la invención novelesca en el siglo xxi

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ß PRENSAS UNIVERSITARIAS DE ZARAGOZA Á . EZAMA · M. MARINA · A . MARTÍN · R . PELLICER · J. RUBIO · E. SERRANO ( COORDINADORES ) Aún aprendo Estudios de Literatura Española

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PRENSAS UNIVERSITARIAS DE ZARAGOZA

leonardo romero tobar, catedrático de la Universidad de Zaragoza, es reco-nocido internacionalmente como uno de los máximos especialistas de la lite-ratura española del siglo xix. Su dilata-da producción bibliográfica incluye títulos indispensables para el conoci-miento de las tendencias románticas (Panorama crítico del romanticismo es-pañol, Castalia) y realistas-naturalistas (Historia de la literatura española. Siglo xix. 2, Espasa-Calpe), así como el estu-dio de sus autores y obras más impor-tantes (ha editado a Larra, Espronceda, Bécquer, Valera, Clarín…). Su curiosi-dad intelectual le ha llevado a trabajar sobre todas las épocas de la historia de la literatura española (el mester de clere-cía, Cervantes, Góngora, el periodismo dieciochesco, Baroja…) y a reflexionar sobre su concepción teórica (La literatu-ra en su historia, Arco/Libros).

Humanidades

la referencia goyesca que da título al libro supone un retrato académico y personal del profe-sor Leonardo Romero, a quien un grupo de colegas y discípulos ofrece esta colección de estudios: compro-miso con la investigación filológica y la transmisión del saber de forma permanente. Las aportaciones reunidas abordan líneas de trabajo que él ha seguido con excelencia: para empezar, el siglo xix, con aten-ción prioritaria al romanticismo y a la novela realista; pero también, a la historiografía de la literatura, los epistolarios y las literaturas del yo, y las relaciones entre lo literario y las artes visuales.

Prensas Universitarias

ISBN

978

-84-

1553

8-23

-3

á . ezama · m. marina · a . martín · r . pellicer · j. rubio · e. serrano(coor dinador es)

Leonardo romero tobar (ed.)Historia literaria / Historia de la literatura

María Rosario álvarez rubio

Las historias de la literatura españolaen la Francia del siglo xix

Leonardo romero tobar (ed.)Literatura y nación. La emergenciade las literaturas nacionales

Fermín de los reyes gómez

Las historias literarias españolas.Repertorio bibliográfico (1754-1936)

Ángeles ezama, Marta marina, Antonio martín, Rosa pellicer, Jesús rubio y Enrique serrano (coords.)Aún aprendo. Estudios de Literatura Española

[ ] Humanidades

Aún aprendo Estudios de Literatura Española

aún aprendo : estudios dedicados al profesor Leonardo romero Tobar / Ángeles ezama… [et al.] (coords.). — Zaragoza : prensas Universitarias de Zaragoza, 2012 750 p. ; 23 cm. — (Humanidades ; 97) ISBn 978-84-15538-23-31. romero Tobar, Leonardo–Homenajes. 2. Literatura española–S. XIX-XX–Historia y críticaeZaMa, Ángeles929romero Tobar, Leonardo821.134.2.09«18/19»

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. diríjase a Cedro (Centro español de derechos reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© Los autores© de la presente edición, prensas Universitarias de Zaragoza 1.ª edición, 2012

Ilustración de la cubierta: José Luis Cano

Colección Humanidades, n.º 97director de la colección: José Ángel Blesa Lalinde

prensas Universitarias de Zaragoza. edificio de Ciencias Geológicas, c/ pedro Cerbuna, 1250009 Zaragoza, españa. Tel.: 976 761 330. Fax: 976 761 [email protected] http://puz.unizar.es

esta editorial es miembro de la Une, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.

Impreso en españaImprime: Servicio de publicaciones. Universidad de Zaragozad.L.: Z-1018-2012

Vivimos un momento histórico extraordinario, cuando el mundo real se expande a diario, gracias a la anexión del espacio virtual al físico. senti-mos, además, cómo el hombre adquiere una dimensión humana descono-cida hasta ahora. jamás supo tanto, ni ha conocido mejor al ser humano ni a la sociedad en que habita. llegó, pues, la hora de canalizar ese saber, la vitalidad de esa extraordinaria circunstancia a la sociedad presente. Quizás la manera en que compartimos la información sea donde los cambios re-sulten más dramáticos. Podemos afirmar que se está formando un ecosiste-ma informativo diferente al que habitamos en el último medio siglo y, por ende, el modo de explicar las imágenes y los textos debe cambiar. Además, la representación del hombre y de la mujer actuales en la literatura resulta, debido a la tecnología, radicalmente distinta, e incluso el ser humano que encontramos en libros y películas revela cualidades desconocidas hasta hace bien poco.

El universo de la información

El propio ordenador, los cedés, las cintas de vídeo, los deuvedés, van cediendo su protagonismo en el mercado y en la vida de los ciudadanos a los teléfonos inteligentes y a las tabletas, como el iPad (presentado al mercado en enero, 2010). son estos instrumentos de la comunicación

lA InVEncIón noVElEscA En El sIglo XXIgermán gullón

Universiteit van Amsterdam

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inalámbricos, los que abrieron un nuevo universo de información. sus pantallas ofrecen cuanta música deseemos, no solo una versión o dos de la novena sinfonía de Beethoven, sino treinta, y lo consiguen en un mo-mento, o infinidad de libros, en los que se pueden hacer búsquedas in-acabables. Por ello, el saber no puede quedar donde estaba, estancado en diccionarios e historias en papel, porque los conocimientos que ofrece resultan estáticos, y su memoria resulta muy limitada. ninguna enciclo-pedia o volumen del código civil impreso puede competir con su versión on-line. Unida a esta revolución suele venir la falsa noción de que los valores éticos del ser humano se están perdiendo. En realidad, se trata de la coartada de quienes prefieren vivir en un mundo ordenado en vertical en vez de horizontalmente. la información gana en valor, como todos sabemos por experiencia, cuando la compartimos.

Hay otro argumento falso que sigue empleándose para ahuyentar una apreciación moderna de la cultura, y se anuncia con trompetas del juicio final: que la juventud va a perder el legado de sus mayores, pues no van a saber leer libros o estudios científicos largos. se olvida que la estética mo-derna nació en el siglo xviii, junto con los museos y las grandes bibliotecas nacionales. y que los museos como las bibliotecas se establecieron en sun-tuosos edificios de las capitales de los diferentes países europeos y america-nos, el louvre en París, el Uffizi en Florencia, el MoMA en nueva york, el Hermitage en san Petesburgo, el British Museum en londres, el Prado en Madrid. En ellos se exhibían los cuadros de diferentes autores puestos unos al lado de otros, Velázquez junto a goya, aunque sus estilos y temáti-ca fueran muy distintos; la razón por las que colgaban juntos era muy sencilla, poseían un valor estético. Hoy no tenemos que ir a un gran edifi-cio en la capital del país para ver los cuadros, los podemos contemplar a través de Internet, gracias al Proyecto Artístico de google, y como nunca antes. la resolución de la imagen es de 7000 millardos de píxeles —pien-sen que una buena cámara digital tiene 10 píxeles—, y podemos hacer zoom y ver lo que estaba oculto hasta ahora para el ojo humano. y encima, gracias también a la información hallada en google, podemos disfrutar esos cuadros situándolos en su verdadero contexto, en el del autor, saber dónde nació, con quién se educó, quiénes fueron sus maestros, a qué luga-res viajó. lo mismo ocurre con los autores literarios, el que josé Espronce-da sea romántico no quiere decir que sea igual a gustavo Adolfo Bécquer. Hoy se trata de situar las cosas tanto a nivel local como mundial, lo cual es

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posible gracias a Internet. lo importante en la era presente, la digital, es ampliar las miras y aprovechar la diversidad que ofrece Internet, junto con la posibilidad de crear redes y contactos. todo ello pide un impulso crea-dor, una ola de innovación. los profesores, los críticos, tenemos la obliga-ción, la responsabilidad, de encontrar soluciones imaginativas para que la sociedad siga latiendo con vitalidad. y la aplicación de las tecnologías emergentes a la educación logrará, como ha hecho en el pasado, aumentar las posibilidades de desarrollo.

El interés de estudiantes y lectores por las letras de épocas pasadas, incluidos los cercanos siglos xix y xx, se pierde poco a poco, siendo la lite-ratura contemporánea la favorita. no ajeno a tal despego es un parásito mental incubado al calor de los pasillos académicos y revistas culturales, que trasmite la falsa idea, supuestamente proveniente del humanismo, de que en el fondo el hombre representado en una obra del setecientos o del ochocientos resulta idéntico al ser humano de hoy. Basta con quitarle las ropas de época, y hecho; en el fondo, todos somos iguales, hijos de Adán y Eva dicho en forma metafórica. olvidamos, por ejemplo, que una mujer de la clase social de Ana ozores, la regenta de leopoldo Alas Clarín, no viviría hoy tan aislada en Vetusta (oviedo), pues probablemente las redes sociales la permitirían comunicarse con mujeres en situaciones afines, y gracias a Internet vería el mundo de otra manera. Es más, la obsesión se-xual, la necesidad del contacto físico experimentado por la atribulada espo-sa, supone una forma de comunicación, pues entonces, en su época, lo fisiológico, el contacto social interpersonal, resultaba superior a cualquier otro. las mujeres casadas apenas entraban en contacto con extraños. la narrativa decimonónica rebosa de ejemplos, desde madame Bovary de Flaubert a la desheredada Isidora Rufete de galdós, pasando por Ana Ka-renina, de león tolstói. la explicación de la conducta humana por medio de la fisiología se denominó en literatura naturalismo (años ochenta del siglo xix), una forma extrema de realismo, nacido como una extensión del conocimiento del ser humano. Permitía al escritor expresar el desarrollo hormonal de sus personajes, el deseo de tocar y ser tocado por otros de distinto sexo o del mismo, para lograr un cobijo, una familiaridad, una experiencia sexual, un respiro de amor. Al poco, y gracias a la fotografía y al cine, la imagen iría tomando un enorme espacio en la imaginería huma-na, y el hombre y la mujer podían ver en la fotografía un remedo de la persona, es decir, trasladaron a la imagen una parte de la carga fisiológica.

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Así, el hombre moderno empieza a pasar a una extensión suya, el álbum fotográfico, las cintas de cine, lo que solo se guardaba hasta entonces con palabras en el diario, para hacerlo ahora en imágenes. Volver a verlas supo-nía revivir la experiencia, observar al ser humano, pero ya con una menor carga fisiológica.

y otro aspecto igualmente importante. Recordemos que durante el ochocientos el ser humano desarrolló un fuerte sentido del yo, del ego, inducido, entre otras cosas, por los paisajes de la naturaleza donde se refle-jaban los estados anímicos del hombre, los espejos y los lagos románticos, el nacimiento de la fotografía, la psicología de sigmund Freud, que acabó llevando al modernismo, a la suprema exaltación del yo, de Miguel de Una-muno susurrando en el brocal del pozo de la iglesia salmantina de san Este-ban, yo, yo, yo, y entonces el eco le respondía con unos yoes duplicados. Rubén darío cantaría a los poetas como si fueran dioses. Esta etapa humana del individualismo, de la preservación a ultranza de lo privado, está cam-biando de signo, y las recientes tecnologías nos orientan hacia un mundo, un universo de información, donde el compartir con los demás los pensa-mientos resulta más importante que esconderlos en el seno de la intimidad.

técnica y literatura

Miguel de Unamuno nos dejó una novela cuya genialidad permanece en la mente de todos, me refiero a Niebla (1914). obra en que su protago-nista se enfrenta al autor y le expresa su deseo de ser autónomo, de no de-pender de un creador. El narrador de la novela, arrogante como buen dios pequeño, le condena a la inseguridad; le dice que le matará cuando él quiera. su propio destino de pequeño dios está en manos del supremo creador. Hoy en día, ese creador, debido a las ciencias biológicas, lo deter-mina en buena medida el Adn, donde está registrada la fecha de caduci-dad del ser humano. Este último descubrimiento de la ciencia no anula la grandeza del texto unamuniano, ni lo niega. lo que sucede es que la lectu-ra de la obra unamuniana exige hoy una mayor amplitud de interpreta-ción, que aceptemos la apertura de miras que ofrece el progreso.

o pongamos el caso de La colmena de camilo josé cela, publicada en 1951, es decir, hace sesenta años. desde entonces han pasado seis dé-cadas, y los desarrollos técnicos se sucedieron a una velocidad nunca antes

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conocida en la historia, desde la implantación de la radio y del teléfono particular (los años cincuenta), de la televisión, los videocasetes (finales de los sesenta), del ordenador (los años setenta), del teléfono móvil, la vi-deoconferencia, el e-mail, Internet, la fotografía digital (la década de los ochenta), mientras que las videoconsolas y los teléfonos inteligentes se popularizaron a fines del xx y en el siglo presente, respectivamente. Estos aparatos contribuyeron a una mejora en la aplicación al consumidor de la riqueza tecnológica existente, pienso en los adelantos alcanzados en el diagnóstico médico gracias a los escáneres, o de la sociología mediante las encuestas automatizadas, o de los viajes espaciales facilitados por la comu-nicación por satélite y los sistemas de posicionamiento global (gps). sin embargo, la enseñanza de la literatura sigue prácticamente donde estaba cuando apareció en las librerías la mencionada creación celiana. Es como si el mundo caminara revolucionado, y la enseñanza de la literatura per-maneciera inmutable. los profesores (y demasiados estudiantes) prefieren perderse en las inacabables bibliografías a la caza de huellas, de influencias temáticas, estilísticas, que abrir caminos jamás hollados, buscar una apli-cación de las nuevas tecnologías a los estudios literarios.

Parece como si para los estudiosos de las letras la evolución humana se hubiera parado, cuando en realidad en nuestro tiempo ha cambiado más deprisa que en siglos precedentes. y lo que sucede es que las interpre-taciones dadas de las obras leídas o estudiadas en clase, so capa de la inves-tigación, no sirven para señalar la diferencia de lo representado en el texto y lo experimentado por el lector en el presente. Un ejemplo rápido sobre el que volveremos después. si en La colmena los personajes carecen de medios de comunicación modernos (móviles, ordenadores, televisión), claramente esos hombres y mujeres representados en el texto tienen unas características menos técnicas y, en cambio, sus condiciones corporales, biológicas, figurarán con mayor prominencia que las de un hombre del presente, quien sin el móvil está perdido, incompleto, y no digamos sin una conexión de Internet. la misma música tocada en la obra de cela la producen unos pobres músicos hambrientos, que hoy serían sustituidos con ventaja por un buen sistema de reproducción digital. Por ello pensar que los seres humanos representados en La colmena son equiparables a los representados en Millennium (2005) de stieg larsson, novela publicada cincuenta años largos después, resulta un absurdo. Es decir, no podemos comparar unos personajes literarios con otros, porque su composición

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tiene que ser diferente. En resumen, los personajes representados en los textos cambian y los lectores también, por ello, el profesor y el crítico deben preocuparse de conjugar sus observaciones con la realidad social de su tiempo. Un profesor, por muy sabio que sea, que desconozca la vida del presente, será el verdadero profesor inútil, pues carece de un instrumento esencial para ejercer su oficio en la sociedad horizontal, la de poner en contacto el entorno representado en un texto antiguo con el suyo, donde todo es distinto, el hombre y su mundo.

si miramos a nuestras vidas, advertimos que los avances técnicos las han transformado. solo los ordenadores y la llegada de los buscadores como google dieron una vuelta de tuerca al almacenaje de información e incluso a las ideas. Antes, la memoria ocupaba un enorme puesto en la educación; de hecho, se convirtió en la base de las oposiciones a muchas carreras, con lo que un caballero o una dama con una buena memoria, pero incapaz de pensar tres minutos seguidos para organizar un argumento en su mente, podía (y puede) llegar a ser juez o catedrático universitario. Hoy en día, el almacenaje de información se puede realizar en la memoria del ordenador, y si necesitamos ideas sobre un tema, una búsqueda en google nos orienta, y ofrece diversas opciones. con lo cual, queda claro que aspectos tradicionales, clásicos, de la enseñanza de la literatura, como son la memorización de listas de autores, sus correspondientes obras, con las diversas fechas de edición, como yo hice en la Universidad de salaman-ca en los años sesenta, queda absolutamente obsoleta.

las propias historias literarias, donde se colocan las obras en unas ur-nas o apartados para su adoración, y atrapan en sus páginas las obras como si fueran animales disecados. lo que en su momento tuvo un interés y fue de gran ayuda hoy se ha convertido en un absurdo producto mercantil re-dundante. nocivo, pues preserva la idea de que la obra literaria puede ser congelada en el tiempo, y así se preserva hasta que llega el filólogo la saca del frigorífico durante un rato para que los estudiantes la estudien, desga-jada de su contexto social. lo cual es absolutamente falso, y crea un pon-zoñoso catecismo literario, para ser aprendido de memoria por los abusados pupilos de los institutos y universidades. los profesores de literatura a ve-ces emulan al aventurero australiano Cocodrilo Dundee (Paul Hogan) y su experiencia con la vida en nueva york, que todo lo miden desde su reserva literaria, lo malo es que el resto de nosotros vivimos en el mundo presente.

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la falta de aplicación de los avances modernos niega, por un lado, la humanización de la técnica, la realidad de que los robots en breve serán capaces de reproducir muchos de los circuitos del cerebro humano, y, por otro, nos aboca a la redundancia. Quizás este sea el más nocivo de los efec-tos, el que en el mundo de las letras todo se repite, se vuelve a hacer. Basta mirar las ediciones de obras maestras, cuántos Lazarillos, Quijotes, o reedi-ciones de El 19 de marzo y el dos de mayo, de Benito Pérez galdós, hay en el mercado, demasiados para que la paciencia se ocupe en su cómputo. ¿Qué añaden? nada. los congresos sobre temas similares, que las universi-dades o las instituciones financieras costean, pero que no añaden absoluta-mente nada al conocimiento de los estudiantes y lectores en general. ya he dicho con anterioridad que nos encanta marchar al futuro mirando al pa-sado, y, por lo general, porque tememos encarar lo que viene.

tamaña inmovilidad va en contra de los procesos que se piden a la Universidad, que fomente la riqueza y el dinamismo de la inteligencia del alumno, para que este defina sus propios valores, los de su generación, de su ambiente y medio, que fomenten su creatividad, es decir, el proceso de crear ideas con valor. Por supuesto que debemos estudiar la obra en el contexto de su época, y saber qué dice, cómo se ha configurado el progreso de la cultura española, pero no a costa de enfrentar a los estudiantes con una literatura sin vida. la cuestión clave es ampliar el contexto del ayer con las oportunidades ofrecidas por las tecnologías emergentes. la literatura, el mejor espejo de la vida social de los primeros veinte años del siglo, que disputa hoy el podio cultural con las artes de la imagen, y la escritura su principal soporte, el sistema de signos en que se basa, seguirá siendo un referente esencial, y desde luego si lo mantenemos vivo.

El hecho de que existen versiones cinematográficas de novelas ofrece una pauta para entender cómo el arte vive en un estado perpetuo de reani-mación. Pienso en tristana de galdós llevada a la pantalla por luis Bu-ñuel, la La colmena de cela, o diversas novelas de Arturo Pérez-Reverte. Un ejemplo muy reciente lo constituye la reciente cinta de Icíar Bollaín, tam-bién la lluvia (2010), que dramatiza en parte la historia de la conquista de Ámerica vista desde la perspectiva del padre Bartolomé de las casas (1474-1556). dudamos si acercarnos a ellas como versiones del texto o simple-mente a modo de películas que nada tienen que ver con el original, excepto la temática. desde la perspectiva actual el asunto se resuelve con

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facilidad. El ensayista Raúl Rodríguez Ferrándiz (2010: 109) dice con ra-zón que la versión cinematográfica lo que hace es reanimar la obra. Al presentárnosla en otro formato, la novela original queda rediseñada, y así nos producirá un impacto adicional, la podemos revivir de otra manera. Es decir, que cuando vemos una versión cinematográfica de una novela, de un libro, debemos dejar de lado el dilema de cuál es mejor, y pensar en qué añade el producto visual al verbal.

la expansión de los límites de la invención

El concepto de invención en un mundo donde el ser humano vive bombardeado continuamente por palabras, trasmitidas por una miríada de medios de comunicación, parece necesitado de revisión. ¿Por qué? Pues sencillamente porque en demasiadas ocasiones captamos a través de imá-genes o palabras ideas ajenas sin querer, que utilizamos para desarrollar nuestro propio pensamiento. cuando las ideas las captamos mediante la lectura de un libro, el proceso de absorción de lo dicho por otro resulta muchísimo más lento, y por ello tenemos el tiempo para discernir, sepa-rar, lo ajeno de lo propio. En la era digital todo va muy rápido. y parto casi in medias res, considerando uno de las encrucijadas más complicadas de la invención, la del plagio. Quisiera explicar brevemente por qué la llegada de nuevos textos, incluso cuando están inspirados en unos preexis-tentes no debe llevarnos a considerar textos inspirados en otros anteriores como plagio, sino a celebrar la maravilla de que el conocimiento se dupli-ca, que nos hacemos cada vez más inteligentes. Elijo el plagio porque se está convirtiendo en uno de los aspectos más mencionados de la produc-ción literaria. cuando alguien quiere disminuir el valor de una obra, bas-ta con que exclame plagio para que la prensa lo recoja y el autor quede sumido en la vergüenza. Por supuesto, hay plagios miserables, de gentes que se apoderan de los textos, de la música, de otros. lo cual es absoluta-mente reprensible y condenable legalmente, pero me refiero a un asunto diferente. comienzo por recordar que el concepto de plagio nace al mis-mo tiempo que el museo y la biblioteca moderna, en el siglo xviii, pues hasta entonces la invención era considerada innecesaria, y seguir las hue-llas trazadas por los predecesores se pensaba deseable. Pues sucede que en el presente la explosión de creatividad desatada por las tecnologías emer-gentes, ha propiciado una ola de apropiaciones de textos y de imágenes,

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tomadas con el propósito de alcanzar en una nueva ordenación, o collage, de significaciones, impresiones diferentes a base de textos e imágenes preexistentes. Podemos decir que la figura del autor fuerte, que decide y manda sobre la obra, se está debilitando.

Uno de los «plagios» recientes más sonados ocurrió cuando se publicó la última novela del novelista francés Michel Houellebecq, La carte et le territoire (Flammarion, 2010). El escritor se había atrevido a incluir en su obra nada menos que tres textos tomados verbatim de Wikipedia, una ver-dadera afrenta para los biempensantes. sin embargo, pocas personas con-siderarán esta trasgresión como un delito. Vicent glad tituló su artículo sobre el affaire Houellebecq, «la possibilité d’un plagiat» y en él añadió lo siguiente, y parafraseo: «Una práctica ilegal, pero lógica en la prosa del autor» (glad, 2010). Advertimos que se habla de posibilidad, y de una práctica ilegal, pero lógica. ¿cómo se explica esa paradoja de «ilegal, pero lógica»? Quizás la más cómica de las explicaciones la dio la editorial, que alegó que como Wikipedia no tiene autores no podía haber plagio. En realidad, lo importante es que nos hallamos ante un caso de utilización de la información que se encuentra en la red para ampliar, recontextualizar un asunto, que los antiguos modos de entender la autoría, los derechos del lector, se adhieren a una definición del autor como autoridad y dueño de la información, que el universo digital parece matizar.

la idea de la creación solo se puede concebir en la autoría romántica. se orilla así un aspecto normal en un pasado reciente, la existencia de maes-tros, de antecesores. Quiero, pues, decir que muchos de los casos de plagio no lo son, y que es importante que los autores se acostumbren a pensarse como gentes que viven en el mundo, influidos de mil maneras por las cir-cunstancias, y que la relación con otros resulta mucho más productiva que el conflicto sobre a quién se le ocurrió qué. la invención, afirmo, ha cam-biado de aspecto. El icono del artista era un hombre absolutamente libre, a lo Byron, poseedor de un sistema de valores propio, que regía en la obra. Hoy, cuando el alfabetismo se ha universalizado, el mundo occidental rebosa de autores literarios, de hecho nunca hubo tantos, y todos ellos quieren ser individuos únicos, autores singulares. no obstante, esa explo-sión de individualidad no se corresponde con una explosión de creativi-dad, sino con una de diversificación. la habitual queja de que un autor renombrado copie a otro parece improbable, evoca una época pretérita

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cuando los escritores vivían encerrados con el juguete de la creación, dán-dole vueltas a una idea singular. En la actualidad, basta con acudir a una librería y mirar la oferta de títulos, de ideas noveladas, que resulta casi imposible imaginar que un narrador o narradora de talento iba a escoger la idea de otra y simplemente plagiarla.

Referencias bibliográficas

glad, V. (2010), «Houllebecq, la possibilité d’un plagiat», <www.slate.fr/>, 2-IX-2010.

Rodríguez Ferrándiz, R. (2010), La musa venal: Producción y consumo de la cultura industrial, Murcia, Ediciones tres Fronteras.