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    NDICE

    Prlogo 3

    Entrevista con Elena Poniatowska 4

    Mtase mi Prieta entre el durmiente 27y el silbatazo

    El inventario 55

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    ELENAPONIATOWSKA

    Seleccin y prlogo deMARGARITAFLORES

    UNIVERSIDADNACIONALAUTNOMA DEMXICO

    COORDINACIN DEDIFUSINCULTURALDIRECCIN DELITERATURA

    MXICO, 2007

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    PRLOGO

    El escritor es unhablador: seala, demuestra, ordena,niega, interpela, suplica, insulta, persuade, insina,

    como dice Jean Paul Sartre. Elena hace todo esto yms.

    Elena da voz al que no la tiene, con frescura, pe-netracin profunda en las motivaciones humanas,ternura y sentido del humor.

    Sus cuentos se fincan en lo que le impresiona de

    la realidad, segn me cuenta en esta entrevista-pr-logo.Elena es un milagro literario.Tres condicionesse concentran en su obra, a saber: el dominio delidioma castellano y mexicansimo; el manejo fre-cuente de la imagen potica y un sentido, casi en-diablado e inocente, de la stira y de la burla social,

    dijo Ermilo Abreu Gmez.Y yo digo que Elena es tambin un milagro vital:ama y protege a su madre, Paula Amor, a su her-mana Kitzia, a sus tres hijos y a sus amigos en lasbuenas y en las malas. Se preocupa por las goterasdel techo de su casa; por su perro Mikey, que estro-

    pea las hortensias del jardn; por la comida queMara debe preparar da con da; por las cuentas, lasllamadas telefnicas, las tareas de sus hijos; por decirque s a las invitaciones que le hacen constante-mente para dar cursos o conferencias en el pas o enel extranjero Adems, escribe y escribir es dar.

    Pocas personas como Elena con esa capacidad deentrega, de generosidad.Renov el periodismo con sus inocentes-malicio-

    sas entrevistas y crnicas; tambin barri, sacudi ylimpi el mundito intelectual con su valor y concien-

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    cia envidiables (La noche de TlatelolcoyFuerte es el si-lencio) e hizo que recordramos a los olvidados(Hasta no verte, Jess mo). A m me regres a mis or-genes. Elena es de las que no hay: parece es?una extraterrestre entre los desangelados mortales.

    Es lo mximo. Naci en Pars, en 1933.

    MARGARITAGARCAFLORES

    ENTREVISTA CONELENAPONIATOWSKA

    Qu es para ti la literatura? Es una friega?Efectivamente yo te dije que la literatura es una

    friega en cierta ocasin que hablamos por telfono.

    S, hay un gran trabajo detrs del acto de escribir,pero no sabra hacerte una gran disertacin sobre lafriega que es la literatura.

    Qu opinas de la transformacin de escritores y ar-tistas en bienes nacionales?

    Ay, qu pregunta! No me habas dicho antes

    que me ibas a preguntar eso. Se refiere a la actitudque el gobierno asume con un escritor que apenasdestaca? Cuando t me hablas de eso, yo pienso in-mediatamente en Rosario Castellanos, a quien el go-bierno primeramente la hizo embajadora en Israel,la hizo obviamente embajadora por sus mritos

    como escritora. Al morir la asumi porque la hizoparque pblico. El gobierno se la trag, como setraga a la gente que en cierta manera destaca. Estose vio sobre todo en tiempos de Echeverra. Este pre-sidente llam a raz del 68, cuando l estaba en el

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    poder, a todos los disidentes o posibles disidentes aLos Pinos, y all tenan su equipal y su agua de cha.Yo recuerdo haber visto all a Heberto Castillo. Yoslo fui a Los Pinos una sola vez, a ver una pelculade Rulfo que se llamaba No oyes ladrar a los perros

    del francs Franois Ranchsembach. S hubo unacaptacin de parte del gobierno de los escritores olos intelectuales, un poco para neutralizarlos o paralimarles las uas: como estn ms cerca, les puedenlimar sus garras para que los ataquen menos. Nocreo que los escritores se conviertan en bienes na-

    cionales. Hay escritores que como JosVasconcelos,Daniel Coso Villegas, pidieron especficamente noestar en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

    Alguna vez has evangelizado a gorilas?No recuerdo haber dicho eso antes.S, lo dices en la pgina 91 deDe noches vienes.

    No s a propsito de qu era. Acaso gorilas la-tinoamericanos? No recuerdo a qu se refiere. Eneste momento la palabragorilastiene otro signifi-cado. Ahora un gorila es un dictador latinoameri-cano. Obviamente, no se pueden evangelizar.

    Por qu dices que los mexicanos nunca son pun-

    tuales?Yo nunca soy puntual. Es que me haces unas

    preguntas tan Oye, por qu est este foco col-gado all arriba?

    Es que eso lo dices en tus libros!Si lo dije es porque efectivamente nosotros los

    mexicanos no somos puntuales. Los europeoscuando vienen a Mxico, o los norteamericanos seaterran porque creen que algo que va a empezar adeterminada hora empieza treinta minutos o se-senta minutos despus. Nosotros no tenemos ese

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    respeto por el tiempo del otro, que en otros pases sexiste. No lo digo as como si yo no formara parte deesa impuntualidad.Yo soy una parte tambin, ya queestoy en el mismo barco.

    Cul es el deber de un intelectual?

    Escribir lo mejor que pueda y hacer su tarea lomejor que pueda y adquirir un compromiso con loque se ha propuesto.

    Qu es la bondad?, porque t eres demasiadobuena.

    Ja, ja, ja, no lo s, es una virtud. No te sabra res-

    ponder qu es la bondad. Me dejas muy destanteadacon tus preguntas. Voy a esperar que el agua queestoy tomando se me transforme en whiskey.

    Qu es la amistad?La amistadAy Margarita, pero qu difciles

    preguntas! La amistad es la lealtad que se le tiene a

    una determinada persona; en las buenas y en lasmalas. La amistad es un sentimiento parecido alsentimiento amoroso. Hace que dos gentes tenganla ilusin de verse. Si me hubieras dicho que sasiban a ser las preguntas, me hubiera trado un La-rousse.

    Eres una traidora a tu clase?Yo no me siento traidora a mi clase. En primer

    lugar, habra que dejar claro qu significa pertenecera una clase.

    Desde cundo te pasaste al lado de los jodidos?No me gusta esa palabra, ni la palabrahumilla-

    dos, o el trminola clase humilde, porque sientoque es la clase que los dems humillan. Por eso larechazo.Yo no me he pasado a ninguna clase. Soyuna seora privilegiada; en mi bolso tengo billetesde a mil pesos.Traigo un abrigo que atrs la etiqueta

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    dice Jaeger, que me lo compr mi mam en un viajeque hizo a Londres. Soy una seora que todo traigo;es muy feo que yo estuviera diciendo que algo mehace falta cuando todo traigo en su lugar. Es muygrave fingir una cosa que uno no es. Mi inters al es-

    cribir est simplemente en darles voz a los que nola tienen. Por qu esto? Por un sentimiento quizde culpabilidad que es muy femenino. Este senti-miento s existe, es parte de la mujer, creo que lotena Rosario Castellanos. Ella se senta blanca enmedio de chamulas, se senta hacendada en medio

    de gente que iba descalza por la calle, en medio degente que no coma.Yo tambin fui una nia que lle-gu a Mxico despus de la Segunda Guerra Mun-dial, no de la primera. Llegu hija de una mexicanahacendada que se apellida Amor. Soy hija de todosestos hacendados a quienes les quitaron sus tierras

    en la Revolucin: Amor, Escandn, Iturbe. Hija deun seor francs de origen polaco. Por ello, sent queyo tena una serie de cosas que otros no tenan, peroeso no es traicionar una clase social.

    Cundo te pasaste del lado de los jodidos? No lesaques.

    No, no le saco. Creo que t me sobreestimas.Porque el pasarse es pertenecer alPSUM, o perteneceral partido comunista. Luchar, hacer una vida deconstante entrega y de sacrificio que yo no hago.

    PeroAy, Margarita, ya no friegues.

    Qu piensas de la burguesa?Yo soy burguesa. Pertenezco a la clase burguesa.En tus libros no lo dices asNo, pero yo no te puedo decir, por ejemplo, que

    yo me siento Juana de Arco o alguna cosa absurda.

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    Yo trato de hacer lo mejor posible mi trabajo.Tengouna buena vida, tengo una regadera que funciona,como, desayuno, ceno, tengo todo. Para qu te voy apresumir de lo que no soy. Soy simplemente reac-cionaria con buenas intenciones.

    Ahora eres t la que te subestimas. Qu es la re-presin?

    Esta entrevista es una represin.Todava me faltan 68 preguntas que hacerte, y todas

    me las vas a contestar, si quieres.S, todas. La represin es la falta de libertad, la

    represin es no poder comer, es no poder ir a la es-cuela, no poder desarrollarse, no poder hacer todauna gama de posibilidades que tenemos en la vida yque deberan tener todos los seres humanos. Repri-midos, por ejemplo, estn gentes del Pedregal deSanto Domingo. Desde luego yo creo que no hay re-

    presin en esta sala, no la hay en estas luces. Repre-sin, digo yo, es no poder hacer lo que t puedesdesarrollar.

    Qu es una crnica?Una crnica es el relato de una serie de hechos.Les recomiendo ampliamenteFuerte es el silencio,

    de Elenita Poniatowska. Cul es tu concepcin del arte?El arte es la belleza, y lo que es la belleza puede

    considerarse como arte, lstima que no me preve-niste, es difcil que yo te conteste as. En este mo-mento yo te voy a hacer una entrevista a ti.

    Ah, no, aqu yo soy la que hago la entrevista. Qu

    es la moral?La moral revolucionaria? ja, ja, ja. Supongo que

    es el no hacerle dao a la sociedad. Pero no sabradecirte qu es. No me macheti esas respuestas.

    Qu es el compromiso con la sociedad?

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    Es difcil decirte con exactitud qu es la moral.Ahora se habla tanto de moral que decir una palabrams sobre moral es intil, adems de intil es con-traproducente. Yo recuerdo a Jos Joaqun Blancoque se sali de una asamblea delPRI, porque dijo que

    l ya no quera que le renovaran ni un solo pedacitode moral; l lo que quera era que lo dejaran sercomo l quera, que lo dejaran escribir como l que-ra. La moral es dejar en paz a los dems, hacer loque ellos quieran y como puedan. Ayudarlos, s, perono imponer una serie de principios o de reglas. La

    moral es nada ms no hacerle dao al otro.Qu es para ti la sociedad?No sabra decirte. Ojal y fuera yo Monsivis.Crees, como Jesusa Palancares, que el machismo es

    la enfermedad de los mexicanos? Y cul sera la de loseuropeos?

    Me parece que lo del machismo es otro tema.As como recomendaste anteriormente un libro mo,puedes recomendar que lean a Samuel Ramos. Estosautores podran hablar con ms autoridad que yo.Yo lo nico que s decirte es que en Mxico, sobretodo entre la gente verdaderamente pobre, es la

    mujer la que carga con el peso de los hijos y de la fa-milia. Por qu? Porque los hombres simplementehace un hijo y se pelan, se van. Luego de repentellega otro hombre, y le hace otro hijo y se va.Y aslas mujeres llegan a tener hasta 7 u 8 hijos que ellasmantienen. El machismo s es un ausentismo, s, es

    un decir: yo no me responsabilizo.Yo hago el hijoporque sa es una manera de ser hombre, hago elhijo y me voy. Aplastan a la mujer, creo que no slola aplasta el hombre, la aplastan otras mujeres y laaplasta la sociedad entera. Es macho el que no deja

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    que otro ser humano que vive junto a l se realice ose logre en la medida de sus capacidades. se s esun machismo muy doloroso. Aqu me remito otravez a Rosario Castellanos, porque todo eso est enesa carta en el Museo Nacional de Antropologa en

    una especie de declogo en que dijo que le parecaque no era legal que el hombre tuviera todas las po-sibilidades de educacin y la mujer tuviera que que-darse en casa confinada a tareas rutinarias. Que elhombre tuviera todas las posibilidades de lograr unavida satisfactoria y que la mujer estuviera supeditada

    a esperar a que los hijos crezcan. Ese machismo s esterrible y s existe en Mxico. Ese machismo, pienso,no es slo del hombre, es de la sociedad en que vi-vimos, porque hay muchas mujeres complacientesque olvidan todo, dejan su ttulo o sus posibilidadesen un bal y ya no hacen nada y se dedican a la in-

    dolencia. Esto es tambin problema de las mujeres.Cmo escribes tus magnficos cuentos?No son magnficos! Los escribo como puedo.

    Te puedo decir cmo surgi uno de ellos.Yo vi unavez un cuento que se llamaLa casita de sololoy.Vi unavez a una amiga ma, peinar a su hija.Vi que estaba

    muy nerviosa, muy cansada. Le cepillaba el pelo consaa, hasta con furia. Me doli mucho que la peinaraen esa forma. De ah naci el cuento que es la histo-ria de una mujer que justamente al terminar de ce-pillar su pelo, de medio levantar su casa porqueviva en una casa toda tirada; cada vez que abre un

    clset se le caen en la cabeza los tenis de todos losnios sale corriendo destapada de su casa, comoqueriendo escapar hacia otra vida. Camina a otro ba-rrio que es ms rico, encuentra a una amiga de la in-fancia, se mete a esa casa y se abre ante ella la

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    posibilidad de una vida distinta para ella, incluso devolver a encontrarse a un novio que no la mire contanta indiferencia o con esa mirada bovina y agresivacon la que la mira su marido. Decide que va a ir a unsaln de belleza porque va a ir a una cena invitada

    por esa amiga. Finalmente regresa a su rutina, a sumarido, a recoger los calcetines, a limpiar el aronegro que se hace en la tina, a juntar zapatos. Esecuento s naci exactamente de la imagen que tuvede esa mujer que peinaba a su hija con rabia. Otroscuentos a veces nacen de alguna realidad dolorosa o

    de alguna cosa que se me ocurre o sucede.Dnde transcurri tu infancia?Primero transcurri en Pars, pero no tengo mu-

    chos recuerdos de Pars. Era una casa enorme, conmis abuelos y mis padres. Mi padre tocaba el piano.Yo no recuerdo haber visto mucho a mis paps, pero

    s recuerdo que una vez mi pap puso mis manosencima de las suyas, l tocaba el piano y yo tena mismanos encima de las suyas.Yo estaba sentada en suspiernas. Recuerdo que otra vez lo vi rasurarse. Al dasiguiente me quise rasurar tambin y me hice estacicatriz que todava tengo. Otro recuerdo es el de un

    viaje que hice con pap a un pueblo de Francia. Mihermana se fue en tren, porque decan que ella vo-mitaba mucho en el coche. Para m ese viaje fue muyangustioso, porque empec a or un ruido en elmotor, algo semejante a un pajarito. Empec a pen-sar que dentro del motor haba un pajarito. Fue ate-

    rrador pensar que un pajarito estaba girando en elmotor y que a la mejor se le estaban achicharrandolas alas.Yo no tena mucha confianza con mis paps,porque los intermediarios eran una institutriz, unanana. Me acuerdo que no hablbamos en la mesa.

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    Una vez durante la comida mi mam estaba ha-blando y se le olvid cortarnos la carne; entonces,no comimos carne.Volviendo a la historia del paja-rito, por fin me atrev y le dije: Pap, hay un pajaritoen el motor. Mi pap me dijo: Pero claro que no

    hay ningn pajarito en el motor. Mi pap era muyfrancs, de esos que les gusta mucho el kilometraje,ir a determinada hora habiendo hecho determina-dos kilmetros y cruzar determinadas distancias endeterminado tiempo, algo que yo odio. No par elcoche, aunque despus par, abri el capote y dijo:

    Mira que no hay ningn pajarito all adentro.De mi mam tengo el recuerdo de una mujer deuna enorme belleza, que tena vestidos largos; yovea esos vestidos en el corredor en la noche, cuandovena a decirme buenas noches, cuando se iban a al-guna cena. Recuerdo sus pechos que eran muy her-

    mosos y muy blancos y su olor: muy perfumada. Nopuedo decirte ms.Yo viv mucho con mis abuelos.Mi abuelo me ense un poco a leer y a escribir,adems de matemticas. Posteriormente me man-daron a la escuela, lo cual me aterr. Despus fuimosmi hermana y yo a una escuela comunal, muy es-

    tricta, una escuela francesa y ya. Despus nos vini-mos a Mxico, mi hermana, mi mam y yo. Nosvinimos en un barco de refugiados, ms o menos,que se llamabaEl Marqus de Comillas; mi papse qued en la guerra. Todava recuerdo mi ltimopollo en Francia, muy rico.

    Cmo se escribe una novela?Yo tengo la fijacin del periodismo. Siempre me

    ha ayudado. Nunca me he sentido realmente ni no-velista, ni cuentista, ni pretendo crear; y eso en ciertamanera me salva muchsimo, porque yo veo que

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    muchos escritores se pasan las noches refutando aun malvado que los atac o sufren lamentndose:Ah, yo no estoy en tal antologa!

    Para m es una gracia aparecer como escritora,porque todo lo que yo he hecho lo sustento un poco

    en el periodismo. Para hacer una novela, por ejem-ploHasta no verte, Jess mo, fui mucho a ver a la Je-susa, investigu mucho, habl mucho con ella.Y parahacer la novela en la que estoy trabajando ahora,Tina Modotti, utilizo mucho las muletas de la inves-tigacin: voy a la Hemeroteca, hablo con mucha

    gente, hago muchas entrevistas anticipadas o prio-ritarias a la novela. Despus ya me lanzo a escribir,detrs de cada libro hay como mil hojas de investi-gacin y de trabajo. Mi idea no es tanto hacer algocreativo, de gran inspiracin, como hacer algo infor-mativo; ah, claro, procuro siempre que est bello, o

    lo mejor escrito posible. Procuro un poco decir cosasde mi pas. Hay en nuestro pas muchos temas queno se han tratado, que no se han dicho; muchascosas que no se han investigado, incluso que sontemas de novela. Por ejemplo el asesinato de ChintaAznar, que era una mujer yucateca; la encontraron

    despus de un mes, las moscas verdes de la muertevolaban sobre su cuerpo, por all por la Avenida In-surgentes. Esta mujer era muy interesante y siemprequiso que viniera AlfonsoXIIIa gobernarnos, porqueera la nieta de Luis Gutirrez y Gonzlez, uno de losque fueron a traer a Maximiliano.Yo quera hacer

    algo sobre la reaccin mexicana a partir de este ase-sinato y traerlo hasta el da de hoy.Tu sabes mucho de literatura. Qu es lo popular?Lo popular? No saba que eras semejante tor-

    turadora. El habla popular?Yo conoc el habla po-

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    pular justamente cuanto llegu a Mxico, a los 9aos. S, a los 9 aos, cumpl esos aos en el barco.Mi contacto inmediato fue con las sirvientas. Decanyo vide, decanla suidady una serie de palabrascomonaiden; ellas hablan de cosas que a m me

    parecan mgicas; era seguramente el lenguaje po-pular. Ese mismo lenguaje lo utiliza Jesusa Palanca-res; pero, en realidad, no lo usa, porque la Jesusa nohabla con el lenguaje popular que se usa en toda laRepblica. Ella dice unas cuantas cosas populares.Fui yo quien meti todo el lenguaje popular que ha

    odo en toda la Repblica; hay modismos de Guada-lajara, hay cosas de muchas partes y tambin haycosas inventadas. Cuando a la Jesusa le preguntancmo era su marido o su novio, dice: No era ni altoni chaparro, ni gordo ni flaco, una cosa asapopo-chadita. Uno se pregunta qu es eso de apopocha-

    dito. Quin sabe qu ser: es algo mgico y es partedel lenguaje popular. Hay muchas descripciones quea m se me quedaron muy grabadas. Recuerdo queuna seora Magdalena, que yo estimaba mucho y quevenda buuelos, me deca: No vayas a platicar conaquel hombre, porque platica purasdistancias.

    Como idea potica, es preciosa.Y as haba muchasexpresiones que quizs si las hubiera odo ms tardecuando uno es mucho menos poroso, entonces nose me hubieran quedado grabadas. En cambionunca lePlatero y yo, nunca supe del Siglo de OroEspaol.Yo tengo una educacin espeluznante, to-

    talmente deficiente, porque aqu vine a estudiar in-gls. Recientemente fui a dar una conferencia aHarvard. Estaba yo entre puros gongoristas y que-vedistas; estaba toda aterrada porque les tena quehablar de la onda, de popotitos, etc., y deca yo: Van

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    a decir que cmo pudieron invitar a esta mujer queconfundi a Harvard con una discoteca, pero s escierto que mi formacin es popular.Y para no decir,como dice Margarita, que me estoy minimizando, shay en m una formacin francesa, una formacin

    inglesa porque a mi mam se le ocurri mandarmea un convento de monjas del Sagrado Corazn. Alls nos hacan leer a Shakespeare. En fin, le un po-quito.

    En la novela est transformada la realidad quevive Jesusa?

    Algunos captulos estn totalmente basados enla vida de Jesusa, estn tomados incluso de sus pa-labras, y otros captulos, no; en ocasiones recurro afragmentos novelados.

    Entonces aceptas que es novela?S, es una novela testimonial. Es igual aLa noche

    deTlatelolco; la que est hecha con la voz de la genteque no tena acceso a los peridicos ni a los periodis-tas.

    Compartes la manera de ver el mundo de JesusaPalancares? Por ejemplo, no piensa muy bien de los revo-lucionarios.

    Desde luego, si una gente como Jesusa nopiensa muy bien de los revolucionarios, pues tienetoda la razn y su testimonio es absolutamente ve-rdico. La Jesusa s conoci a Emiliano Zapata y yono lo conoc. S conoci a PanchoVilla y yo no; porlo tanto, eso es lo que cuenta.

    Piensas que si volviera a nacer Emiliano Zapata loharamos chilaquil?

    No, si no es Jesucristo. No s qu haramos conEmiliano Zapata.

    Crees en la reencarnacin, Elenita?En la reencarnacin de Emiliano Zapata? Mi

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    dianamente. Si nosotros nada ms contramos lashoras que empleamos dentro de un automvil paravenir aqu a la Ciudad Universitaria, sa ya es unacuota enorme de soledad. O bien la soledad que em-pleamos durante el da la mayor parte del tiempo

    estamos solos. No estamos solos para comer; yoestoy sola para dormir. Estamos solos para una seriede cosas.Vivimos solos.

    Vivimos solos?Claro que s, bueno, vivimos con nuestros hijos,

    pero ellos tienen su vida, no vamos a estar siempre

    encima de ellos parajoderlos, como t dices.Con tus abuelas tuviste una relacin muy bonita.Quieres hablar de eso?

    Mi abuela en Francia fue una abuelita nortea-mericana, era la mam de mi pap. Era una seoraclsica, de pelo blanco. Nos cuidaba mucho, a mi

    hermano y a m. Tuvo una enorme renuencia a quemi mam nos trajera a Mxico, porque, claro, nos-otros vivimos siempre con ella. Ella se llamaba Eliza-beth. Recuerdo que todas las noches nos enseabauna revista que se llamaba The National GeographicMagazine, donde salan cosas del mundo entero: hi-

    poptamos y muchos animales y pases. Recuerdoque nos enseaba unos hombres que tenan unhueso atravesado y unas mujeres con pechos casihasta la tierra y nos deca:

    You see, children, this is Mexico.Ella no quera que nosotros viniramos a Mxico.

    Por eso yo tena una idea aterradora de lo que podaser este pas. Ella se opuso muchsimo a que mimadre nos trajera. Era una abuelita muy clsica, muycallada, cultivaba rosas, era muy tierna con nosotros,nos daba la bendicin todas las noches.Yo no tuvemayor relacin con ella porque la trat nada ms

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    hasta los 8 aos. Sin embargo la recuerdo con unagran ternura. Recuerdo que andaba con un bastn.

    Al llegar a Mxico, me encontr con una abuelitatan distinta a la de Francia, que hasta me asust; esaabuelita era Lul Amor. Me encontr a una abuelita

    rabona, de falda rabona, muy linda, con un sombre-rito conotier como el de Maurice Chevalier. Eramuy consentidora, muy alegre, con la que s tuve unade las relaciones ms profundas que he tenido en mivida. Era una mujer que tena muchos perros; tena21 perros que recoga en las calles. Esos perros tenan

    nombres de personajes de pera: Rigoletto,Violeta.Todas las maanas les gritaba para que bajaran adesayunar. Cuando ella muri yo conserv sus perrosque eran todos a cual ms horribles, porque tenansarna, eran tuertos, eran puros perros callejeros, erancojos, chimuelos y adems eran muy malas personas,

    eran perros malos entre s, se mordan. Era muy te-rrible la relacin con los perros, pero yo tambinaprend a querer a los animales. En mi casa siemprehemos tenido un perro o un gato.A esa abuelita me-xicana la quise mucho, amaba mucho a Goethe, aWagner, estaba muy ligada a la cultura alemana.

    Haba ido muchas veces a Alemania.Qu significa para ti la crtica?Ya te la contest hace un rato, cuando te dije

    que para m era una bendicin, porque yo me sientoal margen de la crtica; si me toman en cuenta comoescritora, para m es una enorme alegra.Yo no creo

    que tenga derecho a estar en tal o cual antologa.Quiz ahora quiera ser escritora.Pero ya lo eres, Elenita.S, no soy una chancla espeluznante.Cmo construyes tus personajes?

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    Para que veas que esas preguntas se las deberasde hacer a Fuentes. Te puedo decir que en la coloniaRubn Jaramillo hay un personaje que nunca conocy sin embargo s es un personaje: es el Gero Flo-rencio Medrano. Aunque consegu unas fotografas

    de l con la ayuda de Bambi, para entonces ya estabaimpreso Fuerte es el silencio. Yo solamente fui dosveces a la colonia y una de ellas me encerraron por-que segn ellos era una gringa que no tena nadaque hacer en la colonia. En otra ocasin algunas mu-jeres, una de ellas era su hermana, me contaron

    cosas del Gero Medrano. Cuando vi sus fotografasme simpatiz mucho el personaje que yo habaconstruido. Algunas personas me dicen que elGero Medrano no se pareca en nada la personajeque yo narro.Yo s creo que es un personaje cons-truido de la vida real convertido en literatura. No en

    ficcin, pero s en literatura. El personaje de la se-cretaria tambin es inventado; le puse Elena, porquea m me hubiera gustado mucho estar enamoradade un guerrillero y de un seor como l, que era to-talitario y mandn y tambin de un maestro quecrea que la razn estaba en la educacin.

    Qu piensas de Elena Poniatowska?[Guarda silencio, y despus contesta.] Una de-

    finicin o una idea de m creo que no la tengo.Pienso siempre en funcin de las obligaciones quetengo como madre y como periodista. En lo quetengo que hacer maana. En un cmulo de activi-

    dades; pero quin soy? Es horrible autodefinirse.Oye, qu piensas t, Margarita?Pienso que eras una persona maravillosa. Qu opi-

    nin tienes de Mxico?Estamos viviendo un momento muy doloroso,

    un momento en que todos tenemos que ponernos a

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    trabajar muy en serio y muy fuerte. Ayer me decaMara:Fjese usted que los de la limpieza ya no vana recoger la basura porque no les quieren dar a loscamiones de la basura para la gasolina. Nos vamosa tener que enfrentar a una serie de problemas muy

    concretos que vamos a tener que resolver nosotros.Es algo donde nosotros tendremos que dar todomuestro trabajo.Yo no quisiera sonar como dema-goga; pienso que Mxico es un pas al que amo en-traablemente, un pas al que yo escog para amar yquiero que salga adelante y eso depende de todos

    nosotros. Nosotros no vamos a dejar que los EstadosUnidos nos anexen o nos asuman.Tampoco desea-mos que nos vaya tan mal como a Guatemala.

    Por qu dices que el sentimiento de culpabilidad esuna caracterstica femenina?

    Eso nos ensean siempre desde nias. Nosotros

    tenemos la culpa si no tenemos hijos y la culpa deser madre si tenemos hijos y no estamos todo el dacon ellos, o todo el da dedicadas a ellos; o tenemosla culpa de ser malas esposas. Una mala esposa es laque guisa mal, la que plancha mal las camisas, la queatiende mal al marido. Aunque tambin se puede

    decir que el hombre es un mal marido, un mal padre,un mal hijo, un mal hermano. Sin embargo creo quese maneja mucho ms la culpabilidad tratndose demujeres. Se dice mucho ms frecuentemente de unamujer que es una mala mujer, refirindose a unaprostituta. Pero nunca se dice de un hombrees un

    mal hombre. Hay muchas ms exigencias en tornoa la mujer que en torno al hombre. O no crees?Mucho tiene que ver en esto la formacin catlicaque hemos tenido desde siempre. Nos educan den-tro de la culpabilidad:Es mi culpa, mi culpa, mi gra-

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    vsima culpa.Y durante aos lo aprendimos, lo cre-emos, lo rezamos y cul es la culpa? Quin sabe!Y as vemos a nias chiquitas decir eso ahora oacaso ya cambi el catecismo?

    Cmo va tu libro acerca de Tina Modotti?

    Estoy en la investigacin de Tina Modotti.Tuvouna vida muy interesante. Estuvo casada con CarlosVidal, el que hizo toda la defensa de Madrid.Yo estoytratando sobre esto, pero para ello, tengo que estu-diar bien la Guerra de Espaa, estudiar bien los aosde Ortiz Rubio; estudiar bien todo el muralismo,

    porque tambin Diego Rivera la pint a ella. Ellaaparece en Chapingo desnuda, con una plantitamuy chica en la mano: aparece tambin en los mu-rales de la Secretara de Educacin Pblica repar-tiendo rifles, junto a Frida Kahlo; en fin, aparece endiversas pinturas. Ella era una mujer que tuvo

    mucho que ver con la vida del pas.Qu ganas de haber vivido esa poca tan hermosa!Tambin la nuestra es muy hermosa, Margarita.

    Adems no quierar vivir lo que ya pas, porque tepuedes convertir en una estatua de sal. Tambin yocreo que fue un Mxico muy apasionante, intelec-

    tualmente hablando.Por qu consideras que nuestra poca es hermosa?Para hablarte de esto no quiero caer en un lugar

    comn en que todos caen dicindote por ejemplodel lanzamiento de cohetes, de la llegada del primerhombre a la luna. Es hermosa nuestra poca porque

    actualmente podemos ver todo lo que ya se ha des-cubierto, todo lo que otras han vivido y porque yo spienso que ahora las mujeres tenemos mayor liber-tad en el sentido de la creacin; hay una mayor po-sibilidad creativa para la mujer y creo que tambinpara el hombre.

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    Pero para qu clase de mujeres? Para las de lasclases ricas?

    S, para las de las clases ricas, pero las mujeresque estn aqu en la Facultad, obviamente no soncampesinas ni de la clase pobre.Tampoco caigamos

    en la demagogia de estar diciendo que para loshombres pobres hay mayor posibilidad, pero que nolas hubo durante la Revolucin, ni cuando la Revo-lucin, ni cuando lleg Hernn Corts.

    Yo pienso que Jesusa Palancares, en tu caso, tienemucho de ti.

    Jesusa s. Ojal y yo tuviera de Jesusa, porque esun ser humano formidable. Sin embargo creo quelas dos tenemos algo una de la otra. Aunque amucha gente Jesusa le parece odiosa; dicen que esuna machorra espeluznante.

    Bah, yo creo que es una mujer sufrida, nada abne-

    gada. Qu recomiendas para hacer una buena entre-vista?

    Margarita, me asustaste cuando me empezastea entrevistar porque me preguntabas qu es el Uni-verso?

    No, no, no, no me inventes. Qu es el Universo? se

    lo preguntara a Guillermo Haro, que es tu marido, peroa ti no.

    S me preguntaste, qu es el agua, qu es laluz? Si me prestas tus apuntes lo podemos compro-bar. Eran preguntas, en primer lugar, hechas en im-perativo categrico. Fue un poco el estilo de Gustavo

    Alatriste en su pelculaQRREl que resulte responsable,donde pona el micrfono muy cerca de las perso-nas, algo inslito. Eso no debe hacerse, porque lagente se chivea. Esa manera de hacer preguntas enimperativo categrico y tan definitivas que Ay jijos,

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    yo me sent como en la escuela! Ah jijo, no meaprend la leccin! Por qu no me avisaste? y de esamanera hubiera buscado en eldirectorio telefnico.

    No, es una excusa, t sabes mucho de literatura ypuedes contestar.

    Volvamos a la pregunta. Uno puede ser agresivoen ocasiones, pero pienso que lo mejor es darle con-fianza al entrevistado. Considero que es muy impor-tante establecer un clima de entrega del entrevistadoral entrevistado. As responder mucho mejor a laspreguntas. Adems de establecer ese clima de con-

    fianza y de relacin clida, es necesario saber unpoco acerca del entrevistado.Pero eso est en cualquier manual de periodismo.Pues eso es lo nico que puedo decir, no me re-

    gaes.Quieres hablar de Domingo 7?

    Fue muy difcil entrevistar al licenciado De laMadrid, porque es muy difcil entrar en ese aparatoaterrador del PRI.Yo cont cmo lo haba entrevis-tado. Cont que yo viva a dos cuadras de su casa yque sin embargo me haba catapultado primero aGuadalajara y despus a Colima. Cont lo forzado

    que yo vea todo el aparato en torno a l, la cantidadde documentos que me haban enviado, las tonela-das de propaganda sobre su persona. Cont tambinese gran mitin donde despus de que la gente ni lohaba visto ni odo, aplastaba todos los libros, todoslos vasos, todas las cosas que haban entregado, pi-

    saban la misma efigie de la persona a quien habanaplaudido a rabiar. Esa especie de barbarie priista,eso fue lo que relat.Yo relat lo que vea. Ahora que,para hacerle las preguntas, s prepar un cuestiona-rio y no quise que fuera un cuestionario personal

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    como a usted le gusta el vino?, cul es su flor pre-ferida?, porque pens que eso dara mucho lugar aque despus lo invadieran con regalos. Recuerdoque una vez Eugenio Mndez Docurro dijo que legustaban mucho los bhos: bhos de oro, de plata,

    de cristal, de madera. En fin, esa cosa que tiene elmexicano de servilismo tan espantoso.Y si alguiendice que le gusta la orqudea, pues yo evit estetipo de preguntas que son las del cuestionario Mar-cel Proust. No, yo le hice preguntas sobre problemasdel momento que a m me parecan interesantes

    como era la nacionalizacin de la banca.Y te contest muy en serio o se sali por la tan-

    gente?No, no, no se sali por la tangente, pero s con-

    testa tan largo, tan largo que ya cuando te contest,ya te aburriste.

    Por qu te sales por la tangente cuando te pregun-tan acerca del movimiento feminista?

    Pertenezco afem. Solamente a esa revista perte-nezco, pero s procuro firmar o estar del lado de lasmujeres en cuanta lucha se pueda. Pero cuando metoca hablar en lo personal, siempre digo que es un

    tema que desconozco. Adems las feministas: ElenaUrrutia, Marta Lamas, Carmen Lugo y otras con lasque yo trato me dicen: T procura no hablar y ca-llarte. Eso vino a raz de una cosa que a ellas no lesgust y que despus yo comprend que tenan razn.A raz de la muerte de Alade Foppa, creo que yo me

    he radicalizado y que nunca me podr separar degrupos de lucha feminista. Pero recuerdo que unavez nos hicieron una entrevista comn a varias co-laboradoras defem.Yo nunca habl porque me dije-ron: T no sabes nada.Y no s, deveras.A la nica

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    que conozco es a Simone de Beauvoir. Al final unperiodista me pregunt que qu opinaba yo de todolo que se haba dicho y yo de tonta dije: Bueno, am lo que ms me gusta es cuando mi marido llegael sbado y me pega. Mis compaeras me dijeron

    que por decir una payasada echaba yo a perder todo.Adems, mis cosas feministas se remontan a hacemuchos aos. Una seora muy linda que se llamaDoa Clementina Batalla de Bassols, la esposa dedon Narciso Bassols, me escogi para ir a Ginebra ya Alemania a una especie de congreso de mujeres a

    donde fui con Eulalia Guzmn. Despus me invita-ron a una reunin que haba en el Teatro Ferrocarri-lero, porque los comunistas siempre escogen unoslugares muy lbregos para hacer sus reuniones.

    Y los de derecha qu lugares escogen?Los de derecha escogen lugares como ste

    donde estamos en este momento. Pero djame con-tinuar: todas las mujeres se levantaban y decan unascosas que a m me daba mucha vergenza. Se levan-taban y decan: Queremos salir de la oscuridad enque nos tiene el hombre, compaeras. Pero entoncesse levant una chaparrita, chaparrita como un raton-

    cito, con una voz muy dulce y dijo:Ah compae-ras! Yo creo que no hay nada mejor que estarenamorada.

    Naturalmente todo el mundo se enoj, pero a mlo nico que se me grab de toda la reunin fue eso.Siempre se me quedaban las cosas que no se me de-

    beran grabar, y todo lo que es sesudo y todo lo quees importante y todo lo que es una reivindicacinsocial en lo que se refiere a feminismo se me borra.Por eso yo acat la orden de las que ms saben.Aun-que yo creo que Margarita, ahorita que est ha-ciendo muecas, tampoco les contest nada.

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    Porque yo no s, no sNo, t s sabes que se est luchando, que se est

    promoviendo una ley del aborto, que hay un refugiopara mujeres violadas, que hay otro para mujeresgolpeadas, que se tiene que hacer algo contra la vio-

    lacin y otros puntos. Que hay grupos muy activos,aunque no soplo para eso. *

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    Entrevista realizada en el Centro de Enseanza de Lenguas Ex-

    tranjeras de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, el 6de diciembre de 1982.(Agradezco a Mara Romana Herrera su ayuda en la revisin

    del texto de la entrevista y a Jess Garca Flores, a Estela Salero ya ngeles Mondragn, por su paciencia en la transcripcin de lamisma.)

    MGF

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    MTASE MI PRIETA ENTRE EL DURMIENTE Y EL SILBATAZO

    El tubo de la luz perfora la noche y la mquina seabre paso entre muros de rboles, paredes tupidas

    de una vegetacin inextricable: Soy yo el queavanzo o son los rboles los que caminan hacia mse pregunta el maquinista rodeado de la densidadnocturna y del olor azucarado del trpico. Los pja-ros vuelan dentro de la luz, se dirigen al fanal y seestrellan. Un minuto antes de morir tienen los ojos

    rojos. Toda la noche, el maquinista ve morir los p-jaros. El fanal tambin enceguece las plantas, lasvuelve blancas y slo cuando ha pasado recobran suopulencia y ms arriba se dibujan de nuevo lasmasas sombras de los montes. A Pancho le gustaasomarse afuera de la locomotora y ver cmo hacia

    atrs todo regresa a la vida; los arbustos de vegeta-cin cerrada resucitan, transfigurados, fantasmales,se persignan deslumbrados ante la luz. Despus, lanoche los traga, inmensa y hosca como ese ejrcitode rboles que se despliega sobre centenares de ki-lmetros a la redonda con quin sabe qu secreta

    estrategia de guerra. Entre tanto, los vuelos entre-cruzados de mil insectos luminosos atraviesan la os-curidad del cielo; hasta se oye el estertor de algnanimal cogido en una trampa y uno que otro grito depjaro herido. Pancho piensa fascinado en los milesde pjaros que caen sobre los rieles; de ellos no han

    de quedar ni los huesitos, huesitos de pjaro, pali-llos, ramitas, lo ms frgil. El reflector elctrico pesamedia tonelada e ilumina a dos kilmetros de dis-tancia; dentro de esa luz blanca los insectos bailanhasta que amanece. (Camilo les diceinseptos). A

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    medida que despeja, va acallndose el rumor de lanoche: las chicharras, los gritos extraamente hu-manos de los pjaros, los movimientos oscuros delsuelo vegetal y pesado, las aguas secretas, sinuosas,que terminan por ahogarse en el pantano. Pancho

    entonces se recarga y cierra los ojos, suspira, se echapara atrs en el banquillo de hierro; pasa su manofuerte sobre su cara como si quisiera zafrsela; lonico que logra es quitarse la cachucha, alisa sus ca-bellos, ha llegado su hora de dormir; dentro de uninstante bajar de la locomotora a tirarse a cualquier

    camastro, el primero que encuentre hasta que vuelvala noche. Despus del sueo, montar de nuevo ensu mquina, su amor despierto, el ro de acero quecorre por sus venas, su vapor, su aire, su razn deestar sobre la tierra, su nico puente con la realidad.

    Lo ms bonito de Teresa adems de su gordura

    era su prudencia, mejor dicho, su absoluta incapaci-dad para la intriga o la malevolencia. l regresabaechando pestes contra el jefe del patio general; quepor algo haba un sindicato, que y Teresa con susojos fijos de vaca buena responda con voz tranquila:

    Pues a ver.

    Nunca un juicio, nunca una palabra de ms. Des-plazaba lentamente su gran pasividad de la cocina ala recmara, a la azotehuela, y pareca abarcarlotodo. Nada le haca mella, nada alteraba su humorparejo, y sin embargo cmo le gustaba a Pancho queTeresa se sentara encima de l a la hora del amor; l

    de espaldas a la cama y ella en cuclillas, montada ensu pecho, sus piernas acinturndolo; tan enorme,que Pancho no alcanzaba a verle el rostro, asfixiadocomo estaba por su vientre, sus muslos fortsimos,pero qu dulce, qu reconfortante asfixia. Pancho se

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    senta entonces tan satisfecho como frente a los con-troles de su mquina; una espesa felicidad le resba-laba por dentro; bulla el metal lquido que sale delhorno de la fundidora con el color puro y blanco dela luz del sol. Pancho pasaba de la plenitud nocturna

    sobre los rieles de la ruta del sureste, erecto frente ala ventanilla de la locomotora, a la plenitud de lasiesta de las tres de la tarde cuando estiraba la manopara sentir el grueso, el clido abrazo de Teresa, yatraerla hacia s, abrazar esa mole tierna y blanda, yhundirse en ella una y otra vez como los pjaros

    azotndose contra el faro de luz, una y otra vez susojos rojos. Siempre haca el amor, a eso del medioda, Teresa con una diadema de sudor en la frente.De la cocina vena el crepitar de la carne de puercofrindose bajo la tapadera para que no fuera a rese-carse y en Pancho se duplicaba la gula; coga moro-

    samente y pasaba de una mesa a otra apenas, con elpantaln de la pijama. Se sentaba frente al caldo demdula servido por Teresa a quien un tirante delfondo le resbalaba sobre el brazo, ella tambin comavindolo a la cara mientras volteaba, con el brazo es-tirado, las tortillas en el comal; sopeaban, tomaban

    su tiempo, sorban acumulando en su lengua ca-liente y agitada nuevas sensaciones, como si conti-nuaran el acto amoroso y lo perpetuaran. Muchasveces, al terminar de limpiarse la boca con la mano,Pancho jalara de nuevo a Teresa hacia un lecho re-vuelto y grasiento. Permanecan despus el uno en

    los brazos del otro, la nuca sudada de Teresa sobre elhombro de Pancho, el miembro mojado de Panchocado encima de la pierna de Teresa quien sentacmo an escurra el semen. As se hundan en elsueo. Pero a veces Teresa se agarraba del cuello de

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    Pancho como si fuera a ahogarse, a punto de caer alo ms hondo del ocano, de su ocano, su propiaagua; Pancho entonces la deseaba con furia por ladependencia en su abrazo y por esa expresin ex-traviada en sus ojos redondos. A las seis cuarenta en

    punto se despeda de ella desde la puerta, en el tar-do momento en que Teresa se pona a lavar los tras-tes, a lavar su cocina. Cuando Pancho regresaba desu corrida a las seis de la maana dos das ms tarde,la encontraba dormida, se colocaba entre las sbanasjunto a ella y ella lo reciba con un murmullo de

    aquiescencia. En el curso de la maana Teresa aban-donaba el lecho, trajinaba, se pona a escombrarcomo deca ella, a planchar ropa.Ya cerca de las dosde la tarde volva a acostarse junto a l, as vestida,para hallarse al alcance de su deseo a la hora en quel despertara.

    No Pancho, si sta no se lubrica.No le voy a lubricar las chumaceras?No, en la mquina diesel todo este trabajo es

    automtico.Y los pernos de conexin tampoco los voy a lu-

    bricar?

    No, haz de cuenta que todo est hecho.Pero quin mantiene la mquina?Sola, se mantiene sola; un lubricador hidrost-

    tico a base de vapor, de presin, de agua y de aceite,lubrica los cilindros. Esta diesel se hizo pensando encmo facilitarles el trabajo a los operadores. Lo nico

    que debes hacer es conducir.Pancho mira a la mquina con desazn, no la re-conoce, no sabe por dnde agarrarla. Por primeravez se siente fuera de lugar dentro de una locomo-tora. Todo est escondido; los controles se integran

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    dentro de una superficie de acero que repele de tanbrillante.Tambin el patio de arriba brilla; los venta-nales hacen que la estacin parezca vidriera:Nadaes como antes piensa, nada. En otros tiempos lamole negruzca de la locomotora despuntaba a lo

    lejos seguida por su penacho de humo y, en menosde que cantara un gallo, all estaba estacionada, ta-pando con su negrura la claridad de la maana. En-traba resoplando fatigas, echando los bofes y enforma desafiante se asentaba sobre los rieles con unrechinido de muelles.Todava resonaban sus bufidos

    triunfales. De ella descendan los ferrocarrileros y sedespedan o se saludaban a gritos con el regocijo dehaber llegado a casa; al bajar, palmeaban su m-quina, le daban en el lomo como a un buen animalviejo, la acariciaban con la mano abierta, unas cari-cias anchas, a querer abarcarla toda. Pancho se que-

    daba con la Prieta en el patio de carga, enfrindola,y le gustaba escuchar los martillazos que provenandel taller de carros y de ejes y de ruedas, uno, dos,uno, dos, sobre los yunques y que en sus odos reso-nara el ronroneo de los tornos como antes habanresonado los silbidos de la locomotora. Cuando los

    peones enderezaban la va reumtica con barretaspara nivelarla, se quejaban y gritaban en medio desu esfuerzo por levantarla:Eeeeeeeeeh! Oooooo-oooo! Eeeeeeeeey!Como que resentan en su pro-pio cuerpo los achaques de los rieles y sesolidarizaban.Y todo esto en medio de la respiracin

    uniforme de las calderas y del continuo tracatraca delas pistolas de aire. Pancho le adverta al mecnicomientras se alejaba contento, dueo del terreno:All te la encargo, al rato vengo a darle su vuelte-cita! Los trenistas pasaban entre los botes de cha-

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    popote, los montones de estopa, saltaban el balastocon la alegra retozona del que reconoce su casa;sorteaban los envases vacos, las cajas desvencijadas,los fierros torcidos, el cochambre. Cierto que no todoera limpio, el balasto yaca cubierto de porqueras,

    de cosas vivientes ahora carbonizadas, de trozossueltos de carroa, de herramientas relegadas, todaesta basura que dentro de diez mil aos se distin-guira de los desechos orgnicos e inorgnicos que eltiempo o quiz el mar pulveriza hasta convertir enarena. Una linterna escarbaba la tierra de cabeza; un

    armn abandonado mostraba sus tripas, la basuraya iba para la montaa, pero la actual nitidez de loscarriles sacaba de quicio a Pancho.

    Entonces sta no se lubrica?No pancho, ya te dije que no.Bueno y la Prieta?

    La mandamos a Apizaco. All la corrern enalgunos tramos cortos.Pero por qu carajos no me avisaron que se la

    iban a llevar.A nadie se le avis Pancho, llegaron las diesel

    de 3000 caballos y quisimos ponerlas en servicio de

    inmediato.Ayer me tocaba descanso, por eso se aprove-charon.

    Igual que laTeresa.A traicin, a mansalva. Un dano amaneci. Despus le dijo un pen de va que lahaba visto subir a un carro izada por una mano de

    hombre, que el hombre no lo haba podido sem-blantear pero bien que se fij cmo la Teresa daba elpaso rpido sin mirar para ningn lado. En la casafaltaba el viejo veliz panza de buey que siempreacompa al maquinista. Durante muchos das Pan-

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    cho sigui estirando la mano para tomar el gruesobrazo de la Teresa y atraerla hacia s, hasta que optpor ir a la estacin y aventarse dentro de la cmarasombra de su otra mujer, guarecerse en su vientreque aun en tierra pareca estar mecindose, y dormir

    hecho un ovillo en contra de la lmina dicindole loque nunca le haba dicho a Teresa:Prieta, prietitalinda, mi amor adorado, mamacita chula, prieta, rie-lerita, eres mi querer, prieta coquetahasta que suslabios quedaran en forma de a, la a de la Prieta, esenombre pronunciado como encantamiento en con-

    tra del dolor y el abandono.Y ahora le salan con eso:con que tampoco estaba la Prieta:Cundo se la llevaron?AnochePancho haba estado en una junta de seccin, en

    el momento mismo en que la Prieta, lenta, solapada-

    mente, se deslizaba sobre los rieles, conducida porotro maquinista.Quin la sac?El superintendente se impacienta.Ve a preguntar al secretariado.Yo con los cagatintas no me meto. sos ni fe-

    rrocarrileros son.Hombre, no se trata de eso, las cosas estncambiando para bien, es el nuevo reglamento, tieneque aumentar la fuerza tractiva de Ferrocarriles, nosva a beneficiar a todos. Adems date de santos quetu locomotora no se va a vender como chatarra a Es-

    tados Unidos. Se van a vender casi tres mil carrosque estn en psimas condiciones.Chingue a su madre.Pancho da la media vuelta antes de que el supe-

    rintendente pueda responder. Se larga, al cabo siem-

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    pre ha sido tragalenguas, y piensa:Si me alcanza,aqu nos damos en la madre. Casi lo desea, pero elotro no viene, nadie lo sigue. Camina entre el ardorde los rieles que le relampaguean en los ojos, ace-rndoselos, rebanndolos; pisa el balasto para que

    no se le enchapopoten los zapatos y al hacerlo re-cuerda con qu gusto barra la tierra la Teresa, y esoque lo haca con una escoba tronada; intenta retenerla imagen, que barre frente a l, pero el calor parecefundirlo todo; mnsulas de seales, rieles, durmien-tes, muelles, remaches, en una gelatina gris y espesa,

    el acero se desintegra, ahora son puros terrones, s,es tierra comn y corriente,si viene un tren ni ma-dres, no me muevo. En una barda recin pintadacon chapopote relumbra el letrero:Viva DemetrioVallejo. Camina sin parar, el sol en la nuca taladrn-dole los hombros. Hace rato que sali de Balbuena

    y pas bajo el puente de Nonoalco; hace rato queentr a los llanos, ya ni guardacruceros hay, ni unsolo hombre sentado en algn muelle, ni uno quepatee encorvado la grava con los pies, ni uno quejuegue con la arena, con las piedritas que luego seles caen a las gndolas, slo por all un zapato des-

    fondado, vencido como l y ms all un cabs pu-drindose al sol.Ya ni torres de vigilancia, ni gras.Le parece escuchar un llorido de zapatas,hjole yaestoy oyendo voces, ni un solo convoy con sus ca-rros cargados de azufre del Istmo de Tehuantepec,ni un solo de sal, hay que seguirle, poner un pie

    frente al otro durante quin sabe cuntas horashasta el atardecer, la garganta seca, al cabo ya estacostumbrado, aguanta eso y ms, aguanta unchingo.Tengo que llegar a alguna estacin para noquedarme aqu en despobladopero como ninguna

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    a Pancho: Oye t, por qu no hablas? Y Panchomusitaba:Nosotros los rieleros, nos hacemos com-paeros del silencio. Por eso Teresa se hizo callada.Al no recibir sino monoslabos, dej poco a poco deabrir la boca, Slo lo ms indispensable, slo aquello

    que le sala a pesar de s misma, sin control, ese gor-jeo y ese continuo ritornelo acerca de los precios es-calando al cielo.

    Pancho, levntate no seas buey.Pancho!Dos rostros le hacen sombra. Pancho se talla los

    ojos.Llevamos horas tras de ti, anda, ven.El Chufas y el Gringo lo jalan, el Chufas ya le ha

    metido las dos manos bajo las axilas y lo jala haciaarriba:

    Cmo vas a quedarte aqu, vmonos.

    El Gringo se enoja:Yo estoy de guardia maana, cabrn. Andavente, ya no ests chingando.

    Oye t, y quin te mand llamar? El que estchingando eres t.

    Ahora s el que se enoja es Pancho y del coraje se

    levanta.A poco yo los ando buscando? Ustedes sonlos que vienen a joderme aqu donde estoy tran-quilo!

    El Chufas no le ha quitado las manos de bajo lasaxilas como si temiera una imposible huida. Pancho

    se zafa de mala manera aunque todo su coraje se lodirija al Gringo.Vyanse mucho al carajo!rales Pancho, no te mandes.Quin les dijo que vinieran? A ver quin?Yo

    no los mand traer.

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    El Chufas te empez a buscar.Y al Chufas qu? Al Chufas le vale madres.El Chufas te vio irte por toda la va, apendejado

    y por ms que te llam nunca volteaste. Por eso sepreocup.Ya ni la amuelas. Estbamos en el patio de

    carga Anda, vmonos de aqu.Sin sentirlo, Pancho ha comenzado a caminar al

    lado de sus cuates. Hace mucho que no anda conellos. No los busc siquiera cuando la Teresa se largni se asom tampoco a la cantina. Al cabo tena a laPrieta y all se fue a dormir, acunado en sus entraas

    temblorosas que lo estrechaban clidas, en el re-fuego de su propia sangre que lo haca reconocerlaa medida que avanzaba la noche, prever sus reaccio-nes, adivinar sus sonidos ms recnditos, sus tinti-neos, seales y suspiros. Trenzaba sus piernas entorno a sus ardores as como la Teresa aprisionaba

    las suyas de suerte que al despertar slo les quedabavolverse el uno contra el otro. Poda predecir hastasu mnima convulsin:Ahora se va a estremecerporque llegarn los del taller y los martillazos en elyunque resuenan en toda la lmina; yo mismo losvoy a sentir aqu adentro, dentro de ella. En un mo-

    mento ms entrarn los paileros y con ellos el supe-rintendente, y ella se va a aflojar, complacida.Antes,Pancho tena la costumbre de irse con los cuates a lacantina y al grito de el el vino para los hombres yel agua para los geyesse acodaba en la barra a em-pujarse sus calantanes, despus iba a la casa del foco

    rojo, a bailar con las viejas que huelen a maz po-drido. Pero cuando le cay Teresa ya no hubo nece-sidad de nada, ni de chnguere, ni de viejas rogonasde lupanar. Adis al Canica, al Camilo, al Babal, alGringo, al Chufas, a Luciano! Tambin el Luciano le

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    haba puesto nombre a su mquina:La Coquetayla traa acicaladita con sus colguijes y sus espejuelos,su Virgen de Guadalupe y hasta una foto de lmismo asomndose por la ventanilla de la locomo-tora. Ahora, pensndolo bien, senta que un buen

    calorcito le suba por dentro al venir junto a sus ami-gos, sus cuates pues, sus eros, sus carnales no?que lo haban ido a buscar hasta all, olvidndoseque haca mucho que l se les haba rajado.

    Sbete al cabs.Vamos a echarnos un tanguarniz.De veras que estos cuates son buenas gentes,

    muy buenas gentes.Pancho, bien que te vendran unas cheves.Pancho no dijo ni s ni no.Ya han de haber cerrado, concluye el Gringo.Pues vmonos con Martita.Martita es bien jaladora, cuando los ferrocarrile-

    ros andan por all gritando en esa cachondez espe-cial de la parranda y ya todos en la piquera lesordenan:Ya locotes, lrguense, esto ya se acab,lrguense a dormir!, y no hay ni dnde echarse unbuen caf, una polla, o de perdida la del estribo, ellatiene siempre abierta la puerta de su casa y no le

    molesta levantarse de su hamaca y atenderlos conuna sonrisa hermosotota, amplia, en sus ojos unlento oleaje de luz como madre para sus hijos sinpredilecciones ni discriminacin. Por ms jodidosque estn, idos de plano, abrazados los unos a losotros cuando antes se abrazaron a los postes de luz,

    como mstiles, sintiendo que el barco se iba a pique,con slo verla se les levanta el nimo. Saca luego,luego el mezcal o prepara el caf bien caliente, conpiquete y leche condensada que sale de la lata de achorrito: elchorreado, y si tienen para pagarle, a

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    todo dar, y si no, ah ms tarde le pasarn los fierros.De Juchitn ha trado la hamaca, nunca se acostum-br a dormir en cama.Es la mecidita la que ex-trao, es esa mecidita la que la tiene de buenhumorcorean los rieleros. Siempre se sienten a toda

    madre en casa de Martita; el estmago revuelto seles asienta y aunque estn cayndose de borrachos,ella les quita lo del cuerpo cortado mediante sushojas con piquete, sus chorreados, tan buenos paracalentar la panza.Y nada de joderlos con regaos nivaticinios negros, nada, hermosotota la Martita, her-

    mosototes sus ojos con ese lento oleaje de luz, unoqu ms quiere en esta canija vida que sentirse bien-venido, amparado por los ojos de una mujer que lorecibe a uno de buen modo, uno qu ms puedepedir, a ver qu ms Tambin a ella dej de fre-cuentarla Pancho cuando lleg la Teresa.

    Maana quiere verte el superintendente ledice el Gringo al segundochorreado.Ya le ment la madre.Dice que quiere verte.Para el superintendente Alejandro Daz, Pancho

    es un personaje. Hasta le gusta verlo pasar con su

    cabello gris y sus hombros que empiezan a encor-varse rumbo al local de la seccin y advertir grave-mente:Maana a las doce empieza la huelga, elparo de dos horas porque ya se venci el plazo quele dimos a la gerenciaY eso que Alejandro Daz esempleado de confianza. Ante Pancho, preferira no

    serlo para orlo pelear en la asamblea, a ver su mi-rada retadora, fuerte, su mirada de hombre libre,cuando son tantas las miradas rastreras que lo per-siguen durante el da. Y eso que slo es superinten-dente! Cuntas miradas viles no ver el presidente

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    de la repblica! dicen, pero nadie lo sabe a cienciacierta, que Pancho habl una vez en la seccin 19 deMonterrey frente a una asamblea de mil ferrocarri-leros que crean en el Charro Daz de Len: los tresprimeros oradores apoyaron al Charro, y cuando

    subi PanchoValverde, supusieron que se trataba deun lder corrupto, al servicio de la empresa, del go-bierno y sobre todo de s mismo, de sus propios ymezquinos intereses. Toda aquella gente saba quePanchoValverde era derecho, y sin embargo la asam-blea qued dividida. se fue uno de los grandes gol-

    pes en la vida sindical de Pancho pero nunca lohaba comentado.A veces en la cantina rememorabala asamblea y murmuraba:No se vale, no se vale.Por ello los viejos respetan a Pancho y los jvenesquieren ser vistos por l; hacer mritos frente a l.Igual le sucede al superintendente. Alejandro Daz

    sabe que l no cuenta para Pancho, que el maqui-nista dara la vida por Timoteo, por Venancio, porChon, por Baldomero, por el Gringo, por Camilo,por el Babal, pero no por l. Por ellos s. AlejandroDaz ha visto cmo reclama indemnizaciones, luchapor los jubilados, se queda hasta avanzada la noche

    a revisar contratos de trabajo, a memorizar clusulascasi todas a favor de la empresa para rebatirlas en lajunta. Suscllense cabronesen la asamblea resul-tan ms eficaces que cualquier alegato, el golpe desu puo en la mesa de debates quemada de ciga-rros es definitivo, y en el presidium lo primero que

    se ve es su rostro por la intensidad de su expresin.Y no es siquiera que aspire al poder, es que Panchoes amigo del garroteroTimoteo, quien ahora lo mira,su mun sobre la mesa porque el antebrazo lo dejprensado entre dos carros en una de tantas manio-bras, y tambin es cuate de Venancio, jubilado que

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    se muere de hambre dentro del furgn que habita apesar de que su mujer ha colgado geranios en lasventanillas, y quiere a Lencho el fogonero que ya nopalea carbn sino rencores y le cae bien Concepcin,Chonito que se la vive en el Templo del Medioda,

    abajo del Puente de Nonoalco, en la calle de la Luna,esperando a que Roque Rojas, olvdense de Jesu-cristo!, se posesione de su envoltura humana y lo li-bere de la artritis, la vejez, el aliento a aguaenlamada, que le advierte que se le estn pudriendolas entraas.

    PanchoValverde nunca se ha dejado bocabajear:Hablo porque quiero y porque puedo y porque aqume he chingado muchos aos. Salpica sus alegatosde dichos:Entre menos burros ms olotes,Cama-rn que se duerme se lo lleva la corriente,El que esbuey hasta la coyunda lambey para Alejandro Daz

    resulta curioso asociar los dichos de Pancho a expre-siones comoproducto nacional bruto(los brutossomos nosotros),Das festivos(el que nace tepal-cate ni a comal tiznado llega),contractuales(ya nohay ferrocarrileros de reloj y kep), y otros terminajosque Pancho se ha aprendido de memoria en sus mu-

    chas veladas de machetero.rale, rale, no te meengolondrines.Pancho fue el de la iniciativa en con-tra de los empleados de confianza, que paqu tan-tos, que de qu serva ese bute de contadores muyprendiditos, de secretarias que caminaban como po-llos espinados, que de los quinientos empleados de

    confianza del Ferrocarril del Pacfico no se hacancincuenta, y pidi el cese de por lo menos veintitrsque a l le constaba personalmente, que no hacannada, dio pelos y seales y entre ellos se encontra-ban dos hijos de Benjamn Mndez, el gerente. Quelos ocho mil trabajadores del riel, esos s mal comi-

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    dos y mal pagados, estaban hartos de la burocracia,de tanto papeleo desabrido, y claro, la empresa nocedi, hubo muchos destituidos, pero qu bonitalucha la de Pancho, bonita hasta para Alejandro Dazque intervino a favor de Pancho para que no lo des-

    tituyeran y ste no lo supo jams, bonita la lucha conuna chingada, porque si Pancho impulsa las huelgassiempre se ha manifestado en contra de los sabota-jes. Ama demasiado a los trenes para tolerar unamquina loca, una colisin; si una sola abolladuraen su locomotora lo hace agacharse como si el golpe

    cayera en su cuerpo, un ataque a las vas del tren leduele en carne propia como aquella vez en que uncanalla bloque el pedal de seguridad de la 6093 po-niendo una planchuela de acero sobre el acelerador,tir de la palanca y la mquina sali disparada, a msde ochenta kilmetros por hora en contra de la 8954,

    la Coqueta, la de Luciano que haca movimientos depato y por poco muere Luciano quien despus dequitarle los frenos a una locomotora se avent haciaafuera. Salv su vida pero no la de su Coqueta quequed transformada en una escalofriante montaade hierros retorcidos. Meses ms tarde, Luciano

    muri, de la tristeza. Con Luciano, Pancho haba vi-vido huelgas y otras aventuras; Luciano una vezqued prendido al rbol del garrote tratando de de-tener cinco carros locos y desbocados y slo se tiren el ltimo instante, cuando vio que era inminenteel siniestro; Pancho sola cantar sentado sobre un

    durmiente:Por donde quiera que ando/ y a dondequiera que llego/ la polla que no me llevo/ la dejocacaraqueandoy los dos rean porque de muy j-venes ambos tuvieron la comisin de pintas y entrelosabajo la empresaylos ferrocarrileros con Va-llejo, escriban con chapopote negro sobre los cos-

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    tados de los furgones, picndose las costillas y ti-rando los botes,Vitelas mi riel,Tracatraca peroen serio,No le importe la oscuridad del tnel, des-pus en la riel nos resbalamos,Dnme una buenamquina y le jalo todos los furgones,Chingue su

    madre Daz de Len,Entre los rieles y entre suspiernas, de pueblo en pueblo casi la hacemos,M-tase mi Prieta entre el durmiente y el silbatazo,Enun buen cabs se engancha lo que usted quierayotros dichos sabrosos que dibujaban con esmero,humedecindose los labios, porque acababan de

    descubrir a la mujer y al riel. Ah qu Luciano, ahqu ese mi carnal, ese s carnal de a deveras, her-mano, hermanito del alma!

    Para el superintendente Alejandro Daz, mirar aPancho resulta penoso; la expresin de su rostro esde desolacin absoluta, parece perro sin amo. En el

    fondo de s mismo,Alejandro Daz quisiera decirle aPancho que si tanto le importa su locomotora devapor va a gestionar su traslado a una de las vasmenores para que siga conducindola, pero PanchoValverde es uno de los mejores maquinistas del sis-tema, y ahora cuando ya blanquean sus sienes y se

    ha arrugado su rostro, que en realidad siempre pa-reci un patio de arribo, la empresa le quita su m-quina para darle una diesel, la misma que acaban decomprar en los Estados Unidos. En vez de enorgu-llecerse, PanchoValverde desconfa. A la Prieta la ca-mel ah que mi Prieta!, porque siempre fue

    quisquillosa y haba que agarrarle el modo, laadorn, le puso su silbato de bronce, l mismo esco-gi el sonido grave: Dme un silbato pero quesuene bien bonito para mi Prieta, porque tengo unaPrieta muy tres piedras. El da en que le tocabahacer el recorrido llegaba con la aceitera, el cojn

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    para evitarle lo caliente al asiento cuando la m-quina queda del lado del sol, el suter grueso para enla noche, la valijita, el espejo de mano, la linterna.Los otros rieleros rean:

    All viene Pancho con su ajuar de novia para su

    primera noche.En verdad, todos los recorridos son la primera

    noche, la de bodas. Pancho se instala en el asiento,agarra la palanca y al hacerlo la acaricia mientras letransmite una orden. Cuando la mquina suelta elvapor con un ruido de agua que sale a gran presin,

    Pancho tambin se relaja, y se tensa como cable almeter los frenos, al comprobar que en la pendientelas cejas responden y frenan tambin, todas ellasconcentradas en retener los furgones. Es bonito orel ruido del choque de las mquinas al engancharsele es tan familiar como el cierre de una puerta Ya

    fuera de la estacin, Pancho abre todo el regulador yle habla a su montura, a su yegua de hierro, su ani-mal de fuego ancho y poderoso; la halaga con lamano, la reconoce:Ya, ya Prietita, tranquila Prieta,quietecita, quietecita, calmada la muchacha!Ca-milo y Sixto o Cupertino o Juan el ayudante de ma-

    quinista en turno estn tan acostumbrados a la vozde Pancho que ya ni lo escuchan. Ms bien los ador-mece y la pasan mondo lirondo porque a Pancho nole gusta compartir a la Prieta. La lleva sobre la vacasi como si la bailara, la mano en su cintura, lasyemas de los dedos en sus costillas, ambos ondean,

    a la derecha, a la izquierda, pasito tun tun como eldel que corre por los surcos, en las tierras ocres, lastierras cafs, las tierras profundamente negras quesurgen de un lecho pantanoso y se acercan a la vasin respetar los quince metros de cada lado: el dere-

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    cho de va. La tierra rueda bajando de la montaapara venir a acurrucarse aqu en la va y penetrarentre los durmientes. Empuja las piedras del balasto,se mete en todas partes, burlndose, marrullera, deltren que corre por la ancha va pita y pita y cami-

    nando. Antes del medioda, el sol empieza a calen-tar, se azota en la lmina, arremete en contra de lachimenea, se estrella contra el vidrio irisndolo, calorcontra calor, combustible contra combustible. Pan-cho se acomoda el cojn bajo las nalgas; hasta laaceitera hierve, hilos de sudor grasiento escurren de

    la gorra ferrocarrilera de Camilo el ayudante, quienduerme asndose en su propio jugo, la boca abiertacomo la chimenea del tren, un horno de vapor quetambin se pierde en el aire. A partir de las doce delda, los pueblos rumbo aVeracruz ya no son pueblossino rincones del infierno. Al detenerse en las esta-

    ciones Pancho ve los atajos de burros, las mesas enel exterior y la longaniza ennegrecida por las mos-cas, la manteca bajo la mesa derritindose y la vie-jecita que se protege del calor tapando su cabeza yabanicndose con las puntas del rebozo como si esopudiera servir de algo. Los que se acercan al tren lo

    miran en silencio; slo gritan las vendedoras que enlos ltimos vagones ofrecen sus tortas de queso depuerco, sus muganos, sus charamuscas, su aguafresca que ya el sol ha entibiado. Dentro de pocoarrancarn de subida:Anda Prieta, dale duro, no teme rajes que es el ltimo jaln. Cerca de la m-

    quina, un pasajero de traje ajado le dice a otro aca-badito de despertar:Esto ni se siente que camine.Es que no camina, va a vuelta de rueda.Pancho est por responderle al catrn se; por un

    momento piensa en tocar el silbido de alarma slo

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    para darle un buen susto pero la disciplina se im-pone. l sabe correr su mquina para que le rinda elvapor y el agua; es un buen maquinista y as lo hanclasificado por dos razones: una, su buen manejo,otra porque sabe dosificar el combustible y sacarle

    el mayor provecho. Lo que digan los pasajeros letiene muy sin cuidado, ellos no estn al tanto de quela Prieta tiene ms de veinte aos y que es una de lasmquinas mejor cuidadas de Ferrocarriles. No enbalde, en su da de descanso, don Panchito, como lollaman los ferrocarrileros ms jvenes, la acompaa

    al taller para supervisar sus cuidados.Los mecnicos la conocen y ponen especial es-mero en examinar todas las partes de la Prieta. Elmismo Pancho la pinta, la recorre de cabo a rabo,que no se maltrate, que no se enmohezca, que nin-gn gozne permanezca olvidado, que cada una de

    sus piezas est aceitada. Cuando un muchachitoentr de ayudante, de chcharo, exclam al ver losmontones de grasa negra:Qu trabajo tan puerco!Pancho le respondi:Scate de aqu, roto, hijo de lachingada!y no lo baj de maricn. Los dems rie-leros le hicieron eco, entre risas, burlas y otras men-

    tadas de madre; ellos mismos tienen grasa hasta elcogote, una grasa pesada, negra, visceral, porque conesa van cubriendo todo el interior de la mquina,frotndola, acomodndola en los menores intersti-cios, dispuestos a chirriar rspidamente, redonde-ando los ngulos con una capa mullida, gruesa;

    forrando los intestinos de la locomotora con estenuevo lquido amnitico que la suaviza y la vuelvedcil. La grasa nunca se ha visto como cosa sucia enel taller, al contrario, es una bendicin, y sin em-bargo ahora el superintendente Alejandro Daz se

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    pone a explicarle como si no hubiera sido nunca fe-rrocarrilero.

    Con la mquina diesel el trabajo es ms limpio,ms tcnico, ya no te vas a ensuciar, adems te vasahorrar quin sabe cuntas jornadas de andar fur-

    gonindole a la mquina, lubricndole hasta el alma.Pancho lo mira sin comprenderlo. Para l lubricar

    manualmente las chumaceras, sacarlas de sus ejes,frotarlas una y otra vez para volver a acomodarlas esun gusto, una necesidad fsica.

    Vas a ver cmo al rato te hallas, Pancho; todo es

    cuestin de costumbre.Pancho menea la cabeza. Habemos unas que noa todo nos acostumbramos.

    Vas a ver que te sientes bien. Maana vamos acorrer la mquina a Veracruz. T te la vas a llevarLlevas cemento.

    AVeracruz?Con esta nueva locomotora anaranjada y tiesa,Pancho no habla. En las estaciones nada ha cam-biado; son las mismas bancas piojosas y desvencija-das, los mismos puestos de cecina que se tuesta, lasmismas mesas cojas, los mismos enjambres de mos-

    cas, los mismos burros de lomos cubiertos de cicatri-ces. Sin embargo, como que Pancho en su cabina decontroles est ms alto, menos a la mano. No al-canza a or lo que dicen los pasajeros de trajes arru-gados por una noche de viaje ni le llegan los gritosde los viandantes que izan sus canastas de ventanilla

    en ventanilla. En la noche tampoco subi el calor, nonecesit el cojn ni la aceitera y tampoco le chorrea-ron hilos de sudor negro al segundo maquinistaquien durmi muy tranquilo, acostumbrado a lasmaneras de Pancho. Y sin embargo, Pancho, in-quieto, lo despert en varias ocasiones: rale que

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    yo a sta no le s el modo. Con sta habr quebotar el ajuar de novia, nada de eso es necesario, nisiquiera la valijita porque all esquinado se abre unlocker para colgar la chamarra, se puede regular elaire acondicionado as que ni suter ni espejo por-

    que toda la carlinga est cubierta de espejos retrovi-sores. Pancho guarda silencio desconfiado y sinembargo la diesel es tan poderosa, tan noble en lassubidas, de tan buena alzada, que al da siguiente sepone contento ante la idea de acompaarla al tallerpara su revisin despus del viaje:As me voy fami-

    liarizando con ella, como un nuevo amor de tresmil caballos al que uno le va agarrando admiracin,luego cario y despus eso que hace olvidar lo deantes, las Prietas, las Teresas. Quin sabe si as sea,pero puede

    A la maana siguiente, antes de entrar al taller,

    el jefe de patio le dice:Ya la mquina est llamada.Muy bien, la voy a acompaar.No. Ahora viene un maquinista por ella.Cmo?S, t aqu la dejas y otro operador se la lleva.

    Pero es que yo quiero ver qu le hacen para elprximo viaje.En la prxima corrida no te va a tocar esta 5409

    sino otra.Cmo que otra?S, cualquiera de las ocho mquinas diesel que se

    compraron en Estados Unidos. As es el nuevo re-glamento. T aqu la dejas y en el taller se encargande ella. Esta mquina saldr con otro. Ahora as es,como en la industria automovilstica; las mquinasse someten a un proceso en el que intervienen mu-chos. Se trata de agilizar el servicio.

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    Pancho se hunde la gorra ferrocarrilera sobre losojos. Hasta eso le estn quitando! Mirar, sentircmo la mquina se hace a uno, cmo se va apren-diendo de memoria el camino, cmo habla a sumodo para pedir lo que le falta. Hasta eso!Ver cmo

    las manos van dejando sus huellas en la palanca, enel regulador, or cmo el ruido de la respiracin vacontagiando da a da las lminas hasta transmitirlesel calor de uno. Hasta eso, carajo!

    Son las tcnicas modernas; as lo han planeadolos ingenieros para ganar tiempo.

    A la Teresa tambin le complaca que l fuera aca-ricindola poco a poco, suavizndola, tallndole,metindole la mano en los menores intersticioshasta sacarle su aceitito, sus juguitos blandos. En-tonces laTeresa se abra, las gruesas piernas bien se-paradas, olvidada de todo, y ondulaba bajo su

    abrazo, sus grandes pechos erectos apuntando hacial, su sexo encarrujado, lquido, fruta de mar, deshe-cho entre sus manos, batido en espuma, a punto devenirse. A l le gustaba esperar hasta el ltimo mo-mento para verla bien, escuchar todos sus ritmoscambiantes, mirar su boca de caldera abierta, ensa-

    livada, sus prpados cados, sus manos sueltas sobrela sbana, entregadas las palmas hacia arriba, losdedos tan abiertos como sus muslos aceitados quese levantaban hacia l buscando su mano. As la lu-bricaba con su propio flujo, sus propios humores,hasta volverla dcil, hasta tener la mano empapada

    y el brazo tambin mojado bajo su cuello, mientrasla cabeza se bamboleaba a la derecha, a la izquierda,y las espesas nalgas sudadas tambin iban y venanen un oleaje que llenaba la cama de agua. Slocuando el grueso vientre era sacudido por espasmos,

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    slo cuando empezaba el zureo de paloma, slo en-tonces Pancho penetraba a la Teresa, vente chiquita,vente y no estaba dentro de ella cinco minutoscuando ya la mujer se haba venido en una avalan-cha de estertores, de sollozos, arquendose una y

    otra vez hasta quedar colmada.Pancho acechaba en ella el rostro de satisfaccin

    que nunca le haba visto sino en el momento delamor y por eso no dejaba de mirarla con los ojos fijoshasta que vea aflojarse todos los rasgos de su cara,su boca chupetear como recin nacido, succionar

    para despus dejarse ir derramada en todas sus fac-ciones. Qu gloria entonces para l ver a esta gordajadeante, los ojos en blanco, impdicamente suelta,el monte abultado y ancho, ahora quieto, el est-mago enorme, esta mujer que haba gorjeado ciega,ciega, y que poco a poco volva a la vida, ya sin

    fuerza, habiendo dado uno a uno todos sus frutos! Ala hora, Teresa sala de la cama, y as, sin ms, sinpasar siquiera al bao, se iba a la cocina a encenderla lumbre. Coman para poder regresar luego a lacama llena de murmullos lquidos y l la montabacon prisa porque tena que irse al trabajo y ella se

    ofrendaba otra vez maciza, entera, seca, buenota, qubuena mujer la Teresa, qu buena, se resarca pronto,y l se lanzaba de nuevo, su mano tentoneaba, bus-caba reconocindola hasta aguardarla con sus cari-cias. Aqu? Ms abajo? Dmelo chiquita, aqu?

    Quiero mi traslado a Apizaco.

    No seas pendejo, cmo te vas a salir? Pancho,no vas a perder tu antigedad, as noms porque s.El gringo se enoja. Le dicen el Gringo por los ojos

    claros pero es de la sierra de Puebla.Voy a hablar con el superintendente de Fuerza

    Motriz.

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    El Gringo es un hombre bien fogueado, empeza trabajar en Ferrocarriles como pen de va; luegolo ascendieron de limpiador a fogonero. Tan rpidofue su escalafn que los otros se enojaron:Ahoranoms falta que las moscas sean conductores!, pero

    el Gringo haba sido pasacarbn y tambin garro-tero. Hizo la carrera completa: garrotero de patio,mayordomo, jefe de patio, ayudante del jefe de patiogeneral y all se le acab el terrapln porque el si-guiente paso o sea el de jefe de patio general, el quemanda en la Terminal, es de confianza y prefiri,

    como Luciano Cedillo Vzquez, quedarse de estelado de la cortina de billetes. Se las saba de todas,todas. Haca escasos cuatro meses haba pedido queles dieran la reglamentacin de la fuerza diesel, por-que las locomotoras mucho ms potentes que las devapor salan con cuarenta y hasta cincuenta carros y

    utilizaban el mismo personal y muchos rieleros que-daron entonces sin trabajo. El Gringo luch porquetambin los auxiliares de locomotora tuvieran con-trato pero perdi. Lo que nunca perda, incluso enel bote, era la esperanza.

    T puedes sacarle 30 mil pesos a la empresa

    cuando te jubiles.No mames, qu te pasa? Cuntos jubiladosconoces que no se estn muriendo de hambre?

    El Gringo golpea su vaso contra la mesa.Puedes sacarle hasta 40 mil.Si no fuera el Gringo, Pancho lo largara, pero se

    trata de un viejo preparado. El Chufas ya medio trolere quedito. El Gringo vuelve a golpear su vaso y legrita al de la cantina:Qu pasa con las otras? Tevamos a acusar de tortuguismo!El cantinero mal-humoriento al ver el vaso en el aire est por respon-der:Si lo rompes lo pagaspero se arrepiente.

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    A m me quitaron a mi negra consentida seacercaVenancio y no por eso le he hecho el feo alas nuevas.

    Scate de aqu.A Pancho le gusta el sabor de la primera cerveza

    cuando pasa un tantito agria, un tantito rasposa porsu garganta. El Chufas con el dorso de la mano lim-pia sus bigotes de espuma. Slo el Gringo se la em-pina de un jaln y paluego es tarde, pide las otrasque corren por su cuenta; de suerte que los cuatesno han terminado cuando ya estn frente a ellos las

    nuevas botellas.Por esas sierras, la va es pura brecha.Por esas partes, los recorridos insiste el

    Chufas no se cuentan por horas sino por das.Y a m qu?Esa ya no es mquina vuelve a la carga Ve-

    nancio sa es un huacal pollero.Lrgate grita de nuevo Pancho.Y esta vezVenancio se levanta, al cabo ya termin

    su cheve.Lrgate t con tu mquina.Caritino se sienta en el lugar que dej libre Ve-

    nancio, pide su cerbatana, echa su silla para atrs yse tapa la cara con la gorra. Siempre hace eso.Yovengo a descansar, aclara. Slo se despereza a lahora de los trancazos porque eso s le gusta entrarle.

    En el ambiente clido de la cantina, Pancho echaa rodar sus recuerdos y ms ahora que est a medios

    chiles. Cuenta de la Hermandad de Caldereros, dela Fraternidad de Trenistas, de la lucha de 1946 queresult sangrienta, del mayordomo Reza que cayherido de muerte por un tiro en el cuello, en la mis-mita estacin de Ferrocarriles, de sus compaeros

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    patieros; habla de las huelgas pasadas y siempreperdidas, del Comit de Vigilancia que alguna vezencabez, y finalmente, ya en las ltimas, de lo bo-nito que es asomarse a la ventanilla de la Prieta parasentir las bocanadas de aire.Y en voz baja, avisa:

    Maana me largo a Apizaco.El Gringo interviene:Ni que te furamos a dejar.Caritino se descubre el rostro, su gorra ferroca-

    rrilera echada para atrs y toma un largo, un lentotrago de cerveza.

    Yo que l tambin me largaba.Ustedes estn en contra del progreso.Qu progreso ni qu ojo de hacha.Al da siguiente Pancho no vino a trabajar. Los

    rieleros pensaron que se haba ido a Apizaco, quedentro de algunos das sabran de l; el superinten-

    dente Alejandro Daz le pidi personalmente al te-legrafista que le avisaran en cuanto lo vieran, aunqueen la sierra los telegrafistas tienen la maldita cos-tumbre, sobre todo en las estaciones perdidas, deaislar los aparatos y dejar de transmitir las rdenes.De all tantos rielazos. A los pocos das, Alejandro

    Daz supo que tampoco la Prieta estaba en el andnde la estacin ferroviaria de Apizaco. Como era unamquina vieja, no la report de inmediato, la em-presa no hara mucho escndalo y se ganaban unoscuantos das para proteger a Pancho, localizarlos,mandarle decir que se dejara de pendejadas.En esa

    cafetera no va a aguantar y si aguanta, que no creaque vamos a dejar de arrestarlo.Cul arrestarlo?sa es una desgraciada carcacha que se le va a cho-rrear en la primera bajada. No le has visto lascejas?. En la cantina volaban las conjeturas:Pobre

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    Pancho. As suele sucederles a los viejos rieleros, seles bota la chaveta.Si Pancho sigue agarrado desu palanca, se va a matar!Ferrocarriles empez aenviar despachos para que en la primera estacin enla que se detuviera le avisaran a Pancho que estaba

    bajo arresto, que pona en peligro la vida de otrosque recorran como l los tramos menores, pero niun telegrafista report jams el arribo de la Prieta.En Buenavista, slo el Gringo pretendi organizarcuadrillas para recorrer la va de Apizaco a Huauchi-nango; incluso se fue en cabs pero no vio mquina

    alguna; ninguna locomotora de esas seas habacargado combustible, ningn maquinista de peloblanco haba bajado a proveerse de bastimento. Olo estaban protegiendo o se lo haba llevado lamadre de todos los diablos. En Ferrocarriles deduje-ron:Se ha de haber desbarrancado en la primera

    corrida y ni sus luces. Ha de estar en lo ms hondodel resumidero.Pero no puede perderse una m-quina con un hombre as como as!Ms se perdien Roma y ni quin se acuerde!Lo curioso es queen muchos tramos haba murcilagos carbonizadosen la va y en el balasto como si de veras un tren hu-

    biera pasado y ellos, los ojones, se hubieran estre-llado contra su gran faro. Sin embargo, ningunaestacin report mquina alguna; nada, ningn so-nido en los rieles. Despus de unos meses, los des-pachadores no recibieron entre sus rdenes la clavede la Prieta; sus seales, tamao y abolladuras para

    poder reconocerla.Y los que la reconocieron, si esque llegaron a verla, se hicieron ojo de hormiga por-que nadie mand el parte a Buenavista.

    De Apizaco a Huauchinango y tambin entre laspoblaciones que se adentran en la sierra, por el

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    rumbo de Teziutln se esparce el rumor de una m-quina loca que hace corridas fantasmas y en lanoche se escucha cmo el maquinista abre la vlvulade vapor y la montaa resuena entonces con un la-mento largo, como el grito de un animal herido, un

    grito hondo y dolido que parte la sierra de Pueblaen dos. Nadie la ha visto (aunque todos los hombresdel mundo se han ido un poco con el tren que pasa),pero una vez, un despachador que se iniciaba en unaestacin perdida de la Huasteca, de esas donde nocae un alma viviente y en las que suelen mandar a

    entrenarse, en medio de los abismos oscuros, a losnuevos para que se despabilen, envi un telegramaque leyeron en Buenavista:Mtase mi Prieta, entreel durmiente y el silbatazo. El Gringo que andabaenla chanclade la estacin se enter y fue el nicoen sonrer. Pero como ya no le gustaba platicar no

    dio explicacin alguna. Tampoco la dio a AlejandroDaz, empleado de confianza.

    ELINVENTARIO

    Esta mesa es Chippendale.A ver, muchachos, al camin!Vocea:Una mesa con las patas flojas, una!Un cuadro de la escuela de Greuze.Una tela grande rayada, una!

    Una consola Louis Philippe.Oiga, yo creo que estos muebles son del tiempode don Porfirio, porque mire noms el polillero.

    Dos vitrinas de Wedgewood.Cmo dice usted?

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    WedgewoodVoy a deletrerselo.Salen dos vitrinas! Mira sta no cierra!Dos sillones con la tapicera percudida, dos!No est percudida, as es, estilo Regency.Es que nosotros tenemos la obligacin de

    poner cmo estn, si no luego nos reclaman.Y todasesas mesitas redondas, tambin nos las llevamos?

    S, tambin son para la bodega.Y si no es indiscrecin, por qu mejor no las

    vende?Son de mis tas, son de mi familia, cosas de fa-

    milia. Cmo las voy a vender? Nosotros no vende-mos, mandamos restaurar.Pues tambin se le van a apolillar. Mire este

    cajn, ya est todo agujereado!Y est chistoso el ca-joncito. Mire noms cunto tiempo gastaban los an-tiguos en estas ocurrencias Todo de puros

    cachitos.Una maana subi Ausencia. Se arrodill juntoa la cama, a la altura de mi cabeza sobre la almohaday despert con el rostro de la cocinera esperndome,ese rostro gris, viejo, grueso.

    Ya me voy seorita!

    Qu te pasa Ausencia?Es que me voy antes de que se me haga tarde.No entiendo.No quiere usted revisar lo que me llevo? All

    abajo est la camioneta.Por Dios, Ausencia, qu haces?

    Es que las cosas ya no son como antes Mellevo el ajuarcito de bejuco. se me lo regal suabuelita.

    (En la calle estaba la camioneta muy pequeacon todos los pobres muebles apilados, patas paraarriba. All amarraron al perro.)

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    En el principio fueron los muebles. Siempre hubomuebles.

    Oye a quin le toc el esquinero de marque-tera poblana?

    A ta Pilar, pero en compensacin le daremos a

    Ins las dos sillas de pera y manzana.Era bueno hablar de los muebles; parecan con-

    fesionarios en donde nos vacibamos de piedritas elalma. Hablar de ellos era ya poseerlos. En el fondode cada uno de nosotros haba una taza rencorosa,un plato codiciado de Meissen, un pastorcito de Ni-

    derwillerque yo quera y estaba en otro lote. Apesar de que todos ramos herederos, y herederosde a poquito, a pesar de que nos espibamos con en-vidia, el aire estaba lleno de residuos que nos unany haba la posibilidad de que el da menos pensadonos dijramos: Oye, el arbolito chino no me lo

    cambiaras por aquella bicoca de Chelsea que tantome gusta?...Vale ms el arbolito, sales ganandoUna luna sin espejoCmo que sin espejo?Es que est empaado.As son esas lunas venecianas. No son para

    verse. Son de adorno. Son para borrar los recuerdos.Como usted mande. Sale una luna rajada,marco dorado, una!

    (Me estn despojando de algo. Toda mi vida heestado prendida en estos muebles. Cmo memiran! Invadieron mi alma como antes invadieron

    la de mi abuela y la de mis tas, la de mis siete tas in-finitamente distradas y desplazadas, siempre ex-tranjeras, siempre en las lunas del espejo; y la de misnueve primas a la deriva Se estn llevando la pri-mera capa de mi piel, caen las escamas.)

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    Por favor, pongan ms cuidadoEs que el mal ya est en los muebles, seorita,

    ya no sanan. No es cosa nuestra. Mire, no podemosni tocarlos. Parecen momias y se nos desbaratan enlas manos. Cmo le hacemos, pues?

    Ausencia con su suter y su chal cruzado sobrelos hombros, su chal para taparla del fro de todosestos aos no vividos, el fro de toda esa vida connosotros, la nariz amoratada en la maana fra, lasmejillas azules por ese vello negro, monjil como elplumn de los pollitos, Ausencia con su boca muy

    cerca:Me voy para San Martn Texmelucan. Me llevoa la Dickie, a la Blanquita, al Rigoletto, al Chocolatey, a mi ajuarcito de bejuco.

    All est Ausencia implacable, tan implacablecomo los muebles.

    Qu quiere usted, as es la vida, las cosas se vandeteriorando; tambin con los aos se va agrietandoel carcter.Valo todo bien para que luego no digaA esa silla le clavaron el brazo; mire qu clavote tanburdo. Se la fastidiaron de plano. Bueno, no es silla,es como silln verdad? Ms bien parece mecedora,

    o ser un banquito al que le aadieron el respaldo?Pero le rompieron el brazo y all mal que bien se lopegaron con resistol. Qu no se dio cuenta? O esque usted no est al pendiente? Se la voy a embode-gar pero fjese bien que todo est chimuelo, todocojo todo medio dado al cuas.

    Ausencia, plomiza, secreta, arrodillada. Otromueble viejo que sacamos a empujones.Levntate Ausencia, por favor. No te hinques,

    Dios mo! (Lo ha hecho a propsito. Esto parece te-lenovela con lanzamiento.Por favor no me saquen

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    de aqu!Pero ella se va porque ya acab de estar. Seme hinca encima para que yo sienta toda la vida elpeso de sus rodillas de mujer que trapea el piso.Vamos a llorar. Pero no, ella nunca llora. Al contra-rio, cuando mi abuelita estaba para morir, subi a

    verla una sola vez, plaidera muda, con todo el pelogris destrenzado sobre los hombros, porque l


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