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EL ARMA INFALIBLE.CHICO XAVIER.TRANSCRIPT
EL ARMA INFALIBLE
Por el Espíritu Neio Lucio. Psicografia de Francisco Cándido Xavier
Cierto día, un hombre insubordinado creó un poderoso y largo
pensamiento de odio, lo colocó en una carta ruda y malcriada, y lo
mandó al jefe del taller del que fuera despedido.
El pensamiento estaba basado en la forma de amenazas crueles. Y
cuando el director del servicio leyó las frases ingratas con las que se
expresaban, las acogieron, desprevenidamente, en su propio corazón,
y se puso furioso sin saber por qué.
Encontró, de inmediato, al subdirector del taller, y con el pretexto de
encontrar una pequeña pieza quebrada, dirigió sobre él la bomba
mental que traía consigo.
Fue la vez del subdirector tornarse neurasténico, sin dar motivo.
Guardó la proyección maléfica en el sentimiento, permaneció
enfadado varias horas, y en el instante del almuerzo, en vez de
alimentarse, descargó en la esposa el peligroso dardo intangible.
Tan solo por ver un zapato mal engrasado, profirió decenas de
palabras feas; se sintió aliviado y la mujer pasó a guardar en el pecho
la odiosa vibración, en forma de cólera inexplicable.
Repentinamente trastornada por el rayo que la hiriera y que, hasta
allí, ninguno supiera remover, se encaminó hacia la empleada que se
encargaba del servicio del calzado y la regañó. Con palabras
indeseables le inoculó en el corazón el estilete invisible. Ahora, era
una pobre niña quien detenía el tóxico mental.
No pudiendo despejarlo con los platos y las tazas que tenía al alcance
de sus manos, en vista de la enorme deuda en dinero que sería
obligada a aceptar, se acercó al viejo perro, dormilón y paciente, y le
transfirió el veneno sutil, con un puntapié de vastas proporciones.
El animal gimió y salió disparado, tocado por la energía mortífera, y
para librarse de ésta, mordió a la primera persona que encontró en la
vía pública.
Era la señora de un propietario vecino, que herida en el coxis, se
enfureció instantáneamente, poseída por la fuerza maléfica. En
gritería desesperada, fue conducida a cierta farmacia; entretanto, se
dio prisa en transferir al enfermero que la atendía la vibración
maldita. Lo llenó de insultos y lo abofeteó.
El joven muy servicial, sosegado que era, se convirtió en una
verdadera fiera. Replicó los golpes recibidos con observaciones
ásperas y salió alucinado, para su residencia, donde la vieja y devota
madre lo esperaba para la refección de la tarde. Llegó y descargó
sobre ella toda la ira de que era portador. – ¡Estoy harto! –Bramó–
¡La señora es la culpable de los sinsabores que me persiguen! ¡No
soporto más esta vida infeliz! ¡Huya de mi vista!... 29
Pronunció nombres terribles. Blasfemó, y gritó colérico como un loco.
La viejita, sin embargo, lejos de enfadarse, le tomó las manos y le dijo
con naturalidad y blandura:
– ¡Venga acá hijo mío!
¡Usted está cansado y enfermo!
Sé la extensión de sus sacrificios por mí y reconozco que tiene razón
en lamentarse.
No obstante, ¡Tengamos buen ánimo! ¡Acordémonos de Jesús!... Todo
pasa en la tierra. No nos olvidemos del amor que el maestro nos legó…
Lo abrazó, conmovida, y le acarició los cabellos.
El hijo se demoró en contemplarle los ojos serenos, y reconoció que
había en el cariño materno tanto perdón y entendimiento que
comenzó a llorar, pidiéndole disculpas.
Hubo entonces entre los dos una explosión de íntimas alegrías.
Comieron felices y oraron en señal de reconocimiento a Dios. La
proyección destructiva de odio murió, al final, allí, dentro del humilde
hogar, delante de la fuerza infalible y sublime del amor.
Libro: Alborada Cristiana. Lección nº 12. Página 57.