ego y arquetipo
DESCRIPTION
Edinger Cap 1 y 2TRANSCRIPT
SEMINARIO
SELF E INDIVIDUACIÓN
Noviembre 2004
AION- CONTRIBUCIÓN DE LOS SÍMBOLOS DEL SÍ MISMO
UNIDAD TEMÁTICA II
EDINGER E. F. (1989) Ego y Arquetipo, San Pablo: Cultrix. Pag. 19- 162
*Cap 1 El ego Inflado (Entregado en seminario de Individuación, sueños y mitos.)
*Cap 2-3 El Ego alienado / Encuentro con el Self (pag 65-96 y 97-152)
(Seminario Self e Individuación)
Traducción: Montserrat Lobos y Loren Avalloni, 2006
2
EL EGO ALIENADO
El propio peligro suscita el poder salvador.
-HOLDERLIN*
1- EL EJE EGO- SI MISMO Y EL CICLO DE LA VIDA PSÍQUICA
Aunque el ego se inicie en un estado de inflación consecuente de la identificación
con el Si- mismo, esa condición no puede persistir. Los encuentros con la realidad
frustran las expectativas infladas y provocan un extrañamiento entre el ego y el Si-
mismo. Ese extrañamiento es simbolizado por imágenes como decadencia (n del t:
ruina), exilio, herida sin cura, tortura perpetua. Evidentemente, cuando esas
imágenes entran en juego, el ego no sólo es castigado, sino también herido. Esa
herida puede ser mejor comprendida como un daño infligido al eje ego- Si mismo, un
concepto que es necesario discutir un poco más a partir de ahora.
La observación clínica nos lleva a la conclusión de que la integridad y la
estabilidad del ego dependen, en todos los estadios del desarrollo, de una viva
conexión con el Si- mismo. Fordham1 da ejemplos de imágenes semejantes a
mandalas, entre niños, que surgen como círculos protectores mágicos en momentos
en que el ego se encuentra amenazado por fuerzas destructivas. El cita varias
* Patmos, Wo aber Gefahr ist, wächst das Retened auch.
1 Fordham , M., “Some Observations on the Self an the Ego in Childhood”, in New Developments in Analytical Psychology, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1957.
ocasiones de contacto con los niños en las cuales el dibujo de un círculo fue
asociado a la palabra “yo” y llevó a una acción efectiva que el niño anteriormente
había sido incapaz de realizar. Una situación semejante tiene lugar en la
psicoterapia de adultos, en los momentos en que el inconciente puede producir una
imagen-mandala que trae consigo un sentimiento de calma y contención a un ego
desordenado y confuso. Esas observaciones indican que el Si mismo se mantiene
por detrás del ego y puede actuar como garantía de su integridad. Jung expresa los
mismo, al decir: “El ego mantiene con el Si-mismo la misma relación que hay entre el
elemento movido y el elemento que mueve… El Si-mismo… es una existencia a
priori de la cual surge el ego”2. Siendo así, el ego y el Si-mismo mantienen entre sí
una afinidad estructural y dinámica. El término “eje ego- Si mismo” fue usado por
Neumann para designar esa afinidad vital.3
Esa afinidad entre el ego y el Si mismo es ilustrada mitológicamente por la
doctrina del Antiguo Testamento según el cual el hombre (ego) fue creado a imagen
y semejanza de Dios (Sí mismo). También es pertinente a esa afinidad el nombre
primordial atribuido a Yavé – “Yo soy aquel que es”. ¿No son las palabras “Yo soy”
las que definen la naturaleza esencial del ego? Por consiguiente, caminamos en un
terreno seguro cuando postulamos una conexión básica entre ego y Si mismo que se
reviste de importancia fundamental desde el punto de vista de la mantención del
funcionamiento y de la integridad del ego.
2 Jung, C. G., Psychology and Religión: West and East, C. W., Vol. 11, par. 391.
3 Neumann, E., “Narcissism, normal Self- Formaition and the Primary Relation to the Mother”, in Spring, publicado por el Club de psicología Analítica de Nueva Cork, 1966, pp. 81 ss. Ese artículo seminal merece un cuidadoso estudio por parte de todos los psicólogos analíticos.
Esa conexión es descrita en los diagramas de la página 24, por la línea que
conecta el centro del círculo del ego al centro del círculo del Sí mismo, línea que fue
denominada eje ego- Si mismo. El eje ego- Si mismo representa la conexión vital
entre el ego y el Si mismo, la cual debe quedar relativamente intacta si se pretende
que el ego soporte las tensiones y crezca. Ese eje es un pasaje o canal de
comunicación entre la personalidad conciente y la psique arquetípica. El daño del
eje ego- Si mismo impide o destruye la conexión entre conciente e inconciente y
provoca la alienación del ego en relación a su origen y fundamento.
Antes de pasar a considerar el modo por el cual se daña el eje ego- Si mismo
en la infancia, es necesario hacer algunas observaciones preliminares. Toda imagen
arquetípica trae consigo un aspecto parcial del Si-mismo. En el inconciente, no hay
separación entre cosas diferentes. Todas las cosas forman una misma amalgama.
Siendo así, en cuento el individuo no tiene conciencia de ellas, las capas sucesivas
que aprendemos a distinguir (esto es, sombra animus o ánima, y Sí mismo) no
están separadas, sino amalgamadas en una única totalidad dinámica. Tras el
problema de la sombra o del animus, así como de un problema de figura parental,
espía el Sí mismo. En la calidad de arquetipo central, al Si-mismo subordina a todos
los demás dominantes arquetípicos. Los cerca y los contiene. En consecuencia,
todos los problemas relacionados a la alienación – sea alienación entre ego y figuras
parentales, ego y sombra, ego y ánima (o ánimus)- son, en un último análisis,
problemas de alienación entre el ego y el Si-mismo. Aunque separemos esas
diferentes figuras para propósitos descriptivos, las evidencias empíricas indican que,
normalmente, estas no están separadas. Por consiguiente, cuando lidiamos con
cualquier problema psicológico serio, lidiamos, básicamente, con la cuestión de la
relación entre el Ego y el Si-mismo. Eso es válido, en especial, en la psicología
infantil.
Neumann sugirió que el Si-mismo puede ser experimentado, en la infancia,
con relación a los padres – y, en el período inicial, con la madre. Neumann da a la
relación original entre madre e hijo la denominación de “relación primaria”. Según él,
“…en la relación primaria, la madre, en calidad de fuente de orientación, protección y
nutrición, representa el inconciente y, en la primera fase, representa también al Si-
mismo y… la criatura dependiente representa el ego infantil y a la conciencia”.4 Eso
significa que el Si-mismo es inevitablemente experimentado, al inicio, en una
proyección que tiene como blanco a los padres. Por tanto, la fase inicial del eje ego-
Si mismo en desarrollo puede ser idéntica a la relación entre los padres y el hijo. Es
precisamente en relación a ese punto que debemos ser particularmente cuidadosos
en el sentido de hacer justicia tanto a los factores históricos personales como a los
factores arquetípicos a priori. El Si-mismo constituye un determinante interno a priori.
Incluso, este no puede emerger sin que haya una relación padres-hijo concreta.
Neumann llama la atención hacia esto y da a esa relación la denominación de
“evocación personal del arquetipo”. 5 En el transcurso de esa fase, en que la
experiencia del SI-mismo toma la forma de proyección, es probable que el eje ego- Si
mismo sea extremadamente vulnerable a daños provocados por factores
ambientales diversos. En ese período no es posible distinguir entre interior y
4 Neumann, E., “The Significance of Genetic Aspect for Analytical Psychology”, Journal of Analytica Psychology,, IV, p, p.133.
5 Ibid, p. 128.g
exterior. Por consiguiente, la incapacidad de experimentar aceptación o vínculo es
sentida como algo idéntico a la pérdida de la aceptación por parte del Sí mismo. En
otras palabras, el eje ego- Si mismo sufrió un daño, el que provocó una alienación
entre el ego y el Sí-mismo. La parte se separó del todo. Esa experiencia de rechazo
parental de algún aspecto de la personalidad de la criatura hace parte de la
anamnesis de casi todos los pacientes de la psicoterapia. Designo con la palabra
rechazo no al entrenamiento y la disciplina necesarios del niño, que le enseñan a
refrenar los aspectos primitivos, sino al rechazo parental que se origina de la
proyección de la sombra de los padres sobre el niño. Se trata de un proceso
inconciente experimentado por el niño como algo no humano, total e irreversible. Es
algo que parece venir de una divinidad implacable. Esa apariencia tiene dos
orígenes. En primer lugar, la proyección del Si-mismo en los padres, hecha por el
niño, atribuirá a las acciones de estos una importancia transpersonal. En segundo
lugar, el padre rechazador – que funciona inconcientemente- estará actuando en su
propia área de identidad ego-Sí mismo y quedará, por lo tanto, inflado en una
identificación con la divinidad. La consecuencia de eso, desde el punto de vista del
niño, es un daño inflingido a su eje ego- Si mismo, y que le puede afectar
permanentemente la psique.
El Sí- mismo, en la calidad de centro y totalidad de la psique, capaz de
conciliar todos los opuestos, puede ser considerado el órgano de aceptación par
excellence. Como incluyó la totalidad el debe ser capaz de aceptar todos los
elementos de la vida psíquica por más antitéticos que puedan ser. El sentimiento de
ser aceptado por el Sí-mismo da al ego fuerza y estabilidad. Ese sentimiento de
aceptación es canalizado hacia el ego a través del ego-Sí-mismo. Un síntoma del
daño de ese eje es la falta de autoaceptación. El individuo siente que no merece vivir
o ser lo que es. La psicoterapia le ofrece a la persona que pasa por eso, una
oportunidad de experimentar la aceptación. En casos exitosos, esa experiencia
puede ser equivalente a una reparación del eje ego-Sí-mismo, que reestablece el
contacto con las fuentes internas de fuerza y de aceptación — lo que deja al paciente
libre para vivir y crecer.
Los pacientes cuyo eje ego-Sí-mismo se encuentra damnificado se
impresionan en la psicoterapia, por el descubrimiento de que el psicoterapeuta los
acepta. Inicialmente ellos no consiguen creer en eso. La aceptación puede ser objeto
de descrédito y considerada tan sólo una técnica profesional desprovista de genuina
realidad. Y si la aceptación de terapeuta pudiese ser reconocida como un hecho real,
entonces aparece rápidamente una poderosa transferencia. La fuente de esa
transferencia parece ser la proyección del Sí-mismo, especialmente en su función de
órgano de aceptación. En ese punto, las características centrales del terapeuta- Sí-
mismo se tornan prominentes. El terapeuta como persona se torna el centro de la
vida y del pensamiento de los pacientes. Las sesiones de terapia se vuelven los
puntos centrales de la semana. Surgió, donde antes sólo había caos y desespero,
un centro de significado y de orden. Esos fenómenos indican que está en curso una
reparación del eje ego-Sí-mismo. Los encuentros con el terapeuta serán
experimentados como un contacto rejuvenecedor con la vida, un contacto que
vincula un sentimiento de esperanza y de optimismo. Al comienzo, esos efectos
requieren un contacto frecuente y desaparecen rápidamente entre las sesiones. Sin
embargo, poco a poco, el aspecto interno del eje ego-Sí-mismo se torna cada vez
más prominente.
La experiencia de aceptación, no solamente repara el eje ego-Sí-mismo, sino
que también reactiva la identidad residual entre ellos. Eso debe ocurrir desde que el
eje ego-Sí-mismo esté completamente inconciente (condición representada por la
figura 2). Así, emergerán actitudes infladas, expectativas posesivas, etc., que
evocan un rechazo adicional por parte del terapeuta o de ambiente. El eje ego-Sí-
mismo será dañado una vez más, produciéndose, de este modo, un estado de
relativa alienación. Tanto en la psicoterapia como en le desarrollo natural, lo ideal es
que ocurra una desilusión progresiva de la identidad entre el ego y el Sí-mismo, de
una forma lo bastante suave como para no dañar el eje ego-Sí-mismo. En realidad,
esa condición deseable raramente ocurre.
El proceso de desarrollo del inconciente parece seguir el curso cíclico
representado en la figura 5, pág. 71. Como indica el diagrama, el crecimiento
psíquico involucra una serie de actos inflados o heroicos. Esos actos provocan el
rechazo y son seguidos de la alienación, el arrepentimiento, la restitución y de una
inflación renovada. Ese proceso cíclico se repite varias veces en las primeras etapas
del desarrollo psicológico, y cada ciclo produce un incremento de la conciencia. Así,
la conciencia va siendo construida poco a poco. No obstante el ciclo puede salir mal:
está sujeto a disturbios, especialmente en las fases iniciales de la vida. En la
infancia el vínculo entre el niño y el Sí-mismo es, en gran parte, idéntico al vínculo
entre el niño y los padres . Por lo tanto, si esa última relación fuese defectuosa, el
contacto del niño con su centro interno del ser padecerá un defecto idéntico. Ese
hecho torna las primeras relaciones familiares extremadamente importantes para el
desarrollo de la personalidad. Si las relaciones familiares interpersonales fuesen
muy dañinas, el ciclo puede quedar interrumpido casi por completo. Este puede
interrumpirse en dos lugares (puntos A y B de la figura 5).
Puede surgir un bloqueo si no existe una aceptación y una renovación del
amor suficientes en el punto A (Fig. 5). Si el niño no fuese plenamente aceptado
después de ser castigado por un mal comportamiento, el ciclo de crecimiento puede
sufrir un cortocircuito. En lugar de completar el ciclo o de alcanzar una posición de
reposo y aceptación, el ego del niño puede verse aprisionado en una oscilación
estéril entre inflación y alienación que crea cada vez más frustración y desespero.
Otro punto en que puede ocurrir bloqueo es el punto B. Si el ambiente del niño
es indulgente a tal punto de privarlo de cualquier experiencia significativa de rechazo,
si sus padres jamás dicen “NO”, igualmente se produce un cortocircuito en el ciclo.
Toda la experiencia de alienación, que trae consigo la conciencia habrá sido omitida
y el niño habrá sido aceptado en su inflación. Eso lleva a la psicología del niño
mimado y contribuye a una vida provisional en que las limitaciones y negaciones
prácticamente no fueron experimentadas.
La figura 5 representa una alternancia entre alienación e inflación que se
manifiesta en los estadios psicológicos iniciales. Ella deja afuera el estadio más
avanzado de desarrollo en el cual el ciclo es superado. Una vez que haya alcanzado
un cierto grado de desarrollo, el ego no necesita continuar ese ciclo repetitivo, por lo
menos no de la misma forma. Así, el ciclo es sustituido por un diálogo más o menos
conciente entre ego y Sí-mismo.
2. DESESPERACIÓN Y VIOLENCIA
En el estado de alienación, el ego no sólo pierde identificación con el Sí-mismo — lo
que es deseable— sino que también se desvincula de él — lo que de veras es
indeseable. La conexión entre el ego y el Sí-mismo tiene importancia vital para la
salud psíquica. Proporciona fundamento, estructura y seguridad al ego, más allá de
facilitar a este último energía, interés, significado y propósito. Cuando la conexión se
quiebra, el resultado es el vacío, el desespero, la falta de sentido y, en casos
extremos, la psicosis y el suicidio. La Biblia presenta varios personajes mitológicos
que representan el estado de alienación. Adán y Eva, cuando son expulsados del
jardín, (ilustración 4) son personajes tristes y extraños. Caín también representa un
personaje alienado. Leemos en el Génesis:
Y Abel fue pastor de ovejas y Caín labrador. Con el pasar del tiempo
Caín llevó al Señor una ofrenda de los frutos de la tierra, y Abel llevó de las
primicias de sus ovejas y de su gordura. Y el señor prestó atención a Abel y a
su ofrenda pero no así a Caín ni a su ofrenda. Entonces, Caín se volvió
iracundo y su semblante decayó. El Señor le dijo a Caín ¿Por qué estás tan
enojado? Y ¿Por qué tu semblante se decayó?. 6
Yahvé no parece percibir que fue su propio rechazo a Caín y a lo que el
ofrendaba lo que causó todo el problema.
6 Génesis 4: 2-6 RSV.
Caín dijo a Abel, su hermano: “Salgamos al campo” y cuando estaban en
el campo Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató. Entonces el Señor
dijo a Caín “¿dónde está Abel, tu hermano?” y él respondió “No sé; ¿soy yo el
cuidador de mi hermano?” y el Señor le dijo: “¿Qué hiciste?, la voz de la sangre
de tu hermano clama a mí desde la tierra y ahora eres maldito de esta tierra,
que abrió la boca para recibir, de tus manos, la sangre de tu hermano. Cuando
labrares la tierra, esta ya no te dará sus fuerzas; serás un fugitivo y vagabundo
en la tierra”.7
Así, Caín exiliado hacia las regiones salvajes, reproduciendo, en otro nivel el
exilio que le ocurriera a Adán en el paraíso. Si observamos en este mito de forma
objetiva, y no de la forma tradicional, veremos que el origen de la dificultad fue el
rechazo inicial a Caín, por parte de Dios, sin razón o causa aparente. Supimos que
Abel cuidaba de ovejas y que Caín labraba la tierra. Tal vez Caín estuviera dando
inicio a la agricultura en una tierra de pastoreo. Eso pudiera explicar su rechazo. Él
fue un innovador y sufrió el destino característico de todos quienes intentan traer una
nueva orientación a una sociedad inmóvil que teme a los cambios. De cualquier
manera, Caín es un personaje arquetípico que representa la experiencia del rechazo
y de la alienación. La reacción que él manifestó ante un rechazo irracional y excesivo
es característica: la violencia. Siempre que experimentamos una insoportable
alienación o desespero viene la violencia. La violencia puede tomar tanto una forma
interna como una forma externa. En sus manifestaciones extremas ellas pueden ser
el suicidio o el asesinato respectivamente. El punto crucial es que, en la raíz de todas
7 Génesis 4: 8-12 RSV.
las formas de violencia reside la experiencia de alienación — un rechazo muy difícil
de soportar.
Me acuerdo de un paciente de un hospital de enfermos mentales que vivía el
mito de Caín. Desde la infancia, su mayor problema y el tema central de su
experiencia de vida era la rivalidad con su hermano más viejo. Su hermano era
exitoso en todo lo que se involucraba y era el favorito tanto del padre como de la
madre. Ese favoritismo era tan pronunciado que los padres acostumbraban a
referirse al paciente por el nombre de “hermano”. Se comprende que esto lo
enfureciese, pues significaba (lo que era de verdad) que él no era experimentado
como individuo distinto y que casi no existía ante los ojos de sus padres. El paciente
fue llevado a un estado de amargura y de frustración, con un profundo sentimiento de
inutilidad. Su grado de identificación como el “rechazado” se reveló por la reacción
que el tuvo cuando asistía a la película “Al Este del Edén”, basado en el romance de
John Steinbeck. Se trata de una forma modernizada del tema de Caín y Abel. Hay en
la historia dos hermanos; uno es el favorito de los padres y el otro es el abandonado
y rechazado. El paciente se identificó mucho con el rechazado y, en el medio de la
película tuvo una reacción de ansiedad y de angustia tan extrema que fue forzado a
retirarse.
Más tarde, este paciente se casó, pero las cosas no fueron bien entre él y su
esposa, esta tuvo una relación con otro hombre. Esta situación provocó el regreso
del tema del antiguo rechazo con toda la intensidad. Y él atacó criminalmente a la
mujer aunque no la mató. Luego intentó el suicidio. En un comienzo no tuvo éxito
pero, al tercer intento lo consiguió. Así vivió su destino mitológico hasta el amargo fin.
Desde el punto de vista interno, hay una pequeña diferencia entre asesinato y
suicidio. La única diferencia está en la dirección en las que se dirige la energía
destructiva. En un estado de depresión, las personas normalmente se ven
involucradas en sueños asesinos; el soñador se mata a sí mismo internamente. Esas
imágenes oníricas indican que el asesinato y el suicido son esencialmente la misma
cosa en términos simbólicos.
Otro personaje bíblico, que es igualmente una representación típica del estado
alienado, es Ismael (ilustración 8). Ismael era hijo ilegítimo de Abraham y de la
esclava Aghar. Cuando Isaac, el hijo legítimo nació, Ismael y su madre fueron
expulsados al desierto. El tema de la ilegitimidad constituyó uno de los aspectos de
la experiencia de alienación. Los hijos ilegítimos de la vida real normalmente
presentan un serio problema de alienación, que puede ser denominado “Complejo de
Ismael”.
El libro de Melville, Moby Dick, es un bello ejemplo de manifestación del
complejo de Ismael. El nombre del personaje central de la historia es Ismael, y la
historia describe la alternancia entre estados de inflación y de alienación. El primer
párrafo de Moby Dick es :
Llamadme Ismael. Hace algunos años — no importa precisamente hace
cuantos—, teniendo en mi bolso poco o casi ningún dinero, nada que me
interesase particularmente en tierra, encontré que debía navegar un poco y ver
la parte líquida del mundo. Es una forma que tengo para espantar la melancolía
y regular la circulación. Siempre que comienzo a ponerme sombrío como un día
lluvioso y húmedo, siempre que doy conmigo parado frente a las funerarias y
también acompañando cualquier entierro que encuentro, y especialmente
siempre que mi hipocondría ejerce sobre mí un dominio que requiere una gran
fuerza moral para impedirme de ir a la calle y golpear a las personas,
entonces, creo que es la hora de ir al mar lo más rápido que pueda. Esa es mi
alternativa a una pistola cargada. Con un discurso filosófico, Catán se tira
sobre la espada; yo voy calmadamente a mi embarcación. Nada hay de
sorprendente en eso. Casi todos los hombres ( si lo supieran), cualquiera sea la
clase a la que pertenecen, una vez u otra comparten conmigo prácticamente
los mismos sentimientos para con el mar.8
Todo lo que sucede en el libro es consecuencia lógica de ese primer párrafo.
Todo el trágico drama de violencia y de la inflación se desarrolla a partir de ese
estado inicial de desespero alienado y suicida. Se trata de un ejemplo de ciclo vital
en cortocircuito, un estado de alienación que provoca el retorno a la inflación
renovada y que tiene como consecuencia aún más desastres.
Otros clásicos de la literatura también tienen inicio en un estado de alienación.
La Divina Comedia de Dante, se inicia con las siguientes líneas:
En medio de la ornada de la vida
Me encontré perdido en la selva oscura;
Pues perdí el camino correcto que seguía,
¡Hay de mi! Es tan penosa la tarea de describir.
Cuán salvaje era aquel paraje áspero y hostil,
¡Que la memoria tiembla sólo al pensarlo!
8 Melville, H., Moby Dick, Nueva York, Hendrick’s House P.L.
Era algo tan triste que ni en la muerte habrá más tristeza. 9
El Fausto de Goethe, se inicia igualmente en un estado de alienación. En la
primera escena, él exprime ese vacío y esa esterilidad:
¡Oh! ¿Estaré aún atado a esta cadena?
¡Ese rombo en la pared, terrible y maldito,
en el cual incluso la luz amorosa de los cielos
perece de pronto entre esos muros disimulados!
Aprisionada entre ese montón de libros
Corroída por los gusanos, cubierta de polvo…10
Holderlin expresa la transición del niño a la edad adulta como el paso del cielo
a un terrible vacío.
Benditos los sueños dorados de la infancia, su poder
Oculto de mi por la cruel pobreza de mi vida
Haced florecer todas las buenas semillas del corazón
Pon a mi alcance lo que no puedo alcanzar
En tu belleza y luz, o naturaleza,
Libre de todo esfuerzo y compulsión,
El amor pleno de frutos alcanza condición noble,
Rico como cosechas robadas a la Arcadia.
La fuente de la que nací está muerta y enterrada,
Muerto está el mundo de la juventud, mi escudo,
Y ese pecho, que un día fue del cielo morada,
9 Dante, Divine Comedy, traducción de Laurence Grant White, Nueva York, Panteón. 10 Goethe, Faust, traducción de M. Mc Neice, Londres, Oxford Press.
Está muerto y seco, como campo estéril.11
No nos faltan expresiones modernas del estado alienado. En realidad las
tenemos tantas, que bien podríamos llamar a nuestro siglo. El siglo de la alienación.
Considérense a propósito los pasajes presentados a continuación, retirados de The
waste land, de T.S. Elliot:
What are the roots that clutch, what branches grow
Out of this stony rubbish? Son of man,
you cannot say, or guess, for you know only
a heap of broken images, where the sun beats,
and the death tree gives no shelter, the cricket no relief.
And the dry stone no sound of water.
here is no water but only rock
rock and no water and the sandy road
the road winding above among the mountains
wich are mountains of rock without water
If there where water we should stop and drink
Amogst the rock one cannot stop or drink
Sweat is dry and feet are in the sand
if there where only wather amongst the rock
death mountain mouth of carious teeth that cannot spit
here one can neither stand nor lie nor sit
there is not even silence in the mountains
11 “To Nature” citado en Jung, C. G. Simbols of Transformations. C. W. , vol. 5, seguimiento del parágrafo 624.
but dry and sterile thunder without rain.
There is not even solitud in the mountains
But red sullen faces sneer and snarl
From doors of mud cracked houses 12
[Qué raíces se afirman, qué ramos crecen / a partir de esos residuos de piedra,
hijo del hombre, / no puedes decir o entrever, pues conoces apenas / un montón de
imágenes quebradas, donde pega el sol / donde el árbol muerto no da abrigo ni el
tronco alivio. / ni la piedra seca da señal de agua. // … //
Aquí no hay agua; sólo roca / roca y no agua y la estrada de arena / la estrada
que serpentea por encima entre las montañas / que son montañas de roca sin agua /
si hubiese agua, deberíamos parar y beber / entre las rocas no se puede parar o
pensar / el sudor es seco y los pies se sumergen en la arena / si por lo menos
hubiese agua entre las rocas / montaña muerta, de boca dientes cariados, que no
puede salivar / aquí no se puede estar de pie, ni acostarse ni sentarse, ni siquiera
hay silencio en las montañas / pero truena seco y estéril sin lluvia. / ni siquiera hay
soledad en las montañas / sombrías caras rubicundas escarnecen y roznan / de las
puertas de casas de barro trizado. //
Este poderoso poema expresa la alienación individual y colectiva
característica de nuestro tiempo. El “Monte de imágenes quebradas” ciertamente
constituye una referencia a los símbolos religiosos tradicionales que, para muchas
personas, perdieron el significado. Vivimos en un desierto, sin poder encontrar una
12 Elliot, T.S., Collected Poems, Nueva York, Harcourt, Branse and company, pp. 69 s. e 86 s.
fuente de agua vital. Las montañas originalmente lugar de encuentro entre el hombre
y Dios — nada tiene sino truenos secos y estériles, sin lluvia.
El existencialismo moderno puede ser considerado síntoma de ese estado de
alienación colectiva. Muchos romances y piezas teatrales modernos describen vidas
perdidas, sin sentido. El artista moderno. Parece forzado a describir, más y más
veces, para tornar familiar, a todos y a cada uno de nosotros, la experiencia de la
falta de sentido. Aún no debemos considerar ese fenómeno como algo totalmente
negativo. La alienación no es un callejón sin salida. Podemos alimentar la esperanza
de que ella lleve a una conciencia mayor con relación a las alturas y profundidades
de la vida.
3. LA ALIENACIÓN Y LA EXPERIENCIA RELIGIOSA.
De la misma forma como la experiencia de la inflación activa representa un
complemento necesario del desarrollo del ego, la experiencia de la alienación
constituye un preludio necesario a la conciencia del Sí-mismo. Kierkegaard, origen
del existencialismo moderno, reconoció el significado de la experiencia de la
alienación en el pasaje presentado a continuación:
… se habla mucho al respecto de vidas perdidas — mas sólo es perdida
la vida del hombre que vivió tan ilusionado por los placeres de la vida, o por su
tristeza, que jamás se volvió eterna y decisivamente conciente de si mismo
como espíritu … o ( lo que es la misma cosa) que jamás se volvió conciente —
y, en el sentido más profundo, que jamás tuvo un vislumbre — del hecho que
existe un Dios, y de que él, él mismo… existe ante ese Dios, cuyo grado de
infinitud jamás es alcanzado sino a través del desespero (itálicos del autor). 13
Jung dice esencialmente la misma cosa en términos psicológicos:
El Si-mismo, en sus esfuerzos de auto- realización, va más allá de la
personalidad-ego en todas las direcciones: gracias a su naturaleza de
elemento que todo abarca, el Si-mismo es más claro y mas oscuro que el ego
y, por esa razón, lo confronta con problemas que a él le gustaría evitar. La
fuerza moral o la percepción personal o ambos elementos fallan, hasta que el
destino final decida… el individuo se tornó víctima de una decisión tomada a
espaldas de su mente y que le desafía el corazón. A partir de eso podemos ver
el poder numinoso del Sí-mismo, que difícilmente puede ser experimentado de
alguna otra forma. Por esa razón, la experiencia del si- mismo siempre
representa la derrota del ego.14
Hay numerosas descripciones de experiencias religiosas precedidas,
típicamente, por aquello que San Juan de la Cruz denominó “la noche oscura del
espíritu”, que Kierkegaard denominó “desespero” y que Jung denominó “derrota del
ego”. Todos esos términos indican el mismo estado de alienación psicológica.
Observamos, en varias partes de la documentación relativa a las experiencias
religiosas, un profundo sentimiento de depresión, de culpa, de pecado y de falta de
valor, así como la completa ausencia de cualquier sentimiento de apoyo o
fundamento transpersonal para que se apoye la existencia del individuo.
13 Kierkegaard, S., Fear and Trembling, the Sickness Unto Death, Garden City, N.Y., Doubleday Anchor Books, 1945, p. 159 s.14 Jung, C.G., Mysterium Coniunctionis, C.W., Vol. 14, par. 778.
El símbolo clásico de la alienación es la imagen del desierto. Y es aquí,
característicamente, que encontramos alguna manifestación de Dios. Cuando el
peregrino perdido en el desierto está presto a perecer, es que surge una fuente
divina de alimentación. Los israelitas son alimentados en el desierto, por el maná
que cae de los cielos (Éxodo, 16:4) (Ilustración 9). Elías, en el desierto, es
alimentado por los cuervos (Reyes 17:2-6) (Ilustración 10). De acuerdo con la
leyenda, el ermitaño del desierto, San Paulo, también fue alimentado por un cuervo
(Ilustración 11) . Eso significa, en términos psicológicos, que la experiencia del
aspecto de soporte de la psique arquetípica tiene más probabilidades de ocurrir
cuando el ego agotó sus recursos propios y está conciente de que por sí mismo, es
esencialmente incapaz: “El límite del hombre es la oportunidad de Dios”.
William James, en su obra Varieties of Religious Experiences entrega un
cierto número de ejemplos del estado de alienación que precede una experiencia
numinosa. Uno de los casos que discute es el de Tolstoi:
Cuenta Tolstoi que, alrededor de los cincuenta años, comenzó a experimentar
momentos de perplejidad, que denomina aprensión, momentos en que parecía no
saber “cómo vivir” o qué hacer. Es evidente que esos momentos eran del tipo
caracterizado por el hecho de que la vivacidad y el interés que nuestras funciones
normalmente traen hayan cesado. La vida había sido encantadora pero se tornó
algo sin sabor y, mas que eso, muerta. Cosas cuyo significado siempre había sido
evidente por sí mismo se habían tornado sin sentido. Preguntas como “¿Por qué?” y
“ ¿y después?” pasaron a perseguirlo con una frecuencia cada vez mayos, al
principio parecí que esas preguntas deberían tener una repuesta y que el podría
fácilmente encontrarles la respuesta si se dedicase a buscar; pero, a medida que
fuesen siendo cada vez más urgentes, se dio cuenta de que se encontraba en un
estadio semejante al de aquel en que se manifiestan las primeras señales de
incomodidad de un enfermo, señales a las que se les da muy poca atención hasta
que se transforman en sufrimiento continuo y este acaba por percibir que aquello que
consideraba un problema pasajero, significaba la cosa más importante en el mundo
para él: su muerte. Esos cuestionamientos — “¿por qué?” “¿cuál es la razón?”
“¿para qué?” — no encontraban respuestas. “Sentí”, dio Tolstoi, “que algo se partía
dentro de mi, algo en que mi vida siempre se apoyó, que no quedaba nada a lo que
yo me pudiese apegar y que, del punto de vista moral, mi vida había cesado. Una
fuerza invencible me impelía a poner fin la existencia, de una u otra manera. No se
puede decir exactamente que yo quisiese cometer suicido, pues la fuerza que me
impelía a dejar la vida era más completa, mas poderosa, y más general que
cualquier simple deseo. Era una fuerza semejante a la de mi antigua aspiración a la
vida, pero que empujaba en dirección contraria. Era una aspiración de todo mi ser en
el sentido de dejar el mundo de los vivos.
“Imagínenme entonces, un hombre feliz que gozaba de buena salud,
escondiendo la cuerda para no ahorcarme en las vigas del cuarto donde me recogía
toda la noche para dormir, solo; imagínenme dejando de practicar el tiro, con miedo
de ceder a la fácil tentación de poner fin a mi mismo con mi arma.
“Yo no sabía lo que quería. Tenía miedo de la vida, era impelido a dejarla, y a
pesar de eso, aún alimentaba la esperanza de obtener ago de ella.
“Todo eso sucedió en un momento en que, por lo que respecta a mis
circunstancias externas, yo debería haberme encontrado completamente feliz. Tenía
una buena esposa, que me amaba y a quien yo amaba; tenia buenos hijos, y una
gran propiedad que se valorizaba sin mucho esfuerzo de mi parte. Era más
respetado por mis parientes y conocidos de lo que jamás había sido; vivía recibiendo
felicitaciones de los extraños; y, sin exagerar, podía creer que mi nombre ya
alcanzaba algún tipo de fama. Además, no estaba insano ni enfermo. Por el
contrario; tenía una fuerza física y mental que rara vez había visto en personas de
mi edad. Podía trabajar la tierra tanto como los campesinos. Podía dedicarme a
trabajos intelectuales durante ocho horas seguidas sin sentir efectos negativos.
“Y, sin embargo, no podía atribuir cualquier sentido razonable a las acciones
de mi vida, y estaba sorprendido por no haber comprendido eso desde el inicio. Mi
estado de espíritu me hacía sentir como si alguna pieza malvada y estúpida
estuviese siéndome clavada por alguien. Sólo nos es posible vivir mientras estamos
ebrios, embriagados de vida; pero cuando estamos sobrios, no podemos dejar de
ver que todo no pasa de un estúpido engaño. Lo más verdadero que hay en la vida
es que no hay en ella nada divertido o tonto. Ella es cruel y estúpida, pura y
simplemente.”
Expresa en los términos más amplios posibles, la individuación parece ser una
necesidad innata de la vida en el sentido de realizarse a si misma de forma
conciente. La energía de vida transpersonal, en el proceso de autorrevelación, utiliza
la conciencia humana, un producto que ella misma generó como instrumento de su
propia autorrealización. Una mirada sobre esos procesos nos da una nueva
perspectiva de las viscicitudes de la vida humana y nos hace percibir que:
Though the mills of god grind slowly,
Yet they grind exceeding fine.
Aunque los molinos del señor muelan lentamente,
Aún así producen una harina incomparablemente fina.
El se ve perplejo frente a cuestiones a las que no encontraba respuesta:
“… ¿Cuál será el resultado de aquello que hago hoy? O: ¿Qué haré mañana?
¿Cuál será el resultado de toda mi vida? ¿Por qué debo vivir? ¿Por qué hacer alguna
cosa? ¿Habrá en la vida algún propósito que la muerte inevitable que me aguarda no
deshaga y destruya?
“Esas son las preguntas más simples del mundo. Del niño estúpido al anciano
más sabio, ellas se encuentran respondidas en el espíritu de todo ser humano. Sin
tener respuestas para ellas, es imposible, como lo revela mi experiencia, que la vida
siga su curso.”15
He aquí un buen ejemplo de ataque agudo de alienación. Las de Tolstoi son
las mismas preguntas que se encuentran en la base de toda neurosis que se
desarrolla en los años de la madurez. Es por eso que Jung puede decir que nunca
vio a un paciente con mas de treinta y cinco años que hubiese obtenido la cura sin
formarse una actitud religiosa con relación a la vida.16 Una actitud religiosa, en
15 James, Williams, Varietys of Religious Experience, Nueva York, Random House, Modern Library. Pp, 150 ss.16 Jung. C.G., Psychology and Religión: West and East, C.W., vol 11. Par. 509. El párrafo completo es el siguiente: “Entre mis pacientes de la segunda mitad de vida — esto es, con más de treinta y cinco años de edad — no hubo siquiera uno cuyo problema, en último análisis no fuese el de encontrar una perspectiva de vida de carácter religioso. Es seguro afirmar que cada uno de ellos se enfermo porque perdió lo que las religiones vivas
términos psicológicos, tiene como base una experiencia de numinosum, esto quiere
decir, del Sí-mismo. Pero es imposible para el ego la experiencia de Sí-mismo como
algo distinto de sí, ya que el ego está inconcientemente identificado con el Sí-mismo.
Eso explica la necesidad de la experiencia de la alienación como preludio de la
experiencia religiosa. En primer lugar, el ego debe perder su identificación con el Sí-
mismo, para entonces encontrar al Sí-mismo como “el otro”. Mientras esté
identificado inconcientemente con Dios, el individuo no puede experimentar Su
existencia. Pero el proceso de separación entre el ego y el Sí-mismo causa
alienación, pues la pérdida de identidad ego— Sí-mismo involucra igualmente la
definición del eje ego- Sí-mismo. Surge de ahí la típica “Noche oscura del espíritu”
que precede la experiencia numinosa.
Otro ejemplo es la descripción hecha por John Bunyan de su estado alienado,
conforme relata James:
“Pero mi impureza original e interna constituía mi plaga y mi aflicción. Por
eso, yo era más repugnante que un sapo; y yo pensaba que era así también
ante los ojos de Dios. El pecado y la corrupción, decía yo, brotarían de mi
pecho tan naturalmente como el agua de una fuente. Yo habría cambiado mi
corazón por el de cualquier persona. Yo pensaba que nadie sino el propio
demonio sería igual a mí en torpeza e impureza de espíritu. Ciertamente,
pensaba yo, Dios se olvidó de mí. Y así continué por largo tiempo, incluso
algunos años al hilo.
de todas las épocas han dado a sus seguidores y no hubo ninguno de ellos que realmente se haya curado sin haber recuperado esa perspectiva de carácter religioso. Eso, con efecto, no tenía ninguna relación con un credo particular o con el hecho de ser miembro de alguna iglesia específica.”
“Y ahora yo lamentaba que Dios me hubiese hecho hombre. A los
animales, los pájaros, etc. yo les bendecía la suerte, pues no tenían naturaleza
pecaminosa; no estaban sujetos a la ira divina; no irían al fuego del infierno
después de morir. Consecuentemente, yo me podría regocijar si acaso mi
condición fuese la de cualquiera de ellos. Y yo bendecía la condición del perro
y del sapo, si, como yo sería de feliz si fuese un perro o un caballo, pues sabía
que ellos no tenían un alma para perecer bajo el peso eterno del infierno o del
pecado, algo que probablemente le sucedería a mi alma. Y había más: Aunque
yo pensase así, me sintiese así y estuviese devastado con eso, lo que más
aumentaba mi angustia era no encontrara en ningún lugar de mi alma, una
señal de que desease verdaderamente la absolución divina. A veces, mi
corazón podría ser extraordinariamente duro, ni aunque me hubiesen sido
pagadas mil libras por una lágrima yo no podría haber vertido no tan solo una, y
a veces ni siquiera deseaba hacerlo.
“Yo era un fardo y un terror para mí mismo; y en ningún momento sabía,
como sé ahora, que llegaría a estar cansado de la vida y, al mismo tiempo, con
miedo de morir. ¡Qué feliz habría sido si fuese cualquier otro y no yo! ¡todo
menos un hombre! Y en cualquier condición menos la mía.”17
El estado de espíritu de Bunyan tiene un claro carácter patológico. Los mismos
sentimientos de culpa e imposibilidad de redención son expresados en la melancolía
psicótica. Su sentimiento de ser el hombre más culpado de la tierra es una inflación
17 James, Varieties of Religious Experiences, p.55.
negativa. Es igualmente alienado. La envidia que Bunyan tiene de los animales es
algo que se manifiesta con gran frecuencia en los relatos de la condición alienada
que precede la experiencia religiosa. Esa envidia de los animales da un indicio al
respecto del modo como debe ser curado el estado de alineación: a través del
contacto renovado con la vida instintiva natural.
Aunque la alienación sea una experiencia arquetípica y, por o tanto, una
experiencia humana general, las formas exageradas de esa experiencia, tales como
la de Bunyan, normalmente se encuentran en personas con un cierto tipo de infancia
traumática. En los casos en que el niño experimenta un grado serio de negación por
parte de los padres, el eje ego- Sí-mismo es dañado y el niño queda predispuesto en
la edad madura, a estados de alienación que pueden alcanzar dimensiones
insoportables. Esa línea de acontecimientos es resultado de que el niño experimenta
el rechazo parental como un rechazo de Dios. Esa experiencia es incorporada a la
psique como alienación permanente entre el ego y el si mismo.
En el contexto de la psicología cristiana, la experiencia de alienación es
entendida de modo general, como un castigo divino para los pecados. La doctrina del
pecado de San Anselmo tiene relación con esto. Según él, el pecado constituye una
apropiación indebida de las prerrogativas de Dios y, en consecuencia, deshonra a
Dios. Esa deshonra exige reparación. El escribe:
Todo deseo de la criatura racional debe sujetarse a la voluntad de
Dios… esta es la única y completa deuda de honor que tenemos para con Dios
y que Dios exige de nosotros. Aquel que no honra esa deuda que se tiene con
Dios, Lo priva de lo que Le es propio y él Lo deshonra. Además, cuando el
individuo no restituye aquello de lo que se apoderó indebidamente, permanece
en falta; y entonces ya no será suficiente devolver lo que tomó, sino,
considerándose el contenido de aquello que ofrece, tendrá que devolver más
de lo que tomó. Pues aquel que pone en riesgo la seguridad del otro no lo
repara suficientemente mediante la mera restauración de la seguridad que
amenazó sin que ofrezca alguna compensación por la angustia que ocasionó;
así es que aquel que viola la honra de otro no la repara simplemente por el
retorno al respeto de la honra del otro, sino que debe, según el grado de injuria
hecha, compensar, de alguna forma satisfactoria, a la persona a quien
deshonró. Debe también observar que, cuando alguien paga algo que tomó de
forma injusta debe dar algo que no le sería exigido si no hubiese robado lo que
le pertenecía a otro. Siendo así, todo aquel que comete pecado debe pagar la
honra que robó de Dios; esa es la satisfacción que todo pecador debe a Dios. 18
El pecado es la presunción inflada del ego que asume las funciones de Sí-
mismo. Ese crimen, requiere castigo (alienación) y restitución (remordimiento,
arrepentimiento), pero, de acuerdo con San Anselmo, la satisfacción plena de esa
condición requiere el retorno de más de lo que fue originalmente tomado, esto es
imposible, ya que el hombre debe a Dios obediencia total incluso sin cometer
pecados. Él no dispone de otros recursos para pagar sus faltas, por esa razón debe
usar la gracia propiciada por el sacrificio de Dios hecho Hombre Jesús-Cristo. En la
secuencia pecado- arrepentimiento el mismo Dios paga la deuda a través de un
influjo de gracia. Eso corresponde a la declaración de San Pablo: “pero donde el
18 San Anselmo, Cur Deus Homo, Capítulo XI, in Basic Writings, La Salle, Illinois, Open Court Publishing Co., 1962, pp. 202s.
pecado se multiplicó, la gracia lo sobrepasa inmensurablemente; de esta forma, así
como el pecado estableció su reino a través de la muerte, la gracia de Dios
establece su reino a por la rectitud y se manifiesta en la vida eterna a través de
Jesucristo nuestro Señor ( Romanos 5 : 20,21). La pregunta de San Pablo
“¿deberemos entonces persistir en el pecado para que haya aún más gracia?” es
respondida en la realidad negativamente. No obstante la pregunta alude al hecho
incómodo de que la gracia está vinculada al pecado.
Comprendidas en términos psicológicos, esas doctrinas teológicas se refieren a
la relación entre el ego y el Sí-mismo. La inflación (el pecado) debe ser evitada
siempre que sea posible. Cuando ella ocurre, el ego puede ser redimido tan
solamente a través de la restitución, al Sí-mismo, de su honra perdida
(arrepentimiento, constricción) (ilustración 12). Eso, por lo tanto, no basta para la
plena satisfacción. La gracia resultante del auto sacrificio del Sí-mismo debe
completar el pago. Incluso hay un indicio de que el pecado y la pena consecuente
impuesta al ego por causa del pecado son necesarias para generar el flujo de
energía curativa (la gracia divina) proveniente del Sí-mismo. Eso correspondería al
hecho de que el ego no puede experimentar el apoyo del Sí-mismo mientras no esté
libre de su identificación con el Sí-mismo. El ego no puede ser un vaso para recibir el
flujo de la gracia mientras no esté vacío su propio contenido inflado. Ese vacío sólo
ocurre a través de la experiencia de la alienación.
Martín Lutero expresa esa misma idea:
Dios opera mediante opuestos, de modo que un hombre se siente perdido
precisamente en el momento en que está listo para alcanzar la salvación.
Cuando Dios está listo para perdonar a un hombre, lo maldice. Aquel a quien
Dios quiere tornar vivo debe morir primero. El favor de Dios es comunicado de
tal forma a través de la ira, que la gracia parece más distante precisamente
cuando está más a mano. Es necesario que antes el hombre se lamente
diciendo que no hay cura para sí. Es necesario que el hombre se vea
consumido por el horror. Ese es el sufrimiento del purgatorio… En medio de
esos disturbios, la salvación comienza. Cuando un hombre siente que está
profundamente perdido, surge la luz. 19
4. LA RECONSTRUCCIÓN DEL EJE EGO- SÍ MISMO
Hay un cuadro clínico típico, muy común en la práctica psicoterapéutica, que
puede ser denominado neurosis de la alienación. Un individuo portador de esa
neurosis tiene muchas dudas en relación a su derecho de existir. Se presenta con
un profundo sentimiento de falta de valor, con todos los síntomas de aquello que
acostumbramos designar complejo de inferioridad. El individuo supone, inconciente
y automáticamente que todo lo que viene de él mismo — sus deseos, necesidades e
intereses más profundos— deben estar errados o, de alguna forma, deben ser
inaceptables. Ante esa actitud, la energía psíquica es reprimida y deberá emerger
bajo formas encubiertas, inconcientes o destructivas tales como síntomas
psicosomáticos, ataques de ansiedad o de afecto primitivo, depresión, impulsos
suicidas, alcoholismo, etc. Fundamentalmente, un paciente de esos enfrenta el
problema de saber si es o no perdonado delante de Dios. Tenemos aquí la base
19 Bainton, Roland, Here I Stand, Nueva York, Abingdon- Cokesbury, 1950, pp.82s.
psicológica de la pregunta teológica del perdón: ¿la fe o las obras nos aseguran el
perdón? — algo que torna ínfima la diferencia entre los puntos de vista introvertido y
extrovertido. La persona alienada se siente profundamente no perdonada y
difícilmente está en condiciones de actuar a favor de su mejor interés. Al mismo
tiempo, ella pierde la sensación de significado. La vida se vuelve vacía de contenido
psíquico.
Para que exista una ruptura del estado alienado, es necesario reestablecer
algún contacto entre el ego y el Sí-mismo. Si ello es posible, un mundo
completamente nuevo se abre para la persona. A continuación presento una
descripción de una experiencia de ese tipo, recogida de un caso narrado por el Dr.
Rollo May. La paciente era una mujer de veintiocho años, hija ilegítima, que había
sufrido severamente con lo que yo denominaría neurosis de la alienación. Ella
cuenta sus experiencias en las siguientes palabras:
Recuerdo que estaba caminando, en aquel día, por los pasadizos
elevados de un área de población pobre, sintiendo el peso del pensamiento
“Soy una hija ilegítima”.
Me acuerdo del sudor goteando mientras sentía la angustia involucrada en
el intento de aceptar ese hecho. Y entonces entendí lo que debía ser para
otros, aceptar este otro hecho. “Soy un negro en medio de blancos
privilegiados”, o “Soy un ciego en medio de las personas que ven”. Mas tarde, a
la noche, me levanté y la cosa me ocurrió de la siguiente forma: “Acepto el
hecho de ser ilegítima”, mas “Ya no soy una niña”. Luego, “Soy ilegítima”, mas
aún no es eso: “Nací ilegitima (mente)”. Y ¿qué queda entonces? Lo que queda
es “Yo soy”. Ese acto de contacto y de aceptación con relación al “Yo soy”,
una vez acontecido, me doy (lo que siento haber sido la primera vez) la
experiencia: “Ya que yo soy, tengo derecho a ser”.
¿A qué se parece esa experiencia? Se trata de un sentimiento esencial —
que se asemeja al recibimiento de la escritura de la casa propia. Es la
experiencia del propio nacer, que no trae consigo el interés de saber si la vida
va a ser de un ión o de una simple onda. Parece como el día en que yo, bien
niñita alcancé el centro de un durazno y quebré el cuesco , sin saber lo que iba
a encontrar; después, me sentí como si presenciase algo maravilloso al
descubrir la semilla interna, buena para comer, con su dulzura áspera… Es
como un barco parado en el puerto al cual le es dada una ancla para que el,
hecho de cosas de la tierra, pueda recuperar el contacto con la tierra, con el
suelo de donde su madera creció; el puede levar anclas para navegar, mas
siempre puede, algunas veces, lanzar las anclas para defenderse de la
tempestad o para descansar un poco…
Es como si yo hubiese ido hacia mi propio Jardín del Edén, done estoy
más allá del bien o el mal y de todos los demás conceptos humanos… Es como
el globo terrestre antes de que las montañas, océanos y continentes fuesen
dibujados en su interior. Es como un niño que estudia gramática al encontrar el
sujeto de una oración — siendo el sujeto, en ese caso, nuestra propia vida. Es
dejar de ser una teoría con relación al propio yo…20
20 Existente, May, R., Ángel, E., Ellenberg, W.F., (Orgs.), Nueva York, Basic Books, 1950, p.43.
May llama a eso experiencia del “Yo soy”, lo que ciertamente la describe bien.
Podemos entenderla, igualmente, como la reconstitución del eje ego- Sí-mismo que
debería haber sucedido en el contexto de una fuerte transferencia.
El sueño presentado a continuación también ilustra el inicio de la reparación de
un eje ego- Sí-mismo dañado. La paciente, una joven, soñó:
Fui exiliada hacia las frías y vacías amplitudes de Liberia y estoy
caminando sin destino. Entonces aparece un grupo de soldados a caballo. Me
tiran al suelo y me empiezan a violentar, uno por uno. Eso sucede cuatro
veces. Me siento desesperada y paralizada de frío. Entonces se aproxima el
quinto soldado. Espero recibir de él el mismo tratamiento pero, para mi
sorpresa, veo en sus ojos compasión y comprensión humana. En vez de
violarme, me envuelve gentilmente con un cobertor y me lleva a una cabaña
próxima. En ella soy colocada cerca del fuego y alimentada con sopa caliente.
Se que ese hombre me va a curar.
Ese sueño ocurrió al comienzo de la transferencia. La paciente sufrió, cuando
niña, un severo grado de rechazo por parte de los padres. Su padre, en especial, la
había ignorado completamente después de divorciarse de la madre. Ese fue un golpe
terrible para su autoestima y la dejó alienada de los valores canlizados por el padre,
en un último análisis, de una porción del Sí-mismo. El sueño describe vivamente su
sentimiento de alienación o de exilio, así como su experiencia recién iniciada de
restauración: el eje ego- Sí-mismo comenzaba a ser reparado. Eso sucede con la
conciencia emergente de fuertes sentimientos de transferencia. Esas experiencias,
en efecto, se encuentran regularmente en psicoterapia y son tratadas de forma más
o menos exitosa a través de buenos sentimientos humanos y de teorías establecidas
referentes a la transferencia. Incluso, creo que la percepción de que está ocurriendo
un profundo proceso nuclear — que involucra la reparación del eje ego- Sí-mismo –
le da otra dimensión a la comprensión del fenómeno de la transferencia. En ese caso
nos volvemos capaces de comprender la experiencia terapéutica, en el contexto más
amplio de la necesidad humana universal de mantener una relación con la fuente
transpersonal del ser.
Otro ejemplo del efecto curativo debido al reestablecimiento de la conexión
entre el ego y el Sí-mismo está en un notable sueño que llegó a mi conocimiento. El
hombre que lo soñó había pasado por grandes privaciones emocionales en la
infancia. También era hijo ilegítimo, criado por padres adoptivos, casi psicóticos, que
prácticamente no le proporcionaban ninguna experiencia parental positiva. Como
resultado, él quedó con un agudo sentimiento de alienación en la edad adulta.
Aunque bastante talentoso, vio severamente bloqueados sus esfuerzos en el sentido
de realizar sus potencialidades. Tuvo ese sueño la noche inmediatamente siguiente a
la muerte de Jung (6 de Junio de 1961). Menciono ese detalle porque el paciente se
vio muy afectado por la muerte de Jung y porque, de cierto modo, el sueño
condensa un aspecto del abordaje junguiano de la psique. He aquí el sueño:
Somos cuatro en llegar a un planeta extraño. Parecemos formar una
cuaternidad, en el sentido de que cada uno de nosotros representa un aspecto
diferente del ser — como si fuésemos representantes de los cuatro puntos
cardinales o de las cuatro diferentes razas humanas. Al llegar, descubrimos
una contraparte de nuestro grupo de cuatro en el planeta — un segundo grupo
de cuatro. Este último grupo no habla nuestra lengua; en verdad, cada uno de
ellos habla una lengua distinta. La primera cosa que intentamos es llegar a
alguna lengua común. (Ese problema ocupa buena parte del sueño, mas voy a
omitir esa parte –el autor-.)
Hay en ese planeta un superorden que se aplica a todos los habitantes.
Este no es aplicado por una persona o por un gobierno, sino por una autoridad
benigna que juzgamos es la naturaleza. En la capacidad de esa autoridad de
ejercer control sobre todos, no hay nada que amenace la individualidad.
Entonces soy atraído hacia algo que sucede en una cámara de
emergencia. Uno de los cuatro del planeta sufrió un ataque. Parece que su
excitación con nuestra llegada llevó a su corazón a latir en un ritmo muy
acelerado. Y es propio de la naturaleza del superorden intervenir cuando cosas
de ese tipo acontecen. El hombre queda en un estado semi comatoso, durante
el cual él es ligado al corazón-principal, que absorberá esa “sobrecarga” hasta
reestablecerle el equilibrio.
Comienzo a preguntarme si nosotros cuatro teníamos permiso para
quedarnos. Entonces recibimos la información de que nos sería permitido
quedarnos siempre que fuésemos colocados en sintonía para que la “Fuente
Central de la Ley Energética” tenga condiciones de medir y detectar cuando
entramos en aquello que el planeta denomina “peligro” y que en la tierra se
llama “pecado”. En el momento en que entramos en peligro, el superorden va a
“asumir el comando” hasta que la condición sea corregida. Hay peligro siempre
que se realiza un acto con el objetivo de obtener satisfacción inmediata del
ego o de cualquier parte conciente de la personalidad, sin referencia a las
raíces arquetípicas del propio acto — esto es, sin relacionar ese acto con su
origen arquetípico y con el aspecto ritual involucrado en el primera acto básico.
El elemento central de ese sueño tan impresionante es el “superorden” y la
“fuente central de ley energética” que existe en el otro planeta (el inconciente). Esa
notable imagen es una expresión simbólica del proceso transpersonal de regulación
de la psique y corresponde a nuestro concepto de función compensatoria del
inconciente. El sueño afirma que hay peligro “siempre que se realiza un acto con el
objetivo de obtener satisfacción inmediata del ego … sin referencia a las raíces
arquetípicas del propio acto”. Se trata de una descripción exacta de la inflación, en la
cual el ego opera sin referencia a las categorías suprapersonales de la existencia.
Más allá de eso, el sueño equipara esa condición al pecado — un equivalente
preciso de la visión agustiniana citada anteriormente (p.61 del original [28 en la
traducción])
El sueño nos dice que el “superorden” entra en acción, para remover la
“sobrecarga”, luego que el ego quede inflado — protegiéndolo, así, de los peligros de
la alienación consecuente. Ese mecanismo de protección o de compensación
constituye un claro paralelo del principio de la homeostasis, descubierto por Walter
Cannon en el campo de la fisiología. 21 De acuerdo con ese concepto el cuerpo
dispone de un proceso propio de homeostasis o auto regulación que no permite que
21 Cannon, W.B., The Wisdom of the Body, Nueva York, 1932.
los constituyentes corporales básicos se aparten mucho de un adecuado punto de
equilibrio. Por ejemplo, si ingerimos mucho cloruro de sodio, los riñones aumentan la
concentración del cloruro de sodio en la orina. O, si se acumula una gran cantidad de
dióxido de carbono en la sangre, entonces algunos centros nerviosos del cerebro
aumentan el ritmo respiratorio ara expulsar el exceso de dióxido de carbono. El
mismo proceso auto-regulador, homeostático, opera en la psique, sirviendo para
garantizar que ella sea libre para actuar naturalmente y no sea dañada. Así como el
cuerpo, la psique inconciente también dispone de una sabiduría instintiva que puede
corregir errores y excesos de la conciencia si estuviésemos receptivos a sus
mensajes. Esa función correctiva tiene como origen al Si-mismo y requiere una
conexión viva y saludable entre el Si-mismo y el ego para operar libremente.
Incluso para el hombre “normal” la alienación constituye una experiencia
necesaria para que el desarrollo psicológico tenga continuidad, pues la identidad
ego-Si-mismo es tan universal como el pecado original. En realidad, son idénticos.
Carlyle lo dice de forma brillante. Él afirma que la felicidad es inversamente
proporcional al grado de nuestras expectativas, esto es, aquello que pensamos
merecer. La felicidad es igual a aquello de que disponemos dividido por aquello que
esperamos obtener. Él escribe:
Por medio de ciertas evaluaciones y medidas, establecidas por nosotros
mismos, llegamos a una especie de porción terrestre media; que esa porción
nos pertenece por derecho incontestable y por la propia naturaleza. Esa
porción es una simple paga de salarios, por nuestros méritos; no requiere
elogios ni quejas. Apenas los superávits eventuales son considerados por
nosotros como Felicidad; cualquier déficit es considerado Miseria. Pero
considerando que nosotros mismos hacemos la evaluación de nuestros
méritos y que hay en cada uno de nosotros un fondo de pretensión, ¿será,
acaso de admirarse que la balanza se incline con frecuencia hacia el lado
equivocado?... Te digo, Cabeza-Dura, que todo eso viene de tu Vanidad; de las
fantasías con que consideras cuáles son tus méritos. Imagina que mereces ser
ahorcado( lo que es bien probable), y quedarás feliz tan solo con ser fusilado…
… la Fracción de la Vida puede tener su valor aumentado no solo por el
aumento del Numerador, sino por la reducción del Denominador. Además, a no
ser que mi Álgebra me engañe, la Unidad dividida por Cero dará como
resultado el Infinito. Haz tu reivindicación de salarios igual a cero y tendrás el
mundo a tus pies. Bien dice el Más Sabio de nuestra época al escribir: “Tan
sólo con la Renuncia (Entsagen) es posible considerar la Vida propiamente
dicha iniciada”. 22
CAPÍTULO TRES
ENCUENTRO CON EL SÍ – MISMO
22 Carlyle, Thomas, Sartor Resartus, Everyman’s Library, Londres Dent and Sons, 1948, p. 144.
Enfrento esa vida como el curso de una esencia real; el alma apenas
deja su corte para ver el país. Los cielos tienen en si una representación
de la tierra y si el alma se hubiese contentado con ideas, no estaría
viajando hacia más allá del mapa. Mas patrones excelentes recomiendan
sus gestos… mas en cuanto les explora la simetría, ella la forma. Así, su
descendencia reproduce al original. Dios, en el amor a Su propia belleza,
forma un espejo, para verla reflejada.
THOMAS VAUGHN*
1. EL PAPEL DE LO COLECTIVO
Vimos que los estados de inflación y de alienación, que forman parte del ciclo
de la vida psíquica, tienden a transformarse en alguna otra cosa. El estado inflado,
cuando es productivo, lleva a una caída y, por lo tanto, a la alienación. La condición
alienada, de la misma manera, lleva, en condiciones normales, a un estado de cura y
de restauración. La inflación, o alienación, sólo se convierten en condiciones
peligrosas cuando son separadas del ciclo de vida del que son parte. Si cualquiera
de ellas se volviese una condición estática y crónica de ser, y no una parte del
dinamismo abarcante, la personalidad se verá amenazada. La psicoterapia será
necesaria. De hecho, la masa de hombres siempre se vio protegida de esos peligros
a través de medios colectivos, convencionales — y, por consiguiente, altamente
inconcientes.
* Vaughn, Thomas, Anthroposophia Theomagica, in The Works of Thomas Vaughn, Waite, A.E., (org.), reproducido por University Books, New Hyde park, Nueva York, p. 5.
Los peligros psíquicos de la inflación y de la alienación, bajo designaciones
diferentes, siempre fueron reconocidos en la práctica religiosa y en la sabiduría
popular de todas las razas y épocas. Existen muchos rituales personales y
colectivos cuya existencia sirve al propósito de evitar cualquier tendencia inflada
capaz de provocar la envidia divina. Por ejemplo, tenemos la antiquísima práctica de
golpear en la madera cuando decimos que las cosas van bien. Detrás de esa
práctica, está la percepción conciente o inconciente de que el orgullo y el
contentamiento son peligrosos. Por consiguiente, es necesario algún procedimiento
para mantenernos humildes. El uso de la frase “Si Dios Quiere” tiene el mismo
propósito. Los tabú encontrados en las sociedades primitivas tienen, en la mayoría
de los casos, la misma base — proteger al individuo del estado inflado, del contacto
con poderes que se pueden mostrar demasiado grandes para la conciencia limitada
del ego, poderes que pueden explotar esta última de una forma espantosa. El
procedimiento primitivo de aislar a los guerreros victoriosos cuando retornaban del
campo de batalla atiende a la misma función protectora. Los guerreros victoriosos
pueden estar inflados por la victoria y pueden volver su fuerza en contra de su propio
pueblo en caso de que les sea permitido. Siendo así, existe un periodo de
enfriamiento que dura algunos días antes de que ocurra la reintegración de esos
guerreros a la comunidad.
Hay un interesante ritual mitraico*, el llamado “Rito de la Corona”, que se
destina a proteger de la inflación. El procedimiento aquí descrito fue realizado
durante la iniciación de un soldado romano en el mitraísmo. Una corona, coloca en
* Referente a la adoracón pagana del dios Mitra
la punta de una espada, fue ofrecida al candidato; pero el iniciante había sido
aconsejado a despreciar la corona, empujándola hacia el lado con la mano, y a decir:
“ Mitra es mi corona”. De ahí en adelante, él jamás usaría una corona o guirnalda, ni
siquiera en banquetes o en conmemoraciones de triunfos militares; y siempre que le
era ofrecida una corona, el la rehusa, diciendo: “Eso pertenece a mi dios”.1
En el Budismo Zen, se desarrollan técnicas sutiles para minar la inflación
intelectual. La ilusión de que se sabe. Una de esas técnicas consiste en usar koans
o dictados enigmáticos. Un ejemplo sería: Un discípulo le pregunta a su maestro
“¿Los perros comparten la naturaleza de Buda?” El maestro replica “¡Au, Au!”
En la tradición Cristiana, existe un gran esfuerzo en el sentido de crear una
protección contra el estado inflado. Los siete pecados capitales (orgullo, ira, envidia,
lujuria, gula, avaricia y pereza) constituyen síntomas de inflación. El hecho de que
sean considerados pecados, que exigen confesión y penitencia, protege de ellos al
individuo. El mensaje básico de las Bienaventuranzas de Jesús es que la bendición
recaerá sobre la personalidad no inflada.
Hay aún muchos procedimientos tradicionales para proteger al individuo del
estado alienado. En términos psicológicos, el objetivo central de todas las prácticas
religiosas es mantener al individuo (ego) vinculado a la divinidad (Sí-mismo). Todas
las religiones sondepósitos de la experiencia transpersonal y de las imágenes
arquetípicas. El propósito original de las ceremonia religiosas de todos los tipos
parece ser el de propiciar al individuo la experiencia de una relación significativa con
esas categorías de naturaleza transpersonal. Eso se aplica a la Misa y a la confesión
1 Willoughby, Harold R., Pagan Regeneration, Chicago, University of Chicago Press, 1929, p. 156.
católica— de modo más personal – en que el individuo tiene la oportunidad de retirar
de sí mismo la carga de cualquier circunstancia que lo llevara a tener un sentimiento
de alineación con relación a Dios. Se establece en la confesión, a través de la
aceptación del sacerdote (en su cualidad de agente de Dios), un cierto sentimiento
de retorno a Dios y de religazón con Él.
Todas las prácticas religiosas tienen en vista las categorías transpersonales de
la existencia e intentan relacionarlas al individuo. La religión constituye la mejor
protección colectiva disponible contra la inflación y la alienación. Por lo que sabemos,
toda sociedad presenta esas categorías suprapersonales en su ritual colectivo de
vida. Es bastante dudoso que una sociedad consiga sobrevivir por cualquier periodo
sin contar con algún sentimiento común, compartido, de conciencia de esas
categorías transpersonales.
Ahora bien, aunque los métodos colectivos protejan al hombre de los peligros
de las profundidades psíquicas, lo privan, por otro lado, de la experiencia individual
de esas profundidades y de la posibilidad de desarrollo que esa experiencia
promueve. Si una religión viva puede contener al Sí-mismo y mediar el dinamismo
del Sí-mismo junto a sus miembros, habrá poca necesidad de un encuentro personal
entre el individuo y el Sí- mismo. El individuo no necesitará descubrir su relación
personal con la dimensión transpersonal. Esta tarea será realizada para él por la
Iglesia.
Eso propone una seria cuestión: la de saber si la moderna sociedad occidental
aún dispone de un recipiente que funcione para acoger esas categorías
suprapersonales o arquetipos. O, como dice Eliot, ¿sólo tenemos “un monte de
imágenes quebradas”? Es un hecho que hay un gran número de individuos que no
disponen de categorías suprapersonales, vivas y en funcionamiento, por medio de
las cuales puedan entender la experiencia de la vida, sean ellas facilitadas por la
iglesia o por otro medio cualquiera. Se trata de un peligroso estado de las cosas,
pues cuando esas categorías no existen, el ego es capaz de pensar en sí mismo
como siéndolo todo o como no siendo nada. Además cuando los arquetipos no
tienen un recipiente adecuado, tal como una estructura religiosa establecida, ellos
tienen que irse hacia algún otro lugar, ya que son hechos de la vida psíquica. Una
posibilidad es la de que esos arquetipos sean proyectados en asuntos banales o
seculares. El valor transpersonal puede volcarse, en esa circunstancia, en el patrón
de vida, el poder personal, en algún movimiento de reforma social o cualquiera de las
varias actividades políticas posibles. Eso sucede en el nazismo, la derecha radical, y
en el comunismo, la izquierda radical. Ese mismo tipo de dinamismo puede ser
proyectado en el problema racial, sea como racismo o como antirracismo. Las
acciones personales, seculares o políticas se cargan de un valor religioso
inconsciente. Eso es muy peligroso, pues siempre que una motivación religiosa actúa
inconcientemente, surge el fanatismo, con todas sus consecuencias destructivas.
Cuando la psique colectiva se encuentra en una condición estable, la gran
mayoría de los individuos comparte un mito o una divinidad vivos comunes. Cada
uno de los individuos proyecta su imagen interna de Dios (el Sí-mismo) en la religión
de la comunidad. Por tanto, la religión colectiva sirve de recipiente del Sí-mismo
para una multitud de individuos. La realidad de las fuerzas transpersonales vitales
encuentra un reflejo en las imágenes externas que la iglesia incorpora a su
simbolismo, mitología, ritos y dogma. Mientras funciona de manera adecuada, la
iglesia protege a la sociedad de toda la inflación y de toda la alienación diseminada.
Un estado de cosas estable de esa especie es representado diagramáticamente en
la Figura 6. Aunque estable, esta situación tiene defectos; el Sí-mismo o imagen de
Dios aún es inconciente, o sea, no es reconocido como entidad interna, de carácter
psíquico. Aunque la comunidad de creyentes se encuentre en relación armoniosa,
ya que cada uno de sus miembros comparte con los demás una misma protección,
esa armonía es ilusoria y hasta cierto punto espúrea. Los individuos estarán, con
relación a la iglesia, en un estado de identificación colectiva o de participación
mystique y no habrán establecido ninguna relación exclusiva e individual con el Sí-
mismo.
Si la iglesia externa pierde su capacidad de contener la proyección de Sí-
mismo, habremos llegado a la condición que Nietzsche le anunció al mundo
moderno: “¡Dios está muerto!” Toda la energía psíquica y todos los valores de ese
orden, que estaban contenidos en la iglesia, refluyen hacia el individuo, activándole
la psique y causándole serios problemas. ¿Qué va a suceder, entonces? Hay varias
posibilidades y tenemos templos de cada una de ellas en la vida contemporánea.
(véase la Figura 7):
1. La primera posibilidad es que la pérdida de la proyección de Dios en la iglesia
lleve al individuo a perder, al mismo tiempo, su conexión interna con el Sí-
mismo (Caso 1., Figura 7). En ese caso el individuo sucumbe a la alienación y
a todos los síntomas de una vida vacía y carente de sentido, tan comunes en
los días de hoy.
2. La segunda posibilidad es que el individuo asuma por si mismo, como su propio
ego y sus propias capacidades, toda la energía anteriormente proyectada en la
divinidad (Caso 2. Figura 7). En ese caso, la persona sucumbe a la inflación.
Vemos ejemplos de eso en la hybris, que supervaloriza los poderes racionales y
manipulatorios del hombre y niega el sagrado misterio inherente a la vida y a la
naturaleza.
3. La tercera posibilidad es que el valor suprapersonal proyectado, que fue
retirado de su recipiente religioso, sea reproyectado en algún movimiento
secular o político (Caso 3. Figura 7). Pero los propósitos seculares jamás
constituyen un recipiente adecuado para contenidos religiosos. Cuando la
energía religiosa es aplicada a un objeto secular, tenemos delante de nosotros
algo que se puede describir como adoración de ídolos — una forma ilegítima e
inconciente de religión. El actual ejemplo más destacado de reproyección es el
conflicto entre capitalismo y comunismo. El comunismo, en particular, es
claramente una religión secular, que intenta, de forma activa, canalizar las
energías religiosas hacia objetivos seculares sociales.
Cuando el valor del Sí-mismo es proyectado, por grupos opuestos entre sí, en
ideologías políticas en conflicto, tenemos una situación semejante a la del
quiebre de la totalidad original del Sí-mismo en fragmentos antitéticos que
luchan entre sí. En ese caso, las antinomias del Sí-mismo o Dios pasan a
actuar en la historia. Ambos lados de un conflicto partidario derivan su energía
de la misma fuente, o Sí-mismo común: pero inconcientes de eso, están
condenados a vivir el conflicto trágico en la propia vida. El mismo Dios es
enredado en las mallas del conflicto sombrío. En todas las guerras trabadas en
la civilización Occidental, ambos lados dirigían oraciones al mismo Dios. Como
lo dice Matthew Arnold:
And we are here as on a darkling plain
Swept with confused alarms of struggle and flight
Where ignorants armies clash by night. (DOVER BEACH)
[Y aquí estamos, como en una sombría planicie / Barrida por confusas
alarmas de lucha y fuga / Donde ejércitos ignorantes combaten en la noche]
4. La cuarta forma posible de lidiar con la pérdida de la proyección religiosa es
ilustrada en el Caso 4 (Figura 7). Si cuando, restituido a sí mismo a través de la
pérdida del valor religioso proyectado, pudiera enfrentar las cuestiones últimas
de la vida que son colocadas ante él, el individuo podrá ser capaz de usar esa
oportunidad para emprender un desarrollo decisivo de la conciencia. Si tuviese
condiciones de trabajar de forma conciente y responsable con la activación del
inconciente, podrá descubrir el valor perdido, la imagen de dios, en la propia
psique. Esa posibilidad es representada, en el diagrama, por el círculo que
ahora tiene una porción mayor de sí mismo fuera del arco de la inconciencia. La
conexión entre el ego y el Sí-mismo es ahora realizada concientemente. En ese
caso, la pérdida de una proyección religiosa sirvió para un propósito saludable;
fue el estímulo que llevó al desarrollo de una personalidad individuada.
Un aspecto prominente de la pérdida colectiva de las categorías
suprapersonales ha sido un aumento de la “pre-ocupación” con la subjetividad
del individuo. Se trata, efectivamente de un fenómeno moderno y en verdad no
podría existir si los valores transpersonales fuesen satisfactoriamente
contenidos en una religión colectiva tradicional. Más, una vez que el sistema
simbólico tradicional sufrió una ruptura, ocurre algo parecido al retorno de una
gran cantidad de energía a la psique individual y pasan a haber un interés y una
atención mucho mayores concentrados en la subjetividad del individuo. A partir
de ese fenómeno, la psicología profunda fue descubierta y su existencia es un
síntoma de nuestro tiempo. Otros indicios se encuentran en todas las
manifestaciones artísticas. Las piezas y romances describen exhaustivamente a
los individuos más banales y comunes, en sus aspectos más queridos y
personales. La subjetividad interna ha recibido un grado de valorización y de
atención que jamás recibió antes. En realidad, esa tendencia es un indicio de
cosas que van a existir. Si la acompañamos hasta su conclusión inevitable no
hay duda de que llevará a las personas, cada vez más, al redescubrimiento de
las categorías suprapersonales perdidas en el interior de si mismas.
2. LA IRRUPCIÓN
En determinado punto del desarrollo psicológico, normalmente después de una
intensa experiencia de alienación, de repente el eje ego- Sí-mismo, pasa a la
conciencia. Se alcanza la condición descrita en la Figura 5. El ego se vuelve
conciente, en términos de experiencia, de la existencia de un centro transpersonal al
que está subordinado. Jung describe ese acontecimiento de la siguiente forma:
Cuando alcanzamos el auge de la vida, cuando el botón se abre y de lo
menor emerge lo mayor, entonces, como dice Nietzsche, “El Uno de vuelve
Dios”, y el personaje mayor, que siempre fuimos, mas que siempre estuvo
invisible, aparece a la personalidad menor con la fuerza de una revelación.
Aquel, que es verdadera y desesperadamente pequeño siempre va a reducir la
revelación del mayor al nivel de su propia pequeñez y jamás va a entender que
el día del juicio de su pequeñez llegó. Mas el hombre que es internamente
grande sabrá que el amigo tan esperado de su alma, el inmortal, efectivamente
llegó en ese momento, “para volverse cautivo o cautiverio” (Efesios 4:8), esto
es, para tomar cuenta de él, que siempre confinó ese inmortal y lo mantuvo
aprisionado, y para llevar su vida a fluir hacia una vida mayor — un momento
del más mortal peligro! 2
El mito y la religión ofrecen muchas imágenes que simbolizan ese momento de
irrupción. Siempre que el hombre encuentra concientemente un agente divino que
asiste, comanda o dirige, podemos comprender ese encuentro como un encuentro
entre el ego y el Sí-mismo.
El encuentro generalmente ocurre en la soledad, en lo deshabitado o en un
estado de fuga, esto es, en un estado de alienación. Moisés era fugitivo de la ley y
cuidaba las ovejas de su suegro, en las montañas desiertas cuando Yahvé le dirigió
la palabra desde el matorral de zarza en llamas y le dio la atribución de toda su vida.
(Éxodo 3) Jacob, obligado a huir de casa por a ira de Esaú, sueña, e el medio del
desierto, con la escalera celeste (Ilustración 13) y hace un pacto con Dios. (Génesis
28: 10-22)
2 Jung, C.G., The Archetypes and the Collective Unconscious, C.W., Vol 9/I, par, 217.
Francis Thompson, en el poema The Kingdom of God is Within You, usa esa
imagen:
The Angels keep their naciente place;—
Turn but a stone, and start a wing!
‘Tis ye, ‘tis your estranged faces,
That miss the many-splendored thing.
But (when so sad thou canst not sadder)
Cry — and upon thy so sore loss
Shall shine the traffic of Jacob’s ladder
Pitched betwixt Heaven and Charing Cross. 3
[ Los ángeles mantienen sus antiguos lugares;— / apenas giran una piedra y
empiezan una ala. / Sois vos, vuestras caras extrañadas / Que no percibís el viento
de esplendor. // Mas (cuando la tristeza ya no puede ser tanta) / Llorad — y, sobre
vuestra tan dolorida pérdida / Brillará el tráfico de la escalera de Jacob / Instalada
entre los Cielos y la Cruz.]
Jonás ofrece otro ejemplo. Su encuentro inicial con Yahvé ocurrió en medio de
una vida normal, mas no puede ser aceptado, esto es, el ego estaba muy inflado
como para reconocer la autoridad del Sí-mismo. Solo después de que los esfuerzos
inútiles por escapar lo llevaran al desespero, en el vientre de la ballena, Jonás fue
capaz de reconocer y aceptar la autoridad transpersonal de Yahvé.
Cuando una mujer (o ánima en la psicología de un hombre) encuentra al Sí-
mismo, ese encuentro acostumbra expresarse como un poder celestial fecundante.
3 Thompson, Francis, Poetical Works, Londres, Oxford Uniersity Press, 1965, p. 349 s.
Danae, mientras estaba aprisionada por el padre, es fecundada por Zeus a través de
una lluvia de oro y concibe a Perseo (Grabado 2). De la misma forma, la anunciación
de María suele ser representada como rayos fecundantes venidos del cielo
(Ilustración 14). Una versión más psicológica de la misma imagen es usada por
Bernini en su escultura, El Éxtasis de Santa Teresa (ilustración 15).
Un ejemplo moderno de ese tema es el impresionante sueño de una mujer,
cuya ocurrencia precedió un largo proceso de esfuerzo psicológico:
Veo un joven, desvestido, cubierto de sudor, que me llama la atención,
inicialmente, por su postura física — una combinación del movimiento
descendente de la figura de la Pietá y de la posición enérgica del famoso
Discóbolo Griego en el instante del lanzamiento del disco. El se encuentra en
un grupo de hombres que parecen estar, de forma ambigua, sustentándolo. Él
se destaca de los demás, en parte, por causa del color (bronce) y de la textura
de su piel (ungida, por así decir, de sudor), más, principalmente, por el hecho
de tener un enorme falo semejante a una tercera pierna extendida (Ilustración
16).
El hombre está en agonía con la carga de su erección. Eso se revela no
sólo en el gesto físico del esfuerzo (musculatura y sudor), sino también en su
expresión facial contraída. Mi simpatía por su situación y mi asombro
(admiración, sorpresa) con su miembro viril, me aproximan a él. Tenemos
entonces un contacto sexual. Tan sólo la penetración es ya suficiente para
llevarme a experimentar un orgasmo tan profundo y diseminado que puedo
sentirlo hasta en las costillas y en los pulmones… incluso cuando despierto. Es
algo lleno de dolor y de placer que forma una sensación indistinguible. Todo mi
interior se encuentra, literalmente, “dado vuelta cabeza abajo” y mi útero,
específicamente, se presenta como si hubiese hecho una revolución total — de
fuera hacia adentro o de 180 grados, no estoy segura.
Además del lanzador de discos (Discóbolos — Ilustración 17) y de la Pietá de
Miguel Ángel (Ilustración 18), el hombre de tres piernas también le recordó a la
soñadora de una estampa alquímica (Ilustración 19) y un grabado con una rueda del
sol de tres pies (Ilustración 20) que ella ha visto. Por lo tanto, la figura del sueño es
una rica condensación de múltiples imágenes y significados que permiten amplias
consideraciones. Sin buscar realizar esta tarea aquí, podemos hacer algunas
observaciones. La soñadora fue penetrada y transformada por una entidad masculina
del poder creador. Se trata de un atleta de cuerpo y de espíritu (San Pablo). El está
asociado al principio espiritual último (el sol) y también expresa todo el proceso de
transformación psíquica (el diseño alquímico).
Para la soñadora, ese sueño dio inicio a toda una nueva actitud y a toda una
nueva conciencia de la vida. Como sus imágenes de carácter sexual sugieren, fueron
abiertos nuevos niveles de respuesta física. Más allá de eso, toda la función de
sensación, que hasta entonces fuera ampliamente inconciente, se hizo disponible. Lo
más importante de todo fue un aumento en la autonomía individual auténtica y la
emergencia de talentos creativos bastante considerables. Se hace evidente, gracias
a las asociaciones que acompañan el sueño, que este expresa un encuentro
decisivo, no sólo con el ánimus sino también con el Sí-mismo. El simbolismo triádico
indica énfasis en el proceso de percepción concreta, espacio- temporal. (véase el
capítulo 7)
Un ejemplo notable de la ruptura del eje ego- Sí-mismo es la conversión del
apóstol Pablo (Hechos 9: 1-9), (Ilustración 21 . Jonás intentó escapar del destino a
través de la fuga; Saulo intentó escapar a través de la persecución de aquellos que
representaban su propio destino. La propia intensidad del ataque contra los cristianos
trajo su involucración con la causa, ya que, como afirma Jung, “Lo importante reside
en aquello de lo que (un hombre) habla y no si él está o no de acuerdo con eso”.4
Aquello que odiamos apasionadamente constituye ciertamente un aspecto de
nuestro propio destino.
3. EL LIBRO DE JOB
El libro de Job ofrece un amplio relato simbólico de un encuentro con el Sí-
mismo. Jung escribió al respecto en su Respuesta a Job. 5 En ese libro, Jung trata
la historia de Job como un punto decisivo en el desarrollo colectivo del mito hebreo-
cristiano, un punto que envuelve una evolución de la imagen de Dios o del arquetipo
del Sí-mismo. El encuentro de Job con Yahvé es considerado una representación de
una transición decisiva en la conciencia del hombre, en relación a la naturaleza de
Dios. Ese hecho exigió, a su vez, una respuesta de Dios que lo llevó a su
Humanización, y, a fin de cuentas, a su encarnación como Cristo. La historia de Job
también puede ser considerada bajo otra perspectiva, a saber, como descripción de
4 Jung, C.G., Symbols of Transformation, C. W., Vol. 5, par. 99.5 Jung, C.G., “Answer to Job”, in Psychology and Religión: West and East, C.W., Vol. 11.
una experiencia individual, en que el ego experimenta su primer encuentro conciente
importante con el Sí-mismo. Examinaré a Job bajo este último punto de vista.
El actual texto del libro de Job es un documento compuesto y no tenemos
condiciones para determinar si viene efectivamente de la experiencia real de un
individuo. Incluso, es bien probable que eso sea verdad y, en las observaciones a
seguir consideraré que el texto describe una experiencia real de la imaginación
activa. Se trata de un proceso en que la imaginación y las imágenes que genera son
experimentadas como algo distinto del ego — un “tú” o un “otro” — con quien el ego
puede establecer una relación y mantener un diálogo.6 El hecho de que el libro de
Job haya sido escrito en forma de diálogo, el único libro del canon del Antiguo
Testamento construido de esa manera, apoya la hipótesis de que el debe tener como
base una experiencia de imaginación activa. Incluso el carácter repetitivo del diálogo
representa verosimilitud si consideramos que el libro describe una experiencia
personal. El retorno constante al mismo punto que el ego se rehúsa a aceptar
constituye un comportamiento típico en las personificaciones del inconciente
encontradas en el proceso de la imaginación activa.
La historia se inicia con una discusión entre Dios y Satanás que lleva a una
decisión de Dios en el sentido de someter a Job prueba. La cuestión a responder es
si Job podrá ser llevado a blasfemar contra Dios al ser alcanzado por la adversidad.
La disputa en el cielo puede ser entendida como una representación de los factores
transpersonales o arquetípicos presentes en el inconciente, que sirven de escenario
a la provocación de Job, y que le dan el significado último. Si las desgracias de Job
6 Para la descripción de la imaginación activa, hecha por Jung, véase su ensayo sobre “The Trascendent Function”, in The Structure and Dynamics of the Psyque, C.W., Vol. 8, pp. 67 ss.
fuesen solo fortuitas, serían acontecimientos casuales y desprovistos de significado,
sin una dimensión transpersonal de referencia. Es significativo que Job jamás
imagine esa posibilidad. El presupuesto básico de que todas las cosas vienen de
Dios, esto es, de que reflejan un significado y un propósito de marca transpersonal,
es mantenido todo el libro. Ese presupuesto de Job corresponde a la hipótesis
necesaria para que exista imaginación activa. Si los humores y afectos de la
persona, que señalan el punto de partida del esfuerzo de la imaginación activa,
fuesen considerados fortuitos o consecuencias de causas exclusivamente externas o
fisiológicas, no habría base para buscarles significado psicológico. El conocimiento
de que hay un significado psicológico sólo es adquirido a través de la experiencia. Al
inicio, es necesario tener por lo menos fe suficiente para estar dispuesto a tomar a
proposición de significado psicológico como hipótesis a probar.
Como Yahvé y Satanás trabajan juntos, podemos considerarlos dos aspectos
de una misma entidad, esto es, el Sí-mismo. Satanás facilita la iniciativa y el
dinamismo para establecer la prueba de Job; representa, por consiguiente, la
urgencia de alcanzar la individuación, que debe romper con el status quo psicológico
para alcanzar un nuevo nivel de desarrollo. La serpiente desempeñó el mismo papel
junto a Adán y Eva en el Jardín del Edén. Es igualmente similar a la situación del
Edén el hecho de que la prueba de Job haya tomado la forma de una tentación. Él
deberá ser tentado a blasfemar contra Dios. Eso significaría, psicológicamente, que
el ego está siendo tentado a inflarse, a ponerse por encima de los designios de Dios,
esto es, a identificarse con el Sí-mismo.
¿Por qué sería necesario todo esto? Es evidente que Job presentaba alguna
tendencia a la inflación. A pesar de su reputación intachable, o tal vez por causa de
ella, existe alguna duda con relación a determinar si Job sabe decisivamente cuál es
la diferencia entre él y Dios, entre el ego y el Sí-mismo. Por consiguiente, se traza un
programa para probar al ego en el fuego de las tribulaciones y de esa prueba surge
el encuentro total con la realidad de Dios. Si fuese posible identificar propósitos
anteriores a través del análisis de sus efectos, podríamos decir que el propósito de
Dios fue hacer a Job conciente de su existencia. Aparentemente, el Sí-mismo
requiere de la percepción conciente y está obligado, por la urgencia de la
individuación, a tentar al ego y a probarlo con el objeto de provocar la plena
conciencia el ego con relación a la existencia del Sí-mismo.
Al principio, Job es un hombre próspero, estimado y feliz, lo que corresponde a
un ego “seguro” y satisfecho, bendecido por el desconocimiento de las suposiciones
inconcientes en base a las cuales mantiene esa “seguridad”. Abruptamente, todo
lo que Job valoraba y de lo que depende le es quitado — familia, posesiones y salud.
Las calamidades que se precipitan sobre él fueron representadas en un agua-
fuerte de William Blake (Ilustración 22). Arriba del cuadro, Blake escribió el versículo
“El fuego de Dios cayó de los Cielos”. (Job 1:16). Comprendida en términos
psicológicos, el agua-fuerte representa un quiebre del orden conciente, provocada
por un flujo de energía abrasadora venida del inconciente. Una imagen de esas
anuncia una crisis de individuación, un paso importante del desarrollo psicológico
que requiere la destrucción de las viejas condiciones para dar espacio a la
emergencia de las nuevas. Puede existir el predominio de efectos destructivos o de
efectos liberadores, habiendo normalmente una mezcla de ellos. El énfasis en los
efectos libertadores está presente en un cuadro publicado en un estudio del caso
hecho por Jung (Grabado 3). 23 En ese cuadro, que dio inicio a una fase decisiva de
la individuación, el relámpago venido del cielo está descolocando una esfera hacia
fuera de su matriz circundante — el Si-mismo está naciendo.
La carta XVI del Tarot (Ilustración 23) enfatiza el aspecto destructivo. Cuando
un ego se encuentra particularmente inflado, tal como en la torre, la irrupción de las
energías venidas del Si-mismo puede ser peligrosa. El aparecimiento del Si-mismo
inaugura una especie de “juicio final” (Ilustración 24). Sobrevive tan sólo lo que fuera
sólido y estuviera bien afincado en la realidad.
Con la pérdida de casi todo a lo que daba valor, Job es dejado en un agudo
estado de alienación, que corresponde al estado de Tolstoi ya descrito (página 82).
Si se pretende reconocer al Si-mismo como valor supremo, es necesario que haya
un desprendimiento en relación a los valores menos elevados. El significado de la
vida de Job estaba ligado, evidentemente, a la familia, a la propiedad y a la salud. Al
ser privado de eso, el quedó desesperado y entró en la noche oscura del espíritu. 24
Por que nacería un hombre para errar como ciego,
23 Jung, C. G., The Archetypes end the Collective Unconsious, C. W., Vol. 9/ I., par, 525 ff. Ilustración 2. 24 San Juan de la Cruz usa el libro de Job, repetidamente como paradigma de la noche oscura del espíritu. Al hablar de los beneficios de la noche oscura, afirma: “… el espíritu aprende a comulgar con Dios en una actitud más respetuosa y cortés. Actitud que un espíritu siempre debe observar en el diálogo con el Altísimo. Esa actitud no era conocida por él en las prósperas épocas en que gozaba de comodidad y consuelo… Y así, de las misma forma, la preparación que Dios concedió a Job para que este le pudiese hablar consistió con sólo en las delicias y glorias que el propio Job cuenta que recibió de su Dios, sino también en privarlo de todo, abandonado en incluso perseguido por los amigos , lleno de angustia y amargura, así como en dejar su tierra cubierta de parásitos. Y entonces Dios , el Altísimo, Aquel que libera al pobre hombre de la miseria, Se dignó a descender a la tierra y hablar con él, cara a cara, revelándole las profundidades y alturas de Su sabiduría, de una forma que jamás había hecho cuando Job era próspero”. (Dark Night of the Soul, I, XII, 3. Ver también V, 5; II, VII, 1:; II, IX, 7 & 8; II, XVII, 8; II, XXIII, 6. )
cercado por Dios por todos lados?25
Con esas palabras Job da rienda suelta a su desespero suicida y a su profunda
alienación de la vida y de su significado. La repetida pregunta —“¿Por qué?”— indica
que Job está buscando desesperadamente significado; el significado perdido y
recuperado puede ser considerado como tema último si el Libro de Job fuese visto
como un documento individual.
En estado de depresión y desespero, mucha de la libido, que normalmente
mantiene el interés conciente y la vitalidad, se sumerge en el inconciente. Eso, a su
vez, lo activa, provocando un aumento de los sueños y las imágenes de fantasía.
Podemos suponer que una situación de ese tipo alcanzó a Job. Las imágenes
personificadas del inconciente le surgieron bajo la forma de consejeros o amigos y
hablan con él a través del proceso de la imaginación activa.
Esos personajes lo confrontan con otro punto de vista y gradualmente lo llevan
a aproximarse más al encuentro con lo numinoso — el propio Yahvé. Una de las
evidencias de que las palabras de los consejeros de Job son manifestaciones de
auténtica imaginación activa es el hecho de que esas palabras son mezclas
contaminadas de varios elementos. Son, en parte, elaboraciones del punto de vista
religioso convencional que Job descartó, mas también son, parcialmente,
expresiones autónomas genuinas de las capas más profundas del inconciente. Ese
tipo de mezcla contaminada de cosas diferentes constituye algo muy común en el
proceso de la imaginación activa. Siendo así, el proceso, para ser productivo,
requiere de la participación alerta y activa de la conciencia, que lleva a un
25 Job, 3:3-23, New English Bible.
verdadero diálogo, y no simplemente la aceptación pasiva de todo lo que el
inconciente dice. Por ejemplo, la primera vez que le habló, Elifaz dijo a Job:
He aquí que diste valor a aquellos que flaqueaban
Y apoyaste las manos débiles;
y tus palabras levantaron a aquellos que tropezaban
y fortificaron a las rodillas enflaquecidas.
Mas ahora que la adversidad viene a ti, pierdes la paciencia;
eso te alcanza y quedas perturbado.26
Eso puede ser considerado la autocrítica de Job que habla . Él está
percibiendo cuán fácil es dar consejos y ayudar a los otros, mas ahora no puede
aconsejarse a sí mismo. Esa autocrítica sólo puede servir para deprimirlo todavía
más y para tornarlo aún mas miserable. Elifaz continúa hablando, con palabras
superficiales de consuelo y expresiones convencionales que Job tal vez hubiese
dirigido a otras personas en el infortunio:
¿No te trae tu vida irreprochable alguna esperanza?
¿te acuerdas de algún inocente que jamás pereciese?
¿O de justos que fuesen destruidos?27
Esos pensamientos vacíos e irrealistas no sirven de ayuda. Son un silbido en la
oscuridad contra la realidad de la vida que está presionando a Job tan fuertemente.
Tal vez la propia expresión de una visión superficial e ingenua haya sido suficiente
para disolverlo, por lo menos temporalmente, pues Elifaz pasa de inmediato a una
cadena de asociaciones más profunda. Elifaz cuenta a Job un sueño numinoso. 26 Ibid., 4: 3-5
27 Ibid., 4: 6-7
Considerando todo el diálogo como imaginación activa, el mismo Job estaría
soñando o acordándose de un sueño suyo:
Más me fue dicha en secreto una palabra,
y mis oídos percibieron su susurro;
en medio de las angustiosas visiones de la noche,
cuando el hombre se sumerge en el sueño profundo,
me sobrevino el miedo, el temor, y el temblor;
el estremecimiento de mi cuerpo me asustó.
Y pasó por mi rostro un viento
que me dejó los cabellos erizados en la carne;
y allí estaba un rostro cuya forma no pude reconocer
un bulto se encontraba delante de mí,
y oí el sonido de una voz sombría:
“¿ Por ventura, el hombre, mortal, sería mas recto que Dios,
o la criatura mas pura que su creador?28
Poco después el mismo Job menciona sueños asustadores:
Cuando pienso que mi cama me confortará,
que el sueño aliviará mis ansias,
me espantas con sueños
y me afliges con visiones29
28 Ibid., 4: 12- 1729 Ibid., 7: 13-14
Blake hizo una interesante ilustración de los sueños de Job (Ilustración 25). En
el cuadre, Yahvé está entrelazado con una serpiente, presumiblemente su aspecto
satánico. Él está apuntando hacia el infierno que se abrió a los pies de Job y
amenaza con envolverlo en las llamas y en las garras de tenebrosos animales. Las
profundidades del inconciente se abrieron y Job enfrenta al poder primordial de la
naturaleza. Es evidente que, ante eso, no hay qué alegar, así como no podemos
argumentar con un tigre que por casualidad apareció en frente nuestro. Mas Job no
aprende con sus sueños; él debe tener una lección más fuerte.
Job está convencido de su inocencia y rectitud y, por lo tanto, inconciente de la
sombra. Por esa razón, sus compañeros deben hablar repetidamente al respecto de
cosa ruines y diabólicas como forma de compensar su actitud consciente unilateral
de pureza y de bondad. Job tiene una flaca conciencia de que su experiencia lo está
haciendo sentirse bestial y sucio. A cierta altura, él exclama:
¿Soy por acaso el monstruo de las profundidades, soy yo la serpiente
marina, para que me tengas encerrado como en una cárcel?30
Y, más adelante:
Aunque me lavase con jabón
o limpiase las manos con agua de nieve,
Tu me arrojarías al lodo
Y hasta mis vestidos me tendrían asco.31
En cierto momento, Job de hecho reconoce pecados pasados
Perseguirás una hoja llevada por el viento,
30 Ibid., 7: 1231 Ibid., 9: 30- 31
Levantarás tu poder contra una paja seca;
decretando contra mi tan amargas penas,
y volviéndome heredero de los pecados de mi mocedad.32
Él no dice cuales fueron los pecados de su mocedad, evidentemente no se
considera culpado por ellos ahora. Esos pecados vienen a ser contenidos reprimidos
que a él no le gustaría hacer concientes, ya que contradirían la imagen favorable que
él tiene de sí mismo. Tal imagen es revelada con más claridad en los Capítulos 29 y
30:
¡Quién me diera volver a ser como fui en los viejos tiempos!...
Si yo iba hasta la puerta de la ciudad,
a ocupar mi lugar en la plaza pública,
los mozos me veían y se escondían;
los viejos se ponían de pie,
las autoridades dejaban de hablar
y cerraban sus labios con el dedo;
los nobles contenían sus palabras
y todos los hombres se mantenían callados.
Ellos me oían con atención
y esperaban en silencio por mi palabra…
Y yo los dirigía y les trazaba el camino,
Como un rey cercado de guardias.33 (…)
“Más ahora hacen burla de mí,
32 Ibid., 13: 25- 2633 Ibid., 29: 1-25
hombres más jóvenes que yo,
hombre cuyos padres yo hubiera desdeñado
de juntarlos con los perros de mi rebaño.”34
Esa actitud de desprecio que Job exhibe con relación a los que les son
intelectualmente inferiores, es tal vez uno de los “pecados de juventud” e indica un
ego inflado que proyecta el lado flaco, la sombra, en los otros. El proceso de
individuación requiere la aceptación conciente y la asimilación del lado sombrío,
inferior.
El efecto general de la prueba de Job es la producción de una experiencia de
muerte y renacimiento. Incluso, en medio de sus quejas, él aún no es un hombre
que ha nacido de nuevo. Él revela su ignorancia del estado del segundo nacimiento
en el siguiente pasaje
Si un árbol es cortado,
hay esperanza de que se renueve
y de que sus ramas reverdezcan.
Aún cuando las raíces estuvieran envejecidas en la tierra,
y aún si su tronco muera en el polvo,
al olor del agua retoñará
y formará una nueva copa, como al inicio lo hacía.
Mas un hombre muere y desaparece;
el hombre lega al fin, ¿y dónde de está?
Como las aguas se retiran del lago,
34 Ibid., 30: 1.
o como el río que se agota queda seco,
así yace el hombre y no se levanta más
hasta que el propio cielo se abra.
Si muere el hombre, ¿Puede él vivir de nuevo?35
A medida que prosigue el diálogo entre Job y sus compañeros, se manifiesta
una mezcla de profundas verdades y de opiniones banales y convencionales. De
modo general, él es aconsejado a volver a las perspectivas ortodoxas tradicionales.
Le dicen que acepte el castigo de Dios con humildad, sin cuestionar o intentar
entender. En otras palabras, le dicen que sacrifique el intelecto, que se comporte
como alguien menos conciente de lo que es. Ese comportamiento representaría una
regresión y él, con razón, lo rechaza. Job prefiere quejarse ante Dios, preguntándole,
con efecto “Si eres un padre amoroso y bueno, ¿por qué no actúas como tal?” Al
atreverse a discutir con Dios, no hay duda de que Job, bajo determinado punto de
vista, está actuando de forma inflada. Pero en el contexto global muestra que esa
inflación es necesaria y controlada; es esencial para un encuentro con Dios. Una
inflación fatal habría ocurrido si él siguiese el consejo de la esposa de blasfemar en
contra de Dios y morir. Más Job evita los extremos. No sacrifica el grado de
conciencia alcanzado, pero tampoco blasfema de Dios. Continúa discutiendo el
significado de su prueba y no descansará hasta no saber la razón por la cual está
siendo castigado.
En verdad, el mismo hecho de que Job piense en un castigo significa que él
está manteniendo con Dios una relación inmadura, del tipo que hay entre un padre y
35 Ibid,; 14: 7-12
un hijo. Esta es una actitud que el encuentro con la divinidad brinda. Pero lo más
importante es la insistencia de Job en el sentido de descubrir el significado de su
experiencia.
Él desafía a Dios abiertamente, al decir:
…desvía tu pesada mano lejos de mí,
y no me asombres con tu terror.
Entonces llámame, y te responderá;
O bien yo hablaré, y respóndeme tú..36
En el capítulo 32, ocurre un cambio. Los tres compañeros de Job acaban de
hablar y nos es presentado un cuarto personaje, hasta entonces no mencionado; se
llama Elihu. Elihu afirma que no entró antes en la discusión por ser joven. Eso trae el
tema del “3” y “4” hacia el cual Jung guió la atención. Si Elihu pudiese ser
considerado la cuarta función, que hasta entonces estaba faltando, la totalidad de
Job habrá sido completada cuando este apareció. Esa interpretación se junta
también con la naturaleza del discurso de Elihu, que constituye, en gran medida, un
preludio a la aparición de Yahvé, y presenta muchas de las mismas ideas que Yahvé
va a manifestar con más vigor. Son particularmente dignas de atención las
observaciones hechas por Elihu respecto de los sueños:
En sueños o en visiones nocturnas,
Cuando cae sobre los hombres el sueño más profundo,
mientras estos están adormecidos en su lecho, Dios los hace escuchar,
y su amonestación los deja llenos de terror.
36 Ibid., 13: 21-22
Para apartar al hombre de la conducta temeraria,
para librarlo de la soberbia,
salvando su alma de la corrupción,
y su vida del filo de la espada.37
Esa referencia a los sueños y su función tienen una impresionante precisión en
términos psicológicos. Construye una prueba de que el libro de Job es un relato de la
experiencia real de un individuo. Está claro que el inconciente de Job intentó corregir
su actitud conciente, a través de los sueños, por consiguiente, como una anticipación
al encuentro conciente entre Job y Yahvé que estaba por ocurrir. Es interesante
descubrir en ese texto antiguo una descripción de la función compensatoria de los
sueños cuya existencia sólo recientemente fue demostrada por Jung. 38
Después del discurso de Elihu, aparece el mismo Yahvé. El Sí-mismo numinoso
y transpersonal se manifiesta en medio de un remolino (Ilustración 29). Yahvé hace
un discurso magnificente, que debe haber sido resultado de un enorme trabajo
conciente desprendido del intento de asimilar la numinosidad pura que por cierto
acompañó la experiencia original. La réplica de Yahvé es una revisión de atributos
de la divinidad y una majestuosa descripción de la diferencia existente entre Dios y el
hombre, esto es, entre el Sí-mismo y el ego:
¿Dónde estabas tú cuando yo levantaba los fundamentos de la tierra?
Dímelo, si lo sabes y comprendes.
¿Quién le dio las dimensiones? Ciertamente debes saber.
¿Quién extendió sobre ella sus medidas?37 Ibid., 33: 15-1838 Cf., por ejemplo, Jung, C. G., The Structure and Dynamics of the Psyque, C. W., Vol. 8, par. 477 ss.
¿En qué se apoyan sus bases?
¿Quién asentó su piedra angular,
cuando las estrellas de la mañana cantaban
y todos los hijos de Dios se regocijaban?39
El ego no constituye el creador de la psique y nada sabe respecto de los
fundamentos profundos en que su existencia (del ego) reposa:
Acaso penetraste tú en lo más profundo del mar,
O ¿paseaste en lo más profundo del abismo?
¿Han sido reveladas a ti las puertas de la muerte?
¿Acaso viste a los porteros de la casa de las tinieblas?
¿Comprendiste toda la amplitud de la tierra? 40
El ego está siendo advertido de que nada sabe de la psique en su totalidad.
Aparte, no puede abarcar el todo.
¿Acaso podemos juntar las pléyades
O soltar el cinturón de Orión?
¿Acaso podemos hacer surgir los signos del zodiaco a su tiempo
o guiar al Debarán y a su séquito?
¿ Proclamaste las reglas que gobiernan los cielos,
o determinaste las leyes de la naturaleza sobre la tierra?41
Aquí, el ego está siendo contrastado con la magnitud y el poder de los
arquetipos que determinan la existencia de la psique.
39 Job, 38: 4-7.40 Ibid., 38: 16-1841 Ibid., 38: 31-33
Entonces Yahvé le dio atención al reino animal y describe los poderes
incontrolables de los animales, especialmente los más monstruosos:
El Behemot, que creé como te creé a ti.42 (…)
¿Podrás pescar al Leviatán con un anzuelo,
o atar su lengua con una cuerda?43
Ahora Job ve demostrado el aspecto abismante de Dios y las profundidades de
su propia psique, que contiene monstruos devoradores bien lejanos de los valores
humanos. Ese aspecto de la teofanía, conforme la representación de Blake, está en
la Ilustración 27. El Behemot y el Leviatán representan la concupiscencia primordial
del ser. Dios revela su propio lado sombrío y, ya que el hombre participa de Dios,
fundamento de su existencia, él debe compartir igualmente su oscuridad. La
autosuficiencia del ego recibe aquí su golpe final.
Pero, cuando de la conclusión de la autorrevelación de Yahvé, Job pasa por un
cambio decisivo, ocurre el arrepentimiento, o la metanoia:
Yo escuché hablar de ti con el escuchar de mis oídos,
pero ahora te ven mis propios ojos;
por eso me abomino a mí mismo
y hago penitencia en el polvo y en las cenizas.44
Las preguntas de Job fueron respondidas, no de forma racional, sino a través
de la experiencia vivida. Él encontró lo que buscaba: el significado de su sufrimiento.
Ese significado es nada menos que la percepción conciente de la psique arquetípica
autónoma; y esa percepción sólo puede ocurrir mediante la prueba. El libro de Job es 42 Job, 40: 15, RSV43 Ibid., 4: 144 Ibid., 42: 5-6
realmente el registro de un proceso de iniciación divina, un test por la prueba que,
cuando es aprobada exitosamente, lleva a un nuevo estado del ser. Es un proceso
análogo a todos los rituales de iniciación que intentan producir una transición de un
estado de conciencia al otro.
La causa de la prueba de Job, a través de su agente dinámico, Satanás. El
papel psicológico de Satanás, en la historia de Job, es descrito de forma consistente
por Rivkah Schärf Kluger:
Él (Satanás) aparece aquí de forma plena, como el adversario metafísico
de una vida de paz y de confort mundano. Él interviene como disturbio e
impedimento al orden natural de la vida y se interpone en el camino del hombre
tal como el mal‘ah Yahweh como Satanás en el camino de Balaán. Incluso,
mientras la historia de Balaán trata acerca de la experiencia de un choque de
voluntades y de experiencia ciega — una primera percepción, por así decirlo,
de que la voluntad de Dios, y no la nuestra, debe ser atendida —, en el caso de
Job es una cuestión de sumisión conciente a la voluntad de Dios, nacida de la
percepción interna. Satanás es aquí un verdadero Lucifer, aquel que trae la
luz. Él trae al hombre el conocimiento de Dios, pero a través del sufrimiento que
él le inflige; Satanás es la miseria del mundo, aquel que lleva al hombre hacia
dentro de sí mismo, hacia el “otro mundo”. 45
Esta descripción de Satanás, que debe ser reconocida como psicológicamente
necesita, ponerlo en estrecha proximidad con la sabiduría. En el Eclesiastés, la
personificación femenina, la sabiduría, es descrita en los siguientes términos:
45 Kluger, Rivkah Scharf., Satan in the old testament, Evanston, North Western University Press, 1967, p. 132.
La sabiduría nutre sus propios hijos,
Y cuida de aquél que la procura (…)
pues aunque en el inicio ella lo haga recorrer caminos tortuosos,
trayéndole miedo y debilidad,
atormentándolo con su disciplina hasta que en él pueda confiar,
y sometiéndolo al test de su prueba,
al final, ella lo llevará de vuelta al camino recto,
y le revelará sus secretos.46
De acuerdo con este pasaje, la sabiduría somete a sus hijos a la prueba tal
como Yahvé lo hizo con Job a través de la acción de Satanás. Los favoritos de Dios
son sometidos a las más severas provocaciones, esto es, el potencial para la
individuación constituyó la causa del Test. John Donne hace la siguiente
observación:
…Los mejores hombres han tenido una pesada carga sobre los
hombres. Mal escucho a Dios decir que encontró un hombre recto, temeroso,
de Dios y que se aparta del mal (Job I.1), veo en los versos siguientes que fue
dada a Satanás la incumbencia de mandar a sabeos y caldeos a robar a su
ganado y herir a sus criados, matar a sus hijos con el fuego y la tempestad y
cubrirlos de heridas. Mal escucho a Dios decir que encontró un hombre según
su corazón (I Samuel 13:14), veo a sus hijos violar a sus propias hermanas y
matarse los unos a los otros, veo la rebelión de otros hijos contra el padre y
que lo ponen en dificultades y en riesgo de vida. Mal escucho a Dios reconocer
46 Eclesiástico, 4: 11- 21. Biblia de Jerusalén
a Cristo en el bautismo — “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”
(Mt. 3: 17) — veo a ese su hijo ser llevado por el espíritu al desierto para ser
tentado por el demonio, (Mt. 4:1) y después veo a Dios ratificar el mismo
reconocimiento de Cristo en la transfiguración (“Este es mi hijo amado, en
quien me complazco” — Mt. 17:5), y veo ese hijo solo, abandonado y entregado
a los escribas, a fariseos, a publicanos y a herodianos, a sacerdotes, a
soldados, al pueblo, a jueces, a testigos y a ejecutores. Y aquel que fue
llamado hijo amado de Dios — a quién fue dado repartir la gloria de los cielos,
en este mundo, en su transfiguración — es ahora el Foso de toda corrupción,
de todos los pecados; no ahora como un hijo de Dios, sino como un simple
hombre; no ahora como un hombre, sino como un parásito despreciable.47
Aunque puedan traer sabiduría, esas pruebas son cosas terribles; y la oración
suplica que seamos librados de ellas: “y no nos dejes caer en tentación y líbranos del
mal”48
Jung cree que Job se liberó del desespero a través de un proceso de aumento
de conciencia por parte de la divinidad. Kluger hace la parafrasea la siguiente
observación de Jung:
En su majestuoso discurso final, Dios se revela a Job con todas sus
características aterrorizantes. Es como si dijese a Job: “Ve, es así que soy Yo,
he aquí por qué te traté de esa manera”. A través del sufrimiento que inflingió a
Job de su propia naturaleza, Dios llegó a ese autoconocimiento y admite, por 47 Simpson, E. M. (org.), John Donne´s Sermons on the P salms and Gospels, University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1967, p. 97 s.48 Mateo 6: 9, NEB
decirlo así, ese conocimiento de su cara tenebrosa delante de Job. Y es eso lo
que redime al hombre Job. Esa constituyó realmente la solución del enigma de
Job, esto es, constituyó una verdadera justificación al destino de Job — que,
sin ese fundamento, permanecería, en su carácter cruel e injusto, un problema
abierto. Job aparece aquí de forma clara, como una víctima del sacrificio; pero
es igualmente el portador del destino divino. He aquí lo que da sentido a sus
sufrimientos y a la liberación de su alma.49
Rudoph Otto, el hombre que dio a la experiencia del numinosium la primera
formulación clara, utilizó el encuentro entre Job y Yahvé como ejemplo de
experiencia numinosa. Cito un trozo relativamente largo porque el pasaje en
cuestión vincula de forma excelente su comprensión del mysterium numinoso:
Y entonces aparece, en persona, el propio Eloí, para hacer su propia
defensa. Y Él lo hace de forma tal, que Job reconoce estar subyugado, de
hecho y de derecho, y no simplemente llevado a enmudecer por una fuerza
superior. Y entonces confiesa:
“Por eso me abomino a mí mismo y hago penitencia en el polvo y en la
ceniza”. Se trata de una admisión de que está internamente convencido y de
que es culpado; no se trata de un colapso provocado por la impotencia ni de
sumisión a una mera fuerza superior. De la misma forma, no se trata de
aquella actitud mental a la que San Pablo de vez en cuando se refiere; por
ejemplo en Romanos IX. 20: “ Por ventura, la cosa formada dirá aquel que la
49 Kluger, Satan,p.129.
formó ‘¿Por qué me hiciste así?” ¿No tiene el uslero el poder sobre la masa
para hacer, con la misma masa, un vaso para honrar y otro para deshonrar?.”
Interpretar el pasaje referente a Job de esa forma sería una manera de
no comprenderlo. Ese pasaje no proclama, al contrario de Pablo, la renuncia a
una “Teodicea” o a una percepción de la imposibilidad de una “Teodicea”; en
realidad, su objetivo es producir por sí mismo una teodicea real, una teodicea
mejor que la de los amigos de Job; una teodicea capaz de convencer hasta a
un Job — y no tan solo para convencerlo sino también para aliviar todas las
dudas íntimas que le asaltaban el espíritu. Pues en la extraordinaria
experiencia por la que Job pasó en el momento de la revelación de Eloí, está
implícito al mismo tiempo un alivio de la angustia que tenía en el alma, así
como una conciliación, una conciliación que en sí misma sería perfectamente
satisfactoria como solución del problema del libro de Job, incluso sin la
rehabilitación de Job en el capítulo XLII, en el cual él recuperó la prosperidad —
algo que se reviste del carácter de un pago adicional, concedido después de
haber sido hecha la expropiación. Pero ¿qué es ese extraño “momento” de
experiencia, que actúa, aquí, tanto en una venganza de Dios en relación a Job,
como en una reconciliación de Job en relación a Dios?50
Luego de hacer una revisión de las ponderables obras presentadas por Yavhé
— el Leviatán, el Behemot, etc. — Otto continúa:
Esos animales ciertamente construyeron los ejemplos más felices con que
podríamos encontrarnos cuando buscamos indicios de la plenitud de propósitos
50 Otto, Rudolph., The Idea if the Holy, Londres, Oxford University Press, 1910, p. 78.
de la sabiduría divina. Pero esos animales — no menos que todos los demás
ejemplos y de lo que todo el contexto y sentido del pasaje entero — manifiesta
efectivamente, de manera magistral, la manifiesta monstruosidad, el carácter
verdaderamente demoníaco y totalmente incomprensible del poder creador
eterno; es admirable cómo ese poder incalculable es “completamente otro”,
burla de todas las formas concebibles, pero es, no obstante, capaz de alcanzar
lo más profundo de la mente, así como de fascinar y hacer desbordar el
corazón. Ese es el significado del mysterium, no simplemente misterio, sino
también “fascinante” y “augusto”; y aquí, una vez más, estos últimos sentidos
están presentes, no en conceptos explícitos, sino en el tono, en el entusiasmo y
en el propio ritmo de toda exposición. Es aquí que reside verdaderamente el
sentido de todo el pasaje, aquello que comprende tanto a la teodicea como a la
conciliación y al alivio del alma de Job. El mysterium, como simple misterio,
seria simplemente (como antes dijimos) parte del carácter “absolutamente
inconcebible” del numen, algo que, aunque pudiese llevar a Job al silencio
profundo, no lo convencería íntimamente. Aquello de lo que tenemos
conciencia es antes un valor intrínseco de lo incomprensible — un valor que no
puede ser expresado, un valor positivo y “fascinante”. Se trata de algo
incompatible con los pensamientos de la teología humana racional y que no
puede ser por ellos asimilado: permanece en todo su misterio. Pero es como si
pasase a sentir, en la conciencia, que Eloí se justifica y, al mismo tiempo, que
el alma de Job encuentra la paz.51
51 Ibid., p. 80.
El drama de Job es aplicable a todos. El se refiere de inmediato a la cuestión
casi universal: “¿Por qué eso me tiene que pasar a mi?”. Todos tenemos, en el fondo
de nosotros mismos, un resentimiento en contra el destino y en contra de la realidad,
lo que constituye un residuo de inflación. Ese sentimiento asume muchas formas: “ Si
por lo menos mi infancia hubiese sido mejor”; “Si por lo menos yo tuviese un marido
(una esposa) mejor”; “Si por lo menos yo fuese casado(a)”; “Si por lo menos no
fuese casado”, etc., etc. Todos esos “si por lo menos” son medios por los cuales nos
disculpamos por no tener una relación más productiva con la realidad, tal como ella
es. Constituyen síntomas de inflación que no nos van a asegurar la existencia de una
realidad mayor que nuestros deseos personales. Job preguntó por qué debería pasar
por la miseria. La respuesta que emerge del libro de Job es: para que pudiese ver a
Dios.
Blake captó el aspecto esencial del ego individuado en el cuadro que
representa a Job arrepentido y rejuvenecido (Ilustración 28). En él es representada la
actitud artificial. Habiendo experimentado el centro transpersonal de la psique, el ego
reconoce su posición y está preparado para servir a la totalidad y a sus fines, en
lugar de hacer exigencias personales. Job se volvió un ego individuado.
4-EL EGO INDIVIDUADO
La individuación es un proceso y no un blanco alcanzado. Cada nuevo nivel de
integración debe someterse a una nueva transformación para que el desarrollo se
realice. Incluso, tenemos algunas indicaciones con relación a aquello que esperamos
como resultado del encuentro conciente del ego con el Si-mismo. De modo general,
la necesidad de la individuación produce un estado en que el ego mantiene una
relación con el Si-mismo sin estar identificado con él. Surge de ese estado un diálogo
más o menos continuo entre el ego y el inconciente, así como entre la experiencia
externa y la experiencia interna. Ocurre la cura de una división doble cuando la
individuación es alcanzada: primero, la división entre conciente e inconciente, que se
inició por ocasión del nacimiento de la conciencia; en segundo lugar, la división entre
sujeto y objeto. La dicotomía entre la realidad externa y la interna es sustituida por un
sentimiento de realidad unitaria.52 Es como si la totalidad inconciente original que
formamos con la vida, de las cuales partimos y de las cuales tuvimos que emerger,
pudiesen ahora ser recuperadas, en parte, en el nivel conciente. Las ideas e
imágenes que representan nuestro estadio del desarrollo, representan, en otro
estadio, la sabiduría. Las imágenes y atributos del Si-mismo son ahora
experimentados como cosas distintas del ego y situados por sobre él. Esa
experiencia trae consigo la percepción de que no se es dueño de la propia casa. La
persona toma conciencia de que existe una orientación interna autónoma, distinta del
ego y, con frecuencia, antagónica a él. Una tal conciencia a veces, constituye un
alivio, otras veces, representa una carga. Podemos, en verdad, sentirnos
súbitamente en el papel de San Cristóbal (Ilustración 29).
El inicio de la percepción de que hay algo viviendo con nosotros en la misma
casa, muchas veces es presagiado por determinados tipos de sueños, que ponen al
52-37 Neumann, Erich, “The Psyque and the transformation of the Reality Planes” Eranos- Jahrbuch XXI, Zurich, Rhein- Verlag, 1953. Traducido en Spring, Club de psicología Analítica de Nueva York, 1956. Estoy en deuda con ese artículo de Neumann, que constituye la más clara presentación de que pude disponer de ese asunto tan difícil.37. Jung discute la realidad unitaria, bajo el término de uncus mundos, in Mysterium Coniunctionis, C.W., Vol. 14 (II) par. 759 ss.
soñador ante acontecimientos paradojales o milagrosos. Esos sueños abren una
categoría transpersonal de experiencia que es poco común y extraña a la conciencia.
Un ejemplo de ese tipo de sueño es presentado a continuación. La paciente era una
científica muy racional y práctica. Su sueño fue:
Un hombre (un científico que ella conocía) estaba teniendo un ataque
cardíaco. El tomó una bananerita (caña) y la colocó en su pecho.
Inmediatamente el disturbio se pasó. Entonces, él se volvió hacia la soñadora y
le dice: “Mis colegas científicos pueden reirse de mi por usar este tratamiento,
pero funciona; y mis hijos son muy jóvenes para quedarse sin padre”.
Ese sueño fue seguido, poco tiempo después, por una singular experiencia de
sincronicidad que terminó por penetrar la visión de mundo racional y mecanicista de
la soñadora y constituyó una experiencia marcante. Tal como el superorden del
sueño anterior, es como si la planta fuese capaz de absorber los efectos del ataque
cardíaco y de restaurar la condición anterior del corazón. La planta simboliza el
estado vegetativo de la vida; es análoga al sistema nervioso autónomo o vegetativo.
En el nivel psicológico, representa a un estado o forma de experiencia de vida
primordial, vegetativo, que dispone de un depósito, un recipiente capaz de
amortiguar los excesos destructivos de energía que pueden acumularse en la
personalidad conciente. La mente conciente experimenta ese evento como algo
milagroso, esto es, como algo que trasciende las categorías de la comprensión
conciente.
Otro ejemplo del mismo tema es el sueño de un hombre cercano a los cuarenta
años que tuvo una infancia muy alienante. Los padres eran alcohólicos, de modo que
él fue obligado a asumir precozmente las responsabilidades y las actitudes de un
adulto para que la familia funcionase. Por consiguiente, se volvió extremadamente
racional, y se sabía bien en una posición de responsabilidad. Más después comenzó
a desorientarse. No gustaba del trabajo, no sabía qué quería. Al poco tiempo, todo lo
que estaba haciendo perdió sentido. Su terapia era una cosa muy difícil, pues él no
conseguía ir más allá de la discusión racional. Entonces tuvo este sueño:
Encontró una mujer extraña y poco común de quien sentía ya como si
hubiera oído hablar de ella antes. Ella era una exponente de la medicina
homeopática. Después de conversar con ella por algún tiempo, él exclamó:
“¿Cómo es que usted cree en una cosa como la homeopatía? La orientación
médico- científica más reciente es mejor. La homeopatía no pasa de reliquia de
la magia primitiva.” En respuesta, la mujer sonrió misterosamente y dijo: “Sí,
exactamente”. En ese punto el soñador quedó perplejo y se despertó.
En sus asociaciones con el sueño, el paciente dice que la única cosa que sabía
respecto de la homeopatía era que ella utilizaba el principio de la similitud, se acordó
del relato de la mágica homeopática hecha por Fraser en la obra The Goleen Bough
y pensó también en el método de interpretación de sueños, el método de
amplificación, que utiliza imágenes mitológicas similares para ampliar y esclarecer
sueños. Él no tenía asociaciones para hacer con relación a la mujer, mas ella era,
evidentemente, el anima, que posee el conocimiento secreto del inconciente y sirve
de puente entre el ego y el inconciente colectivo.
El sueño indica que el inconciente está siendo activado y está presentando al
paciente todo un nuevo modo de experiencia, algo semejante a la magia primitiva.
De acuerdo con ese modo de experiencia, las analogías son tomadas como
realidades. Es el método de pensamiento analógico asociativo. Esta es la forma por
la cuál el inconciente trabaja: a través de la analogía simbólica. Este es el principio
en que nuestro método de interpretación de sueños se basa — amplificación por
analogía. Es completamente erróneo aplicar ese modo primitivo al tratamiento de la
realidad externa; eso nos involucraría con toda serie de prácticas mágicas y
supersticiosas. Mas ese es precisamente el abordaje correcto para lidiar con el
inconciente y para establecer contacto con la psique arquetípica.
El hombre moderno necesita urgentemente reestablecer un contacto
significativo con la capa primitiva de la psique. No me refiero a la expresión
compulsiva de los afectos primitivos inconcientes, que constituye un síntoma de
disociación. Me refiero al modo primitivo de experiencia, que ve la vida como un todo
orgánico. En los sueños, la imagen de una animal, de un ser primitivo o de un niño,
normalmente es una expresión simbólica de fuente de ayuda y cura. Con frecuencia,
en los cuentos de hadas, es un animal el que muestra la salida de una dificultad al
héroe. Las imágenes de lo primitivo y del niño sirven a la función de cura, porque
simbolizan el patrimonio que heredamos de la totalidad, de aquel estado original en
que estamos ligados a la naturaleza y a sus energías transpersonales que nos
orientan y nos dan apoyo. A través de lo primitivo y del niño que existen en nosotros,
establecemos una conexión con el Si-mismo y nos curamos del estado de alienación.
Para relacionarnos con la mentalidad del niño y de lo primitivo, de forma conciente, y
no inconcientemente y de forma inflada, necesitamos aprender a incorporar
categorías primitivas de la experiencia a nuestra visión del mundo sin negar o
perjudicar a las categorías concientes, de carácter científico, de espacio, tiempo y
causalidad. Debemos aprender a aplicar los modos primitivos de experiencia en
forma psicológica, al mundo interno. La actitud primitiva en nuestra relación con el
mundo externo es sinónimo de superstición, pero el ser primitivo con relación al
mundo interno de la psique, es sinónimo de sabiduría.
Jung alcanzó esa actitud de estado primitivo refinado y esa es la razón del por
qué todos los que lo conocieron siempre se impresionaron con su sabiduría. Pocos
días antes de fallecer, un entrevistador le pidió que dijese su concepción de Dios. El
replicó con las siguientes palabras: “hasta hoy, Dios es el nombre con el cual designo
todo lo que se atraviesa en el camino de mi obstinación de forma violenta y atrevida,
todo lo que obstaculiza mis opiniones, planes e intenciones subjetivas y cambia el
curso de mi vida, para bien o para mal”53.
La visión que Jung expresa aquí es esencialmente primitiva, aunque conciente
y refinada. El designa por “Dios” aquello que la mayoría llama casualidad o
accidente. Él experimenta eventos aparentemente arbitrarios, como estando plenos
de sentido y no como cosas sin sentido. Esa es precisamente la forma en la cual lo
primitivo experimenta la vida. Para lo primitivo, todo está saturado de significación
psíquica y tiene vínculos ocultos con los poderes transpersonales. Lo primitivo, así
como el niño, vive en un mundo que está en continuidad con relación a él. Está
relacionado con el cosmos. Mientras más tratamos de relacionarnos de forma
53 Entrevista publicada en God Housekeeping Magazine, Diciembre 1961.
consistente con las profundidades de la psique, tanto más somos llevados a tener la
misma actitud expresada por Jung; según él todas las vicisitudes de la vida externa e
interna tienen un significado y constituyen una expresión de patrones y poderes de
orden transpersonal. La suerte, la casualidad, como categoría de la experiencia, es
un síntoma de vida alienada. Para el hombre ligado al Sí-mismo, tanto como para el
niño y para el primitivo, la suerte o la casualidad no existe. Tal vez sea ese el
significado de la palabra de Jesús: “si no os convirtiereis y os hicieseis como niños,
jamás entrareis en el Reino de los Cielos”.54
Emerson expresa esa misma idea, a saber, de que hay una ley en el fondo de
todo lo que es aparentemente casual:
El secreto del mundo es la conexión existente entre la persona y el
evento… el espíritu trae en sí el evento que le va a sobrevenir…el evento es la
impresión de su forma55.
Los eventos nacen de la misma fuente de la que nacen las personas56.
Cada criatura genera de sí misma su propia condición o esfera, así como
la babosa hace su tenue casa en la hoja de la pereira.57
Un hombre verá su carácter manifestarse en los eventos que parecen
encontrarlo, pero que surgen de él y lo acompañan.58
…no hay casualidades… la ley rige todo lo que existe.59
54 Mateo, 18: 1355 Emerson, Raplh Waldo, The Conducto of Life, Nueva York, Dolphin Book, Doubleday56 Ibid., p.30.57 Ibid., p.30.58 Ibid., p.31.59 Ibid., p. 35.
En los estadios iniciales del desarrollo psicológico, Dios está oculto — en el
escondite más ingenioso que hay — en la identificación que tenemos como nosotros
mismo, como nuestro propio ego. Esa idea del Dios oculto corresponde al mito
gnóstico de Sophia, una personificación de la sabiduría de Dios. En el proceso de
creación, Sophia, la sabiduría divina, se torna materia, pero entonces, en el curso de
esa transformación se perdió y quedó aprisionada en la materia; oculta en la
oscuridad de la mente, representa el Sí-mismo oculto en su identificación con el ego.
La materia, que esconde a Sophia, simboliza la realidad concreta, temporal y terrena
del ego individual. Si Dios está aprisionado en la materia, en la personalidad
inmadura, la tarea de desarrollo psicológico es nada menos que la redención de Dios
a través de la conciencia humana.
La redención de Dios se configuró como un tema básico de la alquimia. La obra
alquímica fue un trabajo de redención. Todo el proceso de transmutación constituía
un intento de liberar y redimir un valor supremo de su prisión a la materia básica. La
materia básica era la prima materia, aquello con que se comenzaba, que
corresponde a las inmadureces infladas de nuestra psique. Esa materia debería ser
transformada en la piedra filosofal, una esencia divina. La prima materia, es nuestra
identidad ego- Sí-mismo, el residuo de la inflación original. Someter ese material al
proceso alquímico significa aplicar el esfuerzo y la atención consistentes a la tarea de
refinar y separar esa mezcla compuesta, con el propósito de liberar al Sí-mismo, o
psique arquetípica, de su contaminación con el ego.
Hay un contraste entre la actitud cristiana tradicional — cuyo tema es la
redención pasiva del hombre a través de a fe depositada en Cristo — y la actitud
alquímica — un esfuerzo activo del hombre para redimir a Dios. Sobre ese contraste
escribe Jung:
… (en la actitud cristiana) el hombre atribuye a sí mismo la necesidad de
redención y deja el trabajo de redención, el athlon real, o el opus, para la figura
divina autónoma;… (en la actitud alquímica) el hombre se encarga de realizar el
opus redentor, y atribuye el estado de sufrimiento y la consecuente necesidad
de redención, a la anima mundi aprisionada en la materia. 60
Y una vez más:
… la obra alquímica es el trabajo del hombre redentor por la causa del
alma divina del mundo que se encuentra adormecida y a la espera de la
redención en la materia. El cristiano obtiene los frutos de la gracia a partir del
trabajo realizado por Cristo, mas el alquimista crea para sí, con sus propios
esfuerzos, una “panacea de la vida”. (Trozo ligeramente parafraseado)61
El hombre moderno debe proceder más o menos como alquimista, no pudiendo
recurrir a la redención pasiva por intermedio de imágenes sacras, debe depender de
sus propios esfuerzos activos en el sentido de trabajar su prima materia, el
inconciente, en la esperanza de liberar y traer a la conciencia la naturaleza
suprapersonal de la propia psique. Este es el tema central: el desarrollo psicológico,
en todas sus etapas, es un proceso de redención. El objetivo es redimir, por la
percepción conciente, el Si-mismo oculto, escondido en la identificación inconciente
con el ego.
60 Jung C. G., Psychology and Alchemy , C.W., Vol. 12, par. 414.61 Ibid., par. 557.
El ciclo repetitivo de inflación y alienación es superado por el proceso conciente
de individuación cuando se manifiesta la conciencia de la realidad del eje ego- Sí-
mismo. Una vez experimentada la realidad del centro transpersonal, un proceso
dialéctico entre el ego y el Sí-mismo puede, hasta cierto punto, sustituir el
movimiento pendular anterior entre inflación y alienación. Pero el diálogo de la
individuación no es posible cuando el ego piensa que todo lo que existe en la psique
fue hecho por él. Jung comenta, en relación a esa actitud errónea, lo siguiente:
… Todas las personas del mundo moderno se sienten solas en el mundo
de la psique, pues suponen que nada hay en él que no sea resultado de su
propia acción en el mundo. Esa es la mejor demostración de nuestra actitud de
dioses todopoderosos, que simplemente deriva del hecho de que pensamos
que inventamos todo lo que es psíquico, de que nada existiría si no lo
hiciésemos, pues es esta nuestra idea básica, una extraordinaria suposición…
y así estamos solos en el mundo de la psique, exactamente como el creador
ante la criatura.62
Para el hombre moderno, un encuentro conciente con la psique arquetípica
autónoma equivale al descubrimiento de Dios. Después de pasar por esa
experiencia, él ya no está solo en su psique, y toda su visión del mundo es alterada.
Es liberado, en gran parte, de las proyecciones del Sí- mismo sobre blancos y
objetivos seculares. Es liberado de la tendencia a identificarse con cualquier facción
que pueda llevarlo a vivir el conflicto de los opuestos, en el mundo externo. Una
62 Extractos de un seminario hecho por Jung al respecto de la Interpretación de las Visiones (Interpretations of Visions), publicado en Spring, Club de psicología analítica de Nueva York, p.110.
persona que pasó por eso, está concientemente comprometida con el proceso de
individuación.
El I Ching describe el efecto que una persona individuada puede llegar a
obtener:
En la naturaleza también se observa un rigor sagrado y grave que se
manifiesta en la regularidad con que se desarrollan los fenómenos. La
contemplación del sentido divino subyacente a la ocurrencia de todos los
fenómenos del universo da al hombre destinado a liderar a los otros, medios
para producir efectos semejantes. Para eso, es necesaria la concentración
interior que la contemplación religiosa desarrolla en los grandes hombres,
dotados de fe poderosa. Les permite aprehender las misteriosas y divinas leyes
de la vida y, a través de la más profunda concentración, llegar a experimentar
esas leyes en sí mismo. De su contemplación emana un poder espiritual oculto
que influencia y domina a los hombres, sin que ellos estén consientes de cómo
eso ocurre.63
Expresada en los términos más amplios posibles, la individuación parece ser
una necesidad innata de la vida, en el sentido en que se realiza a sí misma de forma
conciente. La energía de vida transpersonal, en el proceso de autorrevelación, utiliza
la conciencia humana como un producto que ella misma generó, como instrumento
de su propia autorrevelación. Una mirada sobre ese proceso nos da una nueva
perspectiva de las vicisitudes de la vida humana y nos hace percibir que:63 Wilhelm, Richard (traductor), The I Chingo or Book of Chains, Serie Bollingen XIX, Pinceton University Press, 1950. Comentario sobre el hexagrama número 20, Contemplación (KUAN), p. 88. [edición brasilera: editorial Pensamento, 1982.
Though the mills of God grind slowly,
Yet they grind exceeding fine.
[Aunque los molinos del señor muelan lentamente, aún así producen una harina
incomparablemente fina]