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Mujeres que comen

Laura Castro2017

Índice

Introducción

Madre

Bruja

Amante

Jefa

Recoger la mesa

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Introducción

La obra está creada desde una desestructuración del espacio de la cena en roles; El anfitrión, el invitado, la comida. Estos roles se relacionaron a la experiencia cotidiana de la mujer y los estereotipos que la rodean. Se concibieron 4 roles: La mujer que ofrece que sería la persona que prepara la comida en la cena, La mujer que come que es quien consume el alimento, La mujer que se ofrece que sería la comida que se sirve y se añadió La mujer que se niega a ser consumida que es quién se niega a participar de la cena. Para cada una de ellas se planteó una comida que hablara del rol desde las dinámicas, lo que se sirve y el lugar en el que se realiza permitiendo reflexionar sobre la construcción de la feminidad.

El audio de los encuentros fue registrado y acompañará las mesas en las que se comió en una instalación, donde cada mesa reproducirá parte del audio y tendrá todas las huellas que quedaron en el momento del encuentro.

El texto se dividió en estos roles y se organizó por orden cronológico de los encuentros. Cada texto contiene recetas que complementan la re-flexión que se está desarrollando o son parte del repertorio que se sirvió en la comida. Se incluyen las recetas en parte porque considero que los saberes que rodean la comida son válidos e intelectualmente relevantes y también porque los recetarios son uno de los manuales desde los cuales se construye el discurso de lo que debe ser/hacer una mujer. Ya que la obra y el texto hacen una crítica a la feminidad como concepto, pero también lo hace propio y lo aprovecha.

Buen provecho

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La MadreLa Mujer Que Ofrece

Viernes en la mañana y Claudia no me contesta. Hace unos días confirmó con mi mamá por WhatsApp la hora de la

cena del sábado, 7pm. No sé bien qué más le dijo, pero mi mamá me insiste en que debo llamarla. Cada vez que me acuerdo, le vuelvo a tim-brar, pero también debo confirmar los ingredientes que hacen falta, la asistencia de mis hermanos, a qué horas van a llegar todos, si sí alcanzan a hacer el platillo al que se comprometieron, recordarles que no lleven a los niños.

Ya sabía lo complejo que es organizar una cena, mi casa es escenario constante de estas reuniones masivas. familia grande, hospitalaria, tra-gona, cocina amplia lista para hacer lucir el plato que será protagonista de la reunión. Dos salas que se llenan, sillas apilables en el patio que en un cumpleaños infantil se quedan cortas. Un mini-ejercito de comadres formado entre anfitriones (usualmente anfitrionas) que se comprometie-ron a servir, e invitados (usualmente invitadas) que ven la labor titánica en curso y se ofrecen a ayudar. Sé lo que conlleva invitar a una cena. Y por todo esto, lo evitaba.

Nunca he sido anfitriona de una cena, en las reuniones familiares de la casa, tengo el papel de la hija que prefiere quedarse en el cuarto hasta que huele a comida, momento en que decido bajar para ayudar a repartirla y así asegurar mi porción. En esto me acompaña mi hermana Diana, que desde que se planea una cena hasta que llegue el primer invitado, se que-ja de lo poco necesario que considera celebrar un día especial buscando servilletas, pasando platos, contando quién falta por postre, limpiando el desastre del final.

Aunque se nos enseñara que en esto consistía celebrar como familia, aunque las dos seamos mujeres, rodeadas de mujeres, acostumbradas a pasar de un deber a otro en la fiesta mientras en la sala principal los hom-bres y demás invitados hablan de política o ven el partido con el que la reunión se cruzó. El privilegio de ser consentidas, el haber crecido con Claudia, con quien nos cuidara, lavara las sábanas y ofreciera tintos, nos

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deja como seres desconectados de la labor doméstica, del placer anfi-trión. Servir no es nuestro papel, pero, aunque seamos las menores, (en palabras de todos, “las niñas”) ya estamos viejas. Y por primera vez, la ocasión lo vale. La persona por agasajar mañana, lo vale.

Aún no tengo toda la lista de cosas por comprar, y para no salir más de una vez a la tienda, empiezo arreglando el comedor de seis puestos, para ver cómo acomodo en él a diez personas. Padre, madre, dos hijos, dos esposas de hijos, tres hijas y Claudia.

Poner la mesa

El biffet y su vajilla de exhibición, son artefactos propios del pasado, casi nadie compra ahora una vajilla para exhibir ni tiene espacio para un mueble de decoraciones. Pero todavía es clara su función. La posibilidad evocativa de la vajilla junto al signo de estatus que contiene, dan un contexto físico a los platillos que luego van a contener. El rol del poder adquisitivo se hace tangible en una cena servida en piezas de lujo y la relación establecida entre el anfitrión y el invitado que se concreta en la comida por compartir.

Park Avenue en 2011 ofertaba platos intervenidos por artis-tas, cada intervención realizada en meses diferentes: en octubre fue Michael Rakowitz quien realizó junto al chef Kevin Lasko una de las propuestas más controversiales. La pieza se llamó Spoils

y el platillo fue Venison (venado) con salsa de dátiles, tahini y servido en la vajilla saqueada del palacio de Sadam Hussein. Para Rakowitz era im-portante el uso de dátiles ya que Irak es uno de sus mayores productores y contrastaba el dulce de la salsa con lo amargo que representaba la va-jilla, creando un plato que era agradable tanto a la vista como al paladar, pero que ponía al comensal en una posición incómoda. La vajilla, en par-te colección personal de Hussein y en parte colección del monarca Faisal II (que gobernó hasta 1958,) era la que usaban para las visitas oficiales en el palacio de Saddam Hussein. Cuando el gobierno de Iraq se enteró de la obra fueron a reclamar la vajilla, y esta tuvo que ser entregada.

La mesa ha sido adecuada para albergar a los diez comensales, los individuales con obras de Botero son el único juego completo de la casa. Serán completados con los individuales que Mónica, mi hermana mayor, ya había heredado para su propia mesa. Las sillas, seis propias del juego del comedor y dos banquitos de dos personas.

Aprovechando la ocasión, usaremos la vajilla importante. La vajilla para ocasiones especiales de dos décadas de antigüedad ha estado in-móvil en nuestro biffet por más o menos quince años. Por gracia de mi

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mamá la podré utilizar junto con unos cubiertos que jamás he visto usar, vienen guardados en un maletín plateado que pareciera llevar armas o joyas. La vajilla tiene un decorado pastel de flores con hojas, además de los platos de diferentes tamaños y las tazas convencionales, también tiene mugs y vasos de cristal de dos tamaños. Estos vasos de cristal se encuentran todavía en su empaque, 20 años después. El placer de abrir los más pequeños lo tendré el sábado para estrenarlos con Claudia.

Claudia es la invitada de honor en esta cena. No la he visto desde hace al menos cuatro años y dejó de trabajar en nuestra casa desde hace diez. Ella conoce esta vajilla porque ella estaba cuando se compró y, al pare-cer, fue la última en utilizar la mayoría de ella. La ocasión merece usarla de nuevo, sacarla de ese trance expositivo para evocar otros momentos en que se utilizó y despertar pasados compartidos.

El Menú.

Para el plato de entrada de la cena, Diana, se propuso hacer arepitas con queso, en honor a nuestra infancia con Claudia. En las mañanas de los fines de semana, Claudia nos llamaba a “hacer arepas”. Ella nos lla-maba sólo cuando ya estaba la masa hecha y nosotras llegábamos en pi-jama a hacer las formas y ver cómo se doraban en el sartén, convencidas de que sabíamos prepararlas y que habíamos incidido en algo cuando quedaban ricas.

Acompañando las arepas se servirá un “aperitivo” de mora con bana-no, hecho por Fabio., el segundo de mis hermanos. El jugo de mora con banano fue un descubrimiento de Claudia y al probarlo, todos lo amamos y se lo hicimos saber. Impulsada por el éxito que tuvo, Claudia lo siguió preparando sin parar y por años tomamos el mismo jugo. Fabio quedó curado hasta el día de hoy.

Las moras deben ser ¼ de la licuadora aprox, dos bananos, miel al gusto, colóquese todos los ingredientes en la licuadora con un poco de agua, lo suficiente para que licúe nada más. Quedará una mezcla espesa que será servida en copitas de shots.

La crema de Auyama, segundo plato, la va a hacer Mónica, mi herma-na mayor. La sopa ha sido una constante en la casa desde que me acuerdo y a ella le queda especialmente rica. Para esta le he guardado un buen caldo de pollo con laurel. ◊ ¼ de una auyama grande

◊ Mantequilla sin sal

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◊ 1 cebolla blanca grande, rebanada

◊ 1 cucharada de perejil picado

◊ 12 tazas de caldo de pollo

◊ 1 1/2 cucharadita de sal (o más, al gusto)

◊ 1/2 cucharadita de pimienta (o más, al gusto)

◊ 1/2 taza de crema agria

Pele y corte la auyama en trozos pequeños, procúrese hervir hasta que esté blanda pero firme.

Esto hace parte esencial de preparar ciertas comidas; es un proceso que no sólo permite su ingestión física sino conceptual. Para que la auyama se convierta en un plato de comida debe desintegrarse y quitar aquello que no pertenezca a ¨lo comestible¨ para luego reconstituirla a través del agua, que la devuelve a un flujo vital.

Habiendo hervido la auyama, déjese enfriar a temperatura ambiente. Mientras tanto, caliente la mantequilla a temperatura baja en una olla con la cebolla y el perejil, se cuece removiendo hasta que la cebolla se torne transparente.

La concepción de la cocina como espacio femenino se vincula muchas veces a la mujer como potencial madre, su cuerpo es capaz de trans-formar elementos potencialmente vivos para formar un individuo, el espacio de la cocina se vuelve entonces una proyección de su cuerpo1.

y se asume que la transformación de materia en alimento le es propia.Moni, acorde, dice que dependiendo del sentido en que se revuelva se

va a afectar la consistencia, la dirección puede hacer que la sopa crezca y se vuelva más fluida o que disminuya y se concentre. Pero yo nunca recuerdo hacia dónde es cual. Sabiduría que mi útero me debe.

Viértase la mezcla a la olla y déjese hervir solo una vez, a continuación, se debe dejar reposar y licuar. Se devuelve a la olla, caliéntese a fuego medio, removiendo regularmente para evitar que la sopa se pegue al fondo.

Rodear la olla con el cuerpo como envuelve la olla los ingredientes, como envuelve el vientre al feto.

Cuando haya hervido al menos una vez y tenga una consistencia

1. Pazarelli, Francisco. La importancia de hervir la sopa: mujeres y técnicas culinarias en los Andes. Antípoda No. 10. junio 2010.

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cremosa, procúrese retirar del fuego. Sazonar con sal y pimienta al gusto. La crema agria se sirve aparte en la mesa para que la agregue el comensal.

Plato principal: Pollo en costra de pan con mermelada de tomate y ají. Nunca lo hemos hecho ni probado. Jamie Oliver, en un episodio de su serie de cocina, mostraba cómo hacia un pollo en costra de pan para llevarlo a un picnic, mientras comentaba que lo atractivo del plato era la posibilidad de mantener caliente el pollo y que su contenedor fuese co-mestible. Para mí, lo atractivo del plato era como se veía. Como un útero abierto. Cálido y apetitoso, e incómodamente visceral.

No anoté la receta en ese momento, pero desde que supe que iba a hacer la cena alrededor de la figura de la madre, la escogí, quería que el pollo saliera rojo de la costra del pan. El plato sería una metáfora visual del vientre materno, tanto a nivel visual como de ciertos movimientos antes mencionados: envolver, hidratar, reintegrar, transformar con calor.

Para esto hablé con Angelita, la compañera de Fabio que es chef, entre varias recetas de internet y los libros de cocina construimos lo que podría ser la receta. Me ayudó a plantearla y me acompañará haciéndola.

El pollo se pone en la masa madre y se deja que esta masa (viva hasta antes de entrar al horno) crezca alrededor de él, para después entrar al calor unidos y que se conviertan en el horno que ha de cocer la mezcla, alterar los elementos de forma que el pollo, en su útero de masa, empiece a toma un color más cercano al mundo de los vivos.

Para la mermelada:

◊ 3 kg de Tomates de guiso maduros

◊ 5 chiles de árbol

◊ 3 cebollas cabezonas

◊ 9 cucharadas de aceite balsámico

◊ 300 gr de azúcar

◊ Aceite de Oliva

Para el pollo:

◊ 2 pollos campesinos con cuero y sin menudencias

◊ Masa madre

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Para c/ pollo

◊ 1 atado de perejil

◊ 2 dientes de ajo aplastados

◊ 3 cucharadas de Paprika

◊ 1 cucharada de Sal

Para la mermelada, precaliéntese el horno a 180º.

Creo que a Claudia le gustará este pollo, en especial, porque le gustaba probar recetas nuevas, y se emocionaba cada vez que encontraba algo interesante en los libros de cocina.

Claudia llegó a trabajar a la casa hace 22 años. tenía 16 y llegó reco-mendada por el celador de la cuadra que era su tío. En el momento, no sabía cocinar.

Si Claudia hubiese trabajado con mi abuela seguramente podría hacer la sopa de avena y el cocido boyacense con la sazón de mi abuela, pero no particularmente mucho más, o de una sazón propia. Mi abuela mater-na es esa persona que a todas las señoras y muchachas que van a trabajar con ella les enseña exactamente cómo le gustan las cosas, tanto en comi-da como en aseo y no deja que la señora, por ejemplo, sirva el almuerzo si a ella no le sabe “como es”

Los tomates sin piel y cortados a la mitad, cebollas en julianas, chiles picados. Colóquese todo en una refractaria con el azúcar y el vinagre, añádase un chorro de aceite y mézclese con las manos. Se proyecta hornear por 40 minutos, o hasta que los tomates estén dorados y la cebolla caramelizada. Déjese enfriar y guárdese en un recipiente esterilizado. Se proyecta hornear por 40 minutos, o hasta que los tomates estén dorados y la cebolla caramelizada. Déjese enfriar y guárdese en un recipiente esterilizado.

Mi mamá no tiene un recetario mental inquebrantable. Y aunque los años les han devuelto una atención casi quisquillosa a sus preferencias gastronómicas, puede que hace 20 años tuviera una mayor distancia y cierto desdén con el cocinar diario. Durante la cena, Claudia recordaría la vez que le preguntó a mi mamá cómo se hacía el arroz y ella, en res-puesta, le pasó la etiqueta del empaque con las instrucciones.

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Para el pollo: Engrásese levemente una refractaria donde quepa un pollo y le quede algo de espacio. Aparte se pica el perejil y se combina con la sal y la paprika. Déjese reposar.

A continuación, se pone el pollo sobre una superficie de trabajo con el cuello hacia uno. Se va levantando la piel de pollo con la mano desde la base del cuello y lentamente hacia el resto del cuerpo, con mucho cuidado en las partes de los muslos y las pechugas, de no rasgar la piel.

Entrar en la cocina como territorio inexplorado e incluso hostil es abordado en varias obras de Martha Rosler, entre ellas Kitchen Semiotics (1975). Es un video performance en el cual vemos a Rosler con delantal en una cocina con varios implementos sobre la mesa, la artista entonces comienza a enunciar, mientras toma cada uno de los implementos en orden alfabético y activa el objeto mostrando su función. Su postura es algo rígida y al mostrar los elementos lo hace a veces de forma torpe y otras veces con agresividad. El espacio y encuadre del vídeo están basa-dos en los programas de cocina, en el que una mujer nos invita a su es-pacio por excelencia: la cocina y nos muestra con calidez como preparar alimentos, la crítica del vídeo va precisamente a esta imagen de la mujer, presentándonos a la artista como una mujer que se ve incómoda, extraña en la cocina y haciendo visible la violencia del estereotipo.

Por la época en que Claudia empezó a trabajar, la misma en la que crecí. hubo un aumento en el ingreso económico para nuestro hogar, lo que calculo contrajo más libertades y movimientos. Mi mamá además de maestra era cabeza de un grupo grande de vendedoras de maquillaje por catálogo. Organizaba reuniones, anotaba presupuestos, hacía visitas, lle-vaba un memorando gordo lleno de papeles entre páginas. Se notaba que estaba feliz con la posibilidad de moverse, de dirigir, gestionar y apoyar, ser líder, mujer empresaria. No tenía la menor intención, como tal vez nunca la tuvo, de ser “ama de casa”.

Coloquialismo. En general, hace mucho la idea de la mujer que man-tiene una casa, no es la misma de una ‘ama’. Es un poder disminuido.

Es raro nombrar el trabajo de Claudia. Tiendo a usar un eufemismo: la muchacha que nos “ayuda” en la casa.

Porque “empleada doméstica” suena extraño y deshumanizante, así como “señora del servicio”, suena impersonal y remite un poco a “sirviente”. Mi mamá también le tenía otro nombre, uno que ella consideraba más digno, decía que Claudia era su “secretaria”. Pero mi término es falso, ella no nos “ayudaba” en la casa, trabajaba para nosotros. El término de mi mamá tampoco aplica porque, aunque le diera la dignidad que por

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acuerdo tácito social, le faltaba a la etiqueta de ‘empleada doméstica’, lo hacía por medio de retirarla de su labor en el hogar y visualizarla mental-mente en una oficina, con lo que solo se evitaba nombrar que trabajaba en una casa, que es lo que hacía. El trabajo doméstico, entonces, es el considerado falto de dignidad. Y sumado a esto, suele sentirse problemá-tico un nombre específico en una relación laboral con una persona queri-da, en el caso doméstico puede ser aún más, porque la relación se da en la intimidad del hogar. Y casi siempre, más aún en el caso de Claudia que vivía con nosotros, lo que hace la persona en la casa, su presencia, acción y convivencia, desborda los límites y términos de su trabajo.

Cuando ya toda la piel esté suelta, introdúzcase la mezcla entre la piel y el cuerpo del pollo, de la forma más pareja y cuidadosa posible. Se echa un poco de sal y se colocan los ajos adentro del pollo. Sírvase tomar parte de la mermelada de tomate para marinarlo también con ella.

Espolvoréese bien con harina la superficie de trabajo y extráigase la mitad de la masa. Teniendo esta sobre la superficie, amásese con el rodillo en forma de circulo de forma pareja y lo suficientemente amplia para envolver (atrapar) el pollo.

La concepción de la mujer como “madre”, cuidadora, como cuerpo que ofrece su cuidado y ordena los efectos cotidianos del existir mientras cede al rol masculino los conceptos del gran movimiento, del proponer, del buscar el sustento externo, y trascender desde su propia existencia y no desde su virtud de servicio al otro, es la que enmarca a la feminidad en esta labor. Cuidar la casa, ser anfitriona, estar, mientras los otros llegan o se excusan.

Y es su contrario, la lucha por la igualdad de derechos, el romper con la estructura de mujer hogareña como única vía posible y la integración de la mujer a la fuerza laboral la que crea este espacio de empleo, pues al no tener a una mujer que como esposa deba necesariamente quedarse en casa y arreglarla, se activa el sistema de oferta y demanda y donde hace falta la idea de una mujer que “se haga cargo del hogar”, se entiende que puede buscar ese rol laboralmente. Por una parte, es una oportunidad laboral que se abre y un rol estrictamente obligatorio que se abandona, pero también la misma idea que hace de la mujer dueña de lo doméstico, dificulta su acción a nivel público y hace que, por ende, el trabajo domés-tico no sea bien pago. Dado que es algo “natural” en ella, se desprecian los saberes que lo rodean y se desvaloriza su trabajo.

En esta transición de conceptos, que abre nuevas posibilidades y flujos,

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así como nuevas discriminaciones y violencias, se mueve la trabajadora doméstica. Aunque se dé en el marco laboral y por medio de esta diferen-ciación se posibilite un cambio, la mujer continúa siendo generalmente apreciada como secundaria, poco relevante, por ocupar el lugar de la cocina y el hogar, pero es, a cuenta de su género, de quien se espera el mejor desempeño, puesto que tiene la virtud “inherente” de servir.

Sírvase poner el pollo en el medio de la masa y envolverle con ella, humedeciendo las esquinas para que se adhieran. Se pone el pollo en la refractaria engrasada y se lleva a la nevera hasta cuando falten más o menos cuatro horas para servir. En ese momento, debe cocinarse en el horno por 1h y media a 180ºc.

Sin embargo, la cena está pensada como un reconocimiento, no so-lamente de la labor de Claudia, no del rol de género y su efecto en la posición laboral que Claudia ocupó en nuestra casa por 15 años, sino de su humanidad más allá de la contemplación social, de los arquetipos con los que se le asocia, es un reconocimiento a la particularidad de ella, en su historia y situación. Y curiosamente, es la condición humana, no la teórica, la que hace virar los planes.

Es viernes en la noche (la noche antes de la cena) y me entra una lla-mada. Es Claudia, para avisarme que estuvo hoy en Urgencias por una inflamación con la que llevaba días. No, que no me preocupe, que ella ahora está bien, pero que pasó algo. Que para que siga bien, le prescri-bieron dieta líquida y no tomar leche ni alcohol por 5 días. Entonces para contarme y preguntarme, si igual quería que fuera.

Entre manejar la crisis interna, preguntarle si ella quería venir y asegu-rarle (sin saber cómo) que la cena aún se podía llevar a cabo sin proble-ma, se me olvida preguntarle si había algo de su preferencia o sugerencia. Apenas cuelgo, hablo con todas las de la casa para pensar opciones. La primera la había sugerido la misma Claudia, asegurándome que no había mayor lío si todos comíamos el menú original y ella comía otra cosa que le fuera a la dieta. La segunda la ofrecen mi mamá y mi hermana Diana, correr la fecha. Pero no es posible otra fecha en la que le quede fácil que le cuiden los niños y podamos asistir los otros 9 integrantes.

Da para pensar la facilidad de sacrificio con la que Claudia pronunció la primera opción. Lo obvio que le parecía. Da para recordar cómo, días antes, había dicho que de llegar muy temprano, ella podía quedarse en el parque de al lado “hasta que ya fuera la hora”, como si no tuviera permiso de entrar a la que alguna vez fue su casa, revelando los roles de poder que sí existían y como recuerdo aún existen, en la relación de todos nosotros con ella.

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El rol es una estructura que va más allá del trato afectivo. Puede que viéramos a Claudia como una hermana que ayudaba con el aseo y que se empecinara en aprender recetas, pero había un pago y un servicio. Una posición en la que se podía comunicar, solicitar, evaluar y exigir, y una en la que se podía comunicar, pero seguir, obedecer o no, ser evaluado, y sugerir. Por un lado, la familiaridad hace imposible un trato clasista dis-tante, pero por otro, uno de los riesgos de la intimidad es la invisibiliza-ción de los acuerdos. El asumir. No sé cuánto no le preguntamos y cuánto asumimos, para que a una década de no ser más nuestra ‘muchacha que ayuda’, aún se ofreciera constantemente en una posición secundaria para con sus gustos y comodidad.

La tercera opción, la obvia. Hay que despedirse del pollo parido en pan. El menú se reescribe, en líquidos. La fecha y hora se mantienen.

Cena Líquida.

Se cortan las papas pastusas en cubitos, las criollas y las pastusas en rodajas.

Noche del evento. Dos horas para empezar. Alcancé a marinar el pollo con ajo y laurel, Angelita me hace gestos de desaprobación, entonces lo limpió con una servilleta y ella me explica que lo característico del ajiaco se vería comprometido, que la receta debe saber sólo a los ingredientes que enunciamos, y por ende, no admite muchas variaciones.

Pienso en lo horrible que es el ajiaco con zanahoria y en cómo mi abuela trata todos sus platos como Angelita al ajiaco. ◊ 1 pechuga de pollo criollo (amarillas)

◊ 5 mazorcas tiernas

◊ 1kg de papa criolla de la grande.

◊ 1lb de papa pastusa

◊ 1 atado de guascas

◊ 1lb de cebolla larga

◊ 1 atado de cilantro

◊ 1 lata pequeña de Alcaparras

Se pica la cebolla, se une al pollo y la mitad de las papas criollas y pastusas, en una olla mediana con suficiente agua para cubrir los elementos. Mientras esto va calentando, desgrane las mazorcas y

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caliéntense estas en otra olla más grande con el resto de las papas y una parte de atado del cilantro. Se agregan las tusas de las mazorcas a las dos ollas. Cuando el pollo ya esté cocido, debe sacarse y proseguir a desmenuzar.

La olla más pequeña buscará espesar más rápido que la grande y por ende, será útil para controlar la consistencia, cuando las papas criollas se hayan disuelto y la sopa tenga buen espesor, añádase las guascas y déjese hervir una vez más antes de pasar a la mesa.

Se licua la porción de Claudia y se sirven todos en las mogollas.

Esto es nuevo, el Ajiaco en Pan Cook. Propuesto para conservar par-te de la forma original del plato principal, el ajiaco santafereño cuenta más como sopa de celebración que la sopa de auyama y no tiene sentido servir dos sopas seguidas, así que tenemos que prescindir de la auyama también. No hemos visto ni probado Panne Cook de Ajiaco, no sabemos cómo quede, pero tenemos fe.

Para la Salsa: Licúese la mitad de la crema de leche con dos cucharadas de alcaparras y el resto del cilantro y sírvase esta mezcla en una salsera para que cada comensal le agregue a su gusto. En un plato pequeño se pueden ofrecer las alcaparras físicas, para que también queden a disposición.

Ya que no vamos a tomar vino, lo reemplazaremos con naranjada, de nuevo enmarcando un recuerdo. Cada vez que Diana o yo nos enfermá-bamos, Claudia llevaba a la cama de la enferma una jarra de un litro de naranjada y una bolsa de 2000 de pan (20 panes en esa época). Fabito es el encargado de la naranjada y se entera apenas llega, es recibido con las naranjas y la dirección de empezar ya. Unos momentos después llega Claudia.

El caos de ser un anfitrión impuntual. Mis papás descansando arriba, las pechugas todavía siendo desmenuzadas, yo me acabo de cambiar. Pero Claudia llega tranquila, saluda a los de la cocina, (quienes gritan de emoción al verla) y se devuelve a sentarse a la mesa. Me disculpo, subo a pedirle a mi mamá que se siente a “hacer visita” con ella porque ya llegó y no estamos listos. Mi papá está rendido y no se inmuta. Mi mamá se arregla sorprendentemente rápido y baja, mientras charla con Claudia en la mesa, el ruido de la cocina crece.

En el servicio: Es recomendable que los comensales se dispongan a comer el plato en el momento en que este se sirva, ya que el pan

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empezará a absorber la sopa y consecuentemente a ablandarse.

Empieza la cena. Aunque el menú cambió y no todos los platos se ajus-tan a contar una historia de nuestra vida con Claudia, tenemos más de 10 años de recuerdos y la emoción de un reencuentro ambientado en una intención de cariño, con lo que empiezan a fluir historias. Desde el inicio, al servir, noto que los platos hondos no son suficientes y mi mamá lo confirma con Claudia, ‘esos platos se rompieron’. Cuentan cómo la otra vajilla del biffe se compró porque a mi mamá se le parecieron mucho a los que se habían roto, pero al llegar a la casa se dio cuenta de que los primeros eran mucho más blancos y las flores también variaban. Claro, tenía el recuerdo, aunque muy al fondo de la memoria. Mi mamá, en un comentario suelto, se pregunta qué habrá pasado con los fragmentos que ella guardó y la única otra persona que sabría era Claudia, pero no se acuerda. Fabio bromea diciendo que mi mamá estaba esperando que Claudia viniera con los platos, Claudia sigue la broma y dice que mejor le sirven a ella en desechables para evitar malentendidos. Mi mamá se avergüenza un poco, pero se ríe, su pregunta era honesta pero no iba como acusación. Ahora cada vez que hay un silencio en la conversación alguien sigue el chiste de la vajilla.

La cena discurre así en su mayoría, entre bromas y malentendidos. Hablando sobre el barrio dónde vivíamos antes, la perra que teníamos y el día que mató al conejo del vecino, la vez que Claudia casi se ahoga, la vez que se cayó de un árbol, cuando ayudando en la mudanza tenía más fuerza que los hombres que movían muebles. Aunque todos tene-mos historias y recuerdos, solo hay algunos eventos que recordamos en conjunto.

Hablamos de varios paseos con ella, entre ellos la vez que fuimos a Cartagena y conoció a mi abuelo Leoncio. Desde ese momento lo llama-ba por teléfono hasta que él perdió lucidez y ya no la reconocía. Ya en este momento no reconoce ni a mi papá, solo a veces a los que viven con él. No se escapan los recuerdos que tengan una nota agria al final. Al final de estos, algún chiste para volver a hablar entre todos.

A pedido de la familia, explico la historia detrás de los platos origi-nales y la de los que se han salvado para esta cena. La combinación de mora con banano, por ejemplo, con base en la historia del exitoso jugo que Claudia nos hizo insistentemente imposible de olvidar, fue tomada para hacer paletas de postre.◊ 5 manotadas de moras

◊ 4 bananos

◊ Miel

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◊ Dulce de mora que se iba a usar para la torta

◊ Palos de paleta

Había condiciones para que la relación entre Claudia y mis papás se estrechara como de familia. La primera, era tener a una niña de 16 años trabajando en la casa. Algún día, poco después de llegar, le contó a mi mamá que estaba preocupada por haber dejado incompleto el bachille-rato, que sentía que no sabía nada y así no iba a poder encontrar otro trabajo. Ellos, profesores, buscaron entre sus conocidos el dato para que pudiese terminar en un ‘validadero’ recomendable. En la cena le agrade-ce a mi papá, aunque él no se acuerde del amigo que terminaría siendo profesor de Claudia en la institución.

Deben arreglarse las moras, liberándoles de las hojas y lavándoles, para a continuación licuarles con 3 de los bananos más 2 cucharadas de miel y solo el mínimo de agua. Córtese en 12 rodajas el banano que queda. En un molde de muffins se pone una rebanada de banano en cada espacio, se rodea de miel y se incrusta el palo de paleta para que se mantenga en el centro, tras lo cual debe proceder a verterse la masa licuada hasta la mitad de la altura del molde, se le agrega un poco de dulce de mora y se termina de llenar con la mezcla de nuevo. Procúrese mantener en el congelador por un mínimo de 6 horas.

En la cocina, al no tener intención de convertirse en la matrona de las recetas de familia, mi mama resolvió enseñar a Claudia, como lo haría una profesora, antes que un ama de casa. Procedió a mostrarle los libros de cocina y le explicó algunas medidas de proporción para tener en cuen-ta en las porciones. Y la dejó aprender.

Ninguna otra persona que haya trabajado en la casa ha tenido tanta libertad con la preparación de la comida como Claudia. Aunque en ade-lante, las señoras de la casa han podido cocinar a su manera, deben resol-ver la comida con el mercado que se compre. Claudia en cambio, elegía qué recetas iba a hacer y le daba a mi mamá la lista de ingredientes que le faltaban. Tomaba los libros de cocina de la casa y los estudiaba por secciones, una semana intentaba carnes y postres, otra pescados y sopas.

La cocina la aprendió con el mismo rigor que si fuese otro conocimien-to. Le gustaba aprender. Mi mamá nos compraba un libro de figuras en plastilina y en menos de tres meses, Claudia tenía aprendida la técnica de textura sobre las pequeñas esculturas, con la misma destreza que el autor del libro.

Cuando terminó el colegio siguió trabajando en la casa mientras hacía carrera como auxiliar de enfermería, por temporadas solo hacía medio

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tiempo. Al graduarse y trabajar en una clínica, sin embargo, no aguantó el trato, la poca paga, las jornadas largas y extenuantes, ni el mismo oficio, al re resolvió renunciar. Así que volvió a trabajar en la casa un tiempo. Pero mi mamá un día le habló seriamente de su futuro, que a su parecer no tendría que quedarse en asistirnos por mucho que ella la quisiera cerca. Le recordó que era inteligente y aprendía rápido y la con-venció de estudiar algo que sí le interesara.

Claudia hizo un técnico agrícola, trabajando al principio los días que podía en la casa, después consiguió trabajo en un vivero, por el tiempo en que nos separamos. Y luego trabajó en Homecenter, donde mi mamá la iba a visitar. Ahora tiene dos hijos y vive cerca de Villavicencio.

Terminando la cena, Claudia reconoce que mi papá y ella son los úni-cos que se comieron el plato completo. Causa risas entre todos y se en-ciende otro momento de burlas, porque la dieta líquida al final se fue a la borda habiendo comido el plato de pan. A la luz de esto, proponen servir unas galletas que habían visto y olido. Diana las trae y las reparte. Las galletas también tienen un recuerdo.

Cuando nos mudamos a la casa actual, nos emocionamos enormemente con Claudia por el hecho de que la nueva casa tuviera horno. Planeamos inaugurarlo lo más pronto posible y fuimos, el día que habían puesto el gas, con la masa lista para galletas. No sabíamos que el horno era de-fectuoso, puede incluso que asumiéramos que todos los hornos, por ser hornos, funcionaban perfecto. Las galletas se quemaron terriblemente y la casa, que aún no tenía muebles, quedó con el olor por varios días. Curiosamente, en la cena, también se nos quemaron estas, pero podían comerse aún. Y ya rota la regla de la dieta líquida, las servimos. Otro chance de revisitar errores culinarios como eventos de cariño.

Casi por despedirnos, Claudia habla con mi hermano mayor. En este punto toda la cena toma otro sentido.

Edison agradece la reunión y anuncia que se tienen que ir porque su niña está enferma. Lo que hace que Claudia lo detenga y le confiese que estaba muy nerviosa de venir por como las cosas habían terminado entre ellos dos. Eran muy amigos, hasta ese momento de su crisis, la crisis de la que se habla en código. Todos sabemos de ese momento, pero yo soy la menor y no lo recuerdo con la gravedad que luego entendería.

Claudia le dice que aun cuando han pasado tantos años desde que se fuera de la casa, ella a veces se sueña con él y se angustia. Quiere saber que todo está bien, con su vida y con respecto a ella. Le pide perdón. Mi mamá interrumpe y le dice que no hay por qué pedir perdón, que ella es un ángel que salvó a su muchacho.

Todo el espacio se reconfigura: la cena ya no es sólo un homenaje sino

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la oportunidad de aclarar los pendientes, un momento de sanar. Edi no se acuerda bien de qué hizo, lo que le extraña a Claudia. Pero nadie aclara qué pasó, nadie lo va a pronunciar. Las risas interrumpen el momento, entre nerviosas y confusas, porque supongo que así funcionamos las fa-milias. De poder sobrevivir al momento doloroso, no se quiere recordar a menos que sea en absoluto necesario.

Pero es necesario, porque Claudia no venía solamente a ser honrada, tenía un pendiente por sacarse del pecho.

Tal vez no habría el valor de revisitar la historia contándola. Pero Edison busca y retoma la palabra, para decirle a Claudia que él, aunque no se acuerde del conflicto, sí sabe que ellos eran muy unidos. Y que podía imaginar que la crisis que él tuvo la debió afectar de manera pro-funda, pero que cuando supo que venía y que se iban a volver a ver, se alegró enormemente, ya que aún la siente muy cercana, muy querida. Le agradece por todo. Termina diciéndole que tal vez se tenía que ir y hacer sus propios proyectos, tener su vida, para podernos reencontrar. Así, en-tre extrañeza y cariño se va cerrando la cena.

Todos estamos más tranquilos. Y luego, vuelve el presente, la niña que está enferma y hay que ir a cuidar, los que tienen que llegar a casa, el que debe madrugar al día siguiente. La vida que sigue.

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Sopa de Todas

Porciones:

Número de participantes en la cocción, más 1-2 platos.

Ingredientes:

◊ Los presentados el día de la sopa.

◊ Base - Ajo, sal

◊ Fuego en Exteriores

◊ Agua potable

W.I.T.C.H

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La BrujaMujer que se niega a ser consumida

Mujeres hablando alrededor del fuego, haciendo una sopa entre todas en una reunión al aire libre. Bajo ese modelo busqué hacer este encuentro para hablar de las mujeres que se apropian de lo monstruoso en lo femenino.

La primera clase de bruja es la “bruja escu-chona”. Esta siempre es mujer, lleva el cabello largo y su naturaleza es transformativa; se transforma en lechuza; para lograr ese efec-to debe desnudarse completamente, toma cierta cantidad de escopolamina (principio activo del cacao sabanero o floripondio del género Brugmancia), luego debe arrancar un cabello y amarrarlo a la cintura. Acto seguido debe sentarse frente a un espejo en donde la imagen refleja sólo se vea del ombligo para arriba, invocar su espíritu guía e inmediata-mente se transforma en lechuza del ombligo para arriba, dejando la otra parte del cuerpo desnudo en la silla.

La brujería dibuja los límites de lo normal por contras-te. Las características de una bruja van a cambiar ligera-mente dependiendo la cultura que le describa, pero casi siempre son mujeres. Esto hace que la bruja funcione para designar cuáles son los límites de lo humano y más cla-ramente cuáles son los de la mujer, que es siempre bruja en potencia. La capacidad de la bruja de transformarse en lechuza evidencia su naturaleza múltiple entre humana y demoniaca: la parte de la cintura para abajo del cuerpo queda en la silla mientras ella vuela como lechuza, es de-cir que transita libremente entre los dos estados.

Pinzón, Carlos & Suárez, Rosa. (1992) Brujas y curanderos cons-tructores de identidad, en Las mu-jeres lechuza: Historia, cuerpo y brujería en Boyacá. (pp. 144-145)

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Preparación:

Convóquese a un grupo de mujeres con gusto por la discusión de efectos sociales, preferentemente con punto de vista formado / formulado respecto al papel que desempeña el género en la sociedad y su relación con el mismo desde lo personal, político y cotidiano. Búsquese encontrar una fecha, hora y lugar asequible al total o la mayoría de participantes.

El género binario es una de las construcciones más fuertes en la socie-dad occidental, el paso de un género a otro es de por sí visto como “an-tinatural” y está mediado muchas veces por un suministro de hormonas que lo complementan. Entonces se podría pensar en lo trans como un espacio parecido al de la brujería.

Entre las personas con las que hablé, Mais es tal vez el invitado que despertó más interés en mí.

Sírvase comunicar la dinámica propuesta, al solicitar que cada participante de la sopa se lleve en representación doble: presencial y contributiva. Es decir que además de su persona humana, se espera la asistencia de un ingrediente crudo, preferiblemente de gusto salado, que les represente, les sea especialmente apetitoso, se les antoje útil compartir o conecte con ellas en el mundo del significado.

Algunos lo conocen como Martín, sin embargo en muchos espacios prefiere que lo nombren como Mais, se identifica como una persona trans desde la construcción y deconstrucción de la masculinidad, des-de lo transmasculino. El apodo salió por su gusto a la mazorca, pero sobre todo por varios juegos semánticos que nombrarse así le permite. El primer, por la polémica que hubo hace unos años a causa del maíz transgénico, lo que le permite hablar de su transexualidad desde otro lu-gar. El otro es “tortillera” pues al preguntarle por su orientación sexual, responde haciendo alusión a su propio nombre, diciendo que este hace parte de los ingredientes que la componen, reclacando que habitar la transmasculinidad no le hace necesariamente heterosexual.

La comida desde el lenguaje como un espacio andrógeno, es orgáni-camente potente frente a la intención constante de definir a las personas para asignarles características y funciones.

Establecer así, que la sopa es un evento en que se unirán las personalidades humanas, y en la preparación, se mezclarán y consumirán los aparte escogidos de las personalidades simbólicas. Confirmar número de asistentes, puesto que de este dependerá la

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proporción con la cual cada participante tendría que hacer presencia. Dejar reposar resolución, resolver dudas en caso que estas surjan.

A veces cuidar el cuerpo propio cuando este no se aco-moda a la imagen de la mujer ideal termina siendo un acto de resistencia. Hablando con modelos de talla gran-de me crucé con Sindy, quien además de modelar, tiene una empresa de catering con la mamá. Ella me contaba que en su adolescencia su mamá la presionaba para que bajara de peso y ella hizo dietas muy estrictas por mucho tiempo, hasta que un día cuando tenía 15 años, tuvieron que llevarla de urgencias por una gastritis erosiva. Desde ese momento decidió dejar el ideal de delgadez y cuidar su cuerpo. Se volvió vegetariana hace 5 años, por convic-ción, pero de resto come todo lo que considere saludable. Sindy ha respondido sí a la invitación.

Luisa es un caso contrario. Durante gran parte de su vida se le había criticado por ser “ya muy delgada” por-que el modelo de cuerpo femenino ideal no deja de ser curvilíneo. En respuesta a esto, pasó años comiendo cuando ya no tenía hambre. Por mucho tiempo se sintió avergonzada de su cuerpo hasta que desde la escultura empezó a explorar el cuerpo de la mujer y la sensualidad de este. En algunas piezas parece burlarse de los atributos que la cultura venera y en otras potencializa su carácter seductor. Mi pieza favorita consta de una serie de pezones de ‘gomita’ comestible, que hizo tomando el molde de los pezones de todas sus amigas. Luisa está invitada y un día antes del evento, me dice “vamos a ver cómo nos queda esa sopita”.Para defenderse de los ataques de las brujas en al-gunos pueblos acostumbran llevar la flor de ruda en los bolsillos, poner ajos o rudas debajo de las almo-hadas o comer de vez en cuando carne de lechuza; […] Otros riegan en la casa granos diminutos de mostaza, arroz mezclado con cebada y otros granos, porque así entretienen a la bruja convertida en ave y la pueden coger; asimismo, les dejan un terrón de sal. Algunos invitan a la bruja para que llegue al día siguiente por sal...

Anónimo. Noviembre, 1989. “Las brujas crio-llas” Semana.

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Los objetos en la brujería tienen agencia propia. Esta agencia tiene re-lación, sin ser reducida, por la función que la cultura les ha asignado; así diferentes huesos de un animal pueden adelgazar o engordar2 una persona

, el ajo y la sal sazonan pero también protegen, el grano conserva su función de alimento. La bruja maneja esta agencia de los elementos y los usa de formas inusuales para el resto de la comunidad. Por esto cada una debía llevar un ingrediente que fuese significativo a nivel personal para entre todas, crear la sopa.

Café con Cardamomo

(para 4 porciones)

Ingredientes:

◊ 4 cucharadas de café molido

◊ un puñado de cardamomo

◊ 4 tazas de agua

◊ panela al gusto

Preparación:

Viértase todos los ingredientes en una olleta y lleve a punto de ebullición, saque del fuego y mezcle. Repita esta operación otras dos veces, retire del fuego y deje reposar por un minuto para que el polvo se asiente en el fondo de la olla.

Voy a la casa de Erika porque no tengo ganas de llegar a la mía. En su sala están dos amigas suyas que pintan, hablando en tono frustrado sobre una curaduría, mientras ella le corta el pelo a una. Mientras estoy entre su sofá y la mesa, atenta a la conversación, servimos el tinto y Erika me comenta que a ella no le parece que la invite a una cena con tema de la bruja. Que no le gusta la tendencia feminista de llamarse “brujas” entre todas.

Saca el tema abruptamente, en un tono por momentos burlón, pero

2. Ramos, L. “Hacer de comer” y brujería en una población rural en Boyacá: “la enfermedad postiza”

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seco. Aclara que igual es mi tesis, así que obviamente va a participar si yo así lo quiero.

No me esperaba eso en el momento, así que no le res-pondo gran cosa. Pero a los días, le escribo explicándome.

La brujería como concepto con tono peyorativo funcio-na para mantener el orden que rige la comunidad, prote-ge ideas preestablecidas. Poder apropiarse de él signifi-ca tomar estas ansiedades de la sociedad y no permitir la normalización y sumisión del cuerpo propio, esta es una de las razones para que el feminismo revisite este término. En la década de los 60 en EEUU se funda-ron varios grupos feministas bajo el nombre W.I.T.C.H (Women´s International Conspiracy from Hell)3

hacían protestas por los derechos de las mujeres, pero disfrazadas y haciendo rituales públicos para maldecir a las instituciones físicas a las que se rebelaban. Dentro de los grupos había roces, había personas efectivamente interesadas en la práctica brujeril (Brujas feministas) y otras que solo pensaban que la bruja era una imagen para el programa político. “The most significant aspect of WITCH was its choice of central symbol: the witch. By choosing this symbol, feminists were identif-ying themselves with everything women were taught not to be: ugly, aggressive, independent, and malicious. Feminists took this symbol and molded it - not into the fairy tale “good witch,” but into a symbol of female power, knowledge, independence, and martyrdom.”

Quiero que Erika venga porque en su casa se dan or-gánicamente tertulias femeninas. Puede que parcialmente sea un efecto colateral de su oficio como peluquera, pero en especial, las conversaciones se dan porque a la gente le gusta ir a su casa y hablar con ella de proyectos que tie-nen, temas que han estado pensando, sus últimos sucesos de vida, cualquier cosa en realidad. Se llega con manos

3. Cambiaron varias veces el significado de las siglas para protestas específi-cas por ejemplo para la protesta contra la compaña telefónica Bell Telephone las mismas siglas significaban: Women Incensed at Telephone Company Harassment

Griffin, W & Eller, C. (1999). The Roots of Feminist Spirituality. En Daughters of the Goddess: Studies of Identity, Healing, and Empowerment (p.35). Lanham, Maryland: AltaMira Press.

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vacías, pan para el desayuno, una salsita especial que le gustaría, un menjurje para el pelo, un sixpack de cerveza en lata, las ganas de hacerse algo, así sea café. Es un espacio tranquilo, pero también es un espacio al que se va porque Erika, se sabe, siempre va a tener algo que decir, las ideas que uno lleva son cuestionadas, deconstruídas, complementadas. Así, las charlas no son nunca superficiales, así el tema en principio pare-ciera banal. Efectivamente, va a venir a la sopa.

Las mujeres que eran viudas o “solteronas” eran más proclives a ser acusadas y procesadas por brujería

. La independencia de la mujer se dificultaba, no sólo por falta de traba-jos sino porque la sociedad la castigaba.

Doña Elena Villamil es divorciada, tiene 2 hijas ya mayores que no viven con ella, vive en una casa del barrio La Macarena con un mucha-cho que trabaja para ella. Elena tiene una de las huertas urbanas más conocidas en Bogotá. Hace más o menos 10 años empezó a armarla y la mayoría de cosas las aprendió en la práctica. Por años tuvo un restauran-te que abastecía con lo que salía de la huerta, lo cerró y ahora se dedica únicamente a la huerta y a dar asesoría y talleres sobre agricultura urba-na. Ya no compra casi nada para alimentarse porque con lo que cultiva es suficiente.

Podría decir que esto resiste a la idea de la mujer que necesita de un hombre para sustentarse, pero es más que eso, es una persona que logra cierta independencia del modelo capitalista, en un mundo de consumo inmediato y desconexión con el contexto del alimento. Doña Elena pare-ce feliz de asistir a la cena, dijo que llegaba algo tarde pero que de todas formas llevaba algo dulce para compartir.

Llego las 10:30 am a la casa de una amiga que nos prestó su patio. La anfitriona, Daniela. A Daniela no le gustan las habichuelas con zanahoria que ya vienen cortadas, le saben raro así que las compra completas y las corta ella misma para hacer los paquetes para congelar. Vive con su pare-ja y un pitbull, hasta hace poco con su abuela a quién mantenía ella sola. Su abuela fue su madre de crianza, una ex-monja que le enseño a tejer y a hacerse su propia ropa. El Alzheimer les cambió los papeles.

Empiezo a armar el fogón con ladrillos. Ellas están citadas a las 11:30 am. La primera en llegar es Erika, seguida de Sindy, seguida de un tiem-

po de ausencia. Mais había tenido que viajar y avisó no poder asistir. Tenemos toda la idea de cuál hubiera sido su ingrediente.

Comenzamos la sopa. El fuego será la primera preparación.

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Fuego Portátil

Ingredientes:

◊ 17 Ladrillos refractarios.

◊ 1 pedacito de chispa enciende fuegos

◊ Fósforos o Bricket

◊ Leña

◊ Base soporte o parrilla de un disco de la estufa

Sírvase partir uno de los ladrillos por la mitad con presión o elemento corto punzante de fuerza y tamaño acorde y luego sígase la organización mostrada, buscando formar el cubo en capas superpuestas.

La conversación se va iniciando torpemente mientras intentamos en-cender el fogón y mantenerlo. Erika es quien lo logra, al final, moviendo algunos de los ladrillos para que le entre aire, y enuncia las labores ha-ciendo que cada una se centre: Yo me encargo de cortar e ir agregando los ingredientes, Sindy de la sazón y el revolver, Diana de rebuscar lo que había en la cocina, y Erika del fuego. Esto permite que la comunica-ción fluya, empezando por hablar del asado como espacio masculino y de los roles que ahí se exponen.

La apropiación del término ‘Bruja’ puede ser una forma de hacer tri-buto a las mujeres que fueron asesinadas sistemáticamente en la Europa central a inicios de la Edad Moderna, por no acoplarse a lo que se espe-raba de ellas. Apropiarse de él significa reconocerlas como principio de la resistencia feminista.

1 2 3 4

1 2 3 4

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En los siglos XV y XVI se dieron la mayoría de quema de brujas. Kiki Smith se da cuenta que no hay ningún monumento en nombre de ellas y crea Woman on Pyre en el 2001 como monumento público e intenta ex-hibirlos de forma permanente en pueblos donde se sabe que hubo quema de brujas, iniciativa que al parecer ninguno aceptó. Es importante el ges-to de hacerlas monumento porque, así como fue pública la quema y el escarnio de sus cuerpos deberían ser públicas las disculpas. La altura y el material de las piezas logra darles la calidad monumental y la posición de la figura las retrata como mártires dignas.

La leña que las encumbra se vuelve analogía al fuego que las consu-mió. El fuego como elemento que las mujeres manejarían en la cocina, peligroso pero necesario, que por momentos parece ser de los hombres como en los asados y campamentos. El fuego viril es arriesgado, es do-minio sobre la naturaleza, como elemento civil se convierte en arma de guerra, destruye, castiga. El fuego domestico nutre y cuida, mantiene el calor del hogar. El afuera es masculino, incluyendo el manejo del fuego en este caso por parte del Estado.

Sindy mezcla con un cucharón la sopa y explica que es necesario re-volverla de vez en cuando para que la papa suelte el almidón y así vaya

La pose imita a Jesucristo en el momento que pregun-ta “Padre, ¿por qué me has abandonado?” explica Kiki Smith en “Stories” S2. Art21.

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cogiendo cuerpo el agua. Daniela encuentra verduras congeladas y nos las pasa para que la sopa quede mejor y le pedimos a Diana asar unos ajos en la estufa de la cocina.

La sopa, que en el encuentro anterior había servido para hablar de maternidad, ahora nos permite remitirnos a la bruja, porque la misma mística que permite a la mujer-madre transformar los ingredientes en una comida para nutrir a la familia (o a la sociedad), puede ser usada “contra natura” en el constructo social. Mientras la madre alimenta a los niños, la bruja se los come. La madre alimenta y revitaliza, el mal de ojo de la bruja adelgaza y debilita. La bruja puede hacer que los elementos consuman al huésped, en vez de ser consumidos por él. Esta polarización hace que cualquier desviación de la mujer en el rol que se ha impuesto sea visto como un peligro.

El útero, órgano que define a la mujer biológica establecida en la dualidad de los géneros, se entiende como constitutivo y sagrado, pero también como el responsable de sus apetitos desaforados, así mismo la menstruación es impura y le provoca cambios de ánimo que hacen de ella un ser inestable.

Té Contra - Cólicos

◊ 1 trozo mediano de Jengibre

◊ Panela

◊ 4 pepas de Pimienta dulce

◊ 2 unidades de Anís estrellado

◊ 6 Clavos

◊ 1 chili rojo pequeño deshidratado

◊ 1 astilla de Canela

◊ 6 tazas de Agua

Córtese el jengibre en láminas delgadas y colóquese junto al agua, la pimienta, los clavos y la panela en una olleta al fuego deje que hierva por al menos 3 minutos. Se aparta del fuego y se agrega el chili. Hierva una vez más y agregue el resto de ingredientes, tape la olla y deje en reposo por un minuto. Sírvase con colador y vuélvase a calentar cada vez que lo requiera.

Cuando se hizo evidente que no iban a llegar todas, y las que fue-ron llevaron acompañantes, más que ingredientes para la sopa, incluí a

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Diana, que desde la casa se había traído unas cebollas a escondidas por si acaso, al final, sí podía participar en la receta. Sé que Diana también ha tenido que sobrepasar estereotipos respecto a su cuerpo, su trabajo y como construye sus relaciones, pero era muy cercana a mí, nuestras vo-ces se escuchan parecidas en el audio, nos hacemos eco, por lo que pen-saba que era mejor que sólo hubiese una de nosotras y le pedí no estar. Pero al final estuvo y participó. Gracias a su insistencia y el olfato para medir el chance de que las cosas no resultaran como lo planeado, la sopa tuvo media cebolla cocida y una y media salteada como saborizante. No hubiese sabido igual sin ella.

De la cebolla dice que le gusta el hecho de que al poner una con aceite al fuego, la casa empiece a oler inmediatamente a comida, pero la escoge por el recuerdo de su primer novio, quien a los 19 se había interesado por la comunidad Hare Krishna y le comentó una vez a Diana que estaba intentando no comer nada con cebolla ni ajo y que ella tampoco debe-ría, porque para los krishna estos elementos no solo son exclusivamente remedios, sino que tienen la propiedad de excitar e impulsar movimien-to, despertar pasión, y no son recomendables porque lo sacan a uno del centro de equilibrio, la tranquilidad. A ella no le interesaba mantener el centro, buscaba más bien definirse por lo opuesto a ese ideal. Y en adelante disfrutaba entonces, comer con cebolla salteada frente a él, de-fendiendo los desvíos y el desequilibrio. La cebolla le recordaría a esa conversación de diferencias y los signos que decidíamos volver discurso en lo cotidiano.

Cebolla Salteada:

Caliéntese el aceite en una sartén de base ancha o cacerola sobre fuego medio-alto. A continuación, procédase a añadir la cebolla en el corte de su preferencia (en este caso, grandes cascos de un corte de 4 sobre el eje central). Debe cocinarse, revolviendo frecuentemente, hasta que se alcance la suavidad y color deseados. De ser posible, baje el fuego, según sea necesario para prevenir que se queme.

En un punto empezamos a hablar de las relaciones abusivas, tanto per-sonales en el sentido romántico, como las que constituían abuso en otros entornos, sin estar exclusivamente intervenidos por el género. El abuso de poder, el control de las oportunidades y la información, las violencias sistemáticas. Volvemos a la relación personal, alguna considera que es un tema de autodestrucción parecido a las adicciones, otra que es una progresión de pequeños abusos que uno iba permitiendo y el tema evo-luciona a los feminicidios, para terminar, afirmando la incompetencia

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del Estado. La sopa ya hierve y nosotras le seguimos echando agua para prolongar el momento.

Diana incita a Erika a que hable de su desacuerdo con nombrarse bru-jas y ella explica que le parece caduco, pero además que el término rea-firma el carácter místico que se le da a la mujer y hace énfasis en cosas que de por sí todas somos o hacemos. Le parece que la diferenciación de unas mujeres como brujas es engañosa y a veces se lleva a un extremo que considera risible, de adoradoras de la luna, enaltecidas en su ego y de vuelta en la competencia por buscar ser “más mujer” al estarse conectado con la magia mística interior y sabiduría ancestral que otros géneros, al parecer, no tendrían. En su concepto, un conocimiento respetuoso de la naturaleza, no compararía ni enaltecería una parte del todo como dife-rente o especial en el cosmos, en una manera tan cercana al desarrollo de clasificación de las religiones.

Le comento entonces que yo considero el término un fenómeno cul-tural y creo que revisitar a la ‘bruja’ con revisionismo histórico y como consecuencia, apropiarlo, hace que la persona se apropie así mismo de su alteridad, de lo que resuena en sí como a-normalizado, en un ejercicio de celebración frente a otro, histórico y sistemático, de represión. Hablo de la bruja, revisitando lo que había pensado al planear los encuentros por arquetipos de mujer y las estructuras de poder e interacción social que se dan al compartir comida, y abriendo la línea de pensamientos, comentamos algunas ideas y en medio de esta conversación, decidimos servir la sopa.

En ese momento queda más que claro que doña Helena no asistiría ni llegando tarde. Más tarde sabríamos que Luisa se había quedado dormi-da y que planeaba aportar una auyama. Tal vez fuera un golpe de suerte que no asistiera, la irregularidad del fuego nunca hubiera cocinado la auyama a tiempo.

Sopa de Todas

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Ingredientes Finales:

◊ Laura –3 Tallos de Acelga

◊ Erika - Pan, Wasabi, Pesto de Pimentón

◊ Sindy – 1 Aguacate maduro

◊ Diana – 2 Cebollas

◊ Daniela - habichuela con zanahoria, papa

◊ Base - Ajo, sal

◊ Fuego en Exteriores

◊ Agua potable

◊ Postre

◊ Erika - lychees en lata.

Con los ojos rojos por el humo entramos a comer en la sala con los de la casa, partimos el aguacate en 8 y lo ubicamos en el centro de la mesa. La sopa es abundante, verde y justa en el espesor, sabe a leña y va bien con el pan. Sin mucha atención a mantener la regla del género en la interacción, comemos todos los que habitábamos la casa en el momento. Invitadas, anfitrionas, sonidista, esposo, perro. Una sopa hecha en co-munidad tendría que ser compartida en el momento, sin más estructura que el repartir en amplitud y porciones iguales lo que se tenga en la olla.

Algunos repetimos, otras tenían que irse así que servimos los lychees de postre, de a tres cada persona. Como recordatorio del alimento com-partido, les doy una cajita de fósforos decorada, para sus próximos fue-gos y hogueras.

Me echaste… no sé qué en la comida

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Tú me hiciste brujería

Brrrrrrrrrrrrr… ¡Demonio!Fragmento “Brujería”El Gran Combo de Puerto Rico.

Té en el Metropolitan en honor de la señorita María Paris Durán, para despedida de soltera.

Sady González.

25 de agosto de 1945

“Y es que los cafés, a diferencia de las chicherías- donde se concentraba la clase baja- y de los clubes sociales –donde lo hacía la clase alta-, lograban congregar una clientela variada, aunque sólo con la presencia del género masculino.[…] A pesar de

tener vetada la entrada a los cafés, las mujeres hicieron de los salones de té su propio rinconcito para la diversión. No eran exclusivos del género femenino pero resultaban

ideales para pasar el rato con las amigas.”Rubino, A. (2006, febrero). Rumba de antaño en Bogotá. Directo Bogotá, No.11, p.6

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La AmanteMujer que se ofrece

Que inspirado el creador cuando hizo la mujer

ay que bueno que le encargo que se dejara querer

y trajo al mundo esa miel ese debe ser su nombre

y le regalo a los hombres azuquita pa´l café

Una vez de niña contesté que quería casarme con un viejito millonario a la pregunta de qué quería ser cuando grande. Causó tanta gracia que después la repetía cada vez que me preguntaban, aunque mi respuesta no fuese recibida con humor. No me acuerdo de dónde saqué la idea, pero me gustaban las reacciones que generaba, me acuerdo de hablar como se-ría y lo que necesitaría con una amiguita del colegio, a la que no le sonó tan mal. Veía mucha televisión así que seguramente lo saque de alguna serie o dibujo animado, entendía que debía verme bien para lograr que alguien con dinero se casara conmigo, no parecía complejo y ya podría vivir como quisiera.

Era muy niña para entender realmente lo que significaba casarse con alguien o incluso tener una relación, pero no era un pensamiento inge-nuo. Contesté la pregunta que subyace ¿Cómo pensaba conseguir el sus-tento económico? Que por lo general llevaría a una profesión, pero lo que pensé fue en una relación temporal con alguien que ya tuviese los medios y que me los pasara en la terminación de dicha relación. Una so-lución de mayores beneficios con el menor esfuerzo: Mi cuerpo se puede convertir en algo consumible con lo que puedo negociar.

El cuerpo es el aparato simbólico con el que uno establece una relación con el mundo y lo que había entendido de niña es que mi cuerpo de mujer era recompensado con dinero si complacía el gusto de un hombre, que no es totalmente falso.

Sin embargo, no había contemplado el entorno en el cual tendría que moverme para entrar en relación con un hombre adulto mayor de acau-dalado y que fuese un entorno que además propiciara la relación que estaba buscando.

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Argáez, Jerónimo. El arte de la con-versación de El estuche (1878) en Sabores del pasado. Panamericana Editorial, 1999 Lácydes Moreno Blanco

La señorita María Paris Durán se iba a casar al parecer en 1945 y lo celebra en un salón de té porque ese era el lugar de las señoritas “bien” en ese momento. Esa divi-sión de los espacios de ocio y consumo es heredada de Inglaterra donde los cafés también servían licor y eran exclusivos de los hombres y los jardines de té se cons-truyeron como espacio para la mujer. Todo el dispositivo de tomar té se convierte en una forma de mostrar, por un lado estatus (cada vez se crean más implementos que refi-nan el momento de tomar el té), pero también una guía de lo que una mujer es y cómo debe comportarse. La mujer se convierte en el postre mismo que se come y practica un ritual que hace énfasis en su delicadeza y decoro. Su momento de ocio es en realidad un momento de asimi-lación de signos. Además, el salón de té era un lugar de cortejo mezclado con el espacio femenino, el hombre era permitido en él y era común que las citas románticas em-pezaran allí.

“La mujer que desee que su conversación sea agradable evitará el amaneramiento ó afec-tación y la risa que no sea natural y espontá-nea. Su lenguaje debe ser fácil y sin estudio, caracterizado por un descuido gracioso, el que, por otra parte no debe pasar los límites de la propiedad. Sus labios deben estar pron-tos a sonreír agradablemente; en su tono de voz debe llevar impresa la sinceridad y en sus

ojos debe brillar la animación al conversar.”

La etiqueta en la mesa es uno de los discursos que acon-seja a la mujer a escuchar con afecto a quién se dirige a ella y fingir ignorancia (de pronto para que el otro no se sienta incomodo o incluso amenazado por una mujer y también para convertir su propio discurso en algo gracio-so, en entretención).

Si el cuerpo de una mujer, más aún en esa época, habi-ta lugares de la ciudad que no sean de ¨señoritas¨ podría no sólo correr peligro físico, sino que ya no sería vista como “señorita de bien”. Sin embargo, sí hubo mujeres en los cafés, cuando estos aún eran exclusivamente mas-culinos, y las nombraban “putas”; algunas que sí ejercían el trabajo sexual y otras que sólo trabajaban allí: como las

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coperas. La copera es la mujer que atiende a la clientela de un bar, un café o una cantina1, es un oficio en extinción que se mantiene sólo en algunos cafés antiguos del centro como El Mercantil. Hace tres años El Espectador sacó un artículo sobre una de las coperas de este café titulado La compañera fiel de la soledad. La copera en cuestión se llama Teresa Ortiz y así es como la describen:“Esta mujer, de baja estatura, robusta y ojos claros, es la copera del lugar. Hace 14 años ejerce este oficio y sabe que la clave está en su silencio, en su comprensión... en saber escu-char […] Lo cierto es que ella siempre tiene una palabra dulce en su boca. Tere o Teresita, como la llaman en el café, es extrovertida, risueña y sensible, características paradójicas para una mujer que no cree en el amor.”

Boca de Dama2

Se baten en una vasija de barro doce yemas de huevo, con doce cucharadas de azúcar, hasta que queden casi blancas; cuando estén así se les van mezclando, poco á poco, diez cucharadas de harina muy fina (si es de arroz mejor), hasta quedar completamente deshecha en los huevos; se baten en seguida seis claras de huevos hasta que queden bien levantadas, y poco á poco y con mucho cuidado se mezclan con este polme; estando así ligados, se toma un saco de dril, de la forma más ó ménos de un embudo, que tenga en la extremidad un pico de lata cuyo grueso no exceda del grueso del dedo mínimo; se mete entonces un poco de este polme dentro del saco y con maña se exprimen pequeñas porciones redondas sobre medios pliegos de papel; estando toda la masa extendida, se mete en el horno lento, y estando cocidas se sacan y se les despega el papel; se toma en seguida un poco de jalea de cualquier fruta, ó dulce de huevos, y

1. Montoya, Ramiro (2006) Diccionario Comentado Del Español Actual En Colombia. Madrid. Editorial Visión Libros

2. Moreno Blanco, Lácydes (2010). Sabores del pasado: recetas de El Estuche (p.210). Bogotá: Panamericana Editorial Ltda.

Dulce, Laura “La compañera fiel de la soledad”. El Espectador, Bogotá. 5 de agosto 2014.

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Hines, Caitlin. (1999) “Rebaking the Pie. The women as dessert meta-phor”. En Reinventing Identities: The Gendered Self in Discourse (p. 148)

con un cuchillo se extiende en la parte inferior de estos bollos una capa cualesquiera de estas jaleas juntándole al otro para que queden bien unidos; así se hace á los demas. Se cubren con batido aromatizado con alguna esencia.1

Lo dulce como cariño y complacencia en contraposi-ción a lo amargo como negativo y conflictivo. Es paradó-jico que una mujer que es tan “dulce” no crea en el amor porque la relación heterosexual tradicional se basa en su complacencia. No sólo las mujeres que hacen transaccio-nes económicas-sexuales explicitas ofrecen su cuerpo; el matrimonio tradicional es un contrato de prestación de servicios corporales y afectivos con cláusula de exclusi-vidad y promesa de sustento económico.3

La mujer como algo comestible funda a la mujer que se ofrece. Por ejemplo, decirle “pechugas” a los senos los convierte en un corte de carne que uno compra y consu-me. Si agregamos el dulce como un símbolo de compla-cencia, como en las palabras “dulces” de las coperas ten-dremos asociaciones con postres como la cuca (galleta) y chistes como: “Y le partieron el bizcocho? Cuando una está cumpliendo años. Este último cuando se vincula con la fiesta de quince termina revelando un poco la función de dicha celebración.

As desserts, women can be bought and sold, eaten, elaborately decorated (as in the use of frosting to describe the makeup of beauty pa-geant contestants), admired for their outward appearance, dismissed as sinful and deca-dent—or, in the ultimate degradation, simply done without: desserts are optional/inessen-

tial, frivolous, perhaps even a waste of time.

La asociación con el dulce y lo comestible permite juz-garla desde la misma lógica que se admira. El convertirse en un objeto que puede ser comprado es también lo que permite que el hombre como consumidor en el escenario de la prostitución no tenga mayores repercusiones en su

3 Despentes, V. (2007) “Durmiendo con el enemigo”. En Teoría King Kong, trad Beatriz Preciado (p.49). Barcelona. Melusina UHF.

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imagen social, mientras que la mujer que presta el servi-cio se ve denigrada. Su cuerpo es uno entre muchos y su campo de trabajo se entiende como un exceso.

En el matrimonio tradicional se espera que la mujer complazca a su esposo y cuide la unidad familiar aten-diendo la crianza, el aseo y la comida, mientras él debe dar sustento económico y embarazarla. En la perfecta ca-sada, Fray Luis de León considera que la naturaleza débil de la mujer hace que su dominio sea el hogar (desde el cual debe aportar al capital familiar haciendo la ropa, en-tre otras cosas) y tiene como designio divino ser callada, dulce y complacer al hombre, incluso si este la maltrata.4

Llamé a Nicolás a quien conocía vagamente, le pregunté si le gustaría escribirme un ma-nual de comportamiento en donde quedara explícito cómo le gustaría que fuera su novia ideal durante los próximos quince días. Yo me comprometería a realizar todo lo que allí es-tuviera escrito.

Las ideas románticas sobre las que se fundan las rela-ciones de pareja parecen ser minadas con ese gesto de Dicker. El papel complaciente de la mujer naturalizado entre artículos de revista que le explican a uno como sa-tisfacer sexualmente al hombre, recetarios para saber qué prepararle de comer, se vuelven extraños cuando no está “el amor” como justificación y aún más no hay algo re-emplazándolo: no se pide nada a cambio. Las relaciones sexuales a las que alude el manual se vacían y la compla-cencia voluntaria desdibuja quién tiene el control sobre la interacción. Porque es una obra de ella, bajo términos que son primero planteados por ella, pero esos términos

4. “Por más áspero y de más fieras condiciones que el marido sea, es nece-sario que la mujer le soporte y que no consienta por ninguna ocasión que se divida la paz. ¡Oh, que es un verdugo! ¡Pero es tu marido! ¡Es un beodo! Pero el ñudo matrimonial le hizo contigo uno. ¡Un áspero, un desapacible! Pero miembro tuyo ya, y miembro el más principal. [...] naturaleza y estado pone obligación en la casada, como decimos, de mirar por su casa y de alegrar y de cuidar continuamente a su marido, de la cual ninguna mala condición dél la desobliga”. (P. 98-99) DE LEÓN, Fray Luis, La perfecta casada, Madrid: Taurus, 1987

Amor Real. 2008. Mariana Dicker

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le trasladan la agencia sobre su cuerpo a otro.

Esto recuerda a uno de los consejos que se encontraba en las revistas para mujeres que hizo La Sección Femenina5, como rama femenina del partido fascista nacionalsindicalis-ta Falange en la España Franquista. Las revistas daban con-sejos de aseo, cocina, belleza, relación y entre ellos ponían consejos como este:

“Si sugiere la unión, accede humildemente, te-niendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar”3

Té de Buey6

◊ Carne de res, cortada muy menudamente 24 gramos

◊ Agua destila 600

◊ Ácido hidroclórico puro 6 gotas

◊ Sal 15 gramos

Déjese al fuego una hora, cuélese y déjese escurrir. El líquido quedará transparente si no se aprieta ó comprime la carne.

Debe hacerse fresco todos los días.

La lógica en el matrimonio y las relaciones en general han cambiado claramente. Solo traigo estos discursos del pasado porque creo que subyacen en las estructuras actua-les. Ninguna revista en nuestro tiempo va a poner el consejo

5. “Entre 1934 y 1977, la Sección Femenina de la Falange adoctrinó a las espa-ñolas para cercenarles cualquier deseo de emancipación o rebeldía y cualquier otro deseo [...] en el que las mujeres habían conquistado el derecho a votar y habían comenzado a ocupar espacios públicos, la dictadura de Franco se empeñó en conducirlas de nuevo al redil doméstico, en extirparles afanes igualitarios y en convertirlas en las procreadoras que la patria necesitaba después de tanta sangría.” (Constenla, 2009)

6 Moreno Blanco, Lácydes (2010). Sabores del pasado: recetas de El Estuche (p.29). Bogotá: Panamericana Editorial Ltda

Constenla, T. (2009) “Con un simple gemido basta”. El País. Madrid 10 de mayo 2009

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anterior de esa forma pero sí dejan implícito por ejemplo que si el hom-bre es infiel es porque la mujer lo ha desatendido o debe revisar si puede mejorar su apariencia para reconquistarlo, que si la mujer se acuesta con alguien muy pronto ya esa persona no va a tener interés en una relación.

Si considero que las relaciones funcionan como contratos de intercam-bios afectivos, económicos, sexuales, etc. No por eso las creo dañinas o falsas; dos personas pueden casarse porque se aman y al mismo tiempo desean una estabilidad afectiva, sexual y económica. El hecho que el cuerpo y la sexualidad sean partes de este acuerdo no necesariamente significa que alguna de las partes pierda agencia.

Una mujer que decide salir con alguien, por las razones que sean, y construye su cuerpo, discurso y maneras para dejar clara su intención: está ofreciendo su cuerpo para establecer una relación. El entorno y los signos que se involucren influyen en cómo su cuerpo es concebido por los demás más allá de lo que ella quiera mostrar.

Decir que las prostitutas contribuyen a la misoginia mientras que el matrimonio y la monogamia mantienen su valor, encubre la estructura que los sostiene (además invisibiliza a los hombres que también son tra-bajadores sexuales). Considerarlo inferior porque trabajan con su cuerpo es engañoso porque por un lado todos trabajamos con nuestro cuerpo, las horas de trabajo en oficina es pagarle a alguien para que habite un espacio de una forma determinada, no hay nada que sea exclusivamente corporal. Por otro lado supone que las relaciones sexuales pagadas no tienen implicaciones afectivas, que de alguna forma las trabajadoras se-xuales están desconectadas de su cuerpo y hacen un trabajo mecánico.

En la prostitución hay un acuerdo, pero igual la sociedad no lo consi-dera lícito y no puede concebir que la mujer consienta a un intercambio de satisfacer los deseos sexuales de un hombre a cambio de dinero. El consentimiento de ella como mujer adulta queda atado a las considera-ciones del grupo social7, mientras que al cliente no se le designa peyora-tivamente (aunque se le juzgue).

Incluso se normalizan prácticas de configuración de masculinidad en estos espacios, me refiero por ejemplo a padres que llevan a sus hijos a que pierdan la virginidad o “ir de putas” con los amigos. Así en Colombia sea legal el que no se considere como un trabajo válido, que además es visto como sucio y peligroso determina la forma en que el trabajo se ejerce. Hay entonces una ambivalencia con la prostitución, que creo vie-ne de una ambivalencia con la sexualidad de la mujer, es una constante atracción y un rechazo profundo.

7 Despentes, V. (2007) “Durmiendo con el enemigo”. En Teoría King Kong, trad Beatriz Preciado (p.49). Barcelona. Melusina UHF.

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Ingredientes:◊ Muffin de Vainilla con Frosting y chispitas de Cascabel

◊ Mechón de pelo

◊ Huevo

◊ Ecolin verde, morado y rojo

◊ Tinta china blanca

Se revuelve el huevo con los pelos sobre un sartén engrasado y caliente dejando partes de la clara sin revolver. Se corta una ranura vertical y no muy amplia en el muffin, con los dedos se abre suavemente el corte y se saca parte del interior del bizcocho, luego se procede con pinzas depiladoras a introducir parte de la mezcla en la cavidad creada y se decora el relleno desde afuera con los ecolines y la tinta.

Esa mezcla entre deseo y rechazo que genera el cuerpo femenino la quise explorar en un ejercicio de Arte Colonial que consistía en represen-tar un orgasmo. La comida surgió como medio apropiado y se concretó en un muffin con frosting de vainilla y chispitas relleno de huevo con pelos. En este caso el rechazo es una repulsión resaltada por el primer momento de deseo; da más asco por haberlo deseado por un momento. El muffin fue presentado junto a un juego de té que lo hacía más atractivo y remitía a un espacio doméstico/femenino, en una mesa bajita para que el centro de pelos y huevos fuese evidentemente sólo al acercarse.

En ese mismo año. En mayo de 2015 hice un ayuno por 15 días basado principalmente en el Ramadán; comía antes del amanecer y después del anochecer. Al plantearlo pensaba que las horas de espera harían la co-mida por la noche más placentera, además quería ver cómo la restricción afectaba los otros aspectos de mi vida. Todas las comidas las registraba en una bitácora y los días en que fallaba lo anotaba en morado, al final hice la suma de las fallas más la fecha y hora en que las había cometido y eso me daba 142 (que terminó siendo el nombre de la acción). La presen-tación era yo comiendo 142 moras, maquillada y con un vestido negro, para volver a pasar de lo atractivo a lo abyecto junto con las moras, las moras tienen una apariencia agradable y yo embutiéndomelas se conver-tía en algo carnal. No pude terminar la acción porque a los espectadores les dio demasiada impresión y el profesor me pidió que parara dado que cada vez el reflejo de vomito se hacía más frecuente. El lugar era un salón muy pequeño lo que ayudó a aumentar la tensión y la sensación de intimidad.

Al verme embutiéndome moras las personas no podían desvincularse

de las sensaciones que mi cuerpo les expresaba, la comida se convierte en una herramienta para conectar subjetividades, el espacio en que estas relaciones pueden empezar a entablarse contiene siempre un nivel de rechazo, de censura.

En el momento no he realizado este encuentro. Será en el centro de la ciudad y adecuaremos la mesa para tener una fiesta de té y conversar con algunas trabajadoras sexuales. La creación del Afternoon Tea (que en nuestro contexto sería la merienda) se atribuye a la Duquesa de Bedford que empieza a pedir té junto a sándwiches y pastelerías en el intervalo entre el almuerzo y la cena. Costumbre que se popularizó8 también por-que en un punto empieza a invitar a sus amigas para compartir esa me-rienda y a eso se le dio el nombre de Tea Party, entonces en contraposi-ción de las Coffeshops, exclusivas de los hombres y en las cuales servían alcohol, se crearon los Tea Gardens que eran al aire libre y podían vender algunos licores suaves. Estos eran un espacio de ocio mixto en el que las mujeres podían verse con su familia o amigas y también servía como espacio de galanteo. Los salones de té bogotanos son una adecuación de estos y me interesa configurar el espacio de esa forma porque es un es-pacio en el que la mujer se ofrece dentro de los términos que la sociedad considera adecuados en contraste con los espacios de trabajo a los que se ha marginado gran parte de las trabajadoras sexuales. Estoy interesada en escuchar sus experiencias y brindar un espacio cómodo para que ha-blemos, lo que ellas tienen que decir es realmente lo relevante. Además de tomar té comeremos productos de repostería que serán comprados, la idea es que aparte del dulce los postres sean atractivos visualmente para entablar relación con la concepción de la mujer como objeto sexual.9

8. Reunirse a tomar el té también hizo que los ingleses desarrollaran su propia porcelana ya que la importación desde china no cubría la demanda que se había generado.

9. El encuentro será el 22 de mayo y en el restaurante A Seis Manos en el centro de la ciudad. El sitio queda entre la zona de tolerancia y el café La Florida, que había sido mi primera opción, pero no me dejan llevar mi propia vajilla. Los postres serán en parte comprados y los otros hechos por mí, el té sí será del lugar.

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La JefaMujer que come

Hepburn: “I have not lived as a woman. I have lived as a man…I’ve just done what I damn well wanted to and I made enough money to support myself. And I ain’t afraid of being alone.”

Walters: “Is that why also you wear pants?”

Hepburn: “No, I just wore pants because they’re comfortable.”

Walters: “Do you ever wear a skirt, by the way?”

Hepburn: “I have one.”

Walters: “You have one.”

Hepburn: “I’ll wear it to your funeral.”

Parte del problema alrededor de plantear este perfil era pensar ¿qué conlleva la acción de comer en una cena y cómo se ve esto desde una perspectiva de género? El comensal en la cena puede tal vez revisar la carta, pedir y es servido, por tanto, es el personaje que aprovecha en mayor medida la cena. Entre las mujeres con las que hable sobre su re-lación con la comida hubo una expresión que se repetía constantemente; “Como como hombre” para decir que comían libremente lo que querían y a veces con una connotación en la cantidad de comida.

La jefa remite en nombre a un espacio masculino y de poder, pero no porque sea una mujer que se desarrolle en espacios únicamente masculi-nos sino porque ha tenido éxito en construir su vida en los términos que quiere y por tanto la sociedad la percibe como viril. Mandona porque hace explícito su deseo sin coqueteo o disculpas, Machorra porque gusta de otras mujeres y así. Esto complementado con los estereotipos anterio-res, es decir puede ser percibida como “perra” por su número de parejas sexuales, comparándola igual con un hombre.

En 1906 el periodista británico Charles E. Hands acuña el término su-ffragette6 para descalificar y burlarse de las sufragistas de la WSPU10 por su carácter “militante”. Al movimiento fundado por Emmeline Pankhurst, se le adjudica la popularización de la huelga de hambre como

10. Women’s Social and Political Union

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forma de protesta en el siglo XX11. Dado que en sus manifestaciones solían terminar arrestadas por los disturbios provocados, hacían huelgas de hambre en la cárcel.

Estas huelgas obligaban al gobierno a dejarlas libres, en principio, y sobre todo daban visibilidad a la causa. Pankhurst alienta y participa de esta práctica, ya que entre mayor fuese el compromiso con la huelga más se desestabilizaban las acciones correctivas. Hasta que en 1909 el gobierno decide alimentarlas a la fuerza introduciendo un tubo directa-mente al estómago, esta práctica horrorizó a la opinión pública y provo-có mayor simpatía a la causa. La primera Guerra Mundial interrumpe la causa sufragista y termina impulsando su causa a la vez, se les concede a las mujeres un derecho condicionado al voto en 1918 y en 1928 consi-guen el voto igualitario.

Algunas de las caricaturas que se hicieron en contra de las suffragettes a principios del siglo XX muestran como los autores pensaban que el derecho al voto volvería a las mujeres en hombres. Creían que si la mujer tuviese poder se comportaría con el hombre como él12 lo hacia con ella. Un cambio de los roles de forma simétrica que en el proceso de criticar el movimiento mostraba la violencia que habían naturalizado para el rol de la mujer.

Chicha13

Se cocina un palito de maíz Yucatán hasta que esté bien blando y reventado; se deja enfriar hasta el otro día, se muelen bien, se le agregan seis panelas molidas, se mezcla y se pone á fermentar en una olla por cuatro días este masato. En ese mismo tiempo se pone a curar una tinaja echándole cunchos í heces de chicha. Cumplidos estos días se puede mezclar la chicha de modo siguiente: se disuelven dos totumadas de masato y diez panelas en once totumadas de agua, se pasa por un cedazo y se echa en la tinaja curada, se le pone un poquito de canela, clavos ó jengibre molidos, se tapa bien y á los tres ó cuatro días está para tomar.

11 Russel, S. (2005) “The Hunger Strike” . En Hunger: an Unnatural History (p.74-78). Nueva York. Basic Books.

12. Virgine Despentes explica en Teoría King Kong (2006) que esto mismo pasa en la representa-ción de la mujer en el porno y en las películas donde mujeres que se vengan violentamente de su violador. El hombre se imagina como se comportaría él y así lo representa.

13 Moreno Blanco, Lácydes (2010). Sabores del pasado: recetas de El Estuche (p.29). Bogotá: Panamericana Editorial Ltda

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Una totumada es poco más ó ménos un litro.

Si sobra masato puede servir para revolver otra tinaja.

“En Huaquirca, es impensable que un hom-bre haga chicha, y como consecuencia es imposible para un hombre solo dirigir una uni-dad doméstica [...] él no puede patrocinar un grupo de trabajo en beneficio suyo sin chicha”

En el caso de la comunidad indígena de Huaquirca el saber de la chicha le concede mayor autonomía a la mu-jer que al hombre. Las mujeres son las únicas que hacen chicha porque se considera, al igual que la cocina, un sa-ber vinculado a la gestación. Este saber que también las vincula al espacio domestico termina por darles mayor independencia.

Hay muchas prácticas que son femeninas en el ámbito privado, pero cuando pasan al lugar de la profesionali-zación y el reconocimiento se convierten en espacios principalmente masculinos como la cocina (incluyendo la repostería y la panadería). En Medellín hubo un reco-nocimiento al aporte de mujeres a la tradición culinaria en el caso de la panadería, no como un grupo indefinido sino por nombreLisandro Ochoa, refiere en Cosas Viejas de la Villa de la Candelaria, una variedad de es-tas panaderías promovidas por mujeres, y que eran identificadas por los habitantes de Medellín por el nombre de la o las dueñas. Algunas eran reconocidas por su especialidad, por ejemplo, la Panadería de “La Ñata” era famosa porque allí se inventó el popular pas-tel Gloria. Otras panaderías fueron: Panadería de doña Mariana Mejía de Gómez, Panadería de las Moras, Panadería de doña Ana Mejía de Isaza, Panadería de doña Teresa Gómez de Viana, Panadería de las Isazas del Convento, entre otras.

Entre 1920 y 1930 las mujeres empiezan a vender ama-sijos diversos algunas como las “cajoneras” recorrían la

Pazarelli, Francisco. La importancia de hervir la sopa: mujeres y técnicas culinarias en los Andes. Antípoda No. 10. junio 2010

Rodríguez, L. (2015) De la cocina a la fábrica cambio en las prácticas ali-mentarias en Medellín, 1950-1970

El puesto de Georgia O’Keffe en The Dinner Party 1979

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ciudad ofreciendo panes, almojábanas, bizcochos entre otros. Otras mujeres abrieron panaderías algunas solas y otras lo hicieron entre las mujeres de la familia, como se consideraba una extensión de su rol de alimentar como madres y esposas no parecían amenazar los roles de gé-nero de la época sin embargo les daba independencia económica que les permitió dar educación a sus hijos y tener acceso a sitios de ocio que originalmente se pensa-ban masculinos.

La jefa puede serlo en diversas formas no es su poder económico lo que la determina, sino que se abre un es-pacio en la estructura de poder. Son realmente mujeres a las que admiro por sus contribuciones y se convierten en referentes.

Por tanto, podemos pensar en la obra Some Living American Women Artists (1972) de Mary Beth Edelson, en la cual se toma la última cena como base quitando las caras de los personajes y reemplazándolas con las de las artistas más relevantes para ella, acompañadas por sus respectivos nombres y en jerarquía, además hace un mar-co con otras artistas importantes de la época. Edelson uti-liza una de las pinturas más famosas con tema religioso porque quiere conmemorar a artistas que por ser mujeres no se les estaba dando el crédito que merecían desde una obra sagrada del sistema patriarcal.

Dos años más tarde Judith Chicago empezará la pro-ducción de The Dinner Party (1979), su obra más conoci-da. La obra es una representación del aporte de las muje-res a la civilización occidental, es una mesa triangular en la cual cada lado cubre un periodo histórico y se ubican las mujeres más importantes (incluyendo personajes mí-ticos y de la literatura) pertenecientes al periodo históri-co. Son en total 39 puestos, cada puesto representa a una mujer y está completamente personalizado. El puesto se conforma de un plato de cerámica que alude a una vulva, cubiertos de cerámica, un cáliz y un mantel bordado con el nombre de quien representa. La mesa descansa sobre el “piso de la herencia” (Heritage Floor) que contiene otros 999 nombres.

Judith Chicago cuenta que en la universidad una vez un profesor, dictando la clase de Historia de Europa, dijo

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que la mujer no había hecho ninguna contribución a Europa. Lo cual la inquietó y quiso buscar si era cierto, esta investigación se convirtió en un proyecto para hacer frente al discurso histórico que pretendía borrar la importancia de los aportes hechos por la mujer.

La obra no sólo visibiliza a personajes femeninos sino también prácti-cas que para muchos no pertenecían al mundo del arte como el bordado y la cerámica, el triángulo y el cáliz las encumbra así mismo por ser sím-bolos de poder que además están vinculados a la sabiduría. Le interesa también crear su propio universo visual, en parte por eso lo platos aluden a la vagina, porque quiere que la mujer se apropie de su propio cuerpo y lo conciba por fuera de la mirada masculina.

Cóctel Hugo

◊ 3 partes de Refresco de Saúco

◊ 1 Parte de Soda

◊ 6 Partes de Vino Espumoso

◊ Hojas de Menta (3x vaso)

The Dinner Party permite establecer relaciones entre mujeres de con-textos y saberes disimiles que van a conversar formalmente al encontrar-se en el mismo espacio, además el plato junto al bordado va a posibilitar un discurso que vincula la razón por la que la mujer representada es importante y su género.

Este será último encuentro y tendrá lugar en la inauguración en un espacio exclusivo para las invitadas. Así como Judith Chicago puso en relación varias mujeres muy diferentes entre sí a mí me gustaría crear un espacio para que conversen por eso además de “las jefas” podrán entrar las otras mujeres que hicieron parte de las comidas anteriores. No va a haber una jerarquía tan marcada como la de Chicago con los platos, sino que en esta ocasión en vez de tener micrófonos para el espacio “las jefas” llevan el micrófono haciendo que el registro de audio sea de las conver-saciones que ellas llevan.

En esta ocasión se van a brindar cocteles, cerveza y tapas. Ya que el alcohol se vincula muchas veces con una búsqueda intelectual y al mis-mo tiempo con una falta de agencia sobre el cuerpo propio. Además, los cócteles tienen una carga simbólica muy fuerte relacionada al género que permite jugar con las formas y tamaños de las copas que tendrán diversos orígenes, así como con el color y decoración de los tragos. La idea es que el espacio permita una relación parecida a la de los cafés donde personas de diferentes contextos se encontraban, y sólo los unía

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su género, el espacio se abrirá cuando la mayoría de personas desee salir de él. Dejando las huellas de la interacción y el audio completo sonando (Este será editado los días siguientes a la exposición para dejarlo del mismo largo que los del resto de la instalación).

Las mujeres que comen seríamos, entonces, todas así haya unas voces que protagonicen el espacio, además pone en escena el tributo a estas mujeres que admiro y me da la oportunidad de ser parte de la conver-sación. Comer también como un lugar de asimilación de conceptos, de reflexión que posibilita la creación del cuerpo propio a nivel físico, pero también de identidad.

Recoger la mesaRegistro

Pezones Comestibles

Luisa González Suarez

Como parte de “La Jefa“

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Bibliografía

1. Constenla, T. (2009) “Con un simple gemido basta”. El País [En línea]. Madrid 10 de mayo 2009 http://elpais.com/diario/2009/05/10/cultu-ra/1241906403_850215.html (Acceso: 1 de Mayo 2017)

2. Despentes, V. (2007) “Durmiendo con el enemigo”. En Teoría King Kong, trad Beatriz Preciado (p.49). Barcelona. Melusina UHF

3. Griffin, W & Eller, C. (1999). The Roots of Feminist Spirituality. En Daughters of the Goddess: Studies of Identity, Healing, and Empowerment (p.35). Lanham, Maryland: AltaMira Press.

4. Moreno Blanco, Lácydes (2010). Sabores del pasado: recetas de El Estuche (p.210). Bogotá: Panamericana Editorial Ltda.

5. Pazarelli, Francisco. La importancia de hervir la sopa: mujeres y técnicas culinarias en los Andes. Antípoda No. 10. junio 2010

6. Pinzón, C & Suárez, R. (1992) Brujas y curanderos constructores de identidad, en Las mujeres lechuza: His-toria, cuerpo y brujería en Boyacá. (pp. 144-145) Bogotá. Colcultura ICAN

7. Russel, S. (2005) . En Hunger: an Unnatural History Nueva York. Basic Books.

8. Rodríguez, L. (2015) De la cocina a la fábrica cambio en las prácticas alimentarias en Medellín, 1950-1970

Este proyecto fue posible gracias al apoyo de mi familia y amigos así como la guía y el esfuerzo de Juan Carlos Arias como asesor. A ellos mis más profundos agradecimientos.

Para mayor información sobre el proyecto visitar:https://Mujeresquecomen.tumblr.com