el concepto de crítica en la filosofía política de gilles deleuze

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  • 5/26/2018 El Concepto de Cr tica en La Filosof a Pol tica de Gilles Deleuze

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    UNIVERSIDAD MICHOACANADE SAN NICOLS DE HIDALGO

    FACULTAD DE FILOSOFA DR. SAMUEL RAMOS M.

    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSFICASDR. LUIS VILLORO T.

    DIVISIN DE ESTUDIOSDE POSGRADO

    EL CONCEPTO DE CRTICAEN LA FILOSOFA POLTICA DE GILLES DELEUZE

    TESIS

    QUE PARA OBTENER EL GRADO DE:

    MAESTRO EN FILOSOFA DE LA CULTURA

    SUSTENTA:

    JUAN CRUZ CUAMBA HERREJN

    Asesor de tesis:

    DR. MARIO TEODORO RAMREZ COBIN(UMSNH)

    Asesor en el extranjero:

    DR. MIGUEL MOREY FARR(UNIVERSITAT DE BARCELONA)

    Lectores:

    DR. J. JAIME VIEYRA GARCA

    DR. J. ALFONSO VILLA SNCHEZ

    Morelia, Michoacn, NOVIEMBREDE 2013.

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    Acta de revisin de tesis de maestra

    Despus de revisar el documento que presenta Juan Cruz Cuamba Herrejn para obtenerel grado de maestro/a en Filosofa de la Cultura quienes abajo suscriben lectores y

    miembros de su comit tutorial consideramos que el trabajo rene los requisitos paradefenderse en examen de grado.

    [ sello ]

    ____________________________________ ______________________________________Dr. J. Jaime Vieyra Garca Dr. J. Alfonso Villa Snchez

    Lector Lector

    ________________________________________________Dr. Mario Teodoro Ramrez Cobin

    AsesorMorelia Mich. a 30 de noviembre de 2013

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    RESUMEN

    El presente trabajo aborda el concepto de crtica en la filosofa poltica que puede extraerse

    de la obra de Gilles Deleuze. Su pretensin no es otra que iniciar un dilogo entre algunas

    de las teoras que mayor auge han tenido en el terreno de la filosofa poltica, entre las

    cuales busca abrirse paso. Siguiendo una vieja idea que entiende a la crtica como

    posicionamiento o lugar a partir del cual pueden establecerse los lmites de un terreno

    () y de la cual derivan los ms diversos sentidos (delimitacin, legislacin,

    perspectivismo, denuncia), la crtica deviene en Deleuze el lugar de enunciacin que tiene

    que construirse cada vez a partir del cual se establecen los alcances y los lmites de la

    propia perspectiva en relacin con otras concomitantes y/o discordantes. Slo que, en vez

    de pretender mantenerse prstina y pura, la perspectiva abierta y creada retoma elementos

    de todas las teoras polticas de las que se distingue. As, no slo son expuestos los

    principales conceptos que componen la filosofa poltica deleuzeana sino que se ofrecen

    como alternativa para pensar de un modo nuevo la poltica y renovar los movimientos del

    pensamiento de los que somos capaces en nuestro tiempo.

    PALABRAS CLAVE: crtica, filosofa poltica, teora poltica.

    ABSTRACT

    This paper addresses the critique concept in political philosophy that could be extractedfrom the work of Gilles Deleuze. Its pretension is no other one that start a dialogue betweensome of the theories that have had higher boom in politic philosophy, among which it seeksto break through. Following an old idea which understand the critic as a position or a placefrom which could settle the limits of a terrain () and from which derive the mostdiverse senses (delimitation, legislation, perspectivism, complaint) the critic becoming inthe Deleuze the place of enunciation that has to be constructed every time from which isestablished the scopes and the limits in the own perspective with the others concomitantand / or discordant. Just that instead of trying to remain pristine and pure the open and

    created perspective retakes elements of all the theories which differs from. Then, not onlyare exposed the main concepts that compose the Deleuzean politic philosophy but theyoffered like alternative to think in a new way the politic and renew the movements of thethought of we who are capable in our time.

    KEY WORDS: critic, politic philosophy, politic theory.

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    GRATITUDES

    Toda declaracin de gratitud comporta siempre necesarios olvidos involuntarios. No

    porque se caiga en el contrario justo de la gratitud, ni por insolencia, ni por soberbia

    intelectual, sino porque somos la articulacin de todos aquellos que conocemos y que nos

    afectan en los ms diversos grados. Su recuerdo preciso requerira de una memoria ingente

    semejante a la de Funes el memorioso o quizsi es posible- ms grande. Sirva esto como

    una disculpa anticipada para todos aquellos a quienes no mencionar pero que llevo en el

    ms sensible recuerdo porque mi memoria me traiciona y que contribuyeron en diverso

    grado en la realizacin de este escrito. Cabe aclarar que el orden de aparicin de cada uno

    de los aludidos (estn mencionados o no) es, como en el relato de El Aleph de Borges,

    sucesivo, porque el lenguaje lo es, pero simultneo en cuanto a su importancia. Vase en

    ello la arbitrariedad propia del azar que los ha dictado en ese orden.

    Agradezco, primeramente, al gran artista de las palabras y el pensamiento que es

    Miguel Morey, ya que sin sus flechas no habra conocido el apasionamiento crtico por

    otros modos de hacer filosofa. A l debo, entre otras muchas cosas, como enseanzas la

    decisin de reestructuracin de mi trabajo y la conquista de un tiempo propio para el

    ejercicio de la filosofa.

    No menos importante es el apoyo incondicional, las lecturas intensas, los materialessugeridos y casi inconseguibles, los contactos necesarios, las crticas constructivas, los

    dilogos apasionantes, la gran paciencia y un casi infinito etctera que me regal el filsofo

    Mario Teodoro Ramrez Cobin. Sus artculos sobre Deleuze, de una excelente prosa,

    fueron esclarecedores en muchos sentidos. Toda mi gratitud para este pilar del

    pensamiento.

    Un viejo conocido y ms amigo de la verdad que de Heidegger, Nietzsche o

    Deleuze es, sin duda, el filsofo Jaime Vieyra, a quien agradezco por su generosidad en eldespliegue del pensamiento que comparte con quienes le rodean as como por haber sido un

    sostn nunca condescendiente durante momentos bajos y sombros. Su fortaleza es ejemplo

    para muchos.

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    El gusto aristocrtico por las distinciones finas y las afirmaciones propias es un

    regalo que me hizo el filsofo y poeta Antonio Castilla Cerezo. Durante mi estancia en

    Barcelona fue un compaero infatigable de conversaciones y experiencias formadoras que

    despertaron en m una autntica pasin por las alianzas entre filosofa y literatura.

    Un lector incansable, atento y agudo fue para m el filsofo Alfonso Villa Snchez,

    quien con sus acertados comentarios guo mi investigacin hacia nuevos senderos

    insospechados. A l toda mi gratitud.

    Artfice de un pensamiento filosfico y una existencia esttica fue para m Ariadna

    Mendoza, cuyas estelas se difuminan en cada uno de los gestos que la dibujan sobre el

    rostro nocturno de las artes. El suave y delicado susurro de su bella voz insufl en mi

    espritu la pasin y el coraje por nuevas y ms intensas desterritorializaciones (como la que

    me llev en un atardecer otoal hacia Barcelona).

    Agradezco tambin a mi familia; a mi madre Olivia Herrejn y a mis hermanas

    Erika y Vernica por su apoyo incondicional.

    Asimismo, extiendo mi agradecimiento al Dr. Josep Maria Bech, al Dr. Rodrigo

    Martnez y al maestro del pensamiento Carlos Bustamante; a los profesores Jorge Cazares

    Torres, Gonzalo Reyes, Herminio Garca Andrade y Juan Jos Ortega Madrigal; a la Mtra.

    Gloria Cceres y a la Dra. Ana Cristina Ramrez; al maestro David Camargo Cintora, a mis

    compaeros Sunya Madrigal, Juan Francisco Novoa, Eduardo Pallares, Erika Prez,

    Margarita Fuentes, Arely Lpez, Tania Ortiz, Gunnary Prado, Salvador Vega, Julieta Pia y

    dems integrantes de mi generacin; a Miguel ngel Mendoza Marin y su familia, a Adrin

    Cordero, a Sonia Rangel; a Mercedes Rojas, Etetsi Snchez, Adrin (Hans) Cruz, Enoch

    Grvastas, Neri Escorcia, Mirtha Rodrguez, Ana Cristina Arriaga, Elizabeth Carvajal,

    Gladys Elas, Nancy Lpez, Hctor A. Echevarra, Jessica Contreras y a todos aquellos que,

    como dije al principio, olvido involuntariamente.

    Finalmente, agradezco al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa (CONACYT),

    ya que sin su apoyo econmico no hubiese sido posible la estancia de investigacin que

    redefini el rumbo que habra de tomar la realizacin de este trabajo.

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    NDICE

    RESUMEN/ABSTRACT.. 3

    GRATITUDES.. 4

    NDICE.. 6

    ABREVIATURAS DE LAS OBRAS DE DELEUZE EN CASTELLANO 9

    INTRODUCCIN.. 11

    CAPTULO 1. EMERGENCIA DE LA CRTICA EN LA TRADICIN DE LA

    FILOSOFA POLTICA.

    1.1.LOS PRECURSORES DELEUZEANOS... 15

    1.1.1. Hume y las relaciones empiristas entre instinto e instituciones.. 16

    1.1.2. Spinoza y el problema de la composicin de los afectos. 23

    1.1.3. Leibniz y el problema de la composibilidad entre mundos posibles.... 29

    1.1.4. Kant y la crtica trascendental.. 33

    1.1.5. Nietzsche y la potencia de la crtica. 38

    1.1.5.1. Variacin nietzscheana en torno a la crtica al contractualismo. 45

    1.1.6. Bergson y la ontologa de lo social.. 49

    CAPTULO 2. GESTACIN DE LAS CONDICIONES DE POSIBILIDAD DE LA

    CRTICA.

    2.1. VARIACIN EN TORNO A LA CRTICA DEL IUSNATURALISMO Y DEL

    CONTRACTUALISMO. LOS CASOS SADE Y MASOCH... 57

    2.2. LA INSERCIN DE UN PENSAMIENTO ONTOLGICO EN LA

    PROBLEMATIZACIN Y CONCEPTUALIZACIN DEL MEDIO POLTICO. 652.2.1. El Acontecimiento por excelencia: la batalla... 65

    2.2.1.1. Las condiciones de emergencia de la Diferencia en el medio

    poltico 71

    2.2.2. Las mltiples relaciones entre el deseo y lo social... 79

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    2.2.2.1. Identidad de naturaleza y diferencia de rgimen entre produccin

    deseante y produccin social 80

    2.2.3. La potencia revolucionaria de las haecceidades... 87

    2.2.3.1. El devenir-menor, el devenir-mujer, el devenir-imperceptible como

    expresin de multiplicidades constitutivas y transversales... 89

    2.2.4. La creacin de conceptos como respuesta virtual a la reformulacin del

    problema poltico. 93

    2.2.5. El potencial revolucionario del arte.. 101

    2.2.6. El plano de inmanencia como potencia inactual y su imbricacin con el

    plano de organizacin.. 107

    2.2.7. La resistencia y la creacin de nuevos sentidos... 111

    CAPTULO 3. LAS DERIVACIONES POLTICAS DE LA CRTICA

    3.1. EL AGENCIAMIENTO Y EL DEVENIR-REVOLUCIONARIO 116

    3.1.1. Los ejes del agenciamiento y el sentido del acontecimiento 117

    3.1.2. El devenir-revolucionario como encarnacin inmaterial del

    acontecimiento.. 120

    3.1.3. Mayo del 68 como acontecimiento... 123

    3.1.4. Aparato conceptual de la crtica en filosofa poltica... 127

    3.1.4.1. Las sntesis del inconsciente: usos inmanentes y paralogismos 128

    3.1.4.2. La instancia de antiproduccin: cuerpo sin rganos e instinto de

    muerte 137

    3.1.4.3. Los dos polos de la produccin: paranoia y esquizofrenia 142

    3.1.4.4. La reproduccin social y la reproduccin edpica del deseo:

    represin y represin social... 148

    3.1.4.5. Las catexis sociales del deseo 151

    3.1.4.5.1. Las catexis preconscientes de inters.. 154

    3.1.4.5.2. Las catexis inconscientes de deseo. 155

    3.1.5. Devenires de las formaciones econmico-sociales.. 157

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    3.1.5.1. La mquina territorial primitiva y la codificacin. 158

    3.1.5.2. La mquina imperial significante y la sobrecodificacin.. 160

    3.1.5.3. La mquina capitalista y la descodificacin generalizada de todos

    los flujos. 165

    3.2. LOS AGENCIMIENTOS COLECTIVOS DE ENUNCIACIN... 171

    3.2.1. La crtica al Significante... 173

    3.2.2. Distintos tipos de regmenes de signos. 174

    3.3. DEVENIRES E HISTORIA 180

    3.3.1. Hacia una cartografa del agenciamiento. La teora de las lneas. 180

    3.3.2. Mquina de guerra y aparato de Estado.. 182

    3.3.3. La lgica de las multiplicidades (rizoma) como respuesta al problema de la

    formacin y deformacin de fuerzas (CsO) 188

    CONCLUSIN. ALCANCES, LMITES Y PERTINENCIA DEL CONCEPTO DE

    CRTICA DELEUZEANO.

    1. El breve instante de la revolucin.. 194

    2. El potencial creador de las artes. 196

    3. La resistencia creadora ante lo intolerable. 199

    4. La creacin de nuevos sentidos y enunciados 200

    5. Intempestividad ontolgica de la crtica. 202

    6. El caso Deleuze: iusnaturalista, contractualista, liberalista, democrtico,

    socialista, anarquista?........................................................................................................ 204

    BIBLIOGRAFA 224

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    ABREVIATURAS DE LAS OBRAS DE DELEUZE EN CASTELLANO.

    ES Empirismo y subjetividad, (1953), versin castellana de Hugo Acevedo, Gedisa,

    Barcelona, 2007.NF Nietzsche y la filosofa, (1962), versin castellana de Carmen Artal, Anagrama,

    Barcelona, 1971.

    FCK La filosofa crtica de Kant,(1963), versin castellana de Francisco Monge, Labor,

    Barcelona, 1974.

    PS Proust y los signos, (1964; 2. edicin 1970), versin castellana de Francisco

    Monge, Anagrama, Barcelona, 1972.

    N Nietzsche, (1965), versin castellana de Francisco Monge, Labor, Barcelona, 1974.B El bergsonismo, (1966), versin castellana de Luis Ferrero Carracedo, Ctedra,

    Madrid, 1987.

    PSM Presentacin de Sacher-Masoch. Lo fro y lo cruel, (1967, 2 edicin 1971),

    versin castellana de Irene Agoff, Amorrortu, Buenos Aires, 2008.

    DR Diferencia y repeticin, (1968), versin castellana de Alberto Cardin, Jcar

    Universidad, Gijn, 1988.

    SPE Spinoza y el problema de la expresin, (1969), versin castellana de Horst Vogel,

    Muchnik Editores, Barcelona, 1975.

    LS Lgica del sentido, (1969), versin castellana de Miguel Morey y Vctor Molina,

    Paids, Barcelona, 1989.

    SFP Spinoza, filosofa prctica, (1970, 2 edicin 1981), versin castellana de Antonio

    Escohotado, Tusquets, Barcelona, 2001.

    AE El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, con Flix Guattari, (1972), versin

    castellana de Francisco Monge, Paids, Buenos Aires, 2005.

    KLM Kafka, por una literatura menor, con Flix Guattari, (1975), versin castellana de

    Jorge Aguilar Mora, Era, Mxico, 1978.

    D Dilogos, con Claire Parnet, (1977), versin castellana de Jos Vzquez Prez,

    Pre-Textos, Valencia, 1980.

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    MM Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, con Flix Guattari, (1980), versin

    castellana de Jos Vzquez Prez y Umbelina Larraceleta, Pre-Textos, Valencia,

    1988.

    FB Francis Bacon. Lgica de la sensacin, (1981), versin castellana de Isidro

    Herrera, Arena, Madrid, 2009.

    IM La imagen-movimiento. Estudios sobre cine 1, (1983), versin castellana de Irene

    Agoff, Paids, Barcelona, 1984.

    I T La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2, (1985), versin castellana de Irene

    Agoff, Paids, Barcelona, 1987.

    F Foucault, (1986), versin castellana de Jos Vzquez Prez, Paids, Barcelona,

    1987.

    PLB El pliegue. Leibniz y el barroco, (1988), versin castellana de Jos Vzquez Prezy Umbelina Larraceleta, Paids, Barcelona, 1989.

    PV Pericles y Verdi. La filosofa de Franois Chatelet, (1988), versin castellana de

    Jos Vzquez Prez y Umbelina Larraceleta, Pre-textos, Valencia, 1989.

    QF Qu es la filosofa?, con Flix Guattari, (1991), versin castellana de Thomas

    Kauf, Anagrama, Barcelona, 1993.

    CC Crtica y clnica, (1993), versin castellana de Thomas Kauf, Anagrama,

    Barcelona, 1996.

    C Conversaciones, (1995), versin castellana de Jos Luis Pardo Toro, Pre-Textos,

    Valencia, 1995.

    ID La isla desierta y otros textos. Textos y entrevistas (1953-1974), (2002), versin

    castellana de Jos Luis Pardo Toro, Pre-Textos, Valencia, 2005.

    DRL Dos regmenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), (2003), versin

    castellana de Jos Luis Pardo Toro, Pre-Textos, Valencia, 2007.

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    INTRODUCCIN

    El presente trabajo centra sus esfuerzos en exponer (entendido tambin como un

    poner a prueba) el concepto de crtica tal y como podemos rastrearlo en las obras que

    conforman lo que podra llamarse la filosofa poltica de Gilles Deleuze. Esta filosofa

    poltica la encontramos diseminada a lo largo del itinerario filosfico deleuzeano (libros en

    solitario, artculos y entrevistas) y condensada en las obras escritas a do con Flix

    Guattari, a quien debe gran parte de su pensamiento y su prctica poltica (AE,KLM,MMy

    QF). Sin embargo, no es sencillo seguir el movimiento del pensamiento que hace nacer un

    concepto tal como el de crtica en conjuncin con los problemas que le subyacen y a los

    que intenta responder. Una de las principales dificultades, ampliamente sealadas y/o

    cometidas por los comentaristas, no es slo la propia restriccin deleuzeana al respecto

    (nadie se explica mejor que el propio filsofo) la cual se desvanecera si revisamos con

    atencin lo que el mismo Deleuze ha hecho en sus obras monogrficas: si de lo que se

    tratara fuese de explicar al filsofo, efectivamente, lo mejor sera leerlo, pero

    sospechamos que se trata de algo ms, de prolongar el movimiento del pensamiento que el

    filsofo en cuestin ha inaugurado, para crear nuevos conceptos en funcin de nuevos

    problemas que ahora sern los nuestros-, sino la de perderse entre la multiplicidad de

    conceptos, nociones y problemas que integran el corpus deleuzeano. Como sealara el

    mayor y quiz mejor intrprete de Deleuze hasta la fecha, Jos Luis Pardo en El cuerpo sinrganos. Presentacin de Gilles Deleuze, utilizando la propia imagen que Deleuze,

    tomando de Wittgenstein, diese de la teora como caja de herramientas, es casi imposible

    tomar una herramienta sin que se vengan encima todas las dems.

    A pesar de ello, hemos ensayado hacer un corte transversal de la obra deleuzeana

    para extraer de ella no slo las caractersticas formales del concepto de crtica que, en su

    entrecruzamiento con los caracteres materiales que le van forjando de un determinado

    modo, entablan un dilogo con las ms diversas teoras de la filosofa poltica, sino conectareste concepto con los distintos problemas que va creando y a los que pretende responder. A

    partir de este recorrido surge un concepto de crtica que, recuperando los rasgos formales

    de la crtica nietzscheana tal y como la entiende Deleuze (la totalidad, la afirmacin, la

    inmanencia, la legislacin y el perspectivismo), concibe a sta como arte de composicin,

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    descomposicin y anlisis de fuerzas y de enunciados en relacin, expresados en cada

    acontecimiento presente, pasado o porvenir. As, no obstante ser total en cuanto al rango de

    objetos que abarca, la crtica no pierde el tacto y el gusto por las distinciones finas y las

    afirmaciones inmanentes que buscan abrirse paso como legisladoras desde la perspectiva

    desde las que estn enarboladas. De este modo, la crtica implica un posicionamiento quedelimita el propio mbito sobre el que se extienden sus alcances y lmites.

    Slo que, con los caracteres formales as esbozados, ganamos muy poco en claridad

    y en concrecin. Se torna necesario remitirlos a los problemas que les dieron origen para

    adecuarlos a nuestra situacin actual. De ah que hayamos procedido a realizar una revisin

    de los precursores que Deleuze se construye para poder ir entresacando los caracteres

    formales. En cada caso, estos autores son abordados en torno a un problema (las relaciones

    entre instintos e instituciones, la composicin de los afectos, la subjetividad como pliegue

    ontolgico, la crtica trascendental, la potencia de la crtica y la ontologa de lo social),

    siempre con la mira puesta en el concepto de crtica que va adquiriendo consistencia y

    concrecin. Todo esto conforma nuestro primer captulo, con un aadido que anticipa lo

    que vendr en el segundo y tercer captulo y que, adems de bisagra, constituye un punto

    medular de la arquitectnica argumental: el acento colocado en la relacin acreedor-deudor

    puesto de manifiesto por vez primera por Nietzsche en La genealoga de la moral,

    retomado por Deleuze en NF, que nos permite mostrar al menos un tipo de relacin socialque no necesita plantearse el problema del paso del estado de naturaleza al estado social

    porque es coextensivo de ambos.

    Ello con miras a lo que vendr a ser el fantasma recurrente y acusatorio de todo este

    escrito, enunciado con agudeza por Jos Luis Pardo en la obra citada, a saber: la acusacin

    de iusnaturalismo a la filosofa poltica que se desprende de la obra de deleuzo-guattariana.

    Ya desde el inicio del segundo captulo, la discusin se plantea en relacin a la

    interpretacin que hace Deleuze de la obra de Sade y Masoch, tomados como una especiede precursores transitorios que perfilan ya gran parte de lo que ser su obra posterior.

    Conceptos medulares como los de repeticin, diferencia, sentido, acontecimiento aparecen

    esbozados en esta obra temprana que es PSMy sirven como puente para lo que sern las

    obras ms propiamente polticas de Deleuze, no slo las escritas en solitario (LSyDR) en

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    este perodo temprano, sino, sobre todo, las escritas junto con Flix Guattari (AE, KLM,

    MMy QF), cuya impronta poltica permanecer en el resto de sus obras. Es por ello que el

    segundo captulo, adems de recuperar los primeros conceptos deleuzeanos en su sentido

    poltico, hace una primera exposicin panormica de aquellos conceptos deleuzeano-

    guattarianos que servirn para ir delineando el concepto de crtica que pretendemoselaborar.

    Sin embargo, fue menester profundizar en el aparato conceptual desplegado por

    Deleuze en las obras escritas con Guattari, so riesgo de quedarnos con una mera imagen

    divulgatoria que no problematiza nada de lo expuesto hasta ese punto, para enfrentarnos a

    los problemas ms lgidos con un trabajo arqueolgico meticuloso que posibilita se un

    planteamiento de los mismos en su justa dimensin y complejidad. De manera semejante a

    como sucede en la msica, se hizo necesario hacer una reexposicin de los temas, motivos

    y conceptos principales que recogiera y recobrase los diversos movimientos del

    pensamiento por los que habamos pasado para alcanzar el tan anhelado goce de la

    resolucin de un concepto de crtica que dispusiese de muchos vectores a partir de los

    cuales pudiera no slo articularse dicho concepto sino ejercerse. Por ello nos hemos

    demorado quiz un tanto en la exposicin de lo que comprendera ese aparato conceptual

    que har posible la crtica. Conceptos y nociones tales como los de devenir-revolucionario,

    usos de las sntesis del inconsciente, catexis sociales de deseo, formaciones deseantes ysociales, agenciamientos colectivos de enunciacin, regmenes de signos, mquina de

    guerra, Cuerpo sin rganos, entre muchos otros, conforman este aparato conceptual

    inseparable de la realizacin material de la crtica.

    Consideramos que la elaboracin de un concepto de crtica que parta del

    pensamiento deleuzeano es pertinente debido a que hasta ahora se ha dado por sentado que

    la filosofa deleuzeana es una filosofa crtica, pero no se ha esclarecido a partir de qu

    criterios puede serlo, ni mucho menos se ha pretendido mostrar la particularidad quepresenta la crtica deleuzeana cuando se enarbola desde un terreno tan problemtico como

    lo es el de la filosofa poltica. Ha habido algunos intentos por hacer alusiones breves y

    comentarios puntuales en torno a la relacin entre la filosofa deleuzeana y tal o cual teora

    poltica, pero no se ha planteado siquiera la posibilidad de que la filosofa deleuzeana pueda

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    ser una filosofa poltica en sentido clsico tal como las elaboradas por Spinoza, Locke,

    Hobbes o Marx y que a partir de una exposicin de esta filosofa poltica puedan

    entresacarse elementos para elaborar un concepto de crtica que no slo recoja los

    caracteres formales que lo integran sino que posibilite la realizacin concreta de la misma.

    Los trabajos ms serios en este sentido han sido el ya citado de Jos Luis Pardo y el

    del Dr. Eduardo Pellejero, los cuales son un autntico dilogo crtico con la filosofa

    poltica deleuzeana que no slo dan cuenta de la multiplicidad de discursos con los que esta

    filosofa se articula y polemiza sino que arriesgan interpretaciones que ponen contra las

    cuerdas a Deleuze. El iusnaturalismo ser uno de los caballos de batalla contra los que

    combatiremos de manera recurrente ms adelante. El acento puesto en la imposibilidad de

    lo inactual para efectuarse filosfica y polticamente es el aporte fundamental de Pellejero

    en Deleuze y la redefinicin de la filosofa. Hay algunos autores que encabezan lo que

    podramos denominar el modelo anglosajn (posmoderno) de investigacin que,

    subordinados al sistema de investigacin implementado a nivel mundial que exige la

    publicacin a toda costa de artculos y libros sobre cualquier cosa, hacen de las

    afirmaciones polemistas el gancho con el cual atraen a incautos que se sienten ofendidos

    por el escndalo que suscitan y la falta de rigor que exhiben para tergiversar a conveniencia

    tesis filosficas1.

    Del resto de comentaristas podemos decir que los hemos tomado en la justa medida

    en que han contribuido a esclarecer una obra tan compleja como la de Deleuze. Podemos

    mencionar, entre ellos, a Zourabichvilli, Hardt, Negri, Sibertin-Blanc, Sauvagnard, Ramrez

    Cobin, Scavino, Rachjman, Patton como lectores atentos y puntuales de la obra

    deleuzeana. Su importancia no es menor ya que para la comprensin y la construccin de la

    interpretacin deleuzeana son fundamentales, sugerentes y prolficas sus lecturas. Nuestro

    trabajo, en este sentido, quiere insertarse dentro de esta tradicin naciente de interlocutores

    y prolongadores de la obra deleuzeana. El tiempo ser nuestro juez.

    1Nos referimos y no queremos darles mayor crdito, puesto que de lo contrario sucumbiramos ante suanzuelo- a Alain Badiou, a Slavoj iek y a Philippe Mengue (al de Deleuze et la question de la dmocratie,no al deDeleuze y el sistema de lo mltiple), cuyas obras en torno a Deleuze pretenden imputarle un monismoontolgico optimista, un edipismo hegeliano encubierto e idealista y una especie de elitismo estticointelectualizado, respectivamente. Quiz no sobra decir que una lectura ms atenta, detenida y escrupulosa dela obra deleuzeana hara caer por s mismos estos falsos problemas.

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    CAPTULO 1. EMERGENCIA DE LA CRTICA EN LA TRADICIN DE LA

    FILOSOFA POLTICA.

    1.1. LOS PRECURSORES DELEUZEANOS.

    Utilizamos la expresin precursores deleuzeanos en un sentido cercano al de lanocin de precursor oscuro de la que el propio Deleuze se sirve para designar a aquel

    elemento o trmino que, dentro de una estructura, provoca una divergencia en las series que

    pone en conexin. Si consideramos la historia de la filosofa como el despliegue serial y

    continuo de un conjunto de problemas y conceptos puestos en relacin de mltiples

    maneras, la filosofa deleuzeana vendra a romper esta continuidad tranquila y aparente al

    hacer irrumpir un poco de devenir en estado puro en la tarea ingente del pensar para

    forzarlo a pensar lo impensado. El rayo estalla en intensidades diferentes, pero est

    precedido por un precursor oscuro, invisible, insensible, que determina su camino a la

    inversa, como en vaciado. De igual manera, todo sistema contiene su precursor oscuro que

    garantiza la comunicacin de series bordeantes2. Consideramos que esta observacin

    puede aplicarse al propio sistema filosfico deleuzeano y lo que desempeara este papel de

    precursor oscuro sera en cada caso la apropiacin creadora que Deleuze construye como

    lo impensado de los filsofos a los que se acerca en sus estudios monogrficos.

    Los precursores son tales, no porque antecedan cronolgicamente al pensadorconsiderado, ni porque haya una influencia de la que se desprendera una deuda paternal,

    edpica-, sino porque suscitan de manera intempestiva el surgimiento de un nuevo

    pensamiento, porque rompen la continuidad de la serie trazada por la historia y tienen cada

    vez que ser inventados. Cada filsofo, cada escritor, cada pensador encuentra y reinventa

    sus propios precursores. En el caso de Deleuze, los estudios monogrficos han jugado ese

    papel: crea a los precursores que le permitirn, que le forzarn a pensar determinados

    conceptos. En lo que sigue, trataremos de dar cuenta de los conceptos que Deleuze ha

    reinventado para su propio pensamiento de los filsofos a los que dedic estudios

    monogrficos, optando para ello por un criterio cronolgico (salvo en el caso de Leibniz y

    Kant, donde operamos una inversin) desde el punto de vista del orden de aparicin en el

    2DR, p. 206.

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    que stos irrumpieron en el pensamiento deleuzeano y no desde el punto de vista de la

    historia de la filosofa, el cual no coincide y nos muestra ya una cierta tendencia en Deleuze

    a optar de manera intempestiva por abordar a sta- . Ello, en virtud de que consideramos

    que, de esta manera, podremos esclarecer en alguna medida cmo fueron construyndose

    las diversas aristas que el concepto de crtica ira mostrando en su relacin con la tradicinde la filosofa poltica. Como nuestro inters, en este apartado, radica en mostrar la

    constelacin de conceptos con los cuales guarda relacin el concepto de crtica,

    destacaremos, de cada filsofo en cuestin, aquellos conceptos que conecten con el referido

    concepto de crtica en su relacin con la filosofa poltica.

    1.1.1. Hume y las relaciones empiristas entre instintos e instituciones.

    ES es la primera gran obra de Deleuze. Podemos encontrar aqu varios de los

    motivosque se repetirn en otras de sus obras: la crtica a la representacin, la exterioridad

    de las relaciones respecto a los trminos o elementos que la producen, el afuera del

    pensamiento como aquel impensado que lo obliga a pensar, la crtica a partir de las ideas en

    su relacin estrecha con los problemas de los que se desprenden, el problema de la

    constitucin de la subjetividad a partir de la sntesis temporal del hbito, la preeminenciaconcedida a la invencin (prctica) frente a la creencia (gnoseolgica), por mencionar

    algunos. Nosotros queremos rescatar dos conceptos que nos parece que mantienen una

    relacin ms estrecha con el concepto de crtica en filosofa poltica, a saber: los conceptos

    de instinto e institucin. Pero no pretendemos abstraerlos de los problemas a los que

    intentan dar respuesta, sino que, ms bien, queremos situarlos justamente en relacin con el

    problema prctico-poltico desde el que surgen, cuya formulacin ms general podra ser,

    entre otras, el de la relacin entre naturaleza y cultura, o el del paso del estado de naturaleza

    al estado socialproblema clsico, quiz sobra decirlo, de la filosofa poltica-. Y es que, si

    bien este problema ha recibido mltiples y muy variadas respuestas a lo largo de la historia

    de la filosofa poltica, lo que interesar a Deleuze y a nosotros con l no es tanto la

    particular respuesta que da Hume ante dicho problema sino las derivaciones polticas que

    pueden extraerse tanto del planteamiento del problema en los trminos as presentados

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    como del posicionamiento crtico que supone moverse a partir de estos conceptos con

    relacin al iusnaturalismo y al contractualismo. Revisemos ms puntualmente estos

    conceptos.

    Para Deleuze, instintos e instituciones aparecen estrechamente ligados. Ambos son

    las dos formas organizadas de una posibilidad de satisfaccin3y se distinguen a partir de

    su carcter inicialmente natural o artificial. El instinto remite a la satisfaccin de tendencias

    y necesidades que el individuo extrae del mundo exterior sea ste natural o cultural,

    mientras que la institucin supone la elaboracin de instrumentos artificiales con vistas a

    satisfacer la tendencia pero que transforman a sta al introducirla en un entorno nuevo,

    distinto del entorno natural. La institucin efecta el paso del estado de naturaleza en el que

    se encuentra el instinto al estado social en el que es satisfecha su tendencia, pero

    sometindola a una transformacin. Pero vayamos un poco ms lento. En su interrelacin,

    instinto e institucin forman, siguiendo la lectura deleuzeana de Hume, el dominio prctico

    de lo pasional y lo social sobre el que pueden fundarse la moral y la poltica. Y ambos, lo

    pasional y lo social, se implican mutuamente en la medida en que, por un lado, la sociedad

    reclama de cada uno de sus miembros, espera de ellos, el ejercicio de reacciones constantes,

    la presencia de pasiones susceptibles de aportar mviles y fines, caracteres colectivos o

    particulares4, es decir, instintos institucionalizados y, por otro lado, las pasiones implican

    la sociedad como medio oblicuo para satisfacerse5

    , o sea, instituciones instintivas. Vemosentonces que ni lo pasional es meramente instintivo ni lo social puramente institucional

    sino que hay entrecruzamientos que colocan lo pasional en relacin con instituciones

    sociales que buscan satisfacer el instinto latente en ello y que ponen a lo social como medio

    institucional indirecto de satisfaccin del instinto.

    Si quisiramos aventurar una hiptesis arriesgada a propsito de los desarrollos que

    de este problema hace Deleuze en obras posteriores, en concreto, en AE, podramos

    encontrar aqu un primer germen de lo que ser una de las tesis ms fuertes de esa obra, asaber: la identidad de naturaleza entre la produccin deseante y la produccin social, entre

    economa libidinal y economa poltica, entre mquinas deseantes y mquinas sociales, en

    3DELEUZE, G., (1955), Instintos e instituciones, enID, p. 27.4ES, p. 11.5dem.

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    su mutua implicacin y en su diferencia de rgimen. De hecho, la artificialidad de la

    institucin al buscar satisfacer las tendencias instintivas podra verse como una

    prefiguracin del maquinismo generalizado en el que se encuentra el deseo colectivo.

    Slo que procederemos con un poco de calma y evitaremos con ello precipitarnos en una

    equiparacin demasiado simple. No olvidemos que, en esta primera obra, entre instinto einstitucin (podra leerse: entre produccin deseante y produccin social), en la medida en

    que hay una remisin del instinto a lo natural y de la institucin a lo cultural, habra una

    diferencia de naturaleza y no una diferencia de rgimen. Quiz se sera el matiz que habra

    que introducir para dar cuenta de la posterior modificacin de la relacin entre lo deseante

    y lo social, si bien esta diferencia de naturaleza entre instinto e institucin no obstara para

    que ambos entraran en relaciones de mutua implicacin.

    Qu ventaja supone pensar lo social en trminos de relaciones entre instintos e

    instituciones respecto de otras posiciones en filosofa poltica tales como el iusnaturalismo

    o el contractualismo? A diferencia de las teoras de la ley, que sitan la positividad fuera

    de la sociedad (los derechos naturales), y conciben la sociedad como negacin (la

    limitacin contractual), la teora de la institucin sita fuera de la sociedad lo negativo (las

    necesidades) y presenta la sociedad como algo fundamentalmente positivo, inventivo (de

    unos medios originales de satisfaccin)6. En efecto, desde la perspectiva de una

    determinada institucin, si dejsemos lo instintivo fuera de su relacin con lo social nosera ms que una necesidad, una carencia, propia del estado de naturaleza, y si de ello

    quisiramos hacer el punto de partida para iniciar un pacto social, no tendramos ms que la

    ficcin de unos derechos naturales a los que habra que renunciar para poder entrar a formar

    parte de la sociedad. Dos preguntas cabra formular ante este escenario: cmo se

    construyen las instituciones en su relacin con el instinto, es decir, cmo se da el paso del

    estado de naturaleza del instinto al estado social de la institucin? Cul es el lmite de una

    institucin o toda institucin sera deseable?

    Respecto de la primera pregunta, antes de responderla, habra que introducir una

    distincin que Deleuze recupera de Hume: la distincin entre egosmo y simpata. En

    relacin a lo pasional, Hume dir que es porque la esencia de la pasin, la esencia del

    6DELEUZE, G., Instinto, Op. cit.p. 28.

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    inters particular, no es el egosmo, sino la parcialidad, que la simpata no supera, por su

    lado, el inters particular, ni la pasin7. La simpata es un primer modo de rebasar el

    egosmo, pero mantiene la parcialidad de su alcance reducido a aquellos hacia quienes se

    dirige. El problema de la sociedad, en tanto institucin, ser inventar los mecanismos para

    integrar la parcialidad de las diversas simpatas instintivas. No es que haya un egosmoprimordial en el que el hombre sea el lobo del hombre sino que hay ya una primera

    sociabilidad de lo instintivo que se expresa en la simpata que un sujeto siente por sus ms

    prximos (su familia, su clan, por poner algn ejemplo). Nuevamente, si quisiramos tirar

    un hilo haciaAE, el concepto de simpata podra verse como un mixto tanto del concepto de

    alianza como, sobre todo, del de filiacin8.

    Tras este breve rodeo podemos retomar la cuestin del surgimiento de la institucin

    a partir del estado de naturaleza. El instinto no es solamente individual, sino que, en tanto

    puede encontrarse en la especie, supone ya una relacin con los otros, con el medio en el

    que busca satisfacerse. En esta relacin con los otros entra en juego la simpata que, aunque

    parcial y limitada, implica un cierto tipo de relacin social. El problema del surgimiento de

    una institucin ser el de integrar las diversas simpatas parciales que son propias de lo

    instintivo. Para ello se valdr de la inteligencia, entendida sta en un sentido social ms que

    individual como conjuncin de diversos medios sociales para dar cauce a una cierta

    tendencia. Y la institucin no est calcada a partir de la tendencia que pretende satisfacer,sino que crea medios oblicuos, indirectos de satisfaccin de la tendencia. La institucin

    coloca a la simpata instintiva ante una encrucijada: extenderse por artificioo destruirse

    por la contradiccin. Y las pasiones: satisfacerse artificial, oblicuamente, o negarse por

    violencia9. No hay, por tanto, satisfaccin natural de las tendencias sino que la institucin

    inventa los medios indirectos para esa satisfaccin que no se parecen a la propia tendencia

    o que satisfacen a sta de las maneras ms diversas (en distintas formas culturales,

    histricas, sociales). La institucin efecta el paso del estado de naturaleza al estado

    social.La institucin plantea el problema mismo de este paso en tanto que inventa los

    medios de satisfaccin e integracin tanto de las pasiones y las simpatas instintivas.

    7ESpp. 32-33.8Vase, infra., p. 142 y siguientes, en especial el apartado La mquina territorial primitiva y la codificacindel captulo 3, donde tratamos esta cuestin.9ES, p. 38.

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    Recuperemos ahora la segunda pregunta: cules seran los lmites de las

    instituciones? O todo en ellas sera positividad? No suponen ellas una restriccin de los

    instintos, una represin sobre ellos? Lo veamos ya en la alternativa que se impona tanto a

    las simpatas y a las pasiones: si no se integran en la institucin lo que les queda es la

    destruccin por contradiccin o la negacin por violencia. Las instituciones no satisfacenla tendencia sin reprimirla al mismo tiempo. Aqu tenemos una forma de matrimonio y un

    rgimen de propiedad. Por qu este rgimen y esta forma? Mil variantes son posibles y se

    las encuentra en otras pocas y en otros pases10. Al imponer una determinada forma, entre

    mltiples posibles, a la satisfaccin del instinto, la institucin reprime, en cierta medida, a

    este ltimo, pero, a la vez, posibilita los medios indirectos y oblicuos por los que puede

    realizarse. La institucin, en este sentido, presenta una ambigedad constitutiva. Si a esto

    aadimos que la institucin puede quedar integrada en una institucin ms amplia como elEstado o las instituciones interestatales que, aunque secundarias en relacin a la

    satisfaccin que puede proporcionar a los instintos, no por ello son menos sociales, sino

    que suponen una apropiacin de las instituciones en principio sociales, encontramos

    entonces otro de los peligros hacia los cuales puede tender la institucin, a saber: su

    subordinacin a un aparato de Estado. Y aqu cabra hacer la pregunta: a quines sirve una

    determinada institucin? A todos los que sienten esa necesidad? Solamente a algunos

    (una clase privilegiada) o solamente a aquellos que garantizan el funcionamiento de la

    institucin (una burocracia)?11.

    Si, nuevamente, tiramos los hilos un poco haciaAEy comparamos este concepto de

    institucin que se ha venido delineando en esta breve caracterizacin con el concepto de

    agenciamiento, como un intento de traducir este concepto en otro ms comprensible,

    veremos que la misma ambigedad que presentan las instituciones es extensiva a las

    posibilidades de conjuncin de los agenciamientos colectivos de deseo. En efecto, stos,

    por s mismos, no garantizan una realizacin del deseo que est desprovista de exclusiones,

    de fascismos, de apropiaciones por parte de un aparato de Estado, aun cuando, en ciertos

    casos y momentos (en un devenir-revolucionario, por ejemplo), puedan instituir una cierta

    10Op. Cit., p. 43, cursivas del autor.11DELEUZE, G., Instinto, Op. cit.p. 28.

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    manera de expresar en el medio social al deseo cargado colectivamente.

    Retrospectivamente, son los mismos lmites ante los que se encuentran las instituciones.

    Retengamos en este punto aquello que conecta con el concepto de crtica que va

    esbozndose a partir de esta breve revisin del problema de la relacin entre instintos e

    instituciones. Queremos proponer dos vas de acceso complementarias para el concepto de

    crtica: por un lado, presentar a ste como un problema, ante todo, de composicin, de

    creacin, de invencin entre instintos e instituciones; por otro lado, apuntar hacia el modo

    concreto en que la crtica va hacindose, seguir su movimiento, su trazado, los efectos que

    provoca, los desplazamientos que opera en el pensamiento mismo. Llamemos a la primera,

    por comodidad, va conceptual o formal, y a la segunda va pragmtica o material.

    Sobre la va conceptual ha tratado primordialmente este apartado. Recapitulando

    brevemente, en ella encontramos las relaciones entre instintos e instituciones con las

    tendencias, lo pasional, la simpata, la inteligencia, la represin, el Estado. En relacin a la

    segunda va, slo presentamos las crticas que, desde una teora de la institucin podan

    esgrimirse frente al iusnaturalismo y al contractualismo, pero dejamos sin esclarecer a

    partir de qu criterios podan lanzarse estas crticas. Uno de estos criterios lo encontramos

    ya en la primera va, respecto a la invencin que supone la institucin. Por ello insistamos

    en el carcter complementario de estas vas. Otro criterio lo extraeremos a partir de las

    indicaciones que el propio Deleuze muestra hacia el final de esta obra respecto a la manerade hacer crtica: la crtica es posible slo a partir de la subversin, la reinvencin no slo de

    nuevos conceptos sino, principalmente, de nuevos problemas y de las relaciones que se

    tejen entre ambos, sin abstraer a los conceptos de los problemas a los que intentan

    responder y a los que estn estrechamente ligados. Profundicemos slo un poco en esta

    distincin respecto a la manera de hacer crtica. Citemos para ello al propio Deleuze:

    Digamos que las objeciones filosficas son de dos tipos. Unas, la mayora, no tienen de

    filosficas ms que el nombre. Consisten en criticar una teora sin considerar la ndole delproblema al que sta responde y en el que encuentra su fundamento y su estructura [].

    Nos presentan lo que dice un filsofo como si fuera lo que ste hace o quiere. Y como

    crtica suficiente de la teora nos presentan una psicologa ficticia de las intenciones del

    terico []. Hay que comprender, sin embargo, qu es una teora filosfica a partir de su

    concepto; no nace sola y por puro gusto. No basta siquiera decir que es la respuesta a un

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    conjunto de problemas. Sin duda, esta indicacin tendra al menos la ventaja de hallar la

    necesidad de una teora en relacin con algo que pueda servirle de fundamento, pero sera

    una relacin ms cientfica que filosfica. A decir verdad, toda teora filosfica es un

    problema desarrollado y nada ms: por s misma, en s misma, consiste, no en resolver un

    problema, sino en desarrollar hasta el fondo las implicaciones necesarias de una cuestin

    formulada []. Cuestionar significa subordinar, someter las cosas a la cuestin de manera

    tal que en esa sumisin compelida y forzada nos revelen una esencia, una naturaleza.

    Criticar la cuestin significa mostrar en qu condiciones es posible y cundo est bien

    planteada, es decir, cmo las cosas no seran lo que son si no fuera sta la cuestin. Quiere,

    pues, decir que estas dos operaciones son slo una, una sola operacin que consiste siempre

    y necesariamente en desarrollar las implicaciones de un problema, dando sentido a la

    filosofa como teora. En filosofa, la cuestin y la crtica de la cuestin son una misma

    cosa; o, si se prefiere, no hay crtica de las soluciones, sino slo una crtica de los

    problemas.12

    Las crticas presentadas tanto al iusnaturalismo como al contractualismo son crticas

    respecto a la manera de presentar el problema del paso del estado de naturaleza al estado

    social, en las que se muestra que, en virtud de la suposicin de derechos naturales

    preexistentes y de la limitacin, la renuncia y la negacin, el problema est mal planteado y

    que es posible otra formulacin a partir de una teora de la institucin. Pero este nuevo

    punto de vista, esta nueva manera de enfocar el problema, no es arbitraria; surge de la

    necesidad de llevar hasta las ltimas consecuencias este concepto de institucin en su

    relacin con el problema del paso del estado de naturaleza al estado social, surge de

    considerar al concepto mismo como problemticode ah la necesidad de poner en relacin

    a este concepto con otros que delineen el problema y en el que, a pesar de la aparente y

    siempre provisoria respuesta dada al mismo por el propio Hume, el problema subsista y sea

    susceptible de ser actualizado, de otra manera, en otro tiempo, de manera diversa. Y aqu

    volvemos a encontrarnos con la primera va: la crtica es posible porque hay una

    reinvencin del problema, de la respuesta, de los conceptos y de las relaciones entre stos

    que entran en juego. El problema, ahora reformulado a partir de la relacin entre instintos e

    instituciones, es entonces: cmo componer con las pasiones y las simpatas parciales

    (instinto-deseo) un conjunto de instituciones sociales que satisfagan a stas y que formen

    12ES, pp. 117-118.

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    un estado social? Spinoza har vibrar este problema introduciendo algunas variaciones a

    partir de la distincin entre afecciones y afectos.

    1.1.2. Spinoza y el problema de la composicin de los afectos.

    En dos obras, SPE y SFP, Deleuze se acerca a la filosofa spinozista. La primera es

    una obra que desarrolla el problema de la univocidad del Ser a partir del concepto de

    expresin y, por estar ms prxima a una problemtica ontolgica, retomaremos

    implcitamente algunos de sus conceptos en la medida que conecte con nuestro problema.

    La segunda, ya desde el ttulo, aborda aquellos conceptos de Spinoza que tienen relacin

    con problemas de naturaleza prctica y que pueden entenderse tanto en un sentido tico

    como poltico. No debe extraarnos que en esta segunda obra Deleuze cite no slo y no

    primordialmente la tica, sino otras obras de contenido poltico, tales como el Tratado

    teolgico-polticoo el Tratado poltico.Nosotros optaremos por este sentido poltico, pero,

    para ello, tendremos que revisar algunos conceptos que Deleuze pone en juego al acercarse

    a Spinoza. No olvidando el problema de la composicin de lo social enunciado lneas arriba

    a partir del Hume de Deleuze, comenzaremos esta revisin sobre Spinoza a partir de la

    distincin entre afectos y afecciones, debido a que nos parece que puede trazar unaconexin con el problema de la integracin de las pasiones y las simpatas que

    analizbamos en el apartado precedente.

    La obra en cuestin lanza una triple denuncia que le valen a Spinoza a su vez tres

    acusaciones: la ilusin de la conciencia (recriminacin materialista), la de los valores

    (imputacin inmoralista) y la de las pasiones tristes (reproche atesta). Comencemos con la

    primera acusacin. Spinoza mantiene, segn Deleuze, un paralelismo entre el cuerpo y el

    espritu que hacen irreductibles el uno al otro, pero que los ponen en relacin. Sin embargo,ni del cuerpo ni del pensamiento tenemos ideas claras acerca de lo que pueden, acerca de su

    propia potencia. Ello es as debido a que, en cuanto la conciencia slo es capaz de captar

    los efectos de las cosas pero ignora las causas, nos hacemos ideas inadecuadas tanto del

    cuerpo como del espritu. Si alcanzsemos el orden de las causas y ello sera posible a

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    travs de la intuicin como tercer gnero de conocimiento- veramos que cada cuerpo

    (para el atributo extensin) o cada idea o espritu (para el atributo pensamiento) estn

    constituidos por relaciones que subsumen sus partes, de tal manera que cuando un cuerpo

    se encuentra con otro cuerpo o una idea se encuentra con otra idea, o bien las dos relaciones

    se componen en una mayor, o bien una relacin descompone a la otra y destruye lacohesin entre sus partes13. As, cuando un cuerpo o una idea entran en relacin y

    componen una relacin mayor, se produce la afeccin de la alegra, en tanto aumenta la

    potencia de actuar; mientras que cuando el resultado de este encuentro es la

    descomposicin de las relaciones, estamos ante la afeccin de la tristeza, en la que hay

    disminucin de esta potencia de accin.

    Sin embargo, permanecemos aqu en el dominio de los encuentros fortuitos, del ms

    puro azar, de la pasividad de las afecciones. Habra que conquistar ese otro modo en el que

    la afeccin sufre una transmutacin y deviene afecto. Y para ello, habr que dar un pequeo

    rodeo por la segunda denuncia que consiste en considerar la existencia de valores

    trascendentes (el bien y el mal) a partir de los cuales se pretende juzgar la vida.

    Introduciendo en este punto la distincin nietzscheana entre, por un lado, bien y mal y, por

    otro, bueno y malo, Deleuze mostrar cmo desde el primer par de trminos se entiende el

    mal como prohibicin, y al bien como mandato, en lugar de evaluarlos desde la inmanencia

    del segundo par de trminos como composicin y descomposicin de las relaciones propiasde una determinada esencia. As, lo malo seran los encuentros tales como una

    intoxicacin, un envenenamiento o una indigestin. O incluso, atendiendo a los factores

    individuantes, como una intolerancia o una alergia14y que provocan una disminucin de la

    propia potencia. Lo bueno y lo malo provocan en nosotros pasiones ya sean alegres o ya

    sean tristes. La tristeza es provocada

    Cuando nos encontramos con un cuerpo exterior que no conviene al nuestro (es decir, cuya

    relacin no se compone con la nuestra), todo ocurre como si la potencia de este cuerpo seopusiera a nuestra potencia operando una substraccin, una fijacin; se dira que nuestra

    potencia de accin ha quedado disminuida o impedida []. Por el contrario, cuando nos

    13Antonio Castilla Cerezo, Deleuze, lector de Spinoza. Del problema de la expresin a la filosofa prctica,en Convivium, no. 24, 2011, p. 177.14SFP, p. 42.

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    encontramos con un cuerpo que conviene a nuestra naturaleza y cuya relacin se compone

    con la nuestra, se dira que su potencia se suma a la nuestra; nos afectan las pasiones de

    alegra, nuestra potencia de accin ha sido aumentada o auxiliada. Esta alegra no deja de

    ser una pasin, puesto que tiene una causa exterior; quedamos todava separados de nuestra

    potencia de accin y no la poseemos formalmente.15

    En este punto, aparte de vislumbrar la posibilidad de una transmutacin de las

    pasiones que nos afectan por una potencia de accin de la que nosotros mismos seramos la

    causa (pasando as de las afecciones pasivas a los afectos activos como pliegues de la

    subjetividad), Deleuze formular una pregunta que dar cuenta de la tercera denuncia

    (atesta) que l presenta en Spinoza, a saber: a quines sirven las pasiones tristes o quines

    se sirven de ellas y con qu finalidad? Y, a partir de ello, har una tipologa de las figuras

    de las pasiones tristes. Tres sern las figuras que encontraremos como tipos de las pasionestristes: el esclavo, el tirano y el sacerdote, como trinidad moralista. Podramos definirlos,

    respectivamente, como 1) el hombre de las pasiones tristes; 2) el que se sirve de ellas, que

    las necesita para asentar su poder; 3) el hombre a quien entristece la condicin humana, las

    pasiones del hombre en general16. Aqu se vislumbra el uso poltico de las pasiones tristes,

    desde su asentamiento sobre la base social, pasando por el servicio que prestan al poder,

    hasta su consolidacin y propagacin por un tipo de agentes sociales.

    Nos dice Spinoza: El gran secreto del rgimen monrquico, su inters profundo,consiste en engaar a los hombres disfrazando con el nombre de religin el temor con el

    que se les quiere meter en cintura; de modo que luchen por su servidumbre como si se

    tratase de su salvacin17. La alianza del tirano con el sacerdote para la formacin,

    consolidacin y propagacin de las pasiones tristes propias del esclavo tiene por cometido

    provocar una disminucin en la potencia de actuar, llevarla hasta el mnimo para sumir en

    la pasividad y en el temor al individuo. Desde este punto de vista, las pasiones, en tanto

    afecciones de la subjetividad, no slo conciernen a un cierto uso del cuerpo en sentido

    tico, sino que desbordan este mbito y devienen un problema poltico de constitucin de

    15Ibd., p. 39.16Antonio Castilla, Op. Cit.17Baruj Spinoza, Tratado teolgico-poltico, Prefacio, citado por Deleuze en SFP, p. 36.

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    subjetividades. El tipo de subjetividad que se produce de este modo, en tanto dominado por

    las pasiones trsites, podra definirse como una subjetividad sujetada, sumisa, esclava.

    Sin embargo, otro tipo de pliegue subjetivo del poder (de afectar y ser afectado) es

    posible. Tanto las pasiones alegres como las pasiones tristes, en la medida en que tienen

    una causa externa que depende del tipo de relacin (composicin/descomposicin) en la

    que un cuerpo o una idea se incorporan en un encuentro, siguen siendo pasivas, aun cuando

    las primeras aumenten en cierto grado nuestra potencia de actuar y nos predispongan para

    dar el salto hacia la apropiacin de la propia potencia de actuar. Cuando este salto se

    produce, la alegra deviene activa y la pasin se transforma en accin, las cuales ya no

    dependen de causas externas sino del modo en que el afecto es ejercido sobre la propia

    subjetividad. Para alcanzar este grado de autoafeccin es necesaria la afirmacin

    especulativa de las ideas adecuadas respecto de la potencia del propio cuerpo, lo cual, a su

    vez, puede ser logrado cuando dejamos atrs el punto de vista de la conciencia que, como

    vimos lneas arriba, slo capta los efectos y no las causas- y exploramos las propias

    potencias del cuerpo en su relacin con el inconsciente del pensamiento. Tenemos as

    ideas adecuadas respecto de la propia potencia de actuar y padecer en el mundo de

    relaciones en que nos movemos, cuya nica limitante consiste en que no nos proporciona

    este conocimiento de manera inmediata por va de la beatitud, como s lo har el tercer

    gnero de conocimiento. Las ideas adecuadas nos acercan cada vez ms hacia esta valiberadora.

    Podemos retomar aqu el problema de la composicin de lo social que habamos

    enunciado a propsito de Hume para preguntar cmo podra ser abordado este problema

    desde la ptica de los conceptos spinozistas hasta aqu expuestos. Acabamos de ver que, a

    propsito de las pasiones tristes, hay tres figuras (esclavo, tirano, sacerdote) que se

    aprovechan de ellas para asentar sobre ellas su dominio. sta sera una primera manera de

    poner en relacin pasiones tristes, de observarlas en su relacin con lo social. Habra unafigura que encaminara sus esfuerzos en propagar las pasiones alegres? Al parecer, no la

    hay. Slo encontramos un mtodo, el de la intuicin, por el que podramos formar ideas

    cada vez ms adecuadas de nosotros mismos y podramos alcanzar ese aumento de potencia

    que transformara nuestras pasiones tristes en alegras, primero pasivas (afecciones), y luego

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    activas (afectos). Sin embargo, pareciera que esta conquista se efecta en solitario, que su

    vnculo con lo social es aislado. Para abordar esta dificultad, quiz convendra recuperar

    algunos de los cuestionamientos que Deleuze recupera de Spinoza a partir del Tratado

    teolgico-poltico. Internmonos un poco sobre este asunto.

    Es en el apartado que Deleuze dedica a la vida de Spinoza donde aparecen algunos

    de los cuestionamientos ms fuertes respecto al modo como est organizado lo social.

    Como mostrar Spinoza, en cualquier sociedad, se trata de obedecer y slo de eso: por esta

    razn, las nociones de falta, de mrito y de demrito, de bien y de mal, son exclusivamente

    sociales y ataen a la obediencia y a la desobediencia18. Y si la obediencia tiene el

    primado de facto en lo social, ello se debe a que, como hemos visto, tenemos ideas

    inadecuadas tanto de nuestro cuerpo como en el orden de la conciencia, es decir, al

    desconocer el orden de las causas y quedarnos solamente con el de los efectos, nos sucede

    como a Adn19, interpretamos los efectos de composicin o descomposicin que se

    efectuaran sobre nosotros como una prohibicin en trminos de ley trascendente a la que

    habra obedecer. Nuestras relaciones sociales estn mediadas por este desconocimiento del

    orden de las causas. La va para escapar a esta obediencia pareciera ser conquistar la propia

    libertad, pero veremos que esta va an tiene algo de insuficiente.

    La principal cuestin que plantea Spinoza en el Tratado teolgico-poltico y que

    Deleuze retomar en muchas de sus obras con un contenido ms explcitamente poltico es

    sta: por qu el pueblo es tan profundamente irracional?, por qu se enorgullece de su

    propia esclavitud?, por qu los hombres luchan por su esclavitud como si se tratase de su

    libertad?, por qu es tan difcil, no ya conquistar, sino soportar la libertad?, por qu una

    religin que invoca el amor y la alegra inspira la guerra, la intolerancia, la malevolencia, el

    18SFP, p. 12.19Nos referimos al Adn bblico que ante el enunciado: No comers del fruto... : el angustiado e ignoranteAdn comprende estas palabras como el enunciado de una prohibicin. Sin embargo, de qu se tratarealmente? Se trata de un fruto que, en su condicin de fruto, envenenar a Adn si ste lo come. Se trata delencuentro de dos cuerpos cuyas relaciones caractersticas no se componen; el fruto actuar como un veneno,es decir, provocar que las partes del cuerpo de Adn (y, paralelamente, la idea del fruto lo har con las partesde su alma) entren en nuevas relaciones que no corresponden ya a su propia esencia (Deleuze, SFP, p. 32), esdecir, toma este enunciado en trminos de mal como valor trascedente impuesto como prohibicin por unDios igualmente trascendente y no en trminos de la descomposicin de las relaciones que en su esenciasingular provocara como efectono separado de su causa- la ingestin del fruto.

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    odio, la tristeza y el remordimiento?20. No basta entonces con una conquista de la propia

    libertad, ya que incluso en este caso, se torna complicado asumir la libertad y se la

    interpreta como una carga a la que habra que soportar. Lo que vendra a completar este

    cuadro y a responder un poco estas interrogantes sera el desglose del rol que juegan las tres

    figuras del resentimiento (el esclavo, el tirano y el sacerdote), quienes suelen basar sureconocimiento no slo en el inters que mantienen como administradores y propagadores

    de las pasiones tristes, sino, una vez que stas estn ms o menos asentadas, en la

    obediencia a la ley por miedo, por desconocimiento de las potencias del cuerpo y del

    pensamiento.

    El anclaje entre las pasiones y lo social vendra dado, en un primer nivel, por todo

    este uso perverso que la alianza del tirano y el sacerdote promueve en la formacin,

    consolidacin y propagacin de las pasiones tristes, con la finalidad de que stas

    predispongan al esclavo para la obediencia, para que la irracionalidad del pueblo se

    mantenga, para que, a partir de las ideas inadecuadas que tendr sobre s, luche por su

    esclavitud como si se tratase de su libertad, para que la libertad sea interpretada como una

    carga y no sea deseable. En un segundo nivel, cabra preguntar qu pasara si lo que se

    promoviera fuera el grito spinozista libertario y alegre del conocimiento adecuado de las

    propias potencias del cuerpo y del pensamiento, si cada potencia fuera llevada hasta el

    lmite de lo que puede, si buscramos y provocramos encuentros que acrecentaran nuestrapotencia de actuar. Sin embargo, para no polarizar las cosas so pena de producir una

    imagen simplificada en la que uno slo de los polos sera el nico deseable y el otro

    desdeable, quisiramos sealar, como matiz, la imposibilidad de cargar el acento slo

    hacia el polo del aumento de la propia potencia, ya que, si as fuera, estaramos ignorando

    que, como contrapartida de este aumento de la propia potencia por composicin con otro

    cuerpo u otra idea, se producira como residuo una relacin de descomposicin para uno de

    los trminos que entraran en relacin. Queremos indicar con ello que, al no haber

    predeterminacin de lo que suceder en cada encuentro, las relaciones de composicin y

    descomposicin pueden ser mltiples y diversas. De ah que consideremos que el problema

    que hemos venido planteando en relacin a la composicin de lo social, si bien ha recibido

    20SFP, p. 18.

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    nuevas determinaciones conceptuales, an subsiste como tal y que puede ser enunciado

    ahora como un problema de composicin de afecciones y afectos en un todo social. Slo

    que ahora las figuras conceptuales (esclavo, tirano, sacerdote) de las que disponemos para

    hacer de puente entre lo individual y lo social, a diferencia del concepto de institucin

    propuesto en el apartado anterior, no tienen un carcter positivo sino negativo. Quiz hayaque buscar otros conceptos que le den una nueva determinacin al problema.

    Uno de los rasgos que adopta el concepto de crtica a partir del spinozismo

    deleuzeano es el de la denuncia; una denuncia (de las pasiones tristes, de las tres figuras del

    resentimiento, de las sumisiones a las que se somete un pueblo por ideas inadecuadas o

    desconocimiento de su potencia) con la que la crtica aparece emparentada. Y es que, si la

    crtica puede ejercerse, es a partir de la posibilidad de vislumbrar otras potencialidades, ya

    sea para el cuerpo, ya sea para el pensamiento. Si bien en este punto podra decirse que hay

    en SFPun Spinoza muy "nietzscheanizado", en lugar de tomar esto como un obstculo en

    base a un afn purista, cabra entenderlo como algo que nos permite en alguna medida

    anticipar un poco de lo que ser la crtica desde el Nietzsche deleuzeano, a saber: una

    tipologa de modos de existencia, un anlisis de las fuerzas en devenir, de su modo diverso

    de expresin.

    1.1.3. Leibniz y el problema de la composibilidad entre mundos posibles.

    Nuestra aproximacin a Leibniz como precursor deleuzeano en el sentido ya

    esbozado anteriormente- obedece a dos razones. La primera de ellas radica en el hecho de

    que, a pesar de la apariencia que pudiera producirse en relacin al carcter

    predominantemente ontolgico del acercamiento de Deleuze a la obra de Leibniz,

    consideramos que, incluso desde esa perspectiva, es posible entresacar la manera como vantejindose nuevas relaciones entre poltica y ontologa en la filosofa deleuzeana, de tal

    manera que anticipemos slo un poco de lo que desarrollaremos sobre este problema en uno

    de los apartados posteriores. La segunda razn consiste en que el encuadre que

    pretendemos realizar respecto de la invencin deleuzeana de Leibniz a partir de la

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    expresin de composibilidad entre mundos viene a retomar, por un lado,el problema de

    la institucin de lo social expuesto en el apartado sobre Hume, slo que ahora en trminos

    de mundos posibles; por otro lado, nos permite hacer variar el lmite que veamos en el

    apartado sobre Spinoza en relacin al problema de la composicin de los afectos,

    colocndonos no ya sobre el yo sino sobre la divergencia entre mundos. Nosotrosinvertiremos ahora este orden de razones comenzando primero con el problema de la

    composibilidad entre mundos posibles y apuntando hacia el final del apartado algunas

    consideraciones en torno al problema de la diferencia.

    Tres son los principales acercamientos que Deleuze hace a la filosofa de Leibniz. El

    primero acontece en la conclusin de SPE, en el apartado titulado Teora de la expresin

    en Leibniz y Spinoza, en el que a partir del concepto de expresin hay una defensa de la

    inmanencia. El segundo ocurre en DR, en el captulo La diferencia en s mismay, como

    seala el nombre del captulo, el problema que sirve de marco para este primer

    acercamiento es el de la elaboracin de un concepto propio de diferencia, tarea para la cual

    la filosofa leibniziana se mostrara insuficiente. El tercer acercamiento tiene lugar en la

    obra tituladaPLB, obra en la cual Deleuze se sirve de Leibniz para elaborar el concepto del

    neobarroco en relacin con el pliegue.

    Para trazar una continuidad con el apartado anterior, comencemos revisando las

    correspondencias que podran trazarse entre Spinoza y Leibniz. La alianza Leibniz -

    Spinoza es triple: primero, en el orden de la causalidad, la relacin causa-efecto es una

    modalidad de la expresin, el efecto expresa la causa, la causa se expresa en el efecto;

    segundo, en el orden del conocimiento, que es tambin una subespecie de la expresin: la

    idea adecuada o la idea clara expresa el ser de la cosa ideada, y la cosa se expresa en la

    idea; finalmente, en el orden de la accin, el acto libre es aquel que es expresivo, y es tanto

    ms libre cuanto ms expresivo21. stos seran los rasgos que llevaran a Deleuze a

    interesarse por Leibniz. Causalidad, conocimiento, accin: en estos tres dominios tienen encomn estar ligados al concepto de expresin.

    21Jos L. Pardo, El Leibniz de Deleuze y la ontologa claroscura, en G. W. Leibniz. Analoga y expresin,Editorial Complutense, Madrid, 1994, p. 510.

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    Sin embargo, habra en Leibniz un titubeo que lo inclinara, no hacia la afirmacin

    de la univocidad del Ser (expresin), sino hacia la afirmacin de su equivocidad (analoga).

    sta ser la crtica que, desdeDRcon variaciones enPLB, Deleuze esgrimir hacia Leibniz.

    Ser esta equivocidad la que llevara a Leibniz, siendo consecuente con ella, a imponer la

    condicin de convergencia a las infinitas series de mundos posibles bajo la criba de un dios,mientras que Deleuze sostendra la divergencia infinita de las series. Pero veamos con un

    poco de mayor detenimiento cmo acontece la constitucin de un mundo. Para ello ser

    menester explicar brevemente algunos conceptos leibnizianos reelaborados por Deleuze.

    El concepto leibniziano por antonomasia que necesitamos para esta argumentacin

    es el de mnada. La mnada podra definirse como la unidad indivisible e inextensa de una

    sustancia simple que refleja el todo y que est ordenada por la ley de la armona

    preestablecida. Las mnadas no pueden comunicarse entre s (no tienen puertas ni

    ventanas) y tienen dos pisos, el de los repliegues de la materia y el de los pliegues del

    alma. Segn el principio de los indiscernibles, cada mnada es completamente distinta de

    otra. Todas expresan, desde un determinado punto de vistaaqul que iluminan de manera

    clara y distinta-, una regin del mundo. Cabra preguntar cmo un concepto en apariencia

    tan solipsista podra servirnos para encontrar una conexin con lo social. Y es aqu donde

    podemos apreciar la vala del concepto de expresin, puesto que lo expresado [el mundo]

    no existe fuera de sus expresiones [las mnadas]22

    . Ello implica, por un lado, que elmundo no es algo ms de lo que acerca de l expresan las mnadas y, por otro, que lo

    expresado, el mundo, no se agota en una de sus expresiones individuales, en una mnada,

    sino que surge a partir de la condicin de convergencia de esas mnadas respecto a un

    mundo posible. Para Leibniz

    el mundo era una serie convergente nica, infinitamente infinita, que cada mnada

    expresaba en su totalidad, aunque slo expresara claramente una porcin de la serie. Ahora

    bien, la regin clara de una mnada seprolonga en la porcin clara de otra, y, en su mismamnada, la porcin clara se prolonga definitivamente en las zonas oscuras, puesto que cada

    mnada expresa el mundo entero.23

    22PLB, p. 51.23PLB, p. 69, cursiva del autor.

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    Este prolongamiento claroscuro de la mnada respecto de s y respecto de otras

    mnadas expresa la serie infinita de un mundo posible. Para evitar que las series diverjan en

    cada punto (singular u ordinario), Leibniz propone la nocin de composibilidad: slo

    aquellas series que contengan posibilidades convergentes pueden componer un mundo. Y

    para evitar, a su vez, que los mundos sean infinitos introduce el criterio de Dios como cribaentre los mundos: Dios elige, entre los infinitos mundos posibles, el mejor de ellos para sus

    mnadas. Estas tesis resultan relevantes para nosotros en varios sentidos. Primero, porque

    entre mundos posibles no hay contradiccin sino composibilidad o incomposibilidad.

    Segundo, debido a que, al ser Dios quien elige entre mundos posibles y no entre las

    mnadas que en un determinado mundo se expresan, se sigue como consecuencia un cierto

    primado del mundo sobre las mnadas, con lo cual el problema de cmo salir de la mnada

    se torna un tanto irrelevante, puesto que ella ya expresa, desde un determinado punto devista, la totalidad del mundo y, por tanto, ya est en relacin con otras mnadas.

    Finalmente, porque, a partir de la variacin que Deleuze introducir respecto a la condicin

    de convergencia para hacerla devenir condicin de divergencia, tenemos como

    consecuencia la conjuncin entre la univocidad del Ser y la expresin de las diferencias

    como diferencias, sin subordinacin a una identidad.

    Ledas desde un punto de vista poltico, estas consecuencias que hemos extrado

    pueden ser muy sugerentes de cara a la exposicin de una variante nueva del problema queha venido ocupndonos a lo largo del texto. As, la multiplicidad de las expresiones

    [mnadas] se hace compatible con la unidad de lo expresado [mundo]: ontolgicamente

    uno, el mundo no es dividido realmente por sus expresionesque, no obstante, conservan

    su diferencia. Tampoco los expresantes pierden su diversidad existencial: cada individuo es

    uno porque expresa una diferencia, porque es una expresin diferente, porque ilumina una

    patria o un pas distinto del que iluminan los otros, pero siempre en convergencia con los

    dems24. Quitando de la cuestin a Dios como seleccionador metafsico, tendramos que,

    poltica y ontolgicamente, uno de los principales problemas sera el de cmo hacer

    composibles diversos mundos, respetando la multiplicidad de la diversidad existencial de

    los individuos que habitasen un determinado mundo, sin asignarles una identidad previa y

    24Jos L. Pardo, El Leibniz de Deleuze y la ontologa claroscura, enOp. cit., p. 510.

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    tratando de asegurar el mximo de divergencia. Y retomando la relacin de expresin entre

    el mundo y las mnadas que lo habitan, tendramos la tesis de que el mundo poltico no

    existe fuera de los individuos que en l se expresan, pero la primaca no la tiene uno de

    ellos o algn grupo en particular sino el mundo en comn que se pretende construir25. Todo

    ello, como puede verse, tiene el inconveniente de no dar una respuesta concreta al modocomo esto podra efectuarse en el terreno poltico; sin embargo, consideramos que, ms que

    pretender resolver el problema, se trata de hacerlo persistir e insistir en sus soluciones.

    Quiz la determinacin del problema que hemos presentado a partir del Leibniz de Deleuze

    no sea la ms adecuada, pero consideramos que nos permite por lo menos seguir planteando

    la cuestin de otra manera.

    1.1.4. Kant y la crtica trascendental.

    Hay una ambigedad en la relacin filosfica entre Deleuze y Kant. El primer

    acercamiento entero y exclusivo de Deleuze ante el filsofo de Knisberg es un estudio

    monogrfico que data del ao 1963 tras los diez aos de silencio filosfico que median

    entre la publicacin deES yFCK-, en el cual hay un estudio sistemtico de las tres Crticas

    kantianas. Si bien ES en cierto modo haca un guio hacia el kantismo con la nocinepistemolgica de legitimidad, la eleccin por el empirismo, ya anunciada desde el ttulo

    de la obra, ira en otro sentido. Pero un ao antes haba antecedido la publicacin de NF,

    donde encontramos el germen de lo que ser una de las crticas ms radicales a la filosofa

    kantiana. Esta crtica ser retomada y ampliada en DRen torno a las nociones de buena

    naturaleza y sentido comn as como a partir de la propuesta de un empirismo

    trascendental. Sin embargo, ya desdeNFy, posteriormente enAE, muchas de las nociones

    kantianas son retomadas, tales como la ya mencionada legitimidad, la distincin entre

    trascendencia y trascendental, los paralogismos, las antinomias, las sntesis, la

    espontaneidad o la receptividad. Y en F es retomada la nocin de lmite en relacin al

    25Recordando dos consignas del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN), otro mundo es posibley un mundo donde quepan todos los mundos, nos parece ver en ellas un eco del problema de lacomposibilidad entre mundos tal y como lo hemos apuntado hasta aqu a partir del Leibniz deleuzeano.

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    problema del saber. Un texto tardo, recopilado en CC, en el que Deleuze resume la

    filosofa kantiana a partir de cuatro frmulas tomadas de diversos literatos muestra el

    profundo conocimiento que tena de Kant. Pareciera, entonces, que, aun cuando las crticas

    esbozadas desdeNF yDRse mantienen, hay una afinidad creciente de Deleuze respecto a

    la filosofa kantiana.

    Nosotros haremos un corte a partir de los caracteres formales del concepto de crtica

    que Deleuze resaltar en su acercamiento a Kant. Paradjicamente, estos conceptos son

    presentados por Deleuze en NF, la obra ms crtica respecto al kantismo, poniendo el

    acento en el hecho de que la crtica, segn ste, no sera llevada a cabo por Kant sino por

    Nietzsche. No obstante, comenzaremos esta exposicin partiendo de la crtica material

    que Deleuze hace a la doctrina kantiana de las facultades, ya que ella nos arrojar una

    primera pista sobre los caracteres formales del concepto de crtica y nos permitir hacer una

    revisin de la manera en que el propio Deleuze hace crtica. Partamos, pues, de este

    comienzo.

    En un artculo que lleva por ttulo La idea de gnesis en la esttica de Kant26,

    Deleuze retoma el problema desarrollado en FCK- de la relacin entre las distintas

    facultades en funcin del inters que preside su uso. La variacin que introducir en torno a

    este problema ser el de dar cuenta de la gnesis de las facultades. Recordemos que enFCK

    hay un trazado que va desde el acuerdo de las facultades en el inters de conocimiento

    presidido por el entendimiento hasta el libre acuerdo indeterminado de las facultades en el

    inters esttico, pasando por el inters prctico en el que el acuerdo est presidido por la

    razn. Y encontramos asimismo la tesis de que, si bien el acuerdo entre facultades es

    posible debido al acuerdo libre e indeterminado que el inters esttico presenta en el juicio,

    el inters ms alto de la razn es el prctico o moral, en tanto que plantea el problema del

    objetivo final del ser humano. La variacin introducida en el artculo citado preguntar por

    la gnesis de las facultades y desplazar la primaca del inters prctico hacia el intersesttico por ser este ltimo el que dar cuenta de la gnesis del acuerdo entre las facultades.

    26Escrito en 1963 y recogido enID.

  • 5/26/2018 El Concepto de Cr tica en La Filosof a Pol tica de Gilles Deleuze

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    El problema que Deleuze encuentra en el acuerdo libre e indeterminado del inters

    esttico es que supone relaciones armnicas entre facultades ya formadas de antemano.

    Deleuze quiere resaltar un paso previo para dar cuenta de la gnesis del acuerdo entre estas

    facultades. Y propone una triple gnesis de este acuerdo . La esttica de Kant nos sita, en

    fin, ante tres gnesis paralelas: a partir de lo sublime, la gnesis del acuerdo entre la razn yla imaginacin; a partir del inters ligado a lo bello, la gnesis del acuerdo entre la

    imaginacin y el entendimiento en funcin de lo bello en la naturaleza; a partir del genio, la

    gnesis del acuerdo entre la imaginacin y el entendimiento en funcin de lo bello en el

    arte. Adems, en cada uno de los casos, las facultades consideradas son engendradas en su

    estado libre original y en su acuerdo recproco27. Esta triple gnesis ser la base del

    acuerdo libre e indeterminado entre facultades, el cual ser a su vez la base del acuerdo

    entre facultades presidido por una de ellas en funcin del inters de la razn que se persiga.

    La variacin introducida por Deleuze es la de ya no considerar a la crtica como la

    determinacin de los alcances y lmites de un conjunto de facultades que entran en un

    acuerdo previo en funcin del inters que persiguen, sino plantear el problema en trminos

    de la gnesis que hace posible todo acuerdo entre facultades. Una imaginacin libre

    original, que no se conforma con esquematizar bajo la coaccin del entendimiento, un

    entendimiento ilimitado original, que ya no se pliega al peso especulativo de sus conceptos

    determinados y que no est sometido tampoco a los fines de la razn prctica; una raznoriginal que an no ha contrado la costumbre de gobernar, que se libera a s misma y libera

    a las dems facultades: tales son los descubrimientos extremos de la Crtica del Juicio28.

    El problema ya no es, por tanto, cmo hacer que unas determinadas facultades entren en un

    cierto acuerdo a partir de los caracteres propios que cada una de ellas ya posee de

    antemano, sino el de cmo llevar hasta el lmite de su potencia a cada facultad para que, en

    su relacin libre con las dems facultades, reciba una determinacin recproca desde la

    relacin misma. De esta manera, cada facultad llevada hasta su lmite dara cuenta de su

    propia gnesis a partir de la relacin que entabla con otras facultades. Hacer crtica sera

    mostrar la gnesis (la genealoga?) de aquello que se expresa actualmente, ya sea una

    facultad, ya sea un acuerdo, ya sea una Idea.

    27Ibd., p. 92.28Ibd., p. 93.

  • 5/26/2018 El Concepto de Cr tica en La Filosof a Pol tica de Gilles Deleuze

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    Dejemos hasta este punto la crtica material que Deleuze hace a Kant y pasemos a

    revisar los caracteres formales de la crtica enunciados en NF. En esta obra, hay una triple

    distincin de los caracteres formales de la crtica, a saber: desde el punto de vista de los

    principios, del de la realizacin y del de las consecuencias. Expongamos una a una. Desde

    el punto de vista de los principios encontramos dos caracteres formales de la crtica: suradical totalidad y su extrema afirmacin. La crtica, por tanto, exige de s misma ser total

    porque no se le debe escapar nada; positiva, afirmativa, porque no restringe el poder de

    conocer sin liberar otros poderes hasta entonces descuidados29. Deleuze dir que Kant no

    ejercera la crtica de manera total porque deja incuestionados los ideales mismos (la

    verdadera moral, el verdadero conocimiento) sobre los que se asienta e incluso les busca

    una justificacin para que se mantengan en su sitio. Sobre la afirmacin como liberacin de

    la propia potencia hasta ahora desconocida, slo encontraramos en Kant este rasgoremitindonos a la gnesis del acuerdo entre facultades. La crtica, por tanto, por principio

    tiene entre sus caracteres formales ser total y ser afirmativa.

    Desde el punto de vista de la realizacin, la crtica tendra como caracteres formales

    la inmanencia y la legislacin. La crtica no deba ser una crtica de la razn por el

    sentimiento, por la experiencia, por una instancia exterior cualquiera. Y lo criticado no era

    tampoco exterior a la razn: no haba que buscar en la razn errores provenientes de otra

    parte, cuerpos, sentidos o pasiones, sino ilusiones procedentes de la razn como tal30

    . Sloque Kant