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EL AÑO 1236

DE RECONQUISTA EN CÓRDOBA

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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~ 1 ~

Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en ofrecer

la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar. Lo ha hecho

valiéndose de cuantas fuentes que ha tenido a mano o por medio de la red in-

formática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le documentaron a tra-

vés de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa como editor en el caso de

algún texto conseguido por las vías mencionadas. Y para no causar ningún per-

juicio, ni propio ni ajeno, queda prohibida la reproducción total o parcial de este

libro, así como su tratamiento o transmisión informática, no debiendo utilizarse

ni manipularse su contenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se

reproduzcan indebidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia,

etc.

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A MODO DE PRÓLOGO

SAN TELMO Y EL CHRONICON MUNDI DE LUCAS DE TUY

Fue bisiesto este año 1236 que empezó en martes. Nos depara, entre otros asuntos, un

relato de reconquista cristiana fundamental, el de la toma de Córdoba. No estando lejos

del rey Fernando III el Santo había otro Santo: Pedro González Telmo, San Telmo, un

peculiar y muy valioso fraile dominico. A él en gran parte se le dedica este a modo de

prólogo, aunque puede que nos ocupemos del mismo también cuando sea su muerte, en

1246.

Pedro González Telmo era de la villa palentina de Frómista, nacido y criado en distin-

guida familia cristiana. Recibió esmerada educación y, llegado el momento, estudió con

mucho éxito en el palentino Studium Generale o Universidad, donde también había es-

tudiado mucho antes Santo Domingo de Guzmán, como podemos recordar.

Pedro González se sentía afortunado, un tío con suerte, como suele decirse, ya que,

siendo sobrino del obispo Arderico de Palencia, éste le posibilitó honores y le concedió

cargos de gran relevancia, sumados a sus títulos académicos. Ordenado sacerdote, fue

canónigo y (muy joven) deán de la catedral. Pedro estaba más interesado por lo honorí-

fico y rentable que por lo sacerdotal y espiritual. Todo le resultaba y le salía bien, a pe-

dir de boca. ¿No era de esperar también que su tío le destinara para sucederle en el obis-

pado?

Pero eran otros los planes y designios de Dios. El Señor se sirvió de un hecho al pare-

cer fútil o sin importancia alguna para que Pedro González tuviera su conversión, como

Saulo la tuvo camino de Damasco. También Telmo, revestido de solemne autoridad en

una no menos solemne y concurrida ocasión, iba montado sobre un brioso y elegante ca-

ballo, pensando causar la admiración de la gente, cosa que tanto le agradaba; pero he

aquí que al caballo, sin evitar un espanto, se le antojó dar un salto y hacer una cabriola,

resultando un derribo volteado y brusco del llamativo jinete, que rodó por el suelo, justo

por donde se extendía un charco fangoso o sucio lodazal que no pudo esquivar, emba-

rrando aquellos ricos y suntuosos vestidos de sedas y brocados que tan vanidosamente

portaba el ilustre deán don Pedro. Se avergonzó éste tanto al verse humillado y hecho

una calamidad impresentable en medio de tanta concurrencia, con toda la gente riéndose

y burlándose, mofándose e intercambiándose chascarrillos, comentarios jocosos…, que

Pedro se dijo, todo colorado y acalorado, perdida la rica coloración de sus vestimentas:

¿Cómo es posible? ¿Qué pitorreo es éste?

Y entonces mismo, sintiéndose tumbado por la gracia de Dios y por la verdad del pue-

blo, decidió cambiar de vida, y dejar la mundanidad en la que estaba, desechando el dis-

fraz del que tanto se pavoneaba con excusa incluso de religiosidad. No tardó en acudir a

la portería del convento de los dominicos de Palencia y pedir allí hacerse fraile pobre y

mendicante. Muy feliz y contento se renovó en todo, hizo vida humilde de novicio y se

consagró a Dios para el carisma dominico de la predicación, emitiendo los votos de la

profesión religiosa.

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Ya no llamaba la atención por su vanidad sino por su humildad, no siendo arrogante

sino servicial y de gran celo apostólico. Parecía llevar fuego en su corazón, siendo de

ardiente caridad, al mismo tiempo que dejaba traslucir la inocencia de un niño y la po-

bre sencillez del más pequeño de los discípulos, él que se había jactado de ser gran

maestro y doctor.

Como buen dominico, fue destinado a predicar, misionando por muchos pueblos y

ciudades de las tierras españolas y portuguesas. A nadie dejaba indiferente y se efec-

tuaban muchos cambios de conducta o conversiones en quienes le escuchaban, perci-

biéndose su predicación como un fuego que aviva el ánimo enfervorizándolo profunda-

mente. El mismo rey San Fernando se encandilaba al escucharle. La elocuencia de San

Telmo era significativa por ir acompañada de pobreza y austeridad, tan valoradas enton-

ces en los humildes frailes mendicantes que las testimoniaban. Y la gente experimenta-

ba los milagros. Se conmemora en el santoral el 14 de abril, realmente como beato.

El rey Fernando III tuvo a San Telmo como uno de los capellanes de sus tropas, sien-

do éste cruzado y misionero, no resultándole todo o siempre fácil. Un suceso estúpida-

mente lamentable y de lo que se estima de mal gusto vino a perturbar la gran labor mi-

nisterial de San Telmo, por parte sobre todo de los caballeros más jóvenes, díscolos y

mundanos, ciertamente poco virtuosos.

No sabemos a punto fijo ni la fecha exacta ni la localidad donde ocurrió, mas hace al

caso que unos cuantos descontentos, de los conspicuos de la milicia, cuya lubricidad y

escándalo habían sido flagelados con valentía y puestos al descubierto por el indomable

religioso, no toleraban su presencia ante ellos y dieron en la flor de zaherir, badajear y

hacer ascos de él. Su humildad, murmuraban, era torpe máscara y ficción; su fervor, hi-

pocresía; su candor, puro disfraz so capa de salaz lascivia. No faltaron, gracias a Dios,

quienes salieran en pro de su inocencia y genuina santidad, pero con este motivo se ar-

mó tal polémica y enredo que una frívola cortesana quiso sacar partido del embrollo,

ofreciéndose a sus cómplices por dinero para tentar y hacer sucumbir a aquel “santo de

pacotilla”, como decían todos. No importa gran qué la posibilidad de escenificarnos el

episodio. La ariscada y diabólica damisela tuvo la avilantez o atrevimiento de tentarle.

Era buena moza y lo hizo sacando a relucir melindres y lágrimas, empalagos de un mo-

do apasionado, hechicero, febril…, pero él fue dueño de sí mismo y el cielo le inspiró

encender una gran fogata y se arrojó en las llamas. La pecadora quedó petrificada, como

si la atravesara un rayo del cielo; el religioso, incólume y radiante de fulgor sobrenatu-

ral; los maquinadores, que estaban al acecho, estupefactos. Todos confesaron su crimen,

arrepentidos, y la virtud de fray Telmo en adelante va a parecerse más al oro purificado

en el crisol. Éste fue también el fuego de San Telmo.1

1 Se conoce como fuego de San Telmo al meteoro ígneo que consiste en una descarga de efecto corona

electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan

las tormentas eléctricas. Estaba considerado un buen augurio por los marineros españoles durante la con-

quista de América. Anteriormente este fuego recibía el nombre de San Elmo (Erasmo de Formia, en Italia,

mártir hacia el año 303, que se conmemora el 2 de junio), pero acabó referido a San Telmo (Pedro Gon-

zález).

El característico fogonazo se produce cuando el campo eléctrico creado por una tormenta intensa ioniza

el aire y hace que en su seno se forme un plasma de partículas cargadas que se mueven conjuntamente.

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Lo cierto fue que, a raíz de este triste y lamentable episodio, Pedro González Telmo

marchó a Galicia, orando y predicando muy particularmente en Tuy (Pontevedra), en es-

te año 1236, retirado de la milicia y entregado a los pobres, muy especialmente de la

mar, cumpliendo siempre la obediencia de su Orden de Predicadores. ¿Desazonado y

molesto quizá? ¿Acaso por la atracción que desde niño ejercía sobre él el camino jaco-

beo? ¿Aposta y en virtud de un plan preconcebido de sus superiores? Bien pudiera ser

que por las tres razones u otras. Los dominicos no tenían en Galicia más conventos que

el de Santiago, centro de irradiación admirable, así en lo religioso como en lo civil, ma-

yormente desde los tiempos de Gelmírez, para un apostolado brillante y de altura y pro-

pagativo. A él es destinado fray Telmo, llevando consigo a fray Pedro de las Mariñas,

de Betanzos, sólo que en el camino se deja ver y misiona por donde pasa, y de aquí pro-

viene tal vez que más de una ciudad (póngase por caso Astorga) haya reivindicado la

gloria de su cuna.

Más que establecerse en algún punto de Galicia, San Telmo fue predicador itinerante,

desde Portugal, Tuy, Coruña, Lugo… Parece ser que se empleó bien en ser maestro de

sacerdotes y predicadores, siendo, como un anticipo de San Juan de Ávila, o como lo

fuera San Pablo, apóstol a lo grande.

Si no tenemos luz en el candelero o no hay sal en nuestras vidas proféticamente sosas,

¿cómo no va a ser insípido el mundo y cómo evitaremos andar a oscuras y a repelones?

La honda transformación operada en toda aquella comarca, la difusión del rezo del ro-

sario, los primeros contactos con pescadores y marineros, el amparo al desvalido, hasta

multiplicársele milagrosamente las viandas que podía proporcionarse, nuevos triunfos

de su castidad, renovándose el milagro del fuego, datan de esta primera etapa. En Por-

tugal, en el convento de Amarante, residió dos años como maestro de novicios, y de esa

escuela salió San Gonzalo de Amarante (muerto en 1262, que se conmemora el 10 de

enero).

Sin que podamos precisar fechas con total exactitud, se sabe que en este año 1236 es-

tuvo San Telmo en la reconquista de Córdoba. En tal coyuntura figura como director es-

piritual del ejército y confesor del rey Fernando III. Una tabla magnífica que se conser-

va en la catedral de Tuy representa la tienda de campaña de San Fernando. Dentro, de

rodillas, está el monarca, y, sentado, San Pedro González Telmo. ¿Por qué no prolongó

Ese plasma adquiere un resplandor blanco azulado, que a veces tiene la apariencia de un haz de fuego e

incluso puede formar largos e impresionantes chorros.

No es de extrañar que, antes de que Benjamín Franklin le diera explicación científica en 1749, este me-

teoro ígneo sobrecogiera a los marineros, pues formaba llamaradas en el extremo de los mástiles y produ-

ciendo alteración de la brújula.

Ya en los tiempos antiguos se observaba frecuentemente en el mar el fuego de San Telmo. Los nave-

gantes conocían bien estos fogonazos formándose en las puntas de los mástiles de los barcos, y aunque

parecían estar en llamas, no se quemaban. Incluso Charles Darwin, mientras viajaba por el río de la Plata,

quedó asombrado por el “fuego que no ardía”. La explicación es que este fuego se produce a temperatura

baja, con lo que no es habitual que produzca incendios (también puede aparecer en el morro de los avio-

nes en pleno vuelo). Eso sí, cuando se producía en los antiguos dirigibles era muy peligroso porque el hi-

drógeno que se utilizaba para llenarlos era extremadamente inflamable. En el accidente del zepelín Hin-

denburg, en Nueva Jersey, el 6 de mayo de 1937, murieron 36 personas.

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su función de “capellán castrense” y rehusó acompañar al rey santo en la corte, como

confesor y consejero, mientras preparaba el asalto a Sevilla? Noble de alcurnia, es cier-

to; con grande influencia y valimiento en las clases rectoras de Castilla, de finas mane-

ras y placentera presencia, con sólida fama de santidad, fray Telmo, empero, no era pa-

laciego ni cortesano, y su alma de apóstol, enamorada del pueblo sencillo, pobre, imbele

y abandonado, le hace volver a Galicia, de donde ya no volverá a salir más. ¿O estará

también en la reconquista de Sevilla, ciudad tan marinera o de puerto?

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En esta segunda fase de su estancia en Galicia, que apenas duró cuatro años, Tuy es su

Cafarnaúm, alojándose donde puede, renovando su itinerancia, madurando espiritual-

mente su santificación. Causa asombro su prodigiosa actividad en tan corto período de

tiempo: docencia y cura de almas, y, en particular, padre, maestro y juez de conciencia;

acción sobre las personas y sobre las organizaciones y fuerzas sociales; precursor de los

gremios y cofradías de mareantes.

El siglo XIII en que estamos significa en la historia universal más de lo que algunos

creen. Tiene un ideal armonioso, a despecho de su pedantería y barbarie, y cuenta los

santos a montones, algunos de ellos de excelentes y absolutamente ejemplares méritos.

La predicación deriva independiente de la patrística, más popular, nerviosa o vigorosa y

práctica; aumentan las riquezas y el desarrollo económico, lo mismo que el mercantil y

comercial; se despierta el espíritu asociativo, incluso para incremento en construir puen-

tes y caminos; abunda lo bueno y edificante, como que, sin bordar de realce, ningún

otro siglo ha hecho tanto por los pobres como el siglo XIII, así en la beneficencia pú-

blica como en la privada, en la espontánea y en la bien organizada. No obstante, la

avaricia y la miseria andan a toca ropa, y, sin haberse despeñado todavía en el escep-

ticismo, al lado de la virtud verbenea la inmoralidad. Conviene paremos mientes en que,

si bien es cierto que quedaban pocos siervos de la gleba, pululan los collazos, behetrías,

iuniores de heredad y los villanos o pecheros. ¡Era tan difícil la vida de todos éstos! Y

San Telmo no fue anacrónico ni retrógrado, sino coetáneo de su tiempo, anduvo al paso

de su época y sólo se propuso salvar o ayudar a los hombres de su generación.

Como el franciscano San Antonio de Padua, San Telmo también predicó con frecuen-

cia e infatigablemente al aire libre, porque no le cabían los oyentes en las aún pequeñas

iglesias. Era en todo padre de los pobres, promotor de iniciativas en atenderlos, espejo

impoluto de edificación y ejemplaridad. A veces se le vio atravesando a pie por las

aguas del Miño, para acercarse y llegar a todos.

Concluimos este a modo de prólogo aludiendo también al obispo Lucas de Tuy (1239-

1249), el cual, en este año 1236, siendo aún canónigo de San Isidoro de León, dio por

terminado su Chronicon Mundi, de historia del mundo y de la Península Ibérica, tal

como le encargara la reina madre Berenguela de Castilla.

La obra abarca desde los orígenes del mundo hasta la conquista de Córdoba por Fer-

nando III el Santo en este año 1236. Presenta, como queda dicho, un doble marco, uni-

versal y peninsular; se divide en cuatro partes y está redactada en un latín sencillo y

accesible. La fuente principal es el gran San Isidoro, complementando con el Biclaren-

se,2 Hidacio (siglo V), Paulo Orosio (tan relacionado con San Agustín), Alfonso III

(muerto en 910), el Silense (siglo XII) y Sampiro (muerto en 1041, obispo de Astorga),

e incorpora como material histórico, al igual que la Crónica najerense (siglo XII), nu-

merosas leyendas épicas, por lo cual resulta muy interesante para la historia de la lite-

ratura española y el origen de los cantares de gesta. Ofrece, así, datos sobre Bernardo

del Carpio,3 la mora Zaida,

4 etc. De la popularidad de la obra da testimonio el hecho de

2 Juan de Biclaro (siglo VI).

3 Legendario personaje que habría derrotado a Carlomagno en Roncesvalles.

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que hayan subsistido diecinueve manuscritos de la misma, quizá más. Fue traducido al

romance castellano a fines del siglo XIII o poco después, con el título de Crónica de

Spaña por don Luchas de Tui. Otra traducción del texto romanceado, del siglo XV, la

publicó Julio Puyol en 1926, realizada en un códice que posee la Real Academia de la

Historia. La obra se divulgó sobre todo a través de la primera versión impresa, que

ofreció el jesuita belga André Schott en el tomo IV de la Hispania illustrata (Frankfurt,

1608), elaborada por el también jesuita y gran historiador padre Juan de Mariana a prin-

cipios del siglo XVII colacionando cinco manuscritos de la misma y, para algunos pa-

sajes, el manuscrito de Salamanca.

Catedral de Tuy. Pórtico de la fachada principal y torre del claustro

4 Concubina de Alfonso VI, como podemos recordar.

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AÑO 1236

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CÓRDOBA

RECONQUISTAS VARIAS

Y ENTRE ELLAS DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA

El rey Fernando III donó la población de Capilla y su formidable castillo5 a la Orden

del Temple.

Castillo de Capilla (Badajoz)

5 En el borde oriental de la provincia de Badajoz, dando a los límites con las provincias de Ciudad Real y

Córdoba, en una encrucijada de caminos e influencias culturales que deja sentir el foco toledano, sobre un

terreno accidentado, en el eje de los itinerarios que conducen a Chillón y Almadén. También podemos in-

dicar que se encuentra en el límite de las comarcas extremeñas de La Serena y La Siberia, presentando ca-

racterísticas que podrían justificar su inclusión en cualquiera de estas dos comarcas. En todo caso, su lo-

calización en la orilla izquierda del río Zújar, sobre la vertiente sur de la sierra del Torozo, la sitúa en La

Serena. La reconquista cristiana de Capilla ya ocurrió en 1226, si bien fue retomada de nuevo por los mu-

sulmanes y reconquistada de nuevo por los cristianos, hasta parar a manos de los caballeros templarios,

como aquí contamos.

El castillo se muestra actualmente en estado ruinoso, ubicado sobre un risco. Fernando III lo donó a la

Orden del Temple, convirtiéndolo los templarios en cabeza de una encomienda, y en sus manos perma-

neció hasta que fueron suprimidos en 1312

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Saliendo después el rey desde Almadén,6 reconquistó los castillos de Almorchón

7

(que también donó a los templarios), Gahete8 y Cañete de las Torres,

9 llegándose luego

a la deseada Córdoba y ganándola para los cristianos. Fue el día 29 de junio10

de este

año 1236 cuando se reconquistó Córdoba para los cristianos. A Fernando III le entregó

las llaves de la ciudad el príncipe gobernador Abu-l-Casan.

De una parte, como sabemos o podemos recordar, Ibn Hud, emir de Murcia, vino a

gobernar ampliamente en todo Al-Ándalus desde que se impuso a los almohades suble-

vándose en el murciano valle de Ricote, en 1228. Prosperó, pero la estabilidad no le

resultó sostenible. Hubo de soportar sublevaciones y tensiones, ocurridas en diversos lu-

gares como Granada, teniendo a Muhammad ibn Nasr como principal o más cercano

enemigo, así como soportando el avance de la reconquista cristiana, marcándose un hito

con la victoriosa batalla de Jerez en 1231.11

Ibn Hud pudo superar esta primera crisis al

6 Provincia de Ciudad Real.

7 Pedanía de Cabeza del Buey (Badajoz). Se trata de una fortaleza de mucha semejanza con la antes men-

cionada de Capilla. Se edificó sobre un cerro rocoso y de difícil acceso que evidencia su importancia es-

tratégica, desde el que se puede observar gran panorámica. La toponimia del castillo indica su origen mu-

sulmán.

8 En Belalcázar (al norte de la provincia de Córdoba). El castillo (bella alcázar) de los señores Sotomayor

y Zúñiga y Modroñiz fue construcción posterior a la anterior fortaleza musulmana e incluso romana.

9 Provincia de Córdoba. Esta localidad, por su carácter fronterizo, fue reconquistada y perdida varias ve-

ces, hasta que reconquistándola Fernando III la puso bajo la jurisdicción de la recién reconquistada ciudad

de Córdoba, tal como ahora estamos viendo.

10

De los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

11

La batalla de Jerez de la Frontera (inmediaciones), en la actual provincia de Cádiz, fue combate (libra-

do en 1231, como podemos recordar) por el que se impuso a Ibn Hud el ejército castellano-leonés coman-

dado por Álvaro Pérez de Castro el Castellano. Esto ocurría mientras el rey Fernando III recorría las prin-

cipales ciudades del reino de León que heredó y sumó (asumido) al reino de Castilla. El monarca mandó a

su hijo el infante Alfonso (futuro Alfonso X), un niño entonces, para que devastara, desde Salamanca, los

reinos musulmanes del sur, asediando particularmente Córdoba y Sevilla, todo ello en la compañía de Ál-

varo Pérez de Castro y del magnate Gil Manrique. No obstante, varios historiadores han señalado que el

infante Alfonso al que se refieren las crónicas de la época no fue el hijo de Fernando III, sino su her-

mano, el infante Alfonso de Molina, hijo del difunto Alfonso IX de León (y de Berenguela de Casti-

lla). No obstante, como ya citábamos en su momento, existe la versión que sostiene que el infante Alfon-

so presente en la batalla de Jerez era en realidad el hijo del rey Fernando III el Santo.

Desde Salamanca y pasando por Toledo, donde se les unieron cuarenta caballeros toledanos, se dirigie-

ron los castellanos hacia Andújar (Jaén), encaminándose luego desde allí a devastar las tierras de Cór-

doba, masacrando (si no es exagerado) el municipio cordobés de Palma del Río, yendo luego en dirección

a Sevilla y Jerez, acampando cerca del río Guadalete (lugar de resonancias históricas como las de los años

711 y 745).

El emir Ibn Hud, que había reunido un numeroso ejército dividido en siete cuerpos, se interpuso, con él

al frente, entre el ejército cristiano y la ciudad de Jerez, obligando a los castellano-leoneses a combatir.

Los castellanos, mandados por Álvaro Pérez de Castro el Castellano, que dirigió la vanguardia del ejér-

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ser reconocido de nuevo como rey por Sevilla, al reconquistar Córdoba en 1235 y tras

ser reconocido, desde 1234, emir autorizado para Al-Ándalus por parte del califa de

Bagdad.

Sin embargo, el empuje castellano de Fernando III se hace notar, sucediendo en este

año 1236 que Ibn Hud perdió Córdoba por capitulada rendición, lo cual supone,12

como

iremos contando, el principio del fin del emir, que se resiente por una pérdida tan sim-

bólicay significativa como la que fuera capital califal.13

Los hechos de reconquista sobre Andalucía se fueron sucediendo según los planes y

circunstancias que aprovechaba el monarca castellano Fernando III, consiguiendo éste

diversos y significativos lugares. Como fuimos viendo, emires o señores sultanes como

Alhamar de Sevilla, Mahfuz de Niebla14

o Zayán de Valencia declararon sus territorios

del todo independientes en relación al viejo califato de Córdoba, de modo que un debi-

litado emir de Córdoba (a la sazón Ibn Hud y sus representantes comandantes) firmó en

1235 una tregua por un año con Fernando III, pagándole al castellano 430.000 marave-

díes. Pero dicha tregua no impedía en absoluto que los castellanos fueran atacando y

consiguiendo baluartes que ya no dependían del dominio cordobés, siendo muy repre-

sentativo al respecto Iznatoraf15

y sus lugares de influencia.

Recordemos que en ese año 1235, murió la reina Beatriz de Suabia16

(y su pequeña la

infanta María), trasladándose al norte el muy enlutado rey Fernando. El emir cordobés

cito, derrotaron a las tropas musulmanas, a pesar de la superioridad numérica de estos últimos y de la ven-

taja de su posición, al contrario que los castellano, que no tuvieron escapatoria o posibilidad de huir.

Según refieren las crónicas de la época, Álvaro Pérez de Castro, tras arengar a sus hombres y recordar-

les que no había retirada posible y que la única esperanza era morir combatiendo, ordenó el ataque del

ejército cristiano, que avanzó y abrió una brecha en las filas musulmanas, las cuales se vieron rodeadas en

los flancos y la retaguardia por las tropas cristianas, en vista de lo cual las tropas musulmanas, presas del

pánico después de ver deshecha su línea de combate, emprendieron la retirada, convirtiéndose entonces la

batalla en una masacre generalizada o gran derrota de los musulmanes que huían hacia la ciudad de Je-

rez. Durante la batalla se distinguieron los hermanos Garci Pérez de Vargas y Diego Pérez de Vargas,

siendo apodado este último “Machuca” por la acción (de “machacar”) llevada a cabo durante la batalla,

en la cual también aparece referida una milagrosa intervención del Apóstol Santiago en su célebre caballo

blanco, con espada y estandarte blanco.

Tras la batalla de Jerez de la Frontera se resintió ya bastante el poder de Ibn Hud con un nuevo gran

golpe en su contra, al tiempo que se incrementaba la influencia de su rival Muhammad ibn Nasr, sultán de

Arjona, lo que fue facilitando que penetraran por el valle del Guadalquivir las tropas del rey Fernando III,

por las que iremos asistiendo a las grandes reconquistas andalusíes de Jaén, Córdoba, Sevilla y Murcia.

12

Por lo cual suponemos.

13

Ibn Hud, en 1238, muere asesinado por sus enemigos en Almería, siendo su dominio reducido al sur-

este español, mientras surge el preponderante reino musulmán nazarí de Granada de Muhammad ibn

Nasr.

14

Provincia de Huelva.

15

Provincia de Jaén.

16

En Toro (Zamora).

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decidió entonces no pagar lo pactado en la tregua. Cristianos de los consejos fronterizos

y adelantamientos reaccionaron ante ese hecho. Dirigidos por el segoviano Domingo

Muñoz tomaron los arrabales de Córdoba haciéndose fuertes en ellos. Además, unos

descontentos desertores moros informaron a los cristianos de que la ciudad estaba bas-

tante desguarnecida o desprotegida, de flanco débil sobre todo en su parte de la Axer-

quía,17

apoderándose de ésta un reducido grupo de cristianos.

El rey Fernando III se encontraba con sus tropas en Benavente18

a mediados de enero

de este año 1236 cuando llegó un correo desde las tierras del sur informando de los su-

cesos de la Axerquía cordobesa, desde donde los cristianos, envalentonados, pedían po-

sibles refuerzos para acabar reconquistando la ciudad por entero, apoderándose del al-

cázar y de la famosa mezquita mayor. El rey, al informarse de todo con gran satisfac-

ción, juntó las fuerzas correspondientes de León, Zamora, Toro, Salamanca y Órdenes

Militares dirigiéndose el ejército resultante hacia Córdoba. El monarca, partió, en medio

de intensas lluvias, por la vieja Calzada de Guinea o Vía de la Plata hasta Mérida, ciu-

dad desde la que penetró en las cada vez más debilitadas fronteras moras siguiendo las

tierras atravesadas por el Guadiana.19

El ejército llegó a Córdoba el 7 de febrero.

Ibn Hud, alertado y reclamado por los derrotados cordobeses, partió de Murcia con un

poderoso ejército y acampó en las cercanías de Écija,20

Yendo luego directo a Córdoba.

Fernando III se colocó en la orilla izquierda del río Guadalquivir para taponar el acceso

por el puente romano, defendido por el castillo de Calahorra.21

Se trataba de una posi-

ción arriesgada que el monarca castellano asumió como necesaria, dado que ese puente

es el que encamina por Córdoba hasta Écija y Sevilla hacia todo el sur de Al-Ándalus

por sus diversas rutas. Quedaba así cercados los cordobeses, ya que otros grupos cris-

tianos se mantenían adueñados de posiciones por el otro lado del río, en la ya mencio-

nada Axerquía.

Al lado de Ibn Hud, como mercenario, se encontraban Lorenzo Suárez y su mesnada

de 200 hombres. Lorenzo Suárez había sido desterrado de Castilla por “malferías que

ficiere” y le propuso a Ibn Hud dirigirse al campamento cristiano como espía para in-

formarle de lo que hacían las tropas del rey Fernando; pero lo que realmente quería era

hacer las paces con el monarca castellano. Cuando Lorenzo Suárez se encontró con Fer-

17

Parte oriental de arrabales, con murallas, que llegó a ser de más extensión y ocupación poblacional que

la misma medina, siendo luego de la reconquista de Córdoba todo muy remodelado ya por el mismo rey

Fernando III.

18

Provincia de Zamora.

19

Yendo a Córdoba por Castuera (Badajoz), Benquerencia de la Serena (Badajoz) y Belalcázar (Córdo-

ba), poblaciones todas ellas de reciente fundación o que se constituían por entonces.

20

Provincia de Sevilla.

21

La torre que se alza en la mencionada orilla del Guadalquivir guardando el acceso y tránsito por el

puente romano. Se fue remodelando y ordenando para sus diversas funciones, siendo culturales las de hoy

en día.

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~ 14 ~

nando le propuso lo siguiente: que realizase hogueras en diversos puntos por la noche

para dar la sensación de tener muchas tropas mientras él iría a conversar con Ibn Hud

para convencerle de la ingente fortaleza del ejército cristiano.

Ibn Hud, más propenso a una retirada que a un ataque, optó por retirarse, entre otras

cosas porque el rey Jaime I de Aragón acechaba cada vez más hacia Valencia. Así, Ibn

Hud optó por dirigirse a Almería para hacerse de barcos e ir pronto a defender Valencia.

Ibn Hud, dando ya por perdida Córdoba, importándole bien poco que hubiera sido tan

importante capital del califato, se interesó más por sus dominios murcianos y levanti-

nos. Los cordobeses, al verse abandonados por su emir, pensaron rendirse del todo a los

cristianos y pedirle al rey Fernando que les dejase marchar con sus principales enseres;

sin embargo, convenciéndose de que las tropas cristianas no eran tan numerosas, deci-

dieron resistir aún más. Los allí apostados concejos de León, pasados tres meses de

campaña en Córdoba, propusieron al rey Fernando volverse a sus tierras del norte, pero

el rey Fernando perseveraba en el asedio y reconquista hasta el final, esperando la rendi-

ción definitiva.

Fernando III, viéndose libre del peligro cierto representado por Ibn Hud, firmó una

tregua con el Alhamar, sultán o emir entonces dominante en Arjona y en las tierras mis-

mas de Jaén y Sevilla centradas en estas mismas ciudades, teniendo en cuenta que Al-

hamar tenía también como enemigo a Ibn Hud. Lo que quería el rey Fernando era tiem-

po para resistir aún más al frente de la todavía resistente Córdoba, no teniendo enemigos

en retaguardia o al acecho, pues Alhamar ciertamente apetecía o podía apetecer adue-

ñarse de Córdoba.

La apetecida Córdoba decidía, por fin rendirse, exhausta y famélica, agobiada por el

advenedizo calor habitual del verano. Era el 29 de junio, la fiesta de los Santos Após-

toles Pedro y Pablo. El rey Fernando III recibía las llaves de la ciudad. Aunque algunos

nobles leoneses o castellanos hablaron de pasar a cuchillo a los moros cordobeses, el rey

aceptó la rendición en los mismos términos en los que había sido pactada, permitiendo

salir vivos y con sus bienes muebles o enseres a todos los musulmanes de la ciudad. To-

dos los edificios quedaron intactos tras la capitulación. En el alminar o torre del alcázar

fue colocado el pendón de Castilla y un crucifijo. La caída de Córdoba en manos cris-

tianas conmocionó al mundo musulmán, ya que era la antigua capital del antaño pode-

roso emirato y posterior califato andalusí, cuando Al-Ándalus se había mostrado más

glorioso que nunca.

El 30 de junio hizo el rey Fernando III hizo su entrada solemne en la ciudad de Cór-

doba. El obispo y canciller de Castilla Juan de Osma y el maestro Lope de Fitero,22

pu-

22

Maestro canonista, formaba parte de la cancillería real. Futuro obispo de Córdoba. Natural de Itero de

la Vega (Palencia). Fue consejero y capellán del rey Fernando III. En 1236 colocó la cruz en el alminar de

la antigua mezquita. Asistió allí a la dedicación de la nueva catedral. En 1239 fue ordenado o consagrado

obispo de Córdoba en esa mezquita ya habilitada como catedral, probablemente de manos del arzobispo

de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada. Fue muy buen administrador del patrimonio diocesano y logró

de Fernando III que la Diócesis cordobesa tuviera su lugar o consideración en el Fuero de la ciudad de

1241. Con ello integró la disciplina eclesiástica del IV concilio de Letrán, que podemos recordar cele-

brado en 1215. De su pontificado arranca la organización parroquial de la capital como la conocemos.

Fue obispo de Córdoba hasta su muerte, en junio de 1245.

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~ 15 ~

rificaron en aquella tarde la mezquita para hacerla al servicio del culto católico, ponién-

dola bajo la advocación de la Asunción de la Virgen María.23

En la mezquita-catedral

pasó a celebrarse solmene pontifical presidido por el obispo Juan y se entonó el Te

Deum de acción de gracias. Después pasó Fernando III a residir en el alcázar. Las

campanas de la catedral de Santiago de Compostela, que Almanzor hizo traer a Córdoba

desde allí en el año 997 a hombros de cristianos, fueron encontradas en la mezquita cor-

dobesa utilizadas como grandes lampadarios, por lo cual se resolvió que fueran llevadas

a hombros de moros retornándolas a Santiago, para que sonaran de nuevo próximas a la

tumba del Apóstol.24

Al marcharse de Córdoba, Fernando III deja allí como gobernador de la ciudad a Tello

Alfonso Téllez de Meneses y como gobernador militar a Álvaro Pérez de Castro.25

23

Como sabemos, los musulmanes levantaron la mezquita sobre la que ya existía como iglesia basílica de

San Vicente en tiempo de los visigodos, que los moros vinieron a destruir no mucho después de invadir-

nos.

24

Si bien todo esto está rodeado de mucho relato legendario susceptible de variadas versiones e interpre-

taciones, en las que aquí no entramos.

25

Recordemos el año 1235, cuando comenzaron a hacerse los preparativos para la reconquista de Córdo-

ba, coincidiendo con que varios caballeros de Andújar apresaron a varios musulmanes que les informaron

de cómo las murallas de Córdoba realmente estaban deficitarias de vigilancia y débilmente guarnecidas,

por lo que sería fácil tomar la ciudad por sus arrabales y particularmente por la Axerquía. Así, los de An-

dújar hicieron saber todo esto a Álvaro Pérez de Castro, que se encontraba en Martos, al tiempo que los

soldados cristianos decididos a apoderarse de Córdoba, aprovechando una noche oscura y de mal tiempo,

probablemente a finales de diciembre de 1235, situaron sus escalas al pie de las murallas de Córdoba y

eligieron de entre ellos a los que mejor hablaban árabe y los vistieron como musulmanes, y de ese modo

consiguieron apoderarse, sin alertar a los cordobeses, de las torres que allí había, hasta la conocida como

puerta de Martos, de modo que fue cundiendo el adueñarse de los cristianos de tan significativa zona de la

ciudad, hasta dar acceso a la caballería castellana que aguardaba fuera de las murallas. Todo eso provocó

la huida de la población musulmana de la Axerquía, que intentó refugiarse o adentrarse internamente en la

medina propiamente dicha, ocurriendo mientras tanto que los cristianos, en espera de refuerzos, comen-

zaron a atrincherarse, pues su inferioridad numérica era patente, enviando mensajeros tanto a Álvaro Pé-

rez de Castro, aún en Martos, y a Fernando III, aún en sus recorridos extrafronterizos.

El primer socorro recibido por los cristianos que intentaban apoderarse de Córdoba fue el proporcio-

nado por un mesnadero del rey, llamado Ordoño Álvarez, al tiempo que Álvaro Pérez de Castro acudía

junto con sus tropas. Por su parte, el obispo Domingo de Baeza se encaminó hacia Córdoba con sus tro-

pas, procediendo de semejante manera con sus mesnadas el obispo (Gonzalo) de Cuenca. Luego acudió

Fernando III, como vamos contando, con cuando ejército pudo reunir hacia Córdoba, pensando también

en socorrer a los cristianos atrincherados en la Axerquía.

Reconquistada Córdoba se procedió y se movió grandemente a repoblarla cristianamente, al modo cru-

zado y santo propio del rey Fernando III. Desde que la ciudad de Córdoba fue tomada, numerosas locali-

dades fueron reconquistadas por los cristianos, contando también con no pocas rendiciones de pueblos

que abrían sus puertas a los cristianos, no faltando entre éstos quienes organizaban expediciones de sa-

queo y devastación en la que iba dejando de ser la Andalucía musulmana.

Álvaro Pérez de Castro siguió estando al frente de toda la frontera andaluz como representante del rey

en la ciudad de Córdoba y en las fortalezas fronterizas, aunque la tenencia y alcaldía de Córdoba fue con-

cedida a Tello Alfonso de Meneses, siendo el cometido de Álvaro Pérez de Castro de carácter militar en

su mayor parte, lo que ha llevado a varios historiadores a considerarle el primer adelantado mayor de la

frontera de Andalucía, pues en eso consistían análogamente sus competencias, aunque nunca recibió ofi-

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~ 16 ~

cialmente dicho título, que realmente será creado por el rey Alfonso X, hijo y sucesor en su momento de

Fernando III.

La ampliación de esta noticia de la reconquista cristiana de Córdoba la ofrecemos en Epílogo I.

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Fueron otras varias las reconquistas que se sucedieron además de la de Córdoba. Die-

go Martínez –dígase a modo de ejemplo en estas campañas y aventuras– reconquistó la

zona serrana de Fahs-al-Ballut.26

El rey Fernando III se la donó.

26

Valle o Llano de las (excelentes) Bellotas, en Sierra Morena (Los Pedroches), lugar coincidente en la

actualidad sobre todo con la población de Hinojosa del Duque (Córdoba).

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~ 18 ~

FREIXO DE ESPADA À CINTA (REINO DE PORTUGAL)

UN EPISODIO GUERRERO

En este año 1236, el infante Alfonso de Castilla, adolescente de 15 años de edad,27

puso sitio a la plaza portuguesa fronteriza de Freixo de Espada Cinta.28

Como los portu-

gueses tuvieron valor y se las ingeniaron logrando rechazar al infante castellano, el rey

de Portugal29

premió a la población declarándola villa de realengo.30

27

Futuro rey Alfonso X el Sabio (1252-1284).

28

Freixo de Espada à Cinta, actualmente en el distrito portugués de Bragança, en la frontera española, no

lejos de Salamanca, en el Parque Natural del Duero Internacional.

29

Sancho II (1223-1248).

30

Declaración que fue más bien en 1240.

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~ 19 ~

SEÑORÍO DE VIZCAYA

FUNDACIÓN DE BERMEO Y MUERTE DE LOPE DÍAZ II DE HARO

En este año 1236, Lope Díaz II de Haro, sexto señor de Vizcaya, otorgó carta puebla y

el fuero de Logroño a la ya fundada villa costera de Bermeo.31

Y a 15 de noviembre murió Lope Díaz II de Haro, sucediéndole su hijo Diego López

III de Haro, séptimo señor de Vizcaya32

y sobrino del rey Fernando III.

Lope Díaz II de Haro, apodado Cabeza Brava, tenía 66 años de edad.33

Fue su padre

Diego López II de Haro (muerto en 1214) y su madre María Manrique.34

Padre e hijo

combatieron con gran distinción, como podemos recordar, en la famosa batalla de Las

Navas de Tolosa (1212).

Fueron luego tiempos difíciles para Lope Díaz, tras la muerte de su padre el 16 de oc-

tubre de 1214, pocos días después del fallecimiento del rey Alfonso VIII de Castilla,

que dejaba como heredero y sucesor a su hijo de 10 años de edad Enrique I de Castilla.

La familia Lara, como sabemos, se apoderó de la regencia, más bien malamente, en-

frentada con Berenguela de Castilla, hermana de Enrique y a quien apoyaba Lope. En

1217, como podemos recordar, murió accidentalmente el joven Enrique, pasando a ocu-

par el trono su hermana, que apoyada por varios nobles entre los que se encontraba Lo-

pe, abdicó a favor de su hijo Fernando III, siendo coronado en Valladolid y proclamado

rey en Autillo de Campos.35

Pasó luego, enseguida, que Alfonso IX de León, Padre de

Fernando III, no aprobaba fácilmente la proclamación de su hijo como rey de Castilla, y

guerreó en su contra. Y en esa contienda, Álvaro Núñez de Lara se apoderó de Nájera,

pero fue derrotado y hecho prisionero por Lope. Álvaro murió, como podemos recordar,

en 1218.

Fernando III premió y recompensó bien el apoyo aportado por Lope en su afianza-

miento como soberano, nombrándole alférez real, así como siendo casado con su her-

manastra Urraca Alfonso de León,36

donándole también las villas de Haro y Pedroso,

31

Provincia de Vizcaya. Llegó a ser la más destacada y principal población del señorío de Vizcaya.

32

Hasta 1254, siendo su muerte, como podrá verse, por accidentada desgracia.

33

Si nació, como se supone, en 1170.

34

Hija de Manrique Pérez de Lara, primer señor de Molina.

35

Provincia de Palencia.

36

Hija ilegítima del rey Alfonso IX de León y de Inés Íñiguez de Mendoza, su amante. Así, fueron sus

abuelos por parte paterna el rey Fernando II de León y su primera esposa Urraca de Portugal; lo fueron

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~ 20 ~

confirmándole todas sus posesiones riojanas o de otros lugares. En las guerras de la re-

conquista cristiana, participó en muchos combates apoyando siempre a Fernando III

arrebatando territorio andalusí a los musulmanes. Cabe señalar como su hazaña más

destacada la de reconquistar Baeza37

en 1227, hazaña que le valió el título o reconoci-

miento de conquistador de Baeza.

Podemos recordar también aquello episódico del obispo Juan Pérez de Calahorra exi-

giendo derechos a iglesias hasta entonces sujetas al monasterio riojano de San Millán de

la Cogolla, conllevando pleitos que terminarían, en 1232, con el traslado de la diócesis a

Santo Domingo de la Calzada. Esto originó más discordias o problemas sin resolución,

lo que ocasionó, en 1235, la expulsión del obispo Juan por parte de Lope. No paró Juan

hasta refugiarse en Roma y la diócesis se trasladó entonces a Calahorra de nuevo.38

Igualmente podemos recordar, de 1234, cómo estalló un conflicto entre el rey Fer-

nando III y dos de sus principales magnates, los señores de Castro (Álvaro Pérez de

Castro) y de Vizcaya (Lope Díaz II de Haro, de quien ahora nos ocupamos). Había pa-

por parte materna Íñigo López de Mendoza, señor de Llodio (Álava), y su esposa María García Salvadó-

rez.

No se sabe con certeza la fecha de su nacimiento, aunque se supone en 1197. La fecha de su matrimonio

con Lope Díaz II de Haro sería entre los años 1215 y 1218. Y la fecha de su muerte, resultando desco-

nocida, pudo ser a mediados del siglo XIII.

Del matrimonio entre Lope y Urraca nació una relevante descendencia: Diego López III de Haro (suce-

sor en el señorío de Vizcaya), Teresa, Mencía, Berenguela, Lope, Alfonso y Manrique.

De relación extramatrimonial tuvo Lope a Diego López de Salcedo y a Lope Díaz de Haro, que fue

obispo de Sigüenza (1269-1271).

37

Capital occidental de la comarca de La Loma, en la provincia de Jaén. Su reconquista fue clave para el

avance cristiano sobre Andalucía. Atalaya sobre el Guadalquivir, la toma de su alcázar (considerado co-

mo inexpugnable) aseguró la retaguardia castellana, a la vez que supuso una amenaza constante en los te-

rritorios que se mantenían islámicos al oeste y al sur del gran río, hasta que por fin se reconquistó el reino

nazarí de Granada en 1492.

Como podemos recordar, Baeza ya fue reconquistada en 1147 por Alfonso VII el Emperador (1126-

1157), con la supuesta ayuda milagrosa de San Isidoro, aparecido en sueños al rey mientras asediaba la

ciudad. Como sabemos, para honra de aquella conquista se creó en León la cofradía del Pendón de Baeza.

Y hubo ceca de vasallaje en Baeza, acuñándose moneda para el rey cuando gobernaba en la ciudad el pro-

cristiano Abdelaziz.

Una década después reconquistaron Baeza los almohades. Luego, tras la batalla de Las Navas de Tolosa

en 1212, se erigió Baeza en taifa con amplio territorio de las actuales provincias de Jaén y Córdoba. Su

emir Abd Allah al-Bayyasi (muerto a traición en 1226, como podemos recordar) fue vasallo de Fernando

III, apoyándole en la reconquista por Andalucía. Tras su asesinato, Fernando III se adueñó definitiva-

mente de Baeza, integrándola en Castilla, en nombre de Abd al-Mon, hijo de Al-Bayyasi. Los musulma-

nes expulsados de Baeza se fueron hacia el sur y se establecieron en el Albaicín, en Granada.

Hasta la reconquista de Jaén en 1246 Baeza fue capital del efímero reino de Baeza, que se verá transfor-

mado en reino de Jaén. En lo eclesiástico veremos trasladarse la diócesis de Baeza a Jaén. Y en este pe-

ríodo se consolidó el nombre de Baeza como apellido.

Con fines de repoblación, Fernando III otorgó a Baeza el fuero de Cuenca, siendo buenos los resultados

al respecto en adelante.

38

La diócesis se denomina en la actualidad de Calahorra y La Calzada-Logroño, con sendas catedrales en

Calahorra y en La Calzada, más la concatedral de Santa María de la Redonda en Logroño.

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~ 21 ~

sado que Lope se había sentido ofendido por el rey durante el asedio de Úbeda. Por ello,

y sin contar con el beneplácito del monarca, tío de las hijas de Lope, por ser su esposa

Urraca Alfonso de León, hermanastra del rey, Álvaro Pérez de Castro contrajo ma-

trimonio con Mencía López de Haro, hija del agraviado Lope, lo que provocó que el

soberano despojase a Álvaro Pérez de Castro de las tenencias y tierras que se le habían

concedido por parte de la Corona, aunque el conflicto se solucionó mediante la resolu-

ción arbitral concedida por las reinas Berenguela de Castilla y Beatriz de Suabia, madre

y esposa respectivamente de Fernando III.

Ahora a su muerte, Lope Díaz II de Haro recibió cristiana sepultura en el monasterio

de Santa María la Real de Nájera, muy histórico como sabemos.

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~ 22 ~

MONTÁNCHEZ Y SU TIERRA (REINO DE CASTILLA)

DOMINIOS DE LA ORDEN DE SANTIAGO

Montánchez39

y su Tierra, en el reino de Castilla, pertenecen a la Orden de Santiago,

siendo su comendador Rodrigo Íñiguez, con dominios que en este año 1236 recibieron

del rey Fernando III privilegio de población, consolidándose como habitantes quienes se

llegan a estos lugares:40

Albalá, Alcuéscar, Almoharín, Arroyomolinos, Benquerencia,

Casas de Don Antonio, Salvatierra de Santiago, Torre de Santa María, Torremocha,

Valdefuentes, Valdemorales y Zarza de Montánchez.

Castillo de Montánchez

39

Sucesivamente los almorávides y los almohades reconstruyeron y ampliaron su fortaleza (de origen ro-

mano). Y cuando la villa de Montánchez fue reconquistada por los cristianos se reformó y modificó aún

más el castillo.

De allá por el año 1095 se tienen noticias de la pertenencia de Montánchez al reino aftásida de Badajoz.

En 1166 fue de dominio cristiano, siendo un señorío, hasta que el lugar fue recuperado de nuevo por los

musulmanes en 1196.

En 1228, como podemos recordar, en la campaña militar leonesa de reconquista de Mérida y Badajoz

por parte del rey Alfonso IX, vencido el sultán Ibn Hud, se reconquistó también Montánchez, conce-

diéndose su dominio a la Orden de Santiago, que firmó el rey Alfonso IX despachando la concesión en

Zamora. Se hizo cargo el maestre Pedro González Mengo, con todos los términos ampliamente adya-

centes, nuevos y antiguos, con sus derechos y pertenencias, como prados, pastos, montes, fuentes, aguas,

entradas y salidas, con el pacto y obligación de hacer allí paz, guerra y treguas en nombre del rey.

En 1234 confirmó la donación de su padre el rey Fernando III, y con el intento de repoblar los al-

rededores de la fortaleza, González Mengo emprendió, en nombre del rey e impulsado por él, el privi-

legio de población y fuero a la villa de Montánchez, como aquí estamos considerando, donde las dos ter-

ceras partes del término se cedieron al Concejo local, sin poderlo vender a ninguno que no fuera vecino,

quedando la otra parte para la Orden de Santiago.

40

Los enumeramos o nombramos por orden alfabético.

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ZALAMEA DE LA SERENA Y AZUAGA

(REINO DE CASTILLA)

AVANCES Y CONSOLIDACIÓN DE RECONQUISTAS

El rey Fernando III de Castilla estimó conveniente y necesario emprender nuevas

campañas militares para consolidar los lugares reconquistados en las tierras que se

extienden entre el Guadiana y Sierra Morena41

allá por los primeros años de la década

1230.

Podemos destacar al respecto el afianzamiento de reconquista de Zalamea de la Se-

rena a manos de Pedro Yáñez,42

maestre de la Orden de Alcántara, rindiéndosele la

plaza perdida por su alcaide Muley Abenarráx. El lugar se va a repoblar con cristianos

de procedencia castellana.

De otra parte, el maestre santiaguista Pelay (o Pelayo) Pérez Correa43

consolidó la re-

conquista de Azuaga,44

un lugar de floreciente historia pasada y andalusí, en estratégica

ubicación geográfica por los caminos entre Córdoba, Mérida y Badajoz, e incluso hacia

Sevilla.

Lo cierto es que tienen mucho recorrido y por recorrer las órdenes militares por estas

zonas de avances en la reconquista.45

41

En la actual provincia de Badajoz.

42

O Pedro Ibáñez, sexto maestre de la Orden de Alcántara, entre los años 1234-1254.

43

Será maestre de la Orden entre los años 1242-1275, posteriormente a Rodrigo Íñiguez (o Yáñez), que

lo fue entre los años 1237-1242, sucediendo a Pedro González Mengo (1226-1237).

44

Sin que realmente se sepa mucho al respecto.

45

Ir a Epílogo II, sobre las órdenes militares por estos tiempos en Extremadura.

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~ 25 ~

ISLAS BALEARES

REPOBLACIÓN

Todo el conjunto de magnates que tienen o detentan el señorío de Ibiza (y Formente-

ra), en torno a Guillermo de Montgrí, como ya fuimos viendo, conceden a estas tierras

insulares, desde el 9 de enero, la correspondiente carta de franqueza, similar a la otor-

gada por el rey Jaime I a Mallorca.

Como la mayoría de los musulmanes de Mallorca murieron durante la reconquista de

la isla, o fueron presos y esclavizados o huyeron a Menorca cuantos pudieron, la isla de

Mallorca está siendo repoblada por colonos y payeses catalanes, principalmente proce-

dentes del condado de Ampurias (o del Ampurdán), no faltando también de los con-

dados de Barcelona y del Rosellón.46

46

Condado éste en histórico territorio francés.

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~ 26 ~

SAN JUAN DE ACRE (REINO DE JERUSALÉN)

ÓBITO DE JUAN DE IBELÍN, EL VIEJO JUAN I DE BEIRUT

En San Juan de Acre, de dominio cristiano en Oriente, territorio resultante de las cru-

zadas, murió,47

como aquí contaremos, Juan de Ibelín, poderoso y muy influyente noble

cruzado, conocido también como el viejo Juan I de Beirut.48

Tenía 58 años de edad.

Recordemos lo destacada e histórica que resulta la familia Ibelín, siendo este Juan hijo

de Balián de Ibelín (muerto en 1193) y María Comnena (muerta en 1217), que había

sido reina consorte de Jerusalén. Tuvo estrechos vínculos con la nobleza de Chipre y

Jerusalén, ya que era el medio hermano de la reina Isabel de Jerusalén (muerta en 1205).

Aún no había cumplido sus 20 años de edad cuando fue nombrado condestable de Je-

rusalén, convirtiéndose unos años después en señor de Beirut, ciudad que reconstruyó

tras haberla destruido Saladino, edificando allí el gran palacio de la familia Ibelín. Ac-

tuó como regente de dos de sus jóvenes parientes: de la hija de Isabel de Jerusalén, Ma-

ría de Montferrato (muerta en 1212), entre los años 1205-1210, y posteriormente de

Enrique I de Chipre,49

entre los años 1228-1232. Podemos destacar de Juan que fue co-

nocido y estimado como un hombre de principios, justamente valorado en su capacidad

de jefe natural entre los barones cristianos de Tierra Santa. Resistió la búsqueda de po-

der del emperador germano Federico II, sobreponiéndose a él en Chipre, oponiéndose a

las fuerzas y presiones imperiales hasta que Enrique I alcanzó la mayoría de edad.

Destaquemos, como podemos recordar, que su padre fue uno de los nobles más desta-

cados en la defensa de Jerusalén, y que su madre también era la madre de la reina Isabel

de Jerusalén, como acabamos de resaltar, lo que le situó a la vanguardia de la nobleza

en Tierra Santa. El marido de Isabel, Enrique I de Jerusalén (Enrique II de Champaña,

muerto en 1197), se enfrentaba a las continuas intrigas de Guido de Lusignan (muerto

47

En febrero o marzo.

48

El señorío de Beirut fue uno de los estados cruzados del reino de Jerusalén, habiéndose creado en 1110

dependiendo del principado de Galilea. Estuvo geográficamente situado entre los condados de Sidón y

Trípoli. Lo conquistarán los mamelucos en 1291.

Beirut fue tomada por los cruzados en 1110 y entregada en calidad de señorío a Fulco de Guines por el

rey Balduino I de Jerusalén. Fue uno de los señoríos que más se prolongó en la zona, durando hasta el fi-

nal del tiempo de cruzadas en 1291, si bien como estrecha franja en la costa mediterránea, en torno a la

propia ciudad libanesa de Beirut. Fue un puerto de capital importancia para el comercio y el tránsito de

peregrinos, y tuvo sus propios vasallos, los señoríos de Banias (la antigua Cesarea de Filipo) y de Torón.

49

Muerto en 1254.

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~ 27 ~

en 1194), resistente a renunciar al reino de Jerusalén. Juan ordenó que Amalarico de

Lusignan (Aimerico de Chipre), muerto en 1205, hermano de Guido, renunciara a su

cargo de condestable de Jerusalén. Entonces fue cuando Amalarico (Aimerico) se mar-

chó a Chipre, donde sucedió a Guido; años después, en 1196, Enrique nombró nuevo

condestable de Jerusalén a Juan de Ibelín. El 10 de septiembre de 1197, en San Juan de

Acre, murió accidentalmente Enrique I de Jerusalén, resultando que los nobles cruzados

decidieron elegir y nombrar como nuevo rey a Amalarico II, que ya era rey de Chipre

(como Aimerico).

En octubre de 1197, Amalarico II de Jerusalén reanudó las hostilidades contra los

musulmanes y tomó para los cristianos las ciudades de Sidón y Beirut. Concedió Sidón

a su antiguo propietario, Reinaldo de Grenier (muerto en 1202),50

y Beirut a Juan de

Ibelín. Pero éste, estando a la cabeza de la nobleza, cuando el rey acusó a Raúl de

Tiberíades (o de Saint Omer)51

de estar detrás de un atentado perpetrado por cuatro

caballeros germánicos contra él y decide castigarlo, protestó, con la nobleza de su parte,

solicitando el juicio de Raúl por sus iguales, no arbitrariamente sino según lo estable-

cido en las leyes del reino. Al final Raúl fue exiliado.

En 1205 renunció Juan de Ibelín al cargo de condestable a cambio del señorío de

Beirut, ciudad que se convirtió52

en la principal y más habitual residencia palaciega de

la familia Ibelín. El señorío de Beirut se fortaleció además, como estado prácticamente

independiente, con la anexión de Arsuf,53

cuando en 1207 contrajo Juan de Ibelín su

matrimonio con Melisenda de Arsuf.

Juan de Ibelín se casó dos veces, siendo la primera, en 1201, con Helvis (muerta en

1207), hija de Raimundo, Señor de Nephin (condado de Trípoli). Dio a luz cinco hijos

que murieron siendo niños. Luego se casó con la mencionada Melisenda, viuda de Teo-

baldo de Orca e hija de Guido, Señor de Arsuf. Juan y Melisenda tuvieron esta pro-

metedora descendencia:54

Balián (ahora sucesor de su padre en el señorío de Beirut),55

Juan (ahora señor de Arsuf y condestable de Jerusalén), Raúl, Hugo, Balduino, Guido (o

Guy) e Isabel.56

50

Luego sucedido por Balián de Grenier, pariente Ibelín, cuya muerte será en 1240.

51

Muerto en 1220.

52

En todo el siglo XIII.

53

Una antigua ciudad y fortaleza, ahora yacimiento arqueológico a unos 15 kilómetros al norte de Tel-

Aviv, la actual capital de Israel, en lo alto de un acantilado que da al mar Mediterráneo. Fundada por

los fenicios allá por el siglo VI ó V a. de C., se llamó Arshuf y después Resheph, el dios cananeo de la

fertilidad y los infiernos. Entonces fue una parte del Imperio Aqueménida (550-331 a. de C.) y gobernada

desde Sidón. Los fenicios de Arshuf producían un precioso tinte púrpura, obtenido a partir de caracolas de

mar y exportaba al mar Egeo.

54

Como puede que veamos en lo por venir.

55

Su muerte será en 1247.

56

Que vivió como monja.

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~ 28 ~

Amalarico II de Jerusalén murió el 1 de abril de 1205 y poco después murió también

la reina Isabel de Jerusalén. La heredera al reino de Jerusalén es entonces una niña de

tan solo 13 años de edad, María de Montferrato,57

y los nobles en asamblea decidieron

nombrar a Juan de Ibelín como regente del reino de Jerusalén designando la ciudad de

Acre (San Juan de Acre) como la nueva capital del reino.

Como regente de Jerusalén, Juan negoció con Gautier de Montbéliard (regente del rei-

no de Chipre entre los años 1205-1210) el matrimonio del hijo de Amalarico II, Hugo I

de Chipre,58

con Alicia de Champaña,59

hija del predecesor de Amalarico como rey

Enrique I de Jerusalén (Enrique II de Champaña).60

En 1194 ya había un compromiso

de matrimonio entre Hugo y sus dos hermanos con Alicia y sus dos hermanas, con el fin

de acabar unificando los dos reinos, Jerusalén y Chipre. Hugo quedaba prometido con

Felipa, la hermana de Alicia. La muerte prematura de Enrique I de Jerusalén supuso la

unificación de ambos reinos, aunque fueron de nuevo separados al morir Amalarico II y

ambas regencias estimaron necesario el matrimonio de Hugo y Alicia para unificarlos

de nuevo.

En 1207, se reanudó de nuevo la guerra contra los musulmanes después de que

los Caballeros Hospitalarios del condado de Trípoli trataran la conquista de Homs.61

Juan de Ibelín decidió mantenerse al margen del conflicto. En 1208 cumplía María de

Montferrato sus 17 años de edad y Juan de Ibelín reunió a los nobles en asamblea para

elegirle un marido. El rey Felipe II de Francia (muerto en 1223) tuvo al mejor can-

didato, Juan de Brienne,62

el cual llegó a San Juan de Acre en septiembre de 1210. El

13 de octubre de ese año se celebró la boda de Juan de Brienne con María de Mont-

ferrato.

La regencia de Juan de Ibelín llegó a su fin, pero mantuvo su liderazgo entre los no-

bles. En 1217, con el final de la tregua con el sultán Al-Adil de Egipto (1198-1218),

tanto Juan de Ibelín como su hermano Felipe de Ibelín vinieron a interesarse por asuntos

más allá de Jerusalén. Aparentemente defendía Juan de Ibelín los intereses de Juan de

Brienne y, con la llegada de los ejércitos de la quinta cruzada, tomó parte en el asedio

de la fortaleza de Tabor y después en el asedio de Damieta, en el delta del Nilo.

Cuando Hugo I de Chipre murió (10 de enero de 1218), Felipe de Ibelín fue nombrado

regente del heredero, Enrique I de Chipre, junto a su madre Alicia de Champaña y

Jerusalén. En 1223, una disputa entre los nobles acabó con la regencia de Alicia, de-

jando a Felipe como único regente hasta 1228, cuando muere Felipe. Después fue nom-

57

Muerta en 1212.

58

Muerto en 1218.

59

Su muerte será en 1246.

60

Muerto en 1197.

61

Importante ciudad de Siria, muy afectada de enormes daños en la guerra que se libra en el siglo XXI.

62

Su muerte será en 1237.

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~ 29 ~

brado regente su hermano Juan de Ibelín. Aunque tanto Juan como Felipe estaban muy

unidos a Hugo I, se oponían al control que ejercía la familia Lusignan en Chipre. Hugo

era miembro de la familia Lusignan, así como su tío Guido de Lusignan y su padre

Amalarico de Lusignan, que fueron, como sabemos, los dos primeros reyes de Chipre.

En 1228, Federico II Hohenstaufen, el emperador romano-germánico, llegó a la ciu-

dad chipriota de Limasol emprendiendo la sexta cruzada, estando casado con Yolanda

de Jerusalén, la hija de Juan de Brienne, reclamando tanto el reino de Jerusalén como el

reino de Chipre, lo mismo que –ya puesto– el señorío de Beirut, exigiéndoselo a Juan de

Ibelín. Éste, aunque de acuerdo con el dominio legítimo (y relativo) de Chipre y Jeru-

salén por parte de Federico II, debiendo de tratarse cómo, se niega sobre todo a entre-

garle Beirut.

Juan de Ibelín fue inmediatamente depuesto como regente y la isla de Chipre quedó

bajo control imperial germánico. Después de negociar con el sultán Al-Kamil, Federico

II consiguió que éste le devolviera Jerusalén; pero Federico, debido al descontento ge-

neralizado tanto por sus errores como por su brutalidad, decidió confiar la adminis-

tración del reino de Jerusalén a Juan de Ibelín, dejando una poderosa guarnición en San

Juan de Acre. De otra parte, Federico II dejó el reino de Chipre en manos del joven rey

Enrique I de Chipre y su prometida Alicia de Montferrato, con la regencia de un consejo

de cinco nobles partidarios suyos. Además, Federico aumentó los impuestos en Chipre,

gravados especialmente en los territorios de la familia Ibelín. Juan entonces, apoyado

por Felipe de Novara, decidió rebelarse, de modo que, al frente de su ejército, el 14 de

julio de 1229, derrotó a los regentes imperiales en las afueras de Nicosia. Los regentes

se retiraron al castillo conocido como de Dios de Amor, y se rindieron a los diez meses

de sitiados. Juan de Ibelín decidió luego mostrarse clemente e indulgente para intentar

pacificar la isla, pero todo aquello era guerra abierta.63

En 1231, Federico II envió a Ricardo Filangieri, mariscal imperial, al frente de un

ejército con la intención de invadir Chipre, pero ante las dificultades que Juan de Ibelín

le puso para realizar el desembarco, decidió Ricardo dirigirse a Tierra Santa e intentar

conquistar Beirut; casi lo consiguió, tras haber sitiado la ciudad. El mariscal Ricardo

Filangieri se estableció en Jerusalén y en Tiro, que habían sido recuperadas gracias al

tratado o negociación en 1229; pero no pudo entrar ni en Beirut ni en San Juan de Acre

el ejército germano.

Los seguidores de Juan formaron en San Juan de Acre una comuna de estos tiempos y

lo eligieron su alcalde en 1232.64

De este modo, la comuna de San Juan de Acre fue

capaz de acabar con el asedio de Beirut, aunque hubo un serio revés en Casal Imbert,

fortaleza de la vecina localidad de Achziv, a manos de Ricardo Filangieri, que atacó allí

con nocturnidad el 3 de mayo de ese año 1232. El caso fue, sin embargo, que Ricardo

Filangieri ocupó finalmente la isla de Chipre, en ausencia de Juan de Ibelín.

63

Era la conocida como Guerra de los Lombardos (1228-1242 ó 1243), que la consideraremos sobre to-

do a su término.

64

Era una comuna medieval. Ir a Epílogo III.

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~ 30 ~

Enrique I de Chipre y Juan de Ibelín decidieron entonces recuperar Chipre. Desem-

barcaron en Famagusta, el 10 de junio de 1232, y derrotaron a las fuerzas imperiales, el

15 de junio, siendo recordada esta victoria como la de la batalla de Agridi. Los pocos

supervivientes se retiraron al castillo de Cerines, rindiéndose en junio del año siguiente,

1233. Entonces Enrique fue indiscutiblemente rey de Chipre, siendo partidario de la fa-

milia Ibelín aun siendo de la familia Lusignan. De este modo, Juan de Ibelín y su fami-

lia siguieron siendo muy influyentes en la corte.

Ricardo Filangieri tenía aún el control sobre Jerusalén y Tiro, contando con el apoyo

de Bohemundo IV de Antioquía (muerto en 1233), de los caballeros teutónicos65

y hos-

pitalarios, como de los comerciantes pisanos. Juan de Ibelín, por su parte, contaba con

el apoyo de la nobleza de Chipre, y tenía sus territorios en el continente (Beirut, Cesarea

y Arsuf), contando además con el apoyo de los caballeros templarios y de los comer-

ciantes genoveses. Ninguna de las partes conseguía avanzar o imponerse sobre la otra,

hasta que en 1234 el Papa Gregorio IX excomulgó a Juan de Ibelín y a sus partidarios.

En 1235 la decisión pontificia fue parcialmente revocada, pero ya la paz era imposible.

Además también se planteaba un problema jurídico: el reino de Jerusalén no tenía rey.

Para solucionarlo, fue nombrada regente la princesa Alicia de Champaña y Jerusalén.66

Juan de Ibelín y los caballeros hospitalarios comenzaron en este año 1236 una cam-

paña de cruzada contra los musulmanes, campaña en cuyo transcurso tuvo Juan de

Ibelín un accidentado y desgraciado percance con su caballo, que cayó sobre él aplas-

tándole con mortales magulladuras. Antes de morir, en San Juan de Acre, se hizo caba-

llero templario.

65

La Orden Teutónica, conocida igualmente como Orden de los Caballeros Teutónicos u Orden de los

Hermanos Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén, organizada con su carácter religioso y

militar a la par, se fundó por nobles cruzados alemanes durante la tercera cruzada en Tierra Santa, en

1190, siendo reconocida por la Santa Sede (en la persona del Papa Inocencio III) en 1198, como ubicada

desde su fundación en la propia fortaleza de San Juan de Acre.

La Orden Teutónica se inspiró en el modelo de la Orden del Temple y en el de la Orden Hospitalaria o

de San Juan de Jerusalén, tratando de responder a los retos y necesidades de los cruzados, o de los pere-

grinos en general, tras la caída de Jerusalén en poder de Saladino.

Ya iremos tratando más, cuando corresponda, acerca de la historia o desenvolverse de los caballeros

teutónicos.

66

Hija de Isabel de Jerusalén, sobrina de Juan de Ibelín, viuda de Hugo I de Chipre y tía del joven rey

Conrado II de Jerusalén, hijo de Federico II Hohenstaufen y de la reina Yolanda de Jerusalén, que se ca-

sará con Isabel de Baviera y de ella tendrá a su hijo Conradino en 1252.

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~ 31 ~

Predecesor:

Dominio real

Señor de Beirut

(1197-1236)

Sucesor:

Balián de Beirut67

Predecesor:

Teobaldo de Orca68

Señor de Arsuf

(1207-1236)

Sucesor:

Juan de Arsuf69

Predecesor:

Amalarico de Lusignan70

Condestable de Jerusalén

(1194-1205)

Sucesor:

Gutierre de Montbéliard

Predecesor:

Amalarico I71

Regente de Jerusalén

(1205-1210)

Sucesor:

Juan de Brienne

Predecesor:

Felipe de Ibelín

Regente de Chipre

(1227-1228)

Sucesor/es (en grupo):72

Aimerico Barlais

Gabino de Chenichy

Amalarico de Bethsan

Hugo de Gibelet

Guillermo de Rivet

67

Como ya vimos, era hijo de Juan de Ibelín, conocido como el viejo señor de Beirut, y de Melisenda de

Arsuf. Su muerte será en 1247, tras haber continuado la conocida como Guerra de los Lombardos contra

los partidarios del emperador Federico II Hohenstaufen. Desde joven había sido educado como guerrero.

En 1232, cuando la batalla de Agridi, aunque debería de haber estado en la retaguardia junto a su padre y

el rey de Chipre, pasó al frente, junto a su hermano Hugo de Ibelín y Anceau de Brie, comandantes del

primero y segundo batallón. En la batalla, Balián ganó fama repeliendo los ataques de los enemigos lom-

bardos. Una historia narrada en la Gesta de los Chipriotas (atribuida al Templario de Tiro, del siglo

XIV), dice que Balián se enfrentó a un caballero lombardo tan duro que hasta le desmontó del caballo.

Balián y su familia, en 1242, estarán en el asedio de Tiro, habiendo contratado mercenarios para enfren-

tarse al asedio junto a Felipe de Novara y Felipe de Montfort, de quien ya hablaremos...

Balián de Beirut se casó en 1229 con Eschiva de Montbéliard, siendo ésta su descendencia: Balián (que

murió siendo niño), Hugo (nacido en 1231 y muerto en 1254, casado en 1251 con María de Montbéliard),

Juan (muerto en 1264) e Isabel (casada en 1250 con Enrique I Embriaco y muerta en 1271).

68

Su origen se desconoce, pero se supone de procedencia francesa, llegado a Tierra Santa en 1190, con la

tercera cruzada, yendo en el séquito del conde Enrique II de Champaña, luego rey de Jerusalén, en 1192.

Se casó con Melisenda de Arsuf, heredera de este señorío, como ya dijimos. Con Melisenda tuvo siete hi-

jas, las cuales murieron todas muy jóvenes y antes que él, que murió en 1207 sin más descendencia o he-

rederos que su viuda, la cual, como sabemos, se casó con Juan de Ibelín y fue madre de Balián su here-

dero y sucesor, si bien Arsuf lo hereda Juan, hermano de Balián.

69

También será condestable de Jerusalén, registrándose su muerte, como veremos, en 1258.

70

Rey de Chipre y de Jerusalén, como podemos recordar, muerto en 1205.

71

El mismo Amalarico (Aimerico) de Lusignan.

72

Los mismos que le precedieron luego siendo regente de Chipre entre los años 1229-1232.

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~ 32 ~

TAIFA DE BALANSIYA

SE BAUTIZA CRISTIANO ZAYD ABU ZAYD COMO VICENT BELLVÍS

De 1172 a 1228 se asentaron y permanecieron los almohades en Balansiya (Valencia

en cristiano), después de aquella inestabilidad que produjo, como podemos recordar, la

muerte, en 1172, de Muhammad ibn Mardanis, el muladí conocido como rey Lobo,

cuando los cristianos intentaron apoderarse de aquella zona, sin conseguirlo. Acabaron

adueñándose de Balansiya los almohades.

Alfonso II de Aragón (1164-1196) reconquistó Teruel en 1171 e hizo una incursión a

la ciudad de Valencia en 1172, ante la cual Abu al-Hajjal (hermano de Muhammad ibn

Mardanis), que gobernó allí hasta 1186 sometido al califato almohade, le ofreció du-

plicar el tributo que su hermano había pagado a los reyes de Aragón.

De otra parte, en 1177, los castellanos tomaron Cuenca con la ayuda de Alfonso II de

Aragón, y por el tratado de Cazola (de 20 de marzo de 1179) se estableció la futura

delimitación de las áreas de influencia de Castilla-León y de Aragón-Cataluña. En el

anterior tratado de Tudilén (año 1151) toda la zona de Valencia hasta Orihuela73

y la

mayor parte de las tierras en torno a Murcia debían caer dentro la Corona de Aragón,

pero según el nuevo tratado el área de influencia de Aragón sólo llegaría a la línea entre

Biar y Busot.74

El rey Pedro II de Aragón (1196-1213), sucesor de Alfonso II, viró en sus deseos

expansionistas hacia Occitania, aunque consiguió poner sitio y conquistar el conocido

como Rincón de Ademuz75

La pérdida de Ademuz dejó muy afectados a los almohades,

suponiendo esto una de las razones que llevaron al califa Muhammad An-Nasir, el Mi-

ramamolín, a organizar la expedición de África y Al-Ándalus que luego, en 1212, daría

lugar a la famosa batalla de Las Navas de Tolosa, desastrosa para los musulmanes y

victoriosa de capital importancia para los cristianos. En dicha batalla, como sabemos y

podemos recordar, estaban confederados el rey Alfonso VIII de Castilla, el rey Sancho

VII de Navarra, el rey Pedro II de Aragón, las tropas de las órdenes militares de San-

tiago, Calatrava, Temple y Hospital o San Juan, con bastantes caballeros y cruzados

europeos. Los musulmanes estaban dirigidos y capitaneados –no lo olvidemos– por Mu-

hammad An-Nasir,76

pariente directo de quien luego vino a ser gobernador almohade de

73

Provincia de Alicante.

74

Provincia de Alicante, por donde vino a ser el límite de las conquistas del rey Jaime I.

75

Enclave valenciano al sur de la provincia de Teruel.

76

Muerto a 25 de diciembre de 1213.

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~ 33 ~

Valencia Zayd Abu Zayd, que ahora nos ocupa, porque se bautizó cristiano en este año

1236.

El ejército cristiano obtuvo aquella gran victoria del 16 de julio de 1212 sobre los al-

mohades. Un año después murió Pedro II de Aragón en la batalla de Muret, suce-

diéndole en el trono su hijo Jaime I, siendo todavía un niño cuando fue proclamado rey

en 1214. Eran ésos los momentos en los que Zayd Abu Zayd empezó su gobierno en la

zona oriental de Al-Ándalus,77

siendo aún muy reciente la derrota de musulmanes en

Las Navas de Tolosa.

Ni los almohades ni los almorávides habían conseguido fusionar a los hispanomusul-

manes con los norteafricanos en una unidad política estable. Según fueron dominando y

predominando los almohades, se fueron disgregando sus dominios.78

La situación de

Valencia, ciudad adelantada en la frontera con los cristianos, y muy alejada del mundo y

capitalidad almohades, motivó que sus gobernadores, Zayd Abu Abd Allah (1190-1213)

y su hijo Zayd Abu Zayd (1213-1229) –nieto y bisnieto, respectivamente, del califa Abd

Al-Mumin, fundador del Imperio Almohade, pudieron actuar con plena autonomía, in-

cluso titulándose emires.79

Fue en 1224 cuando el rey Jaime I pidió ayuda a los nobles de todo su reino para ini-

ciar la conquista de Valencia, emprendiéndola desde Teruel, siendo entonces cuando

Zayd Abu Zayd pidió una tregua al rey aragonés. Éste aceptó a cambio de la quinta

parte de las rentas de Valencia y Murcia. Para quitar presión, Zayd Abu Zayd decidió,

en 1225, hacerse vasallo del rey castellano Fernando III. Durante el verano de aquel

1225, Jaime I intentó apoderarse del castillo de Peñíscola,80

pero los nobles aragoneses

no le respaldaron y fracasó en el avance.

Zayd Abu Zayd se dio a promover una rebelión indígena en sus tierras contra los al-

mohades, una rebelión, como podemos recordar, encabezada por Ibn Hud al-Djudzaní,

que en 1228 se apoderó de Murcia, dominando también Orihuela, Denia, Gandía, Játiva

y Alcira.81

Ibn Hud aspiró también a conquistar Valencia, pero no pudo lograrlo, porque

la ciudad y los dominios al norte de la misma se mantuvieron fieles a Zayd Abu Zayd.

Ibn Hud, desde 1227, tenía reconocido a Al-Mamun, anterior gobernador de Córdoba y

Sevilla, como califa almohade. Viendo Ibn Hud que no podía expandirse por tierras va-

lencianas, optó por la posibilidad de expandirse hacia el occidente andalusí, por donde

ya vamos contando cómo le fue y le va. Zayd Abu Zayd recuperó en 1228 los castillos

de Villahermosa82

y Bejís83

que habían ocupado los aragoneses.84

77

Último gobernador almohade en toda la zona de Valencia, Denia, Játiva e indirectamente de Murcia,

78

Dándose en la Península Ibérica, como sabemos, una primeras, segundas y terceras taifas desde la dis-

gregación del califato de Córdoba a comienzos del siglo XI.

79

Aunque nunca acuñaron moneda propia ni se opusieron a la sumisión para con los almohades.

80

Provincia de Castellón.

81

La mitad sur de la actual región de Valencia.

82

Villahermosa del Río (Castellón).

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~ 34 ~

El pacto de tratado y tregua entre Jaime I y Zayd Abu Zayd motivó a muchos mu-

sulmanes a pasarse al bando encabezado por el nieto de Ibn Mardanis, el rey Lobo, el

conocido Zayyan ibn Mardanis, de Onda,85

creyendo que Zayd Abu Zayd les traicio-

naba y les volvía la espalda al dejar de ser islámico o mahometano y hacerse realmente

cristiano. Ahora se volvían las tornas, pues si en tiempos se hicieron musulmanes (mu-

ladíes) los cristianos (los Mardanis o Martínez, por ejemplo), ahora son los musulmanes

los que se hacen cristianos (mudéjares). Dada la presión registrada por parte de Zayyan

y sus seguidores, Zayd Abu Zayd abandonó la ciudad de Valencia y se trasladó al norte

de la misma.86

Zayyan entonces, con pompa de emir, entró triunfalmente en la ciudad de

Valencia, en enero de 1229, pero no cuajó allí como emir o rey. Desde Murcia, el apa-

sionado y furibundo Ibn Hud, opuesto a los almohades tanto como a los cristianos, sitió

Valencia presionando a Zayyan para que se largara de allí; pero una seria advertencia y

amenaza desde Castilla dirigida a Ibn Hud hizo que éste se retirara a Murcia. Tanto

desorden y cosas que pasaban en Valencia animaron a Jaime I de Aragón para lanzarse

de nuevo y decididamente a la conquista del reino valenciano.

Zayd Abu Zayd, con la intención de recuperar las posesiones que Zayyan le había

arrebatado, se sumó a la conquista cristiana, uniéndose a Jaime I en Calatayud,87

en

1229, ofreciéndole su firmado pacto o tratado de ayuda para la conquista de la taifa de

Valencia. En este tratado, Zayd Abu Zayd le prometió a Jaime I la cuarta parte de lo que

conquistara y algunos castillos estratégicos como fianza del pacto. A cambio, el rey

aragonés le dio palabra de ayudarlo y protegerlo contra todos los que atacasen sus pose-

siones en este reino todavía musulmán.

Pero antes de iniciar la conquista de la taifa de Valencia, Jaime I, como podemos re-

cordar, conquistó Mallorca, por lo cual durante estos años, tan sólo unos pocos nobles

ayudaron a Zayd Abu Zayd en el norte. Incapaz de recuperar los castillos perdidos, Abu 83

También en la provincia de Castellón.

84

Y no tardaron en volver a ocupar.

85

Histórica y fortalecida población en la provincia de Castellón, cuyo asentamiento más definitivo es del

siglo XI, de origen musulmán, teniendo su buena y considerable importancia en los siglos XII-XIII y si-

guientes.

Onda fue conquistada en 1090 por el Cid Campeador, aunque retornó de nuevo al dominio andalusí a

partir del año 1102. Prácticamente hasta 1242 no la reconquistó de nuevo para los cristianos el rey Jaime

I. El 28 de abril de 1248 le otorga el rey Jaime carta puebla a esta localidad o villa, como a la alquería de

Tales, hoy un pueblo.

Convivieron en Onda Cristianos, judíos y musulmanes, ocupando los cristianos la privilegiada zona in-

tramuros, donde también se desarrolló el barrio judío. Los musulmanes fueron expulsados del interior del

perímetro amurallado no tanto por discriminación ni por trato vejatorio sino como consecuencia de rebe-

larse en 1248. Crearon un barrio pegado a las murallas, el que se conoce aún como barrio de la Morería.

En las alquerías dependientes de Onda, la población fue musulmana. Esta situación se prolonga hasta que

fueron expulsados de España los judíos en 1492 y los moriscos en 1609.

86

A Segorbe, Argelita, Castillo de Villamalefa, etc., en la provincia de Castellón.

87

Provincia de Zaragoza.

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~ 35 ~

Zayd tuvo que aceptar un tercer pacto, en 1232, por el cual cedía todas las rentas de la

ciudad de Valencia y su huerta. Conquistada Mallorca (1229), Jaime I inició en 1232 la

conquista de la taifa de Valencia. Empezó por el sitio de Burriana, durante dos meses,

consiguiéndola en su caída en julio de 1233.88

Inmediatamente después cayeron todos

los castillos al norte del lugar: Peñíscola, Castellón de la Plana, Borriol, Cuevas de Vin-

romá, Vilafamés, etc., teniendo en cuenta que por entonces casi todo el reino de Va-

lencia estaba en poder de Zayyán, excepto los castillos de Segorbe, Ayódar, Almenara,

Puebla de Arenoso, Cirat, Liria, Nules, Onda, Castillo de Villamalefa y algunos otros

que seguían fieles a Zayd Abu Zayd.

En este año 1236, Zayd Abu Zayd, convencido cristiano, recibió el bautismo llamán-

dose Vicent Bellvís.89

Y en este mismo año, a 22 de abril, cedió todos sus territorios al

obispado de Segorbe,90

dando así muestras de su conversión; además, firmó un cuarto y

definitivo acuerdo con Jaime I, confirmando todos los acuerdos anteriores y pasando a

ser, con toda su dinastía, vasallo de Aragón.

El rey Jaime I sigue con su deseada y planificada conquista de Valencia. Ya iremos

viendo.91

88

Burriana (Castellón) fue una importante plaza musulmana sobre la que se emprendió la importante ac-

ción militar que la sitió.

89

La conversión al cristianismo de Abu Zayd no ha estado exenta de relatos tradicionales y legendarios.

Uno lo asocian al milagro de la Cruz de Caravaca, que parece fue presenciado por él mismo, como ya

contábamos en su momento. Otros lo vinculan a la muerte martirial de dos frailes misioneros o predica-

dores franciscanos, fray Juan y fray Pedro, que llegaron a la ciudad de Valencia en 1226 con la intención

de evangelizar haciéndolo entre los musulmanes. Esta tarea, absolutamente arriesgada allí por entonces,

llegó a oídos de Abu Zayd, por entonces gobernador, que los persiguió, torturándolos y ordenando perso-

nalmente que fueran decapitados. Los frailes no dudaron en ofrecer sus vidas para la conversión al cris-

tianismo de Abu Zayd, al que predijeron también su derrocamiento. Aquel martirio tuvo lugar siendo 29

de agosto de 1229, fiesta de la degollación de San Juan Bautista. Abu Zayd acabaría tomando el nombre

cristiano de Vicente y su palacio acabó convertido en convento franciscano.

90

Entonces Diócesis de Segorbe o Segóbriga y del señorío de Albarracín y actualmente diócesis de Se-

gorbe-Castellón.

91

Como veremos efectuarse en los años 1237-1238.

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~ 36 ~

NASO (REINO DE SICILIA)

MURIÓ CONÓN DE NASO CON FAMA DE SANTO

En Naso,92

murió el muy conocido y querido abad basiliano93

Conón, el 28 de marzo,

cuando tenía 97 años de edad.94

De su vida se cuenta que peregrinó a Jerusalén y, mientras caminaba, tuvo una visión

o revelación: percibió nítidamente cómo un sacerdote que él conocía parecía morir as-

fixiado por una serpiente. Más tarde, tras su regreso de Tierra Santa, fue directamente a

ver a ese sacerdote y le contó la visión. El sacerdote a su vez le confesó que se estaba

dedicando a mantener saneada y solvente la iglesia que tenía a su cargo. Conón per-

suadió al sacerdote para que confiara más en cómo Dios provee y así confiara más en la

divina providencia.95

Habiendo muerto sus padres, cuando Conón regresó de su peregrinación, se deshizo

de cuantas posesiones y bienes heredó, repartiéndolo todo a los pobres, y se hizo ere-

mita, que fue como se inició en la vida basiliana.

Conón fue hijo del conde Norman Anselmo, que gobernó en Mesina y ostentó muchas

posesiones. Acabó siendo sacerdote y abad, alternando la vida eremítica y cenobítica.

Murió con gran fama de santidad.

92

Pueblo siciliano de la provincia de Mesina.

93

Los basilianos o monjes basilios son los pertenecientes a la Orden Monástica de San Basilio, el célebre

San Basilio Magno, obispo de Cesarea de Capadocia y representante de la Patrística, a quien se atribuye

la conocida Regla de San Basilio.

La posterior Regla de San Benito, más considerada la base de la vida monástica en Occidente (y de los

monjes benedictinos, fundados por San Benito de Nursia, en el siglo V), se inspiró mucho en los escritos

y orientaciones de San Basilio.

Tanto basilianos como benedictinos arraigaron con gran presencia por todo el territorio italiano, además

de por otros muchos lugares.

94

Se trata del Beato o Santo Conón de Naso, conmemorado en el santoral el 28 de marzo.

95

Se cuenta que, en 1571, por Naso se experimentó una gran hambruna, pues hubo mucha carestía de ali-

mentos. Los habitantes de aquel pueblo invocaron a San Conón como su patrono y éste apareció en un

barco con gran acarreo de grano que satisfizo a todos.

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~ 37 ~

San Conón de Naso

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~ 38 ~

SULTANATO DE DELHI

MUERTE DEL SULTÁN SHAMS-UD-DIN ILTUTMISH

Soberano del sultanato de Delhi,96

murió en este año 1236, el 28 de abril, Shams-ud-

din Iltutmish, tercer miembro de la dinastía de los esclavos o de mamelucos que fundara

Qutb-ud-din Aibak, muerto en 1210. Sucedió como sultán al efímero Aram Shah en

1211 y viene a consolidar propiamente la dinastía. Destacamos que reorganizó el siste-

ma monetario y redistribuyó los feudos entre la nobleza, erigiendo numerosos edificios

y monumentos, especialmente de índole religiosa islámica.

Miembro de la tribu turca ilbari del Turquestán, amplia región de Asia Central, Iltut-

mish fue vendido como esclavo por su propia familia. Pasó al mercado de Bujará97

y

después a Gazni,98

donde fue comprado por el sultán Muhammad de Gur. Iltutmish for-

mó parte de su guardia personal gracias a su origen (pues los turcos eran apreciados por

su valía militar, como los mejores guerreros de la región), convirtiéndose en su conse-

jero. Tiempo después fue comprado por Aibak, entonces virrey de Lahore.99

No tardó en

ser uno de los más fieles lugartenientes de Aibak, entre otras cosas al casarse con una de

sus hijas y siendo nombrado gobernador sucesivamente de las ciudades indias de Taba-

96

Sultanato de Delhi es término que designa a cinco dinastías de corta o relativa duración en la India, al

norte, en torno a la capitalidad en Delhi, siendo de origen turco las tres primeras dinastías. Cubren las

mencionadas dinastías en su conjunto las fechas que van de 1206 a 1526, y fueron sucedidas por el Im-

perio Mogol (no confundir con Mongol). Las cinco dinastías son: de los esclavos (1206-1290), Khilji

(1290-1320), Tughlag (1320-1441), Sayyida (1414-1451) y Lodi (1451-1526).

Qutb-ud-din Aibak (muerto en 1210), un antiguo esclavo del afgano Muhammad de Gur (muerto en

1206), fue el primer sultán de Delhi, y su dinastía conquistó grandes áreas del norte de la India. Luego, la

dinastía Khilji, fue capaz de conquistar la mayor parte de la India central, pero ambas fallaron en unir

el denominado Subcontinente Indio. El sultanato se hizo notar por ser de los pocos estados o dominios

que derrotaron repetidamente al Imperio Mongol.

El sultanato de Delhi marcó el comienzo de un período de renacimiento cultural floreciente en la India.

La fusión resultante de las culturas indo-musulmanas dejó duraderos monumentos sincréticos en arqui-

tectura, música, literatura, religión y vestimenta. En 1526, el sultanato de Delhi fue absorbido por el

emergente Imperio Mogol, que se fue extendiendo entre los siglos XVI-XIX por los actuales territorios de

India, Pakistán y Bangladés, con zonas de Afganistán, Nepal, Bután y este de irán.

97

En la actual Uzbekistán. Bujará ha sido tradicionalmente el principal centro de cultura islámica en Asia

Central, y el principal centro de peregrinación musulmana del mundo tras La Meca.

98

Ciudad afgana, famosa por sus minaretes construidos en plan o plano estelar que datan de la mitad del

siglo XII y son el elemento que sobrevive de la mezquita de Bahramshah. Sus lados son decorados con

modelos geométricos. Las secciones altas de estos minaretes están dañadas o destruidas.

99

En Pakistán.

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~ 39 ~

rind, Gwalior y Barán. Tras su destacada actuación en la campaña contra los khokhar

del Punjab en 1205 y 1206, recibió la manumisión por orden del sultán.

Gobernador de Badaun desde 1206, Iltutmish continuó como uno de los más leales

seguidores de Aibak, cuando éste al morir en 1210 fue sucedido por el incompetente

Aram Shah; pero un año después y con apoyo de numerosos nobles, Iltutmish se alzó en

armas, venció y dio muerte al sultán en Bagh-i-Jud, entrando en Delhi triunfalmente y

sin oposición. Tras hacerse con el poder trasladó la capital del sultanato de Lahore a

Delhi.

Los antiguos territorios de Aibak estaban en plena guerra civil tras su muerte. Nasir

ad-Din Qabacha (muerto en 1228), gobernador de Multan y Uch desde 1203, se había

proclamado independiente. Alí Mardan Khilji había derrocado a Ghiyasulddin Iwaj

Shah, gobernador de Lakhnauti desde 1208, y había conquistado Bihar. Lahore era re-

clamada por Iltutmish, Qabacha y Tajuddin Yildoz de Gazni, hijo adoptivo de Muham-

mad; Iltutmish inicialmente acepto que Yildoz conservara la urbe como gobernador. Los

príncipes hindúes (muizzi) deseaban su independencia y reclamaban Kannauj, Bena-

ras, Gwalior y Kalinjar. El fuerte de Ranthambore había sido reconquistado por los

chauhan (casta guerrera hindú de la región).

Iltutmish envió a su hijo mayor, Nasir-ud-din Mahmud, a una campaña militar por la

que conquistó Budaun, Kanauj, Benaras y Rohilkhand, mientras él mismo tomaba

Awadh, Badaun, Benaras y Siwalik. En 1215 y 1216, los jorezmitas del Imperio Co-

rasmio o del Gran Irán (al que no es la primera vez que nos referimos) ya habían

expulsado a Yildoz de Gazni y a Qabacha de Lahore y conquistado gran parte del Pun-

jab. El primero terminó por sublevarse contra Iltutmish, reclamando el trono de Delhi,

pero fue vencido en Tarain y ejecutado en Badaun. Poco después, Qabacha recuperó

Lahore pero en 1217 Iltutmish decidió acabar con él. Qabacha intentó huir a Multan,

pero fue vencido en Mansura y debió refugiarse en Sind; sin embargo, Iltutmish no le

atacó porque estaba más ocupado vigilando a los mongoles. Efectivamente, Gengis Kan

(muerto en 1227) venció a Jalal ad-Din Mingburnu (muerto en 1231) en la batalla del

Indo, el 24 de noviembre de 1221, obligando a Jalal ad-Din a huir al Punjab. Allí el

exiliado se alió con los khokhar y conquistó Lahore. Después le pidió a Iltutmish una

alianza contra los mongoles, pero éste temía demasiado a Gengis Kan y decidió marchar

contra el exiliado. Jajal ad-Din abandonó Lahore y escapó a Uchch, venció a Qabacha,

saqueó Sind y el norte de Gujarat y volvió a Persia, en 1224. Los mongoles aprove-

charon en esos momentos para saquear Multan.

En 1212 Alí Mardan fue derrocado por Ghiyasuddin, el cual se negó a pagar tributos a

Delhi. El sultán marchó sobre él en 1225 y le obligó a someterse y a ceder Bihar. De-

cidió combatir a los rajput (un conglomerado de clanes tan laboriosos como campesi-

nos como belicosos combatiendo). Iltutmish tomó el fuerte de Ranthambore en 1226 y

Bayana, Ajmer, Sambhar y Mandsur en 1227. En este año nombró a su hijo Nasir-ud-

din Mahmud gobernador de Oudh y Awadh. Mahmud aprovechó que Ghiyasuddin

estaba combatiendo en Assam para tomar Lakhnauti, capturar a su enemigo y ejecutarlo

al poco tiempo; Ala-ud-din Jani fue nombrado gobernador de esa urbe. En 1228, en la

cima de su poder, decidió Iltutmish acabar con Qabacha, quien estaba debilitado por

luchar contra mongoles y contra Jajal ad-Din; conquistó Uchch, Sind, Multan y el fuerte

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de Bhakkar, a orillas del Indio, río donde Qabacha se ahogó intentando cruzarlo in-

tentando huir. Durante los años 1228 y 1229 Iltutmish recibió a emisarios de los califas

ayubíes de El Cairo, quienes finalmente le dieron su reconocimiento como sultán go-

bernante de la India. En 1229 murió el príncipe Mahmud, y los príncipes de Bengala se

alzaron en armas, sublevados en rebelión, siendo ésta aplacada cuando el sultán, en

1230, reconquisto Lakhnauti.

Finalmente, combatió Iltutmish a los chauhan. En aquel mismo 1230 tomó Nagaur y

en 1231 Gwalior, tras un año de asedio. Sin embargo, tuvo que retirarse de Gujarat al no

poder vencer a los poderosos y numeroso chalukias. En 1235 saqueó Ujjain.100

Como

dijimos en un principio, Iltutmish murió el 28 de abril de este año 1236 y fue sucedido

por su hijo Rukn-ud-din Furuz.

Mausoleo donde se encuentra el enterramiento de Iltutmish

100

Una ciudad india en la que se celebra anualmente un peculiar y numeroso peregrinaje hindú denomi-

nado Kumh Mela.

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~ 41 ~

MARAKECH – GARB – CEUTA (IMPERIO ALMOHADE)

PRIMAVERA SANGRIENTA

El día 29 de mayo, en la marroquí Garb, del Imperio Almohade, se perpetró el ase-

sinato de Yahya, el califa almohade, a manos de su califa contrincante Abd al-Wahidar

Rachid (o Al-Rasid), quien de este modo se hace con Marrakech, la capital imperial.

Yahya ibn al-Nasir al-Mutasim tenía tan sólo 26 años de edad.101

Fue breve su rei-

nado, siempre amenazado además por las tentativas andalusíes de arrebatarle todo el

Imperio, cada vez más reducido territorialmente y en todos los órdenes. Fue destituido y

repuesto en el trono durante unos meses, pero no ha sido nulo del todo su poder, un po-

der de títere y marioneta.

Hijo de Al-Nasir (o An-Nasir, el derrotado en Las Navas de Tolosa), Yahya fue pro-

puesto para suceder al califa almohade Abdallah al-Adil, siendo muy joven aún, en

octubre de 1227. Aunque en un principio los jeques marroquíes se habían reunido para

proclamar a Abu-l-Ula Idris, señor de Al-Ándalus, proveniente de Sevilla y hermano del

fallecido califa, tío por tanto de Yahya, prevaleció la opinión de los valedores de Yahya,

los jeques de Hintata y Tinmallal o Tinmail.

Desde el comienzo de su reinado, en el que tomó el título de Al-Mutasim, fue per-

diendo apoyos en beneficio de Al-Mamun, que no paró de intrigar para que Yahya fuese

depuesto y aclamado él en su lugar. Las tropas califales fueron diezmadas por las de los

cada vez más numerosos rebeldes y Yahya se vio obligado a huir de Marrakech hacia

las montañas del Atlas y acogerse allí a la protección del jeque de Hintata.

Las tropas leales marcharon a la capital y lograron expulsar de ella a los autores del

complot, cuyo cabecilla era Ibn Yuyyan, restaurando a Yahya en mayo de 1228. Pero

durante los meses siguientes Yahya conoció la defección de los gobernadores de Fez,

Tremecén, Ceuta y Bugía, lo que animó a Al-Mamun para promover su proclamación

como califa. Las escasas fuerzas leales a Yahya fueron aniquiladas en la batalla de

Iyilliz (a principios de 1229) y Yahya fue trasladado por sus consejeros a las montañas

de Hintata, en el Atlas, donde permaneció inactivo durante más de un año.

En febrero de 1230 Yahya hizo un intento de tomar la capital y derrocar a Al-Mamun,

pero fue derrotado con dureza y obligado de nuevo a esconderse en las montañas. En

verano de aquel año Al-Mamun llevó su ejército hasta el Atlas y venció una vez más a

los partidarios de Yahya, causando una gran carnicería y haciendo huir a Yahya a Si-

yilmassa (o Sijilmasa).

101

Se le supone nacido en 1210.

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Dos años después, mientras Al-Mamun había marchado a reducir a su hermano, Abu

Musa, que se había declarado independiente en Ceuta, Yahya se apoderó de la capital

marroquí; al conocer la noticia Al-Mamun tomó el camino de Marrakech, pero murió

repentinamente; no obstante, su ejército, compuesto en gran parte por tropas cristianas,

continuó su avance hacia Marrakech, después de haber proclamado en secreto califa a

Abd al-Wahid (o Wahidar) II al-Rachid, hijo del difunto Al-Mamun. Yahya salió al

encuentro del ejército enemigo y fue derrotado a finales de octubre y de nuevo huyó de

Marrakech antes de la proclamación de Al-Rasid, cuando estábamos a primeros de no-

viembre de 1232.

En el año siguiente Yahya recibió la adhesión de Ibn Waqatir, jeque de los haskura,

que se había declarado en rebeldía contra Al-Rasid y que se reunió con Yahya en la

región de Mazala. La rebeldía de Ibn Waqatir provocó una expedición de castigo en las

tierras de los haskura, al norte del Atlas, pero mientras ésta se desarrollaba, Yahya e Ibn

Waqatir reunieron un ejército compuesto por gentes de los haskura del sur del Atlas, los

yalawa y los mazala, ejército con el que marcharon hacia Marrakech para tomar la ca-

pital por sorpresa. En cuanto la noticia se conoció en Marrakech, el ejército califal dio

media vuelta e interceptó a las tropas rebeldes, derrotándolas. Una vez más Yahya bus-

có refugio en Sijilmasa.

En la primavera de 1235, en medio del caos político causado por la cruenta guerra

civil que asoló por todo Marruecos, Yahya, aprovechando un momento de vacío extre-

mo de poder, fue llevado a la capital por su valedor Ibn Abu Hafs (que le había prote-

gido en las montañas), consiguiendo un débil o tenue y casi imperceptible reconoci-

miento por parte de la población, que esperaba que la proclamación de Yahya evitase un

inminente saqueo de Marrakech por parte de los jult.

Durante este segundo o repetido reinado, Yahya fue una marioneta en manos de los

señores árabes, bereberes y tribales diversos, que le obligaron a nombrar visir a Ibn Abu

Hafs y, tras su muerte por enfermedad, a su hermano Abu Ibrahim, que fue asesinado.

Yahya entregó la administración de sus negocios a un paje, Abu Hamama Bilal, que

incluso llegó a suplantar la firma del califa y a ordenar la muerte por traición de un

hermano de Yahya, Alí ibn al-Nasir.

Mientras, Al-Rasid, hijo de Al-Mamun, que le sucedió a su muerte en 1232 y que

había huido de la capital ante los ataque de los árabes en primavera de 1235, preparaba

desde Sijilmasa su entrada en Marrakech y había conseguido el apoyo de los sufyan y

de algunas ciudades como Fez. A finales de 1235 Yahya y sus leales fueron derrotados

por las tropas de Al-Rasid en la batalla de Awiyidán. Yahya fue abandonado por sus

partidarios y se refugió solo en el Garb, donde consiguió la promesa de los árabes

ma’quil de que le ayudarían a recuperar el trono, pero uno de ellos, quizás para con-

graciarse con Al-Rasid lo asesinó y envió su cabeza a Marrakech metida en un tarro de

miel; su cuerpo fue enterrado en el camino de Fez a Taza, en el valle de Abd Allah.

Yahya102

fue un hombre indolente y apático que delegó sus atribuciones en consejeros

y visires y que prometía con una enorme prodigalidad para los demás lo que él mismo

102

Según las crónicas.

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no poseía. Tuvo una parálisis en la mano derecha que le impedía sostener el cetro califal

y su autoridad fue muy poco respetada, llegándose al punto de que sus más bajos sol-

dados se sentaban a su lado y hacían de todo, ignorando las más básicas reglas de la eti-

queta o la cortesía, sin respeto.

Luego de esto, los almohades recuperaron su presencia y dominio en Ceuta, que había

sido independiente en manos del mercader o acaudalado comerciante local Al-Yanaati

desde 1233, como podemos recordar.

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OFFINGTON (REINO DE INGLATERRA)

ÓBITO DE GUILLERMO D’AUBIGNY

William (Guillermo) d’Aubigny, rebelde lord (señor) de Belvoir, murió el 1 de mayo

de este año 1236, en Offington, condado inglés de Leicestershire. Tenía 80 años de

edad.103

Recibió sepultura en la Newstead Abbey. Le recordamos como uno de los más

destacados promotores de la rebelión u oposición de nobles o barones ingleses contra el

rey Juan I,104

obligado a firmar la Carta Magna por todo aquello en su contra, como po-

demos recordar.

El ahora difunto D’Aubigny era hijo de William d’Aubigny de Belvoir y nieto de otro

William d’Aubigny, además de heredero del terrateniente Robert de Todeni según el

Libro Domesday,105

que tenía muchas propiedades, siendo una de ellas la del señorío de

Belvoir en Leicestershire, donde construyó el espléndido castillo que allí se encuentra,

hogar y residencia familiar por generaciones.

Guillermo d’Aubigny fue gran sheriff de Warwickshire, Leicester, Bedfordshire y

Buckinghamshire. Se mantuvo neutral cuando se iniciaba el reinado de Juan, contra el

que se unió a los rebeldes sólo después del temprano éxito en la toma de Londres en

103

Probablemente.

104

Juan Sin Tierra (1199-1216).

105

El Libro Domesday (Domesday Book), conocido también como Libro de Winchester, fue el princi-

pal registro civil y de la propiedad completado en Inglaterra por orden del rey Guillermo I el Conquista-

dor de Inglaterra en 1086.

El rey Guillermo I, de procedencia normanda como sabemos, necesitaba información sobre el país que

acababa de conquistar, con el fin de poder administrarlo lo mejor posible a su manera y según sus intere-

ses. Durante la Navidad de 1085, estando en Gloucester, según la Crónica Anglosajona, Guillermo “tuvo

una exhaustiva conversación con sus consejeros, y envió hombres por toda Inglaterra, a cada comarca,

para averiguar qué y cuánto tenía cada terrateniente en términos de propiedades y ganado, y cuánto era

su valor”. Uno de los principales propósitos del registro era conocer quién poseía bienes que podrían pa-

gar tributos, de modo que el juicio o conclusión de los asesores era decisorio, pues lo que quedaba re-

gistrado en el libro (las propiedades y su valor) era la ley, y no había apelación posible.

El Libro Domesday fue escrito en latín. Lo de llamarse “Domesday” proviene del inglés antiguo

“dom”, que significa “cuenta” o “reconocimiento”. “Domesday” significaba así, literalmente, “día de

cuentas”, que un señor tomaba conocimiento a efectos contables de cuanto poseía cada sujeto. La fe cris-

tiana en el Juicio Final y en todo lo relacionado al respecto en el libro bíblico del Apocalipsis tienen re-

lación a estos asuntos de la constatación y rendición de cuentas, por lo que la palabra “doomsday” (con el

término inglés “doom”, “destino”) tiene esas connotaciones escatológicas.

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1215, siendo uno de los veinticinco fiadores o garantes de la Carta Magna. En la guerra

de los barones que siguió al sellado de la carta, Guillermo ocupó el castillo de Roches-

ter con los demás barones, siendo luego encarcelado (y casi ahorcado) cuando el rey

Juan lo recuperó en aquel memorable sitio que se prolongó durante año y medio.

Guillermo se convirtió en uno de los leales en la adhesión a Enrique III de Inglaterra a

partir de octubre de 1216, siendo comandante en la segunda batalla de Lincoln, el 20 de

mayo de 1217.

A Guillermo d’Aubigny le sucede su hijo del mismo nombre William d’Aubigny.106

106

Su muerte será en 1247 dejando sólo descendencia femenina.

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ABADÍA DE SAINT ALBANS (REINO DE INGLATERRA)

ÓBITO DE ROGER DE WENDOVER

El 6 de mayo, siendo monje en la Abadía de Saint Albans (San Albano),107

murió allí

Roger de Wendover,108

cronista, que había sido también prior de la célula señorial de

Belvoir, aunque perdió esta dignidad y cargo en los comienzos del reinado de Enrique

III, tras ser visto culpable de derroche y dilapidación de donaciones.

Como cronista su obra más destacada y conocida es la titulada Flores Historiarum,

obra que se basa en material previo que elaboró y del que se sirvió Roger. Afirma él en

su prólogo haber seleccionado las páginas “de los libros de los escritores católicos

dignos de crédito, así como flores de varios colores se obtienen de diferentes campos”.

Por eso llamó a su trabajo Flores Historiarum, un título apropiado en el siglo XIII para

una extensa compilación que se fue completando abierta a posteriores enriquecimientos

y datos.

Flores Historiarum destaca por la buena descripción de la acción efectuada por las

tropas del rey Juan I en los tiempos finales de su reinado: “Toda la tierra estaba cu-

bierta de estos brazos del diablo, como langostas, que se reunieron para borrar todas

las cosas desde el haz de la tierra, porque, corriendo con las espadas desenvainadas y

cuchillos, saquearon las ciudades, casas, cementerios, iglesias, robando a todos, sin

afectar ni las mujeres ni a los niños”.

La obra Revelation of St Nicholas to a monk of Evesham, escrita en 1196, de autor

desconocido, se encuentra abreviada o resumida en Flores Historiarum. Se trata de una

curiosa alegoría religiosa que expone (en sueños) la peregrinación de un alma desde la

muerte a través del purgatorio y del paraíso al cielo. El monje, conducido por San Ni-

colás, es llevado de un lugar a otro en el purgatorio, donde se reúne y conversa con

personas de diferentes rangos, que relatan sus historias y sufrimientos. Del purgatorio

107

De un pequeño asentamiento romano, la ciudad inglesa de Saint Albans, en Hertfordshire, pasó a con-

vertirse en la más importante urbe romana británica. Fue conocida como Verulamium, hasta que un sol-

dado romano sufrió aquí martirio por haber cobijado a un presbítero misionero. El soldado se llamaba Al-

bano y fue el protomártir cristiano de Inglaterra.

Cuando los romanos se marcharon de allí, la ciudad fue ocupada por los sajones. Entonces de descubrió

que, en el lugar del martirio del soldado Albano, había un santuario. En el siglo VIII se edificó allí una

abadía y a principios del siglo XI ya era notable la ciudad alrededor del recinto monástico, una interesante

ciudad.

108

Probablemente era de Wendover (Buckinghamshire).

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avanza lentamente hacia el paraíso y finalmente llega a las puertas del cielo, después de

lo cual despierta.

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CORBEIL (REINO DE FRANCIA)

MUERE UNA REINA QUE NO REINÓ: INGEBORG DE DINAMARCA

Una reina que no reinó. Es lo que fue Ingeborg o Isambur de Dinamarca en Francia.

Cuya muerte se registra en junio de este año 1236, el día 29, recibiendo sepultura en la

ciudad francesa de Corbeil. Tenía 61 años de edad.109

Ingeborg, conocida princesa de Dinamarca, vino a ser o tenía que haber sido reina

consorte de Francia (entre los años 1193-1223) por su matrimonio con el rey Felipe II

Augusto (muerto en 1223). Era hija del rey Valdemar I de Dinamarca (muerto en 1182)

y de Sofía de Minsk (muerta en 1198) y hermana de los reyes daneses Canuto IV (1182-

1202) y del ahora reinante Valdemar II.

Como sabemos o podemos recordar, el francés Felipe Augusto, pretendiendo una

alianza danesa contra Inglaterra, habiendo enviudado de Isabel de Henao en 1190, se

casó son Isambur el 14 de agosto de 1193. Aun destacando su belleza, prestancia e in-

teligencia,110

pasó que el monarca, ya en la misma noche de la boda, manifestó tal aver-

sión por su joven esposa que la repudió de inmediato.

El rey Felipe de Francia apeló enseguida al Papa Inocencio III (1198-1216) para que

anulase el matrimonio, alegando que para nada había sido consumado; pero Isambur

aseguró que sí se había dado tal consumación; resultó a fin de cuentas que la Santa Sede

se negó a conceder la anulación. Sí lo hizo una asamblea de obispos y barones franceses

que se reunió en Compègne a finales de aquel año 1193. Anularon el matrimonio adu-

ciendo afinidad de consanguinidad entre los cónyuges, pero esta anulación no la dio por

válida el Papa ni la aceptó.

A su manera o por la tremenda se deshizo el rey Felipe de su esposa Isambur, con

reclusión conventual en Saint-Maur-des-Fossés y después en la fortaleza de Étampes.

Tres años más tarde, preocupado por una sucesión insegura, puesto que solo tenía un

hijo, Luis,111

habido de su primer matrimonio con Isabel de Henao, Felipe Augusto se

casó, en 1196, con Inés de Merania,112

provocando así una crisis de relevante gravedad

en las relaciones del monarca con la Santa Sede. Inocencio III declaró inválido aquel

109

Si nació, como se supone, en 1176.

110

En lo que coinciden todos los testimonios de la época.

111

Quien reino luego en Francia, entre los años 1223-1226.

112

Muerta en 1201.

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~ 49 ~

matrimonio con Inés y obligó a Felipe Augusto a repudiarla de inmediato, reponiendo

en su puesto y lugar de reina a Isambur. Ante la renuencia de Felipe II Augusto a cum-

plir con aquella orden del Papa Inocencio III, éste puso un interdicto a Francia, im-

pidiéndose así cuanto correspondía en cuanto a liturgia y sacramentos. Presionado en-

tonces, el rey Felipe prefirió ceder y acatar lo mandado por el Papa. Se separó de Inés e

hizo regresar a la corte a Isambur, que ocupó su lugar como reina de Francia, aunque

nunca se reanudó la vida conyugal entre ellos. El 7 de diciembre del año 1200 levantó el

Papa el interdicto.

Isambur (o Ingeborg) vivió retirada (y creativamente resignada) en Orleans, por lo que

vino a ser conocida como reina de Orleans, pues nadie sabía qué título otorgarle. Ella,

sin embargo, seguía considerándose reina, por lo que solicitó, en su testamento recibir

sepultura en la basílica (catedralicia) de Saint-Denis, en las proximidades de París, lugar

consagrado a los enterramientos regios. Pero el rey Luis IX de Francia,113

no lo con-

sintió tras registrarse su muerte, tanto por respetar la voluntad de su abuelo Felipe como

por el hecho de que la reina Ingeborg, al no haber sido consagrada como tal, nunca fue

real o canónicamente reina. Fue enterrada en Corbeil, en Saint-Jean-en-l’Isle.

Ingeborg

113

San Luis, reinante entre los años 1226-1270.

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~ 50 ~

SKÁLHOLT (MANCOMUNIDAD DE ISLANDIA)

MURIÓ EL OBISPO MAGNÚS GISSURARSON

El 14 de agosto de este año 1236, en Skálholt (Islandia),114

murió su obispo Magnús

Gissurarson. Tenía 77 años de edad. Fue el octavo prelado católico del lugar, abarcando

su pontificado desde 1216, durante veinte años. Pertenecía al clan familiar de los

Haukdælir. Se casó con Halldóra Hjaltadóttir y tuvo con ella dos hijos: Hjalti y Gissur

Magnússon. Es del todo peculiar el episcopado y la Iglesia en Islandia.115

114

Al sur de la isla. El pueblo conocido como Skálholt consiste prácticamente en su catedral católica, de

relativo tamaño, rodeada de unas cuantas casas, a pesar de ser un lugar histórico del país.

Desde la Edad Media hasta 1785, lo mismo que Hólar, Skálholt fue sede episcopal y además importante

centro cultural y político.

115

Actualmente la Iglesia oficial en Islandia es nacional y luterana, digamos que “rara y de poca pujanza

realmente religiosa y social”. Los islandeses se opusieron por las armas a la aceptación del luteranismo,

hasta que éste se impuso allí por la fuerza. Por su parte, el catolicismo islandés tiene una historia peculiar.

Aunque hacia el año 1000 fueron varios los pueblos que asumieron el cristianismo pacíficamente, pero

por decisión de sus reyes, como pasó en Polonia, Hungría, la Rus de Kiev, etc., es Islandia se decidió de-

mocráticamente, por votación en el parlamento o asamblea del lugar conocida como Althing, en el año

999. Para que se aceptara el cristianismo se pusieron tres negociadas condiciones a los católicos que mi-

sionaban al respecto: 1) que estuviera permitido a los conversos comer carne de caballo; 2) que igual-

mente se permitiera en privado o dentro de las casas el culto pagano que la familia tuviera; 3) que se per-

mitiera el infanticidio legal mediante el abandono del bebé a “descartar” al frío de la intemperie. Los mi-

sioneros y autoridades católicas aceptaron esas excepciones, evidentemente en la disposición de elimi-

narlas en cuanto pudieran, que resultó no tardando mucho. Lo de prohibir comer carne de caballo a los

conversos era un decisión pastoral del año 731, que el Papa Gregorio II (715-731) encomendó a San Bo-

nifacio (muerto en 754 ó 755), como una forma de consolidar en los conversos germánicos una identidad,

la conciencia de ser distintos de los paganos.

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Imagen acogedora de Jesús, el Señor, en el altar mayor de la catedral de Skálholt

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REINO DE ARAGÓN

NOTICIAS DESTACADAS

Varias podrían ser las noticias a destacar, entresacando algunas, de cuantas se suce-

dieron durante este año 1236 en el reino de Aragón. Puede sobresalir entre todo que en

octubre se celebraron cortes generales del reino en Monzón,116

donde se trató de la pro-

yectada campaña de conquista que se pretende sobre Valencia, confirmándose el im-

puesto de moneda al respecto y estableciéndose un bovaje117

especial de reconquista

para dicha empresa.

En el orden más íntimo y personal –no menos trascendente– en relación al rey Jaime I

y su esposa Violante, se resalta el nacimiento de una niña de ambos a la que llamaron

Violante.118

116

Provincia de Huesca.

117

Se cobraba en dinero o lo mismo en equivalencia en labores y prestaciones en forma de trabajos o ser-

vicios personales, pero inicialmente consistía en marcar los pares de bueyes (de ahí el nombre de bovaje).

Posteriormente llegó a ser más extensivo.

118

Llegará a ser reina consorte de Castilla cuando en 1246 (con 10 años de edad) se case con Alfonso X

el Sabio, hijo y sucesor de Fernando III el Santo.

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~ 53 ~

REINO DE NAVARRA

EN EL SEGUNDO AÑO DEL REINADO DE TEOBALDO I

Transcurre en Navarra el segundo año del reinado de Teobaldo I, con afición y fama

de trovador, cuando podemos recordar que ya venían de bastante atrás en el tiempo las

relaciones de Navarra con las tierras francesas y del norte de sus fronteras. Pero con la

llegada al trono navarro en 1234 de la casa condal de Champaña en la persona de Teo-

baldo la interacción alcanza cotas de gran interés. Navarra continúa en su habitual aper-

tura al marcado entenderlo todo al modo francés y europeo. Más aún que en tiempos de

Sancho III el Mayor, en el siglo XI, Navarra se vislumbra como puente con Europa. Y

no sólo por el flujo de importantísimo número de peregrinos a Santiago de Compostela

que por allí transitan.

Resulta también que son numerosos los francos y europeos que por razones comer-

ciales o de otra índole se vienen estableciendo en el reino navarro, una vez que dan con

sitios seguros y fértiles que van desde Pamplona y Estella al valle del Ebro y a las

proximidades riojanas con Logroño.

Como bien sabemos, la condal Casa de Champaña llegó al trono navarro al quebrarse

la sucesión por línea de masculinidad en la dinastía autóctona correspondiente a Sancho

VII, muerto sin descendencia en Tudela, en el mencionado año 1234, concluyendo la

dinastía Jimena. Su hermana Berenguela se había casado en 1191 con el célebre rey de

Inglaterra Ricardo I Corazón de León, pero tampoco hubo descendencia de este matri-

monio. De aquí que vino a ser entronizado Teobaldo (IV de Champaña), sobrino de

Sancho VII, hijo de Blanca de Navarra, otra hermana de Sancho (y Berenguela), muerta

en 1222, que se había casado con Teobaldo III de Champaña y Brie, palatino y uno de

los poderosos pares de Francia (familiares o muy allegados al rey de Francia, que pro-

vienen de una arraigada tradición carolingia).

Los enlaces matrimoniales que la Corona de Navarra fueron efectuado con las monar-

quías europeas, como podemos recordar, vienen a reflejar el intencional deseo del que

fue rey Sancho VI el Sabio (muerto en 1194) afianzando alianzas más allá de los Pi-

rineos para proteger el reino navarro de sus vecinos peninsulares, cada vez más pode-

rosos y extensos debido al éxito de la reconquista cristiana contra los moros.

Es noticia del reino de Navarra en este año 1236 que el castillo de Javier119

pasa

formal y definitivamente del reino de Aragón al de Navarra, y el rey Teobaldo I lo cede

de por vida y en señorío a Adán de Sada.120

El castillo data del siglo X.121

119

En él nacerá San Francisco Javier (siglo XVI). Es lugar de peregrinaje, sobre todo de las denominadas

javieradas.

120

De este señor, por línea materna y ostentando el señorío de Javier, descenderá San Francisco Javier,

de muy privilegiada familia, pues los señores de Javier tenían ciertos derechos en su territorio, como el de

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~ 54 ~

El rey Sancho VII se adueñó del castillo y de la villa de Javier como ganancia en

1223.122

Un noble y arriesgado aragonés los había dado como garantía por un préstamo

de 9.000 sueldos que le concedió el monarca navarro, pero al acabar el plazo y no poder

hacer frente al pago, pasaron a ser propiedad de Sancho. No era la primera vez, ni sería

la última en ocurrir una cosa así, pues Sancho VII fue uno de los grandes prestamistas

de la Corona de Aragón, y gracias a los préstamos no devueltos, se adueñó de una serie

de villas y castillos entregados como aval que le ayudaron a reforzar sus fronteras

con Aragón: Escó,123

Peña,124

Petilla,125

Gallur,126

Trasmoz,127

Sádaba,128

etc.

cobrar pechas o tributos a los vecinos por el cultivo de tierras; tenían también la propiedad y el patro-

nazgo de la parroquia del pueblo, a la que cedieron los diezmos de pan, vino y ganado, y junto a la cual se

levantó en el siglo XV una pequeña abadía para residencia de los sacerdotes; los señores de Javier tenían

derecho al cobro de tasas de tránsito a los rebaños trashumantes del valle de Roncal que pasaban desde o

hacia las Bardenas Reales, a razón de un cordero y cinco sueldos por rebaño, así como al percibo de las

tasas sobre las almadías (balsas) que pasaban la madera del Roncal por el próximo río Aragón, un real de

plata al pasar por la presa llamada “Muerta”; tuvieron también aquellos señores la propiedad del molino

que estaba junto al río Aragón, y la de la pequeña salina que también estaba por allí, y de la que se obte-

nía sal, un producto muy apreciado y valioso por entonces; y así mismo, el señor de Javier tenía la facul-

tad de administrar justicia, como tratándose de súbditos y encomendados, a los habitantes de su terri-

torio.

121

Consta de tres cuerpos, sucesivamente escalonados en orden de antigüedad, destacando los elementos

que a continuación enumeramos: Torre del Santo Cristo (bastión y capilla donde actualmente se encuen-

tra un interesante y célebre crucifijo tardogótico y una serie de pinturas murales representando la danza de

la muerte, única en España), Torre del Homenaje o llamada de San Miguel (lo más antiguo del castillo) y

el museo dedicado a la vida de San Francisco Javier. En sus basamentos hay huellas y zócalos musulma-

nes que podrían ser del siglo X. En el siglo XI se formó el primer recinto envolvente que cobijó las pri-

meras habitaciones. En el siglo XIII se agregaron, por las cuatro orientaciones cardinales, dos cuerpos

poligonales y dos torres flanqueantes.

122

Probablemente en este año.

123

Actualmente es un despoblado al norte de la provincia de Zaragoza.

124

Del castillo y villa de la Peña (en Navarra lindando con la provincia de Zaragoza) quedan ruinas, en un

escarpado y rocoso cerro de fuertes pendientes, habiendo sido un imponente castillo el que allí hubo. To-

da la superficie de la villa estaba amurallada y el castillo contaba con dos torreones defensivos. Hoy está

todo esto despoblado y en abandono, con algún que otro resto de casa, restos de torreones y la iglesia que

ha sido restaurada.

125

Petilla de Aragón, una aldea al norte de la provincia de Zaragoza.

126

Provincia de Zaragoza. Ya nos referimos a este lugar en 1234.

127

Aldea de la provincia de Zaragoza.

128

Provincia de Zaragoza. Es extraordinario su castillo, bien conservado, de arquitectura militar cister-

ciense y de transición al gótico, con datación del siglo XI en sus orígenes.

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DARGIES (REINO DE FRANCIA)

MURIÓ EL POETA Y TROVADOR GAUTIER DE DARGIES

En este año 1236 murió el poeta y trovador Gautier de Dargies (en el reino de Francia,

al norte),129

habiendo alcanzado el rango de caballero y siendo reconocida su trayectoria

de aventuras y creatividad artística.130

129

Sin que sepamos su edad, pues desconocemos con certeza el año de su nacimiento.

130

Gautier aparece, por ejemplo, en documentos de los años 1195, 1202, 1206 y 1236. Su carrera militar

no aparece muy clara, pero puede ser que, en 1189, siendo joven, participara en la tercera cruzada. Su

producción poética y trovadoresca fue prolífica. Existen actualmente dieciséis manuscritos de sus cancio-

nes, denotando mucha inspiración en Conón de Béthune, poeta y cruzado muerto en 1219 ó 1220.

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ABADÍA DE SAINT-MÉDARD DE SOISSONS (REINO DE FRANCIA)

MURIÓ GAUTIER DE COINCY

En la abadía benedictina de Saint-Médard (San Medardo)131

de Soissons (reino de

Francia) murió en este año Gautier de Coincy, que allí fue monje y abad. Tenía 58 años

de edad. Fue autor de muchos y bien valorados escritos que le dan fama literaria.

Se debe sobre todo su fama a su obra titulada Milagros de Nuestra Señora (Miracles

de Notre Dame).

Es también autor del poema De l’empeeris qui garda sa chasteé contre mout de temp-

tations.

131

Santo obispo (457-545), que se conmemora el 8 de junio.

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BOLONIA (ITALIA)

MUERTE DE TANCREDO, MAGISTER DECRETORUM

Falleció en este año 1236,132

en la ciudad italiana de Bolonia, el célebre canonista

(magister decretorum) Tancredo, canónigo de la catedral desde 1220 y arcediano desde

1226. Los Papas Honorio III y Gregorio IX le encomendaron diversos cometidos diplo-

máticos que resolvió exitosamente.

Legado principal de la obra producida por Tancredo es de destacar el siguiente: Ordo

judiciarus, Summa de sponsalibus et matrimonio y un Apparatus sobre las tres primeras

compilaciones de las Decretales.133

132

Probablemente.

133

Ir a Epílogo IV.

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~ 60 ~

LIVONIA

BATALLA DE SAULE Y MUERTE DEL MAESTRE VOLQUIN

Este hecho que ahora relatamos o más bien notificamos, de este 1236, ocurrido en Li-

vonia,134

es el de la muerte del que ha sido segundo maestre de los Hermanos Livonios

de la Espada, desde 1209. Murió combatiendo en la batalla de Saule135

contra los grupos

tribales de Livonia. La Orden de los Portaespadas quedó muy diezmada.136

134

Actual Letonia, que en la Edad Media se llamaba Livonia, territorio báltico que fue poblado por estas

tribus: curonios, latgalianos, selonianos y semigalianos…, con diversas lenguas hasta que invadieron allí

los caballeros teutones, pasando Livonia a dominio germánico. Los caballeros teutones o de la Orden

Teutónica, se denominaron Frates Militiae Christi, siendo más conocidos como Hermanos Livonios de la

Espada o Caballeros Portaespadas.

135

De ubicación históricamente imprecisa.

136

Los pocos supervivientes acabaron uniéndose a los caballeros de la Orden Teutónica, del maestre Her-

mann Balk, contando con la autorización de la Santa Sede. Pero esto fue ya en 1237.

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~ 61 ~

PARÍS (REINO DE FRANCIA)

MURIÓ PHILIPPUS CANCELLARIUS PARISIENSIS

A 26 de diciembre murió en París el reconocido filósofo, poeta y músico Felipe, de

apodo el Canciller (Philippus Cancellarius Parisiensis), a sus 76 años de edad.137

Era aristócrata parisino, hijo ilegítimo del archiduque, y tuvo el cargo de canciller de

la catedral de Note Dame desde 1217, siendo también archidiácono o arcediano de No-

yon.138

Tuvo su protagonismo en la vida estudiantil y universitaria de París, sobre todo en la

huelga que se registró en 1229.139

Fue un gran conocedor del pensamiento griego y

árabe, habiendo compuesto una serie de libros y textos muy utilizados en las universi-

dades de su tiempo y en este transcurrir del siglo XIII. Destacan la Summa de Bono,

sobre la naturaleza del bien, estudiado tanto desde el punto de vista metafísico como

moral. Ofrece también su legado el tratamiento metafísico o de otra índole sobre mu-

chos temas.

Como músico hay en su haber casi 80 canciones, siendo alguna de ellas del tipo Car-

mina Burana o Canciones de Beuern y otras de contenido religioso y satírico. Escribió y

compuso en latín y en su francesa lengua vernácula.140

137

Si nació, como parece ser, en 1160.

138

Diócesis fundada por el obispo y mártir San Medardo (a quien ya nos hemos referido antes). Su tumba

está en la abadía de su advocación en Soissons. Su festividad se celebra el 8 de junio. En las primeras ver-

siones del Martirologio Romano se afirma que era hermano gemelo de San Gildardo obispo de de Rouen

(Ruan), que también se conmemora el 8 de junio. San Medardo obispo consagró como diaconisa a la re-

ligiosa Santa Radegunda, que dejó a su esposo el rey Clotario I (558-561). Santa Radegunda se conme-

mora el 13 de agosto.

139

Se le suele presentar como enemigo o contrario de las Órdenes Mendicantes, pero parece ser que mu-

rió como terciario franciscano y con el hábito correspondiente.

140

Debido a que la mayoría de los trabajos que se conservan son musicalizaciones de letras ya existentes,

por ejemplo del célebre Pérotin (de la Escuela de Notre Dame de París, muerto hacia 1230), algunos au-

tores especialistas dudan de que Felipe el Canciller fuera un verdadero compositor.

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~ 62 ~

EPÍLOGO I

SOBRE LA RECONQUISTA CRISTIANA DE CÓRDOBA EN 1236

No sólo en su época musulmana sino también en la romana fue Córdoba una ciudad

muy representativa, como medina y como urbe. Tanto fue así que durante bastantes ge-

neraciones pueden jactarse los cordobeses de haber sabido transmitir a sus visitantes el

esplendor del solar y las construcciones que habitan.

Es de general conocimiento al menos en parte que los reinos cristianos del norte pe-

ninsular fueron recuperándose y vigorizándose después de andar en decadencia en sí

mismos o entre ellos. Desde sus núcleos norteños fueron descendiendo hacia el sur pro-

gresivamente, poco a poco ganando batallas, venciendo en sus asaltos, conquistando

plazas y castillos, apoderándose de villas que fueron consolidando tras haberlas denomi-

nado con el apelativo “de la Frontera”, indicando que en determinados momentos estu-

vieron en los límites del dominio islámico. Así tenemos poblaciones o ciudades como:

Aguilar de la Frontera, Arcos de la Frontera, Jerez de la Frontera, Jimena de la Frontera,

etc.

Hablamos aquí sobre la reconquista cristiana de Córdoba en 1236, cuando se sucedie-

ron unos hechos que la hicieron posible. Algunos almogávares141

y adalides142

llegados

141

Los almogávares –sobre quienes tendremos que extendernos más en el transcurso de nuestro cronicón–

fueron unas tropas de choque, espionaje y guerrilla presentes en todos los reinos cristianos de la Península

Ibérica durante la reconquista, siendo tropas formadas principalmente por infantería ligera de grupos es-

pecialmente conocidos por su relevancia de combate sobre todo en las tierras mediterráneas o de dominio

aragonés y catalán en los siglos XIII y XIV, aunque ya hubo almogávares en siglos precedentes, deri-

vándose probablemente de peculiares capas sociales de tipo pastoril o gregario montañés.

Tras varias generaciones llevando este nuevo tipo de vida a la que les habían empujado los invasores,

primero musulmanes y luego preferentemente cristianos, parece claro que se formó un auténtico espíritu

guerrero en aquellas comunidades de recios pastores, de forma que acabaron por no saber vivir de otra

manera que no fuera haciendo la guerra. Además, era mucho más cómodo o rápido ganarse la vida o enri-

quecerse con asaltos de pocos días que trabajando permanente y duramente. Este modo de vida, a medida

que los reinos cristianos avanzaban hacia el sur, fue siendo adoptado por los habitantes de las zonas fron-

terizas con los territorios musulmanes. Igualmente está documentada la presencia de almogávares de reli-

gión islámica luchando junto a almogávares más o menos fervientes o convencidos cristianos.

La denominación etimológica de almogávares puede provenir de la singular expresión árabe al-muga-

wir (el que provoca algaradas) o al-mujabir (el portador de noticias), lo que en el contexto guerrero de la

reconquista vendría a ser “el que explora y comunica lo explorado”. Otra teoría es la que traduce al-

mogávar como “orgulloso” o “altivo”, del adjetivo árabe gabar. Y los nombres de sus grados militares

también son de procedencia árabe.

La palabra almogávar también se usó durante los últimos tiempos de la reconquista en la frontera de

Granada, designando a salteadores moros atacantes por las fronteras de Murcia y Valencia.

Lo típico durante la reconquista cristiana era que los almogávares fueran tropas de choque de infantería

que combatían a pie, con armas y bagajes ligeros, generalmente con una lanza corta (azconas), descrita

como un chuzo afilado o un simple palo con un pincho de hierro, dos venablos que arrojaban con tanta

fuerza que perforaban los escudos enemigos, un cuchillo largo (llamado coltell) y a veces un pequeño es-

cudo redondo como única defensa. Con el tiempo también adoptaron ocasionalmente un cubrecabezas o

gorro (capells de rets) y cota de malla Su arma principal era el típico alfanje o espada corta que llevaban

colgando de una correa. Llevaban la barba crecida y vestían pobremente, únicamente un camisón corto

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~ 63 ~

de Andújar conocieron a través de algunos moros traidores la desidia defensiva en la

que se encontraba una buena parte de Córdoba, la conocida como Axerquía. Y pasó que,

en una cerrada y húmeda noche, fría y oscura, las escalas almogávares se lanzaron sobre

las deterioradas murallas de aquella parte de Córdoba. Domingo Muñoz arengó a los

presentes y encomendó su alma a Dios antes de comenzar a escalar. Benito de Baños y

otros habían conseguido subir a una torre ataviados a la usanza mora. La guardia estaba

adormecida, siendo inconcebible para los descuidados vigías una empresa de tal dimen-

sión que acometieran los cristianos. Benito de Baños y Alvar Colodro, por ser profe-

sionales de la frontera se dirigieron hablando en árabe a la guardia que los habían visto,

explicando que eran jefes de inspección, sin que tardara en ocurrir lo que enseguida su-

cedió: con el aturdimiento de la guardia, los atacantes procedieron sin dilación alguna a

cercenar gargantas sarracenas, ensangrentándose todo con mucha fiereza, en una noche

prenavideña; algunos moros consiguieron huir aterrados y despavoridos.

(tanto en verano como en invierno), un grueso cinturón de cuero, calzas de cuero ajustadas en las piernas

y abarcas de cuero en los pies. En un zurrón portaban sus provisiones más precisas, generalmente pan

para 2 ó 3 días, aunque por su tradición de lanzar correrías en territorio enemigo estaban también acos-

tumbrados a sobrevivir por esos mismos días comiendo conocidas hierbas o cuanto encontraban. Siempre

llevaban también una buena piedra de fuego (pedernal) y yesca, de modo que, antes de entrar en combate,

podían golpear sus armas, por lo que éstas echaban sus considerables chispas, las mismas que unidas a sus

terribles gritos aterrorizaban a sus enemigos. Fueron proverbiales al respecto aquellos almogávares de la

corona de Aragón que chispeaban y gritaban nombrando a San Jorge: ¡Matemos, matemos!

142

El término adalid proviene del árabe dalid, significando guía o conductor), correspondiéndose con el

grado más alto de una tropa almogávar. Al-dalla, traducido como adalid, supone “enseñar el camino”, el

que indica por dónde ha de irse. Al adalid se le requería sagaz sabiduría, esfuerzo, inteligencia, lealtad…,

capacidad para llevar a las huestes por los caminos más adecuados y evitando peligros; el adalid conoce

los terrenos y sabe cuáles son los lugares seguros en los que refugiarse o guarecerse, donde abastecerse de

agua, leña, hierbas, sabiendo rastrear los pasos del enemigo. Entre las funciones de los adalides estaba la

de preparar y organizar las expediciones, con la capacidad de juzgar todo lo relativo a las algaras (incur-

siones a modo de razias); eran socialmente estimados a modo de caballeros o análogos al respecto ante los

mismos reyes. Cuando era el caso de nombrar un adalid, se juntaban doce adalides y en falta de alguno de

éstos, otros oficiales de graduación, y juraban en manos del rey que el candidato tenía las circunstancias

necesarias para el desempeño de este empleo. Hecho el juramento, el rey u otro en su nombre le daba una

espada y se la ceñía. Entonces se ponía de pie sobre un escudo; el rey o su representante le desenvainaba

la espada y se la ponía en la mano. Los adalides le levantaban en alto colocándole de cara al oriente y el

electo dando al aire un tajo y un revés con la espada, hacía la forma de la cruz y decía:

Yo N. desafío en el nombre de Dios á todos los enemigos de la fe, é de mi Señor el Rey é de su tierra.

Y ejecutaba lo mismo hacia los otros tres puntos cardinales de la tierra. Concluida esta ceremonia, en-

vainaba su espada y el rey le decía:

Otórgote que seas adalid de aquí adelante.

Una vez nombrados, los adalides aparecen casi siempre citados con la fórmula “adalid del rey”, lo cual

parece indicar que estaban ligados a los monarcas, a menudo de forma simplemente honorífica pero otras

veces también efectiva, ya que incluso en tiempos de paz encontramos que algunos estaban al servicio del

rey formando parte de su escolta. Los adalides gozaban de unos derechos similares a los de la baja noble-

za y, aunque en principio era el de adalid un cargo de carácter vitalicio, desde finales del siglo XIV se

convirtió en hereditario, lo cual acercó aún más al adalid a los grados inferiores de la nobleza. Iban mon-

tados a caballo.

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Así pues, el inicio de la reconquista de la ciudad de Córdoba por parte de unos almo-

gávares, espías y guerrilleros a la vez, fue de lance sangriento, siendo relatado así por

Gonzalo Argote de Molina (1548-1596) en su obra Nobleza de Andalucía (1588):

En el año 1235, los ricos hombres e hijos hidalgos Adalides y Almogávares

(que estaban en la frontera de este reino) ayuntáronse en Andújar e hicieron en-

trada en tierras de Córdoba, en que cautivaron algunos moros, de los cuales tu-

vieron aviso cómo la ciudad de Córdoba estaba muy descuidada, y que no se ve-

laba ni recelaba de los cristianos.

Ante esta noticia tan favorable, se reúnen, Martín Ruiz de Argote, Domingo

Muñoz, Diego Muñoz, Diego Martínez el Adalid, Pedro Ruiz de Tafur, Álvaro

Colodro y Benito Baños, y acuerdan asaltar uno de los arrabales de Córdoba,

dando aviso a Don Alvar Pérez de Castro.

Llegaron a Córdoba en la noche del 23 de diciembre de 1235, con gran auda-

cia, sigilo y destreza montaron unas escalas trepando por ellas disfrazados de

moros apoderándose de la hoy conocida Puerta del Colodro. El primero en trepar

la muralla fue Álvaro Colodro, siguiendo a continuación sus compañeros de ar-

mas. Fue tal el éxito conseguido, que alcanzaron otras torres hasta llegar a la

Puerta del Martos, quedado conquistada la Ajarquía cordobesa, hasta el 29 de ju-

nio de 1236 en que Córdoba se rinde a Fernando III.

La escena de aquella noche debió resultar horrenda, escalofriante, conmovedora…,

apareciendo la sangre a borbotones por doquier, emanada de aquellos tajos sobre las

gargantas de los infieles e infelices, caliente plasma que hicieron brotar aquellos cris-

tianos que incluso les resultaría agradable al entrar en contacto con sus frías pieles de

atacantes, habida cuenta de la gélida noche, cerrada y oscura, en la que se percibiría el

olor espeso y penetrante del sangrar, enmascarando el fétido hedor de aquella parte de la

ciudad donde se acumulaban los pozos ciegos, la basura amontonada del vecindario y

las inmundicias del ganado doméstico o de otros animales.

Ese grupo de cristianos, entre envalentonados, oportunistas y fanáticos, continuó du-

rante esa noche conquistando el espacio amurallado del adarve, vara a vara, hasta llegar

a la puerta de Martos, donde habían quedado con Pedro Tafur para abrirle la puerta al

resto de la tropa y a los caballos.

Los temerosos musulmanes, refugiados al otro lado de la medina, comenzaron a orga-

nizar la defensa de la misma, mientras los cristianos solicitaban la comparecencia y ayu-

da del rey Fernando III que se encontraba en Benavente (Zamora). El sorprendido

monarca quedo perplejo ante la misiva que le entregó el jinete. ¿Cómo podía ser posible

que el sueño de sus antepasados y el suyo propio se pudiera estar cumpliendo? En tan

sólo 12 días a caballo marchó el rey alcanzando con sus ejércitos la anhelada Córdoba.

Algunos corceles sufrieron los avatares y desgracias de tan veloz viaje, pero la gesta

bien lo merecía todo.

Cuando el rey llegó a la ciudad, decidió cortar el abastecimiento que tenían los árabes

a través del puente antiguo. Pasó el río con sus tropas por el puente de Alcolea, para

acampar en la entrada del puente Mayor.

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El emir cordobés intentó que le ayudasen desde otras ciudades limítrofes pero la trama

desarrollada por Lorenzo Suárez, un mercenario cristiano que estaba en las filas musul-

manas por desavenencias con el rey, gracias a su ingenio aparentó que las tropas que

asediaban Córdoba eran muy numerosas cuando en realidad no lo eran. Y así, favorable

a los cristianos, vino a flaquear todo intento de ayudar a Córdoba por parte de los mu-

sulmanes.

En cuestión de unos meses, tras no pocas confabulaciones, la ciudad capitulaba. Mien-

tras los musulmanes cordobeses se marchaban, tristes, hambrientos y desolados, su prín-

cipe o gobernador Abu Hassen (o Abu-l-Casan o Casen) entregó al rey castellano las

llaves de la ciudad. Fernando ordenó enseguida que la enseña de la cruz precediese a la

real y que fueran puestas en la muy alta torre o alminar de la mezquita, gozando con

ellos los cristianos y apenándose los islamitas. Córdoba había caído y los moros ya la

habían perdido para siempre. Y el rey cristiano se apoderaba del alcázar.

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¡Qué sugestivo resulta imaginar aquellos momentos, cuando los cristianos entraron en

el recinto fortificado y, admirados, pudieron ver sus jardines y palacios, sus edificios,

sus mezquitas y, en definitiva, aquellas descripciones tan narradas por los trovadores y

que ahora se encontraban a merced de ellos como conquistadores!

En el interior de la mezquita estaban las campanas que tiempo atrás hizo transportar

Almanzor desde Santiago de Compostela, llevadas a hombros de forzados cristianos

hasta Córdoba. Se pensó que era justo hacer ahora lo contrario y así se hizo.

Y lo que había que hacer era repoblar Córdoba, cuyo solar tenía ahora otros propieta-

rios. De aquellos nuevos cordobeses que repoblaron la ciudad descienden los cordobe-

ses de ahora.

Sorprenden aún al historiador y al lector de los relatos sobre la reconquista cristiana

de Córdoba algún que otro misterio o enigma. ¿Cómo fue posible la toma de la ciudad

en una época tan temprana, mucho antes que otras ciudades andaluces, sobre todo que

Granada, teniendo en cuenta que se trataba de la urbe bética o medina islámica por ex-

celencia? ¿Cómo fue posible que unos pocos hombres pusieran tan contra las cuerdas a

la joya del califato? ¿Siempre hemos oído hablar de Colodro, Baños y Muñoz, pero

quiénes más participaron en la toma de la ciudad?

Todas las crónicas y relatos antiguos nos hablan más o menos de los mismos aconteci-

mientos: una traición, una audacia de grupo de hombres intrépidos y la compareciente

ayuda de un rey castellano nos transcriben una gran hazaña que les hizo “valer más”,

“poder más” y “tener más” a partir de entonces.

Córdoba seguía siendo una ciudad demasiado importante para ser tomada por una pe-

queña hueste de adelantados de la frontera, una ciudad demasiado importante para fla-

quear en la vigilancia de sus murallas habida cuenta de la cercanía y proximidad que

tenían respecto a las razias o acometidas cristianas.

A partir de la reconquista de Córdoba, la mayoría de los participantes en la misma ad-

quirían prebendas y privilegios que transmitirían a sus descendientes, componiendo di-

nastías o linajes que en muchos casos aún perduran y forman la nobleza andaluza.

He aquí la lista143

de participantes o conquistadores de Córdoba en el mes que va del

23 de diciembre de 1235 al 23 de enero de 1236:

Se reúnen en Andújar:

Martín Ruiz de Argote(navarro, siendo el que colocó el pendón de Castilla

en una torre cercana a San Nicolas de la Axerquía).

Domingo Muñoz (adalid o maestro de campo, procedente de Andújar, era de

la localidad segoviana de Brihuega provincia de Segovia).

Diego Martínez (adalid).

Pedro Ruiz Tafur.

Álvaro Colodro (almogávar, capitán de la hueste a caballo, que era probable-

mente natural de Cobeña, provincia de Madrid).

143

Que puede extraerse de entre muchas fuentes.

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Benito de Baños (capitán de la hueste a acaballo, almogávar, era de Baños de

la Encina, provincia de Jaén).

Pedro Muñiz de Godoy.

Deciden asaltar uno de los arrabales de Córdoba:

Alvar o Álvaro Pérez de Castro el Castellano (proveniente de Martos, pro-

vincia de Jaén).

Pedro Ruiz de Castro.

Martín Fernández Arciniega (vasco, fue quien abrió en Córdoba la puerta de

Martos, llamándose en adelante con el apellido Martos).

Ordoño Álvarez (vasco)

Juan de Cea.

Alonso Téllez de Meneses

Etc.

Otros participantes:

Juan Muñiz de Godoy.

Diego Alfonso Carrillo.

Martín Sánchez de Angulo.

Diego Fernán de Aguayo.

Sebastián Gutiérrez de los Ríos.

Gil Gómez de Sousa.

Vicente Guerra.

Miguel Ruiz de Argote.

Fernando Ruiz Cabeza de Vaca.

Pedro López.

Martin Gonzales de Monitos.

Sancho López

Juan Arias.

Pedro Ruiz.

Pedro Venegas.

Ramón de Hoces.

Etc.

Con el rey Fernando III, desde Benavente, acudieron:

Fernán Ruiz Cabeza de Vaca.

Diego López de Vaya.

Martín Gonzales de Maxalos.

Sancho López de Aello.

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Juan Arias Mexias.

Gonzalo Yáñez.

Pedro Gonzales (o González) Mengo

Obispos participantes (eclesiásticos):

Juan de Osma.

Domingo de Baeza.

Gonzalo de Cuenca.

Adán de Plasencia.

Sancho de Coria

Esteban de Tuy

Muy probablemente también el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Ra-

da.

Y acudieron también maestres de Calatrava, Santiago y Alcántara (éste con

dos mil peones y seiscientos caballos), sin que faltaran frailes dominicos,

siendo uno de ellos Pedro González Telmo (San Telmo).

Guarniciones primeras en llegar apoyando o por orden de llegada:

Guarnición del rey Fernando III con nutrido número de caballeros.

Guarnición de Martos.

Guarnición de los obispos de Baeza y Cuenca.

Guarnición de Salamanca.

Guarnición de Plasencia.

Guarniciones de Toro y Zamora.

Milicias de Castilla, León y Galicia.

Milicia de Segovia.

Guarnición de cien soldados de Úbeda.

Guarnición de Escañuela.

Existen en Córdoba puertas de acceso con el nombre de las guarniciones que

entraron por ellas:

De Plasencia.

De Gallegos.

De Martos.

De Baeza.

De Andújar.

La reconquista de Córdoba, no reduciéndose a la ciudad, trajo consigo también la de

sus territorios. Tras la conquista de Úbeda por los castellanos en 1233, la frontera orien-

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tal desde Córdoba presentaba un flanco casi completamente desguarnecido, con fácil vía

de acceso por el Guadalquivir. Por el norte, ya desde el establecimiento de la frontera en

1212, el camino ofrecía mayores dificultades, sobre todo por razones geográficas, no

tanto militares.

Queda visto que las primeras iniciativas para la reconquista de Córdoba parten del la-

do oriental, desde Andújar, al conocerse, en colaboración con algunos de sus habitantes,

el descuido y la escasa vigilancia de las fortificaciones de la medina o ciudad.

Los fronteros de Andújar y algunos de Úbeda escalaron de noche las murallas de la

Axerquía apoderándose rápidamente de esta amplia zona urbana.

Los musulmanes solicitan la ayuda de Ibn Hud, mientras los cristianos, ante las difi-

cultades de resistencia de los cordobeses estratégicamente mejor situados, solicitaron la

ayuda de Fernando III que se hallaba en Benavente.

Y todo sucedió como ya hemos ido contando. Fernando III, con privaciones y corte de

suministros, puso difícil el cerco cristiano para que los cordobeses claudicaran de su re-

sistencia y capitularan rindiéndose. Fernando III sólo respetó a los cordobeses rendidos

la vida y la libertad, pero el solar y los territorios les fueron arrebatados. La cruz colo-

cada sobre el alminar de la mezquita de Abderramán III era muy significativa. La caída

de la que fue capital indiscutible del islámico Al-Ándalus era más que un símbolo, era

la realidad de la eliminación del Islam como fuerza o peso político en la Península

Ibérica. Así lo valora el historiador Julio Valdeón Baruque (1936-2009).

A la caída de Córdoba seguirán en los años siguientes las de otros muchos lugares por

la campiña andaluza, propiciándose una gran labor repobladora. Las consecuencias de la

conquista castellana se dejarán sentir de inmediato por los cambios vinculados en cada

zona en cuanto al reparto y estructuración de la propiedad, tanto urbana como rústica.

Después de firmar la capitulación de Córdoba, la población musulmana fue totalmente

erradicada, pero la fama de su riqueza y su agricultura se extendió por toda España, po-

blándose rápidamente esta zona con gentes de todas partes que llegarán a Córdoba en

masa, hasta el punto que había más habitantes que casas. Se asienta en Córdoba un nue-

vo grupo humano procedente de lugares del reino de León, Toledo, Talavera, Burgos,

de la navarra Ribera y de todo el reino de Castilla. Lo mismo parece haber ocurrido se-

gún la documentación disponible en la zona del valle de Guadalquivir hasta Andújar

(Jaén) y Bujalance (Córdoba).

El poblamiento de tanta campiña adquiere otras características en virtud de la entrega

voluntaria de las villas y castillos en manos de Fernando III. Como aprecian los historia-

dores, entregados esos pueblos, en parte, por pactos, permanece en ellos la mayoría de

sus pobladores musulmanes con administración de justicia, mezquitas y propiedades.

Los castellanos se limitan a posesionarse de las fortificaciones y a repartirse las casas

y tierras abandonadas por los fugitivos y los del fisco.

El asentamiento de cristianos en la campiña fue, en un principio, pequeño, adquirien-

do distinto signo –como veremos– después de la rebelión de los mudéjares en 1263,

aplastada con dureza. Aun así, las fuentes documentales autorizan a calificar de notable

el número de musulmanes que permanecieron en sus pueblos y en la capital después de

dicho año.

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Al conocimiento de la población de la sierra sólo podemos llegar hoy por rutas indi-

rectas tales como el folclore, estudios fonéticos, estilos arquitectónicos, la vivienda y

otros. Todo nos hace sospechar un despoblamiento musulmán voluntario y rápido tras la

caída de la capital y un repoblamiento de origen extremeño y manchego.

La propiedad, en general, cambió de manos, pero se mantuvo, con toda probabilidad,

la misma estructura. Los repartimientos de Fernando III respetaron el latifundismo here-

dado de romanos y musulmanes, y el minifundio, pequeña propiedad, de los ruedos de

la capital y de los pueblos. El rey castellano no hizo más que cambiar los nombres de

los propietarios en las escrituras.

Los habitantes de la campiña quedaron afincados en sus tierras con su mismo géne-

ro de vida y cultivando sus campos con las técnicas acostumbradas. Esta situación de la

propiedad sólo se verá afectada después de 1263 al señorializarse los pueblos. El sur del

reino se confiará a señoríos de la familia real, de la Iglesia y de las Órdenes Militares

desde mediados del siglo XIII, a causa de su situación fronteriza con el reino de Grana-

da. Su carácter de zona militar debió influir sobre la propiedad y su aprovechamiento.

Los repartimientos de tierras que siguieron a la reconquista del siglo XIII, constituye-

ron una fuente importante de nuevos señoríos. Se produce un proceso evolutivo que va

del acaparamiento de tierras por la nobleza hasta la jurisdicción que ejercen sobre ellas,

en un proceso de incrementados señoríos.

Ya desde fines del siglo XIII el proceso que conduce del antiguo concejo democrático

y abierto a otro oligárquico y cerrado comienza a madurar. Al concluir el siglo XIV, de

los 24 regidores de la ciudad de Córdoba casi la mitad son miembros de la nobleza

regional o están emparentados con ella muy directamente. En los años finales de este

siglo la pérdida de influencia del municipio cordobés sobre los lugares vecinos y la anu-

lación de la autonomía en la mayor parte de los grandes núcleos de población de la

Campiña son hechos prácticamente irreversibles.

A principios del siglo XV habrá poblaciones sometidas al poder señorial ya sólida-

mente constituido: Aguilar de la Frontera, Baena, El Carpio, Morente, Luque, Monti-

lla…; y otros pueblos van por el mismo proceso: Cabra, Cañete de las Torres, Espejo,

Priego de Córdoba…, como finalmente van, muy presionados a la señorialización: Cór-

doba, Bujalance, Santaella y Montoro. Pocas son las poblaciones que se pueden consi-

derar libres de un progresivo estado de dependencia señorial, con su correspondiente re-

percusión socioeconómica.

La inmensa mayoría de los habitantes de Córdoba y de su reino o dominios son cam-

pesinos, trabajadores de labranza que trabajan en los grandes cortijos de la nobleza y de

la burguesía, tan próspera como imperante.

Un grupo no muy grande de población, posee pequeñas propiedades en los entornos

de la ciudad y de las villas, o bien trabaja en los pequeños huertos unidos a la propia vi-

vienda.

Al lado de la masa rural hay otro sector del estamento popular que no se dedica a ta-

reas agrícolas, siendo muchos los menestrales de los medios urbanos: herreros, albañi-

les, carpinteros, armeros, silleros, canteros, bodegueros…

La mayoría de la población, sin mucha tardanza, la formaban los cristianos, la gente

numerosa procedente de las tierras castellanas, leonesas, navarras, asturianas, gallegas.

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La historia de tan numeroso grupo humano en su conjunto puede seguirse a través de

una de las más serias consideraciones o uno de los aspectos más trágicos del existir,

porque, tras el optimismo de las conquistas del siglo XIII y el consiguiente repartimien-

to, lo que se constituye es un pueblo cuyo destino en toda la Baja Edad Media, como

posteriormente, no es sino el del sufrimiento: de epidemias, de precarias condiciones de

vida, de carestías, de encarecimiento de precios, de hambres y necesidades.

Particularmente dura en las tierras cordobesas será la famosa peste negra de a partir de

marzo de 1349. Su intensidad parece que se mantuvo hasta la mitad del mes de agosto

del mismo año. Pero esta calamidad no produciría el mayor descenso demográfico del

siglo. La posterior peste, de los años 1363 y 1364, será mucho más grave, no habiendo

ni dinero ni qué comer. La carestía y la epidemia, máximos ingredientes de un trauma

fisiológico, se coaligan en estos años. Ya lo iremos viendo, pero adelantamos que aún

será peor en lo que resta del siglo XIV a partir de 1375.

Estando así las cosas, como queda expuesto, el pueblo llegará a finales del siglo XIV

desastrado y destrozado, diezmado, famélico, deshecho física y moralmente. Los adver-

sos acontecimientos producirán gérmenes y explosiones de revueltas, como la que se

demostrará en el robo de la judería, en 1391, y en otros robos con incendios en casas y

haciendas de conversos –detentadores del poder económico y social en Córdoba tras la

desaparición de la judería– ocurridos en 1479.

Habrá que ir viendo el proceder o comportamiento de las minorías, como las de judíos

y musulmanes. La documentación existente ofrece grandes posibilidades para el estudio

de las situaciones al respecto, también en lo económico, aunque no resulta fácil en cuan-

to a los judíos aportar datos concretos sobre el tema de los préstamos e intereses, ya que

las leyes regulaban el interés. En manos de los judíos vemos a conquistadores de

Córdoba, terratenientes y eclesiásticos. Nada sabemos de la actuación de los judíos con

el pueblo llano, pero su comportamiento debió ser más duro y exigente que con los es-

tamentos superiores.

Por todo eso, no se harán esperar el desquite y la revancha. En 1391 el pueblo atacará

la judería con la expresa finalidad del robo, matando a unos y obligando a convertirse a

los más. Era el fin de la tan celebrada Judería cordobesa bajomedieval. Las motivacio-

nes socioeconómicas del robo de la judería, si no explican enteramente dicho acto, sí al

menos ofrecen un cuadro de casualidades evidentes, sobre todo si se relacionan con el

cuadro ya descrito que sufre el pueblo cordobés al final del siglo XIV.

En cuanto a la problemática que presenta la minoría musulmana, ésta es completa-

mente diferente: en este caso se trata de los vencidos. La cláusula impuesta por Fer-

nando III cuando la capitulación, en 1236, imponía el exilio a los musulmanes, a quie-

nes sólo se respetaría su vida y libertad. A los pocos años de la reconquista, en 1241, la

documentación reconoce la existencia de la morería cordobesa; se trata de la legislación

foral sobre relaciones entre cristianos y musulmanes en la ciudad y su término.

La revolución mudéjar de 1263 obligará a los castellanos a un replanteamiento de la

situación social y jurídica de los musulmanes; las consecuencias de esta temiblemente

tremenda sublevación, según cuentan los cronistas contemporáneos, en la morería de la

ciudad, se manifiestan en la imposición, por parte de las autoridades cristianas, de car-

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gas tales como trabajos obligatorios y gratuitos en la conservación de la mezquita y

aportaciones para la reparación de las murallas de la ciudad.

La comunidad mudéjar parece ocupada en los trabajos campesinos y en los oficios de

zapatería o como alarifes, caleros, herreros, carpinteros, etc. Los de los pueblos se en-

globan en el grupo de los campesinos a jornal o bien se arriendan en tierras de cristia-

nos.

No son conocidas ni la localización por barrios ni el número de los mudéjares cordo-

beses en el siglo XIII, pero sí hay constancia de algunas colaciones y su correspondiente

distribución en el censo de los moriscos de 1582.

Hemos de señalar también que a finales del siglo XIII (no cuando la reconquista de

Córdoba) se contaba en la ciudad con un barrio de francos o extranjeros (franceses, ge-

noveses, florentinos…), muy parecido al que también había en Toledo.

De 1236 a 1241 atravesó Córdoba por una serie de vicisitudes, debidas al retorno de

las huestes a sus lugares de procedencia. El problema se solucionó dejando bien guar-

necida la ciudad, con caballeros al mando. Por otro lado, la superpoblación que estaba

sufriendo Córdoba a raíz del poblamiento masivo de cristianos provocó hambre, proble-

mas de distribución y una prologada escasez de viviendas. De 1238 a 1241 volvió Fer-

nando III a dirigir personalmente la reorganización de Córdoba.

El repartimiento urbano de Córdoba queda todavía abierto a un más completo estudio,

partiendo de cuanto se sabe, que no es mucho, del establecerse de cristianos en la Cór-

doba recién reconquistada.

Las parroquias erigidas por Fernando III fueron catorce, siete en la medina y siete en

la zona de la Axerquía, siendo la localización de las mismas suficientemente dispersa,

por lo que podemos hacernos una idea acerca de cuán extensa era la ciudad, mante-

niéndose la dimensión musulmana de los siglos XII y XIII igual a la que permanece

hasta todo el siglo XIX.

Tras la reconquista, mantuvo Córdoba su centro comercial, artesano y eclesiástico-ad-

ministrativo en torno a la mezquita, siendo prueba de ello la inmediata erección de la

iglesia catedral y el remodelado alcázar cristiano en su proximidad.

La cercanía al río Guadalquivir seguía permitiendo las comunicaciones con todo el sur

y el oeste andaluz, que además acogía favorablemente el comercio de pescado traído en

barco desde Sevilla.

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Afortunadamente, no redujeron los cristianos a escombros la mezquita de Córdoba

para levantar una de las catedrales góticas tan de moda por entonces, con vidrieras y ro-

setones que dejaran entrar la luz en ella (con cuidado por el calor de Córdoba). Por

suerte entró el rey Fernando III en la mezquita, acompañado por excelente séquito de

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obispos y magnates, de familiares y caballeros, decidiendo erigir allí la catedral sin cau-

sar una máxima destrucción, pues quedarían maravillados por la rica arquitectura mu-

sulmana y deseosos de dejarla para admiración de la posteridad. Por suerte también,

aquellos hombres, los principales del reino, con la aquiescencia de la gente menuda, no

entraron en Córdoba a sangre y fuego, ni en la mezquita con la piqueta en la mano,

cuando bien pudieron haberlo hecho, como era costumbre en las guerras de entonces y

en la crueldad propia de los vencedores, como ocurría en muchos sitios por lo general.

No obstante, llevaron a cabo algunos cambios en la mequita, los que estimaron justo pa-

ra cristianizar el recinto y colocar los altares, las sagradas imágenes y, sobre todo, el

Santísimo Sacramento.

La reforma radical del edificio –llamémosla así–, la efectuó el obispo Alonso Manri-

que todavía casi a principios del siglo XVI, que, a despecho de los cordobeses, obtuvo

licencia del rey, a la sazón Carlos I, emperador, para erigir el crucero y la capilla mayor,

hoy existente.

Se cuenta que en la visita que realizó el emperador a la ciudad en 1526, al contemplar

las obras realizadas, dijo: “Yo no sabía que era esto, pues no hubiera permitido que se

llegase a lo antiguo; porque habéis lo que puede hacer en otras partes, y habéis des-

hecho lo que era singular en el mundo”.

El caso es que, pese al paso de los siglos y al obispo reformador, en la mezquita de

Córdoba todavía queda mucho de la construcción árabe y sigue asombrando a los visi-

tantes. Ha de apreciarse que los conquistadores cristianos fueron sensibles, no fueron

bárbaros destructores. Hemos de valorar también que desde 1236 no se ha interrumpido

el culto cristiano y católico en la mezquita-catedral. El edificio pertenece indiscutible-

mente a la Iglesia Católica (diócesis de Córdoba).

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EPÍLOGO II

LAS ÓRDENES MILITARES EN EXTREMADURA

Tuvieron gran importancia en Extremadura las órdenes militares a partir del siglo XII,

manteniendo su mucha influencia hasta el siglo XV, cuando se integran plenamente en

la Corona. Mitad monjes y mitad soldados, como sabemos, sus integrantes hacen voto

de pobreza, obediencia y castidad (excepto la de Santiago, que no tenía esto último).

Como autoridad jerárquica se organizaron en torno a un maestre y en prioratos (pro-

vincias) y encomiendas (comarcas), no reconociendo por encima del maestre otra su-

perior autoridad estatutaria que la del Papa.

En las tierras conocidas actualmente como Extremadura, debido a su carácter peri-

férico y fronterizo, las órdenes militares asumieron el control de cuantiosas y amplias

zonas. Fueron relevantes en Extremadura sobre todo las órdenes militares del Temple,

Santiago y Alcántara, siendo prácticamente de creación extremeña las dos últimas.

Escudo de la Orden del Temple

Como podemos recordar, la Orden del Temple fue fundada por caballeros franceses a

raíz de la primera cruzada (1096-1099) y la conquista de Jerusalén durante la misma. Se

llama así, del Temple, porque su primera sede, en Jerusalén, fue el mismísimo templo

de Salomón. Como sabemos, es una orden históricamente envuelta en misterios y enig-

máticas leyendas. Su primer cometido fue el de proteger a los peregrinos que se dirigían

a Tierra Santa. El carácter disciplinado y valeroso de sus guerreros incrementó su in-

fluencia.

Su apoyo a diversas campañas se traduce en la donación de castillos y territorios que

adquiere. Además, acumulan grandes riquezas por diversas vías: protección a las cara-

vanas de comerciantes, organización de sus propias caravanas, préstamos bancarios e

incluso mercadería de reliquias. Su organización supranacional y su poder militar y

económico empiezan a despertar los recelos de los reyes de Occidente. Tras la pérdida

de los Lugares Sagrados en 1291, se inicia una campaña de descrédito contra ellos (pese

a haberse recabado numerosas veces su apoyo en las tareas de reconquista cristiana).

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Dicha campaña de descrédito vivirá su punto culminante a principios del siglo XIV,

durante el reinado en Francia de Felipe IV (1285-1314). El monarca, que acumula una

gran deuda con la Orden del Temple y además ambiciona sus posesiones y riquezas,

diseña una conspiración para imputarles, entre otros delitos, los de sodomía y herejía.

La Santa Sede se resistirá al principio a dar crédito o apoyar tan serias acusaciones, su-

puestas sólo por testimonios arrancados bajo torturas y desaforadas actuaciones inquisi-

toriales. Finalmente, el Papa Clemente V (1305-1314), presionado por el rey francés,

optará por un camino intermedio: decreta la disolución de la Orden, aunque suaviza las

acusaciones contra sus integrantes que así, de aceptar la bula papal, no serían condena-

dos a la hoguera. Será el final de los caballeros templarios.

En tierras extremeñas, el primer asentamiento relevante del Temple se da en la zona

cacereña de Alconétar. Poco a poco, su ayuda a los monarcas en la reconquista les lleva

a extenderse hacia la Sierra de Gata, Hervás y Garrovilla en la provincia de Cáceres. En

la provincia de Badajoz fue más extensa su implantación: llegan los templarios a tener

potestad sobre territorios comprendidos desde Olivenza hasta Aracena, y también en la

zona este de la provincia, en Capilla y Zarza Capilla, aunque su principal núcleo, que se

constituyó como uno de los más importantes del Temple, fue Jerez de los Caballeros.

Allí se da, en los estertores de la Orden, un episodio mitad leyenda mitad historia: los

Templarios de Jerez se niegan a acatar la bula papal de disolución, y se atrincheran en la

Torre del Homenaje hasta que son rendidos por las tropas reales, degollados y arrojados

al vacío. Desde entonces, se conoce ésta como la Torre Sangrienta.

Las propiedades de la Orden del Temple en Extremadura rondaron los 3.000 kiló-

metros cuadrados.

Como aportación normativa, que sigue vigente, hay que señalar que se debe al Temple

la implantación del Fuero de Baylío, que rige en la zona oeste y suroeste de la provincia

de Badajoz, según el cual, todos los bienes aportados al matrimonio pasan a ser comu-

nes.

Escudo de la Orden de Santiago

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La Orden de Santiago nació o se fundó, como podemos recordar, en 1170, cuando el

rey Fernando II de León (1157-1188) encomendó a los primeros y originarios frades o

freires la defensa de la ciudad de Cáceres. Cinco años después, en 1175, la Orden fue

confirmada por el Papa Alejandro III (1159-1181), fijándose como fines organizativos

los de la defensa de los peregrinos que van a Santiago de Compostela (que hará derivar

el nombre) y el aseguramiento de las fronteras cristianas en el avance de la reconquista,

teniendo en cuenta como muy principalmente que dicha reconquista era más ardua o di-

fícil en Andalucía que en Extremadura.

El hecho de que la Orden de Santiago fuese la única que permitía a sus caballeros

casarse le dio gran popularidad y un crecimiento espectacular. En 1242 tendrá lugar uno

de los acontecimientos que más y mejor se conocen y se resaltan hasta hoy: Pelayo Pé-

rez Correa (de origen portugués), que sería desde entonces maestre de la Orden, recibe

el encargo del rey de controlar el territorio al sur de Badajoz y al norte de la provincia

de Sevilla, para evitar que las tropas reales fuesen hostigadas durante el asedio de Se-

villa. Dice la leyenda que un día las huestes de Pérez Correa, de unos 270 guerreros, se

internan demasiado en la sierra, siendo sorprendidos por una patrulla musulmana. Se

entabla un feroz combate en el que las tropas de la Orden, pese a su inferioridad nu-

mérica, van venciendo, pero empieza a caer la tarde. Pérez Correa teme que con la no-

che el enemigo se retire, se reorganice y busque refuerzos, por lo que invoca a la Virgen

con el ruego “Santa María, detén tu día”. La Virgen accede y detiene el sol en el ho-

rizonte, permitiendo la victoria cristiana. En agradecimiento, Pérez Correa hace cons-

truir el monasterio fortaleza denominado “de Santa María de Detén tu Día”, es decir, el

conocido Monasterio de Tentudía, en el término municipal de Calera de León. Ya nos

iremos adentrando en todo esto cuando lleguemos a la fecha de los hechos. Lo cierto es

que la Orden de Santiago tendrá un papel muy destacado en la reconquista de Sevilla

por medio del rey Fernando III el Santo; de hecho, el estandarte de la Orden de Santiago

será el primero que ondee en los muros de la capital andaluza.

A lo largo de los años irá la Orden ganando territorios, y más cuando se disuelve la

Orden del Temple, muchas de cuyas posesiones pasan a la de Santiago. Llega a ocupar

una franja que tiene la anchura entre Fuente de Cantos y Azuaga llegando hasta Mérida

y extendiéndose luego más escuetamente casi hasta Trujillo. También ocupa encomien-

das en Santibáñez el Alto y norte de Coria.

Ya en el siglo XV, la Orden de Santiago trasladará su principal radio de acción a las

tierras del entorno de Sierra Morena, tomando como población de residencia de maes-

tres la localidad de Llerena, que vive entonces un extraordinario desarrollo. Al influjo

de esta Orden se deben las poblaciones que tienen como apellido “de León”. Sus domi-

nios llegaron a abarcar en Extremadura 9.000 kilómetros cuadrados (por establecer una

referencia, la actual provincia o Comunidad de Madrid tiene algo más de 8.000 kilóme-

tros cuadrados).

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Escudo de la Orden de Alcántara

En 1214, como podemos recordar, el rey Alfonso IX de León (1188-1230) encomendó

a la Orden de Calatrava la defensa de la zona de Alcántara, tomada a los musulmanes.

Sin embargo, esta Orden renunció y dejó la encomienda en manos de la Orden de San

Julián de Pereiro, que pasaría así a denominarse Orden de Alcántara.

Inicialmente fueron creciendo sus posesiones según fue recibiendo encomiendas por

su participación en la reconquista, incrementándose sobre todo en el entorno de su nú-

cleo principal. Sin embargo, empieza luego a recibir también propiedades y encomien-

das en zonas más alejadas, como la práctica totalidad de la comarca de La Serena. En su

momento de mayor poder controlaba unos 7.000 kilómetros cuadrados de tierras extre-

meñas.

Pese a su activo papel en la reconquista de Andalucía, apenas recibe posesiones en

esta región, de manera que su principal potencial está en Extremadura. Ello la deja en

desventaja económica respecto a otras órdenes. En 1492 desaparece su autonomía al

tomar el control vitalicio de la Orden el rey Fernando II el Católico (II de Aragón y V

de Castilla).

Como curiosidad o cosa llamativa de esta Orden, podemos destacar su intento de to-

mar el reino nazarí de Granada en solitario a finales del siglo XIV (un siglo antes de la

toma de Granada por los Reyes Católicos). Convencido por un ermitaño del santuario

de Nuestra Señora de los Hitos, cerca de Alcántara, el maestre de la Orden, Martín

Yáñez de Barbudo, se creyó investido por Dios para tomar el reino musulmán sin perder

un solo caballero. Mandó dos emisarios al rey granadino con la orden de mofarse de su

religión y retarle a duelo “con el doble de moros que de caballeros cristianos”. Los

emisarios fueron torturados y el maestre, con fe absoluta en lo dicho por el ermitaño,

marchó hacia Granada, en cuyas inmediaciones el ejército musulmán, perfectamente

avisado, masacró las tropas de la Orden dejando pocos supervivientes.

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EPÍLOGO III

LA COMUNA Y LA VIDA URBANA EN LA EDAD MEDIA

La comuna medieval fue una entidad política característica de la Edad Media, coexis-

tiendo con otras entidades como la imperial, la pontificia (Santa Sede y estados ponti-

ficios) y la monárquica feudal tan presente por todas partes. La comuna medieval impli-

caba que los ciudadanos de una ciudad, además de ser súbditos o miembros de las men-

cionadas entidades, establecían entre sí un compromiso de fidelidad y defensa mutua, de

manera tanto física como de defensa de las “libertades” asumidas y tradicionales, lo-

gradas y reconocidas. La comuna medieval tomó muchas formas y fue variando am-

pliamente hasta adquirir su configuración institucional. Se fueron formando las comu-

nas medievales hacia finales del siglo XI y ya durante el siglo XII, extendiéndose su

modelo por el norte y centro de Italia, donde la ciudad-estado italiana, denominándose

signoria, se basaba en un sistema representativo que solía denominarse “democracia”,

mientras que en Alemania se desarrollaron las ciudades imperiales libres o freie Rei-

chsstädte, cuya “independencia” se entendía como una no subordinación a la nobleza

local.

Al referirnos a una comuna medieval, lo que destaca es el sentido asociativo o cor-

porativo que liga a sus homines novi o burgueses en la defensa de unos intereses ame-

nazados por los poderes sociales tradicionales (nobiliarios y eclesiásticos).

De manera similar a lo que se produce en el medio campesino con las comunas rura-

les, los vecinos de las ciudades desean un conjunto de garantías frente a los abusos de

los señores feudales y el pleno reconocimiento de su libertad jurídica traducido en un

sistema de gobierno controlado por ellos.

El ejercicio de la violencia por parte de los habitantes del burgo para acabar con los

abusos de los poderes tradicionales ha sido excepcional. La norma más generalizada en

la conquista de las libertades urbanas suele ser el pacto con los viejos poderes, por

medio de la Carta de la Comuna. El conjunto de garantías en ellas plasmado se amplía

en numerosos casos hasta conseguir una plena autonomía judicial y administrativa. Un

organismo elegido por la asamblea de todos los vecinos se encarga de administrar la

justicia, organizar las finanzas y articular la defensa: es decir, la organización de la vida

pública abierta a todo el conjunto de la población. La ciudad se convierte en un verda-

dero señorío colectivo que ejerce su autoridad sobre un amplio espacio.

Durante el siglo X, en distintas partes del occidente europeo, la población campesina

comenzó a gravitar en torno a centros urbanos amurallados, a medida que las mejoras

agrícolas resultaron en una mayor productividad y una intensa competencia por la tierra.

En Italia central y septentrional, Provenza y Septimania, la red de ciudades romanas

había sobrevivido en su mayor parte, aunque las ciudades se habían transformado en

centros episcopales o centros administrativos de un reino o poder imperial lejano. En

los Países Bajos se fundaron nuevas ciudades que se beneficiaban del comercio a larga

distancia y de la artesanía textil. Los viejos emplazamientos fueron derivando en burgos

fortificados por condes, obispos o abades. Un tipo semejante de ciudades se fundó en

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Renania. Otras ciudades eran meras villas con mercado, que actuaban como centros de

intercambio a escala local.

La población de estas ciudades necesitaba protección física contra la nobleza, que

carecía de frenos legales (“malfechores feudales”), y otros bandidos de toda condición.

Las condiciones generales de inseguridad motivaron la reunión de las poblaciones tras

las murallas comunales; pero la lucha por establecer sus “libertades” (la libertad de re-

gular sus propios asuntos y de liberarse de la arbitrariedad fiscal de los señores, laicos o

eclesiásticos, en cuya jurisdicción recaían estos plebeyos) fue un largo proceso de lu-

chas por obtener cartas municipales (denominadas fueros o cartas pueblas en los reinos

hispanos cristianos; stadtrecht o städtewesen en Alemania; royal charter en Inglaterra)

que garantizaran “derechos” básicos, como el de celebrar un mercado. Tales concesio-

nes se obtenían a precios exorbitantes, pero no del poder local (naturalmente celoso de

sus prerrogativas) sino del rey o del emperador, que fortaleciendo a las comunas tam-

bién esperaba contar con un posible aliado en su propósito de centralizar el poder.

La ciudad amurallada (incastellamento) representaba protección de los asaltos directos

al precio de la interferencia corporativa en los más mínimos niveles (pax urbana); pero

una vez que el habitante de una ciudad se alejaba de sus murallas, quedaba a merced de

la “nobleza sin ley” del campo. Eso implicaba que sólo los más atrevidos viajaran (las

mujeres lo hacían más raramente). La mayor parte del territorio europeo carecía de un

control efectivo por parte de las autoridades centrales, con lo que cada ciudad debía pro-

porcionar su propia protección a sus ciudadanos, tanto dentro de la ciudad como fuera

de ella. La formación de una comuna era una base legal para convertir las ciudades en

corporaciones autogobernadas. Aunque en muchos casos el desarrollo del modelo es-

taba vinculado a la naturaleza urbana del núcleo de población, hubo también comunas

rurales, particularmente en Francia e Inglaterra, que se formaban para proteger los in-

tereses comunes de los aldeanos.

Cada ciudad tenía su propia comuna y no había dos comunas iguales, pero en esencia,

todas las comunas eran compromisos de mutua defensa. Cuando se formaba una co-

muna, todos los que participaban en ella se reunían y realizaban un juramento en cere-

monia pública, prometiendo defenderse unos a otros en tiempos de calamidad, y man-

tener la paz entre ellos.

Las primeras comunas se formaron en el siglo X, aunque algunas pudieron ser an-

teriores (tal vez Forli, Emilia Romagna, en el año 889), y el modelo se generalizó du-

rante el siglo XI el norte de Italia (la zona más urbanizada de la Europa de la época). Se

extendió a comienzos del siglo XII por Francia, Alemania y España. En Inglaterra, muy

centralizada en esa época, el movimiento comunal se manifestó principalmente en pa-

rroquias, monasterios y guildas o corporaciones de mercaderes y artesanos. En el siglo

XII, mientras que la burocracia estatal se expandía en Francia e Inglaterra, el Sacro

Imperio Romano Germánico se regía por coaliciones comunales de ciudades, caballeros,

repúblicas campesinas, principados-obispados y grandes dominios de señores imperia-

les.

Iglesia y monarquía tuvieron reacciones ambivalentes ante el fenómeno de las co-

munas. Por una parte, les satisfacía su propósito de protección contra los nobles “sin

ley”, que redundaba en interés de todos. Su intención de mantener la paz frente a la

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amenaza de la perpetuación de la venganza se asemejaba a la doctrina eclesiástica de la

paz; aunque la Iglesia mantenía su propio concepto e institución: la paz de Dios o tre-

gua de Dios. Por otro lado, el método del mantenimiento de la paz urbana era el talión,

el “ojo por ojo”, lo que generalmente no era aceptable para el rey o la Iglesia. Más aún,

había un sentimiento general de que las comunas urbanas amenazaban el orden social

medieval triestamental de oratores, bellatores et laboratores (clérigos, guerreros y cam-

pesinos o trabajadores). Según la costumbre, sólo los señores feudales tenían derecho al

uso de las armas, y no podían aceptar sin más que tal privilegio se extendiera a los bur-

gueses, quienes ostensiblemente eran trabajadores y no guerreros. En ocasiones la no-

bleza y el clero aceptaban la formación de comunas, y en otros casos no. Uno de los

casos más claros de una comuna suprimida y la correspondiente revuelta urbana contra

tal decisión ocurrió en la ciudad francesa de Laon en 1112.

Las comunas rurales predominaron en Suiza, surgiendo el desarrollo de las mismas

sobre todo por una necesidad de colaborar en la gestión de los bienes comunales además

de por necesidades defensivas. En una época caracterizada por la debilidad del gobier-

no central, las comunas se establecían típicamente para asegurar la seguridad en los ca-

minos que atravesaban su territorio y posibilitar así los desplazamientos e intercambios

(landfrieden).144

Quizá la más exitosa comuna rural fue la de los valles alpinos al norte

del Paso de San Gotardo y que con el tiempo se convirtió en el precedente de la Antigua

Confederación Suiza. En Suiza se hizo común levantar actas escritas de estas alianzas:

para cada nuevo cantón que se incorporaba a la confederación, se escribía un nuevo

contrato. Junto al Eidgenossenschaft suizo hubo similares comunas rurales alpinas en el

Condado del Tirol, pero fueron suprimidas por los Habsburgo. Otras comunas rurales

semejantes se desarrollaron en el Graubünden, en los Alpes franceses (Briançon), en los

Pirineos, en el norte de Francia (Roumare), en Alemania del norte (Frisia y Dithmars-

chen), y también en Suecia y Noruega. La colonización del Walser también está rela-

cionada. Las comunas medievales del sur estuvieron más probablemente influidas por

sus precedentes italianos, pero las del norte (incluidas las suizas al norte del Paso del

Gotardo) pudieron haberse desarrollado de forma propia. Sólo muy pocas de estas co-

munas rurales medievales suscitaron inmediación imperial,145

lo que las hacía sujetas

únicamente al rey o emperador; la mayor parte siguieron sujetas a una sujeción feudal

más o menos distante.

Durante el siglo XI, en el norte de Italia, emergió una nueva estructura política y so-

cial, desarrollándose las comunas en forma de ciudades-estado. La cultura cívica que

surgió de estas ciudades fue notable. En otras zonas de Europa fueron absorbidas por las

monarquías, que se encaminaban a una transición entre el modelo de la monarquía feu-

144

Constitutio pacis, pax instituta o pax jurata en latín, paz o seguridad pública en castellano, era una

forma jurídica medieval por la que un señor renunciaba al uso de la fuerza. El juramento afectaba esen-

cialmente al derecho de guerra privada o fehde. Existieron diferentes asociaciones de este tipo. En 1235,

el emperador Federico II estableció que toda Alemania era una landfrieden. Fueron bastante relevantes

durante los siglos XIV y XV, destacando la Liga de Suabia (1376) y la Liga de Renania (1381), situada en

el sudoeste de Alemania.

145

Estatus feudal y político privilegiado.

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dal y el de la monarquía autoritaria y que acabaría por conformarlas, en la Baja Edad

Media, como protoestados modernos o protoestados nacionales…

Sobrevivieron casi únicamente en el norte y centro de Italia, convirtiéndose en pode-

rosas e independientes ciudades-estado. La ruptura con sus señores feudales tuvo lugar a

finales del siglo XII y comienzos del XIII, tras la querella de las investiduras entre pon-

tífices y emperadores, y en el correspondiente contexto del enfrentamiento entre güelfos

y gibelinos respectivamente. Milán lideró la Liga Lombarda contra los emperadores, en

guerras que resultaron victoriosas (batalla de Legnano, en 1176, de Parma, en 1248).

Mientras tanto, la Serenísima República de Venecia, la República de Pisa y la República

de Génova se expandieron por el Mediterráneo formando verdaderos imperios navales;

lográndolo el veneciano a costa del Imperio Bizantino, al que arrebató una cuarta parte

en 1204 (cuarta cruzada). Ciudades como Parma, Ferrara, Verona, Padua, Lucca, Siena,

Mantua y otras fueron capaces de establecerse a costa de sus vecinos, en algunos casos

hasta nuestra más reciente Edad Contemporánea. En el sur de Italia, incluyendo Sicilia y

Cerdeña, las comunas autónomas eran raras, con el único ejemplo de Sassari o Sácer.

En el Sacro Imperio, los emperadores siempre tuvieron que lidiar contra otros pode-

res: señores territoriales por un lado, ciudades y comunas por otro. Invariablemente el

propósito político (no siempre expresado militarmente) de la monarquía imperial era

fortalecer su posición. En la Bula de Oro de 1356, el emperador Carlos IV puso fuera de

la ley a cualesquiera conjurationes, confederationes, y conspirationes, refiriéndose par-

ticularmente a cualquier liga de ciudades (Städtebund), aunque también a las ligas de

comunas rurales que estaban surgiendo. La mayor parte de las ligas urbanas se disol-

vieron, a veces por la fuerza, y otras se refundaron con propósitos políticos más redu-

cidos. No obstante, alguna de estas comunas (como Frankfurt, Nuremberg o Hamburgo)

fueron capaces de sobrevivir por siglos como ciudades imperiales libres, únicamente

sometidas al emperador.

Las ciudades medievales eran, en su mayoría, pequeñas, superando pocas los 10.000

habitantes y no muchas tenían más de 5.000 habitantes. En las ciudades más pequeñas

se concentraba y luego se distribuía la producción agrícola de los alrededores. Las ciu-

dades más grandes abarcaban un territorio mayor: servían a varias pequeñas, o a todo un

país. Así, por ejemplo, Londres, con 40.000 habitantes hacia el siglo XIII, era el prin-

cipal punto de confluencia de los productos ingleses, y el distribuidor de las impor-

taciones que llegaban a Inglaterra procedentes de otros países.

Con el renacimiento comercial, las ciudades se convirtieron en centro de atracción de

muchas personas de diferente condición social y económica.

Las ciudades medievales atrajeron a muchos mercaderes que se establecieron en ellas

y que, con el tiempo, llegaron a dominarlas. La mayoría estaba situada cerca de un río,

del mar o de un camino importante. Este hecho las convirtió en centros comerciales.

Las ciudades también se convirtieron en centros de atracción para los campesinos que

buscaban mejores oportunidades. Algunos siervos llegaron a ellas huyendo de los seño-

res feudales. Los campesinos libres lo hicieron atraídos por la creciente actividad ar-

tesanal y comercial.

Con ello, estos campesinos se convirtieron en artesanos. Ellos pasaron a ser la mano

de obra de la industria destinada, por un lado, a satisfacer las necesidades de una po-

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blación urbana cada vez mayor, y por otro, a generar artículos que pudieran ser co-

mercializados fuera.

Por último, en algunos casos como, por ejemplo en muchas ciudades del sur de Fran-

cia y en la mayoría de las ciudades italianas, los señores feudales abandonaron sus cas-

tillos para residir en las ciudades, dedicándose, también, al comercio. Entonces, las ciu-

dades se volvieron centros de consumo, de producción artesanal y, a la vez, de redis-

tribución.

A pesar de que cada ciudad medieval tenía rasgos propios, la mayoría compartía

ciertas características.

Eran recintos amurallados, lo que aseguraba su paz. Como los antiguos burgos tam-

bién tenían murallas, fue muy frecuente que las ciudades tuviesen dos murallas: la an-

tigua y la nueva. Sus puertas se cerraban en la noche y se abrían de nuevo en la mañana.

En su interior, las casas casi siempre tenían tres pisos: el primero, construido de pie-

dra, servía de taller y de tienda; el segundo y el tercero, en cambio, se usaban como vi-

vienda y eran de madera. El uso de este material en las viviendas ocasionaba frecuentes

incendios en las ciudades.

Entre los edificios urbanos destacaban las iglesias, el palacio episcopal, y más tarde, el

palacio comunal, que fue la sede administrativa de la ciudad. En el centro de la ciudad o

cerca de una de sus puertas de acceso solía encontrarse la plaza del mercado, donde se

desarrollaba la actividad comercial.

Las calles eran estrechas y por ello, oscuras. No había sistemas de alcantarillado por

lo que las ciudades solían tener malos olores. La gente se abastecía de agua en pozos y

canales.

Con el paso del tiempo, las ciudades perdieron sus murallas, los barrios se especiali-

zaron por el oficio de sus habitantes y comenzaron a crecer desordenadamente.

El atractivo que las ciudades medievales ejercieron sobre los campesinos fue el de la

liberación del campo, a partir del siglo XII, de cierta cantidad de mano de obra que

trabajó en la industria urbana. En la Edad Media la industria no contaba con grandes

maquinarias y su producción era limitada, es decir, era de tipo artesanal. Por eso a los

obreros se los llamó artesanos. Los artesanos medievales del siglo XII retornaron a las

viejas técnicas olvidadas y aprendieron, a la vez de los artesanos musulmanes y bi-

zantinos. A diferencia del occidente europeo, estas regiones (musulmanas y bizantinas u

orientales) contaron con una industria artesanal muy desarrollada a lo largo de toda la

Edad Media.

EI poderío económico de los mercaderes estuvo estrechamente vinculado al desarrollo

de las ciudades que fueron sus centros de negocios. En el siglo XIII, las ciudades

estaban dominadas por ellos.

Los grandes mercaderes, a los que a veces se unieron los nobles, ocuparon los puestos

de gobierno y constituyeron un patriciado urbano, que controló la vida municipal y que

no encontró oposición violenta hasta la crisis del siglo XIV.

Este patriciado también monopolizó la dirección económica de las ciudades. El papel

protagonista en el desarrollo de las ciudades lo tuvieron sus habitantes: los burgueses.

Bajo este nombre pasó a designarse a todas aquellas personas cuya riqueza se basaba en

el dinero y no en la tierra.

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El enriquecerse con dinero y no dedicarse a actividades rurales, distinguió a los bur-

gueses de los campesinos y de la nobleza feudal. Por eso formaron una nueva clase so-

cial: la burguesía.

La aparición de la burguesía rompió el rígido esquema de la sociedad feudal de ór-

denes y estamentos. La mayoría de los burgueses no pertenecía a ninguno de los ór-

denes. Ellos eran mercaderes, y artesanos especializados en diversos trabajos: panade-

ros, herreros y carpinteros, entre otros varios oficios.

Algunas ciudades acogieron a los señores feudales. En esos casos, la nobleza invirtió

su riqueza en el comercio, se dedicó personalmente a los negocios y acaparó los cargos

políticos de la ciudad. De esta manera la nobleza se aburguesó. En otras ciudades, en

cambio, los mercaderes plebeyos acapararon el poder y, al hacerlo, buscaron liberarse

del control que ejercía sobre ellos la nobleza. Sus ciudades estaban en las tierras de

algún señor feudal. Para resolver este problema, algunos mercaderes optaron por aliarse

a los nobles casándose con ellos o comprándoles sus títulos de nobleza. En esos casos

fueron los burgueses los que se ennoblecieron. Sin embargo, generalmente, los bur-

gueses se libraron del dominio feudal emprendiendo sublevaciones y contratando mer-

cenarios que forzaron a la nobleza a renunciar a sus derechos. En otros casos, recu-

rrieron al apoyo de los reyes, a quienes les interesaba doblegar a la nobleza.

A cambio de apoyo financiero, las ciudades recibieron de los monarcas cartas de li-

bertades que las colocaban directamente bajo la autoridad real –sustrayéndolas del con-

trol de los señores feudales–, las autorizaban a administrar justicia por sí mismas y

otorgaban libertad personal a sus habitantes.

También obtuvieron de los monarcas el derecho de autogobernarse, lo que posibilitó

la formación de gobiernos comunales, que recibieron diversos nombres: ayuntamiento,

señorío o comuna. Los privilegios otorgados a las ciudades debilitaron los esquemas

feudales.

La Iglesia no vio con buenos ojos el rápido ascenso de la burguesía. Sus ocupaciones

encaminadas a acumular dinero fácil fueron consideradas por los clérigos síntomas de

avaricia. Por eso, pasaron a formar parte de una lista de oficios deshonrosos. Por otro

lado, los intereses que algunos mercaderes cobraban por sus préstamos fueron califica-

dos de usura.

Con el tiempo, sin embargo, la Iglesia se volvió más tolerante con los burgueses, que

eran muy religiosos, y convino en que eran necesarios para la sociedad.

Con el comercio y el lento cambio de una sociedad rural a una urbana, las relaciones

sociales se transformaron y el sistema feudal entró en crisis. Como cada día la economía

se orientaba más al dinero, la tierra comenzó a perder el valor que tenía dentro del ré-

gimen feudal. Entonces surgió una nueva noción de riqueza: la riqueza comercial, que

consistía en dinero o en productos comercializables estimables en dinero.

Como la clase feudal fue muy conservadora, la mayoría quedó al margen de este desa-

rrollo económico. Por otro lado, las libertades otorgadas a las ciudades mermaron, tam-

bién, el sistema feudal.

Las ciudades medievales fueron muy activas y atractivas. Al contrario de lo que su-

cedía en el campo, la división de tareas caracterizó la vida económica urbana y la vida

cultural recobró importancia.

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Los habitantes de la ciudad se especializaban en un oficio y compraban en el mercado

lo que no producían. Los artesanos de un mismo oficio y los comerciantes se agruparon

en gremios.

Los gremios fijaban los procedimientos de fabricación, las normas laborales, las horas

de trabajo y los salarios. También aseguraban la destreza en el oficio: se accedía al gra-

do de oficial tras un aprendizaje de diez años, como mínimo, en el taller de un maestro.

Así, los productos eran semejantes en calidad y en precio. Nadie podía ejercer un ofi-

cio si no pertenecía al gremio respectivo. Los gremios eran muy poderosos y, frecuen-

temente, se enfrentaron con violencia por el control de la ciudad.

Tuvieron su importancia las diferencias sociales. Al principio, había igualdad en la

ciudad: la sociedad urbana contrastaba con la jerarquización feudal, pero con el tiem-

po se acentuaron las diferencias entre ricos y pobres y nació el concepto de ciudadanía:

para ser ciudadano y obtener las ventajas urbanas, había que tener recursos para pagar

un impuesto especial a la comuna y poseer una casa en la ciudad.

Ciudadanos eran los más prósperos: los que se dedicaron a la industria textil, la más

importante en la Edad Media, y los mercaderes de paños y objetos de lujo. En el nivel

más bajo estaban los trabajadores marginados que no accedían a la ciudadanía y se

excluían de los gremios. Eran como mucho villanos.

Como las actividades urbanas requerían nuevos conocimientos, como por ejemplo lle-

var libros de cuentas, escribir cartas o redactar inventarios, los burgueses fundaron las

primeras escuelas laicas. Así, la actividad intelectual dejó de ser exclusiva del clero.

También se fundaron las primeras universidades, que introdujeron al sistema antiguo de

enseñanza: estudios de leyes, de teología y otras disciplinas, como por ejemplo la medi-

cina.

Desde el punto de vista religioso, el contraste entre ricos y pobres provocó una ne-

cesidad de reforma. De esta manera surgieron en el siglo XIII muy principalmente

las órdenes mendicantes, de franciscanos y dominicos. Ambas adoptaron una moral ba-

sada en la austeridad y en la sobriedad; se instalaron en las ciudades, relacionándose con

sus problemas y sus gentes, ocupándose mucho de la predicación y la enseñanza.

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EPÍLOGO IV

CANONISTAS DECRETISTAS Y DECRETALISTAS

Con el término de “decretistas” se designa a los intérpretes del Decreto de Gracia-

no146

y, por tanto, a la primera fase de la canonística clásica anterior al Liber Extra de

Gregorio IX (1227-1241) que se promulgó en 1234. Con el paso del tiempo, los decre-

tistas también dedicaron su actividad exegética a los cánones de los Concilios de Letrán

III (1179) y IV (1215), así como a las cada vez más numerosas decretales pontificias.

En los inicios, la actividad científica se desarrolló en Bolonia, donde trabajaban Gra-

ciano y sus discípulos. Con el pasar de los años fueron surgiendo otras escuelas cano-

nísticas en Europa por iniciativa de quienes acababan sus estudios, principalmente en

Bolonia o París, y que estaban en condiciones de difundir como maestros lo que habían

aprendido en sus centros de origen. Aquí se hace referencia sólo a las escuelas más

importantes.

1º.- Escuela de Bolonia

La difusión del Decreto de Graciano fue seguida por una intensa actividad científica

mediante la composición de “glosas” y “sumas”. Algunos de los glosadores que logra-

ron mayor notoriedad fueron Paucapalea, Rolando (no se confunda con Rolando Ban-

dinelli, futuro Papa Alejandro III), Rufino, Juan de Faenza, Gandolfo, Pedro Hispano y

Ricardo Ánglico.

Las sumas más influyentes fueron las de Paucapalea (entre 1140-1150), Rolando

(1150-1160), Juan de Faenza (ca. 1171), Simón de Bisiniano (1177-1179) y, la más im-

portante de todas, la de Hugoccio de Pisa (ca. 1188). La Summa de Esteban de Tournai

(1160-1170) –aunque compuesta en Francia– sigue el modelo boloñés.

2º.- Escuela francesa

En comparación con la escuela boloñesa, con una hermenéutica más estrictamente

jurídica, la escuela francesa se caracteriza por la influencia recibida de la teología y re-

146

Una importante obra del Derecho Canónico que trata de conciliar la totalidad de las normas canónicas

existentes desde antiguo, siendo normas muchas de ellas opuestas entre sí. Su autor fue el monje y jurista

Graciano que la compuso entre los años 1140-1142, constituyendo la primera parte de la colección de seis

obras jurídicas canónicas que se conocen como Corpus Iuris Canonici.

El Decreto de Graciano representa un paso importante para la consolidación del Derecho de la Iglesia

Católica en la Alta y Baja Edad Media. La obra, monumental en su extensión, constituye una aportación a

la unificación jurídica y resulta, por tanto, del fruto de la actividad doctrinal de un canonista y no de una

política legislativa pontificia, camino que venía siendo el más utilizado hasta entonces para tal fin.

Cogemos el contenido de este epílogo de fuentes encontradas en la Biblioteca de la Facultad de Derecho

Canónico de la Universidad de Navarra, texto de Joaquín Sedano.

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tórica contemporáneas. Sorprende, además, el gran número de sumas de atribución in-

cierta que se realizaron en Francia, como la del Magister A.

Aunque de inicios un tanto borrosos, se sabe que la escuela parisina contaba ya con un

ejemplar del Decreto de Graciano hacia 1155, utilizado por Pedro Lombardo para sus

Sententiae. La Summa Parisiensis fue compuesta en el año 1170, la Summa decretalium

quaestionum de Everardo de Ypres después de 1181 y la Summa tractaturus magis-

ter entre 1181-1185.

Petrus Brito, comentador de la Compilatio I, domina la escuela canonista parisina en

los primeros años del siglo XIII. En este ambiente se sitúan los Apparatus Ecce vicit

leo y el Animal est substantia.

3º.- Escuela franco-renana

El Decreto de Graciano se difundió muy pronto en Alemania. La escuela de Colonia

toma su impulso de la presencia del inglés Gerardo Pucelle (1166-1168) y revela un

claro influjo francés. De aquí surgen las Summae Elegantius in iure divino (1169) –una

de las obras más importantes del siglo por su autonomía de pensamiento y construcción

sistemática– y la Antiquitate et tempore, quizás atribuibles a Bertrand de Metz.

En Maguncia hay testimonios de la presencia de Sicardo de Cremona (1179-1183) tras

haber concluido sus estudios en Francia. Aquí escribe la Summa Decreti (1179-1181).

4º.- Escuela anglonormanda

Notables canonistas ingleses como Ricardo, Gilberto, Alano y Juan de Gales (autor de

la Compilatio II) estudiaron en Bolonia, pero ninguno de ellos parece haber dado vida a

una escuela en su patria. Parece que se debe al Santo Tomás Becket –que estudió un año

en Bolonia– el mérito de introducir una copia del Decreto de Graciano en Inglaterra.

Por otra parte, muchos ingleses estudiaron derecho canónico en Francia, como se ad-

vierte por las influencias que reciben sus obras.

Las composiciones más conocidas de esta escuela son las Summae De iure natura-

li (antes de 1179), Omnis qui iuste iudicat (ca. 1186) y De iure canonico tractatu-

rus (1187-1190), atribuida a Honorio. Entre los decretistas que enseñaron en Oxford

destacan Juan de Tynemouth, Simón de Southwell y Nicolás de Aquila.

En cuanto a los decretalistas

Se conoce por este nombre a los canonistas que se dedicaron al estudio de las colec-

ciones de decretales que comenzaron a aparecer en la segunda mitad del siglo XII. Al-

gunos de los primeros decretalistas tuvieron también una etapa como decretistas.

El Breviarium extravagantium –también conocido como Compilatio I (1189-1190)–

de Bernardo de Pavía supuso un punto de inflexión en la ciencia canónica, pues su di-

visión en cinco libros (descritos con los términos: iudex, iudicium, clerus, connubia,

crimen) creó escuela para las posteriores colecciones de decretales.

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A la Compilatio I –y siembre en el entorno boloñés– siguieron la Compilatio III

(1210) de Pedro Beneventano –promulgada por Inocencio III–, la Compilatio II (1210-

1212) de Juan de Gales, la Compilatio IV (1216-1217) de Juan Teutónico y la Compi-

latio V (1226) de Tancredo –promulgada por Honorio III–. El vínculo entre la legis-

lación de los pontífices, la labor compilatoria de los canonistas y la actividad interpre-

tativa de los maestros encuentra en estas colecciones un modelo ejemplar.

En la primera década del siglo XIII destacaron también las colecciones de Ranieri de

Pomposa, Gilberto Ánglico, Alano Ánglico, Dámaso Húngaro y Bernardo Compostela-

no Antiquus.

Cuando en 1234 Gregorio IX promulgó su Liber Extra, la actividad científica de los

decretalistas pasó a girar principalmente en torno al comentario de esta obra, como es el

caso de los canonistas Juan Teutónico (muerto en 1245) y Lorenzo Hispano (muerto en

1248). Sin embargo, los canonistas más influyentes del siglo XIII fueron Gofredo de

Trano (muerto en 1245), Sinibaldo de Fieschi (muerto en 1253) –futuro Papa Inocencio

IV (1243-1254)– y Enrique de Susa (muerto ca. 1271), también conocido como el

Ostiense –por ser cardenal de Ostia–, cuya Summa Aurea se considera la mayor obra

científica de este período.

El cierre de la edad de oro de la decretalística se suele situar en 1348, fecha de la

muerte de Juan de Andrés, que realizó la Glosa ordinaria al Liber Sextus de Bonifacio

VIII y a las Clementinas. Con posterioridad sólo Nicolás de Tudeschis (muerto en

1445), conocido como el Panormitano, estará a la altura del período dorado de la decre-

talística.

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ÍNDICE

A modo de prólogo

San Telmo y el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy …………………. pág. 3

Córdoba

Reconquistas varias y entre ellas de la ciudad de Córdoba …………. pág. 10

Freixo de Espada à Cinta (reino de Portugal)

Un episodio guerrero ………………………………………………… pág. 18

Señorío de Vizcaya

Fundación de Bermeo y muerte de Lope Díaz II de Haro …………... pág. 19

Montánchez y su tierra (reino de Castilla)

Dominios de la Orden de Santiago ………………………………….. pág. 22

Zalamea de la Serena y Azuaga (reino de Castilla)

Avances y consolidación de reconquistas …………………………… pág. 24

Islas Baleares

Repoblación ………………………………………………………….. pág. 25

San Juan de Acre (reino de Jerusalén)

Óbito de Juan de Ibelín, el viejo Juan I de Beirut …………………… pág. 26

Taifa de Balansiya

Se bautiza cristiano Zayd Abu Zayd como Vicent Bellvís …………. pág. 32

Naso (reino de Sicilia)

Murió Conón de Naso con fama de Santo …………………………... pág. 36

Sultanato de Delhi

Muerte del sultán Shams-ud-din Iltutmish ........................................ pág. 38

Marrakech – Garb – Ceuta (Imperio Almohade)

Primavera sangrienta ……………………………………………….. pág. 41

Offington (reino de Inglaterra)

Óbito de Guillermo d’Aubigny ........................................................ pág. 44

Abadía de Saint Albans (reino de Inglaterra)

Óbito de Roger de Wendover ……………………………………….. pág. 46

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Corbeil (reino de Francia)

Muere una reina que no reinó: Ingeborg de Dinamarca ……………. pág. 48

Skálholt (mancomunidad de Islandia)

Murió el obispo Magnús Gissurarson ………………………………. pág. 50

Reino de Aragón

Noticias destacadas …………………………………………………. pág. 52

Reino de Navarra

En el segundo año del reinado de Teobaldo I ……………………… pág. 53

Dargies (reino de Francia)

Murió el poeta y trovador Gautier de Dargies ……………………... pág. 55

Abadía de Saint-Médard de Soissons (reino de Francia)

Murió Gautier de Coincy …………………………………………… pág. 56

Bolonia (Italia)

Muerte de Tancredo, magister decretorum ………………………… pág. 58

Livonia

Batalla de Saule y muerte del maestre Volquin ……………………. pág. 60

París (reino de Francia)

Murió Philippus Cancellarius Parisiensis ………………………….. pág. 61

Epílogo I

Sobre la reconquista cristiana de Córdoba en 1236 ……………….. pág. 62

Epílogo II

Las Órdenes Militares en Extremadura ……………………………. pág. 75

Epílogo III

La comuna y la vida urbana en la Edad Media ……………………. pág. 79

Epílogo IV

Canonistas decretistas y decretalistas ……………………………… pág. 87

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