Carnes trémulas. De una “biopolítica” a una “Política vital”
Lucía Noelia Ríos
I- Introducción
Cuando David, policía interpretado por Javier Bardem en el film de Almodovar Carne Trémula1,
recibe un disparo que lo deja parapléjico por el resto de su vida, no solo sufre una insoslayable
variación en su percepción de la subjetividad –principalmente la suya-, sino que comienzan a
aflorar en su abanico de posibilidades opciones que este nuevo cuerpo parapléjico habilita; deja –
forzadamente- el trabajo que tan poco le satisface para convertirse en un aclamado basquetbolista
de las ligas en silla de ruedas. Por un infortunio, su corporalidad se transmuta radicalmente y
potencia capacidades desconocidas, obteniendo una versión “mejorada” de sí mismo.
Carne Trémula es tan solo una muestra de cómo el arte y no solo el universo académico-científico
o de divulgación se han hecho eco de las modificaciones que la subjetividad atraviesa cuando el
cuerpo experimenta desde situaciones liminares, hasta experiencias sensoriales cotidianas, un
“sujeto encarnado”2 que se define por el dolor, el placer, la patología, los dictámenes estéticos, los
patrones de alimentación, la salud.
Cuerpos intervenidos que afectan no sólo la percepción que tenemos de nosotros mismos,
reconociéndonos o desconociéndonos en esa piel que nos recubre, sino que ello trae aparejado las
Licenciada en Antropología por la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba 1 “Carne trémula” es un film dirigido por el director español Pedro Almodovar y estrenada en el año 1997. Su
argumento está basado en el libro homónimo de Ruth Rendell, y en líneas generales el argumento principal sucede en
el apartamento de Helena, donde el personaje de Bardem junto a dos más se envuelven en una redada y el primero
recibe una serie de disparos que lo deja parapléjico. Dos años después los personajes se vuelven a encontrar, lo cual
dispara una serie de situaciones trágicas. 2 En relación al “sujeto encarnado” y a la significaciones varias que adquiere la subjetividad en relación a las
experiencias de la corporalidad, en donde el cuerpo inserto en el mundo es el que define al sujeto en relación a sus
experiencias en el medio en el que está siendo, es posible trazar una línea de continuidad argumentativa en la tradición
fenomenológica desde clásicos como Maine de Biran hasta Merleau Ponty pasando insoslayablemente por Husserl, o
desde Foucault en trabajos emblemáticos como “El cuerpo utópico”, hasta la producción antropológica de David Le
Bretón, en donde el ser arrojado al mundo se manifiesta, se desarrolla y se define por el ser encarnado, por el ámbito
fenomenológico de los sentidos y la experiencia, de la carne y del cuerpo como condición máxima de posibilidad del
Ser para uno, del Sujeto para otros.
2
posiciones que uno tiene –y a las que puede aspirar- en los diversos campos3 sociales y en el espacio
de lo público.
Que la subjetividad se defina en la medida de su corporalidad, no anula la cuestión de cómo esos
sujetos/cuerpos son gestionados, tabulados, pensados en un proyecto político-gubernamental
específico propio de los estados nación. Podemos aventurar aquí que hablamos de dos escalas
distintas de gestión, una procurada por el Estado en el ejercicio de poder sobre la población y una
gestión más sutil pero igual de efectiva, que es la que los propios sujetos hacen sobre sí mismos,
sus cuerpos y sus expectativas de vida, en términos biológicos y sociales. Aventurándome aún mas,
intuyo que hay si no un tercer nivel de gestión, una meta gestión estatal, una suerte de híbrido
conformado por ambas escalas. El Estado cuyo objeto de gestión y ejercicio de poder ya no es la
población en términos genéricos y laxos, sino el individuo mediante la invitación a la gestión de sí
mismos en sus reductos más íntimos, propios e irreductibles: su constitución genético-molecular.
Explorar ese nivel de gestión estatal nos sugiere pensar en términos metodológicos y analíticos en
una dimensión específica de análisis, considerada aquí como tal, la de los desarrollos médicos –
genéticos y moleculares- en los albores del siglo XXI.
Siguiendo como horizonte teórico de mi pesquisa al sociólogo Nikolas Rose (2006), comienzo
planteando que el desarrollo actual de las “ciencias de la vida” en general y la medicina en
particular, anuncian perspectivas que cada vez se configuran mayormente alejadas de lo que
reconocemos hasta el día de hoy como medicina clínica y amplía su alcance al “management” de
las enfermedades crónicas y la muerte, la administración de la reproducción y el gerenciamiento
de cuerpos transparentes, previsibles y saludables, elementos todos presentes en la biopolítica4 del
siglo XXI.
3 La noción de campo aquí es tomada del horizonte teórico del sociólogo Pierre Bourdieu, el cual es definido como
“a la manera de un campo magnético, constituye un sistema de líneas de fuerza; esto es, los agentes o sistemas de
agentes que firman parte de él pueden describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole
su estructura específica en un momento dado del tiempo. Por otra parte, cada uno de ellos está determinado por su
pertenencia a este campo: en efecto, debe a la posición particular que ocupa en él propiedades de posición
irreductibles a las propiedades intrínsecas” (BOURDIEU, 2002: 9) 4 La noción de biopolítica será tratada en detalle en el transcurso de este trabajo, no obstante a título aclaratorio
entendemos por biopolítica a la gestión estatal sobre la vida –y la muerte- de la población, para lo cual la disciplina
médica –noción de disciplina también entendida en términos foucaultiano, como discurso de veridicción en el orden
3
En el trabajo que aquí presento es de mi interés trabajar sobre la noción de “Política Vital” acuñada
por Rose para dar cuenta de una forma de la política que ya no se encuentra limitada por la salud y
la enfermedad, sino que persigue aumentar y modular las propias capacidades vitales.
La búsqueda aquí será ahondar sobre los desplazamientos que posibilitan que transitemos de una
noción de “biopolítica” acuñada en términos foucaultianos hacia la de “Política vital”, ver que
implicancias filosóficas y políticas permite ese desplazamiento, pretendiendo de esta manera
contribuir a la reflexión en relación a la “biopolítica del siglo XXI”
En términos metodológicos en las etapas iniciáticas de estas indagaciones se buscará hacer un
contrapunto teórico utilizando como bibliografía básica trabajos de Michel Foucault para abordar
una noción clásica de “ biopolítica”, y de Nikolas Rose para abordar la noción de “Política vital”,
intentando marcar sus continuidades y sus variaciones.
En función de estos senderos trazados, nos adentramos entonces en los modos mediante los cuales
es posible abordar/reflexionar sobre la relación entre vida, tecnicidad y gobierno, aporte necesario
e ineludible de las ciencias sociales y las humanidades para pensar nuestras realidades actuales.
II- La Biopolítica en Michel Foucault
Una vía privilegiada para aprehender la “biopolítica” en términos de Foucault es la ofrecida en
Defender la sociedad (2010) planteando allí la cuestión de una nueva manera y un nuevo modo de
ejercicio del poder por parte del Estado,
Uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX fue y es lo que podríamos llamar la consideración
de la vida por parte del poder (...) un ejercicio del poder sobre el hombre en cuanto ser viviente, una
especie de estatización de lo biológico, o al menos cierta tendencia conducente a lo que podría
denominarse la estatización de lo biológico (FOUCAULT, 2010: 217)
Comprender esta (re)configuración de los ejercicios de poder amerita mencionar sobre que
configuración previa se realiza este (re)ordenamiento, por lo cual es menester referirnos al llamado
del saber- es una parte fundamental para comprender estos procesos de ejercicio del poder del Estado en esa
biologización de la vida como problema político que surge en el siglo XIX.
4
“derecho de soberanía”. Con el marco del “derecho de soberanía” hacemos referencia a que el
soberano tiene derecho de vida y de muerte, significando esto que puede “hacer morir y dejar vivir”
dando como supuesto que la vida y la muerte no son fenómenos sólo del dominio de la naturaleza
sino que están dentro de las competencias del poder político (Cfr. FOUCAULT, 2010: 218).
Sería en el derecho político del siglo XIX en donde se manifiesta y se evidencia una transformación
específica en el modo de ejercer el poder por parte del Estado que logra penetrar en el seno del
derecho de soberanía al punto de configurar un poder inverso, el sintetizado por la fórmula de
Foucault “hacer vivir y dejar morir”, generándose una nueva tecnología de poder5 que incluye la
técnica disciplinaria previamente aplicada6. Al respecto, Foucault señala que
A diferencia de la disciplina que se dirige al cuerpo, esta nueva técnica del poder no disciplinario se
aplica a la vida de los hombres, e incluso, se destina por así decirlo no al hombre/cuerpo sino al hombre
vivo, al hombre ser viviente, en el límite, si lo prefieren, al hombre/especie (...) Además la nueva
tecnología introducida está destinada a la multiplicidad de los hombres pero no en cuanto se resumen
en cuerpos sino en la medida en que forma, al contrario, una masa global, afectada por procesos de
conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etc.
Luego de la anatomopolítica del cuerpo humano, introducida durante el siglo XVIII, vemos aparecer, a
finales de éste, algo que yo no es esa anatomopolítica sino lo que yo llamaría una biopolítica de la
especie de humana (FOUCAULT, 2010: 220)
5 En Tecnologías del yo y otros textos afines Foucault describe cuatro tipos de tecnologías. La primera de ellas es la
conocida como “tecnologías de producción”, que son aquellas que posibilitan la producción y la manipulación en
general de los objetos –cosas-, el segundo tipo de tecnologías es la de los sistemas de signos, que nos permite generar
significaciones y manejarnos en términos de signos y símbolos, indispensables para el flujo comunicativo entre los
sujetos. El tercer tipo de tecnología, es el que remite a las “tecnologías de poder” que básicamente son las encargadas
de determinar las acciones y las conductas de los individuos, y que conllevan su objetivación como tales, y por último,
las “tecnologías del yo” que son aquellas destinadas a las modificaciones sobre su cuerpo, sus pensamientos y sus
conductas que pueden llevar a cabo los individuos sobre si mismos, a los fines de obtener una transformación sobre
ellos. (Cfr. FOUCAULT, 2008: 48). En este trabajo retomaremos al final como estos dos últimos tipos de tecnología
van de la mano en la política vital del siglo XXI. 6En Vigilar y castigar, Foucault trabaja sobre los dispositivos disciplinarios, otra dimensión de análisis de lo
biopolítico. Allí, la disciplina es presentada como un conjunto de procedimientos y técnicas enfocados a producir
cuerpos políticamente dóciles y económicamente rentables, son “saberes y tecnologías que, dispersos entre las grandes
instituciones y la materialidad de los cuerpos, conforman una microfísica del poder” (FOUCAULT, 2009: 84). La
disciplina es para este autor un dispositivo, una red de relaciones entre elementos que no son homogéneos, que surgen
con vistas a un fin estratégico y cuyo funcionamiento y objetivos podrían modificarse en pos de nuevas exigencias
(Cfr. FOUCAULT, 2009: 88-89).
5
.
Todos estos cambios introducidos a partir de esta nueva tecnología de poder en el siglo XIX derivan
en el cobro de importancia de una nueva entidad, la población, que aparece en escena en cuanto
problema político, científico, biológicos, ligada a otros fenómenos de los cuales la biopolítica deberá
dar cuenta.
Los mecanismos introducidos en este ejercicio biopolítico sobre la población tienen especial interés
en las previsiones estadísticas, mediciones globales, etc. de forma tal de lograr intervenir en la
dimensión de ciertas determinaciones de los fenómenos generales, por ejemplo, disminuir la
morbitalidad, alargar la vida, estimular la natalidad (Cfr. FOUCAULT, 2010: 223).
Desde esta noción de “biopolítica” es que puede entenderse a la disciplina médica como
configuradora de individuos normalizados y como brazo clave al abordar a la población como
problemática política. En la interpretación que Edgardo Castro (2014) hace sobre Foucault y la
medicina clínica en Una introducción a Foucault, vemos que ésta además de ser un conjunto de
descripciones médicas, involucra un corpus de prescripciones políticas, económicas y modelos de
enseñanza (Cfr. CASTRO, 2014: 47)
Por lo dicho hasta aquí en resumidas cuentas, en el siglo XIX se produce una nueva forma de
ejercicio de poder, en donde la vida de la población se vuelve un problema político, y en donde la
disciplina médica no se mantiene ajena –y de hecho es uno de los brazos- por los cuales se ejerce el
poder biopolítico del Estado hasta mediados del siglo XX y lo que va del nuevo siglo.
III- La biopolítica en Nikolas Rose
Las indagaciones en torno y sobre la “biopolítica” han presentado variaciones en las últimas décadas
del siglo XX y principios del Siglo XXI. Nikolas Rose (2012) en Políticas de la vida. Biomedicina,
poder y subjetividad en el siglo XXI plantea que los cambios suscitados en la “biopolítica” se han
sucedido en el nivel de las racionalidades y tecnologías de gobierno, habiéndose producido una
reorganización de los poderes del Estado y una delegación de responsabilidades en el campo de la
salud y la reproducción humana, ya sea a cuerpos regulatorios cuasi autónomos, empresas, comités
de bioética, etc. aumentando el énfasis en que los individuos deben asumir responsabilidades sobre
6
su propio cuidado y deben hacerse cargo de cuestiones vinculadas a sus propios cuerpos,
organismos, salud. (Cfr. ROSE, 2012: 26).
Rose identifica al menos cinco ámbitos con mutaciones producidas en este nuevo modo de
comprender la biopolítica del siglo XXI. El ámbito de la molecularización, donde se plantea que la
vida comienza a ser imaginada e intervenida en primer lugar por la medicina desde el ámbito
molecular, y en donde nada parece deber atenerse a un “orden vital natural”; el de la optimización,
donde las tecnologías de la vida ya no están supeditadas al par dicotómico salud-enfermedad, el de
la subjetivación, que conlleva nuevas definiciones de ciudadanías biológicas “que recodifican las
obligaciones, derechos y expectativas de los seres humanos en relación con su enfermedad y
también con su vida” (ROSE, 2012: 30), el conocimiento somático especializado donde Rose ubica
como una de las nuevas maneras de gobernar la conducta humana, el surgimiento prolífico de una
multiplicidad de sub-profesiones. Los “especialistas pastorales” tales como los asesores genéticos,
cuya función consiste en guiar, aconsejar, cuidar y dar apoyo a personas que necesitan pensar en
dilemas personales, éticos y médicos, generando un nuevo corpus de conocimiento especializado
que recibe el nombre de bioética “que se atribuye la capacidad de evaluar estas actividades y tomar
decisiones en relación con ellas, y se ha aplicado a la tarea de gobernar y legitimar prácticas
biomédicas en el laboratorio, la clínica y el mercado” (ROSE, 2012: 31). Y por último, el ámbito de
las economías de la vitalidad, donde se configura un nuevo espacio económico determinado por
nuevos vínculos entre capitalización y verdad, entre “la demanda de valor para el accionista y el
valor humano que entraña la esperanza de cura y de condiciones de vida óptima” (ROSE, 2012:
32).
En relación a lo dicho hasta aquí sobre los ámbitos modificados en nuestra nueva biopolítica, el
autor sugiere que
El aparato de la bioética ha alcanzado su actual prominencia en la biopolítica contemporánea como
resultado de los problemas que entraña gobernar la biomedicina en una era de elección y
automaximización en la que el cuerpo y sus capacidades se han vuelto fundamentales para las
tecnologías en la yoidad (ROSE, 2012: 33)
7
Es en estas prácticas del biopoder contemporáneo donde Rose ve la posibilidad de encontrar nuevas
formas de autoridad. Por un lado, menciona a los “clínicos”, donde la disciplina médica seguiría
ocupando un lugar central en las artes de gobierno, tanto de gobernar a otros cuanto de gobernarse
a uno mismo; “terapeutas consejeros y asesores”, nueva clase de poder pastoral7 que, según Rose,
se configura en un conjunto de relaciones de poder dadas en un contexto biomédico (Cfr. ROSE,
2012: 160). La biopolítica en Rose se define entonces como
Estrategias específicas que esta perspectiva trae al campo de visión, estrategias que suponen luchas en
torno de los modos de en que deben problematizarse la vitalidad humana, la morbilidad, la mortalidad
morbilidad, respecto del nivel y las formas deseables de intervención requerida, acerca del
conocimiento, los regímenes de autoridad y las prácticas de intervención que resultan deseables,
legítimas y eficaces (ROSE, 2012: 127)
Hasta aquí, el horizonte teórico de Rose plantea que en este nuevo modo de conceptualizar
la biopolítica en los albores del nuevo siglo implica no solo una preponderancia de la
biomedicina como uno de los brazos de ejercicio de poder, sino también la creación de
nuevos “Poderes pastorales” y/o autoridades reguladoras que desligan en parte al Estado de
actividades e injerencias que décadas atrás le pertenecían casi con exclusividad. Estas
transformaciones van en concordancia con un pedido de mayor autonomía en relación al rol
que comienzan a tener los individuos en su (auto) gestión.
Rose da un paso más en términos teóricos para dar lugar a que la noción de “biopolítica”
acuñada hasta entonces de paso a la noción de “política vital”, en la que nos asomaremos en
los renglones siguientes.
IV- Hacia una “política vital”.
7 La noción de “poder pastoral” ya fue utilizada previamente por Foucault e indica al poder ejercido por el Estado sobre
los sujetos caracterizado principalmente por ser un poder más bien individualizante, no se aplica a la comunidad global,
sino a cada individuo en particular siendo necesarios el conocimiento de la conciencia y el tener la habilidad de
dirigirlas.
8
El primer giro que da Rose en relación a la biopolítica es señalar que, así como en el siglo XIX y
quizás podríamos decir el XX, aparecía la categoría de población como un problema político, ético
y biológico, en el Siglo XIX estaríamos en presencia de algo que Rose llama una “forma de vida
emergente”8, que implicaría un desplazamiento en relación a cómo entendíamos no sólo la
biologización de los individuos –cabe decir la población- anteriormente, sino sus nuevos horizontes
de posibilidades concretas e ideales.
Para desenmarañar esta madeja del “antes y después” de lo biopolítico, Rose no niega que en los
siglos XVIII y XIX no haya habido algo tal como una “política vital”, sino que dicha política, -la
que fue llamado previamente en términos teóricos y analíticos “biopolítica”- refería a otro estado de
la situación, se caracterizaba por ser una política de salud enfocada al establecimiento de tasas y
posteriores censos de mortalidad y natalidad, epidemias, enfermedades, cementerios –su contenido
y su ubicación- y la vitalidad esperable de las aglomeraciones en las ciudades que su vez eran más
populosas.
Rose enfatiza que “Durante la primera mitad del siglo XX, ese interés por la salud de la población
y la calidad de ésta se mezcló con una concepción particular de la herencia de determinada
constitución biológica y las consecuencias de la reproducción diferencial de subpoblaciones
diversas” (Rose, 2006: 25). Estos elementos dan cuenta de lo que para Rose constituía aún la política
vital en términos de “biopolítica”.
Ya adentrados en el siglo XXI se produce una conjugación de estos elementos con variopintas
visiones de futuro y los juicios y esperanzas que tales visiones propician. Esos elementos que como
dijéramos anteriormente son los que conforman esta “vida emergente” que, ahora en términos de
Rose, se comprende como la “política vital” del siglo XXI;
No se encuentra delimitada por los polos de salud y la enfermedad, ni se centra en eliminar patologías
para proteger el destino de la nación. Antes bien, se ocupa, de nuestra capacidad, cada día mayor, de
8 Al respecto, Rose plantea que esa idea es tomada de un simposio llevado a cabo por Stefan Beck y Michi Knecht en
2003 en Alemania. Esta “forma de vida emergente” estaría conformada por elementos tales como las esperanzas y los
temores, las visiones de futuro y los juicios, especulaciones y meditaciones que entrañan tales visiones de futuro,
esperanzas y temores.
9
controlar, administrar, modificar, redefinir y modular las propias capacidades vitales de los seres humanos
en tanto criaturas vivas. Es, como sugiero, una “política de la vida en sí” (ROSE, 2006: 25).
Para el sociólogo, estar en tiempos de una “política vital” implica que uno de los elementos
novedosos se manifieste en términos de cambios en relación a las tecnologías de gobierno9. Se
puede asegurar –según Rose- que estas modificaciones se han producido en términos de una
reorganización de los poderes del Estado, lo cual implico una doble delegación de
responsabilidades en lo que a políticas de salud y de reproducción refiere; por un lado, estas
fueron delegadas a empresas privadas y/u organismos casi autónomos, y por el otro, son los
propios individuos los que son alentados no solo a ejercer el derecho a la responsabilidad sobre
sus propias condiciones en términos de disposiciones y mejoramiento de las condiciones, sino
que muchas veces esto implica la gestión de sus cuerpos en términos de sus posibilidades de
acceder a intervenciones de carácter genético-molecular que les genera un cambio en términos
del cuerpo, sino también en relación a la percepción que estos sujetos tienen de sí–
convengamos, tanto antes como después de una modificación que implica esta escala
molecular- y del horizonte de posibilidades que se les presenta a este nuevo “sujeto encarnado”
del que hablábamos al comienzo de este recorrido.
V- Desplazamientos
Habiendo dicho todo lo anterior veamos entonces que estamos entendiendo por desplazamientos a
la hora de transitar el camino desde la concepción biopolítica foucaultiana hacia la “política vital”
entendida en los términos planteados por Rose.
En primer lugar, podríamos aventurar que un desplazamiento se sucede en términos de escala y que
involucra dos dimensiones no ajenas a implicancias ético-políticas. La primera de ellas, de carácter
biologicista, es la que sugiere una puesta de la mirada en el cuerpo no como un todo, sino en sus
partículas más microscópicas, sus genes y sus moléculas. En palabras de Rose “la vida humana se
9 Aquí es importante recordar la nota al pie n° 5 en relación a las cuatro tipologías de tecnologías de gobierno que
enuncia Foucault, y que son la base teórica para pensar la noción de tecnología tal como la utiliza Rose.
10
entiende ahora en el nivel molecular, es en ese nivel que es posible anatomizar los procesos vitales
y alterar mediante proceso de ingeniería la vida” (ROSE, 2006: 27). Considero que esta inversión
de una noción biopolítica de la salud en relación a los índices estadísticos de la mortalidad, natalidad,
epidemias, etc, es decir, fenómenos ligados a la clínica y a la corporalidad en términos colectivos y
que tuvo su variación a una escala micro, en donde cada cuerpo puede llegar a un nivel de análisis
y meticulosidad en cada organismo individual, tiene su correlato en términos del desplazamiento
que se da desde la biopolítica hacia la “política vital”, el de pasar de la población al individuo.
Ahora la biologización puesta sobre la mesa no radica –al menos no solamente- en la gestión estatal
con sus correspondientes ejercicios de poder sobre la salud de la población, sino que se adentra hasta
las partes más ínfimas del individuo en sus constituciones genético-moleculares. Los debates ético-
políticos suscitados en relación a ello son de público conocimiento e involucran desde la discusión
en torno a los resultados del proyecto del genoma humano10 hasta los debates en torno a las
intervenciones quirúrgicas con fines estéticos para responder a determinados ideales de belleza
impuestos por la propia cultura y por los medios –o ciertos medios, valga decir- avalando esos
estandartes.
La otra dimensión en los cuales se produce este cambio de escala es un correlato de la versión
biologicista y remite a que en el Siglo XVIII, XIX y parte del XX, la preocupación estuvo puesta en
la población como problema político y biológico, en cómo el Estado tomaba cuerpo y ejercía el
poder sobre un sujeto colectivo, mientras que en lo que va del siglo XXI la apuesta es llegar al nivel
de la individualidad, un trabajo de bisturí –literal y metafórico- sobre el sujeto individual.
Por más que Rose se centre en la biomedicina para hacer su análisis de la “política vital”, considero
que en términos políticos esto no puede dejar de pensarse en relación a otras dinámicas, prácticas
sociales, y elementos que configuran los espacios públicos y privados de los sujetos y que apuntalan
la preeminencia de centrarse en el sujeto individual y no en la colectividad que implicaba otrora la
noción de población.
10 En relación a las discusiones éticas y epistemológicas que se suscitaron en torno al proyecto del genoma humano,
dentro de la caudalosa producción bibliográfica sobre el tema, destaco el trabajo de Richard C. Lewontin y Rose Steve
No está en los genes, editado por Editorial Crítica, 1° Edición marzo de 1987. Considero que es una fuente fiable y
prolífica para desandar los debates sobre autonomía, libertad, y subjetividad no sólo en términos científicos sino
también éticos y políticos que se dieron en relación al desciframiento del código genético humano.
11
Las campañas publicitarias, las recomendaciones mediáticas encalladas en un discurso en donde lo
que se privilegia son las experiencias y sensaciones individuales y subjetivas, donde los mensajes
sobre el liderazgo y el cultivo de las aptitudes personales parecen copar la escena. La intención aquí,
si vale aclarar, no es la de enarbolar un juicio moral sobre estos nuevos espacios en donde se pone
el reflector, sino mostrar cómo en este vuelco hacia una “´política vital” el ojo está puesto ahora en
la individualidad del sujeto acompañado de un discurso de auto-superación y de potenciar las
propias capacidades mediante procesos netamente atomizados, singulares - del mismo modo que en
términos biológicos se potencian las capacidades de optimización –mejoras- en función de los
cambios que pueden producirse a micro escala sobre cada individuo particular.
En este contexto, lo que se pone en primera plana es la experiencia del sujeto, sus sensaciones, sus
anhelos, sus perspectivas a futuro aparejadas a la oferta de ampliar y explotar sus propias
capacidades para volverse un sujeto más apto, más competente y competitivo.
En esta “política vital” del siglo XXI estaríamos en presencia de un nuevo tipo de ejercicio de
poder estatal, o si al menos no novedoso si (re)significado- en donde la gestión del poder biopolítico
no se hace sobre la población, ni directamente sobre el individuo, sino sobre un individuo al cual se
le otorga la potestad y la libertad –ambas discutibles- de gestionarse sobre sí mismo.
En este desplazamiento de ejercicio biopolítico estatal hay un modo de disciplinamiento que
también implica una variación en relación al planteo biopolítico. Ya no es un disciplinamiento solo
en términos de la vigilancia y el castigo, con una idea del poder negativo, ni a través de la
construcción de discursos de verdad en nombre de las disciplinas que organizan, cimientan y
difunden los saberes sobre el hombre; por el contrario, las nuevas formas de disciplinamiento tienen
que ver con las maneras en las cuales los individuos receptan información sobre el “buen vivir” que
involucra su mejoramiento individual, tanto en términos intelectuales, como en el ocio y la
corporalidad. Los medios de comunicación, los dictámenes estéticos, los micro sobre salud, cuidado
personal, alimentación sana, la necesidad de fomentar la idea de que las sociedades necesitan de
líderes, las propagandas en relación a la noción de “meritocracia” son solo algunos de los tópicos
que posibilitan volver a pensar la política en términos de una política a micro escala, dirigida al
sujeto en tanto individuo, y en tanto sujeto de sí.
12
Las “tecnologías del poder” y las “tecnologías del yo” aparecen fuertemente en escena en la “política
vital”, ya que así como en la biopolítica del siglo XIX y del XX hablábamos casi de una primacía
de las tecnologías de poder, de ejercicio de poder estatal –que hace poco había dejado las tierras
conocidas del soberano- sobre la población, ahora hablamos de una fuerte apuesta a las “tecnologías
del yo”, en las herramientas y posibilidades de intervenir sobre uno mismo en términos corporales
y espirituales, para convertirnos en un sujeto distinto, en una versión en teoría mejorada de nosotros
mismo, gracias a la invitación a auto-gestionarnos responsablemente.
VI- Conclusiones preliminares
En la presente investigación de cuño teórico-analítico pretendí explorar los alcances teóricos y
políticos de la noción “política vital” acuñada por Rose marcando los desplazamientos realizados
en relación a la noción foucaultiana de “biopolítica”, mostrando a través de ello de qué manera este
nueva forma de gestión, que es la de la gestión estatal sobre un individuo que es alentado a
gestionarse a sí mismo de múltiples maneras, siendo el punto de partida –o de llegada- la gestión
de sus elementos más irreductibles en términos biológicos, se ejerce realizando un desplazamiento
de la mirada desde la población hacia el individuo, en donde convergen formas de disciplinamiento
–¿“pedagógicas”?- que cultivan la imagen de la auto-realización y de mejorar las aptitudes
individuales para lograr objetivos “más y mejores”, y las “tecnologías del yo” puestas al servicio
de las auto mejoras responsables generadas por el propio individuo, individuos mejorados que
quedarán listos para ser gestionados por el Estado.
Tal como se planteo a lo largo del trabajo, es una investigación iniciática que comienza y finaliza
con más preguntas que respuestas. Queda abierto el debate, y estamos invitados todas y todos a
continuar la conversación.
VII- Bibliografía
Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto, Editorial Montressor Jungla Simbólica, s/d, 2002.
13
Castro, Edgardo, Introducción a Foucault, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires,
Argentina, 2014.
…………………., Diccionario Foucault, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires,
Argentina, 2011.
Foucault, Michel, El nacimiento de la biopolítica, Ed. Fondo de Cultura Económica Argentina, Buenos Aires, 2007.
………………………..Vigilar y castigar, Nacimiento de la prisión, Editorial Siglo XXI,
España, 2009.
…………………… Defender la sociedad, Editorial Fondo de Cultura Económica,
Argentina, 2010.
…………………… Tecnologías del yo y otros textos afines, Editorial Paidós,
Argentina, 2008.
Rose, Nikolas, Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI, Editorial UNIPE, 2012.