las islas de juno. ¿hitos de la navegación fenicia en el atlántico en época arcaica?

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VOLUME FIFTEEN, NUMBERS ONE & TWO: 2001 The Ancient History Bulletin Zeitschrift für Alte Geschichte/Revue d'histoire ancienne Rivista di storia antica/Revista de historia antigua Edited by Pierre Briant + Waidemar Heckel + Konrad H. Kinzl Susan Treggiari + Lawrence Tritie In this issue: Sherylee Bassett, 'The Enigma of Clearchus the Spartan' Roger Blockley, 'Ammianus and Cicero on Truth in Historiography' Kal Brodersen, 'The "Urban Myth" of Euboean Cyme' A. José'Delgado Delgado, 'Las islas de Juno' David Woods, 'Amandus: Rustic Rebel or Pirate Prince?' Gordon Shrimpton, 'New Thoughts on the origin and development of ancient historical writing' Elizabeth Carney, 'The Trouble with Philip Arrhidaeus' James Moscovich, 'Liguria: The Context of Cassius Dio fr. 25' ISSN 0835-3 638

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VOLUME FIFTEEN, NUMBERS ONE & TWO: 2001

The Ancient History Bulletin

Zeitschrift für Alte Geschichte/Revue d'histoire ancienne

Rivista di storia antica/Revista de historia antigua

Edited by Pierre Briant + Waidemar Heckel + Konrad H. Kinzl

Susan Treggiari + Lawrence Tritie

In this issue:

Sherylee Bassett, 'The Enigma of Clearchus the Spartan'

Roger Blockley, 'Ammianus and Cicero on Truth in Historiography'

Kal Brodersen, 'The "Urban Myth" of Euboean Cyme'

A. José'Delgado Delgado, 'Las islas de Juno'

David Woods, 'Amandus: Rustic Rebel or Pirate Prince?'

Gordon Shrimpton, 'New Thoughts on the origin and development of ancient historical writing'

Elizabeth Carney, 'The Trouble with Philip Arrhidaeus'

James Moscovich, 'Liguria: The Context of Cassius Dio fr. 25'

ISSN 0835-3 638

LAS ISLAS DE JUNO: ¿HITOS DE LA NAVEGACIÓN FENICIA EN EL ATLÁNTICO EN ÉPOCA ARCAICA?'

os intereses históricos de los pueblos colonizadores de la cuenca mediterránea en la costa atlántica africana estuvieron fundamentalmente centrados al norte de la posición de la colonia romana de Sala, en la desembocadura del Bou Regreg, en

las inmediaciones del limes romano. Las huellas arqueológicas, epigráficas y literarias de la presencia fenicia, púnica y romana así lo demuestran con total claridad 2. No obstante, la costa que se extendía inmediatamente al sur de esa posición y su entorno insular más próximo no fueron del todo desconocidos para esos pueblos. La existencia de un conoci-miento sobre dichas latitudes está probado con absoluta certeza por unos pocos enclaves, por otros sólo puede ser supuesto o intuido a través de indicios muchas veces indirectos3. El punto de partida y núcleo del estudio que se desarrolla en las páginas que siguen es precisamente la investigación de uno de esos indicios, de una pista cuyo rastro me ha llevado hasta los fenicios de la Cádiz de época arcaica y sus empresas marítimas en el Atlántico africano.

Entre las noticias geográficas que Plinio el Viejo ofrece sobre la costa atlántica africana en su enciclopédica obra se encuentra una referida a la existencia de unas insulae Fortunatae4. Su información sobre ellas depende, como reconoce expresamente, de Sebosus y luba. Según el texto de Plinio parece que Seboso distinguía dos grupos de islas;

1 Una versión de este trabajo se presentó como conferencia en el mes de marzo del año 1997 en la Universidad de La Laguna. Tanto aquélla como este texto constituyen algunos de los resultados de la investigación que se llevó a cabo en el marco del Proyecto de Investigación de la DGICYT titulado "Agua y Religión" (P1393-0570).

2 Arqueología: R. Rebuffat, "Vestiges antiques sur la cóte occidentale de l'Afrique au sud de Rabat", AntAfr 8 (194), 25ss. (recoge la bibliografía fundamental); Epigrafía: L. Galand, J. Février, G. Vadja, Inscriptions antiques du Maroc. 1, Paris (1966); J. Gascou, Inscriptions antiques du Maroc. II. Inscriptions latines, Paris (1982). Literatura: J. Desanges, Pune l'Ancien. Histoire Naturelle. Livre V, 1-46, Paris (1980); id., Toujours Afrique apportefait nouveau. Scripta minora, Paris (1999).

3 Relación comentada de los vestigios antiguos al sur de Rabat en R. Rebuffat (op. cit., n. 2). 4 Nat. VI, 202-205 (sigo la edición de C. Mayhoff, C. Plini Secundi. Naturalis Historiae. Libri 1-VI,

Stuttgart (Teubner 1906; reimpr. 1967)). [Como regla general téngase en cuenta que los autores latinos se citan según C. Cantueso et ahí, Diccionario latino. Fase. o, Madrid (1984); los griegos según F. Rodríguez Adrados (dir), Diccionario griego-español. Vol. III, Madrid (1991)].

"(202) Sunt qui ultra eas Fortunatas putent esse quasdam que alias, quo in numero idem Sebosus etiam spatia conplexus Iunoniam abesse a Gadibus DCCL (milla) p. tradit, ab ea tantundem ad ocasum versus Pluuialiam Caprariamque; in Pluvialia non esse aquam nisi ex imbri. Ab iis CCL (mihia) Fortunatas contra laevam Mauretaniae in VIII horam solis; vocari Invallem a conuexitate et Planasíam a specie, Inuahlis circuitu CCC (muía) p.; arborum ibi proceritatem ad CXL pedes adulescere. (203) luba de Fortunatis ita inquisiuit: sub meridiem quoque positas esse prope occasum, a Purpurariis DCXXV (milia) p., sic ut CCL (milia) supra occasum nauigetur, dein per CCCLXXV (milia) ortus petatur. Primarn uocari Ombrion, nulhis aedfidorum uestigiis; habere in montibus sta gnum, arbores similes ferulae, ex quibus aqua exprimatur; e nigris amara, ex candídioribus potui iucunda. (204) Alteram insulam Iunoniam appellari; in ea aediculam esse tantum lapide exstructam. Ab ea in uicino eodem nomine minorem, deinde Caprariarn, lacertis grandibus refertam. In conspectu earum esse Ninguariam, quae hoc nomen acceperit a perpetua nive, nebulosam. (205) Proximam ej Canariam vocari a multitudine canum ingentis magnitudinis -ex quibus perducti sunt Iubae duo-; apparere ibi vestigia aedjflciorum. Cum omnes autem copia pomorum et auium omnis generis abundent, hanc et palmetis caryotas ferentibus ac nuce pinea abundare; esse copiam et mellis, papyrum quoque et siluros in amnibus gigni. Infestan eas beluis, quae expellantur adsidue, putrescenti bus".

Al-lB 15.1 (2001) 29-43.

30 JOSÉ k DELGADO DELGADO

en el primero se encontraban lunonia, Pluvialia y Capraria, y en el segundo Invallis y Planasia (Nat. VI, 202-203) 5. Juba, por su parte, y siempre siguiendo el relato pliniano, incluía entre las Fortunatae las siguientes islas (las cito en el orden en el que se enumeran): Ombrion, Iunonia, Iunonia (minor), Capraria, Ninguaria y Canaria (Nat. VI,203-205).

Los nombres de las islas, tal como aparecen en el texto de Plinio, responden o se relacionan, generalmente, con alguna de sus características físicas, climáticas o incluso de su fauna: Pluvialia, "non esse aquarn nisi ex imbri", Invallis, ua convexitate'Ç Planasia, "a specie", Capraria, "lacertis grandibus refertam", Ninguaria, "quae hoc nomen acceperit a perpetua nive, nebulosam", Canaria "a multitudine canum ingentis magnitudinis". La notable excepción la constituyen las "Islas de Juno", es decir, las islas que en el pasaje de Plinio reciben el nombre de Iunonia8. Su excepcionalidad proviene del hecho de que se trata de un topónimo teóforo. Los topónimos de esta índole no son demasiado frecuentes en la geografía antigua, aunque hay un ámbito en el que aparecen especialmente documentados: en puntos concretos de las costas e islas. Muchos de estos topónimos se encuentran en puertos, cabos, golfos, promontorios, montes y otros accidentes geográficos que jalonaban las costas y rutas marítimas del Mediterráneo, apareciendo frecuentemente asociados a aras, altares, templetes o templos 9 .

Las características y funciones de los promontorios vinculados a construcciones sacras fueron exploradas por E. Ch. Semplebo hace ya más de 70 años, en un artículo de gran interés (aunque no exhaustivo) y que todavía hoy es el único que ha tratado mono-gráficamente este tema. Sus conclusiones proporcionan valiosas pistas para entender la

5 Cf. M. Martínez Hernández, "Estacio Seboso", en Gran Enciclopedia Canaria VI, La Laguna-Las Palmas de Gran Canaria (1998), 1437 (el profesor Martínez ha tenido la amabilidad de indicarme las referencias de éste y algunos otros trabajos suyos que se citan aquí).

6 Los problemas que presentan las etimologías de estas islas han sido bien estudiados por M. Martínez Hernández, "La onomástica de las Islas Canarias de la Antigüedad a nuestros días", en X Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, vol. III, 228-278 (reimp. en Las Islas Canarias de la Antigüedad al Renacimiento. Nuevos aspectos, La Laguna, 1996, 79-153); id.., "Capraria", en Gran Enciclopedia Canaria. IV, La Laguna-Las Palmas de Gran Canaria (1996), 82o-821.El nombre de Canaria tal vez pudiera tener alguna relación con los canarii que Plinio (Nat. y, i) sitúa en las proximidades del río Ger: "Decumis se eo pervenisse castris et ultra ad fluvium, qui Ger vocatur... Qui proximos inhabitent saltus, refertos elephantorumferarumque et serpentium omni genere, Canarios appellarí, quippe victum eius animalis promiscuum iis esse et dividuaferarum viscera". Ed. de J. Desanges (op. cit., rl. 2, 1980),cofl comentario en p. 140, n.7 y también en Catalogue des tribus africaines de l'Antiquité Classique a lbuest du Nil, Dakar (1962), 212. Ver igualmente los datos que aporta M. Martínez Hernández, "Canaria", en Gran Enciclopedia Canaria. III, La Laguna-Las Palmas de Gran Canaria (1995), 755-756 y "Canarii", ¡bid., 783-784. Sobre el topónimo insular Capraria ver las importantes y novedosas consideraciones de A. Tejera Gaspar, "Qué es la insula Capraria de Plinio?", Faventia (2001), en prensa (agradezco al profesor Tejera que me haya permitido leer su manuscrito, aún inédito en el momento de redactar estas páginas).

7 Cf. M. Martínez Hernández, "Islas míticas", en F. Diez de Velasco, M. Martínez, A. Tejera (eds.), Realidad y Mito (Semana Canaria sobre el Mundo Antiguo), Madrid (1997), 34, que incluye las islas en una categoría dentro del grupo que denomina "islas míticas".

8 Frente a las variantes textuales que presentan los nombres de otras islas, que pueden hacer dudar sobre la lectura correcta, la tradición manuscrita es unánime en cuanto al nombre de lunonia. Ver el aparato crítico de la edición de C. Mayhoff (op. cit., n. 4).

9 La tesis de B. Loewe, Griechische theophore Ortsnamen, Tübingen (1936), es suficientemente ilustrativa al respecto.

10 "The Templed Promontories of the Ancient Mediterranean", The Geographi cal Review 17 (19271 352- 86.

LAS ISLAS DE JUNO 31

naturaleza de las "Islas de Juno". Semple constató la existencia de 175 de estos puntos a lo largo de buena parte de las costas del Mediterráneo, desde la Península del Sinaí en oriente hasta la Península Ibérica en occidente. Descubría esta autora dos principios básicos que regían su distribución: a) jalonan las principales rutas comerciales del Mediterráneo y b) aparecen (aislados o en grupos) en las proximidades de puertos. El primer principio se explica por la importancia de estos promontorios como puntos de referencia para los navegantes y el segundo por su función de señalizadores de los puntos de partida y llegada de los viajes por mar, indicando a los marineros que ya se encontraban en aguas familiares.

Daba cuenta también Semple de la variedad de formas que presentaban las construcciones sacras de esos promontorios, desde simples altares o imágenes de madera de la divinidad en un entorno natural (bosques o grutas), hasta imponentes templos dóricos. Explicaba también que las divinidades que presidían estos lugares fueron muy diversas, aunque de una forma u otra se vinculaban al mar y a las empresas marinas: Apolo, Atenea, Hermes, Hera (o Juno), Posidón, o dioses de origen semita como Baal, Melkart o Astarté. Apreciaba también una sucesión o superposición de diferentes dioses en ciertos promontorios, consecuencia de prácticas coloniales, empresas militares u otras formas de control de territorio".

Las formas de culto (de gran interés para mi estudio) que se desarrollaban en (o ante) estos lugares, no consideradas en el trabajo de Semple, fueron objeto de una minuciosa investigación en un capítulo del fundamental estudio de D. Wachsmuth sobre las prácticas cultuales en los viajes por mar durante la Antigüedadl 2. Ante esos promontorios y otros "lugares sacros" ("heilige Plátze') que jalonaban las costas e islas mediterráneas era precep-tivo el cumplimiento de unas prácticas rituales que Wachsmuth denomina genéricamente "Zwischenopfer", pues tenían lugar durante el viaje, situándose temporalmente por tanto entre los ritos de partida y los de arribada. Reconoce el autor alemán tres formas rituales principales: la salutatio (en el sentido de veneran, esto es, dar pruebas de respeto y rendir culto al dios del lugar), el nauticus sonus (o himno propiciatorio) y la libatio (ofrenda habitualmente de vino que se vertía por la bordal3).

El avistamiento de estos puntos religiosos, como ha señalado recientemente F. J. Fernández Nieto l4 , proporcionaba a los marinos la confianza de atravesar aguas ya reconocidas, aunque ello evidentemente no aseguraba la facilidad de la navegación. Tales emplazamientos debieron estar registrados en los periplos que los marinos utilizaban para guiarse en sus navegaciones (en su función de cartas de marear), lo que sin duda facilitaría mucho su localización.

En mi opinión, las Islas de Juno del relato pliniano presentan los rasgos fundamentales que caracterizan los "lugares sacros" que se acaban de describir y, por tanto, creo que podrían considerarse e interpretarse como tales. A continuación trataré de justificar esta hipótesis.

11 En el mismo sentido, B. Loewe (op. cit., n. 9), 32s., 42s. y passim, quien apunta que algunos topónimos teóforos griegos se superponen a los de divinidades de otros ámbitos culturales, como el semita.

12 Untersuchung zu den antiken Sakralhandlungen be¡ Seereisen, Berlin (1967). El capítulo en cuestión se desarrolla entre las pp. 394-423. Se trata, sin duda, de la obra más importante consagrada a este tema.

13 Práctica que explica los hallazgos anfóricos encontrados en las proximidades de cabos, bahías o entradas de puertos, pues a menudo se arrojaban al agua los recipientes utilizados para la ceremonia: D. Wachsmuth (op. cit., n. 12), 409s.; para la libatio ver también las pp. 116ss.

14 "Griegos y colonización griega en la Península Ibérica", en F. Chaves Tristán (eda.), Griegos en Occidente, Sevilla (1992),129-145 (en 137ss.).

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En primer lugar, se ha de considerar el propio nombre de las islas (es decir, su carácter de topónimo teóforo), la situación de éstas, próximas a la costa, y sobre todo la valiosa indicación de Seboso: "Iunoniam abesse a Gadibus DCCL (mfha) p." (Plin., Nat. VI,202). Estas tres circunstancias aseguran la condición de referente geográfico del topónimo insular, especialmente el dato de Seboso. No deja de ser interesante, además, que sea precisamente Iunonia la isla utilizada como punto de referencia en relación con Gades.

En segundo lugar, se dice expresamente en el texto de Plinio (Nat. VI,204) que en una de las islas que reciben el nombre de Iunonia "aediculam esse tantum lapide exstructam", lo que puede traducirse como: a) "hay sólo una aedicula construida en piedra" b) "hay una aedicula construida sólo con piedra", o también como c) "hay una aedicula construida con una única piedra"15. Además de estas posibilidades, hay que considerar una interesante conjetura propuesta por Carl Müllerl 6 al pasaje: "aediculam esse in altum illepide exstructam' que se podría traducir como "hay una aedicula construida groseramente en lo alto". La conjetura de Müller desde luego se ajusta mucho mejor que las otras lecturas al esquema interpretativo que estoy esbozando, aunque en cualquier caso lo más importante es que el texto pliniano recoge una referencia clara a un espacio o lugar considerado sacro en la isla Iunonia. En este punto es conveniente precisar que no hay que ver necesariamente ese lugar sacro como una obra de los navegantes mediterráneos, éstos bien pudieron considerar como tal cualquier vestigio de construcción existente o incluso algún elemento natural de características singulares, como un montaña. Hay que recordar en este sentido la gran importancia de los santuarios naturales en la religiones de tradición semita, como la fenicia o púnica. La montaña, la gruta o el árbol pueden ser considerados sacros. El monte Hermon en oriente, o el Djebel Bou Qournen, el Djebel Dejelloud o Ras ed-Dar en el norte de África eran "lugares altos" de reconocido carácter sacro,". El propio término BMT, que se puede leer como bamath o bamoth, designa en la tradición semita el lugar alto, el santuario instalado sobre una cima' 9; se trataría, según R. Wei11 20 , "d'une pierre levée qui couronnait le point le plus haut de la colime, le haut-lieu sémitique dans sa forme la plus pure".

En tercer lugar, el conjunto de los datos del pasaje pliniano sobre las Fortunatae parece proceder en última instancia de una obra de carácter náutico, quizás de una "carta o

15 Sobre a) ver J. Alvarez Delgado, "Las Islas Afortunadas en Plinio", RevHist 69 (1945), 26-61 (en 34: en ella sólo hay un pequeño templo erigido en piedra") y M. L. Arribas Hernáez, Plinio el Viejo. Historia

Natural. Libros 111-VI, Madrid (BCG, 1998), ("...en ella hay solamente un templete construido con piedra"). Sobre b) cf. A. García y Bellido, Las islas atlánticas en el mundo antiguo, las Palmas de Gran Canaria (1967), 25 ("...en la cual se ve un templo pequeño construido en piedra"). Sobre c) ver V. Bejarano, Hispania Antigua según Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Claudio Tolomeo, Barcelona (19871 136 ("...y en ella hay un templecillo construido únicamente con una sola piedra").

16 Claudii Ptolemaei Geographia. Liber quartus, Paris (1883), 754, en nota (C. Mayhoff (op. cit., n. 4) la recoge en el aparato crítico). La conjetura se fundamenta en Solino, 56, 16: "alteram insulam Iunoniam appellariferunt, in qua pauxilla aedes ignobiliter ad culmenfastigata" (ed. de Th. Mommsen, Teubner, 1895).

17 F. López Pardo, El empeño de Heracles (La exploración del Atlántico en la Antigüedad), Madrid (2000), 90 cree, sin embargo, en la existencia de un pequeño templo, lo que indica, según él, que "no se trata de un simple altar visitado irregularmente por los marineros, sino de un lugar de culto estable, en definitiva de un "lugar de memoria" mantenido por algún tipo de clero".

18 E. Lipinski, Dieux et déesses de l'universphénicien etpunique, Leuven (1995), 421Ss. 19 M. H. Fantar, Carthage. App roche d'une civilisation. Vol. 2, Tunez (1993), 294ss. 20 La Phénicie et l'Asie occidentale, Paris (1939), 71.

LAS ISLAS DE JUNO 33

manual de instrucción náutica "21 o de un "periplo"22. Algunos rasgos de la técnica compositiva utilizada en este último tipo de obras pueden reconocerse sin demasiadas dificultades en el pasaje pliniano23. Al respecto hay que indicar que la estructura descriptiva del "periplo" 24 está determinada esencialmente por la concepción unidimen-sional u "hodológica" del espacio, es decir, la descripción geográfica se realiza teniendo en cuenta únicamente una perspectiva espacial personal (la del navegante o viajero). Como consecuencia de ello la descripción tiene en cuenta una sola dimensión en el plano, lo que se opone frontalmente a la concepción cartográfica del espacio. De entre las características que se derivan de esta concepción básica y definen el sistema compositivo del periplo, pueden reconocerse en el texto de Plinio las siguientes: a) las indicaciones sobre la localización de las islas no responden a principios cartográficos, sino a los propios de la práctica marinera habitual 25; b) la islas se describen en una dirección única, siguiendo quizás el orden de su visualización2 6; c) las referencias a las relaciones entre las islas se marcan mediante expresiones como "muy cerca de (ab ea in vicino)", "a la vista de (in conspectu earum)", "próxima a (proximam ei)"; d) hay indicación de posibles puntos de partida de la navegación ("Iunoniam abesse a Gadibus DCCL (muja) p.'. Quedaría ahora por determinar la adscripción de las "Islas de Juno", en su condición de

21 Con este término se hace referencia a la literatura náutica más antigua, de carácter exclusivamente práctico y sin finalidad propiamente científica. Se trataría de guías de viaje para los marinos en sus navegaciones, en las que lo fundamental era el registro de todos aquellos datos que pudieran ser útiles para tal fin (accidentes geográficos costeros, medidas de distancia, etc.). De estas obras no ha quedado ningún testimonio directo, y su naturaleza ha de ser deducida de obras afines y, en cierto sentido, herederas de esa tradición, como son los periplos (en la más amplia acepción de este término). Sobre estas cuestiones ver A. Paretti 'II peripli arcaici e Scilace di Carianda", en F. Prontera (ed.), Geografia e geografi nel mondo antico. Guida storica e critica, Roma-Bar¡ (1990), 71-114 (en 95ss.); F. J. González Ponce, Avieno y el periplo, Ecija (1995), 31SS.

Sobre el periplo antiguo en general (su naturaleza y características), la bibliografía fundamental es la siguiente: F. Gisinger, «Periplus", RE XIX,i. (1937), 841-850; R. Güngerich, Die Küstenbeschreibung in der griechischen Literatur, Münster (1950); P. Janni, La mappa e ji periplo. Cartografia antica e spazio odologico, Roma (1984); A. Paretti (op. cit., n. 21); F. Prontera, "Períploi: sulla tradizione della geografía nautica presso i greci", en L'uomo e ji mare nella civ iltá occidentale: da Uiisse a Cristoforo Colombo, Genova (1992), 26-44. Una síntesis clara y reciente sobre el género periplográfico en la literatura griega (con definición y delimitación del género) la ofrece F. J. González Ponce (op. cit., n. 21), 39ss. Sobre el corpus periplográfico entre las época arcaica y helenística ver dos trabajos del mismo autor: "El corpus periplográfico griego y sus integrantes más antiguos: épocas arcaica y clásica", en A. Pérez Jiménez y G. Cruz Andreotti (eds.), Los límites de la Tierra: el espacio geográfico en las culturas mediterráneas, Madrid (1998), 41-75 y "Utilidad práctica, ciencia y literatura en la periplografía griega de época helenística", ¡bid., 147-175.

23Teniendo en cuenta, naturalmente, que las noticias originales han sufrido un largo proceso de transmisión hasta llegar al autor latino, con las consiguientes contaminaciones e interpolaciones (en las que quizás estén implicados el propio Plinio y sus fuentes inmediatas) . Ello explicaría, por ejemplo, lo confuso de los datos sobre la ubicación de las islas (ver más adelante) o el extravagante pasaje final (Plin., Nat. VI,205. Pf- Mela III, 96-97 y FGrH 275 F38a-b).

24 P. Janni (op. cit., n. 22), 79ss.; A. Paretti (op. cit., n. 21), g6ss.; F. J. González Ponce (op. cit., n. 21), 495S.

25 "...ab ea (lunonia) tantundem ad ocassum versus Pluvialiam ... Fortunatas contra laevam Mauretaniae in VIII horam solis... (Fortuna tae) sub meridiem quoque positas esse prope occasum, a Purpurariis DCXXV (muja) p., sic ut CCL (muja) supra occasum navigetur, dein per CCCLXXV (milia) ortuspetatur" (Plin., Nat. V1,202-203).

26Vé el orden seguido en la descripción de las islas según Juba (Plin., Nat. VI,203-205).

34 JOSÉ A DELGADO DELGADO

"lugares sacros", a una cultura concreta. Dada la localización atlántica de esas islas y la muy probable antigüedad de la fuentes últimas del pasaje pliniano (en todo caso anteriores a Juba, como se verá más adelante), hay que pensar en el mundo semita. En este punto hay que hacer constar que al igual que griegos y latinos, fenicios y púnicos conocieron la tradición de "lugares sacros" costeros asociados a la navegación 27. Que en el texto de Plinio dichos lugares aparezcan bajo la advocación de Juno, diosa de nombre romano, puede significar únicamente que la divinidad originaria sufrió una suplantación, a través de lo que se conoce como "interpretatio", por la que el autor del texto, un latino, consideraba su equivalente. Quizás ya dicha suplantación fue promovida por el propio Juba, fuente inmediata de Plinio, que escribió su obra en griego y pudo haber conocido las islas con el nombre de "islas de Hera" (cf. Ptol. W,6,14). En cualquier caso esta práctica está perfectamente atestiguada en muchos puertos del extremo Occidente, donde la presencia de dioses griegos o latinos se explica como una adaptación a la religiosidad grecolatina de divinidades semitas pree xistentes28.

Hablar de mundo semita es, no obstante, una adscripción un tanto vaga; ante esta situación se impone una vuelta al pasaje de Plinio, cuyas fuentes quizás aporten pistas para una identificación más precisa.

Plinio obtuvo la información sobre las Fortunatae de Sebosus y Iuba, como se refiere expresamente en dicho pasaje. Sobre el primero poco es lo que se puede decir con cierta seguridad, pues sólo hay cuatro citas sobre él y su obra (las cuatro del mismo Plinio,Nat. VI, 183; VI, 200-201; VI, 202 y IX, 46). Cicerón menciona en dos de sus cartas a Ático (34,2 = 11,14,2 y 35,3 = 11,15,3) a un tal Seboso, aunque su relación con el que aquí nos ocupa es todavía un problema no resuelto 29; ante esta situación, la cronología más segura es la que sitúa al personaje entre el s. 1 a.e. y el reinado de Nerón°. Según se deduce de los

27 C. Grottanelli, "Santuari e diyinita delle colonie d'Occidente", en La religione fenicia. Matrici oriental¡ e sviluppi occidental¡, Roma (1981), 109-133 (en 112ss.), que recoge, entre otros, el interesantísimo santuario de la Grotta Regina, en el Monte Gallo (próximo al puerto de Palermo), en cuyas paredes hay inscripciones votivas púnicas y representaciones de naves. Igualmente señala que los grandes santuarios costeros de la colonias de Occidente dedicados a Melkart y Astarté estaban vinculados esencialmente a la expansión marítima fenicia en ese ámbito. Cf. M. Salinas de Frías, "El Hieron Akroterion y la geografía religiosa del extremo occidente según Estrabón", en Actas del 1 Congreso Peninsular de Historia Antigua (1988), vol. II, 135-147; G. Cruz Andreotti, "Herodoto y Gades", Baetica 13 (1991), 157-166; id. "La visión de Gades en Estrabón. Elaboración de un paradigma geográfico", DHA 20 (1994), 57-85 (agradezco al profesor Andreotti el haberme facilitado el acceso a estos dos trabajos suyos y a los de F. Prontera (op. cit., n. 22) y F. J. González Ponce (op. cit., n. 21).

28D. Wachamuth (op. cit., n. 12), 262; C. Grotanelli (op. cit., n. 27), 12055.; S. Ribichini, Poenus advena. Gli dei fenici e l'interpretazione classica, Roma (1985); F. J. Fernández Nieto (op. cit., n. 14), 140, y las consideraciones al respecto de E. Ch. Semple y B. Loewe revisadas más arriba.

29La identificación es admitida con posibilidad por Curt Müller, Studien zur Geschichte der Erdkunde im Altertum. I. Die Kunde des Altertums von den Canarischen Inseln. II. Statius Sebosus (diss.), Breslau (1902), 31ss., W. Kroll, "Statius Sebosus", RE III, A,2 (1929), 2223, F. Lasserre, 'Sebosus Statius", KlPauly 5 (1975), 59 y recientemente defendida por M. Martínez Hernández (op. cit., n. 5); contra: A. Klotz, "Statius Sebosus", RE II, A,i (1921), 966-968. En una inscripción procedente de Thignica (Africa Proconsularis), fechada hacia comienzos del s. II d.e., aparece un L. Statius Sebosus: L(ucius) Sta tius Seb/osus Saturno / v(otum) s(olvit) l(ibens) a(nimo) (CIL VIII, 15139); este dato ha sido utilizado por V. A. Sirago, "11 contributo di Giuba II alla conoscenza dell'Africa", en L'Africa romana 11 (1996), 303-317 (en 311, fl.52) para proponer un posible origen africano del cognomen Sebosus y por tanto de la fuente de Plinio.

30 Tomando como base Plin., Nat. VI,183, donde se precisa que su obra es posterior a la de Artemidoro (de Efeso, floruit hacia el 104-101 a.e.: ver J. A. Delgado Delgado, "De Posidonio a Floro: las insulae Fortunatae de Sertorio", Revista de Historia Canaria 177 (1993), 66, n.25) y anterior al reinado de Nerón;

LAS ISLAS DE JUNO 35

fragmentos conservados debió escribir alguna obra geográfica (.con intereses paradoxo-gráficos?) sobre Libia y la India, quizás de carácter compilatorio 3l.

Muy diferente es el caso de luba, el rey Juba II de Mauritania, sobre el que hay un aceptable volumen de documentación arqueológica, epigráfica, literaria y numismática 32. Educado en Roma e instalado posteriormente (en el 25 a.e.) en el trono de Mauritania por Augusto, de quien era amigo y fiel aliado, fue ante todo un hombre de letras. Dejó una abundante obra escrita, conservada actualmente de manera muy fragmentaria33, que le proporcionó una gran fama como erudito (FGrH 275 T 2a,10,12a-c).

El pasaje de las Forwnatae (FGrH 275 F 44) debió pertenecer a su obra Sobre Libia, compuesta a comienzos del siglo 1 d.e. (FGrH 275, p.131), quizás hacia el 6 d.e.34 Los fragmentos que de ella han quedado (FGrH 275 F 38-39, 42-44, 47-56, 57-58?, 61?, 70), revelan el interés de Juba por cuestiones geográficas, botánicas y zoológicas, así como también por los tradiciones míticas relacionados con Libia. En este aspecto su cultura derivaba en gran medida de lecturas e investigación erudita más que de su propia autopsia35, e incluso cuando se trataba de noticias sobre su propio reino el recurso a la documentación literaria era frecuente: según Amiano Marcelino3 6, Juba había conocido a través de los libri Punici que las fuentes del Nilo se encontraban en Mauritania, en un monte próximo al océano.

Siendo esta la forma habitual de trabajo de Juba, es altamente probable que la información del pasaje que nos ocupa fuera precisamente fruto de esas lecturas y no consecuencia de su propio reconocimiento. En el propio pasaje hay, además, datos de gran relevancia que apoyan esta hipótesis: en primer lugar, Plinio no atribuye el descubrimiento de las Fortunatae a Juba, como hace con otras islas de Mauritania (Nat. VI,202) y, en segundo lugar, el sentido del texto pliniano (en consecuencia con lo anterior) atribuye a Juba un papel de intermediario, de transmisor, en la noticia sobre esas islas, y no de fuente primaria y directa sobre ellas. Ante estas evidencias hay que desechar la

cf. Curt MüIIer (op. cit., n. 29), 40, 11.2 y F. Lasserre (op. cit., n. 29). Naturalmente aquellos autores que abogan por una identificación de Seboso con el amigo de Cicerón hablan de una cronología anterior a la era: M. Martínez Hernández (op. cit., n. 5); cf. A. Klotz (op. cit., n. 29).

3'La variedad y distancias entre los ámbitos geográficos tratados (Libia-India) en mi opinión apuntan más hacia un trabajo de biblioteca, compilatorio (Curt Müller (op. cit., n. 29), 31ss. y esp. 42), que a una experiencia autóptica, producto de algún viaje del autor (M. Martínez Hernández (op. cit., n. 5)).

32 F. Jacoby, "Juba II", RE IX,2 (1916), 2384-2395; S. GseII, Histoire ancienne de l'Afrique du Nord. VIII Paris (1928), 206ss.; J. Mazard, Corpus nummorum Nurnidiae Mauretaniae que, Paris (1955), 71ss., 125ss.; P. Romanelli, Storia delle province romane dell'Africcz, Roma (1959), 156ss.; J. Desanges, "Les territoires gétules de Juba II", REA 66 (1964), 33 -47; L. Petersen, "Juba", PIR 2 IV.3 (1966), no 651; M. Coltelloni-Trannoy, Le royaume de Mauretanie sous Juba II et Ptolémée (25 av.J.-C. - 40 ap. J.-C.), Paris (1997), passim. Para los fragmentos de su obra ver FGrH 275.

33 F. Jacoby (op. cit., n. 32), 2388ss. reconoce 9 títulos seguros y al menos 52 libros, aunque sólo se conservan 104 fragmentos: FGrH 275.

34 N. Berti, «Scrittori greci e latín¡ de Lib ykd: la conoscenza dell'Africa settentrionale dal Val 1 secolo a. en Geografia e storiografia nel mondo classico, Milano (1988), 145-165 (en 161).

35F. Jacoby (op. cit., n. 32), 2388ss. ; FGrH 275, p.317ss. (comentario); N. Berti (op. cit., n. 341161 . 36 XX11,15,8 = FGrH 275 F 38b: "rex autern luba, Punicorurn confisus textu librorum, a monte quodam

oriri eum exponit, qui situs in Mauretania despectat oceanum ... "; ver también Plin., Nat. V, 51 = FGrH 275 F 38a y Sol. 32,2.

37 Quiero decir con esto que Juba no debió ser la fuente original de la noticia sobre las Fortuna tae, únicamente el autor por medio del cual la conoció Plinio. En este aspecto no es de poco interés la expresión que utiliza Plinio (Nat. VJ,203) al referirse a la información aportada por Juba, "luba de Fortunatis ita

36 JOSÉ A DELGADO DELGADO

atribución al rey mauritano del periplo atlántico del que, como ya argumenté más arriba, parecen proceder los datos sobre las islas3 8 .

Quedaría ahora por determinar las fuentes de Juba para este pasaje. Asumiendo todas las dificultades que presenta esta labor39, y reconociendo que toda propuesta en este sentido será siempre más o menos hipotética, creo que es posible profundizar algo en ella. Aunque Juba conocía muy bien la tradición literaria grecolatina y buena parte de su bagaje intelectual y cultural procedía de ella, no hay que olvidar que fue un rey mauritano, y en ese sentido heredero también de una cultura más propiamente africana, donde la tradición literaria semita, especialmente la púnica, debía tener un papel destacado. En realidad es muy probable que ésta última haya tenido cierto peso en su trabajo Sobre Libia, y de hecho la única referencia sobre sus fuentes que ha quedado en los fragmentos de esta obra habla de unos libri Punici. Dejando a un lado los grandes problemas históricos que plantean dichos libros, cabe entender, utilizando una noticia de Plinio40, que se trata de una referencia genérica a los libros de las bibliotecas de Cartago, donados por el senado romano a los régulos africanos aliados después de la destrucción de la ciudad en el 146 a.e.. Gracias a SalUStio4l se sabe que al menos una parte de ellos estaba en

inquisivit... " donde el empleo del verbo inquiro ha de entenderse en el sentido de 'informarse", "indagar", "averiguar", "investigar" a través de algún tipo de fuente. Ver Thesaurus Linguae Latinae, VII, 1, s.v. «inquiro".

38 Y en este punto discrepo completamente de la corriente de opinión mayoritaria en la investigación, convertida ya en communis opinio, que ha querido ver en el pasaje una expedición organizada por el rey africano a las islas. Esta idea, que se encuentra ya en los primeros historiadores de Canarias (por ej. J. de Viera y Clavijo Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, Madrid (1772-1783; ed. de A. Cioranescu, vol. 1, Santa Cruz de Tenerife, 1982), 253-255), tiene una larga lista de defensores en época moderna; entre ellos cabe citar (sólo a título de ejemplo): Curt Müller (op. cit., n. 29), 8ss.; S. Gsell (op. cit., n. 32), 256ss., J. Álvarez Delgado (op. cit., n. 15), passim; P. Schmitt, 'Connaissance des ¡les Canaries dans l'Antiquité", Latomus 27 (1968), 364-39 1 (en 366ss.); J. Ma. Blázquez Martínez, 'Las Islas Canarias en la Antigüedad", Anuario de Estudios Atlánticos 23 (1977), 35-50 (en 46ss.); G. Amiotti, "Le Isole Fortunate: mito, utopia, realtá geografica", en Geografia e storiografia nel mondo classico, Milán (1988), 166-177 (en 176); E. Gozalbes Cravioto, 'Sobre la ubicación de las Islas de los Afortunados en la Antigüedad clásica", Anuario de Estudios Atlánticos 35 (1989), 17-43 (en 425.); P. T. Keyser, "From Myth to Map: The Blessed Isles in the First Century B.C.", AncW 24,2 (131 149-167 (en 161); V. A. Sirago (op. cit., n. 29), 310SS. Pero cf. M. Martínez Hernández, Canarias en la mitología. Historia mítica del Archipiélago, Santa Cruz de Tenerife (1992), 78s., que cuestiona seriamente la realidad de la exploración.

39 Una clara exposición del problema en F. Jacoby (op. cit., n. 32), 2388ss. y FGrH 275 (comentario). 40 Nat. XVIII,22: "Igitur de cultura agri praecipere principale fuit etiam apud exteros, siquidem et

regesfecere, Hiero, Philometor, Attalus, Archelaus, et duces, Xenophon et Poenus etiam Mago, cui quidem tantum honorem senatus noster ha bu it Carthagine capta, ut, cum regulis Africae bibliothecas donaret...".

4' Iug. XVII, : "Sed qui mortales initio Africam habuerint, quique postea adcesserint, aut quomodo inter se permixti sint, quamquam ab ea fama quae pleros que obtinet diuorsurn est, tamen uti ex libris Punicis, qui regis Hiempsalis dicebantur, interpretatum nobis est, ... " (ed. de A. Ernout, Les Belles Lettres, 1989). La última frase plantea problemas de interpretación, pues no está suficientemente claro si quiere decir que los libros "pertenecían" a Iempsal, es decir, si "eran de su propiedad", o que 'se atribuían" a ese rey, en el sentido de haber sido escritos por él; por otra parte tampoco se puede determinar con seguridad la identidad del rey, pues podría ser tanto Iempsal 1 (hijo de Micipsa y nieto de Masinisa) como Iempsal II (hijo de Gauda y abuelo de Juba). Respecto al primer interrogante creo que la solución más satisfactoria desde el punto de vista histórico (y más acorde con la noticia de Plinio) es la de entender que los libros 'pertenecían" a Iempsal. Una presentación amplia de esta discusión en: V.J. Matthews, "The libri Punici of King Hiempsal", AJPh 93 (1972), 330-335; N. Berti (op. cit., n. 34), 156ss.; V. Krings, "Les libri Punici de Safluste", en L'Africa romana: atti del VII Convengno di studio, Sassari 15-17 dicembre 1989, Vol. 1, Sassari (1990), 109-117; M. H. Fantar (op. cit., n. 19), 153sS.; S. Lancel, Cartago, Barcelona (1994, ed. or. 1992),

LAS ISLAS DE JUNO 37

posesión de los antepasados del propio rey Juba, lo que hace pensar que debieron pasar a su biblioteca.

La pista de los libri Punici nos ha llevado hasta Cartago, la "ciudad tentacular", como la ha definido recientemente S. Lancel4 2. El calificativo alude a la extensión progresiva del control y (o) la influencia de la ciudad por el Mediterráneo central y occidental. A partir del siglo VI, pero sobre todo del siglo y a.e., se constata una presencia púnica sistemática en buena parte de la franja costera del Magreb, que incluyó también el Marruecos atlántico, como prueba una abundante documentación. Desde Tánger, por el norte, hasta el cabo Cantín, por el sur, se atestigua de una forma u otra la presencia púnica, que en ciertos lugares se superpone a la fenicia. Cartago sustentaba esta política "imperialista" funda-mentalmente en el control del mar, tanto con sus naves de guerra como con su flota mercante43. La ciudad necesitaba, pues, controlar las rutas marítimas del Mediterráneo occidental y también las atlánticas, por lo que sin duda se preocupó desde fechas muy tempranas de recoger y conservar toda la información posible sobre esos derroteros 44 . Buena parte de esta información se debió plasmar en forma de "manuales de instrucción náutica" o "periplos", imprescindibles para la navegación. Es altamente probable, por tanto, que entre la documentación conservada en las llamadas "bibliotecas" de Cartago se encon-trasen también "periplos" atlánticos, por lo que cabe la posibilidad que existiesen referen-cias a los mismos en los libri Punici conocidos por Juba.

Este razonamiento implica la adscripción del topónimo teóforo Iunonia al ámbito cartaginés45; se impone, por tanto, una revisión del panteón de Cartago. El propio Plinio, en el pasaje donde cita el "periplo de Hannón", explica que el caudillo cartaginés depositó como ofrenda en el templo de Juno de Cartago las pieles de dos Górgades 46. ¿Cuál es la divinidad púnica que corresponde a la que Plinio considera como Juno?. Antes de intentar argumentar la respuesta, conviene indicar que los antiguos no dispusieron nunca de un código preciso para establecer las equivalencias entre divinidades de distintos panteones, por lo que no es raro que una misma divinidad semita, por ejemplo, fuera asimilada a distintas divinidades griegas o latinas (en lo que influye también el carácter multi-funcional de las divinidades). A pesar de ello, en este caso hay pruebas suficientes (especialmente de carácter epigráfico) para creer que Tanit es la Juno del templo de Cartago que cita Plinio. Tanit (Tnt, Tynt o Tmt en fenicio-púnico), o más exactamente Tnt

324SS. 42 0p Cit. (n. 41), 835s. 43 Sobre la presencia de Cartago en el norte de África, aparte del citado trabajo de S. Lancel, ver también

M. H. Fantar (op. cit., n. 19), 7ss.. Sigue siendo todavía útil S. Gsell, Histoire ancienne de l'Afrique du Nord. II, Paris (1918), 93SS.

44 Cf. F. J. Fernández Nieto (op. cit., n. 141 138 . 45 Cf. Curt Müller (op. cit., n. 29), 21s. y B. Loewe (op. cit., n. 9), 32s. F. López Pardo, en Testimona

Hispaniae Antiqua II B. La Península Ibérica prerromana de Éforo a Eustacio, Madrid (1999), 502S., se almea en esta posición.

45 Nat. Vl,200: «...Hanno Poenorum imperator...duarum Gorgadum cutes argumenti et miraculi gratia in Iunonis templo posuit ... ". Es irrelevante para el propósito de esta discusión la naturaleza o el carácter de tal periplo, por lo que no se tratará aquí este asunto. En cualquier caso, debo decir que estoy cada vez más convencido de que este documento es un mero ejercicio literario de época helenística (y no el testimonio real de una empresa colonizadora cartaginesa), como defendió hace ya más de cuarenta años G. Germairi en un memorable artículo ('Qu'est-ce que le Périple d'Hannon? Document, amplification littéraire ou faux intégral?", Hespéris 44 205-248). Muy interesante también es la perspectiva de análisis antropológico que introduce Ch. Jacob, Géographie et ethnographie en Gréce ancienne, Paris (1991), 76ss.

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pn B'l, fue una diosa preeminente en el panteón cartaginés, aunque su culto no se atestigua en la ciudad antes de fines del siglo y a.e. 8. El origen de esta divinidad habría que buscarlo en el oriente fenicio, donde el teónimo se documenta ya en la primera mitad del siglo VIII a.e. 49. Su carácter complejo se manifiesta a través de la multiplicidad de sus funciones y atribuciones, que concernían a la tierra, el cielo, el mar, los hombres y la naturaleza: era, en este sentido, una divinidad ctonia, urania y, sin duda, también marina5°.

Desde una época muy antigua, probablemente desde el siglo y a.e., Tanit fue conocida y asimilada por los griegos a Hera, quizás por su función de diosas vinculadas a los cultos de fecundidad mediterráneos, mientras que en la Cartago romana fue identificada como (dea) Caelestis o Iuno Caelestis'. La antigüedad de la interpretatio romana se confirma a través del famoso episodio de la refundación de Cartago por Cayo Graco en el año 123 a.e.: a la nueva ciudad se le dio el significativo nombre de "Colonia Junonia Cartago" (PIut., C.Grac., u).

El culto de la Tanit, a pesar de su enorme desarrollo en Cartago, conoció una difusión muy limitada en el resto del África púnica, al menos esa es la impresión obtenida por el silencio de las fuentes. Los testimonios explícitos se concentran en unas pocas ciudades relativamente próximas a Cartago, como Susa (Hadrumetum) o Thinissut, y otras pocas en torno a Constantina (Cirta), ya en Argelia52. Al oeste de Constantina, no se ha localizado hasta el presente ningún indicio explícito de su culto. Esta situación me obliga a revisar la teoría que proponía sobre la relación entre la Tanit de Cartago y el teónimo Iunonia del texto de Plinio. Dada la distribución de los lugares de culto de la diosa, sería muy difícil explicar su presencia en el ámbito insular atlántico.

Quisiera ahora llamar la atención sobre unos documentos que pueden tener importancia para replantear la cuestión que estoy tratando. Se trata de los graffiti fenicios grabados sobre objetos cerámicos hallados en Mogador, una factoría estacional en el atlántico53. Los graffiti, fechados en el siglo VII a.e. y principios del siglo siguiente54, son

47 Este es el epíteto habitual en las inscripciones púnicas, especialmente las de Cartago. No se ha determinado con seguridad su sentido preciso, aunque debía hacer alusión, al menos inicialmente, al papel de Tanit en el culto de Baal. Ver E. Lipinski (op. cit., n. 18), 2005. y M. C. Marín Ceballos, "Los dioses de la Cartago púnica", en De Oriente a Occidente: los dioses fenicios en las colonias occidentales, Eivissa (1999), 73.

8 E. Lipinski (op. cit., n. 18), 202S. 49 E. Lipinski (op. cit., n. 18), 199ss.. Este autor incluye a Tanit entre los dioses de Sarepta. 50 M. H. Fantar (op. cit., n. 19), 251ss.; E. Lipinski (op. cit., n. 18), 205s.

51 G. Ch. Picard, Les religions de l'Afrique antique, Paris (1954), io8ss.; M. Benabou, La résistance africaine á la roinanisation, Paris (1976), 365ss.; G. H. Halsberghe, "Le culte de Dea Caelestis", ANRW II, 17.4 (1984), 2203-2223 (en 2203ss.); J. B. Rives, Religion and Authority in Roinan Carthage from Augustus to Constantine, Oxford (1995), 65ss.

52 M. H. Fantar (op. cit., n. 19), 261; E. Lipinski (op. cit., n. 18), 203. 53 Se trata de la actual Essaouira, Marruecos. Aunque se ha discutido mucho sobre el carácter de este

enclave, la vieja hipótesis de A. Jodin, Mogador. Comptoir phénicien du Maroc atlantique, Rabat (1966), 52 de que se trataba de una factoría estacional parece cada vez más reafirmada por los estudios de los materiales del yacimiento: F. López Pardo, "Mogador, "factoría extrema" y la cuestión del comercio fenicio en la costa atlántica africana", en Afrique du Nord antique et médiévale, Paris (1992), 277-297; id., "Los enclaves fenicios en el África noroccidental: del modelo de las escalas náuticas al de colonización con implicaciones productivas", Gerión 14 (1996), 251-288 (en 262).

54 M. G. Amadas¡ Guzzo, "Notes sur les graffitis phéniciens de Mogador", en Lixus (Actes du colloque), Paris-Roma (1992), 155-173 (en 170 y passim), en base a un análisis paleográfico. Estas fechas se

LAS ISLAS DE JUNO 39

textos epigráficos muy simples, muchos de los cuales reproducen nombres personales, y se interpretan como "marcas de propiedad" destinadas a identificar los objetos de uso personal55. Un buen número de nombres personales son teóforos, lo que los convierte en un tipo de documentación privilegiada para el estudio del panteón y la religión fenicios, especialmente por su alta datación. Uno de estos antropónimos, quizás dos, está compuesto con el nombre de Tanit. Se trata del no 51 del corpus de J. Février: BRTN o BDTN, que en opinión del autor podría ser el nombre propio "BDTN' ("servidor de Tanit")56; M. G. Amadas¡ Guzzo lo transcribe como "?]BDTN[T1 157. El no 53 del mismo corpus, BNTNT, es muy dudoso. Ya P. Xella advirtió la importancia histórica de aquel testimonio (n° 51), al que consideraba el más antiguo conocido de la diosa Tanit, que le sugería también un origen fenicio de su portador, quizás del entorno cultural sidonio 58 .

La determinación del ámbito al que se vincula Mogador y sus comerciantes es, pues, una cuestión imprescindible para valorar en toda su dimensión el documento que acabo de presentar. Aunque este es un tema que aún se debate, la publicación paulatina de los materiales procedentes de asentamientos fenicios de la Península Ibérica ha ido consolidando progresivamente la idea de una vinculación de Mogador con el sur peninsular, y muy especialmente con el entorno de Gadir. La comparación de los materiales del yacimiento del Castillo de Doña Blanca, en la bahía de Cádiz, con los de la factoría atlántica (cuya homogeneidad indica una procedencia unitaria), permite observar una afinidad tal que hace suponer que Mogador dependió del entorno de la Cádiz fenicia, aunque aún no se sepa con certeza cómo se organizó tal dependencia (con una posible participación de Lix'us) 59 .

Esta "factoría extrema", a 1000 kms. de Gadir, era naturalmente un punto de especial relevancia en la navegación atlántica, y su posición debía estar bien identificada, tanto real como simbólicamente, en los derroteros de los marinos fenicios. En este contexto se explica sin esfuerzo la naturaleza del pilar cuadrangular de algo menos de un metro y medio de altura que hay en el islote. Se trata del único elemento de piedra de todo el yacimiento, y su carácter religioso es, en mi opinión, indudable 60 . Inmediatamente se

corresponden bien con las dataciones del resto del material arqueológico: A. Jodin (op. cit., n. 53), passirn; F. López Pardo (op. cit., n. 53, 1992), passim. La conjunción de ambas cronologías permite situar con bastante seguridad la fecha de ocupación fenicia (estacional) de Mogador entre la primera mitad del siglo VII y mediados del siglo VI a.e.

55 F. López Pardo (op. cit., n. 53, 1992), 285s. 56 El mismo antropónimo ('bd-Tnt) se encuentra en una estela de Atenas fechada en torno al 400 a.e.:

CISI, 116 = KA153. 57 J. Février (op. cit., n. 2), 113; M. G. Amadas¡ Guzzo (op. cit., n. 54, 172 . 58 "La religion phénico-punique au Maroc. Les apports de l'épigraphie", en Lixus (Actes du colloque),

Paris-Roma (1992), 137-143 (en 143). E. Lipinski (op. cit., n. 18), 201 recoge una inscripción de Tiro, fechada en el siglo VIII a.e., en la que ya aparece el teónimo Tanit. Sin embargo ya el siguiente testimonio más antiguo de esta diosa es de comienzos del siglo VI a.e. (en Sarepta): E. Lipinski (op. cit., n. 18), 201, lo que significa que hay que considerar el antropónimo de Mogador como el segundo testimonio más antiguo de esta diosa.

50 D. Ruiz Mata, "Las cerámicas fenicias del Castillo de Doña Blanca", en Los fenicios en la Península Ibérica. Vol. 1, Sabadell (1986), 241-260; F. López Pardo (op. cit., n. 53, 1992), 287ss.; id. (op. cit., n. 53, 1996), 262; id. (op. cit., n. 17), 46ss.; D. Ruiz Mata y C. J. Pérez, El poblado fenicio del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María -Cádiz-), El Puerto de Santa María (1995), passim; J. Millán León, Gades y las navegaciones oceánicas en la Antigüedad (i000 a.C.- 500 d.C.), Écija (1998), 8oss.

60 A. Jodin (op. cit, n. 53.152 hablaba ya de su carácter cultual; en el mismo sentido F. López Pardo (op. cit., n. 53, 1992), 280s. y 296. Cf. S. Moscati, "Las estatuas", en Los fenicios, Barcelona (1988), 284-291 (en

40 JOSÉ A. DELGADO DELGADO

reconoce en las características de este emplazamiento las condiciones fundamentales que definen los "lugares sacros" de la más pura tradición semita 6'.

La probable adscripción de Mogador a Gadir convierte al antropónimo "servidor de Tanit" en un documento de fundamental relevancia en el estudio de la religión de la ciudad fenicia. Si el portador de tal nombre era un fenicio originario del entorno gaditano, circunstancia concebible 62, estaríamos no sólo ante el documento más antiguo que atestigua el culto a Tanit en la ciudad, sino además ante el único fechable en época prerromana. La antigüedad del culto de la diosa en Gadir sería confirmada definitivamente, y ello serviría para desechar (o al menos cuestionar seriamente) la teoría muy extendida de que "la asociación de la isla gaditana al culto de Tanit puede ser tomada como una prueba bastante directa de que la influencia de Cartago sobre Gadir fue muy fuerte "63.

El resto de las noticias que vinculan a Cádiz con el culto de Tanit son ya de época romana, y su importancia fue puesta de relieve por el propio A. García y Bellido 64, que ya intuía que debían tener un origen muy antiguo. Se trata de cuatro topónimos localizados por los autores clásicos en el ámbito de Cádiz: 1. 'Tipa; vfiaov iccd epóv) (Str. 111,5,3; 111,5,5); 2. Iunonis ara templumque (Mel.,III4); 3. Iunonis proinunturium (Mel. 11,96; Plin. Nat. 111,7; Ptol. Geog. 11,4,5); 4. insula Iunonis (vocatur ab indigenis) (Plin. Nat. W,120).

Los cuatro topónimos se concentran entre la zona del Estrecho y la propia Cádiz, atestiguando así una especial vinculación de la región con el culto de Hera-Juno, las diosas grecolatinas que se asimilaron a la Tanit de la tradición fenicia. La disposición de los topónimos, todos en puntos estratégicos de la costa, evidencia una relación directa con la navegación y la ruta que desde el estrecho llevaba hasta Cádiz; se trata, sin duda, de "referentes religiosos", de "lugares sacros".

De los cuatro topónimos, el último es especialmente significativo. Plinio recoge la noticia de que una de las islas que conformaron la antigua Cádiz era conocida con el nombre de Isla de Juno por los indígenas. Esto quiere decir que el nombre más antiguo de una de las islas gaditanas era el de Isla de Juno, es decir, isla de Tanit.

El culto de Tanit fue una herencia que Gadir debió recibir de su metrópolis fundadora, Tiro65, a la que pronto releyó en las actividades comerciales del extremo occidente. Desde

284 y 288). 61 Ptolomeo (IV,6,14) reconoce una isla de Hera en la costa atlántica africana, al norte de las "islas de los

Bienaventurados", las Fortunatae del texto pliniano. Dada la localización y condición de "lugar sacro" de Mogador, resulta atractiva una posible identificación. Cf. Curt Müller (op. cit., n. 29), 23.

62 No se puede desechar completamente la posibilidad de que se tratara de un individuo venido del oriente fenicio, como sugiere P. Xella (op. cit., n. 58), 143, aunque esto parece mucho menos probable, pues sería muy difícilmente explicable su presencia en Mogador. Hay que recordar que los graffiti deben ser marcas de propiedad de objetos personales (ver más arriba), de lo que se deduce que sus propietarios retornaban al islote al menos con cierta regularidad. Si ello es así, hay que suponer que tales individuos vivieron en la propia ciudad fenicia o su entorno, y fueron posiblemente originarios de la región. En este sentido, M. G. Amadas¡ Guzzo (op. cit., n. 54), 173 reconoce en los graffiti del islote algunos nombres que parecen no ser fenicios, y quizás habría que pensar en indígenas de la zona de Gadir.

63 M. Bendala Galán, "Cádiz: la ciudad antigua", en Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar. Vol. 1, Madrid (1988155-70 (en 6o).

64 "El culto a Dea Caelestis en la Península Ibérica", BRAH 140 (1957), 451-485 (en 476ss.) y Les religions orientales dans la Péninsule Ibérique, Leiden ( 1 967), 148s.

65 Recuérdese que la más antigua testificación conocida del teónimo Tanit procede de Tiro (ver más arriba).

LAS ISLAS DE JUNO 41

fechas muy antiguas, el asentamiento fenicio de Cádiz se erigió en el puerto más importante del extremo Occidente, a través del cual se canalizaba buena parte de la navegación por el Atlántico; tanto los datos conservados en las fuentes literarias, como los testimonios arqueológicos (como demuestra el ejemplo de Mogador) son unánimes en este aspecto. Esta constatación hace pensar que la ciudad dispuso de un centro de información y documentación donde se centralizasen los datos relativos a los principales derroteros atlánticos, tal y como ya se vio para el caso de Cartago. En mi opinión, es probable que el Herakleion gaditano67, el famoso templo de Herakles-Melkart, cumpliese también esa misión; en Cartago, por ejemplo, hay indicios que apuntan a una estrecha conexión entre los templos y las bibliotecas.

El curso de la investigación me ha llevado, a través de un particular periplo, hasta la Cádiz fenicia, enclave que reúne, como acabo de exponer, una serie de características que en mi opinión la convierten en el punto de referencia para interpretar y entender las "Islas de Juno" del texto de Plinio 69 .

La Cádiz antigua hubo de ser, en primer lugar, el centro del que en última instancia dependió la información de Plinio sobre las Fortunatae. Al hablar de la fuente inmediata del autor latino, Juba, proponía como una posibilidad que hubiese consultado los libri Punici; dicha posibilidad aún puede mantenerse, si se tiene en cuenta los contactos que hubo entre Cartago y Cádiz, sobre todo a partir del s. y a.e. y especialmente durante la época de dominio púnico del sur de la Península Ibérica°. Sin embargo cabe también otra alternativa: Juba pudo recoger la información literaria sobre las Fortunatae en la propia Gades, con la que estaba muy vinculado, pues fue magistrado y quizás patrono de ella. La "isla de Juno", o mejor, "la isla de Tanit", como se reconocía a sí misma la ciudad gaditana, era un referente al mismo tiempo real y simbólico: marcaba el punto de partida de la navegación atlántica, pero también el de un espacio situado bajo la protección de Tanit, de tal manera que proporcionaba a los marinos la sensación de seguridad al adentrarse en un mar considerado tradicionalmente lleno de misterio y peligro 72. Aún así, las inmensidades oceánicas que se extendían a partir de la ciudad fenicia seguían siendo objeto de preocupación para los navegantes, por lo que hubo que idear medios para su control, tanto a nivel práctico como ideológico. La literatura náutica ("manual de instrucción náutica" o "periplo"), se convirtió en el instrumento que a nivel práctico cumplía esa misión;

J. Millán León (op. cit., n. 59), 68ss., 135ss. y paSSim. 67 Sobre el templo: A. García y Bellido, «Hercules Gaditanus", AEA 36 (1963), 70-153; R. Olmos, "El

Hércules gaditano en la geografía mítica del Extremo Occidente", en Veróff Joachim Jungius-Ges. Wiss. Hamburg 87(1998), 517-529.

M. H. Fantar (op. cit., n. 19), 153ss. Téngase en cuenta, como paralelo, el más que probable papel de "centro de información" que desempefló el santuario de Apolo en Delfos en la colonización griega arcaica (1. Maikin, Religion and Colonisation in Ancient Greece, Leiden (1987), 175s.).

69Como ya intuyó Curt Müller (op. cit., n. 29), 21s. 70 C. González Wagner, Fenicios y cartagineses en la Península Ibérica, Madrid (1983); P: Barceló,

Karthago und die Iberische Halbinsel uon der Barkiden, Bonn (1988); J. Millán León (op. cit., n. 59), 109sS, 179S5.

71 J. Mangas, "Juba II de Mauritania, magistrado y patrono de ciudades hispanas", en Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar. Vol. 1, Madrid (1988), 731-740.

72 Sobre esta concepción del "Mar Exterior" (el que se extendía más allá de las Columnas de Hércules): Pi., O.,III,43ss. y N.,III,20s.s.; E.,Hipp.,741ss.. (textos, traducción y comentario en Testimonia Hispaniae Antiqua II A. La Península Ibérica en los autores griegos: de Homero a Platán, Madrid (1998), 172SS.). Además, P. Fabre Les grecs et la connaissance de l'Occident, Lille (1981), 217ss.

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marcaba la ruta que se debía seguir desde el inicio del trayecto hasta su límite extremo. Dicho límite se constituyó en un punto tan simbólico como el punto de partida, porque permitía así acotar un espacio concreto y, de esta manera, lo hacía controlable. Los mari-neros fenicios dieron a este punto extremo de su navegación el nombre de "islas de Tanit", que se convirtieron así en un referente real e ideológico, como lo era también Gadir.

La navegación fenicia hasta ese límite extremo debió ser extremadamente puntual y consecuencia de una actividad exploratoria ocasional, circunscrita probablemente a la segunda de las tres fases que reconoce F. López Pardo en el proceso de implantación fenicia en el África noroccidental73. Esta segunda fase se caracteriza "por una implantación colonial amplia pero que no pretende una sustancial ocupación de la costa, sino instalarse en aquellos lugares que permiten un acceso directo y rápido a concentraciones indígenas importantes localizadas habitualmente en los grandes valles fluviales que pueden proveer materias primas de interés para los fenicios". Esta etapa se desarrolla aproximadamente desde mediados del siglo VIII hasta el siglo Vi a.e., y a ella pertenece la frecuentación estacional de Mogador.

Desde la factoría de Mogador (ella misma un punto extremo y quizás otra "isla de Tanit"), y por los mismos móviles económicos74 que los habían impulsado hasta allí, es probable que los fenicios realizaran algunos viajes exploratorios hacia el sur, pudiendo avistar y reconocer las Fortunatae del texto de Plinio, a las que cabría identificar con las Islas Canarias actuales5. Dado su excesiva lejanía y el escaso atractivo económico de las islas, teniendo en cuenta los objetivos fenicios de esta época, hay que suponer que pronto hubieron de ser descartadas como posibles enclaves comerciales 6. En cualquier caso, el

3 Op. cit. (n. 53, 1996), 275ss. Según este autor, la primera fase, la fase inicial, "se caracteriza por la implantación en el Extremo Occidente hasta mediados del siglo VIII a.C. de unos escasos pero grandes núcleos de habitación con clara vocación mercantil". La tercera fase "se iniciaría a partir del siglo VI a.C., cuando se constata la fundación de poblados especializados en la pesca y en la elaboración de salazones de pescado".

74 En el estado actual de la documentación sólo pueden ser tenidos en cuenta como tales el marfil, las pieles de animales, los huevos de avestruz y quizás el oro: F. López Pardo (op. cit., n. 53, 1992), 288SS.; cf. íd. (op. cit., n. 53, 1996), 275ss.

Se puede admitir razonablemente, en función de su localización, número y homonimia (en el caso de Canaria), que al menos algunas de las islas mencionadas en ese texto se corresponden con islas del archipiélago canario. En el mapa ia del magnífico Barrington Atlas of the Greek and Roman World (ed. por R. J. A. Talbert, Princeton-Oxford, 2000), cuya confección estuvo asesorada por J. Desanges y M. Euzennat, se identifican expresamente las Insulae Fortunatae con las Islas Canarias, asumiéndose en la obra, además, la equivalencia Ninguaria-Tenerife y, con dudas, Canaria-Gran Canaria. En general, sobre las Insulae Fortunatae y su relación con Canarias ver especialmente M. Martínez Hernández (op. cit., n. 38), 76ss.; id. (op. cit., n. 6, 1995); id., "Canarias. Antigüedad y Edad Media", en Gran Enciclopedia Canaria. III, La Laguna-Las Palmas de Gran Canaria (1995), 761-766; íd. (op. cit., n. 6, 1994), io8ss.; id., "Las Islas Afortunadas", en Los Símbolos de la Identidad Canaria, La Laguna (1997), 373-377; id., "Fortunatae Insulae", en Gran Enciclopedia Canaria. VI, La Laguna-Las Palmas de Gran Canaria (1998), 1544-1545. Además, J. A. Delgado Delgado (op. cit., n. 30), 71ss.

7 Quiero hacer constar claramente en este punto que hasta el presente no se ha descubierto (o al menos no se ha publicado, que yo sepa) en las Islas Canarias ni un solo artefacto que pueda adscribirse con seguridad (es decir, a través de criterios rigurosamente científicos) a la cultura material fenicia o a la púnica. Este precisión creo que es necesaria habida cuenta de la especulación y confusión que existe sobre este asunto. Buen ejemplo de ello es, entre otros, la reciente obra de J. Millán León (op. cit., n. 59), 82ss., donde se vierten unos muy desafortunados comentarios sobre la presencia de materiales feno-púnicos en Canarias (motivados en buena medida por su profundo desconocimiento de la realidad prehispánica de las islas y sus problemas).

LAS ISLAS DE JUNO 43

abandono de Mogador en la segunda mitad del siglo VI a.e., que coincide con el fin de un determinado modelo económico (la "segunda fase" en el esquema de López Pardo), supuso el fin de toda exploración y reconocimiento de la costa atlántica africana en dichas latitudes extremas77. Las "islas de Tanit", las "islas de Hera-Juno" de los grecolatinos, fueron olvidadas y su recuerdo reducido a las datos que de ellas quedaron registrados en la documentación conservada en Gadir (quizás también en Lixus y después en la Cartago púnica) y tal vez también a algunas vagas referencias en las tradiciones orales que pudieron circular en el entorno marinero de la ciudad.

JOSÉ A DELGADO DELGADO, UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

El islote conoció una segunda etapa de ocupación a partir de la época augústea. A este momento pertenece una villa, reformada hacia fines del siglo II, que fue habitada (o al menos visitada) probablemente hasta el siglo IV d.e. Al nivel romano corresponde gran cantidad de cerámica, monedas y una necrópolis situada al NE de la villa que parece corresponder a la fase final de ocupación de la misma. J. Desjacques, P. Koeberlé, "Mogador et les ¡les Purpuraires", Hespéris 42 (1955), 193-202 y A. Jodin, Les établissements du roi Juba II aux Des Purpuraires (Mogador), Tanger (1967) (cf. M. Euzennat, "Mogador", en R. Stillwell (ed.), The Princeton Encyclopedia of Classical Sites, Princeton (1976), 86) piensan que el asentamiento fue creado por Juba II como sede de una industria de púrpura, identificando por tanto Mogador con las Purpurariae insulae del rey mauritano. Se opone a tal identificación el hecho de que no han aparecido estructuras que puedan relacionarse con la fabricación de la púrpura, ni tampoco desechos animales en cantidades significativas. F. López Pardo (op. cit., n. 17) 92, propone relacionar esta reocupación de Mogador con «la intensa explotación del oro subsahariano que tiene lugar en estos momentos". En cualquier caso, y por todas las razones expuestas a lo largo de este trabajo, no creo que se pueda establecer ninguna vinculación entre esta segunda etapa de ocupación y las noticias transmitidas por Juba sobre las Fortunatae. Ello no impide creer en la posibilidad de navegaciones ocasionales desde este emplazamiento hacia latitudes más meridionales; es más, quizás algunas de las ánforas halladas en aguas de las Islas Canarias sean precisamente producto de tales viajes, tal vez como resultado de las prácticas rituales que eran preceptivas ante el avistamiento de lugares sacros, como ya se explicó. El carácter marginal de esos hallazgos, su presumible datación en época imperial avanzada (E. Serra Ráfols, "Ánfora antigua en Canarias", en IX Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza (1966), 373-377; L. D. Cuscoy, "Ánfora romana hallada en el litoral de Tenerife", El Día (31/X/1967), 6 y 8; A. García y Bellido, «Sobre las ánforas antiguas de Canarias", en Homenaje a E. Serra Ráfols. Vol. II, La Laguna (19701193-199; J. Ma. Blázquez (op. cit, n. 38.1 48ss.; A. Tejera Gaspar y R. González Antón, Las culturas aborígenes canarias, Santa Cruz de Tenerife (1987), 18; A. Tejera Gaspar y A. Chausa Sáez, "Les nouvelles inscriptions indigénes et les relations entre l'Afrique et les ¡les Canaries", en Buil. Archéo. du CTHS, nouv. sér., Afrique du Nord, 25 (1999), 69-74; cf. A. Chausa Sáez, "Los Lenguas Cortadas y la relación Canarias-África", en 1 Congreso Internacional Canario-Africano, Univ. La Laguna (1994), en prensa) y su dispersión son, al menos, buenos indicios en favor de esta hipótesis (y en todo caso contrarios a cualquier interpretación ligada al tráfico comercial o a otras prácticas económicas). Por mi parte, ya he abandonado la idea que expresaba en J. A. Delgado Delgado (op. cit., n. 30), 71ss. de la pesca como móvil de las posibles visitas de los marineros gaditanos a estas aguas. Me resulta ahora imposible justificar tal hipótesis teniendo en cuenta las riquezas pesqueras del Círculo del Estrecho y de la fachada atlántica africana más próxima. Estas consideraciones que aquí sólo puedo esbozar se desarrollarán por extenso en un próximo trabajo.