clases de música sin música: aprender la escuela 1 un estudio de las relaciones entre la música y...

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Clases de música sin música: aprender la escuela 1 Un estudio de las relaciones entre la Música y la Música Escolar Diana J. Milstein ([email protected] ), profesora asociada de la Facultad de Ciencias de la Educación , Master en Antropoloía Social por la Universidad de Misiones y Doctoranda en Antropología Social por la Universidade de Brasília - Virrey Avilés 3310 – 1º “D”- (1426) – Buenos Aires – Argentina - Tel/Fax (011)45513224 María T. Pujó ([email protected] ), profesora ayudante de la Facultad de Ciencias de la Educación. Rivadavia 632 – (8303) -Cinco Saltos – Río Negro – Argentina – Tel: (0299)4980223

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Clases de música sin música: aprender la escuela 1

Un estudio de las relaciones entre la Música y la Música Escolar Diana J. Milstein ([email protected]), profesora asociada de la Facultad de Ciencias de la Educación , Master en Antropoloía Social por la Universidad de Misiones y Doctoranda en Antropología Social por la Universidade de Brasília - Virrey Avilés 3310 – 1º “D”- (1426) – Buenos Aires – Argentina - Tel/Fax (011)45513224 María T. Pujó ([email protected]), profesora ayudante de la Facultad de Ciencias de la Educación. Rivadavia 632 – (8303) -Cinco Saltos – Río Negro – Argentina – Tel: (0299)4980223

Resumen

En este artículo, presentamos un estudio de clases de música en escuelas primarias de

escuelas del Alto Valle de Río Negro. Nosotros discutimos las tesis que explican la

escasa legitimidad de la educación artística en la formación de los niños por la “baja

valoración del arte” en la vida social. Argumentamos que, en realidad, existe ausencia

de experiencia artística musical. Esa ausencia ha sido reemplazada por un “tópico

imaginario“ (Bernstein,1998 ) al que llamamos música escolar.

Sobre la base de un detallado registro de clases de Música, hemos reconstruido la lógica

de los procesos de enseñar y aprender, de los distintos momentos de la clase y de los

recursos didácticos utilizados. De este modo, intentamos mostrar el papel secundario

que juega en el transcurso de la clase la experiencia musical. En estas clases, la

preocupación principal no es la educación musical, sino lo disciplinario, entendido

como producción del sujeto adaptado a las normas de la escuela.

Summary

In this article we present an study of music classes in elementary schools located in Alto

Valle, Río Negro, Argentine. We discuss the thesis according to which the limited

legitimacy of artistic education in the formation of children is due to the “low estimation

of art” in social life. We argue that musical artistic experience is in fact absent from

school. This absence has been replaced by an “imaginary topic” (Bernstein, 1998) that

we call scholar music.

We have reconstructed the logic of learning and teaching processes, the different class

moments and the various didactic resources used on the basis of a detailed analysis of

music classes. In this way we show that music experience plays a secondary role in

music classes. Instead, the main concern in these classes is not musical education but

discipline, i.e. subject productivity adapted to school norms.

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Introducción

El carácter problemático que presenta la enseñanza de la Música en la escuela primaria

– así como el de las restantes disciplinas artísticas - está relacionado con las dificultades

para lograr su incorporación como área de aprendizaje del mismo valor de formación

para los niños que el que se le asigna a otras áreas, tales como la Matemática, la Lengua,

las Ciencias Naturales. Si bien forma parte explícita del currículo escolar, la enseñanza

de la música nunca ha conseguido su admisión plena en la escuela elemental. Tanto en

períodos de Reforma Educativa como en coyunturas de crisis de las finanzas estatales,

el área de educación artística suele experimentar riesgos de postergación, disminución o

supresión, haciéndose evidente que no es considerada dentro de las áreas curriculares

imprescindibles y prioritarias.

Esto ha sido explicado por especialistas y legos como un problema vinculado a la baja

valoración colectiva que tiene el arte para la mayoría de las personas y, por extensión, la

educación artística en la escuela común. Sin embargo, esa explicación no es

satisfactoria, no sólo porque la noción de “baja valoración colectiva” es demasiado

imprecisa, sino también porque se basa en un supuesto no demostrado: la relación de

correspondencia entre la música y la enseñanza escolar de la música. La “baja

valoración” existente en la vida escolar no es una explicación, sino un indicio que

necesita ser abordado en el marco de los estudios sobre las relaciones entre la enseñanza

escolar y las prácticas de producción y recepción cultural.2

En este sentido, el trabajo de campo que desarrollamos en escuelas primarias de la Zona

del Alto Valle de Río Negro nos permitió hacer un análisis particularizado de las clases

de música. Este análisis incluye el contexto espacio temporal en el que se desarrollan

estas clases, los sentidos adjudicados al rol de la profesora de música y el conjunto de

conocimientos, valores, creencias, hábitos, destrezas que circulan y se inculcan junto a

los modos en que esto acontece.

Se intenta comprender y conocer a través de la interpretación de registros escritos,

grabados y fotografiados; entrevistas y relatos, la lógica que sustenta las acciones de los

actores en relación con una práctica específica: la enseñanza de la música en el espacio

particular de la escuela primaria.

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Llegó la profe de música!!

En las escuelas primarias públicas de Río Negro que observamos, así como en las

demás, las disciplinas artísticas -música y plástica- tienen destinada, dentro de la

organización y distribución de los tiempos para las diferentes materias, una hora de

clase semanal.

Cuando los alumnos tienen su clase de música, las maestras de grado se retiran del salón

porque los niños, durante los 40` que dura la hora de clase, están con la “profe” de

Música.

El lapso durante el cual se espera y se recibe a esta maestra genera ciertas expectativas

en maestros, niños, directivos. Estas expectativas son, en cada caso, diferentes, y se

pone de manifiesto en movimientos en la galería, el aula, la cocina, la dirección. Las

maestras, en los recreos, consultan el horario que está en la dirección o en el aula,

preguntan, comentan:

-Vendrá hoy la profe de música? .

-Tengo hora especial.

-Tengo libre la segunda hora

-A mí me toca en la tercera.

-Yo, en la cuarta

Para los maestros, esa hora especial es el tiempo de clase del maestro especial. Esta

denominación de especial denomina, por un lado, al maestro que viene una vez por

semana para dar otra cosa, distinta a las que se da habitualmente en la escuela. Por otro

lado, indica el significado mediante el cual se define a estos maestros como quienes

hacen posible una hora de descanso - un respiro- a la tarea de los docentes:

Estos dos sentidos otorgados al término especial, son reafirmados por las maestras de

grado, que comentan que, en esas horas libres, ellas realizan otras tareas: burocráticas,

de planificación y preparación de clases o, simplemente, descansan.

Esta apreciación no le resta importancia a la presencia del “especial”; muy por el

contrario, se trata de alguien esperado por las maestras de grado y si por alguna causa

se ausenta, las manifestaciones son significativas: ¡Justo hoy se le ocurre faltar!

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A los niños, la ausencia de la maestra de música los anima a solicitar, a veces, un

permiso para hacer otra cosa diferente a permanecer dentro del aula, en clase.

A - Seño, no vino la profe de música así que tenemos libre. ¿Podemos ir al patio?

M - ¿No me digan?¿ Quién les dijo que había hora libre?- dice la maestra –

Entren al grado por favor, seguimos con lo que estaban haciendo.

El sentido de esta situación es inequívoca: cuando la maestra “especial” de música da

clase, la maestra de grado tiene “hora libre” y los alumnos “hora de música” que

también se interpreta como no-hora de clase porque, en caso de ausencia, también

demandan su “hora libre” . De ahí que esta denominación de “maestra especial” está

vinculada, en cierto modo, antes que a la Música, a tomar a su cargo un grupo de

alumnos y así hacer posible que quienes realmente enseñan, descansen o desarrollen

otras tareas propias de su trabajo,.

Estos sentidos otorgados al lugar que ocupa la maestra de música en la escuela,

producen tensiones, incomodidades que en ocasiones se manifiestan, como lo hizo R,

una maestra de música, en una entrevista:

Para el plantel docente son las áreas especiales, son las horas libres, son las

horas libres (remarca. Mueve la cabeza, levanta los hombros). Un maestro

especial... ( deja inconclusa la frase)[A los otros docentes] no les interesa que

pasa ahí adentro, es más no saben que pasa ahí adentro [se refiere a la hora de

clase] Total, la música no importa.

En la escuela, las clases son siempre espacios relativamente cerrados a la participación

externa, exceptuando los casos de observaciones de personal docente con jerarquía

superior. Los maestros trabajan con sus alumnos y rara vez se hace público lo que

acontece. Pero lo que reclaman los maestros de música a través de su preocupación y lo

que denominan desinterés por lo que acontece en sus clases, es que sus clases no son

consideradas por los “otros” como tiempo de enseñanza, como espacio de trabajo

idéntico al del resto de las disciplinas. Por eso R. continúa diciendo:

Yo me preocupo. Llevo mis clases al día, las preparo. Tengo mi carpeta prolija,

con todas las actividades

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Los padres también opinan sobre lo que hacen sus hijos en esta materia:

En plástica por lo menos aprenden a dibujar, a pintar, pero en música yo no

sé..¡Nada!.

Ni siquiera cantan bien los himnos

Respecto a la opinión de padres y profesores sobre el papel que cumple el arte en la

formación integral de los niños, E. Eisner (1995) realizó un estudio en escuelas

primarias de dos estados en EEUU, en el año 1968. Si bien su mirada estuvo puesta

fundamentalmente en la organización y relevancia de las disciplinas artísticas en el

curriculum escolar, cuestión que no es la preocupación de este estudio, resulta muy

significativo que en su indagación, maestros y padres tengan, tal como este autor

explica, “respuestas casi idénticas” y que con relación a la música tanto unos como

otros la coloquen en último lugar dentro de una escala jerárquica de importancia que les

adjudican a las disciplinas. Sin embargo, cuando el mismo autor solicita una escala

jerárquica que tome en cuenta el interés que manifiestan lo chicos y el entusiasmo que

tienen por las diferentes asignaturas, la música ocupa el segundo lugar.

En este estudio nos preocupamos, también, por escuchar la opinión de los niños y por

observar sus actitudes antes y durante las clases de música. La llegada y la presencia de

la “profe de música” anuncia, para los chicos, “la hora de música”. Esto se manifiesta

con claridad en sus actitudes, sus gestos, los reacomodamientos que realizan en las

aulas. Por eso, en algunas ocasiones, cuando el tipo de actividades que se desarrollan no

les permite percibir la diferencia con otras clases, se incomodan. Así le sucedió a José,

un alumno de cuarto grado, quien, al escuchar a la maestra de música que solicitaba un

mapa para la clase siguiente, le comentó a su compañero de banco:

- ¿Qué es esto? ¿Música o sociales? - hace un gesto de pregunta con las manos.

Para este niño, es evidente que los mapas se usan para hacer trabajos en las clases de

ciencias sociales. Su pregunta, quizás su observación, advierte acerca de una situación

confusa respecto a las actividades que se desarrollan en las clases de Música. Estamos,

sin duda, en una zona de fronteras difusas, confusiones, malos entendidos,

desconciertos. José considerara que si entra a clase con la “profe” de música, las

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actividades que ha de realizar deberán estar relacionadas con la música y no con los

mapas. Los padres consideran que en las clases de música los chicos no aprenden. Las

maestras consideran que son “horas libres” porque los chicos están en el aula con la

maestra de música. Y la maestra de música entiende que no se comprende, ni se valora

lo que ella hace y de este modo se manifiesta indiferencia de “todos” hacia la música.

En las diferentes valoraciones que hacen los sujetos sobre las clases de música, existen

y entran en juego supuestos, creencias, vivencias y específicamente matrices de

sensibilidad (Mandoki,1995) estética que, complejamente articuladas, organizan el

modo en que las personas establecen sus vínculos con diversas situaciones en las que la

música ocupa espacios relevantes. Además, la maestra de música se esfuerza por

demostrar que en estas clases se trabaja como en el resto de las clases de la escuela. Es

una compleja articulación de modos de cualificar estas clases y de legitimar lo que se

espera de estas clases en la escuela. Esto nos permite establecer relaciones de

semejanza y diferencia entre rasgos a través de los cuales maestras, padres y alumnos

identifican a las clases de música y rasgos de otras situaciones similares, en las que los

sujetos se relacionan con la música, ya sea en ámbitos institucionales - nos estamos

refiriendo a otras actividades también escolares tales como los actos – o a clases de

música en ámbitos no escolares.

Ordenados, sentados y callados

El siguiente es un fragmento de un registro:

Suena el timbre que indica el fin del recreo. Los niños se dirigen a su sala. La

maestra de música, que ha dejado el grabador sobre una mesa, los espera en la

puerta y les dice:

-Se van sentando....

Esta sala está equipada con mesas y sillas individuales donde trabajan los niños, un

escritorio en el frente cerca del pizarrón que ocupa toda la pared y un armario donde

se guardan libros tizas y otros materiales. En las paredes, hay láminas y en el frente

un almanaque. Está colgado el “contrato de convivencia de música” que han realizado

los niños con esta maestra.

Mientras se van acomodando en sus sillas dispuestas en hilera o en grupos, y siguiendo

las indicaciones de la maestra, los chicos comentan y preguntan:

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-¿Qué vamos a hacer hoy, seño?

-¿Trajo la de Rodrigo?

-¿Vamos a tocar la flauta?

La maestra no responde, pero permanece atenta a los movimientos que realizan los

niños. Interrumpe los ruidos que se producen por los acomodamientos, algunos gritos,

risas y comentarios, y les dice:

-Se pueden callar un momento. No nos hemos saludado. (La maestra saluda a sus

alumnos desde el escritorio)

Como no se logra el silencio esperado, la maestra se cruza de brazos, los mira

desde el escritorio y agrega en tono más alto:

-Se paran al lado del banco

Los chicos que ya están sentados, se incorporan. Los que están parados se dirigen

hacia sus lugares. Cada niño se para junto a su mesa. Se produce un instante de

silencio. La maestra se dirige a su escritorio, saca una carpeta y comienza a tomar lista

nombrando uno por uno a cada niño y niña. Y ellos se van sentando.

En otra escuela, terminado el recreo y después del timbre, los chicos entran al aula

donde tienen sus clases diariamente, retiran un cuaderno o una carpeta y se forman en

la galería. La maestra de música, con el grabador en la mano, los saluda y espera que

todos le respondan fuerte y a coro. Si algunos chicos no la miran, repite el saludo y

dice:

- No los escuché.

- Buen día. ¿Acaso dormimos juntos nosotros?

- Bien, ahora ordenados, vamos al salón de música.

“Ordenados” y formados en dos hileras los chicos se trasladan por la galería hacia el

salón que está destinado para las clases de música, las de plástica y reuniones de padres

y docentes. El mobiliario del salón se compone de mesas y bancos largos de madera,

un escritorio, 3 armarios, dos pizarrones colgados en la pared del frente y en una

esquina, un piano vertical cubierto con una funda.

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Una vez en el salón los chicos, algunas veces, se sientan en grupos en los bancos

largos; otras, en el piso en ronda o semicírculo y otras, se quedan parados. La maestra,

coloca el grabador sobre el escritorio y dirige las disposiciones espaciales que se

corresponden con la actividad que realizarán cada día. Por ejemplo cuando cantan se

colocan en hileras, parados, mirando a la maestra que prepara el cassette en el grabador,

los observa y da indicaciones:

-... el que no entiende que nos ubicamos por estatura...( E inmediatamente los

niños se reubican)

El aula en una de las escuelas, y el salón en la otra, encuadran y condicionan de manera

diferente las interacciones que se producen durante los 40` que comparten maestra y

alumnos, en tanto quedan establecidos con claridad los lugares diferenciados que

ocupan los sujetos, las posibilidades de movimiento que brindan tanto las dimensiones

como el mobiliario. Estas condiciones ambientales, combinadas con formas diferentes

de dar inicio a la clase, establecen marcos de referencia dentro de los cuales es posible

hacer o no hacer, actuar o no actuar, moverse de determinadas maneras, hablar, etc.

Goffman (1971) ha señalado la importancia de estas acciones preliminares en la

interacción ya que definen el terreno sobre el que se desarrollan los "encuentros cara a

cara"; de modo tal que los inicios diferentes de la hora de música en dos escuelas,

esbozan el terreno de las diferencias y las semejanzas de lo que en cada caso "se puede

hacer".

En el aula, los chicos permanecen sentados como en el resto de las clases, en cambio el

salón de música, por su amplitud y también por el mobiliario diferente, invita a otras

disposiciones. Por otra parte, en el salón de música hay un piano, lo que vuelve a ese

espacio simbólicamente muy diferente a las aulas comunes y permite así imaginar otras

actividades y propuestas. El espacio condiciona los comportamientos de las personas

pero, al mismo tiempo, es posible modificarlo dentro de sus límites materiales y

“expandirlo” simbólicamente.

Sin embargo, en las escuelas observadas hemos encontrado una suerte de rigidez en la

utilización de los espacios destinados a las clases de música. Esta rigidez en ningún caso

se derivaba de la propia actividad musical. Es decir, el ubicar a los niños parados y de

acuerdo a determinada formación y por “estatura” no estaba vinculado a cantar como lo

hacen los coreutas, quienes se distribuyen de acuerdo al registro de sus voces y se

disponen por lo general, parados, para no tener dificultades en la emisión de la voz. De

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modo similar, los momentos de silencio no guardaban relación con necesidades de

apreciar sonidos para afinar las voces, es decir, tampoco se trataba de -por ejemplo- en

silencio profundo, esperar, con los oídos atentos y con las miradas puestas en las

manos del maestro, la indicación para iniciar juntos el canto.

Esto indica que las limitaciones edilicias y de mobiliario que imponen los salones

escolares no determinan, en última instancia, lo que allí se hace, aunque sin duda lo

condicionan. Lo que si es altamente determinante es lo que ese espacio simbólicamente

significa para la maestra y para los alumnos, en tanto sabemos que se puede cantar y

ejecutar música en espacios mucho mas reducidos e incómodos que cualquier ambiente

de la escuela.

Cabecita de novia

En las clases de Música, los alumnos utilizan un cuaderno de hojas rayadas como el que

se usa en el resto de las clases. En ese cuaderno, los niños realizan las tareas de la clase

u otras que se les indican para hacer en sus hogares. En algunos casos y sobre todo en

los grados superiores en lugar del cuaderno, usan una carpeta.

Todos los días, en una de las escuelas, la maestra toma asistencia y controla que los

alumnos hayan traído el “cuadernito obligatorio de música” que les pidiera el primer día

de clase del año. El registro de este momento es particularmente significativo ya que

muestra hasta que punto los niños tienen incorporado el sentido de responder a su

nombre y mostrar el cuaderno.

Ma- G. Julio (desde su escritorio, leyendo la carpeta)

J- Presente y traje el cuaderno.( lo levanta de su mesa y lo deja nuevamente)

Ma.- T. Gabriel

G- Presente y lo traje señorita. ( lo muestra)

Ma- C. Carmen

C-Ausente y no lo trajo ( ríen por lo bajo)

Ma.- Leandro (lo busca con la mirada, entre los últimos bancos)

L - No, No lo traje (parado desde su mesa, moviendo la cabeza y levantando los

hombros)

- Sí, lo trajo (dice su compañero)

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- No, este es el de sociales ( responde Leandro y gira la cabeza para hacer un

gesto a su compañero.)

Ma-Para la clase que viene traés el cuaderno.

L- La carpeta ( dice el niño marcando lentamente la palabra)

Ma.- Bueno, lo que sea, cuaderno o carpeta .

El cuaderno no se utiliza en todas las clases. Y no hay relación directa entre su uso y

registrar quienes lo tienen o no lo tienen. La maestra, más allá de constatar que han

traído ese “útil”, controla para confirmar - y confirmarse- que los alumnos otorgan la

importancia y la atención que merece esa hora de clase. Sin duda, el registro al iniciar

la clase enseña a tener en cuenta su importancia.

En otras escuelas, si bien el control no se realiza de esta forma, se hace presente en

distintos momentos. En una clase, la maestra hizo “sacar la carpeta” a aquellos niños

que no “trajeron los materiales para trabajar en clase”. Este grupo tuvo que copiar

letras de canciones o completar tareas mientras el resto construía instrumentos con

materiales de desecho. En la clase siguiente, la profesora entró con una guitarra, hizo

unos acordes y preguntó ¿Trajeron los instrumentos? Como los alumnos respondieron

que no, dejó la guitarra y les pidió a todos: Formen grupos y saquen la carpeta. Les

entregó fotocopias con dibujos de instrumentos autóctonos para que recortaran y

comenzó a recorrer los bancos mientras decía: “Veo mucha gente que se olvidó la

carpeta”. En este recorrido se acercó a un grupo de niñas que escuchaban a una

compañera que tocaba el cultrum que había traído y como esta niña no tenía su carpeta

sobre la mesa le hizo notar su olvido diciendo: Cabecita de novia.

Cuaderno o carpeta operan para las maestras como un símbolo de la hora semanal de

música: la niña que sí lleva el instrumento como se lo habían pedido recibe, igualmente,

una advertencia, suave pero clara, del olvido de algo aún más importante que el

instrumento musical. Y el grupo de alumnos que no lleva los materiales, a modo de

penitencia, tiene que escribir letras de canciones o completar tareas.

Es que el cuaderno del alumno es también un documento escolar donde se registra y se

vuelven públicas las actividades que se hacen en la clase. Los maestros de música

consideran importante que quede una constancia de “los trabajitos” de modo que la

familia y las autoridades de la escuela puedan reconocer que en estas clases se trabaja

y se ponen calificaciones. Periódicamente, se realizan correcciones de las tareas

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realizadas en clase o en la casa y se destacan, como algo ejemplar, los cuadernos que

“están prolijos”, con “dibujitos”, “completos” , haciendo especial mención de los niños

que “se han preocupado” y “han investigado”.

Olvidarse el cuaderno o no tenerlo en las condiciones solicitadas por la maestra tiene,

además, otras implicancias para el alumno:

-Che, ya van dos clases que no lo traés – le dice la maestra a un niño – Para la

próxima, eh?. Si no, vos sabés...

El "vos sabés..." como frase inconclusa es perfectamente entendida por los chicos

y está relacionado con la calificación mensual o bimestral, como nos lo aclara A

en una entrevista:

Es lo único que tengo para ponerles la nota en el boletín ¿Ves? ( muestra su

carpeta donde está la lista de los niños con nombre y apellido) Yo les voy

poniendo una cruz al que cumple y una raya al que no lo trae. Después, a fin de

mes cuento los cruces y entonces le pongo la nota

La maestra tiene en su carpeta la lista de alumnos que ha copiado del "registro" que la

institución entrega a cada maestro responsable del grupo y donde constan los datos

personales y familiares de cada niño y esa cruz que ella hace al lado de cada nombre y

que se refiere al cumplimiento del cuaderno es la que define la nota:

Si no tienen cruces le pongo SO, si tiene dos , SA, si tiene cuatro, Psa.

El cuaderno es usado para copiar letras de canciones, para pegar fotocopias con las

letras impresas, realizar dibujos, copiar definiciones de palabras, pegar mapas.

No podés mezclar – nos dice una maestra – Si vos das lengua , das tareas, es lindo

encontrarlas. En música si al chico le gusta una canción, la tiene ahí.

Y en una clase que pegaron un mapa de la Argentina para ubicar las regiones

geográficas, la maestra nos explicó:

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Es muy importante que los chicos las sepan ubicar en el mapa: la región del Litoral, la

norteña, la de Cuyo... Después dibujamos los instrumentos y la vestimenta típica que

usan en los bailes.

Estas actividades no son las que esperan los chicos en la “hora de música” y lo

manifiestan claramente. Es el caso de Blas, que tuvo que retirarse de la clase de música

porque no “hacía nada” y nos comentó:

- Es que me aburro, siempre la señorita trae unos cuentos y copiamos canciones. Eso

no me gusta (...) La seño nos tiene cansados con eso del cuaderno (...) Siempre escribir,

escribir, hacer crucigramas (mueve la cabeza, frunce el ceño y la boca). Sólo copiar y

copiar y copiar, eso nomás hacemos.

Un chico que no trae su cuaderno no puede realizar una tarea fundamental en su

aprendizaje de matemática, lecto-escritura, historia, geografía y demás aprendizajes en

los que el lenguaje escrito es primordial. Pero en las clases de música, esto no parece tan

claro y obvio.

Una experiencia musical con voces o con instrumentos no requiere la mediación de

palabras, oraciones y dibujos escritos en un cuaderno. Por otra parte el aspecto de lecto -

escritura musical requiere materiales diferentes a los utilizados habitualmente en las

clases de la escuela (cuaderno con hojas lisas para realizar notaciones gráficas o

pictográficas o cuadernos pentagramados que ya no se usan prácticamente en las

escuelas).

Las improvisaciones con el canto o con los instrumentos pueden ser reflejadas por

diferentes trazos escritos, tal como se realiza en música contemporánea a través de la

llamada forma de escritura analógica. Conocer la lógica del lenguaje musical

comprende, por supuesto, el poder escribir y leer frases, discursos y estructuras rítmicas

y melódicas tanto si tenemos en cuenta las convenciones de la notación musical

tradicional o las nuevas tendencias existentes sobre este aspecto. Sin embargo, no es

esta la utilidad que se le da en la escuela al cuaderno de música, el que raramente

contiene códigos propios del lenguaje musical, y cuando esos códigos están no resultan

fáciles de entender dado que el cuaderno escolar, rayado, que se usa para otras clases,

no es útil para escribir y leer en distintos lenguajes musicales.

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Pajarito, vaca o tambor

Durante la primera clase destinada a esta enseñanza, la maestra comentó a sus alumnos

que la Música se escribe en un pentagrama y dibujó ese pentagrama en diferentes

colores sobre el pizarrón, numeró líneas y espacios, explicó y señaló la ubicación

espacial de los sonidos.

-Los que están acá abajo, son graves. Acá en el medio, intermedios. Y acá

arriba, los agudos.

En esta clase los alumnos escribieron definiciones sobre el pentagrama y copiaron lo

que ella había realizado en la pizarra. Durante la clase siguiente la maestra corrigió los

trabajos realizados por los niños y propuso una actividad de aplicación y ejercitación

con las diferentes alturas del sonido en la que los niños tenían que ubicar en el

pentagrama una serie de tres palabras:

auto, camión, grito

silbido, vaca, perro

pajarito, gato, tambor.

No es extraño encontrar libros de texto que están a la venta en librerías y que circulan

entre los maestros de música, material didáctico que incluye tarjetas impresas con

dibujos de animales u objetos para que los alumnos realicen ejercitaciones similares a

las que se proponen en esta clase.

Lo que los niños hacen en esta actividad no es nada sencillo ni simple; tienen que

recordar sonidos remitiéndose a su registro memorizado y, a su vez, estos sonidos deben

coincidir en su altura con los imaginados por la maestra a fin de poder cumplimentar la

tarea de manera “correcta”.

El supuesto que subyace a esta serie de actividades –derivadas de la preponderancia que

se le otorga al aprendizaje de convenciones sonoras más que al desarrollo de la audio

percepción- es que los sonidos del medio ambiente se corresponden de manera directa

con ciertos y determinados objetos, cuyo valor sonoro es fijo y estable. De ahí que la

complejidad de cualidades que componen el sonido, es totalmente ignorada. La

percepción auditiva es una capacidad considerada uniforme para todas las personas y

que consiste en sólo recibir el efecto sonoro que causa un determinado objeto.

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En la primera clase destinada a que los niños aprecien cualidades sonoras como las

alturas, quedan ignoradas todo tipo de sutilezas y variaciones que afectan a los

diferentes aspectos del sonido

Por otra parte, las palabras elegidas suponen la exaltación de un rasgo de cada uno de

los objetos y elementos seleccionados, lo que permitiría la comparación dentro del

grupo de tres. En definitiva, lo relevante es el rasgo sobresaliente que funciona a modo

de caricatura para establecer la relación comparativa.

Se fragmenta la audición, no se dan posibilidades de explorar diferentes fuentes

sonoras, registros, pero fundamentalmente no se “escuchan” las diferentes alturas y

mucho menos se presentan las alturas en un contexto más complejo que permita la

comparación y la discriminación auditiva. Se establecen reglas que se supone implican

una escucha determinada.

Visto así, es posible afirmar que lo que internalizan los niños es una manera

escolarmente “correcta” de percibir la altura de un sonido; aprenden que el sonido es

una entidad fija y que su altura está en directa dependencia con un objeto aislado del

espacio natural y social que los rodea.

De este modo, la complejidad de elementos que producen una característica que en

acústica se llama frecuencia y se percibe como altura, es considerada como una cuestión

simple y como algo supuestamente lógico. Y la percepción se presenta como una

actividad de puro razonamiento. Queda omitida de este modo, la experiencia musical

como un todo dentro de un contexto social global, como una “experiencia polivalente,

rica en posibilidades”. (Swanwick, 1991)

Hay dos cuestiones que merecen subrayarse. En primer lugar, el volver simple algo que

es complejo en función de una adaptación de un tema para la enseñanza de los niños.

En segundo lugar, el provocar una desarticulación de la experiencia musical a través de

la fragmentación de la música en “temas”. Se impide así el contacto con el fenómeno en

toda su complejidad y se lo sustituye por supuestos conceptos que definen temas del

programa escolar, pero no facetas de la experiencia musical.

Además, en la actividad que hemos descrito, los niños fueron situados frente a una

experiencia en la que quedó excluida la percepción auditiva como una interacción

social, que incluye conflictos, emociones y dificultades. Sus preocupaciones no giraron

en torno a cómo y qué percibir, a cómo producir un sonido con una altura determinada,

sino que se esforzaron por encontrar estrategias para “acertar” la respuesta correcta,

“adivinar” lo razonable, “cumplir” con lo que se esperaba de ellos. De este modo, toda

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posibilidad de reconocimiento y de experiencias vinculadas directamente a las

cualidades del sonido que recibe el sistema sensorial, es muy escasa o prácticamente es

omitida.

“La clase de experiencia que un individuo tenga dependerá de las clases de

cualidades que el sistema sensorial recoja (...) como determinadas forma de

representación tienden a resaltar determinadas cualidades y a utilizar

determinado sistema sensorial, la clase de sentidos que una sola forma de

representación puede expresar es limitada. Cuando las habilidades necesarias

para usar una forma de representación no están disponibles o no se alienta al

individuo a utilizarlas, las clases de sentidos que un individuo aprehendería a

través de tales formas, se pierde. Por ejemplo, es improbable que los niños a

los que no se les da la oportunidad de componer música aprehendan los

sentidos que la creación de Música hace posible. Y tampoco es probable que

consideren el mundo de una manera que interese a la creación de un

equivalente musical.” (Eisner,E. 1998: 75)

“Me olvidé el cassette”

Cuando la maestra se propone enseñar una canción entrega fotocopias con el texto a

cada niño o escribe en el pizarrón la letra para que los chicos la copien en sus

cuadernos. Los chicos escriben o leen el texto de la fotocopia que pegan en el cuaderno,

recitan o entonan algunos pasajes si conocen el tema. La maestra lee primero y aclara:

“Yo voy leyendo y me dicen lo que no entienden”.

Este primer contacto con la canción, que consiste en la lectura de una poesía, imprime

una característica particular a las canciones que se cantan en estas clases: se escucha un

recitado entonado, melódicamente monótono, uniforme en cuanto a las alturas,

rítmicamente fragmentado, con cortes y acentuaciones por sílabas. Los finales de cada

estrofa se acentúan y no existen los matices que imprimen la dinámica expresiva a la

composición.

Lo que ocurre es que en el canto y en el lenguaje de la música, los intervalos melódicos

y rítmicos obedecen a una precisión y un ajuste que en el lenguaje hablado no existe. La

música confiere a las palabras estructuras exactas que en el lenguaje permanecen

variables e inciertos. El aprendizaje de la letra de una canción requiere lecturas previas

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que tomen en cuenta los aspectos melódicos y rítmicos particulares que caracterizan a

cada canción como un todo con significación.

Es cierto que a veces nuestra experiencia necesita del apoyo en las palabras para llegar a

la música y esto puede ocurrir con la música descriptiva. Pero en el caso del canto, las

palabras, una vez cantadas, adquieren resonancia viva: gustamos de una melodía sin

entender la letra

En estas clases, el proceso de enseñanza de la canción continúa con el apoyo de una

cinta grabada y en ese momento, el grabador resulta el recurso más importante en la

clase. En verdad, el grabador, más que un recurso, se constituye prácticamente en

maestro (en su doble sentido como director de coro y como maestra de música de la

escuela) virtual, y la maestra dirige a los niños a través del manejo del grabador

atendiendo especialmente a que acompañen siguiendo la letra que tienen fotocopiada.

La vamos a escuchar primero, les dice.

En el registro de donde hemos extraído esta información, se lee:

Algunos chicos recitan, otros imitan suavemente las voces del grupo. Cuando termina

el tema, la maestra retrocede la cinta, la coloca nuevamente desde el comienzo y dice:

-La vamos a cantar entre todos, pero fuerte.

Los chicos cantan, pero la maestra interrumpe y dice:

-No los escuché cantar a todos.

Esta actividad de “seguir el cassette” se repitió varias veces; aunque en todas ellas

algunas voces cantaban y otras la recitaban, no era esta diferencia lo importante; lo

fundamental consistía en que todos siguieran el cassette.

La centralidad que ocupa la cinta grabada y el grabador en las clases de canto se ve

reflejada en el registro de una clase en la que la maestra se olvida el cassette con la

canción que tenían que aprender ese día:

Ma - El cassette no lo traje, creo que se me quedó en el taxi o en la fotocopiadora

pero la cantamos el lunes.

A - Seño, esta está buena, la canción – dice un chico y ríe.

Algunos intentan cantar el estribillo “que felicidad amigo mío”, otros bailan

alrededor del banco. Se escucha un niño imitando la voz de un cantante de ópera.

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-Mentira que está cantando ópera – dice José

La maestra sentada en su escritorio, pregunta: -

¿Pegaron la fotocopia? La canción, ¿la saben todos?

- Sí ( se escucha a coro)

- Yo, ni idea (murmura una niña)

Un grupo comienza a recitar con alguna entonación y se confunden la letra.

- Así no. ¡Así no es! – dice la maestra.

Los varones proponen cantar ellos

-Nosotros somos los mejores –dicen-.

Jorge se para, se dirige al grupo con las manos abiertas imitando a un director y

les dice:

-A la cuan, a la tu, a la fri, for, fai.

Y comienzan todos a cantar.

La maestra se levanta y grita:

-No así no. No. NO. No. La verdad que si ustedes están cantando para que venga

un amigo, lo van a espantar.

Suena el timbre. Los chicos salen corriendo y tarareando el estribillo.

Para la maestra resulta un problema el no tener la cinta grabada y en ningún momento

recurre a su voz para acompañar a los chicos que sí intentan cantarla a capella y hacen

propuestas para cantar los varones solos y “dirigir”. Los niños saben que pueden cantar

solos y, probablemente, el no tener que seguir e imitar siguiendo la grabación les

permitiría jugar a ser cantantes de ópera o directores de coro. Las voces de los niños

se escuchan de muy diversas maneras, pero lo que resulta especialmente significativo es

el hecho de que el maestro no cante, su voz está ausente para el canto.

En un coro el maestro que enseña a cantar es el que ejemplifica constantemente un

sonido de altura particular, la entonación de una frase o un pasaje que presenta

dificultades para que los cantantes repitan imitando. De este modo, enseña el doble

juego de atención: a la propia voz y la voz del otro o los otros. Esta audición es parte de

cualquier enseñanza, ensayo o recital de un coro.

Las diferencias resultan evidentes y no admiten explicaciones relacionadas con las

edades de los niños, las limitaciones del espacio o la falta de recursos materiales. En

este proceso se aprende a leer y recitar todos juntos un texto, pero esto no es cantar. No

se permite una escucha completa de la composición musical. La mediación pedagógica

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limita e impide, por la prescripción, la posibilidad de establecer una relación con el

discurso musical que como experiencia desarrolla la sensibilidad y la musicalidad.

“Son las prohibiciones y las omisiones las que mejor pueden dar cuenta de la estructura

de un campo, de las reglas que lo instituyen, de su gramática profunda”. (Larrosa,J.

2.000 :153)

En una clase en que se repasaba el Himno Nacional los chicos no lo podían recitar sin

pausas “como una poesía” porque se olvidaban la letra. La maestra, muy molesta, les

dijo:

Es una verdadera vergüenza. O sea que si el día de la fiesta no tienen el cassette,

¿no lo pueden cantar?

Se produce un silencio, se suspende esta actividad y los niños reciben una serie

de “tareas para la casa” :

-Uno, copiar el Himno, dos, ilustrarlo (remarca las palabras)

José sentado en el fondo del salón tira su silla hacia atrás, se hamaca y

pregunta:

-¿Cómo ilustrarlo?.

-Van escribiendo y dibujan lo que se les ocurre- responde la maestra.

-¿Ilustrar todo el Himno? – preguntan varios chicos.

La maestra vuelve a contestar:

-Dibujás lo que quieras.

Comienza a escribir esta tarea. Se da vuelta y dice:

- ¡No puede ser! Ah! Y para la próxima, me tienen que traer un mapa de la

Argentina.

- ¡Qué es esto? ¿ Música o sociales? – le comenta José a su compañero

- No, tonto, es para ver donde se canta el himno- le contesta el niño..

La maestra continúa dando tareas:

- Los términos que no conozcan del Himno los buscan en el diccionario.

-¿Cómo? –pregunta José.

-Qué! ¿No sabés qué es el diccionario o me estás tomando el pelo? ( la maestra

le fija la mirada al niño y luego se dirige al pizarrón para escribir la tarea)

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José, como todos los chicos, conoce el uso del diccionario y del mapa y sabe “ilustrar”

ya que estas actividades las realizan casi cotidianamente en sus clases. Pero sus

preguntas están poniendo en cuestión a las actividades indicadas. Es la mirada del niño

la que cuestiona y pone un alerta a la práctica misma del docente: si el himno es una

canción, para qué un mapa, para qué un dibujo, para qué el uso del diccionario.

Entre palabra y música hay diferencias. El lenguaje hablado o escrito comunica a través

de combinaciones simbólicas de fonemas y el sonido de la palabra es un medio; por lo

tanto, no es importante comprender el significado de las palabras, de la frase.

En el lenguaje musical la comunicación se establece por la combinación de sonidos y

por lo tanto hay que “hacerlo sonar”, a medida que el sonido va cobrando vida, el

significado se marchita y muere .(Murray Schaffer, 1970)

En otra escuela la maestra llega con una guitarra para hacer el acompañamiento de

una canción Hace una introducción con acordes y cuando los chicos quieren cantar se

presentan dificultades para seguir lo que la maestra está tocando. Algunas niñas

comienzan a cantar y el resto se calla. Se hacen varios intentos y como no se puede

lograr una entonación al unísono, se genera una discusión en la que los niños dicen

frases tales como: “Es muy alta para mí”. “No, está muy baja”.

La maestra cambia el tono en el que estaba ejecutando la guitarra, y entonces otros

interrumpen e insisten: “A mí no me da la voz”.

Estos conflictos que se generan al no poder encontrar, por parte de la maestra, un tono

ajustado para que todo el grupo cante terminan por desencantar a una niña que dice:

“yo no canto nada”, gira en su silla y da la espalda a la maestra que resuelve la

situación que se ha generado pidiendo que saquen la carpeta para pegar “una fotocopia

de los instrumentos”

La discusión que se genera alrededor de los diferentes registros de las voces tiene que

ver directamente con la imposibilidad de encontrar, por parte de la maestra, un tono

adecuado al grupo. Lo que aparentemente parece constituirse en un gran problema, es

una dificultad que forma parte del aprender a cantar. Cantar al unísono es posible, sólo

que es necesario continuar cantando. Las voces blancas, infantiles, tiene el mismo

registro que las voces femeninas por lo tanto hay una zona común donde maestra y

niños no tendrían dificultades para cantar.

El papel del maestro en la enseñanza del canto es fundamental porque es su oído el que

va afinando las imperfecciones que se producen, el que señala si las voces se

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aproximan o se alejan del tono adecuado; es el músico que afina delicadamente los

instrumentos. Un cassette puede escucharse para conocer el texto y los rasgos melódico

– rítmicos de la canción pero después tiene que desaparecer de escena. EL protagonismo

pasa a ser de las voces, la composición y el maestro que dirige. Dirige y comparte con

los alumnos un trabajo que llega a completarse y satisface dando felicidad.

El medio de expresión, el material con que se trabaja en un coro, es la voz y si por

alguna razón nos quedamos insatisfechos o no redondeamos la experiencia, estamos

próximos a lo no estético “sucesión desatada que no termina en ningún lugar en

particular”. ( Dewey, 1948)

Con cassette o con guitarra, en estas clases, los chicos se disponen a cantar. Ante las

dificultades proponen cantar solos porque saben hacerlo; o prueban ajustar su canto al

instrumento. Esta primera impulsión como germen de una experiencia, es interrumpida

y no logra seguir su curso, no llega a ningún lugar en el plano del canto. Sin embargo,

si pensamos a esas experiencias en el marco de las tareas escolares, podemos entender

que se produce una suerte de conexiones mecánicas, que acercan al niño a aspectos

vinculados al orden de las clases e inevitablemente lo alejan de la dimensión del canto.

El poder cantar y emitir un sonido cantado requiere de ejercitaciones de respiración,

emisión vocal, relajación y un especial entrenamiento del oído. Esto se aprende a través

de la atención auditiva de diferentes alturas, de la ejecución de fraseos que permitan

descubrir las posibilidades de ampliar el registro sin dañar la voz. El canto a capella

educa y desarrolla fundamentalmente la capacidad de reconocer las armonías y

percibir, reconocer, imitar, el juego que producen los cantos en canon por el

contrapunto y la superposición de alturas. Es parte de “la alegría estética” una “alegría

de tiempo presente” que la escuela puede proporcionar.( Snyders, 1994)

La experiencia del canto al unísono o coral a varias voces empieza por el silencio. Un

silencio atento para escuchar la nota, “ese silencio que es de todos y de nadie, es decir

del lenguaje mismo”(Larrosa, 2.000). Este momento es, tal vez el mas importante para

los coreutas y está cargado de la emoción del inicio. Después las voces se lanzan a

recorrer la melodía, alturas que se suceden o se superponen en armónicos diferentes ,

matices en crescendo, diminuendo, rallentando o accelerando siguen su curso hasta el

final. La experiencia de las partes unidas por la emoción inicial que se va nutriendo en

el camino llega a su fin. Las partes se unifican en un todo significativo, se experimenta

el goce estético del canto y de la música, experimentando un orden diferente un mundo

diferente y del que se vuelve con otra conciencia.

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“Vivimos en un mundo en el que hay una inmensa organización, pero una organización

externa, no la del ordenamiento de una experiencia creciente, hacia una conclusión

satisfactoria, que envuelve además la totalidad de la criatura viviente. Las obras de arte

no alejadas de la vida común, ampliamente gozadas por la comunidad, son signos de

una vida colectiva unificada. Pero son también una ayuda maravillosa para la creación

de esa vida. La reelaboración de la experiencia en el acto de expresión no es un

acontecimiento aislado confinado al artista y a una persona que de vez en cuando goza

la obra. En el grado en que el arte ejercita su oficio, es también una reelaboración de la

experiencia de la comunidad en la dirección de un mayor orden y unidad”.(Dewey,

1948:72)

A modo de cierre

Hemos analizado el distanciamiento que se produce entre la música que hacen los

músicos y la música escolar, entre el conocimiento musical y su lógica y la lógica de

estas clases, donde se supone se enseña y aprende Música.

Es posible ahora retomar las afirmaciones adelantadas al inicio de este trabajo sobre la

“baja valoración del arte” como supuesta explicación sobre las dificultades de

inserción de la música en la educación escolar. Esta afirmación es, por lo general,

sostenida por docentes de educación artística, que se autodefinen como portadores de

los valores del arte en un medio donde predominan los valores “utilitarios y

materialistas”, y más que una explicación del fenómeno pareciera ser una suerte de

afirmación de identidad grupal que invierte el sentido del no reconocimiento,

transformándolo –con dudosa eficacia- en una señal de distinción.

Pero la expresión “baja valoración” es, sin duda, un indicio, sobre todo porque es

permanentemente utilizada cada vez que el tema es analizado por los docentes de

artística. Luego del análisis realizado, se hace evidente que las valoraciones colectivas

no se refieren a la música sino a las clases de música, y que lo que sucede en las clases

de música guarda, en realidad, una gran distancia con las experiencias musicales que las

personas llevan a cabo en los distintos ámbitos sociales de sus vidas cotidianas. La

música escolar no es la música, pero tampoco es la enseñanza racional del arte, sino la

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racionalización de temas escolares producto de una construcción exclusivamente escolar

que en términos de Bernstein (........) constituye un tópico imaginario.

Esta construcción escolar del saber musical parece un sin sentido si se la analiza desde

las problemáticas específicas de las prácticas musicales y de las reflexiones sobre las

mismas. Pero revela su sentido, al analizarla a la luz de las convenciones escolares que

priorizan en la educación de los niños la enseñanza del ethos escolar. En última

instancia se trata de una estetización de la moral escolar. Así la exclusión de la

posibilidad de experimentar la emoción estética de componer y escuchar músicas no

deja un vacío; en su lugar se experimenta el gusto por la emoción controlada y el

disgusto ante toda emoción que suscite un entusiasmo “no” adecuado.

La descripción y el análisis desarrollados se complementan con la reveladora ausencia

en las clases de Música así como en cualquier otra actividad escolar, de espacios para la

audición de música. Escuchar significa estar atentos a la composición musical en una

relación directa con el todo que es la composición musical. Es el que escucha el que

elabora sus propios significados y llena de sentido a su experiencia. Cuanto más se

escucha más se atiende a los detalles y hay que dejar que esto suceda. Porque la

recepción no es pasividad, es una actividad reconstructiva, un proceso de

reordenamiento de lo que se percibe teñido de intereses e ideas personales.

-La música clásica en la escuela, no. Porque los chicos se aburren- nos comenta

una maestra.

Otra maestra de música en su relato de un episodio que le resultara conflictivo deslizó

un comentario que puede ser considerado una refutación a esta expresión y una

declaración del sentido de la música escolar:

Tomé licencia y vino un profesor que tocaba muy bien el piano, las clases de

música se transformaron en conciertos. Por supuesto que los chicos estaban

encantados pero yo sé que el objetivo de la música en la escuela es “otro”.

Los niños se aburren de “copiar” y de “hacer siempre lo mismo” pero no de escuchar

una obra musical. Experimentar momentos de placer y disfrute con la música es posible

pero las clases no pueden ser conciertos. Precisamente porque las emociones estéticas

que produce la música son de gran intensidad, porque invaden, nos penetran y nos

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sacuden, resulta “pedagógico” que queden fuera del espacio físico y simbólico de la

escuela.

El objetivo de la enseñanza de la Música en la escuela se vincula más al compromiso

del silencio, la quietud, el tedio y la solemnidad que a la “experimentación de las

grandes alegrías estéticas” “la alegría estética que es una alegría específica, diferente de

los placeres que habitualmente disfrutamos y que constituye uno de los aspectos de la

alegría cultural” alegría que la escuela puede, sin duda, proporcionar. (Snyders, 1994).

Bibliografía:

Bourdieu, P. (1998)- Cosas Dichas. Barcelona. Gedisa

Bernstein, B. (1998)- Pedagogía, control simbólico e identidad. Madrid. Morata

Calabrese, O. (1987)-El lenguaje del arte. Barcelona. Piados.

Dewey, J. (1948)-El arte como experiencia. México. FCE.

Eisner, E. (1995)- Educar La Visión Artística. Barcelona. Piadós.

Einer, E. (1971)- Cognición y Curriculum. Barcelona. Amorrortu.

Goffman, E. (1971)- La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires.

Amorrortu.

Larrosa, J. (2000)- Pedagogía profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad,

formación. Buenos Aires. Novedades Educativas.

Mandoki, K. (1995)- Prosaica. Introducción a la estética de lo cotidiano. México.

Grijalbo.

Milstein,D & Mendes, H. (1999)- La escuela en el cuerpo. Estudios sobre el orden

escolar y la construcción social de los alumnos en las escuelas primarias. Madrid.

Miño y Dávila.

Murray Schafer, A. (1965)- Limpieza de oídos. Buenos Aires. Ricordi

Murray Schafer,A. (1970)- Cuando las palabras cantan. Buenos Aires. Ricordi.

Popkewitz, Th. (1998)- La conquista del alma infantil. Política de escolarización y

construcción del nuevo docente. UNAM. Barcelona. Pomares Corredor

Snyders, G. (.991) A Escola pode encinar as Alegrias da Música?. Sao Paulo. Cortez.

Swanwick, K. (1991) Música, pensamiento y Educación. Madrid. Morata.

Notas 1 Una primera versión de este artículo forma parte del cuerpo del informe final del Proyecto de investigación “Límites y Posibilidades de la educación artística” dirigido por la Prof. Diana Milstein, subsidiado por la Universidad del Comahue, presentado en septiembre de 2003. 2 Los supuestos de la baja valoración han sido examinados más detenidamente en el artículo “Educación Artística y Políticas Educativas. Milstein y Mendes “La Mediación pedagógica de una ausencia disimulada” en Revista Argentina de Educación Año XVI Nº 25 - (p.49-58) Septiembre 1998. Las clases de Música son, en primer lugar, clases escolares, y en segundo lugar, clases de Música. Esto implica ciertos modos de comportamiento que refuerzan el valor de lo disciplinario - entendido como producción del sujeto adaptado a las normas de la escuela - sobre lo disciplinar : las prácticas musicales. La mayoría de las clases de Música no ofrecen situaciones para que los niños se familiaricen con esta dimensión del arte ni a través de experiencias directas – improvisar y componer, escuchar y apreciar

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variedad de estilos y géneros, asistir a conciertos- ni a través de sustitutos a la experiencia directa. Nos referimos a lo que Bourdieu denomina “enseñanza racional del arte”: “La enseñanza racional del arte proporciona sustitutos a la experiencia directa, ofrece una serie de atajos al largo camino de la familiarización, hace posible unas prácticas que son producto del concepto y de la regla en vez de surgir de la pretendida espontaneidad del gusto” (BOURDIEU, 1988: 65). En lugar de una “enseñanza racional del arte”, encontramos que se enseñan reglas propias de la cultura escolar. Esta Música escolar se sustenta en una estética vinculada al valor del silencio, la repetición, la copia, la inmovilidad y el control de los cuerpos. Incluye una clasificación y jerarquización muy particulares de géneros musicales, que no guardan relación con las convenciones musicales que existen fuera de la escuela, lo que nos permite decir que se trata más bien de una ética escolar estetizada.

1 Una primera versión de este artículo forma parte del cuerpo del informe final del Proyecto de investigación “Límites y Posibilidades de la educación artística” dirigido por la Prof. Diana Milstein, subsidiado por la Universidad del Comahue, presentado en septiembre de 2003. 2 Los supuestos de la baja valoración han sido examinados más detenidamente en el artículo “Educación Artística y Políticas Educativas. Milstein y Mendes “La Mediación pedagógica de una ausencia disimulada” en Revista Argentina de Educación Año XVI Nº 25 - (p.49-58) Septiembre 1998. Las clases de Música son, en primer lugar, clases escolares, y en segundo lugar, clases de Música. Esto implica ciertos modos de comportamiento que refuerzan el valor de lo disciplinario - entendido como producción del sujeto adaptado a las normas de la escuela - sobre lo disciplinar : las prácticas musicales. La mayoría de las clases de Música no ofrecen situaciones para que los niños se familiaricen con esta dimensión del arte ni a través de experiencias directas – improvisar y componer, escuchar y apreciar variedad de estilos y géneros, asistir a conciertos- ni a través de sustitutos a la experiencia directa. Nos referimos a lo que Bourdieu denomina “enseñanza racional del arte”: “La enseñanza racional del arte proporciona sustitutos a la experiencia directa, ofrece una serie de atajos al largo camino de la familiarización, hace posible unas prácticas que son producto del concepto y de la regla en vez de surgir de la pretendida espontaneidad del gusto” (BOURDIEU, 1988: 65). En lugar de una “enseñanza racional del arte”, encontramos que se enseñan reglas propias de la cultura escolar. Esta Música escolar se sustenta en una estética vinculada al valor del silencio, la repetición, la copia, la inmovilidad y el control de los cuerpos. Incluye una clasificación y jerarquización muy particulares de géneros musicales, que no guardan relación con las convenciones musicales que existen fuera de la escuela, lo que nos permite decir que se trata más bien de una ética escolar estetizada.