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    Precisameilte los sindicalistas aprovecha ron la imp opu -laridad de aqullos y luego de convocar al movimientoobrero a una marcha y un paro general en junio d e 1975los obligaron a renunciar y recuperaron por poco tiem-po su gravitacin poltica.

    Entre la catica situacin econmica la crisis de go-bernabilidad y la profundizacin de la represin la pro-testa social qued acorralada y casi sin posibilidad de ex-presarse. A ello contribuyeron tambin ciertas tcticasadoptadas por la izquierda geurrillera tanto peronistacomo no peronista. Si bien es cierto que la represin im-plementada por el gobierno y la propia derecha del pe-ronismo dificultaba11 notab leme nte las acciones de lasorganizaciones polticas gremiales y estudiantiles queactuaban en la superficie l absoluta militarizacin delERP y de los Montoneros que privilegiaban la lgica de l

    guerra contribuyci a hacer ms difcil esa actividad.;Cul poda ser el destino sino la tortura y la muerte delos militantes del Movimiento Sindical de Bases que res-

    ponda al ERP o de 103 miembros de la Juventud Traba-jadora Peronista vinculados a Moiltoneros que actuabana cara descubierta? El predominio de la lgica militarterminaba por anular l accin de masas y por herir gra-vemente a las formas de protesta que se haban desarro-llado durante casi un siglo.

    Por supuest o ninguna de estas razones puede avalar

    el golpe militar encabe zado por el general Videla ni m e-nos an l monstruosa de exterminio y viola-

    cin de los ms elementales derechos humanos llevada

    adelante por las tres ramas de las Fuerzas Armadas enca-ramadas en el gobierno con la complicidad de ciertos

    sectores de la sociedad civil.

    4. Dictadura y democracia:

    los cambios en la protestapopular 1976-200

    En 19 76 se produjo en la Argentina un nuevo golpe mi-litar que gener cambios profundos en la economa lasociedad y la cul tura que modific las formas de la pro-testa social e instaur un gobierno dictatorial sin antece-dentes en cuanto a la magnitud de la violacin de los de-rechos humanos. L a protesta obrera estuvo marcada poruna poltica represiva que diezm las organizaciones de

    base y elimin a los trabajadores ms combativos. La ex-tensin del autoritarismo a todos los niveles de la sacie-dad civil ayud a que algunos sectores de la poblacinbuscaran nuevos canales de participacin democrtica yexpresin poltica por lo que la protesta social excediel mundo del trabajo e involucr a familiares de los de-tenidos y desaparecidos vecinos amas de casa jvenes yartistas. Con el advenimiento de los nuevos gobiernosdemocrticos a partir de 1983 resurgieron los reperto-rios de confrontacin tradicionales. Pero en los noventa

    luego de ms de una dcada de transformaciones bajo elsigno del neoliberalismo y d e las enormes dificultades de

    los partidos polticos para responder a las demandas de la

    sociedad se incorporaron a l protesta social una ampliagama de actores y recursos que se expresaron con nue-

    vos repertorios de confrontacin.Dictadura y democracia constituyen dos ~ o l o s ntit-

    ticos que encuentran un punto de confluencia en el con-

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    Para desestructurar la accin gremial, el gobierno san-cioil leyes represivas que apuntaban a prohibir las aai-vidades gremiales (ley 2 1.356)) suspender el derecho dehuelga (ley 21.261), eliminar el fuero sindical especial(ley 21.263). reimplantar la ley de residencia (ley

    21.259) y garantizar la seguridad industrial con penas ysanciones para quienes realizaran medidas de fuerza (ley2 1.400). Paralelamente, se derogaron otras leyes deriva-das de las demandas y protestas de los trabajadores, co-mo el Estatuto del Docente (ley 21.278), y se produjola eliminac in de varias clusulas de las convenciones co-lectivas de trabajo (ley 21.476) y se produjo la anulacinde una parte i mportante de las disposiciones de contra-tos de trabajo (ley 21.297). El broche de oro de estasmedidas fue la sancin de l ley 22.105 de Asociacin

    Gremial de Trabajadores, que apuntaba a reducir y neu-tralizar el poder sindical a travs de l eliminacin de laCGT, permitiendo la libre afiliacin y prohibiendo losgrandes sindicatos por ramas. A la vez, se transfirieron lasobras sociales sindicales al Estado y, de esta manera, sepriv a los gremios del uso de los aportes de los trabaja-dores. Esta cuestin tena una doble implicacin: le res-taba poder econmico a las organizaciones gremiales ydesarticulaba el sistema de obras sociales en tanto red deunidad y solidaridad entre los trabajadores.

    Durante este perodo, se buscaba destruir el tipo deorganizacin sindical afianzado durante la segunda mi-tad del siglo xx y, en buena medida, los gremios tuvie-ron que resistir las disposiciones implementadas por elrgimen. El gobierno mil itar clausur la vida poltica y sin-dical, y arremeti contra ella interviniendo la CGT y lossindicatos ms importantes, como la Unin Obrera Me-talrgica UOM), el Sindicato de Mecnicos SMATA), lostelefnicos (FOETRA),a Asociacin Obrera Textil (AOT),

    el Sindicato nico de Petroleros del Estado (SUPE), ormencionar slo algunos. Las Fuerzas Armadas fueronimplacables en la persecucin de los dirigentes gremia-les, incluso con quienes en el pasado haban mantenidofluidas comunicaciones con los gobiernos de facto. Supoltica era lograr la subordinacin de los sindicatos o, sino lo lograban, ilegalizarlos, para lo que contaban con la.activa participacin de organismos estatales como el Mi-nisterio de Trabajo.

    El tema de la productividad fue importante para elgobierno y los empresarios. Como se ha visto en el cap-tulo anterior, la cuestin era de larga data y no haba po-dido ser resuelta luego del golpe de 1955. Las FuerzasArmadas, de acuerdo con las demandas de los empresa-rios, queran restablecer el clima de au tor ida d en las

    empresas, pues consideraban la lucha reivindicativa enlos lugares de trabajo como una especie de guerrilla in-dustrial -incluso hablaban del accionar clandestino dealgunas comisiones internasn-. Por ello, los planes de dis-ciplinamiento y control incluyeron el envio de tropas ocomandos parapoliciales a los lugares de conflicto. Fuefrecuente la detencin y/o desaparicin de activistas ydelegados en las mismas plantas fabriles, como ocurrien las empresas Yelmo, Mercedes Benz y Ford en BuenosAires, en las seccionales de SEGBA, en los ingenios azuca-reros de Tucumn o en Acindar (Villa Constitucin),donde se profundiz la represin iniciada durante el go-bierno de Isabel Pern. En algunas empresas llegaron adesaparecer casi todos los miembros de las comisionesinternas.

    l mismo-tiempo, la represin empresarial fue nota-ble, pues muchos directivos colaboraron activamentecon la represin denunciando a los activistas y delegadosde sus plantas o ajustando internamente los mecanismos

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    ll de contencin. La magnitud de la represin produjo una

    notoria desmovilizacin general de los trabajadores entr e

    1976 y 1981, aunq ue la resistencia fue importante en al-

    I gunas fbricas y empresas de servicios.Los trabajadores organizados siguieron utilizando los

    repertorios d e confrontacin que haban empleado taneficazmente e n dcadas anteriores, pero evitaron los en-fre nta mie nto ~ biertos y directos, pues eran muy vulne-

    rables ante la represin. Por eso utilizaron a menudo lahuelga de brazos cados y el trabajo a desgano o a regla-mento, usado en el pasado cercano y que ahora paso allamarse trabajo a tristeza debido a las dificultades im-

    puestas por la insuficiencia del salario, el cercenamientode los convenios y los despidos. Esta herramie nta servaadems para evitar la represin. Ante la presencia patro-nal o militar, los obreros comenzaban a trabajar lentamen-

    te; cuand o se retiraba la presencia amenaz ante, volvan a

    l la posicin inicial. En ocasiones, este procedimiento serepeta varas veces al da. En oct ubr e de 1 976 , el gremioLuz y Fuerza, compuesto por trabajadores de las empre-sas elctricas privadas y estatales, recurri a esa medida

    para protestar contra el despido de trabajadores al apli-carse la Ley de Prescindibilidad, por el incumplimientodel convenio colectivo de trabajo y por la rebaja salarial.

    Durante los meses sucesivos, los trabajadores protesta-ron trabajando a desgano o con tristeza y realizando

    i apagones que afectaron todo el territorio nacional. Enrespuesta, el gobiern o detuvo, despidi, secuestr e hizo desaparecer a numerosos activistas. El ms importanteI de ellos fue el dirigente Oscar Smi th, quien desapareci

    l en 1977. A partir de ese momento, la protesta d e los tra-bajadores comenz a declinar.I Dura nte 197 7, los reclamos y las manifestaciones fue-

    ron escasos, aun cuando se registraron algunos conflictos

    en diversos lugares del pas. Durante los aos siguientes,la protesta se intensific y se expre s de diversas formas:

    trabajo a desgano, presentacin de petitorios, estado de

    alerta o huelgas sorpresivas que se caracterizaban por su

    limitada durac in para evitar la intervencin d e las Fuer-zas Armadas o policiales. Es imposible detallar cada unode esos conflictos: se produjeron en todo el territorio e

    involucraron a trabajadores de cuello blanco (bancarios,judiciales) obreros de fbricas impo rtan tes del GranBuenos Aires, Crdoba, Rosario y Villa Constitucin;trabajadores ferroviarios de Taf Viejo y de los ingeniosen Tucumn. Los asalariados ferroviarios, metalrgicos ymecnicos estuvieron al fre nte d e numerosas luchas.

    En 1981, la agitacin en el cam po laboral comenz agenerar inquietud al rgimen militar, y hasta la CGT seanim a declarar un paro general el 22 de julio d e 198 1

    Aunque el acatamiento fue dispar, se hizo sentir en losestablecimientos industriales del Gran Buenos Aires, en

    tanto que, en el interior del pas, el ausentismo fue del50 al 60%. Ese mismo ao, el obispado de Quilmes or-ganiz una Marcha de Ham bre bajo la consigna Pan ytrabajo . El 7 de noviembre, una nueva marcha, organi-zada por la CGT y algunos partidos polticos, se dirigi ala iglesia de San Cayetano en demanda d e paz, pan ytrabajo . San Cayetano era (y es) motivo de devocinpopular entre quienes buscan trabajo y la~convocatoria

    de la CGT reuni a un as 50 m l personas que de ese modoexpresaban su insatisfaccin, coreaban consignas contra-rias al rgimen militar y reclamaban por los desapareci-

    dos. El miedo comenzaba a neutralizarse y la protestaempezaba a tener mayor visibilidad.

    La CGT, liderada por Sal Ubaldini, convoc sieteparos generales durante la dictadura. En los primeros de-

    mand la plena vigencia de la Ley de convenciones co-

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    tructura barrial. All, la sociedad de fome nto era la orga-nizacin clave en la sociedad barrial, pues se encargabade organizar la autoayud a y la presin sob re el Estado.

    El acceso a una vivienda digna fue un ~ ro b le ma uese convirti en estructu ral a lo largo de la segunda mitaddel siglo xx y la falta de polticas adecuadas result elrasgo distintivo. Com o ya se ha sealado, el crecimientode la poblacin eil las grandes ciudades y el dficit de vi-viendas dio origen, desde la dcada de 1930, a las villasmiserias, con sus malas condiciones de vida debido a la

    ausencia de agua corriente, desages cloacales, infraes-tructura educativa u hospitalaria. Para las autoridadesmilitares, las villas eran espectculos indeseables, y bus-caron erradicarlas con el traslado de sus habitantes al

    cordn del Gran Buenos Aires.Aunque es cierto que las necesidades habitacionales

    de la poblacin se resolvieron histricamente en el mer-cado inmobiliario, tamb in l o es que las invasiones de te-

    rrenos, muchas veces producto de acciones individualesy familiares, cristalizaron en acciones colectivas que die-ron forma a las tomas de tierras producidas en el cor-dn subu rbano de Buenos Aires. Por ejemplo, en 1981, seprodujo un proceso de invasin de tierras en Villa Sola-no, en donde se conform una comisin vecinal que or-ganiz y dirigi el resto de la ocupacin, protagonizadapor cerca de 20 mil personas, en su mayora desocupa-

    dos. Las ocupaciones eran ilegales, pero para los actoresmovilizados, el impulso provena del sentimiento com-

    partido d e la legitimidad de los reclamos, ya que se con-sideraban sujetos de d erechos qu e el rgimen violaba sis-temticamente.

    Esta protesta territorializada tuvo otra expresin enlos llamados vecinazos . En 1982 , una movilizacin po-pular se opuso al cobro de una cuota adicional de im-

    i

    puestos municipales. Impuesto s s, aumento s noJ' fue laconsigna de quienes invocaban la falta de razonabilidad

    de las subas impositivas, pues las carencias urbanas ascomo las prestaciones sociales eran notables. La protesta

    barrial y vecinal fue inicialmente un murmullo que se

    dej or en el cordn suburbano; pero cuando el movi-miento, creci se produjo una masiva rebelin en l lo-calidad de Lans ( Lanu~azo'~) ue convoco a miles demanifestantes.

    La desocupacin y los magros salarios ~rodujeron

    otro movimiento en los barrios de la zona sur del GranBuenos Ai~ es: as ollas populares . A principios de 19 82se organizaron grupos de vecinos, nucleados alrededorde las parroquias zonales para distribuir alimentos entre

    las personas ms necesitadas. La organizacin de las ollaspopulares, adems de mitigar el hambre, generaba unsentimiento de solidaridad barrial que alimentaba otroscomo los de pertenencia.

    pesar de la represin. las expresiones de desconten-

    to podan ocupar carriles distintos de los de la tradicionalprotesta obrera. Como se ha visto, durante la dcada delsesenta fue tomand o forma una cultura de la rebelin ju-

    venil que poda expresarse a travs del movimiento estu-diantd o de los partidos polticos; pero para la dictadura, elmero h echo de ser joven era peligroso, por lo que cerrtodos los canales de participacin con represin. La protes-ta juvenil encontr entonces una va de expresin a tra-ves de la msica, especialmente a partir de la Guerra d e

    Malvinas. El rock nacional con su vitalidad y debilidad

    convoc a d e s de personas jvenes, en algunos casoshasta 60 mil, que se reconocan como parte de una iden-

    tidad com n y expresaban su oposicin al rgimen.Tambin los trabajadores de la cultura tenan motivos

    para expresar su descontento. Adems de las desapari-

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    ciones y el exilio al que fueron e mpujado s actores, actri-ces, escritores y periodistas, las prohibiciones, censuras ylistas negras eran moneda corriente. Una de las expresio-nes de resistencia ms notable fue la organizacin del ci-clo Teatro Abierto, un festival teatral que se realiz porprimera vez en 1981 en el que se presentaban obras cu-yos temas centrales se relacionaban con la violacin delos derechos humanos y la falta de libertades. La res-puesta del p blico fu e espectacular, sobre todo e ntre lossectores medios y juveniles, y el fenmeno se repiti alao siguiente.

    El fin de la dictadura militar y el triunfo del radicalis-mo encabezad o .por Ral Alfonsn en 198 3 abrieronnuevas expectativas en el conjunto de la poblacin. Eladvenimiento de un nuevo gobierno democrtico encar-naba un importante desafo tanto para los dirigentes en

    general como para el conjunto d e la sociedad. En princi-pio se trataba de encontrar una salida para las vctimasde la represin y de generar un nuevo acuerdo en la so-ciedad civil y en el ca mpo poltico alrededor del man te-nimiento de las instituciones democrticas. En segundolugar, era necesario hallar el camino para el estableci-mien to d e una democracia con bases ms equitativas enlos planos econmico, social y cultural. Finalmente, de-ban colocarse los cimientos para el crecimiento de laeconomia.

    Aun que haba enormes expectativas, el terreno estabaminado. La herencia del pasado represivo haba dejadohuellas profundas y los militares no estaban dispuestos aaceptar la condena social. Adems, una parte de la socie-dad tenia dificultades para reconocer las responsabilida-des propias en ese cruento proceso. Durante el primergobierno civil de la transicin democrtica se sucedieronlas asonadas militares que fueron minando la confianza

    en el poder del residente constitucional para limitar losintentos desestabilizadores. Como si ello fuera poco, unaparte de la oposicin encarnada en el peronismo realizun juego peligroso al dialogar con algunos grupos de lasFuerzas Armadas, que slo tuvo fin cuando en la presi-dencia de Menem se desarticul el poder de los militaresgolpistas a los que se llamaba carapintadas .

    En el plano econmico, el gobierno radical debiafrontar d ificultades relacionadas con el estancamiento, lainflacin y los vencimientos de la deuda externa. l prin-cipio, el gobierno procur mejorar los salarios de los tra-bajadores y, mediante el otorgamiento de crditos a unsector del empresariado, busc reactivar el mercado in-terno y poner en movimiento el aparato productivo. Estapoltica inicial fracas6 rpidamente y lleg a su fin cuan-do, en 1984, se implement una nueva devaluacin de la

    moneda. La situacin general se agrav y el Plan Australfue otro intento de recuperar cierto equilibrio internomediante el congelamiento de los precios bsicos de laeconomia, el t ipo de cambio, las tarifas y los salarios.

    La politica de ingresos fue el eje de la accin antiin-flacionaria, que con el tiempo se revel insuficiente y de-semboc6 en el proceso hiperinflacionario. ste repercu-ti de manera catastrfica sobre precios y salarios, yprovoc la escasez de artculos de primera necesidad. Enel medio se haba producido el fracaso de los planes eco-

    nmicos denominados Austral y Primavera . Por otraparte, la aplicacin de las recetas del FMI para resolverlos problemas fracasaron una y otra vez, agravando lastensiones sociales y polticas.

    Ms all de los matices que diferenciaban a los diver-sos planes econmicos, en el largo plazo, la poltica eco-nmica se fue revelando en p arte como una continuidada la inaugurada por los militares, y la llegada al gobierno

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    de Carlos Sal Menem en 1989, independientemente delas promesas de salariazo y revoluc in productiva , ce-rr el crculo iniciado por el ministro Martinez de Hozen 197 6. Se complet el proceso de desindustrializacinen trmin os globales y d e desinversin del sector, se pro-dujo una importante fuga de capitales al exterior y losniveles de desocupacin llegaron a cifras impensablescien aos atrs. Acompa and o estas tendencias, se gene-r un fuerte y constante debilitamiento del Estado y delos sectores medios y obreros.

    En consecuencia, la protesta social se adecu a estascircunstancias mostrando diversos tonos y matices a lolargo de los sucesivos gobiernos democrticos. Al co-mienzo, el triunfo del do ctor Ral Alfonsn abri nuevasexpectativas en torno a la reparacin de las desigualda-

    i des y las injusticias o sobre la instauracin de la vida de-l.

    mocrtica.

    l Ese anhelo democrtico se extendi a diversos mbitosI' como el gremial, renovando las antiguas aspiraciones de

    los militantes de base de desplazar a las viejas cpulassindicales y de elegir libre y limpiamente nuevas autori-

    ; . dades dentro de las asociaciones gremiales. Los comicios: .

    I internos produjeron la lenta normalizacin de la vida. sindical, ocluida durante la dictadura, y la confrontacin

    ' . electoral fue mayor qu e en el pasado. Entre 1 984 y 1985 ,; muchas fracciones opositoras llegaron a la conduccinl

    : de sus gremios, como, por ejemplo, la Asociacin de Tra-' \ bajadores del Estado ATE), el Sindicato Grfico Argen-

    i tino, la Unin Ferroviaria o el Sindicato de Obreros y>

    Empleados del Azcar del Ingenio Ledesma. Hasta laUOM, bajo la frrea conducc in de Lorenzo Miguel, per-di varias seccionales como Villa Coi~stit ucin , ideradapor Alberto Piccinini, o Quilmes, orientada por Francis-co Gutirrez.

    Sin embargo, el camino a recorrer por los trabajado-res no era tan claro. En principio, porque los gremios de-bian compaginar la nueva experiencia al calor de unatransicin democrtica dificultosa. Luego, porque el go-bierno radical entr en conflicto con los gremios pero-

    nistas, ya que buscaba instaurar una mayor democraciasindical y limitar el pod er de los jerarcas g remiales y laaccin corporativa. Los recelos eran mutuos; el gobiernointent desarticular el poder de los dirigentes sindicalesy ellos respondieron con varias huelgas generales. Aun-qu e los conflictos y comportamiento s gremiales estuvie-ron marcados po r la pulseada ent re el gobierno radical yla oposicin sindical peronista, debe destacarse que elrestablecimiento de la democracia politica y la plena vi-gencia del derecho constitucional de huelga diferencia-

    ban claramente este momento del existente durante ladictadura. La CGT, encabezada p or Sal Ubaldini, decla-r varios paros nacionales, muchos de ellos con movili-zaciones. Pero estas huelgas eran utilizadas ms comoherramientas d e negociacin poltica q ue como arma pa-ra mejorar los derechos laborales o las condiciones y lasfuentes de trabajo. Al quedar insatisfechas las aspiracio-nes de los trabajadores, comenz a disminuir el nivel deadhesin a las medidas de f~ er z a .

    El gremialismo convoc trece huelgas generales du-rante el periodo alfonsinista: una en 1984, dos en 1985,cuatro en 19 86, tres en 1987 y tres en 1988 . El objetivodeclarado por la GT era la oposicin a la politica econ-mica gubernamental, con el argumento de que el gobiernoestaba subord inado a'los dictados del FMI. Los conflictoslaborales en los primeros aos del gobierno radical adop-

    taron las formas ms variadas: .paros parciales o totales,por actividad o por empresa; huelgas de hambre; publi-cacin de solicitadas; quites de colaboracin; ollas popu-

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    lares. El Minister io de Trabajo tuv o escasa intervenci nen la resolucin de los conflictos y esta actitud prescin-

    dente dej librada a los sectores ~a tr on al es obreros la

    decisin de tomar las medidas que consideraran adecua-das para el logro de sus objetivos. Recin con el largoconflicto en la empresa Terrabusi el gobierno dispuso

    aplicar la conciliacin obligatoria. Fueron los representan-tes de la Unin Indu strial Argentina quienes presentaro nuna solicitud de mayor celeridad en la intervencin gu-bernamental, pues queran limitar el uso al derecho de

    huelga y evitar la propagacin de las protestas.

    El estado permanente de huelga y movilizacin daal gobierno de Alfonsin, pese a que el movimiento ob reroestaba dividido en diferentes fracciones como el integra-cionismo del Gr up o de los 15, las 62 Organizaciones ylos combativos. Por otra parte, la CGT, en su clsica acti-

    tu d corporativa, estableci alianzas antigubernamentalespblicas y secretas, implcitas y explcitas, con la Iglesia,los estudiantes, los grupos de izquierda y el propio Par-tido Justicialista, lo que ac entu la debilidad del gobier-

    no. Recin en 1 989 , cuan do el candidato peronista Car-los Menem se convirti en presidente de la Nacin, se

    mod er la movilizacin sindical. El dat o ms claro de es-te cam bio de actitud de los dirigentes sindicales surge dela comparacin del nmero de conflictos producidos an-

    tes y despus del gobierno radical. En 19 83, se protago-

    nizaron 3 16 conflictos laborales, en 1986 ascendieron a725 y llegaron en 19 88 a 949 ; desde ese ao comenza-ron a declinar, reducindose de manera notable a partir de

    1992, cuand o slo se contabilizaron 28 conflictos, has-ta llegar a 165 en 199 8. Por otra parte, las protestas la-

    borales crecieron al ritmo de la inflacin y comenzarona disminuir durante la estabilidad econmica asociadacon la convertibilidad.

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    La construccin de la institucionalidad democrtica a

    partir del gobierno de Ral Alfonsn estuvo acompaada

    por la confrontacin de diversos actores que otorgabansentidos diferentes a sus prcticas. La apertura democr-tica recre un espacio apto para una variedad de actua-

    ciones pblicas y colectivas, y se retomaron experienciasprevias. Tambin se revitalizaron las asociaciones de lasociedad civil en los barrios y las localidades que habanestad o a la vanguardia d e los reclamos con tra los impues-tos y de las protestas vecinales de 1982.

    La resolucin de los problemas cotidianos fue clave

    en las movilizaciones que ocurrieron en el tramo final

    del ltimo gobierno dictatorial y se renovaron durantelos gobiernos democrticos. Un o d e esos roble mas esta-ba constituido por las dificultades para acceder a una vi-vienda, lo que motiv la ocupacin de terrenos fiscales

    tal como ocurri en mar zo de 198 6, cuando unas cuatro-cientas personas provenientes de Gregorio de Laferrere,Gonzlez Ca tn e Isidro Casanova se apropiaron en ple-na noche de terrenos ubicados en el Partido de La Ma-

    tanza. La formacin del asentamiento estuvo rodeada detensiones y amenazas, pero el barrio, que previamentehaba sido diagamado por el Servicio de Paz y JusticiaSERPAJ), se organiz con la eleccin de delegados que

    conformaron la comisin barrial.

    Las ocupaciones de tierras y la conformacin de asen-

    ta mi en to ~ recarios muestra claramente cmo una ac-cin colectiva da lugar a nuevos conflictos, al ritmo de

    los cuales se configuran nuevas identidades y se reconfi-

    guran las existentes. La formacin de los barrios genera-ba tensiones entre los vecinos qu e se oponan a los vi-lleros o, mejor an, entr e los que tenan, aunq ue fuesepoco, y los que nada posean Expresiones de esas tensio-nes son, por un lado, las palabras de un ocupan te 4ue se-

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    de Crd oba y Las Heras, en Mendo za. La magnitud y laextensin de los acontecimientos hicieron que las auto-ridades votaran rpida mente el estado d e sitio y q ue sereprimiera estas manifestaciones, lo que dej un saldode catorce muertos, un centenar de heridos y decenasde detenidos; paralelamente, se repartieron toneladas de

    alimentos.Aunque la toma de alimentos se produjo en diferen-

    tes localidades y provincias, sus consecuencias afectaronms al Poder Ejecutivo nacional que a los gobiernos pro-vinciales. De modo que, en el contexto de los saqueos yla hiperinflacin el presidente Alfonsn renunci y entr e-g el mando anticipadamente, como consecuencia de la

    fuerte presin de los factores del poder econmico y dela oposicin politica, que empujaban la accin de lossectores populares.

    Los saqueos fue ron seguidos por una may or organiza-cin, con la realizacin de ollas populares y la apertura

    de co medores barriales por parte de los vecinos. Esas or-ganizaciones se vincularon con la Iglesia Catlica, a travs

    de la organizacin Critas, y con los partidos polticos

    como el peronismo, el radicalismo y diversas agrupacio-nes de izquierd a. Las ollas populares se reprodujeron , or-ganizadas por entidades gremiales como la U O C R deNeuq un, q ue convo c a sus afiliados a realizar una fren-te a la Casa de Gobierno.

    En el plan o d e las condiciones de trabajo, el dato msimportante fue la aparicin de la precarizacin laboral.En trminos generales, las condiciones de trabajo co-

    menzar on a modificarse dur ante el gobierno de Alfonsn,

    pero fue en el transcurso de la gestin menemista cuan-

    do se afianz la poltica de inestabilidad y precarizacin

    del empleo. El objetivo fracasado de privatizar las em-

    presas del Estado en la segunda mitad de los aos ochen-

    ta se logr durante el gobierno peronista, as como tam-

    bin la modificacin de la legislacin en materia de con-trato s laborales. Para realizar cada una de las medidas gu-bernamentales se necesitaba e compromiso de la GT

    de no realizar medidas de fuerza y el beneplcito de losdirigentes de los gremios afectados.

    Menem aplic decididamente las recetas del libera-lismo econmico y, aunque tard en dominar la infla-cin y hasta tuvo un pico hiperinflacionario a fines de199 0, el rum bo d e la econom a se modific con la in-corporacin al gabinete del economista Domingo Ca-vallo. Bajo su rgida conduccin se liberaron los precios,se abri casi por comp leto la i mportac ibn, se elimin lapromocin industrial y el Estado resign su intervencinen la regulacin del mercado financiero. Se produjotambin una drstica reduccin de los gastos guberna-

    mentales, la venta de las empresas estatales, la paraliza-cin de las obras pblicas y el recorte presupuestario

    de reas sensibles como las de salud y educacin. Tam-

    bin se cambi la moneda, se estableci la paridad delpeso con el dlar (convertibilidad) y el gobierno se com-

    prometi a no emitir moneda sin respaldo. En el terre-no laboral, se flexibilizaron los contratos de trabajo, sereglament de manera restrictiva el derecho de huelgay se redujo la capacidad de negociacin de las organi-zaciones sindicales.

    Las medidas del gobierno del doctor Menem coloca-ban a los lderes sindicales en una encrucijada q ue delimi-

    t las respuestas de las organizaciones gremiales. Algunosdirigentes gemiales fueron ms proclives a escuchar

    las demandas de sus bases y mantuvieron la tctica de

    golpear para negociar, aunque esa poltica fue neutrali-

    zada por el gobierno. Otro s jefes sindicales se transfor-

    maron en los sostenedores de las s ol tic s del gobierno,

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    ganando a cambio ciertos beneficios pero dejando hur-fanos a sus representados. En este ltimo caso, los gre-mialistas fuer on los ejecuto res de los planes d e ajustes,

    ; como sucedi co n uno d e los gremios de empleados es-tatales, la Unin del Personal Civil de la Nacin (UPCN ),donde Andrs Rodrguez se convirti en el portavozdel menemismo.

    Para otros lderes gremiales, los planes gubern amenta-

    les ponan en juego sus propios intereses econmicos, yaspiraban a participar en los negocios resultantes de lasprivatizaciones. Los dirigentes de l Unin Ferroviaria

    i tenan inters en l licitacin de algunos ramales ferro-viarios y el petrolero Diego Ibez fue integrado l di-rectorio de l empresa estatal Yacimientos Petrolferos

    IFiscales YPF) luego de acordar la privatizacin de la

    compaa estatal y l reduccin de los puestos de traba-jo. Estos sindicalistas se transfo rmaron en adminis trado-

    i res y empresarios, y sus gremios, en empresas, con l con-i formacin de compaas aseguradoras, bancos sindicales

    . ?

    para inversiones, farmacias, compaas de turismo. Al fi-nalizar el siglo XX, aparecan co mo l contracara de los

    i sindicatos combativos de principios de ese siglo, que lu-chaban por mejorar las condiciones de trabajo y de vida

    : de los asalariados.

    Frente l sindicalismo empresarial estaban aquellosque no aceptaban la subordinacin al proyecto de Me-

    nem y q ue buscaban m ante ner las bases de la solidaridadgremial y l defensa de sus intereses aun en un contexto

    adverso por l amenaza del despido y la contratacintemporaria. La Central de Trabajadores Argentinos(CTA) se organiz como alternativa a l CGT, que volvi

    a dividirse con la aparicin del Movimiento de Trabaja-dores Argentinos (CGT). El movimiento sindical, en par-ticular l CTA, tuvo un papel importante en la reacti-

    vacin de l protesta social y hasta se pens e n la forma-cin de un Partido de los Trabajadores en un contexto enel que los partidos polticos tradicionales mostraban sudebilidad para consolidar un proceso democrtico que

    incluyera a los sectores populares. Esos lderes gremialesdebian remontar, adems, el desprestigio en el que habacado la mayora de la dirigencia sindical, puesto que,frente a l opinin p blica, no se diferenciaban sus com-portzmientos.

    Las medidas econmicas y sociales del gobierno deMenem y las polticas de los gremios arrinconaron a lostrabajadores en una actitud defensiva, pues debian dete-ner la ola de despidos y suspensiones y proteger las fuen-tes d e trabajo. En la experiencia de los obreros, la huelgaera la herramie nta de prote sta conocida; saban cmo or-ganizarla y hacerla efectiv a. La paralizacin de las activi-

    dades era una herramienta clave que se consolid con 10largo del siglo X X , aunque los sectores de mayor activi-dad huelgustica fueron cambiando con las transfor-

    maciones en la estructura econmica o de acuerdo conla coyuntura poltica. En efecto, el debilitamiento de laindustria convirti a algunos gremios de servicios en los

    protagonistas d e la lucha social. Poco quedaba de la for-taleza que en el pasado haban tenido los gremios de

    trabajadores ferroviarios, metalrgicos, telefnicos, por-#tuarios, o de la alimentacin. Y aunque siguieron protes-tando y reclamando mayores salarios, mejores condicio-nes laborales y la defensa de las fuentes de trabajo, elnmero de huelgas que realizaron fu e notoriamente in-ferior si se lo comp ara con las llevadas adelante en el sec-tor servicios.

    Las estadsticas de las huelgas, aun con las dificultadespara elaborar los registros, muestran que, desde la ges-tin d e Alfonsn hasta la de Menem, el mayor nm ero se

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    produjo entre los docentes, los empleados de la admi-

    nistracin pblica, los municipales, los trabajadores dela salud, los bancarios y los conductores de colectivos.Junto a las huelgas, los trabajadores declaraban el esta-do d e alerta y realizaban asambleas, movilizaciones yhasta ocupaciones de las empresas para evitar su cierre,

    que, en algunos casos, implicaban tambin la puesta enmarcha y pr oduccin de las fbricas. En cuanto a las me-didas de fuerza, se pueden contabilizar algunas de di-versa envergadura en empresas importantes como Ford,Mercedes Benz, Volkswagen, Terrabusi, Rigolleau, So-misa y Lozadur, y en las fbricas de caramelos MU-MU,

    de cocinas Arthur Martin, cermica Ro Negro y en elfrigorfico Pampero .

    Los conflictos por reclamos salariales y contra los des-pidos abarcaban u n vasto arco de actividades y de luga-

    res, que se extendan por Buenos Aires, Neuqun, RoNegro y Rosario. La Capital Federal y el Gran BuenosAires tuvieron el mayor nmero de huelgas y huelguis-tas com o consecuencia lgica de la concentracin de tra-bajadores existente en la regin, les siguieron, en ordendecreciente, las provincias de Crdoba, Santa Fe, Tucu-

    1 mn Salta. Tambin fue importante el porcentaje dehuelgas de los empleados pblicos en La h o ja , Santiagodel Estero, Formosa y Neuqu n.

    Precisamente, fueron los empleados pblicos quienesprotagonizaron acciones colectivas que culminaron demanera violenta. Las dos situaciones ms llamativas fue-ron las protestas en Santiago del Estero y Jujuy. En 1993,

    empleados estatales y municipales, maestras primarias ydocent es secundarios, jubilados y estu diantes reclamaronel pago de salarios, jubilaciones y pensiones q ue les

    adeudaban y protestaron por la aplicacin de polticasde ajuste y contra la corrupcin gubernamental en San-

    tiago del Estero. La protesta termin con el incendio y el

    saqueo d e la Casa de Gob ierno, la Legislatura provincial ylas viviendas d e polticos y funcionarios locales. En la pro-vincia de Jujuy se sucedieron protestas d e los trabajado-res estatales y municipales afectados por las reducciones

    en la coparticipacin de impuestos para las provincias ypor la transferencia del sistema educativo. Una de lasms importa ntes de estas manifestaciones se produjo en

    199 7. El derr umbe de las finanzas pblicas provoc pro -fundas crisis que se convirtieron en crnicas, y en algu-nos casos, como el jujeo, implic el co nfkcto perman en-te y la inestabilida d qu e se tradujo en la cada

    de cinco gobernadores.La movilizacin de los trabajadores organizados no

    se mantuvo durante todo el gobierno de Menem debidoa los lmites impuestos por las direcciones gremiales y

    por el propio proceso de atomizacin de los conflictosy de debilitamiento de los trabajadores ocupados concontrataciones temporarias. Para examinar las mutacio-nes producida s en el decenio q ue va de 19 93 al 19 y el20 de diciembre d e 2001 , cuando la desobediencia civil

    y la protesta de amplios sectores de la ~oblacion uerondecisivas en el derrocamiento del presidente Fernando de

    la Ra, es necesario estab lecer los nexos e ntre la crisis so-cial y la crisis poltica de los part idos tradicionales qu e sesepararon de la sociedad, aprovecharon las estructurasclientelares en beneficio propio

    yrealizaron pactos

    yacuerdos por fuera de los mecanismos institucionales delEstado. Adems, es preciso prestar atencin al desempleo

    masivo, como consecuencia de las medidas econmicasdel denom inado Plan Cavallo . La tasa de desocupacinabierta urbana trep a l 13, 8% en 1999, pero la suma detrabajadores desocupados y subocupados ha oscilado,

    desde fines de 199 4, en torno al 30 en el mbito nacio-

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    nal, con bolsones don de los niveles se elevan l 40/o, enzonas como Florencio Varela y La Matanza, en la provin-cia de Buenos Aires.

    j El desconocimiento de los convenios colectivos, el in-cremento de los ritmos de trabajo y de la productividadobrera, las privatizaciones, l elevacin de la edad jubila-toria, la rebaja de las indemnizaciones, el alargamientode l jornada laboral y la cada salarial fueron u n cctelexplosivo que estall en las manos de los gobernantescuando l poblacin protest de diferentes formas. Y allemergieron otros repertorios de confrontacin, vincula-dos al fenmeno de la desocupacin en un contexto defragmentacin de los actores sociales y de multiplicacinde las demandas sectoriales por la continua aplicacinlocal de polticas neoliberales: los cortes de mt as y el m ovimierzto piquetero.

    La ejecucin de los planes privatizadores afect se-

    riamente las economas provinciales. En el caso de Neu-qun, la privatizacin de l empresa estatal YPF ubica-da en el rea de Cutral C-Plaza Huincul, ilev a laemergencia de protestas en forma de puebladas y cortesde rutas. Cuando en tre el 20 y el 26 de junio de 199 6se produjo el corte de la ruta 22, quienes ejercieron lacustodia de las barricadas recibieron el nomb re de pi-quetero~''. unque inicialmente se diferenciaban pique-teros, fogoneros y zanjeros, pronto fueron homogenei-

    zados bajo la comn designacin de piqueteros , losque ocuparon l escena de l protesta bajo el reclamo

    de trabajo y l denuncia de l corrupcin y l falta dehonestidad de los polticos locales. Desde entonces, en

    forma creciente, l interrupcin del trnsito en rutas ycalles urbanas se transform en l principal forma deprotesta, pero tambin realizaron otras acciones, comol ocupacin de iglesias catlicas (la Catedral de Mar

    del Plata, por ejemplo) y sedes gubernamentales en elmbito municipal.

    En un efecto domin, los cortes de rutas se exten-dieron como reguero de plvora por Ch ubut , Crdoba,

    Ro Negro, Tucumn, Neuqun y Salta. La interrupcindel trnsito de vehculos no requiere, para ser eficaz, de

    la presencia masiva como en las manifestaciones. Unreducido grupo de personas pu ede convertir el trnsitourban o en un caos o alterar la. circulacin en una rutao un camino. Adems, los medios de comunicacinayudan a otorgarles visibilidad a las protestas, aun sinproponrselo. Visibilidad y efectividad fueron claves enl extensin del piquete como factor de presin y for-ma de lucha.

    En el perodo que se extiende entre el primer corte ylos actuales, la experiencia del piquete ense cules

    eran las mejores condiciones y oportunidad es para lograrresultados efectivos, y se consolidaron diferentes organi-zaciones que les dieron rostros diversos e identificables.Tambin se fueron configurando rituales alrededor delos cortes de rutas: un grupo levanta las barricadas, se en-cienden neumticos, los jvenes cubren sus rostros y secolocan las banderas identificatorias d e los diversos gru-pos polticos. El rito pe rmit e visualizar y definir un nue-vo escenario para los conflictos, pues ya no se localizanen las fbricas y en sus adyacencias, como en el pasado,sino en regiones alejadas del centro poltico de BuenosAires, en uno y otro extremo del pas, de Cutral C, enNeuqun, a General Mosconi, en Salta. En las protestasparticipan familias enteras: las mujeres organizan las ollas

    populares, los nios y jvenes alimentan el fuego de las

    barricadas, y en el lugar se realizan asambleas para escu-char la opinin de los participantes y votar las decisiones.Tanto en los piquete s como en los saqueos, la presencia

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    de las mujeres es alta; se calcula que ronda el 60%. Algu-nas de ellas fueron manzaneras (la organizacin asisten-cial conducida por Hilda de Duhalde en la provincia deBuenos Aires) que cuando -experimentaron los lmitesdel asistencialismo se volcaron de manera independien-te a esta forma de lucha.

    Las estadsticas publicadas en diferentes diarios y re-vistas muestran la magnitud de la protesta: en 1997 serealizaron 140 cortes de ruta; 51, en 1998 y 252, en199 9. La profundizac in d e la crisis econmica y posi-blemente tambin la conciencia sobre la imposibilidadde mohficar la poltica econmica y social impulsaron elnotable increme nto de las interrupciones de trnsito; as,los 5 14 cortes del ao 2 000 pasaron a 1.2 82 en 2001 y2.334 en 2002. Entre 2001 y 2002, casi todas las provin-cias tuvieron una rutas o un camino cortado, y en todo

    el perodo 1997-2002 sumaron 4.674. La situacin eraexplosiva tanto en el interior como en Buenos Aires por-que no haba paliativos suficientes para la pobreza. Engeneral, la ayuda llegaba tar de a los necesitados y a vecesni siquiera llegaba debido a la consolidacin de una ma-quinaria de corrupcin. El crecimiento del movimientopiquetero durante los aos 2001 y 2002 preocup al go-bierno nacional, que plante en diferentes oportunida-des la necesidad de termi nar con los cortes de calles y de

    los accesos a la Ciudad de Buenos Aires. Cuando el 26de junio de 2002 se realizaron nuevos cortes, se reprimiduramente, sobre todo en el puente Pueyrredn, donde

    muchos manifestantes fueron detenidos y perseguidos.

    Dos de ellos fueron asesinados por la polica en la esta-cin de trenes de Avellaneda, lo que agudiz aun ms lacrisis social y poltica.

    A lo largo de la segunda mitad de la dcada del no-venta se c onformaron comisiones de desocupados en di-

    ferentes lugares y come nz a plantearse l a unidad de ac-cin. Los piqueteros demandaban alimentos y PlanesTrabajar,' pero p ronto ampliaron sus reclamos al estable-cimiento de subsidios de desocupacin, al mantenimien-to de los servicios de luz y de gas a los desocupados yjubilados y a la eximicin del pago de los impuestos. In-

    cluso comenz a discutirse sobre la necesidad de reclamarplanes de empleo, ya qu e el trabajo permita la (re)i n-clusin social de las clases ms desposedas. El 6 d e sep-tiem bre de 1996 por primera vez el movimiento pique-tero marc h hacia la Plaza de Mayo. La marcha contrael hambre, la desocupacin y la represin congreg variosmiles de personas y se hizo plenamente visible. Durantelos aos siguientes, las protestas piqueteras de desocu-pados se reprodujeron en casi todo el pas, desde Jujuya Santa Cruz. El incremento de los cortes de rutas como

    medio de lucha alarm a las autoridades, que recurrie-ron unas veces a la represin y otras a la negociacin, enparticular cuand o los manifestantes estaban dispuestosa dialogar.

    La extensin d e la protesta favoreci el surgimiento yla organizacin de comisiones de desocupados, asambleaspopulares y organizaciones no gubernamentales; inclusoel cuadro del movimiento piquetero se hizo cada vezms complejo. Las organizaciones de bases se multiplica-

    ron: la Federacin de Tierra y Vivienda, la Corrie nte Cla-sista y Combativa (CCC), l Movimiento de TrabajadoresDesocupados Teresa Rodrguez MTR), la CoordinadoraAnbal Vern, el Polo Obrero (PO) y el Movimiento In-

    dependiente de Jubilados y Pensionados (MIJP), urgido

    Los Planes Trabajar son subsidios para desocupados de120 a 160 pesos cambio de unas horas diarias de tareas co-munitarias.

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    como una organizacin de jubilados en oposicin a ladestruccin del sistema ~revisional. os desocupados sehan organizado, debaten sobre los objetivos, las caracte-rsticas y las formas de organizacin, y algunas agrupa-ciones han organizado comedores, merenderos, hornos

    de pan y huertas.Si la protesta de los desocupados ocup la escena, ellono signific que se abandonaran las demandas de otrosactores. Los organismos de derechos humanos, no sin con-flictos internos, continuaron efectuando sus reclamos,aunque debieron adecuarse a las nuevas situaciones. Lanovedad en este plano la aportaron los jvenes nucleadosen la agrupacin HIJOS, que se constituy en un movi-miento social para exigir justicia que se articula en tornoa los escraches , es decir, la denuncia de l impunidad yla visibilidad de los genocidas para evitar que se manten-gan en el anonimato. Los escraches son una herramien-ta poltica, una forma de movilizacin y de participacinque incluye casi siempre la presencia de una murga y degrupos de teatro. Como ocurriera con los piquetes ,pronto fueron usados por otros actores sociales, lo queconfigur una forma nueva de accin colectiva.

    La llegada al gobierno de la alianza UCR-FREPASO fi-nes de 1999 abri un breve parntesis esperanzador, consu promesa de modificar los rasgos ms cuestionados del

    modelo menemista: personalismo, pactos secretos, co-

    rrupcin, falta de control. Sin embargo, una vez e n el go-bierno, la distancia entre las promesas y la realidad fue eldetonante para q ue las voces de protesta, algunas afni-cas y cansadas de no ser escuchadas, se hicieran or nue-vamente.

    Al poco tiempo, todo pareca conducir a un callejn,sin salida, pues a la recesin econmica -que llevaba msde tres aos-, la continua cada del PBI y la profundiza-

    cin del endeudamiento externo se sumaban las pol-ticas de ajuste permanente, que, como en una espiral,slo acentuaban la recesin, la disminucin de la recau-dacin y el dficit fiscal. Domingo Cavallo, el ministrode Economa del gobierno de la Alianza, que tambin ha-ba acompaado a Menem, lanz un programa de dfi-cit cero , que incluy una baja de salarios y pensiones del13% ) mientras se segyan pagando los intere ses de ladeuda pblica y se acentuaba la fuga de las reservas y losdepsitos del sistema bancario. Con el objetivo de ponerfin a la salida de dinero y como una forma de salvar alsector financiero privado y pblico de la bancarrota, elde diciembre de 2001, el gobierno bloque los depsitosy salarios existentes en los bancos.

    Toda la situacin contena los componentes para uncctel explosivo. Los nievdes de pobreza crecieron de ma-

    nera alarmante, los sectores de la clase media vieron seria-mente daada su capacidad de consumo as como dete-rioradas las expectativas que haba alimentado un dlarbarato. Los gobiernos nacional y provinciales cortaron l

    correa que mantena la ilusin del salario y la provisinde alimentos; as fueron interrumpidos los comedoresescolares, la asistencia social en todas sus formas (subsi-dios de desempleos y repar to de alimentos) y el pago desalarios, que en algunas provincias llevaba meses de atra-sos. Las cifras de desocupacin segn el Instituto Nacio-

    nal de Estadstica y Censos acusaban que casi el 35 dela poblacin econmicamente activa tena serios proble-mas de empleo, creca el nmero de los desocupados y lacantidad de personas que estaban por debajo de la lneade indigencia. As se profundizaron los nuevos contras-tes: mientras familias enteras deambulaban por la ciudadbuscando alimento, el campo duplicaba la ~roduccinagrcola y triplicaba las exportaciones de ese origen; en

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    tanto los ms pobres carecan cada vez ms de vivienda,

    seguridad y educacin los ms ricos se concentraban enbarrios privados y cerrados donde esperaban encontrarrefugio y seguridad.

    No slo la crisis econmica y social era grave, tambinlo era la crisis pol tica. La alianza poltica d e l UCR y el

    FREP SO se resquebrajaba conl

    renuncia del vicepresi-den te y el ing reso d e Cava110 al gabinete. El justicialismo,por otra parte, se rearm despus de la derrota electoraly triu nf en las elecciones para renovar las cmaras legis-lativas, pero se produjo un importante crecimiento de laabstencin el ectoral y de los votos en blanco e impugna-dos. La poltica se alejaba cada vez ms de las expectati-vas y los deseos de una poblacin que, por otra parte, nohaba colocado lmites adecuados a las decisiones toma-das por los gobernantes.

    Durante diciembre de 2001 se multiplicaron las pro-testas. El da 12, la CGT liderada por Hugo Moyano con-voc a una manifestacin frente al Congreso, de la quetambin participaron agrupaciones de izquierda, bajo laconsigna Huelga general hasta qu e se vayan . La Asocia-cin de Trabajadores del Estado llam a un paro de vein-ticuatro horas, y junto a la CTA, convocaron una marchaa Plaza de Mayo, reclamando que se fueran los jefes delos gobiernos nacional y provinciales. El clima de deso-bediencia civil era evidente en las continuas manifesta-ciones, los cortes de calles y de rutas, los apagones, los ca-

    cerolazos y los bocinazos.La CGT convoc para el 3 de diciembre a un nuevo

    paro general, el spt imo contra el gobierno de De la Ra,

    que, esta vez, cont con una i mport ante adhesin. Aunque

    no haba sido declarado como paro activo, se realizaronmovilizaciones en las ciudades de Crdoba, Rosario, Mardel Plata, Neuqun, San Juan, Tucumn, Mendoza y Ge -

    neral Roca, y en algunas de ellas se produjeron violentosenfrentamientos entre policas y manifestantes.

    En tanto, a veces con sospechosa ausencia de autori-dades, se produjeron saqueos a grandes supermercados(Carrefour, Makro, Norte, Disco, Auchn) en varias pro-

    vincias del pais. Pero no fueron los nicos afectados por

    la ola de saqueos y amenazas. Numerosos grupas saquea-ron tambin otros supermercados de menor envergadu-ra y hasta pequeos comercios barriales, muchos de ellospropiedad de habitantes chinos y coreanos. El escenariofue amplio y se produjeron acciones de este tip o en lasprovincias de Buenos Aires (Moreno, San Miguel, SanIsidro, San Martn, Jos C. Paz, Jos Len Surez, Ciuda-dela), Entre Ros (Concepcin del Uruguay), Mendoza(Guaymalln y Godoy Cruz ), Santa Fe (Rosario, Empal-me Graneros) y en barrios de la Ciuda d de Buenos Aires

    como Constituci n y Villa Lugano. Es difcil resumir enunas breves lneas el nmero de saqueos y la magnitudde las personas involucradas en ellos, incluso diferenciarlos que fueron saqueos propiamente dichos de las de-

    mandas de alimentos y los que fueron espontneos deaquellos inducidos. La consideracin de estos ltimos esimportante en cualquier analisis, porque el engao alque fueron sometidos los manifestantes (entrega de ali-mentos en malas condiciones, demoras en el cumpli-miento de las demandas, incumplimiento de la palabradada) ali ment la insatisfaccin, el resentimiento y la irade algunos de ellos.

    Los saqueos o simplemente la demanda de alimentos

    ocurrieron en las provincias gobernadas tanto por laalianza UCR-Frepaso como por el peronismo, pero las ac-

    ciones colectivas transcurrieron en tre la espontanei dad yl presin de diferentes punte ros que buscaban

    debilit ar as sus oposito res. Sin embargo, hay un ele-

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    mento comn que cruz los comportamientos popula-res de esos das: la impaciencia, l rabia y la decisin deprotestar.

    El 19 y el 20 d e diciembre de 2 001 estallaron todoslos componentes del largo y continuo estado de poster-gacin de la poblacin y de las arbitrariedades; y cuandoel gobierno declar el estado de sitio, las clases medias,cuyos ahorros fueron confiscados por los bancos priva-dos y pblicos, salieron a la calle y marcharon a la Plazade Mayo g olpeando cacerolas.

    Desde entonces, los cacerolazos se repitieron coti-dianamente, y el rostro de la protesta incluy a ahorris-tas y deudores, bancario s y no bancarios. La rebelin delas cacerolas desemb oc en las asambleas popularesde grupos de vecinos que se reunan para deliberar enplazas y esquinas de la ciudad de Buenos Aires as comoen algunas del interior pas. Los asamblestas cuestiona-ban todo: los po deres Ejecutivo, Legislativo y Judicial, lasformas de l representacin poltica y, en algunos casos,hasta el comportamiento que los ciudadanos haban te-nido hasta ese momento. Las asambleas se organizaronsobre la base del territorio barrial y rpidamente se reu-nieron bajo un organismo coordinador, la Asamblea In-terbarrial. Con la excepcin de una treintena de asam-bleas en Santa Fe y una decena en Crdoba, el fenmenoestuvo esencialmente limitado a Buenos Aires, en donde

    se multiplicaron como hongos: duran te el ao 2002 fun-cionaron 112 en l Capital Federal y 105 en localidadesde la provincia de Buenos Aires, aunque actualmente, s-lo un ao despus, es visible su decadencia.

    Las asambleas barriales se sumaron a saqueos, cacero-lazos, cortes de rutas y escraches para configurar un cua-dro hetero gneo de formas, actores y demandas. En estasprotestas convergieron todas las experiencias acumula-

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    das dura nte las ltimas dcadas: conviven los elementosresiduales de la lucha ob rera y los nuevos repertorios deaccin colectiva que resultan del complejo cuadro de loscambios estructurales, de las acciones gubernamentales yde las prcticas sociales de sus protagonistas. D e esa in-

    mensa telaraa cobra fuerza la idea de que la gente COmn est utilizando nuevas herramientas para reclamarpor sus intereses. Las pro fundas transformaciones pare-cen anunciar que, posiblemente, estemos asistiendo a laconformacin de un nuevo entramado social.