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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE MEDICINA DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
RESIDENCIA DOCENTE DE POSTGRADO EN PSIQUIATRÍA UNIDAD DOCENTE: HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE MARACAIBO
RASGOS DE PERSONALIDAD EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL
Trabajo Especial de Grado presentado ante la División de Estudios para Graduados de la Facultad de Medicina de La Universidad del Zulia,
Maracaibo, Venezuela, para optar al titulo de Especialista en Psiquiatría
AUTOR
VINCENZO DI PEDE Médico Cirujano
C.I. 7.964.836
TUTOR ACADÉMICO: Dr. EDGARDO CARRIZO
Doctor en Ciencias Médicas C.I. 4.703.959
Maracaibo, noviembre de 2003
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE MEDICINA DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
RESIDENCIA DOCENTE DE POSTGRADO EN PSIQUIATRÍA UNIDAD DOCENTE: HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE MARACAIBO
RASGOS DE PERSONALIDAD EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL
Trabajo Especial de Grado presentado ante la División de Estudios para Graduados de la Facultad de Medicina de La Universidad del Zulia,
Maracaibo, Venezuela, para optar al titulo de Especialista en Psiquiatría
AUTOR
VINCENZO DI PEDE Médico Cirujano
C.I. 7.964.836
TUTOR ACADÉMICO: Dr. EDGARDO CARRIZO
Doctor en Ciencias Médicas C.I. 4.703.959
Maracaibo, noviembre de 2003
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA FACULTAD DE MEDICINA
DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS RESIDENCIA DOCENTE DE POSTGRADO EN PSIQUIATRÍA
UNIDAD DOCENTE: HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DE MARACAIBO
RASGOS DE PERSONALIDAD EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL
Trabajo Especial de Grado para Optar al Título de
Especialista en Psiquiatría
AUTOR: VINCENZO DI PEDE TROCCHI
Médico Cirujano C.I.7.964.836
_________________________
TUTOR ACADÉMICO: Dr. EDGARDO CARRIZO
Doctor en Ciencias Médicas C.I. 4.703.959
____________________________
Maracaibo, Noviembre 2003
iv
VEREDICTO
Quienes suscriben, miembros del Jurado, nombrado por el Consejo Técnico de la División de Estudios para Graduados de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia para evaluar el Trabajo Especial de Grado titulado:
“RASGOS DE PERSONALIDAD EN
SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL"
Presentado por el Médico Cirujano Vincenzo Di Pede Trocchi, portador de la Cédula de Identidad N° 7.964.836 para optar al Título de Especialista en Psiquiatría, después de haber leído y estudiado detenidamente el Trabajo y evaluada la defensa del autor, considera que el mismo reúne los requisitos señalados por las normas vigentes y, por tanto lo aprueban, y para que conste se firma en
Maracaibo, a los________ días del mes de ____________de 2003.
____________________________ __________________________
____________________________________
v
AGRADECIMIENTO
- A la Dra Lilia Meléndez de Nucette, por su guía, apoyo y estimulo oportuno,
más allá del terreno académico, durante el curso de este postgrado
- A la Dra Eligia Chirinos, por su apoyo y ejemplo de dedicación abnegada a
la psiquiatría.
- A mi tutor académico, Dr. Edgardo Carrizo, por su tiempo, paciencia y
consejos que generosamente me brindó en la realización de este trabajo.
Hacia ustedes profeso mi más profunda gratitud, con la esperanza y
compromiso de retribuir y no defraudar la confianza que depositaron en mí.
Vincenzo Di Pede Trocchi
vi
DEDICATORIA
A mi esposa e hijos, quienes día a día me motivan e impulsan a seguir
adelante
vii
RESUMEN
DI PEDE, Vincenzo,” RASGOS DE PERSONALIDAD EN DEPENDIENTES DE COCAINA Y DE ALCOHOL”. La Universidad del Zulia, Facultad de Medicina, División de Estudios para Graduados, Residencia Docente de Postgrado en Psiquiatría, Trabajo Especial de Grado, Maracaibo, 2003. il. XXIII, 118 pág. La presente investigación, es de tipo comparativa, siendo su objetivo general determinar y comparar los rasgos de personalidad en una muestra intencional de 37 sujetos, 20 dependientes de cocaína y 17 sujetos dependientes de alcohol, de acuerdo a criterios diagnósticos del CIE-10, aplicando el Inventario Mutifasico de Personalidad Minnesota (MMPI); de los MMPI efectuados, 6 de los correspondientes a dependientes de cocaína y 4 a los de alcohol resultaron inválidos por elevación de la escala F, sugiriendo intento de manipulación de la prueba por parte de los examinados. Los MMPI restantes revelaron rasgos paranoides en el 50% de los dependientes de cocaína y 30,76% de los alcohólicos, los cuales mostraron mayor severidad en niveles de ansiedad francamente patológica que el primer grupo, aunque ambos grupos presentaron porcentajes de ansiedad por encima del 70%; todos los sujetos estudiados presentaron rasgos depresivos en más del 80% y de psicopatía en más del 70%, además de marcada tendencia a la hipomanía. Más del 85% de ambos grupos mostró tendencia a evitar la realidad; los alcohólicos revelaron mayor tendencia a utilizar defensas inefectivas de somatización, egocentrismo, resistencia al cambio y rasgos histéricos patológicos que los dependientes de cocaína. No obstante lo anterior, el 64,29% de estos últimos y el 53,85% de los alcohólicos estudiados presentaron índices de capacidad de establecer relaciones sociales satisfactorias. Se recomienda utilizar este estudio como modelo para ser aplicado a una muestra mayor.
Palabras clave: Personalidad, Dependencia de Cocaína, Dependencia de Alcohol.
viii
ABSTRACT
DI PEDE, Vincenzo,” PERSONALITY TRAITS IN COCAINE AND ALCOHOL DEPENDIENTS INDIVIDUALS”. The Zulia University, Medicine Faculty, Postgraduate Teaching Residency in Psychiatry. Psychiatric Hospital of Maracaibo, 2003. il.XXIII, pag.118. This is an comparative study whose aim was to determine and compare the personality traits in a 37’s individuals intentional sample, 20 cocaine dependent sand 17 alcohol dependents accomplishing CIE-10`s diagnostic criterions, by application of the Minnesota Multiphasic Personality Inventory (MMPI); between the MMPIs applied , 6 cocaine dependents and 4 alcohol dependents tests were invalids for manipulation by subjects. The others MMPIs showed paranoid traits in 50% of the cocaine dependents and 30.76% in the alcohol dependents. These shows a higher severity in extreme pathological anxiety than first group, though both groups showed anxiety percents over 70%; all subjects in this study had depressive traits over 80% and psychopathic traits over 70% further an important tendency to hypomania. Over than 85% of the both groups revealed a reality avoidance tendency; the alcoholics appeared more inclined to use ineffective somatization defenses, egocentrism, endurance to change and pathological hysterical traits than cocaine dependents. Notwithstanding the 64.29% last group and 53.85% alcoholic’s group sample presents ability to establish satisfactory social relationships. Is commendable use this study like a model for a future appliance in a greater sample.
Key words: personality, cocaine dependents, alcohol dependents.
ix
ÍNDICE GENERAL
TITULO
FRONTISPICIO
VEREDICTO
RESUMEN……………………………………………………………………………
ABSTRACT…………………………………………………………………………...
ÍNDICE GENERAL............................................................................................
INDICE DE TABLAS…………………………………………………………………
INDICE DE GRÁFICOS……………………………………………………………..
INTRODUCCIÓN...............................................................................................
CAPÍTULO I: EL PROBLEMA.
A. PLANTEAMIENTO Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA...................
B. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN…......................................
C. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN.................................................
D. DELIMITACIÓN....................................................................................
CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO.
A. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN........................................
B. BASES TEÓRICAS..............................................................................
C. DEFINICIÓN DETERMINOS BASICOS.………………………………...
D. SISTEMA DE VARIABLES...................................................................
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ii
iii
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10
19
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58
x
CAPÍTULO III: MARCO METODOLÓGICO.
A. TIPO DE INVESTIGACIÓN..................................................................
B. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN………………………………………
C. SUJETOS DE INVESTIGACIÓN..........................................................
1. POBLACIÓN..............................................................................
2. MUESTRA...................................................................................
3. TÉCNICA DE MUESTREO..........................................................
C. MATERIALES E INSTRUMENTOS PARA LA RECOLECCIÓN
DE DATOS..............................................................................................
E. PROCEDIMIENTO...............................................................................
F. TÉCNICA DE ANÁLISIS DE DATOS...................................................
CAPITULO IV: RESULTADOS
A. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS …………….…………………….
1. ESTADISTICA DESCRIPTIVA…………...……………………
B. DISCUSIÓN DE RESULTADOS ……………….………………………
CAPITULO V: CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
A. CONCLUSIONES………………………………………………………..
B. RECOMENDACIONES………………………………………………….
C. LIMITACIONES…………………………………………………………..
BIBLIOGRAFÍA…………………........................................................................
ANEXOS
65
65
65
65
66
66
66
68
69
78
81
81
109
109
110
111
1
INTRODUCCIÓN
La dependencia de cocaína y de alcohol constituye un problema de salud
pública de etiología y consecuencias múltiples y variadas; su abordaje, tanto
preventivo, como terapéutico, es controversial y complejo, en vista de la
implicación de factores biopsicosociales, como el efecto neurobiológico de las
drogas y los rasgos de personalidad de los dependientes, que interactúan en
forma tal que se dificulta determinar si estos últimos están relacionados, como
causa, o como efecto, a la dependencia.
El estudio de los rasgos de personalidad y su relación con la dependencia
de sustancias ha sido, en los últimos años, un tópico de especial interés al
investigar, independientemente del efecto directo de las drogas, las características
estables de los dependientes, que dotan a su conducta de cierto grado de
consistencia transituacional y que permiten su agrupación de acuerdo a
características comunes, proporcionando así una base consistente para la
intervención terapéutica (Pedrero, 2002).
Este trabajo está dirigido a describir y comparar los rasgos de personalidad
de dependientes a cocaína y dependientes de alcohol, al aplicar a estos sujetos el
Inventario Multifásico de Personalidad Minnessota (MMPI). Para ello se ha
estructurado un capítulo I, donde se presenta el planteamiento y formulación del
problema, justificación, objetivos y delimitación de la investigación, enfatizando la
magnitud de la problemática suscitada por la dependencia, tanto en número de
2
personas afectadas, como a nivel de perjuicio social, económico y de salud,
además de la necesidad de conocer los rasgos de personalidad que puedan
caracterizar a cada una de estas dependencias, a fin de lograr una mayor
comprensión de las mismas.
En el capítulo II se exponen los antecedentes de la investigación y los
fundamentos teóricos de la misma, recalcando las relaciones neurobiológicas
entre dependencia de cocaína y de alcohol con los rasgos de personalidad. Por
otra parte, en el capítulo III, se explica el marco metodológico en que se desarrolló
el estudio, incluyendo su factibilidad y planificación. Finalmente en el capitulo IV se
exponen y discuten los resultados obtenidos, efectuándose las conclusiones y
recomendaciones correspondientes en el capitulo V. Para concluir se proporciona
la bibliografía utilizada por el autor.
3
CAPITULO I: EL PROBLEMA
A. PLANTEAMIENTO Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA
El consumo de sustancias para alterar el estado de conciencia es un
fenómeno presente en el curso de toda la historia de la humanidad y en todas las
culturas (Escotado, 1990). La dependencia a cocaína y del alcohol es una
patología que, a nivel mundial, ocupa un importante lugar en las estadísticas de
morbilidad, (0,2% de la población de Estados Unidos cumple con criterios de
dependencia o abuso de Cocaína y 13,8% de Alcohol) (Fogel, 2000; APA, 2000),
con repercusiones sociales, económicas y sanitarias muy negativas a corto,
mediano y largo plazo (Kick, 2002).
Nuestro país no es ajeno a esta situación, siendo prueba de ello el alto
índice de morbilidad relacionado: 12% de los ingresos en el Hospital Psiquiátrico
de Maracaibo entre el año 1991 y 1997 correspondieron a Trastornos debidos a
consumo de sustancias psicoactivas (Fuenmayor, 2001), sin contar la asociación
con otras patologías no psiquiátricas, como por ejemplo lesiones por
traumatismos, estando el consumo de sustancias psicoactivas implicado en uno
de cada cuatro ingresos en el servicio de traumatología del Hospital Central de
Valencia, Venezuela, (Pineiro, 1998). A pesar de ser un importante problema de
salud pública todavía no se han logrado establecer programas preventivos y
terapéuticos suficientemente eficaces, al ser los pacientes que sufren esta
4
enfermedad especialmente refractarios a los esfuerzos psicoterapéuticos de
establecer adecuado “insight” y al intervenir, en su etiopatogenia, una amplia
gama de factores biopsicosociales de complejo abordaje (Escotado, 1990); entre
estos factores se han postulado alteraciones genéticas (Bau, 1999; Thomas,
1999), que no solamente predispondrían a la dependencia de sustancias, sino
también a co-transmisibilidad de trastornos de personalidad (Limosin, 2000). Otros
autores, como Bellak, (1993), Conway, (2002), y Kantzian, (1985), han expuesto
teorías psicodinámicas correlacionando dependencias a diferentes sustancias a
diferentes tipos de personalidad, y atribuyendo a estos últimos la responsabilidad
en la génesis de la adicción.
Algunos investigadores han efectuado correlaciones de tipos de
personalidad y tipos de dependencia desde el punto de vista de reactividad
Neuroendocrinologica y de actividad de Neurotransmisores a nivel de la vía
mesolímbica (Heinz, 2000; Soloff, 2001); asimismo se han descrito alteraciones de
funciones cerebrales anteriores comunes a dependientes de algunas sustancias y
pacientes con algunos trastornos de personalidad (Costa, 2000; Ratti, 2002). Esto
nos impulsa a preguntarnos si existen rasgos característicos de personalidad en
los pacientes dependientes a sustancias adictivas, ya sea como causa de la
adicción o como efecto de la misma.
Al plantearse lo mencionado en las líneas anteriores, específicamente al
aplicarlo en el caso de la dependencia de alcohol y dependencia a cocaína, tan
frecuentes en nuestro medio, surgen las interrogantes:
5
¿Cuáles son los rasgos de personalidad en pacientes dependientes de
Cocaína y dependientes de Alcohol?
¿Existen rasgos de personalidad diferentes o comunes a estos dos tipos de
dependencia?
B. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
Se decidió efectuar el estudio en vista de que la alta morbilidad de
pacientes con dependencia de cocaína y dependencia de alcohol (APA,2000;
Goldman, 1999), la repercusión de estos trastornos tanto en la vida de estos
sujetos como en su entorno social (Kick,2002), su alta comorbilidad con varios
trastornos en todas las áreas médicas (Fogel, 2000) y, sobre todo, la relativa
ineficacia de los tratamientos tanto farmacológicos como psicoterapéuticos, hacen
imperativa una mayor comprensión del comportamiento adictivo, y, dado que la
dependencia implica un componente psicológico estrictamente relacionado con el
neurobiológico, los rasgos de personalidad de los adictos son un elemento de
estudio imprescindible, independientemente de su naturaleza primaria o
secundaria al trastorno (Lopez, 2001). Los rasgos característicos de personalidad
se estudiarán tanto en dependientes de Cocaína como de Alcohol, en vista del
efecto neurobiológico distinto de estas dos sustancias, lo cual podría permitir
evidenciar los rasgos consecuentes y los predisponentes a cada adicción
específica.
6
El estudio de los rasgos de personalidad en estos dos tipos de dependencia
no sólo sería útil para el diseño de programas de prevención, tratamiento y
rehabilitación más efectivos, sino que, al ser correlacionados con futuros hallazgos
neurobiológicos, se podría determinar su naturaleza primaria o secundaria al
consumo de sustancias, e incluso, gracias al estudio de la patología, lograr mejor
entendimiento, posteriormente, de los circuitos anatómico–funcionales
responsables de los rasgos de personalidad humana. Otro logro importante sería,
posiblemente, servir de base para lograr un mejor conocimiento del perfil de la
personalidad adictiva, al ubicar sus rasgos típicos y comunes a la dependencia de
toda sustancia y estímulo, como sexo, juego u ordenadores.
C. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
1. OBJETIVOS GENERALES
a- Determinar los rasgos de personalidad de sujetos dependientes de
Cocaína y de sujetos dependientes del Alcohol, de acuerdo al Inventario
Multifasico de Personalidad Minnesota.
b- Comparar los rasgos de personalidad de sujetos dependientes de
Cocaína y Alcohol.
7
2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS
1. Determinar los rasgos psicóticos de los sujetos dependientes de
Cocaína.
2. Determinar los rasgos psicóticos de los sujetos dependientes de
Alcohol.
3. Determinar los rasgos neuróticos de los sujetos dependientes de
Cocaína.
4. Determinar los rasgos neuróticos de los sujetos dependientes de
Alcohol.
5. Determinar los rasgos psicopáticos de los sujetos dependientes de
Cocaína.
6. Determinar los rasgos psicopáticos de los sujetos dependientes de
Alcohol.
7. Determinar los rasgos sociales de los sujetos dependientes de Cocaína.
8. Determinar los rasgos sociales de los sujetos dependientes de Alcohol.
9. Comparar los rasgos psicóticos de los sujetos dependientes de Cocaína
y dependientes de Alcohol.
10. Comparar los rasgos neuróticos de los sujetos dependientes de Cocaína
y dependientes de Alcohol.
11. Comparar los rasgos psicopáticos de los sujetos dependientes de
Cocaína y dependientes de Alcohol
12. Comparar los rasgos psicóticos de los sujetos dependientes de Cocaína
y dependientes de Alcohol
8
13. Comparar los rasgos sociales de los sujetos dependientes de Cocaína y
dependientes de Alcohol
14. Determinar los rasgos de personalidad comunes a los sujetos
dependientes de Cocaína y dependientes del alcohol.
15. Determinar los rasgos de personalidad diferentes entre los sujetos
dependientes de Cocaína y dependientes del alcohol.
D. DELIMITACIÓN
La población estudiada, de 37 personas, consistió en 17 sujetos
dependientes de alcohol y 20 sujetos dependientes de cocaína, catalogados como
tales según criterios diagnósticos del CIE-10, entre todos los que acudieron a
consulta de Psiquiatría del servicio número II, en el Hospital Psiquiátrico de
Maracaibo y los miembros de los Grupos de Alcohólicos Anónimos y Narcóticos
Anónimos ubicados en Maracaibo que hayan aceptado someterse al estudio. El
estudio se realizó entre el mes de agosto del 2002 y agosto del 2003.
9
CAPITULO II: MARCO TEÓRICO
A. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN - Milin (1991) al estudiar, utilizando los criterios taxonómicos de trastornos
psicopatológicos de Achenbach y Edelbrock(1983), una muestra de 111 jóvenes
de edades comprendidas entre los 11 y los 17 años, (catalogados como
delincuentes juveniles debido a sus antecedentes de conducta antisocial), y con el
objetivo de conocer la relación entre consumo de sustancias y alteraciones
psicológicas de la muestra, subdividió esta última en cuatro grupos: no
consumidores, consumidores de alcohol y consumidores de alcohol más otras
drogas; el grupo de consumidores mostró un 68% de trastorno de conducta
agresivo, 58% de trastorno oposicionista, 23% de déficit de atención; en el grupo
de no consumidores se detectó un 43% de trastorno oposicionista, y 33% de
trastorno agresivo
- Barnea, Teichman y Rahav (1993), llevaron a cabo un estudio de tipo
longitudinal en una muestra de 1446 estudiantes entre 15 y 19 años intentando
demostrar la existencia de una relación entre disponibilidad de drogas y un modelo
de consumo multidimensional, que incorporaba variables sociodemográficas, de
personalidad, (ansiedad, depresión y búsqueda de sensaciones), variables
cognitivas, (disponibilidad, actitudes e intenciones), y factores interpersonales,
(relación con padres e iguales). Los resultados revelaron, al igual que estudios
anteriores realizados por Iutcovich (1982), y por Schwartz (1982), rasgos de
10
ansiedad y de depresión estadísticamente insignificantes, contrariamente a
investigaciones anteriores de Brooks, Walfish, Stenmark y Canger(1981),
Khantzian (1985), Robson (1989) y Shedler y Block (1990) (citados por Barnea,
1993 y López, 2001), las cuales revelaron relaciones estadísticamente
significativas entre niveles de ansiedad y depresión y el consumo de alcohol y
otras drogas.
Entre los estudios dirigidos a investigar la correlación entre características
de personalidad y uso de sustancias psicotrópicas resalta la investigación
efectuada por Donovan (1998).quien empleó el MMPI para demostrar la relación
entre los perfiles de personalidad y escogencia de drogas, investigando
dependientes a Heroína, alcohol, cocaína y adictos a múltiples sustancias,
estableciendo que mostraban todos un perfil predominantemente 4-2/2-4, de
psicopatía y depresión, o 4-8/8-4, de psicopatía y desórdenes del pensamiento; sin
embargo los diferentes grupos diferían en el grado de severidad de este perfil
general, estando los adictos a múltiples drogas en el más alto grado y en orden
decreciente los adictos a cocaína, heroína y , por ultimo Alcohol.
- Marchiori(1999) evaluó, al aplicar DRS, (Dependence Self Rating Scale),
un instrumento destinado originalmente a medir dependencia emocional,
orientación del locus de control y desórdenes de personalidad en grupos de
alcohólicos y no alcohólicos; los alcohólicos mostraron prevalencia de trastornos
de personalidad (31,3%), de los cuales el 40 % correspondió al trastorno
esquizoide, seguido del dependiente (20%); estos hallazgos en cuanto a trastorno
de personalidad fueron superiores y estadísticamente significativos con respecto a
11
los de los no consumidores, mientras que en lo que respecta a la orientación del
locus de control no hubo diferencias estadísticamente significativas.
- Rodríguez (2000), con el propósito de conocer los rasgos de personalidad
de los dependientes de alcohol en la población de Esmeralda, provincia de
Camaguey, realizó un estudio descriptivo transversal en la zona urbana de este
municipio, tomando una muestra aleatoria de 400 personas, a las cuales se le
realizó una encuesta para caracterizar la muestra y el Cuestionario de Indicadores
Diagnósticos (CID) para identificar el consumo anormal de alcohol; a los
clasificados como dependientes de alcohol se le realizó el Inventario de
Personalidad de Eisenck, que identifica algunos rasgos psicológicos de la
personalidad. De los dependientes de Alcohol el 82,35% presentó rasgos de
“introversión” y el 17,95” extraversión”; el 55,8% de ellos presentó “carácter
estable” y el 44,1%” inestable”. El 32,35% de los dependientes de alcohol presentó
además temperamento “melancólico”, el 20,58% “sanguíneo”, el 29,44%
“flemático” y el 17,64% “colérico”.
- Finn (2000) aplicó un modelo estructural, asociando riesgo familiar, riesgo
de personalidad y abuso de alcohol, a una población de 224 adultos jóvenes
descendientes de alcohólicos y 209 descendientes de no alcohólicos; los
resultados proporcionaron soporte para dos personalidad de riesgo, una
predisponente a desviación social y una tendiente a la “búsqueda de novedades”;
ambas se asociaron a antecedentes familiares de alcoholismo y abuso de alcohol.
12
- Santos, Forcada, y Zamorano(2001) realizaron, durante el año 2000, en la
Unidad de Conductas Adictivas de Xátiva, una investigación en la cual, en 69
sujetos dependientes de Alcohol, según criterios del DSM-IV, se detectó 5,8% de
trastorno límite de personalidad, 5,8% de trastorno por evitación, 4,3% de
trastorno por dependencia, 2,9% de trastorno esquizoide y 2,9% obsesivo
compulsivo; en el 13% de la muestra se detectaron trastornos de personalidad
mixtos, siendo la combinación más frecuente la de rasgos límites y por
dependencia; esta investigación destaca la baja incidencia de trastornos de
personalidad en esta muestra en comparación a otros estudios que revelan
porcentajes superiores; además se destaca la prevalencia de trastorno de
personalidad límite, por evitación y por dependencia a diferencia de muestras de
adictos a cocaína, que demuestran una clara preponderancia de trastorno de
personalidad limite, y muestras de adictos a opiáceos , en quienes predomina el
trastorno de personalidad antisocial.
- Saíz (2001) realizó un estudio cuyo objetivo fue el determinar los rasgos
de personalidad asociados al consumo de cocaína estudiando 3634 reclutas y
2841 estudiantes de secundarias a los cuales se aplicó la versión española de del
Cuestionario de Consumo de Drogas de la OMS, el Cuestionario de Personalidad
de Eysenck para Adultos (EPQ-A), (el cual evalúa tres dimensiones básicas de
personalidad: Neuroticismo, Intro-Extroversión y Psicoticismo), y la Escala de
Búsqueda de Sensaciones de Zuckerman. Las dos muestras se subdividieron en 3
grupos: G1, (no consumidores de sustancias ilegales), G2, (consumidores de
sustancias ilegales diferentes a la cocaína), y G3 (consumidores de cocaína mas
13
sustancias legales e ilegales). Los pacientes del grupo G3 presentaron mayores
puntajes en las dimensiones de “Psicoticismo “y “Búsqueda de Sensaciones”.
- En un estudio publicado el año 2001 y presentado en el VIII Congreso
nacional Español de Toxicomanías, L.Mestre (2001) investigó las características
de personalidad de pacientes adictos a opiáceos y cocaína; para tal fin aplicó un
instrumento psicométrico, el Millon Clinical Multixial Inventory II (MCMM-II), a 73
pacientes dependientes de opiáceos y de cocaína, hallando diferencias
significativas entre ambos grupos en las escalas de personalidad evitativa y límite,
siendo el grupo dependiente de cocaína el que presentó niveles más altos.
- Lopez y Freixinos (2001), en un trabajo realizado aplicando el YSR, (Youth
Self Report), a una muestra de 324 adolescentes españoles, con el fin de evaluar
las alteraciones psicopatológicas asociadas al consumo de alcohol en dicha
muestra, determinaron que en seis de los diez trastornos hallados en la muestra,
los consumidores mostraron mayor puntaje que los no consumidores,
especialmente en lo que respecta a los Trastornos externalizantes, (Factor II,
correspondiente a conducta antisocial, factor IV, correspondiente a búsqueda de
atención y factor VIII, correspondiente a hiperactividad); en problemas de
identidad/ideación, aunque no ha resultado estadísticamente significativo, los
consumidores mostraron una mayor puntuación que los no consumidores. Este
resultado indicó correlación positiva entre alteraciones psicopatológicas y
consumo de alcohol.
14
- Basiaux (2001), mediante el TCI, (Cloninger´s Temperament y Carácter
inventory), comparó el perfil de personalidad de 38 pacientes dependientes de
alcohol y de 47 sujetos sin patología psiquiátrica aparente; los dependientes de
alcohol fueron subdivididos de acuerdo a criterios de edad de comienzo de la
patología y antecedentes familiares. Los pacientes dependientes de alcohol se
caracterizaron por mayor nivel de “búsqueda de novedades”, (correspondiente a la
personalidad del tipo B del DSMIV), y menor autocontrol que los no dependientes;
el menor autocontrol se correlacionó, en los alcohólicos, con mayor incidencia de
desórdenes de personalidad. Sólo la aparición temprana de problemas
relacionados con el alcohol, se asoció a mayores niveles de búsqueda de
novedades; tanto los dependientes de inicio de consumo temprano como tardío
mostraron falta de autocontrol mayor con respecto al grupo control. Esos
resultados evidencian la mayor probabilidad de desórdenes de personalidad en
pacientes dependientes de alcohol, en particular aquellos de inicio temprano.
Sánchez (2002) aplicando el MMPI a 30 dependientes de cocaína y 26
sujetos consumidores de múltiples sustancias detectó puntajes elevados en las
escalas 8-4 y 2, indicativos de trastorno de personalidad antisocial con rasgos
depresivos y esquizoide, hallazgo que, según este investigador, indican rasgos de
personalidad adictiva más que rasgos específicos correspondientes al consumo de
sustancias,
En un estudio publicado el año 2002 Conway investigó la asociación entre
dependencia, elección de droga y rasgos de personalidad correspondientes a
emotividad positiva, negativa y desinhibición medidas a través del Cuestionario
15
Multidimensional de Personalidad y aplicándolo a 325 sujetos incluidos en el Yale
Family Study, el cual a su vez investiga la relación entre trastornos de ansiedad,
abuso de sustancias y su transmisibilidad familiar; Conway constató que los
individuos dependientes mostraron niveles de emotividad negativa mayores y que
los niveles de desinhibición fueron directamente proporcionales a la desviación
social de la droga de elección.
- Sanz(2002), con el objetivo de estudiar la prevalencia de trastornos de
personalidad en dependientes de cocaína y analizar el tratamiento en función de la
comorbilidad, realizó una investigación en dos centros de salud mental españoles
involucrando a 65 pacientes que cumplieron con los criterios diagnósticos de
dependencia de cocaína según el DSMIV, excluyendo pacientes con consumo
mixto y con más de un diagnostico en el eje I, estos pacientes fueron valorados
mediante el IPDE,(International Personality Disorder Examination),el cual evalúa
los trastornos de la personalidad según los criterios del CIE 10 y del DSM-IV y se
aplicó en forma auto-administrada, y, en caso de obtener 4 o más ítems positivos
para trastorno de personalidad, se complementó con la correspondiente entrevista
semi-estructurada, ofreciendo un diagnostico categoríal y dimensional de los
trastornos en los individuos estudiados. El estudio reportó una alta incidencia de
trastornos de personalidad en los dependientes de cocaína, resultando positivos
49 pacientes en el IPDE auto-administrado y confirmándose 42 de ellos (64.3%)
en la entrevista estructurada; 37 pacientes (56,9%) presentaron más de un
trastorno de personalidad. El trastorno más frecuente fue el Límite (21.5%),
seguido del Histriónico (20%), Antisocial (15,4%), Dependiente, (13,8%), y
Narcisista,(12,3%). Las asociaciones más frecuentes fueron T. Limite y T.
16
Histriónico (10.8%), Antisocial e Histriónico (10,8%), Límite y Antisocial (9,2%), y
Límite y Narcisista (6,2%). La evolución de los pacientes con estos trastornos fue
negativa mientras que la ausencia de trastorno comórbido fue la variable de mejor
pronóstico evolutivo.
- Ratti (2002), al investigar la funciones ejecutivas de lóbulo frontal
afectadas en el alcoholismo crónico, aplicando a 22 alcohólicos masculinos y 22
sujetos control , con similares edades, niveles educacionales y cocientes
intelectuales, aplicando el MMPI y una batería de test neurofisiológicos, como el
de símbolos dígitos y el WCST, halló que los alcohólicos presentaban deterioro en
un amplio rango de funciones ejecutivas; sin embargo no se evidenciaron
diferencias significativas en cuanto a los niveles de agresividad entre el grupo de
dependientes y el grupo control.
- Pedrero (2002), con el objetivo de analizar los rasgos de personalidad
según el “modelo factorial de las cinco grandes dimensiones”, evaluó 158
dependientes de cocaína, alcohol y heroína recluidos en un centro de atención en
Madrid, aplicando el “Big Five Questionnaire” (BFG), el cual es un instrumento que
permitió medir subdimensiones como “energia-dinamismo y dominancia”,
“afabilidad-cordialidad y cooperatividad”, -“Tesón – escrupulosidad y
perseverancia”, “estabilidad emocional-control de emociones y de los impulsos”
“abertura mental-abertura a la cultura y experiencia y distorsión”; mediante el BFG
fue posible determinar que, en los sujetos estudiados, existen rasgos de elevada
inestabilidad emocional, falta de control emocional y control de impulsos,
relacionado con la dependencia de sustancias; también, aunque no con las
17
diferencia significativas que en la dimensión de “estabilidad emocional” ya
mencionada, se detectaron alteraciones a nivel de “tesón y abertura mental” y
“energía” con respecto a la población normal; en relación al tipo de sustancias,
aunque sin significación estadística, en la dimensión “energía”, la medición de las
subdimensiones “introversión/extroversión” mostró mayores rasgos de
extroversión en los consumidores de cocaína, al contrario que los alcohólicos,
quienes, además, mostraron menor “vulnerabilidad emocional” que el resto de los
consumidores y menor “apertura mental”. En ninguno de los grupos de
dependientes se constató tendencia a “búsqueda de sensaciones”, como correlato
de “apertura mental”, asociada a su consumo de sustancias. En las conclusiones
de este estudio se destacó que la variable más directamente relacionada con la
dependencia fue la”inestabilidad emocional”, de cuyas subdimensiones destacó
predominantemente la alteración del “control emocional” más que el “control de los
impulsos”, lo cual, concluyó Pedrero, situaría a la droga como un mecanismo para
evitar o escapar de la angustia que vulnerabilidad emocional provoca.
-Suzuki (2002) comparó la prevalencia de rasgos de personalidad
obsesivos compulsivos y depresivos en 75 pacientes alcohólicos hospitalizados,
(41 jóvenes y 34 de mediana edad), con respecto a una población control de 53
sujetos no alcohólicos, con similar perfil de edad, aplicando el Leyton Obsesional
Inventory y la Zung Self-Rating Depresión Scale; los resultados demostraron una
mayor prevalencia de rasgos obsesivos compulsivos que depresivos en ambos
grupos etarios de alcohólicos, además de más rasgos obsesivos compulsivos que
los sujetos no alcohólicos.
18
B- BASES TEÓRICAS.
El síndrome de dependencia, con criterios aplicables tanto en el caso de la
cocaína como del alcohol, constituye, según el CIE-10 (OMS, 1992), un conjunto
de manifestaciones fisiológicas, comportamentales o cognoscitivas en el cual el
consumo de drogas, o de un tipo de ellas, adquiere máxima prioridad para el
individuo, el cual manifiesta un deseo intenso de consumir la sustancia; las pautas
para el diagnostico son las siguientes, siempre y cuando hayan estado presentes,
durante algún momento en los doce meses previos, tres o más de las siguientes
manifestaciones:
a. Deseo intenso o compulsión a consumir la sustancia.
b. Disminución de la capacidad para controlar el consumo de la sustancia,
para evitar el inicio, para poder terminarlo o para controlar la cantidad consumida.
c. Síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia típicos para la
sustancia, cuando el consumo de la sustancia se reduzca o cese; consumo de la
misma sustancia, o una muy próxima, para evitar el síndrome de abstinencia.
d. Evidencia de tolerancia a los efectos de la sustancia como necesidad de
aumentar significativamente las dosis para conseguir la intoxicación o el efecto
deseado o marcada disminución del efecto con el consumo de la misma cantidad.
e. Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones, a causa del
consumo de la sustancia, aumento del tiempo necesario para obtener o ingerir la
sustancia o para recuperarse de sus efectos.
f. Persistencia en el consumo de sustancia a pesar de sus evidentes
consecuencias perjudiciales, siendo el consumidor conciente de estas.
19
g. Preocupación con el consumo que se manifiesta por el abandono de otras
fuentes de placer o diversiones y por el consumo o el empleo de gran parte del
tiempo en obtener, consumir o recuperarse de los efectos de la sustancia.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-
IV, (APA, 1997), la dependencia de sustancias se define como un patrón
desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva a un deterioro o malestar
clínicamente significativos, expresado por tres, (o más), de los siguientes ítems, en
algún momento de un periodo continuado de 12 meses:
1) Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:
a) Una necesidad de cantidades marcadamente creciente de la
sustancia para conseguir la intoxicación o efecto deseado.
b) El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye
claramente con su consumo continuado.
2) Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:
a) El síndrome de abstinencia característico para la sustancia.
b) Se consume la misma sustancia (o una muy parecida) para evitar o
aliviar los síntomas de abstinencia.
3) La sustancia es consumida con frecuencia, en cantidades mayores o
durante un periodo más largo de lo que inicialmente se pretendía.
4) Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o
interrumpir el consumo de la sustancia.
5) Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de
la sustancia, en el consumo de la sustancia o en la recuperación de los
efectos de la sustancia.
20
6) Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas
debido al consumo de la sustancia.
7) Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de
problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen
causados o exacerbados por el consumo de la sustancia (por ejemplo:
consumo de la cocaína a pesar de saber que provoca depresión, o
continuada ingesta de alcohol a pesar de que empeora una úlcera).
Puede ser con Dependencia Fisiológica, si hay signos de tolerancia o
abstinencia, (se cumplen los puntos 1 y 2), o sin Dependencia Fisiológica, (no se
cumplen los puntos 1 y 2).
Está posibilidad de no existir necesariamente dependencia fisiológica para
cumplir con los criterios antes mencionados lleva a indagar cuales factores no
estrictamente orgánicos influyen el comportamiento adictivo interactuando con
estos últimos. Entre estos factores resaltan la personalidad, definida por Pervin
(1998) como una organización compleja de cogniciones, emociones y conductas
que da orientaciones y pautas a la vida de una persona, integrada tanto por
estructuras como por procesos y reflejando tanto la naturaleza (genes) como el
aprendizaje (experiencia), (Pervin, 1998).
La interacción entre estos elementos ha sido estudiada, a lo largo de la historia,
desde numerosos enfoques, cada uno de los cuales intenta establecer correlación
causa – efecto entre los factores puramente biológicos y los psicosociales. En los
años”50” se iniciaron estudios de laboratorio en animales que demostraron la
21
importancia de los mecanismos de reforzamiento primarios y secundarios,
positivos y negativos, además de factores ambientales, en la dependencia a
drogas, más allá de la capacidad de provocar síntomas de abstinencia física
(Fogel, 2000). Eso estimuló ulteriores estudios, como el realizado por Olds y
Milder en 1954, en la búsqueda de circuitos cerebrales que otorgaran soporte
anatómico-fisiológico a estos patrones conductuales, especialmente al paradigma
de auto administración de drogas, evidenciado en los estudios en animales; se
descubrió que los animales de experimentación, de la misma forma en que se
auto-inoculaban espontáneamente drogas, se auto-administraban ávidamente
estímulos eléctricos en regiones cerebrales especificas, activando las mismas
regiones que las sustancias de abuso. Otro hallazgo importante de estos estudios
fue comprobar que las drogas que producen conducta de auto administración en
animales son las mismas que son abusadas por los Humanos (Fogel, 2000).
Enfatizándose, de esta forma, la búsqueda del sustrato neural de la conducta
adictiva, se ha empleado la administración de agonistas y antagonistas de
neurotransmisores específicos para determinar su papel en los efectos de las
diferentes sustancias, observando el resultado de esta manipulación en la auto-
administración de drogas, o sea al disminuirla con el suministro de agonistas y al
aumentarla con los antagonistas (Fogel, 2000). Otras investigaciones de enfoque
neurobiológico para explicar la conducta adictiva, lo constituyen los estudios de las
lesiones cerebrales, especialmente aquellas que demostraron que al lesionarse
selectivamente, mediante neurotoxina 6OHDA, el núcleo accumbens o el área
tegmental ventral del Tálamo, se interrumpe la conducta de autoadministración de
Cocaína, además de otras drogas, como anfetaminas, heroína y morfina. Esto
demuestra el rol crucial del sistema mesolímbico en la adicción, especialmente
22
tomando en cuenta que desde el área tegmental ventral se proyectan fibras
dopaminergicas hacia el núcleo accumbens, tubérculo olfatorio, amígdala y
corteza prefrontal; investigaciones como la realizada por Corrigal, en 1988,
corroboran esta hipótesis al detectarse auto administración voluntaria por animales
de laboratorio de microinyecciones de Cocaína, Morfina o Heroína
específicamente en núcleos o regiones de proyección terminal del sistema
mesolímbico, más no en otras áreas cerebrales (Fogel, 2000), y mediante auto-
administración de impulsos eléctricos en donde se determinó aumento de
Dopamina en sinapsis mesocortical y mesolímbica (Kandell, 2001).
Las drogas de abuso potencian los efectos reforzadores de la estimulación
eléctrica en el cerebro disminuyendo la frecuencia de pulsos de descarga
necesarios para producir un determinado nivel de respuesta conductual.
Actualmente se ha establecido que drogas como la cocaína aumentan el nivel de
Dopamina en el núcleo accumbes bloqueando el transportador de DA y
prolongando así el tiempo en que esta permanece en el hendidura sináptica;
modificando el gen que codifica el transportador de DA se elimina el efecto de la
cocaína (Kandell, 2001). No todas las drogas que crean dependencia utilizan el
sistema de DA, como es el caso del Alcohol (Kandell, 2001). Se ha propuesto la
teoría de que todas las drogas de abuso actúan sobre el sistema mesolímbico
influyendo no solamente en la actividad Dopaminérgica sino también en la
Serotoninérgica, siendo esto demostrado por la influencia de la ingestión de
Triptofano, importante precursor de la 5HT, en la disminución de auto-
administración de anfetaminas en animales de experimentación (Fogel, 2000),
además de la disminución de auto-administración de Cocaína y Etanol en ratas
23
tratadas con Fluoxetina. Otro sistema implicado en el abuso se sustancias es el de
la transmisión Glutamáergica, específicamente el receptor NMDA del Núcleo
Accumbens, al demostrarse que bloqueando estos receptores se reduce el efecto
de la cocaína. (Fogel, 2000). Cornish en el 2000 sugirió que la exposición repetida
a la cocaína está asociada a incremento de la transmisión Glutamáergica, lo cual
sugiere que el comportamiento que caracteriza la adicción a cocaína así como el
“Craving” que produce pueden no ser preferentemente mediadas por dopamina en
el núcleo accumbens; la base para tal afirmación la obtuvo mediante inyecciones
sistémicas de cocaína o por microinyecciones de agonista de receptor de
Glutamato AMPA o Dopamina dentro del núcleo accumbes para producir conducta
de búsqueda de droga, hallando que la microinyección de antagonista
glutamaergico siempre bloquea la reinstalación de conducta de búsqueda de
droga, mientras el antagonista de receptor de Dopamina fue efectivo solamente
siendo administrado dentro del núcleo accumbens (Cornish, 2001). Según
Fernández (2002) la activación en los procesos de dependencia de la vía
mesolimbica dopaminergica, vía que nace en el área tegmental ventral, quién
regula los niveles de AMPc a nivel de núcleo accumbens y amígdala, a su vez
responsable de los procesos relacionados con recompensa y aprendizaje, implica
que la adicción sea un aprendizaje aberrante, ya que normalmente esta vía tiene
fisiológicamente como fin el establecimiento de conductas con estímulos
reforzadores naturales como el sexo y los alimentos. Muchos estudios reportan
que el abuso de alcohol y de otras drogas ilegales está asociado a condiciones
sociales que favorecen el desarrollo de desordenes psicológicos y aislamiento; al
respecto Stanton Peele, citado por Belloch (1997), en 1985 propuso el “modelo
social para explicar la conducta adictiva; este modelo sostiene que el entorno
24
social, las experiencias y ,por ende, la personalidad resultante determinan un
estilo de afrontamiento evitativo; no siendo la sustancia o la conducta la causal de
la adicción, sino el modo como la persona interpreta esa experiencia y como
responde, a nivel fisiológico, conductual y emocional, a la misma. La conducta del
adicto derivaría de una incapacidad para hacer frente al funcionamiento cotidiano
ante un mundo al cual no se encara, favorecido por la droga; la esencia de la
adicción seria, por lo tanto, según el modelo social, la pasividad, siendo la
dependencia una excusa para no esforzarse en adaptarse al entorno y a la vida.
Según esta teoría nuestra cultura, al tener como valores predominantes el logro y
el éxito individual, favorece la adicción en estas personas, que son, o se sienten,
incapaces de enfrentar tales exigencias. Otra teoría explicativa de las
dependencias es la Teoría del aprendizaje social de Bandura, que involucra el
condicionamiento clásico, operante y el vicario en el inicio y mantenimiento del
consumo de drogas; además esta teoría parte del supuesto de que la conducta
adictiva está mediada por cogniciones, que se acumulan a través de la interacción
social en el curso del desarrollo y las experiencias directas e indirectas con el
consumo, (especialmente los significados funcionales unidos a la conducta de
consumo) (Belloch,1997). Fernández (2002), basándose en un enfoque
psicodinamico, explica las dependencias como resultado de una falla en el
proceso evolutivo individual, en el cual falta la adecuada función parental, que es
necesaria para estructurar la dimensión simbólica del niño; de esta forma el
individuo se predispone a ser “adicto”, de “a”-“dicto” (sin palabras), ya que no
puede representar y expresar en el pensamiento y en el lenguaje sus situaciones
conflictivas, pero si actuar, para cuestionar y mentir, impulsado por estos conflictos
que no son registrados como tales , sino como compulsiones que los empuja a
25
descargas de cualquier tipo, excepto verbales, ya que carece de lenguaje
estructurado. Por esto Fernández define la adicción como “un hacer en lugar de un
decir”. La misma autora postula que, en el desarrollo del adicto, este déficit en la
función parental deriva en falta de aprendizaje en el control de impulsos, falta de
modelos de reflexión y de espera, falta de figura paterna con la cual identificarse y,
sobre todo, falta de un adecuado desprendimiento de la madre; esto resulta en
una estructuración defectuosa de la psique, con falla en las representaciones
simbólicas a través de las cuales poder desahogar las tensiones, que entonces se
vierten el la acción del consumo de sustancias, visto como un fenómeno regresivo
múltiple, de lo genital a lo oral, del pensamiento reflexivo al cumplimiento
alucinatorio de deseos y a la descarga motora, de la relación de objeto al
narcisismo (Fernández,2002).
Aunque la mayoría de los adictos utiliza en su vida varios agentes
psicotrópicos, generalmente experimentan una preferencia prolongada y distintiva
por una droga en particular. Varios estudios, como el realizado por Kramer,
Fischman y Littlefield en 1967, (citados por Bellak, 1993), en donde, utilizando la
Entrevista y Escala de Evaluación de Funcionamiento del Yo de Bellak y Hurvich”,
se demuestra este concepto de “usuario preferente” al estudiar las diferencias
entre los consumidores preferenciales de heroína y anfetaminas, revelan
relaciones distintivas entre el estilo de personalidad y la drogas de preferencia,
más allá de la influencia, también importante, de los gustos y costumbres sociales.
Esto indujo a especular que las diferencias se relacionan con patrones de
experiencias infantiles formadas antes de la adicción a la droga; También que una
26
vez experimentado un patrón particular de funcionamiento del yo inducido por la
droga el consumidor puede buscarlo nuevamente con propósitos de defensa,
como solución a un conflicto o como deleite primario. Esta búsqueda de un estado
particular del yo inducido por la droga estaría relacionada con las necesidades
previas del individuo para la resolución del conflicto o de la ansiedad. El bajo
umbral de tolerancia a la frustración evidenciado en los pacientes dependientes de
Heroína incluidos en el estudio antes mencionado sugeriría que el fenómeno de
regresión Narcisista podría estar involucrado en la adicción, al fijarse los adictos a
un objeto narcisista pasivo en donde los objetos, como la droga, son fuente de
abastecimiento para satisfacer necesidades. En los pacientes consumidores de
Anfetaminas se ha detectado un patrón de “inflación narcisista compensatoria”,
cuyo carácter grandioso afirma la negación y se correlaciona con patrones
específicos premorbidos de adaptación (Bellak, 1993). Esto nos lleva a la pregunta
de cuál es el papel de la personalidad en la determinación de la elección de una
droga y si las diferencias de rasgos de personalidad que se encuentren sean
causa o efecto del consumo. Investigadores como Pedrero (2002) sostienen que
las drogas pueden operar como modulador de algunas de las áreas carenciales de
la personalidad y existe una funcionalidad fisiológica de la droga en relación a los
diferentes patrones de personalidad, sean patológicos o no.
Cervera (2001) sostiene que, en vista de que el consumo de sustancias
generalmente comienza en la adolescencia, su efecto neurofisiológico directo
sobre el sistema nervioso central, en un periodo en el cual se estaría todavía
conformando la personalidad, provocaría una alteración estructural definitiva de
27
los elementos físicos y de pautas conductuales que rigen el comportamiento del
individuo.
Aunque la correlación de la personalidad con el uso, abuso y dependencia de
drogas ha sido ampliamente estudiada, por lo general no se le ha investigado
dentro de un marco de referencia teórico coherente, que tenga aceptación y
aplicabilidad clínica amplia a través de los campos psiquiátricos y psicológico.
Algunos autores como Zimberg, citado por Bellak (1993), incluso señalan que
el panorama clínico del adicto está muy afectado por el uso de las drogas como
para permitir inferencias validas acerca de la dinámica de la personalidad antes de
la adicción. La mayoría de los clínicos reconocen que la naturaleza interactuante
de causa y efecto en el uso de las drogas da por resultado una condición clínica
que refleja tanto factores predisponentes como las consecuencias sociales y
fisiológicas en el uso de las drogas .Sin embargo hay diversidad de opiniones en
cuanto a la patología del Yo preexistente, como en la manera en que procesos
patológicos específicos se relacionan con patrones de uso de drogas particulares.
Algunos autores afirman que la droga de elección está determinada
dinámicamente y se relaciona con patrones distintivos de deficiencias del yo, como
Wieder y Kaplan, que postulan que drogas particulares son utilizadas por su
capacidad para producir estados del yo característicos de etapas de desarrollo
más tempranas; otros investigadores se centran en las diferencias individuales de
los efectos de las drogas y en la manera como éstos podrían estar relacionados
con una patología del Yo preexistente; Greenspan, por ejemplo, sugirió que la
28
variación individual en los efectos de la droga, así como la morbilidad de un patrón
de abuso de droga, variará en maneras relativamente especificas, dependiendo de
la regulación de desviaciones en el desarrollo preexistente (Bellak, 1993).
Algunas teorías psicodinámicas relativamente recientes postulan que la
mayoría de las disfunciones psicológicas observadas son, más que causa,
resultado del abuso de droga y del comportamiento asociado al consumo, con
subsiguiente alteración de la personalidad, caracterizada por deficiencia en la
graduación de sentimientos, anticipación de peligro, activación de mecanismos de
defensa, rigidez de estos últimos y de la adaptabilidad, disminución de autoestima,
escasa introyección del Yo y de las imágenes objetales y alteración del juicio.
Dentro de esta perspectiva la ingesta de drogas se inicia en el curso de una crisis
durante la cual la capacidad adaptativa se encuentra alterada; al experimentar el
usuario un beneficio adaptativo puede presentarse un uso y dependencia
continuos, o sea que la droga puede operar como modulador de alguna de las
áreas carenciales de la personalidad; la dependencia se correlaciona con una
manifestación regresiva del yo (Khantzian, 1985).
Siguiendo esta búsqueda de correlación entre factores de personalidad y tipo
de sustancia utilizada, Conway, en el año 2002, publicó los resultados de una
investigación en la cual estudió la relación entre dependencia, droga de elección,
rasgos de personalidad de emotividad (negativa o positiva) y desinhibición de
acuerdo a los cánones del Cuestionario Multidimensional de Personalidad; la
conclusión fue que los pacientes con dependencia mostraron un mayor grado de
“emocionalidad negativa” y que la diferencia entre los consumidores de sustancias
29
distintas diferían en cuanto a grado de desinhibición. Esto reviste mayor
importancia tomando en cuenta que Weiers (2001), al investigar la relación entre
personalidad y reactividad serotonérgica en la dependencia alcohólica; y al evaluar
las características de personalidad de acuerdo al “modelo de temperamento y
carácter de Cloninger”, el “modelo de cinco factores de McCrae y Costa” y
de”Búsqueda de Sensaciones de Zuckerman” así como el de “Impulsividad-
Temeridad” de “Eysenck” midiendo, además, la respuesta de la prolactina a la
administración, en 40 alcohólicos y un grupo control, de fenfluramina, un inhibidor
de la recaptación de serotonina, lo cual sirvió como un indicador de la reactividad
de la neurotransmisión serotonergica, detectó lo siguiente: los sujetos con elevada
reactividad neuroendocrina se caracterizaron por escasos rasgos de “evitación de
peligro” y elevados niveles de “impulsividad-temeridad” en contraste con los de
baja reactividad neuroendocrina; Wejiers concluyó que los rasgos de “evitación de
peligro”, por un lado, y los de “extraversión/temeridad”, por otro lado, están
inversamente correlacionados con la neurotransmisión serotonergica,
evidenciando una estrecha relación entre rasgos de personalidad y sistema
serotoninergico en alcohólicos.
Recientemente, el año 2002, Hermann también afirmó que el sistema
serotoninérgico está involucrado en la neuropsicobiología del alcoholismo al
correlacionar neurotransmisión serotonérgica e intensidad de dependencia.En
otros estudios investigadores como Weijers (1999) no encontraron diferencias
significativas entre grupos control y alcohólicos utilizando únicamente el TCI de
Cloninger. Sin embargo Bau (1999) utilizando el TCI correlacionó los rasgos de
personalidad de alcohólicos a factores neurobiológicos, especialmente la
30
repetición de siete alelos en la VNTR del exón 3 del gen del receptor de Dopamina
D4, asociándolo a “escasa conducta de evitación de riesgos”.
Esta correlación genética podría explicar el hecho de que desórdenes de
personalidad, especialmente el Antisocial, son frecuentes entre pacientes con
dependencia a drogas, siendo hallados en aproximadamente el 50% de los
pacientes incluidos en un estudios efectuado por Thomas (1999); también se ha
identificado un nexo estrecho entre alcoholismo y depresión, señalando que estas
dos categorías se presentan frecuentemente en el mismo paciente; los síntomas
de depresión son predominantes en los alcohólicos en comparación con varias
categorías diagnósticas en pacientes psiquiátricos; además se ha encontrado que
la depresión es más frecuente en alcohólicos que en usuarios de narcóticos.
Estudios epidemiológicos sostienen que la comorbilidad psiquiátrica para la
dependencia alcohólica es el doble de la esperada que en el resto de la población,
los trastorno afectivos, de personalidad y trastornos por otras drogas fueron las
asociaciones más frecuentes y, entre los trastornos de personalidad, el T. Límite,
el T. por Evitación y el T. por Dependencia; algunos autores como Santos (2001),
Basiaux (2001), Mazas (2000) y Enoch (2002), sostienen importante comorbilidad
con trastornos de personalidad antisocial. Esta asociación con trastornos de
personalidad conlleva a dificultades terapéuticas y mal pronostico; por lo tanto el
correcto diagnostico de estas patologías es esencial para el éxito terapéutico
(Bucholz, 2000; Thomas, 1999).
31
El Alcohol es el depresor del sistema nervioso central más utilizado, siendo su
uso socialmente aceptado en la mayor parte de las culturas desde los albores de
nuestra historia, tanto que, en los Estados Unidos, aproximadamente el 90% de
las personas adultas han consumido esta sustancia en su vida (APA,1997) y el
13,8% de los adultos cumple con criterios diagnósticos de Abuso o dependencia
de Alcohol (APA,2000); a pesar de esto la mayoría de las personas no adquiere
dependencia de esta sustancia (APA,1997). Se han postulado y demostrado
factores familiares (Hill, 2000), culturales, sociales y genéticos (Raimo, 2000) que
intervienen en la etiopatogenia de este trastorno (Goldman, 1999). La conducta
adictiva asociada con el alcoholismo se caracteriza por preocupación compulsiva
por obtener alcohol, perdida de control sobre el consumo y desarrollo de tolerancia
y dependencia, así como desajuste ocupacional y social; La comprensión de los
factores que inducen a este trastorno se ha enfocado sobre la identificación de
mecanismos cerebrales que expliquen los mecanismo de reforzamiento del
alcohol y la progresión de cambios en la función neuronal en el desarrollo de la
dependencia, además de los factores ambientales relacionados (Weiss, 2002). El
alcohol, por su alta solubilidad, tanto en medio acuoso como lipídico, es fácilmente
absorbible por el organismo a nivel gastrointestinal (Aragón, 2002) y de alta
disponibilidad a nivel de sistema nervioso central, por su habilidad para atravesar
la barrera hematoencefálica; a diferencia de la Cocaína, por ser una molécula
simple, no tiene suficiente complejidad estructural para interaccionar con un
receptor específico (Belloch, 1997), siendo su acción, según Fogel, (2000),
inespecífica. El etanol se metaboliza a través de metabolismo enzimático oxidativo
y su primer metabolito oxidativo es el acetaldehído, el cual se ha relacionado tanto
con los efectos fisiológicos de la intoxicación etílica como con la dependencia. El
32
acetaldehído es producto de la oxidación de etanol siendo metabolizada en
acetato por la aldehído deshidrogenasa hepática (ALDH) la cual, mediante
transferencia de hidrogeno al cofactor NAD, induce la formación de ácido acético:
CH3CHO+NAD +H2O CH3COOH+NADH+H; se han descrito 12 genes que
codifican los distintos tipos de ALDH, cuyos loci se han ubicado en los
cromosomas 9, 11,12 y 17, por investigaciones realizadas por Kitson y Weiner en
1996 (Aragón, 2002).
El etanol no tiene receptores específicos sino que interactúa con algunas
proteínas específicas de canales iónicos, trasportadores, proteínas g y
proteinkinasas de la membrana neuronal, alterando la neurotransmisión y la
actividad de enzimas reguladoras de la expresión génica; la mayor parte de estas
interacciones ocurren a nivel de proteínas en receptores GABAA, potenciando la
acción del neurotransmisor correspondiente y receptores NMDA del glutamato,
inhibiendo este ultimo, con subsiguiente efecto depresor del SNC (Ayesta, 2002).
El receptor GABAA se estructura en un complejo con un ionoforo de Cl, el cual
está constituido por una proteína de 5 subunidades, las cuales forman un canal
que atraviesa la membrana neuronal y es capaz de transportar aniones de
pequeño tamaño como el Cloro. La entrada de este ión negativo al ser activado el
receptor por el GABA, a su vez potenciado por el etanol, produce hiperpolarización
de la membrana, con subsiguiente menoscabo de la excitabilidad neuronal. De la
misma forma en que el alcohol potencia el GABA, aumentando indirectamente la
permeabilidad al anión cloro, potencia la actividad de las benzodiazepinas y
barbitúricos en su acción sobre el receptor. De esta forma el Alcohol no actúa
33
directamente sobre el canal de cloro, a menos que sea en grandes dosis. La
acción descrita no es generalizada sino selectiva en cuanto a regiones
anatómicas, circuitos específicos, neuronas individuales y hasta en receptores
GABAA de una misma neurona. Esta última característica es debida a que existen
por lo menos tres tipos de subunidades distintas que componen los receptores
GABAA, provenientes cada una de cinco familias estructuralmente y
genéticamente diferentes, (alfa, beta, gamma , delta y epsilón), a su vez divididas
en subtipos; por lo consiguiente existen genes diversos codificando la diferentes
subunidades, con propiedades distintas entre ellas. Al revés del receptor GABA, el
cual aumenta la permeabilidad a iones negativos, el receptor NMDA está acoplado
a un canal que permite el paso de iones positivos, como el sodio, potasio y calcio,
con resultante despolarización de la membrana, acción del calcio sobre enzimas
intracelulares y facilitación del fenómeno de “potenciación a largo plazo” (Long
Term Potentiation, LPT), responsable de los proceso de aprendizaje y memoria;
en este caso el GABA inhibe el paso de calcio a través de este canal e inhibe LPT.
Al igual que para los receptores GABA la acción sobre los receptores NMDA
posee variabilidad regional y local. Además de actuar en la permeabilidad al calcio
a través de los receptores NMDA, también el etanol lo hace a través de los
canales de calcio tipo L, N y T, bloqueándolos. Además puede actuar a través de
la proteinkinasa C, inhibiéndola o activándola de acuerdo a las circunstancias
(Ayesta, 2002). Otro efecto importante del etanol se produce a través del AMPC, al
aumentar su producción gracias sobre todo a su acción sobre la adenosina, la cual
se verifica tanto a nivel de receptores como de trasportadores (Ayesta, 2002).
34
Los epifenómenos ligados a la dependencia, como la tolerancia y la
abstinencia, son importantes en el alcoholismo así como en otras dependencias,
siendo el conocimiento de sus mecanismos para lograr sus efectos de utilidad
para explicar algunos importantes factores de riesgo (Ayesta, 2002).
El consumo repetido de alcohol causa tolerancia, definida (APA, 1997) como
necesidad de recurrir a cantidades crecientes de la sustancia para alcanzar el
efecto deseado o una notable disminución del efecto de la sustancia con su uso
continuado y a las mismas dosis; esto ocurre como consecuencia de la adaptación
del organismo a la presencia de la sustancia; han sido descritas tres clases de
tolerancia(Belloch,1997): La tolerancia metabólica, debida a la inducción de los
sistemas enzimáticos que degradan el alcohol, la tolerancia farmacológica o
neuronal, que acontece al adaptarse la neurona por desensibilización de
receptores y síntesis de nuevas proteínas de membrana, disminuyendo la
capacidad del alcohol de desordenar las membranas neuronales, y, por último, la
tolerancia psicológica, según algunos autores debida a un proceso de
condicionamiento clásico. La tolerancia alcohólica puede ser producida por
diversos mecanismos (Ayesta, 2002); a dosis altas el etanol produce inducción
enzimática del sistema oxidativo microsomal, produciendo tolerancia
farmacocinética, la cual ocasiona alcoholemias menores a igualdad de ingesta.
Otro tipo de tolerancia en este tipo de dependencia es la tolerancia
farmacodinámica, la cual ocasiona menor efecto a igualdad de niveles plasmáticos
de etanol; este tipo de tolerancia puede catalogarse en diversos tipos: La
tolerancia más aguda, conocida como efecto Mellanby, que implica que, a
35
igualdad de alcoholemia, se produce más efecto cuando los niveles plasmáticos
están elevándose que al estar descendiendo; otra forma de tolerancia,
denominada conductual, es la que produce cuando, al realizar una tarea, aún en
igualdad de ingesta, se desarrolla mayor tolerancia al efecto ataxico al realizar la
tarea repetidamente bajo los efecto del alcohol que cuando no. Además se han
descrito un conjunto heterogéneo de adaptaciones celulares a la exposición
crónica de etanol, como cambios en números de receptores, de segundos
mensajeros y permeabilidad de los canales, que se traducen a una menor
respuesta a los efectos, conformando la denominada “tolerancia celular”. En este
sentido, a nivel de receptores GABAA, el consumo crónico de alcohol produce
aumento de subunidades alfa 6, con consiguiente hipofunción gabaergica;
asimismo se ha detectado que los alcohólicos presentan disminución de los
receptores GABAA en corteza frontal, desconociéndose si esto es consecuencia
del alcoholismo o un factor predisponerte (Buck, 2001; Ayesta, 2002). En cuanto a
los receptores NMDA, el consumo crónico produce aumento en su numero lo cual
se relaciona con tolerancia, contrarrestando los efectos del etanol cuando está
presente, sin embargo produciendo hiperactividad glutamatérgica al disminuir sus
niveles sericos, con la subsiguiente hiperexcitabilidad que se verifica en la
abstinencia. Además, este fenómeno a nivel de receptores NMDMA, induce
aumento de flujo intracelular de iones de calcio, lo cual conlleva a muerte neuronal
y alteraciones de la memoria, así como convulsiones y delirium tremens. Esta
hiperactividad NMDA se incrementa con la hipomagnesemia frecuente en los
alcohólicos, al ser el magnesio antagonista del glutamato. Como se mencionó
anteriormente los canales iónicos también sufren alteraciones en el consumo
crónico de alcohol y están involucrados tanto en tolerancia como en síndrome de
36
abstinencia; esto se verifica sobre todo a nivel de los canales de calcio, los cuales
son afectados en forma directa o en forma indirecta, a través de los receptores
NMDA; la importancia de este efecto se ha demostrado al disminuir, mediante la
administración de bloqueadores de calcio, como la Nimodipina, las convulsiones y
la mortalidad en sujetos en abstinencia alcohólica (Ayesta, 2002); recientes
investigaciones refuerzan la importancia del papel de los receptores NMDMA en el
alcoholismo al proponer la utilización de antagonistas NMDA para atenuar los
síntomas afectivos de la abstinencia (Bisaga, 2000) Otro cambio importante
secundario a la exposición crónica al alcohol es un aumento en el crecimiento de
dendritas y axones neuronales, que retrasa la conducción eléctrica e interfiere en
la remodelación sináptica que interviene en los procesos de aprendizaje (Ayesta,
2002). Según Belloch (1997) el alcohol es capaz de afectar la estructura de las
membranas neuronales, volviéndolas, en los consumidores crónicos, más rígidas;
afecta la acción y niveles de AMP cíclico y puede causar lesiones tanto a nivel
macroscópico (cuerpo calloso, protuberancia, tálamo, cuerpos mamilares,
ensanchamiento de surcos cerebrales y cerebelosos, dilataciones de los
ventrículos cerebrales) como microscópicas (disminución de prolongaciones
dendríticas y numero de neuronas en hipocampo y cerebelo).
La hipótesis de alteración de fluidez de la membrana neuronal producida por el
etanol no ha sido comprobada ni desmentida hasta la actualidad, no siendo
suficiente para explicar los fenómenos de abstinencia y los “blackouts”, o sea la
perdida de memoria durante las intoxicaciones. La correlación existente entre
potencia de los diversos alcoholes y capacidad de alterar la fluidez de la
membrana probablemente es solo el reflejo de otra correlación, la cual seria la
37
existente entre potencia y liposolubilidad; este ultimo factor determina la capacidad
de atravesar membranas y, por lo tanto, alcanzar las proteínas interactuantes
(Ayesta, 2002).
Como se mencionó anteriormente, numerosos factores intervienen en la
etiopatogenia de la enfermedad; evidenciando la influencia de factores genéticos
en el alcoholismo así como en la dependencia a cocaína (Fogel, 2000), resaltan
estudios realizados en gemelos con marcadores genéticos y adopción. Se ha
relacionado el gen receptor de Dopamina D2 con el alcoholismo, al igual que a la
dependencia de otras sustancias (Goldman, 1999). Asimismo se han realizado
análisis de correlación positiva entre fenotipos alcohólicos y codificación genética
de receptores de Dopamina 2 y 4 (Hill, 1999). Al respecto Limosin (2000) y
Lappanainen, (1998) han enfatizado la existencia de factores etiológicos genéticos
comunes de trastorno de personalidad antisocial y alcoholismo, siendo
frecuentemente recalcada la posible co-transmisión genética de ambos. Se ha
postulado que los múltiples factores genéticamente determinados que predisponen
al alcoholismo, tales como rasgos de personalidad implicados en la inhibición
conductual, elementos enzimáticos y neuroreceptores responsables del efecto,
metabolismo y la farmacocinética del alcohol, interactúan entre ellos para poder
determinar la aparición de la enfermedad, de acuerdo a la influencia de factores
ambientales (Li, 2000). Un polimorfismo genético de receptores D2 y D4 de
Dopamina fue correlacionado con rasgos de neuroticismo y extraversión medidos
a través del inventario de personalidad de Eysenck, (Ozkaragoz, 2000), y, en otro
estudio, con personalidad antisocial (HIl, 1999). El trastorno antisocial de la
personalidad, ha sido también asociado a polimorfismo genético de
38
transportadores de serotonina (5HTT) (Hallikainen, 1999). Cloninger propuso un
mecanismo adaptativo neurogenético en el alcoholismo, habiendo propuesto tres
dimensiones básicas de personalidad para el temperamento: “búsqueda de
novedades”, “evitación de peligro” y “dependencia a recompensa”, cuyos
correlatos serian la vía dopaminérgica para la primera dimensión, la serotonérgica
para la segunda y la noradrenérgica para la tercera (cuadro 1); Comings (2000),
corroboró la relación entre estas dimensiones y la codificación genética de estos
neurotransmisores. Buck en el 2001 incluyó correlación genética correspondiente
a la codificación de receptores GABA en la fisiopatología de la dependencia al
alcohol y otras drogas (Buck, 2000). Sin embargo otros estudios, como el
realizado por Pastorelli (2001), no lograron establecer la misma correlación
genética con el alcoholismo.
En cuanto a los factores psicológicos se han desarrollado modelos
etiopatogénicos derivados del conductismo, de la teoría psicoanalítica y de la
teoría general de sistemas. Mediante estudios previos se ha determinado que los
alcohólicos manifiestan rasgos de personalidad de dependencia oral o depresivos,
no estableciéndose si son causa o efecto del alcoholismo (Goldman, 1999).
Cloninger, citado por Mulder (2002), identificó dos tipos de consumidores de
Alcohol: los del tipo 1, caracterizados por una aparición tardía del abuso, posterior
a los 25 años de edad, y correlacionada a factores desencadenantes ambientales,
siendo categorizados por rasgos de personalidad de “bajo nivel de “búsqueda de
novedades”y alto nivel de “evitación de riesgos”, los pacientes del tipo 2 son
prevalentemente del sexo masculino, aparición temprana del trastorno, (antes de
39
los 25 años de edad), y rasgos de personalidad caracterizados por altos niveles de
“búsqueda de sensaciones” y bajo grado de evitación de riesgos .
Trastornos de personalidad como el Antisocial (Windle, 1999), y, en menor
proporción, Trastornos límite, por Evitación y por Dependencia, han sido
correlacionados con alto riesgo de dependencia de alcohol y a cocaína (Santos,
2001).
Se ha determinado una alta correlación entre conductas problemas antes de
los 15 años de edad y posterior dependencia a cocaína (Bauer, 2001). Mulder, en
un estudio publicado en el 2002 sostiene que las únicas características de
personalidad que predominan en los alcohólicos son comportamiento antisocial e
hiperactividad, sin haber logrado evidenciar una vulnerabilidad especifica de
personalidad para predisponer a dependencia al alcohol (Nuñez, 1997).
Reforzando esta asociación entre alcoholismo y trastorno de personalidad
antisocial algunas investigaciones enfatizan la disminución de amplitud P300 en
estudio de potenciales evocados, tanto en personas con tendencias impulsivas
marcadas como en alcohólicos, atribuyendo a los individuos con rasgos de
personalidad caracterizados por impulsividad una predisposición biológicamente
establecida para el alcoholismo (Justus, 2001). Además, la disminución de
amplitud P300, en región frontal, hallada con frecuencia tanto en dependencia
alcohólica como en personalidad antisocial correlaciona ambos trastornos o sea
que ambos trastornos se caracterizan por alteración de las funciones cerebrales
anteriores (Costa, 2000). Estos hallazgos se correlacionan con las alteraciones de
las funciones ejecutivas del lóbulo frontal en alcohólicos descritas por Ratti,
40
(2002), en un estudio en el cual empleó el WCST y el MMPI. Utilizando un
instrumento diferente, Koppes, (2001), realizó un estudio para investigar la
relación entre características de personalidad y consumo de Alcohol en una
población de 483 personas utilizando el inventario Dutch de personalidad,
determinando que la dependencia estaba relacionada a alteraciones en las
subescalas de adecuación social, rigidez y autosuficiencia . Marchiori (1999), al
reafirmar que rasgos de personalidad, factores socioculturales y sistemas
familiares disfuncionales son importantes en la etiología del alcoholismo realizó un
trabajo utilizando la Dependence Self Rating Scale, DSRS, revelando en los
dependientes de alcohol una prevalencia de desordenes de personalidad del
31,3%, del cual un 40% corresponde a tipo Esquizoide y 20% a Dependiente,
habiendo excluido del estudio a pacientes con trastorno antisocial. Se han descrito
numerosas tipologías de personalidad de alcoholismo, de discutida validez (Hill,
1999). Limosin (2000), emitió un artículo sugiriendo que la personalidad antisocial
y el alcoholismo, comúnmente relacionados, podrían tener factores genéticos
comunes y ser co-trasmitidos.
Para explicar el rol de la personalidad en la adicción y su correlación biológica,
Verheul, (1999), realizó un estudio proponiendo un modelo psicobiologico de triple
enfoque para explicar el “Craving” para el Alcohol: este modelo enfatiza las
diferencias individuales en cuanto a estrategias de regulación del afecto o estilos
de personalidad, condicionabilidad, sensibilidad, y al efecto del alcohol y relativa
desregulación en los circuitos cerebrales o sistemas de neurotransmisores; estos
factores son de crucial importancia en la apropiada comprensión de la naturaleza
del “Craving”, sus mecanismos subyacentes y diferentes manifestaciones. Como
41
primer enfoque sugiere que el Craving, o el deseo de reforzamiento, derivan tanto
de una disregulación dopaminérgica y opioidérgica como de estilo de personalidad
caracterizado por “búsqueda de refuerzo”, o por la combinación de ambos. El
segundo enfoque se dirige a explicar el deseo de reducción de la tensión en el
Craving como una desregulación del sistema GABAérgico y glutamaérgico y/o de
estilo de personalidad caracterizado por hiperreactividad al estrés. El tercer
enfoque, resaltando el componente obsesivo del Craving, como una pérdida de
control sobre los pensamientos intrusivos acerca de la bebida, lo explica como una
disfunción serotoninérgica y/o un estilo de personalidad caracterizado por un bajo
constreñimiento o desinhibición (ver cuadro N° 2).
El síndrome de abstinencia, aunque actualmente no es considerado como un
aspecto nuclear en las dependencias, influye en forma importante, y en un gran
número de casos, en la perpetuación del consumo para aliviar sus síntomas
(Shuckit, 1998); el síndrome provoca los síntomas contrarios a los efectos agudos
del etanol, sumados a intensa activación simpática, debida a hiperactividad del
locus coeruleus, secundaria a disminución de la autoinhibición noradrenergica a su
vez causada por hipofunción de los receptores presinapticos alfa2 adrenérgicos
(Ayesta, 2002).
Como se mencionó anteriormente la dependencia del alcohol frecuentemente
se asocia a dependencia de otras sustancias, como la cocaína (Santos, 2001).
La cocaína se produce a partir de las hojas de la planta Erytroxylon coca,
originaria del valle del Couca, en los Andes colombianos, y cultivada actualmente
42
en América Meridional, Indonesia y algunas regiones africanas; el uso de la coca
remonta al 5000 antes de Cristo, con fines religiosos y medicinales, hallándose en
restos de momias incas. El termino “coca” proviene del dialecto Aymara,
traduciéndose como “planta” y era particularmente apreciado desde el imperio Inca
como adyuvante para controlar el hambre y la fatiga física, siendo consumida
mediante masticación de la hoja para tales fines y , para usos religiosos, mediante
inhalación al quemar las hojas. El efecto anorexigeno que produce el consumo
oral de la hoja de coca se debe a su aporte calórico de aproximadamente 305
calorías por cada 100 gramos, a base de hidratos de carbono, proteínas, Calcio,
Fósforo, Hierro y vitaminas A y B. Aunque su uso fue prohibido durante el principio
de la colonización española, por su relación con los rituales religiosos indígenas,
posteriormente, en 1573, fue legalizado, permaneciendo su uso difundido
solamente en los países andinos hasta el siglo XIX, cuando, por publicaciones de
escritores como Von Tschudi, Mantegazza y Christian, exaltando sus efectos
contra la fatiga física, los soldados alemanes y los deportistas franceses
comenzaron a utilizarla en forma de hoja masticable. En 1859 Albert Nieman aisló
el alcaloide principal de la coca, la cocaína, utilizando alcohol, éter, ácido sulfúrico
y bicarbonato sódico; a partir de este momento se empleó el alcaloide de la coca
para una gran variedad de usos terapéuticos, por ejemplo, como anestésico local,
remedio para malaria, síndromes gripales o desordenes digestivos. A pesar del
amplio auge que adquirió la cocaína, utilizada en forma subcutánea, oral, (como
vino, elixir, infusión y masticable), o en forma de cigarrillos, salvo raras
excepciones de algunos detractores, no fue hasta 1914, cuando el gobierno de
Estados unidos declaró ilegal el consumo de cocaína, a raíz de los numerosos
casos de dependencia reportados y afirmaciones publicas de científicos como
43
Mattison, que en 1897 denunció, a pesar de las presiones de empresas que
expendían productos derivados de la coca, como los laboratorios farmacéuticos
Parke-Davis y Merck , así como la empresa “Coca-Cola”. Desde entonces hasta
1970 el uso de este alcaloide quedó relegado, excepto América Latina, (en donde
se continúa utilizando ampliamente en forma masticable por la población andina),
a un pequeño grupo elitesco de consumidores, como sinónimo de sofisticación; sin
embargo, a partir de los años “70”, al sustituir las anfetaminas, por considerarlas
más inocuas que estas ultimas y no adictivas, y al coincidir su auge con el
movimiento cultural antibélico de la época; su uso se popularizó, olvidándose los
antecedentes que habían provocado anteriormente su desuso y llegándose,
inclusive en medios científicos , a considerarlo como inofensivo (Pascual, 2001),
no obstante su actualmente consabida capacidad de provocar dependencia más
rápidamente que el alcohol (Goldman, 1999). La presunta inocuidad de esta
sustancia era tan arraigada que, hasta en tratados científicos, como el testo de
psiquiatría de Kaplan de 1980, se mencionaba que su uso esporádico y con
frecuencia menor a dos veces por semana, no causaba trastorno alguno; en vista
de que los criterios diagnósticos previos solo aceptaban a la cocaína para el
síndrome de abuso, excluyendo la dependencia , por falta de evidencia de
dependencia física, fue solamente hasta la edición del DSM III-R, que se emitieron
los criterios diagnósticos de dependencia a cocaína. Esto era debido a que los
criterios para dependencia física requerían existencia de tolerancia y síndrome de
abstinencia, los cuales no se instauran en forma clásica en la droga en cuestión,
ya que en la cocaína estos fenómenos tienen unos patrones de presentación y
evolución particulares; en cuanto a la tolerancia, se produce el característico
fenómeno de taquifilaxia, que implica un aumento de frecuencia de administración,
44
más no del aumento de la sustancia por dosis, lo cual correspondería más a una
conducta compulsiva que a la tolerancia clásicamente descrita para otras drogas
adictivas; a esto se suma la inducción de tolerancia inversa, producida
posiblemente por depleción de los neurotransmisores, y que consiste en que los
usuarios crónicos presentan efecto antagónico al experimentado inicialmente, o
sea disforia e inhibición; otra característica particular de este tipo de dependencia
es que en el síndrome de abstinencia el consumo de la cocaína no elimina la
sintomatología de la deprivación. Las crecientes evidencias y descubrimientos
neurobiológicos acerca del síndrome especifico de abstinencia a cocaína y las
alteraciones psicológicas y fisiológicas que la caracterizan, han superado estos
escollos y han permitido la inclusión de la dependencia fisiológica de cocaína tanto
en el DSM III-R, como el DSMIV (Llopis, 2001). En este ultimo, al definir
dependencia se excluyen los consumos esporádicos relacionados con el uso
recreativo de la droga, refiriéndose más bien al cuadro resultante de las
modificaciones estructurales neurobiológicas, conjuntamente con la compulsividad
al consumo en el intento de reducir la disforia consecuente al mismo consumo de
la sustancia. En cuanto al curso de la enfermedad esta se define como un proceso
dinámico, con varias fases evolutivas, en la cual el abuso ocupa una de las
primeras, pasando a los siguientes estadios a partir de la existencia de
incapacidad para mantener la abstinencia más allá de la aparición del “craving” y a
partir del desarrollo de Tolerancia inversa (Llopis, 2001). El DSM-IV, APA, (996)
además de los criterios diagnósticos ya mencionados al referirse a las
dependencias en general y los referentes a la presencia o no de dependencia
fisiológica, contempla especificaciones en cuanto a remisión total o parcial
45
temprana, remisión total o parcial sostenida, terapéutica con agonistas, entorno
controlado y niveles de gravedad, (leve, moderado, grave).
La cocaína se produce por diferentes pasos y se consume de diferentes
formas: en primer lugar se obtiene a partir de maceración de la hoja de coca,
previa exposición a petróleo y carbonato potasico, con ácido sulfúrico, el sulfato de
coca, o pasta base, la cual es una pasta parda, que, a causa del tetraetilo de
plomo proveniente de la gasolina, puede provocar saturnismo; la pasta base se
fuma, con efectos de aparición rápida (segundos) y corta duración, (de 5 a 10
minutos). A partir de la pasta base se produce, mediante utilización de ácido
clorhídrico y extracción de acetona-etanol, el clorhidrato de cocaína, el cual se
presenta comúnmente en forma de polvo blanco, cristalino y amargo, conocido
popularmente como “nieve”; este puede ser utilizado en forma intranasal, por
esnifado, con una velocidad de aparición de efectos relativamente rápida, y
duración del efecto de aproximadamente 30 minutos; por vía parenteral,
(endovenosa, intramuscular o subcutánea), el clorhidrato de cocaína tiene también
absorción rápida y efectos más cortos, (10-20 minutos). A extraer, al mezclarlo con
amoniaco, hidróxido de sodio o bicarbonato sódico y posteriormente al evaporar
éter con calor, del clorhidrato de cocaína los cristales casi puros de cocaína base,
se obtiene el “free-base” o “base libre”, el cual es un polvo pardo, poco soluble en
solventes polares y que permite absorción mayor al fumarla. Al extraer el átomo de
cloro al clorhidrato, se obtiene el “Crack” el cual se consume bajo forma de mezcla
de cocaína, bicarbonato de sodio y amoniaco, con apariencia de pequeñas piedras
e inhalable al calentarlo, produciendo, durante este procedimiento, un crujido
característico el cual le confiere su nombre. Los efectos del crack son muy
46
rápidos, apareciendo en pocos segundos, ya que se difunde directamente de
pulmones a cerebro, y de duración de 4 minutos aproximadamente, lo cual le
confiere mayor poder adictivo. La cocaína también se utiliza mezclando pasta
base con marihuana o tabaco, denominándose”bazuco”, el cual, debido a las
impurezas de la pasta base, como azufre y gasolina, es altamente toxico. Al
mezclar cocaína y heroína, para así evitar los efectos de rebote desagradables de
la primera, se obtiene el denominado “Speedball”, de uso parenteral. (Pascual,
2001 y Lizasosain 2001).
La cocaína actúa como simpáticomimético de acción indirecta, al aumentar la
disponibilidad de la Dopamina, Noradrenalina y Serotonina en la hendidura
sináptica, por inhibición de la recaptación tipo I (Lizasosain2001) lo cual produce la
sensación de euforia concomitante al consumo agudo y la disminución de la
biodisponibilidad de estos neurotransmisores con el consumo crónico, reflejada
por niveles disminuidos de sus metabolitos, MHPG y 5-HIAA; este efecto
simpáticomimético agudo produce estimulación de los receptores alfa y beta
adrenergicos con subsiguiente aumento de tensión arterial, inotropismo y
cronotropismo positivo, midriasis, sudoración y temblor; el consumo de cocaína
produce, además, hipertermia ,debida no solamente al aumento de producción de
calor, consecuente al aumento de actividad muscular, sino también a la
disminución de la perdida de calor, por la vasoconstricción periférica (Craig,2002)
y a perdida del control dopaminergico de receptores hipotalamicos reguladores de
la temperatura corporal, verificándose hipertermia de rebote al agotarse los
depósitos de dopamina. El efecto a nivel de sistema nervioso central depende
fundamentalmente de las dosis, vía de administración, ambiente y tipo de
47
consumidor; a dosis moderadas se produce euforia, aumento subjetivo de energía
y lucidez mental, disminución del apetito y necesidades de sueño, hiperbulia y
mayor tolerancia a la fatiga; por vía endovenosa la droga provoca una sensación
placentera descrita como comparable a un orgasmo; estos efectos son transitorios
y seguidos de sensaciones opuestas a las anteriores, o sea fatiga y disforia,
además de “craving”, o sea ansiedad compulsiva de consumir nuevamente la
droga. (Lizasosain2001) La liberación prolongada de Dopamina produce
sintomatología psicótica, como ideas delirantes de persecución, celotipia,
alucinosis visuales y auditivas, alteraciones de la capacidad critica y discriminativa,
alucinaciones cenestésicas o “Cocaine Bugs”; esta sintomatología, correlacionada
con altos niveles de Cocaína, cede gradualmente dentro de las 24-48 horas en los
consumidores no crónicos y se puede prolongar varios días o semanas en
consumidores crónicos” (Fogel, 2000). Las consecuencias a largo plazo del
consumo de psicoestimulantes difieren de otras drogas como hipnóticas sedativas
u opioides ya que, además de las consecuencias psicológicas engendradas por la
adicción, los efectos deletéreos de su uso prolongado incluyen patología
cardiovascular, (como arritmias cardiacas, en especial taquicardia y fibrilación
ventricular, e infarto al miocardio), pulmonar, (edema agudo de pulmón de origen
no cardiogénico, a consecuencia de aumento de la permeabilidad alveolo-capilar;
crisis asmáticas y neumotórax ,secundarios a las maniobras de mansalva que se
realizan a fin de incrementar los efectos de la droga), hepatotoxicidad,(al producir
radicales libres en su metabolismo hepático la droga puede producir efecto
citolítico a nivel hepático), neurotoxicidad, (cefalea, ictus cerebral, hemorragias
cerebrales subaracnoideas e inflaparenquimatosas y crisis convulsivas) y
psicopatologías, como la psicosis paranoide. El efecto simpáticomimético sobre el
48
tono vascular cerebral y el efecto específico de la droga sobre la misma
vasculatura explica que sea la causa más frecuente de accidentes cerebro
vasculares en menores de 35 años de edad (Lizasosain ,2001 y Fogel, 2000).
Bartzokis (2000) demostró, mediante empleo de resonancia magnética nuclear
cerebral, que el consumo de cocaína está relacionado con una reducción de
volumen del lóbulo temporal en los pacientes dependientes con respecto a no
consumidores de igual edad.
El consumo de cocaína puede ser episódico o crónico de acuerdo al patrón
temporal de uso de la sustancia dando lugar a síndrome de abstinencia
importante, sin embargo con escasas secuelas fisiológicas (Belloch, 1997). El
efecto neuroquímico de la cocaína está relacionado con bloqueo de la recaptación
de Dopamina a nivel del sistema mesolímbico, como se mencionó anteriormente, y
la sensibilización a la Cocaína se debe al aumento progresivo de la capacidad de
esta sustancia para incrementar los niveles sinápticos de Dopamina en el Núcleo
Accumbens. Esta sensibilización se prolonga en el tiempo a pesar de la
descontinuación de la droga, relacionándose con las características de su adicción
(Belloch, 1997), recordando que la actividad dopaminergica de las neuronas
mesencefálicas están relacionadas en el aprendizaje dependiente de recompensa
o sea en la motivación. Volkow ,(1999), publicó un estudio en el cual afirmó que
los dependientes de cocaína, al mostrar disminución de la liberación de DA,
concomitantemente a reducción de receptores D2, pueden presentar una
reducción de los circuitos de recompensa por reforzadores fisiológicos,
perpetuando el abuso; en este sentido, mediante utilización de PET y
49
administración de metilfenidato, demostró reducción de receptores D2, asociada a
disminución de la actividad metabólica en corteza orbitofrontal y giro del cíngulo en
pacientes dependientes a Cocaína.
La dependencia fisiológica de Cocaína se evidencia por el desarrollo de
tolerancia a sus efectos euforizantes y por la emergencia de distintos fenómenos
de retirada desde las primeras horas posteriores al último consumo (APA y Fogel,
2000). Estos síntomas comúnmente se presentan después de uso importante y
prolongado y se atribuyen a depleción aguda de Dopamina y desregulación de
receptores, consistiendo en humor disfórico, fatiga, hipersomnia o insomnio,
pesadillas, agitación o retardo psicomotor, además de frecuente ideación e
intentos de suicidio (Fogel, 2000). A diferencia de los síndromes de retirada de
opioides o sedativos hipnóticos la abstinencia a Cocaína se caracteriza
primariamente por disturbios emocionales y motivacionales (Fogel, 2000). En 1991
Gawin propuso que la sintomatología de retirada de Cocaína se desarrolla en tres
fases temporalmente distintas, cada una marcada por progresivos cambios en el
humor y deseo, o “Craving”, de la droga: La primera fase, denominada “Crash”,
análoga a la resaca por alcohol, aparece entre el primero y el cuarto día después
de la descontinuación de la cocaína y se caracteriza por deseo de la misma y
cansancio; El verdadero “síndrome de retirada” aparece alrededor de la semana
siguiente a la última dosis de la sustancia y se prolonga durante aproximadamente
10 semanas, en las cuales existe el mayor riesgo de recaídas. Esta fase es
caracterizada por un síndrome disfórico que consiste en disminución de la
actividad, desmotivación, anhedonia, irritabilidad y episodios de intenso “Craving”.
Si la abstinencia se mantiene por uno o dos meses, el humor, aunque todavía
50
labil, comienza a normalizarse, marcando el inicio de la fase de “abolición
prolongada”, durante la cual la respuesta al “Craving” va disminuyendo
progresivamente aunque pueden ocurrir episodios esporádicos intensos y posibles
recaídas. Al tratar de establecer bases neurofisiológicas al “Craving” se efectuó un
estudio, utilizando Metilfenidato, una droga dopaminergica, y midiendo el efecto
sobre el metabolismo cerebral de glucosa en 20 dependientes de Cocaína; se
detectó que el Metilfenidato produce siempre un incremento del metabolismo en el
cíngulo superior pero lo provoca en la corteza orbitofrontal y prefrontal solo en
sujetos con Craving y alteraciones afectivas, indicando que el aumento de
Dopamina por si solo no es suficiente para aumentar el metabolismo en las
regiones frontales y que la activación, en los sujetos que presentan craving, de la
corteza orbitofrontal derecha y estriado derecho, que son regiones consideradas
afectadas en los desordenes compulsivos, puede ser uno de los mecanismos
subyacente a la administración compulsiva de drogas en adictos. La correlación
predominante de “craving” con regiones cerebrales derechas, más no izquierdas,
sugiere lateralidad de respuestas condicionadas o reforzamiento (Volkow, 1999).
Kilts, en un estudio publicado el año 2001, basándose en investigaciones con
PET, sostiene que el Craving está relacionado con activación de sistema limbico,
paralimbico y estriado, incluyendo regiones involucradas con “asociación
estimulo-recompensa”, como la amígdala, con “motivación e incentivo”, como el
giro subcalloso y núcleo accumbens, y con “anticipación”, corteza singular anterior.
Durante la abstinencia, la exposición a estrés puede estimular el eje hipotálamo-
hipofisiario, con liberación de CRH, a la cual se ha atribuido papel en la
motivación para el consumo de cocaína; Esto sugiere que el estrés puede causar
51
“Craving “y recaídas en el periodo de abstinencia y su reducción es importante en
el tratamiento (Goeders, 2002).
Se ha demostrado que el ansia relacionada al deseo de consumir cocaína
puede desencadenarse por estímulos ambientales que recuerdan su consumo y
se ha podido determinar su efecto neurofisiológico: Al someter a un grupo control y
a un grupo de abusadores de cocaína a estímulos relacionados con la sustancias,
como imágenes de consumo de la misma, billetes de 10 dólares, tubos de vidrios
etc., se determinó mediante SPET que en los consumidores aumentaba el flujo
sanguíneo en la corteza prefrontal dorso lateral y lóbulo temporal medial en forma
directamente proporcional al ansia que describían, lo cual proporciona una base
para identificar un patrón especifico de activación cerebral (Kandell, 2001).
Varios estudios han correlacionado trastornos afectivos con el consumo de
Cocaína, llegando a postularse que su uso es debido a un intento de controlar el
humor depresivo (Belloch, 1997). Las consideraciones expuestas hasta el
momento evidencian la estrecha correlación, a través de mecanismos
neurobiológicos relacionados y posible interrelación causa-efecto entre la
conducta adictiva y personalidad, cuyos elementos fundamentales son los rasgos
de personalidad. Los estudios en relación a personalidad y consumo de sustancias
se pueden enfocar desde dos perspectivas: el enfoque medico clínico, o modelo
de enfermedad, que se concentra en los trastornos de personalidad y su relación
con la dependencia, y el modelo de rasgos, que estudia habitualmente la
personalidad normal, concibiendo que la normalidad y la psicopatología pueden
considerarse conceptos relativos, que representan puntos arbitrarios sobre un
52
gradiente, sin división clara entre ellos; esto adquiere mayor importancia al
constatar que, aplicando el enfoque medico-clínico, no todos los pacientes
dependientes de sustancias presentan patrones de personalidad categorizados
como patológicos; los restantes perfiles de personalidad, no categorizados como
netamente patológicos, pero también, en algún grado, disfuncionales, ameritan
igualmente adecuada atención, siendo, para tal fin, de utilidad el estudio
dimensional de la personalidad (Pedrero, 2002).
El DSM-IV, (APA, 1996), define los rasgos de personalidad como patrones
persistentes de formas de pensar, relacionarse y pensar sobre uno mismo y el
entorno y que se ponen de manifiesto en contextos sociales y personales, siendo
patológicos cuando sean desadaptativos e inflexibles, causando malestar subjetivo
o deterioro funcional significativo.
Según algunos teóricos de la personalidad, (Morris, 1997), las diferencias
interpersonales entre los seres humanos están determinadas por los rasgos de
personalidad, como dependencia o sociabilidad, los cuales no son observables de
manera directa sino inferibles por la conducta de la persona; los rasgos son
descriptores que se utilizan para caracterizar la personalidad de alguien (Pervin,
1998). Según Allport, citado por Pervin, (1998), estos rasgos, basados en sistemas
neurofisiológicos, consisten en elementos estructurales básicos de la
personalidad, que dirigen las pautas conductuales características del individuo;
según Allport, citado por Aiken, (1996) la organización dinámica de estos rasgos,
que determina la adaptación única del individuo al entorno, constituye la
personalidad. Allport, citado por Morris (1997) se opuso a la agrupación de estos
53
rasgos de acuerdo a cualquier tipología, ya que hacia énfasis en el análisis
“idiográfico”, o sea de los rasgos únicos del individuo, más que en el análisis
“nomotético”, consistente en el estudio de diferencias individuales en algunas
medidas estándar de personalidad. Contrariamente a esta reticencia de Allport en
factorizar los rasgos de personalidad, en 1961 Tupes y Cristal, (citados por Morris,
1997), definió cinco dimensiones básicas de personalidad: “extroversión”,
“afabilidad”, “escrupulosidad” o “rectitud”, “estabilidad emocional” y “cultura”, (esta
ultima también denominada ”abertura a la experiencia”); la dimensión
“extroversión” denota una disposición hacia la locuacidad, conducta enérgica,
dinámica, atrevida y contundente, espontaneidad, entusiasmo, asunción de
riesgos, ambición franqueza y sociabilidad. La dimensión “afabilidad” corresponde
a disposición a conducta afectuosa, cooperativa, generosa, flexible, atenta,
servicial e indulgente. La tercera dimensión, o sea la “escrupulosidad,
representaría la actitud de responsabilidad, eficiencia, prudencia y conducta
organizada; la dimensión “estabilidad emocional” denota tendencia al sosego,
equilibrio y escasa emotividad mientras que la ultima dimensión, la “apertura a la
experiencia”, denotaría creatividad, versatilidad y originalidad. Estos rasgos no
estarían presentes en algunas personas y ausentes en otras, sino que serian
universales, pero variables y susceptibles a cuantificación individual (Feldman,
2002). La naturaleza de estas cinco dimensiones no está clara, debatiéndose si se
trata de medidas de la expresión de estructuras biológicas o más bien constructos
psicológicos que reflejan la presencia de tales estructuras en función de patrones
de conducta y experiencia individual. Al respecto se ha propuesto una relación
entre el neuroticismo, (inestabilidad emocional), e hipersensibilidad del sistema
nervioso vegetativo (Pedrero, 2002).
54
Feldman, (2002), citando a Allport, además de la categorización anterior,
describe también otra clasificación, describiendo tres categorías básicas de rasgos
de personalidad: los rasgos cardinales, los secundarios y los centrales; un rasgo
cardinal es una característica única que dirige la mayor parte de las actividades
básicas de una persona, expresando una predisposición tan penetrante en la vida
de una persona que prácticamente cada acto es atribuible a su influencia; sin
embargo la mayoría de las personas no desarrolla este tipo de rasgos sino que
recibe sus principales características de varios rasgos centrales, que expresan
disposiciones que abarcan una serie de situaciones más limitadas que las
anteriores y que, por lo general, son en numero de cinco a diez en un individuo
normal. Los rasgos secundarios son predisposiciones que afectan la conducta en
forma esporádica y son menos influyentes que los rasgos cardinales o centrales.
Más recientemente, en 1965, Cattel, citado por Feldman (2002) y Morris,
(1997), intentó identificar los rasgos primarios de personalidad utilizando una
técnica estadística denominada análisis factorial, la cual permite establecer y
resumir las relaciones entre una gran cantidad de variables, dentro de un numero
menor de patrones con un carácter más general, creando así un nuevo paradigma
para la investigación de la personalidad, otorgándole un enfoque empírico. El
análisis factorial permite investigaciones de rasgos de personalidad utilizando
cuestionarios y factorizando los resultados en rasgos fundamentales (Feldman,
2000). De esta forma Cattel describió 46 “rasgos superficiales” descritos como
características observables en una situación determinada, las cuales no
representan las dimensiones subyacentes de la raíz del comportamiento, sino solo
su percepción superficial; para la descripción de las dimensiones básicas de la
55
personalidad Cattel propuso 16 “rasgos primarios”, con base a los cuales elaboró
el Cuestionario de los 16 factores de personalidad, (16 PF). Otro investigador,
Eysenk, (citado por Feldman, 2002), también utilizando el análisis factorial,
propuso tres dimensiones distintas: “introversión-extroversión”, que se relaciona
con el grado de sociabilidad, “neuroticismo”, entendido como inestabilidad
emocional, y “psicoticismo”, relacionado con el grado de distorsión de la realidad.
Eysenk vincula las diferencias individuales, de bases biológicas, en parte
genéticamente heredadas, y resultantes de condicionamiento o aprendizaje, con el
desarrollo de psicopatologías (Pervin, 1998).
Aunque estas dimensiones han recibido hasta la actualidad amplia aceptación,
por abarcar los aspectos más importantes de la personalidad, existe todavía gran
discordancia en cuanto a número y tipos de rasgos de personalidad, según la
teoría que los fundamente (Morris, 1997).
Cuesta, (2001), postula que, dentro de los rasgos diferenciales que constituyen
la personalidad, se pueden distinguir varios grupos, según las categorías de
funciones que comprende la actividad comportamental; entre estas categorías se
describe, en primer lugar, la de los “procesos cognoscitivos”, que engloba la
percepción, la imaginación, la atención, la inteligencia, la capacidad de
aprendizaje, la memoria y las aptitudes en general. La segunda categoría, está
compuesta por los “procesos de reacción motriz”, los cuales engloban todas las
funciones fisiológicas del cuerpo humano, incluidas las neurológicas. La siguiente
categoría incluye los “componentes afectivos dinámicos”, que comprenden los
mecanismos de interrelación de los diferentes procesos intrapsiquicos con el
56
medio externo. La última categoría es la compuesta por los “aspectos físicos” o
“fenotipo”, la cual abarca el aspecto expresivo del individuo, siendo constitucional
e inmodificable, en cuanto dependiente de la constitución fisiológica y de la
herencia, conformando el “temperamento”, el cual representa el “esqueleto”
relativamente fijo que sustenta a las formas afectivo-dinámicas, eventualmente
cambiantes. Las dos primeras categorías corresponden a las “aptitudes”
(sensoriales, intelectuales y motrices), las cuales enfocan el aspecto de
“realización” de la personalidad. Los componentes de la categoría afectivo-
dinámica constituyen el “carácter”, el cual, según Coderch, (citado por Cuesta,
2001), se define como el conjunto de rasgos del individuo conformados bajo la
influencia conjunta de los factores hereditarios y la acción de la experiencia
personal e influjos socio-culturales. El carácter es una organización psíquica
profunda, en parte estable y definida de la persona, y cuyos rasgos constituyen
importantes matices diferenciadores entre los seres humanos (Cuesta, 2001).
Estos rasgos se desarrollan en forma progresiva, como pautas más o menos fijas
y estereotipadas en respuesta a estímulos provenientes tanto del entorno
sociocultural como de los impulsos instintivos del mundo intrapsíquico; todo patrón
comportamental seria por lo tanto lo resultante de la adecuación de los estímulos
provenientes del mundo externo y del mundo interno, de acuerdo a la mediación
del “Yo” (Cuesta, 2001).
Estos enfoques de los rasgos tienen varias virtudes, proporcionando una
explicación clara y directa de las consistencias en el comportamiento de las
personas, facilitando la comparación entre las personas, por lo cual han tenido una
amplia aplicación practica en la elaboración de instrumentos de valoración
57
psicológica (Feldman, 2002). Por otro lado existen diferentes teorías de rasgos
que a veces no concuerdan en la categorización de los rasgos principales, por lo
que falta unificación de criterios, además de ser esencialmente teorías
descriptivas, que no ofrecen explicaciones etiológicas de la personalidad
(Feldman, 2002 y Morris, 1997). Sin embargo, a pesar de las divergencias en
como definirlos o como medirlos , existe consenso entre los teóricos de los rasgos
de personalidad en que estos hacen referencia a consistencias generales de
comportamiento y, por lo tanto, representan categorías básicas de diferencias
individuales en el funcionamiento, siendo, como descriptores de estas diferencias,
útiles elementos básicos de la personalidad (Pervin,1998). Los rasgos de
personalidad, por la consistencia que proporcionan a la conducta humana, son un
elemento indispensable a tomar en cuenta para un estudio y tratamiento integral
de las dependencias (Pedrero, 2002).
Por último cabe recalcar la necesidad, para una adecuada comprensión de
los rasgos de personalidad y la dependencia, tomar en consideración conjunta,
como manifestaciones de un mismo fenómeno, tanto los factores biológicos como
comportamentales, evitando reduccionismos hacia cualquiera de los dos
extremos.
C. DEFINICIÓN DE TERMINOS BÁSICOS.
- Búsqueda de sensaciones: rasgo de personalidad caracterizado por
tendencia a búsqueda de sensaciones intensas, novedosas, variadas y complejas
58
potencialmente riesgosas desde el punto de vista físico, social o legal (Pervin,
1998).
-Condicionamiento vicario: proceso a través del cual se aprenden respuestas
emocionales mediante la observación de las mismas en los demás (Pervin, 1998).
-Extraversión: actitud positiva del individuo hacia el mundo por la que el sujeto
es activo, creativo y abierto a las relaciones sociales.
-Idiográfico: una aproximación a la investigación y una descripción de la
personalidad en la cual se enfatiza la singularidad del individuo desde el punto de
vista de rasgos específicos y de organización de los rasgos (Pervin, 1998).
-Introversión: tendencia a la reserva con dificultad para establecer relaciones
sociales y adaptarse a la realidad.
-Narcisismo: estado de vuelta sobre el yo de la libido, al retirarse de sus
catexis objetales (N.secundario).
-Neuroticismo: tendencia a inestabilidad emocional y respuestas de
afrontamiento no adaptativas (Pervin, 1998).
-Trastornos internalizantes: Trastorno de ansiedad y trastorno depresivo
(Soler, 2001)
-Trastornos externalizantes: Trastorno antisocial y trastorno limite (Soler,
2001).
D. SISTEMA DE VARIABLES
En la presente investigación se utilizaron las variables “rasgos de
personalidad”, “dependencia de cocaína” y “dependencia de alcohol”.
59
A. VARIABLE: RASGOS DE PERSONALIDAD. (Cuadro 3)
1. Definición nominal: rasgos de personalidad.
2. Definición conceptual: patrones persistentes de formas de percibir,
relacionarse y pensar sobre el entorno y sobre uno mismo, que se ponen de
manifiesto en una amplia gama de contextos sociales y personales (APA, 1997).
3. Definición operacional: consiste en las dimensiones medidas a través de
los indicadores del MMMPI aplicados a los sujetos de estudio y descritos en el
cuadro 3; estos rasgos son:
3. a Rasgos psicóticos: dimensión que consiste en una predisposición a la
psicosis, con una tendencia a la agresión frialdad emocional, egocentrismo,
impersonalidad, falta de sociabilidad y originalidad. Sus indicadores son Paranoia,
Psicastenia, Esquizofrenia y Manía (Pervin, 1998 y Nuñez, 1994).
3. a.1 Escala 6 (Paranoia): cuarenta reactivos de sujetos que muestran
suspicacia anormal e ilusiones de grandeza o persecución.
3. a.2 Escala 7 (Psicastenia): cuarenta y ocho reactivos con base a
pacientes neuróticos que muestran temores anormales, compulsiones,
obsesiones, culpabilidad e indecisión.
60
3. a.3 Escala 8 (Esquizofrenia): setenta y ocho reactivos de individuos
que muestran pensamientos extraños poco comunes, con tendencia al aislamiento
y a presentar alucinaciones e ilusiones.
3. a.4 Escala 9(Hipomania): cuarenta y seis reactivos de pacientes que
muestran excitación emocional e hiperactividad.
3.b- Rasgos neuróticos: dimensión relacionada con hipocondriasis y distimia
con disposición a reacciones depresivas, angustia, melancolía involutiva,
depresión agitada, histeria (tanto de ansiedad, como de conversión), además de
tendencia hacia la inestabilidad emocional, preocupación y ansiedad Sus
indicadores son “hipocondriasis”, “depresión” e “histeria” medidos a través de las
escalas 1,2 y 3 del MMPI. (Pervin, 1998; Nuñez, 1994).
3. b.1. Escala 1 (Hipocondriasis): treinta y tres reactivos que se
derivan de sujetos que muestran una preocupación anormal por las funciones
corporales, denotando, su alta puntuación, tendencia al pesimismo, egocentrismo
e insatisfacción.
3. b.2. Escala 2 (Depresión): Sesenta reactivos que se derivan de
pacientes que muestran pesimismo extremo, sentimientos de desesperanza y
lentitud de pensamiento y acción.
61
3. b.3 Escala 3 (Histeria): Sesenta reactivos de pacientes neuróticos
que utilizan síntomas físicos y mentales como forma de evitar inconscientemente
los conflictos y responsabilidades.
3. c Rasgos psicopáticos: dimensión relacionada con tendencias desde el
entusiasmo, individualismo y franqueza; hasta la rebeldía, cinismo e ignorancia de
las reglas establecidas por el grupo social. Su indicador es la “desviación
psicopática”, medida a través de la escala 4 del MMPI. (Núñez; 1994).
3. c.1 Escala 4 (Desviación psicopática): cincuenta reactivos de
personas que muestran desinterés repetido y flagrante por las costumbres
sociales, falta de profundidad emocional e incapacidad para aprender de las
experiencias de castigo.
3.d. Rasgos sociales: dimensión relacionada con el rasgo o factor introversión
– extroversión; donde la tendencia hacia la introversión se relaciona con
tranquilidad, introspección, recelo respecto a las decisiones impulsivas, rigidez,
extremo control, falta de confianza en las propias habilidades, modestia, falta de
originalidad en la resolución de los problemas, represión, inhibición y prohibición
social; mientras que la extroversión está asociada con sociabilidad, necesidad de
excitación, impulsividad, versatilidad, actividad, oportunismo y expresividad . Su
indicador es la “introversión–extroversión”, medida a través de la escala 0 del
MMPI (Pervin, 1998; Nuñez, 1994). –
62
3. d.1 Escala 0 (Introversión social): Sesenta reactivos de personas
que muestran timidez, desinterés en las otras personas e inseguridad.
(No se tomará en cuenta la escala clínica de “masculinidad-feminidad al no
estar incluida dentro de los objetivos del estudio al ser considerada relativamente
intrascendente para los fines de la investigación).
B. VARIABLE: DEPENDENCIA DE COCAINA.
1. Definición nominal: dependencia de cocaína.
2. Definición conceptual: conjunto de manifestaciones fisiológicas,
comportamentales o cognoscitivas en el cual el consumo de cocaína adquiere
máxima prioridad para el individuo, el cual manifiesta un deseo intenso de
consumir la sustancia; las pautas para el diagnostico son las siguientes, siempre y
cuando hayan estado presentes, durante algún momento en los doce meses
previos, tres o más de las siguientes manifestaciones:
a. Deseo intenso o compulsión a consumir cocaína
b. Disminución de la capacidad para controlar el consumo de la sustancia,
para evitar el inicio, para poder terminarlo o para controlar la cantidad consumida
c. Síntomas somáticos de síndrome de abstinencia típico para la cocaína,
cuando el consumo de la sustancia se reduzca o cese; consumo de la misma
sustancia o una muy próxima para evitar el síndrome de abstinencia.
63
d. Evidencia de tolerancia a los efectos de la sustancia como necesidad de
aumentar significativamente las dosis para conseguir la intoxicación o el efecto
deseado, o marcada disminución del efecto con el consumo de la misma cantidad.
e. Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones, a causa del
consumo de la cocaína, aumento del tiempo necesario para obtener o ingerir la
sustancia o para recuperarse de sus efectos.
f. Persistencia en el consumo de sustancia a pesar de sus evidentes
consecuencias perjudiciales, siendo el consumidor conciente de ellas
g. Preocupación con el consumo que se manifiesta por el abandono de otras
fuentes de placer o diversiones por el consumo o el empleo de gran parte del
tiempo en obtener, consumir o recuperar de los efectos de la cocaína.
3. Definición operacional: consiste en la detección, en entrevista clínica, de
presencia de los criterios diagnósticos para dependencia de cocaína
contemplados en el CIE-10.
C. VARIABLE: DEPENDENCIA DE ALCOHOL. 1. Definición nominal: dependencia de alcohol.
2. Definición conceptual: los criterios de dependencia según EL CIE-10 antes
mencionados al referirse a la variable dependencia de cocaína pero aplicados al
alcohol.
64
3 Definición operacional: consiste en la detección, en entrevista clínica, de
presencia de los criterios diagnósticos para dependencia al alcohol contemplados
en el CIE-10.
CUADRO1
MECANISMO ADAPTATIVO NEUROGENETICO
(CLONINGER)
Búsqueda de novedades Evitación de peligro Dependencia a recompensa
Vía DAergica Vía HT Vía NA
CUADRO 2
ENFOQUES NEUROBIOLOGICOS DEL CRAVING
Craving (deseo de reforzamiento)
Craving (deseo de aliviar tensión)
Craving (Componente obsesivo)
Disregulación DA Disregulación GABA o Glutamato Disregulación HT
Búsqueda de refuerzo HIper reactividad al estrés Estilo de Pers. Deshinibido (este también en Cocaína
65
CUADRO N°3
VARIABLE: RASGOS DE PERSONALIDAD.
VARIABLE DIMENSIONES INDICADORES ITEMS
Paranoia Escala 6 (P) Psicastenia Escala 7 (Pt)
Esquizofrenia Escala 8 (Es) Rasgos Psicóticos
Manía Escala 9 (Ma) Hipocondriasis Escala 1 (Hs)
Depresión Escala 2 (D) Rasgos Neuróticos
Histeria Escala 3 (Hi) Rasgos
Psicopáticos Desviación Psicopática Escala 4 (Dp)
Rasgos de Personalidad
Rasgos Sociales
Introversión - Extroversión
Escala 0 (Is)
66
CAPITULO III: MARCO METODOLÓGICO
A. TIPO DE INVESTIGACIÓN
El presente estudio es de tipo comparativo (Tamayo, M., 2000).
B. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN
La presente investigación se ubicó en un diseño de tipo transversal,
comparativo, no experimental (Tamayo, M.2000; Bavaresco, A.1997; Sampieri,R.
1999).
C. SUJETOS DE INVESTIGACIÓN
1. POBLACIÓN
Todas las personas dependientes de cocaína y dependientes de alcohol, según
los criterios del CIE-10, que acudieron a la emergencia y a la consulta externa del
servicio II en el hospital psiquiátrico de Maracaibo y aquellos que, pertenecientes a
los grupos de Alcohólicos y Narcóticos Anónimos de Maracaibo, aceptaron
voluntariamente acudir al Hospital Psiquiátrico para someterse al presente estudio.
67
2 MUESTRA
La muestra fue a conveniencia del investigador y su tamaño fue de 37
personas, 20 dependientes a Cocaína y 17 dependientes del Alcohol según
criterios del CIE-10, con edades comprendidas entre los 18 y 50 años de edad, sin
distinción de sexo, excluyendo pacientes con trastornos psicóticos concomitantes
y/o dependencia a ambas sustancias, (Cocaína y alcohol al mismo tiempo)
además de sujetos con dificultades en la lecto-escritura, siendo invalidados los
MMPI cuya puntuación en la escala F es mayor de 80.
2. TÉCNICA DE MUESTREO
El muestreo en este estudio fue a conveniencia del investigador, no
probabilística, de tipo intencional (Colina J., 2000).
D. MATERIALES E INSTRUMENTOS PARA LA RECOLECCIÓN
DE DATOS
Se utilizó el Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota (MMPI), el
cual es un inventario utilizado en un gran número de estudios para investigar el
perfil de personalidad de los dependientes a sustancias de abuso (León, 1999 y
Ribeiro, 1998) y que se diseñó para evaluar las características de la personalidad
que indican una patología psicológica y consta de 550 afirmaciones que se
contestan con “sí”, “no” y “no podría decirlo” (Nuñez, 1997). Según Aiken las
68
afirmaciones están relacionadas con actitudes, emociones, incapacidades
motrices, síntomas psicosomáticos y otros sentimientos y comportamientos que
indican problemas psiquiátricos (Nuñez, 1997). Cada una de las nueve escalas
clínicas con base en las cuales se calificó el MMPI en el momento de determinar
su validez, consistían en reactivos que distinguían entre las respuestas normales
de un grupo de pacientes psiquiátricos específico y un grupo control de personas
normales. Esto permite establecer, para su corrección, nueve escalas clínicas que
miden los rasgos de hipocondriasis, depresión, histeria, desviación psicopática,
masculinidad-feminidad, paranoia, psicastenia, esquizofrenia y manía, junto con la
escala de introversión social (Lewis, 1996). Además, presenta cuatro escalas de
validez, que se califican antes de interpretar las escalas clínicas, ya que estas
determinan la posibilidad de que el sujeto haya contestado con respuestas en
blanco, posiciones defensivas respecto al test y falsificaciones o mentiras para
aparecer “mejor o peor” ante el interpretador; al respecto una puntuación en la
escala F mayor a 80 determinaría invalidez del test al intervenir factores como los
antes mencionados por lo cual se consideraron inválidos los test con escala F de
puntuación mayor a 80T.
El MMPI cuenta también con numerosas escalas especiales que se fueron
desarrollando en el transcurso de 2.000 investigaciones, de acuerdo a lo señalado
por Aiken (Nuñez, 1997); el MMPI presenta la posibilidad de identificar no sólo los
rasgos o características de personalidad más patológicos, sino que también
procura determinar un patrón estadístico entre ellos, generando un perfil que
permitirá ubicar al sujeto dentro de un grupo de calificaciones y establecer un
69
diagnóstico psiquiátrico (Lewis, 1996); el test requiere de adecuado nivel de
alfabetización por parte del examinado para su validez (Ribeiro,1998).
En este estudio se aplicó este test para determinar rasgos de personalidad en
función a la dependencia de alcohol y de cocaína, tomando en cuenta las
variables nominales correspondientes a dimensiones de rasgos psicóticos, con
indicadores de paranoia, psicastenia, esquizofrenia y manía, de rasgos neuróticos,
con indicadores de depresión, hipocondría e histeria, rasgos psicopáticos, con
indicadores de desviación psicopática y finalmente rasgos sociales, con
indicadores de Introversión extraversión (Nuñez,(1997).
Las puntuaciones obtenidas para cada indicador se convierten en
puntuaciones T factorizadas, de las cuales se extrae el perfil de Lachar de cada
escala (ver cuadros del 4 al 12). La escala del MMPI que evalúa los rasgos de
masculinidad-feminidad no se tomó en cuenta en el presente estudio al
considerarlos el investigador como poco relevantes y muy dependientes del
contexto cultural.
E. PROCEDIMIENTO
Con la finalidad de ejecutar la investigación se efectuaron los siguientes pasos:
1) Selección de pacientes y aplicación de criterios de selección consistente en
evaluación psiquiátrica mediante entrevista estructurada, realizada por residente
de psiquiatría, para comprobar, de acuerdo a criterios diagnósticos del CIE-10, la
dependencia de alcohol, o de cocaína, excluyendo trastornos psicóticos activos,
70
y/o dependencia de ambas sustancias, así como dificultades de lectoescritura y
sujetos mayores de 50 o menores de 18 años de edad.
2) Se aplicó, en forma individual, por parte de un psicólogo clínico, de acuerdo
a las normativas existentes, el Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota
(MMPI),
3) Evaluación, descripción y análisis de los resultados del MMMPI aplicado a
los sujetos estudiados.
4) Redacción de las conclusiones y recomendaciones derivadas del estudio.
F TÉCNICA DE ANÁLISIS DE DATOS
Los datos obtenidos se analizaron mediante estadística descriptiva, utilizando
distribuciones de frecuencias relativas y absolutas, siendo expresados en gráficos
y tablas con cifras y porcentajes.
71
CUADRO N°4
PERFIL DE LA ESCALA 1 (HIPOCONDRÍA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
21-49
Escasas quejas somáticas Escaso interés en la propia salud
Optimismo Efectividad
50-59 Realismo acerca de la propia salud Escasa sintomatología somática
60-74
Interés y preocupación significativa acerca de la propia salud
Quejas somáticas difusas y vagas Control efectivo de impulsos mediante defensas de
somatización
75-84
Interés prominente acerca de la integridad física Numerosas preocupaciones somáticas. Defensas
somáticas inefectivas Búsqueda de tratamiento y simultáneo rechazo y
descalificación de la ayuda solicitada. Actitud de amargura con expresiones indirectas de
hostilidad
85
Preocupaciones somáticas numerosas, crónicas, no restringidas a partes del cuerpo o sistema en particular
Fatiga funcional, falta de ambiciones y empuje. Egocentrismo, narcisismo
Inteligencia limitada o promedio. Resistencia al cambio y a los tratamientos médicos,
72
CUADRO N°5
PERFIL DE LA ESCALA 2 (DEPRESIÓN) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
28-44 Entusiasmo, Optimismo Sociabilidad, Dinamismo
45-59 Equilibrio de optimismo y pesimismo Energía y entusiasmo
60-69
Depresión leve Pesimismo
70-79
Depresión clínicamente significativa Preocupación por minuciosidades
80 Depresión severa
Preocupación extrema Pesimismo, aislamiento
73
CUADRO N°6
PERFIL DE LA ESCALA 3 (HISTERIA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
24-44
Actitud cínica Carencia de tacto social
Conformismo Tendencia al aislamiento
45-59 No hay resultados consistentes a este nivel
60-69
Si la escala 1 es también elevada y la escala 2 es 10 T menor que la 1 y 3 se trata de un cuadro de histeria; si la escala 3
excede a la 1 por lo menos en10 T se trata de una personalidad histeroide con disminución de síntomas
somáticos, con egoísmo, necesidad de percibirse favorablemente y falta de comprensión de relaciones
interpersonales.
70-75
Inmadurez, egocentrismo , tendencia a al sugestión y exigencias
La elevación de esta escala refleja la presencia de fuerte necesidad de dependencia, inmadurez social e incapacidad
para manejar la hostilidad hacia los demás. Fuertes exigencias de afecto, apoyo y atención
76-85
Además de las mencionadas en la elevación anterior encuentran las siguientes características: Síntomas
conversivos en respuesta a periodos de tensión, molestias somáticas.
85 Acentuada inmadurez, egocentrismo y tendencia a la exigencia, con característica represión y falta de comprensión
74
CUADRO N°7
PERFIL DE LA ESCALA 4 (DESVIACIÓN PSICOPÁTICA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
20-44
Convencionalismo
Conformismo, Moralismo Tendencia a la pasividad y a ser reservados
45-59
Grado aceptable de conformismo a las reglas sociales, sin ser restringidos
60-69 Independencia e inconformidad sin llegar a .la impulsividad
Energía y dinamismo Puede haber dificultad en la aceptación de normas sociales
70-79
Rebeldía, inconformidad y resentimiento Escasa tolerancia a la frustración, Impulsividad.
Insatisfacción Desadaptación social, relaciones sociales superficiales
80
Carencia de juicio social y de capacidad de beneficiarse de la experiencia
Conducta antisocial y conflictos con figuras de autoridad Utilización y explotación de las otras personas
75
CUADRO N°8
PERFIL DE LA ESCALA 6 (PARANOIA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
27-44
Obstinación, testaduréz, constancia Hipersensibilidad
Tendencia a los antagonismos personales Una puntuación muy baja puede tener las mismas
características que un perfil 6 muy elevado, al existir rasgos paranoides negados y capacidad de juzgar lo socialmente
aceptable.
45-59 Consideración hacia los demás.
Flexibilidad Entre 55 y 59 sensibilidad y astucia
60-69
Hipersensibilidad, rigidez y sentimientos de limitación y presión antes aspectos sociales de la vida; desconfianza y
resentimiento Expresión indirecta de hostilidad
70-79
Paranoia Proyección de culpa y hostilidad.
Interpretación y percepción inadecuada de estímulos sociales Rigidez., hipersensibilidad, obstinación.
80 Cuadro paranoide patológico, son ideas de referencia, de persecución y relaciones interpersonales inadecuadas.
76
CUADRO N°9
PERFIL DE LA ESCALA 7 (PSICASTENIA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
45-59 Capacidad adecuada para organizar el trabajo Ausencia de preocupaciones indebidas
60-74
Perfeccionismo, orden, responsabilidad, autocrítica. Preocupación por los problemas más insignificantes
Ansiedad, indecisión y tensión Al pasar de T70 racionalización ineficiente e intelectualización
sin propósito aparente
75-84
Religiosidad extrema, moralismo. Tendencia a la aprensión, rigidez, meticulosidad
Insatisfación en las relaciones sociales Ansiedad moderada o severa
85-
Posibilidad de obsesiones, compulsiones, fobias Temores, sentimientos de culpa y ansiedad que interfieren
significativamente con la vida diaria Exagerado uso de intelectualización, racionalización y
aislamiento
77
CUADRO N°10
PERFIL DE LA ESCALA 8 (ESQUIZOFRENIA) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
21-44 Interés en las otras personas y en asuntos prácticos
Convencionalismo, aceptación de la autoridad, autocontrol y escasa capacidad de imaginación.
45-59 Combinación de intereses prácticos y teóricos
60-74
Debe considerarse el perfil en su totalidad al hacer formulaciones: - En la parte inferior y en perfiles de neuróticos T60 hay tendencia en intereses abstractos y abandono de interés por
personas y asuntos prácticos. Puede haber creatividad y tendencia al aislamiento
- Si se presentan elevaciones moderadas en las escalas F, 4, 6 y 9 se puede pensar en un cuadro esquizoide.
74-
Mentalidad esquizoide: excentricidad, pudiendo mantenerse la adaptabilidad social y vocacional si el perfil en su totalidad no es
elevado. Introversión social, con tendencia a evitar la realidad o las
presiones de esta, presencia de impulsos inaceptables y búsqueda de realización de fantasías.
78
CUADRO N°11
PERFIL DE LA ESCALA 9 (HIPOMANIA) DE ACUERDO A
PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
21-44 Escasa vitalidad y actividad disminuida Apatía, indiferencia, falta de motivación
45-59 Actividad y energía en grado adecuado para normal desempeño y adaptabilidad
60-69
60-69
Entusiasmo, sociabilidad, cordialidad Optimismo, autoconfianza, independencia
A nivel mayor de 65 puede haber hipomanía, con características faltas de metas y ambiciones reales.
70-85
70-85 85
Hiperactividad, irritabilidad, impulsividad, agresividad irracional ante frustraciones mínimas
Relaciones interpersonales superficiales Entusiasmo temporal para empresas y actividades
efímeras
86- Conducta maniaca, paraprosexia, hiperactividad extrema, megalomania .
79
CUADRO N°12
PERFIL DE LA ESCALA 0 (INTROVERSIÓN-EXTROVERSIÓN) DE ACUERDO A PUNTUACIÓN T
Puntuación T Perfil
25-44
Sociabilidad, conducta muy afectuosa y amistosa.
45-59 Capacidad para establecer relaciones sociales satisfactorias
60-69
Tendencia a ser reservados, aparente timidez
Cohibición y aislamiento
70-
Desadaptación social, introversión, aislamiento, ansiedad
social Inseguridad.
80
CAPITULO IV: RESULTADOS
A. PRESENTACIÓN DE LOS RESULTADOS
Se aplicó y analizó el MMPI en 37 sujetos, 20 dependientes de cocaína y 17
dependientes de alcohol, que cumplieron con los criterios de selección del
presente estudio. De los MMPI aplicados seis de los sujetos dependientes de
cocaína y cuatro de los sujetos dependientes de alcohol resultaron inválidos
debido a elevación anómala de la escala F (>80T) (Grafico 1). Por lo tanto para la
valoración de los sujetos dependientes de cocaína se dispuso de 14 MMPI válidos
y, para sujetos dependientes de alcohol, de 13 MMPI válidos.
La distribución de frecuencia de los puntajes absolutos de cada escala para las
dos poblaciones se expone en las tablas numeradas del I al VIII y posteriormente
se expresan factorizados de acuerdo a los niveles de Lachar en las tablas XIV,
XV, XVI y XVII. En los rasgos psicóticos correspondientes a la escala 6,
(Paranoia), los dependientes de cocaína puntuaron en un 35,71% entre 70 y 79 T
y el 14,29% más de 79 T, (o sea que el 50% calificó más de 70 T); de los
alcohólicos, el 15,38% calificó entre 70 y 79T y otro 15,38 % más de 79 T. En la
misma escala se detecta que el 38,46% de este ultimo grupo y el 28,43% de los
dependientes de cocaína puntuaron entre 60 T y 69 T, lo cual indica, según el
perfil de Lachar, hipersensibilidad, rigidez, presión ante aspectos sociales de la
81
vida, desconfianza y expresión indirecta de hostilidad en forma marcada pero no
en niveles patológicos como en puntuaciones mayores de 69; estos puntajes
mayores de 69T reflejan rasgos paranoides acentuados, (cuadro 8, marco teórico),
y destaca un porcentaje mayor en los usuarios de cocaína, (50%), que en los
alcohólicos evaluados,(30,76%).(Tabla IX y grafico II).
En la escala 7 (Psicastenia), que mide los niveles de ansiedad y malestar
psicológico, se obtuvieron puntuaciones T mayores de 60 en el 78,57% de los
dependientes de cocaína y en el 76,92% de los alcohólicos aunque el 38,46% de
esto últimos presentó puntuaciones T mayores de 75, (15,38% entre 75 y 84 y
23.08 % más de 84), lo cual indica, (cuadro 9, marco teórico), porcentaje de
sujetos con ansiedad patológica mayor que en dependientes de cocaína (14,29%
entre 75 y 84T y ninguno mayor de 84T)(Tabla X, grafico I y II). Los dos grupos
presentaron puntaciones T elevadas en la escala 8 (Esquizofrenia), (85,72% de
los dependientes de cocaína y 92,3% de los alcohólicos con puntajes T mayor a
60), de los cuales el 64,29% y el 46,15 % respectivamente con puntuación mayor
de 74, indicativa de introversión social, tendencia a evitar la realidad y rasgos
esquizoides patológicos (cuadro 10, marco teórico). Solo el 14,27%
(Cocainómanos) y el 7,69% (Alcohólicos) presentaron puntajes T normales en esta
escala y el 0%, (nadie), presentó puntaje bajo, (entre 21 y 44) (Tabla XI).
El último indicador de los rasgos psicóticos, la escala 9 (hipomanía), muestra
puntajes T claramente patológicos, (mayores de 70T), en el 46,15% de los
alcohólicos y en el 35,71% de los dependientes de cocaína, los cuales denotan
hiperactividad, impulsividad, superficialidad en las relaciones interpersonales y, en
82
puntuaciones mayores a 86, rasgos maníacos (Tabla XII). Tomando en cuenta las
frecuencias relativas de los puntajes brutos mostrados en el las tablas I y II, (más
que los subgrupos de Lachar), y sumando los porcentajes de los pacientes que
puntuaron más de 65T en esta escala, se demuestra que el 69% de los
alcohólicos versus el 57% de los dependientes a cocaína valorados tienden a la
hipomanía.
En cuanto a los indicadores de los rasgos neuróticos en la escala 1
(hipocondriasis) el 21,43% de los cocainómanos (14,29% entre 75 y 84T y 7,14%
con más de 84T) y el 38,46% de los alcohólicos (15,38% entre 75 y 84T y 23,08%
con más de 84T) supera los 74 T, exhibiendo así rasgo patológicos, como
utilización de defensas de somatización inefectivas, numerosas preocupaciones
somáticas, egocentrismo, narcisismo, resistencia al cambio y a los tratamientos
médicos. Por otro lado el 50,00% de los dependientes de cocaína exhibió puntajes
T entre 60 y 74T en la misma escala, indicativos de interés y preocupación
significativa acerca de la propia salud, quejas somáticas difusas y vagas y control
efectivo de impulsos mediante somatización.
El grupo de alcohólicos, que en la categoría que se acaba de mencionar
mostró una frecuencia del 30,77%, presentó también un porcentaje de 30,77%
entre los 50 y 59 T de esta escala, índice de tendencia al realismo acerca de la
propia salud y a escasa sintomatología somática (tabla XIII, grafico III).
En la escala 2 (Depresión), el 85,71% de los dependientes de cocaína y el
92,31% de los alcohólicos expresaron puntajes T superiores a 60T, lo cual revela
83
depresión; en el 57,14% de los dependientes de cocaína y en el 61,54% de los
alcohólicos las puntuaciones en esta escala superaron los 70T, indicativo de
depresión severa (Tabla XIV). En el tercer indicador de los rasgos neuróticos, la
escala 3 (Histeria), más del 60% de ambos grupos presentó puntuaciones
inferiores a 70, presentando un 30.76% de los alcohólicos y el 21,43% de los
dependientes de cocaína puntuaciones mayores a 70T, que indican rasgos
histéricos patológicos (tabla XV).
La evaluación de los rasgos psicopáticos mediante la escala 4 reveló, al
presentar el 76,93% de los alcohólicos y el 85,72% de los dependientes de
cocaína más de 70 T, psicopatía elevada en ambos grupos (cuadro 7, marco
teórico, grafico IV).
La escala 0 (introversión- extraversión), representativa de los rasgos
sociales, muestra porcentajes elevados de ambos grupos por debajo de
puntuación T 59, (53,85% en los alcohólicos y 64,29% en los dependientes de
cocaína), indicando que la mayoría de los sujetos estudiados tienen capacidad de
establecer relaciones sociales satisfactorias (grafico IV); solo el 7,69% de los
primeros y el 21,43% de los segundos mostró rasgos sociales francamente
desadaptativos (más de 69T) (Tabla XVII).
A.1. ESTADISTICA DESCRIPTIVA
Utilizándose técnicas estadísticas de de distribución de frecuencia absoluta y
relativa se procesaron las puntuaciones de las escalas correspondientes a cada
84
rasgos de ambos grupos de dependientes y se representaron en las tablas
numeradas del I al XVII y gráficos numerados del I al VI.
B DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
En primer lugar llama la atención el número de MMPI que resultaron
invalidados por elevación de la escala F, lo cual generalmente es debido a intento
de manipulación del examen y por lo tanto podría ser considerado como un indicio
de rasgo de personalidad psicopático de personalidad en estos sujetos. En cuanto
a los rasgos psicóticos, al examinar los puntajes T de la escala 6 (Paranoia),
destaca el alto porcentaje de tendencias paranoides en ambos grupos y, como era
de esperarse, tomando en cuenta los resultados similares obtenidos en el estudio
de Donovan (1998) y de Sánchez (2002), los usuarios de cocaína tienen un
llamativo porcentaje, (50%), de sujetos con rasgos francamente patológicos,
explicables, además por el efecto neurobiológico de la cocaína.
Los altos puntajes en la escala 7 (Psicastenia), en ambos grupos, no
sorprenden, tomando en cuenta que los pacientes se encuentran en periodo de
abstinencia y, sobre todo, tomando en cuenta las teorías de la automedicación,
que postulan que el consumo de sustancias se origina de una necesidad
psiconeurobiológica de calmar una ansiedad o depresión previa a la dependencia.
Los hallazgos obtenidos en la escala 8, (Esquizofrenia), al igual que los de la
escala 6, coinciden con los resultados obtenidos por Donovan (1998) y Sánchez
(2002), al obtenerse puntajes elevados en la gran mayoría de alcohólicos y
cocainómanos; la tendencia a abstraerse para evitar el contacto con la realidad y
85
enfrentarla, demostrada por la elevación de esta escala, es una de las causas
implicadas en la etiopatogenia psicodinamica de las dependencias, según señala
Fernández (2002). Tampoco sorprenden los puntajes elevados en la escala 9
(hipomanía), al ser estos indicativos de la impulsividad característica tanto de los
dependientes como de los trastornos de personalidad considerados
frecuentemente comorbidos por autores como Sanz (2002) y Bauer (2001).
Llama la atención la tendencia mayor en los alcohólicos que en los
cocainómanos examinados de resistencia al cambio y a los tratamientos médicos
sugerida a través de la elevación presentada en la escala 1 (Hipocondriasis), ya
que, por la naturaleza ilegal del uso de cocaína, y al esperarse por lo tanto mayor
psicopatía, (como en efecto se detectó), en los consumidores de esta ultima, se
esperaban mejores indicadores de respuesta terapéutica en los dependientes de
alcohol. Aunque se esperaban altos niveles de tendencia a la depresión, al
recordar los estudios de Rodríguez (2000) y, sobre todo, las teorías de la
automedicación, los porcentajes, que alcanzaron el 85,71% de los dependientes
de cocaína y el 92,31% de los alcohólicos con puntajes mayores a 60T, fueron
superiores a todos los estudios anteriores y contradicen los estudios de Donovan,
quién halló mayor depresión, así como psicopatía, en cocainómanos que en
alcohólicos (grafico II); son aún más llamativos los niveles de gravedad de la
tendencia a depresión de estos sujetos , al superar el 57,14% de los dependientes
de cocaína y el 61,54% de los alcohólicos puntuaciones T de 70 (tabla XIV).
Las puntuaciones en la escala 3 (histeria) no fueron tan altas como se
esperaba en vista de la elevación en la escala F en muchos de los pacientes
86
examinados; la tendencia manipuladora de los pacientes estudiados, a pesar de
estos bajos porcentajes en elevación de la escala 3, se podrían por lo tanto
explicar por los rasgos psicopáticos acentuados en los alcohólicos, (76,93% con
más de 70T), y más aún, en dependientes de cocaína (85,72%), más que por
rasgos histéricos. Es notable la concordancia con la investigación de Donovan en
cuanto a rasgos psicopáticos mayores en el grupo de cocainómanos pero en el
presente estudio los porcentajes de elevación patológica de esta escala en ambas
dependencia son netamente mayores.
También debe resaltarse que, así como los cocainómanos estudiados
presentan mayores porcentajes de psicopatía, presentan menores porcentajes de
elevación de la escala 3 (histeria), con respecto a los dependientes de alcohol
(tablas XV y XVI). Otro hallazgo no esperado, en vista de que la mayoría de los
autores, como Fernández,(2001), sugieren una dificultad para la comunicación en
los sujetos con dependencias de sustancias, es la baja puntuación en la escala 0
en ambos grupos, indicativos de capacidad de establecer relaciones sociales
satisfactorias.
87
TABLA I PUNTAJES T DE LAS ESCALAS 6-7-8-9 DE LOS RASGOS PSICÓTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA
ESCALA 6-PA ESCALA 7-PT ESCALA 8-ES ESCALA 9-MA
PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % 53 1 7.14 54 1 7.14 52 1 7.14 50 1 7.14 59 2 14.29 55 1 7.14 59 1 7.14 55 3 21.4362 1 7.14 56 1 7.14 67 1 7.14 60 1 7.14 65 2 14.29 60 1 7.14 74 2 14.29 63 1 7.14 67 1 7.14 62 3 21.43 75 1 7.14 65 1 7.14 73 1 7.14 64 1 7.14 76 2 14.29 68 2 14.2976 3 21.43 66 2 14.29 80 2 14.29 73 1 7.14 79 1 7.14 69 1 7.14 84 2 14.29 75 1 7.14 82 1 7.14 71 1 7.14 88 1 7.14 83 2 14.2988 1 7.14 81 1 7.14 99 1 7.14 86 1 7.14 -- -- -- 83 1 7.14 -- -- -- -- -- --
Total 14 100,00 Total 14 100,00 Total 14 100,00 Total 14 100,00
88
TABLA II PUNTAJES T DE LAS ESCALAS 6-7-8-9 DE LOS RASGOS PSICÓTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE ALCOHOL
ESCALA 6-PA ESCALA 7-PT ESCALA 8-ES ESCALA 9-MA PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % PUNTAJE T n %
53 1 7.69 44 1 7.69 55 1 7.69 53 1 7.69 56 2 15.38 51 1 7.69 63 1 7.69 58 1 7.69 59 1 7.69 58 1 7.69 69 1 7.69 63 2 15.38 62 2 15.38 60 1 7.69 71 1 7.69 65 2 15.38 67 3 23.08 66 2 15.38 73 1 7.69 68 1 7.69 73 1 7.69 69 1 7.69 74 2 15.38 73 1 7.69 76 1 7.69 73 1 7.69 78 1 7.69 75 1 7.69 85 1 7.69 77 1 7.69 80 1 7.69 78 1 7.69 91 1 7.69 79 1 7.69 86 1 7.69 81 1 7.69 -- -- -- 85 1 7.69 99 1 7.69 88 1 7.69 -- -- -- 95 1 7.69 101 1 7.69 93 1 7.69 -- -- -- 97 1 7.69 115 1 7.69 - -- --
TOTAL 13 100,00 TOTAL 13 100,00 TOTAL 13 100,00 TOTAL 13 100,00
89
TABLA III PUNTAJES T DE LAS ESCALAS 1-2-3 DE LOS RASGOS
NEURÓTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA
ESCALA 1-HS ESCALA 2-D
ESCALA 3-HI PUNTAJE
T N % PUNTAJE T n % PUNTAJE T N % 47 1 7.14 53 1 7.14 45 1 7.14 49 2 14.29 55 1 7.14 54 1 7.14 50 1 7.14 61 1 7.14 56 1 7.14 62 1 7.14 65 1 7.14 58 1 7.14 65 1 7.14 67 1 7.14 61 1 7.14 66 2 14.29 68 1 7.14 62 2 14.2970 1 7.14 70 2 14.29 65 1 7.14 72 2 14.29 71 1 7.14 66 1 7.14 77 1 7.14 72 1 7.14 69 2 14.2980 1 7.14 75 1 7.14 71 1 7.14 95 1 7.14 80 1 7.14 86 2 14.29-- -- -- 84 1 7.14 -- -- -- 92 1 7.14 -- -- --
Total 14 100,00 Total 14 100 Total 14 100,0
0
90
TABLA IV PUNTAJES T DE LAS ESCALAS 1-2-3 DE LOS RASGOS
NEURÓTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE ALCOHOL
ESCALA 1-HS ESCALA 2-D ESCALA 3-HI
PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % PUNTAJE T n % 50 1 7.69 59 1 7.69 43 1 7.69 58 1 7.69 60 2 15.38 51 1 7.69 59 2 15.38 65 1 7.69 56 1 7.69 62 2 15.38 67 1 7.69 58 1 7.69 65 1 7.69 70 1 7.69 60 1 7.69 67 1 7.69 73 1 7.69 63 1 7.69 77 1 7.69 75 1 7.69 64 1 7.69 80 1 7.69 77 1 7.69 66 1 7.69 86 1 7.69 78 1 7.69 67 1 7.69 88 1 7.69 80 1 7.69 72 1 7.69 90 1 7.69 87 1 7.69 75 1 7.69 -- -- -- 96 1 7.69 78 1 7.69 -- -- -- -- -- -- 80 1 7.69
TOTAL 13 100,00 TOTAL 13 100,00 TOTAL 13 100,0
0
91
TABLA V PUNTAJES T DE LA ESCALA 4 DE LOS RASGOS PSICOPÁTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA
ESCALA 4-DP PUNTAJE T n %
69 2 14.29 71 2 14.29 76 2 14.29 79 2 14.29 81 3 21.43 86 1 7.14 93 1 7.14 100 1 7.14
Total 14 100
92
TABLA VI PUNTAJES T DE LA ESCALA 4 DE LOS RASGOS PSICOPÁTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE ALCOHOL
ESCALA 4-DP PUNTAJE T n %
55 1 7.69 57 1 7.69 69 1 7.69 71 2 15.38 74 1 7.69 76 2 15.38 79 2 15.38 81 1 7.69 83 1 7.69 86 1 7.69
TOTAL 13 100,00
93
TABLA VII PUNTAJES T DE LA ESCALA 0 DE LOS RASGOS
SOCIALES EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA
ESCALA 0-IS
PUNTAJE T n % 42 1 7.14 43 1 7.14 44 1 7.14 49 1 7.14 53 1 7.14 54 1 7.14 55 1 7.14 56 1 7.14 58 1 7.14 60 1 7.14 63 1 7.14 72 2 14.29 75 1 7.14
Total 14 100,00
94
TABLA VIII PUNTAJES T DE LA ESCALA 0 DE LOS RASGOS SOCIALES EN SUJETOS DEPENDIENTES DE ALCOHOL
ESCALA 0-IS PUNTAJE T n %
45 1 7.69 50 3 23.08 52 1 7.69 55 1 7.69 56 1 7.69 60 1 7.69 63 1 7.69 64 1 7.69 66 1 7.69 67 1 7.69 70 1 7.69
TOTAL 13 100,00
95
TABLA IX PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 6 (PARANOIA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T n % n %
27-44 0 0,00 0 0,00
45-59 3 21,43 4 30,77
60-69 4 28,57 5 38,46
70-79 5 35,71 2 15,38
>79 2 14,29 2 15,38
Total 14 100,00 13 100,00
96
TABLA X PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 7 (PSICASTENIA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T n % n %
45-59 3 21,43 3 23,08
60-74 9 64,29 5 38,46
75-84 2 14,29 2 15,38
>84 0 0,00 3 23,08
Total 14 100,00 13 100,00
97
TABLA XI PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 8 (ESQUIZOFRENIA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T N % n %
21-44 0 0,00 0 0,00
45-59 2 14,29 1 7,69
60-74 3 21,43 6 46,15
>74 9 64,29 6 46,15
Total 14 100,00 13 100,00
98
TABLA XII PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 9 (MANÍA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL PUNTAJE T n % n %
21-44 0 0,00 0 0,00
45-59 4 28,57 2 15,38
60-69 5 35,71 5 38,46
70-85 4 28,57 4 30,77
>85 1 7,14 2 15,38
Total 14 100,00 13 100,00
99
TABLA XII PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 1 (HIPOCONDRÍA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T N % n %
21-49 3 21,43 0 0,00%
50-59 1 7,14 4 30,77
60-74 7 50.00 4 30,77
75-84 2 14,29 2 15,38
>84 1 7,14 3 23,08
Total 14 100,00 13 1,00
100
TABLA XIV PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 2 (DEPRESIÓN) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T n % N %
28-44 0 0,00 0 0.00
45-59 2 14,29 1 7,69
60-69 4 28,57 4 30,77
70-79 5 35,71 5 38,46
>79 3 21,43 3 23,08
Total 14 100,00 13 100,00
101
TABLA XV PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 3 (HISTERIA) EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T N % N %
24-44 0 0,00 1 7,69
45-59 4 28,57 3 23,08
60-69 7 50.00 5 38,46
70-75 1 7,14 2 15,38
76-85 0 0,00 2 15,38
>85 2 14,29 0 0,00
Total 14 100,00 13 100,00
102
TABLA XVI
PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 4 (DESVIACIÓN PSICOPATICA) EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T n % n % 20-44 0 0,00 0 0,00 45-59 0 0,00 2 15,38 60-69 2 14,29 1 7,69 70-79 6 42,86 7 53,85 >79 6 42,86 3 23,08
Total 14 100,00 13 100,00
103
TABLA XVII PUNTAJES T (LACHAR) DE LA ESCALA 0 (INTROVERSIÓN-EXTROVERSION) EN SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y ALCOHOL
COCAÍNA ALCOHOL
PUNTAJE T n % n %
25-44 3 21,43 0 0,00
45-59 6 42,86 7 53,85
60-69 2 14,29 5 38,46
>69 3 21,43 1 7,69
Total 14 100,00 13 100,00
104
GRÁFICO IPORCENTAJE DE M.M.P.I. CON
ESCALA F MAYOR DE 80T
0,00%5,00%
10,00%15,00%20,00%25,00%30,00%35,00%
DEPENDIENTES DECOCAÍNA (>80T)
DEPENDIENTES DEALCOHOL (>80T)
105
GRÁFICO II RASGOS PSICÓTICOS EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
70%
80%
90%
Pa >70T Pt >60T Es >74T Ma >70T
RASGOS PSICÓTICOS
%
DEPENDIENTESDE COCAÍNA
DEPENDIENTESDE ALCOHOL
Pa: Paranoia Pt: Psicastenia Es: Esquizofrenia. Ma: Manía
106
GRÁFICO III PORCENTAJE DE SUJETOS DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y
ALCOHOL CON PUNTAJE T EN ESCALA 7 MAYOR DE 75T
0,00%
5,00%
10,00%
15,00%
20,00%
25,00%
30,00%
35,00%
40,00%
45,00%
DEPENDIENTES DE COCAÍNA DEPENDIENTES DE ALCOHOL
%
107
GRÁFICO IV RASGOS NEURÓTICOS EN SUJETOS
DEPENDIENTES DE COCAÍNA Y DE ALCOHOL
0,00%
10,00%
20,00%
30,00%
40,00%
50,00%
60,00%
70,00%
80,00%
90,00%
100,00%
Hs >74T D >60T Hi >70T
RASGOS NEURÓTICOS
%
DEPENDIENTESDE COCAÍNA
DEPENDIENTESDE ALCOHOL
Hs: Hipocondría. D: Depresión Hi: Histeria
108
GRÁFICO VI RASGOS SOCIALES EN SUJETOS DEPENDIENTES DE
COCAÍNA Y DE ALCOHOL
0,00%
10,00%
20,00%
30,00%
40,00%
50,00%
60,00%
70,00%
DEPENDIENTES DECOCAÍNA (Is<60T)
DEPENDIENTES DEALCOHOL (Is <60T)
%
109
GRÁFICO V RASGOS PSICOPÁTICOS EN SUJETOS DEPENDIENTES DE
COCAÍNA Y DE ALCOHOL
0,00%
10,00%
20,00%
30,00%
40,00%
50,00%
60,00%
70,00%
80,00%
90,00%
100,00%
DEPENDIENTES DE COCAÍNA(Dp>70T)
DEPENDIENTES DE ALCOHOL(Dp>70T)
%
110
GRÁFICO VI RASGOS SOCIALES EN SUJETOS DEPENDIENTES DE
COCAÍNA Y DE ALCOHOL
0,00%
10,00%
20,00%
30,00%
40,00%
50,00%
60,00%
70,00%
DEPENDIENTES DE COCAÍNA(Is<60T)
DEPENDIENTES DE ALCOHOL (Is<60T)
%
111
CAPITULO V: CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
A-CONCLUSIONES
En esta pequeña muestra estudiada, en cuanto a rasgos psicóticos, se
detectan tendencias paranoides acentuadas en el 50% de los dependientes de
cocaína y en el 30,76% de los alcohólicos; los sujetos de este último grupo
mostraron, con respecto al grupo de cocainómanos, mayores niveles de ansiedad
patológica (38,46%), aunque ambos grupos mostraron un alto porcentaje de algún
nivel de ansiedad, (78,57% y 76,92% respectivamente). Ambos grupos, por sus
elevados porcentajes (85,72% y 92,3%) en puntuaciones T mayores de 60 en la
escala 8, exhibieron tendencia a evitar la realidad y rasgos esquizoides. Tanto
alcohólicos como cocainómanos presentaron porcentajes elevados de sujetos con
rasgos hipomaniacos (hiperactividad, impulsividad, superficialidad en las
relaciones interpersonales). Los indicadores de rasgos neuróticos revelan
tendencia a utilizar inefectivamente defensas de somatización, egocentrismo y
resistencia al cambio más en los alcohólicos (38,46%) que en los cocainómanos
(21,43%).
Llama la atención que el 85,71% de los dependientes de cocaína y el 92,31%
de los alcohólicos revelaron rasgos depresivos, en su mayoría clínicamente
significativos, lo cual, al igual que los altos porcentajes de psicopatia halladas en
este estudio, supera los porcentajes de estudios previos. Se detectaron rasgos
112
histéricos patológicos más en los alcohólicos, (30,76%), que en los dependientes
de cocaína estudiados (21,43%).
Ambos grupos revelaron psicopatía elevada (76,93% y 85,72%
respectivamente) aunque capacidad de establecer relaciones sociales
satisfactorias (53,85% y 64,29%).
B- RECOMENDACIONES
Se recomienda utilizar el presente estudio como modelo de otro a gran escala,
en muestras mayores y correlacionar los rasgos de personalidad obtenidos
mediante los MMPI de un futuro estudio con mapeo de actividad cerebral, para
aclarar el sustrato biológico inherente a rasgos de personalidad diferenciales y a la
conducta adictiva en general.
Estudios de tal magnitud podrían sentar las bases de programas terapéuticos
racionales y efectivos, justificando su alto costo en tiempo y recursos.
C- LIMITACIONES
Este trabajo fue limitado por lo pequeño de la muestra, al no haberse logrado
incluir los 60 pacientes originalmente planificados debido a reluctancia de los
dependientes a acudir al Hospital Psiquiátrico y a realizar un test de horas de
duración y, sobre todo, a las dificultades inherentes al ambiente hospitalario en
que se realizó la investigación.
113
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