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Aparecido en: Jaime Peire (comp.) Actores, representaciones e imaginarios, nuevas perspectivas en la historia política de América Latina: Homenaje a Francois Xavier Guerra, Buenos Aires, Editorial Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2007
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La construcción de un sistema político alternativo: Córdoba durante el gobierno
de Juan Bautista Bustos, 1820-1829
Valentina Ayrolo∗
La necesidad de dotar de explicaciones consistentes a nuestras lecturas del
pasado nos ha llevado y nos lleva a definir y categorizar los fenómenos que estudiamos.
Estas definiciones las más de las veces limitan nuestras posibilidades de estudio en vez
de enriquecerlas. Un ejemplo de esto es lo que pasó hace algunos años, cuando
encantados por las explicaciones que François-Xavier Guerra nos ofrecía sobre las
características de la política hispanoamericana, muchos de nosotros nos lanzamos a
explicarla tratando de incluir a los actores que se nos presentaban en las fuentes, u
organizando nuestros análisis de las sociedades, según las categorías de antiguo y /o
moderno.1 Algunas veces esta aproximación a los problemas que estudiamos fue útil
pero otras nos llevó a conclusiones, tal vez, un poco rápidas y sobre todo esquemáticas.2
Si hace algunos años ante las diferencias evidentes que observábamos entre la
vida política cordobesa y la porteña creímos que éstas se debían a las características
antiguas o modernas de las sociedades, hoy pensamos que aplicar solamente dichas
categorías para el análisis de todas las cuestiones nos limitan en la comprensión de los
complejos procesos políticos de la primera mitad del siglo XIX.3 De la mano de una
∗ Agradezco a Fabián Herrero sus observaciones y comentarios. 1 Guerra (1989). 2 En 2003, en una suerte de fe de erratas o tal vez una relectura de su trabajo de 1989, Guerra escribió en el mismo medio académico que había hecho famoso su anterior análisis en Argentina, una nueva versión profundizada de aquel trabajo. Con el nombre “De la política antigua a la política moderna: algunas proposiciones”, reescribe parte del trabajo de 1989, suavizando algunos juicios y dejando abierta, ex profeso, la cuestión más compleja de la historia política latinoamericana: la imposibilidad de llegar a definiciones taxativas de la misma: “De ahí que una buena parte de la política moderna en la América latina del siglo XIX e incluso del XX, no se pueda definir, como yo mismo lo hice hace años, por la dualidad entre una sociedad tradicional y unas élites modernas, sino por combinaciones múltiples -verdaderas hibridaciones- entre imaginarios y prácticas antiguas y modernas. Hibridaciones que hay que desentrañar en cada caso, sin olvidar su evolución en el tiempo y las estrategias que los diferentes actores -todos- emplean en ese ambiguo universo”. Cf. Guerra (2003), 201-212. 3 No fue intención de Guerra limitar los análisis a estas categorías, pero en muchos casos el impacto que produjo su texto así lo quiso.
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nueva lectura que revierte también muchas de nuestras anteriores apreciaciones, el
trabajo que presentamos se propone analizar la imagen construida por los
administradores del poder de Córdoba de la sociedad política entre 1820-1829.
Si en otras oportunidades hemos notado la insistencia de las autoridades
cordobesas por mantener la estabilidad como principio del orden social,4 en esta ocasión
nos interesa analizar la forma en la que se construyó la imagen de ese orden. En este
sentido consideramos que la administración cordobesa creó, principalmente a través del
discurso, una figuración de la comunidad político-social fundada en a) una identidad
local preexistente; b) un modelo ciudadano que implicaba la convergencia de virtudes
cívicas y principios religiosos; y c) una diferenciación explícita con el resto de las
provincias, en especial con la de Buenos Aires, dejando al descubierto un modelo
alternativo. Esta construcción permitió al gobierno obtener un importante grado de
cohesión interna y funcionar de forma relativamente estable y organizada durante casi
diez años, suavizando, en gran medida, la conflictividad política siempre latente.
Los fundamentos del orden político mediterráneo
Entre los ejemplos siempre evocados para describir el impacto de la revolución
de 1810 en las sociedades del Interior, la imagen de la “estabilidad en medio del
cambio”5 es una de las que explica mejor el fenómeno que tuvo lugar allí. Pero ¿cuáles
son los rasgos que hacen viable esta explicación? La respuesta podría encontrarse en las
características del propio orden político que, siempre en manos del mismo grupo, no
había sufrido mayores fracturas y cuyos cambios se iban a producir de forma paulatina.
Analizando los hechos parece claro, que el sector que hasta la ruptura de 1810 había
“custodiado” el orden, se negaba a modificar los términos del pacto social por temor a la
disolución. La primera muestra de dicha postura podemos encontrarla en la resistencia 4 Véase, por ejemplo, Ayrolo (2003), 179-201. 5 Halperin Donghi (1972), 274.
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del Cabildo cordobés a acatar a la Junta de Buenos Aires. Si bien luego la actitud de la
elite que se hizo con el gobierno cambió, las condiciones de ese cambio se vinculan, en
gran medida, con el interés por permanecer en el poder.
Los acontecimientos del año veinte fueron vertiginosos. Ante el levantamiento
en Arequito y la caída inminente de orden central los cordobeses apostaron a asegurar la
estabilidad interior. El 18 de marzo de 1820 la Asamblea Provincial de Córdoba
haciendo uso de “la ficción jurídica de la retroversión del poder”,6 reasumía
formalmente su soberanía. Dos días después se elegía gobernador a Juan Bautista
Bustos inaugurando con él una nueva etapa en la vida política de Córdoba, caracterizada
por gobiernos de corte autoritario que llevaron adelante la administración provincial
bajo un sistema que recuerda más a las antiguas repúblicas, que a las modernas que se
estaban tratando de “dibujar” en diversos lugares de América.7
Fue en ese momento en el que, al interior del espacio provincial, comenzó a
construirse una realidad política como si fuese “única”, que sería definida como una
república federal8 con las implicancias que tendrá como lo veremos. La solución
encontrada por los nuevos tutores del poder para mantener la estabilidad provincial,
estuvo ligada a la construcción de un modelo político alternativo al de Buenos Aires
asentado fundamentalmente en dos valores. Uno, que permanecía intacto a través del
tiempo: la religión católica. El otro fue un credo político, el “federalismo” cuya
interpretación estaba más cercana al fracasado proyecto de una confederación de
estados, que a la república federal fundada en 1853.9
6 Según Chiaramonte esta “ficción política” que representaba la retroversión, “implicaba la existencia de una acto contractual tácito entre los “españoles americanos” y su monarca, gracias a la general vigencia del derecho natural [que] tuvo la fuerza necesaria como para poder fundar en ella la legitimidad de los nuevos gobiernos. Cf. Chiaramonte (1999), 15. 7 Sobre Bustos puede consultarse Ayrolo (1999). Sobre el sistema político de Córdoba durante los gobiernos de Reynafé y López, véase Romano (1996). 8 En el Reglamento de 1821, figura “Sistema Presupuesto el de una República Federal”, Archivo General de la Nación (AGN), Biblioteca Nacional (BN), Escritos, 737-787. 9 Sobre esta discusión entre federal y confederal pueden verse entre otros textos, un clásico como Barba (1982), una relectura en Chiaramonte (1993), y un estado de la cuestión en Goldman (2000), 105-124.
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Para el logro de sus fines, Bustos y sus colaboradores, no sólo se sirvieron de las
herramientas administrativas que estaban a su disposición (constituidas básicamente por
la herencia colonial) y de los espacios clásicos de encuentro y debate, sino también de
otras formas que a la larga permitirían la conformación de un mundo político más
“moderno”. La prensa, voz sólo oficial, fue un canal privilegiado de este proceso.10 Así
la presentación de Córdoba en tanto alternativa política, forma de autoafirmación, se
efectuará en dos frentes. Uno exterior y el otro interior. En este último ámbito primó un
discurso que a través del propio ejemplo provincial que mostraba, a través de las reglas
expuestas, cómo “debía” ser el sistema político.11
La construcción de esta imagen se nutre de los dos valores antemencionados y
tuvo como uno de los principales voceros al clero local encargado de nutrir de
postulados el “modelo”. ¿Cómo se mostraba la Provincia? Como una alternativa
razonable en un mundo de facciosidad extrema. Como la “república posible” que Juan
Bautista Alberdi proyectaría unas décadas más tarde.
Córdoba se manifestaba como más cauta que Buenos Aires en las declaraciones
y en las acciones tendientes a reformar la sociedad, a fin de adecuarla a las tendencias
liberales en boga. Parecía estar escuchando a Alberdi cuando éste decía “es preciso que
el nuevo régimen contenga algo del antiguo; no se andan de un salto las edades
extremas de un pueblo”.12 Por eso el periódico El Montonero, en 1823, aclaraba que la
Provincia:
10 Sobre el particular puede consultarse Ayrolo (2005). 11 Tenemos en cuenta la opinión de Fernando Escalante Gonzalbo que expresa que “las reglas expresan valores, y la gente las sigue justo por eso: no por conveniencia o un interés abstractos, sino porque son reglas que dicen cómo es el mundo. En la expresión española de hacer las cosas “como Dios manda” se reúnen la naturalidad de lo inevitable y la imprecisa conciencia de una obligación; de eso se trata”. Véase Escalante Gonzalbo (1998), 22. 12 “El problema del gobierno posible en la América antes española no tiene más que una solución sensata, que consiste en elevar nuestros pueblos a la altura de la forma de gobierno que nos ha impuesto la necesidad; en darles la aptitud que les falta para ser republicanos; en hacerlos dignos de la república, que hemos proclamado, que no podemos practicar hoy ni tampoco abandonar; en mejorar el gobierno por la mejora de los gobernados; en mejorar la sociedad para obtener la mejora del poder, que es su expresión y resultado directo. [...] La república no puede tener otra forma cuando sucede inmediatamente a la
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[...] sin acaudillar una sedición perniciosa en un estado de guerra con enemigos
dueños del país, empuña las armas de la razón, forma de ella un tribunal [...]
anuncia en su voto el que al tiempo sería de los pueblos. La independencia de
provincias en federación.13
El nombre genérico que toma este sistema enunciado por El Montonero es el de
federalismo. No obstante, Córdoba no fue siempre federal de la misma forma. El
federalismo en 1820 no es el de 1831, ni el de 1835 porque en realidad este principio
político tomará valores diferentes según la época y según el contexto histórico. Durante
el período que estudiamos resulta evidente que la sociedad fue homogeneizada bajo este
credo. Ser federal era condición necesaria para ocupar cargos, para gozar de beneficios
políticos y sociales, para vivir con cierta tranquilidad.
La formación política aludida funcionaba en consonancia con una sociedad que
se veía a sí misma como un cuerpo unido por los lazos de la religión católica, un aspecto
que marca la pervivencia del orden antiguo. Entonces esta construcción, que tenía en
sus bases al catolicismo como moral y al federalismo como credo político se completó
con una institución que articulaba ambas cosas: el patronato.14
La estrategia de la diferencia
Mientras se sufre el trastorno de la guerra, mientras un general sacudimiento conmueve todo, Córdoba solo Córdoba parece que tiene una constitución firme y consistente…15
monarquía; es preciso que el nuevo régimen contenga algo del antiguo; no se andan de un salto las edades extremas de un pueblo” Juan B. Alberdi (1979 / 1º 1855), 46-47. Con esta idea Alberdi coincidía con lo que sugiriera Simón Bolívar en cuanto a que “Los nuevos Estados de América antes española necesitan Reyes con el nombre de presidentes”, Ibídem, 47. 13 El Montonero, 30 de diciembre de 1823, Nº 1, 7, en la Biblioteca del Colegio Nacional de Buenos Aires (BCNBA). El redactor era Juan Antonio Saráchaga. 14 Sobre el tema hay varios textos interesantes. Sugerimos el de Hermann (1988). 15 Periódico sin identificar. Respuesta a los dichos por el denominado Estrella del Sur, 10 de noviembre de 1820, AGN, VII, Celesia, Nº 2478. La cursiva es nuestra.
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Veamos ahora, a través de ejemplos el modelo alternativo propuesto por
Córdoba. Los momentos en los que aparecen con contundencia definiciones de cómo
“debe ser” la comunidad política, frente a una forma que se considera opuesta -
específicamente la de Buenos Aires- son los años 1823-1827. Los motivos son variados.
En 1823, la gobernación de Buenos Aires, a cargo de Martín Rodríguez, sanciona, entre
otras leyes, una reforma religiosa que afectaría al clero regular y sería imitada por las
Provincias cuyanas de San Juan y Mendoza en 1825. El año siguiente, 1824, es de gran
intensidad política. El primer acontecimiento a destacar, es la reunión del Congreso
General Constituyente, que luego de haber sido convocado por Bustos para congregarse
en Córdoba, termina reunido en Buenos Aires. Ese mismo año llega a esa ciudad una
misión de Gran Bretaña con el objetivo de firmar un tratado de paz y amistad que traerá
aparejadas varias cuestiones muy importantes, entre la que se cuenta la tolerancia
religiosa. Por último, ese año llega al Río de la Plata la misión apostólica de Juan Muzi
enviada por el Papa Pío VII a Chile. Estos dos últimos acontecimientos, pusieron de
manifiesto varias cuestiones urgentes: por un lado la urgencia que tenía organizar
política y administrativamente las Provincias, por otro la necesidad de definir la forma
que debía adoptar dicha organización y estrechamente vinculada a estas dos cuestiones,
la necesidad del reconocimiento exterior. En 1825, la Provincia de Buenos Aires
sanciona la Ley de tolerancia religiosa abriendo fuego sobre una cuestión ríspida.
Mientras, Bustos es reelegido de forma dudosa para un nuevo período que no llegará a
completar. Por último, los años 1826 y 1827 son los de la Guerra con el Brasil, la
sanción de la Constitución por un Congreso dividido, la pérdida de la guerra y la
disolución del Congreso.
Las definiciones que se ensayan para dar credibilidad y estabilidad al sistema de
gobierno se pondrán en marcha con mayor intensidad a la par de estos acontecimientos.
Tal vez convenga resaltar aquí que el interés por comprender esta construcción reside en
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la importancia que estas enunciaciones tendrán para la nueva estructuración del
imaginario del mundo social. Reconociendo que sería fructífero acompañar este análisis
con una constatación de su repercusión en las prácticas, por ahora hemos elegido
centrarnos en la dimensión discursiva del asunto.
Ahora bien ¿cuáles son los términos de esa construcción “modélica” que trata de
transmitir un discurso unívoco? Esencialmente los vocablos que van a jugar en las
definiciones son Buenos Aires vs. Córdoba; Federalismo vs. Centralismo; Religión
(católica) vs. Tolerancia. Estas palabras estarán ligadas a su vez a un universo de
significados también construidos, en gran parte, desde el poder. Según el contexto,
Buenos Aires es equivalente a Porteños, a impíos, a centralistas; Córdoba federal,
católica, baluarte de... federal. Pero para poder comprender la construcción del sistema
político alternativo y su utilización, se hace imprescindible volver a los dos ejes que lo
sostienen y compararlos con el resto de las definiciones existentes.
La identidad católica romana, base de la ciudadanía moral
Como ya hemos mostrado en trabajos anteriores, durante el periodo de la
autonomía el orden interno provincial se basó en una sólida arquitectura que reunía la
administración política y la eclesiástica a través del patronato, permitiendo entre otras
cosas la gobernabilidad provincial.16
Como parte de esta construcción se hizo necesario recrear varias imágenes que
tendiesen a fortalecer la alternativa -no sólo política- sino moral que ofrecía Córdoba a
sus propios ciudadanos y a los vecinos. Buenos Aires, o mejor dicho los porteños en el
poder, “los Ministeriales”, fue definida como la Babilonia. La gobernación de Martín
Rodríguez primero y las decisiones del Congreso después serán la oportunidad ideal
para mostrar el modelo cordobés en su rol de Jerusalén.
16 Ayrolo (2005).
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Al interior de la Provincia el clero elaboró una imagen que presuponía la
sintonía total entre lo actuado por el cabildo catedral y los Provisores de Córdoba, y el
Papa. Esta imagen, necesaria a la construcción política provincial, no era el reflejo de la
realidad. Sin embargo, fue efectiva, necesaria y útil. Esa descripción daba autenticidad a
lo actuado y para ello la alusión a la cismática Buenos Aires fue recurrente y funcional.
La cohesión interna lograda a través del fortalecimiento de la mención recurrente de los
pares de opuestos: Buenos Aires = cismática vs. Córdoba = la católica, fue importante,
no sólo para hacer factible grados mínimos de legitimidad y por consiguiente de
gobernabilidad, sino también para consolidar una identidad local, que acompañase el
proceso. Estos opuestos fueron “maquillados” según la coyuntura convirtiendo por
ejemplo, la católica en federal y la cismática en centralista.
Pero la dicotomía debía llenarse de contenidos. En este sentido, resulta
especialmente bella la definición de lo que se entendía por ciudadanía y por extensión
por buen y “útil” ciudadano que realizara el 25 de mayo de 1819, el presbítero Miguel
Calixto del Corro: “las virtudes cristianas son el mejor ornamento de un ciudadano, y
sin ellas nadie puede agradar a Dios, y menos ser útil a la patria y a sus semejantes”.17
Los acontecimientos que siguieron a la declaración de la autonomía provincial, esto es,
las leyes de reforma del clero y de tolerancia religiosa brindaron una oportunidad ideal
para reforzar la identidad católica de los cordobeses. En este sentido no había distingos
entre federales, centralistas u otras tendencias políticas, la unanimidad cordobesa era
total. Si bien las diferencias entre los miembros de la elite eran coyunturales y nos sería
muy difícil definir taxativamente la facción de pertenencia de unos y otros, la religión
ocupaba para todos un lugar central. En 1823 el presbítero José María Bedoya,
colaborador estrechísimo de Bustos, escribía a su par Castro Barros, partidario y
funcionario durante la gestión de Paz en la Provincia:
17 El clero argentino de 1810-1830 .Oraciones patrióticas (1907), tomo I, 310.
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Ya no hay ojos para ver los papeles públicos que nos vienen de Buenos Aires.
La impiedad ha fijado allí su domicilio y en los periódicos vomita toda su rabia
[...] dispara a cada paso sus flechas contra Roma y aspira a una independencia
del Papa [...] según entiendo, todos los escritores públicos de Buenos Aires, han
formado la conspiración contra el altar y no hay uno solo que les contradiga.18
¿Qué le preocupa a Bedoya? Posiblemente el contagio, la propagación de la
impiedad. Pero esta diferenciación entre la sociedad porteña y la cordobesa no es nueva
y la comunidad de opinión respecto al lugar que debía tener de la religión en la sociedad
y su función es, a nuestro juicio, un indicador de la existencia de una identidad común
anterior a 1820. En 1803, el comerciante porteño Letamendi escribía a su amigo y socio
Ambrosio Funes:
[...] hubiera ido ahí [a Córdoba] para presenciar la función del hábeas [...]. Aquí
está mucho más apagada la devoción, y nadie piensa ahora en fomentarla ni
propender a solemnizar festividades: los sujetos más principales huyen de los
templos donde hay jubileos por poder formar tertulias en otros que no hay tal
atención. Y así, con el roce de los extranjeros, va perdiéndose en esta ciudad [de
Buenos Aires] a pasos largos hasta los principios de religión, sobre lo cual tienen
ya voto hasta las mujeres más ignorantes, y no es delito hablar de sus dogmas
con mayor libertad.19
Este relato es muy interesante y se vincula directamente con los problemas que
nos interesa analizar. En primera instancia a partir de la observación de las prácticas
devocionales, muestra un posible origen de las diferencias entre la sociedad porteña y la
cordobesa anterior a 1820, induciéndonos a pensar que los contrastes no deben ser
18 Instituto de Estudios Americanistas (IEA), Nº 8492. 19 Carta de Letamendi a Ambrosio Funes, Buenos Aires, 26 de junio de 1803, en Martínez Paz (1918), 108-109.
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leídos necesariamente como un producto de la revolución, ni aún de la gestión de la
“Feliz Experiencia”.
En segundo término la carta de Letamendi, alude indirectamente a una cuestión
importante, la presencia de extranjeros como la causa de la “decadencia” de las
prácticas religiosas, por un lado, y la aparición de nuevos espacios de sociabilidad,
desligados a los ámbitos píos, como la tertulias, por otro.20 Estas dos imágenes
contrapuestas alimentarán, en gran medida, las discusiones de 1824-1825 sobre la
tolerancia religiosa y serán uno de los puntos más controvertidos.
Es importante entonces considerar esta imagen de Córdoba, la católica, no fue
construida por Bustos, sino que su origen es anterior. Es por eso que el nuevo
gobernador, no tendrá necesidad de crear una nueva moral para su sistema político sino
que utilizará elementos constitutivos de la propia sociedad cordobesa, logrando así la
cohesión grupal sin resistencias.
Ahora bien, ¿cuál es el origen de esa identidad? y ¿por qué es diferente a la de
Buenos Aires si ambas Provincias pertenecieron a un mismo espacio socio-cultural?
Consideramos, a modo de hipótesis, que la identidad católica cordobesa estaría asentada
en la impronta y en el legado que la presencia jesuítica dejó en la Provincia y en la
región en general. La compañía habría estimulado a través de su obra la identificación
de la sociedad cordobesa con los principios católicos. Los distintos espacios ocupados
por la compañía: estancias (lo que implica todos los vínculos resultantes de los negocios
económicos y de la ocupación de un espacio “geo-social”), casa de altos estudios,
colegios, formación de seminaristas (lugares que suman vínculos de orden relacionales,
20 Sobre el particular puede consultarse: Nancy Calvo, “Los unos y los otros. Católicos, herejes, protestantes y extranjeros en las primeras décadas del siglo XIX”, X Jornadas Inter-Escuelas Departamentos de Historia, Rosario, septiembre de 2005.
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además de influjo en la formación de letrados) etc., dotaron a la comunidad cordobesa
de una identidad católica vinculada a un espacio territorial.21
Veamos ahora como actúa esta identidad en la coyuntura abierta por la
disolución del estado central. En esa oportunidad, el gobierno de Córdoba tuvo
claramente dos grandes momentos para mostrarse como alternativa: en 1823 cuando se
sanciona la reforma del clero regular en Buenos Aires, y luego desde ese año y hasta
1825 con la sanción de la tolerancia religiosa.
Para la élite cordobesa, la discusión se centró primeramente en la necesidad de
marcar los inconvenientes derivados de aceptar la tolerancia religiosa. Concretamente
parecería que el verdadero temor, que se esconde detrás de los discursos, era la
disolución social como consecuencia de la permisión de la tolerancia. Por eso no
sorprende la insistencia con que se escribían algunas ideas como la que copiamos a
continuación:
Si la religión es el alma de la sociedad, debe necesariamente ser una; y el
Nacional22 le pone dos: protestante y católica. No es de creer que el Nacional no
haya advertido que todo cuerpo sea místico, moral o político, guarda siempre
una invariable analogía con el natural y físico, compuestos todos de sus
respectivos miembros, y adornados por un solo espíritu.23
Pero lo que resulta muy interesante como muestra de la forma en la que estos
hombres “miraban el mundo” y de cómo esa forma dista de la propuesta por los
hombres de Buenos Aires, es la idea de que “el tolerantismo es el hermafrodita más
21 Considerando el carácter hipotético de mi supuesto, me parece que un estudio sobre la influencia de los jesuitas en la conformación de identidades en la región, esto es no sólo en Córdoba sino también en el resto de los lugares donde estuvieron presentes a través de colegios y estancias sería de mucha utilidad para comprender la conformación de las identidades locales. 22 Se refiere al periódico de Buenos Aires con el que polemiza permanentemente durante ese año. Recordemos que El Nacional era oficialista y apareció entre diciembre de 1824 y marzo de 1826. Fueron algunos de sus redactores: Ignacio Núñez, Julián S. de Agüero, Valentín Alsina. 23 “El Cristiano viejo contesta al periódico Nacional de Buenos Aires sobre la Tolerancia de culto”, Córdoba, 1º de enero de 1826, BCNBA.
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completo”.24 ¿A qué se refieren? Analizando estas afirmaciones en su contexto
suponemos que se hace referencia a la ambigüedad resultante de una decisión de
tolerancia religiosa, por ende el peligro que produciría en la sociedad la falta de una
definición clara y evidente de lo que “debe ser”.25
Veamos ahora la explicación que proporciona el Presbítero Pedro Ignacio de
Castro Barros sobre la tolerancia ya que ésta abre una nueva vía de acceso al asunto.
Según el riojano, para permitir la tolerancia los gobiernos “deben recabar la voluntad de
la Santa Sede Apostólica, de cuyo solo resorte es dispensar en la disciplina de la
Iglesia”. La Tolerancia es:
De dos maneras, a saber, teológica y civil. La teológica es aquella, por la cual se
permiten diversos cultos o religiones en un Estado, creyendo que en todas hay
salvación... La civil es aquella, por la cual se permiten diversas religiones en un
estado por motivos religiosos o políticos, pero creyendo firmemente que solo es
verdadera la religión católica apostólica romana.26
Lo que se discutía en Buenos Aires y la solución a la que se llegará es, según
esta definición, a la de la tolerancia civil ya que la teológica era impensable. Sin
embargo, es interesante señalar que había noticia y toma de posición acerca de la
complejidad del problema y ese no es un dato menor.27
Para los periódicos cordobeses de la época, la unidad de la fe en América es
primordial, la peligrosidad de ir contra la naturaleza que dicta que la católica es la
religión verdadera produciría según su criterio, perplejidad en la gente lo que
evidentemente es visto como negativo. Como dice El Intolerante en su número 3: “Si
24 El Intolerante, 6 de mayo de 1825, Nº 1, 7, BCNBA. 25 Escalante Gonzalbo (1998). 26 El pensador político y religioso de Chile, reimpreso por Castro Barros, Nº 2, 43, Córdoba, 1825, citado en Tonda (1961), 295. 27 Para reflexionar sobre el tema puede consultarse el sugestivo trabajo de Baubérot (2004), 17-46.
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hay religión verdadera tan antigua como el hombre, debe ser esencialmente una por
algún aspecto luminosa para todos los espíritus” esa religión es la católica.
Pero no sólo preocupa a Córdoba el hecho de que se imponga la tolerancia
religiosa. También le preocupa la actitud de Buenos Aires que según denuncia pretendía
persuadir al resto de las Provincias, como ya lo había conseguido sobre San Juan y
Mendoza. El miedo al contagio es uno de los más poderosos motores de la prensa de
aquel entonces. Es por eso que la arenga cordobesa tenía entre sus principales objetivos
mostrar otra alternativa:
[...] a la cabeza de esta provincia [de Córdoba] se halla un jefe, que se les ha
opuesto de frente a sus miras ambiciosas [...] sanguinarios, irreligiosos, porque
no puede estender su centro para suplantar a esta pequeña tribu, que como la de
Judá se ha constituido en capital general que gobierna y protege la religión
santa, que conserva las corporaciones regulares; y porque no ha planificado los
sacrílegos proyectos, que esa Babilonia de vicios, y capital de toda clase de
crímenes, está perpetrando con escándalo notable...28
Un par de meses antes El Desengañador anunciaba que
Hace mucho que estamos instruidos de la facción que sin omitir medios trabajó
por sobreponerse en Buenos Ayres, no sólo sobre sus conciudadanos, sino aun
sobre las provincias. [...] A nadie se le oculta el desaforado empeño por
colonizarnos; esta opinión esta por desgracia aclimatada en Buenos Ayres [...]
Córdoba como el pedestal de la libertad y sistema republicano, esta al frente de
las provincias paralizando todas las miras de estos recién convertidos al sistema
patrio.29
28 El grito de un solitario, 12 de mayo de 1825, 8. Archivo del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (AIR). La cursiva es nuestra . 29 El Desengañador, 3 de abril de 1825, Nº 1. AGN, Sala VII, Celesia, Nº 2478. La cursiva es nuestra.
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Como vemos, se explicitaban no sólo los términos antagónicos entre sí, sino
además que había un modelo al que valía la pena adherir. El hecho de que la tolerancia
de cultos sucediera a la reforma eclesiástica trazó un camino que parecía separar
visiblemente Buenos Aires de Córdoba completando de esta forma la imagen de un
espacio social y políticamente diferente.
No obstante, la lucha entre Córdoba y “Buenos Aires”, a raíz de las definiciones
en el ámbito de la moral y las costumbres, deben entenderse considerando la capacidad
de Córdoba para discriminar entre quienes encarnaban el poder y quienes eran
potencialmente los soberanos. Esto significa que se lee a Buenos Aires como “tomada”
por un grupo con el que se disiente ruidosamente. Así, la cruzada emprendida por la
Provincia para defender los valores de la religión romana debe considerarse como una
respuesta a la forma que tomó el estado de Buenos Aires de la mano de los conductores
de “la feliz experiencia”.
El primer federalismo, como eje de identidad
Comencemos diciendo que consideramos, contrariamente lo que señalan clásicos
trabajos sobre el tema,30 que las tendencias confederales estuvieron presentes
tempranamente en los planteos de los cordobeses y fueron sostenidas con vigor por
algunos de los más destacados personajes de la política local. Desde el inicio de la
revolución, hubo en Córdoba un sector de destacados personajes que adhirió a la
organización de los Pueblos en contraposición a una organización que tuviese como eje
al Pueblo. Esta corriente derivaría en una postura confederal respecto a la forma de
gobierno que debía adoptarse. Estos grupos parecen reunirse para discutir y consensuar.
30 Sobre todo Celesia (1932), y Segreti (1966) y (1995), entre otros.
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Algunos de los personajes que los frecuentan, como es el caso del presbítero Benito
Lascano, llegarán a ocupar lugares prominentes dentro de la administración provincial.31
Creemos que aunque Córdoba haya enviado sus diputados al Congreso convocado en
Tucumán esto no quiere decir que haya desaparecido la tendencia confederacionista del
ámbito de la Provincia.32 Pensamos que el gobierno de Juan Bautista Bustos abrevó en
gran medida en las ideas que habían dado origen al sistema de los pueblos libres
propulsado por Artigas, y que Córdoba había abrazado fugazmente en 1815, bajo el
gobierno que condujo Javier Díaz.33 Como trataremos de mostrarlo en el análisis que
sigue, esta adhesión estaría vinculada a las bondades que el propio sistema confederal
ofrecería a Córdoba. Esto es, alto grado de independencia para el manejo de sus asuntos
internos.
Fracasado el intento de Artigas, las nociones que habían inspirado aquella liga, y
otras experiencias americanas, aparecen como definiciones del primer federalismo
cordobés. No es aleatorio el lugar que ocupan en la administración de Bustos personajes
como el controvertido Juan Pablo Pérez de Bulnes que había acompañado a Díaz, pero
sobre todo que había apoyado a Artigas. Nuestras afirmaciones se fundan en las
definiciones que se dieron del sistema federal en este período. Dichas descripciones
recuerdan las experiencias clásicas como la liga aquea o las más contemporáneas a 1820
como la norteamericana de la primera época (1781).34 La idea de Bustos acerca de la
administración era claramente confederal y en dicho planteo la reunión de un congreso
que concertara los asuntos comunes era central, de allí su insistencia por reunirlo:
31 Así lo revela un documento de 1812: “[…] que en el tiempo en que se instaló el actual superior gobierno se oyó con bastante publicidad que en la casa del Lic. Lascano se hacían unas juntas en que se trataba de que debía sostenerse el gobierno de los diputados de los Pueblos [...]”. Archivo del Arzobispado de Córdoba (AAC), Archivo del Cabildo Eclesiástico de Córdoba (ACEC), Actas, Nº 3, f. 292v., 1812. 32 En este sentido habría pasado igual que en Buenos Aires donde las facciones confederales, denominadas federales, no se identificaron siempre y necesariamente como confederal. Véase Fabián Herrero, “Buenos Aires, año 1816. Una tendencia confederacionista”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 2º semestre de 1995, tercera serie, Nº 12, 7-32. 33 En esto también nos alejamos de la clásica lectura. 34 Chiaramonte (1993), 81-132.
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Sin centro de unidad que presida y pueda dar dirección a los negocios comunes,
que dirima las contiendas, que existen y pueden existir entre las provincias
federales; que estreche los vínculos de fraternidad de pueblo a pueblo, y haga
cooperar cada uno a la causa de América, y en fin, que establezca el orden
general, de suerte que las partes de esa asociación sean útiles al todo, y entre sí
recíprocamente, debemos considerar nuestras provincias en un estado de
anarquía, y disolución más bien que en una verdadera existencia política.35
El interés de Bustos por la concreción del Congreso fue comprendido como una
muestra acabada de que el federalismo a que hacía referencia el cordobés era aquel que
propulsaba la concreción de un estado unificado como única posibilidad de organizarse.
Pero ésta no parece ser la idea del gobierno. Al respecto, más elocuente que las palabras
del propio el gobernador son las que escribiría Juan Ignacio Gorriti, en 1827, cuando
había sido enviado por el Congreso a la Provincia de Córdoba para presentar la nueva
Constitución. Gorriti llegó a Córdoba el 8 enero de 1827. Inmediatamente comunica al
gobernador su presencia y sus intenciones. El día 9 de enero de 1827, la Sala de
Representantes anuncia la llegada de emisario sin ningún protocolo. No es un dato
menor que el presidente de la Sala haya sido por aquel entonces Juan Pablo Pérez de
Bulnes. El 12 de enero se comienza la lectura del pliego que traía el comisionado por el
Congreso. Según consta en las actas de la Sala de Representantes Gorriti “hizo una larga
apología del sistema de unidad que servia de base a dicha Constitución, rogando por
último a la Representación Provincial se sirviera tomarla en consideración”.36 Los
cambios de opinión entre Gorriti y Pérez de Bulnes, que hablaba en nombre de Córdoba,
se sucedieron los días siguientes. El día 15 se sancionó una ley con cuatro artículos que
comenzaba así: “la Provincia de Córdoba, desligada del pacto nacional, según la sanción
35 Celesia (1932), vol. 2, 219. 36 Archivo de la Honorable Cámara de Diputados de Córdoba (AHCDC), Actas de Sesiones la Cámara de Diputados de Córdoba, Córdoba, 1912, tomo II, 214.
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del 2 de octubre del año anterior, no está en el caso del articulo 6º, de la Ley
fundamental del 23 de Enero”.37
Veamos algunos fragmentos de las 14 jugosísimas páginas que escribió Gorriti
al Congreso. Éstas explican claramente el alcance de lo que es una federación (modelo
propiciado por Córdoba), en contraposición a lo sostenido por el Congreso del que era
vocero el jujeño:
[...] alló [el Congreso] que no podia llenar estos objetos adoptando una simple
federacion, tal cual habia opinado Córdoba y algunas otras provincias: porque
los pueblos al reunirse en Congreso no solo desearon reunir sus esfuerzos para
defender su libertad contra las agresiones de enemigos externos, sino formar
leyes tutelares de las garantias individuales, que asegurando a los ciudadanos de
los goces que hacen apresiable la sociedad, los pusiese a cubierto de las
arbitrariedades con que los jefes particulares habian oprimido y vejado a los
pueblos en los tiempos del desorden. [...] en una simple federación, el Congreso
General no puede mezclarse de la administracion interior de las provincias. A
más que una federacion supone estados organizados y constituidos ya y en
congreso solo estaban representadas provincias informes, sin organización
alguna interior, que no se bastaban asi mismas, por lo tanto destituidas de
medios, casi en la mayor parte, para llenar los empeños de una federacion.
[...] la federacion solo tiene por objeto aumentar el poder politico de los
federados, pero las leyes administrativas, las formas tutelares de las garantias,
que pongan a los ciudadanos a cubierto de las vejaciones que pueden venir ya de
la corrupcion de los magistrados, ya de la imperfeccion de las leyes, son
37 Córdoba había discutido la Ley Fundamental del 23 de enero de 1826, en las sesiones de abril de ese año decretando el día 19: “La Sala de Representantes de la Provincia, declara con toda fuerza y vigor de ley, que no se reconoce ley ninguna de cualquier clase, carácter o calidad que invistiese, procedente del Congreso General, ínterin no se dé la constitución permanente del Estado”. Firman: Juan Pablo Bulnes, Benito Lascano, Domingo Aguirre; AHCDC, Actas de Sesiones la Cámara de Diputados de Córdoba, Córdoba, 1912, tomo II, 85.
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absolutamente extranjeras e inconexas con la federacion. Cien veces se nos ha
puesto por modelo la confederacion de los Estados Unidos; pero no se hacen
cargo que nada hay entre nosotros comparable con aquellos Estados. Ellos
cuando se federaron eran estados completamente organizados [...] Yo no puedo
concebir que haya sugeto que entienda lo que es federacion, que de buena fe
pueda creer que ella es posible en nuestro estado actual. [...] De todo lo que
costituye una completa federacion, solo se hecha menos la independencia de los
gobernadores de la autoridad suprema.38
No hace falta agregar palabras a esta definición tan contundente que explica que
lo que Córdoba entiende por aquel entonces por federación es una confederación.
Este planteo no es nuevo. Tal como hemos destacado se asemeja en sus
principios al propuesto por Artigas para los pueblos libres, seguido por un grupo local,
pero también al del grupo confederacionista porteño de 1815, estudiado por Fabián
Herrero.39 Según este autor, este grupo podría visualizarse como una alternativa política
al centralismo porteño en momentos de definiciones políticas. En este marco nos
animamos a decir que el primer federalismo de Córdoba sería el tercer intento de
mantener con vida los principios del federalismo confederal.
Las razones esgrimidas por el poder instalado en la ciudad mediterránea a fin de
justificar el porqué de su rechazo a las leyes dictadas por el Congreso de 1824 explican
con claridad, no sólo lo que entiende la Provincia por el término federación, sino
también como considera al resto de las de “la unión”. En dicho conjunto la Provincia de
Buenos Aires tiene un lugar especial, ya que multiplicidad de veces es vista como
desplazada y reemplazada por la configuración facciosa que encarna la elite en el poder
38 “Informe que da el Señor Gorriti, al Congreso General Constituyente, sobre el resultado de su comisión cerca de las autoridades de Córdoba”, Buenos Aires, Imprenta Argentina, en AGN, VII, Celesia, Nº 2475. La cursiva es nuestra. 39 Véase Herrero (2000) y Herrero (1995), 7-32.
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que desde 1816 es decididamente “centralista”.40 Sin embargo, vale la pena resaltar que
la administración cordobesa sabe salvar la confusión y esto nos permite ver una vez su
posición respecto de la organización estatal.
Ante las acusaciones que realizaran los periódicos de Buenos Aires con motivo
de la elección de Bustos para un segundo mandato en la Provincia los de Córdoba se
encargaron de declamar las diferencias. Decía el periódico El Investigador:
Sabemos todos que Buenos Ayres ha caminado con honor, o con ignominia
según la han conducido; que es capaz de mayores glorias que vos le atribuís,
pero ni en los desfiladeros del Perú, ni en los Andes, ni en las murallas de
Montevideo, ni en otro punto de los que recordáis, aparecieron sus estandartes, y
banderas, sino las del estado y las de la unión.41
El 12 de julio de 1826 el gobierno de Córdoba desconoció la ley del Congreso
del 4 de marzo de ese año por medio de la cual Buenos Aires se declaraba capital y esto
lo hacía “por considerarla destructora de la fundamental de asociación, haciendo
desaparecer a aquel pueblo del mapa político provincial”.42 Fuera de Congreso, la Sala
de Representantes de la Provincia de Córdoba, el 20 de julio de 1827, establece –por
medio de una ley– su posición respecto del resto con las que estaba “actualmente en
sociedad y relaciones estrechas bajo el sistema federal”. En uno de los artículos
sancionados estipula que se invite a participar de un Congreso General a todas las
Provincias que guardasen la condición de tal, esto es de estados soberanos. La redacción
del artículo es como sigue:
Art. 3º : Autorízase al Poder Ejecutivo de este Estado para que invite a todas las
de la unión, y también al de Buenos Aires, si vuelve al Estado primitivo de
40 Sobre este deslizamiento que propicia la confusión entre la elite en el poder con la Provincia es especialmente ilustrativo el trabajo de Geneviève Verdo. Cf. Verdo (2005). 41 El Investigador, 18 de febrero de 1824, Nº 8. “Respuesta al Republicano de Bs. As.”, AGN, Sala VII, Celesia, Nº 2478. La cursiva es nuestra. 42 Citado por Zinny (1921), 55. La cursiva es nuestra .
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Provincia, a la celebración de un Congreso General, para el próximo mes de
Septiembre, al punto donde eligieren las Provincias.43
La discusión de este artículo fue motivada por si “donde dice el articulo si vuelve
al estado en que estuvo antes del 4 de marzo de 1826 se redacte: si vuelve al estado de
Provincia, agregando el Señor Orihuela la palabra primitivo de Provincia”. 44 La
posición que triunfa es la que sostiene el primitivo estado de Provincia. El intento de
reunión de un nuevo Congreso (o Convención) en 1828 parece ser la última carta que se
juega el primer federalismo (confederal) cordobés.
El cotejo de una imagen: “El gobierno [...] subordinado a una amalgama político-
religiosa”45
En 1846 se publicaba en Londres Veinticuatro años en la Republica Argentina,
cuyo autor es el norteamericano Juan Antonio King. Luego de pasar por el ejército
“argentino” hasta alcanzar el grado de coronel, King vivió en distintos lugares de las
Provincias Unidas. En 1829 se encontraba en Córdoba. Su visión de la vida política
local refleja lo que los archivos nos muestran a cada paso y lo que él definió como una
amalgama político-religiosa. Parece evidente que lo que ve en Córdoba sorprende a
King. El norteamericano, personifica una experiencia histórico-cultural diferente en la
que la diversidad religiosa no es vista como un impedimento de la gobernabilidad
política. La religión, en su experiencia, se liga a los valores morales pero éstos no están
unidos a ninguna concepción sobre la forma de gobierno o de la política. Es esta mirada
diferenciada la que explica que King exprese su sorpresa ante “la mezcolanza de tan
43 AHCDC, Actas de Sesiones la Cámara de Diputados de Córdoba, Libro II, 20 de julio de 1827, 338. La cursiva es nuestra. 44 Ibidem. La cursiva es del texto original. 45 King (1921), 104.
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discordantes elementos, como los religiosos y políticos”.46 Tratar de explicar el
fenómeno que asombra a King, ha sido en parte la tarea que nos propusimos en este
trabajo.
Hemos intentado mostrar cómo se enunciaba esa amalgama político-religiosa a
fin de enriquecer las explicaciones existentes acerca de las elecciones realizadas por
Córdoba, en materia de organización política. Así, creemos que la defensa del sistema
confederal como forma de gobierno, no sólo responde a cuestiones de orden ideológico,
me refiero al nivel de las convicciones personales. La defensa del sistema confederal
posiblemente atendiera a las posibilidades de autonomía que dicho modelo propiciaba,
vinculándola a las posibilidades de gobernabilidad interior y de negociación exterior. En
este sentido resultaba para Córdoba muy importante reconocer la misma categoría a
cada Provincia. Es así que Córdoba sabe distinguir, como lo expusimos, entre aquellos
que encarnan el poder y los que son sus soberanos. Y es en ese pie de igualdad que la
Provincia se va a definir como alternativa política a Buenos Aires.
En lo que concierne el espacio interior, el modelo se sostuvo fundándose en una
identidad previa, construida desde tiempos de los jesuitas. La religión única fue vista
por Córdoba como una condición necesaria y útil a la sociedad y a la política. Así, el
proyecto político que encarna Córdoba, reposa en los principios políticos confederativos
y los morales vinculados a la religión única católica; ambos constituyen un sistema de
virtudes cívicas y cristianas intrínsecamente unidas. Todo lo dicho, permitió por un lado
obtener un importante grado de cohesión interna y por otro, funcionar de forma
relativamente estable y organizada durante esos años.47 Tanto el modelo político como
46 Luego agrega: “no serían tolerados por ningún pueblo inteligente, pero el pueblo de Sud América, de España y muchos otros de Europa, están, en esta materia, por lo menos, dos siglos atrás de la edad presente, por avanzados que puedan estar algunos de ellos en otras concomitancias de la civilización”. King (1921), 104. Cabe señalar que cuando King escribe estas palabras se encuentra en Córdoba en el interregno entre Bustos y Paz, en 1829. 47 Sobre este particular nos hemos explayado en nuestra tesis doctoral “Córdoba: une république catholique. Haut Clergé, gouvernement et politique dans la Province de Córdoba. De l’Independence à la Conféderation 1810-1852”, París, Universidad de París I Panthéon-Sorbonne, 2003.
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el identitario se vieron reforzados al calor de los cambios introducidos en Buenos Aires
durante la “feliz experiencia” los que eran sentidos en Córdoba como amenazas para el
orden instituido. Fue en aquellas oportunidades, las más preciadas por los cordobeses,
en las que se definió y defendió con vigor la alternativa que Córdoba encarnaba frente a
Buenos Aires.
Así hemos intentado mostrar como se constituyó un sistema en el que la
coherencia y la viabilidad política estaban dados por la suma de varios elementos: la
defensa de la religión católica, la defensa de la propia identidad local y ambas
entrelazadas en un modelo político “original y único” al interior del cual –dadas sus
características (me refiero a su carácter confederal)– se podía seguir viviendo “como se
debía” vivir.
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