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PRIM ERA PARTF
Gonsideraciones generales y resaltados iemediatosde las experiencias.
Las aventa.doras, como todos los agrícultores saben, son má-
quinas deatinadas á separar el grano de la paja en las parvas ob-
tenidas pur la trilla ordinaria, cuando la falta de vientos adecua-
dos obliga á suspender el ayentado natural con horcas y palas.
Abrevian, por tanto, la duración de los trabajos de la era, pet•-
miten obtener l^t regularidad más conveniente de los mismos, ®vi-
tan la acumulación de cantidades excesivas do mies trillada, que
constituirían una verdadera diflcultad por la gran extensión ocu-
pada, y, por último, diaminuyen los riesgos que la parva corre
en la era, tanto mayores cuanto más largo sea el tí.empo que en
ella permanezca en espera.de vientos favorables.
La organización de estas máquinas es realmente sencilla, y
hasta ahora todas ellas, en este concepto, presentan completa se-
mej anza.
Un vontilador do eje horizontal, contenido ó encerrado en un
tambor ó cilindro envolvente, gira con gran rapidez y deterraina
una enérgica corriente de ^iire que sale convenientemente di-
rigida a través de una abertura practicada en la superficie del
tambor. ^
Una tolva recibe la mies trillada, y á través de una boca ó
abertura horizontal de poca ^ltura practieada junto al fondo de
aquélla, pasa la parva en forma de chorro, que cae y recibe des-
de luego la acción de la corri©nte de aire engondrada por el ven-
tilador.
Por último, un sistema do cribas oscilantes rocibe la mies que
sale de la tolva, y la corriente de aire, que obra tanto en la parva
que cae como á través de los espacios que dejan entre sf las cribas
consecutivas, lanza al exterior la paja y las granzas y deja que á
través do las mallas de dichas eribas pase el grano y aquellos
otros productos, como granzas cortas, piedrecillas, etc., que por
su tamaño y densidad se comportan como el grano.
La paja y las granzas ligeras se separan inmediatamente de la
parva que sale de la tolva.
Las granzas propiamente dichas que no caben á través de las
mallas de las cribas superiores ó más altas, sou lanzadas en parte
al exterior por la corriente de aire del vontilador; poro modiante
un trablero, que unas veces participa de un solo movimiento de
ascenso ó de descenso, á manera de compuerta inclinada, y otras
de un movimiento de rotación alrededor de una eharnela horizon-
tal, se consigue que el borde superior y horizontal de dicho ta-
blero resulte colocado á la altur^i conv©niente para que las gran-
zas queden detenidas en su marcha y obligadas á caer por el es•
pacio comprendido entre el borde exterior de las cribas y ol refe-
rido tablero, por el cual caen, quedando así separadas de la pa ja,
que por su menor densidad es arrastrada por la corriente de
aire á mayor distancia de la máquiua.
Las granzas cortas y más pesadas, que no han podido ser arras-
tradas por la corriente del ventilador, quedan sobrc la criba
auperior, y á virtud de la pendiente de la misma y del movimienta
oscilatorio de que participa, van avanzando con el grano ha-
cia el exterior; pero así como éste pasa f^cilmento á través de las
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^n^illas de las primeras cribas, las granzls ll©gan a su borde y caen,
por iíltimo, en ol espacio destinado á recogerlas.
Las cribas inferiores ó harneros presentan una pendionte
contraria y superior á la de las primeras, y su sistema de mallas ó
aberturas permite que de la masa que atravesó las eribas superio-
res queden separados, de manera más 6 menos complota, el gra-
no, el triguillo ó simientes menudas y la ti©rra, saliendo tales pro-
ductos por bocas de salida independientes. En algunas aventado-
ras el triguillo y la tierra se confunden en un producto único.
El movimíento do rotación del ventilador se obtiene siempre
en las aventadoras movidas á brazo mediante un sencillo engra-
naje de una rueda dentada y un piñón: la primera montada en el
eje del giro de la manivela y el segundo en uno de los extremos
del eje deI ventilador.
En las de malacate, dicho movimiento se obtiene por medio de
con©xiones diversas, más ó menos complicadas, que se detallarán al
tratar de cada máquina en particular.
EI movimierrto oscilatorio d© las cribas y harneros se logra en
^ilgunas aventadoras por medio de una ó más bielas que parten de
una excéntrica situada en uno de los extremos del eje del venti-
lador, que corresponde al lado opuosto á la manivela ó á la polea
de transmisión, según los casos, y en otras mediante dos pequeñas
ru©das dentadas, on ángulo recto, dol mismo número de dientes,
quo transmiten el movimiento de giro del ventilador á una barra
paralela y oxterior al costado de la aventadora, situada al lado
opuesto á la manivela ó polea d© transmiaión, en cuyo extremo
Ileva. dicha barra una excéntrica, que transforma el movimienio
circular progresivo de aquélla alrededor de su eje en movimiento
circular alternativo, de escasa amplitud, de una pequeña palanca
acodada, en conoxión directa con las cribas.
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^'inalmente, el movimiento oscilatorio del distribuidor ó r©vol-
vedor de parva se obtiene mediante sencillas conexiones de este
órgano con las cribas oseilantes; y el de rotación dol mismo, en
otras máquinas, por una correa sin fin que va de una polea, mon-
tada en el eje d©1 ventilador, á otra quo lo está en el eje horizon-
tal de rotación del distribuidor.
La alirnentación suele hacerse por medio de horcas; cestas ó
espuertas quo los obroros vacfan en la tolva con la posible regu-
laridad. F,n los onsayos practicados aceptamos este último medio
para garantizar que ninguna mies vertida en la tolva cayera fuera
de ella, tenfendo en cuenta la divcrsidad de dimensioues de la boca
superior de la mfsma y la circunstancfa de que no todas las aven-
tador,as ensayadas presentaban los tableros ó mamparas que, cir-
cundando la tolva en la part© conveniente de su contorno, obligan
á ca©r en ella la parva arrojada con las horcas de modo inconve-
niente, tanto por impulsfón excesfva como por mala direceión de
la parva lanzada por el obrero.
Para ar.omodar la intonsidad de la alimentación al rendimiento
normal de la máquina y á la naturaleza y condiciones de la parva,
la abertura horizontal practicada en el fondo de la tc^lva puede
abrírse más ó menos, de modo que, permaneciendo constante el
]ado horizontal de dicha abertura, el otro lado se reduzca á la
magnitud más convenient©. Esto se consigue por medio de una
compuerta inclinada que pu©de subir ó bajar á voluntad, bien
por un tornillo terminado superiormente en una pequeña mani-
vela, el cual, al girar, arrastra ú la tuerca correspondiento unida
al tablero de la compuerta, y otras voces mediante cremalleras
8jas al tablero en conexión con pequeñas ruedas dentadas del
mismo número de dientes, simétricamente situadas en un eje hori-
zontal, el cual lleva en sus extremos uno ó dos pequeños volantes
para poder, en este último caso, accionar la compuerta por cual-
quier costado de la aventadora.
La regularidad de la alimentaeión^ eontribuyc eficazme^tte al
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máximorendimientodeestas máquinasyaun ála perfeccióndel tra-
bajo que ejecutan, y dépende principaLnente de dos circunstancias:
1.^ De la igualdad en los intervalos de tiempo con que el obre-
ro ú obreros depositan en la tolva cantidades iguales de parva.
2.a De que el gasto de parva á tra.vés de la abertura ó boca d©
alimentación sea siempre el mismo, mientras se conserven inva-
riables, durante el trabajo, las dimensiones de aquélla y, por tan-
to, la sección recta del chorro de parva.
La primera circunstancia es independiente del constructor y,
por consiguiente, de la máquina; pero la segunda depende de las
disposiciones que hasta ahŭra se han adoptado por algunos, sin
perjuicio de las que en adelante puedau idearse.
Algunos constructores suprim©n todo organismo con tal obje-
to; pe^•o entonces es necesario abrir bastante la abertura de salida
de la tolva, para que la parva acumulada no la obstruya, dificul-
tando ó anulando la salida, y pu©da pasar con toda facilidad á las
cribas. En estos casos, el chorro de parva es irregular y disconti-
nuo, la masa retenida en la primera cri^a queda deeigualmento
repartida, y si ésta es corta, aquélla puede Ilegar al borde de
derrame sin qúe todo el grano haya atravesado las mallas, cayen-
do una parte con las granzas.
Otras veces, la parva acumulada en la tolva es continuamente
removida por medios diforentes, para qúe, destruyendo en la me-
dida necesaria la adherencia ó entrelace de sus partes y dotándo-
las de mayor movilidad, atraviesen fácilmente y con igua!dad la
abertura de salida, cuya altura en este caso puede reducirse más
porque el gasto á traves de aquélla es más continuo, saliendo la
parva, además, á boca llena.
Para lograr esto, algunos emplean una horquilla ó grampón,
que, atravesando la abertura de salida de la tolva, remueve con-
tinuamente la parva, oscilando lateralmonte al propio tiempo quelas cribas.
Otros pre8eren el empleo de un eje horizontal armado depúas ó varillas cortas, que giran alrededor de aquél y al cual sonperpendiculares.
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Otros emplean un rastrillo de púas ó dientes verticales itnplan-
tados en una barra horizontal, sujeto á girar alrededor de un ej©
vertical que pasa por su punto medio, con movímiento circular
alternativo de poca amplítud. ^
Otros, por último, combinan algunos de los m©dios indicados
y alguno opta, en las aventadoras de brazo, por recibir la parva
sobre un lienzo s'vn fln, provisto de trecho en trecho de pequeños
listones horizontales de madera armados de cortas púas.
La verdadera e8cacia de todos estos medios de remover la
parva y pt•esentarla con ig^ualdad en forma de chorro continuo y
de seccibn constante á la acción de la corrient© dei ventilador fué
imposible determiuarla en los breves y no repetidos ensayos de
un concurso en que ha habido necesidad de estudiar y ensayar 22
máquinas, 15 de brazo y 7 de malacate, en un plazo que, pot• di-
versas circunstancias, muy atendibles, era de todo punto imposi-
ble prolongat•. Para éllo hubiera sido preciso diaponor de un
tiempo muy largo y, adem^,s, de medios ©speciales que permitie-
ran realizar estudios experimentales de otra índole, que ahora
hubiera sido completamente inútil intentar.
En las aventadoras de gran rendimiento, como suc©de con la
Ciulat ní+i ŭi. 7, la tolva queda demasiado alta para que la alimen-
tación puedan realizarla los obroros tal como se hace en las má-
quinas de mettores dimensiones. Además, el lado horizontal do la
boca qu© la parva ha de atravesar para entrar en la máquina al-
canza mucha longitud. Por ostas circunstaneias, el constructor
estimó necesario modificar el sistema de alimentación on el citado
modelo, disponiendo un elevador de pstrva formado por una tela
sin fin, inclinada y provista á distancias iguales de tabiques de la
misma clase, de poca altura, cosidos á aquélla y convenientemento
armados para que cuando suban formen el mayor ángulo posible
con la tela sin fin, ofreciondo capacidades prismáticas á manera
de grandes cangilones de sección recta triangular, y cuando bajen
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queden á plomo, replegándose sus bases, que son, como la tela sin
fin y los tabiques, de fuerte lona.
F.1 elevador rodea dos cilindros horizontales de madera, de los
cuales el superior recibe un movimiento de rotación mediante
conexiones espeeiales que se detallarán más adelante, y cuya ve-
locidad está en una relación constante con la do todos los demás
órganos de la máquina.
Sobre la parte inferior del olevador los obreros arrojan eon
horcas la parva, y de su pericia y cuidado depende que los volú-
menes ©mbarcados en cada compartimiento sean prdximamente
iguales entre sí y queden además distribuídos con uniformidad.
Esta solución, en principio, es buona; poeo como hicimos notar
al constructor, necesita modi8caciones que supriman los inconve-
nientes que ofr©ció la disposición onsayada, pues sería muy con-
veniente conseguir que á pesar de las irregularidades inevitables
en el trabajo de los obreros encargados da la alímontación, toda
la parva vertida en el elevador quede retenida en él; quo la canti-
dad de parva embarcada en cada compartímiento no pase do un
cierto límite, y además que aqu811a qu©de distribufda con mayor
igualdad sobre la t©la sin hn, para lograr que ol chorro de parva
sea continuo y de sección constante, que es el ideal á que los cons-
tructores debcn aspírar para dotar á sus máquinas de mayor gra-
do de perfocción.
Finalmeiite, así como en las demás avontadoras el grano al
descender por el plano inclinado que algunos llaman tabloro ver-
tionte y salir por su correspondient© boca, qu©da depositado en el
suelo, y los obreros tionen qu^ sopararlo á medida qu© sale, para
que no ©storbe, trasladáudolo después á los sacos ó costales por el
proeedimi©nto ordinario, en las aventadoras Ciutal nú»ts. 6^ 7 el
grano queda sometido, antes do apare^ee al exterior, á la acción
de un segundo vontilador situado en la part© inferior, d© menoros
dimensiones quo ol ventilador principal, y es conduc,ido á un ele-
vador de cangilonos encerrado en su correspondi©nt© armadura,
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del cual cae á la boca, donde se hallan preparados los costales
para recogerlo.
En las aventadoras de malacate la transmísíón de la fuerza mo-
triz puede hacerse por una correa sin fin 6 por medio de un árbol
de tranamisión.
La primera manera egig^e un montaje perfecto, á fin de que las
poleas queden dispuestas en el mismo plano vertical, con sus ejes
correctamente horizontales, condición indispensable para que la
correa no se escape. Además, una vez montado el malacate y lo-
grada la perfecta conegión con la máquina, no es posible variar la
posición de ésta, lo cual constituye otro inconveniente, porque si
durante el trabajo se levanta un viento de dirección desfavorable
no hay manera de cambiar la orientación do la máquina, como
sería necesario para aeguir trabajando en buenas condiciones,
conforme se hace con toda facilidad con las aventadorás de
brazo.
La aegunda manera, sobre todo euando la conegión del árbol
de transmisión con el malacate y con la aventadora se verifica por
medio de juntas universales, oíreee la ventaja de que el montaje
es más sencillo y rápido, pudiendo además, entre ciertos ISmites,
variar la dirección primitiva del árbol y, por consiguiente, la
orientación de la aventadora.
La perfección del trabajo ojecutado por estas máquinas, ya
sean de brazo ó de malacate, exige:
Que no se escape ni un solo grano con la paja; que suceda Io
propio con las granzas; que con el triguillo no aparezca más grano
que aquel que por su pequeño tamaño tiene un valor despreciable
comparado con el del grano normal de completo desarrollo, y quc
suceda lo mísmo con la tierra.
Estas condieiones pueden resumirse en las dos siguientes:1.a Que por la boca de salida del grano se obtenga todo el que
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contengsi la parva, eon exclusión del menudo y mal desarrollado
que forma las echadur ŭ̂s, así como las semillas e^trañas.
2.' (^ue dicho grano salga limpio y en disposición de llevarlo al
granero, una vez recogido en los costales.
Analicemos brevemente algunas de las particularidades que
más directamente inHuyen en que las condiciones ©xpresadas, que
suponen un trabajo perfecto, se realicen de la manera más com-
pleta posible.
Si la corriente do aire engendrada por el ventilador es dema-
siado enérgica, parte del grano que desciende de la tolva, mezcla-
do con la parva, pu©de ser arrastrado con las granzas y aun con la
paja, cayendo una parte importante con las primeras y ol resto
con la segunda. En este caso, para evitar que con la paja vaya
grano alguno, no hay más recurso que levantar lo necesario el
tablero de retonción para que, chocando el grano con él, caigamezclado con las granzas. .
Pero entonces toda la paja cuyas trayectorias de salida ©ncuen-
tran al tablero por debajo de su bordo superior, cae por el espacio
destinado á recoger las grauzas propiamento dichas, aumentando
considerablemento la masa que hay que repasar para no perder
el grano que contiene, y que puedc^ representar un valor im-
portante.
Si la corriente del vontilador no es eacesiva, pero sí lo suficion-
temente eficaz para pormitir que el grano caiga íntegramente sobre
la criba superior, arrastrando en c,tmbio y lanzando fuera de la
máquina la paja y awl parte de las granzas, entonces puede ocu-
rrir que, si las cribas son cortas y escasa la distancia horizontal
entre la boca de salida de la tolva y el tablero de ret©nción de ias
granzas, se escape con éstas una cantidad important© de grano y
aún algo con la paja.
Para evitar eutonces esta segunda pérdida, es necosario, como
en el caso ánterior, elevar lo suficient© el borde superior del table-
ro de retención; pero lo que no pued© evitarse, lo mismo que antes,
es que una buena parte del grano caiga mezclado con las granzas.
Esto octtrre, repetimos, siempre qu© la longitud de las cribas
z
e^s deficiente, circunstancia qu© no deja de ser bastante común.
^' en efecto: la masa retenida por la criba más alta se acumula
al caer en su parte posterior; pero á virtud dol movimiento oscila-
torio de que aquélla está animada y de la pequeña pendiente que
presenta, la cual puede generalmente variarse á voluntad entre
ciertos límites, la masa avanza hacia el exterior, se ensancha poea
á poco, cuando al principio no ocupa toda la anchura de la criba,
su espesor va disminuyendo, y sucede que, cuando las cribas son
cortas, parte del grano, que aún no ha podido atravesar la pri-
mera de aquéllas, rebasa su borde externo y cae mezclado con las
grarrzas. En cambio, cuando las cribas tienen la c:onveniente lon-
gitud, los granos, antes de llegar al borde de derrarne, han tenido
tiempo y posibilidad de pasar, y con efecto han pasado, á través
de las mallas de la criba superior.La longitud de las crihas es, por lo tanto, un^i particularidad
importante que contribuye de modo © ficaz á la perfección del
aventado, y en eaa debon fijar mucho la ateución los constructo-
res, pues cuanto más logren disminuir la masa de productos se-
cundarios, que por resultar ricos en grano haya necesidad de^
repasar, tanto mayor será el rendimiento útil de la aventadora en
grano limpio, por unidad de tiempo, reduciendo al mínirnum, por
este concepto, el costo del aventado por hectolitro.
La distancia vertical entre la abertura de salida de la tolva y la
criba más alta influye también en la perfección del trabajo. La
razón es sencilla. El chorro de parva, al descender, va perdiendo
progresivamente sus condiciones primitivas de homogeneidad,
tanto por la mayor velocidad que adquieren al caer los elemen-
tos más pesados, como por la divorgencia de las trayectorias dé
todos ellos, creciendo las distancias que los separan con el camina
recorrido en sentido vertical; y es claro que la acción del venti-
lador será tanto más eficaz cuanto mayor sea la separación de las
partes que eaen, y por lo tanto cuanto mayor sea la distancia re-
eorrida por la parva desde la salida de la tolva hasta la cribm
euperior.
Ciérto es que en éste caso se aumenta la sección recta de la co-
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rriente del ventilador, y por consiguiente se disminuyc la voloci-
dad de la misma y por tanto la intensidad df^ su acción, pero en
cambio se aumonta su eficacia, se aleja el riesgo de que el grano
sea arrastrado con la paja y se disminuye, por último, la masa
reunida en el eompartimiento donde las granzas se recogen.
El movimiento oscilatorio de las cribas debe, asimiamo, ser
objeto de atención y estudio por part ^ de los constructores.
En algunas máquinas las cribasyharneros forman parte de una
sola armadura ó portacribas, cuyo sistema queda suspendido por
tres d m^s puntos; uno por lo menos fijo, alrededor del cual gira
con rnovimiento circular alternativo de poca amplitud, oscilando
en sentido lateral; y los otros en los cuales en enganchan las cade-
nas ó varillas de suspensión, sujetas las delanteras, de ordinario,
á una barra superior horizontal.
Como á cada revolución del ventilador corresponde una osci-
lación completa de las cribas, la volocidad en el movimieuto osci-
latorio do cualquier punto de aquéllas depende do la amplitud de
la oscilacidn lateral.
Si ésta es excosiva, los movimientos de las cribas resultan brus-
cos, el grano salta fuera do ellas y, atravesando los huelgos algo
importantes que exigen tales oscilaciones laterales, cae en los di-
versos compartimientos resorvados d los produetos secundarios,
resultando un trabajo imperfecto.
Otro tanto ocurre con aquellas aventadoras on que los harneroa
participan de un movimiento oscilatorio longitudinal 3^ las cribas,
como en el caso anterior, de bruscas oscilaciones laterales.
En ambos casos ae engendran choques y trepidaciones impor-
tantes que se transmiten á la armadura de la máquina, consumien-
do iníitilmente una parte no pequeña del trabajo motor inicíal y
contribuyendo á la más rápida destrucc5ón de los diversos orga-
nismos, y muy especialmente de la armadura, cuya rigidez en sen-
tido transversal es sSempre mucho más difScil de obtener que en
sentido longitudinal.
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Esto explica el empleo de los puntales ó tornapuntas que algu-
nos constructores han creído necssario adoptar para mantener la
conveniente fijeza de la máquina durante el trabajo, evitando los
perniciosos efectos de una tropidación excesiva.
La supresión de las oscilaciones laterales, sustituyéndolas por
oscilaciones longitúdinales de las cribas y harnoros, es asimismo
otro extremo que convendrf a estudiara^i y, á ser posible, resolvie-
ran los constructores.
Ya en alguna máquina, como la presentada por la casa Coll ^
Compañía, se advierte est© cambio radical, sobre cu,yas ventajas
nos parece que se deberSa insistir mediante nuevas experioncias.
Con ello s© pod^•ían reducir las excesivos huelgos laterales que
hoy se observan en la generalidad de las aventadoras, el empleo
de los puntalas de sujeción durante el trabajo serSa inútil y, por
último, qu©darían suprimidos los inconvenientes señalados que
lleva consigo la trepidación violenta que actualmente se nota en
bu©n número de máquinas.
La distancia entre las cribas no debe ser demasiado poqueña,
pues como á través de las mallas de la más alta cuando se despaja
no sólo cabe holgadamente el grano, sino que también pasan al•
gunas granzas, suele acontecer que las retenidas por las mallas
llegan á obstruír el líbre paso del graiio. Entonces conviono que
sin necesidad de suspender el trabajo puodan quitarse aquéílas
fácilmente, lo cual no es posible si el espacio comprendido entre
las dos primeras cribas, sobre todo, es demasiado escaso, como se
observa. en algunas máqttinas.
Ya humos dicho que el objoto de la compu©rta de la tolva no
es otro que aumentar ó disminuir la altura del orificio ó abertura
de alimentación, proporcionando su magnitud al rendimiento de
la máquina Si durante el trabajo hay necesidad de accionar di-
cha cornpuerta, la operacidn resulta fácil cnando el obrero puedo
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ltacerlo desde uno de los costados de la ^iventadora. En cambio,
cuando par€r ello es necesario hacergirar la manivela del tornillo,
cuya tuerea ha de arrastrar en su movimientu al tablero, el obre-
ro tiene que permanecor iui cierto tiempo recibiendo do cara el
torbellino de paja y tamo que sale arrastrado por la corriente
del ventilador, lo que impide ver lo que se hace y dominar, por
tanto, la operación que se ejecuta.
Lo mismo ocurre con las variaciones de altura d©1 tablero de
retención que pued©n ser necesarias durante el trabajo, tanto para
qu© el grano, que rebasa las cribas con demasiada velocidad, no
se escape con la paja, como para que las granzas queden reteni-
das solamente por dicho tablero, sin aumentar iniitilmente la masa
de uno de los productos secundarios.
Por eso resulta preferible poder accionar ©1 tablero de reten-
ción desde uno de los costados de la máquina cuando aquél ofre-
ce en su región más alta una parte articulada que, al girar alre-
dedor de un eje horizontal, pormite que el borde superior alcance
la altura más conveni©nte.
En cuanto al mejor aprovechamiento dol trabajo motor, claro
es que á ello contribuye eficazmente la senciilez y esmerr^da eje-
cución do los m©canismos, siendo, por otra parte, muy conve-
niente que las máquinas resulten sólidas y no toscas, pues aurz
cuando la rusticidad que algunas ofc•ecen puede llevar aparejada
á vec©s la condición de solid©z suHciente, aquélla se traduce de
ordinario en rozamientos excesivos, choques violentos y trepida-
ciones importantes, que consumen una parte considerable de ener-
gía, disminuyendo e1 rendimient,o mecánico y acelerando la dislo-
cación de los ensamblajes, el desgaste de las piezas y, en suma, la
destruccibn de los divorsos organismos, do los cuales la armadura
es una de las partes esenciales que más sufren.
F,l sistema de cojinetes ejorce marcada influ©ncia en el mejor
aprovechamiento del esfuerzo motor, y ya algunos constructores
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hari int!^oducido c^sta rncjor.^, sustituy©ndo el antiguo sisterna l^or
disposiciones más modernas ,y convenientes, entre las cuales la
que nos parece preferible es la que consiste en hacer descansar
los muñones del árbol sobre una serie do pequeñas esferas de ace-
ro que, alojadas en su correqpondiente caja, rodean en parte el
muñón en forma de collar, disposición adoptada en el modelo
pres©ntado por la casa J. Jiménez ^ Co^npa^iía, de Villalar.
Tan:bién supone una verdadera mejora en este concepto el
sistema de cojinetes que ofrece la aventadora presen^ada por la
casa Garteiz Her^nanos, de Valladolid, los cualos presentan seis
pequeños cilindros huecos que rodean y sostíen©n el muñón, COII
el cual giran simultáneamentc .
Estos cojinetes son ©n cíerto modo análogos á los del sistema
Dumoulin, pero eu éstos se emplean dos sistemas do rodillos en ^-ez
de uno. Los de mayor diámetro, que se Ilaman de soporte porque
son los qu© sostienen ol muñón, y los otros más lejanos al eje dc
gíro, de menor díámetro, que alternan con los primeros, están con
ellos en contacto y los mantíenen á dístancias iguales ontre sí.
El sistema Uumoulín consume la quínta parte del trabajo me-
cáníco que los cojinotes ordinarios en iguadad de condiciones, y
además ofrece la ventaja de que economiza wia cantidad consi-
derable de materia lubrificante.
Otros constructores han fijado su atencián, sin duda con el
mismo objeto de aprosrechar mejor elesfu©rzo motor, en la influen-
cia de los volantes, los cuales, como es sabido, regularizan el mo-
vimiento de las máquinas, devolviendo á éstas en momentos de-
t©rminados una parte de la energfa por ollos conservada, cuando
por cualquier causa decrece ol valor de la fuerza motriz ó cesa
su acción por breve tiempo; pero creemos que en este punto sc
ha incurrido en algo de exageración, porque los grandes volantes
(grandes en relación con el resto de los mecanismos), cuando los
cojinetes no son perfectos y aquéllos no quedan bien ^ plomo, cosa.
casi segura en las máqttinas que nos ocupan, pueden llegar á con-
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sumir tuia parte muy importante del trabajo motor, resultando al
cabo contrapraducente su empleo.
Hubiera sido muy conveniente haber hecho uso en los ensa-
yos do las aventadoras de brazo, de alguna manivela dinamomé-
trica registradora para medir la cantidad de trabajo desarrollado
par el obrero ú obreros aplicados á]a misma. Con este objeto es-
cribimos oportunamente á la casa Digeon, de París, cuyo intere-
sante catálogo nos era conocido; pero esperamas inútilmente la
contestación, porque resultó que aquella c^tsa había desaparecido.
Después ya era tarde para intentar nuevas gestiones con aiguna
otra casa constructora de dichas manivelas dinamométricas. L+ssta
fué la circunstancia que nos impidió emplear el único medio do
apreciar numéricamente el trabajo motor consumido por las 15
aventadoras de brazo ensayadas, dato que hubiera sido indispen-
sable para formar juicio exacta de estas m^quinas en el concepto
mecánico.
La medida del trabajo medio motor por unidad de tiempo, con-
sumido por las siete aventadoras de malacate que se ensayai•on, se
hizo por medio del dinamómetro registrador de Poncelet y Morin,
modiiicado por Ciair, empleando solamente dos ballestas de las
cuatro con quo puede funcionar para ésfuerzos de tracción más
^considerables.
Dada la gran duración de las experiencias, na era posible man-
tener funcionando el dinamÓmetro durante las dos horas de tra-
bajo, porque como la banda de pap©1 donde ae inscribe el diagra-
ma de esfuerzos participa de una velocidad constante de trasla-
ción de Om,003 por segundo, el diagrama completo hubiera alcanza-
^do al cabo de aquol tiempo una longitud de 21,60 metros, y la
región ocupada por los diagramas de las siete aventadoras de
malacate hubiec•a resultado de 151,20 metros de longitud.
Aparte de que no disponíamos de tan excesiva cantidad d©banda
do papel, hubiera sido inútil intentar semejante manora de proce-
•de'r, porque los lápices que trazan ol diagrama se desgastan rápi-
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damente y algunas veces se rompen al cabo de poco tiempo; y
como, por otra parte, no puede interrumpirse el trabajo, euando
eso ocurro, para aHlarlos, el trazado resulta al fin borroso y áveces nulo. .
Esto sin contar con la gran labor quo lu©go hubiera supuosto
la integración .mecánica de curvas de tan extraordinaria longitud,
con el planfinetro polar de Amsler.
Aque^lla circunstancia explica que hoy se prefieran los dina-
mómetros registradores, on los cuales los lápices encargados de
trazar el eje de abseisas y la curva de asfuerzos son sustituídos
por estiletes metálicos, cuyas puntas invarinblea de forma y siii
desgaste ejercen durante toda la experiencia, por mucho que ésta
se prolongue, la presión inicial más conveniente, y empleando en
lugar de papel ordinario otro especialmente preparado con un
baño de carbonato de zine. De esta suerte se obtienen diagramas
perfoctamente claros y de líneas d© espesor uniforme.
Por los motivos indicados, nos limitamos á poner en marcha
el dinamómetro, durante un tiempo suficiente en cada experien•
cia, cuando, regularizado el trabajo y no habiendo temor á inte-^
rrupciones, las caballerías ofrecíau una marcha normal.
Obtenidos los diagramas, y sabi©ndo que á una desviación
normal de la punta del lápiz móvil de O,mOJ09 corresponde un es-
fuerzo de traccibn de 10 kilogramos, se han determinado, por me-
dio del planfinetro de Amaler, las áreas de las curvas resultantes .
Dividiendo el valor de diehas áreas, expresado en milímetros
cuadrados, por la longitud de la parte d© eje de abscisas compren-
dida entre ]as ordenadas extremas, expresada en milfinetros, obtu•
vimos las ordenadas medias, también en milímetros. Estos valo-
res, divididos por 0,09, dieron los correspondientes de los esfuer-
zos medios de tracción en kilogramos.
El dinamómetro se montó siempre sobre el malacat© de mane-
ra que la lfnea de tiro resultara sensibl©mente horizontal, y las
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desviaciones del lápiz móvil fueran normales al eje de la banda
de pap©1. Esto exigía que dicho ©je formara un cierto ánguio a con
el brazo del malacate; dc cuya suerte, siendo L la longitud de
dicho brazo, 6 lo que es lo mismo, la distancia entre el centro del
dinamómetro y al de rotación del malacate, el radio normal al
tiro era L cos a, cuya magnitud, en cada caso, se midió con gran
cuidado.
Determinada la velocidad media angular del referido radio, la
expresión do la velocidad de circulación de su extremo tenlia por
expresión v=^ L cos a, y conocido el esfuerzo medio de tracción
I', el trabajo medio motor por segundo tenía por egpresión
T=F^Lcos a.
1^:1 valor de w en cada ensayo se 3otermind de modo análogo á
como se hizo para las aventadoras de brazo, y se explica en el
lugar oportuno.
Más adelante se consignan los resultados de los ensayos dina-
mométricos en el correspondiente cuadro.
h'inalmente, para lograr la condición esencial de que el ángu-
lo más conveniente entre la línea de tiro y el brazo del malacate
se mantuviera invariable durante la experiencia con el dinamó-
metro, fué necesario emplear, á manera de madrina rígida, cuya
longitud pudiera regularse á voluntad, un listón de madera que
mantenía constanto la distancia ontre ©1 ©je de giro del malacate
y la cabeza de la cal;allería.
No dispŭniendo más quo de un dinamómetro, y necesitando la
aventadora Ciutat núm. 7 el concurso de dos caballerías, éstas tu-
viot•on que enganchat•se al oxtremo del mismo brazo del malacate;
pero para lograr la condición antes indicada y para obligar á las
dos caballerías á que amoldaran su paso á la pista distinta que
cada una había de recorrer, fué necesario añadir á la madrina
rígida, á que antes nos hemos r©ferido, otra especial, destinada á
mantener las cabezas deambas caballerías en una aliueación deter-
minada de antemano, que formase si©mpre el miamo óngulo con
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]as circunferencias de las pistas concéntricas. F,sto la logramos
mediant© un triángulo previamente definido de varilla de hierro,
y cuyos vértices se fijaron, uno en la parte inferior de la cabezada
de la eaballerSa más prdxinia al malacate, el sPgundo en sitio aná-
logo de la otra caballaría, y el tercero en el collerón de osta úl-
tima, quedando así resuelto el problema de la manera m^s satis-
faetoria, pues se consiguió que durante todo el tiempo de la expe-
riencia las caballerías marchasen perfectamente unidas, sin que
las desviaciones del lápiz móvil dejasen de ser normales al eje de
la banda d© papel.
Los ensayos practicados consistieron en hacer fttncionar du-
rante dos horas consecutivas todas las aventadoras presentadas
con parva de trigo de composición constante, tal como preveuía
el reglamento del Concurso.
Las velocidades rnedías del punto de aplicación del esfuerzo
motor se determinaron de la manera siguiente:
Á intervalos íguales de tíempo, suficientemente próximos, so
contaban 100 revoluciones de la manivola, ó 10 revoluciones del
brazo del malacate, según los casos. Los tiempos invertidos se
registraban en un contador de segundos. La media aritmótica de
los tíempos registrados en cada ensayo, durante las dos horas de
trabajo, representaba ©1 ti.empo m©dio invertido en 100 revolucio-
nes d© Ia manívela ó en 10 del brazo del malacate.
La centésima parte del primero, ó la décima parto del segundo,
representaba el tiempo correspondiente á una revolución. Lla-
mando t á este tiempo modio, expresado en segundos, su invers^^
1 es igual, ó expresa eI valor del número n de revoluciones porT
segundo del radio r, ^ cuyo extremo estaba aplicado el esfuerzo
motor. La velocidad angular era, por tanto, ^= 2^ n, y]a veloci-
dad del punto de aplicación del esfuerzo motor, v= 2 : ^z r.
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Todas las a^-ent^idoras funcionaron sohre fucrtes lona5 e^ten-
tendidas en la era y sujetas al suelo por sus bordes, mediante
piquetes de hierro dispuestos á próposito para fijar á ellos las
cuerdas de amarre y lograr la tensión conveniente de laá lonas,
las cuales eran de dimensiones grandes para contener holgada-
mente la parva preparada, la m^quina que había de ensayarse y
todos los productos obtenidos, dejand^ además ancho espacio, no
sólo para la fácil circulación de los obreros, sino para que los
divorsos productos quedaran suflcientemente distanciados.
Terminado el trabajo, se pesaban inmedíatamente los produc-
tos obtenidos por las bocas de salida del grano, de las granzas^
del triguillo y de la tierra. El peso de la paja se obtenía on gene-
ral por diferencia, pues la cantidad de parva consumida en el
ensayo, así como su composición, so c,onocfan exactamente de
antemano.
A pesar del especial euidado que se tuvo =iempre para que no
pasara con la paja la menor cantidad de grano, cuando alguna
vez habSa en este punto alguna duda, se cernla á mano una bue-
na cantidad de paja. Las comprobaciones efectuadas acusaron
cuando más, en alguna ocasión, proporciones de grano verdade-
ramente despreciables.
Para juzgar del grado de perfdccián del tc•abajo ejecutado por
las 22 aventadoras ensayadas, se sometieron todos los demás pro-
ductos obtenidos, es decir, el grano, las granzas, el triguillo y la.
tierra, á un análisis completo, separando y pesando sus diferentes
partes, principalm©nte con el objeto de extraer Integramente do
los mismos todo el grano utilizable que contenSan: todo lo cual
llevó conaigo op©raciones ]argas y minuciosas, pero indispensables
para poder formar juicio exacto aeerca de un extremo de tan ca.pi-
tal importancia.
Los resultados obtanidos de este análisis se consignan más ade-
]ante en el correspondiente cuadro.