el amor de cristo en la santísima eucaristía

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  • 8/9/2019 El amor de Cristo en la Santsima Eucarista

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    EL AMOR DE CRISTO EN LA SANTISIMA EUCARISTIA1

    No era posible empezar con palabras ms sublimes ni de unamanera ms conmovedora la descripcin de la Ultima Cena quehace San Juan en el captulo XIII de su Evangelio. Con unasbreves palabras indica el nimo de Jess: Como hubiese amado alos suyos, que vivan en el mundo, los am hasta el extremo. Con

    estas pocas palabras muestra todo el amor abrasado del CoraznSacratsimo, del cual procedi tambin el gran don de la UltimaCena: la Santsima Eucarista.

    Con justa razn menciona San Juan el amor inefable deJess, precisamente al describir la Ultima Cena. Ciertamente senecesitaba un amor grande para que el Hijo de Dios bajase delcielo y el Dios omnipotente tiritase de fro como un nio impotenteen la noche de Navidad.

    Un amor extraordinario se necesitaba tambin para que el Hijode Dios pasase treinta y tres aos en medio de nosotros y pornosotros soportando continuos trabajos y fatigas.

    Un amor nunca sospechado por hombre alguno tena quearder en el Corazn del Redentor cuando por nosotros quiso sufrirla ms terrible muerte de cruz. Todo esto es verdad.

    Y, no obstante, sobrepuja a todos estos amores aquel amorprdigo, inefable, sin lmites, con que Nuestro Seor Jesucristoabraz y estrech contra su corazn amantsimo a los hombres enla Ultima Cena al instituir la Santsima Eucarista; y los sobrepujatambin el amor que aun hoy da demuestra tener a cada uno denosotros en el Santsimo Sacramento de nuestros altares.

    1 Discurso pronunciado en el Estudio de la Radio de Budapest el dadel. Corpus del afila 1927.

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    EL AMOR DE CRISTO EN LA SANTSIMA EUCARISTA

    Ante todo, es seal de un amor infinito el haberse dado a Smismo en la Santsima Eucarista.

    La Santsima Eucarista es para nosotros el tesoro msprecioso, el que guardamos con ms esmero. Pero no hemos decontentarnos con esta apreciacin. Tambin el diamante brilla yrelumbra ms cuando lo miramos y le damos vueltas bajo los rayosde sol. Meditemos, pues, con mayor detenimiento el amor grandeque el Salvador nos demuestra en la Santsima Eucarista para que

    tambin nuestro corazn se enardezca al sentir esas llamas, ynosotros amemos como se merece el milagro eterno del mundo,que la razn no es capaz d comprender.

    Recordis cmo es el corazn humano? Os sorprender lopoco que se parece al Corazn de Jesucristo... Y es que nosotrosamamos poco. Quin ama hasta la entrega completa, hasta tenersed de sacrificio? Quin, al subir al Calvario donde el hombrese sacrifica por amor, no desea descender nuevamente?...

    Somos incapaces de sufrir mucho, aun por aquellos que ms ama-mos. No hay ms que una excepcin: el Corazn de Jesucristo. Elhace entrega de todo cuanto tiene...

    Nosotros, precisamente porque amamos poco, amamos aunos pocos. Para amar nos encerramos; nos hacemos un nidoreducido en que colocamos a los seres ms queridos: al padre, a lamujer, a los hijos, a unos amigos contadsimos. Qu vamos ahacer? No tenemos ms que una gota de amor. Debemos adminis-

    trarlo bien...Qu diferente es el corazn de Dios! Ama a todos los

    hombres, y los ama a todos con el mismo ardor. A los pequeos ya los grandes, a los pobres y a los ricos, a los pecadores, a losdesamparados y a los que el mundo desprecia. De quin seolvid jams? A quin dej de amar con ternura y ardor? Existi

    jams un ser demasiado inmundo para ese corazn tan puro,demasiado vulgar para ese corazn tan noble, demasiado grande

    para ese corazn tan humilde o demasiado pequeo para esecorazn tan sublime?...

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    Pero he ah que va a coronar la grandeza de su amor. No sepresenta ante el mundo con la tristeza que hace prorrumpir aPASCAL en estas palabras melanclicas: La debilidad msgrande del hombre es poder hacer poco por los que ama; al

    contrario, se presenta con serenidad, con la conviccin cierta deque El puede curar, consolar, salvar y llenar de dicha a todos losque ama. Venid a M todos... Dichoso el corazn que as puedehablar! Ah! Nosotros no nos atreveramos a hablar de estamanera, no nos atreveramos a hablar as a nuestro padre, anuestra madre, a nuestro amigo, a nuestros hijos; y El habl as almundo entero. El que tiene sed exclama, venga a M ybeba. Tenis sed de felicidad, de consuelo, de santidad, de paz?No importa... No se turbe vuestro corazn. Yo os dejo la paz; unapaz como no puede darla el mundo, una paz que supera todo loque entendemos por paz.

    De tal amor es seal el haberse dado Cristo a nosotros en laSantsima Eucarista.

    Todava veremos con mayor claridad su amor si meditamospor qu instituy el Santsimo Sacramento.

    Hijos mos, por quienes baj del cielo, ahora tendra que

    dejaros; almas muy amadas, por las cuales lo sufr todo, ahoratendra que separarme de vosotras. Si un da sois capaces deolvidar mi amor, mirad este Sacramento que os di en la UltimaCena, y vuestro corazn sentir el fuego de mi amor. Tenis pocosrecuerdos de M, pero os he dejado uno que los suple todos.

    No temis, no os dejar hurfanos; Yo volver a vosotros ((Juan, 14, 18). De un modo prodigioso, bajo las especies de pan yde vino, quedar en medio de vosotros para consolaros. S que

    lobos voraces os atacarn... y vosotros lloraris y os lamentaris,mientras el mundo se regocijar; os afligiris, pero vuestra tristezase convertir en gozo (Juan 16,20), porque Yo estar convosotros hasta la consumacin de los siglos (Mateo 28,20).

    Ir con vosotros a las oscuras catacumbas, cuando lospoderosos emperadores romanos os persigan, as como estardentro de milenios con vuestros descendientes, porque os amo conperpetuo amor (Jeremas 31, 3).

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    Ir hasta las casas de los esquimales; estar hasta en laspobres chozas de las tribus africanas, porque os amo

    Hasta ahora habis caminado sin apoyo en la vida; mas ahoraYo me entrego por completo a vosotros; haced de M lo que

    queris. El mundo os perseguir: en el mundo tendris grandestribulaciones; pero tened confianza; Yo he venido al mundo (Juan16, 33). Si hombres sin entraas os maltratan, venid a M, porquesoy manso y humilde de corazn (Mateo 11,29). Si os pareceque no podis resistir ms, si juzgis insoportable la vida, venida M todos los andis agobiados con trabajos y cargas, que Yo osaliviar (Mateo 11, 28). Queris orar? Postraos delante de M.Necesita vuestra alma un descanso? Recibidme y hallaris el

    reposo para vuestras almas (Mateo 11, 29). Lo sabis: Nadietiene amor ms grande que el que da su vida por sus amigos(Juan 15, 13). Yo he hecho an ms. Y por todo ello no deseo acambio sino una sola cosa: Yo os he amado; amadme a Mvosotros. Os he dado mi corazn...; dame, oh hijo mo, tucorazn (Proverbios 23, 26).

    Conviene meditar tambin cundo instituy Nuestro SeorJesucristo la Santsima Eucarista.

    Se necesita un amor inconmensurablemente grande para queNuestro Seor Jesucristo nos tratara de esta manera; y nos trataraas precisamente cuando nosotros menos merecamos un amor tantierno, antes al contrario, tenamos que ser castigados: cuando ibaa empezar la amarga Pasin.

    Cuando los judos estaban reunidos para ver cmo perderle;cuando Judas maquinaba la traicin abyecta; cuando ya casi se oapor la calle el gritero del populacho amotinado, y nosotros

    pobres hombres engaados quisimos arrojar de en medio denosotros al Redentor, como el desecho de la humanidad: Crucif-cale, crucifcale..., no contest Jess fulminando un rayo del cielo,no abri las entraas de la tierra para que nos tragara, sino quenos tuvo un amor misericordioso, inconcebible: instituy la Santsi-ma Eucarista.

    Era posible hacer ms? Poda manifestarse de una manerams conmovedora y admirable el amor de Jesucristo? Antes de su-mergirse en el mar de los tormentos fue cuando ms hermosamen-

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    te llame el amor ardoroso de su Corazn divino, a semejanza delsol que se pone en el ocaso.

    Haba llegado la hora de abandonar este mundo y regresar ala gloria eterna; donde haba estado junto al Padre desde toda la

    eternidad. Mas el Buen Pastor no quiso dejar abandonada a sugrey, sino que pe qued en nuestros altares para que podamos en-contrar junto a l proteccin, apoyo, refugio, mientras dure nuestraperegrinacin ac abajo en la tierra, lejos de la patria celestial,donde l ha ido con antelacin para prepararnos lugar. Realmente,hemos de reconocer que no pudo hacer ms por nosotros.

    Aadamos an: con qu facilidad se realiza el prodigio de latransubstanciacin! Unas breves palabras y queda realizado lo

    infinitamente sublime.Cuando en la santa misa, al toque de la campanilla, el cele-

    brante toma en la mano la hostia, sta no es ms que pan de tri-go..., nada ms. Cesa el canto, se mitigan los acordes del rgano,reina un silencio casi sepulcral, el sacerdote se inclina sobre la hos-tia y repite las palabras del Salvador: Este es mi cuerpo; seinclina sobre el vino y dice: Esta es mi sangre...; y en el mismomomento el cuerpo y la sangre del Redentor se hacen presentes

    en el altar; el sacerdote hace una genuflexin y adora a Dios, queacaba de bajar a nosotros; los fieles se inclinan y musitan suslabios palabras de gratitud: Seor mo y Dios mo.

    Tan admirablemente fcil quiso el Seor que fuese la tran-substanciacin. Casi dira que la hizo demasiado fcil. Estafacilidad podra ser peligrosa para nuestra fe, para nuestraveneracin, si la Madre Iglesia no hubiese rodeado la escenasublime de oraciones y acciones hermossimas: las ceremonias de

    la santa misa. Y si preguntamos por qu hizo Jesucristo tan fcil latransubstanciacin, la respuesta ha de ser sta: para que nosotrospodamos acercarnos a l con la mayor facilidad y l pueda recibiren el mayor nmero de altares posible nuestro amor y poder entraren el mayor nmero posible de almas.

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    NUESTRO AMOR A LA SANTSIMA EUCARISTA

    Sabemos corresponder a tanto amor? Sentimos unaveneracin profunda cuando le recibimos en la comunin y ledecimos: Seor, yo no soy digno?

    Amaremos la Santsima Eucarista si nos complacemos enorar delante de Jess sacramentado.

    El Seor est con nosotros en el Santsimo Sacramento, entreotras razones, para que haya un lugar donde podamos expresarlecon tranquilidad todos nuestros sufrimientos, para que podamos

    llorar ante l nuestros desconsuelos.Nos es lcito llorar, pues mismo Jesucristo llor en les

    momentos de gran dolor.

    Llor junto al sepulcro de su amigo Lzaro, que haba muertohaca cuatro das. Llor cuando contempl con los ojos del alma ladestruccin de su patria terrena, de la Jerusaln infiel. Se conmovien la agona del monte de los Olivos, cuando sudando sangre dijo:Mi alma siente angustias de muerte.

    Y llor tambin la Virgen Santsima al pie de la Cruz. LlorSan Agustn junto al lecho mortuorio de su madre. Llor de unmodo desgarrador Santa Isabel de Hungra cuando hubo de des-pedirse de su esposo, que muri tan joven. Y San Luis, Rey deFrancia, al recibir la noticia de la muerte de su madre, sinti undolor tan profundo, que los que le rodeaban le dijeron: Que nomuera tambin Su Majestad...

    Bienaventurados los que lloran, dijo el Seor. Se modo quesi nos duele algo es lcito llorar; pero... hemos de llorar orando.Comprendis ya por qu el Seor est con nosotros en elSantsimo Sacramento? Para que cuando nos abrume el dolor dela vida nos arrodillemos en la penumbra de la iglesia silenciosa,ante Jesucristo, que tambin supo llorar: Seor mo, me duelemucho esto que me ha sucedido... Ojala no hubiese sucedido!..Pero, Seor mo, si T lo has consentido, hgase tu voluntad.

    S muy bien lo que vas a decirme: S, es cosa fcil razonaras framente, en abstracto. Pero en el momento de la verdad, en

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    que en medio de la noche la desgracia me envuelve..., pronunciarentonces esas palabras: Hgase tu voluntad!Ah, no puedo..., esimposible!

    Lo comprendo. No obstante, pronncialas. Al principio acaso

    las digas sin conviccin, como sin alma. Acaso se rebele tucorazn cuando las pronuncien tus labios. No importa: pronncia-las, pronncialas... y vers cmo poco a poco sentirs alivio... Yllegar el momento en que no solamente dirs, sino que tambinsentirs: Seor mo, T me amas, ya que soy hijo tuyo. T meamas y no quieres ms que mi bien. No puedo ni sospechar que Tquieras hacerme dao. Seor mo, todo cuanto haces lo hacesbien. Hgase tu voluntad.

    Oh! Cuntos corazones destrozados han sentido lasdulzuras y el consuelo de Jesucristo-Eucarista!

    El catolicismo rebosa de smbolos a cul ms hermosos, peroapenas habr otro tan conmovedor en su sencillez como la lmparaque arde ante el sagrario. Quin no se enternece cuando ora asolas, a la luz de la lmpara, ante el Santsimo Sacramento? Comosi hablara aquella lucecita cuando estoy arrodillado all. Qu dice?Te he amado desde toda la eternidad. Dios me ama. Me ama

    desde toda la eternidad; impresionante!En Beln haba una estrella sobre el establo. Pareca decir:

    Hombres, almas justas, pastores que buscis a Jess, venidaqu. Y ahora es la lmpara que arde ante el sagrario la que nosdice: Venid aqu. Aqu est con vosotros el Seor. El Seor estcon vosotros.

    Cuntas veces en las horas tristes nos preguntamos: Porqu me cre el Seor?; y entonces parece que la lmpara delsagrario da una llamarada ms viva y nos dice: Ven aqu ydescansa en este amor infinito. Oh! si nuestros ojos pudiesen verpor un momento el mundo sobrenatural, veramos cmo arde pornosotros el Sagrado Corazn Jess; veramos cunta razn tienela lmpara del sagrario cuando con su luz parpadeante nos dice:El Seor te ha amado con amor perpetuo.

    Cmo jugamos con esta palabra eterno! Eternamente te

    amar!, dice el novio a la novia. Y pasa muy aprisa ese eterna-mente! A lo ms, dura hasta la muerte. No as el amor de Cristo;

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    porque ante el moribundo brilla una luz nueva: Brille para l la luzeterna.

    Es cosa inconcebible que Dios nos ame dijo un santo; escosa ms inconcebible an que nos sea lcito corresponder a su

    amor; y lo ms inconcebible de todo es que nosotros, con todo, nole amemos.

    Cada maana, cuando los rayos del sol naciente caen sobrealguna regin del globo terrqueo, se encienden miles de velas enlas capillas, en las iglesias, en las catedrales. Revestidos con losornamentos sagrados, los sacerdotes se acercan al altar, pararepetir las palabras misteriosas del Salvador sobre la blanca hostiay sobre el vino vertido en el cliz, y elevar luego hacia el cielo el

    cuerpo sacratsimo que un da estuvo pendiente en la cruz delCalvario y la sangre preciossima que un da se derram pornosotros del rbol de la cruz.

    Y a medida que va rodando la tierra, nuevas regiones delglobo se ven baadas por los rayos del sol, y sucede lo mismo...

    No pasa ni una hora, ni un momento, ni un segundo de lasveinticuatro horas del da sin que en algn punto del orbe secelebre la santa misa y sin que los fieles fervorosos, postrados derodillas, rodeen con gratitud y amor el cuerpo sacratsimo del Sal-vador.

    Lenguas de bronce, los badajos de miles de campanas, vanlanzando a los espacios del universo, en el momento de la Eleva-cin, la grata expresin del amor, del reconocimiento que siente lahumanidad. Pasa la voz de las campanas por los campos, por losmontes, por los valles, por los ros y mares; pasa por encima deciudades, aldeas y pases dilatados. Vibra ya sobre las islas colorde esmeralda y sobre los picachos que parecen rozar el cielo; susltimos estremecimientos se aquietan junto a los mares de hielo,all en el Norte, donde unos cuantos esquimales desamparadosestn arrodillados en una pobre choza, oyendo la misa que celebrael misionero.

    Y se repite el taido triunfal de las campanas hacia medioda;y pasa por encima de las antiguas catedrales italianas y espaolas;

    por las regiones septentrionales de frica, donde un da floreci

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    una pujante vida cristiana; y llega hasta los habitantes de lasregiones ms meridionales.

    Por todas partes va realizndose la misma accin sacra; portodas partes se celebra el mismo culto divino; por todas partes el

    mismo Redentor, el Hijo de Dios, se hace presente para sacrifi-carse nuevamente por nosotros. El mismo cntico de alegra y gra-titud brota de labios de los hombres que asisten a la misa celebra-da por todos los rincones del planeta.

    Y prosigue el culto de hora en hora, da tras da. La tierra estrodando continuamente en ese misterioso y sublime sacrificio degratitud. No parece sino que el Salvador pasa ahora por nuestroplaneta, como pas hace dos milenios; y repite: Padre mo, guarda

    en tu nombre a los que me has dado para que sean una mismacosa, as como lo somos nosotros.

    No estemos ausentes de esa grandiosa oracin eucarstica enque se unen los pueblos y las naciones. Mezclmonos con estosfieles fervorosos que da tras da se arrodillan ante el Salvadoroculto en la blanca hostia. Nuestra alegra, nuestra gratitud, nuestroamor, nuestra devocin han de resonar con la mayor frecuencia ycon todo el vigor posible en la grandiosa oracin de los pueblos;

    oracin que brota en todas las lenguas, de innumerables corazo-nes...; oracin continua, oracin que constantemente se renueva:

    Has dado las prendas de tu amor eterno, oh Jess!,instituyendo este gran sacramento y concediendo a tus fieles elpoder unirse contigo y corresponderte con amor. Gloria, honor,adoracin, accin de gracias, a tu santo nombre! Amn.

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    NUESTRA ALEGRA EL DA DEL CORPUS2

    Alabado, bendito y glorificado sea el Santsimo Sacramento.Bendecid al Seor. Bendecid al Seor todas las criaturas, el sol, latierra y todas las estrellas. Bendecid al Seor los habitantes de latierra, los peces del mar, los pjaros del aire, los animales quepoblis la tierra firme... Bendecid y glorificad al Seor todos loshombres, porque grande es su bondad, infinita su gracia, benignosu amor para con nosotros, pobres y mezquinas criaturas...

    Con esa oracin de alabanza tendran que empezar todos loscristianos la gran solemnidad de hoy; todos tendran que repetirestas palabras llenas de gratitud, y al prepararse para el descansode la noche, seguir arrodillados en espritu ante el Santsimo Sa-cramento, y repitiendo el corazn con sus latidos y con su voz loslabios la oracin de gratitud: Eres santo, oh Seor!; eres santo,oh Jess!, bajo la apariencia de pan en el Santsimo Sacramento.

    Con una ceremonia que conmueve el corazn y el alma; conuna ceremonia sublime y hondamente emocionante celebra nues-tra Santa Madre la Iglesia en el da de hoy el don indeciblementegrande de Jesucristo, conmemora la institucin de la Santsima Eu-carista.

    Sabemos que el Salvador la instituy, no en el da de hoy,sino en la vspera de la Pasin, en la Ultima Cena, el Jueves Santo.Mas en los das tristes de la Semana Santa la Iglesia no puede re-

    gocijarse y celebrar de todo corazn, como se merece, este don devalor infinito: la Santsima Eucarista.

    Por esto fue designado un da especial, la fiesta de hoy, paraque celebrsemos con corazn desbordante de alegra, con almaardiente de gozo cuando ya hemos recordado la Pasin delSeor, cuando nuestra alma se ha baado ya en la alegra delaleluya pascual, cuando ya nos hemos enardecido por la venida delEspritu Consolador, el da del Seor; s, el da del Seor, el da

    2 Discurso pronunciado en el Estudio de la Radio de Budapest el dadel Corpus del ao 1928.

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    de Nuestro Seor Jesucristo, el da en que l nos dio las prendasde su amor eterno!

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    CMO NOS ALEGRAMOS EN EL DA DEL CORPUS

    Las ceremonias ms hermosas de la Iglesia por muy grandeque sea su brillo y pompa se desarrollan en su mayora all en elinterior del templo, lejos del estrpito de la vida diaria. Y estas cere-monias nos recuerdan nuestra culpabilidad, nos instan a hacerpenitencia y aplacar a Dios, insistiendo en que esta vida es vida de

    destierro y no tenemos ac abajo ciudad permanente.Cuando el Mircoles de Ceniza la Iglesia pone un puado deceniza sobre nuestra frente; cuando en la Cuaresma se reviste deornamentos morados color de penitencia; cuando nos invitadesde el plpito al arrepentimiento; cuando repite con acentos des-garradores las lamentaciones de Jeremas, llegando de este modoal Viernes Santo, tristsimo aniversario de la muerte de Jess, yluego al Sbado Santo, con su silencio sepulcral..., el corazn de

    todos los fieles se mueve a compuncin, siente un dolor profundode los pecados cometidos.

    Y algo nos incita a arrodillamos ante el rbol de la cruz, apostramos ante el Salvador colocado en el sepulcro y pedir perdnde nuestros pecados.

    Al celebrar la festividad de la Ascensin, tambin brota denuestra alma un deseo vehemente del cielo, y con anhelo miramosal Salvador que sube, que se aleja.

    Al celebrar la Asuncin de la Virgen Mara, con qu tristessentimientos brotan de nuestros labios las palabras: A ti suspira-mos gimiendo y llorando en este valle de lgrimas!

    Cuando el da de Todos los Santos se abre ante nosotros elcielo y contemplamos la dicha infinita de los bienaventurados,tambin sentimos un vehemente afn de estar en la patria eterna.

    En una palabra: durante todo el ao predominan en las cere-

    monias estos sentimientos: penitencia, imploracin de perdn, afnde cielo.

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    Pero hay un da en el ao litrgico en que desaparece la triste-za de nuestra alma, en que olvidamos los pecados y olvidamos por decirlo as el mismo cielo.

    Hay un da en que la Iglesia juzga estrechas las paredes de la

    iglesia, y sale del sagrado recinto, y colocndose en medio delpueblo lanza su pregn a los cuatro vientos para que no quede niun palmo de tierra en que dejen de orse sus palabras: Hijos de loshombres, atended; nosotros los catlicos tenemos un enormetesoro, que guardamos con solicitud y veneramos de rodillas; untesoro de valor infinito.

    No lo sacamos a relucir muchas veces; durante todo el ao loguardamos en el altar, en el sancta sanctorum del templo; no hay

    cerca de l ms que la tenue luz de una lmpara. Pero en lapresente festividad lo sacamos del templo para que todos lo vean;lo llevamos procesionalmente, clamando: He ah nuestro tesoro;he ah nuestro Fundador, nuestro Dios, nuestro todo.

    Casi diramos que en el da de hoy la Iglesia se embriaga dealegra; y ya sabemos que cuando la Iglesia quiere celebrar unafiesta no tiene rival.

    Si desde una cima elevada pudiramos pasear nuestramirada por las ciudades, por los pases y continentes, por los fielesque andan regocijados, por las procesiones innumerables! Estahostia pura, inmaculada, divina, cuya fragancia sube hoy al tronodel Dios infinito! Las mil y mil procesiones que bajo una selva deestandartes baados en rayos de sol pasan por las engalanadasplazas de las grandes ciudades, por calles alfombradas de flores, yentran bajo las vetustas bvedas de templos seculares! Cmobaa la luz llameante de los cirios los altares cubiertos de flores!

    Cmo sube al cielo el humo del incienso con la oracin de corazo-nes fervientes para implorar bendicin y gracia del Dios Redentor,que est presente en la Santsima Eucarista!

    No parece sino que para este da se ha vestido de gala toda laredondez de la tierra. Los jardines nos ofrecen sus flores ms be-llas, para que sirvan de alfombra al Salvador oculto bajo la apa-riencia de pan; las torres tiemblan por el repiqueteo de las cam-panas, retumban los caones en la cima de los montes, las embar-caciones izan sus banderas en los puertos, y soldados vestidos degala rinden las armas ante el Rey de reyes. El primer pensamiento

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    del Papa y el de la nia que aprende las primeras letras, el de losobispos y el de los sacerdotes, el de los reyes y el de losgobernantes, es la Santsima Eucarista.

    Y en medio de esta solemnidad brillante, en medio de esa

    fastuosidad, entre el taer de campanas, luces, humo de incienso ysalvas, se unen los latidos de gratitud de millones de corazones, laoracin humilde de millones de almas y el cntico de alabanza demillones de labios: Canta, oh Sin, con voz solemne al que vienea redimirte, a tu Rey, a tu Pastor. Te adoramos, Sagrada Hostia,man precioso, Seor de los ejrcitos, Rey de reyes.

    Hoy no se habla de tristeza, hoy no se habla de pecados. Aunel que llora vierte lgrimas de alegra. No parece sino que nos olvi-

    damos del mismo cielo; como si hoy ni siquiera el cielo fuese objetode nuestros anhelos, ya que el mismo Rey de los cielos est enmedio de nosotros y nosotros sentimos ya ahora la alegra gozosade su presencia.

    Aadamos a esta manifestacin de alegra, puramente ex-terior, la festividad interior, mucho ms valiosa; el cambio, la en-mienda que se realiza en el secreto de tantos corazones. Conside-remos las almas que ayer todava iban errando por los caminos del

    pecado, y hoy se sintieron impulsadas a la penitencia por el amordel Salvador, y cuya conversin llena a los ngeles de un gozomayor que la creacin de cien mundos nuevos. Consideremos losinnumerables fieles que ahora se preparan con fervor para lasagrada comunin, el amor ardoroso con que reciben en su cora-zn a Jess Salvador y la oracin de gratitud que brota espontneadel fondo de los corazones despus de comulgar.

    Cuntos irn a descansar por la noche con el alma ms pura

    que cuando se levantaron por la maana! Cuntos enfermos cre-yentes que sufren clavados al lecho del dolor elevarn al cielo unaoracin de gratitud! Y qu fervorosa ser la oracin que dura todoel da y con la que queremos aplacar al Salvador por las frialdades,tibiezas, blasfemias, profanaciones con que le ultrajan los hombresdurante todo el ao! Ah!, realmente el da del Seor, el da delCorpus, es por toda la redondez de la tierra el da de la alegra, lafiesta de la gratitud, del amor y del triunfo.

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    POR QU NOS ALEGRAMOS FI, DA DEL CORPUS

    Pero, para qu todo este boato y pompa de que hacederroche en el da de hoy la Santa Madre Iglesia? Por qu se ale-gran tanto los creyentes?

    Acaso porque los enemigos de nuestra fe ya se callaron yahora puede descansar la Iglesia gozando de paz y tranquilidad enesta tierra? Ah, no! La Iglesia todava se ve acosada aqu y all porsus enemigos; su mismo Fundador divino predijo que la per-seguiran.

    Se alegra acaso por haber triunfado de tantos errores y porhaber guardado inclumes las enseanzas del Seor para los fie-les? No; porque en sustitucin de un error vencido surgieron dieznuevos, y los pseudo profetas tambin hoy siguen tentando consus doctrinas el alma de los fieles.

    Se deber su alegra al hecho de que sus fieles ya se ven li-bres de todos los males y tristezas y hayan alcanzado la recom-pensa de sus luchas terrenales? No; difcil y triste es nuestra vida,

    y la recompensa de nuestra fe no la recibimos en esta tierra.Se alegra de su gran tesoro: la Santsima Eucarista. Se

    alegra de que el Redentor est aqu con nosotros, de que viva enmedio de nosotros Nuestro Seor Jesucristo. No es el merorecuerdo del Salvador, sino el mismo Salvador viviente! No unagracia, sino la fuente de todas las gracias! No una ayuda para lafelicidad eterna, sino el centro y la fuente de la misma, el Dios demajestad infinita, oculto bajo las especies de pan y vino!

    Y todo esto por nosotros. Por nadie ms, solamente por nos-otros; no por los ngeles, ni por los arcngeles, que no saben depecado, sino por el hombre pecador, por el ingrato.

    Realmente, esta fiesta ha de ser para nosotros el da de lams excelsa alegra espiritual. Porque si en Navidad nuestrocorazn saluda con latidos jubilosos al Nio Jess que baja enmedio de nosotros; si en Pascua aclamamos con alegra al

    Salvador resucitado; si en Pentecosts recibimos alborozados alEspritu Consolador, qu regocijo ha de bullir en nuestros

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    corazones al sentir el amor de Jess, que en la SantsimaEucarista ha eternizado para nosotros todo el brillo y felicidad deNavidad, Pascua y Pentecosts?

    La Santsima Eucarista es una Navidad perenne. No aludo

    ahora al hecho de que muchas veces el Salvador en el SantsimoSacramento no es recibido con mayor veneracin que en Beln; deque muchas veces en el sacramento no nos preocupamos de lms que aquellos hombres desalmados, que arrojaron a la MadreVirgen en medio de la sombra noche de diciembre, aunque enrealidad aquella noche no pudo ser ms fra que el alma helada detantos, de tantsimos hombres modernos que no se preocupan dela Santsima Eucarista. El desamparo de Beln y la despreocupa-

    cin de los hombres de entonces no pudo dolerle ms al Seor quenuestro comportamiento ante el Santsimo Sacramento, al encon-trarnos ante su presencia insensibles, conversando acaso con elque tengo a mi lado.

    No aludo a estas circunstancias cuando afirmo que la Santsi-ma Eucarista es una Navidad perenne. Lo que quiero expresar esque el Nio de Beln, que vino a nosotros en la noche de Navidad,no nos abandona ya nunca, sino que en el Santsimo Sacramento

    sigue viviendo para siempre con nosotros aqu abajo en la tierra.El mismo Jesucristo que naci de Mara Virgen; el mismo que

    estuvo recostado en el pesebre del fro establo; el mismo que reci-bi el mensaje de los tres Magos, est presente en la SantsimaEucarista; y como un da en el establo de Beln, tambin ahora enel Santsimo Sacramento est esperando el homenaje y la ado-racin de sus fieles.

    Aqu en el Santsimo Sacramento est presente nuestro

    Jess. Podemos decir algo ms grande? Jess, cuyo simple nom-bre exhala fragancia y pone en fuga a todos los poderes del infier-no. Jess, cuya virtud curaba a los enfermos, aun cuando ellos nohacan ms que tocar una fimbria de su vestidura. No es que en laSantsima Eucarista est escrito su nombre, ni que lo pronuncie-mos tan slo, o tengamos un retazo de su vestidura, sino que estaqu el que llevaba la vestidura, el que tena el nombre.

    Y no est nicamente en Beln, no est tan slo en la TierraSanta, sino que est dondequiera que haya un sacerdote catlicoque celebra el santo sacrificio de la misa; est con todos los pue-

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    blos del mundo, est en cada pas, en cada nacin; est con nos-otros, en medio de nosotros. Dichosos los hombres entre quieneshabita el Seor! Bendito seis, cuerpo sacratsimo, sangre pre-ciossima, que estis ocultos bajo las especies de pan y vino

    La Santsima Eucarista no es tan slo una Navidad perenne,sino tambin una Pascua perpetua para nosotros, una Pascua quenos colma de alegra, que nos vivifica, que renueva nuestra almaquebrantada.

    La Santsima Eucarista no es un trozo del rbol de la cruz,sino Aqul que estuvo clavado en ella. No es la corona de espinasensangrentada, sino la misma cabeza coronada. No es la lanzaque traspas el Corazn del Salvador, sino el Corazn Sacratsimo

    traspasado, aquel Corazn que en la aurora pascual empez a latirnuevamente e hizo correr la sangre por las venas del Salvador re-sucitado.

    Qu energas puedo esperar yo de esta Santsima Eucarista!Qu germinar de primavera, qu nueva vida llena de sol, si recibodignamente a Jess Sacramentado! Despus de la comunin, esteCorazn Sacratsimo, resucitado que vuelve a latir nuevamentepor nosotros, descansa sobre mi corazn y enva la sangre del

    Salvador a mis venas y expulsa toda flaqueza y mezquindad de mipobre corazn pecador y lo purifica a fuego vivo para que no quedeen l ni la ms pequea escoria, para que no tenga ni un solo latidoque no sea por Dios y por su gloria.

    Cada comunin es el despertar de un alma dormida. Y laSantsima Eucarista es realmente una madrugada pascual a travsde las centurias, a travs de los milenios. Alabado y glorificadoseas, dulce Jess, a quien confesamos aqu con fe firme. Por amor

    viniste a salvamos.Finalmente, Jesucristo, en la Santsima Eucarista, es nuestro

    perenne Pentecosts. Qu urgente necesidad tiene nuestra almavacilante, atormentada, desfallecida, de que no haya un soloPentecosts al ao!

    Pentecosts es la fiesta del Espritu Santo que consuela, queconfirma, que alienta; en Pentecosts baj a nosotros el Espritu

    divino e hizo descender sobre nuestra pusilanimidad su fuego lla-meante, su vigor; para que no temamos confesar nuestra fe, para

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    que no cedamos a la tentacin, para que no caigamos nunca enpecado. Quin puede afirmar de s que est tan afianzado en elbien, tan curtido contra el pecado, que no necesite el auxilio dePentecosts?

    Pues ah est la Santsima Eucarista, en que Nuestro SeorJesucristo derrama sobre nosotros con amor ardoroso el espritu dePentecosts todas las veces que nos acercamos a l. En el Sant-simo Sacramento el mismo Jess entra en nuestra morada a fin dedarse como auxilio y alimento para la lucha que todos hemos desostener en esta vida contra el pecado.

    Por esto nos alegrarnos el da del Corpus, en este da conme-morativo de la institucin de la Santsima Eucarista. Toda la su-

    blimidad de Navidad, todos los fulgores de Pascua, todas las ale-gras de Pentecosts se juntan hoy, cuando con amor, oracin yhomenaje acudimos a la Santsima Eucarista, y exultando lleva-mos en marcha triunfal por las calles nuestro gran tesoro.

    Y lo hacemos bien. Aun la fastuosidad exterior ha de ser lams grande posible, ha de ser deslumbrante el brillo, resplande-ciente de riqueza el derroche de adornos con que festejarnos tansolemne da. Mas no olvidemos una cosa: tambin la fiesta de hoy

    termina con la noche; las flores estarn marchitas maana, el humofragante del incienso pronto se disipar, los acentos del cnticofestivo se perdern en medio del estrpito de la vida ordinaria; noconsintamos que con las flores se marchite nuestro amor, que sedisipe con el cntico y el humo del incienso, que se enerve ymenge nuestra gratitud.

    Porque si bien el Salvador se contenta con que slo una vezal ao celebremos el da del Corpus y le ofrezcamos este derroche

    y brillo, con todo, espera de nosotros que nuestros pensamientosdescansen en l, que con el corazn lleno de gratitud nos arrodille-mos delante de l, que con nuestro amor le busquemos en elSantsimo Sacramento no solamente hoy, sino toda nuestra vida.

    Puede esperarlo de nosotros l, que, impulsado por el amor,no se content con nacer sobre la paja punzante de un establo fro,ni se content con morir despus de una vida dura de treinta ytres aos en el rbol de la ignominia entre indecibles tormentos,sino que instituy la Santsima Eucarista para permanecer con

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    nosotros todos los das, hasta la consumacin de los siglos, bajo elvelo de la blanca hostia.

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    Muchas veces brotan de nuestros labios las alabanzas delSalvador oculto en el Santsimo Sacramento; y le adoramos conprofundo homenaje; pero no hemos de olvidar que el Salvador noacoger con agrado nuestra alegra, nuestra gratitud, nuestrasalabanzas, si no tenemos suficiente espritu de sacrificio paraenfrentarnos por amor a l con todos los pecados.

    Solamente con este espritu podremos celebrar de veras el da

    del Corpus, esta fiesta tan grata a Jesucristo. Solamente as po-dremos convertir toda nuestra vida mortal en un grandioso da delCorpus, lleno de gratitud. Y solamente despus de tal vida po-dremos participar del da eterno del Corpus, cuando seamos yaunos seres glorificados que en el resplandor indescriptible del reinode Dios unan su voz al cntico de alabanza y gratitud:

    Gloria y veneracin al Padre y al Hijo.

    Bendicin y gloria eterna juntamente con el Espritu Santo.

    Bendigan todas las generaciones al Dios santo, Uno en trespersonas.

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    QU ES LA SANTSIMA EUCARISTA?

    Qu amor, gratitud y ternura debemos nosotros al SantsimoSacramento, en que Nuestro Seor Jesucristo nos dio la pruebams brillante de su amor infinito!

    Porque para nosotros la Santsima Eucarista es: I. Elrecuerdo de Cristo que se despide. II. El alimento de nuestrasalmas. III. Nuestra compaa mientras dura nuestra peregrinacinterrenal.

    I

    RECUERDO DE CRISTO QUE SE DESPIDE

    Este recuerdo lo prometi Jesucristo mucho tiempo antes desu Pasin, con ocasin de la multiplicacin de los panes.

    Despus de este milagro, grandes multitudes rodean al Seor

    en Cafarnaum: Eres ms grande que Moiss? le preguntan,porque tambin l nos pidi pan.

    Si soy ms grande? contesta el Seor. Yo soy el panvivo, que ha bajado del cielo. Vuestros padres comieron del man ymurieron; mas quien coma del pan que Yo os dar, no morir

    jams.

    Los judos empiezan a murmurar. Y Cristo confirma sus pala-bras: En verdad, en verdad os digo..., y luego aade Trifn-

    falmente: Quien come mi carne y bebe mi sangre, en M mora yYo en l (Juan 6,57).

    Lo que prometi en esta ocasin el Seor, lo cumpli en laUltima Cena.

    El Seor Jess, en la noche misma en que haba de ser trai-doramente entregado, tom el panescribe el Apstol (I Cor9,22). Qu sublime recuerdo del amor de Cristo!

    El mundo frvolo se encuentra hoy ante la Santsima Eucaris-ta con la misma incomprensin que un da los judos. Tambin hoy

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    se pregunta: Cmo puede dar ste su cuerpo? Cmo puede ha-ber un cuerpo vivo en esa hostia inmvil? El mundo moderno pre-gunta lo que preguntaron los judos, ya que el engreimiento hu-mano es siempre el mismo.

    Y, sin embargo, miremos el campo durante el invierno: qufro, qu rgido, qu inmvil!; Parece que no tiene vida!..., y, contodo, va a brotar de l la vida en millones de seres.

    Miremos el rbol descarnado durante el invierno; parece queest muerto; es posible que haya vida en l?

    Miremos los cables por donde pasa la electricidad, quincreer que en ellos pasa una fuerza impresionante?

    Me preguntas: Cmo cabe Dios en esa pequea hostia?Pero por que no preguntas cmo cabe, por ejemplo, el grandiosoedificio de una catedral en tus ojos tan pequeos?

    Pues bien; el Dios todopoderoso, que en la naturaleza sabeobrar milagros tan sublimes, no tendr fuerza para obrar un nuevomilagro con que dejarnos un recuerdo sublime de su amor? Decunto es capaz el amor! El amor omnipotente! El amor que sedespide! Con qu milagros nos sorprende un da y otro da elmismo amor humano!

    El mayor sufrimiento del amor es sentir su impotencia. Cmosufre el padre moribundo, que no deja a sus hijos sino su fotogra-fa... porque no puede dejarles ms! Pero Cristo agonizante eraomnipotente. Y as nos dej en recuerdo, no su fotografa, sino a Smismo en la Santsima Eucarista.

    II

    EL ALIMENTO DEL ALMA

    Todos los seres vivientes necesitan un alimento. Un alimentoque est en consonancia con la clase de vida que les corresponde.El hombre tiene tres clases de vida: la del cuerpo, la del alma, la dela gracia o sobrenatural; ha de ser triple tambin su alimento. Ascomo el cuerpo se consume sin el alimento, de modo anlogo se

    consumira tambin el alma y llegara a perderse la gracia. Si los

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    ciudadanos de la gloria viven en la tierra, del cielo han de recibir elpan (SAN BUENAVENTURA).

    Y puesto que Nuestro Seor JESUCRISTO dijo explcitamen-te: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su

    sangre, no tendris vida en vosotros (Juan 6, 54), la Iglesiaprescribe que, por lo menos una vez al ao, todos los fieles recibanel alimento sagrado.

    Cules son sus efectos?: a) Cura las enfermedades, y b) danuevas fuerzas para la vida.

    Cules son las enfermedades? Los pecados, la pena tem-poral merecida por los pecados y las malas inclinaciones. El peca-do venial viene a ser en el alma como la erupcin de la piel en el

    cuerpo. Pero si el Seor viene a nosotros y toca nuestras llagas,quedan curadas. An ms, en la sagrada comunin el Seor hastacondona la pena temporal en la proporcin del amor con que lerecibimos. Y quin no sabe por propia experiencia que el corazndel hombre se inclina al mal desde la juventud? Mas un manzanosalvaje, despus de injertado, dar buenos frutos. As dice elSeor: Quien me come, tambin l vivir por M (Juan 6, 58); susinclinaciones no sern torcidas.

    b) La sagrada comunin no solamente cura, sino que comu-nica nuevas fuerzas para la vida sobrenatural. El pan sostiene lavida del cuerpo; la Santsima Eucarista, el pan celestial, nos dala gracia santificante, hermosea el alma y nos otorga la perse-verancia final. Y as como no nos damos puente de cmo no nosdamos cuenta de cmo nos nutre el pan corporal, tampocoadvertimos de qu manera la Santsima Eucarista alimenta nuestraalma. No lo notamos, pero podemos repetir: Vivo yo, mas no vivo

    yo, es Cristo quien vive en m.Por desgracia, muchos hombres no saben nada de todo esto;

    muchos ni siquiera sospechan qu cosa sea la comunin bienhecha.

    Lo indica el mismo nombre: comunin, es decir, unin. Dosseres se funden en uno.

    Dos: Jess y yo. Atencin!: Jess y yo, no yo y Jess; porque

    en la comunin todo depende de quin es el primero y quin es elsegundo, quin es el personaje principal y quin el secundario.

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    Puedo comulgar de tal manera que yo sea el personaje principal yJesucristo el secundario. As comulgan los tibios, y luego se quejande no ver el resultado de la comunin. Y puedo comulgar de ma-nera que Cristo sea el primero y yo el segundo. As comulgan los

    creyentes fervorosos, y consiguen las bendiciones de la SantsimaEucarista.

    Tambin los tibios reciben a Cristo, es cierto; mas no se fun-den con l. Basta comer un alimento bueno? Hay que digerirlo yasimilrnoslo; de lo contrario, es intil.

    Se comprende por qu quedan sin efecto muchas comunionesy por qu no se nota la influencia de Cristo. Sencillamente, porqueno hay lugar para l en muchas almas. Nuestro corazn est lle-

    no..., de qu?..., del mundo y de nosotros mismos.Observa a uno de esos hombres que, desde la maana hasta

    la noche, desde el domingo hasta el sbado, desde el da de aonuevo hasta fin de ao viven de continuo en un ambiente extrao aCristo. Ahora va a comulgar. Tendra que levantarse al ambientesobrenatural de la sagrada comunin, pero no es capaz de de ello.Slo est all su cuerpo, slo est su lengua; pero est lejos sucorazn, su alma, sus sentimientos, sus anhelos, sus pensamien-

    tos. Cmo decirlo? Ese tal recibe a Cristo solamente en laantesala, y no le introduce en el aposento de los ntimos.

    Pero recita la accin de gracias! S; repite una frmula hecha.Introduce acaso al Seor en la sala de sus ntimas confidencias,para explayar con l su alma?...

    Cmo ha de ser nuestra comunin?

    Hay que despertar en nosotros una fe firme: Va a venir Cristo

    el Hijo del Dios vivo, mi Rey; voy a hablar con l, le dar gracias, lehar peticiones, le presentar mis quejas. Si despus de comulgaras vuelvo a casa, mi madre, mi esposa, mi marido, mi familia, miscompaeros de oficina... quedarn sorprendidos: cunto, mssuave, paciente, amable, tolerante y pacifico me vern! EI motivo?Ellos no lo saben. Yo s que lo s: llevo a Cristo en mi interior.

    La Santsima Eucarista, alimento del alma!

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    III

    NUESTRA COMPAERA EN LA PEREGRINACIN TERRENAL

    Nuestro Seor Jesucristo quiso quedarse con nosotros hastala consumacin de los siglos.

    Acaso haya quien suspire con el corazn entristecido:

    Oh, si yo hubiese vivido en aquellos tiempos en que el Seoranduvo sobre la tierra!

    Y no tiene razn. Fueron pocos los que entonces le vieron;ahora pueden acercarse a l todos. Entonces estuvo en medio delos hombres algunos aos, ahora est continuamente, y slo dejar

    el altar cuando haya conducido a la meta a todos sus hijos.Mientras tanto, queda en medio de nosotros un recuerdo constantey Vivo de su Pasin, permanece en medio de nosotros el cuerpocrucificado y la sangre derramada en el Calvario, sigue en mediode nosotros el Maestro que nos ensea a vivir sacrificndonos porlos dems, permanece como ejemplo y como garanta de nuestrafutura resurreccin.

    Me imagino qu sera, qu agitacin se apoderara de los

    hombres si se diese la noticia de que el Seor ha vuelto a la tierra yse le puede ver en Jerusaln o en Roma o en otro lugar. Cmoiran ahorrando los hombres para hacer el viaje y poder verle!

    Y, sin embargo, con una fe viva podemos saludar al Seor entodos las iglesias en que se suarda la Santsima Eucarista.

    Todos hemos odo hablar del clebre santuario de la Virgende Lourdes. Es un cuadro inolvidable para todos los que pudieron

    contemplarlo: sale la procesin de la magnfica baslica, y las multi-tudes all congregadas de todas las partes del mundo colocan susmutilados, sus enfermos, al lado del camino: un americano con loshuesos fracturados, un alemn moribundo, un obispo africanoparaltico, una muchacha hngara arrollada por el tren, un negrocon una llaga grande, abierta!... Miserables al borde del camino!Distinto es su idioma, distinto el color de su rostro, distintos susdolores, no tienen de comn ms que su fe: la fe viva e inconmo-

    vible de que se acerca a ellos, bajo las especies de la blanca hos-tia, el Redentor omnipotente, el cual, si quiere, puede curarlos.

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    Y al emprender su camino la procesin, se oye una letanaque conmueve el corazn y desgarra el alma, una letana que brotade labios de aquellos dolientes, una letana que no se oye enningn otro punto del mundo; se oy algo semejante en el camino

    de Jeric, y tambin de labios del centurin de Cafarnam, cuandoJesucristo andaba corporalmente en medio de nosotros.

    Esta letana no dice: Seor, ten piedad de nosotros; Cristo,ten compasin de nosotros, sino Jess, Hijo de David, haz queyo vea; Jess, Hijo de David, haz que yo oiga; Jess, hijo de David,haz que se junten mis huesos; Jess, Hijo de David, haz que yopueda vivir todava; Jess, Hijo de David, di una palabra y mi cuer-po quedar curado.

    Sollozando rezan la letana los sanos y los enfermos.Y a medida que pasa la procesin y se da a cada cual una

    bendicin especial con el Santsimo Sacramento, una fuerza divinainvade a uno de esos pobres enfermos, y el que durante aosapenas pudo moverse, estalla en un grito y se yergue curado, y congran gozo arroja sus muletas...

    La multitud se estremece de gratitud, emocin y alegra. Enmedio de la procesin, con voz temblorosa de alegra, se oye elcanto del sacerdote: Te Deum laudamus. A Ti, Seor, tealabamos.

    Al volver la procesin a la iglesia iluminada, no queda ya nin-gn incrdulo, nadie duda, todos creen, todos son cristianos fir-memente convencidos, y con los labios trmulos, con el coraznrebosante de gratitud, con los ojos arrasados de lgrimas, postra-dos todos, entonan con voz vibrante el cntico: Ten Piedad denosotros, Seor; ten piedad de nosotros. Descienda sobre nosotrostu misericordia, pues hemos esperado en Ti.

    Dulce Redentor nuestro! Danos esta fe viva, esta fe inconmo-vible que no sabe de dudas. En Ti, en tu bondad, ciframos todasnuestras esperanzas. Haz que sintamos siempre la gratitud, laveneracin y el amor ms profundos hacia la mejor prenda de tubondad, la Santsima Eucarista, y as la merezcamos, a fin de quecuando llegue nuestra hora postrera, confortados con este sacra-

    mento, con tu cuerpo sacratsimo y tu sangre preciossima,podamos rezar confiados: En Ti, Seor, he esperado, no sea yo

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    eternamente confundido. Recoge ahora mi alma humilde, para queen el otro mundo pueda verte cara a cara, a Ti que en esta tierraslo he podido verte oculto bajo las especies de pan y vino, pero enquien he credo humildemente, y unido inseparablemente con tu

    Corazn Sacratsimo sea indeciblemente dichoso por eternidad deeternidades.

    Fuente: Primeros captulos del libro ANUNCIAD EL EVANGELIO,de Mons. Tihmer Tth.