el mar y su representación en el imaginario cortés

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El mar y su representación en la literatura cortés. Espacio mítico de caos, incertidumbre, aventura y magia. The sea and its representation in the courtly literature Mythical space of chaos, uncertainty, adventure and magic Mgter. Federico J. Asiss González Gabinete de Historia Universal Departamento de Historia FFHA – UNSJ (Argentina) Inscripto en el Doctorado en Historia UNMDP (Argentina) [email protected] Resumen: El mar es un espacio social, aglutinador de diversas representaciones del imaginario medieval, un ámbito culturalmente construido que, al ser analizado en sus múltiples facetas nos permitirá comprender mejor cómo el hombre medieval percibía su mundo, su realidad, qué mitos, creencias, valores y temores lo condicionaban y se hacían presentes en las representaciones que otorgaban sentido a las descripciones sobre este espacio. En pos de lograr este fin, se ha trabajado sobre la literatura del amor cortés como una fuente histórica valiosa, buscando conocer el sustrato semiótico de representaciones que se daban cita en las descripciones y consideraciones que sobre el mar tuvieron esos escritores. Palabras claves: Mar, representación, literatura Abstract:

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El mar y su representación en la literatura cortés.

Espacio mítico de caos, incertidumbre, aventura ymagia.

The sea and its representation in the courtlyliterature

Mythical space of chaos, uncertainty, adventure andmagic

Mgter. Federico J. Asiss GonzálezGabinete de Historia Universal

Departamento de HistoriaFFHA – UNSJ (Argentina)

Inscripto en el Doctorado en Historia

UNMDP (Argentina)[email protected]

Resumen:El mar es un espacio social, aglutinador de

diversas representaciones del imaginario medieval, unámbito culturalmente construido que, al ser analizadoen sus múltiples facetas nos permitirá comprendermejor cómo el hombre medieval percibía su mundo, surealidad, qué mitos, creencias, valores y temores locondicionaban y se hacían presentes en lasrepresentaciones que otorgaban sentido a lasdescripciones sobre este espacio.

En pos de lograr este fin, se ha trabajado sobrela literatura del amor cortés como una fuentehistórica valiosa, buscando conocer el sustratosemiótico de representaciones que se daban cita en lasdescripciones y consideraciones que sobre el martuvieron esos escritores. Palabras claves: Mar, representación, literaturaAbstract:

The sea is a social space, unifying variousrepresentations of medieval imagery, an areaculturally constructed that when analyzed is its manyfacets will allow us to better understand how medievalman perceived his world, his reality, myths , beliefs,values and fears condition them and were present inthe representations that gave meaning to thedescriptions on this space .

Towards this end, we have worked on the literatureof courtly love as a valuable historical source inorder to know the semiotic representations substratecame together descriptions and considerations on thesea had those writers .Key words: Sea, representation, literature

“Los geógrafos árabes y los autoresanglonormandos del siglo XII aportantestimonios de una amplia tradiciónmarítima que no se reduce al simple temora los viajes o a los monstruos. Es ciertoque los caballeros y los clérigos semorían literalmente de miedo en el marmientras que los marineros, en cambio,sabían nadar y bucear. Los cuentos que hansido recopilados por los clérigos expresanesta familiaridad ambigua que mezcla labúsqueda de protección con la fascinaciónante la proximidad de la muerte”

HENRI BRESC, Mar en Diccionario razonado delOccidente medieval (2003)

Hombres de tierra y de mar veían a este espacioque se extendía más allá de la tierra firme, demaneras muy distinta. Para unos, el mar era un sitiode zozobra, temor, un ámbito demoniaco vinculado conlas profundidades del averno, donde ni siquiera la

luz, representación de la divinidad, lograba llegar.Para los otros, era un ámbito de aventura, promesa deriquezas, puerta de otros mundos, especialmente en laforma de islas fantásticas.

Así, no abordaremos el mar como un mero objetonatural, fuente de recursos, sino como un fenómenocultural. Fenómeno que resulta de particular interésporque, a pesar de su omnipresencia en la vida de loshombres de todas partes del mundo, no existe unapercepción homogénea de él. Cada cultura ha proyectadoallí sus temores y deseos; lo cual ocurre porque todala realidad, todo ese mundo en devenir, al quellamamos naturaleza, se encuentra cargado designificados, tejido por representaciones, construido.Como apuntara David Le Breton, ni siquiera lossentidos del cuerpo transmiten al cerebro una imagenobjetivada del mundo sino que, por el contrario, son“…una materia destinada a producir sentido sobre elinagotable trasfondo de un mundo que no cesa deescurrirse…” (Le Breton, 2009: 11). Por ello, alocuparnos del mar no sólo veremos una masa líquidailimitada a nuestra vista que se mece acompasadamente,sino un producto culturalmente definido por la pluma yel imaginario de la cortesía medieval.

En principio, no debemos olvidar que en las costases donde se observa la fuerza de choque entre la masalíquida, el agua, y la sólida, la tierra. Si bienambos se presentan como espacios inconmensurables, latierra brinda al hombre un ámbito cercano, conocido,familiar, en el que los peligros, los seres extraños ydemoníacos, han sido circunscriptos a lugaresdeterminados, bosques, pantanos y desiertos son losgrandes receptores de los temores del hombre sobre latierra. Pero en el mar, sitio de tempestades ynaufragios donde moran seres mágicos, no hayposibilidad de delimitar zonas seguras, de sentirse a

salvo. Sólo resta realizar una navegación de cabotaje,cercana a las costas sin adentrarse en alta mar. Enefecto, en el mar océano no hay sitio conocido niseguro, todo es mutable, pudiendo esconderse bajo lasduelas de la embarcación el más terrible de losmonstruos y el más profundo de los abismos.

Fue tal percepción contrapuesta de la tierra y elmar la que provocó que el hombre medieval losrepresentase de modos tan diferentes; obligándonos asu vez a tratarlos por separado como dos términosopuestos complementarios del mundo percibido eimaginado por la humanidad. No obstante, antes deabocarnos al tema que nos ocupa, creemos necesario yútil realizar una serie de consideracionespreliminares a fin de encuadrar teóricamente nuestroplanteamiento.

El espacio y el lugar, construcciones culturales.

En principio, es conveniente enunciar que eltérmino “espacio” que se ha utilizado aquí supera lasdimensiones euclidianas y su noción como algo dado.Así, siguiendo a Paul Zumthor (1994), lo entendemoscomo un “espacio social”, es decir, un lugar en elque, sobre la tierra real, se despliega la accióncolectiva y aquel sobre el que se proyecta laorganización del grupo; el de sus actividadessimbólicas y de sus juegos. Allí se trazan lositinerarios discursivos, a lo largo de los cuales elgrupo se habla a sí mismo. Sobre este espacio socialoperan las fantasías, contribuyendo a su creación y sumantenimiento; siendo generador de mitos, en el vacíoabierto entre la percepción inmediata y su reflexiónpor el espíritu. Es, en suma, un ámbito culturizado,sustentado en la cultura y en los “lugares” (Augé,2000), antropológicamente entendidos.

Indudablemente, las categorías mentales determinan

la organización que el hombre le da al espacioconocido y, aún más el desconocido. Son la vía quehemos encontrado para aprehender y subjetivar el mundoque nos rodea, en otras palabras, nacen de la

“…necesidad intelectual de precisar dimensiones, deterritorializar los conocimientos geográficos, es decir, deinteriorizar y concretar las formas y características decada espacio, por medio de la experiencia cuando era posibleo utilizando los conocimientos acumulados a los que seotorgaba credibilidad y autoridad o, si no los había engrado suficiente, valiéndose del testimonio y de laimaginación, de la mano de relatos de viajes o, en lo quetoca al Más Allá, de reflexiones e hipótesis teológicas”(Ladero Quesada, 2002: 8).

Así, las representaciones1 del mundo y de lanaturaleza presentarían pocas variaciones de las ideasy creencias –muchas veces individuales, contrapuestasla mayoría de las veces– heredadas del mundo antiguo yaltomedieval, las cuales se vieron enriquecidas apartir del siglo XIII. Con todo, el planteoantropocéntrico en torno al cual giraba la idea de laCreación, convertía al hombre en eje de organización“espacial”:

“… la medida del mundo medieval descansa en el hombre mismo,microcosmos que en su cuerpo incluye todos los elementos deluniverso, que es el centro de la unidad cósmica, como laquiso Dios, inscrita (más allá de nuestra individualidad) enlas jerarquías sociales del gran cuerpo colectivo, elespacio-tiempo en el que se desarrollaba el drama de laRedención»” (Zumthor, 1994: 395).

De esta manera, la imagen del mundo, del universo,de la naturaleza en la Edad Media se encuentrafuertemente ligada a una “visión” simbólica, nutridapor el mito y las leyendas. Esa perspectiva, hacía que

1 Siguiendo a Roger Chartier (2007), con representación nos referimosa una construcción cultural, expresada en prácticas y discursos, quese compone de una dimensión transitiva, lo que muestra, y unareflexiva, lo oculto o distorsionado.

todo se prestara a un entendimiento simbólico; “…piedras, vegetales, animales, colores, figuras,números, personas, actos y, por supuesto, los espaciosen lo que el hombre vive, por los que transita o a losque imagina” (Ladero Quesada, 2002: 8).Es decir, nada“… en toda la extensión del mundo, en todo lo que lamar encierra en su círculo y el sol ilumina…”(Anónimo, 1996: 302) escapaba a esta visiónsubjetivante. Estas líneas extraídas del “Jaufré”expresan, aludiendo al mapa T-O, el carácterabarcador, totalizador que el mar tenía en elimaginario medieval, al tiempo que funcionaba comohomogeneizador de aquello sólido y variopinto que seamalgamaba ante el indómito mar, la tierra.

La tierra, madre nutricia.

En principio, nos ocuparemos de la tierra, encuanto opuesto complementario del mar, por lo cual sutratamiento será más sucinto y holístico.Efectivamente, este espacio que abarca todos losámbitos y actividades desarrolladas por el hombre,conoce en su bastedad sólo dos límites, la costa y lalínea del horizonte, y es percibido como el granlienzo sobre el cual el hombre puede operar y haceruso pleno de todas las criaturas de la naturaleza, dela Creación. Representada como una maternal mujer,“Tellus Mater” (Chevalier; Gheerbrant, 2009: 992), desu fecundo vientre, nace y se renueva constantementela vida, siendo cobijo de la humanidad y proveedora desustento.

Así, Bocaccio en el libro tercero de la“Genealogía de los Dioses” describe a la Tierra

“… en la figura de una Matrona que lleva tocada la cabezacon una corona representando una torre. […] Va vestida contúnica, recamada de diversas hojas de los árboles, de verdeshierbas y de hermosas flores. Con la diestra sostiene unCetro. Con la siniestra una llave. […] La corona en forma de

torre simboliza precisamente a la Tierra, por ser ésta comoun círculo, a guisa de Diadema, ornado por Torres,Castillos, Villas y Ciudades.La túnica, con sus brocados de hierbas y flores diversas,simboliza las selvas y las infinitas especies vegetales delas que la Tierra está cubierta.El cetro que sostiene con la diestra, simboliza los Reinos,las riquezas y el poderío de los Señores del Mundo.La llave, según nos cuenta Isidoro, sirve para mostrar quela Tierra, cuando llega la estación invernal, se encierrasobre sí misma escondiendo en su interior la semilla antesesparcida sobre ella; germinando la cual brota después,llegando el tiempo de la Primavera, momento en que se diceque la Tierra se abre” (en Ripa, 2007, T.I: 175)

En consonancia, Cesare Ripa, en “Iconología”, ladescribe siendo una

“Matrona sentada y revestida con un traje sobre el que severán bordadas gran cantidad de hierbas y de flores. Con ladiestra sostiene un globo, llevando en la cabeza una coronatrenzada de frondas, frutas y flores. Llevará repleto de lomismo un Cuerno de la Abundancia sosteniéndolo con ladiestra, y aparecerá a su lado un León, así como otrosanimales terrestres” (2007, T.I: 305)

En suma, la Tierra se entiende como soporte físicoy elemento fundamental del universo: su fecundidad (laMatrona); su vinculación con la flora y la fauna(túnica vegetal y animales en derredor); su íntimarelación con las actividades humanas (corona ornadacon la torre) y con el poder temporal (Cetro en ladiestra); y, por último, su carácter cíclico (llaveque protege del invierno a la vida seminal hasta lapróxima primavera). Asimismo, en ella estaríansintetizados los espacios de vida del hombre medieval,la corona habla de los ámbitos artificiales elaboradospor la mano del hombre para desarrollar su vida, elpalacio o la ciudad; siendo también el planohorizontal donde el hombre puede extender y ejercer supoder, ya que sobre las aguas no hay control posible.Por esto, Svend Larsen afirma:

“Everywhere the sea marks the limits of collective andindividual human identity both on a social level as aquestion of survival, on an antropological level as a non-human space we are bound to and on an onthological level asthe boundary between life and death” (2012: 171-172)

En contraste, en la Tierra se ubica la vidavegetal y animal, nutrimento del ser humano, vida quese presenta por momentos hostil al hombre, como en elbosque, y que también éste ha tratado de domesticar ysometer a su voluntad, tal es el jardín. No obstante,al igual que la mujer que debe esperar pasivamente lallegada de su caballero, la Tierra como ente femeninoes percibida en una actitud yacente y pasiva. Es elhombre quien penetra, con los utensilios de labranza,la virginal superficie terrestre, actividadrepresentada de múltiples formas, una de ellas con elleón;

“… por cuanto estos animales (según dice Solino en su Librode las Cosas Maravillosas), acostumbran, mientras quecaminan sobre el polvo, a ir borrando con la cola lashuellas de sus pies, para que los cazadores no puedan tomarindicio de ellas, y con esto seguirlos y corres tras supista. Esto mismo es lo que hacen los agricultores con elterreno; pues tan pronto como han esparcido por tierra lassemillas, al punto cubren los surcos, a fin de que lospájaros no coman la simiente” (Ripa, 2007, T I: 176)

No es arbitraria la elección de este animal comometáfora del agricultor que hunde su azada en loscampos. Siendo la tierra arquetipo de feminidad,fecunda, amable, abierta, abundante y pasiva; elcampesino, vinculado al león, toma los rasgos de lamasculinidad, que activamente profana el virginalorigen terrestre, en tanto que al León se lo ha vistocomo símbolo de poder, soberanía, fuerza, justicia ydemás atributos inherentes a la naturaleza activa delhombre (Chevalier; Gheerbrant, 2009).

Pero, al mismo tiempo, el campo se muestra

desafiante en su desconocida e indómita vastedad. Anteaquel desasosiego que la naturaleza le genera, elhombre se refugia en su mundo, la ciudad, construidocon recursos extraídos de las entrañas de la tierra,de la naturaleza, la madera, la piedra le permitencobijarse y generar la idea de perennidad yestabilidad en la que es posible desenvolver sus díassin sobresaltos. Pero tan importante como crear estosespacios es el individualizarlos, por ejemplo en lachantefable “Aucassin et Nicolette” las ciudadesaparecen como islotes en un mar de tierra, sólo ellastienen un nombre, v.gr. Beaucaire, una referenciacierta, mientras que el campo es algo indefinido,vasto y repetitivo: “Pasan valles y montañas…”(Anónimo, 1998: 76). En esos grandes contenedoresrocosos el narrador coloca, sin mencionarlos, a losbosques, ríos, animales y demás referencias genéricasal medio natural.

En efecto, la actividad creadora del hombresignifica al espacio y lo convierte en un sitio seguropor el que transitar y morar. En consecuencia, unatierra sin presencia humana, ni signos de suactividad, es un ámbito peligroso cuyo tránsito es unaprueba a la valentía del caballero que en su “Quête”deambula por los caminos de la Europa Occidental. Asílo demuestran las palabras de advertencia que Augierd’Essart le dirige a Jaufré sobre el itinerario quepretende iniciar: “En él no encontraréis pan ni vino,castillo, villa o ciudad, ni ningún hombre nacido demadre” (Anónimo, 1996: 167).

Como puede apreciarse, el campo es sinónimo deadversidad para el caballero cortés. Era un terrenocarente de “amor”, de atracción sentimental entreambos sexos, donde las parejas vernáculas se limitabansimplemente a efectuar un escueto y violentointercambio seminal para originar la próxima

generación de fuerza de trabajo servil, tal como loexpresara Andreas Capellanus:

“Dicimus enim vix contingere pose quod agricolae in amorisinveniantur curia militare, sed naturaliter sicut equus etmulus ad Veneris opera promoventur, quemadmodum ímpetus eisnaturae demonstrat. Sufficit ergo agricultori labor assiduuset vomeris ligonisque continua sine intermissione solatia”(1985: 282)

No obstante, el campo no siempre es un ámbitoajeno al amor cortés. En ocasiones, es el espacio delibertad, un “locus amoenus”, especialmente el bosque,donde era posible el encuentro prohibido de losamantes, como los de Tristán e Iseo. Pero este imagenidílica de lo rural no puede sostenerse en el tiempo;la falta de sal, vino o pan, además de la exigencia decomer carne cruda, para que el fuego no delate suubicación, son indicios utilizados por los autorespara indicar que en este lugar las carencias sonmuchas y los placeres pocos. El pan, el vino y la vidacortesana están fuertemente unidos en el discurso del“fine amour”, siendo su ausencia una señal de peligrocontra la supervivencia del amor. Hasta el célebreTristán llega a arrepentirse del amor que lo hiciesehuir de la corte junto a Iseo. Así se lamentaba eljoven

“He tenido olvidada la vida de caballero y los usos de lacorte y de los barones; he sido expulsado del país y mefaltan las pieles ricas y de bellos colores y no estoy en lacorte con los caballeros […] [Si no hubiera traicionado a mitío y rey] Ahora estaría en la corte del rey rodeado de cienpajes que recibirían las armas y estarían a mi servicio.Habría ido a otros países como soldado [de otro señor], enbusca de salario. ¡Qué lástima me da la reina a la que hedado una choza en vez de tapices! Vive en el bosque cuandopodría estar con su séquito en lujosas cámaras alfombradasde seda: por mi culpa tomó un mal camino” (Berol, 2001: 94)

Así, el tiempo y la carencia convierten al “locusamoenus” en un “locus terribilis”, desgastan el amor

hasta marchitarlo2: “Nam inopiae quisque necessitati suppositus deflexo íncipitincedere vultu et multis cogitationibus cruciari, et omniseum alacritas derelinquit. Qua quidem cessante illicomelancolía ex adverso consurgit, in eo suum sibi locumvindicat ira, et ita incipit ese alteratus amanti et eiterribilis apparere, sicque incipiunt amoris incrementadeficere; ergo íncipit amor diminui” (Capellanus, 1985: 58)

El mar: temor, huida, mito y magia.

La tierra, es un espacio de gozo, de trabajo, decreación, de temor y de muerte; siempre presente enlas obras corteses. Por el contrario, el mar océano esun gran ausente o, en el mejor de los casos, esmencionado sucintamente, en los relatos. Según RobertFossier (1988: 237), tal desapego hacia el mar, porparte de los creadores de estos relatos, estaríaoriginado en un hecho geográfico y biológico europeo.Por un lado, la abundancia de peces en los grandesríos europeos septentrionales liberaron a los hombresde la necesidad de salir hacia altamar en busca dealimento. Por el otro, la existencia de una extensazona sin grandes relieves, que abarca desde el PaísVasco hasta Prusia, permitió un desplazamientoterrestre sin problemas. Debido a ello, los germanos yceltas serían hombres de tierra firme que, por ende,carecieron de una cultura marítima como la de lospueblos mediterráneos. Esta última afirmación deFossier es quizá una de las más fácilmentecuestionable dado que los celtas otorgaron granimportancia al mar, al elemento líquido en general, ensu cosmovisión

En consecuencia, consideramos que esasafirmaciones deben matizarse al momento de reflexionar2 Sobre las condiciones para que el Amor Cortés se produzca y mantengaCf. Asiss, F. (2015). Lugares y espacios de vida del hombre medieval en el imaginariocortés. Representaciones e ideas en la Francia de los siglos XII-XIII. Magister enHistoria. San Juan: Universidad Nacional de San Juan

sobre la presencia y ausencia del mar en el imaginarioy la literatura cortés. En primer término, esconveniente no olvidar que en la literatura cortésfrancesa confluyen cuatro tradiciones, de una singularrelación con el mar. La tradición celta ve al mar comoun espacio “infinito”, nexo con otros mundos por sucarácter mágico. El embarcarse no era una acción menorpara los celtas, al hacerlo se comprometía el porvenirde esa persona, nadie volvía del mar tal y como sefue. Por su parte, los griegos percibían en el Egeo unmar “domado”, domesticado, un espacio sembrado deislas que nunca es hostil o fatal para el viajero.Mientras, para los romanos el mar era un elementoadverso y furioso que era preciso “ignorar” en laliteratura, optando por aventuras terrestres. Porúltimo, la tradición bíblica, conformada por pueblosdel desierto, tiene al mar por espacio “abolido”, unobstáculo a eliminar, como el mar Rojo para Moisés, ouna tentación a evitar.

Esto nos reafirma la clara oposición que para loshombres, seres terrestres, ha separado las aguas de latierra, acabando con el caos primordial. Si bien ambasse encuentran en el origen de las cosas y del universomismo; el agua precede a la organización del cosmos,mientras que la tierra produce las formas vivas. Enefecto, las aguas representan la masa de loindiferenciado y la tierra los gérmenes de lasdiferencias. Mas, este rasgo del agua se incorpora almar como una paradoja. Por un lado, nos referimos alos mares como si fueran fenómenos susceptibles dedelimitación, v.gr. mar Mediterráneo, pero a la vez noolvidamos su naturaleza indiferenciada en tanto cuerpoacuoso. En este sentido, Svend Larsen apunta:

“If wáter is infinitely changeable and limitless, then thesea persistently and uncontrollably transgresses itsboundaries and thereby exposes the limits of human power andimagination” (2012: 172)

A su vez, la tierra y el agua se diferencian porla faz bisexual del segundo. No existen ambigüedadessobre la femineidad de la tierra, tanto en su carácterde masas continentales, como en su condición deElemento fundamental del Universo. Por el contrario,el Agua, en tanto elemento, es femenino y masculino,es decir, bisexual. Por ejemplo, Cesare Ripa recurreal libro “Naturaleza de los Dioses” de Fortuno parabuscar una representación del agua, que remite aNeptuno en su carro triunfal, como

“… un viejo con la barba y los cabellos del color de lasaguas marinas […] Sostiene un Tridente con su diestra […] ElTridente representa las tres naturalezas del agua, es decir,la de las fuentes y ríos, que es la más dulce, la marina,que es amarga y salada, y la de los lagos, que sin seramarga no es agradable al gusto como la primera” (Ripa,2007, T.I: 174 – 175)

Mas, luego la refiere como una “Mujer desnuda […] sentada al pie de un escollo rodeado deagua, en medio del cual se pondrán uno o dos monstruosmarinos. Y ha de sostener un cetro con la diestra […] Llevasobre la cabeza una corona de cañas acuáticas o, por parecermás bella y majestuosa, una corona de oro.Se pinta este elemento con cetro y con corona, porque no hayningún otro más necesario que éste para el cumplimiento delmundo y el desarrollo de la humana vida. Por esto decían lospoetas Hesíodo y Tales de Mileto, que el Agua no era sóloprincipio de todas las cosas, sino también Señora de todoslos Elementos, por cuanto consume la Tierra, apaga el Fuegoy se remonta por encima de los Aires, cayendo desde el Cielocuando fuere sazón, para que todas las cosas necesarias alhombre nazcan sobre la tierra.” (Ripa, 2007, T.I: 305)

Entonces, ¿Cuál es la explicación de estabisexualidad? Quizá la respuesta anide en el podergenerativo y destructivo que guarda en su esencia ellíquido elemento. Así, se nos presenta a los hombrescomo una materia desafiante, dúctil y flexible, pero asu vez caótica. En su cara rebelde, es el varón que

presenta un rol activo frente al hombre medieval,negándose a doblegarse ante su voluntad dado losescasos recursos tecnológicos de que disponía pararegular su uso. Asimismo, tiene una faz femenina,creadora; siendo fundamental, como apuntó Ripa, parala vida de todo ser en el mundo. Esta faz “amigable”es la que se rescata cuando se ubica en el centro delos jardines algún arroyo o fuente con agua que corre.Allí es la que fecunda la maternal tierra donde elhombre del Medioevo encuentra alimento y refugio. Mas,cuando esas aguas, que discurren por la superficie dela Tierra, se vierten en las abismales profundidadesdel mar o del Océano, la relación del hombre con elelemento agua cambia, no es un lugar “amigable”. Es unespacio que aterroriza por su inmensidad, soledad ypor el constante peligro de muerte que corre quien alos dominios del agua se arriesga. Es por ello que, enla “Iconología”, Ripa nos dice que el mar es un

“Anciano de muy larga cabellera que tiene la barba suelta ydesordenada. Ha de pintarse desnudo y de terrible aspecto.[…] Se pinta horrible y espantable, tal como dijimos, paramejor simbolizar su agitación y movimiento” (Ripa, 2007,T.II: 126)

Será la violencia que a veces el mar puededemostrar y las escasas mejoras técnicas que se daránen la navegación durante la mayor parte de la EdadMedia las que mantendrán y en algún caso acrecentaránel temor que los europeos de esos siglos tuvieron anteesa masa de agua. Agua que por necesidad debían surcaren pos de concretar intercambios comerciales, pero encuyas travesías el navegante jamás se apartaba de lacosta lo suficiente como para perderla de vista; verla tierra a lo lejos era lo que le daba la seguridadnecesaria para enfrentarse al indómito mar. Lepermitía al navegante tener un punto de referencia,guiarse en el caos. La situación opuesta nos esrelatada en la “Navegación de San Brendán”, cuando el

santo, abandonando la “isla de las aves”, “… fuellevado caprichosamente de un sitio a otro a través delas llanuras del mar durante tres meses. No podía vernada excepto el cielo y el mar” (Anónimo, 2006: 56).

El miedo del hombre que abandona la seguridad delsuelo bajo sus pies, aún pervivía en las palabras deJules Michelet (s. XIX):

“Un intrépido marino holandés, vigoroso y frío observador,cuyos días se deslizan en el inmenso Océano, confiesa confranqueza que la primera impresión que se recibe alcontemplarlo, es de miedo. Para todo ser terrestre es elagua el elemento no respirable, el elemento de la asfixia.Barrera fatal, eterna, que separa irremediablemente ambosmundos. No nos sorprende, pues, que la gran masa de aguadenominada mar, desconocida y tenebrosa en su profundoespesor, se haya aparecido siempre formidable á la humanaimaginación” (1909)

Sin embargo, la profundidad y el inconmensurablevolumen de las aguas no son las únicas causas detemor, sino que las tempestades, las tormentas eranelementos que inesperadamente podían cobrarse la vidade tripulaciones enteras. Una de las descripciones másvívidas de un mar embravecido, origen de los temoresde los hombres del pasado, como así también de laactualidad, la encontramos extrañamente en un romancourtois, el “Tristán” de Tomás de Inglaterra:

“El viento sopla con fuerza levantando un gran oleaje, elmar se agita desde lo más profundo. El tiempo es detormenta, el aire se hace denso, las olas se hinchan y elmar se oscurece. Llueve, graniza y la tempestad aumenta. Serompen las bolinas y los obenques, entonces bajan las velasy van navegando y meciéndose a merced de las olas y delviento. Lanzan al mar la barca pues están cerca del país alque quieren llegar, pero por desgracia no estuvieron atentosy una ola la hizo pedazos. Tuvieron tantas pérdidas y latempestad era tan horrible que hasta los marineros máscurtidos no podían aguantarse de pie. Todos lloran y selamentan, el miedo les hace sufrir mucho” (2001: 200)

Es evidente que Tomás de Inglaterra pone a loshombres en un rol pasivo ante un mar indómito. Noscuenta que sus frágiles embarcaciones crujían y losaparejos del velamen se quebraban, no había manera dedominar la nave y los marineros arriaban las velaspara ponerse “… a merced de las olas y del viento”(Tomás de Inglaterra, 2001: 200). En efecto, el temores tal que no sólo los hombres que desarrollanactividades en el campo se aterran al ver latempestad, sino también los marinos más experimentadostemen por sus vidas. Esta representación del mar comoun “locus terribilis”, un sitio en el que el hombreestá a merced de la ira de la naturaleza se repiteampliamente en el imaginario medieval, llegando alpunto de ser negado como espacio en muchos relatos quesólo recurren a bosques, landas, castillos y pueblospara desarrollar sus historias, como es el caso de lashistorias corteses.

En este sentido, resultan ilustrativos loslamentos de Partonopeus en su travesía marina:

“Péors de terre est mioldre assésQue n’est de mer, bien le savés:A terre a mainte garison,Mais en la mer n’a se mort non”3 (Anónimo, 1834: 26)

Tal terror al mar y añoranza por la tierra firmahacen que el caballero sienta “el mayor miedo de suvida” (Anónimo, 2011: 125), pero ¿qué es aquello queaterra tanto a Partonopeus en el mar? El narradoranónimo nos explica la causa con estas palabras:

“Or a Partonopeus péor,Ainc en sa vi n’ot gregnor:Car seus est, n’a à cui parler,

3 “Cómo bien sabéis, el miedo en la tierra es menor que en el mar; entierra hay muchos refugios, pero en el mar sólo la muerte” Anónimo(2011). Partonopeo de Blois/Novela francesa anónima del siglo XII. Trad. EsperanzaBermejo Larrea. Murcia: Universidad de Murcia p. 125

Et si est loing en haute mer:Miols volsist ester en le forestU tante paine et tant mal trest”4 (Anónimo, 1834: 26)

La soledad y la lejanía de las costas angustian aPartonopeus y explican por qué este espacio es negadocon frecuencia en las historias corteses. Sin embargo,ello no debe llevarnos a pensar que toda la tradiciónliteraria europea repite tal matriz discursiva. Enespecial, el caso celta nos resulta capital parailustrar una visión distinta sobre el mar, el cual “…con todo su poder ha causado siempre admiración ytemor a los humanos y son muchos los poemas que hancantado su belleza y su poder destructor” (Sainero,1998: 19). Tal atracción humana por los espaciosmarítimos, en el caso celta se urde en una tramaliteraria que “… cantan al viento, la lluvia, lascolinas, el mar o los ríos de su tierra…” (Sainero,1998: 172) desde tiempos inmemoriales. Un ejemploacabado de tales cantos celtas a la naturaleza es Songof the Sea, poema conservado en un manuscrito del s. XIpero que se atribuye al bardo Ruman Mac Colmain(Sainero, 1998), quien vivió en el siglo VII.

En este antiguo poema podemos ver con detalle comoun hombre insular percibía al mar que todo lo rodeaba.Dice que era un “… wild and broad green sea” (MacColmain, 1911: 51) y que el viento que sopla del norte“… it urges the dark fierce waves…” (Mac Colmain,1911: 51). También dice que la masa acuática que seencontraba al oeste de la isla era "… the salt sea ofswift currents” (Mac Colmain, 1911: 51). Es un marpersonalmente vivido por el narrador, experimentado ensus detalles, nombrado e identificable; muy distintoal mar descripto por las historias continentales,4 “Partonopeo siente en ese momento el mayor miedo de su vida, porqueestá solo, no tiene con quien hablar y está lejos en alta mar.Preferiría estar en el bosque, donde halló tanta pena e infortunio”Ibíd. supra

extenso y ajeno a quien lo percibe. Esa cercaníaevidenciada en las palabras del poeta, que lo lleva adecir: “The ocean is in flood, the sea is full,delightful is the home of ships…” (Mac Colmain, 1911:51). Empero, ese hogar de barcos y navegantes escondetemores tan profundos como el mismo mar, lafamiliaridad no exorciza los miedos del hombre. Poresto, el poeta clama a los cielos:

“Son of the God the Father, with mighty host, save me fromthe horror of fierce tempests!Righteous Lord of the Feast, only save me from the horridblast,From Hell with furious tempest!” (Mac Colmain, 1911: 52)

Efectivamente, una tempestad en el mar es uninfierno acuático, un horror devorador de barcos yvidas, como narraba Tomás de Inglaterra. Esto erasabido por los marinos que surcaban los mareseuropeos, y fue expresado bellamente en The Seafarer,poema anglosajón del s. X: “… [I] often learned thatships are homes of sadness” (Anónimo, 2009: 53). Perola conciencia de los pesares que la mar aguarda no lohacen claudicar de su vida marinera porque

“… now my bloodis stirred that I should make trialof the mountainous streams, the tossing salt waves;my heart’s longings always urge meto undertake a journey, to visit the countryof a foreign people far across the sea” (Anónimo, 2009: 54)

El bardo-marino sabe que los anhelos de sucorazón, como él los define, no serán comprendidos porigual por todos los hombres. El más extrañado de todosserá el hombre de tierra

“He who livesmost prosperously on land does not understandhow I, careworn and cut off from my kinsmen,have as an exile endured a winteron the icy sea…” (Anónimo, 2009: 53)

La vida del marino es dura hasta para él, pero dealguna forma el marino considera que las dificultadesle parecen mayores e imposibles de tolerar al hombrede tierra porque, al ser su vida más benévola, se hasuavizado. Así lo expone el bardo:

“Wherefore he who is used to the comforts of lifeand, proud and flushed with wine, sufferslittle hardship living in the city,will scarcely believe how I, weary,have had to make the ocean paths my home” (Anónimo, 2009:54)

Asimismo, las tempestades al tiempo que ponen aprueba al hombre, otorgan un rol activo a los mares alpoder torcer el rumbo, vital y de navegación, de loshombres. Esto lo podemos constatar en la huida,emprendida por Aucassin y Nicolette, en un bote que,ya en alta mar, se encontró con “…una tormenta, queles llevó de país en país, hasta que llegaron a unlugar desconocido…” (Anónimo, 1998: 76) llamadoTorelore, al que nos referiremos más adelante. Peroallí no acaba la acción del mar con sus tempestadesporque al ser capturados y llevados lejos de la costa“… se levantó una tempestad […] que dispersó losnavíos” (Anónimo, 1998: 81). De tal modo, la tempestadle permite al mar realizar la función que desde laantigüedad tardía se le asignaba: “… de separar/unir,casi siempre, personajes enamorados pero tambiénterritorios, países, culturas…” (Muela Ezquerra, 2007:155).

La dura vida marinera y el terror que el margenera per se en los hombres fueron dos grandes razonespara que el imaginario cortés anulara, suprimiera o,en otros casos, matizara los escenarios marinos. Enconsecuencia, el caballero plenomedieval no demostróafición por estos espacios y si por la foresta, comoya vimos. En contraste, en el ciclo de Ulster lahistoria de Deidre troca la percepción de estos

espacios. Por un lado, el bosque no es un sitio dehuida para concretar el amor, es la prisión donde lajoven Deidre fue aislada, por el rey Conchubar, hastaque llegara a la edad nupcial. Por el otro, el mar, esla vía de escape de la joven prisionera con su amante,Naisi, hacia Albany (Escocia) para fundar un nuevoreino.

Claramente, ello nos demuestra que los hombres dela propia Europa percibieron el mundo en función dediversas tradiciones que convivieron, pugnaron y sehibridaron. Por eso, Julián Muela Ezquerra (2007)apunta que el hombre medieval, y la literatura así lorefleja, percibió al mar de dos formas distintas. Laprimera de ellas lo entiende como un “mar–superficiehorizontal”, que sirve de frontera, separación,extensión y vía de desplazamiento de los protagonistasde la literatura. En palabras de Muela Esquerra

“La superficie marina sirve al hombre medieval para unir ypara separar, para aislar continentes y poner límites aluniverso conocido, para alcanzar nuevas tierras o huir depeligros; también para provocar miedo cuando esa mole seencabrita en forma de tempestades y olas rompiendo comomurallas”. (2007: 148)

Entendido de esta forma, el mar tuvo escasoprotagonismo para la literatura europea; pero, en elsiglo XII, las influencias célticas en la literaturaromance de Francia generan una renovada percepciónsobre el mar, como “volumen”. Este cambio lo establececomo espacio de transformación, como un paso a unmundo diferente, con un movimiento ya no sólohorizontal, sino también vertical. Desde estaperspectiva el mar toma otra densidad y los abismos seabren ante nuestros ojos, “El ‘fondo’ marino es otromundo mucho menos mensurable, que tan pronto producealimento y sostiene la vida como se vuelve territorioignoto de seres desconocidos y conduce a la muerte”(Muela Ezquerra, 2007: 148). En consonancia con la

afirmación de este autor, Howard Patch asegura: “…tenemos referencias indudables del viaje del OtroMundo a través del mar” (1983: 249), creencia que sepuede vincular con “… la ideas sobre la extraña regiónsubmarina o País bajo las olas [en el original estáencomillado]” (1983: 249)

La mixtura de terror y fascinación es, quizás, lacausa por la cual el mar es visto simbolicamente comoun “océano interior” (Cirlot, 2011) con poderesmísticos o mágicos que comparte con los propios delelemento acuático. Dice Juan Cirlot (2011: 305) quelas aguas en movimiento, como las del mar, presentanun carácter transitivo entre la vida y la muerte; así,todos los ámbitos acuosos son la fuente de vida y elfinal de la misma. Tal visión del agua, no erapropiedad exclusiva de los clásicos: Paul Zumthor(1994) nos recuerda que entre los siglos XII y XV losoccidentales se mostraron sensibles a las virtudessimbólicas del elemento líquido, siendo al mismotiempo purificación y muerte.

Asimismo, Chevalier y Gheerbrant consideran quemar y océano son términos equivalentes a nivelsimbólico, ya que ambos “… por su extensiónaparentemente sin límites […] [son] la imagen de laindistinción primordial, de la indeterminación delprincipio” (2009: 767). Tal indeterminación hará,según Cirlot (2011: 344), que el océano exprese unasituación ambivalente, síntesis de la vida y lamuerte. Es un creador de monstruos, y por ello es laperfecta morada abismal, pero su agua salada aldestruir las formas superiores de vida, lasterrestres, lo hace ser un símbolo de la esterilidad.A su vez, al ser origen de todo, representa a la madreen su cara benévola o terrible.

Sin embargo, para la Plenitud Medieval, el marhabía dejado de ser el devorador de barcos para

constituirse en nexo rápido y seguro, más seguro quelos pocos, inseguros y mal mantenidos caminos de laEuropa continental. En esta línea, R. Fossier (1988:238) afirma que hasta bien entrado el siglo XIII,cuando ya el imaginario cortés se había estabilizadoen un número de estereotipos y temáticas específicas,el océano siguió siendo una zona que repelía alhombre; mas el mar, por el contrario, era, inclusoantes del siglo XII, una zona familiar para losnavegantes. Los trasiegos de mercancía por víamarítima eran comunes y abundantes, v.gr. en “ElCuento del Grial” de Chrétien de Troyes se nos cuentaque por esta vía ingresan barcos mercantes cargados dealimentos hacia el castillo sitiado de Blancheflor,necesitado de ellos. Chrétien nos dice que “… unvendaval impelió por el mar un barco que llevaba ungran cargamento de trigo y estaba lleno de otrasprovisiones; y Dios quiso que, entero e incólume,arribara delante del castillo” (2000: 85). Cuandoingresaron los barcos al puerto, los mercaderes sepresentaron: “Somos mercaderes que llevamosprovisiones para vender: pan, vino, cecina, ybastantes bueyes y cerdos que, si es necesario, sepueden matar” (2000: 85). La abundancia es tal y lapoblación del castillo se encuentra tan famélica queofrecen comprarles todo lo que llevan en sus naves yles aseguran a los comerciantes, “… no os podréisescapar de recibir y contar los lingotes de oro y deplata que os daremos por el trigo; y por el vino y porla carne recibiréis un carro cargado de riquezas, yaún más, si es necesario” (2000: 85). En esta extensacita podemos hacernos una idea del volumen demercancías que se traficaban por vía marítima para elperiodo en que las historias corteses adquirieron suforma estereotípica.

No obstante, para el imaginario poco importaba larealidad contemporánea a su estructuración;

encontrándose más determinado por las viejastradiciones y leyendas que por las experiencias quecotidianamente podían percibirse. Así, el mar semostraba como un espacio que se despliegainconmensurable, nexo entre culturas y mundos. El marsignificaba la ausencia total de caminos y por elloera metáfora de todas las incertidumbres. Paul Zumthorplantea que el hombre medieval gustaba de sentir suspies sobre la tierra firme (1994: 75) y entonces elemprender una travesía marítima era una gran muestrade valentía. Por ello, Aucassin no duda un momento, alllegar al mar, y al ver que el camino de huida portierra ha concluido, sube a la primer barcaza paracontinuar su escape amoroso. Se puede observar que latravesía por mar es una hazaña de gran valía parademostrar el amor que se jura sentir por la otrapersona. Así Nicolette le asegura a su amado: “Por vosatravesaré el mar y por vos iré a otro reino”(Anónimo, 1998: 57). El tópico de la huida esreiterado en el célebre “Tristán” del manuscrito deOxford: Tristán

“No deja de caminar hasta llegar al mar. Llega al mar yencuentra a punta una nave con todo lo que necesita. Fuerte,bella, grande y buena es la nave, como la de los mercaderes;va cargada con muchas mercancías y debía zarpar haciaBretaña. Los marineros izan las velas, levan el ancla de lanave, se dirigen hacia alta mar, pues sopla buen viento parala singladura […] Tristán ya está entre ellos; el vientohincha la vela mayor, rápidamente avanza entre las olascortando el profundo mar. Tienen viento favorable, tal ycomo lo desean” (2001: 170)

La huida a la que debe recurrir para salvar suvida, ante la cólera del rey Marco, no es un simplecambio de lugar, un desplazamiento en las coordenadasdel espacio geográfico; sino que, como apunta MuelaEzquerra, “El desplazamiento de la tierra hacia elmar, o del mar hacia la tierra en los relatosmedievales franceses añade un valor simbólico” (Muela

Ezquerra, 2007: 151). Este carácter transicional quepresentan las aguas, de fuerte raigambre céltica, sereitera tanto en el “Jaufré”, donde el protagonistaaccede a un nuevo reino a través de una fuente, comoasí también en el “Perceval” de Chrétien de Troyes, enel cual este caballero se encuentra con el castillodel Grial al atravesar un río. Asimismo, en elfragmento antes citado del “Tristán loco” apreciamos lainfluencia céltica en la concepción del “mar–volumen”anteriormente apuntada. En efecto, el narrador nosdice que el barco, con las velas henchidas “… avanzaentre las olas cortando el profundo mar” (Anónimo,2001: 170). Aquí el mar no es concebido en unabidimensionalidad clásica, adquiere densidad con eleje arriba – abajo y un mayor protagonismo en elrelato.

Pero el mar “céltico”, rico en mito y mágico pordefinición, que se aprecia en los romans tristanianos,fue reduciendo su presencia en los relatos, como vimosen el “Jaufré” y el “Perceval”, perviviendo en losríos o las fuentes. Esta transición se aprecia alcomparar el lai “Sir Orfeo” con el de “Guingamor”,siendo en el último

“… notable lo reducida que aparece aquí la barrera acuática,aunque el bote es todavía necesario. Si existe algunarelación entre los dos lais, podríamos sospechar que lacantidad de agua es menor en el último ejemplo debido a lagran influencia externa, quizá, en último caso, a lainfluencia germánica o a la tradición de las visioneslatinas. Tal conclusión la sugiere la importancia que seconcede al bosque y a la naturaleza especial del río. Parecedudoso que el motivo del océano se redujera simplemente porconveniencia” (Patch, 1983: 252)

Como se ha visto a lo largo de éstas páginas, laliteratura cortés, ajustándose al gusto de una nobleza“terrestre”, buscó eliminar los inquietantes espaciosmarinos, aun en aquellas historias que provenían de

raíces celtas, como las del rey Arturo, y queconstituyeron los tópicos característicos de lamateria de Bretaña. Por eso, la presencia destacadadel mar en los relatos tristanianos los hace unaexcepción dentro de la literatura del fine amour. Enesta historia, el mar une y separa los reinos deCornualles, Irlanda y Bretaña, como en las novelasépicas del periodo anterior que entendían a esteámbito como “mar–superficie”, como vía de circulación,nexo que lleva al caballero a descubrir un nuevo reinodonde probar su valor y/o encontrar el amor. Pero enel “Tristán”, “… sin embargo, el amor no se descubreen el país de destino, la isla irlandesa, sino que secumple en el mar mismo, con la escena del filtro…”(Muela Ezquerra, 2007: 163). La propia Iseo así loexpone, en un célebre juego de palabras que realizaentre “amar”, la “mar” y el sabor “amargo”. En estepasaje la coprotagonista le dice a Tristán: “… fue enel mar donde empecé a amar” (Tomás de Inglaterra,2001: 59)

En este ámbito nada caballeresco, contraviniendolos cánones del género, el amor nace contra lavoluntad de los enamorados, merced a la consumición deun filtro amoroso que los servidores de Tristánconfunden con vino y dan a beber a los jóvenes. Apartir de allí, Iseo, prometida y luego esposa del reyMarco, y Tristán, sobrino del rey, vivirán lasalternancias de un amor condenado. Quizá por ello losenamorados, lejos de las costas donde la ley y lasnormas sociales los esperan para penarlos, disfrutande su estancia en alta mar: “Los enamorados llenos degozo, van haciendo singladura por alta mar, a todavela hacia Inglaterra”. (Tomás de Inglaterra, 2001:59)

En efecto, este espacio, para el común de lospersonajes, de desasosiego, de temor, de negación,

para estos amantes, debido a sus reminiscenciascélticas, se constituye en un ámbito propicio para elamor cortés. No precisan llegar a ningún sitio paradisfrutar de las mieles del romance y, por elcontrario, la posibilidad de que el barco atraque enpuerto es vivida con amargura. Tomás de Inglaterra, alrespecto, nos comenta:

“Los de la nave han divisado tierra; todos están alegres ycontentos, excepto Tristán, el enamorado, que si por su deseofuera no la vería durante mucho tiempo. Hubiera preferidoseguir amando a Iseo en la mar, entregados a sus deleites”(2001: 59).

Sin embargo, la experiencia de Tristán e Iseo enel mar es una excepción. La mayoría de las personasexperimentaba en este sitio las mayores carencias,siendo la tierra el lugar donde era posible elbienestar y la abundancia. Por ejemplo, en la“Navigatio Brandani” se reitera que en el mar latripulación siempre “…estaban muy cansados por elhambre y por la sed…” (Anónimo, 2006: 62), mientrasque en las islas que van encontrando se repite la ideade que allí “… comerán y no les faltará nada”(Anónimo, 2006: 59)

Verdaderamente, la historia tristaniana tiene laparticularidad de constituir al mar no sólo como nexoy eje de comunicación entre los diferentes reinos,sino que también lo ubica como un espacio cortés,donde, merced a un filtro, el amor puede surgir entrelos amantes. En su calmada faz, sin tempestades a lavista, el mar acuna a la embarcación que lleva sinsobresaltos, bajo un sol radiante, a los amantes haciapuerto seguro y hacia destino incierto.

El mar y la isla: fantasía de riqueza yabundancia.

Entender al mar como un nexo transformador, comoun sitio mágico que funcionaba como el umbral entremundos, permitió que allí se proyectaran fantasías enla forma de islas. En especial, el océano Índico, comolo apuntara Jacques Le Goff, se constituyó en un“horizonte onírico” (1983: 264) del imaginariomedieval. Como mare clausum, este océano delimitaba “…el mundo encerrado del exotismo onírico del occidentemedieval, el hortus conclusus de un Paraíso mezclado dearrebatos y de pesadillas” (Le Goff, 1983: 266), perofundamentalmente fue el contenedor, toda islafantástica lo es, de los deseos y la contracara de lasfrustraciones de los europeos de la época. Cabeaclarar que, cuando Le Goff afirma que el Índico fueun paraíso, ello no es solamente una expresión. Loshombres medievales realmente creían, como lo reflejansus mapamundis, v.gr. el mapamundi de Hereford, que enel Oriente se alojaba el perdido Paraíso terrenal, alque buscaban retornar a través de una

“…vía de acceso al paraíso terrestre [localizada en laIndia]. Porque es en las fronteras de la India donde laCristiandad medieval lo sitúa, de allí es de donde partenlos cuatro ríos paradisíacos que ella identificaba con elTigris, el Éufrates, el Ganges (bajo el nombre de Pisón) yel Nilo (con el nombre de Gehón)” (Le Goff, 1983: 278)

Nuevamente el agua, los cuatro ríos del Edén, ensu místico derrotero nos conectan y conducen a lomágico, a lo fantástico. Pero no menos importanteresulta, para el historiador galo, la naturalezaclaustral de aquel océano, porque “Si se abre, si sehorada una ventana, un acceso, el sueño se desvanece”(Le Goff, 1983: 266), lo cual ocurrirá cuando seimponga la idea del océano como un gran río quecircunvala a los tres continentes, Asia, África yEuropa, conectando al Atlántico y al Índico.

No obstante, las historias corteses mantuvieron elrasgo mágico/transicional de los mares, aunque, como

ya dijimos, sus apariciones fueron breves y escasas.En este aspecto, resulta valioso mencionar lachantefable “Aucassin et Nicolette” (s. XIII) y ladescripción que del mar allí encontramos, mar con unavoluntad propia que arrastra en sus tempestades a lapareja prófuga hacia las costas de Torelore, reinoallende los mares del que desconocemos si eracontinental o insular pero que presenta los rasgoscaracterísticos de las islas fantásticas. Entre susaspectos más originales, que dejaron “… muysorprendido” (anónimo, 1998: 77) a Aucassin, nopodemos dejar de mencionar que el rey “… guardaba camaaquejado de dolores puerperales” (Anónimo, 1998: 77)mientras que la reina “… estaba con su ejército,conduciendo a todos los del país” (Anónimo, 1998: 77).Pero la manera de guerrear en aquellas tierras resultatanto más extraña que los roles que cumplen susmonarcas: “… los de la hueste habían traído/ muchosquesos frescos/ y manzanas silvestres podridas/ ygrandes setas de campo…” (Anónimo, 1998: 77); siendoel ganador aquel “… que enturbia más los vados…”(Anónimo, 1998: 77). A estas gentes de Torelore laviolencia que demuestra Aucassin en el campo debatalla, cortando con su espada a los enemigos, loshorroriza al punto que el rey lo detienen paraadvertirle: “…habéis actuado desmesuradamente, no esnuestra costumbre que nos matemos los unos a losotros” (Anónimo, 1998: 80). Es decir, es una tierraque rechaza la violencia y en la que la comida abundaal punto de arrojarla en los campos, toda unaensoñación en una Europa marcada por la guerra y lashambrunas.

Estos ámbitos de evasión insular están presentesen el imaginario cortés, aunque muchas vecescamufladas por mares que se han contraído hastahacerse ríos en cuya margen opuesta se erige elcastillo. Pero estos espacios de ensoñación no son

creación de la literatura de la Plenitud Medieval, losencontramos en los otros mundos, en las islasfantásticas, que la tradición celta ubica en “… elespacio mítico del Poniente (o del Noroeste)…” (Simón,2001:122). Los Otros Mundos celtas se localizabansobre la tierra y tomaban la forma de “… Islas de losBienaventurados, el País bajo las olas, el cerro hueco, oel país tras la niebla” [en el original la bastardilla estáencomillada] (Patch, 1983: 36) y es nombrado dediversas formas que, en ocasiones, aluden a laabundancia y gozo que encierran, v.gr. Mag Mell (llanurade los deleites), Tír na n-Óg (País de los Jóvenes).Pero, por la naturaleza del tema que nos ocupa,resulta de particular interés las islas fantásticas,descanso final de los difuntos. Uno de estos casos esBrittia5, descripta por Procopio en su “Historia delas Guerras” (s. VI).

La ínsula se encontraba dividida de norte a surpor un muro que separaba el paraíso y el infiernoterreno, al este y oeste respectivamente. En el ladooriental habitan muchas personas porque el aire essalubre, templado en verano y no muy frio en invierno,y la naturaleza es abundante en arboles cargados defruta y trigales maduros. Además, Procopio afirma: “…the land seems to display a genuine pride in anabundance of springs of water” (1962: 265). Por suparte, el levante es inhóspito y el hombre allí nopuede sobrevivir por su aire pestilente, además allílas víboras y serpientes, entre otras fieras salvajes,señorean el lugar.

Pero Brittia no es sólo un lugar de contrastes,sino que la hemos rescatado por su faceta mística.

5 Procopio de Cesarea la ubica en el océano a unos 200 estadios dedistancia de la desembocadura del río Rín, y entre las islas deBretaña y Thule. Esta distancia en estadios, partiendo de la unidad demedida definida por Eratóstenes (150 m.), equivaldría a unosaproximados 32 km.

Procopio no da crédito a lo que se cuenta sobre laisla pero accede a narrarnos esto porque ha conocido a“… countless persons who maintained that they had donethe thing with their own hands and had heard the wordswith their own ears…” (Procopius, 1962: 267). Graciasa ello, hemos sabido que hacia allí “… the souls ofmen who die are always conveyed…” (Procopius, 1962:267) desde la costa opuesta del océano en barcas que,a pesar de ir vacías, se mantienen difícilmente aflote y que tras tocar las costas de la isla regresanligeras.

Asimismo, en la obra más célebre de viajes en laEdad Media, la “Navigatio Brandani” encontramos islasque repiten el modelo celta reflejado en Brittia. Ladescripción que el abad Baritio realiza de “… la islaque se llama la tierra prometida de los santos, que Dios ha deotorgar a nuestros sucesores el día del Juicio” [en eloriginal la bastardilla está encomillada] (Anónimo,2006: 42) nos recuerda al “país tras la niebla”céltico: “… unas nieblas nos cubrieron [, afirmaBaritio,] por todas partes…” (Anónimo, 2006: 42). Masesa no es la única similitud con aquellos Otros mundoscélticos, esta isla, también, se ubica al poniente yestá, como la parte oriental de Brittia, “… cubiertade plantas y llena de muchas frutas” (Anónimo, 2006:42). Por su parte, en el relato que luego realiza SanBrendán, apreciamos que los rasgos definitorios de laparte occidental de Brittia se ha escindido en unaisla independiente, denominada “límite del Infierno”(Anónimo, 2006: 76). Era “… una isla […] muy agreste,rocoso y lleno de escoria sin árboles y sin hierba,llena de fábricas de artesanos” (Anónimo, 2006: 75),siendo sus habitantes “… muy peludo, del color delfuego y tenebroso…” (Anónimo, 2006: 75). Además, comoen la isla a la que refiere Procopio, llegaba “… a susnarices un enorme hedor” (Anónimo, 2006: 76) del airepestilente.

Otro ejemplo arquetípico de viajes fantásticos aislas míticas nos lo acerca Jehan Mandeville o Jean deMandeville, célebre por el “Libro de Maravillas”. Enesta obra encontramos un sinnúmero de islas, de lascuales traeremos a colación sólo dos que ilustren sufaceta de lugar de abundancia, en el que los hombresven colmadas sus deseos, y de “locus terribilis”,sitio en el que se topan con los tabúes o temores queacosaban las mentes medievales. Entre las del primergrupo no podemos dejar de referirnos a Talamassy,“isla buena et grant” (Mandeville, 2002: 98) en la que

“… crescen arboles qui trahen farina de que hombre faze buenpan et blanco et de buen sabor et sembla que sea de trigo, masno ha pas tal sabor. Et si ay otros arboles qui trahen mielbueno et dolz; ay otros qui trahen vino et otros que trahenvenjno contra el quoal no ay medicina sino vna.” (Mandeville,2002: 98)

En Talamassy, la pluma del autor ubicó todosaquellos placeres que el aristócrata europeo podíadesear encontrar en un paraíso terrenal, destacandoespecialmente una flora que brinda por si sola losproductos que el hombre debía generar a través de sutrabajo, el vino y la harina, base del pan. Estos dosproductos son componentes claramente identificados enlas historias corteses en todos los banquetes de lanobleza idealizada, símbolos de civilidad que sonechados de menos en la rústica floresta por caballeroscelebérrimos como Tristán; y, por ende, son productosque, de ser encontrados pendiendo de árboles, adisposición de quien desee tomarlos, harían de aquellugar un sitio más que ideal y mucho más que deseablede encontrar.

En el caso del “locus terribilis”, la isla Dondinofrece un ejemplo claro de “isla grande et fea”(Mandeville, 2002: 103) porque:

“En aquella isla ay gentes de diuersas naturas, car el padre

comme el fijo et el fijo comme el padre et el marido lamuger et la muger su marido. Et si auiene que el padre o lamadre o alguno de los amigos sea enfermo, luego el fijo vaal capellan de lur ley et li rruega qu’el quiera demandar alur ydola si su padre morra d’aquella malaudia o non. Etadonc el capellan et el fijo emsemble van deuan l’idola etse agenollan muy deuotament et fazen lures demandas. Etl’idola, por el diablo qui es de dentro, rresponde et dizeque el no morra paz a esta vez, et lis enseynnan como eilloslo deuen goarir. […] Et si la ydola dize qu’el deue morirestonz el capeillan va con el fijo o con la muger al enfermoet li meten vn pan sobre la boca por estopar su aliento etassi lo afogan et matan. Et depues eillos tallan el cuerpopor pie[ç]as et fazen rrogar todos los amigos a venir comerd’aquest muerto et fazen venir todos los juglares que eillospueden auer. Et lo comen a grant fiesta et a grantsolepnidat, et quando eillos han comido la carne, eillosprenden los huesos et los entierran et cantan et fazen grantmelodía” (Mandeville, 2002: 103-104)

En esta isla poblada por personas que practican laantropofagia, práctica insuflada por el diablo quehabla a través de su ídolo, se vislumbra la facetaterrorífica de la representación del mar. Aquí se nosadvierte que el caos líquido del mar, sin caminoseguro ni cierto, plagado de tormentas que tuercen losrumbos elegidos por el timonel, puede llevar, a quienen él se aventure, a tierras alejadas de la mano deDios en los que perder la vida y sufrir espantosostormentos. Así, el mar, es el nexo que nos lleva haciaislas afortunadas como la de Talamassy, y a otras queaun con abundancia de comida, resultaban intolerablesa la mentalidad caballeresca medieval, como el reinode Torelore, a reinos paganos como el de Cartagena,visitado por Nicolette, y a tierras demoniacas como laisla Dondi.

Sin embargo, a pesar de todas estas matizaciones,el mar, como ya se dijo anteriormente, es un granausente en las historias corteses, por no ser un campoidóneo para realizar las prácticas propias del

estamento noble, la caza, la cetrería, los banquetes,justas y torneos. En efecto, son raros los casos enque el mar es mencionado detalladamente, fuera de latradición tristaniana, por ejemplo en “El arte deljuglar”, encontramos una sola mención al mar:

“Podría contarte también de […] Margarit [Almirantesiciliano al servicio de Guillermo II de Sicilia], que sinser de alto estado [nobles] hizo en el mar tantas accionesnobles, tantas hazañas y proezas que obtuvo mérito natural”(Vidal de Besalú, 1999: 192)

A él se remite como un espacio en el que se puedenrealizar grandes hazañas en pos de conseguir lanobleza por los actos, ganada con esfuerzo, y no larecibida por herencia, cosa muy valorada en el ideariocortés. Pero carece de toda descripción sobre suscaracterísticas o sobre las sensaciones que en elhombre produce el estar en el mar. Es un espaciocarente de adjetivación, de particularización oaprehensión por parte del narrador, es un mero lienzodonde adquirir mérito al enfrentar el peligro. A suvez, en el “Jaufré” se remozan nuevamente los temoreshacia el mar, su agresividad. Se lo llega a compararcon el infierno, Jaufré“… precipitaría [ir] al fondodel mar o al infierno, con sólo saber que allí seencontraba Brunisén” (Anónimo, 1998: 216), ya que sedesciende hacia abismos insondables, carentes de luz yhogar de bestias y monstruos de todo tipo.

Sobre este punto la “Navigatio” resultainteresante al darnos una visión de una ballena que enprincipio los monjes pensaron que era una isla, comoasí también por describir la pelea de dos animales “…de un enorme tamaño…” (Anónimo, 2006: 66) que SanBrandán denomina “… lucha del mal…” (Anónimo, 2006:66), en sí las bestias que habitan los abismos son pornaturaleza malignas para el santo varón. Pero en estaobra también es posible conocer como los hombresmedievales imaginaban el fondo marino, lugar

inaccesible para los humanos durante milenios. Así, senos comenta que una claridad nada común en el marpermitió mirar sus profundidades y ver “… distintostipos de animales que estaban en la arena […] Había,en efecto, como una especie de rebaño que estaba sobrehierba. Era tal la cantidad que parecían como unaciudad en círculo; estaban tumbados doblando la cabezahasta la parte posterior” (Anónimo, 2006: 73). Esdecir, proyectan su conocimiento de los campos y susanimales a ese mundo desconocido.

A modo de conclusión:

El mar, tanto en su abismal profundidad como en suilimitada superficie, ha sido percibido y representadopor el hombre en función de sus propias debilidades yfortalezas. Indudablemente, el mar se ha medido enfunción del hombre que es, en su experimentaciónconstante, la medida del mundo; pero también resultauna frontera a la cultura humana de la cual no podemosescapar. No podemos ser indiferentes a este espacio denaturaleza indómita, cruel y maravillosa, ya seanegándolo o destacándolo nuestros discursos nos hablande su representación.

Representación tejida con las hilos de una culturadeterminada, el mar en la literatura europea harecogido los enfrentamientos entre la cultura druídicade los poetas celtas y la cristiana de losmonasterios. Se lo ha definido como el sitio mágico demundos ideales, de Paraísos, pero también el lugardonde se puede encontrar la entrada al Infierno, talcomo hizo San Brendán. No obstante, la tradición celtaes, posiblemente, la que más ha expresado la visióndel mar como parte de un mundo misterioso y remotosometido a las fuerzas de la naturaleza.

Mas, al mismo tiempo que el mar fascina y encanta,resulta el peor escenario para una mentalidad de la

Plena Edad Media que busca el orden. El mar es elcaos, el peor caos, el originario. Esto lo hace aunpeor que un laberinto, porque en él existe unaarquitectura, un orden que se puede conocer y que esestable. En contraste, en el mar no hay orden, sóloperdición en la inmensidad, sólo un caos fluctuante enla acuosa flexibilidad marina, imposible de conocerpara controlar.

Esta misma zozobra que aterra y atrae no es algoque los seres humanos hayamos dejado en el pasado, quede alguna forma nos sea ajeno. Este espacio quepareciera eterno, igual al primer día de vida delplaneta nos confronta con nuestra mortalidad, es elmar, como decía Félix Luna, una voz antigua de vientoy de sal que nos requiebra el alma y nos lleva hacialos misterios de sus profundidades.

En suma, a lo largo de estas páginas hemos buscadocomprendernos al reflexionar sobre una representacióndel mar que los hombres hemos construido y quecontribuimos, generación tras generación, a difundir yactualizar Hemos tomado las historias conservadas enla literatura cortés como un “monumento” foucaultianoque conserva los intereses, los temores la vida de unaépoca en su superficie. Pero también, ahora comoantes, hemos disfrutado, desde nuestro tiempo ycultura, con esas narraciones sobre el mar y surelación con el ser humano como disfrutaron en sutiempo los hombres del medievo. Así, en cada lecturasobre el mar podemos escucharnos como lectorespidiendo a los narradores de aquellas historias lomismo que San Brendán pidió al abad Barinto: “…reconforta nuestras almas con las diversas maravillasque viste en el océano”( Anónimo, 2006: 41).

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