Download - Revista Cánovas nº3 Abril 2013
revista digital
Nº 3 Abril 2013
“Es imposible frenar a aquellos que quieren descubrir ideas originales”
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2 Revista Digital Cánovas
Edita: Cánovas Fundación
Presidente
Joaquín L. Ramírez Rodríguez
Secretario General
Miguel Ángel Ruiz Ortiz
Revista Digital Cánovas
ISSN: 2255-5900
Nº3. Málaga. Abril 2013
Dirección
Francisco M. Castillo Medina
Guillermo Díaz Gómez
Diseño y Maquetación
Rosa López Campos
NOTA: Cánovas Fundación no comparte necesariamente las opiniones expresadas por los diferentes autores.
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@CanovasFundac
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ÍNDICE
El mejor discurso
Joaquín L. Ramírez 4
Adelgazar la estructura del Estado
Miguel Ángel Ruiz 6
Mercenarios del servicio público
Joaquin Pérez Muñoz 8
El odio a los mejores: la aristofobia
Cristóbal Villalobos 10
La participación de los honestos
Alfonso Núñez 12
Política y ciencia, ¿choque de trenes?
Salvador Merino 14
Self-determination:
A challenge to face (II)
Esther Heredia 16
1984
Guillermo Díaz 21
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4 Revista Digital Cánovas
El mejor discurso
por Joaquin L. Ramírez
@JoaquinRamirez
El diario de sesiones del
Parlamento Vasco recoge, ya para
siempre, una larga lista de nombres y
apellidos de hombres, mujeres y niños que
tienen en común la terrible desgracia de
haber muerto a manos de la banda
terrorista ETA. El doloroso recuerdo de las
víctimas añade con este hecho el
reconocimiento institucional de la cámara
legislativa del País Vasco a la dignidad de
su memoria. Nada les devolverá la vida,
nada puede hacerse para devolver la
oportunidad a sus seres queridos de haber
disfrutado de su inolvidable compañía,
nada podrá consolar a los que quedaron
de tan terrible pérdida, pero es
reconfortante comprobar que recordar lo
que pasó es más cosa de todos a partir de
ahora.
Antonio Basagoiti, subido a la
tribuna de oradores, leyó con parsimonia y
serena valentía los nombres de casi todos
–ha habido momentos tan asesinamente
destructivos que difícilmente podremos
llegar a contabilizar todas las muertes-.
Durante unos largos quince minutos los
nombres de los asesinados fueron uno a
uno a formar parte de las cintas y las actas
que recogen cuanto se dice y propone. De
alguna manera queda constancia también
de todos los heridos, mutilados,
perjudicados y resto de víctimas que
pudieron conservar su vida, aún la
destructora y totalitaria intención de la
ignominiosa banda asesina.
EH Bildu es el nombre del grupo
parlamentario que representa quizá en su
mayoría a lo que periodísticamente se ha
denominado “izquierda abertzale”. Su
existencia parlamentaria, sin haber roto
con Eta o haber conseguido su disolución,
entrega de armas y definitiva desaparición,
se le debe a la sentencia del Constitucional
que un buen día contradijo, tachó y
reescribió el fallo del Tribunal Supremo que
les impedía presentarse a las elecciones.
Una larga retahíla de razonamientos
jurídico-constitucionales tocados de
relativización, debilidad y otros muchos
discutibles extremos y detalles alumbraron
el texto que dio vía libre a los más que
presuntos herederos de Herri Batasuna
para formar parte de las instituciones
democráticas.
El discurso del diputado Basagoiti –
presidente del Partido Popular del País
Vasco- llenó de silencio y elocuencia la
sala. El pleno que tenía lugar había sido
convocado paradójicamente por el grupo
parlamentario EH Bildu con arreglo al
reglamento de la cámara que permite
hacerlo con al menos la quinta parte del
número total de diputados. El motivo para
su convocatoria establecer una hoja de
ruta para solucionar “el conflicto vasco” y
añadir sus conclusiones a la “ponencia de
paz y convivencia”. Largo camino el del
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desarme y la petición de perdón definitiva.
Larga travesía la de abandonar posturas
tales como describir el asesinato de
Fernando Buesa como muerte de origen
político, calificar a los etarras condenados
actualmente en prisión como presos
políticos o querer ignorar la razón
argumentando la imposible legitimidad de
los que han empuñado las armas, han
amenazado, extorsionado y aterrorizado a
sus conciudadanos en el País Vasco y en
el resto de España.
Son muchas las palabras, muchas
las que describen torpemente los
contenidos en los tiempos en que los
políticos ven disminuir su prestigio a la
misma velocidad en la se produce una
gran pérdida del valor simbólico de las
frases hechas, repetidas y llenas de
ínfulas. Por eso sin dar vueltas, sin
inventar sofismas o formas que hagan
aparecer la mentira como si fuera verdad,
era hora de decir quién y quienes ya no
están porque fueron muertos por los que
se envolvieron en banderas de ideas que
no eran sino una forma de vivir. La forma
que eligen los delincuentes y los
criminales, los individuos asociales sin
escrúpulos a los que no les importa el uso
de medios sangrientos y aterradores para
obtener unos fines cuyo chapucero
maquillaje no puede disfrazar su verdadera
cara.
Nombre por nombre, señal de vida
truncada una por una, recuerdo de sus
voces, su mirada, sus ilusiones y sus
propósitos frustrados para siempre.
Nombre por nombre, una vida tras otra en
una larga lista de muerte y pena, el
inventario de la injusticia día a día de la
muerte de cada una de esas víctimas. La
triste relación en la que llamar a todos por
su nombre. No fue un discurso
parlamentario al uso, pero sí elocuente,
digno, respetuoso y cierto. De tantas cosas
que se pueden decir y desde tantos puntos
de vista, fue el discurso, el mejor discurso.
Joaquin L. Ramírez es Abogado,
Senador y Presidente de Cánovas Fundación.
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6 Revista Digital Cánovas
Adelgazar la estructura del Estado
por Miguel Ángel Ruiz Ortiz
@miguelangelruiz
Si partimos de la base de que las
administraciones públicas, al igual que la
política, están al servicio de los
ciudadanos, es necesario plantearse si
tenemos la estructura más adecuada para
prestar dicho servicio. Así pues, la
necesidad de revisar la estructura del
Estado no obedece únicamente a la
coyuntura económica que estamos
atravesando, que sin duda lo requiere, sino
que se trata de una exigencia que viene
dada por la propia situación política que
estamos viviendo y por la regeneración
política que España necesita.
Tenemos, a todas luces, una
estructura sobredimensionada, con una
administración estatal, diecisiete
autonómicas, cuarenta y una provinciales y
trece mil municipales. Pero el problema no
está en tanto en el número como en su
tamaño.
El Estado de las Autonomías que
nos dimos hace 35 años y que a grandes
rasgos ha cumplido su papel ha acabado
también engordando de forma desorbitada
y multiplicándolo todo por diecisiete:
diecisiete parlamentos, diecisiete
gobiernos con sus respectivas e
interminables camarillas, diecisiete
burocracias y, en definitiva, diecisiete
clases políticas que mantener. Sin
embargo, en cuanto a su papel
descentralizador, se ha quedado a medias,
pues no se ha llevado a cabo la segunda
descentralización, en la que se deberían
haber transferido las competencias a los
ayuntamientos, que son las
administraciones más cercanas a los
ciudadanos.
Lejos de ello, las administraciones
autonómicas se han dedicado a engordar y
a extender sus tentáculos por las
provincias, hasta el punto de dejar poco
margen de sentido a los tradicionales entes
provinciales: las diputaciones. Pero es que
además, en algunos casos de sobra
conocidos, la transferencia de
determinadas competencias se ha
traducido en notables desigualdades en los
servicios que se prestan a los ciudadanos
en función de donde vivan, como es el
caso de la educación.
Partiendo de esta reflexión, se hace
necesario abordar la reducción de esta
estructura. Y lo primero que habría que
plantear al respecto es el adelgazamiento
de las comunidades autónomas,
devolviendo algunas competencias al
Estado y transfiriendo otras a los
ayuntamientos. Concretamente, considero
que la educación y la sanidad, que son los
servicios más importantes, deberían volver
a estar en manos del Estado, para
garantizar así la igualdad de acceso a los
mismos por parte de todos los españoles,
vivamos donde vivamos. Y lo mismo la
justicia, que es uno de los tres poderes del
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Estado. Por su parte, otras competencias,
como los servicios sociales, pueden ser
perfectamente gestionadas por los
ayuntamientos que, como he dicho, son las
administraciones más cercanas a los
ciudadanos.
Este adelgazamiento de las
comunidades autónomas no tiene por qué
conllevar necesariamente su supresión,
sobre todo en el caso de las llamadas
históricas, pues la pluralidad territorial de
nuestro país es una realidad que ha de
quedar garantizada. Pero considero
positivo e incluso necesario abrir el debate
sobre si el modelo sigue siendo el más
adecuado a día de hoy. Así, es posible que
al final decidamos que mantengan sus
estructuras sólo aquellas comunidades
autónomas cuyos ciudadanos estén
dispuestos a pagarlas. En el fondo, creo
que al ciudadano, por poner un ejemplo,
malagueño, debería darle lo mismo si un
servicio concreto se gestiona desde Sevilla
o desde Madrid, lo que realmente debe
importarle es que se gestione bien.
Por otro lado, con respecto a las
diputaciones, abogo claramente por su
supresión. Es cierto que su papel tiene
mucho que ver con la asistencia a pueblos
pequeños que no tienen recursos
suficientes para garantizar determinados
servicios, pero para esos casos creo que
es más interesante buscar tanto la fusión
de determinados ayuntamientos, cuyo
mantenimiento se hace ya insostenible por
su escasa población, como potenciar el
papel de las mancomunidades de
municipios allí donde sean necesarias,
que, por supuesto, no es en todas partes.
De este modo, tendríamos un
Estado central que controlaría los servicios
fundamentales, garantizando así la
igualdad en el acceso a los mismos por
parte de todos los españoles
(independientemente de donde viviesen), y
en el extremo opuesto unos ayuntamientos
reforzados que gestionarían los servicios
más cercanos al ciudadano, desinflando
así, o incluso eliminando, esas
administraciones intermedias que existen a
caballo entre ambas y que constituyen
costosas duplicidades. Con todo ello, no
sólo adelgazaríamos las estructuras, sino
también y sobre todo la cantidad de cargos
políticos y de confianza que viven a costa
de ellas.
Es cierto que, como dije al principio,
la necesidad de adelgazar la estructura del
Estado no obedece a la coyuntura
económica que estamos atravesando, pero
sin duda ésta nos brinda una magnífica
oportunidad para hacerlo.
Miguel Ángel Ruiz Ortiz es Historiador,
Profesor, Secretario General de Cánovas
Fundación y Ex Diputado en el Parlamento de
Andalucía.
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8 Revista Digital Cánovas
Mercenarios del servicio público
por Joaquin Pérez Muñoz
@JoaquinPerez_
Qué razón tenía Alfonso Guerra en
el año 82 cuando vaticinó que a “España
no la va a conocer ni la madre que la
parió”. Ahora no la conocen ni la madre ni
los hijos. Pero en esa pérdida de identidad
han surgido los que, lejos de preocuparles
su desconocimiento, se han ocupado cual
parásitos de vivir de nuestro país, algunos
incluso cuestionándolo: la casta política.
Sin duda la mayoría de nuestros
políticos son ‘gente’ honrada, algunos
incluso formados en algo, pero preparados
cada vez son menos. También hay los que
desde su ignorancia o sinvergonzonería
hipotecan nuestro futuro y expolian
nuestras esperanzas.
La dictadura de los partidos se ha
convertido en el tribunal de selección de
acceso a la política como si de una
oposición se tratara, donde se prima la
‘felación política’ sobre el currículum,
donde se da por hecho que los buenos
palmeros han de ser buenos gestores de lo
público. Nuestro futuro queda muchas
veces abandonado en manos de
recalcitrantes ignorantes.
El peligro es evidente; de ahí a la
corrupción hay solo un paso. Quien no
viene a aportar, viene a llevarse. Será por
eso que algunos antes de marcharse a
ninguna parte -sólo unos pocos pueden
irse a Bankia y eléctricas; más cabida hay
en Telefónica-Movistar- se atrincheren
internamente para sustentar a su
sustentador, o se procuren de forma ilícita
un futuro sin sobresaltos.
Acudir a la corrupción como algo
que ya nos suena habitual y con lo que nos
hemos familiarizado, no es sino el declive
del sistema. Pero esta corrupción no tiene
por qué ser económica. La práctica de
colocar a familiares, parientes y cónyuges
en puestos creados casi para ellos es otra
manera de hacer corruptela de la que
pocos se libran. Este sistema, tan
pernicioso como el anterior, está mucho
más generalizado y goza de demasiada
tolerancia, quizá porque ya se han
encargado de normalizarlo, aunque no
por ello sea menos corrupto.
En ningún caso conviene olvidar
que ese exuberante porvenir que muchos
se garantizan es a costa de la
administración pública, a costa del
municipio, la región y el país. Son
mercenarios al servicio público, que no
trabajan para el ciudadano; trabajan para
mantenerse en la política.
El tercer problema que preocupa a
los españoles no es la política, necesaria
para gobernar y dirigir, sino los políticos
que han prostituido el noble arte de la
política, de la vocación y del servicio a los
ciudadanos. Y con esa casta hay que
acabar. Urge hacerlo para evitar que
dentro de unos años esté aún más vigente
la frase del visionario Guerra.
Somos los ciudadanos, los
preocupados por esta lacra, los que
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tenemos que implicarnos y concienciarnos
del problema, cada uno desde su posición
y con su aportación. Los partidos políticos
no lo van a hacer por nosotros. Los
partidos no están dispuestos a perder el
poder que su ‘lameculocracia’ interna le
otorga a ‘líderes’ del tres al cuarto, cuya
única preocupación es rodearse de los
más fieles dóciles mediocres sin criterio a
los que recompensar con algún cargo.
Convierten así al partido en una pueril
agencia de colocación. Y lo prefieren antes
que rodearse de los ‘peligrosos’ hombres y
mujeres formados, con experiencias
previas de gestión y que tienen algo que
aportar. En definitiva, estos ‘líderes’ huyen
de candidatos con un bagaje personal.
Ha llegado la hora que la sociedad
civil, sin importar si de izquierdas o
derechas, sin perros ni flautas, tome la
palabra. Exijamos listas abiertas donde
sepamos y conozcamos con anterioridad a
quiénes les vamos a otorgar nuestra
confianza. Del mismo modo en que
reclamamos conocer y escoger en qué
profesional confiamos nuestra salud o
nuestro patrimonio, hemos de actuar con la
política. Del mismo modo, para decidir en
qué manos confiamos nuestro futuro y el
de nuestros hijos.
De esta manera acabaremos con
los ‘ninis’ de la política, con aquellos que
piensan que los problemas de los
ciudadanos se arreglan con el 2.0. Así
dejaremos de contemplar bochornosas
manifestaciones más propias de tele
basura que del debate político, ya sea
local, autonómico o nacional. El ciudadano
sabrá elegir a los mejores, conoceremos a
qué se han dedicado antes y qué pueden
aportar, no corriendo el riesgo de sentar en
Consejos de Ministros a palmeros sin
profesión y, por supuesto, ahuyentando en
mayor medida el fantasma de la
corrupción.
El miedo a las reformas que nos
lleven a la verdadera democracia asusta a
los políticos débiles y mediocres, a los que
saben que el traje les viene grande.
Aunque algunos se sientan estrellas de
Hollywood, nadie mejor que ellos saben de
su imposta a los ciudadanos. Pero ese
miedo no invade a aquellos políticos (que
los hay en todos los partidos) dignos de
representar a sus ciudadanos, honrados y
merecedores de la confianza de pueblo, y
a los que sin duda votaríamos en unas
listas abiertas.
Hay que huir de los conformismos y
de la aceptación generalizada de que “esto
no hay quien lo cambie”. Es necesario
engrandecer la política, pero para ello
antes hay que soltar mucho lastre.
Joaquín Pérez Muñoz es Abogado y
Presidente del CSIF en Málaga.
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10 Revista Digital Cánovas
El odio a los mejores: la aristofobia
por Cristóbal Villalobos Salas
@cristobalvs
El genial intelectual, Fernando Sánchez Dragó, en una de sus numerosas y controvertidas apariciones televisivas arrojaba sobre los telespectadores el concepto de “aristofobia”, el odio, el temor que los españoles han desarrollado de forma tradicional contra los mejores, aquellos que, en teoría, deberían tener un papel dirigente en nuestra sociedad al ser los más preparados para ello.
El concepto sería sólo una boutade, una provocación, de un escritor que es casi más un agitador que un pensador al uso, si la historia de España no hubiera dado numerosos ejemplos de esta circunstancia. De forma tradicional en nuestro país se ha vilipendiado y atacado a todo aquel que destacara en algo, destinando a la pobreza, al olvido, a la cárcel, al exilio, o a la misma muerte, a tantos españoles que en otros países serían héroes nacionales, de esos cuyas hazañas son honradas generación tras generación.
Aunque el término “aristofobia” suene original, o incluso muchos puedan atribuírselo al propio Dragó, que lo ha utilizado mucho en sus conferencias y alocuciones, es una idea que, aunque no sea habitual su uso en el espacio público, tiene un recorrido largo desde que su verdadero alumbrador, José Ortega y Gasset, lo enunciara en su célebre obra “La España invertebrada”.
En este libro, publicado nada menos que en 1921, se analiza la crisis social y política de la España de su tiempo, en muchos sentidos similar a la contemporánea. Dentro del estudio de la
descomposición de las naciones, Ortega enuncia su idea en cuanto a la posible desarticulación de nuestro país, achacando esta circunstancia al efecto de los regionalismos y los separatismos como parte del "proceso de desintegración que avanza en riguroso orden, desde la periferia al centro, de forma que el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de una dispersión interpeninsular".
En esta magna obra el célebre filósofo denuncia la falta en España de una minoría dirigente e ilustrada capacitada para tomar decisiones con eficacia. Es lo que él llama la “aristofobia”, un fenómeno propiamente español que él, en este mismo libro, intentará responder el porqué de su existencia en nuestro país y su inexistencia en los estados vecinos.
“Por una extraña y trágica perversión del instinto” el pueblo español detesta a todo hombre ejemplar, o, al menos, está ciego para sus cualidades, decía Ortega. En todo caso, prosigue, si se deja conmover por alguien suele ser por algún hombre “ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios”.
Esta circunstancia, que el propio filósofo denomina como “aristofobia”, es una de las principales causantes de “la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo”. Tras mirar y remirar los diagnósticos que suelen hacerse con respecto al denominado “problema de España”, Ortega opina que “la ausencia de los mejores, o, al menos, su escasez, actúa sobre toda nuestra historia y ha impedido que seamos nunca una nación suficientemente normal, como lo han sido las demás nacidas de parejas condiciones”.
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Esta ausencia del gobierno de los mejores ha creado en la masa, y es en este mismo instante cuando el pensador introduce por primera vez el término “masa”, que luego desarrollaría en su obra maestra “La rebelión de las masas”, una ceguera que le impide hacer distinción alguna entre el “hombre mejor” y el “hombre peor”, “de suerte que cuando en nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la masa no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila”.
Termina Ortega reflexionando sobre el peligro de que un pueblo, “por una perversión de sus afectos”, se dé en odiar a todos aquellos individuos ejemplares, por el mero hecho de serlo, causando la irremediable degeneración de esa nación. Para Ortega, España es “un lamentable ejemplo de esta perversión” antes descrita.
Han pasado muchas décadas desde que Ortega escribiese estas palabras. España, desde entonces, ha cambiado en varias ocasiones de modelo de estado, pasando incluso por una guerra criminal en la que se dieron miles de ejemplos de esta “aristofobia” en las manos ensangrentadas de ambos bandos. Podemos recordar los casos de hombres excepcionales, como Lorca o Ramiro de Maeztu, que murieron, en muchos casos, más que por sus ideas políticas, por las envidias y odios de sus vecinos.
La sociedad española ha cambiado, al hilo de los tiempos, de forma vertiginosa desde entonces, tanto que poco se puede decir que perdure igual desde los tiempos de Ortega en nuestro país. Sin embargo, me atrevería a decir que, entre otros muchos vicios que los españoles conservamos, mantenemos el de odiar y defenestrar a los mejores de nuestra sociedad. En tiempos de florecimiento económico nadie reflexionaba en torno al
modelo de estado, nadie osaba discutir el modelo autonómico, ni siquiera existían grandes críticas contra la denominada como “clase política”.
Pero hoy, ante el caos económico y social, los ciudadanos ponen la vista en sus representantes políticos y no ven, en general, actuaciones muy edificantes o que generen una mínima tranquilidad. Por el contrario, cuando las cosas se han puesto peor, los primeros señalados han sido los políticos, situándose como una de las preocupaciones más graves de los ciudadanos junto al paro y la economía, convirtiéndose en culpables de nuestros males.
Y es que, sin duda, han sido parte fundamental del problema y, entre los ministros sin estudios, ni oficio, ni vergüenza, que ha habido en todos los gabinetes, bien es cierto que en unos más que en otros, y los corruptos que adornan a todos los partidos, en todas las regiones de España, el ciudadano medio ha optado por descreer de la política, sin caer en la cuenta de que la mediocridad de nuestros representantes sólo es culpa de la “aristofobia” de nuestros conciudadanos, que no soportan a todo aquel que se atreva a destacar de entre la masa, hasta el punto de conseguir eliminarlo de la vida pública haciendo buena la frase de Albert Camus: “La política y la suerte de la raza humana son formadas por hombres sin ideas y sin grandeza. Aquellos que tienen grandeza dentro de sí mismos no hacen política".
Cristóbal Villalobos Salas es
Profesor, Escritor e Historiador. Actualmente es
columnista de Málaga Hoy y El Imparcial, así
como crítico literario de El Norte de Castilla.
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12 Revista Digital Cánovas
La participación de los honestos
por Alfonso Núñez Galiano
Todo cambia a gran velocidad y los
antiguos modelos no parecen adaptarse a
las necesidades del momento, lo que nos
lleva a afirmar que hay que investigar
nuevos modelos de gobierno. Pero no todo
lo construido es negativo, lo cual no impide
que todo siga girando y lo que una vez
está arriba luego está abajo, y lo que en un
momento puede ser conveniente mañana
no lo es.
La democracia, con todas sus
ventajas, no deja de tener inconvenientes
graves. Hay que poner encima del tapete
los problemas para poder resolverlos. Para
ello, es necesario retomar las cosas desde
la base. Parece evidente que hay menos
personas sabias que mediocres y si cada
persona significa un voto, obviamente
entramos en el gobierno de los mediocres,
como ya expuso Platón. Y sin embargo,
como dijo Churchill, hasta el momento no
se ha encontrado otro modelo mejor de
gobierno, por tanto, sería bueno
conservarlo pero mejorando los
inconvenientes que tiene.
La crítica a la clase política es algo
ya casi palpable. Posiblemente las
carencias más graves sean de la
honestidad, la honradez, la integridad, etc.
La clase política, no es más que un reflejo
de la sociedad. Es decir, la falta de
honestidad, de honradez y de tantas faltas
de las que acusamos a los políticos, no
son más que los defectos que aquejan a
nuestra sociedad. Lo que podemos extraer
de esta lectura, de la clase política, es que
adolecemos de los mismos defectos. El
mismo razonamiento que ya aplicó Platón,
para decirnos que la democracia es el
gobierno de los mediocres, podríamos
aplicarlo para decir que el gobiernos de los
corruptos, existe precisamente porque hay
muchos más corruptos que honestos en
nuestra sociedad. Esto se ha venido dando
porque se ha dado un revés en nuestros
los valores. Ya no se valora el honor, la
integridad, el espíritu de sacrificio, la
honestidad, el bien común, etc., sino el
poder, el dinero, la apariencia y detrás,…
están personas vacías de valores que
antes estuvieron en la base de la sociedad.
Es indudable, el avance que se ha tenido
en materias de bienestar, ciencia, salud y
demás, pero también es patente, el
retroceso que han sufrido las otras
cualidades.
A pesar de todo, podemos mejorar
sensiblemente nuestra situación, y es por
ello mi llamada a la participación en la
política de los honestos y de aquellos que
pensamos que albergamos esas
cualidades, hoy tan olvidadas. Es habitual
oír, que muchas personas honestas no se
meten en política porque es un mundo
sucio y corrupto lleno de sinvergüenzas.
Creo, que si queremos cambiar la
tendencia de la calidad de las personas
que nos gobiernan, hemos de dar el paso
de empezar por nosotros mismos. Así
invito a los honestos a participar en
política. Es muy cómodo situarse por
encima de los demás, marcando la
diferencia. Se diría que estas cualidades le
impidiesen a uno meterse en el fango de la
política para después, quejarse de cómo
van las cosas, pues son los malos los que
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dirigen. Este pecado de omisión es tan
grave como los de acción que cometen
muchos políticos. De alguna manera,
aquellos que se apartan de la política por
no contaminarse, porque eso no va con
ellos, están desasistiendo a la sociedad y
están dejando tirados a muchos otros, que
les gustaría oír su opinión sincera sobre los
problemas que aquejan a nuestro país y la
forma de resolverlos. Es obvio, que si
muchos honestos participamos en la
política, la extracción de los dirigentes
acusará sin lugar a dudas este impacto y
tendremos personas más honestas en el
gobierno.
Pero no son solo faltas por omisión
sino que a veces, existe un desinterés
manifiesto por las cosas de la política, cuyo
mejor valor a lo máximo es tenerlo como
tema de conversación, manido en las
tertulias con los amigos. Este desinterés,
es en gran parte consecuencia del miedo
de esas generaciones que vivieron la
guerra civil española. Los resultados
fueron devastadores para la sociedad y
sobre todo para cada uno de los individuos
que vivieron aquello. El miedo, se instaló
así, en el discrepar con las ideas de los
que ostentan el poder. No hablábamos de
una desavenencia pacifica como las que
podemos vivir estos días, sino de algo que
les podía costar la vida. Es lógico, que
esas personas huyeran de la política. Pero
las generaciones actuales deben
reconducir su propio destino y participar en
el compromiso de crear una sociedad
mejor, superando todos esos traumas. Con
los honestos se creará un sistema, ahora
sí, capaz para solventar mejor los
desacuerdos y crear, en paz, un mundo
mejor para nosotros y los que vienen.
El miedo es una característica que
tiene todo ser humano, pero hay formas de
superarlo y gestionarlo, para que no
bloquee nuestra actividad o no nos lleve a
tomar medidas incorrectas, que hieran a
los demás. Desde aquí, quisiera llamar la
atención, a las medidas que se siguen
tomando, desde las posiciones de poder,
para apartar a los que no coinciden con
sus ideas, ignorando otras cualidades, que
puede hacer que una persona sea la
adecuada para el desempeño de su
puesto. Creo que el miedo está muy
extendido y en gran medida está, muchas
veces, justificado, lo que hace que la
persona honesta se esconda y se retire del
escenario político. Llamo la atención desde
aquí, para que se busquen sistemas donde
las personas se puedan expresar
libremente, sin que su nombre aparezca, ni
sea posible su identificación y pueda
expresar libremente sus ideas. Creo que
sería una forma en la que el honesto
encontrara el camino más fácil para la
participación, aunque es obvio, que es
mejor defender abiertamente y sin
esconderse, las ideas que tenemos.
Creo que existen muchas personas
honestas, a las que animo desde aquí a
participar, para hacer una sociedad mejor y
que así crezca la posibilidad de encontrar
más personas honestas, destinadas a
dirigir nuestro destino entre el elenco de
los partidos políticos de nuestro país.
Alfonso Núñez Galiano es Geólogo y
Experto Europeo en Planes Hidrológicos.
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14 Revista Digital Cánovas
Política y ciencia, ¿choque de trenes?
por Salvador Merino Córdoba
@smerinocordoba
Andaba yo preocupado por los
avatares de nuestro país, especialmente
por los problemas que algunos disfrutan
creando, y me planteaba ¿dónde está la
dificultad del científico para entender la
política? Casualmente llegó a mis manos
un texto de Alejo Vidal Quadras titulado “El
Científico en la Política”, que recomiendo
fervientemente, y que supo darme algo de
luz a la duda razonable aquí planteada.
Basaré mi argumentación en sus
cuatro pilares, a los que añadiré
previamente un principio que considero
fundante:
El científico debe basar sus
razonamientos en datos verídicos. Por
una parte reconozco que, cuando leemos
un dato cuantificable o una aproximación,
hay un sexto sentido que inmediatamente
calcula si es posible ese número y alerta
cuando es una magnitud imposible o
demasiado improbable. Últimamente
hemos vivido algunas de esas curiosas
situaciones, por ejemplo las personas que
quieren convencernos de que hay 450.000
políticos en España sin pararse a pensar
que, simplemente, es imposible. Recuerdo
también una rueda de prensa sobre el
diseño de una torre de 230 metros de
altura y un periodista, algo despistado, me
preguntó si había dicho 230 metros o
kilómetros…confieso que, en estas
situaciones, tengo que reprimirme
profundamente.
Los principios de la ciencia se
basan en el desacuerdo. Mientras que en
política hay una cierta tendencia a anular al
contrario, a no escuchar a la oposición y a
obviar al que discrepa, el razonamiento
científico se viene abajo si nadie plantea el
desacuerdo o la contraposición de
argumentos. Este principio es para
nosotros tan importante que uno se rebela
cuando observa que los partidos de
gobierno o de oposición no se respetan o
se encuentran debilitados. Tanto es así
que recuerdo como Zapatero, en una de
sus primeras intervenciones como
presidente, dijo que “la derecha no le había
enseñado nada” y lo primero que pensé de
él fue “pues será porque no está dispuesto
a aprender nada”. A partir de aquí presentí
la enorme debilidad de razonamientos y
sectarismo que posteriormente
acompañarían a este presidente durante
sus mandatos.
Los científicos respetan el
principio del racionalismo crítico como
método de aproximarse a la verdad.
Cuando un científico trata de tomar una
decisión política analiza cual es aquella
que, dentro de las posibles, beneficia a un
mayor número de ciudadanos. La actitud
imperante de satisfacer las minorías que
más pueden molestar a mi contrincante es,
de raíz, ajena a la lógica del bien común.
Por otra parte, el desconocimiento
científico del que algunos políticos se
vanaglorian, debería preocuparnos ya que,
como decía Voltaire “la ignorancia afirma o
niega rotundamente; la ciencia duda”. Esto
nos ha llevado a que algunos confundan
las células madre con la clonación
humana, otros se vean capaces de
distinguir los momentos en que un feto es
humano y los momentos en que no lo es y
otros, ya envalentonados, se niegan a la
redistribución hidrológica de los territorios
y, sin agua, quieren repoblar de árboles
toda la superficie de España. Dejemos los
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planteamientos cortoplacistas de
elecciones cada cuatro años y
respondamos juntos a “¿qué queremos
hacer?”, “¿cómo y cuándo podemos
hacerlo?”, “¿con qué y con quiénes
contamos para ello?” y “¿cuál es la
solución más eficiente?”.
Los científicos no son
relativistas. Y no lo somos porque
creemos profundamente en la existencia
de la verdad. Cuando un matemático,
antes de resolver un problema, demuestra
que la solución existe y es única, solo está
tratando de asegurarse de que hay una
senda posible hacia el éxito. Por ello esa
dispersión nacida del “todo vale” solo nos
puede llevar a las pérdidas de tiempo, de
medios y de interés. Contrariamente a lo
esperado, esto trae consigo una creciente
increencia, fruto de la desconfianza en los
que deben guiar la nave, y una falta de
compromiso hacia todo lo social y político.
Por suerte, el ahínco científico por
encontrar la verdad a través de la
capacidad de abstracción del ser humano
sí que nos devuelve la confianza y, por
ende, la esperanza. Dicho en palabras de
Louis Pasteur, “un poco de ciencia aleja de
Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él”.
Por último, un científico nunca es
rupturista ni adanista. Esto conlleva un
profundo respeto por las personas que nos
han precedido, los que nos han ayudado y
enseñado, por nuestros maestros. Ese
afán en política por tratar de laminar el
mensaje y la labor de los anteriores
produce dos efectos paralizantes: por una
parte la enorme pérdida de tiempo
buscando enemigos y posibles fantasmas,
que al final solo suelen estar en la cabeza
del inquieto preboste, y por otra la falta de
ideas innovadoras y proyectos
apasionantes por no querer apoyarse
sobre unos cimientos sólidos que se
alimenten de unas raíces profundas. Ese
respeto y ese contar con nuestros
predecesores, tan necesario en la vida,
nos lleva a la humildad y a una visión del
mundo mucho más amplia y certera. Fue
Isaac Newton, descubridor del cálculo
diferencial e integral y de la gravitación
universal, quien parafraseando a Bernard
de Chartres decía “nos esse quasi nanos
gigantium humeris insidentes…” y
expresaba mejor que nadie ese respeto y
devoción por nuestros maestros: “veo más
lejos porque me he alzado sobre hombros
de gigantes”. La voluntad de evitar el
debate y el narcisismo inherente por
resaltar la figura del líder no son buenos
consejeros, ya que a la larga provocan el
síndrome del rey desnudo y nunca evitan
que la verdad resplandezca con luz propia.
Por ello me gustaría concluir
contribuyendo a acercar estos dos
mundos, desde lo que cada uno de ellos
puede, sabiamente, aportar y, en esta
línea, romper una lanza por la creatividad,
la innovación y la constante superación de
las dificultades. Es simplemente imposible
frenar a aquellos que quieran descubrir
ideas originales, resolver grandes
problemas y abrirnos a nuevos horizontes,
y la sociedad hoy los necesita más que
nunca. Sólo tenemos que preguntarnos
dónde querríamos estar durante el juicio a
Galileo, en los que le obligaron a abjurar
de sus ideas sobre que la Tierra se movía
alrededor del sol o a los que siguiéndolo, le
oyeron susurrar “…eppur si muove” (…y
sin embargo se mueve).
Salvador Merino Córdoba es Doctor
en Matemática Aplicada y Profesor Titular de la
Universidad de Málaga.
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16 Revista Digital Cánovas
Self-determination: A challenge to face (II)*
por Esther Heredia Carrillo
A few weeks ago at the New
College of Oxford University, I had the
great chance to attend a talk given by
Professor Philip Allot, an authority in the
fields of UK Constitutional Law, European
Union Law and International Public Law.
During his talk, he made us reflect on a few
aspects of International Law. He
ascertained that social changes are caused
by the emergence of ideas and struggles
within the society. He went on how the law
is in the middle of them, providing the
continuous structures of the dynamic
societies and being a huge part in
organising them. He added that societies
change and, by understanding law as
inseparable from the rest of the society, he
was indirectly and critically telling us, as
future international lawyers, that law has to
evolve as society does.
In other words, he was telling us not
to turn a blind eye when it comes to
questioning the current core of international
rules that might affect individuals and
societies, with the aim of improving them.
He was encouraging us to question the
practice of States with regards to their
compliance with their international human
rights obligations as well as to analyse
whether certain international regulations
might have become obsolete in some
respects due to the political character
attached to them. The political character of
certain legal issues finds it origin in the
State-centre trend that has always
characterised International Law.
Following Allot’s perspective, one
could consider that the right to self-
determination of the peoples recognised
under international may have to be revised
due to the new contexts in which claims for
self-determination have arisen; this is,
outside of a colonial context.
In the previous article, Self-
Determination: from Principle to Right,
some attempts were made in order to
outline the current international legal
framework with regard to the right to self-
determination of the “peoples”. The
existence of extensive treaty and
customary law recognising it as a right was
proven and, as stated in the Reference of
the Secession of Quebec, ‘the principle
acquired a status beyond “convention” and
is considered a general principle of law’.
However, two aspects in the
analysis of this international right remained
pending for further discussion; firstly, the
coexistence of a right to self-determination
of peoples with a right of states to protect
their territorial integrity and, secondly, the
existing jurisprudence towards the
application of this right outside of a colonial
context. In light of this, this article will look
at two case-studies where the right to self-
determination of the peoples has been
invoked outside a colonial context and, how
these situations have been addressed by
the relevant national and international
Courts.
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Coexistence between the Right to Self-
Determination of the peoples and the
Right of States to protect their territorial
integrity
As it was briefly mentioned in the
previous article, the interpretation of the
application of a peoples’ right to self-
determination, which had been envisaged
in several international covenants and GA
Resolutions throughout the 1960’s, was
limited in scope from 1970 since the
General Assembly passed Resolution
2625. One could state that GA Resolution
2625, recognised a freely but limited right
of the peoples to determine their political
status as ‘any attempt aimed at the total or
partial disruption of the national unity and
the territorial integrity of a country is
incompatible with the Purposes and
Principles of the Unites Nations’.
This approach could be also seen in
the UN General Assembly Declaration on
the Occasion of the Fiftieth Anniversary of
the United Nations (1995), in which a right
of all peoples to take legitimate action in
accordance with the Charter of the UN to
realise their inalienable right of self-
determination was reaffirmed but again
limited, as it was clearly stated that this
right did not authorise or encourage any
action that would dismember the territorial
integrity or political unity of sovereign and
independent states.
Another example of this approach
could be also be found in the Reference Re
Secession of Quebec (1998) when the
Court stated that ‘international law expects
that the right to self-determination will be
exercised by peoples within the framework
of existing sovereign states and
consistently with the maintenance of the
territorial integrity of those states’.
At this stage, it should be pointed
out that the right to self-determination of a
people could be fulfilled internally (a
people’s pursuit of its political, economic,
social and cultural development within the
framework of an existing State) or
externally. The different modes of external
self-determination could be found in the
Declaration of Friendly Relations as it
ascertained that the ‘establishment of a
sovereign and independent State, the free
association or integration with an
independent State or the emergence into
any other political status freely determined
by a people constitute modes of
implementing the right of self-determination
by that people’. Nonetheless, it should be
reminded though that this Declaration
dates back to 1970, when the
decolonization process had not been fully
completed. Therefore, it could be
understood that the establishment of a
sovereign and independent state
envisaged in the Declaration referred to
those states which were about to gain
independence from the colonial powers.
Overall, as stated by the Supreme
Court of Canada, it could be said that ‘the
international principle of self-determination
has evolved within a framework of respect
for the territorial integrity of existing States’.
But as this principle has evolved
within a framework of respect for the
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18 Revista Digital Cánovas
territorial integrity of States, so has the
society and it is demanding for an
international scenario in which Human
Rights Law prevails over the interests of
States in certain contexts, just as those in
which violations of human rights have been
committed by governments of states
against their own civilians.
Case-law on the implementation of the
External Right to Self-Determination of
the Peoples (Secession)
Quoting the Reference of the
Secession of Quebec, ‘a right to secession
only arises under the principle of self-
determination of people at international law
where:
1. “A people” is governed as part of a
colonial empire; Part of this idea is
supported by Antonio Cassese, who
pointed out that ‘the right to external self-
determination, which entails the possibility
of choosing (or restoring) independence,
has only been bestowed upon two classes
of peoples (those under colonial rule or
foreign occupation)’.
2. “A people” is subjected to alien
subjugation, domination or exploitation; this
could be within or outside a colonial
context. This approach has been
undoubtedly seen in the Reference
Secession of Quebec when the Court
ascertained that secession is not covered
by international law unless “there is a
certain defined context within which the
right of the peoples does allow that right to
be exercised “externally”, which would
potentially mean secession or
independence’. In light of this, the
conclusions of the Supreme Court of
Canada, regarding the attempts of Quebec
to secede from Canada on the basis of the
right of the Quebecers to self-
determination, demonstrated that the
peoples of Quebec did not approach the
threshold of being subjugated, dominated,
and exploited or oppressed people.
3. “A people” is denied any meaningful
exercise of its right to self-determination
within the state of which it forms a part’.
This idea could be implicitly found in the
Vienna Declaration and Programme of
Action which established that ‘the World
Conference of Human Rights considers the
denial of the right of self-determination as a
violation of human rights and underlines
the importance of the effective realization
of this right’. In this sense, it could be
considered that the failure of a State to
comply with its international obligations
regarding the implementation of the right of
self-determination of the peoples, could
potentially give rise to a right of secession
as a last resort to self-determination.
A good example of this idea could
be found in the Kosovo case. When the
Provisional Government of Kosovo
announced in February 2008 its
independence from the Republic of Serbia,
all eyes were focused on the Advisory
Opinion that was to be rendered by the
International Court of Justice regarding the
legality of that Declaration under
International Law. In this case the Court
concluded, with 10 votes in favour and four
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against, that the Declaration of
Independence of Kosovo from Serbia was
in accordance with international law.
However, the right of secession that flows
directly from a declaration of independence
was not addressed by the Court, missing a
great chance to regulate a situation in
international law that had no precedents
whatsoever. If the Court had addressed the
issue of the secession that would have
flowed from the declaration of
independence, then the Court could have
also argued that due to the impossibility of
the Kosovars (a people who had been
oppressed by the Serbs since 1989) to
exercise internal self-determination, given
the unwillingness of Serbia to agree upon a
political solution to the status of Kosovo,
the unilateral act of secession would have
been the last resort.
Essentially, this article has briefly
proven the existence of a recognised right
of peoples to self-determination in
international law, by referring to
international conventions, resolutions,
declarations, and other international legal
documents which unfortunately do not
cover certain situations because at the time
when they were drafted and passed, some
of the current contexts were unforeseeable.
The international jurisprudence has also
been criticised for failing into addressing
some important aspects of the right of
peoples to self-determination when it had
the chance to, such as the legality of
unilateral secessions which flow naturally
from declarations of independence (Kosovo
case) under international law.
Besides, the article has critically
analysed how the international community
has not facilitated the interpretation of this
right. In this respect, the international
community, whilst recognising a right of
self-determination in many international
legal documents, it has also limited the
exercise of external self-determination of
the peoples (understood as secession)
based on the right of States to protect their
territorial integrity.
Despite this prevalence of the right
of states to protect their territorial integrity
over the right to self-determination of the
peoples, there are some exceptions for
external self-determination to be legally
accepted, which arise in a context of
colonial rule or foreign occupation, outside
of a colonial context as long as the people
are alien subjugated, dominated or
exploited or when the State, in which self-
determination wants to be exercised by its
people, is blocking the materialisation of
the right. The latter exception has been
considered but some commentators but
does not constitute jurisprudence for the
time being, neither has it become a rule of
international law.
Considering all the above, it deems
interesting to acknowledge as Spaniards
that in light of the recent claims of the
Catalan Government to secede from Spain,
it seems fairly unviable for international law
to recognised the legality of an hypothetical
unilateral act of secession of Catalonia
from Spain, being Spain a sovereign and
independent state which complies with its
international obligations regarding human
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20 Revista Digital Cánovas
rights, as it is envisaged in its
Constitutional framework (art. 10).
As it has been previously stated, in
spite of the fact that there is a right to self-
determination of the peoples recognised
under international law, when exerted
externally, the “people” claiming that right
need to match the certain criteria, which
have been previously outlined, in order to
reach the threshold of the “peoples” entitle
to exert an external right to self-
determination under international law.
In the Catalan case, for instance, it
could be said that the peoples of Catalonia
do not reach that threshold. They are not
governed by a colonial power, neither are
the peoples of Catalonia subjected,
exploited or dominated by the power which
has occupied the territory where they live,
nor has the government of Spain
committed violations of human rights over
the peoples of Catalonia and their internal
right to self-determination by denying the
Catalan people to have their own regional
government, whose policies would
eventually reflect their political, economic,
social and cultural status.
Therefore, considering the current
international and national legal framework,
if the peoples of Catalonia, in a widespread
and systematic way, expressed their wish
of not to belong to Spain anymore and
secede from Spain, it would have to be
achieved through negotiations with the
central government and, subsequently, an
agreement to change the constitutional
framework (which establishes to the date,
that the territorial integrity of Spain is
indivisible and that any changes regarding
its dismemberment would have to be
consulted to the whole population of Spain
as the sovereignty over the territorial
integrity of the Kingdom of Spain depends
upon its peoples) would have to be
addressed.
If this was the case, and if a great
majority of Catalans expressed that they do
not want to belong to Spain anymore,
perhaps what the Government of Spain
should be addressing is, whether or not it
would be willing to celebrate a referendum
(as envisaged in the Constitutional
framework) in which the entirety of the
peoples of Spain decided on Catalonia to
keep being part of Spain or not. I do
believe that the right decision will be made
towards this situation, and hopefully,
Catalonia will keep remaining part of Spain
because, as many times it has been said,
‘Spain would not be Spain without
Catalonia, neither would Catalonia be
Catalonia without Spain’. We will have to
wait and see.
Esther Heredia Carrillo es Licenciada
en Publicidad y Relaciones Públicas y Máster
en Relaciones Internacionales.
*Click here to read the complete article with references: https://dl.dropbox.com/u/32765031/Self%20Determination%20-%20Esther%20Heredia%20Carrillo.pdf
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1984
por Guillermo Díaz Gómez
@GuillermoLugosi
El 8 de junio de 1949 se publicaba
la novela distópica de ciencia ficción
“1984”. En ella George Orwell presentaba
un futuro muy negro para la humanidad.
Llevada al cine en dos ocasiones y una a
la televisión de mano de la BBC. Desde
estas líneas recomendaremos de entre
estas tres opciones el visionado de la
película “1984” dirigida por Michael
Radford. Brillantemente protagonizada por
John Hurt quien encarna a Winston Smith,
centro de la narración y elemento por el
que el lector y el espectador viven las
circunstancias que se dan tanto en el libro
como en la película. En ambos casos
encontramos un relato audaz en el que se
presenta un régimen totalitario en una
Oceanía ficticia. O eso creía yo.
Muchos de los libros que leí en mi
adolescencia y al inicio de mi veintena
trataban estos temas. “Un mundo feliz” o
“Farenheit 451” son otras obras
imprescindibles en esto de los futuros
oprimidos y pesimistas. Lo que no pensé
nunca es que en muchos de sus aspectos
eran proféticos. Esto es más llamativo en
el caso de la novela de Orwell y por eso la
destaco. La posterior lectura del ensayo de
Erich Fromm “El miedo a la libertad” ayuda
a entender por qué mis compatriotas se
sienten a gusto con la tutela estatal
descrita en esta obra hasta en los hábitos
más personales de sus vidas. El éxito de
estos sistemas radica en que en el fondo
de la mayoría de los hombres habita un
espíritu servil y gregario.
En este texto les explicaré los
elementos de “1984” que nos son
contemporáneos.
Empezaremos por el INGSOC,
acrónimo del “Socialismo Inglés”. No sólo
es el nombre del partido, también de la
ideología que abandera. Los principios de
esta organización son mandamientos cuyo
quebranto suponen la muerte social y
posiblemente física. España tiene su
propio INGSOC. Hay verdades absolutas y
derechos indiscutibles. Si alguien se opone
a ellas automáticamente es condenado al
ostracismo por medio de multitud de
etiquetas. Nadie se puede oponer al
INGSOC. El sistema autonómico, los
rescates bancarios, el integrismo laico, el
aborto, el acceso a la Universidad por
vocación y no por el sentido práctico de las
carreras, la discriminación positiva, las
diferentes “nacionalidades”, “los
sentimientos políticos”, los quincemesinos
como poder legislativo paralelo, el derecho
a la coacción sobre los representantes
legítimos que hemos elegido, el derecho a
depender del estado, el respeto y
promoción de toda minoría con la
excepción de la menor de ellas – el
individuo – y multitud de conceptos más
son indiscutibles. Absolutos. No ya quien
los niegue, sino quien los pretenda matizar
es automáticamente un fascista. A esto
hemos de añadir el hecho de que el
socialismo es una especie de gobierno
natural de España. Es decir, cuando
gobierna otra opción política es una
especie de anécdota. Un fallo en Matrix
Film
ote
ca
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22 Revista Digital Cánovas
que hay que corregir, mediante la
inoculación de dogmas que finalmente
vayan siendo asumidos por la ignorancia y
complejos del partido contrario, en este
caso el Popular, de forma que todo se vaya
uniformando y sea cierto el mantra de que
no existe ya diferencia entre la izquierda y
la derecha. Como es inviable que gobierne
el mismo partido siempre, vamos a
asegurarnos de ser lo mismo. Y ya es una
certeza, es nuestro INGSOC.
En segundo lugar el Ministerio de la
Verdad. "Quién controla el pasado controla
el futuro: quién controla el presente
controla el pasado". Es una de las frases
que aparecen en el libro prohibido que
llega a las manos de Winston Smith en
“1984”. En España también lo tenemos, les
diré cómo funciona. Primero hay que
idiotizar a las generaciones presentes,
para que no conozcan el pasado. De esta
forma, a medida que se va produciendo el
relevo generacional, las mentiras repetidas
por parte del Estado empiezan a
convertirse en verdades. La prueba la
tienen en que afortunadamente hemos
desechado el totalitarismo franquista como
forma favorable de gobierno, conocemos
sus miserias y lo despreciamos, pero se
nos ha convencido de que los perdedores
de la Guerra Civil, eran una especie de
seres feéricos adorables que no habían
roto un plato. Azaña, Largo Caballero,
Indalecio Prieto y todos sus socios
ideológicos son presentados a nuestra
juventud como el ideal de político. Se ha
elaborado hasta una ley para cambiar la
realidad y financiar la manipulación del
pasado, para así controlar el futuro. Que el
día de mañana generaciones de ignorantes
crean que la 2ª República Española era un
régimen de libertades muy avanzado. Es
más, ya vemos como enarbolan banderas
segundorrepublicanas - porque la bandera
de la 1ª República no cambió en sus
colores – en multitud de manifestaciones
evocando una época mejor. Su portador
puede ser dos cosas, o un totalitario
informado o un ignorante que aspira a
depender del Estado que ya ha sido
idiotizado plenamente.
La neolengua: se trata de un
lenguaje creado por el INGSOC que
simplifica el idioma de forma que las ideas
complejas o contrarias a los principios
oficiales no puedan desarrollarse con
facilidad. Reduciendo el vocabulario
disminuyen los conceptos. Se atonta a la
población. Se mutila su capacidad de
reflexión. En España tenemos la nueva e
inquisitorial turba de lo “políticamente
correcto”. Las nuevas formas de hablar, el
cambio forzado de un idioma en contra de
su evolución natural, claros ejemplos son:
el querer imponer el uso de la “@”, las
“miembras”, la ampliación del concepto de
“fascismo” de forma que defina todo
aquello que no se atenga a los principios
de nuestro INGSOC, el uso de términos
como “neoliberalismo” para encarnar al mal
y su asociación al siempre temido
“liberalismo”, el “capital” como gran
Leviatán que sobrevuela nuestras cabezas
esperando un despiste para succionar
nuestra sangre, “el derecho a decidir”
como la imposición provinciana del padrón
de unos pocos a los derechos históricos de
toda una nación, lo “público” como
sagrado y caído del Cielo sin coste alguno
y últimamente el “finiquito en diferido”
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como todavía no se sabe muy bien qué.
Otro aspecto de la neolengua es la
neutralización del que se sale del
igualitarismo imperante. Una de las nuevas
formas de halago que ha surgido en el
rebaño es decirle a alguien que es “muy
normal”. La normalidad como virtud. La
mediocridad suprema. Normal es aquel
que respeta todo lo establecido por nuestro
INGSOC, normal es el que no reflexiona y
no se plantea nada. Trabaja, cotiza y vive
para el sostenimiento del INGSOC. Vivir
para ellos. De eso se trata.
Todos estos procesos que he
descrito no se limitan a la población
general. También se idiotiza a lo que en la
novela y película es el “Partido Exterior”.
Este está formado por los miembros del
INGSOC poco cualificados, con poco
mando. Los personajes de sedes
provinciales, supervivientes que buscan su
acomodo en el INGSOC, sin hacer ruido ni
pensar demasiado, buscando el favor del
Partido Interior, que por supuesto, los
quiere ignaros. La baja cualificación de los
políticos que surgen es necesaria para que
no replanteen ni perturben el status quo de
sus mayores. Calla y cobra. Vive para el
INGSOC, administrar es lo de menos, está
todo controlado. El fin es el Partido.
Por último mencionaremos al Gran
Hermano. Si salen a la calle a preguntar el
concepto, está claro que les describirán un
programa televisivo en el que se mete una
serie de amebas en una granja
experimental a ver cómo reaccionan, y en
este proceso entretienen a otros de su
especie que siguen sus peripecias. Pero
antes que esto y de aquí tomó su nombre
el programa en cuestión, el Gran Hermano
era el gobernante que por todos velaba. El
venerado jefe del INGSOC, de cuya
existencia se duda y cuyo retrato figura en
cada esquina y hogar. El Gran Hermano te
vigila a través de las telepantallas en todo
momento. Pero también se preocupa por ti.
Nosotros ya tenemos esas figuras. El
anterior Presidente del Gobierno nos
contaba que no dormía de pensar en los
parados, su Ministro de Asuntos Exteriores
se puso a llorar – curiosamente podía
secarse las lágrimas con un pañuelo que
alguna vez ha llevado, símbolo de
Septiembre Negro, organización que hizo
llorar a muchas familias – al despedirse del
cargo. Pero no sólo se preocupan por
nosotros los gobernantes de la legislatura
pasada. Esta táctica que brillantemente
describe Santiago González en su libro
“Lágrimas Socialdemócratas” ha sido
perfectamente aprendida e imitada por los
populares, por ejemplo por la actual
Vicepresidenta, quien nos regaló sus
perlas al hablar de los cabezas de familia
sin empleo. Los gobernantes han de venir
llorados de casa. O no, porque ya
sabemos lo mucho que el Gran Hermano
se preocupa por nosotros.
Guillermo Díaz Gómez es Abogado,
escritor y crítico de cine.