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Page 1: Dos globalizaciones frente a frente  · Web viewÁngel Martínez Samperio. Ateneo de Madrid 14 de septiembre de 2010. El 27 de noviembre de 2007 planteaba, en una intervención en

Dos globalizaciones frente a frenteÁngel Martínez SamperioAteneo de Madrid 14 de septiembre de 2010

El 27 de noviembre de 2007 planteaba, en una intervención en esta Casa una “Filosofía de la Globalización”.

Introduciendo el tema ponía frente a frente a Alvin Toffter, y su “Tercera Ola”, fechada en su primera edición española en 1.982, con el trabajo de Peter Sloterdijk, “En el mundo interior del capital para una teoría filosófica de la globalización”, primera edición española de 2.007.

Hace 28 años, Toffler anunciaba como sobrevenida una Tercera Ola, donde la primera fue la revolución agraria del neolítico y la segunda la revolución industrial. La tercera ola anunciada no trae una nueva síntesis de las dos anteriores, donde el mundo se vuelva más productivo agrícola y técnicamente. En todo casó trae consigo el impulso arrollador de una antítesis de magnitud y consecuencias todavía no evaluables; un tsunami de efectos devastadores.

Frente a Toffler, yo citaba la voz de Sloterdijk, quien intuía la llegada de una nueva Ecumene, una “comunidad de Estados planetaria, todavía insuficientemente cohesionada, marco jurídico de convivencia de una humanidad universal, constituida por seres “oikonouménikós”, universales, habitantes de sí mismos donde tienen su “oikos” en la tierra entendida como una “oikéo”, una morada común para todos los que son diferentes.

Dos globalizaciones frente a frente: Una, nos lleva mucha delantera. Es la de la voracidad financiera que actúa con un poder mayor que los propios Estados; es una alianza de codiciosos megalópatas que concentran o hacen emigrar dinero nómada, sin miramiento alguno para con las víctimas que dejan.

Otra, la globalización del humanismo, es tarea urgente, responsable, y acaso destinada al fracaso; tarea del ser que extiende su mano por si encuentra otra que la estreche; un ser que practica la propuesta de Roland Robertson, que en aquella intervención mía cité: “la universalización del particularismo y la particularización del universalismo”. En definitiva, el hombre universal y solidario, donde lo global y lo local conviven.

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LA GLOBALIZACIÓN DE LA CODICIA GENERA INHUMANIDAD

Fue noticia en la prensa del día 23 de junio: Según informes de fecha 22, elaborados por el banco de inversión Cerril Lynch y la consultora Capgemini, los grandes patrimonios en España, por encima de los 815.000 € en activos de inversión, han crecido un 12,5 % el año pasado con respecto a 2.008. El número de individuos ricos en nuestro país ha crecido hasta los 143.000. En el mundo, y durante el mismo año, los grandes patrimonios, que aglutinan casi 32 billones de euros, alcanza los diez millones. Como contrapartida, el paso de la crisis ha dejado 30.000.000 de parados más.

No pretendo insistir en el análisis de la globalización de la codicia, sino subrayar con trazo grueso sus efectos sobre la humanidad y las estrategias de resistencia, y no de sumisión, que pretendan la supervivencia de lo humano, que por serlo es mayor que sus obras.

De cualquier modo, entiendo que, por el momento, el capital, según lo entendía Max Beber desde su perspectiva centroeuropea, no constituye ya un “proceso civilizatorio”.

Recordemos la confrontación que se dio en la historia entre el modelo de capitalismo renano frente al anglo-americano: El primer caso, como señala José Vidal-Beneyto, tiene por eje la economía social de mercado, y por objetivo el progreso de la sociedad inseparable de la creación de riqueza, ambas sometidas a la ética social y al derecho internacional. Vidal-Beneyto concluye que “esta concepción está anclada en el espíritu comunitario, propio de los países germánicos, que genera un fuerte sentimiento de pertenencia colectiva” (José Vidal-Beneyto. La corrupción de la democracia, p. 204).

En contra suya, y como el propio Vidal-Beneyto señala, la contrarrevolución neoconservadora, de la mano de Ronald Reagan, Margaret Theacher, y George Bush, consiguió eliminar todo tipo de cortapisas a los intercambios económicos mundiales, especialmente a los movimientos financieros globales, beneficiando a las grandes corporaciones anglosajonas y a las grandes fortunas agrupadas en fondos buitre, propiciando la supresión de controles de crédito por los estados; la autonomía de los bancos centrales; la ausencia de regulación de los tipos de interés; la total libertad de los flujos internacionales de capitales; el libre acceso al sector bancario; las agencias privadas de calificación económica; los movimientos especulativos que juegan con la deuda pública; la evasión de capitales y lo paraísos fiscales (Ibid. P. 253-254).

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Dicho sea de paso, al tema “La corrupción de la democracia”, tomando como base esta publicación póstuma de Vidal-Beneyto, la dedicaremos un acto, en el mes de octubre, si la Comisión que los adjudica lo admite.

Hace tiempo era ya un lugar común decir que “quien tiene el conocimiento, tiene el poder”. Hoy es preciso, a mi juicio, corregir lo anterior: Quien tiene los recursos financieros tiene la influencia sobre la política y sobre la información. A veces sobre tráfico de armas, drogas o seres; a veces sobre el terror. Valga un símil: Los antiguos pensaban que el gran río Okéanos primordial, rodeaba la tierra. Hoy ese gran río turbulento, aguas turbias donde habita el Leviatán, manejado en su curso por pocas manos, es financiero; arrasa o irriga a su capricho.

Giacomo Marramao, en su libro “Pasaje a occidente. Filosofía de la globalización” (pp. 154-158), declara que “ni el paraíso en la tierra del libre mercado, que pone fin a la historia, ni el espectro de un gobierno mundial parecen proporcionarnos la clave de la nueva fase, sino un juego competitivo entre capitales financieros desvinculados de los procesos productivos y movilizados en tiempo real de un punto a otro del planeta: concentraciones desmesuradas de dinero nómada a cuyas espaldas operan nuevos poderes, a menudo anónimos, sobre los que la soberanía de los simples estados, incluido Estados Unidos, no puede hacer literalmente nada”, formando un sistema que tiende a la inestabilidad.

¿No se puede hacer nada? Basta una simple búsqueda en Internet para encontrarnos con una trama de organizaciones que ejercen un poder planetario para que nuestra sensación de impotencia se acreciente. Saben ustedes que El Club Bilderberg se ha reunido en Sitges el pasado mes de junio, entre el día 3 y el 6. Les invito a leer la primera parte de su informe, ya publicado, con traducción automática al español, a la espera de la traducción profesional completa. Como es sabido, el Club Bilderberg está constituido por magnates de los grandes negocios, jefes de estado y de gobierno, grandes banqueros, y dueños de grandes grupos de comunicación. Proceden de 18 estados diferentes según la lista de nombres publicada con puntos suspensivos, la mayoría desconocidos por el común de los mortales, pero no representan a esos Estados, sino a sí mismos. Daniel Estulin, autor de “La verdadera historia del Club Bilderberg”, obra que muy recientemente ha presentado en La Casa del Libro de Madrid, señala que “las instituciones internacionales no serían más que instrumentos de grupos de presión que pretenden concentrar así el poder mundial en pocas manos”.

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¿Quiénes configuran estos grupos de presión? Basta echar un vistazo a otro documento; “Amos del Mundo, Las organizaciones del poder planetario”. El diagrama que le da portada muestra, una trama constituida por:

1. Una constelación de organizaciones con un papel ejecutivo o político, distribuidas en tres esferas de poder: La esfera de poder económico y financiero; la esfera de poder militar y policial; y la esfera de poder científico.

2. Gravitando sobre las tres esferas, el documento sitúa el Club Bilderberg, con su comité de dirección y su comité asesor.

3. Fuera del diagrama recoge la lista de los “clubes de reflexión”, entre los que enumera el “Foro Económico Mundial”, formado por los hombres más ricos y poderosos, que todos los años se reúnen en Davos, constantemente comunicado a través de una red de video-Conferencia, denominada “Wellcom”; la Comisión Trilateral, fundada en 1973, integrada por dirigentes de las tres zonas económicas principales: América del Norte, Europa Occidental y Japón; el Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreing Relations), organización norteamericana que integra líderes económicos o políticos de muy alto nivel, como George Bush padre, Henry Kissinger o David Rockefeller; el Instituto Francés de Relaciones Internacionales, el par del Consejo de Relaciones Exteriores norteamericano, formado por políticos de la izquierda y de la derecha, empresarios, periodistas y profesores universitarios, cerrando esta nómina de los Clubes de Reflexión, y el Club de Roma.

Ante semejante estructura, los fondos mutuos, fondos de pensión, fondos para la especulación que Vidal-Beneyto llama “fondos buitre”, o las conocidas SICAV (Sociedades de Inversión de Capital Variable) vienen a ser tan sólo perros de presa, sin cadena y sin bozal, amaestrados por sus dueños.

Sobre todo el sistema, el citado documento coloca “Los Illuminatti”, una “élite dentro de la élite”. Como es sabido, los Illuminati fueron una organización secreta, fundada el primero de mayo de 1.776 por Adam Weishaupt, que a sus 28 años , y con el nombre de Spartacus, la fundó en Babiera, bastión del Catolicismo en Alemania, bajo el juramento de luchar contra las monarquías absolutas, las fronteras nacionales, y con el propósito de fundar una república laica donde las desigualdades sociales quedasen erradicadas, de la que el mismo Goethe o el Conde de Saint Germain

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formaron parte. Con sus propias palabras pretendía “… reunir a hombres instruidos de todas partes del globo, de todas las clases sociales y de todas las religiones pese a su diversidad de opiniones y pasiones. Hacer que amen ese interés y ese vínculo hasta que, reunidos o separados, actúen todos de común acuerdo, como un solo hombre. Que pese a sus diferentes posiciones sociales, se traten recíprocamente como iguales y que espontáneamente y por convicción hagan lo que no se puede conseguir por ninguna otra acción pública desde que el mundo y los hombres existen” (Santiago Camacho. La Conspiración de los Illuminati, p. 41).

No acabaron los Illuminati con el fallecimiento de su fundador, en aquel 18 de noviembre de 1.830. A ellos se adjudica, por ejemplo, la Ilustración y su consecuencia: la Revolución Francesa. También la fundación de los Estados Unidos. A los masones George Washington y Thomas Jefferson se les incluye como admiradores y seguidores de su pensamiento y, andando el tiempo, también a Franklin Delano Roosevelt. Me parece un trabajo muy estimable el que les dedica el periodista Santiago Camacho: “La Conspiración de los Illuminati”. Si fuera cierto, tal y como se desprende del libro de Santiago Camacho y del Informe “Amos del Mundo, las organizaciones del poder planetario”, que no solamente los Illuminati han permanecido hasta el día de hoy, sino que dominan sobre la estructura que describí, eso, ¿qué significa?

Si hubieran permanecido fieles a los principios fundamentales del pensamiento fundacional, cabría una esperanza para la construcción de un mundo multipolar; una construcción global, donde la economía, la política, la educación, la información, y la tecno-ciencia, al servicio de los derechos de la vida, no pudieran ser orilladas.

Recelo, tengo que recelar cuando observo su símbolo impreso en el billete del dólar: Una pirámide truncada, cuya cima separada de su tronco, la élite, está representada por la iluminación del ojo de la conciencia que lo ve todo y domina una base ciega sin ella, formada por ladrillos iguales, la población. Recelo, tengo que recelar cuando, al calor del dólar, los neoconservadores del Partido Republicano de Norteamérica, sus cónsules y heraldos andan promoviendo el Nuevo Orden Imperial, con sede en Washington. Recelo, tengo que recelar, cuando se ha dado a conocer que los asesores de Bush en política exterior, elaboraron un documento que aconsejaba agregar al gobierno de entonces, por primera vez en la historia, a personalidades extranjeras que se hayan distinguido por su capacidad de liderazgo y su afinidad con aquel gobierno; recelo, tengo que recelar,

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cuando reparo en la existencia de la Fundación Nuevo Siglo Americano y su “Projet for the New American Century”, organización que dice tener como meta “promover el liderazgo global americano”, bajo la doctrina de Bush: “Total soberanía para nosotros y total intervención en los asuntos de todos los demás”, según publica el propio Santiago Camacho, al tiempo que mantienen un cierto desprecio por lo que entienden “debilidad” de Europa en su esfuerzo de entendimiento para la paz, y le recuerdan que su existencia se la deben a ellos tras la Segunda Guerra Mundial. Recelo, tengo que recelar cuando observo que la conducta de los neoconservadores, que reclaman libertad sólo para mover sus dineros, se ha infiltrado en elementos religiosos que lo sacraliza, traicionando por ello, de un modo manifiesto, no sólo a Jesús de Nazaret, sino al pensamiento fundacional de los Illuminati.

Ahí quedan apenas esbozados los trazos de esta estructura de poder que financieramente mueve los hilos del mundo. Es tal la envergadura de este Leviatán, de estos Titanes que se mueven a su antojo, que sigue siendo pertinente la pregunta: ¿Qué se puede hacer? ¿Cabe otra globalización?

LA GLOBALIZACIÓN DEL HUMANISMO.

A mi juicio, no se puede ignorar la realidad financiara a que nos enfrentamos, y sus fuertes y reducidos núcleos de poder. Se trata de una realidad que el propio Sloterdijk, en su “Esferas II, compara con aquellas flotas, armadas para despojar, colonizar y comercializar; naves que hoy son los capitales que circundan la tierra, casi siempre bajo bandera de conveniencia, que fleta, dice Sloterdijk, “la sociedad de la solidaridad calculada, la sociedad del riesgo como alianza de los codiciosos bien asegurados”, y no pocos piratas con aires de nobleza.

Si escuchamos la voz de Karl Jaspers (“Origen y meta de la historia”), dos veces la Humanidad ha “respirado hondo”; acaso, digo yo, inspirando horizontes lejanos y expirándolos luego en lo cercano y concreto: una respiración de dominio técnico sobre el entorno, allá en el Neolítico, que fluyo sobre la cima de la era axial del s. VI a.C., e inhaló vida de cultura antigua y dominio técnico, de consuno, en la dinámica del Renacimiento y de la Modernidad. Hoy parecen haber querido respirar para sí, unos pocos, los horizontes todos, dejándonos a los demás sin respiración.

Ya que resulta impensable una civilización global, sin la existencia de un poder financiero y económico de la misma dimensión, se hace imprescin-

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dible la creación de contrapesos.

En su diálogo con Ricardo Díez Hochleitner, “Diálogo entre Oriente y Occidente en busca de la revolución humana”, el budista Daisaku Ikeda pregunta: “¿Qué debemos hacer para elevar la globalidad actual a un nivel que pueda sostener la clase de civilización mundial sobre la que descanse el futuro de la humanidad? ¿Qué requisitos debe cumplir la cultura para servir de eje espiritual a dicha civilización?”.

A mi entender, Ikeda incoa la distinción entre civilización, entendida como recursos materiales con que cuenta una sociedad, y cultura, comprendida como cultivo que el hombre hace de sí mismo, y clima social que, a un tiempo, es resultado suyo y lo favorece. Cobra relevancia el pensamiento del Fausto de Goethe, como si fuera una esfinge en medio del camino:

“¡Cómo interactúan todas las cosas como si sólo fueran una!/ ¡Cómo viven unas en otras y trabajan para la gran obra universal!” ¿Existe una gran obra universal, un universalismo en garras de rapaces o manos provincianas? ¿Ese universalismo, está esperando a que el hombre tome conciencia de sí, siempre más grande que sus obras, creado creador, como Roger Garaudi señaló, creación continua del hombre por el hombre? ¿Debe ser el hombre, espacio común de trabajo, punto de encuentro de todas las confesiones de fe, todas las filosofías, todas las ciencias, todas las éticas entendidas a la manera kantiana?

¿Quién no recuerda al “hombre singular, y universal a un tiempo”, del Renacimiento? ¿Aquel sueño de humanismo que el Profesor Francisco Rico describe de modo tan eminente. El mismo del que Petrarca escribió: “Podrán tal vez, pasadas las tinieblas, volver nuestros lejanos descendientes/ al puro resplandor del siglo antiguo…/ Resurgirán entonces los ingenios,/ los anónimos despiertos, eminentes…”

Aquellos fueron los tiempos del hombre total, a quien ningún dogma ni rol podía absorber, perceptor de una interioridad singular, entregado a una individuación jungiana, más allá de las capas de cebolla que, según Lewin, van envolviendo en SEF, el núcleo interior de los seres donde subyace todo el potencial del ser, más allá de los prejuicios y de los estereotipos; un individuo singular que se diferencia de lo establecido y se identifica con la Antigüedad clásica, hasta el punto, como muestra el citado Profesor Francisco Rico, de traducir a las lenguas vernáculas los textos sagrados a

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partir de los originales griego y hebreo, bajo el principio de que “todos pueden ser teólogos”.

Dotados de mayor movilidad psíquica y geográfica, alienados de los poderes imperantes de su tiempo, se hicieron a sí mismos. A la manera de Vives, se adentraban en el camino del conocimiento, tomando como paradigma la Antigüedad clásica, pero sin desentenderse de lo próximo, actuando entre el lenguaje, la realidad y las formas de vida; bajo el común denominador de las fuentes antiguas, “gramática, retórica, poesía, historia y filosofía moral, formaban el cuarto de armas y banderas, la `umanitá´.

Recordando la cita de Petrarca, en un tiempo cuando las tinieblas parecen apegadas a la tierra como tupida niebla baja, ¿podrán volver nuestros descendientes hacia nuestros ancestros, teniendo frente a sí la tarea de un nuevo hombre singular que se construya? ¿Aún contienen, esos antiguos siglos, oportunidades perdidas, virtualidades cercenadas aún cargadas de significación, de modo que puedan encarnarse en un inédito modelo de vida que puedan transmitir a otros lejanos descendientes? ¿Resurgirán ingenios, anónimos porque no busquen medrar, pero eminentes por la significación que aporten?.

Ricardo Díez Hochleitner, que fuera entre otras cosas Presidente del Club de Roma, responde a Daisaku Ikeda: “Con compasión y sentido de la responsabilidad, debemos preparar modelos para futuras formas de vida. Sólo la revolución humana puede desarrollar nuestras propias virtudes, revelarnos por completo nuestra naturaleza esencial y permitirnos actuar en consecuencia. La revolución humana es el único modo posible de utilizar sabiamente los ordenadores, los satélites, las máquinas, los generadores atómicos y los aparatos electrónicos en beneficio del prójimo, respetando la armonía con nuestro medio ambiente e incluso con todo el universo. Este tipo de globalización, frente a la globalización egoísta e ignorante que sólo sirve a los más ricos y poderosos, no sólo es deseable, sino que seguramente sea también fundamental” (Op. Cit. Pp. 58-59).

Difícil cosa es construir en el presente modelos que sean válidos en el futuro, en este ritmo alocado de los tiempos, cuando el titular periodístico que ha merecido la Conferencia de Sitges es: “El mundo está fuera de hora”.

Quizás también porque, si entendemos mundo como “cosmos”, orden, hemos implantado sobre la naturaleza un orden artificial, a espaldas suyas,

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que la devora a olvido del “mundus” que le daba centro, donde la otredad fluía; domina la instantaneidad y el corto plazo; hemos perdido el sentido. Port otra parte, hemos roto el pacto entre conciencia, naturaleza e historia, y hay que restablecer el diálogo armónico entre naturaleza y mundo, entre “Kosmos”, “Psique” y “Physis” contra el caos.

Vivimos en un tiempo crítico, no sólo a causa de la naturaleza, que ya se queja, sino de las circunstancias, “en un momento en el que el camino que escojamos determinará el triunfo o el fracaso de la humanidad en la creación de una nueva civilización global”, que afirma Daisaku Ikeda (Op. Cit. P. 141). Los medios materiales para la construcción de esa civilización los pone la tecno-ciencia, la economía y la política, pero el conductor de todo ello es el hombre, un hombre del que, dijo Aranguren, “se encuentra hoy, no grande y poderoso, como en otro tiempo, sino indigente, inseguro, roto, puesto a sí mismo en cuestión” (Contralectura del catolicismo, p. 21); un hombre venido a menos, ¿sin alternativas, como señaló Kolakovski, porque no le resulta posible hacer coincidir su modo de existencia con lo que en esencia es? Su esencia no acontece en lo que vive ¿Yacente en su incapacidad de respuesta?; ¿desubicado y desorientado en la dilatación de sus horizontes, y desarraigado de un suelo artificial que, paradójicamente de él se nutre si algo saca, y luego lo expulsa? Enajenado, nómada de sí, bajo una crisis de identidad, ni puede ni sabe mantenerse con sentido en medio de los cambios acelerados y convulsos.

¡Fin del estado estable!, se nos anunciaba. El sentido de la historia era la creación de civilización a manos de Occidente. Supuestamente, la colonización ha muerto a manos del capital al que sirvió. Supuestamente, el pluralismo ha estallado con ansias de emancipación. Supuestamente la comunicación se ha generalizado. Sólo nos es segura la inseguridad. Estamos en la sociedad del riesgo.

¿Se ha producido un cambio determinante en la evolución de las especies? Inveteradamente, no han sido los mejor adaptados a un medio los más capaces de sobrevivir a las perturbaciones de su entorno, y por tanto más capaces también de darles dirección, sino los menos adaptados, los que han actuado como “philum”, principio que incoa creativamente una nueva mutación ¿Está capacitado el ser humano para dar respuestas creadoras de identidad, de realización y de sentido en esta Ola crítica? Si el dinero viene a ser el valor unidireccional al que se somete la escala de valores, incluso el propio hombre, esta es una sociedad en la que sobrevive el más fuerte, el mejor armado con este valor fundamental; los poderosos acumulan cada

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vez mayor poder, ensanchan su campo de actuación al tiempo que se les estrecha la conciencia; la voz de los débiles no interesa y la brecha se ensancha. El mundo se ha vuelto coto de caza, al que le han roto las cercas de los estados, y entre los poderosos asistimos a una guerra económica despiadada que levanta fortunas entre las ruinas de los otros. Es una auténtica “ley de la selva”.

Díez Hochleitner lo ha expresado así: “ahogamos la vida, contaminamos nuestro querido planeta y envenenamos a la raza humana, al tiempo que creamos desigualdades intolerables” (pag. 69). Daisaku Ikeda nos sitúa ante un trilema: una estructura entrelazada compuesta por tres cuestiones que se influyen y se agravan mutuamente:

1. El desarrollo económico de las poblaciones en continuo crecimiento.2. El agotamiento de los recursos naturales y la energía 3. La destrucción del medio ambiente (Ibid. P. 103-104)

No quiero abrumarles con el aluvión de datos disponibles que expresan con toda claridad la situación crítica que vivimos en relación con las tres cuestiones planteadas por Daisaku Ikeda: El crecimiento de la población mundial que auguran será de nueve mil millones en cuarenta años y las necesidades que conlleva de alimentación, vivienda, educación y salud. Tampoco es preciso detenerse mucho en el exterminio ecológico a que sometemos el planeta: la erosión del suelo, la desertización, la desaparición de la tierra cultivable, la contaminación, la deforestación, la destrucción de los ecosistemas, la extinción de la biodiversidad, la contaminación de las aguas, la lluvia ácida, la destrucción de la capa de ozono, la merma en las masas de hielo, la contaminación atmosférica, el efecto invernadero, el cambio climático, y todo el etc. que se les pueda ocurrir. No es que no tengamos abundante bibliografía al respecto, es que parece que, cegados por el lucro, no se quieren enterar.

A mi juicio, de no tomar medidas contundentes, estamos abocados a una conflagración ecológica y social, de dimensión global. No quiero detenerme en ello porque pretendo subrayar el lugar de la batalla, de donde debe partir luego la recuperación de todo lo demás: El Hombre, ese hombre del que Ortega dijo que “ha perdido el pasado” y vaga “perdido en abundancia”, y, añado yo: reposa inconsciente en su entropía.

Yo soy de los que creen que el hombre tiene una misión cósmica. Y de nada sirve llegar hasta los confines del universo o del átomo, si de deja la

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humanidad que le caracteriza por el camino. Puedo aceptar y comprender a quienes entiendan desmesurada esta comprensión. No logro comprender a quienes usan la razón para justificar el exterminio de la razón, tratando de hacerlo razonable. Esta perspectiva mía contempla el poder financiero, la tecnociencia, la política, y sus vasallos, actuando en procesos muy acelerados, entre tanto las ciencias del sentido andan cojas; la cultura “se ha fosilizado”, dice Ikeda. Yo más bien creo que lo que se ha fosilizado ha sido la capacidad del hombre para cultivarse a sí mismo más allá de la horma; entiendo que la cultura ya no es creadora de identidad y de sentido; como caldo de cultivo, es una culturización del espectáculo que erotiza y seduce ante el escenario rotatorio de los escaparates; una fantasmagoría que engendra irrealidades en las mentes; una sucesión de simulacros, que Baudrillard dice, seduciendo, des-identificando, tergiversando; entiendo que los valores ya no son del ser, sino de uso, y las personas son asignadas a la gestión útil de su vida, y no como valores sin recambio.

Asimismo entiendo que asistimos a una crisis de liderazgo en toda regla. “El pez se pudre por la cabeza”, reza el proverbio chino. Precisamente en unos tiempos cuando necesitamos líderes que tengan una visión global y local al mismo tiempo, que den la cara, que se pongan al frente de los pueblos y estimulen la cooperación. Necesitamos líderes que no usen la situación crítica para que les lleve hasta el poder como en alas de ángeles, sino que miren más por los más desfavorecidos, aún al precio de su propio futuro político. Precisamos líderes que se remanguen, que se pongan el mono de trabajo, ocupados en lo inmediato, sosteniéndolo hacia el medio y largo plazo. Necesitamos líderes solidarios, que se pongan al lado de quienes más padecen, y frente a los poderes globales de la rapacidad sin fronteras. Una forma de liderazgo, como propone Ikeda, que se base en la confianza en la humanidad; que una los seres humanos y les facilite el desarrollo de su potencial. No aquel que difunda la desconfianza y la sospecha; que alimente las escisiones o que utilice las situaciones y las personas como herramientas de sus fines, privándolas de todo su potencial.

Hoy se hace imprescindible la movilización comprometida de todos los recursos humanos y el ejercicio de lo que se ha dado en llamar “democracia anticipatoria”. El espectáculo, que a las sociedades ofrecen algunos líderes, es deprimente. No sorprende verles caer en la escala de estima de la sociedad. Algunos que fueron líderes, en primera línea, los vemos hoy integrándose, con todo su bagaje, en redes del capitalismo integrista, al que quizás siempre

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sirvieron, y no a las naciones y a los estados que les pusieron en el poder. José Vidal-Beneyto nos pone como ejemplo al Ex-Presidente Aznar, “incorporado al imperio de la comunicación de Rupert Murdoch” y a “Centauros Capital, una sociedad de fondos basura, para la práctica de operaciones especulativas de alto riesgo” (Op. Cit. P. 219), dice. En situaciones críticas cunde el desánimo, la irritación, la visceralidad sin lógica; los pueblos exigen soluciones inmediatas a sus líderes. Es fácil explotar para sí este estado de ánimo y de cosas, y caer en el sinsentido político de ponerse el último de las colas más largas, donde mayores adhesiones se puede conseguir, y, desde allí, dar grandes voces de protesta.

La ecuación es: El primer término: una situación crítica, como un tsunami sobrevenido, con grandes siluros en sus aguas turbias, que acaso ellos mismos provocaron y también agitan para barrer del todo aquellos estados más caracterizados por la protección de sus sociedades. El segundo término: un ser humano mermado en su capacidad de respuesta. El tercer término: Una fuerte crisis de liderazgo, impotente u oportunista, que genera desafección y desánimo.

No es que esto, que algunos bienintencionados llamaron “refundación del capitalismo, no tenga frente a sí otras estructuras de contrapeso.

Una de ellas es el Movimiento Federalista Mundial, fundado en Suiza en 1947, con sede en Naciones Unidas, miembro consultivo de su Comité Económico y Social, que pretende el fin del imperio de la fuerza sustituido por un mundo bajo el imperio de la Ley a través de instituciones democráticas, designadas por elección directa de los pueblos, con poderes ejecutivos; un federalismo mundial gobernado a través del sistema de división de poderes.

Del mismo modo, la Internacional Socialista, después de su XXII Congreso celebrado en Sao Paulo en octubre de 2003, exigió la implantación de una nueva “gobernanza” mundial y justa, ampliando el Consejo de Seguridad, creando además un Consejo de Seguridad Económica y una Organización Ambiental Mundial, y que todo ello actúe, de hecho y siguiendo el Protocolo de Kyoto, como un Consejo para el Desarrollo sostenible. De hecho, y como recoge Santiago Camacho en su obra citada (pag. 261), la Internacional Socialista llega a proponer la existencia de una hacienda global para que el servicio público no se sacrifique a la consagración del mercado. Para ello, “debe crearse un nuevo impuesto global para financiar los bienes públicos globales”.

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A ese nivel de estructuras de oposición poco más cabe. Como Andrea Rizzi señala en El País del pasado 5 de julio, los Estados se ven impotentes para gestionar los problemas globales; en nichos de poder incontrolados se cargan gigantescas bombas de relojería; el mercado de derivados vale 600 billones de dólares, diez veces el PIB anual del mundo, más de 100 veces el de EE.UU., y, ante eso, ni siquiera los grandes bloques regionales puede actuar con determinación y eficacia. Rizzi nos pone como ejemplo que la Unión Europea, junto a EE.UU., no pudo acordar en el G 20 el establecimiento de impuestos al sector bancario. Sólo la elevación del G 20 en calidad de foro intergubernamental principal en el sector económico y financiero, involucrando a países emergentes, en paralelo con el G 8, puede ofrecer una esperanza dubitativa de que algo se está moviendo y ampliando los ámbitos de decisión.

En pie está la propuesta de creación de Asamblea Parlamentaria de la ONU, más allá del principio de “un país, un voto” o del derecho de veto. Se trataría de un nuevo órgano consultivo en su primera fase, que pudiera ejercer autoridad moral en asuntos sociales y económicos, proyecto que apoyan hoy unos 700 destacados parlamentarios, unas 240 ONGs, seis premios Nóbel y numerosas personalidades.

Esa es la contienda estructural. Pero es en el individuo donde está el lugar de la batalla. A nuestro nivel, y bajo la bota imperial del dinero sin fronteras, tan sólo nos queda clavar la conciencia como si fueran pies hundidos en este barro dorado, en un personalismo, no hedonista ni durmiente, contra el conservadurismo de la corrupción, y allí, en la práctica comunicacional, defender la democracia como función pedagógica; apostar por la metodología de la Modernidad, la sinergia de la revolución, que comienza en cada hombre, es la revolución del pensamiento, entregado a la solidaridad que transforma las sociedades, y, con sus conocimientos instrumentales, cooperar en la revolución económico-tecno-científica como creadora de civilización y facilitadora de toda eclosión cultural.

Cada ser humano debe rearmarse en su propia y singular identidad, en su dignidad y en su implicación solidaria, los tres aspectos básicos de la persona; cada ser humano debe vivir, no desde la superficie de sí, sino desde su propio núcleo interior reconquistado, y hacerlo comparecer como identidad solidaria, como transparencia, como empatía sabiamente crítica.

Como ha citado, de Aurelio Peccei, Daisaku Ikeda, en estas conversaciones entre Oriente y Occidente con Ricardo Díez Ochleitner:

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“Las capacidades que aún se hallan latentes en cada individuo son tan numerosas que podemos hacer de ellas el recurso humano más importante. Sólo puliéndolas y desarrollándolas de un modo coherente con nuestra condición actual en este mundo nuevo, podremos poner un mínimo de orden y armonía en nuestros asuntos, incluidas nuestras relaciones con la naturaleza, y por consiguiente progresaremos de forma segura” (op. Cit. P. 65).

La estrategia pasa, sin la menor duda, por: El despertar de la persona; Acordar el valor radical de lo humano y los derechos de la vida; Definir los valores comunes, bajo el imperativo categórico kantiano; Asumir el valor radical de la diferencia; Concordar el valor comunicacional, globalmente establecido.

Dijo Martín Heidegger que el hombre es el “mensajero del ser”; “ontopoeta”, lo definió nuestro Laín Entralgo: poeta del ser ¿Qué mensaje de identidad emite? ¿Qué poiesis construye? Ernst Bloch dijo que “como ser no fijo, juntamente con el mundo que le rodea, es una tarea y un gigantesco receptáculo lleno de futuro”. ¿Qué alberga?, ¿qué recibe?, ¿de qué va lleno ese receptáculo que, como señaló Heidegger, puede llevar una vida despersonalizada o significativa? O la cuestión quizás más preocupante: ¿De qué lo están llenando?

“Yo soy como he nacido?”, podía decir, sin expectativas de cambio, en un estado social inamovible, propio de la Edad Media; “yo soy lo que puedo lograr, rendir o producir”, lo que tengo, soy, podía decir hace tan sólo unos pocos años” ¿Tendrá que llegar a poder decir: yo soy causa de mí, aquello que consiga hacer de mí, un impulso hacia la excelencia solidaria?

Somos urgidos por hacer de cada una de nuestras vidas una propuesta creadora y solidaria? ¿O nos quedamos en la cuneta, en un sistema educativo que cultiva el ejercicio de la competitividad para ganar valor a ojos de ese mismo sistema que nos fagocita?. Es un sistema donde la persona por él ahormada pretende, con el pretendido éxito, fortalecer una identidad recibida, un estatus y un rol externamente dirigidos; y ejercer la competencia de los humanamente incompetentes, los que se dejaron la identidad, el estatus y el rol de lo humano por el camino.

Dignidades recibidas, según el patrón de quienes las adjudican. Dignidad, valor. “Todo necio/ confunde valor y precio”. ¿Qué precio pagamos por

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alcanzar el valor que se nos concede? ¿Cuánta auto-estima se quedó por el camino? Para que pueda serlo, en verdad, no podemos olvidar el carácter solidario de toda dignidad. Desde los tiempos de Homero, AXIOS, DIGNO, es aquello que, trabajando la excelencia, “hace subir el brazo de la balanza y lo pone en equilibrio; en su evolución humana de excelencia, todo lo hace equivalente de sí mismo, del mismo valor”. ¿Qué dignidad, qué concepto de valor es este que descansa en la fuerza que se acredita en la capacidad de tener al precio de rebajar?

Para desarrollar estrategias de revolución humana y humanismo global es imprescindible la educación permanente, reglada y por ello de autodidacta, para no caer ni “bajo las ruedas”, ni en “el lobo estepario”, ni en llegar a ser una canica más en este “juego de abalorios”. Habrán reconocido la referencia a Hermann Hess.

Dice Ikeda que hay que producir un nuevo humanismo de carácter global, y una revolución humana que lo produzca. Las crisis planetarias tienen su origen y su antídoto en las crisis personales. Hay que formar ciudadanos del mundo, capaces de hacerse y hacer mundo con lo que les pone en crisis.

Para ello, frente a una educación funcional que integra en el sistema, acaso producida más por estiramiento que por nutrición, hay que educar en valores que le den ordenamiento. Una educación en globalidad para este mensajero del ser, en su doble vertiente: tecno-científica, creadora de civilidad mundial, y humanística, formadora del hombre singular y universal, caracterizado en los valores culturales propios, que determinan su diferencia, en diálogo constructivo con los demás. En suma: una educación universal adaptada a las diferentes fases que determina la pedagogía evolutiva y los diferentes grados de maduración del ser.

Para ello, Daisaku Ikeda promueve, quizás a contrapié de tiempos y voluntades, la creación de un fondo internacional para la educación primaria, planteamiento que comparte Ricardo Díez Hochleitner: “un fondo –dice- para asegurar al menos la enseñanza primaria en las naciones en vías de desarrollo”.

Una educación universal, no limitada, en su excelencia, a los grupos de poder.

Una educación de alta calidad, que contemple la igualdad de oportunidades.

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Una educación continuada y capaz de generar crecimiento económico sostenible y valores culturales, puesto que las personas más instruidas son las más productivas y responsables.

Una educación que proporcione información y un fuerte sentido de la solidaridad, creando numerosos centros en el mundo rural e interconectándolos a través de la radio e Internet.

Una educación que abarque todos los campos y aspectos de la cultura tecno-científica y cultural, abordando las materias de un modo simultáneo y holístico.

Una educación que integre lo singular, propio de cada persona y cultura, con la creación de valor universal.

Una educación para la indagación en lo otro, el hallazgo, la asimilación como propio, y la respuesta creativa que relativice e innove.

Una educación en la convivencia en la paz, destinada a formar ciudadanos globales, en un mudo ya sin recurso a la fuerza.

Una educación que facilite e impulse en cada persona en la escala ascendente: desde el dato a la información, desde la información a la elaboración creadora de sabiduría como arte de vivir a partir sde la experiencia.

Una educación que promueva la revolución humana y el humanismo global; la conciencia de ser ciudadano del mundo, perteneciente a una etnia global, a la cual contribuye con su propia singularidad irrenunciable.

Y que emerja el mundo como cosmos; urbanismo educador obra del humanismo, “Axis mundi”. Como aquella montaña sagrada donde según la mente antigua se reunían el cielo y la tierra; como entre las religiones mesopotámicas, que nos cuenta Mircea Eliade, el ziqquat, “la montaña de los países que une los territorios” y el Cielo con La Tierra, como aquel Tabor galileo o el Gericim samaritano, onphelos, ombligo del mundo, así emerja el hombre; como el “mundus” de la primitiva Roma, su centro, la cavidad excavada en ese centro desde donde surgía la otredad, “Physis mundi”, así surja una nueva civilidad.

CONCLUSIÓN.

Dos globalizaciones frente a frente. Desde alturas inaccesibles para el común de los humanos; desde su jardín de las Hespérides donde crece el

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oro amasado con angustias, el Carnero del vellocino arremete contra el cordero; el buitre cae sobre su presa. Los seres se desnaturalizan.

Ya no es tiempo de refugiarse en aquella finca aislada, puesta a sitio por la peste, como hicieron aquellos jóvenes del Decamerón, y allí contarnos divertidas historias renacentistas, mientras se estrecha el cerco.

Nada podemos contra esa placa tectónica que nos aplasta. Quizás tampoco podamos prescindir de ellas y sea preciso el equilibrio entre culturas y civilización, o cultura civilizatoria. Acaso sea hora de las minorías creadoras, del hombre, creado creador, mensajero del ser. En esta hora esta Casa debe movilizar sus recursos, frente al rodillo que nos aplasta.