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Problemática del Bronce e inicios del Hierro en Iberia Manuel Pellicer Catalán* ARSTRACT A descr4ntion is given of its complicatedproblems. dominated by diffusionist interpretations, whose vali- dity is now less wide/y accepted. Knowledge of the various cultures is uneven, depending on the st ate of research. better iii the South and Northeast than iii the North and Northeast. Since investigations undertaken at the beginning of the centurv. European cultural and chronological systems have been adopted that should be used with caution. Currents exist frorn the Atlantic, Central Europe and the Central Mediterranean, ulthough thev should not be overestimated at ihe expense of specific local cultural developments between which there were evident interactions. A tripartite periodization of the Bronze Age has also been adopted ¡ti Iberia that really did not exist atid which complicates the interpretation of fis culture, but until now no acceptable chronological framework has been established because of the lack of stratigraphic data throughout most of the peninsula. except in Andalusia and the Southeast. RESUMEN Se ofrece una visión general delperíodo, señalando su compleja problemática, dominada por las teorías difusionistas que actualmente tienen menor peso. El conocimiento de los dVerentes círculos culturales aparece desigual en función de la intensidad investiga- dora de cada zona, existiendo datos más explícitos en el Sur y en el noreste y verdaderamente exiguos en el norte y noroeste. Desde el inicio de siglo ha habido una tendencia a calcar esquemas cronológico-culturales europeos que no debe considerarse excesivamente paradigmatíca. Indudablemente existen corrientes procedéntes del Atlántico, de Centroeuropa y del Mediterráneo Cen- traL pero no deben supervalorarse en detrimento de los espec(ficos sustratos culturales de los respectivos círculos. Por otra parte, la interacción de los círculos es patente. A su vez, la periodización del bronce tri- partita europea realmente no existe, complicando la visión cultural y la realidad de los horizontes, pero todavía no se ha alcanzado un cuadro cronológico aceptable por falta de datos estratigr4ficos en casi todo el territorio peninsular excepto en Andalucía y Sureste. Esta disertación no tiene otro objetivo que presentar una visión sobre el panorama actual del ocaso de la prehistoria ibérica, de ese momento del bronce re- ciente e inicios del hierro, cronológicamente desde un momento indefinido de fines del segundo milenio hasta mediados del primer milenio a.C. No intentaré establecer un nuevo cuadro cultural, ni periodizar, porque sobran teorías y faltan datos. Sólo pretendo analizar nuestros conocimientos más o menos eviden- tes, adquiridos durante un siglo, gracias al esfuerzo de muchos y beneméritos investigadores. Desde que J. Martínez Santa Olalla delimitase en los años cuarenta(1946) los dos horizontes del bronce mediterráneo y atlántico, encuadrando en este último lo que hoy llamamos bronce final o reciente, han ido sucediéndose una serie de teorías, deducidas de la ex- cavación arqueológica, que han conformado el intrin- cado panorama actual. Los horizontes culturales de fines del segundo milenio y de la primera mitad del primero se dibujaban entonces con sólo tres facies diferentes: El bronce atlántico hacia el occidente, el l-Iallstatt o los campos de urnas hacia el noreste y Tartessos hacia el suroeste. En la formación de esta estructura había contribuido notablemente el pensa- miento deP. Bosch (1932). Conforme las investigaciones fueron avanzando en los años cincuenta e intensificadas en los sesenta en privilegiadas regiones peninsulares (Ebro medio y al- to, Meseta, Andalucía Oriental y Occidental), surgieron nuevos círculos culturales, cuyas características, ori- genes y periodizaciones se hacían depender de In- fluencias externas, siguiendo las modas difusionistas y sin tener apenas en cuenta la poderosa fuerza de los sustratos. capaces de evolucionar. El panorama con que nos encontramos en la actua- lidad, al final de los ochenta, a pesar del ingente cúmulo de datos, puede considerarse como altamente confuso, deformado por la propia investigación y por tus mismos investigadores. Por la propia investigación, en función de la mayor o menor actividad desarrollada en cada región y por el montaje, frecuentemente arti- ficial, de unos círculos ¿ulturales periodizados y esti- mados como culturas específicas, sin conexión apenas o entre sí. Las investigaciones han adolecido de des- coordinación, como si se tratase de círculos cerrados, prescindiendo de esas interrelaciones, siempre partícipes en la conformación de las culturas. Realmente la Iberia de fines del segundo milenio y primera mitad del primero a.C., se nos presenta como un intrincado mosaico en el que todavía no se vis- lumbra su justa síntesis. Los conocimientos que poseemos de las diferentes regiones ibéricas en el bronce reciente e inicios del hierro no son los mismos. La intensidad de la investi- gación ha incidido fuertemente en Andalucía, tanto occidental como oriental, en el sureste, especialmente en el sur de Alicante, y en el noreste, tanto en Cata- luña como en el Valle Medio del Ebro. Con intensidad media se ha trabajado, teniendo en cuenta los resul- tados, en el Alto Ebro, País Vasco, Levante, Meseta y Portugal meridional. Sin embargo, los esfuerzos invertidos no han sido proporcionales a los mediocres Universidad de Sevilla.

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Problemática del Broncee inicios del Hierro en Iberia

Manuel Pellicer Catalán*

ARSTRACT

A descr4ntionis givenof its complicatedproblems.dominatedby diffusionistinterpretations,whosevali-dity is now lesswide/y accepted.

Knowledge of the various cultures is uneven,dependingon thestateof research.betteriii theSouthandNortheast than iii theNorth and Northeast.

Sinceinvestigationsundertakenat thebeginningofthe centurv. European cultural and chronologicalsystemshavebeenadoptedthat should beusedwithcaution. Currents exist frorn the Atlantic, CentralEurope and the Central Mediterranean, ulthoughthev should not be overestimatedat ihe expenseofspecific local cultural developmentsbetweenwhichthere wereevidentinteractions.

A tripartite periodization of the BronzeAge hasalso beenadopted¡ti Iberia that really did not existatid which complicates the interpretation of fisculture, but until now no acceptablechronologicalframeworkhasbeenestablishedbecauseofthelackofstratigraphic data throughoutmost of thepeninsula.exceptin AndalusiaandtheSoutheast.

RESUMEN

Seofreceuna visióngeneraldelperíodo,señalandosu complejaproblemática,dominadapor las teoríasdifusionistasqueactualmentetienenmenorpeso.

El conocimientodelosdVerentescírculosculturalesaparecedesigualenfuncióndela intensidadinvestiga-dora decadazona,existiendodatosmásexplícitosenel Sury en el norestey verdaderamenteexiguosen elnortey noroeste.

Desdeel inicio de siglo ha habido una tendenciaacalcaresquemascronológico-culturaleseuropeosqueno debeconsiderarseexcesivamenteparadigmatíca.Indudablementeexisten corrientesprocedéntesdelAtlántico, de Centroeuropay del MediterráneoCen-traL pero no debensupervalorarseen detrimentodelos espec(ficossustratosculturales de los respectivoscírculos. Por otra parte, la interacciónde los círculosespatente.A su vez, la periodizacióndelbronce tri-partita europea realmenteno existe,complicandolavisión cultural y la realidad de los horizontes,perotodavía no se ha alcanzadoun cuadro cronológicoaceptablepor falta de datos estratigr4ficosen casitodo el territorio peninsular exceptoen AndalucíaySureste.

Esta disertación no tiene otro objetivoque presentaruna visión sobre el panorama actual del ocaso de laprehistoria ibérica, de ese momento del bronce re-ciente e inicios del hierro, cronológicamente desde unmomento indefinido de fines del segundo mileniohasta mediados del primer milenio a.C. No intentaréestablecer un nuevo cuadro cultural, ni periodizar,porque sobran teorías y faltan datos. Sólo pretendoanalizar nuestros conocimientos más o menos eviden-tes, adquiridos durante un siglo, gracias al esfuerzo demuchos y beneméritos investigadores.

Desde que J. Martínez Santa Olalla delimitase enlos años cuarenta(1946) los dos horizontes del broncemediterráneo y atlántico, encuadrando en este últimolo que hoy llamamos bronce final o reciente, han idosucediéndose una serie de teorías, deducidas de la ex-cavación arqueológica, que han conformado el intrin-cado panorama actual. Los horizontes culturales defines del segundo milenio y de la primera mitad delprimero se dibujaban entonces con sólo tres faciesdiferentes: El bronce atlántico hacia el occidente, ell-Iallstatt o los campos de urnas hacia el noreste yTartessos hacia el suroeste. En la formación de estaestructura había contribuido notablemente el pensa-miento deP. Bosch (1932).

Conforme las investigaciones fueron avanzando enlos años cincuenta e intensificadas en los sesenta enprivilegiadas regiones peninsulares (Ebro medio y al-to, Meseta, Andalucía Oriental y Occidental), surgieronnuevos círculos culturales, cuyas características, ori-genes y periodizaciones se hacían depender de In-fluencias externas, siguiendo las modas difusionistasy sin tener apenas en cuenta la poderosa fuerza de lossustratos. capaces de evolucionar.

El panorama con que nos encontramos en la actua-lidad, al final de los ochenta, a pesar del ingentecúmulo de datos, puede considerarse como altamenteconfuso, deformado por la propia investigación y portus mismos investigadores. Por la propia investigación,en función de la mayor o menor actividad desarrolladaen cada región y por el montaje, frecuentemente arti-ficial, de unos círculos ¿ulturales periodizados y esti-mados como culturas específicas, sin conexión apenaso entre sí. Las investigaciones han adolecido de des-coordinación, como si se tratase de círculos cerrados,prescindiendo de esas interrelaciones, siempre partícipesen la conformación de las culturas.

Realmente la Iberia de fines del segundo milenio yprimera mitad del primero a.C., se nos presenta comoun intrincado mosaico en el que todavía no se vis-lumbra su justa síntesis.

Los conocimientosque poseemos de las diferentesregiones ibéricas en el bronce reciente e inicios delhierro no son los mismos. La intensidad de la investi-gación ha incidido fuertemente en Andalucía, tantooccidental como oriental, en el sureste, especialmenteen el sur de Alicante, y en el noreste, tanto en Cata-luña como en el Valle Medio del Ebro. Con intensidadmedia se ha trabajado, teniendo en cuenta los resul-tados, en el Alto Ebro, País Vasco, Levante, Meseta yPortugal meridional. Sin embargo, los esfuerzosinvertidos no han sido proporcionales a los mediocres

Universidad de Sevilla.

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resultados obtenidos en la fachada atlántica, desde elPaís Vasco hasta el norte de Portugal. Las visionesmás claras se han conseguido gracias a las estratigrafías.que han desvelado con cierta evidencia unas secuenciasculturales completas en Andalucía Occidental uOriental y secuencias parciales en el sureste, ValleMedio del Ebro y Meseta. Ante las diferenciasestratigráficas de Cataluña marítima, Levante y Atlán-tico, se ha procedido a teorizar y sintetizar según elmétodo tipológico altamente peligroso cuando esexclusivo.

En AndalucíaOccidentalse dispone de datos fide-dignos, aunque todavía incompletos, tomados sola-mente de estratigrafías publicadas de Carmona (J. M.Carriazo y 1<. Raddatz, 1961; M. Pellicer, 1985), losQuemados de Córdoba (J. M.~ Luzón, 1973), Huelva(O. Ruiz, 1981), Cerro Macareno (M. Pellicer, 1983),Mesa de Setefilla (M.a E. Aubet, 1983), Cerro delBerrueco de Medinasidonia (J. L. Escacena. 1985),Llanete de los Moros de Montoro (.1. C. Martín,1986) y algunas más, prácticamente inéditas.

A pesar de este variado repertorio de trabajos decampo, lamentablemente se desconocen con detallelas fases iniciales o de formación del bronce, muyconfusos por no existir una documentación suficienteen la mayor parte de las estratigrafías o por no estarclaros los estratos inferiores de los yacimientos llama-dos tartésicos. Se echan de menos excavaciones depoblados en extensión, dada la dificultad que suponeesto en yacimientos con potentes estratigrafías finali-zadas en el ibérico. Por otra parte, se desconocensorprendentemente los ritos funerarios de las fasesprecoloniales.

En Andalucía Oriental las secuencias desde elbronce pleno o Argar hasta el orientalizante, son lasmás diáfanas de toda la península, gracias a las estra-tigrafías de Galera (M. Pellicer y W. Schiile, 1962 y1966), Cerro de la Encina de Monachil (A. Arribas yotros, 1974), Cuesta del Negro de Purullena (F. Moli-na y E. Pareja, 1975), Cerro de los Infantes de PinosPuente (A. Mendoza y otros, 1981), Cerro de la Mora(J. Carrasco y otros, ¡982), aparte de la documentaciónobtenida en otros yacimientos como Fuente Alamo(1-1. SchubartyO. Arteaga, ¡983), Porcuna (O. Artea-ga) o Castulo (J. M.~ Blázquez, ¡975).

Pocas nociones se tienen de las estructuras urbanaspor falta de excavaciones de poblados en extensión,del mismo modo quede las necrópolis, ya que sólo sehan excavado hace más de un siglo las problemáticastumbas de incineración almerienses de tipo Mojácar.Sobre este círculo disponemos de la somera síntesis deF. Molina (1977).

Las bases estratigráficas del surestese concentranen yacimientos clave, como los Saladares de Orihuela(O. Arteaga, 1975) y la Peña Negra de Crevillente(A. González Prat, 1990), además de los datos espo-rádicos proporcionados por otros yacimientos comoel Cabezo Redondo de Villena (.J. M. Soler, 1987) y latesis de MA M. Ros (1989) sobre las cuencas del Gua-dalentín-Segura, basada en las estratigrafías del po-blado de Castellar de Librilla (Murcia). Lamentable-mente, como sucede en Andalucía Occidental, sólo seconocen las fases finales del bronce reciente.

Las investigaciones en Cataluña y Valle Medio delEbro fueron las pioneras con la gran aportación de P.Bosch desde los años veinte, a raíz de los trabajos enpoblados y necrópolis tumulares del Bajo Aragón ydc necrópolis de Cataluña Oriental, especialmente lade Can Missert de Tarrasa, que entregó las urnas ci-nenas, base de las periodizaciones, todavía sorpren-dentemente vigentes. A partir de los años cincuenta seintensificaron las investigaciones en necrópolis y po-blados sin estratigrafías aparentes, como el pobladodcl Cabezo de Monícón (A. Beltrán, 1956), Túmulosdel Bajo Aragón (J. Tomás, 1960), nbcrópolis de LesObagues, El Molá, Can Canyis, Cabezo del Moro deGandesa (S. Vilaseca, 1943-63, N. Rafel, l989y 1991),Necrópolis de Agullana (P. Palol, 1985), destacándosela excavación de poblados y necrópolis tumulares dela cuenca del Segre (R. Pita y Díez Coronel, 1964-68)y apareciendo los primeros datos evidentes estratigrá-ficos en el Cabezo de la Cruz de Cortes de Navarra yen la Pedrera de Valífogona de Balaguer (3. Maluquer,¡954 y 1959). El gran impulso investigador tuvo lugardesde mediados de los años setenta con los coloquiosinternacionales de Puigcerdá, de los que se llevanrealizados media docena y con la labor desplegada enlas cuencas del Segre y Cinca (3. L. Maya, 1978-81; 3.1. Royo. 1985 y E. Junyent. 1973. entre otros). Lasreexcavaciones de los yacimientos de la Loma de losBrunos de Caspe (3. Eiroa. ¡982) y el Col del Moro deGandesa(N. Rafel, 1989 y 1991)dan lugar a nuevas re-visiones cronológicas, culminándose el estudio con laextraordinaria síntesis de O. Ruiz Zapatero «Los cam-pos de Urnas del NE. de la Península Ibérica» (¡985).

A través de esta ingente labor, se observa todavía elpeso del acusado carácter invasionista y hallstatticode P. Bosch, echándose de menos unas bases estrati-gráficas más seguras y reales frente a esquemas teo-ricos ulírapirenaicos con influencia negativa en nuestrosinvestigadores. Afortunadamente, gracias al buen ritmode los trabajos de campo en el Segre, Cinca y BajoAragón, las fases arcaicas del bronce reciente, ante-riores al s. IX a.C.. están desvelándose, tanto en lorelativo al enterramiento con el tránsito del túmulo deinhumación en cista megalítica, de sustrato calcolíticopineraico, al túmulo hallstattizante (J. 1. Royo, 1983-91), como en lo relativo al hábitat arcaico de casasrectangulares de piedra, en mi opinión, de raíces eq elbronce levantino. Frente a estos logros de la Cataluñadel W. y del Aragón Oriental, sorprende la casiausencia de excavaciones en poblados en la Cata-luña Oriental por donde se supone la penetraciónhallstáttica.

En e/Alto Ebro las investigaciones llevadas a cabopor Universidades, Diputaciones y Gobiernos autó-nomos y otras instituciones culturales de Navarra,Alava, La Rioja y Burgos. se han intensificado a par-tir de los años setenta, destacándose las actividades deA. Castiella en Navarra (1977), A. Llanos (1978), 3.M. Apellániz (1974) y i. M. Ugartechea (1966) consus publicaciones sobre los poblados de Peñas deOro, Castillo de Henayo y La Hoya <1975 y 1976),aparte de algunas síntesis en Alava y los trabajos deC. L. Pérez Arrondo y 1>. Alvarez (1987), en la Rioja,observándose la gran complejidad cultural de estazona de paso y de cruce de culturas.

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El Levantehispano no se hadestacado precisamentepor resultados óptimos sobre esta etapa que nosocupa, si exceptuamos la paradigmática estratigrafíade Vinarragelí <Burriana) (Nt Mesado, 1974), que des-graciadamente no abarca las etapas iniciales, anterioresal s. VIII a.C., o la interesante recopilación sintéticade M. Gil-Mascarelí (1981). Esta región, de especialimportancia como centro de fusión de dos poderosascorrientes, la hallstattizante del noreste o catalano-aragonesa y la del sureste, de Andalucía Oriental,Murcia y sur de Alicante, superpuestas al broncevalenciano. Indudablemente, el Levante debe darespectaculares sorpresas, si se coordinan y programanlas investigaciones.

La Mesetaes, sin duda,el territorio quemás pro-blemas ha creado últimamente en la arqueologíaprotohistórica hispana. Dada su potencia, como núcleode expansión cultural, dada su amplitud y diversidadgeográfica de sierras, llanuras y redes fluviales, hechoque ha impedido una correcta prospección, presentagraves incógnitas de contenido y cronología cultural.Estas deficiencias, a pesar de las últimas aportacionessobre el Valle del Duero (1985) y provincia de Madrid(1987), se están subsanando artificialmente con síntesisque no acaban de convencer.

Desde que J. Cabré inventó la cultura de lasCogotas en 1929, distinguiendo dos fases, todavía nose ha logrado periodizar, conocer ni definir correcta-mente la primera de ellas, lo que todavía llamamosCogoias 1, con una extensión cronológica de casi unmilenio. Algo se aclaró con la publicación de loscastros de Sanchorreja y del Berrueco (J. Maluquer,1985), pero seguiase atribuyendo esta cultura a laedad del hierro, con cronologías excesivamente bajas.W. SchUle (1969), buen conocedor de yacimientos ymateriales meseteños. tuvo la intuición de distinguirclaramente entre la cultura del Duero y la del Tajo,aunque refiriéndose ya a Cogotas II, o a lo impropia-mente llamado posthallstáttico.

En la Meseta se echan de menos estratigrafíasclaras, faltan poblados excavados en extensión y. porsupuesto, necrópolis; faltan programas de investigaciónamplios y organizados, relativos a Cogotas 1. Noparece coherente que, existiendo esa gran laguna dedocumentación sobre el bronce reciente e inicios delhierro meseteño, las universidades madrileñas con-centren gran parte de su actividad arqueológica entrabajos de campo correspondientes a estas mismasfases en Andalucía. Realmente con un elenco devarias necrópolis tardías como las Madrigueras oPajaroncillo (M. Almagro, 1965 y 1973), de unastumbas esporádicas excavadas con urgencia, como lasde las terrazas del Manzanares o las de Renedo deEsgueva (F. Wattenberg, 1975) o San Román deHornija (O. Delibes, 1978) o unas cuevas con estra-tigrafías problemáticas, como las de Arevalillo (M. D.Fernández-Posse, 1981), la Vaquera (A. Zamora,1975). del Asno (J. Eiroa, ¡980) o unos hábitats conéstratigrafías débiles o inéditas, como Soto de Medinilla(P. Palol. 1973) o de unas estructuras de funcióndiscutida, como los fondos de cabaña o silos de ba-sureros de Ecce Homo (M. Almagro. 1980). no existeinfraestructura documental coordinada y suficientepara elaborar una síntesis general fidedigna, a pesar

de los valiosos intentos de A. Esparza (1978-1983), G.Delibes (1984), M. O. Fernández-Posse (1986), M.Almagro Gorbea (1978). etc. Está claro que en laestructura de la periodización del bronce reciente einicios del hierro de la Meseta faltan piezas. La faseinicial de Cogotas 1, cronológicamente adscribible albronce medid, llamada Cogeces o protocogotas y lafase final, llamada Soto 1, son elementos sucedáneosexclusivos del Duero, Habría que conseguir unasestratigrafías más potentes y con un espectro cronoló-gico más amplio en puntos suficientemente alejadosentre sí, para poder presentar esta compleja culturameseteña del final de la prehistoria.

La Cornisa Cantábrica, Galicia y norie dePortugal,quizá sean las zonas más depauperadas en documen-tación de yacimientos excavados con estratigrafías ycronologías aprovechables y, a su vez, las más ricas enhallazgos metálicos causales, por lo que la estructuracultural del bronce reciente e inicios del hierro hadebido montarse en función de la tipología metalística,como sucede generalmente en el Atlántico europeo.Las síntesis sobre Cantabria (C. González Sáinz,1986), de Asturias (M. A. Blas, 1983), Galicia (F. LópezCuevillas, 1954; E. Mac White, 1951; J. Maluquer,1975; J. Eiroa. 1972 y 1975; Instituto Padre Sarmiento,1979) y norte de Portugal (H. N. Savory. 1951; Ph.Kalb, 1980) son testigos elocuentes de lo mucho quequeda por hacer, ya que los intentos de periodizarsobre un bronce III (1300-900) y un bronce IV (900-600> encuentran apoyos firmes en los yacimientos y enel resto de los elementos culturales. Diferentementefunciona el Sur de Portugal, muy particularmentedespués de los beneméritos trabajos y síntesis de H.Schubart (1975) y de la reciente monografía de T. Ju-dice, relativa al mundo tartesio (1988). Si la abruma-dora labor decampo desplegada por los arqueólogosportugueses en los últimos doce años, con más demedio centenar de necrópolis excavadas, se publicaseadecuadamente, podríamos disponer de unas basesarqueológicas suficientes para obtener una visión máscorrecta del mundo funerario, que, por otra parte,daría inmensa luz a la difícil problemática del enterra-miento del bronce reciente de Andalucía Occidental.

Las recientemente publicadas monografías de M.~L. Ruiz Gálvez (1984) y de A. Coffyn (l985), basadasen la metalistería, han llenado suficientemente y conalto prestigio un vacío científico. Por otra parte, laabrumadora recopilación de la obra «Arqueologíaprotohistórica de la Península Ibérica (s. X-VIJJ a.C.»>,de M. C. Fernández Castro, estructurada en funciónde una cronología no probada y muy discutida, nodeja de ser de la más valiosa utilidad.

Antes de pasar al tema de los sustratos, corrientes yperiodizaciones parciales o regionales de nuestrobronce reciente e inicios del hierro, quisiera advertirque el panorama historiográfico presentado no pre-tende ser exhaustivo, sino someramente informativode lo mucho que se ha hecho y de lo mucho que toda-vía falta por hacer.

En las investigaciones de nuestro bronce reciente einicios del hierro, quizás por ese especial complejo deinferioridad hispano y por la profunda huella dejadapor los grandes maestros seguidores del difusionismo ypor la bibliografía extranjera, especialmente alemana

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y francesa, creo que se han infravalorado los susíratosy las profundas raíces autóctonas de nuestras culturas.Estos errores afortunadamente se van subsanando(M. Pellicer, 1984). Creo que habría que considerarautóctonos, con raíces dentro de Iberia, ciertos ele-mentos como el protourbanismo argárico con la im-plantación en el sureste y levante de la casa de piedrade planta rectangular, el rito de la cremación del ca-dáver desde el calcolítico e inicios del bronce en el sury sureste ibérico, las estructuras de enterramientostumulares del bronce reciente e inicios del hierrotanto del noreste como del suroeste ibérico, surgidosambos de sus propias cistas tumulares del calcolítico-bronce. Son de raíces ibéricas ciertas técnicas ceramí-cas, como el boquique y la excisión meseteña, deri-vadas del campaniforme, con amplia penetraciónhacia el este y sur peninsular desde fechas verdadera-

•mente altas, ya del bronce medio; la pintura vasculardel área central, Ebro, Levante, Extremadura, Surestey Andalucía; la técnica de la retícula bruñida, técnicasestas últimas ya presentes en el calcolítico andaluz,latentes en el bronce pleno y renacientes en el reciente,y cuyos orígenes no es necesario buscar en Europa oen el Mediterráneo.

Estos susíratos son diferentes según los círculos, yaque el sustrato calcolítico-campaniforme se perfila entodo el cuadrante noroccidental ibérico, mientras queel sustrato de un bronce pleno arcaizante puede entre-verse en el noreste y suroeste, quedando el sustratoargárico o argaroide para los círculos del sureste,levante y, por supuesto, para Andalucía oriental.

La existencia y constatación de estos sustratos queevolucionan de modos diferentes no excluye, en abso-luto, corrientese influencias externas, que no presu-ponen necesariamente admitir invasiones, sino sim-plemente contactos de gentes, intercambios de objetose incluso de ideas. Esta corrientes foráneas puedenreducirse a tres: la atlántica, la llamada centroeuropeay la mediterránea central.

La corriente atlántica, eminentemente comercial,está en función de la interacción de esa koiné formadapor las islas Británicas, Bretaña, Gironda y todo elnorte, noroeste y oeste peninsular, reduciéndosearqueológicamente a una metalistería de armas debronce y adornos de oro, que ha servido de movedizabase tipológica para buscar origenes culturales yperiodizar. Esta metalistería atlántica, muy relacionadacon la centroeuropea, penetrará hasta los últimoscírculos peninsuales del bronce reciente; teniendoespecial incidencia en la panoplia armamentística delas estelas decoradas del suroeste.

La corrienteeuropea,todavía a mi parecer, excesi-vamente supervalorada, con orígenes en núcleoscomo el Rin, Alpes, norte de Italia, Ródano, Midifrancés e incluso Aquitania, introducirá profundamenteen el noreste el rito de la incineración, ciertas técnicascerámicas decorativas, como el acanalado y el grafita-do, a la vez que ciertas formas, como los arcaicosvasos polípodos y los de asa de botón, así comoalgunos motivos decorativos geométricos, pero deninguna manera ni el enterramiento turnular ni lallamada «casa indoeuropea».

La corrientemediterráneano parece oriental directay auténtica. sino más bien mediterránea central, del

círculo italo-sículo-sardo, dirigida fundamental y

directamente hacia el Sureste y Mediodía ibérico conla introducción, primeramente, de la fíbula de codo y,después, de la de doble resorte y la espada de tiposardo de Sa-Idda, junto con nuevas técnicas decorativascerámicas, como el grabado y la incrustación metálica.El oriente mediterráneo en el s. VIII, con las navestirias orientalizará Andalucía.

Estos círculos culturales en su evolución se interre-lacionarán profundamente, según los datos de quedisponemos, creándose, a su vez, núcleos internos deinfluencia o expansión cultural, productores de co-rrieníesintrapeninsulares.De esta manera,el círculodel noreste, con su rito de incineración y suscerámicas decoradas de tradición europea, actuarásobre el Levante, al sur del Ebro desde el s. VIII y.poco después, en el s. VI, sobre la Meseta oriental. LaMesetasurge como un gran loco difusor de acentuadoarcaismo y originales innovaciones de cerámicas deboquique y excisas hacia el Ebro, Le<antey Mediodíaentre el s. XIII y el s. VIII, sin que conozcamosexactamente las vías de difusión El Levantecon suarquitectura proíourbana de casas de planta rectan-guiar de piedra y sus cerámicas carenadas y con asa decinta. del bronce medio, actuará hacia el Ebro mediodesde mediados del II milenio. El Sur de Portugaltendrá un protagonismo particular sobre Tartessoscon el préstamo de su metalistería armamentísticadesde el s. X a.C. y enterramientos tumulares y deincineración, quizás desde el s. VIII a.C. A su vez,Tartessos,con inusitada potencia poblacional y cultu-ral, repercutirá, primeramente hacia el s. IX avanzado,en Andalucía Oriental y Sureste, introduciendo lascerámicas finas carenadas y la de retícula bruñida y

reintroduciendo las amplias casas de adobes de plantaoval y, posteriormente, en el k Víí, ene! orientalizante,expandiendo cultura hacia Portugal, Extremadura eincluso hacia la Meseta suroccidental.

Se ha subrayado anteriormente el problema delinicio de Cogotas, al hablar de los sustratos culturales,y el sustrato de Cogotas parece ser el mundo cam-paniforme. En tal caso, nos encontramos, según lassíntesis, con el absurdo de pasarse directamente delcalcolítico final o del campaniforme al bronce tardíoo final de Cogotas 1. La Meseta, necesariamente, porla amplitud cronológica de casi un milenio de Cogo-tas 1 debe participar, como sucede en otros círculoshispanos, de un bronce antiguo, medio y reciente,para terminar dentro de un hierro antiguo. Por otrapárte, la fase de Cogotas 1 necesariamente debe sersustituida directamente y sin hiatus por la de CogotasII, del hierro medio, relacionada con la Téne, con elmundo céltico y esta sustitución o cambio debiósuceder hacia fines del s. VI o principios del s. V a.C.

Indudablemente el término indoeuropeo,que an-cestralmente se viene aplicando a las culturas delbronce reciente e inicios del hierro de cualquiercírculo ibérico, habría que precisarlo por asepsia,porque implica culturas relacionadas con una lenguao con una raza, cuya existencia desconocemos en laIberia de ese período. No obstante, en el broncereciente del cuadrante noreste ibérico se observanprofundos cambios culturales con la presencia denuevos elementos inexistentes en los viejos sustratos

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ibéricos, y. por otra parte. análogos a otros deculturas del Rin. Alpes. norte de Italia y cuadrantesuroeste francés, según hemos anotado antes. A estaamalgama cultural del cuadrante noreste en ciertomodo podría llamársele indoeuropeo, siempre querealmente sean indoeuropeos esos círculos europeosmencionados. Si la metalistería ibérica del broncereciente atlántico es considerada también indoeuropea.necesariamente todo el círculo o koiné atlánticadebería ser igualmente indoeuropeo, y esta tesis essumamente aventurada.

Es función y tendencia de los investigadores de laprehistoria el periodizar. Sin una cronología adecuadano cabe explicar un hecho histórico. Pero paraperiodizar se necesitan bases arqueológicas. frecuen-temente bastante débiles, con fundamentos meramentetipológicos-comparativos. No olvidemos a este respectolos fenómenos de arcaismo o pervivencias formales delos artefactos, capaces de tergiversar una periodizacion.Si verdaderamente son admirables unas periodizacio-nes. formal y teóricamente perfectas. propuestas porJ. J. Hatí (bronce final). H. Miiller-Karpe (Hallstatt>.W. Kimmig (Campos de Urnas), o R. Peroni (hierronoritálico de Este y Golasecca). cuando se examina ladocumentación de base, se observa que los argumentosson puramente tipológicos. sin apenas estratigrafíasapreciables que avalen una cronología, aunque éstafuese relativa. Creo que seria un retroceso científicoadoptar en la península estas tentadoras periodízacio-nes tan matemáticas, con períodos, fases y subfascs decronologías tan exactas como dudosas. Es aceptableintentar periodizar la estratigrafía de un yacimientocorrectamente excavado, pero no es convenienteaplicar esta periodización a toda una región.

Quizás sea el círculo del noreste donde másperiodizaciones se han sucedido. P. Bosch basó lascuatro fases de sus periodizaciones en las supuestasinvasiones indoeuropeas de Beribraces. Cemsos. Lu-gones y Celtíberos, desde el 900 al s. V a.C..invasiones en las que firmemente creía, atribuyéndoselea cada una un elemento cultural determinado, comolos túmulos, los campos de urnas, la cerámica excísa.etc.

5. Vilaseca (1963-1973) revisó las periodizacionesde P. Bosch, matizándolas con los resultados de suspropias excavaciones en las necrópolis de Les Obagues,El Molá. Colí del Moro. Can Canyis y cuevas deJanet y Marcó, y obteniendo cinco fases entre el s. Xy el IV a.C.

W. Schtile (1960) intentó combinar la periodizacionde 5. Vilaseca con los resultados de los Taffanel enCayla de Mailhac. introduciendo nuevos datos de J.Maluquer (Cabezo dc la Cruzde Cortes) y de P. Palol(Agullana) y estableciendo cuatro fases entre el 900 y

cl 450 a.C.M. Almagro Gorbea (1973-1977). basándose en las

periodizaciones anteriores, especialmente en la de 5.Vilaseca y combinándolas con la de 1. J. Hatt. W.Kimmig y H. Miiller-Karpe. propuso seis fases entreel 1100 y el 500 a.C.

En Portugal meridional Ii. Schubart (1975) pusoorden al bronce con el estudio de las culturas deFerradeira (1900-l500). Atalaia (¡500-1 lOO). SantaVitoria (1100-900) y bronce final (900-700). Estaperiodización es válida como hipótesis de trabajo.pero dada la fragilidad de las bases tipológicas. elestudio y la publicación de los muchos yacimientospoblados y necrópolis excavados posteriormente.tendrán mucho que aportar en favor o en contra.

En Anda/tiria Oriental F. Molina (1977) establecióuna periodización. basándose en las estratigrafíasgranadinas de la Cuesta del Negro de I’urullena(1975) y del Cerro de la Encina de Monachil (1974).proponiendo cuatro fases correspondientes al broncetardío (1300-1100) bronce final 1(1100-850). bronceFinal II (>~50-750) y bronce final 111 (750-600).

En AndalucíaOccidentallos intentosde periodiza-ción han sido múltiples, según los resultados de lassecuencias estratigráficas de los yacimientos, obtenidaspor determinados investigadores como M. Almagro(Medellín. 1977). a Ruiz Mata (Huelva. 1981) porotros y por mí (Macareno. Carmona). Estas periodi-zaciones suelen girar alrededor de tres fases: inicial (s.XII - X), media (s. IX - VIII) y final (s. VII).

La Mesetapresenta más dificultades en la periodi-zación. por las razones antes indicadas, de extensióngeográfica y amplitud cronológica del bronce e iniciosdel hierro, siendo M. Almagro(1977), M.~ O. Fernán-dez-Posse (1986) y G. l)elibes (1984). entre otros, losque han intentado establecer fases entre el s. XIV y elVI a.C.

Todo este panorama cultural y estas periodizacionesson, naturalmente, discutibles y estas discusiones, sus-citables en este Coloquio, pueden aportar una nuevaluz en este rompecabezas del bronce final e inicios delhierro ibérico, que no acaba de encajar.

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