"medio ambiente y turismo comunitario”. en cultura, comunidad y turismo. ensayos sobre el...

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M Medio A Ambiente y y Turismo C Comunitario Agustín Coca Pérez Universidad Pablo de Olavide El hecho turístico provoca que individuos/grupos pertenecientes a colectividades diversas se relacionen. En el espacio turístico concurren, de manera diferenciada, algo más que transferencia de capital y media- ciones de compraventa: también discursos, percepciones, ideologías, etc. Proporciona, en definitiva, una plataforma en la que confluyen, nunca de forma simétrica e igualitaria, maneras de entender el mundo de forma diversa. En el contexto latinoamericano, y más concretamen- te en el ámbito en el que se desarrolla el turismo comunitario en Ecua- dor, el espacio turístico conecta por lo general a unos visitantes, la ma- yoría de ellos perteneciente a los estados centrales del capitalismo tras- nacional, con unos anfitriones, nativos. Tanto unos, como otros, tienen formas de mirar, percibir y entender la vida, a veces desde parámetros ontológicos diversos y radicalmente opuestos, otras desde posturas cercanas y afines. A continuación, queremos acercarnos a uno de los temas que apa- rece indisociablemente unidos a la mayoría de las experiencias turísti- cas comunitarias: el medio ambiente y lo ecológico. El medio ambiente, la naturaleza, se convierte en el producto turístico fundamental en el

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MMedio AAmbiente yy

Turismo CComunitarioAgustín Coca PérezUniversidad Pablo de Olavide

El hecho turístico provoca que individuos/grupos pertenecientes acolectividades diversas se relacionen. En el espacio turístico concurren,de manera diferenciada, algo más que transferencia de capital y media-ciones de compraventa: también discursos, percepciones, ideologías,etc. Proporciona, en definitiva, una plataforma en la que confluyen,nunca de forma simétrica e igualitaria, maneras de entender el mundode forma diversa. En el contexto latinoamericano, y más concretamen-te en el ámbito en el que se desarrolla el turismo comunitario en Ecua-dor, el espacio turístico conecta por lo general a unos visitantes, la ma-yoría de ellos perteneciente a los estados centrales del capitalismo tras-nacional, con unos anfitriones, nativos. Tanto unos, como otros, tienenformas de mirar, percibir y entender la vida, a veces desde parámetrosontológicos diversos y radicalmente opuestos, otras desde posturascercanas y afines.

A continuación, queremos acercarnos a uno de los temas que apa-rece indisociablemente unidos a la mayoría de las experiencias turísti-cas comunitarias: el medio ambiente y lo ecológico. El medio ambiente,la naturaleza, se convierte en el producto turístico fundamental en el

contexto ecuatoriano, donde -hasta el momento28- los restos arqueoló-gicos, el otro gran reclamo turístico latinoamericano, no se encuentrancon la asiduidad con la que se localizan en otros países vecinos. La na-turaleza, el exotismo de sus selvas, la inmensidad de los Andes, los man-glares del Pacífico o el bosque seco tropical y sus vecinos bosques hú-medos, así como sus peculiaridades botánicas son, junto a la iniguala-ble joya que suponen las Islas Galápagos, los principales elementos quese disponen en el escaparate global para atraer las remesas internacio-nales. Algunos especialistas consideran a Ecuador como el país másbiodiverso del mundo por km2. Sólo Mindo, en sus 27 mil hectáreas,tiene 450 especies de aves. Esto es más que lo que tienen Estados Uni-dos y Europa juntas (Solís, 2007). Ecuador vende “lo natural” y a esterespecto el turismo comunitario no queda al margen. Todo lo contra-rio, si se observa que las experiencias pioneras de esta modalidad turís-tica aparecen englobadas dentro de lo que se conoce como ecoturismo.

Lo medioambiental, lo ecológico, no es sólo un producto que for-me parte de una oferta turística: encierra formas y maneras de ver elmundo, de interpretar el entorno. Por ello, es obligado detenerse en al-gunas cuestiones claves a la hora de entender el discurso de lo me-dioambiental y sus vínculos con el sistema socioeconómico global, asícomo con otras formas discursivas y prácticas diferentes. Y en las pági-nas que siguen reflexionamos sobre cuestiones tales como: ¿Cuándo ypor qué surge la preocupación del medio ambiente y lo ecológico enEuropa y Estados Unidos? ¿Qué se entiende por estos conceptos? ¿Có-mo se normaliza e institucionaliza su uso desde la lógica del mercado?¿Qué efectos tiene sobre las políticas económicas y ambientales enEcuador? y ¿en qué contextos surgen las experiencias ecoturísticasecuatorianas? ¿Qué relación tienen con el turismo comunitario? ¿Enqué lugar quedan otras formas de entender el medio ambiente y loecológico? Se trata en definitiva de definir conceptos y situaciones queaparecen asiduamente asociados al hecho turístico pero que, en la ma-yoría de los casos, no se someten a una evaluación crítica. También de

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28 El actual Instituto de Patrimonio está llevando a cabo una labor de inventario delpatrimonio ecuatoriano que sin lugar a dudas aportará, en los próximos años, unanueva perspectiva sobre la riqueza patrimonial de estos territorios.

indagar sobre la propuesta comunitaria, su relación con lo medioam-biental y su significación en medio del actual contexto de desarrollo.

EEl mmedio aambiente yy llo eecológico: oorígenes, ffundamentos eeinstitucionalización

Los términos medio ambiente y ecológico aparecen en muchos dis-cursos apuntando a campos semánticos poco definidos. La generaliza-ción de su uso en el mercado es enorme. De hecho, en la actualidad nohay empresa que se precie (turística o de otra índole), que no propon-ga su intención de cuidar el medio ambiente, mediante prácticas eco-lógicas. E incluso adjetivarán así a sus productos, proporcionándole unvalor añadido que los sitúe con ventaja en el mercado. Lo ecológico, lomedioambiental se convierte en la actualidad en una prerrogativa des-de la que poder actuar competitivamente. Hasta las compañías máscontaminantes usan estos adjetivos sin rubor, proponiendo garantíasde certificación de sus actuaciones. Sin embargo, los conceptos de me-dio ambiente y ecológico apuntan a realidades diversas y no siempre es-tuvieron tan de moda. Ni por supuesto quedaron tan al servicio delmayor modo de acumulación de capital conocido por la humanidad.Por ello, creemos necesario atender al surgimiento de estos conceptos,para desde ahí, poder deconstruir su devenir hasta la actualidad. Esta-mos convencidos de que tras estas palabras hay una forma de entenderel mundo y se convierte para algunos en una nueva ideología (Ojeda,1999) que sustenta al propio sistema y que “contribuye a consolidar yperpetuar el control de las clases más poderosas y que se manifiesta en ‘jui-cios de valor’ que implican la adhesión, previa a cualquier argumenta-ción, a unos determinados principios éticos, políticos o filosóficos” (Tama-mes, R., 1988).

Hay que situarse en la Europa ilustrada para concebir la dualidadque en el pensamiento occidental existe entre cultura y naturaleza. Losilustrados plantean desde posicionamientos antropocéntricos hereda-dos del humanismo renacentista la existencia separada de la cultura(donde cabe todo lo humano) y la naturaleza (lo externo a la cultura).Ponen las bases, para cosificar, y convertir a la naturaleza en un objeto,sometiéndola a los intereses humanos. Es revelador, en este sentido, có-

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mo los únicos portadores de derechos sobre la naturaleza son las per-sonas, con distintos grados de legitimidad dependiendo de los colecti-vos a los que pertenezcan. Como nos apuntan algunos autores (Ferry,1994) se finaliza con determinadas prácticas de la Europa premoderna,que sugerían otro tipo de vínculos más inclusivos, que llegaba a atri-buir a determinadas especies animales derechos jurídicos apelables29.

Los siglos venideros y el modelo de acumulación capitalista alen-tado tras la revolución industrial harán especialmente útil esta conside-ración dualista. La visión de la naturaleza como fuente inagotable de“recursos” al servicio de la humanidad, su concepción fragmentada a lahora de ser explotada, es fundamental para ponerla al servicio de lamayor revolución energética habida desde el neolítico. La noción deprogreso ilimitado, quedaba asegurada desde la creencia incuestionableen la ciencia y un “tecnocentrismo” que asegura la relación entre estedualismo al servicio del capital. El discurso científico hegemónico, quese pretende fuera de todo ámbito de poder, se impone ante otras lectu-ras de las relaciones de las personas con el medio. La naturaleza comocategoría de análisis pasa a convertirse en ambiente, lo que en palabrasde Escobar (1995) “representa una visión de la naturaleza de acuerdocon el sistema urbano-industrial. Todo lo que es indispensable para el sis-tema deviene en parte del ambiente. Lo que circula no es la vida, sino ma-terias primas, productos industriales (…). La naturaleza es reducida a unser inerte, a un mero apéndice del ambiente” (Escobar, 1995:13). Conello, se muda en mercancía, que es necesaria explotar y, al mismo tiem-po, proteger en cuanto recurso real o potencial. Esta idea sustenta elconcepto de “medio ambiente”, que atiende al campo científico técnico(Comas, 1998). Y es esta concepción la que intenta legitimar la gestiónque se produce desde el modelo de acumulación.

El científico, el técnico se convierte en el tasador incontestable delos modos de hacer, de gestionar, de construir estos espacios, desdeplanteamientos que ahondan en el dualismo cultura- naturaleza. Visio-

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29 Es interesante subrayar cómo en la actualidad en Ecuador la nueva Constituciónaprobada por el gobierno de Rafael Correa y sancionada mayoritariamente por losciudadanos ecuatorianos hace escasos meses, se convierte en pionera en cuanto alreconocimiento del medio ambiente como objeto de derecho jurídico.

nes que conviven en una sociedad en la que el ser humano tiende a si-tuarse por encima de la naturaleza, que es interpretada como un obje-to a proteger o a explotar. Una idea que se reproduce también en las re-laciones de desigualdad que se establecen entre los propios seres huma-nos: aquellos que saben proteger y explotar y aquellos que deben serprotegidos o explotados (Valcuende, 2003).

En síntesis, el término medioambiente contiene y sanciona esa di-sociación cultura naturaleza, y plantea que los problemas derivados deesta relación son desajustes indeseados que presumiblemente puedenser corregidos desde la aplicación del conocimiento científico, un sabersancionado desde la ciencia. Desde siempre ha habido una preocupa-ción por las correspondencias que se establecen entre los seres vivos yel entorno. Lo que acontece de forma novedosa en el XIX es la concep-ción cientifista de esa relación. La mediación del pensamiento científi-co técnico como único proveedor de respuestas para concebir esos vín-culos. Para plantear y disponer la acción sobre cualquier problemáticaque se identifique.

En paralelo, la Ecología como disciplina, surge en el XIX, y entien-de a la humanidad como parte de un sistema más amplio. Aparece enun contexto donde las barreras espaciales se amplían en la Europa in-dustrial de manos del colonialismo decimonónico, cuando se está ge-nerando una revolución en cuanto a la concepción tecnológica deltiempo -el tiempo del reloj (Castells, 2000) - y hay un auge importan-te de la biología como ciencia (Deléage, 1991). La Ecología, que de ma-nera autónoma se irá consolidando a lo largo del XX, transforma laconcepción simplificada y parcelada de la naturaleza llenando de com-plejidad los vínculos entre sus componentes. Al centrarse en el estudiode las analogías de los organismos biológicos con su entorno, posibili-tó nuevas formas de entender las relaciones de las sociedades con él.Desde esta perspectiva sitúa a las personas en un espacio sistémico, quehasta cierto punto contradice, los modelos fragmentados que las teo-rías economicistas del momento -y no tan del momento- desarrollan.Planteamientos que popularizarán los movimientos ecologistas cuandose genere allá por los años sesenta una de las “crisis” que regularmentesacuden al capitalismo.

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Muchos autores retrotraen al XIX las primeras vindicaciones eco-logistas (Riechman y Fernandez Buey, 2001) en Europa, de manos delos sindicatos o de reformistas y filántropos burgueses. Las reivindica-ciones obreras y el pensamiento fundamentalmente anarquista formu-lan bases que definen una relación más armónica entre las personas yla naturaleza. Reivindicaciones y filosofías a las que hay que unir las ex-presadas desde el pensamiento romántico o por las ideologías fascistasy nazis (Ferry, 1994), que apartándose del racionalismo implicabanotra vinculación menos tecnocéntrica.

En América, y más concretamente en EE.UU., se inician las políti-cas de protección de amplios territorios30 en el s.XIX. Les siguen en es-tas prácticas estados que como Canadá, Australia o Nueva Zelandapresentan algunas características comunes: se trata de formaciones po-líticas de reciente constitución, nacidas como consecuencia de procesosde independencia de metrópolis europeas; demográficamente, y siem-pre con relación a los estados europeos, con reducidos índices de ocu-pación, y que mantienen vastos territorios bajo un escaso control po-lítico y/o económico en los que habitan distintas etnias y grupos huma-nos organizados en sistemas políticos preestatales, enfrentados, muchasveces, con estos mismos estados que los engloban. Es el caso, por ejem-plo, de los shoshones en Yellowstone, los maoríes en Nueva Zelanda, losaborígenes australianos, etc. Por lo que a la vez que se establece todauna regulación normativa que implica la conservación de determina-dos ecosistemas, aparecen intenciones geopolíticas y económicas de es-tos estados que suponen la intervención en territorios que estaban fue-ra de su control. No es casual que en pleno desarrollo industrial estaspolíticas proteccionistas tardarán en llegar más de cuarenta años a lospaíses europeos y que cuando se adopten se haga en formaciones polí-ticas que presentan algunas de las características apuntadas: zonas “de-siertas”, escaso control político y económico sobre ellas y habitadas por

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30 La primera reserva natural creada en el mundo fue en Europa: el bosque de Fon-tainebleau, a mediados del XIX. Sin embargo, está comúnmente aceptada la con-sideración de que fue en Norteamérica donde se protege por primera vez grandesáreas.

distintos grupos étnicos (Coca, 2008). Y que este modelo se repita enmuchos estados americanos ya en la segunda mitad del siglo XX.

Independientemente de dónde situemos el nacimiento de las po-líticas ambientales, son los años sesenta los que protagonizan el surgi-miento de los movimientos ecologistas y se popularizan determinadasformas de entender la relación de las personas con su entorno. Es im-portante detenernos en este momento para observar cómo este proce-so de generalización del concepto de lo ecológico- y todo el arrastre dis-cursivo e interpretativo que supone- genera discursos que se contra-ponen al modelo político y económico, sacando a la luz sus contradic-ciones más palpables. Oposición beligerante y resistente de uno de losque se comienzan a considerar nuevos movimientos sociales – juntocon el pacifismo y el feminismo (Fernández, 1998)- que mantiene unapluralidad semántica formidable. El análisis que realiza SantamarinaCampos (2004) es enormemente esclarecedor de cómo lo ecológico co-mo discurso y los movimientos ecologistas como forma vindicativa deentender otro modo de relación son encapsulados por el sistema. Unsistema que se apropia de una terminología que acaba reproduciendo.En este proceso resulta fundamental la articulación de un nuevo con-cepto el de “desarrollo sostenible” que se convierte en un “juicio moraly un deseo ético (sobre la pobreza, la igualdad, sobre la cooperación sin-crónica y diacrónica) que una realidad factible, es decir, es (…) una cons-trucción política e ideológica” (Santamarina, 2004). Lo ecológico, el me-dio ambiente y los discursos asociados comienzan a aparecer de formanormalizada en los medios de comunicación construyéndose desdetres ámbitos fundamentales: a) el ámbito científico, técnico, político einstitucional, b) los movimientos ecologistas y c) las prácticas cotidia-nas (Santamarina, 2004). Y es desde el primer ámbito, desde donde searticula la relación entre el poder político y económico y el saber cien-tífico que deslegitima otro tipo de saber. Esa centralidad del pensa-miento científico técnico a la hora de abordar esos vínculos cultura-na-turaleza se convierte, además, en un asunto clave a la hora de resituarlas relaciones del poder. El científico, supuestamente aséptico y objeti-vo, explica la realidad desde interpretaciones que impide la asunción deotras formas interpretativas acientíficas. La ciencia provoca dictámenesinapelables que legitiman las “buenas prácticas”, “con sentido”, que han

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de corregir los desajustes. Genera “la verdad” que nos ha de conducir alo medioambientalmente aconsejable.

Así, a pesar de nacer y de popularizarse el discurso de lo ecológicoa través de publicaciones y actitudes trasgresoras- encabezadas por sec-tores urbanos que evidenciaban los diversos sumideros y catástrofesque habían ocasionado la segunda revolución tecnológica; a pesar deromper la barrera de un discurso oficial e impregnar prácticas cotidia-nas diversas; intencionalmente se vacía de lo trasgresor, para resituar loecológico, en el ámbito institucional. Los conceptos se descargan de vi-rulencia. Y se intenta desactivar cualquier atisbo que pudiera discutirel sistema en el contexto de la llamada globalización económica. La ins-titucionalización de la preocupación ecológica y la forma de afrontar lacrisis entendida como ecológica mundial a lo largo de las diversas cum-bres internacionales, y el empleo del concepto de “desarrollo sosteni-ble” se convierten en una arquitectura necesaria para consolidar lasprácticas ecológicas. Dentro, por supuesto, de la esfera legítima que im-ponga la lógica del sistema de acumulación que marca el mercado.

Naredo (1996) plantea cómo a principios de los setenta, el PrimerInforme del Club de Roma, alerta sobre los límites del crecimiento eco-nómico y su inviabilidad a escala planetaria. Es cuando se acuña el tér-mino ecodesarrollo con el que se “buscaba conciliar el aumento de laproducción, que tan perentoriamente reclamaban los países del TercerMundo, con el respeto a los ecosistemas necesario para mantener lascondiciones de habitabilidad en la tierra” (Naredo, 1996:134). Sinteti-za la denuncia y la crítica al modelo de desarrollo del Primer InformeMeadows (1971) y la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambien-te Humano (1972) y se sustenta en “la crítica de I. Sachs a la soluciónneomalthusiana de países semidesarrollados (…) y su propuesta de so-luciones alternativas para cada ecoregión, en función de sus culturas ysus condiciones ecológicas,[que] se suma a la propuesta de descone-xión como única estrategia de desarrollo autocentrado para el TercerMundo, efectuada por S. Amín” (Ojeda, 1999:105).

El despertar de los movimientos ecopacifistas en Europa y Nortea-mérica, tras las desastrosas consecuencias de los procesos de industria-lización existentes tras la Segunda Guerra Mundial; el auge de la ecolo-gía en los ámbitos científicos y de los presupuestos de la ecología polí-

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tica a la hora de explicar las desigualdades sociales desde la interpreta-ción del sistema económico mundial, propiciaron que la noción deecodesarrollo se convirtiera en un ariete crítico y radical al sistema eco-nómico. Que desde la lógica del crecimiento ilimitado generaba en elmundo pobreza y desigualdad. Este término se difundió en los círculosinternacionales relativos al desarrollo y el medioambiente. Sin embar-go, pronto se encontraría con el disgusto de la administración estadou-nidense que lo sustituiría a la postre por el término de desarrollo sos-tenible. Un término que “los economistas más convencionales podíanaceptar sin recelo al confundirse con el “desarrollo autosostenido” in-troducido años atrás por Rostow (…) se trataba de seguir promovien-do el desarrollo tal y como lo venía entendiendo la comunidad de eco-nomistas” (Naredo, 1996:134). De hecho “La reflexión y el debate ini-cial acerca de los límites de crecimiento fueron, poco a poco, sustitui-dos por el discurso sobre la necesidad de un crecimiento sin límites”(Santamaría, 2005:39). Desde entonces el término desarrollo sosteniblees aceptado por las instituciones, explicándose “su aceptación de formageneralizada [ya que]“la sostenibilidad parece ser aceptada como untérmino mediador diseñado para tender un puente sobre el golfo quesepara a los “desarrollistas” de los “ambientalistas”(O´Riordan T,1988)” (Naredo, 1996:135). En este momento y para algunos autores “elambientalismo se había convertido (…) en una conquista irrenuncia-ble (…), pero su talante profético y denunciativo debía ir girando ha-cia un tono más conciliador y clorofílico” (Ojeda, 1999:107). Es lo queocurre según este autor tras el Informe Brundtland (1986) y la Confe-rencia de Río (1992), que a su juicio “serán expresiones paradigmáticasde esta intención de decoloramiento- del rojo al verde- de lo ambientaly de su progresiva conversión en meta política del poder estableci-do(…) el desarrollo sostenible más que una fórmula práctica y precisade actuación es una intención(…)perfectamente asumida por el dis-curso de la “modernización ecológica”[que habla del] desarrollo soste-nible en lugar de “crecimiento limitado”” (Ojeda , 1999:105). Para Na-redo (1996) “el término “desarrollo sostenible” está sirviendo paramantener en los países industrializados la fe en el crecimiento y(…)[hace] las veces de burladero para escapar a la problemática ecoló-gica y a las connotaciones éticas que tal crecimiento conlleva [si bien]

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hace falta que la sociedad reaccione a las señales del deterioro en lascondiciones de habitabilidad de la Tierra, corrigiendo el sistema econó-mico que lo origina” (Naredo, 1996:135). Ojeda (1999) plantea cómolas categorías ambientales se institucionalizan ocupando un lugar con-creto “en el modelo institucional y administrativo del sistema político-económico. Dicho lugar vendrá marcado en cada formación social porel momento del desarrollo de sus fuerzas productivas. Pues resultaríaeconómica y políticamente contraproducente introducirlas desde unprimer momento en los circuitos nucleares del sistema, en función desu sobrevaloración discursiva. Tal introducción podría romper el en-granaje del propio sistema, al producir una desaceleración o freno ensu crecimiento lineal, enfrentándose a sus principios básicos.” (Ojeda,1999:108). Las políticas de protección y conservación forman parte dela institucionalización de lo medioambiental “para protegerlos del cre-cimiento y desarrollo común” (Ojeda, 1999:109).

En la actualidad, el medio ambiente aparece como un conceptofundamentalmente político. Que reduce lo natural a lo constitutivo demateria y energía o a recursos que se ponen al servicio del mercado ycon ello a sus principales beneficiarios situados en los países centralesdel capitalismo. Una naturaleza que pretendidamente sirve a un solo yexclusivo modelo cultural representado por un mundo modelado des-de el mercado. Que se presenta como único e indiscutible. Los dictáme-nes sobre el medio ambiente, las agendas 21, los planes de reducción delos efectos contaminantes, etc. se esbozan como alternativas dirigidasa salvar el único modelo de explotación posible. Que lejos de ser discu-tido han de heredar las futuras generaciones. Los espacios de acción, losactores y las técnicas que han de propiciar los cambios recurrentes queperfeccionen el engranaje acaban siendo definidos -y excluidos otros,que no tienen voz- en el proceso de institucionalización de lo ecológi-co. Se lleva a cabo un desplazamiento “en el tiempo, en el espacio, en lasculpas, en las responsabilidades o, simplemente en la forma de elaborarlos problemas (…) el resultado es la negación del presente como espa-cio legítimo para la acción colectiva y la construcción de un futuro (in-cuestionable) cimentado en la educación (medioambiental) y en la tec-nología(…)El resultado es la construcción de un discurso tan política-mente correcto como inoperante [y se plantea] La táctica de naturali-

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zar las culturas y culturizar la naturaleza” (Santamarina, 2004:133-134). En definitiva, el discurso de lo medioambiental, de lo ecológicosumido en el mercado nos sitúa en un mundo donde se consolidan losvalores asociados a la emergente sociedad industrial, pero ahora con-textualizado en la etapa del auge del neoliberalismo global: antropo-centrismo, progreso ilimitado, etnocentrismo, tecnocentrismo, supe-rioridad de lo económico o material… (González, 2003).

Y sin embargo, en paralelo, existen otros modos de relacionarsecon el entorno. Otras maneras de entender el desarrollo sostenible, o deusar este concepto. Otras formas de explicarse en el mundo y de defi-nir estrategias de futuro. Algunas dentro de las que representan las ex-periencias de turismo comunitario que hemos analizado. Experienciasque se establecen desde una situación determinada en el mercado glo-bal; que presentan determinadas características en cuanto al empode-ramiento real sobre sus recursos y a la forma de decidir qué hacer consu mañana. Pero antes de detenernos en ellas, creemos importante, si-tuar al Ecuador y al ecoturismo, en el contexto desde el que se produceesta generalización de lo medioambiental en las últimas décadas. Y pre-guntarnos: esta institucionalización del medio ambiente ¿qué conse-cuencias tiene en las políticas llevadas a cabo en Ecuador? ¿qué rela-ción tiene con el surgimiento del ecoturismo? ¿Cómo se sitúa lo me-dioambiental en el hecho turístico comunitario?...

EEcoturismo, tturismo ccomunitario yy mmedio aambiente een eelcontexto eecuatoriano

Cuando se habla del turismo en Ecuador hemos de referirnos a lastres últimas décadas especialmente, ya que, si bien nos podemos retro-traer a décadas anteriores, es ahora cuando se consolida como una ac-tividad relevante. El turismo destaca por considerarse el tercer sector enimportancia económica dentro del estado ecuatoriano generando el 4,4% del producto interior bruto (Solís, 2007). Se favorece, fundamental-mente, desde la articulación del producto turístico que supone la visi-ta a las Islas Galápagos que inicia una modalidad - de turismo ambien-tal o de ecoturismo- que tendrá su replica correspondiente en diversospuntos del territorio ecuatoriano. Y que en algunos casos representarán

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a experiencias concretas de turismo comunitario (Machacuyacu oAgua Blanca).

Los inicios del turismo comunitario (Solís, 2007) coincide con elmomento que nosotros hemos identificado en el apartado anterior denormalización, popularización e institucionalización del medio am-biente. Coincide con la demanda de destinos “naturales” que se produ-ce con la sensibilización existente por las problemáticas ambientales yque hace elevar en un 20% los negocios de las touroperadoras especia-lizadas en este tipo de turismo. El mercado fija una demanda que pron-to será resuelta desde la puesta en marcha de una oferta que la satisfa-ga. Unos años donde nos detendremos a continuación con el fin de ex-plorar, contextualizar y analizar las condiciones en las que surge el tu-rismo comunitario asociado al ecoturismo en el Ecuador.

Es en 1968 cuando las Islas Galápagos se comienzan a posicionaren el mercado internacional como producto turístico. Cuatro años an-tes se iniciaba la reforma agraria que en muchos puntos del estado,principalmente en los Andes y en la costa, acababa con el régimen desemiesclavitud que suponía el huasipungo, parcelando haciendas quepasan a manos de los nativos. En estos años, en paralelo a este procesode parcelación, se intensifica la extracción petrolera en distintos puntosdel territorio ecuatoriano, sin tener en cuenta sus costos socioambien-tales. Así, el año de 1972, inaugura más de dos décadas de nuevos con-tratos petrolíferos con distintas compañías externas (y nacionales)donde las precauciones socioambientales se quedan, a lo sumo, en unasimple formulación de principios. Como consecuencia “la colonizaciónindiscriminada del Oriente, el atropello a las etnias autóctonas y la con-taminación provocada por las operaciones petroleras” (Gordillo, R.,2005: 263).

Por otra parte, en estas décadas se declaran diversos territorios co-mo áreas protegidas. No será hasta 1976 cuando se establezca el Siste-ma Nacional de Área Protegidas definido como una estrategia prelimi-nar para la conservación de las Áreas Silvestres Sobresalientes delEcuador. Prevé diversas categorías con relación al manejo intentandosolventar los problemas con los nuevos colonos. Desde la publicacióndel decreto ejecutivo -1306- de 1971 se prohibía taxativamente cual-quier explotación (agrícola, forestal, ganadera, minera, pesquera…) a

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fin de no perjudicar su estado “natural”. Con la única excepción de losusos científicos o turísticos. Es interesante, resaltar cómo la lógica de laprotección sigue los parámetros enunciados en el apartado anterior einaugurados por los gobiernos estadounidenses. En Ecuador, se prote-gen zonas consideradas como no alteradas por la mano del hombre,naturales, una gran parte de ellas propiedad del Estado. La mayoría seincluía en el 36% de la superficie del Ecuador continental en manos delInstituto Nacional de Desarrollo Agrario (Estrella, 2007). Y muchas deestas áreas se definieron como vacías. Una consideración que traerá di-versas consecuencias a lo largo de los años ochenta y noventa, cuandose active el movimiento indigenista y se empiece a reclamar por partede las diversas nacionalidades que conforman la República de Ecuador,la propiedad de las tierras. O cuando se discutan los derechos de apro-piación ancestral por parte de colectividades que han pelear por sus in-tereses ante el peso de una legislación que les excluye. Si hemos de eva-luar los fines de las políticas de protección, podemos considerarlas co-mo una emulación de las habidas en otros estados centrales. Estrategiasque estarán en consonancia con las económicas del momento y con lasintenciones de los estados- al servicio de grandes compañías- por regu-lar los territorios fuera de su control. Y por dirigir el uso de estos terri-torios formalmente, hacia la investigación científica y el turismo.

El proceso de institucionalización de lo medioambiental en la es-fera internacional, tiene en la cumbre de Río y en la articulación del de-sarrollo sostenible sus efectos en las políticas ambientales ecuatorianas.Unos efectos perversos, que lejos de replantear el tipo de desarrollo quese prefiere sirve de plataforma para incidir en el expolio secular y la re-lación de dependencia. Es más, como nos apunta Ramos (2002) “ElEcuador(…), han vivido los años siguientes a la Cumbre de Río de Janei-ro de 1992 como uno de los períodos de mayor deterioro ecológico (…)Enmuchos casos, la aplicación de los Convenios de Biodiversidad y CambioClimático han servido para poner en el mercado a la naturaleza. A partirde Río se inicia un entusiasmo casi unánime de prestarse al juego de ma-sificar el concepto de “desarrollo sustentable”. Esto presentó la ventaja deque permanecían inalteradas las bases de desarrollo económico controla-do por un puñado de países y sus empresas transnacionales, pero que estavez se habían pintado el rostro (...) un rostro benefactor que justifica la so-

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bre explotación de recursos “para combatir la pobreza”, pues son cada vezmás los pobres que resultan de la aplicación de las medidas neoliberales.”(Ramos, 2002). Por otra parte, para esta autora la aplicación del “Con-venio de Biodiversidad(…) abrió un ámbito de transformaciones en lacomprensión de la conservación, de la sustentabilidad y del rol de los pue-blos que viven en medios con biodiversidad única: La conservación de lasáreas protegidas, generalmente las más frágiles, dejó de ser importantepues se las podía “manejar sustentablemente” casi siempre con la partici-pación de empresas interesadas en desarrollar actividades extractivas degran escala. La sustentabilidad pasó a ser un camino amplio en el que labiodiversidad puede pasar a ser mercancía. Y los derechos Colectivos de lospueblos tradicionales se redujeron a su participación equitativa en el re-parto de beneficios.” (Ramos, 2002).

El proceso de institucionalización de lo medioambiental se pre-senta con toda su crudeza. Las actividades que se asocian con el turis-mo de la naturaleza se articulan con touroperadores en contextos lo-cales donde hay una población a la que agentes externos subemplean.Se trata de actividades que en la gran mayoría de los casos no logranempoderar a las poblaciones. Sino todo lo contrario. Como planteaVigna (2006) en su análisis del fenómeno ecoturístico en distintas re-giones de mesoamérica en muchos casos incluso hoy: “está lejos de loscompromisos asumidos por la Organización Mundial del Turismo(OMT) y los Estados en este ámbito, a través del Código Ético Mundialpara el Turismo y la Declaración de Quebec sobre el Ecoturismo (…).Al amparo de la Conservación (real o no), este nombre ha dado lugara una reacción más rápida de la privatización de los recursos naturalesque el turismo convencional. Los proyectos tienen algunas mejoras am-bientales, pero todos exigen garantías sobre la propiedad de la tierra yobligando a la gente a la salida.” 31

El ecoturismo surge en los años ochenta en el Ecuador, en conso-nancia con la lógica de un mercado trasnacional que en el ámbito tu-rístico marca la necesidad de operativizar destinos turísticos que satis-fagan la demanda proveniente de los países centrales del capitalismo.La situación de la economía ecuatoriana en el contexto global propicia

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31 Traducción propia.

la externalidad de la actividad turística que cuenta con las posibilidadesgeneradas desde la ampliación y la articulación de una red de espaciosprotegidos al servicio de esta actividad. La institucionalización de lomedioambiental y la operatividad de “lo sostenible” amplían y justifi-can las posibilidades de explotación también en el ámbito turístico,desde la aplicación de la lógica tecnocéntrica, salvaguardada desde elsaber científico como modulador de las relaciones “adecuadas” con elentorno.

Pero a finales de los ochenta y principios de los noventa emerge elmovimiento indigenista con toda su fuerza. Aparece un proceso de to-ma de conciencia de los pueblos nativos sobre su situación estructuralen el estado de Ecuador. Y se suceden las protestas y las demandas, laspeleas sin cuartel, los sitios a Quito, y las largas marchas indígenas. Losenfrentamientos con las petroleras aparecen vinculados con la reivindi-cación de las tierras comunales, desde discursos que sitúan las relacio-nes cultura-naturaleza en dimensiones opuestas. La posición activa yradical de los pueblos y nacionalidades indígenas y afroecuatorianasconseguirán algunos logros como el reconocimiento del carácter pluri-cultural del Ecuador “la oficialización de sus idiomas ancestrales, el re-conocimiento de sus circunscripciones territoriales, el derecho a suidentidad y la educación intercultural bilingüe entre otros” (Solis, 2007:41). Se articula un proceso de empoderamiento nativo y local sobre susrecursos, sobre sus formas de entender el mundo, sobre la elección delas estrategias con las que afrontar el mañana.

En este contexto surgen la RICANCIE32 en el Alto Napo y la expe-riencia turística de Agua Blanca en el Parque Nacional Machalilla -principio de los noventa- que se arrogan ser las pioneras en el turismocomunitario en el Ecuador. Una forma distinta de gestionar el hechoturístico. Experiencias que, integradas en el mercado formulan nuevosmodelos de relación con el entorno. Y que se caracterizan por ser “unaforma de gestión del turismo que aúna tres perspectivas fundamenta-les: una sensibilidad especial con el entorno natural y las particularida-des culturales, la búsqueda de la sostenibilidad integral (social y natu-

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32 Red Indígena de Comunidades del Alto Napo para Convivencia Intercultural yEcoturismo.

ral), y el control efectivo del negocio turístico por parte de las comuni-dades.” (Ruiz y Solís, 2007: 11).

Por ello, a continuación, veamos qué particularidades ofrece el tu-rismo comunitario y su entendimiento del medio ambiente y lo ecoló-gico. Desde ahí, podremos acercarnos a valorar la propuesta particularque desde nuestro punto de vista se encarna en determinadas experien-cias comunitarias.

LLo mmedioambiental een llas eexperiencias tturísticas ccomunita-rias aanalizadas

Los conceptos medio ambiente o/y ecológico impregnan y legiti-man determinadas lógicas económicas. El desarrollo sostenible se haconvertido en el paraguas ideal que articula discursos para consolidarel modelo de explotación económico desde la lógica del mercado. Paraello fue enormemente útil un tipo de naturaleza disociada de la cultu-ra y racionalizada desde los parámetros del saber científico. Un saberque en la mayoría de los casos obvia a otro tipo de saber local. Un sa-ber local, nativo, que en muchas ocasiones contiene otras formas de en-tender el mundo y que no recrea los modelos dualistas occidentales.

Hay autores que, como Descola (2004), plantean, de forma gene-ral, que los pueblos amerindios tienen una particular forma de enten-der el entorno y de sentirse en él. De hecho sugiere que el dualismo tanoccidental que contrapone a la naturaleza con la cultura, es desconoci-do para los pueblos amazónicos. Lejos de entenderse como mundos se-parados, los animales y las plantas tienen capacidades “atributos” idén-ticos a los humanos, llegando a la conclusión de que la “naturaleza”identificada por la ciencia occidental, no tendría cabida en un mundodonde los humanos no son sino una especie más entre otras muchas.Desde Brasil, Viveiros de Castro (2004) nos sumerge en lo que denomi-na “perspectivismo”, según el cual, la realidad no se divide entre laspersonas y sus ámbitos de relación y la naturaleza, sino que en deter-minadas culturas se entiende que en el mundo viven diferentes tipos depersonas, humanas o no, que tienen sus particulares puntos de vista depercibir el entorno. Y si los humanos se ven a sí mismo como humanosy al resto como animales y plantas; los espíritus, los depredadores u

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otros animales y plantas se consideran humanas, distinguiéndose, cadacual, como “persona” desde su propia “perspectiva”. Es interesante suhonda reflexión sobre las diferencias ontológicas a la hora de entenderel cuerpo, lo sobrenatural, y el papel del chamán como elemento capazde transgredir su propia condición de lo humano… Pone a discusiónlos planteamientos naturalistas y dualistas occidentales. Sugiere que lasdiferencias existentes entre las lógicas occidentales e indígenas, desde elpunto de vista de estos últimos, no serían diferencias de pensamiento,como desde nuestro relativismo se apela, sino de mundo, subrayandoel alejamiento entre las cosmovisiones indígenas y europeas.

Estos planteamientos, resumen algunas de las reflexiones más cer-teras que inciden en la forma, contrastadamente demostrada, que tie-nen determinados grupos étnicos de concebir un mundo alejado de losplanteamientos dualistas occidentales. Este tipo de razonamientos, deperspectivas sobre el mundo, y de conocimiento, han ido apareciendoa lo largo de la investigación efectuada en la Comunidad de Machacu-yacu33. Se trata de retazos incompletos que salpican el cuaderno decampo y que requiere aún de una mayor concreción e investigación. Elentendimiento del arcoiris como una conversación visual que desde uncauce de un río a otro se produce entre dos boas; la importancia estruc-tural y funcional de los sueños en el devenir cotidiano; la relación par-ticular con determinadas especies animales; las visiones y el papel cru-cial del chamán en momentos concretos y críticos personales; su im-portancia en determinadas crisis por la que pasó la comunidad; la rela-ción introspectiva de un yo que se desarrolla desde parámetros de en-tendimiento diversos a los occidentales…son elementos que sugierenotras ontologías de concebirse. Hay una narrativa local que proponeuna forma distinta de entender el mundo, de sentirse en él.

Y si desde la lógica del mercado se plantean modos de desarrolloconcretos, creemos, que estas formas de entender el mundo, de sentir-se en él, de saberse, provocan dentro del contexto comunitario otrasposibles y distintas formas de afrontar el futuro. Desde estrategias que

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33 Para más información sobre las características de la comunidad ver: Coca, A.(2007) Machacuyacu, turismo y organización comunitaria. En Turismo Comuni-tario en Ecuador. PP.93-124. Abya-Yala. Quito.

consideran a lo propio, como algo fundamental, desde lo que articularsus acciones y propuestas. Desde planteamientos donde las personas ylas comunidades se sienten “parte (mas que dueños) de una forma ycontexto de vida (cultura y medio ambiente)” (Ruiz, 2007:308).

Es enorme el valor de determinadas experiencias de turismo co-munitario en cuanto que diseñan, desde el empoderamiento de sus re-cursos, desde la disponibilidad de lo propio, otras formas y lógicas deafrontar el mañana. Que resemantizan conceptos que como lo ecológi-co, lo ambiental o el desarrollo sostenible, se fueron descargando de to-do el potencial renovador y trasgresor.

Ruiz (2009) analiza en la comunidad de Agua Blanca los cambiosy transformaciones ocurridos en los procesos de apropiación territorialque se llevaron a cabo en esta comunidad en las últimas décadas. Y seconvierte en un ejemplo a la hora de definir las nuevas estrategias deapropiación que se materializan en prácticas sostenibles para lograr so-brevivir en el frágil equilibrio que impone en la actualidad el ParqueNacional Machalilla. Analiza los cambios de colectivos que pasaron deser macheteros en una hacienda, a depender en exclusiva del carbón, dela tagua, del ganado o del expolio arqueológico, en un territorio que tu-vieron que discutir al Estado. Precisa las transformaciones habidas encuanto a la relación con los recursos en las diversas épocas y concretacomo se fueron definiendo, no sin dificultad ni conflictos latentes, al-ternativas- entre ellas la turística- en este espacio natural protegido.Propuestas que maduraron en un sistema de equilibrios inestables quecontinúan definiendo la relación de las personas con el entorno. Y “losalgarrobos han dejado de dibujar sacas de carbón en la retina de los agua-blanqueses, se perciben como caminos para las ardillas y escaparates parael mot-mot; las vasijas y muñecos manteños no se traducen en dólares departe de los coleccionistas, sino que se adivinan sus brillos expuestos en lasvitrinas del museo” (Ruiz, 2009: 421-422). En su análisis de los procesosde patrimonialización llevados acabo en los últimos años éstos hanpropiciado que “cultura y naturaleza sean “objeto” de conocimiento y“objetivo” de intervención y protección (…) [y] la comunidad ha termi-nado siendo garante, tanto de la cultura como de la naturaleza” (Ruiz,2009: 419-420).

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Experiencias que se sitúan en un ámbito de relación muy determi-nado con respecto al mercado en el que se sumerge, como es el caso deAgua Blanca, no convirtiendo lo propio en una mercancía sin más, si-no controlando qué es lo que se ofrece y de qué manera. Y rearticulan-do una relación diversa y compleja con el entorno.

Otro ejemplo lo encontramos en Machacuyacu. La iniciativa turís-tica surge como respuesta a la agresión que suponía la explotación deáridos que se proyectaba sobre los territorios en los que se enclava lacomunidad. El conocimiento del deterioro de otros entornos cercanosestaba en la base de la negativa a considerar un modelo de desarrolloque les destruyera su territorio, que les enajenara de su medio:

la gente mayor y las mujeres dijeron que no eran buenas esas empresas.Porque se va a deteriorar nuestra propia naturaleza. E iba a haber otrasintervenciones externas como la drogadicción, el alcoholismo, la pros-titución. Y teníamos que decidir otra alternativa (…) que no rompa locomunitario de nuestra gente nativa.Presidente de la Comunidad de Machacuyacu (2006)

De nuevo acá, en las puertas de la Amazonía aparece esta indiso-ciabilidad entre cultura- naturaleza. La naturaleza nos contiene y no seconcibe tal y como es entendida desde los parámetros occidentales si-no desde nuestra gente nativa. Desde nuestra forma particular de enten-dernos.

La comunidad de Machacuyacu se articula con otras comunidadesdentro de una red: la RICANCIE, encargada de disponer en el merca-do el producto turístico. Conscientes de los riesgos que esto supone pa-ra el mantenimiento de una relación no dependiente e intrusista, y traslas experiencias no deseadas vividas en otras comunidades vecinas, asu-men unas normas de comportamiento que denotan la preocupaciónpor que se respete su forma de vida. Articulan un código de principiosdesde el que modular los vínculos con el turista. Y donde se dicta cómoha de respetar el entorno socioambiental kichwa: 1.No deje desechosplásticos, vidrio y otros materiales que no sean de fácil reciclaje; de haber-los traído regréselos consigo. 2. No se permite cambio o venta de ropa usa-da a los miembros de la comunidad. 3. La naturaleza brinda diversos pai-

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sajes y curiosidades para ser fotografiados; si desea tomar fotos a personasde la comunidad podrá hacerlo con la debida autorización. 4. Si ustedparticipa en las curaciones con plantas u otros recursos del bosque, por fa-vor, cumpla las normas establecidas para este efecto. 5. Debido a que de-seamos conservar la integridad de nuestra forma de vida, no se permite alos visitantes permanecer en las instalaciones o en la comunidad más alláde lo acordado. 6. Evite el contacto íntimo con el guía o miembros de la co-munidad, pues ello afectaría la moral y tradiciones culturales comunita-rias...34 Unas normas que se definen desde una situación de empode-ramiento sobre sus recursos y la propia actividad turística, de controlsobre su medio y de no alienación (en el sentido marxista del término).Sólo así es entendida la actividad turística: como forma complementa-ria a sus economías y controlada por ellos. Son interesantes las palabrasque al respecto pronunciaba el presidente de la Comunidad:

el turismo es importante; pero el turismo no puede ser la única activi-dad…tenemos la chacra, el cultivo y también el turismo…el turismopuede ayudarnos pero no podemos depender sólo del turismo porqueperderíamos nuestra forma de serPresidente de la Comunidad de Machacuyacu, Febrero de 2009

En este espacio particular las relaciones mercantiles han de sermoduladas para seguir siendo dueños de su particular forma de ser, desu futuro y el de sus hijos, de su propia naturaleza… de su mañana.

Para ello la importancia de la organización colectiva parece garan-tizar hasta el momento que la toma de decisiones se haga desde la dis-cusión plural para la consecución de las mejores decisiones. Para ello,en Machacuyacu, al igual que en Agua Blanca (Ruiz, 2009) si bien loslíderes son necesarios en momentos precisos, en el día a día no puedenfaltar los dirigentes35. Los primeros fueron fundamentales para el na-

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34 OIT/EQUIPO TECNICO MULTIDISCIPLINARIO PARA LOS PAISES ANDINOS.Documento de Trabajo 140. Turismo sostenible. Estado, comunidad y empresa frenteal mercado. El caso del Ecuador. Lima, Oficina Internacional del Trabajo, 2001

35 Ruiz plantea cómo “la condición de líderes nace de uno mismo, por las formas quese relaciona con los demás, por sus conocimientos, por su capacidad de expresión,de iniciativa, de acción y sobre todo por su carisma; el liderazgo hace confluir una

cimiento de la RICANCIE. Tanto en su surgimiento como organiza-ción, como en la captación de fondos externos había que tener carisma,iniciativa personal, oratoria…habilidades que no todos tienen. Sin em-bargo, en el devenir diario de la comunidad, son los dirigentes los ne-cesarios, los servidores para llevar a buen puerto las decisiones que en-tre todos construyen colectivamente en las asambleas (Coca, 2007). Es-tos dirigentes son:

como árboles en el camino…no son fáciles ser dirigente en las comu-nidades. Tienes que ser una persona no muy orgullosa. Son necesarios.Decimos que es como un árbol que está en el camino, que por todos la-dos tiene golpes, están rallados, pero pasa, sigue estando ahí…el árboles necesario, y las personas hablan y dicen del dirigente, y todos ven losgolpes y está ahí pero todos miran y nunca muere… Javier Grefa, 2006.

Es fundamental la existencia de una organización comunitaria só-lida, que proponga la plataforma organizativa desde la que poder plan-tear otra alternativa al modelo externo de desarrollo. Y no es baladí queuno de los factores estructurales sin los que no se puede entender el tu-rismo comunitario es la propia organización comunitaria. En este ca-so, la solidez de instituciones comunitarias como la asamblea o la min-ga son plataformas desde las que se discuten las particularidades con-cretas, desde la que se establecen las estrategias de futuro. Con ello segarantiza que cualquier acción y decisión cuente con el beneplácito delpensamiento comunitario. En el que no hay votos, sino consensos ydesde el que se definen constantemente los intereses del nosotros colec-tivo como pieza angular desde la que implementar las acciones…

AA mmodo dde rreflexión ffinal

¿Formula el turismo comunitario otra propuesta de ecodesarro-llo? Es difícil en el momento actual dar una respuesta contrastada. Lapérdida de pluralidad cultural irremediablemente supone la perdida de

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naturaleza personal y un reconocimiento público.(…) Los dirigentes , en cambioson elegidos por la asamblea, para satisfacer las necesidades de todos.”(Ruiz, 2009:312-313).

biodiversidad. Y con ello la imposibilidad de conocer las contestacionesque pudieron ofrecer, esas culturas desaparecidas, para lograr diferen-tes caminos. Nuevas maneras desde donde articular formas de vivir enel presente en este mundo cada vez más globalizado. Las experienciasanalizadas es posible que puedan convertirse en ejemplos que renuevenla polisemia de conceptos, como el de ecodesarrollo, que en un princi-pio despertaron tanto enojo en organismos internacionales. Y que laredujeron a la panoplia del desarrollo sostenible entendido como estra-tegia al servicio del capital. El turismo comunitario, en determinadoscontextos, intuye nuevos modelos de desarrollo: donde lo cultural o loambiental no se convierta en un bien de consumo sin más. Donde nose someta la conversión del patrimonio en estricta mercancía al servi-cio del turismo y que a la larga lo empobrezca y degrade. El desarrollosostenible, lo ecológico, puede estar resemantizándose en el contextoamericano. Desde experiencias concretas que pasan ineludiblementepor el aporte de nuevas formas de organización política. De nuevas for-mas de relación con los recursos. Desde otros planteamientos discursi-vos y prácticos que logren superar las limitaciones de un sistema so-cioeconómico global acabado e inoperante. Como han argumentadoalgunos, la crisis ecológica actual no es sino la expresión de una crisisde civilización y si esto es así “los verdaderos focos de alteridad civiliza-dora está en aquellos enclaves del planeta donde la cultura occidental nopudo (…) imponer y extender [totalmente] sus valores, prácticas, empre-sas y acciones de modernidad y supuesto progreso” (Toledo V. M., 1999:43). Y es, sin lugar a dudas, un camino en el que la ciencia debe abrir-se al conocimiento local, nativo. Abrir los raíles por donde circula eltren de su “verdad”, siguiendo la metáfora que empleó Levi Strauss(2002) a otras formas de conocimiento y perspectivas sobre el mundo.

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