Download - 30 Creo en la vida eterna
Espero la resurrección de los muertos
La muerte a la luz del misterio pascual
La pedagogía de la muerte
La pregunta por lo que hay después de la muerte fue durante mucho tiempo
tema dominante del pensamiento cristiano. Recordemos el himno
latino del siglo XIII Dies Irae.
En los siglos XV y XVI esta pregunta se llevó hasta el extremo de que el gusto por lo macabro dominó ampliamente en el arte:
los cuadros de santos de este período solían
llevar una calavera.
•Reflexionar cristianamente sobre el “más allá” de la muerte parece como una huida
de las tareas en este mundo y por ello es mejor evitarlo en la
predicación e, incluso, en la teología.
•No teniendo una respuesta satisfactoria
para el hombre contemporáneo, se ha decidido guardar
silencio sobre ella. Esta pregunta
apenas ya si
se plantea en la
cultura
contemporáne
a.
El tema de la muerte se
considera un tabú del que es mejor no
hablar.
Por influencia de la crítica
filosófica de dos grandes
pensadores ateos del siglo
XIX,
Carlos Marx y Federico
Nietzsche,
Para San Pablo, sin embargo, el tema de la muerte y de la vida eterna era algo decisivo en su predicación.
•“Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto” (1 Ts 4, 13-14).
Si Jesús se hubiese limitado a hacer consideraciones sobre la muerte del tipo• “Necio, esta noche te van a reclamar el alma,
y
• ¿de quién será lo que has preparado?
• Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios” (Lc 12, 20-21),
• La situación de los hombres ante la muerte no habría cambiado mucho.
El centro de la tradición cristiana en la Iglesia primitiva desde los primeros momentos
es el hecho de que se anuncia a Jesucristo como aquel que
ha resucitado.
El punto de referencia para predicar la inmortalidad y la vida eterna es que el Señor
está vivo y glorioso junto a Dios Padre.
Para el cristiano son decisivas las palabras del Señor a Marta:
•“yo soy la resurrección y la vida: quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá (Jn 11, 25).
San Pablo explicará la esperanza en la resurrección de los muertos y la vida eterna diciendo:
•“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
•Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya” (Rm 6, 4-5).
En la carta a su discípulo Tito volverá a repetir:
“Es palabra digna de crédito: si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él” (Tit 2, 11-12).
En la liturgia de la Iglesia podemos escuchar:
“Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra
morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo” (Prefacio de difuntos).
•Así pues, por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera de su Evangelio nos abruma.
•Cristo resucitó, destruyendo la muerte con su muerte, y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba, Padre”(GS nº 22).
•“Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece para los creyentes.
•El concilio Vaticano II nos enseña:
La reflexión sobre la muerte nos ayuda a no estar demasiado
apegados a las cosas de este
mundo, olvidándonos de
que
“aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en
busca de la futura” (Hb13-14).
La meditación sobre la muerte nos invita
también a la vigilancia, nos enseña a
prepararnos para el encuentro con el Señor al final de nuestra vida.
Por eso la Iglesia no duda en advertirnos al
comienzo de la cuaresma, al
imponernos la ceniza:
“acuérdate de que eres polvo y al polvo
volverás”.
Finalmente, la consideración de la muerte en la perspectiva cristiana no nos puede apartar de los problemas
de esta vida, sino que por el contrario confiere una gran seriedad al compromiso con el mundo:
•“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo.
•Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25, 45-46).
Escucha, Señor, nuestras súplicas
para que al confesar la
resurrección de Jesucristo, tu Hijo,
se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por N.S.J. Amén.
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