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Oriente

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El interés del autor se dirigió, demanera especial, a aquella parte dela geografía que en la historia seconoce con el nombre de AntiguoOriente. Muestra de su profundoconocimiento del asunto es estelibro. En sus páginas sintetizó todolo que conocía acerca de tal periodode la humanidad.

El Antiguo Oriente ofrece el interésde que de ahí derivarían muchasformas de vida y de pensamientoposteriores. Hogarth, para enfocarsu estudio, se remonta al año 1000a. C. y de dos en dos siglos hace el

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recorrido hasta situarse en la épocade esplendor de Grecia. Elpredominio griego, en el cualAlejandro ocupa principalísimo sitio,marca la transitoria imposición denuevas formas culturales y elintercambio de ideas y hábitoscontradictorios. De esa confluencia,dice el autor, resultó el cristianismoy, a la postre, la irrupción de ideasreligiosas orientales que han llegadoa enriquecer las bases mismas de lasociedad moderna.

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D. G. Hogarth

El AntiguoOriente

ePub r1.0IbnKhaldun 17.02.15

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Título original: The Ancient EastD. G. Hogarth, 1914Traducción: Jorge Hernández Campos

Editor digital: IbnKhaldunePub base r1.2

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Introducción

EL TÍTULO de este libro necesita unabreve explicación, puesto que cada unode sus términos puede utilizarse,legítimamente, para denotar más de unconcepto, tanto de tiempo como de lugar.En la vaga e imprecisa idea que de «elOriente» se tiene hoy en día, se incluyetodo el continente e islas de Asia, partede África —la parte norte, donde lasociedad y las condiciones de vida sonmás semejantes a las asiáticas— ytambién algunas regiones de la Europasudoriental y oriental. Por tanto, pudieraparecer arbitrario restringir el Oriente,

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en este libro, al Asia occidental. Perohay que invocar el calificativo de mitítulo a manera de justificación. No setrata del Oriente actual, sino del de laantigüedad, y por lo mismo, sostengoque no es irrazonable entender por elOriente lo mismo que entendían en laantigüedad los historiadores europeos.Para Heródoto y los griegos de suépoca, Egipto, Arabia y la India eran elsur, la Tracia y la Escitia eran el norte, yel Asia Menor era el oriente: porque noconcebían que hubiese nada más allá,sino el fabuloso océano. También puedealegarse que mi restricción, aunque noen sí misma arbitraria, evita, de hecho,la que de otra manera fuera inevitable

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obligación de fijar límites arbitrarios alOriente. Porque el término, tal como seemplea en los tiempos modernos,implica un área geográfica caracterizadapor una sociedad de cierto tipo general,y de acuerdo con la opinión que tengasobre este tipo, cada persona queescribe o especula en torno al Oriente,expandirá o contraerá su áreageográfica.

Más difícil será justificar larestricción impuesta en los capítulossiguientes a la palabra antiguo. Estetérmino se emplea aún con mayorvaguedad y variedad que el otro. Si engeneral connota lo opuesto a«moderno», en algunos casos, y

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particularmente en el estudio de lahistoria, no se entiende habitualmenteque lo moderno empieza donde terminalo antiguo, sino que significa lorelativamente reciente. Así, en lahistoria el mal definido período llamadola Edad Media y Oscura forma un hiatoconsiderable antes de que, en el procesorestrospectivo, lleguemos a unacivilización que, al menos en Europa,consideremos de ordinario comoantigua. En la historia también solemosdistinguir dos provincias dentro de laevidente área de lo antiguo, laprehistórica y la histórica. La primeracomprende todo el tiempo en el cual lamemoria humana, tal como la comunica

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la literatura superviviente, no penetra, oal menos; no penetra de un modoconsciente, consistente y verosímil. Almismo tiempo, no se implica que nopodamos tener conocimiento alguno dela provincia prehistórica. Es inclusoposible que la conozcamos mejor queciertas partes de la historia, gracias aseguras deducciones a partir de pruebasarqueológicas. Pero lo que los registrosarqueológicos nos enseñan es analítico,no histórico, puesto que tales registrosno han pasado por el crisoltransformador de una inteligenciahumana que razone sobre los sucesoscomo efectos de causas. Sin embargo, lafrontera entre lo prehistórico y lo

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histórico depende demasiado de lasubjetividad de los historiadoresindividuales, y está demasiado sujeta avariar con el progreso de lasinvestigaciones, como para ser unmomento fijo. Y tampoco puede ser lamisma para todas las civilizaciones. Enlo relativo a Egipto, por ejemplo,tenemos un cuerpo de tradición literariaque puede llamarse, razonablemente,historia, y que se refiere a un tiempomuy anterior al que alcanzan lastradiciones literarias fidedignas de Elamy Babilonia, aunque estas últimascivilizaciones fueron probablementemás antiguas que la egipcia.

Para el Oriente antiguo, tal como lo

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entendemos aquí, poseemos dos, y sólodos, cuerpos de tradición históricaliteraria: el griego y el hebreo; y sucedeque ambos (aunque independientes unodel otro) pierden consistencia yverosimilitud cuando se ocupan con lahistoria anterior al año 1000 a. C. Porotra parte, el profesor Myres ha cubiertoel período prehistórico en su brillantelibro El amanecer de la historia.[1] Portanto, desde cualquier punto de vista, altratar del período histórico, estoyabsuelto de la obligación de tener queretroceder más de mil años antes denuestra era.

No es muy visible el punto dondetenga que detenerme. La conquista de

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Persia por Alejandro, que consuma unalarga etapa de una lucha secular, cuyadescripción es mi tarea principal, marcauna época más definidamente quecualquier otro suceso en la historia delantiguo Oriente. Pero hay gravesobjeciones al hecho de terminarbruscamente en esa fecha. El lector aduras penas podrá cerrar un libro queacabe entonces, sin quedarse con laimpresión de que, a partir del momentoen que el griego puso al Oriente bajo susplantas, la historia de los siglos quetodavía han de transcurrir para queRoma se apodere de Asia serásimplemente historia griega —la historiade la Magna Grecia, que se ha

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expandido por el antiguo Oriente y le hahecho perder su distinción del antiguoOccidente. Sin embargo, esta impresiónno coincide en manera alguna con laverdad histórica. La conquistamacedónica del cercano Oriente fué unavictoria ganada por hombres decivilización griega, pero sólo fué muyparcialmente una victoria de esa mismacivilización. El Occidente no asimiló, alOriente en aquel entonces sino en muypequeña medida, y no lo ha asimiladomayormente en el tiempo transcurridohasta nuestros días. Por ciertas razones,entre las cuales algunos hechosgeográficos —la gran proporción deestepas desérticas y del tipo humano que

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engendra tal país— son quizás las máspoderosas, el Oriente se cierraobstinadamente a las influenciasoccidentales, y más de una vez hacautivado a sus cautivadores. Por tanto,si bien, por mor de la conveniencia ypara evitar enredarme en el muy malconocido laberinto de lo que se llamahistoria «helenística», no intentaréseguir el curso subsiguiente de lossucesos a partir del año 330 a. C., sí mepropongo añadir un epílogo que puedapreparar a los lectores para lo que iba aresultar del Asia occidental después dela era cristiana, y para hacerles posiblela comprensión, en particular, de laconquista religiosa del Occidente por el

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Oriente. Éste ha sido un hecho de mayorgravedad en la historia del mundo, quecualquier conquista política del Orientepor el Occidente.

En la esperanza de hacer que loslectores retengan una idea clara de laevolución de la historia, he adoptado elplan de examinar el área, que aquíllamamos Oriente, según ciertosintervalos, en lugar de utilizar el planalternativo y más habitual de considerarlos sucesos consecutivamente en cadaparte separada de esa área. Así, sinnecesidad de repeticiones ysuperposiciones, nos cabe esperar la

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comunicación de un sentido de lahistoria de todo el Oriente como sumade las historias de sus partesparticulares. Las ocasiones en que seharán estos reconocimientos seránpuntos cronológicos puramentearbitrarios separados entre sí por dossiglos. Los años 1000, 800, 600, 400 a.C. no se distinguen, ninguno de ellos,por sucesos conocidos de la especiellamada «de los que hacen época»; nitampoco se han escogido esos númerosredondos por alguna significaciónhistórica peculiar. Lo mismo podíanhaber sido 1001, 801, etc., etc., ocualesquiera otras fechas divididas poriguales intervalos. Mucho menos deberá

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atribuirse ninguna virtud misteriosa a lafecha milenaria con que empiezo. Peroes un punto de partida conveniente nosólo por la razón ya expuesta, de que lamemoria literaria griega —la únicamemoria literaria de la antigüedad quetiene algún valor para la historiaprimitiva— llega hasta esa fecha más omenos, sino también porque el año 1000a. C. cae dentro de un período deperturbaciones durante las cuales ciertoselementos y grupos raciales, destinadosa ejercer influjo predominante en lahistoria subsiguiente, se establecían ensus hogares históricos.

Un movimiento de pueblos hacia elponiente y hacia el sur, causado por

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alguna oscura presión del noroeste y elnoreste, que había perturbado el AsiaMenor oriental y la central por más deun siglo y que aparentemente habíapuesto fin a la supremacía de los Hatticapadocios, empezaba a asentarsedejando dividida la península occidentalen dos pequeños principados.Indirectamente, el mismo movimientohabía producido un resultado semejanteen el norte de Siria. Un movimiento,todavía más importante, de pueblosiranios del lejano Oriente habíaterminado en la unión de dos grupossociales considerables —cada uno delos cuales contenía gérmenes de undesarrollo superior— en las franjas

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noreste y oriental de la vieja esfera deinfluencia mesopotamia. Estos gruposeran los medos y los persas. Un pocoantes, un periodo de inquietud en losdesiertos sirio y arábigo, períodoseñalado por intrusiones intermitentesde nómadas en las tierras de la franjaoccidental, había terminado en laformación de nuevos estados semíticosen todas partes de Siria, desde Shamalen el extremo noroeste (acaso desde lamisma Cilicia, más allá de Amano),hasta Hamath, Damasco y Palestina.Finalmente, hay esta otra justificaciónpara no llevar la historia del Orienteasiático más atrás del año 1000 a. C.:que antes de esa fecha no hay nada que

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sirva de base cronológica segura. Laprecisión en el fechado de los sucesosen el Asia occidental empieza cerca delfin del siglo X con las listas epónimasasirias, es decir, las listas anuales de losfuncionarios importantes; mientras quepara Babilonia no hay cronología segurahasta casi doscientos años más tarde. Enla historia hebrea no se llega a unterreno cronológico seguro hasta que losregistros asirios mismos empiezan atocarse por encima de ella durante elreinado de Ahab sobre Israel. Paratodos los otros grupos sociales y estadosdel Asia occidental tenemos quedepender de sincronismos más o menosexactos con la cronología asiria,

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babilonia o hebrea, a excepción dealgunos raros sucesos cuyas fechaspueden inferirse de las historias ajenasde Egipto y Grecia.

El área cuyo estado socialexaminaremos en el año 1000 a. C., parareexaminarlo a intervalos, comprende elAsia occidental limitada al este por unalínea imaginaria trazada desde la cabezadel golfo Pérsico hasta el mar Caspio.Sin embargo, esta línea no ha de trazarserígidamente recta, sino que debería másbien describir una curva poco profundade tal modo que incluya en el antiguoOriente toda el Asia situada a este ladode los desiertos salinos de la Persiacentral. Esta área está señalada por

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mares en tres lados y por el desierto enel cuarto. Internamente se le distinguenunas seis divisiones marcadas porfronteras geográficasextraordinariamente acentuadas o porgrandes diferencias de caráctergeográfico. Estas divisiones son comosigue:

1) Una proyección peninsularoccidental, limitada por mares en treslados y dividida del resto del continentepor masas montañosas elevadas y muyanchas, y que ha sido llamada, no sinpropiedad, Asia Menor, puesto quepresenta, en muchos respectos, unepítome de las características generalesdel continente.

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2) Una enmarañada regiónmontañosa que llena casi todo el restode la parte norte del área, y que tiene unacusado carácter distinto no sólo delaltiplano del Asia Menor hacia el oeste,sino también de las grandes tierrasllanas de carácter estepario que hay alsur, al norte y al este. Esta región nuncaha tenido quizás un solo nombre, aunqueen su mayor parte ha sido incluida en«Urartu» (Ararat), «Armenia» o«Kurdistán» en varias épocas; pero,para mayor conveniencia, la llamaremosArmenia.

3) Una angosta faja que corre haciael sur de las dos divisiones anteriores yque se distingue de ellas por una

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elevación general mucho menor. Estálimitada al oeste por el mar, y al sur y aleste por grandes extensiones de desierto,y se la ha conocido generalmente, almenos desde la época griega, comoSiria.

4) Una gran península austral en sumayor parte desértica, alta y bordeadade arenas por el lado de tierra, y quedesde la antigüedad ha recibido elnombre de Arabia.

5) Una ancha faja que se extiendehacia el interior del continente entreArmenia y Arabia y que contiene lascuencas media y baja de los ríosgemelos, el Tigris y el Éufrates, loscuales nacen en Armenia y desaguan la

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mayor parte de toda el área. Lasuperficie de ésta es de muy diversocarácter, y va del puro desierto en eloeste y en el centro, a la gran fertilidadde las partes al este; pero, en general,hasta que no empieza a elevarse al nortehacia la frontera de «Armenia» y haciael este hacia la de la sexta división, queestamos a punto de describir, mantieneuna baja elevación. Ningún nombrecomún ha incluido todas sus partes, tantola región interfluvial como los distritosmás allá del Tigris; pero como eltérmino Mesopotamia, aunquevisiblemente incorrecto, se utiliza hoydía para designarla, podemos utilizarloa falta de otro mejor.

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6) Una meseta elevada, amuralladacon altas cordilleras por donde toca aMesopotamia y Armenia, y que seextiende hasta los límites desérticos delantiguo Oriente. A esta región, aunquesólo comprende la parte occidental de loque debiera entenderse por Irán,podemos darle «sin prejuicio» estenombre.

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Capítulo I

El Oriente en el año 1000 a.C.

EN EL año 1000 a. C. el Asia occidentalera un mosaico de pequeños estados yno contenía, hasta donde nos es dadosaber, ninguna potencia imperial quetuviese dominio sobre pueblos diversos.Pocas veces en su historia podríadescribírsela así, pues desde que sevolvió predominantemente semítica, másde mil años antes de nuestra

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investigación, ha caído bajodominaciones simultáneas o sucesivas,ejercidas cuando menos desde tresregiones dentro de ella misma, y desdeuna exterior.

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1. Imperio babilónico

El primero de estos centros de poderque desarrolló un imperio extranjeroestaba también destinado, después demuchas vicisitudes, a ser el último enmantenerlo, porque era el mejor dotadopor la naturaleza para reparar eldesgaste que entraña el imperio. Esta fuéla región que sería conocida más tardecomo Babilonia, nombre de la ciudadque la dominó, pero que, como sabemos,no fué un primer asiento del poder ni laprogenitora de su civilizacióndistintivamente local. Si este honorpertenece a alguna ciudad, debería

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concederse a la de Ur, cuyo imperio fuéel primero y el único verdaderamente«babilónica». La primacía de Babiloniano fué obra de su población sumeriaaborigen, autores de lo más elevado enla cultura local, sino de intrusossemíticos originarios de una regióncomparativamente bárbara; ni tampocohabía sido obra de los primeros de estosintrusos (si seguimos a los que ahoraniegan que el dominio de Sargón deAkkad y de su hijo Naram-sin seextendía más allá de las cuencas bajasde los ríos gemelos), sino de pueblosque entraron con una segunda serie deondas semíticas. Éstas surgieron deArabia, eterna madre de vigorosos

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emigrantes, en los siglos medios deltercer milenio antes de Cristo. Si bienesta migración inundó el sur de la Siriade «canaanitas», acabó por dar al Egiptolos hicsos o «reyes pastores», a laAsiria su población semíticapermanente, y a Sumer y a Akkad lo quecronistas posteriores llamaron laprimera dinastía babilonia. Sin embargo,puesto que estos intrusos semíticos notenían civilización comparable a lacontemporánea egipcia o a la sumeria(desde hacía mucho adoptada porinmigrantes semíticos anteriores),asimilaron inevitable y rápidamenteestas dos civilizaciones, a medida quese asentaron.

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Al mismo tiempo, conservaron, almenos en Mesopotamia, que ya eramedio semítica, ciertas ideas e instintosbeduinos, que afectarían profundamentesu historia posterior. La más importante,históricamente, era una idea religiosaque, a falta de mejor término, puedellamarse supermonoteísmo. Esta idea,que con frecuencia se halla arraigada enpueblos vagabundos, y que suelesobrevivir largamente a la fasenomádica, consiste en la creencia deque, por muchos dioses tribales ylocales que existan, hay una deidadsuprema que no sólo es singular eindivisible, sino que mora en un punto,solitaria sobre la tierra. Su morada

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puede cambiar por un movimiento enmasa de su pueblo; pero, fuera de eso,nada más podría conmoverla, y no puedetener verdaderos rivales en el poderíosupremo. El hecho de que el dios padrede los semitas viniera, gracias a esamigración en masa, a residir enBabilonia y no en otra ciudad de lasanchas tierras recién ocupadas, fué lacausa de que esta ciudad retuviera pormuchos siglos, a pesar de los cambiossociales y políticos, una posiciónpredominante no muy distinta de la queha mantenido la santa Roma desde laEdad Media hasta los tiemposmodernos.

Los árabes trajeron, además, su

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inmemorial instinto de inquietud. Estehábito tiende a persistir en una sociedadestablecida, y encuentra satisfacción enel recurso anual a la vida de la tienda ola cabaña y en excursiones anuales derapiña. La costumbre de la razzia oincursión de verano, que todavía esobligatoria en Arabia para todos loshombres vigorosos y de espíritutemplado, era tenida en igual honor porel antiguo mundo semítico. Emprendidacomo cosa de cajón, con provocación osin ella, fué el origen y la fuenteconstante de aquellas marchas anuales alas fronteras, de que nos hablan losmonumentos reales asirios con tantavanagloria, con exclusión de casi otra

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información. Chêdorlaomer, Amrafel ylos otros tres reyes cumplían suobligación anual en el valle del Jordáncuando la tradición hebrea creía que seencontraron con Abraham; y si, comoparece admitido, Amrafel era el mismoHammurabi, esa tradición prueba que lacostumbre de la razzia estaba bienestablecida bajo la primera dinastíababilónica.

Además, el hecho de que estascampañas anuales de reyes asirios ybabilonios fueran simplemente razziasde beduinos altamente organizadas, y engran escala, debería tenerse presente alhablar de «imperios» semíticos, no seaque tengamos de ellos un concepto

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demasiado territorial. Ningunaorganización permanente de dominioterritorial en regiones extranjeras fuéestablecida por gobernantes semíticoshasta muy avanzada la historia asiria.Los primeros señores semíticos, esdecir, todos los que precedieron aAsurnazirbal de Asiria, emprendían unacorrería para saquear, asaltar, destruir orecibir tributos de sumisión, y una vezque cumplían sus propósitos regresabansin imponer guarniciones permanentesde sus propios hombres, virreyespermanentes, ni siquiera un tributopermanente que impidiera al enemigoherido que se recobrara mientras letocaba el turno de padecer otra

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incursión. El imperial bandidoposiblemente dejaba en las rocas unrecuerdo de su presencia y hazaña quelo borraran osadamente apenas volvía laespalda; pero por lo demás sóloquedaba de él memoria siniestra. Portanto, el primer «imperio» asirio ybabilonio no significaba territorialmentemás que una área geográfica a través dela cual un emperador podía, y lo hacía,merodear sin encontrar oposiciónefectiva.

Sin embargo, tal merodeo constanteen gran escala tenía que produciralgunos de los frutos del imperio; y porsus frutos, no por sus registros, sabemoscon certeza qué tan lejos se había hecho

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sentir el imperio babilónico. Losmejores testigos del gran alcance de suinflujo son, primero, los elementosbabilonios en el arte hetita de la lejanaAsia Menor, los cuales muestran desdeel principio (hasta donde sabemos,desde el año 1500 a. C. cuando menos)que los artistas nativos apenas si podíanrealizar ninguna idea nativa sin ayuda demodelos semíticos; y, segundo, elempleo de la escritura y el lenguajebabilónicos y hasta de los librosbabilónicos por las clases dominantesde Asia Menor y Asiria en época unpoco posterior. El que los gobernantesde las ciudades sirias hayan escrito suscomunicaciones oficiales a los faraones

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de la 18ª dinastía en caracterescuneiformes babilónicos (como lodemuestran los archivos encontrados enAmarna en el Alto Egipto), ya nos habíaproporcionado una prueba tan definitivadel temprano y largamente mantenidoinflujo babilónico, que el más recientedescubrimiento de que los señoreshetitas de Capadocia empleaban elmismo lenguaje escrito para finesdiplomáticos apenas nos ha sorprendido.

Se ha dicho ya que Babilonia era unaregión tan rica y tan afortunada que elimperio no sólo le vino antes, sino quele duró más que a ninguna de las otrastierras del Asia occidental que no lodisfrutaron nada. Cuando echemos un

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vistazo al Asia occidental del año 400 a.C., nos encontraremos con un emperadorque todavía la gobierna desde un tronoinstalado en la cuenca baja del Tigris,aunque no en Babilonia. Pero, porciertas razones, el imperio babilónicono duró continuadamente por ningúnperíodo largo. Los habitantes acadianosy sumerios aborígenes eran genteasentada, culta y sedentaria, mientrasque el establecimiento del imperiobabilónico había sido obra de intrusos,más vigorosos que ellos. Sin embargo,estos intrusos no sólo tenían que temerla no muy grande simpatía de suspropios súbditos aborígenes, los cualesreunieron una y otra vez sus sañudas

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huestes en el «País del Mar» en lacabeza del golfo Pérsico y atacaron alos dominadores semitas de laretaguardia, sino también las incursionesde otros extranjeros, porque Babiloniaestá singularmente abierta por todaspartes. En consecuencia, las revueltas dela gente del «País del Mar», las hordasinvasoras de Arabia, los descensos deguerreros montañeses de las colinasfronterizas de Elam en la faja sudeste dela cuenca de los ríos gemelos, laspresiones de los pueblos de tierras másvigorizantes en el alto Éufrates y Tigris:uno, o más, de tales peligros descendiósiempre sobre Babilonia y la rindió unay otra vez. Un gran descenso de

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merodeadores hatti del norte, alrededorde 1800 a. C.,[2] parece haber acabadocon el dominio imperial de la primeradinastía. Al retirarse los invasores,Babilonia, caída en débiles manosnativas, fué presa de una sucesión deincursiones provenientes de lasmontañas cassitas más allá de Elam, deElam mismo, de la creciente potenciasemítica de Assur, antiguo vasallo deBabilonia, del imperio hetita fundado enCapadocia, alrededor de 1500 a. C., dela nueva ola de la inundación arábigaque se conoce como aramea, y de otraque seguía a ésta, que suele llamarsecaldea; y no fué sino casi al fin del sigloXII cuando uno de estos elementos

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intrusos alcanzó independenciasuficiente y seguridad de tenencia paravolver a exaltar a Babilonia comoseñora de un imperio extranjero. Por esafecha el primer Nebukhadnezzar (oNabucodonosor), parte de cuyos analesse han recobrado; parece haberestablecido dominio en alguna parte delAsia mediterránea, Martu, la tierraoccidental; pero este imperio volvió aperecer con su autor. El año 1000 a. C.,Babilonia era otra vez un pequeñoestado dividido interiormente yamenazado por rivales en el este y en elnorte.

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2. Imperio asiático deEgipto

Sin embargo, durante el largo intervalodesde la caída de la primera dinastíababilónica, el Asia occidental no sequedó sin señor. Otras tres potenciasimperiales se habían formado ydesvanecido en sus fronteras, de lascuales potencias una estaba destinada,más tarde, a una segunda expansión. Laprimera que apareció en escenaestableció un dominio de una especieque no volveremos a observar hasta lacaída de Asia en poder de los griegos,

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porque fué establecido por una potenciano asiática. En los primeros años delsiglo XV un faraón de la vigorosa 18ªdinastía, Thutmés III, que había invadidotoda Siria hasta Karkheemish, en elÉufrates, estableció en la parte sur deese país una organización imperial queconvirtió sus conquistas, por un tiempo,en dependencias provinciales delEgipto. De estos hechos tenemospruebas absolutas en los archivos de lossucesores dinásticos de Thutmés,encontrados en Amarna hace dosgeneraciones, porque incluyen muchosinformes de funcionarios y príncipesclientes en Palestina y en Fenicia.

Sin embargo, si hemos de aplicar la

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palabra imperio (como, de hecho, lahemos aplicado ya al tratar de laBabilonia primitiva) a una esfera demerodeo habitual, donde el derechoexclusivo de una potencia a merodear esreconocido implícita o explícitamentepor las víctimas y por los puebloslimítrofes, este «imperio» de Egiptodebe fecharse cien años antes deThutmés III y debe también dársele elcrédito de mayores límites que la Siriadel sur. Las invasiones de la Siriasemítica hasta el Éufrates por faraonestuvieron lugar a principios del siglo XVI,como consecuencia de la caída delpoderío de los «hicsos» asiáticos enEgipto. Fueron guerras en parte por

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venganza, en parte por la naturalexpansión egipcia hacia un fértilterritorio vecino, que por fin quedabaabierto y que ningún otro poder imperialreclamaba, mientras los débiles cossitasgobernaban Babilonia, y estaba enembrión la independencia de Asiria.Pero parece que los primeros ejércitosegipcios sólo fueron Siria a saquear yextorsionar. Evitaron todos los lugaresfortificados, y volvieron al Nilo sindejar a nadie en el saqueado territorio.Ningún faraón, antes del sucesor de lareina Hatshepsut, se apoderó dePalestina y Fenicia. Fué Thutmés III elprimero que redujo fortalezas comoMegiddo, y ocupó las ciudades sirias

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hasta Arvad, en la costa, y casi hasta latierra interior de Kadesh; fué el que, pormedio de unos cuantos fuertes,guarnecidos quizás con tropas egipcias ynubias, y con toda certeza, en algunoscasos, con mercenarios reclutados en lasislas y costas mediterráneas, se hizotemer de tal manera por los jefesnativos, que pagaban tributo regular asus recaudadores, y sujetó a la paz deEgipto a todos los varios hebreos yamontas que podían intentar incursionesdesde el este y el norte.

Sin embargo, parece que en la altaSiria él y sus sucesores intentaron hacerpoco más que lo hecho por Thutmés I, esdecir, hacían incursiones por las partes

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fértiles, tomando aquí y allá una ciudad,pero en general se limitaron a sacartributos forzados. Es probable que nohayan entrado nunca en algunas plazasfuertes como Kadesh. Sin embargo, suscorrerías fueron frecuentes y lo bastanteefectivas como para que Siria fueraconsiderada por los reyes y reyezuelosvecinos como esfera de influenciaegipcia, dentro de la cual eraconveniente reconocer los derechos delos faraones y aplacarlos con oportunospresentes. Así pensaban y se conducíanlos reyes de Mitani, al otro lado delÉufrates, los reyes de Hatti, más allá delTauro y los distantes iranios de lasdinastías cassita, en Babilonia.

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La paz egipcia se observó, y serespetaron las pretcnsiones de losfaraones a Siria, hasta los últimos añosdel tercer sucesor de Thutmés,Amenhotep III, quien gobernó a fines delsiglo XV y el primer cuarto del XIV. Másaún, parece que se hizo un interesanteexperimento para afirmar el dominioegipcio en su provincia extranjera.Jóvenes príncipes sirios fueron llevadosa educar en el Nilo, en la esperanza deque, al volver a sus hogares, seríanleales virreyes del faraón; pero elexperimento no parece haber tenidomejores efectos que otros experimentossimilares puestos en práctica por lasnaciones imperialistas, desde los

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romanos hasta nosotros mismos.

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Los egipcios no avanzaron más alláde este concepto de organizaciónimperial. No se pensó siquiera en laocupación militar efectiva de Siria, ni ensu efectiva administración por algúnorganismo militar o civil. Las huellasdel influjo cultural de Egipto, tal comose advierten en las excavaciones siriaspertenecientes a aquella época, sonpocas y aisladas; y debemos concluirque fué muy pequeño el número deverdaderos egipcios que residieron, osiquiera pasaron por la provinciaasiática. De naturaleza poco amante deaventuras, y reacios a emprendercomercio con el extranjero, los nilotasse contentaron con dejar Siria en manos

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intermediarias y así obtener de ellaalguna ganancia. Por tanto, bastó con laaparición de alguna tribu vigorosa ynutrida en la provincia misma, o dealguna potencia codiciosa en susfronteras, para acabar con el imperio.Tribu y potencia habían aparecido antesde la muerte de Amenhotep: los amoritasde la Siria media, y el poderíorecientemente consolidado de los hatti,en los confines del norte. Su hijo, elfamoso Ekhnatón, no opuso nuevasmedidas a la crisis, y antes de la mitaddel siglo XIV ya el imperio extranjero delos egipcios se había reducido a nada(excepción hecha de una esfera deinfluencia en el extremo sur de

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Palestina) después de durar, para bien opara mal, algo menos de doscientosaños. Ciertamente fué revivido por losreyes de la dinastía sucesora, perocuando esto sucedió tuvo mucha menosposibilidad de perdurar que el antiguo.Al acceder Ramsés II a dividirlo con elrey hatti, por medio de un tratado cuyostérminos conocemos por documentossupervivientes de ambas partes, confesóla impotencia egipcia para hacerefectiva cualquier reclamación; y yapara fines del siglo XIII la mano delfaraón se había retirado de Asia, inclusode aquella antigua propiedad egipcia, lapenínsula de Sinaí. Algunos reyesegipcios posteriores harían incursiones

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en Siria, pero ninguno de ellos fuécapaz, ni se mostró muy descoso deserio, de establecer ahí un imperiopermanente.

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3. Imperio de loshatti

El imperio que hizo retroceder a losegipcios es el último, junto con Asiria,que tenemos que considerar antes delaño 1000 a. C. Se ha sabido por muchotiempo que los hetitas, llamados khetapor los egipcios y heth o hatti por lossemitas y por ellos mismos,desarrollaron una potencia en el extremooccidental de Asia por lo menos ya en elsiglo XV; pero no fué hasta eldescubrimiento de sus archivoscuneiformes en 1907, en Boghas-Keui,

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al norte del Capadocia, cuando se aclaróla naturaleza imperial de su poder, elcentro desde donde fué ejercido y lasucesión de gobernantes que loejercieron. Se recordará que fué unagran incursión hatti la que quebrantó eldominio imperial de la primera dinastíababilónica, alrededor del año 1800 a. C.Todavía tenemos que averiguar de dóndevinieron esos merodeadores. Pero,puesto que un pueblo hatti, losuficientemente bien organizado parainvadir, conquistar e imponer susguarniciones, y (lo que es mássignificativo) su propia civilización enterritorios distantes, estaba establecidoen Boghas-Keui (es preferible utilizar

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este nombre moderno hasta quetengamos más seguro el antiguo) en elsiglo XV, podemos suponer, con todarazón, que el Asia Menor occidental fuéel punto de origen de los hatti tres siglosantes. Como potencia imperial, entran enla historia con un rey a quien suspropios archivos llaman Shubiluliuma(Sapararu, en los registros egipcios), yse desvanecen algo menos de dos siglosmás tarde. La mitad norte de Siria, elnorte de Mesopotamia, y probablementecasi toda el Asia Menor, fueronconquistados por los hatti antes del año1350 a. C. y les obligaron a pagartributo; el Egipto fué expulsado delAsia; las colonias semíticas en los ríos

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gemelos y las tribus en el desiertofueron obligadas a someterse o adefenderse. Siglo y medio más tarde loshatti habían vuelto a una oscuridadtodavía más profunda que aquélla dedonde salieron. El último rey deBoghas-Keui, alguna parte de cuyosarchivos han visto la luz, es ciertoArnaunta, que reinó hacia fines del sigloXIII. Puede haber tenido sucesores cuyosdocumentos todavía pueden encontrarse;pero por otra parte, sabemos, por analesasirios, fechados un poco más tarde, queun pueblo, posiblemente emparentadocon los hatti y ciertamente civilizado poréstos, aunque conocido por otro nombre,mushkaya o mushki (luego hablaremos

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más de ellos), invadieron la mayorparte, si no es que todo, del reino hattihacia mediados del siglo XII. Y puestoque, además, las ruinas excavadas enBoghas-Keui, capital de los hatti, y enKarkhemish, su principal dependenciaen el sur, muestran huellasinconfundibles de destrucción y de unareconstrucción general subsecuente, que,sobre bases arqueológicas, no puedefecharse muy posterior a la época deArnaunta, parece probable que lahistoria del imperio hatti se cerró conese rey. Dentro de poco, hablaremos delo que sucedió después con los grupossupervivientes de su antiguo puebloimperial, y con otras comunidades tan

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emparentadas con éste en sangre ycivilización, que los asirios, cuandohablaban en general de enemigos osúbditos occidentales, siguieronllamándolos hatti durante mucho tiempo.

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4. Primer imperioasirio

Nos queda Asiria, la cual, antes del año1000 a. C., había conquistado dos vecesun imperio de la misma clase que el dela primera dinastía babilónica, y dosveces lo había perdido. Las primerasexpansiones asirias son, históricamente,las más notables de los imperiosprimitivos del Asia occidental, porque,a diferencia de las demás, fueronpreludios de una ocupación territorialque se aproximaría más que ninguna otraa lo que serían más tarde los sistemas

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macedonio y romano imperiales. LaAsiria, mejor que Babilonia o Egipto,encabeza la lista de aspirantes aldominio del mundo.

Habrá tanto que decir de la tercera,y de las subsecuentes expansiones deAsiria, que podemos referir en pocaspalabras sus primeros imperios. Lacuenca media del Tigris parece haberrecibido un vasto influjo de semitas dela oleada canaanita, por lo menos desdela época de Babilonia, y gracias adiversas causas —ausencia decivilización local anterior tanadelantada como la sumeria, mayordistancia de suscitadores de disturbiostan emprendedores como Elam y Arabia,

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y clima más salutífero— estos semitasse asentaron más rápida ycompletamente en sociedad agrícola quelos babilonios, y la desarrollaron enmayor pureza. Su primer centro socialfué Assur, en la parte austral de suterritorio. Ahí, en la vecindad deBabilonia, cayeron inevitablemente bajoel dominio de ésta; pero a partir delderrumbe de la primera dinastía deBabilonia, y la decadencia subsecuentedel vigor de los semitas meridionales,se manifestó entre los del norte unatendencia a desarrollar su nacionalidaden torno a puntos más centrales. Cale,río arriba, ocupó el lugar de Assur en elsiglo XIII a. C., para ser reemplazada a

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su vez por Nínive, todavía más arribadel río; y al fin, Asiria, aunque habíatomado el nombre de la ciudad austral,vino a consolidarse en torno a unacapital del norte de Mesopotamia comopotencia capaz de imponer vasallaje aBabilonia y de mandar merodeadoresimperiales al Mediterráneo y a losgrandes lagos de Armenia. El primerode los reyes asirios que alcanzó estaespecie de posición imperial fuéSalmanasar I, quien a principios delsiglo XIII a. C. parece haber aplastado elúltimo vigor de las potencias de laMesopotamia del norte, Mitani y Kani,para abrirse el camino hacia las tierrasoccidentales. El poderío hatti, sin

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embargo, hizo lo que pudo por cerrar lospasajes, y no fué hasta que se derrumbóy se establecieron los que provocaron suruina —los mushki y sus aliados—cuando, alrededor de 1100 a. C.,Tiglathpileser I pudo llevar sus soldadosasirios al interior de Siria, y quizás losllevó también a cierta distancia dentrodel territorio del Tauro. Por qué muriócon él su imperio, no lo sabemosexactamente. Una nueva invasión desemitas árabes, los arameos, a loscuales atacó en el monte Bishri (TellBasher), puede haber sido la causa. Perode cualquier modo el hecho esindudable. Los hijos del gran rey quehabía llegado a la Arvad fenicia, para

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embarcarse ahí orgullosamente yreclamar el señorío del mar occidental,quedaron reducidos a la posición decasi vasallos del antiguo vasallo de supadre, Babilonia; y todavía a fines delsiglo XI Asiria no había resucitado.

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5. Nuevas potenciasen el año 1000 a. C.

Así, pues, en el año 1000 a. C., echamosun vistazo al Oriente, y en la medida enque podemos penetrar las nubes novemos ninguna potencia dominante.Territorios, antes esfera de acción de losestados mayores, Babilonia, Egipto,Capadocia y Asiria, no sólo parecengobernarse por sí mismos, sino queparecen también libres de todainterferencia, aunque los imperiosdesaparecidos y un gran movimientoreciente de pueblos les han dejado

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fronteras políticas alteradas y, a veces,nuevas dinastías. Ninguna de lasunidades políticas tiene un área mayorque otra, y en ese momento no hubierasido fácil profetizar cuál, o si alguna deellas, crecería a expensas de las demás.

El gran movimiento de pueblos a quese acaba de aludir había perturbado elAsia occidental durante dos siglos. Aleste, donde las bien organizadas y bienarmadas sociedades de Babilonia yAsiria eran obstáculo serio a losinmigrantes nómadas, las oleadas sehabían visto obligadas a retroceder másallá de las fronteras montañosas. Pero aloeste, los mares parecen habersederramado con demasiada fuerza para

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ser resistida por tal potencia como laque el imperio hatti de Capadocia podíaoponer, para luego invadir el AsiaMenor hasta Siria y Mesopotamia.Registros de Ramsés III cuentan cómouna gran hueste de pueblos federadosapareció en la frontera asiática deEgipto muy a principios del siglo XII.Entre ellos marcharán hombres de los«kheta» o hatti, aunque no como jefes.Éstos, que hacía no más de un siglofueran poderosos enemigos y aliados deSeti I y Ramsés II, habían caído ahora desu condición imperial para seguir laestela de los recién llegados, que loshabían humillado en su país, Capadocia.El orden geográfico en que los escribas

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de Ramsés enumeran las conquistas deestos pueblos muestra claramente ladirección de donde venían los miembrosde la federación y el camino quesiguieron. Habían devastadosucesivamente Hatti (es decir,Capadocia), Kedi (es decir, Cilicia),Karkhemish y la Siria central. Suvictoriosa marcha comenzó, pues, alnorte del Asia Menor, y siguió losgrandes caminos a través de los pasoscilicianos para terminar en las fronterasmismas de Egipto. La lista de estosrecién llegados ha interesado a loshistoriadores desde hace mucho tiempo;pues por muy extraños que parecieransus nombres a los egipcios, no lo son a

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nuestros ojos, y probablemente sonvariantes de algunos que ocupan sitioimportante en páginas de la historiaposterior. Tales son los pulesata ofilisteos, y un grupo que procedíaaparentemente del Asia Menor y lasislas Zakaray, Shakalsha, Danaau yWashasha, sucesores de los pisidianos yotros sucesores anatolios de los hititasen la época de Ramsés II, y de lospiratas licios, aqueos y sardos que elEgipto a veces rechazaba de susfronteras y a veces enlistaba en suservicio. Algunos de estos pueblos,cualquiera que haya sido la localidad dedonde procedían, se establecieron ennuevos lugares al empezar a retroceder

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la marea. Los pulesata, si realmente eranlos filisteos históricos, encallaron ypermanecieron en los confines delEgipto, y retuvieron ciertos recuerdos deun estado primitivo, que había sido suyoen algún país minoano. Puesto que loszakaray y los washasha parecen habersurgido de tierras que ahora se cuentanentre las de Europa, podemos consideraresta ocasión como la primera en que elOccidente invadió el Oriente.

Acudamos a los anales asirios y nosenteraremos, por los registros deTiglathpileser I, de que esta ola delnorte fué seguida en el mismo siglo porotra segunda, que llevaba en su crestaotra horda audaz procedente del Asia

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Menor. Su nombre, mushki, lo oímosahora por primera vez, pero volveremosa escucharlo más adelante. Un resto deesta raza sobreviviría en tiemposhistóricos como los mosqui de losgeógrafos griegos, oscuro pueblo de loslímites de Capadocia y Armenia. Peroquiénes fueron precisamente losprimeros mushki, de dónde vinieronoriginalmente, y a dónde fueron cuandose les expulsó de Capadocia, soncuestiones que aún no se aclaran. Doshechos significativos se saben de suhistoria subsecuente: primero, que dossiglos después de nuestra fecha estaban,al menos parte de ellos, establecidos enCapadocia, en apariencia más bien hacia

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el centro y el norte de ese país que haciael sur; segundo, que en esa misma época,y más tarde, tuvieron reyes que llevaronel nombre Mita, que se supone idénticoal nombre Midas, conocido por loshistoriadores griegos como llevado porreyes de Frigia.

Debido a este último hecho, se haconsiderado a los mushki como proto-frigios, elevados al poder después de lacaída de los hatti capadocios. Másadelante, consideraremos esta cuestión,cuando lleguemos a la fecha del primercontacto conocido entre la Asiria ycualquier pueblo establecido al oestedel Asia Menor. Pero mientras tanto,tengamos presente que su nombre real,

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Mita, no implica necesariamenteconexión entre los mushki y los frigios,pues como el étnico «mitani», del nortede Mesopotamia, significa «los hombresde Mita», ese nombre debe haber estadodomiciliado por largo tiempo muchomás lejos hacia el oeste.

En conjunto, independientemente desu historia posterior, la verdad sobre losmushki, que penetraron en Siria aprincipios del siglo XII y se retiraron aCapadocia unos cincuenta años mástarde después de cambiar estocadas conlos asirios, es probablemente ésta: quefueron originariamente un pueblomontañés del norte de Armenia o delCáucaso, distintos de los hatti, y que,

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habiendo descendido desde el noreste enestado nomádico primitivo hastaalcanzar el asiento de una vieja culturaposeída por una raza debilitada,adoptaron la civilización de esta últimaal conquistarla y establecerse. Peroprobablemente no se afirmaron enCapadocia, definitivamente, hasta que elgolpe descargado por Tiglathpileserrefrenó su ansia de movimiento ydebilitó su confianza en la victoria. Entodo caso, en el año 1000 a. C. lastormentas del norte habían amainadodejando el Asia Menor, la Armenia, y laSiria parcelada entre muchos príncipes.

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6. El Asia Menor

Si uno se hubiera embarcado en el año1000 a. C. con aqueos o jonios, conrumbo a la costa occidental de Anatolia,hubiera esperado desembarcar en, ocerca de alguna colonia naciente no denativos, sino de recién llegados marinosde habla griega o de cualquier otralengua egea. Estos hombres se habíanaventurado tan lejos con el fin deapoderarse de las ricas tierras en lasentradas de los largos valles deAnatolia, de los cuales sus vagabundospadres habían sido casi enteramenteexcluidos por las fuerzas provinciales

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de alguna potencia de tierra adentro,posiblemente los hatti de Capadocia. Enotro tiempo los cretenses, o parientessuyos de la Grecia micénica en Ja últimaépoca egea, habían podido instalar nomás que unas cuantas coloniasinsignificantes de mercaderes en costasanatolias. Sin embargo, ahora losdescendientes de éstos eran reforzadosconstantemente por miembros de unaraza aria más joven, que se mezcló conlos nativos de la costa y quegradualmente los dominó o los empujótierra adentro. Por muy insignificantesque hayan parecido en ese momentoestas infiltraciones europeas en el bordedel continente vecino, sabemos que

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inauguraban un proceso que a la largaafectaría profundamente toda la historiadel cercano Oriente. El hecho de que lacolonización griega jónica llame laatención, por primera vez, alrededor delaño 1000 a. C., señala ese período comopunto cardinal de la historia. El estadoactual de nuestros conocimientos no nospermite decir con seguridad si ya habíanempezado a crecer cualquiera de lasfamosas ciudades griegas de la costa deAnatolia. May más pruebas de tantemprana existencia para la ciudad deMileto, donde los excavadores alemaneshan encontrado mucha cerámica de laúltima época egea, que para cualquieraotra. Pero es al menos probable que los

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griegos ya estuvieran establecidos en lossitios de Cnido, Teos, Esmirna, Colofon,Focea, Cumas, y muchas más; mientraslas islas mayores Rodas, Samos, Quío yMitilene aparentemente habían recibidocolonos occidentales desde hacíaalgunas generaciones; Rodas inclusodesde antes de las primeras correrías delos aqueos en Asia.

El visitante occidental, si hubieraproseguido hacia el interior, hubieraevitado los distritos sudoccidentales dela península, donde un país montañoso,conocido más tarde como Caria, Licia yPisidia, estaba en poder de primitivosmontañeses establecidos en tribusseparadas, a la manera de los albaneses

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modernos. Nunca se les había sometido,y tan pronto como los prósperos puertosgriegos de sus costas les abrierancamino al mundo exterior, se darían aconocer como admirables soldadosmercenarios, profesión que, si lospedasu que aparecen en los registros delas campañas egipcias de la 18ª dinastíaeran realmente pisidianos, no era nuevapara ellos. Sin embargo, al norte de suscolinas había más amplios valles quellevaban a la meseta central, y, siHeródoto es digno de crédito, ya estabadesarrollada ahí una sociedadmonárquica organizada que gobernabanlos «Heráclidas» de Sardes. De ella nosabemos prácticamente nada; pero como

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encontramos, unos tres siglos más tarde,que el pueblo lidio vivía rica ylujosamente en el valle de Hermo, quehabía sido alguna vez feudo de los hatti,tenemos que concluir que habíadisfrutado de seguridad ya desde el año1000 a. C. Quiénes eran exactamenteesos príncipes Heráclitas es oscuro. Elnombre dinástico que Heródoto les daprobablemente implica que derivaban suorigen (es decir, debían homenajeespecial) a un dios de la doble hacha deguerra, al que los griegos comparabancon Hércules, pero al cual nosotroscomparamos con Sandan, dios de Tarsoy de las tierras del sudeste. Másadelante diremos algo más de él y de sus

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adoradores.Dejando a un lado las tierras de la

franja norte, como mal conocidas y depoca importancia (como tambiénnosotros las dejaríamos), nuestroviajero pasaría de los valles lidios paraencontrarse con los hatti capadocios,que ya no son los señores de la mesetacomo en otros tiempos. Ningún pueblode igual poder parece haber tomado elsitio que dejaron; pero hay razón parapensar que los mushki, los mismos quelos sometieron, ahora ocupan algo de suespacio en el Asia Menor. Pero estosmushki ya han adoptado a tal punto lacivilización hatti, a partir, o antes, de lagran expedición que rechazó

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Tiglathpileser I de Asiria, que sudominio apenas puede haber significadodiferencia para la condición social delAsia Menor. Su capital estabaprobablemente en el mismo sitio de lacapital hatti, en Boghas-Keui; pero loque no se conoce es la distancia hastadonde radiaba su señorío a partir de esecentro.

En el sudeste del Asia Menorleemos, tanto en los documentos hatti desiglos anteriores, como en los analessirios de fecha posterior, sobre laexistencia de varios principados; ycomo algunos de sus nombres aparecenen ambos cuerpos de documentos,podemos, con toda seguridad, asignarlos

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a las mismas localidades durante elperíodo intermedio. Tales son Kas, en laque luego se llamó Licaonia, Tabal oTubal al sudeste de Capadocia,Khilakku, que dejó su nombre a laCilicia histórica, y Kue, en la ricallanura del este y en las colinas delnoreste ciliciano. Al norte de la Siriaencontramos, además, en tiemposprimitivos y tardíos, a Kummukh, quedejó a su distrito el nombre histórico deCommagene. Todos estos principados,como lo prueban sus monumentosprimitivos, compartieron la mismacivilización hatti de los mushki yparecen haber tenido las mismasdeidades principales, el de la doble

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hacha Sandan o Teshub o Hadad, cuyopredominio hemos notado en el extremooeste de Lidia, y también una GranMadre, patrona ésta del pacíficoacrecentamiento, así como el primeroera dios de la conquista guerrera. Peroes muy dudoso que esta uniformidad decivilización implicara un señor general,tal como el rey mushki. La pasadasupremacía de los hatti basta paraexplicar la gran comunidad de rasgossociales en el año 1000 a. C. en toda elAsia Menor y el norte de Siria.

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7. Siria

Es tiempo que nuestro viajero siga sucamino hacia el interior del «país hatti»,como los asirios seguirían llamando pormucho tiempo el área austral de la viejacivilización hatti. Hubiera encontrado aSiria en un estado de mayor o menordesintegración de extremo a extremo.Desde la retirada del vigoroso dominiode los hatti en el norte, y de los egipciosen el sur, el desorganizado país, mediovacío, ha atraído hordas sucesivas desemitas seminómadas de las estepas deleste y del sur. Por el año 1000 a. C.,estas hordas se habían establecido como

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un conjunto de sociedades arameas,cada una con su pequeño príncipe.Todas estas sociedades eran de grandesmercaderes. En Ugarit (Ras-Shamra) yAl Mina, sobre la costa, ciudades yaantiguas, hallaron nueva prosperidad enel intercambio con Chipre y lacivilización aria. Una de estassociedades se estableció al noroeste, enShamal, donde, influida por la viejacultura hatti, floreció un arte que, enúltimo término, fué salvado de serpuramente hitita por la Asiria semítica.Más tarde hablaremos de su capital, queestaba en el sitio del modernoSindcherli, uno de los pocos lugaressirios científicamente explorados. Al sur

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estaban Patin y Bit Agusi, y al sur deéstos, Hamath y después Damasco, todoslos cuales eran estados arameos nuevos,que esperaban tiempos de paz paradesarrollarse de acuerdo con la medidade sus respectivos territorios y sudominio de las rutas comerciales. Lamás privilegiada en cuanto a fertilidadnatural y conveniencia de posición eraDamasco (Ubi o Hobah), que habíaestado recibiendo el influjo arameocuando menos durante trescientos años.Estaba destinado a sobrepasar al restode aquellos nuevos estados semíticos;pero por el momento era poco másfuerte que éstos. En cuanto a lasciudades fenicias de la costa del Líbano,

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que por los archivos de Amarna y otrosregistros egipcios sabemos que pormucho tiempo estuvieron colonizadaspor semitas canaanitas, iban a aparecermás adelante bajo una luz bien distintade aquella en que las muestran losinformes de sus gobernadores yvisitantes egipcios. No sólo seconvirtieron muy rápidamente encomerciantes marítimos, en vez desimples centros territoriales, sino que(si podemos inferirlo de la ausencia demonumentos conocidos de su arte máselevado o de su escritura, anteriores alaño 1000 a. C.) estaban efectuando o apunto de efectuar un avance súbito en sudesarrollo social. Habría que señalar

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que nuestras pruebas, que otros semitassirios habían empezado a escribir enescritura propia, no empiezan muchomás tarde en diversos puntos: en Ugaritde Shamal, en Moab y en Samaria.

Esta expansión algo súbita de losfenicios, para convertirse en podermarítimo, operada alrededor del año1000 a. C., requiere explicación.Heródoto cree que los fenicios fueronobligados a echarse al mar simplementepor la incapacidad creciente de suestrecho territorio para sostener elnatural aumento de habitantes, yprobablemente tenía razón, siendoapresurado su destino por la presiónaramea desde el interior. Pero el

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adelanto de su cultura, que señala eldesarrollo de su arte y de su escritura,fué demasiado rápido y demasiadogrande para resultar sólo del nuevocomercio marítimo; ni tampoco puededeberse a ningún influjo de loselementos arameos que estabanrelativamente recién salidos de laestepa. Para explicar los hechos de Siriaparece que necesitamos, en época nomuy anterior a ésta, la llegada depoblación nueva originaria de algúnárea de cultura superior. Por tanto,cuando observamos entre los fenicios ylos sirios australes primitivos muchoque fué importado, y mucho más quederivaba su carácter, de Chipre y de

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centros todavía más remotos de lacultura egea de la última época minoana,no podemos considerar fantástica lacreencia del descubridor de Creta,Arthur Evans, de que la civilizaciónhistórica fenicia, y especialmente laescritura fenicia, debieron el ser, en granmedida, a una inmigración de aquellastierras ultramarinas más próximas quedesde hacía mucho poseían un arteplenamente desarrollado y un sistema deescritura. Después de la caída de ladinastía Cnosiana sabemos que empezógran dispersión de cretenses, que fuécontinuada y aumentada más tarde por eldescenso de los aqueos sobre Grecia.Ya se ha dicho que a los pulepata o

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filisteos, que habían seguido la primerahorda del norte hasta las fronteras delEgipto, a principios del siglo XII, se lessupone, con visos de probabilidad,originarios de algún área afectada decivilización minoana, mientras loszakaray y los washasha que losacompañaron fueron probablementecretenses. Los puleata se quedaron,como sabemos, en Filistia: los zakarayse establecieron en Dor, en la costa surde Fenicia, donde los encontró Unamón,enviado de Ramsés XI. Estos colonosbastan para explicar el desarrollosubsecuente de una cultura superior en laSiria media y austral, y muy bien puedehaber habido alguna otra inmigración de

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Chipre y otras tierras egeas que, amedida que transcurrió el tiempo,fomentaron en las ciudades de Fenicia,tan bien dotadas por la naturaleza, elrápido desarrollo de una nueva culturaalrededor del año 1000 a. C.

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8. Palestina

Si los fenicios resentían el empuje delos pueblos de las estepas, también loresentían sus vecinos del sur, losfilisteos, que habían vivido y se habíanenriquecido, cuando menos durante unsiglo y medio, del peaje y comercio delgran camino del norte que partía deEgipto. Durante algunos siglos, en elpasado, habían aparecido por losdesiertos del sureste ciertas tribusmerodeadoras, vigorosas y muy unidas,que desde hacía mucho tiempo habíandesplazado o asimilado a los canaanitasa lo largo de las tierras altas al oeste del

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Jordán, y que ahora tendían a arraigar enuna unidad nacional favorecida por unculto común. Habían tenido largasluchas intermitentes, cuyas tradicionesllenan el libro judío de los Jueces,luchas no sólo contra los canaanitas,sino también contra los amontas delvalle superior del Orontes, y más tardecon los arameos del norte y el este y connuevas incursiones de gentes deldesierto que llegaban por el sur; y,finalmente, habían tenido que retrocederpor cerca de medio siglo ante unmovimiento expansivo de los filisteos,que llevó a éstos hasta Galilea, y lesaseguró las ganancias de toda la secciónpalestina del gran camino del norte.

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Pero alrededor de una generación antesde nuestra fecha, los más norteños deaquellos audaces «habiri», bajo elmando de un sheik por elección, Saúl,habían expulsado a los filisteos deBethshan y de otros puntos ventajosos enla Palestina media, y habían liberadouna vez más las colinas que retenían enlos días del faraón Mernepath. Aunque ala muerte de Saúl el enemigo volvió aapoderarse de lo que había perdido, noiba a retenerlo por mucho tiempo. Ungran jefe, David, que se había elevadoal poder con ayuda de los filisteos y queahora contaba con el apoyo de las tribusdel sur, fundía a los hebreos del sur ydel norte en una sola sociedad

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monárquica y, habiendo expulsado delnorte una vez más a sus antiguos amos,amenazó la parte sur del gran camino delnorte desde una nueva capital, Jerusalén.Por otra parte, al asolar repetidamentelas tierras al este del Jordán hasta elborde del desierto, David habíacontenido incursiones ulterioresprocedentes de Arabia; y aunque elestado arameo de Damasco crecía paraconvertirse en peligro formidable, habíaparado en seco, por el momento, sutendencia a extenderse hacia el sur, y sehabía vigorizado él mismo por medio detratados con otro príncipe arameo, el deHamath, establecido en el flanco nortede Damasco, y con el jefe de la ciudad

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fenicia más cercana, Tiro. Esta última noera todavía el rico lugar que llegaría aser en el siglo siguiente, pero era losuficientemente vigorosa para dominarel camino costero al norte de las tierrasbajas de Galilea. Israel no sólo noestuvo nunca más seguro, sino que nuncavolvería a tener una posición de tanrelativa importancia en Siria como laque tuvo en una época de muchospequeños y nacientes estados, alrededordel año 1000 a. C.; y en tiemposposteriores, bajo la sombra de Asiria yla amenaza de Egipto, los judíosvolverían los ojos al reinado de David ysu sucesor, con alguna razón, como a suedad de oro.

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El viajero no se hubiera aventuradoen el interior de Arabia, y tampoconosotros. Era entonces una tierradesconocida, totalmente fuera de lahistoria. No poseemos registro alguno(si se desecha la misteriosa embajada dela «reina de Saba» que vino a conocer lasabiduría de Salomón) de ningunarelación entre un estado del orientecivilizado y un príncipe árabe antes dela mitad del siglo IX. Puede ser que,como suponía Glaser, la sociedad sabeaen el sudoeste de la península hubieraalcanzado ya el estadio preliminar delasentamiento tribal a través del cualIsrael pasó con sus jueces, y que ahorase estuviese aproximando a la

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monarquía, y que nuestro viajero hubieraoído algo de esto en Siria, de labios delos arameos llegados al último. Peronosotros, que no podemos averiguarnada, no tenemos otra alternativa quedirigirnos nuevamente hacia el norte conél, dejando a nuestra derecha el desiertosirio recorrido por beduinos, que anadie debían vasallaje, y que tenían elmismo estado social que tenían losanazeh recientemente. Podemos cruzar elÉufrates en Karkhemish o en Til Barsip,frente a la boca del Sayur, o dondeTápsaco dominaba la desembocaduradel Khabur.

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9. Mesopotamia

Ningún anal asirio ha sobrevivido a losescritos cerca de un siglo antes del año1000 a. C., y muy pocos del siglosiguiente a esta fecha. Ni los registrosbabilonios remedian esta deficiencia.Aunque no podemos estar seguros deello, probablemente podemos decir quedurante estos dos siglos los príncipesasirios o babilonios tuvieron pocas oninguna hazaña que registrar de aquellasque consideraban, casi con exclusión decualquier otra, dignas de inmortalizar enpiedra o arcilla, es decir, incursiones,conquistas, saqueo de ciudades,

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extorsiones de príncipes. Desde laépoca de Tiglathpileser, ningún «señordel mundo» (título que significabasimplemente señor de la Mesopotamia)se había instalado en ninguno de los ríosgemelos. Qué había sucedidoexactamente en el ancho espacio entrelos dos ríos y al sur del Tauro desde lapartida de las hordas mushki (si enverdad partieron todos), no lo sabemos.Los mitani, que pueden haber sidocongéneres de estos últimos, parece quetodavía poseían el noroeste;probablemente todo el noreste fueraterritorio asirio. No hay duda de que loscurdos y los armenios de Urartuarrasaban las campiñas imparcialmente

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desde el otoño hasta la primavera, comosiempre lo hacían cuando Asiria estabadébil. Hemos aprendido mucho sobre lamisma Mesopotamia con los resultadosde las excavaciones alemanas en TellHalaf, cerca del Ras el-Ain. Los másprimitivos monumentos que seencuentran ahí son quizás reliquias deaquella potencia de Khani (Harran), quese extendió para abarcar la mismaNínive, antes de que los patesissemíticos de Assur crecieran hastaconvertirse en estado real y se movieranhacia el norte para formar la Asiriaimperial. Pero hay también capasposteriores de restos que contienenmuestras de sucesos en la Mesopotamia

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media, y también en regiones vecinas,durante períodos subsecuentes dedominación asiria y de independencialocal.

Asiria, como se ha dicho, estaba enesta fecha indudablemente débil, esdecir, se hallaba confinada al territoriode sus propios agricultores semitas.Siempre que este estado de cosas sepresentó en su historia, parece habersupuesto un predominio de lossacerdotes, en el que contaba mucho lainfluencia babilónica. La tendenciasemítica al super-monoteísmo, que ya seha señalado, se mostraba constantementeentre los semitas del este (cuando seveían relativamente libres de la tiranía

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militar) en una reversión de su sumisiónespiritual a un dios supremo entronizadoen Babilonia, asiento original de lateocracia semítica del este. Y auncuando esta ciudad tenía escasa fuerzamilitar, parece que los sacerdotes deMarduk lograban con frecuencia ciertogobierno en los asuntos de la másvigorosa Asiria. Más tarde veremoscuánto prestigio podían lograr losseñores guerreros ninivitas, inclusiveentre sus propios paisanos, con elreconocimiento formal de su soberaníapor parte de Marduk, y cuánto perdíancuando se desentendían de él yperjudicaban su morada local. Aun en elpináculo de su poder, los reyes asirios

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nunca disfrutaron del derecho natural agobernar el Asia semítica que pertenecíaa los reyes de Babilonia. Si deseaban elfavor de Marduk tenían que reclamarlocon la punta de la espada, y cuando esapunta se bajaba, el favor les era siempreretirado. De principio a fin tuvieron queser tiranos militares que no contaban conuna legitimidad reconocida, sino con laspicas de campesinos conscriptos y, alfin, de mercenarios. Ninguna dinastíaduró mucho tiempo en Asiria, donde losgenerales populares, aun cuandoestuvieran sirviendo en distantescampamentos, eran elevados confrecuencia al trono, en anticipación de lahistoria imperial de Roma.

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Parece, entonces, que nuestroviajero se hubiera encontrado con queBabilonia, mejor que Asiria, era laprincipal potencia semítica del este enel año 1000 a. C.; pero que al mismotiempo no era una potencia fuerte,porque no tenía dominio imperial fuerade la baja Mesopotamia. Puesto que unadinastía, de oscura historia —la de losllamados reyes Pasha, en cuyo tiempohubo un hombre fuerte, Nabu-Kudur-usur(Nebukhadnezzar) I— encontró fin singloria alrededor del año 1000 a. C.,puede inferirse que Babilonia pasaba enesta época por una de esas crisispolíticas recurrentes que solían ocurrircuando las ciudades sumerias del «País

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del Mar» austral conspiraron con algúninvasor extranjero contra la capitalsemítica. Sin embargo, los contumacessupervivientes del elemento más viejode la población, aun cuando tenían éxito,no parecen haber intentado establecernuevas capitales o restablecer el estadopre-semítico de cosas. Babilonia habíadejado tan atrás a todas las ciudadesmás antiguas, que no se deseaba ni secreía posible otra consumación deninguna revuelta que la sustitución deuna dinastía por otra en el tronopredilecto de Marduk. Sin embargo, lasfuerzas sumerias no habían sido lasúnicas en contribuir al derrocamientodel último rey de la dinastía Pasha.

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Nómadas de las tribus suti hacía largotiempo que salían de los desiertos deloeste para arrasar Akkad; y el primerrey exaltado por los pueblos victoriososdel «País del Mar» tuvo que expulsar aestos nómadas y reparar sus destrozosantes de poder instalarse en un tronoamenazado por Elam en el este y porAsiria en el norte, y que debía caer tanpronto como cualquiera de estos últimospueblos encontrara un jefe vigoroso.

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Capítulo II

El Oriente en el año 800 a. C.

DOS SIGLOS han pasado por el Oriente,y a primera vista parece como si nohubiera ocurrido ningún cambio radicalen su condición social o política.Ningún poder extranjero ha entrado enél; y sólo ha surgido un nuevo estado deimportancia, el frigio. Los pueblos queeran los más importantes en el año 1000son todavía los más importantes en elaño 800: los asirios, los babilonios, los

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mushki de Capadocia, los tribeños deUrartu, los arameos de Damasco, losfenicios comerciantes de la costa siria ylos griegos comerciantes de la costa deAnatolia. El Egipto ha permanecidodetrás de su frontera, excepción hechade una correría en Palestinaaproximadamente el año 925 a. C., de lacual trajo Sheshonk, el libio, tesoros deltemplo de Salomón para aumentar elesplendor de Amón. Arabia no haempezado a destacarse. Ha habido,claro está, progreso, pero a lo largo deviejos lineamientos. Se han alterado losvalores relativos de los estados: algunosse han vuelto más decisivamente lossuperiores de otros, en relación a lo que

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eran doscientos años atrás; pero sonaquellos cuyo crecimiento estabaprevisto. ¿Dónde está, pues, la grandiferencia? Porque indudablemente lascosas han cambiado. No se necesitahurgar mucho para percibir el cambio, yquien mire con cuidado no sóloadvertirá ciertos cambios, sino quepercibirá en ciertos sectores señales yadvertencias de un estado de cosasvenidero que no se soñaba en el año1000 a. C.

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1. El reino medio deAsiria

La novedad visible es la presencia deuna potencia predominante. El mosaicode pequeños estados subsiste, pero unode ellos ejerce señorío sobre los demás,y ése es Asiria. Más aún, el dominioextranjero que Asiria ha estadodisfrutando durante tres cuartos de sigloes el primero de su especie restablecidopor una potencia asiática. Como hemosvisto, en otros tiempos Asiria habíaconquistado un imperio del tipo nómadasemítico, es decir, una licencia para

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saquear sin resistencia en una granextensión de tierras; pero, de acuerdocon lo que sabemos, ni Salmanasar I niTiglathpileser I habían concebidosiquiera la idea de conservar lasprovincias devastadas por medio de unaorganización oficial permanente. Pero enel siglo IX, cuando Asurnazirbal y susucesor Salmanasar, segundo de estenombre, salían a sus expedicionesanuales, pasaban por dilatadosterritorios mantenidos para ellos porgobernadores y guarniciones, antes dellegar a otros a los cuales pensabanencadenar a su dominio. Por ejemplo,encontramos a Salmanasar II, en el añotercero de su reinado, fortificando,

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rebautizando, guarneciendo y dotandocon un palacio real la ciudad de TilBarsip, en la ribera del Éufrates, paramejor asegurarse libre paso a través delrío. Finalmente, ha quitado de Ahuni aljefe arameo local, y mantiene este lugarcomo fortaleza asiria. Hasta ahí habíaextendido la Asiria su imperioterritorial, pero no llegaba más allá.Ciertamente que todos los años seinternaba lejos del Éufrates, hasta lamisma Fenicia, Damasco y Cilicia, perose limitaba a saquear, a extorsionar y adestruir, como los antiguos emperadoresde Babilonia, o como sus propiospredecesores imperiales de Asiria.

Había, pues, mucho del viejo

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instinto destructivo en la concepción queSalmanasar tenía del imperio; perotambién obraba en él un principioconstructivo que modificaba estaconcepción. Si el Gran Rey era todavíauna especie de emir beduíno, obligado asalir de correría todos los veranos,había concebido, como en nuestros díasMohammed ibn Rashid, príncipe árabede Jebel Shammar, la idea de extendersu dominio territorial, de tal manera quepudiera alcanzar fácil y seguramentenuevos campos para saqueos másprovechosos. Si podemos utilizarfórmulas modernas a propósito de unsistema imperial antiguo eimperfectamente realizado, deberíamos

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describir el dominio de Salmanasar IIcomo formado (además del centroasirio) por un amplio círculo deposesiones territoriales extranjeras queincluían a Babilonia en el sur, toda laMesopotamia en el oeste y en el norte, ytodo, hasta el Zagro, en el este; por una«esfera de influencia exclusiva» que seextendía hasta el lago Van en el norte,mientras por el oeste llegaba más alládel Éufrates hasta la Siria media; y,finalmente, por lina licencia parasaquear hasta las fronteras mismas deEgipto. Las últimas expediciones deSalmanasar sobrepasaron las fronterasde la esfera de influencia. Habiendocruzado ya las montañas Amano, se

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hallaba en Tarso en su vigésimosextoverano; atacó a Damasco repetidasocasiones a mediados de su reinado, eincluso Yehu de Samaria pagó suextorsión en el año de 842.

En el siglo IX la Asiria debe haberparecido la más vigorosa, así como lamás opresora potencia que el Orientehabía conocido. La casa reinante pasabasu autoridad de padres a hijos en unasucesión dinástica ininterrumpida, lacual no había sido siempre la regla, yque raras veces lo sería en lo sucesivo.Su corte estaba radicada en el interiorde la Asiria media, lejos de la ciudad deAssur, dominada por los sacerdotes, queparece haber sido siempre antiimperial

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y pro Babilonia; porque Asurnazirbalhabía devuelto a Kalah el rango decapital que había tenido bajoSalmanasar I, pero que había perdidobajo Tiglathpileser, y ahí tenían su tronolos reyes del imperio medio. Losejércitos asirios no se componían aún desoldados de fortuna, ni, según parece,aumentaba sus filas con las levasprovinciales heterogéneas que seguiríana los reyes asiáticos en épocasposteriores, sino que se reclutabantodavía entre los robustos campesinosde l a misma Asiria. El monarca era unautócrata absoluto que dirigía undespotismo militar supremo. Es naturalque tal poder no pudiera menos de

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sobrevivir. Y sobrevivió, en verdad, pormás de dos siglos. Pero no era tan fuertecomo parecía. Antes de que terminara elsiglo de Asurnazirbal y de Salmanasarciertos gérmenes inherentes dedecadencia colectiva se habíandesarrollado ya en su sistema.

Parece decreto de la ley natural elque un linaje, cuyos miembrosindividuales tienen todas lasoportunidades y licencias posibles paraentregarse a los placeres sensuales,decaiga a un paso constantementeacelerado. Por tanto, pari passu, unimperio que es tan absolutamenteautocrático que el monarca es su fuenteprincipal de gobierno se debilita a

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medida que pasa de padres a hijos. Suúnica oportunidad de conservar algunade su prístina fuerza es desarrollar unaburocracia que, si se inspira en las ideasy métodos de los miembros fundadoresde la dinastía, puede seguirrealizándolos en un sistema cristalizadode administración. Esta oportunidadnunca se preocupó el imperio asiriomedio por aprovecharla. Hay pruebas dela delegación del poder militar de losGrandes Reyes en manos de un EstadoMayor, pero no se advierte nada de ladelegación del poder civil que podíahaber propiciado la formación de unademocracia. Por tanto, la concentraciónde poder en una persona, que al

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principio había sido elemento deenergía, vino a engendrar una debilidadcreciente, a medida que los miembros dela dinastía se sucedieron unos a otros.

Además, los irresistibles ejércitosasirios, que habían sido conducidos alextranjero todos los veranos, secompusieron durante generaciones derudos campesinos sacados de loscampos de la cuenca media del Tigris,principalmente en la ribera izquierda.Sin embargo, la razzia anual es unainstitución beduína, propia de unasociedad seminómada que cultiva pocoy sin grandes preocupaciones, y puededejar las tareas agrícolas y pastoralesque hay que hacer en el verano a los

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viejos, a los niños y a las mujeres, singran pérdida. Pero en una poblaciónsedentaria que tiene que labrar tierrasprofundas, cosechar en verano ymantener un sistema de riego, se halla ensituación muy diferente. Los reyesasirios, al enrolar a sus campesinosagrícolas todas las primaveras, para quereasumieran la vida de los nómadasmilitantes, no sólo agotaron los recursosde su propia riqueza y estabilidad, sinoque atizaban profundo descontento. Amedida que pasan los dos siglossiguientes, se hablará más y más dedesolación y miseria en las tierrasasirias. Ya antes del año 800 tenemos elespectáculo de la rebelión del distrito

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agrícola de Arabela contra los hijos deSalmanasar, distrito que después de serpacificado con dificultades, se levantóde nuevo contra Adad Nirari III en unarevuelta todavía activa al finalizar elsiglo.

Finalmente, esta monarquíamilitante, cuya vida era la guerra, estabacondenada a crearse enemigosimplacables tanto en el exterior como enel interior. Entre los del interior estaban,evidentemente, los sacerdotes, cuyainfluencia era suprema en Assur.Recordando quién había dado a laAsiria su primer rey independiente,resentían que su ciudad, asientoescogido de las primeras dinastías, que

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había sido devuelta a la primacía por elgran Tiglathpileser, ocupara un lugarsecundario. En consecuencia, nosencontramos con la ciudad de Assuraliada a los habitantes de Arbela en lasdos rebeliones antes mencionadas, yparece que siempre estuvo dispuesta adar la bienvenida a cualquier intento departe de los semitas babilonios porreconquistar su antigua supremacíasobre la Asiria del sur.

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2. Urartu

Como cabía esperar de lascircunstancias geográficas, los máspeligrosos y persistentes de losenemigos de la Asiria eran los fierosmontañeses del norte. En el este seacumulaban tempestades detrás de lasmontañas; pero todavía no estaban listaspara estallar. Al sur y el oeste habíadistritos sedentarios de viejacivilización, que no estaban dispuestos apelear, o grupos vagabundos de nómadasharto esparcidos y mal organizados paraser peligro grave. Pero la situación delnorte era distinta. Los valles silvestres,

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a través de los cuales descendían losafluentes de la ribera izquierda delTigris superior, habían sido siemprerefugio de fieros clanes batalladores,codiciosos de los pastos de invierno y elclima más templado de las llanuras alnorte de Mesopotamia, y había sido laansiosa preocupación de una potenciamesopotámica tras otra —incluso hastanuestros días— tomar medidas pararechazarlos. Puesto que la debilidadprincipal de estas tribus reside en lafalta de unidad que fomenta la naturalezasubdividida de su país, no debe habersido pequeña causa de preocupaciónpara los asirios ver que, a principios delsiglo IX, un reino de Urartu, o como lo

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llamaban sus propios habitantes,Khaldia, empezaba a ganar poderíosobre las comunidades en torno al lagoVan y en las cabezas de los valles quedescienden hasta el territorio asirio.Tanto Asurnazirbal como Salmanasarcondujeron numerosas expediciones alas montañas del norte con la esperanzade debilitar a las tribus con cuyaadhesión podía aumentar su vigor aquelreino vánico. Ambos reyes penetraronmás de una vez hasta las inmediacionesdel lago Urmia, y Salmanasar alcanzó elcentro del Urartu mismo en tres o cuatroocasiones, pero sin éxito definitivo. Elestado vánico siguió floreciendo, y susreyes —cuyos nombres suenan más

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europeos que asiáticos—, Lutipris,Sarduris, Menuas, Argistis, Rusas, seconstruyeron recias fortalezas quetodavía hoy se levantan alrededor dellago Van, y tomaron de sus enemigos delsur una escritura con que grabaron rocascon las relaciones de guerras felices.Una de estas inscripciones aparece muyal oeste, en la ribera izquierda delÉufrates, frente a Malatia. Hacia el año800 a. C., a pesar de los esfuerzos delos hijos de Salmanasar por continuar lapolítica de su padre de hacer la guerradentro del territorio enemigo, el reyvánico había logrado reemplazar lainfluencia asiria por la ley de Khaldiaen la cuenca superior del Tigris y la alta

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Mesopotamia, las tierras «Nairi» de losescribas asirios; y sus sucesoressaquearían, durante la época siguiente,llanuras cada vez más lejanas.

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3. Los medos

Amenazadora como parecía esta naciónde Urartu, a fines del siglo IX, a ladebilitada dinastía asiria, había otrosdos grupos raciales, que habíanaparecido tardíamente en su horizonte,los cuales, a la larga, demostrarían sermás verdaderamente peligrosos. Uno deéstos estaba instalado a lo largo de lafrontera noreste, en las más lejanasestribaciones de las montañas Zagro yen la meseta que hay detrás de éstas. Setrataba, en apariencia, de un pueblocompuesto, que había pasado por ellento proceso de formación y

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crecimiento. Parece que uno de suselementos era de la misma sangre queuna vigorosa población pastoril que porentonces recorría las estepas del sur deRusia y del oeste del Asia central, y queserían vagamente conocidos de losprimeros griegos con el nombre decimmerios, y, apenas con menosprecisión, de sus descendientes, con elnombre de escitas. Su nombre llegaría aser palabra familiar en el Oriente antesde mucho. Un brote transcaucásico deeste pueblo se había establecido en elmoderno Azerbaidján, donde por muchotiempo había recibido refuerzosgraduales de inmigrantes del este quepertenecían a los que se llama grupo

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iranio de arios. Filtrándose por elpasaje entre las cordilleras del Caspio yel desierto salado que Teherán ahoraguarda, estos iranios se extendieron porel noroeste de Persia y hacia el sur porel bien regado país en la orillaoccidental de la meseta, que domina lastierras bajas de la cuenca del Tigris.Algunos de ellos, bajo el nombre deparsua, parecen haberse establecido muyal norte, en las costas occidentales dellago Urmia, al borde del reino Ararat;otra parte muy al sur, en las fronteras delElam. Entre esos puntos extremos pareceque los inmigrantes se mezclaron con losescitas ya establecidos ahí, y que, envirtud de su superioridad racial,

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llegaron a ser los socios predominantesen la combinación. En algún períodoincierto —probablemente antes del año800 a. C.— había surgido del elementoiranio un individuo de nombreZoroastro, quien convirtió a su gente, deadoradores de los elementos, a unacreencia espiritual en una divinidadpersonal; reforma con la cual acrecentóla posición social de su pueblo y le diócohesión política. El Oriente empezó aconocer y temer la combinación bajo elnombre de Manda, y a partir deSalmanasar II los reyes asirios tuvieronque dedicar cada vez más atención alpaís Manda, invadiéndolo, saqueándolo,arrancándole tributos, con todo lo cual

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traicionaban su creciente certeza de queun grave peligro acechaba detrás delZagro: el peligro de los medos.[3]

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4. Los caldeos

El otro peligro, el más inminente de losdos, amenazaba a Asiria por el sur. Unavez más, una inmigración semítica, quecon el nombre de caldea distinguimos deotras oleadas semíticas anteriores,canaanitas y arameas, había insufladonueva vitalidad en el pueblo babilónico.Llegó, como las oleadas anteriores, deArabia, la cual, por ciertas razones, hasido en todas las épocas fuente deperturbaciones étnicas en el Asiaoccidental. La gran península meridionales en su mayor parte una elevada estepadotada de un aire singularmente puro y

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un suelo libre de contaminaciones. Enconsecuencia, engendra una poblaciónsaludable cuya natalidad, comparadacon el índice de defunciones, esextraordinariamente alta. Pero como lascondiciones de su clima y sudo impidenel desarrollo interno de sus recursosalimenticios más allá de un punto al quese llegó desde hace muchísimo tiempo,el exceso de población que se acumularápidamente se ve obligado, de tiempoen tiempo, a buscar el sustento en otraparte. Siendo como son las dificultadesde los caminos que conducen al mundoexterior (para no mencionar lacertidumbre de la resistencia por partede éste), los emigrantes en ciernes raras

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veces emprenden la marcha en pequeñosgrupos, sino que vagan inquietos dentrode sus propias fronteras hasta que seconvierten en horda, la cual se ve al finobligada por el hambre y la hostilidaddoméstica a salir de Arabia. Tandifíciles de detener como una tempestadde arena, los vagabundos árabes caensobre la región fértil más cercana, pararobar, pelear y, a la larga, establecerse.Así, en épocas relativamente modernas,los tribeños Shammar emigraron a Siriay Mesopotamia, y así, en la antigüedad,se movieron los canaanitas, los arameosy los caldeos. Encontramos a los últimosya bien establecidos alrededor del año900 a. C., no sólo en el «País del Mar»,

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en la cabeza del golfo Pérsico, sinotambién entre los ríos gemelos. Losreyes de Babilonia que se enfrentaron aAsurnazirbal y Salmanasar II parecenhaber sido de extracción caldea; yaunque sus sucesores, hasta el año 800a. C., reconocieron la soberanía deAsiria, se esforzaron siempre porrepudiarla, buscando la ayuda del Elamo de las tribus desérticas occidentales.Sin embargo, no era llegada su hora. Elsiglo se cierra con la reafirmación delpoderío asirio en la misma Babiloniapor medio de Adad Nirari.

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5. La expansión asiriaen Siria

Tales eran los peligros que nublaban elhorizonte de los semitas del norte en elaño 800 a. C. Pero no eran todavíapatentes para el mundo, ante cuyos ojosAsiria parecía aún como la potenciairresistible que extendía cada vez mássus dominios. El oeste ofrecía el campomás atractivo a su expansión. Ahí losfragmentos del imperio hatti gozaban losfrutos de la civilización hatti; ahí losopulentos estados arameos, y los másopulentos aún puertos fenicios. Ahí la

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vida urbana estaba bien desarrollada,cada ciudad se bastaba a sí misma,suficiente en su territorio, y vivía más omenos del tráfico de las caravanas quepor fuerza pasaban bajo o cerca de susmurallas entre el Egipto, por una parte, yMesopotamia y el Asia Menor por laotra. Nunca hubo campo más propicio ala empresa guerrera, ni más abierto alpillaje sin temor de represalias.Sabedora de esto, Asiria se ocupó desdela época de Asurnazirbal en amedrentary esquilmar a Siria. Casi se convirtió entarea de todos lo años para SalmanasarII marchar al medio Éufrates, vadearlocon su ejército, y extorsionarKarkhemish y las otras ciudades del

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norte de Siria hasta Cilicia, por un lado,y Damasco, por el otro. Hecho esto,enviaba mensajeros a exigir rescate delas ciudades fenicias, las cuales lopagaban a regañadientes o lo reteníantemerariamente, de acuerdo con lamagnitud de su apremio. Desde la últimavez que nos detuvimos a considerar losestados arameos, Damasco ha cimentadodefinitivamente la supremacía que susventajas naturales habrán de asegurarleen todas las ocasiones en que Siria sevea libre de la dominación extranjera.Su dinastía guerrera de Benhadad, quehabía sido fundada, según parece, másde un siglo antes de la época deSalmanasar, extendía ahora su influencia

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a través de Siria de este a oeste y a losterritorios de Hamath, en el norte, y delos hebreos, en el sur. Asurnazirbalnunca se había atrevido a más que aintimar a larga distancia al señor de estevasto y rico estado para quecontribuyera al contenido de sus cofres;pero tal obligación tributaria, si algunavez fué admitida, era descuidadacontinuamente, y Salmanasar II vió quedebía tomar medidas más audaces ocontentarse con ver sus bandas limitadasal ya asolado norte. Eligió el ataquefranco, y asaltó Hamath, en su séptimoverano, la dependencia damascena másseptentrional. Un triunfo notable,conquistado en Karkar, en el Orontes

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medio, sobre un ejército que incluíacontingentes de la mayor parte de losestados semíticos del sur —uno llegó,por ejemplo, de Israel, donde ahorareinaba Ahab—, le abrió el caminohacia la capital aramea; pero no fuéhasta doce años más tarde cuando elGran Rey atacó Damasco. Pero no logrócoronar sus éxitos con la captura de laciudad, y, fortalecida con el ascenso deuna nueva dinastía que fundó en 842Hazael, jefe guerrero, Damasco siguióestorbando a los asirios el pleno disfrutede las tierras meridionales durante otrosiglo.

Sin embargo, aunque Salmanasar ysus sucesores dinásticos hasta Adad

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Nirari III no pudieron entrar enPalestina, la sombra del imperio asirioempezaba a cubrir Israel. Las divisionesinternas de este último, su temor yenvidia de Damasco, ya habían hechomucho por asegurar el desastre final. Enla segunda generación después deDavid, la incompatibilidad radical entrelas tribus hebreas del norte y del sur,que bajo su mano vigorosa y la de suhijo habían tomado la apariencia de unasola nación, volvieron a afirmar suinfluencia desintegradora. Si bien no esseguro que las doce tribus hayan sido deuna sola raza, sí puede afirmarse que lasdel norte habían llegado a contaminarseen buena parte de sangre aramea y a

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infectarse de influencias de la Siriamedia, acentuadas sin duda,especialmente en los territorios deAsher y Dan, por las relacionesestablecidas y mantenidas por David ySalomón con Hamath y Fenicia. Estastribus, y algunas otras del norte, nuncahabían estado de acuerdo con las del sura propósito de una cuestión vital paralas sociedades semíticas: las ideas y lapráctica religiosas. El monoteísmoantropomórfico, que las tribus del surllevaron de Arabia, tuvo que luchar enGalilea con el politeísmo teriomórfíco,es decir, la tendencia a encarnar lascualidades de la divinidad en formasanimales. Hay pruebas suficientes de

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estas creencias en la tradición judea, aundurante la época de los vagabundeospre-palestinianos. Encarnacionesreptilinas y bovinas se manifiestan en lahistoria del Éxodo, y a pesar de losfervientes esfuerzos misioneros de unaserie de profetas, y de la adhesión demuchos fieles, incluso tribeños delnorte, al credo espiritual, estos cultosganaron fuerza en la congenial vecindadde arameos y fenicios, hasta que dieroncomo resultado la separación políticadel norte y el sur tan pronto como llegóa su fin el reinado de Salomón. A partirde entonces, hasta la catástrofe de lastribus del norte, no volvería a haber unanación hebrea unida. El reino del norte,

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acosado por Damasco y forzado a tomarparte en sus luchas, buscaba ayudaextranjera. La dinastía de Omri, que, afin de asegurar el control del grancamino del norte, se había construidouna capital y un palacio (descubierto noha mucho) en el monte de Samaria,contaba principalmente con Tiro. Ladinastía que siguió a ésta, la de Yehú,quien se había rebelado contra el hijo deOmri y su reina fenicia, coqueteó conAsiria y la animó para aumentar lapresión sobre Damasco. Era una políticasuicida; porque en la existenciaininterrumpida de un vigoroso estadoarameo en el norte estaba la únicaesperanza de larga vida para Israel.

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Yeroboam II y su profeta Jonás debíanhaber visto que el día de ajustar cuentasllegaría pronto para Samaria una vezque Asiria ajustara cuentas conDamasco.

Hasta cierto punto, aunquedesgraciadamente no en todos losdetalles, podemos rastrear en losregistros reales el avance del dominioterritorial asirio en el oeste. La primeraseñal clara de su expansión nos la dauna noticia de la ocupación permanentede un punto sobre la orilla izquierda delÉufrates, como base para el paso delrío. Este punto era Til Barsip, situadofrente a la embocadura del másmeridional de los afluentes sirios, el

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Sayur, y antigua capital de un principadoarameo. La prueba de que su ocupaciónpor Salmanasar II, en el año tercero desu reinado, se hizo con intención de quefuera permanente, la tenemos en el hechode que recibió nuevo nombre y seconvirtió en residencia real asiria. Sehan encontrado recientemente cerca deTell Ahmar, el villorrio moderno que hasucedido a la ciudad real, dos leones debasalto que el Gran Rey erigió entoncesa cada lado de su puerta mesopotámica einscribió con textos conmemorativos.Esta medida indicaba la anexióndefinitiva por parte de Asiria de lastierras de Mesopotamia, las cualeshabían estado bajo gobierno arameo

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durante un siglo y medio cuando menos.Cuándo se estableció ahí este gobierno,no lo sabemos con certeza; pero elcolapso del poderío de Tiglathpileser,alrededor col año 1100 a. C., sigue tande cerca a la principal invasión aramea,procedente del sur, que parece probableque esta invasión haya sido en granmedida la causa de este colapso, y quesu consecuencia inmediata fuera laconstitución de los estados arameos aleste del Éufrates. El más fuerte de ellos,y el último en sucumbir ante Asiria, fuéBit-Adini, distrito al oeste de Harran,del cual había sido Til Barsip la ciudadprincipal.

La etapa siguiente de la expansión

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asiria la señala una ocupación similarde un punto en el lado sirio del Éufrates,a fin de proteger el paso del río y con elfin de convertirlo en sitio deconcentración de los tributos. Ahí selevanta Pitru, antes ciudad hatti, y queacaso fuera la Pethor bíblica, situadajunto al Sayur en algún sitio todavía noidentificado, pero que probablementeestaba cerca de la desembocadura delrío. En el año sexto de Salmanasarrecibió nombre asirio, y se la utilizódespués como base para todas lasoperaciones en Siria. Sirvió tambiénpara amagar e intimidar la ciudad deKarkhemish, más grande y rica, quedistaba de ahí pocas millas hacia el

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norte, y que por mucho tiempopermanecería libre de la ocupaciónasiria permanente, aunque sujeta aextorsión en cada correría occidentaldel Gran Rey.

Con este último avance hacia eloeste de sus posesiones territorialespermanentes, Salmanasar parece habersedado por satisfecho. Tenía seguro elvado del Éufrates, y se habíaestablecido firmemente en la orilla siria.Pero no podemos estar seguros sobreeste punto, porque, aunque ninguno desus registros conocidos mencione elcambio de nombre de ninguna otraciudad siria, muchas pueden habersufrido el cambio sin que se las

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mencionara en los registros, y otraspueden haber sido ocupadas porguarniciones asirias permanentes sinrecibir nuevo nombre. Sea como sea,podemos rastrear, año por año, elavance constante de columnas asirias enel interior de Siria. En 854 la base deoperaciones más distante se establecióen Khalman (Aleppo), de ahí marchóSalmanasar hacia el Orontes para librar,cerca del sitio de lo que más tarde seríaApamea, la batalla de Karkar. Cincoaños más tarde, al regresar velozmentede una correría ciliciana, entró enHamath. Seis años más pasaron antes deque volviera a hacer progresos en el sur,aunque en el intervalo volvió a invadir

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Siria, cuando menos una vez. Sinembargo, en 842, habiendo tomado unnuevo camino a lo largo de la costa,torció hacia el interior en Beirut, cruzóel Líbano y el Antilíbano, y logró llegaral oasis de Damasco así como tambiénasolar cierta distancia en dirección delHauran; pero no se apoderó (acaso,como el emir beduino que era, nisiquiera lo intentó) de la ciudadamurallada. Parece que repitió su visitatres años más tarde, pero que no pasónunca de ahí. Lo cierto es que nunca seaseguró Fenicia, Celesiria o Damasco, ymenos todavía Palestina, mediante unaorganización permanente. Es verdad,como se ha dicho, que no tenemos base

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para afirmar que en esta época Asiriahaya incorporado definitivamente a suimperio ninguna parte de Siria, exceptoaquel puesto de observación establecidoen Pitru, sobre el Sayur. Ni tampoco esposible anotar más en el crédito de lossucesores inmediatos de Salmanasar;pero debe quedar claro que para finesdel siglo Adad Nirari había extendido laesfera asiria de influencia (distinta desus posesiones territoriales) algo máshacia el sur para incluir no sólo laFenicia, sino también la parte norte de laFilistia y Palestina, con los distritosagrícolas al este del Jordán.

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6. Cilicia

Cuando un emperador asirio cruzaba elÉufrates y se acuartelaba en Pitru pararecibir la sumisión de los jefesoccidentales y reunir sus fuerzas conobjeto de asolar las tierras de quien nose apresurara a rendir homenaje, sehallaba mucho más cerca de lasfronteras de Asia Menor que de lasfenicias o del reino de Damasco. Sinembargo, tres de cada cuatro ocasioneslos señores del imperio asirio medio secontentaban con saquear una vez más lasmuy castigadas tierras de la Siria media,y en la cuarta, si acaso se volvían hacia

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el norte, nunca iban más allá de laCilicia oriental, es decir, del horizonteque podían ver cualquier día despejadodesde cualquier altura cerca de Pitru.Sin embargo, al otro lado de la murallamoteada de nieve que limitaba la vistahacia el norte, había reinos codiciables,Hanigalbat con su capital Milid, quecomprendía el fértil distrito que mástarde sería parte de Cataonia; Tabal aloeste, extendido sobre el resto deCataonia y el sur de Capadocia; y Kas,dueño de la Tianitis y de la llanura deLicaonia. ¿Por qué, pues, se mantuvieronalejados de tan codiciable presaaquellos bandidos imperiales del sigloIX? Sin duda porque ellos y sus

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ejércitos, que todavía no se reclutaban,que nosotros sepamos, entre otraspoblaciones que las semitas de Asiria,eran árabes de origen, hombres del sur,para quienes la elevada meseta al otrolado del Tauro era tan temible como loha sido para todos los semitas desdeentonces. Mareas de invasiones árabes,hinchándose una y otra vez al pie delTauro, se han colado en ocasiones porlos puertos de las montañas para fluir encorrientes aisladas hacia el interior delAsia Menor; pero siempre han vuelto aretirarse con la misma rapidez. Larepugnancia que sentían los asirios porel Asia Menor puede contrastarse con ladiligencia con que sus sucesores iranios

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invadieron la península, y puedeilustrarse con toda la historiasubsecuente. Ninguna base permanenteestablecieron jamás los sarracenos en elAsia Menor; su conquista definitivaquedó reservada a los turcos del norte.El efímero poder árabe de Mehemet Ali,quien se rebeló contra los turcos entre1800 y 1840, avanzó sobre la mesetasólo para retroceder al momento ypermanecer detrás del Tauro. La actuallínea divisoria de los pueblos quehablan turco y árabe señala elinmemorial límite semítico. Tan prontocomo él terreno de la Siria del nortealcanza un nivel de 700 metros, lalengua árabe se hunde en el silencio.

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Por tanto, nunca encontraremosejércitos asirios internándose opermaneciendo lejos del Tauro. Pero losencontraremos invadiendoconstantemente, y con gran desenfado, laCilicia, no obstante la gran murallamontañosa que la divide de Siria.Cilicia —al menos toda la parte de éstaque solía ser recorrida por los asirios—es baja, abierta hacia el sur y estáprotegida por elevadas montañas de losvientos fríos del norte y del este.Disfruta, ciertamente, de un clima mástibio y estable que cualquier parte deSiria, excepto en la faja costanera, ysocialmente ha estado siempre máscerca de las tierras meridionales que del

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todo geográfico del cual forma parte:Asia Menor. En la población de lallanura predominó un elemento semítico,especialmente en su principal ciudad,Tarso, a lo largo de toda la antigüedad.Tan estrechamente ligada estaba Ciliciacon Siria, que el príncipe de Kue (suparte occidental) se unió a los príncipesde Hamath y de Damasco y a sus aliadossirios meridionales, en aquellacombinación destinada a la defensacomún contra la agresión asiria queSalmanasar destruyó en Karkar en 854; ycon objeto de neutralizar un factorimportante en el poder defensivo deSiria, este último atravesó Patin el año849 y cayó sobre Kue. Pero entonces

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algún levantamiento en Hamath requiriósu atención, y no fué hasta el final de sureinado cuando sometiósistemáticamente a Cilicia.

Salmanasar se dedicó con empeñosorprendente a este pequeño y más bienoscuro rincón del Asia Menor. Anota ensu año vigésimoquinto que ya ha cruzadosiete veces los montes Amano; y al añosiguiente lo encontramos de nuevo enCilicia en marcha hacia Tarso paraderrocar a su príncipe y poner a otromás manejable en su lugar. Como, enapariencia, no utilizó jamás la Ciliciacomo base para intensificar lasoperaciones del otro lado del Tauro, yse contentó con el reconocimiento

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formal de su majestad por el príncipe deTabal, nos vemos forzados a concluirque invadió la tierra en interés de latierra misma. Casi tres siglos después,este pequeño país saldrá súbitamente dela niebla que la oculta con máspersistencia que a cualquiera otro delantiguo Oriente, para mostrarse comouna de las cuatro mayores potencias deAsia, gobernada por un rey que, mano amano con Nebukhadnezzar II, negociauna paz entre los lidios y los medos,cada uno de los cuales estaba en elpináculo de su poder. A continuación, laniebla vuelve a ocultarlo, y casi nosabremos nada de una larga línea dereyes que, portadores de un título real

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helenizado bajo la forma Sienesis, reinóen Tarso, y que tuvo poco en común conotros príncipes de la Anatolia. Peropodemos deducir con toda razón, de lascircunstancias de la intervenciónpacífica acabada de mencionar, que elpoder de la Cilicia había estadocreciendo por algún tiempo antes delhecho; y también podemos deducir de lafrecuencia con que Salmanasar saqueóesta tierra, que en el siglo IX era ya ricay civilizada. Sabemos que fué un grancentro del culto de Sandan, y podemosconjeturar que sus reyes estabanemparentados con la raza mushki y que,si no eran los principales supervivientesdel tronco original que invadió Siria en

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la época de Tiglathpileser, contaban almenos entre los principales herederosde la antigua civilización hatti. Algunosllegan a fechar su civilización entiempos más tempranos aún, y creen quelos keftiu, que llevaban ricos presentes alos faraones de las dinastías 18ª ysiguientes, eran cilicianos.

Por desgracia, se han llevado a cabomuy pocas excavaciones científicas enCilicia; pero durante muchos años,compradores de antigüedades han estadorecibiendo, en Tarso y su puerto, piedrastalladas y sellos de exquisita artesanía,que pertenecen al arte hetita, pero queparecen de fecha posterior a la mayorparte de los productos de éste. En su

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decoración muestran diseños peculiares,que también han sido observados enChipre, y presentan peculiaridades deforma que se encuentran también en lasprimeras muestras del arte jonio. Hastaque no dispongamos de otras pruebas,estos pequeños objetos deben sernuestros testigos de la existencia de unacultura sub-hetita en Cilicia altamentedesarrollada, la cual, ya en el siglo IX,se había refinado por la influencia de lascolonias griegas en las costas deAnatolia y quizás, todavía antes, por elarte cretense del área egea. Lacivilización ciliciana ofrece un eslabónentre Oriente y Occidente que merecemás consideración y estudio del que se

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le ha prestado hasta ahora.

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7. Asia Menor

No tenemos razones para suponer quealgún monarca asirio marchó en personahacia el interior del Asia Menor, através del Tauro, aunque variascolumnas volantes visitaron Hanigalbaty Tabal, y los príncipes de estos dospaíses reconocieron con tributos eldominio asirio en la segunda mitad delreinado de Salmanasar. La parte máslejana y mayor de la penínsulaoccidental estaba fuera del alcance delGran Rey, y de ella sabemos tan poco enel año 800 a. C. como seguramentesabían los mismos asirios. Sin embargo,

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sabemos que contenía un granprincipado situado hacia el centro en laparte sur de la cuenca del Sangario, yque los griegos asiáticos empezaban aconocer como Frigia. Esta potenciainterior ocupaba en su mundo un sitiopreeminente, de tal manera, quesobrepasaba a Asiria, y pasaba por lamás rica del mundo. Con la sola base desu importancia en las leyendas griegasantiguas, podemos fechar con seguridadno solamente su surgimiento sino suascenso a una posición dominante, en unperíodo anterior a 800 a. C. Pero haytambién otras buenas bases para creerque, antes de finalizar el siglo IX, esteprincipado dominaba un área mucho más

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amplia que la Frigia de tiemposposteriores, y que sus fronterasoccidentales se habían ensanchado casihasta la costa jónica. Por ejemplo, en laIlíada se habla de los frigios como devecinos inmediatos de los troyanos, y uncuerpo considerable de leyendashelénicas primitivas se basa en lapresencia temprana de los frigios ya noen la Tróada misma, sino en la costacentral occidental en torno a la bahía deEsmirna y en la llanura del Caistro,puntos ventajosos desde los cualesmantenían relaciones directas con losinmigrantes griegos. Por tanto, pareceseguro que, en alguna ocasión, antes delaño 800 a. C., casi toda la mitad

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occidental de la península debióvasallaje a la potencia de Sangario yque aun los reyes Heracleidas de laLidia no eran independientes de ella.

Si la Frigia era en el siglo IX lobastante poderosa como para adueñarsedel occidente de Anatolia, ¿dominatambién lo suficiente del este de lapenínsula como para considerarseheredera imperial de los hatticapadocios? La respuesta a estapregunta (si acaso es posible darla contan escasas pruebas) dependerá delpunto de vista que tenemos sobre laposible identidad del poderío frigio yaquel otro oscuro, pero verdadero, delos mushki, de quienes ya hemos oído

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hablar. La identidad en cuestión está tanuniversalmente aceptada en nuestrosdías que se ha convertido en lugarcomún de historiadores hablar de los«mushki-frigios». Es muy posible queestén en lo justo; pero, a manera deadvertencia, hay que hacer notar que laidentificación depende, en últimotérmino, de otra, es decir, la de Mita, reyde los mushki, contra el cual lucharíaAssurbanipal más de un siglo después,con Midas, último rey de Frigiamencionado por Heródoto y celebradoen el mito griego. Suponer esta identidades cosa atractiva. Mita de los mushki yMidas de Frigia coinciden muy bien enfechas; ambos reinaron en Asia Menor;

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ambos fueron, en apariencia,importantes y poderosos; amboslucharon contra los gimirrai ocimmerios. Pero hay también ciertasdificultades a las cuales quizás se haprestado poca atención. Mientras queMita parece haber sido un nombrecomún en el Asia, hasta Mesopotamia,en un período muy anterior a este de quetratamos, el nombre de Midas, por otraparte, llegó mucho más tarde a Frigiadel oeste, si acaso en la tradición griegahay algo que indique que los frigios obrigas habían emigrado del sudeste deEuropa. Y si consideramos que estatradición se apoya no solamente en lapresencia de nombres similares y

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parecidas consejas populares enMacedonia y en Frigia, sino también enla aparición en occidente del arte y laescritura frigios posteriores, apenaspodemos negarle crédito. Enconsecuencia, si encontramos el origende los frigios en los brigas macedonios,debemos conceder que Midas, comonombre frigio, llegó de Europa muchodespués que la primera aparición dereyes llamados Mita en el Asia, y nosvemos obligados a poner en tela dejuicio que este último nombre seanecesariamente el mismo que Midas.Cuando las alusiones que existen en losregistros asirios sobre los mushki dancualquier indicación sobre su localidad,

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la colocan al este, no al oeste, de lameseta central de la Anatolia, cerca dedonde vivieron los mosqui en épocahistórica posterior. Por el momento,pues, debemos dejar abiertas lassiguientes cuestiones: 1) si acaso losmushki se establecieron alguna vez enFrigia; 2) si, en el caso de que lohubieran hecho, los reyes frigios quellevaron los nombres de Gordio y Midaspueden haber sido mushki o haberrecibido vasallaje de los mushki; 3) silos reyes llamados Mita en los registrosde Sargón y Assurbanipal fueron reyesmás bien de los mushki occidentales quede Frigia. Sobre la base de lo quesabemos, no podemos admitir de

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ninguna manera (aunque no seaimprobable) que los reyes frigiosreinaron sobre los mushki de Capadocia,en virtud de lo cual gobernaron unimperio casi tan grande como el perdidode los hatti.

De todas maneras, fué el suyo unestado vigoroso, el más fuerte de laAnatolia, y la fama de su opulencia y desus amuralladas ciudades deslumbraba ydejaba estupefactas a las comunidadesgriegas, que ya para esta época cubríanlas costas del oeste y del sudoeste.Algunas de estas comunidades habíanpasado por las pruebas de la infancia yse habían convertido en estados cívicos,habiendo establecido vastas relaciones

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de comercio por tierra y por mar. En elsiglo siguiente, Cumas de Eólida daríauna esposa a un rey frigio. Éfeso parecehaberse convertido ya en importantecentro social y religioso. Los objetosartísticos encontrados en 1905 en el pisodel primer templo de Artemisa en lallanura (hubo uno anterior de lascolinas) deben datar —algunos de ellos— de fecha no posterior al año 700, y sudiseño y calidad de mano de obra danpruebas de florecientes artes y oficiosestablecidos por largo tiempo en lalocalidad. También Mileto era ya,ciertamente, un centro adulto dehelenismo a punto de convertirse enmadre de nuevas ciudades, si es que no

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lo era ya. Pero, a estas tempranas alturasdel año 800, poco sabemos sobre lasciudades griegas del Asia, fuera delhecho de su existencia; y lo prudenteserá dejarlas crecer otro par de siglos yhablar de ellas más detenidamentecuando se hayan convertido en poderosofactor de la sociedad asiáticaoccidental. Cuando después de dossiglos volvamos a levantar el telón,veremos que se ha intensificado la luzsobre el escenario oriental; no sóloporque los registros contemporáneoshabrán aumentado en volumen yclaridad, sino porque podremos utilizarla lámpara de la historia literariaalimentada con tradiciones, que no había

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tenido que sobrevivir más lapso que elde unas cuantas generaciones.

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Capítulo III

El Oriente en el año 600 a. C.

CUANDO volvemos a examinar elOriente en el año 600 a. C., después dedos siglos de guerras y tumultuososmovimientos, advertimos de inmediatoque casi todas las tierras tienen nuevosseñores. Los cambios políticos sontremendos. Los cataclismos se hansucedido sin interrupción. La dinastíafrigia se ha derrumbado entre matanzas yrapiñas, y, establecida en otro asiento de

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poder, su antiguo cliente gobierna elAsia Menor en su lugar. Los puntosfuertes de los pueblos semíticos demenor importancia han sucumbido casitodos, y Siria se ha convertido encodiciable hueso que se arrebatan unperro extranjero tras otro. El colosoasirio, que dominaba el mundo asiáticooccidental, se ha venido abajo, y losmedos y los caldeos —estas dosinsignificantes nubes que se habíancernido sobre el horizonte asirio—ocupan ahora su trono y su palacio.Según podemos advertir, la revoluciónpolítica es completa. Pero si hubiéramosvivido en el año 600 en Assur, enDamasco, en Tiro o en Tarso, nos

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hubiera parecido menos importante. Enel Oriente, un nuevo amo no siempresignifica nueva tierra o nuevo cielo.

Veamos qué tan profundo es enverdad el cambio El imperio asirio yano existía. He aquí un hecho de graveimportancia que no hay que tomar a laligera. La catástrofe decisiva haocurrido apenas seis años antes denuestra fecha. Pero el poder de Asiriahabía ido declinando por cerca demedio siglo, y era evidente, por lalibertad con que otras potencias semovían en el área de su imperio durantealgún tiempo antes de su fin, que elOriente llevaba ya varios años de verselibre de su interferencia. A decir verdad,

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aun antes de que ascendiera al trono elque sería el último «Gran Rey» de lossemitas del norte, fué tomada y saqueadala ciudad de Cale, antigua capital delimperio medio y centro vital de lanacionalidad asiria.

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1. El nuevo reinoasirio

Durante los últimos ciento cincuentaaños la historia asiria —registro desombría opresión en el extranjero y deintriga todavía más sombría en elinterior— se ha movido a semejanza dealguna terrible tormenta que estallarápidamente para retirarse después pocoa poco. La primera mitad del siglo IXtranscurre en medio de una calmachicha. Luego, casi sin aviso, estalla lafuria de la tormenta y continúa sudevastación por un período de casi cien

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años. Y el nublado no se despeja hastaque todo ha terminado. La dinastía deAsurnazirbal y Salmanasar II declinólentamente hasta su fin inevitable. Lacapital misma se amotinó en 747, y,después de exterminar a los señoreslegítimos, eligió a un soldado debrillante carrera, que, para lo quesabemos, bien puede haber sido desangre real, pero que ciertamente noestaba en la línea directa de herederosal trono. Tiglathpileser —porque adoptóun nombre de antiguos monarcas,posiblemente para apoyar su legitimidad— se dió cuenta (o se lo dijo algúnprudente consejero) de que el imperiomilitar que había usurpado ya no debía

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apoyarse en las levas anuales decampesinos de las aldeas asirias, que seagotaban rápidamente, así comotampoco podía seguir viviendo deextorsiones inciertas arrebatadas aintervalos inciertos ya del otro lado delÉufrates, ya en Armenia, ya de vecinosal este y al sur. Tales ideas y métodosbeduinos estaban gastados. El nuevoGran Rey ensayó nuevos métodos deexpresión para nuevas ideas. Soldado deprofesión, en deuda con la espada por eltrono que la ganara, quiso tener siemprea su disposición un ejército permanentey pagado, no uno que tuviera que volveral arado a cada primavera. Las tierras,que solían pagar forzadas contribuciones

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a ejércitos que se mandabanexpresamente con ese fin desde elTigris, habrían de incorporarse en losucesivo al imperio territorial y pagarsus contribuciones a gobernadores yguarniciones residentes. Más aún, ¿porqué estas mismas tierras no habrían deayudar al imperio tanto en la defensacomo en el ataque mediante levas que seincorporarían al ejército imperial?Finalmente, la capital, Cale, con sustradiciones de la dinastía extinguida, consus recuerdos del antiguo régimen y lareciente rebelión, tenía que serreemplazada por una nueva capital, de lamisma manera que lo había sido Assur,con su espíritu babilónico y sacerdotal.

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Por tanto, había que promover a lacategoría de capitales lugares situadosun poco más arriba en la corriente delTigris y colocados más al centro enrelación con el país y con los caminosprincipales que iban del oeste al este. Yno fué hasta después del reinado deSargón cuando se hizo de Nínive elasiento definitivo de los últimos reyesasirios.

Organizada y vigorizada durante losdieciocho años del reinado deTiglathpileser, esta nueva máquinaimperial, con su ejército profesionalpermanente, sus levas copiosas en todaslas razas belicosas del territorio, susvastos y seguros ingresos, y su

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burocracia que mantenía las provinciasen relación constante con el centro, seconvirtió en la más tremenda potenciaofensiva que el mundo había visto. Tanpronto como Asiria se hizo conscientede su nuevo vigor, por la facilidad conque rechazó a los depredadores urartiosa través de las tierras Nairi y losconfinó a sus fortalezas de Van, despuésde que se habían apoderado de partes deMesopotamia, y también por la facilidadcon que humilló y ocupó de nuevoBabilonia, y con que se apoderó ysometió a tributo a los puertos fenicios ya la ciudad de Damasco —hastaentonces inexpugnable—, empezó asoñar con el imperio universal, primera

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sociedad en el mundo que concibió esteideal inalcanzable. Sin embargo, ciertasinfluencias y sucesos habrían de diferirpor el momento cualquier esfuerzo porrealizar el sueño. Hubo cambios dedinastía, gracias en parte a fuerzasreaccionarias del interior, y todavía mása las bases pretorianas sobre las cualesdescansaba ahora el reino, y sólo uno desu casa sucedió a Tiglathpileser. Pero lapausa no fué larga. En el año 722 seapoderó del trono otro generalvictorioso y, bajo el nombre famoso deSargón, extendió los límites del imperiohacia Media, en el este, y más allá deCilicia, hacia el interior de Tabal, en eloeste, hasta que vino a chocar con el rey

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Mita de los mushki y lo sometió atributo.

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2. El imperio deSargón

Aunque al imperio asirio todavía lefaltaba anexarse una gran provincia,puede considerarse que el reinado deSargón fué el período de su mayorfuerza. No heredó a Senaqueribconquista alguna que no pudiera haberhecho efectiva, además de dejarle lamáxima extensión de territorio que elpoder central podía retener. Por tanto,podemos hacer una pausa, poco antes dela muerte de Sargón en 705, para vercuál era la extensión de ese territorio.

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Claro está que sus fronteras nopueden definirse con la precisión de unmoderno geógrafo político. Losterritorios ocupados se convertíanimperceptiblemente en esferas deinfluencia, y éstas, a su vez, en tierrashabitualmente, y a veces sóloocasionalmente, devastadas encorrerías. De algunas regiones,especialmente del noreste al noroeste, esmuy imperfecto nuestro conocimientoactual de los términos de la geografíaantigua de los escribas semíticos, y aunen el caso en que un rey asirio registracon cuidado qué tierras, montañas y ríosha visitado su ejército, no por esopodemos identificarlos con exactitud. Ni

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se pueden tomar los registros reales alpie de la letra. Algún margen hay quedejar (aunque sea imposible precisarcuánto) a los informes que confrecuencia atribuyen todas las accionesde una campaña en las cuales noparticipó el rey en persona (como se hademostrado en algunos casos) a su solomérito, y enumeran con grandilocuenciados veintenas de principados y reinosrecorridos y sometidos en el curso deuna sola campaña de verano a través deterreno difícil. Esta ilusión de inmensacapacidad, que así se trataba de crear,se ha impuesto con frecuencia a loscríticos modernos, y se atribuye aTiglathpileser y a Sargón el haber

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marchado por grandes provincias hastalas inmediaciones del mar Caspio,conquistando o exigiendo rescate,cuando en realidad sus fuerzasprobablemente no hicieron más quetrepar de valle en valle en torno a lasaguas madres de los afluentes del Tigris,y atacar jefes de tan poca importanciaterritorial como los reyes kurdos deHakkiari.

Al este de Asiria, el imperioterritorial de Sargón no parece haberllegado hasta la vertiente misma de losmontes Zagros; pero su esfera deinfluencia no sólo incluyó el nacimientode los valles Zab, sino también unaregión al otro lado de las montañas, que

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llegaba hasta Hamadán y el sudoeste deAzerbaidján, aunque ciertamente noalcanzaba los distritos del este o delnorte de esta última provincia, niKaswan ni parte alguna del litoral delCaspio. Hacia el norte, se podía pasar lafrontera del imperio territorial deAsiria, al cabo de unos cuantos días demarcha de Nínive. Las riberas de loslagos Van y Urmia jamás fueronocupadas regularmente por Asiria, yaunque Sargón incluyó en su esfera deinfluencia el reino de Urartu, el cualrodeaba el primero de los lagos ycontrolaba las tribus hasta las riberasoccidentales del segundo, no se hademostrado que sus tropas alcanzaran el

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norte y el este del lago Urmia, y se sabetambién que dejó la región noroeste delas montañas entre Bitlis y el Éufratesmedio en poder de las tribus nativas.

Sin embargo, hacia el este y el sur elbrazo de Sargón trazó un círculo másamplio. Se apoderó de Mesopotamiahasta Diarbekir, y, más allá de Siria, nosólo invadió la Cilicia del este y delcentro, sino también algunos distritos alnorte del Tauro, a saber, la baja llanurade Milid o Malatia, y la partemeridional de Tabal; pero es probableque su garra no haya pasado en lameseta de una línea trazada desde lasfuentes del Tokhma Su hasta lasproximidades de Tyana, y desde ahí a

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las Puertas Cilícicas. Al otro lado deesa línea empezaba una esfera deinfluencia que hemos renunciado adefinir, pero que podemos asegurar máso menos que se extendía por Capadocia,Licaona y la parte sur de Frigia. Haciael sur, toda la Siria pertenecía a Sargón,en su mayor parte merced a la ocupacióndirecta, y el resto en virtud de suseñorío reconocido y del pago detributos. Aun los siete príncipes deChipre se sometieron de esta manera.Una o dos plazas fuertes sirias, Tiro yJerusalén, por ejemplo, suspendían elpago del tributo si no andaba cerca elejército asirlo; pero estas muestras deindependencia más bien lo eran de la

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tolerancia del imperio. Las ciudadesfilisteas, después de la victoria deSargón sobre sus ejércitos y los de susaliados egipcios de Rafia, en el año720, renunciaron a seguir defendiendosus murallas y la esfera de influencia delGran Rey se extendió por el este através del Hamad y por el sur hacia elnorte de Arabia. Finalmente, era dueñode toda Babilonia hasta el golfo Pérsico,con el apoyo de los ricos mercaderesque lo apoyaban por interés delcomercio de caravanas, a pesar de lasmurmuraciones de sacerdotes ycampesinos. Pero el Elam, cuyo rey ypueblo habían llegado a internarse en lamisma Asiria a principios del reinado,

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apenas puede decirse que dependiera enmanera alguna de Sargón, ni siquieracomo esfera de influencia. Los pantanosdel sudoeste, las llanuras tropicales delcentro y las montañas del este la hacíantierra difícil a la conquista de lossemitas del norte. Sargón había tenido laprudencia de no meterse con ella. Menosafortunados serían su hijo y sucesores.

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3. La conquista delEgipto

Tal fué el imperio que heredóSenaquerib, hijo de Sargón. Insatisfecho,quiso emprender una conquista quenunca ha permanecido largo tiempo enpoder de ningún imperio asiático. Sinembargo, lo que ahora empujaba a laAsiria contra el Egipto no era solamentela avidez del botín. Por largo tiempo elGran Rey había visto que su influenciaera menoscabada en el sur de Siria porla de los faraones. Los príncipes deambos estados hebreos, de las ciudades

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fenicias y filisteas, y hasta ios deDamasco, habían recurrido en más deuna ocasión al Egipto, y tras de lascombinaciones defensivas de estospríncipes y sus revueltas individualeshabía sentido Asiria el poder del Nilo.Con todo, éste no había hecho por salvara sus aliados más de lo que hizo porIsrael cuando Salmanasar IV acosó laSamaria, que después Sargón tomó yocupó. Pero aun la esperanza ciega y lasvacuas promesas de auxilio pueden sercausa de agitaciones constantes. Portanto, Senaquerib, después deescarmentar durante los estados del suren el año 701 (aunque tanto Tiro comoJerusalén lo mantuvieron fuera de sus

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murallas) y de una larga pelea con laBabilonia caldea, se vió impelido aemprender, en el último año de sureinado, la guerra contra el Egipto.Como anteriormente, tuvo éxito en el surde Palestina; pero, más adelante, algúnterrible desastre se abatió sobre él.Probablemente estalló en su ejércitoalguna epidemia cuando acababa decruzar la frontera, lo cierto es quevolvió a Asiria para ser asesinado ahí.

La aventura pasó a su hijo, quien,después de derrotar a sus parricidashermanos, se aseguró en el trono y reinóonce años con un nombre que se haconvenido en escribir como Esarhaddon.Tan pronto como sofocó ciertos ataques

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en Urartu y en el sudoeste del AsiaMenor y, lo que es más importante,después que hubo apaciguado aBabilonia a la cual había deshonrado supadre, Esarhaddon emprendió lainterrumpida conquista. El Egipto, quepor entonces estaba en manos de unadinastía extranjera originaria del altoNilo y dividido contra sí mismo, le diópoco que hacer al principio. En susegunda expedición (670) llegó a lamisma Menfis, la tomó por asalto, e hizohuir al cushita Tirhakah más allá deTebas, hasta las cataratas. Los asiriosproclamaron al Egipto territorio propioy extendieron sobre el país la red de laburocracia ninivita hasta la Tebaida, en

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el sur; pero ni él ni sus sucesores sepreocuparon por adoptar el estilo ytítulos de los faraones, como los persasy los griegos, más hábiles, harían mástarde. Luego sucedió que ciertosdesórdenes provocados en Asiria por unhijo que se le rebelaba, de acuerdo conla práctica inmemorial del Oriente,hicieron volver a Esarhaddon. Alinstante volvió a dirigirse Tirhakahhacia el norte. El Gran Rey regresó paraenfrentársele y murió en el camino.

Pero Menfis fué reocupada por elsucesor de Esarhaddon, y como fué ésteel que también tomó y destruyó Tebas, yel que, después de la muerte deTirhakah, echó a los cushitas del Egipto,

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corresponde a Assurbanipal el dudosocrédito de extender los límites delimperio asirio al punto que ya no habríade sobrepasar. La misma Tiro cayó alfin, y la esfera de influencia del imperiose extendió por el Asia Menor, hasta laLidia. Fué el primer rey sirio que pudollamar suyo al Elam con su capital Susa(después del año 647) y en el este sejactaba de su señorío sobre toda laMedia. Es el momento en que las artes ylas letras mesopotámicas llegan a la másalta cumbre que habían alcanzado desdelos días de Hammurabi, y la fama de lariqueza y el lujo de «Sardanápalo» llegóhasta las tierras griegas. Cerca del año600 a. C. la Asiria parecía a punto dé

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convertirse en dueña y señora de todaslas tierras codiciables.

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4. Decadencia yderrumbe de Asiria

Por vigoroso que pareciera en el sigloVII el imperio asirio, la verdad es quetenía podrido el meollo. Al liquidaralgunas de sus debilidades había creadootras. Los últimos Grandes Reyes deNínive, elevados al poder y en élmantenidos merced a las lanzas depretorianos mercenarios, encontrabanmenos apoyo que la dinastía de Cale enel sentimiento religioso popular, el cualera (como sucedía en el Oriente) la baseúltima de la nacionalidad asiria. Y, bajo

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las circunstancias, tampoco podíanrecurrir a la fuerza del sentimientotribal, que a veces sobrevive a la basereligiosa. A lo largo de toda la historiadel Reino Nuevo percibimos lainfluencia de una vigorosa oposicióncuyo centro era Assur. Ahí había fijadosu residencia el último monarca delReino Medio al amparo de lossacerdotes. Ahí había sido destronadocomo remate de un levantamiento anti-sacerdotal de nobles y soldados deorigen campesino. Parece que Sargóndebió su ascenso, dos generacionesdespués, a una especie de venganza quetomaron los habitantes de la ciudad,amagados por esta victoria. Pero el hijo

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de Sargón, Senaquerib, encontró a suvez intolerable la dominaciónsacerdotal, y, en un esfuerzo poraplastarla para siempre, demolió laciudad de Babilonia y aterrorizó elasiento principal del culto semítico, elgran centro sacerdotal de Bel-Marduk.Después del asesinato de su padre,Esarhaddon volvió al seno de lossacerdotes, e hizo tanto para granjearseel apoyo religioso, que el partido militarincitó a Assurbanipal a la rebelión yobligó a su padre a que asociara al hijoen el poder real antes de que el primerosaliera por última vez de Asiria paramorir (o ser asesinado) camino a Egipto.Así la historia entera de la sucesión

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dinástica en el Reino Nuevo fuétípicamente oriental y anticipó, en cadacambio de monarca, la historia de losimperios islámicos. No hay rastro deningún sentimiento nacional respecto delGran Rey. Los sucesivos ocupantes deltrono obtienen el poder por gracia de unpartido y se sostienen en él por la fuerzade espadas mercenarias.

Otra debilidad del imperio fuétodavía más fatal. Hasta donde es dableentenderlo de sus propios registros y delos de otras partes, la Asiria viviódentro de su imperio territorial sinreconocer la menor obligación para consus provincias a cambio de lo que éstasle daban. Ni siquiera se comprometía a

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proporcionarles lo que Roma concedíahasta en el peor de los casos, es decir,paz. Consideraba que existían solamentepara proporcionarle dinero y soldados.Cuando deseaba reducir a la impotenciacualquier distrito conquistado oestablecer en él una guarnición,cualquier distrito conquistado instalabaahí la población de cualquier otrodistrito en las mismas condiciones,mientras los nuevos súbditos tomaban elsitio de los otros. Lo que ocurrió cuandoSargón se apoderó de Samaria, sucediócon frecuencia en otras partes (porejemplo, Assurbanipal hizo que Tebas yElam cambiaran habitantes), porque éstefué el único método que llegó a concebir

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Asiria para asimilar poblacionesextranjeras. Cuando trató de utilizarnativos para gobernar nativos elresultado fué desastroso como sucedió aAssurbanipal con la designación dePsamético, hijo de Necho, paragobernador de Menfis y el Deltaoccidental.

Podrido por dentro, odiado ycodiciado por razas vigorosas yguerreras del este, del norte y del sur,Asiria se aproximaba a paso veloz haciala catástrofe en medio del esplendor de«Sardanápalo». El paso se volvió másapresurado al desplomarse este rey.Entonces se presentó en escena unpeligro que se había agazapado por el

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lado del este. Desde las triunfalesincursiones de Sargón, la autoridad delGran Rey había ido disminuyendo enMedia; y con sus invasiones derepresalia en Elam, al cual habíaprovocado Senaquerib, no sólo agotóAsurbanipal su poderío militar, sino quedebilitó una potencia que había servidopara contener enemigos más peligrosos.

Hemos visto que los «medos» eranprobablemente originarios de unamezcla de escitas e iranios, elementoeste último que dió las clasessacerdotales y gobernantes. Parece queel elemento escita había estadorecibiendo considerables refuerzos.Alguna oscura causa que vino a

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perturbar las estepas del norte obligó asus belicosos pastores a trasladarse enmasa hacia el sur. Una granmuchedumbre, bajo el nombre degimirrai o cimmerios, descendió en elsiglo VII sobre el Asia Menor y laarrasaron hasta el borde occidental de lameseta y más allá. Otros invadieron laArmenia central y oriental, donde, aldebilitar al rey vánico, dieronoportunidad a Assurbanipal deproclamar la humillación de Urartu.Otros, en cambio, dieron la vuelta pordetrás de los montes Zagros yempezaron a filtrarse en los vallesasirios. Aun durante el reinado deAssurbanipal, algunos de invasores se

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atrevieron a penetrar profundamente enel reino, porque en el año de su muerteapareció en Siria, y recorrió el sur hastala frontera del Egipto, una banda deescitas. Fué esta correría la queprácticamente acabó con el dominioasirio en Siria, y la que dió a Josías deJerusalén y a otros la oportunidad dereafirmar su independencia.

La muerte de Assurbanipal coincidiótambién con el fin del gobierno directode Asiria sobre Babilonia. Después dela muerte de un hermano y virreyrebelde, ocurrida en 648, el Gran Reyasumió la corona babilónica y gobernóla ciudad sagrada bajo un nombrebabilónico. Pero durante largo tiempo

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habían existido principados caldeos,muy imperfectamente incorporados alimperio asirio, y que, mediante revueltasperiódicas, habían logrado ya colocarmás de una dinastía en el trono deBabilonia. Tan pronto como dejó deexistir «Sardanápalo» y los escitascomenzaron a invadir Asiria, uno deestos principados (se ignora cuál) seadelantó y aseguró la corona australpara su príncipe Nabu-aplu-utsur, o,como escribían los griegos el nombre,Nabopolasar. Este caldeo se apresuró areforzarse con el matrimonio de su hijoNebukhadnezzar con una princesa de laMedia, y echó de lado la últimaapariencia de sumisión a la soberanía

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asiria. Hacia el año 609 se habíaadueñado del sur de Mesopotamia y dela ruta comercial del valle del Éufrates.

En consecuencia, nos encontramoscon este estado de cosas en la últimadécada del siglo. Los escitas y losmedos son dueños de la mayor parte dela Asiria del este y del centro. Loscaldeos se han apoderado del sur de laMesopotamia. Y mientras tanto Siria,aislada del viejo centro del imperio,está a la disposición del que primerollegue a echarle mano. Inmediatamenteaparece un aspirante en la persona delegipcio Necho, hijo de aquel Psaméticoque había rescatado el país del Nilo demanos de los asirios. Probablemente

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entró el faraón en Siria el año 609 y seabrió paso fácilmente por la barrera queJosías de Jerusalén, con audaciaextraordinaria en esta época dedebilidad asiria, le opuso en Meggido.Luego siguió su marcha hacia el norte yprocedió a disponer a su antojo, durantecuatro o cinco años, de la parteoccidental del imperio asirio.

Mientras tanto, se cumplió el destinode Nínive. Ya lo había perdido casi todocuando, en el año 612, cayó ante elataque combinado del medoUvakhshatra, conocido por los griegoscomo Kyaxares, y de sus aliados escitasy babilonios. El ejército logró abrirsepaso, y sólo fué rodeado y destruido en

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el Khabur el año 606. La abatida capitaldel Asia occidental fué devastada porlos conquistadores, al punto que no serecuperó jamás, y su existencia sobre elTigris dejó de ser ahí donde hoy selevanta Mosul.

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5. Babilonios y medos

Seis años más tarde —en el año 600 a.C.— ésta era la posición de aquellaparte del Oriente que había sido elimperio asirio. Nebukhadnezzar, el reycaldeo de Babilonia, que había sucedidoa su padre más o menos en 605, tenía lamayor parte, aunque, al parecer, no pormedio de una organización burocráticacentralizada como la establecida por losasirios. Poco antes de la muerte de supadre había derrotado a los egipcios enuna batalla librada bajo los muros deKarkhemish, y después los habíaperseguido en dirección al sur, a través

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de Siria, y quizás hasta el otro lado de lafrontera, antes de que lo llamaran parasubir al trono. En consecuencia, por elmomento no tenía rival en Siria, y estaparte del imperio perdido parece habergozado un raro intervalo de paz bajo elgobierno de príncipes nativos, clientesde Nebukhadnezzar, los cuales ejercíansu mando más o menos según loslineamientos asirios. Los únicos lugaresfortificados que se mostraríandesafiantes serían Tiro y Jerusalén, quecontaban con el apoyo del Egipto. Laprimera de estas ciudades sobreviviría aun sitio intermitente de trece años; perola otra, con mucho menos recursos,pronto habría de pagar el castigo a ella

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debido por apoyarse demasiado tiempo«en una caña rota».

Acerca del este y del nortetendríamos que relatar una historiadiferente, si pudiéramos relatarla. Peroaunque las tradiciones griegas vienen ennuestra ayuda, tienen mucho menos quedecir sobre estas remotas regiones quelos anales del imperio que acaba determinar su vida. Y por desgracia losherederos medos de Asiria no handejado registros epigráficos, por lomenos no se ha encontrado ninguno. Si,como parece probable, el elementoprincipal de la potencia guerrera deKyaxares fué escita, casi no podemosesperar que existan registros de su

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conquista o de la subsecuente carrera delos medos, aunque Ecbatana se fundó nolejos del sitio de la moderna Hamadán;porque los rapaces escitas, como losmongoles medievales, no se establecíanen parte alguna lo suficiente como paradesear tallar piedras, y probablementecarecían de habilidad para hacerinscripciones en ellas. Para completarnuestro desconcierto, la única otrafuente posible de luz, los analesbabilonios, no arroja claridad alguna apartir de entonces sobre el territorionorte, y casi ninguna sobre cualquierotro territorio. Nebukhadnezzar, segúnnos han informado los documentosencontrados y leídos hasta ahora, no

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adoptó la costumbre asiria de enumerarantes que nada sus expediciones ybatallas; y de no ser por las escriturashebreas, apenas sabríamos que susejércitos apenas salieron de Babilonia,la reconstrucción de cuyas ciudadelas ysantuarios parece haber constituído suprincipal preocupación. Es verdad quetal silencio en torno a las operacionesguerreras sigue la costumbre de losreyes babilonios anteriores; pero esprobable que ese precedente hayasurgido del hecho de que por muchotiempo Babilonia había sido, con mayoro menor continuidad, un estado cliente.

En consecuencia, debemos procederpor inducción. Hay dos o tres sucesos

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registrados antes y después de nuestrafecha, y que nos son de gran utilidad.Primero, sabemos por los analesbabilonios que Kyaxares, además derecorrer toda la Asiria y la parte nortede Babilonia después de la caída deNínive, tomó y saqueó Harran y sutemplo, en el noroeste de Mesopotamia.Ahora bien, por otros registros deNabónides, cuarto en sucesión despuésde Nebukhadnezzar, sabemos que estetemplo no cayó en manos babilónicashasta mediado el siglo siguiente. Ladeducción razonable es que hasta 606 a.C. estuvo en manos de los medas, y queel norte de Mesopotamia, así comoAsiria, formó parte de un «imperio»

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meda no muy consistente, durante mediosiglo antes de 552 a. C.

Segundo, Heródoto da testimonio deun cierto suceso que ocurrió por el año585, en una región lo suficientementecercana a su propio país para que elhecho le fuera bien conocido. Dice que,después de una expedición enCapadocia y una guerra con Lidia, losmedos obtuvieron, mediante un tratadocelebrado con este último país,promovido por el rey de Babilonia y elpríncipe de Cilicia, el río Halys, como«frontera científica» en el noroeste. Estaafirmación nos deja en la seguridad deque el poderío de Ecbatana se habíaextendido por Armenia y había

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penetrado en el país hatti de Capadocia,así como en todo el norte deMesopotamia, en el más amplio sentidode este vago término.

Quizás pueda deducirse algo más deeste mismo pasaje de Heródoto. Lamediación de los dos reyes, taninesperadamente concertados, significacon toda seguridad que cada uno deellos servía a cada uno de losadversarios como amigo y aliado. Siesto es así (puesto que un rey deBabilonia mal puede haber tenidorelaciones de esta especie con ladistante Lidia, mientras que el príncipede Cilicia puede haber sido amigo deésta), la Cilicia estaba probablemente

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fuera de la esfera de influencia, mientrasque Babilonia cayó dentro de ella. YNebukhadnezzar —porque él debe habersido, considerada la fecha, aunqueHeródoto le da el nombre desconocidode Labineto— acaso no fué ungobernante enteramente independiente,aunque sí jefe del primero y más grandede los estados clientes de Media. Quizáspor eso nos ha dejado tan pocos datossobre expediciones y batallas, y confinósus registros a los acontecimientosdomésticos. Si sus ejércitos sólomarchaban para cumplir las órdenes deun extraño, no puede haber sentido otracosa que un tibio orgullo por sushazañas.

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Por tanto, en el año 600 a. C.,debemos representarnos un «imperio»medo, probablemente del tipo que hacíaincursiones, centrado en el oeste de laPersia moderna y que se extendía haciael oeste sobre toda la Armenia (dondehabía dejado de existir el reino vánico),y hacia el sur hasta un punto maldefinido de la Mesopotamia. Más alláde este punto, al sur y al oeste, seextendía una esfera meda de influenciaque incluía Babilonia y todos los queobedecían a Nebukhadnezzar hasta lafrontera del Elam, por una parte, y la delEgipto, por la otra. Puesto que elcorazón de este «imperio» se hallaba enel norte, sus actividades principales

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tenían lugar ahí, y es probable que elsoberano medo haya intervenido muypoco en la autoridad del rey babilonio.Al ensanchar su poderío hacia el oeste,en dirección del Asia Menor, los medossiguieron camino al norte del Tauro y nola vieja ruta de guerra de los asirios quepasaba por Cilicia. Hasta aquí podemosestar seguros. Mucho de lo que nos diceHeródoto de la Media —su maravillosadescripción de Ecbatana, y la no menosmaravillosa de la casa reinante— tieneque dejarse de lado hasta que se tengade ello alguna confirmación, la cual,seguramente, vendrá dentro de poco delas excavaciones norteamericanas deHamadán.

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6. El Asia Menor

Sin embargo, queda una gran parte delOriente que no debía obediencia ni a laMedia ni a Babilonia. En verdad se tratade un área considerablemente mayor quela que era independiente del Oriente enla fecha de nuestro último examen delOriente. El Asia Menor fué, con todaseguridad, independiente de una a otraparte, desde el mar Egeo hasta elÉufrates —porque, probablemente, en elaño 600 a. C. Kyaxares todavía nocruzaba Urartu— y desde el mar Negrohasta el golfo de Isos. Ahora tenemosinformes más fidedignos sobre una gran

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parte de esta área, que cuando laexaminamos la última vez, porque cayóbajo los ojos de los griegos de lasciudades costeras del oeste y habíaentablado con ellos relacionescomerciales y guerreras. Pero en cuantoal resto, demasiado alejado hacia el estepara preocupar a los griegos, tenemosmenos informes de los que teníamos enel año 800 a. C., debido a lasdeficiencias de los anales imperialesasirios.

El hecho dominante en el AsiaMenor del año 600 a. C. es la existenciade una nueva potencia imperial: la deLidia. Domiciliada en el centro deloeste de la península, su dominio iba

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hacia el este de la meseta hasta losantiguos límites del poderío frigio,sobre cuyas ruinas se había levantado.Como ya se ha dicho, hay razones parasuponer que su «esfera de influencia»incluía la Cilicia, y la batalla que ha decelebrarse en la meseta quince añosdespués de nuestro examen demostraráque, con toda probabilidad, intentótambién el control de Capadocia. Sinembargo, antes de que hablemos delreino lidio y de su elevación a suposición actual, será mejor despacharaquel estado del sudeste, probablealiado y hasta cliente de Lidia, y delcual se nos dice que era en esta épocauna de las «cuatro potencias de Asia».

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En estas potencias estaba tambiénincluida Babilonia, y por consiguiente,si nuestra conjetura de que el medo eraentonces el señor de Nebukhadnezzar escorrecta, esta afirmación de Eusebio,hasta el punto en que sea fidedigna, noimplica que la Cilicia hubiera alcanzadouna posición imperial. Es indudable que,de las cuatro «potencias», era la queocupaba el grado más bajo de la escala.

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7. Cilicia

Se recordará cuánta atención habíadedicado a este pequeño país un granemperador merodeador del períodoasirio medio, Salmanasar II. Los reyesconquistadores de dinastías posterioresapenas se habían ocupado de él. DesdeSargón hasta Assurbanipal, ellos o susejércitos se habían presentadofrecuentemente en Cilicia, mientras quesus gobernadores lo habían hechocontinuamente. Se dice que Senaqueribreconstruyó Tarso «a imagen deBabilonia», mientras que Assurbanipal,quien tuvo que ocuparse con los asuntos

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del Asia Menor más que cualquiera desus predecesores, estaba tan íntimamenteconectado con Tarso que una tradiciónpopular de época posterior colocó ahí laescena de su muerte y la erección de sugrandiosa tumba. Y en verdad, bienpuede haber muerto ahí, tan poco es loque sabemos en contrario; porque ningúnregistro asirio nos dice que no lo hayahecho. A diferencia del resto del AsiaMenor, la Cilicia fué salvada por losasirios de las devastaciones de loscimmerios. Del jefe de éstos,Dugdamme, a quien los griegosllamaban Ligdamis, se dice que encontróla muerte en las colinas fronterizas delTauro, las cuales, sin duda, no pudo

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pasar. Así, cuando la muerte deAssurbanipal y la declinación delpoderío ninivita permitieron a losvasallos distantes reasumir suindependencia, la riqueza sin par deCilicia pronto le conquistó considerableimportancia. Los reyes de Tarsoextendieron ahora su poder a las tierrasadyacentes, tales como Kue al este yTabal, al norte, y, probablemente,incluso sobre las posesiones de loskumuk, porque Heródoto, que escribíasiglo y medio después de nuestra fecha,hace del Éufrates frontera de Cilicia.Evidentemente comprendió que la partemás boreal de Siria, llamada porgeógrafos posteriores (pero nunca por

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él) Commagene, era entonces y lo habíasido por largo tiempo territoriociliciano. De hecho, sus ideasgeográficas retrocedían a la gran Ciliciadel período pre-persa, y que había sidouna de las «cuatro grandes potencias deAsia».

El rasgo más interesante de lahistoria ciliciana, tal como se revelararamente y de manera muy imprecisa enlos anales del nuevo reino asirio,consiste en su relación con los primerostanteos de los griegos hacia el oriente.El primer rey asirio con quien parecenhaber chocado estos hombresoccidentales fué Sargón, quien haciafines del siglo VIII, al encontrar sus

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barcos en lo que él consideraba comoaguas propias, es decir, en las costas deChipre y la Cilicia, se jacta de haberlos«atrapado como a peces». Como añadeque esta acción suya «dió descanso aKue y Tiro», podemos inferirrazonablemente que los «piratasjónicos» no aparecieron entonces en lascostas de Fenicia y Cilicia por primeravez, sino que, por el contrario, ya eranun peligro notorio en la parte másoriental de Levante. En el año 720encontramos un griego anónimo deChipre (o Jonia) gobernando Asdod. Elsucesor de Sargón, Senaquerib, tuvoserias dificultades con los jonios sólounos cuantos años más tarde, como se

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desprende de la comparación de unregistro real suyo —recientementerescatado y leído— con algunasdeclaraciones que probablemente fueronhechas antes que nada, por el historiadorbabilonio Beroso, pero que nos llegaronpreservadas en una crónica de fecha muyposterior a la que hasta ahora no sehabía prestado mucha atención. Alreunir estos fragmentos de información,el erudito asiriólogo L. W. King dedujoque, en la importante campaña que losgenerales de Senaquerib se vieronobligados a emprender en Cilicia, en elaño 698, a consecuencia de una revueltaen Tarso —ayudada por los pueblos delTauro al oeste y al norte—, los jonios

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desempeñaron un papel muy prominenteen tierra, y, probablemente, en el mar.Un historiador griego posterior dice queSenaquerib erigió un templo «ateniense»en Tarso, después de la victoria, queapenas si se ganó; y si esto significa,como muy bien podría suceder, untemplo «jónico», supone algo que no esen modo alguno increíble, si seconsidera que había habido estrechocontacto local entre los cilicianos y loshombres del occidente. Lassorprendentes similitudes de forma yejecución artística entre la primitivaglíptica y la toréutica de Jonia y Cilicia,respectivamente, se han mencionado enel último capítulo. Y sólo falta añadir

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aquí, para terminar, que si la Ciliciatenía relaciones con la Jonia ya aliniciarse el siglo VII —relacionessuficientes para desembocar en alianzasde guerra y modificar las artes nativas—es natural que se la halle aliada, pocosaños más tarde, con la Lidia más bienque con la Media.

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8. Frigia

Cuando echamos el último vistazo sobreel Asia Menor en conjunto, se hallaba engran parte bajo el dominio de unapotencia central, la Frigia. Esta potenciaya no existe, y su lugar ahora lo ocupaotra, más cercana a la costa occidental.Vale la pena anotar, de paso, cómo eldominio anatolio se ha movido deoriente a poniente: desde la cuenca delHalys, en la Capadocia del norte, dondesus dueños habían formado parte,hablando a grandes rasgos, del mismogrupo cultural del orientemesopotámico, hasta la cuenca media

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del Sangario, donde las influenciasoccidentales modificaron grandementela cultura nativa, si hemos de juzgar porlo que nos queda del arte y la escritura.Ahora, al fin, ha llegado al valle delHermo, por donde soplan las brisas delmar Egeo. Sin importar cuanto pudierarecuperar el Oriente en el futuro, lapenínsula de Anatolia se inclinaba cadavez al Occidente, y el dominio de suterritorio venía a depender cada vez másdel contacto con el influjo vital delhelenismo, más bien que de lasconexiones con el corazón del Asiaoccidental.

Un rey, Mita, de los mushki aparecepor primera vez en los anales del nuevo

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reino asirio como oponiéndose aSargón, cuando este último, al principiode su reinado, trató de dilatar su esferade influencia, si no su imperioterritorial, más allá del Tauro, de modode incluir los principados de Kue yTabal; y el mismo Mita parece habersealiado con Karkhemish en la revueltaque terminó con el sitio y captura finalde la ciudad en el año 717 a. C. Comose ha dicho en el último capítulo, eshabitual identificar a este rey con aquelde los «frigios», conocido por losgriegos como Midas, de preferencia conel hijo del primer Gordio, cuya riquezay poder han sido inmortalizados por lamitología. Si esta identificación es

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correcta, tenemos que representarnos ala Frigia, al final del siglo VIII, comodominando casi toda el Asia Menor, porgobierno directo o indirecto; comopreparada para medir su fuerza (aunquesin éxito final) contra la de la mayorpotencia en el Asia; y como reclamandointereses aun fuera de la península.Pisiris, rey de Karkhemish, apeló a Mitacomo su aliado, sea porque el mushkidel Asia menor se sentaba en el trono desus propios antepasados, los hatti deCapadocia, o porque él era de sangremushki. No puede haber duda de que elrey así invocado era un rey de laCapadocia. Si era rey también de laFrigia, es decir, realmente el mismo

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Midas, hijo de Gordio, es, como ya seha dicho, menos seguro. Las relacionesde Mita con Kue, Tabal y Karkhemish nosuponen, en sí mismas, que su asiento depoder estuviera en otra parte que aloriente del Asia Menor, dondesobrevivieron los mosqui hasta tiemposmuy posteriores; pero, por otra parte, lapresencia de inscripciones en la letracaracterística de la Frigia, al este delHalys, y en Tyana, al sudeste deldesierto anatolio central, afirma que enalgún tiempo los filamentos del poderíofrigio llegaron basta Capadocia y haciala tierra de los mosqui posteriores.

También debe admitirse que elesplendor de los monumentos de piedra,

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supervivientes cerca de la capital frigia,es congruente con el hecho de haber sidoel centro de un imperio muyconsiderable, mientras que no lo es conla suposición de que haya podido sernada menos. El mayor de estosmonumentos, la tumba de un tal reyMidas (hijo no de Gordio sino de Atys),tiene por fachada un acantilado de unostreinta metros de altura, cortado hastaconvertirlo en una superficie lisa sobrela cual se ha dejado un diseñogeométrico en relieve. Al pie delmonumento hay una falsa puerta,mientras que por arriba de la inmensacortina pétrea, la roca ha sido labradaen forma de un frontón triangular digno

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de un templo griego y hay grabada unalarga inscripción en una variedad deletras de alfabeto griego primitivo. Enaquel sitio, en torno al emplazamientocentral, hay muchas otras tumbas enroca, de plano y decoración similares, yotras con relieves de figuras humanas yde leones, estos últimos de inmensasproporciones en dos fachadas famosas.Cuando éstas fueron labradas, el arteasirio del Reino Nuevo se conocíaevidentemente en la Frigia(probablemente a principios del sigloVII), y es difícil creer que los autores detan grandes cosas bajo la influenciaasiria hayan pasado sin que se lesmencionara para nada en los registros

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asirios contemporáneos. Enconsecuencia, después de todo, acasotengamos que admitir que fueron losmismos mushki que siguieron a jefes denombre Mita para batallar contra losGrandes Reyes de Nínive, desde Sargónhasta Assurbanipal.

No hay duda en cuanto a la maneracomo el reino frigio llegó a su fin. Losregistros asirios atestiguan que losgimirrai o cimmerios, pueblo indo-europeo escita que ha dejado su nombrea la Tartaria Crim y a la Crimea actual,se precipitaron sobre el sur y el oestehacia mediados del siglo VII, y losregistros griegos nos cuentan cómotomaron y saquearon la capital de la

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Frigia y dieron muerte u obligaron asuicidarse al último rey Midas.

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9. La Lidia

Debe de haber sido en la hora de aqueldesastre, o muy poco antes, cuando untal príncipe mérmnade de Sardes,llamado Guggu por los asirios y Gygespor los griegos, se sacudió cualquiervasallaje que pueda haber debido a laFrigia y empezó a exaltar su casa y latierra de Lidia. Fué el fundador de unanueva dinastía, habiendo sido pororigen, según parece, un noble de lacorte que subió al trono gracias a unaserie de sucesos que se relatan dediferente manera, pero que en todas lasversiones se refieren a alguna intriga

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con la reina consorte de su predecesor.Uno de los historiadores, que dice queprevaleció con la ayuda de los carios,probablemente afirma un hecho; porqueparece ser este mismo Gyges el que,pocos años más tarde, posiblementesometió mercenarios carios a la atenciónde Psamético de Egipto. Habiéndoseenfrentado y rechazado a la hordacimmeria sin ayuda de Assurbanipal deAsiria, a quien se había dirigido envano, Gyges se alió al rebelde egipcioque acababa de fundar la dinastía yprocedió a ensanchar sus fronterasatacando a los prósperos griegos quetenía al oeste. Pero sólo tuvo éxitocontra Colofón y Magnesia sobre el

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Meandro, lugares de tierra adentro, yfracasó ante Esmirna y Mileto, quepodían aprovisionarse por medio de susflotas y probablemente disponían de unagran proporción de aquellos aguerridos«piratas jonios» que durante muchotiempo habían asolado la costa deLevante. En el curso de un largoreinado, que Heródoto, cronologistainexacto, calcula en treinta y ocho años,Gyges tuvo tiempo de establecer supoderío y de asegurar para sus lidios eldominio del comercio terrestre; yaunque una nueva horda de cimmerios,empujados, según Heródoto, por losescitas (quizás éstos no dejaban de estarconectados con los medos que por

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entonces se movían hacia el oeste, comoya sabemos), bajó del norte, lo derrotó yle dió muerte, saqueó la parte nofortificada de su capital y prosiguió elpillaje donde pudo hasta el mar sindetenerse a tomar los lugaresdefendidos, su hijo, Ardis, que se habíasostenido en las ciudades de Sardes yofreció su sumisión a Assurbanipal,pronto pudo reanudar la ofensiva contralos griegos. Después de un ataque asiriocontra el flanco o la retaguardia de loscimmerios, que acarreó la muerte deljefe bárbaro en las colinas cilicianas yla dispersión de la tormenta, el lidiovolvió a marchar contra el Meandro.Capturó Priene, pero, como su

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predecesor y su sucesor, no pudoapoderarse de la más codiciada presa dela costa griega, la opulenta ciudad deMileto en la desembocadura delMeandro. Hasta la fecha de la presenteinvestigación, y durante medio siglodespués, estas conquistas de los reyeslidios en Jonia y Caria apenas si fueronmás que incursiones en busca de pillajey soborno, como las anteriores razziasmesopotámicas. Podían resultar en latoma y saqueo de alguna ciudad aquí yallá, pero no en su retención. El griegocariano Heródoto, nacido no mucho másde un siglo después, nos dice que hastael tiempo de Creso, o sea, hasta la épocade su abuelo, todos los griegos

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conservaron su libertad: y aun en el casode que quiera decir, como es posible,que nunca antes los griegos se habíanvisto sometidos a la esclavitud, aun estedato apoya nuestro argumento, porque, sies posible juzgar según la prácticaasiria, la esclavitud de los pueblosvencidos empezaba solamente cuando sutierra se incorporaba en un imperioterritorial. Nada sabemos degobernadores lidios en las ciudadesgriegas de la costa, y no encontramosrastros de un «período lidio» en losestratos de emplazamientos jonios ycarios que se han excavado. De modoque parecería que los lidios y losgriegos vivieron hasta el año 600 a. C.,

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y después de esa fecha, en inquietocontacto, reteniendo cada pueblo engeneral su propio territorio yaprendiendo unos de otros en la únicaescuela internacional conocida de loshombres primitivos: la escuela de laguerra.

Heródoto parece entender que lasciudades griegas del Asia, de acuerdocon la creencia popular de su tiempo,tenían una gran deuda con la Lidia porsu civilización. Probablementeincurrieron en la mayor parte de estadeuda (si existe realmente) después delaño 600 a. C.; pero partes de la deudadeben haber sido de fecha anterior, elacuñamiento de moneda, por ejemplo.

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Sin embargo, hay mucho que poner en laotra hoja del libro, más de lo que sabíaHeródoto, y más de lo que podemoscalcular hasta ahora. Demasiado pocosmonumentos de las artes de los primeroslidios y demasiado pocos objetos de usodiario se han encontrado en las malexploradas tierras como para decir sidebían más al Oriente que al Occidente.Sin embargo, por la excavaciónnorteamericana de Sartes ya hemossabido con seguridad que su escrituraera del tipo occidental y estaba másemparentada con la jonia que la mismafrigia; y puesto que su lenguaje conteníaun gran número de palabrasindoeuropeas no deben considerarse los

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lidios como pueblo oriental. Aunque losnombres que Heródoto da a susprimeros reyes son mesopotámicos ypueden ser reminiscencias de algunaconexión política con el Lejano Orienteen una época remota —quizás la de lasrelaciones exteriores de Ur, que parecenhaberse extendido hasta Capadocia—,todos los nombres reales posteriores,así como los otros nombres lidios, sonclaramente anatolios. De cualquiermanera, toda conexión con laMesopotamia debe haberse olvidadolargo tiempo antes de que los escribasde Assurbanipal pudieran mencionar lacreación de «Guggu Rey de Luddi»,como proveniente de una tierra y un

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pueblo de los que su señor y susantepasados apenas si habían oídohablar. A medida que adelantan lasexcavaciones de Sardes y otros lugaresde la Lidia, acaso descubramos que lamás alta civilización del país fué uncrecimiento relativamente tardío, quedata, en lo principal, del ascenso de losMérmnades, y que sus productosmuestran una influencia de las ciudadeshelénicas que empezó no antes de 600 a.C., y que fué más potente en el siglo quesiguió a esa fecha.

Nada sabemos de la extensión delpoderío lidio hacia el este, a menos queestén bien fundadas las sugestiones yabasadas en el pasaje de Heródoto

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concernientes al choque de Aliates deLidia contra Kyaxares el medo, sobre elHalys, algunos años después de la fechade que se ocupa esta investigación. Si loestán, entonces puede suponerse que laesfera de influencia de la Lidia abarcabala Cilicia, por el sudeste, y sus interesesdeben haber incluido la Capadocia, alnoreste. No es difícil que la dinastía delos Mérmnades heredara la mayor partede lo que los reyes frigios habíanposeído antes del ataque cimmerio; yquizás a una tiránica ocupación lidia dela meseta, por el este, hasta el Halys ylas estribaciones del Anti-Tauro, sehayan debido el que los mushki vinierana estar representados más tarde sólo por

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los mosqui, en la Armenia occidental, ylos hombres de Tabal por los igualmenteremotos e insignificantes tirabeni.

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10. Las ciudadesgriegas

Algo se ha dicho ya de las ciudadesgriegas en la costa de Anatolia. El granperíodo de las más antiguas, comocomunidades libres e independientes,queda comprendido entre el principadodel siglo VIII y el final del VI. De maneraque estaban en pleno florecimientoalrededor del año 600. Con la fundaciónde colonias secundarias (¡se dice quesólo Mileto fundó sesenta!) y elestablecimiento de factorías, habíanempujado la cultura helénica hacia el

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oriente a lo largo de las costas de lapenínsula, hacia Ponto en el norte, yhacia Cilicia en el sur. A los ojos deHeródoto fué ésta la edad feliz cuando«todos los helenos eran libres» encomparación con su propia experienciadel señorío persa. Mileto, nos dice, eraentonces la mayor de las ciudades, laseñora del mar; y ciertamente algunos desus ciudadanos más famosos,Anaximandro, Anaxímenes, Hecateo yThales, pertenecen aproximadamente aesta época, de la misma manera queotros nombres igualmente famosos deotras comunidades greco-asiáticas, talescomo Alceo y Safo de Lesbos,Mimnermo de Esmirna o Colofón,

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Anacreón de Teos, y muchos más. Elhecho es significativo, porque losestudios y actividades literarias comolos suyos apenas hubieran podidocultivarse como no fuera en sociedadesaltamente civilizadas, libres y ociosas,donde la vida y la riqueza fueranseguras.

Sin embargo, si la brillante culturade los griegos asiáticos de principiosdel siglo VI no admite sombra de duda,es notable el reducido número deobjetos producidos por sus artes, quehan llegado hasta nosotros. Mileto hasido excavada por los alemanes engrado muy considerable sin que entreguenada realmente digno de su gran

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poderío, o, a decir verdad, mucho quepueda siquiera referirse a tal período,excepto trozos de loza bellamentepintada. Parece como si la ciudad,colocada en la boca del más grandevalle que penetra en el Asia Menordesde la costa occidental, fué demasiadoimportante en épocas subsecuentes ysufrió castigos demasiado drásticos yreconstrucciones demasiadoconcienzudas como para que sobrevivande ella restos de su primigenia grandeza,como no sea en agujeros y rincones.Éfeso nos ha entregado más tesorosarcaicos, en depósitos estratificadosbajo las construcciones posteriores desu gran adoratorio de Artemis; pero

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también aquí el emplazamiento mismode la ciudad, aunque largamenteexplorado por los austríacos, no haañadido nada sustancial a lo encontrado.Las ruinas de los grandes edificiosromanos, superpuestos a sus estratosoriginales, han sido quizás unimpedimento demasiado serio y untesoro demasiado seductor para losexcavadores. Branquidas, con su templode Apolo y su Vía Sagrada, nos hapreservado algo de estatuaria arcaica,así como Samos y Quíos. Tenemosorfebrería arcaica y vasos pintados deRodas, sarcófagos pintados deClazomenas y alfarería pintada hechaahí y en otros lugares del Asia Menor,

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aunque se la encuentra casi siempre enotras partes. Pero todo esto es una muypobre representación de la civilizacióngreco-asiática del año 600 a. C. Porfortuna, bajo tierra hay todavía muchomás de lo que se ha desenterrado. Conaquellas dos excepciones, Mileto yÉfeso, los emplazamientos de las másantiguas ciudades helénicas en o cercade la costa anatolia aún esperan losexcavadores que llegarán al fondo de lascosas y cavarán sistemáticamente sobreuna gran área; mientras que hay otrosemplazamientos que esperan cualquierexcavación y que no han sido tocados,excepto por campesinos codiciosos.

En su libre juventud, los griegos

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asiáticos llevaron a plena práctica laconcepción helénica de la ciudad-estado, autónoma, autosuficiente,exclusiva. Sus diversas sociedadestuvieron como consecuencia laexistencia comunal intensamente vividae interesada, que fomenta la civilizaciónde la misma manera como uninvernadero fomenta el de las plantas;pero no eran democráticas y tenían pocosentido de nacionalidad, defectos quepagarían a muy alto precio en el futuropróximo. A pesar de sus asociacionespara celebrar festivales comunes, talescomo la Liga de las doce ciudadesjonias, y la de la Hexápolis doria en elsudoeste, que desembocó en la discusión

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de intereses políticos comunes, uninstinto separatista se reafirmabacontinuamente, reforzado por las fuertesbarreras geográficas que dividían lamayor parte de los territorios cívicos. Elmismo instinto gobernaba también lahistoria de la Grecia europea. Pero,mientras que aquí fué posible evitarlargo tiempo el desastre que tal instintosuponía, debido a la situación insulardel área griega principal y a la ausenciade una potencia extranjera vigorosa ensu frontera continental, el desastre secerniría sobre la Grecia asiática desdeel momento en que un estado imperialsentara sus reales en la franja occidentalde la meseta interior. Tal estado había

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aparecido ahora y se había establecido;y si los greco-asiáticos hubiesen tenidoojos para leer, hubiesen advertido lainscripción que lucían sus murallas en elaño 600 a. C.

Mientras tanto, los comerciantesasiáticos hormigueaban en la Héladeoriental, y los helenos y su influjopenetraban profundamente en el Asia.Las manos que labraron algunos de losmarfiles encontrados en el primitivoArtemiso en Éfeso trabajaban deacuerdo con tradiciones artísticasderivadas en último término del Tigris.De la misma manera trabajaban losorfebres que hacían la joyería rodense,al igual que los artistas que decoraban la

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loza milesa y los sarcófagos deClazomenas. Al otro lado del índice(aunque todavía se nos ocultan las trescuartas partes de su página) tenemos queanotar en el haber de los griegos laescritura de la Lidia, los frontones depiedra en la Frigia, y las formas ypatrones decorativos de muchos vasos ypequeños objetos de arcilla y bronceencontrados en los túmulos gordianos yen otros puntos de la meseta occidentaldesde Misia hasta Pamfilia. Loshombres de «Javán», que habíandominado el mar sirio durante todo elsiglo pasado, eran conocidos del profetaEzequiel como grandes trabajadores enmetal; y en Chipre hacía mucho que

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habían entrado en contacto, y mezcladosu cultura, con la de hombres delOriente.

En el principio de este capítuloestaba implícito el hecho de que en elaño 600 a. C. nos encontraríamos conque los cambios sociales en el Orienteestarían fuera de proporciónrelativamente a los cambios políticos; yasí parece en efecto. La caída delimperio asirio había ocurrido tanrecientemente que ninguna granmodificación de vida podía haberocurrido en esta área, y de hecho, lamayor parte de ella estaba todavía sujetaa la administración de una monarquíacaldea, de acuerdo con las líneas

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establecidas del imperialismo semítico.Poco puede haber afectado a laspoblaciones el que el centro de talgobierno fuera Nínive o Babilonia.Ninguna nueva fuerza religiosa habíaaparecido en el antiguo Oriente, a menosque se considere como tal al medo, envirtud de su zoroastrismo.Probablemente el medo no afectó muchola religión en su primera fase de pillajey conquista. La gran experiencia, que fuéconvertir a los judíos, de montañesesbárbaros e insignificantes, en pueblocomercial y cosmopolita de tremendasposibilidades, había comenzado yaaunque sólo para una parte de la nación,y, hasta entonces, sin resultados visibles.

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La primera incursión sería de losiranios, y la lenta filtración de tribusindoeuropeas provenientes de Rusia,que iba a dar como resultado el puebloarmenio de la historia, son las señalesmás importantes del cambio inminenteque hay que hacer notar entre 800 y 600a. C., con una excepción, cuya granimportancia resaltará en nuestrasiguiente exposición. Me refiero almovimiento de los griegos hacia eloriente.

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Capítulo IV

El Oriente en el año 400 a. C.

EN EL momento en que el siglo V llega asu término, el Oriente se manifesta a laluz de la historia escrita por los griegos.Entre los pueblos cuyas obras literariasconocemos, fueron los griegos losprimeros en demostrar curiosidad por elmundo en que vivían, y en tener lasuficiente conciencia de la curiosidad deotros como para registrar los resultadosdé sus pesquisas. Antes de nuestra

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presente fecha, los griegos habíanaveriguado mucho sobre el Oriente, y nosólo sobre los orientales. Sus propiosfuncionarios, militares y civiles, sushombres de ciencia, sus hombres deletras, sus mercaderes en númerodesconocido, aun sus millares desoldados, habían penetrado en el interiorde Asia y habían vuelto. Ateniensesprincipales, Solón, Hipias yTemístocles, habían sido recibidos enlas cortes orientales o habíanacompañado a la guerra a soberanosorientales, y uno todavía más famoso,Alcibíades, había vivido poco antes conun gobernador persa. Médicos griegos,Democedes de Crotona, Apolónides de

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Cos, Ctesias de Cnido, habían cuidadode reyes y reinas de Persia en suspalacios. Heródoto de Halicarnasohabía visto probablemente Babilonia, ycon seguridad parte de la Siria; Ctesiashabía vivido en Susa y recopilado notaspara una historia del imperio persa;Jenofonte de Ática había marchado delMediterráneo al Tigris y del Tigris almar Negro, y con él más de diez milgriegos. No sólo han sobrevivido obrasde estos tres hombres de letras,completas o en parte, sino tambiénmuchas notas sobre el Oriente tal comoera antes del año 400 a. C., que se hanconservado en citas, paráfrasis yepítomes de autores posteriores. Y

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todavía nos quedan algunos documentosarqueológicos en que apoyarnos. Si losregistros cuneiformes del imperio persason menos abundantes que los de finesdel imperio asirio, incluyen sin embargoinscripciones históricas inapreciables,como la grabada por Darío, hijo deHistaspes, en la roca de Behistún.También hay textos jeroglíficos,hieráticos y demóticos del Egipto persa,inscripciones de la Siria semítica y unoscuantos de la Grecia arcaica, y grancopia de material arqueológicomisceláneo de varias partes del Oriente,que, aun cuando carece de inscripciones,puede darnos informes sobre lasociedad y la vida local.

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1. El movimiento delos griegos hacia el

Oriente

Los griegos habían estado avanzandohacia el Oriente durante largo tiempo.Más de trescientos años antes, como seha expuesto en el capítulo anterior, sehabían convertido en el azote delextremo Levante. Antes de que pasaraotro siglo se habían abierto pasotambién en Egipto. Originalmentealquilados como mercenarios parareforzar una revuelta nativa contra laAsiria, los griegos permanecieron en el

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valle del Nilo no solamente para pelearsino para comerciar. La primerapresentación de los griegos ante elfaraón saíta, Psamético, fué promovidapor Gyges el Lidio, con el fin defacilitar la consecución de sus propiosfines; pero el primer desarrollo de suinfluencia social en Egipto se debió a lainiciativa de Mileto al establecer unafactoría en el curso bajo del NiloCanópico. Este puesto y doscampamentos permanentes de losmercenarios griegos, uno en Tahpanhes,que vigilaba el camino de Asia, el otroen Menfis, que dominaba la capital yguardaba la carretera del Alto Egipto,sirvieron para introducir la civilización

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jonia en el Delta en el siglo VII. A decirverdad, el conocimiento que hoytenemos de la más antigua alfarería finapolicromada de Jonia y Caria dependeen gran parte de los fragmentos de susvasos hallados en el Egipto y que se hanencontrado en Tehpanhes, Menfis y otracolonia griega, Naucratis, fundada pocomás tarde —como se dirá en seguida—para invalidar la factoría milesianaoriginal. Aunque estos vasosextranjeros, con sus decoraciones dedesnudos que repugnaban al sentimientovulgar egipcio, no fueron muy lejos delos establecimientos griegos (como lascortesanas griegas, que quizás sóloatraían la atención de los más

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cosmopolitas saítas), su arte influyóciertamente en todo el mejor arte de laépoca saltica, iniciando un renacimientocuyas características de refinamientoexcesivo y exquisita delicadezasobrevivieron para ser reforzados en elperíodo ptolemaico con una nuevainfusión de cultura helénica.

Tan útiles o tan peligrosos —en todocaso, tan numerosos— llegaron a ser losgriegos en el Bajo Egipto hacia elprincipio del siglo VI, que se les asignóuna reservación junto a la ciudadegipcia de Piemro, y sólo a este sitio,según Heródoto, se permitía el acceso alos recién llegados por el mar. Estesuburbio extranjero de Piemro recibió el

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nombre de Naucratis, y nueve de lasciudades greco-asiáticas fundaron ahí unsantuario común. Otras comunidadesmarítimas de la misma raza(probablemente las más poderosas,puesto que Mileto se cuenta entre ellas)tenían también sus santuariosparticulares y sus lugares propios. Losgriegos habían llegado a Egipto paraquedarse. Hemos sabido por los restosde Naucratis que, a través de ladominación persa que eliminó a lasaítica antes de fines del siglo VI, semantuvo una constante importación deproductos de la Jonia, el Ática, Esparta,Chipre y otros centros helénicos. Ellugar estaba lleno de vida al visitarlo

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Heródoto y siguió prosperando hastaque la raza griega, al convertirse encabeza de toda la tierra, entronizó elhelenismo en Alejandría.

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2. Los mercaderesegipcios

Y no fué sólo a través de los piratas y delos colonos griegos de la Cilicia, y através de los mercenarios griegos y delas cortesanas en el delta del Nilo, comohabían trabado conocimiento Oriente yOccidente. Otras agencias decomunicación habían estado ocupadasen llevar modelos mesopotámicos a losartistas de las ciudades jónicas ydóricas en el Asia Menor, así comomodelos jónicos a la Mesopotamia y laSiria. Los resultados se advierten

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fácilmente, por una parte, en la fábrica ydiseño de marfiles primitivos, joyería yotros objetos encontrados en elArtemisio arcaico de Éfeso, y en ladecoración de alfarería policromada quese producía en Mileto; por la otra, en losmarfiles labrados del siglo IXencontrados en el Tigris. Pero losprocesos que produjeron estosresultados no son tan claros. Si losagentes o portadores de estas influenciasmutuas fueron ciertamente los fenicios ylos lidios, todavía no podemos atribuircon confianza a cada uno de estospueblos la responsabilidad de losresultados, o estar seguros de que fueronellos los únicos agentes, o

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independientes de otros intermediariosen contacto más directo con una parte ocon la otra.

Los fenicios han adelantado muchodesde la última vez que nos ocupamosde ellos. Al fundar Cartago, a más demedio camino en dirección a lasColumnas de Hércules, la ciudad deTiro completó su ocupación desuficientes puertos africanos, fuera delalcance del Egipto, y fuera de la esferagriega, para apropiarse hacia fines delsiglo IX el comercio de la cuencaoccidental del Mediterráneo. Por mediode establecimientos secundarios en laSicilia occidental, en Cerdeña y enEspaña, procedió Tiro a convertir este

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mar, por un tiempo, en una especie delago fenicio. Ningún rival serio se lehabía enfrentado a Cartago ni habría desurgir para disputarle su monopolio,hasta que ella misma, mucho tiempodespués de nuestra fecha, provocó aRoma. Las colonias griegas de Sicilia eItalia, que miraban hacia el oeste, nopudieron con ella al principio, y prontoquedaron atrás, ni tampoco les fué mejora los dos centros aislados del helenismoen otras costas. Por otra parte, en lacuenca oriental del Mediterráneo,aunque era su propio mar, Tiro nuncalogró establecer la supremacíacomercial, y a decir verdad, hasta dondenos es dable saberlo, nunca intentó

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seriamente establecerla. Era la esfera delos marinos egeos y lo había sido hastadonde abarcaba la memoria de losfenicios. Los cretenses minoanosposteriores y los hombres de laArgólide, les merodeadores aqueos, lospiratas jonios, los mercaderes armadosde Mileto, habían alejado de aquellazona a todos los barcos, menos a unoscuantos aislados y pacíficos navíos deSidón y Tiro, y aun costa tan cercanacomo la de Chipre permaneció extraña alos fenicios durante muchos siglosdespués de que Tiro se había convertidoen un estado maduro. En los relatoshoméricos los fenicios y los sidonios,aunque no desconocidos, aparecen raras

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veces, y otras leyendas de los griegos,que hacen mención a visitas de losfenicios en costas helénicas, dan aentender que éstas eran un fenómenoextraordinario que avivaba en granmanera la curiosidad local y que serecordaban por largo tiempo. Laextrañeza de los marineros fenicios, elencanto exótico de sus mercaderías…tales eran las impresiones dejadas en lahistoria griega por las primeras visitasde los barcos fenicios.

Sin embargo, es seguro que hacíantales visitas. Las pequeñas baratijasegipcias, que aparecen con frecuencia enestratos helénicos de los siglos VIII y VIson testigos suficientes del hecho.

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Abundan en Rodas, en Caria y en Jonia,así como en el Peloponeso. Pero lacorriente principal del comercio tirioabarcaba las costas meridionales másbien que las septentrionales delMediterráneo occidental. Los marinerosfenicios eran esencialmentemeridionales, hombres que, si seatrevían de vez en cuando con los fríosvientos del Egeo y del Adriático, senegaban a hacerlo con mayor frecuenciade la necesaria, hombres para quieneseran más hospitalarias las costasafricanas y un clima suavizado por elaliento del océano.

Sin embargo, si los fenicios fueronindudablemente los agentes que

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introdujeron la cultura egipcia entre loshelenos del Asia y de Europa,¿introdujeron también la mesopotámica?Ni lejanamente en la misma proporción,si hemos de juzgar por los productos delas excavaciones. A decir verdad, entodas partes donde la influenciamesopotámica ha dejado rastrosindudables en suelo griego, como enChipre y Jonia o en Corinto y Esparta,con frecuencia es seguro o probable queel agente conductor no fué fenicio. Lasafinidades más próximas al artechipriota arcaico (en lo que éste pudodeber al arte asiático) las encontramosen el arte ciliciano y sirio. Los estratosjonios y carios más profundos contienen

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muy poco que sea de carácter egipcio,pero mucho cuya inspiración puederastrearse en último término en laMesopotamia; y las investigacionespracticadas en el interior del AsiaMenor, aunque sus resultados sontodavía imperfectos, han sacado a la luzen la meseta tanto paralelismo con elarte jonio orientalizante, y tantosejemplos de etapas anteriores de sudesarrollo, que debemos suponer que lainfluencia mesopotámica llegó alextremo occidental del Asiaprincipalmente por caminos terrestres.En cuanto a los emplazamientoseuropeos, como su orientalismo parecehaber sido sacado de Jonia, también les

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llegó a través del Asia, por tierra.Por tanto, en general, aunque

Heródoto afirma que los marinerosfenicios transportaban cargamentos«asirios», es de notar lo exiguo de laspruebas de que tales cargamentos hayanllegado a Occidente, así como de quelos fenicios tuvieran ningún comerciodirecto de consideración con laMesopotamia. Pueden haber sidoresponsables de los pequeños objetosegipcios y egiptizantes que losarqueólogos han encontrado enKarkhemish y Sakyegeuzi, en estratos delos siglos IX y VIII; pero el transporte deobjetos similares hacia el este, a travésdel Éufrates, más probablemente estuvo

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en manos hetitas que no en las suyas. Lamás vigorosa influencia nilótica quetuvo efecto sobre el arte mesopotámicoes de notarse durante la segunda mitaddel Nuevo Reino Asirio, cuando nohabía necesidad de intermediariosextraños para mantener a Nínive encomunicación con su propia provinciade Egipto.

En apariencia, pues, no fué a travésde los fenicios como los griegos habíanaprendido lo que sabían del Oriente enel año de 400 a. C. Otros agentes habíandesempeñado un papel más considerabley casi toda la intercomunicación sehabía efectuado a través no del mar deLevante, sino del puente terrestre a

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través del Asia Menor. En la primeraparte de nuestra historia, durante laúltima dominación de la Asiria en elextremo Oriente y el predominiosubsecuente de los medos y losbabilonios en el recinto de aquélla, sehabía mantenido un intercambioefectuado casi enteramente porintermediarios entre los cuales (si algoha de concederse a los cilicianos) loslidios fueron sin duda los más activos.En la última parte de la historia se veráque los intermediarios se handesvanecido; las barreras yacen portierra; el Oriente ha ido en persona alOccidente y el intercambio es inmediatoy directo. ¿Cómo sucedió esto? ¿Qué

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agencia puso a griegos y orientales enaquel íntimo contacto que habría detener para ambos las más gravesconsecuencias? He ahí lo que queda pordecir.

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3. La movilización delos persas

Ya hemos visto cómo una potencia, quehabía crecido tras las montañasfronterizas de la cuenca del Tigris, seabrió paso, al fin, a través de losdesfiladeros y salió a las planiciesribereñas con fatales resultados para losreyes semíticos del norte. Haciaprincipios del siglo VI la Asiria habíacaído en manos medas, y éstas sealargaban a través de la Armenia endirección al centro del Asia Menor. Aunlos semitas meridionales de Babilonia

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habían tenido que reconocer el poderíosuperior de los recién llegados y,probablemente, hubieron de aceptar unaespecie de vasallaje. De esta suerte,puesto que toda la baja Mesopotamia,con la mayor parte de Siria, obedecía alos babilonios, una potencia, en parteirania, se cernía sobre las dos terceraspartes del Oriente antes de que Ciro ysus persas aparecieran en escena. Esimportante recordar este hecho cuandose advierte la facilidad con que un reyde Anshan en Elam, para entoncesoscuro, pudo echar mano de todo elimperio semítico, y la rapidez con quesus armas aparecerían en el extremooccidental del Asia Menor, en los

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confines de los mismos griegos.Nebukhadnezzar, aliado con el rey deMedia y obediente a él, ayudándolesobre el Halys en el año de 585 a. C. aconcertar con la Lidia una división de lapenínsula del Asia Menor sobre lostérminos uti possidetis: he ahí lasituación significativa que nos prepararápara encontrarnos con Ciro, no más demedio siglo más tarde, como señor deBabilonia, Jerusalén y Sardes.

Ignoramos cuáles sucesos, al ocurriren el lejano Oriente entre los diversosgrupos de los iranios y sus aliadosescitas, llevaron a este rey de un distritoen Elam (cuya pretensión de haberpertenecido por nacimiento a cualquiera

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de esos grupos es dudosa) a consolidara todos los iranios del norte y del surbajo su mando único hasta formar unagran potencia ofensiva. Las historiascorrientes entre los griegos, registradaspor Heródoto y Ctesias, representaban aCiro, en todo caso, como un persa, peroya como nieto de un rey de Media(aunque no creo su heredero natural) osimplemente como uno de losfuncionarios de su corte. Lo que losgriegos tuvieron que explicarse (de lamisma manera que nosotros) es lasubsecuente desaparición de los reyesiranios de los medos del norte y lafusión de sus súbditos con los iraniospersas bajo una dinastía meridional. Y

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lo que los griegos ignoraban, pero quenosotros sabemos, gracias ainscripciones cuneiformescontemporáneas o muy poco posterioresa Ciro, no hace más que complicar elproblema; puesto que atestiguan queCiro era conocido al principio —comoya se ha indicado— como rey de Anshanen Elam, y sólo después como rey dePersia. Ctesias, que vivió en Susacuando era la capital persa, concuerdacon Heródoto que Ciro arrebató elseñorío de los medos a la dinastía nativapor la fuerza; pero Heródoto añade quemuchos medos estuvieron de acuerdo.

Estos problemas no puedendiscutirse aquí. Lo más probable es, en

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resumen, lo siguiente: alguna parte delgrupo meridional o persa de los iraniosque, a diferencia de los del norte, noestaba contaminado con los escitas,había avanzado hacia Elam mientras losmedos quebrantaban y debilitaban elimperio semítico, y en Anshan seconsolidó como potencia territorial conSusa por capital. Al cabo del tiempo,algún descontento se suscitó entre losiranios del norte, debido, quizás, alfavor que los reyes de Mediademostraban hacia sus aguerridossúbditos escitas y los descontentos sedirigieron al rey de Anshan. La luchatuvo lugar en el centro de la Persiaoccidental, que había estado dominada

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por los persas desde la época del padrede Kyaxares, Fraortes, y cuando sedecidió con la secesión de buena partedel ejército del rey Astiages, Ciro deAnshan tomó posesión del imperio medocon la anuencia de casi toda lapoblación del territorio. Este imperiocomprendía entonces, además de latierra meda original, no sólo losterritorios arrebatados a la Asiria, sinotambién toda aquella parte de la Persiaque quedaba al este del Elam. Sin dudaalguna transcurrió algún tiempo antes deque la soberanía de Ciro fuesereconocida por toda Persia; pero, unavez que su señorío sobre esta tierra fuéun hecho consumado, se le reconoció

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naturalmente como rey ante todo de lospersas, y sólo en segundo lugar de losmedos, mientras que su asientopermaneció en Susa en su propio medioelamita. El elemento escita en estaprovincia meda y en sus alrededorespermaneció hostil a Ciro, y un día habríade encontrar la muerte en una campañacontra él; pero el elemento iraniopermaneció fiel a Ciro y a su hijo, y sólodespués de la muerte de este últimomanifestó con una revuelta sudescontento para con el trato que leshabía dado.

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4. Caída de la Lidia

Ciro debe haber encontrado poca oninguna oposición en las provinciasmedas occidentales, puesto que loencontramos al cabo de un año o dos desu reconocimiento por parte de medos ypersas no sólo en su frontera extrema, elrío Halys, sino también lo vemoscruzarlo y enfrentarse al poderío deLidia. A esta acción lo provocó la Lidiamisma. La caída de la dinastía meda,con la cual la casa real de la Lidia habíamantenido estrecha alianza desde elpacto del Halys, fué un desastre queCreso, entonces rey de Sardes en lugar

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de Aliates, tuvo la audacia de quererreparar. Había continuado con éxito lapolítica de su padre de extender eldominio lidio hasta el Egeo a expensasde los griegos jónicos; y, señor deÉfeso, Colofón y Esmirna, así comosocio principal en la esfera milesiana,aseguró para la Lidia el control y eldisfrute del comercio anatolio, quizás elmás valioso y provechoso en el mundoen aquella época. Ejemplos de riqueza ylujo, los lidios y su rey se convirtieronen un pueblo blando, de lentosmovimientos, tan incapaces deenfrentarse a los montañeses de lassalvajes tierras fronterizas de la Persiacomo si, de estar bien fundada la

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historia de Heródoto, fuesen ignorantesde su calidad. Creso se demoróenviando a consultar oráculos próximosy lejanos. Heródoto nos cuenta queacudió a Delfos cuando menos tresveces y aun al oráculo de Amón en elSáhara oriental. Cuando menos debehaberse tomado un año solamente enestas inquisiciones, para no decir nadade una embajada a Esparta y quizásotras al Egipto y Babilonia. Terminadosal fin estos preliminares, los lidiosreunieron las levas del Asia Menor ymarcharon hacia el este. Encontraron elHalys crecido —debe de haber sido afines de primavera—, y viendo el crucemuy difícil, se pasaron el verano

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saqueando con su caballería la antiguapatria de los hatti. De esta maneradieron tiempo a Ciro para que enviaraembajadores a las ciudades jonias arogarles que atacaran a la Lidia por laretaguardia, y tiempo también para quefuera él mismo con todas sus fuerzas asu lejana provincia occidental. Creso sevió obligado a presentar batalla en losprimeros días de otoño. El encuentro noarrojó ningún resultado decisivo, perolos lidios, que no tenían intención depasar el invierno en las inhospitalariastierras altas de los capadocios y sehallaban muy lejos de sospechar que elenemigo pensara en continuar la guerraantes de la primavera, volvieron a su

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holgura en el valle del Hermo, sólo paraenterarse, en llegando a Sardes, que lospersas les pisaban los talones. Unabatalla final tuvo lugar a la vista de lasmurallas mismas de la capital lidia,batalla que Creso perdió; la ciudad bajafué tomada y saqueada, y el rey, que sehabía encerrado con sus guardias en laciudadela y había llamado a sus aliadospara que acudieran a su rescate en elplazo de cinco meses, cayó prisionerode Ciro al cabo de dos semanas. Éstefué el fin de la Lidia y de todos losparachoques que se interponían entreOriente y Occidente. Oriente yOccidente estaban ya en contacto directoy los agüeros eran adversos al

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Occidente. Ciro negó todo término a losgriegos, excepto a los poderososmilesios, y, volviendo a partir endirección al oriente, dejó detrás a susvirreyes para que pacificaran la Lidia ypara que sujetaran a todas las ciudadesde la costa occidental, jonias, carias ylicias, con la sola excepción de Mileto.

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5. El imperio persa

Ciro tuvo todavía que enfrentarse a unaparte del Oriente que, como no habíasido ocupada por los medos, aunque encierta medida estaba aliada con ellos yles rendía vasallaje, no veía ahora larazón para reconocer la nueva dinastía.Ésta era la parte que había sido incluídaen el Nuevo Imperio Babilónico.Finalmente, Nabónides fué derrotado enOpis en el mes de junio de 538; Sipparacayó, y el general de Ciro, al aparecerante Babilonia, la recibió sin resistenciade los desafectos sacerdotes de Bel-Marduk. La famosa leyenda de

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Heródoto, de cómo penetró Cirosecretamente en la ciudad por el lechoreseco del Éufrates, parece ser unrecuerdo extraviado de una recapturaposterior de la ciudad después de unarevuelta contra Darío, de la cualvolveremos a hablar más adelante. Así,una vez más, fué dado a Ciro cerrar unlargo capítulo de historia oriental, lahistoria de la Babilonia imperial. Ni élla hizo su capital, ni ningún otro señordel Oriente la favorecería de tal manera.Si acaso Alejandro intentó revivir suposición imperial, su sucesor, Seleuco,tan pronto como se vió seguro de suherencia, abandonó la ciudad eufratianapor las riberas del Tigris y del Orontes,

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dejándola que se desmoronara hastaconvertirse en el montón de barro que eshoy día.

Los feudos sirios de los reyesbabilónicos pasaron de jure alconquistador; pero probablemente elmismo Ciro nunca tuvo el espacio o laoportunidad para asegurarlos de facto.La última década de su vida parecehaberla pasado en la Persia y en elnoreste, la mayor parte del tiempo enintentos por someter a los escitas queamenazaban la paz de Media; y al fin,habiendo acorralado al enemigo másallá del Araxes, encontró ahí la derrotay la muerte. Pero Cambises no sólocompletó la obra de su padre en la Siria,

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sino que llevó a cabo lo que se dicehaber sido el proyecto ulterior de aquél,por medio de la conquista del Egipto,donde estableció una dominación quehabría de durar, con algunos intervalos,casi dos siglos. Hacia fines del siglo VIun solo imperio territorial se extendíapor todo el Oriente por primera vez enla historia; y los griegos miraban de hitoen hito al rostro de un coloso queabarcaba entre sus piernas a las puertasde Occidente, las tierras desde elAraxes hasta el Alto Nilo, y desde elOxo hasta el mar Egeo.

Sin embargo, antes de absorbernosen la contemplación de una pugna quenos llevará a una más amplia historia,

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hagamos una pausa para considerar lanaturaleza de la nueva potencia quesurgía del Oriente, y la condición deaquellos de sus súbditos que más haninfluído en la historia posterior de lahumanidad. Debería señalarse que lanueva potencia occidental no sólo no essemítica, por vez primera en la historiabien comprobada, sino que tiene sugobierno en un tronco puramente ario,mucho más afín a los pueblos deOccidente que cualquier otro pueblooriental con el que éstos hayan tenidorelaciones hasta entonces. Los persasaparecieron en los confines del mundo,sin contaminación del salvajismoalarodiano, y libres de las

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preocupaciones teocráticas y lastradiciones nomádicas de los semitas.Eran hombres de tierras altas, de vigorsin igual, de hábitos frugales, vidaagrícola estable, cohesión sociallargamente establecida y concepcionesreligiosas espirituales. Es tambiénposible que, antes de que salieran de lavasta meseta irania, estuviesen bastanteversados en la administración degrandes territorios. En todo caso, supronta inteligencia les hizo aprovecharlos modelos de organización imperialque persistían en las tierras que entoncesadquirieron, puesto que bajo el nuevogobierno babilónico, y quizás tambiénbajo el medo, habían subsistido

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reliquias del sistema asirio. En losucesivo, la experiencia que Cambisesobtuvo en el Egipto debe haber contadoen la educación de su sucesor Darío, aquien los historiadores atribuyen laorganización definitiva del dominioterritorial persa. A partir del reinado deeste último, nos encontramos con unsistema provincial organizado, ligado alcentro de la mejor manera posiblemediante un servicio postal quecirculaba por caminos del estado. Elpoder real es delegado en diversosoficiales, que no siempre son de la razadominante, pero que son independientesunos de otros y responden directamenteante el gobierno de Susa: estos

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delegados viven de sus provincias, perosu primer y principal deber es ocuparsede que el centro reciba una cuota fija dedinero y una cuota fija de soldadoscuando así se requiera. El Gran Reymantiene residencias reales en variasciudades del imperio y las visita con nopoca frecuencia; pero en general esnotable la libertad que se deja a losvirreyes para que mantengan la paz entresus gobernados y aun para que se lasvean con sus vecinos extranjeros comomejor les parezca.

Si comparamos la teoría persa delimperio con la asiria, advertiremostodavía una falla capital. El Gran Rey deSusa no reconocía más obligaciones que

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sus predecesores para con los interesesde sus súbditos y para devolverles loque les tomaba. Pero, mientras que poruna parte no se podía concebir mejorteoría imperial en el siglo VI a. C. —yciertamente ninguna otra se puso enpráctica en el Oriente hasta el siglo XIXde nuestra era—, por la otra, la prácticaimperial persa mitigó sus malos efectosmucho más que la asiria. Libres de latradición semítica de las incursionesanuales, los persas redujeron laobligación del servicio militar a unacarga soportable y evitaron laprovocación continua de los vecinosfronterizos. Libres también de las ideassemíticas supermonoteístas, no buscaron

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la imposición de su credo. Viendo que elimperio persa era extenso,descentralizado y con mediosimperfectos de comunicación, sólopodía subsistir mediante la práctica dela tolerancia provincial. Esta toleranciaprovincial parece haber sidosistemática. Sabemos mucho sobre lasituación de griegos y judíos bajo sudominio, y en la historia de estos dosúltimos pueblos no advertimos signos deopresión religiosa y social como la quedistinguía el poder asirio. En el AsiaMenor occidental los sátrapas semostraban por lo común conciliadorespara con los sentimientos religiososlocales y en ocasiones hasta se sometían

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a ellos; y en la Judea, la esperanza deque los persas serían a manera delibertadores y restauradores de suestado no fué vana. Si el soberano de lasciudades greco-asiáticas contrariaba elsentimiento helénico con su insistenciaen el gobierno «tiránico», no hacía másque continuar un sistema bajo el cual sehabían enriquecido la mayoría de dichasciudades. Está claro que tenían poco deque quejarse fuera de la falta de libertaddemocrática, libertad que, realmente, nohabían disfrutado algunas de ellas en losdías de su independencia. Parece que sedaban a los sátrapas pocos —inclusoninguno— soldados persas, además deunos cuantos ayudantes persas para el

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cuerpo administrativo. De hecho, elelemento persa en las provincias debehaber sido extraordinariamente pequeño,tan pequeño que un imperio que por másde dos siglos abarcó casi toda el Asiaoccidental apenas dejó monumentosprovinciales, labrados en roca otallados en piedra.

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6. Los judíos

Si consideramos de manera particular alos judíos —súbditos de Persia quenecesariamente comparten nuestrointerés junto con los griegos—, nosencontramos con que el dominioimperial persa, tan pronto como seestableció firmemente en el antiguofeudo babilónico de la Palestina,empezó a reparar la obra destructiva desus antecesores. Esperando vanamentela ayuda del poder egipcio, Jerusalén sehabía sostenido contra Nebukhadnezzarhasta el año 587. Al ocurrir su captura,la dispersión de los judíos meridionales,

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que ya se había iniciado conemigraciones locales hacia el Egipto, seaumentó considerablemente con ladeportación a Babilonia de un gruponumeroso. Sin embargo, ya en el año538, año de la entrada de Ciro enBabilonia (sin duda como uno de losresultados de este suceso), empezó elregreso de los exilados a Judea y quizástambién a Samaria. Hacia el año 520, lapoblación judía en el mediodía de laPalestina era ya otra vez losuficientemente fuerte como parasuscitar dificultades a Darío, y en 516 eltemplo se hallaba en proceso derestauración. Antes de que mediara elsiguiente siglo, Jerusalén era de nuevo

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una ciudad fortificada y su población sehabía reforzado todavía más con lavuelta de muchos exilados embebidos enla civilización económica, así como enla religiosidad, de Babilonia. De ahí enlo sucesivo, el desarrollo de los judíoshasta convertirse en pueblo comercialprosigue sin interrupción aparente departe de los gobernadores persas que(por ejemplo, Nehemías) pueden haberpertenecido a la raza dominada. Auncuando se tengan en cuenta grandesacrecentamientos de otros semitas,especialmente arameos —acrecentamientos fácilmente aceptadospor un pueblo que se había convertidomás bien en una iglesia que en una

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nación—, todavía queda comosorprendente testimonio de la toleranciapersa el hecho de que, después de sóloseis o siete generaciones, losinsignificantes judíos se hubieran vueltolo bastante numerosos como paracontribuir como elemento importante ala población de varias ciudadesextranjeras. Vale la pena hacer notartambién que, aun cuando se presume quelos judíos tuvieron libertad para volveral asiento de su raza, muchos de ellosprefirieron permanecer en partesdistantes del reino persa. Ciertosnombres mencionados en las tabletas-contratos por Nippur demuestran que losjudíos consideraron conveniente

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quedarse junto a las aguas de Babiloniahasta fines del siglo V; mientras que enotra distante provincia del imperio persa(como lo han revelado los papiros deSeine) persistió una floreciente coloniaexclusivista de la misma raza hastadespués del año 500 a. C.

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7. El Asia bajo eldominio persa

Sobre la base de las pruebas de quedisponemos, los persas podrían alegarmuy justificadamente que suorganización imperial, en sus mejoresdías, aunque carente de la fuerzacentralizada o de la justificación teóricadel moderno gobierno civilizado,consiguió notable adelanto, y que no esindigno de comparación aun con elromano en lo que respecta a la libertad yla paz que aseguró efectivamente a sussúbditos.

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No hay mucho que pueda —o deba— decirse sobre los demás pueblosconquistados antes de volver a losgriegos. Aunque Ciro no vivió pararecibir en persona la sumisión de todoslos pueblos asiáticos occidentales, suhijo Cambises la recibió antes de quellegara al fin su breve reinado de ochoaños. Ahora quedaban comprendidosdentro del imperio no sólo losterritorios principales dominados enotras épocas por los medos y losbabilonios, sino también tierras muchomás extensas al este, al oeste y al sur, eincluso islas mediterráneas próximas alas costas asiáticas. Entre estas últimasestaba Chipre, ahora más estrechamente

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ligada a la Fenicia que antes, y encombinación con ésta para proveer alGran Rey de navíos. Al este, la mesetairania, vigilada desde dos residenciasreales, Pasargada en el sur y Ecbatanaen el norte, hinchaba su dominio adimensiones mayores que las de ningúnreino oriental anterior. Por el sur,Cambises agregó Cyrene y, menosprobable, la Nubia al Egipto, que laAsiria había poseído por corto tiempo,como ya hemos visto. Por el oeste, Ciroy sus generales habían asegurado ya todael Asia que quedaba fuera del límite deMedia, incluyendo la Cilicia, donde —como también en otros reinos, porejemplo, Fenicia, Chipre, Caria— la

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dinastía nativa aceptó una posición decliente.

Sin embargo, esto no significa quetodo el Oriente se haya acomodadoinmediatamente en plácida servidumbre.Cambises, al dar muerte a su hermano,había cortado la línea directa desucesión. Un pretendiente apareció en elextremo oriental, y al momento, todaslas provincias orientales, a excepción dePersia, se levantaron en armas. Pero unpariente de la casa real, Darío, hijo deHistaspes, hombre fuerte, mató alpretendiente, y una vez seguro en eltrono, volvió a someter a Media,Armenia, Elam y Babilonia. La viejaciudad imperial del Éufrates volvería a

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hacer otro esfuerzo por liberarse, seisaños más tarde, para volver a caer en lacondición de ciudad provinciana. Daríotardó unos veinte años en organizar elimperio de acuerdo con el sistema desatrapías, bien conocido por nosotrosgracias a las fuentes griegas, y enfortalecer sus fronteras. Para promoveresto último pasó a Europa, incluso cruzóel Danubio en 511, con el fin decontener las incursiones de los escitas, yaseguró el dominio de los dos estrechosy la seguridad de sus posesiones delnoroeste asiático por medio de laanexión del sudeste de la península delos Balcanes con las florecientesciudades que ésta tenía en sus costas.

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8. Persia y los griegos

Terminó el siglo VI y el V como tresaños de su curso en paz aparentementeinquebrantada entre Oriente y Occidente.Pero las dificultades estaban a la vista.Persia se había impuesto en ciudades decivilización superior, no sólopotencialmente sino realmente, a la suyapropia; ciudades donde la pasiónindividual y comunal por la libertadconstituía la única religión incompatiblecon su tolerante gobierno; ciudadesconscientes de su identidad nacional conun poderoso grupo fuera del imperiopersa, y que seguramente, tarde o

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temprano, se unirían con ese grupo parasuscitar la guerra.

Por tanto, poderosas causas habíadetrás de la fricción y la intriga que, alcabo de una generación de servidumbre,hicieron que las ciudades jonias,encabezadas, como antes, por Mileto,provocaran el primer acto de unadramática lucha destinada a hacerhistoria por mucho tiempo en el futuro.No podemos examinar aquí en detallelos sucesos particulares que provocaronla revuelta jonia. Basta decir que todosellos tuvieron por origen la gran ciudadde Mileto, cuyos príncipes comerciantesy pueblo mercantil estaban decididos areconquistar el poder y la primacía que

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habían gozado hasta hacía muy poco. Unfracaso preliminar en el intento porelevarse en la buena voluntad de Persiacausó en realidad la revuelta, pero éstasólo privó para precipitar una luchainevitable en un lado u otro del Egeo.

Después de prender fuego a la costaanatolia entera, desde el Bósforo hastaPamfilia, incluyendo a Chipre, durantedos años, fracasó la revuelta joniadebido tanto a los celos particularesentre las mismas ciudades griegas, comoa las vigorosas medidas tomadas contraellas por Darío, en tierra, y por susobedientes fenicios, en el mar. Unabatalla naval selló la suerte de Mileto,cuyos ciudadanos descubrieron, ante el

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horror de la Grecia entera, que el persatrataba a los rebeldes como sucesordirecto de Salmanasar yNebukhadnezzar. Pero, por más quefracasara, la revuelta provocó elsegundo acto del drama. Porque, por unaparte, había arrastrado dentro de lapolítica persa ciertas ciudades de lapatria griega, especialmente Atenas,cuyo contingente, con gran osadía,afrentó al Gran Rey ayudando a quemarla ciudad baja de Sardes; y por la otra,había estimulado a un déspota de lacosta europea de los Dardanelos, un talMilcíades, ateniense destinado a famainmortal, a exasperar todavía más aDarío apoderándose de sus islas de

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Lemnos e Imbros.Evidentemente no se podía confiar

en los griegos asiáticos, aun cuando seles habían cortado las garrasdesarmándolos y se habían disminuídosus motivos de rebelión al quitarles losdéspotas, ni tampoco podría retenerse enseguridad la provincia balcánica,mientras los griegos occidentales semantuvieron desafiantes, y, Atenas enparticular, aspirasen al control delcomercio en el Egeo, apoyados por lascolonias jonias. Por tanto, Darío decidióatacar esta ciudad cuyo déspota exilado,Hipias, prometía una traidoracooperación; y requirió a otros estadosgriegos para que se sometieran

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formalmente y mantuvieran la paz. Unaprimera flota, enviada a costearalrededor de la ribera norte en 492,añadió Macedonia al imperio persa;pero las tormentas la destrozaron einmovilizaron. Una segunda, enviadados años más tarde directamente através del Egeo, redujo a las islasCícladas, se vengó en Eretria,confederada de Atenas en el asunto deSardes, y finalmente se llegó a la costaática de Maratón. La universalmentefamosa derrota que ahí sufrieron lasfuerzas que desembarcó debe relatarlamás bien un historiador de Grecia queuno del Oriente, de la misma manera queel resultado de la tercera y última

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invasión que, diez años más tarde,después de la muerte del viejo Darío,condujo Jerjes en persona a la derrotaen Salamina y que luego dejó para sufrirla derrota final de Platea. Para nuestropropósito, bastará con anotar los efectosque estas graves series de sucesostuvieron sobre el Oriente.

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9. Resultados de losataques contra los

griegos

Es evidente que el fracaso europeo dePersia afectó menos a la parte derrotadaque a la victoriosa. A excepción de lafranja extrema occidental del imperiopersa, no tenemos bases para decir quehaya tenido ningún resultado políticoserio. Una revuelta en Egipto, queestalló en el último año de Darío y quefué fácilmente sofocada por su sucesor,parece no tener conexión alguna con eldesastre de Maratón; y aun cuando

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Persia haya sufrido otras dos derrotasseñaladas en Grecia, y una cuarta frentea la costa misma del Asia —la batallade Micala— a la cual siguió al pocotiempo la pérdida de Sesto, llaveeuropea del Helesponto, y másremotamente la batalla no sólo de todaslas posesiones persas en los Balcanes ylas islas, sino también de las ciudadesgriegas de la Jonia y la mayor parte delas de la Eólide, y por fin —después dela derrota naval definitiva frente alEurimedón—, del litoral entero de laAnatolia, desde Pamfilia hasta laPropóntide, ni aun después de todasestas derrotas y pérdidas sufrió mermael poderío de los persas en el interior

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del Asia ni su prestigio en el interior delAsia Menor. A decir verdad, algunosaños habrían de pasar antes de que laeternamente inquieta provincia delEgipto aprovechara la oportunidad de lamuerte de Jerjes para aliarse con lanueva potencia y hacer un nuevo intentopor sacudirse el yugo persa; pero volvióa intentarlo en vano.

Cuando Persia abandonó lasoberanía directa sobre el litoralanatolio, sufrió pocas pérdidascomerciales y quedó más segura. Esindudable que sus sátrapas siguieronmanejando el comercio occidental, eigualmente claro que la opulencia de suimperio aumentó en mayor proporción

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que el de las ciudades griegas. Haypocas pruebas de expansión alguna porparte de los griegos a consecuencia delas guerras médicas; pero en cambioabundan las que pregonan una pobrezahelénica creciente e ininterrumpida.Sucedió que Persia se encontró en unaposición en la que casi recobró en orolo que perdió en las batallas, y en la quepudo ejercer una influencia sobre Greciamayor y más duradera de la queestableció jamás con las armas. Másaún, su imperio estaba más a salvo de laposibilidad de ataques, puesto queestaba limitado por el borde occidentalde la meseta de Anatolia, y ya no tratóde conservar ningún territorio europeo.

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Hay una diversidad geográfica entre ellitoral y la meseta de la Anatolia. Entodas las épocas sólo la última ha sidoparte integral del Asia interior, y lasociedad y la política de la una hanpermanecido distintas de las de la otra.La frontera fuerte del Asia en suextremidad peninsular occidental está nosobre la costa, sino detrás de ella.

Al mismo tiempo, aunque susresultados inmediatos sobre el imperiopersa no fueron muy dañosos, lasexpediciones abortadas contra Europasembraron la semilla de la catástrofedefinitiva. Como consecuencia directade ellas, los griegos adquirieronconciencia de su valor combativo tanto

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en la tierra como en el mar, en relaciónal de los pueblos del interior del Asia yal de los fenicios. Desapareció su temorde las grandes superioridades numéricasy se disipó mucho del misterio que hastaentonces había magnificado y escudadoel poderío oriental. No menosvisiblemente sirvieron esasexpediciones para sugerir a los griegos,por vez primera, que allí existía tanto unenemigo común de toda su raza, como uncampo externo para asolar y saquear. Enla medida en que una idea denacionalidad estaba destinada a actuarjamás sobre la mentalidad griega, esaidea sacaría su inspiración, en losucesivo, de un sentido de superioridad

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y hostilidad común entre los orientales.En una palabra, Persia había puesto loscimientos y promovido el desarrollo deuna nacionalidad griega en una ambicióncomún dirigida contra Persia misma.Fué también su destino que, al forzar aAtenas a ponerse a la cabeza de losEstados griegos, le diese a la incipientenación el más ejemplar y emprendedorde los conductores, el más fértil en ideasimperiales y el más apto para proceder asu realización; y en su retirada anteaquella nación atrajo a su perseguidor alinterior de un mundo que, de no haberavanzado ella contra Europa, nunca lohubiese visto por muchos siglos en lovenidero.

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Todavía más, por un cambiosubsecuente de actitud hacia suvictorioso enemigo —aunque esecambio no fué enteramente paradescrédito suyo—, Persia engendró enlos griegos un concepto todavía mejorde sí mismos y una mejor comprensiónde la debilidad de ella. Los persas, conla inteligencia y versatilidad que handistinguido siempre a su raza, pasaronrápidamente de un altanero desprecio auna admiración excesiva por losgriegos. Se pusieron a trabajar casiinmediatamente para atraer a su propiasociedad a los estadistas y hombres deciencia helénicos y para utilizar a losmarineros y soldados griegos. Pronto

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encontramos a los sátrapas occidentalescultivando relaciones cordiales con lasciudades jonias, agasajandohospitalariamente a griegos distinguidosy conciliando las preocupacionespolíticas y religiosas griegas. Deben dehaber obtenido éxito considerable,mientras así preparaban, incautos, eldesastre. Cuando poco después de unsiglo más tarde llegó la Europaoccidental, con toda su fuerza, a ponerfin a la dominación persa, algunas de lasmayores ciudades jonias y carias leofrecieron una resistencia prolongadaque no debe atribuirse solamente a lainfluencia del oro persa o a un elementopersa en su administración. Mileto y

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Halicarnaso cerraron sus puertas ydefendieron sus murallasdesesperadamente contra Alejandro,porque concebían que sus mejoresintereses estaban implícitos en lacontinuidad del imperio persa. Y no fuémenor el éxito de los persas con losgriegos que tomaron a su servicio. Losmercenarios griegos permanecieronfieles hasta el último hombre al GranRey cuando se dejó venir el ataquegriego, y presentaron a Alejandro lalucha más difícil en las tres grandesbatallas que decidieron el destino delOriente. Con todo, tal actitud hacia losgriegos fué suicida. Exaltó el espíritu deEuropa, mientras menguó el coraje y

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minó la confianza que en sí misma teníael Asia.

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10. Los primeroscontraataques

Pero no nos anticipemos a losacontecimientos. Acabemos de fijar lamorada en el mundo oriental del año400 a. C., y pasémosle revista tal comodebe de haber aparecido a los ojos dequienes ignoraban el futuro. En términosgenerales, las costas del Asia Menorestaban en manos griegas, siendo lasciudades comunidades comercialesautónomas, a la manera como losgriegos entendían la autonomía; pero ensu mayor parte, y hasta cuatro años

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antes, habían reconocido la soberanía omejor dicho la jefatura federal deAtenas y ahora reconocían de menosbuena gana una supremacía espartanaestablecida al principio con lacooperación persa. Muchas de estasciudades, que por largo tiempo habíanmantenido relaciones estrechas con losgobernadores persas de la hinterlandmás próxima, no sólo conformaron supolítica de manera de agradar a éstos,sino que incluso reconocieron lasoberanía persa; y como sucede que eneste particular momento Esparta sehabía desamistado con Persia, y unejército espartano a las órdenes deDercilidas ocupaba el distrito eolio del

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norte, las ciudades «medizantes» deJonia y Caria abrigaban dudas respectode su propio futuro. En general, seinclinaban todavía por los sátrapas. Lainfluencia y hasta el control persa habíanaumentado grandemente en la costaoccidental desde la anulación de Atenaspor una potencia no acostumbrada a lapolítica imperial y notoriamente ineptaen cuestiones navales; de manera que lasflotas de Fenicia y Chipre, cuyospríncipes griegos habían caído bajo ladominación fenicia, habían recobrado lasupremacía del mar.

Sin embargo, tan sólo un año antes,«Diez Mil» griegos de arma pesada (ycasi otro medio tanto de todas las

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armas), espartanos en su mayor parte,habían marchado a través de toda elAsia occidental. Habían formado parte,como aliados mercenarios, de unejército nativo conducido por Ciro,príncipe-gobernador persa de laAnatolia central-occidental quecodiciaba la diadema de su reciénentronizado hermano. Habiendoatravesado los antiguos reinos lidio yfrigio, entraron en la Cilicia y luego sedirigieron por el norte de la Siria haciael Éufrates, en dirección (aunque sólo losupieron después por las aguas del GranRío mismo) hacia Babilonia. Pero nuncallegaron a la ciudad. Ciro halló lamuerte y sus soldados orientales se

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dejaron derrotar en Cunaxa, a unoscuatro días de la meta. Pero losindomables griegos se negaron arendirse, y con ser tan pocos, eran tantemidos por los persas que no se lesmolestó directamente y tuvieron queregresar a su propia tierra como mejorpudieron. Cómo, a pesar de habérselesdespojado de sus jefes originales, se lasarreglaron para llegar al mar Negro y ala salvación por el camino del valle delTigris y los salvajes pasos de laArmenia kurdistana, lo saben bien todoslos lectores de Jenofonte, el atenienseque recibió el mando. Ahora, en el añode 400 a. C., reaparecían estos griegosen las ciudades del Asia occidental y

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Europa para contar cuán abierto estabael continente interior a todo saqueadoraudaz y cuán poco valían diezorientales, en el ataque o la defensa,contra un solo griego. Tales historiasincitaron a Esparta a una política osada,y un día habrían de impulsar a unapotencia occidental más fuerte a marchara la conquista del Oriente.

Tenemos la dicha de contar con lanarración detallada de Jenofonte de lasaventuras de aquellos griegos, aunquesólo fuera porque ilumina de paso lasituación del interior del Asia casi en elmomento de nuestra investigación.Vemos que Sardes era, bajo Persia, loque había sido bajo la Lidia, la capital

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de Anatolia; vemos los grandes vallesde la Lidia, y la Frigia, al norte y al sur,bien poblados, abundantes en vituallas,y de vida ordenada, mientras que lasásperas laderas y las todavía másásperas alturas del Tauro están ocupadaspor contumaces montañeses a los quehay que mantener alejados de lasllanuras por medio de los castigosperiódicos que Ciro permitía a suejército descargar en la Pisidia y laLicaonia. La Cilicia es administrada ydefendida por su propio príncipe, quienlleva el mismo nombre o título que supredecesor en los días de Senaquerib,pero que depende fundamentalmente delGran Rey. Su tierra es hasta tal punto su

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propiedad privada, que Ciro, aunque enapariencia dueño de todo el imperio,fomenta el pillaje de la rica capitalprovincial. La flota de Ciro desembarcahombres y cargamentos en el norte deSiria sin ser molestada, mientras que elpaís interior, hasta el Éufrates, y a lolargo del valle del río, hasta Babilonia,está en paz. El Gran Rey puede reunirmás de medio millón de hombres deleste y del sur para enfrentarlos a suenemigo, además de la leva de la Media,provincia que ahora parece incluir lamayor parte de la antigua Asiria. Estoscientos de miles constituyen un ejércitodesordenado, indisciplinado, inestable,no habituado al servicio, muy poco

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semejante a los ordenados batallones deuna potencia esencialmente militar talcomo lo había sido la asiria.

Del relato de la Retirada puedensacarse ciertas conclusiones ulteriores.Primera, Babilonia era una parte delimperio no muy afecta al Gran Rey; deno ser así, los griegos no hubierancontado con el permiso de la milicialocal para entrar en ella tan fácilmente,ni hubieran recibido el estímulo de lospersas para que la abandonaran.Segunda, la antigua Asiria era unaprovincia pacífica sujeta ahora por unaguarnición o guarniciones persas de máso menos fuerza. Tercera, el sur delKurdistán no estaba sujeto en manera

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alguna al Gran Rey y sólo pagaba tributoen obediencia a alguna presiónocasional. Cuarta, el resto del Kurdistány de la Armenia tan al norte como elbrazo superior del Éufrates estaba enprecaria posesión de los persas; y,finalmente, al norte del valle delÉufrates, hasta el mar Negro, todo eraindependencia. No sabemos nadapreciso, en este año de 400, acerca delas lejanas provincias orientales o de lasdel sur de la Asiria. Artajerjes, el GranRey, vino de Susa para hacer frente a surebelde hermano, pero a Babiloniavolvió para dar muerte a lostraicionados jefes de los griegos. Enesta época Ctesias, el griego de Cnido,

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era el médico de su corte y no sentíaamistad ni por Ciro ni por losespartanos; incluso estaba entonces encorrespondencia con el ateniense Conon,quien se convertiría en almirante persa ydestrozaría la flota espartana. De suhistoria de Persia han sobrevividoalgunos fragmentos y algunos extractosresumidos relativos a este tiempo. Éstostienen un valor que no parece habertenido la masa del libro, puesto querelatan lo que oía y veía uncontemporáneo bien colocado dentro dela corte. En uno se dice que el rey y lacorte se habían apartado de las ideas yla práctica del primer Ciro. Artajerjescarecía de espíritu bélico, era tibio en

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cuanto a la religión (aunque había sidodebidamente consagrado en Pasárgada)y adicto a prácticas no zoroástricas.Muchos persas grandes y pequeños leaborrecían y muchos de ellos se pasarona su hermano; pero tenía algunosaventureros occidentales dentro de suejército. Las damiselas reales ejercíancasi mayor poder dentro de la corte queel Gran Rey, y reñían acremente entre sí.

Plutarco, que acopió materiales parasu vida de Artajerjes no sólo de Ctesiassino también de otras autoridades ahoraperdidas para nosotros, nos deja casicon la misma impresión de los señoresdel Oriente a fines del siglo V a. C. Ungobierno central corrompido y

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traicionero, dirigido casi por intrigas deharén; un pesimista conjunto de súbditosabandonados al capricho de lossátrapas; ejércitos ineptos y reunidos alacaso, en que los mercenariosextranjeros eran casi los únicossoldados de verdad, tal era en estaépoca la Persia. Era algo muy diferenteal vigoroso gobierno de Ciro y alsistema imperial del primer Darío —algo muy semejante al imperio otomamoen el siglo XVIII d. C., algo que sederrumbaría ante el primer conductor dehombres del occidente que pudieramanejar su propio dinero y mandar unejército profesional compuesto de supropio pueblo.

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Capítulo V

La victoria de Occidente

EN UNOS setenta años más se llegó alclímax. Al pasar éstos a la historia sellevaron consigo al imperio persa, y elOriente, tal como los griegos lo habíanconsiderado hasta entonces y tal como lohemos comprendido, pasó a la sujeciónde los pueblos europeos que siglo ymedio antes había tratado de someter enla misma Europa. Para este pueblo, ytambién para el historiador, el

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«Oriente», en cuanto término geográfico,que designa igualmente un área espacialy una idea social, ha dejado designificar lo que alguna vez significó yel cambio sería perdurable. Es ciertoque el Oriente no dejó de distinguirsecomo tal; porque gradualmente volveríaa liberarse no sólo del control deOccidente, sino también de la influenciade sus ideas sociales. Sin embargo,puesto que los occidentales, al volver asu propia tierra, habían incluido alOriente dentro del mundo para ellosconocido —en el interior de un círculoaceptado como morada del hombrecivilizado—, la fecha de la destruccióndel imperio persa por Alejandro marca

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una época que divide la historiauniversal como apenas si la dividecualquier otro suceso.

Dramática como habrá de ser lacatástrofe final no nos sorprenderá,como, de hecho, no sorprendió a lageneración que la presenció. Laconcepción romántica de Alejandro,como un menudo David que se enfrentóa un enorme Goliat, ignora los hechos dela historia anterior, y no se le hubieraocurrido a ningún contemporáneo queinterpretara los signos de los tiempos.El coloso oriental había idodisminuyendo con tanta rapidez por casiun siglo, que un rey macedonio, que yahabía conquistado la península de los

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Balcanes, aparecería tan grande a losojos del mundo, al cruzar el Helesponto,como el emperador titular de tantossátrapas contumaces y tantasefervescentes provincias del Asiaoccidental. Para aceptar estaperspectiva no tenemos más que echarun vistazo setenta años atrás, desdeaquella Marcha de los Diez Mil griegoscon que cerramos nuestra últimaexposición.

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1. Persia y susprovincias

Antes de la expedición de Ciro pudohaber habido, y evidentemente las hubo,suficientes semillas de corrupción en elestado persa; pero no se las habíaconocido por sus frutos. Hacía un sigloque ningún sátrapa intentaba desligarsedel imperio con su provincia; apenas sialgún pueblo conquistado habíaintentado reafirmar su independencia.Existían, es verdad, dos excepciones,ambas constituidas por pueblos quejamás se habían identificado en ninguna

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época con la fortuna de sus amosextranjeros. Uno de éstos era, porsupuesto, el de los griegos asiáticos, elotro era el pueblo egipcio. Pero lacontumacia del primero amenazaba conun peligro que el Asia aún nocomprendía; mientras que el espíriturebelde del segundo aún no dabamuestras más allá de sí mismo.

Sin embargo, fué el Egipto el quedió la primera advertencia de ladisolución persa. El punto más débil delimperio asirio demostró ser también elmás débil del persa. Las barrerasnaturales de desierto, pantanos y marpuestas entre el Egipto y el continentevecino son tan poderosas, que ninguna

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potencia asiática que haya caído en latentación de conquistar el rico valle delNilo ha podido conservarlo muchotiempo. A las órdenes de sus propiosjefes o de algún oficial rebelde de susnuevos amos ha reconquistado tarde otemprano su independencia. Y toda lahistoria es testigo de que nadie, en Asiao en Europa, conserva al Egipto comoprovincia extranjera a menos quedomine también el mar. Durante el siglotranscurrido desde la conquista porCambises, los egipcios se habíanrebelado más de una vez (máspersistentemente en 460), llamando ensu auxilio a los señores del mar en cadaocasión. Finalmente, justo antes de la

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muerte de Darío Noto, y unos cinco añosantes de que Ciro partiera de Sardes,volvieron a levantarse capitaneados porun egipcio, y por cerca de sesenta añosno fueron los reyes de Susa, sino tresnativas dinastías sucesivas, las quegobernaron el Egipto. El daño causadoal imperio persa por esta defección noha de medirse por la mera pérdida delos ingresos de una provincia. Losnuevos reyes del Egipto, que debíanmucho al apoyo griego, lo pagaronayudando a cualquier enemigo del GranRey y a todo el que se rebelaba contrasu autoridad. Fueron ellos los quedieron asilo al almirante y flota de Cirodespués de Cunaxa, y enviaron cereales

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a Agesilao cuando invadió el AsiaMenor; suministraron dinero y barcos ala flota espartana en 394, y ayudaron aEvágoras de Chipre en una largaresistencia contra su soberano. CuandoTiro y las ciudades de la costa cilicianase levantaron en armas en 380, el Egiptofué cómplice de sus designios, e hizocausa común con los sátrapas ygobernadores del Asia Occidental, Siriay Fenicia cuando, en combinación,planearon rebelarse en 373 con gravepeligro del imperio. Doce años mástarde encontramos a un rey egipciomarchando en persona para agitar aFenicia.

Los persas habían hecho más de un

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esfuerzo por recobrar su provincia.Después de fracasar ruidosamente consus generales, Artajerjes adoptótardíamente lo que se dice que Clearco,capitán de los Diez Mil, aconsejódespués de la batalla de Cunaxa, yprobó fortuna una vez más concondotieros griegos, sólo paraencontrarse con que les oponíangenerales y mercenarios griegos. A estohabían llegado, a que el rey persa y suprovincia en rebelión dependieran deespadas mercenarias, sin atreverse aenfrentar a los griegos otros soldadosque griegos. ¡Bien había sidointerpretada, señalada y digerida en elOriente la lección de la marcha de los

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Diez Mil!

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2. Persia y elOccidente

También había sido señalada en elOccidente, y sus frutos se hicieronpatentes al cabo de cinco años. ElEstado griego que dominaba en esemomento, manifestando una ambiciónque ningún griego había delatado antes,envió a su rey, Agesilao, a través delAsia para seguir el establecimiento de lahegemonía espartana en las costas conuna invasión del interior de Persia. Nollegó a penetrar más allá de la mitad delvalle del Meandro, y no causó a Persia

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ningún estropicio a que valga la penareferirse; porque no era él el jefe, nitenía los recursos de dinero y hombresaptos para llevar a buen fin tan distantey azarosa aventura. Pero la campaña deAgesilao en el Asia Menor, entre 397 y394, tiene la siguiente significaciónhistórica: demuestra que los griegoshabían llegado a considerar una marchacontra Susa como factible y deseable.

Sin embargo, no era realmentefactible, ni aun entonces. Aparte de lacarencia de una fuerza militar —encualquiera de los estados griegos—suficientemente grande, suficientementeadiestrada, y conducida por un jefe delmagnetismo y genio organizador

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necesario para emprender, sin ayuda dealiados en el camino, una marcha eficazcontra un punto a muchos meses dedistancia de su base, aparte de estadeficiencia, decíamos, el imperio porconquistar todavía no se tambaleabarealmente. Lo más probable es que losDiez Mil nunca hubieran llegado a lasórdenes de Clearco a Cunaxa ni a cienleguas de ahí, de no haber sido por elhecho de que Ciro iba con ellos y de quelos partidarios de su estrella en ascensosatisfacían sus necesidades y les habíanabierto el camino a través del AsiaMenor y de Siria. En su retirada eranhombres desesperados, de quienes selibró el Gran Rey de buena gana. El

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buen éxito de esa retirada no debecegarnos al hecho de que el avance sehubiera topado con un fracaso casiseguro de haberse intentado encondiciones semejantes.

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3. Los sátrapas

Lo que en último término habría dereducir al imperio persa a tal debilidad,que una potencia occidental podríaherirla en el corazón con poco más decuarenta mil hombres, fué la enfermedadde la deslealtad que se extendió entrelos grandes funcionarios durante laprimera mitad del siglo IV. Antes de laexpedición de Ciro, no hemos oídohablar de sátrapas o de provinciasclientes que se declarasen en estado derebeldía (a excepción del Egipto), desdeque el imperio quedó bien establecido; ysi hubo evidente complicidad con

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aquella expedición, de parte de losfuncionarios provinciales del AsiaMenor y Siria, el hecho tiene pocasignificación política, considerando queCiro era vástago de la casa real y elfavorito de la reina madre. Pero apenasse ha iniciado el siglo IV, cuandoencontramos a sátrapas y príncipesayudando a los enemigos del rey yluchando en propio interés contra él ocontra algún funcionario rival. Agesilaorecibió ayuda en el Asia Menor tanto delpríncipe de la Paflagonia como de unnoble persa. Veinte años más tarde serebela Ariobarzanes de Ponto; y casi enseguida de su defección estalla larebelión planeada por los sátrapas de

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Caria, Lidia, Jonia, Frigia y Capadocia—de hecho casi toda el Asia Menor—,en concierto con las ciudades costerasde Siria y Fenicia. Pasan otros diez añosy se levantan contra su rey nuevosgobernadores de Misia y Lidia, conayuda de los egipcios y de Mausolo,príncipe de Halicarnaso. La tradición ola falta de recursos y de estabilidadprecipitó a todos estos rebeldes, unotras otro, en el desastre. Pero un imperiocuyos grandes funcionarios osan talesaventuras, con tal frecuencia, es unimperio que va derecho a sudestrucción.

Las causas de esta hostilidadcreciente entre los sátrapas no son

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difíciles de localizar. Al final delcapítulo anterior hicimos notar ladesintegración de la corte gobernada porlos harenes en los primeros días deArtajerjes; y, a medida que transcurría eltiempo, hizo su efecto el espectáculo deun Gran Rey que gobernaba por mediode traiciones, que compraba a susenemigos y que era impotente pararecobrar el Egipto ni aun con la ayudade sus mercenarios. Pronto ganó terrenola creencia de que la nave del imperiose hundía, y aun en Susa creció el temorque fuese un viento del occidente el quelo echara por tierra. Los grandesfuncionarios de la corte del Gran Reyobservaron con atención cada vez mayor

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la política griega, durante los primerossetenta años del siglo IV. No contentoscon enrolar a todos los griegos quepudieron en el servicio real, emplearonel oro real de tal manera en la compra oapoyo de políticos griegos, cuyainfluencia pudiese estorbar la unión delos estados griegos o impedir eldesarrollo de cualquier unidad, que unorador griego dijo en un famoso pasajeque los arqueros estampados en lasmonedas del Gran Rey eran ya unpeligro mayor para Grecia del quehabían sido los arqueros de verdad.

Por medio de tan vasta corrupción,por medio de la compra de soldados ypolíticos del enemigo, el destino de la

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dinastía y el imperio pareció tomarmejor cariz. Antes de la muerte delanciano Artajerjes Mnemon, en 358, sehabía derrumbado la revuelta de lossátrapas occidentales. Su sucesor, Oco,quien al llegar al trono asesinó a susparientes coma cualquier sultán del sigloXVIII en Estambul, se sobrepuso, pormedio de mercenarios griegos, a laobstinación egipcia en el 346 más omenos, después de dos intentosabortados, y gracias a una ayuda similarrecuperó Sidón y la isla de Chipre. Peroapenas si fué más que el parpadeo finalde la llama atizada un instante por esemismo viento occidental que empezaba aconvertirse en la tempestad que la

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extinguiría. El corazón del imperio noestaba menos podrido porque sucaparazón estuviera parchada, y cuandoal fin se desató la tormenta unos cuantosaños más tarde, nada en el Asia Menorpudo presentar ninguna resistencia aexcepción de dos o tres ciudadesmarítimas, que lucharon no por Persia,sino por sus monopolios comerciales.

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4. Macedonia

La tormenta ya llevaba algún tiempo deacumularse en occidente. Veinte añosantes había ascendido al trono deMacedonia un hombre de singularhabilidad constructiva y ambiciones muydefinidas. Su herencia —o mejor dicho,su premio, pues no era pariente cercanode su predecesor— fué el centro de laparte meridional de la penínsulabalcánica, región de amplias llanurasfértiles, cruzadas y bordeadas porásperas colinas. Estaba habitada pornobles y campesinos robustos, así comopor ágiles montañeses, todos

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compuestos de los mismos elementosraciales que los griegos, quizás conalguna infusión preponderante de lasangre septentrional que habíadescendido largo tiempo atrás hacia elsur con emigrantes de las tierrasdanubianas. El desarrollo social de losmacedonios —para dar a pueblosdiversos un mismo nombre— no habíasido, por ciertas razones, tan rápidocomo el de sus primos meridionales.Nunca habían entrado en contacto con lamás alta civilización egea ni habíanmezclado su sangre con la de sus máscultivados predecesores; su tierra eracontinental, pobre en bahías, alejada delos lujosos centros de vida, y de clima

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relativamente riguroso; su configuraciónno les había inducido a formar ciudades-estados ni a embarcarse en una intensavida política. Pero, como compensación,entraron frescos en el siglo IV, sinimpedimentos tribales o políticos parala unión, y con un vasto territorio derecursos naturales mayores que los decualquier estado griego del sur.Macedonia podía surtirse con losmejores cereales y disponer de un granexcedente, así como contaba con vetasde oro inexploradas. Pero la cosa másimportante por señalar es la siguiente:que, comparada con Grecia, Macedoniaera una región de la Europa Central. Enel ascenso de esta última al poderío

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imperial, veremos, por vez primera en lahistoria registrada, a un pueblocontinental europeo sometiendopoblaciones peninsulares delMediterráneo.

Filipo de Macedonia, que se habíaadiestrado en las artes de la guerra y dela paz en una ciudad griega, advirtió ladebilidad de los divididos helenos, laposible fuerza de su propio pueblo, y sepuso a trabajar inmediatamente coninagotable energía, inquebrantablepersistencia e inmenso talentoorganizador en la tarea de formar unasola nación armada que superara a lasmuchas comunidades de la Hélade.Cómo cumplió su propósito en un plazo

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de veinte años; cómo empezó por abrirminas de metales preciosos en la costasureste de su país, para alquilarmercenarios con lo extraído; cómoadiestró a los campesinos macedonioshasta que aprendieron a pelear en unaformación de falange más móvil que latebana y con lanzas más largas, mientraslos aristócratas se adiestraron comocaballería pesada; cómo hizoexperimentos con sus nuevos soldadoscontra las tribus de tierra adentro,ensanchando sus dominios efectivos detal manera que pudo disponer de muchoshombres además de sus propiosematianos; cómo, durante seis años,perfeccionó su ejército nacional hasta

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que lo convirtió en una máquina bélicatan profesional como la de cualquiercondotiero de aquella época, a la vezque era mucho mayor y de mayor temple;cómo, cuando estuvo dispuesto en laprimavera del año 353, empezó unaguerra de despojo de quince años,contra las posesiones de los estadosgriegos y particularmente de Atenas,atacando algunas de sus coloniasmarítimas en Macedonia y Tracia; cómo,después de una campaña en el interiorde Tracia y en el Quersoneso, aparecióen Grecia donde al fin se abrió paso porlas Termópilas; cómo se retiró durantealgunas estaciones al interior de lapenínsula de los Balcanes, la arrasó

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desde el Adriático hasta el mar Negro yterminó con un asalto contra las últimasy mayores de las ciudades griegas de sucosta, Perinto y Bizancio; cómo,finalmente, en 338, precipitándose sobreel mediodía con toda su fuerza, aplastóen la sola batalla de Queronea a las dospotencias de consideración dentro deGrecia, Atenas y Tebas, y obtuvo por finde todos los estados griegos a excepciónde Esparta (de la que bien podíaprescindir) el reconocimiento de susoberanía, todas estas etapas a través delas cuales Filipo pudo formar un estadoy un imperio europeos, no se describiránaquí con más detalles. Lo que nosconcierne es el fin de toda esta labor;

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porque el fin fué disponer la nuevanación y el nuevo imperio paradescender sobre el Asia. Al añosiguiente de Queronea, Filipo fuénombrado por el Congreso de Corintocapitán general de todos los griegospara efectuar la venganza secular de laHélade contra Persia.

No sabemos cuánto tiempo habíadestinado inconscientemente estamáquina bélica a una invasión del Asia.Los atenienses lo habían dicho asíexplícitamente al Gran Rey en el año341, y cuatro años antes lo habíasugerido públicamente el famoso oradorIsócrates, en una carta abierta dirigida almismo Filipo. Como éste era un hombre

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de gran visión y propósitosinquebrantables, no es imposible quehaya concebido tal ambición en lajuventud y que la haya abrigado desdeentonces. Cuando Filipo estuvo enTebas, en su juventud, el viejo Agesilao,que fué el primero de los griegos enconcebir la idea de invadir la tierrafirme del Oriente, buscaba todavíaalguna manera de realizar su frustradoproyecto; y al fin se dirigió al Egiptopara hacer un último esfuerzo cuandoFilipo estaba ya en el trono. Ciertamentehacía mucho que estaba en el aire laidea de que cualquier potencia militarque llegara a dominar a la Héladetendría la obligación, primeramente, por

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interés de ella misma, y luego, por deberde raza, de volver sus armas contra elAsia. El mismo Gran Rey lo sabía tanbien como cualquiera. Después de laadvertencia ateniense en 341, sussátrapas del noroeste del Asia Menorrecibieron la orden de ayudar a losenemigos de Filipo en todas las formasposibles, y gracias a esta ayudapudieron los bizantinos rechazar de susmurallas a los macedonios en 339.

Filipo ya se había amistado con lacausa principesca de la Caria, y tratabaahora de asegurarse un punto de apoyoen el noroeste del Asia Menor. Portanto, lanzó una columna de avanzada através de los Dardanelos, a las órdenes

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de su lugarteniente, Parmenion, y sepropuso seguirle los pasos en el año 336con un gran ejército que había estadoreclutando, adiestrando y equipandopara un año. Llegó por fin el día festivoque habría de inaugurar su gran ventura:pero la ventura no fué suya. En elmomento de salir de la tienda paraasistir a los juegos cayó asesinado pormano de un enemigo privado; y su jovenhijo, Alejandro, al principio tuvo hartoque hacer con el restablecimiento de untrono que resultó con más enemigos queamigos.

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5. Conquista delOriente porAlejandro

Año y medio más tarde los amigos y losenemigos de Alejandro sabían que en ellugar de Filipo se sentaba un soldado yun constructor de imperios más grandeque su padre, y que el plan del padre, deconquistar el Asia, no sufriría nada enmanos del hijo. Los vecinos deMacedonia, hasta el Danubio, y todoslos estados de la península griega,habían vuelto a ser sometidos medianteuna campaña rápida y decisiva. Los

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Estados Generales de Grecia, vueltos aconvocar en Corinto, confirmaron al hijode Filipo en la capitanía general de laHélade, y Parmenion, una vez másdespachado contra el Asia, aseguró lacosta del Helesponto. Con cerca decuarenta mil curtidos veteranos a pie y acaballo, y con servicios auxiliaresextraordinariamente eficientes para laépoca, Alejandro pisó tierra persa laprimavera del año 334.

No había en el Asia Menor otroejercito que le presentara batalla enforma, a excepción de uno más o menosdel mismo número que el suyo formadoen la localidad por los sátrapasoccidentales. Fuera de los mercenarios

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griegos este ejército era muy inferior almacedonio en cuanto a calidad bélica.Rechazado por Parmenion en la costadel Helesponto, hizo lo mejor que pudoaguardando en las riberas del Gránico,la segunda corriente en importanciaentre las que desembocan en el mar deMármara, con el fin de atraer el ataquede Alejandro o cortar suscomunicaciones si se internaba en elcontinente. No tuvo que esperar mucho.La caballería pesada macedónica cruzóla corriente al galope al caer de unatarde, aniquiló a los asiáticos y, despuésde abrir camino a la falange, ayudó aexterminar al contingente griego casihasta el último hombre antes de que

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cayera la noche. A Alejandro sólo lequedaban por delante defensas urbanas ytribus de las colinas antes de quepudiera reunirse un ejército en otrasprovincias del imperio persa y traerlo aloccidente, proceso que dilataría muchosmeses, y que de hecho tardó un añoentero. Pero algunas de las ciudadesoccidentales ofrecieron un no pequeñoimpedimento a su avance. Si Eolia,Lidia y Jonia no hicieron ningunaresistencia digna de mención, las dosciudades principales de Caria, Mileto yHalicarnaso, que durante el sigloanterior habían disfrutado en libertadvirtual la parte del león en el comerciodel Egeo, no estaban dispuestas a

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convertirse en dependencias de unimperio militar. La pretensión deAlejandro de conducir una cruzadacontra el antiguo opresor de la razahelénica no las impresionaba, nitampoco, a decir verdad, a ninguno delos griegos del Asia o de Europa, aexcepción de unos cuantos entusiastas.Durante los últimos setenta años, desdeque las celebraciones de la liberaciónde la Hélade fueran reemplazadas porlas aspiraciones a una contra-invasión,el deseo de venganza había disminuidomucho, al paso que crecía el deseo desaquear Persia. Por tanto, cualquieraventura definida contra el Asiadespertaba envidia, no entusiasmo, entre

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los que quedarían al margen de su éxito.Ningún estado importante se ofreció aayudar a Alejandro con barcos nihombres, y ya para el tiempo de la tomade Mileto se había convencido de quetendría que llevar a cabo su empresasolo, con su propio pueblo, para suspropios fines. A partir de ese momento,olvidándose de los griegos, pospuso sumarcha contra el corazón del imperiopersa hasta que hubo asegurado todoslos caminos que llegaban hasta alládesde el mar, fuesen a través del AsiaMenor, de Siria o del Egipto.

Después de reducir a Halicarnaso yla Caria, Alejandro no hizo más en elAsia Menor que recorrerla por su parte

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occidental, para mejor asegurar suasiento en el continente. Aquí y allá tuvoescaramuzas con las tribus de lascolinas, que por largo tiempo habíanperdido el hábito de ser gobernadas,mientras que con una o dos de susciudades tuvo que celebrar acuerdos.Pero, al acercarse el invierno, laAnatolia estaba va a sus pies, y seasentó en Gordión, en el valle delSangario, desde donde podía,simultáneamente, vigilar suscomunicaciones con el Helesponto yprepararse a adentrarse más en el Asia alo largo de un camino difícil. El AsiaMenor occidental, es decir, Capadocia,Ponto y Armenia, la dejó por la paz y

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los contingentes de estas regionesformarían al lado de los persas en lasdos grandes batallas por venir. Tambiénciertos distritos del norte, que por largotiempo habían sido prácticamenteindependientes de Persia, por ejemplo,la Bitinia y la Paflagonia, estabantodavía intocados. No valía la penaperder tiempo en ese momento peleandopor tierras que caerían de todas manerassi caía el imperio, y que, mientras tanto,podían mantenerse alejadas del AsiaMenor occidental. La meta de Alejandrose hallaba en lo profundo del continente,y su peligro, como lo sabía muy bien, enel mar: peligro de posible cooperaciónentre las flotas griegas y las más grandes

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ciudades costeras del Egeo y delLevante. En consecuencia, con elprincipio de la primavera, descendiópor Cilicia para asegurarse los puertosde Siria y de Egipto, antes de atacar elcorazón del imperio.

El Gran Rey, el último y más débilde los de nombre Darío, se había dadocuenta de la magnitud del peligro y seprecipitó, con todos los recursoshumanos de su imperio, a tratar deaplastar al invasor a la puerta de lastierras meridionales. Dejando que suadversario pasara alrededor del ángulode la costa de Levante, Darío, que habíaestado aguardándolo detrás de lapantalla de los montes Amano, se

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deslizó por las colinas y cortó laretirada a los macedonios en eldesfiladero de Isos entre la montaña y elmar. Contra otro general y tropas menosveteranas, una fuerza oriental compactay disciplinada probablemente hubieraacabado ahí mismo con la invasión; perola de Darío no era ni compacta nidisciplinada. La estrechez del campo lacomprimió hasta convertirla en simplemuchedumbre; y Alejandro y sushombres, dando media vuelta, vieron alos persas entregados en sus manos. Lalucha duró poco más que la de Gránico yel resultado fué una franca carnicería.Campamento, tren de bagajes, el harénreal, cartas de estados griegos, las

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personas de los embajadores griegosenviados para urdir la destrucción delCapitán General, todo cayó en manos deAlejandro.

Asegurado contra la posibilidad deenfrentarse a otra leva del imperiocuando menos por doce meses,Alejandro siguió hacia Siria. En estatierra estrecha, su negocio principal era,como ya hemos visto, con las ciudadescosteras. Tenía que tener todos lospuertos en su poder antes de penetrar enel Asia. Las ciudades menores no seatrevieron a oponerse a la victoriosafalange; la reina de todas ellas, Tiro,señora del comercio oriental, cenó laspuertas de su ciudadela isleña y le dió al

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intruso occidental el trabajo militar másarduo de su vida. Pero la captura de labase principal de las flotas hostiles quetodavía merodeaban por el mar Egeo eraesencial para Alejandro, y paraefectuarla, construyó un dique a travésdel mar. Otra ciudad, Gaza, quedominaba el camino del Egipto, mostróla misma fiereza con menos recursos, yel año terminó antes de que losmacedonios aparecieran sobre el Nilopara recibir la pronta sumisión de unpueblo que jamás había servido debuena gana a los persas. De nuevo, aquíla principal preocupación de Alejandrofué para con las costas. La ciudadindependiente de Cirene, que quedaba

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hacia el oeste, era uno de los peligrosque quedaban, mientras que la aperturade las bocas del Nilo era otro. El primerpeligro se desvaneció con la sumisiónque Cirene envió a su encuentro en elmomento en que se internaba enMarmárica para el ataque; el segundo seconjuró con la creación del puerto deAlejandría, quizás el acto más señaladoen la vida de Alejandro, considerando laimportancia que alcanzó la ciudad, elpapel que desempeñó en el desarrollode los griegos y judíos y el vigor queconserva en nuestros días. Sin embargo,por el momento, la nueva fundaciónsirvió primeramente para remachar eldominio de su fundador en las costas de

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las aguas griegas y persas. Al cabo deunos cuantos meses las flotas hostilesdesaparecieron de Levante, y Alejandroobtuvo al fin el dominio del mar sin elcual hubiera sido más que peligrosa lainvasión del Asia interior e imposible laconservación del Egipto.

Seguro así de su base, podía atacarel corazón del imperio. En la primeraparte del año 331, siguió lentamente eltradicional Camino del Norte a través deFilistia y Palestina y en torno a laHamad siria para alcanzar Tápsaco,sobre el Éufrates, visitando de paso, ycomo vía de precaución, la ciudad deTiro, que le había costado tanto esfuerzoy tiempo el año anterior. Nadie se opuso

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al cruce del Gran Río; nadie le marcó elalto en Mesopotamia; nadie disputó supaso del Tigris, aunque el traslado delejército a través de las aguas duró cincodías. Sin embargo, el Gran Rey sehallaba a unas cuantas marchas dedistancia sobre las ondulaciones deNínive, en la llanura de Gaugamela, adonde las carreteras que ahí convergíandel sur, el este y el norte le habían traídolas levas de todo el imperio que lequedaban. A las hordas sacadas detribus belicosas que vivían tan distantescomo las fronteras de la India, lasriberas del Oxo y las estribaciones delCáucaso, se agregaba una falange demercenarios griegos tres veces más

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numerosa que la destrozada en elGránico. De esta suerte, esperaban diezsoldados por cada uno de los deAlejandro, sobre terreno abiertoescogido por el imperio. Alejandroavanzó entonces lentamente y se detuvoveinticuatro horas para que su ejércitorecobrara el aliento, a la vista de lospuestos avanzados de los persas.Rehusándose a arriesgar un ataquecontra aquella inmensa hueste, durmióprofundamente en sus atrincheramientoshasta el amanecer del primer día deoctubre, y luego, a plena luz, condujo asus hombres a donde había de decidir eldestino de Persia. A la caída del solestaba ya decidido, y medio millón de

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hombres destrozados huían al sur y aleste, perdiéndose en las sombras de lanoche que caía. Pero la batalla deArbelas, como se la llamacorrientemente —el más grandeencuentro de ejércitos antes del ascensode Roma—, no se había ganadofácilmente. La resistencia activa de losmercenarios griegos y la resistenciapasiva de la enorme masa de hordasasiáticas, que embarazaban el ataquecon el simple peso de la carne y quevolvían a cerrarse tras de cada columnaque en ellas penetraba, hicieron dudosoel resultado, hasta que el mismo Darío,espantado por la proximidad de lacaballería macedonia, dió vuelta al

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carro y perdió la jornada. Los hombresde Alejandro tenían que dar las graciasa la firmeza que les había implantado elsistema de Filipo, pero también, enúltima instancia, a la cobardía del jefeenemigo.

El rey persa sobrevivió para sercazado un año más tarde, y capturado, yamoribundo, en el camino al AsiaCentral; pero mucho antes de esteacontecimiento y sin otra batalla campalel trono persa pasó a Alejandro. En unplazo de seis meses había entrado,sucesivamente, sin otra molestia oestorbo que la resistencia de las tribusmontañesas, en los pasos, en lascapitales del imperio: Babilonia, Susa,

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Persépolis, Ecbatana; y como todasestas ciudades las mantuvo fielmentedurante su ausencia subsiguiente de seisaños en el Asia remota, puedeconsiderarse que la victoria delOccidente sobre el Antiguo Oriente seconsumó en el día de Arbelas.

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Capítulo VI

Epílogo

MENOS de diez años más tardeAlejandro yacía muerto en Babilonia.Había seguido avanzando hacia eloriente, para adquirir más territorios delos que hemos visto en cualquiercapítulo de este libro o de los que suspadres habían oído siquiera mencionar.Las anchas tierras que son ahoraAfganistán, Turquestán ruso, el Punjab,Sind y Beluchistán habían sido

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sometidas por él en persona y estabanbajo la guarda de sus gobernadores yguarniciones. Este griego macedonio,que se convirtiera en un emperador delOriente más grande que los más grandeshabidos hasta entonces, había yadecidido que el asiento de su imperio sefijaría en el corazón del Asia, y sepropuso que, bajo su mando único,Oriente y Occidente ya no fuerandiferentes, sino un mundo indivisible,habitado por pueblos unidos. Luego, depronto, le llegó la hora y no dejóheredero, excepto un niño en el vientrede su madre. ¿Qué sucedería? ¿Quésucedió de hecho?

Se dice con frecuencia que el

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imperio que creó Alejandro murió conél. Es cierto si pensamos en el imperiocomo gobierno de un solo emperador.Como señor único de la vasta área entreel Danubio y el Sutlej, Alejandro notendría sucesor. Pero si pensamos en elimperio como predominio de una raza ode una nación, la Gran Macedonia,aunque destinada a disminuirgradualmente, sobreviviría a sufundador casi trescientos años; más aún,otro imperio occidental, hecho posiblepor su victoria, y conducido en muchosrespectos según sus normas, habría depersistir en el Oriente por varios siglosmás. Como conquista política, la deAlejandro tuvo resultados tan duraderos

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como los que puedan atribuirse acualquier conquista de la historia. Comovictoria de una civilización sobre otra,nunca habría de desaparecer y tuvociertos efectos permanentes. Éstos habráde mostrarlos el presente capítulo; peroantes, como el desarrollo de lacivilización victoriosa en tierraextranjera dependía sobre todo de lasupremacía política de los hombres enquienes era congénita, es necesario veren qué medida y hasta qué punto estuvoel dominio político del Oriente enmanos de hombres que fueran griegos,por nacimiento o por educación.

Del torbellino y la tensión de lostreinta años que siguieron a la muerte de

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Alejandro, emergieron dos macedoniosque se dividirían el imperio entre sí. Elresto —fantasmas transitorios yvergonzantes de la casa real, regentesdel imperio apenas menos transitorios,sátrapas advenedizos, y hasta un tuerto,Antígono, que por un breve instantereclamó la jurisdicción sobre todoOriente— no importó gran cosa almundo y mucho menos aquí y ahora. Alfinal del siglo IV vemos a Seleuco deBabilonia señoreando la mayor parte delAsia occidental que más valía la pena, aexcepción de la mitad sur de Siria y lascostas del Asia Menor y ciertas islas ala vista de éstas que, si no súbditas dePtolomeo de Egipto, estaban libres de

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ambos reyes o eran dominio de untercero, residente en Europa y quepronto desaparecería. Sólo estos dos,Seleuco y Ptolomeo, fundaron dinastíasque habrían de permanecer lo suficienteen sus reinos como para afectar lahistoria general de la civilización en elAntiguo Oriente.

Seleuco no tiene cronista, delprimero o del segundo rango, que hayasobrevivido, y en consecuencia quedócomo uno de los más espectrales entrelos hombres de acción de la antigüedad.Poco podemos decir de élpersonalmente, excepto que era rápido eimpávido en la acción, pronto a correrriesgos, jefe nato en la guerra y hombre

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de gran visión y propósitos firmes.Alejandro lo había estimado ydistinguido en gran manera, y al casarlocon Apama, mujer irania noble, loconvenció de que el punto mejor paragobernar un imperio asiático eraBabilonia. Seleuco dejó pasar laprimera repartición de las tierras delmuerto, y no fué hasta que se hubocolmado la batahola y su amigoPtolomeo se afirmó en el trono, cuandopidió la provincia. La provincia eraBabilonia. Expulsado por lamalevolencia de Antígono, lareconquistó en 312 por gracia dePtolomeo; durante los seis añossiguientes, estableció su ascendencia

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sobre todos los sátrapas que quedabanal oriente de él, dejando en paz sólo laIndia, y luego se dirigió al poniente en305 para conquistar y matar a Antígonoen Ipso, en el Asia Menor central. Eltercer rey, Lisímaco de Tracia, fuédepuesto en 281, y Seleuco, que murióunos cuantos meses más tarde, dejó a sussucesores dinásticos un imperio asiáticode setenta y dos provincias, muypróximo al de Alejandro en tamaño, conimportantes excepciones en el AsiaMenor.

En el Asia Menor ni Seleuco ni losseléucidas retuvieron nadaefectivamente, excepto las líneasprincipales de comunicación de este a

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oeste, y el distrito en que éstasdescienden hacia el mar Egeo. La costasur, como ya se ha dicho, permaneció enmanos egipcias casi por todo el períodoseléucida. El sudoeste obedecía a larepública isleña de Rodas. La mayorparte de las ciudades griegas marítimasdel noroeste y del norte conservaron sulibertad más o menos inviolada;mientras que, tierra adentro, unamonarquía puramente griega, la dePérgamo, extendió gradualmente suesfera de influencia hasta el desierto. Enel norte, se levantó una barreraformidable contra la expansiónseléucida a los cinco años de morirSeleuco, a saber, una colonia de galos

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que un rey de Bitinia invitó a cruzar losestrechos. Después de atacar y saquearen todas direcciones, estos intratablesaliados fueron sujetados por losesfuerzos repetidos de los reyesseléucidas y pergámenos en la cuencadel Sangario superior (que desdeentonces se conocería como Galacia), yahí formaron una barrera detrás de lacual Bitinia y Paflagonia mantuvieron suterca independencia. El noreste fuétambién asiento de monarquíasindependientes. Capadocia, Ponto, yArmenia, gobernada por príncipes deorigen iranio, nunca fueron partesintegrales del imperio seléucida, aunquefueron constantes amigos de los

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gobernantes de éste.Sin embargo, considerado en

conjunto, y no sólo desde el punto devista seléucida, el Antiguo Oriente,durante el siglo que siguió a la muertede Seleuco (cuarenta y tres años despuésde la de Alejandro), estuvo dominadopolíticamente por los helenos en lasnueve décimas partes de su área. No esnecesario decir más sobre aquellaspartes que pertenecían a las ciudadesgriegas o a Pérgamo. Por lo que toca aSeleuco y sus sucesores, aunque estosúltimos, a partir de Antíoco Soter,tuvieron rastros de sangre irania, semantuvieron y se comportaron comoesencialmente helénicos. Sus retratos,

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del primero al último, muestran rasgoseuropeos, con frecuencia finos.Ptolomeo Lago y todos los láguidassiguieron siendo griegos macedónicoshasta el último hombre y la última mujery hasta el final, con la más grandeciudad helénica del mundo como suasiento. En cuanto a la otra décima partedel Oriente, casi toda ella fué gobernadapor príncipes que reclamaban el títulode «filohelenos», y lo justificaron nosólo con la amistad política hacia losseléucidas y los griegos occidentales,sino también fomentando elestablecimiento de griegos y losmodales griegos. Por lo que toca aprotección y fomento de parte de los

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más altos poderes, el helenismo tuvo unabella oportunidad en el Asia occidental,desde la conquista de Alejandro hasta laaparición de Roma en el Oriente. ¿Cómoaprovechó semejante oportunidad?¿Hasta qué punto helenizaron el Asiaoccidental aquellos señores griegos ymacedonios, príncipes iraniosfilohelénicos y otros? Si lo lograron encierta medida, pero no tancompletamente que el Oriente dejara deser distinto de Occidente, ¿qué medidase opuso a sus diversas influencias y porqué?

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Veamos, en primer lugar, quéimplicaba precisamente el helenismo talcomo lo introdujo Alejandro en el Asiay lo practicaron sus sucesores.Políticamente implicaba reconocimientopor parte del individuo de que lasociedad tenía un derecho irrevocable yvirtualmente exclusivo sobre su buenavoluntad y buenos oficios. La sociedadasí reconocida no era una familia ni unatribu, sino una ciudad y su distritopropio, distinta de todas las otrasciudades y sus distritos. Laconfiguración geográfica y la historia deGrecia, país formado en gran parte depequeñas llanuras bordeadas de colinasy limitadas por el mar, y en parte de

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islas, habían producido esta limitaciónde comunidades políticas y motivadoque el patriotismo significara para losgriegos devoción a su ciudad-estado. Enrelación a un círculo más amplio, nopodían sentir nada semejante al mismosentimiento de obligación y, a decirverdad, ningún impulso de deber. Sireconocían la pretensión de un grupo deciudades-estado, que remotamentereclamaban un origen común a los suyos,se trataba de un sentimiento académico.Sólo en momentos de gran peligro, amanos de algún enemigo común nohelénico, tomaban conciencia de sucomunidad con todos los helenos encuanto nación. En pocas palabras,

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aunque no eran insensibles al principiode la nacionalidad, raras veces erancapaces de aplicarlo prácticamente,excepto en relación a una pequeñasociedad con cuyos miembros podíantratar personalmente y entre las cualespodían hacer sentir su propiaindividualidad. No tenían tradiciónfeudal, ni creencia instintiva de que lasindividualidades que componen unacomunidad deben subordinarse acualquier individuo en virtud de larelación patriarcal o representativa deeste último con las primeras.

Hablemos de esta implicaciónpolítica del helenismo antes de pasar aotras cualidades. En su pureza, el

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helenismo político era visiblementeincompatible con el estado monárquicomacedonio, que se basaba en elreconocimiento feudal de la relaciónpaternal o representativa de un soloindividuo con muchos pueblos quecomponían una nación. Por tanto, losmismos macedonios no podían llevar alAsia, junto con su propio patriotismonacional (algo intensificado, quizás, porel intercambio durante generacionesanteriores con las ciudades-estado delos griegos), nada más que unconocimiento exterior del patriotismocívico de los griegos. Con todo, comotraían en su comitiva un gran número deverdaderos griegos y tuvieron que

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buscar la manera de instalarlos en elAsia como apoyo indispensable a supropio dominio, comercio ycivilización, estaban condenados a crearcondiciones bajo las cuales podía seguirexistiendo en cierta medida elpatriotismo cívico, cuyo Valor conocíantan bien como su peligro. Su políticaobvia era fundar ciudades ahí dondedeseaban establecer griegos, y fundarlasa lo largo de las principales líneas decomunicación, donde pudieran promoverel comercio y servir como guardianes delos caminos; mientras que, al mismotiempo, debido a su intercambio mutuo,su accesibilidad para los habitantes einmigrantes nativos, y su dependencia

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necesaria del centro de gobierno,difícilmente podrían repetir en el Asiala exclusividad egocéntricacaracterística de ciudades de la Greciaeuropea, o de los estrechos y divididosvalles de la costa anatolia occidental.De hecho, con designio o sin él, lamayor parte de las fundacionesseléucidas se establecieron en paísabierto. Se dice que sólo Seleuco fuéresponsable de setenta y cinco ciudades,de las cuales la mayoría se instaló enaquel punto de reunión de grandes rutas,la Siria del norte, y a lo largo del grancamino que a través del norte del AsiaMenor va a Éfeso. En esta ciudad pasóel mismo Seleuco casi todos sus últimos

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años. Sabemos de muy pocas colonias ode ninguna que haya fundado él más alláde los primeros límites del AntiguoOriente, donde, en Afganistán,Turquestán y la India, fundó Alejandrocasi todas sus ciudades. Posiblemente susucesor pensó que éstas eran suficientes;probablemente no vió ni posibilidadesde ventaja ni esperanzas de éxito en lacreación de nuevas ciudades griegas enregión tan vasta y tan extraña;ciertamente, ni él ni su dinastíaestuvieron jamás en situación deapoyarlas o mantenerlas, si estabanfundadas al este de la Media, comoquería Alejandro y como era supropósito, de haber vivido más tiempo.

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Pero en el Asia occidental, desdeSeleucia, sobre el Tigris, inmensaciudad de más de medio millón dealmas, hasta Laodicea del Lico y losconfines del viejo litoral jonio, Seleucoy sus sucesores crearon vida urbana,vaciándola en el molde helénico cuyaforma, destinada a vivir por muchossiglos, ejercería tan grave influenciasobre la primitiva historia de la religióncristiana.

Con la fundación de tantascomunidades urbanas de tipo griego, losreyes macedonios del Asia occidentalintrodujeron innegablemente elhelenismo, como agente de civilizaciónpolítica, en gran parte del Antiguo

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Oriente, que la necesitaba con tantaurgencia y que tanto se aprovechó deella. Pero la influencia de su helenismosólo fué vigorosa y durable en aquellascomunidades y sus vecinos inmediatos.Donde éstas se aglomeraban, como a lolargo del bajo Orontes y en la costasiria, o donde los agricultores griegos seestablecieron en los espaciosintermedios, como en la Cirréstica (máso menos en el centro del norte de Siria),el helenismo logró mucho en el sentidode hacer que distritos enterosadquirieran espíritu cívico, el cual,aunque implicaba mucho menos sentidode libertad personal y responsabilidadque en el Atica o Laconia, un ateniense o

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un espartano lo hubieran reconocidocomo afín a su propio patriotismo. Perodonde las ciudades quedaronacordonadas a lo largo de las líneas decomunicaciones, a grandes intervalos,como en el Asia Menor y enMesopotamia, ejercieron pocainfluencia política fuera de sus propiasmurallas. Porque el helenismo era ysiguió siendo esencialmente unapropiedad de comunidades losuficientemente pequeñas como para quecada individuo ejerciera su propiainfluencia personal sobre la prácticapolítica y social. De modo que, tanpronto como una comunidad llegaba aser tal, en números o distribución, como

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para requerir una administracióncentralizada o siquiera representativa, elpatriotismo del tipo helénico palidecía ymoría. Era totalmente incapaz depenetrar pueblos enteros o de formar unanación, fuera en el Oriente o encualquiera otra parte. Sin embargo, en elOriente los pueblos siempre hanimportado más que las ciudades,quienquiera que las haya fundado ysostenido.

Con todo, el helenismo tuvo por estetiempo no sólo una implicación políticasino también implicaciones morales eintelectuales que eran en parte causas,en parte efectos, de su energía política.Como lo ha dicho muy bien un

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historiador moderno de la casaseléucida, el helenismo suponía, ademásde un credo político social, también unacierta actitud del espíritu. El rasgocaracterístico de esta actitud era lo quese ha llamado humanismo, palabrautilizada en un sentido especial quesignificaba interés intelectual confinadoa los asuntos humanos, pero libre dentrodel límite de éstos. Claro está que notodos los griegos eran igualmentehumanistas en este sentido. Entre ellos,como en todas las sociedades, habíatemperamentos que se inclinaban por lasespeculaciones trascendentales,especulaciones que aumentaron ennúmero a medida que, con la pérdida de

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su libertad, las ciudades-estado dejaronde simbolizar la realización del mayorbien posible en este mundo, haciendoprevalecer cada vez más en la Hélade elorfismo y otros cultos místicos. Perocuando Alejandro llevó el helenismo alAsia, todavía era verdad general que lamasa de helenos civilizadosconsideraban toda cosa que no podíaaprehenderse con el intelecto, a travésde los sentidos, no sólo como fuera delradio de acción de su interés, sino comono existente. Más aún, aun cuando nadase consideraba tan sagrado que nopudiera ponerse a prueba o discutirsecon todo el vigor de la inteligencia de uninvestigador, ninguna otra

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consideración, como no fuera la lógicade los hechos aprehendidos, debíadeterminar su conclusión. Unrazonamiento debía seguirse adondequiera que condujese, y había quehacer frente a sus consecuencias sinocultarse detrás de ninguna pantalla nointelectual. Libertad perfecta depensamiento y libertad perfecta dediscusión sobre todo el panorama deasuntos humanos, libertad perfecta deacción consecuente, de manera que lacomunidad permaneciera incólume: ésteera el típico ideal heleno. Un esfuerzoinstintivo hacia su realización fué laactitud habitual del griego ante la vida.Su lema se anticipaba al del poeta

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latino. «Soy humano: nada humano me esextraño.»

Hacia la época de la conquista delAsia por Occidente, esta actitud, que sehabía vuelto más y más prevaleciente enlos centros de vida griega, a través delos siglos V y IV, había llegado a excluirtodo rastro de religiosidad en el carácterhelénico típico. Los griegos teníanreligión, por supuesto, pero la tomaban ala ligera, y no estaban poseídos por ellani la consideraban como guía en losasuntos de su vida. Si creían en un másallá, no pensaban mucho en él osimplemente no pensaban, y guiaban susacciones solamente con vistas alcontentamiento de la carne. El posible

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destino en ultratumba no parecía influirabsolutamente en su conducta en elmundo. El que, descorporizados,pudiesen pasar la eternidad unidos a lodivino, o bien, fundidos en la esenciadivina, vueltos divinos ellos mismos,tales ideas, aunque no desconocidas nicarentes de atractivos para espíritusescogidos, eran totalmente impotentespara combatir el vivido interés en lavida y el gusto por los trabajosesforzados que se inculcaban en lospequeños orbes de las ciudades-estado.

Los griegos, pues, que pasaron alAsia en seguimiento de Alejandro,carecían de mensaje religioso para elOriente, y todavía más los capitanes

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macedonios que les sucedieron. Nacidosy criados en supersticionessemibárbaras, las habían descartadohacía largo tiempo, algunos a cambio dela actitud librepensadora de los griegos,y todos a cambio del culto a la espada.La sola cosa que, durante la vida de suemperador, representó para ellos algoasí como una religión fué la devoción aél y a su casa. Por un tiempo sobrevivióeste sentimiento en las filas del ejercito,como lo demostró Eumenes, siendo elgriego mañoso que era, con la manera yel éxito de sus llamados a la lealtaddinástica en los primeros años de lalucha por la sucesión; y quizás nos seaposible descubrirlo todavía más tarde,

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en los jefes, como un elemento,mezclado con algo así como nostalgia ytradición nacional, en aquella fatalidadque impulsó a cada señor macedónicodel Asia, primero a Antígono, luego aSeleuco, finalmente a Antíoco elGrande, a apetecer la posesión deMacedonia y a disponerse a arriesgar elOriente con tal de recobrar elOccidente. A decir verdad, una de lascausas que contribuyeron al relativofracaso de los seléucidas en el afán deretener su imperio asiático fué que nuncatuvieron los corazones puestos del todoen él.

En cuanto al resto, ellos y todos loscapitanes macedonios eran hombres

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conspicuamente irreligiosos, cuyosdioses eran ellos mismos. Eran lo que laépoca los había hecho, y lo que todas lasedades similares hacen de los hombresde acción. Fué el suyo un tiempo degrandes conquistas recientementeadquiridas con el solo derecho delpoderío, y dejadas a quien probara serel más fuerte. Fué una época en que elindividuo descubrió de pronto queningún defecto accidental —bajonacimiento, carencia de propiedades ode aliados— le impedía explotar para suprovecho un vasto campo deposibilidades inconmensuradas, siempreque poseyese clara inteligencia, bravocorazón y vigoroso brazo. A semejanza

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de lo que volvería a suceder en la épocade las Cruzadas, en la de las GrandesCompañías y en la de las conquistasnapoleónicas, dependía de cada soldadoy de la ocasión el que muriese o noconvertido en príncipe. Era una épocade recoger cosechas que otros habíansembrado, de adquirirlo todo a cambiode nada, de entregarse abierta yfrancamente al ansia de botín, de venderalma y cuerpo al mejor postor, de seruno ley en sí mismo. En tales épocas lavoz del sacerdote vale tan poco como lavoz de la conciencia, y mientras másalto sube un hombre menos poder tienesobre él la fe.

Sin embargo, habiendo ganado el

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Oriente, estos macedonios irreligiososse encontraron con que tenían lasriendas de una serie de pueblos, dedistintas características, pero que seasemejaban casi todos en una: sureligiosidad. Los dioses pululaban y seatropellaban en el Oriente. Los hombresles tenían fanática devoción o pasabanla vida contemplando la idea de sudivinidad, indiferente a todo lo que losmacedonios consideraban motor de laexistencia, y hasta de la vida misma.Alejandro había percibido al instante lareligiosidad del nuevo mundo al cualhabía llegado. Si su poderío sobre elOriente había de descansar sobre unabase popular, sabía que esa base tendría

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que ser religiosa. Empezando con elEgipto, puso el ejemplo (que habría derecoger el hombre que le sucedería ahí)no sólo en la conciliación con lossacerdotes sino en el hecho deidentificarse él mismo con el diosprincipal, a la manera tradicional de losreyes nativos desde tiempo inmemorial;y no hay duda que el culto en sí mismo,que parece haber impuesto cada vez mása sus seguidores, sus súbditos y susaliados, a medida que transcurrió eltiempo, fué conscientemente urdido parasatisfacer y cautivar la religiosidad delOriente. En el Egipto era Amón, enSiria, Baal, en Babilonia, Bel. Aldirigirse al Oriente se echó a la espalda

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la fe de sus padres, sabiendo, tan biencomo su historiador francés del sigloXIX, que en el Asia «los sueños delOlimpo valían menos que los sueños delos magos y los misterios de la India,preñados de lo divino». A decir verdad,se mostró profundamente impresionadocon estos últimos, y su actitud para conlos bracmanes del Punjab implica elprimer reconocimiento hechopúblicamente por un griego, de que encuestiones de religión el Occidente tieneque aprender del Oriente.

Alejandro, que nunca ha sidoolvidado por las tradiciones y mitos delOriente, de haber vivido más tiempoposiblemente hubiese satisfecho la

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religiosidad asiática con una apoteosisde su persona. Sus sucesores nopudieron ni mantener viva la divinidadde Alejandro, ni asegurar la aceptacióngeneral de la de sus propias personas.Es innegable que trataron de ofrecer a laexigencia del Oriente un nuevo cultouniversal de utilidad imperial y quealgunos, como Antíoco IV, el tirano de laprimera historia macabea, trató contodas sus fuerzas de llevarlo a cabo. Lahistoria de su fracaso, y del de Romadespués de ellos, está escrita con tododetalle en la historia de la expansión demedia docena de cultos orientales antesde la era cristiana, y en la de lacristiandad misma.

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Sólo en la provincia africana pudola dominación macedónica asegurarseuna base religiosa. Lo que un Alejandrohubiera conseguido a duras penas en elAsia, un Ptolomeo lo consiguiófácilmente en el Egipto. Ahí, elgobernante de facto, perteneciera a laraza que perteneciera, había sidoinstalado como dios desde unaantigüedad fuera del alcance de todamemoria, y tenía alrededor del trono unsacerdocio omnipotente que dominaba aun pueblo dócil. Los conquistadoresasirios se comportaron intolerantes en elEgipto para no afrentar a los dioses desu tierra natal; pero los Ptolomeos,como los persas, no cometieron tal

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error, y su recompensa fueron tres siglosde dominio seguro. El conocimiento deque lo que exigía el Oriente podíandarlo fácil y seguramente, incluso losmacedonios, tan sólo en el valle delNilo, estuvo sin duda presente en elespíritu sagaz de Ptolomeo cuando, aldejar a otros las tierras más extensas,eligió el Egipto en el primer reparto deprovincias.

En una palabra, los griegos sólocontaban con su filosofía para ofrecerlaa la religiosidad del Oriente. Pero unafilosofía de la religión es uncomplemento de la religión, unainfluencia modificadora, no unsustitutivo suficiente para satisfacer el

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ansia instintiva y profunda de lahumanidad por Dios. Mientras por unaparte esta ansia poseía siempre elespíritu asiático, el mismo griego, nuncainsensible por naturaleza a ella, sevolvió cada vez más consciente de supropio vacío a medida que vivió en elAsia. Lo que por tanto tiempo habíarepresentado para él la religión, esdecir, la devoción apasionada por lacomunidad, encontraba cada vez menospasto de que alimentarse en la libertadpolítica restringida que ahora se leofrecía por todas partes. Por muysuperior que sintiera su cultura en casitodo respecto, le faltaba una cosa muynecesaria que poseían abundantemente

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las que lo rodeaban. A medida quetranscurrió el tiempo se volvió curioso,luego receptivo, de los sistemasreligiosos entre cuyos adherentes seencontraba, asediado y constreñido porel horror de la naturaleza al vacío. Noes que haya tragado entera cualquiera delas religiones orientales; o que hayafracasado en el proceso, operadomientras asimilaba lo que tomaba, detransformarlo con su propia esencia. Nitampoco hay que pensar que no dió nadaen cambio. Dió una filosofía que,actuando casi tan poderosamente en lasinteligencias superiores del Orientecomo las religiones de éste habíanactuado sobre su propia inteligencia,

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creó el tipo «helenístico» propiamentedicho, es decir el oriental quecombinaba el instinto religioso del Asiacon el espíritu filosófico de Grecia, osea orientales como (para mencionardos nombres verdaderamente grandes)el apóstol estoico Zenón, fenicio deChipre, o el apóstol cristiano San Pablo,judío de Tarso. Con la creación desemejante tipo, Oriente y Occidente seaproximaron por fin estrechamente,quedando divididos sólo por ladistinción de filosofía religiosa enAtenas y religión filosófica en Siria.

La historia del Cercano Orientedurante los últimos tres siglos antes dela era cristiana es la historia del paso

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gradual de las religiones orientaleshacia Occidente para ocupar el vacíohelénico, y de las ideas filosóficashelénicas hacia el Oriente paracompletar y purificar los sistemasreligiosos del Asia occidental. Hastaqué punto penetraron estas últimas en elgran continente oriental, incluso hasta laIndia o China, no es éste el lugar propiopara discutirlo; el extremo a que llegó lapenetración de las primeras en elOccidente está escrito en la historiamoderna de Europa y del Nuevo Mundo.La expansión del mitraísmo y de otramedia docena de cultos asiáticos yegipcios, llevados del Oriente a Greciay más allá, antes del fin del siglo I de la

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Época Helenística, atestigua la tempranaexistencia de aquel vacío espiritual enOccidente que habría de llenar por finuna más grande y pura religión, a puntode nacer en Galilea y de nutrirse enAntioquía. El papel instrumental deAlejandro y sus sucesores en laprovocación e intensificación de esecontacto e intercambio entre semitas ygriegos, contacto que engendró lamoralidad filosófica del cristianismo yque volvió inevitable su expansiónoccidental, queda anotado en su créditocomo un hecho histórico de tan terriblemagnitud que debe permitírselecompensar sobradamente todos suspecados.

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Esto fué, pues, lo que hicieron losseléucidas: aproximaron tanto Oriente yOccidente que cada uno de ellosaprendió del otro. Pero no puede decirsemás en su favor. No abolieron lapersonalidad de ninguno de los dos; nisiquiera consiguieron helenizar todaaquella parte del Asia que mantuvieronen sus manos hasta el final. En estaempresa no sólo fracasaron por lasrazones acabadas de considerar —carencia de religión vital en macedoniosy griegos, y deterioración del helenismode los helenos en cuanto dejaron de serciudadanos de ciudades-estado libres—,sino también debido a fallasindividuales propias, que reaparecen

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una y otra vez a medida que la dinastíasigue su curso; y acaso se deba todavíamás a alguna razón más profunda, queaún no comprendemos, pero que yacedetrás de la ley empírica de que elOriente es el Oriente y el Occidente esel Occidente.

En cuanto a las personas de losreyes seléucidas, nos dejan, malconocidos como son sus caracteres yacciones, una impresión clara deaproximación al tipo tradicional delgriego de la época romana y posterior.Como dinastía, parecen habersecorrompido prontamente con el poder,haber sido ambiciosos pero fáciles decontener con la apariencia y la

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superficie del poder, parecen haber sidoincapaces y despreciativos de laorganización concienzuda, además dehaber tenido poco en cuanto política ymenos en cuanto perseverancia en laprosecución de ella. Es verdad quenuestra fragmentaria y escasainformación nos viene, en su mayorparte, a través de escritores que encierto modo los despreciaban; pero lahistoria conocida del imperio seléucida,que se cerró con un colapsoextraordinariamente fácil e ignominiosoante Roma, apoya el juicio de que, enconjunto, sus reyes fueron hombres sinrelieve y gobernantes asistemáticos, quedebieron la dilatada duración de su

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dinastía más a la casualidad que a laprudencia.

Su posesión más fuerte estaba enSiria, y acabó por ser la única. Losasociamos in mente en especial con lagran ciudad de Antioquía, que el primerSeleuco fundó sobre el bajo Orontespara atraer comercio del Egipto,Mesopotamia y el Asia Menor al nortede Siria. Pero, a decir verdad, estaciudad debe su fama principalmente alos señores romanos subsecuentes.Porque no se convirtió en la capital dela preferencia seléucida hasta el siglo IIa. C., hasta que, hacia el año 180, ladinastía —que había perdido por iguallas provincias occidentales y orientales

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— tuvo que contentarse con sólo Siria yMesopotamia. Para entonces, no sólohabían descendido los partos delTurquestán hacia el sur del mar Caspio(sus reyes asumieron nombres iranios;pero ¿acaso no eran, como losgobernantes recientes de Persia,realmente turcos?), sino que tambiénMedia había afirmado su independenciay Persia había caído bajo la égida de lospríncipes nativos de Fars. Seleucia,sobre el Tigris, se había convertidovirtualmente en una ciudad fronterizaque se enfrentaba a un peligro iranio yparto que la incapacidad imperial de losseléucidas dejó desarrollar y que nisiquiera Roma llegaría a despejar. En el

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otro flanco del imperio, un siglo deesfuerzos seléucidas por plantarcuarteles generales en el oeste del AsiaMenor, en Éfeso o en Sardes, y de ahíperseguir designios ulteriores sobreMacedonia y Grecia, se había resueltoen favor de Pérgamo por medio de lasarmas y el mandato del incipienteárbitro del Oriente, la república romana.Obligados a retirarse al sur del Taurodespués de la batalla de Magnesia,celebrada en 190, expulsadossumariamente del Egipto veinte añosmás tarde, cuando Antíoco Epifanesesperaba compensar la pérdida al este yal oeste con ganancias por el sur, losseléucidas no tenían mucho donde elegir

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en materia de capital. En lo sucesivotuvo que serlo Antioquía o nada.

Sin embargo, el hecho de que unadinastía macedónica se viera forzada aconcentrar en el norte de Siria todo elhelenismo que haya podido tener(aunque después de Antíoco Epifanes suhelenismo disminuyó progresivamente),durante los dos últimos siglos anterioresa la era cristiana, tuvo un efectotremendo en la historia del mundo.Porque fué una de las dos causasdeterminantes del aumento de lainfluencia del helenismo en los semitasoccidentales, influencia que se resolviófinalmente en la religión cristiana.Desde Cilicia, al norte, hasta Fenicia y

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Palestina en el sur, los estudiosfilosóficos vinieron a quedar cada vezmás bajo la influencia de las ideasgriegas, particularmente las de laescuela estoica, cuyo fundador y maestroprincipal —no hay que olvidarlo— fuéun semita nacido unos trescientos añosde Jesús de Nazareth. La universidadhelenizada de Tarso, que educó a SanPablo, y el partido helenista dePalestina, cuyo deseo de convertir aJerusalén en una Antioquía del surprodujo la lucha macabea, debieron porigual su ser y continuada vitalidad a laexistencia y crecimiento de Antioquíasobre el Orontes.

Pero Fenicia y Palestina debieren

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otro tanto de su helenismo —y quizásmás— a otra ciudad helenizada y a otradinastía macedónica: a Alejandría y alos Ptolomeos. Debido a que el cortoperíodo macabeo de la historia palestina—durante la cual sucedía que unseléucida dominaba en toda Siria— esmuy bien conocido, suele olvidarse que,a lo largo de casi todos los otrosperíodos de la época helenística, el surde Siria, es decir, Palestina y Fenicia,así como Chipre y la costa de Levantehasta Pamfilia, estuvo bajo el dominiopolítico del Egipto. El primer Ptolomeoañadió a su provincia algunos de estosdistritos y ciudades asiáticos, y enparticular Palestina y Celesiria, muy

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pronto después de asumir el mando delEgipto, y sin tratar de convertir ensecreto su intención de retener lo ganadoconstruyó una flota para tal fin. Sabíamuy bien que si el Egipto ha de poseerpermanentemente un territorio fuera delÁfrica, tiene que dominar el mar.Después de un breve rechazo a manosdel hijo de Antígono, Ptolomeo asegurósu presa al morir el padre, y Chipretambién se convirtió en definitivamentesuyo en 294. Su sucesor, en cuyo favorabdicó nueve años más tarde, completólas conquistas de las costas delcontinente en Levante a expensas delheredero de Seleuco. Los Ptolomeosconservaron casi todo lo que los dos

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primeros reyes de la dinastía ganaronasí hasta que fueron suplantados porRoma, excepción hecha de un intervalode poco más de cincuenta años, de 199 a145 aproximadamente; y aun duranteeste período el sur de Siria estuvo unavez más bajo la influencia del Egipto,aunque era nominalmente parte deltambaleante reino seléucida.

El objeto perseguido por los reyesmacedónicos del Egipto, al conquistar yretener una delgada franja costera de latierra continental fuera del África, asícomo ciertos puestos isleños desdeChipre a las Cícladas, era claramentecomercial: obtener para su real puertode Alejandría el control del comercio

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general del Levante y de ciertossuministros particulares (especialmentemadera para barcos). El primerPtolomeo había comprendido muy bienlas razones de su maestro para fundaresta ciudad después de arruinar a Tiro, yde que se hubiera tomado tantostrabajos, al principio y al fin, paraasegurarse las costas mediterráneas. LosPtolomeos lograron su objetivo hasta ungrado suficiente, aunque jamáseliminaron la competencia de larepública de Rodas y tuvieron quecederle el mando del Egeo después de labatalla de Cos, en 246. Pero Alejandríaya se había convertido en una granciudad a la vez semítica y griega, y

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continuó siéndolo durante muchossiglos. Se dice que el primer Ptolomeotransplantó al Egipto muchos miles dejudíos, quienes se reconciliaronprontamente con su exilio, por más quefuera involuntario; y hasta qué punto eragrande la población judía hacia elreinado del segundo Ptolomeo, y hastaqué punto estaba abierta a la influenciahelénica, queda ilustradosuficientemente con el hecho de que enAlejandría, durante ese reinado, elcuerpo de sabios semitas, que desdeentonces se conoce como los Setenta,tradujo al griego las escrituras hebreas.Aunque fué política constante dé losPtolomeos no fomentar el proselitismo

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helénico, la influencia inevitable deAlejandría sobre el sur de Siria fué másvigorosa que la ejercidaconscientemente por Antíoco Epifanes ocualquier otro seléucida; y si lasciudades fenicias se convirtieron enrefugios de la ciencia y la filosofíahelénicas, a mediados del siglo III, y siYeshúa o Jasón, sumo sacerdote deJehová, al solicitar de su soberano, cienaños antes, permiso para convertir aJerusalén en una ciudad griega, tuvo trassí a un poderoso partido ansioso dellevar sombrero en la calle y desnudarseen el gimnasio, hay que atribuir elcrédito (¡o la culpa!) a Alejandría depreferencia a Antioquía.

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Sin embargo, antes de que estamezcla de religiosidad semítica e ideasfilosóficas helénicas (con algo de lavieja mansedumbre helénica, que habíasobrevivido aun bajo los amosmacedónicos para modificar losespíritus asiáticos) pudiera resultar encristianismo, la mitad del Oriente, consus dispersos herederos de Alejandro,pasó a uncirse al yugo común y másfuerte de Roma. La Alejandríaptolemaica y la Antioquía seléucidahabían preparado el suelo semítico pararecibir la simiente de una nuevareligión; pero fué la ancha y segura pazromana la que la hizo nacer y le dióespacio donde crecer. Habría de crecer,

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como todo el mundo sabe, hacia eloccidente, no hacia el oriente, haciendopatente con sus primeros éxitos y susprimeros fracasos la gran proporción dehelenismo que intervino en su factura. Elmapa asiático de la cristiandad al final,digamos, del siglo IV de nuestra era lamostrará muy exactamente confinadadentro de los límites hasta donde elimperio seléucida había llevado a losgriegos en cantidades considerables, ydentro de los límites, más dilatados,hasta donde los romanos —quegobernaron efectivamente muchoterritorio al que sus predecesores nohicieron mayor caso, a saber, mucho delcentro y el este del Asia Menor y toda la

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Armenia— hicieron avanzar a sussúbditos greco-romanos.

Más allá de estos límites ni elhelenismo ni el cristianismo habrían deechar raíces profundas ni dar frutosperennes. El Oriente más lejano —esdecir, el situado más allá del Éufrates—permaneció hostil e intolerante para conambas influencias. Hemos visto cómo lamayor parte de estas tierras cayeron demanee de los seléucidas muchasgeneraciones antes del nacimiento deCristo, cuando un conjunto deprincipados, medo, parto, persa,nabateo, emanciparon el corazón delOriente de su corta servidumbre ante elOccidente; y aunque Roma y Bizancio,

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después de ella, volvieron a empujar lafrontera de la influencia europeaefectiva más hacia el este, su helenismonunca logró recapturar aquel corazónque los seléucidas no supieron retener.Esto no quiere decir que nada delhelenismo haya traspuesto el Éufrates, nique no hubiera dejado una marcaindeleble. El arte parto y el de lossasánidas, el primer arte budista de laIndia noroccidental y del Turquestánchino, algunos rasgos incluso del primerarte mahometano, y algunos, también, dela doctrina primitiva y la políticaimperial mahometanas, anulan cualquierafirmación de que nada griego arraigómás allá de los límites del imperio

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romano. Pero fué muy poco delhelenismo y de ninguna manera suesencia. No debemos dejarnos engañarpor los meros préstamos de objetosexóticos o de apreciacionesmomentáneas de lujos extranjeros. Elque los partos estuviesen presenciandouna representación de las Bacantes deEurípides, en el momento en quepresentaban a Ctesifón la cabeza deldesventurado Craso, no prueba quetuviesen el espíritu occidental más de loque nuestro gusto por las curiosidadeschinas o los dramas japoneses pruebaque estemos informados con el espíritudel Oriente.

En conclusión, el Oriente siguió

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siendo el Oriente Después de todo, leafectó tan poco el Occidente, que a sudebido tiempo, su religiosidad seríafecundada cor otra, antitética alhelenismo, y se debilitó tan escasamente que volvería a recobrar loperdido y más, y mantendría el Asiapróxima e independiente, en lo cultural ylo político, hasta nuestros propios días.Si la moderna Europa ha tomado amanera de paga algunas partes delesplendoroso Oriente, partes en quenunca pusieron mano ni macedonios niromanos, recordemos, en nuestro orgullode raza, que casi todo lo quemacedonios y romanos sí poseyeron haestado perdido para Occidente desde

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entonces. Europa puede prevalecer ahí(y acaso lo haga) otra vez; pero comohabrá de ser en virtud de unacivilización en cuya factura fué factorelemental indispensable una religiónnacida del Asia, ¿será Occidente, aunentonces, más deudor que acreedor delOriente?

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Índice de mapas

Región del Antiguo Oriente y principalesdivisiones

Imperio asiático de Egipto en la época deAmenofis III

Imperio hatti en su más vasta extensión aprincipios del siglo XIII a. C.

Imperio asirio en su más grande extensión.Primeros años de Ashurbanipal

Imperio persa occidental en su mayorextensión, en tiempos de DaríoHistaspes

El helenismo en Asia alrededor del año 150a. C.

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Notas

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[1] Número 35 de estos Breviarios,México: Fondo de Cultura Económica,1950. [Ed.] <<

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[2] Hemos respetado la cronologíaacatada por el autor de esta obra. Lasfechas atribuidas a la primera historiamesopotámica han sido rebajadasúltimamente, aceptándose con respectoal pillaje por los hetitas de la ciudad deBabilonia una fecha próxima al año1595 a. C. [Ed.] <<

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[3] Me atrevo a adherirme totalmente a laantigua identificación del poder de losmanda —que después invadieron aAsiria— con el de los medos, a pesar dealtas autoridades que en nuestros díassostienen que estos últimos noparticiparon en aquella invasión, sinoque han sido introducidos en estecapítulo histórico por una erróneaidentificación hecha por los griegos. Nopuedo creer que tanto los investigadoresgriegos como los hebreos de fecha pocoposterior hayan caído en semejanteerror. <<