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Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
Sergio Ariza y Catalina González (compiladores)
(editoras)
Departamento de Filosofía
Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad / Sergio Ariza y Catalina González (compiladores) -- Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Filosofía, CESO; Ediciones Uniandes, 2012. 284 pp.; 17 x 24 cm
ISBN 978-958-695-703-8 1. Filosofía política -- Ensayos, conferencias, etc. 2. Filosofía -- Ensayos, conferencias, etc. I. Ariza, Sergio II. González, Catalina III. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Filosofía.
CDD 320.01 SBUA
© Sergio Ariza y Catalina González (autores compiladores)
© Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales, CESO, Departamento de Filosofía
Ediciones Uniandes Carrera 1.ª núm. 19-27, edificio Aulas 6, piso 2 Bogotá, D. C., Colombia Teléfono: 3394949, ext. 2133 http://ediciones.uniandes.edu.co [email protected]
ISBN: 978-958-695-703-8
Corrección de estilo: José Guevara y Manuel Romero Diagramación interior: Angélica Ramos Diseño de cubierta: Víctor Gómez Fotografía de cubierta: © Shutterstock, Lelde J-R, http://www.shutterstock.com/pic.mhtml?id=7846627
Impresión: Javegraf Calle 46A núm. 82-54 Teléfono: 416 1600 Bogotá, D. C., Colombia
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el
permiso previo por escrito de la editorial.
VII
Contenido
I. Ensayos en filosofía política
Metáforas de la salud: la medicina de la Magna Grecia en el Corpus Hippocraticum y el Anonymus Londinensis 9
Jorge Cano Cuenca
El contrato social en Protágoras de Abdera y Critias de Atenas: mito de Prometeo y Sísifo satírico 25
Julio Roberto Ruiz
Las críticas de Platón al carácter democrático: República VIII-IX 39
Luis Gerena
El hilo de oro (Leg. 645a): herencias religiosas y pitagóricas en la teoría política de Platón 59
David Hernández de la Fuente
Amistad y comunidad en Aristóteles: anotaciones al problema de la amistad cívica 81
Paula Cristina Mira Bohórquez
Andrea Lozano
La recepción cristiana de la esclavitud natural en la Baja Edad Media: Nicolás de Valdemonte 121
Felipe Castañeda
VIII Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
II. Ensayos en filosofía del discurso
Gorgias y la incomunicabilidad del ser: una crítica a la aproximación de Alexander Mourelatos 137
Sergio Ariza
Juan Ricardo Romero
Alfonso Flórez
Formas del callar y formas del filosofar en los diálogos de madurez de Platón 193
Giselle von der Walde
Jairo Escobar Moncada
Deducciones y lugares: sobre la noción de silogismo dialéctico 219
Juan Felipe González Calderón
Elocuencia y persuasión: la retórica estoica y su crítica en Cicerón 231
Catalina González
Acerca de la metáfora de la luz y de la sombra: un acercamiento a la concepción ciceroniana sobre el estilo filosófico 249
Diony González
1
Presentación
El término boulê exhibe una notable pluralidad de significados en griego. Puede significar tanto “decisión” como “deliberación”, también puede significar “deseo” y “voluntad”, pero igualmente puede significar “asamblea” y es por ello que en griego moderno se lo usa para denominar la institución del congreso. A pesar de esta complejidad significativa no es difícil descubrir que el núcleo del signi- ficado de esta expresión es el de la deliberación discursiva en una asamblea: el expresar, discutir o llegar a una decisión en una reunión política. Gracias a esta fusión de política y discurso en este concepto hemos decidido titular este conjunto de ensayos con el término boulê. Otra razón para ello se halla en las temáticas y orientaciones que toman los autores al tratar tales materias: ellos se orientan, ya sea a problemas sobre filosofía política o a cuestiones del discurso. Aun así, estos acercamientos no siempre hacen fácil la tarea de decidir bajo cuál de estas dos areas de la filosofía se debe ordenar el ensayo en cuestión.
Los ensayos que componen la primera parte de este libro subrayan proble- mas en torno a la filosofía política pero, insistimos, lo hacen de tal manera que resulta natural conectarlos con problemas relacionados con el logos. Éste es el caso de Jorge Cano Cuenca en “Metáforas de la salud: la medicina de la Magna Grecia en el Corpus Hippocraticum y el Anonymus Londinensis”. Su ensayo se concentra en el conjunto de escritos médicos de la época arcaica y clásica; su objetivo se dirige prima facie a aclarar ciertos conceptos centrales en el área de la medicina antigua, sin embargo desde la primeras páginas de este ensayo resulta claro que tal exploración es en extremo relevante para el lector interesado por el pensa- miento político griego en la época de los presocráticos. Su investigación sobre el concepto de isonomia en el campo médico y su relación con otros conceptos
2 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
como el de mixis (mezcla) y pepsis (cocción) es en extremo fructífiera, pues iso- nomia es ante todo un concepto político (es el término usado para hablar de la democracia antes de que se impusiera el término de dêmokratia) en tales indaga- ciones médicas y es un buen punto de partida para examinar las relaciones que de seguro existieron en los dos ámbitos, el político y el científico.
El trabajo de Julio Ruiz, “El contrato social en Protágoras de Abdera y Critias de Atenas: mito de Prometeo y Sísifo satírico”, examina los relatos del origen de la civilización en dos autores sofísticos, Protágoras y Critias, para debatir la tesis, muy difundida en la literatura especializada, según la cual estos sofistas defienden algún tipo de contractualismo con tintes fuertemente utilitaristas. Su concienzuda indagación es negativa rescatando los elementos anticontractualistas y antiuti- litaristas de estos sofistas, en particular de Protágoras. Igualmente, nos advierte contra la marcada tendencia a considerar a los sofistas de modo automático como ideólogos de la democracia.
Del pensamiento de Platón se ocupan dos autores en esta sección: en “Las críticas de Platón al carácter democrático: República VIII-IX”, Luis Gerena se pre- gunta por los supuestos filosóficos del hombre y el Estado democráticos tal como son descritos en la República y encuentra que éstos se fundamentan en una con- cepción hedonista del bien y en una epistemología relativista. David Hernández de la Fuente, en “El hilo de oro (Leg. 645a): herencias religiosas y pitagóricas en la teoría política de Platón”, se ocupa de uno de los diálogos menos leídos en nuestro medio, Las leyes, y plantea la necesidad de repensar la importancia del transfondo religioso de esta obra para la interpretación del pensamiento político de su autor. Haciendo un cuidadoso examen de testimonios, revela la importancia que tiene la idea del político inspirado no sólo en Platón, sino en el pensamiento griego.
Paula Mira, en “Amistad y comunidad en Aristóteles: anotaciones al problema de la amistad cívica”, aborda un problema clásico de la interpretación de la ética de Aristóteles al preguntarse por la naturaleza de la “amistad cívica” y su relación con la “amistad virtuosa”. Su análisis se encamina a rechazar la tesis de que el primer tipo debe estar subordinado al segundo y argumenta que las condiciones que sostienen la amistad cívica son muy distintas de las que soportan la amistad virtuosa.
El pensamiento político helenístico no está ausente en el grupo de ensayos de esta primera parte. Andrea Lozano, en “Una ética para la cosmópolis”, sigue
3Presentación
la pista a una supuesta tensión en el pensamiento estoico entre el concepto de oikeiosis y el de cosmopolitismo. ¿Cómo el primer concepto, que apunta hacia lo propio del ser humano, es conciliable con el de cosmopolitismo, que apunta hacia el bien social? La autora afirma que, al menos en el pensamiento de Marco Aurelio, es posible encontrar una conciliación entre estos dos conceptos a partir del concepto de razón que incorpora en un solo objetivo tanto lo que es propio de cada uno de nosotros como lo perteneciente a la comunidad.
Finalmente, el capítulo “La recepción cristiana de la esclavitud natural en la Baja Edad Media: Nicolás de Valdemonte”, de Felipe Castañeda, se ocupa de la recepción del pensamiento aristotélico realizando una comparación entre la con- cepción de esclavitud natural en Aristóteles y la de Nicolás de Valdemonte.
La reflexión en torno a la filosofía del discurso, que corresponde a la segunda parte de este libro, abre con un ensayo sobre la tesis de la incomunicabilidad del ser de Gorgias de Leontini. Según Sergio Ariza, y en contraste con una lectura muy popular expuesta magistralmente por A. Mourelatos, la tesis de la incomunica- bilidad gorgiana no pretende negar que los seres humanos podamos comunicar y entender discursos sino reducir las posibilidades de transmitir conocimientos por intermediación de un discurso, esto es, eliminar la posibilidad de obtener lo que B. Russell denomina conocimiento por descripción.
Tres autores dedican sendos análisis a la obra de Platón. Juan Ricardo Romero reflexiona sobre los intentos de definición en la primera parte del diálogo Me- nón. De acuerdo con este autor las definiciones que Sócrates en persona ofrece no están menos expuestas a críticas que las que provienen de su interlocutor y que él mismo rechaza. ¿Cómo podemos explicar este insólito hecho? Romero sugiere que el auténtico fin de esta sección no es tanto ofrecernos una teoría de la definición sino invitarnos a filosofar incansablemente sobre la virtud. Alfonso Flórez en “Hermenéutica y política en el Cratilo de Platón” presenta una novedo- sa lectura del Cratilo. Distanciándose de la lectura tradicional que coloca en el centro del diálogo la dicotomía naturalismo/convencionalismo del lenguaje, el autor considera que el hilo conductor del diálogo y lo que, por tanto, nos deve- la su unidad, es el esfuerzo de Sócrates para que sus interlocutores emprendan un reconocimiento de sí mismos. Flórez llega a esta conclusión por el uso de un modelo hermenéutico heterodoxo, pero que en las últimas décadas ha desper- tado un gran entusiasmo en muchos intérpretes de la obra de Platón, en el que se
4 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
otorga una importancia central a los recursos literarios que exhiben los diálogos sin reducir la interpretación al análisis de los argumentos, como era tradicional al estudiar la obra de Platón. Giselle von der Walde, en “Formas del callar y for- mas del filosofar en los diálogos de madurez de Platón”, profundiza sobre esta línea interpretativa y concentra su atención en los silencios que Platón mismo escenifica en los diálogos preguntándose por la función filosófica de éstos. Ella descubre que estos silencios nos revelan un mensaje fundamental de la filosofía platónica, pues nos enseñan que el verdadero filosofar es un actuar y no un mero discurrir. Finalmente, Jairo Escobar realiza una aproximación más analítica a Pla- tón y aborda una de las preguntas más fascinantes del Teeteto: ¿por qué fracasan las definiciones propuestas a lo largo del diálogo? Escobar considera que estos fracasos tienen su origen en el hecho de que tales respuestas suponen de forma implícita concepciones sobre el alma y el logos que expresan un empirismo y un atomismo que no son compartidos por Sócrates.
Juan Felipe González, en “Deducciones y lugares: sobre la noción de silogismo dialéctico”, nos introduce en la problemática del argumento dialéctico en los Tó- picos de Aristóteles. Su objetivo es reconstruir el argumento dialéctico deductivo de tal modo que resulte claro que éste cumple una condición básica que parta de premisas universales. En la reconstrucción de González, la premisa mayor del argumento es un topos, el cual puede ser visto como una premisa universal.
En el cierre de esta sección, Catalina González y Diony González emprenden sendos estudios de la teoría oratoria de Cicerón. Catalina González, en “Elocuencia y persuasión: la retórica estoica y su crítica en Cicerón”, aborda la crítica cicero- niana a la retórica estoica para repensar la diferencia entre los proyectos de retó- rica de Cicerón y los estoicos. La autora localiza la diferencia esencial entre estos filósofos en su actitud frente a los recursos retóricos distintos al mero discurso argumentativo: mientras los estoicos no admiten otros recursos distintos a los argumentativos y, por tanto, excluyen toda apelación a las emociones, Cicerón considera convenientes y necesarios estos recursos. Esta diferencia, según Gonzá- lez, se basa, a su vez, en una profunda divergencia valorativa de las emociones por parte de Cicerón y los estoicos. Diony González analiza, en “Acerca de la metáfora de la luz y de la sombra: un acercamiento a la concepción ciceroniana sobre el es- tilo filosófico”, el uso que hace Cicerón de un tópico central de la literatura clásica, el locus amoenus, más precisamente el locus, que conocemos del Fedro de Platón,
5Presentación
del árbol y su sombra refrescante. En manos de Cicerón este tópico literario se recarga de simbología para expresar su teoría del estilo filosófico. González nos lleva por un encantador viaje hacia este lugar maravilloso y nos ayuda a desen- trañar su simbología.
El presente libro surgió del Primer Encuentro Hispano-Colombiano de Filosofía Antigua que fue organizado por el Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes (Bogotá) y el Instituto Lucio Anneo Séneca de la Universidad Carlos III (Madrid), en el mes de septiembre del 2009. Sea ésta la ocasión para agradecer el entusiasmo con que compañeros y directivas de ambas instituciones se com- prometieron en la organización del evento y cuyo primer fruto es esta colección de ensayos a la cual seguirán regularmente otros volúmenes fruto de los futuros encuentros entre las dos instituciones.
Sergio Ariza
9
Metáforas de la salud: la medicina de la Magna Grecia
en el Corpus Hippocraticum y el Anonymus Londinensis
Jorge Cano Cuenca
Instituto de Estudios Clásicos Lucio Anneo Séneca Universidad Carlos III de Madrid
Isonomía y mixis: Alcmeón de Crotona y Empédocles de Agrigento
Diógenes Laercio señala que Alcmeón de Crotona, fisiólogo y médico sicilia- no, fue alumno de Pitágoras; también que fue el primero en componer un tratado de física y que se ocupó de la medicina.1 En un célebre fragmento de Alcmeón, transmitido por Aecio, aparece la primera definición que conocemos de salud en el mundo griego:
Alcmeón sostiene que la mantenedora de la salud es la igual distribución de
las fuerzas (isonomia ton dynameon), de lo húmedo y de lo seco, de lo frío y de lo
caliente, de lo amargo y de lo dulce y de las demás, mientras que la supremacía
(monarchia) de una de ellas es la causa de la enfermedad; pues la supremacía de
una de ellas es destructiva. La enfermedad sobreviene directamente por el exceso
de calor o de frío, indirectamente por exceso o deficiencia de nutrición; y su centro
son bien la sangre, la médula o el cerebro. Surge, a veces, en estos centros, desde
causas externas, de ciertas humedades, del ambiente, del agotamiento, de la priva-
ción o de causas semejantes. La salud, por otra parte, es la mezcla proporcionada
(krasis) de las cualidades.2
1 VIII, 83. En cambio Galeno (In hippocratem de natura hominis commentarius, XII, K XV: 49-50) señala que Hipócrates fue el primero en formular la doctrina de la mezcla de los elementos.
2 V, 30 1: D-K 24 B 4.
10 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
Cabe entender este fragmento de Alcmeón como la definición más antigua de salud que conservamos desde una perspectiva fisiológica. Incluso, se podría decir, médica, ya que la lista de las dynameis presentes en el cuerpo humano está circunscrita al dominio de lo empírico. Éstas se articulan por pares de contrarios, en una relación de enantiosis (caliente-frío, húmedo-seco, etc.) que es frecuente en la fisiología de la época y también en el propio Corpus Hippocraticum. La salud no depende de una armonía basada en una correcta proporción de las partes, sino en una mezcla completa de las dynameis, que no son elementos, sino fuerzas o cualidades (Nutton, 2004: 50).3 Por otra parte, para varios comentadores ha resul- tado llamativo que, a la hora de sintetizar el concepto de salud, Alcmeón se sirva de palabras tan vinculadas con el espectro político como isonomia o monarchia, y es, precisamente, por el uso de estos términos por lo que se ha convertido en un texto muy debatido, con artículos como los de G. Vlastos (1953) o L. MacKinney (1964). Finalmente, el contexto itálico del que proviene Alcmeón lo pone en rela- ción con una serie de cuestiones relevantes para el entendimiento tanto de una escuela siciliana de medicina, de la que tenemos testimonio por Heródoto, como del interés por la medicina de una serie de figuras ligadas de un modo u otro con Sicilia como Pitágoras, Empédocles o, en otro orden, Platón.
Vlastos afirma que el uso que hace Alcmeón del término está en relación di- recta con el surgimiento de un debate generalizado en Grecia, especialmente en Jonia, sobre las diversas formas de gobierno,4 ya que a finales del siglo vi a. C. apa- recen frente a los gobiernos oligárquicos y a las tiranías, las primeras aspiraciones democráticas (1953: 337 y ss.).5 En cuanto a la relación de Alcmeón con la secta pitagórica, Vlastos defiende que el concepto de isonomia es distinto a la harmonia postulada por los pitagóricos, ya que, según él, tanto para los presocráticos como para los tratadistas médicos del Corpus Hippocraticum, el orden y el equilibrio se establecen en una proporción de igualdad: 1/1, mientras que los descubrimientos
3 Para el estudio del término dynameis sigue siendo útil el libro de J. Souilhé (1919). 4 Cf. Heródoto, Historias III, 80. 5 Para ello intenta llenar determinados huecos de la historia y la tradición doxográfica acerca de
Alcmeón y su labor médica y política mediante una serie de especulaciones tomadas de noti- cias antiguas acerca de la philia de éste hacia los Alcmeónidas de Atenas, de la influencia del concepto de physis de Anaximandro o del talante “democrático” del propio Alcmeón, que podía pertenecer al grupo de aristócratas que propuso una democratización de la Constitución.
11Metáforas de la salud
pitagóricos en intervalos musicales los condujeron a formular su idea de har- monia a partir de proporciones del tipo 2/1, 3/2, 4/3. Más adelante, afirma que el término isonomia, en el caso de los pitagóricos, ha de entenderse como una “igualdad de los nobles” y que el fragmento de Alcmeón no ha de enmarcarse en el contexto del pitagorismo, sino en el de la physiologia jonia, principalmente, en el concepto de naturaleza de Anaximandro —el fragmento D-K B 1—; la medicina de ámbito jonio, vinculada con la filosofía, y con las tendencias democráticas que se extendieron por Grecia, principalmente en Jonia (Vlastos, 1953: 346-347).
El concepto de physis de Anaximandro implica un equilibrio que se regula a sí mismo, un sistema cuya justicia se mantiene por la igualdad interna de sus componentes, no por la intervención de un poder exterior (Vlastos, 1953: 362- 363). Vlastos considera que la isonomia de Alcmeón ha de ser entendida en estos términos y que, tanto para Alcmeón como para los médicos de Jonia y Sicilia, la constitución saludable del organismo implica, como señala el propio texto de Alc- meón, una krasis (mezcla) de dynameis que esté en igualdad o equilibrio, siendo la preponderancia de uno de estos elementos (epikrateia o monarchia) la causa de desestabilización del orden de la physis (Vlastos, 1953: 363).
La discusión que promueve Vlastos es realmente interesante y abre polémi- ca, especialmente en su radical rechazo a la influencia pitagórica sobre Alcmeón de Crotona y la alineación del filósofo y médico siciliano junto a los physiologoi jonios. No obstante, resulta un tanto esquemática esa clara línea divisoria que establece entre pitagóricos, por una parte, y Alcmeón, los fisiólogos presocráticos y el Corpus Hippocraticum, por otra, a partir de la consideración de la isonomia como una proporción 1/1 frente a las razones 2/1, 3/2, entre otras, que postulaba la secta pitagórica. Si bien, según la definición de Alcmeón, la salud surge de la krasis (mezcla) de las diferentes potencias (dynameis) del cuerpo, la proporción que rige esta mezcla no aparece definida bajo ningún esquema numérico y no te- nemos ningún testimonio de Alcmeón que nos aclare este punto. A este respecto, conservamos unos fragmentos de Empédocles que se refieren a proporciones nu- méricas para describir la estructura de algunos objetos físicos, como los huesos.6 Cabe afirmar que la idea de isonomia es próxima a la fisiología de Empédocles, en
6 Inwood, frs. 62/96, 98/98 y A 78; asimismo: Aecio, 5. 22.1 (Inwood A 78); Aristóteles, Partes de los animales 1.1, 642a 17-22; Acerca del alma 1.4, 408a 13-23, Metafísica 1.10, 99315-24.
12 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
la que la mezcla (mixis) es el fundamento de la génesis física, ya que todos los seres surgen a partir de la unión de los cuatro elementos primordiales (los rizomata): tierra, aire, fuego y agua. Como es sabido, según la cosmología de Empédocles, esta mezcla y separación de elementos ocurre a través de la intervención del amor (philotes) y del odio (neikos), principios universales y factores dinámicos en el ci- clo cósmico. Para Empédocles, lo que se percibe como naturaleza es en realidad un proceso continuo de “unificación o separación, mezcla o desconexión, de los cuatro elementos externos” (Lisi, 2009).7
Cabe en este punto intentar determinar en primer lugar de qué modo los textos y testimonios médicos recogen esta definición de la salud como mezcla armónica de elementos y bajo qué terminología, también si plantean o resuelven la cuestión de la proporción o igualdad en la mezcla de elementos o dynameis. Para ello nos centraremos en algunos tratados del Corpus Hippocraticum y en un interesante testimonio sobre la medicina griega: el papiro denominado Anonymus Londinensis.
Definiciones de salud en el Corpus Hippocraticum y algunos paralelos en el Anonymus Londinensis
En el tratado Sobre la medicina antigua, de todos los transmitidos en el Corpus Hippocraticum el que más radicalmente defiende la autonomía de la ciencia mé- dica respecto a la fisiología filosófica, se relaciona el surgimiento de la medicina con el conocimiento de la cocción y la mezcla de los elementos fuertes y suaves en la preparación de los alimentos, en un pasaje que tiene ecos del fragmento de Alcmeón:
Así que, a partir del trigo, tras haberlo remojado, aventado, molido, cernido
y mezclado, cociéndolo después elaboraron pan; de la cebada también hicieron
7 Cf. los fragmentos 21/8 Inwood (λλο δ τοι λλο δ τοι ρω φσις οδενς στιν πντων / θνητν, οδ τις ολομνου θαντοιο τελευτ, /λλ μνον μξις τε διλλαξς τε μιγντων / στι, φσις δ π τος νομζεται νθρποισιν) y 22/9 Inwood (ο δ τε μν κατ φτα μιγντ ες αθρ <κωνται> / κατ θηρν γροτρων γνος κατ θμνων / κατ οωνν, ττε μν τ <λγουσι> γενσθαι, ετε δ ποκρινθσι, τ δ α δυσδαμονα πτμον / ο θμις καλουσι, νμωι δ πφημι κα ατς).
13Metáforas de la salud
torta y, sometiéndola a otras muchas manipulaciones, la hirvieron y la cocieron;
mezclaron y equilibraron así los elementos fuertes con otros más débiles, adap-
tándolos todos a la naturaleza y capacidad del hombre, guiados por la idea de que,
si los comían siendo fuertes, su organismo no podría asimilarlos [epikrateein] y
causarían dolores, enfermedad y muerte; y que, por el contrario, aquellos que pu-
diera asimilar redundarían en nutrición, crecimiento y salud. A este hallazgo y a su
búsqueda, ¿qué nombre se le podría dar más justo y adecuado que el de medicina?
Porque ciertamente se descubrió con vistas a la salud, para salvaguarda y nutrición
del hombre, en sustitución de aquella dieta de la que se seguían padecimientos,
enfermedades y muertes.8
Un poco más adelante el autor parece apuntar que la mezcla que genera un alimento acorde con la salud del ser humano no es homogénea, sino proporcional:
Y luego, al ver que eso ayudaba a ciertos enfermos pero no a todos […], descu-
brieron las papillas, mezclando con mucha agua algunos de los elementos fuertes
[mixantes oliga ton ischyron pollo to hydati] y suprimiendo así su fuerza mediante
la mezcla y la cocción [te kresei te kai hepsesei]. Y a aquellos que ni siquiera podían
digerir papillas se las quitaron también; y llegaron a las bebidas, vigilando que es-
tuvieran convenientemente medidas en su mezcla y cantidad y administrándolas
ni más ni menos temperadas de lo preciso.9
Después de un largo excursus sobre diversas clases de dieta, se concluye que al médico, dada la singularidad de cada caso individual, según estado, constitución, etc., no le cabe más que establecer como metron y criterio de su tarea —restituir una physis equilibrada— el atender a la percepción sensible del cuerpo humano (aisthesin tou somatos).10 La auténtica práctica médica no implica una labor de universales, sino la acumulación y uso de una experiencia directa en el pasado y la
8 Sobre la medicina antigua en W. H. S. Jones (1923: 27-40); trad. Ma. Dolores Lara Nava (Hipócrates, 1983: 140 y ss.). Cabe señalar que el “dominio” que señalan aquí los verbos krateein y epikrateein es el mismo utilizado en otro tratado Sobre la naturaleza del hombre para definir la primacía patológica de un elemento primordial sobre los demás.
9 Sobre la medicina antigua, 5, 20-25 (trad. esp. p. 143). 10 Sobre la medicina antigua, 9, 20-22.
14 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
atención a las condiciones concretas a las que el médico se enfrenta. Esta reivin- dicación de la medicina como práctica autónoma parece desligar este paradigma de cualquier paradigma de una fisiología que se maneje en categorías aritméticas fijas estableciendo una identidad sustancial entre la composición de la physis general y los seres concretos. Cabe señalar que este esquema está plenamente en conflicto con las configuraciones médicas que presenta Platón en Timeo.
En otro pasaje de Sobre la medicina antigua, un tratado, por otra parte, mani- fiestamente hostil a Empédocles, al que se critica duramente en sus postulados médicos y fisiológicos, aparece la idea de krasis —de un modo semejante a la isonomia ton dynameon—:
Y así es: en el ser humano se encuentran lo salado, lo amargo, lo dulce, lo ácido,
lo astringente, lo insípido y muchos otros elementos más, dotados de principios
activos [dynamias] distintos en calidad y fuerza. Mezclados y combinados unos
con otros [memeigmena kai kekremena], pasan inadvertidos y no perjudican al
hombre; pero en el momento en que alguno se disgrega e individualiza, entonces
se deja sentir y causa sufrimiento al hombre.11
Se dan otros casos de la relación entre el estado de cocción de los elementos (pepsis) y la salud. Así, el autor explica que las ulceraciones en los ojos son pro- ducto de la segregación de humores ácidos y continúa: “Los dolores, el ardor y la hinchazón son tremendos hasta el momento en que los humores, al cocerse, se vuelven más espesos y se forma la legaña. La cocción es el resultado de la mezcla y fusión de unos humores con otros, al haber fermentado juntos”.12 Más adelante, se refiere a los dolores que genera la intemperancia (akrasia) y falta de cocción (pepsis) de los fluidos corporales: “Pero durante el tiempo en que esos fluidos no están asentados, cocidos ni mezclados, de ningún modo cesarán los sufrimientos y la fiebre”.13 Finalmente señala: “Los demás elementos que aparecen en el hombre
11 Sobre la medicina antigua, 14, 25 ss. Asimismo, cf. los capítulos 3 y 19, que abundan sobre la necesidad de una cocción y mezcla de los principios naturales que se adapte a la constitución natural y a las dynameis del ser humano.
12 Sobre la medicina antigua, 19, 7. 13 Sobre la medicina antigua,19, 25-27.
15Metáforas de la salud
son más favorables y mejores cuanto más mezclados están. El hombre se halla en la mejor de todas las condiciones cuando todo está en cocción y en equilibrio, sin que ninguno haga que destaque su principio activo”.14
Tanto la mezcla (krasis) como la cocción (pepsis) se convierten en los factores más decisivos para conseguir o restablecer el equilibrio (isonomia) de la salud; la falta de mezcla o intemperancia de las cualidades fundamentales o de los hu- mores (dyskrasia) supone la predominancia —epikrateia, la monarchia que se señala en el fragmento de Alcmeón— patológica de uno de ellos, la ruptura del equilibrio de la salud. La tarea del médico es, por tanto, reconducir ese estado patológico a un estado temperado mediante sus prescripciones.15 Es posible se- ñalar aquí que otro importante texto médico, Aires, aguas y lugares, adopta este mismo principio isonómico, trasladándolo al plano de la relación entre el ser humano y el medio ambiente, y se refiere a un “clima temperado” (metrioteta ton oreon) o a la mezcla de las estaciones (kresis ton oreon).16 El año sano se produce cuando todos los fenómenos atmosféricos se producen de manera regular, sin excesiva crudeza ni demasiada benignidad, en la alternancia de frío y calor o períodos lluviosos y secos.17
No todos los tratadistas del Corpus mantienen el mismo tono de beligerancia respecto a las teorías médicas de los physiologoi, aunque es común la defensa de la ciencia médica como único conocimiento demostrable sobre la physis. Por ejem- plo, dos tratados del Corpus muy cercanos a la fisiología de Empédocles —Sobre la naturaleza del hombre y Sobre las carnes— son también útiles para determinar si los tratados médicos postulan o dejan entrever una posible pauta aritmética o geométrica en la mezcla de elementos, hecho que tiene implicaciones no solamen- te patológicas, sino también anatómicas y morfológicas. Asimismo, ambos textos
14 Sobre la medicina antigua, 19, 38-42. 15 Así en Sobre la medicina antigua, 19, 28 y ss. Más adelante, Galeno se servirá de este mismo léxico
en sus reformulaciones de la teoría humoral, por ejemplo en su tratado Sobre los temperamentos, Kühn, I, 509 ss. (kekratai, krasei, kekrasthai); I, 519 (eukraton tina kai mesen); I, 555 (eukraton).
16 Cf. Hipócrates (1996). 17 Cf. Aires, aguas y lugares, X, 2: “ ν μν γρ κατ λγον γνηται τ σημεα π τοσιν στροισι
δνουσ τε κα πιτλλουσιν, ν τε τ μετοπρ δατα γνηται, κα χειμν μτριος, κα μτε λην εδιος, μτε περβλλων τν καιρν τ ψχει, ν τε τ ρι δατα γνηται ραα, κα ν τ θρει, οτω τ τος γιειντατον εκς εναι”.
16 Boulê. Ensayos en filosofía política y del discurso en la Antigüedad
son fundamentales para entender la relación entre el Corpus y las formulaciones fisiológicas acerca del ser humano que surgieron en el entorno de la Magna Grecia.
En Sobre la naturaleza del hombre —compuesto entre el 420 y el 400 a. C., qui- zás por Pólibo, un médico muy cercano al entorno de Hipócrates según algunos testimonios— se afirma que el ser humano se compone de una mezcla (kresis) de cuatro elementos fundamentales de la physis humana —la sangre, la pituita, la bilis negra y la bilis amarilla—18 sin especificar en ningún caso la condición en que se establece tal compuesto. Estos cuatro elementos son una clara transposi- ción a un plano médico de los rizomata de Empédocles y sus cualidades coinci- den con las que les confería el agrigentino. Aunque, por una parte, este tratado deja de lado el ciclo motor philia-neikos, la constitución de la physis de este ser —como la de la physis general— es absolutamente dinámica y su permanente estado de cambio depende de un calendario anual —según la frecuente relación macrocosmos-microcosmos que se encuentra en la fisiología griega— coinci- dente con el ciclo de las estaciones, en el que cada uno de los elementos obtiene una predominancia natural y no patológica sobre el resto. Así la sangre tiene una mayor preponderancia sobre el compuesto en primavera, ya que sus dynameis son la humedad y el calor; la bilis amarilla en verano, puesto que es seca y cálida; la negra, húmeda y fría, en otoño, y finalmente la pituita, fría y seca, en invierno. Este ciclo se articula de acuerdo con el principio natural de que lo semejante tien- de hacia lo semejante y lo atrae, principio que determina los procesos analógicos en la física de Empédocles, como la nutrición, la visión o los impulsos eróticos.19 Las cualidades fundamentales de estos cuatro elementos (ta eonta, ta eneonta) se potencian en el cuerpo en una relación especular con las propias dynameis que diferencian las estaciones entre sí: la humedad, la sequedad, el calor y el frío. Esta
18 Ideas expuestas passim en Sobre la naturaleza del hombre 4 y 7. Sigo la edición de J. Jouanna (Hipócrates, 1975). Jouanna lleva a cabo un pormenorizado estudio del tratado que conlleva implicaciones en cuestiones como la autoría y la unidad del tratado, que ya había sido puesta en duda por Galeno en su comentario (In Hippocratis hippocratis de natura hominis commentarii, Kühn, XV).
19 J. Bollack en Empédocle I, introduction à l´ancienne physique, argumenta, basándose en un testimonio de Aecio (Inwood A 72), que el impulso sexual está vinculado con los ojos, ya que estos órganos, que se excitan con la imagen del deseo, son para Empédocles ricos en fuego y es este elemento el que pone en movimiento las partículas espermáticas que se hallan en los miembros. Cabe recordar aquí que este principio físico es el mismo que dirige el movimiento ascendente del alma en el Banquete platónico (Bollack, 1965: 211).
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alteración estacional de la mezcla, si bien no es patológica, puede ser un factor que contribuya al desarrollo de enfermedades, de modo que la tarea del médico es intentar regular el efecto del cambio y reducir su violencia para evitar la en- fermedad mediante recomendaciones dietéticas, flebotomías o ejercicio físico.
La mezcla no es únicamente la condición sine qua non de la existencia de un phyon —las palabras derivadas del sustantivo kresis y del verbo meignymi aparecen en varias ocasiones para definir la salud como mezcla de los elementos—,20 sino también el estado necesario para que se produzca la generación de nuevos seres a partir de otros dos seres de la misma especie que posean las mismas cualidades en una “proporción justa y equilibrada” (metrios pros allela hexei kai isos).21 Por tanto, la mezcla armónica y equilibrada es un estatuto fisiológico con implicacio- nes anatómicas, patológicas y reproductivas, además de una condición esencial de la physis, de ahí la importancia de Empédocles en el tratado.
Como se ha señalado antes, toda situación de mezcla es dinámica y está tam- bién sujeta a factores externos. De este modo, en el capítulo 7 de Sobre la naturaleza del hombre se explica cómo el ciclo de las estaciones provoca cambios y prepon- derancias de uno u otro elemento en el estado de la mezcla, pero ello no es causa de enfermedades, aunque puede llegar a provocar desarreglos. Las enfermedades surgen de la disgregación de la mezcla salubre (apokrisis) que puede suceder por una segregación al exterior del cuerpo o a su interior: bien por vaciamiento (ke- nosis) derivado del exceso de evacuación, bien por una concentración intempe- rada producida por el desplazamiento de los elementos hacia lugares que no les
20 Sobre la naturaleza del hombre, 4, 1-3: “Τ δ σμα το νθρπου χει ν ωυτ αμα κα φλγμα κα χολν ξανθν τε κα μλαιναν, κα τατα στν ατ φσις το σματος, κα δι τατα λγε κα γιανει. γιανει μν ον μλιστα, ταν μετρως χ τατα τς πρς λληλα δυνμιος κα το πλθεος, κα μλιστα μεμιγμνα λγε δ ταν τι τοτων λασσον πλον χωρισθ ν τ σματι κα μ κεκρημνον τοσι πσιν”.
21 Sobre la naturaleza del hombre, 3, 1-2: “Πρτον μν ον νγκη τν γνεσιν γενσθαι μ φ’ νς πς γρ ν ν γ ν τι γεννσειεν, ε μ τινι μιχθεη ετ οδ, ν μ μφυλα ντα μσγηται κα τν ατν χοντα δναμιν, γννα, οδ ν μα συντελοιτο. Κα πλιν, ε μ τ θερμν τ ψυχρ κα τ ξηρν τ γρ μετρως πρς λληλα ξει κα σως, λλ τ τερον το τρου πολλν προξει κα τ σχυρτερον το σθενεστρου, γνεσις οκ ν γνοιτο. στε πς εκς π νς τι γεννηθναι, τε γε οδ π τν πλεινων γνεται, ν μ τχ καλς χοντα τς κρσιος τς πρς λληλα”. La necesidad de que se encuentren dos seres “bien mezclados” y compatibles será uno de los argumentos de crítica a las posiciones de los fisiólogos monistas, como Diógenes de Apolonia, cf. J. Jouanna (1965: 308).
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corresponden (metastasis).22 En el capítulo 8 se señala la importancia de que el médico conozca el posible calendario de enfermedades y cuál es el período de acción natural de éstas. Finalmente, en los capítulos dedicados a la dieta alimen- ticia y al ejercicio físico (16-22) también se insiste sobre la necesidad de cambiar la alimentación y hábitos de vida no sólo según el ciclo de las estaciones, sino también según la edad —cuyos cuatro momentos: infancia, juventud, madurez y vejez se encuentran en paralelo con las cuatro estaciones del año— y la constitu- ción del sujeto,23 de modo que la idea de equilibrio expuesta de modo general al comienzo del tratado termina condicionada por toda la gran variedad de cues- tiones concretas y específicas, que no es sino ese to phaneron, que al comienzo del capítulo 1 se reivindica como ámbito diferencial de la medicina frente a la generalidad cosmológica de la fisiología filosófica, lo que une este tratado a Sobre la medicina antigua.
El tratado Sobre las carnes, fechado por la mayoría de sus comentadores a fina- les del siglo v a. C. —a partir de relaciones directas entre sus planteamientos y las corrientes fisiológicas de la época, así como por el estado de sus conocimientos anatómicos— afirma que el calor, elemento inmortal y omnisciente, quedó repar- tido de diferente manera en el éter, la tierra y el aire.24 A continuación se apunta que la proporción de ese calor generador que se encuentra en la tierra, de la que
22 Sobre la naturaleza del hombre, 4, 3. Según Aecio (Inwood A 35), Empédocles afirmaba que los elementos primordiales se desplazaban y cada uno de ellos podía ocupar el lugar de los otros, aunque del contexto citado no se deriven implicaciones de desequilibrio ni patológicas.
23 En Sobre la naturaleza del hombre es el calor el que sirve para medir la pujanza de un ser humano, de tal suerte que el desarrollo de la vida es, en última instancia, el agotamiento de este calor innato cuyo máximo se da en el momento del nacimiento, lo cual tiene algunas implicaciones patológicas: como que en los jóvenes se formen sedimentaciones en forma de cálculos a causa de su mayor temperatura corporal. No obstante, al igual que sucede en la relación entre el ciclo de las estaciones y el consiguiente predominio de cada uno de los humores, no hay que confundir el calor innato de los seres, aquel que portan como una de las cualidades fundamentales, con el calor patológico que se produce a causa de la fiebre. Las fiebres, en su mayoría, provienen de la bilis, de la amarilla, cálida y seca, y la negra, seca también, aunque menos cálida. Esta idea central del calor como principio físico fundamental tiene paralelos en los fragmentos de Empédocles, en sus teorías de la respiración, de la sangre y de la visión, cf. Bollack (1965: 221, 241, 245). Asimismo en Timeo 70b y 79 d, Platón se aproxima a esta idea del calor como principio vital y vincula el calor con el corazón y la sangre; además, su teoría de la respiración está formulada como un proceso de refrigeración-calentamiento, cf. M. Vegetti y P. Manuli (2009: 86 y ss.).
24 Sobre las carnes, 2, 1-9.
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surgen todos los seres, quedó a veces en grandes cantidades y otras en pequeñas cantidades;25 de ahí las distinciones anatómicas: el hecho de que los huesos sean sólidos o que las venas, la garganta, los intestinos sean huecos. Cabe señalar que precisamente el fr. Inwood 62/96 de Empédocles se refiere a la generación de los huesos a partir de la tierra y la mezcla en ella de Nestis y Hefesto. Otro testimonio dentro del Corpus Hippocraticum, el tratado Sobre la generación, también cerca- no a Empédocles y compuesto entre los últimos años del siglo v y comienzos del iv a. C., ahonda en esta vinculación entre proporción de la krasis y fisiología y establece la distinción sexual del embrión en femenino o masculino a partir del dominio (epikrateia) —término que en Sobre la naturaleza del hombre sirve para referirse a la supremacía patológica de uno de los elementos del compuesto sobre el resto— del esperma de la mujer sobre el del hombre o viceversa.26
Al margen del Corpus Hippocraticum, el papiro 137 del Museo Británico, el lla- mado Anonymus Londinensis, un epítome de una historia de la medicina perdida, redactada en el Liceo aristotélico, quizás por su discípulo Menón, nos aporta dos interesantes testimonios de médicos que vivieron en el siglo iv a. C., posteriores, por tanto, a Alcmeón y a los tratados antes mencionados, pero muy cercanos a esta definición de la salud como mezcla. Asimismo, cabe apuntar que ambos pertenecen a este mismo ámbito de la Magna Grecia. Menécrates, que recibía el sobrenombre irónico de Zeus,27 médico siracusano que vivió en la corte de Filipo II de Macedonia, afirmaba que:
[...] los cuerpos están compuestos (συν[εστναι]) de cuatro elementos prin-
cipales (τες[σρων] στοιχεων): dos de los cuales son calientes y dos fríos; los
calientes son la sangre y la bilis; los fríos, el aire y la flema. Cuando éstos están bien
mezclados y no se sublevan, se está sano; en caso contrario, se produce la enferme-
dad: (τοτ(ων) μ(ν) δ μ στασιαζντ(ων), [λλ’ εκρ-]τω διακειμν(ων) γιανει<ν> τ[ σμα,] δυσκρτως δ χντων νο[σε<ν>).28
25 Sobre las carnes 3, 1-3. Cf. el testimonio que transmite Aecio (Inwood, A 70) acerca del surgimiento de los árboles de la tierra por la acción del calor y la diferencia de los frutos entre sí a causa de los distintos tipos de suelo.
26 Sobre la naturaleza del hombre, 6, 1-9. 27 Claudio Eliano, Varia historia, XII, 51. 28 XIX, 18-29.
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Si bien es cierto que el testimonio parece establecer un puente entre la defini- ción de Alcmeón, la mixis de Empédocles, la teoría de la pepsis de Sobre la medi- cina antigua y una teoría humoral como la planteada en Sobre la naturaleza del hombre —si cabe en este la denominación de “humoral”—, la exposición resulta demasiado resumida respecto a la cuestión principal de los términos en los que se articula la krasis de los elementos. Cabe hacer hincapié en el uso de stasiazonton, vinculado con el término stasis y con esa visión de la enfermedad como revuelta interna en el cuerpo que Platón postula en Timeo 82 a-b y 83 a.
Otro fisiólogo de la Magna Grecia, Filistión, citado asimismo en el Anony- mus Londinensis,29 afirmaba que el ser humano estaba compuesto de cua- tro elementos (Φιλιστων δ’ οεται κ <δ> δεν συνεστναι μς, τοτ’ [στιν] κ <δ> στοιχεων πυρς, ρος, δατος, γς), los mismos que pos- tulaba Empédocles y estos tenían sus dynameis correspondientes: (εναι) δ κα κστου δυ(νμεις), το μ(ν) πυρς τ θερμν, το δ ρος τ ψυχρν, το δ δατος τ γρν, τς δ γς τ ξηρν. Las enfermedades se originaban, según Filistión, por los elementos, por la condición de los cuer- pos o por las condiciones externas ( γ[ρ] παρ τ στοιχεα παρ τν τ[ν] σωμτ[ων] διθεσιν παρ τ κτς), de manera semejante a como se concluye en Sobre la naturaleza del hombre.30 En relación con los elementos, las enfermedades se originan por el exceso o el predominio del frío y el calor, o cuando disminuye el calor.31 En cuanto a las condiciones externas se men- cionan tres casos: golpes o heridas, excesos térmicos en invierno o verano, cambios bruscos de calor a frío o viceversa, y una alimentación inconveniente y dañina.32 Por último, en cuanto a la condición de los cuerpos, se está sano si
29 XX, 25-50. Fr. 4 en M. Wellman (1901). 30 “Las enfermedades surgen o de la dieta o del aire que inspiramos al vivir. El diagnóstico de cada
uno de estos tipos ha de hacerse del siguiente modo: cuando multitud de personas sucumben a una misma enfermedad en un mismo período de tiempo, se debe atribuir la causa a lo que es más común y de lo que todos nos valemos en mayor grado: esto es, el aire que respiramos” (Cano Cuenca, 2003: 47).
31 “παρ μ(ν) ον τ στοιχεα, πειδν πλεονσ τ θερμν κα τ γρν, πειδν μεον γνηται κα μαυρν τ θερμν”.