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Page 1: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

V Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad deHumanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata,2008.

Las Ciencias Sociales duranteel terrorismo de Estado enArgentina. .

Apaza, Hernán.

Cita: Apaza, Hernán (2008). Las Ciencias Sociales durante el terrorismo deEstado en Argentina. V Jornadas de Sociología de la UNLP. UniversidadNacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducación. Departamento de Sociología, La Plata.

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La producción de ciencias sociales en Argent ina, 1 9 7 8 – 1 9 8 4 :

una aproxim ación a t ravés de las páginas de SOCI OLÓGI CA.

Hernán Apaza *

1 . int roducción general

En las producciones histor iográficas académ icas claramente puede ident ificarse un

relato normalizado que indica que, como consecuencia de la colonización del espacio

universitar io llevado a cabo por las fuerzas represivas estatales y paraestatales, durante el

período 1974 – 1983, dichas inst ituciones se convirt ieron en una suerte de t ierra yerma e

infecunda para el desarrollo de las ciencias sociales. En consecuencia, de acuerdo a esta

narrat iva, la producción de conocim iento cient ífico-social del período en el marco de las

inst ituciones universitar ias suele ser caracterizada no sólo como escasa, sino académ icamente

irrelevante. Estas valoraciones se realizan cont raponiendo tales producciones a las surgidas del

seno de lo que fuera denom inada la “universidad de las catacum bas” . 1 Pero, ¿esto fue

realm ente así? ¿qué conocim ientos tenem os de dicha producción?.

En el presente t rabajo me propongo explorar, de modo inicial, la producción en ciencias

sociales en las inst ituciones universitar ias durante el periodo dictatorial. Para esto, cent raré m i

análisis en la revista “SOCI OLÓGI CA” , publicación especializada en ciencias sociales, editada

con el auspicio de CONI CET ent re los años 1978 y 1984, en la que intervinieron una cant idad

considerable de invest igadores radicados en sendas universidades nacionales públicas y

pr ivadas.

Como hipótesis de t rabajo se puede aventurar que el régimen dictatorial no sólo se

propuso implementar un sistemát ico plan de persecución y expulsión de aquellos docentes e

invest igadores considerados peligrosos (que en muchos casos, implicó la cárcel, la

desaparición o la muerte) , sino que además, a t ravés de sus cuadros académ icos, intentó

art icular e impulsar una propuesta o modelo funcional de desarrollo de las ciencias sociales,

afín a los lineam ientos polít icos, ideológicos y cient íficos del régimen dictatorial. De este modo,

SOCI OLÓGI CA – por diversas cuest iones que serán debidam ente expuestas – se const ituye en

una vía de acceso privilegiada a la producción en ciencias sociales del período.

* Facultad de Hum anidades y Ciencias, UNL – Becario de CONI CET. Gdor. Padilla 2094, ciudad de Santa Fe (3000) . Teléfono: 0342 – 4558665. Correo Elect rónico: [email protected] . 1 Cfr. ROMERO, Luis Alberto. “La histor iografía argent ina en la dem ocracia: los problem as de la const rucción de un cam po profesional” . Entrepasados. Revista de Histor ia, Año V, Nº 10, Principios de 1996.cuyas líneas argum entales en este tem a son reproducidas por la gran m ayoría de los histor iadores académ icos.

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2 . lugares, práct icas y agentes de la invest igación cient ífico- social: la ‘preparación

del terreno’

El proceso de inst itucionalización de las ciencias sociales en Argent ina ha estado

at ravesado por conflictos y verdaderas batallas – no sólo académ icas – protagonizadas por

dist intos agentes ( individuales y/ o colect ivos) que buscaron hacerse del cont rol y dirección de

est ructuras e inst ituciones, recursos económ icos, reconocim iento oficial, ent re ot ros. Lo que

hoy podemos ident ificar como ‘campo cient ífico’ t iene sus orígenes sociales en la

sedimentación de una serie de proyectos y planes de desarrollo cient ífico-social y tecnológico

implantados por sucesivos gobiernos; y aunque ninguno de aquellos logró perdurar en el

t iempo e inst itucionalizarse en forma definit iva, encont rándose a la deriva, siendo arrast rados

– y en varias oportunidades, directamente arrasados – por las cont ingencias polít icas y

sociales de nuest ro país2 , sí heredaban a las gest iones posteriores un conjunto de norm as,

inst ituciones, proyectos de invest igación y desarrollo y, obviamente a muchos de los

invest igadores, verdaderos sobrevivientes, que no podían ser ignorados a la hora de

em prender una nueva planificación, que era vista siempre como una necesidad de primer

orden por quienes tuvieran el cont rol del aparato estatal, ya fueran civiles o m ilitares.

Desde la década del cincuenta se fue est ructurando un com plejo norm at ivo- inst itucional

marco de las act ividades cient íficas y tecnológicas en Argent ina. 3 Y si bien el surgim iento de la

invest igación cient ífica en nuest ro país, a fines del siglo XIX, estuvo circunscrito a la

Universidad – algo que podemos ident ificar como una constante histór ica del desarrollo de las

invest igaciones en Argent ina –, durante la década del setenta se modificó sustancialmente el

Com plejo Cient ífico y Tecnológico (CCyT) 4 del país a part ir de la mayor gravitación que

adquir ieron los inst itutos directamente dependientes del CONI CET. Resaltamos este hecho

debido a que estos cambios no sólo respondieron a cuest iones de polít ica cient ífica. Como lo

indica Oteiza:

“La expansión acelerada de los cent ros e inst itutos propios, especialmente

durante el últ im o régim en m ilitar (1976 – 1983) , cont r ibuyó a desbalancear aún

m ás el CCyT en desm edro de la Universidad. Se optó com o en ot ros regím enes

autoritar ios anteriores por ubicar las act ividades cient íficas y tecnológicas en

ám bitos que no dispusieran del t ipo de autonom ía ni de libertad académ ica

norm al en el m edio universitar io ( lo que no quiere decir que no haya prior idades

2 Con esto no hacem os sólo una m ención obvia a las interm itencias ent re regím enes republicanos de gobierno y regím enes autoritar ios, sino tam bién a los abruptos cam bios en polít ica económ ica y social que repercut ían duram ente, debido a sus característ icas propias, en el desart iculado Com plejo Cient ífico Tecnológico argent ino. 3 Las pr incipales inst ituciones de CyT en el ám bito del Poder Ejecut ivo Nacional se crearon en el país en la década del 50: en 1950, la Com isión Nacional de Energía Atóm ica (CNEA) ; en 1956, el I nst ituto Nacional de Tecnología Agropecuaria ( I NTA) ; en 1957, el I nst ituto Nacional de Tecnología I ndust r ial ( I NTI ) ; en 1958, el Consejo Nacional de I nvest igaciones Cient íficas y Tecnológicas (CONI CET) . 4 Durante el periodo estudiado, el CCyT contaba, como principales organismos de gobierno, de su polít ica, prom oción y coordinación, a la Secretaría de Ciencia y Tecnología, el CONI CET y el Consejo de Rectores de Universidades Nacionales.

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a nivel de la polít ica cient ífica nacional, en un m arco concertado, com plejo y

dem ocrát ico) .” 5

Ahora bien, estos cambios no implicaron de ningún modo que la invest igación cient ífica

ocupara un lugar destacado en la planificación de los sectores m ilitares y civiles responsables

de la últ ima dictadura; al cont rar io:

“el proyecto de t ransform ación económ ica im puesto durante la dictadura m ilitar

últ im a no asignaba papel alguno creat ivo o const ruct ivo para el Com plejo Cient ífico

y Tecnológico en el m arco del m odelo de desarrollo global. Se m antuvo por lo tanto

un alto grado de aislam iento de las act ividades de invest igación cient ífica y

tecnológica, no por vocación de los invest igadores (aunque en algunos casos ésta

pudiera darse) , sino por causas est ructurales y est rategias económ icas y polít icas

en las que no quedó espacio para la part icipación de las capacidades creat ivas

existentes en el seno de nuest ra sociedad.” 6

Asim ismo, esta tendencia general no implica que las Universidades – ya sean públicas o

privadas – no albergaran en su seno proyectos de invest igación, com o tendrem os oportunidad

de considerar más adelante. De todas maneras, queda claro que las polít icas implementadas

durante los setenta en materia de polít icas universitar ias y cient ífico- tecnológicas no pueden

ser com prendidas si sus objet ivos son reducidos a una lógica inherente a las necesidades del

CCyT, sino que respondían – en últ im a instancia – a consideraciones polít icas e ideológicas del

gobierno de turno.

Durante este periodo el sistema universitar io se diversificó notablemente, con la

creación de nuevas universidades. 7 Si bien el proyecto de descent ralización implementado

tenía como objet ivos declarados la preocupación por resolver el problema de la superpoblación

de las universidades met ropolitanas existentes y, por ot ro lado, regionalizar el sistema para

proporcionar al inter ior mayores posibilidades de desarrollo8 , lo cierto es que el Onganiato

asum ió la realización del proyecto debido a que le era funcional – en el mediano plazo – a las

necesidades del ejercicio del cont rol social sobre la población universitar ia; por ot ro lado, con

ello el régimen dictatorial buscaba generar adhesiones y apoyo polít ico por parte de dir igentes

de las provincias en las que eventualmente se instalarían las universidades. 9

5 OTEI ZA, E. (director) La Polít ica de invest igación cient ífica y tecnológica argent ina. Histor ia y perspect ivas, Cent ro Editor de Am érica Lat ina, 1992, p. 24, el destacado me pertenece. 6 OTEI ZA, E. Op. cit . , p. 22. Si bien compart imos este análisis en general, consideramos que deberían encararse nuevos estudios de la relación ent re cient íficos y Gobierno dictator ial que at ienda los desarrollos regionales del CCyT, así como a la dinám ica propia que adquir ió el proceso en cada una de las universidades nacionales. 7 En 1968 fue creada la Universidad Nacional de Rosario. A part ir de allí, ent re 1971 y 1975, fueron abiertas dieciséis universidades m ás: Com ahue, Río Cuarto, Catam arca, Lom as de Zam ora, Luján y Salta; Ent re Ríos, Jujuy, La Pam pa, de la Patagonia, Misiones, San Juan, San Luis y Sant iago del Estero; la Universidad Nacional del Cent ro de la provincia de Buenos Aires (con sede en Tandil) y Mar del Plata. 8 El proyecto, publicado en 1970, era obra de Alberto Tarquini (h.) , decano de la Facultad de Farmacia y Bioquím ica de la Universidad de Buenos Aires. 9 PÉREZ LI NDO, Augusto. Universidad, polít ica y sociedad. EUDEBA, Buenos Aires, 1985, pp. 155-156. Al respecto, señala Buchbinder: “Se t rataba entonces de un proyecto que procuraba com pat ibilizar el

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Más allá de estos fines, lo cierto es que durante los setenta las universidades se

act ivaron siguiendo el vért igo que les imprim ían los movim ientos sociales en ascenso; proceso

que fue confrontado por la aparición de los grupos paraestatales de ext rema derecha, con el

t rasfondo de un gobierno elegido por el voto ciudadano:

“ ...Desde m ayo de 1973 a 1974, con el retorno del peronism o con un gobierno

popularmente elegido, se vivió un periodo intenso de creat ividad social e intelectual,

tanto dent ro de las universidades com o fuera de ellas, pero en un clim a de

incert idum bre, confusión y violencia creciente. Desde mediados de 1974, con el

desplazam iento de los grupos renovadores y el cont rol del aparato de gobierno por

grupos de ext rem a derecha, se ent ró en un periodo sombrío que sería el más

oscuro de la histor ia m oderna del país...” 10

De aquí se desprenden dos constataciones: en prim er lugar, esta exacerbación y

polit ización general en la que la lógica propia de la invest igación y const rucción del

conocim iento cient ífico – que parecía ser el ideal establecido en el imaginario de diversos

sectores part icipantes de la experiencia abierta en 1955 y clausurada abruptam ente en 1966 11

- quedaba t rastocada, ofrecía un excelente m ot ivo para los promotores la de alejar a la

invest igación de la Universidad; en segundo térm ino, destacar que el proceso de represión y

persecución sistemát ica a intelectuales y cient íficos universitar ios se inicia por lo menos dos

años antes del golpe de Estado de 1976, en pleno gobierno const itucional. La “pr im avera

cam porista” universitar ia era rápidamente clausurada por lo que se conoce como la “m isión

I vanissevich” ,

“ .. .que pretendió im plantar una concepción jerárquica, autor itar ia y

ult raconservadora en las universidades. Det rás de él se alinearon grupos peronistas

de derecha y elem entos declaradam ente fascistas com o Ot talagano ( interventor de

la Universidad de Buenos Aires) , o com o Rem us Tetu (exiliado nazi, interventor en

las universidades del Com ahue y del Sur) .” 12

La Dictadura de 1976 procedió a exacerbar y sistemat izar el plan de represión,

persecución y muerte, iniciado por las organizaciones represivas estatales y paraestatales

proceso de expansión de la m at rícula universitar ia, la conform ación de una universidad cient ífica, las necesidades derivadas del desarrollo regional y la despolit ización.” BUCHBI NDER, Pablo. Historia de las universidades argent inas. Sudam ericana, Buenos Aires, 2005, p. 200. 10 VESSURI , Hebe. “Las ciencias sociales en la Argent ina: diagnóst ico y perspect ivas” , en OTEI ZA, Enrique; op. cit . ; p. 344. Al respecto, señala Pérez Lindo: “El periodo 1973-1976 fue ext remadamente tum ultuoso y t rágico ( ...) . En este cuadro todo no era reduct ible a lo m ism o, es decir , al tum ulto, al terror ismo. Numerosos proyectos tuvieron la oportunidad de ser emprendidos, hubo un despertar de iniciat ivas creadoras para renovar la Universidad.” PÉREZ LI NDO, A. Op. Cit . , pp. 171-172. 11 Sobre la experiencia de la Universidad ent re 1955 y 1966, no haremos mención alguna en este t rabajo; sim plem ente querem os llam ar la atención acerca de la idealización que se ha hecho de aquel período y que se evidencia en la m ayoría de la bibliografía consultada, que m erece ser por lo m enos problem at izada. 12 PÉREZ LI NDO, A. Op. cit . , p. 166

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durante el últ imo gobierno peronista. 13 Cont rariamente a lo indicado por Horacio González en

el prólogo a la obra de I nvernizzi y Gociol, cuando afirm a que “ . . .en los funcionarios m ilitares

del periodo 1976 – 1983, hay sin duda una polít ica cultural entendida com o coerción y no

com o hegem onía...” 14 , nos inclinamos a pensar – como por ot ra parte también lo demuest ran

los autores prologados en dicha invest igación – que la polít ica universitar ia y cient ífica del

régimen terrorista comprendió dos etapas: la pr imera de cont rol y “depuración” , iniciada, como

vim os, en 1974 y extendida hasta 1978/ 79; y la segunda, de “norm alización” , a part ir de

1980, con la sanción de la nueva ley universitar ia. 15 Fue justam ente durante dicha segunda

etapa cuando el régimen desplegó toda su posit ividad. En cuanto a las polít icas de

invest igación, tal vez su product ividad haya empezado antes, con la implementación de

determ inadas líneas de desarrollo, apoyada en los múlt iples cent ros de invest igación

(dependientes de CONI CET) creados durante la década estudiada, que se encont raban

desvinculados de las est ructuras universitar ias, y en la siniest ra eficacia del sistema represivo,

que arrasó con docentes, invest igadores y estudiantes universitar ios.

En este punto, si bien podría parecer retórica, la pregunta acerca del porqué de la

represión cultural16 debe ser r igurosam ente contestada, toda vez que persiste en presentarse

a las Fuerzas arm adas com o verdugos carentes de toda razón y juicio. Y si bien el plan de

exterm inio fue dir igido primariamente cont ra las organizaciones sociales y polít icas de

izquierda en general y cont ra las organizaciones armadas en part icular, lo cierto es que el

m ismo plan y su ingeniería no podrían ser com prendidos en su lógica si no se incorpora en su

13 La visión oficial del Gobierno dictator ial, puede verse en la publicación del Gobierno Nacional “El terror ism o en la Argent ina. Evolución de la delincuencia terror ista en la Argent ina.” Sin pie de im prenta. 1979. También, puede consultarse “Ejército Argent ino” Publicación del Com ando en Jefe del Ejército. Año 1, volumen 1, 1979, especialmente “La lucha cont ra la subversión com unista en el cam po ideológico” , pp. 64 - 72 14 GONZÁLEZ, Horacio. “Prólogo” a I NVERNI ZZI , H. y GOCI OL, J.; Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la últ im a dictadura m ilitar; Buenos Aires; EUDEBA, 2003. 15 La propuesta de dist inguir estas etapas corresponde a PÉREZ LI NDO, Augusto, op. cit . , p. 186, quien propone como punto de part ida al año de 1976; la diferenciación de “etapas” se encuent ra tam bién en ot ros autores consultados. Desde nuest ra ópt ica la periodización debe ret rot raerse unos años, ya que durante el gobierno const itucional de I sabel Perón el estado de sit io const ituyó la norm a, siendo adoptadas “m edidas de seguridad” en forma recurrente, acompañadas por el accionar de las bandas paraestatales de la AAA, que operaban desde octubre de 1973, apoyadas y protegidas por los organism os de seguridad. Esta periodización no im plica realizar un corte taxat ivo ent re una y ot ra etapa. Asim ism o, m ás allá de los años propuestos com o m arcos generales para la com prensión del proceso, lo cierto es que las polít icas de producción del régim en se iniciaron en cada espacio cultural o inst itucional de acuerdo a las posibilidades y el grado de cont rol que las fuerzas represivas lograron im poner en cada caso. Para m encionar sólo un ejem plo, en el caso de EUdeBA la polít ica editor ial act iva se inicia en 1977. Cfr. I NVERNI ZZI , H. ‘Los libros son tuyos’, EUdeBA, Buenos Aires, p. 97 y ss Véase tam bién los estudios sobre la UNER y la Universidad Nacional del Com ahue en KAUFFMAN, Carolina (directora) . Dictadura y Educación. “Depuraciones y vigilancia en las Universidades Nacionales Argent inas” . Tom o I I . UNER - Miño y Dávila, Buenos Aires, 2003. 16 Hablam os de represión “ cultural” en el sent ido adoptado por I nvernizzi y Gociol del térm ino cultura, quienes recuperan el concepto de Néstor García Canclini: “ la producción de fenóm enos que cont r ibuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las est ructuras materiales, a comprender, reproducir o t ransform ar el sistem a social, es decir todas las práct icas e inst ituciones dedicadas a la adm inist ración, renovación y reest ructuración del sent ido.” GARCÍ A CANCLI NI , N. Las culturas populares en el capitalismo. Casa de las Am éricas, La Habana, 1999. Cit . en I NVERNI ZZI y GOCI OL, op. cit . , p. 22. Con esta definición, nos parece lícito incorporar al cam po cient ífico com o espacio de operaciones de la represión cultural.

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análisis la importancia que los genocidas le otorgaban al cam po cultural. 17 Al decir de

I nvernizzi y Gociol:

“ la est rategia hacia la cultura fue funcional y necesaria para el cum plim iento

integral del terror ism o de Estado com o est rategia de cont rol y disciplinam iento de la

sociedad argent ina.

“De un lado estaban los cam pos de concent ración, las pr isiones y los grupos de

tareas. Del ot ro, una com pleja infraest ructura de cont rol cultural y educat ivo, la

cual implicaba equipos de censura, análisis de inteligencia, abogados, intelectuales

y académ icos, planes editor iales, decretos, dictám enes, presupuestos, oficinas...

Dos infraest ructuras com plem entarias e inseparables desde su m ism a concepción. 18

La bibliografía consultada19 coincide en enfat izar el predom inio que la “doct r ina de la

Seguridad Nacional” y su hipótesis de la agresión interna o subversión como nueva forma de la

conspiración comunista internacional fue adquir iendo a part ir de la dictadura encabezada por

Onganía en 1966, hasta convert irse en el eje cent ral de las concepciones ideológicas del

autoproclam ado “Proceso de Reorganización Nacional” , contenidos en sus “objet ivos básicos” :

“ - Vigencia de los valores de la m oral cr ist iana, de la t radición nacional y de la

dignidad del ser argent ino.”

“ - Vigencia de la seguridad nacional , erradicando la subversión y las causas

que favorezcan su existencia...”

“ - Conform ación de un sistem a educat ivo acorde con las necesidades del país,

que sirva efect ivam ente a los objet ivos de la Nación y consolide los valores y

aspiraciones culturales del ser argent ino...” 20

I ndica Ansaldi que “ la form a específica asum ida por [ la Doct r ina de Seguridad Nacional]

en la región enfat izaba la ‘seguridad interna’ frente a la am enaza de ‘acción indirecta’ del

17 En este t rabajo no pretendo desconocer la especificidad de las práct icas cient íficas. Com o diría de Certeau en relación a la Histor ia, la operación cient ífica cuenta con un espacio part icular, una disciplina o práct icas específicas y, por supuesto, un género discursivo propio. De todos m odos, al incluir la práct ica de las ciencias sociales en un cam po cultural m ás am plio, querem os ponernos a cubierta de la pretensión de otorgar a la Ciencia y a la Universidad una cent ralidad e im portancia desm edidas, algo así com o un “cent ralismo académ ico” que sobreest ima los efectos sociales de la Ciencia. Algo de esto puede apreciarse en el Prólogo escrito por Diana Mafia al libro de Hernán I nvernizzi sobre la represión cultural en la Editor ial de la Universidad de Buenos Aires, cuando habla de “ .. . la existencia de un plan

sistem át ico de represión cultural com o eje fundam ental del proyecto polít ico, autor itar io y genocida que presidió las intervenciones del Estado ent re 1976 y 1983.” (el destacado me pertenece) . 18 I NVERNI ZZI y GOCI OL, op. cit . , p. 23, error en el que por ot ra parte, no incurre I nvernizzi ni Gociol. 19 Adem ás de la bibliografía ya citada, cfr . ALTAMI RANO, Carlos. Bajo el signo de las m asas. Ariel, Buenos Aires, 2001 y part icularmente ANSALDI , W. “Mat r iuskas de terror. Algunos elem entos para analizar la dictadura argent ina dent ro de las dictaduras del Cono Sur” , en PUCCI ARELLI , Alfredo. Em presarios, tecnócratas y m ilitares. Siglo Veint iuno editores Argent ina, Buenos Aires, 2004, pp. 27-51 y O’DONNELL, Guillerm o. “Las fuerzas arm adas y el estado autoritar io del Cono Sur de Am érica Lat ina” , en O’DONNELL, G. Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritar ism o y dem ocrat ización, Paidós. Buenos Aires, 2004, pp. 97 – 127, especialmente, pp. 107 a 110. 20 Citados en I NVERNI ZZI y GOCI OL, op. cit . , pp. 28-29. La visión oficial de la histor ia y situación del Área de Ciencia y Técnica en Argent ina, puede consultarse en el Anexo I .

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com unism o,” 21 en el m arco de una “guerra subversiva” . En las pocas líneas ext raídas del

comunicado de la Junta Militar, se incorporan térm inos de impronta católica, nacionalista y de

una mat r iz ident itar ia esencialista del “ ser nacional argent ino” , en el que se confundía la

noción de ciudadano con la de católico, propio de las concepciones integristas. Estas

concepciones cast renses respondían a una específica percepción de la realidad y a una

autopercepción inst itucional de carácter organicista: “ la sociedad, com o un cuerpo donde cada

parte t iene sus funciones bien delim itadas y jerárquicam ente ordenadas. La cabeza, dotada de

una racionalidad de la que carecen las ot ras partes, debe orientar el conjunto hacia el ‘bien

com ún’... no es casual que esta im agen autoritar ia, jerárquica, estam ental y ult raelit ista esté

difundida en las fuerzas arm adas. En prim er lugar, es un espejo de la idea que sus m iem bros

suelen hacerse de su propia organización. Por añadidura, es tam bién la im agen que de la

sociedad t ienen diversas vert ientes del pensam iento social católico, cuyas versiones m ás

t radicionales – y derechistas – t ienen una larga histor ia de sim biót ica aproxim ación a las

fuerzas arm adas.” 22

Recordemos que las fuerzas armadas llegaron a 1976 const ituidas en un actor

relat ivam ente autónom o y con una acum ulación de poder creciente. Y si bien a lo largo de su

histor ia, las FFAA fueron capaces de albergar en su seno grupos internos que apoyaban una u

ot ra fracción del bloque que eventualmente se encont rara en el poder, pero que aceptaban,

por vía de la disciplina y la jerarquía, una unidad inst itucional y una subordinación al sector

dom inante, 23 lo cierto es que en aquella coyuntura se dio algo inédito:

“Cuando se dio el golpe de 1976, por pr imera vez en la histor ia de las

asonadas, el m ovim iento se realizó con el acuerdo act ivo y unánim e de las t res

arm as. Fue un m ovim iento inst itucional, en el que part iciparon todas las unidades

sin ningún t ipo de ruptura de las est ructuras jerárquicas decididas, esta vez sí, a

dar una salida definit iva y drást ica a la cr isis.” 24

¿A qué respondía esta alineación que se most raba monolít ica y avasalladora? En

cont raposición al golpe de 1966, en el que las fuerzas arm adas intervinieron violentando el

orden inst itucional republicano como medida prevent iva y restauradora, los golpes de Estado

de la década del setenta (no sólo en Argent ina) , “ tuvieron una orientación bastante m ás

radical: detener un proceso que parecía a un paso del colapso final de sociedad, econom ía y

21 ANSALDI , W. Op. cit , p. 30 22 O’DONNELL, G. Op. cit . , p. 107. Para las relaciones histór icas ent re Fuerzas armadas e I glesia Católica, cfr . ZANATTA, Loris. Del Estado Liberal a la Nación Católica. Universidad Nacional de Quilm es, Buenos Aires, 1996; Sobre la I glesia Católica, un desarrollo histór ico sintét ico se encuent ran en ESQUI VEL, Juan Cruz. Det rás de los muros. La I glesia católica en t iempos de Alfonsín y Menem (1983 – 1999) , UNQ, Buenos Aires, 2004, capítulo 1. Específicamente para la relación ent re I glesia y Dictadura durante los pr im eros años del Golpe, cfr . OBREGÓN, Mart ín. Entre la Cruz y la Espada. La I glesia Católica durante los pr im eros años del Proceso. UNQ, Buenos Aires, 2005. 23 Paráfrasis de CALVEI RO, Pilar. Poder y desaparición. Colihue, Buenos Aires, 2001, pp. 8-11. 24 CALVEI RO, P. Op. cit . , p. 10. Esto no quiere decir que no hubieran dist intas posturas en lo que respecta a cuest iones polít icas y económ icas. Cfr. YANNUZZI , María de los Ángeles. Los años oscuros del Proceso. UNR Editora, Rosario, 1991, pp. 38-42.

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Estado y que, por lo tanto, requería bastante m ás que la restauración del orden social

preexistente.” 25

Ahora bien, más allá de las profundas coincidencias en cuanto a las necesidad de su

intervención y a los valores sobre los que habría de “ refundarse” la Argent ina, de acuerdo a

Paul Lewis los m ilitares en el poder no se ponían de acuerdo en cuanto a la profundidad y los

alcances de la represión “necesaria” para lograr los fines del “Proceso de Reorganización

Nacional” . De un lado, se encont raban Videla y un grupo de generales (Roberto Viola,

comandante en jefe del Ejército; Carlos Washington Pastor, m inist ro de Relaciones Exteriores y

cuñado de Videla; Horacio Liendo, m inist ro de Trabajo) quienes querían concent rarse en la

guerr illa y sus ‘redes de apoyo’ (aquí cabe preguntarse por los alcances del térm ino ‘redes de

apoyo’) . Del ot ro lado, se alineaban quienes evaluaban necesaria y fundamental la aniquilación

“no sólo de los act ivistas izquierdistas, sino tam bién aquellos que com part ían sus ideas,

aquellos que sim pat izaban con sus acciones e incluso quienes sim plem ente eran neut rales

tendrían que ser elim inados.” 26 Esta posición era sostenida por Albano Harguindeguy (m inist ro

del I nter ior) , Ram ón Genaro Díaz Bessone (m inist ro de Planeam iento) , Carlos Suárez Mason

(com andante de Cam po de Mayo) , Luciano Benjam ín Menéndez (com andante en Jefe del

Tercer Cuerpo de Ejército) y el alm irante Em ilio Massera (comandante en Jefe de la Marina y

vicepresidente de Videla) , algunos de los cuales, com o puede verse, ocupaban posiciones

inst itucionales y de mando, que les perm it ió materializar su aterradora visión.

Dice Quiroga: “El Golpe de Estado al t rastocar la organización inst itucional del Estado

dem ocrát ico obliga a los m ilitares a hacerse cargo totalm ente de la adm inist ración pública, ya

sea a t ravés de sus oficiales o de personal civil que se ident ifica con el nuevo régim en.” 27 De

esto se desprende una pregunta: ¿quiénes fueron los responsables de la gest ión de la

represión, en un primer momento, y de la promoción de un modelo cultural afín a los principios

y valores del régim en cast rense, una vez que la resistencia fuera reducida a su m ínima

expresión o directamente exterm inada?28 La incorporación de cuadros y dir igentes siguió una

lógica tecnocrát ica, es decir, quienes part iciparon del Proceso como funcionarios, lo hicieron en

25 O’DONNELL, Guillerm o. Op. cit . , p. 99. 26 LEWI S, Paul, op. cit . , p. 359. 27 Quiroga, H. Estado, cr isis económ ica y poder m ilitar (1880 – 1981) , CEAL, Buenos Aires, 1985, p. 116. Citado en KAUFMANN, C. “Las ‘Com isiones Asesoras’ en Dictadura” , en KAUFMANN, C., Dictadura y Educación. Tomo I Universidad y Grupos Académ icos Argent inos (1976 – 1983) . UNER – Miño y Dávila, Buenos Aires, 2001, p. 93. 28 La profusión de nom bres propios responde a un posicionam iento al que adhiero y que m uy bien ha sido expresado por Carolina Kaufm ann: “Así, en este escenario histór ico..., cabe reflexionar sobre los regímenes y campos de responsabilidades individuales y colect ivas, terreno aún no suficientem ente explorado... En definit iva, se t rata de considerar aquellos actos voluntarios y responsabilidades directas e indirectas, encubrim ientos y actos de negligencia, exter ior izados en ese espacio histór ico. ¿Será acaso pert inente, nom brar, decir , no callar, ver, oír , sim bolizar?...” La m ism a Kaufm ann responde “ .. .en cuanto al poder de art iculación de los nombres y de los acontecim ientos ligados a la indeterm inación ontológica y a la reorganización del relato... Tam bién resultan destacables las consideraciones efectuadas por Foucault , en cuanto a la histor ia com o cruce de datos “ forzar la red de inform ación inst itucional, nom brar, decir quién ha hecho qué, designar el blanco...” . KAUFMANN, C., ibídem , p. 107 y nota 44 en la m ism a página. Las ideas y citas con las que t rabaja se encuent ran en: RANCI ERE, J. Los nombres de la histor ia. Nueva Visión, Buenos Aires, 1993 y FOUCAULT, M. y DELEUZE, G. “Los intelectuales y el poder” en FOUCAULT, M. Microfísica del Poder . La Piqueta, Madrid, 1992.

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tanto técnicos y especialistas en cada una de las carteras, m inister ios y dem ás dependencias

oficiales, siempre subordinados a la planificación y los t iempos impuestos por los m ilitares. 29 Si

bien el pragmat ismo de los dictadores se evidenció en el nombram iento de sus m inist ros de

Economía, 30 en esferas tan caras al sent im iento pat riotero y devoto de las FFAA, como el

m inisterio de Educación, los católicos conservadores tuvieron part icipación fundamental: “ .. .el

Minister io del I nter ior fue el canal por el cual se intentó purificar – según la term inología

nacionalista – ciertas inst ituciones polít icas y sociales; la cartera educat iva fue un vehículo de

prom oción del ‘pat r iot ism o’ y de la religión católica...” 31 , en la que se sucedieron como

m inist ros de Educación Ricardo Bruera, Juan José Catalán, Juan Llerena Am adeo, Carlos A.

Burundarena y Cayetano Licciardo, cada uno de los cuales le imprim ió una lógica determ inada

a su gest ión, siempre conforme a los parámetros ideológicos de la dictadura.

Durante el periodo de terror ismo de Estado, los responsables de la Secretaría de

Ciencia y Tecnología32 , fueron: I ng. Carlos Cavot i ent re 1975 y 1976; Dr. Julio H. Olivera,

1973-1975, Dr. Sol Libertar io Rabassa, en 1976; Cnel. Carlos H. Garay, designado en 1976;

Dr. Arturo L. Otaño Sahores 1977-1978; Dr. Ferm ín García Marcos 1978-1981; Dr. Rogelio

Rodríguez 1981-1982; Cnel. Mario Remet in, 1982-1983. 33

En las inst ituciones universitar ias, las intervenciones – práct ica habitual en la historia

de las universidades argent inas durante todo el siglo XX, bajo dictaduras o gobiernos

const itucionales – se produjeron ya durante el año 1975 por medio de sucesivos decretos34 ,

sentando las bases normat ivas para la implementación de un programa sistemát ico de

reformulación de las inst ituciones universitar ias, o lo que autores com o Carolina Kaufm ann han

denom inado “Proceso de Reorganización Universitar ia” , sintet izados en los siguientes puntos:

“ .. . intervención directa de autoridades m ilitares en la conducción universitar ia,

cam bio de la est ructura adm inist rat iva previa al golpe de Estado, vinculaciones

est rechas con sectores integristas del catolicism o, configuración ideológica del

sistem a en relación a un severo cont rol ideológico, desm antelam iento del

pensam iento cient ífico autónom o e im posición de una ciencia perenne,

persecuciones y cesant ías en el cuerpo docente [ y no docente] y expulsiones en el

29 LEWI S, Paul. “La derecha y los gobiernos m ilitares, 1955 - 1983” , en AA VV La derecha argent ina. Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2001, p. 357. Tam bién en O’DONNELL, G. op. cit . 30 Las preferencias ideológicas del régim en estaban cercanas a las polít icas dir igistas y estat istas, pero “ la im periosa necesidad de llegar a buen puerto forzó a los m ilitares a reconocer que las econom ías m ás pujantes del m undo generalm ente seguían los pr incipios del libre mercado, y que el dir igismo tenía en la Argent ina un extenso histor ial de fracasos económ icos. Los m ilitares se inclinaron por los econom istas de la derecha liberal para los puestos relevantes del Minister io de Econom ía, el Banco Cent ral, la Secretaría de Hacienda, la Tesorería, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca y áreas estatales afines.” LEWI S, P. Op. cit . , p. 366. 31 LEWI S, P. Op. cit . , p. 366 32 En la década del 60 se creó la Secretaría de Ciencia y Técnica en el ámbito de la Presidencia de la Nación. Su principal objet ivo era el de coordinar, a nivel nacional, todos los organism os del sector. Hasta ese m om ento no exist ía una instancia superior de coordinación e intercam bio ent re las dist intas inst ituciones. Hoy, t iene rango m inister ial. 33 Fuente: Minister io de Ciencia, Tecnología e I nnovación Product iva. ht tp: / / www.m incyt .gov.ar 34 Cfr. El conm ovedor y r iguroso capítulo de GODOY, Crist ina y BRODA, Vanina. “El poder de la palabra bajo vigilancia en la Universidad pública de la dictadura.” en KAUFMANN, C. (dir .) Op. cit . , tom o I I , p. 43, nota 65.

Page 11: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

cuerpo estudiant il, im punidad académ ica para im poner mecanismos, procedim ientos

y práct icas represivas en las universidades.” 35

Régimen que se complementaba por las práct icas clandest inas de desaparición, torturas

y muerte de los potenciales oponentes intelectuales. Cada una de las universidades nacionales

padecieron un proceso de represión m uy part icular, siendo m uy pocos los casos estudiados en

detalle hasta el momento36 ; sin embargo, resulta claro que en todos los casos, las unidades

académ icas fueron reconfiguradas bajo la sombra del terror ismo de Estado durante todo el

período estudiado.

3 . Cient istas sociales en el Proceso, cient istas del Proceso

En un art ículo de publicación reciente, Em iliano Álvarez llamaba la atención acerca de la

ausencia de estudios sobre los intelectuales vinculados al régimen de terror. En su caso, dedicó

su atención a reconst ruir la t rama intelectual del pensam iento liberal-conservador afín al

gobierno m ilitar, durante los años del Proceso. 37 Una observación análoga puede hacerse si la

atención está dir igida a la producción en ciencias sociales durante la Dictadura. 38

En las páginas que siguen, nos proponem os cercar el tema, realizar una primera

aproximación e int roducirnos en la complej idad del cam po cient ífico dictator ial, a t ravés del

análisis de algunos de los art ículos de una publicación que aglut inó a decenas de

invest igadores y const ituyó un vehículo para la circulación de ideas y producciones académ icas

adscritas a universidades nacionales (públicas y privadas) y a cent ros de invest igación, lo que

35 KAUFMANN, C. “Las ‘Com isiones Asesoras’ en Dictadura” , en KAUFMANN, C. (dir .) , op. cit . , Tom o I , p. 94. 36 En los dos tom os de Dictadura y Educación, dir igidos por Carolina KAUFMANN, se estudian part icularm ente los casos de Com ahue, San Luis, Rosario, La Plata y Ent re Ríos, pero se encuent ran valiosas referencias a ot ros casos. Sí existen estudios o art ículos de diversa factura vinculados al desarrollo de disciplinas cient íficas en part icular. Ent re ot ros, pueden consultarse: BARTOLOMÉ, Leopoldo “Panoram a y perspect ivas de la Ant ropología Social en la Argent ina” , en Desarrollo Económ ico, v. 22, Nº 87, octubre-diciembre de 1982, pp. 409-420. GARBULSKY, Edgardo. “La Ant ropología en Rosario durante la Dictadura” , presentado ante el I nst ituto de Ciencias Ant ropológicas de la Facultad de Filosofía y Let ras de la Universidad de Buenos Aires, 2006. CI CALESE, Guillerm o Gustavo. “Ortodoxia, ideología y comprom iso polít ico en la Geografía argent ina en la década de 1970” , en Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales (Serie Docum ental de Geo Crít ica) . Universidad de Barcelona. Vol. XI I , Nº 767, 20 de diciembre de 2007. BAUER, Francisco. “La inst itucionalización de la histor ia en Córdoba” Cuadernos de la Asociación de Docentes e I nvest igadores Universitar ios de Córdoba. Nº 7. sin fecha. HALPERI N DONGUI , Tulio. “Un cuarto de siglo de histor iografía argent ina (1960 – 1985) ” , en Desarrollo Económ ico, Vol. 25, Nº 100, Buenos Aires, enero – marzo de 1986, pp. 487 – 520. SÁBATO, Hilda. “Sobrevivir en dictadura: las ciencias sociales y la ‘Universidad de las catacum bas’” , en Hugo Quiroga y César Tcach (com ps.) . A veinte años del golpe. Con m em oria dem ocrát ica. Rosario, Homo Sapiens, 1996. PAGANO, Nora, “Las ciencias sociales durante la dictadura argent ina (1976-1981) ” , en Devoto, Fernando y Pagano, Nora. La histor iografía académ ica y la histor iografía m ilitante en la Argent ina, Biblos, Buenos Aires, 2004, pp. 159-169. GI ARRACA, Norma. “Algunas reflexiones sobre las ciencias sociales y la invest igación en los espacios académ icos públicos” , en Revista Sociedad, Nº 1, 1992, pp. 157-166. 37 ÁLVAREZ, Em iliano. “Los intelectuales del ‘Proceso’. Una aproxim ación a la t ram a intelectual de la últ im a dictadura m ilitar.” En Polít icas de la Memoria Nº 6/ 7. CeDI nCI . Buenos Aires, verano 2006/ 2007, pp. 79-85. 38 Com o ya hem os m encionado, sólo se ha prestado atención al colect ivo de intelectuales que se encont raban nucleados en cent ros de invest igación privados y que luego, en su gran m ayoría, serían quienes se encont rarían a la cabeza del proceso de norm alización inst itucional en universidades e inst ituciones com o CONI CET.

Page 12: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

perm it ió el contacto ent re invest igadores, funcionarios y pensadores de diversos orígenes y

t rayectorias.

Dicho esto, se nos puede presentar alguna objeción en torno a la existencia del cam po

cient ífico. Siguiendo a un m uy citado Pierre Bourdieu, entendemos que las condiciones sociales

de producción de conocim iento cient ífico sobre lo social durante el periodo en el que la revista

SOCI OLÓGI CA fue editada (1978 – 1984) , pueden ser aprehendidas com o un objeto cuya

autonom ía relat iva perm ite su estudio diferenciado. Tal vez esto resulte por lo menos

provocador para algunos, pero a nuest ro modo de ver todo campo t iene un origen

específicamente polít ico, más allá de los esfuerzos por parte de los agentes cient íficos – sobre

todo de los dom inantes – en const ruir una teodicea de su privilegio, fundados en razones

“ cient íficas” o “académ icas” (de esto no escapa la actual configuración del campo

historiográfico académ ico posdictatorial, producto del proceso abierto con la normalización

inst itucional a part ir de 1983) . Como en todo proceso polít ico, se producen inclusiones y

exclusiones; en el caso de la configuración del campo de producción en ciencias sociales

durante el periodo dictatorial, las tesis de Grüner – para quien la violencia es const itut iva de

todo orden 39 – fueron confirmadas del modo más siniest ro, en los que el paroxismo propio del

terror ism o de Estado const ruyó una visión del Otro cuyos m odos de razonam iento

necesariamente implicaron no sólo su exclusión del campo cient ífico, sino la m isma

desaparición física de estos “enem igos” . Una vez preparado el terreno por medio de la

aplicación sistemát ica y planificada de la violencia y la persecución, las inst ituciones públicas

quedaron en manos de los m ilitares y de aquellos civiles que se encont raban más próximos al

régimen dictatorial, en estado de disponibilidad, para llevar adelante polít icas cient íficas y

académ icas y los planes de desarrollo inst itucional encuadrados en los objet ivos del Proceso de

Reorganización Nacional. La necesidad de llenar los espacios inst itucionales y académ icos,

antes dinám icos y product ivos40 , era clara y promovida por las altas jerarquías m ilitares. Los

m ilitares no buscaron clausurar inst ituciones y dest ruir empresas culturales, sino ponerlas al

servicio de su proyecto polít ico-económ ico41 :

“ .. .el [ Proceso de Reorganización Nacional] busca dar ident idad a un país

desorientado... la eficacia de prohibir es nada o m uy poca en esta m ateria ,

frente a las posibilidades de acción creat iva de los intelectuales,

editor ia les, etc. que com parten los valores dignos de ser sostenidos.” 42

39 GRÜNER, Eduardo. Las form as de la espada. Miserias de la teoría polít ica de la violencia. Colihue, Buenos Aires, 1997, p. 31. 40 No será éste el lugar en el que realicemos un balance de las producciones académ icas previas a la im plantación del terror ism o de Estado, a part ir de 1974. 41 I NVERNI ZZI , H. op. cit . , p. 151 42 I nforme de I nteligencia fechado el 09 de noviembre de 1978. Reproducido en I NVERNI ZZI , H. y GOCI OL, J. op. cit . , p. 30, el destacado me pertenece.

Page 13: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

Desde la perspect iva de Foucault , la fortaleza del poder reside en que produce efectos

posit ivos al nivel del deseo y del saber: “el poder, lejos de estorbar al saber, lo produce” . 43 En

el marco de la lucha ideológica concebida en la doct r ina de la seguridad nacional, se producía

una disputa m uy part icular. Declam aba el entonces m inist ro de Cultura y Educación Juan

Llerena Amadeo: “ las ideologías se com baten con ideologías y nosot ros tenem os la nuest ra” 44 .

De allí puede desprenderse, siguiendo ese razonam iento, que a la ciencia se la com bate con

ciencia... y ellos tenían la suya: SOCI OLÓGI CA.

En 1978 apareció el pr imer número de la revista, que se presentaba com o una “ Revista

Argent ina de Ciencias Sociales... publicación sem est ral editada por la fundación Arché con

subsidio del Consejo Nacional de I nvest igaciones Cient íficas y Técnicas, y el auspicio del

Cent ros de I nvest igaciones Sociales de la Fundación Arché.” y seguía todas las formalidades

propias de una revista académ ica: contaba con una Dirección, un Com ité de Redacción

numeroso y advert ía que “La Revista no se responsabiliza por los art ículos, com entarios o

recensiones publicados con la firm a de sus autores.” Tampoco se devolvían los originales

enviados a la redacción y los interesados podían suscribirse a la m isma. Si bien no hemos

podido acceder a documentación inst itucional que detallara la creación de este

emprendim iento intelectual, lo cierto es que de acuerdo a los datos recabados a t ravés de

ent revistas a quienes part iciparon de la revista45 , quien se encont raba a la cabeza del

emprendim iento era Roberto J. Brie, su Director. ¿Quién era este personaje?

“ .. .adem ás de ser un intelectual de una ext raordinaria im portancia y form ación

académ ica, tam bién tenía una fuerte vocación en polít ica cient ífica y era un

convencido en la im portancia de la com unicación cient ífica tanto a nivel de

com unidad cient ífica com o de t ransferencia de conocim ientos a la sociedad en

general.” 46

Los datos de su it inerario intelectual y académ ico mencionados en el sit io de la

Sociedad Tom ista Argent ina, son elocuentes: en su proceso de formación había concurr ido a

cent ros de estudios nacionales e internacionales de primer nivel. 47 Lo que no m enciona este

43 Citado por Oscar Terán en su Presentación a FOUCAULT, Michel. Discurso, poder y subjet iv idad. El Cielo por Asalto. Buenos Aires, 1995, p. 22 44 Citado en I NVERNI ZZI , H. y GOCI OL, J. op. cit . , p. 30. La m ism a lógica se aprecia en “El terror ism o en la Argent ina” , libro elaborado por el Gobierno Nacional, sin pie de im prenta, pero que de acuerdo a las invest igaciones de Hernán I nvernizzi, fue editado en EUdeBA en 1979. Se dice allí: “Porque a una ideología se la com bate y vence con una doct r ina superior, abierta al ser y a la vida verdadera, cuya práct ica no se agota en la acción puram ente tem poral de const ruir el paraíso en la t ierra, y a una ét ica del t r iunfo individual y m undano se le ha de oponer victor iosamente una moral de la responsabilidad personal, social y t rascendente.” p. 372. 45 Los ent revistados, ent re los m eses de m arzo y abril de 2008, fueron: Pat r icio Randle, Abelardo Pithod, Sara Fernández Cardoso, Rodolfo Barrera, Mario Fit t ipaldi, Mario Nascim bene, Norberto I annelli (ent revistas telefónicas) y Enrique del Acebo I báñez (ent revista a t ravés de Hotm ail Messenger) . Todos ellos, a excepción de Barrera, part iciparon del Com ité de Redacción. 46 Enrique del Acebo I báñez. Ent revista, p. 1 47 (1926-2003) Cursó estudios de Filosofía, Sociología y Ciencia Polít ica en las universidades de Buenos Aires, Freiburg, Colonia y Münster. Fue discípulo de B. Lakebrink, Karl Jaspers, E. Fink, Mart in Heidegger, A. Bergst raesser, D. Oberndörfer y B. Welte. Doctor en Filosofía por la Universidad de Freiburg (Alem ania) . Profesor de Sociología, Filosofía y Metodología de la I nvest igación en las universidades del Nordeste, Rosario, Católica de La Plata, del Litoral, y de Buenos Aires. Miem bro de la Carrera del

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obituario es que Brie había pertenecido a la orden jesuita; posteriormente, dejó los hábitos y

en la decisión de abandonarlos tuvo mucho que ver la fuerte inclinación por la act ividad

intelectual. 48 De este m odo, su r igurosa form ación en Filosofía, Teología y Ciencias Sociales,

amalgamados en una perspect iva tom ista, sum ado a sus im portantes vínculos (sociales,

religiosos y, a t ravés de éstos, polít icos) , le valió ocupar cargos académ icos e inst itucionales

de jerarquía. 49

Revista de Ciencias Sociales, sí... pero, ¿qué decim os con esto? Vale la pena reproducir

la “ I nt roducción” , redactada por el propio Brie, a modo de editor ial y que marca la línea que

pretendía éste que tuviera la publicación:

I NTRODUCCI ÓN

Un grupo de docentes e invest igadores en dist intas disciplinas del ámbito de las

ciencias sociales, dispersos a lo largo y ancho del país, pero acordes en la voluntad

de cont r ibuir al desarrollo de dichas ciencias y al esclarecim iento de los m últ iples

problem as de la realidad social contem poránea, en especial la de nuest ro país, han

decidido iniciar una publicación periódica que ofrezca a quienes se interesan por los

interrogantes que plantea una sociedad en t ransform ación, la reflexión de los

estudiosos, y a éstos, la posibilidad de dar a conocer a sus colegas el m odesto pero

valioso aporte de sus estudios. Por ello, j unto al t ratam iento de los presupuesto

teóricos y epistemológicos de estas disciplinas, se pondrá especial interés en los

análisis regionales, histór ico-sociales, en los estudios analít icos y de cam po, todo

ello desde una perspect iva realista. SOCI OLÓGI CA – o lo que hace a las ciencias

de la sociedad – pretende así cumplir con el im perat ivo de una ciencia con sent ido

social y ét ico, pero consciente de los perjuicios que la ideologización de la ciencia

puede acarrear a la sociedad, y sobre todo, a la ciencia m ism a.

R.J.B. 50

I nvest igador Cient ífico del CONI CET (Argent ina) . Profesor invitado de la Universidad de Freiburg I .B. (Alem ania) . Director del I CSOPRU (UNESCO-SECYT, 1979-1983) . Becario de la Alexander von Hum boldt St iftung (1962-1964) . Miembro de la Hegelsgesellschaft (Alemania) , la Am erican Sociological Associat ion (EE.UU.) y del Bergst raesser I nst itut (Alem ania) . Director de revistas e inst itutos cient íficos en Argent ina. Fue Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del Litoral y de la Universidad Nacional de Rosario (1966-1969) . Profesor y Director del doctorado en Psicología de la Universidad del Salvador (1994-2000) . Fuente: ht tp: / / cablem odem .fibertel.com .ar/ sta/ prof_dr_brie.htm 48 Mario Fit t ipaldi, ent revista telefónica. 49 Resulta sugest iva esta inclinación por las ciencias sociales en relación a su pert inencia a la Com pañía de Jesús, de acuerdo a la luz que hecha al respecto el estudio de José Zanca sobre los intelectuales católicos. Dice Zanca: “En nuest ro país, los pr im eros interesados en la sociología (y part icularm ente en la sociología religiosa) , fueron los hom bres próxim os al CI AS (Cent ro de I nvest igación y Acción Social) , inst itución creada por la Com pañía de Jesús... Uno de los pioneros, Antonio Donini, m archó a Europa en los años de 1950 a concluir su carrera académ ica. Era parte de un m ovim iento m ás general de intelectuales que volvieron de Roma, Lovaina, París, ent re el gobierno de Perón y el Frondizi, luego de estudiar ciencias sociales, filosofía y teología, y const ituyeron lo que Mariano Castex denom inó la “época de oro” de la Com pañía.” ZANCA, José. Los intelectuales católicos y el fin de la cr ist iandad, 1955 – 1966. Fondo de Cultura Económ ica. Buenos Aires, 2006, p. 185, el destacado nos pertenece. En este marco, cabe preguntarse si Roberto Brie puede ser incluido dent ro de esta generación o, al m enos, com o cont inuador de este it inerario intelectual cuyos pr im eros pasos dieran los jesuitas argent inos. 50 SOCI OLÓGI CA, Revista Argent ina de Ciencias Sociales, Fundación Arché, Bs. As., 1978, Nº 1, p. 7.

Page 15: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

Todo número inaugural busca t razar la ruta por la que se habrá de t ransitar; el pr imero

de esta revista no será la excepción. Los dist intos elementos contenidos en este breve párrafo

que abría la publicación, proporcionan una vía de acceso para el análisis de los objet ivos,

tendencias y contenidos que habrán de tener cabida en ella. Pero vayam os por partes...

Si creemos a la I nt roducción, esta publicación era el resultado de la sum a de voluntades

de “un grupo de docentes e invest igadores... dispersos a lo largo y ancho del país...” En

efecto, en el Com ité de Redacción de SOCI OLÓGI CA Nº 1, encont ram os una nóm ina de

diecinueve personas, vinculadas cada una a diferentes universidades y cent ros de invest igación

del país. La conformación de este Com ité nos perm ite inferir una intención: buscó

manifiestamente ser muy amplia, incorporando a representantes de los más variados

horizontes, lo que le perm it ió cumplir a su modo con la pretensión de ser una publicación

nacional 51 , que integrara en un m ismo circuito a universidades públicas52 y pr ivadas

confesionales53 , como así también a algunos de los cent ros dedicados a la invest igación en

ciencias sociales. 54 Del total de m iembros del Com ité de Redacción en sus nueve núm eros (el

últ imo editado, Nº 10, presenta característ icas part iculares que t rataremos más adelante) , la

m itad (doce) tenía com o sede de sus invest igaciones asignada, alguno de los cent ros

dependientes de CONI CET. Marcam os esta característ ica ya que a nuest ro cr iter io, esto

evidencia una de las t ransformaciones del Complejo de Ciencia y Tecnología de la Argent ina: la

mult iplicación de cent ros de invest igación dependientes directamente de CONI CET (por fuera

del sistema universitar io) , con el correlat ivo divorcio ent re universidad e invest igación.

Asim ismo, se puede apreciar también la “ regionalización” del CCyT, 55 a t ravés de estos

m ismos Cent ros, proceso desarrollado en el apartado anterior.

Hechas estas consideraciones, sólo resta poner nombre y apellido a los sujetos que

componen el pr imer Com ité de Redacción. Ent re ellos contamos a algunos jóvenes que hacían

sus primeras armas en la invest igación cient ífica (como Norberto I annelli56 , Mario Califano y

Osvaldo Scasserra57 ) , al lado de invest igadores de t rayectoria, “consagrados” , que con su

presencia aportaban reconocim iento y legit im idad a la revista. Ent re estos últ im os, podem os

51 Ciudad de Buenos Aires, Salta, Mendoza, Corr ientes, Chaco, La Plata, Bahía Blanca, Rosario y San Juan. 52 Universidad Nacional de Salta, Universidad Nacional de Buenos Aires, Universidad Nacional de Rosario, Universidad Nacional del Nordeste, Universidad Nacional del Sur; en los próxim os números se incorporaría la Universidad Nacional de La Plata. 53 Universidad Católica Argent ina de Buenos Aires y, posteriorm ente, la Universidad Católica de Salta. 54 CAEA: Cent ro Argent ino de I nvest igaciones en Etnología Am ericana (sede, Buenos Aires) ; CEI FAR: Cent ro de Estudios I nterdisciplinarios de Fronteras Argent inas (sede, Mendoza) ; UNI UR: Unidad de I nvest igación para el Urbanism o y la Regionalización (sede, Buenos Aires) ; CERNEA: Cent ro Regional del Nordeste Argent ino (sede, Corr ientes) ; I CI S: I nst ituto de Ciencias Sociales (sede, Buenos Aires) . 55 En 1975 se creó el Programa de Estudios Regionales dir igido inicialm ente por el Dr. Julio César Espínola (quien tam bién colaboró con la revista publicando dos art ículos) y luego por el Dr. Roberto Brie. Fuente: ht tp: / / www.conicet .gov.ar/ webue/ iighi/ presentacion.htm 56 En 1973 term inó de cursar sus estudios en Sociología en la UCA y en 1974 recibió el t ítulo de Licenciado. Conoció a Roberto Brie – a quien describe com o “nuest ro padrino en m ateria sociológica” – a t ravés de Guido Soaje Ram os, filósofo, docente en la UCA y director del I nst ituto de Filosofía Práct ica. Datos ext raídos de la ent revista al Dr. Norberto I annelli, realizada el día 25 de marzo de 2008. I annelli, quien fuera subsecretario de Relaciones Exteriores de la Argent ina ent re 1999 y 2001, hoy se desempeña com o Director del Cent ro de I nform ación de la Secretaría General I beroam ericana, con sede en Montevideo, dependiente del BI D. 57 Según Enrique del Acebo I báñez, “Scasserra era un discípulo del Dr. Brie.” Graduado en Sociología, actualm ente se desem peña en la Universidad Católica Argent ina, en Buenos Aires.

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mencionar a Pat r icio Randle, figura relevante en el campo de la Geografía. 58 Ent re estos dos

grupos se puede ident ificar ot ro, de invest igadores que gravitaban en su carácter de

invest igadores de carrera en CONI CET, com o Abelardo Pithod 59 , Josefina di Filippo o Mario

Nascimbene. 60 No llama la atención la part icipación de un jesuita que por aquel entonces se

desempeñaba como docente en la Universidad Nacional de Salta, Cam ilo Boasso. 61

La revista no podía most rar los signos del t iempo en que se produjo en forma más

elocuente sino a t ravés de la presencia en el Com ité de quien fuera responsable directo de

cesant ías, persecuciones, encarcelam iento, torturas y m uerte de decenas de t rabajadores

docentes y no docentes y estudiantes, en su función de interventor de las universidades de

Comahue y de la Universidad Nacional con sede en Bahía Blanca; nos referimos al rumano

Rem us Tetu, funcionario de los gobiernos de María I sabel Mart ínez de Perón y de la Junta

Militar. 62

Según lo relevado a t ravés de las ent revistas, Brie no sólo era el responsable de la

conformación de este heterogéneo colect ivo de redacción, sino que a su vez era quien

garant izaba el funcionam iento del Com ité, su reunión periódica – del que no part icipaban

todos, dada las locaciones en las que se encont raba cada invest igador – y la dist r ibución de las

tareas a realizar por cada uno de los part icipantes ( redacción de art ículos, reseñas, etc...) de

cara a la edición de un nuevo núm ero. 63 De todas form as, los ent revistados adm iten que

58 Cfr. CI CALESE, Guillerm o Gustavo. “Ortodoxia, ideología y com prom iso polít ico en la Geografía argent ina en la década de 1970” , en Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales (Serie Docum ental de Geo Crít ica) . Universidad de Barcelona. Vol. XI I , Nº 767, 20 de diciembre de 2007. Una reseña, bastante detallada por cierto, de la t rayectoria de Randle se encuent ra disponible en ht tp: / / www.fundacionkonex.com .ar/ prem ios/ curr iculum .asp?id= 553 59 Conform e lo expresado en la ent revista telefónica, Pithod permaneció en París durante casi todo el periodo dictator ial, m ient ras realizaba sus estudios de doctorado bajo la dirección de Raym ond Boudon. I dent ificó a Mir iam Aparicio de Santander, socióloga, del Cent ro de I nvest igaciones de Cuyo, quien tam bién colaboró con la revista con dos art ículos y una reseña. 60 Doctor en Sociología, Universidad Católica Argent ina de Buenos Aires; Cert if icado de Estudios Sociológicos para Graduados (Universidad de Buenos Aires) ; I ngeniero Civil (Universidad de Buenos Aires) ; invest igador cient ífico de carrera (1981-1999) y luego cont ratado del CONI CET (desde 1999) . Especializado durante el período 1970-1990 en inm igración europea a la Argent ina, en especial italiana (1835-1965) ; posteriormente, en el estudio de la(s) ident idad(es) de la Argent ina, tema de su tesis doctoral. Figura en la nóm ina de invest igadores del I DES. Fuente: www.ides.org.ar 61 Desconocem os su desem peño y act ividades en la Universidad durante los años com prendidos en el periodo estudiado. Dictó clases hasta 1994 en la Universidad. Falleció en 2001. Hoy, un Salón de la Universidad Nacional de Salta lleva su nom bre. 62 “Rem us Tetu era de ideología nacionalsocialista según sus propias declaraciones. De origen rum ano había pertenecido al gobierno colaboracionista nazi de ese país y decía haber pertenecido a un grupo sim ilar a los "ustachis" croatas en Rum ania. Fue I nterventor de la Universidad de Comahue (Provincia de Neuquen) y la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) . En am bos casos su colaboración con la AAA era total y sus resoluciones eran, en la práct ica, sentencias de m uerte. Fue nom brado com o rector a propuesta de la Marina de Guerra que tenía un cont rol polít ico total del Minister io de Educación a t ravés del Subsecretario de Universidades, de apellido Frat ini, reconocido integrista católico y tam bién nacionalsocialista. Su ot ro apoyo est ratégico era el Diar io La Nueva Provincia, periódico que no sólo colaboró con la represión sistem át ica, sino que tam bién representaba a la ideología nacionalsocialista, adem ás de editar en sus rotat ivas la revista "Cabildo" y ser propietar ios de la m ayor editor ial nazi de América Lat ina en la ciudad de Buenos Aires.” Fuente: Equipo Nizkor , en www.desaparecidos.org. Véase especialmente TRI NCHERI , Alcira. “Las t inieblas en la Universidad: el ‘adelantado’ proceso en el Com ahue” , en KAUFFMAN, Carolina (directora) . Dictadura y Educación. “Depuraciones y vigilancia en las Universidades Nacionales Argent inas” . Tom o I I . UNER - Miño y Dávila, Buenos Aires, 2003, pp. 65 – 92. 63 “ .. .Respecto de las reuniones del com ité eso lo decidía Brie, no siem pre eran en el m ism o lugar y yo no part icipaba siempre, dependía de la oportunidad y de los viajes de los invest igadores, adem ás exist ía la

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exist ía la posibilidad de que cualquiera de ellos, sean los jóvenes invest igadores o los más

reputados, propusiera una temát ica determ inada (y en consecuencia se buscaba un autor para

que hiciera una colaboración) , o a la inversa, se pensaba en cient íficos determ inados cuya

colaboración se apreciaba para que publicara en la revista. Las temát icas, de acuerdo a la

I nt roducción respondían a “ .. . los interrogantes que plantea una sociedad en t ransform ación.”

Veremos a qué refiere esto, a t ravés de los art ículos publicados, pero no se puede desatender

la advertencia hecha a cont inuación: se pretendía cum plir con una ciencia con sent ido social y

ét ico, pero que de ningún modo se perm it iese su “ ideologización” , advert idos ya de los

perjuicios que esto acarrea no sólo a la sociedad sino a la ciencia m ism a. En un contexto com o

aquel, la amonestación no merece mayor explicación. En cambio, cabe preguntarse cóm o sería

posible la realización de tal comet ido. Pues bien, la solución estaba en adoptar una

“perspect iva realista” . ¿Qué querían decir con ello?

“La postura "realista" im plicaba - tal com o tam bién se m enciona en dicha

int roducción m encionada por usted- independizarse de una postura m uy

ideologizada de la ciencia, basarse en la realidad, aproximarse a ella digamos

" fenom enológicam ente", y dejarse decir por la realidad lo que ella es.” 64

En el m ismo número 1, encont raremos también ot ra definición que no necesariam ente

coincide en todo con lo anteriormente expresado:

“El realism o acepta las verdades, com o prior itar ias, com o anteriores al t iem po.

Si la verdad es m ero producto del t iem po y no existe anterior al t iem po, el

t ranscurso, el proceso, es productor, es creador; pero com o es devenir constante

no puede haber valores imperecederos que lo juzguen, no hay juicio de valor para

oponerse al sent ido de la corr iente.” 65

Para quien sigue una postura realista, la cuest ión es entonces:

“ .. . t ratar de t ransm it ir los hechos com o son, t ratando de no tener ningún

bagaje...” 66

Los alcances del térm ino “ realism o” para quienes part icipaban de la revista son claros.

Ahora bien, más allá de las diferencias ent re una y ot ras, lo cierto es que esta posición se

com unicación epistolar y telefónica... La com unicación con Brie era perm anente con cada uno de los m iem bros” En cuanto a los m ateriales publicados, “Se t rataba de elegir los autores m ás significat ivos pero al m ismo t iempo, dada la vocación docente y de promoción de nuevos invest igadores del Dr. Brie, tam bién se solían invitar a autores m ás noveles pero no por eso de m enos nivel.” Enrique del Acebo I báñez, ent revista. 64 Enrique del Acebo I báñez, ent revista. 65 GARCÍ A MARCOS, Ferm ín. “Polít ica, cultura y defensa nacional” , en SOCI OLÓGI CA Nº 1, p. 10 66 Ent revista a Mario Fit t ipaldi, quien nos decía: “Las ciencias sociales eran m uy abst ractas, m uy ideologizadas.... con la escuela de Frankfurt y la sociología francesa... Mi form ación era est ructural-funcionalista, con Parsons, con Wright -Mills, que era un verdadero realista, sin “pre-conceptos” ... bah, en realidad, todos tenem os pre-conceptos... la cuest ión es t ratar de t ransm it ir los hechos com o son, t ratando de no tener ningún bagaje...” .

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t ransform a en una declaración de principios, aquello con lo que se discute, pero sobre lo que

no se discute; en síntesis, en el sent ido com ún de aquellos que part icipaban de una u ot ra

manera en la revista. 67 Sobre ese telón de fondo, las posiciones podían llegar a ser muy

enfrentadas y las discusiones podían tornarse muy acaloradas68 . . . dent ro de estos precisos

lím ites, también, se pract icaba el “pluralism o cient ífico” , promovido por su Director. 69

Pero el mapeo de los espacios por los que la revista se movería y la forma part icular en

la que lo haría no quedaban sólo definidos en la I nt roducción, sino que tam bién en aquel

pr imer número todos los art ículos, cada uno a su manera, se encargaron de delinear el

it inerario académ ico a seguir, luego de realizar un estado de la cuest ión cient ífico, académ ico,

pero tam bién un análisis de situación más amplio, que comprendía el diagnóst ico de una

cultura occidental y cr ist iana, del que Argent ina formaba parte, en cr isis. Este primer número,

a diferencia de los próximos, sólo publica diez art ículos, cuyo contenido merece ser analizado.

SOCI OLÓGI CA se abre con el art ículo ya citado de Ferm ín García Marcos70 , “Polít ica,

cultura y defensa nacional” . Este art ículo puede ser valorado por dos cuest iones: pr imero, por

la efusividad y el tono con el que el autor presenta su posición; por ot ro lado, lo dicho cobra

mayor peso específico porque al momento de su redacción, García Marcos se desempeñaba

como Secretario de Ciencia y Tecnología. 71 Su art ículo podría enmarcarse como la just ificación

ideológica de las polít icas de persecución del régimen en el plano ideológico, desde la mat r iz

católica integrista; en sus térm inos, se t rataba de un análisis de la situación nacional y las

posibilidades y necesidades de una “polít ica cultural para la defensa nacional” . Bajo la condena

inquisidora del autor, caen las perspect ivas “marxistas” ( ident ificando como enem igo principal

a las propuestas gram scianas, adoptadas según el autor por un “eurocom unism o” cuyas

táct icas son también aplicadas por la subversión en Argent ina) y “ tecnocrát icas”

67 Usam os el térm ino de “ sent ido com ún” de acuerdo a Alejandro Raiter, com o un m ecanism o de incorporación, soporte y m odificación de significados, pero tam bién com o conjunto de contenidos, de significados. Cfr. RAI TER, Alejandro. Lenguaje y sent ido com ún. Biblos. Buenos Aires, 2003. 68 Respecto a ello, m ucho tenía que ver la procedencia académ ica y la form ación recibida por cada uno de los part icipantes. Las diferencias eran m uy m arcadas ent re aquellos que provenían de la UCA en relación a los de la Universidad del Salvador (con su im pronta de un “pensam iento social cr ist iano” ) e incluso con los de la Universidad Católica de La Plata, quienes no recibían una form ación “ortodoxa” , todo esto, de acuerdo a Mario Fit t ipaldi (ent revista) . Ent re quienes avivaban las discusiones estaban los jóvenes: Fit t ippaldi, Sara Fernández Cardoso, Marta Fernández, Crist ina Menéndez (hija del ex gobernador de las I slas Malvinas) . Relata Sara Fernández Cardoso: “Yo era bastante joven... había dist intos grupos.... el pr im ero grupo, m uy de derecha católica, con los herm anos Caponnet to.... Mario Fit t ipaldi, del peronism o de derecha... yo era la oveja negra, m ilitaba en el radicalism o [ según Fit t ipaldi, estaba en la Coordinadora...] ; ot ro grupo, que iba y venía... Crist ina no era de ningún t ipo ideológico, bastante asépt ica...” Sara Fernández Cardoso, ent revista. 69 “ .. . la revista era pluralista, y su director, Brie, era quien im pulsaba ese pluralism o, lo que no im plica dejar de tener una postura propia pero respetuosa de ot ros paradigmas y aproximaciones teóricas. Eso es la ciencia.” Y tam bién: “el Dr. Brie era una ext raordinaria persona no sólo a nivel intelectual y cient ífico sino tam bién a nivel personal-existencial, de m odo que siem pre estaba abierto y entusiasta a ot ras posturas y aproxim aciones, por m ás que estuviera m uy seguro en su ideario y Weltanschauung.” Enrique del Acebo I báñez, ent revista. Tam bién I annelli rem arcó esta característ ica del Com ité. 70 Actualmente, se desempeña como Profesor Titular de Ét ica Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador y Secretario General del Consejo Académ ico de Ét ica en Medicina. 71 “¿Qué est rategia puedo sugerir , no com o receta, sino com o la única que razonablem ente puedo concebir, m áxim e inm erso en la actuación pública, vinculado de alguna m anera a los factores de poder de la polít ica cultural actual? Precisamente viendo las cosas desde adent ro puede apreciarse el inm enso poder que la burocracia inm anent ista ha consolidado, la dificultad que im plica su desart iculación y las lim itaciones que se im ponen.” GARCÍ A MARCOS, F. op. cit . , pp. 15-16, el destacado me pertenece.

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(neoposit ivista, ident ificada con algunos contenidos de docum entos de UNESCO y con autores

como Galbraith, Alvin Toffler o al m ismo Asesor de Asuntos de Seguridad Nacional de Estados

Unidos de aquel m om ento, Sbigniew Brzesinski) que a su m odo de ver “ la inm anencia y el

ateísm o es com ún a am bos m aterialism os: el com unista y el tecnocrát ico; el peligro es no

estar alertado y, en el enfrentam iento con uno de ellos, defender gratuitam ente intereses que

tam poco son aceptables.” (p. 13) . Aquí cabe atender a esa necesidad siempre presente de

“conocer al enem igo” que lógicam ente podía ser derrotado – y así superar la cr isis secular que

am enazaba con desintegrar completamente la Cultura – a t ravés de “el descenso a la realidad

desde un punto de vista crít ico... procurando un reencuent ro con el hom bre, del de occidente

en part icular, con sus fuentes im perecederas y sus valores eternos y ant iguos.” (p. 14) 72 Así,

luego de citar como autoridad al papa León XI I I y su Encíclica Rerum Novarum , concluye: “La

real opción no puede ser una est rategia, pues ent iendo a ésta com o circunstancial, operat iva,

reaccional, pragm át ica. La verdadera opción surge de la restauración del autént ico

pensam iento realista, la revaloración del orden real y natural, la subordinación a la creación, la

aceptación de la autor idad en función de esa subordinación a Dios.” (p. 15)

Complementan a este art ículo, el escrito por Héctor Mart inot t i, “Com unidad y Nación” , y

“Etología. Ent re la Biología y las ciencias sociales” , de Jorge F. Ferro. Estos dos sum an al

pr imer diagnóst ico crít ico, el estudio de la histor ia nociones tales como com unidad, nación, las

“costum bres” y éstas en su vinculación con un terr itor io determ inado. Las referencias

bibliográficas y los conceptos empleados son de por sí elocuentes: la definición de nación de

Prim o de Rivera (p. 113) , o se cita a Carl Schm it t para definir los alcances de la noción de

“espacio vital” y un supuesto “ im perat ivo terr itor ial hum ano” (pp. 115-119) .

Compart iendo la prem isa de “conocer al enem igo” , pero también con la necesidad

propiamente intelectual de reconocer los posibles aportes de un autor proveniente de la

escuela de Frankfurt , Osvaldo Scasserra73 se interna en el análisis de la obra de Max

Horkheimer y la “nueva izquierda” . Concluye reconociendo que el alemán “es indudablem ente

un postergado que m erece ser m ás conocido. La lectura de su obra engrosa el caudal

intelectual del estudioso.” Lógicamente, se advierte que “esto será sólo bien aprovechable en

cuanto se haga un estudio sanam ente crít ico de la teoría crít ica. Es desde la filosofía del ser y

del orden natural, de donde puede explicarse legít im am ente el devenir; y desde una sociología

coherente con esta perspect iva, es que puede abordarse correctam ente el estudio del cam bio

social.” (p. 107)

Con un tono m ucho m ás m oderado y en apariencia mas bien académ ico, Abelardo

Pithod int roduce la problemát ica del “desarrollo” , conforme los postulados del “paradigma

72 “El conocim iento m aduro del pensam iento profundo del adversario, no sólo de sus est rategias circunstanciales, es esencial. Sin una visión clara y razonada del proceso de desintegración de la cultura desde el advenim iento del pensam iento revolucionario, inm anent ista y posit ivista no puede haber tom a de posición para una polít ica cultural.” GARCÍ A MARCOS, F. op. cit . , p. 14. En este sent ido lo interpretan tam bién I NVERNI ZZI y GOCI OL, op. cit . , p. 49: “ .. . la tarea de ident ificar correctam ente al enem igo era una tarea m ilitarm ente est ratégica (para com bat ir al enem igo correcto y para no atacar a los aliados) ” 73 SCASSERRA, O. “Max Horkheim er: su teoría crít ica y la nueva izquierda” , pp. 89 – 107.

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sociológico del desarrollo” de P. Heintz. 74 En su análisis, Pithod vincula una propuesta cient ífica

(una teoría del desarrollo) a la est rategia argent ina de crecim iento. Sugest ivamente, esta

teoría pondera el desarrollo del “nacionalismo” como factor crucial para el desarrollo. Al

respecto, concluye el autor: “Para nosot ros es relevante el tem a de la indust r ialización del

Tercer Mundo en dependencia a las corporaciones t ransnacionales gigantes y/ o gobiernos de

países desarrollados. Pero m uy part icularm ente para los argent inos es de real interés el

estudio de la est ructura nacional en com paración con la de Japón y el dist into resultado de

am bos procesos. El factor decisivo sería justam ente la presencia o ausencia de

nacionalism o y de su organización polít ica. Heintz opina que de cont inuar las tendencias

est ructurales actuales, las posibilidades de desarrollo argent ino parecen altam ente

problem át icas.” (p. 31, el destacado m e pertenece) .

Un extenso art ículo de Pat r icio Randle, puede vincularse perfectamente con el de

Pithod. Com ienza con la siguiente frase: “No hace falta decir que ent re el t ítulo de este t rabajo

– Planeam iento y Polít ica – y la idea de un Proyecto Nacional hay m uchas afinidades. El lector

ya lo habrá intuido. Yo m ism o, aunque en principio no hubiese querido abordar de lleno la

cuest ión – ni aun desde un plano est r ictam ente académ ico – no tengo ot ro rem edio, porque en

las circunstancias actuales nos topam os con ella voluntar ia o involuntar iam ente con cierta

frecuencia.” Sintét icamente, el autor se avoca a realizar la dist inción conceptual ent re los dos

térm inos (planeam iento y polít ica) , que a su criter io habitualmente se confunden y ello resulta

r iesgoso cuando de lo que se t rata es de derrotar al m arxism o. 75 ¿Qué hacer entonces? Todo

planeam iento polít ico – siguiendo al autor – necesariamente debe fundarse en el

reconocim iento de “ la ley natural, de la t radición asim ilada y viva, de una experiencia probada

y no de esquem as arbit rar ios e idealistas” (p. 77) ; en síntesis, la t radición católica, hispanista,

y nacional argent ina. 76

Y si de “proyecto nacional” se t rata, el art ículo de Ernesto Mart ina pretende realizar

aportes desde una perspect iva regional – la “ciencia regional” , según el autor – para el

relevam iento de las “ característ icas de la est ructura social de la región del nordeste argent ino,

74 Los datos bio-bibliográficos de este autor están en el m ism o art ículo, p. 17, nota 1; Heintz estuvo vinculado a FLACSO y a la Fundación Bariloche. 75 “La religión, la nacionalidad, t ienen su ley vital y su ley escrita. La Argent ina no necesita ser definida, ni redefinida, sino es viviéndola, lo m ism o que la única m anera de ser un buen cr ist iano es dando test im onio de ello. Y lo que se vive en calidad de buen argent ino o de buen cr ist iano no es “m odelo nacional” , ni un “m odelo religioso” sino todo el acervo de t radiciones, realidades y creencias que configuran tanto una religión com o una nacionalidad. Nada de esto se elige y sólo creyendo que son opciones es posible im aginar que pueden diseñarse a nuest ro antojo.... De tal m anera, la acción, en sí m ism a, ni el planeam iento de la acción, nos pueden conducir a lo que no debe sino ser su efecto o consecuencia. Es esa una act itud realista y com o tal saludable, porque en la raíz del utopism o está una irracional confianza en el poder de la acción com o factor redentor que no encuent ra posibilidades de una religión (o en una nacionalidad) autént icam ente vivida, la que por ende se convierte en el m ejor ant ídoto para la utopía.” RANDLE, P. Planeam iento y polít ica. Reflexiones en torno a los lím ites del planeam iento com o teoría” p. 53. 76 No era la pr im era vez que Randle y Pithod coincidían en una publicación. Am bos part iciparon con sendos art ículos en la revista Mikael, órgano de difusión y discusión académ ica del Sem inario de Paraná; sus cont r ibuciones, de un sesgo católico integrista, fueron publicadas ent re los años 1973 y 1983. La revista fue subsidiada por CONI CET, desde el año 1975 hasta la aparición de su últ imo número en 1983. Agradecem os a Delfina Doval la confirm ación de estos datos. Cfr. DOVAL, D. “Una escuela de pensam iento. Universidad y Dictadura: un est ilo de vida m isional” , en KAUFMANN, C. (directora) . Dictadura y Educación, tom o I : Universidad y grupos académ icos argent inos (1976 – 1983) . UNER - Miño y Dávila. Buenos Aires, 2001.

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dent ro del sistem a jerarquizado de asentam iento espacial de Argent ina. Tem a que aparte de

revest ir un interés teórico en sí m ism o, se encuent ra enraizado en aspiraciones claram ente

presentes en la sociedad, com o es la equidad inter- regional, o dicho de ot ro m odo, que el

proyecto nacional de desarrollo art icule y viabilice los proyectos legít im os de aquellos

segm entos del cuerpo social que t ienen suficiente m adurez histór ico cultural.” (p. 81) 77

Los dos próximos art ículos son obras de jóvenes invest igadores: el tercero es de un

reciente doctorado, Néstor Roselli, que desarrolla, en un sintét ico escrito, las proposiciones

m ás im portantes de su tesis, defendida en 1977 en la Facultad de Psicología de la Universidad

Católica de Lovaina. Se t rata de un estudio en torno a los conceptos de aprendizaje e

ident ificación. Norberto I annelli es el autor del art ículo “Si la sociología es una ciencia” , en el

que pretende responder si puede exist ir una ciencia posit iva de lo social, cuáles sería su

especificidad y cuáles sus relaciones con ot ros saberes. ¿A qué autores rem ite para responder

estas cuest iones? Al lado de obras de Juan Alfredo Casaubón o E. Sim ard (cuyas obras aun hoy

son bibliografía obligatoria en diversos programas de Filosofía, Derecho o Psicología de la UCA

o de la USAL) encont ramos al filósofo tom ista Octavio Derisi78 y su “Esbozo de una

epistem ología tom ista” (1946) o la referencia a la “ int roducción a la Sociología” (1964) del

canónigo Leclerq 79 . Ent re ellos, se cuelan referencias a “La lógica de la invest igación

cient ífica” , de Karl Popper o m enciones a Em ile Durkheim . Pero quien otorga, en últ im o

térm ino, un sent ido general y coherencia a las conclusiones del t rabajo es sin dudas la obra de

santo Tom ás de Aquino. Al cerrar el t rabajo, responde afirmat ivamente al carácter cient ífico de

la Sociología, lo que cont r ibuye a que “ se const ituya en un inst rum ento valioso para la tarea

ejecut iva del polít ico o para quien se desem peña en algún área de la acción social.” 80

Cierra este núm ero un t rabajo m uy m et iculoso (que incluye 28 cuadros y m apas) que

se puede rotular como de histor ia social, sobre la inm igración y el analfabet ismo en

Argent ina. 81 Éste tal vez sea el art ículo m ás “académ ico” de esta edición. A part ir del número

2, éste será el tono que dom inará los art ículos, reseñas y comentarios publicados por la revista

a lo largo de todo el periodo.

77 En este art ículo llam a la atención tanto el relato que se hace de la const itución del Estado-nación en Argent ina, m uy cercano tal vez a las posiciones histor iográficas dom inantes (pp. 82-83) , com o así tam bién la am plitud y variedad de la bibliografía t rabajada: se citan t rabajos de Fernando H. Cardoso, el sociólogo Juan C. Agulla, Peter Heintz – t rabajado por Pithod en su art ículo – Talcot t Parsons, David Easton y el clásico de José Luis de I m áz, “Los que m andan” . 78 Monseñor Octavio Derisi fue el pr im er Rector y fundador de la UCA, desde el 7 de marzo de 1958 ejerce ininterrum pidam ente su m andato hasta el año 1980. “Hacia fines de los años de 1950, Derisi representaba una de las corr ientes m ás conservadores dent ro del tom ism o, opuestas a la int roducción de novedades tanto en el cam po inst itucional-eclesiást ico com o en el filosófico.” Cfr. ZANCA, J. op. cit . , p. 184. 79 Director del CI SR, Conférence I nternat ionale de Sociologie Religieuse, a part ir de su creación en 1946, en Lovaina; fue un asiduo colaborador de la revista Criter io en Argent ina. Este fue el pr im er espacio inst itucionalizado para el estudio de la sociología en una casa de altos estudios confesional. Cfr. ZANCA, J. op. cit . , p. 184. 80 I ANNELLI , N. op. cit . , p. 48. 81 En una ent revista realizada al autor, Mario Nascim bene explicaba que su colaboración estuvo m odo determ inada por “deudas intelectuales” y “personales” para con el Dr. Brie. Estando en desacuerdo con la or ientación de la revista, encont ró saldar esas cuentas con este t rabajo y una reseña, publicada en el número 6/ 7. Esto no explica su part icipación en el Com ité de Redacción hasta el año 1984, algo que Nascim bene decía no recordar.

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Nuest ro interés, como se evidencia, no reside en analizar exhaust ivam ente los

contenidos y realizar una lectura crít ica de las conclusiones a las que arr iba cada autor en los

art ículos reseñados; más modestam ente, nos conform am os con haber podido t razar las

coordenadas bibliográficas, teóricas y epistemológicas en las que estos intelectuales se

desplazaban.

A part ir de aquí, en los 6 volúmenes editados hasta 1984, la revista se est ructurará en

secciones fijas de art ículos, notas bibliográficas, comentarios, libros o publicaciones recibidas82

y un novedoso “Catálogo de I nvest igaciones Sociales en Argent ina” 83 , que llegó a inventariar

160 invest igaciones hasta el año 1984. En total, part iciparon 69 personas, ent re autores de

art ículos, reseñas y comentarios, la mayoría de los cuales lo hizo sólo una vez. 84 Llama la

atención que más allá de la periodicidad promet ida, es evidente que no pudo ser respetada la

edición de dos núm eros por año, lo que nos conduce a preguntarnos acerca de sus razones. De

todos los que part iciparon de la revista, sólo 8 cont r ibuyeron con m ás de un art ículo ( resalta la

cont r ibución de 3 art ículos de Cam ilo Boasso, siempre en la sección “Teoría Social” ) ; el resto, o

sólo publicó un art ículo o su presencia se circunscribe a la sección de reseñas y comentarios:

aquí es constante la part icipación de Josefina di Filippo (3 art ículos y 4 reseñas) , de Mario

Caponnet to (5 com entarios) , de Marta Fernández (2 art ículos y 3 reseñas) y de Abelardo

Pithod (un art ículo y 3 reseñas) .

La cant idad de art ículos publicados fue de 45 (sin incluir los del pr imer número) y,

conforme la disposición temát ica que la m isma revista les otorgaba a cada uno, 15 estaban

dedicados a problemas de “Teoría social” o “Metodología” ; 12 se agrupaban bajo el t ítulo

“Sociología” (demográfica, de la ciencia, urbana, médica, de la cultura) ; 6 art ículos tenían por

objeto la “Est ructura Social” o la “Polít ica Social” , 5 sobre “Histor ia Social y Polít ica” ; 5 sobre

“Pensam iento Social Argent ino” y los dos restantes sobre “Ét ica” y “Ciencia Polít ica” .

En cuanto a las invest igaciones agrupadas en el “Catálogo de invest igaciones sociales

en Argent ina” , que fue publicado a part ir del número 2/ 3, en la presentación se decía que: “ se

pretende así prestar un servicio a la com unidad cient ífica nacional e internacional.

Respondem os con esto, por ot ra parte, a una iniciat iva del Departam ento de Ciencias Sociales

de la UNESCO, em peñado en m ejorar los sistem as de inform ación cient ífica en esta área de la

ciencia, de indiscut ible im portancia para el desarrollo de las naciones.” 85 de las 160

82 Se publicaron: 55 art ículos, 54 notas bibliográficas y 20 com entarios a libros o publicaciones recibidas. 83 Rodolfo Barrera, quien en ese entonces t rabajaba en CONI CET y frecuentaba el I CI S, estuvo encargado de realizar la encuesta. Esta iniciat iva estaba relacionada con la part icipación de Brie en el I CSOPRU de la UNESCO, que era un proyecto de invest igación internacional sobre m anagem ent , efect ividad y product iv idad de los equipos de invest igación y de las inst ituciones a las que pertenecían, conducido por la Organización ent re 1971 y 1989. Fuente: www.unesco.org. Relata Barrera: “se aprovechó para hacer un relevam iento nacional... tenían dos t ipos de form ularios, los de la UNESCO y ot ro” 84 A part ir del número 4/ 5, la revista t rae una página en la que se dan a conocer los datos de aquellos que colaboraron con algún art ículo en la revista (nom bre com pleto, t itulación e inst itución de pertenencia. 85 “Presentación” al Catálogo de invest igaciones sociales en Argent ina, en SOCI OLÓGI CA, núm ero 2/ 3, p. 295. La inform ación contaba con 6 puntos: 1) inst itución donde se lleva a cabo el proyecto o program a;

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invest igaciones regist radas, el 43,12 % estaban radicadas en universidades (43 en públicas,

26 en privadas y 1 en el exterior, lo cual resulta por lo menos llamat ivo cuando se t rataba de

regist rar las invest igaciones realizadas “en nuestro país” ) y el 56,88 restante en cent ros de

invest igación no universitar ios u ot ras dependencias estatales (por ejemplo: I CI S, I RI CE86 , la

Dirección Nacional de Salud Mental, el I ADI ZA-CONI CET, etc.) . Este dato revela la incidencia

de los cent ros de invest igación desvinculados de la est ructura universitar ia, que a juzgar por

los datos del relevam iento, producían más de la m itad del conocim iento cient ífico en Argent ina

durante el periodo estudiado.

Tomando la clasificación que actualmente r ige en CONI CET definidas como “grandes

áreas de conocim iento” y reconociendo tal vez su vaguedad, las invest igaciones del Catálogo

se agruparían del siguiente modo: 52 en Economía, Ciencias de la Gest ión y Adm inist ración

Públicas; 17 en Sociología; 13 en Demografía; 15 en Geografía; 14 en Histor ia y 13 en

Ant ropología; 6 para Ciencias de la Educación y 8 para Psicología; 3 para Literatura o

lingüíst ica y 2 bajo el rubro Tecnología. 87

Ent re las invest igaciones relevadas88 , sólo a t ítulo ilust rat ivo mencionamos las

siguientes: “Una teoría interpretat iva de la tom a del poder por las FFAA com o base

inst rum ental del proceso de reorganización nacional” , cuyo responsable era... Rem us Tetu. 89

Roberto Brie formaba parte del equipo de invest igación cuyo proyecto tenía por t ítulo “Estudio

I nternacional Com parado sobre organización y rendim iento de las unidades cient íficas” ,

vinculado al I CSOPRU. Ent re sus objet ivos, se contaban con que se lograría “una m ejor

definición de las polít icas cient íficas” y “una m ejor conducción de los I nst itutos y unidades de

invest igación” , que en definit iva cont r ibuirían – siempre de acuerdo a los invest igadores – al

mejoram iento del sistema de ciencia y técnica en nuest ro país. 90 Vinculada tam bién a

cuest iones cient ífico- inst itucionales, la invest igación a cargo de Crist ina V. Pizzonia, del I CI S,

tenía como objet ivo relevar la “Situación de la form ación de grado y de post -grado en la

carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, desde el punto de vista de la

Sociología de la Ciencia” ; pretendía comprobar la formación de los estudiantes y egresados de

acuerdo a las exigencias cient íficas y profesionales de la disciplina; su marco teórico era

est ructural- funcionalista. 91

2) la denom inación del m ism o; 3) los responsables; 4) descripción de la invest igación; 5) m etodología; y 6) estado de avance y publicación. 86 Sobre el I RI CE, Cfr. KAUFMANN; Carolina. “La Siberia rosarina. I RI CE-CONI CET-UNR, Argent ina (1977 – 1983) ” , en KAUFMANN, C. (directora) . Dictadura y Educación, tom o I : Universidad y grupos académ icos argent inos (1976 – 1983) . UNER - Miño y Dávila. Buenos Aires, 2001. 87 En un t rabajo futuro realizarem os un estudio m ás detallado de los art ículos, reseñas y cont r ibuciones aparecidas en SOCI OLÓGI CA com o así tam bién de las invest igaciones indexadas en el Catálogo. 88 Algunos de ellos son: cooperación en m ateria nuclear (Nº 1) ; sobre la incidencia de la part icipación de los t rabajadores en la gest ión de las em presas en térm inos de rendim iento, product iv idad, ausent ism o, etc. (Nº 27) ; una invest igación que pretende dilucidar “el interés nacional de Argent ina” , a la luz de su polít ica exter ior durante las últ im as décadas (Nº 54) ; una “Sociología de la Histor ia Argent ina” , tam bién de Rem us Tetu (Nº 61) ; un proyecto sobre la “Población boliv iana y la erradicación de las villas de emergencia” (Nº 69) ; una invest igación de Susana Barbosa, que versaba sobre “el paradigma de Frankfurt ” (Nº 110) ; una invest igación que detenía su m irada en “el m ensaje televisivo” , ent re 1969 y 1981 (Nº 67) , ent re ot ros. 89 I nvest igación Nº 4. en SOCI OLÓGI CA Nº 2/ 3, p. 299. 90 I nvest igación Nº 33, en SOCI OLÓGI CA Nº 4/ 5, pp. 201-203. 91 I nvest igación Nº 109, en SOCI OLÓGI CA Nº 8/ 9, p. 216.

Page 24: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

Sin contar con datos fehacientes en cuanto a dist r ibución y recepción de la m isma, de

acuerdo a lo reseñado por los ent revistados, SOCI OLÓGI CA “ . . .Era la revista de sociología y de

ciencias sociales m ás im portante del m om ento, y salía con una periodicidad interesante. Creo

que t rascendía al especialista pero no podría decir en qué m edida y cóm o se dist r ibuía

exactam ente... En esos años representaba una publicación m uy im portante y en perspect iva

estoy convencido del im pacto que la m ism a tuvo no solo ad ext ra sino ad int ra, en relación a la

prom oción, form ación y perfeccionam iento de las ciencias sociales y de los cient íficos e

invest igadores nucleados en el I CI S” 92

Entre 1983 y 1984 las condiciones polít icas e inst itucionales empezaron a cambiar, lo

cual evidentemente hizo mella en SOCI OLÓGI CA. El Com ité de Redacción cambió casi por

completo de elenco, que hasta ese momento había permanecido estable (o, en todo caso, iba

progresivam ente aum entando) . Se observa una part icipación mucho mayor de académ icos

radicados en el exterior o directamente ext ranjeros. 93 Pero quien más padeció el cambio de

régimen fue el propio Brie. 94 De hecho, el núm ero 10 fue el últ imo de la serie que apareció

durante el periodo (un últ im o intento de reeditar el proyecto se hizo con la aparición del

núm ero 11/ 12 correspondiente a los años 1992/ 1993, tam bién con Brie a la cabeza) .

Es evidente que con todo lo anteriormente expuesto sólo nos hem os int roducido al universo de

producción cient ífico-social durante el periodo dictatorial, pero lo dicho resulta suficiente para

realizar algunas observaciones finales.

4 . conclusiones tentat ivas

Este t rabajo ha incorporado conscientemente una serie de referencias contextuales que

tal vez puedan ser juzgadas excesivas, conocidas e innecesarias. Al respecto simplemente

queremos decir que la intención ha sido recuperar de algún modo una visión de totalidad, en la

que la dinám ica propia asum ida por la represión en el campo cient ífico pueda ser integrada en

92 Enrique del Acebo I báñez, ent revista; en el m ismo sent ido se expresa Fit t ipaldi: “La revista tuvo m uy buena acogida...” 93 El Com ité de Redacción del núm ero 10 estaba integrado por: Julio C. Espínola (Universidad Nacional del Nordeste) , Carlos Stoetzer (Fordham University, Estados Unidos) , Rubén de Hoyos (Wisconsin University, Estados Unidos) , Manuel Ballesteros Gaibrois (Universidad Com plutense, España) , Abelardo Pithod (Universidad Católica de Cuyo) , Pat r icio Randle (UBA) , Cam ilo Boasso (Universidad Nacional de Salta) , Juan A. Widow (Universidad de Valparaíso, Chile) , Enrique Mart ín López (Universidad Com plutense, España) , Luis Cam poy (Universidad Nacional de Cuyo) , Raúl Rey Balm aceda (UBA) , H. Beck (Universidad de Bam berg, Alem ania Federal) y Juan Rego (Universidad Nacional de Cuyo) . 94 Durante la década del ochenta, se abrieron invest igaciones para conocer el proceder de quienes habían estado vinculados a CONI CET, sobre todo m anejando recursos a t ravés de num erosas fundaciones creadas durante el periodo, que m anejaban fondos públicos. Cfr. KAUFMANN; Carolina. “La Siberia rosarina. I RI CE-CONI CET-UNR, Argent ina (1977 – 1983) ” , en KAUFMANN, C. (directora) , op. cit . , p. 150, nota 12. Esto ha dejado huellas en la m em oria de los ent revistados: “ .. .a Brie le hicieron la vida im posible, le abrieron causas, hasta m ultas m unicipales...” Ent revista a Pat r icio Randle; Cuenta Pithod: “ [ durante el gobierno de] Alfonsín... no daban recursos para la gente que no fuera de izquierda” , Y Fit t ipaldi concluye: “ . . . con la cr isis del CONI CET [ SI C] , le quitaron los fondos [ a Brie] ... El grupo que vino con Alfonsín de Ciencia y técnica, con Manuel Sadosky y al CONI CET vino el Dr. Abeledo... se fueron al ot ro ext rem o... y pagaron justos por pecadores...” Ante la pregunta de porqué fueron perseguidos, Fit t ipaldi respondió: “ . . .El tenía buenos contactos polít icos... por el lado de la I glesia, con el gobierno... fue funcionario, a cargo del área de Ciencias Sociales de CONI CET...”

Page 25: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

un relato más general, no sólo en el lo que respecta a la represión cultural sino en la historia

general del período estudiado. La dist inción del objeto aquí analizado responde a decisiones de

índole teórica y epistemológica concretadas en el plano analít ico; pero también, la pretensión

m ás general de const ruir una visión de conjunto se vincula directam ente a esos m ism os

intereses, para que nadie pueda perderse el producto final de una cadena de m ontaje del

terror, que perm ita excusar a sus actores part icipantes.

Todo conocim iento cient ífico es resultado de un proceso social, en el que interviene una

serie de agentes que, a t ravés de sus relaciones, const ituyen una red que est ructuran un

espacio, y determ inan posiciones en las que se ubican los agentes y desde las que actúan. En

ot ros térm inos, un cam po se const ituye a part ir una red de relaciones objet ivas ent re

determ inados agentes, o mejor aún, ent re las posiciones que ocupan dichos agentes. En los

apartados anteriores hemos referido y desarrollado in extenso lo que podemos ident ificar como

el proceso de reconfiguración del cam po cient ífico argent ino de los setenta , conform e

a los cr iter ios propios de la lógica cast rense. 95 De este m odo, se sentaron las bases

inst itucionales e ideológicas para la producción de ciencias sociales en Argent ina del periodo,

cuyas redes y relaciones quedan objet ivadas a t ravés de la realización de encuent ros, jornadas

y congresos, de las publicaciones especializadas...

Para ident ificar los vínculos que se van tej iendo ent re los grupos cient íficos o

intelectuales sui generis, se pueden analizar las publicidades de ot ras revistas que aparecen en

las páginas de SOCI OLÓGI CA. Las revistas difundidas form an parte de una red de producción

académ ica que no necesariamente implica y vincula orgánicam ente a cada una de las

producciones y a los agentes involucrados con el régim en; una cosa es producir conocim iento

durante la dictadura; ot ra muy dist inta es hacerlo para la Dictadura. En el caso de

SOCI OLÓGI CA, los vínculos orgánicos ent re am bos son m uy claros.

Las referencias cruzadas tam bién se suceden los m ismos art ículos, en donde es posible

seguir una línea tem át ica determ inada a t ravés de las citas al pie, que hacer referencia a un

texto aparecido en una determ inada publicación, que a su vez rem ite a ot ro editado

anteriormente en determ inada revista, que t iene como referencia a alguna com unicación

presentada en el últ im o congreso de la especialidad.

En las páginas de estas revistas se realizaron avances de invest igaciones, reseñas de

libros, anuncios de las reuniones y congresos, referencias cruzadas de autores y tem as, etc.

SOCI OLÓGI CA se t ransformó en un vehículo privilegiado para el debate, como así también

análisis de estados de la cuest ión en m ateria de tem át icas part iculares.

A t ravés de estos m edios, intelectuales y académ icos de diversa procedencia, se

enfrentaron para determ inar qué temas eran legít imos para ser estudiados, bajo qué

perspect ivas e incluso se observa qué textos son los canónicos y cuáles ot ros ni siquiera

95 Siguiendo a KAUFMANN, se pueden ident ificar t res ejes que determ inaron las polít icas cient íficas en cada una de las unidades académ icas y cent ros de invest igación: “ .. .cont rol ideológico, vert icalización en la cadena de m andos – deudoras del proceso de m ilitar ización educat iva - , t ransferencia de la lógica burocrát ica al ám bito inst itucional y creciente privat ización del espacio público.” Tom o I , op. cit , p. 163.

Page 26: Las Ciencias Sociales durante el terrorismo de Estado en Argentina

merecían la pena ser citados o reseñados. De esta form a se produce la jerarquización de los

objetos de la preocupación cient ífica, y con ello, la jerarquización de aquellos que dedican su

labor invest igat iva a ellos, lo que nunca se vio del todo autonom izado de las instancias de

decisión polít ica e inst itucional, lo que es lógico considerando el reducido periodo de t iempo

bajo el que el campo cient ífico dictatorial operó.

Con el proceso de norm alización inst itucional, estam os tentados a pensar que se

produjo la inversión de lo acontecido bajo la Dictadura: quienes estaban en cent ros pr ivados –

la universidad de las catacum bas – pasaron a copar las universidades e inst ituciones públicas y

estatales, m ient ras que los cient íficos del régimen o quienes quedaron ident ificados a

representantes del m ismo, fueron expulsados en su gran m ayoría96 hacia el campo de

producción cient ífica cuya est ructura se apoya en las universidades confesionales privadas y

algunas ot ras inst ituciones, const ituyendo un universo que hoy nos resulta autónom o y ajeno a

la dinám ica propia asum ida por el campo historiográfico argent ino inst itucionalizado sobre la

base de las universidades públicas.

De este m odo, quedan m uchas preguntas por responder, insinuaciones que merecen

ser aclaradas, pero también algunas hipótesis de t rabajo pudieron ser confirmadas. Una

pregunta que queda pendiente de respuesta es la de conocer las razones que explican la

ausencia de una preocupación sistemát ica de invest igaciones sobre el desarrollo de las ciencias

sociales en Argent ina durante el periodo dictatorial y el proceso que se abre inmediatamente

después; pesquisas cuyos resultados perm it ir ían comprender los modos de producción de

conocim iento cient ífico-social actuales, con la finalidad, en nuest ro caso, de responder a

preguntas que no t ienen nada de inocentes: ¿qué invest igamos? ¿cómo lo hacemos? y

fundam entalm ente ¿para qué y para quiénes?

96 Muchos ot ros, perm anecieron en cátedras y cargos de universidades públicas y vinculados a cent ros de invest igación o al propio CONI CET.

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ANEXO I

Manifestaciones y efectos del accionar subversivo en el ám bito

educat ivo nacional. Área Ciencia y Tecnología

Este es, conviene puntualizar lo, el sector de la invest igación en ciencia pura y aplicada. Aquí el

oponente totalitar io actuó por m edio de la penet ración de sus elementos en los diversos estamentos de la

ciencia, integrando elencos de invest igadores oficiales y desviando las invest igaciones hacia tem as

vinculados con la teoría y praxis m arxista.

Com o la Universidad es uno de los ám bitos propios de la invest igación, el accionar terror ista en

Ciencia y Técnica se vincula est recham ente con el proceso universitar io correspondiente.

En este sent ido, es procedente afirm ar que no se puede explicar ni comprender la grave situación

que vivió la universidad argent ina a part ir de 1973, sino se estudia con detenim iento el proceso en los

quince años anteriores, a t ravés del sector de Ciencia y Técnica, y aun antes, dado que la im plantación

del gobierno t r ipart ito que acepta la part icipación del alum nado en la tom a de decisiones, favoreció el

act iv ism o polít ico izquierdista en la Casa de Estudio.

En ese sector específico, ent re 1958 y 1965, fundaciones nacionales y ext ranjeras en connivencia

o dependiendo de las autoridades universitar ias y del Consejo Nacional de I nvest igaciones Cient íficas y

Técnicas, CONI CET, conceden becas a alum nos y graduados m arxistas o que aceptan ese

adoct r inam iento.

Ello les perm ite una m ayor dedicación al estudio y a la acción polít ica, al par que acum ular

antecedentes académ icos para su posterior acceso a la docencia y a posiciones en los cent ros de

invest igación. Esta “digitación” de candidatos es hecha en general por un m ism o grupo de personas,

actuando en las dist intas inst ituciones y jurados asesores.

Por aplicación de la Ley universitar ia votada en 1958, se inician en 1965, los concursos en todas

las cátedras universitar ias del país.

Culm ina la pr im era etapa del plan de copam iento de la universidad con la designación com o

profesores de los ex-becarios form ados en los ocho años anteriores en los grupos de invest igación del

país y del exter ior.

En 1966 se produce la em igración inicial al exter ior de los “cient íficos” m ás destacados com o

dir igentes m arxistas en la universidad, algunos de los cuales luego represan para incorporarse a diversas

inst ituciones, ya del Estado, ya pr ivadas, com o la Fundación Bariloche o el I nst ituto Di Tella. En el

CONI CET se produce el desplazam iento de los m arxistas de la conducción y de los cuerpos asesores, no

así en la carrera de invest igador.

Con el nuevo gobierno const itucional, en 1973 regresan los dir igentes más conspicuos, quienes,

juntam ente con los que perm anecieron en las cátedras y cargos adm inist rat ivos, produjeron la

dest rucción más intensa que se conoce de la Universidad, y el desarrollo del proceso de captación de

jóvenes para integrar los cuadros del terror ism o antes refer ido.

En lo que respecta al CONI CET, una asamblea realizada en la Facultad de Medicina de la

Universidad de Buenos Anres decidió su ocupación, felizmente im pedida por la acción de un grupo de

invest igadores, con apoyo del personal.

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