el arte de la felicidad dalai lama y howard c. cutler

847

Upload: marenperez

Post on 28-Jul-2015

160 views

Category:

Spiritual


4 download

TRANSCRIPT

A menudo los sentimientos simplesson los más difíciles de expresar, ynecesitamos una voz sabia que nosguíe para conocernos mejor yejercer esa compasión afectuosaque nos une a los demás.En El arte de la felicidad es el DalaiLama quien nos habla, y de élrecibimos el mensaje sereno de unhombre que ha conquistado la pazinterior y sabe que la felicidad no esun don, sino un arte que exigevoluntad y práctica.Lejos de las grandes teorías y muycerca de las preocupaciones

cotidianas de cada cual, denuestros miedos y nuestros deseos,el maestro se ha servido de laayuda de un psiquiatra occidentalpara entregamos unas palabras quenos orienten en la vida diaria. Sóloasí seremos capaces de convertir eldeber de vivir en el placer desentimos vivos en un mundo dondecasi todo es posible, incluso lafelicidad.

Dalai Lama y Howard C.Cutler

El arte de la

felicidadUn nuevo mensaje para nuestra

vida cotidiana

ePUB v1.2Gigio 17.08.12

Título original: The Art of HappinessTraducción: José Manuel PomaresDalai Lama XIV y Howard C. Cutler,1998.

Al lector.Que encuentre usted la felicidad.

Nota del autorEste libro recoge las extensas

conversaciones mantenidas con el DalaiLama. Las entrevistas privadas que tuvecon él en Arizona y la India obedecíanal propósito de colaborar en el proyectode presentar sus puntos de vista acercade cómo llevar una vida más feliz,complementados con mis observacionesy comentarios desde la perspectiva deun psiquiatra occidental.Generosamente, el Dalai Lama mepermitió dar al libro el carácter que mepareciera más adecuado para transmitir

sus ideas. Consideré que el modonarrativo que el lector encontrará enestas páginas favorecería la lectura y lacomprensión, al mismo tiempo quepermitiría mostrar cómo el Dalai Lamaincorpora sus ideas a su propia vidacotidiana. Así pues, y contando con laaprobación del Dalai Lama, heorganizado este libro según elcontenido, lo cual en ocasiones me hallevado a combinar e integrar materialesextraídos de conversaciones diferentes.Allí donde me ha parecido necesariopara la claridad o la integración delconjunto, he introducido materialprocedente de las conferencias y charlas

que pronunció en Arizona, para lo quehe contado igualmente con suaprobación. El doctor Thupten Jinpa,intérprete del Dalai Lama, revisóamablemente el manuscrito final paraasegurarse de que no se hubieranproducido distorsiones inadvertidas delas ideas del Dalai Lama comoconsecuencia del proceso editorial.

He presentado historias personalespara ilustrar las ideas que aquí seanalizan. Con el propósito de mantenerla confidencialidad y proteger laintimidad he cambiado en cada caso losnombres y alterado detalles ycaracterísticas identificadoras de las

personas reales.

IntroducciónEncontré al Dalai Lama en un

vestuario de baloncesto, momentos antesde que pronunciara una conferencia anteseis mil personas en la UniversidadEstatal de Arizona. Tomaba serenamenteuna taza de té, en perfecto estado dereposo.

—Su Santidad, si estáispreparado…

Se levantó con energía y, sin lamenor vacilación, abandonó el vestuariopara salir al espacio situado entrebastidores, repleto de periodistas,

fotógrafos, personal de seguridad yestudiantes, de seguidores, curiosos yescépticos. Avanzó entre la multitud conuna amplia sonrisa, saludando a la genteal pasar. Finalmente, apartó una cortina,salió al escenario, se inclinó, juntó lasmanos y sonrió. Fue acogido con unaestruendosa salva de aplausos. Apetición suya, no se apagaron las lucesdel local, de modo que pudiera ver conclaridad a su público, y durante un ratose limitó a permanecer allí de pie,contemplando al público con unainconfundible Y cálida expresión debuena voluntad. Para quienes no habíanvisto antes al Dalai Lama, su túnica

monacal, marrón y azafrán, quizáhubiera causado una impresión un tantoexótica, pero él puso rápidamente demanifiesto su notable capacidad paraestablecer una relación de empatía consu público al sentarse e iniciar suconferencia.

—Creo que ésta es la primera vezque me reúno con la mayoría de ustedes.Pero para mí no existe gran distanciaentre un viejo amigo y uno nuevo,porque siempre he creído que todossomos iguales; todos somos sereshumanos. Naturalmente, puede haberdiferencias en cuanto al bagaje culturalo el estilo de vida, puede haber

diferencias en nuestra fe, o quizátengamos un color de piel diferente,pero todos somos seres humanos,compuestos por un cuerpo humano y unamente humana. Nuestra estructura físicaes la misma, como también lo es nuestramente y nuestra naturaleza emocional.Cada vez que conozco a una personatengo la sensación de que me encuentrocon un ser humano como yo mismo. Creoque con esa actitud resulta mucho másfácil comunicarse con los demás.Cuando ponemos de relievecaracterísticas específicas, como porejemplo que yo soy tibetano o budista,surgen las diferencias. Pero esas cosas

son secundarias. Si somos capaces dedejar las diferencias a un lado, creo quepodemos comunicamos fácilmente,intercambiar ideas y compartirexperiencias.

De este modo, el Dalai Lama inicióen 1993 una serie de conferencias enArizona que duró una semana. Losplanes para visitar Arizona se habíanpuesto en marcha una década antes,cuando nos conocimos, durante mi visitaa Dharamsala, India, gracias a unapequeña beca para estudiar medicinatibetana tradicional. Dharamsala es unhermoso y tranquilo pueblo enclavadoen la ladera de una montaña, en las

estribaciones del Himalaya. Ha sido,durante casi cuarenta años, la sede delgobierno tibetano en el exilio, desde queel Dalai Lama, junto con cien milcompatriotas suyos, huyó del Tíbetdespués de la brutal invasión delejército chino. Durante mi estancia enDharamsala conocí a varios miembrosde la familia del Dalai Lama, ya travésde ellos se organizó mi primer encuentrocon él.

En su conferencia pronunciada en1993, el Dalai Lama habló de laimportancia de relacionamos comomeros seres humanos y desplegó esacualidad que fue el rasgo más

característico de nuestra primeraconversación en su hogar, en 1982.Parecía tener una capacidad poco comúnpara hacer que uno se sintieracompletamente a gusto en su presencia,para crear con rapidez una conexiónsencilla y directa, con un semejante.Nuestro primer encuentro duro unoscuarenta y cinco minutos y como les hasucedido a otras muchas personas, salíde la reunión muy animado, con laimpresión de que acababa de conocer aun hombre verdaderamente excepcional.

A medida que mis contactos con elDalai Lama se intensificaron durante losaños que siguieron, pude apreciar

gradualmente sus numerosas y singularescualidades. Posee una inteligenciapenetrante, pero sin artificio, una granamabilidad, pero desprovista desentimentalismos excesivos, un granhumor, pero sin frivolidad, así comocapacidad para estimular e inspirar sinprovocar un temor reverencial como handescubierto muchos.

Con el transcurso del tiempo terminépor convencerme de que el Dalai Lamahabía aprendido a vivir con un sentidode plenitud y un grado de serenidad quenunca había visto en ninguna otrapersona. Decidí identificar losprincipios que le permitían conseguirlo:

Aunque es un monje budista, con todauna vida de formación y estudio, empecéa preguntarme si era posible recopilarun conjunto de sus creencias o prácticaspara ser utilizadas por quienes, no sonbudistas, prácticas que pudiéramosintroducir en nuestras vidas para sersimplemente más felices, fuertes y,quizá, menos temerosos.

Finalmente, tuve la oportunidad deindagar sus puntos de vista con mayorprofundidad, de reunirme con éldiariamente durante su estancia enArizona y más tarde de mantenerconversaciones más amplias en suhogar, en la India. En nuestras pláticas,

no tardé en descubrir que teníamosalgunos obstáculos que superar mientrasforcejeábamos para reconciliar nuestrasperspectivas diferentes: La suya demonje budista y la mía de psiquiatraoccidental. Inicié, por ejemplo, una denuestras primeras sesiones planteándoleciertos problemas humanos corrientes,que ilustré con varios ejemplosexpuestos con amplitud. Tras haberledescrito a una mujer que persistía enmantener comportamientosautodestructivos, le pregunté siencontraba alguna explicación para esaconducta y qué consejos podía ofrecer.Quede desconcertado cuando, tras una

prolongada y silenciosa reflexión, selimitó a decirme:

—No lo sé —y, con un encogimientode hombros, se echó a reírbondadosamente.

Al observar mi expresión desorpresa y desilusión por esta respuesta,el Dalai Lama me dijo:

—A veces resulta muy difícilexplicar por qué las personas hacen loque hacen… A menudo descubrirá queno hay explicaciones sencillas. Situviéramos que entrar en detalles de lasvidas individuales, y siendo la mente delser humano tan compleja, sería bastantedifícil comprender lo que está

ocurriendo exactamente.Pensé que con esas palabras sólo

trataba de escurrir el bulto.—Pero, como psicoterapeuta, mi

tarea consiste principalmente endescubrir por qué las personas actúan dedeterminada manera —le dije.

Se echó a reír una vez más, con esarisa que a muchas personas les parecetan extraordinaria, impregnada de humory buena voluntad, nada afectada niazorada, que se inicia con una profundaresonancia y asciende sin esfuerzovarias octavas, para terminar con undelicioso tono agudo.

—Creo que sería extremadamente

difícil tratar de imaginar cómo funcionanlas mentes de millones de personas —observó, sin dejar de reír—. ¡Sería unatarea imposible! Desde el punto de vistabudista son muchos los factores quecontribuyen a cualquier acontecimientoo situación dada… De hecho, puedehaber tantos factores que a veces esimposible encontrar una explicacióncompleta de lo que ocurre, al menos entérminos convencionales.

Al observar cierta inquietud en mí,añadió:

—Creo que el enfoque occidentaldifiere en algunos aspectos del enfoquebudista, sobre todo cuando se trata de

determinar el origen de los problemasde la persona. En los modosoccidentales de análisis subyace unamuy fuerte tendencia racionalista, lasuposición de que todo puedeexplicarse. Y también hay limitacionesbasadas en determinadas premisas quese dan por indiscutibles. Recientemente,por ejemplo, me reuní con unos médicosde la facultad de Medicina de laUniversidad. Hablaban sobre el cerebroy afirmaron que los pensamientos y lossentimientos eran el resultado dereacciones químicas y cambios que seoperaban en él. Así pues, les planteé unapregunta: ¿es posible concebir una

secuencia inversa, que el pensamientogenere cambios químicos en el cerebro?Lo más interesante para mí fue larespuesta que dio uno de los científicos:«Partimos de la premisa de que todoslos pensamientos son producto ofunciones de reacciones químicas en elcerebro». Así pues, se trata simplementede una especie de dogma, de la decisiónde no enfrentarse a una arraigada manerade pensar.

Guardó un momento de silencio,antes de continuar.

—En la moderna sociedadoccidental parece dominar un potentecondicionamiento cultural basado en la

ciencia. En algunos casos, sin embargo,las premisas y parámetros básicos de laciencia occidental pueden limitar sucapacidad para abordar ciertasrealidades. Mas tenéis, por ejemplo, laidea limitadora de que todo se puedeexplorar dentro de la estructura de unasola vida, y la combináis con la nociónde que todo puede y tiene que serexplicado. Pero cuando os encontráiscon fenómenos que no podéis explicar,surge una especie de tensión que es casiun sentimiento de angustia.

A pesar de darme cuenta de quehabía algo de verdad en lo que decía, alprincipio me resultó difícil de aceptar.

—Bueno, en la psicologíaoccidental, cuando nos encontramos concomportamientos humanos quesuperficialmente son difíciles deexplicar, utilizamos ciertos enfoquespara comprender lo que está sucediendo.Por ejemplo, la idea de que la parteinconsciente o subconsciente de la mentejuega un papel destacado. Creemos quea veces el comportamiento puede ser elresultado de procesos psicológicos delos que no somos conscientes, comocuando se actúa de una determinadaforma para evitar un temor subyacente.Sin que seamos conscientes de ello,ciertos comportamientos pueden estar

motivados por el deseo de no permitirque aquellos temores lleguen hastanuestra conciencia, para no vernosobligados a experimentar el desagradoque asociamos a ellos.

—En el budismo —dijo trasreflexionar un momento— existe la ideade las disposiciones y huellas dejadaspor ciertos tipos de experiencia, algosimilar a la idea del inconsciente en lapsicología occidental. En el pasado, porejemplo, puede haber ocurrido algúnacontecimiento que ha dejado una huellamuy fuerte en la mente. Una huella quequizá ha permanecido oculta y queafecta al comportamiento. Existe, pues,

esta idea de que algo puede serinconsciente…, que nos afecta sin queseamos conscientes de ello. Encualquier caso, creo que el budismopuede aceptar muchas de las hipótesisplanteadas por los teóricos occidentales,pero que además de eso añade otras. Porejemplo, el condicionamiento y lashuellas dejados por vidas anteriores. Enla psicología occidental, sin embargo,creo que existe una tendencia a subrayaren exceso el papel del inconsciente a lahora de buscar el origen de losproblemas. Creo que eso proviene dealgunos de los supuestos básicos de lapsicología occidental, que no acepta,

por ejemplo, la idea de que las huellasque observamos en esta vida puedanproceder de una vida anterior, así comoel supuesto de que todo tieneexplicación dentro de esta vida. Asípues, cuando no puedes encontrar lacausa de ciertos comportamientos oproblemas parece la tendencialocalizada siempre en el inconsciente.Es como si hubieras perdido algo ydecidieras que el objeto se encuentra enesta habitación. Una vez tomada esadecisión, ya has fijado tus parámetros yexcluido la posibilidad de que el objetose encuentre en otra habitación. Así quecontinúas buscando aquí sin cesar, pero

no encuentras lo perdido, a pesar de locual sigues suponiendo que está en estahabitación.

Al principio quise dar a este libro uncarácter de obra de autoayudaconvencional en la que el Dalai Lamapresentaría soluciones claras y sencillasa todos los problemas de la vida. Tuvela impresión de que, utilizando misconocimientos psiquiátricos, podríacodificar sus puntos de vista en unaserie de instrucciones fáciles acerca decómo dirigir la vida cotidiana. Al finalde nuestra serie de reuniones ya había

abandonado esa idea. Descubrí que suenfoque implicaba un análisis muchomás amplio y complejo, de innumerablesmatices.

Poco a poco, sin embargo, empecé aescuchar la única nota que él hacíaresonar constantemente. Es una nota deesperanza, que se basa en la convicciónde que, aun cuando alcanzar la felicidadverdadera y perpetua no es nada fácil, esalgo que a pesar de todo puedeconseguirse. Bajo todos los métodos delDalai Lama hay un sustrato deconvicciones básicas: la convicción dela dulzura y la bondad fundamentales detodos los seres humanos, la convicción

del valor de la compasión, la convicciónde que existe una actitud de amabilidady un sentido de comunidad entre todaslas criaturas vivas.

A medida que se desplegaba sumensaje me quedaba cada vez más claroque sus convicciones no se basan en unafe ciega o en el dogma religioso, sinomás bien en un sano razonamiento y enla experiencia directa. Su comprensiónde la mente y del comportamientohumanos se fundamentan en toda unavida de estudio. Sus puntos de vista sehallan enraizados en una tradición dedos mil quinientos años, pero también enel sentido común y en una profunda

comprensión de los problemasmodernos. Su valoración de los temascontemporáneos es resultado de lasingular posición que ocupa, que le hapermitido recorrer el mundo muchasveces, exponerse a muchas culturas ypersonas diferentes, pertenecientes atodos los ámbitos de la vida,intercambiar ideas con destacadoscientíficos y dirigentes religiosos ypolíticos. Lo que surge en últimotérmino es un enfoque impregnado desabiduría para afrontar los problemashumanos, un enfoque que es a la vezoptimista y realista.

En este libro he intentado presentar

al Dalai Lama a un públicofundamentalmente occidental. Heincluido amplios resúmenes de susenseñanzas públicas y de nuestrasconversaciones privadas. Enconsonancia con mi propósito de otorgarmás espacio y relieve a nuestras vidascotidianas, en ocasiones he preferidoomitir partes de los análisis del DalaiLama relacionados con aspectos másfilosóficos del budismo tibetano. Alfinal de este volumen el lectorinteresado en una exploración másprofunda del budismo tibetanoencontrará una reseña bibliográfica dela obra del Dalai Lama.

Primera parte: Elpropósito de la vida

Capítulo 1: El derechoa la felicidad

«Creo que el propósito fundamentalde nuestra vida es buscar la felicidad.Tanto si se tienen creencias religiosascomo si no, si se cree en tal o cualreligión, todos buscamos algo mejor enla vida. Así pues, creo que elmovimiento primordial de nuestra vidanos encamina en pos de la felicidad».

Con estas palabras, pronunciadasante numeroso público en Arizona, elDalai Lama abordó el núcleo de sumensaje. Pero la afirmación de que el

propósito de la vida es la felicidad meplanteó una cuestión. Más tarde, cuandonos hallábamos a solas, le pregunté:

—¿Es usted feliz?—Sí —me contestó y, tras una

pausa, añadió—: Sí, definitivamente. —Había sinceridad en su voz, de eso nocabía duda, una sinceridad que sereflejaba en su expresión y en sus ojos.

—Pero ¿es la felicidad un objetivorazonable para la mayoría de nosotros?—pregunté—. ¿Es realmente posiblealcanzarla?

—Sí. Estoy convencido de que sepuede alcanzar la felicidad mediante elentrenamiento de la mente.

Desde un nivel humano básico, heconsiderado la felicidad como unobjetivo alcanzable, pero comopsiquiatra me he sentido obligado porobservaciones como la de Freud: «Unose siente inclinado a pensar que lapretensión de que el hombre sea "feliz"no está incluida en el plan de la"Creación". Este tipo de formaciónhabía llevado a muchos psiquiatras a latremenda conclusión de que lo máximoque cabía esperar era la transformaciónde la desdicha histérica en la infelicidadcomún». Desde ese punto de vista laafirmación de que existía un caminoclaramente definido que conducía a la

felicidad parecía bastante radical. Alcontemplar retrospectivamente mis añosde formación psiquiátrica, apenasrecordaba haber escuchado mencionar lapalabra «felicidad», ni siquiera comoobjetivo terapéutico. Naturalmente, sehabla mucho de aliviar los síntomas dedepresión o ansiedad del paciente, deresolver los conflictos internos o losproblemas de relación, pero nunca conel objetivo expreso de alcanzar lafelicidad.

El concepto de felicidad siempre haparecido estar mal definido enOccidente, siempre ha sido elusivo einasible. «Feliz», en inglés, deriva de la

palabra islandesa happ, que significa«suerte» o «azar». Al parecer, estepunto de vista sobre la naturalezamisteriosa de la felicidad está muyextendido. En los momentos de alegríaque trae la vida, la felicidad parecellovida del cielo. Para mi menteoccidental, no se trataba de algo que sepueda desarrollar y mantenerdedicándose simplemente a «formar lamente».

Al plantear esta objeción, el DalaiLama se apresuró a explicar:

—Al decir «entrenamiento de lamente» en este contexto no me estoyrefiriendo a la «mente» simplemente

como una capacidad cognitiva ointelecto. Utilizo el término más bien enel sentido de la palabra tibetana sem,que tiene un significado mucho másamplio y más cercano al de «psique» o«espíritu», y que incluye intelecto ysentimiento, corazón y cerebro. Alimponer una cierta disciplina internapodemos experimentar unatransformación de nuestra actitud, detoda nuestra perspectiva y nuestroenfoque de la vida. Hablar de estadisciplina interna supone señalarmuchos factores y quizá tambiéntengamos que referirnos a muchosmétodos. Pero, en términos generales,

uno empieza por identificar aquellosfactores que conducen a la felicidad ylos que conducen al sufrimiento. Una vezhecho eso, es necesario eliminargradualmente los factores que llevan alsufrimiento mediante el cultivo de losque llevan a la felicidad. Ése es elcamino.

El Dalai Lama afirma haberalcanzado un cierto grado de felicidadpersonal. Durante la semana que pasó enArizona observé que la felicidadpersonal se manifiesta en él como unasencilla voluntad de abrirse a los demás,

de crear un clima de afinidad y buenavoluntad, incluso en los encuentros debreve duración.

Una mañana, después de pronunciaruna conferencia, el Dalai Lamacaminaba por un patio exterior, deregreso a su habitación del hotel,acompañado por su séquito habitual. Alver a una de las camareras ante losascensores, se detuvo y le preguntó:

—¿De dónde es usted?Por un momento, la mujer pareció

desconcertada ante ese extranjerocubierto por una túnica marrón, yextrañada ante la deferencia que ledemostraba su séquito.

—De México —contestótímidamente con una sonrisa.

Él habló brevemente con ella y luegocontinuó su camino, dejando a la mujercon una expresión de entusiasmo ysatisfacción en el rostro. A la mañanasiguiente, a la misma hora, estaba en elmismo lugar, acompañada por otracamarera. Las dos saludaroncálidamente al Dalai Lama cuando entróen el ascensor. La interacción fue breve,pero las dos mujeres parecieronsonrojarse de felicidad. En los días quesiguieron, en el mismo lugar y a lamisma hora, se veía allí a miembros delpersonal, hasta que, al final de la

semana, había docenas de camareras,con sus almidonados uniformes grises yblancos, formando una fila que seextendía a lo largo del camino queconducía a los ascensores.

Nuestros días están contados. Eneste momento, muchos miles de seresnacen en el mundo, algunos destinados avivir sólo unos pocos días o semanas,para luego sucumbir a la enfermedad ocualquier otra desgracia. Otros estándestinados a vivir hasta un siglo, inclusomás, y a experimentar todo lo que lavida nos puede ofrecer: triunfo,

desesperación, alegría, odio y amor.Pero tanto si vivimos un día como unsiglo, sigue en vigor la preguntacardinal: ¿cuál es el propósito denuestra vida?

«El propósito de nuestra existenciaes buscar la felicidad». Esta afirmaciónparece dictada por el sentido común, ymuchos pensadores occidentales hanestado de acuerdo con ella, desdeAristóteles hasta William James. Pero¿acaso una vida basada en la búsquedade la felicidad personal no es, pornaturaleza, egoísta e incluso pocojuiciosa? No necesariamente. De hecho,muchas investigaciones han demostrado

que son las personas desdichadas lasque tienden a estar más centradas en símismas; son a menudo retraídas,melancólicas e incluso propensas a laenemistad. Las personas felices, por elcontrario, son generalmente mássociables, flexibles y creativas, máscapaces de tolerar las frustracionescotidianas y, lo que es más importante,son más cariñosas y compasivas que laspersonas desdichadas.

Los investigadores han realizadoalgunos experimentos interesantes quedemuestran que las personas felicesposeen una voluntad de acercamiento yayuda con respecto a los demás. Han

podido, por ejemplo, inducir un estadode ánimo alegre en un individuoorganizando una situación por la queéste encontraba dinero en una cabinatelefónica. Uno de los experimentadores,totalmente desconocido para el sujeto,pasaba aliado de él y simulaba unpequeño accidente dejando caer losperiódicos que llevaba. Losinvestigadores deseaban saber si elsujeto se detendría para ayudar alextraño. En otra situación, se elevaba elestado de ánimo de los sujetos mediantela audición de una comedia musical yluego se les acercaba alguien parapedirles dinero. Los investigadores

descubrieron que las personas que sesentían felices eran más amables, encontraste con un «grupo de control» deindividuos a los que se les presentaba lamisma oportunidad de ayudar pero cuyoestado de ánimo no había sidoestimulado.

Aunque esta clase de experimentoscontradicen la noción de que labúsqueda y el alcance de la felicidadpersonal conducen al egoísmo y alensimismamiento, todos podemos llevara cabo un experimento de esta índolecon resultados similares. Supongamos,por ejemplo, que nos encontramos en unatasco de tráfico. Después de veinte

minutos de espera, los vehículosempiezan a moverse con lentitud. Vemosentonces a otro coche que nos haceseñales para que le permitamos entrar ennuestro carril y situarse delante denosotros. Si nos sentimos de buenhumor, lo más probable es que frenemosy le cedamos el paso. Pero si nossentimos irritados, nuestra respuestaconsiste en acelerar y ocuparrápidamente el hueco. «Yo llevo tantaprisa como los demás». Empezamos,pues, con la premisa básica de que elpropósito de nuestra vida consiste enbuscar la felicidad. Es una visión de ellacomo un objetivo real, hacia cuya

consecución podemos dar pasospositivos. Al empezar a identificar losfactores que conducen a una vida másfeliz, aprenderemos que la búsqueda dela felicidad produce beneficios, no sólopara el individuo, sino también para lafamilia de éste y para el conjunto de lasociedad.

Capítulo 2: Lasfuentes de la felicidad

Hace dos años, una amiga mía tuvoun inesperado golpe de suerte.Dieciocho meses antes de tenerlo habíadejado su trabajo como enfermera paraasociarse con dos amigos en unapequeña empresa de serviciossanitarios. El nuevo negocio tuvo unéxito fulgurante y, al cabo de dieciochomeses, fue adquirido por una granempresa, que les pagó una enorme suma.Tras unos inicios modestos, mi amigaentró en posesión de un patrimonio que

le permitió retirarse a la edad de treintay dos años. La vi no hace mucho y lepregunté cómo disfrutaba de sujubilación anticipada.

—Bueno —me contestó—, esmagnífico poder viajar y hacer todas lascosas que siempre he deseado. Sinembargo —añadió—, aunque parezcaextraño, después del entusiasmo porhaber ganado tanto dinero, todo volviómás o menos a la normalidad. Claro queahora tengo una casa nueva y muchasmás cosas, pero en conjunto no creo quesea mucho más feliz que antes.

Aproximadamente por la mismaépoca en que mi amiga obtenía sus

inesperados beneficios, otro amigo míode la misma edad descubrió que eraseropositivo. Hablamos acerca de cómoafrontaba su nueva situación.

—Naturalmente, al principio estabadesolado —me dijo—. Y tardé casi unaño en aceptar el hecho de que tenía elvirus del sida. Pero las cosas hancambiado este último año. Tengo laimpresión de que cada día recibo muchomás que antes y me siento mas feliz quenunca. Parece como si hubieraaprendido a apreciar las cosascotidianas y me siento agradecido por elhecho de que, hasta el momento, no hayadesarrollado ningún síntoma grave y

pueda disfrutar realmente de las cosasque tengo. Y aunque, desde luego,preferiría no ser seropositivo, tengo queadmitir que eso ha transformado mi vidaen algunos aspectos…, yfavorablemente.

—¿De qué forma? —le pregunté.—Bueno, siempre he mostrado

tendencia a ser un consumadomaterialista. Durante el pasado año, sinembargo, el hecho de habermereconciliado con mi destino me dioacceso a un mundo completamentenuevo. Por primera vez en mi vida heempezado a explorar la espiritualidad, aleer muchos libros sobre el tema y

hablar con la gente, a descubrir muchascosas que antes ni siquiera imaginabaque existieran. Eso hace que me sientamuy animado simplemente al levantarmepor la mañana, ansiando ver qué traeráel nuevo día.

Estas dos personas ilustran unacuestión esencial: que la felicidad estádeterminada más por el estado mentalque por los acontecimientos externos. Eléxito puede dar como resultado unasensación temporal de regocijo, o latragedia puede arrojamos a un períodode depresión, pero nuestro estado deánimo tiende a recuperar tarde otemprano un cierto tono normal. Los

psicólogos llaman «adaptación» a esteproceso, y todos podemos observarcómo actúa en nuestra vida cotidiana: unaumento de sueldo, un coche nuevo o elreconocimiento por parte de nuestrossemejantes pueden levantar nuestroánimo durante un tiempo, pero notardamos en regresar a nuestro nivelhabitual. Del mismo modo, la discusióncon un amigo, el tener que dejar el cocheen el taller o algún contratiempo nosdeja abatidos, pero nos volvemos aanimar en cuestión de días.

Esta tendencia no se limita a ser unarespuesta a hechos triviales, sino que semuestra en condiciones más extremas de

triunfo o de desastre. Lasinvestigaciones realizadas con losganadores de la lotería estatal de Illinoiso la lotería británica descubrieron que elentusiasmo inicial terminaba pordesaparecer y los individuos regresabana su estado de animo habitual. Otrosestudios han demostrado que inclusoquienes se han visto afectados poracontecimientos catastróficos, como elcáncer, la ceguera o la parálisis, suelenrecuperar o aproximarse mucho a sunivel anímico normal después de unperíodo de adaptación.

Así pues, si siempre regresamos anuestro nivel habitual, con

independencia de las condicionesexternas que nos afectan, ¿qué es lo quedetermina ese nivel habitual? Y, lo quees más importante, ¿se puede modificareste y establecer un nivel superior?Recientemente, algunos Investigadoreshan argumentado que el nivel debienestar de cada individuo estádeterminado genéticamente, al menoshasta cierto punto: estudios como el queha descubierto que los gemelosunivitelinos o idénticos (que compartenla misma dotación genética) tienden amostrar niveles anímicos muy similares,al margen de que fueran educados juntoso separados, han inducido a los

investigadores a postular la existenciade una tendencia determinadabiológicamente, presente ya en elcerebro en el momento de nacer.

Pero aunque la dotación genéticatuviera un papel en la felicidad cuyaimportancia aún no se ha establecido, lamayoría de los psicólogos están deacuerdo en que, al margen de ella,podemos trabajar con el «factor mental»e intensificar las sensaciones quetenemos de felicidad. Ello se debe a quenuestra felicidad cotidiana estádeterminada en buena medida pornuestra perspectiva. De hecho, que nossintamos felices o desdichados en un

momento determinado frecuentementetiene que ver sobre todo con la forma depercibir nuestra situación, con losatisfechos que nos sintamos con lo quetenemos actualmente.

LA MENTE QUE COMPARA

¿Qué define nuestra percepción ynivel de satisfacción? Esas sensacionesestán fuertemente influidas por nuestratendencia a comparar. Al compararnuestra situación actual con nuestropasado y descubrir que estamos mejor,nos sentimos felices. Eso sucede cuando

nuestros ingresos saltan, por ejemplo, de20.000 a 30.000 dólares anuales; perono es la cantidad absoluta lo que noshace felices, como descubrimos encuanto nos acostumbramos a los nuevosingresos y ciframos nuestra felicidad enla consecución de 40.000 dólaresanuales. Miramos también a nuestroalrededor y nos comparamos con losdemás. Por mucho que ganemos,tendemos a sentimos insatisfechos si elvecino está ganando más. Los atletasprofesionales se quejan de ganar sólouno, dos o tres millones de dólarescuando se citan los ingresos superioresde un compañero de equipo. Esta

tendencia parece apoyar la definición deH. L. Mencken de un hombre rico:alguien que gana cien dólares más que elmarido de su cuñada.

Vemos, pues, que nuestrossentimientos de satisfacción dependen amenudo de tales comparaciones.Naturalmente, también las establecemosrespecto a otras cosas. La comparaciónconstante con quienes son más listos,más atractivos y obtienen más triunfosque nosotros tiende a alimentar laenvidia, la frustración y la infelicidad.Pero también podemos utilizar estaactitud de una forma positiva; es posibleintensificar nuestra sensación de

satisfacción vital parangonándonos conaquellos que son menos afortunados yapreciando lo que poseemos. Losinvestigadores han llevado a cabo unaserie de experimentos que demuestranque el nivel de satisfacción vital seeleva al cambiar simplemente laperspectiva y considerar situacionespeores. Durante un estudio se mostró amujeres de la Universidad deWisconsin, en Milwaukee, imágenes delas condiciones de vida extremadamenteduras reinantes en dicha ciudad aprincipios de siglo, o se les pidió queimaginaran y escribieran sobrehipotéticas tragedias personales, como

resultar quemadas o desfiguradas.Después de esto, se pidió a las mujeresque calificaran la calidad de sus vidas.El ejercicio tuvo como resultado unincremento de satisfacción en su juicio.En otro experimento, llevado a cabo enla Universidad Estatal de Nueva Yorken Buffalo, se pidió a los sujetos quecompletaran la frase «Me sientocontento de no ser un…». Tras haberrepetido cinco veces este ejercicio, lossujetos experimentaron un claro aumentode su sensación de satisfacción vital.Los investigadores pidieron a otro grupoque completara la frase «Desearíaser…». Esta vez, el experimento dejó a

los sujetos más insatisfechos con susvidas.

Estos experimentos, que muestranque podemos aumentar o disminuirnuestra sensación de satisfaccióncambiando nuestra perspectiva, indicancon claridad el papel de la actitudmental.

El Dalai Lama explica:—Aunque es posible alcanzar la

felicidad, ésta no es algo simple. Existenmuchos niveles. En el budismo, porejemplo, se hace referencia a los cuatrofactores de la realización o felicidad:riqueza, satisfacción mundana,espiritualidad e iluminación. Juntos,

abarcan la totalidad de las expectativasde felicidad de un individuo.

»Dejemos de lado por un momentolas más altas aspiraciones religiosas oespirituales, como la perfección y lailuminación, y abordemos la alegría y lafelicidad tal como las entendemos desdeuna perspectiva mundana. Dentro de estecontexto, hay ciertos elementos claveque contribuyen a la alegría y lafelicidad. La buena salud, por ejemplo,se considera un elemento necesario deuna vida feliz. Otra fuente de felicidadson nuestras posesiones materiales o elgrado de riqueza que acumulamos. Ytambién tener amistades o compañeros.

Todos reconocemos que, para disfrutarde una vida plena, necesitamos de uncírculo de amigos con los que podamosrelacionamos emocionalmente y en losque podamos confiar.

»Todos estos factores son, de hecho,fuentes de felicidad. Pero para que unindividuo pueda utilizarlos plenamentecon el propósito de disfrutar de una vidafeliz y realizada, la clave se encuentraen el estado de ánimo. Es lo esencial.

»Si utilizamos de forma positivanuestras circunstancias favorables, comola riqueza o la buena salud, éstas puedentransformarse en factores quecontribuyan a alcanzar una vida mas

feliz. Y, naturalmente, disfrutamos denuestras posesiones materiales, éxito,etcétera. Pero sin la actitud mentalcorrecta, sin atención a ese factor, esascosas tienen muy poco impacto sobrenuestros sentimientos a largo plazo. Si,por ejemplo, se abrigan sentimientos deodio o de intensa cólera se quebranta lasalud, destruyendo así una de lascircunstancias favorables. Cuando unose siente infeliz o frustrado, el bienestarfísico no sirve de mucha ayuda. Por otrolado, si se logra mantener un estadomental sereno y pacífico, se puede seruna persona feliz aunque se tenga unasalud deficiente. Aun teniendo

posesiones maravillosas, en un momentointenso de cólera o de odio nos gustaríatirado todo por la borda, romperlo todo.En ese momento, las posesiones nosignifican nada. En la actualidad haysociedades materialmente muydesarrolladas en las que mucha gente nose siente feliz. Por debajo de la brillantesuperficie de opulencia hay una especiede inquietud que conduce a lafrustración, a peleas innecesarias, a ladependencia de las drogas o del alcoholy, en el peor de los casos, al suicidio.No existe, pues, garantía alguna de quela riqueza pueda proporcionar, por sísola, la alegría o la satisfacción que se

buscan. Lo mismo cabe decir de losamigos. Desde el punto de vista de lacólera o el odio, hasta el amigo másíntimo parece glacial y distante.

»Todo esto muestra la tremendainfluencia que tiene el estado mentalsobre nuestra experiencia cotidiana. Portanto, debemos tomamos ese factor muyseriamente.

»Así pues, dejando aparte laperspectiva de la práctica espiritual,incluso en los términos mundanos deldisfrute de la existencia, cuanto mayorsea el nivel de calma de nuestra mente,tanto mayor será nuestra capacidad paradisfrutar de una vida feliz.

El Dalai Lama hizo una pausa paradejar que esa idea se asentara en mimente, antes de añadir:

—Debería señalar que cuandohablamos de un estado mental sereno, depaz mental: no debiéramos confundidocon un estado mental insensible yapático. Tener un estado mental sereno opacífico no significa permanecerdistanciado o vacío. La paz mental o elestado de serenidad de la mente tienesus raíces en el afecto y la compasiónsupone un elevado nivel de sensibilidady sentimiento.

Luego, a modo de síntesis, concluyó:—Cuando se carece de la disciplina

interna que produce la serenidad mentalno importan las posesiones ocondiciones externas, ya que estas nuncaproporcionarán a la persona lasensación de alegría y felicidad quebusca. Por otro lado, si se posee estacualidad interna la serenidad mental yestabilidad interior, es posible tener unavida gozosa, aunque falten lasposesiones materiales que unoconsideraría normalmente necesariaspara alcanzar la felicidad.

SATISFACCIÓN INTERIOR

Una tarde, al cruzar el aparcamientodel hotel para reunirme con el DalaiLama, me detuve para admirar un ToyotaLand Cruiser totalmente nuevo, el tipode coche que deseaba tener desde hacíamucho tiempo. Al empezar la sesiónpoco más tarde, sin dejar de pensar en elcoche, le pregunté al Dalai Lama:

—A veces parece como si todanuestra cultura, la cultura occidental, sebasara en la compra; nos hallamosrodeados, bombardeados por anunciosreferidos a los objetos que deberíamoscomprar, el último modelo de coche,etcétera. Resulta difícil no dejarseinfluir por eso. Hay muchas cosas que

deseamos. Eso no parece detenersenunca. ¿Puede hablarme un poco sobreel deseo?

—Creo que hay dos clases de deseo—contestó el Dalai Lama—. Ciertosdeseos son positivos. El deseo defelicidad, por ejemplo, es algoabsolutamente correcto. El deseo de paz,de vivir en un mundo más armonioso,más acogedor. Ciertos deseos son muyútiles.

»Pero se llega a un punto en que losdeseos pueden ser insensatos. Eso sueleproducir problemas. Ahora, porejemplo, voy a veces al supermercado.Realmente, me encanta ir al

supermercado, porque hay muchas cosashermosas. Así que cuando miro todosesos artículos se despierta en mí eldeseo y me digo: "Quiero esto, quieroaquello". Y es entonces cuando surge unsegundo impulso y me pregunto: "Pero¿lo necesito realmente?". Habitualmente,la respuesta es negativa. Si uno se dejallevar por el primer deseo, por eseimpulso inicial, los bolsillos no tardanen quedar vacíos. No obstante, el otronivel de deseo, basado en lasnecesidades esenciales de alimento,vestido y cobijo, es razonable.

»A veces, que un deseo seaexcesivo, negativo, depende de las

circunstancias o de la sociedad en la quese vive. Por ejemplo, si vives en unasociedad próspera, donde necesitas uncoche para desenvolverte en tu vidacotidiana, es evidente que no hay nadaerróneo en desearlo. Pero si vivieras enun pueblo pobre de la India, donde te laspuedes arreglar bastante bien sin coche,desearlo podría ocasionarte problemas,aunque tuvieras dinero para comprarlo.Puede crear un sentimiento deincomodidad entre tus vecinos, etcétera.Si vives en una sociedad más próspera ytienes un coche pero sigues deseandootros más caros, llegarás a tener lamisma clase de problemas.

—Pero —argumenté— nocomprendo por qué desear o comprar uncoche más caro puede producirleproblemas al individuo, siempre ycuando se lo pueda permitir. Tener uncoche más caro que los vecinos puedeser un problema para ellos si se sientencelosos, pero al poseedor leproporcionará una sensación desatisfacción y gozo.

El Dalai Lama negó con un gesto dela cabeza y replicó con firmeza:

—No. La satisfacción, por sí sola,no puede determinar si un deseo oacción es positivo o negativo. Unasesino puede experimentar una

sensación de satisfacción en el momentode cometer el asesinato, pero eso nojustifica su acto. Todas las acciones novirtuosas, como mentir, robar, cometeradulterio, etcétera, son realizadas porpersonas que en ese momento puedenexperimentar satisfacción. La fronteraentre lo negativo y lo positivo de undeseo o acción no viene determinadapor la satisfacción inmediata, sino porlos resultados finales, por lasconsecuencias positivas o negativas. Enel caso de desear posesiones más caras,por ejemplo, si eso se basa en unaactitud mental que sólo desea más y más,llegarás finalmente al límite de lo que

puedes tener, te encontrarás con larealidad. Y una vez que llegues a eselímite te hundirás en la depresión. Esees uno de los peligros inherentes asemejantes deseos.

»Así pues, creo que estos deseosexcesivos conducen a la avaricia,basada en expectativas desmesuradas. Yal reflexionar sobre los excesos de laavaricia, descubrirás que conduce alindividuo a la frustración y ladesilusión, que le acarrea confusión ynumerosos problemas. Cuando se hablade la avaricia, una cosa bastantecaracterística de ella es que, aunque sellega por el deseo de obtener algo, no

quedas satisfecho al obtenerlo. Enconsecuencia, se transforma en algoilimitado y sin fondo, por lo queproliferan las dificultades. Lo irónico dela avaricia es que aun cuando lamotivación fundamental es la búsquedade la satisfacción, no te sientessatisfecho ni siquiera después deconseguir el objeto de tu deseo. Elverdadero antídoto de la avaricia es elcontento. Si vives contento, laconsecución de bienes pierdeimportancia.

¿Cómo podemos alcanzar, por tanto,satisfacción interior? Hay dos métodos.

Uno de ellos consiste en obtener todoaquello que deseamos y queremos: eldinero, las casas, los coches, la pareja yel cuerpo perfectos. El Dalai Lama yahabía señalado la desventaja de esteenfoque: si no controlamos nuestrosdeseos, tarde o temprano nosencontraremos con algo que deseamospero no podemos tener. El segundométodo, mucho más fiable, consiste enquerer y apreciar lo que tenemos.

La otra noche veía en la televisiónuna entrevista con Christopher Reeve, elactor que en 1994 sufrió una caída decaballo que le produjo una lesión en laespina dorsal y lo dejó paralítico de la

cintura para abajo, lo que le exigeincluso utilizar un método mecánicopara respirar. Al preguntársele cómoafrontó la depresión provocada por sudiscapacidad, Reeve reveló que habíapasado por un breve período decompleta desesperación, mientras sehallaba en la unidad de cuidadosintensivos del hospital. Sin embargo, esadesesperación se disipó con relativarapidez, y ahora se considerasinceramente «un tipo afortunado».Habló de la fortuna que suponía para éltener una esposa y unos hijos cariñosos,y también agradeció los rápidosprogresos de la medicina moderna (que,

en su opinión, encontrará una cura paralas lesiones de la espina dorsal dentrode la próxima década); afirmó que sihubiese sufrido el accidente unos pocosaños antes, probablemente habría muertocomo consecuencia de sus heridas.

Mientras describía el proceso deadaptación a la parálisis, Reeve dijoque a pesar de que su desesperacióndesapareció con bastante rapidez, alprincipio se sintió preocupado poraccesos intermitentes de celos antecomentarios tan inocentes como «Subocorriendo a la habitación a recogeralgo». Al aprender a afrontar estossentimientos «me di cuenta de que la

única actitud válida en la vida esapoyarte en tus recursos, ver qué es loque puedes hacer aún; en mi caso,afortunadamente, no había sufridoningún daño cerebral, de modo que aúnpodía utilizar mi mente». Al dar valor asus aptitudes, Reeve ha decidido utilizarsu mente para educar al público acercade los daños de la médula espinal yayudar a los demás; además, proyectaescribir y dirigir películas.

VALOR INTERIOR

Ya hemos visto que trabajar en

nuestra perspectiva mental es un mediomás efectivo para alcanzar la felicidadque buscarla en fuentes externas, comola riqueza, la posición y hasta la salud.Otra fuente interna de felicidad,estrechamente relacionada con unsentimiento de satisfacción, es laconciencia del propio valor. Aldescribir la base más fiable paradesarrollar esa conciencia, el DalaiLama explicó:

—En mi caso, por ejemplo,supongamos que no tuviera capacidadpara hacer buenos amigos con facilidad.Sin ella me habría sido muy difícilconvertirme en un refugiado una vez que

perdí mi país cuando terminó miautoridad en el Tíbet. Mientras estabaallí, en virtud del sistema político, lafigura del Dalai Lama inspiraba ciertorespeto y la gente se relacionabaconmigo en consonancia con ello, almargen de que sintieran verdaderoafecto por mí o no. Pero si ésa hubierasido la única base de mi relación con lagente, las cosas me habrían resultadoextremadamente difíciles cuandoabandoné mi país. Pero existe otrafuente de valor y dignidad a partir de lacual puede uno relacionarse con otrosseres humanos. Puedes relacionarte conellos porque perteneces a la comunidad

humana. Compartes ese vínculo contodos. Y ese vínculo es suficiente paracrear una conciencia de valor y dignidady puede convertirse en un consuelo en elcaso de que pierdas todo lo demás.

El Dalai Lama se detuvo unmomento para tomar un sorbo de té, yluego sacudió la cabeza antes de añadir:

—Desgraciadamente, al examinar lahistoria encontramos casos deemperadores o reyes del pasado queperdieron su posición debido a uncataclismo político y se vieronobligados a abandonar el país.Posteriormente, la vida no fue muybenigna con ellos. Creo que la vida

resulta muy dura sin ese sentimiento deafecto y conexión con los demás sereshumanos.

»En términos generales encontramosdos clases de individuos poderosos. Porun lado está la persona enriquecida y deéxito, rodeada de parientes, etcétera. Sila fuente en la que esa persona alimentasu dignidad y autoestima es únicamentematerial, quizá pueda mantener unasensación de seguridad mientras dure subuena fortuna. Pero cuando sedesvanezca ésta, la persona sufrirá,porque no hay para ella ningún otrorefugio. Por otro lado, tenemos a lapersona que disfruta de un bienestar

material similar pero es cálida yafectuosa y abriga sentimientoscompasivos. Al tener otra fuente para sudignidad, otro anclaje, es probable queno se sienta deprimida si de prontodesaparece su fortuna. Estos ejemplosnos muestran el valor práctico del calory el afecto humanos.

FELICIDAD FRENTE APLACER

Varios meses después del ciclo deconferencias del Dalai Lama en Arizona,lo visité en su hogar de Dharamsala. Era

una tarde de julio particularmentecalurosa y húmeda y llegué a su casaempapado en sudor, después de un cortodesplazamiento desde el pueblo. Alproceder yo de un clima seco, lahumedad de ese día me resultó casiinsoportable y mi estado de ánimo noera el más adecuado para sentarme einiciar nuestra conversación. Él, por suparte, parecía sentirse muy animado.Poco después de iniciada laconversación, abordó el tema del placer.En un momento determinado, hizo unaobservación crucial:

—Hay veces en que la genteconfunde felicidad con placer. Hace no

mucho tiempo, por ejemplo, pronunciéuna conferencia ante un público indio enRajpur. Dije que el propósito de la vidaera la felicidad; un miembro del públicoseñaló que Rajneesch enseña quenuestro momento más feliz se producedurante la actividad sexual, de modo queuno debe ser más feliz a través del sexo.—El Dalai Lama se echó a reírcordialmente—. Quería saber quépensaba yo de esa idea. Le contesté que,desde mi punto de vista, la felicidad másalta se produce al llegar a la fase deliberación, en la que ya no existe mássufrimiento. Eso sí que es felicidadduradera. La auténtica felicidad se

relaciona más con la mente que con elcorazón. La felicidad que dependeprincipalmente del placer físico esinestable; un día existe y al día siguientepuede haber desaparecido.

Parecía una observación un tantoperogrullesca; claro que la felicidad y elplacer eran dos cosas diferentes. Sinembargo, los seres humanos tenemostendencia a confundirlas. Poco despuésde mi regreso a casa, durante una sesiónde terapia con una paciente, me encontrécon una demostración concreta de loeficaz que puede llegar a ser esasencilla toma de conciencia.

Heather es una joven soltera que

trabaja como asesora personal en lazona de Phoenix. Aunque disfrutaba desu trabajo con jóvenes problemáticos, yahacía algún tiempo que se sentíainsatisfecha de vivir, en la zona. Sequejaba a menudo del crecimientodemográfico, el trafico y el caloropresivo del verano. Se le habíaofrecido un puesto de trabajo en unahermosa y pequeña ciudad en lasmontañas. Había visitado la ciudad ennumerosas ocasiones y siempre habíasoñado en instalarse allí. La ofertahabría sido irresistible de no mediar uninconveniente: su clientela sería genteadulta. Llevaba ya varias semanas

tratando de decidirse. Intentó hacer unalista de las ventajas e inconvenientes,pero el resultado fue fastidiosamenteequilibrado.

—Sé que no disfrutaría del trabajotanto como aquí —me dijo—, pero esopodría quedar más que compensado porel placer de vivir en ese pueblo. Meencanta estar allí, el simple hecho deestar hace que me sienta bien. Por otrolado, estoy muy harta de este calor.Simplemente, no sé qué hacer.

La palabra «placer» me recordó laspalabras del Dalai Lama y, a modo detanteo, le pregunté:

—¿Cree usted que vivir en ese lugar

le proporcionaría mayor felicidad omayor placer?

Ella permaneció un momento ensilencio.

—No lo sé —contestó finalmente—.Mire, creo que me produciría másplacer que felicidad… En realidad, nocreo que me sintiera realmente feliztrabajando con esa clientela. Tengomucha satisfacción al trabajar conadolescentes.

El simple hecho de volver a plantearsu dilema en términos de felicidad oplacer pareció proporcionarle muchaclaridad. De repente, le resultó muchomás fácil tomar una decisión. Se quedó

en Phoenix. Naturalmente, siguequejándose del calor del verano. Pero elhecho de haber tomado una decisiónsobre la base de consideraciones másprecisas contribuyó a hacerla más feliz ya que el calor le resultara mássoportable.

Todos los días nos enfrentamos connumerosas alternativas y, por mucho quelo intentemos, a menudo no elegimos loque es «bueno para nosotros». Ello estárelacionado en parte con el hecho de quela «elección correcta» a menudo suponesacrificar nuestro placer.

Los hombres siempre se han

esforzado por tratar de definir el papeldel placer en nuestras vidas, y toda unalegión de filósofos, teólogos ypsicólogos han explorado nuestrarelación con él. En el siglo III a. C.,Epicuro basó su sistema ético en laosada afirmación de que «el placer es elprincipio y el fin de la vidabienaventurada». Pero incluso élreconoció la importancia del sentidocomún y la moderación al admitir que laentrega desaforada a los placeressensuales podía conducir a veces aldolor. En los últimos años del sigloXIX, Sigmund Freud formuló sus teoríassobre el placer. Según Freud, la fuerza

motivadora fundamental de todo elaparato psíquico era el deseo de aliviarla tensión causada por los impulsosinstintivos insatisfechos; en otraspalabras, nuestra motivaciónfundamental es la búsqueda de placer.En el siglo XX, muchos investigadoreshan preferido soslayar lasespeculaciones filosóficas y se handedicado a hurgar en las regionescerebrales límbica y del hipotálamo,mediante el uso de electrodos, a labúsqueda del lugar donde se produceplacer cuando hay estimulacióneléctrica.

En realidad, ninguno de nosotros

necesita de filósofos, psicoanalistas ocientíficos para que nos ayuden acomprender qué es el placer. Losabemos cuando lo sentimos. Loreconocemos en el contacto o la sonrisade un ser querido, en el lujo de un bañocaliente una tarde lluviosa y fría, en labelleza de una puesta de sol. Peromuchos de nosotros tambiénexperimentamos placer en la frenéticarapsodia de la cocaína, en el éxtasis deun «viaje» de heroína, en la diversióntumultuosa de una juerga llena dealcohol, en el arrobamiento de losexcesos sexuales, en el entusiasmo de unacierto en el juego. Ésos también son

placeres muy reales, con los que muchosde nosotros aprendemos a convivir.

Aunque no hay formas fáciles deevitar estos placeres destructivos,disponemos afortunadamente de unacerteza como punto de partida: el simplehecho de recordar que lo que buscamosen la vida es la felicidad. Tal comoseñala el Dalai Lama, ése es un hechoincontestable. Si afrontamos la vidateniéndolo en cuenta, nos será más fácilrenunciar a las cosas que, en últimotérmino, son nocivas, aunque nosproporcionen un placer momentáneo. Larazón por la que suele ser tan difícildecir «no» se encuentra en la misma

palabra «no», asociada a ideas derechazo, de renuncia, de negación denosotros mismos.

Pero existe un enfoque que puedeayudamos: enmarcar cualquier decisiónque afrontemos preguntándonos: «¿Meproducirá felicidad?». Esa simplepregunta puede ser una poderosa ayudaen todas las circunstancias: no sólo en ladecisión sobre consumir drogas o tomaresa tercera ración de pastel de plátanoscon crema; contribuye a enfocarlo tododesde un ángulo distinto. Al afrontarnuestras decisiones cotidianas teniendoesto en cuenta, desplazamos el centro deatención, de aquello a lo que

renunciamos a la búsqueda de lafelicidad definitiva. Una clase defelicidad que, como definió el DalaiLama, sea estable y persistente. Unestado de felicidad que permanezca, apesar de los altibajos de la vida y de lasfluctuaciones de nuestro estado deánimo, como parte de la matriz mismade nuestro ser. Desde esa perspectivanos resultará más fácil tomar la«decisión correcta» porque estaremosactuando para dotarnos de algopermanente, con una actitud que suponemoverse hacia algo, en lugar de alejarse,que significa abrazar la vida en lugar derechazada. Este movimiento hacia la

felicidad puede tener un efecto muyprofundo: puede hacemos másreceptivos, más abiertos a la alegría devivir.

Capítulo 3: Entrenarla mente para la

felicidad

EL CAMINO HACIA LAFELICIDAD

El hecho de señalar el estado mentalcomo el factor fundamental paraalcanzar la felicidad no significa negarque debemos satisfacer nuestrasnecesidades físicas básicas dealimentación, vestido y cobijo. Pero, unavez satisfechas esas necesidades, el

mensaje es claro: no necesitamos másdinero, ni más éxito o fama; nonecesitamos tener un cuerpo perfecto niuna pareja perfecta. En este momentotenemos ya una mente con todo loimprescindible para alcanzar lacompleta felicidad.

Al presentar este enfoque paratrabajar con la mente, el Dalai Lamadijo:

—Al referirnos a la «mente» o«conciencia», no debemos olvidar quehay muchas variedades de ella. Talcomo sucede con las condicionesexternas o los objetos, unos son muyútiles, otros nocivos y algunos neutros;

al tratar con la materia exterior solemosidentificar primero las sustancias útiles,para cultivarlas y beneficiarnos, y noslibramos de las nocivas. De modosimilar, hay miles de «mentalidades»diferentes. Entre ellas, algunas son muyútiles y deberíamos fomentarlas. Otrasson negativas, muy nocivas, ydeberíamos intentar desecharlas.

»Así pues, el primer paso en labúsqueda de la felicidad es aprender.Primero tenemos que aprender cómo lasemociones y los comportamientosnegativos son nocivos y cómo son útileslas emociones positivas. Tenemos quedarnos cuenta de que dichas emociones

no sólo son malas para cada uno denosotros, personalmente, sino tambiénpara la sociedad y el futuro del mundo.Saberlo fortalece nuestra determinaciónde afrontarlas y superarlas. Por otraparte, debemos ser conscientes de losefectos beneficiosos de las emociones ycomportamientos positivos; ello nosllevara a cultivar, desarrollar yaumentar esas emociones, por difícil quesea: tenemos una fuerza interiorespontánea. A través de este proceso deaprendizaje, del análisis depensamientos y emociones,desarrollamos gradualmente la firmedeterminación de cambiar, con la

certidumbre de que tenemos en nuestrasmanos el secreto de nuestra felicidad, denuestro futuro, y de que no debemosdesperdiciarlo.

»En el budismo se acepta elprincipio de causalidad como una leynatural. Al tratar con la realidad, hayque tener en cuenta esa ley. Así, porejemplo, en el campo de lasexperiencias cotidianas, si se producenciertos acontecimientos indeseables, elmejor método para asegurarse de que novuelvan a ocurrir es procurar que no serepitan las condiciones que losproducen. De modo similar, si quierestener una experiencia determinada, lo

más lógico es buscar y acumularaquellas causas y condiciones que lafavorecen.

»Sucede lo mismo con los estados ylas experiencias mentales. Si se desea lafelicidad, se deberían buscar las causasque en otras ocasiones la han producido,y si no se desea el sufrimiento, deberíaprocurarse que no vuelvan a presentarselas causas y condiciones que dieronlugar al mismo. Es muy importanteaprender a apreciar este principio.

»Hemos hablado de la importanciasuprema del factor mental para alcanzarla felicidad. Nuestra siguiente tarea, portanto, consiste en examinar la variedad

de estados mentales queexperimentamos. Necesitamosidentificarlos con claridad yclasificarlos en función de que nosconduzcan o no a la felicidad.

—¿Podría indicarme algunosejemplos específicos de diferentesestados mentales y cómo losclasificaría? —le pregunté.

—Por ejemplo, el odio, los celos, lacólera, son nocivos —explicó el DalaiLama—. Los consideramos estadosnegativos de la mente porque destruyennuestro bienestar mental; cuando seabrigan sentimientos de odio o deanimadversión hacia alguien, cuando la

persona se siente llena de odio o deemociones negativas, todo nos parecehostil. La consecuencia es que hay mástemor, una mayor inhibición eindecisión, una sensación deinseguridad. Estas cosas, al igual que lasoledad, se desarrollan en un mundo quese considera hostil. Todos estossentimientos negativos se desarrollandebido al odio. Por otro lado, losestados mentales como la afabilidad y lacompasión son definitivamente muypositivos. Son muy útiles.

—Siento curiosidad —le interrumpí—. Dice que hay miles de estadosmentales diferentes. ¿Cuál sería su

definición de una personapsicológicamente saludable o bienadaptada? Podríamos utilizar esadefinición como guía para determinarque estados mentales cultivar.

Se echo a reír y luego respondió consu característica humildad:

—Es muy probable que, comopsiquiatra, tenga usted una definiciónmejor de la persona psicológicamentesaludable.

—Pero me interesa su punto devista.

—Bueno, yo considero saludable auna persona compasiva, cálida y decorazón bondadoso. «Si tienes

sentimientos de compasión y deseas seramable, hay algo que abreautomáticamente tu puerta interior ypuedes comunicarte mucho másfácilmente con otras personas. Esesentimiento de cordialidad ayuda aabrirse a los demás. Se descubreentonces que todos los seres humanosson como uno mismo, de modo quepuedes relacionarte más fácilmente conellos.» Eso genera un espíritu deamistad. Entonces hay menos necesidadde ocultar las cosas y, como resultado,desaparecen los sentimientos de temor,las dudas sobre uno mismo y lainseguridad. Eso inspira también

confianza en torno a ti. Podría pasar, porejemplo, que encontraras a alguien muycompetente y supieras que puedesconfiar en sus aptitudes, pero si esapersona no es amable, surgen en tialgunas reservas. Piensas: «Bueno seque es capaz, pero ¿puedo confiarrealmente en él?». El recelo siempre tedistanciará.

»En cualquier caso, creo quecultivar los estados mentales positivos,como la amabilidad y la compasión,conduce decididamente a una mejorsalud psicológica y a la felicidad.

DISCIPLINA MENTAL

Mientras él hablaba, encontré algomuy atractivo en su enfoque paraalcanzar la felicidad. Era absolutamentepráctico y racional: había que identificary cultivar los estados mentalespositivos, así como identificar yeliminar los estados mentales negativos.Aunque inicialmente me pareció un tantoseca esta sugerencia de analizarsistemáticamente la variedad de estadosmentales que experimentamos, despuésme deje arrastrar por la fuerza lógica desu razonamiento. Me gusto el hecho deque, en lugar de clasificar estados

mentales, emociones o deseos conarreglo a juicios morales externos como«La avaricia es un pecado» o «El odioes maligno», clasificara las emocionessimplemente sobre la base de siconducen o no a la felicidad última.

La tarde siguiente, al reanudarnuestra conversación, le pregunté:

—Si la felicidad dependesimplemente del cultivo de estadosmentales positivos, como por ejemplo laafabilidad, ¿por qué hay tanta gentedesdichada?

—Alcanzar la verdadera felicidadexige producir una transformación en lasperspectivas, en la forma de pensar, y

eso no es tan sencillo —contestó—.Para ello es preciso aplicar muchosfactores diferentes desde distintasdirecciones. No se debería tener, porejemplo, la idea de que sólo existe unaclave, un secreto que, si se llega adesvelar, hará que todo marche bien. Escomo cuidar adecuadamente del propiocuerpo; se necesitan diversas vitaminasy nutrientes, no sólo uno o dos. Delmismo modo, para alcanzar la felicidadhay que utilizar una variedad deenfoques y métodos, superar losvariados y complejos estados negativos.Si tratas de superar ciertas formasnegativas de pensar, no podrás

conseguirlo practicando una técnica unao dos veces. El cambio requiere tiempo.Hasta el cambio físico lo exige. Si tetrasladas de un clima a otro, porejemplo, el cuerpo necesita tiempo paraadaptarse. Hay muchos rasgos mentalesnegativos, de modo que afrontarlos ycontraatacar no es fácil. Requiere lareiterada aplicación de diversastécnicas y tomarse el tiempo necesariopara familiarizarse con ellas. Se trata deun proceso de aprendizaje.

»A medida que pasa el tiempo, sevan acumulando los cambios positivos.Cada día, al levantarte, puedesdesarrollar una sincera motivación

positiva al pensar: "Utilizaré este día deuna forma más positiva. Nodesperdiciare este día". Luego, por lanoche, antes de acostarte, analiza lo quehas hecho y pregúntate: "¿Utilice estedía como lo tenía previsto?". Si todo sedesarrolló tal como lo habías pensado,deberías alegrarte por ello. Si algunacosa salio mal, lamenta lo que hiciste yexamínalo críticamente. Gracias amétodos como éste, puedes irfortaleciendo los aspectos positivos dela mente.

»En mi caso, por ejemplo, comomonje creo en el budismo y, a través demi experiencia, sé que su práctica es

muy útil para mí. No obstante, puedensurgir ciertos sentimientos, como cólerao apego, debido a la costumbre o amuchas vidas anteriores. Hago entonceslo siguiente: primero, aprender el valorpositivo de las prácticas; luego,incrementar mi determinación; y,finalmente, tratar de ponerlas enpráctica. Al principio, la utilización delas prácticas positivas es muy débil,porque las influencias negativas siguensiendo muy poderosas. Finalmente, sinembargo, a medida que intensificas lasprácticas positivas, disminuyen loscomportamientos negativos. Así que, enrealidad, la práctica del dharma[1];es

una batalla constante dentro de nosotros,con la que se trata de sustituir elcondicionamiento o la costumbrenegativa por un condicionamientopositivo.

Tras una pausa, continuó:—No hay actividad que no se torne

más fácil gracias al entrenamientoconstante. Podemos cambiar,transformarnos a través delentrenamiento. En la práctica budistaexisten varios métodos para manteneruna mente serena cuando sucede algoperturbador. La práctica repetida deellos nos permite llegar a un punto en elque los efectos negativos de una

perturbación no pasen más allá del nivelsuperficial de nuestra mente, como lasolas que agitan la superficie del océanopero que no tienen gran efecto en susprofundidades. Y aunque mi experienciasea escasa, he descubierto que eso escierto. Por tanto, si recibo una noticiatrágica, es posible que experimentealguna perturbación en la mente, peroésta desaparece muy rápidamente. Oquizá me sienta irritado y manifiesteenfado, pero siempre se disipa conrapidez. Eso es lo que se logra mediantela práctica gradual. No olvidemos queno es algo que se consiga de la noche ala mañana.

Desde luego que no. El Dalai Lamalleva ejercitando su mente desde quetenía cuatro años.

La estructura y la función delcerebro permiten el entrenamientosistemático de la mente, el cultivo de lafelicidad, la genuina transformacióninterna mediante la atención hacia losestados mentales positivos y el rechazode los negativos. Hemos nacido con uncerebro que está genéricamente dotadode ciertas pautas de comportamientoinstintivo; estamos predispuestos mental,emocional y físicamente a responderadecuadamente para sobrevivir. Este

conjunto básico de instrucciones estácodificado en innumerables pautasinnatas de activación de las célulasnerviosas, en combinaciones específicasde células cerebrales que actúan enrespuesta a cualquier acontecimiento,experiencia o pensamiento dado. Pero elcableado de nuestro cerebro no esestático, ni está fijado de modoirrevocable. Nuestros cerebros tambiénson adaptables. Los neurólogos handocumentado el hecho de que el cerebroes capaz de diseñar nuevas pautas,nuevas combinaciones de célulasnerviosas y neurotransmisores(sustancias químicas que transmiten

mensajes entre las células nerviosas) enrespuesta a nuevas informaciones. Dehecho, nuestros cerebros son maleables,cambian continuamente, recomponen susconexiones nerviosas al compás denuevos pensamientos y experiencias.Como resultado del aprendizaje, lafunción de las neuronas cambia,permitiendo que las señales eléctricasviajen más fácilmente a través de ellas.A la capacidad inherente del cerebropara cambiar, los científicos la llaman«plasticidad». Esta capacidad paramodificar el «cableado» del cerebro,para producir nuevas conexionesneuronales, ha quedado demostrada en

experimentos como el realizado por losdoctores Avi Karni y Leslie Underleiderdel Instituto Nacional de Salud Mental.Los investigadores pidieron a lossujetos que realizaran una sencilla tareamotora, un ejercicio de tecleo, eidentificaron las partes del cerebroimplicadas en la tarea tomando unescáner cerebral MRI. A continuación,los sujetos, practicaron diariamente elejercicio durante cuatro semanas, demodo que gradualmente fueron máseficientes y rápidos en su ejecución. Alfinal del período de cuatro semanas, elescáner cerebral mostró que la zona queintervenía en la tarea se había

expandido, lo que indicaba que lapráctica regular de la tarea habíaexigido la utilización de nuevas célulasnerviosas y cambiado las conexionesneuronales originarias.

Esta notable hazaña del cerebroparece constituir la base fisiológica dela posibilidad de transformar nuestrasmentes. Al movilizar nuestrospensamientos y practicar nuevas formasde pensar, podemos reconfigurarnuestras células nerviosas y cambiar laforma en que funciona nuestro cerebro.También constituye la base para la ideade que la transformación interna seinicia con el aprendizaje (nueva

información) e implica la disciplina desustituir gradualmente nuestro«condicionamiento negativo» (que secorresponde con nuestra característicaactual de pautas de activación celularnerviosa) por un «condicionamientopositivo» (formar nuevos circuitosneuronales). Así pues, la idea deentrenar a la mente para alcanzar lafelicidad se convierte en una posibilidadreal.

DISCIPLINA ÉTICA

En un análisis posterior relacionado

con el entrenamiento de la mente para lafelicidad, el Dalai Lama señaló:

—Creo que el comportamiento éticoes otra característica de la clase dedisciplina interna que conduce a unaexistencia más feliz. A eso podríamosllamarlo disciplina ética. Los grandesmaestros espirituales, como Buda, nosaconsejan realizar acciones sanas yevitar las que no lo sean, lo cualdepende del grado de disciplina mental.Una mente disciplinada conduce a lafelicidad y una mente indisciplinada alsufrimiento; de hecho, imponerdisciplina en la propia mente es laesencia misma de la enseñanza de Buda.

»Al hablar de disciplina, me estoyrefiriendo a autodisciplina, no a la quese nos impone externamente. Tambiénme refiero a la disciplina aplicada parasuperar los rasgos negativos. Una bandacriminal puede necesitar disciplina paracometer un atraco con éxito, pero esadisciplina es inútil.

El Dalai Lama calló un momento;parecía reflexionar, como si recopilarasus pensamientos. O quizá estababuscando simplemente una palabraadecuada en inglés. No lo sé. Perodurante esa pausa pensé que su énfasisen la importancia del aprendizaje y ladisciplina era tedioso en comparación

con los sublimes objetivos de alcanzarla verdadera felicidad, el crecimientoespiritual y la completa transformacióninterna. Me parecía que la búsqueda dela felicidad tenía que ser un proceso másespontáneo. Por tanto, objeté:

—Ha descrito las emociones ycomportamientos negativos comoinsanos y los comportamientos positivoscomo sanos. Además, ha dicho que unamente no entrenada o indisciplinadasuele provocar comportamientosnegativos o insanos, de modo quetenemos que aprender y entrenarnos paraaumentar nuestros comportamientospositivos. Por el momento, todo eso está

muy bien.»Pero lo que me preocupa es su

definición de comportamiento negativoque conduce al sufrimiento. Y supremisa de que todos los seres desean,naturalmente, evitar el sufrimiento yalcanzar la felicidad, que ese deseo esinnato y no tiene que ser aprendido. Lacuestión, por lo tanto, es la siguiente: sies natural que deseemos evitar elsufrimiento, ¿por qué no sentimosespontánea y naturalmente más repulsiónhacia los comportamientos negativos amedida que nos hacemos mayores? Y sies natural el deseo de alcanzar lafelicidad, ¿por qué no nos sentimos

espontánea y naturalmente atraídos hacialos comportamientos sanos y llegamosasí a ser más felices a medida queprogresa nuestra vida? Si estoscomportamientos sanos conducen a lafelicidad y lo que deseamos esalcanzarla, ¿no debería ser ése unproceso natural? ¿Por qué necesitamostanta educación, entrenamiento ydisciplina para que se produzca?

El Dalai Lama sacudió la cabeza ycontestó:

—Incluso en términosconvencionales, en nuestra vidacotidiana, consideramos la educacióncomo un factor muy importante para

procuramos felicidad y éxito. Elconocimiento no es algo que llegue hastanosotros de un modo natural. Tenemosque practicar, tenemos que pasar por unaespecie de programa sistemático deentrenamiento, y consideramos que esaeducación y entrenamientoconvencionales son bastante duros; si nolo fueran, ¿por qué los estudiantes tienentantas ganas de que lleguen lasvacaciones? Y, sin embargo, sabemosque la educación es necesaria entérminos generales para alcanzar el éxitoy el bienestar.

»Del mismo modo, es posible que notengamos una inclinación natural a

realizar actos sanos, que tengamos queser conscientemente entrenados pararealizarlos. Esto es así, particularmenteen la sociedad moderna, porque hay unatendencia a aceptar que todo lo referidoa actos sanos e insanos (qué debemos yqué no debemos hacer) pertenece alámbito de la religión. Tradicionalmente,se ha considerado responsabilidad de lareligión el prescribir quécomportamientos son sanos y cuáles no.En la sociedad actual, sin embargo, lareligión ha perdido mucho de suprestigio e influencia. Y, al mismotiempo, no ha surgido algo que puedasustituirla, algo como por ejemplo una

ética laica. Así pues, parece que sepresta menos atención a la necesidad dellevar una vida saludable. Debido aello, creo que necesitamos realizar unesfuerzo para tener acceso a esa clasede conocimiento. Por ejemplo, aunquecreo que nuestra naturaleza esfundamentalmente apacible y compasiva,no es suficiente: tenemos que desarrollaruna aguda conciencia de esa condición.Cambiar nuestra forma de percibirnos, através del aprendizaje y la comprensión,puede ejercer una influencia poderosaen nuestra relación con los demás y en laconducción de nuestras vidas.

Asumiendo el papel de abogado del

diablo, contraataqué:—Ha utilizado usted la analogía de

la educación académica y la formaciónconvencional. Eso es una cosa. Pero side lo que está hablando es de ciertoscomportamientos que llama «sanos» opositivos, que conducen a la felicidad, yde otros que conducen al sufrimiento,¿por qué se necesita aprender tanto paraidentificar cuáles son beneficiosos, tantoentrenamiento para poner en práctica loscomportamientos positivos y eliminarlos negativos? Si pone el dedo en elfuego, se quema. Cuando retira la mano,ha aprendido que ese comportamientoprovoca sufrimiento. No hay necesidad

de un proceso tan largo de aprendizaje yentrenamiento para saber que nodebemos volver a tocar el fuego.

»Entonces, ¿por qué no sucede lomismo con todos los comportamientos yemociones que conducen al sufrimiento?Afirma que la cólera y el odio sonclaramente emociones negativas que, enúltimo término, conducen al sufrimiento.Pero ¿por qué tiene uno que ser educadoacerca de los efectos nocivos de lacólera y el odio para poder eliminarlos?Puesto que la cólera provocainmediatamente un estado emocionalincómodo en la persona, y es fácilpercibir esa incomodidad, ¿por qué no

la evitamos de un modo espontáneo?Mientras el Dalai Lama escuchaba

atentamente mis argumentos, sus ojos demirada inteligente se abrieron más,como si se sintiera un poco sorprendidoe incluso divertido ante la ingenuidad demis preguntas. Entonces, con una risadura pero llena de buena voluntad, mecontestó:

—Cuando se habla de conocimientoque conduce a la libertad o a laresolución de un problema, hay queentender que existen muchos nivelesdiferentes. Por ejemplo, los sereshumanos de la Edad de Piedra no sabíancocinar la carne, a pesar de lo cual

tenían necesidad biológica de comida,de modo que lo hacían como losanimales salvajes. A medida que fueronprogresando, aprendieron a cocinar y aemplear diferentes técnicas para que losalimentos fueran más sabrosos;finalmente, inventaron una considerablevariedad de platos. En nuestra época, sipadecemos una enfermedad y, gracias anuestro conocimiento, sabemos que noes bueno para nosotros comerdeterminado alimento, aunque sintamosel deseo de probarlo procuramoscontenernos. Está claro que cuanto másvastos sean nuestros conocimientos,tanto más aptos seremos para afrontar el

mundo natural.»También se necesita capacidad

para juzgar las consecuencias denuestros comportamientos a largo y acorto plazo. Por ejemplo, aunque losanimales puedan experimentar cólera, nopueden comprender que es destructiva.En el caso de los seres humanos, sinembargo, hay un nivel diferente deconciencia, que permite advertir que lacólera hace daño. En consecuencia,puedes llegar a la conclusión de que lacólera es destructiva. Tienes que sercapaz de hacer esa inferencia. Así que lacosa no es tan sencilla como poner lamano en el fuego, notar la quemadura y

no volver a hacerla en el futuro. Cuantomás elevado sea tu nivel de educación yde conocimiento acerca de lo queconduce a la felicidad y lo que causa elsufrimiento, tanto más efectivo seráspara alcanzar aquélla. Precisamente porello creo que la educación y elconocimiento son esenciales.

Supongo que al percibir miresistencia a la idea de la educacióncomo un medio de transformacióninterna, observó:

—Uno de los problemas de nuestrasociedad es que considera la educaciónsólo como un medio para ser más astutoe ingenioso. En ocasiones incluso se

opina que los que no han recibido unaeducación superior, los que son menossutiles en términos de su formación,tienen que ser más inocentes y máshonrados. Aunque nuestra sociedad nolo destaque, el uso más importante delconocimiento y de la educación consisteen ayudamos a comprender laimportancia de tener más acciones sanasy aportar disciplina a nuestras mentes.La utilización adecuada de nuestrainteligencia y conocimientos estriba enefectuar cambios desde dentro paradesarrollar un buen corazón.

Capítulo 4: Recuperarnuestro estado innato

de felicidad

NUESTRA NATURALEZAFUNDAMENTAL

—Estamos hechos para buscar lafelicidad. Y está claro que lossentimientos de amor, afecto, intimidady compasión traen consigo la felicidad.Estoy convencido de que todosposeemos la base para ser felices, paraacceder a esos estados cálidos y

compasivos de la mente que aportanfelicidad —afirmó el Dalai Lama—. Dehecho, una de mis conviccionesfundamentales es que no sólo poseemosel potencial necesario para lacompasión, sino que la naturaleza básicao fundamental de los seres humanos esla benevolencia.

—¿En qué funda esa convicción?—La doctrina de la «naturaleza de

Buda»[2] aporta fundamentos para creerque la naturaleza de todos los seressensibles es esencialmente benévola yno agresiva. Pero ese punto de vistatambién se puede adoptar sin necesidadde recurrir a la «naturaleza de Buda».

También baso esta convicción en otrosmotivos. Creo que la cuestión del afectoy la compasión no perteneceexclusivamente a la esfera religiosa,sino que es indispensable en lasconsideraciones cotidianas.

»Si analizamos la existencia, vemosque estamos fundamentalmente alentadospor el afecto de los demás. Eso es algoque se inicia ya en el momento de nacer.Nuestro primer acto después de nacer esmamar de nuestra madre, o de algunaotra mujer. Hay en ello afecto ycompasión. Sin eso no podríamossobrevivir, está claro. Y esa acción nopuede realizarse a menos que exista un

sentimiento mutuo de afecto. El niño, sino nota sentimientos de afecto, si notiene vinculación con la persona que leda la leche, es posible que rechace elalimento. Y si no hay afecto por parte dela madre o de alguna otra persona, esposible que no se le ofrezca librementela leche. Así es la vida. Ésa es larealidad.

»Nuestra propia estructura físicaparece corresponderse con lossentimientos de amor y compasión. Unestado mental sereno y afectuoso tieneefectos beneficiosos para nuestra salud.Y, a la inversa, los sentimientos defrustración, temor, agitación y cólera

pueden ser destructivos para ella.»También observamos que nuestro

equilibrio emocional se robustecegracias a los sentimientos de afecto.Para comprenderlo sólo tenemos quepensar en cómo nos sentimos cuandootros nos manifiestan calor y afecto.También podemos observar cómo nosafectan nuestros sentimientos. Estasemociones positivas y loscomportamientos que las acompañanconducen a una vida familiar y socialmás feliz.

»Creo que podemos inferir de elloque nuestra naturaleza fundamental es labondad y el amor. Por tanto, nada tiene

más sentido que intentar vivir enconcordancia con esta naturaleza.

—Si nuestra naturaleza esencial esamable y compasiva —pregunté—,¿cómo explica todos los conflictos ycomportamientos agresivos que nosrodean?

El Dalai Lama asintió, con gestoreflexivo, antes de contestar.

—Naturalmente, no podemos pasarpor alto el hecho de que los conflictos ylas tensiones existen, no sólo dentro delindividuo, sino también en la familia, ennuestras relaciones, nuestro país y elmundo. Así pues, al abordar estasituación, algunas personas llegan a la

conclusión de que la naturaleza humanaes básicamente agresiva. Quizá miren lahistoria humana y sugieran que, encomparación con otros mamíferos, elcomportamiento humano es mucho másagresivo. O quizá admitan: «Sí, lacompasión forma parte de nosotros, perola cólera también. Ambas constituyenuna parte de nuestra naturaleza, ambasse encuentran más o menos al mismonivel». A pesar de todo —siguiódiciendo con firmeza, adelantando lacabeza, tenso y alerta—, sigo estandoconvencido de que la naturaleza humanaes esencialmente compasiva ybondadosa. Ésa es la característica

predominante. La cólera, la violencia yla agresividad pueden surgir,ciertamente, pero creo que se producenen un nivel secundario y más superficial;en cierto modo, brotan cuando nossentimos frustrados en nuestrosesfuerzos por lograr amor y afecto. Noforman parte de nuestra naturalezabásica.

»Así pues, aunque puede haberagresividad, estoy convencido de que noproviene del sustrato humanofundamental, sino que es más bien elresultado del intelecto, de la inteligenciadesequilibrada, del mal uso de ella, o denuestra imaginación. Al contemplar la

evolución humana, creo que, encomparación con otros animales, nuestrocuerpo es muy débil. Gracias, sinembargo, al desarrollo de lainteligencia, fuimos capaces de utilizarmuchos instrumentos y descubrirmétodos de afrontar situacionesambientales adversas. A medida que lasociedad humana y las condiciones devida fueron haciéndose más complejas,el papel de la inteligencia y lacapacidad cognitiva para satisfacer lascrecientes exigencias cobró mayorimportancia. Por tanto, creo que nuestranaturaleza subyacente o fundamental esla afable, y que la inteligencia viene de

una evolución posterior. Y si lainteligencia y la capacidad cognitiva sedesarrollan de forma desequilibrada, sinser adecuadamente contrarrestadas porla compasión, pueden ser destructivas yconducir al desastre.

»Pero también es importantereconocer que si bien los conflictos sonoriginados por el mal uso de lainteligencia, podemos utilizar ésta paradescubrir medios que nos permitensuperarlos. Al utilizar conjuntamente lainteligencia y la bondad, todas lasacciones humanas son constructivas. Alcombinar un corazón cálido con elconocimiento y la educación,

aprendemos a respetar los puntos devista y los derechos de los demás. Esoes el cimiento de un espíritu dereconciliación que sirva para superar laagresión y resolver nuestros conflictos.

El Dalai Lama hizo una pausa y mirósu reloj.

—Así que, por mucha violencia queexista y a pesar de las penalidades porlas que tengamos que pasar, estoyconvencido de que la solución definitivade nuestros conflictos, tanto internoscomo externos, consiste en volver anuestra naturaleza humana básica, que esbondadosa y compasiva.

Miró de nuevo su reloj y empezó a

reír de un modo afable.—Y ahora…, creo que es mejor que

lo dejemos aquí. ¡Ha sido un día muylargo!

Recogió los zapatos que se habíaquitado durante la conversación y seretiró a su habitación.

LA CUESTIÓN DE LANATURALEZA HUMANA

Durante las últimas décadas, lavisión del Dalai Lama sobre lanaturaleza compasiva de los sereshumanos parece estar ganando terreno en

Occidente, fruto de un gran esfuerzo. Enel pensamiento occidental se hallaprofundamente arraigada la idea de queel comportamiento humano esesencialmente egoísta. Nuestra culturase ha visto dominada durante siglos porla convicción de que no sólo somoscongénitamente egoístas, sino tambiénagresivos. Claro que asimismo sonmuchas las personas que han mantenidoel punto de vista opuesto. A mediadosdel siglo XVIII, por ejemplo, DavidHume escribió mucho sobre la«benevolencia natural» de los sereshumanos. Un siglo más tarde, inclusoCharles Darwin atribuyó a nuestra

especie un «instinto de simpatía». Pero,por alguna razón, en nuestra cultura haechado raíces el punto de vista máspesimista sobre la humanidad, al menosdesde el siglo XVII, bajo la influenciade filósofos como Thomas Hobbes,quien tuvo una visión bastante pesimistade la especie humana, a la queconsideraba violenta, competitiva y enconflicto continuo, únicamentepreocupada por el interés propio.Hobbes, que se hizo famoso pordescartar cualquier atisbo de bondadhumana básica, fue descubierto en ciertaocasión dándole dinero a un mendigo enla calle. Al ser interrogado acerca de

este impulso de generosidad, afirmó:«No lo hago para ayudarle, sino paraaliviar mi propia angustia al ver supobreza».

De modo similar, en la primera partede este siglo, el filósofo GeorgeSantayana, de origen español, escribióque los impulsos generosos y depreocupación por los demás songeneralmente débiles, fugaces einestables, y «si se escarba un poco pordebajo de la superficie se encontrará unhombre feroz, obstinado yprofundamente egoísta».Desgraciadamente, la ciencia y lapsicología occidentales se aferraron a

ideas como éstas, admitiendo e inclusoestimulando dicho egoísmo. Durante losprimeros tiempos, la modernapsicología científica persistió en lasuposición de que toda motivaciónhumana es, en último término, egoísta yse basa puramente en el propio interés.

Después de aceptar implícitamentela premisa de nuestro egoísmoconnatural, destacados científicos hanañadido, durante los últimos cien años,la creencia en la naturalezaesencialmente agresiva de los sereshumanos. Freud afirmó que «lainclinación hacia la agresión es unadisposición original e instintiva que se

sustenta a sí misma». En la segundamitad de este siglo hubo dos autores enparticular, Robert Ardrey y KonradLorenz, que examinaron las pautas delcomportamiento de ciertas especiesanimales depredadoras y llegaron a laconclusión de que los seres humanostambién eran básicamente depredadores,dotados de una tendencia innata a lucharpor la posesión de territorio.

En los últimos años, sin embargo, elpéndulo parece alejarse de esta visiónprofundamente pesimista, para acercarsea la sustentada por el Dalai Lama, la dela naturaleza bondadosa y compasiva

del hombre. Durante las dos o tresúltimas décadas cientos de estudioscientíficos indican que la agresividad noes innata y que el comportamientoviolento está influido por factoresbiológicos, sociales, situacionales yambientales. La síntesis de estasrecientes investigaciones se refleja en laDeclaración de Sevilla sobre laViolencia, redactada en 1986 por másde veinte destacados científicos de todoel mundo. En ella se reconocenaturalmente que el comportamientoviolento existe, pero se afirmacategóricamente que es científicamenteincorrecto decir que tenemos una

tendencia heredada a hacer la guerra oactuar con violencia. Esecomportamiento no se encuentragenéticamente en el hombre. Loscientíficos dijeron que a pesar de tenerun aparato neuronal apto para actuar conviolencia, ese comportamiento no seactiva automáticamente. En nuestraneurofisiología no hay nada que nosimpulse a actuar con violencia. Alexaminar el tema de la naturalezahumana básica, la mayoría de losinvestigadores de este campo tienen laimpresión de que poseemos potencialpara desarrollarnos como personasbondadosas o agresivas, y que

prevalezca uno u otro impulso dependeen buena medida de nuestra formación.

Los investigadores contemporáneosno sólo han rechazado la tesis de laagresividad innata, sino también la delegoísmo. Investigadores como C. DanielBatson o Nancy Eisenberg, de laUniversidad Estatal de Arizona, hanrealizado numerosos estudios en los quese demuestra que los seres humanostenemos una tendencia hacia elcomportamiento altruista, y algunoscientíficos, como la socióloga LindaWilson, tratan de descubrir la causa. Ladoctora Wilson ha teorizado que elaltruismo puede formar parte de nuestro

instinto básico de supervivencia,precisamente lo opuesto a las ideas depensadores anteriores, quienessostuvieron que la hostilidad y laagresividad eran las característicasconstitutivas de nuestro instinto desupervivencia. Al examinar más de ciengrandes desastres naturales, la doctoraWilson encontró una fuerte tendenciaaltruista entre las víctimas, lo queparecía formar parte del proceso derecuperación. Descubrió que la ayudamutua tendía a evitar problemaspsicológicos derivados de situacionestraumáticas.

La tendencia a establecer estrechos

vínculos con los demás, actuando enfavor del bienestar colectivo, puedeestar profundamente enraizada en lanaturaleza humana por haberse forjadoen un remoto pasado, cuando aquellosque pasaban a formar parte de un grupotenían mayores probabilidades desupervivencia. Esta necesidad deestrechos lazos sociales persiste en laactualidad. En un estudio realizado porel doctor Larry Scherwitz, que examinalos factores de riesgo de enfermedadescoronarias, se ha descubierto que laspersonas más centradas en sí mismas(quienes suelen utilizar más lospronombres «yo», «mi» y «mío» en una

entrevista) eran las más propensas adesarrollarlas, a pesar de mantenerrefrenados muchos comportamientosamenazadores para la salud. Loscientíficos están descubriendo que laspersonas sin estrechos lazos socialestienen una salud deficiente, niveles máselevados de infelicidad y son másvulnerables al estrés.

Abrirse para ayudar a los demáspuede ser tan fundamental para nuestranaturaleza como la comunicación.Podría establecerse una analogía con eldesarrollo del lenguaje, que, como lacapacidad para la compasión y elaltruismo, es una de las magníficas

características de la raza humana. Hayzonas del cerebro específicamentedotadas para el desarrollo del lenguaje.Si nos vemos expuestos a unascondiciones ambientales correctas,como por ejemplo una sociedad en laque se habla, esas zonas del cerebroempiezan a desarrollarse y a madurar yaumenta nuestra capacidad para ellenguaje. Del mismo modo, todos losseres humanos pueden poseer la«semilla de la compasión», queflorecerá en condiciones adecuadas enel hogar, en el conjunto de la sociedadquizá, más tarde, gracias a nuestrospropios y decididos esfuerzos.

Animados por esta idea, losinvestigadores tratan de descubrir ahoracuáles son las condiciones ambientalesóptimas para la maduración de esasemilla en los niños. Por el momentohan identificado varios factores: tenerpadres capaces de regular sus propiasemociones, con un comportamientoaltruista que los niños puedan imitar,que establezcan límites apropiados parael comportamiento del niño, queinfundan en él responsabilidad y queutilicen el razonamiento para dirigir suatención hacia estados afectivos y hacialas consecuencias que puede tener sucomportamiento sobre los demás.

Revisar nuestros presupuestos sobrela naturaleza fundamental de los sereshumanos, pasando de lo hostil a locooperativo, abre nuevas posibilidadesante nosotros. Si empezamos por asumirel modelo del propio interés de todocomportamiento humano, el niño sirvecomo un ejemplo perfecto, como una«prueba» de esa teoría. En el momentode nacer, parece tener una sola cosa ensu mente: la satisfacción de susnecesidades, como la alimentación y elbienestar físico. Pero si dejamos de ladoesa suposición, empieza a surgir antenosotros una imagen completamentenueva. Podemos decir entonces, con la

misma facilidad, que el niño naceprogramado sólo para aportar placer yalegría a los demás. Al observar a unniño sano, sería difícil negar lanaturaleza bondadosa de los sereshumanos. A partir de esto, podríamosargumentar que el niño tiene unacapacidad innata para aportar placer aotro, a la persona que lo cuida. Unrecién nacido, por ejemplo, sólo tienedesarrollado un cinco por ciento delsentido del olfato, en comparación conun adulto, mientras que el sentido delgusto es más débil aún. Pero estossentidos en el recién nacido estánpolarizados en el olor y el sabor de la

leche. El acto de mamar no sólo leaporta nutrientes, sino que también sirvepara aliviar la tensión en el pecho de lamadre. Así pues, podríamos decir que elniño nace con la capacidad innata paraproducir placer en la madre, al aliviar latensión en su pecho.

Un niño también está biológicamenteprogramado para reconocer y responder,y son muy pocas las personas que noexperimentan un verdadero placercuando un bebé las mira inocentemente alos ojos y les sonríe. Algunos etólogoshan sugerido que cuando un niño sonríea la persona que lo cuida, o la miradirectamente a los ojos, está siguiendo

una «pauta biológica» profundamenteenraizada que «provoca»comportamientos bondadosos, tiernos yatentos en esa persona, que también soninstintivos. Conforme avanza lainvestigación de la naturaleza, la nocióndel niño como un pequeño manojo deegoísmo, como una máquina de comer ydormir, va dejando paso a la de un serque llega al mundo dotado de unmecanismo para complacer a los demás,y que sólo necesita condicionesambientales adecuadas para que germiney crezca en él la «semilla de lacompasión», fundamental y natural.

Una vez que llegamos a la

conclusión de que la naturaleza básicade la humanidad es compasiva en lugarde agresiva, nuestra relación con elmundo que nos rodea cambiainmediatamente. Ver a los demás comobásicamente compasivos en lugar dehostiles y egoístas nos ayuda arelajamos, a confiar, a sentimos a gusto.Nos hace más felices.

MEDITACIÓN SOBRE ELPROPÓSITO DE LA VIDA

Esa semana, mientras el Dalai Lamaestaba en el desierto de Arizona,

dedicado a explorar la naturalezahumana y a examinar la mente con elescrutinio de un científico, una sencillaverdad pareció iluminar todas lasdiscusiones: el propósito de nuestravida es la felicidad. Esa simpleafirmación puede utilizarse como unapoderosa herramienta para navegar através de los problemas cotidianos.Desde esa perspectiva, nuestra tareaconsiste en descartar las que conducenal sufrimiento y acumular aquellas otrasque conducen a la felicidad. El método,la práctica diaria, supone incrementarnuestra comprensión de lo que conduceverdaderamente a la felicidad.

Cuando la vida se hace demasiadocomplicada y nos sentimos abrumados, amenudo resulta muy útil retroceder unpoco y recordar cuál es nuestropropósito, nuestro objetivo esencial. Alafrontar la sensación de estancamiento yconfusión, puede sernos útil tomar unahora, una tarde o incluso varios díaspara reflexionar y determinar qué es loque nos aportará verdaderamentefelicidad, para luego organizar nuestrasprioridades. Eso puede resituar nuestravida en el contexto adecuado, permitiruna nueva perspectiva y ver el caminocorrecto.

De vez en cuando, tenemos que

afrontar decisiones fundamentales quepueden afectar al curso de nuestrasvidas. Quizá decidamos, por ejemplo,contraer matrimonio, tener hijos oestudiar para ser abogados, artistas oelectricistas. Una de dichas decisionespuede ser también la firme resolución deser felices, de conocer los factores queconciernen a la consecución de lafelicidad y dar pasos en esa dirección.Volverse hacia la felicidad como unobjetivo alcanzable y tomar la decisiónde buscarla de manera sistemática puedecambiar profundamente nuestra vida.

El conocimiento que tiene el DalaiLama de los factores que, en último

término, conducen a la felicidad,proviene de toda una vida deobservación metódica de su propiamente, de exploración de la condiciónhumana, dentro del marco establecidopor Buda hace veinticinco siglos. Así, elDalai Lama ha llegado a algunasconclusiones definitivas sobre quéactividades y pensamientos son másvaliosos. Sintetizó sus convicciones enlas siguientes palabras, sobre las que sedebe meditar.

—A veces, al encontrarme conviejos amigos, recuerdo lo rápidamenteque pasa el tiempo. Y eso hace que mepregunte si lo utilizamos adecuadamente.

La utilización adecuada del tiempo esmuy importante. Con este cuerpo yespecialmente con este extraordinariocerebro humano, cada minuto esprecioso. Nuestra existencia cotidianaestá llena de esperanza, a pesar de quenada garantiza nuestro futuro. Nada nosasegura que mañana, a esta misma hora,estaremos aquí. A pesar de ello,trabajamos esperanzados. Así pues,necesitamos hacer el mejor uso posiblede él. Estoy convencido de que lautilización adecuada del tiempo consisteen servir a otras personas, a otros seressensibles. Si no pudiera ser así,evitemos al menos causarles daño. Creo

que ésa es toda la base de mi filosofía.»Así pues, reflexionemos sobre cuál

es el verdadero valor en la vida, qué dasignificado a nuestras vidas, yestablezcamos nuestras prioridadessobre esa base. El propósito de nuestravida ha de ser positivo. No nacimos conel propósito de causar problemas, dehacer daño a los demás. Para quenuestra vida sea valiosa, tenemos quedesarrollar buenas cualidades, comocordialidad, afabilidad y compasión.Entonces, nuestra vida podrá ser mássignificativa y pacífica, más feliz.

Segunda parte:Compasión y calidez

humanas

Capítulo 5: Un nuevomodelo de relación

íntima

SOLEDAD Y CONEXIÓN

Entré en la suite del hotel donde sealojaba el Dalai Lama y él me invitó asentarme. Mientras se servía el té, sequitó un par de zapatos Rockports decolor caramelo claro y se instalócómodamente en un sillón.

—¿Y bien? —preguntó con su tonoindiferente, pero con una inflexión que

indicaba su disposición a abordarcualquier tema.

Me sonrió y se mantuvo en silencio.Unos momentos antes, mientras

estaba sentado en el vestíbulo del hotel,esperando que llegara la hora de nuestrareunión, yo había tomado sin demasiadointerés un ejemplar de un periódicoalternativo local que estaba abierto en lasección de anuncios personales. Pasérápidamente la mirada sobre losanuncios densamente agrupados, dondepredominaban, página tras página, los degente que buscaba con desesperaciónrelacionarse con otro ser humano. Sindejar de pensar en aquellos anuncios,

me senté para empezar la sesión con elDalai Lama; de repente decidí dejar delado la lista de preguntas preparadasque llevaba y le pregunté:

—¿Se siente solo alguna vez?—No —se limitó a contestar.No estaba preparado para esta

respuesta. Imaginé que diría más omenos: «Desde luego… De vez encuando, todo el mundo se siente algosolo». Y luego yo le preguntaría cómoafrontaba la soledad. Yo no esperabaque alguien me contestara que nunca sesentía solo.

—¿No? —le pregunté de nuevo,incrédulo.

—No.—¿A qué lo atribuye?Se quedó un momento pensativo

antes de contestar.—Creo que una de las razones es

que suelo mirar a todo ser humano desdeun ángulo positivo, intento buscar susaspectos positivos. Esa actitud creainmediatamente una sensación deafinidad, una especie de conexión.

»Quizá se deba a que existe por miparte menos recelo, menos temor a quesi actúo de determinada manera quizá lapersona me pierda el respeto o pienseque soy un extraño. Como ese temor noexiste provoco una especie de apertura.

Creo que ése es el factor principal.Mientras me esforzaba por captar el

alcance de lo que decía, pregunté:—Pero ¿cómo se llega a esa actitud,

a no temer ser juzgado por los demás, adespertar su antipatía? ¿Existen métodosespecíficos al alcance de una personacorriente para desarrollar esa cualidad?

—Primero hay que darse cuenta dela utilidad de la compasión —mecontestó con un tono de profundaconvicción—. Ese es el factor clave.Una vez que se ha aceptado que lacompasión no es algo infantil osentimental, una vez que hascomprendido su valor más profundo,

desarrollas inmediatamente el deseo decultivarla.

»Y en cuanto estimulas la actitudcompasiva en tu mente, en cuanto sehace activa, tu actitud hacia los demáscambia automáticamente. Si te acercas alos demás con disposición compasiva,reducirás tus temores, lo que tepermitirá una mayor apertura. Creas unambiente positivo y amistoso. Con esaactitud abres la posibilidad de recibirafecto o de obtener una respuestapositiva de la otra persona. Y, aunque elotro no se muestre afable o no respondade una forma positiva, al menos tehabrás aproximado a él con una actitud

abierta, que te proporciona flexibilidady libertad para cambiar tu enfoquecuando sea necesario. Esa clase deapertura facilita al menos la posibilidadde tener una conversación significativacon el otro. Pero sin esa actitud decompasión, si estás cerrado, irritado oindiferente, te sentirás incómodo aunqueseas abordado por tu mejor amigo.

»Creo que en muchos casos la genteespera que sean los otros quienes actúenprimero de forma positiva, en lugar detomar la iniciativa de crear esaposibilidad. Tengo la impresión de queeso es un error, que provoca problemasy que puede actuar como una barrera que

únicamente sirve para promover elaislamiento. Así pues, si deseas superarese sentimiento, creo que la actitud quese adopte establece una diferenciatremenda. Y la mejor forma es acercarsea los demás con el pensamiento de lacompasión en la propia mente.

Mi sorpresa ante la afirmación delDalai Lama de que nunca se sentía soloera proporcional a mi convicción de laomnipresencia de la soledad en nuestrasociedad, que no nacía simplemente demi propia sensación de soledad o delomnipresente paso por ella que revelabami práctica psiquiátrica. Durante losúltimos veinte años, los psicólogos han

empezado a estudiar la soledad de unaforma científica y han realizadonumerosas investigaciones. Uno de losdescubrimientos más notables es quecasi todas las personas manifiestanhaber padecido en algún momentosoledad. En una amplia encuestarealizada en Estados Unidos, una cuartaparte de los adultos dijeron que sehabían sentido muy solos al menos unavez durante las dos semanas anteriores.Aunque a menudo pensamos en lasoledad crónica como un padecimientoparticularmente difundido solamenteentre los ancianos, aislados en viviendasvacías o en los patios traseros de las

residencias, la investigación revela quelos adolescentes y los adultos jóvenes sesienten solos con la misma frecuenciaque los ancianos.

Debido al aumento de la soledad,los investigadores han empezado aexaminar las complejas variables quepueden contribuir a fomentarla. Así handescubierto, por ejemplo, que losindividuos solitarios tienen problemaspara abrirse hacia los demás,dificultades para comunicarse y paraescuchar y les faltan ciertas habilidadessociales como saber mantener unaconversación (cuándo asentir con ungesto, cómo responder apropiadamente

o cuándo callarse). Esta investigaciónsugiere que una estrategia para superarla soledad sería la de trabajar en lamejora de estas habilidades sociales. Laestrategia del Dalai Lama, sin embargo,parecía soslayar la cuestión de lashabilidades sociales o de loscomportamientos externos, paradirigirse directamente al corazón, alvalor de la compasión y el cultivo de lamisma.

A pesar de mi sorpresa inicial,mientras le oía hablar tuve el firmeconvencimiento de que, efectivamente,nunca se sentía solo. Había pruebas queapoyaban su afirmación. Yo mismo

había sido testigo con frecuencia de suprimera interacción con alguientotalmente extraño para él, y el resultadoera invariablemente positivo. Empezó aquedar claro que estas interaccionespositivas no eran accidentales osimplemente el resultado de unapersonalidad afable. Percibí que habíadedicado mucho tiempo a pensar en laimportancia de la compasión, acultivarla cuidadosamente y a utilizarlapara preparar el terreno de suexperiencia cotidiana, haciéndolo fértilpara las interacciones positivas con lasdemás personas, un método que puedeutilizar cualquiera que sufra de soledad.

DEPENDENCIA DE LOSDEMÁS FRENTE AINDEPENDENCIA

—La semilla de la perfección estápresente en el interior de todos losseres. No obstante, se necesitacompasión para activarla.

El Dalai Lama introdujo con estaspalabras el tema de la compasión anteun público silencioso, compuesto porunas mil quinientas personas, buenaparte de las cuales estaban consagradasal estudio del budismo. A continuaciónempezó a hablar de la doctrina budista

del campo de mérito.En el sentido budista, el mérito son

las huellas positivas en la mente, o«continuum mental», como resultado deacciones positivas. El Dalai Lamaexplicó que un campo de mérito es unafuente de la que se puede extraer mérito.Según la teoría budista, son los méritosacumulados los que determinan lascondiciones de los renacimientosfuturos. La doctrina budista especificados campos de mérito: el de los budas yel de otros seres sensibles. Una formade acumular mérito consiste en generarrespeto, fe y confianza en los budas, enlos seres iluminados. La otra supone

practicar la amabilidad, la generosidad,la tolerancia, y evitar accionesnegativas, como matar, robar y mentir.Esta forma exige interacción con losdemás, en lugar de interacción con losbudas. Por eso, señaló el Dalai Lama,los otros pueden sernos de gran ayudapara acumular mérito.

La descripción que hace el DalaiLama de otras personas como un campode mérito posee una hermosa calidadlírica, producto de una granimaginación. Su lúcido razonamiento ysu poder de convicción se combinaronpara que la charla de aquella tardesobrecogiera a los concurrentes. Al

mirar alrededor pude darme cuenta deque muchos estaban visiblementeconmovidos. Yo mismo me sentíacautivado. Como resultado de nuestrasconversaciones anteriores sobre laimportancia de la compasión, me sentíatodavía fuertemente influido por años deformación y práctica científicas, que mehacían considerar toda conversaciónsobre el tema como demasiadosentimental. Mientras él hablaba, mimente empezó a distraerse. Miréfurtivamente alrededor, en busca derostros famosos, interesantes ofamiliares. Puesto que había comidodemasiado antes de la charla, empecé a

sentir sueño. Mi conciencia captaba amedias lo que el Dalai Lama decía y, enun momento determinado, mi mentesintonizó de nuevo con la realidad y leoí decir:

—… el otro día hablé sobre losfactores necesarios para disfrutar de unavida feliz y gozosa, como la buenasalud, los bienes materiales, los amigos,etcétera. Y todos ellos dependen denuestros semejantes. Para mantener unabuena salud se necesitan losmedicamentos fabricados por otros yservicios de atención sanitaria ofrecidospor otros. Si examinan todas las cosasque les proporcionan bienestar,

descubrirán que no existe ningún objetoque no tenga conexión con otraspersonas. Si lo piensan cuidadosamente,verán que en la fabricación de esosobjetos intervienen muchas personas, yasea directa o indirectamente. No hacefalta decir que cuando hablamos debuenos amigos y compañeros como otrofactor necesario para llevar una vidafeliz, hablamos de interacción con otrosseres sensibles, con otros sereshumanos.

»Como pueden ver, todos esosfactores se hallan inextricablementeunidos con los esfuerzos y lacooperación de otras personas. Los

otros seres son indispensables. Así que,a pesar de que el proceso derelacionarse con los demás suponga aveces momentos difíciles, disputas,debemos intentar mantener una actitudde amistad y cordialidad, de modo quela interacción con ellos nos proporcioneuna vida feliz.

Mientras él hablaba, experimentéuna resistencia instintiva. A pesar deque siempre he valorado y disfrutado demis amigos y mi familia, siempre me heconsiderado una persona independiente.De hecho, me enorgullezco de estacualidad. Secretamente, tiendo aconsiderar con cierto desprecio a las

personas dependientes, lo que no dejade ser una señal de debilidad.

Aquella tarde, sin embargo, mientrasescuchaba al Dalai Lama, ocurrió algo.Puesto que «nuestra dependencia de losdemás» no era precisamente mi temafavorito, mi mente empezó a distraersede nuevo y me quité con actitud ausenteun hilo suelto de la manga de la camisa.Sintonicé por un momento con la charla,le escuché hablar sobre las numerosaspersonas que participan en la creaciónde todas nuestras posesiones materiales.Al escuchar sus palabras, empecé apensar en las muchas personasimplicadas en la confección de mi

camisa. Me imaginé al campesino quecultivó el algodón. A continuación, a lapersona que le vendió el tractor paraarar el campo. Luego, a los cientos oincluso miles de personas queparticiparon en la fabricación de esetractor, incluidas aquellas que extrajeronel mineral para elaborar el metal que sehabía utilizado. Y los diseñadores deltractor. Luego, naturalmente, laspersonas que procesaron el algodón, lasque tejieron la tela, las que cortaron,tiñeron y cosieron esa tela. Los mozos yconductores de camión quetransportaron la camisa hasta la tienda yla dependienta que me vendió la camisa.

Se me ocurrió pensar que prácticamentetodos los aspectos de mi vida eran elresultado de los esfuerzos de los demás.Mi preciosa independencia no era másque una ilusión, una fantasía. Al darmecuenta de ello, me sentí abrumado por unprofundo sentido de interconexión einterdependencia con todos los sereshumanos. Experimenté algo parecido aun resquebrajamiento. No sé muy bienqué fue. Pero en aquel momento hubieradeseado echarme a llorar.

RELACIONES ÍNTIMAS

Nuestra necesidad de los demás esparadójica. Al mismo tiempo que ennuestra cultura exaltamos la más ferozindependencia, también anhelamos laintimidad y la conexión con una personaespecial y querida. Centramos todanuestra energía en encontrar a esapersona que pueda curar nuestra soledady que, sin embargo, intensifique nuestrailusión de seguir siendo independientes.Aunque resulta difícil alcanzar esaconexión con una persona, descubrí queel Dalai Lama mantiene relaciones contantas personas como le es posible y queeso es lo que nos recomienda a todos.De hecho, su objetivo es conectarse con

todos.Una tarde, al reunirme con él en la

suite de su hotel en Arizona, empecédiciéndole:

—En su charla de ayer por la tardehabló de la importancia dé los demás,describiéndolos como un campo demérito. Pero hay realmente tantas formasdiferentes de relacionamos con losdemás…

—Eso es muy cierto —dijo el DalaiLama.

—Existe, por ejemplo, una clase derelación que es muy valorada enOccidente —observé—. Me refiero a laque se caracteriza por una profunda

intimidad entre dos personas,compartiendo los sentimientos másprofundos. La gente cree que si no semantiene una relación semejante escomo si algo faltara en sus vidas… Dehecho, la psicoterapia occidental tratade ayudar a menudo a las personas a quedesarrollen ese tipo de relacióníntima…

—Sí, creo que esa intimidad puedeverse como algo positivo —asintió elDalai Lama—. Si alguien se ve privadode esa clase de intimidad, puede sufrirtrastornos.

—Me preguntaba entonces… —seguí diciendo—. Mientras estaba en el

Tíbet usted no sólo fue considerado unrey, sino también una divinidad.Supongo que la gente le respetaba eincluso se sentía un poco nerviosa oasustada en su presencia. ¿No creabaeso una distancia emocional con losdemás, una sensación de aislamiento? Elhecho de estar separado de su familia,de haber sido educado como monjedesde una tierna edad y de no habersecasado nunca…, ¿no contribuyeron todasestas cosas a crear una sensación deaislamiento? ¿Ha tenido alguna vez lasensación de haberse perdido laexperiencia de una profunda intimidadpersonal con los demás, o con una

persona especial, como una esposa?—No —me contestó sin vacilación

—. Nunca he experimentado falta deintimidad. Mi padre falleció hacemuchos años, pero me sentí muy cercade mi madre, de mis maestros, tutores yotras personas; y con muchos de ellospude compartir mis sentimientos,temores y preocupaciones másprofundas. Cuando estaba en el Tíbet, enlas ceremonias de Estado y en los actospúblicos se observaba una ciertaformalidad, un cierto protocolo, peroeso no siempre era así. En otrasocasiones, por ejemplo, solía pasarbastante tiempo en la cocina y estuve

cerca de algunas personas quetrabajaban allí, y bromeábamos,cuchicheábamos y compartíamos cosasde un modo bastante relajado, sinformalidad o distancia.

»Así que ni en el Tíbet ni fuera deél, cuando me he convertido en unrefugiado, me han faltado personas conlas que compartir cosas. Creo que buenaparte de esto tiene que ver con minaturaleza. Me resulta fácil compartir.¡Simplemente, no sé guardar secretos!—Se echó a reír—. Claro que eso puedeser a veces un rasgo negativo, como porejemplo si después de una discusión ene l Kashag[3] acerca de asuntos

confidenciales, yo hablara abiertamentesobre ellos. Pero ser abierto y compartircosas puede ser muy útil. Debidoprecisamente a esta característica de minaturaleza, puedo hacer amigos confacilidad; no se trata únicamente deconocer a alguien y mantener unaconversación superficial, sino decompartir realmente mis más profundosproblemas y sufrimientos. Sucede lomismo cuando recibo buenas noticias:las comento inmediatamente con losdemás. De ese modo, experimento unsentimiento de intimidad y conexión conmis amigos. Claro que en general meresulta fácil establecer una conexión

porque mis interlocutores se sienten muyfelices de compartir el sufrimiento o elgozo con el Dalai Lama, con "SuSantidad el Dalai Lama". —Se echó areír de nuevo—. En cualquier caso,disfruto de esa intimidad. En el pasado,por ejemplo, si me sentía decepcionadopor la política del gobierno tibetano, osi estaba preocupado por otrosproblemas, incluso por la amenaza deuna invasión china, me retiraba a mishabitaciones y compartía missentimientos con la persona que barríael suelo. Desde cierto punto de vista, aalgunos les puede parecer bastanteestúpido que el Dalai Lama, jefe del

estado tibetano, enfrentado conproblemas de rango nacional einternacional, quiera compartir suspreocupaciones con un barrendero. —Seechó a reír de nuevo—. Peropersonalmente me parece que es muyútil, porque la otra persona participa yentonces podemos afrontar juntos elproblema.

EXPANDIR NUESTRADEFINICIÓN DE INTIMIDAD

Prácticamente todos losinvestigadores de las relaciones

humanas están de acuerdo en que larelación íntima es fundamental paranuestra existencia. El muy influyentepsicoanalista británico John Bowlbyescribió que «las vinculaciones íntimascon otros seres humanos son el centroalrededor del cual gira la vida de unapersona… Estas vinculacionesfortalecen a las personas y favorecen eldisfrute de la vida. Sobre esto laCiencia actual y la sabiduría tradicionalestán de acuerdo».

Está claro que la intimidadpromueve tanto el bienestar físico comoel psicológico. Al observar losbeneficios de las relaciones íntimas, los

investigadores médicos han descubiertoque las personas que tienen amigosíntimos, a los que pueden dirigirse parabuscar seguridad, empatía, afecto, sonlas que más probabilidades tienen desobrevivir a desafíos, como ataques alcorazón y operaciones quirúrgicas, y lasmenos propensas a padecerenfermedades como cáncer e infeccionesrespiratorias. Un estudio de más de milpacientes cardíacos del Centro Medicode la Universidad de Duke descubrióque entre aquellos que no tenían cónyugeo confidente íntimo, se verificaba uníndice de mortalidad, en los cinco añosposteriores al diagnóstico de

enfermedad cardiaca, tres veces mayorque el registrado entre aquellos queestaban casados o tenían un amigoíntimo. Otro estudio efectuado sobremiles de residentes del condado deAlameda, en California, a lo largo de unperíodo de nueve años, demostró quequienes contaban con mayor apoyosocial y relaciones íntimas teníaníndices más bajos de mortalidad y decáncer. Y un estudio de la Escuela deMedicina de la Universidad deNebraska sobre ancianos estableció quea quienes mantenían una relación íntimales funcionaba mejor el sistemainmunológico y tenían niveles de

colesterol más bajos. Durante eltranscurso de los últimos años se hanrealizado por lo menos media docena degrandes investigaciones, dirigidas porgrupos científicos diferentes, queexaminaron la relación entre intimidad ysalud. Después de entrevistar a miles depersonas, todos los investigadoresparecen haber llegado a la mismaconclusión: las relaciones íntimasbenefician la salud.

La intimidad es igualmenteimportante para mantener una buenasalud emocional. El psicoanalista yfilósofo social Erich Fromm afirmó queel temor básico de la humanidad es

verse separado de otros seres humanos.Estaba convencido de que la experienciade la separación, si se producía porprimera vez en la infancia, constituía lafuente de toda ansiedad. John Bowlby semostró de acuerdo y citó una buenacantidad de pruebas experimentales enapoyo de la idea de que la separación delas personas que nos cuidan,habitualmente la madre o el padre,durante la última parte del primer añode vida, crea inevitablemente temor ytristeza en los bebés. En su opinión, lapérdida de relación interpersonal seencuentra en las raíces mismas de lasexperiencias humanas de temor, tristeza

y pena.Así pues, dada la importancia vital

de la intimidad, ¿cómo nos lasarreglamos para alcanzarla en nuestravida? Siguiendo el enfoque del DalaiLama, expuesto en la sección anterior,parecería razonable empezar por elestudio de la intimidad, buscando unadefinición funcional y un modelo. Peroal buscar la respuesta en la ciencia, nosencontramos con que todos losinvestigadores están de acuerdo en laimportancia de la intimidad, y que ahítermina la coincidencia. Quizá elresultado más notable de una revisiónincluso rápida de los diversos estudios

sobre el tema sea comprobar que existeuna amplia diversidad de opiniones yteorías sobre qué es exactamente laintimidad. En un extremo del espectroestá Desmond Morris, que escribe desdela perspectiva de un zoólogo conformación en etología. En su libroComportamiento íntimo, Morris defineasí la relación íntima: «Intimar significaacercarse… La intimidad se producecuando dos personas entran en contactofísico». Tras definir la intimidad entérminos de puro contacto físico, pasa aexplorar las innumerables formas decontacto físico entre los seres humanos,desde una simple palmada en la espalda

hasta el abrazo sexual. Considera eltacto, desde un estrecho abrazo hastamodos indirectos de contacto físico,como la manicura, una forma deconfortar a otros. Llega a decir inclusoque los contactos físicos quemantenemos con los objetos de nuestroentorno, desde los cigarrillos hasta lasjoyas o las camas de agua, actúan comosustitutos de la intimidad.

La mayoría de los investigadores,sin embargo, no son tan concretos en susdefiniciones de la intimidad y están deacuerdo en que es algo más que simplecercanía física. Al considerar la raíz dela palabra «intimidad», que procede del

latín intima, que significa «interior» o«muy interior», admiten a menudo unadefinición más amplia, como la deldoctor Dan McAdams, autor de varioslibros sobre el tema: «El deseo deintimidad es el deseo de compartir conotro lo más profundo de sí». Pero lasdefiniciones no se detienen aquí. En elextremo opuesto al de Desmond Morrisestá el equipo de psiquiatras formadopor Thomas Patrick Malone y su hijoPatrick Thomas Malone. En su libro Elarte de la intimidad, la definen como«la experiencia de la conectividad». Suestudio se inicia con un meticulosoexamen de nuestra «conectividad» con

los demás, a pesar de lo cual no selimitan a las relaciones humanas. Sudefinición es tan amplia que incluyenuestra relación con los objetosinanimados, como árboles, estrellas eincluso el espacio.

Los conceptos de intimidad idealtambién varían a lo largo y ancho delmundo y de la historia. La nociónromántica de esa «única personaespecial» con la que mantenemos unaapasionada relación íntima es unproducto de nuestro tiempo y cultura.Pero este modelo de intimidad no esuniversal. Los japoneses, por ejemplo,parecen encontrar la intimidad en la

amistad, mientras que losestadounidenses la buscan enapasionadas relaciones románticas. Alobservar esto, algunos investigadoreshan sugerido que los asiáticos, quetienden a centrarse menos ensentimientos personales y se preocupanmás por los aspectos prácticos de lasrelaciones sociales, parecen menosvulnerables a la desilusión que implicael desmoronamiento de las relaciones.

Los conceptos de intimidad tambiénhan cambiado espectacularmente con eltranscurso del tiempo. En la Américacolonial, por ejemplo, el grado deintimidad y proximidad física era

generalmente mayor que el actual, yaque la familia y hasta los extrañoscompartían espacios exiguos, dormíanjuntos en una misma habitación yutilizaban una misma estancia parabañarse, comer y dormir. Y, sinembargo, la comunicación habitual entrelos cónyuges era bastante formal paralas normas hoy vigentes, no muydiferente al modo en que las personasconocidas y los vecinos se hablan unos aotros. Apenas un siglo más tarde, elamor y el matrimonio habíanexperimentado un intenso proceso deromantización y la exposición de lainterioridad era el ingrediente de

cualquier relación amorosa.Las ideas sobre el comportamiento

privado e íntimo también han cambiadocon el transcurso del tiempo. En laAlemania del siglo XVI, por ejemplo, seesperaba que la pareja de reciéncasados consumara su matrimonio enuna cama rodeada de testigos.

También ha cambiado la forma deexpresar las emociones. En la EdadMedia se consideraba normal expresarpúblicamente, con gran intensidad y deforma muy directa, una amplia gama desentimientos, como alegría, cólera,temor, piedad y hasta el placer detorturar y matar a los enemigos. Los

extremos de risa histérica, llantoapasionado y cólera violenta seexpresaban con una intensidad que no seaceptaría en nuestra sociedad. Pero conla frecuente expresión pública de lossentimientos, en esa sociedad no teníarelevancia el concepto de intimidademocional; si uno manifiesta abierta eindiscriminadamente toda clase deemociones, queda poco para expresar enlos contactos privados.

Está claro, por lo tanto, que lasideas sobre la intimidad no sonuniversales. Cambian con el transcursodel tiempo, vinculadas acondicionamientos económicos, sociales

y culturales, y además, en un mismoestadio histórico, por loscomportamientos y las definiciones.Entonces ¿qué significa esto en nuestrabúsqueda del concepto de intimidad?Creo que la respuesta es evidente…

Hay una increíble diversidad devidas humanas, infinitos modos deexperimentar la intimidad. Esta toma deconciencia, por sí sola, nos ofrece unagran oportunidad. Significa quedisponemos de vastos recursos deintimidad. La intimidad nos rodea portodas partes.

Muchos de nosotros nos sentimosoprimidos por la sensación de que algo

falta en nuestras vidas, y sufrimos acausa de la ausencia de una relacióníntima. Esto es particularmente ciertocuando pasamos por los inevitablesperíodos en los que no tenemos unarelación sentimental, o cuando la pasiónse ha desvanecido. En nuestra cultura seha difundido la creencia de que laintimidad se alcanza mejor con unarelación romántica y apasionada, al ladode esa persona que singularizamos entretodas las demás. Éste puede ser un puntode vista muy limitador, que nos aleja deotras fuentes potenciales de intimidad ycausa mucha desdicha e infelicidadcuando ese alguien especial no está

presente. Pero tenemos a nuestro alcancelos medios para evitarlo: sólo tenemosque expandir valerosamente nuestroconcepto de intimidad para incluir atodas las personas que nos rodean. Alampliar nuestra definición de intimidad,descubrimos muchas formas nuevas eigualmente satisfactorias de conectarnoscon los demás.

Eso nos conduce de nuevo a midiscusión sobre la soledad con el DalaiLama, que se inició gracias a la secciónde anuncios personales de un periódico.La situación me extrañó. Cuandoaquellas personas redactaban susanuncios, esforzándose por encontrar las

palabras adecuadas para introducirpasión en sus vidas y desterrar lasoledad, ¿cuántas de ellas estaban yarodeadas de amigos, familiares oconocidos, con vínculos que podíancultivarse fácilmente hasta convertirlosen relaciones íntimas, genuinas yprofundamente satisfactorias? Yo diríaque muchas. Si lo que buscamos en lavida es la felicidad, y la relación es uningrediente importante de una vida másfeliz, está claro que tiene sentidoorientarnos con arreglo a un modelo queincluya tantas formas de conexión conlos demás como sea posible. El modelodel Dalai Lama se basa en la voluntad

de abrirnos a todos nuestros semejantes,a la familia, los amigos y hasta losextraños, creando así vínculos genuinosy profundos basados en nuestra comúnhumanidad.

Capítulo 6: Ahondaren nuestra conexión

con los demás

Una tarde, después de suconferencia, llegué a la suite del hoteldel Dalai Lama para nuestra cita diariacon unos minutos de antelación. Unayudante me hizo salir discretamente alpasillo y me dijo que Su Santidad teníauna audiencia privada. Permanecí en eselugar con el que ya estaba familiarizado,frente a la puerta de la suite, y utilicé eltiempo de que disponía para revisar mis

notas para nuestra sesión, al tiempo quetrataba de evitar la mirada recelosa deun guardia de seguridad, la mismamirada con la que los empleados de lastiendas observan a los estudiantes deescuela superior que merodeanalrededor de las estanterías de lasrevistas.

Pocos momentos más tarde se abrióla puerta y salió una pareja muy bienvestida, de mediana edad. Me parecióreconocerlos. Recordé entonces quehabía sido brevemente presentado aellos unos días antes. Me habían dichoque la mujer era una conocida herederay el marido un abogado de Manhattan,

extremadamente rico y poderoso. Sólohabíamos intercambiado unas pocaspalabras, pero ambos me impresionaronpor su increíble arrogancia. Ahora, alverlos salir de la suite del Dalai Lama,observé un cambio asombroso en losdos. Habían desaparecido por completolas expresiones de suficiencia y laactitud arrogante, sustituidas porexpresiones de ternura y emoción.Parecían dos niños. Las lágrimas corríanpor las mejillas de ambos. Aunque elefecto que ejerce el Dalai Lama nosiempre es tan espectacular, heobservado que la gente respondeinvariablemente con algún cambio

emocional. Me había maravillado desdehacía tiempo su capacidad para forjarvínculos y establecer un intercambioemocional profundo y significativo.

ESTABLECER EMPATÍA

Aunque durante nuestrasconversaciones en Arizona habíamoshablado de la importancia de lacordialidad y la compasión humanas, nofue hasta unos meses más tarde, en suhogar de Dharamsala, cuando tuve laoportunidad de explorar másdetalladamente con él el tema de las

relaciones humanas. Para entonces,ansiaba descubrir los principios de susinteracciones con los demássusceptibles de ser aplicados a mejorarcualquier relación, ya fuese con extrañoso con familiares, amigos y amantes.Ávido por empezar, abordé el tema deinmediato.

—Y ahora, sobre las relacioneshumanas…, ¿cuál diría que es el métodoo la técnica más efectiva para conectarcon los demás de una forma significativay reducir los conflictos?

Me miró fijamente por un momento.No fue una mirada de enojo, pero hizoque me sintiera como si acabara de

pedirle que me diera la composiciónquímica del polvo lunar.

Tras una breve pausa, respondió:—Bueno, el trato con los demás es

un tema muy complejo. No hay manerade encontrar una fórmula con la que sepuedan solucionar todos los problemas.Es un poco como cocinar. Si se preparauna comida deliciosa, el proceso pasapor diversas fases. Quizá haya quehervir las verduras por separado, paraluego sofreírlas y cocinarlas de formaespecial, mezclándolas con especias, yasí sucesivamente; el resultado final esun producto delicioso. Lo mismo sucedeen las relaciones; existen muchos

factores. No se puede decir: «Este es elmétodo» o «Ésta es la técnica».

No era exactamente la clase derespuesta que yo buscaba. Pensé que semostraba evasivo y tuve la impresión deque, seguramente, tendría algo másconcreto que ofrecerme, así que seguípresionándolo.

—Bueno si no hay un método únicopara mejorar nuestras relaciones, ¿hayquizá algunas normas generales quepuedan ser útiles?

El Dalai Lama pensó un momentoantes de contestar.

—Sí. Antes hablamos de laimportancia de acercarse a los demás

con actitud compasiva. Eso es crucial.Claro que no es suficiente con decirle aalguien: «Es muy importante sercompasivo; hay que tener más amor».Una receta tan sencilla no seríaprovechosa. Pero un medio efectivopara inducir a ser más cálido ycompasivo consiste en razonar acercadel valor y los beneficios prácticos dela compasión, así como hacerreflexionar a las personas sobre sussentimientos cuando los otros sonamables con ellas. Eso en cierto modolos prepara, de tal manera que seproducirá más de un efecto a medida quesigan realizando esfuerzos por ser más

compasivos.»Al considerar los diversos medios

para desarrollar mas compasión, creoque la empatía es un factor importante.La capacidad para apreciar elsufrimiento del otro. Tradicionalmente,una de las técnicas budistas paraacrecentar la compasión consiste enimaginar una situación en la que sufre unser sensible, por ejemplo, una oveja apunto de ser sacrificada, y luego tratarde imaginar el sufrimiento de esa oveja.El Dalai Lama se detuvo un momentopara reflexionar, mientras pasaba entrelos dedos con expresión ausente lascuentas de una especie de rosario.

—Pienso —siguió diciendo— que sitratáramos con alguien que se mostraramuy frío e indiferente, esta técnica devisualización no sería muy efectiva.Sería como si se lo pidiera al carnicerodispuesto a sacrificar una oveja; está tanendurecido, tan acostumbrado ,que esono haría mella en él. Así que sería muydifícil explicar esa técnica y utilizarlacon algunos occidentales acostumbradosa cazar y pescar por simple diversión,como una forma de distracción…

—En ese caso —le sugerí—, quizáno sea una técnica efectiva pedirle a uncazador que se imagine el sufrimiento desu presa, pero se pueden despertar sus

sentimientos pidiéndole que se imaginea su perro de caza favorito atrapado enuna trampa y gañendo de dolor.

—Sí, exactamente —asintió el DalaiLama—. Creo que se podría ajustar esatécnica a las circunstancias. Porejemplo, es posible que la persona encuestión no experimente fuerte empatíacon los animales, pero puede sentirlacon un miembro de su familia o unamigo. En tal caso, podría visualizar unasituación en que la persona queridasufriera o pasara por una situacióntrágica para luego imaginar cómorespondería. Así que se puede intentaracrecentar la compasión tratando de

establecer empatía con el sentimiento ola experiencia de otro.

»Creo que la empatía es importante,no sólo como medio para aumentar lacompasión, sino que en términosgenerales, al tratar con los demáscuando están en dificultades, resultaextremadamente útil para situarse en ellugar del otro y ver cómo reaccionaríauno ante la situación. Aunque no setengan experiencias comunes con la otrapersona o su estilo de vida sea muydiferente, siempre puede intentarse conla imaginación. Quizá haya que ser algocreativo. Esta técnica supone lacapacidad para suspender

temporalmente el propio punto de vista ybuscar la perspectiva de la otra persona,imaginar cuál sería la situación si unoestuviera en su lugar, y cómo laafrontaría. Eso ayuda a desarrollar unaconciencia de los sentimientos del otro ya respetar dichos sentimientos, algoimportante para reducir los conflictos yproblemas con los demás.

Esa tarde nuestra entrevista fuebreve. Se me había incluido condificultad y en el último momento en lapoblada agenda del Dalai Lama ymantuvimos la conversación a últimashoras del día, como había sucedido envarias ocasiones. Fuera, el sol

empezaba a ponerse, llenando laestancia de una luz crepuscularagridulce, convirtiendo el amarillopálido de las paredes en un ámbar másprofundo y sembrando de ricos maticesdorados las imágenes budistas. Elayudante del Dalai Lama entrósilenciosamente en la estancia,indicando el final de nuestra sesión.Enfrascado en la conversación,pregunté:

—Sé que tenemos que terminar, pero¿tiene otros consejos para ayudar a crearempatía con los demás?

Haciéndose eco de las palabras que

había pronunciado muchos meses antesen Arizona, contestó con una afablesimplicidad:

—Siempre me acerco a los demás enel terreno básico que nos es común.Todos tenemos una estructura física, unamente, emociones. Todos hemos nacidodel mismo modo y todos moriremos.Todos deseamos alcanzar la felicidad yno sufrir. Al mirar a los demás desdeesa perspectiva, en lugar de percibirdiferencias secundarias, como el hechode que yo sea tibetano y tenga unareligión y unos antecedentes culturalesdiferentes, experimento la sensación dehallarme ante alguien que es

exactamente igual que yo. Creo querelacionarse con una persona en esenivel facilita el intercambio y lacomunicación.

Y tras decir esto se levantó, sonrió,me estrechó la mano y se retiró.

A la mañana siguiente continuamosnuestra discusión en el hogar del DalaiLama.

—En Arizona hablamos muchosobre la importancia de la compasión enlas relaciones humanas y ayerabordamos el papel de la empatía paramejorar nuestra capacidad pararelacionamos…

—Sí —dijo el Dalai Lama.

—Además de eso, ¿puede sugeriralgún método o técnica adicional?

—Bueno, como ya le comenté ayer,no hay una o dos técnicas sencillascapaces de resolver todos losproblemas. Sin embargo, creo que hayalgunas cosas que pueden ayudar. Enprimer lugar, es útil conocer y valorarlos antecedentes de la persona con laque estamos tratando. Mantener unaactitud mental abierta y honrada tambiénnos ayuda.

Esperé, pero él no añadió nada más.—¿Puede sugerir algún otro método

para mejorar nuestras relaciones?El Dalai Lama pensó un momento.

—No —contestó, echándose a reír.Consideré que esos consejos eran

demasiado simplistas. Sin embargo, ypuesto que eso parecía ser todo lo que éltenía que decir por el momento,abordamos otros temas.

Aquella tarde fui invitado a cenar encasa de unos amigos tibetanos enDharamsala. Organizaron una veladamuy animada. La comida fue excelente,con un deslumbrante despliegue deplatos especiales cuya estrella fue el momas tibetano, a base de sabrosasalbóndigas de carne. A medida quetranscurría la cena, se animó la

conversación. Los invitados no tardaronen contar historias subidas de tono sobrelas situaciones embarazosas en que sehabían visto durante una borrachera.Entre los invitados se encontraba unaconocida pareja alemana, ella arquitectay él autor de una docena de libros.

Como estaba interesado en suslibros me acerqué al escritor y entabléconversación con él. Sus respuestas eranbreves y superficiales; su actitud,abrupta y distante. Convencido de queera un hosco esnob me resultóinmediatamente antipático. Me consolépensando que al menos había intentandoconectar con él y entablé conversación

con otros invitados más amistosos.Al día siguiente estaba con un amigo

en un café del pueblo y, mientrastomábamos el té, le conté lo ocurrido lanoche anterior.

—Realmente, disfruté con todos,excepto con Rolf, ese escritor… Parecíatan arrogante y…, bueno, poco amistoso.

—Lo conozco desde hace variosaños —dijo mi amigo—, y sé que esa esla impresión que causa, pero sóloporque al principio es un poco tímido yreservado. En realidad, es una personamaravillosa si se le llega a conocer unpoco… —Yo no me dejaba convencer ymi amigo siguió diciendo—: A pesar de

ser un escritor de éxito, ha tenido en suvida más dificultades de las que semerecía. Su familia sufriótremendamente a manos de los nazisdurante la Segunda Guerra Mundial.Rolf tiene dos hijos, a los que está muyentregado, que han nacido con unextraño trastorno genético que losdiscapacita física y mentalmente. Enlugar de amargarse por ello o pasarse elresto de la vida representando el papelde mártir, afrontó sus problemas conabnegación y dedicó muchos años atrabajar como voluntario en favor de losdiscapacitados. Realmente, es unapersona muy especial.

Volví a encontrarme con Rolf y suesposa al final de esa semana, en elpequeño aeródromo. Teníamos previstotomar el mismo vuelo a Delhi, pero fuecancelado. El siguiente saldría al cabode unos días, así que decidimoscompartir un taxi hasta la capital, unhorrible trayecto de diez horas. Lainformación de mi amigo habíacambiado mis sentimientos hacia Rolf ydurante el largo trayecto me sentí másreceptivo. Como consecuencia de ello,hice un esfuerzo por mantener unaconversación. Inicialmente, su actitudfue la misma. Pero pronto descubrí que,tal como me había comentado mi amigo,

su distanciamiento se debía más a latimidez que al esnobismo. Mientrastraqueteábamos por la sofocante ypolvorienta campiña del norte de laIndia y nos enfrascábamos cada vez másprofundamente en la conversación,demostró ser una persona cálida y unexcelente compañero de viaje.

Al llegar a Delhi ya estabaconvencido de que el consejo del DalaiLama de «conocer los antecedentes» delas personas no era tan superficial comome había parecido en un principio. Sí,quizá fuera simple, pero no simplista. Enocasiones, el medio más efectivo paraintensificar la comunicación es

precisamente el que tendemos aconsiderar como ingenuo.

Días más tarde me encontrabatodavía en Delhi, esperando el viaje queme llevaría a casa. El cambio respectode la tranquilidad que se respiraba enDharamsala era exasperante y me sentíade muy mal humor. Además delapabullante calor, la contaminación y lasmultitudes, las aceras estaban atestadasde toda clase de depredadores urbanosdedicados a la estafa callejera. Caminarpor las abrasadoras calles de Delhicomo un occidental, un extranjero, unobjetivo, abordado sin tregua por los

pedigüeños, era como si tuviera tatuadaen la frente la palabra «Imbécil». Eradesmoralizador.

Esa misma mañana fui víctima deuna estratagema habitual a cargo de doshombres. Uno de ellos me salpicó conpintura roja los zapatos en un momentoen que yo estaba distraído. Un poco másadelante, su compinche, con aspecto deinocente limpiabotas me señaló lapintura y se ofreció para limpiarme loszapatos al precio habitual.Efectivamente, me limpió hábilmente loszapatos en pocos minutos. Una vez quehubo terminado, me pidió una sumaenorme, equivalente a dos meses de

salario para muchos de los habitantes deDelhi. Cuando protesté, afirmó que éseera el precio que habíamos convenido.Protesté de nuevo, y el muchacho sepuso a gritar, atrayendo la atención de lamultitud, que me negaba a pagarle susservicios. Ese mismo día, algo mástarde, supe que esta añagaza seempleaba a diario con los turistasdesprevenidos.

Por la tarde almorcé con una colegaen mi hotel. Lo sucedido esa mañanahabía quedado rápidamente olvidado yella me preguntó por mis recientesentrevistas con el Dalai Lama. Nosenfrascamos en una conversación sobre

las ideas de éste acerca de la empatía yla importancia de adoptar la perspectivade la otra persona. Después de almorzartomamos un taxi y fuimos a visitar aunos amigos comunes. Cuando el taxi seponía en marcha, pensé de nuevo en ellimpiabotas y, mientras esas negrasimágenes cruzaban por mi mente, se meocurrió echar un vistazo al taxímetro.

—¡Pare! —grité de pronto.Mi amiga se sobresaltó. El taxista

me miró burlonamente por el espejoretrovisor, pero siguió conduciendo.

—¡Deténgase! —le exigí con vozahora temblorosa, con un atisbo dehisteria. Mi amiga parecía

conmocionada. El taxi se detuvo. Señaléfurioso el taxímetro, blandiendo el dedoen el aire—. ¡No puso el taxímetro acero! ¡Había más de veinte rupiascuando iniciamos la carrera!

—Lo siento, señor —dijo el hombrecon indiferencia, lo que me enfurecióaún más—. Se me olvidó. Lo volveré aponer en marcha…

—¡Usted no va a poner en marchanada! —exploté—. Estoy harto de quehinchen los precios, me lleven encírculo o hagan todo lo que puedan porrobar a la gente… ¡Estoy… harto!

Yo balbuceaba como un mojigatoescandalizado, y mi amiga parecía

consternada. El taxista se limitó amirarme con la misma expresióndesafiante de las vacas sagradas querecorren las ajetreadas calles de Delhi yse detienen donde les place, con lasediciosa intención de detener el tráfico,como si yo fuera un quisquillosoincorregible. Arrojé unas pocas rupiassobre el asiento delantero y sin deciruna palabra mi amiga y yo nos apeamos.

Pocos minutos más tarde paramosotro taxi y reanudamos el camino. Perono podía dejar el tema. Mientrasrecorríamos las calles de Delhi, noparaba de quejarme de que allí «todo elmundo» se dedicaba a engañar a los

turistas y de que no éramos para ellosmás que presas. Mi colega meescuchaba en silencio mientras yodespotricaba y desvariaba.

—Bueno —dijo ella finalmente—,veinte rupias no suponen más que uncuarto de dólar. ¿Por qué enfadarsetanto?

—¡Pero los principios son los quecuentan! —exclamé con piadosaindignación—. No comprendo cómopuedes seguir tan tranquila cuando estoocurre continuamente. ¿No te molesta?

—Bueno —me contestópausadamente—, me molestó por unmomento, pero luego pensé en lo que

hablamos durante el almuerzo, lo quedijo el Dalai Lama acerca de ver lascosas desde la perspectiva del otro.Mientras tú te enojabas, intentaba verqué tenía yo en común con el taxista.Ambos deseamos buenos alimentos,dormir bien, sentirnos a gusto, serqueridos. Entonces, intenté imaginarmecomo taxista: todo el día en un taxisofocante, sin aire acondicionado,sintiéndome colérica e irritada por losextranjeros ricos…, así que no se meocurre nada mejor para que las cosassean algo más «justas», para ser un pocomás feliz, que sacarles un poco dedinero. La cuestión es que, a pesar de

que consigo obtener unas pocas rupiasde algún que otro turista inocente, no loconsidero como una forma muysatisfactoria de llevar una vida mejor…En cualquier caso, cuanto más meimaginaba como taxista, menos enfadadame sentía con él. Su vida me parecíasencillamente triste… No es que esté deacuerdo con su comportamiento ehicimos bien al bajarnos del taxi, perono pude enfadarme con él tanto comopara odiarle.

Guardé silencio. En realidad, mesentía asombrado ante lo poco que yohabía absorbido del Dalai Lama. Paraentonces ya había empezado a apreciar

el valor de «comprender al otro» y susejemplos acerca de cómo poner enpráctica los principios. Pensé de nuevoen nuestras conversaciones, iniciadas enArizona y continuadas ahora en la India,y me di cuenta de que, ya desde elprincipio, habían adquirido un tonoclínico, como si yo le hiciera preguntassobre anatomía humana sólo que, en estecaso, era la anatomía de la mente y elespíritu humanos. Hasta ese momento,sin embargo, no se me había ocurridoaplicar plenamente sus ideas a mi propiavida; siempre había tenido la vagaintención de tratar de ponerlas enpráctica en el futuro, cuando dispusiera

de más tiempo.

EXAMEN DE LA BASEFUNDAMENTAL DE UNA

RELACIÓN

Mis conversaciones con el DalaiLama en Arizona se habían iniciado conun análisis de las fuentes de la felicidad.A pesar de que él había elegido vivircomo un monje, se ha demostrado que elmatrimonio puede traer la felicidad, alaportar estrechos vínculos queproporcionan satisfacción. Entreestadounidenses y europeos se han

llevado a cabo muchos estudios quedemuestran que, en general, la gentecasada es más feliz y se siente mássatisfecha con la vida que las personassolteras o viudas, por no hablar de losdivorciados o separados. Una encuestadescubrió que seis de cada diezestadounidenses que califican sumatrimonio de «muy feliz» tambiénconsideran su vida, en conjunto, como«muy feliz». Al analizar el tema de lasrelaciones humanas, me parecióimportante sacar a relucir esa fuente defelicidad.

Minutos antes de una de lasentrevistas programadas con el Dalai

Lama, me encontraba sentado con unamigo en el patio exterior del hotel, enTucson, tomando un refresco. Trasmencionar el tema del idilio amoroso yel matrimonio, que deseaba plantear enmi entrevista, mi amigo y yo notardamos en lamentarnos de ser solteros.Mientras hablábamos, una pareja jovende aspecto saludable, de vacaciones yquizá golfistas, se sentaron a una mesacerca de nosotros. Ofrecían el aspectode un matrimonio de tipo medio; no enluna de miel, pero jóvenes y sin dudaenamorados. «Tiene que ser agradable»,pensé.

Apenas se hubieron sentado

empezaron a discutir.—¡Te dije que llegaríamos tarde! —

acusó con acidez la mujer, con una vozsorprendentemente ronca, fruto sin dudade años de tabaco y alcohol—. Ahoraapenas si tendremos tiempo para estarun momento sentados. ¡Ni siquierapuedo disfrutar de la comida!

—Si no hubieras tardado tantotiempo en prepararte… —replicó elhombre con tono más sereno, perocargado de hostilidad.

—Ya estaba preparada hace mediahora —refutó ella—. Pero tú tenías queterminar de leer el periódico…

Y continuaron de ese modo. La

discusión no acababa. Tal como dijoEurípides: «Cásate; es posible que salgabien. Pero cuando un matrimoniofracasa, se vive un verdadero infierno enel hogar».

Aquella discusión, cuya acritudaumentó rápidamente, terminó connuestros lamentos de solteros. Mi amigoalzó los ojos y citó una frase deSeinfeld:

—«¡Oh, sí! ¡Deseo casarme muypronto!»

Apenas unos momentos antes tenía laintención de conocer la opinión delDalai Lama sobre las alegrías y virtudesdel idilio amoroso y el matrimonio. En

lugar de eso, en cuanto entré en la suitede su hotel y casi antes de sentarme,pregunté:

—¿Por qué surgen conflictos contanta frecuencia en los matrimonios?

—Cuando se trata de conflictos, lascosas pueden ser bastante complejas —explicó el Dalai Lama—. Hay muchosfactores implicados. Así que cuandotratamos de comprender los problemasde una relación, es preciso reflexionarprimero sobre la naturaleza fundamentaly la base de esa relación.

»Así que, antes que nada, hay quereconocer que existen diferentes clasesde relación y examinar esas diferencias.

Por ejemplo, dejando de lado por elmomento el tema del matrimonio ycentrándonos en las amistadescorrientes, observamos que haydiferentes clases de amistad. Algunas sebasan en la riqueza, el poder o laposición. En esos casos, la amistadcontinúa mientras tengas poder, riquezao posición. En cuanto desaparecen, laamistad se desvanece. Por otro lado, hayuna amistad basada no enconsideraciones de riqueza, poder yposición, sino más bien en el verdaderosentimiento humano, en un sentimientode proximidad en el que existe lasensación de compartir, de estar

conectado. Ésa es la amistad que yollamaría genuina, porque no la mediatizala riqueza, la posición o el poder. Lofundamental para una amistad genuina esun sentimiento de afecto. Si falta, no sepuede mantener una verdadera amistad.Lo hemos mencionado antes y esbastante evidente, pero si se tienenproblemas de relación a menudo resultamuy útil retroceder un poco yreflexionar sobre la base de ella.

»Del mismo modo, si alguien tieneproblemas con su cónyuge, quizá sea útilexaminar la base de la relación. Amenudo, por ejemplo, hay relacionescimentadas por una atracción sexual

inmediata. Cuando una pareja acaba deconocerse es posible que se sientanlocamente enamorados y muy felices. —Se echó a reír—. Pero cualquierdecisión tomada en ese momento seríamuy inestable. Del mismo modo que unopuede enloquecer a causa de una cólerau odio muy intensos, también es posibleque un individuo enloquezca impulsadopor la intensidad de la pasión o elplacer. Incluso situaciones en las que elindividuo piensa: "Bueno, mi novio o minovia no es en realidad una buenapersona, pero a pesar de todo me sigueatrayendo". Así pues, una relaciónbasada en esa atracción inicial es muy

poco fiable, muy inestable, porque seapoya en algo pasajero. Ese sentimientodura muy poco, desaparecerá al cabo depoco tiempo. —Hizo chascar los dedos—. En consecuencia, no deberíasorprender a nadie que la relaciónempezara a tener problemas, y todomatrimonio basado en ella tuvieraconflictos… Pero ¿usted qué piensa?

—Sí, estoy de acuerdo con usted eneso —admití—. Parece ser que en todarelación, incluso en las más ardientes, lapasión termina por enfriarse. Algunasinvestigaciones han demostrado quequienes consideran la pasión y elromanticismo esenciales para su

relación, suelen desilusionarse ydivorciarse. Ellen Berscheid, psicólogasocial de la Universidad de Minnesota,lo estudió y llegó a la conclusión de quela incapacidad para percatarse de lalimitada vida media del amorapasionado puede acabar con unarelación. Ella y sus colegas creen que elaumento de los índices de divorciodurante los últimos veinte años se hallaen parte relacionado con la crecienteimportancia que concede la gente aexperiencias emocionales intensas ensus vidas, como es el caso del amorromántico. Porque es difícil manteneresas experiencias durante mucho

tiempo…—Eso parece muy cierto —asintió

—. Al abordar esos problemas, se dauno cuenta de la tremenda importanciaque tienen el examen y la comprensiónde la naturaleza fundamental de lasrelaciones.

»Ahora bien, aunque muchasrelaciones se basan en la atracciónsexual inmediata, en otras la personajuzga con serenidad que desde el puntode vista físico el otro no es demasiadoatractivo, pero es una persona buena yamable. Una relación como ésta esmucho más duradera, porque genera unaverdadera comunicación entre los dos…

El Dalai Lama se detuvo unmomento, como si meditara, antes deañadir:.

—Conviene dejar claro que tambiénse puede tener una relación buena ysaludable que incluya la atracciónsexual. Parece ser, por tanto, que existendos clases de relación basadas en laatracción sexual. Una de ellas obedeceal puro deseo sexual. En ese caso, lamotivación o el impulso que hay tras elvínculo es realmente la satisfaccióntemporal, la gratificación inmediata. Losindividuos se relacionan entre si notanto como personas, sino más biencomo objetos. Ese vínculo no es muy

sano, porque sin ningún componente derespeto mutuo termina por convertirsecasi en prostitución, como una casaconstruida sobre cimientos de hielo: eledificio se desploma en cuanto se fundeel hielo.

»No obstante, hay relaciones en quela atracción sexual, si bien es poderosa,no es fundamental. Existe un aprecio devalores relacionados con la cordialidad.Estas relaciones son, por lo general, másduraderas y fiables. y para estableceruna relación semejante es precisodedicar tiempo suficiente a conocer lascaracterísticas del otro.

»En consecuencia, cuando mis

amigos me preguntan sobre elmatrimonio, suelo preguntarles desdecuándo conocen a su pareja. Si mecontestan que desde hace sólo unosmeses, suelo decirles: "Oh, eso esdemasiado poco". Si me hablan de unosaños, ya me parece mejor porque sé queentonces no sólo conocen el aspectofísico del otro, sino también sunaturaleza más profunda…

—Eso me recuerda la afirmación deMark Twain: «Ningún hombre o mujersabe realmente qué es el amor perfectohasta que no lleva casado un cuarto desiglo».

El Dalai Lama asintió con un gesto y

continuó:—Sí… Creo que muchos problemas

aparecen sencillamente porque laspersonas no se conceden tiemposuficiente para conocerse unas a otras.En cualquier caso, creo que si alguientrata de construir una relaciónverdaderamente satisfactoria, la mejorforma de conseguirlo es conociendo lanaturaleza profunda del otro, yrelacionándose con él en ese nivel, enlugar de hacerlo simplemente a través delas características superficiales. Y enesas relaciones también juega un papella verdadera compasión.

»He oído decir a muchas personas

que su matrimonio tiene un sentido másprofundo que la simple relación sexual,que el matrimonio implica a dospersonas que tratan de enlazar sus vidas,compartir sus vicisitudes y la intimidad.Si esa afirmación es honesta, la relaciónes sana. Toda relación sana implicaresponsabilidad y compromiso. Claroque el contacto físico, la relación sexualde la pareja, puede tener un efectocalmante sobre la mente. Pero, despuésde todo, desde el punto de vistabiológico, el propósito principal de larelación sexual es la reproducción. Ypara realizado con éxito, hay que teneruna actitud de compromiso hacia la

descendencia, para que ésta puedasobrevivir y desarrollarse. Por eso estan importante potenciar la capacidadpara la responsabilidad y elcompromiso. Sin ella, la relaciónúnicamente ofrece una satisfaccióntemporal. Es simple diversión.

Se echó a reír, con una risa queparecía maravillada por elcomportamiento humano.

RELACIONES BASADAS EN ELROMANTICISMO

Me resultaba extraño estar hablando

de sexo y matrimonio con un hombre demás de sesenta años y célibe. Noparecía reacio a hablar de estos temas,aunque sí pude observar un ciertodistanciamiento en sus comentarios.

Esa misma noche, algo más tarde, alpensar en nuestra conversación, se meocurrió que aún quedaba un componenteimportante de las relaciones del que nohabíamos hablado, y sentía curiosidadpor saber cuál era su postura. Se loplanteé al día siguiente.

—Ayer hablamos de las relaciones yde la importancia de basar una relacióníntima o matrimonial en algo más que enel sexo —empecé a decir—. Pero, en la

cultura occidental, lo que se consideramuy deseable no es únicamente el actosexual físico, sino el clima deromanticismo, estar profundamenteenamorado del otro. En las películas, laliteratura y la cultura popularencontramos una exaltación de este amorromántico. ¿Cuál es su punto de vista?

El Dalai Lama me contestó sinvacilación.

—Creo que, dejando aparte hastaqué punto la búsqueda continua del amorromántico puede afectar a nuestrodesarrollo espiritual más profundo,incluso desde la perspectiva de un estilode vida convencional habría que

considerar la idealización de ese amorromántico como un caso extremo. Adiferencia de las relaciones en que hayatención hacia el otro y afecto genuino,no puede verse como algo positivo —afirmó con decisión—. Se trata de algobasado en la fantasía, inalcanzable; porlo tanto, puede ser una fuente defrustración. Así pues, no debería serconsiderado como algo positivo.

El tono taxativo del Dalai Lamaparecía indicar que no tenía nada másque decir al respecto. A la vista deltremendo énfasis que pone nuestrasociedad en el romanticismo, tuve laimpresión de que él desechaba

demasiado a la ligera su atractivo. Dadala educación monástica del Dalai Lama,imaginé que no lo comprendía y quepreguntarle sobre temas relacionadoscon el amor romántico era como pedirleque acudiera al aparcamiento paraecharle un vistazo a mi coche por unproblema que tenía con la transmisión.Ligeramente decepcionado, me apresuréa consultar mis notas y me dispuse aplantear otros temas.

¿Qué hace que el amor románticosea tan atractivo? Al examinar estacuestión se descubre que eros, el amorromántico, sexual, apasionado, el éxtasis

definitivo, es un potente cóctel deingredientes culturales, biológicos ypsicológicos. En la cultura occidental, laidea ha florecido durante los últimosdoscientos años bajo la influencia delromanticismo, un movimiento que hacontribuido mucho a configurar nuestrapercepción del mundo y que surgiócomo un rechazo del período anterior, laIlustración, con su énfasis en la razónhumana.

El nuevo movimiento exaltaba laintuición, la emoción, el sentimiento, lapasión. Subrayaba la importancia delmundo sensorial, de la experienciasubjetiva del individuo, y tendía hacia el

mundo de la imaginación, de la fantasía,de la búsqueda de un ámbito que noexiste, de un pasado idealizado o de unfuturo utópico. Esta idea ha ejercido unaprofunda influencia no sólo en el arte yla literatura, sino también en la políticay en todos los aspectos de la culturaoccidental moderna.

El impulso romántico persigue elenamoramiento. En nosotros funcionanpoderosas fuerzas que nos llevan abuscar este sentimiento; aquí no se tratasimplemente de la glorificación delamor romántico, que hemos recogido denuestra cultura. Muchos investigadorescreen que estas fuerzas se hallan en

nuestros genes. El enamoramiento,invariablemente mezclado con laatracción sexual, quizá sea uncomponente genéticamente determinadodel instinto de apareamiento. Desde unaperspectiva evolutiva, la tarea principaldel organismo es la de sobrevivir,reproducirse y asegurar la supervivenciade la especie. Redunda por tanto eninterés de las especies el que estemosprogramados para enamorarnos; esoaumenta, ciertamente, las probabilidadesde apareamiento y reproducción.Disponemos por lo tanto de mecanismosinnatos que nos ayudan a que esosuceda; así, en respuesta a ciertos

estímulos, nuestros cerebros fabrican ybombean sustancias químicas capacesde crear una sensación eufórica, el«entusiasmo» asociado con elenamoramiento que a veces nos abrumay bloquea otros sentimientos.

Las fuerzas psicológicas que nosimpulsan a buscar el enamoramiento sontan compulsivas como las fuerzasbiológicas. En el Simposium de Platón,Sócrates cuenta la historia del mito deAristófanes sobre el origen del amorsexual. Según este mito, los habitantesoriginales de la Tierra eran criaturas detronco esférico, cuatro manos y cuatropies. Estos seres asexuados y

autosuficientes eran muy arrogantes yatacaron repetidamente a los dioses.Para castigarlos, Zeus los dividió consus rayos. Cada criatura quedó entoncesconvertida en dos, y las mitadesanhelaban volver a unirse.

Eros, el impulso hacia el amorapasionado y romántico, puede versecomo este antiguo deseo de fusión con laotra mitad. Parece ser una necesidadhumana, universal e inconsciente;fundirse con el otro, derribar lasfronteras, llegar a ser uno solo con el serquerido. Los psicólogos llaman a esto elhundimiento de las fronteras del ego.Algunos creen que este proceso tiene sus

raíces en nuestras primerasexperiencias, las que tenemos en unestado primigenio en el que el niño sefunde por completo con el progenitor ocon la persona que lo cuida.

Las pruebas sugieren que los reciénnacidos no distinguen entre sí y el restodel universo. No poseen sentido de laidentidad personal o, al menos, suidentidad incluye a la madre, a otraspersonas y a todos los objetos de suentorno. No saben dónde terminan ellosmismos y empieza lo «otro». Les falta loque se conoce como «permanencia delobjeto»: los objetos no tienen existenciaindependiente; si los niños no

interactúan con un objeto, éste no existe.Si, por ejemplo, un niño sostiene unsonajero en la mano, lo reconoce comoparte de sí mismo, pero en cuanto se loquitan y lo esconden a su vista, elsonajero deja de existir.

En el momento de nacer, el cerebrotodavía no está plenamente «conectado».A medida que el bebé crece y el cerebromadura, su interacción con el mundo quele rodea se hace más compleja y elpequeño va adquiriendo gradualmentesentido de la identidad personal, del«yo», en contraposición con el «otro».Al mismo tiempo, se desarrolla unasensación de aislamiento y una

conciencia de las propias limitaciones.Naturalmente, la formación de laidentidad continúa durante la infancia yla adolescencia, a medida que elindividuo entra en contacto con elmundo. Somos el resultado deldesarrollo de representaciones internas,formadas en buena parte por reflejos delas primeras interacciones con laspersonas importantes de nuestra historiapersonal y por reflejos del papel quetenemos en el conjunto de la sociedad.Poco a poco, la identidad personal y laestructura intrapsíquica se hacen máscomplejas. Pero es muy probable queuna parte de nosotros siga tratando de

regresar a un estado anterior, un estadobienaventurado en el que no existíasentimiento de aislamiento o separación.Muchos psicólogos contemporáneoscreen que la primera experiencia de«unicidad» queda incorporada a nuestramente subconsciente Y en la edad adultaimpregna nuestro inconsciente y nuestrasfantasías íntimas. Están convencidos deque la fusión con la persona amadacuando se está enamorado es como uneco de la que hubo con la madre en lainfancia. Recrea esa sensación mágica,un sentimiento de omnipotencia, como sitodo fuera posible, y resulta muy difícilsoslayar un sentimiento semejante.

No es nada extraño, por tanto, que labúsqueda del amor romántico sea algotan poderoso. ¿Cuál es entonces elproblema y por qué el Dalai Lamaafirma sin vacilar que la búsqueda delromanticismo es algo negativo?

Reflexioné sobre el problema debasar una relación en el amor romántico,de refugiamos en el romanticismo comouna fuente de felicidad. Pensé entoncesen David, un antiguo paciente mío.David, un arquitecto paisajista de treintay cuatro años, se presentó en mi consultacon los síntomas típicos de una gravedepresión. Dijo que su depresión podíahaber sido desencadenada por algunas

tensiones, relacionadas con el trabajo,pero que «en realidad, parecía habersurgido de la nada». Analizamos laopción de administrar un psicofármaco,que él aceptó. La medicación fue muyefectiva y los síntomas agudosdesaparecieron al cabo de tres semanas,de modo que él pudo regresar a su vidanormal. Al explorar su historial, sinembargo, no tardé en darme cuenta deque, además de la depresión aguda,también sufría de distimia, una insidiosadepresión crónica de baja intensidad,presente desde hacía muchos años. Unavez que se hubo recuperado de ladepresión aguda, empezamos a explorar

su historia personal, dando por supuestoque nos ayudaría a comprender cómo sehabría producido la distimia.

Después de unas cuantas sesiones,un día David llegó a la consultajubiloso.

—¡Me siento maravillosamentebien! —declaró—. ¡No me había sentidotan bien desde hacía años!

Mi reacción ante esa noticia fuepreguntarme si no había entrado en unafase de perturbación. Pero no se tratabade eso.

—¡Estoy enamorado! —me dijo—.La conocí la semana pasada en unasubasta. Es la mujer más hermosa que he

visto jamás. Esta semana hemos salidojuntos casi todas las noches, y tengo laimpresión de que somos compañeros detoda la vida, nacidos el uno para el otro.¡Simplemente, no me lo puedo creer! Nohabía salido con nadie desde hacía doso tres años y empezaba a creer que ya nopodría hacerlo cuando, de pronto,aparece ella.

David se pasó la mayor parte de lasesión catalogando las notables virtudesde su nueva amiga.

—Creo que estamos hechos el unopara el otro en todos los sentidos. No setrata únicamente de una cuestión sexual;nos interesamos por las mismas cosas y

hasta nos asusta damos cuenta de quepensamos lo mismo. Naturalmente, soyrealista y me doy cuenta de que nadie esperfecto… Como por ejemplo la otranoche, en que me sentí un tanto molestoporque pensé que flirteaba con unoshombres en el club donde estábamos…,pero los dos habíamos bebidodemasiado y ella no hacía sinodivertirse. Más tarde hablamos de ello ylo aclaramos. David regresó a la semanasiguiente para anunciarme que habíadecidido dejar la terapia.

—Todo está funcionandomaravillosamente bien en mi vida.Sencillamente, no veo de qué podemos

hablar en la terapia —me explicó—. Midepresión ha desaparecido. Duermocomo un bebé. He recuperado mi ritmode trabajo y mantengo una magníficarelación que no hace sino mejorar cadavez más. Creo que nuestras sesiones mehan ayudado, pero en estos momentos noveo razón alguna para seguir gastandodinero en ellas.

Le dije que me alegraba de que todole fuera tan bien, pero le recordéalgunos de los conflictos que habíamosempezado a identificar y que podríanhaberlo conducido a su distimia. Por mimente pasaron todos los términospsiquiátricos habituales, como

«resistencia» y «defensas». David, sinembargo, no se dejó convencer.

—Bueno, quizá algún día examineesas cosas —me dijo—, pero creo quetodo lo ocurrido ha tenido mucho quever con la soledad, con la sensación deque me faltaba alguien, una personaespecial con la que compartir mis cosas,y ahora ya la he encontrado.

Se mostró inflexible en cuanto a darpor terminada la terapia ese mismo día.Tomamos medidas para que su médicode cabecera mantuviera un seguimientodel régimen de medicación, dedicamosla sesión a una revisión y terminéasegurándole que podía venir a verme

siempre que lo deseara.Varios meses más tarde, David

regresó a la consulta.—Lo he pasado muy mal —dijo con

tono abatido—. La última vez que le vilas cosas funcionaban magníficamente.Creí haber encontrado realmente a lapareja ideal. Le planteé incluso elmatrimonio. Pero cuanto más cercaquería estar de ella, tanto más se alejabade mí. Finalmente, rompió conmigo y,durante un par de semanas, volví a estarrealmente deprimido. Empecé incluso allamarla sin decir nada, sólo paraescuchar su voz, y a acercarme a sulugar de trabajo sólo para ver si su

coche estaba allí. Después deaproximadamente un mes sentí náuseasante lo que estaba haciendo; me parecíaridículo. Entonces, al menos, ladepresión mejoró un poco. Ahora comoy duermo bien, me va bien en el trabajoy tengo mucha energía, pero sigo con lasensación de que me falta algo. Es comosi hubiera retrocedido, me sientoexactamente como me he sentido durantetantos años…

Reanudamos la terapia.

Parece claro que, como fuente defelicidad, el amor romántico deja muchoque desear. Y quizá el Dalai Lama no

andaba tan descaminado al rechazar elamor romántico como base para unarelación y al describirlo como unasimple «fantasía inalcanzable», algo queno merecía nuestros esfuerzos.Considerándolo más atentamente, tal vezél hacía una descripción objetiva de lanaturaleza del amor romántico y no,como yo creía, un juicio negativo,promovido por sus muchos años deformación monacal. Hasta losdiccionarios, que ofrecen numerosasdefiniciones de «idilio» y «romántico»,emplean profusamente expresiones como«historia ficticia», «exageración»,«falsedad», «fantasioso o imaginativo»,

«no práctico», «sin base en los hechos»,«característico o preocupado por el actoamoroso o el cortejo idealizado»,«obsesionado por hechos amatoriosidealizados», etcétera. Es evidente queen algún momento de la civilizaciónoccidental se ha producido un cambio.El concepto antiguo de eros, con sucomponente de fusión con el otro, haadquirido un nuevo significado. El idilioromántico adopta así una cualidadartificial, con matices de fraude yengaño, lo que indujo a Oscar Wilde aobservar crudamente: «Cuando uno estáenamorado, empieza siempre porengañarse a sí mismo y acaba siempre

engañando a los demás. Eso es lo que elmundo considera un idilio romántico».

Antes exploramos el papel de laproximidad y la intimidad en lafelicidad humana. No cabe la menorduda de que es importante. Pero sibuscamos una satisfacción duradera enuna relación, el fundamento de la mismatiene que ser sólido. Por esa razón elDalai Lama nos anima a examinar labase de nuestros vínculos. La atracciónsexual, e incluso la intensa sensación deenamoramiento, pueden tener un papelen la creación del vínculo inicial entredos personas, pero lo mismo que sucedecon el pegamento, este factor tiene que

mezclarse con otros ingredientes paraformar una unión duradera. Al tratar deidentificarlos, nos volvemos una vezmás hacia lo que aconseja el Dalai Lamapara construir una relación sólida:afecto, compasión y respeto mutuo. Esascualidades nos permiten alcanzar unavinculación más profunda ysignificativa, no sólo con nuestro amanteo cónyuge, sino también con amigos,conocidos e incluso personas totalmenteextrañas; es decir, virtualmente contodos los seres humanos. Nos abreposibilidades y oportunidades ilimitadaspara la conexión.

Capítulo 7: El valor ylos beneficios de la

compasión

DEFINICIÓN DE LACOMPASIÓN

A medida que avanzaban nuestrasconversaciones, descubrí que lacompasión en la vida del Dalai Lama esmucho más que el mero cultivo de labenevolencia para mejorar la relacióncon los demás: como budistapracticante, la compasión era

indispensable para su desarrolloespiritual.

—Dada la importancia que leconcede el budismo, como parteesencial del desarrollo espiritual—pregunté—, ¿podría definirme conmayor claridad qué quiere decir alhablar de «compasión»?

El Dalai Lama contestó:—La compasión puede definirse

como un estado mental que no esviolento, no causa daño y no esagresivo. Se trata de una actitud mentalbasada en el deseo de que los demás seliberen de su sufrimiento, y estáasociada con un sentido del

compromiso, la responsabilidad y elrespeto a los demás.

»En la definición de compasión, lapalabra tibetana Tse-wa denota tambiénun estado mental que implica el deseode cosas buenas para uno mismo. Paradesarrollar el sentimiento de compasión,puede empezarse por el deseo deliberarse uno mismo del sufrimiento,para luego cultivarlo, incrementarlo ydirigirlo hacia los demás.

»Ahora bien, cuando la gente hablade compasión, creo que la confunde amenudo con el apego. Así que tenemosque establecer primero una distinciónentre dos clases de amor o compasión.

La primera se halla matizada por elapego, se ama a otro esperando que elotro nos ame a su vez. Esta compasiónes bastante parcial y sesgada, y unarelación basada exclusivamente en ellaes inestable. Una relación apoyada en lapercepción e identificación de lapersona como un amigo puede conducira un cierto apego emocional y a unasensación de proximidad. Pero si seproduce un cambio en la situación, undesacuerdo quizá, o que el otro hagaalgo que nos enoje, cambia laperspectiva y desaparece el otro como"amigo". El apego emocional se evaporaentonces y, en lugar de amor y

preocupación, quizá se experimenteodio. Así pues, ese amor basado en elapego puede hallarse estrechamentevinculado con el odio.

»Pero existe una compasión libre detal apego. Ésa es la verdaderacompasión. No obedece tanto a que tal ocual persona me sea querida como alreconocimiento de que todos los sereshumanos desean, como yo, ser felices ysuperar el sufrimiento; y también, comome sucede a mí, tienen el derechonatural de satisfacer esta aspiraciónfundamental. Sobre la base delreconocimiento de esta igualdad, sedesarrolla un sentido de afinidad.

Tomando eso como fundamento, sepuede sentir compasión por el otro, almargen de considerarlo amigo oenemigo. Tal compasión se basa en losderechos fundamentales del otro y no ennuestra proyección mental. De esemodo, se genera amor y compasión, laverdadera compasión.

»Vemos entonces que establecer ladistinción entre estas dos clases decompasión y cultivar la verdadera puedeser algo muy importante en nuestra vidacotidiana. En el matrimonio, porejemplo, existe generalmente uncomponente de apego emocional. Pero siinterviene también la verdadera

compasión, basada en el respeto mutuocomo seres humanos, el matrimoniotiende a durar mucho tiempo. En el casodel apego emocional sin compasión, encambio, el matrimonio es más inestable,con tendencia a fracasar.

Esa compasión universal, divorciadadel sentimiento personal me parecía unaexigencia excesiva.

—Pero el amor o la compasión es unsentimiento subjetivo. Creo que el tonodel sentimiento sería el mismo, tanto sise «matiza con apego» como si es«verdadero». ¿Por qué es importantehacer una distinción?

El Dalai Lama me contestó con

firmeza.—En primer lugar, creo que hay

diferencias entre el amor genuino, ocompasión, y el amor basado en elapego. No es el mismo sentimiento. Laverdadera compasión es mucho másfuerte, amplia y profunda. El amor y lacompasión verdaderos también son másestables, más fiables. Por ejemplo, ves aun animal sufriendo intensamente, comoun pez que se debate con el anzuelo en laboca, y no puedes soportar su dolor. Nose debe a ninguna conexión especial conese animal un sentimiento que seexpresaría con: «Ese animal es miamigo». En este caso, tu compasión

surge simplemente del reconocimientode que ese otro ser también tienesentimientos, también experimenta dolory tiene derecho a no sufrir. Así pues, esacompasión, no mezclada con el deseo oel apego, es mucho más sana yperdurable.

Seguí ahondando un poco más en eltema.

—En su ejemplo de ver sufririntensamente a un pez, plantea unacuestión vital, asociada con laincapacidad de soportar su dolor.

—Sí —contestó el Dalai Lama—.En cierto sentido, podría definirse lacompasión como el sentimiento de no

poder soportar el sufrimiento de otrosseres sensibles; y para generar esesentimiento se tiene que haber apreciadoantes la gravedad o la intensidad delsufrimiento del otro. Así pues, creo quecuanto más plenamente comprendamosel sufrimiento, tanto más profunda seránuestra capacidad de compasión.

—Bien —dije, dispuesto a abordarlo esencial—, sin duda una mayorconciencia del sufrimiento del otropuede intensificar nuestra capacidadpara la compasión. De hecho, lacompasión supone, por definición,abrirse al sufrimiento del otro,compartirlo. Pero hay una cuestión más

básica: ¿por qué deseamos asumir elsufrimiento del otro cuando ni siquieraqueremos soportar el propio? Lamayoría de nosotros hace todo loposible para evitar el dolor, hasta elpunto de tomar drogas, por ejemplo.Entonces, ¿por qué asumirdeliberadamente el sufrimiento de otro?

El Dalai Lama me contestó sinvacilación.

—Creo que hay una diferenciacualitativa. —Hizo una pausa y luego,como si se hubiera percatado sinesfuerzo de mis sentimientos, continuó—: Al pensar en nuestro sufrimiento,nos sentimos abrumados, como si

soportáramos una pesada carga, eimpotentes. Hay un cierto desánimo,como si nuestras facultades sedebilitaran.

»Al generar compasión, en cambio,al asumir el sufrimiento de otro, tambiénse puede experimentar inicialmente uncierto grado de incomodidad, unasensación de que aquello esinsoportable. Pero, el sentimiento esmuy diferente porque, por debajo de laincomodidad, hay un grado muy alto dealerta y determinación, ya que se asumevoluntaria y deliberadamente elsufrimiento del otro con un propósitoelevado. Aparece un sentimiento de

conexión y compromiso, la voluntad deabrirse a los demás, una sensación defrescura en lugar de desánimo. Recuerdala situación de un atleta. Mientras sehalla sometido a un entrenamientoriguroso, el atleta sufre mucho, trabaja,suda, se esfuerza. Puede ser unaexperiencia dolorosa y agotadora. Peroél no la ve como tal, sino que la asumecomo una experiencia asociada con unsentido: el goce. Si esa persona, sinembargo, se viera sometida a cualquierotro trabajo físico que no formara partede su entrenamiento, pensaría: "¿Por quétengo que someterme a este suplicio?".Así pues, en la actitud mental radica la

gran diferencia.Estas palabras, pronunciadas con

tanta convicción, me elevaron desde unsentimiento de agobio hasta otrorelacionado con la posibilidad de laresolución del sufrimiento o de sutrascendencia.

—Ha dicho que el primer paso paragenerar esa clase de compasión era laapreciación del sufrimiento. Pero ¿noexiste alguna otra técnica budista paraaumentar la compasión?

—Sí. En la tradición del budismoMahayana, por ejemplo, encontramosdos. Se las conoce como el «método delos siete puntos de causa-efecto» y el

«intercambio e igualdad de uno mismocon los demás». Esta última se encuentraen el octavo capítulo de Guía del estilode vida del Bodhisattva, de Shantideva.—Miró el reloj, dándose cuenta de quese nos acababa el tiempo—. A finalesde esta semana, durante las charlas,practicaremos algunos ejercicios omeditaciones sobre la compasión.

EL VERDADERO VALOR DELA VIDA HUMANA

—Hemos estado hablando sobre laimportancia de la compasión —empecé

a decir—, acerca de su convicción deque el afecto y la cordialidad sonabsolutamente necesarios para lafelicidad. Pero supongamos que un ricohombre de negocios se le acerca y ledice: «Su Santidad, decís que labenevolencia y la compasión sonactitudes decisivas en la búsqueda de lafelicidad. Pero resulta que no soy pornaturaleza una persona muy cálida oafectuosa. Para ser francos, no me sientoparticularmente compasivo o altruista.Tiendo a ser más bien racional, prácticoy quizá intelectual, no experimentoemociones de aquella clase. Noobstante, me siento a gusto y feliz con mi

vida. Tengo un negocio de mucho éxito,buenos amigos, me ocupo de mi esposay de mis hijos y creo mantener buenasrelaciones con ellos. No tengo laimpresión de que me falte nada.Desarrollar compasión y altruismo meparece muy bien, pero ¿de qué me sirve?Todo eso me parece demasiadosentimental».

—En primer lugar —replicó elDalai Lama—, si una persona me dijeraeso dudaría que fuera realmente feliz enlo más profundo de sí. Estoy convencidode que la compasión constituye la basede la supervivencia humana, elverdadero valor de la vida humana y

que, sin ella, nos falta una piezafundamental. Una fuerte sensibilidadante los sentimientos de los demás esproducto del amor y la compasión, y sinella el hombre de su ejemplo tendríaproblemas para relacionarse con suesposa. Si mantuviera realmente esaactitud de indiferencia ante elsufrimiento y los sentimientos de losdemás, aunque fuera multimillonario,tuviera una buena educación, una familiay se hallara rodeado de amigos ricos ypoderosos, lo positivo en su vida seríasólo superficial.

»Pero si continuara ajeno a lacompasión, y creyendo que no le falta

nada…, resultaría un tanto difícilayudarle a comprender la importanciade ella…

El Dalai Lama se interrumpió parareflexionar. Sus pausas a lo largo denuestra conversación no creaban unsilencio incómodo entre nosotros, puesparecían dar más peso y significado asus palabras cuando se reanudaba laconversación.

—Volviendo a su ejemplo, puedoseñalar varias cosas. En primer lugar, lesugeriría a ese hombre que reflexionarasobre su propia experiencia. Se daríacuenta de que si alguien lo trata concompasión y afecto le hace feliz. Así

pues, y sobre la base de esa experiencia,podría darse cuenta de que los demástambién se sienten felices cuando se lesdemuestra afecto y compasión. Enconsecuencia, reconocer este hechocontribuiría a que fuera más respetuosocon la sensibilidad de los demás y ainclinarlo hacia la compasión. Al mismotiempo, descubriría que cuanto másafecto se ofrece a los demás, tanto másafecto se recibe. No creo que tardaramucho en darse cuenta de eso. Y, comoconsecuencia, en su vida la confianzamutua y la amistad tendrían basessólidas.

»Supongamos ahora que ese hombre

tuviera toda clase de posesionesmateriales, se viera rodeado de amigos,se sintiera seguro y su familia estuvierasatisfecha de disfrutar de una vidacómoda. Es concebible que, hasta ciertopunto e incluso sin recibir afecto, elhombre no experimentara la sensaciónde que le falta algo. Pero si creyera quetodo está bien, que no hay verdaderanecesidad de desarrollar compasión, lediría que ese punto de vista se debe a laignorancia y a la estrechez de miras.Aunque pareciera que los demás serelacionan con él plenamente, enrealidad podrían verse influidos por suriqueza y su poder. Así que, en cierto

modo, aunque no recibieran afecto de él,quizá se sintieran satisfechos y noesperaran más. Pero si la fortuna de estehombre declinara, la relación sedebilitaría. Entonces él empezaría avalorar el calor humano y sufriría.

»No obstante, la compasión es algocon lo que se puede contar, y aunque setengan problemas económicos o la buenafortuna disminuya, se seguiría teniendoalgo que compartir con los semejantes.Las economías mundiales son siemprepoco sólidas, y estamos expuestos amuchas pérdidas en la vida, pero laactitud compasiva es algo que siemprepodemos llevar con nosotros.

Entró un asistente vestido con unatúnica marrón y sirvió silenciosamenteel té, mientras el Dalai Lama seguíahablando.

—Claro que al intentar explicarle aalguien la importancia de la compasiónpodemos encontrarnos con una personamuy endurecida, individualista y egoísta,alguien preocupado únicamente por susintereses. Y hasta es posible que hayapersonas incapaces de experimentarempatía. No obstante, incluso a esaspersonas es posible señalarles laimportancia de la compasión y el amor,argumentando que es la mejor forma desatisfacer sus propios intereses. Esas

personas desean disfrutar de buenasalud, vivir mucho tiempo y tener pazmental, felicidad y alegría. Y tengoentendido que hay pruebas científicas deque se pueden alcanzar mediante el amory la compasión… Pero, como médico,como psiquiatra, quizá sepa usted másque yo sobre eso.

—Sí —asentí—. Creo que haypruebas científicas que apoyan lasafirmaciones sobre los beneficiosfísicos y emocionales de los estadosmentales compasivos.

—En tal caso, creo que eso animaríaciertamente a algunas personas acultivar dicho estado mental—comentó

el Dalai Lama—. Pero dejando almargen esos estudios científicos, hayargumentos que la gente podría extraerde sus experiencias cotidianas. Sepodría señalar, por ejemplo, que la faltade compasión conduce a una ciertacrueldad. Muchos ejemplos revelan queen el fondo las personas crueles soninfelices, como Stalin y Hitler. Sufrenuna angustiosa sensación de inseguridady temor, incluso mientras duermen… Lesfalta algo que sí puede encontrarse enuna persona compasiva, como lasensación de libertad, de abandono, queles permite relajarse cuando duermen.La gente cruel no tiene nunca esa

experiencia. Están siempre agobiadaspor algo, no pueden dejarse llevar, no sesienten libres.

»Aunque no hago sino especular —siguió diciendo—, yo diría que si se lepreguntara a esas personas crueles:"¿Cuándo se sintió más feliz, durante lainfancia, mientras su madre le cuidaba, yestaba íntimamente unido a su familia, oahora que tiene más poder, influencia yposición?", contestarían que su infanciafue más agradable. Creo que hasta Stalinfue querido por su madre durante suinfancia.

—Stalin —observé— ha sido unejemplo perfecto de las consecuencias

de vivir sin compasión. Es sabido quelos dos rasgos principales quecaracterizaron su personalidad fueron lacrueldad y el recelo. El consideraba lacrueldad una virtud y se puso el apodode Stalin, que significa «hombre deacero». Con los años se tornó cada vezmás cruel. Su actitud recelosa llegó aser legendaria. Ordenó purgas masivas ycampañas contra diversos grupos, con elresultado de millones de personasrecluidas en campos de concentración.A pesar de todo, él seguía viendoenemigos por todas partes. Poco antesde su muerte le dijo a Nikita Jruschev:«No confío en nadie, ni siquiera en mí

mismo». Al final, se revolvió inclusocontra su personal más fiel; y está claroque cuanto más cruel y poderoso era,más desdichado se sentía. Un amigo dijoque al final el único rasgo humano quele quedaba era la infelicidad, y su hijaSvetlana describió cómo se veíaagobiado por la soledad y el vacíointerior, hasta el punto de que ya nocreía que los demás fueran capaces deser sinceros o de tener un corazóncálido.

»En cualquier caso, sé que sería muydifícil comprender a personas comoStalin y por qué hicieron cosas terribles.Pero vemos que incluso estas personas

extremadamente crueles miran haciaatrás con nostalgia, al recordar losaspectos más agradables de su infancia,como el amor que recibieron de susmadres. Y, sin embargo, ¿dónde dejaeso a las personas que no vivieroninfancias agradables ni tuvieron madrescariñosas? ¿Qué decir entonces de laspersonas que fueron maltratadas?Estamos hablando de la compasión, asíque para que la gente desarrollecapacidad para ella, ¿no le parecenecesario que hayan sido criados porpersonas que les demostraran calor yafecto?

—Sí, creo que eso es importante —

convino el Dalai Lama. Hizo girar elrosario entre los dedos, conmovimientos ágiles—. Hay algunaspersonas que, ya desde el principio, hansufrido mucho y les ha faltado el afectode los demás, y más tarde parecen notener capacidad para la compasión y elafecto; son personas cuyo corazón se haendurecido y son brutales…

El Dalai Lama se detuvo de nuevo y,durante un rato, pareció reflexionarprofundamente sobre el tema. Alinclinarse sobre el té, los contornos desus hombros sugirieron que se hallabaprofundamente sumido en suspensamientos. Tomó el té en silencio.

Finalmente, se encogió de hombros,como si reconociera que no habíaencontrado la solución.

—¿Cree entonces que las técnicaspara aumentar la empatía y desarrollarla compasión no serían útiles enpersonas con tales antecedentes? —lepregunté.

—En general esas técnicas siemprehan tenido efectos beneficiosos, pero esposible que en algunos casos seanineficaces…

—¿ Y las técnicas específicas queaumentan la compasión, a las que antesse refería? —le interrumpí, tratando declarificar las cosas.

—Precisamente de eso es de lo queestábamos hablando. En primer lugar, elaprendizaje y la comprensión clara delvalor de la compasión permiten alcanzarsentimientos de estar convencidos ydecididos a practicarla. A continuaciónse emplean los métodos para aumentarla empatía, como la imaginación, lacreatividad, imaginarse en la situacióndel otro. Esta semana, en las charlas,hablaremos de ciertas prácticas, como eltong-len, que sirven para fortalecer lacompasión. Pero creo que es importanterecordar que nunca se esperó que estastécnicas pudieran ayudar a todos sinexcepción.

»Lo que importa es que la genterealice un esfuerzo sincero pordesarrollar su capacidad de compasión.El grado de desarrollo que alcancendepende, desde luego, de muchasvariables. Pero si se esfuerzan por seramables, por cultivar la compasión yconseguir que el mundo sea un lugarmejor, al final del día podrán decirse:"¡Al menos he hecho lo que he podido!".

LOS BENEFICIOS DE LACOMPASIÓN

En años recientes, muchos estudios

apoyan la conclusión de que eldesarrollo de la compasión y elaltruismo tiene un efecto positivo sobrenuestra salud física y emocional. En unconocido experimento, DavidMcClelland, psicólogo de laUniversidad de Harvard, mostró a ungrupo de estudiantes una película sobrela Madre Teresa trabajando entre losenfermos y los pobres de Calcuta. Losestudiantes declararon que la películahabía estimulado sus sentimientos decompasión. Más tarde, se analizó lasaliva de los estudiantes y se descubrióun incremento en el nivel deinmunoglobulina A, un anticuerpo que

ayuda a combatir las infeccionesrespiratorias. En otro estudio realizadopor ]ames House en el Centro deInvestigación de la Universidad deMichigan, los investigadoresdescubrieron que realizar trabajos devoluntariado con regularidad, interactuarcon los demás en términos debenevolencia y compasión, aumentabaespectacularmente las expectativas devida y, probablemente, también lavitalidad general. Muchosinvestigadores del nuevo campo de lamedicina «mente-cuerpo» han realizadodescubrimientos similares y concluidoque los estados mentales positivos

pueden mejorar nuestra salud física.Además de los efectos beneficiosos

que tiene sobre la salud física, haypruebas de que la compasión y elcuidado de los demás contribuyen amantener una buena salud emocional.Abrirse para ayudar a los demás induceuna sensación de felicidad y serenidad.En un estudio realizado a lo largo detreinta años con un grupo de graduadosde Harvard, el investigador GeorgeVaillant llegó a la conclusión de que unestilo de vida altruista constituye uncomponente básico de una buena saludmental. En una encuesta de Allan Luks,realizada entre varios miles de personas

que participaban regularmente enactividades de voluntariado, más del 90por ciento declaró tener una sensaciónde «entusiasmo» asociada con laactividad, caracterizada por unincremento de energía y autoestima y unaespecie de euforia. El voluntariado nosólo proporcionaba una interacción queera emocionalmente nutritiva, sinotambién esa «serenidad del que ayuda»,vinculada con el alivio deperturbaciones derivadas del estrés.

Aunque las pruebas científicasapoyan claramente la postura del DalaiLama acerca del valor de la compasión,no hay necesidad de acudir a

experimentos y encuestas para confirmarla corrección de su punto de vista.Podemos descubrir los estrechosvínculos que existen entre compasión yfelicidad en nuestras vidas y las vidasde quienes nos rodean. Joseph, uncontratista de la construcción de sesentaaños, a quien conocí hace unos años, esun buen ejemplo de ello. Durante treintaaños, Joseph se aprovechó de lasventajas de la expansión aparentementeilimitada que se produjo en Arizona, yse convirtió en multimillonario. Afinales de la década de 1980, sinembargo, se produjo la crisisinmobiliaria más grande de la historia

del estado. Joseph estaba fuertementeendeudado y lo perdió todo. Susproblemas financieros crearon fuertestensiones entre él y su esposa, quefinalmente llevaron al divorcio despuésde veinticinco años de matrimonio.Joseph empezó a beber en exceso.Afortunadamente, pudo dejarlo con laayuda de Alcohólicos Anónimos. Comoparte de su programa, ayudó a otrosalcohólicos a rehabilitarse. Descubrióentonces que disfrutaba con la actividadde voluntario. Dedicó sus conocimientosempresariales a ayudar a loseconómicamente deprimidos. Al hablarde la vida que llevaba, Joseph señaló:

—Ahora soy propietario de unpequeño negocio de albañilería conunos ingresos modestos, y ya no volveréa ser tan rico como antes. Lo másextraño de todo, sin embargo, es que noañoro aquella prosperidad. Dedico mitiempo a actividades de voluntariadopara diferentes grupos, a trabajardirectamente con la gente, a ayudarlas lomejor que puedo. Actualmente, disfrutomás en un solo día que antes en un mes,cuando ganaba mucho dinero. Nunca hesido tan feliz.

MEDITACIÓN SOBRE LA

COMPASIÓN

Fiel a su palabra, el Dalai Lamaterminó su ciclo de conferencias enArizona con una meditación sobre lacompasión. Fue un sencillo ejercicio.No obstante, pareció sintetizar poderosay elegantemente su análisis previo.

—Al generar compasión, se empiezapor reconocer que no se desea elsufrimiento y que se tiene el derecho aalcanzar la felicidad. Eso es algo quepuede verificarse con facilidad. Sereconoce luego que las demás personas,como uno mismo, no desean sufrir ytienen derecho a alcanzar la felicidad.

Eso se convierte en la base paraempezar a generar compasión.

»Así pues, meditemos hoy sobre lacompasión. Empecemos por visualizar auna persona que está sufriendo, a alguienque se encuentra en una situacióndolorosa, muy infortunada. Durante lostres primeros minutos de la meditación,reflexionemos sobre el sufrimiento deese individuo de forma analítica,pensemos en su intenso sufrimiento y loinfeliz de su existencia. Despuéstratemos de relacionarlo con nosotrosmismos, pensando: "Ese individuo tienela misma capacidad que yo paraexperimentar dolor, alegría, felicidad y

sufrimiento". A continuación, tratemosde que surja en nosotros un sentimientonatural de compasión hacia esa persona.Intentemos llegar a una conclusión,pensemos en lo fuerte que es nuestrodeseo de que esa persona se vea libre desu sufrimiento. Tomemos la decisión deayudarla a sentirse aliviada. Finalmente,concentrémonos en esa resolución ydurante los últimos minutos de lameditación, tratemos de generar unestado de compasión y de amor ennuestra mente.

Tras decir esto, el Dalai Lamaadoptó una postura de meditación, conlas piernas cruzadas, y permaneció

completamente inmóvil. Se produjo unintenso silencio. Era emocionante estarsentado entre la multitud aquellamañana. Imagino que ni siquiera elindividuo más endurecido pudo evitarsentirse conmovido al verse rodeadopor mil quinientas personas queconcentraban su pensamiento en lacompasión. Al cabo de unos pocosminutos, el Dalai Lama inició un cánticotibetano en tono bajo, con una vozprofunda y melódica, que se rompía,descendía suavemente y consolaba.

Tercera parte:Transformación del

sufrimiento

Capítulo 8: Afrontarel sufrimiento

En tiempos de Buda, murió el únicohijo de una mujer llamada Kisagotami.Incapaz de aceptar aquello, la mujercorrió de una persona a otra en busca deuna medicina que devolviera la vida asu hijo. Le dijeron que Buda la tenía.Kisagotami fue a ver a Buda, le rindióhomenaje y preguntó:

—¿Puedes preparar una medicinaque resucite a mi hijo?

—Conozco esa medicina —contestóBuda—. Pero para prepararla necesito

ciertos ingredientes.—¿Qué ingredientes? —preguntó la

mujer, aliviada.— Tráeme un puñado de semillas de

mostaza —le dijo Buda.La mujer le prometió que se las

procuraría, pero antes de que semarchase, Buda añadió:

—Necesito que las semillas demostaza procedan de un hogar donde nohaya muerto ningún niño, cónyuge, padreo sirviente. La mujer asintió y empezó air de casa en casa, en busca de lassemillas. En todas las casas que visitó,la gente se mostró dispuesta a darle lassemillas, pero al preguntar ella si en la

casa había muerto alguien, se encontrócon que todas las casas habían sidovisitadas por la muerte; en una habíamuerto una hija, en otra un sirviente, enotras el marido o uno de los padres.Kisagotami no pudo hallar un hogardonde no se hubiera experimentado elsufrimiento de la muerte. Al darsecuenta de que no estaba sola en su dolor,la madre se desprendió del cuerpo sinvida de su hijo y fue a ver a Buda, quienle dijo con gran compasión:

—Creíste que sólo tú habías perdidoun hijo; la ley de la muerte es que no haypermanencia entre las criaturas vivas.

La búsqueda de Kisagotami le

enseñó que nadie se libra delsufrimiento y la pérdida. Ella no era unaexcepción. Esa comprensión no eliminóel sufrimiento inevitable que comportatoda pérdida, pero redujo el que derivade luchar contra ese triste hecho.

Aunque el dolor y el sufrimiento sonfenómenos humanos universales, eso nohace que sea fácil aceptarlos. Los sereshumanos han diseñado un vastorepertorio de estrategias para evitarlos.A veces utilizamos medios externos,como sustancias químicas, eliminando oreduciendo nuestro dolor con drogas y

alcohol. También disponemos demecanismos internos, de defensaspsicológicas, a menudo inconscientes,que nos protegen de dolores y angustiasexcesivos. En ocasiones, esosmecanismos de defensa pueden serbastante primitivos, como negarnos areconocer que existe un problema. Enotras ocasiones, lo reconocemosvagamente, sumergidos en distraccioneso entretenimientos. O incapaces deaceptar que tenemos un problema, loproyectamos inconscientemente sobrelos demás y los acusamos deocasionarnos sufrimiento. «Sí, me sientomuy desdichado. Pero me sentiría bien

si no fuera por ese jefe desquiciado queme persigue.»

El sufrimiento sólo se puede evitartemporalmente. Pero, al igual que unaenfermedad que se deja sin tratar (o quese trata superficialmente con unamedicación que se limita a enmascararlos síntomas), invariablemente seencona y empeora. Las drogas o elalcohol alivian nuestro dolor durante untiempo, pero con su uso continuado eldaño físico a nuestros cuerpos y el dañosocial a nuestras vidas puede provocarmucho más sufrimiento que la difusainsatisfacción o el agudo doloremocional que nos indujeron a consumir

esas sustancias. Las defensaspsicológicas, como la negación o larepresión, pueden aliviar el dolor, peroel sufrimiento no desaparece por ello.

Randa perdió a su padre hace pocomás de un año, a causa del cáncer.Estaba muy compenetrado con él, ytodos se sorprendieron al observar lobien que sobrellevaba su desaparición.

—Pues claro que me siento triste —explicaba con un tono estoico—. Perome encuentro bien. Lo echo de menos,pero la vida sigue y de todos modos nopuedo pensar en su pérdida. Tengo queocuparme del funeral, de mi madre y delas propiedades… Pero me irá bien —

les decía tranquilizadoramente a todos.Un año más tarde, sin embargo, poco

después del primer aniversario de lamuerte de su padre, Randall empezó aexperimentar una grave depresión.Acudió a verme y explicó:

—No comprendo qué me estácausando esta depresión. Todo parece irbien en estos momentos. No puede serpor la muerte de mi padre, porque esoocurrió hace más de un año y ya lo tengoasumido.

Sin embargo, con muy pocassesiones de terapia quedó claro que losesfuerzos que realizaba por dominar susemociones, para «ser fuerte», le habían

impedido afrontar plenamente sussentimientos de dolor y pérdida, quesiguieron creciendo hasta manifestarseen una depresión abrumadora que sí sevio obligado a afrontar.

En el caso de Randall, su depresióndesapareció con bastante rapidez encuanto enfocamos la atención sobre sudolor y sentimientos de pérdida y pudoasumirlos. En ocasiones, sin embargo,nuestras estrategias inconscientes parasoslayar conflictos se hallan mucho másprofundamente enraizadas y es difícilsacarlas a la luz. Casi todos conocemosa alguien que evita los problemasproyectándolos sobre los demás,

atribuyendo a los otros sus propiosdefectos. Ciertamente, no es un métodoadecuado para eliminar los problemas, ypor lo general condena a una vida deinfelicidad.

El Dalai Lama habló del sufrimientohumanó y la necesidad de aceptadocomo un hecho natural de la existenciahumana.

—En nuestras vidas abundan losproblemas. Los mayores son los que nopodremos evitar, como elenvejecimiento, la enfermedad y lamuerte. No pensar en ellos puedealiviamos temporalmente, pero creo queexiste un enfoque mejor. Si se afronta

directamente el sufrimiento, se estará enmejor posición para apreciar laprofundidad y la naturaleza delproblema. Si en una batalla sedesconocen las características delenemigo y su capacidad de combate, nosveremos paralizados por el temor.

Este enfoque era claramenterazonable pero, con el deseo de ahondarun poco más en el tema, pregunté:

—Sí, pero ¿y si se afrontadirectamente un problema y se descubreque no hay solución? Eso es bastanteduro de aceptar.

—Sigo creyendo que es muchomejor —contestó él con espíritu marcial

—. Por ejemplo, pueden considerarsenegativos e indeseables elenvejecimiento y la muerte, y tratar deolvidarlos. Pero terminarán por llegar,inevitablemente; y si has evitado pensaren ello, cuando estén ahí, se produciráuna conmoción que causará unainsoportable inquietud mental. Noobstante, si dedicas algún tiempo apensar en la vejez, la muerte y otrascosas infortunadas, tu mente tendrá másestabilidad cuando esas cosasacontezcan, puesto que ya te habrásfamiliarizado con su naturaleza.

»Ésa es la razón por la que creo quepuede ser útil prepararse, familiarizarse

con el sufrimiento. Por utilizar de nuevola analogía de la batalla, reflexionarsobre el sufrimiento puede verse comoun ejercicio militar. La gente que nuncaha oído hablar de la guerra, de cañonesy bombardeos, podría llegar adesmayarse si tuviera que entrar encombate. Pero, por medio de losejercicios militares, se familiariza conlo que puede suceder, de modo que, enel caso de que estalle una guerra, lascosas no le serán tan duras.

—Bueno, no creo quefamiliarizarnos con el sufrimiento quepuede sobrevenir tenga algún valor parareducir el temor y el recelo; sigo

pensando que, a veces, ciertos dilemasno nos presentan ninguna otra opciónque el sufrimiento. ¿Cómo podemosevitar preocupamos en talescircunstancias?

—¿Un dilema? Por ejemplo, ¿cuál?Pensé un momento.—Bueno, digamos, por ejemplo, que

una mujer está embarazada y lepractican una amniocentesis o unsonograma y descubren que el niñotendrá un grave defecto de nacimiento,como una disfunción mental o físicaextremadamente grave. La mujer seangustia, porque no sabe qué hacer.Puede abortar y salvar así al bebé de

una vida de sufrimiento, pero entoncesella se enfrentará al dolor de la pérdiday quizá a sentimientos de culpabilidad.También puede dejar que la naturalezasiga su curso y tener el bebé. Peroentonces quizá tenga que enfrentarse auna vida llena de sufrimientos por laenfermedad del niño.

El Dalai Lama me escuchóatentamente mientras hablaba. Luego mecontestó con un tono un tantomelancólico.

—Esa clase de problemas sonrealmente muy difíciles, tanto si losabordamos desde una perspectivaoccidental como budista. Por lo que se

refiere a su ejemplo, nadie saberealmente qué será lo mejor a largoplazo. Aunque un niño nazca con undefecto, es posible que a largo plazo seamejor para la madre, la familia o inclusoel propio niño. Pero también existe laposibilidad de que, teniendo en cuentalas consecuencias a largo plazo, seamejor abortar. Pero ¿quién decide unacosa así? Es muy difícil decirlo. Inclusodesde el punto de vista budista, esaclase de juicio se encuentra fuera delalcance de nuestra capacidad racional.—Hizo una pausa, antes de añadir—: Enesas situaciones las convicciones jueganun papel determinante.

Permanecimos en silencio. Luego,tras sacudir la cabeza, dijo finalmente:

—Podemos preparamos para elsufrimiento, al menos hasta cierto punto,recordando que a veces nosencontraremos con situaciones muycomplicadas. Uno puede prepararsementalmente. Pero tampoco habría queolvidar el hecho de que eso no resuelveel problema. Es posible que te ayudementalmente a afrontarlo, que reduzca eltemor pero el problema sigue ahí. Suejemplo lo ilustra muy bien.

Percibí una nota de tristeza en suvoz, pero la melodía fundamental no erala desesperanza. Durante un minuto

largo, el Dalai Lama guardó silencio, sindejar de mirar por la ventana, como sibuscara algo en el mundo. Finalmente,continuó:

—El sufrimiento forma parte de lavida. Tenemos una tendencia natural aodiar nuestro sufrimiento y nuestrosproblemas. Pero creo que,habitualmente, las personas no ven lanaturaleza de nuestra existencia comocaracterizada por el sufrimiento… —Derepente, el Dalai Lama se echó a reír—.En los cumpleaños, la gente suele decir:«Feliz cumpleaños! », cuando, enrealidad, el día en que naciste fue el díaen que empezaste a sufrir. Pero nadie

dice: «¡Feliz aniversario del comienzodel sufrimiento!» —bromeó.

»Al aceptar que el sufrimiento formaparte de nuestra existencia se puedenempezar a examinar los factores quenormalmente dan lugar a sentimientos deinsatisfacción e infelicidad. En términosgenerales, por ejemplo, te sientes feliz sitú o personas cercanas a ti recibenalabanzas, consiguen fama, fortuna yotras cosas agradables. Y uno se sientedesdichado y descontento si no se tienenesas cosas o si las alcanza un enemigo.Sin embargo, al considerar tu vidacotidiana, descubres a menudo que sonmuchos los factores que causan dolor

sufrimiento y sentimientos deinsatisfacción, mientras que lassituaciones que dan lugar a la alegría yla felicidad son comparativamente raras.Eso es algo por lo que tenemos quepasar, tanto si nos gusta como si no; ypuesto que ésta es la realidad de nuestraexistencia, es posible que haya quemodificar nuestra actitud hacia elsufrimiento. Esa actitud es muyimportante porque determinará nuestraforma de afrontar el sufrimiento cuandollegue. Ahora bien, la actitud habitualconsiste en una aversión e intoleranciaintensas hacia nuestro dolor. Sinembargo, si pudiéramos adoptar una

actitud que nos permitiera una mayortolerancia, eso contribuiría mucho acontrarrestar los sentimientos deinfelicidad, de insatisfacción y dedescontento.

»Para mí, personalmente, la prácticamás efectiva para tolerar el sufrimientoconsiste en ver y comprender que elsufrimiento es la naturaleza fundamentald e l samsara[4], de la existencia noiluminada. Cuando se experimenta undolor surge un sentimiento de rechazo.Pero si en ese momento puedescontemplar la situación desde otroángulo y darte cuenta de que estecuerpo… —se palmeó un brazo como

demostración—, es la base misma delsufrimiento, eso reduce el rechazo, esesentimiento de que, de algún modo, nomereces sufrir, de que eres una víctima.Una vez que comprendes y aceptas estarealidad, llegas a experimentar elsufrimiento como algo bastante natural.

»Así, por ejemplo, al recordar elsufrimiento por el que ha tenido quepasar el pueblo tibetano, podría unosentirse abrumado, preguntándose: "¿Cómo ha podido ocurrir esto?". Pero,desde otro ángulo, se puede reflexionarsobre el hecho de que el Tíbet tambiénse encuentra en pleno samsara, como elplaneta y toda la galaxia.

Se echó a reír.—En cualquier caso, creo que

percibir la vida como un todo tiene unpapel importante en la actitud que seasuma ante el sufrimiento. Si tuperspectiva básica, por ejemplo, es queel sufrimiento es negativo y tiene que serevitado a toda costa y que, en ciertosentido, es una señal de fracaso,padecerás ansiedad e intolerancia, ycuando te encuentres en circunstanciasdifíciles, te sentirás abrumado. Por otrolado, si tu perspectiva acepta que elsufrimiento es una parte natural de laexistencia, serás indudablemente mástolerante ante las adversidades de la

vida. Sin un cierto grado de toleranciahacia el propio sufrimiento, la vida seconvierte en algo miserable, como unamala noche eterna.

—Me parece que cuando dice que lanaturaleza fundamental de la existenciaes el sufrimiento, algo básicamenteinsatisfactorio, expresa un punto de vistabastante pesimista, realmentedescorazonador.

El Dalai Lama se apresuró areplicar:

—Al hablar de la naturalezainsatisfactoria de la existencia, hay quecomprender que lo hago en el contextodel camino budista general. Estas

reflexiones tienen que comprenderse ensu verdadero contexto; si no se hace,estoy de acuerdo en que puede serinterpretado erróneamente y consideradobastante pesimista y negativo. Enconsecuencia, es importante comprenderla postura budista respecto alsufrimiento. Lo primero que Budaenseñó fue el principio de las cuatronobles verdades, la primera de lascuales es la verdad del sufrimiento. Yaquí se hace hincapié en la toma deconciencia de la naturaleza humana.

»Lo que hay que tener en cuenta esque la importancia de la reflexión sobreel sufrimiento deriva de la posibilidad

de abandonado, porque hay otra opción.Existe la posibilidad de liberarnos delsufrimiento. Al eliminar sus causas, esposible liberarse de él. Según elpensamiento budista, las causasprofundas del sufrimiento son laignorancia, el anhelo y el odio, a las quese llama "los tres venenos de la mente".Estos términos tienen connotacionesespecíficas utilizados en un contextobudista. "Ignorancia", por ejemplo, no serefiere a la falta de información, sinomás bien a una falsa percepción de laverdadera naturaleza del ser y de todoslos fenómenos. Al generar unapercepción de la verdadera naturaleza

de la realidad y eliminar los estadosnegativos de la mente como el anhelo yel odio, se puede alcanzar un estadocompletamente purificado de la mente,libre del sufrimiento. En un contextobudista, al reflexionar sobre el hecho deque el sufrimiento caracteriza laexistencia cotidiana, nos estimulamos arealizar prácticas que eliminarán suscausas profundas. De otro modo, si nohubiera esperanza o posibilidad deliberarnos del sufrimiento, la simplereflexión sobre el mismo sería enfermizay, por tanto, bastante negativa.

Mientras hablaba, empecé apercatarme de que reflexionar sobre

nuestra «naturaleza sufriente» podíaayudarnos a aceptar las inevitablespenas de la vida, que podía ser inclusoun método valioso para situar nuestrosproblemas cotidianos en la debidaperspectiva. Empecé así a ver elsufrimiento dentro de un contexto másamplio, como parte de un caminoespiritual más grande, sobre todo si setiene en cuenta la doctrina budista, quereconoce la posibilidad de purificar lamente y, en último término, alcanzar unestado en el que no hay más sufrimiento.Pero, alejándome de estas grandiosasespeculaciones filosóficas, sentí grancuriosidad por saber cómo afrontaba el

Dalai Lama el sufrimiento, cómoabordaba la perdida de un ser querido,por ejemplo.

La primera vez que visitéDharamsala, hace muchos años, pudeconocer al hermano mayor del DalaiLama, Lobsang Samden. Le llegué atomar cariño y me entristeció mucho sumuerte. Sabedor de que él y el DalaiLama habían estado muy unidos,comenté:

—Imagino que la muerte de suhermano Lobsang debió de ser muy durapara usted…

—Sí.—Me preguntaba cómo la afrontó.

—Naturalmente, me sentí muy tristeal enterarme de su muerte —contestócon serenidad.

—¿Y cómo asumió ese sentimientode tristeza? ¿Hubo algo en particular quele ayudara a superarlo?

—No lo sé —contestó, pensativo—.Experimenté ese sentimiento de tristezadurante algunas semanas, pero luego,gradualmente, fue desapareciendo.Había, sin embargo, un sentimiento depesar.

—¿De pesar?—Sí. Yo no estaba presente cuando

murió y creo que si hubiera estado allí,quizá podría haber hecho algo para

ayudar. De ahí procede ese sentimientode pesar.

Toda una vida dedicada acontemplar la inevitabilidad delsufrimiento humano pudo haber ayudadoal Dalai Lama a aceptar su pérdida, perono le convirtió en un individuo frío y sinemociones, dotado de una inexorableresignación ante el sufrimiento; latristeza de su voz revelaba profundossentimientos. Al mismo tiempo, sinembargo, su candor y franqueza,totalmente desprovistos deautoconmiseración o remordimiento,mostraban a un hombre que habíaaceptado plenamente su pérdida.

Ese mismo día, nuestra conversaciónse prolongó hasta bien entrada la tarde.Cuchilladas de luz dorada atravesabanla semipenumbra. Un ambiente demelancolía inundaba la habitación y mehizo saber que nuestra conversación seacercaba a su término. Confiaba, sinembargo, en obtener algún consejoadicional para asumir la muerte de unser querido, aparte de limitarse aaceptar la inevitabilidad del sufrimiento.

No obstante, cuando ya me disponíaa hablar, me pareció que estaba un tantodistraído y observé una sombra decansancio alrededor de sus ojos. Poco

después, su secretario entrósilenciosamente y me dirigió aquellamirada afilada por los años queindicaba que había llegado el momentode marcharse.

—Sí… —dijo el Dalai Lama comosi pidiera disculpas—, quizádebiéramos dejarlo por hoy… Me sientoun poco cansado.

Al día siguiente, antes de que yotuviera la oportunidad de volver aplantear el tema en nuestrasconversaciones privadas, él lo abordóen una de sus charlas públicas. Uno delos presentes, claramente sumido en elsufrimiento, preguntó al Dalai Lama:

—¿Tiene alguna sugerencia sobrecómo afrontar una gran pérdidapersonal, como la de un hijo?

El Dalai Lama contestó, con unsuave tono de compasión:

—Eso depende, hasta cierto punto,de las creencias personales. Si se creeen la reencarnación, eso puede mitigarla pena o la preocupación. Cabeconsolarse con el hecho de que el serquerido renacerá algún día.

»Las personas que no creen en lareencarnación han de tener presente, enprimer lugar, que si se preocupan enexceso y se dejan abrumar por la penaya perdida, actuaran de forma nociva

para con ellos y además no beneficiarána la persona que ha fallecido.

»En mi propio caso, por ejemplo, heperdido a mi más querido y respetadotutor, a mi madre y también a uno de mishermanos. Cuando fallecieron,naturalmente, me sentí muy triste. Perono dejaba de pensar que no servía denada preocuparme demasiado y que, siquería realmente a esas personas,debería cumplir sus deseos con unamente serena, así que hice todo lo quepude para que fuese así. Creo que ésa esla forma adecuada de afrontarlo:procurar que se cumplan los deseos delos desaparecidos.

»Inicialmente, claro está, lossentimientos de dolor y ansiedadconstituyen una respuesta natural anteuna pérdida. Pero si se le permite queesos sentimientos persistan, puedenconducirnos al ensimismamiento, a lasoledad del sufrimiento. Es entoncescuando aparece la depresión. Por otraparte, la experiencia de la pérdidaalcanza a la mayoría de los sereshumanos; es útil reflexionar sobre ello,porque así ya no nos sentiremosaislados. Eso puede ayudar.

Aunque el dolor y el sufrimientosean fenómenos humanos universales, hetenido a menudo la impresión de que las

personas educadas en las culturasorientales parecen tener una mayorcapacidad para aceptarlos y tolerarlos.Ello se debe en parte a sus creencias,pero quizá también a que el sufrimientoes más visible en las naciones máspobres, como la India. El hambre, lapobreza, la enfermedad y la muerte estána la vista de todos. Cuando una personaenvejece o enferma, no es marginada nienviada a una residencia, sino quepermanece en la comunidad y esatendida por la familia. Quienes vivenen contacto directo con la realidad nopueden negar fácilmente que elsufrimiento forma parte de la existencia.

A medida que la sociedad occidentaladquirió capacidad para limitar elsufrimiento causado por las durascondiciones de vida, parece que perdióla habilidad para afrontarlo. Losestudios de los sociólogos ponen demanifiesto que la mayoría de lasociedad occidental moderna tiende apasar por la vida convencida de que elmundo es básicamente un lugaragradable, que en general impera lajusticia y que todos son buenas personasque merecen cosas buenas. Estasconvicciones ayudan a llevar una vidamás feliz y sana. Pero la aparicióninevitable del sufrimiento mina esas

creencias y provoca graves crisis.Dentro de este contexto, un traumarelativamente menor puede tener unenorme impacto psicológico queintensifica el sufrimiento. No cabe lamenor duda de que, con la actualtecnología, en la sociedad occidental hamejorado el nivel general de bienestar, yesto ha aparejado un cambio en lapercepción del mundo: a medida que elsufrimiento se hace menos visible, dejade verse como connatural a los sereshumanos, se lo considera una anomalía,una señal de que algo ha salidoterriblemente mal, como una señal de«fracaso» de algún sistema, incluso una

violación de nuestro derecho a lafelicidad.

Estos pensamientos conllevanmuchos peligros. Si pensamos en elsufrimiento como algo antinatural, algoque no debiéramos experimentar, muypronto buscaremos un culpable. Si mesiento desgraciado, tengo que ser una«víctima», una idea demasiado comúnen Occidente. El que nos castiga con elsufrimiento puede ser el gobierno, elsistema educativo, unos padresabusivos, una «familia disfuncional», elsexo opuesto o nuestro despreocupadocónyuge. O quizá el mal esté dentro denosotros: unos genes defectuosos. El

riesgo de asignar culpas y mantener unapostura de víctima es precisamente laperpetuación de nuestro sufrimiento, consentimientos persistentes de cólera,frustración y resentimiento.

Naturalmente, el deseo de librarsedel sufrimiento es un objetivo Iegítimode todo ser humano. Es el corolario denuestro deseo de ser felices. Es portanto apropiado analizar las causas denuestra infelicidad y hacer lo que esté anuestro alcance para aliviar nuestrosproblemas que busquemos soluciones entodos los planos: global, social, familiare individual. Pero mientras veamos elsufrimiento como un estado antinatural,

como una condición anormal quetememos y rechazamos, nuncalograremos desarraigar sus causas yllevar una vida feliz.

Capítulo 9:Sufrimientoautoinfligido

En su visita inicial, el caballero demediana edad, elegantemente vestidocon un austero traje negro, se sentó conuna actitud amable pero reservada yempezó a relatar lo que le había traído ami consulta. Habló con bastantesuavidad, con voz controlada y medida.Le hice las preguntas habituales: motivode la consulta, edad, antecedentes,estado civil…

—¡Esa bruja! —gritó de repente,con la voz alterada por la cólera—. ¡Mimaldita esposa! Mi ex, ahora. ¡Manteníarelaciones extramatrimoniales a misespaldas! Después de todo lo que habíahecho por ella. ¡Esa…, esa puta!

Su voz se hizo más fuerte, máscolérica y venenosa mientras, durantelos veinte minutos siguientes, fuenarrando agravio tras agravio. La horase acercaba a su final. Al darme cuentade que él no había hecho sino empezar yque aquello podía durar fácilmentevarias horas, intenté corregir lasituación.

—Bueno, la mayoría de la gente

tiene dificultades para adaptarsedespués de un divorcio; por tanto,abordaremos ese problema en laspróximas sesiones. —Luego, le preguntécon voz tranquilizadora—: Y apropósito, ¿cuánto tiempo hace que se hadivorciado?

—Diecisiete años en el pasado mesde mayo.

En el capítulo anterior vimos laimportancia de aceptar el sufrimientocomo un hecho natural de la existenciahumana. Muchos sufrimientos soninevitables, pero otros tienen su causaen nosotros mismos. Hemos visto que lanegativa a aceptar el sufrimiento como

algo natural puede conducimos aconsideramos víctimas y a echar a losdemás la culpa de nuestros problemas,una receta segura para llevar una vidadesdichada.

Pero también aumentamos nuestrosufrimiento de otras formas. Sucede condemasiada frecuencia que perpetuamosnuestro dolor, lo mantenemos vivocuando repasamos mentalmente una yotra vez nuestras heridas, al tiempo queexageramos las injusticias. Volvemosuna y otra vez sobre los recuerdosdolorosos, quizá con el deseoinconsciente de que cambie la situación;pero no cambia. Claro que a veces este

interminable repaso de nuestrosinfortunios puede servir para exagerar eldrama y proporcionar ciertoromanticismo a nuestras vidas, o paradespertar la atención y la simpatía delos demás. Pero esas supuestas«ventajas» son demasiado pobres frentea la infelicidad que soportamos. Sobreello, dijo el Dalai Lama:

—Hay muchas formas de contribuiractivamente a experimentar inquietudmental y sufrimiento. Aunque, engeneral, las aflicciones mentales yemocionales tienen causas externas,somos nosotros quienes lasempeoramos. Por ejemplo, cuando

sentimos cólera u odio hacia unapersona, es poco probable que elsentimiento se exacerbe si no loalimentamos. No obstante, si pensamosen las presuntas injusticias de que hemossido objeto y seguimos pensando enellas una y otra vez, avivamos el odio,convirtiéndolo en algo muy intenso. Lomismo puede decirse cuando sentimosapego por alguien: podemos alimentar elsentimiento pensando continuamente enlo hermosa o atractiva que es esapersona, y así el apego se hace más ymás fuerte. Eso demuestra que podemoscultivar nuestras emociones.

»A menudo también incrementamos

nuestro dolor con una sensibilidadexcesiva, al reaccionar con exageraciónante cosas nimias. Tendemos a tomarnoslas cosas pequeñas demasiadoseriamente, a sacarlas de quiciomientras por otro lado seguimosindiferentes a cosas realmenteimportantes, a aquellas que tienenefectos profundos sobre nuestras vidas yconsecuencias sobre ellas a largo plazo.

»Así pues, creo que en buenamedida el sufrimiento depende de cómose responda ante una situación dada. Porejemplo, descubrimos que alguien hablamal de nosotros a nuestras espaldas. Sise reacciona ante este conocimiento,

ante esta negatividad, con un sentimientode cólera o de dolor, es uno mismo elque destruye su propia paz mental. Eldolor no es sino una creación personal.Por otro lado, si uno se contiene y evitareaccionar de manera negativa y dejapasar la difamación como un vientosilencioso al que no se hace caso, seestá protegiendo de sentirse herido, deesa sensación de agonía. Así pues, yaunque no siempre se puedan evitar lassituaciones difíciles, sí se puedemodificar la extensión del propiosufrimiento.

A veces, los terapeutas decimos deeste proceso que es una

«personalización» de nuestro dolor, esdecir, la tendencia a estrechar nuestrocampo de visión psicológico mediantela interpretación, acertada o errónea, detodo aquello que nos afecta.

Una noche cené con un colega en unrestaurante. El servicio era muy lento ymi colega empezó a quejarse:

—¡Fíjate en eso! ¡Ese camarero escondenadamente lento! ¿Dónde se hametido? Creo que pasa de nosotros.

A pesar de que ninguno de los dostenía un compromiso urgente, las quejasde mi colega sobre el servicio siguierondurante toda la cena y terminaron porconvertirse en una letanía sobre la

comida, la vajilla y todo lo que no fuerade su agrado. Al final el camarero nosobsequió con dos postres gratuitos.

—Les ruego que disculpen lalentitud del servicio de esta noche —dijo—, pero tenemos poco personal. Hamuerto un familiar de uno de loscocineros y un camarero está enfermo.Espero no haberles causado muchasmolestias…

—A pesar de todo, no volveré nuncaaquí —murmuró amargamente mi colegauna vez el camarero se hubo alejado.

Esto no es más que un pequeñoejemplo de cómo contribuimos a nuestropropio sufrimiento al afrontar una

situación molesta como si obedeciera aun deliberado propósito deperjudicarnos. En este caso, el resultadofue una cena desagradable. Cuando estaactitud impregna toda relación con elmundo, puede convertirse en una fuenteinagotable de desdichas.

Al describir las implicaciones deesta mentalidad estrecha, JacquesLusseyran hizo un comentario muypenetrante. Lusseyran, ciego desde losocho años de edad, fue el fundador de ungrupo de la Resistencia durante laSegunda Guerra Mundial. Finalmente,fue detenido por los alemanes y enviadoal campo de concentración de

Buchenwald. Más tarde, al contar susexperiencias en los campos deconcentración, Lusseyran afirmó:«Comprendí entonces que la infelicidadsobreviene porque creemos ser el centrodel mundo, porque tenemos la mezquinaconvicción de que únicamente nosotrossufrimos, y con una intensidadinsoportable. La infelicidad consiste ensentimos siempre aprisionados ennuestra piel, en nuestro cerebro».

¡PERO ESO NO ES JUSTO!

Los problemas surgen a menudo en

nuestra vida. Pero los problemas, por sísolos, no provocan automáticamente elsufrimiento. Si logramos abordar condecisión nuestros problemas y centrarnuestras energías en encontrar unasolución, el problema puedetransformarse en un desafío. Noobstante, si consideramos «injusto» esecontratiempo, añadimos un ingredienteque puede crear inquietud mental ysufrimiento. Entonces no sólo tenemosdos problemas, en lugar de uno, sino queese sentimiento de «injusticia» nosdistrae, nos consume, nos priva de laenergía necesaria para solucionar elproblema original.

Una mañana, al plantearle este temaal Dalai Lama, le pregunté:

—¿Como podemos afrontar elsentimiento de injusticia que con tantafrecuencia nos tortura cuando surgen losproblemas?

—Hay muchas maneras de encararlo—contestó el Dalai Lama—. Ya hehablado de la importancia de aceptar elsufrimiento como un hecho natural de laexistencia humana. Creo que, en ciertomodo, los tibetanos están máscapacitados para aceptar estassituaciones difíciles, ya que dicen:«Quizá se deba a mi karma en elpasado». Lo atribuirán a las acciones

negativas cometidas en esta vida o enuna vida anterior, de modo que haymayor grado de aceptación. He visto aalgunas familias, en nuestrosasentamientos en la India, en situacionesmuy difíciles, viviendo en condicionesmuy pobres y, además de eso, con hijosciegos o con alguna deficiencia. Dealgún modo, esas pobres mujeres se lasarreglan, limitándose a decir: «Esto sedebe a su karma; es su destino».

»A propósito del karma esimportante señalar que, debido a unamala interpretación de la doctrina, hayuna tendencia a echarle la culpa de todolo que sucede al karma, en un intento por

sacudirse la responsabilidad o lanecesidad de tomar iniciativas. Resultamuy fácil decir: "Esto se debe a mikarma pasado, a mi karma negativoanterior, así que ¿qué puedo hacer? Soyimpotente". Esa es una interpretaciónerrónea del karma, pues aunque lasexperiencias son una consecuencia delos hechos del pasado, eso no quieredecir que los individuos no tengamosalternativas o que no haya posibilidadde producir un cambio positivo. Uno nodebe ser pasivo y tratar de excusarsepara no tomar la iniciativa atribuyéndolotodo al karma, porque si uno comprendecorrectamente el concepto de karma,

sabrá que karma significa "acción". Elkarma es un proceso muy activo, y elfuturo que nos está reservado vienedeterminado en buena medida por lo quehacemos en el presente, por lasiniciativas que tomemos ahora.

»Así pues, no debería entenderse elkarma en términos de una fuerza pasivay estática, sino de un proceso activo.Eso indica que el agente individual tieneun papel importante en la determinacióndel proceso kármico. Por ejemplo, hastael sencillo propósito de satisfacernuestras necesidades de alimentación…Para alcanzar ese objetivo necesitamosactuar. Tenemos que buscar alimento y

luego comerlo. Eso demuestra que hastael objetivo más simple se alcanza pormedio de la acción.

—Está bien —asentí—, reducir elsentimiento de injusticia aceptando quees resultado del karma puede serefectivo para los budistas, pero ¿qué medice de quienes no creen en la doctrinadel karma? En Occidente, por ejemplo,son muchos los que…

—Muchas de las personas que creenen un creador, en Dios, pueden aceptarlas circunstancias difíciles con mayorfacilidad, al considerarlas parte de lacreación o el plan de Dios. Aunque lasituación parezca muy negativa, Dios es

todopoderoso y misericordioso, demodo que tiene que haber algúnsignificado en la situación que ellasdesconocen. Creo que esa clase de fepuede ayudarlas en sus momentos desufrimiento.

—¿Y qué me dice de los que nocreen ni en el karma ni en un Dioscreador?

—Para quien no sea creyente… —ElDalai Lama reflexionó un momento antesde responder—. Quizá pudiera ayudarleun enfoque práctico y científico. Loscientíficos consideran muy importanteexaminar un problema objetivamente,estudiado sin mucha implicación

emocional. Con esa actitud puedesdecirte: «Si se puede luchar contra elproblema, lucha, ¡aunque tengas quellegar a los tribunales!». —Se echó areír—. Luego, si descubres que no hayforma de ganar, puedes limitarte aolvidarlo.

»Un análisis objetivo de situacionesdifíciles o problemáticas puede serbastante importante, porque se descubrea menudo que detrás de las aparienciashay otros factores. Por ejemplo, si eljefe le ha tratado a uno injustamente enel trabajo, es posible que esté detrás,por ejemplo, una discusión con suesposa por la mañana. Naturalmente,

uno tiene que seguir afrontando las cosassegún están, pero al menos con eseenfoque no se experimentará la ansiedadadicional que provoca.

—¿Es posible que el análisisobjetivo de la situación nos ayude adescubrir que estamos contribuyendo acrear el problema y debilite elsentimiento de injusticia?

—¡Sí! —respondió con entusiasmo—. Ahí está la gran diferencia. Engeneral, si examinamos cualquiersituación de una forma imparcial yhonesta, nos daremos cuenta de hastaqué punto somos también responsablesde los acontecimientos.

»Por ejemplo, muchas personasecharon la culpa de la guerra del Golfoa Saddam Hussein. En varias ocasionesdije que eso no era justo. Teniendo encuenta las circunstancias, sentíverdadera pena por Saddam Hussein.Claro que es un dictador, responsable demuchas barbaridades. Si se examinasuperficialmente la situación, resultafácil echarle toda la culpa: es undictador, un totalitario, ¡incluso sumirada parece siniestra! —exclamó,echándose a reír—. Pero su capacidadpara causar daño sería muy limitada sino contara con su ejército, y esepoderoso ejército no puede funcionar sin

equipo militar. Todo ese equipo militarno ha sido producido por él, ni hallovido del cielo. Considerando lascosas de ese modo nos damos cuenta deque son muchas las naciones implicadas.

»Así pues —siguió diciendo elDalai Lama—, nuestra tendencia normalconsiste en achacar nuestros problemasa los demás o bien a factores externos.Además, solemos buscar una sola causa,para luego tratar de exoneramos de todaresponsabilidad. Parece que cada vezque hay implicadas emociones intensas,tiende a producirse una disparidad entreapariencia y la realidad. En mi ejemplo,si se analiza la situación muy

cuidadosamente, se verá que SaddamHussein no es la única causa delconflicto.

»Esta práctica supone mirar lascosas de una forma holística, dartecuenta de que son muchos los factoresque intervienen en un hecho. Tomemos,por ejemplo, nuestro problema con loschinos; también nosotros hemoscontribuido a originarlo, sobre todo porla negligencia de las generaciones quenos precedieron. Así pues, creo quenosotros, los tibetanos, hemoscontribuido a esta trágica situación. Noes justo echarle toda la culpa a China.Pero también hay perspectivas. Es

preciso señalar que los tibetanos, porejemplo, nunca se han sometido porcompleto a la opresión china, siempreha habido una resistencia. Debido a ello,los chinos desarrollaron una nuevapolítica y trasladaron grandes masas dechinos al Tíbet, de modo que lapoblación autóctona acabara siendodemográficamente insignificante,quedara marginada y el movimiento deliberación perdiera fuerza. Perotampoco podemos decir que laresistencia tibetana sea la únicaculpable de la política China.

—Pero ¿qué me dice de esassituaciones en las que está claro que lo

ocurrido no es en absoluto culpa de uno,con las que uno no tiene nada que ver,incluso las relativamente insignificantes,como cuando alguien nos mienteintencionadamente?

—Naturalmente, al principio sientodesilusión cuando alguien no dice laverdad, pero incluso en tal caso, siexamino la situación, puedo descubrirque su motivación para ocultarme algopuede haber sido cierta falta deconfianza en mí. Así que, a veces, hayque considerar estos hechos desde otroángulo; por ejemplo, que quizá lapersona en cuestión no confió del todoen mí porque no sé guardar un secreto.

En otras palabras, no soy digno de laplena confianza de esa persona debido ami naturaleza. Examinando la situaciónde ese modo, podría concluir que lacausa reside en mí.

Esta justificación racional, inclusoprocediendo del Dalai Lama, me parecíaun tanto forzada: descubrir «la propiacontribución» a la falta de honestidaddel otro. Pero la sinceridad de su vozsugería que había puesto en práctica estaconducta en su vida personal comoayuda frente a la adversidad. Claro quees probable que no siempre podamosdescubrir nuestra contribución, perointentarlo nos permite desplazar el

centro de atención, lo que nos ayuda aromper las estrechas pautas depensamiento que conducen alsentimiento destructivo de injusticia, quees la fuente de tanto descontento.

CULPABILIDAD

Como productos de un mundoimperfecto, todos somos imperfectos.Reconocer nuestros errores con genuinoremordimiento nos sirve paramantenemos en el camino correcto en lavida, nos anima a rectificar nuestroserrores si ello fuera posible. Pero si

permitimos que nuestro pesar degenerehasta una culpabilidad excesiva y nosaferramos a nuestros errores del pasado,culpándonos y odiándonos por ellos, loúnico que conseguiremos es flagelamosinútilmente.

Durante una conversación anterioren la que hablamos brevemente de lamuerte de su hermano, el Dalai Lamahabía expresado cierto pesarrelacionado con ella. Era interesante vercómo afrontaba aquellos sentimientos depesar y quizá de culpabilidad, por loque en una conversación posterior lepregunté:

—Cuando hablamos de la muerte de

Lobsang mencionó usted su pesar. ¿Hahabido alguna otra situación en su vidaen que se haya arrepentido de algo?

—Oh, sí. Un anciano monje quevivía como un ermitaño solía ir a vermepara recibir enseñanzas, aunque creoque era más versado que yo y aquellasvisitas no eran más que una formalidad.En cualquier caso, vino a verme un día yme preguntó acerca de una complicadapráctica esotérica que quería realizar.Le comenté que era una práctica muydifícil y que quizá fuera mejor que laemprendiera alguien más joven, ya quetradicionalmente se inicia en laadolescencia. Más tarde me enteré de

que el monje se había suicidado pararenacer en un cuerpo más joven y poderentregarse a esos ejercicios…

—¡Eso es terrible! —exclamé,sorprendido por esta historia—. Tuvoque haber sido muy duro para ustedcuando se enteró… —El Dalai Lamaasintió con una expresión de tristeza—.¿Cómo afrontó ese sentimiento de pesar?¿Cómo se libró finalmente de él?

Permaneció en silencio durante unrato antes de contestar.

—No me libré de él. Sigue ahí,presente. —Hizo una nueva pausa, antesde añadir—: Pero ya no se hallaasociado con una opresión. No sería útil

para nadie que yo permitiera que esesentimiento me abrumara, fuera unafuente de desánimo y depresión.

En ese momento y de un modo muyvisceral, quedé asombrado una vez másante el ser humano que afrontaplenamente las tragedias de la vida yresponde, incluso con profundo pesar,pero sin permitirse caer en una culpaexcesiva o en el autodesprecio; que seacepta plenamente a sí mismo, con suslimitaciones, debilidades y errores dejuicio. El Dalai Lama experimentaba unsincero pesar por los hechos queacababa de relatarme, pero llevaba supesar con dignidad y elegancia. Y no

permitía que ese sentimiento lohundiera, prefería seguir adelante ydedicar sus facultades a la ayuda a losdemás.

A veces me pregunto si la capacidadpara vivir sin caer en la culpabilidaddestructiva no será parcialmentecultural. Al contarle a un erudito amigotibetano mi conversación con el DalaiLama sobre el pesar, éste me dijo que lalengua tibetana no tiene siquiera unapalabra equivalente a «culpa», aunquetiene otras que equivalen a«remordimiento» o «arrepentimiento» o«lamentación», con el sentido de«rectificar las cosas en el futuro». Sea

cual fuere el componente cultural, estoyconvencido de que al cuestionar nuestrasformas habituales de pensar y cultivaruna perspectiva mental diferente, basadaen los principios descritos por el DalaiLama, cualquiera de nosotros puedeaprender a vivir sin la marca de laculpabilidad, que no hace otra cosa quecausarnos un sufrimiento innecesario.

RESISTENCIA AL CAMBIO

La culpabilidad surge cuando nosconvencemos de que hemos cometido unerror irreparable. La tortura del que se

culpa reside en pensar que cualquierproblema es permanente. Pero, puestoque no hay nada que no cambie, el dolortambién disminuye, ya que ningúnproblema es perpetuo. Éste es el aspectopositivo del cambio. Pero, por logeneral, nos resistimos a él en casi todoslos ámbitos de la vida. El primer pasopara liberamos del sufrimiento esconocer su causa fundamental: laresistencia al cambio.

Al describir la naturaleza siemprecambiante de la vida, el Dalai Lamaexplicó:

—Es extremadamente importanteinvestigar los orígenes del sufrimiento,

saber cómo surge. Para iniciar eseproceso se ha de ser consciente de lanaturaleza cambiante de nuestraexistencia. Todas las cosas,acontecimientos y fenómenos sondinámicos, cambian a cada momento;nada permanece estático. Meditar sobrela circulación sanguínea puede servimospara reforzar esta idea: la sangre estáfluyendo constantemente, nunca se estáquieta. Y puesto que es propio de lanaturaleza de todos los fenómenos elcambiar continuamente, concluimos quea las cosas les falta capacidad paraperdurar, para seguir siendo lo mismo.Y si todas las cosas se hallan sujetas al

cambio, nada existe en un estadopermanente, nada es capaz deprogramarse para permanecer. Por tanto,todas las cosas se encuentran bajo elpoder o la influencia de otros factores.Nada durará, al margen de lo agradableo placentera que pueda ser laexperiencia. Esto se convierte en la basede una categoría de sufrimientoconocida en el budismo como el«sufrimiento del cambio».

El concepto de transitoriedad tieneun papel central en el pensamientobudista y su consideración es unapráctica clave. La contemplación de la

no permanencia tiene dos funcionesvitales en el camino budista. En un planoconvencional, en un sentido cotidiano, elpracticante budista contempla su propiatransitoriedad, el hecho de que la vidaes tenue y de que nunca sabemos cuándomoriremos. Al combinar esta reflexióncon la singularidad de la existenciahumana y la posibilidad de alcanzar unestado de liberación espiritual, deliberación del sufrimiento y deinterminables ciclos de reencarnaciones,esta contemplación sirve para fortalecerla resolución de sacarle el mejor partidoposible a la existencia, participando enlas prácticas espirituales que producirán

la liberación en un nivel más profundo.La contemplación de los aspectos

mas sutiles de la transitoriedad es elprimer paso para comprender laverdadera naturaleza de la realidad ydisipar la ignorancia, que es la fuenteúltima de nuestro sufrimiento. Así pues,aunque la contemplación de latransitoriedad tiene una tremendaimportancia dentro de un contextobudista, surge la pregunta: ¿tienetambién alguna aplicación práctica enlas vidas cotidianas de los no budistas?Si vemos el concepto de«transitoriedad» desde el punto de vistadel «cambio», entonces la respuesta es

afirmativa. Después de todo, tanto si secontempla la vida desde una perspectivabudista como desde una perspectivaoccidental, queda el hecho de que lavida es cambio. En la medida en que nosneguemos a aceptar este hecho y nosresistamos a los cambios de laexistencia, seguiremos perpetuandonuestro sufrimiento.

La aceptación del cambio puede serun factor importante para reducir enbuena medida nuestro sufrimiento. Amenudo nos causamos sufrimiento alnegarnos a renunciar al pasado. Sidefinimos nuestra imagen por el aspectoque teníamos o por lo que solíamos

hacer y no podemos hacer ahora, es muyprobable que nos sintamos más infelicesa medida que envejecemos. Enocasiones, cuanto más tratamos deaferrarnos a algo, tanto más grotesca ydistorsionada se hace la vida. Laaceptación de la inevitabilidad delcambio como principio general nosayuda a afrontar muchos problemas y aasumir un papel más activo; conocer ycomprender los cambios puedeevitarnos la ansiedad, que es la causa demuchos de nuestros problemas.

Una mujer que acababa de ser madreme habló de una visita que había hechocon su bebé a la sala de urgencias del

hospital a las dos de la madrugada.—¿Qué le ocurre? —le preguntó el

pediatra.—¡Mi bebé! ¡Le pasa algo! —gritó

ella frenéticamente—. ¡Creo que seahoga! No hace más que sacar la lenguauna y otra y otra vez, como si tratara dequitarse algo de ella, pero no tiene nadaen la boca…

Después de unas pocas preguntas yun breve examen, el médico latranquilizó.

—No hay por qué preocuparse. Amedida que se hace mayor, el bebécobra una mayor conciencia de sucuerpo y de lo que es capaz de hacer. Su

bebé acaba de descubrirse la lengua.

Margaret, una periodista de treinta yun años, ilustra la importancia decomprender y aceptar el cambio en elcontexto de una relación personal.Acudió a mi consulta por una ansiedadque atribuyó a la dificultad paraadaptarse a un divorcio reciente.

—Pensé que me vendrían bien unascuantas sesiones de psicoterapia, aunquesólo fuese para hablar con alguien —meexplicó—, para que me ayude a dejar enpaz el pasado y efectuar la transición auna vida de soltera. Si quiere que le seasincera, la verdad es que me siento un

poco nerviosa por todo esto…Le pedí que me describiera las

circunstancias de su divorcio.—Supongo que tendría que

describirlo como amistoso. No hubopeleas ni nada de eso. Mi ex y yotenemos buenos trabajos, de modo quetampoco hubo grandes problemas conlos acuerdos económicos. Tenemos unhijo, pero parece haberse adaptado bienal divorcio, y mi ex y yo hemosacordado una custodia conjunta queparece funcionar.

—¿Puede explicarme qué condujo aldivorcio?

—Hum…, supongo que,

simplemente, dejamos de amarnos —contestó ella con un suspiro—. Pareceque el amor fue desapareciendogradualmente; ya no existía la intimidadde que disfrutábamos cuando noscasamos. Ambos estábamos muyocupados con nuestros trabajos y nuestrohijo y parece que nos fuimos alejando.Asistimos a unas sesiones deasesoramiento matrimonial, pero nosacamos nada de ellas. Era más biencomo si fuésemos hermanos. Aquello noparecía amor, no era un verdaderomatrimonio. El caso es que finalmentedecidimos que sería mejor divorciamos;nos faltaba algo que había antes.

Después de dedicar dos sesiones adelimitar el problema, iniciamos unapsicoterapia, centrándonosespecíficamente en reducir la ansiedad ypromover la adaptación a los recientescambios. Era una persona inteligente yemocionalmente bien adaptada.Respondió bien a la terapia y efectuócon facilidad la transición a la vida desoltera.

A pesar de que evidentemente sepreocupaban el uno por el otro, estabaclaro que Margaret y su marido habíaninterpretado el cambio cualitativo de suafecto como una señal de que debían darpor terminado su matrimonio. Sucede

con demasiada frecuencia queinterpretamos una disminución de lapasión como una señal de que existe unproblema irresoluble en la relación. Losprimeros indicios de cambio en unarelación suelen provocar pánico: quizá,después de todo, no hemos elegido lapareja correcta, el otro no nos parece lapersona de la que nos enamoramos.Surgen los desacuerdos: quizá tengamosdeseos de sexo y el otro está cansado, oqueramos ver una película que al otro nole interesa. Descubrimos entoncesdiferencias que no habíamos observadoantes. Así pues, llegamos a laconclusión de que todo ha terminado; al

fin y al cabo, no podemos soslayar elhecho de que cada uno está cambiandopor su lado. Las cosas ya no son comoantes; quizá haya llegado el momento deldivorcio.

¿Qué hacemos entonces? Losexpertos en relaciones han escritodocenas de libros sobre lo que debemoshacer cuando se apaga la llama del amorromántico. Nos ofrecen muchassugerencias para encender de nuevo esapasión: reestructure su programa paradar prioridad a momentos románticos ensu relación, planifique cenas o salidasde fin de semana, procure halagar a supareja, aprenda a mantener una

conversación interesante. En ocasiones,estas cosas ayudan. Otras veces, no.

Pero antes de dar por muerta larelación, una de las cosas másbeneficiosas que podemos hacer al notarun cambio consiste simplemente enretroceder un poco, valorar la situacióny armarnos con todo el conocimientoque podamos acerca de los cambios.

A medida que se despliegan nuestrasvidas, pasamos desde la infancia a laadolescencia, la edad adulta y la vejez.Aceptamos estos cambios como unaprogresión natural. Pero una relación estambién un sistema vital dinámico,compuesto por dos organismos que

interactúan en un ambiente igualmentevital, y por tanto es natural que larelación pase por diferentes fases. Entoda relación hay diferentes dimensionesde intimidad: física, emocional eintelectual. El contacto físico, elcompartir las emociones, lospensamientos e intercambiar ideas sonformas legítimas de conectar conaquellas personas a las que amamos. Esnormal que el equilibrio experimenteflujos y reflujos; en ocasiones, laintimidad física disminuye pero aumentala emocional; en otras ocasiones nosentimos deseos de compartir nuestrospensamientos, y sólo queremos que el

otro nos abrace. Si la pasión se enfría,en lugar de experimentar preocupación ocólera podemos buscar nuevas formasde intimidad que pueden ser igualmentesatisfactorias o quizá más. Podemosencantar a nuestra pareja comocompañero, disfrutar de un amor másfirme, de un vínculo más profundo.

En su libro Comportamiento íntimo,Desmond Morris describe los cambiosnormales que se producen en lanecesidad de intimidad del ser humano.Sugiere que pasamos repetidamente portres fases: «Abrázame fuerte»,«Suéltame» y «Déjame solo». El ciclose pone de manifiesto ya durante los

primeros años de vida, cuando los niñospasan del «abrázame fuerte», tancaracterístico de la infancia, al«suéltame», cuando empiezan a explorarel mundo, a gatear, caminar y adquiriralgo de independencia y autonomía conrespecto de la madre. Esto forma partedel desarrollo y el crecimiento normal.Estas fases no se mueven, sin embargo,de forma lineal, sino que el niño puedeexperimentar ansiedad cuando elsentimiento de separación se hacedemasiado intenso; entonces regresajunto a la madre en busca de consuelo yproximidad. En la adolescencia, cuandoel individuo se esfuerza por formarse

una identidad, el «suéltame» seconvierte en la fase predominante.Aunque pueda ser difícil o dolorosopara los padres, la mayoría de losexpertos lo consideran normal ynecesario en la transición de la infanciaa la edad adulta. Mientras que en casa eladolescente grita a los padres«¡Dejadme solo!», sus necesidades de«abrázame fuerte» pueden quedarsatisfechas mediante una fuerteidentificación con el grupo de susiguales.

En las relaciones adultas se da lamisma oscilación. Periodos de estrechaintimidad alternan con otros de

distanciamiento. Esto también formaparte del ciclo normal de crecimiento ydesarrollo. Para alcanzar nuestro plenopotencial como seres humanos,necesitamos equilibrar nuestrasnecesidades de intimidad y unión con lasde autonomía. Si comprendemos esto, noexperimentamos temor cuandoobservamos por primera vez que nosestamos «distanciando» de nuestrapareja, del mismo modo que no sentimospánico cuando observamos que la marease retira de la costa. Claro que, enocasiones, una creciente distanciaemocional (como una corrientesoterrada de cólera), puede indicar

graves problemas en una relación quepueden conducir incluso a la ruptura. Enesos casos, medidas como lapsicoterapia pueden ser muy útiles. Perolo principal es que una crecientedistancia no anuncia necesariamente undesastre. Puede formar parte de un cicloque redefinirá la relación, e inclusopuede llevar a una intimidad mayor quela del pasado.

Así pues, la aceptación, elreconocimiento de que el cambio esinherente a las relaciones humanas,puede jugar un papel decisivo. Quizádescubramos que precisamente en elmomento en que nos sentimos más

desilusionados, en el que tenemos lasensación de que algo se haresquebrajado en nuestra relación, escuando puede producirse unatransformación profunda. Estos períodosde transición pueden convertirse enmomentos trascendentales para lamaduración del verdadero amor. Quizánuestra relación ya no se base en unapasión intensa, ni veamos al otro comola personificación de la perfección, nitengamos la sensación de estarfusionados. En lugar de eso, empezamosa conocer verdaderamente al otro, lovemos tal cual es, como un individuodistinto, quizá con defectos y

debilidades, pero tan humano comonosotros mismos. Sólo entoncespodemos establecer un compromiso conel crecimiento de otro ser humano, loque supone un acto de verdadero amor.

Quizá el matrimonio de Margaret sehubiera salvado si hubiese aceptado elcambio en la relación y ambos hubiesenestablecido un nuevo vínculo, basado enfactores distintos de la pasiónromántica. Afortunadamente, sinembargo, la historia no terminó ahí. Dosaños después de mi última sesión conMargaret, me la encontré en unosgrandes almacenes. (Encontrarme con unex paciente fuera de la consulta me

resulta un tanto incómodo, como nossucede a la mayoría de los psicólogos.)

—¿Cómo le van las cosas? —lepregunté.

—¡No podrían ir mejor! —exclamó—. Mi ex marido y yo volvimos acasarnos el mes pasado.

—¿De veras?—Sí, y todo marcha magníficamente.

Después de la separación seguimosviéndonos, claro, por la custodia denuestro hijo. Nos resultó difícil alprincipio…, pero después parecía comosi nos hubiésemos librado de lapresión… Ya no teníamos expectativascomunes. Entonces descubrimos que

realmente nos gustábamos y nosamábamos. Ahora no es como cuandonos casamos la primera vez, pero eso yano nos importa; ahora somos realmentefelices juntos.

Capítulo 10: Cambiode perspectiva

Había una vez un discípulo de unfilósofo griego al que el maestro leordenó entregar dinero durante tres añosa todo aquel que le insultara. Una vezsuperado ese período de prueba, elmaestro le dijo: «Ahora puedes ir aAtenas y aprender sabiduría». Cuando eldiscípulo llegó a Atenas vio a un sabiosentado a las puertas de entrada de laciudad que se dedicaba a insultar a todoel que entraba y salía. También insultóal discípulo, que se echó a reír. «¿Por

qué te ríes cuando te insulto?», lepreguntó el sabio. «Porque durante tresaños he tenido que pagar por esto mismoy ahora tú me lo ofreces gratuitamente»,contestó el discípulo. «Entra en laciudad —le dijo el sabio— Es todatuya…».

En el siglo IV, los padres deldesierto, un grupo de personasexcéntricas que se retiraron al desierto,en los alrededores de Scete, para llevaruna vida de sacrificio y oración,contaban esta historia para ilustrar elvalor del sufrimiento y la resistencia.

Sin embargo, no fue ésta la que abrió la«ciudad de la sabiduría» al discípulo.Lo que le permitió afrontar de un modotan efectivo una situación difícil fue sucapacidad para cambiar de perspectiva,para ver su situación desde una atalayadiferente.

La capacidad para cambiar deperspectiva puede ser una de lasherramientas más efectivas de quedisponemos para afrontar los problemasde la vida cotidiana. El Dalai Lamaexplicó:

—La capacidad de ver losacontecimientos desde perspectivasdiferentes puede ser muy útil. Al

practicarla, podemos utilizar ciertasexperiencias, tragedias próximas paradesarrollar la serenidad de la mente.Tenemos que damos cuenta de que cadafenómeno, cada acontecimiento, tieneaspectos diferentes. Todo tiene unanaturaleza relativa. En mi caso, porejemplo, he perdido mi país. Desde esepunto de vista, es muy trágico… Ytodavía hay cosas peores. En nuestropaís se ha producido mucha destrucción.Eso es algo muy negativo. Pero cuandoabordo el mismo acontecimiento desdeotro ángulo, me doy cuenta de que, comorefugiado, hay otra perspectiva. Comorefugiado no tengo necesidad de

formalidades, ceremonia, protocolo. Sitodo fuera como antes habría multitud deocasiones en las que únicamenteharíamos los movimientos, fingiríamos.Pero cuando se pasa por situacionesdesesperadas, no hay tiempo para fingir.Así que, desde ese ángulo, esta trágicaexperiencia ha sido muy útil para mí. Elhecho de ser un refugiado también creanumerosas oportunidades paraencontrarme con mucha gente. Gente deotras confesiones diferentes, de distintosámbitos de la vida, a las que muyprobablemente no habría conocido sihubiera permanecido en mi país. Asíque, en ese sentido, todo esto ha sido

muy, muy útil.»A menudo, cuando surgen los

problemas, nuestra perspectiva seestrecha. Quizá tengamos concentradatoda nuestra atención en preocuparnospor el problema y abriguemos lasensación de que únicamente nosotrospasamos por tales dificultades. Esopuede conducir a una especie deensimismamiento que hace que elproblema parezca muy grave. Cuandosucede eso, creo que puede ayudarmucho el ver las cosas desde unaperspectiva más amplia, dándonoscuenta, por ejemplo, de que hay muchaspersonas que han pasado por

experiencias similares e incluso peores.Este cambio de perspectiva puede sermuy útil incluso en ciertas enfermedadeso cuando se sufre. Claro que cuandoaparece el dolor resulta muy difícilpracticar la meditación para serenar lamente. Pero si se hacen comparaciones,si se ve la situación desde unaperspectiva diferente, algo ocurre. Sisólo se observa el acontecimiento, encambio, éste parece cada vez más y másimportante. Si se fija la atenciónintensamente en un problema, éstetermina por parecer incontrolable. Perosi se compara con otro de mayorenvergadura, entonces parece más

pequeño y menos abrumador.

Poco antes de una de las sesionescon el Dalai Lama, me encontré con eladministrador de una clínica en la quetrabajé durante algún tiempo y dondetuvimos una serie de encontronazosporque yo estaba convencido de que éldesviaba nuestra atención de lospacientes a las consideracionesfinancieras. No le había visto desdehacía tiempo, y en cuanto estuve frente aél pasaron por mi mente todas lasdiscusiones que habíamos mantenido ysentí crecer en mi interior la cólera y el

odio. Cuando me permitieron entrar enla suite del Dalai Lama, ya me habíacalmado bastante, a pesar de que aún mesentía algo inquieto.

—La respuesta natural e inmediatacuando alguien nos hace daño —dije—es enojarse; incluso mucho después,cada vez que pensamos en ello,volvemos a enfadamos. ¿Cómo se puedeafrontar esta situación?

El Dalai Lama me miró conexpresión reflexiva. Me pregunté sipercibiría que planteaba el tema no sólopor razones puramente académicas.

—Si examina la situación desde unángulo diferente —contestó—,

seguramente se dará cuenta de que lapersona que provocó esa cólera tienetambién cualidades positivas. Siobserva cuidadosamente descubrirátambién que aquello que le habíamolestado le proporcionó ciertasoportunidades que, de otro modo, nohabría tenido. Así que podrá ver desdeun ángulo diferente el acontecimiento.Eso ayuda.

—Pero ¿qué hacer si se buscan losaspectos positivos de una persona oacontecimiento y no se puede encontrarninguno?

—En tal caso, la situación requeriríaun esfuerzo. Dedique algún tiempo a

buscar seriamente una perspectivadiferente. Necesitará utilizar toda sucapacidad de razonamiento y examinarla situación del modo más objetivoposible. Por ejemplo, puede reflexionarsobre el hecho de que cuando estárealmente enojado con alguien, tiende apercibir en el otro sólo cualidadesnegativas, del mismo modo que alsentirse fuertemente atraído por alguien,suele ver únicamente sus cualidadespositivas. Si su amigo, al que considerauna persona excelente, le causaradeliberadamente daño, de repente ustedse percataría de que no sólo tienebuenas cualidades. De modo similar, si

su enemigo, al que detesta, le pidierasinceramente perdón y se mostraraamable, es poco probable que siguieraconsiderándolo totalmente malo. Asípues, aunque esté enojado con alguien ycrea que esa persona no poseecualidades positivas, recuerde que nadiees totalmente malo. Si busca losuficiente, seguro que encontrará algunascualidades positivas. En consecuencia,su visión de un individuo comoabsolutamente negativo se debe a supropia proyección mental, más que a laverdadera naturaleza de ese individuo.

»Asimismo, una situacióninicialmente percibida como totalmente

negativa puede tener algunos aspectospositivos. Pero creo que estedescubrimiento no es suficiente. Esnecesario recordar esos aspectospositivos en muchas ocasiones, para quegradualmente cambie el sentimientonegativo. En resumen, se debe pasar porun proceso de aprendizaje, deformación, para familiarizarse con losnuevos puntos de vista que permitenafrontar esas situaciones.

Después de reflexionar un momento,con su habitual pragmatismo, añadió:

—Sin embargo, si a pesar de susesfuerzos no encontrara aspectospositivos, lo mejor que puede hacer es,

sencillamente, tratar de olvidar el asuntopor el momento.

Inspirado por las palabras del DalaiLama, esa misma noche intenté descubriralgunos «aspectos positivos» deladministrador que mencioné. No meresultó tan difícil. Sabía, por ejemplo,que era un padre cariñoso, que tratabade educar a sus hijos lo mejor quepodía. Y tuve que admitir que misencontronazos con él, al fin y a la postre,me habían beneficiado, puesto que meimpulsaron a dejar aquella clínica, loque me permitió realizar un trabajo mássatisfactorio. Aunque estas reflexionesno tuvieron como resultado inmediato

que el hombre me cayera simpático, nocabe duda de que contribuyeron mucho adisminuir mis sentimientos de aversión,al precio de un esfuerzosorprendentemente pequeño. El DalaiLama no tardaría en darme una leccióntodavía más profunda: cómo transformarpor completo la actitud hacia losenemigos y empezar a apreciarlos.

UNA NUEVA PERSPECTIVADEL ENEMIGO

El método fundamental utilizado porel Dalai Lama para transformar la

actitud ante los enemigos supone llevara cabo un análisis sistemático y racionalde nuestra respuesta habitual cuando noscausan daño.

—Empecemos por examinar laactitud característica hacia nuestrosenemigos —explicó—. En términosgenerales, es evidente que no lesdeseamos lo mejor. Pero aunque nuestroadversario se hunda a consecuencia denuestras acciones, ¿a qué vienealegrarse por ello? ¿Puede haber algomás lamentable que esos sentimientos deanimadversión? ¿Desea uno serrealmente tan mezquino?

»Vengarse no hace sino crear un

círculo vicioso. La otra persona no lo vaa aceptar y, entonces, la cadena devenganzas es interminable. En ciertassociedades, esa dinámica puedetransmitirse de una generación a otra. Elresultado es que ambas partes sufren y lavida se envenena; puede comprobarse enlos campos de refugiados, donde secultiva el odio hacia el enemigo desdela infancia. Es muy triste. La cólera o elodio son como el anzuelo de unpescador. Es de vital importancia nomorder ese anzuelo.

»Algunas personas consideran que elodio es bueno para el interés nacional,lo cual me parece muy negativo y de

miras muy estrechas. Contrarrestar estaforma de pensar constituye la base delespíritu de la no violencia y lacomprensión.

Tras haber rechazado nuestra actitudcaracterística frente al enemigo, el DalaiLama ofreció otra opción, una nuevaperspectiva que podría revolucionarnuestra vida.

—En el budismo —explicó— sepresta mucha atención a las actitudesque adoptamos ante nuestros enemigos.Ello se debe a que el odio puede sernuestro mayor obstáculo para eldesarrollo de la compasión y lafelicidad. Si se aprende a ser paciente y

tolerante con los enemigos, todo lodemás resulta mucho más fácil y lacompasión fluye con naturalidad.

»Así pues, para alguien que practicala espiritualidad, los enemigos juegan unpapel crucial. Tal como veo las cosas,la compasión es la esencia de la vidaespiritual y para alcanzar una prácticacabal del amor y la compasión, esindispensable la práctica de la pacienciay la tolerancia. No hay fortaleza similara la paciencia, no hay peor aflicción queel odio. En consecuencia, no debemosahorrar esfuerzos en la erradicación delodio al enemigo, y aprovechar elenfrentamiento como una oportunidad

para intensificar la práctica de lapaciencia y la tolerancia.

»De hecho, el enemigo es elelemento necesario para practicar lapaciencia. Sin su oposición no puedensurgir la paciencia o la tolerancia.Normalmente, nuestros amigos no nosponen a prueba ni nos ofrecen laoportunidad de cultivar la paciencia; esoes algo que sólo hacen nuestrosenemigos. Así que, desde este punto devista, podemos considerar a nuestroenemigo un gran maestro yreverenciarlo, incluso, por habernosproporcionado esa preciosaoportunidad.

»En el mundo son relativamentepocas las personas con las queinteractuamos, y todavía menos las quenos causan problemas. Por tanto,encontrarse ante la oportunidad depracticar la paciencia y la toleranciadebería suscitar nuestra gratitud, porquese da raras veces. Del mismo modo quesi hubiéramos tropezado con un tesoroen nuestra propia casa, deberíamossentirnos felices y agradecidos alenemigo por proporcionarnos esapreciosa oportunidad. Porque paraalcanzar éxito en la práctica de lapaciencia y la tolerancia, que sonfactores esenciales para contrarrestar

las emociones negativas, además denuestros esfuerzos hemos de tener laoportunidad aportada por un enemigo.

»Muchos argumentarán: "¿Por quédebo venerar a mi enemigo, reconocersus aportaciones, si él no tuvo intenciónde ofrecerme esa oportunidad parapracticar la paciencia, ni tampoco deayudarme? Y no sólo no tuvo intenciónalguna de ayudarme, sino que tuvo elpropósito deliberado y malicioso decausarme daño. Es apropiado detestarlo,porque no merece mi respeto". Enrealidad, es precisamente estaanimosidad del enemigo, su intención decausarnos daño, lo específico: si sólo se

tratara del daño, deberíamos odiar atodos los médicos y considerarlosenemigos, porque a veces adoptanmétodos que pueden ser dolorosos. Sinembargo, no juzgamos esos actos comodañinos ni propios de un enemigo,porque la intención del médico ha sidola de ayudarnos. En consecuencia, esprecisamente la intención de causarnosdaño lo que singulariza al enemigo y nosofrece una preciosa oportunidad depracticar la paciencia.

Al principio me resultó un tantodifícil aceptar la sugerencia del DalaiLama de venerar al enemigo por las

oportunidades de crecimiento que nosdepara. Pero la situación es análoga a lapersona que trata de tonificar yfortalecer el propio cuerpo mediante ellevantamiento de pesas. Claro que, alprincipio, la actividad de levantar laspesas resulta incómoda. Uno se esfuerzay suda. Y, sin embargo, es el acto mismode esforzarse por superar la resistencialo que en último termino nos fortalece.Se aprecia el buen equipo de pesas nopor el placer inmediato que nos aporta,sino por el beneficio último que sederiva de él.

Quizá hasta las expresiones delDalai Lama sobre la «rareza» y «valor

precioso» del enemigo sean algo másque simples racionalizaciones de algoimaginario. Mientras escucho a mispacientes describir sus dificultades conlos demás, eso queda bastante claro; enel fondo, la mayoría de la gente no tienelegiones de enemigos y antagonistas alos que enfrentarse, al menospersonalmente. Habitualmente, esoqueda limitado a unas pocas personas.Quizá un jefe o un colaborador, una exesposa, un hermano. Desde ese punto devista, el enemigo es realmente «raro»,de modo que nuestro «suministro deenemigos» es limitado. Y es la lucha, elproceso de resolver el conflicto con el

enemigo a través del aprendizaje, elexamen, el descubrimiento de formasalternativas de afrontar los conflictos, loque en último término da como resultadoel verdadero crecimiento como unaterapia acertada.

Imaginemos cómo serían las cosas sipasáramos por la vida sin encontrarnosjamás con un enemigo u otrosobstáculos, si desde la cuna hasta latumba todo el mundo nos halagara ymimara, nos abrazara y alimentara (concomida suave y blanda, fácil de digerir),si nos divirtiera con carantoñas yocasionales arrullos. Si nos llevarandesde la infancia en un cestillo (más

tarde, quizá, en una silla de manos), sino tuviéramos que enfrentamos nunca aningún desafío, si nunca nos viéramossometidos a prueba; en resumen, si todoscontinuaran tratándonos como a bebés.Quizá eso parezca conveniente alprincipio. Sería incluso apropiadodurante los primeros meses de vida.Pero si la situación persistiera tendríacomo resultado convertimos en una masagelatinosa, en una verdaderamonstruosidad, con el desarrollo mentaly emocional de una ternera. Es la luchamisma la que nos hace ser lo que somos;y son nuestros enemigos los que nosponen a prueba, los que nos oponen la

resistencia necesaria para elcrecimiento.

¿ES PRÁCTICA ESTAACTITUD?

Ciertamente, me pareció que valía lapena enfocar nuestros problemasracionalmente y aprender aconsiderarlos, al igual que a nuestrosenemigos, desde perspectivas distintas,aunque me preguntaba hasta qué puntopodría suponer eso una transformaciónfundamental de actitudes. Recordéentonces haber leído en una entrevista

que una de las prácticas espiritualesdiarias del Dalai Lama era recitar unaoración, Ocho versículos sobre laeducación de la mente, escrita en elsiglo XI por el santo tibetano LangriThangpa. He aquí un fragmento:

Cuando me acerque aalguien, en el fondo de micorazón me consideraré el másbajo de todos y al otro el másalto… Cuando vea a seres denaturaleza malvada, oprimidospor el pecado de la violencia ypor la aflicción, los considerarétan raros como un precioso

tesoro… Cuando otros, porenvidia, me traten mal, abusende mí, me difamen o me causendaños similares, aceptaré laderrota y a ellos ofreceré lavictoria… Aquel que trashaberle otorgado yo toda miconfianza me cause un gravedaño, será mi supremo maestro.En suma, que pueda yodispensar beneficio y felicidad,directa e indirectamente a todoslos seres, que pueda asumir ensecreto el daño y el sufrimientode todos los seres…

Después de leer esto, le pregunté alDalai Lama:

—Sé que ha reflexionado muchosobre esta oración, pero ¿cree que esrealmente aplicable en estos tiemposque corren? Fue escrita por un monjeque vivió en un monasterio, un lugardonde lo peor que podía suceder era quealguien chismorreara o dijera mentirassobre uno o quizá le propinara un golpeo una bofetada. En un caso así podríaser fácil “ofrecerles la victoria”, peroen la sociedad actual el “daño” que serecibe de los demás puede ser laviolación, la tortura o el asesinato.

Desde ese punto de vista, la actitud

que muestra la oración no parecerealmente adecuada. Me sentí muypagado de mí después de estaobservación, que me parecía muy aguda.

El Dalai Lama guardó silencio, conel ceño fruncido, sumido en profundospensamientos.

—Es posible que haya algo de ciertoen lo que dice —admitió luego.

A continuación habló de casos en losque quizá fuera necesario modificar esaactitud, precaverse contra lasagresiones.

Más tarde, esa misma noche, penséen nuestra conversación. Dos puntosdestacaron vivamente. Primero, la

extraordinaria facilidad con que el DalaiLama adoptaba una nueva perspectivaacerca de sus propias creencias yprácticas, como por ejemplo sudisposición a volver a evaluar unaoración que sin duda formaba parte de éldespués de acompañarle durante tantosaños en sus prácticas espirituales. Elsegundo punto era ingrato. Me sentíabrumado por la arrogancia. Le habíasugerido que la oración podría no serapropiada porque no se adaptaba a lasduras realidades del mundo actual.Hasta mas tarde no me di cuenta de queme había dirigido a un hombre que hablaperdido su país como resultado de una

de las más brutales invasiones de lahistoria. Un hombre que había vivido enel exilio durante casi cuatro décadasmientras toda una nación depositaba enél sus esperanzas y sueños de libertad.Un hombre dotado de un profundosentido de la responsabilidad, que habíaescuchado con compasión a una continuacorriente de refugiados que contaban susexperiencias sobre asesinatos,violaciones, torturas, sobre lossufrimientos del pueblo tibetano a manosde los chinos. Más de una vez habíaobservado la expresión de infinitapreocupación y tristeza en su rostromientras escuchaba todas aquellas

narraciones, contadas a menudo porgentes que había cruzado el Himalaya apie (en un viaje de dos años)simplemente para poder verlo.

Aquellas historias no hablaban sólode violencia física, sino también delintento de destruir el espíritu del pueblotibetano. En cierta ocasión, un refugiadotibetano me habló de la «escuela» chinaa la que se le obligó a asistir comoadolescente en el Tíbet. Las mañanas sededicaban al adoctrinamiento y elestudio del Libro rojo del presidenteMao, y las tardes a informar sobre losdiversos deberes que había que realizaren casa. Por lo general, los «deberes»

estaban diseñados para erradicar elespíritu del budismo, profundamenteenraizado en el pueblo tibetano. Porejemplo, conocedor de la prohibiciónbudista de matar y de la convicción deque toda criatura viva es un precioso«ser sensible», un maestro de escuelaencargó a sus estudiantes la tarea dematar algo y llevarlo a la escuela al díasiguiente. Para calificar a los estudiantesse asignaron puntos a los animalesmuertos; una mosca, por ejemplo, valíaun punto, un gusano dos, un ratón cinco,un gato diez… (Recientemente, alcontarle esta historia a un amigo,sacudió pesaroso la cabeza, con una

expresión de asco, y musitó: «Mepregunto cuántos puntos recibiría elalumno por asesinar a su condenadomaestro».)

A través de prácticas espiritualescomo el recitado de Ocho versículossobre la educación de la mente, elDalai Lama ha podido reconciliarse conesta situación y, a pesar de todo,continuar una campaña activa por laliberación y por los derechos humanosen el Tíbet desde hace cuarenta años. Almismo tiempo, ha mantenido una actitudde humildad y compasión con respecto alos chinos, lo que ha inspirado amillones de personas en todo el mundo.

Y allí estaba yo, diciéndole que esaoración quizá no fuera relevante para las«realidades» del mundo actual. Todavíame sonrojo cuando recuerdo aquellaconversación.

DESCUBRIMIENTO DENUEVAS PERSPECTIVAS

Al tratar de poner en práctica elcambio de perspectiva con respecto al«enemigo» preconizado por el DalaiLama, me encontré una tarde con otratécnica. Mientras preparaba este libro,asistí a unos seminarios del Dalai Lama

en la costa este. Para regresar a casatomé un vuelo sin escalas a Phoenix.Había reservado un asiento junto alpasillo, como siempre. A pesar de queacababa de recibir enseñanzasespirituales, me sentía bastantemalhumorado cuando subí al atestadoavión. Descubrí entonces que me habíanasignado erróneamente un asiento en elcentro, embutido entre un hombre degenerosas proporciones, cuyo gruesoantebrazo invadía mi asiento, y unamujer de mediana edad que me resultóinmediatamente antipática porque, a mijuicio, había usurpado el asiento junto alpasillo que me correspondía. Había algo

en aquella mujer que me molestaba:quizá su voz chillona, o su actitud untanto imperiosa. Después del despegue,la mujer empezó a hablar sin parar conun hombre sentado al otro lado delpasillo, que resultó ser su marido, y yole ofrecí «gentilmente» cambiar deasiento. Pero no quisieron aceptarlo; porlo visto, los dos querían asientos depasillo. Eso me molestó más aún. Laperspectiva de pasar cinco horassentado junto a aquella mujer me parecíainsoportable. Al darme cuenta de laintensidad de mi reacción ante una mujera la que ni siquiera conocía, decidí quetenía que tratarse de una «transferencia»

(seguramente me recordaba,subconscientemente, a alguien de miinfancia), un viejo sentimiento de odiono resuelto hacia mi madre u otra mujer.Me estrujé el cerebro, pero aquellamujer no me recordaba a nadie de mipasado.

Se me ocurrió pensar entonces queera una excelente oportunidad parapracticar el desarrollo de la paciencia.Así pues, imaginé a mi vecina como unaquerida benefactora, situada a mi ladopara enseñarme paciencia y tolerancia.Al cabo de unos veinte minutos deesfuerzos imaginativos, abandoné elintento. ¡La mujer seguía fastidiándome!

Me resigné a continuar irritado durantetodo el resto del vuelo. Mohíno, miréuna de sus manos, con la que se aferrabafurtivamente al brazo de su butaca.Detestaba todo lo que tuviera que vercon esa mujer. Miraba con expresiónausente la uña de su pulgar cuando derepente me pregunté: ¿odio acaso esauña? No, en realidad no. Era una uñacorriente, sin ninguna característicapeculiar. A continuación, fijé la miradaen uno de sus ojos y me pregunté: ¿odiorealmente ese ojo? Sí, lo odio (y sinninguna buena razón, que es la formamás pura del odio). Miré másatentamente. ¿Odio esa pupila? No.

¿Odio esa córnea, ese iris, esaesclerótica? No, de modo que ¿odiorealmente ese ojo? Tuve que admitir queno lo odiaba. Tuve la impresión de queestaba haciendo progresos. Pasé a unode los nudillos, a un dedo, a lamandíbula, a un codo. Con sorpresa, medi cuenta de que había partes de esamujer que no odiaba. Al centrar laatención en los detalles, en lo concreto,en lugar de la imagen global, permitíaque se produjera un cambio interno sutil,un ablandamiento. Este cambio deperspectiva producía un desgarro en miprejuicio, lo bastante amplio como parapercibir la humanidad básica de la

mujer. Mientras me percataba de todoesto, ella se volvió hacia mí e inició unaconversación. No recuerdo de quéhablamos, algo superficial, pero micólera había desaparecido cuandoterminó el vuelo. Aquella mujer, porsupuesto, no se había transformado en lamejor de mis amigas, pero tampoco eraya la maldita usurpadora de mi asientojunto al pasillo; simplemente, un humanocomo yo, que llevaba su vida lo mejorque podía.

UNA MENTE FLEXIBLE

La capacidad para cambiar deperspectiva, para ver los problemas«desde ángulos diferentes», guardarelación con la flexibilidad de la mente.El beneficio fundamental de estaflexibilidad es que nos permite abarcartoda la existencia, sentimos plenamentevivos, experimentar toda la dimensiónde nuestra humanidad. Una tarde,después de una larga jornada de charlasen Tucson, cuando el Dalai Lamaregresaba andando a su hotel, un bancode nubes de color magenta se extendiósobre el cielo, absorbiendo la luz deúltimas horas de la tarde y realzando elrelieve de las montañas Catalina,

convirtiendo el paisaje en una sinfoníade matices purpúreos. El aire era cálido,cargado con la fragancia de las plantasdel desierto, de la salvia, y lleno dehumedad; una inquieta brisa prometíatormenta. El Dalai Lama se detuvo.Durante unos momentos contempló ensilencio el horizonte y, finalmente, hizoun comentario sobre la belleza delpaisaje. Siguió caminando pero, trasunos pasos, se detuvo de nuevo. Seinclinó para examinar un diminutoramillete de espliego. Lo tocó consuavidad, observó su delicada forma yse preguntó en voz alta cuál sería elnombre de aquella planta. Me sentí

impresionado por la agilidad de sumente. Pareció pasar del paisaje a lapequeña planta con una percepciónsimultánea de la totalidad y de losdetalles, con una asombrosa capacidadpara abarcar todas las facetas delespectro de la vida.

Todos podemos desarrollar esamisma flexibilidad mental. Surge, almenos en parte, de nuestros esfuerzospor extender nuestra perspectiva yprobar nuevos puntos de vista. Elresultado es la conciencia simultáneadel macrocosmos y el microcosmos, quenos ayuda a separar lo que es importantede aquello que no lo es.

En mi caso, necesité la suavepresión del Dalai Lama, durante eltranscurso de nuestras conversaciones,para salir de mi limitada perspectiva.Tanto por naturaleza como porformación, siempre he tenido tendenciaa abordar los problemas desde el puntode vista de la dinámica individual, consus procesos psicológicos. Lasperspectivas sociológicas o políticasnunca han tenido mucho interés para mí.Durante una conversación con el DalaiLama, hablamos sobre la ampliación ymultiplicación de las perspectivas.Como había tomado varias tazas de café,mi conversación era muy animada y

hablé de la capacidad para cambiar deperspectiva como un proceso interno,como una búsqueda individual, basadaexclusivamente en la decisiónconsciente del individuo de adoptar unpunto de vista diferente.

El Dalai Lama finalmente meinterrumpió y me recordó:

—Adoptar una perspectiva másamplia supone trabajar solidariamentecon otras personas. Cuando se producencatástrofes gigantescas, medioambientales o económicas, por ejemplo,se necesita un esfuerzo coordinado demucha gente, con un sentido de laresponsabilidad y del compromiso

globales, no meramente individuales.Me sentí molesto por el hecho de

que él introdujera el mundo cuando yotrataba de concentrarme en el individuo.

—Pero esta misma semana —insistí—, en nuestras conversaciones y en suscharlas ante el público, ha habladomucho sobre la importancia del cambiopersonal desde dentro, de latransformación interna. Ha hablado, porejemplo, de la importancia dedesarrollar compasión, de superar lacólera y el odio, de cultivar la pacienciay la tolerancia…

—Sí. Naturalmente, el cambio debeproceder de dentro del individuo. Pero

cuando se buscan soluciones a losproblemas globales, se necesita abordaresos problemas desde los puntos devista del individuo y del conjunto de lasociedad. Ser flexible, tener unaperspectiva más amplia, exigecapacidad para abordar los problemasdesde varios niveles: el individual, elde la comunidad y el global.

»En la charla que di en launiversidad la otra tarde hablé sobre lanecesidad de reducir la cólera y el odiomediante el cultivo de la paciencia y latolerancia. Reducir el odio al mínimo escomo un desarme interno. Pero, comotambién señalé, el desarme interno tiene

que producirse al mismo tiempo que eldesarme externo. Y esto es muyimportante. Afortunadamente, despuésdel derrumbe del imperio soviético y almenos por el momento, no hay amenazasde holocaustos nucleares. Por ello creoque es un buen momento y que nodeberíamos desaprovechar estaoportunidad. Es ahora cuandodeberíamos fortalecer la paz. Laverdadera paz, no sólo la simpleausencia de guerra. Porque una simpleausencia de guerra no es una verdaderapaz mundial. La paz tiene que basarse enla confianza mutua. Y puesto que lasarmas constituyen el mayor obstáculo

para el desarrollo de la confianza mutua,creo que ha llegado el momento depensar cómo podríamos librarnos deellas. Es muy importante. Claro que nose puede conseguir de la noche a lamañana. Lo más realista sería avanzarpaso a paso. Pero, en todo caso,deberíamos tener muy claro cuál esnuestro objetivo final: que todo elmundo quede desmilitarizado. Por tanto,debemos trabajar para desarrollar pazinterior y al mismo tiempo trabajar porel desarme externo y la paz tanto comopodamos. Ésa es nuestraresponsabilidad.

LA IMPORTANCIA DELPENSAMIENTO FLEXIBLE

Hay una relación estrecha entre unamente flexible y la capacidad paracambiar de perspectiva. La menteflexible nos ayuda a abordar nuestrosproblemas desde varias perspectivas;por tanto, tratar de examinar losproblemas con objetividadmultiplicando las perspectivas puedeconsiderarse una manera de formar lamente en la flexibilidad. En el mundoactual, el intento de desarrollar unpensamiento flexible no es un simpleejercicio para intelectuales ociosos,

sino una cuestión de supervivencia.Desde un punto de vista evolutivo, sonlas especies más flexibles las que se hanadaptado mejor a los cambiosambientales, las que han sobrevivido yprosperado. Hoy en día, la vida secaracteriza por el cambio repentino,inesperado y, en ocasiones, violento.Una mente flexible puede ayudar areconciliamos con los cambios externos,y también a amortiguar nuestrosconflictos internos, inconsistencias yambivalencias. Si no cultivamos unamente adaptable, nuestra mirada seenturbia y nuestra relación con el mundose guía por el temor. Al adoptar un

enfoque flexible y dúctil ante la vida,podemos mantener nuestra composturaincluso en las situaciones másturbulentas. Es gracias a nuestrosesfuerzos por alcanzar una menteflexible como podemos reforzar lacapacidad de resistencia del espírituhumano.

A medida que iba conociendo alDalai Lama, más me asombraba ante suflexibilidad, su capacidad para adoptarnumerosos puntos de vista. Cabríaesperar que en su condición de jefereligioso se erigiera en defensor de lafe, así que le pregunté:

—¿Se ha considerado alguna vezdemasiado rígido, demasiado estrechode miras?

—Hum… —murmuró reflexivodurante un momento, antes de contestarcon decisión—: No, no lo creo. Dehecho, sucede precisamente lo contrario.En ocasiones soy tan flexible que se meacusa incluso de no seguir una líneacoherente. — Se echó a reírsonoramente—. Alguien se me acerca yme presenta determinada idea; examinolas razones que aduce y exclamo: «¡Esoes magnífico!». Después se me acercaotra persona con un punto de vistaopuesto y también encuentro acertadas

sus razones. Me han criticado por eso;me recuerdan: «Nos hemoscomprometido a seguir este camino, asíque, por el momento, sigámoslo».

Si tuviéramos que juzgado sólo poresta declaración, podríamos creer que elDalai Lama es indeciso, sin principiosque lo guíen. En realidad, nada másalejado de la verdad. El Dalai Lamatiene unas convicciones básicas queguían todas sus acciones: la bondadfundamental de todos los seres humanos,el valor de la compasión, labenevolencia y la generosidad, atributoscomunes a todas las criaturas vivas.

—Al hablar de la importancia de ser

flexible, dúctil y adaptable no pretendosugerir que seamos como camaleones, yque absorbamos cualquier nuevo sistemade creencias con el que nosencontremos, que cambiemos deidentidad, que adoptemos pasivamentecualquier idea. Las fases superiores delcrecimiento y el desarrollo dependendel conjunto de valores que nos guían.Un sistema de valores capaz deproporcionar continuidad y coherencia anuestras vidas, mediante el que podamosmedir nuestras experiencias. Un sistemade valores que nos ayude a decidir quéobjetivos merecen realmente perseguirsey cuáles son irrelevantes.

La cuestión es: ¿cómo podemosmantener de un modo coherente y firmeeste conjunto de valores fundamentales yser flexibles al mismo tiempo? El DalaiLama parece haberlo conseguido alreducir su sistema de creencias a unascuantas verdades fundamentales: 1) soyun ser humano; 2) deseo ser feliz y noquiero sufrir; 3) otros seres humanoscomo yo también desean ser felices y noquieren sufrir. Al destacar el terreno quecomparte con los demás, en lugar defijarse en las diferencias, genera unsentimiento de unión que conduce a laconvicción profunda del valor de lacompasión y el altruismo. Utilizando

este enfoque, puede ser muy gratificanteel simple hecho de dedicar un poco detiempo a reflexionar sobre nuestropropio sistema de valores y reducido asus principios fundamentales, lo que nosproporcionará mayor libertad yflexibilidad para afrontar los problemas.

ENCONTRAR EL EQUILIBRIO

El enfoque flexible de la vida no essólo un instrumento para abordarconflictos, sino también para alcanzar elestado indispensable para una vida feliz:el equilibrio.

Una mañana, cómodamente instaladoen su silla, el Dalai Lama aclaró elvalor de llevar una vida equilibrada.

—Asumir equilibradamente la vida,evitando los extremos, es de capitalimportancia en todos los aspectos de lavida. Por ejemplo, con una planta hayque ser muy habilidoso y delicadocuando se encuentra en sus primerasfases de crecimiento. Demasiada o pocahumedad o luz solar la destruirá. Lo quese necesita por tanto es un medio muyequilibrado, para que pueda disfrutar deun crecimiento saludable. Por lo que serefiere a la salud física de una persona,el exceso o la escasez de algunos

elementos pueden tener efectosdestructivos.

»Esto se aplica también aldesarrollo mental y emocional. Siobservamos que somos arrogantes, porejemplo, que nos hinchamos dándonosimportancia, basándonos en supuestos oreales logros o cualidades, el antídotoconsiste en pensar un poco más ennuestros problemas y padecimientos, encontemplar los aspectos insatisfactoriosde la existencia. Eso nos ayuda a rebajarnuestra soberbia y a ponernos más encontacto con la realidad. Por elcontrario, si uno se da cuenta de quereflexiona sobre la naturaleza

insatisfactoria de la existencia hasta elpunto de sentirse abrumado e impotente,es aconsejable reflexionar sobre elprogreso que se ha hecho hasta elmomento y sobre las cualidadespositivas que se posean, lo que nosayudará a abandonar ese estado mentalde desánimo. Es preciso buscar elequilibrio.

»Este enfoque no sólo es útil para lasalud física y emocional de la persona,sino también para el desarrolloespiritual. La tradición budista ofrecemuchas prácticas para él, pero es muyimportante ser muy habilidoso en suejecución y no excederse. También aquí

se necesita un enfoque equilibrado ysagaz, combinar el estudio y elaprendizaje con la contemplación y lameditación. Esto es importante para queno se produzca ningún desequilibrioentre el aprendizaje académico ointelectual y su puesta en práctica. Si no,se correría el riesgo de que una excesivaintelectualización perjudicara lasprácticas contemplativas. Pero sipusiéramos un énfasis excesivo en lacontemplación, sin que ésta vayaacompañada por el estudio, limitaríamosla comprensión. Así pues, tiene quehaber un equilibrio…

Tras una pausa, añadió:

—En otras palabras, la práctica deldharma, la verdadera práctica espiritual,es en cierto sentido como unestabilizador de voltaje. La función delestabilizador consiste en impedir losaltibajos de la potencia eléctrica, quetransforma en un flujo estable yconstante.

—Aconsejo evitar los extremos —comenté—, pero ¿acaso no son losextremos los que aportan entusiasmo ygusto por la vida? Evitados, elegirsiempre el «camino medio», ¿noconduce a una existencia blanda eincolora?

Negó con la cabeza antes de

contestar.—Creo que necesita usted

comprender el origen delcomportamiento extremado. Tomemos,por ejemplo, la obtención de bienesmateriales: cobijo, muebles, vestido…Por un lado cabría ver la pobreza comouna situación extrema, y tenemos todo elderecho de esforzarnos en superada yasegurar nuestro bienestar material. Porel otro, demasiados lujos, la búsquedade una riqueza excesiva. Nuestroobjetivo último al buscar más riqueza esla satisfacción, la felicidad. Pero buscarmás es no tener suficiente, o sea, tenerun sentimiento de descontento, el cual no

surge de la presunta utilidad de losobjetos que buscamos, sino más bien denuestro estado mental.

»Creo por tanto que nuestratendencia a dejamos llevar hacia losextremos se ve alimentada a menudo porun sentimiento subyacente dedescontento. Sin duda también hay otrosmóviles para la desmesura, pero esimportante reconocer que si bien losextremos pueden parecer atractivos o"apasionantes", en el fondo son nocivos.Hay muchos ejemplos sobre los peligrosdel comportamiento extremado.Imaginemos, por ejemplo, una actividadpesquera intensiva a escala planetaria,

sin tener en cuenta las consecuencias alargo plazo, sin sentido de laresponsabilidad, con lo que provocamosun agotamiento de los mares… Lomismo puede suceder con elcomportamiento sexual. Existe unimpulso biológico para la reproduccióny se obtiene satisfacción de la actividadsexual, pero si el comportamiento sexualse hace extremado, sin verdaderaresponsabilidad, provoca numerososproblemas y abusos…, como el maltratoo el incesto.

—Ha dicho que, además deldescontento, puede haber otros motivospara la desmesura…

—Sí, ciertamente.—¿Puede darme un ejemplo?—La estrechez de miras.—La estrechez de miras…, ¿en qué

sentido?—El ejemplo de la pesca excesiva

es un caso de estrechez de miras, puestoque sólo se tiene en cuenta lo inmediato.La educación y el conocimiento amplíanla perspectiva.

El Dalai Lama tomó su rosario deuna mesita y deslizó sus cuentas entrelas manos mientras reflexionaba ensilencio. De repente, miró el rosario ydijo:

—Creo que la visión limitada

conduce al pensamiento extremista, yeso crea problemas. El Tíbet, porejemplo, fue una nación budista durantemuchos siglos. Naturalmente, esoprodujo un sentimiento de que elbudismo era la mejor religión, unatendencia a considerar que sería buenoque toda la humanidad se hicierabudista. La idea de que todo el mundodebiera ser budista es un caso deextremismo. Y esa actitud causaproblemas. Pero ahora que no estamosen el Tíbet, hemos tenido la oportunidadde entrar en contacto con otrastradiciones religiosas de las que hemosaprendido. Eso nos ha acercado más a la

realidad, nos hemos percatado de que enla humanidad hay muchas creencias yactitudes diferentes. Que todo el mundofuera budista sería muy poco práctico. Através de un contacto más estrecho conotras confesiones se da uno cuenta de lascosas positivas que poseen. Ahora, alencontramos con otra religión, surge unsentimiento positivo, un sentimiento decomodidad. Nos parece bien que hayapersonas que se adhieran a confesionesdiferentes. Es como en un restaurante:todos podemos sentamos y pedir platosdiferentes, según nuestras preferencias.Podemos comer platos diferentes sin quenadie discuta por ello.

»Así pues, creo que al ampliardeliberadamente nuestra perspectivapodemos superar los extremismos y susconsecuencias negativas.

Tras esto, el Dalai Lama deslizó elrosario alrededor de la muñeca, me diouna afable palmadita en la mano y selevantó, dando por terminada laentrevista.

Cuarta parte:Superar losobstáculos

Capítulo 11:Encontrar significado

en el sufrimiento

Victor Frankl, un psiquiatra judíodetenido por los nazis durante laSegunda Guerra Mundial, dijo en ciertaocasión: «El hombre está dispuesto ypreparado para soportar cualquiersufrimiento siempre y cuando puedaencontrarle un significado». Franklutilizó su brutal e inhumana experienciaen los campos de concentración paratratar de comprender cómo pudieron

sobrevivir algunos a tantas atrocidades,y determinó que la supervivencia no seapoyaba en la juventud o en la fortalezafísica, sino en la fortaleza derivada dehallar un significado a esa experiencia.

Descubrir el significado delsufrimiento constituye una poderosaayuda para afrontar las situaciones,incluso las más difíciles. Pero no resultatarea fácil encontrar significado ennuestro sufrimiento. A menudo, elsufrimiento parece fortuito, sinsignificado. Y, aunque nos encontramosen medio de nuestro dolor y sufrimiento,toda nuestra energía se centra enalejamos del mismo. Durante los

períodos de crisis aguda pareceimposible reflexionar sobre cualquiersignificado que pueda esconder nuestrosufrimiento. A menudo, lo único quepodemos hacer es soportarlo. Y esnatural considerarlo una injusticia ypreguntarnos: «¿Por qué a mí?».Afortunadamente, sin embargo, en losmomentos de alivio o en los períodosposteriores a experiencias desufrimiento agudo, podemos reflexionarsobre él y buscar su significado. Eltiempo y el esfuerzo dedicados a buscarsignificado al sufrimiento aportarámuchos beneficios cuando ocurran lasdesgracias. Pero para ello tenemos que

iniciar nuestra búsqueda cuando lascosas nos van bien. Un árbol con raícesfuertes puede resistir la tormenta másviolenta, pero no puede desarrollar susraíces cuando la tormenta aparece ya enel horizonte.

Así pues, ¿por dónde empezarnuestra búsqueda del significado delsufrimiento? Para muchas personas, esabúsqueda se inicia con su fe religiosa.Aunque las religiones difieren sobre elsignificado que dan al sufrimiento, todasofrecen estrategias para responder a él,basadas en sus creencias fundamentales.Para el budismo y el hinduismo, porejemplo, es el resultado de nuestras

acciones negativas y se le considera uncatalizador para la búsqueda de laliberación espiritual.

En la tradición judeocristiana, eluniverso fue creado por un Dios bueno yjusto, y aunque su plan sea misterioso eindescifrable a veces, nuestra fe yconfianza en sus designios nos permitentolerar más fácilmente nuestrosufrimiento, confiar, como dice elTalmud, en que «todo lo que hace Dios,lo hace para bien». La vida seguirásiendo sin duda dolorosa, pero como eldolor que experimenta la mujer al dar aluz, confiamos en que será superado porel bien que trae. El reto en estas

confesiones religiosas estriba en que,con frecuencia, no se nos revela el bienúltimo. No obstante, aquellos que tienenuna fe firme se ven apoyados por laconvicción de que en el sufrimiento seexpresa un propósito divino, comoaconseja un sabio hasídico: «Cuando unhombre sufre, no debería decir: "¡Estoes muy malo!", ya que nada de lo queDios le impone al hombre es malo. Peroes correcto exclamar: "Esto es amargo!",pues entre las medicinas hay algunas queestán hechas con hierbas amargas». Asípues, desde una perspectivajudeocristiana, el sufrimiento puedeservir para muchos propósitos: ponernos

a prueba y fortalecer nuestra fe,acercarnos íntimamente a Dios, debilitarlos lazos con el mundo material einducirnos a acudir a Dios como nuestrorefugio.

Aunque la fe puede ofrecer unavaliosa ayuda para encontrarsignificado, aquellos que no poseencreencias religiosas también puedenencontrado en su sufrimiento después deuna cuidadosa reflexión. A pesar deluniversal rechazo del sufrimiento, cabenpocas dudas de que fortalece y ahondala comprensión de la vida. En ciertaocasión, el doctor Martin Luther King,Jr., dijo: «Aquello que no me destruye,

me hace más fuerte». Y aunque esnatural encogerse ante el sufrimiento,éste puede contribuir a sacar lo mejor denosotros. En El tercer hombre , deGraham Greene, se lee: «Los treintaaños bajo los Borgia trajeron a Italiaguerras, terror, asesinatos, pero tambiéna Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci, elRenacimiento. Suiza, dondepredominaba el amor fraternal, ¿qué haproducido durante quinientos años dedemocracia y paz? El reloj de cuco».

Aunque el sufrimiento sirva a vecespara endurecernos, para fortalecernos,en otras ocasiones llega a ser valiosopor lo contrario, por ablandarnos

haciéndonos más sensibles. Lavulnerabilidad que experimentamos ennuestro sufrimiento suele producir unaapertura y profundiza nuestra conexióncon los demás. El poeta WilliamWordsworth exclamó: «Una profundaangustia ha humanizado mi alma». Alilustrar este efecto humanizador delsufrimiento, se me ocurre pensar enRobert, un conocido mío. Era presidenteejecutivo de una gran empresa de muchoéxito. Varios años antes había sufrido ungrave revés financiero que le provocóuna profunda depresión. Nos conocimoscuando se encontraba sumido en lo másprofundo de ella. Siempre había

considerado a Robert un modelo deconfianza en sí mismo y de entusiasmo, yme alarmé al verlo tan abatido. Con unaintensa angustia en la voz, Robert medijo:

—Esto es lo peor que heexperimentado en toda mi vida. Nopuedo sacármelo de encima. No sabíaque fuera posible sentirse tan abrumado,desesperanzado e impotente.

Después de conversar un rato sobresus dificultades, le aconsejé queacudiera a un colega para tratar ladepresión. Varias semanas más tarde meencontré con Karen, la esposa deRobert, y le pregunté cómo estaba su

marido.—Ha mejorado mucho. El psiquiatra

que le recomendaste le recetó unamedicación antidepresiva que haayudado mucho. Claro que todavíatardaremos un tiempo en solucionartodos los problemas con el negocio,pero ahora se siente mejor y creo quetodo marchará bien…

—Me alegro.Karen vaciló un momento antes de

confiarme algo.—¿Sabes? Me apenaba mucho verlo

tan deprimido. Pero, en cierto modo,creo que eso ha sido una bendición. Unanoche, empezó a llorar

desconsoladamente. Era incapaz dedetenerse. Lo tuve entre mis brazosdurante horas, mientras él lloraba, hastaque finalmente se quedó dormido. Enveintitrés años de matrimonio fue laprimera vez que sucedió algosemejante… Si quieres que te seahonrada, nunca me había sentido tancerca de él en toda mi vida de casada.Ahora, las cosas son de algún mododiferentes; como si algo se hubiera rotoy abierto…, y ese sentimiento deproximidad sigue estando ahí. El hechode que compartiera su dolor, cambiónuestra relación, nos acercó.

El Dalai Lama ha hablado sobre lautilización del sufrimiento en el caminobudista.

—En la práctica budista se puedeutilizar el sufrimiento personal paraintensificar la compasión, como unaoportunidad para el tong-len. Se trata deuna práctica Mahayana en la que seasume mentalmente el dolor y elsufrimiento de otro, ofreciéndole todostus recursos, buena salud, fortuna,etcétera. Más adelante daréinstrucciones detalladas sobre estapráctica, fundada en este pensamiento:«Que mi sufrimiento sea un sustituto delsufrimiento de otros seres. Que este

sufrimiento pueda salvar a todos losseres que experimentan un dolorsimilar». De ese modo, se utiliza elsufrimiento como una oportunidad paraasumir el sufrimiento de los otros.

»Aquí debería señalar una cosa. Si,por ejemplo, caigo enfermo y empleoesta técnica, pensando: "Que mienfermedad libere a otros de unaenfermedad similar", y me visualizoaceptando el sufrimiento ajeno ytransmitiendo buena salud, no pretendodecir con ello que haya de olvidarme demi propia salud. Al pensar en laenfermedad, lo primero que hay quehacer es tomar medidas para no sufrir a

causa de ella. Luego, si a pesar de todose cae enfermo, es importante no pasarpor alto la necesidad de tomar losmedicamentos apropiados.

»No obstante, una vez que se haenfermado, prácticas como la del tong-len suponen una diferencia significativaen la actitud con que se afronta lasituación. En lugar de lamentarse, desentir pena por uno mismo y de verseabrumado por la ansiedad y lapreocupación, puede uno salvarse delsufrimiento mental adicional al adoptarla actitud correcta. Practicar lameditación tong-len, o "dar y recibir",quizá no consiga aliviar el dolor físico o

conducir a una cura en términos físicos,pero nos protege de un dolorpsicológico innecesario. Se puedepensar: "Que al experimentar estesufrimiento pueda salvar a otros quepasen por la misma experiencia".Entonces, el propio sufrimiento adquiereun nuevo significado, al ser utilizadocomo el fundamento de una prácticareligiosa o espiritual. Además, esposible llegar a ver la situación como unprivilegio, como una oportunidad deenriquecimiento.

—Ha dicho que el sufrimiento puedeutilizarse en la práctica del tong-len.Antes ha señalado que la contemplación

de la naturaleza del sufrimiento puedeser muy útil para no abrumamos cuandolo padezcamos, en el sentido dedesarrollar una mayor aceptación delsufrimiento como inherente a la vida…

—Ciertamente.—¿Hay otras formas de ver nuestro

sufrimiento como algo significativo, o almenos con un valor práctico?

—Sí, desde luego —contestó—.Creo que antes subrayé que, en elcamino budista, reflexionar sobre elsufrimiento tiene una tremendaimportancia porque, al aprehender sunaturaleza, desarrollamos una mayorresolución de eliminar tanto las causas

que lo producen como los actos insanosque conducen al mismo. Eso aumentará asu vez el entusiasmo por las accionessanas que conducen a la felicidad y laalegría,

—¿Y ve algún beneficio en que losno budistas reflexionen sobre elsufrimiento?

—Sí, creo que puede tener valorpráctico en algunas situaciones. Porejemplo, reflexionar sobre elsufrimiento contribuye a reducir laarrogancia. Claro que eso quizá no seperciba como un beneficio —señalóechándose a reír— por alguien que noconsidere la arrogancia o el orgullo

como un defecto.Tras un momento de silencio, el

Dalai Lama añadió:—En cualquier caso, creo que hay

un aspecto de nuestra experiencia delsufrimiento que es de vital importancia:nos ayuda a desarrollar empatía, lo quenos permite acercamos a lossentimientos y el sufrimiento de losdemás, aumenta nuestra capacidad parala compasión, y nos ayuda por tanto aconectar con los demás. En ese sentido,se puede considerar que tiene un valor.Así pues —concluyó—, es probable quecambiemos de actitud y nuestrosufrimiento ya no nos parezca tan

terrible.

CÓMO AFRONTAR EL DOLORFÍSICO

Al reflexionar sobre el sufrimientodurante los momentos de bienestar,descubrimos a menudo un valor y unsignificado profundo en él. Enocasiones, sin embargo, nos vemosenfrentados a padecimientos que noparecen tener ninguna cualidadredentora. El dolor físico pertenece aesa categoría. Pero hay una diferenciaentre el dolor físico, que es un proceso

fisiológico, y el sufrimiento, que esnuestra respuesta mental y emocional almismo. Así pues, se nos plantea lapregunta: ¿podemos encontrar unafinalidad detrás de nuestro dolor, capazde modificar nuestra actitud hacia elmismo? Y si cambiáramos de actitud,¿disminuiría el grado de sufrimiento?

En su libro Dolor: el regalo quenadie quiere, el doctor Paul Brandexplora el valor del dolor físico. Brand,un cirujano de prestigio mundial yespecialista en lepra, pasó los primerosaños de su vida en la India, donde, comohijo de misioneros, se vio rodeado depersonas que vivían en condiciones de

extremada pobreza y sufrimiento. Alobservar en ellos una mayor toleranciaal dolor físico que en Occidente, seinteresó por el fenómeno del dolor yefectuó un notable descubrimiento: laputrefacción de la carne se debía a lapérdida de la sensación de dolor en lasextremidades. Al no contar con laprotección del dolor, los pacientes delepra no disponían de un sistema que lesadvirtiera del daño en los tejidos. Eldoctor Brand vio a pacientes quecaminaban o corrían sobre extremidadescuya piel estaba desgarrada o inclusocon los huesos al descubierto, lo quecausaba su rápida destrucción. A veces

incluso introducían la mano en el fuegopara retirar algo sin sentir dolor.Observó también en ellos una actitud delo más indiferente hacia laautodestrucción. En su libro, Brandpresenta muchos ejemplos de los efectosdestructivos de vivir sin sensación dedolor: las heridas recurrentes, las ratasque roían los dedos de manos y piesmientras el paciente dormíatranquilamente.

Después de una larga experienciacon pacientes que sufrían doloresagudos y con otros insensibles, Brandllegó a considerar el dolor no como elenemigo que es en Occidente, sino como

un sistema biológico complejo que nosadvierte para protegemos. Pero ¿por quéentonces la experiencia del dolor tieneque ser tan desagradable? Brand afirmaque precisamente en eso reside suefectividad, pues obliga al organismo aafrontar el problema. Aunque el cuerpocuenta con movimientos reflejos deprotección, es la sensación de dolor laque impulsa a todo el organismo aprestar atención y actuar. También grabala experiencia en la memoria y nos sirvepara protegemos en el futuro.

Así como encontrar significado anuestro sufrimiento nos ayuda a afrontarlos problemas, para Brand la

comprensión de la finalidad del dolorfísico contribuye a disminuir elsufrimiento. Si nos preparamos para eldolor, si comprendemos su naturaleza yreflexionamos sobre lo que sería la vidasin esa sensación, invertiremos en lo queBrand llama un «seguro para el dolor».No obstante, y como quiera que el doloragudo es capaz de acabar con todaobjetividad, tenemos que reflexionarsobre él antes de que aparezca. Si somoscapaces de pensar en el dolor como «undiscurso que pronuncia nuestro cuerposobre un tema de importancia vital, deuna intensidad tal que llamainevitablemente nuestra atención»,

entonces empezará a cambiar nuestraactitud, y en consecuencia disminuiránuestro sufrimiento. «Estoy convencido—afirma Brand— de que la actitud quehayamos cultivado puede determinar elgrado de sufrimiento cuando el dolornos llegue.» Incluso cree que podemosdesarrollar un sentimiento de gratitudante el dolor.

No cabe la menor duda de quenuestra actitud y perspectiva mentalesdeterminan el grado de sufrimiento.Supongamos que dos individuos, untrabajador de la construcción y unpianista, sufren la misma herida en undedo. Aunque el dolor sea el mismo

para ambos, el obrero de la construcciónsufre menos y hasta se alegra si la heridale procura ese mes de vacacionespagadas que tanto necesitaba, mientrasque esa misma lesión causa un intensosufrimiento en el otro al impedirle tocarel piano, fuente fundamental de alegríaen su vida.

Esto ha sido demostrado pornumerosos estudios y experimentoscientíficos. Los investigadores hanexplorado las vías mediante las que sepercibe el dolor: se inicia con una señalsensorial, una alarma que se dispara encuanto las terminaciones nerviosas sonestimuladas. Millones de señales viajan

por la médula espinal hasta la base delcerebro, que las clasifica y envía unmensaje a las zonas superiores, donde seelabora una respuesta. Es en esta fase enla que se le asigna valor al dolor; esdecir, es en la mente donde convertimosel dolor en sufrimiento. Para disminuiréste, tenemos que efectuar una distinciónentre el dolor que percibimos y el quecreamos mediante nuestrospensamientos. El temor, la cólera, laculpabilidad, la soledad y la impotenciason respuestas capaces de intensificar eldolor. Así que, al afrontar el dolor,debemos trabajar en los niveles másbajos de percepción del mismo, utilizar

las herramientas de la medicinamoderna, como los medicamentos, porejemplo; pero también podemos trabajaren los niveles superiores mediante lamodificación de nuestra perspectiva ynuestra actitud.

Muchos investigadores hanexaminado el papel de la mente en lapercepción del dolor. Pavlov entrenóincluso a perros para que superaran eldolor al asociar una descarga eléctricacon una recompensa en forma dealimento. Ronald Melzak fue más lejos.Crió cachorros de terrier escocés en unambiente protegido, sin los problemaspropios del crecimiento. Estos perros no

consiguieron aprender las respuestasbásicas al dolor; no reaccionaban, porejemplo, cuando se les pinchaba laspatas con un alfiler, en contraposicióncon sus compañeros de camada, quegañían de dolor cuando se los pinchaba.Sobre la base de experimentos comoéstos, Melzak llegó a la conclusión deque buena parte de lo que llamamosdolor, incluida la respuesta emocionalde displacer, era algo aprendido, noinstintivo. Otros experimentosrealizados con seres humanos, en losque se aplicó la hipnosis y se utilizaronplacebos, han demostrado también que,en muchos casos, las funciones

superiores del cerebro pueden aceptar odescartar las señales de dolor quereciben. Esto indica que la mente puededeterminar a menudo cómo percibimosel dolor y ayuda a explicar losinteresantes descubrimientos deinvestigadores como Richard Sternbacky Bernard Tursky, de la Escuela deMedicina de Harvard (más tardeconfirmados por un estudio de MaryannBates y colaboradores), quienesobservaron diferencias significativasentre los diferentes grupos étnicos encuanto a capacidad para percibir yresistir el dolor.

Parece, por tanto, que la afirmación

de que nuestra actitud puede influir en elgrado de sufrimiento no es unaespeculación, sino que está apoyada enpruebas científicas. En susinvestigaciones, Brand hace otraobservación fundamental. Sus pacientesde lepra declaran: «Claro que puedoverme las manos y los pies, pero no lospercibo como si fueran parte de mí. Escomo si fueran simples herramientas».Así pues, el dolor no sólo nos advierte ynos protege, sino que unifica nuestrocuerpo. Sin la sensación de dolor enmanos o pies, estos miembros parecenno pertenecer a él; y así como el dolorfísico unifica nuestro cuerpo, la

experiencia general del sufrimiento nosconecta a los demás. Quizá sea ése elsignificado principal del sufrimiento,una condición que compartimos con losdemás, que une a todas las criaturasvivas.

Concluimos nuestro análisis delsufrimiento humano con la enseñanzapor parte del Dalai Lama de la prácticad e l tong-len, a la que se refirió ennuestra conversación anterior. Segúnexplicaría él mismo, el propósito de estameditación es fortalecer la compasión.Pero también podemos verla como unapotente herramienta para transmutar

nuestro sufrimiento. Podemos utilizarestas prácticas para aumentar nuestracompasión, al visualizar a otros quepasan por un sufrimiento similar, alabsorber y disolver su sufrimiento en elpropio, como un sufrimiento pordelegación.

El Dalai Lama impartió estaenseñanza ante un numeroso público enuna tarde particularmente calurosa deseptiembre, en Tucson. El aireacondicionado del local, que luchabacontra la alta temperatura del desierto,se vio finalmente superado por el calorgenerado por mil seiscientos cuerpos. Elcalor reinante fue particularmente

apropiado para una meditación sobre elsufrimiento.

LA PRÁCTICA DEL TONG-LEN

—Esta tarde meditaremos sobre eltong-len, el «dar y recibir». Estapráctica está destinada a entrenar lamente, a fortalecer el poder natural y lafuerza de la compasión, porque lame d i t a c i ó n tong-len ayuda acontrarrestar nuestro egoísmo. Aumentael poder y la fortaleza de nuestra menteal intensificar nuestra capacidad paraabrimos al sufrimiento de otros.

»Para empezar este ejercicio,primero hay que visualizar a nuestrolado a un grupo de personas quenecesitan ayuda, sumidas en elsufrimiento y en un estado de extremapobreza. Visualicen a este grupo depersonas con claridad. Luego, al lado deellas, visualícense a sí mismos comoegocéntricos, con una arraigada actitudegoísta, indiferentes a las necesidadesde los demás. Entre este grupo depersonas que sufren y estarepresentación egoísta de sí mismos,véanse en el centro, como un observadorneutral.

»A continuación, observen hacia

cuál de los dos lados se inclinan ustedesde modo natural. ¿Se inclinan más haciaese individuo singular, lapersonificación del egoísmo? ¿O sussentimientos naturales de empatía fluyenhacia el grupo de personas necesitadas?Si piensan con objetividad, concluiránque el bienestar de un grupo es másimportante que el de un individuo.

»Después, dirijan su atención a laspersonas necesitadas y desesperadas.Dirijan toda su energía positiva haciaellas. Ofrézcanles mentalmente suséxitos, sus recursos, sus virtudes. Unavez hecho eso, asuman el sufrimiento deesas personas, sus problemas y todas sus

dificultades.»Se puede imaginar, por ejemplo, a

un niño hambriento de Somalia. En estecaso, el profundo sentimiento de empatíano se basa en consideraciones como "Esmi pariente" o "Es mi amigo". Nisiquiera conoce usted a esa persona.Pero el hecho de que usted y el otro seanseres humanos permite que surja sucapacidad natural para la empatía y quepueda usted abrirse al otro. Pienseentonces: "Este niño no tiene capacidadpara aliviar su infortunio". Entonces,mentalmente, asuma sobre sí mismo todoel sufrimiento de la pobreza, el hambre yla privación de este niño y ofrézcale

mentalmente sus posesiones, riqueza yéxitos. Así puede entrenar su mente,mediante esta clase de visualización de"dar y recibir".

»A veces resulta útil empezar estapráctica imaginándose en el futuro comouna persona que sufre y, con una actitudde compasión, asumir ese sufrimiento enel presente, con el sincero deseo deliberarse de todo sufrimiento futuro. Unavez haya adquirido algo de práctica paragenerar un estado mental de compasiónhacia sí mismo, puede ampliar sucompasión para incluir a los demás.

»Al "asumir sobre sí", es útilvisualizar los infortunios bajo el aspecto

de sustancias venenosas, armaspeligrosas o animales terroríficos, cosasante las que normalmente seestremecería. Visualice el sufrimientocomo si hubiera adquirido estas formasy luego absórbalas directamente en sucorazón.

»El propósito de visualizar estasformas negativas y aterradoras, que sedisuelven en nuestros corazones, es elde destruir las habituales actitudesegoístas que residen en ellos. Noobstante, para aquellas personas quepuedan tener problemas con su imagen,con un bajo nivel de autoestima, esimportante considerar si esta práctica es

apropiada.»El tong-len es muy poderoso si se

combina el "dar y recibir" con larespiración; es decir, imaginen «recibir»en el momento de inspirar y "dar" en elmomento de espirar. Durante estasvisualizaciones, probablementeexperimentarán una ligera incomodidad.Eso indica que se ha alcanzado elobjetivo: la actitud egocéntrica. Yahora, meditemos.

Al terminar la enseñanza del tong-len, el Dalai Lama señaló que ningúnejercicio en particular es atractivo oapropiado para todo el mundo. Ennuestro viaje espiritual, es importante

decidir si una práctica es adecuada paranosotros después de comprender suesencia. Eso fue lo que me sucedió a mícuando intenté seguir las instruccionesdel Dalai Lama sobre el tong-lenaquella misma tarde. Descubrí que teníadificultades, un sentimiento deresistencia, aunque no logré descubrirde qué se trataba. La misma noche, sinembargo, al pensar en las instruccionesdel Dalai Lama, me di cuenta de que miresistencia se había desarrollado yadesde el principio, cuando el DalaiLama señaló que el grupo era másimportante que el individuo. Se tratabade algo que ya había escuchado con

anterioridad; el axioma de Vulcanpropuesto por Spock en Star Trek: lasnecesidades de la mayoría debenanteponerse a las de la minoría. En esaafirmación había sin embargo algo queme molestaba. Antes de planteárselo alDalai Lama, sondeé a un amigo quehabía estudiado el budismo durantemucho tiempo, quizá porque yo nodeseaba aparecer como el que «sóloquiere ser el número uno».

—Hay una cosa que me molesta…—le dije—. Eso de que las necesidadesdel grupo son más importantes que lasdel individuo tiene sentido en la teoría,pero en la vida cotidiana no

interactuamos con la gente en masa, sinocon individuos. En ese nivel de uno auno, ¿por qué deberían valer más lasnecesidades del otro que las mías? Yotambién soy un individuo… Somosiguales…

Mi amigo quedó pensativo unmomento.

—Bueno, eso que dices es cierto.Pero si realmente consideras a cualquierindividuo como un igual, ya es suficientepara empezar.

No necesité acudir al Dalai Lama.

Capítulo 12: Producirun cambio

EL PROCESO DE CAMBIO

—Hemos analizado la posibilidadde alcanzar la felicidad eliminandonuestros comportamientos y estadosmentales negativos. En general, ¿cómose consigue superar loscomportamientos negativos e introducircambios positivos? —pregunté.

—El primer paso es el aprendizaje,la educación —contestó el Dalai Lama—. Creo que ya he mencionado con

anterioridad la importancia delaprendizaje…

—¿Cuando habló de la importanciade comprender por qué son nocivas lasemociones negativas?

—Sí. Pero para producir cambiospositivos, el aprendizaje sólo es elprimer paso. También hay otrosfactores, como la convicción, ladeterminación, la acción y el esfuerzo.Así pues, el siguiente paso consiste endesarrollar nuestra convicción. Elaprendizaje y la educación sonimportantes porque nos ayudan adesarrollar el convencimiento de quenecesitamos cambiar, y aumentan

nuestro compromiso. Y la convicción hade cultivarse para convertirla endeterminación. A continuación, ladeterminación se transforma en acción;una determinación firme nos permiterealizar un esfuerzo continuado paraponer en marcha los verdaderoscambios. Este factor es decisivo.

»Así, por ejemplo, si se quiere dejarde fumar, lo primero es ser conscientede que fumar es nocivo para el cuerpo.Por tanto, tienes que educarte. Tengoentendido, por ejemplo, que lainformación sobre los efectos nocivosdel tabaco ha permitido modificar elcomportamiento de mucha gente; ahora

se fuma menos en los paísesoccidentales que en un país comunistacomo China, debido precisamente a ladisponibilidad de información. Pero, amenudo, ese aprendizaje por sí solo noes suficiente. Tienes que incrementar esaconciencia hasta que te lleve a una firmeconvicción sobre los efectos nocivos deltabaco. Eso fortalece a su vez tudeterminación de cambiar. Finalmente,tienes que realizar un esfuerzo paraestablecer nuevos hábitos. Ése es elproceso de cambio, cualquiera que seasu objetivo.

»Ahora bien, al margen delcomportamiento que intentes cambiar,

del objetivo hacia el que dirijas tusesfuerzos, necesitas desarrollar unafuerte voluntad o deseo de hacerlo.Necesitas gran entusiasmo. En esteaspecto el sentido de la urgencia es unfactor clave que ayuda a superar losproblemas. Por ejemplo, elconocimiento que se posee sobre losgraves efectos del sida ha creado enmuchas personas la necesidad perentoriade modificar el comportamiento sexual.Con frecuencia, una vez que se haobtenido la información adecuada, surgela seriedad y el compromiso.

»Así pues, la urgencia puedeimpulsar enérgicamente el cambio. En

un movimiento político, ladesesperación puede originarla hasta elpunto de que la gente llega a olvidarincluso su hambre y su cansancio en labusca de sus objetivos.

»El sentido de lo perentorio no sóloayuda a superar los problemaspersonales, sino también loscomunitarios. Cuando estuve en St.Louis, por ejemplo, hablé con elgobernador. Allí habían sufridorecientemente unas graves inundaciones.El gobernador me dijo que cuando seprodujeron temió que, dada la naturalezaindividualista de la sociedad, la genteno cooperara, no se comprometiera.

»Pero hubo tanta cooperación quequedó muy impresionado. Para mí, esodemuestra que para alcanzar objetivosimportantes necesitamos desarrollar elsentido de lo perentorio.Desgraciadamente —añadió con tristeza—, sucede a menudo que no percibimosque una situación requiere una solucióncon urgencia.

Me sorprendió oírle subrayar estoporque en Occidente creemos que unaactitud característica de los asiáticos esdejar que las cosas sigan su curso,derivada de su creencia de que se vivenmuchas vidas, de modo que si algo nosucede ahora, ya sucederá la próxima

vez…—Pero ¿cómo se desarrolla en la

vida cotidiana ese entusiasmo y esadecisión de cambiar? —pregunté.

—Para un budista practicante hayvarias técnicas para generar entusiasmo.Buda habló sobre lo preciosa que es laexistencia humana. Nosotros discutimosacerca del potencial que hay dentro denuestro cuerpo, de los buenos propósitosa los que puede servir, de los beneficiosy ventajas de tener una forma humana,etcétera. Esas discusiones nos instilanconfianza, nos incitan a utilizar nuestrocuerpo de forma positiva.

»Después, para dar conciencia de la

urgencia, que impulse a prácticasespirituales, recordamos nuestratransitoriedad, es decir, la muerte,interpretada en términos muyconvencionales y no en los aspectos mássutiles del concepto de transitoriedad.En otras palabras, se nos recuerda quealgún día ya no estaremos aquí. Seestimula esa conciencia, de modo quecuando se conjunta con la comprensióndel enorme potencial de nuestraexistencia surge en nosotros la urgentenecesidad de utilizar provechosamentetodos los preciosos momentos de nuestravida.

—Esa contemplación de nuestra

transitoriedad parece una gran ayudapara desarrollar la urgencia de cambiospositivos —comenté—. ¿No podríanutilizada también los no budistas?

—Creo que los no budistas deberíantener cuidado con algunas técnicas —contestó reflexivamente—. Porque —añadió echándose a reír— cabríautilizar la misma contemplación para elpropósito opuesto y decirse: «No haygarantía de que vaya a estar vivomañana, así que será mejor que hoy medivierta».

—¿Tiene alguna sugerencia acercade cómo podrían desarrollar ese sentidode la urgencia los que no son budistas?

—Bueno, como ya he señalado, aquíes donde intervienen la educación y lainformación. Antes de conocer a ciertosexpertos, por ejemplo, yo sabía muypoco sobre la crisis del medio ambiente.Pero ellos me explicaron el problema alque nos enfrentamos, y fui consciente dela gravedad de la situación. Eso mismopuede aplicarse a otros problemas queafrontamos.

—Pero, en ocasiones, inclusodisponiendo de información, quizá notengamos energía para efectuar elcambio. ¿Cómo podemos superar eso?—le pregunté.

El Dalai Lama reflexionó antes de

contestar.—Creo que tenemos que establecer

una distinción. La apatía obedece enocasiones a factores biológicos, yentonces hay que trabajar para cambiarel estilo de vida. Así, por ejemplo,dormir lo suficiente, seguir una dietasaludable, abstenerse de tomar alcohol,etcétera, ayuda a mantener la mente másalerta. En algunos casos quizá haya querecurrir incluso a medicamentos u otrosremedios si la causa es una enfermedad.Pero también hay otra clase de apatía opereza, la que surge de la debilidad dela mente…

—Sí, a eso me estaba refiriendo.

—Para superar esta apatía y generarcompromiso y entusiasmo que permitancambiar comportamientos o estadosmentales negativos, creo que el métodomás efectivo y quizá la única solución esser siempre consciente de los efectosdestructivos del comportamientonegativo. Quizá haya que recordarrepetidas veces dichos efectos.

Las observaciones del Dalai Lamame parecían acertadas. Como psiquiatra,sin embargo, sabía que algunoscomportamientos negativos y formas depensar están fuertemente arraigados, asícomo lo difícil que le resulta cambiar ala gente. Me he pasado muchas horas

examinando y diseccionando laresistencia de los pacientes al cambiocuando hay en juego complejos factorespsicodinámicos; así que pregunté:

—A menudo, la gente deseaintroducir cambios positivos en su vida,tener comportamientos más sanos…,pero en ocasiones parece producirse unaespecie de inercia o resistencia…¿Cómo lo explicaría?

—Es bastante fácil—dijo connaturalidad.

—¿Fácil?—Eso ocurre porque nos habituamos

a hacer las cosas de cierta manera. Nosmalcriamos y repetimos conductas que

nos son familiares.—Pero ¿cómo podemos superar

eso?—Utilizando el hábito en beneficio

propio. Al familiarizamosconstantemente con nuevas pautas decomportamiento, podemos establecerlasde modo definitivo. Le vaya dar unejemplo: en Dharamsala solía iniciar lajornada a las tres y media de la mañana,aunque aquí, en Arizona, me estoylevantando a las cuatro y media. Duermouna hora más —dijo, sonriente—. Alprincipio se necesita un poco deesfuerzo para acostumbrarse, pero alcabo de unos meses se convierte en una

rutina y ya no hay necesidad de ningúnesfuerzo. Así, si uno se acostara un pocomás tarde, se podría tener una tendenciaa querer unos minutos más de sueño,pero uno se seguiría levantando a lastres y media sin esforzarse. Ello se debeal poder de la costumbre.

»Del mismo modo, podemos superarcualquier condicionamiento negativo yefectuar cambios positivos en nuestravida. Pero hay que tener en cuenta que elcambio genuino no se produce de lanoche a la mañana. En mi caso, porejemplo, si comparo mi estado mentalactual con el de, por ejemplo, haceveinte o treinta años, observo una gran

diferencia. Pero a eso he llegado paso apaso. Empecé a estudiar el budismoaproximadamente a la edad de cinco oseis años, pero en aquella época noestaba interesado en los estudios —seechó a reír—, a pesar de que mellamaban la más alta reencarnación.Creo que hasta que no tuve unosdieciséis años no empecé a pensarseriamente en el budismo. Fue entoncescuando inicié prácticas serias. Luego,con el transcurso de los años, desarrolléun profundo aprecio por los principios yprácticas budistas, que al comienzo mehabían parecido casi antinaturales. Todome vino a través de la familiarización

gradual. Claro que el proceso duró másde cuarenta años.

»Como ve, en lo más profundo, eldesarrollo mental requiere tiempo. Sialguien dice: "Las cosas han mejoradodespués de pasar por muchos años dedificultades", me tomo esa afirmaciónmuy seriamente y es muy probable quelos cambios sean genuinos y duraderos.Pero si alguien dice: "En muy pocotiempo he tenido un gran cambio", dudomucho de esa afirmación.

Aunque el análisis del Dalai Lamaera irreprochable, había una cuestiónque parecía quedar pendiente.

—Ha mencionado la necesidad de

un alto nivel de entusiasmo ydeterminación para transformar lamente, para efectuar cambios positivos.Al mismo tiempo, sin embargo,reconocemos que el verdadero cambiosólo se produce con lentitud y puedeexigir mucho tiempo —continué—. Enconsecuencia, es fácil desanimarse. ¿Nose ha sentido nunca desanimado por ellento progreso en su práctica espiritual opor algún otro aspecto de su vida?

—Sí, desde luego —contestó.—¿Cómo afronta eso?—Por lo que se refiere a mi práctica

espiritual, si encuentro obstáculos oproblemas, me resulta útil detenerme y

echar una mirada a largo plazo. Existenunos versos que en esas circunstanciasme transmiten valor y me ayudan amantener mi determinación. Son éstos:«Mientras el espacio perdure, mientrasqueden seres sensibles, viva también yopara disipar las miserias del mundo».

»Ahora bien, por lo que se refiere ala lucha por la libertad del Tíbet, si conla convicción expresada en esos versosestuviera dispuesto a esperar eones yeones…, mientras el espacio perdure…,bueno, creo que tendría una actitudestúpida. Hemos de implicamos activa einmediatamente. Claro que, en esta luchapor la libertad, al pensar en los catorce

o quince años de esfuerzosnegociadores, sin resultados, al pensaren casi quince años de fracasos, sedespierta en mí un sentimiento deimpaciencia o frustración. Pero esesentimiento no me desanima hasta elpunto de perder la esperanza.

Insistí:—Pero ¿qué es exactamente lo que

le impide perder la esperanza?—Creo que me ayuda la amplitud de

mi perspectiva. Por ejemplo, siobservamos la situación del Tíbet desdeuna perspectiva estrecha, nos sentiremosimpotentes. No obstante, si lo hacemosdesde una perspectiva más amplia,

vemos una situación internacional en laque se están derrumbando los sistemascomunistas y totalitarios, en la queincluso existe en China un movimientofavorable a la democracia, en la que elánimo de los tibetanos sigue siendo alto.Así que no abandono.

Llama la atención que un hombre conla formación filosófica y la prácticameditativa del Dalai Lama prescriba laeducación como primer paso paraproducir la transformación interna, enlugar de prácticas espirituales mástrascendentales o místicas. Aunque casitodo el mundo reconoce la importancia

de la educación, solemos pasar por altosu papel como factor vital para alcanzarla felicidad. Las investigaciones handemostrado que hasta la educaciónpuramente académica contribuye a lafelicidad. Numerosas encuestas hanpuesto de manifiesto, de formaconcluyente, que los niveles superioresde educación tienen ecos beneficiososen la salud y hasta protegen de ladepresión. Al tratar de determinar lasrazones de estos efectos, los científicoshan sugerido que las personas mejoreducadas son más conscientes de losfactores de riesgo para la salud, estánmás capacitadas para adoptar medidas

que la favorezcan e incrementen laautoestima, tienen mayores habilidadespara solucionar problemas y tambiéndisponen de estrategias más efectivaspara afrontar las situaciones. Así pues,si la simple educación académicaaparece asociada con una vida más feliz,¿cómo no va a ser más importante elaprendizaje del que habla el DalaiLama, que consiste en comprender yutilizar todo aquello que conduce a unafelicidad duradera?

El siguiente paso en el camino delDalai Lama hacia el cambio suponegenerar «decisión y entusiasmo». Estasactitudes también son señaladas por la

ciencia occidental contemporánea comofactores importantes para alcanzar losobjetivos. El psicólogo educativoBenjamin Bloom estudió la vida dealgunos de los artistas, atletas ycientíficos estadounidenses másdestacados y descubrió que el impulso yla decisión, y no el talento natural, fue loque les permitió triunfar. Por tanto, cabeconcluir que también son factoresdeterminantes en el arte de alcanzar lafelicidad.

Los estudiosos del comportamientohan investigado ampliamente losmecanismos que inician, mantienen ydirigen nuestras actividades, lo que se

ha denominado «motivación humana».Los psicólogos han identificado tresclases principales de motivación. Laprimera es la motivación primaria,impulso basado en las necesidadesbiológicas para sobrevivir. Incluye, porejemplo, las necesidades de alimento,agua y aire. La segunda agrupa lasnecesidades de estímulo e información,que para algunos investigadores soninnatas e intervienen en la maduración yel funcionamiento del sistema nervioso.Por último, tenemos las motivacionessecundarias, derivadas de necesidades eimpulsos adquiridos. Muchas de ellasestán relacionadas con la necesidad de

éxito y poder, influidas por fuerzassociales y configuradas por elaprendizaje. Es aquí donde las teoríasde la psicología moderna se encuentrancon el concepto del Dalai Lama dedesarrollar "decisión v entusiasmo». Enel sistema del Dalai Lama, sin embargo,el impulso y la decisión no se utilizanúnicamente para buscar el éxitomundano, sino que se desarrollan amedida que se obtiene una comprensiónmás clara de los factores que conducen ala verdadera felicidad y se utilizan en labúsqueda de objetivos superiores, comola compasión y el crecimiento espiritual.

El «esfuerzo» es el último factor del

cambio. El Dalai Lama lo caracterizacomo un factor necesario paraestablecer un nuevo condicionamiento.La idea de que podemos cambiarnuestros comportamientos ypensamientos negativos mediante unnuevo condicionamiento no sólo escompartida por muchos psicólogosoccidentales, sino que constituye elfundamento de la psicología conductista:las personas han aprendido a ser comoson, de modo que adoptando nuevoscondicionamientos se puede resolveruna amplia gama de problemas.

Aunque la ciencia ha reveladorecientemente que la predisposición

genética de la persona tiene un papelmuy claro en las respuestas delindividuo ante el mundo, muchospsicólogos creen que buena parte denuestra forma de comportamos, depensar y de sentir viene determinada porel aprendizaje y el condicionamiento, esdecir, por la educación y las fuerzassociales y culturales. Y puesto que loscomportamientos son reforzados por elhábito, se nos abre la posibilidad, talcomo afirma el Dalai Lama, de erradicarel condicionamiento nocivo y sustituirlopor uno útil: la vida.

Realizar un esfuerzo continuado paracambiar el comportamiento no sólo es

útil para superar los malos hábitos, sinotambién para cambiar nuestrossentimientos fundamentales. Losexperimentos han demostrado que asícomo nuestras actitudes determinannuestro comportamiento, ideacomúnmente aceptada, elcomportamiento también puede cambiarnuestras actitudes. Los investigadoreshan descubierto que gestos inducidosexperimentalmente, como fruncir elentrecejo o sonreír, tienden a producirlas correspondientes emociones decólera o felicidad, lo que sugiere que elsimple hecho de «hacer como si», sobretodo si se practica con frecuencia, puede

producir finalmente un verdaderocambio interno. Esto avala las prácticaspropugnadas por el Dalai Lama. Con elsimple acto de ayudar regularmente a losdemás, por ejemplo, aunque no nossintamos particularmente altruistas,podemos desarrollar genuinossentimientos de compasión.

EXPECTATIVAS REALISTAS

Para una verdadera transformacióninterna, afirma el Dalai Lama, es precisorealizar un esfuerzo continuado. Se tratade un proceso gradual. Esto contrasta

agudamente con la proliferación detécnicas y terapias de autoayuda para«soluciones rápidas» que tanto se hanpopularizado en las últimas décadas enla cultura occidental, técnicas que vandesde las «afirmaciones positivas» hastael «descubrimiento del niño interior».

El Dalai Lama está convencido deltremendo y acaso ilimitado poder de lamente, pero de una mente que haya sidosistemáticamente entrenada yatemperada por años de experiencia yde sano razonamiento. Se necesitamucho tiempo para desarrollar elcomportamiento y los hábitos mentalescapaces de contribuir a solucionar

nuestros problemas, así como paraestablecer los nuevos hábitos que traeconsigo la felicidad. No hay forma desoslayar estos factores esenciales:determinación, esfuerzo y tiempo son lasauténticas claves de la felicidad.

Al emprender el camino del cambio,es importante establecer expectativasrazonables. Si fueran demasiadoelevadas, nos estaríamos encaminando auna desilusión. Si son demasiado bajaspueden desalentar nuestra voluntad deenfrentamos a las limitaciones ydesarrollar todo nuestro potencial.Después de nuestra conversación sobreel proceso de cambio, el Dalai Lama

añadió:—No debería perderse nunca de

vista la importancia de mantener unaactitud realista, de ser sensible yrespetuoso ante la realidad de lasituación a medida que se avanza por elcamino de la transformación. Se debenreconocer las dificultades que seencuentren y que quizá se necesitetiempo y un esfuerzo coherente parasuperarlas. Es importante establecer unaclara distinción entre los propiosideales y los métodos mediante los quese juzga el progreso. Para un budista,por ejemplo, el fin último es muyelevado: la plena iluminación. Pero

esperar alcanzarla con rapidez es unaexpectativa desmesurada, que te lleva aldesánimo y la desesperanza. Así pues,necesitas un enfoque realista. Por otrolado, si dices: «Me voy a concentrar enel aquí y el ahora; esto es lo práctico,debo olvidarme del futuro y lailuminación», estás en otra actitudextremada. Necesitamos una actitudintermedia. Necesitamos encontrarequilibrio.

»El tema de las expectativas escomplicado. Las excesivas, sinfundamentos adecuados, acarreanproblemas. Por otro lado, si no tienesexpectativas y esperanza, si no tienes

aspiraciones, no puede haber progreso.Por tanto, no resulta fácil encontrar elequilibrio adecuado.

Yo seguía abrigando dudas; aunquepudiéramos modificar algunoscomportamientos y actitudes negativoscon suficiente tiempo y esfuerzo, ¿hastaqué punto era realmente posibleerradicar las emociones negativas?Decidí abordar el tema con el DalaiLama.

—Para acercamos a una felicidadduradera, ha dicho usted, debemoseliminar nuestros comportamientos yestados mentales negativos, como lacólera, el odio, la avaricia… —El Dalai

Lama asintió con un gesto—. Pero esasemociones son inherentes a nuestraconstitución psíquica. Al parecer, todoslos seres humanos experimentamos enmayor o menor grado esas oscurasemociones. Si eso es así, ¿es razonabledetestar, negar y combatir a una parte denosotros mismos? ¿Es correcto tratar deerradicar alguna parte de nuestranaturaleza?

—Sí, algunas personas sugieren quela cólera, el odio y otras emocionesnegativas son naturales e inamovibles.Pero eso es erróneo. Todos nosotrosnacemos en un estado de ignorancia. Laignorancia, por lo tanto, también es

natural. Pero, a medida que crecemos,adquirimos conocimientos a través de laeducación y el aprendizaje, disipamos laignorancia. Sin embargo, sipermaneciéramos en un estado deignorancia, sin desarrollar nuestroaprendizaje, no seríamos capaces dedisipar la ignorancia. Del mismo modo,mediante una formación adecuadapodemos reducir gradualmente nuestrasemociones negativas y ampliar nuestrosestados mentales positivos, como elamor, la compasión y el perdón.

—Pero si esas emociones formanparte de la psique, ¿cómo podemos teneréxito a la hora de luchar contra ellas?

—Para ello es útil saber cómofunciona la mente humana —contestó elDalai Lama—. La mente es muycompleja y muy habilidosa. Es capaz deencontrar muchas formas de afrontar unagran variedad de situaciones. Paraempezar, tiene capacidad de adoptardiferentes perspectivas.

»En la práctica budista se utilizaesta capacidad en meditaciones en lasque se aíslan mentalmente diferentesaspectos de uno mismo, para luegoestablecer un diálogo entre ellos.Tenemos, por ejemplo, la meditaciónpara intensificar el altruismo, en la quese establece un diálogo entre la actitud

egocéntrica y la actitud de progresoespiritual. Por tanto, y a pesar de querasgos negativos como el odio y lacólera forman parte de la mente,podemos embarcamos en la tarea detomados como objetos externos ycombatirlos.

»A menudo nos encontramos ensituaciones en las que nos censuramos, ynos decimos: "Me he defraudado a mímismo", y nos enfadamos. Así quetambién en esas ocasiones entablamosun diálogo con nosotros mismos, aunqueen realidad seamos siempre un soloindividuo. A pesar de ello, tiene sentidocriticarse, enojarse con uno mismo,

como todos sabemos por experienciapropia.

»Pues bien, aunque en realidad sólohay un único ser individual, se puedenadoptar dos perspectivas diferentes.¿Qué es lo que ocurre cuando uno secritica? El "yo" que critica lo hacedesde una perspectiva totalizadora de lapersona, mientras que el "yo" criticadoes uno mismo en una experienciaconcreta. Así es posible esta relacióndel "si mismo con el sí mismo".

»Cabe añadir que es útil reflexionarsobre los diversos aspectos de laIdentidad personal. Tomemos comoejemplo un monje tibetano. Ese

individuo puede construir su identidaddesde la perspectiva de ser monje: "Yomismo como monje". Y también puedeexperimentar su identidad basándose ensu origen étnico, como tibetano, demodo que puede decir: "Soy tibetano".Y puede tener otra identidad en la que lacondición monacal y el origen étnico nojueguen un papel importante. Puedepensar: "Soy un ser humano". Tenemospor tanto perspectivas diferentes de laidentidad personal.

»Esto indica que cuando nosrelacionamos conceptualmente con algo,podemos observar un mismo fenómenodesde muchos ángulos diferentes, y que

esta capacidad es bastante selectiva;podemos enfocar la atención en unaspecto de ese fenómeno y adoptar unaperspectiva determinada. Esta facultades muy importante cuando queremosidentificar y eliminar ciertos aspectosnegativos en nosotros o intensificar losrasgos positivos: con ella podemosaislar las partes que tratamos deeliminar o contra las que queremosluchar.

»Pero entonces, surge una cuestiónmuy importante: aunque podemosenfrentarnos a la cólera, el odio y losdemás estados negativos de la mente,¿qué garantía tenemos de que es posible

vencerlos?»Al hablar de estos estados

negativos de la mente, debería señalarque me refiero a lo que nosotrosllamamos nyon mong en tibetano, oklesha en sánscrito. Este términosignifica literalmente "aquello que afligedesde dentro". A menudo se traducecomo "ilusiones". La etimología de lapalabra tibetana nyon mong nos indicaque se trata de algo emocional ycognitivo que aflige a nuestra mente,destruye nuestra paz mental o nosproduce una perturbación psíquica. Siobservamos atentamente, será fácilreconocer la naturaleza de estas

"ilusiones" por su tendencia a destruirnuestra calma. Pero en cambio es muchomás difícil descubrir si podemossuperarlas. Esto se relacionadirectamente con la posibilidad deactivar todo nuestro potencial espiritual,que es un tema muy serio y de arduotratamiento.

»Así pues, ¿qué argumentos tenemospara creer que estas emocionesdestructivas o "ilusiones" pueden sereliminadas de nuestra mente? En elpensamiento budista, tenemos trespremisa s sobre ello.

»La primera afirma que todos losestados "ilusorios" de la mente, todas

las emociones y pensamientosdestructivos son distorsiones, porque seapoyan en percepciones erróneas de larealidad. Por muy poderosas que sean,esas emociones carecen de fundamentoválido; se basan en la ignorancia. Porotro lado, todas las emociones o estadospositivos de la mente, como el amor y lacompasión, tienen una base muy sólida.Cuando la mente experimenta estosestados positivos, no hay distorsión, yaque están fundados en la realidad,pueden ser verificados por nuestraexperiencia. Pero no ocurre lo mismo enel caso de las emociones destructivas,como la cólera y el odio. Además, los

estados positivos pueden serpotenciados continuamente, siempre ycuando realicemos prácticas regulares.

—¿Puede explicarme a qué serefiere al decir que los estados positivosde la mente tienen una «base sólida»mientras que los estados negativoscarecen de ella? —le interrumpí.

—Tomemos la compasión, porejemplo. Se empieza por reconocer queno se desea sufrir y que se tiene derechoa alcanzar la felicidad. Eso se puedeverificar. Se reconoce a continuaciónque las demás personas, como unomismo, tampoco desean sufrir y tambiéntienen derecho a alcanzar la felicidad.

Ya se tiene la base para generarcompasión.

»Esencialmente, hay dos clases deemociones o estados de la mente: laspositivas y negativas. Una forma declasificar estas emociones seríaconsiderar si pueden ser justificadas.Antes por ejemplo, al analizar el deseo,vimos que hay algunos negativos. Eldeseo de satisfacer las necesidadesbásicas es positivo. Es justificable. Sebasa en el hecho de que todos existimosy tenemos derecho a sobrevivir. Asípues, ese deseo tiene un fundamentosólido. Los deseos negativos, como porejemplo la avaricia, no poseen bases

sólidas, y a menudo no hacen sino crearproblemas y complicamos la vida. Laavaricia obedece al descontento, a pesarde que las cosas que se desean no sonrealmente necesarias.

El Dalai Lama continuó su examende la mente humana con la mismaescrupulosidad que pudiera emplear unbotánico para clasificar especies raras.

—Eso nos lleva a la segundapremisa sobre la que se basa laafirmación de que podemos erradicarlas emociones negativas. Establece quelos estados positivos de la mente puedenactuar como antídoto contra !astendencias negativas y los estados

ilusorios. Por consiguiente utilizando ypotenciando los estados positivos, losantídotos, reduciremos la presencia delos estados negativos.

»En la práctica budista, ciertascualidades mentales positivas como lapaciencia, la tolerancia y la amabilidad,pueden actuar como antídotosespecíficos contra la cólera, el odio y elapego. Antídotos como el amor y lacompasión reducen de modosignificativo las aflicciones mentales,pero su especificidad los convierte enmedidas parciales. Las emocionesdestructivas se encuentran en últimotérmino enraizadas en la ignorancia, es

decir, en la concepción errónea de lanaturaleza de la realidad. Enconsecuencia, todas las confesionesbudistas parecen coincidir en que, parasuperar plenamente todas las tendenciasnegativas, tenemos que aplicar elantídoto contra la ignorancia, es decir,el "factor sabiduría". Eso esindispensable. Ese "factor sabiduría"supone crear percepción de la verdaderanaturaleza de la realidad.

»En resumen, en la tradición budistano sólo tenemos antídotos específicos,como por ejemplo la paciencia y latolerancia, que actúan como antídotosespecíficos contra la cólera y el odio,

sino que también disponemos de unantídoto general, el conocimiento de lanaturaleza de la realidad. Esto es algosimilar a librarse de una plantavenenosa: puedes eliminar los efectosnocivos cortando ramas y hojas o bienarrancando la planta de cuajo.

El Dalai Lama continuó con suexposición de las premisas.

—La tercera premisa asevera que lanaturaleza esencial de la mente es pura,que la conciencia básica no estámanchada por emociones negativas. Sunaturaleza es pura, un estadodenominado la «mente de luz clara» ytambién la «naturaleza de Buda». Puesto

que las emociones negativas no formanparte de la naturaleza de Buda, existe laposibilidad de eliminadas y purificar lamente.

»De acuerdo con estas tres premisas,el budismo sostiene que las afliccionesmentales y emocionales pueden sereliminadas mediante el cultivo defuerzas que actúan como antídotos, comoel amor, la compasión, la tolerancia y elperdón, así como con prácticas como lameditación.

Ya había oído hablar al Dalai Lamade la naturaleza fundamental de la mentey de su capacidad para eliminar nuestraspautas negativas de pensamiento. Había

comparado la mente con un vaso de aguasucia; los estados mentales aflictivoseran las «impurezas», que podían sereliminadas para revelar la fundamentalnaturaleza «pura» del agua. Esto parecíaun tanto abstracto, así que le interrumpí,impulsado por preocupacionesprácticas.

—Supongamos que uno acepta laposibilidad de eliminar las emocionesnegativas y empieza a dar pasos en esadirección. A partir de nuestrasconversaciones, sin embargo, me doycuenta de que sería preciso un tremendoesfuerzo para erradicar ese lado oscuro:estudio, contemplación, aplicación

constante de antídotos, intensasprácticas de meditación, etcétera. Esopuede ser apropiado para un monje opara alguien capaz de dedicar muchotiempo y atención a esas actividades.Pero ¿qué sucede con la personacorriente, que tiene una familia y untrabajo, que quizá no disponga desuficiente tiempo? ¿No sería másadecuado para esas personas tratar devivir con sus emociones manejándolasadecuadamente, en lugar de intentarerradicarlas por completo? Sucede aquílo mismo que con los enfermos dediabetes. Quizá no dispongan de losmedios para alcanzar una cura completa,

pero si vigilan su dieta, toman insulina,etcétera, pueden controlar la enfermedady evitar las secuelas negativas.

—¡Sí, precisamente de eso se trata!—me respondió con entusiasmo—.Estoy de acuerdo con usted. Lo quepodamos hacer para reducir lainfluencia de las emociones negativas,por poco que sea, siempre será muy útil;puede ayudar a llevar una vida mássatisfactoria. Mire, un laico cargado deobligaciones familiares y laboralespuede alcanzar, no obstante, un altogrado de realización espiritual. Hahabido personas que no iniciaron unapráctica seria hasta un período avanzado

de su vida, cuando ya tenían cincuenta oincluso ochenta años, a pesar de lo cualpudieron convertirse en grandesmaestros.

—¿Ha conocido personas que hayanalcanzado esa condición? —le pregunté.

—Es difícil reconocerlos. Losverdaderos practicantes nunca alardean—contestó riéndose.

En Occidente son muchas laspersonas que consideran lasconvicciones religiosas como una fuentede felicidad; el enfoque del Dalai Lama,sin embargo, es fundamentalmentedistinto al de muchas religiones

occidentales, ya que depende mucho másdel razonamiento y la formación de lamente que de la fe. En algunos aspectos,el budismo del Dalai Lama se parece auna ciencia de la mente, un sistema cuyaaplicación se asemeja a la psicoterapia.Pero lo que el Dalai Lama sugiere vamucho más allá. Aunque estamosacostumbrados a utilizar técnicaspsicoterapéuticas para modelar elcomportamiento, para eliminar maloshábitos como fumar o beber y paracombatir conductas impulsivas, noestamos tan acostumbrados a cultivar losatributos positivos, el amor, lacompasión, la paciencia y la

generosidad, como armas purificadorasde los estados mentales negativos. Elmétodo del Dalai Lama para alcanzar lafelicidad se basa en la idearevolucionaria de que los estadosmentales negativos no constituyen unaparte intrínseca de nuestra mente, sinoque son obstáculos transitorios en laexpresión de nuestro estado fundamentalde alegría y felicidad.

Las escuelas más tradicionales de lapsicoterapia occidental concentran suacción en la neurosis del individuo;exploran su historia personal, susrelaciones, sus experiencias cotidianas(incluidos los sueños y las fantasías) y

hasta la relación con el terapeuta, en unintento por resolver los conflictosinternos del paciente, sus motivosinconscientes y la dinámica psicológicaque pueda encontrarse en el origen desus problemas. Es decir, se centran enencontrar estrategias más sanas paraafrontar las situaciones, un mejor ajuste,una mejora de los síntomas, antes queuna formación de la mente para ser másfeliz.

El rasgo más característico delmétodo de formación de la mente,expuesto por el Dalai Lama, es la ideade que los estados positivos de la mentepueden actuar como antídotos contra los

estados negativos. Al buscarparalelismos en la ciencia moderna delcomportamiento, la terapia cognitiva esquizá la que más se le acerca. Estapsicoterapia se ha hecho cada vez máspopular en las últimas décadas y hademostrado ser muy efectiva en unaamplia variedad de problemas,particularmente los trastornos del estadode ánimo, como la depresión y laansiedad. La terapia cognitiva moderna,desarrollada por psicoterapeutas comoAlbert Ellis y Aaron Beck, se basa en latesis de que las perturbacionesemocionales y los comportamientosinadaptados tienen su causa en

distorsiones del juicio y en conviccionesirracionales. La terapia consiste enayudar al paciente a identificar,examinar y corregir sistemáticamentetales distorsiones. Los pensamientoscorrectores son, en cierto modo,antídotos contra las pautasdistorsionadas que son el origen delsufrimiento del paciente.

Una persona rechazada por otra, porejemplo, responde con excesivo dolor.El terapeuta cognitivo ayuda a lapersona a identificar la convicciónirracional subyacente, que puede serésta: «Tengo que ser amado y aprobadopor todas las personas significativas que

haya en mi vida en todo momento; de noser así, no valdré nada y la vida seráhorrible». El terapeuta le presentapruebas que refutan esa convicción.Aunque este enfoque pueda parecersuperficial, muchos estudios handemostrado que la terapia cognitivaobtiene buenos resultados. En eltratamiento de la depresión, porejemplo, parte del principio que estáoriginada por los pensamientosautopunitivos. De un modo similar a losbudistas, que ven todas las emocionesnegativas como distorsiones, elterapeuta cognitivo considera lospensamientos generadores de depresión

como «esencialmente distorsionados».En la depresión, el pensamientoconsidera los acontecimientos como unacuestión de todo o nada: o generaliza enexceso (si se pierde un trabajo, sepiensa automáticamente: «Soy unfracasado») o se piensa selectivamente(si en un día ocurren tres cosas buenas ydos malas, el deprimido deja de lado lasbuenas y sólo se fija en las malas). Así,al tratar la depresión, el terapeuta ayudaal paciente a neutralizar la apariciónautomática de pensamientos negativos(como por ejemplo: «No tengoabsolutamente ningún valor») mediantela acumulación de información y

pruebas que los contradigan (porejemplo: «He trabajado duramente paraeducar a dos hijos», «Tengo talento parael canto», «He sido un buen amigo»,«He mantenido un puesto de trabajodifícil»). Los investigadores handemostrado que al sustituir los modos depensamientos distorsionados porinformación veraz, podemos producir uncambio en los sentimientos y mejorar asínuestro estado de ánimo.

El hecho mismo de que podamoscambiar nuestras emociones ycontrarrestar los pensamientos negativosmediante la aplicación de otrospensamientos apoya la tesis del Dalai

Lama, según la cual podemos superarnuestros estados mentales negativosmediante la aplicación de «antídotos»,es decir, estados mentales positivos.Después de las recientes pruebascientíficas de que se puede transformarla estructura y el funcionamiento delcerebro mediante el cultivo de nuevospensamientos, la observación de quepodemos alcanzar la felicidad medianteel entrenamiento de la mente escompletamente plausible.

Capítulo 13: Cómoafrontar la cólera y el

odio

Si uno se encuentra con unapersona a la que le handisparado una flecha, no dedicael tiempo a preguntarse dedónde ha venido la flecha, o lacasta del individuo que ladisparó, o a analizar de quétipo de madera está hecho elastil o la manera en que estáhecha la punta de la flecha,

sino que se centra en extraerinmediatamente ésta.

Shakiyamuni, el Buda

Dirigimos ahora nuestra atención aalgunas de las «flechas», los estadosnegativos de la mente que puedendestruir nuestra felicidad, así como suscorrespondientes antídotos. Todos losestados mentales negativos actúan comoobstáculos a nuestra felicidad, peroempezaremos por la cólera, que pareceproducir uno de los bloqueos másgrandes. El filósofo estoico Séneca ladescribió como «la más horrible yfrenética de todas las emociones». Los

efectos destructivos de la cólera y elodio han sido bien documentados enrecientes estudios científicos.Naturalmente, no necesitamos pruebascientíficas para darnos cuenta de cómoestas emociones pueden nublar nuestrojuicio, causar sentimientos de extremaincomodidad o provocar estragos ennuestras relaciones personales. Eso losabemos por experiencia personal. Enlos últimos años, sin embargo, se hanlogrado grandes progresos en ladescripción de los efectos físicosnocivos de la cólera y la hostilidad.Docenas de estudios han demostradoque estas emociones son una causa

significativa de enfermedad y muerteprematura. Investigadores como eldoctor Redford Williams, de laUniversidad de Duke, o el doctor RobertSapolsky, de la Universidad deStanford, han realizado estudios quedemuestran que la cólera, el enojo y lahostilidad son particularmente nocivospara el sistema cardiovascular. Dehecho, se han acumulado tantas pruebasacerca de los efectos nocivos de lahostilidad que se la considera ahora ungran factor de riesgo en lasenfermedades cardíacas, a la mismaaltura o quizá mayor que otros factorestradicionalmente reconocidos, como el

colesterol o la presión sanguíneaelevadas.

Una vez aceptamos los efectosnocivos de la cólera y el odio, lasiguiente pregunta es: ¿cómo superarlos?

El primer día de mi trabajo comoasesor psiquiátrico de una clínica, unmiembro del personal me mostraba minueva consulta cuando escuché que porla sala reverberaban unos gritos capacesde helarle la sangre a cualquiera.

—Estoy enfadada…—Más fuerte.—¡Estoy enfadada!—¡Mas fuerte! ¡Demuéstremelo!

¡Que yo lo vea!

—¡Estoy enfadada! ¡¡Estoyenfadada!! ¡Le odio! ¡ ¡Le odio!!

Fue algo verdaderamente terrorífico.Le comenté al miembro del personal queaquello parecía una crisis necesitada detratamiento urgente.

—No se preocupe —me dijo,echándose a reír—. En estos momentostienen una sesión de terapia de grupo enel vestíbulo. Ese método ayuda a lapaciente a entrar en contacto con sucólera.

Más tarde, ese mismo día, tuveoportunidad de reunirme con la pacienteen cuestión, en privado. Parecíaagotada.

—Me siento muy relajada —dijo—.Esa sesión de terapia realmente hafuncionado. Tengo la sensación dehaberme desprendido de toda mi cólera.

En nuestra siguiente sesión, sinembargo, la paciente me informó:

—Bueno, supongo que, después detodo, no me desprendí de toda mi cólera.Ayer, justo después de marcharme,cuando salía del aparcamiento, unimbécil estuvo a punto de arrollarme…¡Me puse furiosa! Y durante todo eltrayecto de regreso a casa no hice sinomaldecir por lo bajo a aquel imbécil.Supongo que aún necesito unas pocassesiones más de expresión de la cólera

para quitármela del todo.

Al prepararse para conquistar lacólera y el odio, el Dalai Lama empiezapor investigar la naturaleza de estasemociones destructivas.

—En términos generales —explicó—, hay muchas clases diferentes deemociones perversas o negativas, comoel engreimiento, la arrogancia, los celos,el deseo, la lascivia, la estrechez demiras, etcétera.

Pero, de entre todas ellas, el odio yla cólera se consideran los mayoresmales debido a que son los principales

obstáculos que impiden el desarrollo dela compasión y el altruismo y porquedestruyen la virtud y la serenidadmental.

»Hablo de cólera, pero puedehaberla de dos tipos. Uno de ellos puedeser positivo, dependiendoprincipalmente de la propia motivación.Es posible que haya una cólera motivadapor la compasión o por el sentido de laresponsabilidad. En los casos en que lacólera está motivada por la compasión,puede ser utilizada como un impulso ocatalizador para una acción positiva.Bajo tales circunstancias, una emociónhumana como la cólera actúa como una

fuerza capaz de provocar una acciónrápida. Se crea así una energía quepermite al individuo actuar con rapidezy decisión. Puede ser un potente factormotivador. De modo que esa clase decólera puede ser positiva a veces.Sucede con demasiada frecuencia, sinembargo, que la energía también esciega, aunque esa clase de cólera actúecomo una especie de protector, de modoque no se puede estar seguro de que alfinal sea constructiva o destructiva.

»De modo que, aunque bajo ciertascircunstancias algunas clases de cólerapueden ser positivas, esta pasiónconduce, en términos generales, a

sentimientos negativos y al odio. Y, porlo que se refiere al odio, nunca espositivo. No proporciona ningúnbeneficio. Siempre es totalmentenegativo.

»No podemos superar la cólera y elodio simplemente suprimiéndolos.Necesitamos cultivar activamente losantídotos contra ellos: la paciencia y latolerancia. Siguiendo el modelo del quehemos hablado antes, para cultivar conéxito la paciencia y la tolerancia senecesita generar entusiasmo, tener unintenso deseo de él. Cuanto más grandesea su entusiasmo, tanto mayor será suposibilidad de resistir las dificultades

que encuentre en el proceso.Proponiéndose la práctica de lapaciencia y la tolerancia, lo que sucedeen realidad es que se participa en uncombate contra el odio y la cólera.Puesto que se trata de un combate, loque se busca es la victoria, pero tambiénse ha de estar preparado para unaposible derrota. Así pues, mientras secombate, no debería perderse de vista elhecho de que a lo largo de él habrá queafrontar numerosos problemas. Se debetener habilidad para resistir esasdificultades. Alguien que alcanza lavictoria sobre el odio y la cólera através de un proceso tan arduo es un

verdadero héroe.»El intenso entusiasmo del que

hablamos se genera teniendo esto encuenta. El entusiasmo es el resultado deaprender y reflexionar sobre los efectosbeneficiosos de la tolerancia y lapaciencia y sobre los efectosdestructivos y negativos de la cólera y elodio. Ese mismo acto, esa mismarealización creará por sí misma unainclinación hacia los sentimientos detolerancia y paciencia, hará que sesienta más prudente y esté más atento alos pensamientos de cólera y odio.Habitualmente, no nos preocupamosmucho por la cólera y el odio, de modo

que estas emociones simplementeaparecen. Pero una vez quedesarrollamos una actitud prudentefrente a ellas, el mismo cuidado puedeactuar por sí mismo como unaprevención.

»Los efectos destructivos del odioson muy visibles, muy evidentes einmediatos. Por ejemplo: en su interiorsurge un pensamiento de odio muy fuerteo enérgico; en ese mismo instante leabruma por completo y destruye su pazmental; su presencia de ánimodesaparece completamente. Cuandosurge una cólera y un odio tan intensos,se obnubila la mejor parte de su

cerebro, la capacidad para juzgar lo quees correcto y lo equivocado, así como lavisión de las consecuencias a largo y acorto plazo de sus acciones. Sucapacidad de juicio se atasca, ya no escapaz de funcionar. Es casi como si sehubiera vuelto loco. Así pues, estacólera y este odio tienden a producir unestado de confusión que no sirve sinopara empeorar sus problemas ydificultades.

»Incluso a nivel físico, el odioproduce una transformación delindividuo muy antipática ydesagradable. En el instante mismo enque surgen fuertes sentimientos de

cólera u odio, el rostro de la persona secontorsiona y afea, por mucho que éstaintente fingir o adoptar una actitud digna.La expresión se hace muy desagradabley la persona transmite una vibraciónhostil. Otras personas pueden percibirlo.Es casi como si pudieran notar vaporbrotando del cuerpo de esa persona,hasta el punto de que ya no sonúnicamente los seres humanos loscapaces de percibirlo, sino hasta losanimales de compañía, que tratarán deevitar a la persona. Cuando alguienabriga pensamientos de odio, éstostienden a acumularse en su interior, locual puede provocar incluso pérdida del

apetito o sueño, o hacer que la personase sienta más tensa y alterada.

»Por estas razones, la cólera ha sidocomparada a un enemigo. Un enemigointerno que no tiene otra función quecausarnos daño. Es nuestro verdaderoenemigo, nuestro enemigo másdefinitivo. No tiene otra función que lade destruirnos, tanto en términosinmediatos como a largo plazo.

»El odio actúa de un modo muydistinto a un enemigo corriente, porqueéste, es decir, una persona a la queconsideremos enemiga nuestra, puedemaniobrar para perjudicamos, perotambién se ve obligada a hacer otras

cosas: tiene que comer, tiene que dormiry, por lo tanto, no puede dedicar lasveinticuatro horas del día, es decir, todasu existencia, a su propósito de hacernosdaño. Por otro lado, el odio no tieneninguna otra función, ningún otropropósito que destruirnos. Si fuéramosconsciente de ello, deberíamos resolverque nunca daremos a este enemigo laoportunidad de surgir dentro denosotros.

—Al afrontar la cólera, ¿qué leparecen algunos de los métodos de lapsicoterapia occidental que animan a suexpresión?

—Creo que tenemos que comprender

que pueden darse situaciones diferentes—explicó el Dalai Lama—. En algunoscasos, la gente abriga fuertessentimientos de cólera y dolor basadosen algo que se les hizo en el pasado, unmaltrato o lo que fuera, y esesentimiento se mantiene reprimido.Según una expresión tibetana, si existealgún mal en la concha de un caracolpuedes eliminarlo soplando. En otraspalabras, si algo bloquea la concha, sólohay que soplar y ésta quedará despejada.De modo similar, cabe concebir unasituación en la que, debido a ladificultad de reprimir ciertas emocioneso sentimientos de cólera, sea mejor

dejarse arrastrar y expresarlos.»No obstante, creo que, en términos

generales, la cólera y el odio son el tipode emociones que, si no se las controla yvigila, tienden a agravarse,paulatinamente se intensifican. Si uno seacostumbra a dejarlas aflorar y aexpresarlas, el resultado suele ser suaumento, no su reducción. Tengo portanto la impresión de que lo mejor esadoptar una actitud prudente y tratar dereducir activamente su intensidad.

—Si tiene la impresión de queexpresar o liberar la cólera no es larespuesta, ¿cuál será ésta? —lepregunté.

—En primer lugar, los sentimientosde cólera y odio surgen de una mentetorturada por la insatisfacción y eldescontento. Uno puede prepararse conantelación trabajando sistemáticamentepara crear satisfacción interior y paracultivar la amabilidad y la compasión.Eso produce una tranquilidad de espírituque por sí misma contribuye a impedirque surja la cólera. Cuando aparezcauna situación que le enoje, debeafrontarse directamente la cólera yanalizarla, ver si es una respuestaapropiada y si es constructiva odestructiva. Se hace entonces unesfuerzo por ejercer una cierta

disciplina y contención interna,combatiéndola activamente mediante laaplicación de antídotos quecontrarresten estas emociones negativas,como pensamientos de paciencia ytolerancia.

El Dalai Lama hizo una pausa, antesde añadir, con su acostumbradopragmatismo:

—Naturalmente, cuando se trabajapara superar la cólera y el odio esposible que en la fase inicial se siganexperimentando estas emocionesnegativas. Pero hay niveles diferentes decólera; cuando son ligeros, se puedeintentar afrontarla y combatirla en el

mismo momento. No obstante, si sedesarrolla una emoción negativa muyfuerte, será muy difícil afrontarlainmediatamente. En tal caso, quizá seamejor tratar de olvidarlamomentáneamente; pensar en alguna otracosa. Una vez que la mente se hayacalmado un poco, se puede analizar yrazonar.

En otras palabras, estaba diciendo:«Cuenta hasta diez antes de explotar».Siguió diciendo:

—Para tratar de eliminar la cólera yel odio es indispensable el cultivodeliberado de la paciencia y latolerancia. El valor y la importancia de

tales virtudes podrían concebirse en lossiguientes términos: por lo que se refierea los efectos destructivos de lospensamientos coléricos y de odio, lariqueza no puede protegernos contraellos. Aunque uno sea millonario, sigueestando sujeto a efectos destructivos. Laeducación por sí sola tampoco nosgarantiza que estemos protegidos contraellos. Asimismo, la ley tampoco nosproporciona dicha garantía o protección.Son como las armas nucleares: por muysutiles que sean los sistemas de defensa,no pueden ofrecemos protección odefensa contra ellas…

El Dalai Lama hizo una pausa para

tomar impulso, antes de concluir con untono de voz claro y firme:

—Lo único que puedeproporcionarnos refugio o proteccióncontra los efectos destructivos de lacólera y el odio es la práctica de latolerancia y la paciencia.

Una vez más, la sabiduríatradicional del Dalai Lama escomplemente coherente con los datoscientíficos de que disponemos. El doctorDolf Zillmann, de la Universidad deAlabama, ha llevado a caboexperimentos que demuestran que los

pensamientos coléricos tienden aprovocar una estimulación fisiológicaque nos hace todavía más proclives adejamos arrastrar por la cólera. Podríadecirse que la cólera se retroalimenta yque, al intensificarse nuestro estado denerviosismo, somos más proclives adejarnos arrastrar por los estímulosambientales que la provocan.

Si no se controla, la cólera tiende aexperimentar una escalada. ¿Quépodemos hacer, entonces, paradesactivarla? Tal como sugiere el DalaiLama, dar rienda suelta a la cólera y larabia tiene beneficios muy limitados. Laexpresión terapéutica de la cólera como

método de catarsis parece que tuvo suorigen en las teorías de Freud sobre lasemociones, cuyo funcionamientoexplicaba a partir de un ejemplo de lahidrodinámica: al aumentar la presión,ésta tiene que escapar por algún lado. Laidea de librarnos de nuestra cóleradándole rienda suelta tiene ciertoatractivo dramático y, de algún modo,puede parecer incluso divertida, pero elproblema es que no funciona. Muchosestudios realizados durante las cuatroúltimas décadas han demostrado de unmodo sistemático que la expresiónverbal y física de nuestra cólera nocontribuyen a disiparla y lo único que

consiguen es empeorar las cosas. Eldoctor Aaron Siegman, psicólogo einvestigador de los sentimientos de laUniversidad de Maryland, estáconvencido, por ejemplo, de que esprecisamente esta expresión repetida dela cólera y la rabia la que pone enmarcha los sistemas internos deestimulación y las respuestasbioquímicas que más probablementecausarán daño en nuestras arterias.

Aunque está claro que dar riendasuelta a nuestra cólera no es la respuestaadecuada, tampoco lo es el desdeñarla ofingir que no existe. Tal como hemosvisto en la tercera parte, soslayar los

problemas no los hace desaparecer. Asípues, ¿cuál es el mejor enfoque? Resultainteresante observar que entre losmodernos investigadores de la cólera,como el doctor Zillmann y el doctorWilliams, existe el consenso de que lomás efectivo parecen ser los métodospreconizados por el Dalai Lama. Puestoque el nivel de estrés disminuye lacapacidad para frenar el acceso decólera, el primer paso preventivoconsiste en cultivar estados mentales deuna mayor satisfacción y serenidad, talcomo recomienda el Dalai Lama.Cuando, a pesar de todo, se presenta lacólera, la investigación ha demostrado

que el enfrentamiento activo, el análisislógico y la nueva valoración de lospensamientos que la ponen en marchacontribuyen a disiparla. También haypruebas experimentales que sugieren quetambién pueden ser muy efectivas lastécnicas que hemos analizado antes,como el cambio de perspectiva o elbuscar diferentes ángulos para abordaruna situación. Claro que, a menudo,estas cosas son mucho más fáciles dehacer con niveles bajos o moderados decólera, de modo que es importantepracticar la intervención precoz, antesde que los pensamientos de cólera yodio puede experimentar una escalada.

Debido a su enorme importanciapara superar la cólera y el odio, el DalaiLama habló con cierto detalle sobre elsignificado y el valor de la paciencia yla tolerancia.

—En nuestra experiencia cotidiana,la tolerancia y la paciencia producengrandes beneficios. Desarrollarlas nospermitirá, por ejemplo mantener nuestrapresencia de ánimo. Si un individuoposee esta capacidad de tolerancia ypaciencia, no verá perturbada suserenidad la paz mental, incluso a pesarde vivir en un ambiente muy tenso,frenético y estresante.

»Otro beneficio de responder a lassituaciones difíciles con paciencia enlugar de dejarse llevar por la cólera, esque la persona se protege de lasconsecuencias indeseables que puedenproducirse si se reacciona con ésta. Sise responde a las situaciones con cóleray odio, no sólo no se protege del dolor oel daño que ya se le ha causado, puestoque estos ya han ocurrido, sino que,además, se crea una causa adicional desufrimiento en el futuro. No obstante, alresponder al daño experimentado conpaciencia y tolerancia, se podrán evitarefectos peligrosos a largo plazo. Alsacrificar las pequeñas cosas, al

soportar los pequeños problemas ydificultades, se podrán evitar en elfuturo experiencias o sufrimientos quequizá sean mucho más grandes. Unejemplo para ilustrar este punto: si unreo pudiera salvar su vida sacrificandosu brazo, ¿no se sentiría agradecido anteesa oportunidad? Al soportar el dolor yel sufrimiento de que le corten el brazo,la persona evitaría la muerte, que es unsufrimiento mucho mayor.

—En la mentalidad occidental—observé—, la paciencia y la toleranciase consideran ciertamente virtudes, perocuando uno se ve acosado directamentepor los demás, cuando alguien nos causa

un daño, responder con «paciencia ytolerancia» parece transmitir unaimpresión de debilidad, de pasividad.

El Dalai Lama negó con un gesto dela cabeza.

—Puesto que la paciencia y latolerancia surgen de la capacidad paramantenerse firmes y no dejarse abrumarpor las situaciones o condicionesadversas a las que uno tenga queenfrentarse, no deberíamos ver talesvirtudes como una señal de debilidad ode aceptación de la situación, sino másbien como una señal de fortaleza, queprocede de una profunda capacidad paramantenernos firmes. Responder a una

situación difícil con paciencia ytolerancia en lugar de reaccionar concólera y odio, supone ejercer unacontención activa, la cual procede deuna mente fuerte y disciplinada.

»Claro que al hablar de pacienciapuede haber, como en la mayoría de lascosas, tipos positivos o negativos depaciencia. La impaciencia no siempre esmala. Puede ayudarnos, por ejemplo, adecidirnos a emprender una acción.Incluso en las tareas cotidianas, comolimpiar la habitación, si se tienedemasiada paciencia, es posible que unoactúe demasiado lentamente y limpiepoco. O la impaciencia por alcanzar la

paz mundial, que puede ser ciertamentepositiva. Pero en situaciones difíciles yagresivas, la paciencia ayuda a mantenerla fuerza de voluntad y contribuye asostenemos.

Cada vez más animado a medida queahondaba en su análisis de la paciencia,el Dalai Lama añadió:

—Creo que hay una muy estrechaconexión entre humildad y paciencia. Lahumildad supone que, teniendocapacidad para adoptar una postura demayor enfrentamiento, de tomarrepresalias si se desea, se decidadeliberadamente no hacerlo. Eso es loque consideraría verdadera humildad.

Creo que la verdadera tolerancia opaciencia tiene un componente deautodisciplina y control; darse cuenta deque se podría haber actuado de otromodo, de que se podría haber adoptadouna actitud más agresiva, pero sedecidió no hacerlo. Por otro lado, verseobligado a una respuesta pasiva porquese tiene un sentimiento de impotencia oincapacidad, no puede ser consideradouna verdadera humildad; en todo caso,una cierta mansedumbre, pero no esverdadera tolerancia.

»Al decir que debemos aprendertolerancia hacia quienes nos hacen daño,no hay que malinterpretarlo como que

deberíamos aceptar mansamente lo quehayan hecho contra nosotros. —El DalaiLama hizo una pausa y se echó a reír—.Quizá, si fuera necesario, la mejorrespuesta, la más prudente, sería echar acorrer y poner muchos kilómetros pormedio.

—Echar a correr no siempre evitaque nos causen daño.

—Sí, eso es cierto —asintió—. Enocasiones, podemos encontrarnos consituaciones que exijan contramedidasfirmes. Creo, sin embargo, que se puedeadoptar una postura fuerte, e inclusotomar contramedidas enérgicas a partirde un sentimiento de compasión o de un

sentido de la preocupación por el otro,antes que por cólera. Una de las razonespor las que hay que adoptar una actitudenérgica contra alguien es que si se dejapasar lo sucedido, sea cual fuere el dañoo el delito que se haya cometido, secorre el peligro de dejar que esapersona se habitúe de un modo muynegativo, algo que, en realidad,provocará el deterioro de esa persona ya largo plazo será muy destructivo paraella. En consecuencia, a veces esnecesario tomar contramedidas muyfirmes, pero sin dejar de pensar que sehace a partir de la compasión y lapreocupación por esa persona. Por

ejemplo, en nuestras relaciones conChina, aunque existen probabilidades deque surjan sentimientos de odio, nosprobamos deliberadamente a nosotrosmismos y tratamos de reducirlos, altiempo que intentamos desarrollar unsentimiento de compasión hacia loschinos. Creo que, en último término, lascontramedidas pueden ser más efectivassin sentimientos de cólera y odio.

»Hemos explorado formas dedesarrollar paciencia y tolerancia paradesprendemos de la cólera y el odio; setrata de métodos como utilizar elrazonamiento para analizar la situación,adoptar una perspectiva más amplia y

buscar otros ángulos desde los queconsiderarla. Un resultado final, unproducto de la paciencia y la tolerancia,es el perdón. Cuando se es realmentepaciente y tolerante, el perdón seproduce de modo natural.

»Aunque quizá haya experimentadomuchos episodios negativos en elpasado, con el desarrollo de lapaciencia y la tolerancia es posibledesprenderse de su cólera yresentimiento. Si se analiza la situación,se da uno cuenta de que el pasado es elpasado, de modo que no sirve de nadasentir cólera y odio, ya que eso nocambiará la situación, sino que

únicamente provocará una perturbacióndentro de la propia mente y causará unacontinuada desdicha. Claro que se puederecordar lo ocurrido. Olvidar yperdonar son dos cosas muy distintas.No hay nada erróneo en recordar esosacontecimientos negativos; si se tieneuna mente aguda, siempre se recuerda.—Se echó a reír—. Creo que Buda lorecordaba todo. Pero con el desarrollode la paciencia y la tolerancia, esposible desprendernos de lossentimientos negativos asociados a losacontecimientos.

MEDITACIONES SOBRE LACÓLERA

En muchas de estas entrevistas, elprincipal método del Dalai Lama parasuperar la cólera y el odio suponía eluso del razonamiento y el análisis parainvestigar sus causas, así como lacomprensión para combatir estosestados mentales nocivos. En ciertosentido, este enfoque puede considerarsecomo el uso de la lógica para neutralizarla cólera y el odio, por un lado, y paracultivar los antídotos de la paciencia yla tolerancia, por el otro. Pero ésta no essu única técnica. En sus charlas públicas

complementó su análisis ofreciendoinstrucciones sobre cómo realizar lasdos meditaciones siguientes, sencillaspero que resultan efectivas como ayuda.

Meditación sobre la cólera:ejercicio 1

—Imaginemos una situación en laque alguien a quien se conoce muy bien,alguien que está cerca de nosotros o noses muy querido, pierde el control de símismo. Supongamos también que ocurredurante una relación muy enojosa o enuna situación en la que sucede algo quenos altera personalmente. La personaestá tan enfadada que pierde la

compostura, emite vibraciones muynegativas y hasta llega a golpearse a símisma o a romper objetos.

»Reflexionemos sobre los efectosinmediatos de la cólera sobre dichapersona. Se observará que se produceuna transformación física. Esa persona ala que usted se siente próximo, que legusta, la misma que le proporcionóplacer en el pasado, se transforma ahoraen alguien feo, incluso físicamentehablando. La razón por la que creo quese debe visualizar esta situación conalguna otra persona es por que resultamás fácil ver los defectos de los demásque los propios. Así pues, utilizando su

imaginación, efectúese estavisualización durante unos minutos.

»Al final de ella, analice la situacióny enumere sus aplicaciones a su propiaexperiencia. Comprenda que en muchasocasiones usted también se haencontrado en esta misma situación.Tome la resolución de no permitirsejamás caer en un estado tan intenso decólera y odio porque, si lo hace, seencontrará en la misma situación.También sufrirá las consecuencias:perderá la paz mental y la compostura,adoptará ese aspecto físico tan feo,etcétera. Así que, una vez que hayatomado la decisión, y durante los

últimos minutos de la meditación,concentre la atención de la mente sobreesa conclusión; entonces, sin analizarnada más, deje que su mente mantenga laresolución de no caer nunca bajo lainfluencia de la cólera y el odio.

Meditación sobre la cólera:ejercicio 2

—Realicemos otra meditaciónutilizando la visualización. Empiece porvisualizar a alguien a quien deteste,alguien que le moleste, que le causemultitud de problemas o que le pongalos nervios de punta. A continuación,imagínese una situación en la que la

persona le irrite, haga algo que le ofendao le moleste. En su imaginación, alvisualizarlo, permitirá que surja surespuesta natural; limítese a dejarla fluircon naturalidad. Perciba entonces cómose siente, observe si eso acelera loslatidos de su corazón, etcétera. Examinesi se siente cómodo o incómodo; vea sipuede sentirse inmediatamente máspacífico o si desarrolla una actitudmental de incomodidad. Juzgue por símismo, investigue. Así, durante unosminutos, tres o cuatro quizá, juzgue yexperimente. Y luego, al final de suinvestigación, si descubre que «Sí, nosirve de nada permitir que se desarrolle

la irritación, porque pierdoinmediatamente mi paz mental», dígase así mismo: «Nunca volveré a hacerlo enel futuro». Consolide esa determinación.Finalmente, y durante los últimosminutos del ejercicio, centre porcompleto la mente en esa conclusión odeterminación. Esa es la meditación.

El Dalai Lama se detuvo por unmomento y observó al público quellenaba la sala, compuesto por sincerosestudiantes que se preparaban parapracticar esta meditación. Entonces, seechó a reír y añadió:

—Creo que si tuviera la facultadcognitiva, la habilidad o la clara

conciencia necesaria para leer lasmentes de las personas, se produciríaaquí un gran espectáculo.

Hubo una oleada de risas que seextendieron por la sala y que seapagaron con rapidez, mientras lospresentes iniciábamos la meditación,empezando por el serio asunto debatallar contra la cólera.

Capítulo 14: Cómoafrontar la ansiedad y

aumentar laautoestima

Se ha calculado que, durante eltranscurso de una vida, al menos uno decada cuatro estadounidenses padeceránun grado de ansiedad o preocupación lobastante grave como para confirmar losdiagnósticos sobre trastornos de estetipo. Pero incluso aquellos que no sufrannunca un estado patológico oincapacitador de ansiedad,

experimentarán en uno u otro momentoniveles excesivos de preocupación queno sirven a ningún propósito útil y queno hacen sino resquebrajar su felicidade interferir en su capacidad paraalcanzar objetivos.

El cerebro humano está equipadocon un complicado sistema de registrode emociones como temor ypreocupación. Este sistema cumple unafunción importante: nos moviliza pararesponder al peligro, poniendo enmovimiento una compleja secuencia deacontecimientos bioquímicos yfisiológicos. La faceta adaptativa de lapreocupación es que nos permite

anticiparnos al peligro y tomar medidas.Por tanto, algunos tipos de temor y unrazonable nivel de preocupación puedenser saludables. No obstante, estossentimientos pueden persistir y hastaexperimentar una escalada sin que hayauna auténtica amenaza; cuando llegan aser desproporcionadamente intensosrespecto a cualquier peligro real,terminan por perder su cualidad. Lomismo que la cólera y el odio, laansiedad y la preocupación excesivaspueden tener efectos devastadores sobrela mente y el cuerpo, convertirse enfuente de mucho sufrimiento psicológicoe incluso de enfermedades físicas. Al

llegar a cierto nivel, la ansiedad crónicapuede dificultar el juicio, aumentar lairritabilidad y obstaculizar la eficacia.También puede conducir a problemasfísicos, incluido el debilitamiento delsistema inmunológico ante enfermedadescardíacas, trastornos gastrointestinales,fatiga, tensión y dolor muscular. Se hademostrado, por ejemplo, que lostrastornos de ansiedad provocabanatrofia del crecimiento en las niñasadolescentes.

Al buscar estrategias para afrontar laansiedad debemos considerar que, comoseñala el Dalai Lama, hay muchosfactores que contribuyen a ella. En

algunos casos puede tener un fuertecomponente biológico. Algunaspersonas parecen sufrir una ciertavulnerabilidad neurológica que lesinclina a este estado. Recientemente, loscientíficos han descubierto un genvinculado a personas con tendencia a laansiedad y el pensamiento negativo,aunque no todos los casos depreocupación enfermiza son de origengenético, y hay pocas dudas de que elaprendizaje y el condicionamiento tienenun papel importante en su etiología.

Pero, al margen de que nuestraansiedad sea predominantemente deorigen físico o psicológico, lo cierto es

que podemos hacer algo. En los casosmás graves de ansiedad, la medicaciónsuele ser una parte del tratamientoeficaz. Pero la mayoría de nosotros,acuciados por preocupaciones yansiedades cotidianas, no necesitamosmedicación. Generalmente, los expertosen el campo del control de la ansiedadtienen la sensación ,de que lo mejor esun enfoque multidimensional. Esoincluiría, en primer lugar, descartar unapatología subyacente como causa denuestra ansiedad. También resulta útilmejorar nuestra salud física, mediantedieta y ejercicio adecuados. Tal comoha resaltado el Dalai Lama, cultivar la

compasión y profundizar nuestraconexión con los demás puede promoveruna buena higiene mental y ayudar acombatir los estados de ansiedad.

No obstante, en la búsqueda deestrategias para superar la ansiedad, hayuna técnica que destaca comoparticularmente efectiva: la intervencióncognitiva. Se trata de uno de losprincipales métodos utilizados por elDalai Lama para superar laspreocupaciones y ansiedades diarias.Esta técnica, en la que se aplica elmismo procedimiento utilizado para lacólera y el odio, supone enfrentarseactivamente a los pensamientos

generadores de ansiedad y sustituidoscon pensamientos y actitudes positivas ybien razonadas.

Debido a la omnipresencia de laansiedad en nuestra cultura, sentíaverdaderas ganas de plantearle el temaal Dalai Lama para saber cómo loafrontaba. Precisamente aquel día tuvoun programa particularmente apretado ynoté cómo aumentaba mi propio nivel deansiedad cuando, momentos antes denuestra entrevista, fui informado por susecretario de que nuestra conversacióntendría que ser breve. Presionado por eltiempo y preocupado por no poderabordar todos los temas que deseaba

discutir, me senté rápidamente y empecéa preguntar, volviendo a mi tendencia detratar de obtener respuestas sencillaspor su parte.

—Como sabe, el temor y la ansiedadpueden ser un obstáculo para alcanzarnuestros objetivos, tanto si son externoscomo si son de mejora interior. Enpsiquiatría tenemos varios métodos paraabordar estos problemas, pero sientocuriosidad por saber cuál es, desde supunto de vista, la mejor forma desuperarlos.

Resistiéndose a mi invitación desimplificar en exceso la cuestión, elDalai Lama contestó con su

característico enfoque meticuloso.—Al enfrentarnos al miedo, creo

que lo primero que tenemos que hacer esreconocer que hay muchos tiposdistintos de él. Algunas clases de temorson muy genuinas y se basan en razonessólidas, como el temor a la violencia oal derramamiento de sangre. Es evidenteque esas cosas son temibles. Tambiénexiste el temor a las consecuencias alargo plazo de nuestras accionesnegativas, el temor al sufrimiento, anuestras emociones negativas, como elodio. Creo que estas son clasescorrectas de temor, ya que contribuyen asituamos en el camino correcto y nos

ayudan a convertirnos en personas decorazón cálido.—Se detuvo un momentopara reflexionar y musitó—: Aunque encierto sentido estas son clases de temor,creo que quizá haya alguna diferenciaentre temer estas cosas y el hecho de quela mente perciba la naturalezadestructiva de ellas…

De nuevo calló un momento, como sideliberase algo consigo mismo, mientrasyo lanzaba miradas furtivas hacia mireloj. Estaba claro que él no se sentíapresionado por el tiempo como yo.Finalmente, siguió hablando con unaactitud pausada.

—Por otro lado, algunas clases de

temor son subjetivas; se basanprincipalmente en proyeccionesmentales; por ejemplo, los temoresinfantiles —se echó a reír—; cuando yoera joven y pasaba por un lugar oscuro,especialmente por algunos de lossalones oscuros del Potala, sentíamiedo; éste era consecuencia de unaproyección mental. O como cuando erajoven y los barrenderos y las personasque me cuidaban me advertían siempreque había un búho que atrapaba a losniños pequeños y se los comía —elDalai Lama se echó a reír todavía más—. ¡Y yo me lo creía!

»Hay otros tipos de temor basados

en la subjetividad —siguió diciendo—.Cuando, por ejemplo, se tienensentimientos negativos debido a lapropia situación psicológica, se puedenproyectar tales sentimientos sobre otro,que entonces se nos muestra comonegativo y hostil. Como consecuencia deello, se experimenta miedo. Creo queesa clase de temor está relacionada conel odio y surge como creación mental.Así que, al tratar con el temor, hay queutilizar primero la facultad de razonar ytratar de descubrir si tiene una baselógica.

—Bueno —le dije—, en lugar de untemor intenso o concentrado en un

individuo o situación específica, muchosde nosotros nos sentimos agobiados poruna preocupación más difusa acerca deuna amplia variedad de problemascotidianos. ¿Tiene alguna sugerenciaacerca de cómo tratar eso?

El Dalai Lama asintió con la cabeza,antes de responder.

—Uno de los métodos quepersonalmente me parece útil parareducir esa clase de preocupaciónconsiste en cultivar el siguientepensamiento: si la situación o problemapuede remediarse, no hay necesidad depreocuparse. En otras palabras, si existeuna solución o una forma de salir de la

dificultad, no habría necesidad desentirse abrumado por ella. La acciónapropiada, por tanto, es la de buscar susolución. Es más sensato dedicar laenergía a concentrarse en la soluciónque preocuparse por el problema. Porotro lado, si no hay forma de encontraruna solución, si no hay posibilidad deresolverla, tampoco sirve de nadapreocuparnos por ella, puesto que, detodos modos, tampoco podemos hacernada. En tal caso, cuanto antes se acepteese hecho, tanto más fáciles serán lascosas. Esta fórmula, claro está, suponeabordar directamente el problema. Deotro modo, no podremos descubrir si

hay una solución o no.—¿Y si el pensar así no contribuye a

aliviar la ansiedad?—Bueno, entonces quizá haya

necesidad de reflexionar un poco mássobre estos pensamientos y reforzarestas ideas, para recordarlas. Encualquier caso, creo que este enfoquepuede ayudar a reducir la ansiedad y lapreocupación, lo que no significa quevaya a funcionar siempre. Si uno seenfrenta con una ansiedad, creo que hayque considerar la situación específicaque plantea. Hay diferentes tipos deansiedad y diferentes causas. Algunostipos de ansiedad o de nerviosismo

podrían tener causas biológicas; aalgunas personas, por ejemplo, les sudanlas palmas de las manos, lo que, segúnel sistema médico tibetano, indicaría laexistencia de un desequilibrio en losniveles de la energía sutil. Algunos tiposde ansiedad pueden tener raícesbiológicas, lo mismo que algunos tiposde depresión, para los que quizá sea útilel tratamiento médico. Así que, paraafrontar la ansiedad con eficacia, hayque ver de qué clase es y cual es sucausa.

»Lo mismo que sucede con, el temor,puede haber diferentes tipos deansiedad. Uno de ellos, que me parece

común, sería el temor al ridículo, o eltemor a que los demás piensen mal deuno…

—¿Ha experimentado alguna vez esaclase de ansiedad o nerviosismo? —leinterrumpí.

El Dalai Lama lanzó una sonorarisotada y respondió sin vacilar:

—¡Oh, sí!—¿Puede darme un ejemplo?Pensó un momento, antes de

contestar.—En 1954, por ejemplo, en China,

el primer día de mi entrevista con elpresidente Mao Zedong, y también enotra ocasión en que me reuní con Zhou

Enlai. En aquellos tiempos yo noconocía el protocolo y losconvencionalismos adecuados. Entre loschinos, el procedimiento habitualdurante una reunión es iniciarla conalguna conversación de circunstanciaspara luego pasar a discutir el asunto quenos ocupa. Pero en aquella ocasiónestaba tan nervioso que apenas me sentéabordé el asunto. —El Dalai Lama seechó a reír al recordarlo—. Recuerdoque mi traductor, un comunista tibetanoque era muy fiable y muy buen amigomío, me miró, se echó a reír y más tardebromeó conmigo sobre ello.

»Creo que incluso ahora, poco antes

de iniciar una charla o una enseñanzaante el público, siempre experimento unpoco de ansiedad, por lo que alguno demis ayudantes me pregunta: "Si es así,¿por qué habéis aceptado la invitaciónpara esta conferencia?".

Se echó a reír de nuevo.—¿Cómo afronta personalmente esta

clase de ansiedad? —le pregunté.Me contestó con serenidad, con un

tono quejumbroso y nada afectado en suvoz.

—No lo sé… —Hizo una pausa ypermanecimos en silencio durante largorato, mientras él parecía reflexionarcuidadosamente. Finalmente, dijo—:

Creo que la honradez y una motivaciónadecuada son las claves para superaresa clase de temor y ansiedad. Si mesiento ansioso antes de dar una charla,procuro recordar cuál es la razónprincipal de ella y me digo que elobjetivo de la conferencia es beneficiaral menos a algunas personas, nodemostrar mis conocimientos.

En consecuencia, explicoúnicamente aquellas cosas que sé; lascosas que no comprendosuficientemente, no importan, porque melimito a decir: «Para mí, este tema esmuy difícil». No hay razón alguna paraocultar nada o para fingir. Desde ese

punto de vista, con esa motivación, notengo que preocuparme por hacer elridículo o por lo que piensen los otrosde mí. Así pues, he descubierto que lamotivación sincera actúa como unantídoto capaz de reducir el temor y laansiedad.

—Bueno, a veces la ansiedadsupone algo más que simplemente hacerel ridículo. Es más el temor al fracaso,una sensación de incompetencia…

Reflexioné un momento,considerando hasta qué punto podíarevelar información personal.

El Dalai Lama me escuchó conatención, asintiendo en silencio mientras

yo hablaba. No estoy seguro de lo quesucedió. Quizá fue su actitud de amablecomprensión, pero lo cierto es que,antes de que me diera cuenta, habíapasado de hablar de los temas generalesa solicitarle su consejo acerca de cómoafrontar mis propios temores yansiedades.

—No sé…, a veces, con mispacientes, por ejemplo… Algunos sonmuy difíciles; son casos en los que nohay un diagnóstico claro como depresióno alguna otra enfermedad que se remediafácilmente. Hay algunos pacientes congraves trastornos de personalidad; porejemplo, que no responden a la

medicación y que no han conseguidorealizar progresos en la psicoterapia apesar de mis esfuerzos. En ocasiones nosé qué hacer con estas personas, cómoayudarlas. Parece como si no fueracapaz de captar lo que sucede en ellas.Y eso hace que me sienta perplejo, casicomo un inútil—me quejé—. Me sientoincompetente y eso crea cierto temor,ansiedad. Él me escuchó solemnementey luego me preguntó con voz amable:

—¿Diría que es capaz de ayudar alsetenta por ciento de sus pacientes?

—Eso por lo menos —contesté.Me dio unas suaves palmaditas en la

mano al tiempo que decía:

—Entonces creo que no hay ningúnproblema. Si sólo fuera capaz de ayudaral treinta por ciento de sus pacientes, lesugeriría que se buscara otra profesión.Pero creo que lo está haciendo bien.También a mí acude la gente en busca deconsejo. Muchos buscan milagros, curasmilagrosas y todo eso y, naturalmente,no puedo ayudarles. Pero creo que loprincipal es la motivación, tener unasincera inclinación a ayudar. Entoncesuno se limita a hacer las cosas lo mejorque puede y no hay que preocuparse pornada más.

»En mi caso, por ejemplo, a vecesse producen situaciones tremendamente

delicadas, lo que supone una pesadaresponsabilidad. Creo que lo peor escuando la gente deposita demasiadaconfianza en mí, en circunstancias en lasque algunas cosas están fuera de mialcance. En esos casos se desarrolla aveces algo de ansiedad, claro, perovuelvo una vez más a la motivación:procuro recordarme a mí mismo que,por lo que se refiere a la mía propia, soysincero y he hecho las cosas lo mejorque he podido. Entonces, mi fracasosignifica que la situación no estaba alalcance de mis esfuerzos. La motivaciónsincera elimina por lo tanto el temor yproporciona confianza en uno mismo.

Por otro lado, si la motivaciónfundamental de alguien es la de engañara otro, se siente realmente nervioso sifracasa. Pero si se cultiva unamotivación compasiva no hay por quélamentarse si se falla.

»Así que, una y otra vez, creo que lamotivación adecuada es una especie deprotectora contra estos sentimientos detemor y ansiedad. Por eso es tanimportante la motivación. De hecho,todas las acciones humanas puedenverse en términos de movimiento y loque se mueve por detrás de todas lasacciones es lo que las impulsa. Si sedesarrolla una motivación pura y

sincera, si se está motivado por el deseode ayudar, sobre la base de laamabilidad, la compasión y el respeto,se puede desarrollar cualquier trabajoen cualquier ámbito y funcionar conmayor efectividad, con menor miedo opreocupación, sin temor a lo que diganlos demás o si al final se tiene éxito y sepuede alcanzar el objetivo. Aunque nologres alcanzar tu objetivo, puedessentirte bien con el simple hecho dehaber realizado el esfuerzo. Pero sitienes una mala motivación, aunque lagente te alabe o alcances los objetivosque te habías propuesto, no te sentirásfeliz.

Al analizar los antídotos contra laansiedad, el Dalai Lama ofrece dosremedios, cada uno de los cualesfunciona en un plano diferente. Elprimero implica combatir activamente lapreocupación y dar sistemáticamente lavuelta a las cosas mediante la aplicaciónde un pensamiento dicotómico: recordarque si el problema tiene una solución, nohay necesidad de preocuparse, y si no latiene, tampoco.

El segundo antídoto es un remediode más amplio espectro. Supone latransformación de la propia motivaciónfundamental. Existe un contraste

interesante entre el enfoque del DalaiLama sobre la motivación humana y elde la ciencia y la psicologíaoccidentales. Según hemos vistopreviamente, los estudiosos de lamotivación han investigado los motivosnormales, examinando las necesidades eimpulsos, tanto instintivos comoaprendidos. En este nivel, sin embargo,el Dalai Lama ha centrado su atenciónen desarrollar y utilizar los impulsosaprendidos para intensificar el propio«entusiasmo y determinación». Enalgunos aspectos, esto es similar alpunto de vista de muchos expertosoccidentales; la diferencia estriba en

que el Dalai Lama trata de creardeterminación y entusiasmo para que lapersona adopte comportamientos sanos yelimine los rasgos negativos, en lugar deresaltar el éxito mundano, lograr dineroo poder. Pero quizá la diferencia másnotable sea que mientras que los«especialistas en motivación» se ocupande promover las motivaciones yaexistentes para alcanzar el éxitomundano, el principal interés del DalaiLama por la motivación humana radicaen reconfigurarla y cambiarla, de modoque se base en la compasión y laamabilidad.

En el sistema del Dalai Lama para

entrenar la mente y alcanzar la felicidad,cuanto más cerca esté uno de sentirsemotivado por el altruismo, tanto menorserá el temor que experimentará antecircunstancias que provoquen inclusouna ansiedad extrema. Pero ese mismoprincipio puede aplicarse también acosas más pequeñas, incluso cuando lapropia motivación no es del todoaltruista. Retroceder un paso paraasegurarse de que uno no tiene intenciónde causar daño y de que la propiamotivación es sincera, contribuye areducir la ansiedad en situacionescorrientes.

No mucho después de la

conversación anterior con el DalaiLama, almorcé con un grupo de personasentre las que había un joven a quien noconocía, estudiante de una universidadlocal. Durante el almuerzo, alguienpreguntó cómo iba mi serie deentrevistas con el Dalai Lama. Despuésde escuchar con atención mi descripciónde la idea de la «motivación sinceracomo antídoto frente a la ansiedad», elestudiante declaró que siempre se habíasentido tímido y muy nervioso en lasrelaciones sociales. Al pensar en cómopodía aplicar esta técnica para superarsu ansiedad, el estudiante murmuró:

—Bueno, todo eso es muy

interesante, pero me imagino que laparte difícil es la de tener esa elevadamotivación de compasión y amabilidad.

—Supongo que eso es cierto —tuveque admitir.

La conversación se desvió haciaotros temas y terminamos de almorzar.

A la semana siguiente me encontrépor casualidad con el mismo estudianteuniversitario, en el mismo restaurante.Se me acercó alegremente y me dijo:

—¿Recuerda que el otro díahablamos sobre motivación y ansiedad?Pues bien, lo probé y realmentefunciona. Conozco a una joven quetrabaja en unos grandes almacenes, a la

que he visto muchas veces. Siempre hequerido invitarla a salir, pero la chicaagravaba mi timidez, así que no meatrevía a hablar con ella. El otro día fuia los grandes almacenes, pero esta vezempecé a pensar en mi motivación parapedirle que saliera conmigo. El motivo,claro está, era que quería salir con ella.Pero detrás estaba el deseo de encontrara alguien a quien amar y que me amara.Al pensar en ello, me di cuenta de queno había nada de malo en ello, de que mimotivación era sincera; no deseabacausarle ningún daño, ni a ella ni a mímismo, sino sólo que nos sucedierancosas buenas. El simple hecho de tener

eso en cuenta y de recordármelo unascuantas veces pareció ayudarme; meproporcionó el valor para entablar unaconversación con ella. El corazón melatía con fuerza, pero yo me sentíaestupendamente al ver que por fin habíaencontrado valor para hablar con ella.

—Me alegro mucho de saberlo —ledije—. ¿Y qué ocurrió?

—Bueno, resulta que ya tiene novioformal. Me sentí un tanto desilusionado,pero está bien. Me sentí estupendamentepor el simple hecho de haber podidosuperar mi timidez. Eso me permitiócomprender que si me aseguro de que nohay nada malo en mi motivación y lo

recuerdo, eso me puede ayudar lapróxima vez que me encuentre en lamisma situación.

LA HONRADEZ COMOANTÍDOTO CONTRA EL BAJONIVEL DE AUTOESTIMA O LA

EXAGERADA SEGURIDAD EN SÍMISMO

Una saludable seguridad en unomismo es un factor esencial paraalcanzar nuestros objetivos. Esto seaplica tanto si nuestro objetivo consisteen lograr un título universitario como si

se trata de crear un negocio con éxito,disfrutar de una relación satisfactoria odisponer la mente para ser más feliz. Unbajo nivel de confianza en nosotrosmismos inhibe nuestros esfuerzos paraseguir adelante, afrontar los desafíos yhasta para asumir algunos riesgoscuando sea necesario para laconsecución de nuestros objetivos.

La seguridad exagerada en unomismo también es igualmente peligrosa.Quienes tienen un sentido desmesuradode sus propias capacidades y logros sehallan sometidos continuamente a lafrustración, la desilusión y la rabiacuando la realidad se entromete y el

mundo no avala la visión idealizada quetienen de sí mismos. Estas personassiempre se encuentran a un paso dehundirse en la depresión cuando nologran estar a la altura de su imagenidealizada. Además, su megalomanía lesconduce a menudo a experimentar unasensación de tener derecho a todo y auna especie de arrogancia que lesdistancia de los demás y les impideestablecer relaciones emocionalmentesatisfactorias. Finalmente, el hecho desobrestimar sus capacidades puedeconducirles a correr riesgos peligrosos.Según nos dice el inspector Callahan, envena filosófica en la película Harry el

fuerte, mientras observa cómo el malode la película, exageradamente segurode sí mismo, termina por volarse la tapade los sesos: «Un hombre tiene queconocer sus limitaciones».

En la tradición psicoterapéuticaoccidental, los teóricos han relacionadotanto el bajo como el alto nivel deseguridad en uno mismo conperturbaciones en la imagen propia yhan investigado para descubrir lasraíces de estas perturbaciones en laeducación que se recibe durante lainfancia. Muchos teóricos consideran laimagen, tanto deficiente comoexagerada, como una moneda de dos

caras, de las que la exagerada, porejemplo, es una defensa inconscientecontra las inseguridades y sentimientosnegativos sobre uno mismo. Lospsicoterapeutas de orientaciónpsicoanalítica han formulado complejasteorías acerca de cómo se producen lasdistorsiones de la imagen. Explicancómo se forma a medida que la personainterioriza la información que recibe desu ambiente. Describen cómo laspersonas desarrollan sus conceptossobre ellas mismas al incorporarmensajes explícitos e implícitos de suspadres, y cómo pueden ocurrirdistorsiones cuando las primeras

interacciones con quienes las cuidan noson ni saludables ni formativas.

Cuando las perturbaciones en lapropia imagen son lo bastante gravescomo para causar problemassignificativos en su vida, muchas de esaspersonas recurren a la psicoterapia. Lospsicoterapeutas orientados hacia lapercepción interior se concentran enayudar a los pacientes a comprender lasdisfunciones de sus relaciones infantilesen las que se encuentra el origen delproblema, y en proporcionarinformación apropiada y un ambienteterapéutico en el que los pacientesreestructuren y reparen paulatinamente

su imagen negativa. Por otro lado, elDalai Lama centra la atención en«extraer la flecha», más que en dedicartiempo a preguntarse quién la disparó.En lugar de plantearse por qué la gentetiene un nivel de autoestima bajo oelevado, nos plantea un método paracombatir directamente estos estadosnegativos de la mente.

En las décadas recientes, lanaturaleza del «yo mismo» ha sido unode los temas más investigados en elcampo de la psicología. En la «décadadel yo», la de los años ochenta, porejemplo, se publicaban cada año miles

de artículos en los que se explorabantemas relacionados con la autoestima yla seguridad en uno mismo. Pensando enello, abordé el tema con el Dalai Lama:

—En una de nuestrasconversaciones, habló usted de lahumildad como un rasgo positivo yexplicó cómo estaba vinculada con elcultivo de la paciencia y la tolerancia.En la psicología occidental, y en nuestracultura en general, suele pasarse por altoel ser humildes en favor del desarrollode cualidades como altos niveles deautoestima y de seguridad en nosotrosmismos. De hecho, en Occidente se damucha importancia a estos atributos. Me

preguntaba si usted tiene la sensación deque los occidentales tendemos a veces adar demasiado valor a la seguridad ennosotros mismos, a ser excesivamenteindulgentes o estar demasiado centradosen nuestras vidas.

—No necesariamente —contestó elDalai Lama—, aunque el tema puede serbastante complicado. Los grandesmaestros espirituales, por ejemplo, sonaquellos que han hecho un voto o quehan asumido la determinación de anularsus estados mentales negativos parapromover y producir la felicidaddefinitiva en todos los seres sensibles.Tienen esa visión y esa aspiración, que

requiere un tremendo sentido de laseguridad en sí mismos; la cual puedeser muy importante porque transmite unacierta osadía que ayuda a alcanzargrandes objetivos. En cierto modo,parecen arrogantes, aunque no de unaforma negativa. Se basan en razonessanas. Así pues, yo los consideraríapersonas muy valientes, casi héroes.

—Lo que en un gran maestroespiritual puede parecersuperficialmente una arrogancia, quizásea una expresión de seguridad en símismo y de valentía —admití—. Pero,para la gente normal, en circunstanciascotidianas, lo más probable es que

suceda lo contrario, que alguien queparezca tener mucha seguridad en símismo y un alto nivel de autoestima, nosea en realidad más que simplemente unarrogante. Tengo entendido que, según elbudismo, la arrogancia se define comouna de las «emociones básicas delsufrimiento». De hecho, he leído que,según un sistema, hay siete tiposdiferentes de arrogancia. Se considerapor tanto muy importante evitar osuperar la arrogancia. Pero también loes el tener un fuerte sentido de seguridaden uno mismo. Existe una línea muytenue entre ambas. ¿Cómo saber ladiferencia entre ellas y cultivar la una al

tiempo que se elimina la otra?—A veces es bastante difícil

distinguir entre seguridad en sí mismo yarrogancia —admitió el Dalai Lama—.Quizá una forma sea ver si elsentimiento es sano o no. Se puede teneruna idea de superioridad muy sana en larelación con otros, que puede estar muyjustificada y ser válida. Y tambiénpuede tenerse una seguridad exageradaen uno mismo, totalmente infundada. Esosería arrogancia. Así pues, en términosde su estado fenomenológico, pueden sersimilares…

—Pero una persona arrogantesiempre tiene la sensación de poseer una

base válida para…—Es cierto, es cierto —admitió el

Dalai Lama.—¿Cómo distinguir, entonces, entre

las dos? —insistí.—Creo que, a veces, es algo que

sólo puede juzgarse retrospectivamente,ya sea desde la perspectiva del propioindividuo o desde la de una tercerapersona. —El Dalai Lama hizo unapausa y bromeó—: Quizá la persona encuestión tuviera que presentarse ante lostribunales para descubrir si es unejemplo de orgullo exagerado o dearrogancia —exclamó riendo.

»Al establecer la distinción entre

engreimiento y seguridad en uno mismo—siguió diciendo—, cabría pensar entérminos de las consecuencias de lapropia actitud; generalmente, elengreimiento y la arrogancia tienenconsecuencias negativas, mientras queuna sana seguridad en uno mismo tieneconsecuencias positivas. Así pues,cuando hablamos de "seguridad en símismo", tenemos que examinar elsentido subyacente del "sí mismo". Creoque se pueden establecer dos tipos. Unsentido del yo mismo o "ego" sepreocupa únicamente por la realizacióndel propio interés, de los deseosegoístas, con un completo desinterés

hacia el bienestar de los demás. El otrotipo de ego o sentido de uno mismo sebasa en una verdadera preocupación porlos demás y el deseo de rendirles unservicio. Para realizar ese deseo deservir hay que tener un fuerte sentido yuna gran seguridad en uno mismo. Esaclase de seguridad es la que tieneconsecuencias positivas.

—Creo que antes mencionó que unaforma de ayudar a reducir la arroganciao el orgullo, si una persona reconocierael orgullo como un defecto y desearasuperarlo —comenté—, sería considerarel propio sufrimiento, reflexionar sobretodas las formas en las que nos hallamos

sometidos o somos proclives a él.Además de considerar el propiosufrimiento, ¿existe alguna otra técnica oantídoto para trabajar contra el orgullo?

—Un antídoto consiste enreflexionar sobre la diversidad de lasdisciplinas sobre las que quizá no setengan conocimientos —contestó—. Porejemplo, en el sistema educativomoderno hay multitud de disciplinas.Pensar en tantos campos de los que unoes ignorante, puede ayudamos a superarel orgullo.

El Dalai Lama dejó de hablar y,convencido de que eso era todo lo quetenía que decir al respecto, empecé a

rebuscar en mis notas para pasar alsiguiente tema. De repente, volvió ahablar con un tono reflexivo.

—Mire, hemos hablado dedesarrollar una saludable seguridad enuno mismo… Creo que quizá honradez yseguridad en uno mismo estánestrechamente relacionadas.

—¿Se refiere a ser honrado con unomismo acerca de cuáles son las propiascapacidades, etcétera? ¿O se refiere aser honrado con los demás? —pregunté.

—Ambas cosas —contestó—.Cuanto más honrado sea uno, cuanto másabierto, menos temor tendrá, porque nohay ansiedad ante el hecho de verse

expuesto o revelarse ante los demás. Asípues, creo que cuanto más honrado seauno, mayor seguridad en sí mismotendrá… —Me interesa explorar unpoco más cómo afronta personalmente eltema de la seguridad en sí mismo —ledije—. Ha mencionado que la genteparece acudir a usted y espera querealice milagros. Lo someten ademasiada presión y tienen elevadasexpectativas sobre usted. Aunque tengauna motivación adecuada, ¿no hace esoque sienta una cierta falta de confianzaen sus capacidades?

—Creo que aquí hay que tener encuenta lo que quiere decir al hablar de

«falta de confianza» o de «poseerseguridad en uno mismo», en relacióncon un acto en concreto o con lo que sea.Para que alguien experimente falta deconfianza en algo, es necesario queprimero tenga la convicción de poderhacerlo, es decir, que está a su alcance;si algo está a su alcance y no puedehacerlo, se empieza a pensar: «Quizá yono sea lo bastante bueno o competente, ono esté a la altura» o algo parecido. Enmi caso, sin embargo, darme cuenta deque no puedo realizar milagros no meproduce ninguna pérdida de seguridaden mí mismo porque nunca pensé quetuviera esa capacidad. No espero poder

actuar como los Budas plenamenteiluminados, ser capaz de saberlo todo,de percibirlo todo o de hacer lo máscorrecto en todas las ocasiones. Así quecuando la gente se me acerca y me pideque la cure, que realice un milagro oalgo así, en lugar de sentir falta deseguridad en mí mismo, sólo me sientobastante incómodo.

»Creo que, en general, ser honradocon uno mismo y con los demás sobre loque se es y no se es capaz de hacerpuede contrarrestar ese sentimiento defalta de seguridad.

»Sin embargo, hay ocasiones, comopor ejemplo en las relaciones con China,

en que me siento inseguro.Habitualmente, consulto estassituaciones con funcionarios y, enalgunos casos, con personas que no loson. Pregunto a mis amigos y luegodiscuto la cuestión. Puesto que muchasde las decisiones se toman a partir dediscusiones con varias personas y no seadoptan precipitadamente, suelosentirme bastante seguro de mí mismo yno hay razón para que lamente haberlastomado.

La valoración honrada y sin temoralguno puede ser un arma poderosacontra las dudas o el bajo nivel de

seguridad. La convicción del DalaiLama de que esta clase de honradezactúa como un antídoto contra estadosnegativos de la mente ha sidoefectivamente confirmada por una seriede recientes estudios en los que sedemuestra con claridad que quienestienen una visión realista y exacta de símismos tienden a gustarse más y a sermás seguros que los que tienen unconocimiento de sí deficiente o quizáinexacto.

Con el transcurso de los años, hevisto a menudo al Dalai Lama ilustrarhasta qué punto la seguridad en sí mismoprocede del hecho de ser honrado y

claro con las propias capacidades. Mecausó una gran sorpresa la primera vezque le oí decir, delante de una granaudiencia «No lo sé», en respuesta a unapregunta. A diferencia de lo que estabaacostumbrado a escuchar a losconferenciantes académicos o a los quese presentaban como autoridades,admitió su falta de conocimiento sinambages, declaraciones justificativas ointentos por parecer que sabía algososlayando el tema.

De hecho, pareció complacerseligeramente al verse confrontado conuna pregunta difícil para la que no teníarespuesta, y a menudo incluso bromeaba

al respecto. Por ejemplo, una tarde, enTucson, había hecho un comentariosobre un verso de lógica particularmentecompleja perteneciente a la Guía delestilo de vida del Bodhisattva, deShantideva. Se esforzó por recordarlocorrectamente, se confundió y finalmentese echó a reír y dijo:

—¡Estoy confundido! Creo que esmejor dejarlo como está. Ahora bien, enel siguiente verso…

En respuesta a las risas apreciativasdel público, aún se rió más y comentó:

—Hay una expresión para referirse aeste enfoque; hace referencia a lacomida de un anciano, una persona muy

vieja, con los dientes muy deteriorados:se comen las cosas blandas; en cuanto alas duras, se dejan. —Sin dejar de reír,añadió—: Así que lo dejaremos comoestá por hoy.

En ningún instante se conmovió susuprema seguridad en sí mismo.

REFLEXIÓN SOBRE NUESTROPOTENCIAL COMO ANTÍDOTO

CONTRA EL ODIO A UNO MISMO

Durante un viaje que hice a la Indiaen 1991, dos años antes de la visita delDalai Lama a Arizona, me reuní

brevemente con él en su casa deDharamsala. Aquella semana él habíamantenido reuniones diarias con undistinguido grupo de científicosoccidentales, físicos, psicólogos ymaestros de meditación, en un intentopor explorar la conexión entre la mentey el cuerpo, por comprender la relaciónentre la experiencia emocional y lasalud física. Me reuní con el Dalai Lamaa última hora de la tarde, después de unade sus sesiones con los científicos.Hacia el final de nuestra entrevista, elDalai Lama preguntó:

—¿Sabe que durante esta semana hetenido varias reuniones con esos

científicos?—Sí.—A lo largo de ellas ha surgido

algo que me ha parecido muysorprendente. Me refiero al concepto deodio hacia uno mismo. ¿Está ustedfamiliarizado con ese concepto?

—Desde luego que sí. Lo sufre unaproporción bastante alta de mispacientes.

—Cuando los científicos empezarona hablar del tema, al principio no estuveseguro de comprender correctamente elconcepto. —Se echó a reír—. Pensé:«¿Odiarse a uno mismo? ¡Pero si nosqueremos! ¿Cómo puede una persona

odiarse a sí misma?». A pesar de quecreía tener cierto conocimiento sobrecómo funciona la mente humana, esaidea del odio dirigido contra uno mismome resultó completamente nueva. Larazón por la que me pareció totalmenteinconcebible es porque los budistaspracticantes trabajamos mucho parasuperar nuestra actitud egocéntrica,nuestros pensamientos y motivacionesegoístas. Desde este punto de vista creoque nos queremos y apreciamosdemasiado. Así que pensar en laposibilidad de que alguien no seapreciara e incluso se odiara a símismo, era bastante inconcebible. Como

psiquiatra, ¿puede explicarme eseconcepto y por qué ocurre?

Le describí brevemente mi visiónprofesional del origen del odio contrauno mismo. Le expliqué cómo la imagenque tenemos de nosotros estáconfigurada por nuestros padres ynuestra educación, cómo captamos deellos mensajes implícitos sobre nosotrosa medida que crecemos y nosdesarrollamos, y le perfilé lascondiciones específicas en las que sedesarrolla una imagen negativa. Entré endetalles sobre los factores queexacerban el odio contra uno mismo,como cuando nuestro comportamiento no

logra estar a la altura de la imagenidealizada que tenemos de nosotros, y ledescribí algunas de las formas mediantelas que el odio contra sí puede versereforzado culturalmente, sobre todoentre algunas mujeres y las minorías.Mientras le explicaba estas cosas, elDalai Lama siguió asintiendoreflexivamente, con una expresiónburlona en el rostro, como si tuvieraalguna dificultad para captar esteconcepto extraño para él.

Groucho Marx dijohumorísticamente en cierta ocasión:«Nunca ingresaría en un club que

aceptara a tipos como yo». Respecto aesta visión negativa de sí hastaconvertirla en una observación sobre lanaturaleza humana, Mark Twain habíadicho: «En lo más profundo de laintimidad de su propio corazón, ningúnhombre tiene un respeto considerablepor sí mismo». Tomando esta visiónpesimista de la humanidad eincorporándola a las teoríaspsicológicas, el psicólogo humanistaCarl Rogers afirmó: «La mayoría de lagente sé desprecia a sí misma, seconsidera inútil y poco digna de serquerida».

Existe en nuestra sociedad una

noción popular, compartida por lamayoría de psicoterapeutascontemporáneos, de que el odio contrauno mismo abunda en la culturaoccidental. Aunque eso es cierto,afortunadamente no se halla tanextendido como creen muchos. Se trata,desde luego, de un problema comúnentre quienes acuden al psicoterapeuta;pero los psicoterapeutas tienen a vecesuna visión un tanto sesgada de las cosas,una tendencia a basar su concepción dela naturaleza humana en los individuosque acuden a sus consultas. La mayoríade los datos basados en pruebasexperimentales han establecido, sin

embargo, que la gente tiende a menudo(o al menos desearía tender) a versebajo una luz favorable, a calificarsecomo «mejor que la media» cuando se lepregunta sobre las cualidades subjetivasy socialmente deseables.

Con todo, aunque el odio contra unomismo no sea tan general como se creecomúnmente, puede seguir siendo untremendo lastre para muchas personas.Me quedé tan sorprendido por lareacción del Dalai Lama como él ante elconcepto. Su respuesta inicial puede sermuy reveladora y curativa.

Hay dos puntos relacionados con sunotable reacción que merecen un examen

más atento. El primero es, simplemente,que no estuviera familiarizado con laexistencia del odio contra sí. Lasuposición subyacente de que este tipode odio es un problema muy difundidoha generado la sensación de que se tratade un rasgo profundamente arraigado enla psique humana. Pero el hecho de quesea algo virtualmente desconocido enciertas culturas, como en la culturatibetana, nos recuerda que se trata de unestado mental problemático, como losotros estados mentales negativos quehemos analizado, y que no forma parteintrínseca de la mente humana. No setrata de algo con lo que hayamos nacido,

que nos veamos obligados a arrastrarirrevocablemente, ni es unacaracterística indeleble de nuestranaturaleza. Es algo que se puedeeliminar. Darse cuenta de ello puedeservir, por sí solo, para debilitar supoder, dándonos esperanza y reforzandonuestro compromiso de eliminarlo.

El segundo punto relacionado con lareacción inicial del Dalai Lama fue surespuesta: «¿Odiarse a uno mismo?¡Pero si nos queremos!». Para aquellosque sufrimos este tipo de odio o queconocemos a alguien que lo sufre, estarespuesta puede parecer increíblementeingenua. Pero si la examinamos más de

cerca, encontramos verdades en ella.Hay muchas formas de sentir amor, yquizá la más pura y exaltada es el deseototal, absoluto e ilimitado de felicidadpara otro; un deseo, sentido con elcorazón, de que el otro sea feliz, almargen de que haga algo para causarnosdaño o incluso de que nos guste o no.Ahora bien, en lo más profundo denuestros corazones no cabe la menorduda de que todos y cada uno denosotros queremos ser felices. Enconsecuencia, si nuestra definición deamor se basa en un verdadero deseo deque alguien sea feliz, cada uno denosotros se ama efectivamente a sí

mismo, cada uno de nosotros deseasinceramente la propia felicidad. En miconsulta me he encontrado a veces concasos extremos de odio hacia sí, hasta elpunto de abrigar pensamientosrecurrentes de suicidio. Pero incluso enestos casos, la voluntad de morir se basaen último término en el deseo delindividuo (por distorsionado yequivocado que esté) de liberarse delsufrimiento, no de causarlo.

Así pues, quizá el Dalai Lama no sehallaba tan lejos de la verdad alexpresar su convicción de que todosexperimentamos un amor fundamentalpor nosotros mismos, lo cual sugiere la

existencia de un poderoso antídotocontra este mal, ya que podemoscontrarrestar los sentimientos dedesprecio recordando que, por muchoque nos disgusten algunas de nuestrascaracterísticas, deseamos ser felices;ése es un tipo profundo de amor.

Durante una visita posterior aDharamsala, volví a plantear al DalaiLama el tema del odio contra unomismo. Para entonces ya se habíafamiliarizado con el concepto y habíaempezado a pensar métodos paracombatirlo.

—Desde el punto de vista budista —

explicó—, estar en un estado depresivo,en un estado de desánimo, es unasituación extrema que constituyeclaramente un obstáculo para alcanzarlos propios objetivos. Este estado deodio contra uno mismo es incluso muchomás grave que el sentirse simplementedesanimado, y puede llegar a ser muypeligroso. Para los que practican elbudismo, el antídoto contra el odio haciasí sería reflexionar sobre el hecho deque todos los seres humanos, incluidouno mismo, tienen la naturaleza delBuda, la semilla o el potencial paraalcanzar la perfección, la plenailuminación, sin que importe lo débil,

pobre o llena de privaciones que puedaser nuestra situación actual. Por tanto,los budistas que sufren de odio contra símismos o que se detestan, deberíanevitar considerar lo doloroso oinsatisfactorio de la existencia ycentrarse en sus aspectos positivos,como el tremendo potencial que haydentro de uno mismo. Al reflexionarsobre estas oportunidades ypotencialidades, podrán aumentar lasensación del propio valor y alcanzarmayor seguridad en sí mismos.

Le planteé la habitual pregunta desdela perspectiva de un no budista:

—¿Cuál sería entonces el antídoto

para alguien que no hubiera oído hablardel concepto de la naturaleza del Buda oque no sea budista?

—Una de las cosas que podríamosseñalarles a esas personas es que hemossido dotados, como seres humanos, deuna maravillosa inteligencia. Además,todos los seres humanos tienencapacidad de decisión, y de orientar éstahacia sus fines. De eso no cabe la menorduda. Así pues, si se tiene conciencia deestos potenciales y se interiorizan hastaconvertirlos en parte de nuestrapercepción de los seres humanos,incluido uno mismo, quizá reduciríamoslos sentimientos de desánimo,

impotencia y autodesprecio.El Dalai Lama se detuvo un

momento y luego continuó con unainflexión pensativa, lo que sugería queaún seguía explorando activamente,enfrascado en un proceso dedescubrimiento.

—Creo que existe algún paralelismocon la forma en que tratamos laenfermedad física. Cuando los médicostratan a alguien de una enfermedadespecífica no sólo le administranantibióticos para combatirla, sino quetambién se aseguran de que el estadofísico permita al paciente tomarantibióticos y tolerarlos. Para

asegurarse de ello, los médicoscomprueban que la persona está bienalimentada, y a menudo también lerecetan vitaminas o lo que sea necesariopara fortalecer el cuerpo. Mientras lapersona posea fortaleza, su cuerpodispone del potencial o la capacidadpara curarse con ayuda de lamedicación. De modo similar, mientrasconozcamos y tengamos conciencia deque poseemos este maravilloso don quees la inteligencia, así como capacidadde decidir utilizarla de forma positiva,tendremos esa salud mental fundamental,esa fortaleza subyacente que procede desabernos poseedores de un gran

potencial humano. Darnos cuenta de ellopuede actuar como una especie demecanismo innato que nos permiteafrontar cualquier dificultad, sin queimporte la situación a la que nosenfrentemos, sin perder la esperanza nihundirnos en el odio hacia nosotrosmismos.

»Recordar las grandes cualidadesque compartimos con todos los sereshumanos neutraliza el impulso de pensarque somos malos o indignos. Muchostibetanos lo analizan en su meditacióndiaria. Quizá sea esa la razón por la queel odio contra uno mismo nunca llegó aarraigar en la cultura tibetana.

Quinta parte:Reflexiones finalespara vivir una vida

espiritual

Capítulo 15: Valoresespirituales básicos

El arte de la felicidad tiene muchoscomponentes. Como hemos visto,empieza con la comprensión de cuálesson las verdaderas fuentes de ella, asícomo por establecer nuestrasprioridades en la vida, que han debasarse en el cultivo de dichas fuentes.Supone aplicar una disciplina interna, unproceso gradual de desarraigo denuestros estados mentales destructivospara sustituirlos por los positivos yconstructivos, como la amabilidad, la

tolerancia y el perdón. Al identificar losfactores que conducen a una vida plena ysatisfactoria, concluimos con un análisisdel componente final: la espiritualidad.

Hay una tendencia natural a asociarespiritualidad con religión. El enfoquedel Dalai Lama sobre el logro de lafelicidad está condicionado por sus añosde formación de monje budista. Por otraparte, se le considera un eruditorespetado. Para muchos, sin embargo, noes la comprensión de los complejosproblemas filosóficos su mayoratractivo, sino su calor personal, humory enfoque práctico de la vida. Durantenuestras conversaciones, su humanidad

básica pareció desbordar incluso sucondición de monje. A pesar de llevar lacabeza rapada y de su llamativa túnicamarrón, a pesar de ser una de las figurasreligiosas más destacadas del mundo, eltono de nuestras conversaciones fuesimplemente el de un ser humano conotro, ambos dedicados a discutir sobrelos problemas que compartíamos.

Para ayudamos a comprender elverdadero significado de laespiritualidad, el Dalai Lama empezópor distinguir entre ésta y la religión.

—Estoy convencido de que esesencial apreciar nuestro potencialcomo seres humanos y reconocer la

importancia de la transformacióninterior. Esto debería conseguirse através de lo que llamo un proceso dedesarrollo mental. En ocasiones, digoque es como tener una dimensiónespiritual en nuestra vida.

»Puede haber dos niveles deespiritualidad. Uno tiene que ver connuestras convicciones religiosas. En estemundo hay muchas personas diferentes,muchas actitudes diferentes. Somoscinco mil millones de seres humanos y,en cierto modo, creo que necesitamoscinco mil millones de religiones, tantaes la variedad de actitudes queencontramos. Estoy convencido de que

cada individuo debería embarcarse en elcamino espiritual más adecuado a sudisposición mental, su inclinaciónnatural, temperamento, convicciones oantecedentes familiares y culturales.

»Por mis convicciones, el budismome parece lo más adecuado. Así que,por lo que a mí se refiere, hedescubierto que el budismo es lo mejor.Pero eso no significa que lo sea paratodo el mundo. Esto está claro y esdefinitivo. Estar convencido de que elbudismo es lo mejor para todo el mundosería una estupidez, porque las distintaspersonas tienen diferentes disposicionesmentales. La variedad de gentes exige

una variedad de religiones. El propósitode éstas es beneficiar a los sereshumanos y creo que si sólo tuviéramosuna religión, al cabo de un tiempo éstadejaría de ser beneficiosa. Si sólohubiera un restaurante, por ejemplo, yallí sólo se sirviera un plato día tras día,serían muchísimos los clientes quedejarían de ir a él. La gente necesita yaprecia la diversidad en la comidaporque hay gustos diferentes. Del mismomodo, las religiones tienen la intenciónde nutrir el espíritu humano. Creo quepodemos celebrar esa diversidad dereligiones y desarrollar un aprecioprofundo por ella. Ciertas personas

están convencidas de que el judaísmo, lafe cristiana o la fe islámica son las másefectivas para ellas. En consecuencia,tenemos que respetar y apreciar el valorde todas las confesiones religiosas delmundo.

»Todas las religiones puedenaportar una contribución efectiva albeneficio de la humanidad. Todas hansido diseñadas para que la persona seamás feliz y para que el mundo sea unlugar mejor. No obstante, para que lareligión pueda ejercer un efecto quecontribuya a hacer del mundo un lugarmejor, creo que es importante que lapersona practique con sinceridad sus

enseñanzas. Uno tiene que integrar lasenseñanzas religiosas en su propia vida,esté donde esté, para poder utilizarlascomo una fuente de fuerza interior. Hayque lograr una comprensión másprofunda de las ideas religiosas, no sóloa nivel intelectual, sino tambiénsentimental, para poder convertirlas enparte de la propia experiencia interior.

»Estoy convencido de que se puedecultivar un profundo respeto por todaslas confesiones religiosas. Una de lasrazones es que todas ellas aportan unaestructura ética capaz de guiar elcomportamiento y producir efectospositivos. En las confesiones cristianas,

por ejemplo, la fe en Dios puedeproporcionar un enfoque muy eficaz,porque hay una cierta intimidad en larelación de la persona con Él, y la formade demostrar el amor a Dios, al Diosque te ha creado, es mostrar amor ycompasión hacia nuestros semejantes.Creo que hay muchas razones similarespara respetar a las otras confesionesreligiosas. Todas las grandes religioneshan aportado tremendos beneficios amillones de seres humanos a lo largo delos tiempos. Incluso en este momento,millones de personas siguenobteniéndolos. Y, en el futuro, tambiénaportarán inspiración a millones de

seres de las generaciones venideras.»Creo que una forma de fortalecer el

respeto mutuo es a través de un estrechocontacto personal entre esas confesionesreligiosas. Durante los últimos años herealizado esfuerzos por reunirme ymantener diálogos con, por ejemplo, lacomunidad cristiana y la comunidadjudía, y creo que de ello se han derivadoalgunos resultados realmente positivos.Gracias a esta clase de contactos,podemos aprender a utilizar lasaportaciones que las religiones hanhecho a la humanidad, encontraraspectos de ellas de los que podemosaprender. Hasta es posible que

descubramos métodos y técnicasadaptables a nuestra práctica.

»Así pues, es esencial quedesarrollemos lazos más estrechos entrelas diversas religiones; de ese modopodremos realizar un esfuerzo comúnpara beneficio de la humanidad. Haytantas cosas que dividen a la humanidad,tantos problemas en el mundo… Lareligión debería ser un medio parareducir el sufrimiento en el mundo, y nootra fuente de conflicto.

»A menudo hemos oído que todoslos seres humanos somos iguales.Queremos decir con ello que todo elmundo tiene el evidente deseo de

alcanzar la felicidad. Toda persona tienederecho a ser feliz, y toda persona tienederecho a superar el sufrimiento. Por lotanto, si alguien saca felicidad obeneficio de una confesión religiosa, esnecesario respetar sus derechos;tenemos que aprender, pues, a respetartodas esas grandes tradicionesreligiosas.

Durante las semanas de conferenciaspronunciadas por el Dalai Lama enTucson, el espíritu de respeto mutuo fuealgo más que un deseo. Entre el públicose encontraban muchos que seguían

diferentes tradiciones religiosas,incluida una abundante representacióndel clero cristiano. A pesar de lasdiferencias, el local siempre estuvoimpregnado de un ambiente pacífico yarmonioso. Era algo incluso palpable.Reinaba también un espíritu deintercambio y de curiosidad entre los nobudistas, acerca de la práctica espiritualcotidiana del Dalai Lama. Esacuriosidad impulsó a uno de losasistentes a preguntar:

—Tanto si se es budista como si no,en todas partes parece crecer la prácticade la oración. ¿Por qué es tan importantela oración para la vida espiritual?

El Dalai Lama contestó:—Creo que, en su mayor parte, la

oración es un simple recordatoriocotidiano de nuestros principios yconvicciones. Yo mismo repito cadamañana ciertos versos budistas. Losversos pueden parecer oraciones peroen realidad son recordatorios.Recordatorios de cómo hablar con losdemás, de cómo relacionarse con losdemás, de cómo afrontar los problemasen la vida cotidiana y cosas así. Así que,en su mayor parte, mi práctica religiosase compone de recordatorios, en los quereviso la importancia de la compasión,del perdón, de todas estas cosas. Y,

naturalmente, también incluyo ciertasmeditaciones sobre la naturaleza de larealidad y ciertas prácticas devisualización. Así pues, en mi propiapráctica diaria, en mis oracionescotidianas si las realizo pausadamente,puedo tardar unas cuatro horas. Esbastante tiempo.

La idea de dedicar cuatro horas aldía a la oración impulsó a otra oyente apreguntar:

—Soy una madre que trabaja, tengoniños pequeños y muy poco tiempolibre. Alguien que está tan ocupadocomo yo, ¿cómo puede encontrar eltiempo necesario para realizar esas

oraciones y prácticas de meditación?—Incluso en mi caso, si deseara

quejarme por la falta de tiempo siemprepodría hacerlo —comentó el DalaiLama—. Siempre estoy muy ocupado.No obstante, si se hace un esfuerzo,siempre se encuentra tiempo, porejemplo a primeras horas de la mañana.Hay también otros momentos, como enlos fines de semana. Se puede sacrificaralgo del tiempo de diversión. —Se echóa reír—. Así, por lo menos, puedeencontrar media hora diaria. O si seesfuerza aún más, quizá treinta minutospor la mañana y otros tantos por lanoche. Si lo planifica, le será posible

encontrar tiempo.»No obstante, si piensa seriamente

en el verdadero significado de lasprácticas espirituales, verá que estánrelacionadas con el desarrollo y elentrenamiento de su mente, de susactitudes, estado psicológico yemocional y bienestar. No deberíalimitar su práctica espiritual a ciertasactividades físicas o verbales, comorecitar oraciones y cantar. Si su prácticaespiritual se limitara únicamente a estasactividades necesitaría, naturalmente,disponer de un tiempo específico, de untiempo especialmente asignado paraello, porque no puede pasarse el día

realizando sus actividades habitualesmientras recita mantras. Eso seríabastante molesto para la gente que larodea. No obstante, si comprende lapráctica espiritual en su verdaderosentido, puede utilizar las veinticuatrohoras del día para ella. La verdaderaespiritualidad es una actitud mental quese tiene en cualquier momento. Porejemplo, si se siente tentada de insultara alguien, debe tomar inmediatamenteprecauciones y contenerse para nohacerlo. De modo similar, si cree que vaa perder los estribos, debe decirseinmediata y reflexivamente: "No, esta noes la forma apropiada". Eso es una

verdadera práctica espiritual. Vistodesde ese ángulo, siempre dispondrá detiempo.

»Esto me hace pensar en uno de losmaestros tibetanos, Kadampa Potowa,quien dijo que para un meditador que haalcanzado un cierto grado de estabilidady realización interior, cadaacontecimiento, cada experiencia, es unaespecie de aprendizaje; es unaexperiencia de aprendizaje. Creo queesto es muy cierto.

»Desde esta perspectiva, por tanto,hasta cuando se ve expuesta, porejemplo, a escenas perturbadoras deviolencia y sexo en la televisión o en las

películas, existe la posibilidad deabordarlas con la conciencia de quecausan efectos dañinos y, en lugar desentirse totalmente abrumada por lo queve, puede tomar tales escenas como unaespecie de indicador de la naturalezanociva de las emociones negativas nocontroladas.

Pero sacar lecciones dereposiciones de El equipo A o MelrosePlace es una cosa. Como budistapracticante, sin embargo, el régimenespiritual del Dalai Lama incluyeciertamente rasgos propios del caminobudista. Al describir su prácticacotidiana, por ejemplo, mencionó que

incluye meditaciones sobre la naturalezade la realidad, así como ciertasprácticas de visualización. Aunque en elcontexto de este análisis mencionó talesprácticas sólo de pasada, a lo largo delos años he tenido la oportunidad deoírle hablar extensamente del tema, yaque, de hecho, sus charlas yconferencias abarcan algunos de losanálisis más complejos que hayaescuchado nunca sobre cualquier tema.Sus charlas sobre la naturaleza de larealidad estaban llenas de complicadosargumentos y laberínticos análisisfilosóficos; sus descripciones de lasvisualizaciones tántricas eran

inconcebiblemente intrincadas yelaboradas, con meditaciones yvisualizaciones cuyo objetivo parecíaser construir una especie de atlasholográfico del universo dentro de supropia imaginación. Había dedicadotoda una vida al estudio y la práctica deestas meditaciones. Al pensar en esto, yconocedor del monumental alcance desus esfuerzos, se me ocurrió preguntarle:

—¿Puede describir el beneficiopráctico o el impacto que han tenidoestas prácticas espirituales sobre suvida cotidiana?

El Dalai Dama guardó silenciodurante un rato, antes de contestar

serenamente:—Aunque mi propia experiencia

pueda ser escasa, algo que puedo decircon toda seguridad es que tengo lasensación de que, a través de laformación budista, siento que mi mentese ha hecho mucho más serena. Aunquese ha producido gradualmente, quizáincluso centímetro a centímetro —seechó a reír—, creo que ha habido uncambio en mi actitud hacia mí mismo ylos demás. A pesar de que resulta difícilseñalar las causas exactas de él, creoque está influido por una toma deconciencia; no una plena realización,pero sí un cierto sentimiento de la

naturaleza fundamental de la realidad, ytambién de la consideración decuestiones como la transitoriedad, elsufrimiento y el valor de la compasión yel altruismo.

»Así, por ejemplo, hasta cuandopensamos en los chinos comunistas quecausan daño al pueblo tibetano, miformación budista me permiteexperimentar una cierta compasiónincluso hacia el torturador, porquecomprendo que se ha visto impulsadopor fuerzas negativas.

Debido a ello, a mis votos deBodhisattva[5], y a mis compromisos,aunque una persona cometa atrocidades,

no puedo sentir o pensar que, debido aellas, deba experimentar siempre cosasnegativas o no tener momentos defelicidad. El voto de Bodhisattva me haayudado a desarrollar esta actitud y meha sido muy útil, de modo que,naturalmente, le doy un gran valor.

»Eso me recuerda a un antiguomaestro de canto que está en elmonasterio Namgyal. Estuvo en lasprisiones chinas y en campos deconcentración, como prisionero político,durante veinte años. Una vez le preguntécuál fue la situación más difícil a la quetuvo que enfrentarse en esa época.Sorprendentemente, me contestó que, en

esa época, el mayor peligro que corriófue el de perder la compasión que sentíapor los chinos.

»Hay muchas historias similares.Por ejemplo, hace tres días me reuní conun monje que pasó muchos años en lasprisiones chinas. Me dijo que teníaveinticuatro años cuando se produjo ellevantamiento tibetano de 1959. Se unióa las fuerzas tibetanas en Norbulinga.Fue hecho prisionero por los chinos yenviado a prisión, junto con otros treshermanos suyos que fueron asesinadosen ella. Otros dos hermanos tambiénfueron asesinados. Más tarde, sus padresmurieron en un campo de trabajos

forzados. Pero me dijo que cuandoestuvo en prisión, reflexionó sobre lavida que había llevado hasta entonces yllegó a la conclusión de que, a pesar dehaber pasado toda una vida en elmonasterio de Drepung, no había sido unbuen monje. Pensaba que había sido unmonje estúpido. En aquel momento sehizo votos de que, a partir de entonces,estando en prisión, trataría de ser unmonje genuinamente bueno. Comoresultado de sus prácticas budistas, pudomantenerse mentalmente muy feliz apesar de sufrir un gran dolor físico.Incluso cuando lo sometieron a torturasy a fuertes palizas, pudo sobrevivir y

seguir sintiéndose feliz al considerartodo como una limpieza de su anteriorkarma negativo.

»A través de estos ejemplospodemos apreciar realmente el valor deincorporar todas estas prácticasespirituales en nuestra vida cotidiana.

De ese modo, el Dalai Lama añadióel ingrediente final de una vida másfeliz: la dimensión espiritual. A travésde las enseñanzas del Buda, el DalaiLama y muchos otros han encontradounos principios que les permitensoportar y hasta trascender el dolor y el

sufrimiento que la vida trae consigo. Y,tal como sugiere el Dalai Lama, cadauna de las grandes confesionesreligiosas del mundo puede ofrecer lasmismas oportunidades de alcanzar unavida más feliz. El poder de la fe,generado a una escala muy amplia por lareligión, ilumina las vidas de millonesde personas y las ha sostenido enmomentos de dificultad. A veces,funciona de forma silenciosa y sutil,otras lo hace a través de experienciastransformadoras. Cada uno de nosotros,en algún momento de nuestras vidas, hasido testigo del funcionamiento de esepoder en un miembro de nuestra familia,

en un amigo o en un conocido.Ocasionalmente, los ejemplos lleganhasta las páginas de los periódicos.Muchos conocen, por ejemplo, elsuplicio de Terry Anderson, un hombrecorriente que fue secuestrado en unacalle de Beirut una mañana de 1985. Leecharon una manta por encima, fuemetido a empujones en un coche ydurante los siete años siguientes fueretenido como rehén por Hezbollá, unaorganización islámica radical. Hasta1991 estuvo encerrado en pequeñasceldas de sótanos húmedos y sucios, conlos ojos cubiertos y encadenado duranteprolongados períodos de tiempo,

soportando palizas regularmente.Cuando fue finalmente liberado, elmundo se fijó en él y encontró a unhombre regocijado por poder regresarjunto a su familia y reanudar su vida,pero sorprendentemente libre deamargura y odio hacia sus captores. Alser interrogado por los periodistas sobreel origen de una fortaleza tan notable,señaló la fe y la oración como loselementos que le ayudaron a soportar susuplicio.

El mundo está lleno de ejemplossimilares de cómo la fe religiosa ofreceayuda en momentos difíciles. Recientesy extensas encuestas parecen confirmar

el hecho de que la fe religiosa puedecontribuir sustancialmente a llevar unavida más feliz. Las dirigidas porinvestigadores independientes y porgrandes organizaciones de encuestas(como la empresa Gallup) handescubierto que las personas religiosasse sienten felices y satisfechas con suvida en mayor medida que las noreligiosas. Los estudios han descubiertoque la fe no sólo conlleva sentimientosde bienestar, sino que también pareceayudar a afrontar más serenamentecuestiones como el envejecimiento o lasuperación de crisis personales yacontecimientos traumáticos. Además,

las estadísticas muestran que lasfamilias con fuertes creencias religiosasse ven afectadas por menores índices dedelincuencia, alcoholismo, drogadiccióny rupturas matrimoniales.

También hay pruebas que indicanque la fe puede tener beneficios para lasalud, incluso en casos de enfermedadesgraves. De hecho, hay cientos deestudios científicos y epidemiológicosque han establecido una vinculaciónentre la fe religiosa, índices menores demortalidad y mejor salud. Según unestudio, mujeres ancianas con fuertescreencias religiosas pudieron caminardistancias más largas, después de haber

sido operadas de la cadera, que las quetenían menos convicciones religiosas;también se sintieron menos deprimidasdespués de la operación. Un estudiorealizado por Ronna Casar Hanis yMary Amanda Dew en el Centro Médicode la Universidad de Pittsburghdescubrió que los pacientestrasplantados de corazón con fuertesconvicciones religiosas tienen menosdificultades para afrontar regímenesmédicos postoperatorios y muestran unamejor salud física y emocional a largoplazo. En otro estudio del doctorThomas Oxman y sus colegas de laEscuela Médica de Dartmouth, se

descubrió que los pacientes mayores decincuenta y cinco años sometidos a unaoperación quirúrgica a corazón abiertode la arteria coronaria o de la válvulacardiaca que se habían refugiado en suscreencias religiosas, tenían tres vecesmás probabilidades de sobrevivir quequienes no lo habían hecho.

A veces, los beneficios de una fuertefe religiosa son el producto directo delas doctrinas de una religión concreta.Muchos budistas, por ejemplo, soportanel sufrimiento a través de su fe en ladoctrina del karma. Gracias a la fe quetienen depositada en un Diosomnisciente y amoroso, un Dios cuyo

plan quizá sea oscuro para nosotros peroque, en su sabiduría, terminará porrevelarnos su amor, mucha gente puederesistir sus tribulaciones. Con fe en lasenseñanzas de la Biblia, puedenreconfortarse con versículos como el deRomanos 8:28: «En todas las cosasinterviene Dios para bien de los que leaman, de aquellos que han sido llamadossegún su voluntad».

Aunque algunas de lascompensaciones de la fe se basen endoctrinas de una confesión determinada,la vida espiritual también tiene otrascaracterísticas comunes a todas lasreligiones. La participación en las

actividades de cualquier grupo religiosopuede crear una sensación depertenencia, de lazos comunes, unaconexión con los otros participantes.Ofrece una estructura a través de la cualuno puede conectarse y relacionarse conlos demás; eso puede proporcionar unsentimiento de pertenencia. Lascreencias religiosas muy arraigadaspueden damos un profundo sentido depropósito, aportar significado a lapropia vida. Ofrecen esperanza frente ala adversidad, el sufrimiento y lamuerte. Ayudan a adoptar unaperspectiva amplia, que nos permitesalir de nosotros mismos cuando nos

sentimos abrumados por los problemascotidianos.

Aunque estos beneficios potencialesestán al alcance de quienes practicanuna religión establecida, está claro quetener una fe religiosa no garantiza, por sísola, la felicidad y la paz. Por ejemplo,en el mismo momento en que TerryAnderson se hallaba encadenado en unacelda, manifestando los valores máselevados de la fe religiosa, justo fuerade ella se desataban la violencia demasas y el odio mostrando los peoresaspectos de la misma. Durante años,distintos grupos musulmanes, cristianose israelíes mantuvieron una guerra, en

parte alimentada por el odio violentoentre los bandos, lo que tuvo comoconsecuencia atrocidades inenarrablescometidas en nombre de la fe. Es unavieja historia que se ha repetido condemasiada frecuencia a lo largo de lostiempos, incluso en el mundo moderno.Debido a este potencial para alimentarla división y el odio, resulta fácil perderla confianza en las religiones. Eso hallevado a algunas figuras como el DalaiLama a tratar de difundir los elementosde la vida espiritual que pueden seraplicados universalmente para aumentarla felicidad, independientemente de laconfesión o las creencias religiosas.

Así, con tono de la más completaconvicción, el Dalai Lama concluyó suanálisis ofreciendo su visión de unaverdadera vida espiritual:

—Cuando hablo de adoptar unadimensión espiritual en nuestra vida, heidentificado fe con espiritualidad.Cuando se profesa una religión eso estábien. Pero nos podemos arreglar inclusosin creencias religiosas. En algunoscasos, nos las arreglamos mejor.Tenemos derecho: si deseamos creer,bien; si no, también. Existe, sinembargo, otro nivel de espiritualidad.Eso es lo que llamo espiritualidad

básica: se trata de un conjunto decualidades, como bondad, amabilidad,compasión, atención con los demás.Tanto si somos creyentes como si no,esta clase de espiritualidad es esencial.Personalmente, considero este segundonivel de espiritualidad más importanteque el primero, porque al margen de lomaravillosa que pueda ser una religión,sólo será aceptada por una parte de lahumanidad. Pero, mientras seamos sereshumanos, mientras formemos parte de lafamilia humana, todos necesitamosaquellos valores espirituales. Sin ellos,la existencia humana resulta dura, muyseca: ninguno de nosotros podrá ser una

persona feliz, nuestra familia sufrirá y,en último término, toda la sociedadtendrá más problemas. Así pues, quedaclaro que el cultivo de aquellos valoresresulta esencial.

»Al cultivarlos, me parece quenecesitamos recordar que de losaproximadamente cinco mil millones deseres humanos que habitamos esteplaneta, sólo unos mil o dos milmillones somos creyentes. Naturalmente,al referirme a creyentes no incluyo aaquellas personas que dicensimplemente: "Soy cristiano" porque loeran sus antepasados, pero que nopractican su religión. Por tanto,

excluyendo a estas personas, creo quequizá haya alrededor de mil millones depersonas que practiquen sinceramente sureligión. Eso significa que hay cuatromil millones de personas, la mayoría dela población de esta tierra, que no soncreyentes. Tenemos que encontrar unaforma de intentar mejorar la vida deellos, de esos cuatro mil millones deseres que no tienen religión específica;alguna forma de ayudarles a convertirseen seres humanos buenos, en personasmorales, sin ninguna religión. En esteaspecto creo que la educación escrucial, ya que dar a la gente la idea deque la compasión, la afabilidad,

etcétera, son las cualidades humanasbásicas no afecta sólo a los miembrosde una Iglesia. Creo que antes yahablamos de la importancia fundamentaldel calor humano, del afecto y lacompasión para la salud física de lagente, para su felicidad y paz mental.Este es por tanto un tema muy práctico yno simple teoría religiosa oespeculación filosófica. Se trata de untema clave. Y creo que constituye laesencia de las enseñanzas religiosas detodas las confesiones. Pero también esesencial para los que prefieren no tenerreligión. Creo que a esas personaspodemos educarlas y convencerlas de

que está bien que permanezcan sinreligión, pero que hay que ser unapersona buena, un ser humano sensible,con sentido de la responsabilidad y delcompromiso para lograr un mundo mejory más feliz.

»En general, es posible que cadacual muestre su religión por mediosexternos, como ciertas vestimentas, lasimágenes sagradas del hogar, cancionesu oraciones. Estas prácticas no son tanimportantes como que cada uno lleve unestilo de vida verdaderamenteespiritual, basado en valoresfundamentales, porque es posiblerealizar actividades externas públicas al

mismo tiempo que se tiene un estadomental muy negativo. La verdaderaespiritualidad debería tener comoresultado que la persona fuera másserena, más feliz, más pacífica.

»Todos los estados virtuosos de lamente, como la compasión, la tolerancia,el perdón, la atención hacia los demás,etcétera, todas esas cualidades mentaless o n dharma genuino, cualidadesespirituales genuinas, porque no puedencoexistir con malos sentimientos o conestados negativos de la mente.

»Así pues, adoptar un método queaporte disciplina a la propia mente es laesencia de una vida religiosa; se trata de

una disciplina interior que tiene elpropósito de cultivar estados mentalespositivos. Por tanto, llevar una vidaespiritual depende de que se hayaconseguido alcanzar ese estadodisciplinado y domesticado de la mentey que eso se vea reflejado en lasacciones cotidianas.

El Dalai Lama tenía que asistir a unapequeña recepción en honor de un grupode donantes que apoyaban la causatibetana. Frente a la sala de recepción sehabía congregado una gran multitud, a laespera de su aparición. Cuando él llegó,

la multitud ya era bastante densa. Entrelos espectadores observé a un hombre alque había visto en un par de ocasiones alo largo de la semana. No era fácilprecisar su edad, aunque yo le habríasupuesto entre veinticinco y treinta años;era alto y muy delgado. Aunquedestacaba por su aspecto descuidado,me había llamado la atención por suexpresión, que había visto confrecuencia entre mis pacientes:angustiada, profundamente deprimida,como si sufriera mucho. Creí observarligeros gestos reflejos alrededor de suboca. «Discinesia tardía», diagnostiquéen silencio. La discinesia es un trastorno

neurológico causado por el uso crónicode medicación antipsicótica. «Pobrehombre», pensé, aunque me olvidé de élrápidamente.

Al llegar el Dalai Lama, la multitudse condensó y se movió hacia él parasaludado. El personal de seguridad,compuesto en su mayor parte porvoluntarios, se esforzó por contener a lamasa de gente que avanzaba, paradespejar un camino hacia la sala derecepción. El joven angustiado de antes,ahora con una expresión un tantodesconcertada, se vio empujado haciaadelante por la multitud y se encontró alborde del claro abierto por el equipo de

seguridad. Al abrirse paso, el DalaiLama observó al hombre, se liberó de laprotección del equipo de seguridad y sedetuvo para hablar con él. Al principio,el joven se quedó aturdido y empezó ahablar muy rápidamente al Dalai Lama,que pronunció pocas palabras. No pudeescuchar lo que se dijeron, pero observéque mientras hablaba, el joven empezó amostrarse visiblemente más agitado. Elhombre decía algo pero, en lugar deresponder, el Dalai Lama le tocóespontáneamente la mano, dándole unassuaves palmaditas, y durante unmomento se limitó a permanecer allí,asintiendo con ligeros gestos. Mientras

sostenía con firmeza la mano del joven ylo miraba a los ojos, pareció como si nose diera cuenta de la multitud que lerodeaba. De repente, la expresión dedolor y agitación pareció desaparecerdel rostro del hombre y las lágrimascorrieron por sus mejillas. Aunque lasonrisa que brotó y se extendiólentamente sobre sus rasgos fue tenue,una expresión de consuelo y alegríaapareció en sus ojos.

El Dalai Lama ha resaltadorepetidas veces que la disciplinainterior es la base de una vida espiritual.Es el método fundamental para alcanzarla felicidad. Tal como explicó para este

libro, la disciplina interior supone,desde su perspectiva, combatir losestados negativos de la mente, como lacólera, el odio y la avaricia, y cultivarlos estados positivos como laamabilidad, la compasión y latolerancia. También ha señalado que unavida feliz se construye sobre elfundamento de ese estado mental serenoy estable. El desarrollo de la disciplinainterna puede incluir técnicas demeditación formal que ayudan aestabilizar la mente y logran ese estadode calma. La mayoría de las religionesincluyen prácticas que tratan de aquietarla mente, de situarnos más en contacto

con nuestra más profunda naturalezaespiritual. Como conclusión de la seriede conferencias pronunciadas por elDalai Lama en Tucson, el maestroofreció una meditación pensada paraayudarnos a serenar nuestrospensamientos, observar la naturalezafundamental de la mente y desarrollar la«quietud de la mente».

MEDITACIÓN SOBRE LANATURALEZA DE LA MENTE

Tras observar a los reunidos,empezó a hablar en su forma peculiar,

como si en lugar de dirigirse a un grupoestuviera transmitiendo enseñanzas acada individuo presente. En algunosmomentos se mostraba quieto yconcentrado, en otros más animado;acompañaba sus instrucciones conligeros movimientos de cabeza, gestoscon las manos y suaves balanceos.

—El propósito de este ejercicio esempezar a reconocer y percibir lanaturaleza de nuestra mente —empezó adecir—, al menos a un nivelconvencional. Generalmente, alreferimos a nuestra mente, expresamosun concepto abstracto. Si no tenemos unaexperiencia directa de nuestra mente,

por ejemplo, si se nos pidiera que laidentificáramos, nos sentiríamosimpulsados a señalar simplemente elcerebro. Si se nos pidiera quedefiniésemos la mente, diríamos que esalgo que tiene «capacidad para saber»,algo que es «claro» y «cognitivo». Perosi no hemos captado directamente lamente a través de prácticas demeditación, estas definiciones no sonmás que palabras. Es importante poderidentificar la mente a través de laexperiencia directa y no sólo como unconcepto abstracto. Por tanto, elpropósito de este ejercicio es sentir ocaptar directamente la naturaleza

convencional de la mente, de modo quecuando se diga que la mente tienecualidades de «claridad» y «cognición»,seamos capaces de identificarla deforma experimental.

»Este ejercicio nos ayuda a detenerdeliberadamente los pensamientos y apermanecer gradualmente en ese estadodurante un tiempo cada vez másprolongado. Cuando se domina esteejercicio se llega a tener la sensación deque no hay nada, sólo vacío. Pero si seprofundiza más, se empieza a reconocerla naturaleza fundamental de la mente,sus cualidades de "claridad" y de"conocimiento". Es como un vaso de

cristal puro lleno de agua. Si el aguatambién es pura, se puede ver el fondodel vaso, aun sabiendo que el agua estáahí.

»Así que hoy meditaremos sobre lano conceptualidad. No es este un simpleestado de abulia o de dejar en blanconuestra mente. En lugar de eso, lo quehay que hacer es decidir "anular lospensamientos conceptuales". La formade hacerla es la siguiente:

»En términos generales, nuestramente está dirigida predominantementehacia los objetos externos. Nuestraatención sigue el sentido de lasexperiencias. Se mantiene en un nivel

predominantemente sensorial yconceptual. En otras palabras, nuestraconciencia se dirige normalmente hacialas experiencias sensoriales y losconceptos mentales. En este ejercicio loque hay que hacer es retirar la mentehacia el interior; no lanzarla a la caza deobjetos sensoriales. Pero, al tiempo, nodebe retirarse hasta el extremo deprovocar un estado de estupor. Ha deestarse en un estado consciente de alertay atención, para desde él asumir laconciencia, de modo que ésta no se veaafectada por los pensamientos delpasado, las cosas que han ocurrido, susrecuerdos o ideas sobre el futuro, como

planes, expectativas, temores yesperanzas. Intente más bien permaneceren un estado relajado y neutral.

»Esto es un poco como un río quefluye con fuerza, por lo que su lecho nose puede ver con claridad. Si hubieraalgún modo de detener el flujo de ambasdirecciones, es decir, desde donde llegael agua y hacia donde va, se podríamantener el agua quieta. Eso permitiríaver el lecho del río. De modo similar,cuando se es capaz de detener la mentede modo que deje de cazar objetossensoriales y pensar en el pasado y en elfuturo, si se puede liberar la mente porcompleto, dejándola totalmente "en

blanco", podría empezarse a mirardebajo de la turbulencia de los procesosde pensamiento. Allí reina una quietudsubyacente, una claridad fundamental dela mente. Debería tratarse de observar yexperimentar eso…

»Quizá sea difícil de conseguir enuna fase inicial, así que iniciaremos lapráctica desde esta misma sesión. En lafase inicial, cuando se empieza aexperimentar este estado naturalsubyacente de "conciencia", se sientecomo una "ausencia". Eso ocurre porqueestamos muy habituados a comprendernuestra mente en términos de objetosexternos; tendemos a mirar el mundo a

través de nuestros conceptos, imágenes,etcétera. Así que, al retirar la mente delos objetos externos es casi como si nopudiéramos reconocer nuestra propiamente. De ahí proviene la ausencia, lavacuidad. No obstante, a medida que seprogresa y se acostumbra uno a ella, seempieza a notar una claridad subyacente,una luminosidad. Es entonces cuando secomienza a apreciar el estado natural dela mente.

»Muchas de las experienciasmeditativas realmente profundas tienenque alcanzarse sobre la base de laquietud de la mente… Oh —exclamó elDalai Lama echándose a reír—, debería

advertirles que en este tipo demeditación se corre el peligro dequedarse dormido, puesto que no hayobjeto específico sobre el queconcentrar la atención.

»Así que, ahora, meditemos…»Para empezar, realicemos antes tres

rondas de respiración profunda ycentremos la atención simplemente en larespiración. Concéntrese en lainspiración, la espiración, lainspiración, la espiración…, hasta tresveces. Luego, empiecen la meditación.

El Dalai Lama se quitó las gafas,cruzó las manos sobre su regazo ypermaneció inmóvil, sumido en la

meditación. Un silencio total se extendiópor la sala, al tiempo que mil quinientaspersonas efectuaban una introspección,en la soledad de mil quinientos mundosprivados, tratando de acallar suspensamientos y quizá de echar un vistazofugaz a la verdadera naturaleza de supropia mente. Al cabo de cinco minutos,el silencio crujió, aunque no se rompió,cuando el Dalai Lama empezó a cantarsuavemente, con voz baja y melódica,sacando suavemente a sus oyentes de lameditación.

Ese día, al concluir la sesión, elDalai Lama juntó las manos, como hacíasiempre, se inclinó ante el público en

demostración de afecto y respeto, selevantó y se abrió paso entre la genteque lo rodeaba. Mantuvo las manosjuntas y siguió inclinándose a uno y otrolado mientras abandonaba la sala. Alcruzar por entre la multitud se inclinótanto que habría sido imposible verlopara cualquiera que estuviera a más deunos pocos pasos de distancia. Parecíaperdido entre un mar de cabezas. Desdela distancia, sin embargo, aún podíadetectarse el camino que seguía por elsutil desplazamiento del movimiento dela multitud al pasar él. Era como sihubiese dejado de ser un objeto visibley se hubiera convertido, simplemente, en

una presencia que se siente.

AgradecimientosEste libro no habría existido sin los

esfuerzos y la amabilidad de muchaspersonas. En primer lugar, quisieratransmitir mi más sentidoagradecimiento a Tenzin Gyatso, eldecimocuarto Dalai Lama, con unaprofunda gratitud por su ilimitadaafabilidad, generosidad, inspiración yamistad. Y a mis padres, James y BettieCutler, en cariñoso recuerdo, porhaberme proporcionado los fundamentosde mi propio camino para encontrar lafelicidad en la vida.

Mi más sincero agradecimiento seextiende a muchos otros:

Al doctor Thupten Jinpa por suamistad, su ayuda en la revisión de lostextos del Dalai Lama incluidos en estelibro, su papel esencial al actuar comointérprete de las conferencias del DalaiLama y en muchas de nuestrasconversaciones privadas. Y también aLobsang Jordhen, el venerable Lhakdor,por actuar como intérprete mío para unaserie de conversaciones con el DalaiLama en la India.

A Tenzin Geyche Tethong, RichenDharlo y Dawa Tsering, por su apoyo yayuda en muchos aspectos a lo largo de

los años.A muchas personas que trabajaron

mucho para asegurarse de que la visitadel Dalai Lama a Arizona en 1993 fuerauna experiencia gratificante para tantos:a Claude d'Estree, Ken Bacher y elconsejo y el personal de ArizonaTeachings, Ine., a Peggy Hitchcock y alconsejo de Arizona Friends of Tibet, ala doctora Pam Willson y a los queayudaron a organizar la conferenciapronunciada por el Dalai Lama en laUniversidad Estatal de Arizona, asícomo a las docenas de entregadosvoluntarios, por sus incansablesesfuerzos, en nombre de quienes

asistieron a las acciones del Dalai Lamaen Arizona.

A mis extraordinarios agentes,Sharon Friedman y Ralph Vicinanza, y asu maravilloso equipo, por su ánimo,amabilidad, entrega y ayuda en tantosaspectos de este proyecto y por el durotrabajo realizado más allá de lo exigidopor el deber. He contraído con ellos unadeuda especial de gratitud.

A aquellos que aportaron su valiosaasistencia, percepción y experienciaeditorial, así como apoyo personaldurante el prolongado proceso deredacción: a Ruth Hapgood por sushábiles esfuerzos para editar las

primeras versiones del manuscrito, aBarbara Gates y a la doctora RonnaKabatznick por su indispensable ayudapara revisar el voluminoso material, asícomo para centrarlo y organizarlo en unaestructura coherente. También a miingenioso editor Amy Hertz por creer enel proyecto y ayudar a configurar ellibro en su forma final. También aJennifer Repo y al personal de revisiónde galeradas de Riverhead Books.También quisiera expresar mi cálidoagradecimiento a todos aquellos queayudaron a transcribir las conferenciasdel Dalai Lama en Arizona, amecanografiar las transcripciones de

mis conversaciones con él y amecanografiar partes de las primerasversiones del manuscrito.

Wyatt Gothe, la doctora GailMcDonald, Larry Cutler, Randy Cutler yun agradecimiento especial conprofundo aprecio a Candee y ScottBrierley, así como a otros muchosamigos a los que quizá no haya citadoaquí por su nombre, pero a los que llevoen mi corazón con permanente amor,gratitud y respeto.

Y a Lori, con amor.

Notas[1] El término dharma tiene muchas

connotaciones; no existe un equivalenteexacto en el léxico español. Se utilizacon frecuencia para referirse a lasensenanzas y doctrina de Buda, incluidoel cuerpo tradicional de escrituras, asícomo el estilo de vida y la concienciaque se derivan de la aplicacion de lasensenanzas. A veces, los budistasutilizan la palabra en un sentido general,para referirse a prácticas espirituales oreligiosas, a la ley espiritual universal oa la verdadera naturaleza de los

fenómenos, y el término Buddhadharma,más especifico, para los principios yprácticas del camino budista. La palabrasánscrita dharma deriva de una raíz quesignifica «sostener» y, en este sentido,tiene un significado más amplio, alreferirse a cualquier comportamiento ocomprension que sirva para «sostener»al individuo y protegerlo del sufrimientoy sus causas.

[2] En la filosofía budista, la«naturaleza de Buda» se refiere a lanaturaleza fundamental, básica y mássutil de la mente. Presente en todos losseres humanos, no puede alcanzarse

cuando hay emociones o pensamientosnegativos.

[3] La Kashag fue el consejo degobierno del Tíbet durante la dinastíaQing y la República de China. Fuecreada por el emperador Qianlong en1751 y representó a la administracióncivil desde de que el séptimo DalaiLama, Kelzang Gyatso, suprimió elcargo de regente o Desi (en el que sehabía depositado demasiado poder).

[4] Samsara, del sánscrito, es unestado de la existencia caracterizado porinterminables ciclos de vida, muerte y

renacimiento. Este término también serefiere a nuestro estado ordinario deexistencia, caracterizado por elsufrimiento. Todos los seres permanecenen este estado, a consecuencia de lasimprontas kármicas de acciones pasadasy de estados «engañosos» de la mente,hasta que se eliminan todas lastendencias negativas de la mente y sealcanza un estado de liberación.

[5] A través del voto deBodhisattva, el educando espiritualafirma su intención de convertirse en unBodhisattva, literalmente el «guerrerodespierto», quien, por amor y

compasión, ha alcanzado la realizacióndel Bodhicitta, un estado mentalcaracterizado por la aspiraciónespontánea y genuina a alcanzar la plenailuminación para ser beneficioso paratodos los seres.