Fotoreportaje: Mujeres, derechos humanos
Ella es una mujer rural que trabaja desde que se levanta el sol hasta que se pone y, a menudo,
hasta más tarde. Puede dirigir un pequeño negocio o cultivar la tierra, o ambos, para
mantener a su familia. Dedica muchas horas del día a la recogida de agua y combustible y a
la preparación de la comida. Se encarga de criar a sus hijas e hijos. Cuida del ganado.
Sin las mujeres y niñas de las zonas rurales, las comunidades rurales no podrían funcionar.
Sin embargo, las mujeres y las niñas se encuentran entre las personas con mayor
predisposición a ser pobres, a carecer de acceso a los bienes, la educación, la sanidad y otros
servicios esenciales, y a padecer más los efectos del cambio climático. Debido a la desigualdad
y a la discriminación de género, en casi todos los indicadores de desarrollo, las mujeres
rurales están en peor situación que los hombres rurales.
El mundo se ha comprometido a defender los derechos de todas las mujeres y niñas. Cumplir
este compromiso es un asunto especialmente urgente en las zonas rurales. Las mujeres y
sus organizaciones luchan por reivindicar sus derechos y mejorar sus medios de vida y su
bienestar. Crean negocios exitosos, adquieren nuevas competencias, reclaman sus derechos
legales, se presentan como candidatas políticas, utilizan prácticas agrícolas innovadoras y aprovechan las nuevas tecnologías.
Esta exposición, patrocinada por ONU Mujeres, pone de relieve algunos de los desafíos que
encaran estas mujeres y comparte algunas de sus historias.
“Los derechos de la mujer son derechos humanos. Sin embargo, en estos tiempos
tan difíciles, a medida que nuestro mundo se vuelve más imprevisible y caótico,
los derechos de las mujeres y las niñas se ven reducidos, limitados y revocados.
El empoderamiento de las mujeres y las niñas es la única forma de proteger sus
derechos y garantizar que puedan alcanzar todo su potencial”.
—António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas
El sistema de las Naciones Unidas respalda la realización de los derechos de las mujeres
rurales en todo el mundo, como principio y en la práctica. El respeto de estos derechos es
esencial para el cumplimiento de compromisos internacionales como la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Declaración y
Plataforma de Acción de Beijing. El cumplimiento de la promesa contraída en la Agenda 2030
para el Desarrollo Sostenible —documento de referencia que tiene entre sus objetivos lograr
la igualdad de género, poner fin a la pobreza y al hambre, conseguir trabajo decente para
todas las personas y luchar contra el cambio climático— depende en gran medida de que se fomente el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales.
Los organismos de las Naciones Unidas para el desarrollo, encabezados por ONU Mujeres,
respaldan el progreso hacia estos objetivos mediante la prestación de asistencia en la
ejecución de programas nacionales y locales. En ellos participan directamente las mujeres y
niñas de las zonas rurales y reciben apoyo en sus intentos por acceder a todos los elementos
necesarios para el ejercicio de sus derechos y su bienestar, ya sean servicios sanitarios o el
acceso a tierras, a financiación o a tecnologías limpias, entre otros.
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Cada año, el sistema de las Naciones Unidas vela por la promoción de los derechos de las
mujeres rurales durante la celebración del Día Internacional de las Mujeres Rurales. La
Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el principal órgano mundial
intergubernamental dedicado exclusivamente a la igualdad de género y al empoderamiento
de las mujeres, insta a eliminar los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres y niñas rurales. Una de sus prioridades para 2018 es abordar los desafíos y las oportunidades que
afrontan estas mujeres y niñas.
El derecho a disfrutar de un nivel de vida decente
Casi una tercera parte del trabajo de las mujeres de todo el mundo tiene que ver con la
agricultura. En muchos casos, se trata de un trabajo duro, mal pagado, que exige muchas
horas y sin la plena protección de los derechos laborales.
Empoderar a las mujeres rurales que trabajan en la agricultura puede producir cambios en
muchos otros ámbitos. En Guinea, uno de los países menos adelantados, las mujeres han
encontrado oportunidades para generar ingresos a través de cooperativas que cultivan la moringa. Las hojas y vainas de este árbol, ricas en vitaminas, experimentan una fuerte
demanda en los mercados internacionales; además, son importantes para preservar la
biodiversidad y prevenir la erosión. Con el apoyo de ONU Mujeres, las integrantes de las
cooperativas comparten ideas y adquieren nuevas habilidades, y son ahora líderes en mejorar
la vida de sus comunidades.
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En muchos lugares, los mercados constituyen centros económicos dinámicos donde la gente
puede comprar todo tipo de frutas frescas, verduras, pescado, cereales y otros alimentos
básicos. En la región del Pacífico, hasta el 90 por ciento de las personas que venden son
mujeres. Se ganan la vida, pero sus jornadas de trabajo son largas, los beneficios a menudo
escasos, y las condiciones difíciles. Muchas provienen de zonas rurales y se ven obligadas a dormir en el mercado durante varios días seguidos, por lo que corren un gran riesgo de sufrir
violencia de género y robos.
Las vendedoras tienen derecho a gozar de todas las medidas de protección y de apoyo que
puedan ayudarles a conseguir medios de vida decentes. El programa Markets for Change
(“mercados para el cambio”) de ONU Mujeres, que cuenta con el respaldo del Gobierno de
Australia, ayuda a estas mujeres a formar asociaciones para lograr una posición más
influyente en la gestión de los mercados. Betty Kwanairara es ahora directora de un mercado.
Ella y otras mujeres han presionado con éxito para conseguir que los mercados sean lugares
seguros y limpios.
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La discriminación por motivos de género puede coexistir con otros impedimentos que se dan
en las comunidades rurales, que a menudo tienen un acceso limitado a los servicios, los
mercados, las comunicaciones y la tecnología. La combinación de estos factores hace que las
mujeres rurales sean las que mayor riesgo corren de quedarse atrás.
En el norte de Jordania, la afluencia de personas refugiadas se suma a la presión que sufren
los recursos comunitarios, ya de por sí limitados. El programa Spring Forward for Women de
ONU Mujeres, financiado por la Comisión Europea, ha trabajado con mujeres en situación de
pobreza para buscar nuevas fuentes de ingresos. Munira Hussein creó una empresa de venta
de productos elaborados con leche de cabra. Cubre las necesidades de su familia, incluido un
hijo con discapacidad, y se ha convertido en un ejemplo para su comunidad. “Las mujeres
vienen a verme y me preguntan cómo he empezado mi negocio. Dicen que les gustaría hacer
lo mismo. Las animo a que lo hagan. Al abrir un negocio, las mujeres aprenden a valerse por
sí mismas”.
“Las mujeres vienen a verme y me preguntan cómo he empezado mi negocio.
Dicen que les gustaría hacer lo mismo. Las animo a que lo hagan. Al abrir un
negocio, las mujeres aprenden a valerse por sí mismas”.
—Munira Hussein, Jordania, en la fotografía
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Debido a que sus oportunidades económicas son limitadas, muchas mujeres rurales se ven
obligadas a migrar en busca de trabajos y vidas mejores. Pese a las diversas competencias y
a la amplia experiencia de las mujeres migrantes, la demanda continua de empleo relacionado
con las labores domésticas y el cuidado de personas en los países de acogida hace que estas mujeres a menudo ocupen este tipo de puestos. Muchas descubren que no están protegidas
por las leyes laborales o que carecen de medidas básicas de protección social.
Algunas mujeres migrantes obtienen empleos mejor remunerados, incluso en formas de
producción agrícola más avanzadas. Ho Thi Thuy, de 29 años de edad, se fue de Viet Nam
para conseguir un trabajo mejor remunerado en una granja hidropónica especializada en el
cultivo de lechugas, situada en Malasia. Para aprovechar al máximo esta oportunidad, trabaja
todas las horas extras que puede por un sueldo considerado bastante alto para alguien que
trabaja en la agricultura.
La tecnología es una herramienta cada vez más importante para mejorar los medios de vida
de las mujeres agricultoras. Hasta un simple teléfono móvil les permite acceder a información
valiosa, como las previsiones meteorológicas y los precios de mercado, lo que les permite aumentar su productividad y sus ingresos.
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La plataforma Buy from Women (“Comprar a mujeres”) de Rwanda fue inaugurada en 2016
por ONU Mujeres y el Programa Mundial de Alimentos gracias, entre otras cosas, a las
contribuciones aportadas por los gobiernos de China y Finlandia. Más de 3.000 agricultoras y
agricultores de 12 cooperativas agrícolas de producción de maíz utilizan una plataforma móvil
que les permite trazar mapas de sus parcelas con precisión y hacer previsiones sobre su
rendimiento, algo muy difícil de hacer anteriormente. Entre otras ventajas, así pueden firmar
contratos con las personas que compran maíz y, por lo tanto, forjar vínculos más sólidos con los mercados. Además, a través de la plataforma reciben periódicamente mensajes de texto
con información sobre oportunidades de negocio, prácticas agrícolas y derechos de las
mujeres.
El derecho a la tierra y a los recursos productivos
El acceso de las mujeres rurales a la tierra y a otros bienes productivos necesarios para
disfrutar de ingresos, alimentos y bienestar es a menudo distinto del de los hombres. Esta
situación puede dar lugar a otras formas de discriminación e, incluso, de violencia.
En Pakistán, Khateeja Mallah fue en su día una trabajadora sin tierra. Como viuda con ocho
hijas e hijos, no tenía ningún derecho legal sobre la tierra que trabajaba ni sobre las cosechas
que cultivaba, y a menudo sufría un trato hostil por parte de quienes poseían esas tierras.
Hoy en día, gracias al apoyo de ONU Mujeres, de la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura y de la Organización Internacional del Trabajo, Khateeja
Mallah dispone de un contrato de arrendamiento de tierras. Este le da derecho a cultivar la
tierra “hasta donde alcanza la vista”, como dice con orgullo.
“Por primera vez en mi vida, ahora puedo decir que algo es mío. Esta tierra es
mía, hasta donde alcanza la vista, lo dice este trozo de papel”.
—Khateeja Mallah, Pakistán, en la fotografía
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Las energías limpias y fiables mejoran la salud y los medios de vida, y reducen la carga de
trabajo dentro y fuera del hogar. Sin embargo, más de mil millones de personas, en su
mayoría de las zonas rurales, siguen careciendo de acceso a la electricidad. Para lograr una
nueva “democracia energética”, las energías limpias deberían estar disponibles y ser asequibles para todas las personas, y las mujeres, también las de zonas rurales, deberían
participar en pie de igualdad en su distribución y control.
Las alternativas a pequeña escala y de bajo costo pueden desempeñar un papel clave en la
ampliación de la red eléctrica —sobre todo en zonas remotas y en las comunidades más
pobres— y hacer realidad el proyecto de democracia energética. Con la ayuda de
ONU Mujeres, Musu Junius y Marie Weeks asistieron a un curso de capacitación en ingeniería
solar en el Barefoot College de la India y utilizaron sus nuevos conocimientos para suministrar
electricidad a su comunidad en Liberia. Al fondo, un profesor prepara la clase nocturna de
alfabetización para personas adultas. Su organización ha sido posible gracias a que ahora
disponen de luz.
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Las leyes y las prácticas jurídicas deben garantizar a las mujeres la igualdad de derechos en
materia de propiedad sobre la tierra, y las mujeres deben estar representadas en la misma
proporción que los hombres en todas las decisiones colectivas relacionadas con el uso de la
tierra y los recursos naturales. Asimismo, las mujeres rurales deben poder adquirir
competencias y deben tener acceso a la financiación y a la tecnología a fin de poder
aprovechar al máximo los recursos productivos.
Mirjana Hemon se mudó a una zona rural de Serbia con la esperanza de que mejoraría el
delicado estado de salud de su marido. Al poco tiempo de trasladarse, este falleció. Con los
huertos y las tierras que poseía, fundó una asociación local de viudas y creó una empresa de
agroturismo rural, así como otra empresa de producción de conservas y bebidas tradicionales
elaboradas a partir de sus propias frutas y hortalizas. Gracias a la capacitación y a la
subvención recibidas por parte de un programa de apoyo a la igualdad, pudo emprender su
negocio y convertirlo en un verdadero éxito.
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Cuando las mujeres se organizan pueden hacer valer toda una serie de derechos económicos,
políticos, sociales y ambientales, lo que incluye influir en las decisiones de políticas públicas.
En Quito, un grupo de mujeres activistas procedentes de zonas rurales de Bolivia y Ecuador
se reunieron para formalizar sus reivindicaciones, entre las que figuran un mayor acceso a la
tierra, al crédito, a la capacitación y a la tecnología. “Ha llegado el momento de reconocer a
las mujeres rurales e indígenas que trabajan la tierra y producen alimentos para los demás.
Sin nosotras, la tierra no tendría vida; por eso se nos debe tener en cuenta en las políticas públicas, no sólo por ser mujeres o indígenas, sino porque somos los pilares en los que se
sostiene la vida”, declaró Felipa Huanca Llupanqui (izquierda), Secretaria Ejecutiva de la
Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia.
“Ha llegado el momento de reconocer a las mujeres rurales e indígenas que
trabajan la tierra y producen alimentos para los demás.”
—Felipa Huanca Llupanqui, Secretaria Ejecutiva de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas
Indígenas Originarias de Bolivia, en la fotografía
El derecho a una vida sin violencia y sin peligro
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Las mujeres rurales están en mayor riesgo de sufrir múltiples formas de violencia y prácticas
nocivas. La violencia puede tener lugar en los hogares, en el trabajo o en espacios públicos,
como cuando las mujeres y las niñas salen a recoger agua o leña.
En seis estados de la India, un programa de educación especial apoyado por ONU Mujeres y
una organización no gubernamental local ayuda a las mujeres a conocer su derecho a llevar
una vida libre de violencia y a protegerse de la lacra que supone la trata de personas.
Mayores niveles de pobreza, un acceso limitado a la justicia y la discriminación arraigada son
algunos de los factores que aumentan el riesgo de violencia para las mujeres y niñas de las
zonas rurales. A nivel mundial, las niñas que viven en zonas rurales tienen más probabilidades
de convertirse en niñas casadas que aquellas que viven en la ciudad.
En Etiopía, Mulu Melka, de 13 años de edad, levanta la mano para responder a una pregunta
en la escuela. Escapó del matrimonio forzado en dos ocasiones y está decidida a terminar sus
estudios. “Es necesario educar a las niñas para que puedan ser autosuficientes y sepan cómo protegerse”, dice Mulu, que quiere llegar a ser maestra.
“Es necesario educar a las niñas para que puedan ser autosuficientes y sepan
cómo protegerse.”
—Mulu Melka, estudiante, Etiopía, en la fotografía
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El derecho a la seguridad alimentaria y a la nutrición
El derecho humano a la alimentación es la base de todos los demás derechos humanos. Este
es uno de los ámbitos en los que las mujeres rurales desempeñan un papel importante a
medida que van creciendo y deben hacerse cargo de la preparación de muchos de los
alimentos que consumen sus familias. Sin embargo, la agricultura industrial, los conflictos y
las crisis vinculadas con las alteraciones del clima cada vez son más perjudiciales para la
seguridad alimentaria y la nutrición. En una aldea remota de Bangladesh, una joven criba el arroz. Este arroz cosechado ha de
durar mucho tiempo ya que, debido al clima, la tierra no puede ser cultivada más que una
sola vez al año.
La discriminación por motivos de género interfiere de muchas formas con los derechos de las
mujeres rurales a la seguridad alimentaria y la nutrición, lo que limita su acceso a las técnicas
agrícolas y al crédito, así como al conocimiento y a los servicios básicos.
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ONU Mujeres, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura,
el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y el Programa Mundial de Alimentos colaboran
en siete países a través de un programa conjunto financiado por los gobiernos de Noruega y
Suecia. El programa ayuda a las mujeres a superar los obstáculos de carácter discriminatorio.
Gracias a ello, consiguen suficientes alimentos e ingresos, se convierten en agricultoras
empoderadas, en empresarias y en agentes del cambio.
Una de las participantes es Maria Quej San de Moran, que sonríe al ver crecer su huerto en
la aldea de Guatemala donde vive.
“Con lo que cultivamos, contribuimos a los ingresos familiares. (…)
Ahora nos alimentamos mejor”.
—Maria Quej San de Moran, agricultora, Guatemala, en la fotografía
Las sequías, que son cada vez más graves y frecuentes en un clima cambiante, implican mucho más que la escasez de agua. Para muchas de las mujeres y niñas rurales más pobres,
esta situación las obliga a buscar agua durante varias horas al día en lugar de dedicarse a
actividades más productivas. Esto, a su vez, puede contribuir a aumentar los índices de
violencia, pobreza y hambre, y aumenta su probabilidad de morir durante el parto.
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El condado de Turkana es una de las zonas más áridas de Kenya. La falta de lluvia durante
varios años ha hecho que los recursos para hacer frente a esta situación estén al límite. Las
mujeres no sólo luchan por recoger suficiente agua, sino que cuando escasea la comida, ellas
comen menos que los hombres. ONU Mujeres trabaja con el organismo nacional encargado
de la gestión de sequías en Kenya (National Drought Management Authority) para garantizar
que todas las intervenciones tengan en cuenta los derechos y las necesidades de las mujeres, las niñas y los niños.
“No tenemos nada para comer al mediodía, a veces tampoco por la noche,
depende de los días. Si conseguimos comida, bien, si no, nos vamos a dormir sin
comer. Cuando nos despertamos, no esperamos que haya algo para comer.
En los días buenos, comemos sólo una vez”.
—Adikor Lopunga Nangiro, agricultora, Kenya, en la fotografía
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El derecho a una vida sana y a recibir educación
Muchas mujeres rurales reciben servicios sanitarios de mala calidad, o ni siquiera tienen
acceso a ellos. La privatización de la sanidad puede acarrear costos adicionales, que son más
difíciles de asumir para las mujeres más pobres. Cuando la salud es deficiente y no se
garantizan los derechos reproductivos, se pueden exacerbar otras privaciones a las que se
enfrentan las mujeres y niñas rurales, lo que supone un obstáculo para su bienestar y
perpetúa la desigualdad de género.
En la República Democrática del Congo, una alianza de cinco organismos de las Naciones
Unidas y el Banco Mundial, conocida como H6 y financiada por los gobiernos de Canadá y
Suecia, está aumentando las posibilidades de que las mujeres rurales tengan embarazos y
partos seguros. La capacitación ha permitido mejorar las competencias de las matronas. En
las nuevas instalaciones, se acoge a mujeres que corren el riesgo de desarrollar una
complicación en las últimas fases del embarazo, de modo que no tengan que recorrer largas
distancias una vez que comienza el parto.
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La educación es uno de los cimientos del bienestar individual y social que permite formar a
ciudadanas y ciudadanos informados y productivos. La educación debería enseñar por igual
a todas las niñas y los niños de la próxima generación a leer, escribir y calcular, y a luchar
por un mundo más igualitario en el que no exista la discriminación de género. El matrimonio
precoz y el embarazo no pueden relegar la escolarización a un segundo plano, ni deben existir obstáculos, como la lengua o la situación geográfica, que impidan acceder a la educación.
Varias jóvenes estudian el idioma nacional en una aldea remota de la República Democrática
Popular Lao.
Los niveles de envejecimiento de varios países en desarrollo aumentan a un ritmo acelerado:
tendrán una población anciana antes de llegar a convertirse en países ricos. Las mujeres de
las zonas rurales, que tienen menos probabilidades de contar con suficientes ahorros y bienes
para mantenerse a sí mismas, se hallan entre las personas más expuestas al riesgo de estar
en situación de pobreza con una edad avanzada. Muchas de ellas viven en lugares donde las
redes tradicionales de seguridad social que facilitan las familias se están debilitando, en
particular, debido a la migración de la población joven hacia las ciudades.
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Las mujeres rurales tienen derecho al bienestar en todas las etapas de la vida, un principio
respaldado por programas de protección social que garantizan una renta básica y servicios
esenciales de atención sanitaria. En Georgia, la posibilidad de seguir aprendiendo a lo largo
de la vida ayuda a una mujer mayor a adquirir nuevas habilidades que brindan oportunidades
continuas de generación de ingresos.
http://www.unwomen.org/es/digital-library/multimedia/2018/2/photo-rural-women-human-rights
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