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' EL AMOR CORTES. MARGINALIDAD Y NORMA

Lillian VON DER w ALOE MOHENO

Universidad Aut6noma Metropolitana-Iztapalapa

El sintagma "amor cortés", acuñado por Gaston París ("Lancelot", 459-534), es "the name of a scholar's hypothesis, not of a medieval institution" (F. X. Newman, "Preface", x). La consideraci6n es importante puesto que, a raíz de la determinaci6n por varios críticos de elementos cons­titutivos del amor cortés, el acercamiento a los escritores medievales insertos dentro de esta corriente rio pocas veces se ha hecho a partir de una suerte de ortodoxia, como si se· tratara de un c6digo estático: que surgi6 bien definido y permaneci6 por siglos sin cambio alguno. Y no, el amor cortés es un sistema dinámico (de ahí sus vertientes), que probable­mente apareci6 titubeante, se fortaleci6 -sin dejar de discutirse sus postulados y de hacerse propuestas individuales- y finalmente desapa­reci6 como tal -dejando huellas que se perciben aún en nuestra época.

El amor cortés forzosamente naci6 como una propuesta marginal y atentatoria, pues enaltecer mediante un c6digo ético el erotismo humano, se oponía a la valoraci6n negativa de la libido proveniente de la cultura oficial. La difusi6n tan amplia que alcanz6 pudo haber hecho del amor cortés una verdadera ideología alternativa; sin embargo, ello no sucedi6 completamente: se convirti6 en un juego de corte, en una moda literaria y nobiliaria, pero continu6 privando, aunque no sin problemas, la ideología hegem6nica No sería del todo descabellado comparar lo que ocurri6 con el amor cortés en la baja Edad Media, con la forma en que se manifest6 el movimiento hippie en la sociedad de nuestro siglo -si bien el primero dur6 centurias y, el otro, s6lo años-. Al igual que el amor cortés, el movimiento hippie se enfrent6 a lo establecido. Hubo j6veries que, efectivamente, ejercían el llamado "amor libre", habitaban en comunas, se drogaban, se vestían de modo

Walde
Llamada
Walde Moheno, Lillian von der, “El amor cortés. Marginalidad y norma”, en Edad Media: marginalidad y oficialidad, ed. de A. González y L. von der Walde, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998, pp. 11-32.

12 Lillian von der Walde

que resultaba estrafalario, vivían sin horarios fijos, comían merced al producto de un trabajo no oficializado, escuchaban rock "pesado", se oponían a la guerra y a la importancia concedida al capital, etc. Sin embargo, la mayoría de la gente prosigui6 estudiando de manera formal o enviando a sus hijos a hacerlo, trabajando institucionalmente, contrayendo matrimonio por vías oficiales, adquiriendo bienes privados, en fin. Algo del mundo hippie, no obstante, entr6 en la norma, en el mundo que diríamos "convencional": el colorido "psicodélico", el vestuario de pantalones acampanados y minifaldas, el cabello largo masculino, la permanencia en el gusto popular del rock y la flexibilidad en las relaciones íntimas entre hombres y mujeres -por señalar algunos cuantos ejemplos-. Quizá la aceptaci6n parcial de estos elementos relativamente inocuos, mediatiz6 el carácter subversivo del movimiento hippie. Al volver a unos aparentemente parecidos a los otros, perdi6 fuerza y poder una propuesta de vida que pudo haber sido alternativa; qued6, pues, como naci6: marginal -lo que a la larga conllev6 su casi total desaparici6n-. El mundo oficial, como he dicho, no permaneci6 siendo el mismo. En virtud de la incidencia de ciertas características hippies, sufri6 algunas modificaciones que no afectaron sus postulados básicos. Herencia de aquella variaci6n es, en las sociedades occidentales, la actual admisi6n de las relaciones sexuales premaritales; muchas de las otras características, simplemente, se perdieron: fueron, pues, una moda temporal, sin mayores y trascendentales alcances.

En el caso del amor cortés fue bastante más significativa su afectaci6n al mundo ofiqal, aunque no por ello en la Edad Media se dej6 a un lado la alabanza a la virginidad, ni cesaron los matrimonios por conveniencia y comúnmente arreglados por los padres, ni los hombres se sometieron a la voluntad femenina. Incluso hubo fuertes sanciones Vegales y sociales) para aquellos que violaron la norma, y se hicieron varios esfuerzos para rein­corporar a los transgresores (por ejemplo, a través del reconocimiento del "matrimonio secreto").1 No obstante, la cultura oficial tuvo que ampliarse,

1 Tal tipo de uni6n surge a raíz del postulado -de la Escuela Jurídica de París (s. xn)- consistente en que el séptimo sacramento se basa en el solo consentimiento de las partes contrayentes Q. Ruiz del Conde, El amor; H. Th. Oostendorp, El conflicto, 30-34). A mi juicio, esta uni6n adquiere validez legal porque, entre otras cosas, resultaba un medio útil para mediatizar las consecuencias del influjo de ciertos pensamientos corteses; por ejemplo, al reconocerse el vínculo, se incorporaba al orden establecido el contacto sexual. Dicho sea de paso, el matrimonio secreto fue prohibido en el Concilio de T rento, pero ªya antes[ ... ], en las Cortes de 1542, [los padres de familia] habían conseguido[ ... ] [su] rigurosa prohibici6n" (R. García Cárcel, ªEl fracaso", 125).

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El amor cortés. Marginalidad y norma 13

incorporar elementos importantísmos y que antes del air.or cortés le eran ajenos. Doy tres ejemplos: la mujer cobró una relevante impor­tancia (sea para alabarla o para denostarla), se refin6 el trato intersexual y el amor entre hombres y mujeres adquirió carta de naturalización que dura hasta nuestros días. Pero ¿cómo, cuándo y por qué surge el amor cortés? ¿Qué características posee? Estos cuestionamientos son los que intento responder en las líneas que siguen.

El amor cortés2 nace en la Provenza de fines del siglo XI, sin que hasta el momento se haya logrado explicar satisfactoriamente por qué precisamente en ese lugar. Se ha hablado del florecimiento de la vida de la corte y de una nobleza más refinada; también de que hubo un mayor acceso a la cultura; o bien de que "una caballería indigente, sin tierras[ ... ], carente de ubicación en la jerarquía territorial del feudalismo", se convirtió en la predestinada a ser amante de esposas ajenas (C. S. Lewis, La alegoría, 10); asimismo, de que los "menestrales" de antaño lograron incorporarse al estrato nobiliario y, como buenos arribistas, desearon marcar una distinción entre ellos y las capas populares, etc. Sin embargo, es posible hallar varios de estos aspectos en otras regiones, y por sí solos no sirven para comprender del todo el porqué de la formulación amorosa cortés precisamente en Provenza. Pero la realidad es que allí empieza, y ello quizá se deba al hecho -como pudo suceder en otra parte que tuviera refinamiento cultural y una paz relativa- de que fue a un grupo de individuos de la zona (originalmente, pudo ser a un solo sujeto), nobles o de alguna forma asociados con la nobleza, a quienes se le ocurrió darle un cauce ético a su libido mediante la formulación -con diversos elementos culturales que tenían a la mano- de las características del amor y del porqué de éste (probablemente eligieron un género lírico). La idea-que fue una forma de respuesta a las presiones ideológicas, religiosas, sociales y sexuales hegemónicas- se propagó localmente y se le incorporaron más préstamos culturales, hasta que se llegó al establecimiento de un sistema dinámico; éste continuó difun­diéndose ya por toda Europa -dado que el ambiente era propicio-, y adquirió -visto globalmente- ciertas particularidades según la época, el lu5ar, la <- ,rriente literaria, etc.

2 El sintagma, en cuanto tal, s6lo excepcionalmente es usado en el Medioevo. Aparece en un poema del siglo XD de Peire d' Auvergne (" cortez' amors"} y en el Roman de Flamenca del siglo xm (R. Boase, The Origin, 4 n. 1}.

14 Lillian von der Walde

La crítica aún debate las posibles fuentes que incidieron en las formu­laciones amorosas corteses, y no pocas veces se destaca una sola; sin e.rr

1

Jargo, creo, lo más apropiado es pensar en una conjunci6n de elementos de di•rersa procedenciá. Hay consenso en que un lugar importante lo ocupa la literatura ovidiana, y dentro de ésta, la A rs amatoria. También lo hay en lo que con­cierne a aspectos de procedencia neoplat6nica. Más discusi6n ha habido en lo que toca a un origen fundamentalmente hispanoárabe, aunque a mi pare­cer, se debe tomar muy en cuenta la influencia que la cultura producida en al-Andalus pudo ejercer.3 Se habla del misticismo bemardino, particular­mente en lo que respecta a la diferenciaci6n entre amor y caritas. Princi­palmente Denis de Rougemont propo'le la tesis del influjo cátaro (El amor y Occidente) de cuyo ascetismo, por ejemplo, se derivaría la oposici6n de ciertas concepciones corteses a la realizaci6n del amor dentto del matrimonio; frente a esto, hay que aducir la bastante más plausible tesis socioecon6mica. No se descarta el marianismo, y hay otras teorías menos exitosas que tienen que ver con aspectos,tradicionales y folcl6~cos.4 Peter Dronk.e ha negado la particularidad del amor cortés, afirmando que sus características son universales; esto ya ha sido respondido por· muchos, y su tesis ha caído en cierto descrédito -que no su valiosísismo libro de poesía latina (Medieval Latin), en donde la expone.

Como lo he dicho, en términos generales es posible pensar que el amor cortés constituye una reacci6n de un sector de la sociedad contra la valoraci.6n negativa de su libido; en otras palabras, se reconoce y se asume el propio erotismo, y se enaltece al asociarlo con el amor mediante un c6digo que no he dudado en calificar de ético. Tal c6digo, cuyos elementos no son inmutables, adopta obvias características del mundo en el que surge, de lo que he llamado "la norma"; provienen, pues, de las concepciones feudal y cat6lica. El éxito que alcanz6 probablemente se deba a que, siendo algo novedoso, sus conceptualizaciones no resultaban extrañas.

Del feudalismo procede la consideraci6n del servicio de amor. Se da una transposici6n del concepto de vasallaje al amante, y la dama se convierte en "señor"; y tal como sucedía en la realidad, este siervo de

3 El más sólido defensor del influjo árabe peninsular es Alexander Denomy ("Counly Love", Speculum, 45-46, por mencionar sólo uno de sus trabajos).

4 Todos estos postulados, y otros que no mencioné, los explica perfectamente Roger Boase (The Origin). El investigador, asimismo, presenta los significados que se le han dado al amor cortés: fantasía colectiva, "play phenomenon", experiencia cortés, convención estilística, y falacia crítica.

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amor se sitúa en un nivel inferior jerárquicamente. Es más, la dama se concibe como un ser lleno de perfecciones y, en este sentido, moralmente superior al hombre (con frecuencia, también lo es económicamente, según se observa en muchas obras):

[ ... ] la amada [ ... ] debe ser aún más perfecta que el galán. A ella se le considera un dechado de virtudes espirituales y sociales.[ ... ] debe poseer también atributos físicos perfectos[ ... ]

(M. Gerli, "Introducci6n", 41}.

He is able to love her because in body and mind, in manner and morality, in birth and social mien she is objectively outstanding [ ... ]

(l. Singer, The Nature, 49}.

Incluso se llega a decir que Dios creó a la mujer de mejor material que al hombre;5 que la creó como muestra de su saber y poder, para damos a conocer quien es Él, y que por tanto ella es reflejo de la Suma Belleza; y ya en el dolce stil nuovo, que posee "donne angelicatte" o que su naturaleza es celestial -fue elegida de entre los ángeles (M. R .. Lida de Malkiel, "La dama", 296,305 y 306; E.M. Gerli, "La «religión»", 67-68).

Desde luego, si la mujer es a tal grado excelsa, 6 amarla implica el propio ennoblecimiento y superación ~deade claro origen platónico). Y amar, además, tiene una carga absolutamente positiva -como principio moral propio de los virtuosos- que la misma religión se encargó de difundir -aunque para ésta, el sentimiento debe ir dirigido a Dios. Como se observa, los teóricos del amor cortés fueron lo suficientemente inteligentes como para validar moral­mente, y así justificar, el libre acercamiento entre los géneros sexuales -o más precisamente, el del hombre hacia la mujer. Se hace patente, pues, su habilidad para enfrentarse a la normatividad imperante.

5 No del simple barro, sino de una parte noble del hombre. Repiten esta idea, en la península Ibérica,Juan Rodríguez del Padr6n, Joanot Martorell, Crist6bal de Castillejo y Pere Torrellas (en su Deffmssión, palinodia del Maldezir). Vul. Ma. R. Lida de Malkiel, "La dama", 271; B. Matulka, The Novels, 21,a prop6sito de Rodríguez del Padr6n.

6 Quiero hacer hincapié en que comúnmente se trata de la noble o de la alta burguesa, mas no de la mujer en general. Si bien hay pastoras muy virtuosas, sobresale la idea de que el nacimiento determina el valor; de ahí, por ejemplo, el desprecio que Andreas Capellanus muestra hacia estratos como el campesino, donde el hombre se puede permitir la coacci6n e incluso la violaci6n: "si te llegara a atraer[ ... ] una de esas mujeres, guárdate de alabarlas demasiado y, si hallaras un lugar oportuno, no te demores en tomar lo que desees y en poseerlas por la fuerza" (De amo~, 283).

16 Lillian von d(:r Walde

Los postulados referentes a la condición femenina conllevarón una positiva revaluación de la mujer, como nunca antes se había dado, y ello constituye una de las revoluciones culturales más notorias de la historia humana. Sin embargo, la proposición del amor cortés no implicó un verdadero atentado para el cambio del estado de cosas en lo que respecta a la preeminencia masculina en el mundo. Y es que, en las realizaciones concretas, en la literatura propiamente, el hombre sigue estando en el centro. En efecto, si a alguien se ensalza es al amador; no en balde, común­mente los protagonistas son del género masculino. Los escritores subli­man el sentimiento del varón, y enfocan su atención a la magnificencia del amor de éste: sus pensamientos su respeto, su sumisión, su valor, etc.7 La dama ocupa un lugar secundario, además de que puede ser arbitraria, susceptible de error y "sin merced" -esta última caracterís­tica, dicho sea de paso, me parece que tiene que ver con la incidencia de valoraciones sociales muy reales en los textos ficticios (importancia de la virginidad, de la "honra"). 8

Con anterioridad mencioné la aplicación a la dama de concepciones que tienen que ver con la religión.. Cabe ahora puntualizar que tanto la ideología como la práctica religiosas oficiales proporcionan al amor cortés innumerables elementos, sean palabras, conceptos, fórmulas, ritos, etc. 9

que, al emplearse en función de la amada, logran su divinización. Esto es lo que se conoce como "religión de amor" y que tanto escandalizó a moralistas no sólo de esa época O osé Amador de los Ríos y Pierre Le Gentil, por ejemplo, también se alarman). Como lo han señalado algunos críticos, la adopción de términos y ritos cristianos coadyuvaron a la codificación del amor, lo dotaron de una estructura conocida y que resultó sumamente atractiva en el ámbito secular:

7 N6tese la ironía contenida en lo que be venido expresando: la conducta y los pensamientos del protagonista revelan que para él la mujer es superior en todo sentido; el hecho de que el escritor se aboque a la presentaci6n de un personaje hombre, indica que éste es el verdaderamente importante.

8 G. Duby va más allá: habla de misoginia. Lo cito: "Era un juego de hombres, y de todos los escritos que invitaban a dedicarse a él hay muy pocos que no estén marcados en profundidad por rasgos perfectamente mis6ginos" (El amor, 68).

9 Había la "orden" de enamorados, término que puede provenir de la organizaci6n eclesiástica, pero también de la caballeresca.

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El amor cortés. Marginalidad y norma 17

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(E.M. Gerli, "La «religi6n»", 70).

The concepts, and with them the words, were transferred to what had been considered the lower experiemce in order to raise and dignify it ...

(A. Parker, The Philosophy, 36).

La dignificaci6n del sentimiento amoroso en un sistema 16gico es lo que explica la religi.6n de amor, y no hay en ésta conscientes prop6sitos irreverentes o blasfemos ni la suplantaci6n de un credo por otro (eros por agape), aunque en ocasiones así parezca. Y es que los escritores inscritos en la corriente cortés llegaron a tales extremos de exaltaci6n que hacen a Dios c6mplice en el amor, o identifican sus características con las de la amada, o de plano la llaman su "dios":

Oh dueña, mi solo dios (Diego Saldaña) pues que sois mi solo dios (Femando de la Torre) vos, mi dios, por mi tristura (Comendador Román)

(ApudO. H. Green,Españaylatradición, 96).

A todo esto hay que agregar la larguísima lista de aspectos teol6gicos trasla­dados a contextos er6ticos, según ya dije. Y más ejemplos peninsulares: misas de amor Ouan de Dueñas y Suero de Ribera), sermones de amor (Diego de San Pedro), romerías de amor Quan Rodríguez del Padr6n), decálogos de amor y siete gozos O. Rodríguez del Padr6n), martirios y penitencias (Madas, Martín el Tañedor), concilios generales (Torres Naharro}, escatología amorosa a la manera cristiana con infierno, purga­torio y cielo de enamorados (Marqués de Santillana, Diego Sánchez de Badajoz, Bachiller Ximénez}, etc., etc.

Estas aplicaciones de elementos cristianos al amor, han conducido a aseveraciones como la siguiente, que no es extensiva a la "mayoría" de los

investigadores del tema:

para la mayoría de, los estudiosos del amor cortés éste es un sentimiento no cristiano, lo cual supone la an6mala existencia de una corriente amorosa herética en una sociedad profundamente cristiana.

0. M. Aguirre, Calisto y Melibea, 12-13).

18 Lillian von der Walde

No hay tal corriente herética y menos "un sentimiento no cristiano", sino sólo el enaltecimiento del amor y del objeto amado, el empleo dife­rente de un material conocido, y "picantes juegos de palabras sin mayor alcance" (K.. Whinnom, La poesía, 23). Si ocurre algún sacrilegio (y hay muchos), éste no resulta de una decisión voluntaria, mas del exceso. El mejor ejemplo lo constituye, quizá, el inquisitorialmente censurado Diego de San Pedro: el amor hacia la mujer conduce a cumplir los deseos de Dios (virtudes teologales y cardinales, entre otras), o con diferentes palabras, se es mejor cristiano por amor (Obras completas, JI, 160-166).

Otra de las características que hay que destacar, y que tal vez fue uno de los cimientos para fortalecer la idea del individualismo (idea que, a la larga, se asienta en el mundo oficial hasta nuestros días), es la conceptua­lización del amor como un fenómeno volitivo y libre. Así, el servicio se otorga porque se desea hacerlo, sin que haya una carga de obligatoriedad en ello. La dama, asimismo, es libre de corresponder o no al amante, o dicho en otros términos, de conceder el "galardón" -que el hombre con frecuencia solicita, aunque no debiera hacerlo. Ahora bien, ¿qué implica tal galardón? A. J. Denomy señala que, en su forma pura, significa simplemente que la mujer acepta el amor del caballero ("Fin' amors", 167); que le brinda un bons semblans o, en palabras de San Pedro, lo trata "sin aspereza" y le muestra "buen rostro" (Obras completas, /[Sermón], 181). Pero la amplitud del vocablo es ciertamente mayor, y con mucha frecuencia encierra un sentido de recompensa sexual. Y es que el amor cortés lleva implícito el goce erótico concreto (sensorial y físico) como retribución, por más que un sector de la crítica haya creído que en él sólo hay deseo de alcanzar la unión de dos almas, por ser un "amor platónico", exclusivamente ideal (lo que quizá valga para algunos escritores dentro del dolce stil nuovo}. Entre los investigadores que repiten -incluso en nuestros días- que la consumación sexual no se pretende en el amor cortés, sobresale Denis de Rougemont con su tesis del supuesto influjo cátaro, en virtud del cual -según él- el sentimiento amoroso posee un carácter verdaderamente antisexual, puro y ascético. Sin embargo, son muchos los ejemplos literarios que muestran lo contrario, de allí que otros críticos idealistas hayan sido más prudentes: reconocen la fortísima carga sensual del amor cortés, pero la disocian del acto carnal. Los estudiosos que llamo idealistas, en último análisis, revelan que han introyectado las valoraciones oficiales (desde que el mundo es "civili-

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El amor cortés. Marginalidad y norma 19

zado") con respecto a la sexualidad: ésta debe ser normada por la sociedad, o más precisamente, por quienes en ésta ejercen el poder. Así, pues, lo que hay detrás de su pensamiento es una suerte de resquemor, el cual tiene que ver con que se percibe la libertad sexual, la que es diferente a las normas imperantes, como un factor desestructurante del estado de cosas. En este sentido, el amor cortés continúa siendo atentatorio .

A mi juicio, es innegable la búsqueda del goce erótico en el amor cortés, sea con consumación o $in ella.10 Y a hablé de que veo al amor cortés como una corriente dinámica bastante compleja, y en cuanto tal, posee diversas vertientes. U na de ellas sería (al menos teórica y literariamente) la exacerba­ción del deseo, al extremo de la contención o abstinencia; otra -también exitosa literariamete y creo que más en la práctica- conlleva la realización del acto carnal. Ambas son absolutamente sensuales, y la primera quizá hasta tenga un dejo de perversión. Estas dos vertientes corteses, tal vez en involuntaria síntesis, las presenta Andreas Capellanus en los conceptos de "amor purus" y "amor mixtus":

El amor "puro" es el que une los corazones de dos amantes con toda la fuerza de la pasi6n; consiste en la contemplaci6n del espíritu y de los sentimientos del coraz6n; incluye el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico[ ... ] con la amante desnuda, con exclusi6n del placer último, pues éste está prohibido a los que quieren amar puramente.

Se llama "amor mixto" al que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto de Venus. [ ... ] éste también es un amor verdadero y digno de elogio; incluso se dice que es causa de todo tipo de bienes aunque por él amenacen muy graves peligros [ ... ]

(Deamore, 229 y 231).11

Pienso que, para el ámbito hispánico del siglo xv (y no sólo de éste), si algo privó en teoría y práctica fue la conceptualización del amor como

to Georges Duby -quien firmemente se opone a la idea del platonismo del fine amour- señala en lo que toca al aspecto sexual: "[ ... ] las reglas del amor cortés obligan a la elegida, como precio de un servicio leal, a entregarse finalmente por entero" ("El modelo cortés", 302). Pero hace hincapié en las dificultades para la consumaci6n, por lo que el placer masculino radicaba en la espera, antes que en la satisfacci6n.

11 Dice la mujer de alta nobleza: "Me extraña que alguien pueda ser tan casto como para conseguir controlar los deseos carnales. Todo el mundo consideraría milagroso que alguien situado en medio del fuego no se quemara. [ ... ] no pretendo condenar el amor mixto que es al que casi todo el mundo se entrega" {231).

20 Lillian von der Walde

"mixto". No es en balde el rechazo femenino al enamorado en ciertas ficciones sentimentales; además hay, en este mismo género, claros ejem­plos de relaciones sexuales, también presentes en la literatura caballeresca; la poesía cancioneril está llena de alusiones a la unión sexual, sean ex­plícitas o eufemísticas. Otis Green y J. M. Aguirre lo han notado, y ya no se diga Keith Whinnom:

[ ... ] another word, codiciar, which indicates that the reward or galardón sought was at times more than the 'unity of wills' and the 'desire to please mutually' of the 'pure' love of the troubadours

{O. Green, "Courtly Love", 263).12

La castidad no podía darse en un amor que es fundamentalmente deseo 0. M. Aguirre, Calisto y Melibea, 24-25) .13

[ ... ] es un absurdo manifiesto decir que es un amor platónico el que se celebra en la poesía cancioneril

{K.. Whinnom, La poesía, 38; misma idea en 86).

Los poetas cortesanos, aunque hagan hincapié en que el amor es algo más que la concupiscencia -y está claro que tenían plenamente raz6n- aceptan, sin embargo, que el amor estriba en el apetito sexual

(K.. Whinnom, La poesía, 28).

No hay mejor prueba de lo que se pretende al amar cortésmente en el siglo xv español, que el testimonio de los moralistas -que se afanan en quitar todo principio ético al amor intersexual. Y a ellos también apela Whinnom:

[ ... ] los moralistas, como fray Íñigo de Mendoza, fray Ambrosio de Montesino o fray Antonio de Medina, o bien los misóginos como Pedro T orrellas, Luis de Lucena o Rodrigo de Reinosa, no tuvieron la menor duda. Para ellos, los caballeros así como las damas de la corte estaban obsesionados por el apetito carnal y entregados al vicio y al pecado. El

12 Es muy riesgoso generalizar el "amor puro" a todos los trovadores, baste recordar la locución provenzal "cor e cors", que implica la posesión de corazón y cuerpo, la unión completa.

13 Cita a un nada eufemístico Jorge Manrique: "En lugar de c.:.stidad I prometo ser constante" {25).

-El amor cortés. A

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El amor cortés. Marginalidad y norma 21

galanteo terminaba, según ellos, con escaleras contra la pared, entrevistas nocturnas clandestinas y la fornicaci6n, igual que en La Celestina

(La poesía, 26-27) .14

No me atrevería a disentir de críticos como, entre otros, A. J. Denomy, O. Green -que sigue sus tesis-y A. Parker en lo que concierne a que el deseo se encuentra en la base del amor. Pero los dos primeros tien­den a asociarlo con el amor "puro" -según terminología de Capellanus­y a relativizarlo en el "mixto" (Denomy, "Fin' amors", 142-143; Green, España y la tradición, 97 y 103), hecho que ni es justo ni verdadero. En lo que respecta a Parker, éste hace afirmaciones como la siguiente:

It is important [ ... ] to see an essential difference between a poetry that sings of sexual pleasure and a poetry that sings of desire. Love as dcsire, in the Courtly Love tradition, is generally presented as continence [n6tese como sigue en el punto a Denomy-entre los críticos citados], but it does not on that account cease to be carnal, since carnal union is what is desired; nevertheless it remains an aspiration and does not become achievement. This distinction is fundamental[ ... ]

(The Philosoplry, 18).

Estas precisiones un tanto "barrocas", con las que intenta dar congruen­cia a sus postulados ante la evidencia de la cantidad de poesía sexual cancio­neril, surgen a raíz de las críticas que le hizo Keith Whinnom -quien ley6 el manuscrito antes de su publicaci6n. En él, como en su libro, manifiesta que en los cancioneros el amor humano "is based not on the physical and the sensuous, but on love as the faithful service of a lady" (The Philosopby, 16); que el amor es ansia del más allá, una suerte de instinto religioso pervertido, en el que el hombre desea fundirse en otro ser -sin lograrlo (de ahí el sufrimiento). A esta posici6n, en la que se idealiza en extremo a los j6venes cortesanos, Whinnom responde con agudeza y, en alguna ocasi6n, con el buen humor que acostumbraba:. "[ ... ] desde esta perspectiva, el autor de Cárcel de Amor llega a ser una especie de místico descaminado" (La poesía, 22).15

14 Por otra parte, cabe señalar que se han documentado escándalos sexuales que muestran que se combinaba "el cambio de pareja, la violaci6n, y hasta la sodomía con las palabras clásicas del amor cortés" (A. Mackay, "Courtly love", 83-94).

IS Véase lo que Parker dice sobre Cárcel y sobre la asociaci6n del amor con la uni6n alma-Dios -además del martirio (The Philosoplry, 23).

22 Lillian von der Walde

Asociada con los juegos er6ticos concretos que se dan en el amor cortés correspondido, el cual frecuentemente posee un carácter extrama­rital, se halla la prescripci6n del secreto. En efecto, desde la poesía proven­zal se exige la discreci6n del amador; a la dama, ni siquiera se le solicita, como si su silencio al respecto se sobrentendiera. 16

Según Peter Dronke, la insistencia en guardar en secreto las relaciones amorosas se debe a la consideraci6n de que el amor no debe ser profanado por el mundo exterior, y no tiene que ver con ninguna naturaleza ilícita (Medieval Latin, I, 48). Nuevamente nos encontramos ante una posici6n exageradamente idealista que se viene abajo por los innumerables ejemplos que indican que el amante debe callar para no "escurecer la fama de la que sirviere" (D. San Pedro, Obras completas, J[Sennón], 174), para cuidar la honra femenina. Se trata, pues, de un instrumento para eludir, en la marginalidad, el castigo oficial. Si el amor no implicara juego er6tico y/ o relaci6n carnal, no habría lugar a la deshonra ni a la necesidad del secreto; más bien, sería un honor causar tan inocente pasi6n. Pero no, se oculta porque hay que proteger a la amada; y no s6lo de la pérdida de su "fama", sino también en varios casos hasta la de sus bienes y, en el límite, la de su vida y la de la propia. Este último comentario encuentra sostén en el carácter adulterino que adquiere el amor en la pluma de muchos pensadores y literatos. Sin embargo, no puede decirse, con C. S. Lewis, que es "rasgo fundamental en el amor cortés [ ... ] el adulterio." (La alegoría, 31). Éste es uno de los elementos que se discuten en el interior de ese sistema dinámico que es el cortés. Tuvo éxito en las creaciones provenzales, en varios romans caballerescos, Boccaccio lo emplea para su Fiammetta, etc.; pero en la Península Ibérica, por ejemplo, no es del todo

16 No obstante -y con un cometido práctico que pienso es de procedencia ovidiana­, "se permitía a las partes un intermediario [ ... ]. Esa persona no había de entrar forzosamente en los secretos de los amantes. Aparte de éste, s6lo se le permitía a cada uno de los amantes un confidente, por asegurar el secreto[ ... ]". (O. Green, España y la tradición, 144, n. 121). De nueva cuenta, debe precisarse que ésta es una generalizaci6n. Si bien en cierto que varios, como Guillaume de Lorris, muestran lo benéfico que puede ser confiar en un amigo, hay escritores que presentan una discreci6n absoluta en sus amantes. Hay otros que evidencian los peligros de tener un confidente: los traicionan, dan lugar al escándalo, etc. Diego de San Pedro, en su Sermón, aconseja una máxima discreci6n "porque quien a otro su secreto descubre, házele seíior de sí" ( Obras completas, /, 176); sin embargo, él mismo lleva a Leriano, su personaje, a confiar en el Auctor en Cárcel de Amor.

-El amor cortés. Marg

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---

El amor cortés. Marginalidad y norma 23

común. Cabe destacar que, en varias obras donde el amor es adúltero, la mujer está-en términos económicos- por encima del hombre y es la única que está casada. Quizá esto sea la base para que Lewis piense que el amor cortés fue invención de los caballeros pobres que no podían acceder, por los canales oficiales, a las damas ricas, y que por ello buscaron la forma de lograrlo. Ahora bien, cómo no guardar en secreto las relaciones si la mujer es quien engaña, y ya sabemos cómo le iba legalmente (aunque al amante también se le sancionaba}. En el ámbito hispánico:

Adultery, that is adultery commited by a wife, was a serious transgression punishable by law. All relevant laws were clearly prejudicial to married women[ ... ]

(M. Ratcliffe, "Adulteresses", 346).

Si el amor no siempre es adúltero en todas las representaciones literarias, muy frecuentemente sí es extramarital. La más contundente exposición de la imposibilidad de que se dé el amor entre esposos se encuentra en el libro de Andreas Capellanus, donde se asienta que la libertad amorosa se halla contrapuesta a la obligatoriedad que conlleva el matrimonio:

decimos y afirmamos [indica la condesa María de Champaña], [ ... ] que el amor no puede extender sus fuerzas entre dos esposos. En efecto, los amantes se dan todo gratuitamente el uno al otro y sin que una razón lo obligue; en cambio, los esposos están obligados, por el deber, a satisfacer sus mutuos deseos y a no negarse nada.[ ... ]

[ ... ] una regla de amor dice que ninguna mujer casada podría obtener el premio del rey del amor, a menos que esté enrolada al margen del matri­monio. En cambio, otra regla del amor enseña que nadie puede amar a dos personas a la vez. Con razón, pues, el amor no podrá extender sus derechos entre los casados. Todavía otra razón parece oponerse a éstos: [ ... ].

Así que nuestro juicio, que ha sido emitido con extrema moderación [ ... ], sea considerado por vosotros como una verdad indudable y eterna (De amare, 201-203. Vid. asimismo 191, 193, 219, 301, 333 y 343).

La disociación amor/matrimonio es perfectamente comprensible si se considera que, en el uso oficial, el casamiento entre miembros de las capas superiores es sólo "un contrato más, un acto político-económico en que el interés del clan familiar es el factor decisivo, y en el que el 'amor'

24 Lillian von der Walde

no tiene papel alguno" (C. Blanco Aguinaga, J. Rodríguez Puértolas e l. Ma. Zavala, Historia social, 167); además, para la realizaci6n de este contrato, poco tienen que ver los contrayentes.17 Así las cosas, el amor cortés viene a implicar, según ya he dicho, una afirmaci6n de la individua­lidad: la elecci6n y la entrega son libres y voluntarias.

Como indica Martín de Riquer, en la literatura castellana (y en la peninsular en general) hubo un "constante e insospechado influjo de Capellanus" ("Pr6logo", 17. Misma idea en C. J. Whitbourn, The "'Arci­preste», 12 y en los siguientes libros de A. Deyermond: La Edad Media, 42, y Edad Media, 297), y de él quizá fundamentalmente provenga la conceptualizaci6n del amor cortés como extramarital -que no forzosa­mente adúltero, aunque también lo hay (implícito, a veces, en la poesía

q cancioneril). Un ejemplo de Juan Álvarez Gato:

Dezís: "Casemos los dos porque d' este mal no muera". Señora, no plega a Dios, siendo mi señora vos, osha¡pmicompañera (Poesía de Cancionero, 291. Énfasis mío).

Y Fernando de Rojas indirectamente demuestra la tesis de la desco­nexi6n entre amor y matrimonio:

¡O amor, amor! [ ... ] Herida fue de ti mi juventud, por medio de tus brasas passé. [ ... ] Bien pensé que de tus lazos me avía librado quando los quarenta años toqué, quando fui contento con mi conjuga/ compañera[ ... ]. No pensé que tomavas en los hijos la vengan~a de los padres

(La Celestina, 242-243. Énfasis mío).

Sin embargo, al igual que en otras épocas y en otros reinos, no hay unanimidad de opiniones.18 Así como el mencionado Chrétien de Troyes

17 Privaba la autoridad paterna (vid., entre muchos, H. Th. Oostendorp, El conflicto, 9, 16, 18, 30-34 y 43, principalmente). Cabe mencionar, por otra parte, que por lo común en Europa la esposa quedaba sujeta legalmente al marido. No se puede ser siervo de alguien que no está por encima, sino al contrario.

is Aunque críticos se obstinen en afirmar que, en la corriente cortés, "marriage has nothing to do with love" (A. Parker, The Philosophy, 29). Entre estos críticos se encuentra Alexander Denomy, quien califica los textos de Chrétien de Troyes en los que se conjugan

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El amor cortés. Marginalidad y norma 25

presenta la posibilidad de que haya amor entre esposos (en Cliges, Yvain, Erec et Enide}, 19 también hay autores peninsulares que, de diferentes maneras, defienden tal postura. Jorge Manrique endereza varias de sus composiciones amorosas a su esposa (Poesía, 121-124}, "Villasandino executed several commissions for poems to be addressed by husbands to their wives" (C. Whitbourn, The «Arcipreste", 16}, muchos personajes de ficción sentimental desean legitimar sus relaciones a través del matri­monio (F. Vigier, "Aspiration", 270-274},20 etc. Al final de cuentas, la asociación amor-matrimonio -que empezó siendo realmente marginal­fue incorporada a la norma, pero ya en las sociedades occidentales que dejaron el feudalismo atrás.

Otra de las características del amor cortés es la monogamia: "el verdadero amor une dos corazones con un sentimiento de afecto tan grande que no pueden desear otros abrazos" (A. Capellanus, De amore, 279; idea similar en 65 y 183). La monogamia resulta de la idea de que la fidelidad (o la "constancia"} es intrínseca al verdadero amor. Y ambos conceptos derivan de la cultura occidental y, en ella, de la mentalidad feudal -puesto que se impone el primero (que el amor cortés, cuando es adúltero, socava} y se aplaude el segundo (sobre todo, en la formulación del vasallaje}-. La diferencia estriba en que la monogamia y la fidelidad ni son exigencia ni tienen que ver con intereses económicos o de preservación de linaje o de cualquier otra índole; por el contrario, supuesta­mente surgen de forma natural y se otorgan de manera gratuita.21

amor y matrimonio de románticos, nobles, ideales, etc., pero no de corteses. Resta indicar que, a mi juicio, esto es incorrecto.

19 En otras de sus obras, desde luego, el amor es fuera del matrimonio. Para W olfram von Eschebach, según dice W. T. H. Jackson, en el matrimonio únicamente debe darse el amor Oackson, "Faith Unfaithful", 60}.

2º Ha sido un lugar común de la crítica, y un lugar común equivocado, desconectar el amor del matrimonio en el género sentimental. Whinnom ha notado el error en algún comentario a una referencia en su libro bibliográfico (The Spanish Sentimental, 16}. El artículo de Vigier abre el campo para que se estudie cada obra en concreto, y evitar tal generalizaci6n.

21 La fidelidad, entonces, se acerca a la idea de "constancia" en la religi6n (virtud teologal). Por otra parte, el "supuestamente" que empleo en mi redacci6n procede de que no creo en la gratuidad del amor. Éste, ciertamente, no es tan desinteresado: se busca el galard6n, y para entregarlo, -se exige el servicio.

26 Lillian von der Walde

Otro rasgo importante es que el amor es una "pasi6n innata", que se dispara por la "percepci6n" de lo hermoso. 22 Ésta es la exposici6n del Capellán, que parcialmente utilicé:

El amor es una pasi6n innata que tiene su origen en la percepci6n de la belleza del otro sexo y en la obsesión por esta belleza, por cuya causa se desea[ ... ] poseer los abrazos del otro, y en estos abrazos cumplir, de común acuerdo, todos los mandamientos del amor

(De amore, 55; asimismo, 163).

Ahora bien, cuando en los textos se habla de belleza, la mayoría de las veces a lo que se hace referencia es a los atributos físicos. Pero ello no implica que no la haya en el aspecto moral. En efecto, producto funda­mentalmente de la incidencia del neoplatonismo, en la Edad Media usual­mente se asoci6 lo bello con lo bueno,23 y el amor cortés, en este punto, no es excepcional. A tal idea, por otra parte, no le faltan apoyos prove­nientes de la teología cristiana; por ejemplo, San Pablo en su "Epístola a los romanos" señala que por las obras visibles, se conocen las invisibles de Dios (Ma. R. Lida de Malkiel, "La dama", 277).

En lo que concierne a la concepci6n idealista (originalmente socrática) relativa a que la intenci6n del amor es la posesi6n de lo bueno (y lo hermoso lo es), cabe señalar que ésta se encuentra en el tratado sobre el amor de Avicena -quien asimismo se vio influido por el neoplatonismo-; además, en dicha obra se especifica · que amar la belleza contribuye al propio ennoblecimiento. Y todo esto lo encontramos en el amor cortés. 24 Puede ser lógico pensar que el tratado de Avicena influy6 en la teorizaci6n cortés, como también El collar de la paloma, de Ibn Hazm -que igualmente presenta varias semejanzas con aquélla- {l. Singer The Nature, 44-47) y

22 Debe subrayarse la palabra "percepci6n", que va más allá de la contemplaci6n de la hermosura. Recuérdese que se jug6 con la idea del "amor de oídas", que parodia Cervantes en su Quijote. No obstante esta precisi6n, en el texto latino cuya traducci6n estoy citando el vocablo que se emplea es "visione", que parece reducir el amor a lo sensorial. Pero, como siempre, hay diferentes opiniones.

23 Esto no quiere decir que, en ocasiones, no se cuestione la idea. Y a vemos a la Egipciaca, cuyo hermoso cuerpo encierra el alma de una perdida, y cuando es horrible, lo contrario.

24 Y más similitudes: "In defending the love for beautiful forms in human beings, A vicenna mentions three consequences for the animal soul. The first of these is the urge to embrace the object; the second is the urge to kiss it; and the third is the urge to have sexual intercourse" (l. Singer, The Nature, 43).

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Lillian von der Walde

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El amor cortés. Marginalidad y norma 27

demás creaciones procedentes de al-Andalus (sin que por ello descarte otras posibles fuentes neoplatónicas).

En el ámbito hispánico, dicho sea rápidamente, es curioso que casi no hay descripción de la belleza de la amada. 25 Si ocurre, no es concreta sino tópica (aunque éste no es un distintivo peninsular).26 En el siglo xv, por lo común, sólo se alude abstractamente a la hermosura de la amiga, pero no más.

Una norma cortés que falta señalar, es que el amor se solicita y se otorga conforme a ciertos pasos (aquí, también, hay cierta influencia ovidiana).27

El hombre enamorado debe cumplir varias etapas, el contenido de las cuales varía de acuerdo con los autores que las mencionan; Andreas Capellanus habla de tres (De amore, 185), al igual que Guillaume de Lorris (aunque el protagonista se equivoca) -por mencionar sólo dos escritores. La amada, también, responde con un orden: dar esperanzas, un beso, abrazos y "entrega total" -para el Capellán (De amore, 87). 28 Otros indican que debe rechazar una carta, mostrar piedad y responderla, acudir a una primera entrevista, a una segunda, una tercera, donde tal vez conceda un beso, etc. Tampoco hay uniformidad en esto; pero sí queda claro que hay que llevar a cabo un rito, que quizá explique en parte la furia de Melibea en el primer auto de La Celestina. 29

25 En el amor cortés generalmente se habla de la hermosura femenina. Pero para que se produjera la "pasi6n innata" en la mujer, también el hombre debía ser galán {además de tener otras virtudes caballerescas). En el libro del Capellán una dama de alta nobleza rechaza a un pretendiente, entre otras cosas, por sus feas piernas. Y es que "los caballeros deben poseer por naturaleza piernas finas y largas y un pie pequeño" (De amore, 113).

26 No obstante, hay algunos rasgos un tanto extraños a la generalidad. Por ejemplo, en la descripci6n de la "doncela" de Raz6n de amor, ésta tiene "oios negros e ridientes" (Antigua poesía, 151; énfasis mío). En el "ovidiano" Arcipreste de Hita, aparecen ciertas características femeninas bastante particulares, que muestran una muy probable influencia hispanoárabe (vid. las recomendaciones que hace Don Amor al protagonista, en las cuartetas 431-435. Un interesante artículo que demuestra dicho influjo es el de L. L6pez-Baralt, "La bella", 73-83).

27 El Arcipreste de Hita, tan influido por Ovidio y la literatura "ovidiana" medieval, asimismo muestra pasos en el "seguimiento" de Doña Endrina por Don Mel6n (que es una libre versi6n del Pamphilus pseudo-ovidiano).

28 Debe señalarse que el escritor no se refiere exclusivamente a la mujer, sino a los "grados en el amor". Por otra parte, la editora del volumen apunta que los mismos grados aparecen en la lírica provenzal, pero que era más frecuente la distinci6n en cinco, a partir del comentario de Donato al Eunuco de T erencio. Éstos son citados por W alther y se hallan asimismo en la poesía goliárdica (De amore, 86 n. 29).

29 Uno de los textos donde mejor se observan los pasos amorosos es el mencionado Roman de la Rose de Guillaume de Lorris, aunque el amante del sueño quede frustrado por "Celos": "caros me vende Amor lo¡ bienes que me había prestado" (El libro de la Rosa, 70).

28 Líllian von der Walde

No quiero dejar de indicar que el amor no correspondido produce una enfermedad de índole melancólica, que afecta la vitalidad de quien la sufre. Sus síntomas son:

la pene de l'appétit et du sommeil, la maigreur, les yeux creux, le teint jaune, le pouls irrégulier qui s'áccélere en présence de la personne aimée ou si le malade entend parler d'elle, les soupirs, les troubles de la respiration, [etc.]

(F. Vigier, "Remedes", 153).

La verdad de este mal mental es indudable, y hasta los moralistas tienen que aceptarla. La cita anterior conjuga lo que se dice en varios manuales médicos, los cuales describen el padecimiento con amplitud (vapores venenosos que suben -puesto que son producidos . por la concupiscencia- e inflaman el cerebro) y señalan las posibles curas Qa muerte del paciente puede sobrevenir si éstas no se llevan a efecto). El nombre técnico es "hereos". Baste con lo dicho, es de todos sabido cuánto se explota el mal y su sintomatología en la literatura, pues con cierta frecuencia el amor cortés no logra realizarse (con lo que se vuelve trágico hasta la enfermedad-y a veces, la muerte).30

A lo largo de este estudio se ha visto que un postulado diferente a la norma, el amor cortés, tomó elementos de ésta, se opuso a la misma e incidió en ella. La relación entre marginalidad y norma resulta, así, ciertamente compleja. En términos generales puede decirse que triunfó el mundo oficial, pero de la lucha no salió incólume: tuvo, en cierta medida, que transformase. Aspectos al principio marginales encontraron vía de acceso a éste, y algunos se asentaron definitivamente. Caso importante, y hasta la fecha inextirpable, es el reconocimiento oficial que se otorga al amor entre el hombre y la mujer; caso menor, que aún pervive pero que parece tiende a desaparecer, es el uso de fórmulas corteses -entre las que se encuentra, por ejemplo, que el hombre ceda el asiento a una mujer.

30 Interesantes y amplios datos sobre la enfermedad de amor se encuentran en el artículo de Vigier arriba citado; en K. Whinnom ("Introducci6n crítica", 13-15); en el clásico estudio de J. Livingstone Lowes, ("The Lovers", 491-546), y en otros que no he podido consultar (por ejemplo, el de Bruno Nardi, "L'amore e i medici medievali", Studi in onore di Angelo Monteverdi. M6dena: 1959, 517-542). El Sumario de Medicina de Francisco L6pez Villalobos ha sido editado por María Teresa Herrera (Salamanca: Instituto de Historia de la Medicina Espaíiola, 1973).

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Para finalizar sólo quiero decir que, como en cualquier tiempo, en la Edad Media se pusieron en relación -en la práctica y en la literatura­los dos códigos antagónicos. Los resultados de esta difícil situación fueron favorables a veces, y terribles otras tantas. En las ficciones literarias, los libros de caballerías muestran, en algunas oportunidades, una feliz asociación: se resta la carga subversiva existente en las conceptualizaciones corteses al adecuar el amor (y la libertad) con el uso oficial, pues los personajes se casan secretamente. Hay otras ficciones, como las sentimentales, en que la relación de los dos códigos resulta simplemente trágica. Para los personajes amantes, en cuanto que no contraen matri­monio alguno, hay finalmente tristeza, frustración o muerte. Los escritores sentimentales muestran que, para el mundo oficial, el por ellos alabado amor posee un carácter atentatorio y disgregante, y que por lo mismo, conduce al hombre a su destrucción. Se obtiene, pues, una paradoja: el glorificado amor, que esfuerza y supera, que es tan positivo, a la vez es negativo. Entonces, pues, no hay solución posible. Ahora bien, el hecho indudable que muestran es que hay seres humanos que aman, de lo que resulta un mensaje desolador: están destinados a la tragedia. Quizá podría haber un mensaje implícito en el género, pero involuntario e igualmente paradójico: seguir la norma moralmente sancionada por la Iglesia y por el Estado -en donde ni se elige ni se es libre ni se ama, aunque hay tranquilidad. Pero ¿qué sucede con los individuos efectivamente virtuosos, y que por serlo tendrán que amar? He aquí una de las contradicciones de las muchas que ha de haber sufrido aquel individuo medieval que aceptó escindirse entre la valoración oficial y aquella otra que aparecía como alternativa: la del amor cortés.

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