el club de los poetas muertos - n. h. kleinbaum
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FueensuorigenunapelículadirigidaporPeterWeiren1989conguiondeTom Schulman. En 1991 se publicó una adaptación del guion original, enformadenovela,escritaporlaex-reporterayeditoraNancyH.Kleinbaum.
Uncolegioquerepresentalamásestrictaesenciadelasociedadvictorianase ve revolucionado con la llegada de un nuevo profesor de literatura, elseñor Keating. Sin apenas darse cuenta se convierte en el ídolo de loschicos, ya que a través de la literatura intenta enseñarles una filosofía devida, basada en lasmáxima del Carpe Diem (Toma la oportunidad que eldestinotepresenta),yenlosprincipiosdebuscarlafelicidaddentrodeunomismo. El Señor Keating es un personaje inolvidable, extraordinariamentesensibleycapazdehacerqueloschicosempiecenatratardellevaracabosussueñospeseatodoslosobstáculosconlosquesechocan.Elcolegioesunamuestradelaorganizaciónsocialydelajerarquíareinanteenelpaís,ycuandounmiembroserebelaesduramentereprimido.
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N.H.Kleinbaum
ElclubdelospoetasmuertosePUBv1.0
Crubiera07.04.13
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Títulooriginal:LecercledespoétesdisparusN.H.Kleinbaum,1991.Traducción:M.EscrivádeRomaníDiseñoportada:WinfriedBährleFotoportada:ArchivoVendrell
Editororiginal:Crubiera(v1.0)ePubbasev2.1
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CAPÍTULOPRIMERO
ReunidosenlacapilladelprestigiosocolegioWelton,unainstitucióndocenteprivadasumida en el corazón de las colinas de Vermont, unos trescientos muchachosuniformados esperaban educadamente, sentados a uno y otro lado del pasillo,rodeadosdefamiliarescuyossemblantesresplandecíandeorgullo.Derepente,seoyóelevarsebajolasbóvedaselamplioysinuososonidodeunagaita;conunsolomo-vimientolascabezassevolvieronhacialaentradadelacapillayacontraluzseviolasilueta de un hombre encorvado por la edad, al que una amplia toga hacía quepareciese aún más pequeño. Después de prender un cirio que llevaba en uncandelabrodeplata,encabezócondignidadunaprocesióncompuestaporestudiantesque llevaban estandartes, una pléyade de antiguos alumnos y profesores ataviadosconlatogadoctoral.Laprocesiónsesumióenlaaugustacapilladeslizándosesobrelaslosasdelanavecentral.
Loscuatrochicosqueportabanlosestandartesenlosquesepodíanleer,bordadasen letra gótica, las palabras «Honor», «Tradición», «Disciplina» y «Excelencia»,avanzaronconpasosolemnehastaelestrado,seguidosaunospasosporelpelotóndeprofesores. El portador del candelabro, cuya atención se dedicaba por entero aprotegerlallamadelascorrientesdeaire,cerrabaenesemomentolamarcha.
Eldecanodelcolegio,elseñorGaleNolan,unhombredeunossesentaañosconojosdebúhoypicodeáguila,seasomabaenelestradoconexpresiónbondadosa,elbustoerguidoyconlaspalmasdelasmanosenlasesquinasdesupupitre.
—Señoras y señores… Queridos muchachos —declamó, haciendo un gestoteatralhaciaelcandelabro—.Lallamadelconocimiento.
Con loscircunspectosaplausosde laasistencia,elancianopresentóentonceselcirioalargandolosbrazos,contodalalentaceremoniaqueexigíansusfunciones.Seimpusounrespetuososilencio,yelsopladordelagaitafueasentarseenelextremoizquierdodelestrado,mientrasloscuatromuchachosbajabansusestandarteseibanareunirseconsuscompañeros.
El detentador del saber se adelantó entonces hacia las primeras filas, dondeesperabanlosalumnosmásjóvenes,conunavelaapagadaenlamano.Lentamente,seinclinópararecibirlallamaqueleofrecíaelalumnodelfinaldelafila.
—Los mayores pasarán la llama del saber a los menores —cantó el decano,mientrasunotrasotro,loschicosprendíansusvelasconladelvecino—.Señorasyseñores,alumnosyantiguosalumnos…Enesteañode1959celebramoselcentenario
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de la fundación de nuestro colegio. Hace cien años, en 1859, cuarenta y unmuchachos, sentados en estamisma capilla, se enfrentaron con lamisma preguntaqueahoramedispongoaplantearlesyqueseosplantearáencadaprincipiodecurso.
El señor Nolan hizo una pausa deliberada, haciendo que sumirada discurriesesobrelosjóvenesrostrosansiosos.
—Señores,¿cuálessonlascuatrocolumnas?Las cabezas se alzaron, y por unmomento no se oyómás que el ruido de los
zapatos sobre el pavimentode losas.ToddAnderson, unode los pocos estudiantesquenollevabanlachaquetadelaescuela,pareciódudar.Conuncodazo,sumadreleexigióquehiciesecomosuscompañeros.El rostrodelmuchachoeraadusto,habíaunanegra tristeza en losojos.Se levantóy, sin abrir laboca,miró alrededor a suscompañeros,queempezaronaclamarcomounsolohombre:
—¡Honor!¡Tradición!¡Disciplina!¡Excelencia!ElseñorNolan inclinó lacabezaconungestodesatisfacción,y losmuchachos
volvieronasentarse.Cuandoelúltimocrujidoseperdióbajolabóveda,unsilencioexpectantecayósobrelacapilla.
—En su primer año de existencia —tronó el decano, inclinándose ante elmicrófono—,elcolegioWeltontuvocincopremiosdehonor.Elañopasadotuvimoscincuentayuno.Ensumayoría,lospremiadoshanvistoabrirseanteelloslaspuertasdelasUniversidadesdemásprestigio.
Losentusiastaspadressaludaronconunasalvadeaplausoslosbuenosresultadosconseguidos gracias a los denodados esfuerzos del señor Nolan. Dos de losportaestandartes,KnoxOverstreetysuamigoCharlieDalton,seunieronalaovación,conscientesdeperteneceraunaelite.Sentadosjuntoasuspadres,ambosllevabaneluniformedelcolegioWelton,delqueparecíanlosmásperfectosrepresentantes,cadaunoasumedida:Knox,conelcabellocorto,eraunadolescentedeaspectodeportivoydesonrisafrancaydirecta.EncuantoaCharlie,consumechóndepelocaídoysuactitud de arrogancia, evocaba a la vez al hijo de buena familia y al arquetipo delestudiantedepreparatoria.
—Este éxito ejemplar —prosiguió el señor Nolan, mientras Knox y Charlieintercambiabanmiradascómplicesconsuscompañerosdelasfilaspróximas—eselresultadodenuestrafervienteadhesiónalosvaloresqueseinculcanenestelugar.Poresta razón, vosotros, los padres, nos confiáis a vuestros hijos; y por este mismomotivosomoshoyunodelosmejorescolegiospreparatoriosdelosEstadosUnidos.PasarporWeltonesparavuestroshijoselprimerpasoparalosaltoscargosquelesesperan.
Nolan hizo otra pausa para saborear mejor una nueva salva de aplausos, queaparentóquerercortarconunaligeraelevacióndelasmanos.
—Encuantoavosotros,nuevosreclutas—siguiódiciendoNolan,dirigiendosu
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miradaalosmásjóvenes—,tenéisquesaberquelaclavedevuestroéxitodescansaenestoscuatropilares.Yestoafectaasimismoalosestudiantesdeúltimoañoyalosqueacabandesertrasladadosaquí.
Conestaspalabras,ToddAndersonseremovióensuasiento,sintiéndoseafectadopersonalmenteporellas.
—Los cuatro pilares son la divisa de nuestra institución y se convertirán en lapiedradetoquedevuestrasvidas.
—PremiodehonorRichardCameron—llamóNolan.Inmediatamente,unodelosportaestandartessaltóenpie.—¡Presente!—gritóCameron.Juntoaél,supadreenrojecíadegozo.—Cameron,¿quéeslatradición?—La tradición, señorNolan, es el amor al colegio, la patria y la familia.Y la
tradiciónenWeltones¡serlosmejores!—Bien,señorCameron.Elchicovolvióasentarse,conlaespaldarígida,inmersoenlamiradacluecade
supadre.—PremiodehonorGeorgeHopkins.¿Quéeselhonor?—Elhonores ladignidadmoralporelcumplimientodeldeber—respondiósin
dudarloelmuchachoalqueselehabíahecholapregunta.—Bien,señorHopkins.PremiodehonorKnoxOverstreet.Knoxselevantó.—Presente.—¿Quéesladisciplina?—Ladisciplinaeselrespetodebidoalospadres,alosprofesoresyaldecanodel
colegio.Ladisciplinadebeserespontánea.—Gracias,señorOverstreet.PremiodehonorNeilPerry.Knoxvolvióasentarse,sonriendo.Suspadres,sentadosunoacadaladodeél,le
palmearonelhombroamododefelicitación.NeilPerrysepusoenpieasuvez.Eraunadolescentederasgosdelicados,casi
femeninos, pero que gozaba de un cierto ascendiente entre sus compañeros —ascendiente que debía a sus resultados escolares y también a una especie degenerosidad intelectual—. Llevaba el pecho cubierto de medallas al mérito. Lepresentóaldecanounaexpresiónabsolutamentecerrada.
—¿Ylaexcelencia,señorPerry?—Laexcelenciaeselfrutodeuntrabajoencarnizado—repusoPerryenvozalta
peromonótona—.Laexcelenciaeslaclavedeléxito,tantoenlosestudioscomoenlavida.
Volvióasentarsesinapartarlavistadelestrado.Asulado,supadrepermaneció
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inmóvil,sindedicarleelmenorgestodesatisfacción.—Señores—siguiódiciendoNolan—,nocabedudadequetrabajaránenWelton
más de lo que han trabajado en toda su vida, y su recompensa será ese éxito queesperamosdeustedes.
»ElseñorPortius,nuestroqueridoyeminenteprofesordeLiteratura,quenoshadejado para disfrutar de un retiro ampliamente merecido, les da a ustedes laoportunidad de conocer a quien va a hacerse cargo del estandarte, el señor JohnKeating, también él diplomado en este colegio, con las felicitaciones del juradoexaminador, y que ha enseñado durante muchos años en la famosísima escuelaChesterdeLondres.
ElseñorKeating,sentadoconlosdemásmiembrosdelcuerpodocente,selevantóeinclinóligeramenteelbustoparasaludaralosasistentes.Deunostreintaaños,conelcabellocastañoylosojosmarrones,elnuevoprofesordeLiteratura,deestaturaycorpulenciamediana, se distinguía de sus colegas por su juventud y por un ciertoresplandor que animaba su mirada. Daba la sensación general de ser un hombrerespetableyerudito,peroelpadredeNeilPerry,molestoporelcambio,nodejódeconsiderarleconciertasospecha.
—Para concluir esta ceremonia de bienvenida—dijo el decano—,me gustaríallamaraesteestradoaltituladomásantiguodeWeltonaúnvivo,elseñorAlexanderCarmichael,delapromociónde1886.
Los asistentes se levantaron para aplaudir a un augusto octogenario, quien,rechazandoconirritaciónlasmanosqueseleofrecíanparaayudarle,sedirigióconunapenosalentitudhaciaelestrado.Murmuróunaspalabrascasiininteligiblesyasíacabólaceremonia.Abandonandoelrecintodelacapilla,lamultituddealumnosypadressedesparramóalpiedelasdependenciasdelcolegio.
Los muros ennegrecidos por los años parecían unirse a una tradición yacentenariaparaaislarWeltondel restodelmundo.Enelescalónmásaltodelatrio,comounclérigoquecontemplaseasusovejasa lasalidadelserviciodominical,eldecanoNolanasistíaalasdespedidasqueintercambiabanlasfamilias.
LamadredeCharlieDaltonapartóelmechónquecaíasobrelosojosdesuhijoyle estrechó contra su corazón. Después de un corto abrazo, Knox Overstreet y supadredieronunospasosjuntos,mirandohaciaelparquequeseextendíaanteellos.ElpadredeNeilPerry, sin abandonar su actitudmarcial, poníaorden en las insigniasprendidas en el pecho de su hijo. En cuanto a Todd Anderson, un poco aparte,entretenía su desesperanza desenterrando una piedra con la punta del zapato. Suspadres conversaban a cierta distancia con otromatrimonio, sin preocuparse lomásmínimodesuhijo.Conlosojosfijosenelsuelo,ToddsesobresaltóalverderepentealseñorNolaninclinarseparaleerelnombreinscritoenelbordedesubolsillo.
—¡Ah,señorAnderson!Noseencuentraustedanteunasucesiónfácil,jovencito.
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Suhermanoerasinlugaradudasunodenuestroselementosmásbrillantes.—Gracias,señor—murmuróTodd.Conlasmanoscruzadasenlaespalda,eldecanosealejósinrumbodefinidoyse
unióalamuchedumbredepadresyalumnos,saludandoysonriendoaquíyalláconuna mezcla de bonhomía y suficiencia. Se detuvo ante el señor Perry y su hijo,apoyandounamanoafectuosaenelbrazodelmuchacho.
—Tenemosmuchasesperanzasdepositadasenusted,señorPerry—dijo.—Gracias,señordecano.—Nolesdecepcionará—aseguróelpadredelchico—.¿Noescierto,Neil?—Harétodoloquepueda,padre—repusoelmuchachomirandoalsuelo.Nolanlegratificóconunapaternalpalmadaenelhombroantesdeseguirconsu
rondadepropietario.Muchosdelosalumnosmásjóvenesestabanemocionadoshastalas lágrimas y sus barbillas temblaban mientras besaban a sus padres, de los quealgunosdeellosnuncasehabíanseparado.
—Yaveráscómoestovaagustarte—dijounpadreagitandolamanoporúltimavezantesdealejarseconpasorápido.
—Noseascrío—regañabaotro,dándoleunmeneoasuhijoquesollozaba.Pocoapoco,lospadresibanvolviendoasusautomóviles;elairetibioysuavedel
veranoahogabaelruidopesadodelasportezuelas,ydesaparecieronlentamente,conunúltimoresplandorcromado,bajolosgrandesolmosdelaavenidaprincipal.
Los muchachos quedaban librados a sí mismos. O, más exactamente, habíanencontradoenWeltonunnuevohogar,perdidoenlosbosquesdeVermont.
—Quierovolveramicasa—lloriqueóunchicorezagadoenelpatio.Un condiscípulo mayor le rodeó los hombros con un brazo reconfortante y le
llevóamablementehacialaentradadeldormitorio.
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CAPÍTULOII
—Calma,granujillas—tronóunprofesor—.Nocorráis.Unos cuarenta alumnos de primer año se precipitaban por la escalera del
dormitorio con un formidable estruendo mientras una quincena de los mayorestratabadeabrirsecaminoensentidocontrario.
—Sí,señor—respondieronloschicos—.Sí,señorMcAllister.Perdón,señor.El señorMcAllister meneó la cabeza viendo a esa jauría juvenil franquear las
puertasapasodecargaylanzarsealcampus.Una vez en la antecámara, los alumnos esperaban su turno en un silencio
recogido,enpieosentadosenviejassillastapizadasdecuero.Muchosparesdeojosinquietossemovíanconregularidadhacialadoblepuertadelprimerpiso,alfinaldelagranescaleradeampliopasamanos.
Unodelosbatientesseabrióydejópasoacincoalumnos,quebajaronsinruidoalasala.Unhombredecabellogrisáceoseadelantóenelrellano.
—Overstreet, Perry, Dalton, Anderson, Cameron —pronunció claramente elprofesorHager—.Ahoraustedes.
Aquellos cuyos nombres se habían pronunciado subieron juntos los escalonesbajo la atentamiradade dos de sus compañeros.Pitts era un chicomacizoy pocohablador, con el cabello cortado a cepillo, ceñudo y con los hombros ligeramentecaídos.Meeks,juntoaél,eramásbajo,ysumiradavivazestabaenmarcadaporlosarosdeunasgafas.
—¿Quiéneselnuevo?—lecuchicheóMeeksasucompañerodeclase.—Anderson—respondióPittsenunmurmullo.—Puesnopareceestaragusto.PerosuconversaciónnoescapóalavigilanciadelviejoHager.—SeñoresPittsyMeeks.Unafalta.Los dos chicos bajaron la mirada a las puntas de sus zapatos. Pitts levantó la
comisuradeloslabiosconungestodeirritación.ElprofesorHagereracasitanviejocomolosmurosdelcolegio,peromanteníasuvistadeáguila.
—SeñorPitts,esolevaleunasegundafalta.LosalumnosalosqueHageracababadellamarlesiguieronaldespachodelseñor
Nolan, saludandoal pasar a su esposay secretaria, la señoraNolan, que escribía amáquinaenelantedespacho.
Seinmovilizaronanteeldecanodelcolegio,instaladoantesuescritorio,conun
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setterirlandéstendidoasuspies.—Encantadodevolveraverles,muchachos.SeñorDalton,¿quétalestásupadre?—Bien,señor.—SeñorOverstreet,¿sufamiliasehaestablecidoyaensusnuevoscuarteles?—Sí,señor;hacecasiunmes.—Estupendo, estupendo—dijo Nolan, sonriendo brevemente—.He oído decir
quesunuevacasaesespléndida.Acaricióunmomentoasuperroentrelasorejas,yleofrecióunpardegolosinas
en lapalmade lamanomientras loscincomuchachosesperabanbalanceándosedeunoaotropie.
—SeñorAnderson—volvióahablareldecanosinalzar lacabeza—,yaqueesustednuevo,permítamequeleexpliquequeaquíenWelton,soyyoquiendistribuyelasactividadesextraescolaresbasándomeenelméritoyenlosdeseosexpresadosporcadauno.Nohayniquedecirqueestasactividadessehandeabordarconlamismaseriedad que la que dedican ustedes a su trabajo puramente escolar. ¿No es así,muchachos?
Eldecanolevantólacabeza.—¡Sí,señor!—lerespondieronalunísono.—Cualquierausenciainjustificadaalasreunionessesancionaráconunafalta.Y
ahora, veamos; usted, señor Dalton: club de biblioteca, fútbol, remo. SeñorOverstreet:clubdealumnosdegradossuperiores,fútbol,boletíndelcolegio,clubdehijosdeantiguosalumnos.SeñorPerry:clubdealumnosdegradossuperiores,clubdequímica,clubdematemáticas,anuariodelcolegio,fútbol.SeñorCameron:clubdealumnosdegradosuperior,clubdeelocuencia,remo,clubdebiblioteca,consejodehonor.
—Gracias,señor—dijoCameron.—Señor Anderson, a la vista de los resultados que consiguió en Balincrest:
fútbol,estudiodelaBiblia,anuariodelcolegio.¿Hayalgúndeseoenparticularquequieraustedexpresar?
Toddsequedóunmomentoen silencio.Tratódebalbucearuna respuesta,perolaspalabrasselequedabanatravesadasenlagarganta.
—Hableconmásclaridad,señorAnderson.—Yo…Megustaría…Preferiría…elremo…,señor—dijoToddconvozapenas
audible.Nolanmiróunbuenratoalmuchacho,quesepusoatemblarcomounahoja.En
laestancianoseoíamásqueelacezardelsetter.—¿Remo? ¿Ha dicho remo? Pero si aquí veo que usted jugaba al fútbol en
Balincrest.—Es…Esverdad…,pero…
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Asuespalda,seapretabalasmanoscontantafuerzaquelasangrenolecirculabaporlasarticulaciones.Aúnmásnerviosoporlamiradasorprendidaqueledirigíansusnuevoscondiscípulos,Toddconteníaaduraspenasuntorrentedelágrimas.
—Leencantaránuestroequipodefútbol,Anderson—decretóelseñorNolan—.Bien,muchachos,puedenretirarse.
El grupito salió de la oficina del decano con la cola entre las piernas. ElsemblantedeToddestabamásblancoqueelcuellodesucamisa.Enlapuerta,Hagerllamabayaaloscincosiguientes.
Camino del dormitorio, Neil Perry se acercó a Todd, que iba solo, y le tendió lamano.
—Creo que vamos a compartir la misma habitación—dijo—. Me llamo NeilPerry.
—ToddAnderson.Losdosmuchachosanduvieronunospasosensilencio.—¿PorquédejasteBalincrest?—preguntófinalmenteNeil.—Mihermanoestudióaquí—dijoTodd,amododeexplicación.—¡Ah!TúereseseAndersonque…Eladolescenteseencogiódehombros.—Mis padres siempre han querido que viniese aquí, peromis notas no eran lo
bastante «convincentes».Así queme enviaron a Balincrest para queme pusiese atono.
—Puestehatocadoelpremiogordoalveniraquí—dijoNeilechándoseareír—.Noesperesdivertirtemucho.
—Yanomedivierto.Alentrarenelgranvestíbulodeldormitorio,fueronabsorbidosporunabatahola
de alumnos que iban en todas direcciones, con los brazos cargados de maletas ysacos,almohadasysábanas,librosydiscos.
A la izquierda de la entrada, un empleado del colegio vigila con expresióncansada el montón que formaba el equipaje que aún no habían reclamado suspropietarios.NeilyToddsedetuvieronparabuscarelsuyo.Neilfueelprimeroqueretirósumaletadelmontóny,llevadoporlacorriente,sedirigióhacialahabitaciónquecompartiríandesdeesemomento.
RichardCameronnotardóenirasuencuentro.Eraunpequeñopelirrojoconlacaramoteadadepecas,queparpadeabaconlaregularidaddeunmetrónomo.
—Parecequetetocaotravezserlavíctima.Porloquedicen,noesprecisamenteunregalo…Oh,perdón…
Toddacababadeaparecerenelvanodelapuerta.Cameron se apresuró adesaparecer.Todd se cruzó con él sinmirarle, puso sus
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maletasenlacamavacíayempezóaordenarsuscosasenelarmario.—NolehagascasoaCameron—dijoNeil—.Lasfinezasnosonprecisamentesu
fuerte.Aparentemente dedicado por entero a lo que hacía, Todd se contentó con
encogersedehombros.Knox Overstreet, Charlie Dalton y Steven Meeks entraron a su vez en la
habitación.—¡Lapuerta,Meeks!—dijoCharlie.—Sí,misargento—bromeóMeeks,cerrando.Unavezcerradalapuerta,Charliesevolvióhaciasuscompañeros.—Señores,¿cuálessonloscuatropilares?—Travestismo, horror, decadencia, excremento—respondieron a coro antes de
estallarencarcajadas.—Vaya,Perry—dijoCharlie—,asíquehas tenidoquecascarteunbuentarugo
estasvacaciones.—Sí.LaQuímica—respondióNeilhaciendounamueca—.Mipadrequeríaque
meadelantasealcurso.—MeeksesungenioenLatín—siguióCharlie—.YonolohagomalenLetras.
Demaneraque,siestásdeacuerdo,mantendremosnuestrogrupodeestudios.—Deacuerdo,peroCameronyamehapedidoque trabajeconél. ¿Hayalguna
objeciónaqueseunaanosotros?—¿Cuálessuespecialidad?—ironizóCharlie—.¿Sembraralubias?—¡Estucompañerodehabitación,Charlie!—protestóNeil.—¿Yqué?Yonoleheelegido.Toddnohabíadejadodeordenarcosas,volviéndolesamediaslaespalda.Steven
Meeksseacercóaél.—Buenosdías;aúnnonoshanpresentado.MellamoStevenMeeks.Toddletendióunamanounpocoblanda.—ToddAnderson.KnoxyCharlieleestrecharonasimismolamano.—CharlieDalton.—KnoxOverstreet.—ToddeselhermanodeJeffreyAnderson.Charlielanzóunsilbidodeadmiración.—¡Caramba!Laureadoconlasfelicitacionesdeljurado.—BienvenidoaWelton—dijoMeeks.—Ya lo verás, esto es el infierno —siguió Charlie—. A no ser que seas un
pequeñogeniocomoMeeks.—MehalagaporqueleechounamanoenLatín.
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—YenQuímica,yenmates…—añadióCharlie.Llamaronalapuerta.—Estáabierto—dijoNeil,condesenvoltura.Lapuertagirósobresusgoznes.Peroestaveznosetratabadeuncompañerode
estudios.—Papá—balbuceóNeilpalideciendo—.Creíqueyatehabíasmarchado…
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CAPÍTULOIII
El señor Perry entró en la habitación con paso decidido. Los muchachos selevantaron,casicomopresentandoarmas.
—SeñorPerry—dijeronacoro.—Quedaossentados,chicos,quedaossentados—dijoésteconfríacordialidad—.
¿Cómovaesasalud?—Bien,señor,gracias.ElseñorPerryseenfrentóconsuhijo,quenopudoevitarelbajarlosojos.—Neil, considero que estás sobrecargado de actividades extraescolares. He
hablado con el señor Nolan, que ha aceptado dejar para el año próximo tuparticipaciónenelanuarioescolar.
—Pero,papá—protestódeinmediatoNeil—,¡sisoyelredactoradjunto!—Losientomuchísimo,Neil—dijosecamentesupadre.—Pero,papá,noesjusto.Yo…Lamiradaglacialdesupadreleimpusosilencio.ElseñorPerrypusolamanoen
elpomodelapuertaehizogestoasuhijodequepasasedelantedeélalpasillo.—Señores,lesagradeceréquenosexcusenunminuto—dijocontonocortés.Siguióasuhijoycerrólapuertatrassí.Conmiradadura,reconvinoasuhijocon
vozcontenida.—Teprohíboquemelleveslacontrariaenpúblico,¿comprendes?—Pero, padre —empezó con torpeza el muchacho—, no le he llevado la
contraria.Yo…—Cuando acabes tus estudios deMedicina y te valgas por timismo, entonces
podráshacerlavidaqueteparezca.Mientrastanto,harásloqueyotediga.Neilbajólosojos.—Sí,padre.Perdón.—Sabesloqueestosignificaparatumadre,¿noescierto?—Sí,padre.Neil se quedó un momento sin decir nada más. Sus más firmes decisiones se
quedabanennadaconesechantajedelremordimientoyporeltemordedesencadenarunconflictoperdidodeantemano.
—Ustedmeconoce—dijoensayandounapálidasonrisa—;todoloquequieroeshacerbienlascosas.
—Esoestábien,hijomío.Llámanossinecesitascualquiercosa.
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El señor Perry apretó con la mano la nuca de su hijo y se alejó con su pasomarcial. Neil le siguió con la mirada, con el corazón lleno de rabia y amargura,preguntándosesiundíaseríacapazdehacerlefrenteasupadre.
Cuandovolvióaentrarenlahabitación,leacogióelsilencioembarazadodesuscompañerosquedudabanencuantoalaactitudaadoptar.
—¿Porquénuncatedejahacerloquequieres?—preguntóporfinCharlie.—¿Yporquénoleenvíasapaseo?—añadióKnox—.Despuésdetodo,notienes
nadaqueperder.Neilseenjugólosojosconelpuñocerrado.—¡Sí, claro! —replicó—. Lo mismo que vosotros enviáis a paseo a vuestros
padres,señorfuturoabogadoyseñorfuturobanquero,¿verdad?Eltirodioenelblanco.Neilrecorriólahabitaciónechandollamas.Searrancóla
insigniaganadaporsutrabajoenelanuariodelcolegioylaarrojóconrabiasobresuescritorio.
—Teequivocas—dijoKnox,yendohacia él—.Yonodejoquemispadresmemanden.
—¡Ah,no!—replicóNeil con sarcasmo—.Sólo tecontentasconhacer todo loquetedicen.Teapuestoloquequierasaqueacabarásenelbufetedetupadre.
SevolvióaCharlie,queestabaaposentadodecualquiermaneraa lospiesdelacama.
—Ya ti teapuestoaque tepasarás lavidaconsiderandocongranatención lassolicitudesdepréstamo.
—Estábien,estábien—concedióCharlie—.Estascosasnomegustanmásqueati.Sólodecía…
—¡No intentes decirme cómo he de hablarle ami padre cuando tú te encogesdelantedeltuyo!—cortóNeil—.¿Entendido?
—Entendido—suspiróKnox—.¿Quépiensashacer?—Dejarelanuario,yaves.Notengoelección.—En tu lugar, yo no haría de eso una tragedia—intervinoMeeks—. Los del
anuarionosonmásqueunabandadelameculos.Neil cerró con violencia la tapa de sumaleta y se derrumbó en el borde de la
cama.—¿Quémásmeda,despuésdetodo?Lediounpuñetazoasualmohadaysetendióenlacama,conlamiradafijaenel
techo.Los otros se quedaron un momento sin decir palabra, como para compartir la
amarguradesucompañero.Charlieacabórompiendoelsilencio.—Noséloquepensáisvosotros,peroyonecesitodemalamaneradesempolvar
migramáticalatina.¿Quedamosalasochoenmihabitación?
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—Deacuerdo—dijoNeilconvozneutra.—Serásbienvenidositeunesanosotros—dijoCharlie,dirigiéndoseaTodd.—Gracias.Cuandotodossalieroncaminodesushabitacionesrespectivas,Neilselevantóy
recogiólainsigniaquehabíaarrojadosobresuescritorio.Asulado,Toddacababadedeshacer su maleta. Entre dos camisas cuidadosamente dobladas, le vio sacar unafotografía enmarcada de sus padres, con el brazo apoyado afectuosamente en loshombrosdeunchicomayor,quedebíaserelilustreJeffrey.NeilmiróconatenciónlafotografíayobservóqueToddsemanteníaligeramenteapartedelgrupito,conellosysinembargosolo.Toddinstalóensumesaunjuegodeescritoriodecuero.
Neilsetendiósobreelcolchónyapoyólaespaldaenlacabeceradelacama.—Bueno,¿quétehaparecidomipadre?—Congustolocambiaríaporelmío—murmuróTodd,comosihablaseparasí
mismo.—¿Quédices?—Nada.—Todd,siquieresquetevayabienaquítendrásqueaprenderalevantarlavoz.
Quizálosdébilesentrenenelreinodeloscielos,peronoenHarvard,sientiendesloquetequierodecir.
Toddinclinólacabeza.Neilseguíaconsuinsigniaenlamano.—¡Elmuycerdo!—exclamóderepente.Apretó el pulgar contra la punta del prendedor, haciendo brotar una gota de
sangre, que se deslizó lentamente hacia la palma de lamano. Todd cerró los ojos,peroNeilcontemplósusangreconunaextrañafascinación.Retiróelprendedordesucarneyarrojólainsigniacontralapared.
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CAPÍTULOIV
Llegóelprimerdíadeclase.Losalumnosdeprimercursoseagitabanenelcuartodebaño,haciendosussomerasablucionesmatinalesyponiéndoselaropaatodaprisa.Neillesobservabaporelespejoconlasuperioridaddelviejoalumno.Concalma,seinclinósobreellavaboyserociólacaraconaguafría.
—Estosnovatosselovanahacerencima—bromeó.—Meparecequeyoestoytannerviosocomoellos—confesóTodd.—Notepreocupes.Elprimerdíaessiempreasí.Peroenseguidapasa.Nadiete
vaacomer.AcabarondevestirseyfueronaltrotecortoaledificiodeQuímica.—Hubiesetenidoquelevantarmemástempranoestamañana—mascullóNeil—.
Nomehadadotiempodetomareldesayunoyyatengouncalambreenelestómago.—Lomismomepasaamí.EnellaboratoriodeQuímicaseencontraronconKnox,Charlie,Meeksyelresto
de la clase, ya instalados en sus pupitres. Al frente, un profesor de amplia frentedespoblada y con unas gafas redondas cabalgando su nariz distribuía unosimpresionanteslibrosparasuclase.
—Ademásdelosejerciciosqueencontraránenestemanual,cadaunodeustedeselegirátresexperimentosdeestalistaymeentregaráuninformecadacincosemanas.Los veinte primeros ejercicios correspondientes al capítulo primero hay queentregarlos…mañana.
Con la nariz en su libro de Química, Charlie Dalton abrió los ojosdesmesuradamente. Intercambióunamiradade incredulidadconKnoxOverstreetylosdosmenearonlacabezaensignodeabatimiento.
Quizá por indiferencia, Todd fue el único que no manifestó una particularemoción ante la envergadura impresionante del manual y las instrucciones que loacompañaban. La voz del profesor empezó a zumbar incansablemente en la clase,más soporífera que un gas químico, pero después de que mencionase los «veinteprimerosejercicios»loschicossóloleprestabanunaatencióndistraída.Cuandosonóel timbre, losalumnoscerraron rápidamente librosycuadernosyen sumayoría sedirigieronalaclasedelseñorMcAllister.
McAllister,unquincuagenariocorpulentoconcaradebulldogquehablaba latínconvozaguardentosa,noperdióeltiempoenpreámbuloseiniciólashostilidadessinprevioaviso.
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—Empezaremos por la declinación de los nombres. Agricola, agricolae,agricolam,agricolae,agricolae…
Empezó a recorrer la clase con pasos lentos a la vez que pronunciabadistintamentelaspalabraslatinasqueloschicosseesforzabanporrepetirdespuésdeél.
Trascuarentaminutosdeesteejercicio,McAllistersedetuvoporfinymiróalaclasedesdeloaltodesutarima.
—Señores,mañanalespreguntaréestasdeclinaciones.Yasabenloquetienenquehacer.
Se volvió hacia la pizarra, ignorando con soberbia un vago rumor de protesta.Peronolediotiempodeencadenarloanteriorconlatareasiguiente:eltimbresalvóalosalumnos.
—Estetíoestáenfermo—mascullóCharlie—.Nuncapodréaprendertodoesodememoriaparamañana.
—No te preocupes—le tranquilizóMeeks—.Esta noche os enseñaré un trucoinfalible.Vamos,moveos,vamosallegartardeamates.
A imagen de su principal ocupante, la clase del profesor Hager era aún másvetusta que las otras. Las láminas del parquet estaban sueltas y las figurasgeométricas que decoraban las paredes amarilleaban. Los manuales esperabantranquilamentealosalumnosenelángulosuperiorderechodesuspupitres.
—Elestudiode laTrigonometríaexigeunaabsolutaprecisión—empezóHager—. El que me entregue una tarea con retraso tendrá un punto menos en sucalificaciónfinal.Lesruegoencarecidamentequenomeponganapruebaencuantoaestepunto.Bien,¿quiénpuededarmeunadefinicióndecoseno?
RichardCameronpidiólapalabrayselevantó.—Elcosenoeselsenocomplementariodeunánguloodeuncírculo—recitó—.
SitomamosunánguloA,y…Durante más de una hora, el profesor Hager les abrumó con preguntas y
definiciones matemáticas. Unas manos se alzaban, los alumnos se levantaban ybalbuceaban las respuestas comomáquinas, recibiendo severas amonestaciones encasodeerror.
Eltimbretardabaensonar.Fueacogidoconunsuspirodealivio.—Justoa tiempo—suspiróToddrecogiendosuscosas—.Unminutomásyme
quedabadormido.—Pronto te acostumbrarás al viejo Hager —le consoló Meeks—. Cuando le
tomeseltranquillo,lacosafuncionarásola.—Puesyaestoyquedándomeatrás.Doblegadospor laacumulaciónde trabajoqueseamontonabasobresusdébiles
hombros, los chicos entraron en la clase de literatura arrastrando los pies. Se
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desprendieronpesadamentedellastredesuslibrosysederrumbaronensuspupitres.El señor Keating, el nuevo profesor de Letras, llevaba corbata pero se había
quitado la chaqueta. Estaba sentado ante su mesa y miraba por la ventana, y noparecíahabersedadocuentasiquieradelallegadadesusalumnos.
Loschicosseinstalaronyesperaron,felicesdetenerlaoportunidadderespirarunmomento y de desprenderse de la tensión de las horas precedentes. Pero como elseñorKeatingnosemovía,siempreconlamiradafijaenelhorizonte,empezaronarebullirensusasientos,incómodos.
ElseñorKeatingselevantóporfin,conlentitud,luegotomóunalargareglaplanayempezóarecorrerlospasillosqueseparabanlasfilasdemesas.Sedetuvoanteunalumnoylemirófijamente.
—¿Porquéenrojece?Volvióadeambularalazar,mirandoaloschicosalacaraconintensidad.—¡Oh, oh!—exclamó anteToddAnderson—. ¡Oh, oh!—exclamó en un tono
distintoprecipitándosehaciaNeil.Hizosonarmuchasveceslareglacontralapalmadelamanoantesdevolverala
tarimaconunaspocaszancadas.—Tiernoscerebrosjuveniles—dijoentonces,conlosbrazosabiertosenglobando
atodalaclase.Conunaagilidadinesperada,saltósobresumesa.—¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! —declamó con voz potente—. ¿Quién sabe de
dóndeesesteverso?Vamos,¿nadielosabe?Sumiradapenetranteibadeunchicoaotro.Noselevantóningunamano.—Pues bien, sabed, rebaño ignorante, que este verso lo escribió un tal Walt
Whitman en honor de Abraham Lincoln. En esta clase podréis llamarme señorKeatingo,sisoisunpoquitínmásatrevidos,«Oh,Capitán,miCapitán».
Saltódelamesayvolvióasuiryvenirdandolargospasos.—Paraacabardeantemanoconlosrumoresquenodejarándecircularamicosta,
sepan que yo también he gastado mis calzoncillos en estos bancos hace algunoslustrosyque entoncesnogozaba aúnde estapersonalidad carismáticaqueustedestienenlaalegríaylasuertededescubrirhoy.
»Siporventuraselesocurrieselaideadeseguirmishuellas,sepanqueesosólopuedemejorarsunotafinal.Tomensumanual,señores,ysíganmealsalóndehonordeWelton.
Mostrando la dirección con su regla apuntada hacia la puerta,Keating abrió lamarcha.Loschicosselanzaronunoaotromiradasdesconcertadas;luegorecogieronsuslibrosyecharonaandarhaciaelsalóndehonordeWelton.
Keating ya estaba recorriendo el embaldosado, esperando a que todos susalumnos estuviesen reunidos. Su mirada recorría las paredes donde colgaban
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fotografíasdecursosquese remontabana finalesdelsigloXIX.Trofeosycopasdetodoslostamañosseexhibíanenestanteríasydetrásdecristaleras.
Cuandotodosestuvieronsentados,Keatingsevolvióhacialaclase.Leechóunaojeadaalalistadeasistencia.
—Señor…Pitts.¡Quénombretandivertido!Levántese,señorPitts.ElgranPittsobedecióconsuacostumbradapereza.—Abrasulibroenlapágina542,Pitts,ylealaprimeraestrofadelpoema.Pittsvolviólashojasdesulibro.—¿«Alasvírgenes,paraqueaprovecheneltiempopresente»?—preguntó.—Esemismo—respondióKeating,mientrasseoíanunoscloqueos.Pittsseaclarólavoz:
Recogedahoralasrosasdelavidaporqueeltiempojamássuspendesuvueloyestaflorquehoyseabremañanaestarámarchita.
Sedetuvo.—«Recogedahoralasfloresdelavida»—repitióKeating—.Laexpresiónlatina
queilustraestetemaescarpediem.¿Alguiensabeloquesignifica?—¿Carpe diem? —dijo Meeks, inigualable en latín—. Aprovecha el tiempo
presente.—Excelente,¿señor…?—Meeks.—Aprovecha el tiempo presente —repitió Keating—. ¿Por qué escribe eso el
poeta?—¿Porquetieneprisa?—dijoalazarunalumno,provocandonuevasrisitas.—¡No, señores! ¿Alguna otra sugerencia? Pues bien, porque todos nosotros en
tanto que existimos estamos condenados a que se nos coman los gusanos —dijoKeatingmirandoasusalumnos—.Porqueestamoscondenadosanoconocermásqueunnúmeroreducidodeprimaveras,veranosyotoños.
»Undía,por increíblequeesopuedaparecerasusrobustasconstituciones,estecorazónqueseagitaennuestropechodejarádelatiryexhalaremoselúltimosuspiro.
Hizounalargapausa.Elsilencioreinabaentreloschicos.—Levántense,señores,yvenganaestudiarlascarasdeestosadolescentesqueles
hanprecedidoenestosbancoshacesesentaosetentaaños.Vamos,noseantímidos;venganaverles.
Los chicos se levantaron y se acercaron a los cuadros que colgaban en lasparedes.Examinaronconinteréslascarasalegresyconfiadasqueparecíanenviarles
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susmiradasdesdeelfondodesulejanopasado.—No sonmuydiferentes deustedes, ¿verdad?Esosojos llenosde esperanzay
ambición, como los de ustedes. Se creen llamados a un brillante destino, comomuchosdeustedes.Puesbien,muchachos,¿quéhasidodeesassonrisas?¿Quéquedadeesaesperanza?
Los chicos observaban con atención esas instantáneas surgidas del pasado.Keatingibayvenía,apuntandoconelextremodesureglalosrostrosamarillentos.
—¿Nohabránesperadodemasiadoantesdellevaracabounafraccióndeaquellodeloqueerancapaces?Aladularenexcesoaladiosatodopoderosadeléxitosocial,¿nohabránvendidobaratossussueñosdeinfancia?¿Enquécaminostrillados,enquémezquindades quedaron empantanados sus ideales? Lamayoría de ellos están hoycriandomalvas.Pero si escuchanustedes conatención, señores,podránoírque lessusurran algo.Vamos, no tenganmiedo, acérquense. ¡Escuchen! ¿Oyen ustedes sumensaje?
Los chicos no hicieron un solo ruido, llegando hasta a contener la respiración.Algunosseinclinaroncontimidezhacialasfotografías.
—Carpediem—murmuróKeatingconvozdeultratumba—.Aprovechadeldíapresente.Quevuestrasvidassean«extraordinarias».
Todd,Neil,Knox,Charlie,Cameron,Meeks,Pittsylosdemássesumergieronenla contemplación de las fotografías de sus predecesores. Pero el hilo de susreflexionesseviobrutalmenteinterrumpidoporeltimbre.
Pocodespuéssalíanalpatiodelcolegio,conloslibrosbajoelbrazo.—Másbienraro—murmuróPitts.—Entodocaso,esuncambio—dijoNeil.—Aúntengolapieldegallina—dijoKnox.—¿Creéis que nos harán preguntas sobre esto? —preguntó Cameron con aire
perplejo.—¡Cameron!—rióirónicamenteCharlie—.¿Esquenuncacomprendesnada?Cameronsedetuvoyalzólasmanos.—¿Cómo?¿Quéesloquehabíaquecomprender?Portodarespuesta,losdemásledejaronplantado.
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CAPÍTULOV
Despuésdelacomida,loschicossereunieronenelgimnasioparalaclaseobligatoriadeeducaciónfísica.
—Bien,señores—bramóelprofesor—,vamosaintentardesarrollarmusculaturaen esos cuerpos blandengues y canijos. Den ustedes vueltas al gimnasio. Parendespuésdecadavueltaytómenseelpulso.Sinoloencuentran,venganaquí.¡Vamos,vivo,vivo!—acabó,dándoleslaseñaldesalidaconunapalmada.
Elgruposepusolentamenteendanza.Riendosardónicamenteparasucoleto,elprofesorfueaapoyarsedeespaldascontralaparedparaatormentarasugustoaloscorredores.
—Un poco de brío, Hastings. Tendrá que perder un poco de esa grasa.Compruebesupulso.¡Buenaandadura,Overstreet!—animó.
Knoxsonrióyagitólamanoalpasaranteelprofesor.Creían morir de agotamiento antes de acabar la sesión. La clase se había ido
separando a lo largo de todo el perímetro del gimnasio y algunos empezaban aremolonearyseparabanmásymásratoparacontarlaspulsacionesdelcorazón,bajolasexhortacioneschistosasdelprofesor,queapesardetodoacabóenviándolesaladucha.
—Estoymuerto—exclamóPittsbajoelchorrodeaguahirviente—.Esetipohaequivocadosucamino,hubiesetenidoquesersargento.
—Vamos,Pitts;esbuenoparatusalud—bromeóCameron.—Esfácildecirlo—replicóPitts—.Túnocorrías,tepaseabas.¡Yolehetenido
encimaunahora!Pittssevolviócontralaparedalverllegaralprofesordegimnasia,queempezóa
recorrerlasaladeduchascomoparasupervisarloquehacían.—¿Quiénseapuntaaestudiarestanoche?—dijoMeeksdesdedebajodeladucha
—.Enseguidadespuésdelacena.—Yomeapunto—contestaronmuchasvoces.—Harrison,recojaesejabón—ordenóelprofesor—.Ustedes, losdealláabajo,
bastaderemolonear.Vayanasecarse.—Losiento,Meeks,yoestanochenopuedo—dijoKnox—.Aquídondemeves,
voyacenaracasadelosDanburry.—¿QuiénessonlosDanburry?—preguntóPitts.—Gente de postín—dijo Cameron con un silbido envidioso—. ¿Cómo te has
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agenciadolainvitación?Knoxseencogiódehombros.—Son amigos de mi padre; probablemente con más de cien años, seniles y
pelmazos.—Notequejes—dijoNeil;siempreserámejorquelosOVNIquenosdanaquí.—¿QuésonlosOVNI?—preguntóTodd,paraquienlajergadeWeltonresultaba
aúnpocofamiliar.—OrgíadeViandasNoIdentificadas—lecontestaron.Unavezvestidosapelotonabandecualquiermanerasusequiposdegimnasiaen
lastaquillasysalían.Sentadoenunbanco,Toddseponíadespacioloscalcetines.—¿Enquépiensas?—lepreguntóNeil,sentándoseasulado.—Ennada.—¿Quieresiraestudiarconnosotrosestanoche?—Gracias,pero…PrefierohaceralgodeGeografía.—Comoquieras.Perosiemprepuedescambiardeidea.Neiltomósuslibrosbajoelbrazoysaliódelvestuario.Maquinalmente,Toddle
siguió con los ojos y luego su mirada pareció perderse en el vacío. Se ató loscordonesdeloszapatos,recogiósuslibrosyfuehaciaeldormitorio.
Unatranquilidadinusualreinabaenelcolegio.Aimpulsodelabrisa,lashojassemovían y susurraban y el agua del lago se estremecía. El chico se detuvo ante lacapilla, conmovido por su fachada enrojecida. En el horizonte, el sol ponientedesaparecía tras lahileradeárbolesquemarcabael límitedelcampusy lanzabaenforma de abanico sus últimos rayos a través del filtro oscilante del follaje, comocuando en la iglesia Todd se divertía guiñando los párpados mientras miraba lasllamasdelasvelas.
—Eluniversoestangrande—murmuróTodd—yWeltontanpequeño.Caminodeldormitorio,secruzóconmuchoschicosconlosqueintercambióuna
tímidasonrisa.Unavezensuhabitación,dejóloslibrosenlamesayexhalóunlargosuspiroantesdesentarse.Susdedosjugaronunmomentoconelcantodesuslibrosdeclase.
—Nuncaconseguiréacabarcontodoestetrabajo—dijo.AbrióelmanualdeGeografía,tomóuncuadernoysequedóunmomentoinmóvil
antelaprimerapáginaenblanco.Congrandesletrasmayúsculas,escribióatodoloancho:
APROVECHAELDÍAPRESENTE.—¿Aprovechareldíapresente?Esmuybonito,pero¿cómo?Conunnuevosuspirodecansancio,arrancólahoja,hizoconellaunabolaentre
las manos y la tiró a la papelera. Luego, resignado, se sumergió en el libro deGeografía.
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—¿Listo, Overstreet?—preguntó el profesor Hager entrando en la sala de honor,dondeKnoxOverstreetestabacontemplandootravezlasfotografíasdelosantiguosalumnosdeWelton.
—Listoparaelsacrificio—respondióeladolescente,siguiendoaHagerhastalaviejalimusinadelaescuela,estacionadadelantedelaescalinata.
Eladolescenteaspirabaporlaventanillaabierta lasvivificantesemanacionesdelatierranegrayhúmeda.Latibiezadelaireseacentuabaconloscoloresamarillentosyámbardelotoño.
—Esbonitocuandolosárbolescambiandecolor,¿verdad,señorHager?—¿Sí?Ah,loscolores…Sí,sí.Unosminutos después, el señor Hager detenía el automóvil ante la imponente
mansióndeestilocolonialdondevivíalafamiliaDanburry.—Graciasporelpaseo,señorHager.—Knoxsonrió—.LosDanburrydijeronque
ellosmellevaríanalcolegio.—Alasnuevecomomástarde,¿entendido?—Cuenteconello,señor.Mientras los neumáticos de la pesada genoveva crujían sobre la grava, el
adolescente,llenodeaprensión,subiólostresescalonesquellevabanalapuertadelgranedificio.LlamóydirigióunúltimogestodedespedidaconlamanoalprofesorHager.Seajustódistraídamenteelnudodelacorbata.
LapuertaseabrióyKnoxsequedósinvoz.Rubiacomounángel,unaadorablemuchachaacababadeaparecereneldintel.Debíadeserapenasunpocomayorqueélyllevabaunaencantadorafalditadetenisquerealzabasusmuslosestilizadosytandoradoscomosupelo.
—Buenasnoches—dijolamuchachaconvozmusical.Susojosazulesparecíansonreírle.Knoxestabapetrificado.—Ah…Buenasnoches—acabóbalbuceando.—¿QuieresveraChet?No contestó, y siguió devorándola con los ojos, conmocionado por la gracia y
firmeredondezdesusilueta.—Chet—repitióella,riendo—.¿VienesaveraChet?—¿LaseñoraDanburry?En ese momento, una señora de cierta edad asomó la cabeza por la puerta
entreabierta.Lachicaseechóareíryechóacorrerhacialaescalera.—Entre,Knox—dijolaseñoraDanburry—.Leestábamosesperando.Knox entró en el vestíbulo, pero sus ojos seguían clavados en las piernas
desnudasylafalditablancaquesubíanlosescalonesdecuatroencuatro.LaseñoraDanburryleprecedióalentrarenunaampliabibliotecaconlasparedes
forradasconmaderaoscura.Hundidoenunsillóndecuerojuntoalachimenea,un
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hombre de unos cuarenta años, vestido con sobriedad pero con elegancia, leía elperiódicomientrasfumabaunapipa.
—Joe—dijolaseñoraDanburry—.HallegadoKnox.Abandonando su lectura, el señor Danburry exhibió una amplia sonrisa y fue
hastaelmuchacho,tendiéndolelamanoenuncalurososaludo.—Encantadodeconocerte,Knox.¿Cómoestás?—Encantado—respondióeladolescente,cuyospensamientoshabían ido tras la
muchacha.—Ereselvivoretratodetupadre.¿Cómoestáelviejotruhán?ElseñorDanburrysirvióunvasodejugodefrutasyselotendióaKnox.—Bien.Acabadeganarunpleitoimportanteparala«GeneralMotors».—Estupendo. Algome dice que tu carrera ya está totalmente decidida. De tal
palo,talastilla,¿noesverdad?Joeestallóenunagrancarcajada,tancortacomosonora.Knox,porsuparte,se
contentóconunasonrisacortés.—¿HasconocidoanuestrahijaVirginia?—¡Oh!¿Erasuhija?—dijoKnox,derepentemásinteresado.Señalóconundedolaescalera.—¡Virginia!¡Venasaludar!—llamólaseñoraDanburry.Unachicadeunosquinceaños,deunabellezauntantoinsípida,selevantótras
undivánquehabía enun rincónde la estancia.Librosy cuadernos llenosconunaescrituraaplicadaestabanesparcidosporelsueloasualrededor.
—PrefieroquemellamenGinny—dijosonriendocontimidez—.Buenasnoches.—Buenasnoches—repusoKnox.Pero sus ojos no se entretuvierongran cosa en lamuchacha; la escalera seguía
atrayendo toda la atención de Knox. En el último escalón aún se veían los finostobillosdelabelladesconocida.Oyóunarisaahogada.
—Perosiéntate,no tequedesdepie—invitóelseñorDanburry, indicándoleunconfortablesillóndecuero—.¿Tehahablado tupadredelasuntoqueganamos losdosjuntos?
—¿Perdón?—dijoKnoxconvozausente.Laspiernasdoradasbajabanlaescalerajuntoaunpantalóndegolf.Amedidaque
ibasiendovisiblesuocupante,Knoxsentíacrecerenélunodiofrancoycordialporaquel guapomuchacho con aspecto de atleta cuya forma de andar, con las piernasseparadasyconlacabezabalanceándosedederechaaizquierda,delatabafatuidad.
—¿Notelohacontado?—repitióelseñorDanburryriendo.—Oh,puesno…La joven pareja entró en la estancia mientras el señor Danburry empezaba a
contarlaanécdota.
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—Estábamos de veras en un buen brete. Un verdadero atolladero. Yo estabaseguro de que iba a perder el asuntomás importante demi carrera.Y entonces tupadresereúneconmigoparadecirmequepodríallegaraunarreglo,conlacondicióndequeyolecedieseloshonorariosquehabíapagadoyanuestrocliente.¡Señor,quérostro!
ElseñorDanburrysegolpeóelmusloconlapalmadelamano.—¿Sabesloquehice?—¿Sí?¿Qué?¡Oh!No…—¡Puesfirmar,yfirmarconlasdosmanos!Estabatanfrenéticoqueleditodos
mishonorariosenbandeja.KnoxsimulócompartirlahilaridaddelseñorDanburry,aunquesindejardeechar
furtivasojeadashacialaparejaqueseguíaenelumbral.—Papá,¿puedocogerel«Buick»?—preguntóelmuchacho.ElrostrodelseñorDanburryseensombreciódeinmediato.—¿Es que no funciona tu automóvil? Y, además, ¿qué pasa con tus modales?
Knox,éstossonmihijoChetysuamigaChris.OspresentoaKnoxOverstreet.—Yanoshemossaludado—dijoKnox,mirandoalamuchacha—.Enfin,casi.—Sí—dijolachica,sonriendo.—Hola—dijoChet,quienevidentementeseinteresabatantoporélcomoporuna
reedicióndeElserylanada.LaseñoraDanburryselevantó.—Perdónenmeunmomento.Voyaversilacenaestálista.—Vamos,papá.¿Porquéhacessiempredeestounproblema?—Porque te he comprado un coche deportivo y de repente te empeñas en
conducirelmío.—LamadredeChrissesientemásseguracuandovamosconel«Buick».¿Noes
verdad,Chris?Lelanzóunasonrisaquehizoquelachicaenrojeciese.—Notieneningunaimportancia—dijoella.—Alcontrario,tienemucha.Vamos,papá…JoeDanburrysaliódelaestancia.SuhijoChetfuetrasél,abogandoporsucausa.—Vamos,sinovasausarel«Buick»estanoche,noveodóndeestáelproblema.Mientrasladiscusiónseguíaenelvestíbulo,Knox,GinnyyChrisseencontraron
solos,unpocomolestos,enlabiblioteca.—Ejem…¿Aquécolegiovas?—preguntóKnoxparallenarelsilencio.—ARidgewayHigh.¿TediviertesenHenleyHall,Ginny?—Noestámal.—EselequivalentedeWeltonparachicas,¿verdad?—Másomenos—repusoKnox.
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—Ginny,¿participarásenlaobradeHenleyHall?SevolvióaKnoxparaexplicárselo.—EsteañoharánElsueñodeunanochedeverano.—Quizá—dijoGinnyencogiéndosedehombros.Silenciootravez.—¿CómohasconocidoaChet?LasdoschicasmiraronaKnoxconsorpresa.—Bueno…,enfin…,quierodecir…—ChetjuegaenelequipodefútboldeRidgewayHigh,yyosoycheerleader.Iba
aWelton,peroselocargaronenlosexámenes.SevolvióhaciaGinny.—Deberíasdeactuarenlaobra,Ginny.Estoyseguradequeseríasunaactrizmuy
buena.Ginnybajólosojostímidamente.Chetvolvióaaparecerenlapuerta.—Bueno,Chris,yaestá—dijo,victorioso—.Yatengoelcoche.Vamosallá.—Encantada de conocerte, Knox. —Chris sonrió una vez más al salir de la
estancia,cogidadelamanodeChet—.Hastalavista,Ginny.—Encantadodeconocerte,Chris—murmuróeladolescente.Y ella desapareció con unamedia vuelta que hizo revolotear su faldita blanca.
Knoxsequedóunmomentosinhabla.—¿Nos sentamos mientras esperamos la cena? —sugirió Ginny cuando se
quedaronsolos.Hubounnuevosilencioembarazoso.—Chet quiere el coche grande sólo para besuquear a Chris—dijo la chica de
repente.Yenrojeció ligeramente,preguntándoseporquéhabríadichoeso.Entre la trama
delacristalera,KnoxvioaChetyaChrisquesedirigíanhaciael«Buick».Sedieronunlargobesoenlanocheazul.Knoxsintiólahojaafiladadeloscelostraspasarleelcorazón.
Doshorasmás tarde,Knox entrabavacilante en el estudio de la habitación, dondeNeil, Cameron,Meeks, Charlie y Pitts estaban dándole a lasMatemáticas. En unamesadelfondo,PittsyMeeksmontabanunreceptorderadio.Knoxsederrumbóenunviejosofáconlatapiceríadecuerogastada.
—¿Cómohaidotucena?—preguntóCharlie—.Parecequetehayanapaleado.—Esterrible—gimióKnox—.¡Horroroso!—Pues,¿quétepasa?—Acabodeconoceralachicamásguapaquehevistonunca.Neilselevantódeunsaltoyselanzóalsofá.
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—Estásloco.¿Quétieneesodehorroroso?—EstáprácticamenteprometidaconesegranbrutodeChetDanburry.—¡Malasuerte!—¡Mala suerte! ¡Es una tragedia! ¿Por qué tiene que estar enamorada de un
retrasadocomoése?—A las chicas les gustan más los retrasados, ya se sabe —dijo Meeks—.
Olvídala.Sacael librodeTrigonometríayhazmeelproblemadoce; tecalmará losnervios.
—Nopuedoolvidarla,Meeks.¡YahoranotengolacabezaparaMatemáticas!—¡Alcontrario!Tuánimoyasehasalidoporlatangente,demaneraquehaces
Trigonometríasinsaberlo.—¡Meeks!—dijoCameronmeneandolacabeza—.Éstaesverdaderamentefloja.—Losiento,amímeparecíamásbiendivertida.Knoxselevantóyempezóapasearporlahabitación.—¿Deverascreéisquedeberíaolvidarla?—¿Esquetieneselección?KnoxcayóderodillasantePitts,enlaposturadelamanteextasiado.—Eresmiúnicoamor,Pittsie—declamó—.Undíasinverteyelmundoyano
tienesentido.PittslerechazódeunempujónyKnoxsedejócaerenunasilla.—Vamos, basta por hoy—decidió Meeks—. Guardemos nuestra energía para
mañana.—Ahoraquecaigo,¿dóndeestáTodd?—preguntóCameron.—DijoquepreferíatrabajarlaGeografía.—Vamos, Knox —concluyó Cameron—. No te vas a morir. Además, ¿quién
sabe?Quizásencuentresunmedioparaconquistarsucorazón.Recuérdalo: recogedahoralasrosasdelavida.
Knox sonrió y luego siguió a sus compañeros hacia el dormitorio, sin dejar desoñarconladulcecaradelahermosaChris.
Ellunesporlamañana,laclaseencontróalseñorKeatingcolumpiándoseenunasilladetrásdesumesa.Parecíainmersoensuspensamientos.
—Señores—dijo cuando el timbre anunció el principio de la clase—, abran laantologíade textosen lapáginaveintiunade la introducción.SeñorPerry, tenga labondad de leer en voz alta e inteligible el primer párrafo del prefacio titulado«Comprenderlapoesía».
Hubo un ruido de páginas al volverse, y luego todos escucharon la lectura deNeil.
—«Comprender lapoesía»,porelprofesorJ.EvansPritchard,doctorenLetras.
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«Paracomprenderlapoesíaenprimerlugarhayquefamiliarizarseconlamétrica,elritmo y las figuras estilísticas. A continuación hay que hacerse dos preguntas. Enprimerlugar:¿eltemadelpoemaestátratadoconarte?Ensegundolugar:¿cuáleslaimportancia y el interés de este tema? La primera pregunta atañe a la perfecciónformal del poema; la segunda, a su interés.Cuando se hayan contestado estas dospreguntas,resultarárelativamentefácildeterminarlacalidadglobaldelpoema.Siseanotalaperfeccióndelpoemaenlalíneahorizontaldeungráficoysuimportanciaenlavertical,eláreaconseguidadeestamaneraporelpoemanosda lamedidadesuvalor.Así,unsonetodeByronpodráobtenerunanotaaltaen lavertical,perounanotamediocreen lahorizontal.Por el contrario,un sonetodeShakespeare recibiráuna puntuación muy alta tanto en la vertical como en la horizontal, cubriendoentonces una amplia superficie, lo que demostrará la alta calidad de la obra encuestión…»
MientrasNeilleía,Keating,conunatizaenlamano,sehabíaacercadosinhacerruido a la pizarra, donde, para ilustrar las palabras del señor Pritchard, se puso atrazar un gráfico uniendo ordenadas y abscisas para mostrar que el soneto deShakespearesuperabaampliamenteelsonetodeByron.Enlaclase,muchosalumnoscopiabancuidadosamenteeldiagramaensuscuadernos.Neilterminósulectura:
«…Alleerlospoemasdeestaantología,ponganenprácticaestemétodo.Cuantomás sepan establecer una valoración por este procedimiento, mejor podráncomprenderyportantoapreciarlapoesía».
Neil se detuvo al final del párrafo.Keating se quedó unmomento en silencio,comoesperandoaquesusalumnoshubiesenasimiladolalección.Luegoseacercóalaprimerafilaparahacerfrentealaclase.
—¡Ex-cre-men-to!—declaróderepenteseparandolassílabas.Loschicossesobresaltaronylemiraronsincomprender.—¡Ex-cre-men-to! —repitió Keating con más energía—. ¡Basura! ¡Memez!
¡Falsedad!¡EstoesloquepiensodelensayodelseñorPritchard!¡Señores,lespidoquearranquenestapáginadesuslibros!
Enlaclasehubounintercambiodemiradasincrédulas.Nosabíanquémoscalehabíapicadoasuprofesor.
—¡Vamos,señores!¡Arránquenla!¿Nomehanoído?Loschicosestabanpasmados,horrorizadosantelaideadeeseactoblasfematorio.
Másatrevido,Charlieacabóporarrancarlapáginadesuantología.—Gracias,señorDalton—dijoKeating—.Vamos,losdemás,unpocodevalor.
¡Noarderánenelinfiernoportanpoco!Yyaqueestánustedesenello,¡háganmeelfavorderompertodalaintroducción!¡AlapapeleraelprofesorJ.E.Pritchard!
Finalmente liberados por el ejemplo de Charlie, los alumnos se lanzaron contodas sus ganas, arrancando a más y mejor las primeras páginas del manual y
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haciéndolasvolarporencimadesuscabezas.Keatingfueabuscarunapapeleraquehabíaenunrincónpararecogerlospapeles.
Este caos le llamó la atención al profesor de Latín, el señor McAllister, quepasaba por el corredor. Pegando su cara de bulldog al cristal de la puerta, vio unespectáculo de horror y la sangre se le heló en las venas. Abriendo la puerta conbrusquedad,entródeunsaltoenlaclase.
—¿Quéesesteescándalo?—tronó.Llamadabrutalmentealorden,laclaseenterasequedóinmóvil.PeroMcAllister
vioentoncesaKeating,conunapapelerallenaenlamano.—Oh,porfavor,perdone,nosabíaqueestabaustedaquí,señorKeating.—Puesyavequeestoy—dijoésteconunasonrisaimperturbable.Perplejo, McAllister giró sobre sus talones y volvió a cerrar la puerta con
suavidad.Keatingvolvióasutarimaydejólapapeleraenelsuelo.Diounsaltoconlospies
juntos,desencadenandounnuevoaccesoderisas.LosojosdeKeatingbrillaban.Pisólaspáginasarrugadasyluego,deunapatada,enviólapapeleraaunrincón.
—Estamoscomprometidosenunabatalla,señores.¿Quédigo,unabatalla?¡Eslaguerra!Ustedes,jóvenesalmasllegadasaunmomentocrucialdesudesarrollo,serántriturados,aplastadosporlaapisonadoradelacademicismo,yelfrutopereceráantesinclusodenacer,otriunfarányentoncespodráflorecersuindividualidad.
»No teman, aprenderán lo que este colegio exige que sepan; pero, si puedocompletarmitarea,aprenderánaúnbastantemás.Porejemplo,descubriránelplacerdelaspalabras;porque,peseatodoloqueleshayanpodidodecir,laspalabrasylasideastienenelpoderdecambiarelmundo.
Keatingsepusootravezarecorrerlaclase.—Veo en los ojos del señor Pitts que la literatura del sigloXIX puede que esté
muybien, pero que eso no es de utilidad ninguna para lamedicina o el comercio.CreequedeberíamosdedicarnosaestudiaranuestroPritchard,asimilarlasreglasdela métrica y reservar nuestra energía para otras ambiciones más arraigadas en laTierra.
Keatingseacuclillóenelcentrodelpasillo.—Acérquense,señores;hayunsecretoquequieroconfiarles.Losalumnosdelafiladefueraselevantaronyseinclinaronporencimadesus
compañerosparaformaruncírculoalrededordesuprofesor.Cuandoyatodosestabantensosporlaespera,Keatingtomólapalabra,envozbaja,entonoconfidencial.
—Seescribeyseleepoesía,noporqueseabonita,sinoporqueformamospartedelaHumanidad. Se escribe y se lee poesía porque los seres humanos son seres conpasiones.LaMedicina, elDerecho, el comercio, sonnobles actividades, necesariastodas ellas para mantenernos con vida. Pero la poesía, el amor, la belleza, ésa es
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nuestrarazóndeser.CitandoaWhitman:
¡Oh,yo!¡Oh,vida!TodasestascuestionesquemeasaltanEstoscortejossinfindeincrédulosEstasciudadespobladasporidiotas¿Quéhaydebuenoentodoesto,oh,yo,oh,vida?RespuestaQuetúestásaquí,quelavidaexiste,ylaidentidad,queelprodigiosoespectáculosigue,yque,quizá,contribuyesaélconturima.
Keating se calló. La clase quedó en silencio, interiorizando el poema. Keatingrepitióentoncesconvozinspirada:
—«Queelprodigiosoespectáculosigueyque,quizá, túcontribuyesaélcon turima».
Todaslasmiradasestabanfijasensusemblante.—¿Cuálserálarimadeustedes?—preguntóentonces,mirándolesunoporuno—.
Díganme,señores,¿cuálserásurima?Siguióunsilencio.Lapreguntasecerníaenlasalayrepercutíahastaelinfinito
enelcorazóndelosadolescentes.
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CAPÍTULOVI
McAllister tomó una silla y se sentó junto a Keating en la gran mesa de losprofesores.
—¿Mepermite?—dijo,sentándose.—Porfavor—lerespondióKeating.Lasala resonabacon tintineode loscubiertosy losvasos.Enunnivelunpoco
másbajo,losalumnoscomíanalrededordeunaveintenadegrandesmesasdemaderaderoble.
—Muyinteresantesuclasedeestamañana—empezóMcAllisterconundejedesarcasmo.
—Losientosilehaofendido.—Oh, no se disculpe. En realidad era apasionante, incluso aunque esté usted
equivocado.Keatingenarcólascejas.—¿Equivocado?McAllistermeneólacabezaconairedoctoral.—Indiscutiblemente. Corre usted un gran riesgo animándoles a convertirse en
artistas.Cuandocomprendanqueno sonniRembrandt,niShakespeare,niMozart,entoncesleodiarán.
—Se equivoca usted,Georges; no se trata de hacer de ellos artistas.Yo quieroforjarespírituslibres.
McAllisterhizocomoqueseechabaareír.—¡Filósofosalosdiecisieteaños!—Escurioso, nuncahubiese imaginadoque eraustedun cínico—dijoKeating
antesdetomarunsorbodeté.—Cínico no, amigomío—replicó el profesor deLatín—.Realista.Muéstreme
usteduncorazónliberadodelpesovanodelossueñosyyolemostraréaunhombrefeliz.
—El hombre nunca ha sido tan libre como cuando sueña—replicóKeating—.Ésafue,esyseguirásiendolaverdad.
McAllisterfruncióelceñoporefectodeunintensoesfuerzodelamemoria.—¿EsesoTennyson?—No…EsKeating.McAllistercorrespondióalasonrisamaliciosadeKeatingylosdossepusierona
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comerconapetito.EnesemismomomentoentróNeilPerryenelcomedorysedirigióalargospasos
hacialamesadondeestabansentadossuscompañerosdeclase.—¡Miradloquehedescubierto!—lessusurróconentusiasmo—.Eselanuariode
suúltimoañoenWelton.Conungestodelacabeza,NeilseñalóhaciasunuevoprofesordeLiteratura,que
estabaconversandoconMcAllister.Abrióelanuarioyleyó:—Capitán del equipo de fútbol, redactor jefe del anuario, va a Cambridge,
mujeriego,ClubdelosPoetasMuertos.Losdemástratarondehacerseconellibro,peroNeilfuemásrápido.—¿Mujeriego?—repitióCharlieriendo—.ElseñorKeatingeraunabuenapieza.
Unpuntoparaél.—¿QuéesesodelClubdelosPoetasMuertos?—preguntóKnox.—¿Hayunafotodelgrupoenellibracoese?—No,ninguna—respondióNeil—.EseClubde losPoetas no semenciona en
ningunaotraparte.Charlieledioungolpeconelpie.—Nolan—susurró.Alacercarseeldecano,NeillepasóelanuariopordebajodelamesaaCameron,
yésteseapresuróapasárseloaTodd,quelemiróunmomentosincomprenderantesdeesconderellibro.
—Bien,señorPerry,¿todobienenclase?—inquirióelseñorNolandeteniéndosejuntoasumesa.
—Sí,señor.—¿YelseñorKeating?¿Esinteresante?—Sí,señor.Precisamenteestábamoshablandodeél.—Muy bien, muy bien. Estamos verdaderamente encantados de tenerle con
nosotros.Esunhombremuybrillante,comosaben.Loschicosasintieroncortésmenteconlacabeza.CuandoelseñorNolansehubo
alejado,Toddabrióelanuariosobresusrodillasyloestuvohojeandohastaelfinaldelacomida.
—Hededevolverloalabiblioteca—dijoNeillevantándosedelamesa.—¿Quévasahacerahora?—InvestigaréunpocosobreesosPoetasMuertos.Después de la última clase del día, el grupo volvía tranquilamente hacia el
dormitoriocuandovieronalseñorKeatingquecruzabaelcampusabuenpaso,conunabrigooscuroyunabufanda,yconunmontóndelibrosbajoelbrazo.
—¡SeñorKeating!—llamóNeil—.¡Profesor!¡Oh,Capitán!¡MiCapitán!Conestaúltimainterpelación,Keatingsedetuvoensecoysevolvió;loschicos
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apretaronelpasoparareunirseconél.—¿QuéeraelClubdelosPoetasMuertos?—preguntóNeil.Keatingpareciósorprendido.—Estábamosmirandounantiguoanuario,y…—Nohayqueavergonzarseportenerunespíritucurioso.Loschicosesperaronunaexplicación,peroelprofesornodijonadamás.—¿Quéera?—insistióNeil.Keatingmiróasualrededorcomoparaasegurarsedequeunosoídosindiscretos
nopudiesenoírle.—Unaorganizaciónsecreta—susurró—.Y,siquierenconocermiopinión,dudo
muchoquelaactualadministraciónvealacosaconbuenosojos.Susojosescrutaronelcampus.Loschicoscontuvieronlarespiración.—¿Juranguardarelsecreto?Seapresuraronadecirquesíconlacabeza.—ElClubdelosPoetasMuertoseraunasociedadcuyosmiembrosteníancomo
objetivosacarletodoeljugoalavida.AbríamoslassesionesconestaexpresióndeThoreau.Éramosungrupitodegente;nos reuníamosen laviejacueva indiay,porturno,leíamosaShelley,aThoreau,aWhitman,onuestrospropiosversos;y,conelencantodelmomento,esospoetasejercíansumagiasobrenosotros.
LosojosdeKeatingseanimaronconesterecuerdo.—¿Quiere usted decir que sólo era un grupo de gente que leía poemas?—se
sorprendióKnox.Keatingsonrió.—Estabaninvitadoslosdossexos,señorOverstreet.Y,créame,nosetratabasólo
de leer…Las palabras eran comonéctar quehacíamos fluir en nuestras bocas condelectación. Las mujeres se desmayaban, los espíritus se elevaban… Los diosesnacíanconnuestrosensalmos.
Loschicossequedaronmudos.—¿Por qué ese nombre? —preguntó Neil una vez más—. ¿Es porque leían
ustedesalospoetasantiguos?—Toda poesía se aceptaba y era bienvenida, señor Perry. El nombre era una
alusiónalhechodequeparaformarpartedelClub,habíaquemorir.—¿Cómo?—exclamaronlosmuchachosacoro.—Losvivosnoeranmásquenovicios.Elestatutodemiembrodeplenoderecho
sólosepodíaconseguirdespuésdeunavidadeaprendizaje.Yaven,yonoestoyaúnmásqueengradodeiniciado.
Loschicosintercambiaronmiradassorprendidas.—Laúltimareunióntuvolugarhacequinceaños—recordóKeating.Despuésdeunaúltimamiradaasualrededor,elprofesorsedespidióysealejó
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consupasodecidido.—ElClubdelosPoetasMuertos—repitióNeil,viéndoledesaparecer.Enesemomentosonóeltimbredelacena.—¿Ysifuéramosestanocheadarunavueltaporesacueva?—dijoNeil—.¿Os
apuntáis?—Nisiquierasabemosdóndeestá.—Sí,hombre;estádespuésdelrío.Creoquepodríaencontrarla.—Eso está a kilómetros de distancia —se quejó Pitts, a quien la idea de tal
esfuerzofísicoyaleteníaagotado.—Además,estáenelbosque—protestóCameron,aquienlehorrorizabaaúnmás
laideadecometerunainfraccióndelreglamento.—Puesnovengas—replicóCharlie.—Corremoselriesgodequenosponganunafalta—dijoCameron,mostrandolo
quepensabaparasí.—Puesnovengas—repitióCharlie—.Asíestaremosmásagusto.Elmiedoaverseexcluidodelgrupoledecidió.—Loquequierodeciresquehayquetenercuidado.Notenemosquedejarque
nosdescubran.AlolejossonólavozdeHager,llamandoalosrezagados.—¿Quiénestádeacuerdo?—preguntóNeil.—¡Yo!—dijoinmediatamenteCharlie.—Yotambién—dijoCameron,conreticencia.LosotrosdudabanybajaronlosojosantelamiradainsistentedeNeil.—Bueno,nosé…—Además,estáHager,quenosvigila.—Vamos,Pitts…—Pittstienequeempollar—intervinoMeeks,saliendoensudefensa.—Asíquetendrásqueayudarle.—¿Esqueahoraseempolladenoche?—dijoPitts.—Últimoaviso—bramóHager—.Hasonadoeltimbre.Elgruposedirigióaltrotecortohaciaelrefectorio.—Bueno,Pitts,túvienes—decidióNeil—.Meeks,nomedirásqueparatiesun
problematunotamedia.—Estábien—dijoel interesado—.Despuésde todo, creoquehayquehaberlo
probadotodoalmenosunavez.—Menoslaschicas—bromeóCharlie—.¿Noesverdad,Meeks,viejoamigo?ElrostrodeMeeksseruborizóconlasrisasdesuscompañeros.—¿Ytú,Knox?—Nolosé.Noleveoelinterés.
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—Vamos—leexhortóCharlie—;piensaqueesoteayudaráaconquistaraChris.—Ah,¿sí?Y¿cómo?—¿NohasoídoloquehadichoKeating?Quelasmujeressedesmayaban…—Y ¿por qué se desmayaban? Charlie, contéstame, por favor. ¿Por qué se
desmayaban?Como toda respuesta,Charlie se echó a reír y entró en el refectorio, dejando a
Knoxperplejoenlapuerta.
Despuésdecenar,NeilfueareunirseconTodd,queestabatrabajandotranquilamenteenlasaladeestudios.
—EstásinvitadoestanochealareunióndelClub—lesusurróasucompañerodehabitación.
Había recordado que a nadie se le había ocurrido advertirle de su expediciónnocturna.
—Nodebesesperarsiempreaquelosdemásdenelprimerpaso—lereconvinoamablemente—.Recuerdaqueaquínadie teconoceyque,además, túnoeresmuyhablador.
—Gracias;eresmuyamable,peroidsinmí.—¿Porqué?¿Cuáleselproblema?—Yo…Notengoganasdeir,esoestodo.—Pero¿porqué?¿EsquenocomprendesloquediceKeating?¿Notienesganas
dehacerlaprueba?Neil volvió la página de su libro al ver acercarse al jefe de estudios, que
observabaalosdoschicosconmiradadesospecha.—Sí—dijoToddcuandoelvigilantehubopasado—pero…—Pero¿qué,Todd?Amípuedesdecírmelo.Toddbajólosojos.—Noquieroleer.—¿Cómo?—Keatingdijoquetodoelmundoteníaqueleer.Yyonoquiero.—Tienesunproblemadeveras,¿no?¿Cómopuedeesomolestarte?—Nopuedoexplicártelo,Neil.Noquieroleer,yesoestodo.Neilrecogiósusnotasconimpaciencia.Seleocurrióunaidea.—¿Ysinotuviesesqueleer?¿Ysisólotuviesesqueestarallíyescuchar?—Noesasícomofuncionanlascosas.Sivoy,querránquelea.—Pero¿ysiestándeacuerdoendecirquenoestásobligado?—¿Habríaquepedírselo…?—dijoToddenrojeciendo—.Nuncapodría.—¿Porquéno?—dijoNeillevantándosebruscamente—.Vuelvoenseguida.—¡Neil!
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Todd trató de retenerle por la manga, pero el vigilante le dejó clavado en elasientoconunamiradaferoz.
Neil se había ido ya. Todd hundió la nariz en su libro deHistoria y se puso agarrapatearunasnotasensucuaderno.
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CAPÍTULOVII
NeilconspirabaenvozbajajuntoconCharlieyKnoxenelpasillodeldormitorio.Asu alrededor, los tradicionales preparativos de la noche estaban en su puntoculminante. Los chicos, con pijamas claros y batas a cuadros, se entrecruzabancaminodelcuartodebañointerpelándosealegremente,conelestuchedearreglarseounaalmohadaenlamano.Neilseechólatoallasobreelhombrocomoparasubrayarunadecisión, lediounapalmadaenlaespaldaaKnoxyvolvióasuhabitación.Alextender la toallahúmedaenel respaldode lasilla,viosobre lamesaun libroqueestabasegurodenohaberdejadoallí.
Tras un momento de duda, Neil tomó el libro con curiosidad y consideró unmomentosuscantosgastadosylavencidaencuadernación.Antologíapoética,decíanenlacubiertaunasletrasgrabadasconeldoradoborradocasiporcompleto.Levantóellibroconprecaucióny,enlaprimerapágina,escritoconplumaytintanegra,vioelnombrede«J.Keating».Bajolafirma,Neildescifróenvozalta:«ClubdelosPoetasMuertos; para leer al principio de cada sesión». Se tendió en la cama y empezó ahojearelviejovolumenmientrasqueenelcorredorelzafarranchoibacediendopro-gresivamente.Prontoseoyócerrarselaúltimapuertayluegoseapagaronlasluces.
Poco después, las zapatillas del viejo Hager, el vigilante del dormitorio, sedeslizaban por el parquet.Hacía su ronda, como cada noche, asegurándose de quereinabalacalmaantesderegresarasuslares.Neilcontuvolarespiracióncuandolospasos se detuvieron unmomento a la altura de su puerta. PeroHager volvió a supaseoenseguida.
Enplenanoche,cuandoestuvieronsegurosdequeelcampusestabasumergidoenelmásprofundosueño,loschicosbajaronapasodelobolagranescalera,abrigadoscon abrigos y guantes de lana. Algunos llevaban linternas y sus haces describíancírculosluminososasuspies.
Brotandoderepentedeunrincón,elperroguardiándelcolegiolessobresaltó.Pero,felizmenteparaellos,Pittshabíapensadoentodo.—Perrobonito—susurró,dándolealanimalunpuñadodegalletas.—Hastenidounagranidea—lefelicitóNeil.Sinembargo,elruidohabíaalertadoalviejoHager,queasomóalapuertadesu
habitación,congorroycamisadedormir.Aguzóeloído,miróaderechaeizquierda,pero,alnodetectarelmenorsignodevida,decidióvolveralcalordesusmantas.
Loschicoshabíandejadoalperrodisfrutandodesuinesperadacomidaycorrían
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yacontodasualmahaciaelrío,saltandoentrelasaltashierbas.Llevabanpuestaslascapuchasdesuscapotes,deformaquequienquiera lesviesegalopardeesamanerales hubiese tomado sin duda por una cofradía de monjes en estampida o por unpuñadodeduendesrecorriendolacampiña.Asuespaldaseperfilabalamasasombríadelcolegio:peroesoaellosnolespreocupabagrancosa.Lasestrellasbrillabansobresus cabezasmostrándoles el camino.La excitaciónhenchía sus corazonesy el airefríoestimulabasuvalor.
Prontodejaronatrás los límitesdelcampusysehundierondecididamenteen laoscuridaddeunbosquedegrandespinoscuyosgigantescostroncossealzabancomolascolumnasdeunacatedral.Unfuerteoloraresinayhumuslesinundólanariz.Elvientoquesoplabaentrelasramasteníalosacentoslúgubresdeunórgano,alosquerespondíadevezencuandoelululardeunalechuza.
Cuandoyahabíanfranqueadoelríosaltandodepiedraenpiedra,sedesplegaronenabanicoparabuscarlacuevaentrelamaleza,lasrocasylasraícesdelosgrandesárboles.
—Casihemosllegado—dijoKnox.—Ooooh.SoyelfantasmadelosPoetasMuertos—gritóderepenteunasombra
surgidadelanada.Meekslanzóungritodeterror.—Esoesunamalapasada—dijoalverqueeraCharlie.—Heencontradolacueva—dijoéste—.Yaestamosencasa,amigos.Todosloschicosentraronporlaaberturadespuésderecogermatasyramaspara
encender un fuego. A costa de grandes esfuerzos, el fuego acabó prendiendo,proyectandoenlasparedessombrasmovedizasydesmesuradas.Unagrietaquehabíaen la bóveda dejaba escapar el humo. Los chicos hablaban en voz baja, como siacabasendeentrarenunsantuario.
—Declaro nuevamente instituido el Club de los PoetasMuertos deWelton—declamófinalmenteNeil.
Elanunciofueacogidocongritosdealegría.—Las sesiones serán presididas por mí mismo o por uno de los iniciados
presentes aquí—siguióNeil—.ToddAnderson, que está dispensado de la lectura,levantará acta de cada reunión. Como determina la tradición, leeré ahora elmani-fiestoredactadoporunodenuestrosmiembrosdistinguidos,HenryDavidThoreau.
NeilabrióellibroquelehabíahechollegarKeatingyempezóaleer.—«Mefuialosbosquesporquequeríavivirsinprisa.Queríavivirintensamente
ysorberletodosujugoalavida».—¡Biendicho!—interrumpióCharlie.—«Abandonartodoloquenoeralavida,paranodescubrir,enelmomentodemi
muerte,quenohabíavivido».
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Habíapronunciadolasúltimaspalabrasmásdespaciocomosiderepentehubiesepenetrado su significado. Los demás se habían callado. La invocación acababa deabrirelcírculomágico.
—NovicioOverstreet,austedlecorrespondeahoraelhonor—dijoNeil.Letendiólaantología,yKnoxlahojeóunmomentoantesdeleer.—«Elqueavanceconconfianzaenladireccióndesussueños,conoceráunéxito
inesperado en la vida ordinaria». ¡Hurra!—exclamó Knox—. ¡Quiero conocer eléxitoconChris!
Charlielequitóellibro.—Knox,meparecequeconfundesestoconunabromavulgar—lereprochóantes
deaclararseruidosamentelavoz.
Existeelsublimeamordeunamuchachayelamordeunhombremaduroyjustoyelamordeunniñosinmiedotodoselloshanexistidoentodoslostiemposperoelamormásmaravillosoelamordetodoslosamores,másgrandeaúnqueelamoraunamadreeselamorinfinito,tiernoyapasionado,deunborrachoporotroborracho.
—Autoranónimo—concluyóCharlieriendo.Pittsrecibióellibroensusmanos.«Aquíyacemimujer;nolamolestéis.Elladescansaenpaz…yyotambién».Loschicosrieronamandíbulabatiente.—JohnDryden,1631-1700.Nosabíaqueestagentetuviesesentidodelhumor.PittsletendiólaantologíaaTodd,quelemirósobresaltado.Neilviosuconfusión
ysehizoconrapidezconelvolumen.Charlieseloquitó.
¿Enseñarmeelartedelamor?Tendrásquemostrarmejoránimo;porquesoyeruditoenlamateriayelDiosdelAmor,elimprobableCupido,sindudasacaríaprovechodemislecciones.
Estapresunciónfueacogidaconrisitas.—Vamos,muchachos,seamosserios—dijoNeil.EntoncesletocóelturnoaCameron.
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Somosloshacedoresdemúsicaylossoñadoresdesueñoserrantesporlosrompientessolitariossentadosalbordedelosarroyosdesoladospobrescervatillosretiradosdelmundoysobrelosquebrillalalunapálida;ysinembargoagitamosyestremecemoselmundo,hastaelinfinito,alparecerconcantossublimeseinmortaleselevamoslasgrandesciudadesdelmundoyconunafabulosanarraciónforjamoslagloriadeunimperio:unsolohombre,segurodesusueño,irásinpesaraconquistarunacorona;ytres,armadosconunritmonuevo,puedenprovocarlacaídadeunimperio.Porquesomosnosotros,alhilodelossiglos,enelpasadoquehahuidodelatierraquienesconstruimosNíniveconnuestrossuspirosyBabelsóloconnuestraalegría.
—Amén—murmuróunavoz.—¡Calla!—dijeronlosdemás.—PoemadeArthurO'Shaughnessy,1844-1881.Trasuncortosilencio,Meekstomóellibroyvolvióunaspáginasalazar.—¡Eh!Oídesto.
Enlanochequeenvuelvenegracomoelinfiernodeunpoloalotroagradezcoalosdioses,quienesquieraquesean,mialmaindomable.
—EsdeW.E.Henley,1849-1903.—Vamos—cacareóPitts—.¿Aquiénletoca?Le tocó aKnox buscar un poema para leerlo.Hojeó el libro un rato y al cabo
exhalóungemidodefelicidad,comosiChrisacabasedematerializarseenlacueva.«¿Quecuántotequiero?Teamodesdelomásprofundode…».Charlielequitóel
librodelasmanos.—¡Tranquilo,Knox!
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Losdemásestallaronencarcajadas.LaantologíacayóenmanosdeNeil.Los chicos se acercaron unos a otros alrededor del fuego, que iba perdiendo
fuerza.
Venidamigosmíosnoesdemasiadotardeparapartirenbuscadeunmundonuevoporquesigoteniendoelpropósitodebogarmásalládelsolponienteysihemosperdidoesafuerzaqueotroramovíaelcieloylatierra,loquesomoslosomos;corazonesheroicosydelmismotempledebilitadosporeltiempoyeldestino,perofuertesporlavoluntaddebuscar;luchar,encontrar,ynoceder.
—Extractodelpoema«Ulises»,deTennyson—concluyó.Los chicos callaron, conmovidos por la lectura vibrante de Neil y por la
ambiciosaempresaalaquelesexhortabaelpoeta.Pittsabrióellibroalazar.Condostrozosdemadera,empezóamarcarelritmo.
YoteníaunareligiónyoteníaunavisiónyvielCongo
serpentinademuaréqueatravesabalaselvaenunrelámpagonegro.
Mientras Pitts leía, la imaginación de su auditorio se dejó llevar por el ritmoobsesivo del poema.Repitiendo los últimos versos escandidos, empezaron a bailaralrededordelfuegoyalanzaralaridoscomoguerrerosafricanos.Sudanzacrecíaenintensidad y exuberancia.Meeks se había hecho con una vieja lata de conserva ymarcabaelritmo.Conellibroenlamano,Pittsllevóalapartidafueradelacueva,ylalocazarabandasehundióenlanochecanturreando:
YvielCongoserpentinademuaré
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queatravesabalaselvaenunrelámpagonegro.
En trance, dieron vueltas alrededor de los grandes árboles, como en el ritoiniciáticodeunafiestapagana.
Enlacueva,losúltimosrestosdelfuegoacabaronmuriendoylaoscuridadrodeóa los Poetas Muertos. Jadeando, pusieron fin a su frenesí y en seguida se vieronagitadosporestremecimientosdefrío,aunquetambiéndegozo.
—Serámejor volver—dijo por fin Charlie—.No olvidéis que dentro de unashorasempiezanotravezlasclases.
AnduvieronserpenteandoporelbosquehastaunclaroqueseabríaalcampusdeWelton.
—Tristeregresoalarealidad—dijoPittsmientrashacíanunaltoparacontemplarlosedificiosdeaspectograve.
—Bienpuedesdecirlo—suspiróNeil.Sedirigieron en silenciohacia el dormitorio, siluetas encapuchadasque iban al
asaltodel sombrío edificio.Abrieron el pestilloque cerraba lapuertade atrásy sedeslizarondepuntillashastasushabitaciones.
Aldíasiguienteporlamañana,durantelaclasedeLiteratura,losmiembrosdelalocapartida nocturna pasaron todas las penas del infierno para reprimir sus bostezos ymantenerlosojosabiertos.EncuantoalseñorKeating,ésterecorríalaclaseconsuspasosvigorosos.
—Unhombrenoestámuycansado,estáagotadooextenuado.Ynodiganustedes«muytriste»,sino…
Hizochasquearlosdedosyapuntóaunalumno.—¿Taciturno?—aventuróelmuchacho.—¡Bravo!—aprobóKeating—.Ellenguajesehainventadoporunasolayúnica
razón,señores.¿Cuáles?SeinclinóhaciaTodd,queestabasentadoenlaprimerafila.Perocomoelchico
parecíaimplorarleconlamiradasevolvióhaciaNeil.—¿Paracomunicar,señor?—Error.Paraseduciralasmujeres.Yenestaempresalaperezanotienecabida.
Nitampocolotieneensusredacciones.Unaexplosiónderisaagitóalaclase.Keatingcerró su libro, subió a la tarimayapartóunmapamundiquecubría en
partelapizarra.Aparecióasíunacitaescritacontiza,queKeatingleyóenvozalta:
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CreenciasyescuelasquehancaídoenlacaducidadcualesquieraqueseanlosriesgospermitoalaNaturalezaqueseexpresesinfrenoconsuenergíaoriginal.
—UnavezmáseltíoWalt.Ah,peroquédifícilesescaparaesascreencias,aesasescuelas,condicionadoscomoestamospornuestrospadres,pornuestrastradiciones,por la apisonadora del progreso. ¿Cómo expresar entonces nuestras auténticasnaturalezas,comonosinvitaahacerloelpadreWhitman?¿Cómodeshacernosdelosprejuicios, las costumbres, las influencias de toda especie?La respuesta, jóvenes ytiernosbrotes,esquehayqueesforzarsesindescansoporcambiardepuntodevista.
Parasorpresadeloschicos,queestabanescuchandoconinterés,elseñorKeatingsaltóderepentesobresumesa.
—¿Porquémehesubidoaquíarriba?—¿Parasentirsemásalto?—dijoCharlie.—No,mi jovenamigo,nohaacertadousted.Mehe subido sobre lamesapara
recordarme amímismo que tenemos quemodificar constantemente la perspectivadesdelaquemiramoselmundo.Porqueelmundoesdiferentevistodesdeaquí.¿Nome creen? Pues levántense y vengan a comprobarlo. Vamos, todos ustedes… Porturno.
Keating bajó de su atalaya. Todos los alumnos, a excepción de Todd, seapelotonaronen la tarimay fueron subiendocadaunoa suvez, avecesdoso tresjuntos,sobrelamesaprofesor.
—Sitienenustedesalgunacerteza—prosiguióKeatingmientrasalgunosvolvíanyaasulugar—,entoncesoblíguenseaconsiderarlacuestióndesdeunaperspectivadiferente,inclusoaunqueesolesparezcaidiotaoabsurdo.Cuandolean,noselimitenaloquediceelautor,tratendeanalizarloqueustedesexperimentan.
»Tienenquehacer el esfuerzodeencontrarotrocamino, señores,y cuantomástardenenhacerlomenosposibilidades tendrándealcanzar susobjetivos.CitandoaThoreau: «La mayoría de los hombres lleva una vida de tranquila desesperanza».¿Porquéresignarseaello?Partanenbuscadenuevastierras.Yahora,señores…
Keatingsedirigióa lapuerta.Loschicosvolvíanlacabezaparaseguirleconlamirada.Elprofesoraccionóunayotravezel interruptor.LaslámparasdeltechosepusieronaparpadearmientrasKeatingimitabaelsonidodeunredobledetambor.
—Señores, además de sus redacciones sobre la idea de romanticismo enWordsworth,escribiránustedesunpoema,algodesucosecha,yloleeránenvozaltadelantedelaclase.Señores,¡hastaellunes!
Conestaspalabras,Keatingdesapareció…parareaparecercasi inmediatamente,conunasonrisasardónicaenloslabios.
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—SeñorAnderson, sémuybien que esta tarea le da unmiedo cerval, topodeldemonio.
Alargandolosbrazos,Keatinghizocomoquefulminabaasualumno.Laclaseriónerviosamente,untantoturbadostodosporelpobreTodd,queconsiguióesbozarunasonrisa.
Lasclasesacababantempranolosviernes,yloschicossalierondelaulaconelánimoligero,felicesconlaperspectivadelatardelibrequeseofrecíaanteellos.
—¿Ysisubiésemosalatorredelrelojparamontaresaradio?—lepropusoPittsaMeeksmientraspaseabanporelcampus—.¡RadioAmérica!
Pasaronsindetenerseanteungrupodealumnosqueesperabanconimpaciencialadistribuciónsemanaldelcorreo.Enelcampodecéspedestaban jugandoalhockey.Más allá, el señorNolan recorría la orilla animando a voces al equipode remodeWelton.
—¡Másfuerzaesosremos,demonios!Conloslibrosenlacestasujetasobrelaruedadeatrás,Knoxcabalgósubicicleta.
Bajó silbandohacia la verja del colegio, y luego, asegurándose conunvistazoporencima del hombro de que nadie le prestaba atención, pedaleó furiosamente yfranqueóelportón,dirigiéndosealpueblecitodeWelton.
Comoundesatinado,KnoxvolabaatodamarchahaciaRidgewayHigh.Cuandollegóanteelcolegiovioquehabíaunagrananimaciónenlazonadeaparcamiento;elequipodefútbolamericanosepreparabaparaundesplazamiento.Knoxseapoyóenlacercayobservóelincesanteiryvenirdelosestudiantesentornoaunosautocaresde cromados deslumbrantes. Tras un ensayo tan precipitado como cacofónico, losmiembrosdelabanda,conuniformerojoyoroychacóconplumas,subíanabordodel primervehículo.El segundo estaba reservadopara los jugadores.Unamultitudestrepitosadeseguidoresycheerleadersseagolpabaenlaspuertasdeltercerautocar.Entreellos,KnoxreconociólacabezarubiadeChrisNoel.
LaviosaliralencuentrodeChet,quellevababajoelbrazosucasco,ybesarleenlos labios. Con su silueta deformada por las defensas de los hombros, Chet laestrechó contra sí pasando un brazo en torno a su cintura y ella rió de formacristalina.Luego,escapandodesuabrazo,corrióamontarunode losautobusesdelosseguidores.
Conexpresióncariacontecida,KnoxvolviólentamenteaWelton.DesdeaqueldíaencasadelosDanburry,habíasoñadovolveraveraChrisNoel.Peronoasí,noenlosbrazosdelinnobleChetDanburry.KnoxsepreguntósialgúndíapodríaencontrarlaspalabrasquehicieranquelahermosaChrissedesmayasedegusto.
Estabaacabandolatarde.Toddestabasentadoaestilosastreensucama,conunbloc en las rodillas. Garrapateó unas palabras, que tachó a continuación, antes de
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arrancarlahojaytirarlaalapapelera.Conrabiaeimpotencia,secubrióunmomentolacaraconlasdosmanos.
En ese mismo momento, Neil hizo irrupción en la habitación. Su cararesplandecientecontrastabaconelairedefastidiodeTodd.
—¡Loheencontrado!—¿Elqué?—¡Loquequierohacer!Loquesiemprehequeridohacer.Loqueardeenmí.LetendióunfolletoaTodd.—Elsueñodeunanochedeverano,deWilliamShakespeare—leyóesteúltimo
—.¿Quées?—Unaobradeteatro,imbécil.—Esoyalosé.Pero¿quérelacióntienecontigo?—LamontaránenHenleyHall.Mira:«Pruebasabiertasparatodos».—Bueno,y¿qué?—¡Puesquevoyaseractor!—exclamóNeil,saltandosobrelacama—.Siempre
hetenidoganasdeprobarlo.Elveranopasadoquiseinscribirmeenuncursodeartedramático,peroporsupuestomipadreseopusoenredondo.
—¿Yahoraestarádeacuerdo?—preguntóToddfrunciendoelceño.—No,peroesonotieneningunaimportancia.—Entonces,¿quéesloqueimporta?—¿Esquenolocomprendes?Porprimeravezenmividaséloquequierohacer,
yporprimeravezvoyalanzarmeconelconsentimientodemipadreosinél.Carpediem,Todd.Carpediem.
Neildeclamóunosversos,conlamanoextendidaenelaireylacaravueltahacialosúltimosrayosdelsolqueentrabanporlaventana.
—Pero,Neil, ¿cómo vas a actuar en esa obra si tu padre se opone?—insistióToddconingenuidad.
—Primerotengoqueconseguiresepapel,yluegoyaveremosloquepasa.—Perotematarásinoledicesquevasahacerunaprueba.—Nolosabrá.—Neil,túsabesqueesoesimposible.—¡Nadaesimposible!—¿Porquénolepidespermiso?—Ytú,¿departedequiénestás?—seindignóNeilderepenteanteesainsistente
llamadaalarealidad—.Bueno,entodocasoaúnnotengoelpapel.Ytambiéntengoderechoasoñarunpoco,¿no?
—Losiento—dijoTodd,bajandolosojosasucuaderno.NeilsesentóenlacamayempezóaleerlaobradeShakeapearequeacababade
pedirprestadaenlabiblioteca.
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—Bueno,hayunareunióndelClubestanoche—anuncióNeil—.¿Vendrás?—Ssssí—respondióTodd,torciendoelgesto.Neildejóellibretoaunladoymiróasucompañero.—Todo loquediceKeating tedaexactamente lomismo,¿verdad?—dijoentre
incréduloyagresivo.—¿Quéquieresdecir?—FormarpartedelClubesparticipar,actuar,sentirseagitadoporlavida.Perotú
parecequeestéstanagitadocomounapiedra.—¿QuieresquedejeelClub?¿Esesoloquequieres?—No—dijoinmediatamenteNeil,yacalmado—.Quieroquetequedes.Perohas
dehaceralgo.Nobastadecir:«Ahíestoy».LacóleraenrojecióelrostrodeTodd.—Escúchame,Neil,tusolicitudmeconmuevemuchísimo,peroyonosoycomo
tú,yesoestodo.Cuandotúhablas,teescuchanyhacenloquedices.Yonotengoesedon.
—¿Porquéno?Podríasadquirirlo.—No—dijoToddconintensidad—.Nosécómohacerlo.Yestoysegurodeque
no sabré nunca. En todo caso, tú no puedes hacer nada, así que déjalo correr,¿quieres?Melasarreglomuybiensolo.
—No.—¿Cómoqueno?—repitióToddsincomprender—.¿Quequieresdecirconese
«no»?—Queno,quenolodejarécorrer.Toddlemiróprolongadamente.—Estábien—dijo—.Iré.—Deacuerdo—dijoNeilantesdevolveraShakespeare.
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CAPÍTULOVIII
El Club de los Poetas Muertos se reunió en la cueva por la tarde, antes delentrenamiento de fútbol. Todd estaba retrasado. Para entretener la espera, suscompañeros exploraban su refugio hasta los rincones más ocultos o grababan susnombresenlaroca.CuandoestuvierontodosreunidosNeildeclaróabiertalasesión.
—«Mefuialosbosquesporquequeríavivirsinprisa.Queríavivirintensamenteysorberletodosujugoalavida».
—¡Ay,señor!—gimióKnox—.DaríaloquemásquieroporsorberletodosujugoaChris.¡Estoyenamoradoamásnopoder!
—Ya sabes lo que te aconsejarían los Poetas Muertos —bromeó Cameron—.«Recogedahoralasrosasdelavida…»
—Peroellavivepegadaaesehijitodébilmentaldelmejoramigodemipadre.YaveríamosloquehacíanconesotusPoetasMuertos.
Conelcorazóndestrozado,Knoxseapartóunospasos.—Hoynopuedoquedarmeconvosotros—anuncióNeil—.Tengoquepasaruna
pruebaparalaobradeHenleyHall.Deseadmebuenasuerte.SuscompañeroslohicieronasídebuenaganayNeildesaparecióporlabocade
lacueva.—Tengo la sensación de que nunca he vivido de veras —se lamentó Charlie
cuandoNeilsehubomarchado—.Durantetodosestosañosnuncahecorridoningúnpeligro.Noséniquiénsoyniloquequiero.Porlomenos,Neilsabequequiereseractor.YKnoxsabequequiereaChris.
—Lanecesito—suspiróKnoxensurincón.—Meeks—siguió diciendoCharlie—, tú que eres el pequeñogenio del grupo,
dimeloquediríanlosPoetasMuertosdemicaso.—Los románticos eran diletantes, aventureros del pensamiento. Querían
arriesgarseportodoslosmaresantesdeecharelancla;odecidíanseguirnavegandoafavordelviento.
Cameronhizounamuecayparpadeó.—EnWeltonnohaymuchositioparalosdiletantes.Mientras los chicos consideraban esta última reflexión, Charlie se levantó y
empezóadarvueltasenlacuevacomounafieraensujaula.Derepente,sedetuvoysuexpresiónseiluminó.
—DeclaroqueestelugarrecibaelnombredeCuevaCharlesDaltonenhonorasu
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DiletantismoDesenfrenado. En el futuro, todos los que quieran entrar tendrán quepedirmepermiso.
—Unmomento,Charlie—objetóPitts—.EstelugarpertenecealClub.—En teoría, sí. Pero fui yo quien lo vio primero y reclamo su propiedad
exclusiva.—YaúngraciasquesólohayaunCharlieDaltonenelgrupo—suspiróMeeks.Losdemásasintieronconlacabeza.Lacuevasehabíaconvertidoensuhogar,en
un lugar mágico al resguardo de otras miradas, al margen de cualquier forma deautoridad;eraunlugarenelquepodíanser todoloquesoñaban,ydondedar librecurso a la imaginación; un lugar donde todo era posible, una garantía deindependenciaenunmundoreglamentado,unaválvulaparalaspresionesqueejercíasobreelloselmundocerradodeWelton.ElClubdelosPoetasMuertosacababaderenacerdesuscenizasyqueríadevorarlavidaagrandesmordiscos.
Perolashorasvolabanyloschicos,adesgana,tuvieronqueabandonarsurefugioyvolveralcolegioatiempoparaelentrenamientodefútbol.
—¡Eh!Fijaosenquiénesnuestroentrenador—exclamóPitts.LoschicossevolvieronenladirecciónqueindicabaPittsyvieronqueelseñor
Keatinghacíasuentradaenelcampo.Colgandodeunacorreaquelepasabasobreelhombro, una red llena de balones le iba dando acompasadamente en la piernamientrasapretababajoelotrobrazounamisteriosacajademadera.
—Buenosdías,señores.¿Quiéndeustedestienelalista?Unalumnoselaentregó.—Contesten«presente»,porfavor.¿Chapman?—Presente.—¿Perry?Nohuborespuesta.—¿NeilPerry?—Estáeneldentista—respondióCharlie.Keatingmurmuróalgodubitativamente.—¿Watson?Silencio.—¿Otrocondolordemuelas?—preguntóKeating.—Watsonestáenfermo,señor.—Ya.Menudoenfermo.SupongoquemideberseríaponerleunafaltaaWatson,
peroentalcasodeberíaponerleunatambiénaPerry.YamímegustaPerry.Dejócaerlalistaalsuelo.—Señores,noestánobligadosavenirsinolesapetece.Losquequieranjugarque
mesigan.Keating pasó entre el grupo de alumnos a grandes zancadas. Sin dudarlo,
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conquistados por la excentricidad de su profesor, los chicos le siguieron hasta elcentrodelcampo.
—Siéntense, señores.Algunos fanáticos pueden decir que tal o cuál deporte esesencialmentesuperioraotro.Paramí,loesencialeneldeporteeslasuperacióndeunomismoaquenosobliga incesantemente.Así,Platón, tandotadonaturalmente,pudodecir:«Escompetirloquehahechodemíunpoetayunorador».Entregaréacadaunodeustedesunodeestostrozosdepapeleiránustedesaalinearseenunafila.
Keatingdistribuyóunashojasdepapelentrelosalumnosyluegocorrióacolocarunapelotaaunadecenademetrosdelmuchachoqueencabezabalafila.
McAllister, que pasaba por el borde del terreno de juego en dirección a labiblioteca,oyóaKeatingdarsusúltimasinstrucciones.Conlacuriosidaddeverquénueva bufonada se le había ocurrido a su brioso colega, se detuvo unmomento aobservarlaescena.
—Bien,ahoralestocaaustedesjugar—dijoKeating.Elprimerchicodiounpasoadelanteyleyóenvozalta:—¡Oh,lucharcontravientosymareas,hacerfrentealenemigoconelcorazónde
bronce!Eladolescentecorrióygolpeóconelpieelbalónquepasójuntoalacaja.—Noimporta,Johnson.Eselgestoloquecuenta.CuandoKeatinghubocolocadoelsegundobalónantelafila,volvióatrásyabrió
latapadelacajamágica,queresultóserunagramolaportátil.Levantóelbrazodelaparatoentreelpulgaryelíndiceycolocócondelicadezalaagujaenelprimersurco.Primero se oyeron unas crepitaciones y luego una orquesta sinfónica atacó a todovolumenelHimnoalaalegría.
—¡Ritmo,señores,éseeselsecreto!—gritóKeating,quitándoselachaqueta—.¡Vamos,elsiguiente,ydelecontodasualma!
Knoxdeclamó:—¡Estarsoloentretodosysentirlasfronterasdelaresistencia!Se lanzó a su vez. En elmomento de golpear la pelota con todas sus fuerzas,
gritó:—¡Chet!Acontinuación,letocóelturnoaMeeks.—Contemplarlaadversidadsinpestañear,ylatortura,yelcalabozo,ylavindicta
popular.—Serporfinundios—aullóCharlieantesdevolcartodasuenergíaenlaesfera
decuero.McAllistermeneólacabezaysiguiósucamino,conunasonrisitaensuslabios.Los chicos siguieron con el ejercicio, pero la caída de la noche no tardó en
ponerle fin.ToddAnderson,quehabíaconseguidoescondersedetrásde losdemás,
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exhalóunsuspirodealivioyechóatrotarendirecciónaldormitorio.—SeñorAnderson—leadvirtióKeating—.Nosehagaustedilusiones;noesmás
queunaplazamiento.Eladolescentesintiólasangreafluirasusmejillas.Avergonzado,maldiciendosu
propia vulnerabilidad, corrió hasta el edificio de ladrillo rojo y cerró la puerta degolpetrassí.Subiólosescalonesdecuatroencuatro,irrumpióensuhabitaciónyseacurrucóenlacama.
Cuandoserecuperó,conel rostrosurcadode lágrimas,sumiradacayósobreelpoemaquehabíaestadogarabateandoenelbloc.Añadióunverso,yluego,conrabia,rompióendosellápiz.Paseóunmomentoporlahabitaciónyacabóporexhalarunsuspiro; tomando otro lápiz, volvió a la tarea, decidido a librar batalla contra esaspalabrasquesearremolinaban,inasibles,enelcaosdesuimaginación.
—¡Yaestá!—oyógritaraNeilenelpasillo—.¡Tengoelpapel!¡SoyPuck!Lapuertaseabriódeparenpar,yentróNeil,radiantedefelicidad.—¡Todd,mehanaceptado!¡SoyPuck!Anteesosgritos,Charlieylosdemássepresentaronenlapuerta.—¡Felicidades,chico!—¡Gracias,amigos!Nosvemosdespués,¿deacuerdo?Tengountrabajourgente.Ensumismaalegría,Neilcasilesdioconlapuertaenlasnaricesysacóunavieja
máquinadeescribirdedebajodelacama.—¿Cómotelasvasaarreglar?Vaaresultarmuydifícil…—¡Calla!Creoquetengolasolución.Necesitodoscartasdeautorización.—¿Tuyas?—DemipadreydeNolan.—Neil,noirása…—Espera,déjamepensar…Neilempezóaescribiramáquinacondosdedos,riendoparasí.—QueridoseñorNolan—ibaleyendoconvozagitadaamedidaqueseimprimían
loscaracteres—,leescriboenrelaciónconmihijoNeil…Toddmeneólacabeza,inquietoporelriesgoquecorríasuamigo.
El lunespor lamañana,ante laclasesilenciosadelseñorKeating,KnoxOverstreetfueelprimeroenleerelpoemaquehabíacompuesto.
ParaChris
Dulzuradesusojosdezafiroreflejosdesucabellodeoro
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micorazónsucumbeasuimperiofelizdesaberqueella…queellarespira.
Knoxbajósuhojadepapel.—Lo siento, mi Capitán —dijo, volviéndose lastimosamente a su pupitre—.
Resultaverdaderamenteidiota.—No,esperfecto,alcontrario,Knox.LoqueKnoxacabadeponerdemanifiesto
—siguióKeating dirigiéndose a toda la clase—, es de una importancia capital: enpoesía,comoencualquierempresa,consagrentodosuardoralascosasesencialesdelavida;alamor,labelleza,laverdad,lajusticia.
Caminabaentreellosalargaszancadas,volviendolacabezaaunayotrafila,conlas piernas ligeramente separadas como las patas de un compás que estuviesetomándolelamedidaalaula.
—Ynolimitenlapoesíasóloallenguaje.Lapoesíaestápresenteenlamúsica,enla fotografía, incluso en el arte culinario; dondequiera que se trata de penetrar laopacidaddelascosasparahacerquebrotesuesenciaantenuestrosojos.Dondequieraquealgoestéenjuego,ahíseproducelarevelacióndelmundo.Lapoesíapuedeestaroculta en los objetos o las acciones más cotidianas, pero nunca, nunca debe sercomún.Escribanunpoemasobreelcolordelcielo,sobrelasonrisadeunamuchachasilesapetece,peroquesesientaensusversoseldíadelaCreación,elJuicioFinalylaeternidad.Todomeparecebien,porpocoqueesepoemanosdéalegría,porpocoquelevanteunpocoelveloquehaysobreelmundoynosdéunestremecimientodeinmortalidad.
—¡Oh,Capitán!¡MíCapitán!—dijoCharlie—.¿Haypoesíaenlasmates?Seoyeronmuchasrisitas.—Por supuesto, señor Dalton, que hay elegancia en las matemáticas. Y no
olviden que si todos se pusiesen a hacer rimas todo el mundo podría morirse dehambre.Peronecesitamoslapoesíayhemosdedetenernossincesarparahacerqueaparezca en el actomás simple; si no lo hacemos, corremos el riesgo de pasar sindarnos cuenta junto a loque lavida tienedemáshermosoqueofrecernos. ¿Quiénquiererecitarsupoema?¡Vamos,unpocodevalor!Encualquiercaso,esonovaahacerlesdaño…
Keating paseó lamirada de un alumno a otro, pero todos se quedaronmudos.Entonces,seinclinósobreelpupitredeToddysonrióconmalicia.
—Miren al señor Anderson. Vean cómo la angustia petrifica su semblante.¡Vamos,arriba,muchacho!Ylibereelalmadesusmiserias.
Todas las miradas convergieron en el adolescente quien, comprendiendo quecualquierprotestaseríainútil,selevantócontimidezyfuehastalatarima,mostrandoalaclaseunaexpresióndecondenadoamuerte.
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—SeñorAnderson,¿hapreparadoustedunpoema?Todddijoquenoconlacabeza.—ElseñorAndersonestáconvencidodequeloquetieneensuinteriorcarecede
valoryesdespreciable.¿Noesasí,Todd?¿Esesoloqueleaterra?Elmuchachoinclinóconnerviosismolacabeza.—Entonces,hoyvamosahacerlapruebadequeloquetieneenlasentrañases,
porelcontrario,deunvalorinestimable.Keatingllegóhastalapizarradedoszancadas.Conletrasmayúsculas,escribió,y
luegoleyó:—AÚLLOMIYAWPBÁRBAROSOBRETODOSLOSTECHOSDELMUNDO.WaltWhitman.Sevolvióalaclase.—Para todos aquellos de entre ustedes que no lo sepan, un yawp es un grito
retumbante.Todd,megustaríaquenosdieseustedunejemplodeyawpbárbaro.—¿Unyawp?—repitióToddconunhilodevoz.—Bárbaro,señorAnderson.—Yawp.Keatingseprecipitósobreeladolescente,sobresaltándole.—¡Vamos,grite!—¡Yawp!—Esoesunmaullido.¡Másfuerte!—¡Yawp!—¡Másfuerte!—¡¡AAAAAHHHHHH!!!!!!—AullóTodd,exasperado.—Muybien,así,esoes,Anderson.Hayunbárbaroqueduermeenusted.Toddsetranquilizóunpoco.—Anderson,ahíveustedlafotodeWhitman,sobrelapizarra.¿Enquélehace
pensar?Deprisa,sinpensarlo.—Enunloco.—Sí,esoes;unloco.¿Quéclasedeloco?¡Conteste!¡Rápido!—Un…¿locodemente?—¡Vamos,unesfuerzode imaginación!Puedeustedhacerlomejor.Loprimero
queseleocurra,aunqueseaabsurdo.—Unlococonlosdientesquesupuran.Keatingaplaudió.—¡Ésaeslavozdelpoeta!Ahora,cierrelosojos.Descríbameloqueve.¡Vamos!—Yo…yocierrolosojos.Suimagendanzaencimademí…—Ellocodelosdientesquesupuran—leanimóKeating.—Sumiradaletomaelpesoamialmayatraviesamifrente.—¡Excelente!¡Póngaloensuambiente!¡Conritmo!
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—Susmanossetiendenhaciamí,intentaestrangularme…—Sí.—Murmuradetrásdesubarba…—¿Quédice?—Laverdad…—exclamóTodd—.Laverdadescomounamantaquenosdeja
lospiesfríos.Hubounasrisasenlaclase.ElrostrodeToddenrojeció.—¡Olvídelos!—leexhortóKeating—.Háblemedeesamanta.—Yapuedeunotirardeellahaciasíentodoslossentidos,quenuncanoscubrirá
deltodo.—¡Siga!—Sacudidla,tiraddeella,nuncaserásuficiente…—Notedetengas…—Desdeeldíaenqueseentraenelmundo,llorando—exclamóTodd—,aaquel
aquienseleentrega,agonizante,nopuedehacermásquecubrirseconellalacabezaygemir,lloraroaullar.
Todd se quedó inmóvil. Un silencio eléctrico había dejado a la clase comocongelada, cautivada por la repentina inspiración que se había apoderado de sucompañero.Rompiendo el encanto,Neil se puso a aplaudir lentamente; otros se leunieron.Respirandoprofundamente,Toddmostróporprimeravezunasonrisallenadeconfianza.
—Noolvidesnuncaloqueacabadepasar—lesusurróKeatingaloído.—Gracias,señor—respondióelchicoantesdeirasentarse.Alfinaldelaclase,Neilfueafelicitarasuamigoconunapretóndemanos.—Yasabíayoqueerascapaz.Haestadoverdaderamentebien.Hastaestanoche,
enlacueva.—Gracias,Neil.
Alcrepúsculo,Neilse reunióconsuscompañerosen lacuevadel río.Llevabaunaviejalinternaconelreflectorpicadoytodaellaabollada.
—Losiento,chicos,llegotarde—dijo,sinaliento.LosdemásmiembrosdelClubdelosPoetasMuertosestabansentadosenelsuelo
alestilosastrealrededordeCharlie,queteníaenlasrodillasunsaxofón.—Miradloqueheencontradoenelgranero—exclamóNeil.—¿Quées?—preguntóMeeks.—Unalinterna,tíolisto—leespetóPitts.Neil levantó lapantallaydescubrióun soporte con formade estatuillapintada.
Representaba una especie de genio como los que describen los cuentos árabes,vestido conunpantalón flotante y conun turbante en la cabeza.Con su expresión
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amenazadora,hacíapensarmásbienenungeniomaligno.—Noesunalámpara—corrigióNeilsonriendo—.Eseldiosdelacueva.—Puestútambiéneresunchicolisto—ledijoMeeksaPitts.Neil dejó la estatuilla en el suelo, puso una vela en el hueco que había en el
turbanteylaencendió.Charlieseaclarólagargantacomomuestradeimpaciencia.—Bueno,¿ysiempezásemos?Losdemássevolvieronhaciaélysecallaron.—Señores,«Poemúsica»,deCharlesDalton.Sopló en su instrumento mientras sus dedos apretaban al azar las llaves. Una
sucesióndenotasestridentesysucesivamenteroncasresonóenlacueva.—Risas,llantos,murmullos,clamores,hayquehacermás.Sí,hacermás…Tocó aún unas cuantas notas sin concierto, y luego declamó otra vez, en una
recitacióncadavezmásrápida:—Llamadas surgidas de la nada, sueños que brotan del caos, gritos que
emprendenelvuelo,irmáslejos.¡Irmáslejos!Suvozseperdíaenlasprofundidadesdelacueva.Llevóotravezlaembocadura
del saxofón a sus labios y la expresión escéptica de sus compañeros se disipó derepente: largas notas melodiosas escaparon de su instrumento, rotundas ydesgarradoras, y llenaron la cueva con su queja ondulante, permaneciendo bajo labóvedaantesdeperderseenunecollenodemelancolía.
Asualrededor,loschicosesperaronaquemurieselaúltimanotaparaexpresarsuentusiasmo.
—Charlie,hasidogenial—exclamóNeil—;¿dóndeaprendisteatocar?—Mispadresqueríanqueestudiaseel clarinete,peroyo loodiabacon todami
alma.Porlomenoselsaxoesmás…mássonoro.De repente,Knox se levantó, se apartó del grupo y lanzó un largo lamento de
desesperación.—¡Yanopuedomás!¡NecesitoaChris,ylatengoometiroalrío!—Knox,tranquilízate.—No;éseesprecisamentemiproblema:heestadotranquilotodamivida.Sisigo
quedándomeahíviéndolotodonegro,acabaréreventado.—¿Adóndevas?—lepreguntóNeilcuandoélselanzófueradelacueva.—Voyallamarla—respondióKnox,ysehundióenelbosque.LasesióndelClubsevioasíbrutalmenteinterrumpida.TodossiguieronaKnoxa
lacarrerahastaelcampus,deseososdeconocerelresultadodesuiniciativa.Prontoestuvierontodosalrededordelteléfonomuralinstaladoenelvestíbulodeldormitorio.
—Lasuertesonríealosaudaces—sedioánimosKnoxdescolgandoelteléfonoinstaladobajolaescaleraquellevabaalashabitaciones.
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Losdemásformabancírculoasualrededor,dándoleánimosmientrasélmarcabaelnúmero.
—¿Sí,diga?AloírlavozdeChris,Knoxfuepresadelpánicoycolgóinmediatamente.—¡Meodiará!¡LosDanburrymeodiarán!¡Mispadresmecortaránenrodajas!Miróa sus compañeros, quenodijeronnada, como si sintiesenque ladecisión
debíavenirdeél.—Bueno,¿quémásda?¡Carpediem!Aunquetengaquedejarmelapielenello.DescolgóotravezycompusoelnúmerodeChris.—¿Sí?¿Diga?—¿Sí?¿EresChris?SoyKnoxOverstreet.—¿Knox?¡Ah,sí!,Knox.Mealegrodequehayasllamado.—Ah,¿sí?¿Deveras?Cubrióelmicrófonoyanuncióconentusiasmoasusamigos:—¡Sealegradequelahayallamado!—Queríahablarcontigo—dijoChris—.Peronotengotuteléfono.Lospadresde
ChetsevanaBostondefindesemanayChetaprovechaparainvitaraunmontóndeamigos.¿Tegustaríavenir?
—Bueno…Sí,claroquesí.—LospadresdeChetnolosaben,demaneraquenohayquedivulgarlanoticia.
Peropuedestraeraalguiensiquieres.—Iré.Sí.Acasade losDanburry.Elviernespor lanoche.Entendido.Gracias,
Chris.Colgóylanzóungritodevictoria.—¿Lohabéisoído?¡Ibaallamarme!Mehainvitadoaunafiesta.—¿EncasadelosDanburry?—Sí.—Puesentonces…—¿Qué?—dijoKnox,aladefensiva.—Esoquieredecirquenosalesconella.—Quizá,Charlie,peronoesesoloquecuenta.—Ah,¿no?Entonces,¿quéesloquecuenta?—Loquecuentaesqueellapensabaenmí.Charlie meneó la cabeza, incrédulo ante el optimismo mostrado por su
compañero.—Sólolahevistounavezyyasoyelcentrodesuspensamientos—siguióKnox
—.Lopresiento,¡serámía!Deun salto, fue a la escaleray subió los escalonesde cuatro encuatrobajo la
miradadivertidadelosPoetasMuertos.
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—¿Quiénsabe?—dijoCharlie—.Despuésdetodo,elamornosdaalas.—Carpediem…—concluyóNeil.
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CAPÍTULOIX
Montadoensubicicleta,Neilcruzó laplazadelpueblopedaleandoenérgicamente,tomóporVermontRoad a todamarcha después de rodear alAyuntamiento y pasóante algunas tiendas con los cierres bajados antes de llegar por fin a los edificiosblancosdeHenleyHall.Dejólabicicletaenlaentrada.Apenashabíapuestolospiesenlasaladeactoscuandoeldirectoryaleestabadiciendo:
—Dateprisa,Neil.NecesitamosaPuckparaensayarestaescena.Neilbajóporelpasillocentralendirecciónalescenario,tomóalpasarunbastón
coronadoconunacabezadebúfaloqueletendíauntramoyistayempezósinprepara-ciónninguna:
—¿Solotres?Vamos,másaúnunoCuatroserándosparejasHeaquíqueviene,ingratoCupidoesunmalbichoAlvolverasílocasaunaspobresmujeres.
PuckhincóunarodillaenelsueloparaobservarmejoraHermia,interpretadaporGinnyDanburry,quesearrastrabaporelescenario,presadela locura,conlosojosenrojecidos.
Eldirector,unhombredeunoscuarentaañosconlassienesgrises,interrumpióaGinnyparaelogiaraNeil.
—Muybien,Neil.DasverdaderamentelasensacióndequePuckesconscientedequelanzalasredesdelaintrigaRecuerdaquesediviertemuchoconsusmanejos.
Neilinclinólacabezayrepitiósusúltimosversosconmásinsolencia.
—Cupidoesunmalbichoalvolverasílocasaunaspobresmujeres.
—Excelente.Tetoca,Ginny.Ginnysubióalescenario.
—Nuncatanfatigada,nuncatandesdichada
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Transidaporelrocíoydesgarradaporlaszarzas,Nopuedoniarrastrarmeniirmáslejos…
Enpieenlaprimerafila,eldirectorhizograndesgestoshacialosbastidoresparaindicaralosfigurantesqueeraelmomentodesuaparición.
El ensayo se prolongó hasta el final de la tarde. Los jóvenes actores semaravillaban al ver que la obra iba naciendo poco a poco entre sus manos y sequedabanhasta tardeparacompartir suentusiasmoosusmiedosconel restode lacompañía.PerolanocheyaestabaencimayNeiltuvoquedesaparecer.
—Hastamañana—sedespidiódetodos.Corrióarecogersubicicleta,conlosojosaúnbrillantesporelintensoplacerque
leprocurabaelhechodesubiralescenarioydarvidaasupersonaje.El pueblo dormía. Neil tomó el camino de Welton, repitiendo sus entradas a
gritos.Al acercarse aWelton, bajó la velocidad, asegurándose de que el paso estaba
expeditoantesdecruzarlaverja.Unosgolpesdepedallebastaronparasubirlasuavependientequellevabaaldomitorio.Unavezhubodejadolabicicletaenelcobertizo,sedisponíaaentrareneledificiodeladrillorojocuandovioenlasombraunasiluetaapoyadaenlapared.
—¿Todd?Se acercó a su compañero de habitación, que estaba sentado en el suelo, sin
abrigoapesardelfrío.—¿Quéhacesaquí?Eladolescentenolerespondió.—Todd,¿quéesloquenovabien?Neilseacuclillójuntoasuamigo.—Haceunfríodeldemonio.—Hoyesmicumpleaños—anuncióToddconvozsininflexiones.—¿Bromeas? Hubieses podido advertirme. ¡Felicidades! ¿Te han hecho algún
regalo?ATodd le castañeteaban los dientes. Sin decir palabra, señaló con el dedo una
gran caja de cartón que tenía a sus pies. Neil levantó la tapa y mostró el mismoconjuntodeobjetosdeescritorioqueyaocupaba,enlahabitación,lamesadetrabajodeTodd.
—Eselmismoqueeltuyo—dijoNeil—.Noentiendo.—Puesesmuysencillo.Mehanregaladolomismoqueelañopasado—dijoel
chicoestallandoensollozos—.Nisiquierasehanacordadodeeso.Neilsequedóunmomentoensilencio,compartiendolaafliccióndesuamigo.—Quizápensaronqueelprimeroyaestabamuyusado—dijoamododeconsuelo
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—.Quizápensaronque…—También es posible que no piensen en nada, menos cuando se trata de mi
hermano—replicóToddconindignación—.Elcumpleañosdemihermanosiempreesfiestagrande.
Bajólosojosalpaquete.—Lomásdivertidoesqueyaencontrabaelprimeromuyfeo.—Todd,creoquesubestimaselvalordeesteregalo.—¿Cómo?—Bromasaparte—siguióNeil,impertérrito—.Sinecesitasedosvecesunacosa
comoésa,probablementeelegiríaunaasílasdosveces.Toddesbozóunasonrisa.—Además,¿quién ibaaquererunbalónde fútbol,niunbatedebéisbol,niun
descapotableenlugardeunosutensiliosdeescritoriotanbonitos?Losdoschicosrieronalunísonomirandolagrancajadecartónqueteníanasus
pies.Erayanochecerrada.Neiltemblabadefrío.—¿Sabes cómo me llamaba mi padre cuando era pequeño?—dijo de repente
Todd—. Medio dólar. Decía que eso era todo lo que podían valer los elementosquímicos demi cuerpo si se les podíameter en botellas y venderlos.Yque nuncavaldría ni un centavo más si no dedicaba cada día de mi vida a mejorar. Mediodólar…
Neilmeneólacabezaysuspiró,comprendiendomejoresafaltadeconfianzaensímismoquesucompañeroarrastrabacomounacadenadepresidiario.
—Cuando era niño—siguió Todd—, creía que los padres querían a sus hijosinstintivamente.Era loquemeenseñabanenel colegio;yyoacabécreyéndomelo.Peromispadresparecenreservartodosuamorparamihermanomayor.
Toddse levantó,hizouna inspiraciónhondacomoparacontener las lágrimasy,sinañadirnadamás,fuearefugiarseenelinteriordeledificio.Conmovidoporesasconfidencias,Neilsequedóunmomentosinreaccionar,conunhombroapoyadoenelmurodeladrillofrío,buscandodesesperadamentealgunapalabradeconsuelo.
—Todd…—llamóenvozbaja,yendotrasdesuamigo.
Al día siguiente por la tarde, al entrar en la clase del señor Keating, los alumnosencontraronunmensajeescritocontizaenlapizarraquelesinvitabaareunirseconsuprofesorenelpatiointeriordelcolegio.
—Mepreguntoquéselehabráocurridohoy—dijoPitts.Loschicosrecorrieronelpasilloybajaronporlaescaleraparareunirseluegoen
el pequeño patio interior. Molesto por el tumulto, el señor McAllister asomó lacabezaporlapuertadesuclaseyleslanzóunamiradaasesina.
—Señores—empezóKeatingcuandotodosestuvieronreunidosasualrededor—,
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unapeligrosacantidaddeconformismosehainfiltradoensutrabajo.Pitts,Cameron,Overstreet,acérquense,porfavor.
Lostresalumnossalierondelafila.—Contaréhastatres,eiránustedesadarlelavueltaalpatio.Noseinquieten;este
ejercicionosecalificará.Vamos;uno,dos,tres,vayan.Los chicos echaron a andar, preguntándose vagamente a qué se debía ese
ejercicio.Ledieronlavueltaalpatioensentidocontrarioaldelasagujasdelreloj,volviendoprontoasupuntodepartida.
—Esoes,señores;sigan,nosedetengan.Siguieron,pues,consudeambularbajolamiradaatentadelprofesoryladesus
compañeros,más intrigada. Poco a poco, casi insensiblemente, empezaron a andaracomodandounosuspasosalosdelosotros,ysuszapatosacabaronporiracompássobreelpavimentodelpatio.Entreloscompañerosquesehabíanquedadoaunlado,muchosempezaronabatirpalmasconunacadenciademarchamilitar.
—Ahíestá,esoes…—dijoentoncesKeating,exultante—.¿Looyen?Una,dos,una, dos, una, dos…Nos divertimos como locos en la clase del señorKeating—canturreó.
Ocupadoen lacorreccióndeunosejerciciosensuclase,el señorMcAllister sesintióprontoirritadoconesealboroto.Echandoatrássuasiento,fuehastalaventanapara averiguar la causa. Los tres andarines recorrían el patio con paso marcial,levantandolaspiernasygolpeandoconeltalón,animadosporelbatirdepalmasdelaclase.
EldecanoNolan,queestabaocupadoconsucorreoenlaatmósferaafelpadadesu despacho, tendió también el oído a ese desorden extraordinario. Dejando sutrabajo, se dirigió a la ventana y contempló con sorpresa la mascarada militar.Fruncióelceño.
—¿Quésignificaestecirco?—refunfuñóentredientes.Estaba demasiado lejos, para su mayor desagrado, como para poder oír con
claridadlaspalabrasdelseñorKeating.—Está bien, paren —dijo el señor Keating—. Sin duda se han dado cuenta
ustedesquealprincipiolosseñoresOverstreet,PittsyCameronsalieroncadaunoasuritmo.LargasylentaszancadasenelcasodelseñorPitts,quesabequesuslargaspiernaslellevaránconfacilidadasudestino;untrotecilloligeroeinquietoenelcasodeCameron,que temeconcadapasoquedaque sunotamediabaje; encuantoalseñor Overstreet, avanzaba como si le impulsase una fuerza viril. Pero tambiénhabránustedesobservadoquenohantardadoenadoptarelmismopaso.Ynuestraspalmadasnohanhechootracosaqueanimarles.
»Este experimento notablemente instructivo ha venido a ilustrar la fuerza delconformismo y la dificultad de defender sus convicciones ante los demás.Y en el
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casoenquealgunosdeustedes,loestoyleyendoensusojos,imaginenquehubiesenseguidoasupropiopasosinpestañear,quesepreguntenporquésehanpuestoabatirpalmascomolohanhecho.Señores,todosllevamosennosotrosmismosestedeseodeseraceptados;perotratendeestimularloquetienenustedesdeúnicoodiferente,inclusoaunqueporello sevean tachadosdeexcéntricos.Voyacitar aFrost:«Doscaminossemeofrecen;heelegidoelmenosfrecuentado,yésaestodaladiferencia».
»Pues bien, ahora quiero que encuentren ustedes su propia cadencia, su propiamaneradeandar.Nolespidoquehaganelpayaso,sinoquecobrenconcienciadesuindividualidad.Vayan,elpatioessuyo.
Adoptando andaresmás omenos estrambóticos, los chicos invadieron el patiomoviéndoseentodoslossentidos,conexcepcióndeCharlie,quesequedóapoyadoenunacolumna.
—SeñorDalton,¿nojuegaustedconnosotros?—Estoyhaciendovalermiderechoalainmovilidad.—Gracias,señorDalton.Claroysucinto;nadaustedacontracorriente.ElseñorNolanseapartódelaventanacongestopreocupado.—¿Adóndenosvaallevaresto?—gruñóacariciándoselabarbilla.Unasventanasmás allá, el señorMcAllister abandonóconun encogimientode
hombroslaspayasadasdesucolegayvolvióasuscorrecciones.—Quedamos esta noche en la cueva—le susurró Cameron a Neilmientras se
dirigíanalaclasesiguiente.—¿Aquéhora?—Alassieteymedia.—Pasaréelmensaje.Pronto llegó la noche. Todd, Neil, Cameron, Pitts y Meeks pronto estuvieron
reunidosalrededordeunahogueradecampamentoenlacueva,tendiendolasmanosheladashacialasllamas.Fuera,unaespesanieblasaturabaelbosqueylosárbolessemovíanconelsoplodeunasuavebrisa.
—Eslúgubreestanoche—dijoMeeks,encajandolacabezaentreloshombros—.¿DóndeestáKnox?
—PoniéndoseguapoparalafiestaenlacasadelosDanburry.—¿Y Charlie? —preguntó Cameron—. Fue él el que insistió para que nos
reuniésemosestanoche.Los demás contestaron con un encogimiento de hombros.Neil decidió abrir la
sesiónsinesperarmás.—«Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa…Vivir intensamente y
sorberletodoeljugoalavida…»LosojosdeNeilabandonaronderepentelaspáginasparavolversehacialaboca
de la cueva. Todos habían oído unos ruidos en el bosque, y no eran del viento.
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Curiosamente,habíancreídooírunasrisasahogadas.Unavozfemeninasonóderepenteenelumbraldesurefugio.—Oh,caramba,quéoscuroestáahídentro.—Esporaquí—respondiólavozdeCharlie—.Casihemosllegado.Las caras de los chicos estaban enrojecidas con el resplandor de las llamas
mientras se volvían para ver a las dos chicas que se adelantaban hacia ellos encompañíadeCharlie.Pittsselevantódeunsaltoyestuvoapuntodedarsedecabezacontralabóvedadelacueva.
—Hola,chicos—dijoCharlie,queteníaelbrazosobreloshombrosdeunabonitarubia—.OspresentoaGloriay…
Dudóysevolvióaunachicauntantometidaencarnes,decabellonegroyojosverdes.
—Tina—dijoellaantesdellevarsealoslabiosunabotelladecerveza.—TinayGloria—repitióalegrementeCharlie—.Ospresentoalosmiembrosdel
ClubdelosPoetasMuertos.—¡Quénombretandivertido!—exclamóGloria—.¿Quéquieredecir?—Esunsecreto—respondióCharlie.—Eresunencanto—arrullóGloriaabrazándole.Loschicossesentíanintimidadosporlapresenciadeaquellascriaturasexóticas
queacababandeviolar el santuario.Eranvisiblementemayoresqueellos; tendríanveinte años o quizámás. Todos se hacían lamisma pregunta: ¿de dónde las habíasacadoCharlie?
—Señores—dijoCharlie, con unamano en la cintura deGloria, ante los ojosatónitosdesuscompañeros—,tengoquedarosunanoticia.Fielalespírituinnovadorque anima a los Poetas Muertos, ya no responderé al nombre de Charlie Dalton.Desdeahora,llamadmeNuwanda.
Laschicasencontraronqueesoeramuydivertido.—Entonces,¿yanoexisteCharlie?—preguntóGloria—.¿Quéquieredecireso
deNumama?—Nuwanda—corrigióelchico—.Ynoquieredecirnada;acabodeinventarlo.—Tengofrío—dijoGloria.—Salgamosabuscarleña—dijoNeil,haciéndolesungestoasuscompinches…Meeks,Pittsylosdemássalierondelacueva.Charlieseagachó,tomóunpocode
barro con el extremo de sus dedos y, como un guerrero apache, dibujó dos trazososcurosen susmejillas.Alzando labarbillaprovocativamente,dirigióaGloriaunamiradaardorosaantesdedesaparecerasuvezporlabocadelacueva.Alquedarsesolas,lasdoschicasseecharonareír.
MientraslosmiembrosdelClubdelosPoetasseadentrabanenelbosquebuscando
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ramas muertas, Knox Overstreet pedaleaba en dirección a la mansión de losDanburry.Dejólabicicletacercadelasuntuosavivienda,sequitóelabrigoylodejóeneltrasportíndelaruedatrasera.Unavezsehuboajustadoelnudodelacorbata,subiódeunsaltolosescalonesdelaentradayllamóalapuerta.Lamúsicallegabahastaélapenasahogada,peronadieacudióaabrir.Llamóotravez,másfuerte,luegollamóaltimbreyentró.
Lafiestaestabaensuapogeo.Uncorpulentopelirrojoyunachicaconcalcetinesblancos se estaban besuqueando en el sofá del vestíbulo. Había otras parejasinstaladas en los sillones, en los sofás e incluso en las alfombras, aparentementedesligadas delmundo exterior.Knox se quedó en el umbral, sin saber qué partidotomar.Chrissalióderepentedelacocinaconsucabellodoradoendesorden.
—Chris—lallamó.—Ah,hola—respondió la chica condesenvoltura—.Encantadadeverte. ¿Has
venidosolo?—Sí.—Ginnydebedeandarporahí.Notienesmásquebuscarla.Ylachicasealejó.—Pero,Chris…—tratóderetenerla.—Chetmeespera.Estásentucasa.LoshombrosdeKnoxsehundieron.Pasóporencimadelasparejastiradasporel
sueloybuscóconlavistaaGinny.—Asíqueunafiesta,¿no?
En ese momento, los Poetas Muertos andaban a tientas en la oscuridad haciendocomoquebuscabanramasmuertas.
—Charlie…—susurróNeil.—LlámameNuwanda.—Nuwanda—dijoconpacienciaNeil—.¿Quéestodoesto?—¿Quépasa?¿Osmolestaqueunotraigachicas?—No.Porsupuestoqueno—intervinoPitts—.Perohubiesespodidoavisarnos.—Nohaynadacomo la espontaneidad—murmuróCharlie—.Despuésde todo
ésaesnuestranormadevida,¿no?—¿Dedóndelashassacado?—Estaban paseando junto al campo de fútbol. Me dijeron que Welton las
intrigaba,asíquelasinvitéanuestrareunión.—¿SondeHenleyHall?—Yanovanalcolegio.—¿Deveras?—exclamóCameron,entornandolosojos.—¿Qué te pasa, Cameron? —le reconvino Charlie—. Te comportas como si
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fuesentumadre.¿Esquetedanmiedooqué?—No,nomedanmiedo.Perosinosatrapanconellas,estamoslistos.—Eh,¿quéestáishaciendoahí?—llamóGloriadesdelabocadelacueva.—Yavamos—dijoCharlie—.Unmomento.CharliesevolvióaCameronysusurró,amenazador:—Sitúnodicesnada,canijo,nohayningúnpeligro.—¿Cómomehasllamado,Dalton?—¡Vamos,tranquiloslosdos!—¡Dalton,no!¡Nuwanda!—dijoaúnCharlieantesdeencaminarseotravezala
cueva.Losotroshicieronlomismo,dejandoaCameronhirviendoderabia;lessiguióun
momentoconlosojosyluegofuetrasellos.Arrojaron a las llamas las ramas y hojas que habían recogido y se sentaron
alrededordelfuego,quecrepitóconrenovadaenergía.—MepreguntocómoleestaráyendoaKnox—dijoPitts,divertido.—Pobre chico—suspiróNeil—. Tengo la sensación de que iba derecho a una
crueldecepción.
Conlacaralarga,KnoxdeambulabaporlaenormeviviendadelosDanburry.Acabóaterrizando en la cocina.Muchos adolescentes estaban enzarzados en una animadaconversación,unaparejasebesabaapasionadamente.Knoxtratódenomirarlamanodel chico, que, rechazada una y otra vez, se obstinaba en subir bajo la falda de lachica. En un rincón vio a Ginny Danburry con quien intercambió una sonrisaincómoda.
—¿EreselhermanodeMuttSanders?—leaullóderepenteeneloídountipoconlaestaturadeunjugadordefútbolamericano.
—¿Cómo?No.—¡Eh,Bubba!Eltipograndecomounarmariosacódesuestuporaunindividuoconlamisma
pintaquedormitabadepie,conlafrenteapoyadaenlanevera.—EstetíoseparececomounagotadeaguaaotraaMuttSanders,¿verdad?—¿Eressuhermano?—gargarizóeltalBubba.—Notenemosningúnlazofamiliar.Nuncaheoídohablardeél,losiento.—Eh, Steve —dijo Bubba—, ¿dónde están tus modales? Tienes delante al
hermanodeMuttSandersyno le invitasaunacopa.Vamos,chico,¿teapeteceunwhisky?
—Enrealidad,yono…Stevenoleescuchaba.PusounvasoenlamanodeKnoxymetióenélelgollete
deunabotella.
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KnoxtuvoquebrindarconBubba.—PorMutt.—PorMutt—repitióSteve.—Bueno…PorMutt—dijoKnoxtrasencogersedehombros.BubbayStevevaciaronsusvasosdeuntrago.Knoxsecreyóobligadoaimitarles
yledioinmediatamenteunataquedetos.Sinparpadear,Stevesirvióotraronda.ElestómagodeKnoxestabaenerupción.
—Bueno,y¿cómoandaelviejoMutt?—preguntóBubba.Knoxcontestóentredosahogos.—Enrealidad…Noconozco…enrealidadaMutt.Los ojos entrecerrados de Bubba no parecieron sorprenderse ante esta
declaración.—¡PorelgranMutt!—dijo,levantandoelvaso.—¡PorelgranMutt!—lesecundóSteve.—Porelgran…Mutt—tosióKnox.Apuraron sus vasos y Knox volvió a toser con fuerza. El armario le dio una
palmadaenlaespalda.—Bueno, he de ir a buscar a Patsy —anunció Bubba con un hipo etílico—.
SaludaaMuttdemiparte.—No dejaré de hacerlo —dijo Knox, encajando una segunda palmada en la
espalda.VioqueGinnylemirabariendo.—Llévateelvaso—dijoSteve,quelesirvióotracopa.Knoxsintióquelacabezaempezabaadarlevueltas.
Lasllamassubíanhacialabóvedadelacueva.Encogidosunojuntoaotro,losPoetasMuertosysusinvitadasmirabanelfuegoconfascinación.Sobreunaroca,unavelaseconsumíalentamenteenlacabezatocadaconelturbantedel«diosdelacueva».
—Yasabíaqueeraismásbien rarosenestaescuela,perono tanto—dijoTina,examinandolaestatuilla.
Sacó de su zamarra una petaca dewhisky y se la tendió aNeil. Éste dudó unmomento,yluegolatomóybebióunsorbodándoseairesdeviejolobodemar.SeladevolvióaTina.
—Vamos,hazlapasar—dijolachica.Susojossehabíananimado,elfuegoyelwhiskydabancolorasusmejillas.Lapetacapasódemanoenmano.Laschicostratabandenohacervisajesconel
efectodelamargolíquido.Toddfueelúnicoquenotosiódespuésdetomarunsorbodewhisky.
—¡Caramba!—aplaudióGloria,alvercómohabíabajadoelniveldelapetaca—.
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Y,decidme,¿oshacenfaltachicas?—¿Quesinoshacenfalta?—repitióCharlie—.Nostienecompletamenteidiotas,
vaya.Porcierto,megustaríaanunciarosquehemetidoenelboletíndelcolegio,ennombre de los Poetas Muertos, un artículo exigiendo que se admitan chicas enWelton.
—¿Que has hecho qué? —exclamó Neil, saltando en pie—. Y ¿cómo lo hashecho,enprimerlugar?
—Olvidasquesoycorrectordepruebasenelboletín.Simplemente,heañadidoelartículo.
—Entoncesestamoslistos—mascullóPitts.—¿Porqué?—replicóCharlie—.Nadiesabequiénessomos.—¡Peroloadivinaránenseguida!—dijoCameronindignado,horrorizadoporlas
consecuencias de esa bravata—. Se te vendrán encima y se te cargarán por lo delClubdelosPoetasMuertos…¡Noteníasderechoahacerunacosaasí!
—LlámameNuwanda,Cameron.—Tienerazón—cloqueóGloria—.Nuwandaesmásbonito.Charlieselevantóasuvez.—Bueno,y¿qué?¿Estamosaquíporlasaparienciasodefendemosdeverdadlos
idealesdelClub?Porquesisólonosreunimosparaleerpoemasporturno,entoncesnoleveointerés.
—Quizá—dijoNeil,empezandoapasearporlacueva—.Peroaunasínoteníasderechoahablarportodosnosotros.
—Bueno,dejaddepreocuparos,bandademiedosos.Simeatrapan,diréquehesidoyoelúnicoculpable.Notenéisporquéinquietaros.Bueno,GloriayTinanohanvenidoaquíparaoírvuestroslloriqueos.¿Ysiabriésemoslasesión?
—Eso —aprobó Gloria—. Tenemos que ver cómo es la cosa para saber siqueremosentrarenelClub.
Neilenarcólascejas.—¿Vosotras?CharlieleignoróysevolvióhaciaTina.—¿Meatreveréacompararteconundíadeverano?No,túeresmásdulceymás
tibia.Tinasederritió.—Oh,québonito.—Acabodecomponerloparati.—¿Deveras?YleechólosbrazosalcuelloaCharlie.Losdemássehicieronlosindiferentes,
cuandoenrealidadardíandecelos.—Voyaimprovisarunaparatitambién,Gloria.
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Cerrólosojos.—Oh,bellezaquecaminaenlanoche…Abriólosojosyselevantó,comoporimpulsodelainspiración.
Oh,bellezaquecaminaenlanocheTuresplandorapagaeldeloscielosPorquelapasión,divinaarmonía,Brillaenlabrasadetusojos.
Gloriaseestremeciódeplacer.—Esmaravilloso,¿verdad?Losotrosseguíansentados,conlosrostrosenrojecidosporeldespecho.
En esemismomomento, con el corazónpresa también de unos celos devoradores,KnoxOverstreetandabavacilanteysinrumboporlaenormevivienda.
—Yameloadvirtieron—rezongó,recordandoloquesuscompañerosdelClublehabíandicho.
Lacasasehabíasumidoenunapenumbraquesólo los rayosde la lunahacíanretroceder. La música le martilleaba los tímpanos. Por todas partes había bultosindistintosqueseabrazabanyseapelotonaban.
Con un vaso en la mano, aturdido por los innumerables whiskies que habíabebidoconloscompadresBubbaySteve,Knoxtropezóconunaparejaestiradaenlaalfombra.
—¡Eh!—exclamó una voz—. ¡Podrías tener más cuidado en dónde pones lospies!¿Esquellevasencimaunacopademás,oqué?
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CAPÍTULOX
Knox se dejó caer pesadamente en un sofá, consiguiendo por puro milagro norociarseconelwhisky.Echando lacabezaatrás, se largóunbuen tragodel líquidodorado,sorprendiéndosevagamentedenosentiryasuquemazón.
Paseó una mirada vidriosa a su alrededor, con los párpados pesados por elalcohol.Asuizquierdahabíaunaparejaabrazada,criaturaondulanteygimiente,unaamalgamademiembrosqueKnoxrenuncióadesentrañar.Asuderecha,dosamantesestaban muellemente hundidos entre los cojines. Descorazonado, Knox quisolevantarse, pero la pareja con la que había tropezado un poco antes había rodadohastasuspies,dejándoleencerrado.Knoxrióparasusadentrosconironía.Pero,yaquesusvecinosestabanvisiblementedemasiadoocupadosparaquelespreocupasesupresencia,decidiótomarlacosaconpaciencia.
Lamúsicaseinterrumpió.Enlaoscuridaddelaestancia,yanoseoyeronmásquemurmullosygemidoslánguidos.
—Pareceuncentrodereanimación—ironizóKnox.Perolarisadeladolescentesonabaafalso.Volviólacabezahacialaparejadela
derecha.—Anda,vamos,yahoratemuerdolaoreja…Yhacialadelaizquierda.—Oh,Chris,erestanbonita…—oyó.Su mandíbula inferior estuvo a punto de desencajarse. ¡Aquella criatura
proteiformeeranChrisyChet!ElcorazóndeKnoxlesaltóenelpecho.¡ChrisNoelestabasentadajuntoaél,apoyadaenél!
Volviólamúsica.LasvocesdelosDrifterssealzaronenlaestancia.AKnoxlacabezaledabavueltas.Antesusnarices,losdosadolescentessebesabanconjuvenilentusiasmo. Knox contempló la nuca de la chica, el nacimiento de su cabello, superfildelicado,lacurvadelseno.Vaciódeuntragoelrestodesuvasoyseforzóadesviarlamirada.
PeroChris lepesabacadavezmásenelhombro.Conelrostrocrispadoenunamueca, Knox luchaba con todas sus fuerzas contra la tentación. Aunque se dabaperfectacuentadequeestabaperdiendolabatalla.
SevolvióotravezhaciaChris.Sussenosleexaltaban.—Carpepechum—dijoenvozalta,cerrandolosojos—.¡Aprovechaelmomento
presente!
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—¿Qué?—ledijoChrisaChet.—Nohedichonada—respondióelmuchacho.Volvieronlosdosasubesodondelohabíandejado.LamanoizquierdadeKnox,
como movida por una fuerza magnética irresistible, se tendió lentamente hacia lachica. Sus dedos temblorosos rozaron la nuca rubia antes de bajar hacia su seno.Knoxechólacabezaatráscontraelcojíny,conlosojoscerrados,saboreóeldulcecalordesuamada.
Creyendo que era un refinamiento sensual deChet, la chica acogió esta nuevacariciaencantada.
—¡Oh,Chet!—dijo,arqueandoligeramenteelbusto—.Quéagradablees.—¿Sí?—dijoChet,sorprendido—.¿Elqué?—Yalosabes…Knoxretirólamano.ChetseadueñóotravezdeloslabiosdeChris.—Sigue,Chet…—¿Quesigaconqué?—Chet…Los dedos de Knox se posaron otra vez en el cuello de la muchacha y luego
dibujaron lentos arabescos al dirigirse a su seno.Chris exhaló un largo gemido deplacer.
Chetseapartóunpoco,sorprendidoporlareaccióndesupareja,yluegorenuncióacomprender.
Knoxrespirabaprofundamente.Lamúsicaparecíaamplificarseensucabeza.Susdedos se envalentonaron y se cerraron en el seno firme deChris.Knox se hundíasuavementeeneléxtasis.Elvasodewhiskyseleescapó.
Pero de repente su mano quedó presa en una tenaza de hierro mientras unalámparaseencendíaenlacómodapróxima.Guiñandolosojos,KnoxseenfrentócaraacaraconChetyChris.Chrisparecíadesconcertada;encuantoaChet,lamuecadesucaranodejabadudaningunaacercadesussentimientos.
—¿Quédemoniosestáshaciendo?—aulló.—¿Knox?—dijoChris,poniéndoselamanodelanteenformadevisera.—¡Chet!¡Chris!—exclamóKnox,fingiendounatotalinocencia—.¿Quéhacéis
aquí?—Eresun…un…ChetexhalóungruñidoyestrellóelpuñocontralacaradeKnox.Agarrándolede
lacamisa, ledespegódelasientoy leenviórodandoporelsueloantesdearrojarsesobre él para inmovilizarle de espaldas en la alfombra. El futbolista le martilleóentonceslacaraconunaandanadadegolpesqueKnoxintentabavanamentecontener.
—¡Marranodemierda!Christratódeintervenir.
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—¡Para,vasahacerledaño!¡Estásangrando!Los puñetazos de Chet se sucedían con la regularidad de un metrónomo,
izquierda,derecha,izquierda,derecha.—¡Chet,para!¡Nohahechoningúndaño!Ella le tiró hacia atrás desde la espalda. Él se levantó, sin dejar demirar a su
adversario conojos asesinos.Knox rodóaun ladocubriéndose la cara con lasdosmanos.
—Yabasta—sollozóChris,interponiéndoseentrelosdos.Knox seguía tendido en la alfombra, con la mano en la nariz que chorreaba
sangre.—Losientomucho,Chris,losientomucho—gimió.—¿Yatienesbastante?—gritóChet—.¿Oquieresmás?¡Venga,lárgate!Chet hizo ademán de venírsele encima otra vez, pero Chris y un amigo le
retuvieronporelbrazo.OtrosescoltaronaKnoxfueradelaestancia.Andandodeformatitubeanteendirecciónalacocina,Knoxdijoaúnporencima
delhombro.—¡Losiento,Chris!—Sialgunavezvuelvoaverte,temato—replicóChet,enseñandolosdientes.
Muylejosdeimaginarqueunodesusmiembrosseencontrabaentanmalasituación,elClubdelosPoetasMuertosproseguíasusesión.
Mantenido con regularidad, el fuego se levantaba hasta lo alto de la cueva,proyectandoen lasparedessombrasgigantescas.RodeandoaCharlieconunbrazo,Glorialemirabaconatención.Elwhiskycirculabademanoenmano.
—¡Eh, chicos! ¿Y si les enseñásemos aGloria y aTina el jardín de losPoetasMuertos?—dijoderepenteCharlie,señalandoconlabarbillahacialaentradadelacueva.
—¿Eljardín?—preguntóMeekssincomprender.—¿Quéjardín?—inquirióPitts.Conunamiradafuribunda,Charlielesimpusosilencio.Neil,mássagazquesus
compañeros,lediouncodazoaPitts,queporfincomprendió.—Ah,sí.Eljardín—dijoconairedeentendido—.Lavisitaesporaquí,señorasy
señores.—¡Quéraro!—exclamóTinaconperplejidad—.¿Tambiéntenéisunjardín?Fueron hacia la salida. Quedándose atrás, con los ojos abiertos de par en par
detrásdelasgafas,MeeksretuvoaCharlieporelcodo.—¿Dequéestáishablando?—cuchicheó.Charlielefulminóconlamirada.—Charlie…Bueno,Nuwanda,notenemosningúnjardín.Neilacudióalrescatey,
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conunempujón,envióaMeekshacialasalida.—¡Camina,idiota!CuandoseviosoloconGloria,Charliesevolvióalamuchachasonriendo.—Paraserunpequeñogenio,tardaunabarbaridadendarsecuentadelascosas.—Puesyoleencuentromásbienagradable.—Yotambiénteencuentroatiagradable—murmuróCharlie.Se inclinó despacio hacia delante para besarla, entrecerrando los párpados.
CuandosuslabiosrozabanyalosdeGloria,lachicaselevantó.—¿Sabesloquemegustadeverasdeti?Untantocontrariadoporestecontratiempo,Charlielevantólosojosalabóveda.—No.¿Qué?—Todos los tipos que he conocido no suelen pensar más que en una cosa…
Bueno,yasabesloquequierodecir…Perotúeresdiferente.—¿Deveras?—¡Sí!Cualquierotroyasemehubieselanzadoencima.Recítameotropoema.—Pero…—¡Porfavor!Esqueestanestupendoseramadaporloqueunaesdeverdad.Charliesepasóunamanoporlacara.Gloriasevolvióhaciaél.—Nuwanda,porfavor…—¡Estábien!Déjamepensar.Callóunmomento,yluegorecitó:
Paralasantaunióndelasalmasnoadmitoobstáculoninguno;elamornoesamorsicambiaalverquecambialaotrallamalomismoquesi,abandonado,abandonaasuvez.
Gloriacloqueódeplacer.—¡Notepares,porencimadetodo!Charliesiguió,ylosgemidosdeGloriaresonaronenlacueva.
Oh,no.Esunsignoestablecidoparasiempretestigodelatempestad,esonoleconmueveEselastroalqueseunentodaslasbarcaserrantesSemidesualtura,sinconocersusefectos.
—¡Estodavíamejorquehacerelamor!—exclamóGloria—.¡EselAmorconAmayúscula!
Charliealzólosojosalcielo,aunqueseresignóarecitarpoemashastaunahora
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avanzadadelanoche.
Aldíasiguiente,todoelcolegiofueconvocadoalacapilladeWelton.Unaconfusióndecuchicheosydebancosremovidossobre las losasdelsuelo llenabaelespacioamedida que los chicos ocupaban su lugar por grupos, intercambiando comentariossobreelboletíndelasemana.
Knox Overstreet se sumió en su asiento, esforzándose por disimular su rostrotumefacto. Los demás miembros del Club de los Poetas traicionaban en sussemblantesconsumidoslafaltadesueño.Ahogandounbostezotraselpuñocerrado,PittsletendióunpequeñobultoaCharlie.
—Yaestálisto—cuchicheó.Charlieseloagradecióconunainclinacióndecabeza.Eldecanohizosuapariciónenlacapilla.Unsilenciotensoseabatiósúbitamente
sobrelosasistentesylosejemplaresdelboletíndesaparecieroncomoporensalmo.ElseñorNolansubióalestradoconpasodecididoy,conungesto rápidode lamano,ordenóquetodossesentasen.Seaclarólavozconunroncocarraspeo.
—Señores—empezó con gravedad conminatoria—, en nuestro boletín semanalha aparecido un artículo no autorizado y de carácter blasfemo en favor de lacoeducación en Welton. Mejor que perder un tiempo precioso haciendo unainvestigación para desenmascarar a los culpables, y les pido que crean que noescaparán, les digo a todos los alumnos que tengan conocimiento de ello que seponganenpieaquíyahora.Cualesquieraqueseanlosresponsablesdetalabyección,la única posibilidad que tienen de evitar su expulsión es que confieseninmediatamente.
Una vez dicho esto, Nolan recorrió la asistencia con lamirada, escrutando losrostros, esperando una respuesta. Los chicos se quedaron de piedra o bajaron lamirada.
Derepente,rompiendoelaplastantesilencio,eltimbredeunteléfonovibróenlanave. Por unmomento, las cabezas se volvieron a todos los rincones, tratando deaveriguar la procedencia de un ruido tan incongruente en aquel lugar. Para laconsternacióngeneral,Charlieselevantóysacóunaparatotelefónico,quedescolgóahímismo.
—Dígame, aquí el colegio Welton —dijo en voz alta—. Sí, aquí está; unmomento,queselopaso.SeñorNolan,esparausted.
Conostentosaobsequiosidad,Knoxtendióelteléfonohaciaeldecano.Lacaradeldecanosepusopúrpura.—¿Perdón?—Diosalaparato.DicequelaschicasdeberíanseradmitidasenWelton.Un estallido de risas agitó las viejas piedras de la capilla, que nunca habían
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conocidounaafrentasemejantealaautoridadsupremadelcolegio.Desconcertadoporunmomento,eldecanonotardóenrecuperarse.—¡Señor Dalton, ahora mismo a mi despacho! —ordenó secamente antes de
abandonarellugar,envueltoennegraira.Charlienodispusodemuchotiempoparasaborearsutriunfo.Prontoseencontró
enpieeneldespachodeldecano,querecorríalaestanciaconpasosfuriosos.—¡Borreesegestomalicioso!—espetóelseñorNolan—.Quierolosnombresde
suscómplices.—Lohehechoyosolo,señor.Corrijolaspruebasdelboletín.Sustituirelartículo
deBobCraneporelmíofueunjuegodeniños.—SeñorDalton—dijoNolanacontinuación—,sicreeustedqueeselúnicoque
ha intentado que le expulsasen deWelton, desengáñese. Otros han alimentado esaesperanzayhanfracasadodeformatanciertacomovaafracasarusted.Enposición,señorDalton.
Charlieobedeció.Separólospiesyseinclinóhaciadelante,conlasmanosenelrespaldodeunsillón.Fijólosojoseneltaraceadodelamadera.ElseñorNolansacóde un armario una pesada palmeta demadera en la que se habían perforado unosagujerosparaincrementarsupenetraciónenelaire.Eldecanosequitólachaqueta,seremangó y se colocó detrás de Charlie, ligeramente ladeado. El parquet crujiómientrasseafirmabaconsolidezsobresuspiernas.
—Cuenteenvozalta,señorDalton.Levantólapalmetaporencimadelhombroyladejócaerconunmovimientoseco
yfirmeeneltraserodeCharlie,quesemordióellabioinferiorparanogritar.—Uno—consiguióarticular.Nolanasestóelsegundogolpecargandoaúnmáslamano.Charliecerrólosojos.—Dos.Eldecanoejecutólasentencia;Charliecontólosgolpes.Apartirdelcuartosuvoz
sehizoapenasaudible,mientrassucaragesticulabaporeldolor.Enlaantesala,sentadaantelamáquinadeescribir,laseñoraNolanhizomuchas
faltas de pulsación y trató de disimular los sordos golpes mascullando unacancioncilla.Enlasalapróxima,tresestudiantes,entreellosCameron,seinclinabanantesuscaballetes,dedicadosalareproduccióndelacabezadeunalcedisecado,unantiguotrofeodecazaquecolgabaenlapared.Losgolpesdelapalmetalesllegabanahogadosylesllenabandeterror.EllápizdeCamerontemblabatantoquenopodíaapoyarlapuntaenelpapel.
Alséptimogolpe,laslágrimasrodaronporlasmejillasdeCharlie.—¡Cuente,señorDalton!—gritóNolan.Hacia el noveno o décimo golpe, Charlie se contentó con hipar los números.
Nolansedetuvodespuésdelduodécimogolpeysecolocódelantedelmuchacho.
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—¿Sigueusteddiciendoquenohatenidocómplices?Charliesetragósuslágrimas.—Sí…,señor.—¿QuéeselClubdelosPoetasMuertos?Quieronombres.Charlierespondióconvozestrangulada:—Soysóloyo,señor.Yoloheinventadotodo.Lojuro.—Simeenterodequehahabidocómplices,ellosseránexpulsados,peroustedse
quedará.¿Estáclaro?Enderécese.Charlieobedecióconesfuerzo.Sucaraestabarojadedoloryhumillación.—Weltonsabeperdonar,señorDalton,cuandounotieneelvalordereconocersus
errores.Presentaráustedexcusasenpúblico.Charlie salió con pasos cortos del despacho del señor Nolan y se dirigió
lentamente al dormitorio. Sus compañeros le estaban esperando, ocupándose sinconvicción de sus asuntos, yendo y viniendo por los pasillos. Cuando Charlieaparecióenelvestíbulo,volvieronasushabitacionesysimularonestarsumidosensustareas.
Charlieandabadespacio,conlosojosbajos,tratandodeocultarsudolor.Cuandollegóalaalturadesuhabitación,Neil,Todd,Knox,PittsyMeeksformaroncorroasualrededor,inquietosporsuaspectoabatido.
—¿Quéhapasado?—preguntóNeil—.¿Hashablado?—No—dijoCharlie,sinlevantarlosojos.—Yél,¿quétehadicho?—Sesuponequehededenunciaratodoelmundo,presentarexcusasenpúblico,
yéllodejarácorrer.Abriólapuertadesuhabitacónyentróenella.—Bueno,y¿quévasahacer?—preguntóNeil—.Charlie…—Neil,¿cuántasveceshederepetírtelo?MinombreesNuwanda—dijoélcon
desenfado.Levantandoentonceslacabeza,Charlielemostrósucaraqueexpresabadesafíoy
en la que aparecía su habitual sonrisa burlona. Luego, les cerró la puerta en lasnarices.
Los otros chicos intercambiaronmiradas llenas de alivio y admiración.Charlieseguía siendo el mismo. El mal trato que acababa de experimentar no le habíadoblegado
Mástarde,despuésdelmediodía,elseñorNolanentróenunodelosedificiosdeaulasdeWeltonysiguióunpasilloquellevabaalaclasedelseñorKeating.Llamósecamente a la puerta y entró sin esperar respuesta. El señor Keating y el señorMcAllisterestabancharlandoanteunastazasdecafé.
—Señor Keating, ¿puedo conversar con usted un momento? —preguntó el
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decano.ElprofesordeLatínnoesperóaoírmás.—Lesruegoquemedisculpen—murmuró,saliendodelaclase.Nolan se quedóunmomento en silencio, con la intenciónde dar así unmayor
pesoaloquesedisponíaadecir.Paseólamiradaporlaclaseyanduvoporlasfilasdepupitres,rozandolamaderaconlaspuntasdelosdedos.
—¿Sabíaustedqueéstafuemiprimeraclase?—dijoporfincontonoamable.—Nosabíaqueustedhabíaenseñadoaquí.—Literatura.Bastante antes que usted.Ypuedo asegurarle que renunciar a dar
clasesfuealgomuypenoso.HizounapausayluegomiróalseñorKeatingrectamentealosojos.—Ha llegado hasta mí el rumor, John, de que aplica usted métodos poco
ortodoxosenestaclase.NopretendodecirqueéseseaelorigendelaestúpidasalidadetonodeeseDalton,nisiquieraquetengarelaciónalgunaconello.Perocreoquehedeadvertirlequeloschicosdesuedadsonmuyimpresionables.
—Elcastigoqueacabausteddeinfligirlenohabrádejadodecausarleunafuerteimpresión.
Nolan arqueó las cejas, considerando la insolencia de esa afirmación. Prefiriópasarlaporalto.
—¿Quéhacíaustedelotrodíaenelpatio?—preguntó.—¿Enelpatio?—Sí —dijo Nolan con un gesto de impaciencia—. Ese desfile militar, esas
palmadas…—Ah, ¿eso? Era un ejercicio con el que trataba de demostrar los peligros del
conformismo.Yo…—John, hemos organizado un sistema pedagógico para Welton. Se ha
comprobado.Funciona.Siustedes,losprofesores,losometenarevisión,entoncesyanohabrásistema.
—Siempre he creído que una buena educación debía enseñar a los alumnos apensarporsímismos.
ElseñorNolanmostrósudesaprobaciónconunabrevecarcajada.—¿A la edad de esos chicos? ¡Disparata usted! ¡La tradición, John! ¡La
disciplina!Ésassonlasbasesdeunaeducaciónsana.GratificóalseñorKeatingconunapalmadazalameraenelhombro.—PrepárelesparalaUniversidadyelrestosaldrásolo.El señorNolan sonrió, segurode suverdad, y saliódel aula.Keating sequedó
mirandopor la ventana, pensativo.McAllister no tardó en asomar la cabezapor lapuerta.Eraevidentequehabíaestadoescuchandotodalaconversación.
—Ensulugar,John,yonomepreocuparíatantoporlospeligrosdelconformismo
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paramisalumnos.—Yeso,¿porqué?—Bueno.Ustedmismoesunproductodeestasparedes,¿no?—Sí,y¿qué?—Puesquesiustedquiereforjarunateoconvencidonotienemásqueabrumarle
conprincipiosreligiososinflexibles;esalgoquesiemprefunciona.Keating miró fijamente a McAllister, y luego lanzó una gran carcajada. El
profesordeLatínselequedómirandoantesdedesaparecer.Más tarde,yapor lanoche,Keatingentróeneldormitoriodonde loschicos se
preparabanpararealizardistintasactividadesextraescolares…SalióalencuentrodeCharlie,que ibaenel centrodeungrupodeamigos, contandoporenésimavez sudolorosoencuentroconelpuñodehierrodelseñorNolan.
—¡SeñorKeating!—exclamóCharlie,sorprendidoalverleallí.—Hasidounabromadecolegial,señorDalton.Charlieentornólosojos.—¿Cómo?¿AsíqueestáustedenelbandodeNolan?¿Demaneraqueolvidamos
carpediemylode«sorberleeljugoalavida»ytodolodemás?—Sorberleeljugoalavidanosignificaquehayaqueatragantarseconelhueso.
Sepaustedquehayunmomentoparalaaudaciayunmomentoparalaprudencia,yqueunbuenmarinohadesaberdarbordadas.
—Peroyocreíaque…—Hacer que le expulsen de este colegio no denota cordura, ni tan siquiera
audacia. Welton está lejos de ser el paraíso, pero ofrece a pesar de todo algunasbuenasoportunidades.
—Ah,¿sí?—replicóCharlieconaireirritado—.¿Cuáles,porejemplo?—Bueno,aunquenoseamásquelaoportunidaddeasistiramiclase,¿entiende?Charliesonrió.—Sí,miCapitán.KeatingsedirigióalgrupodeamigosquerodeabanaCharlie.—Puesentonces,mantenganlaserenidad,todosustedes.—Sí,señor.Keatinghizoademándemarcharse,perosevolvióhaciaCharlie.—UnallamadadeDios…—dijomeneandolacabeza—.Siporlomenoshubiese
sidodelpuestodemando,¡entonceshubieseaplaudidocontodasmisganas!
Aldíasiguiente,elincidenteparecíacerrado.ElseñorKeatingdecidióhacerlecasoaldecanoalpiedelaletra.Alempezarlaclasesiguiente,escribióconletrasmayúsculasenlapizarralapalabraUNIVERSIDAD.
—Señores—empezódiciendo—,abordaremoshoyunaespecialidadquetendrán
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quedominarsiquierenteneréxitoenlaUniversidad.Leshablarédelanálisisdeloslibrosqueustedesnohanleído.
Laclaseestallóencarcajadas.—LaUniversidad—prosiguióKeating—someteráprobablementeaduraprueba
suamoralapoesía.Horasdeanálisisfastidiososydediseccionesestérilesacabaráncon él. La Universidad, por otra parte, les expondrá a ustedes a toda clase deliteraturas;ensugranmayoríaobrasmaestrasinabordablesquetendránquetragarsey absorber; pero también en buena parte desperdicios nauseabundos de los quetendránquehuircomodelapeste.
Keatingpusounpiesobrelasillayuncodoensumuslo.—Imaginemos que ustedes han decidido seguir un curso de novela moderna.
Durante todo el año han leído y estudiado obras maestras como Papá Goriot deBalzac oPadres e hijos de Turgueniev; pero he aquí que el día del examen finaldescubrenconestuporqueel temade la redacciónes el amorpaternoenLajovenambiciosa,unanovela,el términoesgeneroso,cuyoautornoesotroquesudistin-guidoprofesor.
Keating enarcó una ceja, asegurándose de que todos estaban atentos a lo quedecía,yluegosiguió:
—Leenustedes las tresprimeraspáginasycaenen lacuentadequepreferiríanenrolarseenlamarinaantesqueperderuntiempopreciosoensuciándoseelcerebrocon semejante inmundicia. ¿Qué pueden ustedes hacer? ¿Desanimarse? ¿Conseguirunceropelado?Enabsoluto.Porqueestánustedespreparados.
ElseñorKeatingempezóadeambularporlaclase.—LedanustedesvueltaaLajovenambiciosayvenalleerlacontraportadaque
setratadelahistoriadeuntalFrank,vendedordematerialagrícola,quesedesangraporloscuatrocostadosparapoderproporcionarleasuhijaChristinelaentradaenelgran mundo que ella desea por encima de todo. Y ya saben ustedes bastante:empiecenporrechazar lanecesidaddehacerunresumendelaacción,a lavezquedicenlosuficienteparahacerquesuprofesorcreaquehanleídotodoellibro.
»Siganconunafrasepomposayquesirvaparatodocomoésta:observamosconinterésqueesposibleestablecerunparalelismoesclarecedorentre lavisiónpaternadelautorylateoríafreudiana;ChristineesElectra,supadreesEdipo.
»Finalmente, añadan una pizca de hermetismo y erudición. Por ejemplo: seadvertiráconinterésqueesposibleestablecerunparalelismoentreestanovelay laobra del célebre filósofo hindú Avesh Rahesh Non. Rahehs Non ha descrito sincondescendenciaaesoshijosqueabandonanasuspadresenarasdeloqueélllama«lahidradetrescabezas»,unatrilogíacompuestaporlaambición,eldineroyeléxitosocial.Desarrollen las teoríasdeRaheshNonsobre la formaenque sealimentaelmonstruoysobrelaformadedecapitarlo.Concluyanalabandoeltalentoliterariode
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suprofesoryagradeciéndolequelesintrodujeseenunaobratanesencial.Meekslevantólamano.—Capitán…¿YsinoconocemosaRaheshNon?—RaheshNonnoha existidonunca, señorMeeks. Invéntenlo, denle un estado
civil,unabiografía.Ningúnprofesoruniversitarioadmitiráquedesconoceaunautordetalenvergadura,yasírecibiránunacalificaciónparecidaalamía.
Keatingtomóunpapeldeencimadesumesayleyóenvozalta.—«Sus referencias a Rahesh Non son pertinentes y penetrantes.Me complace
constatarquenosoyelúnicoquehasabidoapreciaraestegranpensadorindio.Nota:20/20».
Dejóelpapelsobrelamesa.—Señores, escribir acerca de libros insípidos que ustedes no habrán leído será
con seguridad una parte de su examen, de manera que les recomiendo que seentrenen. Pasemos ahora a las trampas que han de conocer para pasar un examenuniversitario.Tomenlápizypapel,señores.Voyaplantearlesuncuestionario.
Laclaseobedeció.Keatingdistribuyólashojas.Luego,instalóunapantallasobrelapizarrayunproyectordediapositivasenelfondodelaclase.
—LasgrandesuniversidadessonSodomayGomorradondebullenesasapetitosascriaturasdelasquesecarecedeformatancruelaquí.Elniveldedistracciónalcanzaproporcionespeligrosamentealtas,peroestecuestionariodebeprepararlesparahacerfrente a tal situación. Se lo advierto, la nota se incluirá en sus boletines. Puedenempezar.
Los chicos se pusieronmanos a la obra.Keating puso enmarcha el proyector.Cuandotuvograduadoelenfoque,sevioenlapantallaunaespléndidachicaqueseagachabapararecogerunaplumaestilográfica,mostrandoenesaposiciónlasbragas.Loschicoslevantaronlanarizdesuspapelesylosojosselessalierondelasórbitas.
—Concéntrenseensuexamen,señores.Tienenveinteminutos.Pasó a la segunda diapositiva: esta vez se trataba de una joven cubierta con
lenceríafina.Loschicosechabanojeadasalapantalla,esforzándoseenconcentrarseenloquehacían.AKeatingledivertíasuturbación.Cruelmente,siguióproyectandoimágenes,unaseriedehermosasmujeresenposicioneslascivasyconexcitanteropainterior. Las cabezas de los chicos oscilaban de sus pupitres a la pantalla…Knoxescribíaensupapel«Chris,Chris,Chris»,contemplandosoñadorlaproyección.
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CAPÍTULOXI
El invierno se había abatido brutalmente sobre las colinas de Vermont. ViolentasráfagasdevientosoplabansobreelcampusdeWelton,levantandoentorbellinoslashojasmuertasquecubríanelsueloendurecido.
Ceñidos en sus capotes con capucha y con una bufanda rodeándoles el cuello,ToddyNeilsubíana lo largodeunsenderoqueserpenteabaentre losedificiosdelcolegio.LosaullidosdelvientosofocabancasilavozdeNeil,queibarepitiendosusentradasdelSueñodeunanochedeverano.
—Aquí,villano,conlaespadaenlamanoyenguardia.¿Dóndeestás?Neiltuvounbacheensumemoria.—«Soycontigoalmomento»—lesoplóTodd,queteníaeltextoentrelosdedos
azulesporelfrío.—«Sígueme, pues, a un terreno más igual» —clamó Neil con ardor—. ¡Oh,
cuántomegusta!—¿Elqué?¿Laobra?—Laobra,porsupuesto,pero,sobretodo,¡interpretar!Eseltrabajomáshermoso
delmundo.Ydecirque lamayoríade lagentenovivemásqueunavida,yeso sitienen suerte. Sin embargo, un actor puede vivir docenas de vidas, cada una másapasionantequelasdemás.
Conunsaltoteatral,seencaramóaunmuretedepiedra.—«Seronoser,ésaeslacuestión».Porprimeravezenmividamesientovivo.
Deberíasprobarlo,Todd.Saltóalsuelo.—¿Porquénohasvenidonuncaalosensayos?Séqueestánbuscandogenteque
seencarguedelailuminaciónylosaccesorios.—No,gracias.—Yhayunmontóndechicas—añadióNeilconunguiño—.Laqueinterpretaa
Hermiaesfantástica.—Yairéalarepresentación.—¡Cobardón!—leinsultóNeil—.Bueno,¿dóndeestábamos?—«¿Estásahí?»—leyóTodd.—¡Daleunpocodeentonación!—¿Estásahí?—vociferóTodd.—¡Esoes!«Siguemivoz;yaveremossiereshombre».
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Neilsaludóasuamigoconunareverenciahistriónica.—Gracias,nobleseñor.Hastaestanoche,enlacena.Corrió hacia el dormitorio. Todd le vio cruzar el patio como una flecha y
desaparecereneledificiodeladrillo;meneólacabezadivertidoyfuetranquilamentehacialabiblioteca.
Haciendo filigranas y molinetes con una espada imaginaria, Neil pasó por lospasillos ante las miradas de curiosidad de los alumnos con los que se cruzaba.Empujó la puerta de su habitación con el pie y entró haciendo el ademán de unaestocadafinal.
Eladolescentesequedóinmóvilderepente.Supadreleesperabasentadoantelamesa.LacaradeNeilsequedósinsangre.
—¡Padre!—Neil,vasadejaresafarsaridícula—dijoelseñorPerry.—Pero…ElseñorPerrysealzóentodasuestaturaydioungolpeenlamesaconelpuño.—¡No me repliques! No sólo pierdes el tiempo con esa… esa idiotez de
saltimbanqui,sinoqueademásmehasengañadodeliberadamente.Empezóa recorrer lahabitaciónazancadas,haciendosonar los talonesencada
mediavuelta.ANeilletemblabatodoelcuerpo.—¿Cómoesperabassaliradelanteconesto?¿Quiéntehametidoestaideaenla
cabeza?¿HasidoeseKeating?—Nadie…—balbucióNeil—.Queríadarleunasorpresa.Hetenidolamejornota
encasitodaslasasignaturasy…—¿De verdad llegaste a creer que yo no descubriría el pastel? «Mi nieta
intervieneenunaobrade teatro con suhijo»,medijo el otrodía la señoraMarks.«Seguroque seequivoca, señora,mihijonohace teatro».Mehashechopasarpormentiroso,Neil.Mañanaverásalosdelacompañíaylesdirásquelodejas.
—Padre, tengo uno de los papeles más importantes… La representación esmañanaporlanoche.Padre,porfavor…
ElseñorPerryestabalívidodeira.SeacercóaNeil,amenazándoleconelíndice.—Elmundopuedevenirseabajomañanapor lanoche, ¡pero túno intervendrás
enesaobra!¿Loentiendes?¿Lohasentendido?Eladolescentenoencontróenergíasuficienteparaenfrentarseconsupadre.—Sí,padre…Conlosojosfijosenlosdesuhijo,elseñorPerrysequedóunmomentoinmóvil,
aexcepcióndeunestremecimientoenlasmandíbulas.—Hehechomuchossacrificiosparaqueviniesesaestecolegio,Neil.Ynovasa
decepcionarme.ElseñorPerrysaliócerrandodeunportazo.Neilsederrumbóensusillaygolpeó
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sobresumesaconlospuñoscerrados,hastaqueeldolorhizoquerodasenlágrimasporsusmejillas.
A la hora de la cena, todos losmiembros delClub de los PoetasMuertos estabanreunidos en el comedor, a excepción de Neil, que había pretextado un dolor decabeza.SellevabanlacomidaalabocadeformatanlaboriosaqueelviejoHagerseacercóasumesayselesquedómirandoconexpresióndesospecha,conunpárpadoentrecerrado.
—Señor Dalton, ¿hay algo que no va bien?—preguntó—. ¿No le satisface elmenú?
—Sí,señor.Hagersevolvióalosdemás.Habíaalgoraroallí.—SeñoresOverstreetyAnderson,¿sonustedeszurdos?—No,señor.—Entonces,¿porquétieneneltenedorenlamanoizquierda?Loschicosintercambiaronmiradasinocentes.Knoxtomólapalabra.—Hemospensadoqueestaríabienromperconlasviejascostumbres.—¿Quélesreprochaustedalasviejascostumbres,señorOverstreet?—Perpetúan una vida mecánica, señor —afirmó Knox—. Imponen límites al
pensamiento.—SeñorOverstreet, lesugieroquesepreocupemenosderompercon lasviejas
costumbresymásdeadquirirotrasbuenasparasusestudios.¿Entendido?—Sí,señor.—Lomismosirveparaustedes,señores.Ahora,comanconsumanohabitual.Los chicos obedecieron. Pero en cuanto el anciano profesor se hubo alejado,
Charliecambióotravezdemano,yprontofueimitadoporsuscompañeros.Neilacabóapareciendoenelcomedor.Parecíatrastornado.—¡Quéaspectotienes!—dijoCharlie—.¿Quéesloquenofunciona?—Mipadrehavenidoaverme.—¿Vasadejarlaobra?—preguntóinmediatamenteTodd.—Aúnnolosé.—¿PorquénovasahablarconelseñorKeating?—sugirióCharlie.—¿Paraqué?Charlieseencogiódehombros.—Quizápuedaaconsejarte.Puedequeinclusovayaahablarcontupadre.—¿Bromeas?—dijoNeilconironía.ApesardelasobjecionesdeNeil,suscompañerosinsistierontantoylohicieron
tanbien,diciendoqueelseñorKeatingpodríaayudarleasolventarsuproblema,quedespués de cenar fueron juntos al sector de los profesores, en el segundo piso del
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edificio.Todd,PittsyNeilsequedaronenelprimerescalóndelrellano,yCharliefueallamaralapuerta.
—Estoesgrotesco—protestóNeil.—Esmejorquenada—respondióCharlie.Llamóotravez,perolapuertasiguiócerrada.—Noestá.Vámonos.Charlieaccionóelpomoyabriólapuerta.—Esperémosledentro—dijo,entrandoenlahabitación.—¡Charlie!¡Nuwanda!—lellamaronlosotros—.¡Saldeahí!¡Vuelve!PerocomoCharlienoreaparecíaylacuriosidadlesaguijoneaba,suscompañeros
lesiguieronpocoapoco.La habitación era pequeña y austera. Los chicos se sintieron de repente como
intrusos.—Nuwanda—susurróPitts—,nonosquedemos.Llegarádeunmomentoaotro.Charlie ignoró la advertencia y siguió investigando. En el suelo, cerca de la
puerta,habíaunapequeñamaletaazul.Varios libros,algunosdeellosenunestadolamentable, estaban colocados encimade la cama.Charlie se acercó al escritorioytomóentrelasmanosunmarcoqueconteníalafotografíadeunamujermuybellaquedebíadetenerunosveinteaños.
—¡Vaya!¡Miradesto!—dijoCharlieconunsilbidodeadmiración.Juntoalmarco,habíaunacartainacabada.Charlielacogióyempezóaleer:—Mi querida Jessica:me siento tan solo lejos de ti…Bla, bla, bla.No puedo
hacerotracosaquecontemplartufotografíaocerrarlosojosyrevivirelrecuerdodetusonrisaradiante,peromipobreimaginaciónnoesmásqueunpálidosustitutodetupresencia.Oh,cuántafaltamehacesycuántomegustaría…
Lapuerta rechinó.Charliedejóabruptamentede leeralveralseñorKeatingenpieenlapuertadelahabitación.
—Buenas noches, señor Keating —saludó Charlie—. Precisamente estábamosbuscándole.
Sin decir palabra, Keating llegó hasta él y, con calma, le retiró la carta de lasmanos,ladoblóyladeslizóenelbolsillodesuchaqueta.
—Unamujeresunacatedral,señores—dijoélentonces—.Yhayquevenerarlacomoatal.
PasójuntoaCharlie,abrióelcajóndearribadesuescritorioydejóenéllacarta.—Talvezquieraustedproseguirconsuregistro,señorDalton.—Losiento—repusoCharlie—.Yo…nosotros…Charlie sevolvióa suscompañeroscomopara llamarlesal rescate.Neildioun
pasoadelante.—¡Oh,Capitán!¡MiCapitán!Hemosvenidoporqueteníaquehablarconusted.
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—¿Esalgoquelesconcierneatodos?—preguntóelprofesor.—Enrealidad,megustaríaquehablásemosasolas—dijoNeil.Losdemássintieronelaliviodeverqueselesabríaunapuertadeescape.—TengoqueiraempollarQuímica—dijoPitts.Losdemásasintieron.—Vamoscontigo;buenasnoches,señorKeating.Seeclipsaronconrapidezycerraronlapuertaalsalir.—¡Vuelvancuandoquieran!—lesdijoalzandolavozKeating.—Gracias—lesoyócontestaratravésdeltabique.PittslediounempujónaCharlie.—¡Mierda,Nuwanda!Buenalahashecho…—Nohepodidoevitarlo—repusoCharlie,encogiéndosedehombros.AKeating ledivertíaelnerviosismodeNeil,que ibayveníapor lahabitación,
mirandoaquíyallá.—Estáustedmuyestrechoaquí.—Nadadebedistraermedemitrabajo.Laenseñanzatieneunciertoparecidocon
entrarenunmonasterio.—¿Porquéesustedprofesor?—pregúntóNeil—.Quierodecir…Contodasesas
historiassobreelcarpediem,seleimaginaríamásbienexplorandoelmundo.—Pues eso es precisamente lo que hago,Neil. Exploro elmundo. Estemundo
nuevo de los tiempos modernos. Además, un colegio comoWelton necesita a unprofesorcomoyo,¿no?
»Peroustednohavenidoaquíparahacermepreguntassobremivocación,¿noescierto?
Neilsuspiróprofundamente.—MipadremeexigequedejelarepresentacióndeHenleyHall.Cuandopienso
enlodecarpediem, tengolasensacióndequeestoyen lacárcel. ¡Interpretar loestodoparamí, señorKeating!Megustaría convertirlo enmi trabajo.Comprendo laposición demi padre, claro. Nosotros no somos ricos como la familia de Charlie.Peroesqueélhaplanificadotodamividasinpreguntarmenuncacuáleramiopinión.
—¿Lehadichoasupadreloqueacabausteddeconfiarme?—¿Bromea?¡Memataría!—Entonces está usted interpretando un papel también para él. El papel de hijo
sumiso.Neil,bien séhastaquépuntopuede resultardifícil,perodebeustedhablarconsupadreydesvelarlesuauténticapersonalidad.
—Yaséloquemecontestará:queelteatrosóloesuncapricho,queesfrívoloyque,«pormibien»,esmejorquenosigapensandoenél.Luegomerecordarátodaslasesperanzasquefundanenmí.
Keatingsesentóenelbordedelacama.
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—Sinoessólouncapricho,entoncestieneustedquedemostrárselo.Muéstrele,afuerzadepasiónycompromiso,queéstaes suverdaderavocación.Ysi esonodaresultado,dígalequeprontotendrádieciochoañosyqueentoncespodráustedvivircomomejorleapetezca.
—¡Dieciochoaños!¡Perosilarepresentaciónesmañanaporlanoche!—Vayayhableconél,Neil.—¿Nohayotrasolución?—No,siquiereustedseguirsiendohonestoconsigomismo.NeilyKeatingsequedaronunmomentosindecirnada.—Gracias, señor Keating —dijo finalmente Neil—. Lo pensaré y tomaré una
decisión.MientrasNeilconversabaconelprofesor,elrestodelgrupocorríahacialacueva.
Lanievequecaíaengrandescoposempezabaacubrirlatierrademanchasblancas.Los chicos se dispersaron en la cueva, cada uno dedicado a sus cosas. Nadie
propusoabrirlasesión.Charlielesacabalargasnotasmelancólicasasusaxofón.Enunaesquina,Knoxrepetíaamediavozelpoemaqueseesforzabaencomponer.Toddestabasentadoapartey tambiénescribía.CameronestabaestudiandoGeografía.Enpie,alfondodelacueva,Pittsgrababasignoscabalísticosenlaroca.
Cameronleechóunaojeadaalreloj.—Solamentefaltandiezminutosparaeltoquedesilencio—anunció.Nadielehizocaso.—¿Quéescribes?—lepreguntóKnoxaTodd.—Nolosé.Unpoema.—¿Esparalaclase?—Aúnnolosé.Cameronvolvióalacarga.—Noslasvamosacargar,chicos,sinonoslargamosahoramismo.Estánevando
amodo.Charlie siguió exhalando su lamento y Todd garrapateando en su cuaderno.
Cameronseencogiódehombros.—Bueno,puesentodocasoyomelargo—dijoantesdesalirdelacueva.Knoxreleyóelpoemaalqueacababadedareltoquefinal.Muyexcitado,sedio
unapalmadaenelmuslo.—¡Ay,Dios!¡SiporlomenospudiesehacérselollegaraChris!—¿Por qué no se lo lees? —sugirió Pitts—. Eso le ha ido de maravilla a
Nuwanda.—No quiere dirigirme la palabra. La he llamado, pero ni siquiera ha querido
ponersealteléfono.—NuwandalerecitóunospoemasaGloriayellaseleechóalcuello…¿Noes
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verdad,Nuwanda?Elsaxofóncalló.Charliepensóunmomento.—Enlamismamedidaenquehaycosasciertas—dijo,antesdeponerseotravez
atocar.A lo lejos se oyó el timbre de silencio. Charlie guardó el instrumento en su
estucheysaliódelacueva.ToddyPittsrecogieronsuscosasyfuerontrasélenlanoche.Unavezsoloenlacueva,Knoxreleyósupoema.Lometióentrelaspáginasdeunlibro,soplólavelaycorriótrassuscompañeros.
—Sifuncionóconél,funcionaráconmigo—dijo,pensandoenelmediodellegarhastaChris.
Aldíasiguienteporlamañana,elpaisajeestabasumidoenunaespesacapadenieve.Knox salió del dormitorio temprano, equipado para soportar el frío glacial y lasborrascasdeviento.Conelrevésdelamangaretirólanievequecubríaelsillíndelabicicleta y semetió por un sendero expedito. Tomó velocidad al bajar el cerro deWeltonhaciaRidgewayHigh.Lejosdedesanimarle,elaireespoleabasuardor.
Dejó la bicicleta ante el colegio y entró en el vestíbulo en el que reinaba unbulliciosodesorden.Poniéndosedepuntillas,miróaderechaeizquierda,nosabiendohacia dónde dirigir sus pasos. Su elegante chaqueta y su corbata de uniformedesentonabanentre las ropasmulticoloresyheteróclitasque llevaban los chicosdeRidgeway.Peronadie leprestabaatención,apartedealgunoscuriososa losquedi-virtiósuairedesconcertado,conelramodefloresmarchitasquellevabaenlamano.
Knoxentróporunpasilloydetuvoaunaestudiantequeleindicóelcamino.Diomediavuelta,subióporunaescaleradecuatroencuatrohastaelprimerpiso.
—¡Chris!Knoxacababadeverlarubiayamadacabezajuntoaunastaquillas.Ellaestaba
hablando con una amiga. La chica se volvió con un sobresalto e hizo ademán demarcharse,conunascarpetasapretadascontraelpecho.Knoxlatomódelbrazo.
—¡Knox!¿Quéhacestúaquí?Ylellevóaparte.—Hevenidoaexcusarmeporlodelaotranoche.Tehetraídoestasfloresyun
poemaqueheescritoparati.Élletendióelmodestoramodefloresyunahojadepapeldobladaendos.Chris
losmiróunmomento,peronolosaceptó.—SiteveChet,tematará.—Nomeimporta—respondióKnox—.Teamo,Chris.Merecesalgomejorque
eseanimaldeChet.Alguiencomoyo,porejemplo.Porfavor,aceptaestasflores.—Knox,estáscompletamenteloco.Sonóeltimbreyunagranefervescenciaseextendióporlospasillos.
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—Teloruego.Mehecomportadocomounimbécilylosé.Anda,porfavor.Chrispareciódudar.—No—dijoellafinalmente—.Ynovuelvasamolestarme.Diomedia vuelta, entró en su aula y cerró la puerta. El pasillo se vaciaba con
rapidez.Knoxdudóunmomento,conelramoenlamano.Luego,conpasodecidido,siguióalachica.
Losestudiantesestabaninstalándoseensuspupitres.Knoxpasóimpertérritoanteelprofesor,queestabainclinadosobreelcuadernodeunalumno.
—¡Knox!—sesobresaltólamuchacha—.Debodeestarsoñando.—Sólotepidoquemeescuches—dijoél,desplegandoelpoema.Cuandoempezóaleer,elprofesorylosalumnoslevantaronlacabeza.
LoscieloshancreadoaunachicallamadaChrisunasonrisadeángel,unapieldesatén,acariciarlaseríaelparaísoyabrazarlaunagloriasinfin.
Chris se puso escarlata y hundió la cara entre las dos manos. Sus amigosescuchabandesternillándosederisaointercambiabanmiradasdivertidas.
HancreadoaunadiosaylahanllamadoChris¿Cómo?NuncalosabréPerosimialmanopuederivalizarsinembargo,miamornohacemásquecrecer.
Knoxleíacomosiasualrededorelmundosehubiesedesvanecido.
Dulzuradesusojosdezafiroreflejosdesucabellodeoromicorazónsucumbeasuimperiofelizdesaberqueellarespira.
Knox bajó el papel y se quedó mirando a Chris que, con la cara ardiendo, leobservabaentresusdedos.Knoxdejólasfloresyelpoemaencimadelpupitre.
—Teamo,Chris.
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CAPÍTULOXII
KnoxsaliódeRidgewayHighapasodecargaypedaleósindescansohastaWelton,inclinadosobrelabicicletaparaenfrentarsemejoralvientoylanieve.
Enelcampus,laclasedelseñorKeatingllegabaasufin.Loschicosformabanunanimadoracimoalrededordelamesadesuprofesor,queleshacíareíracarcajadasleyéndolesextractosdelasAventurasdeMr.Pickwick.Sonóeltimbre.
—Eso es todo por hoy, señores —dijo Keating, cerrando el libro con unmovimientosecodelamuñeca.
MuchoschicosremoloneabanantelaideadeiraclasedeLatín.—Neil—llamóKeating—,¿puedohablarconusted?Losdemásrecogieronsuscosasysalieronalpasilloengrupospequeños.Elseñor
Keatingesperóaquehubiesensalidotodosparapreguntarleasualumno:—¿Quéhadichosupadre?¿Hahabladoconél?—Sí—mintióNeil.—¿De veras? ¿Le ha repetido usted lo queme dijo ayer por la noche? ¿Le ha
habladodesupasiónporelteatro?—Sí—mintióNeilporsegundavez—;no lehagustado,peropor lomenosha
aceptado dejarme actuar esta noche. De todos modos, no podrá asistir a larepresentación;haidoaChicagoenviajedenegocios.Perocreoquemedejaráseguirenelteatro;siempreconlacondicióndequemisestudiosnosufranporeso,claro.
El adolescente evitaba cuidadosamente la mirada de su profesor. Su mentiraresonabacontantafuerzaensuconcienciaquenooyóloquedecíaKeating.Sepusolos libros bajo el brazo y pretendió que no quería llegar tarde a la clase siguiente.Desconcertadoporunmomento,Keatingleviosalircorriendodelaula.
Unavezde regreso en el recintodel colegio,Knoxdejó labicicleta apoyada en lapared de las cocinas, tras el edificio principal, y entró, helado pero triunfante. Seconcedióunabrevepausaparadisfrutardelolorosocalordelashornillasy,antelosojos conciliadores de un pinche, hurtó de pasada un panecillo todavía humeante.Luego subió la escalera a grandes trancos para no faltar al principio de la clasesiguiente.Aldoblarporunpasillo,sediodenaricesconsuscompañeros.
—¡Vamos,cuenta!—fuelaacogidadeCharlie—.¿Lehasleídoelpoema?—¡Sí!—Knoxsonrió,tragandoelúltimobocadodepan.
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Pittslefelicitóconunaenérgicapalmadaenlaespalda.—Y,¿quéhadichoella?—Nolosé—respondióKnox.—¿Cómoquenolosabes?Knoxtratódedesembarazarsedeellos,peroelClubsecerróasualrededor.Le
empujaronaunauladesocupada.—Venga,cuéntanoslotodo—dijoCharlie—.¡Ydesdeelprincipio!
Caídalanoche,loschicosestabanpaseandoporelgranvestíbulodelosdormitorios,a la espera de dirigirse junto con el señor Keating a Henley Hall, donde se iba arepresentarElsueñodeunanochedeverano.Maravilladotodavíadesuaventuradelamañana,Knoxestabasentadoenunasilla,alavezpensativoysonriente,locodeesperanzaeincertidumbre.
—¿DóndeestáNuwanda?—preguntódemalhumorMeeks—.Siseguimosasí,nosvamosaperderlaentradaenescenadeNeil.
—Dijoquequeríapintarsederojoantesdesalir—dijoPitts.—¿Pintarsederojo?¿Quéquieresdecir?—Ya conoces a Charlie —respondió Pitts—. Con él siempre cabe esperar
cualquiercosa.Enesemismomomento,Nuwandaaparecióenloaltodelaampliaescalera.—¿Quéesesahistoriadequetepintasderojo?—lepreguntóMeeks.Charlie echó unamirada a su alrededor, y luego se desabotonó la camisa. Sus
compañeros pudieron ver, pintado en un rojo fuerte, un relámpago cuyo extremodesaparecíacinturaabajo.
—¿Paraquésirve?—preguntóToddconingenuidad.—Esunsímboloindiodelavirilidad;meproporcionaunasensacióndepotencia.
Alaschicaslesvuelvelocas.—¡Estás completamente chiflado! —declaró Cameron, parpadeando repetidas
veces.El grupo se disponía a salir cuando, procedente del exterior, un ángel rubio
franqueóelumbral.Loschicossequedarondepiedraantelasublimeaparición,conlosojosabiertoscomoplatos.PeroelmássorprendidodetodosfuesindudaKnox.
—¡Chris!—exclamó,conelcorazónpalpitante.Corrióasuencuentroy,tomándoladelbrazo,lallevóalaprimeraestanciavacía.LallegadadelseñorKeatingpusofinalafascinaciónsoñadoraenlaquehabían
caídosusalumnos.—Vamos,vamos,señores—lesdijo,empujándoleshacialapuerta.—Enseguidamereúnoconvosotros—lesdijoKnox.ChrisyKnoxsalieronporunapuertalateral.
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—Sitevenaquí,nosveremoslosdosmetidosenunbuenlío—dijoél,tiritandodefrío.
—Sinembargo,paratinoesproblemadejartecaerenmicolegioyponermeenridículo,¿no?—exclamólachica.
—Calla,nohablestanalto.Noteníaintenciónningunadeponerteenridículo.—¡Pues lo has conseguido!YChet se ha enterado y se ha puesto enfermo de
rabia.Mehacostadotodaslaspenasdelmundoconvencerledequenovinieseaquí.Queríamatarte.¡Estonopuedeseguir,Knox!
—Peroesqueteamo.—Repitesesosinparar,ynisiquierameconoces.Tras ellos, Keating y el grupo, instalados en el gran automóvil familiar del
colegio,llamaronaKnoxconunruidosobocinazo.—Iddelante—lesdijoKnoxconungesto—.Mereuniréconvosotrosapie.Lasruedaspatinaronunpocoenlanieveyelcocheenfilólacarreteraembarrada
conunrugidodelmotor,dejandotrasdesíunanubedehumoblanco.Laparejadiounospasosensilencio.—Teequivocas,Chris—dijoKnox—.Teconozcodememoria.Desdequetevi
porprimeravezsupequeerasmaravillosa.—¿Sinmásnimás?—Puessí,sinmásnimás.Eslamejorformadenoequivocarse.—¿Ysiporcasualidadyonosintiesenadaporti?—EnesecasonohubiesesvenidoaquíparaponermeenguardiacontraChet.Chrisnocontestó,nosabiendosidebíaadoptarunaexpresiónirritadaodivertida.—Tengoquemarcharme—dijoporfin—.Llegarétardeparalafunción.—¿VasconChet?—¿Él,iralteatro?¡Estásdebroma!—Bueno,puesvayamosjuntos.—¡Knox,eresimposible!—Dame al menos una oportunidad. Si te desagrado esta noche, entonces
desaparecerédetuvida.Chrisdenegódubitativamenteconlacabeza.—Teloprometo—aseguróKnox—.Palabradepoeta.Acompáñameestanoche.
Ysiluegonoquieresvolveraverme,tejuroqueloaceptaré.Chrispareciódudar.—SiseenteraChet…—Chetnoseenterará.Nossentaremosenelfondodelasalaydesapareceremos
encuantosecierreeltelón.—Knox,siprometesqueéstaeslaúltimavez…—PorelhonordelosPoetas—dijoelchico,alzandolamanoderecha.
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—¿Yesoquées?—Palabradehonor.Tenía una apariencia tan sincera que Chris acabó por exhalar un suspiro de
rendición y por aceptar el brazo que el chico le ofrecía.La pareja se hundió en lanocheendirecciónaHenleyHall.
Cuandoentraronenel salóndeactosdelcolegio,el señorKeatingy losdemáschicosyahabíanencontrado sitioen lasprimeras filas.Por suparte,KnoxyChristomaronasientoenelfondodelpatiodebutacas.
Enlaescena,larepresentaciónacababadeempezar.CuandoNeilhizosuentrada,conlafrenteceñidaporunacoronatrenzada,elClubdelosPoetasMuertosletributóunaacogidaentusiasta.Afectadounmomentoporelmiedo,Neilmiróelnegrovacíodelasala,laslucesdelascandilejasquenoledejabanverlasinnumerablescaras.Ensubutaca,Toddcruzólosdedos.
—Puesbien,espíritu,¿dóndevaisasíerrante?—empezóNeil,metiéndoseenlapieldesupersonaje.
—Porlascolinas,porlosvalles,cruzandoporlasbreñas,laszarzas,porloscotos,lossetos…—lerespondióunhada.
—Dices verdad: yo soy ese rondador nocturno.Divierto aOberon, y hago quesonríacuandoengañoauncaballogordoybienalimentadoconhabas, relinchandocomounapotrancacoqueta.Avecesmeocultoenel tazóndeunacomadrebajo laforma exacta de unamanzana cocida; y cuando ella bebe, choco con sus labios yesparzo la cerveza sobre su seno marchito. La matrona más discreta, contando elcuentomás serio, a vecesme toma por un escabel de tres patas; entonces, resbalobajo su trasero y ella se cae, sentada como un sastre, y le da un ataque de tos; yentonceslareuniónseechalasmanosalascostillasyestallaenrisasyestornudos,yjuraquejamáshanpasadomomentosmásdivertidos.
Neilhabíacautivadolaatencióndelpúblicodesdeelprincipio,yéstereíaconsusbromas y su insolencia. Los versos salían de sus labios con facilidad y sus gestosdabancuerpoa laspalabras.Unasvecesbufónyotras trapacero,éleraPuck.Enlasala,susamigosleseguíanconatención.Supersticiosamente,Toddibaarticulandoensilenciolasentradas,hundidoensuasiento.
—¡Es bueno! ¡Es verdaderamentemuy bueno!—le cuchicheóCharlie al señorKeating.
Elprofesorlemostrósuasentimientolevantandounpulgarconelpuñocerrado.Lisandro y Hermia hicieron su entrada. Ataviada con un vestido de hojas y
hierbastrenzadas,GinnyDanburryestabadeslumbrantecomoHermia.—«Elmismocéspednos serviráde almohadaa losdos.Uncorazón,un lecho,
dosalmas,unasolafe».—«No,mibuenLisandro,pormiamorqueridomío,acostaosmáslejos».
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Charlie consultó febrilmente el programa,buscandoelnombrede la artistaqueinterpretabaaHermia.
—¡GinnyDanburry!¡Espreciosa!—«Pero, dulce amigomío, en nombre de la cortesía estrechadmedesdemenos
cerca; lahumanamodestiaexigeentrenosotros laseparaciónquecorrespondeaungalánvirtuosoyaunavirgen…»
Charliecayóenelencantamiento.Mientrastanto,Neilestabaentrebastidores;sumirada iba de la escena al público, espiando sus reacciones por la rendija de unmontante.Derepente,elcorazónlediounsaltoenelpecho:acababadeverlasiluetarígidade supadrequeentrabaal fondode la sala.Laexpresióndel adolescente semantuvoimpasible.
Enelescenario,LisandroyHermiaacababansuescena.—«Heaquímilecho.»Queelsueñoteotorguetodosudescanso.»Queguardeunamitadparacerrartusojos».Se tendieron en el suelo y se durmieron. Un interludio musical anunció la
reaparicióndePuck.Neil entró en escena como a desgana, seguido a continuación por otros
personajes.Eljovenactorestabadotadodeunapresenciaextraordinariayelpúbliconoseequivocaba.Charlie,porsuparte,nolequitabaojoaHermia.Knoxseperdiólamitaddelaobra,demasiadoocupadocomoestabaencontemplaraChris,quienporsupartesesentíacadavezmásatraídaporsuacompañante.
Al final del interludio, Neil se presentó solo en el escenario. Su párrafo finalestabadirigidoa losespectadores,peroél lodirigiómuyespecialmenteasupadre,quesehabíaquedadoenpiealfondodelasala.
Yaquesomossombras,sinohemosagradadofiguraostansólo,ytodoseráperdonado,quenohabéishechomásqueunasumamientrasestasvisionesseosaparecían.Estetemacortoyvano,quenocontienemásqueunsueño,amablesespectadores,nolocondenéis;loharemosmejorsiperdonáis.Sí,afedelhonestoPuck.SitenemoslasuerteinmerecidadeescaparhoyalsilbidodelaserpienteloharemosmejorantesdemuchooPuckquedarácomomentiroso.
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Buenasnoches,pues,atodosvosotros.Dadmelasmanos,sisomosamigos,yRobinmostrarásuagradecimiento.
El telón cayó al final del monólogo. La sala entera se puso a aplaudir conentusiasmo. Los compañeros de Neil, conquistados por su talento, se levantaroncomohomenajeasuactuación.Laasistenciaenteralesimitópocoapoco,obligandoatodalacompañíaaquesaludaseunayotravez.
Los actores aparecieron para saludar uno tras otro. En medio de una salva deaclamaciones,lamiradadeGinnycayósobreCharlie,quesedestacabadetodosconsus «bravos» entusiastas y sus aplausos frenéticos. Knox sonrió a Chris y, con laalegríageneralizada,seatrevióatomarlelamano.Lamuchachanoopusoresistenciaalguna.
Cuando Neil se adelantó un paso para hacer la reverencia ante el público, losaplausos se transformaron en ovación y el joven actor sintió entonces crecer unainmensaoladefelicidadquerompiósobreélypusolágrimasensusojos.
Cuandocayóeltelóndefinitivamente,losmiembrosdelacompañíaseabrazaronentresí,riendoyllorando.Muchosespectadoresentusiastasllegaronparafelicitarles.
—¡Por favor!—se desgañitaba el director—. ¡Los padres y los amigos podránreunirseconlosactoresenelvestíbulo!
—¡Neil! —llamó Todd desde su fila de butacas—. Te esperamos fuera. ¡Hasestadoformidable!
GinnyDanburryestabarodeadadeadmiradores.Ignorandolaordenexpresadeldirector,Charlie saltó al escenario.Observó queLisandro rodeaba conun brazo lacinturadelachica.
—¡Felicidades,Ginny!—dijoLisandrobesándola.Sindesanimarse,CharlieseabriócaminohastaGinny.—Lasestrellasresplandecenmenosquetusojoscuandoactúas—dijodeunasola
tiradaalllegaranteella.Ginny sintió que era sincero y correspondió a su sonrisa. Se quedaron un
momentomirándose a los ojos, hasta el punto enqueLisandro esbozóuna sonrisaaturdidaylecedióellugarasurival.
Entrebastidores, lacompañía llevabaaNeilahombros.Peroeldirectorprontollegóparaenturbiaresaalegríadespreocupada.
—Neil,tupadrequiereverte.Neil saltó al suelo, cogió su abrigo de una percha y se lo puso a toda prisa.
Apartandoeltelón,vioasupadrequeseimpacientabaalfondodelasala.Bajódelescenarioysubiódespacioporelpasillo,conlacoronaenlamano.
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Charlievioasucompañero.—¡Neil!¡Espera!Pero el adolescente no le contestó.Charlie le vio reunirse con supadre, con la
cabezagacha.Presintiendoundrama, tomóaGinnyde lamanoy la llevóhacia lasalida.
KeatingyelgrupodelClubdelosPoetasesperabanaNeilenelvestíbulo.—Buenas noches a todos—dijoKnox reuniéndose con ellos—.Os presento a
Chris.—Hemosoídohablarmuchodeti—dijoMeeks,muyjovialdetrásdesusgafas
—.Bueno,quierodecir…AntelamiradaindignadadeKnox,seperdióenunbalbuceoininteligible.Derepente,laspuertasseabrierondeparenparydieronpasoalseñorPerry,que
escoltabaasuhijocomoaunprisionero.CharlieyGinnyseguíantrasellos.Alpasar,unosespectadoresfelicitabanaljovenactor,queapenaslescontestaba.Perdidoentrelamultitud,Toddintentóllegarhastasuamigo.
—¡Neil!—legritó—.¡Hasestadogenial!—Anda,ven,vamosacelebrarlo—dijoKnox.Neilalzólosojoshaciaellos.—Novalelapena—respondióconvozsinmodulaciones.ElseñorKeatingpasóentrelamultitudypusolasdosmanossobreloshombros
desubrillantealumno.—¡Neil,hasestadomagnífico!—dijo,conlosojosbrillantes.ElseñorPerryseinterpuso.—¡Apárteseusteddemihijo!Seprodujounsilencioglacial.Losdoshombresseenfrentaronunmomentocon
la mirada. El señor Keating parecía desazonado por esa animosidad, a la que norespondió. El señor Perry llevó aNeil hasta su automóvil y le ordenó subir en él.Charliequisoseguirles,peroKeatingleretuvoporlamanga.
—Noagraveustedlascosas—dijocontristeza.El señor Perry puso el contacto y partió como un huracán. La cara de Neil
apareció fugitivamente tras el cristal posterior.Susojosbrillantesdedesesperaciónparecierondirigirunúltimoadiósasusamigos,agrupadosenlosprimerosescalonesdelteatro.
—¡Neil!—llamóunavezmásTodd,echandoacorrerdetrásdelautomóvilquesealejaba.
Anonadados,losmiembrosdelClubdelosPoetasMuertossequedaroninmóvilesunmomento.
—Nuestrafiestasehavenidoabajo—dijoporfinCharlie—.¿Ysivolviésemosandando,miCapitán?
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—Comoquieran—respondióéste.Pero el joven profesor había contestado con voz distraída. Su mirada seguía
vueltahacialaesquinadelacalledondeelautomóvilnegroacababadedesaparecer.
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CAPÍTULOXIII
Consumidaporlainquietud,conlosojosenrojecidosporelllanto,lamadredeNeilesperabaeneldespachodesumarido,encogidasobreunabutaca,atentaacualquierruido procedente del exterior. Tuvo un sobresalto cuando oyó el ruido de las dospuertasdelautomóvil.
Poco después, el señor Perry entró en la estancia y fue directamente a suescritorio,seguidodeNeil,queseguíaconel trajedePuckycon lamiradafija.Elchico se volvió hacia su madre y abrió la boca para hablarle, pero su padre leinterrumpióinmediatamente:
—Neil, tumadre y yo nos esforzamos por comprender por qué te obstinas enllevarnoslacontraria,perosealoqueseanotedejarédesperdiciarestúpidamentetuvida. Mañana mismo te retiro de Welton y te inscribo en la academia militar deBraden.Luego,irásaHarvardyestudiarásMedicina.
UnaslágrimasbrotarondelosojosdeNeilmientrasunaboladefuegoleapretabalagarganta.
—Pero,padre—suplicó—,esoquieredecirquepasarántodavíadiezaños.¡Casiunavidaentera!
—¡Cállate!—gritóelseñorPerry—.Oyéndote,parecequeesohadeserpeorquelacárcel.Tratade tenerencuenta—siguiódiciendoconun tonomássuave—quetienesa tudisposiciónunasposibilidadesqueyonisiquierameatrevíaasoñar.Notengolaintencióndequedarmeconlosbrazoscruzadosviéndotedesperdiciarlas.
—Pero¡porquénadiemepreguntaloqueyopienso!—estallóNeil—.¿Porquénadiemepreguntaloqueyotengoganasdehacer?
—Muybien;dimequéesloquequieres.Pero el tono airado del señor Perry decíamuy claro que no estaba dispuesto a
escuchar.—¡Vamos, habla! Pero, te lo advierto, si es otra vez esa historia del teatro, ya
puedesolvidarlo.Entonces,¿quées?¡Vamos,teescucho!Neilsabíaquesusesfuerzosseríanvanos.Elmurodeincomprensiónconelque
siemprehabíachocadoselevantabadelantedeél,sinfisuras,invencible.—Nada—murmuróbajandolacabeza.—Entonces,puestoquenoesnada—concluyóelseñorPerryconsatisfacción—,
vámonostodosaacostar.Ysaliódelaestanciasinvolverse.
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La madre de Neil pareció querer decirle algo a su hijo, pero no encontró laspalabras.Selimitóaponerleunamanoenelhombro.
Neil tenía la mirada perdida en el vacío. Sin embargo, por un momento, unrecuerdohizobrillarsusojos.
—He estado bien, mamá. Si hubieses podido verlo. He estado realmente muybien.
Yluegosusojosparecierondenuevomiraralvacío.
MejorquevolverdirectamenteaWelton, losPoetasMuertoshabíandecididodarseuna vuelta por la cueva. Todd, Meeks, Pitts, Charlie y Ginny, Knox y Chris seinstalaronmuyjuntosparacalentarse.Charlieteníaunvasodevinoenlamanoyunabotellaextintahabíarodadoalsuelo.ComosímbolodeNeil,quelohabíallevadoalacueva, el «genio de la caverna» aparecía entronizado en una roca y los PoetasMuertoscontemplabanconairetaciturnolallamitaquesaltabaydanzaba.
—Knox—cuchicheóChris—,tengoquevolver.Chetpodríallamarme.—Espera aún un poco —repuso Knox tomándole la mano—. Lo habías
prometido.—¡Eresverdaderamenteimposible!—murmurólamuchachasonriendo.—Bueno,y¿dóndeestáCameron?—preguntóMeeks.Charlietomóunsorbodevino.—¿Yaquiénpuedeimportarle?Toddselevantóderepenteymartilleócontralaparedconlospuños.—AsíescomosaludaréalpadredeNeillapróximavez.—Nodigastonterías—dijoPitts.Toddsevolvió.Derepente,unacaraconocidaaparecióen labocade lacueva,
aureoladaporlaclaridaddelaluna.—¡SeñorKeating!—exclamaronloschicosacoro.Charlieseapresuróahacerdesaparecerelvasoylabotelladevino.—Yasabíayoquelesencontraríaaquí—empezódiciendoelprofesor—.Vamos,
señores,fueraesascarasdefuneral.Neilseríaelprimeroendecírselo.—¿Por qué no hacemos una sesión en su honor? —propuso Charlie—. ¿De
acuerdo,miCapitán?¿Quiereustedabrirlasesión?Losdemásloaprobaron.—Nosé…—dudóelseñorKeating.—Venga,señorKeating,porfavor.Elprofesorlesmiróalacaradeunoenuno.—Estábien,peroentoncesqueseaportodoloalto.Callóunmomento.—Mefuialosbosquesporquequeríavivirsinprisas.Queríavivirintensamentey
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sorberle todoel jugoa lavida.Dejaraun lado todo loquenoera lavida.Paranodescubrir,alahorademimuerte,quenohabíavivido.
Hizounapausa.—DeE.E.Cummings.
Lanzaosenposdevuestrossueñosounsloganpodríahundiros(Losárbolessonsusraícesyelvientoeselviento)Seguidavuestrocorazónsilasaguassequeman(yvividdeamorinclusoaunquelasestrellassemuevanasaltos)Honradelpasadoperoacogedalfuturoconlosbrazosabiertos(Ydanzadparaarrojaralamuertefueradeesteconnubio)Quéimportaelmundosusbuenosysusmalos(porqueDiosamaalasmuchachaslasmañanasylatierra).
Keatingcallóyletendióellibroalaasamblea.—¿Quiénquiereleer?Nohuborespuesta.—Vamos,nosehaganlostímidos.—Yotengoalgoqueleer—dijoTodd.Sorprendidosalverquetomabaasílainiciativa,todosleprestaronunaatención
religiosa.Elchicosacódelbolsillounashojasdepapelquedistribuyóasualrededor.—Leedesteversoentrelasestrofas.Tomóentoncesotropapelyempezóaleer:
SoñamosdíasdemañanaquenuncalleganSoñamosunagloriaquenodeseamos
SoñamosunnuevodíacuandoesedíayahallegadoHuimosdeunabatalla
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enlaquedeberíamospelear.
Toddhizoungestoconlacabeza.Todosleyeronacoro:
Ysinembargodormimos.
Toddvolvióaleersolo:
EsperamoslallamadasinadelantarnosaellaBasamosnuestrasesperanzasenelfuturocuandoelfuturonoesmásquevanosproyectosSoñamosconunasabiduríaqueevitamoscadadíaLlamamosconnuestrasplegariasaunsalvadorcuandolasalvaciónestáennuestrasmanos
Ysinembargodormimos
Ysinembargodormimosysinembargorezamosysinembargotenemosmiedo.
Todd volvió a doblar cuidadosamente el papel con su poema. Los demásaplaudieron.
—¡Hasidomagnífico!—dijoMeeks.Radiante, Todd recibió las felicitaciones sonrojándose un poco. Keating sonrió
con orgullo al pensar en los progresos sorprendentes de su alumno.Arrancó de larocaunbloquedehielotraslúcidoyselollevóantelosojos.
—Enmi bola de cristal—dijo adoptandouna voz temblona—veoun gloriosofuturoparaToddAnderson.
Intercambiaron una largamirada de complicidad, y luego Todd se arrojó a losbrazosdesuprofesor.Trasestebreveabrazo,elseñorKeatingsevolvióalosdemás:
—Y ahora —anunció—, El general Booth entra en el Paraíso, de VachelLindsay. Cuando yo pare, ustedes preguntan: «¿Os habéis lavado en la sangre delcordero?»¿Entendido?
—Entendido,Capitán.Keatingempezóarecitar:Boothdirigíaconorgullolamarchaconsutambor…
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Loschicosrespondieronencantilena:¿Oshabéislavadoenlasangredelcordero?Keatingsaliódelacueva,seguidoenfilaindiaporelgrupodeadolescentes.
Sentadoa lospiesde lacama,en lapenumbrade suhabitación,Neilmantenía losojosvueltoshacialaventana.Lapasiónquelehabíainflamadoenelescenariohabíaabandonado su cuerpo. El tumulto de la sangre en sus venas se había calmado.Cualquiervestigiodeemociónhabíadesaparecidodesurostroydesucorazón.Teníala sensaciónde ser tan sólouna conchavacía y frágil a la que el pesode la nievehubiesebastadoparatriturar.
Con gestos lentos y precisos, se quitó la chaqueta del pijama y fue a abrir laventanade guillotina.Unviento helado penetró inmediatamente en la habitaciónyentróensualma.Neilpermanecióenpiesinmoverunmúsculo,esperandoadejardesentirlamordeduradelfríoensupiel.
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CAPÍTULOXIV
La noche clara y fría brillaba con un resplandor singular. Miríadas de estrellasperforaban el cielo y la luna llena se reflejaba en la nieve, nimbando las suavescolinasdeVermontconunaluzcristalina.Elhieloquecubríalabriznamáspequeñaconunbarnizdestellantetransformabaelbosqueenunpalaciodecristalydiamante,a través del cual serpenteaban los Poetas Muertos siguiendo los pasos del señorKeating,querecitabaenvozalta:
«LosSantoslesonrieroncongravedadydijeron:Havenido…»—¿Oshabéislavadoenlasangredelcordero?—respondieronloschicosacoro.
Cristoseacercólentamentevestidoconunatúnica,conunacoronaenlacabezaparaBoothelsoldadoylamultitudpusounarodillaentierraVioaJesucristo.Estabancaraacara,yélsearrodillóllorandoenesesantolugar.
—¿Oshabéislavadoenlasangredelcordero?
MientraselClubsemovíaenlanochetranquila,unsilencioabsolutoreinabaencasadelosPerry.ElseñorylaseñoraPerrysehabíanacostadoyhabíanapagadolalám-para de cabecera.Nooyeron la puerta deNeil.El adolescente recorrió el pasillo ybajólaescaleradepuntillas.
Una claridad azul reinaba en el despacho del señor Perry. Neil fue hasta elsecreterdesupadre,abrióelcajóndearribaydeslizó lamanohastael fondo.Susdedostantearonunmomentoantesdeencontrarunapequeñallave,conlaqueabrióelcajóndeabajo.Antesdehundirseenelsillóndecuero, tomólacorona trenzadaquellevabaPuck,quehabíaquedadoolvidadaenelescritorio,yselapusociñendosufrente.
—¿Oshabéislavadoenlasangredelcordero?Los rayos de la luna jugaban en las cascadas inmovilizadas por el hielo. El
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mágicopaisajeseuníaalamagiadelaspalabrasparaenvolveralosPoetasMuertosen un universo de pureza irreal. El grupo empezó a bailar y a jugar en la nieve,movedizazarabandaenundecoradoinmóvil.Laespesaalfombrablancaapagabasuspasosyelaireeratanfríoquelaspalabrasparecíanhelarsealsalirdesusbocas.
Knox se llevó a Chris aparte y se besaron largamente, saboreando el contrasteentrelalunaheladaquelucíasobresuscabezasyelsuavecalordesuslabios.
ElseñorylaseñoraPerrydormíanprofundamentecuandounruidorotundoybreverompióelsilenciodelanoche.
—¿Quépasa?—exclamóelseñorPerryincorporándosesúbitamente.—¿Qué?—preguntósumujer,aúnadormilada.—Eseruido…¿Nohasoídonada?—¿Quéruido?El señor Perry se sentó en la cama. Sus pies encontraron instintivamente las
zapatillas.Abriólapuertaquedabaalpasilloyescuchó.Niunruido.SalióalpasilloyviolapuertaentreabiertadelahabitacióndeNeil,queestabadesierta.
—¡Neil!—llamó—.¡Neil!LaseñoraPerrysalióasuvez,poniéndoselabata.Laseñorabajósiguiendoasumarido,queentrabayaeneldespacho.Élencendió
lalámparadeltechoyrecorriólaestanciaconlamirada.Todoparecíanormal.Ibaasalirotravezcuandoadvirtióunacreolorapólvora.Susojosdescubrieronderepenteunobjeto que brillaba conun resplandor sombrío sobre la alfombra.Reconoció surevólver.
Elcorazónledejódelatir.Rodeóelescritorioyviounamanopálidayexánime,conlapalmavueltahaciaelcielo.
—¡NEIL!Un grito de horror le salió del pecho. Neil yacía en el suelo, con la cabeza
cubiertadesangre.Vencidoporeldolor,elseñorPerrycayóderodillasyabrazóasuhijo.Acudiendoatodaprisa,sumujerlanzóungritoysedejócaerenelsuelo,conunataquedehisteria.
—¡Mihijo!¡Neil!¡No!¡Notienenada!¡Diosmío,dimequenolepasanada!
Apretujadosenelenormeautomóvil,elseñorKeatingyloschicosacompañaronalasmuchachashastasuscasasyregresaronaWeltonyatarde.
—Estoymuerto,agotado—dijoToddarrastrándosehastasuhabitación—.Creoquedormiréhastaelmediodía.
Pero al día siguiente por la mañana, a primera hora, Charlie, Knox y Meeksentraron en su habitación. Sus rostros estaban lívidos. Se quedaron mirando un
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momentoaTodd,quedormíaapiernasuelta.—Todd…—llamóCharlieenvozmuybaja—.Todd…Lesacudióporelhombro.Elchicoabriólosojosyseincorporó,aúnentumecido
porelsueño.Guiñólosojosporefectode lapálida luz, luegolosvolvióacerraryapoyó la cabeza en la pared. Luego, tanteó buscando el despertador, lo cogió yfruncióelceño.
—Sólosonlasocho.Aúntengosueño.Volvióaacostarsey tiróde lasmantasparaarroparse.Perode repentevolvióa
incorporarse,conlosojosabiertosdeparenpar.Susamigosseguíanalospiesdesucamasindecirnada,ycomprendióquehabíasucedidoalgodramático.
—Todd,Neilhamuerto.Sepegóuntiroenlacabeza—ledijoCharlie.UnprofundoagujeronegroseabrióantelosojosdeTodd.—¡Oh,no!¡Neil!Elcorazónselesubióalaboca.Conunataquedevértigo,saltófueradelacama
y salió al pasillo gritando. En el cuarto de baño, se arrodilló delante del bidet yvomitóhastaquesintióquelastripasibanasalírseleporlaboca.Susamigoshabíanidotrasél,incapacesdeencontrarniunapalabradeconsuelo.
Toddsalió,conlasmejillasllenasdelágrimas.Suspiernastemblorosasapenaslesostenían.
—¡Todoelmundohadesaberquesupadretienelaculpa!—exclamósublevado—.¡Neilnuncasehubiesematado!¡Amabademasiadolavida!
—Nodicesenserioquesupadre…—¡Con el revólver, no!—exclamó Todd—. Pero si no fue él quien apretó el
gatillo,síhasidoelque…Lossollozosleenmudecieron.—¡Aunquenofueseélelquedisparó—dijo, reponiéndose—,esel responsable
desumuerte!Selanzócontralapared,estrellándosedecaracontralapiedra,conlosbrazosen
cruz.—¡Neil!¡Neil!Cayó despacio de rodillas, apoyado en la pared, llorando, y sus compañeros,
impotentes, le dejaron ahí, desplomado sobre el mosaico del cuarto de baño,abrumadoporlapena.
Al enterarse de la terrible noticia, el señor Keating fue a refugiarse en el silenciooscurodesuclase.Permaneciómuchoratocontemplandoporlaventanaesedíasinbrilloquenoacababaaúndeempezar,esanievetangriscomolasnubes,ennegrecidaaquíyalláporbosquecillosdeárbolessinhojas.
SesentóenelpupitredeNeilyabrióenlaprimerapáginasuviejovolumende
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poesía.Elmurmullodesuvozresonósuavementeenelaula:—Paranodescubrir,alahorademimuerte,quenohabíavivido…Susojossellenarondelágrimasyseechóallorarensilencioenlapenumbra.
Un cielo descolorido pesaba sobre las colinas de Vermont y una borrasca heladaazotabalacomitivafúnebreacompañadaporellamentodeunagaita.
Llevadoahombrospor losPoetasMuertos,Neilfueenterradoenelcementeriodel pueblo de Welton. Su madre, una frágil figura vestida de negro, siguió laprocesión apoyándose en el brazo del señor Perry, cuyo rostro se manteníaimpenetrable.ElseñorNolan,elseñorKeatingylosdemásprofesoresformabanuncercosolemnealrededordelatumbamientrasbajabanelataúd.
Después del entierro, todo el colegio se reunió en la capilla de Welton. Losprofesores, entre ellos el señor Keating, estaban de pie en el coro. Los reunidoscantaronunhimnoyluegoelcapellánsubióalestrado.
—Señortodopoderoso,terogamosqueentuinmensamisericordiaacojasaNeil.Bendíceleysiéntaloatudiestra.Quelaluzdetubienaventuranzailuminesucaminoyqueélcompartalagloriadetuselegidos.Perdónalesusofensasyconcédelelapazeterna.Amén.
—Amén—respondieronlosasistentesalavez.Elcapellánlecedióellugaraldecano.—Señores—empezóconvozsonora—,lamuertedeNeilPerryesunaverdadera
tragedia. Era uno de los mejores elementos de Welton y siempre le lloraremos.Hemosestablecidocontactoconlospadresdecadaunodeustedesparaexplicarleslasituación;suinquietudesmuycomprensible.ApeticióndelafamiliaPerry,tengolafirmeintencióndehacerunainvestigaciónrigurosaacercadeestehecho.Esperotodasucolaboración.
Con estas palabras grávidas de amenazas, el decano abandonó el estrado y lareuniónsedisolvióensilencio.Charlie,Todd,Knox,Pitts,MeeksyCameronsalieronjuntos,perosesepararonsinintercambiarunapalabra.
ConexcepcióndeMeeksydeCameron,sereunieronmástardeenelsótanodeldormitorio.Sentadosenviejosbaúles,parecíanesperar.Llamaronalapuerta.EntróMeeks.
—Es imposible encontrarle —dijo, separando los brazos con un gesto deimpotencia.
—¿Sabíalodelareunión?—preguntóCharlie.—Selohedichoyrepetido.—¡Puesyaestá!¡Estabaseguro!Charlielevantólosojosalcielo.Fuehastaunalumbreraypaseólamiradaporel
campus,cuyocéspedcaíaensuavependientealaalturadesusojos.Luegosevolvió
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asuscompañeros.—Estamoslistos,chicos—dijo.—Yeso,¿porqué?—preguntóPitts.—¡Cameron esun soplón!En estemismomomento se lo está contando todo a
Nolan.—Contándole¿qué?—LodelClub,Pitts.Piénsalo.Pittsylosdemásintecambiaronmiradasperplejas.—Alguien tiene que cargar con el muerto—explicó Charlie—. Cuestiones de
suicidioscomoéstahanhundidoamásdeuncolegio.Esmaloparalareputación.Hubounsilencio.Loshombrosacusaroneldesánimo.Derepenteoyeronquese
abríaunapuertaenelpasillo.KnoxfuealapuertayvioaCameronqueentrabaenelvestíbulo.Lehizogestoconlamanodequeseacercase.
—Cameron—llamóenvozbaja.Cameron le vio. Pareció dudar un momento y luego cruzó el vestíbulo en
dirección al sótano. De pronto tuvo la sensación de que se encontraba ante untribunal.
—¿Quéhaydenuevo,chicos?—preguntó,aclarándoselavoz.—Noshasdelatado,¿noesverdad,Cameron?—dijoCharlie,agarrándoleporel
cuello.Cameron se debatió para escapar y se quedó pegado a la pared. Sus ojos
parpadeabanmásdeprisaquedecostumbre.—¡Queoszurzan,tarados!Nosédequémeestáishablando.—AcabasdecontarleaNolantodolodelClub—leacusóCharlie.—Por si no lo sabes,Dalton, en esta escuela existe un códigodel honor; si un
profesortehaceunapregunta,hasdecontestarlaverdadoteexpulsan.CharliediounpasohaciaCameron.—¡Eresunabasura!MeeksyKnoxleretuvieroncadaunodeunbrazo.—Espera,Charlie…—¡Este individuo hiede! Está de mierda hasta el cuello, de manera que ha
decididosalvarelcuelloélsolo.—Déjaleenpaz—dijoKnox—.Siletocasunsolopelotelacargas.—Detodasmaneras,yaestoyexpulsado—replicóCharlie,desembarazándosedel
agarrónconungesto.—Por lo menos, tiene razón en eso —intervino Cameron—. Y si no sois
completamenteidiotas,haréislomismoqueyoyaceptaréisprudentementecolaborar.Novandetrásdenosotros.Nosotrossólosomosvíctimas inocentes.LomismoqueNeil.
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—¿Quédices?—dijoCharlie—.¿Detrásdequiénvanentonces?—Del señor Keating, claro. Del Capitán en persona. ¿Quieres mejor chivo
expiatorio?—¿El señor Keating? ¿Él, responsable de la muerte de Neil? ¿Qué están
tramando?—¿Pues quién si no, imbécil? —dijo Cameron, con una risa nerviosa—. ¿La
administración?¿El señorPerry?HasidoKeatingquiensenoshacomidoelcoco,¿no?Sinofueseporél,NeilestaríatranquilamentetumbadoenlacamaestudiandoQuímicaysoñandoconsufuturacarrerademédico.
—¡Esoesmentira!—serebelóTodd—.ElseñorKeatingnuncalehadictadosuconducta.Neiladorabaelteatro.
Cameronseencogiódehombros.—Piensaloquequieras—dijoconunaciertacondescendencia—.Peroloqueyo
digo es: dejemos que Keating se las cargue. ¿Por qué vamos a estropear nuestrasvidas?
—¡Cerdo!Unviolentopuñetazoacompañóelinsulto.Cameroncayódeespaldas.Charlieya
estabapreparadoparagolpearleotravez.—¡Charlie!—lecontuvoKnox.Cameron se llevó la mano a la nariz, que chorreaba sangre. Sonrió aún con
malicia.—Acabasdefirmartuexpulsión,Nuwanda—dijosarcásticamente.Charlieledirigióunamiradallenadedesprecioysalió.Losotrosfuerontrasél.Desdeelsuelo,Cameronlesgritó:—Si no sois completamente imbéciles, haréis lo mismo que yo. De todas
maneras,losabentodo.NopodéishacernadaporKeating,peroaúnpodéissalvarosvosotros.
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CAPÍTULOXV
LacamadeNeilyaestabadeshecha,conlasmantascuidadosamentedobladasalospies,encimadelcolchóndeanchasrayasgrises.Sentadoenlaventana,ToddmirabaatravésdeloscristaleshaciaeledificiodelaadministracióndeWelton.MeekssaliódeallíjuntoalprofesorHageryentrócabizbajoeneldormitorio.
Unmomentodespués,por lapuerta entreabierta, vioqueHager acompañabaalchicohastalaentradadelpasillo.
Conlasgafasenlamano,Meekspasóalaalturadesucompañerosinverle.Ensusmejillasseadivinabanlashuellasdelaslágrimas.Entróensuhabitaciónycerrólapuertatrassí.
—KnoxOverstreet—llamóHagersinimpacienciaalguna.Knox salió de su habitación y se reunió con Hager. Los dos desaparecieron
escalerasabajo.Cuandovio vía libre,Todd salió sin ruidode su habitación y fue a llamar a la
puertadeMeeks.—Soyyo,Todd.—Déjame—le contestóMeeks con voz entorpecida por los sollozos—. Tengo
trabajo.Todddudó,comprendiendoloquehabíaocurrido.—¿YNuwanda?—preguntóatravésdelapuerta.—Expulsado.—¿Quéleshasdichotú?—Nadaqueellosnosupiesenya.Toddsealejó;noibaaconseguirnadamásdesudesventuradocamarada.Volvió
a su puesto de observación. Poco después, Hager escoltaba a Knox al dormitorio.Toddentreabriósupuertaotravez.HageryKnoxaparecieronalfinaldelpasillo.Laexpresión de Knox reflejaba la tempestad que le agitaba. Sus ojos brillaban, susmejillastemblaban.Toddsepegódeespaldasalapared,horrorizadoantelaideadequehubiesenconseguidodoblegaraKnox.
Sunombreresonóenelpasillo.—ToddAnderson.Hagerleestabaesperando.Elchicoinspiróprofundamente,alzóunmomentolos
ojosalcieloyluegoabriólapuertaysedirigióarrastrandolospieshaciaelancianoprofesor.
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PorelcaminopodíaoírlarespiraciónagobiadadeHager,aquieneseiryvenirleteníaagotado.Elancianoprofesordijoqueparasealaentradadeledificio,paradarseunmomentoderespiro.
ElchicoyelancianosubieronlentamentelosescalonesquellevabanalaoficinadeNolan.Toddimaginabaqueestabasubiendoalahorca.
Hagerlehizoentrarycerrótraséllapesadapuertaforradadecuero.Eldecanoestabaantesuescritorio,sentadoensusillón.Asuderecha,ligeramenteatrás,Toddvioconsorpresaasuspadres.
—Papá…,mamá…—Tengalabondaddesentarse,señorAnderson.Todd tomóasientoen la sillavacíaque leesperabaanteel escritoriodeNolan.
Echó una ojeada hacia sus padres, que estaban inmóviles y con el rostro sinexpresión.Toddfrotóligeramentesusmanoshúmedaslaunacontralaotra.
—SeñorAnderson—empezóNolanconautoridad—,yasabemos,grossomodo,loquehapasadoaquí.AdmiteustedhaberformadopartedeeseClubdelosPoetasMuertos,¿noesverdad?
LosojosdeTodd fuerondeNolanasuspadres.Cerró losojosyafirmócon lacabeza.
—¡Contesta!—ordenósupadre.—Sí—murmuróTodd.—Noleheoído—dijoNolan.—Sí,señor—dijoTodd,apenasmásalto.Nolanlemostróunfajodepapeles.—Aquíhayunadescripcióndetalladadeloqueeranesasreuniones.Eslaprueba
irrefutabledequesuprofesordeLetras,elseñorKeating,hasidosuinstigador,ydequeconellohaprovocadolaeclosióndecomportamientosindisciplinados.Además,estos testimonios prueban que el señorKeating, tanto en clase como fuera de ella,animó aNeil a satisfacer su inclinación por el teatro aun sabiendo que ello iba encontradelavoluntadexplícitadesuspadres.Excediéndoseescandalosamenteensusatribuciones,elseñorKeatingsehizoasíresponsabledelamuertedeNeilPerry.
NolanletendióeldocumentoaTodd.—Léalo con atención. Si no tiene nada que añadir o ninguna corrección que
hacer,entoncesleruegoquefirme.Toddtomólospapelesylosleyóatentamente.Cuandohuboacabadosulectura,
elpapelletemblabaentrelosdedos.Levantólosojos.—¿Qué…quévaapasarlealseñorKeating?—lepreguntóaNolan.Supadreselevantóyletomóporelbrazo.—Esoatinoteimporta.—Déjele, señor Anderson—le tranquilizó el decano, seguro de su victoria—.
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Siéntese,porfavor.Quieroquelosepa.Miróaladolescentealosojos.—AúnnosabemossielseñorKeatingha infringidola ley.Siéseeselcaso, la
justiciaseharácargodeél.Peroloquenosotrospodemoshacerahoramismo,ysufirmacomoladesuscompañerosnosayudaráahacerlo,esocuparnosdequeelseñorKeatingnoenseñenuncamás.
—¿Que…quenoenseñaránuncamás?—balbucióTodd.Supadreselevantóotravez.—Yabasta,Todd.Firmaesepapel.—Cálmate,querido—dijosumujer.—Pero…¡enseñarestodasuvida!—Esoatinoteconcierne—dijosupadre.—¿Y en qué os concierno a vosotros yo?—replicó el chico volviéndose a sus
padres—.ElseñorKeatingseinteresamáspormídeloquevosotroslohabéishechonunca.
El padre de Todd se irguió sobre su hijo, lívido de rabia, y le alargó unaestilográfica.
—¡Firma!Todddijoquenoconlacabeza.—Nofirmaré.—¡Todd!—sollozósumadre.—¡Esuntejidodementiras!¡Meniegoafirmar!Su padre intentó ponerle en la mano la estilográfica por la fuerza. Nolan se
levantódesuasiento.—Tantopeor—dijo—;quesufralasconsecuencias.RodeósuescritorioyfueacolocarseanteTodd.—¿CreesquepodrássalvaralseñorKeating?Túmismoacabasdeverlo,tenemos
las firmas de tus cómplices. Pero si no firmas, quedarás bajo todo el rigor delreglamentohastaelfinaldelcursoyarrestadotodaslasnochesyfinesdesemana.Ysiponestansólolospiesfueradelrecintodelcolegio,esosupondrátuexpulsiónpuraysimple.
EldecanoylospadresdeToddobservaronaladolescente,esperandounsignodecapitulación.
—Nofirmaré—repitióelchicoporfin,convozsuaveperofirme.—Entoncesvolveremosahablarestatardedespuésdelasclases—dijoNolancon
unanotadeirritaciónenlavoz.Puedesretirarte.Toddselevantóysaliódelaoficinasinmirarasuspadres.—Lo siento—dijo la señora Anderson dirigiéndose al decano cuando su hijo
hubocerradolapuertaforradadecuero—.Mesientoculpable…
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—Nuncahubiésemosdebidoenviarleaquí—dijoelseñorAnderson,mirándoselaspuntasdeloszapatos.
—Vamos,vamos—dijoNolan—.Asuedad,loschicossonmuyinfluenciables.Nosotrosledevolveremosalcaminorecto.
Aldíasiguiente,elseñorMcAllisterpaseabaporelcampusalacabezadeungrupode alumnos. En lugar de abrumarles con declinaciones, el profesor de Latín habíaoptadoporunaleccióninsituydevisu.
—Nieveesnix,nicis;edificioesaedificium,aedificii;escuela,schola,scholae…Estamodestainnovaciónpedagógicaeratambiénparaélunguiñoquelehacíaa
sucolegaapuntodepartir.El señor McAllister se detuvo y alzó los ojos hacia las ventanas de la zona
reservadaalosprofesores.PudoverlasiluetadelseñorKeating,conelrostrovueltohaciaelhorizonte.LasmiradasdelosdoshombressecruzaronyelseñorMcAllisterhizounlevegestodeadiós.Luego,suspiróyechóaandarotravez.
—Magister,magistri,maestro;arbor,arboris,árbol…Keating seapartóde laventana.Recogió los librosquehabíaenunaestantería
encimadelescritorio:Byron,Whitman,Wordsworth.Luego,pensándolomejor, losabandonó a su suerte y cerró la maleta. Echó una última ojeada a la pequeñahabitaciónydesaparecióenelpasillo,conlamaletaenlamano.
Los que habían sido sus alumnos estaban en clase de Literatura. Todd estabaencogidoensusillacomoelprimerdíadeclase,conlosojosfijosenelsuelo.Knox,MeeksyPittsnoparecíanestarmuchomejor.TodoslosantiguosmiembrosdelClubdelosPoetasMuertossesentíandemasiadoculpablescomoparaatreversesiquieraaintercambiarunamirada.SóloCameronparecíacasinormal,conlosojosfijosensucuadernocomosinada.
RecordandoeldramaqueacababadevivirWelton,lospupitresvacíosdeNeilydeCharliedejabandosenormeshuecosenlasfilasdelaclase.
La puerta se abrió de repente y el señorNolan entró en el aula. Los chicos selevantaron y no volvieron a sentarse hasta que el decano se hubo sentado ante sumesa.
—Voy a hacerme cargo de esta clase hasta los exámenes—dijomirando a sualrededor—.Encontraremosunprofesortitulardurantelasvacaciones.Bien.¿QuiénpuededecirmeenquépuntodelPritchardseencuentranustedes?
Nolanlevantólanariz,esperandounarespuestaquenollegó.—¿SeñorAnderson?—¿Enel…Pritchard?—repitióTodd,convozapenasaudible.Hojeónerviosamentesulibro.—Noleoigo,señorAnderson.
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—Yo…Creoque…Nosotros…—Señor Cameron —le interrumpió Nolan, exasperado con esos balbuceos—.
Respondausted,porfavor.—Hemos ido saltando bastante, señor. Hemos estudiado a los románticos y
algunoscapítulosdelaliteraturadedespuésdelaguerradeSecesión.—¿Ylosrealistas?—preguntóeldecano.—Creoqueloshemossaltado—respondióCameron.NolansequedóunmomentomirandoaCameronconfijeza.—Muy bien—dijo finalmente—. Empezaremos desde el principio. ¿Qué es la
poesía?Nose levantóningunamano.De repente, lapuertadel aula seabrióyel señor
Keatingaparecióenelumbral.—Hevenidoarecogermiscosas—ledijoalseñorNolan—.¿Prefiereustedque
esperehastaelfinaldelaclase?—No, recoja sus cosas, señor Keating —repuso el decano con un gesto de
impaciencia—.Señores, abran sus libros en lapáginaveintiunode la introducción.Señor Cameron, ¿quiere usted leer, por favor, el excelente prefacio del profesorPritchadsobrelaapreciacióndelapoesía?
—SeñorNolan,esapáginasehaarrancadodellibro.—Entoncescojaellibrodeunodesuscompañeros—replicóeldecano.—Todasestánarrancadas,señor.NolanmiróaKeatingconmalevolencia.—¿Quéquiereusteddecirconesodequetodasestánarrancadas?—preguntó.—Señor,nosotros…—Estábien—dijoNolan.SelevantóyletendiósupropioejemplaraCameron.—¡Lea!—«Comprender la poesía», por el doctor en letras J. Evans Pritchard. «Para
comprenderlapoesía,enprimerlugarhayquefamiliarizarseconlamétrica,elritmoylasfigurasestilísticas.Acontinuaciónhayqueplantearsedospreguntas.Enprimerlugar,¿eltemaestátratadoconarte…?»
Keatingestabadelantedesuarmario,enunrincóndelaclase.Laironíadelazar,quehabíaqueridoqueelseñorNolaneligieseleerprecisamenteeltextodePritchard,lehizoesbozar la sombradeunasonrisa.Dirigióunamiradaa susalumnos.VioaTodd,conlasfaccionescrispadasylágrimasenlosojos.VioaKnox,Pitts,Meeks…todos ellos con la cabeza gacha, demasiado avergonzados paramirarle. Suspiró y,luego,acabódesacarsuscosasyrecorrióelaulaparairhacialapuerta.
Teníayalamanoenelpomocuando,asuespalda,Toddselevantódeunsaltoyestalló:
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—¡SeñorKeating,nosobligarona firmar!—gritó,cubriendo lavozmonocordedeCameron.
Nolansequedórígidodecólera.—¡Cállese,señorAnderson!—¡Eslaverdad,señorKeating!—insistióTodd—.¡Tienequecreerme!—Lecreo—respondióKeatingconcalma,sinelmenorsignodeamargura.Nolanestabaencendidopor la indignaciónalver suautoridad tanabiertamente
escarnecida.—¡DejequesevayaelseñorKeating!—¡Peroesqueélnohizonada,señorNolan!Todd se negaba a callar.Hirviendo de indignación, el decano se precipitó a su
pupitreytratódeobligarleasentarse.—¡Siéntese,señorAnderson!¡Unapalabramásyleexpulsodelcolegio!Barriólaclaseconlamirada.—¡Yestoseaplicaatodos!¡Unasolapalabraylesexpulsodelcolegio!SedirigióentoncesaKeating.—¡Váyaseahoramismo!¡Desaparezca!Elsilenciocayósobrelaclase.Loschicosobservabanasuantiguoprofesorcon
elrabillodelojo,comosiesperasenloimposible.Keatingdudó,leshizounúltimosaludosilencioso,luegogirósobresustalones.Sedisponíaasalirdelaclasecuandounavozledetuvoenseco.
—¡Oh,Capitán!¡MiCapitán!LavozderepenteclarayfirmedeToddacababadesonarenelaula.Todas las
miradas convergieron sobre él. Lentamente, con firmeza, Todd puso un pie en elasientoysesubióalpupitre.Tragándoselaslágrimas,semantuvoinmóvil,saludandoasíasuprofesor.
Desconcertado por un momento ante la incongruencia de ese gesto y por laextrañadignidadquerevestía,eldecanoseencontrabayaalbordedelaapoplejía.
—¡Baje!¡Esunaorden!—aulló,dandounapatadaenelsuelo.Pero,mientrassedesgañitabaalospiesdeTodd,sevioderepenteaKnox,enel
otro extremode la clase, que repetía el gestode su compañero, alzándose sobre elpupitre. Un ramalazo de pánico pasó por los ojos del decano. Reuniendo todo suvalor,Meekssesubiótambiénasumesa.Pittsleimitó.Unotrasotro,galvanizadospor su ejemplo, los alumnos se levantaron para ofrecerle un último saludo a suprofesor.Sólounoscuantos,entreellosCameron,abrumadosporelmiedooporlosremordimientos,sequedaronsentados,conlacabezaentreloshombros.
Nolanhabía renunciadoahacerseconel controlde la claseymirabacon furiamezcladaconestuporelhomenajequeselerendíaalseñorKeating.
Embargadopor laemoción,éstenosehabíamovido,yallíestaba,con losojos
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brillantes.—Gracias,señores—dijosencillamente,conun tembloren lavoz—.Graciasa
todos.MiróaToddalosojos,yluegoatodoslosPoetasMuertos.Despuésdehacerun
último gesto con la cabeza, abandonó el aula, y el colegioWelton, dejando a loschicosenpiesobresuspupitres,dueñosdesímismosydesusdestinos.
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NANCY H. KLEINBAUM, (30/08/1948 -) es una periodista, y autora que hapublicado libros para niños. Algunos de los títulos publicados de Nancy H.Kleinbaumincluyen:Elclubdelospoetasmuertos,DoctorDolittleysu familiadeanimales,ViajesdelDoctorDolittle,yDoctorDolittlecumpleconlosPushmipullyu.
Estudió en la Universidad de Northwestern de Evanston, de 1966 a 1970.Actualmentetrabajaenelmagazine«Lifestyles».
NancyH.Kleinbaumestácasaday tienetreshijos.ViveenMountKisco,enelestadodeNuevaYork,EE.UU.
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