doctrinas unicas de la iglesia de jesucristo de los santos de los Últimos dias - oficial

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 El primero de una  serie de artículos  que explican las cre- encias básicas del  Evangelio restaura-  do, doctrinas que  son únicas de La  Iglesia de Jesucristo  de los Santos de los Últimos Días. L a Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene muchas creencias en común con otras iglesias cristianas”, dijo el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “pero también tenemos diferencias, y son esas diferencias las que explican por qué enviamos misioneros a otros cristianos, por qué edifica- mos templos, además de las capillas, y por qué nuestras creencias nos brindan tanta felicidad y fortaleza para hacer frente a las dificultades de la vida y de la muerte” 1 . Tres seres distintos “Junto con las demás denominaciones cristianas”, conti- nuó el élder Oaks, “creemos en una Trinidad compuesta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; sin em- bargo, testificamos que estos tres miembros de la Trinidad son tres seres distintos y separados. También testificamos que Dios el Padre no es sólo un espíritu sino una persona glorificada, con un cuerpo tangible, co- mo lo es Su Hijo resuci- tado, Jesucristo... En contraste, muchos cris- tianos rechazan la idea de un Dios tangible y de una Trinidad compuesta de tres seres separados. Creen que Dios es espíritu y que la Trinidad es un solo Dios. De acuerdo con nuestro punto de vista, esos conceptos son evidencia de una separación de la verdad que llamamos la Gran Apostasía” 2 . Poco después de la muerte de los Apóstoles del Salvador del Nuevo Testamento, las ideas de la filosofía griega comenzaron a transformar las verdades claras y pre- ciosas del Evangelio. Las doctrinas contradictor ias sobre la naturaleza de la deidad llevaron al Emperador Constantino a reunir a un concilio de toda la iglesia en Nicea, en el año 325 d. de J.C., lo que dio origen al C redo de Nicea, el qu e La naturaleza de la Trinidad  LA PLENITUD DEL EVANGELIO

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8/14/2019 Doctrinas unicas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Los Últimos Dias - Oficial

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 El primero de una serie de artículos que explican las cre-encias básicas del Evangelio restaura-

 do, doctrinas que son únicas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días.

“La Iglesia de Jesucristode los Santos de losÚltimos Días tiene muchas creencias en común con

otras iglesias cristianas”, dijo el élder Dallin H. Oaks, del

Quórum de los Doce Apóstoles, “pero también tenemosdiferencias, y son esas diferencias las que explican por quéenviamos misioneros a otros cristianos, por qué edifica-mos templos, además de las capillas, y por qué nuestrascreencias nos brindan tanta felicidad y fortaleza para hacer frente a las dificultades de la vida y de la muerte”1.

Tres seres distintos

“Junto con las demás denominaciones cristianas”, conti-nuó el élder Oaks, “creemos en una Trinidad compuesta

del Padre, del Hijo y delEspíritu Santo; sin em-bargo, testificamos queestos tres miembros dela Trinidad son tres seresdistintos y separados.

También testificamosque Dios el Padre no essólo un espíritu sino unapersona glorificada, conun cuerpo tangible, co-mo lo es Su Hijo resuci-tado, Jesucristo... Encontraste, muchos cris-tianos rechazan la idea

de un Dios tangible y de una Trinidad compuesta de tresseres separados. Creen que Dios es espíritu y que la

Trinidad es un solo Dios. De acuerdo con nuestro puntode vista, esos conceptos son evidencia de una separaciónde la verdad que llamamos la Gran Apostasía”2.

Poco después de la muerte de los Apóstoles delSalvador del Nuevo Testamento, las ideas de la filosofíagriega comenzaron a transformar las verdades claras y pre-ciosas del Evangelio. Las doctrinas contradictorias sobre lanaturaleza de la deidad llevaron al Emperador Constantinoa reunir a un concilio de toda la iglesia en Nicea, en el año325 d. de J.C., lo que dio origen al Credo de Nicea, el que

La naturaleza de la

Trinidad  

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eliminó el concepto de que los seres de la deidad son se-res distintos al declarar que Jesucristo es “una substanciacon el Padre”.

“Hubo concilios posteriores”, explicó el élder Oaks, “y de sus decisiones, y de los escritos de religiosos y filósofos,surgió una síntesis de la filosofía griega y de la doctrina cris-tiana... Las consecuencias de ello persisten en los varios cre-dos cristianos que declaran una Trinidad de un solo ser”3.

Se restaura la verdad divinaLa verdad concerniente a la naturaleza de la Trinidad se

restauró en la primavera de 1820 cuando José Smith entróen la Arboleda Sagrada. Mientras oraba, apareció una co-lumna de luz, la cual describió que era “más brillante queel sol... Al reposar sobre mi la luz”, escribió, “vi en el airearriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admi-ten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi hijo ama-

 do: ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 1:16–17). Duranteesa visión, José aprendió, entre otras verdades, que Dios el

Padre y Su Hijo Jesucristo son personajes glorificados y dis-tintos y que nosotros, como lo enseña la Biblia, somos cre-ados “a imagen de Dios” (Génesis 1:27).

El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho: “La expe-riencia que José Smith tuvo en sólo unos momentos un díade primavera de 1820, trajo mayor luz y conocimiento y comprensión sobre la personalidad y la realidad y la subs-tancia de Dios y de Su Amado Hijo que la que el hombrehubiese logrado durante siglos de especulación”4.

En 1843, José Smith resumió lo que había aprendido so-bre la Trinidad por medio de la revelación directa: “El

Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como eldel hombre; así también el Hijo; pero el Espíritu Santo notiene un cuerpo de carne y huesos, sino es un personajede Espíritu. De no ser así, el Espíritu Santo no podría mo-rar en nosotros” (D. y C. 130:22).

La naturaleza del hombre

No sólo sabemos que Dios posee un cuerpo glorificadode carne y huesos, sino que gracias a ese conocimientorestaurado de la naturaleza de Dios, viene la creencia de

los Santos de los Últimos Díassobre nuestra naturaleza y nuestro potencial. El profeta

 José Smith enseñó una vez: “Elprimer principio del evangelioes saber con certeza la naturale-za de Dios... que en un tiempofue hombre como nosotros...

Cuando subís por una escalera, tenéis que empezar desde

abajo y ascender paso a paso hasta que llegáis a la cima; y así es con los principios del evangelio: tenéis que empezar por el primero, y seguir adelante hasta aprender todos losprincipios que atañen a la exaltación. Pero no los aprende-réis sino hasta mucho después que hayáis pasado por el

 velo [morir]”5.El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) enseñó:

“Dios el Eterno Padre... es el Padre literal de nuestro Señor  y Salvador Jesucristo y de los espíritus de la raza humana...Somos hijos de Dios”6.

La creencia de que somos creados a la imagen de

nuestro Padre Eterno “no significa que afirmemos poseer la suficiente madurez espiritual como para comprender aDios”, señaló el élder Oaks, “ni tampoco comparamosnuestros cuerpos mortales imperfectos con Su ser inmor-tal y glorificado. Pero en cambio, podemos entender loque Él ha revelado sobre Sí mismo y sobre los otrosmiembros de la Trinidad. Y ese conocimiento es esencialpara comprender el propósito de la vida terrenal y denuestro destino eterno como seres resucitados despuésde esta vida.

“En la teología de la Iglesia restaurada de Jesucristo, el

propósito de la vida terrenal es prepararnos para lograr nuestro destino como hijos e hijas de Dios: de llegar a ser como Él”7.■

NOTAS

1. “La Apostasía y la Restauración”, Liahona, julio de 1995, pág. 95.2. Liahona, julio de 1995, pág. 95.3. Liahona, julio de 1995, pág. 96.4. En Conference Report , abril de 1960, pág. 82.5. Principios del Evangelio, págs. 306–307.6. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999,

págs. 380–381.7. Véase Liahona, julio de 1995, pág. 97.

Como dice en la

 Biblia, nosotros,

 al igual que

 Adán, somos creados

“a imagen de Dios”.

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 Serie de artículos que explican lascreencias básicas del Evangelio restau-rado, doctrinas que son únicas de La

 Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días.

De todas las principales iglesias cristianas, la únicaque enseña que los seres humanos vivieron en unaexistencia preterrenal con Dios el Padre y Su Hijo

 Jesucristo es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días. “Una de las cosas que para mí resultanextrañas”, escribió el presidente Joseph Fielding Smith(1876–1972), “es que tanta gente crea que en el hombrehay un espíritu y que cuando el hombre muere, ese espíri-tu continúa viviendo como ente inmortal, y sin embargo

no ha tenido existencia hasta el nacimiento del hombre enesta vida”1.

La solución al misterio de la vida

El presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funcionesdel Quórum de los Doce Apóstoles, se refirió a la impor-

tancia de esta doctrina: “No hay forma de que la vida tengasentido si no existe el conocimiento de la doctrina de una vida preterrenal… Cuando llegamos a comprender la doc-trina de la vida preterrenal, entonces se arman las piezasdel rompecabezas y puede verse el propósito”2.

Si no entendemos nuestra vida preterrenal, no nos esposible comprender correctamente la relación que tene-mos con nuestro Padre Celestial ni darnos cuenta comple-tamente del propósito de esta vida terrenal y de nuestrodestino divino. “Esta doctrina de la vida preterrenal”, dijo

La vida

 antes del nacimiento

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el presidente Packer, “era conocida por losantiguos cristianos. Por casi 500 años se en-señó esta doctrina, pero más tarde fue re-

chazada como herejía por un clero que sehabía perdido en la oscuridad de la aposta-sía. Una vez rechazada esta doctrina… per-dieron la posibilidad de resolver el misteriode la vida. Llegaron a ser como un hombreque trata de enhebrar perlas para hacer uncollar con un hilo que es demasiado corto.No hay forma de enhebrarlas a todas”3.

El hombre es eterno

 Al haber restaurado el Señor la verdad di-

 vina por medio del profeta José Smith, sehizo de fundamental importancia el conoci-miento de la existencia preterrenal a fin depoder comprender el plan de nuestro Padre Celestial paranuestra salvación. “También el hombre fue en el principiocon Dios”, reveló el Señor. “La inteligencia, o sea, la luz de

 verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser”(D. y C. 93:29). Es así que, teniendo en cuenta que nuestrainteligencia siempre ha existido, no tuvimos principio.Pero en algún momento remoto de nuestro pasado prete-rrenal, se crearon cuerpos espirituales para nosotros y lle-

gamos a ser, literalmente, hijos e hijas espirituales depadres celestiales4.El conocimiento de que somos hijos espirituales de

Dios, de que vivimos con Él antes de nuestro nacimientoterrenal y de que deseamos llegar a ser como Él define larelación que tenemos con nuestro Padre Celestial. JoséSmith enseñó que “Dios… porque era más inteligente,consideró propio instituir leyes por medio de las cuales[Sus hijos] podrían tener el privilegio de avanzar como Éllo había hecho”5. Un elemento indispensable para queavanzáramos era que saliéramos de la presencia de nuestro

Padre, que se pusiera un velo de olvido en nuestra mente y que anduviéramos por la fe, aprendiendo a obedecer Susmandamientos.

Lo que sabemos

Por haber venido a la tierra para ser probados y andar por la fe, el Señor no nos ha revelado muchos detalles so-bre nuestra vida preterrenal; sin embargo, lo que se nos harevelado es suficiente para que cumplamos nuestro propó-sito aquí en la tierra. A continuación se encuentran

algunos de los hechos que se nos han reve-lado de nuestra existencia preterrenal:

• Somos literalmente hijos espirituales

de Dios y, como tales, tenemos el potencialde llegar a ser como Él (véase Romanos8:16–17; D. y C. 93:33–34).

• Participamos en un gran concilio delcielo, en el que oímos el plan del Padre pa-ra nuestra salvación. Optamos por seguir a

 Jesucristo, que fue elegido para venir a latierra como nuestro Salvador y Redentor, y nos regocijamos ante esa maravillosa opor-tunidad (véase Job 38:7; Abraham 3:24–28).

• Lucifer, “un ángel de Dios que tenía

autoridad delante de Dios” (D. y C. 76:25),dijo: “…redimiré a todo el género huma-no, de modo que no se perderá ni una sola

alma… (Moisés 4:1). Pero quería que Dios le diera Su pro-pio poder y gloria y propuso cambiar las condiciones denuestra experiencia terrenal destruyendo nuestro albedrío;sin éste, no hubiéramos podido llegar a ser como nuestroPadre Celestial, por lo que su propuesta fue rechazada por Dios y por las dos terceras partes de Sus hijos. Por consi-guiente, Lucifer se rebeló, hubo una guerra en los cielos — una guerra de palabras y un conflicto espiritual— y fue

expulsado con “la tercera parte de las huestes del cielo”que lo siguieron (D. y C. 29:36); llegó a ser conocido comoSatanás, y él y sus seguidores procuran ahora destruir nuestras almas con diabólica determinación (véase

 Apocalipsis 12:7–9; D. y C. 29:36–39; Moisés 4:1–4).• Vinimos a la tierra sin la memoria de nuestra existen-

cia anterior, pero trajimos nuestras fortalezas y habilidadesindividuales, así como las debilidades que debemos esfor-zarnos por superar (véase Éter 12:27; D. y C. 104:17;138:55–56; Abraham 3:23).

• La vida terrenal no es el principio ni el fin de nuestra

existencia, sino que es al mismo tiempo una prueba y unaetapa crucial de nuestro continuo desarrollo. La forma decomportarnos en esa prueba determinará nuestro futuroeterno (véase Abraham 3:25–26). ■

NOTAS

1. Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, 3 tomos,1954–1956, tomo I, pág. 53.

2. Citado en “Antes del nacimiento”, Liahona, febrero de 2001, pág. 36.3. Véase “Antes del nacimiento”, págs. 36–37.4. Véase “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona,

octubre de 2004, pág. 49.5. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 439.

En nuestra vida

 preterrenal opta-

 mos por seguir a

 Jesucristo, que fue elegi-

 do para venir a la tierra

como nuestro Salvador.

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Una serie de artículos que examinanlas creencias básicas del Evangelio res-taurado, doctrinas que son exclusivas

 de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Una creencia básica del cristianismo es que Dios hadado a Sus hijos el albedrío, es decir, la capacidad y el privilegio de escoger. Sin embargo, el concepto

del albedrío, como se enseña en el Libro de Mormón y loimparten los profetas y apóstoles de los últimos días, enconsonancia con otras verdades del Evangelio, es una doc-trina rebosante de poder y con implicaciones eternas.

Un principio eterno

El albedrío es esencial para el plan que nuestro PadreCelestial tiene para Sus hijos, pues sin ese principio, nopodemos llegar a ser como Él. El albedrío es un atributoeterno de todos los seres inteligentes; su origen es

anterior al nacimiento terrenal; de hecho, teníamos albe-drío en nuestra existencia preterrenal. El Señor reveló:

“También el hombre fue en el principio con Dios. La in-teligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha,ni tampoco lo puede ser.

“Toda verdad es independiente para obrar por sí mismaen aquella esfera en que Dios la ha colocado, así comotoda inteligencia; de otra manera, no hay existencia.

“He aquí, esto constituye el albedrío del hombre”(D. y C. 93:29–31).

Nosotros no creemos en un Dios determinista, es decir,un Dios que decide de antemano el destino final de Sus hi-jos. Más bien, creemos en un Dios que tiene un perfectoconocimiento previo de las decisiones que van a tomar Sushijos, y tal vez emplee dicha precognición para guiarnos eincluso para advertirnos, pero nunca la empleará para pri-

 varnos de nuestro albedrío. Él nos  permite llegar a ser quienes realmente queremos ser. Tal como escribió el él-der James E. Talmage (1862–1933), del Quórum de losDoce Apóstoles: “[Dios] sabe lo que cada cual hará

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El albedrío 

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en determinadas condiciones, y conoce el findesde el principio. Su precognición se basaen la inteligencia y la razón. Él prevé lo futurocomo un estado que natural y seguramenteha de llevarse a cabo; no como una situaciónque tiene que ser porque Él arbitrariamente

ha dispuesto que así sea”1

.La mayoría de las iglesias cristianas creenque Dios creó a Sus hijos ex nihilo, es decir,de la nada. De ser así, a Él se le podría atri-buir la responsabilidad de cualquier mal quepudiésemos ocasionar al habernos creadocon imperfecciones y debilidades. Pero sabe-mos que nuestro Padre Celestial no nos creóde la nada y que no es responsable de nues-tras debilidades ni de nuestros pecados. Élsimplemente nos coloca a nosotros, Sus hijos

espirituales, en esferas donde podemosaprender y progresar mediante el ejerciciodel albedrío, si lo usamos correctamente.

Condiciones necesarias para que haya albedrío

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórumde los Doce Apóstoles, enseñó que el albedrío necesitacuatro condiciones:

1. Deben existir leyes decretadas por un poder omnipo-tente, leyes que podamos obedecer o desobedecer.

2. Debe haber opuestos: lo bueno y lo malo, lo correcto y 

lo incorrecto.3. Debemos tener conocimiento del bien y del mal; preci-

samos saber la diferencia que hay entre los opuestos.4. Debemos poseer el poder de elección sin restricciones2.

 Además, para disfrutar plenamente del albedrío, es ne-cesario que seamos responsables de nuestras elecciones.Las leyes existentes deben acarrear consecuencias, y nosólo las consecuencias naturales resultantes de nuestrasacciones, como por ejemplo la pérdida del respeto por parte de la gente cuando mentimos o engañamos, sino

que también, si las obedecemos, deben traernos las bendi-ciones de Dios, y el castigo si no lo hacemos.

Satanás ataca nuestro albedrío

El Señor dice de la existencia preterrenal: “…Satanás serebeló contra mí, y pretendió destruir el albedrío del hom-bre” (Moisés 4:3). A causa de esa rebelión, Lucifer fue ex-pulsado del cielo, pero sigue minando nuestro albedríoaquí en la tierra y lo hace de muchas maneras, dos de lascuales son:

La desobediencia. “He aquí, esto consti-tuye el albedrío del hombre y la condena-ción del hombre; porque claramente les esmanifestado lo que existió desde el princi-pio, y no reciben la luz… Y aquel inicuo

 viene y despoja a los hijos de los hombres

de la luz y la verdad, por medio de la deso-bediencia” (D. y C. 93:31, 39). La desobe-diencia daña nuestro albedrío de dosmaneras: Primero, cuando perdemos la luz

 y la verdad, nos volvemos ciegos a las mu-chas oportunidades que se nos presentande hacer el bien. Segundo, ciertas formasde desobediencia son adictivas, por lo quenos vemos atrapados por comportamien-tos extremadamente difíciles de abando-nar. Incluso podemos llegar a perjudicar a

otras personas y dañar su albedrío.La falta de responsabilidad. Satanás

nos susurra al oído y nos dice: “…Comed,bebed y divertíos; no obstante, temed a

Dios, pues él justificará la comisión de unos cuantos pe-cados… y si es que somos culpables, Dios nos dará algu-nos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios”(2 Nefi 28:8). Algunos creen erróneamente que despuésque hayamos “afirmado [creer] en Cristo” y de haber sido “salvos por la gracia”, no importa lo que hagamos,somos salvos. Esa doctrina es una sutil manifestación del

engaño al que continuamente nos somete Satanás res-pecto a que no somos responsables de nuestros pecados y que éstos carecen de consecuencias.

Las bendiciones del albedrío

Cuando empleamos el albedrío para escoger lo correc-to, Dios no sólo nos bendice a nosotros, sino que nuestropropio albedrío se ve fortalecido y realzado. Cuando nues-tro Padre Celestial ve que puede confiar en nosotros por-que tomamos decisiones correctas, hace lo que haríacualquier padre amoroso: nos bendice con nuevas oportu-

nidades y con más responsabilidad. De ese modo, si utili-zamos nuestro albedrío con prudencia, las posibilidadesde hacer el bien y de bendecir a otras personas se tornaninfinitas. La obediencia siempre conduce a más albedrío y a un aumento de posibilidades, mientras que el pecadorestringe nuestras opciones. ■

NOTAS

1. Jesús el Cristo, pág. 29.2. Véase Mormon Doctrine, 2ª edición, 1966, pág. 26; véase también

2 Nefi 2:10–29.

Si utilizamos nues-

tro albedrío con

 prudencia, las posi-

bilidades de hacer el 

bien y de bendecir aotras personas se tornan

infinitas.

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Una serie de artículos que analizan doctrinas exclusivas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La mayoría de las iglesias cristianas enseñan que la

Caída fue una tragedia, que si Adán y Eva no hubie-

ran participado del fruto prohibido, ellos y toda su

posteridad podrían estar viviendo en la actualidad en el

 Jardín de Edén disfrutando de una dicha inmortal. Sin em-bargo, la verdad revelada a los profetas de los últimos días

nos enseña que la Caída no fue una tragedia; sin ella, Adán

 y Eva no hubieran tenido posteridad. Por tanto, la Caída

fue un paso necesario del plan del Padre Celestial, destina-

do a llevar a cabo la felicidad eterna de Sus hijos.

Ni muerte, ni posteridad, ni progreso

“…si Adán no hubiese transgredido”, enseñó Lehi

a su hijo Jacob, “no habría caído, sino que habría

permanecido en el jardín de Edén...

“Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían

permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo,

porque no conocían la miseria; sin hacer lo bueno, porque

no conocían el pecado.

“Pero he aquí, todas las cosas han sido hechas según la

sabiduría de aquel que todo lo sabe.

“Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen

los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:22–25).

Una vez que Adán y Eva participaron del fruto del árbolde la ciencia del bien y del mal, les fueron abiertos los ojos,

 y Eva expresó su complacencia por la oportunidad que les

proporcionó su transgresión: “…De no haber sido por 

nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad,

ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo

de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede

a todos los que son obedientes” (Moisés 5:11).

El participar del fruto dio pie a la vida terrenal, con sus

muchas oportunidades de escoger entre el bien y el mal,

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 La caída de Adán y Eva

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 y permitió que Adán y Eva tuvieran hijos. Deeste modo, la Caída abrió la puerta a los hijosdel Padre Celestial para que vinieran al mun-do, obtuvieran un cuerpo físico y participa-ran en “el gran plan de felicidad” (Alma 42:8).“…así que esta vida llegó a ser un estado deprobación”, un tiempo para aprender y cre-cer, para arrepentirnos y vencer debilidades,“un tiempo de preparación para presentarseante Dios” (Alma 12:24).

Una transgresión, no un pecadoEl presidente Joseph Fielding Smith

(1876–1972) dijo: “Cuando me refiero a laparte que le correspondió a Eva en la Caída,nunca la califico de pecado, ni tampocoacuso de pecado a Adán… Ésta fue unatransgresión de la ley, pero no un pecado… porque eraalgo que Adán y Eva tenían que hacer”1.

Con respecto a esa distinción, el élder Dallin H. Oaks,del Quórum de los Doce Apóstoles, observó: “Este con-traste que se indica entre un pecado y una transgresión

nos recuerda las claras palabras del segundo Artículo deFe: ‘Creemos que los hombres serán castigados por suspropios pecados, y no por la transgresión de Adán’ (cur-siva agregada). También se asemeja a una distinción quese hace en la ley y que nos es bien conocida: Algunos ac-tos, como el asesinato, son delitos porque son en sí denaturaleza mala; otros, como manejar un vehículo sin li-cencia de conducir, son delitos sólo por estar prohibidospor la ley. De acuerdo con esas distinciones, el hechoque dio como resultado la Caída no fue un pecado — o sea, algo de naturaleza mala— sino una transgresión,

algo que era malo por estar prohibido. Estas palabras nosiempre se emplean para denotar algo diferente, peroesta diferencia parecería propia si la aplicamos a las cir-cunstancias de la Caída”2.

 Aunque Adán y Eva no habían pecado, debido a sutransgresión tuvieron que hacer frente a ciertas conse-cuencias, dos de las cuales eran la muerte espiritual y lamuerte física. La muerte física les sobrevendría al final desu vida terrenal, mientras que la muerte espiritual tuvolugar cuando se les desechó del Jardín de Edén, cuando

fueron separados de la presencia de Dios(véase Alma 42:9).

El pecado original

El resultado de la transgresión denuestros primeros padres, según explicóel presidente Smith, “fue la expulsión de lapresencia de Dios y el advenimiento al mun-do de... la muerte física. La mayoría... [de loscristianos] sostiene que todo niño que llegaa este mundo nace con la mancha del ‘peca-

do original’, o participa en la transgresión de Adán en su nacimiento. El segundo Artículode Fe contradice esta errónea y descabelladadoctrina”3. Todos los descendientes de Adán

 y Eva heredan ciertos efectos de la Caída,pero gracias a la expiación de Jesucristo

sólo somos responsables de nuestros propios pecados.Los niños que mueren antes de la edad de responsabilidad“viven en Cristo” (Moroni 8:12) y no necesitan el arrepenti-miento ni el bautismo (véase Moroni 8:8–11).

Los mandamientos en el JardínEl Señor les dio mandamientos a Adán y a Eva en el

 Jardín de Edén, dos de los cuales eran el de fructificar y multiplicarse (véase Génesis 1:28) y el de no tomar del fru-to del árbol de la ciencia del bien y del mal (véase Génesis2:17). Esos dos mandamientos tenían por objeto colocar a

 Adán y a Eva en una situación en la que debían tomar unadecisión. El presidente Smith enseñó: “El Señor le dijo a

 Adán que si deseaba permanecer tal como estaba en el Jardín, entonces no debía tomar del fruto, pero que si de-seaba tomarlo y experimentar la muerte, tenía la libertad

de hacerlo”4

. Frente a ese dilema, Adán y Eva escogieronla muerte —tanto física como espiritual— la cual abrió lapuerta para que ellos y su posteridad obtuvieran conoci-miento y experiencia y participaran en el plan de felicidaddel Padre que conduce a la vida eterna. ■

NOTAS

1. Doctrina de Salvación, tomo 1, pág. 109.2. “El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, págs. 85–86.3. Answers to Gospel Questions, comp. Joseph Fielding Smith, hijo, 5

tomos, 1957–1966, tomo I, pág. 82.4. Answers to Gospel Questions, tomo IV, pág. 81.

Todos los descen-

 dientes de Adán

 y Eva heredan cier-

tos efectos de la Caída,

 pero, gracias a la expia-ción de Jesucristo, sólo

 somos responsables de

nuestros propios

 pecados.

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8/14/2019 Doctrinas unicas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Los Últimos Dias - Oficial

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Una serie de artículos que examinanlas doctrinas que son exclusivas de La

 Iglesia Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días.

No podemos comprender el propósito de esta vidaterrenal —por qué estamos aquí— a menos queprimero comprendamos quiénes somos, de dónde

 vinimos y cuál es nuestro destino eterno. Estas verdades,que se encuentran en las Escrituras y que fueron restaura-das por conducto del profeta José Smith, nos enseñan queliteralmente somos hijos espirituales de Dios, que vivimoscon Él en la existencia preterrenal y que llevamos en nues-tro interior las semillas de la divinidad, el potencial de lle-gar a ser como Él es. Ése fue nuestro mayor deseo en el

mundo preterrenal, y para hacerlo realidad sabíamos quetendríamos que abandonar Su presencia, obtener un cuer-po físico, aprender a caminar por la fe y, mediante laExpiación de Jesucristo, llegar a ser sumisos, mansos, hu-mildes, pacientes y llenos de amor (véase Mosíah 3:19).

Un cuerpo físico

“Adán cayó para que los hombres existiesen”, declaróLehi, “y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi2:25). No obstante, no podemos alcanzar el gozo eternoque disfruta nuestro Padre Celestial a menos que posea-mos un cuerpo físico glorificado y resucitado. “…Los ele-mentos son eternos”, enseña el Señor, “y espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitudde gozo” (D. y C. 93:33–34).

L A P L E N I T U D D E L E V A N G E L I O

El propósito de la vida 

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Todas las personas que vienen a esta tierra y 

obtienen un cuerpo mortal resucitarán, pero lagloria y el gozo de la vida eterna en la presen-cia de Dios se reservan para quienes “vencenpor la fe” (D. y C. 76:53) en el Señor Jesucristo.“Vinimos a este mundo con objeto de obtener un cuerpo”, enseñó el profeta José Smith,“y… presentarlo puro ante Dios en el reinocelestial”1.

El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de losDoce Apóstoles, amplió este concepto:“Creemos que el propósito de la vida terrenal

es adquirir un cuerpo físico y que, por mediode la expiación de Jesucristo y de la obedien-cia a las leyes y ordenanzas del Evangelio, po-demos cumplir con los requisitos paraobtener el estado celestial, glorificado y resu-citado llamado exaltación o vida eterna”2.

 Andamos por fe, no por vista

Durante nuestra vida preterrenal, estuvimos en la pre-sencia de Dios. Andábamos según lo que veíamos. Sin em-bargo, en esta vida, como nos recuerda el apóstol Pablo:

“por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). LasEscrituras nos enseñan: “Es… la fe… la convicción de loque no se ve” (Hebreos 11:1; cursiva agregada), y también:“…si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas” (Alma 32:21). El andar por vista res-tringe nuestra capacidad de progresar y de ejercer la fe.

“…sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).No podemos salvarnos sin fe en Jesucristo. Cuando vivía-mos en la presencia de Dios, éramos capaces de adquirir y de ejercer cierto grado de fe, pero era necesario que salié-semos de Su presencia y que por nuestra memoria pasara

un velo, con el fin de que lográramos la fe suficiente paratener acceso a la vida eterna.Moroni explaya la idea de que “la fe es las cosas que se

esperan y no se ven” y nos explica que Dios no nos conce-de la certeza sino hasta que se ponga a prueba nuestra fe:“…no contendáis porque no veis, porque no recibís nin-gún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestrafe” (Éter 12:6). Por tanto, otro de los propósitos principa-les de abandonar la presencia de Dios y de venir a la tierraconsiste en poner a prueba nuestra fe.

“Los probaremos”

En la Perla de Gran Precio se relata la vi-sión que Abraham tuvo de la existencia pre-terrenal. Dirigiéndose a los espíritus “quese hallaban con él” en el mundo preterre-nal, Jesucristo dijo: “…haremos una tierrasobre la cual éstos puedan morar; y conesto los probaremos, para ver si harán to-das las cosas que el Señor su Dios les man-dare” (Abraham 3:24–25). Esta vida, por tanto, se convierte en un periodo de prue-ba, “un estado de probación” (Alma 12:24),

un tiempo para demostrar que somos capa-ces de aferrarnos al poder de la expiaciónde Cristo y ser santificados, como Él.

Esta prueba de nuestra fe determina siharemos o no “todas las cosas que el Señor [nuestro] Dios [nos] mandare”. Para supe-rar la prueba de la vida terrenal, debemosarrepentirnos de nuestros pecados, recibir 

las ordenanzas esenciales, concertar convenios con Dios y guardarlos y perseverar en la rectitud hasta el fin. No obs-tante, al Señor no sólo le preocupa lo que hagamos en esta

 vida, sino que también se interesa en sumo grado por loque somos y lo que lleguemos a ser. “…el Señor requiereel corazón y una mente bien dispuesta” (D. y C. 64:34).También requiere que cada uno de nosotros lleguemos aser “santo[s] por la expiación de Cristo el Señor” y seamos“como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, llenode amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgueconveniente imponer sobre él, tal como un niño se sometea su padre” (Mosíah 3:19). Él espera que vengamos a Él y que experimentemos “un potente cambio… en nuestroscorazones” y que ya no tengamos “más disposición a obrar 

mal, sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2).La verdadera prueba de la vida terrenal es ver si estare-mos dispuestos a aceptar al Salvador de todo corazón, aaplicar Su sangre expiatoria a nuestra vida, a hacer “cuantopodamos” (2 Nefi 25:23) por guardar Sus mandamientos y,por último, a ser perfectos en Cristo por la gracia de Dios(véase Moroni 10:32).■

NOTAS

1. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 217.2. “La Apostasía y la Restauración”, Liahona, mayo de 1995, pág. 95.

P ara superar la

 prueba de la vida

terrenal debemos

 arrepentirnos de nues-

tros pecados, recibir lasordenanzas esenciales,

concertar convenios con

 Dios y guardarlos y per-

 severar en la rectitud 

 hasta el fin.