerte y la resurreccióndel dios. A veces es doble: quiero decir que hay dosfiestas que caen en épocas características del año. Ental caso, uno de los dos episodios supera al otro; así,respecto de Tamuz, la fiesta de su muerte, en el soIs-ticio de verano, parece ,ser la principal, y lo mismoen cuanto a Adonis, tan fácil de confundirlo con aquél.Por lo que hace a Marduc, y a los dioses francamen-te solares en ~eneral, la de su triunfo o su renacimien-to es la principal. A veces, al contrario, las dos fiestasse reúnen en una sola, que tiene lugar ya en primavera,.ya en otoño, y en el curso de la cual se empieza porllorar la muerte del dios y, en seguida, se celebra sut"esurrección. Así se hace la de Atis, en la segundaquincel)a de marzo, durante el equinoccio de pri-mavera.

In

A consecuencia de una evolución del sentimiento re-li~ioso que solamente podemos mencionar aquí, porquesu explicación, aun en la medida limitada en que esposible, nos alejaría demasiado de nuestro tema, el

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mito de la muerte y la resurrección del dios ha dejadode .exponerse únicamente como una historia dramá-tica y conmovedora; ha llegado a convertirse, común-mente, en la expresión sensible del gran misterio deldestino humano. El hombre parece estar sometido enla tierra a condiciones de vida por lo común tan mi-ser~bles y, en todo caso, su existencia, aun la feliz,según la opinión general, es tan frágil y tan corta,que le cuesta creer que su ser esté realmente limitado,en cuanto a la duración, a las ap.ariencias sensibles.Se ha imaginado entonces, para el tiempQinfinito quesigue a su muerte corporal, otra vida, bienaventuraday sin término, de la que debe gozar su alma, es decir,todo lo que en él. no es materia';..Pero pensando. enque es incapaz de merecer esa vida, por sus solosméritos, y necesitando un intercesor, un mediadordivino para alcanzarla, atribuye tal papel al diosque muere y resucita. '

He aquí como se representa que esta misión ha sidocumplida: el dios ha sufrido, como puede sufrir elhombre'; ha muerto, como muere el hombre, per,oha vencido el sufrimiento y la muerte puesto que haresucitado; si sus fieles simbolizan y renúevan de al-guna manera cada año el drama de su existencia te-rrestre, creen también que goza, desde la hora de suresurrección real de otro tiempo, de una vida bien-aventurada en la inmortalidad divina. El .problemade la salvación se convierte .para los hombres, yaasociados muy fácilmente por las mismas condicionesde su 'humanidad a sus sufrimientos y'a su muerte,en llevar hasta sus últimas consecuencias esa asocia-ción, a. fin de que les traiga igualmente a ellos laresurrección y la supervivencia en el gozo sin fin.Se encuentra la solución en una especie de ficciónritual y mística: el fiel debe identificarse con el diospor una serie de prácticas de culto juzgadas eficaces.Pasa simbólicamente por las diversas etapas de prue-ba atravesadas por el dios, y esa asimilación que.transforma su propio ser le garantiza un destino igualal del dios, le asegura que más allá de las pruebas

'EL MEDIO PAULlNO 77

de esta vida y de la muerte le espera la inmortalidad.El destino del Salvador divino, porque ésta es la ca-lidad que t:eviste el dios que muere y resucita, es ala vez prototipo y garantía del. destino del fiel. Unautor cristiano del siglo IV, Firmicus Maternus,5 nosdescribe una ceremonia nocturna del culto de unode esos dioses de la salvación: los asistentes lloran,presas de la inpertidumbre de la suerte que les esperaen el porvenir sin fin, y un sacerdote, pasando delan.te de cada uno, les aplica en la garganta una unciónsanta, mientras murmura lentamente las palabras sa.cramentales: "Tened confianza, puesto que el dios:seha salvado; vosotros también alcanzaréis la salvaciónal cabo de vuestras miserias."

No sabemos bien cómo se establecía materialmen.te, en todos los cultos de los diversos dioses de lasalvación, esa asimilación del fiel con el Sóter, peroestamos seguros de que era en todos la finalidad deciertos ritos, de los cuales por lo menos dos fijanprimero nuestra atención: el bautismo de sangre yla cena de comunión.

En el culto frigio de Cibeles y Atis, pero no ex-clusivamente -porque se la encuentra en varios 'cultosasiáticos y en el. de Mitra -tenía lugar una extrañaceremonia llamada tauróbolo,6 que formaba parte delas iniciaciones 'misteriosas esenciales reservadas a losfieles. Se preparaba una fosa profunda en el recintodel templo; el iniciado descendía y la cubrían con unenrejado sobre el que degollaban ritualmente un toro;la sangre caía en forma de lluvia en la fosa y el, pa-ciente la recibía, esforzándose por bañar con ella todosu' cuerpo. Terminado el bautismo, los órganos geniotales del animal sacrificado se depositaban en un vaso

I De errore profanorelig., 22,l.· O a veces el crióbolo, cuando la víctima era un mac~o

cabrío (XQtóc:).Cl. Hepding, Auis, seine Mythen und sein Kult,Giessen,1903;Graillot,Le cultede Cybele,meredesDieux, ti

Rome el dans fEmp,ire romain, París, 1912, especialmente elcap. IV; Loisy, "Cibele et Attis", en Rev. d'hist. .et de litt. relis.,julio, 1913. .

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78 ELCRISTIANISMOANTIGUO

sagrado y el iniciado iba a ofrendarlos a la diosa;después se los enterraba debajo de un altar conmemo-rativo.

Al principio, estos ritos singulares no interesabanciertamente a la vida futura del iniciado; lo asocia-ban al poder de Cibeles y Atis que, se creía, regíanla naturaleza, como a los ritos de la iniciación dioni-síaca, igualmente extraños a nuestros ojos, se les atri-buía la asociación de los bacantes y las bacantes a laobra fecunda de Dionisos. Pero a comienzos de laera cristiana, y por influencias difíciles de reconocer yprecisar, se había efectuado ya, con toda probabilidad,una evolución -que transformaba el tauróbolo en me-dio eficaz de adquirir la inmortalidad bienaventurada.,He aquí cómo se explicaba: la fosa figura el reino delos muertos y el iniciado, al descender, se supone quemuere; el toro es Atis, y su sangre vertida es elprincipio de la vida divina que se derrama fuera de él;el iniciado lo recibe y, por decirlo así, lo absorbe yse impregna de él; cuando sale de la fosa se dice queha renacido,1 y como si fuese un niño recién llegadoal mundo, se le da a beber leche. Pero no ha renacidohombre simplemente, como era antes: ha absorbido aldios en su esencia, y, según el misterio, se ha' conver-tido a su vez en un Atis; se le saluda como tal. Enton-ces, según los datos de la historia divina, donde Atisaparece como ama~te de Cibeles, le falta unirse a ladiosa. La ofrenda de los órganos del toro Atis, al cualse ha asimilado, simboliza esa unión, que se cumplemísticamente en la cámara nupcial de la Gran Madre,mientras la mutilación del toro recuerda la de Atisque se emasculó, dícese, debajo de un pino y muriópor esa cáusa.

Al menos por un espacio de tiempo muy largo,8

· Tauroboliocrioboliquein aeternumrenatus,leemosen unainscripción en verdad tardía (IV d. c.). pero que indica bienla intención suprema del.sacrificio taurobólico.

· Parece que se reiteraba el tauróbolo al cabo de una vein-tena de años; por lo menos se hacía así al findl del ImperioRomano. .'

EL MEDIOPAULINO 79al iniciado se le asegura que seguirá el destino de Atisen l!l muerte inevitable y en la resurrección bienaven-turada, en la supervivencia entre los dioses.

Esa unión saludable, obtenida por virtud de lainiciación, la renuevan, o por lo menos la fortificanmediante cenas sagradas en las que los fieles comenjuntos a la mesa del dios, varios cultos de dioses Sal-vadores o Intercesores, por ejemplo los de Cibeles,Mitra, los Baals sirios y otros más. Sin duda, el ban-quete litúrgico es a menudo sólo un signo de la frater-nidad entre los iniciados y un mero símbolo, pero "aveces se esperan también ottos efectos del alimentotomado en común; se devora la carne de un animalconceptuado divino, y creen así identificarse con eldios mismo y participar de su sustancia y de sus cua-lidades" (Cumont). Desgraciadamente, poseemos muypocos detalles sobre esas comidas sagradas, sobre sumenú y sobre sus ritos, aunque su sentido no dejadudas. Sabemos, sin embargo, que existe en los Mis-terios de Mitra una ceremonia en la que se le ofrecenal iniciado pan y una copa pronunciando, nos dice unapologista cristiano del siglo 11,"ciertas fórmulas quevosotros sabéis o que podéis saber." 9

También nos dicen los textos que, en los Misteriosde Cibeles y Atis, el iniciado toma parte en una co-mida- mística, al cabo de la cual puede decir: "Hecomido de lo que contenía el tímpano, he bebido delo que contenía el címbalo; me he convertido en mista(es decir, iniciado) de Atis". El tímpano era el ins-trumento atributo de Cibeles, el címbalo el de Atis, ytenemos motivos para creer que los alimentos deposita-dos en ellos eran pan, probablemente carne de pecessagrados y vino. Si recordamos que a Atis se le aso-cia comúnmente con el cereal, tenemos razones parapensar que la comunión se establece no solamente porel hecho de sentarse a la mesa del dios y de consumiralimentos que se considera que ofrece a sus fieles,

· Justino, I Apol., 66, 4.

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sino por la circunstancia de comer al mismo dios yde impregnarse así de su saludable sustancia.

¿ Es necesario hacer notar las notables .semejanzasde estos ritos, aun considerados superficialmente, conel bautismo y la. eucaristía de los cristianos? Picha se-mejanza no la ignoraron en absoluto los Padres de laIglesia y, desde el siglo I al v, de San Pablo a SanAgustín, abundan los testimonios, lo que nos pruebaque les impresionaban; pero los explicaban a su ma-nera: decían que el diablo hal;>íatratado de imitar aCristo y que las prácticas de la Iglesia habían servidode modelo a los Misterios. Esto ya no puede sostenersehoy día. Es muy posible que, en más de un caso, elcristianismo haya obrado sobre los cultos paganos que,como él, se preocupan de asegurar a los hombres lasalvación eterna por intercesión de un ser divino; pe-ro los mitos esenciales, las ceremonias litúrgicas prin-cipales, los símbolos y los ritos eficaces de aquelloscultos son anteriores al nacimiento del cristianismo yencontraban en el mundo helenístíco, en los tiemposen que vivía San Pablo, realizaciones de culto muynumerosas.

y no se trata únicamente de ritos, recordémoslo;se trata de una' cierta representación del destino hu-mano y de la salvación, de la fe-confianza depositadaen un Señor divino, intermediario entre el hombre yla divinidad suprcDJa, que ha consentido en vivir, ensufrir como un hombre, para que el hombre, lo basotante afín a él como para asimilársele, pudiera s/!.lvar-se, ligándose, por así decirlo,' a su suerte. Y ésta es,precisamente, la doctrina de San Pablo sobre.la misióny el papel del Señor Jesús, sin que .siquiera el elemen-to moral, tan importante, .que entrañaba su doctrina-quiero decir, la prescripción de una vida no. sola-mente piadosa, sino pura, digna, .caritativa- le fueseparticular, porque los Misterios tenían asimismo, aun-que en menor. gr:ado, exigencias de orden similar res-pecto a sus iniciados.

EL MEDIO PAULlNO' 81

IV

'Pero de inmediato nos formulamos esta pregunta:¿Pablo estaba en situación de conocer las ideas esen-ciales Y' los ritos .fundamentales de los Misterios ypodía sufrir su influencia? 10 . .

No estamos perfectamente' informados sobre la vidareligiosa de Tarso, su patria, en el tiempo en que vi.vió allí, mas conocemos la veneración particular pordos dioses: uno se llamaba Baal Tarz, es decir, Señorde Tarso, y los gr.iegos lo comparaban con Zeus, y elotro se llamaba Sandan, y los griegos lo cQmparabancon Heracles. .

El primero es, con toda probabilidad, una antigua. divinidad rural, señora de la fecundidad de .la tierra.Al hacerse urbana y confundirse .poco a poco conZeus, ascendió de grado y tomó el aspecto y el carác-ter de un dios celestial, señor de los dioses y de loshombres; situado tan por encima de sus fieles .que lesparecía casi inaccesible. .

Sandan, por el contrario, era para ellos una divi-nidad muy próxima y casi tangible. De los raros docu-mentos que poseemosY.de las discusiones'e hipótesispor ellos provocadas, surgen algunas certidumbresprovechosas. Sandan es también1originariamente, diosde la fertilidad .r, más ampliamente, de la vegetación;todos los años' se celebra en 'su honor una fiesta. en'la que debe morir sobre una hoguera y subir al. cielo.Representa pues, en Tarso, lo que representaban .en lamisma época Atis en Frigia, Adonis en Siria, Osirisen Egipto, Tamuz en Babilonia y otros dioses análo-gos en distintas. partes. Hasta es verosímil que hayaimitado en algo. a uno o dos de éstos. '.

Sin embargo ¿habrá' imitado sus iniciaciones .mis-

,. Reitzenstein, Die hellenistischen Myst~rienreligionen, .Leip-zig, 1910, especialmente, pp. 43 y ss., 160 y ss.; Loisy, ap. enRcv. d'hist. et de litt. reUg., septiel\)bre-octubre, 1913: contra:C; CIernen, Der Ein/lus$ der Mysterienreligionen auf das iiltesteChristentum, Giessen, 1913, pp. 23-61.

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1teriosas y su enseñanza hermética de la salvación? .¿Era él mismo considerado como sl\1vador?Doble 'interrogante que todavía sólo puede contestarse hipo.téticamente. Ning¡Jn' documento nos habla positiva-mente de los Misterios de Sandan ni lo califica deSóter; pero si se 'advierte que los demás dioses de la'vegetación, que mueren y resucitan, tienen sus Mis-terios y están con~iderados por los fieles. como inter-mediarios entre la divinidad suprema y los hombres,como interaesores y salvadores, puede suponerse queocurría lo mismo COn Sandan. Por lo demás, con'sólo que Sandtin le hubiera, dado' a Pablo el espec-táculo anual de la apoteosis del dios moribundo, yaJehabrían dado mucho.. ,¿Exis~ían 611rarso, otrl>Scultos de Misterio!!~l prin.cipio' de la,era, cristiana? Es probable, en raz6o' de lasitual;lió:qde la"ciudad, en el cruce de rutas de comer-cio por las que circulan, con los hombres, las ideas ylas Cre~ncias'tanto como las mercancías; pero, seríaimpru'd~nte'mostrarse demasiado afirmativo. Sin em.barg6, la vecindad de Frigia y"de Siria, las relacionesconstantes CQl)Fenicia y Egipto, imponen casr la con.

, v.icoión'de que l~ liabitantes de Tarso estab~ al"CO-~rrient~ ;del espíritu, de los Misterios 'que florecían enesos. paises,. de 'sUs principales temas míticos, de susesperanz,asesenciales y de que, practicaban, 'más o me-nos 'por 'su propia- cuenta¡ sus' ritos conductores. El

"'II)~ndo'antiguo nos ofrece el espéctáculo perpetuo' deintercambios en el terreno religioso. ,,¡. .Además, otra comprobación nos aporta una'verosi-militud en lel, mismÓ sentido: la tendencia Isincretistaq~e mezcl~, confunde" o combina' los dioses más 0_

'menos parecidos por su ,fisonomía Q sus.funciones, semanifiesta en Tarso cJaramente r desge'tiempo attás;éste es quizá el fenómeno,más palpable ';ymejor esta-blecido de la vida religiosa de la ciudad. Ahora bien,sabem9s que 10s"Misterios se nutren, por. decirlo así,de sineretismo.. ," Es pues muy posibJIi,' si .no,:es que completamenteseguro, que ,la infancia' de .Pabl~ haya tra,nscurrido

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en un medio completamente empapado en la idea dela salvación, obtenida., por la intercesión o el inte),";medio q.e un dios que muere y resucita y cuyo desti-no comparten los fieles asociándose a él, no solamen-te por una fe-confianza inquebr.antable, sino también,y estaría tentado a decir sobre todo, por ritos sim-bólicos y poderosos. No era necesario haber sidQinicia-do para conocer tales concepciones religiosas y ~usrea-lizaciones rituales, es decir, para saber qU!1existían yqué representaban. El iniciado no ocultaba su fe.ni suesperanza, sino ese, augusto y: temible misterio que,seg\Ín creía, habja transformado ,su se;r; .

Tflmpoco era menester en aquel tiempo, en Társo,concurrir a la escuela de los filósofos Rara r~cog~ralgo de sus enseñanzas. Tarso, bajo eL imperio. deAugusto, era, en verdad, una ciudad gob,emada porsu Universidad, y esta' circunstancia prestaba a lC?sojos de sus habitantes una importancia .particular! a t9-do cuanto hacían los profesores 'd~ la. Uni~ersidad.Pues bien, los prqfesores, al ,parecer, eran s(lbre todofilósofos y filósofos,estoicos. Todo induce a creer quevarios .de ellos daban yaconJerencias /de divulgáCión,cOmOuna especie de ,prédica popular, en 'las que co-municaban sus fórmulas morales esenciales y tambiéJ¡1gran número de sus términos técnicos. No deben .~lvi-darse esas circunstancias al leer las epístolas paulinasy~p.contrar!>,a:,veces, en cuanto al fondo, y a menu-do',en,c.~aJ,1t9,tf.'la. forma, hU,ellasd~ influencia estoi-ca. A~taño ,se iq¡agi,nó.al comprpbar esas inflvenc~as,que el Apóstol habíá trabado relación 'COnSéneca e.in.

,tercambiado .con él, -una verdadera co,rrespondenc¡ia;esta cándida invención explica mucho' menos:bieri elhecho en pU~!!Itiónque lo que acabo.de recordar tocan-te a 1\1.importancia' y ,las características de .la vidafilosófica en Tarso. Pablo .vivió en un ambiente total-mente impregnado de preocupaciones y termi,nologiaestoicas. Y este segundo, ejemplo de la influencia delmedio en que vivió, durante su infancia, y por lo me-nos durante su adolesvencia, aclara el otro y terminapor hacemos comprender, cóm_oese judío de la: diás-

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pora pudo, casi inconscientemente, recibir y fijar en elfondo' de su espíritu representaciones cuya fecundidadno se le revelará a sí' mismo sino mucho más tarde.

Queda planteada para nosotros una cuestión cuyasolución nos aportaría quizá un elemento de informa-ción importante sobre la preparación obscura del por-venir religioso de Pablo: la de si los judíos de Tarsoeran todos estrictos legalistas o, al contrario, sussinagogas se abrían más o menos a las influencias delambiente; y si no existían quienes se abandonaran 'alsincretismo, del que hemos' hablado 'anteriormente,que, a veces, al parecer, "tendíapor lo menos a transfor-mar la esperanza mesiánica nacional en doctrina desalvaCión. Si ocurría así -lo ignoramos, pero yo locreería posible-- no parece ser, en absoluto, nece.sario suponer que Pablo haya simpatizado con esosjudíos pervertidos. Si se quiere, hasta se puede creer.que los detestaba, de acuerdo con la ortodoxia 'primeraatribuída por los Hecltos a él y a su familia; pero nolos'ha ignorado; sabía lo que pensaban de la salvacióny del Salvador,y, 'si pudiéramos estar seguros de querealmente recibió esta impresión en su juventud, ha-bría que ver en ella el elemento esencial o, si se pre.fiere, el germen primero de su evolución. .

Sea lo que fuere de este último punto, queda en to.do caso una verdasJ: Tarso fue la cuna del Apóstol de.los gentiles, del hombre que contribuyó tan podero¡¡a.mente a difundir con el nombre del Señor Jesús una

" religión nueva de la Salvación, no por Un azar sinocomo una resultante.

Señalemos que, desde otro punto de vi¡¡ta, el de susaptitudes generales para una obra de propaganda almodo grecorromaho' en favor de una doctrina de ori.gen judío, se encontraba en situación excepcionalmen-te ventajosa, porque reunía la triple calidad de griego,judío' y romano.

Cuando digo que es griego entiendo que respiró,junto con el aire de Tarso, al~o del alma helenística, sinadvertirlo siquiera y que, al asimilar la lengua grie.ga, adquirió el más precioso instrumento de acción

EL MEDIOPAULINO 85

y, pensamiento, y asimismo el. vehículo de ideas máscómodo que existiese en aquel tiempo. No exageramosnada: Pablo no es un letrado griego; nI;).frecuentó'as grandes escuelas ni estudió los Misterios, pero vi-vió en un medio en el que se hablaba griego, en el quepalabras como Dios, Espíritu, Señor, Salvador, razón,alma, conciencia revestían un sentido conocido .porél; en el que se practicaba cierto arte de la palabra delque conservó algunos de los procedimientos ,más no.tables; en el que se cultivaba una filosofía de la .quealgunas sentencias y términos técnicos quedaron gra-bados en su memoria; en el que se aferraban común-,mente a ciertas esperanzas de supervivencia que no ig-noró, y en el que se creía poder realizadas medianteexpedientes de los que pudo conocer, al menos, lo esen-cial. Se sostiene, indudablemente con razón, que suhelenismo no es lo principal en él y que antes quegriego es judío; pero no debe perderse de vistaque es un judío de Tarso.

Ahora bien, parece estar confirmado que si no re-ci,bió la, gran cultura griega, que hubiera podido en.contrar en las escuelas de su patria, se elevó hasta lamás alta cultura judía de la época, que lo cifraba todoen el estudio profundo de las Escrituras. Ya recordéque en los Hechos' (22, 3) se le hace decir a él mis-mo que fue educado a los pies de Gamaliel, es decir, enJerusalén, en la escuela del nieto del gran Hillel. Repitoque esta afirmación no me inspira ninguna confianzay hasta la creo in'exacta. No obstante, es incuestionableque las cartas de Pablo parecen testimoniar un cono-cimiento rabínico de las Escrituras -quiero decir,el conocimiento que ordinariamente poseía un: rabino,un doctor- y que en ellas se manifiesta un espírituformado por el fariseísmo. Espíritu polémico, sutil yretorcido, que ataca la Ley judía con los mismos pro-cedimientos empleados antes para defenderla. Mani-fiesta poseer igualmente un caudal de idea's sobre lanaturaleza humana, sobre el pecado, sobre la relacióndel pecado y de la muerte tan rabínico como la dia-léctica.

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86 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

A~emás, es notable que' la traducción griega de laBiblia, la- Septuaginta, parezca serIe la más familiar;sin duda, entendía el original hebreo, pero yo no lojuraría, y, de todos modos, siempre, o casi siempre,cibi la versión alejandrina, y es de ésta de la queestá, por así decirIo, empapado.ll Esta comprobación,sobre todo, me inclina a ,creer que estudió las Es-critoras Ien alguna escuela rabínica de la diáspora yrío en Jerusalén. Piensa uno en 'Antioquía, cercanaa' Tarso y gran centro intelectual del Asia helenístic/i,punto de reunión y de combinación de las ~deas y delas creencias análogas o diferentes.

gó~o un judío podía interesarse, en aquel entonces,en la iniciativa de Jesús; sólo un griego podía am-pliarIa a la medida del mundo y tornarIa fecunda,pero' un griego que no tuviera el espíritu limitadopor el orgullo de una cultura de escuela y que, másque seguir las directivas intelectuales del mundo he.lenístico, conociera y compartiera sus sentimientos re-ligiosos y sus aspiraciones de fe. Su calidad de ciu-dadano romano le reportaba, en fin, varias ventajaspreciosas: lo ponía al abrigo del nacionalismo estre'cho y rencoroso del palestino y lo inclinaba al uni.versalismo,; gracias a esto se vería llevado, sin siquie-ra notarIo, a elevar la esperanza de un cenáculo judíohasta la dip;nidad de, religión humana. Por eso, lo hepodido calificar de obrero del porvenir.

u Los judíos de la diáspora consideraban la traducción dela Septuaginta como inspirada igualmente en el texto hebreo;esta opinión, necesaria a sus escrúpulos legalistas, se apoyabaen la leyenda de la identidad de las 72 versiones ejecutadaspor los 72 traductores. I Un acuerdo así suponía, evidentemen.te, la intervención divina!

CAPÍTULOV

LA FORMACIóN CRISTIANA DE PABLO

l.-Pablo recibió'una educación cristiana: es difícil de pre-cisar.-Cómo su mal proceder respecto de sus fieles

prepara de lejos su conversión.-No sufrió la influenciade los Apóstoles, sino la de una ,comunidad "helenista".

H.-La le de esa comunidad.-Cómo enjambra en 'Jerusalény traslada la fe apostólica.-La IglesiadeAntioquía.-Su '

importancia y su espíritu.-Su criswlogía:la nocióndelSeñor ]esús.-Pap-el que desempeñóen Pablo.-Su ori.'gen helenístico.-El culto y la presencia del Señor en lacomunidad paulina.-Soteriolog¡a de la comunidad "hele.nista" primitiva y soteriologia paulina.

IH.-M ecanismoprobable de la conversiónde Pablo.-Cómo se

la ha representado él mismo. Cómo ha debido ser enrealidad.-Cómo engendra su apostolado y determina susentido. '

I

Nos equivocaríamos si atribuyéramos a Pablo sola-mente la gran obra de implantación de la esperanzaapostólica en suelo helénico. En verdad, repito, no pue.dé 'negarse su originalidad y no es exagerado, sin duda,calificarIa de genial. Rara vez,se vio alma más ardien.t~, gusto más viv'o de la acción y senti'do más agudode la misma, facultad más poderosa de. transposicióny adaptación, todo ello servido por dones de expre-sión incompletos y desiguales, evidentemente, pero,en suma, admirables y fecundos. Sin embargo, noinventó todo lo que dijo; sufrió influencias que de-terminaron su' conversión, que lo transformaron brus-camente de celador de la Ley en testigo inquebran-table del Señor Jesús; recibió educación Icristiima;quiero decir que ciertos hombres le dieron a conocercierta representación de la persoqa y de la obra deJesús y que sobre esos fundamentos edificó lo que él

87

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88 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

llama su Evangelio. ¿Modificó en aguna medida loaprendido así, o simplemente lo reprodujo en su pro-pia enseñanza? Nos resulta muy difícil precisado,pero por lo menos podemos estrechar el problemay lograr obtener algunas verosimilitudes.

No. es posible determinar exactamente qué contac-tos' se establecieron entre Pablo y los "fieles de Je-sús antes de la crisis que lo convirti,ó en el m4s fer-viente de todos. Se ha debatido larga e inútilmente lacuestión de saber si sabía visto a Jesús; lo que pareceser' verdad es que no lo conoció.1 Los textos más se-

'guros, los de sus propias epístolas (Gal. 1, 13 Y ICor., 15, 9), nos lo presentan como un perseguidor

, de "la Iglesia de Dios", antes del milagro del caminode Damasco. Lo que los Hechos nos dicen de su fl!.ror malévolo (7, 58; 8, 1-3; 9, 1-2) es, en sus deta-lles, sospechoso y procede probablemente del deseo dehacer más notable la brusca inversión de sus senti-mientos hostiles, pero lo que sí es cierto es que empe-zó por detestar a lós discípulos extravagantes del Ga.liIeo crucificado y se los demostró abiertamente.

Detesta, pero aprende a conocer la comunidad pri-mitiva: puede aún júzgar absurda la fe de los hombresa quienes atormenta, y débiles sus esperanzas; mas yase opera obscuramente en el fondo de su espíritu eldescubrimiento de la relación de ,afinidad entre lasafirmaciones de los heréticos galileos y las de los sin.cretistas paganos o judíos, de Tarso o de Antioquía, enlas cuales tampoco creyó. La luz llegará para él de laconciencia de esa relación de afinidad y de la inter-pretación que hará en fUQción del judaísmo.

Lo que parece ser cierto 'es que su evolución haciael cristianismo no se efectuó en Jerusalén y que nofue por contacto con los Doce que fundó su doctrina.Se ha escrito 2 con razón: "Pablo no procede de Je-

1 Todo el debate gira en torno de las palabras de II Cor;,5. 16: "... y aun a Cristo' si le conocimos según la carne,pero ahora ya no e.~así." ,

1 HeitmüIler, Zum Problem .Paulus und ¡esus, Z.' fiir Nt.Wissenschaft, XIII, 1912, p. 330.

LA FORMACIÓNCRISTIANADE PABLO 89sús a través de la comunidad primitiva, sino por, in-termedio de otro eslabón más; el orden de sucesióq seestablece así: Jesús, la comunidad primitiva" el cris-tianismo helenístico, Pablo"., No fue Pablo quien fundó la primera comunidadcristiana de la dispersión. Los Hechos (ll, 19) seña-lan el establecimiento de grupos de conversQs en lascolonias judías. de Fenicia, de Chipre, de Antioquía,que no le deben nada, y 'tampoco surgió por iniciati.va suya la ,primera Iglesia de Roma. Probablem~nte,la transformación de Pablo nos parecería menos sor.prendente si conociéramos mejor el estado de espíri-tu de esas ,comunidades primitivas en tierra pagana,cuyo judaísmo, menos rígido que el de Judea; sesumergía a veces, mucho más, en el sinéretismo, y delas que sería inverosímil pens¡u que recibieron sininterpretadas, las afirm~ciones de los Apóstoles sobreJesús. Por. desgracia, nos vemos reducidos a tratarde adivinar algo de la fe de esas primeras comuni.dades "helénicas", a través de los textos inseguros delos Hechos y las alusiones del mismo Pablo; y esto éasino es nada.3

11

~

La primera comunidad de Jerusalén es puramentejudía; no teqemos ninguna razón para dudar, sobreeste punto, de la exactitud dj'!ltestimonio de los /le-chos; sus miembros se distinguen de los demás ju-,díos piadosos sólo en la creencia de que Jesús Naza-reno fuéelevado por Dios a la 'dignidad de Mesías,y que las promesas se cumplieron en él. No es con-cebible que tuviesen por sí mismos la idea de tratarde convencer de sus ,creencias a los paganos: esto notendría, realmente, ningún sentido. Cuando más, pu-dieron brindar buena acogida a algunos prosélitos ju.

.'El libro esencial sobre esta cuesÚón es el de Bousset: Ky-ríos Christos, Geschíchte des Christusglaubens von den An-Jiingen des Christentums bis Irenaeus, Gotinga, 1913, caps. 111y IV.

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90 EL CRISTIANISMOANTIGUO

díos, y éste es el sentido histórico que encierra el ca.pítulo 10 de los Hechos, en el que vemos a Pedrobautizar. al"centurión Comelio, un "temeroso de Dios",si aceptamós que el episodio no es puramente legen-dario, como se ha sospechado. Sólo, prestamente y'sinquererlo, por la fuerza de las cosas, esta primera comu-.nidad apostólica dejó de ser, si no puramente judía, 111menos puramente palestina. Casi al día siguient~ desu nacimiento, un elemento extraño a su espíritu fun-damental se introdujo en ella, en 111'persona de losadeytos que los Hecho.~llaman los Helenistas.

f:stos son, con toda probabilidad, judíos estableci-dos en tierra griega desde tiempo atrás, que vol-vieron a su patria para acabar sus días, y también ysobre todo, judíos de la diáspora, que acudieron aJerusalén en ocasión de alguna gran fiesta. Esa gentetenía el espíritu más flexible y más acogedor de lasnovedades que los de Judeaj no es extraño que algu-nos de ellos hayan escuchado a los Apóstoles y leshayan creído. Pero, aunque aceptan .la fe en CristoJesús, conservan su espíritu, y es probablemente eneste hecho donde hay que buscar el origen de las desa-venencias que se produjeron en seguida en la comu-nidad.

No nos detendremos en su narración y, además, nolas conocemos. bien j no obstante, puede decirse, sindemasiada imprudencia, que se relacionan con la laxi-tud que mostraron en seguida los _h~lenistasrespectode la Ley y del culto 'del Templo, y también con latendencia que, como corolario, debió desarrollarse enellos a razonar sobre la persona y la misión de Je-sús, yendo, al hacerlo, mucho más allá del pensar delos propios Apóstoles. Nos hallamos, con toda proba.bilidad, ante una aplicación a las afirmaciones apos-tólicas de ese espíritu de la diáspora que hemos tra.tado de precisar. El resultado es que las autoridadesjudías se irritan contra estos helenistas, los persigueny los expulsan de la ciudad, en la que se quedan los

· Hecho"6

LAFORMACI6NCRISTIANADE1>ABLO 91

Apóstoles, lo que quiere decir que loa Apóstoles nopiensan como ellos ni se solidarizan con ellos.5

Ahora -bien, estos helenistas expulsados o evadidosde Jerusalén fueron, muy verosímilmente, -los pri-meros misioneros en tierra pagana; es decir, en lascomunidades judías de tjerra pagaqa, que compren-den, como ya sabemos, verdaderos judíos y prosélitos,más o menos cercanos al judaísmo, pero que perma-necieron en contacto permanente con los gentiles. En-trevemos algunas comunidades nacidas de- esta pri-mera propaganda en Fenicia y en Chipre, pero lo másimportante que surgió por su influencia fué la Iglesiade, Antioquía. Renan no se equivocaba al escribir: 6

"El punto de partida de la Iglesia de los gentiles, elhogar primordial de las misiones cristianas fue verda-deramente Antioquía. Fue allí donde se constituyó,por primera vez, una iglesia cristiana desligada deljudaísmo" donde se estableció la gran propaganda dela edad apostólica, donde se formó definitivamentePablo" .. Los Hechos (11, 19-20) nos dicen que de todos' los."helenistas" expulsados de Jerusalén varios anduvie-ron hasta Antioquía y allí "Predicaron también a losgriegos, anunciando al Señor Jesús". Entendamos queprimero se dirigieron a los judíos -porque no se con-cibe que hayan podido, desde el primer instante, obrarfuera de la sinagoga- y después a los prosélitos, quedebían ser, seguramente, muy numerosos allí. No esdel todo cierto que estos primeros predicadores deJesús se dirijan con propósito deliberado hacia losprosélitos, pero no los hacen a un lado, y como, enrealidad, encuentran en ellos mayor disposición queentre los judíos puros a adherirse a la esperanza cris-

otiana,;se los anexan. Me inclino a creer que esos "grie-gos" constituyeron muy pronto la gran mayoría en laIglesia de Antjoquía, y el nombre de c1'istianos quereciben allí sus miembros por primera vez, por boca

· HechOoS,6, 7, 8, r;· Les Apótres, p. 226.

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92 EL CRISTIANIS140.,ANTIGUO

de los paganos, parece indicar acertadamente que lagente de afuera vio claro que se distinguía, por sureclutamiento, del medio judío de la auténtica jude-ría; Probablemente, también ella se separó bastantepronto, constituyendo agrupaciones' autónomas, y qui-zá, más aún, subordinando el judaísmo auténtico alpropio de la esperanza cristiana, colpcando en el pri-mer plano de su religión la persona de Gristo.

Parece ser, en efecto, muy verosímil, por no decirmás, que en el ambiente de Antioquía, en el que mu-chos de los fiele,sno conocieron a Jesús y pusieron, sinembargo, toda su esperanza en él, se acentúe y se ace-lere su divinización, o, si la palabra puede parecer pre-matura, se precise su glorificación. La representaciónque se hace allí de su persona y de su papel tiende adespojarlo de su ca!ácter judío de Mesías, en prove-cho de una concepción más general, más amplia y máselevada, la que corresponde al título de Señor (,)(úQtO~).

Tengamos en cuenta que los Doce se vieron, sinduda, muy embarazados al comienzo de su predicación.Las Escrituras, aun completadas con los libros apoca-Iípticos recientes, no preveían un Mesías ignominio-samente ajusticiado y, en cambio, conteQían un textoformidable: "Cuando uno... sea muerto colgado deun madero. .. no dejarás de enterrarle el mismo día,porque el ahorcado es maldición de Dios..." (Deu-teronomio, 21, 23.) Les, fue preciso, pues, explicarsecómo entraba la muerte de Jésús en, el plan mesiá-nico de Dios, y se lo explicaron partiendo del hechode la resurrección, y razonando así: "Si Dios lo haresucitado, no debe haber sido .más que para hacer-le desempeñar un gran papel; ¿cuál sería éste si noel de Mesías? La muerte ha sido la condición necesa-ria de la resurrección, por lo tanto, 'la vía deseadapor Dios p¡1ra que Jesús se elevara de la humanidada la glorificación necesaria. Y así Jesús se v.e identi-ficado con el Hijo del hombre, anunciado por el pro-feta Daniel, y que aparecerá pronto entre las nubesdel cielo.

Pero esta noción del Hijo del hombre no la .encon-

LAFORMACIÓNCRISTIANADEPABLO 93

trltmos en Pablo; la ha sustituído por otra 'qu~ encon-traremos en segúida y que no perteneCe a la comuni-dad judaizante; nó ha tomado, pues, de la enseñanzade dicha comunidad su punto de partida cristológico.Para los Doce, la muerte de Jesús no es un sacrificioexpiatorio; para Pablo sí lo e!!,.y el Gris!? ha muere;>por nuestros pecados. Para los Doce, Jesus no podrIaser calificado de Hijo de Dios, sino solamente de Ser-vidor de Dios; para Pablo, Hijo ~e Dios es un títulocorriente de Jesús. Así, pues, nociones esenciales parala comunidad primitiva le son indiferentes' o descono-cidas al Apóstol de los gentiles, y como, con todaprobabilidad, si. pudo perfeccionar las que le sonpropias, no. las forjó él, es preciso pensar que lastomó fuera del medio cristiano apostólico, y este 9tromedio sólo pudo ser el de una comunidad helenística.Es muy probable que haya sido de la de Antioquía.

Un título significativo, propio no sólo de las epís-tolas de Pablo, sino de todos los escritos del N:ue~oTestamento de origen helenístico,es el de Señor (Ky-rios) atribuído a Jesús. Basta hojear las graI].desepístolas paulinas. para éomprender que el Señor do-mina toda: la vida de las comunidades frecuentadaspor Pablo. Cad¡1 Iglesia forma un cuerpo cuya ca-beza es el Señor; o si se prefiere, constituye un grupocultual cuyo centro lo, ocupa él. Un texto célebrede la Epístola a los fiiipenses (2, 9, y s.) saca a luz,,muy nítidamente, este hecho: "por lo cual Dios leexaltó y le'otorgó un nombre sobre todo nombre, paraque al nombre de Jesús doble la rodilla cuánto hayen los cielos, en la tierra y en los abismos r toda len-gua confiese que Jesucristo es Señor (lÍ1:tKTPIO~IH~OT~ :XPI~TO~) para gloria de Dios Padre". Elnombre cultual sagrado del Antiguo Testamento, elque domina todo el.culto del Templo.y, con seguridad,también el de los cristianos judaizantes, parece haber-se transptJesto en beneficio de este nuevo Kyrios, por-que es Yavé mismo quien pronunció antaño (Isaías, 45,24) : "Doblarase ante mí toda rpdiUa." Diríase hoy 'queabdicó en favor de Jesús.

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94 EL CRISTIANISMOANTIGUO

Es difícil creer que Pablo haya inventado e impues-to ese título tan cargado de sentido, porque parecehabeten el alcance y la profundi~ad de dicha acciónalgo que excede realmente la voluntad de un hombrey supone que su aceptación se ha ido prepara~do des-de hace mucho tiempo ~n la conciencia de quienes loconsagraron. Ahora bien, si dejamos de la4p las hi-pótesis, sin fundamento sólido, formuladas' para trataI:~de probar que Kyrios puede ser de origen judío, c~II1~,:probamos: que esa palabra es la que empletan 10sesclavos grieg,os para demostr~r respeto a, su 'amo yqU,e,e~ efecto, indica la relación entre los esclavosde Cris'to y el propio Cristo (d. 1 Cor., 7,,,22); quees ,un título ajeno. a los dioses clásicos, a los auténtica-mente griegos -o romanos, si se considera su equiva-lente dOlnínus-, pero que,se ~'aplicaparticular,mente alas divinidades de la,;~álvaciQn en Asia Menor, enEgipto, en Siria, cu.~ndose habla de ellas el1griego; yde ellas, además" se extiende a los soberanos.' ,

Llls primeras comunidades iielenísticas nacieron: ycrecieron en Siria. Allí, en to.rno a su cuna, el títulode .Ky.rios y las repJ;e~entacionesculturales que en élsé' apoyan están corri~ntemeJJ.tedifundidas; y es eneste medio ,donde la joven comunidad helenístic~, queti~nde n, casi sin sospecharlo, 11alejarse del júdaís-mo,. Y.que no sufre tan rigurosamente como los paIes-tinos la sujeción del monoteísmo bíblipo, se establececomo,un ,culto de 'Cristo, o, si se prefiere; s~ orga':lizaen torno del. culto de Cristo, Es allí donde. recibe elnombre. que, expresa la posiCión do~inante de Cristoen su servicio. divino. Es entonc~s' natural que le~aya da10 el, título caracterí~tico :de Señor, empleadocorrientemente a su alred~dor;. IJ lo qu~, un paganohubiera llamado su héroe cultual.' '

Lo que nosotros llamamos, ¡casi.por anticipación,cristianismo, toma pues, eJJ.el' terreno de Ja pie<J.adhelenística, la forma de tIna fl! en el Seño'r y de uncúlto al Señor, mientras, que los Apósto~esga:lileossemantienen en, la fe en ]esÍls, en lo que ha dicho, yson asiduos al culto del TemplQ.-judío.

LA FORMACIÓNCRISTIANADE PABLO 95Jamás,- pode~os decir, sufrirá el cristianismo trans-

formación más importante para su porvenir que laque nos ocupa en este momento. El Hijo del hom.bre de los fieles judaizantes de Palestina pertenece,podemos decir, a la escatología judía; es decir, queno encuentra su verdadero lugar sino en el cuadrode lo último que se imaginaron los judíos y al cualsólo los judíos podían vincularse; es, pues, realmente,una grandeza escatológica; -'permanecerá en el cielohasta el advenimiento del Reino .mesiánico. Por elcontrario, el Señor de la comunidad. hel~nística es,en el cul~o,y el servicio divino, una grandeza actual,presente; los fieles reunidos "en su nombre" sientenque está allí, en medio de ellos, cómo los iniciados delos Misterios sentían la presencia divina 'en las cere-~onias secre,as en las que tomaban parte. Si colo-camos frente a frente las dos nociones de Hijo delHombre y de Señor, reconocemos, en verdad, dosconcepciones tan diferentes que se oponen; el porvenirle está reservado evidentement~ I!-la concepción helé.nica, porque surge, sin duda alguna, de las profun-didades de la vida religiosa del medio que la en-gendró; la otra, la más antigua, se queda congeladaen los textos, y se reduce poco a poco a la calidadde fórmula incomprensible e inoperante para los fie-les no judíos.

Esencialmente, sobre esta doble base de la fe enel Señor y del culto del Señor Jesús reposa la cris-tología de Pablo; y la adquisición de nociones que serelacionan con ella constituye el hecho capital de suformación cristiana. Dichas nociones son anterioresa él, y las ha tomado de un medio que, por su edu-cación en tierra griega, le resultaba mucho más com-prensible que la comunidad judeo:cristiana ~e Pa-lestina.

Como sabemos, en este' medio sirio era corriente,asimismo, la noción del dios, del. Señor divino quemuere y resucita por la salvación de sus fieles; ¿acasoesta noción, antes de Pablo, no se impuso a las co-munidades helenísticas para explicar e interpretar la

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96 EL CRISTIANISMOANTIGUO

muerte del Señor Jesus? Dicho de otro modo, ¿noilebió'Pilblo ~ sus primeros 'educadores la afirmaciónfunda~ental de su soteriología: Cristo murió por nues- .tros pecados, según las Escrituras? Actualmente esimposible probarlo, pero todo un conjunto de consi-deraciones lo hacen verosímil; recordaré una sola:los Misterios sugerían claramente la tentación de atri-buir 'a la muerte y a la resurrección de Cristo nosolamente la idea de un ,símbolo, de un tipo de lamuerte y la resurreción de todos sus fieles, sino elvalor de un ejemplo y de una garantía; llevaban acreer que la salvación del fieldepE:ndía de su uniónarCristo salvador, unión que 'debía efectuarse'median-te ritos eficaces: Para Pablo, esos ritos son claramenteel bautismo, símbolo de la muerte y el renacimientoen Cristo, y la eucaristía, comida de comunión a lamesa, del Señor. Es dificilísllpO imaginar que la co-munidad helenística, al tomar de los ritos' del prose-litismo judío "la práctica del bautismo purificador yde los apóstoles galileos la de la fracción del panen común; no las ~aya cargado desde el primer mo-'mento de un sentido místico y 'profundo, según las

'sugestiones de esos mismos Misterios, en cuya ins-piración parece situarse tan 'claramente su nociÓ1tdelSeñor-Jesús-Salvador. Pablo maneja todas estas ideascomo si fueran indudablemente suyas; siembra tanespontáneamente las 'fórmulas místicas que se rela-cionan con ellas que da 'la impresión -y esto es lomenos' que puede decirse- de que hábla un lenguajeya familiar a las comunidades a 'las que Se dirige,de que no es él el que ha' descubierto el fondo que,explota, sino que solamente 10 ha profundizado y en-riquecido. Además, si las tomamos al pie de la' letra,sus propias palabras confirman nuestra impresión:"Pues a la verdad, os he transmitido, en primer ,lu-gar, lo que yo mismo he recibido. . . que Cristo'1T?uriópor nuestros pecados, según las Escrituras." (1 Cor.,15. 3.) ,

LA FORMACIÓN CRISTIANADE PABLO 97

III

Si admitimos la verosimilitud de esta comunicacióna Pablo, en una comunidad cristiana helénica --quees muy probable que sea la de Antioquía- de losfundamentos de la doctrina que nos hemos habituadoa considerar como paulinismo-¡..su conversión es mu-cho más fácil de comprender que si lo colocamos,judío ortodoxo y fariseo como era, frente a las po-btes afirmaciones de los judeo-cristianos de Jeru-salén, que al principio detestó y combatió y que habríaadoptado de repente. Si, en efecto" Pablo encontrólas nociones y las prácticas esenciales que acabo demencionar en una comunidad cristiano.helénica; y si,por otra parte, como he dicho que lo creía, no hasido realmente educado en el judaísmo de Palestinasino en el de la diáspora, más flexible y más o ~enossincretista, en Tarso o en Antioquía; si pues, gesdesu infancia, la fe en la salvación por un Dios que mue-re y resucita lo ha, por así decirlo, envuelto por todaspartes, y penetrado en él, casi sin darse cuenta, en elmomento mismo en que aún la rechazaba como a 'unahorrible imaginació~ de pagano; si, del hecho de talinfluencia, y sin darse cuenta de ello, su esperanzamesiánica tendía ya a universalizarse, y -¿quiénsabe?- tal vez a ponerse más o menos en paralelo,como la verdad frente al error, con la esperanza ex-presada en los Misterios; si, además, por su culturay por la hipnosis que sobre él ejerce su ambiente juzgaque no todo es burdo y absurdo error en el paganis-mo, me parece qUe nos acercamos a una explicación

."natural, lógica y satisfactoria de su conversión. Quedóconvertido el día en que se convenció ,de la razónque tenían los cristianos al atribuir a Jesús Nazarenoel cumplimiento de la obra de salvación que los pa-~anos sospechaban, y que su ceguera les hacía atri-buir a sus demonios, pero que las Escrituras habíanprometido a Israel desde hacía tiempo. En, otros tér-minos, la conversjón se opera pe,f el ~l<cu:mtr~bru~-

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98 EL CRISTIANISMOANTIGUO

co, por la toma de conciencia simultánea, por decirIoasí, de las nociones familiares y profundas y de laafirmación cristiana presentada por los "helenistas"bajo l,ma forma asimilable por un judío de tierragriega. Su rabinismo se aplica naturalmente a expli-car, a adaptar, a organizar lo que él mismo ha re.cibido.

¿Pero cómo fué posible tal operación, que cambia-ba, al menos aparentemente, punto por punto la orien.tación de su conciencia? Vio el efecto de un milagro,qUe interpretó como si cortara, verdaderamente, suvida en dos períodos: ante!, las tinieblas; después,la luz. total. Cristo le habló en el camino de Damascoy le dijo qué debía hacer. Ingresó, pues, en el cris-tianismo como se penetraba en una religión de Mis.terios, no por efecto de un cálculo y de una conclu-sión razonada, sino por el de ,un impulso irresistible.

No hay motivo para dudar de que Pablo hayacreído en la realidad material de esa vocación; des-graciadamente, lo que dice él mismo o lo que nos cuen-tan los HeCMs 1 no nos permite aproximamos lo bas-tante al fenómeno como para analizado de manerarealmente satisfactoria. No e~ que lo creamos, en símismo,. muy misterioso, porque la historia de lasreligiones, especialmente las del mundo grecorromano,abunda en casos más o menos similares.8 Salvedadhecha de todo lo que ignoramos, es decir, de la causaocasional que produjo en la conciencia de Pablo elchoque decisivo, podemos afirmar, desde el punto devista de la psicología moderna, que su efecto fue pre-parado por un trabajo psíquico probablemente basotante prolongado. Sus componentes son: primero, eltemperamento mismo del Apóstol, que lo predisponea las sacudidas y a las alucinaciones místicas; ensegundo lugar, las influencias lentamente depositadas,

· Gal.,1, 12-17;'rCor., 9, 1; 1 Cor.,16,8.-Hechos, 9,3, yss.; 22,6 y ss.; 26, 13 y S8. '

· Se puede comp'arar especial/llenfeApuleyo, Métarn, 11 yHechos, 9, 10 Y S{I,

LAFORMACIÓNCmSTIANA'DEPABLO~ 99

si puedo expresarme así, en el fondo de su subcons-'ciente: las de los Misterios de Tarso y de Antioquía,que lo familiarizan con la idea del Sóter; las de susmaestros judíos que lo vinculan a la, esperanza me-siánica; las del medio de su infancia qUe lo habitúana no despreciar a priori todo lo que procede del pa-ganismo y, sobre todo, las de una profunda inquietudreligiosa, que nos deja entrever en. un pasaje célebrede la Epístola a los romanos (7, 7 y ss.). Sería erró.neo abusar de ese texto, porque nos habla del estadode espíritu de Pablo antes de su conversión tal comolo veía después, y en uri lenguaje de converso; perono obstante se puede tener la impresión de conjuntode la incapacidad del futuro Apóstol para IU,charcon-tra el pecado, que la Ley, comentada por los doctoresdel fariseísmo, le mostraba por doquier. Ese era pre.cisamente el estado de espíritu que en aquel tiempoconducía. a la ardiente búsqueda del Salvador, delIntermediario divino, del Guía infalible hacia. la Ver-dad y la Vida.

Pablo se siente, pues, lejos de Dios, en estado de,pecado y de insuficiencia, sentimiento que nos sor-prendería encontrar en un rabino verdadero, parael que la fe es gozo y cer~dumbre; pero -debemosvolver siempre a este dato- Pablo es fariseo de ladiáspora. Es muy posible que lo impresione vivamenteel sentimiento de alegría y seguridad que descubreen los cristianos, desde que se encuentra con ellos,por contraste con su propio estado de inquietud. Si,como creo, no se halla colocado frente a la simpleesperanza galilea, sino ante una cristología ya algohelenizada, y que ha dado a la muerte de Jesús elsentido de una expiación por nuestros pecados "se.gún las Escrituras", se concibe que hayan podido se.ducirlo esas ideas y su justificación, y que haya sentidoobscuramente, antes de verla con claridad, la soluciónpara él satisfactoria del problema al que daba vuel.tas desde hacía tiempo.

Este trabaJo de preparación se efectuó, sin duda,sordamente, fuera de su conciencia; cada término de

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100 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

la futura síntesis madurando por su cuenta y aparte,por así decirlo. -La síntesis misma se operó en unrelámpago de misticismo, por un golpe de inspiracióninesperado. Este brusco viraje de todo su ser no esraro en los grandes místicos, y la visión de Fran-cisco de Asís, en el camino de Espoleto, o la apad.ción de la Virgen a Ignacio de Loyola, para limitar-me a estos dos ejemplos, pueden situarse en el mismoorden que el milagro del camino de Damasco; pro-ceden de causas más o menos análogas y engendranconsecuenciasde igual sentido. .

En suma, a mi juicio, Pablo experimentó dos pre~paraciones para la crisis que lo hizo cristiano en po-tencia y Apóstol por voluntad: una en cierto modonegativa, y la otra positiva. La primera puede redu-cirse, en último análisis, a dos elementos: _primero,la idea del Salvador, a la que Pablo no se adhiereal principio, pero que es inseparable de sus impresio-nes de la infancia y que, por lo menos, es afín a suesperanza mesiánica de judío de la diáspora; luego,su experiencia farisea de la Ley, que lo deja en lasangustias del pecado, que lo amenaza por doquier yal que es imposible evitar. La segunda estriba en elespectáculo de la seguridad cristiana "helénica", -quecuenta con la liberación del pecado y la salvación porel Señor Jesús.Lá conversiónse debe, entonces,con.cebir como una reducción brusca de esos elementosdiversos y, si su causa real se nos oculta, en cambioconocemossu mecanismo. _

Además, está en la lógica de la operación quePablo, con su temperamento, no se contente, comotampoco Francisco de Asís -o Ignacio de Loyola, conuna simple cqnversión y que, de perseguidor, se con-vierta en Apóstol. Recalquémoslo, la visión del caminode Damasco no cambió a Pablo, solamente lo indujoa aplicar en otro sentido sus antiguos principios.Se une -a-Jesús nolens volens; completa su informa-ción sobre él, quizá primero en Damasco, y despuésen Antioquía, y sobre lo que "recibe" allí se ponea reflexionar y a especular, con sus procedimientos

LA FORMACIÓN CRISTIANADE PABLO 101

familiares de judío y de fariseo de la dispersión.Aun cuando combate por su fe nueva y contra la Ley,sigue siendo judío como antes. Esto es lo -que expre-saba Renan acertadamente cuando Elecía,que Pablono hacía más que cambiar de fanatismo.9

Seguramente, no era hombre que se contentase con"recibir", y no nos quepa duda de que su Evan-gelio le debe mucho a sus inspiraciones personalesy, también, a ~as sugestiones de su propio apostolado,como lo vamos a ver; pero "recibió", como dice élmismo; lo que recibió es el fondo de su doctrina, demanos de los mismos que hicieron, al menos implíci-tamente, cuanto lo conmovió y conquistó, y que él asu vez difundirá, explicitándolo, y con indomable ener-gía: una verdadera religión de salvación para todoslos hombres..

· Les ApOtres, p. 183: Cf. Deissmann, Paulus, Tubinga, 1911,pp. 67 y ss.

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CAPÍTULO VI

LA OBRA DEL APóSTOL PABLO

l.-Pablo es independiente de los Apóstoles palestinos.-Suprimera posición frente a ellos.-Cómo orienta Bernabésu actividad.-Su vida de misionero.

H.-Las enseñanzas que le reporta.-El problema del ingresode los no-}udíw en la jé.-Cómo su solución lleva al me-sianismo cristiano a convertirse en religión original.-Lacristología de Pablo obra ,en el mismo sentido.-Cómoconcibe la persona y el papel de Cristo.-EI Salvador yel Hijo de Dios; la Redención.-Por qué esta doctrinaes una gnosis.

HI.-lnfluencia de los hábitos rituales de los gentües. con-vertidos por el bautismo y la eucaristía paulinos.-En quémedida Pablo es el fundador del cristianismo.

I

Los IIechos nos enseñan que el lugar de la conversiónde Pablo debe buscarse en la ruta de Damasco y sitúanen esta ciudad el centro de su primera actividad; pode-mos creerles sin inconveniente. Lo esencial para nos-otros es advertir que no fue en Jerusalén, ni en con-tacto con los Doce, donde hizo su aprendizaje demisionero cristiano y que no se consideró dependientEde ellos. Persuadido de que el propio Jesús, Cristoglorificado, lo instituyó Apóstol por un acto especialde su voluntad, no acepta que nadie le contradiga"ytiene la impresión de no necesitar consejos ni ense-ñanzas de nadie. Recordemos las orgullosas declara-ciones de la Epístola a los gálatas (1, 10 y ss.):'" . . .¿ busco yo ahora el Javor de los /wmbres o el .de Dios? ¿Acaso busco' agradar a los hombres? Siaún buscase agradar a los hombres, no sería siervode Cristo. Porque os hago saber, hermanos, que elevangelio por mí predicado no es de hombres, puesyo no lo recibí de los hombres, sino por revelaciónde Jesucristo.

102

LA OBRA DEL APÓSTOL PABLO 103

".. .Pero cuando plugo al que me segregó desdeel seno de mi madre y me llamó por su gracia, pararevelar en mí a su Hijo anunciánclole a los gen-tiles, al instante, sin peclir consejo a la. carne ni ala sa(tgre (entendamos: a ninguna autoridad huma-na), no subí a Jerusalén a los apóstoles que eran antesde mí... Luego, pasados tres años, subí f!-Jerusalénpara conocer a Cejas (Pedro)."

Señalemos, además, que todo lo esencial de la ins-trucción cristiana estaba contenido, ciertamente, enalgunas frases, y que' Pablo las conocía, con todaprobabilidad, sobre poco más o menos, antes de suvisión decisiva, de suerte que no experimentó ningunadificultad en enseñar, en seguida, lo que al presentecreía. 'En cambio, se comprende que las gentes deJerusalén, sin poner en duda la sinceridad de su con-versión, hayan visto con reservas la realidad de suvocación y admitido difícilmente que hablara de Je-sús, sin haberlo conocido, con tanta autoridad comoellos, que habían vivido famili~rmente a su lado.Cuando, al cabo de tres años, se decidió a trasladar-se a Jerusalén, no encontró más que desconfianza enel pequeño mundo apostólico y, seguramente, no hu-biera podido penetrar en él si Bernabé, impresionadopor su ardor y por su convicción, no lo hubiera lle-:vado hasta Pedro y Santiago, que se decidieron a ad-mitirlo y a reconocer su misión.

Desde entonces, difería de ellos, cit!rtamente, en"las cosas concernientes a Jesús", es decir, se ape-gaba a una éristología, la de los helenistas, que sobre.pasaba a la de aquéllos, y, si damos crédito a los He-chos (9, 29), la exposición de sus ideas, emprendidaen las sinagogas helenizantes de la ciudad, las fre-cuentadas por judíos de lengua griega, provocó taltumulto que debió abandonar precipitadamente Jeru-salén. Se retiró a Siria y a Cilicia, es decir, a An-tioquía y a Tarso, y a esta última ciudad fue a bus.carlo Bernabé, cuando la contemplación de 10 quese había hecho en Antioquía le reveló a este hombre

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104 EL CRISTIANISMO ANTIGUO

notable, al que quisiéramos conocer mejor, el por-venir de la fe cristiana en terreno griego.

Así, pues, a. iniciativa de Bernabé, Pablo empren-dió 'su misión de difundir la Buena Nueva del SeñorJesús en el mundo, e inauguró esa ruda vida de misio-nero, que llevará en Asia Menor y en Grecia hasta'el momento de su arresto por las autoridadeS roma.nas de Jerusalén. Iba ,de ciudad en ciudad, detenién-dose en donde existían importantes comunidades ju-días; hablaba primero en las sinagogas y, de ordinario,provocaba verdaderas cóleras entre los judíos puroscontra lo que él llamaba su Evangelio. Cuando podíaaplazar los efectos, procuraba convencer a los prosé-litos arengándolos en alguna casa particular. Si teníabastant!" éxito en algún lugar permanecía varios meses-así lo hizo en Corinto- o volvía -así lo hizo entfeso-. Entretanto, mantenía con las Iglesias que ha-bía "establecido" una correspondencia bastante activa,ayudándolas a mantener su fe y reanimándolas en susdesfallecimientos. No insistiremos sobre esta vida ple-na, atormentada, peligrosa y (ecunda, pero nos faltatratar de comprender lo que le enseñó a Pablo.

11

Desde el primer momento, vio claramente una verdada la cual los Doce no se resignaban de buen grado yque, por otra parte, no comprendían como Pablo; asaber, que los "temerosos de Dios" creían fácilmente"en el Señor", mientras que la mayor parte de losjudíos puros cerraban sus oídos y endurecían suscorazones, cuando los discípulos procuraban conven-cerlos. En consecuencia, ¿se los debía abandonar a sulocura y llevar deliberadamente la verdad fuera deIsrael? Era previsible que detrás de los prosélitosque, por lo menos, "judaizaban", ingresarían a la fesimples paganos; ¿se los podía aceptar y prometerlesuna parte del Reino? ¿Esos extranjeros, ignorantesde la Ley de Moisés, serían entonces los coherederosdel pueblo de Yavé? Se comprende que 105 Doce,

LA OBRA DEL APÓSTOL PABLO 105

imbuídos de las enseñanzas de Jesús y tan profunda-mente judíos todavía, no hayan podido aceptar singran repugnancia semejantes conclusiones. Pablo selas impuso, porque supo encontrar argumentos con.vincentes para comentar el éxito de su primera misiónen Asia Menor y porque la comunidad de Jerusaléncreyó adivinar el Espíritu en las obras del décimo-tercer Apóstol. La comunidad de Jerusalén era pobre,las Iglesias de Pablo contaban a veces con adeptosacomodados y generosos, y el Apóstol sabía pedirlesáyuda para la Iglesia-madre. Y, por otra parte, ¿cómono reconocer el mérito de una predicación que habíapropalado, en tantos lugares diferentes, el nombre deCristo glorificado?

Una vez aceptado el principio de admisión de losgentiles, convenía favorecer su aplicación: Pablo sa-bía que la circuncisión disgustaba a los griegos y quela mayor parte de las "obras" de la Ley no armo-nizaban ni con sus costumbres ni con sus hábitosespirituales; no tardó en persuadirse de que a laLey la reemplazaba la enseñanza de Cristo, el cual,inclusive, había llegado expresamente para sustituira la antigua Alianza por una nueva. Y, cediendo unavez más, los Doce consintieron en dispensar a losconversos de la gentilidad del legalismo judío. Estoera separar, implícitamente, el cristianismo del judaís-mo e impulsarlo a convertirse en una religión original.

La cristología de Pablo, adherida al se~tido que ledaban los "helenistas", acabó de hacer inevitable esteresultado, modific;:andoprofundamente la representa-ción que los Doce se hacían de Jesús, de su vida yde su muerte. El Apóstol comprendió pronto que laidea mesiánica no interesaba a los griegos; no era,en verdad, inteligible más que confundida con lasesperanzas nacionalistas de los judíos. Para que losgentiles pudieran aceptarla, hacía falta, imprescindi-blemente, ampliarla, y, uniéndola a una concepciónfamiliar a la enseñanza de los Misterios paganos, pre-sentar a Cristo, no ya como un hombre armado porla fuerza de Yavé, para sacar al pueblo elegido de

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106 EL CRISTIANISMO .ANTIGUO

su infortunio y arrojar a sus pies a sus opresores, sinocomo el enviado de Dios, encargado de llevar a todoslos 1wmbres la Salvación, la certidumbre de una vidafutura bienaventurada, en la que el alma, sobre todo,cumpliría plenamente su destino. Además, Pablo vioigualmente que los conversos de la gentilidad no seacomodaban fácilmente al "escándalo de la cruz";la muerte ignominiosa de Jesús, sobre la que los in-crédulos no dejaban de insistir, debía recibir, pues,una explicación satisfactoria, que pudiera tornadaedificante. El Apóstol meditó sobre este doble pro.blema, ya planteado y probablemente orientado comolo encontró en la comunidad de la d~spersión, y le diouna solución de incalculable alcance. Totalmente indi-ferente al Nazareno, tan caro a los Doce, no quisoreconocer más que al Crucificado, y se lo representócomo un personaje divino, anterior al mundo, especiede encarnación del Espíritu de Dios, "hombre celes-tial" largo tiempo retenido en el cielo, al lado deDios, y descendido a la tierra para dar origen a unaverdadera humanidad nueva, de la cual él sería elAdán.

El Apóstol encontraba los eleme~tos esenciales detoda esta especulación, probablemente sin buscarl~s ycomo por el juego espontáneo de su memoria o de sushábitos mentales, en cierto número de representacio-nes usuales de los Misterios ; son esos textos herméti.cos, es decir, surgidos de los propios Misterios, los quearrojan hoy las luces más claras sobre la doctrina'cristológica de Pablo, "tal como acabo de bosquejada.

Esta especulación culminó, por así decido, en unaexpresión que no deja de s~prendernos: el SeñorJesús nos ha sido dado como el Hijo de Dios. Ahorabien, Dios es para Pablo una herencia judía; se de-duce de esto que el monoteísmo israelita. 8e imponea su espíritu como un a priori y absolutamente. EsteDios es el Altísimo, perfectamente distinto de la na-turaleza y que no siembra en ella tendencia algunahacia el panteísmo. ¿Entonces, eómo imaginarse quepueda tener un hijo, o, si se quiere, cómo entender _ .

LA OBRA DEL APÓSTOL PABLO 107

esa relación filial que Pablo reconoce entre el Señory Dios?

Al principio, uno estaría tentado de creer que sólose trata de una manera de hablar, de una figura. Losjudíos daban el nombre de Servidor de Yavé (Ebedlahwé) a todo hombre que pudiera pasar por ins-pirado por él, y el griego de la Septuaginta traducíaa menudo esta expresión con las palabras: na~'toiíE>Boií;la palabra 3ta~ significa a la vez, como la latinapuer, servidor o niño; el paso de 3ta¡:~,niño, a utó~,hijo, no ofrece dificultad, y en efecto se ha efectuadodé los escritos judeocristianos, tales como los Hechosa las Epístolaspaulinas; 1 pero un examenatento delos textos de Pablo prueba que su pensamiento vamucho más lejos que este pobre equívoco verbal.Para confirmarlo basta recordar el célebre pasaje dela Epístola a los romanos (8, 32) donde se dice queDios "no perdonó a su propio hijo, antes lo entregópor todos nosotros". Sin embargo, es necesario no ol-vidar que Pablo, justamente porque no sospechabatodavía los innumerables problemas teológicos quela noción de Hijo de Dios reservaba para el porvenir,puede muy bien no haberla entendido rigurosamente,y haberla empleado solamente como una aproxima--ción que trata de expresar, sobre poco más o menos,mediante el establecimiento implícito de una analogía"en términos humanos", una relacióri "sobrehumana",para la cual no dispóne de "vocablos adecuados".

De todos modos, debe descartarse la idea de unaconfusión entre el Señor y Dios; sería inconcebibleen Pablo, que aún no piensa en la Trinidad. ElSeñor está bajo la dependencia de Dios (1 Cor.; 3,23) y le obedece "hasta la muerte" (Fil., 2, 8) y consumisión total (1 Cor., 15, 28). Toda la cuestión está,puede decirse, dominada por el texto de 1 Cor., 8, 6;

1 CE. l/echos, 3, 13 Y 26; 4, 27 '130; Didaqué, 9, 2; 10, 2; 1Clcm., 59, 2 Y SS.;ete. La expresion "hijo de Dios" no aparecemás que una vez en los l/echos (9, 20) Yse da como caraéterís-tica de la enseñanza de Pablo; esto es digno de tenerse encuenta.

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108 EL CRISTIANISMOANTIGUO

hélo aquí: "Para nosotros no hay más que un DiosPadre, de quien todo procede y para quien somosnosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien sontodas las cosas y nosotros también." Así, por esencialy necesaria que sea la colaboración del Señor en lasobras de Dios, el Señor no es el igual de Dios. Repre-senta su Espíritu, porque nos dice claramente, 11Cor.,3, 17, "el Señor es el Espíl'itu". Pablo no puede de-cimos nada que relacione más estrechamente esos dostérminos supremos, el Señor y Dios, y es la mismarelación de intimidad que ha expresado en lenguajehumano al afirmar que el Señor es hijo de Dios,sin que esta expresión suponga realmente que hayen su pensamiento una teoría de la filiación, en elsentido estricto del término. "

En rigor, para Pablo sólo el Señor representa unade las categorías de la creación, la más próxima aDios y que puede calificarse de divina. Por otra par-te, es cierto que, desde entonces, el dogma de la di-vinidad de Cristo está en marcha, porque la represen-tación de Pablo parece demasiado indecisa, demasiadoincompleta para ser estable, y porque la piedad de losfieles, indiferente a las dificultades, debe orientarenérgicamente su fe en el sentido de la identificacióndel Señor con Dios.

Sin insistir más aquí, ya que no es este el lugar,sobre concepciones teológicas,. tanto más complejascuanto que son inciertas por lo que hace a más deun punto, hemos dicho bastante para hacer compren-der en qué se convirtió Jesús Nazareno por la acciónde los mitos de la intercesión y de la salvación fami-liares al medio paulino, y repensados por el Apóstolen función de su teodicea rabínica. Helo aquí mu-dado en obrero universal de Dios, anterior al tiempoy al mundo, encarnación del Espíritu Santo -el cualconstituye, por así decirlo, su. esencia divina- eje-cutor del gran designio de Dios tocante a la regenera-ción y la salvación de la humanidad.

Su muerte se convertía así en"algo claramente in-teligible: los hombres, agobiados bajo el peso de sus

LA OBRADEL APÓSTOL PABLO 109

pecados,. eran incapaces de elevarse hacia la claridaddivina; Cristo quiso ofrecerles el medio; cargó consus maldades y su suplicio infamante las expió. En-tonces, para participar de sus méritos y merecer lagracia el día del juicio, convenía unirse a él, primero,por la confianza y el amor. El pretendido escándalose convertía en el gran misterió, el fin, la razón deser suprema de la misión de.Jesús, y Pablo decía jus-tamente que toda su predicación no era más que un"discurso de la cruz". Los griegos podían compren-derlo y dejarse conmover, y, en sí, no les imponíanada inaceptable a los Doce, puesto que, dejándolestodo el encanto de sus recuerdos reales, elevaba toda-vía más de lo que ellos hubieran podido creer la glo-ria de su Maestro. Sólo cambiaba enteramente la"pers-pectiva y el sentido de su obra. Al mismo tiempo,ponía los fundamentos de una vasta especulación doc-trinal, más que extraña, antipática al medio en quevivió Cristo. Menos densa, menos complicada y, ensuma, menos extravagante que los grandes sistemassincretistas a los que Basilides o Valentín ligaron sunombre en el siglo n, la doctrina de Pablo les abríael camino; era ya una gnosis sincretista, una revela-ción compuesta.

111

Los paganos que llegaban a I¡¡Lfe cristiana atravesandolas sinagogas, o que abandonaban directamente susantiguas creencias por ella, vivían en un medio en elque apenas se concebía una religión sin-ritos. Los másconmovedores de esos ritos se relacionaban con laidea de la purificación y con la noción del sacrificio:sacrificio de expiación, destinado a calmar la ira di-vina, sacrificio de ofrenda, para ganarse el favor deldios, o sacrificio de comunión, por el cu'allos fieles deuna divinidad se unían a ella e indicaban que forma-ban un cuerpo ante ella. Los Doce, como buenos ju-díos, eran asiduos al ':remplo y no pensaban, en ver-dad, que les hiciera falta otro culto fuera del que allí

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110 EL CRISTIANISMOANTIGÚO

se celebraba; no obstante, prestaban importancia par-ticular a la purificación bautismal, cuya aceptaciónse convierte, en las Iglesias de la gentilidad, en señal.de conversión. Al mismo tiempo, cuando se reunían encasa de alguno de los hermanos, "partían el pan jun-tos". Este acto, usual en Israel y probablemente efec-tuado por Jesús cuando cot'.lía con los Apóstoles, re-vestía ya para ellos el sentido de un símbolo de unión;unión entre sí y unión con Cristo; mas todo nos in-duce a creer que aún no establecían. ninguna relaciónentre esa "fracción del pan" y la muerte de Cristo,que no le pdjudicaban, en ningún grado, el valor deun sacramento, que no atribuían ni su institución nisu repetición a una orden del Maestro.

Pablo sintió 'la necesidad de descubrir la signüica~ción profunda de esta práctica. La que encontró, vin-culándola indisolublemente al drama de la Pasión re-dentora, lo llenó de la idea fecunda del sacrificio deexpiación y de comunión, e hizo de ella -el cumpli-miento de un gran misterio, el memorial y el símbolovivo, deseado por Jesús, de la obra de la cruz. "ElSeño.r Jesús -se dice en 1 Co.r. (11, 23 Y ss.)- en lano.che en que jué entregado., tomó el pan, r despuésde dar gracias, lo. partió r dijo.: Éste es mi cuerpo.,que se da par vo.so.tros;haced esto en memoria mía.y asimismo., después de cenar, to.mó el cáliz diciendo.:Este cáliz es el Nuevo. Testamento en mi sangre; cuan-tas Veces lo. bebáis, haced esto. en memo.ria mía. Puescuantas veces co.máis. este pan r bebáis este cáliz,anunciáis la muerte del Seño.r, hasta que Él venga."Ningún rito de ,los Misterios paganos encerró nuncamás sentido, ni más seductoras esperanzas, que laeucaristía paulina, pero era de la familia de los Mis-teI:ios y no del espíritu judío; introducía en la Iglesiaapostólica un "trozo de paganismo". Los cristianos laaceptaron, además, porque aportaba a su fe un mayorvalor, y ese fue el tema inicial de una amplia especu-lación teológica, generadora de varios grandes dogmas.

Al mismo tiempo, el baño. bautismal adquiere unasignificación igualmente profunda. "Porque cuantos

LA OBRA DEL APÓSTOL PABLO III

en Cristo habéis sido. bautizado.s-escribe Pablo (Gal.,3, 27)- as habéis vestido. de Cristo", es de<;:ir,que porel bautismo el crist¡ano se asimila a Cristo. Hago vio-lencia a los términos, porque Pablo no se atrevió ja-más a decir que el bautismo hiciera del cristiano unCristo.,como el tauróbolo hacía del iniciado de Cibelesun Atis, pero la idea en que se apoya ese bautismo yla que justifica el tauróbolo se sitúan realmente en lamisma perspectiva. Por el bautismo, el cristiano se"viste de Cristo" como de una vestidura sagrada ysaludable; desciende simbólicamente a la muerte su-mergiéndose en el río o en la pila bautismal, sale deella después de tres inmersiones, como salió Cristode la 'tumba al tercer día, y queda seguro de ser glo-rificado un día, si Dios lo quiere, como lo fue Cristo.

No me cansaré de repetir que no fue Pablo soloquien inventó todo esto; que las Iglesias helenistas an-teriores a él y, antes que ellas, tal vez, grupos de ju-díos sincretistas y gnósticos, habían preparado su obray expuesto los temas. principales de su especulación;por eso es exagerado sostener que él ha sido el ver.dadero fundador del cristianismo. Los auténticos 'fun-dadores del cristianismo son los hombres que estable-cieron la Iglesia de Antioquía, y apenas entrevemoslos nombres' de algunos de ellos; pero, aparte de lasuperioridad de una acción mucho más vasta y más.precisa, Pablo tiene respecto de ellos, incontestable-mente, la de la conciencia de su acción y de su al-cance. No fundó el cristianismo, si se lo debe definircomo la adaptación del mesiaf!ismo judío a la doc-trina helénica de salvación, pero, sin él, tal vez noexistiera el cristianismo.

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CAPÍTULO VII

EL CRISTIANISMO RELIGIóN AUTÓNOMA

l.-Las influencias helénicas no podían ser evitadas por lafe cristiana.-La corriente juanina.-Las resistencias ju-deocristianas al paulinismo y al juanismo.-Cómo, pocoa poco, fueron superadas.-Separación de la fe r de laLey.-Separación de la Iglesia y de la Sinagoga.-Situl1-ción en los albores del siglo IV. '

II.-El terreno grecorromano.-Los temas de la metafísica deescuela.-EI movimiento espiritual en materia religiosadel siglo I al IV.-La religión romana oficial y el senti-miento religioso.-El impulso de Oriente.-EI sincretismoindividúalista del siglo III.-El cristianismo se presentacomo una religión oriental y se diri~e al individuo.-Re-prueba el sincretismo, pero esto es solo una apariencia.-Cómo él mismo es sincretista su encuentro con la fi.losofía. .

III.-La influencia de la cultura nelénica impulsa la fe en dosdirecciones diferentes.-La transformación del cristianis-mo en filosofía revelada y perfecta.-La expansión de lasgnosis.-Papel de la here;Laen la evolución de 'Ia doc-trina.-Acción del ritualismo pagano.

IV.-Aspecto del cristianismo a prinCipios del siglo Iv.-,-Esuna r~ligión autónoma y muy hostil al judaísmo.-La re-gla de fe.-La Iglesia y las Iglesias.-El exclusivismocristiano. '

I

Pablo, cediendo a la fuerza de las cosas, la había pIe.gado a su genio especulativo; aceptando, por antiCi-pado, la separación del cristianismo y del judaísmo,que los hechos le mostraban inevitable, había prepa-rado la doctrina; pero, en todo caso, las acciones delmedio helénico no podían ser evitadas por la fe cris-tiana desde que salió de Palestina, y sabemos que esose había producido ya antes de Pablo. Era, especial.mente, fatal que se le apiicaran en el mundo griego

112

EL CRISTIANISMO RELIGIÓN AUTÓNOMA 113

los procedimientos de la exégesis, mediante la cual losjudíos de Alejandría acordaban la Ley de Moisés yla filosofía profana. Lo hacían a la manera de Filón,aquel asiático desconocido que hizo en el prólogo delIV Evangelio la afirmación de que Jesús-Mesías sehabía manifestado sobre la tierra como una encarna.ción del Logos, del Verbo de Dios, principio de acciónde Yavé, según la exégesis alejandrina, y coeterno deÉU Proposición enorme, que iba nada menos que aidentificar al Crucificado con una manifestación direc-ta de Dios, es decir, en buena lógica, con Dios mismo;y también proposición blasfematoria para un judío,que ni siquiera podía concebir que la Infinitud divina,a la que no se atrevía a nombrar, por temor de que pa.reciera una definición, se encerrara en los estrechos lí-mites de un cuerpo humano. Pero también proposiciónfácil de armonizar con la cristología de Pablo, o, me.jor dicho, estrechamente emparentada con ella, si noolvidamos la declaración fundamental del Apóstol: "elSeñor es el Espíritu"; y, además, proposición tan se.ductora para un griego y tan conforme con el hondodeseo de la fe que, tendiendo cada vez más a agran-dar la persona de Jesús se esforzaba" casi sin saberlo,por hacerla afín de Dios.

Sin prever todavía todas las consecuencias de esastransposiciones y sobrevaloraciones de la fe de losDoce, los judeocristianos no las aceptaron fácilmentea todas. Primero, porque sufriendo tantas particiones,el precioso privilegio, que creían poseer, de ser "losherederos del Reino" perdía valor y casi se desvane-cía; después, porque eran judíos y pretendían seguirsiéndolo, como sabían que lo había sido su Maestro.Se opusieron, pues, a Pablo vigorosamente hasta enlas comunidades fundadas por él. Aun después dereconocerlo como Apóstol, igual a ellos, y de resig-narse aparentemente a las concesiones que reclamaba

1 In., 1, .14: "Y el t'erbo se hizo carne, r habitóentrenos-otros,r hemosvisto su gloria,gloriacomo de UnigénitodelPadre." La palabra griega lagos se traduce en los textosdel Nuevo Testamento por Yerba o Palabra.

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114 EL CRISTIANISMOANTIGUO

r.ara sus propios conversos, los Doce se entregaron a'arrepentimientos" lue a veces los pusieron en situa-

ciones molestas. Se anzaron violentos escritos contraél desde las filas de los legalistas, y sus epístolas a loscorintios y a los gálatas, por más obscuras que sigansiendo para nosotros en sus detalles, nos dan por lomenos una impresión neta de la hostilidad de aque-llos hombres que, si hubiesen podido, lo habrían hechopasar por un impostor herético. Obras muy tardías dela literatura cristiana --como los escritos atribuídos aClemente Romano, que vivió hacia fines del siglo 1-tienen todavía huellas de esas polémicas.

Por lo demás, la teología del prólogo juanino, o pro-toevangelio, provocó tenaces protestas. Sin embargo,desde el fin de la generación apostólica, se hubierapodido prever, con seguridad, en favor de quién sepreparaba el porvenir.

Desde aquel tiempo, en efectb, debía admitirse queel regreso del Señor, la parusía, cuyo retardo se pro-longaba mucho, podía hacerse esperar aún infini-dad de años, de modo que, aunque se siguiera hablandode ella, se comenzaba a no vivir en esa espera; sela despojaba, poco a poco, del lugar central que ocu-para al principio en la fe. Además, el cuadro escato-lógico en el que se la situaba, no seducía en absolutoa la imaginación de los grecorromanos como a la delos judíos. Sus viejas convicciones dualistas, su incli-nación al espiritualismo, les impedían conceder unaentera simpatía a la creencia en la resurrección de lacarne, al materialismo del Reino mesiánico, en que secomplacía el pensamiento judío. Como los conversosde la gentilidad constituían la gran mayoría de losfieles, y la propaganda cristiana sólo tenía probabili--dades de éxito entre las filas de los hombres de dondeprovenían esos conversos, estaba de acuerdo con susaspiraciones la fijación y el desarrollo de lo que pron-to se denominaría la regla de fe. Si las proposiciones deSan Pablo, o las del IV Evangelista, respondían a susvotos inconscientes, podía pensarse que la especulacióncristológica, que ya rebasaba en tanto a la fe de los

EL CRISTIANISMO REUGIÓN AUTÓNOMA - 115

Doce, se ampliaría y ocuparía, en adelante, el mayorlugar en ~l credo cristiano.

Hacia la misma época, también se efectúa, de hecho,el divorcio entre la Iglesia y la Sinagoga, y los fielesde Jesús empiezan a hablar de los judíos en términosque, sin duda, habrían sorprendido al Maestro. Pronto,les negarán toda comprensión de la Verdad y hastade la Ley mosaica.2 Las comunidades nacidas de losApóstoles y de sus discípulos judíos, reclutadas entrehombres de práctica judía, que se quedaron -siendopequeñas y pobres, y aún subsistían en Siria, en Egip-to, y tal vez en Roma, fueron sobrepasadas por lasgrandes Iglesias pobladas de tránsfugas del paganis-mo. Por esforzarse en conservar las enseñanzas reci-bidas de los que conocieron al Señor, se expusieron ala acusación de pensar pobremente de él; Y se acer-caba la hora en que la mayor parte de los cristianosles negarían el derecho de reclamar su parte en la Sal-vación. San Justino escribió, hacia el año 160, quelos cristianos que seguían observando las prescrip-ciones judaicas, en su opinión, se salvarían, a condi-ción de que no trataran de imponer sus prácticas anadie; pero añadió que más de un fiel se negaríaa mantener relaciones con ellos.3En realidad, los cris-tianos grecorromanos no se sentían ya ligados a Israely daban a la Ley, de la que Cristo había afirmadoque no cambiaría un ápice, una interpretación pura-mente simbólica.

Igualmente, en esa época, las comunidades cristia-nas, decididamente separadas de las sinagogas, comen-zaron a organizarse para vivir. Primero, eligieronadministradores temporales, encargados de velar porsus intereses materiales y del mantenimiento del ordenen su seno, en tanto que el Espíritu Santo incita a los

· La epístolallamadade Bernabé,violentamenteantijudía,es, con toda probabilidad, un pequeño escrito alejandrino,que se sitúa entre los años 117 y 130; pero, quizá cincuentaaños antes, los judíos son ya para el autor sirio de la Didaqué:los hipócritas.

· Diálogocon Trifón,47.~ \

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inspirados que sostienen y difunden la fe. Después,cuando sienten la necesidad de estabilizarse y empie-zan a desconfiar de las iniciativas de los inspirados,procuran regularizar más la administración de esosintereses espirituales, y al extinguirse la generaciónque conoció a los Apóstoles, tal vez nació el episco-pado monárquico: en todo caso, va a nacer.

En otros términos, en los umbrales 'del segundo si-glo, el cristianismo aparece ya como una religión in-dependiente, poco coherente, de seguro, y cuyos dogomas, ritos e instituciones no pasan todavía del estadoelemental, pero que tiene plena conciencia de no con-fundirse ya más con el judaísmo. Se encuentra ya muylejos, del pensamiento de Jesús y del de los Doce, ypretende ofrecer a todos los hombres, sin distinciónde raza ni de condición, la Vida eterna.

11

EL CRISTIANISMO RELIGIÓN AUTÓNOMA 117

dos disciplinas que estudiaba un joven instruído, paracompletar su educación, una, la retórica, no aspirabaa enseñarle más que el arte d~ reunir las ideas y laspalabras; la otra, la filosofía" que propendía a descu-brirle el mundo, a darle la explicación de la vida, afundar los principios y las reglas de la moral, no seapoyaba sobre ninguna ciencia positiva. El sentido dela, experiencia demostrativa, que el genio griego habíaantaño descubierto, se había perdido, y se repetían,como verdades de hecho, infinidad de absurdos, queun instante de examen atento hubiera podido desmen-tir. Por un lado, un empÍtismo incoherente y, por elotro, seudodoctrinas físicas, totalmente sin fu~damen-to, tal era, en suma, en aquel tiempo, la ciencÍa de lanaturaleza. Por eso, la filosofía, fecunda en conside-raciones morales, justas, ingeniosas, hasta elocuentes;pero mal arraigadas en la realidad, se dispersaba envarios sistemas metafísicos, interesantes como cons-trucciones intelectuales, pero puramente arbitrarios.Además, fundados desde antiguo por los pensadoresde Grecia, se encontraban reducidos a ser, apenas,temas sobre los cuales los "Maestros" ejecutaban va-riaciones más o menos personales. Justamente porqueeran muy ajenos a los hechos positivos, dichos temaspodían trasponerse con gran facilidad y también acep-tar desarrollos muy extraños al espíritu de sus pri-meros autores. Así, Filón los mezcló con los principa-les postulados d,e la Ley judía; así, los filósofosn~oplatónicos sacaron, de ellos una especie de religiónrevelada; así, aún, los doctores cristianos de Alejan-dría los combinarán con las afirmaciones de su fe, yde la mezcla saldrá una dogmática nueva. Por sí mis-mos, eran incapaces de defenderse contra semejantesempresas; pero, por otra parte, habían penetrado tanhondo en el espíritu de los hombres cultivados, erantan comúnmente aceptados como verdades, apn por losmás torpes ignorantes, que toda explicación del mundo,de la vida y del destino humano, toda religión, debíacontar con ellos.

Prestemos atención al hecho de que, introducido en

Sabemos que el terreno grecorromano, en el tiempoen que la esperanza cristiana se trasladó allí, no seasemejaba a una tabla rasa. Tenía un pensamiento re-ligioso incoherente, es cierto -por cuanto se ligaba,según los individuos, a objetos diferentes, o, a la' in-versa, trataba de yuxtaponer varios objetos disími-les-, pero no obstante vivo y poco dispuesto a dejar-Se eliminar sin reaccionar. En las clases ignorantes,en las que se confundía muy a menudo con la supers-tición, se apoyaba sólidamente sobre numerosos hábi-tos y prejuicios casi imposibles de desarraigar; en losmedios ilustrados, podía contar también con la fuerzade la costumbre, y, además, en la educación -intelectualhallaba un socorro eficaz. De un extremo al otro delImperio, las escuelas daban a los niños las mismasformas espirituales; les inculcaban los mismos méto-dos de razonamiento, la misma cultura general, en fun-ción de las cuales su pensamiento religioso se orga-nizaba necesariamente. Advirtamos inmediatamente,porque es un hecho capital, que la cultura de la épocade los Césares era casi exclusivamente literaria. De las

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el mundo grecorromano en el siglo 1, el cristianismono se afianzó sólidamente sino hasta el 11,para expan-dirse ampliamenteen el 11I. Ahora bien, lo que llama-mos "espíritu público" no permaneció, durante todoese tiempo, en la misma posición respecto de las co-sas de la filosofía y de la religión; continuando siendodiferenté entre los honestiores y los humiliores, semodificó en unos y en otros. Si el cristianismo hizotales progresos en el siglo 11I, puede suponerse que lamodificación se efectuó de acuerdo con su interés.

En el momento en que el Imperio reemplaza a laRepública, la religión oficial de los grecorromanos esya un sincretismo, una combinación hecha, despuésde la conquista del Oriente griego por Roma, con losdioses de los vencedores y de los vencidos. Los hom-bres ilustrados han perdido su fe en ella, pero la res-petan en público y, cuando es !I\enester, participan ensus ritos, porque siguen creyendo que es necesaria parael pueblo, cuyos apetitos e instintos peligrosos refre-na; y, asimismo, porque no olvidan qUe la antiguaCiudad se apoyabasobre ella en otro tiempo,que diosostén a los esfuerzos fecundos de los antepasados, yque constituye aún, en lo que tiene de especialmenteromano, el lazo sensible que une entre sí a los ciuda-danos de la Ciudad. Su escepticismo, más o menosprofundo, pide, según los distintos caracteres indivi-duales, a las doctrinas de las diversas escuelas filosó-ficas el alimento metafísico del que no pueden privar-se: generalmente se inclinan en favor del estoicismo odel epicureísmo. En cuanto a los hombres de humildecondición, siguen siendo devotos de los dioses menoresy de los hechiceros. Entretanto las religiones misterio-sas, místicas y sensuales del Oriente, ya implantadasen el Imperio, hacen lentamente su fortuna. Augustopuso en su plan de conjunto de restauración del Es-tado, el completo restablecimiento de la religión ro-mana; pero si creyó posible obligar, al mismo tiempo,a la gente a encerrar su sentimiento religioso, cuandotodavía poseían alguno, en las formas del pasado, odevoJver la fe a los que la habían perdido, se aban-

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donó a una singular ilusión. Cualquiera que haya sidosu pensamiento, solamente logró restablecer en su in-tegridad el culto y los templos; y, paralelamente, for-tificó el valbr cívico de los ritos oficiales. El verda-dero patriotismo, o la simple lealtad, suponían desdeese momento la devoción al nu~en Augusti y a la dio-sa Roma. '

Tal religión estribaba en unas cuantas ceremonias;desprovista de toda teología, de toda verdadera dog-mática, no podía pretender alimentar un sentimientoreligioso, por poco vivo que fuera. Pero ocurrió que,por el impulso de Oriente, que favorecía la insufi.ciencia de la ciencia, por el influjo de males diversosque experimentaron .los hombres y los quebrantaron,desde el tiempo de Tiberio hasta el de Nerva, y contralos que el estoicismo defendía sólo a una pequeña"élite", el sentimiento recuperó un lugar cada vez ma-yor en la conciencia de los grecorromanos. Se ampli-ficó y se hizo mucho más exigente que en el pasado.Hasta en las clases ilustradas, el escepticismo fuepronto superado por. potentes aspiraciones hacia unavida religiosa profunda, y el estoicismo retrocedió rá-pidamente ante el platonismo, más plástico, más fácilde llenar de religiosidad. Si hay cierta exageraciónen decir que Marco Aurelio fue el último de los estoi-

.cos, es verdad que el ocaso de su reinado señala lacompleta decadencia de la doctrina a la que el no-ble emperador acaba de dar un supremo brillo; elmundo pagano esíá, de aquí en adelante, maduro pllrala devoción. El advenimiento, con los Severos, depríncipes africanos y sirios, la dominación de mujerespenetradas de la piedad mística de Oriente, favore-cieron su rápido desarrolloy el siglo11Iconoció todassus formas, desde las más groseras, estrechamenteemparentadas con la superstición pura, hasta las másrefinadas, modeladas por las reflexiones dei una filo-sofía que, desde entonces, tendería hacia lo divino.Las religione~ de Estado, según la fórmula conocidapor toda la antigüedad, se reducían a la sola reli-gión del Emperador, mientras que las nacionalidades,

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autónomas otrora en el territorio conquistado porRoma,.se veían absorbidas por ella; el sentimiento re-ligioso más vivo se aplicó todo él, a partir de esemomento~a la salvación del individuo.

Todas las creencias y todos los cultos tuvieron en-tonces sus fieles, quienes los plegaban a su deseo in-tenso de un porvenir de bienaventuranza eterna en unmás allá misterioso. En esa inmensa materia religiosa,la piedad de cada uno tallaba una religión a su medi-da y combinaba ordinariamente afirmaciones de fe yritos de origen distinto, para construir su credo y supráctica.

Desde el siglo 1, el cristianismo se presentó comouna religión oriental, a la vez mística y práctica, puestoque, por un.lado, se apoyaba en la revelación divina yprometía la salvación eterna por un Mediador todopo-deroso y, por otro, pretendía instaurar en la tierrauna vida nueva, toda de amor y de virtud. Tenía,pues, probabilidad de agradar a los hombres poseídosde los mismos deseos que aquellos cuya realizaciónaportaba. Sin embargo, su exclusivismo iba a perju-dicar a su éxito antes de 'asegurarlo. Se mostraba, enapariencia, rebelde a todo sincretismo; pero era toda-vía muy simple en sus dogmas y prácticas, por lo tantomuy plástico, y podía recoger y asimilar, casi siri cui-darse de ello, las más difundidas: aspiraciones religio-sas y costumbres l'ituales con las que se encontraríaen el terreno grecorromano. Diré más: no era capaz deeludirIas y si, en el siglo III, se halla en capacidadde hacerIe frente, victoriosamente. a todo el sincretis-mo pagano, es porque él mismo se ha convertido enun sincretismo, en el que se reÚnf>ntodas las ideasfecundas, todos los ritos esenciales de la religiosidadpagana. Los ha combinado y armonizado de tal-suerteque puede erguirse, él solo, frente a las creencias ylas prácticas incoherentes de sus adversarios, sin pa-recer inferior en ningún punto importante.

Este trabajo capital de absorción, que nos permitecomprender que llegó un momento en que el cristia-nismo pudo despertar simpatías numerosas y activas

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en el mundo grecorromano, se realizó lentamente, ysiempre en relación cpn la ascensión de la fe a travésde las diversas capas de la sociedad pagana, en laque, como acabamos de decir, la mentalidad religio-sa no fue nunca la misma, en todas partes, en una mis-ma época. La fe tornará algo de cada una de estas capassociales, y a todas les deberá esa especie de jerarqüíaque todavía existe, de hecho, en la Iglesia; que se vioen elra desde el momento en que la dogmática cris-

o tiana empezó a fundarse, y que condujo, por una pen-diente insensible, de la fe simplista de lós ignorantesa la fe filosófica de los intelectuales.

Hombres de modesta condición, los primeros predi-cadores cristianos se dirigieron a sus semejantes dela gentilidad y, a decir verdad, entre ellos la doctrina,consoladora, fraternal e igualitaria de los humildeshermanos tenía mayores probabilidades de recibir bue-na acogida. Empero, no debemos exagerar nada: Pa-blo y sus discípulos predicaron a los prosélitos judíos,y no todos eran humiliores; se contaban en sus filasnumerosas mujeres de las clases superiores y también,ciertamente, algunos hombres; tenemos razones paracreer que muchos fueron ganados para la (e. No esmenos cierto que, hasta la época de los Antoninos, loshonestiores no constituyeron más que una ínfima mi-noría en la Iglesia: esclavos y destajistas formabansu base, y como, en aquel entonces, cada nuevo cris-tiano agregaba una unidad a la lista de los misione-ros, el, cristianismo siguió reclutándose, sobre todo,entre los humiliores. Pero, a través de los esclavos,llegó a las mujeres libres, sus amas, y accidental-mente atrajo la atención de algunos hombres ins-truídos que buscaban la verdad divina. Gracias a lasprimeras, se insinuó en las clases altas; gracias a lossegundos, tornó contacto con la filosofía, en el curso o

del siglo n, y las consecuencias de este encuentro fue-ron incalculables.

Hombres como Justino, Taciano o TeI:,tulianollega-ban al cristianismo porque su conversión era la culmi-nación lógica de una crisis interior: tenían aspiracio-

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nes que la filosofía sola no podía satisfaeer, cuestionesque no podía resolver; y la fe cristiana respondía alas unas y satisfacía a las otras. No obstante, desde eldía en que se hacían cristianos, aunque renegaban detodo el pasado de su pensamiento, no sabían despren-derse de su educación, de sus hábitos espirituales, desus métodos de razonamiento, de sus adquisicionesintelectuales y filosóficas. Se dieran claramente cuentade ello, o lo sintieran confusamente, la religión abraza-da les parecía pobre, no en su fondo, que juzgaban in-sondable como el Infinito, sino en su expresión y,cuando a su vez hablaban de ella, irresistiblementetendían a darle la apariencia de una filosofía reve-lada. En su apologética la robustecían, por decirlo así,con todos sus procedimientos de escuela y, .en su dog-mática, con reflexiones o explicaciones que sus conclu-siones metafísicas anteriores les sugerían, en presenciade los postulados cristiano!).

Se entiende que por más abierto que haya podidoser, en razón de la incertidumbre de su dogmática, ainfluencias de ese género y por más flexible que fueraya, gracias a la especulación paulina y juanina, el cris-tianismo surgido de la. generación postapostólica no lashabía previsto y no poseía ningún medio para escoger-las ni para disciplinarIas. Por eso, al principio esasinfluencias se ejercieron sobre él con tanta confusióncomo intensidad, y tuvo que transcurrir cierto tiempoantes de que la masa de!los fieles, lenta siempre paracobrar clara conciencia de la realidad, viera bien queimpulsaban a la fe en dos direcciones muy diferentes.

111

Una propendía a tomar de la cultura helénica todaslas nociones susceptibles de hacer más profunda ymás bella la doctrina cristiana primitiva. Evidente-mente, la asimilación no era demasiado escrupulosa,y la lógica, tanto como la realidad de los hechos, noestaban siempre de acuerdo con ella; los textos tam-poco; pero en fin, su intención, al menos, era tranqui-

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lizadora. Sólo trataba de plegar a las exigencias desus postulados fundamentales las afirmaciones másinteresantes del pensamiento griego, y si las unas mo.modificaban a las otras, hasta el punto de no tardaren hacerlas irreconocibles, la transformación se pro-ducía lo bastante lentamente como para no chocar;sobre todo, se operaba en conformidad con las aspi-raciones más o menos conscientes de la masa de losfieles. Si se les hubiera dicho a los Doce que Jesúshabía encarnado a Dios, no lo hubiesen comprendidoen el primer momento; después, habrían protestadoante el abominable escándalo; pero aceptaron proba-blemente que Pablo dijera de Él que había sido unhombre celestial y hasta que había encarnado al Es-píritu, el Neuma de Dios; y esa era la primera etapade una sobrevaloración que la fe deseaba ardiente.mente y que tornará a Cristo,. por grados y hasta lacompleta asimilación, en afín de Dios. Esta: tendencia,de la cual proviene la ortodoxia, no siguió un caminorectilíneo y bien trazado; vaciló, se extravió frecuen-temente en medio de especulaciones que la fe comúnno aceptó, y encontró la idea o la fórmula con-veniente no sin dificultades; pero --éste es el puntoesencial-,. jamás intentó una combinación conscientede las ideas paganas, cualesquiera que fuesen, con lospostulados cristianos. Si se prefiere, fue siempre enfunción de estos postulados como eligió y or¡¡;anizólas sobrevaloraciones tomadas de la cultura helénica,hasta en aquella admirable escuela de Alejandría, cuyagloria fue Orígenes, y que terminó la gran obra: latransformación del cristianismo en filosofía reveladay perfecta.

La otra tendencia, conocida por el cristianismo des.de el siglo 11~ tal vez antes, procede de un punto departida diferente. Ella también quiere dar mayor valora las excesivamente simples afirmaciones primordialesy profundizarlas. Sólo puede hacerlo combinándolascon creencias o especulaciones tomadas de su ambien.te. Pero, en primer lugar, no es, en manera alguna,prudente en su elección, que se fija en objetos muy

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numerosos y, sobre todo, muy dispares: paganismoolímpico, orfismo, religiones orientales diversas, sis-temas filosóficos, todo le suministró algún alimento.En segundo lugar, no se preocupa de armonizar loque tomó de otras religiones con los datos históricoso solamente tradicionales de la fe; pretende estar enposesión de una revelación particular, por la cual jus-tifica las construcciones más mons,truosas, verdaderossistemas sincretistas, en los que el verdadero cristia-nismo aparece sólo como un elemento más, apenasreconocible, de una cosmogonía complicada y de unametafísica abstrusa, que no le deben casi nada, ni launa ni la otra. ,Ni qué decir tiene que esas gnosisdistintas, que brotaron en el siglo n;horrorizaron a lossimples y que, en verdad, no tenían ninguna probal;li-lidad de durar, aun lanzándose, como algunas termi-naron por hacerlo, a prácticas mágicas más seductoraspara el vulgo que las construcci'ones de la metafísicamística y simbolista. Sin embargo, no son extrañas ala lógica de la evolución cristiana; quiero decir, quenos ofrecen un' aspecto de esa evolución, que corres-ponde a lo que conocemos del espíritu del tiempo enque nacieron, y que acaba de hacérnoslo comprender.

No es indiferente que hayan aparecido, al igual quelas otras herejías, en medio de las cuales se debate lafe, antes de que ésta se asentara, y no son, en la gene-ralidad de los casos, más que opiniones que no hantriunfado, ni más ni menos singulares que las quese impusieron. Las querellas y las discusiones provo,c~das por unas y otras han sentado y fijado, poco apoco, todos los principios de la doctrina ortodoxa;han dado a los fieles la ocasión de escrutar y de pre-cisar su propio pensamiento o sus aspiraciones; handeterminado los problemas y acentuado las contradic-ciones, que los teólogos han tenido la misión de resol-ver. Han hecho más aún: han tornado evidente lanecesidad, y han hecho urgente el deseo, de una dis-'oiplina de la fe, de una regla, y de una autoridadque la defendiera personificándola y, en tal sentido,representan el factor más activo de la organización

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eclesiástica y de la autoridad clerical que se fundanen el siglo H.

El factor debe buscarse igualmente en una reaccióndel medio grecorromano sobre el cristianismo primi-tivo, la que tiende a introducir en un culto que es todo"espíritu y verdad", a partir del momento en que loshermanos desertan del Templo judío, todo o partedel ritualismo pagano. El desenvolvimiento ritual delcristianismo se efectúa paralelamente al desenvolvi-miento dogmático, y por los mismos procedimientos;partió d~ sencillísimas prácticas primordiales, todasnacidas del judaísmo: el bautismo, la fracción del pan,la imposición de manos, la plegaria, el ayuno; se lesprestó un sentido cada vez más hondo y misterioso;se las amplificó, yuxtaponiendo gestos familiares a lospaganos; se las cargó de las grandes preocupacionesque comportaban, por ejemplo, los ritos de los Mis-terios griegos y orientales; se les infundió, por asídecirlo, el antiguo y formidable poder de la magia.Este trabajo comenzó desde que la fe apostólica setrasladó de Palestina a terreno griego, y nos lo he-mos encontrado, ya singularmente avanzado, en el pau-linismo. Prosiguió sin interrupción durante todo eltiempo en que duró la lucha de la religión nueva contrasus rivales.

A veces es difícil decir con certeza de qué, rito pa.gano deriva tal rito cristiano, pero es indudable que elespíritu ritualista de los paganos se impuso poco apoc~ al cristianismo, hasta el punto de volverse a en-contrar, enteramente, en sus ceremonias; la necesidadde desarraigar usos antiguos y muy tenaces precipitóla asimilación a partir del siglo IV. Además, el poderdel clero se vio notablemente acrecentado por el dere.cho casi exclusivo que adquirió desde temprano, y apesar de algunos titubeos, .de disponer de la fuerzamágica de los ritos, a los que se llamó sacramentos. ,

IV

Por lo tanto, si consideramos a la Iglesia cristiana a

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principios del siglo IV, nos será difícil reconocer a lacomunidad apostólica, o, a decir verdad, no la recono-ceremos en absoluto. En lugar de un pequeño grupode judíos, separados solamente de la mayoría de sushermanos por .una esperanza particular y una indul-gencia más acogedora hacia los prosélitos que la delnacionalismo israelita común, vemos ahora una vastaasociación religiosa en la que. ingresan, sin distinciónde raza ni de condición social, todos los hombres debuena voluntad, y que tiene conciencia de formar uncuerpo, de ser el pueblo elegido, la Iglesia de Cristo.Ha rechazado a Israel, alegando que abandonó el ca.mino del Señor, y yerra miserablemente lejos de laverdad; ha encontrado el medio de liberarse de lasprácticas de la Ley judía y, sin embargo, de conser-vade al Antiguo Testamento su cali~ad de Libro sa.grado.4 Sobre las afirmaciones fundamentales de la fede Israel ha construído una 'dogmática nueva muycomplicada, cuya especulación central se ha desarrolla-do en torno de la persona de Cristo, ahora elevadohasta la identificación con Dios, los elementos de lacual ha tomado, en parte, de sus propias reflexionestendientes a prestar mayor valor a los datos primitivosde su fe, y, en parte, de las doctrinas filosóficas y reli-giosas del medio grecorromano. Esta dogmática, quese expresa mediante una regla de fe establecida, sobrelas opiniones de la mayoría, por las autoridades com-petentes, se presenta como la filosofía revelada y per-fecta, la explicación ne varietur del mundo, de la viday del destino, y los teólogos se aplican celosamentea profundizarla y armonizada.

En otro sentido, la Iglesia se nos ofrece como uncuerpo constituído; se ha organizado poco a poco enIglesias particulares, inspiradas en el mo~elo de las

4 Parece que el cristianismo hubiera ¡(anado liberándosede la Ley judía y algunos cristianos notables, como Marcion,se ocuparon de ello; no tuvieron éxito porque la apologéticacristiana primitiva, apoyándose constantemente en los textosbíblicos reputados proféticos, había afirmado la veneraciónjudeocristiana por el Libro y autentificado su carácter divino.

EL CmSTIANISMORELIGIÓNAUTÓNOMA 127

sinagoga~ O de las asociaciones paganas; las funcio-nes administrativas o espirituales se concentran en lasmanos de un clero jerarquizado, cuyos jefes han ad-quirido el hábito de ponerse de acuerdo sobre todaslas cuestiones que interesan a la fe, las costumbresy la disciplina, y de expresar, en decisiones colectivas,las opiniones de la mayoría. Ese clero preside ritostomados más o menos directamente del judaísmo ode los Misterios paganos, pero perfectamente cristia-nizados y revestidos, por lo menos los principales, delmisterioso poder mágico qu~ los cultos secretos deGrecia y de Oriente habían hecho familiar a los hom-bres de entonces. En otros términos, el cristianismose ha convertido en una religión verdadera, la máscompleta de todas, porque ha tomado de todas lo quetenían de mejor; la más acogedora, la más consola:dora, la más humana también, y de tal naturaleza queel simple no tiene más que creer en ella, sin com-prender, y obedecer a sus autoridades sin razonar paraestar seguro de su salvación eterna, y que el filósofoencuentra en sus dogmas amplia materia de razona-miento.

No obstante, esta religión tan profundamente sin-cretista, se declara invenciblemente exclusiva; no so.porta compartir, en absoluto, a sus fieles con otrareligión; no tolera ninguna rival y, antes que asegurarsu victoria, esta tendencia fundamental de su natura-leza le ha ocasionado los más peligrosos problemas;particularmente le ha suscitado la animosidad del Es-tado y de la sociedad civil por entero.

Pero, antes de tratar de darnos cuenta de la natu-raleza, del desarrollo, del alcance y del resultado deese conflicto decisivo, necesitamos ver más de cercay considerar en lo concreto dos hechos fundamentalesque acabamos de presentar, por así d~cirlo, in abs-tracto: la religión de Cristo, es decir, la que consideraa Cristo como su Dios propio, organizándose en elsiglo, ha engendrado la Iglesia cristiana y, de métodode vida que era al principio, se ha convertido en cueropo de doctrina y sis\ema di(dogmática.

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CAPÍTULO VIII

LA FUNDACIóN y LA ORGANIZACIóN 'f... (DE LA IGLESIA 1 W

I.-Cristo ni lundó ni deseó la Iglesia.-Los Apóstoles ga-lileos tampoco parecen pensar en ello.-Silencio de lostextos evangélicos.-La leyenda de la primacia de Pe-dro.-Sin quererlo, los Apóstoles prepararon la Iglesia.-El cuerpo de los fieles y la Iglesia de Dios.-Noción quePablo tiene a es.te respecto antes de toda organizacióneclesiástica.-Cómo se impone la necesidad de tal orga.nización.-La idea de Iglesia al comienzo del siglo II.

II.-El origen de las Iglesias particulares.-Los modelos queimitan para organizarse.-Asociaciones paganas y sinago-gas.-La necesidad crea' las .funciones.-Rapidez del mo-vimiento.-Acciones diversas que favorecen la instalaciónde un clero y el advenimiento del episcopado.

m.-El episcopado monárquico.-Sus orígenes.-Desaparicióndel episcopado plural; sus causas.-La defensa contra losheréticos y el respeto de la tradición apostólica.-El obispopresidente del presbiterron.-La teona de Ignac~o.-Cau-sas exteriores que favorecen su realización general.-Laslistas episcopales. .

IV.-La elección del obispo.-Condiciones de elegibilidad.-Lospoderes del obispo.-Sus límites.-Resistencias en el' cle-ro.-Constitución del ordo clericalis.-Sus grados.-Ladistinción que el pueblo cristiano hace entre el clérigoy el laico.

V.-La idea católica de la Iglesia.-Sus principales compo-.nentes.-Papel .de los Iglesias apostólicas.-Posición únicade la Iglesia de Roma.-La Iglesia en los umbrales delsiglo IlI. '

I

Cristo no fundó ni deseó la Iglesia; ésta es, quizá, laverdad más segura que se impone a todo aquel que

· Edwin Hatch, The organization 01 the earlr ChristianChurches, Londres y Nueva York, 1901; A. Harnack, Entste.hung und Entwickelung der Kirchenverlassung und Kirchen-reches in den zwei ersten :.Jhrhunderten, Leipzig, 1910.

128

FUNDACIÓNY ORGANIZACIÓNDE LA IGLESIA 129

estudie los textos evangélicos sin .una opinión precon.cebida y, hablando francamente, la suposición contra.ria configura históricamente un absl,lrdo; todo elingenio de los. teólogos no puede nada. Por mal queconozcamos las enseñanzas. de Jesús, se nos aparecenprimero como una reacción contra el legalismo estre.cho y el ritualismo absorbente, de los que no se podríasostener que no sean los cimientos indispensables detoda vida propiamente. eclesiástica. Luego, se nos apa.recen como una estimulación enérgica del esfuerzopersonal; el individuo debe elevarse hacia el Padreque está en los cielos por la confianza y el amor, sinduda, pero también por el arrepentimiento, la enmien-da decisiva de sus vicios y, por decirlo así, por lapurificación de, su conciencia tanto como por la exal-tación de su voluntad;, esto es, precisamente, todo locontrario, en principio, de la psicastenia eclesiástica.Si queremos recordar, además, que Jesús esperaba lainminente realización del Reino, esperanza que debíaalejar de su espíritu toda idea de organizar el porve-nir terrenal de sus discípulos, y que, por últi~o, erajudío, perfectamente sometido a la Ley religiosa deIsrael -aun cuando aparentemente la contrariaba pa.ra ampliarla en realidad, según lo que él creía que erasu verdadero espíritu- acabaremos de comprenderpor qué no pudo dedicar un solo instante de su pensa-miento a la consideración de lo que nosotros'll!lmamosIglesia.

Admitiendo que diera a los Doce 'una autoridad..:.esto se discute todavía- ésta no pudo ser más queuna especie de delegación de la suya propia, parapredicar, como lo hacía él, el Reino y el arrepenti-miento; no hizo de ellos sacerdotes, pues, en verdad, nolos necesitaba. Por lo demás, si observamos cómo ac.túan los Apóstoles, después de la muerte de su Maes.tro, comprobamos que tampoco ellos piensan en fun-dar la Iglesia; permanecen estrech~mente unIdos a lareligión judía y practican su culto muy exactamente;el porvenir, también para ellos, es el Reino, no laIglesia.

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-Jamás los textos evangélicos ponen en boca de Je-sús la expresión "mi Iglesia", o "la Iglesia del Padre",excepto en un solo pasaje, en el que leemos: "Túeres Pedro (que quiere decir piedra) r sobre estapiedra edificaré yo mi Iglesia..." (Mt., 16, 18-19);pero la autenticidad de esta frase célebre, explotada.como ninguna otra, parece ser absolutamente insos.tenible, a menos de admitir que Cristo pudo, en unahora de extravío profético, renegar de su enseñanza,de su obra, de su misión y hasta de sí inismo.2 Lostextos y los hechos prueban, con evidencia cegadora,que la. primacía del Apóstol Pedro, proclamada porJesús según el texto de Mateo, no existió, y que losdiscípulos que se agruparon alrededor de él, de Juany de Santiago, "hermano del Señor", solamente lohonraron y escucharon como,a un hombre engrande-cido por 1,1confianza y la amistad del Maestro.

Y, sin embargo, sin quererlo ni saberlo, los Apósto.les pusic.'.)u los fundamentos de la Iglesia y cuando,más' tarde, la tradición apostólica pasará por ser lanorma suprema e infalible de toda verdad eclesiástica,lo sera ciertamente por efecto de una exageración, perono por el de una completa invención. Esto requiereexplicación.

La idea de Iglesia nació, puede decirse, del tras-plante de la esperanza cristiana de Palestina a terrenogriego y, si se quiere, de su universalización. Por pre.caria que consideren los hombres la vida terrenal, esimposible que no se sientan unidos y más o menossolidarios, desde el momento en que se aferran a lamisma esperanza de porvenir y en que, al hacerlo, seven obligados a abandonar el marco de su vida reli-giosa anterior. Ahora bien, muy pronto, los conversosde las sinagogas de la dispersión son expulsados deellas por los judíos "duros de corazón", y les ocurreotro tanto a los prosélitos conversos; los paganos ga-nados para la fe abandonan los templos y todos se

· Ch. Guignebert, La primauté de Pierre et la venue dePierre a Rome, París, 1909; los tres ¡Jrimeroscapítulos.

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unen en un culto que se rinde. al Señor Jesús. Cultomuy elemental todavía, pero que comprende ya lareunión fraternal (los fieles se llaman hermanos entresí), la plegaria en común, un rito de iniciación, elBautismo y un rito de comunión, comunión entre losiniciados (desde este punto de vista a los fieles se

, les llama Santos, vocanlo muy c~racterístico), y comu-nión con el Señor, a su mesa. Pero todos los hom.bres que "invocan el nombre de nuestro Señor Jesu-cristo", que pueden llamarse sus Santos y que sonhermanos en él, forman parte de la Iglesia de 'Dios encualquier lugar que habiten; aunque estén dispersospor el vasto mundo, constituyen a sus ojos la asam-blea ideal de sus elegidos.

Esta noción la expresa Pablo con gran claridad y,cuando habla de "la Iglesia de Dios que está en Co.rinto", no debe entenderse, supongo, una agrupaciónorganizada, una comunidad eclesiástica establecida enCorinto, sino solamente, digámoslo así, el trozo de laIglesia universal de Dios que se encuentra en dichaciudad. Espero hacerme comprender totalmente al de.cir que la idea mística de la Iglesia en Dios nadóde sí misma en el espíritu de un hombre como Pa:.blo, de hecho, y como inevitablemente, antes de que sehaga cuestión de una organización eclesiástica parti-cular. En el tiempo en que el Apóstol nos habla yade la Iglesia de Dios, sus epístolas nos prueban quela comunidad de Corinto vive todavía en plena anar-quía pneumática: quiero decir, que se gobierna deacuerdo con las sugestiones atrevidas de los inspirados.Sabido es que los inspirados' son enemigos natos detodos. los cleros; así, pues, esa comunidad no tieneclero todavía. -

Puede comprenderse que hayá llevado esa vida lacongregación de los fieles durante el primer períodode entusiasmo y de ilusión, cuando cada sábado porla noche los Santos esperaban que la aurora siguienteseñalara el gran día, tan ardientemente anhelado, delretorno del Señor; pero a medida que transcurren lassemanas, los meses y los años, sin que llegue esa bien.

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aventurada parusÍ6, los inconvenientes de la anarquíase manifiestan, mientras q,ue la unión fraternal seafirma, que la separación de los Santos del resto delmundo religioso eleva su esperanza de salvación a ladignidad de religión autónoma. Entonces, hay quepensar en organizar la comunidad particular y, almismo tiempo, comienza el trabajo inverso del que serealizó en el espíritu de Pablo: cada grupo local dehermanos se convierte en una Iglesia, y la Iglesiade Dios es el conjunto de estas Iglesias particulares,que se escriben uhas a otras, que se alientan y sesostienen recíprocamente. Tiende, pues, primero, a noser ya solamente una expresión mística de la realidad,sino un hecho en cierto modo palpable; después, ypara un porvenir más lejano, pero inevitable, tiende abuscar también para sí, en tanto que ella es ese hechogeneral, una realización material, una organizaciónque la consagre.

Si imagináramos situamos a comienzos del siglo n,notaríamos que la idea paulina de la unión de todoslos cristianos en Dios está perfectamente estableciday de que se fortifica con la convicción de que no existerealmente sino una buena y saludable doctrina, co-mún a todos y cuyo. inconmovible fundamento debebuscarse en la traái.ción apostólica. Se admite general.mente que su depósito se halla en las Iglesias Apos-tólicas, o sea, en aquellas que pretenden remontar suorigen a la iniciativa de un Apóstol. De hecho, laIglesia no es aún más que la fraternidad dispersadaen las Iglesias particulares, pero está probado que alos crisfianos no les gustan los solitarios y que tienen,tanto desde el punto de vista de la consolidación dela doctrina como del de la resistencia a los enemigosamenazantes, el sentido de la agrupación. Por consi-guiente, no conciben que una Iglesia, aunque seaperfectamente independiente y .dueña. de su destino,viva aislada de las demás, como tampoco comprende-rían que un hermano se apartase de la comunidad dela ciudad, en que vive; ,!>erola Fraternidad cristia-

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na, la Iglesia de Dios, no ha recibido todavía ningunaorganización que la materialice; un observador extra-ño, un pagano" no percibe aún más que Iglesias par-ticulares. '

II

El origen de las Iglesias particulares es todavía ,paranosotros un tanto obscuro. Si queremos damos cuen-ta, aproximadamente, de cómo se originaron, aparte-mos primero de nuestra ment«<la idea católica de launiformidad, de la regularidad, de la fijeza. De unacomunidad a otra hubo durante largo tiempo diferen-cias bastante notables, y si, en definitiva}'todas--termi-naron evolucionando en la misma dirección, no lohicieron con el mismo ritmo.

No hace falta buscar muy lejos las causas que reu-nieron a los hombres vinculados a la misma fe: lascofradías religiosas eran propias del espíritu y de lasprácticas de la antigüedad. La necesidad de hacerfrente a la hostilidad de los judíos, que muy prontose muestra activa, y la preocupación de vivir, muyapremiante, entre los numerosos pobres atraídos desdeel principio por la esperanza cristiana, bastan paraexplicar la constitución de las comunidades. Los pe-ligros de la anarquía y los apenas menores del pneuma-tismo, es decir, de la' inspiración directa tomada comoguía de la acción, desórdenes molestísimos e inevita-bles en ausencia de una disciplina organizada, impul-saron muy naturalmente a estas primeras fraternida-des a darse un gobierno. '

No carecían de modelos: en las dos mitades del 1m-pero romano, la griega y la latina, existían desdehacía tiempo asociaciones o corporaciones religiosasconstituídas para una obra común; piadosa o carita-tiva, thiases y éranes, aquí, y allá collegia, 'y especial-mente collegia tenuiorum, es decir, asociaciones degente modesta; tenían sus administrado,res elegidos, sucaja, alimentada mediante contribuciones y vigiladapor delegados especiales. Por otra parte, sabemos ya

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que los judíos de la diáspora se agrupaban, dondequie-ra que se encontraran y aunque fuesen un puñado, ensinagogas,s tal vez diversa, pero regularmente consti-tuídas y organizadas. Los cristianos, provinieran de lagentilidad o del judaísmo, sabían, pues, qué hacerpara aprender a gobernarse.

Probablemente amb!\s influencias, la de las asociacio-nes paganas y la de los colegios judíos; actuaron ala vez sobre ellos, una' más profundamente que la,.otra, según los lugares y las circunstancias. La nece-sidad impone naturalmente las funciones, y los nom-bres de los funcionarios se sacan del idioma corriente:así presbyteros, que quiere decir antiguo; episcopos,que significa vigilante; diaconos, que quiere deci¡;servidor, antes que signifar sacerdote, obispo o diaco-'no. Se provee con mayor o menor diligencia y fortunaa la necesidad de instruir a los conversos, de mantenerel orden, las buenas costu~bres y la sana tradiciónde la fe, de asegl,lrarel culto y, en fin, a la de alimentara los ingentes.

Basta con que leamos, de comienzo a fin, los He-chos, las Epístolas paulinas y esas tres cartas seudo-paulinas, ligenimente posteriores a Pablo, llamadasPastorales,4 para comprender con cuánta rapidez serealiza esa organización una vez empezada. En laspostrimerías del siglo primero, ya se pueden ver, almenos en algunas Iglesias, un obispo único, vigilan-te general de toda la comunidad, es decir, que parecetener poder absoluto sobre la totalidad de las funcio-nes y, a su lado, presbíteros especializados en las fun-ciones espirituales y diáconos investidos de funcionesmateriales.

Lo que consolida y precisa todos esos órganos fijosy establ('s es, primero, la desconfianza creciente y aca-so justificada respecto de los inspirados itinerantes

· La palabra O'UVuyroY11tiene, en el fondo, el mismo sentidoque EXXAflOÚX,y ocurre que, en el siglo n, la primera sirvetodavía para designar a la aqamblea cristiana.

· 1 y 11 a Timoteo y Ep. a Tito.

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que, con el nombre de apóstoles, profetas o didasca.los parecían haber ejercido una influencia prepon-derante sobre las comunidades durante los primerostiempos de su existencia -es también la disminuciónde la autoridad de los inspirados locales: lo excepcio-nal y lo incoherente cansa; la fe del COmúnde los,hombres aspira naturalmente a la estabilidad, sinóni.mo para ellos de verdad; los dones que el Espíritu ha.bía esparcido, al azar de su albedrío, sobre un númeromás o menos grande de hermanos no desaparecen,por' lo demás; van a dar al obispo y fortifican suautoridad-; es también el deseo y el comienzo delritualismo, que el ambiente impone y que reclama es-pecialistas; y es, en fin, la idea, muy pronto con-solidada, de que los pastores son responsables anteel Señor de la grey que les ha sido confiada: ¡res-ponsabilidad supone autoridad!

Estas acciones diversas concuerdan en la tendenciaa confundir en las mismas personas las funciones, alprinoipio distintas, de instrucción, de edificación' yde administración, o por"lo menos, a darle la m~yorautoridad respecto de ellas a una sola persona, que esel- obispo monarca. El' advenimiento y el triunfo delepiscopado monárquico constituyen la primera granetapa de la organización de la Iglesia y han tenidoconsecuencias incalculables 5 para su existenciaa.tra-vés de los siglos..

.' III

La palabra obispo (episcoposJ significa, como ya dije,vigilante y, en ese sentido se usaba a veces en las aso-ciacion~s paganas como equivalente de epirneletas,que quiere decir comisario, intendente y, en ciertoscasos, director, pero siempre con la significación devigilancia. Originalmente, los obispos, po/que habíavarios en cada comunida4, no se ocupaban de ense-ñar ni de edificar más que con su buen ejemplo. Su

· J. Réville,Les originesde l'épiscopat,París, 1894.

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misión era mantener y afirmar la Iglesia en la prác-tica de las buenas costumbres y de los preceptos dela verdadera fe, y tenían poder absoluto sobre lo quepuede llamarse lo temporal de la comunidad. Los tex-'tos más antiguos los. consideran más semejantes a losdiáconos que a los presbíteros, y es éste un hecho sig-nificativo en lo que respecta a sris orígenes y al ca-rácter de sus primeras .funciones.

. Su autoridad se desarrolló rápidamente en cuantodesapareció el episcopado plural; no sabemos muyexactamente cómo se efectuó esa. operación; percibi-mos mejor las causas que la hicieron necesaria. Enun tiempo en que el símbolo de fe estaba tan pócorecargado de dogmas y en que la formidable inclina-ción a la sobrevaluación, que conocían la mayorparte de las religiones, se ejercía del hecho de las su-gestiones del medio sincretista, con un vigor extremo,era indispensable organizar una defensa vigilante entorno del rebaño, contra los "lobos" de afuera, y con-tra los de adentro, es decir los heréticos; 6 Y la defen-sa parece más rápida y más experta cuando uno solose encarga de ella. Concentrada en manos de un so-lo hombre, la autoridad que fortalece el buen ordeny asegura la disciplina de la caridad parece más efi-caz. Por lo demás, las asociaciones paganas y las co.munidades judías tienden, bastante generalmente, adarse una presidencia, que asegure la unidad de ac-ción en el grupo y simboliza, por decirlo así, la upión.Entre los hermanos' cristianos se difunde rápidamentela creencia de que los Apóstoles previeron los proble-mas que encóntrarían las Iglesias, y de que fueron ellosquienes, para resolverlos, instituyeron el episcopado.Se representan cada comunidad como una especie deresumen de la Gran Iglesia del Señor, y el obispo eslegítimamente su cabeza, como Cristo es la cabeza desu Iglesia. Finalmente, una vez que el ritualismo se

, .

· La palahra herético aparece por primera vez en la Epís-tola a Tito. 3, 10: IllQE"tIXOVuv6Qo>1tov.Herético ~s. etimológi-camente, el que elige, pero en realidad, en el tiempo en quenos situamos, es, sobre todo, el que agrega inconsideradamente.

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desarrolla, el obispo, por una asimilación algo forza-da, pero inevitable, al Gran Sacerdote judío, se con-vierte en presidente de las liturgias. .

Como se ve, muchas razones, de origen y dirección-harto diferentes, concurren a concentrar el poder epis-copal en manos de un solo obispo. Sin embargo, aun-que se queda solo en su función, no es por ello, des-de ese mismo día, el. amo absoluto en su Iglesia y,durante un lapso más o menos prolongado, según loslugares, aparece como el presidente del presbyterion,o sea del consejo que forman los presbíteros; peroesto es sólo una etapa, y ciertas Iglesias de Asia la fran-quearon ya al comenzar el siglo 11.En aquel enton-ces Ignacio de Antioquía proclama que el obispo es elrepresentante de Dios en la Iglesia, que nadie debehacer nada en desacuerdo con él y que obrar de otromodo es servir al diablo. Sin duda, tácitamente se en-tiende que el obispo obra siempre de acuerdo conpres-bíteros y diáconos, pero finalmente Ignacio escribe:"Mantened los ojos lijos en el obispo para que Diosos mire" y "¡Es bueno honrar a Dios y al obispo!" fEs difícil ir más lejos.

Entre el 130 y el 150, aproxi~adamente, el monar-quismo episcopal se impone sucesivamente a todas lasIglesias y su triunfo se ve favorecido y fortalecido porlas crisis de distinto orden por las que atraviesa la Igle-

. sia a partir de aquel momento; persecuciones que diez-man y dispersan el "rebaño", sobre todo que dejan trasde sí numerosos apóstatas impacientes por volver al re-dil y a los cuales no se puede recibir sin precauciones;herejías, nacidas generalmente de combinaciones sin-cretistas de las afirmaciones fundamentales de la fe, deviejos mitos orientales y de las especulaciones o de fi-lósofos griegos; muy peligrosas, primero, porque se-ducen a los hermanos "intelectuales", después porquehalagan a los místicos y, a la inversa, a todos los hom-bres a quienes atraeO,el aparentp. realismo de las ope-raciones mági~as. Además, el contagio del ejemplo

· Ad Polyc.,6, 1; Ad Smyrn.,9, 1.

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reduce rápidamente las resistencias que talo cual Igle-sia particular pueda oponer al movimiento episcopaly, hacia los comienzos del siglo 11I,los cristianos ad-miten corrientemente que la unidad de organización,paralela a la unidad de fe, es tan necesaria comoésta. . .

Desde entonces, se aplican activamente a justifi-car el hecho consuma~o. Se persuaden de que el epis-copado monárquico ha sido instituído por los Após-toles, y cada Iglesia presenta una lista de obisposque se remonta hasta el Apóstol fundador, o, a faltade Apóstol, hasta el discípulo de un Apóstol, o hastael delegado de una Iglesia apostólica considerado. co-mo el fundador. El símbolo de la autoridad del obis-p~ es el púlpito, la cathedra, de la que se consideraque toda la serie de sus predecesores ocupó antes queél. Cuando S6 dice, verbigracia: "la silla de San Pe-dro" fS6'entiende "la autoridad del obispo de Roma".El principio de esta autoridad es, en efecto, la tra-dición apostólica, al igual que respecto de la reglade fe. Más tarde el episcopado monárquico buscará sujustificación en diversos textos del Evangelio y prin-cipalmente en aquél de Mateo 16, 19: "Yo te darélas llaves de~ Reino de los cielos, r cuanto. atares enla .tierra será atado en .los cielos, r cuanto desatares'en la tierra será desatado en los cielos".

IV,

El obispo monarca es elegido por el pueblo y orde-nado, es decir, instalado en el ardo sacerdotalis, porlos obispos vecinos. El pueblo elige a quien quiere,en teoría, pero sin contar la influencia legítima y ha-bitualmente capital de las sugestiones de presbíterosy diáconos de la Iglesia, se adivinan ya tentativas pa-ra sustraer a su voto la elección. Suele acontecer queun obispo designe su sucesor o que un grupo de obis-pos provea de autoridad a una sede vacante, pero és-tas son todavía excepciones justificadas por circuns-tancias particulares.

t

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Las condiciones de elegibilidad son todavía am-plísimas.; quieren que el futuro obispo demuestre seruna persona de buena moralidad, garantizada por elmatrimonio a la viudez y de una fe sólida, por con-siguiente, que no sea demasiado nueva; las cualida-des intelectualesquedan en segundoplano, y la edadno tiene aún mucha importancia; pero se exige, aun-que sin demasiado rigor, que tenga aptitudes físicasgenerales apropiadas a la función. Todavía no se im-pone ninguna condición de carácter propiamente ecle-siástico; quiero decir que el sufragio popular puedeelegir a un simple hermano; pero los obispos al me-nos tienden ya a reclamar el paso ,previo por otrasfunciones de la Iglesia; y esto es bastante prudente.

Desde aquellos remotos tiempos, y aunque ocupar elpÜesto es en ocasiones bastante peligroso, frecuente-mente' se producen competencias e intrigas para ob-tenerlo; es también porque háy en ello algo que hala-ga el espíritu de dominación propio del hombre, delcual, si creemos en el Evangelio, ni el mismo Cristo pu-do preservar a los Apóstoles.'Se consideraba al obispore8ponsable ante Dios de la fe, de las costumbres yde la disciplina de su Iglesia; mas esta responsabi-lidad, formidable por sí misma, lo engrandecía a losojos de los demás y a los suyos propios. De hecho,la dirección religiosa y moral de la comunidad lepertenecía, y también' el 'poder disciplinario y peni-tencial que, primitivamente, residía en la asamblea de16s hermanis; era él quien privaba de' la comunión,vale decir, rechazaba prácticamente \:lela comunidad,excluyéndolo de 'la' mesa eU,carística, el pecador. quejuzgaba escandaloso. Dirigía a los clérigos,' adniinis-traba los dineros, reglaba los socorros y limosnasy, si era necesario, desempeñaba el papel de juezde paz entre sus ovejas. Especialmente;' disponía delpoder de' los ritos sacramentales, administraba elbautismo y consagraba la eucaristía. De todas susfunCiones, es ésta segu~amente la que le daba ma-yor prestigio; su importancia, desde este punto de vis-ta, iÍ"á aumentando a medida que se implante más

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adelante, en el rito, la idea mágica del sacramentomisterioso y todopoderoso. Si se agrega a todo estoel deber que tiene el obispo de visitar a los enfermosy consolar a los afligidos, podemos hacernos una ideade la amplitud de su papel y de todos los aspectos desu autoridad. .

Realmente, el único límite a esa autoridad era elabuso que se hiciera de ella, que provocaba resisten.cias entre los clérigosy los fieles y, si era menester,.una especie de huelga que obligaba al imprudente adimitir, o a los obispos que lo habían instalado a des.poseerlo de su cargo. .

Por poderoso que sea en la suya, el obispo no esnada en la Iglesia vecina, sólo un hermano a quiense recibe con honor, pero que ni siquiera puede ha-cer uso de la palabra sin la expresa invitación del obis.po local. De derecho, cada Iglesia es todavía comple.tamente independiente y libre de normar a su entendersu fe y su disciplina. No obstante, el peligro de estaautonomía en el aislamiento se manifiesta ya clara-mente; si hubiera durado, la Iglesia católica no se ha-bría realizado jamás y los cri~tianos se hubieran des.parramado en sectas minúsculas. La práctica corrigefelizmente el derecho: primero, cada Iglesia se preo.cupa de lo que hace su vecina; las pequeñas, particular-mente, copian el modelo de las grandes; los fielesvan de una a otra y anudan entre: ellas lazo.s a vecesbastante estrechos; los obispos se visitan y, sobretodo, se escriben; en los casos embarazosos se reúnenen pequeños grupos y se consultan. Es así corno laautoridad del obispo monarca, tanto de hecho cornode derecho, constituye el fundamento esencial de laorganización católica, mucho tiempo antes de quese piense en el papa.

El obispo triunfó bastante fácilmente de los laicos,a los que desposeyó de los derechos que ejercíanen la comunidad primitiva; le resultó más difícil ha-cerlo respecto de los demás funcionarios eclesiásticos, '

presbíteros y diáconos. Tenemos pruebas de resisten-cias tenaces, pero en el .londo superfluas, en primer

~. I

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lugar porque eran aisladas e incoherentes, y, luego,sobre tddo,. porque no encontraron, para fundarse,razones y principios comparables a los que daban apo,yo al episcopado monárquico.

Después de su victoria definitiva, los demás funcio.narios eclesiásticos -el clero, corno se comenzará adecir en el siglo III- forman a su lado un orden, unacategoría especial en el cuerpo de los fieles. Se ingresaen ese orden mediante la ordenación, de la que.el obis.po dispone prácticamente corno amo, y que no es toda-vía más que la instalación en cargos especiales. Poco apoco, se le agregará a esta instalación un ceremonialparticular para cada función, y la idea de una mis.teriosa colación de aptitud. que se convertirá en elsacramento del orden; pero no se llegó a esto todavíaen el siglo 11.

En este orden clerical (ordo clericalis) vemos a losdiáconos, que deben ser nombrados después del obis-po porque son sus auxiliares y algo así corno susojos, que miran y lo informan, y sus brazos, que.ejecutan. Más tarde (Const. apost., 2, 30), se hallaráel tipo de esa relación entre el obispo y los diáconosen la relación de Moisés y Aaron. Pronto se ve apare-cer en las grandes Iglesias un diácono jefe, el archi-diácono.Todavíaen el sigloIV, los diáconos se negarána aceptar su subordinación jerárquica a los sacerdo-tes, y en princi'pio tendrán razón, porque al comien.zo sus funciones no eran inferiores a las de los pres-bíteros; eran 'de otra naturaleza y. convenía hablar deparalelismo, no de subordinación. Pero el tiempo haborrado poco a poco esas diferencias fundamentales,hasta tal punto que los concilios del siglo IV juzga.ron francamente censurable y algo escandalosa la ac-titud de los diáconos que no querían permanecer depie delante de los sacerdotes y comulgar después deellos.

Los sacerdotes (presbytres) parecen haber surgidodel consejo de ancianos (sanhedrín) de la sinagogajudía. Forman al principio el consejo de la comuni.dad, que, en realidad', dirige; luego, sus funciones se

11

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precisan lentamente en el domhlio espiritual y, des-pués del advenimiento del episcopado monárquico, seconvierten en. delegados y, en caso necesario, en su-plentes del obispo en todas las funciones de ese domi-nio. Por eso se consideran superiores a los diáconos,_casi exclusivamente limitados, al principio, a las tareasde la administración material.

La vida ritual y eclesiástica, al desarrollarse, agre-ga poco a poco a los diáconos y a.los _sacerdotes,en el .ordo clericalis, varios funcionarios especializados ysubalternos: exorcistas, acólitos, lectores, porteros, quevemos en sus puestos desde comienzos del siglo III,sobre poco más o menos. Los elige el obispo y pro-gresivamente establece la costumbre de considerar quedichas funciones accesorias están destinadas a prol,Jarya fortalecer las vocaciones, que encuentran en segui- -da su empleo verdadero en el diaconato,- el sacerdo-cio y hasta el episcopado. Ni qué decir tiene que todosestos clérigos deben ser de costumbres irreprochables,pero pueden casarse, aun después de su ordinatio.

El clero de aquellos tiempos comprendía tambiénmujeres. Se les llamaba diaconisas, viudas o vírgenes,y no es fácil distinguir las funciones particulares quesin duda correspondían a esas tres designaciones, niprecisadas respecto de ninguna. Se comprende sola.mente que esas mujeres vinculadas a la Iglesia no te-Dían que enseñar, sino que servir; parecen habersido las auxiilares del obispo, en tanto que éste estabaobligado a ocuparse de las hermanas en la comunidad.La desconfianza de los cristianos respecto de la ten-tación sexual parece ser entonces extrema y está fun-dada en la experiencia; se toman precauciones, a ve-ces un tanto pueriles, para defender de ella a losclérigos.

En teoría, todos los clérigos viven del altar, es de-cir, de las donaciones y ofrendas de los fieles, pero,siguiendo el ejemplo del Apóstol Pablo, buen nú'mero de ellos trabajan asimismo en algún oficio ho-norable. I

Durante largo tiempo, la comunidad cristiana es una

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pequeña sociedad -como lo era la asociación judíaen tierra' pagana- en la cual todos los miembros son,por así decirlo, religiosamente iguales, en la que, porconsiguiente, la posesión de las funciones o cargos poneentre los que las ejercen y los otros diferencias dehecho pero no de especie. Esto cambia paulatinamente.Mientras está viva la idea de la soberanía práctica delEspíritu, que sopla. donde quiere, no hay. medio deestablecer distinción duradera entre 'el clérigo y elfiel inspirado, y repito que no es tal todavía el sen-tido de la ordinatio. Un simple fiel tiene derecho, si laocasión se presenta, a bautizar, predicar, consagrarla eucaristía, administrar la penitencia. El clero se es-fuerza naturalmente por restringir IY aun suprimiresta facultad, que limita su propia importancia. Laevolución de la ordenación en el sentido de un sacra-mento, que se considera que confiere al que lo recibeprivilegios permanentes del Espíritu para ejercer tal ocual función, al mismo tiempo que desaparece prácti-camente la inspiración individual en la asamblea, ponepoco a poco al simple fiel, al laico, en situación infe.rior y pasiva respecto de los clérigos.8

En la segunda mitad del siglo 11;un curioso movi-miento pietista, iniciado en Frigia, a instigación.de uncierto Montano, tiende enérgicamente a devolver elprimer lugar en la Iglesia a los inspirados y a lograrque el clero se limite de nuevo a la mera administraciónde la comunidad, pero el fracaso de ese montanismoprecipitó aún más el resultado contra el que se ha.bía sublevado; en verdad, este pietismo era un ana.cronismo.

vEvidentemente, la evolución interna de las comuni-dades cristianas, en los dos primeros siglos, las con-dujo a la concepción y, por lo menos virtualmente,

· La palabra griega Aaó~quiere decir pueblo; el Aa(xo~es,pues, el hombre del pueblo cristiano.

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a la realización de la idea de la Iglesia católica. Esoes algo totalmente distinto de la representación pau-lina de la Iglesia de Dios; ya no se trata solamentede una unión de los corazones fraternales en la mis-ma esperanza, simbolizada, o mejor, expresada, porla invocación común, en todos los -lugares, del "mis-mo nombre. divino" ante el cual toda la creación do-bla la rodilla; se trata de una unidad de fe, de ritos,de prácticas, de espíritu, de disciplina y también de.un principio común de dirección general en la esperade que se constituya el organismo, en lo sucesivo ne-cesario, que lo explicitará y aplicará. .

En suma, la idea católica parece proceder de doscomponentes principales; uno pertenece, por así de.cirIo, al plano de la práctica, y el otro al de la teoría.

Ya a fines del siglo n, Tertuliano expresa la convic-ción corriente diciendo que los cristianos forman uncuerpo, cuyos miembros deben mantenerse unidos parabien de todos y para la consolidación de la verdad.Por otra parte, esta unión fraternal no tiene otro fun-damento todavía que la idea de que debe .existir y labuena voluntad de todos; todavía no se ha hecho cues-tión de la .subordinación de unas Iglesias a otras, conlo cual,.por lo menos, el problema se simplificaría.Me basta como prueba la actitud de San Cipriano,obispo de Cartago en el siglo III -sin embargo, granapóstol de la actitud conciliadora-, ante Esteban,obispo de Roma, contra quien levanta a todo el epis-copado africano por una cuestión de disciplina, afir-mando el derecho imprescriptible de cada Iglesia a :~gobernarse. La idea del cuerpo cristiano nació, efec. ~:tivamente, del contacto repetido entre las diversascomunidades, de las conversaciones entre obispos, -decartas cambiadas a propósito de cuestiones apremiantespara todos; tal como la fijación de la fecha de Paso.cua, o la actitud que se debe tomar ante una doctri-na nueva.

He ahí el primero de los componentes menciona-dos; el otro es la idea de la fe católica, palabras quesignifican, primero, la fe común, general, opuesta a la

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fe particular y excepcional, por lo tanto herética. Yadije que esta fe normal, en la opinión corriente, essencillamente la de los Apóstoles, conservada por tra.dición inmutable en las Iglesias que fundaron. Y, comoinevitable corolario, las Iglesias manifiestan que fue-ra de. esa fe no hay salvación. San Irenco, obispo deLyon, en el último cuarto del siglo n, desarrolla estaopinión. . Tiene como consecuencia práctica favorecerla preeminencia honorífica, en la espera de algo me-jor, de las Iglesias apostólicas: es decir, empezar adeterminar lo que podríamos .llamar los fut~ros cua.dros administrativos f;lela catolicidad. Los metropo-litanos no aparecen oficialmente hasta comienzos delsiglo IV, pero de .hecho existen ml\(~hoantes. Dicho 'deotro modo, las grandes Iglesias, las de las grandes ciu-dades, -ejercen poco a poco sobre las vecinas comunida-des menores una influencia semejante a una hege-monía; cuando los conciliosdel siglo IV reconozcanla autoridad de los obispos metropolitanos, no' haránmás que sancionar y regularizar lo que ya existe.

Piénsese Un instante en las condiciones favorablesque reunía la Iglesia de Roma para adquirir la prima-cía en Occidente y no' nos sorprenderemos de quehaya llegado a realizar su destino.

Se la llamaba hija del Apóstol Pedro, del que creíaposeer la cátedra y la tumba; el Apóstol Pablo la ha-bía visitado y, al perecer bajo el hacha del verdugocerca de' una de las puertas de la ciudad, 'había he-cho, por decirIo' así, doblemente apostólica la 'obrade Pedro. Desde fecha temprana la comunidad roma.na fue numerosa Y'rica, sus catacumbas lo' testimo-nian, y la generosidad de sus limosnas a las demásIglesias le vale que -Ignacio la llame "presidenta dela caridad".9 Sobre ella recae el prestigio de la capitaldel Imperio. Mucho antes de que piense en explotaren su provecho varios textos evangélicos para fundarsu primacía de jurisdicción, las demás Iglesias de

· Dedicatoria de su Epístola a los romanos: ZCQoxafu¡J.Lévr¡.'rij; dyám¡;. .

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146 EL CRISTIANISMOANTIGUO

Occidente, de las cuales es, por otra parte, tal vez laprimogénita y, con mucho, la madre, no tienep. difi-cultad en reconocerle una primacía honorífica que.se impone.. .

Así, desde comienzos del siglo III, las Iglesias hanrecibido la organización de la que conservarán porlo menos los cuadros, y están orientadas en, el senti"do de la duración; también, la .Iglesia universal em-pieza a salir del dominio de la abstracción y del.sue-.ño para realizarse en la unión y la confederación delas .Iglesias particulares. El porvenir sólo tendrá quedesarrollar, .lógicamente las premisas establecidas des-de entonces. . . ., Señalemos en seguida que la organización de los

cristianos en comunidades disciplinadas y cerradas,así como la tendencia a la catolicidad, parecen favore-cer el exclusivismo cristiano, acentuar la actitud deoposición que toma el fiel ante el incrédulo, la hos-tilidad que la sociedad cristiana siente frente a laotra. Cuando se miran las cosas de cerca se percibeque esas Iglesias no están, como se jactan de estarlo,aisladas de su. medio, que viven en él y de él y quecOJ}stituyenmaravillosos órganos de reducción, de ab-sorción sincretista,de todo lo que conserva valor dealimento, religioso en las. religiones que las rodean;mientras: 1111tendencia católiGa favorece el equilibrio,la cqmbinació.n .e.n Un todo coherente de .lasadquisi-cion~s particJ..llares'.y desemejaf!-tes.Y desde ah~ra esposible. entreyer en potencia .dentro de la IglesIa lastazones. ,profundas que explicarán la. media vueltaque dan el Estado y la sociedad en el siglo I,V.

CAPÍTULO IX

ESTABLECIMIENTO DE LA DOCTRINAY DE LA DISCIPLINA

I.-Cómo se convierte uno en cristiano al comienzo del si-glo ll: el bautismo; sus Caracteres y su sentido.-Lasespeculaciones cristológicas; tres tipos principales: pau-linismo, juanismo, docetismo.-Tendencia común.-En quése convierte en la generalidad de los fieles.-Exigenciasmorales de la fe.-La vida ritual.

n.-El desarrollo del ritualismo: complica el ingreso en laIglesia.-El catecumenado y la disciplino del arcano.-Lainstitución del catecumenado.-Los competentes.-Com-plicación ritual del bautismo.

III.-El desarrollo tk la creencia.-Doble .influencia que lodomina: la de los simples; la de los filósofos.-La qui-mera de la fijeza y la regla de fe.-Su historia.-Cómose plantea el problema de la Trinidad.-Su desarrolloen el siglo n.-Resistencias a la evolución dogmática:ebionistas y alogos.

rv.-Desarrollo de la vida eclesiástica.-La existencia del fieltiende aritualizarse.-OrÍgenes de la misa.-El sentidoq\le tiende a revestir la eucaristÍa.-La transubstanciación.

V.-La penitencia: su carácter.-Su reglamentación ritual estodavía elemental.-No hay otros sacramentos a princi-pios del siglo 1lI.-Conclusión.

.,

1

Como sabemos, en el tiempo en que su separación deljudaísmo consagra la calidad de religión autónomaque reviste el cristianismo en el mundo grecorromano,no se concibe una religión sin ritos y, puesto que lafe cristiana se da naturalmente como una revelación,no se concibe ya que no se organice en afirmacionesmetafísicas llamadas dogmas. Así como hemos trata-do de ver en qué forma el cristianismo se dio un cua-dro jerárquico y órganos de vida práctica,- en el curso

147

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148 ti. CRISTIANISMOANTIGUO

de lo.s do.s primero.s siglo.s, debemo.stratar de darno.scuenta de lo.s medio.s ado.ptado.sy Io.s resultado.s al-canzado.s, en el mismo lapso., en lo. co.ncerniente alritualismo. y la do.gmática. .

Si no.s situamo.s a fines del perío.do.apo.stólico.,aldo.blar del primer siglo., co.mpro.bamo.sque e.s fácilco.nvertirse en cristiano.. Basta co.nfesar que Jesucris-to. es el Mesías pro.metido. po.r Dio.s a lo.s ho.mbres,po.r cuyo.s pecado.s ha muerto. y que vo.lverá pro.nto.para juzgar a lo.svivo.sy a lo.smuerto.se inaugurar elReino.' de Dio.s, en el que lo.s justo.s llevarán co.n éluna vida bienaventurada en su cuerpo. resucitado. yglo.rificado..Esto. es casi to.do..Cuando. se cree en ello.se recibe el bautismo., rito. judío. ado.ptado.po.r lo.scris-tiano.s. En el misterio. paulino., tan cargado. de simbo.-lismo. -y de realismo.- sincretista, el bautismo. sig-nifi,ca, y renu~va en cierta manera en el neófito., lamuerte y la resurrección del Seño.r y, para la mayo.rparte de lo.s converso.s, simbo.liza po.r lo. meno.s y ra-tifica el arrepentimiento., el cambio. de vida y garan-tiza la desaparición to.tal de lo.specado.s.Se 'co.nsiderael bautismo. co.mo.el sello del Seño.r, co.n'el que que-da marcado. el cristiano., y va aco.mpañado.de una ilu-minación, que es un do.n del Espíritu Santo.. Se admi-te generalmente que este bautismo. es la co.nsagraciónnecesaria de la co.nversión y; al principio., no. supo.neuna gran ceremo.nia; puede ser administrado. po.r cual-quier cristiano. y recibido. sin mucha preparación; es,po.r decido. así, un acto. de fe y las o.bras del Espíri-tu so.nrápidas. Tal vez ya el bautizado. recite una bre-ve fórmula, que expresa las pro.po.sicio.nesfundamen-tales de su creencia. .

Sabemo.s que éstas se reducen a unas cuantas afir-macio.nes Po.co.co.mplicadas; 'pero. desde que el neófi-to. ingresa en la Iglesia, se ve so.licitado. po.r especu-lacio.nes que to.do. el mundo., seguramente, no. admite,pero. que excitan. un interés apasio.nado.; co.mo. es naotural, la perso.na de Cristo.' es el o.bjeto. principal. Unavez desaparecido. el pequeño. grupo. apo.stólico. que lo.ha co.nocido. en su fo.rma "carnal";. ninguna co.nside-

LADOCTRINAY LADISCIPLINA 149ración de o.rden histórico. refrena ni limita las so.-brevaluacio.nes de la fe. En suma, se desenvuelven ento.rno.de tres representacio.nes inciales deI..5e¡io.r,sus-ceptibles de ser pro.fundizadas. En primer lugar, ladel paulinismo, cuyo.S rasgo.s principales reco.rdaré:Jesús fue un ho.mbrecelestial, es decir, un ho.mbreque,en sus elemento.sespirituales, existía, en el cielo.,antesdf"su encarnación y cuyo.principio. de vida, diríamo.s,es el Espíritu divino. mismQ; "porque el Señor es elEspíritu";1 vino. a la tierra para inaugurar una hu-manidad nueva, de la que es el Adán, una humani-dad que liberó del yugo. del pecado., aceptando., pararedimida, vivir co.mo.un ho.mbre miserable y pereceren un suplicio. infamante. "Es la imagen de Dios in.visible, primogénito de toda criatura; porque en Élfueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra,las visibles y las invisibles; todo fue creado por Ély para Él. Él es antes que todo y todo subsiste en Él"(Coloss., 1, 15 y ss.) Su perso.na es, pues, según lano.table expresión de Sabatier "el lugar metafísico. enque se reúnen Dio.Sy la creación"; su resurreccióny su glo.rificaciónen Dio.Sgarantizan al fiel su pro.piavicto.ria so.bre la muerte. 'ya he dicho. que esta cris-to.Io.gía,en la que se manifiestan las influencias del me-dio. sincretista, es la primera de las gnosis cristianas.No.dio.de mo.mento.to.do.ssus fruto.s; se la co.mprendiómal y, aun en las Iglesias fundadas po.r el Apósto.l,lao.lvid¡uo.nprimero; pero. vivía en sus Epístolas; la bus-calo.n nuevamente, la creyero.n inspirada y seco.n-virtió en uno. de lo.s fundamento.s en que apo.yó laespeculación heleno.-cristiana.

En segundo lugar, se afianza la cristo.lo.gíajuanina,que se apo.ya en, la identificación del Seño.r co.n elLo.go.s,lo. que, en el primer mo.mento.,parece muysemejante a la fórmula paulina "el Seño.r es el Es-píritu", pero. que,. realmente, encierra un séntido. me-tafísico. mucho. más ho.ndo.,puesto. que el Lo.go.s,ema-nación de Dio.s, es, en último. análisis, Dio.s, y decir

1 II Cor...3. 17.

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150 EL CRISTIANISMOANTIGUO

"El Señor es el. Logos" es casi decir: "El Señor esDios". Proposición enorme y escandalosa para un ju-dío, lo repito, pero, en cambio, proposición muy acep-table para un griego, que admite fácilmente gradosen la divinidad y muy de acuerdo con el sentido enque se orienta la fe viva, que instintivamente exaltasiempre más al Señor.

La tercera representación es la de la cristología do-ceta (MI!.r¡(Jt~= apariencia) que sostiene que el Señorfue hombre sólo en apariencia, que sufrió y muriósólo en apariencia. El docetismo buscaba, medianteeste expediente, eludir la necesidad de imponer al

. Ser divino una humillante asociación con la carne ysus obras; pero se veía arrastrado a imaginar unaconcepción de. la redención totalmente diferente dela que ha prevalecido en la fe común. Por otra parte,las realizaciones de esta misma concepción varíansensiblemente de uno a otro de los diversos sistemasgnósticos que la adoptaron.

No obstante las diferencias de su punto de partiday, si se quiere, de su espíritu, esas tres cristologíastienden sensiblemente al mismo resultado :el de des-prender a Cristo de la humanidad aproximándolo a IDios. Operación dificilísima en sí, porque el cristia- Jnismoha tomadode su judaísmofundamentalun mo- ,noteísmointransigentey, al aceptar que el Señor sea

(

verdaderamente un ser divino, no puede, al parecer,menos que subordinarlo a Dios, como el Sóter de losMisterios se subordina a la Divinidad suprema. Mu-cho antes de que el pensamiento cristiano se Rayaorientado hacia la idea de la trinidad de las personas "

1divinas, unidas el). una esencia única y, propiamente, ;en el Ser divino en sí, se ensayaron bastantes com- .binaciones, muchas de las cuales nos dejaron sola-mente recuerdos vagos y confusos; pero el comúnde los fieles no estaba todavía obligado a adherir-se a ninguna de ellas, y lo que se le pedía creerno exigía de él un gran psfuerzo de pensamiento.

Lo que se le pedía que hicit;ra era vivir bien, esdecir, cuidarse celosamente de todos los desfallecimien-

I LADOCTRINAY LADI~CIPLINA 151tos morales considerados por el consenso de los hom-bres como pecados; era luchar esforzada y constante-Intente contra los malos instintos de la carne, poniendouna Gonfianzaabsoluta en la gracia del Padre celestialy en la intercesión del Señor Jesucristo. Del judaísmoconservaron las plegarias frecuentes y los ayunos.Toda la vida ritual está contenidatodavía en la reu-nión eucarística -la asamblea cultural que tiene lu-gar desde la noche del sábado hasta la aurora deldomingo- en que se consagran y consumen ritual-mente las especies divinas, el pan y el vino. No esprobable que todas las comunidades den ya el mismosentido a la eucaristía: la mayor parte ven en ellauna rememoración de la pasión y una comida de uniónfraternal; otras la consideran un medio eficaz de aso-ciarse al Señor en el acto esencial de su ministerioterrestre, una especie de complemento y renovación delos doneS del bautismo. Apenas se advierte o adivinaalguna otra práctica, como la unción de óleo, acom-pañada por la imposición de. manos que la Epístolaatribuída a Santiago aconseja aplicar a los enfermos:ésta es también, fundamentalmente, una práctica judía"

Tales son hacia comienzos del siglo iI la iniCiación,la doctrina corriente y el culto de los cristianos; es algomuy sencillo y, al mismo tiempo, muy plástico, endónde empiezan a manifestar su acción, sobre un fon-do judío perfectamente reconocible, las influencias delas religiones helénísticas y, sin duda indirectamente,pero también visiblemente, de las concepciones filo-sóficas griegas que son del dominio público. Tratemospues de ver cómo, desde que se afirman, se complican"a la vez el -ingreso en la Iglesia, la creencia y lasprácticas.

11

El ingreso en la Iglesia se complica esencialmente porla influencia del ritualismo, gue se desarrolla en casitodos los terrenos religiosos desde que empiezan a serregularmente explotados y que parece ser, además,

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152 EL CRISTIANISMO ANTIGUO \inherente a la existencia de un clero verdadero. Debe

tenerse .en cuenta asimismo el temor del falso hermano,~que abusará del "Misterio" si se le entrega impru-dentemente. Se toman, pues, precauciones contra laprofanación. Durante mucho tiempo se creyó que estasprecauciones habían terminado por organizarse .en unsistema llamado disciplina del arcano, es decir, de losecreto: se habría dispuesto por etapas la instruccióny la iniciación del futuro cristiano, y se le habría co-municado el significado último del Misterio en lapostrera de esas etapas, y después de pruebas muyprobatorias. SI: observa algo parecido en la realidaddespués de la institución del catecumenado; dicho deotro modo, después de la organización de un cursore~ular de instrucción cristiana para uso de Jos can-didatos al bautismo; pero eJ;ltoncesel arcano ya nopuede ser más que una ficción y una simple figura.ción ritual, sencillamente porqu~ el significado últimodel Misterio es el punto de partida y la razón de serde la conversión. La revelación progresiva casi no es,pues, más que un símbolo, y el converso sabe desdeel primer día lo que le dirán el último, o poco menos.Antes del establecimiento del catecumenado, el arca-no no hubiera tenido ningún sentido, y no tiene granimportancia práctica después. .

Sin embargo, la simple intención de tomar precau-ciones para preservar de las profanaciones, si no a lascreencias, que era preciso comunicar a todo el quelas quisiera conocer, sí por lo menos a lo que yo llama-ría ya los sacramentos, conduce a establecer una inicia-ción preparatoria para los aprendices de cristiano. Esto.esprecisamente el catecumenado. (xa't"1]xÉ(()= enseño),cuyo primer testimonio se encuentra en Tertuliano,2 yque parece haberse establecido generalmente hacia finesdel siglo 11,sin que, al parecer, se encerrase en las mis-mas formas exactamente en todas partes. Pero represen-ta en todos lugares una educación y una vigilancia dela fe del neófito por las autoridades de la comunidad.

· De praescriptione, 41, 2.

: )l.

LADOCTRINA~ LADISCIPLINA 153Para convertirse en catecúmeno basta inscribirse enuna lista y someterse a varios ritos pr«!paratorios, elprincípal de los cuales es el exorcismo; luego, trans-currido un período más o menos largo de instruccióny de examen, se pasa a la categoría de los competen-tes, de los aspirantes al bautismo, el cual es adminis-trado por el obispo en ocasión de alguna gran festivi.dad, Pascua o Pentecostés. .

Este bautismo se convierte, en sí mismo, en una ceoremonia complicada que comporta por lo menos unaserie de instrucciones especiales y exorcismos, una tri-ple inmersjón, una impo¡¡ición de manos acompañadapor una unción de crema consagrada y una pri-mera comunión. En adelante se entiende que si elsimple catecúmeno puede ser salvado, la plenitud delos dones -o. carismas- del cristiano pertenecen so.lamente al bautizado, y que el bautismo, solo, anudaentre el fiel y el Señor los lazos misteriosos que loponen en su mano como su propio bien. ~ no esdifícil encontrar el espíritu de los Misterios helenís-ticos en esta iniciación progresiva, en estos ritos todo-poderosos y en la opinión que se tiene de su alcance.Se hacen tan alta idea del rigor de los compromisosque supone el bautismo y del peligro d~ no cumplir-los, que hombres perfectamente cristianos de corazónjuzgan más cómodo y más prudente no pedir el bautis-mo sino en artículo de muerte. Y es ésta, a pesar de laresistencia del clero, una práctica al parecer bastaptedifundida, sobre todo entre la aristocracia cristiana,hacia fines del siglo III y comienzos del IV.

III

En cuanto a la creencia, es la fe la que la nutre yamplifica. En un medio, como sabemos, tan impregna-do de dogmática, 'se desarrolló bajo una doble in.fluencia: primero, la de los simples que casi no pue-den, sin duda, elevarse por encima de las invencionesy de las sobrevaluaciones mediocres, pero que, aun-que soñaran con la inmovilidad de la verdad, eran

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154 EL CRISTIANISMOANTIGUO

incapaces de guartlar esa estabilidad. Son ellos quie-nes, desde el primer instante, aceptan e imponen lasmás comprometedoras adquisiciones de la cristología,.porque ellas engrandecen al Señor. En el fondo, losfieles procedentes del heleq.ismo, cuyo espíritu estálleno de las afirmaciones del orfismo o. de los Mis-terios, no renuncian a ellas con gusto al ingresaren el cristianismo; al contrario, las buscan en él,quieren volver a encontrarlas y, sin siquiera tenerconciencia de ello, pero irresistiblemente, las intro-ducen en él.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta la in-fluencia de los filósofos, es decir, de los hombres ins-

I

truídos, de los hombres que, por su cultura, estánpreparados para razonar sobre la fe y para convertir-se en teólogos. Indudablemente, el cristianismo pro- Iclama, desde el principio, que posee toda la verdad;por consiguiente, la filosofía, que tiene como tareabuscarla, ya no tiene razón de ser, y ciertos doctorescomo Tertuliano, Arnobio o Lactancio no dejan deproclamarlo. Sin embargo, la seducción del pensa-

miento griego continúa ejerciéndose sobre la mayor 1parte 'de los que la sintieron antes de ~eder a la atrac-ción de la fe cristiana. ~stos tampoco quieren, oacaso no pueden, aunque honestamente se esfuercen,prescindir de los datos esenciales y, sobre todo, de105métodos de su especulación de escuela, y los apli-can a las premisa!!de la fe y también a las sugestionesdel sentimiento religioso de los simples. Dogmas co~-plicados, como el de la Trinidad, o sutiles, como elde la Transubstanciación, debieron su nacimiento ysu organización a las sobrevaluaciones y a los razo-namientos de los filósofos, estimulados por las afir-maciones a veces contradictorias de los simples.3

· Son sobre todo los doctores cristianos de Alejandría losque favorecen esa acción fecundante de la filosofía griega so-hre los datos de la fe. El más ilustre, Orígenes (siglo nOllega a expresar las "verdades apostólicas" en la lengua dePlatón, dicho de otro modo, a reiniciar sobre el cristianismoel trabajo de interpretación platónica y -en menor grado-

LADOCTRINAY LADISCIPLINA 155En un caso como en el otro, y en último análisis,

es siempre la fe la que exalta y da excesivo valora la doctrina y es siempre de su ambiente religiosoantiguo de donde toma los elementos que ordena ensu nueva creencia.

Como era natural, al salir del período primitivoen que la fe no se normaba, en definitiva, más quepor las sugestiones del Espíritu, los. cristianos vieronsobre todo el peligro que podía hacerles correr la"subjetividad", es decir, la fantasía individual. Ade.más, padecieron la eterna ilusión de todas las reli.giones reveladas: la verdad es una, por lo tanto in-móvil, perfectamente estable, y muy pronto imagina-ron qUe esta verdad estaba íntegramente contenidaen la predicación apostólica. Para consolidar estaconvicción, tanto como para evitar el peligro de ladispersión de las creencias, o de una puja inconsi.derada, se inclinaron a establecer una regla de fe(regula fidei) considerada invariable. Esta tendenciase halla perfectamente expresada en la fórmula deTertuliano: La fe está contenida en una regla; essu ley y su salvación observar una ley.4

Algunos indicios nos permiten pensar que, desdeel siglo 1, existieron reglas breves que aprendían dememoria y recitaban 105 conversos que acudían al

.bautismo. Lo que todavía se llama el Símbolo de losApástoles no es más que una regla de fe, lnuy antigua,puesto que, en su forma primitiva, parece haberse¿onstituído en Roma hacia el año 150 y se atribuyóa los Apóstoles para hacer que todas las Iglesias laaceptaran. Por lo demás; no fue la única de su clase,

. y los textos de los siglos II y 111citan otras más omenos análogas. Las citas que de ellas se hacen nosprueban que había algunas diferencias en cuanto alos símbolos aceptados por las diversas Iglesias, y

estoica, antaño emprendido por Filón sobre el judaísmo. Cl.el prefacio de su De principiis.·De praescriptione, 14: Fides in regula posita est; habelegem el salutem de observatione legis.

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156 EL CRIStIANISMOANTIGUO

también que cada uno de esos símbolos conserveSdurante largo tiempo cierta ductilidad,5 pero pruebanasimismo que todas las _Iglesias. tenían desde .enton-ces su regla de fe, su símbolo bautismal. Esto es im-portantísimo, porque las fórmulas de dichos símbolos.sirven, por decido así, de temas a lameditacjón dela fe cristiana, y basta profundizarlos teDlógicamentepara que de ellos broten los dogmas.

Naturalmente, el centro de toda esta especulaciónes la cristología, cuya evolución determina la de todoel resto. Sin entrar aquí en detalles inútiles, seña-lemos estos tres puntos esenciales: 1Q, en principio,la fe no transigía respecto de la afirmación fundamen-tal de monoteísmo; 2Q,la culminación lógica de todaslas sobrevaluaciones de la fe respecto a la personay al papel de Jesucristo era su identificación conDios; 39, se tendía, a la inversa, a precisar en trespersonas, cada vez mejor caracterizadas, es decir,cada vez más distintas, los tres términos que- asenta-ba el símbolo: Padre, Hijo, Espíritu. Y esto quieredecir que la fe se aferraba, con creciente firmeza, aproposiciones contradictorias.

Para salir de la confusión, el buen sentido sólo

11

podía elegir entre dos soluciones: la de abandonarfrancamente el monoteísmo y resignarse al triteís-mo; o la de abandonar la distinción de las personasen Dios y caer en el modalismo, es decir, la de consi-derar a cada una de las personas como una simplemodalidad, como uno de los aspectos esenciales delSer divino único. Ahora bien, la mayoría de los .

1

'cristianos no ha querido elegir y ha pretendido man-tener, a la vez, la unidad indivisible de Dios y laexistencia en él de tres personas distintas. Esta para- .

doja provocó innumerables debates, en el curso delos cuales surgieron problema tras problema y difi-

· El Símbolo de los Apóstoles ha sido varias veces retocadopara- cerrar el camino a tal o cual herejía. Para darse cuentade la ductilidad de que hablo, basta comparar tres textos deTertuliano. De virginibus velandis, 1, Adversus Praxeam, 2,De praescriptione,13. .

LA DOCTRINAY LA DISCIPLINA 157cultad tras dificultad, que causaron a la Iglesia untrastorno' espantoso, y no se apaciguaron hasta elsiglo v aproximadamente, cuando se desmoronaronlas fórmulas teológicas ininteligibles a la razón.

Desde el curso del siglo 11, se sabe que Jesucristoes Hijo de Dios, según una generación especial, perodirecta; que es Dios también y organizador del mun-do por voluntad del Padre y con el auxilio del Es-píritu. La ortodoxia respecto de la relación del Hijocon el Padre tiende a constituirse rechazando, a lavez, tres interpretaciones diferentes de esa reladón:1~, la tesis adopcionista, netamente formulada en Ro-ma por Teodosio, a fines del siglo 11,y según la cualJesús hombre había sido, diríamos, adoptado por Dioscomo Hijo suyo, por una especie de incorporación delLogos, de la que lo habían hecho merecedor susvirtudes particulares; 21/0,la tesis modalista que supo-nía que Dios, esencialmente Uno, se manifestaba enfunciones diversas, como las de Creador, Salvador,Inspirador, sin dejar, no obstante, de ser él mismo;hasta 'tal punto que, en rigor, podía decirse que elPadre había sufrido la Pasión, al mismo tiempo queel Hijo y el Espíritu; cierto Praxeas enseñaba estoen Roma hacia el año 190; 3~, la tesis gnóstica, de-masiado multiforme para reducirla a una fórmula,pero de la que puede decirse que se representaba aCristo. como a un ser divino, un Eon, intermediarioentre la perfección .divina y la imperfección humana.Las sectas gnósticas son generalmente docetas,.es decir,recordémoslo, que no consideran la vida humana deCristo, su tránsito encarnado, más que como una apa-riencia.

. Los 'debates engendrados por esas divergencias cris-tológicas nos parecen confusos, y tan alejados de loque estamos habituados a considerar como discusio-

, nes razonablemente llevadas, que a veces nos cuestatrabajo tomarlos en serio. No debemos quedamos conesta impresión: tuvieron gran importancia, porqpeobligaron a la fe común a revisar sus propias afirma-ciones de .verdad y a precisarse a sí misma. No olvi-

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158 EL CRISTIANISMOANTIGUO

demos que la mayor parte de los dogmas han. sidodeterminados y modelados a golpes de negaciones y deanatemas: la opinión que prevalece y se afirma es,

. por definición, la que no es condenada, o la contradic-ción de la que se rechaza. Los procedimientos de razo- .

namiento son los de la sofística y la dialéctica formalde los griegos; los conceptos que poco a poco se super-ponen a las creencias primeras y las transforman endogmas proceden de la metafísica helénica y se expre-san en fórmulas con el auxilio de su vocabulario.

Lógicamente, esa' evolución encontró oposiciones.Ciertos hombres se adhieren a las formas antiguasde la fe apostólica y a las tradiciones del judeocristia-nismo primitivo; son probablemente los descendientesdirectos de las primeros fieles palestinos, porque selos encuentra particularmente allende el Jordán, du-rante largo tiempo todavía, en la región en que loscristianos de Jerusalén, huyendo de la 'ciudad, serefugiaron después de la gran rebelión judía delaño 66. Las Iglesias helénicas no tardan en acusarlosde pensar pobremente del Señor y los desprecian Ila-mándolos ebionitas (Los Ebionim: los pobres). Sa-bemos ya que en tiempos de Justino se empieza a'dudar de su salvación, y no está lejano el momentoen que en la gran Iglesia se los considerará, unáni-memente, heréticos. En verdad, se trata sólo de re-zagados, que se obstinan en conservar creencias anti-cuadas e inadaptables al medio griego. Se entrevénigualmente resistencias harto tenaces a la constitu-.ción de la teología del Logos, por la cual se preparóy finalmente se fundó el dogma de la Trinidad. Perolos alogos, como se les llama a esos reaccionarios,no tienen, como oJosebionitas, la menor probabilidadde detener la corriente que arrastra la fe cristianahacia la constitución de una metafísica dogmática,cada vez más complicada y cada vez más alejada delas afirmaciones apostólicas.

A fines del siglo 11, ese trabajo de dogmatizaciónestá apenas bosquejado, pero sus tendencias son muyvisibles y ya no se inodificarán esencialmente. Desde

LADOCTRINAY LADISCIPLINA 159

entonces, la esperanza cristiana se ha convertido enla religión cristiana, la ,religión cuyo dios verdaderoes Jesucristo. Queda definitivamente separada del ju-daísmo y, lejos de profesar respecto de él sentimientosfiliales, reniega y maldice de él como del más in-tratable enemigo de la Verdad.

IV

1

Otro rasgo más manifiesta la consolidación del cris-tianismo en las formas de una religión autónoma yexclusiva, y es el desarrollo cada vez más amplioy profundo de la vida eclesiástica. Quiero decir que,cada vez más, el individuo, considerado desde el puntode vista religioso, tiende a absorberse en la comuni-dad, a subordinar todos los aC,tosesenciales de su vidaa la dirección o, por lo menos, a la influencia de per-sonas que son las autoridades constituídas de la Igle-sia, y de ritos que ,expresan el acto de presencia delSeñor en mediode~us fieles y los unen verdadera-mente entre sí en, Él. No debemos hablar en seguida,y en rigor, de sacramento, sobre Jodo no debe apJi-carse desconsideradamente el término a todas las prác-ticas de' la Iglesia antigua que, por intermedio delobispo, se vinculan, por ejemplo, al .matrimonio o a lamuerte de los fieles, pero es muy cierto que, y por elsolo hecho de que se..tornan rituales, dichas practicastienden a convertirse en sacramentos, es decir, en ope-raciones misteriosas de las que manan, como espon-táneamente,gracias especiales. ' .

Hemos visto cómo 'se complicó ritualmente y se pre-cisó sacramentalmente el bautismo; menos rápidamen-te, pero todavía prestamente, evolucionan en el ,mismosentido dos antiguos usos de la vida eclesiástica: laeucaristía y la penitencia., ,

La reunión' eucarística que conocía la comunidadprimitiva, se transforma, en el curso del~siglo 11,en lamisa, es decir, en' un conjunto ordenado de lecturas;plegarias comunes, instrucciones y cantos, cuyo puntoculminante lo señalan la consagración de las especies

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eucarísticas y la' comunión. No hay perfecto acuerdosobre el sentido profundo y los verdaderos caracteresque revestían esos ritos en aquel período remoto dela vida cristiana, y no hace mucho se discutió larga-mente si el mueble eclesiástico utilizado para la con-sagración era ya un altar o todavía una mesa. Loque, por lo menos, es cierto es que la eucaristía era,desde entonces, considerada como un misterio, queprocuraba, a los fieles la comu~ión del SeñOr, segúnla concepción prevaleciente ya en la doctrina de Pa-bló. Los alimentos eucarísticos, el pan y el vino, sonconsiderados como un alimento sobrenatural, que esmenester recibir, so pena de correr gran peligro, endisPMiciónreligiosaparticular. . _

y como en este rito se unen el recuerdo de la muertedel dios, y la creencia de la eficacia redentora de esamuerte, a la antigua idea fundamental de la comu-nión divina por absorción del dios, es inevitable quela idea' de sacrificio forme parte' de él a su .-~z. Estoel! necesario no solamente porque todas laS religionesdel ambiente en que se forma el cristianismo practicanel sacrificio y es difícil deshabituar a los hombres deuna noción tan comúnmente' aceptada, sino tambiénporque la idea _dela renovación mística de la muertedel dios está, bajo modalidades más o menos aná-logas, arraigada en el culto de la mayor parte delas divinidades de la Salvación. Se entiende que ya nose trata, en verdad, de la conmemoración del sacrificioinicial de redención efectuado en el Calvario, porquesi la eucaristía fuera sólo eso, no tendría más valorque el de 'un símbolo; es un sacrific~o, en el que eldios vuelve a ser la víctima voluntaria, al tiempo enque recibe el homenaje de la oblación, y cuyo resul-tado es la producción de una fuerza {dynamis} má-gica, generadora de beneficios místicos inapreciablespara todos los 'participantes. Se ha dicho, muy justa-mente, que esta representación eucarística correspon-día a la introducción en el cristianismo de un "trozode paganismo", del paganismo de los Misterios, se en-tiende.

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Esta representación' tendrá consecuencias prácticasy dogmáticas de primordial importancia.

En los cultos orientales de los dioses que mueren yresucitan, la liturgia insiste tan pronto sobre la cele-bración de la rñuerte, como sobre la de la resurrección,del Sóter, y una' vez; hasta donde podemos juzgar,se reparte entre los dos episodios igualmente. En elcristianismo primitivo, el de los Doce, la resurreccióntoma el primer lugar porqu~ aparece como la garantíade la gran esperanza: el próximo retornó de Cristoy la inauguración del Reino: A medida que el retardode la parusía ,hace la espera normalmente menosapremiante, la .importancia de la resurrección del Señorse transpone en la fe, por decirlo así, y, de ser ga-rantía de la inminente llegada del Reino, pasa a sergarantía de la resurrección de los fieles al fin de lostiempos. Ya Pablo 6 le hace desempeñareste papel.En cambio, la eucaristía cobra más alta significacióna medida que se amplía la especulación sobre la en~carnación y la salvación por la cruz del Señor, y asíPablo, que califica toda su predicación de "discursosde la cruz", agrega a la tradición 'primitiva sobre laúltima cena de Jesús las adiciones esenciales que hacende esa cena la realización anticipada del misterio ex-plícitamente expresado por la Pasión, que la eucaris-t~a se considera que expresa', a su vez, indefinidamente.Ésta se convierte, así, 'en el acto litúrgico central' delculto cristiano, y en la fuente esencial de la graciadel 'Señor, colocada por él en medio de la comunidadque "invoca su nombre". '

Se convierte en todo esto sólo porque se implantanen la conciencia cristiana, primero, la convicción deque él Señor está realmente presente en la asambleaeucarística, en contacto directo, y en, comunión inme.diata 'con sus fieles, y luego, la' noción de' lo que lla-mamos la transubstanciación.1 Se entiende q~e, por

, -· 1 Cor., 15, 12 Yss. ' ,· Cf. 1 Cor., 11, 23 Y ss. No quiero decit; que sea el propio

Pablo el que forjÓ-la fórmula que contiene a la vez la afirma-

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virtud de la consagración, se opera un cambio del panen carne y del vino en sangre de Jesús, de modo quela absorción de las especies consagradas constituyeuna incorporación, a la vez material y espiritual, delSeñor al cristiano, y del Señor bajo la forma que élmismo indicó que era la apropiada para el cumpli-miento del misterio.

Seguramente, estas realizaciones dogmáticas no ha-. llan su fórmula al primer esfuerzo, y los textos s en

que las entrevemos primero no están exentos de vaci.laciones y de obscuridades; lo contrario sería sor-prendente. No obstante, desde fines del siglo 11,si laconstitución sobrenatural de la eucaristía no está perofectamente terminada, las direcciones generales de lasque sacará los elementos están determinadas.

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La penitencia se halla, evidentemente, menos adelan-tada en aquella época, pero .el sentido de su evoluciónestá igualmente señalado.

No se trata aquí de la penitencia que el pecadorpuede imponerse en privado, cuando se arrepiente desus faltas, ni de la corrección moral que será su frutopara él; estas acciones son obligación de todo cristia-no y constituyen, -desde la predicación de Jesús, elfundamento de su moral práctica; pero mientras nosean notorios públicamente y no escandalicen, talesdesvíos sólo interesan a su conciencia. Ocurre todo locontrario respecto de los desfallecimientos por los quepone de manifiesto a los ojos de sus 'hermanos una

ción de que el pan consagrado es el cuerpo "que fue entregadopor vosotros"y el cáliz la de "la NuevaAlianza en mi sangre",y la orden de "hacer eso", es decir, de repetir sobre.las especiespan y vino. los mismos ademanes y las mismas palabras; "enmemoria mía": creo que la capital sobrevaluacion eucarísticaque es~a fórmula supone ha sido la obra de la comunidadhelenística en que se formó el Apóstol y que le fue transmi.tida como"palabra del Señor".

· Están agrupadcs en L'Eucharistie el la Pénitence de Rau.seben (traducciónfrancesa),París, 1910.

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flaqueza tan inquietante para su salvación como te-mible para las almas débiles. Desde muy temprano,la comunidlld cree tener un doble deber ante el peca.do patente: el de enderezar a su autor mediante unaadvertencia fraternal y el de tomar precauciones paraque no perjudique a nadie más que a sí mismo. Deahí proviene la necesidad de constituir una disciplinaeclesiástica que provea a la reparación de la faltapública, que separe de la comunidad al pecador es.candaloso y lo haga entrar nuevamente cuando hayadado satisfacción. Dicha disciplina adquiere rápida.mente el aspecto de un cuerpo de ritos, según la in.clinación a que tienden todos los actos de la Iglesia,y, en razón de la importancia -tantp para el culpablecomo para la comunidad- que adquiere ..-enla vidacristiana, es fatal que sus operaciones cobren el valory el sentido de un sacramento: el de restituir al peni-tente perdonado la capacidad de recibir de nuevo lasgracias saludables que favorecen a la sociedad delos Santos. .

Al concluir el siglo 11,la reglamentación ritual dela penitencia ha alcanzado ya un desarrollo y unaprecisión muy grandes, pero, a decir verdad, su teolo-gía sacramental l\0 parece estar siquiera bosquejada.Sin embargo, desde entonces parece ser necesaria, yexiste en potencia en los ritos de que disponen lasautoridades eclesiásticas para atar y desatar en la tie-rra como en los cielos.

.Al iniciarse el siglo 11I,los textos, leídos sin habertomado previamente partido, no nos revelan la exis-tencia, en ningún grado, de los otros cuatro sacramen.tos que el transcurso del tiempo le impondrá a laIglesia; la confirmación, el orden sacerdotal, el ma.trimonio y la extremaunción. No quiero decir que nonos sea posible percibir sus gérmenes en varias prác.ticas que ya estaban en uso en la liturgia, sino queentiendo que los cristianos de aquel tiempo no lossospechaban todavía.

Desde entonces, el cristianismo queda constituído enreligión original; tiene su dogmática, su liturgia, s.u

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disciplina que, por elementales que sean todavía, po-seen ya sus fundamentos esenciales y sus direccionesprincipales para el porvenir. No nacieron por una es.pecie de generación espontánea, y es obvio que seconstituyeron gracias a un sincretism{},que tomó delaIIibiente oriental -el de Israel, el de las religionesde Misterios y el del pensamiento helénico- todos suselementos. Gracias al mismo método sincretista, lastres cobrarán el desarrollo que el porvenir les impon-drá; absórberán poco a poco y asimilarán, no sin va-cilaciones en la elección, n'i desacuerdos en la adap-tación, es cierto, pero sin detenerse jamás, todo loque el mundo grecorromano encierre de religión vivay perdurable. OperaCión inconsciente, sin duda, peroproseguida sin pausa, hasta el momento en que semanifestará, sin contradicción posible, la caducidadde todos los cuerpos religiosos que la fe y la liturgiacristianas habrán vaciado de su .s'ustancia.

CAPÍTULO X

EL CONFLICTO CON EL ESTADOY LA SOCIEDAD

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l.-Cómo este' conflicto hace difícil el éxito del cristianis-mo.-Las responsabilidades.-Las negativas de los cris-tianos y las exigencias del Estado.-La oposición entreel cristianismo y la sociedad.-La opinión corriente sobrelos cristianos.-Su importancia práctica.

n.-El punto de vista del Estado se afirma en el siglo III: se-mejanza del cristianismo con el anarquismo.-Los prínci-pes perseguidores.-:-Por qué las persecuciones no dieronresultado.-Cómo se prepara el cambio de frente delEstado y de la sociedad.-Elcompromiso de Constan tinoy el edicto de Milán.-Sus causas.-Sus condiciones y suinestabilidad fundamental. '

III.-Las concesiones' de la 19lesia.-Sus límites.-Por quéla actitud adoptada por Constan tino es insostenible.-LaIglesia de Estado al terminar el siglo lv.-El fin delpaganismo.-Resistencia de la aristocracia: por qué ycómo se doblega.-Resistencia del mundo intelectual.-Re-sistencia de los campesinos; su cristianización aparente.

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El éxito del cristianismo se vio retrasado y por uninstante pudo parecer comprometido por la violentahostilidad que le manifestaron el gobierno romano yla sociedad pagaQ.a,que se expresó en lo que llamamospersecuciones.1

t Las persecuciones han sido objeto de numerosos estudios.L' Histoire des persécutions de Paul Allard, .famosa en el mun-do católico, carece de espíritu críticQ. Se leerá provechosamente:L'intolérance religieuse et la politique de Bouché-Leclerq, Pa-rís, 1911; The early persecutions of the christians de L. HardyCanfield, Nueva York, 1913, que in'dica bien las fuentesy hasta las da a menudo in extenso; .L'impero rom~no e ü cris-tianesimo, de A. Manaresi, Turín, 1914, que expone claramenteel problema en conjunto y contiene todas las indicaciones biblio-gráficas útiles. El mejor libro general es el' de Linsenmayer:Die Bekampfung des Christentums durch den romischen Staatbis zum Tode des Kaisers Julian, Munich, 1905.

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En la contienda entre el cristianismo y el Estado cadauno de los adversarios tuvo su parte de responsabili-dad. Los cristianos de la primera época creyeron in-minente el fin del mundo y lo deseaban; muy natural-mente, se desentendían de los cuidados y deberes dela vida terrenal y, en su corazón, el am9r a la Jeru-salén celestial perjudicaba notablemente al de la patriaromana. El servicio militar les resultaba odioso, por-que suponía obligaciones idolátricas y porque exe-craban la guerra; su participación en el servicio civilles parecía superflua; sobre todo, se rehusaban obsti-nadamente a tomar parte en ninguna de las manifes-taciones de lealtad que el gobierno imperial reclamaba,porque todas revestían carácter religioso. Su concien-cia religiosa era muy quisquillosa y los obligaba aoponer buen número de non possumus a las exigenciasmás usuales de la vida cívica. El Estado pa,gano nopodía tolerar la actitud de esos hombres cuyo númerocrecía sin cesar y que parecían haber tomado por di.visa la frase de Tertuliano: secessi de populo: Me he-retirado del pueblo.

Seguramente, no todos los fieles mostraban respectoa las exigencias de la vida ciudadana el exclusivismointransigente de ún Tertuliano, puesto que el rudoapologista confesaba que había cristianos en el ejér-cito y en los empleos públicos, pero la lealtad silen-ciosa no bastaba para compensar, a juicio de los go-bernantes, las demostraciones desconsideradas o, porlo menos, las resoluciones porfiadas y ostentosas, lasdeclaraciones previas de los exaltados. Aquéllos comoprometían a todos los demás irremediablemente, por-que eran los únicos a quienes los magistrados teníanoca$ión d~ ver de cerca y de oír.

Por otra parte, si el Estado practicaba una real yamplísima tolerancia respecto de las religiones nooficiales, ponía, sin embargo, algunas restricciones,que juzgaba indispensables para su propia existencia.

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CONFLICTOCONEL ESTADOY LA SOCIEDAD 167

Por ejemplo, quería que todos los cultos mostrarandeferencia al culto oficial, y exigía que, llegada laocasión, todo ciudadano estuviera dispuesto a probarsu p'atriotismo _ pronunciando un J'uramento "por 'elgenio" del Emperador, participan o en un sacrificioen honor del numen Augusti. Además, desconfiabamucho de las supersticiones que turban el alma li.viana de los hombres y, desde su punto de vista, lafe cristiana, de origen oriental, exaltada y mística,extraña a todo lo que el hábito romano considerabacomo una religión, puesto que no tenía templos, nidios figurado, parecía ser, según opinión de Plinio"una supers&ción disforme y sin medida": supersti.tionen pravam et immodicam. Finalmente, el Estadotemía sobremanera las ~ociedades secretas, y su policíasabía que los cristianos se reunían de noche sin auto.rización.

Los cristia!1os no aceptaban que pudiera ser delitofrustrar las celadas del demonio, que se ocultaba to.mando la apariencia de ídolo, resistir a sus sugestio.nes, sacrificar todo a Dios y reunirse para darle graocias y. rogar todos juntos. Su conciencia oponía sureivindicación. victoriosa a las exigencias del Estadoy a las obligaciones de la ley. Tertuliano expresaba laimpresión de los mejores de ellos cuando escribía:legis injustae honor nullus, es decir: no se está obli.gado a respetar una ley injusta, y, naturalmente, erael escrúpulo cristiano el que decidía sobre la calidadd~ toda ley. El Estado no ,puede tolerar semejante in.dependencia. .

Esta incompatibilidad de puntos de vista entre elEstado y los cristianos, existía también entre estos úl.timos y la sociedad; no respetaban ninguno de susprejuicios, ninguna de sus costumbres y casi ningunode sus principios. Un Tertuliano (fines del siglo 11yprincipios del m) calificaba al matrimonio y la pro.creación de los hijos como una lamentable concesión'a las exigencias de la carne; para él, los únicos bie.'nes verdaderos eran los espirituales; condenaba losgoces y distracciones de la vida; destruía las distincio.

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nes sociales y confundía en la misma fe al am'o y alesclavo; sobre, el siglo entero arrojaba su orgullosomenosprecio. .

No faltaban, entiéndase, cristianos dispuestos, desdeentonces, a avenirse con la vida común y no todostenían alma de mártir, pero el pueblo, ordinariamente,juzgaba a la 1ge1sia por los individuos que sé impo-nían a su atención y los paganos de las clases altasentreveían el.peligro qué para sí mismos, para su con.dición y sus privilegios, representaban aquellas pro-clamaciones de apariencia tan revolucionaria.

Se concibe que el. Estado y la sociedad, incapacesde comprender lo que había de noble en el exclusi-vismo cristiano, se hayan sentido profundamente irri-tados; que la sociedad les haya tomado horror a losfieles, arrojando sobre ellos todas las calumnias imti.judías, y que el Estado los haya perseguido. Al finali.zar el siglo 11,la cuestión parece 'estar planteada de talmodo que sólo puede resolverse mediante la desapa-rición de uno de los dos adversarios, y.el cristianismono parece estar realmente en capacidad de resistir ela~alto de .las autoridades públicas, incitadas y soste-nidas pw la opinión casi general. Los hombres ins-truídos menosprecial). a los cristianos, ya porque losconsideren judíos extraviados de los que la Sinagogaha' renegado, ya porque desdeñen informarse de sudoctrina; el pueblo 10s odiaba en razón de la singu-laridad de sus vidas y de los rum!)res abominable~. quecorrían acerca de sus asambleas.2. Ese odio, que se expresaba en manifestaciones vio-lentas, fue inicialmente la causa principal de las per-secuciones. Los magistrados intervenían para calmarel tumulto. y para dar satisfacción a la' ciega pasiónde la multitud; procesaban a personas que por sugusto hubieran' dej~do tranquilas probablemente. Sa-bían que no eran muy peligrosas y que si su manía

2 Los malintencionados hacían recaer sobre ellos las vieja~acusaciones surgidas del antisemitismp: las del homicidió ritualy las orgías secretas, complicadas con refinamientos indecentes.

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de intolerancia' religiosa era condenable y aun delic-tuosa, no suponía ni la práctica del crimen ritual, nila grosera inmoralidad que les atribuían detestablesmurmuraciones. No obstante, la negativa de los cris-tianos a "jurar por el genio del Emperador" y dehonrar su imagen quemando delante de ella algunosgranos de incienso, acarreaba la acusación de lesamajestad y la muerte; por' eso el siglo 11conoció már-tires, especialmente en Asia Menor, durante el go-bierno de Trajano, y en Lyon, durante el de MarcoAurelio, en el año 176.3

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El Estado casi no advirdó el peligro social que parecíaencerrar el cristianismo hasta el transcurso d~l sigloIII; pero empezó a juzgarlo como una especie de anar-quismo. Fueron los mejores príncipes, los más sujetosa los deberes de su dignidad y, como diríamos ahora,los más patriotas, quienes se mostraron los más en-carnizados enemigo~ de las Iglesias cristianas. Empe-radores como Decio, Valeriano, Galerio y Diocleciano,en la segunda niitad del' siglo, tuvieron claramente laintención de cortar por lo sano la propaganda, dedesembarazarse del clero y provocar, por la abjura-ción obtenida J;¡ajo amenaza de sl!plicio, la desapa-riciqn total de la religión nueva. No retrocedieron,para lograr su propósito, ni ante las más feroces me-didas de fuerza, ni siquiera ante numerosas ejecucio-nes. Varias acusaciones de derecho común se poníanen juego al mismo tiempo para agobiar a los fieles:religión ilícita, sociedad secreta, lesa majestad, nega-tiva de obediencia si se trataba de soldados, .ignavia,es decir, negligencia en el cumplimiento de los deberesde la vida pública y privada y hasta magia. Por lodemás, estas acusaciones, cuando se aplicaban a los

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!,3 Dejo de .lado la llamada persecución de Nerón, que no

parece haber sido más que una utilización accidental de losprejuicios populares para desviar del Emperador la sospecha deque había prendido fuego a Roma en el 64.

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cristianos, presentaban la singularidad de que se de-sistía inmediatamente de ellas si el inculpado con-sentía en decir que renunciaba a su fe, lo que permitesuponer que, en suma, era la religión cristiana sola-mente lo que se perseguía. Uno se pregunta si desdelos tiempos de Nerón no la habrá prohibido, pura ysimplemente, alguna ley especial; no está probado,pero no es imposible. En la práctica, las cosas ocu-rrían como si el simple hecho de confesarse cristianoimplicara crímenes y delitos penados con la muerte.El procedimiento en materia criminal de los roma-nos era habitualmente rudo; en los procesos cristianoslo era al m,áximo, porque en materia de lesa majestad elderecho de coerción del magistrado no conocía lími-tes; se ponían en ejecución los tormentos más bár-baros para obtener la abjuración del mártir. Natural.'mente, el temperamento particular de cada juez losmitigaba, o, por el contrario, agravaba la tortura.

Felizmente para los cristianos, el esfuerzo dirigidocontra ellos por el Estado fue siempre incoherente eintermitente; jamás, ni en los peores días de Dioc1e-ciano, se llevó a fondo; jamás se sostuvo durante largotiempo, de modo que entre cada crisis la Iglesia se re.constituía. Las persecuciones hicieron seguramentevíctimas, pero en la masa cristíana propiamente dicha,sólo llegaron a provocar apostasías transitorias y, aveces, en cambio, un entusiasmo contagioso. Frecuen.temente se han repetido las palabras que Tertulianolanzó como un desafío a los perseguidores: sanguismartyrum semen christianorum: la sangre de los már.tires e~ simiente de cristianos. El tiempo las justificó,y las piezas hagiográficas que nos quedan nos ofrecenejemplos mtly curiosos de contagio mental. Especial-mente en los intervalos de las crisis, la Iglesia sacabagran partido para su propaganda d~l testimonio de lasangre.

A comienzosdel siglo IV, despuésdel fracaso de lapersecución de Diocleciano, el Estado comprendió quelos cristianos eran ya demasiado numerosos para con.seguir algo con la violencia. Y, por otra parte, estu-

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di ando bien el problema, le parecía que ya no seplanteaba en iguales términos que' en el siglo H.

El cristianismo ya no era religión de zapateros ybataneros; había hecho adeptos en las distintas clasessociales, y a medida que crecía el número de fieles sehabía establecido en la Iglesia un término medio deopiniones tranquilizadoras. Ya no se esperaba el findel mundo de un día para otro; se adaptaban a lascostumbres y casi a los prejuicios corrientes; habíacristianos en el ejército, en la administración, y lasautoridades eclesiásticas 10 consentían; la moral y laresignación cristianas habían afirmado todos los prin-cipios sociales. Por encima de todo, la sociedad de losfieles, unida, disciplinada, guiada por jefes obedecidos,ofrecía al Estado el agradable espectáculo del ordenfundado en un gobierno bien regido. i en el cual semanifestaba ya el espíritu político. Por último, losprejuicios contra la vida cristiana, tan difundidos en-tre el pueblo en los' dos primeros siglos habían des-.aparecido paulatinamente, a medida que la expansiónde la Iglesia, favorecida por algunos períodos de tole.rancia; la había .llevado a vivir ante los ojos de todos.Podía pen§iarse en un pacto conciliador.' .

Las circunstancias lo precipitaron.4 Sucedió que enel año 311, el más celoso de los perseguidores, el em-perador Galerio, reconociendo la inutilidad- de susesfuc:rzos y obligado a ceder ante los problemas quele planteaba la invencible obstinaci~n de la Iglesia, seresignó a tolerarla y poco después murió. Su edictode tolerancia les dio, muy justamente, a los cristianosla impresión de haber ganado la causa, y su muerte dioorigen a: una disputa por el poder entre varios com;

· Consúltese, de P. Batiffol: La paix constantinienne et lecatholicisme, París, 1914, teniendo en cuenta, ~in embargo.el punto de vista eatólico y las tendencias apologéticas delautor; de T. Bacci Vennti,- Dalla Grande persecuzione alla"ittoria del Cristianesimo.Milán, 1913; de C. Bush Coleman,Constantine the Great and christianity, Nueva York, 1914,muyhuen estudio de las fuentes y de las leyendas, con cxten~abi-hllografía; de Ed. Schwartz, Kaiser Constantin und die Christ-liche.Kirche, Leipzig, 1913,obra de divulgación científica.

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petidores, en la que cada uno de los rivales procurabaatraerse ,el mayor número ,posible de partidarios. Sele ofrecía a la Iglesia la gran oportunidad de hacersepagar su apoyo, que su fuerza y sobre todo su univer-salidad hacían particularmente precioso. Pues bien,uno de los beligerantes les inspiraba confianza y ha-bía dado ya señales de tenerles buena voluntad: ésteera Constantino. .

. Todavía no era cristiano, pero practicaba un sin-cretismo muy amplio_ Como su padre Constancio Clo-ro, que, al parecer, había escamoteado los últimosedictos de persecución, armonizaba en su espíritu elrl;speto por la antigua religión y el temor al Dios delos cristianos. Además, había conocido a muchos sacer-dotes en la sociedad de su padre; se había compene-trado de sus verdaderas inclinaciones y descubiertoque, aunque mantenían los principios sobre los que sehabía fundado el cristianismo antiguo, no rehusaban,en la práctica, hacer las concesiones indispensables alEstado. Comprobó que la. persecución no solamentehabía fracasado, sino que trastornaba gravemente lavida corriente, porque el odio del pueblo del que an-taño los cristianos habían sido objeto, casi había des-aparecido una vez que éstos fueron muy numerosos,que se los conocía mejor y, sobre todo, qUe vivíancomo todo el mundo. Sabía que la Iglesia constituíauna. fuerza muy activa, y que todos los príncipes quela habían combatido conocieron algún infortunio. Fi-nalmente, estaba enterado de que su adversario Ma-jencio procuraba el apoyo de todos los dioses paganosmediante oraciones, sacrificios y hasta operaciones má,gicas, además de contar co.n un ejército numeroso yaguerrido. A él sólo le quedaba recurrir a Cristo.

Qui~á sus resoluciones y sus esperanzas llegaran aexteriorizarse y a presentársele en forma de una vi-sión que más tarde precisó. al narrarla; en todo caso,salió vencedor y se creyó más o menos deudor de Cris-to. El agradecimiento, la fe, la política le inspiraronel edicto de Milán (313), que concedía un lugar entrelas divinidades respetables' al. poderoso dios de los

CONFUCTO CON EL ESTADO Y LA SOCIEDAD 173

cristiano~ y pretendía establecer la igualdad, ante elEstado, de todas las religiones, sobre la base de lalibertad de conciencia. Pero, a decir verdad, a la Igle-

. sia no le interesaba tal solución y el Estado no podíaatenerse a ella.

III

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Obligada, por la fuerza de las cosas y por un sentidomuy práctico de la realidad, a hacer a las exigenciasde la vida pública y'social todas las concesiones nece-sarias, la Iglesia cristiana no había renegado no obs-tante de sus principios: depositaria de la verdad divi-na, veía en cada pagano un satélite de Satanás, y lasola idea deruna igualdad de trato con el paganismole parecía un ultraje, que únicamente la necesidadpodía hacerle tolerar. Además, no había ninguna ra.zón para dejar de seguirle quitando a las. creenciaspaganas toda su savia, puesto que ya había obtenidoprovecho al hacerlo. El Estado apenas podía eludirla antigua costumbre de querer unir con lazos estre-chos la Ciudad y la religión;' el orden público parecíaigualmente interesado en que el gobierno conservarasu autoridad en las querellas suscitadas irremedia-blemente por el antagonismo de ambas religiones, y suimparcialidad se veía atada a una estricta neutralidad.Pero los príncipes no permanecieron. neutrales y lafperza del cristianismo, duplicada por la victória, seapoderó de ellos y los arrastró muy pronto; los cléri-gos los comprometieron, casi a su pesar, en sus PI'O-pios asuntos, obtuvieron de ellos múltiples favores ylos interesaron en sus éxitos.

En .las postrimerías del reinado de Constantino po-día preverse ya la unión de la Iglesia y el Estado, laabsorción del paganismo por el cristianismo y su totaldestrucción, con la connivencia y, de.ser necesario, la.ayuda del Estado. La obra, que se llevó a cabo en elcurso del siglo IV, sufrió algunos retrasos, no por par-te de la Iglesia, que se acostumbró rápidamente a con-siderar como un deber del Estado asistirla contra los

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heréticos y los paganos, sin prever a qué servidumbrese encaminaba ella misma, sino de parte de los empe-radores que, fuera por hostilidad, como Juliano, opor sincero deseo de mantener el equilibrio entre lasdos religiones, como Valentiniano, resistieron a laatracción. En tiempos de Teodosio, y por la acción delprimer hombre de Estado que haya poseido, el arzo-bispo de Milán, San Ambrosio, la Iglesia consiguiósu propósito: la religión cristiana, excluyendo todaslas demás, adquirió la calidad de religión de Estado.5

El paganismo no desapareció de golpe seguramen-te, pero sólo ofreció una resistencia incoherente alasalto metódico de la Iglcsia y al celo tumultuoso dealgunos obispos y monjes, que se adjudicaron la mi-sión de perseguirIo. Y fue así 'no. solamente porqueal perder el apoyo del gobierno se vio privado de todadirección central y se dispersó en innumerables cultosseparados, sino sobre todo porque sus sostenedoresmás tenaces lo juzgaban desde puntos de vista tan di-ferentes que casi no podían sentirse solidarios al de-fenderlo. .

La .aristocracia de las viejas ciudades romanas, yespecialmente la de la misma Roma, más que a lascreencias de sus antepasados, se adhería a sus prác-ticas religiosas porque les parecían inseparables desus tradiciones familiares. La' admiración y el respe-to al pasado no se siíuaban con propiedad más que enel marco en que ese mismo pasado había vivido, yestos dos sentimientos constituían una especie de reli-

gión muy obstinada porque tocaba al honor, por de-'cirIo así, y porque no podía ser directamente atacadaen sus convicciones, venerables en sí mismas. Así,Toxocio, esposo de Paula, se creía obligado a seguirsiendo pagano porque pretendía descender de Eneas.

En muchos de esos aristócratas vivía una convic-ción muy honda y muy sincera, cabalmente expresadapor el más célebre de ellos, el praefeétus urbis Síma-

· Consúltese La /in du paganisme, de Boissier, 2 vols. Pa-rís, ¡S94. .

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co, en un informe en el que pedía, en el año 384,la reposición, en la sala de sesiones del Senado roma-no, de una antigua estatua de la Victoria, que el em.peradorGraciano había hecho retirar el año anterior.Se trata de la convicción de que es útil a los hombresno apartarse de hábitos religiosos cuya eficacia hasido consagrada por la prueba del tiempo. La Repú-blica, decía Símaco, vivió en la prosperidad mientraspermaneció adicta a los dioses de los antepasados; noconoció desgracias ni peligros h~sta el momento enque el respeto a las divinidades nacionales flaqueó.Débil argumento desde el punto de vista de la crítica,por cierto, pero argumento sentimental que no necesi-taba ser sólido para parecer fuerte. Cuando en el año410 Alarico capture Roma, Se elevará de las filas delos paganos capaces de sentir la humillación un ele-vado clamor contra' el cristianismo, y San Agustín nocreerá hacer demasiado para callarlo escribiendo laCiudad de Dios.

Agreguemos que el igualitarismo fundamental delcristianismo no podía, cualquiera que fuese el modoen que se llevara a. la práctica, inspirar mucha sim-

, patía a los hombres en quienes subsistía algo del orgu-llo de las grandes gentes. Obedecer al clero y al obispo,que provenían de no importa dónde, no era muy ten-tador para ellos.

.sin embargo, esa resistencia terminó por ceder pocoa poco. Primero, porque una aristocracia que no esal mismo tiempo partido político se sostiene difícilmen-te contra el disfavor creciente del gobierno, y porque,en definitiva, una tradición capitula más fácilmente queuna fe religiosa verdadera -y esa fe aparece sóloexcepcionalmente entre esos aristócratas 6_; luegoporque los males de la época, especialmente en el siglov, inclinaron a muchos de ellos al ascetismo que, sinser exclusivamente cristiano, concordaba muy bien

o La más inter.esante de esas excepciones nos parece ser laf¡UP.ofrece Praetextatus, gran funcionario de la segunda mitaddel siglo, teólogo convencido y 'sacerdote piadosísimo ae varioscultos.' .

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con el cristianismo que en ese momento florecía bajola forma de monaquism(j; finalmente, porque las mu-jeres de la nobleza se dejaron seducir muy prontopor la fe mística y ascética que les ofrecían monjeselocuentes y exaltados. Las más altas figuras cristia-nas de Roma, a fines del siglo IV, son las de Melania,Paula y sus hijas; grandes damas a las que su celoimpulsa a dejar el mundo para vivir en la ascesis y,por último, a alejarse para establecerse en Palestina,una bajo la dirección ~e Rufino, las otras bajo la deJerónimo, ambos monjes.

Junto a la aristocracia de linaje, la del espírituniega durante largo tiempo su adhesión a la fe cristia-na y hasta con frecuencia simula ignorarla.. Sustituyelas tradiciones .de familia de la otra por la supersti.ción del helenismo; es decir, por una admiración to-davía más sentimental que estética' por la literaturay' el pensamiento griegos'; como la cultura helénica'está, en verdad, completamente impregnada de paga-nismo, parece ser inseparable del respeto a los viejosmitos y a los antiguos dioses. Ade¡:nás,la filosofía neo-platónica, que bajo la influencia de Porfirio y sobretodo de Jámblico se convierte en un amplio sincretis-mo en el que conviven la metafísica, la teurgia..y lasenseñanzas de los Misterios, ofrece todos los recursosútiles para interpretar los mitos y engrandecer a losdioses; los Misterios mismos, que todavía perduran,añaden a este conjunto ya imponente sus emocionessensuales, sus esperanzas y sus consuelos. La abundan-cia de bienes perjudica a veces, cuando su masa ago-bia al hombre, que no puede gozarIos si no los do-mina. La confusión de todas esas representaciones,doctrinas, teorías, imágenes, prácticas y tradiciones estal que nadie puede encerrarlas todas en una verda-dera rE!ligión.Los hombres que lo ensayan, como elemperador Juliano, no llegan más que a un pie1ismo,sincero seguramente, pero confuso, absolutamente per-sonal y realmente incomunicable. Cada uno elige, "enel montón" de materia religiosa que se le ofrece, loque le conviene y se hace. una religión a su medida.

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CONFLICTO CON EL ESTADO Y LA SOCIEDAD 177

Cuando más, existep. escuelas de filósofos, pero no'.tienen ni la cohesión ni la vida invasora de las Igle-sias cristianas. Por eso la tentativa de restauraciónde los antiguos cultos, que hizo Juliano durante sucorto paso por el trono imperial. (360-363), no tuvoninguna probabilidad de éxito.

Pielista convencido y fanático del hel~nismo, el"Apóstata" no era más que un filósofo de pensamien-to obscuro, y su sincreti~mo, centrado en torno de sudevoción al Sol, no podía pasar por ser realmente unadoctrina. Él mismo expresaba, con gran ardor y algode ingenio, antipatías vigorosas contra los, "nazare-nos"; pero toda su sofística era impotente para orga-nizar la dogmática coherente que podía intentar des-truir la de ellos; igualmente, su política se esforzabaen vano .por formar un clero y una Iglesia con los sa-cerdotes dispersos y los ritos excéntricos de todos. loscultos que hubiera querido unificar. Se hallaba redu-cido, por la fuerza de las cosas, a imitar de lejos ymediocremente al cristianismo, en el que se. expresa-ban ya los sentimientos religiosos vivos en aquel tiem-po y los hábitos rituales verdaderamente adaptados asus necesidades. Así, pues, en 'nuestra opinión, su ten-tativa, digna de respeto por su incontestable sinceri-dad, - es un anacronismo muy poco inteligente. Losfuncionarios imperiales simularon oficialmente seguirlas sugestiones del amo, que, por lo demás, se'quejabade su escaso celo; los cristianos se resistieron, y, comoJuliano no tuvo tiempo ni, probablemente, deseos deadoptar de nuevo las medidas de fuerza de Dioclecia-no, la Iglesia, qué, sin embargq, no le dispensó de suodio, sólo tuvo que reprocharle molestias sin conse.cuencias.

A medida que la cultura profana se debilita a la vezporque ya no produce nada sólido y vive del pasadoy porque, además, la dogmática cristiana absorbe máscompletamente la' sustancia del pensamiento griego'aún vivo, los intelectuales ceden poco a poco eingre-san individualmente en el cuerpo cristiano. Su polé-mi?!', que sólo interesaba a los letr{ldos, se ve en la

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necesidad de hacerse discreta para evitar la hostilidadde las autoridades públicas, y no puede prevalecercontra el contagio de la fe y las réplicas cristianas nu-merosas y apremiantes. En los siglos IV y V se produceuna literatura apologética muy abundante, que hacefrente a todas las argumentaciones paganas. Sus ra-zones no son mejores, en el fondo, que las de los otros,pero tampoco son peores, y tienen la ventaja de noadoptar una postura reaccionaria. Pretenden conser-var de las tradiciones del pasado, en todos los domi-nios, lo que. merece ser conservado, y, sin embargo, lositúan en la gran corriente de pensamiento religiosoy de sentimiento fideísta que se apodera evidentemen-te de los hombres de esa época.

La resistencia más tenaz proviene de la gente delcampo, de los pagani,1 adepta de pequeños dioses lo-cales muy especializados y aferrada a costumbres an-tiguas consolidadas por la superstición. Su rudeza na-tural hace la evangelización asaz peligrosa, hasta talpunto que es difícil persuadirlos si no se les impre-siona con una empresa audaz contra sus santuarios,sus simulacros, sus árboles sagrados, sus fuentes mi-lagrosas. La fe que irradia de las ciudades encuentrapronto en los monasterios rurales una ayuda preciosa

. y bien situada para obrar. En muchos casos, terminapor imponerse por la lenta penetración de la presióndiaria; en otros, hace el milagro de convertir de golpeun pueblo y hasta una región más extensa. Lo másfrecuente es que proceda por substitución; trarisponeen su provecho leyendas y supersticiones, y el culto delos santos le hace esta operación sumamente fácil: losinstala en el lugar de las pequeñas divinidades fami-liares a las que los campesinos se apegan tanto porqueles piden infinidad de menudos favores cada día. Yasí el campo da por lo menos la apariencia de cris-

1 El término paganus quiere decir habitante del pagus, cam-po. Hoy está probado que fue la hostilidad de los campesinosal cristianismo lo que determinó que paganus haya pasadoa significar pagano; al parecer, data de la primera mitad delsiglo IV y se generaliza poco a poco en la segunda.

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CONFLICTO CON EL ESTADO Y LA SOCIEDAD 179

tianizarse. La obra está muy adelantada a fines delsiglo v.

Además, desde el principio se hubiera podido pre-ver el resultado de la lucha de fondó empeñada apartir del primer cuarto del siglo IV. El éxito dura-dero de la fe cristiana en los grandes centros urbanosy en el mundo oficial, la organización de la Iglesiafrente a la dispersión incoherente de sus adversarios,y sobre todo su intensa energía vital, mientras lasviejas religiones del paganismo se hundían por sí mis-mas en la muerte, son otros tantos fenómenos queanunciaban y preparaban el triunfo del cristianismo.

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CAPÍTULO XI

EL SENTIDO DEL TRIUNFO

l.-El precio de la victoria del cristianismo.-Es la Iglesiala que sale victoriosa.-Terminación de la organizacióncIerical.-Desarrollo del sacerdotalismo y de la teología.-Las querellas doctrinales y la ortodoxia.-EI sincretismodel fondo y lo tomado de otras religiones en la "forma.-La acción de los simples.-EI monaquismo: su papel.-Las primeras etapas de la evolución cristiana: contrastesy continuidad.

II.-Cómo se transpuso la primera esperanza cristiana.-Con-secuencias de la operación.-Cómo las agravó el triun-fo.-Cómo no es más que una apariencia.-Responsabili-dad de la Iglesia.-Se convierte en uno de los aspectosdel Estado romano.-Es su heredera en el siglo v.-Beneficios materiales e inconvenientes espirituales.-Có.mo se implanta en la Iglesia la idea y el hecho de unadistinción entre el fiel y el perfecto: su importanciapráctica. .

III.-El triunfo considerado desde el punto de vista de lahistoria de las religiones.-EI Occidente ante el cristia-nismo primitivo.-Cómo este úttimo representa un sincre-tismo surgido de las necesidades religiosas de Oriente.-Las competencias: Mitra, el neoplatonismo, el mani-queísmo.

IV.-Las tres religiones frente a frente en el siglo [V.-Sussemejanzas.-Inferioridad práctica del neoplatonismo.-Mejor posición del maniqueísmo.-Por qué lo pros-cribe el Estado romano.-Por qué la Iglesia pudo resis-tirle.-Por qué triunfó sobre él.-Persistencia del. neo-platonismo y del maniqueísmo, después de la victoriadel cristianismo.-Su acción en el porvenir.

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El triunfo que testimonia particularmente, en el sigloIV,la conversión del Estado romano, marca una etapaimportante de la evolución del cristianismo. Por lodemás, la victoria se había comprado, y a un preciotan caro que podemos afirmar audazmente que losfieles de los tiempos apostólicos lo hubieran conside-rado un desastre. La disculpa de los cristianos de la

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época de Constantino era la de que no les dieron aelegir las condiciones.

Al primer golpe de vista, se reconoce que no fue~on,hablando con propiedad, los fieles de Cristo los quetriunfaron de la hostilidad del Estado y modificaronsu sentido; fueron sus gobernantes, fue la. Iglesia, ylos beneficios obtenidos por los simples laicos, graciasal compromiso con Constantino, no fueron más quelas consecuencias del pacto conc~rtado entre dos po-tencias, dos gobiernos, cada uno de los cuales busca-ba ante todo y por instinto su interés.

Seguro del porvenir, el clero termina de organi-zarse en el siglo IV. La institución de los metropoli-tanos, es oecir, de los arzobispos, y de10s ''primados,es decir, de los patriarcas, ajusta y armoniza su jerar-quía, encaminándola poco a poco hacia la monarquíapontifical. La multiplicación de los sínodos y de losconcilios afirma y precisa la noción que tiene ,ya de lacatolicidad necesaria de la fe y, al mismo tiempo, lepermite dar más unidad a su disciplina,.más extensióna su dogmática. Un poderoso impulso de actividadágita por entero al gran cuerpo cristiano y pareceatraer hacia. sí, para, conv.ertirlo en carne propia, todocuanto el mundo pagano conserva aún de sustanciaviva. Cuando aparece la liturgia, con la que se en-vuelve y adorna, cobra mayor amplitud y brillo; hacesuyas todas las pompas de los cultos antiguos que norepugnan en absoluto a las afirmacio'nes fundamen-tales de la fe. ,

En otro sentido, la Iglesia cristiana que, frente alEstado, encarna a la totalidad del pueblo cristiano,tiende a modelar su organización administrativa segúnla del Estado, a aceptar sus cuadros, más aún, a con-vertirse, aunque preserva sus libertades y, privilegios,que llegada la ocasión sabe defender, en una de lasdos grandes ramas de la administración pú'blica. Porinfluencia de una promiscuidad inevitable con los fun-cionarios de todo órden ya resultas de sus' conquistasen las filas de la aristocracia, se desarrolla en el1a elespíritu gubernamental 'y administrativo, que a la vez

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la aisla cada vez más de los laicos y la inclina pro-gresivamente a las componendas políticas. Pierde, así,algo más que su independencia: el espíritu del siglose apodera de ella y pierde claridad el sentido de su

. razón de ser y de su misión.Lo que impresiona al observador menos avisado, en

el triunfo del cristianismo, es primero el poder delsacerdocio; .parece que la vida de la Iglesia de Cristose cifra toda en la conciencia de los obispos; en segun-do lugar, el desarrollo monstruoso de la teología. Elfermento de toda esta especulación sigue siendo el pen-samiento griego, que reacciona. sobre la fe como elsiglo sobre las costumbres, o el Estado sobre la Iglesia.Los cristianos abrevan en la fuente abundante de lasideas metafísicas, ya directamente en los escritos delos filósofos neoplatónicos, a quienes siguen despre-ciando, ya indirectamente en las obras de Orígenes,al que admiran o maldicen, pero del que sus detrac-tores instruídos toman casi tanto como sus admira-dores. Los siglos IV y V están llenos del más extra-ordinario conflicto de doctrinas trascendentes, que secruzan, se destruyen o se combinan, y en medio de lascuales el pensamiento de algunos. grandes doctoresguía a los vacilantes y a los ignorantes. Se trata, porejemplo, de determinar en qué relación de naturalezase encuentran el Hijo y el Padre en la Trinidad, osegún qué modalidatl se armonizan en la. persona deCristo la naturaleza divina y la naturaleza humana queposee igualmente, y si la Virgen María tiene derechoo no al título de madre de Dios. La ortodoxia es, enverdad, la opinión que cuenta con mayoría en losconcilios, y e¡;A mayoría rara vez es suficientementefuelte para imponer a toda la Iglesia soluciones rápi-das y definitivas; de ordinario, no se estabiliza sinodespués de oscilaciones bastante turbadoras para lossimples, quienes creen fácilmente, ya sabemos, que laverdades una, eterna y por ende inmóvil.

Lo que parece nuevo en los conflictos doctrinales delos siglos V y VI, no es el hecho del desacuerdo, nitampoco la originalidad de las cuestiones en disputa.

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EL SENTIDODEL TRIUNFO 183

El desacuerdo fue en los tres primeros siglos la con-dición misma del progreso de la fe y algo como sualimento, y varias de las cuestiones que forman la ma-teria de las querellas a las cuales acabo de aludir que-daron planteadas desde hacía tiempo; lo que sorpren-de un poco es la amplitud, el encarnizamiento y laduración de la batallas. La lógica plantea los prfJble-mas sucesivos, que surgen unos de otrOs. En realidad,atravesamos por una fase inevitable de la evolucióndel dogma cristiano, que el siglo III dejó insuficiente-mente acabado como para que pudiese contentarse conél una vida normal de la fe. Debe decidirse sobre másde un punto entre varias tendencias, aún mal determi-nadas y diversas. Desde .que se las quiere precisar yescoger, se disputa, y cuanto más importante es elobjeto, tanto más áspera es la discusión; por otra par-te, cuanto más se complica la dogmática, tanto .másdifícilmente se ponen de acuerdo. Los adversarios pier-den todo sentido de propoición en las palabras y losgestos, y es un espectáculo realmente extraordinarioel que nos ofrecen las principales peripecias de laquerella arriana o de la querella monofisita. Hombrescomo Eusebio de Nicomedia, el cristianísimo empera-dor Constancio, o los tres terribles patriarcas de Ale-jandría, Teófilo, Cirilo y Dióscoro, no nos dan la im-presión de haberse apegado muy es~rechamente algran mandato del Evangelio, del que se dice que ]esú:;consideró que cobtenía toda la Ley y, por consiguien-t~, pienso que toda la teología: Amar a Dios sobretodas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Diríase que la Iglesia emplea en desgarrarse a sí. misma todas las fuerzas que la persecución no le obli-

!1;Óa desplegar para defender su vida; pero, en reali-dad, atraviesa una crisis de crecimiento,. y de ellasurgirá la ortodoxia, la ortodoxia que consagrará lavictoria de la colectividad sobre el individuo y quefundará la intolerancia necesaria, en nombre de Dios.La teología, ciencia de matices y de conciliación, senutre de todas esas controversias y c.obra en la Igle-sia una importancia alarmante. Gra.cias a ella la reli-

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gion tiendé a hacerse sabia, la fórmula impone su ti.ranía,: la iniciativa del sentimiento religioso se debilitay el impulso personal '.'es.sospechoso de herejía. Enadelante, , la ' doctrina ;rei'ri'ará sobre la fe, acopteci.mitintó capital 'en lanistória de la vida cristiana., " <;?onviene,además, señalar que todos los grandesQ.~ijatesdogmáticos que trastornan esos dos siglos sedts'ai-rollan'en Oriente; el Occidente 110los compren-de; no se interesa en ellos por sí-mismo, ni toma par-tido sino cuarido parecen amenazar la unidad católicao comprometer ~'l~ tra(]ición apostólica".. 'Espontánea-mente, la gente' dél oeste del Imperio sólo se fija encuestiones prácticas: ¿ Cuál es la, constitución de lanaturaleza moral del hombre y qué rendimiento puedees.rerarse de ella? ¿ Qué es el 'pecado y cómo evitar!o?tVué socorro aebe esperarse, de la gracia y ha~ta quépunto es necesaria para la salvación? ¿El hombre esli~re en su voluntad o está predestina,a,oa querer se.gún l~':de9.isiónde Dios? ;Lás ',here'jíns'llamadas pns-cilianistno (en el siglo rv)' y pelpgianÜ'mo (en el siglov) 'surgieron de estos problemas, ,'mucho'más moralesque teológicos. " ;,

y no obstante la idea católica se afirma' con unaprecisión cada vez mayo,r; s~ consolida la convicciónde que. sólo puede haber una 'fe, así como una Iglesia.Como corolario se a'firmil cada vez más la ,opinión deque fuera de esta Iglesia, no 'hay' salv¡lCión, y de que esménester dispensarle no solil.Ihénte una sumisión librey' filial, dócil a las direcCiones a,utorizadas, sirio unasentamiento doctrinal interno' y completo. Visiblemen-te .también,la doctrina que se 'formula y que se esta-b~liza' poco a poco, tanteando entre contradiccionesfuriosas, 'sigue siendo un sincretismo' teológico, es de-cir, un yuxtaponer a los datos, de la fe apostólica no-ciones religiosas y filosóficas esencialmente dispares,tomadas de los medios complejos en que' vivió el cris-tianismo" unidas entré sí por razonamientos muy se;mejan~es a los de ,la sofística griega, recubiertas porfórmulas, más o menos in'geniosas, pero, en el fondo,vacías y:engañosas. Ahí se manifiesta especia.lmentela

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influencia de los aristócratas del espíritu, letrados yfilósofos; ganados por 'la fey que, repito, al adop-tarla no se desprendieron de la sustancia ni del mé-todo y las formas 'de razonamiento en que hasta enton-ces habían creído. En estos últimos años, ha habidoquien se ha dedicado a demostrar que la mayor partede los Padres griegos del siglo IV pensaban, razona-ban, hablaban y escribían según las reglas, procedi.mientos y costumbres de la retórica profana que se en-señaba 'en las escuelas de elocuencia, y ha conseguidoprobarlo plenamente. Es curioso observar hasta quépunto son esclavos de los artificios que dicen clara-mente despreciar. El'fondo que explotan para adaptarla fe cristiana a sus propias exigencias de pensamientono tiene, un origen distinto al de la forma de la que nosaben liberarse:, proviene de la escuela de filósofos quehan frecuentado.

Sin embargo, quien mire estas cosas más ,de cercaverá que los simples, sometidos en apariencia a suclero 'y dispuestos 11recibir de él ,su regla de fe, sonmucho menos pasivos de lo qúe parecen; más aún,verá que es en su vida religiosa donde debe huscarseel principio de la mayor parte de las transforma~ionesexperimentadas,por el cristianismo. Tales hombres 110reflerlonan ni razonan; no se preocupan en absolutode las contradicciones y de los absurdos en 'que incu-rren, pero sienten y se conmueven. Su fe espontánea eintensa exige imperiosamente la. sobrevaluación; esmenester que sus objetos Se amplíen o que, su numero

. aumente, y como, además, esos ignorantes no poseenningún medio de escapar a las sugestiones de su am-biente, de desterrar de sus hábitos lo adquirido porherenCia, y como su existencia entera se halla aún im-pregnada por' a~quier de paganismo,' es al 'paganis-mo a quien piden los elementos de su sobrevaluación,a las co'stumbres ancestrales, a los ritos seculares ycasi innatos, a las creencias y supersticiones de siem-pre, que ya no alcanzan a distinguir de su p'ropio pen-samiento religioso. El sincretismo quiso a la vez queJesús fuera Dios, y que Dios sigui~i1 siendo uno ; dio

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a luz las leyendas que hicieron del nacimiento y dela existencia de Cristo el más maravilloso de los mi-lagros ; con el culto de María reinstala en su fe auna verdadera diosa y, con el culto de los santos, a unverdadero politeísmo, para el que las leyendas de loshéroes paganos le suministran a menudo los elementos.Cándidamente convencido de que nada es demasiadohermoso para Dio!>,desea encontrar en "la casa delSeñor" todo el brillo idolátrico de las ceremonias pa.ganas; y con su confianza en el ademán y en la '

fórmula, recoge toda la magia de los Misterios; peoraún, la del orfismo, que es el Misterio del pueblo. Lle.ga a ocurrir que este impulso de la fe popular ponea los teólogos en lo:>mayores aprietos, pero su oficioes salir de ellos, descubrir, cueste lo que cueste, lastransacciones o arreglos necesarios.

A partir del siglo IV, la fe popular dispone, porotra parte, de medios de expresión harto eficaces por-que, desde entonces, se multiplican los monjes. Notodos son seguramente hombres del pueblo, y el mo.nasterio atrae a muchas almas delicadas, a las que elmundo espanta o desgarra, a muchos cristianos de",élite", que comprenden más o menos claramente'que la moral del Evangeli\>, que llevan grabada enel corazón, se aviene mal con las necesidades del si.glo, y que el cristianismo que satisface al mundo noes el de Jesús; pero en el ejército monacal formansólo una minoría. Además, su ardiente piedad, enguardia permanente contra la tentación, se halla naoturalmente bien dispuesta en favor de las conclusio-nes sobrevalorativas de la de los simples, de dondepuede recibir una nueva confortación; les presta, aveces, apoyo decisivo, las estimula y las completa.Un San Jerónimo atormentado por las rebeldías desu carne y buscando los medios de triunfar de ellasen las maceraciones y en la meditación del misteriode la virginidad de María, no solamente lo aceptaráen toda la extensión que había recibido ya en la fepopular, afirmando la virginidad perpetua de la Ma.dre de Jesús, sino que, por decirlo así, lo agravará,

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asentando, como corolario, la afirmación de la' virgi.nidad perpetua de José. La mayoría de los monjesprocedía del pueblo, y la comunidad de su pasión re-ligiosa, el cultivo intenso que de ella hacían, la auto-ridad que les daba la santidad de su vida, la ener-gía feroz y tenaz de sus afirmaciones, la verdaderagrandeza moral de los más notables, cuya ~loria s.ereflejaba sobre todos porque la regla los poma al m-vel de todos, les aseguraba un gran prestigio ante lageneralidad de los fieles, y, aunque ellas también lotenían, esto obligaba a las autoridades eclesiásticasa contar con ellos. Hacia ellos se dirigían las suges.tiones y los deseos de la fe popular; ellos las depu-raban, escogían, ordenaban y, finalmente, imponían alos teólogos, que las arreglaban lo mejor que podían.

Así, por una especie de colaboración, inconscientede influencias, bastante disímiles en dU origen, peroconvergentes en su acción, una religión muy diferen-te del cristianismo, que ya entrevimos en los umbralesdel siglo 11I,se constituye en el siglo IVy se encuentraprácticamente dueña del mundo romano al iniciarse elsiglo v.

Cuando se piensa en lo que fue el cristianismo dela Edad Media: universalista y guerrero, exclusi-vista, violentamente intolerante, y particularmente te.mible para los judíos, erizado de dognias absolutosque desafían a la razón, de ritos minucioso,s y múl-tiples, poderosos y misteriosos, cargados de inconta-bles devociones particulares, que se dirigen a tantas.Nuestras Señoras prácticamente distintas y a tan.tos santos especializados, regido por un clero amo dela fe y de la conciencia de, los laicos y que, ya jerar-quizado estrictamente, tiende cada vez más a recibirlas órdenes de un centro único impulsado por el for-midable ejército de los monjes y contenido por latropa porfiada y sutil de los teólogos; cuando se locontempla en las innumerables y suntuosas iglesias quehabita, en medio de las espléndidas ceremonias quese celebran y de los símbolos que las animan, y se locompara con la religión del profeta galileo, humilde

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Y -dulce, que pretendía únicamente anunciar a sushermanos la Buena Nueva de la llegada del Reino yhacerlos dignos de recibido; con la religión de Jesús,cuya piedad se elevaba hacia el Dios de sus padresen un confiado impulso filial, sencillamente.. casi nose ve qué haya de común entre una y otra. Pareceríaque, con el nombre de Cristo, la vida religiosa y fi-losófica del, paganismo, con todos sus contrastes 'ytodas sus incoherencias, hubiera recuperado vigory triunfado de la religión del espíritu y de la verdadque el Maestro judío había vivido. Sin embargo, pordiferentes que sean, el cristianismo de un Santo To-más de Aquino o el de un Pedro el Ermitaño y el deJesús o el de San Pedro están unidos, a través delcurso de los tiempos, por un lazo tenue, pero real.Fueron las necesidades de la vida, de la duración, lasque determinaron e hicieron indispensable .la evolu-ción, cuyo punto de partida est~ señalado por la apa-rición de Jesús y de la cual el tomismo, tanto comola fe de un cruzado, la teología de San Agustín, lagnosis de Orígenes o el Evangelio de San Pablo sóloson etapas. No es menos cierto que el triunfo de laIglesia en el curso del siglo IV solamente fué posiblepor el fracaso de la fe primitiva, de la que podemos lla-mar la fe de los'Doce.

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Le. desgracia del cristianismo había sido la de haber-se apoyado primero fundamentalmente sobre la. granesperanza de la parusía. Puede uno trazarse un plande vida admirable e inaccesible cuando se está segu-ro de ,que toda existencia humana va a suspendersede un instante a otro, y de que se recogerá paratoda la eternidad el fruto 'del esfuerzo de unos días.

!Pem la gran esperanza no se realizó, y su aplazamien-to, constantemente prolongado, entregó a. los cristia-nos del común, .al .iguat"de .los demás hombres, atodas las seducciones de su animalidad y se d~jaronarrastrar por sus atavismos. No renegaron del ideal

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EL SENTIDO DEL TRIUNFO 189

de vida,. sin, el cual su religión perdía sentido, peroprácticamente no trataron ya de realizado y, en ellos,la creencia en proposiciones dogmáticas. y la fe en laeficacia mágica de los ritos reemplazó al "esfuerzopersonal reclamado por el Evangelio. No .fue en elsiglo IV cuando empezó esa deformación -hemos vis-lumbrado las señales mucho antes del triunf~, perose acentuó en ese siglo, simplemente porque entoncesnumerosísimas conversiones hiCieron ingresar en laIglesia 'a infinidad de fieles preparados con muchapremura y, por lo tanto, incapaces de defendersede la dynamis, la fuerza de la vida, temible para to-das las religiones.

Como la pesadilla de la persecución había desapa-recido, el cristiano pudo llevar una existencia normal;entonces la separación entre sus deberes de fiel y susnecesidades de hombre se hace más completa. Losdeberes. se encierrl}.n en cierto número de, obligacio.nes; 'las exigeIrcias"y"eFtiúmero .misntof,aeldasBobliga"ciones tienden a restringirse;l las necesidades'sersa.tisfacen, prácticamente sin restricción, en las formasque la costumbre ha dado a la vida corriente. En otrostérminos, la lucha mística emprendida por el cristia-nismo primitivo contra la vida lo condujo a una derro-ta. total, que, de hecho, la Iglesia aceptó y sancionó,contentándose con transformar en tema de meditaciónpara el fiel el ideal que encerraba al principio la esen-cia misma de la fe y que, en verdad, constituía su ra-zon de ser. '

La vida grecorromana' entera reviste una aparienciacristiana y se yuxtapone a ese ideal que la desaprue-ba sin molestarla. El principal resultado sensible, acomienzos (lel siglo -V, es, pues, que el triunfo del cris-tianismo fue; desde cualquier punto de vista, sólouna apariencia, y que lejos de transformar al mun-'do grecorro~ano, quedó realmente aJ:>sorbido por ét,

t Así los oficios celebrados en la Iglesia se hácen cada vezmás breves, y para el común de los fieles se establece el usode participar en ellos solamente el domingo. .

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adaptado a sus necesidades atávicas y a sus costum.bres, en todos los dominios del espíritu y del cuer-po. Porque se convirtió en potencia de gobierno, ycomo tal, inclinó a las componendas ya' las conce-siones, porque fue ella la que triunfó en condicionessemejantes, después de haberse identificado con elcristianismo, es la Iglesia la responsable del inevita-ble resultado. .

La iglesia' se convirtió en uno de los aspectos delEstado romano; tomó de él, junto con su organizaciónjerárquica y su sentido de la administración, su de-seo del orden y de la regularidad, su temor a lasindividualidades demasiado originales y demasiado des.bordantes, que agitan y perturban a los simples, quérompen la cadencia del ritmo social consagrado. Sola-mente ha conservado para el antiguo ideal el respetode emplearlo como tema escogido en sus sermones;ideal que ya no ejerce auténtica 'y profunda influenciasobre la conducta de ese cristianismo exterior nominal,como dice Tolstoi, con el cual se resgina poco a pocoa contentarse en cuanto al común de los laicos.

El siglo v, al arruinar la autoridad imperial enOccidente, parecerá al principio engrandecer a la Igle-sia, en el sentido de que en cierto modo la instituiráen heredera. del Imperio en el terreno político y social,como ya lo sustituyó en el dominio religioso y moral,porque seguirá siendo,. en la Romania trastornadapor lm¡ bárbaros, la única organización en que vivaaún el viejo principio romano de unidad y de' cen-tralización, y en breve pensará en darse a sí mismala .realidad de una dirección monárquica. La eficaciade su protección será para ella, en ese tiempo, unactivísimo .medio de propaga.~da y su catolicidad sal-drá ganando. Pero este poder nuevo que adquirirá enlo temporal la sumirá más en el secularismo, la ale-jará más aún del idealJismoprimero, la apegará másal realismo de la vida terrenal. Tampoco saldrán ga-nando ni su doctrina ni sus costumbres y nacerá enella la idea de la Refor,ma necesaria que será, através de los siglos, la pesadilla de su existencia.

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No obstante, una circunstancia particular favoreciósingularmente esta capitulación práctica de la Igle-sia ante el mundo, He mostrado su importancia des-de otro punto de vista; vuelvo a ello. En todo tiem-po, aparecieron en la Iglesia, o surgieron junto a ella,hombres que no aceptaban que la doctrina cristiana,considerada bajo cualquier aspecto, fuera sólo unideal inaccesible y que se empeñaban heroicamenteen realizarlo por su propia cuenta. Protestaban conadmirable vigor contra los renunciamiento s a la re-gla divina; condenaban todas las capitulaciones: éstafue la actitud de un Tertuliano o de un Comodiano, lade la secta de los montanistas y, en menor grado,la de los novacianos. Su estirpe no desapareció en elsiglo IVy el exceso del mal debió también, lógicamen-te, aumentar su celo. Esto fue, en efecto, lo queocurrió.

Toda la vida cristiana del siglo IV y, ciertamente,toda la vida religiosa de aquel tiempo, está atravesadapor una corriente profunda de rigorismo ascético,y en el primer momento sorprende que no haya con-trariado en forma más manifiesta el movimiento quearrastró a la Iglesia en el sentido de que hemos ha-blado. La razón debe buscarse en el hecho de queel monaquismo había nacido y el convento estabagenerosamente abierto a los cristianos que, repudian-do las inquietantes concesiones al siglo, buscaran elmedio de vivir realmente c'onforme a la moral cris-tiana auténtica. .

Hay ascetas aislados que permanecen en el mundoy se singularizan por su austeridad; pero aunquereciben la admiración lejana de los simples, no ejer-cen acción seria sobre ellos, sobre todo p()rque lasautorid(ldes eclesiásticas vigilan su actividad, a vecesindiscreta, para impedirles menospreciar el género devida de todo el mundo y especialmente predicar con-tra el matrimonio y el modo de alimentación común.Son efectivamente las obras de la carne, y el consu-mo de alimentos animales y de vino lo que general.mente los ofende más. En el sigl() IV, un obispo es-

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pañol,.llamadoPrisciliano, emprendela tarea de res-taurar las costumbres de los fieles en el sentido dela antigua disciplina cristiana; la mayoría de los de-más obispos de su país lo juzgan como un peligrosoenergúmeno; sospechan y lo acusan de maniqueísmo,porque esta religión, de origen persa, profesaba unascetismo riguroso, y llegan a entregado al brazosecular para que lo castigue. En Galia, San Martín,obispo de Tours, cuyo culto debería cobrar tan gran-de extensión después de su muerte, pasa la vida enel aislamiento en que lo confinan sus hermanos obis-pos, a causa del rigor de su ascetismo personal y del"mal ejemplo" que da. En cuanto aumenta el núme-ro de almas heridas, inquietas e importunas, la Iglesiahace funcionar la "válvula de seguridad" del mo-nasterio. No quiero decir que, deliberadamente, des-peje el campo de su actividad secular de los f~elesque podrían molestar, sino solamente que les indican alos que se empeñan en la persecuCión del ideal el me-dio de,alcanzado, saliendo de la vida verdadera sin mo-rir. Con frecuencia, le basta con dejados hacer y, des-de el siglo IV,ya le parece' útil contrariar, a veces, lasvocaciones desaforadas.

Así se establecen dos categorías de cristianos, me-diante una especie de distinción entre los fieles y losperfectos, que existía en el J:>udismoy en el maniqueís-mo. La doctrina es la misma para unos y otros, perose entiende que un cumplimiento reducido de suspreceptos prácticos puede bastar para la salvacióny conviene a las fuerzas de la mayoría de los hom-bres. El cumplimiento integral queda reservado a una"élite", cuyos méritos vigorosos s~ consideran que com-pensan la debilidad de sus hermanos del común. Estosúltimos tienen, por otra parte, un modo eficaz de com-pensar por su propia cuenta: el ejercicio de la cari-dad en forma de limosnas y legados piadosos, la obrapía en todas sus formas. Se ha dicho justamente: elverdadero cristiano es el monje. También' gracias almonje el cristianismo pudo adaptarse a la vida secu-lal' sin debilitarse demasiado pronto y sin dejarse su-

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mergir por la inevitable reacción d~ los viejos hábitosreligiosos paganos, vivos mucho tiempo después deque murieron las creencias positivas que los justi-ficaban.

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Tal es, pues, el aspecto cristiano del triunfo. Desdeel punto de vista más general de la historia de lasreligiones, cobrll otro aspecto.

No olvidemos, en primer lugar, que el cristianismoprimitivo es esencialmente una religión oriental, unaconstrucción cuyos ciJI,lientoslos suministró el judaís-mo y cuyo conjunto debe todos' sus elementos a esemundo helenístico en el que se combinaban las influen-cias griegas y las influencias exclusivamente.orientales-asiáticas, sirias, mesopotámicas, iranias, egipcias-después de las conquistas de Alejandro. El Occidentefue preparado para la. penetración cristiana por lapropaganda, ejercida a lo largo de las vías comercialeso alrededor de los campos, de varios cultos orientalesde la salvación, el de !sis, el de la Gran Madre deFrigia, el de Mitra y otros, pero no participó en laformación de la religión ,nueva; la tO,mó,diremos así,por el exterior, y, penetrando en ella, la hizo másdensa y más rígida.

El Occidente erj!.incapaz de captar y menos aún deexpresar en su latín de tan escasos matices, la sutil flui-,dez ,del pensamieñío griego, l1utriz de la teología pri-'mera; y la complejidad de las impresiones místicasdq Oriente, que explican tantos r~molinos que conocióla fe de los primeros siglos, se le escapaba comple-tamente. Nutrido como estaba de cultura jurídica,instintivamente se inclinó a encerrar la metafísica cris-tiana en fórmulas herméticas e inmutables, y a co-dificar rigurosamente la moral religiosa. Esa operaciónfue, en definitiva, la que dio al cristianismo la fisono-mía que conservó en Europa occidental y que nosotrosle conocemos. Pero no era la que presentaba en la épo-ca del triunfo; fisonomía ésta que no empezó a perder

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verdaderamente sino hast/\ el siglo IV,bajo la acción dela Iglesia romana. Tratamos, pues, todavía en el si.glo IV con una religión puramente oriental. 2

Cuando tratamos de damos cuenta del estado reli.gioso de Oriente en. la época de Jesús y de San Pabló,comprobamos la existencia de una masa enorme de~ateria religiosa, proveniente de cultos prescritos,si no es que abolidos, todavía en gran parte. amorfa,pero en vías de recomponerse en torno de cierto' nú.mero de núcleos de cristalización, bajo la influenciade tendencias a la vez precisas y generales. En otrostérminos, necesidades religiosas vivísimas estaban es.parcidas en todo el Oriente, a las que dominaba eldeseo de salvación, la certidumbre de que el hombre,abandonado a sus solas fuerzas, no podía satisfacerloy le' era imprescindible el socorro de un intermediariodivino, pero también la convicción de que debía, porun medio conveniente y por ritos eficaces; hacerse me.recedor de esa asistencia salvadora. Estas necesidadestrataban de expresarse utilizando los antiguos cultosy ampliando los viejos mitos.

'Evidentemente, esos cultos y mitos eran marcos un.tánto esttechos para poder encuadrar en ellos, sininconvenientes, pensamientos que sin cesar crecían ypara 108cuales no estaban hechos. Además, se mani.festaba en un culto y otro una identidad de preocupa.ciones y especulaciones fundamentales, lo que dabaorigen a la idea de una ampliación que los encerraraó los sobrepasara a todos. Bastaba informarse 'Y re.flexionar un instante para comprender que los Miste.tios de Isis, 'haciendo a un lado las historias divinas,contenían el :mismo fondo religioso que los de Adonisy los de Atis; y no era solución al alcance de todo elmundo la que se dio Apuleyo, que se hacía iniciar su.

· No quiero decir que la transformación del cristianismoen el sentido jurídico y ritualista no estuviera ya empC2ada enlas Iglesias ,de Italia, África y las Galias. sino solamente que,hasta el triunfo. estas Iglesias, exceptiJando, la de Roma, notienen mucho esplendor, y que llega' todavía de Oriente toda 1,vida doctrinal.

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cesivamente en todos los grandes Misterios. El sincre-tif:'mo inconsciente planteó el problema; el sincretis-mo consciente procuró resolverlo en los sigl9s 11y 11I;cada culto de la salvación eleva a su dios a la cali-dad de Divinidad suprema, de la cual los otros sóloson, por decirlo así, aspectos o funciones; él absorbea todos los demás. Solución incompleta e insuficiente:primero porque subsisten realmente 'demasiados cul-tos separados, después porque la operación sincretis.ta deja demasiado lugar a la fantasía individual, final-mente porque sigue siendo prácticamente incompren.sible e inaccesible para un gran número de hombres.Por eso, en la segunda mitad del siglo III, se deja sen-tir la necesidad de una coordinación más amplia ymás sólida.

El cristi¡mismo representa, en suma, la primeratentativa, cronológicamente, realizada en ese sentidoy la primera que tuvo éxito, porque sus ,orígenes ju.díos le aseguraron el beneficio de un monoteísmo fun.damental y de un exclusivismo, intolerante, es cierto,pero entonces todavía benéfico, porque garantizabasu individualismo y, sin prohibirle tomar elementos alas demás religiones, lo obligaba a asimilados de in-mediato, a fundidos en un conjunto coherente. En elcuerpo cristiano se producían, sin duda, divergenciasdp.opinión a veces gravIsimas y. sobre cuestiones esen-'ciales que podían conducir a la escisión, a la consti.tución de sectas; pero quedaba, en todos los casos,una opinión común, una convicción de la mayoría,que rápidamente reducía las disidencias a simples he"rejías y que, al preci!iarse a sí misma, debía fortale.cersetambiénconesosextravíos. '

Creyose. durante largo tiempo que en la época enque el cristianis~o arraigó en él Imperio y llegó ver-daderamente a formarse la noción, más aún, laconstitución sumaria, de una doctrina ortodoxa, esdecir, en el transcurso del siglo III, el mundo vacilóentre elegir a Cristo o escoger a Mitra. Esto. es, creoyo, exagerar enormemente la influencia importante delmitraísmo, cuya propaganda es mucho más cerrada

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Y restringida que la del cristianismo, que sólo secompone de cenáculos pequeños, herméticos y disper-sos, que se priva del invencible espíritu de proselitis-mo de las mujeres al admitir únicamente hombresen sus iniciaciones, y sobre todo, que no tiene nada delo que hace falta para ser, si no es que para hacerse,'un culto popular en el amplio sentido del término. Losverdaderos enemigos del cristianismo están en otJ;aparte.

Son dos religiones, orientales como él, que proce.den de'las mismaspreocupacionesgenerales,se nutreJ1'

de los mismos sentimientos religiosos, tratan la mis-ma materia religiosa" que hemos definido; estas sonel neoplatonismo y el ,maniqueísmo. Procediendo dela misma crisis religiosa que él, se constituyen en lamisma época, la segunda mitad del siglo III y, al prin-cipio, aunque difieren. una de otra y difieren de élpor sus formas, su punto de partida, su afabulación, laelección y la disposición de sus elementos, presentan,sin embargo, idénticos caracteres generales.

Así, el neoplatonismo guarda el aspecto de unafilosofía que se apoya, me atrevería a decir, en lo es-piritual sobre el pensamiento puesto al día, de Platóny, en lo sobrenatural, sobre el politeísmo olímpico. Seadvierte en seguida que la especulación filosófica no esmás que un instrumento de adaptación utilizado parainterpretar simbólicamente ese politeísmo, para subor-dinarlo a la monolatría oriental, o sea, al culto del Solque se encuentra en la base de, todas las religionesorientales de la salvación, y para desarrollarlo comopanteísmo.3

El maniqueísmo, al contrario, se apoya en el dua.

a Los dos primeros, grandes maestros de 'la Escuela, Plotinoy Porfirio, temen mucho todavía el' arrastre' de la superstición;es ésta una de las razones de la hostilidad de Porfirio contra elcristianismo; sus' sucesores, empezando por el ilustre Jámblico(t el 330 ?), dan paso, cada. vez más, en su especulación al~s preocupaciones religiosas y dan primacía a la apologéticapagana sobre la búsqueda propiamente filosófica; se 'erigen endefensores del helenismo contra la intolerancia bárbara de ,loscristianos. '

EL SENTIDO DEL TRIUNFO 197-lismo caldeo: el mito fundamental de la lucha entre

la luz y las tinieblas, el bien y el mal,-elespíritu yla materia; su doctrina procede de la revelación deun profeta, Manes, y no de la reflexión de una es.cuela de pensadores, y toma sus elementos de uncampo mucho más vasto que el utilizado por el neo.platonismo y hasta el cristianismo, puesto que sedestacan en él influencias mesopotámicas, persas, bu.distas, junto a las influencias gnósticas que constitu-yen lo principal de su fondo.

IV

Las tres religiones se detestan y muestran, es obvio,tendencias y espíritu desemejantes: ipero, también,cuántos puntos comunes! Las tres rompen con la anotigua concepción de la religión nacional; las tres sonuniversalistas; las tres explican el mundo y la vidasensiblemente de manera similar, o, al menos, conel mismo método; las tres pretenden arrancar al hom-bre de su miserable condición para llevarlo a la sal-vación eterna en Dios; las tres son fundamentalmen.te monoteístas y las tres quieren que el hombre gane1a vida .inmortal y bienaventurada sometiéndose aritos culturales y a reglas de una moral austera.

El neoplatonismo presenta, desde el primer instan.te, una seria inferioridad: no tiene fundador y nollega a descubrir' uno; no puede relacionar su doctri-'ua con una manifestación personal de Dios, que au-tentifique y, diríamos, concrete la revelación de la cualcree disponer. Por eso conserva una apariencia de re.ligión artificial. un aire de especulación abstracta ymuy individual. Totalmente distinta es la situacióndel maniqueísmo, que se justifica con Manes, comoel cristianismo con Jesús.'

Los doctores cristianos han presentado gé'neralmen-te al maniqueísmo como una herejía cristiana. Nada

· Manes, Mani o Maniqueo nació en Babilonia en I!J 2JS o216 y murió en Persia entre el 275 y 277.

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parece menos exacto, porque fue secundariamente co.mo la doctrina y la leyenda maniqueas tomaron, al con-tacto con el cristianismo y por razones de propaganda,en un medio cristianizado una fisonomía cristiana. Lacapacidad de sincretismo' del maniqueísmo no fue ago-tada por su fundador; se presenta ante todo como unareligión original, y si Manes se coloca en la descen-dencia espiritual de Jesús, a quien cuenta entre losmensajeros de Dios que lo han precedido, se refiereal Jesús de los Gnósticos y Manes no :debe nada, ocasi nada, al Evangelio galileo. .

Predica una religión de la salvación por el renun-ciamiento, tal como 10 hizo el cristianismo al princi-pio, pero, metafísicamente, es más sencilla, más cla-ra, más rigurosamente lógica que el cristianismo y,moralmente, más austera y más radical. Las calumniasque los ortodoxos cristianos ,lanzaron contra él notienen más fundamento -porque eran las mismas-que las que antaño se difundieron contra los conven-tículos cristianos. Después de un éxito brillante y rá-pido, el maniqueísmo vio su progreso bruscamel1tedetenido por la oposiciónfer.oz del Estado romano,que lo juzgó como un anarquismo más temible aún queel cristianismo, una especie de montanismo exage-rado, que debía lógicamente conducir a sus sectariosal abandono de todos sus deberes de ciudadanos yde hombres y que, oriundo de Persia,. país del ene-migo hereditario del Imperio, no podía conv~riir alos romanos. Éste es el punto de vista que adopta elemperador Diocleciano en un terrible edicto (de al-rededor del 300), que amenaza con las penalidadesmás .duras a los man,iqueos y tiende, evidentemente,a su total exterminio.. El odio <;lela Iglesia, que ve enla religión, rival, una ren<;¡vacióndel gnosticismo, mu-cho más temible que el del siglo 11, se asocia cordial-mente alodio del Estado. .

Ésta es la verdadera, causa del fracaso final de)maniqueísmo, movimiento religioso muy interesanteen sí y muy poderoso y que, a pesar de las persecu-ciones implacables sufridas durante varios siglos, de-

EL SENTIDODEL TRIUNFO 199

,mostró poseer una vitalidad sórprendente. Sin duda,su doctrina no valía más, racionalmente, que la me~tafísica teológica del cristianismo, pero era un pocomás simple, y si su moral, inhumal1a, casi no podíaesperar conquistarse a las masas populares, la felizdistinción entre los Elegidos y los Auditores permitíamás de una transacción; para convencerse de ello essuficiente, pens~ren el' éxito de la secta de los albi-genses en el mediodía de Francia en' la Edad Media,porque la secta de los ,albigenses parece haber sidoesencialmente una adaptación cristiana del maniqueís-mo. En cuanto a sus probabilidades de éxito entre losintelectuales, basta recordar, para juzgarla importan.te, que conquistó a San Agustín y.que lo satisfizo du-rante varios años. Disgusta que el ilustre doctor, sinhaber visto por sí ,mismo nada de censurable ,en lasasambleas maniqueas cuando pertenecía a la secta,tuviera más tarde la debilidad de recoser y de ampa-rar con su nombre las habladurías innobles que co-rrían CQntra ella en los medios cristianos.5 ,

En la época en que el maniqueísmo empezó a in-quietar a la Iglesia, ésta tenía respecto de él la ven-taja de estar ya fuertemente organizada; su unidady su coherencia, 'mantenida$ enérgicamente por ladisciplina episcopal, podían resistir sin dificultad aconventículos aislados y obligados, a ocultarse. Paraluchar contra el ascetismo de los maniqueos-y su anti-secularismo, dispónía del instrumento eficaz empleadopara neutralizar las vocaciones desafor,adas que sur-gían en su propio' seno; me refiero al monaquismo.Así, pues, el maniqueísmo ejerció sobre el desarrollodel monaquismo cristiano una influencia difíoil deestimar hoy día, pero ciertamente' muy grande. Porlo demás, las tendencias maniqueas 'seguirán siendolargo tiempo motivo de horror 'para las autoridadeseclesiásticas y suministrarán repetidament~ la' oca-sión o el. pretexto de acusaciones temibles. El obis-

· Especialmente en su De' moribu$. mallichaeorum, 2, 19, 70 Yen su De haere$ibus, 46.

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pO español Prisciliano perecerá víctima de una deesas acusaciones en el año 385.

No había ninguna probabilidad de que el mundose h.iciera neoplatónico, pero podía, en cambio, con-vertirse en maniqueo en el siglo IV. Si el mundo, en,defi~itiva, fue cristiano, es necesario entonces buscarla causa de esto, sobre todo, en el avance de la Igle-sia, avance de su organización y avance de su pro-pagánda, que adaptó ya su catequesis a las necesida-des, o sea a los hábitos de los mediocres, mientras quesu teología se abrió a las especulaciones de los inte-lectuales. Debe buscáJ;'selaasimismo en el apoyo delEstado, que persiguió a los maniqueos, y en el auxiliodel monaquismo, que a los cristianos naturalmente in-clinados al rigor maniqueo les 'permitió llevar en efec-to una vida rigurosa, mientras permanecían en la Igle-sia y la edificaban. .

En otros términos, si el cristianismo suplantó al neo-platonismo y al maniqueísmo durante el ocaso del mun-do antiguo, fue porque supo expresar mejor que ellossus propias tendencias y expresarlas, no mediante laexclusión de unas por otras, sino todas a la vez, equili-brándolas, armonizándolas y también, especialmente,reglándolas justo hasta el punto en que se corres-pondían con las necesidades de las diversas catego-rías de hombres que buscaban su alimento religioso.La experiencia de tres siglos de dificultades de todogénero 'le había dado el tacto espontáneo gracias alcual se cuidaba. de las tesis excesivas y de las disci-plinas exageradas; había adquirido el sentido de lavida. La vida lo colmaba y lo arrastraba consigo, asícomo él se identificaba con ella en el dominio de loespiritual, con una ductilidad extrema, que no valela pena demostrar, pues basta con observar la realidadde los hechos con atención.

Señalemos, por otra parte, que al suplantar di~~cta-mente al neoplatonismo y al maniqueísmo, en el si-glo IV,el cristianismo los absorbió parcialmente, a unoen su dogmática, al otro en su ética y en su disci-plina, pero no los aniquiló verdaderamente. Subsis-

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tirán a su lado. El primero vivirá en escritos filosófi-cos que continuarán durante mucho tiempo aún inspi-rando las especulaciones de la metafísica oriental y pro-ducirán todo a lo largo de la Edad Media profundasinfiltraciones en la teología de Occidente. El segundose prolongará en diversas sectas muy extendidas, delas que saldrán, en varias ocasiones, herejías temiblesy tenaces que causarán graves inquietudes a la Igle-sia católica, y, aunque sólo sea por .la represión quede ellas hará, ejercerán una influencia duradera sobresu espíritu y sus instituciones.

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CONCLUSIóN

Impresiones de conjunto resultantes de nuestro estudio.-Ca-rácter esencialmente oriental del cristianismo.-Materialescompuestos que lo edificaron en Oriente.-EI primer sin-cretismo cristiano: la doctrina de la salvación.-Lo queasegura su superioridad sobre las realizaciones religiosasanálogas.-Su instalación en el terreno helénico.-Conse-cuencias: penetración de la metafísica griega en la doctri-na.-El segundo sincretismo: constitución de la dogmáti-ca.-La obra de los alejandrinos.-Realismo de los dogmaspara los orientales.-Por qué los occidentales son incapacesde comprender los.

Tratemos pues de reunir y resumir las impresionesde conjunto, que, desde el punto de vista histórico,nos dejan estos cuatro siglos de vida religiosa, cuyodesarrollo acabamos de observar y de considerar enalgunos de sus aspectos. .

El cristianismo es una religión oriental por sus orí.genes y por sus caracteres fundamentales; si hubieraseguido siendo lo que fue al principio, habría tenidomuchas menos probabilidades de conquistar el mun.do occidental que las que tuvieron la religión de Isis,la egipcia, la de la Gran Madre Cibeles, la frigia,la del sirio Adonis o la del persa Mitra. En rigor,podía, como ellas, seducir a algunos hombres, cuyasdisposiciones naturales hubiesen respondido a sus pro.pias tendencias, o que el azar hubiera impulsado ala conversión. 'Cuando mucho, y al igual de las orga-nizaciones religiosas que acabo de mencionar, hubierapodido pretender constituir pequeñas capillas, e ilumi-nar a grupos reducidos de iniciados. Ni siquiera hu-biera podido aspirar a ese éxito mediano de no habersufrido, en los medios sincretistas de la diáspora, laprimera transposición, que habitualmente se atribuyea San Pablo y que, como hemos dicho, es más bienobra de la primera Iglesia de Antioquía, anterior a él.En la forma que le dieron la iniciativa de Jesús y lade los Doce, no hubiera podido vivir fuera de los me-dios puramente judíos, porque sólo tenía sentido para

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CONCLUSiÓN 203

ellos como doctrina; constituía, sencillamente, una re-presentación particuiar del mesianismo israelita. Comoagrupación religiosa no era más que una secta judía,puesta al margen de la ortodoxia" tal c0I!l0 se repre.sentaban ésta el Templo de Jerusalén y la Sinagogajudía. , '

Es una religión edificada sobre un fundamento ju.dío, con materiales asaz diferentes pero todos igual.mente orientales; griegos sin duda, en gran parte,pero también asiáticos, s,irios, egipcios y mesopo-támicos. Al declinar el siglo 1, se nos aparece comouno de esos Misterios sincretistas, de los cuales elmundo oriental conoció varios tipos, para dar satis.faéción a su necesidad mística de la salvación, dela vida eterna y bienaventurada más allá de las mi.serias e insuficiencias de Ia existencia terrestre. Susuperioridad sobre sus congéneres estriba en dos ras-gos principales: su origen judío 'la puso al abrigode los incómodos compromisos con las equívocas le-yendas mitológicas que chocan a las almas delicadas,y la realidad humana de su "Señor", su glorifica-ción sólidamente atestiguada, pres~a a sus afirmacio.nes una especie de certidumbre y una. precisión in.comparables. Es más rica y más simple que las demásreligiones de la salvación. Su intolerancia -otro ras.go judío- la libra de las mezclas en ql:lesu primitivaesencia se hubiera alterado pero no la pri,va de tomardiscretamente elementos extraños fáciles de asimilar.Puede tomar y toma de todas partes, sin dar casi nada.No obstante, y por original que parezca, por esa,par'ticularidad y, en cierta medida, porque sabe reducir10ilelementos que toma, no es única cn su género yresponde a las aspiraciones de una época y un medioque n~ las han satisfecho más que en ella.

.Por intermedio de la diáspora judía, se instala en elterreno helehístico, en el que se aprovecha de la pro-paganda de la Sinagoga y la absorbe. Pero, de golpe,se encuentra frente al pensamiento griego. De ese con-tacto y de ,su resuItaqo dependerá su porvenir. Paraempezar, podía oponer sin inc01wenientesu gnosis, ~u

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ciencia divina revelada, a la vana sabiduría del mundo,que es locura ante Dios; hasta llegará a proclamarsu desprecio por la filosofía y no abandonará jamásese lugar común, porque es inevitable e indispensableque una secta pietista tome esta actitud para afir-mar que se coloca fuera de este mundo y por encimade él, 'que no podrá ser alcanzada ni atacada por nin-gún esfuerzo de la reflexión humana. No es menoscierto que si hubiese persistido en esta actitud pura-mente aparente, si no hubiera tolerado que los sa-bios del siglo, llegados a ella por simpatía mística,le llevasen sus hábitos de reflexión y sus métodos dia-lécticos, sus dogmata esenciales y su pasión por la es-peculación metafísica, no habría salido de los mediosque la acogieron al principio. Habría vivido y habríaterminado -haría bastante tiempo, como para queya sólo se hablara de e11aen los libros de los erudi-tos- como una religión de exaltados, de desesperadosy de indigentes.

Felizmente para ella, el mismo rigor de sus prin-cipios exclusivistas le hizo perder temor al peligrode los compromisos. Desde el siglo 11,se abrió a losdesengañados de la filosofía profana; éstos, que si.guieron siendo profundamente filósofos, sin saberlo,ligados por todas las fibras de su ser íntimo a lapasión metafísica, consideraron, casi a su pesar, alas aíirmaciones esenciales de sugnosis como temasde meditación y especulación. Quisieron que fuera, yen eso se convirtió por ellos, una filosofía, la filoso-fía perfecta, que recogía todo lo mejor de la teodicea,de la ética y, asimismo, todo lo esencial de la cosmo.logía helénicas. Esas adquisiciones nuevas no excluíanlas demás, las antiguas, las qUe provenían de los Mis.terios de Oriente, tan bien incorporadas a ella queparecían haber sido siempre su. carne y su sangre.Por el contrario, una exégesis sutil, en la que la metá-fora- y el símbolo hacían las veces de razones posi-tivas, las armonizaban, y, mientras la doctrina de laleche continuaba' alimentando apaciblemente a los sim-ples, la doctrina del Espíritu iluminaba a los sabios

CONCLUSIÓN 205

con clariflad cada vez mayor. Y así fue como el sueñomesiánico de Jesús, concebido bajo el horizonte deIsrael, ampliado al principio como Misterio de salva-ción universal, se convirtió en la religión grandiosaen la que se .fusionaba todo lo religioso que vivía enla mística oriental y en la especulación racionalistagriega.

Ese trabajo, cuyos grandes obreros fueron los alejan-drinos y Orígenes el maestro de obras, en el siglo 11I,nose realizó sin dificultades y sin largos tanteos entre so-luciones extremas de problemas delicados. Con un sen-tido notable de lo posible y de lo útil, la fe mediana,en el fondo dueña soberana de su símbolo, descartópoco a poco las exageraciones, redujo los contrastes,consolidó las fórmulas en las que encontró satisfaccióna sus necesidades teológicas. Hubo rudas crisis, ex.travíos inquietantes, luchas lamentables y escandalo-sas; nada de esto bastó para cortar el vuelo del cris-tianismo, puesto que se había convertido en el núcleode. cristalización de toda vida, de .toda pasión .religio-sa fecunda, puesto que él era también la Iglesia, esdecir, una organización y una disciplina, un gobierno.

En el ocaso del siglo IV, no había entrado aún enla plena serenidad de la ortodoxia, pero estaba enposesión del 'conjunto de su dogmática; se apoyabasólidamente 'en marcos litúrgicos bien establecidosy era virtualmente dueño del mundo romano. ~11realidad, en todo lo concerniente a la doctrina pro.piamente dicha, recogía el fruto de trescientos lIñu8de debates orientales. Sus' creendas fundamcl1tllll~II,expresadas en fórmulas largamente discutidas, y, \11I1'lo demás, todavía inestables, ofrecían a la Kenl«,.InOriente Un sentido más o menos claro y más o IIU'IIII.profundo, según el grado de cultura de (~UcllI11I10:un sentido correspondiente a una idea o 11nll 111'1111miento, pero siempre un sentido real. En hUI(IIv UI"etapas de su evolución hahía sido siempre' ,,"r: IlInllaún, fue la vigilancia permanente de la~ ¡cI«'UIIy .1"los sentimientos de los fieles lo que delt'rnJin!",./ 11«'11tido y fijó los resultados de esa misma evuJnl'loll 1',.

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206 EL CRISTIANISMOANTIGUO

ro nacida de un cie~to ambiente y para él, la dog-mática cristiana debía forzosamente ser muy obscurapara hombres a quienel;!su propia formación intelec-tual y su sensibilidad, sris disposiciones naturales ysus hábitos espirituales los hacían extraños a ese am-biente. Ese era justamente el caso de los occidentales,entre los que, sin embargo, le estaba reservada tangrande fortuna a la Iglesia cristiana.

Estos occidentales no poseían todo lo adquirido dela cultura oriental y no llegaban al pensamiento he-lénico más que a través de adaptaciones incompletase infieles. Un pequeñísimo número de ellos podía ha-cerse una especie de mentalidad griega, por el domi-nio total de la lengua griega y por una larga perma-nencia en Oriente; los demás, es decir, la masa, nollegaba, en sus partes más cultl;1S,más que a una bur-da comprensión aproximada, y la inmensa mayoría delos hombres no se hacia' la menor idea de lo que erauna mentalidad o.riental. La lengua de aquella gente,el latín, no poseía siquiera las palabras necesarias pa-ra expresar exactamente los-matices del griego. Pe-ro, sobre todo, las fórmulas traducidas, o más bienadaptadas aproximadamente a sus formas de lengua-jc, les llegaban como afirmaciones rígidas, sin la en-voltura de las inaccesibles discusiones que las habíanprecisado y,fijado paulatinamente. No podían más quecomprende.rlas en bruto, por así decirlo, y aceptar-las sin explicárselas. Por eso puede decirse, sin para-doja, que los occidentales jamás comprendieron verda-deramente, ~n la antigüedad, los dogmas cristianos,que tampoco los comp~endieron mejor después y quela religión que, con su propio esfuerzo, han construídosobre esos dogmas, ha sido una cosa diferente, enespíritu y en esencia, del cris.tianismo oriental, otracosa, surgida esencialmente de su propio ~ondo, deacuerdo con sus propios sentimientos y vaciada enfórmulas inadecuadas para contenerla. En r-igor, losoccidentales jamás,han sido cristianos.

íNDICE

Prefacio. . . oo. . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . 9

Introducción. . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . : . . . . . . . . 12

1. La iniciativa de Jesús. . . . . . . . . . . . . . . .. 29

II. El fracaso de Jesús. . ooo. . . . . . . . . . . . .. 47

III. La obra de los Apóstoles.. o. . . . . .. . . . . . 58

IV. El mediopaulino.. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. 69

V. La formacióncristiana de Pablo. . oo. . .. 87

VI. La obra del apóstolPablo. . . . . . . . . . . .. 102

VII. El cristianismo religión autónoma.. . . .. 112

VIII. La fundación y la organización de la Igle-sia. ooo. . . . . . . . oo. . . . . . . . . o. . . . . . . .. 128

IX. Establecimiento de la doctrina y la disci.plina. . . . . . . . o. . . . . . ooo. . . . . . . . . . . .. 147

X. El conflicto con el Estado y la sociedad. o 165

XI. El sentido del triunfo. ooo o oo... o. 180

Conclusión. . . o o. . . . o . . . . . . o . o . . . . . . . . o . . . ., 202