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Edita la Unión Sindical de CCOO del Barcelonès Impreso en Service Point, Via Laietana, 16

Dep. leg. B-47395/2010

14º Concurso de Poesía José Mª Valverde

2010

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SUMARIO Introducción Pág. 7 Jurado Pág. 11 Julia Muñoz García Los guardianes del hielo. Primer premio Pág. 13 Antonio Trigueros Montero Epitemeo. Accésit Pág. 23 Marc Miralpeix Mestres Caída y calma de un cuerpo habitado. Accésit Pág. 35 Balbina Moreno González La noche. Finalista Pág. 43 Noelia Raposo Macias Sonetos del amor lésbico. Finalista Pág. 49 Francesc Reina González Nuevas promesas. Finalista Pág. 57

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INTRODUCCIÓN

Este libro comprende los premios concedidos en el XXI Premi Miquel Martí i Pol de poesía en catalán y el XIV Premio José María Valverde de poesía en castellano, creados por CCOO del Barcelonès, propuesta cultural del sindicato en la que los trabajadores y trabajadoras generan creatividad. Esta propuesta es un valor de CCOO, sindicato sociopolítico, de clase, que tiene que continuar luchando, a través de todos los medios, culturales y políticos, contra la forma de producción capitalista, absolutamente injusta, y ahora, concretamente, contra su modelo neoliberal. Los premios honoran dos poetas que no rehuyeron nunca el compromiso político y social con la clase trabajadora: Miquel Martí i Pol y José María Valverde. Este año 2010 la entrega de los galardones tuvo lugar en el homenaje que CCOO del Barcelonès, junto con la asociación cultural PHAROS y el Consulado General de Uruguay en Barcelona, organizó a Mario Benedetti, poeta también comprometido socialmente y políticamente con la izquierda real y con las luchas de los trabajadores. A Mario Benedetti, del mismo modo que a la mayoría de trabajadores y trabajadoras del sindicato y a los dos poetas que honoramos, le importaba la vida y la gente, el poema que canta cada día el despertar libertador del pueblo, su conciencia crítica, la revolución social y la memoria viva capaz de cambiar la historia. Los tres poetas, Miquel, José María y Mario, son utópicos y crean un mañana lleno de esperanza centrado en una justicia

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igualitaria y una libertad solidaria para las personas y los pueblos. Utopía y revolución podría ser el lema de los tres poetas, que coincidían también en pensar que la poesía es una herramienta de participación colectiva y, a la vez, tanto para quien la escribe como para quien la lee, una ayuda a redescubrir el valor del silencio, la reflexión personal y la solidaridad. De hecho, la humanidad nunca ha dejado de utilizar la poesía para expresar y comunicar sus sentimientos, a través de la fuerza de las palabras. Y comunicar y expresar sus sentimientos es lo que han hecho todos los participantes en estos premios, que este año han contado con mucha participación y gran calidad, y que espero que leáis detenidamente. Han resultado ganadores: Del XXI Premi Miquel Martí i Pol, Núria Viñas Pujolràs, por Bombolles de sabó, y del XIV Premio José María Valverde, Julia Muñoz García, por Los guardianes del hielo. Bombolles de sabó es un precioso compendio de poemas de amor, un corto recorrido de la autora desde la tristeza, el incipiente desamor, la extrañez por la ruptura, la desolación en los ojos y el paisaje y la reflexión para conocerse mejor y poder juzgar objetivamente lo que ha sucedido, todo dentro de la primavera, que empieza clara pero “enfredorida de pluja i sentiments”, para convertirse en “cel gris de primavera” y acabar viendo claros, “petites clarianes que es van engrandint fins que el cel torni a ser blau”. Los guardianes del hielo es un excelente canto a la naturaleza y a los pueblos que todavía la respetan. En los

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poemas se habla de los nenets, un grupo humano de la región del Yamal, en Siberia, con un subsuelo rico en petróleo y gas y del miedo de que, por este motivo, los desplacen definitivamente de su tierra helada, la tundra, “que es como una madre” y a la que “por ahora nos dejan volver”. Este miedo queda reflejado nítidamente en poemas como Pesadilla de Ivan y Piotr. Pienso que es importante destacar que, tanto en los poemas de los finalistas como en los premios accésit y primeros premios de las dos modalidades, toman protagonismo los sentimientos del ser humano: el amor, el desamor, la tristeza, la angustia, la nostalgia, la soledad, la vida y la muerte, a diferencia de ediciones anteriores, en las que también tenía importancia la cuestión social. Para finalizar escribiré una frase de Mario Benedetti sobre la poesía:

“La poesía muerde, por ser libre, preguntona, transgresora, cuestionante, subjetiva, fantasiosa, hermética a veces y comunicativa en otras. Por eso muerde.”

Joan Sureda Casamor Asociación PHAROS

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Premio José Mª Valverde

El jurado del Premio de Poesía José Mª Valverde ha estado formado por:

Cristina Fallaràs Luis Fernández Zaurín Felipe López-Aranguren Carlos Vitale

Barcelona, 5 de mayo de 2010

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Julia Muñóz García LOS GUARDIANES DEL HIELO

Primer premio

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Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

José Watanabe, Cosas del cuerpo

(PRESENTACIÓN)

Los últimos trashumantes en la luz azul hombres y renos en Yamal viajan

sobre la corteza del frágil desierto blanco al ritmo de solsticios y manadas.

Los pastores del hielo recorren huellas ancestrales e invisibles

guiados por el reflejo de los astros en la nieve, por el olfato de sus perros.

Y así ha sido por los siglos…

Pero la tundra cede por el empeño humano de destrozar su propia morada.

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CANCIÓN AZUL DE LOS NENETS No temas al oso polar. Respétalo en su integridad. Ama al reno como a tu propia sombra. Ahora que han matado a los chamanes tenemos que mantenernos unidos. La tundra es como una madre que acuna valiosos hijos en su seno. La codicia los ha convertido en presa envenenada. Pobre destino el de errar sobre un efímero suelo. Triste este planeta que no entiende. Al oso polar no has de temer.

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RETORNO A LA TIERRA DEL SEGUNDO SOL Hemos huido de retorno a la tundra, al desierto blanco e infinito. Donde otros no ven nada nosotros tenemos un hogar, una casa sin límites visibles que el segundo sol ilumina durante los meses oscuros. La ciudad es una horrible cárcel la televisión, una triste vida. Hemos dejado Yar Sale y hemos vuelto con nuestros renos a vivir como antes, yendo hacia al norte en el tiempo cálido, volviendo a la taiga en el invierno. No tememos al frío ni a la dureza de nuestra vida errante. No tememos la tormenta ni la enfermedad. Peor es vivir entre cemento sin poder hablar nuestra lengua. Por ahora nos dejan volver. Hay hombres que no nos quieren en la península. Les estorban nuestras chozas de piel de reno, nuestras manadas y trineos. Para poder arrancar a la tierra sus entrañas quieren que abandonemos nuestra casa de purísimo blanco. Nos enviaron a ciudades y pueblos desconocidos.

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Nos separaron de nuestros hijos; ellos ahora olvidan de hablar en yurak. Pero nosotros queremos que nuestros hijos hablen la lengua de los nenets, conozcan la tundra y los renos como la palma de su mano. Por eso dejamos la ciudad y vinimos aquí. Por ahora nos dejan volver.

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COMIDA FAMILIAR En el chum nos sentamos alrededor de la comida. Esa muñeca de trapo al borde de la mesa era de Vera. Tuvo un ataque hace dos meses y el helicóptero no llegó a tiempo. ¿Y Sasha? Ha ido a buscar nieve limpia para el té. Piotr duerme. Demasiado vodka. Después de todo, ya no queda leña por recoger. Iván cuenta su pesadilla.

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PESADILLA DE IVÁN La tormenta descargaba su terrible fuerza en Samoyed. No podíamos guiarnos interpretando la nieve; el viento había borrado toda huella de trineos. Empecé a rascar el hielo para ver hacia dónde crecía el dorado liquen. Imposible. El liquen había desaparecido. El hielo se transformaba en agua en mis manos. Hanna me gritaba algo, pero no podía oirla. Los renos estaban inquietos y bramaban agudamente. De pronto apareció una construcción descomunal a lo lejos. Un espeso sudor creció en mi nuca. De la tierra empezó a salir una mancha negra que se iba haciendo grande como un lago. Un lago negro y brillante donde no había peces ni hierba. Un lago exento de vida que seguía creciendo. Y desperté bañado en sangre.

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PIOTR Hace unos meses era el más fuerte de todos. Después sucedió lo de Vera y ahora Gubki, su perro samoyedo. Por las noches grita en la tienda donde duerme. De día está pálido y ya no tiene fuerzas para conducir a sus renos. Su rostro muestra surcos descendentes como ríos. Solía pescar en el Yenisei y en el mar de Kara hasta que un día descubrió que la frescura del pescado duraba menos que la nieve en el fuego, que el agua del río producía ardor estomacal. Él también había vuelto a la tundra, cuando pensábamos que no era tarde.

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LA PENÍNSULA DEL FIN DEL MUNDO Y DE LOS SERES Yamal, 67 grados Norte 75 Este –en la tierra dormida de Siberia– con tus 50.000 ríos y lagos llenos de panes y de peces, tus renos y perros sonrientes ¿te resignarás a ver el mundo derretirse? El agua huele mal, el aire de la estepa se pudre, tu sólida salud de antaño se resquebraja. (en calientes edificios de lejanas ciudades los funcionarios de una administración –que siempre te ha ignorado– llenan sus arcas en nombre del desarrollo) Yamal, tristeza del desierto blanco; los espíritus boreales han hecho una advertencia. En la península infinita, donde empieza el fin del mundo los guardianes del hielo continúan su inalcanzable tarea.

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Antonio Trigueros Montero EPITEMEO

Accésit

Estas son las palabras de una huída que Epitemeo propició. Sean pues los Dioses benévolos con los corazones de los hombres que huyen. Para que calmen su angustia y acunen sus deseos. A Luís Cernuda y George Steiner

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I Metáfora de la distancia es un sol que me acuna y te despierta a un mismo tiempo. Distancia imposible que a tensar el arco del deseo llega ahora a tu vida. Consciente de no merecerlo, sabedor de la enfermedad que tu alma encierra sólo el camino de la tristeza al corazón prometes. Despídete pues de un amigo como de un hombre al que en el camino y la lejanía saludas sin que él vea como el gesto de tus labios contraria el de tu alzada mano.

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II Dibujo una ruta entre mi deseo y mi cansancio, cruzando un mar de dudas y temores. Tengo ante mí al airado Poseidón que yo, un Epitemeo curioso, puse delante. A kilómetros de altura y surcando el mar en la nave de mi huida me dirijo al encuentro o al olvido y doy gracias a los dioses o les maldigo. Abierta la caja, busco la valentía de enfrentarme a mi cobardía, o es tal vez al sueño de una comodidad futura con un amor reducido al cariño, verdad que calme el deseo de explotarse en la nada. Tú, que me diste fuerzas para romper esta ánfora, Qué te llevas y qué me das. Yo. Aquí. Arder de deseo es mi premio al desacato. Lo buscaste por cuerpos bien y mal pagados, lo tuviste entre las manos gratuito y libre como señal de los Dioses y fuiste advertido de su precio de su inconstancia y su desigual simetría. Lo que queda no es lo seguro... es lo último, y lo último se confunde con la nada en la nostalgia de lo absoluto.

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III Como al crepitar una hoja el viento anuncia su presencia apareciste. Sin saberlo pero buscándolo. Ahora vuelas dormido cruzando océanos, despreocupado y feliz por lo vivido. ¿Cómo se mide la distancia entre el deseo y el olvido? Tu nave guiada por el nuevo hombre ya no recibe los alados impulsos de un obediente Eolo o un Céfiro enamorado, Y yo, poniendo mis ojos en el Partenón levanto una súplica a los dioses: Empujad suavemente la nave a su destino y que llegue a las costas de su amada patria alegre y feliz. Pero por favor, dioses, no me dejéis el dolor de una pérdida dadme la lucha, la violencia y la ira, pero no la mansedumbre del silencio. Como al crepitar una hoja, así se extinguió tu deseo, así yo no fui libre. El viento ha parado... Volverá.

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IV Rumor que crece hasta convertirse en roca, roca que se alza en piedra labrada, transformada, y por un designio que el tiempo no alcanza a comprender la piedra es ya la morada de los dioses. El mundo bajo se agita airado. Tú, perdurable ya casi eterno, me contemplas con ese silencio al que me tienes acostumbrado, como cuando me miras en forma de Cristo majestad en tu mandorla. Es el profundo silencio de los dioses hacia los hombres. Abrazo los huesos de Fidias y beso la frente de Calícrates para asegurarme que no son dioses sino hombres. Los que han levantado ese deseo de romper vuestro silencio, de hacer de la piedra y de la historia un pequeño fuego para calentar el frío inmenso de la vida de los hombre.

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A Luis Cernuda en el día de Reyes de 2010

V Cae la noche, y sólo una estrella ilumina el firmamento como promesa de verdad. Caminan los tres Reyes subiendo la Acrópolis, tal si fueran cegados por una luz radiante en cuya presencia la desesperanza no cupiera. Sueño que a buscar convida la saciedad de un deseo. Como si del hombre de otro elemento no fuera su sustancia. Los lentos pasos muestran el cansancio de sus cuerpos y los Propileos cruzan sin atender a bellezas de otro mundo olvidadas. Se hizo el alto ante el Partenón, descendieron pesados de sus ropajes y de las robustas columnas ya son parte. Entrando en el templo ante la Diosa se postran y ofreciendo sus tres regalos las grandes preguntas enuncian uno a uno. Más el silencio reina en el aire denso de la estancia. La Diosa de mirada perdida caer deja su rama de olivo ante la extrañeza de los magos, rama ofrecida por una Diosa que estas nuevas ofrendas no entiende desde su alto sitial. Los magos, sorprendidos por el gesto, a comprender no llegan y mirándose el rostro por una inmensa duda transforman el deseo en caída.

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Decepcionados, cansados y aburridos a asir no llegan la voluntad de la Diosa y saliendo del templo disgregados parten perdidos ya por las calles de una Atenas moderna de deslumbrantes y falsas estrellas. Así desambulan los Reyes, sin luz verdadera que respuesta sea a sus preguntas. Diosa, que con la mirada perdida ofreció el silencio a sus vasallos, es ahora en piedra intemporal convertida que la historia y el destino aniquilara. Añora pues Atenea el momento de la lucha con Zeus y el pacto con los hombres, y si la misma trama ideó ante los tres Reyes, Una rama no fue vencedora que caída junto a incienso, oro y mirra proclamó la decepción de los hombres y los Dioses.

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VI Una leve conversación nacida de la casualidad y el desamparo confirma la multiplicidad de posibilidades que el destino aguarda. Palabras que a decir no llegan su fuente primera, miradas furtivas de reconocimiento en las soledades perdidas de un deseo. Es la vida otra vez, que desplegando pañuelos de colores a dar tregua a tu corazón nuevamente invita. Belleza que próxima sientes y calma con su presencia la sed de búsqueda. ¿Será ésta el alma y cuerpo que module un futuro a tan perdido presente? El leve roce de una mano que al entregar una copa invita a degustar el licor no puede ya sino descubrir su dulzor amargo de la oscura espera bajo cavas escondidas. Quédate un minuto más deja, oh por favor, descansar bajo tus palabras A aquel que, reflejado en ti, asir busca la esperanza. Quédate unos segundos, y que el peso de mi anhelo quede bajo tu mano, como cuando estrechándola ofrecía su cálido roce al frío de la despedida.

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VII Escribo casi a oscuras, con la sola luz que esta Acrópolis despide y rodeado de un grupo o manada ya de estudiantes americanos. Con sus risas y su máquina de quebrar silencio asisten impávidos a una fase más de su ordenada vida. Yo, el más viejo de todos, que joven también fui, envidia siento de no ser parte de ellos como lo sería de ti si más de una década frontera no fuera entre tu presencia y la mía. Reservándome para los momentos de intimidad, también busqué sus risas y la tuya a un tiempo acordadas, pero sólo el deseo aceptar puedo y no habrá igual tiempo entre los dos. Oigo sus gritos como oigo el silencio de Pandora instantes previos a abrir la ánfora de los vientos en sus vidas. Más tarde, lejos de esta Europa ya en sus hogares en Boston, Dallas o Las Vegas, ignoran que llevan en su pecho los destinos que las Moiras proclaman. Ríen felices sin comprender la cínica mueca de los Dioses ante la irreverente distracción de una boca que a mascar goma sólo atiende.

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VIII ¿Qué cruce de caminos hace de este punto y final un punto y seguido? Fui para ser dictado entre viejas piedras por amores jóvenes e iluminó la noche mis palabras brotadas de una orden que su origen intuyo pero su verdad no abarco. Ciudades lejanas en horarios dispersos donde a tu dormir yo me levanto y pensándote mientras duermes en tu vigilia el relevo de mi conciencia tomas para así entre dos hacer un deseo constante como prueba de voluntad enarbolada. Llegó el momento de la pérdida. Pérdida… Perdida… Perdedor… Pierdo… Perdí… Todo está escrito.

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Dioses: ¿Por qué el deseo, la ilusión y el amor? Viniste aquí por lo que todos los hombres han venido: para explicar historias, historias para hacer del mundo un rostro nítido antes de su pérdida. Pérdida. Perdido. Perdedor. Pierdo. Perdí.

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Marc Miralpeix Mestres CAÍDA Y CALMA DE UN CUERPO HABITADO

Accésit

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I Llego tarde a mi nombre al lado de tu nombre y al silencio perfecto de todas las miradas, a la noche incansable de los adolescentes. Llego tarde a tu baile con las piernas desnudas, a la memoria frágil de los hechos pequeños, a todas las palabras que dejaste en mi vientre. Llego tarde a tu rostro tan tímido y perfecto y a la playa infinita con tu cuerpo tendido. Llego tarde al espacio que esperaba en tu cama, al beso en la mejilla con los ojos dormidos, a mi mano en tu invierno. Llego tarde a escribirte y a quererte despacio, sin dudas y sin templos, sin contarnos los besos.

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II Yo persigo a esas aves que vuelan a lo lejos, donde termina el cielo, y siguen y llegan impasibles a una playa quemada, silenciosa, allí dejan su cuerpo diminuto, brillante, cubren de plumas limpias las cenizas y el beso y miran, incansables, el aire que regresa de un pasado mil veces maltratado y furioso para decirle sólo: Te recuerdo. Te entiendo. Yo persigo su sombra, su invisible humareda.

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III Viajo y aprendo capitales. Me alejo de tu nombre y enumero los días de piel perdida y cuerpo lento. Las hojas se parecen a los besos, caen como la lluvia encima de los cuerpos de los hombres y se acumula polvo en las raíces. Alguien me mira y me sonríe. Brotan a cientos las plantas de la tierra y mi espalda se eriza en la humedad del gesto y el terrible silencio de los coches. Luego regreso a ti. El desierto termina allí donde yo duermo. Más allá de mis huellas sólo las letras repetidas y un destello imposible en mi garganta. La luna oscurecida, el último misterio de tus ojos.

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IV Vivo en los días transparentes. Conozco mil palabras y con ellas construyo todos los cuerpos donde habito. A veces esos versos no me sirven siquiera para dormir hasta la noche. Entonces hablo solo y enumero paisajes que se borran como las hojas viejas de los libros. Otras veces los versos traen versos. Escribo, me alimento y recupero el curso de los años pasados, el niño vacilante construyendo con ansia todos los días de una vida. Al final es lo mismo. Entero o a pedazos contemplo el horizonte y todas las facetas que me trae la luz desde el espejo. Allí soy grande y soy pequeño. Sonrío en silencio o imagino que lloro como nunca lo hice.

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Allí cierro el poema mientras todas las nubes se desvisten y se alejan, oscuros, los besos recurrentes y los mundos hostiles.

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V De todas las palabras que has escrito en mi nombre acepto solamente las que nunca te dije, las que no saben nada de la inercia y del miedo y escapan de la cueva donde nos conocimos. Ese rincón oscuro fue mío y no fue mío. Lo acepto como parte de mi cuerpo cambiante, como último escondite de aquel que me persigue con tristeza y sin hambre. Pero no reconozco su firma entre mis manos. No volveré a las rutas de los abandonados, los que aceptan la pena a cambio del olvido o del anonimato. Mi victoria es el ansia de contarte mis versos, de volver a las calles y olvidar las paredes en las que me he escondido durante tanto tiempo. Soy aquel que ha venido caminando a mi lado. Aún conservo mi nombre, pero reniego ahora de todas las excusas que curvaron mi carne.

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Balbina Moreno González LA NOCHE

Finalista

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LA NOCHE Cuando a la noche no le quedan metáforas, un cuchillo de cuarzos afila los segundos, un martillo de horas remata los minutos en un yunque de vidrio, haciéndolos pedazos. Despierto a un sueño blanco que galopa, por bóvedas sin astros y negros días claros. Cuando a la noche no le quedan metáforas, me tomo un trago largo de insomnio y de cristales astillados, en un vaso de humo con el hielo picado de muchos sueños rotos, vierto un licor barato que se vende a granel en los supermercados, un trozo de limón con un interrogante, unas gotas de puntos suspensivos… y tomo un trago largo, de dudas como dardos. Cuando a la noche no le quedan metáforas, abro mi caja de alfileres galácticos. Voy clavando en su sitio, paciente las estrellas, que como cada noche de locos meteoritos incendiarios, se caen de los andamios. Y como cada noche les pongo nombres nuevos de un viejo diccionario, que está amarillo y roto de tanto consultarlo. Hasta que me sangran los dedos y los labios. Cuando a la noche no le quedan metáforas, me invento una canción de cuna a un hijo imaginario,

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que nacerá mañana de un amor extinguido, en útero de plástico. Cuando a la noche no le quedan metáforas. invoco un sueño extraño, donde negro es el día y la noche está en blanco.

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CON ESE PASO LENTO ¿Adónde estás amor, que no te encuentro? te fuiste de mi casa, sin ruido, con lo puesto. ¿Escapaste por rendijas y ventanas, por puertas abiertas, por noches desiertas? ¿subiste a la azotea y te lanzaste, cansado, por indiferencia, por desgaste? ¿Adónde estás amor, que te fuiste de mi lecho? ¿mis cálidas mantas, no te arroparon, la almohada era dura como losa de mármol? ¿las sábanas bordadas no te acariciaron? ¿no te gustó el color con que pinté mi alcoba, y las flores que puse y qué ya se secaron? ¿las fotos con paisajes te parecieron muertas, la luz que te alumbraba tal vez fue poco intensa? ¿Dónde te fuiste amor, que me dejaste? ¿mi corazón no supo darte tu alimento, cuyo latido ha devorado el tiempo? ¿saliste por mis poros dormidos como arenas de desierto, huiste por mis labios, murallas de los besos, te ahuyentaron mis manos, con torpeza mis dedos, en quehaceres dispersos? ¿no te sació mi mesa con manteles de lienzo, mi vino no era noble, mi pan no estaba tierno, mi copa no era fina, mi manjar suculento?

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No te escondas amor, no me hagas eso. te busco y no te encuentro, detrás de las cortinas, con flores y arabescos, debajo de mi colcha de huellas y recuerdos, te busco en el ropero, repleto de silencios. Te busco en el espejo escrutando mi cuerpo entre mis pliegues nuevos, que ya se me hacen viejos, en mis blancos hallazgos, de entre mi pelo negro, en mi vientre insumiso, entre mis pechos yermos, y veo como encuentro lo que no estoy llamando. ¿Volaste a mar abierto a llorar sus reflejos, te internaste en el bosque sin hallar el regreso, subiste hasta las cumbres buscando un cielo nuevo? ¿Quizás por la ciudad, sólo dando un paseo, y viste mejor casa con calor y con fuego? Yo también tengo leña, que quemo a fuego lento, donde arden los días y las horas de hielo. ¿Dónde te fuiste amor, que no te encuentro, te asfixié con mis brazos, por querer retenerte, te condené en mi boca, sin llegar a entenderte, te expulsé de mi cuerpo donde habita el invierno? ¿Dónde te fuiste amor, con ese paso lento? ¿Adónde estás amor, que yo ya no te siento?

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Noelia Raposo Macias SONETOS DEL AMOR LÉSBICO

Finalista

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I Este sentir que dentro me devora, hasta alcanzar de tu pubis la medida, empezando en tus senos de partida, hasta encontrar los cauces de la aurora. Esta razón que en mi vagina mora, este alazán de amor, de fuerte brida, donde cabalgo esperando la salida, del fuego que me arrastra y me demora. No quiero palpar tu espalda con cautela, esquivando los trojes del camino, teniendo de tu cuerpo primacía. Quiero escalar tus muslos, por la estela, de la amante que busca su destino, sumida en el placer y la utopía.

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II Quiero alcanzar las aguas, limpias, frías, donde reposa tu alma enamorada, recostarme en tus muslos, la almohada, donde paso mis noches y mis días. Quiero abrir en tus senos mis poesías, cuando llegue de nuevo la alborada, quiero tener el alma enajenada, en tus montes de aladas geografías. Quiero abrazar de nuevo tu cintura, en tarde de placeres y azucenas, para llenar tu vida de alegría. Quiero sentir la sangre por mis venas, en las horas repletas de ternura, donde supe mi amor que fuiste mía.

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III Busco siempre sentir la maravilla, de tu espalda que en goce se derrama, abrazarte de pie sobre tu cama y besarte en el fiel de tu mejilla. Cabalgarte sentada en esa orilla, donde tus glúteos son canela en rama, son el fuego constante de la llama, que llega al pubis de tu piel de arcilla. Regocijarme de nuevo en tus jardines, en guedejas de gritos y agonías y suspiros que dejan sin aliento. Luna plena de amor que en noche fría, sobre un fondo de tiernos violines, lleva de ti penetrante acento.

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IV Tu cuerpo es autopista desgranada, en los lirios abiertos de tus cejas, tus senos llevan como miel de abejas, tu belleza serena y sosegada. Tu pubis es un jardín en la enramada, una glorieta de amor para las quejas, mandolina de paz cuando te alejas, como nave que arriba a la ensenada. Dulce razón de la mujer amada, como polen o savia seductora, que te arrastra sin miedo a la locura. ¿Quién llegará presto a tu morada, sobre la luz perdida de la aurora, para abrir senderos de hermosura?

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V Tus muslos son la cúpula infinita, que sacia mi esperada madrugada, tus senos, la memoria abandonada, que en la aurora del sueño resucita. En tu Monte de Venus regurgita, la pasión de esa lucha endiablada, como un hurón, la sangre sosegada, busca y anhela la paz que necesita. Amar es dar placer ya si medida, flotando entre las alas del olvido, sin soltar del córcel la fuerte brida. Amar es ser más fuerte que la vida y retener el tiempo que se ha ido, para volver al punto de partida.

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VI Ya la mar es reguero del poniente, fulgor de un ocaso que ha dejado, sobre mi alma el dolor descuartizado, entre el limpio esplendor de la corriente. Ya tu amor es la llama incandescente y el cristal de la luna sosegado, tu beldad ha dejado troquelado, el desamor que viene, de repente. Ya mi alma dolorida se estremece, cuando vé que el sol también se inclina, sobre el alba plagada de colores. Y mi barca varada se entumece, sin poder navegar por tu sentina, ni gozar del dulzor de tus favores…

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Francesc Reina González NUEVAS PROMESAS

Finalista

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No quiero sentir la bahía de esta noche. Pero está ahí: con su mirada torva y una maza

para golpear tanta estupidez húmeda que viaja en coche,

que comercia, y ríe en el mismo rellano de nuestras viviendas.

Ya no sé si quiero evitarlo. He leído los libros de autoayuda.

En el centro cívico me explican como aceptarme y miro el cuerpo desagradable de la psicóloga

que se obstina en quererme a pesar de mi mal aliento emocional.

Yo no la quiero. Sólo quiero descansar y mirar carreras de caballos.

Mirar los cuerpos maravillosos de los animales y sus jinetes azotando con furor,

mientras los pitidos del público me conmueven. Lo evito, sin embargo.

Nunca tuve nada más que mi propio odio, este caparazón de desesperanza que me aísla

de tanta naturaleza humana imposible, de tanto enano cabezón y ridículo

que me pide un dólar porque somos hermanos. Mañana iré a nadar junto a la bahía de Maryland.

El agua del océano me relaja y me enseña a sonreir al señor del pescado.

a un anciano que orina junto al chiringuito y a un cielo gris que alcanza todo mi horizonte.

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Vuelvo al chevrolet y las gaviotas caminan en la oscuridad de la playa y en la emisora de música

suena una canción tan hermosa como incompleta.

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He nacido para el error, satisfecho de estar lejos de las consignas, sin embargo, siento celos de las sonrisas

en los bares de la medianoche mientras conduzco y pienso,

equivocadamente que esa escena tampoco me pertenece.

No estar, nunca, en el lugar adecuado pedir auxilio a quién no escucha y mirar

en los espejos del ascensor y oler esos instantes abandonados por otros

como si fuesen la única bondad digerible.

Pero debo seguir intentándolo.

Pedir que me corten el pelo como yo quiero, llevar corbata de colores,

decirle a una chica que me gustaría besarla, escuchar los Rollings encima de una vespa,

volver a casa cantando y dormir en la playa con mis hijos.

Y la mirada satisfecha de una mujer que,

por una vez, sabe y dice que soy el hombre que más la desea.

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EL PRIMER ASALTO

Es siempre el más difícil, el más duro

y el más exigente. Con lentitud observas

como se mueve el adversario y amagas los golpes iniciales. Eres una promesa, sin duda, pero sabes que es imposible

seguir con la ficción de la fuerza. Encajas, entonces,

por primera vez y sumas los segundos, las miradas, la saliva que cae y notas

las piernas pesadas, los músculos densos

y el público que fuma.

Cuando suena la campana crees ya que todo ha pasado.

Y no es cierto.

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Cuando la fortuna nos vuelva la cara, arrogante y hostil,

nos quedaremos solos, por fin. Y brindaremos con el vino de nuestra compañía

y estaremos dispuestos a llamarla con el afecto de nuestro deseo.

Lejos quedarán, necesariamente, los cielos del orgullo.

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A JOAN MARGARIT, POR SU BARCELONA, AMOR FINAL

Cuando otro, más evidente, lúcido y preciso

explica en un poema o en una historia lo que has sentido o pensado es el momento de abandonar,

de cerrar la pantalla y encender un cigarrillo (cuando fumaba).

Después de todo, queridos colegas,

la vida de las letras no da para tantos.

De manera que es preferible acercarse al balcón y comprobar que sigue sin llover

y que las obras de la calle, a la vista de tanto preparativo

están apunto de empezar.

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Lejos de las promesas y el decoro, como en una vieja costumbre de familia de posguerra

enciendo el quehacer de la memoria para comprender las escenas del presente.

Y como era previsible nada encaja

en esta ceremonia precipitada y desleal que sucede tras los vidrios de la noche como un sueño repetido y macilento.

Pero no puedo detener mi anhelo

de acertar y aceptar este huracán mediocre que atraviesa todas las habitaciones de mi corazón

para no volver sobre los temas de siempre, después de todo.

Así,

como las avenidas iluminadas en navidad, este receptáculo de ansiedad enamorada

contiene el alma de las décadas y el perfil que necesito para seguir presumiendo.