la presencia de los navarros en la crisis americana del antiguo régimen

17
Director coordinador:José Andrés-Gallego Director de Coiección: Mario Hernández Sánchez-Barba Diseño de cubierta: José CresPo JosÉ JUAN BOSCO AMORES JOSÉ MIGUEL ARAMBURU JOSE MARrATMIZCOZ ANDRES-GALLEGO (Coordinador) FRANCISCO MIRANDA JESÚS MARÍA USUNÁRIZ NAVARRA Y AME,RICA @ 1992,JoséAndrés-Gallego, José Miguel Aramburu'Jesús María Usunáriz' - .¡uo.r'Éor.o Amores, Franciico Miranda yJosé María lmizcoz @ '1992, Fundación MAPFRE América O 1992, Editorial MAPFRE, S' A' Paseo de Recoletos, 25 - 28004 Madrid ISBN:84-7100-600-6 Depósito legal:M. 27.284-1992 Cornpuesto por Composiciones RALI, S' A' Partiiularde Costa, 12-14 - Bilbao i;pt;; cn los talleres de Mateu Crotno Artes Gráficas' S' A' órir...r" de Pinto a Fuenlabrada, s/n, Km' 20'800 (Madrid) Impresoen España-Printed in Spain EDITORIAL IvtAPFtlE ,'\ '' !l ('-'l i: 4r: ,r T'\ n . ' b.i ,\ \., ,i!, É"!¡ f{ .t

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Director coordinador: José Andrés-Gallego

Director de Coiección: Mario Hernández Sánchez-Barba

Diseño de cubierta: José CresPo

JosÉ

JUAN BOSCO AMORESJOSÉ MIGUEL ARAMBURUJOSE MARrA TMIZCOZ

ANDRES-GALLEGO(Coordinador)

FRANCISCO MIRANDAJESÚS MARÍA USUNÁRIZ

NAVARRAY AME,RICA

@ 1992,JoséAndrés-Gallego, José Miguel Aramburu' Jesús María Usunáriz'-

.¡uo.r'Éor.o Amores, Franciico Miranda yJosé María lmizcoz

@ '1992,

Fundación MAPFRE América

O 1992, Editorial MAPFRE, S' A'

Paseo de Recoletos, 25 - 28004 Madrid

ISBN:84-7100-600-6Depósito legal: M. 27.284-1992Cornpuesto por Composiciones RALI, S' A'

Parti iular de Costa, 12-14 - Bilbao

i;pt;; cn los talleres de Mateu Crotno Artes Gráficas' S' A'

órir...r" de Pinto a Fuenlabrada, s/n, Km' 20'800 (Madrid)

Impreso en España-Printed in Spain

EDITORIAL

IvtAPFtlE

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INDICE

HisromR DE Es' lE LrBRo . . . . . . . . . . . il

I .

II.

Y f tl l l .

IV.

u.

VII.

VIII.

x.

PRh¡¡R.q t ant"E,

DE LA NAVARRA DE LOS AUSTRIASA LA HORA NAVARRA DEL XVI EN AMÉRICA

(/osé Migael Aramúuru y .lesús María {Jsunáriz)

N¡vann¡ EN Los ALBoRREs DE Ll\ Eonn MoosnNA ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ,

C¿us¡s y CIRCUNSTANCIAS DEL MovIMITNTO MIGR-AToRIo

Er c¿vlNo gRcla AuÉRtcA: LicENcIAs, coNDIcIoNEs, AcrrruDEs .....

Vol.uvniv 1,, pnrtpi l . r) | t , uMl(;rtAN,r 'r i : ortrcf iN, r ir)Ar), sr lx()

N¡vaRnos EN INDTAS: LA TMAGEN uB AuÉnrca y LA coNcrÉNcrA ÉT-N I C A . . . . . . . . . . . . .

L¡s ¡crr.¿ro¡ons: MINERoS, coMERctANTEs, FUNcroNARros y clÉnrcos

NorrcIRs, Nosl',\LcrAs y ALGUNCs pERsoNAJEs rLUsrREs

Acrituors ANTE LA vIDA y AcTITUDES ANTE LA MUERTE

L¡s ns\assas pn Ixpms

Fundación de capellanías, otras obras pías, fundaciones sociales ydonaciones artísticas

1 9

2 1

5 7

1 E

99

i l9

141

157

179

179195Remesas de dinero

í t .

Indrce

X. [¿s olrrcurr¡DEs EcoNóMrcAs EN AMERTcA. Y EL REToRNo

Indice

XI. H.acn ra HoRA NAvARRA

JEGUNDA PARTE

LOS NAVARROS Y AMÉRICA EN LOS SIGLOS XIX Y )C(

I. L¡ pp¡s¡NcIA DE Los NAVARRoS EN I¿' cRrsls AMERTcANA DEL ANTIGUo

nÉ,cnunx (Juan Bosco Amores)

El colapso del flujo migratorioLos navarros de América ante la independencia ...................

II. La purcn¡clóN NAVARRA ¡ Arr¡Ép¡ca EN EL srct-o xrx: LAs coNDrcro-NEs cENERALEs (Francisco Miranda)

FuentesLas causas del fenómeno migratorioEl destino de los emigrantes .............

Los religiosos navaros en América. Los hombres 473Las religiosas navarras en América. Una historia por hacer 493

EpÍroco: L¡, Hrsronr¡ coNuN(rR: DE ras cARTAs qun JonN u¡Npó oE Arr,rÉ-RICA A LA pp¡lr,r¡ Ros¡ y orRos coNrAcTos (osé María Imízcoz) ......... 497

APÉNDICES

BrsrrocRArf¡

Bibliografía sobre los siglos xvr-xvm .................. 510Bibliografia sobre los siglos xx y )o( ............. 516

235

249

265

265273

293

293295302

509

m.

Las reacciones antiemigratorias ............ 315

Los N¡vennos y AMÉRrcA: Morryos DE rDA, EFEcros or vuztrr- (oséMaría Imízcoz)

Una historia con personas; una historia de personas .. 321La voz de América. Por una historia oral de la emigración navarra 32ILa emigración a América. Qriénes, cuántos y cómo .. 323La emigración navarra en las estadísticas españolas ........................... 331Ir a América. Razones de un viaje 354Los "efectos de vueltau: los americanos en la sociedad navarra .....,. 379

L¡ vlp¡. DE Los NAVARRos BN AuÉnrcA: DEL pAsADo ¡r rn¡s¡Nrn l/oslMaría lznízcoz) ..............-..... 39g

Una cuestión previa: i.navarros en Américar? 400Los navarros en América Latina .......... 402La otra América. La vida de los navarros en el oeste americano ..,.. 429

UN.e st'{rcRAcróN panrlcur,¿R: MIsIoNERos NAVARRos nN AvÉruca. Sl-cl-os xx v n<. (osé María Imbcoz) 457

La tía Peru: una historia por hacer 457Procedencia y características de los religiosos navarros en Hispano-

américa 460Flujos misioneros navarros a América: cronología y cuantificación . 466

321

IV.

V.

I

LA PRESENCIA DE LOS NAVARROSEN LA cRISIs AMERICANA DEL ANTIGUo RÉcttttpw

Er col¡pso DEL FLUJo MIGRAToRIo

Al final del siglo xvm el sistema de poder español en América,

basado en el inmenso prestigio de la monarquía -acrecentado a lo lar-

go del siglo por la acción y el discurso del despotismo ilustrado-, el

,poyo incondicional de la Iglesia -especialmente tras la expulsión de

los jesuítas- y el control económico del Imperio, ejercido por los co-

merciantes peninsulares a través de los poderosos Consulados, patecia

más sólido que nunca.Las reformas políticas y administrativas llevadas a cabo en las dé-

cadas de 1770 y 1780 por el despotismo borbónico en América preten-

dían aumentar la eficacia administrativa del aparato de poder, con el

fin de recuperar el dominio efectivo sobre las colonias, para las que el

siglo xvu y primera mitad del xvlu había supuesto una larga etapa de

relativa autonomía.Esta política se implementó a base de poner al frente de los prin-

cipales ."igo, -de gobierno, judiciales o hacendísticos- a peninsulares

qrr. ,.tu"ton, de ordinario, imbuidos de los principios de autoridad y

jirarquía propios del absolutismo. La implantación de las Intendencias

en América, que se generalizí en la década de 1780, vino a ser el co-

lofon de esta política 1.

1 Sobre la política del despotismo borbónico en América la bibliografía es abun-

dantísima; puede ser útil consultar D. Ramos, "La Política americana de Carlos III y

Carlos IV, ántre l"s grandes tensiones de la épocan, e¡ Hütoria General de España 1 Amé-

lica, tomo XI-2, Madrid 1989, PP. 340.

266 Naaarra 1 América

Uno de los aspectos más relevantes de esta política consistió en

una reforma en profundidad de la legislación comercial, cuyo instru-

mento definitivo y más conocido es el Reglamento de Comercio Libre

de octubre de 1778. La gradual liberalización del tráfico trajo consigoun fuerte crecimiento de la producción, tanto en América como en la

península, y en el volumen del intercambio, que llegó a incrementarse

en un 400 0/o entre los años 1782-17962.De esta manera, se puede afirmar que nunca como en 1795 estu-

vo el poder español tan asentado en América... aparentemente- En la

realidad, el Imperio era un gigante con los pies de barro. Fue precisa-

mente esta política reformista de los gobiernos de Carlos III Ia que

propició un descontento creciente entre las élites criollas, al sentirse

discriminadas en el reparto de los cargos públicos. Efectivamente, estas

élites, que habían conseguido en el último siglo un cierto grado de au-

tonomía política y de control económico en sus propios ámbitos, vie-

ron cómo a partir de 1760 aproximadamente, eran postergadas a la

hora de ocupar puestos en las oficinas de la Real Hacienda, o en las

Audiencias, se recortaba su autonomía en los Ayuntamientos y se les

sometía a una presión fiscal cada vez mayor. Se entiende así que la

primera petición de los fepresentantes americanos en las Cortes de Cá-

diz se refiera precisamente a la necesidad de repartir por igual los car-

gos públicos entre los españoles peninsulares y los americanos. Aunque

las frecuentes revueltas de las tres últimas décadas del siglo no tienen

un claro signo criollo sino mestizo -a fin de cuentas, el poder de esta

élite dependía de su legitimación por parte de la monarquía y sus re-

presentantes-, el ambiente de protesta es generalizado y es precisamen-

te entonces cuando el concepto ds "patria" adquiere un sentido más

preciso en el imaginario criollo, mientras se ahondaban cada vez más

las diferencias entre españoles peninsulares y americanos.Precisamente cuando este clima de relaciones entre la metrópoli y

las colonias apunta signos de exasperación, se inicia el largo proceso

revolucionario que comienza en América con la independencia de los

EE.UU., continúa en Europa desde 1789 y se traslada de nuevo a

2 Cfr. J. Físher, Comercial relations betaeen Spain anrl the Spanish America in the Era

of Free Trade, 1778-1796, Liverpool 1985; J. Varela Marcos. nEl comercio libre americano

y sus repercusiones en España y Amé¡ica", en Historia Gen¿ral de España jt América, tomo

XI-2, Madrid, 1989, pp. 325-355.

La presencia de los naoarros en la crisis americana 267

América desde 180B, precisamente como consecuencia de Ia invasiónnapoleónica de la península lbérica. se puede decir que el inicio de ladecadencia del imperio español en América llegó justamente al finali-zar el periodo de su máximo esplendor, entre 17g0 y 1795, y coincidecon el inicio de las guerras revolucionarias en Europa. La errática po-lítica de Godoy condujo a España, después de la dirrota ante Franciaen la gue'a de la convención (1793-95)yla firma del Tratado de sanIldefonso, a la guerua contra Inglatera en L796. con este conflicto, queInglate'a aprovechó para resarcirse de su derrota en la guerra de la ln-dependencia norteamericana, y el que se desencad.t ó d. nuevo en1805, que supuso la pérdida de la flota en Trafalgar, se vinieron abajoen gran parte los logros de la política reformista de los Borbones. Lasconsecuencias de la derrota ante Inglate rra, el despotismo ministerialde Godoy, trasladado en parte a la administración indiana, y la debili-dad de la corte, agravarían aún más la tensión entre la metiópoli y lascolonias en la primera década del siglo xx. por ello, aunqu. .r Luyprobable que la pérdida definitiva del Imperio fuera una cónsecuenciadirecta de la invasión francesa de la peninsula 3, el desenlace hubierasido en todo caso cuestión de poco tiempo.

La situación bélica, casi permanente desde 1795, provocó el hun-dimiento del hasta entonces floreciente comercio hispanoamericano,aunque aún tuvo un breve periodo de esplendor tras Ia paz de Amiens,entre 1803 y 1805. Los buques españoles cayeron en manos de los bu-ques de guerra franceses e ingleses; los fletes se dispararon, haciendo aveces más rentable el envío de la plata en buques enemigos, que co-braban comisiones de hasta el z0 o/o; los seguros fueron lnritilei y losprecios y el volumen de las mercancías oscilaban según las circunstan-cias del giro.

A la progresiva disminución del tráfico comerciar, que afectabagravemente a toda la economía hispanoamericana, se unió la desespe-rada búsqueda de fondos por parte de la coron a para hacer frente a labancarrota del Estado causada por el continuo istado de guerra. Almenos desde i795, se hicieron habituales los préstamos más o menosforzosos, que recaían principalmente sobre la iglesia y los cuerpos del

: cfi: G. céspedes del castillo, América Hispánica, tomo v, d,e ra Historia de Es-paña dirigida por Tuñón de Lara, Madrid, 1985.

268 Naztarra I América

comercio, y se implementaron nuevos impuestos al consumo. La con-solidación de vales reales, decretada a finales del 1804 y trasladada aAmérica en 1806, se convirtió en una auténtica desamortización debienes eclesiásticos, al menos en Nueva España, y supuso un golpe es-pecialmente duro para la capacidad de financiación de los criollos-hacendados, rentistas, agricultores, muchos mineros y comerciantes alpor menor-, que con esa medida vieron impotentes cómo desaparecíala tradicional y más cómoda vía de financiación de sus actividades -lospréstamos que obtenían de las rentas eclesiásticas- y aumentaba enproporción su dependencia económica de los grandes comerciantes, ensu mayoría peninsulares. Como es lógico, estas medidas ahondaban lasdiferencias entre españoles y americanos.

Por otra parte, para evitar el desabastecimiento y dar salida a susproductos, tanto los americanos como los peninsulares se vieron abo-cados a comerciar con las naciones extranjeras. La Corona tuvo quepermitir el comercio con buques de naciones neutrales -sobre todonortemericanos- y acabó por generalizarse también con los de otrasnacionalidades, en especial ingleses. Al principio se estableció una durapugna entre los comerciantes peninsulares y los extranjeros; pero pron-to los primeros, quizá porque no les quedaba otra salida, constituyeronuna alianza subrepticia con los segundos actuando en realidad comosus factores o representantes. Esto es lo que ocurrió en buena partecon la compañía de Filipinas, heredera de la Guipuzcoana y represen-tante también de los intereses comerciales de la de los Cinco GremiosMayores de Madrid. En este reparto del mercado los que salieron per-diendo fueron aquellos criollos y españoles-americanos que habían ve-nido dominando las redes del comercio interior, o que pertenecían ala viejas oligarquías de México y Lima, y que controlaban una buenaparte de las redes del crédito. Las protestas de estos sectores ante lasautoridades de Madrid son frecuentísimas en estos años finales de lacolonia; pero la metrópoli no tiene ya fuerzas para reaccionar; por ello,muchos de estos comerciantes, hartos de comprobar que quien deberíahacerlo no vela por sus intereses, terminarán por pasarse al bandoindependentista a.

4 Cfr. M. del Carmen Parron Salas, Comercio marítitno 1 consalado de Lima en laépoca independentista, tesis doctoral inédita (Murcia, 1,990), passim.

La presencia de los naaarros en la crisis americana 269

Por otro lado, el llamado ocomercio de neutrales, aumentó, ine-vitablemente, la sensación de autonomía por parte de los americanos,que veían así cumplido un largo sueño: iomunicarse libremente conlos extranjeros eludiendo impuestos y trabas burocráticas impuesras porel_monopolio español. No podían concebir entonces que, a la larga,saldrían perdiendo: Io importante era liberarse difinitivamente de esapesada carga.

Pero sería falso quedarse con la impresión de que los comerciantesespañoles eran simples agentes del colonialismo metropolitano. Aun-que mantuvieron hasta el final nexos vitales con la península -familia-res o de paisanaje, en la mayor parte de los casos-, la mayoría de ellosse afincaron en América y buscaron la alianza con los hacendadoscriollos por vía matrimonial, como un medio de consolidar allí su po-sición social y económica. Esta alianza dio lugar a la formación, en lasúltimas décadas del xvur, de una auténtica oligarquía, a la vez penin-sular y criolla, de la que saldrían muchos de los principales autores dela independencia y los que constituyeron la clase política dominantede las repúblicas hispanoamericanas durante la mayor parte del sigloxx. En algunas de las nuevas repúblicas esta oligarquía tendrá un fuer-te componente de origen vasco-navarro.

-Nos coresponde ahora preguntarnos en qué medida y de qué for-ma las especiales circunstancias que caracterízan el final del imperioespañol, ya señaladas, incidieron tanto en el flujo migratorio de nava-rros al Nuevo Mundo como en la vida y fortuna de los que ya se en-contraban allí, y qué huella quedó de su presencia en tieiras america-nas, si €s que dejaron alguna. No es fácil responder a esas preguntas yaque todavía son escasos los estudios sobre ese periodo, sobre todo losque nos podrían servir de más ayuda como serían los de la historiasocial y económica s; no obstante, un repaso detenido de la bibliogra-fía y alguna breve incursión en las fuentes de archivo nos permitiiánhacerlo, al menos para establecer una pautas generales e ilusirarias conejemplos concretos.

En la segunda parte de esta obra se ha podido comprobar cómolos navarros llegaron a constituir uno de los grupos cuantitativa y cua-

.' L" ,mayor parte de los estudios de ese tipo sobre esta época corresponden a rahistoriografia anglosajona de los años 70 y 80, que se ha centáo en el páriodo 1760-1,825. Algunas de las aportaciones más significativas, como las de Brading, Lynch, Fisher,Hamnett, Socolow, etc., aparecen citadas en esta obra.

270 Naaarra u América

litativamente más importantes en la emigración peninsular al NuevoMundo durante el siglo xvlrr.

Según algunas estimaciones referidas al Valle del Baztán 6, amplia-mente confirmadas ahora para toda la merindad de Pamplona por losdatos que se aportan en el capítulo II de esta obra, durante la mayorparte del siglo xvlu se produce una salida constante de navarros que sedirigieron de forma mayoritaria a América. Pero esta tendencia se in-vierte precisamente desde finales de siglo. El descenso del flujo migra-torio comienza hacia 1790 y prácticamente se paraliza desde que seinician las guerras revolucionarias. Éstas van a dejar una grave secuela

. en Navarra que fue, lógicamente, una de las zonas peninsulares más/ cátigadas: una grave crisis demográfica motivada por el hambre, las

epidemias y las bajas en campaña; una disminución importante de lacabaña ganadera; la deforestación; la destrucción de las fererías; la in-terrupción del comercio interior y con el país vecino, etc., dejaron alReino exhausto en su potencial humano y económico. Acabado el ci-clo bélico y abierto de nuevo el tráfico atlántico, aquellas mismas se-cuelas propician un nuevo, aunque muy débil, impulso migratorio aAmérica, que se ve facilitado en estos años (1812-1819) por la vuelta auna normalidad relativa en casi todo el territorio americano tras la de-rrota de los primeros movimientos de independencia.

En cualquier caso, un brusco descenso del flujo migratorio es bienvisible en la documentación, antes incluso de que se inicie la guerracon Francia. En todo el año 1.790, por ejemplo, sólo encontramos Bcasos de navaffos que obtienen licencia de embarque para América; 3de ellos viajan como empleados del Estado y los otros 5 para dedicarseal comercio 7:

- Francisco Javier de Argáiz y Real, a Cuzco con el ernpleo de Vistade la Aduana;

-José de Manterola, a Caracas como Comisario de introducción denegros;

6 A. Arizcun Cela, Economía 1 sociedad en un ztalle pirenaico det Antigao Régimen,Baztán, 160G1841, Pamplona 1988, pp. 113-122.

7 Archivo Gene¡al de Indias (en adelante AGI) Contratación, legs. 5534 y 5535.L icenc ias de embarque de fechas : 1 .1 .1 ,790,27 . I1 f .1 .790, L9 . I1 .1 ,790, j ,6 . IV . l790,20.VfiL1790, y las dos últimas de 8.XI.1790.

La presencia de hs naaarros en Ia. crisis americarua 271

- Francisco Arnedo, a Filipinas de capitán de Dragones, llevando aDionisia Arraiza, soltera de 20 años de Olite, como criada;-Juan Bernardo Lanaín y Echenique, de Oyeregui y vecino de Cá_diz, que obtiene licencia para embarcar géneros extranjeros para LaGuayra por valor de 70.000 reales;

-Juan Bta. Berasueta, de Oyeregui (Bértiz_Arana), a México, a iacompañía de su tío Pedro José (par¿ que re ayude en su comercio,;-Juan Bta. Herea, de Mezquíriz, Ilamado también por un tío suyodel comercio de Lima; y

- Bartolomé zubid' de viscarret, ar comercio de su tío Iuan Fermínde Herrea en Arequipa.

En 7792, de 75 licencias de embarque encontradas sólo hallamos2 emigrantes vascos, concretamente guipuzcoanos, y ninguna de nava-qos; l^a inmensa mayoría son de catalanes 8. Entre los añoi 1796 y 1g00el tráfico marítimo se realiza con cierta reguraridad desde Améri ca a Iapenínsula, pero no al revés; los navíos ingleses hacen frecuentes presasentre los correos y los pocos buques mercantes españoles que se aven-turan a salir narmados en corso,; los pocos pasajeios que üajan en es-tos buques son siempre militares, algunos funcionario, u .rÁo, oo.o,comerciantes catalanes e. En 1802, de L24licencias de .Áb"rque regis-tradas sólo cuatro llevan apellidos vasco-navarros, que no indicamospor no tener datos sobre su origen 10. para los años siguientes, en con-creto el periodo que va de 1805 a 1833, la documenáción dlsponibleen el AGI sobre relaciones de pasajeros y cargamentos que cruzan elAtlántico en uno y otro sentido, se reduce significativa-.rrt. a un soloIegajo. Aún así, se encuentran algunos ."ro, á. navarros, al menos has_ta 1816, que salen para América, unos desde Cádiz y otros desdeSantanderl l :

-el 19.XI.1805 dos nava'os obtienen licencia para Guatemala:Jacin-to Domingo Repáraz, de Navarte, que va a la compañía del comer_ciante D. Juan Bta. Marticorena, y Juan José de Aycir:ena, de Ciga,a Ia de su tío D. Pedro (del que luego se hablará);

8 AGI Indiferente General, leg. 211,5.e lbidem, leg. 2169.to lbidem, leg. 2127.rt lbid¿m, leg. 2172.

t272 Naaarra jt América

- Lorenzo de Endara, soltero y natural de Vera, obtiene licencia el2.VL1807 para viajar a Veracruz acompañando como criado a D. Jo-sé Agustín de Arrangóiz, Comandante del Resguardo de este puerto;

- Antonio María de Apezteguía y Barbarena, soltero de pamplona, laobtiene el 10.XII.1807 para ir a la compañía de su tío Juan Carlosde Barbarena, del comercio de Nueva España;

-Juan Fermín de Asco, soltero y natural de Arizcun, obtiene en esamisma fecha una licencia para Yeracruz, al comercio de pedro Mi-guel de Echeverría;

-el 8.VII.1816 la obtienen José Joaquín Balaztena para yeracruz yMartín Alducín para Puebla;

-desde Santander salen para América en este año, 1816, cuatro ex-pediciones de emigrantes de las regiones del Cantábrico: el i9.I, el10.VI., el 24.YI y el 4.IX. Entre los viajeros se descubren apellidosnavarros: Juan Marín Goñi, Juan Martín de f.Jrdániz, Vicente deInda, Juan José Domingo de Iturralde, Ignacio Suescun, GerónimoIndart, Joaguín Miranda, Simón Ventura Irure, Domingo Lizaso,entre otros más dudosos.

Las pocas incursiones que se han hecho en las fuentes locales paraevaluar la emigración a América durante las primeras décadas del si-glo xx nos permiten añadir algunos datos a los anteriores; aunque muyescasos, vienen a confirmarnos que en estos años se produce una brus-ca interrupción en el proceso migratorio. concretamente, una investi-gación reciente sobre la base de los documentos notariales del valle delBaztán12, registra sólo B casos de posibles emigrantes para los primerosquince años del siglo; entre 1815 y lB32 aparecen 80, la inmensa ma-yoría con destino previsto a La Habana; entre lB33 y 1839, años de laprimera guerra carlista, sólo se registra una solicitud para emigrar, pre-cisamente para México; y a partir de 1840 comienza un nuevo flujomigratorio, de caracteristicas y circunstancias muy distintas al del pe-riodo colonial, que tiene por destino preferente Montevideo y el Ríode la Plata.

Un estudio sobre el valle de la Burunda nos ofiece otro ejemplosignificativo. A lo largo del siglo xvrrr se desarrolló en este valle unaburguesía de arrieros-comerciantes que hizo su fortuna con el transDor-

'2 c. Idoate lzquieta, Emigración nAaArrA d¿l vatte del Baztán a América en er si-glo xrx,Pamplona 1989.

La presencia de los nauarcos en la crisis americana 273

te del cereal alavés y las maderas de ra montaña hacia ra cosra vasca,aprovechando la privilegiada situación geográfica del vaile. Er éxito resllevó a algunos -los López de Goicoeclu"] lo, o"¿rt* y rJ, poru.r.,entre otros- a construir casas comerciares de .nuergadura, con sucur-sales en las. principales capitares de la península, en id; y en Amé-rica' además de ser accionistas de ras compañías Guipuzcoana, de rade Filipinas v la de los cinco Gremios de Madrii. ur,Jñ;; empren-dedor entró en una profunda crisis con morivo d, b pzr^iiración dercomercio provocada por la gueffa de la Independencia;^cas; ioao, .lrosse hallaban fuerremenre endeudados hacia lbre. y ., ;" ;r; circuns-tancias cuando salen^algunos de ellos para América: salvo Misuel Fran_cisco Echandía, de orazagutía, que mar.ha

" il-H"b";; .r,utgte, lo,otros cuatro conocidos marchan a caracas: Miguel zuftaurre, de Itur-mendi' a casa de su-tío Miguer Ansó, en rg17; Francisco Miguer po-

z:eta y su tÍo Juan Miguel pozueta, de Urdiain, en lglg; Esteban deGoicoechea y ciordia, de lturmendi, y su sobrino crist¿bai, .n 1g19 13.serán los últimos navarros que lreguán a venezuera,

"d.-ás de algúnbaztanés 14, pues apenas dos años ,iás t"rd. ,*an .*p,rlr"a* de ailí rosespañoles.

Aunque una consulta más deta'ada de ras fuentes rocales permi-tirá completar y matizar.estas apreciaciones, parece claro que ra emigra-ción de nava'os a América.t, r", cuarro úitimas décadas dJ periodocolonial fue, por las. razones apuntadas, muy escasa en comparacióncon el período anterior, y frecuentem.rri. irrt.r*;;td; ;;; bil..J_vos enfrentamientos béricos tanto en Europa como en América.

Los Nevannos oE AuÉnIcA ANTE LA TNDEpENDENCTA

Volvamos ahora nuestra mirada a los navarros que ya estaban enAmérica' Hemos podido comprobar en ros capíturos anteriores córnomuchos de ellos ocuparon, en una proporción includablemente más

i3 cf¡' A' García-Sanz Marcotegui, -oLa- "burguesía' comerciar de ra Burunda (Na-varra) en los siglos xvrrr y xrx>, en Eusko,Ikaskuooi s*;r¿od de Estudios vascos,4 (r9g4),pp. 97-119.

ra En agosto de r8r9 todavía se registran dos consentimientos paternos para emi-grar a esta provincia, Cfr. C. Idoate [12], p. g9.

274 Naaarra 2 América

alta con los Borbones que en la época de los Austrias, diversos puestos

de gran responsabilidad en la administración indiana: virreinatos, ca-

pitanías generales y sedes episcopales, intendencias, oidores de las Au-

iiencias,-jefes militares y marinós. Y es que, como yb se advirtió en

otro lugar ls, la administración borbónica mostró una clara preferencia

por la designación de vascos y navarros para los puestos que requerían

,rrr, -"yoi confianza y preparación técnica -los de la Real Hacienda,

por ejemplo-, máxime si, como solía suceder, los elegidos respondían

con eficacia y fidelidad a la confianza que se depositaba en ellos'

Algunos de ellos -militares de carrera, pero estrechamente relacio-

nados por vía familiar con poderosas casas comerciales- jugaron un

papel de verdadero protagonismo durante la última época de esplendor

á.i lrtrp.tio. Gobernaron territorios que, como Chile, Nueva Granada

y el Río de la Plata, alcanzaron en estas décadas finales del xvru el más

alto nivel de desarrollo -demográfico, econón:ico, cultural- de toda

su historia colonial. Por otro lado, estos mismos hombres tuvieron que

hacer frente, desde sus puestos de gobierno, a los primeros síntomas

de descomposición del Imperio y todavía vivieron el tiempo suficiente

como para contemplar con amargura -unos desde España, otros en el

exilio y algunos allí mismo- cómo todo ese esplendor se venía abaio'

La mayoría de estos hombres de Estado muestran en sus circunstancias

personales, y en su estilo y acción de gobierno, facetas y actitudes que

ies caracterizan como gobernantes ilustrados. Aunque los más relevan-

tes han sido ya citados en un capítulo anterior, nos parece conveniente

insistir sobre algunos de ellos:D. José de Ezpeleta, primer conde de Ezpeleta de Beire, es un cla-

ro ejemplo de navarro que sigue la carceta militar y, gracias tanto a las

pruebas-de eficacia y fidelidad como a una especial habilidad para ga-

nars. la conftanza de sus superiores (Alejandro o'Reilly, los Gálvez),

sin que falte una oportuna conexión con la familia de una poderosa

."r" .o*.r.ial (la del marqués de Casa Enrile, su suegro), Ilega a ocu-

par destinos especialmente delicados, como la Capitanía General de-Cuba (1785-89) y el virreinato de Nueva Granada (1789-1797); aquí,

ts Y'Yázquez de Prada yJuan B' Amores Carredano' "La emigración de navarros

y vascongados "l

Nu.rro Mundo y su repercusión en las comunidades de origen", en

i. Ar"nu lCoord.), Los Vascos y Amériea, Gran Enciclopedia de España y América, Ma-

drid, 1990, p. 100.

La presencia de los naaarros en Ia crisis arnericana 275

que fue su último de.stino americano, consiguió por primera vez unsuperávit presupuestario, impursó reformas de-todo tipo, con espíritu ymentalidad de ilustrado, pero tuvo también que rr".., i."i. a ras pri-meras conspiraciones independentistas serias, ras de pedro Fermín devargas y Antonio Nariño -personas que habían sido de su confianza-que supo resolver a su vez con un craro sentido de su autoridad y unabuena dosis de compromiso 16.

Pedro Fermín de Mendinueta pertenecía a una de esas familiasbaztanesas ligadas a los ustáriz, Goyeneche y otras poa.ror"r-.asas co-merciales que dominaron los principares circuitos económicos der im-perio durante todo el. siglo. Dispués de una ca'era similar en er ejér-cito borbónico, sucedió aEzpeleta en el virreinato de Nueva Granada.su mandato (hasta 1803) es de crara continuidad, como correspondíaa una formación, mentalid¿d y estiro perso'ar cre g,o[-ricrrro rnuy sirr.ri-l¿rres e. ullo y otro caso. si' embargo, tlrvo que hacer frente a la graveclisis glovoc-ada por.la gue'a .on Iigi"t.rr" y la consiguiente inrerrup-ción del tráfico, abriendo éste a los üuqu., norteamericanos, así comoa una segunda fase del "caso' Nariño: es significativo cómá el virrey,de acuerdo con el arzobispo de Santa Fe, támbién ,r"rr"rro-y de edu_cación ilustrada, Baltasar Martínez de compañón, intentaron una so-lución moderada del caso, que suponía en er fondo er convencimientode Ia necesidad de configuiar ur, ,r.r.rro <pacto político, con la élitecriolla, y cómo no fue posible por ra oposición de los sectores másnreaccionarios' de Ia administracón dominados por ros peninzurares 17.

Miguel José de Azanza parece que fue desiinado a'América, des_pués de haber sido ministro d.- Gu.ü, por er deseo de Godof de are-jar.a un molesto -pelo honrado .o*p.iidor_ en su afán d. io-,rr",todos los ámbitos del poder. cuando se hace cargo der ,ri*einato d.Nueva España en L796 tuyo que hacer frente a una situación crítica:inte*upción del tráfico y preparativos m'itares por Ia gue*a con Ingra-terra, conspiraciones de una emergente crase media-b""¡u .rioiro .n raque había calado el espíritu revoluc-ionario, dificultacles económicas clel

'ó Cf¡. B. Medina Rolrr; D: José de Ezpelaa, gobernador de Ia Mobila, Sevilla l9g0;y M'' celina Montañes- rosá de Ezpeba, "i;q,

;; ñ;*" Granada, tesis do*orar inédita,Universidad de Sevilla ií¿s.17 cfr' s' Elías ortiz. *Nuevo Reino de G¡anacra: er virein¿ro (1753-1g10),, cnHistoria Extensa de Colombia, vol. IV, to-o ff, nogore if/ZO.

276 Naaarra jt América

virreinato, etc. Personalmente tampoco perdió el tiempo y enlazó conuna casa óomercial, norteamericana en este caso, por vía de su matri-monio con la hija de un hacendado mexicano de origen navaro (Ale-gía), que era prima suya. Como ilustrado y perteneciente a la mismageneración que los dos anteriores, su labor de gobierno dejó un gratorecuerdo en México; de hecho, cuando la colonia optó por la indepen-dencia, en 1821, se llegó a pensar en él como intermediario p^r^ inten-tar una solución de compromiso, pero Fernando VII no estaba preci-

samente por soluciones de ese tipo r8.

D. José de Iturigaray y fuóstegui no era navaro pero su padre y

madre eran naturales de Pamplona y de P\ranaz, respectivamente. ComoEzpeleta, nació en L742 y fuera de Navara porque su padre, militar decarrera, había sido destinado a Andalucía. La familia no perdió su carác-ter navaro, ya que D. José casó con una Jáuregui, hija del que fueracapitán general de Chile y virey del Peru. Iturrigaray fue el último vi-

rrey nombrado por Godoy y Carlos IV para México, en donde gobernó

de 1803 a 1808; aunque adquirió fama de despótico y venal, además deque se enriqueció ilícitamente con su cargo, su mandato estuvo lleno deaciertos, sobre todo desde el punto de vista de la metrópoli, adondeconsiguió enviar ingentes sumas que continuamente le requirieron para

hacer frente a la dificilísima situación financiera de la Corona; sumasque pudo reunir gracias al espectacular crecimiento de la producciónminera, que en gran parte facilitó el virrey con sus medidas de gobier-

no; además, consiguió reunir la mayor fuerza militar que nunca se habíavisto en América para hacer frente a una esperada invasión inglesa del

territorio novohispano: por cierto que la reunión de este ejército con-venció a más de un criollo de la capacidad de autodefensa de su patria,

aunque no llegaran a tener ocasión de comprobarlo como sí ocurrió en

Buenos Aires. Iturrigaray fue destituido en 1808 por un golpe de mano

dado por los españoles de la capital, que se oponían a un plan de au-

togobierno del Cabildo mexicano, en la línea de las Juntas creadas en

la península, y gue fue apoyado por el virrey le.

'8 M." del Carmen Galbis, "El virrey D. José de Azanza,,, en José A. Calderón

Quijano (dir.) los Vinqtu de la Nuna España en el reinado de Carlos 1Il, tomo II, Sevilla1972, pp. 3-64.

t' Cft. J. J. Real Díaz y A. Heredia Herera, "D. José de Iturrigaray", en ibidem,pp. 183-331.

La presencia de los nnz,Arros en la crisis americana 277

. E: claro, por otra parte -como queda también de manifiesto enel capítulo anterior-, que hubo .ierrto, de navarros que no llegaron ahacer fortuna en el. Nüevo Mundo, como lo prueba el que no hayandejado una huella documental signíficativa.No obstante, es muy raro encontrar, tanto en I¿s fuentes primariascomo en la bibliograffa americanista, apellido, urr.o, f ,r"ulrro, .rr,r.los.sectores de población de baja condición sociar y .Jo;;;i., -cam-

pesinos, oficios mecánicos, grados inferiores der ejército, etc.- entre losque sí abundan españores de otras regiones peninsurares. Donde se en-cuentran en abundancia es en las escaras inferiores de Ia aáministra-ción indiana, especiarmente Ia Rear Haciend;. y .; ;*tqul; caso, raimpresión g.eneral que proporcionan las ruentes es que Ia inmensa ma-yoría se dedicaron al comercio, interior o marítimo, a pequeña o granescala, con mayor o menor fortuna.A lo largo del s. xvlrr, muchos de esos.navarros llegaron a ocuparuna posición relevante en el comercio coroniar. Apoyánd"ose sobre todoen el paisanaje, consiguieron establecer una red de t.f".iorr.r-privilegia-

das con altos funcionarios de ra corte, por un lado, y con ras princi-pales casas comerciares vascas -ra de Francisco v., M;rg;, fo, .¡.--plo- y nava'as -la de los ustáriz, principalmente- en cádiz, desdedonde daban el salto a América "roii"do,

entre sí o como factores yaccionistas de las compañías gaditanas. unos preferirán hacer del Nue-vo Mundo su segunda patria: casan con ur* ii." crioila, convirtiéndo-se de ese modo en *señores de la tierrao

,y pasando "

fo*", parte deesa élite .a \ vez peninsular y crioila de Ia que sardrán ros principares

actores de.la-independencia. En frase de caro Baroja,., éi sino d.muchos criollos y aún españores de nacimiento vincurados con Amé_rica en esta época de liquidación totar (...) otro mundo comienza. sur-gen nuevas patrias, nuevos patriotismos y hasta nuevos patrioterosr 20.otros prefieren quedar sorteros o volver'a ra patria-d;

";ü;,'ron rosfamosos indianos.

No es de extrañar, en cualquier caso, que al adentramos en el si_glo xx veamos a un grupo significativo ie estos comerciantes sufrien_do los efectos del largo proceso ¡evorucionario. unos acabaron per-diéndolo todo; otros se pasaron oportunamente al bando patriota. casi

z0 J. Caro Baroja, La hora naaama del xvnr, pamplona 1969,2.", p. 392.

278 Navarra y América

todos ellos llevaban años metidos en el tráfico indiano, pues las gue- rras de finales del XVIII y sus consecuencias trajeron consigo un descen- so radical de la presencia de navarros en el Consulado gaditano: entre 1800 y 1820 sólo aparecen tres matriculaciones ".

Un ejemplo muy claro de este proceso lo encontramos en los ava- tares sufridos por la Compañia comercial de Aguerrevere y LostraU. Juan Miguel de Aguerrevere, natural de Irurita, inicia su carrera comer-

cial en Cádiz, en cuyo Consulado se matricula en 1765 al amparo de D. Pedro de Bergara. En 1780 se encuentra avecindado en dicha ciudad, en donde es apoderado de los Aycinema (vid. infra), y mante- niendo tratos con Juan Esteban de Anchorena y el poderoso José Vi- cente Calleja, residentes en Buenos Aires. En sociedad con su paisano Juan Miguel de Lostraz4 fundará una Compañía comercial de la que Aycinena será un cliente importante.

Aguerrevere era tío paterno del famoso José Manuel de Goyene- che, el general realista que recibió el título de Conde de Huaqui por su victora sobre los rebeldes en el Alto Perú. El éxito inicial de Ague- rrevere y Lostra le llevará a transformarse en una <<compañía de nego- cios para el giro de capitalidades* (es decir, una firma comercial y ban- caria) en la que participarán el mismo Goyeneche, Martín de Olóndriz (también de Irurita) y Lostra, que aportan por partes iguales un capital de 960.000 reales. Los negocios de la compañía en América se extien- den de Veracruz a Buenos Aires, en el Atlántico, y al eje formado por Arequipa, Lima y Guatemala en el Pacífico. En la capital peruana tiene la compañía su sede de operaciones en América, dirigido por Joaquín Lostra, hermano de Juan Miguel. Entre 1809 y 1823 la compañia, de- nominada finalmente como esobrinos de Aguerrevere y Lastra., envió 4.838.391 reales a España que, teniendo en cuenta la inversión inicial de 3.160.000 reales, supone un beneficio bmto del 53 O/o en 15 años.

" J. L. Millán Chivite, d o s comerciantes navarros en el Cádir de los comerciantes (1740-1820), en Prfncrje de Viana. Primer Congreso General de Hi~toria de Navava, tomo 4, anejo 9 (1988). D. 399.

22 , ,-. - - - -

Ch C. D. Malamud. <<El fin del comercio colonial: una compañía comercial gaditana del s. x m , Rmi~ ta de Indias, 151-152 (1978), pp. 287-349.

23 Cfr. J. Bautista Diaz Rivera, E¿ ConsuLido de Cádiz, matrída de ca>nnciantes, C(-

diz 1988, D. 133. 24 Matriculado en Cádiz en 1796, ibidem., p. 135.

La presencia de los navarros en la crisis americana 279

La compañía exportaba a América hierro español, textiles finos ingleses y franceses, y otros bastos españoles; importaba plata, cacao, cobre y algodón.

Las victorias inde~endentistas darán al traste con esta compañía comercial de baztaneses de Irurita. Desde mediados de 1816 los ingle- ----.-

ses -a río revuelto ganancia de pescadores- venden directamente sus mercancías en la mayoría de los puertos americanos del sur, lo que supone el principio del fin del comercio español. El bloqueo del puer- to de El Callao ordenado por San Martín obligó a la compañía a ope- rar en el de San Blas, en la costa pacífica mexicana, desde 1818; así se introdujo en el comercio con Asia, lo que le proporcionó una recupe- ración de beneficios durante los años 1821 y 1822. Pero desde esta ú1- tima fecha se cortan definitivamente las relaciones con Lima. Los últi- mos años de la guerra provocaron la mina de la compañía debido a los impagos, a los secuestros de capitales por parte de los independen- tistas y al desorden general.

La compañía se disolvió en 1828. Según refería Goyeneche a su hermano José Sebastián, en 21 años de accionista recibió 36.000 pesos (una cantidad muy discreta), mientras que Lostra sacó 110.000. Com- parando esas cantidades con los 40.000 que cada uno puso para su fundación, el primero perdió dinero mientras que el segundo recibió un 8,3 010 anual. No mencionaba Goyeneche, sin embargo, las fuertes cantidades que la compañía había facilitado para financiar su ejército.

Un estudio reciente sobre el comercio en el virreinato del Perú en los últimos decenios de la época colonial nos revela la presencia de una serie de navarros entre la élite del Consulado limeño, en estas fechas 25. La mayoría de ellos constituyen, como era habitual entonces, empresas familiares, José Matías y Antonio de Elizalde, naturales de Garzea, se encuentran entre los más influyentes miembros del Consu- lado. Sus negocios se dirigen, principalmente, al comercio con Asia y otros países extranjeros a través de Panamá: un total de 257.339 pesos es la cantidad que invierten en este tráfico entre 1797 y 1821; también actúan como importadores de la península pero en un volumen muy inferior. Un caso contrario es el de Francisco Javier de Izcue, de Pam- plona, quien entre 1797 y 1804 importa géneros y frutos de España

25 Cfr. María del Carmen Parron, op. cit., p. 191.

280 Navarra y América

por valor de 445.412 pesos, mientras que en el comercio del Pacífico invierte 179.412 pesos. Precisamente la compañia de Aguerrevere y Lostra sigue a la de Izcue, con importaciones de la península por valor de 316.468 pesos. Estas cifras de negocio sólo son superadas, en todo el virreinato, por dos comerciantes vascos. Junto a estos verdaderos po- tentados encontraremos otros de tipo medio, dedicados más al tráfico en el interior del virreinato, como Martín de Osambela, y un grupo relativamente numeroso de pequeños comerciantes que se aventuran en unas pocas operaciones: así los Vértiz y Pedro Munárriz, de Santeste- ban; José Antonio Errea, de Aoiz; Miguel Otermín, de Allo; Juan Oyarzábal y Juan Bautista Irigoyen, de Añoz; Juan y Martín de Este- vecorena y luan Garbalena, de Urdax; Luis Ladavere, de Errazu; Mi- guel Monreal y Miguel de Ezcurra, de Pamplona; y Juan Ambrosio de Lacoizqueta, de Navarte 26.

Estos comerciantes del Consulado limeño vaciaron sus arcas para sostener la causa realista en el Perú durante la guerra de independen- cia: sólo durante el virreinato de Abascal aportaron más de 8 millones de pesos. Cuando cae Abascal y los rebeldes avanzan, en los años 1818-1820, muchos de ellos huyeron y casi todos los demás lo hicie- ron al entrar San Martín en Lima en 1821. Los pocos que se quedaron sufrieron la lógica política de revancha plasmada en la política de per- secución y confiscación de bienes del ministro Bernardo Monteagudo (1822), ~racias. a la cual no quedó huella importante de la antigua oligarquía en el primer Perú republicano.

Eran muchos los comerciantes de origen navarro radicados en Ve- nezuela, debido al monopolio que ejerció allí la Compañía Guipuzcoa- na de Caracas, entre cuyos accionistas se encontraban muchos navarros del norte, como ya se ha mencionado en el capítulo anterior. El factor de la Compañia de Filipinas, sucesora de la Guipuzcoana, en Caracas era, en 1786, Simón de Mayora; otro Mayóra, también de Ciga, figu- raba en la relación de los principales comerciantes del Consulado en 1804, en la que se puede identificar un numeroso grupo de navarros: Pedro Aguerrevere, Juan Vicente y Pablo de Echezuría, José Manuel Li- zarraga, Esteban de Otamendi, Juan José de Echenique, José Joaquín de Anza, José Ignacio Michelena, José Pedro Goyeneche y José Ignacio

26 Ibidem. Apéndice 111. 3, pp. 969-993.

La presencia de los navarros en la crisis americana 281

Ustáriz, todos baztaneses de origen, y José Francisco Ezcurra, de Pamplona ".

Cnmo es conocido, la fiebre antiespañola fue especialmente fuerte - - - - - - . en Venezuela, sobre todo tras la declaración de .guerra a muerte* de Bolívar. La describe bien Bartolomé de Azparren, de Aoiz, que era ofi- cial de la Aduana de Caracas al advenir la independencia; dice que, aparte de 10s asesinatos y prisiones, a los españoles ((después de haber- los despojado de sus cuantiosos bienes, los tienen arrastrando cadenas y haciendo barrer las calles, y los que están libres no se atreven a salir de sus casas porque son atrozmente insultados y amenazados* ''. No sabemos exactamente qué pasó con los Echenique, Mayora y Echezu- ría -por citar a los más encumbrados "-, pero es más que probable que su capacidad de giro y sus fortunas decayeran a partir de 1797, cuando se abrieron los puertos venezolanos al comercio de neutrales; una de las principales causas del descontento criollo que favoreció el golpe de 1809 fue precisamente el cuasimonopolio otorgado a firmas norteamericanas sobre el comercio de la provincia a partir de 1804, al que siguió el de algunas casas inglesas durante la primera república ". Por otro lado. como también ocurrió en el resto de América, no falta- - -. .

ron los navarros de origen o nacimiento que tomaron partido por la independencia, como es el caso de Francisco de Berrio, antiguo fiscal de Real Hacienda que fue el primer Intendente de la nueva república 31,

o la ram,a venezolana de los Ustáriz 32.

El Río de la Plata fue la primera de las provincias del imperio que se declaró independiente y de hecho lo fue, ya que nunca se intentó recuperarla. Desde el primer momento, el grupo espaiíol hizo causa común en defensa del orden colonial, lo que determinó un ambiente

27 Cfr. M. Lucena Salmoral, Víspera de la independencia: Caracas, Madrid 1986, nn 188-9 v p. Michael McKinley, Ffe-revolutionary Caracas @olitics, economy and society rr. - - - . 2

1777-181 l), Cambridge ~niversity Press, 1985. 28 Cfr. M. Lucena Salmoral, «La sociedad de la provincia de Caracas a comienzos

del siglo m», Antlario de Estudios Americanos, 1980, p. 173. 29 Cfr M. Nunes Dias, El Consulado de Caracas (1793-1810), Caracas 1971, p. 219. - - - . . . - 'O Cfr. M. Lucena salmoral, op. cit., pp. 294-330.

Cfr. M. Lucena Salmoral, «La última Intendencia de Venezuela y la azarosa vida del afrancesado Don Vicente Basadre,,, en Memoria del Cuarto Congreso venezolano de His- toria, tomo 11. Caracas 1983, p. 234.

" Cfr. J. Caro Baroja, op. cit., pp. 390-391

Navarra y América

de sospecha y control por parte del gobierno republicano. Luego se les exigieron contribuciones voluntarias para sufragar las campañas del Norte, Chile y Perú; muchos las suscribieron, por temor o por pruden- cia. En 1811 esas contribuciones se convirtieron en empréstitos forzo- sos y, al año siguiente, se les exigi6 una declaración jurada de sus bie- nes bajo penas severísimas; un censo que se hizo en 1813 con este motivo revela que las diez mayores fortunas del virreinato partenecían a comerciantes catalanes, vascos y navarros; entre éstos destacan Casi- miro Necochea y Martín de Sarratea. La confiscación de sus bienes di- rectamente convertibles (dinero y alhajas) supuso un beneficio inme- diato para el nuevo estado de más de 700.000 pesos 'l. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en Perú, esta oligarquía peninsular supo hacer valer sus estrechas relaciones familiares con la élite criolla y pudo continuar en posesión de sus bienes inmuebles; de hecho, esas familias serán la base de la nueva oligarquía nacional. La excepción fue el vasco Martín de Alzaga, quizás el más poderoso de todos ellos, que murió ejecutado por conspirar contra la nueva república.

Entre los muchos navarros que llegaron a Buenos Aires en el si- glo m111 destaca el ya citado Martin de Sarratea, natural de Ciga. Su hijo Manuel, ya porteño de nacimiento, tenía fama a principios del si- glo xx por ser uno de los comerciantes-empresarios más emprendedo- res del virreinato, a pesar de su juventud. Como otros muchos vascos y navarros, hizo SU aprendizaje en la casa gaditana de Vea Murguía; luego llegó a establecer sólidos vínculos comerciales entre el Norte de España, Madrid, Cádiz y Buenos Aires. Al establecerse por su cuenta destacó por ser uno de los primeros que impulsa las relaciones comer- ciales con los EE.UU., al amparo del comercio de neutrales, y llegó a tener un representante permanente en Filadelfia 34.

Manuel de Sarratea, al igual que su hermano Juan José, y Juan Esteban Anchorena pertenecen a esa segunda generación ya nacida en América, con todos sus intereses allí, que se identificarán con las nue- vas repúblicas después de haber sido los hombres más ricos e influyen- tes de la sociedad porteña en las últimas décadas del período colonial.

33 H. R. Galmarini, <<La situación de los comerciantes españoles en Buenos Aires

después de 1810>>, Revirta de I n d k , 173 (1984), pp. 273-293. 34 Cfr. J. M. Mariluz Urquijo El viminato del Río de LÍ Phta en k $oca del marqués

de Avilés (1799-1801), Buenos Aires, 1987.

La presencia de los navarros en la crisis americana 283

El nuevo rol asignado a Buenos Aires en los circuitos del comercio americano desde que el Alto Perú pasó a depender del nuevo virreina- to, desviando así la salida de la plata potosina hacia el Atlántico, be- nefició enormemente a esta burguesía de comerciantes, que desde en- tonces pasó a controlar una buena parte de la minería altoperuana. Los Sarratea y los Anchorena eran, por ejemplo, los que financiaron a Luis de Orueta, conocido como el ozoguero, uno de los principales empre- sarios mineros de Potosi entre 1780 y 1820 35. Sarratea supo situarse en el centro del circuito comercial americano cuando, además de negociar con los norteamericanos, se convirtió en factor de la Compañia de Fi- lipinas, que negociaba con Asia y con los ingleses.

Al llegar la independencia, estos hombres, como expertos nego- ciantes, saben adaptarse a las circunstancias. Manuel Sarratea formará parte del triunvirato de la segunda Junta de Buenos Aires (septiembre de 1811), junto a Juan José Paso y a Pueyrredón. El otro Sarratea, Juan José, aportó nada menos que 60.000 pesos a la expedición de San Mar- tín al Perú ". LOS Anchorena encabezaron en 1825 la liga de hacenda- dos que financiaron la expedición de los Treinta y Tres, los uruguayos comandados por Lavalleja que iniciaron ese año la liberación de la Banda Oriental del dominio brasileño.

Formando parte de la burguesía de la provincia de Guayaquil, la de mayor dinamicidad económica del reino de Quito gracias al auge del cultivo del cacao y a su puerto, nos encontramos también con un importante grupo de navarros, al final del siglo xviii, dedicados prin- cipalmente al comercio marítimo. En una relación de 1777, que men- ciona a los vecinos de Guayaquil que poseen embarcaciones propias, aparecen Domingo de Santisteban, Miguel de Labayen, Francisco y Cristóbal de Arellano, Juan Navarro, José de Borda y Villaseñor y Mar- tín de Iturralde. Varios de ellos consiguieron introducirse en la oligar- quía colonial: unos por medio de enlaces matrimoniales, otros com- prando cargos concejiles y puestos en la milicia ".

35 R. M. Buechler, «D. Luis de Ometa y la decadencia del Potosí colonial-, en Actas del Bicentenario del vireinato del Río de la Plata, tomo 11. Buenos Aires 1977, pp. 59-119.

36 T. A. García Vera, .Aduanas, comerciantes y nación mercantil, Trujillo, 1796- 1836, Revista de Indias, 1988, p. 436.

37 M. L. Laviana Cuetos, Guqaquil en el siglo XVIII, Sevilla, 1987, pp. 344 SS.

Navarra y América

Uno de los casos que mejor representan la evolución de esas fa- milias que, una vez superada la crisis independentista, consolidarán su rol dominante en la época republicana es el de los Santisteban. El fun- dador de la dinastía, Gabriel de Santisteban y San Julián, nació en Es- pina1 en 1656 y murió en Guayaquil en 1709. Sus hijos y nietos ocu- pan cargos en el Ayuntamiento y en las milicias de la ciudad, mientras se convierten en grandes hacendados y comerciantes del cacao. Un nieto suyo, Gaspar, tomó parte activa en la independencia y de él pro- ceden otros descendientes que ocuparon diversos cargos en la Repúbli- ca. Un bisnieto, Domingo Santisteban y Carbó, fue diputado en la nueva república en 1830 y enlazó con la otra gran familia de origen navarro que encontramos en Guayaquil, los Rocafuerte. Un hijo de éste, Francisco Javier Santisteban y Rocafuerte fue presidente del Banco del Ecuador en 1868, y un sobrino-nieto de éste, Vicente Santisteban y Elizalde (de nuevo un enlace entre oriundos navarros) fue ministro entre 1940 y 1944.

También en Centroamérica y el Caribe encontramos ejemplos, muy significativos en algún caso, de estas dinastías navarras que, a tra- vés de la actividad mercantil y del matrimonio con ricas criollas, alcan- zan en la última época colonial una posición privilegiada que, tras la independencia, no sólo no desaparecerá sino que se acrecentará. Qui- zás el caso más relevante es el de la familia Aycinena de Guatemala. El fundador de ella fue Juan Fermín de Aycinena e Irigoyen, nacido en Ciga en 1729. Emigró a Nueva España hacia 1748, llevando apenas 300 pesos, en donde se dedicó al comercio interprovincial organizando 10 que hoy llamaríamos una empresa de transporte. En 1753 pasó a Guatemala, donde su tío materno era tesorero de Real Hacienda. Las dotes de sus tres matrimonios y su habilidad comercial le permitieron prosperar rápidamente. A los dos años de su llegada a Guatemala casó por primera vez con una criolla, pariente lejana suya, que aportó 178.000 pesos de dote frente a los 21.000 del propio Aycinena. En 1759 ya era alcalde ordinario. Después de enviudar volvió a contraer matrimonio con otra pariente lejana, una Mencos, y aún tuvo tiempo para casarse por tercera vez con una hija de un rico comerciante catalán.

Si bien las sucesivas dotes matrimoniales le permitieron gozar de una base de capital envidiable, muy probablemente su negocio más lu- crativo estuvo directamente relacionado con la construcción de la nue-

La presencia de los navarros en la crisis americana 285

va ciudad de Guatemala, en sustitución de la que destniyó el desastro- so terremoto de 1773. Aycinena fue nombrado comisario general de las obras por el presidente y capitán general Martín de Mayorga, lo que le convirtió en un privilegiado intermediario de una inversión muy considerable. Para redondear el negocio le fue concedido por diez años el asiento de la alcabala, que ascendía entonces a millón y medio de pesos anuales. No resulta extraño que diez años más tarde, en 1783, recibiera el titulo de marqués de Aycinena, como fruto a sus trabajos y gracias a la fortuna amasada con ellos.

En la década de los 80 Aycinena, jugando el rol financiero común a todos los grandes comerciantes españoles, controlaba el 30 O/o de las exportaciones de añil de El Salvador y, en la de los 90, pasó a ser uno de los mayores propietarios-productores de toda Centroamérica. Desde principio del XIX la familia Aycinena constituía el clan más poderoso e influyente de toda la región y sus negocios mercantiles se extendían a casi toda la América española, con importantes conexiones en Asia y -- -

Europa. Después de sufrir altibajos durante las guerras de independen- cia y el predominio liberal de los años 30, recobró su cuota de poder durante la etapa conservadora que llena las décadas centrales del siglo, entre 1840 y 1870, cuando varios miembros de la familia ocupan di- versos cargos políticos. Los Aycinena son aún hoy considerados como familia .principal* en la sociedad guatemalteca, aunque hayan perdido su antigua influencia debido a las transformaciones sociales económi- cas y políticas desde finales del siglo pasado j8.

La producción y el comercio centroamericano en las décadas fi- nales del xvm estuvo en gran parte en manos de navarros, ya que, jun- to a los Aycinena y a los Arrivillaga -ésta última una de las primeras familias criollas de abolengo navarro- ocupó un lugar preponderante Juan Bautista de Irisarri y Larráin, nacido en Aranaz en 1740. En el año 1781 figura ya como uno de los primeros comerciantes de Guate- mala y poco después casa con una Arrivillaga, ingresando así en el es- trecho circulo de la aristocracia hacendada criolla; de paso conectaba familiarmente con los Aycinena, que a su vez eran parientes de su nue- va esposa. Irisarri era además pariente por parte materna de los Larráin,

38 T. S. Floyd, &Los comerciantes guatemaltecos, el gobierno y los provincianos», en J. Luján (ed.), Economía de Ggatemala, 1750-1940, Guatemala, 1980, pp. 289-317.

286 Navarra y América

familia navarra afincada en Chile. El parentesco se proyectó, como era normal entonces, en asociaciones comerciales de cuyas actividades se puede seguir el rastro hoy día, gracias a recientes investigaciones sobre el comercio en las últimas décadas de la etapa colonial ". Irisarri, como

Aycinena, distribuye --.-., mercancias+d@~rGjz~n f i+I~:~+.i h.-i.. centroamericano, peninsular O extranjero enfrE'l6s principales puertos del Pacífico: San Blas, en la costa mexicana, Guayaquil, Acajutla, Guayaquil, El Callao y Valparaí- so; al final del siglo, ante la necesidad de recurrir al comercio de neu- trales por el bloqueo inglés, Aycinena e Irisarri se aventuran a comer- ciar con Filadelfia.

Irisarri destacó además como empresario ilustrado, exponiendo sus ideas en el Gnico medio entonces existente, la Gaceta de Guatemala: proyectos de reforma agraria con la finalidad de diversificar la produc- ción de colonización y poblamiento, liberalización del comercio, etc. En ese ambiente ilustrado debió formarse su heredero, Antonio José Irisarri y Alonso que, sin embargo, no quiso seguir la tradición familiar -y, diríamos &tnica»- dedicándose desde joven a la literatura y a la acción política. Pasó a Chile en 1809, donde tomó partido por la in- dependencia junto a los jóvenes radicales, llegando a director supremo en 1814. Como ministro de Asuntos Exteriores de ese país gestionó en Londres el primer empréstito para la nueva república del sur, desde la que tuvo que regresar a Guatemala tras el triunfo de los conservadores; de nuevo en su país natal llegó a ocupar el ministerio de Guerra en 1828 y la embajada en los EE.UU. en 1847; murió en Nueva York en 1868 40.

En la isla de Cuba nunca tuvieron los navarros una presencia des- tacada, pero algunos de ellos jugaron un papel muy importante en su desarrollo económico. El caso más conocido es el de los Aróstegui. Martin Aróstegui, padre, fue uno de los primeros accionistas de la Real Compañia de La Habana, que durante 25 años (1740-1765) casi llegó a monopolizar el comercio de aquella isla con la península. Martin, el hijo, se instaló en La Habana a mediados de los 70 como representan- te de la Compañia del Asiento de Negros, la primera sociedad penin- sular organizada para ejercer el comercio de esclavos a gran escala con

39 Cfr. M." del C. Parrón, op. cit., pasim. 40 J. Browning, Wda e ideología de AntonioJosé de Irisarri, Guatemala, 1986.

1791 ". A finales del m111 y principios del XIX, cuatro de los principales

-- comerciantes españoles residentes en La Habana eran navarros de na- cimiento: Juan Bautista de Lanz, Pedro Juan de Erice y Juan José Inda. El primero logró introducirse por vía matrimonial en la élite criolla, y fúe el único de ellos que ocupó plaza de regidor en el Cabildo haba- nero, que era un verdadero coto de las principales familias criollas '?. Erice fue uno de los miembros fúndadores y más activos del Consula- do habanero (erigido en 1793); hizo su fortuna como uno de los prin- cipales importadores de harina para el consumo de la isla, que adquiría tanto en el Norte de la península como en las colonias extranjeras y en los EE.UU.; del volumen de sus negocios da una idea suficiente el que entre 1785 y 1795 prestó hasta 300.000 pesos a las siempre apura- das Cajas de la Real Hacienda de La Habana ". lnda tenia un comer- cio abierto en La Habana ya a finales de la década de 1780, pero su negocio no debía pasar de modesto; sin embargo, treinta aiios más tar- de da muestras claras de prosperidad: entre 18 15 y 1819 reclama hasta quince paisanos (de Elizondo e Irurita) para que le ayuden en su comercio 45.

T.ns navarros no destacaron únicamente en la administración . A - y en ~

el comercio; también los encontramos en la minería y sacando adelan- te verdaderas empresas industriales, allí donde la política mercantilista y colonialista de la monarquía española no consiguió su propósito de impedir su desarrollo en América, como es el caso de Nueva EspaÍía. La tradición manufacturera indígena, la demanda de productos baratos y las limitaciones de una red comercial deficiente para llegar a los nú-

41 B. Torres Ramirez, La Compañía Gaditana de negros, Sevilla, 1976. " AGI Santo Domingo, leg. 1249. 43 AGI Papeles de Cuba, leg. 1411.

AGI Santo Domingo, leg. 1852. 45 Cfr. C. Idoate, op. cit., pp. 84-93.

La presencia de los navarros en la crisis americana 287

el Caribe 'l. Este Aróstegui Ilegó así a amasar una importante fortuna que le permitió, entre otras cosas, invertir fuertes cantidades en casas y solares en la misma Habana, uno de los negocios más seguros por la fuerte demanoa de_syeJo que siempre existió en dicha ciudad. Los ca- .-. .

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-:,..@.&+&&&rS:afOjaron en una casa propiedad de Aróstegui rante casi veinte años, hasta que se terminó el Palacio de Gobierno en

Navarra y América

l p á s López de Ecala nació en el lugar del mismo nombre, en la Améscoa baja, en '740, y emigró a ~ é x i c h para dedicarse al comercio. En 1783 era ya el principal ciudadano de Querétaro. Ocupó diversos cargos concejiles y fue notario del Santo Oficio. Al final del siglo vivía en una casa de la Plaza Mayor con sus cuatro hijos y se le reconocía Como el mayor hacendado de la comarca. En 1811, con 71 años, apa- rece corno dueño de un obrage, adquirido probablemente a muy bajo

46 R. 1. Salvucci, Textiks and Cap".lism in Mexico, Princeton, 1987, pp. 78-84.

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precio o como pago de una deuda, ya que la mayoría de estas indus- trias sufrieron pérdidas irreparables con motivo de la rebelión de 1810. A pesar de ello y de su edad, todavía supo sacarle un sustancioso be- neficio_ en muy pocos años 47. - . --

Chile fue quizá la provincia del imperio donde la presencia de los L.--,

navarros dejó una huella más duradera, visible aún hoy en la alta so- ciedad santiagueña. A lo largo del siglo m111 los vascos y navarros fue- -- ron asentándose en Santiago de Chile atraídos por las nuevas perspec- tivas que ofrecía la apertura del comercio del Pacífico a través del cabo de Hornos desde 1740, perspectivas que se ampliaron con el comercio libre a partir de 1778. En pocos decenios constituirán una aristocracia que, en frase de un historiador clásico, será «dueña del agro, inspira- dora de las grandes empresas de comercio, absoluta dominadora de la sociedad en sus más variados órdenes y jerarquías». Gracias sobre todo a su fuerte sentido de grupo privilegiado, consolidado mediante la en- dogamia, mantuvo su hegemonía en la estructura socioeconómica chi- lena durante dos siglos, es decir, hasta fechas muy recientes 48.

En 1733 llegan a la capital chilena Francisco Javier de Errázuriz y Larráin, natural de Arana, y su primo hermano Matías José de Larráin y Vicuña, ambos para dedicarse al comercio. Una vez allí, las familias de ambos enlazan de nuevo entre si y con otros oriundos navarros que ocupaban ya posiciones privilegiadas, como los Aldunate, descendien- tes de un Juan de Aldunate y Garro, pamplonés que fue destinado a la guerra del Arauco en 1682. De la combinación de estos tres apellidos, unidos a otros vascos y navarros, saldrá una lista casi interminable de altos cargos del país tanto en la época colonial como en el proceso de independencia y en la República, hasta nuestros días: regidores, gene- rales, obispos, rectores de Universidad, presidentes de Audiencia y Cortes Supremas, diputados, ministros y presidentes de la República. Mencionamos a continuación algunos de los más relevantes 49.

Fernando de Errázuriz y Aldunate (1777-1841) formó parte del Cabildo abierto de 1810, tomando parte activa en la independencia; una vez conseguida ésta fue sucesivamente miembro de la Convención republicana en 1822, senador y presidente interino del país.

47 Ibidem, pp. 91-92.

48 J. Eyzaguirre, Fisonomia histórica de Chile, Santiago, 1973, p. 70. 49 Cfr. P. P. Figueroa, Diccionario BiograJ5co de Chile, Santiago de Chile, 1987.

290 Navarra y AmLrica

Federico Errázuriz y Zañartu (1825-1877), sobrino del anterior, ca- tedrático de Leyes y Teología, fue cofundador, junto a José Victorino de Lastarría, del Club liberal de la Reforma, en 1845, y del Partido Progresista; perteneció también a la Sociedad de la Igualdad, de Fran- cisco Bilbao. Desde esas posiciones combatió la república oligárquica de Bulnes y de Montt. En 1861 es elegido diputado, iniciando la carre- ra que le llevará a la Presidencia de la República diez años más tarde; durante su mandato se dio un gran impulso a la modernización del país (telégrafos, ferrocarril, etc.). En su trayectoria le acompañan otros miembros de su familia, que se convirtió en una de las principales di- nastías del liberalismo progresista de la segunda mitad del XIX. Su hijo Federico Erázuriz y Echaurren logró también la más alta magistratura de la República.

La tradición politica de los Larráin fue más dispar. Don José To- ribio Larráin y Guzmán, segundo marqués de Larráin, fue coronel de milicias, alcalde de Santiago en 1823 y ferviente defensor de la causa monárquica hasta su muerte en 1829 'O. Sin embargo, Martín Larráin y Salas fue uno de los que combatió por la independencia. En la si- guiente generación encontramos también el mismo contraste: José Ja- vier Larráin y Zaiíartu siguió una carrera política contraria a la de su primo Federico Errázuriz, como mano derecha de Bulnes y Manuel Ros Montt; mientras que Bruno Larráin y Aguirre fue uno de los miembros del movimiento de la Reforma y participó en la revolución de 1851.

Otro oriundo navarro «por los cuatro costados*, Silvestre Ocha- gavia y Errázuriz Urrutia y Lecároz, nacido en 1820 en Santiago, fue uno de los muchos jóvenes militares chilenos que se formaron en las academias prusianas por los años 30 y 40 del siglo. En 1852 fue minis- tro de Justicia en el régimen conservadar de Montt; en 1860 ministro del Interior y al año siguiente candidato a presidente.

Pensamos que los ejemplos señalados demuestran con claridad el destacado papel que jugaron una serie de navarros en ia vida america- na al final del período colonial. Por ello, la pérdida del imperio colo- nial hizo que el viejo Reino uno fuera de las partes de España menos

so Cfr. L. Lira Montt, <Caballeros chilenos en la Orden de Carlos 111 (1780-1830).,

en Estdios sobre la @oca de Carlos III en el reino de Chile, Santiago de Chile, 1989, p. 280.

La presencia de los navarros en .h crisis america~a 291

afectada, dada su abundante colonia en América y la cantidad de na- varros metidos en la Administración pública, en el Comercio, en la Iglesia, en la Milicia, etc., que buscaban allí su modo de vivir y que crearon mucha base a la prosperidad de los pueblos, hasta la misma víspera de la guerra. 51, como también hemos tenido ocasión de ver.

La independencia de Hispanoamérica corta definitiva y totalmente la emigración peninsular al Nuevo Mundo, salvo, lógicamente, la que tiene por destino las islas antillanas que permanecerán en poder espa- ñol: Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. La hispanofobia y la ines- tabilidad política y social de las nuevas repúblicas motivó que el go- bierno de Madrid prohibiera el viaje de españoles a las antiguas posesiones americanas. Esta prohibición persistirá hasta la cuarta déca- da del siglo, y hasta 1853 no se dan las primeras disposiciones oficiales favorables a la emigración: precisamente para esas fechas centrales del siglo se ha producido una evidente recuperación demográfica en la pe- nínsula, que viene a coincidir con una relativa estabilización de la si- tuación política en muchas de las repúblicas hispanoamericanas.

Navarra, en concreto, sufrirá un aumento de la mortalidad en la década de 1830 como consecuencia de la primera guerra carlista y la epidemia de cólera de 1834. Para el valle del Baztán, por ejemplo, se ha estimado un saldo migratorio positivo entre 1825 y 1850 que va de 337 a 984 habitantes 52. A partir de 1840 los índices de crecimiento vegetativo muestran ya un signo claramente positivo, al menos en la merindad de Pamplona 53. ES a partir de esa fecha, coincidiendo tam- bién con el traslado de las aduanas a los Pirineos, cuando da comienzo un nuevo período emigratorio, no sólo pero sí principalmente a Amé- rica, que será continuo y creciente a lo largo de la segunda mitad del siglo y en las primeras décadas del actual, pero esto es precisamente de lo que trata la tercera parte de esta obra.

J. Caro Baroja, EtnograJ'a Histórica de Navarra, II, Pamploria, 1972, p. 173. 52 A. Arizcun Cela 161.

Cfr. F. Miranda Rubio, <<Fuentes y métodos para el estudio de la demografía históica en Navarra., en Príncipe de Viana, 171 (1984), pp. 77-101.