reescribiendo el mito: otredad y tragedia femenina en recuerdos del porvenir de elena garro
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REESCRIBIENDO EL MITO: OTREDAD Y TRAGEDIA FEMENINA EN
RECUERDOS DEL PORVENIR DE ELENA GARRO
AIDA ROLDÁN GARCÍA
University of Massachusetts Amherst
Introducción
Uno de los motivos por los cuales Recuerdos del porvenir ha sido clasificada como una
obra subversiva ha sido por el reconocimiento y visibilización que hace Elena Garro de
una serie de sujetos marginales borrados de la macro historia y de la experiencia
revolucionaria mexicana. Uno de estos grupos son las mujeres, que adquieren un rol
protagonista en la historia y rompen con la visión pasiva estereotípica que ha quedado en
el imaginario mexicano de la mujer en la revolución en forma de madres y esposas. A
pesar de que en la novela los personajes femeninos son retratados de forma activa y
subversiva, estos sujetos no parecen librarse de mitos y arquetipos femeninos que circulan
en la comunidad otorgándoles una calidad de “otro” y subalterno, algo que marca sus
experiencias y dictamina sus finales trágicos. El objetivo de este artículo es analizar cómo
actúan los discursos sobre feminidad y género en relación a la otredad y cómo la autora
logra articular una crítica y proponer una relectura de ciertos mitos y arquetipos sobre lo
femenino dentro del imaginario mexicano. Al igual que la novela de Garro, este trabajo
se divide en dos partes. La primera tiene como objetivo analizar cómo la otredad se
manifiesta de distintas maneras en los sujetos femeninos. La segunda parte se fija en como
a pesar de que las protagonistas son capaces de subvertir aquellos discursos que las
subyugan y las discriminan, sus finales son necesariamente trágicos porque es a través de
estos desenlaces que Garro logra articular su crítica a los modelos de feminidad
encarnados por figuras como la Malinche y a proponer una relectura de todas esas
narrativas y arquetipos sobre lo femenino que no hacen sino excluir y marginar
socialmente todavía más a la mujer. Como apunta Simone de Beauvoir en su texto The
Second Sex (1949):
“Few myths have been more advantageous to the ruling caste than the myth of
woman: it justifies all privileges and even authorizes their abuse. Men need not
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bother themselves with alleviating the pains and the burdens that physiologically
are women’s lot, since these are ‘intended by Nature’; men use them as a pretext
for increasing the misery of the feminine […]” (Beauvoir 97).
Mito, misterio y otredad
En Recuerdos del porvenir Elena Garro ofrece un abanico bastante amplio de personajes
femeninos que son los que conducen la historia y vertebran el argumento principal. A
través de estas representaciones femeninas, la autora no solo denuncia y visibiliza la falta
de representación de las mujeres dentro de los discursos macro-históricos sino que
también logra representar la otredad de la mujer dentro de la sociedad y el imaginario
revolucionario mexicano1. En el texto, la otredad femenina se puede observar a varios
niveles y está relacionada con una serie de mitos sobre el sujeto femenino. Estos mitos,
formados y consolidados en muchas sociedades patriarcales occidentales, lejos de mostrar
y acercarse a las realidades sociales, culturales e históricas de las mujeres, tienden a usar
estratégicamente arquetipos y otros modelos para controlarlas y regularlas amparándose,
con frecuencia, en un supuesto origen histórico. En la novela, las protagonistas se ven
cruzadas e interpeladas por estos mitos, que son los que les otorgan en mayor o menor
grado su cualidad de otro dentro de la comunidad: “[…] female protagonists [are] caught
in unchanging cycles within a society that is based on a certain interpretation of the
founding myths that determine its identity and its collective” (Bartlow 14).
A nivel abstracto, la alteridad femenina se manifiesta en la novela a través de uno
de los mitos más populares junto con la asociación de lo femenino y la naturaleza - mujer
y lo misterioso: “Of all these myths, none is more firmly anchored in masculine hearts
than that of the feminine ‘mystery’” (Beauvoir 97). Como afirma Simone de Beauvoir,
este mito, lejos de describir una otredad real2 es fruto de la ignorancia de los hombres,
que no han albergado nunca ningún tipo de interés por conocer y acercarse al sujeto
femenino, de modo que justifican su ignorancia a través de ese supuesto carácter místico
y enigmático innato de la mujer:
1 Este ensayo es consciente de que el trato de la mujer como otro no es exclusivo a los imaginarios
culturales ni la sociedad mexicana, sino que es un hecho común en muchas sociedades
occidentales patriarcales. 2 Si tenemos en cuenta que todo lo ajeno al sujeto se configura como otro y que la otredad es
misteriosa, podemos concluir que todo el mundo es misterioso para el sujeto con indiferencia
de su género (Beauvoir 97).
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[Este mito] has numerous advantages. And first of all it permits an easy explanation
of all that appears inexplicable; the man ‘who does not understand’ a woman is
happy to substitute an objective resistance for a subjective deficiency of mind;
instead of admitting his ignorance, he perceives the presence of a ‘mystery outside
himself: and alibi, indeed, that flatters laziness and vanity at once (Beauvoir 97).
En la novela, Julia Andrade e Isabel Moncada son los personajes que representan la
alteridad por medio de lo misterioso. Desde el inicio, Julia es descrita como una criatura
reservada, celosa de su intimidad y sobre todo, misteriosa:
Su voz cambiaba delante de la mujer [Julia]. […] la miraba a los ojos, quería saber
qué era lo que ella tenía detrás de los párpados, más allá de ella misma. Su querida
se escondía de su mirada, ladeaba la cabeza sonriente, se miraba los hombros
desnudos y se recogía en un mundo lejano, sin ruido, como los fantasmas (Garro
46)
Desde la tarde que la vi desembarcar del tren militar me pareció mujer de peligro.
Nunca había andado nadie como ella en Ixtepec. Sus costumbres, su manera de
hablar, de caminar y de mirar a los hombres, todo era distinto en Julia (Garro 43).
Lo mismo ocurre con Isabel, descrita como un ser enigmático, pero también melancólico
con la mente siempre perdida:
Había dos Isabeles, una que deambulaba por los patios y las habitaciones y la otra
que vivía en una esfera lejana, fija en el espacio. […] la Isabel suspendida podía
desprenderse en cualquier instante, cruzar los espacios como un aerolito y caer en
un tiempo desconocido. Su madre no sabía cómo abordarla. «Es mi hija Isabel», se
repetía, incrédula frente a la figura alta e interrogante de la joven (Garro 31).
El misterio sirve tanto para justificar los comportamientos, como los actos extraños
y caprichosos de las protagonistas: “if the loved one’s behaviour is capricious, her remarks
stupid, then the mystery serves to excuse it all” (Beauvoir 97). En la novela, tanto los deseos
de Julia como los de Isabel siempre tienen ese tono de antojo. Nadie se plantea el motivo
de dichos deseos, ya sean banales como un baño perfumado, o más trascendentales, como
el deseo de escapar. Por último, sobre del enigma femenino, Simone de Beauvoir plantea
la negatividad y toxicidad que surgen de las relaciones basadas en lo enigmático y la
ignorancia, algo que en ocasiones suele buscar el sujeto masculino y que serviría para
ilustrar de forma bastante acertada la relación que mantiene Francisco Rosas y Julia:
[…] thanks again to the mystery, that negative relation is perpetuated which
seemed to Kierkegaard infinitely preferable to positive possession; in the company
of a living enigma a remain alone – alone with his dreams, his hopes, his fears, his
love, his vanity. This subjective game, which can go all the way from vice to
mystical ecstasy, is for many a more attractive experience than an authentic
relationship with a human being. (Beauvoir 97).
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Desde el primer momento, Rosas sufre por la ignorancia de no saber cómo leer ni cómo
interpretar a Andrade. A pesar de pasar tiempo con ella y de compartir intimidades, el
militar no deja de sentirse solo y desamparado en sus pensamientos. En un primer
momento se puede pensar que la compañía de Julia es inútil porque sus pensamientos
siempre parecen habitar otra realidad – algo que como se verá después es una estrategia
de resistencia a la dominación masculina – o simplemente que Julia es una muchacha
hermosa y no tiene más que ofrecer. Sin embargo, ante una lectura más atenta se puede
observar como los intentos de Rosas por saber más de Julia están motivados únicamente
por su vanidad y sus celos: él no quiere saber nada de su pasado, ni de dónde viene, ni
sus aspiraciones; él solo quiere saber si está pensando en otros hombres y simplemente
busca su atención para sentirse querido o deseado. Ante el desinterés y silencio de Julia,
lo misterioso sirve a Rosas para amparar su vida miserable y desdichada, cuando en
realidad, como hacían los héroes melancólicos románticos, se regodea en su desgracia a
la vez que culpa a Julia de ello.
La relación entre Rosas e Isabel es diferente. Lo que les une es precisamente su vida
desdichada y ambos anhelan tocar fondo y sucumbir a su destino trágico: Rosas, a través
de sus maldades y su amor por Julia; Isabel, a través de su alienación y de la relación que
inicia con Francisco Rosas. No obstante, el vínculo que se crea entre ambos personajes
es distinto al de Rosas y Julia y cuyo motivo reside en otra forma de otredad femenina
presente en la novela: el deseo femenino. Al contrario que Julia, Isabel es un personaje
activo en cuanto a deseo se refiere y cuya desgracia reside en la insatisfacción de sus
deseos, truncados en parte por ser mujer: “Isabel differs from Julia in that she is a member
of the community; however, Isabel rejects the community through her alienation from the
expectations of her as a woman” (Bartow 12):
“A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le
humillaba la idea de que el único futuro para las mujeres fuera del matrimonio.
Hablar del matrimonio como de una solución la dejaba reducida a una mercancía a
la que había que dar salida a cualquier precio” (Garro 23).
En la segunda parte de la novela, el general Rosas intenta remplazar a Julia con la figura
de Isabel. Sin embargo, el militar no tarda en darse cuenta de cómo esto es imposible por
dos motivos. Primero, porque Isabel, a pesar de su alineación tiene una identidad
consolidada dentro de la comunidad, de modo que ya no es el ente completamente
misterioso que era Julia Andrade. Segundo, porque Isabel es un sujeto que proyecta sus
deseos, que se hace entender y que habla el mismo lenguaje que Rosas. Por ese motivo
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está a su misma altura. Este hecho causa un dolor y una miseria todavía más grandes para
el general, que no solo no puede proyectar sus deseos y su vanidad en Isabel, sino que
ésta sirve de espéculo a Rosas y lo hace consciente de su crueldad. Isabel baja a Rosas a
la realidad de la comunidad y le muestra unos horrores que estaban hasta el momento
eclipsados y justificados por la figura de Julia.
La tercera forma de otredad femenina presente en la novela es la otredad del cuerpo
de la mujer. Esta otredad del cuerpo surge de una serie de arquetipos y modelos de
feminidad que se corresponden con el binario virgen/prostituta, común en muchas
culturas y sociedades patriarcales como la mexicana. En el imaginario mexicano esta
dicotomía está representada por dos figuras populares de la tradición iconográfica e
histórica - la Virgen de Guadalupe y la Malinche- que han servido para representar lo que
se conoce a nivel discursivo como mujer buena/ mujer mala. En la novela, esta relación
dicotómica aparece representada por Conchita e Isabel: la primera, una criatura dócil,
pasiva y virginal y la segunda, una mujer malvada, malinchista: una mujer fatal que
traiciona a su pueblo. Es a través de los modelos de feminidad que representan figuras
como la Virgen o la Malinche que las mexicanas se han visto obligadas a adoptar una
posición subjetiva a lo largo del tiempo. Estos modelos socialmente construidos suelen
ser contradictorios y en muchos casos no se corresponden con la realidad. A pesar de esto,
estos patrones de conducta no solo han servido para dictaminar roles y posicionamientos
de género dentro de la sociedad, sino que también se han encargado de la regulación y la
normativización de los cuerpos de las mexicanas.
Tradicionalmente, el cuerpo femenino siempre ha estado marcado por la otredad,
entre otras cosas por su diferencia con el cuerpo masculino y por su asociación con lo
corpóreo, la carne y la naturaleza3. Si tenemos en cuenta que el ideal femenino en la
sociedad mexicana está encarnado por la Virgen de Guadalupe, que representa la castidad,
la pasividad y la maternidad, por oposición, el cuerpo, la carne y la sexualidad están
vinculados a la figura de la prostituta, la Malinche, que representa lo ordinario, lo terrenal
y lo pecaminoso. Este tipo de narrativas con respecto al cuerpo, habituales de las
sociedades patriarcales occidentales, han hecho que la mayoría de los discursos sobre el
cuerpo hayan estado siempre regulados por el pensamiento patriarcal y centrado
3 Todas estas asociaciones surgen de distintos mitos sobre lo femenino y que tienen todavía una
gran influencia en los imaginarios y los discursos de género en muchas sociedades occidentales
patriarcales.
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exclusivamente en cómo agradar a los hombres. Esto ha llevado a la fetichización y a la
objetivización de la corporeidad femenina, que se encuentra asediada por toda una serie
de normas que dictaminan en qué contextos su exhibición es legítima o no. Es importante,
pues, hacer hincapié en el hecho de que es el contexto el que marca los significados del
cuerpo femenino, de ahí la ambivalencia que existe por parte de la sociedad con respecto
a su exhibición. Un claro ejemplo de esta dualidad contextual lo encontramos en relación
a la exposición de los pechos en el arte: nótese como si éstos son exhibidos en un contexto
maternal la exhibición queda legitimada, mientras que si esto ocurre en otro tipo de
contexto no reglado suelen estar asociados con la pornografía, la inmoralidad o la falta
de valores.
En la novela, tanto la alteridad del cuerpo femenino como la hipocresía de la
comunidad hacía éste se manifiestan sobre todo a través de las prostitutas y las queridas
de los militares. Es por culpa de su asociación con la figura de la prostituta/Malinche que
los abusos y vejaciones que sufren estas mujeres en la novela quedan justificados dentro
de la comunidad, de modo que sus cuerpos se convierten en un espacio donde inscribir y
ejercer la violencia machista sin que nadie se oponga. En las clases más bajas, son las
prostitutas y las queridas de los militares las víctimas de la violencia “[…] Julia no está
a gusto a lado de Rosas y pasivamente, con un profundo silencio, entregándole sólo su
cuerpo y soportando los abusos del general reprueba la tiranía de su amante” (Saenz-Roby
284) o
Estos personajes son además blanco de ataques morales y de su marginación por la
comunidad:
- Ustedes lo único que deben hacer es repetir a coro las palabras que yo diga al
general.
- Muy bien, pero acuérdese señor presidente que no tenemos permiso para
caminar por el centro de Ixtepec.
[…] A eso de las cinco de la tarde Juan Cariño desfiló por mis calles seguido de las
cuscas que caminaban cabizbajas. Avergonzadas, trataban de ocultarse el rostro con
las chalinas negras. Las gentes preguntaban asombradas (Garro 90)
- Qué puedo encontrar en la fiesta que no tenga con ustedes?- dijo mientras su
mano iba de una hermana a la otra.
- ¡Ofensas! – dijo Rosa.
[…]
- Sí, ofensas para nosotras – dijo Rafaela quitándose la mano del hombre con
disgusto.
- ¿Quién puede ofender mi placer?
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- ¡Esas…! Las decentes que no nos invitan… (Garro 249).
Aunque en la novela existe claramente un componente de clase en el grado que las
mujeres sufren este maltrato, las mujeres de clase alta tampoco están exentas dentro del
texto de esta violencia, véase el caso de Isabel a manos del general Rosas.
Lo que Beauvoir denomina hipocresía y duplicidad en la actitud del hombre con
respecto a las normativización y el control del cuerpo también aparece en la novela a
través de los cuerpos de las prostitutas y las queridas de los militares:
The most flagrant example of this duplicity is the male’s attitude toward
prostitution, for it is his demand that creates the supply. I have noted with what
disgusted scepticism prostitutes regard the respectable gentlemen who condemn
vice in general but view their own personal whims with indulgence; yet they regard
the girls who live off their bodies as perverted and debauched, not the males who
use them (Beauvoir 114).
En el texto de Garro, estas mujeres son condenadas por la comunidad por su inmoralidad
y su supuesta indecencia –asociada sin duda a su sexualidad y uso del cuerpo- , sin
embargo, este rechazo varía en función de donde se produce esta exhibición de erotismo
y sensualidad corporal. En este caso, el prostíbulo y el hotel, por sus cualidades
heterotópicas, sirven de espacios donde la exhibición de los cuerpos y la sexualidad está
permitida y legitimada. En el prostíbulo, las cuzcas no deben preocuparse de sus cuerpos,
es más, sus cuerpos son el objeto de deseo de los protagonistas masculinos y no son lugar
de vergüenza: “Sentada en el suelo con la bata abierta, la Taconcitos comía parsimoniosa
su tortilla y decía una y otra vez la misma frase” (Garro 241). En el hotel, las mismas
mujeres que no fueron invitados por su cualidad de indecentes, pueden pasearse ligeras
de ropa y exhibirse en el balcón para el deleite y el gozo del pueblo de Ixtepec: “A mí no
me importa lo que le pase a la cusca de Julia. Las que son buenas son las otras, las
cuatitas.¡Qué suerte la del teniente coronel, encontrar dos mujeres bonitas y a las dos al
mismo tiempo! – decía. Y cuando Rosa y Rafaela le compraban dulces, Andrés les daba
las golosinas casi regaladas” (Garro 139).
Hasta el momento, de todos los personajes femeninos mencionados los que más
parecen ser el blanco de todos esos discursos sobre alteridad femenina son Julia Andrade
e Isabel Moncada. Estos dos personajes parecen encarnar la otredad absoluta y son un
ejemplo de como el sujeto femenino, ahogado por todos esos significados y mitos acaba
por convertirse en un ser inmanente y en ocasiones, como en el caso de Julia, en un signo
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vacío de todo significado. Simone de Beauvoir relaciona los mitos de lo femenino con la
inmanencia de la mujer dentro de los imaginarios y la historia. Mitos como el de la mujer
idealizada, la musa, la madre tierra o la madre de la nación, en muchas ocasiones
contradictorios, lejos de ser validar la experiencia de las mujeres, dificultan su tarea a la
hora de encontrar modelos de feminidad y arquetipos a través de los cuales adscribirse a
la realidad y ejercer de base para la construcción de sus identidades (Lauretis 11).
Ante esta escasez representativa, los significados sobre qué es y qué implica ser
mujer, así como las identidades de género han estado siempre sujetas a esta serie de mitos
y arquetipos idealizados que posicionan la mujer y sus experiencias en los márgenes de
la comunidad: “To pose Woman is to pose the absolute Other, without reciprocity,
denying against all expericence that she is a subject, a fellow human being” (Beauvoir
95). El carácter inmanente de la mujer estaría relacionado con la objetivización y la
fetichización que sufre ésta en la sociedad. De esta manera, si tenemos en cuenta que el
significado es inmanente al objeto y que su significado se revela a través de la experiencia
(Beauvoir 97), la mujer como objeto, sin capacidad de definirse a través de su experiencia,
queda definida por las concepciones y los discursos que circulan en la comunidad sobre
lo femenino. En otras palabras, al convertirse en un objeto incapaz de definirse de manera
plena a través de sus experiencias y sus acciones por su falta de acceso y la discriminación
que sufre dentro de la sociedad, la mujer acaba por adquirir su identidad a través de esos
significados y discursos provenientes del exterior:
[…]her situation makes woman very liable to such a view. Her physiological nature
is very complex. She herself submits to it as to some rigmarole from outside; her
body does not seem to her to be a clear expression of herself; within it she feels
herself a stranger. Indeed, the bond that in every individual connects the
physiological life and the psychic life –or better the relation existing between the
contingence of an individual and the free spirit that assumes it- is the deepest
enigma implied in the condition of being human, and this enigma is presented in its
most disturbing form in woman (Beauvoir 98).
En Recuerdos esta situación se lleva al extremo a través de la figura de Julia, que se
convierte en una figura vacía y atrapada bajo un sinfín de discursos ideológicos que le
dan cuerpo. Julia forma parte de una larga tradición de personajes femeninos que por su
pasividad e indiferencia se configuran como una tabula-rasa, como un recipiente donde
los deseos del resto de los personajes, teñidos por sus ideologías, conquistan y ocupan su
cuerpo y su identidad (Fontanals “La inocencia”). Como afirma David Fontanals con
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respecto al deseo4, si tenemos en cuenta que el deseo es una fuerza que se origina en el
Uno y se desplaza hacia el Otro moldeando ambos entes y constituyendo, al mismo
tiempo, una fuerza bidireccional que índice en la identidad (156), podemos concluir que
la identidad de Julia es una identidad artificial. La centralidad y la fascinación que causa
este personaje en la novela residen precisamente en su capacidad para encarnar y
proyectar los deseos de la comunidad. Estos deseos, como se ve en la novela, se originan
a nivel individual por las motivaciones de cada uno de los personajes, “Julia tenía que ser
la criatura preciosa que absorbiera nuestras culpas. Ahora me pregunto si sabría lo que
significaba para nosotros” (Garro 96), de ahí que la fascinación que provoca Julia entre
de los hombres responda a un deseo más sexual y erótico mientras que el odio y la
admiración que ésta causa en la comunidad femenina esté motivado por un deseo de ser
bella como ella – Isabel y Conchita –,
- ¡Yo quisiera ser Julia! -exclamó Isabel con vehemencia.
- ‘¡No seas bárbara!- contestó Conchita, escandalizada de las palabras de su amiga,
aunque ella también lo había deseado muchas veces. (Garro 101)
por la envidia,
[…] ´No se puede negar que tiene algo… - dijo a su amiga. La señora Montúfar
la miró con reproche.
- ¡Ana, no digas eso…! Lo único que tiene es el vicio.
- No, no. No solo es bonita sino que además tiene algo… (Garro 101).
o simplemente por el halo místico, sagrado e inalcanzable que desprende: “Elvira
Montúfar estaba llena de rencor ante la tenacidad de los amantes [Julia y Francisco] por
no compartir con nosotros su secreto. Nos ignoraban, eran inalcanzables, y las palabras
nos devolvían pulverizadas sus sombras lejanas” (Garro 108).
Por otra parte, la centralidad de Julia en la novela está motivada por su condición
como agente de cambio: “Julia functions as its centre of interest simply because she brings
change; she becomes incorporated into the collective even as she is isolated” (Bartow 11)
o “Julia is an outsider without links o Ixtepec, brought with Rosas’ tropos, breaking social
norms by exhibiting her sexuality, and entrapped and ostracized because of it. She is
physically trapped, yet she remains closed to Rosas in her recollections of other […] men”
(Bartow 11). Es decir, Julia se convierte en el centro de atención porque es la única capaz
4 En su ensayo “La inocencia de Verena: la querella por el control de la voz en Las bostonianas
de Henry James”, Fontanals emplea el término deseo no solo en relación al amor y a la sexualidad,
sino para referirse a otras formas a través de las cuales el yo (sujeto) se relaciona con el Otro.
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de aportar algo de dinamismo a la monotonía en la que la comunidad se encuentra
estancada, aunque sea a través de la ira de Rosas y su pasividad: “El jardín empezaba a
quemarse a fuerza de sol y ausencia de lluvias, y los invitados, pasada la excitación que
les produjo el nombre de Julia, volvieron a sus pensamientos sombríos” (Garro 95) o “La
vida en aquellos días se empañaba y nadie vivía sino a través del general y su querida.
Habíamos renunciado a la ilusión” (Garro 125).
Por su rol central en la historia y su papel como portadora de significados y deseos
de la comunidad se podría llegar a pensar que Julia tiene algún tipo poder tanto. Sin
embargo, ese potencial es prácticamente nulo ya que la función de signo a la que está
sujeta predomina sobre su función como sujeto, de modo que la capacidad de acción de
Julia se ve limitada por los deseos “otros” del resto de los personajes (Fontanals 159).
Julia es poco más que una marioneta silenciosa e inerte de la que solo sabemos a través
de otras voces y cuyo carácter etéreo, fantasmal, lejano, misterioso, voluble e incluso
irreal le otorga un halo místico que recuerda a todos los mitos sobre el eterno femenino:
[Julia] sonámbula, caminó entre la gente encandilándonos con su piel traslúcida,
sus cabellos ahumados y en una mano su abanico de paja finísima en forma de
corazón transparente y exangüe. Dio varias vueltas por la plaza para ir a sentarse
después en la banca de costumbre. Allí se formó una bujía de luz,. Julia, en el centro
del círculo mágico formado por ella, […] parecía presa en un último resplandor
melancólico. (Garro 100)
De forma alegórica, Julia vendría a representar la mujer como signo explotado y
manipulado: el sujeto femenino –psique y cuerpo- como lugar donde se inscriben deseos
y significados otros, tanto a nivel público como privado, unos significados, deseos y
corrientes ideológicas promovidos y motivados por los intereses de la sociedad patriarcal.
Mito, subversión y tragedia
Uno de los elementos subversivos de la novela de Garro desde un punto de vista de género
es el hecho de que sus protagonistas, a pesar de estar colonizadas por todas estas
narrativas sobre lo femenino y la alteridad, no solo son capaces de reconocer y de criticar
actitudes machistas y sexistas, sino que tienen la capacidad de encontrar estrategias para
subvertir esos discursos y esas narrativas. La cuestión que se plantea al final de la novela
es el por qué la autora depara un futuro tan trágico a las mujeres de la comunidad si su
intención era ofrecer un retrato empoderador de la mujer mexicana. Este segundo
apartado se propone ofrecer una explicación a este hecho basándose en la relación que
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existe entre el destino trágico de la mujer dentro de la sociedad patriarcal y la reescritura
de los mitos sobre lo femenino que parece sugerir Garro.
La crítica a los roles y discursos que defienden la inferioridad de la mujer y apoyan
el uso de la violencia contra ellas se lleva a cabo en la novela de dos maneras. Por un
lado, la autora consigue ofrecer una lectura disidente de ciertas ideologías patriarcales a
través de las voces y las acciones de distintos personajes:
-No me voy a casar- contestó la hija.
A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le
humillaba la idea de que el único futuro para las mujeres fuera del matrimonio.
Hablar del matrimonio como de una solución la dejaba reducida a una mercancía a
la que había que dar salida a cualquier precio (Garro 23)
Conchita, la hija de Elvira Montúfar, contempló a Nicolás con admiración. « ¡Qué
dicha ser hombre y poder decir lo que se piensa!», se dijo con melancolía. Nunca
tomaba parte en la plática; sentada con recato, oía caer palabras y las aguantaba
estoicamente como quien aguanta un aguacero. (Garro 28).
Incluso personajes como Elvira Montúfar, que en ocasiones tienden a perpetuar ciertos
roles y actitudes machistas, subvierten al sistema patriarcal “al dar a conocer la
decadencia personal que experimentó gracias a su matrimonio” (Saenz-Roby 282): “Le
recomendaba el matrimonio a su hija, estaba contenta al ver que Conchita no le hacía
ningún caso. «No todas las mujeres pueden gozar de la decencia de quedarse viudas», se
decía en secreto” (Garro 30).
Por otra parte, la censura hacia estas actitudes contra la mujer se lleva a cabo a
través de las acciones y las actitudes de las protagonistas. Si tomamos por ejemplo el caso
de las queridas y los militares, cuya alteridad reside sobre todo en sus cuerpos, vemos
como son capaces de subvertir los discursos sobre sexualidad y corporeidad femenina al
ejercer su poder a través del uso de sus cuerpos. Es decir, tanto las prostitutas como las
queridas de los militares se valen de la objetivización y la fetichización para empoderar
su cuerpo y usarlo contra aquellos que lo ejercen, promoviendo así la liberación sexual a
través de la apropiación del cuerpo y la individualidad:
“Las muchachas aceptaron sus palabras (Juan Cariño). Tarde en la noche, algunos
soldados y oficiales llamaron con grandes golpes a la puerta. La Luchi no se dignó
a abrirles. (Garro 92)
“-No nos toques, siembra desgracias.-Y las hermanas se retiraron a un rincón
dejando a Cruz con la caricia al aire.
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-No se pongan rejegas… Estoy muy cansado- gimió el militar.
Las jóvenes no contestaron. Al ver sus ojos enojados agregó sumiso:
-Voy a bañarme […]” (Garro 274)
Con ese uso estratégico del cuerpo y la sexualidad, estos personajes demuestran como el
cuerpo, castrado, normativizado y regulado por la autoridad masculina se configura cómo
lugar de empoderamiento femenino. Otro ejemplo de subversión es el protagonizado por
las mujeres burguesas/aristócratas que organizan la fiesta al general Rosas. Estas mujeres
utilizan su poder en la esfera doméstica y su rol como anfitrionas del hogar para llevar a
cabo una acción de tintes políticos. Es a través de la fiesta y del uso estratégico de lo
privado que logran intervenir en el orden público, en este caso, para ir en contra de las
leyes cristeras.
Finalmente, y a nivel más psicológico, encontramos como la resistencia a la
supremacía masculina se lleva a cabo a través de las actitudes de los personajes, en este
caso, las actitudes de Julia e Isabel. Aunque anteriormente se apuntó que Julia no ejercía
ningún tipo de control o poder real debido a su cualidad como signo/objeto, sí que es
verdad que este personaje hace alarde de un tipo de subversión a través de su pasividad
que la empodera como sujeto y le permite resistir su situación precaria. Es decir, a pesar
que la influencia que parece tener Andrade en Rosas no es más que fruto de las pasiones
y el deseo de éste hacia ella, sí que es verdad que esas pasiones y ese deseo están sujetos,
en cierto modo, a la actitud pasiva de la amada: “[…] Julia no está a gusto a lado de Rosas
y pasivamente, con un profundo silencio, entregándole sólo su cuerpo y soportando los
abusos del general reprueba la tiranía de su amante” (Saenz-Roby 284) “[…] Julia no está
a gusto a lado de Rosas y pasivamente, con un profundo silencio, entregándole sólo su
cuerpo y soportando los abusos del general reprueba la tiranía de su amante” (Saenz-Roby
284). Lo mismo ocurre con Isabel, que utiliza también la apatía, la indolencia y la
indiferencia como modo de protesta y logra enervar al mismísimo Rosas.
Otra de estrategia que usan ambos personajes, y que está relacionada con la
pasividad y la indiferencia, es el de la alineación y que les sirve para protestar por la
limitación de su porvenir y su estancamiento dentro de la sociedad de Ixtepec:
“[…] Julia Andrade and Isabel Moncada are outsiders who isolate themselves from
the social collective through their individual memories and thoughts in an attempt
to alleviate their subjugated position” (Bartow 8).
“Julia and Isabel’s isolation as a result of their intentional or unintentional efforts
to break the barriers of restrictive, enclosing, circular time which characterizes the
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towns. Circular time reflects the particular constraints on women that lead them to
have an unchanging future […]” (Bartow 9).
Del mismo modo que las prostitutas y las queridas utilizan su cuerpo como espacio a la
resistencia, para Julia e Isabel el espacio disidente es su memoria, que les sirve como
locus amoenus de sus frustraciones y deseos: “individual memory carries illusions of
change in the monotony of daily life, illusions of escape from limitations, illusions off
progressive time” (Bartow 14). De esta forma, Julia e Isabel son capaces de revertir de
forma estratégica la alienación a la que están subyugadas y la pasividad que se les
presupone como sujetos femeninos, demostrando como llevados al extremo, los valores
femeninos pueden funcionar como herramientas disidentes.
Sin embargo, si todas las protagonistas son capaces de sortear y de lidiar a través
de las distintas estrategias el poder masculino y subvertir los estereotipos femeninos es
imposible no pensar en por qué Garro depara un destino tan trágico a las mujeres de
Ixtepec. Bajo mi punto de vista, al ofrecer este tipo de desenlace Garro no estaría
perpetuando los mitos que asocian a la mujer con la caída, la traición y lo trágico. Muy al
contrario, el uso de lo trágico por parte de la autora sería doble. Por una parte, si tenemos
en cuenta que con Recuerdos la autora intenta ofrecer una perspectiva diferente sobre las
mujeres y la revolución que trascienda a los imaginarios y los discursos de la nación es
necesario que su relato resulte veraz al lector/a para que tenga un valor testimonial. De
haber acabado de forma más idílica, el texto de Garro hubiera tenido un toque utópico
feminista que no hubiera resultado adecuado para los fines de la autora. Dicho de otro
modo, para un texto que aspira a reflejar una realidad socio-histórica es imposible obviar
como los significados de género actúan dentro de la comunidad mexicana y como éstos
se inscriben, influyen y afectan a sus habitantes. Todo indica que a pesar de tratarse de
una obra de ficción, para Garro fue imposible obviar como las mujeres mexicanas han
estado sujetas a toda una serie de mitos y narrativas cuyo objetivo no es sino el de
controlarlas en función de los intereses del poder patriarcal.
En la novela, no obstante, Garro se cuida de retratar a las protagonistas de manera
ambivalente y cambiante. Es decir, aunque en ocasiones las representa como seres
vanidosos, superficiales, frívolos y solícitos – algo que podría indicar precisamente la
preservación de ciertos mitos sobre la feminidad – a través de las acciones o las voces de
los personajes la autora se encarga de proveer una explicación para dicho comportamiento
o actitudes. :
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Many of the faults for which woman are reproached – mediocrity, laziness,
frivolity, servility – simply expresses the fact that their horizon is closed. It is said
that woman is sensual, she wallows in immanence; but she has first been shut up
in it. The harem slave feels no morbid passion for rose preserves and perfumed
baths: she has to kill time. When woman suffocates in a dull gynaecium –brothel
or middle –class home- she is bound to take refuge in comfort and well-being;
besides that, if she is eagerly seeks sexual pleasure, it is very often because she is
deprived of it. Sexually unsatisfied, doomed to male crudeness, ‘condemned to
masculine ugliness0, she finds consolation in creamy sauces, heady wines, velvets
the caress of water, [etc.] (Beauvoir 106).
Si tomamos estas palabras de Beauvoir y las aplicamos a personajes femeninos de
Recuerdos como las amantes de los militares, las prostitutas y las mujeres aristócratas,
podemos observar como lo que hace Garro, de manera muy inteligente, es precisamente
ofrecer ambas caras de una misma moneda. Lo mismo ocurriría con personajes que
parecen perpetuar el pensamiento patriarcal y heteronormativo como Elvira Montúfar o
Dorotea. La evolución de estos personajes representan perfectamente las palabras de
Beauvoir sobre la reticencia al cambio y la liberación de las mujeres:
The real reason why she does not believe in a liberation is that she has never put he powers
of liberty to a test; the world seems to her to be ruled by an obscure destiny against which
it is presumptuous to rise in protest. She has not herself marked put those dangerous roads
she is asked to follow, and so it is natural enough for her not to plunge into them with
enthusiasm. Let the future be opened to her and she will no longer cling desesperatly to
the past. When women are called upon for concrete action, when they organize their
interes in the designated goals, they are as bold and courageous as men (Beauvoir 106).
Al inicio de la novela, tanto Dorotea como Elvira Montúfar animan a Isabel y Conchita a
casarse cosa que resulta curiosa porque ni Dorotea está casada ni Elvira Montúfar habla
bien de su matrimonio. Sus actitudes al principio de la historia corresponderían con ese
miedo a romper con la norma del que habla la cita de Beauvoir. Sin embargo, y como
vemos a lo largo de la novela, ambas mujeres demuestran su capacidad de acción y su
coraje cuando ven sus intereses o sus ideales amenazados: ambos personajes se organizan
y colaboran en el plan para salvar al párroco y al sacristán de los militares.
Por otra parte, precisamente porque conocemos las injusticias cometidas en contra
de estos personajes femeninos, que su final trágico tiene la capacidad de hacer reflexionar
al lector en relación, sobre todo, a los estereotipos y los clichés que circulan sobre lo
femenino en la sociedad. En concreto, y coincidiendo con Joanna R. Bartow, creo que en
la novela se propone una lectura distinta de estos arquetipos a través de la revisión de la
figura de la Malinche. Esta relectura viene propuesta a través de Julia e Isabel que, a
simple vista, encarnan este mito: ambas son cómplices del opresor (Rosas/Cortés), son
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consideradas traidoras a la comunidad, sirven para expiar los pecados de ésta y provocan
tanto fascinación como aversión, sospecha y melancolía (Alarcón “Traduttora traditora”).
Sorprende pues que la manera en que funcionan ambos personajes en la novela, más que
encarnar este mito, parezca subvertirlo:
They [Julia e Isabel] have in common a position of subjugation and suffering
because of a lost or prohibited love, and each becomes an impenetrable enigma for
the man that desires her for her unattainable past. Their madness is the community’s
perspective on their entry into a world outside of authority – both the authority of
the caudillo figure and that of the collective, moral, authorial discourse. In this mad
behaviour are rooted myths of originating females which in these texts break with
myths of originating males or patriarchal interpretations of myths such as that of
the Malinche (Bartow 8).
La lectura de la Malinche que propondría Garro sería una lectura reivindicativa que se
alejaría del prototipo de mujer fatal y traidora a la patria. Se trataría de ver a la Malinche
como una víctima del poder imperialista hegemónico patriarcal, encarnado por Cortés, y
no como una vendida. Igual que este personaje, Isabel también es una víctima de esta
supremacía y es por eso que se convierte en piedra. En este caso su metamorfosis no
estaría asociada con el mito de la mujer traidora o curiosa5, sino que la losa vendría a
simbolizar la opresión y el estancamiento de la mujer a través de la historia (Bartow
“Isolation and Madness”).
Esta relectura de la Malinche se inscribiría en una tradición de autores/as que han
ampliado, a lo largo del siglo veinte, el abanico de interpretaciones de este icono: “the
diverse twentieth-century interpretations of La Malinche rupture the stranglehold of
religion by introducing the notion of historical, sexual, and linguistic agency, though not
necessarily available to La Malinche herself at the beginning of the Mexican colonial
period” (Alarcón 59). Estas reinterpretaciones han dado lugar a la reapropiación del icono
con fines políticos por parte de mujeres mexicanas, pero también chicanas. Ha sido a
través de esta revisión estratégica del imaginario nacional mexicano que se han empezado
a reconocer las experiencias de las mexicanas en la historia, cuestionar los modelos de
feminidad que perpetúan comportamientos y roles sexistas y visibilizar modelos de
feminidad alternativos a través de las cuales poder construir las identidades de género:
“It is through a revision of tradition that self and culture can be radically re-
envisioned and reinvented. Thus, in order to break with tradition, Chicanas, as
5 En el libro del Génesis la esposa de Lot se convierte en estatua de sal al desobedecer a Dios y
mirar la destrucción de Sodoma y Gomorra.
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writers and political activists, simultaneously legitimate their discourse by
grounding it in the Mexican/Chicano community and by creating a "speaking
subject" in their re-appropriation of Malintzin from Mexican writers and Chicano
oral tradition-through her they begin a recovery of aspects of their experience as
well as of their language. In this way, the traditional view of femininity invested in
Guadalupe is avoided and indirectly denied and reinvested in a less intractable
object. Guadalupe's political history represents a community's expectations and
utopic desires through divine mediation”. (Alarcón 71).
Dicho de otro modo, este tipo de estrategias han logrado problematizar dicotomías como
la de virgen/prostituta promoviendo nuevas identidades de género fundamentadas en la
apropiación del cuerpo, la individualidad y el empoderamiento de la mujer.
Conclusión
A lo largo de este artículo se ha explorado como la presencia de la otredad femenina
dentro de Recuerdos del porvenir funciona de forma doble al ilustrar cómo funcionan
mitos y significados sobre lo femenino y como esos discursos pueden llegar a subvertirse.
De forma similar, el uso de lo trágico sirve para criticar y proponer una revisión de figuras
y modelos de feminidad del imaginario mexicano y conferir un tono veraz y testimonial
al texto. Siguiendo otros análisis críticos, podemos concluir que aparte de subversivo por
ofrecer una imagen activa de la mujer mexicana en la revolución, desde un punto de vista
de género esta novela ofrece una lectura disidente y crítica de los mitos que circulan en
la sociedad mexicana y que no solo confieren un carácter subalterno al sujeto femenino,
sino que limitan sus roles y posicionamientos en la sociedad.
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